mas allá de la carne
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MÁS ALLÁ DE LA CARNE
Mi decisión fue sencilla. No tenía ganas de comer carne, no quise comer carne y no volví a
comer carne. Siempre me preguntan cómo fue que me decidí, como fue que lo logré y qué es
lo que como. Pero la verdad, no tiene ciencia. Así como unas personas no comen chocolate y
yo vivo por el chocolate, pues así un día decides quitar un par de cosas de tu menú personal y
después agregas otras. Es cierto que no es la gran cosa, no me llena de un conocimiento
universal, no me eleva a un nivel de conciencia mayor ni mucho menos me hace diferente del
resto de las personas; pero hay muchas cosas que en el camino se han resaltado como en
alguna especie de aprendizaje (o algo similar, no sé):
1. Primero, me di cuenta que es algo que no se conoce o se conocía. Cuando yo tenía 16
años, un día descubrí por vías del bendito internet que existía una cosa llamada
vegetarianismo y que implicaba a personas que decidían no comer carne. Yo no sabía
que eso existía, y al parecer muchos (al menos en monterrey) tampoco lo sabían. Era
típico encontrarme con: Cómo? Que es eso? Hasta llegar a un punto en el que me di
cuenta que una palabra tan sencilla como “carne” parece tener un significado más
complicado que el que yo pensaba. No basta con decir “no como carne”, la gente no
guarda registro del pollo, pescado y animales varios como dentro del grupo de la
carne; pareciera que a veces solo entran las vacas.
2. Después me topé con esta sensación extraña en la que parecía que todo el mundo
estaba más consciente de mi salud que yo misma. Parecía que todos podían realizarme
exámenes con sólo verme, o hasta incluso predecir mi futuro. Era constante escuchar
comentarios con que me iba a enfermar y demás cosas, lo cual si sucedió, me dio
anemia, y fue ahí cuando me di cuenta que muchos quizá si tenían poderes que antes
no conocía.
3. Debido a mí periodo anémico, descubrí que no sabía comer. Me di cuenta que no tenía
la menor idea de qué carajos eran los carbohidratos, proteínas, lípidos, fibras, etc…
Noté que tenía que empezar a aprender de nutrientes y demás cosas que jamás había
pensado antes. Digo, una no piensa eso cuando solía desayunar chocolates, comer
nachos y cenar pizza, uno no se preocupa por cuantas vitaminas tienen los nachos,
porque a quién le importa, tienen queso! Pero mis glóbulos rojos se habían ido de
fiesta y necesitaba recuperarlos, así que tuve que ir aprendiendo esas cosas.
4. Entonces empiezas a reflexionar sobre lo que te metes a la boca, empiezas a leer y
etiquetas y oh problema! Te das cuenta de que hay un sinfín de cosas que por un
motivo lejano a mi razonamiento contienen grasa animal en su composición. Un
sazonador de tomate o una sopita de verduras, tienen animal y ni siquiera debería de
ser necesario. Entonces llega la culpa por todas las cosas que pudiste haber estado
comiendo por quien sabe cuánto tiempo y que contenían grasa de animal, pero como
tampoco me interesaba la cocina, jamás me había pasado por la cabeza. (Y pido
perdón al dios de lo vegetariano)
5. Y pues llega ese momento que tanto quise evitar en el que hay que aprender a hacer
mi propia comida. Si la gente no estaba dispuesta a hacerme una comida que no
tuviera animales muertos en su proceso, pues no me quedaba de otra. Hace cinco
años creo era más difícil esas cosas de aprender cosas vegetariano (y creo que no se
me había ocurrido buscar más en internet) entonces me tuve que aventar un
maravilloso curso de nutrición y cocina vegetariana para aprender todo eso que me
había dado cuenta que no sabía y que nadie me había enseñado. El único detalle es
que además tuve que vivir una semana con rituales de la religión adventista que
incluían caminar en el pasto a las 5 am, cantar a manera de rezos matutinos y una
serie de lavados extraños de los que afortunadamente pude huir hasta que se acabó la
semana.
