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Lu is García Montero El oficio de contar l as cosas

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  • Luis GarcíaMontero El oficio de contar las cosas

  • En esta publicación se recoge el conteni-

    do del debate “el ofi cio de contar las

    cosas”, celebrado el 26 de febrero de

    2019 en Sevilla, en la sede del Consejo Audiovi-

    sual de Andalucía.

    En este debate, enmarcado en el ciclo de con-

    ferencias Diálogos en el CAA, participó el

    director del Instituto Cervantes, Luis García

    Montero, quien centró su intervención en la

    responsabilidad del ofi cio del periodista y la

    importancia del periodismo para la calidad

    democrática. El escritor granadino reivindicó

    unos medios de información públicos indepen-

    dientes con fi nanciación asegurada.

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    diálogos en el caa

    Presentación

  • 4 • Luis García Montero

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    Presentar a una persona muy conocida en un ámbito como este es francamente difí-cil. ¿Qué decir de alguien que colabora a menudo en medios de comunicación, que publica versos que leen miles y miles de personas, que -además- tiene ahora en sus manos el cuidado de la lengua materna de casi 600 millones de personas?

    Podría desgranarles ahora  algunas notas de su extensísimo currículum de catedráti-co, con abundantes obras de investigación o crítica de la literatura. O podría decirles

    que es el ganador de los premios literarios más importantes de España. O que ha reci-bido honores como el de ser Hijo Predilec-to de su tierra, de Andalucía, un reconoci-miento que por sí solo justifi caría una vida para cualquiera de nosotros, de los demás mortales.

    Todos estos méritos, sin embargo, no han convertido a nuestro invitado de hoy en un poeta, creador, encerrado en una torre de marfi l, sino todo lo contrario. Luis vive a pie de calle, implicado en lo cotidiano. Y de he-

    Presentación

    Luis GarcíaMonteroEl oficio de contar las cosas

    Sevilla, 26 de febrero de 2019

  • 6 • Luis García Montero

    cho, creo que uno de los rasgos que mejor le describen es su compromiso. Compro-miso político y ciudadano desde un talante sereno, dialogante, constructivo e intere-sado en la opinión y el sentir del otro, es decir: la empatía.

    Y ciertamente, estos valores -compromi-so, empatía y, añado, verdad- son ahora más que nunca imprescindibles en los me-dios de comunicación. Voces como la suya contribuyen a serenar el estridente griterío en el que parece haberse convertido de un tiempo a esta parte el debate público so-bre cualquier asunto o controversia.

    Podría hablarles algo más personalmente de lo que saben quienes le conocen bien: que es un hombre que cultiva de forma especial la amistad, que es enormemente generoso, que es simpático, o que en Rota tiene su refugio veraniego. Podría decirles muchas cosas de Luis García Montero para presentarlo, pero creo que no hay nada mejor que las personas hablemos por no-sotras mismas.

    Si ustedes entran en su página web, donde se recoge el testimonio de sus obras, de lo que escribe, los simples títulos de sus últi-mos artículos de prensa, le dirán ya quién es Luis, qué tiene en la cabeza, qué le duele y qué soluciones reclama para lo que ocu-rre a su alrededor. Vean si no, estos últimos títulos: Invitación a la alegría, Triste España sin ventura; Cuando la política se nos va de las manos; Llamo a los poetas o a quien haga falta ¿No les dicen a ustedes estos títulos, por sí solos, quién es Luis García Montero, y qué bulle en su cabeza?

    Pero Luis es, sobre todo, el poeta de la sen-sibilidad y del amor. El que escribe versos

    sencillos que nos abren de par en par, el que dice “Si alguna vez la vida te maltrata, acuérdate de mí, que no puede cansarse de esperar aquel que no se cansa de mi-rarte”.

    Luis es el poeta que no solo ha sido ca-paz de crear versos bellísimos del querer cotidiano sino que ha ido mucho más. En uno de sus poemas dice “Si el amor, como todo, es cuestión de palabras, acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma”.

    Luis ha ido mucho más allá y ha sido capaz de crear él mismo un idioma, el de la sen-timentalidad, el de la experiencia hecha verso.

    Como he dicho antes, y con esto termino, es el poeta que no se contenta con serlo sino que quiere serlo como ciudadano compro-metido. Es también el que constantemen-te nos recuerda que aprendimos muy bien los lemas revolucionarios de la igualdad y la libertad, pero que pasamos de largo de aquello que los puede hacer efectivos, que olvidamos demasiado a menudo la fraternidad o la sororidad que nos obliga a mirarnos a los ojos, a darnos las manos y a reconocernos y a respetarnos, no a pesar, sino gracias a nuestras diferencias.

