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1 Viaje al silencio : exploraciones del discurso barroco Mabel Moraña Viaje al silencio: exploraciones del discurso barroco Mabel Moraña

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    Viaje al silencio : exploraciones del discurso barroco Mabel Moraa

    Viaje al silencio: exploraciones del

    discurso barroco

    Mabel Moraa

  • 2

  • 3

    ndice

    Viaje al silencio: exploraciones del discurso barroco

    o Introduccin

    o Hacia una caracterizacin del Barroco de Indias

    o

    Barroco y conciencia criolla en Hispanoamrica

    o

    Para una relectura del Barroco hispanoamericano: problemas crticos e

    historiogrficos

    o Estrategias discursivas y emergencia de la identidad criolla

    o

    Orden dogmtico y marginalidad en la Carta de Monterrey de sor Juana Ins de

    la Cruz

    o

    Poder, raza y lengua: la construccin tnica del Otro en los villancicos de sor Juana

    o

    Mmica, carnaval, travestismo: mscaras del sujeto en la obra de sor Juana

    o

    Sor Juana y sus otros. Nez de Miranda o el amor del censor

    o

    La retrica del silencio en Sor Juana Ins de la Cruz

    o

    Colonialismo y construccin de la nacin criolla en sor Juana Ins de la Cruz

    o

    Mscara autobiogrfica y conciencia criolla en Infortunios de Alonso Ramrez, de

    Carlos Sigenza y Gngora

    o

    La endiablada de Juan Mogrovejo de la Cerda: testimonio satnico-satrico-

    burlesco sobre la perversin de la utopa

    o Retrica, pensamiento crtico e institucionalizacin cultural

    o

    Apologas y defensas: discursos de la marginalidad en el Barroco

    hispanoamericano

    o

    Formacin del pensamiento crtico-literario en Hispanoamrica: poca colonial

    o

    Fundacin del Canon: hacia una potica de la historia en la Hispanoamrica

    colonial

    o Bibliografa

  • 4

    Para mis hijas,

    que dan sentido a todo

    What is important in a work is what it does not say. This is not the same as the

    careless notation What it refuses to say, although that would in itself be

    interesting: a method might be built on it, with the task of measuring silences,

    whether acknowledged or unacknowledged. But rather this, what the work cannot

    say is important, because there the elaboration of the utterance is carried out, in a

    sort of journey to silence.

    Pierre Macherey, A Theory of Literary Production

    11

    Introduccin

    Los ensayos que componen este volumen no constituyen una indagacin puramente

    hermenutica ni meramente historiogrfica en los intrincados discursos que integran el

    corpus ms o menos definido de la literatura barroca hispanoamericana. En ambas

    direcciones la crtica ha avanzado considerablemente en las ltimas dcadas, en las que

    se ha asistido a una recuperacin notoria de la cultura virreinal en su totalidad, y en

    particular de los textos que exponen con mayor evidencia la presencia de paradigmas y

    modelos metropolitanos en las formaciones sociales de ultramar.

    La investigacin ha sido especialmente fructfera en la recuperacin de textos,

    autores y formas discursivas que no integraban hasta ahora el repertorio

    monumentalizado de las letras coloniales, particularmente en el siglo XVII, marcado

    por la consolidacin institucional del Imperio en Amrica y por la diseminacin del

    aparato estticoideolgico de la Contrarreforma en las colonias espaolas.

    La exploracin de archivos ha entregado un inmenso conjunto de manifestaciones

    culturales y prcticas escriturarias a la consideracin acadmica, y ha dado a conocer

    una enorme cantidad de aspectos hasta ahora ocultos y hasta insospechados de la

    dinmica cultural de ese periodo crucial de la historia americana. Por otro lado, la

    relectura de textos a partir de teoras postestructuralistas ha echado nueva luz sobre

    autores y obras que se proyectan ahora, con un nuevo impulso, sobre la problemtica

    latinoamericana en su totalidad y, particularmente, sobre muchos debates y replanteos

    de especial relevancia en nuestro fin de siglo.

    Pero quiz el logro ms notorio en los estudios coloniales ha sido el cambio de

    perspectiva crtico-ideolgica a partir del cual se ha venido 12 enfocando el anlisis de los textos y la cultura americana en el periodo colonial. Las manifestaciones

    culturales de la Colonia han logrado vencer la visin eurocntrica que se concentr

    durante tanto tiempo en la verificacin de los mecanismos transculturadores que

    sealaban los grados y niveles de reproduccin de discursos hegemnicos en Amrica.

  • 5

    En muchos casos tales anlisis coincidan en la valoracin explcita o implcita de

    la cultura colonial como versin degradada de los paradigmas del dominador, a los que

    el dominado slo poda acceder a partir de un proceso de asimilacin o mimesis,

    condicionado fuertemente por sus desventajosas condiciones de produccin cultural. Al

    mundo colonial se conceda, desde esta perspectiva, apenas el dudoso privilegio de

    haber constituido un espacio supuestamente virginal, en el que los poderes europeos

    habran logrado inscribir, en un largo y violento proceso de aculturacin y conquista

    intelectual, la verdad revelada, la lengua imperial y los principios epistemolgicos

    prestigiados por la tradicin occidental, reproducidos en las colonias gracias a la

    superioridad militar y econmica de los centros europeos.

    En La ciudad letrada, que tanto ha contribuido a potenciar la comprensin de las

    condiciones de produccin cultural en Amrica desde la Colonia a nuestros das, ngel

    Rama retoma cautamente aquellos postulados al proponer que el mundo colonial fue el

    vasto espacio de experimentacin y aplicacin sistemtica del saber barroco, donde

    los rgidos principios racionalizadores e interpretativos del Imperio se oponen a la

    imaginacin y al particularismo del Nuevo Mundo.

    De la dialctica que se plantea entre ambas concepciones del mundo surgirn en

    Amrica praxis diferenciadas de interpretacin y representacin cultural, elaboradas a

    partir de una subjetividad colectiva que va definiendo sobre la marcha nuevas agendas,

    a veces mimetizadas, a veces antagnicas, con respecto al Poder. Sern justamente la

    imaginacin y el particularismo americanos los factores que constituirn, por su misma

    especificidad, el desafo ms importante a los modelos europeos, ya que a partir de

    aqullos se realiza la impugnacin sistemtica de los universales en que se apoya la

    conquista 13 espiritual del Nuevo Mundo y su colonizacin ideolgica, proponiendo en su lugar un saber otro, subalterno pero cargado de un valor

    crecientemente alternativo y fundacional.

    La violencia del signo sobre la emprea, de la letra sobre la oralidad, del

    centralismo logocntrico institucionalizado y autolegitimado sobre la profusin cultural

    multitnica y multicultural del mundo sometido por la Conquista no se inaugura, sin

    embargo, con la constitucin de la ciudad letrada como espacio simblico de aplicacin

    y reproduccin de paradigmas metropolitanos. Pero s se consolida y monumentaliza

    desde la base urbana, diseminando las claves y mensajes del Poder dominante en todos

    los estratos de la sociedad colonial.

    Sin embargo, no debe dejarse de lado que la ciudad articula y centraliza una

    totalidad mayor que se extiende ms all de las murallas que delimitan hacia afuera un

    territorio que se mantiene irreductible a la homogeneizacin -periferia del margen, si se

    quiere, o centro de su propio sistema- el cual sostiene como principios de supervivencia

    la resistencia y la otredad productiva.

    A su vez, hacia adentro del permetro amurallado, la ciudad es tambin

    heterognea y conflictiva, aunque en ella los principios de orden pudieran aplicarse con

    mayor eficacia y rigurosidad que en las extensiones insumisas que la rodeaban. Espacio

    atrincherado, defendido hacia afuera y hacia adentro, el centro urbanizado es entonces el

    espacio en el que se dirime la ilusin de un universalismo utpico puesto

    constantemente a prueba por la materialidad irreducta de un mundo otro que pugna

    por definir su propio imaginario.

  • 6

    En efecto, si la ciudad virreinal opera como enclave y frontera, definiendo material

    y simblicamente los parmetros desde los que se gestionara la entrada de Amrica en

    la modernidad eurocentrista, en su interior se dirimen tambin no slo luchas por el

    poder poltico y cultural sino tambin por el predominio interpretativo y

    representacional. Las batallas discursivas, el entrelazamiento de visiones y versiones

    que registran la actuacin y proyectos de diversos sectores de la sociedad de la poca,

    as como las estrategias a travs de las cuales los actores del periodo colonial definen e

    implementan sus agendas en el contexto de la dominacin imperial, 14 revelan tanto la fuerza del aparato hegemnico sobre las formaciones sociales americanas como

    la tremenda dinmica que stas despliegan para consolidar su identidad e ir definiendo

    un sujeto social multifactico y progresivamente diferenciado de los modelos

    metropolitanos.

    Los estudios de las regulaciones que regan la vida monacal, los anlisis de la

    discursividad forense y las prcticas inquisitoriales, la revaloracin de las formas y

    grados de supervivencia de culturas prehispnicas en el seno de la dominacin imperial,

    la valoracin del alcance y funcin de la oralidad y de las modalidades que asume la

    cultura popular en el periodo colonial, as como la reconstruccin de tantos otros

    aspectos vinculados a la cotidianidad americana, principalmente en los grandes

    conglomerados urbanos que componan la sociedad criolla, permiten hoy una visin

    mucho ms completa de las etapas prenacionales, pero asimismo una mayor conciencia

    de la conflictividad en que se debatieron los actores sociales y los productores culturales

    en el escenario de la ciudad barroca.

    La cultura barroca es entonces, en ese sentido, mucho ms que el modelo que

    reproduce en ultramar, en versiones subalternas, los principios de orden y los

    mecanismos de celebracin del Estado imperial. Debe ser vista, a mi entender, como un

    paradigma dinmico y mutante, permeable no slo a los influjos que incorpora la

    materialidad americana sino vulnerable tambin a los efectos de las prcticas de

    apropiacin y produccin cultural del letrado criollo, que redefine el alcance y

    funcionalidad de los modelos recibidos de acuerdo con sus propias urgencias y

    conflictos.

    Lo que en otra parte he llamado la cuestin del Barroco presenta as problemas

    especficos para la interpretacin de dicho periodo. Tanto en su formulacin colonial

    como en las apropiaciones posteriores de la esttica barroca aflora principalmente el

    problema de su funcionalidad ideolgica, fundamentalmente en lo que tiene que ver con

    la consolidacin y ascenso de la sociedad criolla y con la consecuente formulacin de

    una discursividad que legitimara la hegemona de ese nuevo sector en el proceso que se

    abre a la modernidad.

