maría en en evangelio de san mateo

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Página 1 de 8 MARIOLOGÍA 2015_1 Texto 01_a: María en el Nuevo Testamento (San Mateo) 3. Evangelio según San Mateo 3.1 Evangelio de la Infancia San Mateo parece escribir para creyentes venidos del judaísmo, opinión corroborada por las citaciones del Antiguo Testamento y la ausencia de explicaciones de las costumbres judaicas. Su clave de interpretación es mostrar que Cristo es un ser humano y a la vez el Hijo de Dios, como afirmación presente en todo el Antiguo Testamento. Por eso insiste en el uso de las profecías y en la reiterada afirmación de que Jesús es el Mesías de Dios anunciado por los profetas, cuyo reino es universal, quitando el privilegio mesiánico del pueblo judío. Por eso es conocido como el «Evangelio del Mesías». Describe la participación de María para sustentar el origen humano de Jesús y explicar su maternidad como acto divino. Sin embargo su intención de presentar a Jesús como el prometido Hijo de David, encamina su pensamiento a la perspectiva de San José, dejando claro su rol de paternidad jurídica y no carnal. Los Evangelios de Mateo y Lucas integran los llamados “Evangelios de la Infancia de Jesús” 1 , que narran la concepción, el nacimiento, la infancia y la vida de Jesús hasta el inicio de su ministerio público. Los dos presentan una «intencionalidad teológica», para dejar patente la solidez de la fe cristiana, sin poner en duda el carácter histórico de los hechos narrados. Se reconoce, como dato cierto, que el «Evangelio de la Infancia» de Mateo y el de Lucas proceden de tradiciones diversas. Incluso llama la atención ya en una primera lectura que José sea la figura central en el «Evangelio de la Infancia» de Mateo, mientras que María lo es en el de Lucas. 2 Mateo inicia su Evangelio con la genealogía de Jesucristo, bajo su naturaleza humana de hijo de David, hijo de Abrahán. Esta genealogía es seguida de la descripción de la concepción virginal, el nacimiento en Belén, la visita de los Magos, la huida a Egipto, el establecimiento en Nazaret, siempre bajo la perspectiva de José y como cumplimiento de las profecías mesiánicas. La visión global del relato de Mateo permite descubrir el verdadero significado teológico de la presencia de María en su Evangelio. 3.2. La Genealogía de Jesús Mateo inicia su genealogía en Abrahán, en patente paralelismo con Gen 5, 1. El fin de iniciar con esta genealogía es demostrar que toda la historia de Israel ha sido una preparación para la venida de Cristo. Cosa insólita en los relatos genealógicos de la antigüedad, es que Mateo inserta la presencia de cinco mujeres en la lista de los ascendientes de Jesús. En las primeras cuatro, hay siempre alguna irregularidad matrimonial, pero presentadas como parte del plan mesiánico de un Mesías descendiente de David, pero destinado a todos los pueblos. 1 – Tamar: Mateo omite mencionar a Sara, Rebeca, Lía o Raquel, pero menciona a Tamar, esposa de Er, hijo de Judá. Judá era casado con una mujer cananea y tuvo tres hijos: Er, Onán y Selá. 1 Gerard Ludwig Müller propone la expresión «Prólogo Cristológico» para identificar lo que normalmente es conocido como «Evangelio de la Infancia», que según algunos autores, se concluye con la descripción de las tentaciones de Jesús (Mt 4, 11). MÜLLER, Gerard Ludwig. Nata dalla Vergine Maria. Interpretazione teologica. Morceliana, 1994. 2 Cf. POZO, Cándido. María, Nueva Eva. Madrid: BAC, 2005, p. 207.

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Texto sobre la presencia de María en el Evangelio de San Mateo.