    En fi n, déjenme que termine de hablarles de Luis simplemente diciendo que en él encajan a la perfección las palabras de An-tonio Machado: “Hay dos clases de hom-bres: los que viven hablando de las virtudes y los que se limitan a tenerlas”.

    Emelina Fernández SorianoPresidenta

    Consejo Audiovisual de Andalucía

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    diálogos en el caa

    Luis García Montero

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    diálogos en el caa

    uchas gracias, la verdad es que es un honor estar aquí hablando en el Con-sejo Audiovisual de Andalucía y es un placer tener una presentación como la que me ha hecho su presidenta, mu-chas gracias y espero estar a la altura en mis refl exiones.

    Unas refl exiones que yo quiero hacer al mismo tiempo como poeta, como director del Instituto Cervantes en las responsabilidades que ahora tengo, pero también como persona que des-de hace mucho tiempo colabora en los medios de comunicación y está con-vencida de que la prensa o la comu-nicación es un eje fundamental de la sociedad democrática.

    M

    Luis García Montero

  • 10 • Luis García Montero

    A mis notas de trabajo les puse el título de “El ofi cio de contar las cosas” por-que me acordé, al hacer memoria, de dos títulos que me parecen signifi cati-vos y que querría traer aquí.

    El poeta catalán Joan Margarit publicó un conjunto de artículos con el título Un mal poema ensucia el mundo, para los que creemos que la vocación, el mun-do del trabajo es el primer ámbito de compromiso con una sociedad, hacer bien o mal el trabajo tiene una dimen-sión social y una responsabilidad social.

    Un mal poema ensucia el mundo para alguien que se toma en serio la poesía y algunas de las cuestiones que quie-ro plantear aquí tienen que ver con la vocación y la responsabilidad del ofi -cio del periodista. Y por eso me acordé de una famosa frase de Albert Camus: “Contar mal las cosas es incrementar las desgracias del mundo”.

    Si yo voy a llamar a la responsabilidad de la prensa es porque estoy conven-cido de que no es lo mismo tener un empleo que tener un ofi cio o una vo-cación. El empleo nos permite llegar a fi n de mes, pagar las facturas, pero la verdadera fortuna, lo que genera civis-mo y sentimiento democrático es que ese empleo sea también una vocación, sea un ofi cio que nos permita realizar-nos como personas y que nuestra rea-lización esté en el mayor ámbito de compromiso con la sociedad. En este

    sentido voy a recordar mucho a lo lar-go de mis consideraciones a Albert Ca-mus, que es uno de mis santos laicos, de la gente que me acompaña y que en el momento en que vivimos pues me parece que debemos recordar cons-tantemente.

    Hay otros momentos donde se puede recordar otro tipo de referencia, en la literatura, en la poesía hubo un mo-mento del éxito de la Revolución So-viética, cuando se puso en marcha la revista Octubre, cuando se acercaron al Partido Comunista autores como Rafael Alberti, María Teresa León, Luis Cernuda, Huidobro, se hablaba de ten-sión revolucionaria. Pues yo creo que ahora estamos en un momento en el que hay que hablar de tensión demo-crática para dar respuestas al mundo en el que vivimos y Albert Camus, para mí, es uno de los puntos de referencia fundamentales del pensamiento libre en cuanto tensión democrática.

    Confi eso también, por seguir con las aclaraciones, que esa necesidad de unir la voluntad de contar las cosas a través de la poesía fue desde mi educación sentimental inseparable de la dimen-sión democrática.

    Yo empecé a sentirme poeta o a que-rer ser poeta cuando descubrí un libro de Federico García Lorca, sus Obras Completas de la editorial Aguilar, en la biblioteca de mis padres en Granada,

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    diálogos en el caa

    en los años sesenta y el sentirme poe-ta, por la propia historia de Lorca lo que simbolizaba en Granada fue insepara-ble de la conciencia democrática y de la responsabilidad histórica ante las cosas y los acontecimientos.

    Y en este sentido, por seguir con Albert Camus, voy a recordar un famoso edi-torial que escribió en agosto de 1944 en el periódico de la Resistencia Combat, que él dirigió, bajo el título Crítica de la nueva prensa y decía “Pensábamos que un país vale a menudo lo que vale su prensa”.

