luis alberto granada: un ejemplar participante afs

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Luis Alberto Granada, ex participante de AFS Programas Interculturales Colombia, mediante beca se destaca como abogado en Bogotá. Conozca siete páginas elaboradas por la voluntaria y ex participante AFS Liliana Valencia Rodríguez para la Maestría en Psicología del consumidor en la Universidad Konrad Lorenz.

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Page 1: Luis Alberto Granada: un ejemplar participante AFS

Liliana Valencia R.

912101017

Me fui de la casa a los 7

años y más pronto de lo

que pensaba me volví

gamín.

Yo vengo de una familia

prácticamente monopa-

rental porque mi papá nos

abandonó cuando tenía

como un mes de nacido.

Entonces puedo decir que

no conocí a mi papá…

creo que en mis casi 30

años, si he hablado con él

20 veces es mucho.

Mi mamá siempre me pro-

tegió, pero de alguna for-

ma descargaba su resenti-

miento, su rabia su deses-

peranza, sus frustraciones

en mí. Ella se unió a otra

persona, conformó una

familia; por eso tengo más

hermanos por parte de mi

madre.

Mi familia era muy

humilde, y mis papás –le

digo papá a mi padrastro-,

eran trabajadores ambos,

y fue esa falta de cariño,

esa falta de palabra amo-

rosa, esa falta de comuni-

cación lo que hizo que se

fueran rompiendo los la-

zos con mi familia.

Cuando iba a cumplir sie-

te años fui cogiendo malas

amistades, ya no iba al

colegio y empecé a mendi-

gar. En mi casa era muy

precaria la situación, pero

mis papás jamás, jamás

me obligaron ni me sugi-

rieron que fuera a pedir

plata.

Esa transición fue muy

rápida. En cuestión de 15

días empecé a andar con

niños que estaban acos-

tumbrados a pedir, y si

íbamos 15 niños y entrá-

bamos a algún sitio y nos

regalaban una hambur-

guesa, pues eso en mi ca-

sa no se veía. En mi casa

no había ni televisor, to-

dos dormíamos en una

cama y era muy precaria

la situación, y claro, eso

me sedujo, la calle me se-

dujo y terminé en la calle.

Un día simplemente de-

cidí no volver por miedo a

que me reprimieran, a

que me castigaran, y me

le desaparecí a mi

mamá… pobrecita, ella

pensaba que me habían

robado, pobrecita. Y yo

empecé a pedir, y luego

me dieron a conocer el

cigarrillo, y el pegante y,

entonces, ya después em-

pecé a robar.

Yo cogí el mal camino des-

de muy joven. Tenía siete

años no más. Mi mamá

me vino a encontrar al

año, y en un año es mucho

lo que se aprende en la

calle. Volví a la casa y

algún día me puso a lavar

la loza, y yo me volví a ir

a la calle. Ya mi vida era

la calle. Ya conocía las

drogas, y eso pues lo ancla

a uno a esa vida que no es

una vida de rosas; es una

vida bastante desagrada-

ble.

Recuerdo que ya cuando

empecé a crecer un poqui-

to, la gente me miraba

feo, me sacaban de todos

los lados. Yo nunca había

ido a cine, y por allá en el

año 91 estaban pasando

una película de Peter Pan,

Cuando me volví

gamín

1

La Fundación me

salvó

3

Con AFS cambió mi

vida

4

Mi vida en Francia 4

La Javeriana llegó a

4

El trabajo 5

Mis sueños 6

Contenido:

Cuando me volví gamín

Un voluntario ejemplar

29 de octubre de 2010 Fundación Universitaria Konrad Lorenz Maestría Psicología del Consumidor

En la calle aprendí la soli-

daridad, aprendí a ser va-

liente.

Page 2: Luis Alberto Granada: un ejemplar participante AFS

y yo me metí al Bulevar Niza, que

estaba de moda en esa época, y logré

que un señor, rogándole, me com-

prara la boleta. Y yo allá feliz, sen-

tado en la sala, todo sucio, harapien-

to, oliendo a feo, y nadie se me sen-

taba al lado. Cuando ya había empe-

zado la película, llegaron dos seño-

res y me dijeron „usted porqué está

acá‟, y no me creyeron que un señor

me había comprado la boleta, y me

sacaron, y para mí eso fue una mar-

ca de rechazo muy dura. Eso me ge-

neró rechazo hacia la gente, y a

otras cosas que fui viviendo en la

calle… como cuando llegaba la polic-

ía y nos llevaban a La Calera y nos

disparaban.

