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Tiemposde Repensar

Democracia, Economía y Sociedad Actual

TEMAS DE ESTUDIO

México 2017

Tiemposde Repensar

Democracia, Economía y Sociedad Actual

Julio A. Villalpando GuerreroCoordinador

TEMAS DE ESTUDIO

TIEMPOS DE REPENSARDemocracia, Economía y Sociedad Actual

Julio A. Villalpando GuerreroCoordinador

Esta investigación, arbitrada por pares académicos, se privilegia con el aval de la institución editora.

ISBN: 978-607-8490-40-0

Primera edición, noviembre 2017

D.R. © Universidad de Guadalajara Centro Universitario de Ciencias Económico AdministrativasInstituto de Investigación en Políticas Públicas y GobiernoPeriférico Norte, No. 799, edificio B 202C.P. 45100, Zapopan, Jalisco

Prometeo Editores S.A de C.V. C. Libertad 1457, Col. AmericanaC.P. 44160, Guadalajara, Jalisco

Todos los Derechos son reservados. Esta publicación no puede ser re-

producida ni en su totalidad o parcialidad, en español o cualquier otro

idioma, ni registrada en, transmitida por, un sistema de recuperación

de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecáni-

co, foto-químico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o

cualquier otro, inventado o por inventar, sin permiso expreso, previo y

por escrito del autor.

Impreso y hecho en México Printed and made in Mexico

Contenido

Presentación Julio A. Villalpando Guerrero ............................................................................. 9

reflexiones sobre el orden Político y la Globalización

Francisco Valdés Ugalde .................................................................................... 17

latinos Make aMerica Great escenarios deMoGráficos y Políticos Más allá de truMP

Alejandro I. Canales ........................................................................................... 37

deseMPeño social en México

René Millán .......................................................................................................... 59

no es la econoMía

Macario Schettino ............................................................................................... 85

acción Pública Más allá de las instituciones Políticas: el estilo Político de los sisteMas asociativos coMPlejos

Matilde Luna, José Luis Velasco .................................................................... 107

rePensar el orden deMocrático, PoPulisMos, Globalización y elecciones en estados unidos de aMérica

Jaime Antonio Preciado Coronado ................................................................ 137

donald truMP en la casa blanca, o la abdicación del liderazGo estadounidense

Arturo Santa-Cruz ............................................................................................ 163

rePensar el derecho internacional coMercial y de inversión (Multilateral, Plurilateral y bilateral)Edna Ramírez Robles ....................................................................................... 181

la dináMica reciente del creciMiento en la econoMía Global a través del caMbio institucional

Adrián de León Arias ....................................................................................... 207

9

PresentaCión

La sociedad actual atraviesa un tiempo de incertidumbre. Economía, política, relaciones sociales experimentan transformaciones, unas progresivas, otras regresivas, que desorientan, inquietan, también derrotan a muchos, a pesar del círculo de los vencedores, sin que encontremos aún la llave para com-prenderlas, ordenarlas, encauzarlas e imaginar su probable trayecto y desen-lace. Hasta este momento no estamos perdidos ni vamos a la deriva. Tenemos explicaciones de los acontecimientos y de las tendencias en curso, existen actuaciones sociales y gubernamentales que regulan y controlan los desarro-llos destructivos, se dispone de información sobre escenarios probables, nos planteamos preguntas sensatas y agudas. Sin duda, pero es innegable la per-plejidad intelectual, la fluctuación moral y el desconcierto político, que marca el tiempo actual. Hay asombro y hay dudas.

Ante la inestabilidad de la nueva circunstancia ha sido espontáneo y tam-bién lógico repensar nuestras marcos conceptuales establecidos, nuestros modelos causales acostumbrados, nuestros pronósticos y explorar nuevos enfoques de análisis y nuevos modos de acción política, pues nos urge encon-trar algunos puntos cardinales básicos, algunas referencias de incuestionable validez social, que nos ayuden a orientarnos entre los altibajos y las ambigüe-dades del cambio en curso y nos encaminen hacia lugares más satisfactorios y más gratos de vida social, más amplios también, que incluyan el mayor nú-mero posible de conciudadanos y no sean solo accesibles al grupo de los se-lectos de siempre o de los recién llegados.

Hace 40 años se consideraba con optimismo que la economía de mercado, la liberalización política y la transición a la democracia nos sacarían del maras-mo en el que nos encontrábamos no solo en México y nos colocarían en un mundo mejor. Las décadas que sobrevinieron a la caída del Muro de Berlín, que representó el fin de la “Guerra Fría” y la desaparición del bloque econó-mico-ideológico que mantuvo el orbe por décadas en continua confrontación, fueron un tiempo en el que el clima fue de optimismo en el futuro.

Julio A. VillAlpAndo Guerrero10 •

La mayor parte de las sociedades compartían la convicción de que los go-biernos democráticos y las economías de libre mercado son la fórmula del éxito para alcanzar el desarrollo económico, social y político. Fue la época de la ola democratizadora. Numerosos países decidieron abandonar el régimen autoritario principalmente militar y transitar hacia uno democrático de leyes y libertades. La amplia movilización ciudadana realizó reformas políticas, que modificaron a fondo el proceso de elección de las autoridades y su ejercicio de gobernar. A la par de los cambios políticos, el mundo económico también experimentó transformaciones profundas.

Con el extraordinario impulso de la revolución tecnológica de la informa-ción y de la conectividad, el libre mercado se expande a lo largo y ancho del planeta, la productividad se incrementa, se intensifica y extiende el comercio, aumentan las oportunidades de empleo, se innovan procesos y productos y, de manera particular, las transacciones financieras se vuelven autónomas, de-cisivas y se alejan del sistema productivo. Se puede hablar de la ola neolibe-ral que impulsó una reconceptualización de las relaciones entre el Estado y el mercado y motivó a transitar desde el llamado estatismo interventor a merca-dos abiertos, que desde los años ochenta comenzaron a extenderse sin pro-blemas por todas las latitudes.