    Creo que tener esta idea ahora es una urgencia de primera necesidad, la dig-nidad de la prensa es inseparable de la dignidad democrática, y de ahí que me parezca fundamental tener con-ciencia de cómo se cuentan las cosas y qué tareas se asumen al contar las co-sas, o bien desde la poesía, o bien des-de la crónica periodística. Quizá estoy explicando un poco por qué desde el principio mi voluntad de poeta me lle-vó a colaborar con el periódico Ideal, El Diario de Granada, Público, El País, Infoli-bre, Radio Nacional, Canal Sur, Cadena Ser… para mí ha sido inseparable la di-mensión cívica que permite la comuni-cación en la prensa del trabajo literario.

    Y quisiera hacer otra aclaración que tiene que ver también con las enseñan-zas de Albert Camus, ya que estamos hablando de estas cosas, confesaré

    La dignidad de la prensa

    es inseparable de la

    dignidad democrática,

    y de ahí que me parezca

    fundamental tener

    conciencia de cómo

    se cuentan las cosas y

    qué tareas se asumen

    al contar las cosas,

    bien desde la poesía o

    bien desde la crónica

    periodística.

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    que me gusta más hablar de poetas comprometidos que de poesía com-prometida, y es una distinción que le ha ido dando sentido a algunas de mis decisiones en la vida. Yo creo que toda poesía es histórica, que todo trabajo, todo ofi cio es histórico porque está implicado en la realidad, tiene una di-mensión social y por ejemplo cuando yo escribo poesía e intento acercarme a la realidad humana, soy muy consciente de que vivo en un mundo donde la ex-periencia humana está siendo sustituida por mundos virtuales para borrar la con-ciencia histórica.

    Comprometerme poéticamente no es hablar de una huelga general, o de un problema constitucional, reivindicar una palabra que intenta encarnarse en la experiencia humana, llevar una con-ciencia histórica de carne y hueso, me parece una decisión política más allá del contenido superfi cial.

    Y yo creo en que un intelectual, un poeta, puede ser una persona compro-metida, pero me gusta más hablar de eso, de poetas comprometidos, que de poesía comprometida porque ese con-cepto de poesía comprometida suele simplifi car, de manera muy obscena a veces, las cosas.

    Las buenas causas no justifi can un mal trabajo, yo lo tengo claro. Y muchas veces de manera obscena, las buenas

    causas pretenden justifi car panfl etos, si se refi eren a la poesía o sectarismos, o justifi cación de consignas que se ale-jan de la verdad y desde la honestidad. A veces las buenas causas son una jus-tifi cación para perder la autocrítica, yo estoy acostumbrado, por ejemplo, a encontrarme con gente que dice yo no he triunfado en la poesía por mi com-promiso social, porque no me he ven-dido al capitalismo y nadie se plantea que a lo mejor no has triunfado en la poesía porque eres un mal poeta, no porque el mundo conspire contra ti, o porque tú representes una buena cau-sa perseguida.

    Claro, nadie razonablemente puede ser colonialista en el siglo XXI, pero yo es-toy acostumbrado en las universidades norteamericanas a que el colonialismo se convierta en una denuncia o en una calumnia por un grupo o por un lobby de presión para evitar que se explique a Quevedo en la universidad, cuando hay que explicar, por ejemplo, a un poeta joven argentino porque se debate de pronto que seguir hablando de litera-tura española es seguir alimentando un colonialismo y que lo que se lleva ahora es ser anticolonial y acallar la li-teratura española para apoyar el lobby de presión de la persona argentina o de la persona boliviana que a lo mejor no está formada universitariamente, pero necesita quitarse de en medio al profe-sor español para colocarse él.

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    diálogos en el caa

    He visto que las buenas causas dan con frecuencia posibilidades a gru-pos de presión, a lobbies, a clientelis-mos, a sectarismos que lo que hacen fi nalmente es envenenar esas buenas causas por intereses privados y en ese sentido, aclaro también, que la vida me ha enseñado a hablar con mucha ale-gría de compromiso político, de poe-sía comprometida, más que de poetas comprometidos.

    Hago todas estas consideraciones por-que creo que se trata de meditar sobre el ofi cio de contar las cosas para no en-suciar el mundo y por lo que se refi ere al momento que vive la prensa hay que asumir que vivimos en un momento de crisis y de crisis democrática.

    En primer lugar la crisis de la prensa es la consecuencia de una transformación económica que ha hecho del periodis-mo un espacio de precariedad laboral muy insultante. La precariedad labo-ral ha afectado de manera enorme al periodismo y esta precariedad laboral es también un caldo de cultivo para la pérdida de libertad, para la pérdida de autoridad, para la posibilidad de defen-der la dimensión social del ofi cio frente al empleo coyuntural o lleno de difi cul-tades. A la precariedad laboral se le ha unido toda la transformación tecnoló-gica, la llegada de eso que se llama la tercera revolución industrial a través de la informática, que está cambiando las

    costumbres y los territorios de discu-sión.