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Page 1: María en en Evangelio de San Mateo

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MARIOLOGÍA 2015_1

Texto 01_a: María en el Nuevo Testamento (San Mateo) 3. Evangelio según San Mateo 3.1 Evangelio de la Infancia

San Mateo parece escribir para creyentes venidos del judaísmo, opinión corroborada por las citaciones del Antiguo Testamento y la ausencia de explicaciones de las costumbres judaicas. Su clave de interpretación es mostrar que Cristo es un ser humano y a la vez el Hijo de Dios, como afirmación presente en todo el Antiguo Testamento. Por eso insiste en el uso de las profecías y en la reiterada afirmación de que Jesús es el Mesías de Dios anunciado por los profetas, cuyo reino es universal, quitando el privilegio mesiánico del pueblo judío. Por eso es conocido como el «Evangelio del Mesías».

Describe la participación de María para sustentar el origen humano de Jesús y explicar su maternidad como acto divino. Sin embargo su intención de presentar a Jesús como el prometido Hijo de David, encamina su pensamiento a la perspectiva de San José, dejando claro su rol de paternidad jurídica y no carnal.

Los Evangelios de Mateo y Lucas integran los llamados “Evangelios de la Infancia de Jesús” 1, que narran la concepción, el nacimiento, la infancia y la vida de Jesús hasta el inicio de su ministerio público. Los dos presentan una «intencionalidad teológica», para dejar patente la solidez de la fe cristiana, sin poner en duda el carácter histórico de los hechos narrados. Se reconoce, como dato cierto, que el «Evangelio de la Infancia» de Mateo y el de Lucas proceden de tradiciones diversas. Incluso llama la atención ya en una primera lectura que José sea la figura central en el «Evangelio de la Infancia» de Mateo, mientras que María lo es en el de Lucas.2

Mateo inicia su Evangelio con la genealogía de Jesucristo, bajo su naturaleza humana de hijo de David, hijo de Abrahán. Esta genealogía es seguida de la descripción de la concepción virginal, el nacimiento en Belén, la visita de los Magos, la huida a Egipto, el establecimiento en Nazaret, siempre bajo la perspectiva de José y como cumplimiento de las profecías mesiánicas. La visión global del relato de Mateo permite descubrir el verdadero significado teológico de la presencia de María en su Evangelio.

3.2. La Genealogía de Jesús Mateo inicia su genealogía en Abrahán, en patente paralelismo con Gen 5, 1. El fin de

iniciar con esta genealogía es demostrar que toda la historia de Israel ha sido una preparación para la venida de Cristo. Cosa insólita en los relatos genealógicos de la antigüedad, es que Mateo inserta la presencia de cinco mujeres en la lista de los ascendientes de Jesús. En las primeras cuatro, hay siempre alguna irregularidad matrimonial, pero presentadas como parte del plan mesiánico de un Mesías descendiente de David, pero destinado a todos los pueblos.

1 – Tamar: Mateo omite mencionar a Sara, Rebeca, Lía o Raquel, pero menciona a Tamar, esposa de Er, hijo de Judá. Judá era casado con una mujer cananea y tuvo tres hijos: Er, Onán y Selá.

1 Gerard Ludwig Müller propone la expresión «Prólogo Cristológico» para identificar lo que normalmente es conocido como «Evangelio de la Infancia», que según algunos autores, se concluye con la descripción de las tentaciones de Jesús (Mt 4, 11). MÜLLER, Gerard Ludwig. Nata dalla Vergine Maria. Interpretazione teologica. Morceliana, 1994. 2 Cf. POZO, Cándido. María, Nueva Eva. Madrid: BAC, 2005, p. 207.

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Abrahán había prohibido a su hijo Isaac que se casase con una mujer cananea. Primero Judá casó a su hijo primogénito Er con Tamar, pero él murió sin dejar descendencia. La casó con Onán, pero éste, desobedeciendo a Dios, no quiso tener hijos y también murió. El tercero fue prometido a Tamar, cuando creciera, pero Judá no cumplió su promesa.

