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EDICIÓN ESPECIAL DE El Peruano Año 98 | Tercera etapa | Nº 22 Martes 21 de noviembre de 2006 DISTIBUCIÓN GRATUITA Desde la habitación 283 en el hotel Lima, de La Victoria, el maestro puneño Víctor Humareda (1920-1986) cambió la historia de la pintura peruana. Su genio y figura, a dos décadas de su partida, continúa buscando el sitial que le corresponde. "Cuando pienso en él, veo su nombre con letras mayúsculas en la plástica peruana" Carlos Enrique Polanco, pintor. 3 La estrella de La Parada. 6 Legado de Humareda. 8 El que inventamos. 10 La herencia del maestro. 12 Del hotel Lima al Gamarra. Shopping Center. 14 La ciudad según Humareda. 16 Entrevista a Cecilia Bákula. 20 años sin Humareda VIDA, PASIÓN Y PINTURA FOTO: ARCHIVO HERMAN SCHWARZ

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EDICIÓN ESPECIAL DE

El Peruano Año 98 | Tercera etapa | Nº 22Martes 21 de noviembre de 2006 DISTIBUCIÓN GRATUITA

Desde lahabitación 283en el hotel Lima,de La Victoria, elmaestro puneñoVíctor Humareda(1920-1986)cambió la historiade la pinturaperuana. Sugenio y figura, ados décadas desu partida,continúabuscando el sitialque lecorresponde.

"Cuando pienso en él, veo su nombre con letras mayúsculas en la plástica peruana" Carlos Enrique Polanco, pintor.

3 La estrella de La Parada. 6 Legado de Humareda. 8 El que inventamos. 10 La herencia del maestro. 12 Del hotel Lima al Gamarra.

Shopping Center.14 La ciudad según Humareda. 16 Entrevista a Cecilia Bákula.

20 añossinHumareda

VIDA, PASIÓN Y PINTURA

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2 | Edición especial de Variedades

einte años después de su desaparición, la figura de VíctorHumareda (1920-1986) todavía nos sigue cuestionando porbastantes razones, tantas como las facetas de la vida del propiopintor. De lo que no hay duda es que el pintor puneño ocupa,como dice el crítico Luis Lama en las páginas que siguen, unlugar preponderante y hasta decisivo en la historia de la plásti-ca peruana.

La trascendencia artística no se consigue de la noche a lamañana. Exige un sacrificio enorme, sobre todo si hablamosde las condiciones de la producción artística en un paíscomo el Perú, y más aún en el caso de ciertos artistas con-temporáneos. Pensemos en César Vallejo, José María Argue-das o el propio Humareda. Y si bien el primero tuvo que irsedel país –como muchos otros peruanos talentosos en losaños siguientes– y los segundos se quedaron, los tres deci-dieron experimentar el desarraigo para alimentar sus respec-tivas obras.

Y no sólo el desarraigo, sino una búsqueda intensa de lavida en medio de la marginalidad más absoluta, que el pintor

celebró con pasión. Porque el corazón de La Parada era elcorazón de Humareda. Esa porción de la ciudad, un enclaveenteramente calcutizado, proporcionó al pintor motivos deinspiración y felicidad, hasta el punto de vivir a medio caminoentre la realidad y la ficción.

De ahí sus quijotes, sus arlequines, pero también sus chin-ganas, burdeles y fondas. Su gran amor por una Lima que locastigaba con la indiferencia, pero que le festejaba sus excen-tricidades. Amigos y compañeros de ruta nunca le faltaron, ymás de uno le han rendido homenaje. En estos 20 añostranscurridos desde la muerte del maestro, como le llamaEduardo Moll, el recuerdo más caluroso de Humareda des-pués de sus cuadros será la amistad que compartió con todoslos que se acercaban a él.

Pues bien, bajo el signo de la amistad y, sobre todo, de laadmiración, esta edición especial de Variedades se planteacomo un acercamiento entre el pintor y el legado plástico yhumano que ha dejado al Perú y el mundo. Porque aún nospodemos dar el lujo de tener artistas como Humareda y por-que todavía hay mucho camino por recorrer para que elmaestro reciba el mayoritario reconocimiento que se merece,como la constitución de un museo en su nombre, entre otrastareas pendientes.

Esperamos que esta entrega sea un paso adelante en laconsecución de estos proyectos, a manera de los colores y tra-zos con que Humareda compartió sus sueños.

20 años sin HumaredaPresentación

Director: Carlos Manrique Negrón. Subdirector: Jorge Sandoval. Editores de contenido: Moisés Aylas Ortiz, Giancarlo Stagnaro Ruiz y José Vadillo Vila. Fotografía: Jean P. Vargas. Diseño Gráfico: Julio Rivadeneyra Usurín.

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El genio sin olvido

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Unaestrella (solitaria) en La

Parada

perfilHace 20 años el maestro del expresionismo dejó el pincel, enrolló el yuteen uno de sus bolsillos y partió no se sabe si al cielo o al infierno, pero sí aun lugar de muchos colores. Humareda conocía la gloria de ser uno delos cinco grandes de la pintura peruana, pero vivía desplazado en vida.Entonces la verdad y la ficción se tejieron a su alrededor.

FOTO: ARCHIVO HERMAN SCHWARZ

“ Estoy casado con Marilyn Monroe. Notenemos hijos. Vivo solo con ella en mihotel. Nunca me habla ni la toco. Sólo lacontemplo, además es de papel.”

Víctor Humareda

Escribe: José Vadillo VIla

1Peter Pan vivió 66 años. Tenía los cabellos alborotados y el cuerpo breve; la car-cajada ostentosa y el rostro sudoroso; la boca bembona y el caminar chaplines-co. Se llamaba Víctor Humareda Gallegos y nunca dejó de ser un niño genio.

Como el héroe del país del Nunca Jamás, el pintor puñeno evadía respondercuántos años tenía. Le aterraban por igual la muerte, no pagar el día de su hotel,o que lo busquen para cobrarle impuestos. Un mal chiste sabiendo que sobrevi-vía, que se prestó a que lo exploten por necesidad, malbarateando sus cuadros.