En esa época en que yo viví en las

calles había grupos de limpieza so-

cial, los famosos „Muerte a

Gamines‟. Había una cantidad de

cosas que me generaron una coraza

y que me fueron metiendo más en el

vicio. La dinámica de la calle te me-

te en el vicio, y un día terminé meti-

do en las alcantarillas. Sí es una

realidad eso de los niños de las al-

cantarillas. Yo me conozco todas las

alcantarillas del sector de Unicen-

tro, de la 127. Yo fui itinerante, es-

tuve en el Quirigua, en el Centro, en

el Cartucho, en Unicentro, en el

Prado; en la calle uno nunca está en

un mismo sitio.

A los 10 años ya había ido a Carta-

gena, viajaba por el país, me colgaba

de las tractomulas. En el tren de

carga viajábamos hasta Ciénaga…

durábamos como 15 días metidos en

ese tren porque esa vaina no anda

nada. Uno en la calle tiene muchas

experiencias buenas y malas. Eso

nos tocó huirle a la muerte… la tu-

vimos de frente, y metido en la dro-

ga te vuelves una persona desconfia-

da.

Con los grupos de limpieza terminas

metido dentro de las alcantarillas,

que es llegar al punto más bajo en la

escala de degradación a la que pue-

de llegar una persona, porque es

estar viviendo en la oscuridad, en

un lugar donde tú no sabes si es de

día o es de noche; siempre está oscu-

ro, en medio de ratas, de excremen-

tos, de desperdicios, de todo lo que

la sociedad bota, y estás ahí, y eres

un ser humano con alma, con co-

razón, con sentimientos, y ahí es

que se pierde esa capacidad de sen-

tir, de amar, de vivir. Ahí estás ro-

deado de desesperanza, es algo que

no le deseo a nadie, en realidad es

muy triste sentirse como parte de

esa basura que transita a través de

esas cloacas.

En la calle aprendí a valorar cada

cosa que tengo, a valorar a las per-

sonas. Dentro de mis anécdotas re-

cuerdo estando en Cartagena a la

edad de 10 años. Estaba en el mar y

unos niños me botaron los zapatos

al mar, y yo traté de salvar mis za-

patos, pero yo los veía y nadaba pero

no alcancé y pensé „o son los zapatos

o soy yo‟. Perdí mis zapatos y no pu-

de encontrar a esos niños, porque yo

los quería acabar a golpes. Me quedé

sin zapatos en ese calor infernal, y

veía cualquier charco y allá metía

los pies, porque era caminar en el

pavimento hirviendo. Las plantas de

los pies se me abrieron. Duré casi

un mes caminando descalzo, ahí

aprendí a valorar todo lo que tengo,

así sea un par de zapatos, la comi-

da… yo tuve que comer muchas ve-

ces de la basura. Ahora que tengo

otro nivel de vida, si vale la comida,

por plata no me duele pagarla, por-

que sé lo que es no tenerla. Aprendí

a ser leal, a ser valiente a enfrentar

los problemas, a poner la cara.

En casos de supervivencia uno siem-

pre tiende a sacar la mejor tajada.

Aprendí qué era compartir y ver al

otro como un igual. Eso difícilmente

lo hubiera aprendió en otro lugar.

Lo peor que hice fue robar a la gen-

te, quitarle su sueldo en una billete-

ra.

Yo era raponero, con cuchillo íbamos

dos o tres y les quitábamos las cosas

a las mujeres. Cogíamos a los mu-

chachos de colegio y les quitábamos

los tenis. De eso me arrepiento. Pero

afortunadamente no tengo grandes

pecados de qué arrepentirme. Nun-

ca llegué a herir a nadie, a matar a

nadie. Eso me hubiera pesado

muchísimo en la conciencia, pero eso

hace parte de la dinámica de la ca-

lle.

Cuando me volví gamín

Página 2 Un voluntario ejemplar

Es muy triste sentirse como parte

de esa basura que transita a través

de esas cloacas.

Page 3: Luis Alberto Granada: un ejemplar participante AFS

Cuando uno está drogrado,

enbazucado, no piensas en

nada, tú vas por lo que vas

y ya, uno no se pone a pen-

sar, a reflexionar. Simple-

mente te robas un reloj, y

vas y lo cambias por cinco

gramos de bazuco. El valor

de la vida se pierde de una

manera impresionante. Yo

vi personas que las mata-

ron por deudas de 200 pe-

sos.