Para dar descendencia a Judá, Tamar usó un expediente insólito: se disfrazó de prostituta y, con la cara cubierta, se colocó en el camino de Judá. Éste la invitó, prometiendo pagarle futuramente con un cabrito. Ella exigió como garantía su sello con su cordón y el bastón que él levaba en la mano. Judá aceptó y la dejó embarazada, sin saber que era su nuera. Con esta dudosa acción, Tamar garantizó a Judá una descendencia, según la orden de Abrahán, es decir, de una mujer no cananea. De Tamar nació Fares, del cual desciende David.

Aunque la actitud de Tamar sea totalmente reprobable dentro de los principios cristianos, la liturgia judaica la proclamaba santa, instrumento de Dios para realizar sus designios. A su vez Judá reconoce su pecado afirmando: «Ella es más justa que yo, porque yo no le di a mi hijo Selá» (Gn 38, 26).

2 – Rahab: Era una mujer cananea, prostituta en Jericó, que ayudó a los judíos en la toma de la ciudad. Desobedeció al rey de Jericó para cumplir los designios de Dios en la preparación de la era mesiánica. Representa así los pueblos paganos que, creyendo en el verdadero Dios, son aceptados en la salvación. Rahab inicia algo nuevo en la genealogía de Jesús: una mujer cananea. Ella es la primera gentil en creer en el verdadero Dios. El Antiguo Testamento no relata su futuro posterior a la invasión de Jericó, en la cuál fue protegida, pero Mateo testimonia: «Salmón generó a Booz, de Rahab» (cf. Mt 1, 5).

Rahab es alabada por su fe en la Carta a los Hebreos (Hb 11, 31) y en la Carta de Santiago, que la presenta como modelo de justificación por las obras (Sant 2, 25).

3 – Rut: Su figura está ligada a la ciudad de Belén y casi inmediata a la ascendencia de David. Rut era moabita y se casó con uno de los hijos de Noemí, una mujer judía. Pero murieron los esposos de ambas y Rut, fiel al pueblo y al Dios de su esposo, sigue su suegra que emigra para Belén de Judá. Ahí vive como «los pobres del Señor», recogiendo las espigas dejadas por los segadores. Su virtud fue reconocida por Booz, con quien se casó, engendrando a Obed, padre de Jesé, de cuyo tronco, afirma Isaías, brotará un retoño, sobre el cual reposará el espíritu del Señor (Is 11, 1-2).

La Escritura no refiere que Rut fuera estéril, pero testimonia que vivió casada diez años, sin tener hijos. La literatura rabínica decía que «Dios la sacó de la esterilidad milagrosamente». No tenía matriz, mas Dios le abrió la matriz, presentando así trazos que anticipan la figura de María que, como ella, es madre en Belén. Tamar, Rahab y Rut nos hablan de David como “nacido de mujer”, anticipando la figura de María.3

4 – Betsabé: Es la única mujer que Mateo no menciona por el nombre, sino por su situación matrimonial: «la que había sido mujer de Urías» (1, 6).

El hombre que recibe la promesa del Mesías descendiente de su linaje incluye en la genealogía de Jesús un gravísimo conflicto: el pecado de adulterio y usurpación de la mujer ajena, seguido del asesinato del legítimo esposo, sumando su pecado al pecado de Judá, fundador de la tribu mesiánica.

Es significativo que el Salvador, que viene como Médico para los que están enfermos, haya permitido que un pecado, sinceramente arrepentido y perdonado, seguido de sincera penitencia, no haya cambiado el proyecto divino de salvación. Sin embargo, el hijo fruto directo del pecado no hace parte de la genealogía, sino Salomón, nacido después del perdón, en la unión legítima posterior al arrepentimiento de David.

3 Cf. GARCÍA PAREDES, José Cristo Rey. Mariologia. Síntese bíblica, histórica e sistemática. São Paulo, Ave Maria, 2011, pp.51-52

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5 – María, la esposa de José: En el versículo 16, Mateo cambia el ritmo de su relato y afirma: «Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo», en una clara alusión al nacimiento virginal de Jesús, que será narrado en los versículos 18-25. Mateo deja claro que Jesús es descendiente jurídico de David, por la paternidad legal de José, pero no afirma que éste «fue padre de» Jesús, sino que era esposo de María, de la cual nació Jesús.