A varias décadas de distancia de ese tiempo de entusiasmos y esperanzas, las dos transiciones hermanadas de independencia política y económica, la de democracia y la de mercados abiertos, muestran signos de fatiga y de interro-gación. La pobreza, la desigualdad inmerecida, la exclusión, la inseguridad y la violencia persisten, sin que los gobiernos democráticos de mercados abier-tos hayan podido en numerosos países tener una respuesta suficientemente satisfactoria. El déficit social del gobierno democrático y de los tratados de li-bre comercio fue el primer tropiezo, el primer problema que indujo a repensar el orden político y económico y a plantearse preguntas sobre su significado social y la efectividad de su respuesta a las necesidades y aspiraciones justas de la sociedad y no solo a los proyectos de unos cuantos, países firmas o per-sonas, a los que iba tremendamente bien.

Estas primeras preguntas se volvieron más sonoras y generalizadas, cuando a principios del siglo XXI comenzaron a ocurrir eventos y tendencias con efectos críticos y desequilibrantes para la cohesión social y la confianza política, que llegaron a su clímax con fuerza disruptiva de escala internacio-

Presentación • 11

nal sin precedentes en ocasión de la crisis financiera del 2008. Los terribles costos y daños de la crisis impactaron de lleno en la economía real de países y personas, fracturaron relaciones sociales, debilitaron el desempeño de los go-biernos y provocaron inconformidades contra el mismo régimen democrático. Los Estados con su legislación, intervenciones financieras y políticas econó-micas salvaron a los mercados de la debacle social y sus acciones de resuel-ta responsabilidad social fueron paradójicamente objetos de críticas y dieron pie a cuestionamientos, invectivas y a reprobación política, que alimentaron el escepticismo en la capacidad directiva de los gobiernos. Una vez más la cri-sis económica evolucionó en crisis política.

Ante la magnitud de los daños presentes y potenciales, fue lógico y obli-gatorio que gobierno y sociedad se hayan planteado nuevas cuestiones acer-ca del orden social, económico y hayan revisado las causas de los daños y procedido a reformas de varios tipos para evitar su reproducción en el futu-ro inmediato. Muy probablemente, la crisis del 2008 fue el primer sismo de la perspectiva internacional optimista acerca del bienestar de las naciones.

Los escenarios actuales son inciertos y adversos, debido a numerosas si-tuaciones de riesgo, como el estancamiento económico, la desigualdad entre naciones y en su interior, las migraciones forzadas y los varios tráficos per-niciosos, el deterioro ambiental con sus múltiples repercusiones, el renaci-miento de belicismos regionales, la precariedad de capital humano y social en varios países y, a la postre, la inefectividad directiva de numerosos gobier-nos frente a un mundo de problemas críticos de índole pública, que parecen rebasar sus capacidades directivas y de respuesta de los gobiernos. El desa-rrollo de las naciones ha entrado en una etapa de inestabilidad, inseguridad, deterioro de las condiciones de vida, incluso de decadencia, que exige una re-flexión cuidadosa de la comunidad académica y un análisis de los paradigmas sociales, económicos y políticos que fueron dominantes a la vuelta del milenio.

Hay claros signos de “síndrome de fatiga democrática” en varias socie-dades en los últimos años, particularmente desde 2009, debido a la descon-fianza, escepticismo y fastidio de numerosos sectores ciudadanos hacia las elecciones, los partidos políticos y hacia la clase política, cuyos síntomas re-cientes han sido el referéndum del Brexit, la posición anti-innmigrante e hiper-nacionalista de Donald Trump, el candidato y presidente de “la postverdad”, la reaparición del nacionalismo autoritario en varios países, el proteccionismo,

Julio A. VillAlpAndo Guerrero12 •

la xenofobia y el racismo, el aumento de la desigualdad social, el populismo, y demás contingencias que han debilitado la significación política y social de los sistemas democráticos.

Frente al auge de la antipolítica, sea de la derecha o de las izquierdas ra-dicales, que manifiesta posiciones de deslealtad hacia la democracia, se tiene que repensar el orden político democrático que hemos heredado y que corre el peligro de una crisis de legitimidad, motivada por la desesperanza, el mie-do y la frustración de la ciudadanía. Nos encontramos al inicio de una nueva era de relaciones entre la ciudadanía y los poderes públicos y es obligación política, moral e intelectual de la academia y de la ciudadanía pensar en el mo-do como habrán de pensarse y regularse las relaciones políticas, la política y cuáles nuevas “reglas del juego” habrán de establecerse para elegir a las au-toridades públicas y asegurar que su gobierno sea de robusta calidad institu-cional y técnica.

En respuesta a las expectativas de progreso y a las inquietudes por la in-certidumbre del cambio, que corre el riesgo de la fe ciega en el orden político y económico establecido o de regresiones desesperadas, el Instituto de Inves-tigación en Políticas Públicas y Gobierno de la Universidad de Guadalajara lle-vó a cabo en marzo de 2017, el III Coloquio de Invierno de la Red de Políticas Públicas bajo el título “Tiempos de Repensar: el orden político democrático, el orden económico global y el orden social actual”. El reto de los ponentes invi-tados y el público asistente fue reflexionar, cuestionar y debatir las tendencias globales en curso. Plantear el reto de repensar implicó abandonar y romper inercias, lugares comunes, modos de concebir, explicar y criticar el arreglo del mundo político, económico y social y el modo como funciona.