Apuntaba en libretitas minúsculas todo: pensamientos propios comoajenos, teléfonos, bocetos de cuadros, saldos de sus deudores... hasta elnúmero de los calzoncillos que dejaba en el tendedero (muchas veces

había sido víctima de robos, de ahí su obsesión).Humareda enjuagaba en botellas de aguarrás reciclado los pinceles con los

que daba estocadas al yute para inmortalizar sus musas bajofondinas y los rom-bos de sus arlequines tristes. Así fue feliz.

Se especula que al pintor que decía haber luchado con Cervantes en Lepan-to, le dio el cáncer que venció sus cuerdas vocales por inhalar durante décadasen ese cuarto sin ventilación los químicos de las pinturas con las que creabaobras maestras.

El piscis melancólico y solitario había nacido artista el 6 de marzo de 1920.Moraba cual Cuasimodo en el rimbombante Lima, un hotel de La Parada quesólo tenía una estrella: él. Y donde radicó por 32 años rodeado de los persona-jes goyescos de La Victoria.

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4 | Edición especial special de Variedades

Crónica de anecdotas y leyendas alrededor del pintor lampeño

PPerfil, ppintura yy ppasión

¿A quien pertenece el arte, a la elite o a las masas? Humareda se paró en seco,miró al cielo y dijo: “A la Humanidad”.

(En la azotea del Lima, el fotógrafo Herman Schwarz, uno de los que mejorlo retrató, dio en los libros de registros de huéspedes del hotel con la fecha exac-ta de cuando llegó allí el pintor: 5 de febrero de 1954. Recién se alojó en la míti-ca habitación 283 el día 27. Para Schwarz, quien no cree mucho en coinciden-cias, fue sorpresa que se diera eso en la fecha de su nacimiento).

En las paredes de su breve cuarto, que para unos simbolizaba el útero de lamadre del artista, tenía una pinacoteca de 16 reproducciones de sus maestros:Renoir, Van Gogh, Velásquez, Gauguin, Daumier, Delacroix, Toulusse, El Grego.Nunca colgó ningún suyo, sino que los tenía arrimados en el piso. Había doscuadros que no estaban a la venta: El retrato de su madre, que era el cuadromás feo, pero lo tenía en una silla. Y otro que llamó El mitin. Unos dicen que loguardaba debajo de la cama en los años 70, por miedo a la represión militar;otros, que no, que lo tenía ahí, a la vista. Cosas de la fama.

2Le llamaban loco, maestro, Víctor, Humareda y cholo, y él se carcajeaba. Era unabstemio que frecuentaba bares y restaurantes del Centro de Lima para tomarmanzanilla, te con leche y chancay, aun en verano. En sus largos años másoscuros, se ofrecía para hacer retratos al paso en carboncillo.

Frecuentaba, también, los pasadizos de la Escuela Nacional de Bellas Artes,donde conversaba con los alumnos de los últimos años. Se metía en los tallerescuando los profesores partían; muchas veces ponía un “color maestro” en algúntrabajo núbil.

El escritor Gonzalo Mariátegui cree que Humareda siempre quiso enseñaren su alma máter. En sus paseos por la escuela admiraba los trabajos de losalumnos. El restaurador Carlos Fuentes Guillén, alumno en los años 70 de laENBA, recuerda que varios días llegó Humareda y se paraba a observar un cua-dro suyo. Sólo le preguntó quién era la modelo del cuadro. Luego de un tiem-po, el maestro perdió interés. Para los alumnos esos gestos de Humareda erantodo un halago.

Tenía varios círculos de amigos (a su muerte le nacieron más amigos), aun-que nunca los llamó así: “mis amigos son Rembrandt, Ticiano, Goya y Velás-quez, ¿para qué quiero más?”, decía.

Ellos consideran que a Humareda le gustaba llamar la atención, que lo quie-ran y reír. Posaba ante las cámaras, se ponía el sombrero bombín, bailaba tangocon los ternos que dejaba “un amigo que ya se fue” (que compraba de remateen Tacora y lo adecuaba). Pero era también bondadoso, invitaba a los alumnospobres y a sus amigos alguna manzanilla, para él, el licor de los dioses.

“Era cachaciento y un conchudo de la vida”, lo recuerdan, recordando surisa estruendosa. No creen que fuera un rasgo esquizofrénico cuando decíaque hablaba con Rubens o Rembrandt. El escritor José Antonio Bravo, quien lofrecuentó desde inicios de los años 60, dice que más de uno hablaba así, poresa sublimación por el arte. “No era extravagante sino bizarro”, dice Bravo.

Si Víctor Delfín, su amigo, decía que sólo conocía dos Víctor, Humareda y él;Humareda, a sus espaldas, bromeaba: “Conozco sólo a un Víctor, el otro es sóloun Victorcito”. Y reía estruendosamente.

En la azotea del Lima había un mueble al que habían abandonado hasta laspolillas y que Humareda bautizó como “el sillón Sócrates”. Ahí se sentaba ameditar. Tenía nociones de la filosofía, dicen unos. Otros reconocen su apetito,sobre todo por la música, pintura y la política de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX(Humareda hizo una serie de dibujos sobre la muerte del político francés Jean-Paul Marat).

Le encantaba almorzar, oler y respirar en Miraflores. Una vez caminando porla avenida Larco, Mariátegui le preguntó: “Víctor, ¿a quién pertenece el arte, a laelite o al pueblo?” Humareda paró en seco, miró al cielo y dijo: “A la humani-dad”. Y siguió caminando.

Su trazo era como el bolero, una melodía marginal en donde se embebía dehistoria de las cuales salía airoso. No le apetecía los rostros comunes. Le fascina-ba la belleza de los extremos, la de un hombre viejo y feo y la de una joven conel cuerpo más violín. Recuerdan que iba a veces a un strip tease en la avenidaManco Cápac, no le importaba los gritos, él se acercaba para ver de cerca de laschicas, y volvía mayormente molesto a su butaca. “¡Es horrrrrrrrrrrrible!”.

Cuentan que el celador del hotel y discípulo, Mario Sierra, lo acompañaba alburdel La Nené, donde el maestro visitaba a “Karina”. En sus últimos dos añosde vida la había dejado, porque se volvió fea, y se iba al Cinco y Medio, dondebuscaba primero a “Nora” y luego a “Elizabeth”, a quien comparaba con laMonroe.