Gracias a María y a José, Jesús es «hijo de David», y «Rey de los judíos», a quien prestan homenaje los gentiles, los Magos del Oriente, «que encuentran al Niño con su Madre».

3.3. El origen del Salvador Después de la genealogía, Mateo describe la génesis de Jesús:

18. «Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no han vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo».

Mateo utiliza la palabra ge/nesij, en clara alusión a algo nuevo que reinicia, una recapitulación del Génesis del mundo, en que el pecado interrumpe la unión con Dios, que será recapitulada en Cristo.

El Evangelista procura dejar muy claro que María había quedado encinta en el periodo de los esponsales, es decir, antes de que vivieran juntos, precisando que fue «por obra del Espíritu Santo». De esta manera evita en el lector de su evangelio cualquier interpretación dudosa sobre María.

Según las costumbres de Israel el compromiso de matrimonio era realizado solemnemente delante de testigos, al que se daba el nombre de esponsales. A partir de este momento, la novia era jurídicamente considerada como mujer del varón, con la cual ya existía un vínculo que sólo podía ser roto por un acto jurídico de repudio. Normalmente la celebración del segundo rito matrimonial (nisu’in – nupcias) se daba un año después del primero (’esurin – esponsales) y consistía en la transferencia de la novia para la casa del novio. En este periodo, en la Galilea del siglo I, estaban absolutamente prohibidas las relaciones maritales entre los novios antes de pasar a vivir juntos.4

El Evangelista explica el origen divino de Jesús, con la afirmación de que su concepción se da por obra del Espíritu Santo en María, dejando claro su filiación divina y su naturaleza humana.

19. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.

El Evangelista atestigua que José era justo y que no quiso denunciarla. En primer lugar, ser justo es ser honesto y por tanto, no aceptar el error, el pecado y la deshonestidad. Si José sospechase de la integridad moral de María y no la denunciase, no podría ser llamado justo. La Ley afirma que la presencia de pruebas en la joven, de pérdida de la virginidad antes del matrimonio, determina que ésta sea apedreada hasta que muera, «por haber cometido una infamia en Israel, prostituyéndose en la casa de su padre» (Dt. 22, 20-21). El apelativo justo sería impropio a una persona que incumple la Ley positiva y la justicia. Con esto, la llamada hipótesis de la sospecha utilizada por algunos autores antiguos, ya no es aceptada por ningún mariólogo, por faltarle base literaria y teológica.

Una segunda corriente mariológica supone que María haya comunicado a José que había concebido por acción del Espíritu Santo y éste, no sospechando de la santidad de María,

4 Cf. BROWN, E. R. El nacimiento del Mesías. Comentario a los Relatos de la Infancia. Madrid: Cristiandad, 1982, pp. 122-123.

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se juzga indigno de apropiarse de una paternidad que pertenece exclusivamente a Dios. Esta hipótesis, conocida como de reverencia no explica el plan de abandonar a la esposa, pudiendo impedir la consecución del plan de Dios, pues su omisión podría ser tomada por otros como complicidad y la acusación contra María partir de una tercera persona.

La llamada hipótesis de la inocencia evidencia la perplejidad de José delante del misterio y de lo desconocido, pero el respeto por los planes divinos, con los cuales él teme interferir, lo hace buscar una solución humana, que es corregida por el mensajero de Dios. Conociendo la santidad de su esposa, José no duda de su honradez en ningún momento. Percibe que existe una acción sobrenatural que él no conoce y, como es justo, no quiere interferir en los planes divinos.5 Su temor es un temor ante el misterio: ¿podía, con conciencia tranquila, asumir una paternidad que era verdaderamente de Dios? Sólo el propio Creador podría conferir a él esa paternidad, por hacer parte de su designio salvador.