    En esta direccin, el papel del letrado es crucial para la comprensin no slo del

    protagonismo que asume el productor cultural en 15 el periodo de estabilizacin virreinal, sino de los discursos y estrategias que ste va elaborando en el proceso de

    registrar, interpretar y representar simblicamente la materialidad de la Colonia. Sus

    discursos emergen como negociacin ideolgica entre las tradiciones recibidas -tanto la

    dominante como las sometidas por la conquista- y las pulsiones que irn modificndola.

    Su accin cultural es, principalmente, una praxis de gestin en la que se define como

    agente transculturador para quien la identidad se descubre y elabora desde la alteridad

    en un juego de espejos con frecuencia deformantes, de mmica, celebraciones y

  • 7

    rechazos, festividad y tragedia, que transforma los actores sociales en sujetos, las

    prcticas letradas en praxis culturales cuya teleologa va explicitndose paulatinamente.

    La insercin del letrado en la dinmica poltico-social de la Colonia est marcada

    por una dualidad irreductible. Es el brazo ideolgico del Poder y al mismo tiempo su

    combatiente ms tenaz y beligerante. Apoyado en la legitimidad que le confiere la

    metrpolis ocupa, sin embargo, la periferia asediada del sujeto colonial, ejerciendo su

    marginalidad a veces como una condena inevitable a la subalternidad y el retardo

    cultural con respecto a los centros europeos, a veces como un privilegio epistemolgico

    fundado justamente en la excentricidad y el particularismo que corresponde a su

    condicin de sujeto emergente, que va descubriendo progresivamente su papel en la

    historia.

    La prctica letrada no se libera nunca de los beneficios ni los requerimientos de esa

    posicionalidad bifronte, contradictoria y productiva. Habitar ese espacio intermedio

    entre hegemona y subalternidad implica justamente poner a prueba el lmite de manera

    constante, ocupar la frontera y hacer de ella, progresivamente, un centro otro,

    construir una territorialidad y una subjetividad inditas, un espacio de deseo, un lugar

    del saber capaz de ir imponiendo sus propias condiciones para el dilogo, desde los

    resquicios de la ortodoxia y las fisuras del establishment.

    Los estudios que componen este libro intentan penetrar esa etapa crucial del

    desarrollo cultural de Hispanoamrica en el momento en que comienza a consolidarse

    en el sector criollo y, principalmente, en el grupo letrado, una conciencia de la

    diferencia y del papel histrico 16 que toca al productor cultural hispanoamericano en la definicin de proyectos propios, que aunque enrazan en la

    matriz europea y en las fuentes prehispnicas de mltiples maneras, comenzarn a

    definirse con un perfil distinto, indito en el mundo occidental.

    El asedio a los textos y problemticas de este momento fundamental del desarrollo

    hispanoamericano no puede realizarse, sin embargo, slo como un relevamiento directo

    de las fuentes primarias, ofreciendo al estudioso de hoy una lectura posible y verosmil

    de los discursos y prcticas culturales del periodo. La penetracin discursiva debe

    ejecutarse ms bien, en muchos casos, como la exploracin oblicua de un imaginario

    cifrado, en el que la palabra es a la vez encubrimiento y revelacin, bsqueda y

    hallazgo, smbolo y signo de proyectos que van saliendo a luz para deslumbrar en

    primer lugar a aquellos que van entresacndolos de la red de propuestas e imposiciones

    que les llegan a travs del aparato represivo y seductor del dominador.

    Como Deleuze descubriera en su interpretacin del principio barroco, ste no se

    desarrolla como lnea o plano sino como doblez o pliegue que en un mismo movimiento

    expone y encubre, permanece y se transforma de manera incesante. La palabra barroca

    se despliega y repliega en mensaje y silencio, celebracin e impugnacin, identidad y

    alteridad. Es esta doble faz la que posibilita justamente la duracin, la fuerza y energa

    productiva del principio barroco, y su consecuente proyeccin a lo largo de todo el

    desarrollo histrico de la cultura americana.

    De acuerdo a estos principios, Viaje al silencio se propone como una exploracin

    de relatos que adquieren significacin como parte de un discurso mayor que los engloba

    y los potencia en su particularidad. De acuerdo a este propsito el volumen incluye,

  • 8

    junto al anlisis de textos o problemticas puntuales, estudios terico-historiogrficos

    que intentan sentar ciertas bases para la interpretacin ms general del Barroco

    hispanoamericano y de la funcin especfica que cumple el letrado en la produccin

    cultural del periodo.

    El primer apartado del libro, Hacia una caracterizacin del Barroco de Indias se

    concentra en la articulacin entre Barroco y conciencia criolla, intentando introducir a

    travs de la misma el tema de la diferencia americana tal como sta fue percibida y

    elaborada 17 en el siglo XVII, cuando se consolida en Amrica la implantacin del modelo esttico-ideolgico de la Contrarreforma. El primer estudio se concentra

    justamente en el proceso de adopcin/adaptacin de paradigmas metropolitanos y en las

    estrategias que se elaboran para canalizar, a travs de las pautas recibidas, un mensaje

    especficamente americano, que presentara la conflictividad colonial a partir de una

    retrica legitimada por el poder imperial. El ensayo plantea el problema fundamental de

    la (auto)representacin del subalterno en contextos coloniales y las ambivalentes

    relaciones que ste establece con los principios de autoridad poltica y discursiva que

    regulan su produccin. El segundo trabajo, por su parte, concentrado ms en aspectos

    historiogrficos, propone ciertas bases para una revisin de la cuestin del Barroco

    desde una perspectiva americanista, con nfasis en aspectos ideolgicos.

    Estrategias discursivas y emergencia de la identidad criolla enfoca bsicamente

    la figura central de sor Juana Ins de la Cruz, cuya amplsima obra contina seduciendo

    a la crtica y al pblico en general por los mltiples niveles de lectura y las

    innumerables derivaciones que tuvo el pensamiento de la monja tanto en el momento en

    que le toc vivir como en etapas posteriores del desarrollo cultural hispanoamericano.

    El principal objetivo de los estudios dedicados a la Dcima Musa es el de iluminar

    aspectos poco trabajados de su obra: las tcticas oblicuas de formulacin discursiva

    utilizadas en sus cartas, la relacin entre espacio privado y espacio pblico, la relacin

    con su confesor, la apelacin y representacin del otro, y sus posiciones frente a

    Amrica en tanto territorio sometido a un poder al que ella misma impugna y

    representa, en un movimiento dual que es propio de la posicionalidad letrada en el

    periodo.

    Tanto en estos estudios como en el dedicado al tema del silencio, importa sobre

    todo relevar la existencia del texto como encubrimiento y representacin, es decir la

    calidad (auto)censurada de un discurso colonial elaborado como exploracin de una

    identidad en proceso, que apela a los recursos de la erudicin, la irona, la reticencia y la

    formulacin simblica para poder penetrar en la panptica sociedad virreinal.

    18

    Es central, para una interpretacin de la obra de sor Juana el entrecruzamiento de

    cuestiones culturales, ideolgicas y genricas. Toda la apropiacin del bagaje de

    erudicin profana y religiosa est en la monja vinculada a su condicin de mujer, que

    define el lugar desde el que se percibe la sociedad de la poca y desde el que se produce

    un discurso de impugnacin a diversos aspectos del mundo novohispano y de bsqueda

    de una definicin identitaria, tanto individual como colectiva, dentro de la compleja red

    de castas, razas, lenguas, que componen su universo social.

  • 9

    En efecto, a la subalternidad institucional que le corresponde dentro de la

    estratificacin eclesistica se agregan la marginalidad que se le asigna como mujer y

    como intelectual interesada en una universalidad cultural que sobrepasa los lmites de la

    escolstica y la hermenutica religiosa. Desde todos estos ngulos la monja produce un

    discurso cautivo, encerrado dentro de los lmites materiales del espacio conventural, y

    de parmetros textuales e ideolgicos demarcados por la regulacin poltica y

    doctrinaria de la Espaa imperial. Entre Estado e Iglesia, su praxis cultural es un

    constante desafo de esas fronteras y una pugna por abrir el espacio simblico para que

    ste pueda llegar a abarcar los reclamos de la emergente subjetividad criolla, que pugna

    por consolidar las bases para su hegemona americana.

    De ah que el discurso sorjuaniano sea esencialmente interpelativo, tanto en su

    insercin en la alta cultura, a travs del dilogo que establece con el canon profano y

    religioso, como en sus aportes a gneros menores, circunstanciales o efmeros tales

    como el villancico, la poesa cortesana, el gnero epistolar o las composiciones

    celebratorias para arcos y otras ocasiones festivas.

    De un modo u otro, en todos estos niveles de escritura se filtra la dimensin

    autobiogrfica donde sor Juana construye el yo como una estrategia multifactica que

    configura al otro -el receptor, el subalterno colonial perteneciente a razas oprimidas, el

    peninsular- en el cruce de los principios de autoridad, autora y autorizacin discursiva.

    Junto a los textos dedicados a la obra de la monja mexicana, el que se centra en

    Infortunios de Alonso Ramrez abunda a su vez en ese mismo proyecto de proponerla

    dimensin biogrfica como versin 19 de una historia posible, individual y colectiva, que permite iluminar la periferia colonial como espacio insumiso e irreducto

    frente a la autoridad que emana de los centros de poder. Como en sor Juana, en Carlos

    de Sigenza y Gngora asoma la emergente conciencia criolla como espacio

    estructurante, productor y proyector de significados.

    El texto menos conocido de Mogrovejo de la Cerda complementa, en el Per

    virreinal, el tema de una Amrica entrevista como espacio simblico que desafa la

    racionalidad eurocntrica con recursos que subvierten el proyecto unificador y

    homogeneizante de la metrpolis. Al igual que en el relato de Sigenza y Gngora, La

    endiablada presenta aspectos de la sociedad colonial que no se someten a la lgica

    civilizadora ni a los modelos de orden social en los que se basa la utopa americana. El

    dilogo entre los diablos, sobre el que se articula la narracin de Mogrovejo de la Cerda,

    introduce satricamente la materialidad de la Colonia apuntando a la configuracin de

    un sujeto social marcado por la alteridad, que se aparta de cnones y regulaciones por

    los mltiples caminos de una cotidianidad incontrolable.