En materia política, Francisco Valdés Ugalde nos plantea que las institucio-nes de la democracia, ante el desprestigio que padecen, deben ser repensadas y que el debate actual se centra entre las posiciones y opciones del naciona-lismo autoritario, el liberalismo democrático y la social-democracia. Propone en su texto algunas imágenes de asuntos en riesgo de transformarse o rever-tirse negativamente: comercio internacional creciente, integraciones regio-nales, refugio para los migrantes forzados, crecimiento de las clases medias, interculturalidad, nuevas y renovadas instituciones internacionales, generali-zación de la democracia, extensión de valores liberales tales como tolerancia, contención del poder, impulso de la sociedad civil y creación de instituciones.

Presentación • 13

Reflexiona que en un futuro inmediato el orden mundial y sus regiones se ve-rán sometidas a la competencia de tres modelos: el nacionalismo autoritario, el liberalismo democrático y la social-democracia. El balance entre los tres en las naciones más fuertes influirá en el orden internacional y en el futuro de las instituciones e instrumentos de entendimiento y protección de derechos.

Mención especial merece la situación de los Estados Unidos. El triunfo de Donald Trump se debe entender, tal y como lo plantea Jaime Preciado, en el marco del “fascismo societal” que representa y encabeza. Su política de agre-sión hacia el interior del país, contra específicas minorías y hacia el mundo, con posiciones que buscan restaurar la superioridad, preeminencia y exclu-sividad de los intereses norteamericanos sobre los demás, anuncian un estilo opuesto a la política multilateral y de respeto que lo precedió. Como nunca se vuelve hacer presente la cuestión de raza y etnia que ha atravesado la política y la estructura social de los Estados Unidos desde sus orígenes.

Arturo Santa-Cruz, observa y analiza el papel del liderazgo de Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump. Apunta al debilitamiento y a la cesión de liderazgo en múltiples frentes, desde el comercio hasta la se-guridad internacional, pasando por el cambio climático. Aborda dos grandes aspectos: el debate sobre la naturaleza de la hegemonía y el poder en las re-laciones internacionales y el debate sobre el declive de la hegemonía esta-dounidense y su relación con el multilateralismo como manera de ejercer el liderazgo internacional.

Alejandro I. Canales señala que la sociedad americana experimenta un cambio demográfico, que impacta de manera directa no sólo su composición étnica sino a toda la configuración de la sociedad. El cambio demográfico ex-plica el surgimiento y la radicalización del racismo norteamericano, quedando atrás una aspiración de Barack Obama de transitar a una sociedad post-ra-cial. Canales indica que, para el año de 2050 los latinos representarán el 33% de la población frente al 37% de la población blanca. Ante esta tendencia sur-ge en amplios sectores norteamericanos el miedo a ser minoría y a perder el control y poder de la sociedad. Trump representa el desafío étnico nacional, abandera la batalla contra la inmigración como el enemigo a vencer desde una perspectiva de nacionalismo populista y busca reconstruir la pérdida de con-fianza en las instituciones políticas de grandes números de norteamericanos ante sus fracasos, debilidades y miedos.

Julio A. VillAlpAndo Guerrero14 •

En el caso de México la transición a la democracia se diluyó y se instau-ró un entorno en donde hay un divorcio entre la sociedad política y la socie-dad civil. El distanciamiento es cada vez mayor y la ciudadanía desconfía de la clase política y corrobora cada vez más su incapacidad para atender y re-solver sus problemas. El decaimiento institucional en el que nos encontramos en México, surgido a raíz de que el orden legal y las instituciones que se cons-truyeron ya no operan, aunado a un estado de agresión externo y de violen-cia al interior, colocan al presente en una situación en la que se deba debatir el proyecto de nación que deseamos y se puede obtener.

En este sentido, René Millán establece que el país se caracteriza por un po-bre desempeño social. Apunta a que existe un enorme déficit en el modo en que la sociedad trabaja para sí, gestiona la vida en colectividad y atiende los problemas comunes, para responder a retos y riesgos y definir objetivos de futuro superiores. Entre otras razones señala una aguda crisis de gobernanza, principalmente en temas cómo la inseguridad, imputable a un sistema demo-crático altamente ineficiente y costoso. Sin instituciones que generen fuertes incentivos cooperativos es prácticamente imposible elevar las capacidades sociales para obtener resultados exitosos en los problemas que una sociedad se plantea como relevantes y decisivos para la calidad de vida en sociedad.

Matilde Luna y José Luis Velasco analizan los nuevos agrupamientos so-ciales que se presentan en la sociedad económica, civil, política y en el medio académico, que se definen correctamente como “sistemas asociativos com-plejos”, cuya composición y dinámica son opciones sociales para superar la insuficiencia e ineficacia de las instituciones políticas y económicas actuales. Estos sistemas son analizados como una forma de poder que se ha vuelto muy visible en décadas recientes y que merece ser estudiada en sus propios tér-minos: el poder asociativo. Este poder se apoya sobre todo en las relaciones cooperativas, en la información, conocimiento, confianza, traducción, presti-gio; en suma, en la capacidad para producir asociación, incluso entre actores muy diversos entre sí. La composición y la dinámica de estos sistemas asocia-tivos actuales prefiguran un futuro probable de la sociedad humana.

México debe repensar su posición y relación con el hemisferio y el mundo, a partir de nuevas formas de interacción entre la economía, la sociedad y el Estado. La reflexión de Macario Schettino acerca de los retos de la economía mexicana tiene como afirmación central el señalamiento de que los retos no

Presentación • 15

son económicos, no se ubican en el campo de la economía, sino son de índo-le política, institucional y social, como se evidencia en la ausencia y las fallas del estado de derecho, en las limitaciones de los ingresos fiscales, en la nece-sidad de trabajo de mayor productividad y competitividad con base en una ma-yor calificación profesional. En continuidad, el texto de Adrián de León Arias enfatiza en los retos para comprender y explicar la economía global hacia la mitad de la segunda década del siglo XXI, que a juicio del autor, se identifican a través de un análisis del desempeño reciente de la economía global de los Estados Unidos de América y de México, el cual permite presentar dinámicas similares y diferentes que marcan las perspectivas de un crecimiento econó-mico para ambos países. En particular se hace hincapié en los aspectos en los cuales el desarrollo institucional condiciona la dinámica económica.