Los nombres se confunden, y que las chicas lo explotaban. A una la llevabaal cine y al café, otra le cobraba en exceso y él sólo tenía derecho a pasarle lamano por la espalda. Que “Elizabeth” se fue un día a Panamá a hacerse unfuturo y Humareda dejó de ir a los burdeles. Es parte del mito.

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20 años sin

Humareda

Martes 21 de noviembre de 2006 | 5

FOTO: ARCHIVO HERMAN SCHWARZ

Se especula que el maestro del expresionismo peruano prefirió los amoresde alquiler por un trauma psicológico: a Emilio, su padre, lo mataron en 1924por un problema amoroso.

También se exagera hasta la insania su amor por Marilyn Monroe. Schwarzle da otra lectura, cree que lo que atraía a Humareda de ella, más allá de labelleza física, era el dramatismo de la vida de la diva.

3No es mentira, en cambio, que al maestro, por su facha, lo botaron devarios lugares: Un mozo en el Haití de Miraflores, una argentina dueña deuna galería en Camino Real, y otros más, que lo juzgaban por sus ropas(seguimos iguales). Por una solidaridad con su situación, este genio del pin-cel nunca dejaba que los mendigos se vayan con las manos vacías cuandovisitaban su mesa.

Mariátegui, quien lo acompañó alguna vez al burdel, asistió a la primerapedicura del maestro, ya que el maestro tenía callos por los zapatos gruesosque usaba. “Nunca he visto pies tan blancos”, jura. Humareda podría ser unhombre humilde, pero era un hombre limpio que se bañaba todos los días enel baño común del Lima.

Y nunca dejó de andar en saco y corbata, roja o amarilla. Ni el día que lointernaron para la primera de sus cirugías. Los amigos le compraron un pijamay el maestro jaló su corbata para irse contento.

Es verdad que él mismo desmontaba sus exposiciones porque temía que lerobarán sus cuadros. En realidad, desde los años 60, no había expuesto suscuadros, sino que eran cuadros vendidos y a Humareda se le invitaba para lainauguración, valgan verdades.

4Peter Pan murió hace 20 años. Todavía se ríe en esa foto que de emergencia sela pidieron a Schwarz para la lápida. “Al eximio pintor Víctor Humareda Galle-gos”. Yace en el número D47, un nicho esquinado en el cuarto piso del pabe-llón San Desiderio, tras la sexto puerta del cementerio Presbítero Maestro, el deprecios más módicos.

La verdad que a Humareda no le gustaría su nicho: Un cuarto más angostoque el del Lima, pintado de color vainilla, sólo agraciado por un pincel, unapaleta y el logotipo del INC, con una jardinera rota hace varios años. ¿Quéhabría pintado el maestro? No lo sabemos.

Un día antes de hospitalizarse (19 de noviembre, cuando se supone terminósu último cuadro) hizo llamar a cuatro amigos. El de la camilla, era una sombrasin risa ni voz del Humareda anterior, sin muchas fuerzas siquiera para escribiren sus cuadernillos lo que pensaba. Un adelanto a ese cuadro final era visitarloen La Parada y ver su cuarto repleto de cajas de medicamentos. (Dicen que yasabiendo que la parca lo visitaría, se fue al sur a visitar a su hermana maternapara dejarle la condecoración que le había dado el alcalde Alfonso Barrantes).

Murió a las dos de la mañana del 21 de noviembre de 1986 en la habitaciónnúmero cuatro, en el segundo piso del Instituto Nacional de EnfermedadesNeoplásicas. El BCR, propietario del último cuadro plasmado por Humareda –Laquinta Heeren– pagó el entierro. También se hizo una colecta entre los galeris-tas que vendieron sus obras. Pocos respondieron.

Lo velaron en la parroquia Sagrado Corazón de Barranco. Dicen que loenterraron con la chalina roja, nadie lo sabe a ciencia cierta. El 22 por lamañana lo trasladaron a Bellas Artes para que se despida. Finalmente, alPresbítero, donde –era verdad– el cuerpo no entraba en el nicho. Un niñose metió y sacó una botella, la cual, igual que el último foco del cuarto delhotel Lima, los guarda Schwarz como joyas. Hay más leyendas, lo que esindudable es que Humareda fue un genio y ríe, como Peter Pan, jugandocon su paleta multicolor, eternamente.

1983. EL ARTISTA SENTADO EN SU FAMOSO “SILLÓN SÓCRATES”, POSA AL LADO DE SUMUSA PRINCIPAL, MARILYN MONROE.

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6 | Edición especial de Variedades

Su pupilo Carlos Enrique Polanco y el critico de arte Luis Lama.Escribe: Daniel Contreras

LLegado dde HHumareda

El plano humano es el que Polanco desea resaltar en estaocasión. Por eso, desde su taller, ubicado en un breve jirónde Barranco, busca en la memoria a quien conoció en1975, apenas ingresado a la Escuela de Bellas Artes.

“Lo que más recuerdo es cuando tomábamos manza-nilla en el hotel Lima. Y lo hacíamos en el restaurante deabajo porque paraba enamorado de la hija de la dueña,que era una huancaína bien guapa”, rememora.

Polanco refiere que algo debió de haber visto Huma-reda en el arte de aquel muchacho que recién se inicia-ba porque se acercó un día a conocerlo y, posteriormen-te, llegaba en religiosas visitas de dos veces por semanahasta el hotel de La Parada.

E“Se hizo mi amigo desde ese día en Bellas Artes”, agre-

ga. “Conversábamos, me daba consejos y hasta se com-padecía, pues él pagaba la manzanilla. En la década de1980, los estudiantes de pintura llevábamos una vidaque rayaba con lo miserable, y ahora que veo haciaatrás me doy cuenta de que invitarme esa manzanilla erapara él un sacrificio, no por tacaño, sino porque notenía. Vivía al día, económicamente hablando.”

Su gran tragedia era la cobranza –en muchísimaspartes– por la venta de las pinturas, recuerda Polanco.“La gente se aprovechaba mucho. No comprendíanque vivía de eso. Que te regalara un cuadro era casiimposible”.