    Considero, y me gustaría insistir en ello, que no hay periodismo decente sin pe-riodistas decentes y que es fundamen-tal reivindicar la dignidad del ofi cio. Yo creo que los estados tienen que crear espacios de meditación sobre la infor-mación, espacios de meditación y de análisis sobre la situación de la prensa, pero al mismo tiempo creo que es muy peligrosa la tentación de controlar des-de el poder, o limitar desde el poder la libertad de prensa. Todo lo que ha su-puesto una limitación de la libertad de prensa ha acabado derivando en expe-riencias totalitarias que han degradado el ofi cio del periodismo.

    Pero la libertad tampoco asegura la dignidad del ofi cio y en ese sentido me parece que hay que insistir en que la decencia del periodismo exige pe-riodistas decentes y responsables, que se responsabilicen de su trabajo y lo vivan como una vocación por muy mal que esté la situación laboral y por muy difícil que estén poniendo las cosas las transformaciones tecnológicas. La ver-dad es que se vive en un espectáculo democrático bochornoso por lo que se refi ere a la prensa, las noticias falsas imperan en las redes sociales, todo el mundo opina sin saber realmente de lo que está opinando, se trabajan calcu-ladamente las calumnias y por mucho

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    que la comunidad europea esté pen-sando mecanismos para responder a las calumnias y a la manipulación de las falsas noticias, la verdad es que están cayendo gobiernos o se están ganando elecciones a costa de alimentar con fal-sas noticias identidades cerradas que tienden a ver peligros donde no existen.

    En esa época, que se ha dado en llamar posverdad y que en el fondo no es más que la mentira de siempre adaptada a las transformaciones tecnológicas con las que cuenta el mundo de hoy, y, como digo, no creo que esto lo pueda arreglar ningún tipo de censura, sino una meditación seria, una refl exión seria sobre las realidades del ofi cio del periodista. Y las realidades y las medi-taciones nos llevan a decir que no solo está habiendo una red de calumnias y de malas noticias en las redes sociales, sino que hay un viaje de ida y vuelta y que muchas cabeceras clásicas y mu-chos periódicos clásicos están cayendo en la misma dinámica desde sus por-tadas, del escándalo, la calumnia, la mentira y la creación de bajos instintos entre sus lectores, esta es la realidad y por eso, aunque ya sea muy viejo, me parece conveniente plantearse lo de la transformación tecnológica desde los libros clásicos sobre periodismo y en este sentido ya en 1944 Mcluhan, en su famoso ensayo Comprender los males de la comunicación, llamaba la atención, en

    una de sus refl exiones más importantes, sobre que el medio es el mensaje y eso hay que tomárselo serio. Como ha he-cho por ejemplo Juan Ramón Capella, el director de Mientras Tanto, en un libro que se titula Fin de mundo, constitución y democracia en el cambio de época, en el que dice que hay algunos espacios nuevos que son peligrosos, ya no según quien los utilice, sino ontológicamente, el peligro ontológico que tiene una in-dustria de armas atómicas, una indus-tria de mutación química de la biología, hay que plantearse los peligros onto-lógicos, no ya de cómo se utilicen, sino de las nuevas realidades que ponen en marcha las transformaciones tecnoló-gicas porque el medio es el mensaje, el soporte es el mensaje.

    Y hay todo un proceso de transforma-ción de la ciudadanía en consumidores, a través de las redes sociales, que esta-blecen democráticamente dinámicas distintas entre lo que es la opinión pú-blica de la ciudadanía o las opiniones de los consumidores de situaciones determinadas, noticias determina-das y las audiencias pues están siendo convertidas en territorio propicio para la basura, entre otras cosas, por una refl exión en la que se puede recordar perfectamente a Antonio Machado y a su Juan de Mariena. En 1934 Antonio Machado empezó a publicar en prensa las meditaciones que después, en el 36,

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    diálogos en el caa

    recogió en el libro Juan de Mairena y en un momento determinado le dice a sus alumnos “tengan ustedes cuidado que la libertad no se juega en poder decir lo que pensamos sino en poder pensar lo que decimos”.