Finalmente, Edna Ramírez examina algunos de los fenómenos más nota-bles de 2016 y 2017 en el área del Derecho Comercial Internacional y de In-versión a nivel multilateral, plurilateral y bilateral. Analiza que la normatividad plurilateral del Derecho Comercial Internacional y de Inversión se ha visto afectada recientemente por las políticas globalifóbicas de países como Esta-dos Unidos de América o Inglaterra, que han frenado o buscan revertir avan-ces y esfuerzos de años hacia la integración comercial.

Los trabajos que se compilan y publican en este libro son producto y resul-tado de las conferencias y mesas de análisis de El Coloquio. Su intención prin-cipal ha sido ofrecer consideraciones y enfoques alternativos para repensar el orden social que se requiere, liberándonos del lastre actual de prejuicios, lu-gares comunes, conceptos débiles y pronósticos alegres más que fundados y para que la sociedad nacional-internacional en la que vivimos tenga la capaci-dad de resolver los problemas que enfrenta y realice el incansable anhelo hu-mano de vivir en sociedades seguras, justas, libres y no excluyentes.

Julio A. Villalpando Guerrero

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reflexiones sobre el orden PolítiCo y la GlobalizaCión

Francisco Valdés Ugalde*

Ich bin ein BerlinerJohn F. Kennedy, 1963

A country with no borders is not a country. We will build the wall!

Donald Trump, 2017

No es sencillo hablar del orden político en estos días cuando los equilibrios internacionales parecen inclinarse a dar vuelta a la página en el proceso de la globalización, al menos como la hemos observado hasta hace poco. Propongo algunas imágenes de asuntos en riesgo de transformarse o revertirse negati-vamente: comercio internacional creciente, integraciones regionales, refugio para los migrantes forzados, crecimiento de las clases medias, intercultura-lidad, nuevas y renovadas instituciones internacionales, generalización de la democracia, extensión de valores liberales tales como tolerancia, contención del poder, impulso de la sociedad civil y creación de instituciones representa-tivas y participativas en la formación de lo público, entre otros.

A pesar de las resistencias y prejuicios de las izquierdas radicales, los vientos liberales trajeron no solo males, sino bienes que ahora empezaremos a extrañar como la inclinación a proteger los derechos humanos, el medio am-biente, la salud y la educación de la población. También trajeron hasta la puer-ta del debate de política pública la urgencia de hacer frente a la desigualdad producida por la forma de los modelos económicos neoliberales implantados por los consensos de las élites política y económica. Una primera distinción que hay que tener en mente es que al referirnos a “vientos liberales” no los

*Doctor en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Actual-mente es Director General y profesor de la Flacso México e investigador titular del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Es miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política (ALACIP), la International Political Science As-sociation (IPSA), la American Political Science Association (APSA) y la Latin American Studies Association (LASA).

Francisco Valdés Ugalde18 •

identifico con el neoliberalismo, sino con la apertura de las sociedades hacia formas crecientes y predominantemente democráticas en lo político y diver-sas en lo social y lo cultural.

Si la página de la historia está dando vuelta, estas tendencias positivas y hasta luminosas pueden haber agotado su energía y/o, en el peor escenario, llegado a su fin con el acuerdo de París sobre cambio climático que ya no con-taría con la voluntad política necesaria para sostenerse el Brexit y la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos de América.

La reacción antiliberal que se ha suscitado en algunos países de Europa y en Estados Unidos de América sigue la secuela iniciada por Rusia, la cual evoca el regreso del autoritarismo en diversas variedades: intolerancia, nacionalismo, racismo, centralización, aislamiento económico y político, cierre de fronteras a personas y productos, posturas que son un llamado a sustituir las tendencias previas con el encierro ideológico y el recurso a prácticas que parecían haber quedado atrás con el Fin de la Historia anunciado por Francis Fukuyama.

Por cierto, el profesor Fukuyama en una monumental obra reciente ha re-visado su tesis sobre el “orden político” a lo largo de la historia, y ha estable-cido parámetros para comprender la “decadencia política” de los países de la Alianza Atlántica (Estados Unidos de América y la Europa Occidental con ex-cepciones como Canadá y los países del norte europeo). Lo cierto es que las causas políticamente correctas no se extendieron lo suficiente, y cuando lo-graron penosamente incidir en las políticas públicas generaron resistencias y anticuerpos que no fueron tomados en cuenta a tiempo.

Los motores de esas causas –globalización o entorno de las instituciones internacionales– no reconocieron a tiempo el peligro de descarrilamiento. El sectarismo y los obstáculos ideológicos y epistémicos que conlleva lo impi-dieron. Paradójicamente, los detractores del liberalismo progresista fueron también los impulsores de las innovaciones que ahora retroceden con la de-cadencia de la sociedad democrático-liberal.

La esperanza en la apertura hacia el futuro ha cedido el paso al miedo y a la mentira, que se regodean en la ignorancia. La iniciativa en libertad se re-pliega bajo el alero de poderes superiores. ¿Cómo podemos evaluar estos acontecimientos en una reflexión sobre el orden político contemporáneo, sus características y sus tensiones? Lo que sigue es una propuesta para contri-buir a responder esa pregunta.