    El discurso barroco se multiplica, entonces, en Amrica, en infinitas frmulas y

    recursos que violentan el canon sin apartarse definitivamente de l. En pliegues y

    repliegues, los discursos mayores son sometidos a las pruebas de fuego de una realidad

    imaginativa y particularista, que basa su identidad en la diferencia, su hegemona en una

    subalternidad que va siendo asumida como marca social y cultural que se proyecta hacia

    un espacio histrico distinto al vislumbrado desde la posicin del dominador.

    El ltimo apartado del volumen, Retrica, pensamiento crtico e

    institucionalizacin cultural se abre a aspectos crtico-tericos ms englobantes,

  • 10

    aunque afincados an en textos especficos. El estudio del gnero apologtico seala los

    modelos a partir de los cuales el Barroco americano filtra mensajes especficos a la

    posicionalidad colonial echando mano a recursos retricos ya formalizados, los cuales

    son redimensionados de acuerdo a la naturaleza y a las necesidades expresivas del

    emisor criollo. Sor Juana, Espinosa Medrano, Bernardo de Balbuena, son slo algunos

    de los ejemplos en los que se combina el discurso de la defensa con el del panegrico, en

    la proposicin 20 del sujeto colonial como interlocutor e interpelador de la metrpolis.

    En el anlisis de la formacin del pensamiento crtico-literario en la Colonia se

    enfoca el surgimiento de la reflexin criolla acerca de la produccin americana,

    abriendo la problemtica historiogrfica en tanto formalizacin de una genealoga

    diferenciada de los procesos culturales europeos. La pregunta acerca de los supuestos

    epistemolgicos que rigen la reflexin que el sujeto americano realiza acerca de su

    propia praxis cultural implica una interrogacin acerca de la nocin misma de historia y

    de cultura que el letrado criollo comienza a manejar para ordenar su trayectoria y

    evaluar los productos de su trabajo intelectual. Los valores estticos que guan el gusto

    del sector letrado tienen una articulacin estrecha con el tema de la conciencia y la

    identidad colonial. Sus estrategias interpretativas, sus mtodos ordenadores, sus

    objetivos de institucionalizacin cultural, son parte de un proyecto mayor que se va

    delineando y concretando progresivamente en las etapas protonacionales. Enmarcado en

    el contexto cultural e ideolgico del Barroco, tal proyecto supera los lmites histricos

    de la llamada etapa de estabilizacin virreinal y se extiende hacia los albores de la

    emancipacin, integrando el pensamiento ilustrado que introduce los principios de la

    modernidad en la matriz hbrida de la sociedad criolla.

    El Discurso en loor de la poesa, el Triunfo Parthnico, el Apologtico en favor de

    don Luis de Gngora, las Memorias histrico-filosficas, de Llano Zapata; la

    Bibliotheca Mexicana, de Eguiara y Eguren; la Bibliotheca hispano-americana

    septentrional, de Beristin de Souza; el Nuevo Luciano, de Santa Cruz y Espejo son ms

    que proyectos de relevamiento y catalogacin, verdaderas construcciones histrico-

    literarias que se interrogan sobre el lugar de Amrica, su articulacin a la tradicin

    occidental y sus aportes especficos al pensamiento universal. Pero sobre todo son

    testimonios claros de una indagacin identitaria que el letrado criollo, al concebirse

    como sujeto de su propia historia, emprende como forma de redefinir el origen y el

    futuro de las sociedades americanas.

    Finalmente, Fundacin del canon: hacia una potica de la historia en la

    Hispanoamrica colonial explora la apropiacin creativa 21 que realiza el letrado americano de las poticas europeas en el proceso de formalizacin de un orden

    simblico propio y diferenciado. Se estudia aqu la prctica letrada como derivacin del

    paradigma eclesistico. El letrado, en efecto, emprende su conquista del imaginario

    americano partiendo de los gestos conversores y mesinicos que caracterizaran al

    misionero en tierra de indios. Las prcticas escriturarias de los historigrafos de la

    Colonia no solamente tienen un indudable valor fundacional en tanto produccin

    cultural americana, sino tambin redefinen, en su propio desenvolvimiento, la funcin

    del letrado. A travs de su obra, la empiria escrituraria se transforma en corpus y canon.

    La historiografa es pedagoga, prdica, sermn, antes de ser historia, porque comienza

    por reivindicar la memoria cultural y afirmar la legitimidad de la inscripcin de

    Amrica dentro de la temporalidad occidental.

  • 11

    El proyecto historiogrfico se define as como un contradiscurso que desmantela

    los principios del dogma redefiniendo los conceptos de jerarqua y autoridad cultural.

    La sociedad criolla se abre as, progresivamente, a culturas no hispnicas, a contenidos

    antes condenados como paganos y plebeyos, a productores culturales de distinto gnero,

    raza y lengua.

    De esta manera, Viaje al silencio intenta entregar una visin al mismo tiempo

    puntual y englobante del discurso barroco sin detenerse necesariamente en los lmites

    temporales que puedan arbitrariamente asignarse al estudio de temas y problemas que

    surgiendo de aquella matriz cultural se desarrollan histricamente en etapas posteriores

    de la historia americana.

    El objetivo comn de estos ensayos es explorar las estrategias de apropiacin y

    produccin discursiva, y el papel del productor cultural en la Colonia,

    fundamentalmente en el siglo XVII, con la esperanza de que a partir de este origen

    pueda llegar a potenciarse, a nueva luz, la lectura de los relatos a partir de los cuales se

    constituye el sujeto social hispanoamericano.

    No slo se define, en el proceso de esta constitucin, aquel que tiene el privilegio

    de la voz y la letra, sino tambin, principalmente, aquel que calla, por no caber en las

    voces, como sor Juana seala, lo mucho que hay que decir. Pero tal vez la funcin de la

    crtica no sea 22 otra, segn indica Macherey, que la de crear mtodos para medir silencios, tratando de emprender con el lector un viaje por los pliegues del texto y

    de la historia para buscar en ellos lo que el silencio calla. Si este libro sirviera para

    iluminar, an en mnima parte, los pliegues y repliegues de la mentalidad y la praxis

    colonialista, las perversiones, virtudes y paradojas de la letra, la pica de la resistencia

    cultural americana y los relatos que se esconden en las entrelneas de las voces ms

    audibles, los estudios que lo componen habran cumplido su objetivo.

    Deseo agradecer especialmente a quienes impulsaron mi trabajo, no slo con

    enseanzas fundamentales sino con su porfiada fe, su amistad y el ejemplo de su propia

    labor. Principalmente, entonces, todo mi reconocimiento para Antonio Cornejo Polar,

    Nelson Osorio, Georgina Sabat-Rivers, Raquel Chang-Rodrguez, Mrie-Ccile

    Benassy-Berling, que junto a tantos otros ayudaron a moldear mi trabajo.

    En Mxico debo, adems, especial gratitud a la erudicin y calidez de Elas

    Trabulse, Margo Glantz, Jos Pascual Bux y Mara Dolores Bravo, quienes me

    invitaron en tantas ocasiones a compartir con ellos el entusiasmo por un campo de

    investigacin que ellos han prestigiado, a lo largo de los aos, con sus fundamentales

    aportes.

    En la Universidad de Pittsburgh debo agradecer fundamentalmente a los colegas y

    estudiantes que apoyaron y apoyan mi trabajo, y particularmente a quienes colaboraron

    en la preparacin de este manuscrito.

    Asimismo, destaco que la publicacin de este libro ha sido posible gracias a las

    contribuciones de la Coordinacin General de Publicaciones de la Facultad de Filosofa

    y Letras de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico y el Richard D. and Mary

    Jane Edwards Endowed Publication Fund de la Universidad de Pittsburgh, a quienes

    agradezco el apoyo prestado.

  • 12

    23

    Hacia una caracterizacin del Barroco de Indias

    [24] 25

    Barroco y conciencia criolla en Hispanoamrica

    En el ltimo decenio se ha asistido a un notable incremento, cuantitativo y

    cualitativo, de los estudios sobre el periodo colonial hispanoamericano, tanto en el

    medio acadmico norteamericano como en los centros europeos de estudios

    latinoamericanos. Este inters responde a varias razones, aun dejando de lado cuestiones

    de poltica universitaria y demanda acadmica. Por un lado, parece haber cado en

    desuso cierta moda de los aos sesenta que interpretaba la historia de los pases al sur

    del ro Bravo como un ejemplo vivo de magia cotidiana -de magia negra, en muchos

    casos- en que la realidad pareca dar cuerpo histrico al imaginario social. Los enfoques

    desarrollistas o tributarios de la vieja dicotoma moderno versus tradicional hicieron

    crisis, en los estudios literarios como en los de las ciencias sociales, como analiza bien

    James Lockhart. Hizo crisis tambin cierto sociologismo que, apoyado en la pirotecnia

    terica que desat la Revolucin cubana, convenci a muchos, con un facilismo que

    poco favor hizo a la causa latinoamericana, de que ese continente entraba en el mejor de

    los mundos posibles. Esa visin panglossiana de la historia y la literatura, para la cual la

    cultura del subcontinente apareca como un epifenmeno sin lazos con la tradicin, dej

    como saldo a nuestra dcada una larga serie de problemas sin resolver, y un inters

    renovado en la cultura latinoamericana. Poco a poco ha ido arraigando, en gran medida

    a impulsos de los sucesos polticos de los aos setentas, una perspectiva diferente,

    menos tropicalista y ms histrica, para el estudio de la problemtica

    latinoamericana. Esta perspectiva se corresponde, a su vez, con una metodologa que

    pretende ser afn a su objeto de 26 estudio. En efecto, los pases latinoamericanos, con sus economas de venas abiertas, sus dictaduras

    transnacionalizadas y sus desafiantes revoluciones, han lanzado a la arena de los

    estudios sociohistricos una problemtica que reclama estudios globales,

    multidisciplinarios, y que no cede a enfoques formalistas creados para otras realidades

    culturales.

    Nociones como colonialismo, dependencia, cultura popular, conciencia

    social, autoritarismo tienen en la historia latinoamericana un referente concreto, de

    dramtica presencia, que se ofrece como un desafo a la crtica y la historiografa. El

    arraigo de esas nociones en la historia latinoamericana se remonta, obviamente, al

    periodo colonial y al proyecto imperial que las naciones europeas aplicaron al conjunto

    de formaciones sociales de ultramar, las cuales a partir de esa violencia inicial, se dieron

    en llamar el Nuevo Mundo. A los estudios del periodo colonial se llega as, en

    muchos casos, con una orientacin retrospectiva1. En efecto, se busca en esa etapa de la

    historia continental al menos una de las vertientes de la tradicin cultural del continente.