Jean Galot sustenta que el mismo ángel Gabriel, en el mensaje a María, había dado a comprender que esa paternidad sería reconocida a José, al afirmar que el niño ocuparía el trono de «David su Padre» (Lc 1, 32).

Sin duda María y José se presentan delante de un drama de difícil solución. Si la Anunciación hablaba sólo de alegría, aquí encontramos la primera indicación de una salvación dolorosa, de un drama redentor. La gran felicidad de traer al Hijo de Dios en su seno sagrado, no está destituida de la participación en el sufrimiento redentor que Mateo relata presente ya durante los primeros meses de gestación.6 La solución viene de lo alto: aceptar la paternidad es cumplir el plan de Dios anunciado por los profetas.

20. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo”. 21. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados.

Los temas centrales de la perícopa son la descendencia davídica de Jesús y la concepción virginal de María, por obra del Espíritu Santo. Mateo no narra la Anunciación, pero su relato la presupone como un hecho conocido por sus lectores. Su preocupación es dejar claro que Jesús fue introducido jurídicamente en la descendencia de David por José y atestiguar la divinidad de Jesús por obra del Espíritu Santo, en cumplimiento de las profecías.

El ángel se dirige a José con el apelativo «hijo de David» y le explica el origen divino del Hijo de María, confiriéndole la misión de recibir a María como esposa y dar al niño el nombre de Jesús 7 . El pedido de una aceptación voluntaria no está claro, pero está subentendido en las palabras del ángel. Se pide un «fiat» a José, al cual él responde de modo eximio, como se atestigua en los vv. 24-25. De esta manera, José participa voluntariamente del plan divino, aunque su participación no esté en la raíz misma de la Encarnación. Si José no aceptase la indicación del ángel, el plan divino podría ser cambiado, pero la redención no dejaría de ejecutarse. Dios desea que José intervenga de una manera positiva en la vida que se está gestando en el seno de su esposa.

La expresión «no temas» se conecta con el relato lucano de la Anunciación, y con el relato de la aparición del ángel a las Santas Mujeres, en la resurrección de Cristo. Atestigua el temor reverencial frente a la acción misteriosa de Dios, lo que corrobora que José ya había comprendido que algo de divino estaba pasando con su esposa, pero sólo con la revelación del ángel pudo conocer la voluntad de Dios. 5 Cf. BASTERO DE ELEIZALDE, Juan Luis. María, Madre del Redentor. 3 ed. Navarra: EUNSA, 2009, pp. 117-119. 6 Cf. GALOT, Jean. María en el Evangelio. Madrid: Apostolado de la Prensa, 1960, p. 60. 7 Cf. GARCÍA PAREDES, José Cristo Rey. Mariologia. Síntese bíblica, histórica e sistemática. São Paulo, Ave Maria, 2011, p. 62.

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Se puede considerar tres cosas importantes: 1. Dios quiere incorporar a Jesús en la genealogía de José, hijo de David, y por esta

incorporación Jesús es jurídicamente miembro de la familia davídica y legítimo heredero del trono de su padre David.

2. José es constituido, por voluntad divina, en padre de Jesús. José, por tanto, no sólo es padre adoptivo, ni sólo padre legal, o nutricio, sino que hay un querer explícito de Dios que le confiere una paternidad única e irrepetible: Dios introduce a José no en la generación, pero sí en el nacimiento de Jesús. Esta paternidad privilegiada le confiere el derecho de poner el nombre al hijo: Yeshua –Jesús–, que significa “Dios salva”.

3. Dios desvela a José no sólo el misterio de la generación, sino también la misión redentora y salvadora de Jesús, abriendo los horizontes de su participación activa, no sólo en la aceptación de la gestación de María, sino a toda la obra redentora de Cristo: «salvará a su Pueblo de todos sus pecados».

22. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:

23. “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel”, que traducido significa: “Dios con nosotros”.