Reflexiones sobRe el oRden Político y la Globalización • 19

Empiezo por mencionar las tres variables principales fijadas por Fukuya-ma para entender el orden político a lo largo de la historia: a) la administración profesional del gobierno; b) el derecho y su cumplimiento como institución fundamental reconocida y ejercida; y c) el grado en que los gobernantes po-nen el interés público por encima de los propios, y se sintetiza en la calidad de la rendición de cuentas.

Respecto de la primera variable, Luis F. Aguilar Villanueva (2016) señala en un trabajo reciente que el problema de gobernar el gobierno desemboca en dos conceptos: eficiencia y suficiencia. Puestos a la inversa, la gobernanza es suficiencia del gobierno, y permite reconocer que las instituciones de gobier-no son insuficientes para gobernar la sociedad y que la sociedad no ha pene-trado lo suficiente en la hechura de las decisiones y las políticas.

Habría que agregar que donde surgen ineficiencia e insuficiencia (ingo-bernabilidad y mala gobernanza) aparece también la incompetencia, esta no viene solamente de las deficiencias de los agentes que gobiernan el Estado, sino muy probable de un factor insuficientemente comprendido y que afecta a las tres variables señaladas por Fukuyama. Se trata de la divergencia entre estrategia y ley, que comienza a emerger luego de la segunda “Paz de París” (Bobbitt, 2002). Los datos fundamentales de este acontecimiento son el fin de la Guerra Fría y el fracaso de la Unión Soviética y los países del Pacto de Var-sovia en renovar el socialismo de corte soviético y la consiguiente entrada de todos ellos a la comunidad de las democracias parlamentarias. Por otra par-te, la consolidación de China como segunda potencia económica completa un panorama que remodela el sistema de Estados-nación y sus componentes.

La Segunda Paz de París coincide, no gratuitamente, con el Consenso de Washington y con la expansión del libre mercado, la democracia electoral, la ampliación de los compromisos internacionales en diversas materias –de for-ma muy acusada en derechos humanos– y con un progreso científico-técnico exponencial. Las cuatro se vuelven tendencias predominantes en los asuntos de gobierno nacional e internacional, y en la opinión pública. Esta etapa pa-rece haber llegado a su fin, y el contraste entre ella y el momento presente es una inflexión cuyo desenvolvimiento apreciaremos en los meses y años por venir. ¿Qué está en tensión en la definición del Estado y de los Estados? ¿Có-mo podemos conceptualizarla? Empiezo por algunos datos.

Francisco Valdés Ugalde20 •

liberalizaCión eConómiCa

La liberalización de los mercados se acompañó de una ideología fundamen-talista, junto al “mainstream” de la economía neoclásica académica se afian-zaron creencias de mercado entre las élites y en el público amplio, que escasamente resistió las políticas de apertura y desregulación. A pesar de que se abrieron oportunidades de crecimiento la economía global creció muy len-tamente, se enfrentó a la crisis de 2008 –la peor desde la Gran Depresión– la cual produjo desigualad creciente y alarmante. De acuerdo con Robert Wade (Hickel, J., 2016) si se utilizara un cálculo del GINI en valores brutos, la des-igualdad en el ingreso habría pasado de 0.57 en 1988 a 0.72 en 2008.

Uno de sus resultados políticos ha sido la apertura de un frente de batalla que está siendo capitalizado por la ultraderecha radical, nacionalista, protec-cionista y globalifóbica; el signo de esta transición es de la avaricia al miedo. Los fundamentalismos de mercado (más que el mainstream económico) y los efectos de libre mercado en condiciones oligopólicas y monopólicas se impu-sieron a la esperanza de que la libertad podía conjugarse con la solidaridad en los nervios centrales de la economía.

demoCraCia

La adopción de la democracia parlamentaria (en sus diversas combinaciones de regímenes políticos) ha sido marca mundial a lo largo de 40 décadas, co-mo bien lo enfatizó Samuel Huntington, con la Revolución de los Claveles en Portugal en 1972. Desde entonces, 67 países prefirieron cambiar sistemas au-toritarios por democracias electorales y se mantienen hasta ahora:

Tabla 1. Democracias en el mundo (Polity Project)

Año Paísesdemocráticos

Paísesno democráticos

Total de países

Porcentaje depaíses democráticos

1972 40 96 136 29.41

1992 92 69 161 57.14

2002 97 67 164 59.15

2014 107 60 167 64.07Fuente: Elaboración propia con datos de Polity Project. El total de países varía de acuerdo a la dis-

ponibilidad de información del índice.

Reflexiones sobRe el oRden Político y la Globalización • 21

El número es elocuente y a pesar de que esta tendencia se ha detenido en Chi-na, el país más poblado y la segunda potencia económica mundial, la mayor parte de los continentes albergan hoy países democráticos. Las sociedades de la mayor parte de esos países han diversificado sus preferencias, y sus refe-rentes culturales y políticos se han insertado masivamente en las tecnologías de la comunicación y han creado redes que para muchos efectos rebasan las fronteras de los Estados nacionales.

Esta vasta intercomunicación tiene el aspecto de una “nueva realidad” no solo virtual, sino como asiento de individuos intercomunicados por intereses y preferencias que en alguna proporción se asocian al activismo por causas tan diversas y hasta opuestas como los derechos humanos, la ayuda humani-taria, la supremacía blanca o globalifobicas y filias de diverso signo. Algunos ejemplos son: Los tuits con #BlackLivesMatter y #AllLivesMatter sumaron 13.3 millones entre el periodo del 12 de julio de 2013 al 31 de marzo de 2016. El movimiento viral #IceBucketChallenge recaudó más de 100 millones de dólares, y generó conciencia sobre la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA).