    Por un lado, porque en los siglos XVI y XVII cristaliza ya una literatura, una crtica y

    una historia literaria a la vez dependientes y culturalmente diferenciadas de los modelos

    metropolitanos. Por otro lado, porque esa cultura es ya, desde sus albores, producto de

    un sistema de dominacin del que an es en gran parte tributaria nuestra realidad actual

    y es la raz de esa problemtica la que queda expuesta a travs de los productos

  • 13

    culturales del periodo. Es solamente a partir del estudio de esas races propias que puede

    rescatarse y comprenderse la singularidad conflictiva de la cultura latinoamericana,

    nacida tanto bajo el signo de la violencia y los intereses del dominador, como de la

    creatividad y resistencia del dominado.

    Quiero referirme aqu, en especial, a uno de los captulos ms relegados de la

    historia literaria hispanoamericana, relegado no 27 porque no se hagan alusiones constantes a l, sino porque no ha sido hasta ahora revisado y problematizado con la

    profundidad que merece. Me refiero al Barroco hispanoamericano, o mejor an al que

    Mariano Picn Salas denominara tempranamente, con acierto, el Barroco de Indias,

    llamando la atencin sobre su calidad derivada, translaticia.

    La importancia del Barroco en Hispanoamrica, ya sea ste considerado un

    periodo, un estilo, o un espritu de poca, no radica exclusivamente en la calidad de la

    produccin literaria que corresponde al que se ha dado en llamar periodo de

    estabilizacin virreinal2. La importancia del Barroco reside principalmente, por un

    lado, en que la evaluacin de esa produccin potica plantea problemas crtico-

    historiogrficos que se proyectan sobre todo el desarrollo posterior de la literatura

    continental, y que derivan del proceso de imposicin cultural y reproduccin ideolgica

    que acompa a la prctica imperial. En segundo lugar, es tambin en el contexto de la

    cultura barroca que aparecen las primeras evidencias de una conciencia social

    diferenciada en el seno de la sociedad criolla. Esas formas incipientes -y en muchos

    casos contradictorias- de conciencia social, hablan a las claras, sin embargo, de la

    dinmica creciente de las formaciones sociales de ultramar, y no es errado ver en ellas el

    germen, an informe, de las identidades nacionales.

    Quiero referirme a este nivel, crtico-historiogrfico y tambin ideolgico, del

    Barroco de Indias, tomando luego algunos textos que ilustran la problemtica de fondo.

    Para empezar, existen varias aproximaciones posibles al Barroco

    hispanoamericano. La primera y ms tradicional, interpreta la produccin del periodo

    como un simple reflejo o traslacin de modelos estticos metropolitanos3. Desde esta

    perspectiva, la produccin 28 barroca slo puede ser entendida como un desprendimiento que remite al tronco de las culturas centroeuropeas, y principalmente

    de las peninsulares. Sobreimpuesta a la realidad tensa y conflictiva del Nuevo Mundo,

    la cultura del Barroco, habra tenido en las colonias una realizacin degradada y siempre

    tributaria de los modelos metropolitanos. Los textos ms importantes de la literatura

    americana del siglo XVII aparecen as como productos excepcionales por su fidelidad a

    las formas cannicas, frutos acabados de una mecnica especular. As, por ejemplo, la

    obra de sor Juana Ins de la Cruz ha sido juzgada durante mucho tiempo como un

    captulo desprendido de la historia literaria espaola, accidentalmente situado en el

    contexto de la Nueva Espaa. La dinmica social del virreinato fue a menudo

    considerada irrelevante para una comprensin del discurso potico y afn de la prosa de

    la monja mexicana. En el mismo sentido Menndez y Pelayo alabando la obra crtica de

    Juan de Espinosa Medrano, mestizo nacido en el repartimiento del Cusco, resalta su

    excepcionalidad, afirmando que su Apologtico en favor de don Luis de Gngora [es]

    una perla cada en el muladar de la potica culterana hispanoamericana4.

  • 14

    Posiciones como las mencionadas, ostentan un evidente purismo eurocentrista.

    Muchos reconocen la altura literaria slo de aquellos textos que con mayor rigor

    actualizan el paradigma metropolitano.

    Otros, incluso, llegan a resentirse ante cualquier interpretacin que tienda a

    denigrar al Barroco espaol, vicio en que caen sobre todo los hispanistas

    extranjeros que toman por valores autnticos del Barroco las que son slo muestras

    primitivas o brbaras, reduciendo la literatura espaola a poco ms que un arte de

    negros5.

    Arte de indios o, al menos, de mestizos es, en efecto, el Barroco hispanoamericano.

    29

    Lo importante es, en todo caso, reconocer, que tomando como base posiciones

    como las mencionadas, se intenta muchas veces resolver la problemtica del Barroco

    hispanoamericano a travs de un anlisis de sus estructuras de superficie6. Por un lado,

    es imposible desconocer que los cdigos conceptuales y estticos del Barroco europeo y

    principalmente peninsular son impuestos en Amrica como parte del proyecto

    expansionista que buscaba unificar en torno a un rey, un dios y una lengua, la totalidad

    imperial. En los mbitos de las cortes virreinales, la cultura barroca consagra el

    predominio de la nobleza cortesana y de la burocracia estatal y eclesistica, que

    coronaban la pirmide de la sociedad de castas7.

    Tanto para la minora peninsular como para la creciente oligarqua criolla el

    Barroco constituy sobre todo un modelo comunicativo a travs de cuyos cdigos el

    Estado imperial exhiba su poder 30 bajo formas sociales altamente ritualizadas. El cdigo culto, alegrico y ornamental del Barroco expresado en la fisonoma misma

    de la ciudad virreinal o a travs de certmenes, ceremonias religiosas, alta literatura,

    poesa devota o cortesana, constituy as durante el periodo de estabilizacin virreinal el

    lenguaje oficial del Imperio, un Barroco de Estado8 al servicio de una determinada

    estructura de dominacin. No es de extraar entonces que la ya para entonces

    sofisticada intelectualidad criolla intentara consolidar sus posiciones a travs de la

    apropiacin de esos cdigos9. La habilidad para hacer uso de los discursos

    metropolitanos se convirti as en una especie de prueba que permita definir las

    posibilidades de comprensin y participacin de los grupos sociales perifricos en los

    universales del Imperio10

    . Pero an ms: bajo el rgimen inquisitorial los modelos

    metropolitanos protegan al discurso colonial de toda sospecha de heterodoxia,

    permitiendo que la literatura del Nuevo Mundo se amparara en el principio de

    autoridad. Imitar modelos consagrados significaba as aceptar una transferencia de

    prestigio y colocarse a salvo de la censura.

    El Barroco adquiere as la dimensin de un verdadero paradigma cultural,

    formalizado y cultivado de espaldas a la realidad social de la Colonia11

    . Se ha hablado

    as de las mscaras de la represin barroca y de la verdad soterrada del Barroco

    hispanoamericano que recordaba a Picn Salas el monlogo de Segismundo: una

    alegora sobre el poder interpolada entre arte y realidad.

    Esta funcin ideolgica del Barroco de Indias s ha sido vislumbrada en algunos

    estudios, que mitigan la perspectiva eurocentrista al esclarecer la funcionalidad social y

  • 15

    poltica de los modelos estticos 31 dominantes durante la Colonia12. En definitiva, este nivel de los estudios del Barroco hispanoamericano -escasos, por otra

    parte- apoya en los ya avanzados estudios sobre ideologa que desde la vertiente

    marxista, especialmente en su lnea gramsciana, permiten analizar la funcionalidad de

    los discursos hegemnicos en una circunstancia histrica dada. Ese fenmeno de

    imposicin verticalizada de los discursos dominantes y de contaminacin de los valores

    y hasta de los principios de legitimacin del sector hegemnico en los sectores

    subalternos, tiene, sin embargo, su reverso. Me refiero al fenmeno de retorno por el

    cual los sectores dominados en determinado momento de la historia comienzan a

    activarse hasta generar respuestas sociales diferenciadas. Estas respuestas tendientes a

    impugnar el discurso hegemnico y los principios de legitimacin en los que ste se

    apoya, se desarrollan y afianzan hasta constituir formas alternativas dentro de la

    totalidad social. Este momento de emergencia de las que podramos llamar formas de

    conciencia subalternas por su ubicacin dentro del aparato poltico-social de una poca,

    es un proceso de difcil lectura. En primer lugar, porque esa misma posicin de

    subalternidad condiciona el grado de formalizacin y homogeneidad que ese discurso

    puede alcanzar. En segundo lugar porque la evidencia histrica de ese proceso, la

    posibilidad de documentacin del mismo, implica la interpretacin de indicios que,

    expresados muchas veces con el lenguaje y la retrica dominantes, se mimetizan con la

    visin del mundo hegemnica, la remedan, parodian o utilizan para sus propios fines.

    Es esta manifestacin del ser social la que me interesa en el periodo colonial, no

    slo porque constituye una de las etapas ms importantes en el proceso del pensamiento

    hispanoamericano, sino por su articulacin peculiar con el paradigma barroco.

    El Barroco de Indias se corresponde histricamente con el proceso de emergencia

    de la conciencia criolla en los centros virreinales desde los que se establecan los nexos

    econmicos, polticos y culturales con el poder imperial13

    . Los historiadores coinciden

    en general 32 en que hacia 1620 aparece ya en el seno de la ciudad virreinal el complejo fenmeno cultural que conocemos como criollismo. ste se manifiesta

    como el nuevo rgimen indiano caracterizado por un intenso protagonismo histrico

    del vasto conglomerado social formado por cuantos se sienten y llaman a s mismos

    criollos en toda la extensin de las Indias14

    .

    El surgimiento del espritu criollo es, sin embargo, muy anterior. Los estudios de

    historia social lo remontan en general al resentimiento de los conquistadores y primeros

    pobladores americanizados que se sentan mal recompensados por la Corona y

    afirmaban sus derechos en contraposicin a los residentes de la Pennsula, quienes

    controlaban los mecanismos de poder, prebendas y recompensas destinadas a los

    pobladores de Indias. Desde un punto de vista ms estrictamente cultural, Jos Juan

    Arrom fija entre 1564 y 1594 la primera generacin criolla. A travs de las crnicas de

    fray Diego Durn, Blas Valera, el Inca Garcilaso, Juan de Tovar, as como en la

    produccin dramtica de Fernn Gonzlez de Eslava, Cristbal de Llerena, Juan Prez

    Ramrez, Arrom identifica las fuentes de lo que puede ser llamado, con lenguaje de hoy,

    el discurso Criollo15

    .