El culto al garabato“El amor a la pintura me lo inyectó Víctor Humareda”, señala firmemente el pintor Carlos Enrique Polanco, quien al igualque el artista del hotel Lima bebió de las fuentes del expresionismo, pero, al mismo tiempo, una amistad sincera es el vasoconector que une la vida de Polanco con la de Humareda. Y que convierte ambas producciones en indesligables.

CARLOS ENRIQUE POLANCO REPASA LOS MOMENTOS VIVIDOSCON EL MAGISTERIO DE VÍCTOR HUMAREDA. (1984)

FOTO: ARCHIVO HERMAN SCHWARZ

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20 años sin

Humareda

Recuerda, asimismo, cómo el administrador del hotel(“una rata”) detestaba a Humareda, al obligarlo, despuésde 30 años de haber vivido ahí, a pagarle diario por sucuarto. Todo eso y más es el artista que su memoria seresiste a olvidar, transcurridas dos décadas desde sumuerte. “Mi deuda con él es más humana que pictórica”.

Revalorizado“Creo que todos los pintores expresionistas nos comuni-

camos en algún momento cuando miramos hacia losmaestros como Van Gogh, Tolouse Lautrec, Gauguin”,Polanco niega así que haya sido discípulo de Humareda.“Él no tuvo discípulos. Se aprendía viéndolo pintar. Lasenseñanzas que me dio fueron más que nada orales,mediante las cuales despertó en mí ese inmenso amorpor la pintura que consideraba un real magisterio”.

Descubrió así en Polanco el “culto al garabato”, aque-lla frase que Humareda le repetía cada vez que hablabade su oficio.

“Cuando pienso en él, veo su nombre con letrasmayúsculas en la plástica peruana. Es increíble que noexista en algún museo nacional una sala dedicada a supintura.”

Hoy, la obra de Humareda, según Polanco, goza deuna revalorización. “Sus cuadros los vendía a 300 dóla-res. En la última subasta del Museo de Arte, una obrasuya alcanzó los 8 mil dólares. Es evidente que lo vemoscon mejores ojos”.

Ha marcado su destinoPero, al mismo tiempo, algo sucede con el legado del pin-tor. Y es la execrable profusión de falsificaciones surgidas enel ambiente. “Es el más copiado. Y lo peor, son copias bur-das. Ahora, cualquier mamarracho es un Humareda, y esoes algo que da cólera. Él reunía una gran pasión por el artecon un extraordinario dominio de la técnica”.

Marcó su destino y así fue feliz, sentencia Polanco.Amaba vivir como vivió porque pensaba que de esa maneralo hicieron sus maestros en la historia del arte. “Estaba con-vencido de que el arte era el pasado y que el presente erauna m... que no valía la pena”.

“Y si bien en vida no tuvo muchos éxitos 'comerciales',logró ganarse la posteridad. Se convirtió en un pintor queno va a desaparecer de la conciencia colectiva. Humaredaes para siempre”. Pues, totalmente de acuerdo.

“Si tuviera que definir a Humareda diría que fue como unniño. No creía en los éxitos ni en los halagos. Su renuncia amuchas cosas es muy respetable, así como su capacidad devivir una realidad que él mismo creó y, sobre todo, se creyó.

“Él hubiera podido elegir otro tipo de mundo y ganarmucho dinero, pero aún así fue fiel a sí mismo y eso merece,como digo, mucho respeto. Si fuera psicoanalista diría quesus orígenes lo marcaron mucho, y que el hecho de venir delinterior del país, estudiar en Bellas Artes, enamorarse de unapersona muerta como Marilyn Monroe, de ganar un premiopara irse a París y regresar antes de un mes sólo para irse avivir a un hotel de La Parada indica mucho de su personali-dad. Él creaba su propio mundo y se refugiaba en ese cuarti-to cuya mitad la ocupaba la cama y en la otra mitad pintaba.Su ambición era vivir la vida y el arte fue su mejor refugio.

“Fue en definitiva un artista clave en la plástica peruana.Debió morir en un estado de mayor comodidad. Humaredase dejó explotar debido a que no le interesaba la parte econó-mica, sino su propia vida, y la vivió intensamente. Es ese tipode personas que cuando mueren no te da pena, pues uno sedice: ese hombre vivió a plenitud, fue un hombre feliz.

Legado“Ya desde un punto de vista artístico, Humareda, ubicado enel contexto de las décadas de 1970 y 1980, poseía una pintu-ra notable pero con altibajos. No fue un analítico donde todolo que hacía le salía bien. Hay una obra de Humareda que esmejor no exhibirla y hay otra que es notable para cualquiermuseo de cualquier parte del mundo. Y lo notable de Huma-reda es espléndido, sobresaliente.

“Como todo artista, no fue un pintor con una obra pareja,y es mejor que no lo haya sido. El artista de altibajos llega aproducir en sus momentos más altos obras maestras queresultan inolvidables, y es el caso de Humareda.

“De todos sus seguidores, considero que el más notable esCarlos Enrique Polanco. Incluso, creo que es un artista denivel que logró superar al maestro, lo cual es lo deseable y lonecesario. Y decir que Polanco es superior no es nada contraHumareda, al contrario, puesto que el discípulo de uno seasuperior a uno mismo es la mejor forma de dejar huella.

“A veces es preferible el mito que el olvido. Pero es necesa-rio que las nuevas generaciones conozcan la obra de Huma-reda. Básicamente, es un asunto de educación. Debemosevitar esa pérdida sintomática de la memoria que nos aquejapara con nuestros artistas, algo que resulta desconsolador.”

Martes 21 de noviembre de 2006 | 7

Cuando pienso en Humareda,veo su nombre con letrasmayúsculas en la plásticaperuana. Es increíble que noexista en algún museo nacionaluna sala dedicada a su pintura.

“A veces es preferible el mitoque el olvido”

En octubre de1986, el curador

y crítico de arte LuisLama organizó en

la galería del centrocultural de laMunicipalidad de Miraflores

lo que fue la últimaexposición en vida

de VíctorHumareda. Hoy, 20 años después

de su muerte,reflexiona sobre

el artista a través deuna breve

conversación.