6. Luego parece que todo va bien, aprendes a revisar contenidos, a hacer combinaciones
a cocinar y a comer. Lo que le sigue a esto es un punto estable. Haz aprendido cosas
nuevas y todo parece tan sencillo y feliz cuando se es vegetariano. Comer quesadillas
infinitas no parece tan complicado! Pero hay algo que es inherente en el camino del
vegetarianismo. Los maravillosos videos de animales en granjas, sangre, sufrimiento,
dolor, tristeza y llanto con los que te has topado en el proceso. Parte de tu cabeza aún
tiene esa algo completamente normal que se niega a pensar que ese delicioso,
derretible y maravilloso queso pueda causarle daño a una vaquita feliz. Y aquí nos
topamos con un punto importantísimo en la vida de todo amante de los animales:
dejar o no tal negación de lado y decidir abrir los ojos a una realidad que está justo en
la punta de tu nariz. La decisión que aquí se tome será riesgosa y difícilmente podría
haber marcha atrás.
7. Y entonces lo logras, decides despedirte de las quesadillas, pizzas y los hermosos y
sacrosantos deditos de queso, para siempre. Con el dolor de tu alma le dices adiós a
los lácteos, ah! y también a las miguitas con huevo. Aquí no sé cómo funcione para el
resto, pero después de un mes así, yo me di cuenta que no los necesitaba. Mejor aún,
noté que la maldita alergia que tanto me atormentó durante el último año se había
ido. Esto se siente bien, puedo sobrevivir, pero es aquí cuando te das cuenta de lo
asquerosamente fácil que es ser vegetariano y de lo mucho que se te cierra el mundo
cuando pasas a comer vegano.
8. Pasas entonces a una fase nueva y, al menos para mí, completamente divertida. Ahora
sí tienes que usar la imaginación, investigar, aprender y descubrir formas nuevas de
obtener los nutrientes que necesitas sin recurrir a nada animal (y si quieres sentirte
bien hardcore, sin recurrir a suplementos también). Con esto se abre un mundo nuevo
de posibilidades, recetas, combinaciones, descubrir el “kale”, las “hemp seeds”, la
levadura nutricional, la maca, espirulina y mil y un cosas que suenan bien exóticas y
bien hipsters hoy en día. Es una gama de nuevos sabores, aprendes que nada necesita
contener animal en su producción y todo sabe de lujo!.
9. Luego, otro gran tropezón de tu narizota. El riesgo antes mencionado llega
inevitablemente al darte cuenta de la gran gama infinita de cosas y productos
aparentemente tan simples y cotidianos que tienen un pedazo de animal en su
constitución. Qué demonios! Entonces no sólo tienes que preocuparte por lo que
pones en tu boca, si no por lo que pones en tu pelo, cara, manos, cuerpo, pies, ojos,
labios, pestañas, artículos varios y hasta tu casa carajo! Si, es verdad, tienes que
aceptarlo por más que te duela, ese objetivo de ser bien verde y derrochar amor
animal no se ha cumplido. Entonces te colocas en posición fetal y lloras en silencio,
tienes que derrumbar tu casa, irte al bosque y construir una choza. Ya que, no hay de
otra que hacer tu mayor esfuerzo, preguntarle a google y a PETA cada vez que puedas,
hasta que descubres que PETA tiene otros intereses y vuelves a sufrir en posición fetal.
10. Si no fuera suficiente con tus propios demonios conscientes e inconscientes, te topas
con todo tipo de otros con mayúsculas y minúsculas que te dicen de todas las maneras
posibles que todo lo que haces está mal. Bueno, realmente no hay tantas maneras,
creo que todo se reduce a: proteínas, evolución, cerebro, cadena alimenticia, sabor y
valor. Comienzas a darte cuenta que llevas mucho tiempo escuchando gente decirte
una y otra vez que deberías comer carne, que sabe muy rica, que el cerebro
evolucionó por la carne, que ellos jamás podrían ser vegetarianos y (la más cagona
para mi gusto) que los animales fueron creados por Dios para ser comidos. Te
presentan comentarios tan sin sentido que hasta te dan ganas de no responder nada.
Entonces me di cuenta que si la vida me llenaba de ideas acerca de comer carne, yo
debía llenarme de mis propios deseos y para eso Facebook me ayudo
maravillosamente. Buscar “Vegan” y darle like a todo lo que se me pusiera en frente
fue mi solución. Abrir la página y ver fotos de animales felices y descubrir más y más
recetas me alegró la vida. Además me empezó a abrir las puertas a más información.