    Si eso en 1934 era motivo de aviso, pues imagínense ustedes a principio del siglo XXI y en un territorio que está favoreciendo mucho que se diga lo que se piensa, sin pensar lo que se dice, porque no hay condiciones para pensar lo que se dice.

    En torno a ese peligro ontológico que puede ser la transformación tecnológi-ca, que si no se medita nos puede llevar a nuevas formas de superstición, pues hay que tomarse en serio refl exiones como la de Nicholas Carr en su libro Superfi ciales: ¿qué está haciendo internet con nuestras mentes? o la refl exión de Eli Parisier en su libro El fi ltro burbuja, cómo la red decide lo que leemos y lo que pensamos porque la red está decidien-do lo que decimos, lo que pensamos y lo que votamos en amplias mayorías de audiencia a través de nuevos mecanis-mos de control que tienen una dimen-sión política y social y antidemocrática fundamental.

    Dimensiones políticas del nuevo terri-torio en el que jugamos en la comuni-cación, pues tenemos, por ejemplo, la fragmentación. Se está fragmentando

    la realidad, no imperan discursos que jerarquicen y organicen la comunica-ción, lo que hay es un estallido de cris-tales rotos y de fragmentos.

    Si la sociedad se está fragmentando porque se ha establecido una dinámica donde hay sectores que acumulan la ri-queza a costa del empobrecimiento de amplias mayorías y eso está rompien-do la cohesión social, el territorio infor-mativo juega en paralelo con otro tipo de fragmentación donde no hay dis-cursos unitarios sino círculos viciosos desde distintas posibilidades. Las nue-vas redes sociales están convirtiendo la información en un círculo vicioso, yo cuando entro en internet busco lo que quiero que me dé la razón, busco las noticias que quiero leer, lo cual signifi -ca un desentendimiento del mundo en general, un tipo de acercamiento a la realidad muy narcisista porque busco lo que me halaga, ya no el medio que me da la razón sino al mismo tiempo, la noticia que a mí me preocupa desen-tendiéndome de las otras noticias.

    Eso lo está provocando internet, y eso lo está provocando dentro de la diná-mica de un narcisismo que sustituye la conciencia del ciudadano o de la ciuda-dana, por el halago del consumidor o consumidora.

    Es lo que analiza Eli Parisier, uno de los grandes descubridores de la tecnología

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    cias fragmentarias que recibimos son noticias calculadas para halagar nues-tros bajos instintos e indignarnos.

    Están muy estudiadas las campañas publicitarias digitales que llevaron al hombre blanco supremacista en Esta-dos Unidos a votar a Trump creyendo que un mexicano, o una mujer, o un mulato eran el peligro.

    Como hay mucha gente que puede vo-tar no por una idea general de la socie-dad, o de la responsabilidad que ten-gan sus hijos sino por si el alcalde de tu pueblo es partidario o no de quitar los toros, o es partidario o no de controlar las escopetas de caza.

    Estalla por los aires un discurso social, cohesionador sobre lo que es la rea-lidad, la convivencia de una sociedad para motivarnos en nuestros instintos bajos con las obsesiones personales de cada uno, somos parte del videojuego y eso es importante.

    Otra de las características es la veloci-dad, el neoliberalismo lo está mercanti-lizando todo y ha conseguido mercan-tilizar también el concepto del tiempo. Se ha impuesto un tiempo que es el tiempo de usar y tirar, el tiempo como mercancía de usar y tirar y en ese senti-do pues vivimos en el instante, vivimos en la velocidad, vivimos en el territorio del olvido y en la imposibilidad de esca-parse de la indignación momentánea

    que puso en marcha Google y habla de la burbuja y del fi ltro que nos convierte en parte del mecanismo, no en dueño de nuestros actos.

    Si yo pongo en Google “Sevilla”, como los fi ltros me han hecho una fi cha cla-rísima, pues seguro que saldrá Antonio Machado o Luis Cernuda, o ahora en lo que estamos, cualquier cosa que tenga que ver con la situación política nueva en Andalucía, porque yo estoy fi cha-do, pero si hay otra persona también fi chada, cuando pone la misma pala-bra, las informaciones que le da son completamente distintas, como puede ser algo que tenga que ver con la Se-mana Santa, o dónde puede encontrar algo que tenga que ver con la Feria de Abril, o dónde puede encontrar algo que tenga que ver con la música si su especialización no es la poesía sino que es, por ejemplo, la música o cualquier otra cosa.