    33

    La posicin social del criollo es esencial para la comprensin de la dinmica social

    e ideolgica de la Colonia. Es obvio que el elemento tnico vertebra en Amrica no slo

  • 16

    la constitucin de grupos sociales desde el comienzo sino tambin su jerarquizacin y

    las formas de conciencia social que esos grupos alcanzan. Por lo mismo, se vierte como

    un componente insoslayable en la productividad cultural y especficamente en la

    literaria. Es interesante anotar, asimismo, que nuestro uso del trmino criollo y

    sociedad criolla est avalado por el sentido que esos trminos adquieren en los textos

    literarios del periodo, y no solamente en la documentacin jurdico-administrativa,

    como veremos ms adelante.

    De todos modos, lo que interesa retener de toda la problemtica social vinculada al

    sentimiento criollo en la Colonia, es que ste crece y se articula a los paradigmas de la

    cultura barroca en el marco de un proceso reivindicativo a partir del cual empieza a

    diferenciarse lo que podramos llamar el sujeto social hispanoamericano. Este

    proceso se corresponde, como se sabe, con el periodo de la decadencia espaola, desde

    la muerte de Felipe II, en 1598, hasta la muerte de Carlos II ltimo miembro de la

    dinasta austraca. Durante esta fase de la historia espaola se ajusta y transforma el

    orden anterior. La poltica del Estado espaol con respecto a Amrica se encauza hacia

    objetivos fiscales, sacrificando, como se ha dicho, la economa a la Hacienda, y

    quebrando as el principio del bien comn16

    . Sin tocar las bases del mercantilismo

    monoplico, la Corona sigue una poltica filoaristocrtica de profundas consecuencias

    sociales en Amrica. Entre ellas se cuenta, por ejemplo, la progresiva burocratizacin de

    la nobleza castellana y la creacin de una nobleza indiana endogmica que se afianza

    sobre la base del mayorazgo, las alianzas matrimoniales y el acaparamiento de tierras

    por medios ilegales (concesiones abusivas de los Cabildos, nepotismo, 34 usurpacin de comunidades indgenas. Igual que antes se hiciera con los cargos pblicos

    se venden, desde principios del siglo XVII, ttulos de la nobleza castellana a mercaderes

    indianos, hacendados o mineros ricos. Como indica Cspedes del Castillo, a lo largo del

    siglo XVII los criollos van acaparando ttulos nobiliarios comprados o concedidos,

    hbitos de las rdenes Militares, escudos de armas ms o menos fantasmagricos,

    ttulos de familiar del Santo Oficio, cargos en cofradas religiosas, patronazgo de

    conventos e instituciones de beneficencia, puestos en la guardia del virrey, grados

    militares honorficos17

    . Segn el mismo autor, un avance igualmente agresivo se registra

    en el nivel social medio. Los criollos predominan en las profesiones liberales, el clero y

    la burocracia, convirtindose en un satlite ideolgico de las elites. La gran movilidad

    social interclase aumenta en el periodo la competencia y la discriminacin, que alcanzan

    hasta el nivel popular.

    Todo esto indica que el sector criollo, adquiere a nivel social, una visibilidad

    innegable, que est escrita profusamente en documentos desprendidos del cuerpo

    jurdico del Imperio en el siglo XVII, algunos de los cuales tuve oportunidad de

    consultar en el Archivo de Indias, en Sevilla. Pero incluso al margen del testimonio que

    deja este tipo de documentacin, digamos, institucionalizada, y por lo mismo formal,

    articulada, es interesante la lectura que muchos historiadores y cientistas sociales han

    hecho en las ltimas dcadas de otras fuentes de carcter ms popular y espontneo,

    redimensionando el concepto de Social History central en esa disciplina. El estudio de

    correspondencia privada, memoriales, archivos conventuales, etctera, permite captar

    los usos cotidianos, espontneos y a veces contradictorios de trminos claves para la

    investigacin sociohistrica, revelando, adems, la dinmica cotidiana de la Colonia,

    sus valores dominantes y modelos de comportamiento18

    .

    35

  • 17

    De todo este proceso que hemos venido exponiendo, lo que interesa en todo caso

    retener, podra ser resumido en tres puntos principales.

    En primer lugar, el sector criollo se convirti en un importante grupo de presin

    que se afianza progresivamente en su riqueza, prestigio y poder poltico. Aunque los

    criollos no consiguen nunca dentro de los marcos del Imperio los objetivos de

    autonoma administrativa y predominio poltico-econmico, lo cierto es que el creciente

    protagonismo del grupo amenaza el ideal del Imperio como cuerpo unificado. Los

    intentos de autodeterminacin de ese sector son, en muchos casos, vistos con respeto; en

    otros casos, son interpretados como una forma incipiente de separatismo tendiente a

    favorecer procesos de regionalizacin (como efectivamente sucedera), constituyendo

    grmenes de las futuras nacionalidades, que Irving Leonard ve asomar ya hacia fines del

    siglo XVII.

    En segundo lugar, ese avance criollo, consecuencia de un largo proceso

    reivindicativo originado ya en la Conquista, gener el desarrollo de la conciencia social

    de ese grupo, la cual surge no solamente de los logros conseguidos sino principalmente

    de las postergaciones y los lmites de ese avance. Se sabe, por ejemplo, que los criollos

    no alcanzaron puestos de jerarqua eclesistica o civil, salvo excepciones. Tambin

    existe extensa documentacin que demuestra 36 la resistencia al criollo dentro del clero regular. Se consideraba que la santidad de este grupo era dudosa, dado el

    medio social del cual surga el criollo, dominado por el afn de xito y ascenso social, la

    codicia y el resentimiento. Por lo tanto, para la direccin de las rdenes no podan

    competir con los peninsulares, imbuidos de la tradicin mstica castellana. En el mismo

    sentido, dentro de la escala administrativa, existi todo un cuerpo legal destinado

    nicamente a regular el otorgamiento de cargos pblicos a los criollos y obligando a un

    rgimen de alternancia con los peninsulares. Este sistema, refrendado por el papa, se

    contina hasta fines del dominio espaol19

    .

    En tercer lugar debe mencionarse el plano estrictamente cultural (y en este punto

    regresamos al problema del paradigma barroco y su asimilacin en el complejo de la

    cultura virreinal). A este nivel, y especficamente en el plano de la literatura, se

    manifiesta en su propia modulacin la problemtica hegemona/dependencia que hemos

    visto manifestarse en lo que tiene que ver con el surgimiento de la conciencia criolla.

    Por un lado, en la prctica literaria de algunos escritores del siglo XVII

    hispanoamericano, el cdigo barroco sirve como vehculo para cantar la integracin al

    sistema dominante, lograda o anhelada. En otros casos, el modelo barroco provee las

    formas y tpicos que, utilizados por la intelectualidad virreinal, denuncian la Colonia

    como una sociedad disciplinaria y represiva. sta, por un lado, tolera la ascencin

    criolla, por otra parte inevitable; al mismo tiempo, intenta controlarla como parte

    orgnica del proyecto imperial, enajenndola de su realidad cotidiana a travs de los

    rituales y las mscaras del poder20

    .

    37

    En relacin con esta problemtica es que se define la obra de quienes son,

    probablemente, los tres escritores ms importantes del periodo, en los virreinatos de

    Per y de la Nueva Espaa. Se trata de Juan de Espinosa Medrano, el Lunarejo, Carlos

    de Sigenza y Gngora y sor Juana Ins de la Cruz, nombres ineludibles en la literatura

    del siglo XVII hispanoamericano. En tres estilos muy diferentes entre s, estos tres

  • 18

    escritores actualizan la naturaleza jnica del barroco hispanoamericano. Por un lado, en

    su obra el paradigma barroco da la cara a los rituales sociales y polticos del Imperio y

    se apropia de los cdigos culturales metropolitanos como una forma simblica de

    participacin en los universales humansticos del imperio. Por otro, esos intelectuales se

    articulan a travs de sus textos a la realidad tensa y plural de la Colonia a la que ya

    perciben y expresan como un proceso cultural diferenciado, y utilizan el lenguaje

    imperial no slo para hablar por s mismos sino de s mismos, de sus proyectos,

    expectativas y frustraciones.

    Juan de Espinosa Medrano, el Lunarejo, sacerdote natural del Calcauso,

    corregimiento del Cusco, tiene entre sus obras, piezas dramticas sacras y profanas,

    obras filosficas y crtico-literarias, escritas en castellano, latn y quechua. En 1662 da a

    conocer su Apologtico en favor de don Luis de Gngora, texto reconocido como el

    primer ejemplo de crtica literaria hispanoamericana21

    . La voluntad del erudito mestizo

    de terciar en las polmicas metropolitanas en torno a la valoracin del poeta cordobs,

    resurgidas despus de la muerte de ste, en 1627, es importante como indicio de poca.

    El Lunarejo sale al cruce de los ataques hechos a Gngora por el erudito portugus

    Manuel de Fara y Souza, en sus cuatro volmenes dedicados a comentar Las Lusadas

    de Cames. Fara y Souza denigra a Gngora por considerar que su reputacin oscureca

    la de Cames, a quien consideraba hombre inspirado por el espritu divino. En su

    defensa de Gngora, Espinosa Medrano expresa, por un lado, su profundo dominio del

    cdigo culterano, y un concepto riguroso de la funcin y procedimientos de la crtica

    literaria, a la 38 cual concibe como una disciplina de orientacin cientfica. Indica que sta, a partir del relevamiento y la cuantificacin de procedimientos

    literarios, debera adems tomar en cuenta la cualidad comunicativa de stos dentro del

    contexto potico. Distingue los recursos que convienen a la poesa secular y a la

    escritura revelada, rastrea con increble erudicin las fuentes latinas en las que estaban

    ya codificadas las cinco variantes del hiprbaton, planteando el problema

    tradicin/originalidad, cdigo culto/lenguaje popular o cotidiano, aspecto que algunos

    han visto como un adelanto de Tinianov y Jakobson22

    . Concluye el crtico peruano en

    que Gngora realiza con su obra la habilitacin del idioma castellano que con l entra

    en un proceso de renovacin lingstica. La transgresin del orden convencional de la

    frase est naturalizada en el discurso potico gongorino; no sobreimpuesta como

    disrupcin o anomala lingstica sino integrada al lenguaje en su funcin expresiva,

    propiamente potica.