Pero afortunadamente, y doy gra-

cias a Dios por eso, porque él siem-

pre ha puesto personas en mi cami-

no. Cuando yo ya estaba en el fondo,

en medio de esa droga, y medio de-

cepcionado de la vida, llegó Papá

Jaime y la Fundación, y muchas

personas que estuvieron ahí apoyán-

dome que me invitaron a ir a la

Fundación Niños de los Andes, que

me motivaron a cambiar. Eso fue un

proceso lento. Cuando tú eres adicto

a las drogas, rehabilitarse es compli-

cado, porque uno genera dependen-

cia física a las drogas, y salir de ahí

es muy difícil, se requiere más que

voluntad.

Ingresé a la Fundación a los 11 años

y tuve un reintegro a mi casa cuan-

do iba a cumplir 15. Me volvía a ir

por un tiempo, y ahí tuve una expe-

riencia muy dura. Me dispararon a

quema ropa por estar robando, y

después de eso reflexioné y pensé

que ése no podía ser el camino que

yo fuera a coger, y fue cuando volví

a la Fundación y les pedí todo el

apoyo. Ahí mi vida cambió radical-

mente.

La primera vez era un niño y no

quería aconductarme. Generar hábi-

tos positivos es complicado. Es un

proceso lento, de aceptación. El

hecho de querer estudiar, quererse

asear… un niño que vive en la calle

se baña por ahí cada 15 días, e ir a

un sitio donde le digan “tienes que

bañarte todos los días, tienes que

lavar tus medias, tu plato, comer”…

generar reglas de conducta no es

fácil. Yo quise por mí mismo salir de

eso porque en seis meses vi morir

mucha gente de una forma muy ab-

surda, y pensaba que si no me salgo

a tiempo me van a matar. Ya había

una motivación, y eso cambió mi

vida.

Me ingresaron a un colegio militar,

y eso también ayudó a amoldar mi

conducta. Tenía espejos. Vi otros

niños que empezaban a cambiar su

vida, y tenían la oportunidad de irse

al extranjero, de conseguir un buen

empleo, de hacer algo útil con

su vida, y pensé que si ellos

pudieron, yo también puedo, y

me metí juicioso a estudiar, a

sacar buenas calificaciones, a

hacer muchas cosas útiles en

mi vida que me dieron muy

buenos frutos.

Papá Jaime me ha enseñado

que si tú tienes poder, es para

servir; que si tú eres un líder,

tienes que ayudar a que los

demás lleguen a la cima contigo.

Eso es un buen líder. A mí la calle

me sirvió para ser solidario. Noso-

tros, si conseguíamos un pan y éra-

mos 20, lo repartíamos entre 20. Si

veíamos que a un compañero, a un

parcerito le estaban pegando los

policías, uno se metía, uno genera

un vínculo de solidaridad por la con-

vivencia más que si me cae bien o

no. En la calle, cuando todos éramos

niños entre 8 y 15 años, el único que

sabía leer era yo. Yo les leía cuen-

tos, historias. Para coger el bus es-

taba pilas para saber el bus que

había que coger. Yo sabía multipli-

car, restar. Yo era el líder.

La Fundación me salvó

“He podido trabajar con

Papá Jaime como

motivador, enseñándole a

los niños que sí se puede

tener un sueño y

cumplirlo.”

Edición Especial Página 3

Page 4: Luis Alberto Granada: un ejemplar participante AFS

AFS fue sorpresivo para mí; es la

conclusión de un sueño. Yo estaba

mentalizado en que quería ir a otro

país y que iba a dar todo de mí para

llegar. Antes de que yo viajara, ya

había en la Fundación la experien-

cia de unos estudiantes que viajaron

al exterior becados por AFS, y me

metieron en el proceso, y yo

me fui convencido de que

eso es para mí, hasta que

me llamaron para decirme

“quedaste seleccionado”.

¡Me iba de intercambio!

En un principio me dijeron

que para Eslovaquia, y des-

pués me dijeron que no, que

para Francia. Ésa es la for-

taleza de un sueño. Cuando

tienes ganas de algo y lo

sientes con el corazón, se te

ve. Esa energía la logran

percibir los demás. Cuando

alguien tiene ganas de su-

perarse, no hay nada que lo

detenga.