Luis Lama

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Martes 21 de noviembre de 2006 | 98 | Edición especial de Variedades

Basado en las imágenes de Herman Schwarz del gran pintor. Escribe: Ernesto Carlín

EEl VVíctor HHumareda qque iinventamos 20 años sin

Humareda

“Me gusta disfrutar de París y La Parada.Entre hombres sudando y Marilyn, mi enamorada”,

Los Mojarras.

i recuerdo más temprano de Víctor Humareda no fue ningún cuadro ni boce-to ni dibujo suyo. Mi primer contacto con el artista fue un reportaje de televi-sión, pocos años antes de su muerte. En él, un excéntrico con sombrerohongo hablaba con seriedad impostada sobre su novia. ¿Quién era ella?Obviamente, Marilyn Monroe.

Crecí escuchando las leyendas urbanas que circulan sobre el genial pintor.A su ya de por sí extravagante vida en un hotelito de La Parada, los rumores lesuman datos –por lo general falsos– que añaden marginalidad donde ya lahabía. Grandes borracheras, memorables noches prostibularias, largas tem-poradas en París son sólo algunos de los tópicos que, a fuerza de repetirse, yaalgún desprevenido toma por ciertos.

Sin embargo, el Humareda real no se reflejaba, según sus íntimos, en eseestereotipo de artista maldito. Era abstemio, aficionado al té y las infusiones.Llevaba una vida casi monacal, consagrado a su pasión: la pintura. Pasó másde la mitad de su vida en el decadente hotel Lima, de La Victoria, y su únicopaso por París fue de menos de un mes.

El personaje, que aseguraba reunirse en los cafetines del Centro de Limacon Toulouse Lautrec y Goya, roba nuestra atención del dedicado pintor. Noobstante, Humareda se parodiaba a sí mismo con tal gracia que su imagen,llena de contradicciones y supuestos, no desentona con su principal legado:sus cuadros.

M

La leyenda delantedel artistaEl imaginario colectivo ha hecho del genial artista puneño un antihéroe a lamedida de estos tiempos. La marginalidad y sordidez –verdaderas o no– en quevivió el pintor son más difundidas que su obra.

Crecí escuchando las leyendas urbanas que circulan sobre el genial pintor. A suya de por sí extravagante vida en un hotelito de La Parada, los rumores le sumandatos –por lo general falsos– que añaden marginalidad donde ya la había.

FOTO: ARCHIVO HERMAN SCHWARZ

FOTO: ARCHIVO HERMAN SCHWARZ

BOTELLAENCONTRADA ENNICHO DURANTEENTIERRO DEHUMAREDA

PRIMER INGRESO DE HUMAREDA AL NEOPLÁSICAS EN 1983.

LIBRETA USADA POR EL ARTISTA.

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10 | Edición especial de Variedades

De cómo el portero del hotel Lima se hizo pintorEscribe: Daniel Contreras M.

LLa hherencia ddel mmaestro

“Gracias a él, ahora soy pintor enla especialidad de arlequines ypaisajes al estilo Humareda”,explica Mario Sierra, califican-

do su arte como el mejor homenaje al amigo, aesa persona que aparte de su padre podía dar ellujo de llamar “papá”.

“Corría diciembre de 1966 y en el hotel Limala gente lo llenaba de preguntas, pues reciénhabía llegado de París. ¿Por qué te has regresa-do tan pronto? ¿Conociste a Pablo Picasso? Y eldecía: ‘Tacora es mejor que París’. Yo deseabahacerle las mismas preguntas, pues siempre mellamó la atención verlo pintar en la azotea. Undía, en el cuarto 283, estaba sentado solo, meacerqué y le saludé.”

Sierra recuerda que Humareda creyó que erade Puno. Soy de Andahuaylas, respondió eljoven portero. “¿Y conoces a José María Argue-das?, porque yo sí lo conozco, me dijo. A partirde ese día, algo nos unió. Yo lo buscaba o él amí. Casi a diario nos veíamos, pues me nombróayudante en su taller.”

Ese mismo cuarto del hotel que ahora esgalería de ropas ronda perennemente por lamente de Mario Sierra. “Mi gran sueño es hacerde esa habitación un pequeño museo-memoriacon puerta de vidrio, fotos y cuadros suyos, asícomo el caballete que aún guarda el señorEduardo Moll. Espero que alguna entidad intere-sada me apoye en este proyecto”.

Luego nos cuenta que los escenarios de susaventuras fueron siempre los mismos: la QuintaHeeren, los Barrios Altos, el bar Palermo –nonecesariamente tomando una cerveza–, el bur-del La Nené y el mítico Cinco y Medio.

Pero nació pintorNatural de Uranmarca, Sierra, como muchos

migrantes andinos, tuvo que sobrevivir demuchas formas. Fue ayudante en una marmole-ría, cocinero en una mina, mayordomo, bailarínfolclórico, boxeador y fabricante de escobas.Incluso, conocido como el “Trovero de losAndes”, deleitó en peñas y ferias vernáculas. Deallí nació su faceta de productor de discos.

Pero la labor que cambiaría su vida sería la deportero en el hotel Lima, en el sucio corazón deLa Parada.

“Como era un hotel, salían decenas de pare-jas con esas manchas rojas en los cuellos que lla-man 'chupetones'. Humareda me dijo un día:‘Mira, fíjate en eso, con el tiempo se vuelve cán-cer. Cuídate. No te vayan a morder las chicas’ yse reía a carcajadas”, relata.

Sierra cuenta que el administrador del hotelLima, a quien llamaban “El Cajero Apolillado”,era el único que trataba mal a Humareda. Siem-pre quería que pagara por adelantado su habita-ción y su diario deseo era sacarlo.

“La única vez que hizo algo bueno es cuandoevitó que supuestos familiares del maestro arra-saran al día siguiente de su muerte con el cuar-to. Les exigió una orden judicial que en esemomento no tenían, pero que después consi-guieron. Buscando sus libretas de ahorros, bota-ron casi todo a la basura, su ropa, sus corbatas,bocetos y las libretas de apuntes llenas de citas ysentimientos.”