    En todo caso, Espinosa Medrano se articula a la revisin del canon culterano

    proponindose como un interlocutor vlido en la disputa metropolitana. Su sofisticado

    discurso crtico no est exento, sin embargo, de nutridas referencias a la condicin

    marginal del intelectual de Indias. El Apologtico en favor de don Luis de Gngora se

    abre con el reconocimiento de su identidad perifrica. En las palabras dedicadas al

    lector de la Lgica, indica: Tarde parece que salgo a esta empresa: pero vivimos muy

    lejos los criollos y si no traen las alas del inters, perezosamente nos visitan las cosas de

    Espaa23

    . Y ms adelante:

    Ocios son estos que me permiten estudios ms severos:

    pero qu puede haber bueno en las Indias? Qu puede

    haber que contente a los europeos, que desta suerte dudan?

    Stiros nos juzgan, tritones nos presumen, que brutos de

    alma, en vano nos alientan a desmentirnos mscaras de

  • 19

    humanidad24

    .

    39

    Segn algunos, la rpida difusin que alcanz el Apologtico de Espinosa Medrano

    en Espaa no fue mayor a la que mereci en Roma su Philosophia Tomisthica,

    publicada en latn en 1688. El volumen correspondiente a la Lgica aborda

    agresivamente, en su Prefacio al lector el tema de la igualdad intelectual de europeos

    y americanos, a partir de una curiosa disquisicin geogrfica. El Lunarejo reafirma la

    idea de que los americanos gozan del privilegio de habitar el polo antrtico, que est en

    lo alto del cielo, o sea que es la parte superior y a la vez la parte diestra del Universo, e

    indica:

    Por consiguiente, los peruanos no hemos nacido en

    rincones oscuros y despreciables del mundo ni bajo aires ms

    torpes, sino en un lugar aventajado de la tierra, donde sonre

    un cielo mejor, por cuanto las partes superiores son

    preferibles a las inferiores y las diestras a las siniestras25

    .

    Y se pregunta:

    Conque para los peruanos las estrellas son diestras, y sin

    embargo su fortuna es siniestra. Y por qu? Slo porque son

    superados por los europeos en un slo astro, a saber, el

    augusto, ptimo y mximo rey Carlos [...] Alejados, pues, en

    el otro orbe, carecemos de aquel calor celestial con que el

    prncipe nutre, alienta, fomenta y hace florecer la excelencia

    y todas las artes. As pues no basta merecer los premios, la

    gloria, los honores debidos a esta excelencia (los cuales hay

    que buscar prcticamente en las antpodas, y aun as llegan

    tarde o nunca); hay que ser argonautas tambin. Pero sta es

    la vieja queja de los nuestros, y no cabe reiterarla aqu26

    .

    La queja y el reclamo, el tono reivindicativo y la arrogancia implcita en la

    apropiacin de los cdigos expresivos dominantes, son la modulacin de una conciencia

    crtica incipiente. An aplicada a elementos, como el culteranismo, que integraban el

    discurso cannico, esa conciencia crtica descubre en la tradicin hispnica inmediata

    40 su propia tradicin, pero al mismo tiempo descubre su posicin excntrica, desplazada, con respecto al objeto de su reflexin. Se equivoca Maritegui, por una vez,

    al interpretar que la literatura de la Colonia es un repertorio de rapsodias y ecos, si no

    de plagios y que textos como el Apologtico estn dentro de los parmetros cannicos

    de la literatura espaola27

    .

  • 20

    La potica de la lrica culterana, que el Lunarejo realiza a travs de su Apologtico

    se manifiesta as no solamente como un aporte al canon. Implica, al mismo tiempo, la

    voluntad de identificacin de un estilo hispanoamericano de poca, de claras

    connotaciones ideolgicas. Marca, como indicara alguna vez Jaime Concha, un

    primitivo momento de constitucin de una ideologa de las capas medias del Virreinato,

    en su grupo de letrados28

    , poseedores de cierta conciencia de elite cultural por el

    manejo de ese instrumento tcnico complejo constituido por el gongorismo. Finalmente,

    ese intento de smosis de los intelectuales del barroco virreinal con el humanismo

    renacentista no es tampoco casual. Forma parte de la cultura colonial de la poca, que

    tiene uno de sus pilares en el humanismo y la pedagoga jesuticos, propuesto como

    contramodelo de las tendencias disolventes del protestantismo. Pero el fenmeno es

    complejo. Es cierto, por un lado, que el gongorismo, tan extendido en Amrica, sirvi,

    por ejemplo, en manos de los jesuitas, como un pesado instrumento pedaggico,

    haciendo que los nios que deban aprender en las escuelas largas tiradas del poeta

    cordobs se apartaran de sus circunstancias inmediatas para sumergirse, mediante el

    espejismo seductor de las palabras, en la distante patria metropolitana29

    . Pero no es

    menos cierto tambin que el gongorismo, lejos de ser en todos los casos la lengua

    muerta del poder imperial, dio a muchos intelectuales del Barroco indiano un motivo de

    lucimiento y autoafirmacin, actuando, paradjicamente, como pretexto en el proceso

    de conformacin de la identidad cultural hispanoamericana, al menos en uno de sus

    sectores sociales.

    41

    En esa misma direccin es que debe entenderse tambin la participacin de muchos

    escritores de la poca en polmicas culturales que incluso trascendan el mbito

    peninsular. En el contexto de la Nueva Espaa el principal de ellos es probablemente

    Carlos de Sigenza y Gngora, relacionado por lnea materna con el poeta cordobs, ex

    jesuita y representante de la ms alta erudicin novohispana. Segn Irving Leonard,

    Sigenza y Gngora simboliza la transicin de la ortodoxia extrema de la Amrica

    espaola del siglo XVII a la creciente heterodoxia del siglo XVIII30

    . Su calidad de

    polgrafo se prueba en los temas de arqueologa e historia, poesa devota en estilo

    culterano, crnicas contemporneas, narraciones y escritos cientficos, pero su devocin

    ms constante fueron las matemticas y la astronoma. Fue cosmgrafo real, y se afirma

    que Luis XIV trat de atraerlo a la Corte francesa, por el prestigio de su instrumental y

    dominio cientfico. Manifiesta en diversos tratados su desacuerdo con el significado que

    los astrlogos atribuan a las manifestaciones astrales, consideradas por unos presagios

    de calamidades y, por otros, extraos compuestos en que se combinaba la exhalacin de

    los cuerpos muertos con la transpiracin humana. Sigenza y Gngora reacciona con su

    obra Belerofonte matemtico contra la quimera astrolgica (1692) en que afirma la

    superioridad del anlisis matemtico sobre el saber astrolgico, entrando tambin en

    polmica con el austriaco Eusebio Francisco Kino, jesuita de inmenso prestigio como

    matemtico y astrlogo. Sigenza y Gngora se queja del desdn con que los europeos

    pensaban en los conocimientos y avances cientficos de ultramar, diciendo:

    En algunas partes de Europa, sobre todo en el norte, por

    ser ms alejado, piensan que no solamente los habitantes

    indios del Nuevo Mundo, sino tambin nosotros, quienes por

    casualidad aqu nacimos de padres espaoles, caminamos

    sobre dos piernas por dispensa divina, o, que an empleando

  • 21

    microscopios ingleses, apenas podran encontrar algo

    racional en nosotros31

    .

    42

    Kino refuta a Sigenza y Gngora con su Exposicin astronmica, reafirmando la

    idea de que los cometas eran presagios de mal agero. Sigenza contesta con su Libra

    astronmica y filosfica, que sugiere claramente la heterodoxia del mexicano en su

    inters por llegar a la verdad natural: Yo por la presente sealo que ni su Reverencia,

    ni ningn otro matemtico aunque fuese Tolomeo mismo, puede establecer dogmas en

    estas ciencias, pues la autoridad no tiene lugar en ellas para nada, sino solamente la

    comprobacin y la demostracin32

    .

    Y se pregunta: Sera prudente para la inteligencia aceptar las enseanzas de otros

    sin investigar las premisas sobre las cuales se basan sus ideas?33

    .

    Sus escritos incluyen mltiples huellas de las teoras de Gassendi, Galileo, Kepler y

    Coprnico, as como referencias concretas a Descartes y atrevidas refutaciones al

    pensamiento aristotlico. Dice Sigenza y Gngora, en un escrito de 1681, en un tono

    que sonaba hertico a sus contemporneos: Aun Aristteles, el reconocido Prncipe de

    los Filsofos, quien por tantos siglos ha sido aceptado con veneracin y respeto, no

    merece crdito [...] cuando sus juicios se oponen a la verdad y a la razn34

    .

    Esta oposicin al autoritarismo escolstico y la apertura hacia la experimentacin

    no son, sin embargo, los nicos rasgos en la obra del pensador mexicano. En su obra

    asoma tambin un orgullo criollo arraigado no slo en el dominio del pensamiento

    cientfico sino en las fuentes histricas del pasado prehispnico, como en sus Glorias de

    Quertaro (1688) donde describe el mundo indgena como ingrediente de la tradicin

    criolla35

    . Tambin en su Teatro de las virtudes 43 polticas que constituyen a un prncipe (1680) se refiere a los antiguos reyes indios como ejemplos para sus

    contemporneos. Su sincretismo cultural articula la mitologa griega, las Sagradas

    Escrituras, la cultura indgena y las ideas y mtodos ms avanzados de la ciencia

    europea como partes de una cosmovisin protonacional que convierte el Barroco de

    Indias en un producto original, articulado activamente a la circunstancia histrica de la

    Colonia y a las condiciones concretas de produccin cultural en la Nueva Espaa. En la

    obra de Sigenza y Gngora, como en la de el Lunarejo (como antes en el Inca

    Garcilaso) aparece concretamente el concepto de patria casi siempre en contextos

    donde sirve como elemento diferenciador con respecto a la indiferencia arrogante de los

    europeos, y para identificar un proyecto cultural que no se extenda an mucho ms all

    de los lmites reivindicativos del sector criollo ni descartaba todava la matriz espaola.

    La conceptualizacin y la retrica barrocas, que en la Pennsula legitimaban un sistema

    de poder que comenzaba a resquebrajarse, sirven en Amrica al proceso creciente de

    consolidacin de formas de conciencia social de la oligarqua criolla que tiene en un

    buen sector del grupo letrado a sus intelectuales orgnicos.