Cuando regresé había mu-

cho niño nuevo, y para esos

niños yo era un ejemplo a

seguir y eso me pareció

muy chévere. Y pensé, cla-

ro, yo puedo ser un líder, y

con mi ejemplo lograr que

otras personas salgan de su

vida monótona, de falta de

sueños. Ese modelo de vida

que yo estaba mostrando se

convirtió en un modelo de vida para

muchos jóvenes que estaban en re-

habilitación, y eso para una persona

que no tiene un norte en su vida es

muy importante. Ver una persona y

pensar „si esa pudo, yo también lo

puedo lograr‟.

Con AFS cambió mi vida

Página 4 Un voluntario ejemplar

Page 5: Luis Alberto Granada: un ejemplar participante AFS

Sentí miedo. Todo era confuso.

Cuando llegué donde mi familia en

Francia, a un pueblito de 1200 habi-

tantes, yo era el único extranjero,

todo el mundo me saludaba.

La familia que tuve fue una familia

muy especial. Yo me fui muy preve-

nido con ellos, obviamente uno a esa

edad, 16 años… les eché un chorrero

de mentiras. Me daba vergüenza

decir que yo era de la calle. Ellos lo

sabían. Ellos tenían un hijo que se

fue de intercambio a Estados Unidos

y decidieron tener a alguien de in-

tercambio ese año, y ellos tenían un

catálogo: el niño coreano que toca

muy bien el piano, la niña que es

excelente en el colegio, todos desta-

cados y al final de la lista, un colom-

bianito que había estado en la calle.

Y el papá dijo “es éste o no es ningu-

no, y vamos a jugárnosla con él.

Ésta es la persona.”

Fue una experiencia de locura.

Ellos, mis papás, me enseñaron to-

do. Me dijeron que no me querían

por lo que yo tuviera, sino por quién

era, por la valentía que tuve de lo-

grar salir de donde salí. Fue una

gran experiencia, hice amigos,

aprendí francés, me llevaron de via-

je por diferentes países, y pode cum-

plir mi sueño de conocer Inglaterra,

donde me invitaron a dictar una

charla.

Para mí fue un renacer, una nueva

vida, tenía mi propio cuarto, con

televisión, con escritorio, una casa

gigantesca, con un paisaje hermoso,

lleno de árboles. Todos ayudábamos

a servir la mesa, a barrer. Para mí

fue un cambio radical. Lo más im-

portante de esta experiencia de vida

fue que aprendí que la gente te

aprecia, te escucha, te aconseja. El

lazo que se creó con ellos fue un lazo

muy, muy fuerte, indisoluble. Los

que viajan de intercambio ven a sus

papás como sus papás, y ellos a su

hijo de intercambio como si en reali-

dad fuera su hijo. Se vuelve una re-

lación para toda la vida.

Cuando yo estaba en Francia, mi

mamá colombiana, que a duras pe-

nas llegó a cuarto de primaria, me

escribía cartas. Para ella esto era un

orgullo y generó gran cercanía con

ella. Volver a la realidad no fue fácil

porque yo allá lo tenía todo, vivía

como un rey, no me faltaba nada.

El intercambio definitivamente po-

tenció todas mis habilidades, mi vi-

sión de la vida, tener un propósito

claro en la vida y ser más líder; ser

consciente de que tú puedes dar pa-

ra los demás, así sean cosas como un

consejo, una palabra que en algún

momento le cambian la vida a una

persona. Terminé el bachillerato,

entré a la universidad, saqué un

excelente Icfes.

Un año después de habar vuelto a

Colombia, en el 99, mis papás fran-

ceses vinieron y crearon una asocia-

ción que buscaba dinero para la

Fundación Niños de los Andes y pa-

ra mí. Se llama „Tournassol por la

Colombie‟, porque mi papá decía que

los girasoles son como los niños de

la calle, porque es una planta que

en un principio tiene que aguantar

la intemperie, la oscuridad, el es-

tiércol, pero es una planta que cuan-

do empieza a salir esa flor, nunca

pierde la dirección de la luz del sol.

Los niños que salen de la calle son

como ese girasol, porque han tenido

que pasar muchas situaciones ad-

versas, pero cuando logran salir,

salen con todo y nunca van a perder

el norte de su vida, esa luz. La aso-

ciación se conformó con 30 personas

y ahora tiene más de mil y pico de

miembros: mucha gente que no me

ha visto en su vida, pero que conoce

mi historia.