Escarbando entre los desechos, Sierra pudorescatar algo de todo ello, restos que aún ateso-ra con especial cariño. Pero la herencia maravillo-sa del oficio artístico la lleva más adentro.

“Le dije que me recomendara con sus amigosde Bellas Artes. Pero me respondió: ‘No seastonto. Para qué quieres ir la escuela, allí no ten-drás libertad. Mejor observa, en la práctica estála cosa. Busca la libertad, mi amigo”.

La sombra del maestro

Una amistad de veinte años sólo rota por la muerte del maestro. Mario Sierra, quien fuera portero del hotel Lima deLa Parada donde Víctor Humareda vivió hasta sus últimos días, recuerda el tiempo en compañía del artista, narrandocómo se hizo discípulo suyo.

Mario Sierra rescatórestos que aún atesoracon especial cariño. Perola herencia maravillosadel oficio artístico la llevamás adentro.

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Humareda

Un recuerdo más qué importa“Era un martes a finales de noviembre de1986. Son las cinco de la tarde y el maestroaparece y ya no habla. Escribe en un papeldiciéndome: Ayúdame a terminar con el cua-dro de la Quinta Heeren que debo entregar alBanco Central de Reserva; los faroles estánmuy claros, los quiero más oscuros”, cuentaSierra esta historia que debe haber narrado demanera infinita.

Arriba, tras jugar con el violeta y consegui-da la aprobación del discípulo, Humaredafirmó el lienzo y lo remató con dos palmadasen su hombro. “Al día siguiente era mi jornadalibre. Cuando regresé el jueves, me dicen: 'Sehan llevado a tu papá al hospital'. A la horadel almuerzo cogí un taxi, pero ya no pudeverlo debido a un problema con los pases. Eljueves ya estaba muerto”.

¿Por qué le apareció aquel tumor en el cue-llo si ni siquiera fumaba ni tomaba? Sierratiene una explicación muy personal y extraña.

“Creo que se debió a que siempre se frota-ba con un paño la zona donde le hallaron eltumor. Fuerte se sobaba, hasta que le queda-ba bien rojo. Yo le decía: Maestro, no se sobetan duro que se va a hacer daño. Es que micamisa se ensucia a cada rato, me decía.”

Humareda reposa en el cuartel Desiderio,nicho 47-D del cementerio Presbítero Maestro,hasta donde Sierra va algunas veces a visitar-lo. El nuevo pintor de arlequines vive en SantaAnita, cerca de la maderera Humareda, pro-piedad de los primos del pintor. Han pasadoveinte años, pero sigue soñando con el maes-tro, en lienzos que termina y deja para la solavisión de su discípulo.

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SOÑADOR PERENNE. MARIO SIERRA CONTINÚAPRODIGANDO LAS LECCIONES DE VIDA DE SUPADRE, VÍCTOR HUMAREDA.

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12 | Edición especial de Variedades

Crónica sobre la zona de La Parada donde vivió el pintor expresionista Escribe: Moisés Aylas

DDel hhotel LLima aal GGamarra SShopping CCenter

l zumbido de las máquinas de coser y la música estridente provenientesde los talleres de confecciones acallan todo recuerdo. Del viejo hotelLima queda sólo su hermosa fachada, y, apretujado, en medio de fardosde tela, el cuarto 283, la legendaria habitación en que Víctor Humaredavivió de 1954 a 1986.

Hoy, el edificio es una galería comercial en cuyo interior el trajín resultaabrumador. Sus inquilinos son trabajadores y comerciantes. Unos llevan ytraen mercadería, otros están detrás de las máquinas de coser y unos máscortan telas en ambientes habilitados en la azotea. También llegan clien-tes y comensales en busca de ofertas y productos.

De Humareda casi no se habla y menos se recuerda, de cuando encuando llegan algunos visitantes, cual peregrinos de una misteriosaorden, que se acercan a los vigilantes para solicitarles el ingreso en lahabitación 283; por lo general son jóvenes estudiantes de Bellas Artes,alguno que otro admirador y empleados del Instituto Nacional de Cul-tura (INC).

El lugar se encuentra tal como lo dejó el pintor puneño en su últimodía de existencia. Ese fue el compromiso asumido por los nuevos propie-tarios del edificio con el INC a mediados de la década de 1990, para loque en el futuro sería una habitación-museo.

Al abrirse la antigua puerta apolillada de la habitación 283 vemos unviejo sillón de madera como único mueble. Sus paredes muestran lashuellas de los afiches que acompañaron al artista (entre ellos la imagende Marilyn Monroe, su novia imaginaria) y también restos de la pinturaque empleó para crear sus hermosas obras de arte. Hasta una telarañacuelga del techo de la estrecha habitación de tres por cuatro metros.Humareda pedía a los cuarteleros del hotel que respetaran el tejido delos arácnidos, para así sentir que vivía en un castillo.

E

De hotel a shopping center

El viejo hotel Lima, en el que vivió por años Víctor Humareda, no pudo escapar de la pujante expansión de Gamarra. Eledificio alberga ahora a un dinámico centro comercial y el recuerdo del gran pintor parece perderse en el tiempo.

ACTUAL VISTA DELEX HOTEL LIMA, ENLA AV. 28 DE JULIO(LA VICTORIA),DONDE VIVIÓDURANTE 32 AÑOSEL PINTOR. EN 1990EL LIMA CERRÓ SUSPUERTAS, CON LOSAÑOS SE CONVIRTIÓEN UNA GALERIACOMERCIAL.DERECHA:HUMAREDA CON SUPUPILA IVETTE(1984).

FOTO: NORMAN CÓRDOVA FOTOS: ARCHIVO HERMAN SCHWARZ

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El cuarto 283 era taller y dormitorio. La cama y el caballete compartían elpequeño espacio junto a las latas de pintura y los recipientes de aguarrás ytrementina. En este lugar creó casi la totalidad de sus trabajos. Óleos, dibujos,acuarelas, bocetos y otros.

La vorágine comercial en que se ha convertido la pujante Gamarraavasalla, sin duda, todo recuerdo de glorias pasadas. Los tiempos cam-bian y de eso puede dar fe también la vieja edificación vecina, que antescontenía al desaparecido cine teatro Sucre –que recibió a artistas mexica-nos de la época de oro del cine azteca–. Hoy, sobre su infraestructura seconstruye un edificio de 12 pisos.