    En varias vertientes la reelaboracin indiana del Barroco deja sus huellas en la

    literatura, y cada una de estas vertientes merecera un estudio detenido. Una de ellas

    tiene que ver con la asimilacin del cartesianismo interiorizado como instrumento poco

    visible de racionalizacin y punto de apoyo para la construccin del ser social36

    . Otra

  • 22

    vertiente podra perseguirse en la utilizacin de ciertos tpicos, como el tpico del viaje,

    por ejemplo, que adquiere el sentido de una recuperacin crtico-satrica del espacio

    marginal. Una tercera lnea 44 de reflexin es la que abre la utilizacin del yo en el discurso literario del periodo. En Infortunios de Alonso Ramrez (1690) de Sigenza y

    Gngora, considerada una de las primeras novelas americanas, la ficcin autobiogrfica

    se quiebra al final de la narracin, en que el autor hace aparecer su propio nombre en

    boca de su personaje, para canalizar a travs suyo, ante el virrey, un reclamo personal.

    Alonso Ramrez, el personaje de rasgos picarescos, menciona los cargos de Sigenza y

    Gngora como cosmgrafo real y catedrtico de matemticas de la Academia Mexicana

    indicando que ttulos son estos que suenan mucho y valen muy poco, y a cuyo

    ejercicio le empea [a Sigenza y Gngora] ms la reputacin que la conveniencia37

    .

    El Barroco de Indias redimensiona as procedimientos, tpicos y mtodos de

    estructuracin discursiva, de acuerdo con el proyecto cultural del intelectual criollo,

    segn sea su articulacin dentro de la totalidad social del virreinato. En sor Juana Ins

    de la Cruz el discurso autobiogrfico se integra en la prosa epistolar como una

    prefiguracin de la identidad social y de la alteridad represiva del interlocutor. El

    ejemplo de sor Juana es, en este sentido, el ms rotundo, porque en ella convergen una

    actualizacin precisa del cdigo barroco y una conciencia aguda de la marginalidad, de

    profunda vigencia en nuestros das.

    Si, por un lado, el Primero Sueo es considerado una manifestacin ultrabarroca

    del verso colonial38

    , otros de sus escritos dejan al descubierto una relacin ms tensa y

    beligerante con el medio social del virreinato. El soneto tradicionalmente conocido

    como A su retrato, de notoria elaboracin gongorina, en que el hablante lrico plantea

    el problema del tiempo y la identidad, ha sido visto como una expresin de la

    ambivalencia social del criollo mexicano, una recomposicin, entonces, del tpico del

    engao a los ojos articulado a la problemtica social novohispana39

    .

    45

    La produccin epistolar de sor Juana tiene, en este sentido, un carcter mucho ms

    explcito, aunque provisto de una elaborada retrica. All la monja impugna el carcter

    restrictivo del discurso escolstico, lo cual era posible no slo por el inters creciente

    que despertaban las disciplinas cientficas y la literatura profana, que socavaban ya las

    bases de la ortodoxia, sino porque, en trminos ms generales, el principio de orden y

    regulacin social sobreimpuesto a la sociedad novohispana ya era pasible de ser

    impugnado. El estudio de las estrategias retricas de la Carta de Monterrey, de sor

    Juana, por ejemplo, deja al descubierto de qu modo un texto de esas caractersticas

    logra asediar las bases del orden virreinal y deconstruir sus principios de legitimacin40

    .

    Pero quiz lo ms notorio, en esta carta de la monja mexicana tanto como en su famosa

    Respuesta a sor Filotea, diez aos posterior, es la posicin triplemente marginal desde

    la cual la monja denuncia el mecanismo autoritario en la sociedad virreinal. En efecto,

    sor Juana habla como mujer, como intelectual y como subalterna en la categora

    eclesistica novohispana, y desde esos tres frentes, a travs de lo podra llamarse su

    retrica de la marginalidad, sor Juana realiza un verdadero desmontaje del discurso

    hegemnico. La Carta de Monterrey dirigida a Antonio Nez de Miranda, confesor

    de la Dcima Musa y calificador de la Inquisicin, se refiere principalmente al problema

    de su productividad literaria, que le era reprochada a la religiosa como un apartamiento

    de la devocin eclesistica. Ms que una defensa, su texto es una impugnacin a los

  • 23

    acusadores. Hay alusiones constantes a la censura y la represin social, cuando ella

    alude a ese tan extrao gnero de martirio al que es sometida, y a las pungentes

    espinas de persecucin, que resultan en la autocensura, como interiorizacin del

    mecanismo autoritario: Qu ms castigo me quiere Vuestra Reverencia que el que

    entre los mismos aplausos que tanto se duelen tengo? De qu envidia no soy blanco?

    De 46 qu mala intencin no soy objeto? Qu accin hago sin temor? Qu palabra digo sin recelo?

    41.

    Pero los frentes de impugnacin desde los que se sita el hablante epistolar de la

    Carta de Monterrey superan la circunstancia individual, y se definen ms bien como

    parte integrante de la totalidad virreinal. El hablante del texto de Monterrey es, ante

    todo, representativo, al igual que el interlocutor epistolar construido al interior del texto.

    Sor Juana da, entre otros, el testimonio de la intelectual, enfrentada a la unicidad

    masculina del discurso ortodoxo, y denuncia:

    [...] que hasta el hacer esta forma de letra algo razonable

    me cost una prolija y pesada persecusin, no por ms de

    porque dicen que pareca letra de hombre, y que no era

    decente, conque me obligaron a malearla adrede, y de esto

    toda esta comunidad es testigo42

    .

    La cita enfoca un elemento de valor simblico, paradigmtico: la letra como unidad

    mnima del texto, la grafa como la forma de expresin individual ms directa e

    inalienable, la prctica escritural como reducto final a partir del cual el ser social se

    reconoce como sujeto participante dentro de la dinmica disciplinaria del sistema: sor

    Juana lo cita como evidencia extrema del avasallamiento de que es objeto todo discurso

    que transgrede su marginalidad amenazando la hegemona del discurso dominante,

    masculino, exclusivista, inquisitorial.

    Sera posible desarrollar extensamente estos aspectos referidos a la retrica y

    estrategia discursiva a la vez tan notorios y sutiles en el texto de sor Juana. Valga como

    resumen de lo anterior, sin embargo, mencionar solamente que el texto invierte la

    mecnica de la confesin y esgrime la mejor prosa barroca en defensa de los aspectos

    que el discurso hegemnico marginalizaba, creando una dinmica de opuestos: literatura

    sagrada/literatura profana, dogma/libre albedro, fe/razn, esfera pblica/esfera privada,

    determinismo/voluntad, 47 que remite a otras anttesis en el plano de la historia poltica: hegemona/subalternidad; centro/periferia. Esas anttesis exponen, en sus

    manifestaciones diversas, la tensin ideolgica de la poca; revelan la mecnica del

    poder, su derivacin autoritaria y su ejercicio megalomanaco. Ms que una dinmica

    oximornica estas oposiciones exponen la dialctica epocal del virreinato, su mecnica

    de regulacin y transgresin que culminara en la sntesis auspiciada por el pensamiento

    iluminista. Para llegar a esa sntesis histrica que fue la Independencia -apertura a otras

    contradicciones ideolgicas- fue necesario que Barroco y conciencia criolla operaran,

    un siglo antes, como tesis y anttesis de una ecuacin histrica que tuvo como resultado

    la produccin histrica del sujeto social hispanoamericano. Del Barroco no deriva en

    Amrica una literatura meramente mimetizada al canon europeo. Siguiendo un ejemplo

    de Cspedes del Castillo43

    (que retomo aqu libremente) podemos recordar que las

    iglesias de Mxico o del Per exponen, sin duda, la pasin ornamental del Barroco

  • 24

    espaol, pero el tezontle, piedra volcnica muy roja, les da un carcter diferente en

    Mxico, igual que la piedra blanqusima y porosa de Arequipa, tan fcil de labrar, anula

    la pesadez arquitectnica de los modelos espaoles. Como indica ese autor, la

    construccin se hace ms ventilada en zonas tropicales o incorpora la quincha, caa y

    barro, en zonas ssmicas. Pero tampoco se trata de meras modificaciones formales,

    porque los altares de esas iglesias, en un raro sincretismo, combinan a su vez las

    imgenes sagradas con la escultura indgena, la flora y la fauna locales y las

    supersticiones y mitos vernculos, de modo que el barroco puede ser percibido como un

    instrumento sobreimpuesto, que vehiculiza la expresin de una cultura subalterna pero

    presente, o mejor dicho, sobreviviente. Es una sntesis histrica y artstica, no una

    ecuacin matemtica. La totalidad no es igual a la suma de las partes que la componen.

    El producto cultural resultante es dependiente de sus fuentes pero original en s mismo,

    y expresa las condiciones reales de produccin cultural, y la ubicacin social del

    productor. Y lo que es ms importante, se pone al servicio 48 de otros intereses poltico-sociales, diferentes de aquellos que aseguraron el surgimiento y prolongacin

    de la cosmovisin imperial. Barroco y conciencia criolla son estructuras culturales e

    ideolgicas en dilogo, interdeterminantes, y la literatura quiz la forma en que mejor se

    expresa la transicin del reino de Dios al reino de los hombres y mujeres que estn en

    la base de nuestras nacionalidades actuales.

    Para la oligarqua criolla del siglo XVII y su sector letrado, el Barroco es, como

    dijimos, un modelo expresivo, la imagen y el lenguaje del poder, al que se puede

    venerar o subvertir, segn el grado de conciencia alcanzado. A travs suyo se escucha la

    voz de la escolstica, la potica aristotlica y las formas de composicin gongorinas44

    .

    La apropiacin de ese modelo es, en gran medida, simblica. Y reivindicativa. Toma

    connotaciones polticas cuando esos modelos dominantes adquieren, digamos, opacidad,

    llamando la atencin sobre s mismos; cuando lo que importa no es ya, solamente, las

    formas o grados de apropiacin del canon, sino los valores que ese canon

    institucionaliza, juzgados desde la perspectiva de un sector con conciencia de s. En este

    caso se trata del sector criollo, que afirmado a la vez en la herencia, la riqueza y la

    territorialidad, pugnaba por el reconocimiento social, la participacin poltica y la

    autonoma econmica. Esa pugna cristaliza en proyectos sociales diversos, a veces

    divergentes, que en trminos generales coincidan en torno a un objetivo comn, que a

    mediados del siglo XVII pareca an un sueo, un horizonte utpico. El Lunarejo lo

    expresa en el Prefacio al lector de la Lgica con palabras que hubieran podido

    suscribir muchos escritores de siglos posteriores: Pues los europeos sospechan

    seriamente que los estudios de los hombres del Nuevo Mundo son brbaros [...] Ms

    que si habr demostrado que nuestro mundo no est circundado por aires torpes, y que

    nada cede al Viejo Mundo?45

    .