La democracia también se ha desprestigiado. Las encuestas del Latinoba-rómetro registran una constante insatisfacción (“poco o nada satisfecho”) con la democracia, que en muchos casos supera a la satisfacción y grupos am-plios la relativizan o inclusive aceptarían menos democracia a cambio de me-jor gobierno. La opinión es volátil, aunque la constante es el reconocimiento que gobernar es más complejo que elegir gobernantes y sus efectos de un go-bierno distan casi siempre de los resultados esperados por el electorado. Este lugar común se conoce desde la antigüedad.

En el Renacimiento Nicolás Maquiavelo lo inmortalizó, apreciando el ba-lance entre voluntad y poder, entre virtud y fortuna. Desde entonces, se em-pezó a naturalizar la idea que no hay línea recta entre la voluntad de poder, independientemente de la residencia de la soberanía y los resultados de la ac-ción de gobernar. No obstante, en el caso de las democracias contemporáneas la desconexión (que es relativa) entre elegir gobiernos y los resultados (defici-tarios) que estos producen merece atención aparte.

Francisco Valdés Ugalde22 •

Gobierno internaCional

En materia internacional el mundo dispone de los rudimentos de un gobierno mundial. Las aspiraciones de la Ilustración y el liberalismo a la Paz Perpetua (Immanuel Kant) y a la Ley de los Pueblos (Rawls) ya están aquí. La estridencia antiimperialista de las izquierdas se desposa con la xenofobia de las derechas, ambas igualmente regresivas que ha ocluido la visión sobre esta realidad. En una estimación reciente las 14 instituciones “globales” (excluye las regionales) emplean a 250 mil personas, y cuentan con un presupuesto de 250 mil millo-nes de dólares al año (Colomer, 2015: 263). El mismo autor concluye:

El gobierno mundial existe. No es una sola institución soberana capaz de gobernar sobre todo el mundo en todos los temas. Se trata de una estructura más compleja formada por una doble red de instituciones: una con múltiples jurisdicciones territoriales [… y otras] … que se ocupan de temas diferentes con diferentes reglas […] La mayoría… han mejorado en gran medida su efi-cacia durante las últimas décadas. (Colomer, 2015: 258)

No es un sistema que se superponga a los Estados nacionales, pero da

cuenta de la insuficiencia de estos para la producción de bienes públicos

y decisiones de carácter global. Uno de los mayores obstáculos en el de-

sarrollo de este “gobierno mundial de los expertos” es la debilidad para

aplicar reglas a las cuales los Estados se sometan voluntariamente, pero

que no acatan a la hora de recibir resoluciones teóricamente vinculantes

pero técnicamente inaplicables. Entre las más notables se encuentran;

la protección de los derechos humanos, las disposiciones penales inter-

nacionales y la protección del medio ambiente.

Cambio téCniCo

Se reconoce que estamos en una cuarta revolución industrial con varias re-voluciones científico-técnicas en curso. Su gran sentido se resume en el paso de la selección natural al diseño inteligente que incluye o incluirá, presumi-blemente a los propios seres humanos (Harari, 2014). La combinación de hallazgos científicos ha mostrado un potencial para producir máquinas que producen máquinas, las cuales producen bienes para el consumo humano.

Reflexiones sobRe el oRden Político y la Globalización • 23

Algo parecido a la utopía de Karl Marx cuando proponía que en el futuro al-go así ocurriría, provocando una transición del capitalismo hacia un modo de convivencia diferente. Pero el horizonte se ensombrece con la duda de si en ese futuro el ser humano será el amo de este proceso, o pasará a ser un algo-ritmo con capacidad de producción de nuevos algoritmos como una máqui-na superior.

En tanto se contesta esa pregunta, la genómica encuentra nuevos modos de curar enfermedades y prolongar la vida, y al internet de las personas se agrega el internet de las cosas que realizan tareas por su cuenta y generan información en volúmenes cada vez mayores que reclaman mecanismos de descodificación de más capacidad. La interconexión electrónica global, otro de los cambios técnicos de la época, genera volúmenes de información solo ma-nejables bajo las tecnologías del big data, y con ello abre posibilidades de ac-ción que se antojan abismales y presentan desafíos a la regulación y al control conforme a los derechos de los individuos que los Estados democráticos se obligan a proteger.

¿nos esPera una nueva era?

Las tendencias descritas anteriormente (liberalización, democratización, go-bernanza internacional y cambio técnico) con sus corolarios de diversidad so-cial, pluralismo político y cultural que caracterizó la era de la Paz de París hasta la amenaza del Muro Americano ¿Podrán ser detenidas e invertidas? Sugeri-mos arriba que las posturas optimistas que apuntalaban expectativas de más sociedad abierta, progresista y diversa no alcanzaron a anclar con suficiencia en el orden político y per contra fertilizaron una reacción contraria de gran-des dimensiones que estamos observando con el Brexit, el ascenso al poder de Trump apoyado por los neo-conservadores republicanos, el Tea Party (en parte) y la Alt-right han estado ampliando su influencia en Europa.

El denominador común de estas alianzas es el proteccionismo, la xenofo-bia, la “limpieza de sangre” (para usar la vieja expresión española). Sus obje-tivos predilectos son los “marxistas culturales”, los “social justice warriors”, liberales, feministas, progresistas, ciencias y humanidades, prensa y un lar-go etcétera; en fin, todo lo que solemos resumir bajo la noción de correc-ción política.

Francisco Valdés Ugalde24 •

La virulencia de la reacción de estos movimientos obliga a revisar qué ha-bía ahí que no se había visto o no se quería ver. Probablemente los ejemplos más patentes (y patéticos) de la ceguera sean los cálculos que otorgaban a Hi-llary Clinton las mayores probabilidades de triunfo, aun con el obstáculo del colegio electoral y la confianza en que el Brexit no ganaría el favor de los in-gleses.

los Problemas del orden PolítiCo

Las tres características del orden político observadas por Fukuyama tienen en común el ser respuestas a problemas de acción colectiva en torno a la pro-ducción de bienes comunes. Ya señalé que comparto la síntesis presentada por Luis F. Aguilar en su análisis sobre gobernabilidad y gobernanza, es decir, sobre los dos conceptos en que podemos desagregar hoy en día la capacidad de los gobiernos para gobernar, y de la relación entre gobiernos y sociedades para “pilotearse”, ordenada y productivamente con base en valores compar-tidos que incluyen la libertad, la igualdad jurídica, la cooperación y la demo-cracia política. Pero, ¿Qué pasa con el Estado de derecho y el interés público?