Humareda casi no vio el cambio que se producía en la zona. Sus últimosaños de vida iban a la par con la transformación del lugar hasta convertirseen el más pujante complejo comercial e industrial del Perú.

Todo empezó en una estrecha calle llamada Gamarra y fue creciendohasta llegar a ocupar 20 manzanas que reúnen 144 galerías comerciales con17 mil tiendas dirigidas por alrededor de 10 mil empresarios migrantes e hijosde migrantes. Gente común y corriente, pero emprendedora.

Del decenio de 1980 queda muy poco, o casi nada. El Gamarra de hoy estotalmente distinto del de hace dos décadas, cuando reinaba la informalidad.Ahora se ha organizado y mira al mercado exterior.

En aquel lejano febrero de 1954, Víctor Humareda se instaló por primeravez en el hotel Lima, eran tiempos de efervescencia. La capital experimentabadramáticos cambios por la llegada de miles de migrantes provincianos que bus-caban una oportunidad.

La Parada se convirtió en el centro de operaciones de los migrantes, ypara la Lima que se consideraba distinta al resto del país el lugar era unazona marginal y sórdida, y así lo señalaban también a él, un personajeajeno a la sociedad limeña por ser provinciano. “Humareda era víctimade la sociedad. Era un cholo marginado. Él lo sabía, pero cuidaba sudignidad y nunca dio oportunidad para que lo despreciaran”, evocóuna vez el artista Víctor Delfín.

El pintor amaba ese mundo, porque allí habitaban gente trabajadora ypujante, pero también personas de malvivir, mendigos y marginales. En ellosencontró la inspiración para muchas de sus obras. Humareda plasmó todo suentorno: las calles de Lima, de Barrios Altos; mendigos, prostitutas, y, porsupuesto, La Parada.

Ha transcurrido más de medio siglo, nuevos personajes aparecen en escenay seguramente Humareda habría disfrutado de tomar como modelos de suspinturas a los guachimanes, los pandilleros, a las combis, las vendedoras de lastiendas, los puestos de caldo de gallina...

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14 | Edición especial de Variedades

Un apunte sobre el paisaje urbano en dos cuadros del pintorEscribe: Giancarlo Stagnaro

La cciudad ssegún HHumareda

Para el pintor, Lima representa muchascosas, pero esta Lima humaredianadista de ser una copia fidedigna o ide-alizada, canon de la tradición costum-brista, sino una Lima residual, en la

que Humareda pinta los rezagos de una quime-ra suprema que es la constatación de una Limaconcreta.

Humareda es, efectivamente, un testigo deexcepción sobre los cambios que afectan a Limay que también lo definen como artista. Comobien lo señala Eduardo Moll: “La simbiosis de lacapital que Víctor Humareda conoció, la Limatradicional hispanizante con un afrancesamientoalienador, hizo de este artista un personaje sin-gularmente electrizante y genialmente creativo”(1).

Es este sentimiento de no pertenencia a nin-gún mundo establecido que impulsará a Huma-reda a pintar la ciudad de una manera radical-mente distinta a como la veían sus predecesores.Esto, como lo explica Luis Eduardo Wuffarden(2), se debe en parte a su extracción migrante,

pero sobre todo a un sentimiento completamen-te distinto frente a la ciudad. Como solía decirJulio Ramón Ribeyro, la ciudad es un estado deánimo y, en ese sentido, Humareda sabe trans-mitir ese estado mediante sus pinturas.

Ejercicio de comparaciónA continuación, efectuaremos un ejercicio decomparación entre la representación y su refe-rente. Pongamos el cuadro sobre la Quinta Hee-ren y tomemos una foto de la misma plaza enBarrios Altos (figura 1). Humareda, como buenexpresionista, es seguidor de los nocturnos. En laoscuridad, la ciudad revela su rostro oculto, queno es otro que el verdadero, aquel que el díaimpide ver.

A primera vista, llama la atención la ausenciatotal de seres humanos en el conjunto urbano,no obstante que su huella es notoria (las casas, elordenamiento del parque, las esculturas). Comoen otras composiciones, Humareda prefiere losedificios solos –recuérdese el bar Cordano, lascarretas del mercado de La Parada o el Puente

Puenteentremundos

Recorrer los cuadros de Víctor Humareda implica no sólo saber apreciar los colores o las texturas. Implica, sobre todo, unparticular discernimiento del mensaje. Porque, ante todo, la obra de Humareda privilegia enormemente la representación.

FIGURA 2. TUGURIO DE CERRO SAN COSME. LAVISIÓN DE HUMAREDA DEL MISMO ENTORNO 30AÑOS ANTES.

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de los Suspiros-, alejados de toda presenciahumana. El vestigio vale por sí mismo, es objetode su inspiración y de su estilo, que le otorga a laplaza un aura diferente.

Y en eso radica, a nuestra opinión, el genio deHumareda: en mostrarnos los lugares comunes dela ciudad, una plaza o una fonda, ámbitos total-mente desprovistos de belleza para una concep-ción academicista de lo artístico. En la presentaciónde una muestra en 1967, Luis Felipe Tello, granamigo del pintor, escribió: “Tal es el mundo imagi-nativo y siempre cruel que nos transmite Humare-da (...), escenas callejeras y nocturnas de los bajosfondos, de cantinas y boîtes; versiones todas deoriginal expresión, en las que la tragedia se prelu-dia o donde se avizora la tragicomedia del hombreactual y de siempre, que los artistas como Humare-da viven intensamente, tras las mil máscaras queobliga a usar el medio ambiente” (3).

La operación de Humareda consiste en reco-locar el aura “sin aura”, si cabe el término, en losobjetos que “ya fueron”, es decir, en aquellosentornos que alguna vez distinguieron simbóli-camente a Lima, caso de la Quinta Heeren, algu-na vez paseo de presidentes y embajadores. Y esque la época de Humareda coincide no sólo con

la migración del campo a la ciudad, sino con elretiro de las clases privilegiadas del Centro deLima hacia el sur de la ciudad. La Lima antigua,la orgullosa ciudad colonial que alabaron los cos-tumbristas y las Tradiciones Peruanas, ha dejadode ser funcional a los intereses de los más pode-rosos y ahora, para éstos, es “tierra de nadie”. Elarte de Humareda da cuenta de esta desocupa-ción simbólica.