Mateo fundamenta su argumentación en la profecía de Isaías, la cual avala con la inspiración escriturística neotestamentaria, poniendo una piedra sobre las discusiones respecto a la expresión ’almah utilizada por el profeta y traducida como parthenós por la Vulgata, dando el “sentido pleno” a las palabras del profeta. El oráculo de Isaías se realiza plenamente en la persona de Jesús, nacido de la Virgen e Hijo de Dios.

Con esta perícopa, Mateo conecta la profecía de Natán que promete el Mesías de la descendencia de David, con el oráculo de Isaías que promete la presencia de Dios entre los hombres por un nacimiento virginal, de modo que la palabra profética de Dios se cumple en los acontecimientos de la vida de Jesús.

24. Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa,

25 y sin que hubieran hecho vida en común, ella dio a luz un hijo, y él le puso el nombre de Jesús.

El fiat de Dios debe ser correspondido por el fiat humano. El primero aparece iluminado por la profecía de Isaías y el segundo, en este caso, es atestiguado por la actitud de José al despertar del sueño y hacer todo lo que éste indicara, colocando el nombre de Jesús, asumiendo la condición paterna y permitiendo que se cumpliesen las profecías. Gracias a José, Jesús puede ser llamado plenamente «hijo de David», nombre por el cual Cristo es invocado por personas totalmente ignorantes o ajenas a la fe judaica, como los ciegos (9, 27; 20, 23), la mujer cananea (15, 22) y la gente que presencia la cura del poseído ciego y mudo (12, 23).

3.4. La Gebirah Trazando un hilo conductor entre las profecías mesiánicas veterotestamentarios y

dando a ellas su sentido pleno, Mateo relata la llegada de los Magos, dando a conocer el lugar donde nace el prometido Emmanuel: en Belén de Judá. Delante de la pregunta de Herodes, los sabios, que conocían las Escrituras, responden que el Mesías nacerá «En Belén de Judá, porque así está escrito por el Profeta:

“Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel”».

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El relato comprende dos escenas concatenadas en su desarrollo: la llegada de los Magos a Jerusalén, guiados por la estrella, su diálogo con Herodes y la adoración del Niño que encuentran «con su Madre».

La primera relata la misión universal del Mesías que convoca a los Magos venidos del Oriente y enmarca histórica y cronológicamente el nacimiento de Jesús, indicando dónde y cuándo ha nacido.

La expresión Magos es de origen persa y su significado es amplio. En la Escritura encontramos la expresión en el libro de Daniel, significando los adivinos y encantadores caldeos, pero también atribuido al propio Daniel que, después de revelar el significado del sueño de Nabucodonosor, recibe el título de primer Mago o Sabio (Dn 2, 49). La profecía de Daniel de un rey suscitado por Dios, cuyo reino nunca será destruido (Dn 2, 44), hecha en Babilonia, gozó de gran arraigo entre los magos de aquel pueblo, convirtiéndose en patrimonio común, tanto de los astrólogos babilonios, como para la escuela teológica judía.

El oráculo de Daniel estaba asociado a la antiquísima profecía de Balaán, hecha a los moabitas, en que él veía no para su tiempo, sino para el futuro, «una estrella que se alzaría desde Jacob, y un cetro que surgiría de Israel» (Nm 24, 17). Ambas profecías eran conocidas por los sabios y astrólogos no judíos. En Persia los magos eran estudiosos de la doctrina ética y religiosa de Zoroastro y constituían una de las seis tribus o castas de Persia. Posteriormente, se dedicaron al estudio de las estrellas. Con esa expresión Mateo indica a los estudiosos que conocían los astros y tenían conocimiento de las profecías relacionadas al pueblo judío.8

Los Magos declaran conocer la procedencia Davídica del recién nacido: «rey de los judíos», lo que indirectamente indica el carácter usurpador de Herodes, puesto que no preguntan por su hijo, sino por el «rey de los judíos». La realidad es evidente: el Niño es el verdadero Rey, Herodes es el falso rey. La expresión «Rey de los judíos» es utilizada en los Evangelios para nombrar a Cristo y aquí aparece como el anuncio de su nacimiento el mismo título con que se declara su muerte.