Edición Especial Página 5

Mi vida en Francia

Page 6: Luis Alberto Granada: un ejemplar participante AFS

El padre Álvarez, Decano de la Fa-

cultad de Derecho en la Javeriana y

miembro de la Junta Directiva de

Niños de los Andes, fue un día a

Subachoque, a la Fundación. Yo es-

taba en la biblioteca leyendo algo de

Platón porque yo quería aprender, y

nos pusimos a hablar. Me dijo “si

usted termina su bachillerato muy

bien, le voy a dar una beca para que

estudie lo que quiera en la Javeria-

na.”

Yo pensé que tengo que prepararme

muy bien, así que no fue casualidad

sacar un buen Icfes, yo iba prepara-

do y logré pasar en la Javeriana a

Derecho. Ésa era mi pasión dese

muy niño. Siempre fui conciliador

con los compañeros del parche.

Siempre supe que quería ser aboga-

do y bueno, logré entrar, tenía que

mantener un promedio de notas al-

to, no perder materias, y eso impli-

caba una exigencia adicional.

Siempre he mantenido ese bajo per-

fil de no contarle a todo el mundo.

No porque me avergüence, todo lo

contrario. Es una historia de vida

que se debe contar una y otra vez

para mostrar que si uno quiere algo

en la vida lo puede lograr, no impor-

tan los obstáculos que se interpon-

gan. Hay que ser testarudo e ir en

pos de ese sueño.

En el año 2000, cuando estaba ter-

minando mi segundo año de dere-

cho, me llama una persona del pe-

riódico El Colombiano de Medellín, y

me dice que en virtud de mi historia

de vida y de todo lo que estaba

haciendo con la Fundación me había

ganado el premio Colombiano Ejem-

plar. Fui el colombiano más joven en

recibir ese premio. Con eso salí en

muchos periódicos en primera pági-

na, me llamaban a programas de

radio y obviamente la gente del cur-

so se enteró y lo recibieron muy

bien.

Es que cuando regresé de Francia

en 1998, papá Jaime estaba comen-

zando a ser motivador y yo empecé a

andar con él. Él me decía “si tienes

palabra, tienes que replicarla con

los hechos”, y me sugirió que empe-

zara a ir a las brigadas de volunta-

rios, o sea patrullas de rescate que

dan de su tiempo a los niños de la

calle. Mi caso era especial porque

muchos de los que yo iba a visitar

habían estado conmigo en la calle, y

lograba engancharlos. Verme bien

vestido les generaba un choque de

“uy, ¡yo qué estoy haciendo acá!”

En la Javeriana me hicieron un aga-

sajo muy bonito, pero no me salí de

ser un estudiante normal, sentí mu-

cho apoyo de ellos.

Yo tenía mi novia, quedó embaraza-

da y no era uno, sino gemelos y

cuando mis hijos nacieron me hicie-

ron baby showers, una cantidad de

pañales como para un año. En esa

época las cosas se dificultaron por-

que el padre Álvarez tenía otra ex-

pectativa para mi vida, que yo fuera

ministro. Entonces me cambió a me-

dia beca. Sentía que me había tirado

mi vida. No lo voy a sacar de la uni-

versidad porque no le ha ido mal,

pero no le voy a ayudar más.

Yo estaba entrando a tercer año y

me toqué puertas. En La Sabana me

dijeron que me daban la beca 100%,

pero tendría que volver a empezar

de cero. Pero no, yo no iba a volver a

empezar, yo me graduaba javeriano.

Empecé con muchas dificultades.

Hice rifas; un profesor que no conoc-

ía mucho me ayudó con una parte

del semestre, y también mi familia

de Francia para completar la media

beca. Así fueron seis semestres has-

ta que me gradué contra viento y

marea, Fue una prueba de fuego.

Yo no voy a repetir lo de mi papá de

dejarme botado. Lo asumo desde el

comienzo. Me casé. Luego cuando

los gemelos tenían nueve meses,

otra vez quedó embarazada Fue

muy duro; hacíamos chocolatinas y

vendía en la calle. Como sabía

francés, dicté clase de francés a me-

dio curso, y lo logré. Me pude gra-

duar.

Mi esposa tenía ya otros dos hijos.

Ella es mayor que yo nueve años, y

su hija mayor ya tiene dos hijos

también. A mi esposa la conocí en la

Fundación; ella es un complemento

especial de mi vida. Ya llevo 20 años

con ella.

Edición Especial Página 6

La Javeriana llegó a mí

Page 7: Luis Alberto Granada: un ejemplar participante AFS

una parte colaboro con la Fundación

Niños de los Andes, sobre todo dan-

do a conocer mi historia y sirviendo

de ejemplo para muchos niños. Tam-

bién estoy con AFS donde hago par-

te del comité de selección de beca-

rios para irse de intercambio.