Conviene tomar una atajo. Fukuyama asimila a todos los tipos de orden político en las tres características mencionadas (a saber: capacidad adminis-trativa, sistema jurídico y rendición de cuentas), y a nosotros nos interesa el orden político en las democracias parlamentarias que son la mayor parte de los Estados después de la Paz de París. Del proceso que Huntington denominó tercera ola de la democracia, fechado en 1972, el cambio de sistemas autorita-rios a democráticos entre 1990 y 2013 representa el mayor número alcanzado de países democráticos con respecto a la base total. ¿Pero cómo funcionan?

un Paseo Por el mundo en Cifras

Para efectos de ilustración hemos tomado los referentes que expondré a con-tinuación, partiendo de la siguiente reflexión. La tercera ola de la democrati-zación cede el paso a una cuarta etapa, cuya característica no es la validez y el respeto de los votos ciudadanos, ni la formación de sistemas de partidos po-líticos y sistemas electorales democráticos como the only game in town, sino las características del Estado que se construye una vez que las dictaduras y

Reflexiones sobRe el oRden Político y la Globalización • 25

otras formas de autoritarismo han cedido el paso a la instauración de las for-mas antes mencionadas.

No olvidemos tener presente, empero, la declinación de algunas demo-cracias avanzadas (como Estados Unidos de América) que por contraposición con modelos más vigorosos que siguen evolucionando alentadoramente (Es-candinavia) parecen orientarse a regresiones autoritarias. Las transiciones a la democracia han sido el movimiento que ha dado lugar a la institucionaliza-ción, en muy diversas modalidades de lo primero, pero qué tipo de Estado ha emergido en sustitución del Estado autoritario. ¿Qué pasa una vez que los re-presentantes electos asumen el control del Estado? ¿Cómo ejercen el poder del Estado en relación con el bienestar público?

El Estado democrático o las denominadas genéricamente democracias parlamentarias (Bobbitt, 2002) no se caracterizan por un tipo específico de ré-gimen, sino porque su régimen de gobierno incluye la institucionalización de varios principios constituyentes e instituciones que los hacen efectivos sin los cuales no pueden ser considerados Estados democráticos. Los principios se reúnen en cuatro subconjuntos: a) los principios de dignidad y justicia reco-nocidos constitucionalmente a cada uno de los miembros del demos (public equality: Christiano, 2008); b) la garantía del derecho de todo adulto sano y li-bre de tener un voto igual a los demás en la decisión agregada (colectiva) que emerge del gobierno (quién gobierna, leyes y política pública); c) libertades de conciencia, asociación y expresión; d) este cuarto elemento es polémico, es garantía de un mínimo económico como deber del demos a sus miembros para que puedan ejercer los derechos señalados en el inciso “c”.

Las instituciones mínimas indispensables son: a) administración públi-ca y producción de bienes públicos; b) apego general al Estado de derecho; y c) rendición de cuentas de los gobernantes a la ciudadanía. Doy por su-puesto que la institución principal de gobierno es el Poder Legislativo, de-bido a la prelación de la legislación sobre las demás acciones de gobierno y que existe una división entre quien hace las leyes, las ejecuta y juzga sobre su cumplimiento.

Para evaluar estos principios e instituciones en el desempeño de la acción estatal resulta inevitable seleccionar indicadores como proxis. El Banco Mun-dial elabora una serie de indicadores titulada World Wide Government Indi-cators (WWGI), la cual es aplicada para 215 países. Seleccioné los indicadores

Francisco Valdés Ugalde26 •

de eficacia del gobierno, Estado de derecho, control de la corrupción, voz y rendición de cuentas para ilustrar el desempeño estatal.1

En todos los indicadores Chile, Uruguay y Costa Rica son los países de América Latina con mejores puntajes durante la mayor parte de los años, com-prendidos en el periodo 1996-2013, mientras que todos los demás países de la región se encuentran por debajo de la media en la mayor parte de los años. Si comparamos el desempeño de los países del mundo y el de América Latina en el indicador de eficacia del gobierno, tenemos que la mayor parte de los países se coloca entre 0 y -1.2 La misma tendencia la siguen los países de América La-tina y el Caribe, solamente que las naciones situadas entre el 1 y el 2, es decir, con mejor desempeño disminuyen con respecto del mundo en su conjunto.

Con la misma fuente para los mismos años el indicador “Estado de derecho” presenta una realidad igualmente desalentadora, pero a diferencia de “eficacia de gobierno” la separación de América Latina y el Caribe se agranda respecto del mundo y se separa aún más de la media. Y ni qué decir de la percepción del control de la corrupción que no solamente presenta una mala situación mun-dial sino que la distancia respecto del mundo crece aún más para América La-tina y el Caribe y se sitúa con menores valores que en el indicador anterior.