Los Magos tienen fe en las profecías y en la señal de la estrella, además, toman una actitud de adoración: «hemos venido a adorarle». El verbo utilizado (proskynein), que Mateo utiliza tres veces, significa rendir homenaje, comportando actitud de reverencia y sumisión, tomando, en la pluma del Evangelista, un reconocimiento claro de la divinidad del Niño.

Herodes –y con él toda Jerusalén– se queda desconcertado, pero relaciona inmediatamente la expresión «rey de los judíos» con el Mesías y pregunta a los sabios el lugar de su nacimiento. Mateo demuestra que no sólo los Magos, sino los judíos de la capital, su rey, sus sacerdotes y escribas, reconocen que el recién nacido es el Mesías prometido por los profetas e indican el lugar de su nacimiento: Belén, la ciudad de David.

La perícopa destaca que Jesús es rey, descendiente de David, es el Mesías y Pastor de todo el pueblo de Dios, Israel.

Mateo nos sitúa en la condición sufridora del Mesías davídico que ya en su nacimiento es «señal de contradicción»: mientras unos lo adoran, otros hacen lo posible para matarlo. El sufrimiento acompaña el proyecto salvífico de Dios desde la gestación y se agrava con el nacimiento y la persecución al Niño, obrada por su propio pueblo, representado por la autoridad civil con la colaboración directa de las autoridades religiosas.

La segunda escena, introducida con la narración de la reaparición de la estrella, es narrada poéticamente por Mateo:

Mt 2, 11: «Y al entrar en la casa [los Magos], encontraron al Niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra».

8 Cf. BASTERO DE ELEIZALDE, Juan Luis. Op. cit., p. 122.

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Los Magos no encuentran al niño en una gruta o establo, sino en una casa, dando a entender que la Sagrada Familia se había fijado en Belén, que debería ser, naturalmente, el lugar de residencia permanente de José. 9 El Evangelista, que inicia su relato bajo la perspectiva de José, hace ahora brillar por su ausencia al Santo Patriarca. Mateo indica que los Magos encontraron «al Niño con María, su madre» y rindiendo homenaje, ofrecieron sus tesoros. El ofrecimiento de los dones encuentran aquí un marcado matiz ritual litúrgico.

El oro y el incienso son las ofrendas que los habitantes de Sabá entregarán en Jerusalén en la época mesiánica, según la profecía de Isaías (60, 6), indicados también en el Salmo 72, 15, donde se señala que se le dará el oro de Sabá al futuro Rey-Mesías.

La mirra es utilizada en el Antiguo Testamento como uno de los ingredientes del óleo con que son ungidos los sacerdotes y los reyes, confiriendo a éstos un cierto carácter sagrado. En el Salmo 45, 9 se afirma que las vestiduras del Rey-Mesías exhalan perfume de mirra.

Para muchos autores la inclusión de la frase «el niño con María, su madre» tiene una clara intención teológica: asociar a María en la función regia de su Hijo, como Madre del Rey. San Mateo enfatiza la función de María en recibir los presentes donados por los Magos, ocupando la función de madre del rey (gebiráh) en la dinastía de David. Betsabé, la esposa de David y madre de Salomón, es la primera gebiráh, que delante de David toma actitud de total sumisión, postrándose ante él con el rostro en tierra. Pero como Madre del rey Salomón, la situación se invierte y cuando ella entra para hablarle, el rey Salomón se levanta del trono, y se postra ante ella, después vuelve a sentarse y ella se sienta a su diestra (1Re 2, 19). La gebiráh tenía tareas determinadas como colocar la corona al nuevo rey (Ct 3, 11) y administrar su herencia después de su muerte. Era el símbolo de la continuidad dinástica, como depositaria de la herencia real, puesto que el nuevo rey es su descendiente directo. La función de la gebiráh era vitalicia y sólo una acción indigna podría quitar esta dignidad (1Re 15, 13).10

Para sus lectores judíos, está patente en el relato mateano la acción de María como la gebiráh vitalicia del reino mesiánico que Jesús instaura definitivamente en la tierra.

