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María Inmaculada

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Spiritual


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María Inmaculada

Alégrate, María, llena de gracia.

¿Por qué se produce este encuentro?

Porque María ya está llena de Dios. Su corazón se abre al Espíritu Santo y es fecundada por él.

Podemos trazar un paralelismo entre María y la Iglesia.

La Iglesia también está en manos del Espíritu Santo y debe abrirse continuamente a él. Pese a sus errores, sus luchas y su descrédito, la Iglesia sigue viva porque el soplo de Dios alienta en ella.

Las lecturas de hoy comparan a dos mujeres: María y Eva.

Eva, la primera madre de la humanidad,

rompe su pacto de amistad con Dios y es expulsada del Edén.

Eva desconfió de Dios. Su falta de confianza le hizo perder el paraíso.

María cree y se fía de Dios.

Se convierte, ella misma, en el paraíso de

Dios.

Sus entrañas serán el cielo que albergue a su

Hijo.

La encarnación de Dios nos viene dada por una mujer.

En ella, todas las mujeres del mundo son potenciadas y el género femenino es enaltecido.

¡Qué grandeza en una palabra tan pequeña, en un «sí»!

María no hace grandes cosas ni llama la atención. Su gran hazaña es estar donde tiene que estar. Por eso el Espíritu Santo la encuentra.

María sabe estar ante Dios en silencio. La suya es una oración de la presencia.

¡Qué gran lección para los cristianos!

Nos afanamos por hacer muchas cosas, cuando tal vez nuestra primera misión sea estar allí donde tenemos que estar, atentos, abiertos, receptivos.

¿Cómo será eso, pues no conozco varón?

¿Cómo será posible que Dios haga fructificar nuestra vida y nuestros esfuerzos? Nuestras limitaciones y nuestro egoísmo, ¿no son obstáculos?

Para Dios no hay nada imposible.

Quien se abre a él verá cómo su vida se inunda de belleza y, en su momento, dará fruto.

He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.

La palabra esclava merece una explicación. No puede entenderse como signo de esclavitud. ¡Dios no nos quiere esclavos!

Dios siempre cuenta con nuestra libertad. Por eso, antes de encarnarse, hubo ese diálogo entre el ángel y María.

Dios esperó el sí libre y decidido de la Virgen.

Por «esclava» debemos entender una actitud de servicio y entrega. María se pone a entera disposición del Señor, como después lo hizo su hijo, Jesús, «que no vino a ser servido, sino a servir…»

En el Reino de Dios quien reina, sirve.

María, siendo servidora de Dios,

se convierte en Reina del Cielo.