Y lo peculiar de todo es que no se pone al ser-vicio del intento de idealización de la Lima quese fue –aquello que Sebastián Salazar Bondydenominaba como la “extraviada nostalgia”,vicio limeño como ningún otro–, sino que lavuelve a contemplar con otros ojos, con los ojosalucinados de ver por vez primera una plazaabandonada en la ribera opuesta del río Rímac.

Una modernidad fragmentadaOtra serie interesante de cuadros corresponde alcerro San Cosme (figura 2). Si ya en las décadasde 1960 y 1970 asistimos a una serie de ocupa-ciones en masa que aceleran el ritmo de la urba-nización popular, lo ocurrido en los últimos 20años desafía las convenciones urbanísticas bási-cas. La conquista progresiva del cerro, insinuadaapenas en el cuadro de manera activa y hastacierto punto emancipadora, como un testimo-nio de autonomía social, se ha convertido ennuestros días en la constatación de la ausenciatotal de planificación social y urbana.

En este reino de la informalidad, la indiferen-cia generalizada y la falta de voluntad políticadevelan el caos actual de Lima, caos que nadiesabe hacer frente con efectividad.

Las preguntas caen por sí solas: ¿qué pensa-ría Humareda de vivir en esta Lima global, multi-cultural –algo que también se abría paso en sumomento, no sin adversidad– y abiertamentedesurbanizada? ¿Pintaría Lima de la mismamanera en que lo hizo hace 30 años?

En esta modernidad fragmentada que nosha tocado padecer, entre las modernizacionesimpuestas desde arriba y las emergentes desdeabajo, quedan muchas preguntas abiertas, perosólo una certeza: Víctor Humareda pintó Limacomo pocos pintores peruanos lo han hecho. Yen ese sentido, su aporte al estudio del paisajeurbano de esta ciudad es absolutamente inne-gable. Como un puente entre mundos distintos,con aquella mirada alucinada que le otorga a supintura una proyección inalterable en el tiempo.

Notas(1) “Una carta notarial”. En: Eduardo Moll. Víctor Humareda1920-1986. Lima, Banco Industrial del Perú, 1987.(2) “En busca de la modernidad perdida”. En: Víctor Humare-da. Muestra antológica, 1948-1986, 13. Catálogo de la mues-tra homónima. Lima, centro cultural de la PUCP, 2003.(3) Moll, op. cit., p. 112.

FIGURA 1. INGRESO A LA QUINTA HEEREN, CON LAMISMA PLAZA DE BARRIOS ALTOS EN VISTA ACTUAL.

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16 | Edición especial de Variedades

Amiga y estudiosa de Humareda cuenta de su acercamiento al personaje y su obraEscribe: Susana Mendoza Sheen

Lugar y fecha de nacimiento: Lima, 18 de noviembre de 1949. Estado civil: divorciada. Hijos: dos hijas maravillosas, una de 27 años y la otra de 26. Profesión: historiadora del arte.

EEntrevista aa CCecilia BBákula BBudge

En lo personal, ¿qué quiso canalizar a través de su interés por lapintura?

–Fue una manera de afianzar mi peruanidad. Cuando ingresé comodirectora del museo del Banco Central de Reserva (BCR), comprendí que lahistoria del Perú puede entenderse a través de la plástica.

¿Qué significó para usted el pintor Víctor Humareda?–Fue una presencia extraordinaria en mi vida. Yo era 25 años más joven

cuando lo conocí. Voy a decir algo que me avergüenza: Lo vi llegar al museocon sus características “curiosas”, con un abrigo que arrastraba. Entonces,me acerqué para decirle que se fuera. Humareda tuvo la grandeza de mos-trarme algo que había escrito, ya que no podía hablar por la traqueotomía:“¿Por qué me humilla con su soberbia?”...

¿Qué sintió?–Ese día cambió mi vida. Me dije: “¿Quién soy para juzgar por las aparien-

cias?”. Después me escribió: “En esta colección del banco no hay un cuadromío.” Fue una gran lección que recibí en la vida, tanto, que cada vez que lorecuerdo me conmueve hasta estremecerme.

¿Cuáles fueron los efectos de aquel encuentro?–El me enfrentó ante mi nada. Y todavía se lo agradezco. Me dio una

cachetada de realismo, marcó para siempre mi actitud con la gente. Desarro-llamos una amistad extraordinaria; incluso para mí fue un honor, una vez,amarrarle los cordones de los zapatos.

¿Qué le produjo su pintura cuando la conoció?

–Me llamó mucho la atención cómo este hombre, que parecía oscuro enlo que uno veía, era capaz de generar una explosión de color. Era de unainmensa sensibilidad. Con él se da una ruptura en la historia de la plásticaperuana, porque instala un realismo muy subjetivo.

¿Cree que Humareda es bien valorado?–No. Se le da más importancia a lo anecdótico de su vida que al análisis

profundo de su obra. En nuestro medio, el artista es sometido al juicio del crí-tico. Y si no encaja en su gusto o el del galerista, es un marginal. Humareda,pese a serlo, obtuvo reconocimiento en vida.

¿Por qué se dio?–Porque fue un figurativo: elaboraba la realidad con una carga psicológi-

ca importante y plasma su ser andino a través de una interpretación crítica dela urbe. Tengo la sensación de que ser un autodidacta puneño y ubicarse enel medio limeño debió ser un enfrentamiento de realismo, limeñismo y capi-talismo.

¿Qué es lo que hasta ahora no se ha dicho de Humareda?–Que es creador de una propuesta. Su pintura tiene una base muy oscu-

ra de donde emerge con violencia el color. Ese es su aporte.¿Qué nos permite reconocer su pintura de nuestra historia?–La fracción que tiene el país. La emergencia social, desordenada y

con expectativas sociales justas no atendidas, la seguimos viviendohoy. Humareda responde a esa posibilidad del sueño de ser peruanosque no se logra.

“Humareda cambió mi actitud con la gente”

20 años sin Humareda