11. Hubo un momento en el que decidí dejar de sólo escuchar lo que decían y me sentía
preparada para dar una respuesta generalizada. Entonces, después de años de haber
vivido en el silencio escuchando todo tipo de comentarios, decido abrir la boca solo
para darme cuenta que nadie quiere escucharlo y que en automático la respuesta será
recriminarme que quiera imponer mis ideales. Claro, porque no cuenta cada maldita
vez que alguien abrió la boca para decirme que comiera carne, ahí no se impone nada
de nada. Pero como siempre han dicho que le hago honor a mi apellido (Contreras)
pues parte de mi disfrutaba de los dramas que se formaban por las cosas que
compartía en mi muro. La verdad es que ya entrados en palabras no podía acallar mi
vocecita semi-psicoanalista y darme cuenta de que la gente está algo llena de culpas y
angustias, igual o más que yo. Pero ese es otro tema, les puedo recomendar algún
analista si quieren.
12. Ahora que tomo esa parte del psicoanálisis, también hubo un punto en que me di
cuenta que decidir ser psicóloga y decidir ser vegana tienen una similitud muy curiosa.
Cuando estudias psicología la gente tiene a pensar, por algún motivo también más allá
de mi razonamiento, que tienes una vida maravillosa y libre de problemas, y que si
entonces tienes problemas no vales un carajo y no entienden como estudias eso.
Tienes que ser buena hija, buena amiga, buena novia, buena estudiante y todo eso,
porque claro, estudias psicología. Entonces a la par con esto, te topas que si eres
vegana, básicamente tienes que ser hippie, comer pura lechuga, no comer nada que se
acerque a la comida chatarra, amar a todas las personas y amar no sólo los animales
mamíferos sino también a cada animal bicho rastrero que se te cruce en tu camino.
Después llega alguien pidiéndote que adoptes una asquerosa cucaracha, si, asquerosa
cucaracha repito, con el fundamento de que no debes excluirla. Pero saben que, hasta
la fecha no he encontrado un maldito fundamento que me haga amar a las
cucharachas y les aviso, no lo haré.
13. Pero bueno, también habría que aceptar que como todo, esto del vegetarianismo
tiene cosas malas o no tan buenas. No que el no comer carne tenga algo de malo,
porque para mí solo hay cosas buenas; pero es que en el camino te topas con personas
que pueden ponerte en duda de si estarás entrando al grupo adecuado. Surgen estas
personas que de pronto adquieren un conocimiento magnífico con un curso en línea
de pocas semanas y se auto proclaman “health coach” y gurús de la alimentación
saludable. Personas que descubren que es un nuevo modo de ganar dinero y
solamente buscan formas de vender y hacer negocio, aunque en realidad ni les
interesa, ni llevan una dieta vegetariana. Y claro, personas que por alguna razón
mienten y dicen que son crudiveganos pero los sábados, cuando nadie los ve, se van a
un rincón oscuro del centro y piden unos tostitos con elote y extraqueso, y los
domingos se atascan unos chilaquiles con pollo.
14. Y llega un poco más de análisis. Me di cuenta que muchas personas pudieran terminar
tomando este estilo de vida y alimentación como una etiqueta que les brinda
identidad. Portan con orgullo camisas de con logos que dicen “soy vegano”, llevan
tatuajes en sus cuellos a la vista de todos, ponen un hashtag vegano en cada foto de
instagram y lo único que los mantiene en el camino, es que si no son veganos, no
saben qué demonios serían. Fue entonces cuando decidí dejar de decir “soy vegana” y
me limité a tan solo decir que no consumo productos de origen animal y aclarar que
“vegana” es mi comida, y yo SOY ROCÍO.
Finalmente eso aprendí, después de cinco años de cambiar mi forma de pensar, mi
alimentación y estilo de vida, aprendí que la vida puede ser muy divertida y que la culpa es
algo con lo que ya no quiero cargar. Aprendí de las palabras de una muy buena amiga, que es
maravilloso poder ver a los ojos a Lucho (mi guapo acompañante perruno) y estar tranquila
porque sé que hago mi mejor esfuerzo por no lastimar a esos que otros llamarían “los de su
especie” pero que yo aún no encuentro como denominar; porque quiero entender que no soy
mejor que un animal y por más que esté atravesada por la palabra, no quiero ser sólo palabra
(perdóname Lacan). Aprendí que puedo ser muy feliz, y no necesariamente por esas cosas de
que salud y verduras que no podría negar, sino por que disfruto con libertad, sin límite de
recetas ni límite de comida. Estoy feliz, tengo a Lucho, un novio que comparte mis ideales,
llevo una alimentación vegana, soy YO y quiero seguir aprendiendo, y viviendo.