    Nos están convirtiendo en parte del engranaje, no en dueños del engrana-je. Hay un excelente ensayo que pu-blicó hace dos años Justo Navarro en Anagrama que se llama El videojugador donde demuestra que el videojugador no es el que responde a las teclas, no es el dueño del juego, sino una parte más del juego porque todo está calculado para convertirte en una parte más del movimiento de un juego superior a ti mismo. Y eso en los nuevos códigos de la información está clarísimo, las noti-

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    diálogos en el caa

    o de la rabiosa actualidad que al día siguiente pierde sentido, por lo cual lo que uno dice exige poca responsabili-dad, porque la mentira de hoy mañana no va a ser contrastada, ni va a exigirte responsabilidad porque el vértigo va a estar ya en otro sitio.

    Luciano Concheiro, el fi lósofo mexica-no en su ensayo La velocidad contra el tiempo defi ende el instante, hay que aprender estrategias para vivir en el instante. A mí me interesa otra pers-pectiva, la perspectiva de romper la lógica del usar y tirar de la mercanti-lización del tiempo para defender la necesidad del relato, un relato que or-ganice las cosas, que haga al presente heredero del pasado y compromiso del futuro, y que permita la cohesión fren-te a la fragmentación.

    Esta idea del tiempo exige reivindica-ción de la lentitud y exige reivindica-ción de la memoria.

    Un joven periodista catalán, Albert Lla-dó, acaba de publicar también en Ana-grama un libro que se titula La mirada lúcida y que es un homenaje a Albert Camus, que se está convirtiendo desde su labor de refl exión en Combat, en una de las referencias fundamentales de la tensión democrática para defender los nuevos compromisos del periodismo. Camus escribió en 1939, todavía en Ar-gelia, un artículo titulado Manifi esto por una prensa libre, quería publicarlo en

    Vivimos en la velocidad, vivimos en el territorio del olvido y en la imposibilidad de escaparse de la indignación momentánea o la rabiosa actualidad que al día siguiente pierde sentido, por lo cual lo que uno dice exige poca responsabilidad

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    Le Soir républicain, pero el artículo fue censurado y fi nalmente se publicó hace unos años en Le Monde, en Francia y reivindicaba la mirada lúcida a la hora de establecer los problemas de manera distinta a lo esperado, porque la veloci-dad y el vértigo y la falta de lentitud lo que nos hacen es asumir como propias discusiones que no son las nuestras, ponernos a discutir allí donde no está el confl icto o donde no está el peligro y en ese sentido una de las maneras de romper el vértigo de la falta de relato, el vértigo del olvido, pues es acudir a la memoria, por ejemplo lo que plan-tea Albert Lladó. Si vamos a hablar de la emigración y de los problemas de la emigración ¿por qué no recordar lo que signifi có el exilio español? ¿Por qué no recodar lo que signifi có la emigración económica española, por ejemplo, de tantos andaluces que tuvieron que salir para huir del hambre a ganarse la vida? ¿Por qué cerrar el tema de la emigra-ción al problema de las pateras en el siglo XXI en el que hay un capitalismo desarrollado y no comprender que los problemas de las migraciones tienen una dimensión histórica que nos res-ponsabilizan desde otra perspectiva?

    O en el tema de Venezuela ¿por qué no recordamos lo que signifi có la Guerra Civil española? ¿por qué a la hora de informar no valoramos las limitaciones de unos, las intervenciones de otros desde el punto de vista de lo que signi-

    fi ca la experiencia de una guerra civil y quién paga, en dolor y en víctimas, una intervención militar?

    Albert Lledó habla de la utilización de Albert Camus de las elipsis para rom-per con el debate de lo previsible ¿es Maduro presentable democráticamen-te? Cada cual tendrá su opinión, pero el debate no es si es Maduro presentable o no, sino ¿qué pasa si hay una interven-ción militar en una realidad concreta?

    Bueno, pues fragmentación, vértigo, velocidad, mentira, narcisismo, buscar las cosas que nos halagan, las cosas que nos borran la conciencia es lo que ha estudiado Giorgio Agamben denun-ciando que las democracias europeas se están desplazando a lo que él llama el umbral de una indeterminación en-tre la democracia y el absolutismo.