  • 25

    49

    Para una relectura del Barroco hispanoamericano:

    problemas crticos e historiogrficos

    Creo que no es errado afirmar que el Barroco es uno de los periodos de la historia

    literaria y cultural de Hispanoamrica que reclama ms urgente revisin. Por un lado, la

    proliferacin de estudios monogrficos sobre temas y obras del periodo demuestra un

    notorio inters por parte de la crtica en esa etapa de la historia cultural del continente.

    Esta dedicacin al Barroco no ha resultado, sin embargo, en la produccin de estudios

    globales, de reinterpretacin y anlisis del significado de la produccin barroca como

    parte del desarrollo histrico-cultural hispanoamericano. Los estudios parciales que han

    visto la luz en las dos ltimas dcadas no impugnan casi nunca la periodizacin o los

    criterios historiogrficos que han fijado el Barroco a las etapas del proceso imperial, con

    prescindencia de los avatares histricos y las condiciones poltico-sociales americanas.

    Incluso desde el ala de la crtica sociohistrica, la sobreenfatizacin de la teora

    dependentista, por ejemplo, oscureci, a mi juicio, buena parte del proceso propio de las

    nuevas formaciones sociales americanas. Las innovaciones crticas que muchas veces

    aparecen en estudios actuales sobre temas o autores barrocos no alteran as la

    continuidad de vicios conceptuales y desviaciones ideolgicas acerca del periodo. La

    ampliacin del canon colonial no cambia an la matriz interpretativa global. Por otra

    parte, la diversidad de direcciones desde la que se ha enfocado el Barroco ha terminado

    por confundir los campos de anlisis, ha oscurecido tanto el objeto como los objetivos

    de esta rea de los estudios coloniales. El precioso catlogo de disparates al que se

    refiriera hace aos Jaime Concha aludiendo a la crtica existente sobre el corpus

    colonial, 50 tiene su principal fuente de ingresos en el nivel metodolgico. Este oscila entre el reduccionismo y la expansin ad infinitum de las categoras de anlisis,

    entre el eurocentrismo y el tropicalismo, entre el dependentismo y la crtica intrnseca,

    apegada a su ideal de desconstruir epifenmenos culturales.

    En estas notas quiero, en primer lugar, esbozar algunas de las posiciones desde las

    que se ha abordado el tema del Barroco americano, para delinear de alguna manera el

    mapa de los estudios sobre el periodo. En segundo lugar, mencionar algunos de los

    problemas a los que se enfrenta, necesariamente, la crtica que trata del Barroco. En

    tercer lugar, deseo incluir algunas de las bases que podran servir, a mi juicio, para

    elaborar una propuesta crtica para la reinterpretacin del Barroco hispanoamericano.

    La cuestin del Barroco

    El Barroco ha permanecido en el inters de la crtica y la historia del arte

    hispanoamericanos por razones diversas, quiz principalmente por la conciencia, muy

    clara en algunos casos, de que nos encontramos frente a un tema a la vez crucial y mal

    resuelto por los estudios existentes hasta ahora. Las causas de ese inters en el Barroco

    son, en todo caso, muy variadas, y no siempre parten como podra pensarse, del

    reconocimiento per se del valor esttico de la produccin del periodo. Quiero indicar

    aqu, someramente, cules son algunas de las trincheras crtico-ideolgicas desde las

    que se ha asediado este periodo crucial del desarrollo cultural hispanoamericano, y

  • 26

    cuyas divergencias han llegado a configurar lo que hoy puede reconocerse como la

    cuestin del Barroco.

    El Barroco, periodo fundacional. Considerado una de las etapas fundacionales de

    la literatura hispanoamericana, el Barroco encierra para muchos los orgenes de la

    identidad mestiza y la condicin colonial de Hispanoamrica. Por un lado, volver a l

    significa, en muchos casos, interrogarse acerca de nuestras races culturales,

    preguntarse, con un inters retrospectivo, sobre los orgenes de problemticas actuales,

    51 que permanecen irresueltas. A partir de cuestiones como las del realismo o lo real maravilloso, los orgenes de la novela, la crnica o el testimonio, la identidad

    hispanoamericana y el surgimiento de los nacionalismos, se llega en muchos casos al

    Barroco viendo en l una especie de piedra fundamental de muchos temas y problemas

    que la actualidad hispanoamericana no alcanza a resolver. La ampliacin del canon

    colonial, uno de los tradicionalmente ms restringidos en nuestra historia literaria, es

    resultado de esta operacin historicista, que reivindica los orgenes de la cultura

    hispanoamericana al interior de esa misma cultura, promoviendo una lectura de los

    procesos culturales continentales en su peculiaridad histrica.

    El Barroco, cultura clsica. En otros casos, la recurrencia crtica sobre el

    Barroco surge de otros supuestos menos compatibles que el anterior, muy arraigados,

    sin embargo, en buena parte de los estudios literarios hispanoamericanos,

    especficamente de los coloniales. Partiendo de premisas sentadas por el liberalismo

    burgus en el siglo pasado, muchos estudios actuales de la literatura colonial consideran

    que el Barroco corresponde al periodo ms clsico de las letras hispanoamericanas,

    ya que aparece contaminado por el prestigio indiscutido de los modelos metropolitanos.

    No es infrecuente, as, ver integrado al currculo de los cursos o manuales de literatura

    espaola autores como sor Juana Ins de la Cruz o Juan Ruiz de Alarcn. La excelencia

    literaria de estos autores, a quienes la visin eurocentrista beneficia con su inclusin en

    el Parnaso universal del clasicismo, permite pasar por alto la casualidad histrica de su

    condicin colonial, que aparece, ms bien, desde esta perspectiva, como un obstculo

    bien superado por estos exponentes excepcionales de la cultura hispnica. Esta

    perspectiva asume, as, una posicin reflejista, que por supuesto no se agota en los

    estudios coloniales, realizando una lectura precondicionada por los cdigos expresivos

    metropolitanos, y descartando como no cannicos todos los textos que rompen este

    esquema de dependencia expresiva.

    Barroco, barroquismo, neobarroco. Otros autores, por su parte, se interesan

    en el tema del Barroco porque el mismo provee, ms all 52 de los lmites de su canonizacin crtico-historiogrfica, un rtulo vagamente asociado con el sistema de

    preferencias temticas y estilsticas que el Barroco formaliz en su momento. En

    efecto, la denominacin de barroco aparece hoy da aplicada a los ms variados

    productos culturales, en diferentes pocas. Los autores que recurren a esta utilizacin

    del trmino, son en general escritores ellos mismos, y realizan una aproximacin

    espontnea y voluntarista a la literatura continental, no exenta, en algunos casos, de

    ricas sugerencias. En este sentido deben ser entendidas las reflexiones de Lezama Lima

    cuando habla de La curiosidad barroca o las consideraciones de Carpentier en Tientos

    y diferencias o la teorizacin de Severo Sarduy u Octavio Paz, aun cuando en cada caso

    podra verse una diversa utilizacin crtica e ideolgica del concepto de barroco. Esta

    posibilidad de extensin metafrica del termino barroco se produce tambin con

    otros cdigos expresivos (realismo, romanticismo, vanguardia, por ejemplo). Adems

  • 27

    de que el procedimiento trivializa y en gran medida tiende a la desemantizacin del

    trmino, creo que ese recurso de extensin metafrica tiene consecuencias de tipo

    ideolgico, que no cabe desarrollar en estas notas. Baste indicar, solamente, de qu

    modo en muchos casos se articula ese supuesto barroquismo de la cultura

    hispanoamericana a una concepcin tropicalista de nuestros pases. Barroquismo se

    asocia, en efecto, a una condicin intrnseca de Amrica Latina, facilitando paralelos

    entre barroquismo, exhuberancia geogrfica, volubilidad poltica, por ejemplo.

    El Barroco, ideologa hegemnica. Desde el ala de los estudios sociohistricos e

    ideolgicos de la literatura hispanoamericana, la cuestin del Barroco es abordada

    con el siguiente fundamento: El Barroco ofrece, en la historia literaria

    hispanoamericana, la primera oportunidad de estudiar el modo en que un cdigo

    expresivo, articulado a formas bien concretas e institucionalizadas de dominacin, es

    impuesto como parte del sistema hegemnico y asimilado en las formaciones sociales

    del mundo colonial. El estudio del Barroco nos permite la aplicacin de la teora

    marxista en sus variantes althusseriana y gramsciana con respecto a los conceptos de

    aparatos ideolgicos 53 de Estado y hegemona, por ejemplo, y nos remite a la temtica del colonialismo en su manifestacin ms ortodoxa. Doy aqu algunos

    ejemplos de esta orientacin crtica. Las tres primeras citas corresponden a Leonardo

    Acosta: El Barroco fue un estilo importado por la monarqua espaola como parte de

    una cultura estrechamente ligada a su ideologa imperialista. Su importacin tuvo, desde

    el principio, fines de dominio en el terreno ideolgico y cultural46

    .

    En seguida el mismo autor se pregunta -claro- por qu, entonces, el tema del

    Barroco merece tanta atencin, e indica:

    Ante la existencia de problemas mucho ms apremiantes

    -incluso en el plano cultural-, tales como los que plantea la

    creciente penetracin yanqui en la Amrica Latina, el tema

    del barroco colonial o neocolonial no parece merecer tanto

    espacio ni tan prolfica argumentacin47

    .

    Y se contesta: Sin embargo, la importancia del tema resalta cuando lo insertamos

    en su verdadero contexto, el de la ideologa hispanizante que surgi en nuestra Amrica

    a fines del siglo pasado y en cuyos lazos cayeron no pocas figuras ilustres de la poltica

    y las letras48

    .

    Jaime Concha, por su parte, indica que

    [...] lo caracterstico de la poesa barroca en el

    continente es que la renovacin gongorina [...] se pone al

    servicio de intenciones claramente apologticas del orden

    colonial, especialmente de una superestructura administrativa

    civil y eclesistica. Lo que en la metrpoli fue un impulso de

    liberacin cultural llevado hasta lmites extremos de las

    posibilidades del lenguaje, se convierte en la Colonia en un

    vehculo de poesa devota, de reverencia hagiogrfica49

    .

  • 28

    54

    A partir de la aplicacin de este modelo de anlisis, puede interpetarse as la

    hi