Es que en el mundo puedes ser un

equis para mucha gente, pero para

esa persona a quien tú le das tu ma-

no, puedes convertirte en su mundo.

Acá soy la mano derecha e izquierda

de mi jefe, y eso me consume tiem-

po, pero no estoy alejado del volun-

tariado. A veces nos acostumbramos

a abrir los brazos y recibir, pero nos

olvidamos de dar. Nos olvidamos de

que cuando estuvimos en un mo-

mento difícil, mucha gente nos dio la

mano.

Yo vine a tomar conciencia del vo-

luntariado después de vivir la expe-

riencia de AFS y haber conocido otra

cultura. De ver mi especial expe-

riencia de vida y haber salido de ahí.

No fue fácil conseguir trabajo, pero

no me puedo quejar. He sido afortu-

nado, y siempre he trabajado en

buenos sitios, buenos buffets. Ahora

estoy con Monroy & Bernal Aboga-

dos. Allí manejamos cosas importan-

tes de derecho administrativo.

Tengo que decir que la vida profesio-

nal me ha dado grandes enseñanzas.

Me especialicé en derecho adminis-

trativo en la Javeriana, ésa sí la pa-

gué. La profesión me da todo, mi

casa, mi carro, poder compartir con

mi familia.

Hace poco compre una casa sencilla

y grande, y ahora todos vivimos jun-

tos con en Mosquera, con mi familia,

mis papás, la hija de mi esposa, sus

hijos. Si antes cabíamos todos, pues

ahora también. Mis papás están en

una situación difícil, sin trabajo, y

yo estoy buscando comprarles otra

casa. Además de eso, en 15 días me

entregan mi carro, un Hyundai. Eso

me tiene feliz.

Además de mi trabajo saco tiempo

para seguir como voluntario. Por

Eso no le pasa a todo el mundo. La

familia con la que viví en Francia y

el mismo papá Jaime me han refor-

zado la idea del compromiso, de dar

y servir, y eso creo que lo he replica-

do en mi vida, y es rico sentir que

uno le ayuda a alguien y que es útil,

que no necesariamente tiene que ser

económicamente, sino hay muchas

formas a través de las cuales tú pue-

des servir y ser un factor de multi-

plicación.

Creo que un voluntario debe tener

disposición, no es algo obligado. De-

be haber un por qué y un para qué.

El voluntariado ayuda para enalte-

cer el espíritu y también para retri-

buir. Si tú eres afortunado en la vi-

da vas a retribuir eso en las demás

personas. Vas a ser un factor de

multiplicación.

Cuando uno da lo hace con el mayor

de los gustos. No hay nada que rego-

cije más el espíritu que servir a otro

sin condiciones; dar desinteresada-

mente sin condiciones.

El trabajo

tan testarudo.

Bueno, me considero una persona

con estrella, Creo que Dios tiene

una meta especial para mi vida, y

ahora busco ser perseverante, afecti-

vo, solidario y buen jefe. Creo que

son las más cosas buenas que tengo

para dar que las malas. Antes que

ser un buen profesional, hay que ser

una buena persona; la gente valora

a las personas. Ser persona es un

reto.

Sobre mis sueños, voy a mandar a

mis niños de intercambio. Mi meta

en lo profesional es montar mi buf-

fet, tener mis clientes, seguir estu-

diando. Quiero ayudarles a mis

papás para que tengan su propia

casa, y ahorrar para la universidad

El día en que me gradué hace cinco

años les conté a mis hijos la historia

de un niño que había vivido en las

calles, que había pasado muchas

dificultades y que había logrado sa-

lir adelanto con la ayuda de muchas

personas. Ellos me dijeron “papi, esa

historia es muy linda, pero si no nos

equivocamos, esa es la historia de tu

vida”… yo solamente lloraba de feli-

cidad. Yo he sido el modelo de mi

casa porque estuve en una situación

muy difícil, pero logré salir adelan-

te, sacar adelante a mis hijos…

Simplemente creo que hay que fijar-

se una meta e ir por ella. Siempre

va a haber dificultades; las cosas

valiosas en la vida requieren de un

esfuerzo, de ser perseverantes. Yo

hoy estoy viendo los frutos de ser

de mis tres hijos. También, viajar a

Perú, a Praga y recorrer Italia.

También quiero que mis hijos conoz-

can el mar.

Mis sueños