    Reivindicar la dignidad de la prensa es delimitar las distancias que hay entre democracia y absolutismo porque to-dos estos vértigos informativos lo que están propiciando es fama de líderes carismáticos que sustituyen a los fi ltros democráticos, degradación de las ins-tituciones. El descrédito institucional es muy grave hasta el punto de que se puede justifi car democráticamente el cumplimiento de las leyes o el cumpli-miento de la Constitución, por poner ejemplos que tenemos muy cercanos, y se está constituyendo un nuevo su-jeto político que muchas veces para lo

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    diálogos en el caa

    que sirve es para justifi car lo que Ferra-joli, el jurista italiano, llamó los poderes salvajes. Ferrajoli denuncia los peligros de sustituir la democracia constitucio-nal por la democracia plebiscitaria, son las instituciones, son las constitucio-nes, son las leyes como contrato social, los que pueden asegurar un funciona-miento democrático cuando vivimos épocas de un exhaustivo control de las conciencias y control de los bajos ins-tintos a través de las nuevas estructu-ras comunicativas.

    Cuando la prensa clásica se suma a este vértigo, nos encontramos con que la información se identifi ca con el uso de los escándalos, con la manipulación de los crímenes, con la consagración de las audiencias como único horizonte del trabajo periodístico.

    Y lo hemos vivido en Andalucía y todos podemos contar nuestra historia, cuan-do una mujer canalla mató a una pobre criatura en Almería, que era el hijo de su pareja, pues se creó tal escándalo que buena parte de los medios para su negocio, sacaron a la gente a pedir la implantación de la pena de muerte en la ley española. Hubo un ejemplo emo-cionante de una madre destrozada que sin embargo dijo por favor no utilicen a mi hijo para el odio y cuando poco después se intentó organizar el asunto para justifi car si no la pena de muerte desde el Parlamento, al menos sí la ca-dena perpetua, o la prisión permanen-

    te revisable, la madre salió otra vez di-ciendo no utilicen a mi hijo para el odio.

    Pongo un caso personal, yo publiqué un artículo emocionado para defender a la madre y lamentándome de que buena parte de las dinámicas de vértigo de la sociedad nos estuviesen acercando más a la asesina que a la dignidad de la madre convirtiéndolo todo en nego-cio, en chantaje, en mentira y en ma-nipulación. Bueno pues hubo unos pe-riodistas, que no solo están en medios marginales, sino que además ocupan plaza en algunos programas de tertulia signifi cativas de La Sexta que dijeron que yo estaba defendiendo a la asesina y se convirtió en viral el hecho de que yo defendía el asesinato.

    ¿Hasta qué punto se puede manipular con el crimen, con la demagogia, con la falta de objetividad?

    En esas estamos y el peligro es serio porque la democracia plebiscitaria puede romper el umbral que separa el absolutismo de la democracia cuando sustituye a la democracia constitucio-nal, creyéndose la gente justifi cada para defender, por ejemplo, la pena de muerte.

    De eso estamos hablando y por eso, para ir concluyendo, quiero volver a Al-bert Camus y a esa Crítica de la nueva prensa que publicó en Combat el 31 de agosto de 1944, cuando estaba par-

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    ticipando en La Resistencia frente al nazismo. Escribió Camus lo siguiente: ”Nuestro deseo, tanto más profun-do, cuando que a menudo era mudo, consistía en liberar a los periódicos del dinero y darles un tono y una ve-racidad que pusieran al público a la altura de lo mejor que hay en él, pen-sábamos entonces que un país vale a menudo lo que vale su prensa y si es cierto que los periódicos son la voz de una nación, estábamos decididos desde nuestro puesto y en nuestra humilde medida a elevar a este país elevando su lenguaje”.

    Esto es lo que planteaba Albert Camus en 1944 y esta fue su línea de actuación como maestro de periodistas a lo largo de los años, en un momento determi-nado donde buena parte del estalinis-mo francés se estaba metiendo con él porque estaba denunciando los críme-nes de Stalin y había una parte de la iz-quierda francesa que decía que eso era sumarse a las críticas capitalistas de la Unión Soviética y que había que cerrar los ojos a los crímenes del estalinismo. Albert Camus estableció uno de los va-lores que yo considero fundamentales para la dignifi cación del ofi cio del pe-riodismo, cuando dijo: “no se trata de estar en posesión de la verdad, se trata de comprometerse en no mentir”.

    Porque no es lo mismo, ahí están los hechos, si falsifi cas los hechos estás

    mintiendo y si informas e interpretas los hechos, puedes equivocarte, no tie-nes por qué creerte en posesión de la verdad. Existe la libertad de interpreta-ción, pero sí tiene que estar el compro-miso de no mentir, de no equivocarte a sabiendas para defender cualquier tipo de causa más allá de la conciencia.

    Y este es el sentido en el que me parece que hay que plantear el tono de la dig-nifi cación del ofi cio de la comunicación y ¿cómo? pues Albert Camus no se an-daba por las ramas, para él se trataba de separar al periodismo del dinero.