La imagen del niño con María, su madre, domina todo el segundo capítulo del Evangelio de San Mateo. Cuatro veces aparece la fórmula «el niño con su madre»:

Mt 2, 13: En los mandatos del ángel a José: «Levántate, toma al niño y a su madre…»

Mt 2, 14: «José se levantó, tomó al niño y a su madre, y se fue a Egipto» Mt 2, 20: «Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa…» Mt 2, 21: «José se levantó, tomó al niño y a su madre…» San Mateo menciona siempre al Niño, en precedencia de dignidad que supera a la

Madre y sólo dos veces añade: «María, su madre» (Mt 1, 18; 2, 11). Los otros cuatro versículos mencionados hablan únicamente de la madre, enfatizando que su función maternal es más importante que su nombre. San José, a su vez, es mencionado siempre por su nombre, y nunca por su función.

Mateo describe la huida y la permanencia en Egipto hasta la muerte de Herodes, siempre como cumplimiento de las profecías. Mt 2, 15: Desde Egipto llamé a mi hijo» (Os 11, 1). En seguida cuenta que fueron a Nazaret, citando nuevamente la profecía veterotestamentaria que afirmaba que el Mesías sería llamado “nazareno”. Título que acompañó Jesús hasta su muerte en el madero. 9 Cf. GARCÍA PAREDES, José Cristo Rey. Op. cit., p. 68. 10 Cf. BASTERO DE ELEIZALDE, Juan Luis. Op. cit., pp. 128-129.

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El Evangelista introduce también otra mujer en su relato: Raquel. Al describir la matanza de los inocentes, recuerda la profecía de Jeremías:

“En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no existen”. (Mt 2, 18)

Raquel era pastora, hija de Labán y hermana de Lía. Jacob se enamoró de ella, pero era estéril (Gn 29, 31). Dios se acordó de Raquel y le abrió el seno, dando a luz a José y muriendo en el parto de su segundo hijo, siendo sepultada en Belén (Gn 35, 19). Raquel es considerada madre del pueblo, que llevó en su seno todos los hijos que nacieron de ella a lo largo de los siglos. Jeremías habla de Raquel como madre del pueblo, que llora sus hijos que van al destierro. Llanto que suena como lamentación profética por la infidelidad de Israel. Mateo recuerda a Raquel justo en el momento en que el Salvador de Israel, junto con su Madre, van al exilio por la persecución de los israelitas infieles.

La figura de Raquel como madre del pueblo, conecta con María, madre del Rey-Mesías y por tanto madre de todo el pueblo mesiánico.

Por otro lado, Mateo omite la perícopa relatada por Marcos que presenta a los parientes de Jesús que lo buscan y que afirman que Él estaría «fuera de sí» (Mc 3, 30s). Esta omisión es una evidente señal de respeto por María, su madre. También, al relatar el episodio de Jesús predicando en la Sinagoga de Nazaret, Mateo no menciona a los parientes ni siquiera a María, omitiendo también la expresión «hijo de María», por la pregunta: «¿No es éste el hijo del carpintero? Su madre no se llama María? (Mt 13, 55).

Es importante que el Evangelista no nombre a Jesús como «hijo del carpintero», sino que pone esta expresión en los labios de personas que no conocían nada del misterio divino de Jesús.

Mateo nos presenta María acompañando el plan salvífico de su Hijo, como el camino verdadero del designio divino anunciado por los profetas. El temor y la duda de recibir a María, por parecer un desvío de los planes divinos respecto a Jesús, se repite hasta nuestros días en muchos espíritus críticos. A estos, hay que responderles con las palabras del ángel a José: «¡No temas recibir a María!» (Mt 1, 20).