    En mis experiencias periodísticas ac-tuales veo, al menos, tres puntos que me parecen de importancia capital para dignifi car el periodismo frente a las presiones del dinero en las nuevas estrategias.

    Por una parte hay iniciativas periodísti-cas independientes y yo quiero recor-dar aquí a Edwy Plenel que fue jefe de redacción de Le Monde y que cuando sufrió todas las presiones de Sarkozy para que callara unos datos que le afectaban, pues decidió renunciar y fundó un periódico en Francia, Media-part, que tiene como eje fundamental no aceptar dinero de los bancos ni de las multinacionales e intentar soste-nerse con la cuota del público, apro-vechó las nuevas posibilidades de la tecnología porque en papel los gastos eran muchos, y consiguió un número

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    de socios sufi cientes como para poder mantener periodistas bien pagados, independientes, sin precariedad labo-ral que puedan hacer con dignidad su trabajo. Y la verdad es que ha tenido en Francia una implantación realmen-te notable.

    En España eso es mucho más difícil porque la gente no está acostumbrada a pagar en el ámbito digital, pero hay algunas experiencias que lo están in-tentando.

    Al margen de eso está el Estado y está el ámbito y el compromiso de lo públi-co con la dignidad periodística y en ese sentido yo creo que hay dos cosas fun-damentales. Primero, la reivindicación de la necesidad de espacios estatales como es un Consejo Audiovisual, un espacio público con autoridad capaz de refl exionar sobre la situación de la prensa y sus comportamientos, sobre cómo se cumplen las leyes, o sobre el estado de salud de la prensa. Eso me parece fundamental.

    El compromiso del Estado con la digni-dad del ofi cio del periodismo pasa por la existencia de un Consejo Audiovisual que analice constantemente la situa-ción y el comportamiento de los me-dios de comunicación.

    En tercer lugar me parece fundamental la dignifi cación de los medios públicos

    concretos, es decir, que las televisiones públicas, las radios públicas, los medios de información públicos sean medios de Estado y no medios de los gobiernos de turno.

    Es necesario que se creen espacios de trabajo independientes de periodistas que puedan informar, no desde el lo-bby, no desde el clientelismo, no desde el sectarismo, sino desde la indepen-dencia absoluta.

    Esto además permite también plantear otra de las refl exiones que me parecen fundamentales de Albert Camus, en los tiempos que vivimos. Él planteó que para una democracia es tan importante la dignidad del tiempo laboral como la dignidad del tiempo de ocio, y vivimos una dinámica que está sustituyendo el concepto de cultura por el concepto de entretenimiento desde su peor pers-pectiva.

    La cultura signifi ca educación, imagi-nación moral, educación sentimental, formación de la conciencia en valores del respeto, mientras el entretenimien-to es otra cosa que deriva con facilidad a sectores de zafi edad.

    A mi me parece fundamental que las televisiones públicas no tengan que competir con la deriva de las televisio-nes privadas hacia los instintos bajos, la basura y la audiencia.

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    Estas son las tres cosas que en mis ilusiones tengo como fundamentales para la dignifi cación del ofi cio del pe-riodismo sentido como vocación.

    Posibilidades independientes de crear espacios informativos al margen del dinero, y aquí les cuento una anécdo-ta personal. Yo colaboré en la puesta en marcha de un periódico que se lla-ma Infolibre, y me llevé una sorpresa cuando algunas personas en nombre de algunos bancos vinieron a ofrecerse para dar créditos o para invertir, descu-brí que los bancos tienen una ventanilla para conceder créditos a los equipos de fútbol, a los partidos políticos y a los medios de comunicación, en la misma ventanilla.

    Los movimientos sentimentales que genera el fútbol contados a través de unos medios de comunicación contro-lados y de unos partidos políticos con-trolados.

    Por eso tenía tanta razón Albert Camus cuando decía que si queremos ser in-dependientes, lo que hay es que serlo pero del dinero, no basta con decir que no se responde a una consigna de un partido político determinado.

    Por tanto, espacios de independencia frente al mundo del dinero, compro-miso del Estado en crear consejos de refl exión sobre la salud de la prensa y medios de comunicación públicos ase-gurados en su independencia y asegu-rados en su autonomía económica para no tener que competir con las audien-cias de los medios privados.

    Y esto es lo que se me ocurre plantear aquí, en la conciencia de que vivimos en momentos de tensión democrática, de que nuestra tarea es defender la de-mocracia para separarla del umbral del absolutismo y de que es imposible una democracia digna sin un periodismo digno.

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