Si agregamos a lo anterior el indicador de “Voz y rendición de cuentas”, con la misma fuente y base para los mismos años, el panorama no mejora sustancialmente respecto de los cuadros anteriores, siendo Chile el país de América Latina con los mejores puntajes en todos los años. Así, al considerar al Estado democrático como la conjunción de administración, imperio de la ley y rendición de cuentas, más las garantías de libertades e igualdad pública, los estados postransicionales y de la posguerra arrastran un déficit conside-rable, tanto a nivel mundial como en América Latina. Finalmente, veamos el

1 El indicador de eficacia del gobierno capta la percepción de la calidad de los servicios públicos, la calidad de la administración pública y el grado de su independencia de las presiones políticas. El indicador de Estado de Derecho capta la percepción de la medida en que se cumplen las reglas de la sociedad y en particular la calidad de la ejecución de contratos, derechos de propiedad, la policía y los tribunales, así como la probabilidad de que exista delincuencia y violencia. El indi-cador de Control de la Corrupción capta la percepción de la medida en que el poder público se ejerce en beneficio privado, así como la “captura” del Estado por minorías selectas e intereses privados. Por último, el indicador de Voz y Rendición de Cuentas capta la percepción de la medida en que los ciudadanos de un país pueden participar en la selección de su gobierno, así como la libertad de expresión, la libertad de asociación y medios de comunicación libres.2 Estos indicadores se presentan en unidades de una distribución normal estándar, es decir, que van desde aproximadamente -2,5 a 2,5. La media de este índice es 0 y la desviación estándar es 1.

Reflexiones sobRe el oRden Político y la Globalización • 27

tema de los derechos humanos. En un trabajo reciente (Valdés-Ugalde y Flo-res-Ivich, 2015) mostramos que

El nivel de institucionalización de la democracia está relacionado con el

activismo legislativo en derechos humanos. […] Los países con los valo-

res más altos de institucionalización democrática son los que tienen un

número mayor de actos legislativos en derechos humanos presentes en

el país […] Cuando comparamos con el índice de derechos políticos de

Freedom House, los resultados no son muy diferentes. […] En el nivel

máximo de respeto de los derechos políticos […] se observa una presen-

cia mayor de legislación en derechos humanos.

No obstante, en otra investigación (Ansolabehere y Valdés-Ugalde, 2012) en-contramos que entre la naturaleza democrática de un régimen político y el mayor cumplimiento efectivo de los derechos media la calidad de las institu-ciones, como se puede ver en esta sencilla matriz:

Características del

texto constitucional

Efectividad de derechos

Baja Alta

Básico

Excluyente

1. Chile (zona gris)

2. Honduras (zona gris)

Sincero

1. Costa Rica

2. El Salvador (zona gris)

3. República Dominicana (zona gris)

Incluyente

Cínico

1. Bolivia (zona gris)

2. Brasil (zona gris)

3. Colombia

4. Ecuador (zona gris)

5. Guatemala (zona gris)

6. México

7. Perú (zona gris)

Incluyente

1. Argentina

2. Nicaragua (zona gris)

3. Panamá (zona gris)

4. Uruguay

5. Venezuela (zona gris)

Fuente: Elaboración propia con base en textos constitucionales y CIRI, tomado de Ansolabehe-

re y Valdés-Ugalde, 2012.

Francisco Valdés Ugalde28 •

El desempeño de los Estados en las materias asociadas a las tres varia-bles de Fukuyama (administración eficiente, estado de derecho y rendición de cuentas) no ha empatado con los avances de los regímenes electorales. Es el caso de casi todos los países latinoamericanos, a los cuales el mismo autor reúne en la categoría de “modernización sin desarrollo”. Si la madurez del or-den político ha de medirse con base en esas características, lo cierto es que el vaso medio lleno sigue, obviamente, estando medio vacío.

Si, además, valoraramos el desarrollo político democrático, las cosas no son mejores. Uno de los teóricos más agudos del nuevo orden mundial (Bo-bbitt, 2002) pronosticó que la Paz de París daría lugar a una transición de Estados-nación a “Estados de mercado”. Recientemente, ha publicado una re-flexión en The New Statesman (2016) donde somete a revisión esta predicción y acepta que el curso de los acontecimientos cambió el derrotero.

la rePresentaCión demoCrátiCa ¿Qué instituCiones haCen falta?

En la reflexión política y teórica sobre la democracia contemporánea se ha contrapuesto la democracia representative, la directa y la participativa. Si bien la democracia directa es impracticable en sociedades complejas (es obtuso insistir en ella), la participación política no sustituye a la representación. Esa contraposición no es viable de hecho ni como aspiración.

Las razones son bastante sencillas aunque no parecen tan claras a la hora de las disyuntivas ideológicas (con frecuencia demagógicas). En primer lugar, no hay otra forma de legitimar la autoridad política democrática, sino mediante un parlamento electo libremente. Esta es la más fundamental de las institucio-nes democráticas, y la participación social en la discusión y decisión pública es otra de ellas; la ciudadanía y su calidad son centrales.

En los sistemas democráticos anidan las tendencias del cambio, pero tam-bién acechan los peligros del miedo, caos e incertidumbre como lo estamos viendo en Estados Unidos de América y en algunas partes de Europa. De un lado, una ciudadanía activa, si bien fragmentada en pluralidad de reivindica-ciones, y con muy poco sentido compartido de “lo público”.

Reflexiones sobRe el oRden Político y la Globalización • 29

Del otro lado, instituciones y mentalidades envejecidas que no se condi-cen con el canon democrático (ultraderechas y ultraizquierdas de raigambre decimonónica). Del choque entre ambos mundos surgen sociedades fatigadas por la acumulación de problemas, mientras los asuntos que se resuelven ape-nas se notan o no se perciben del todo; no reciben los reflectores de los me-dios, pero sí la sospecha tumultuaria de las redes sociales.

Aquí la globalización merece un comentario: en ausencia de un Estado mundial o de verdaderos Estados regionales, el Estado-nación hace agua por todas partes. La presencia de un “gobierno mundial de los expertos” es una indicación de la necesidad de suficiencia ante los males colectivos a que ha-cemos frente. ¿Pero cómo enfrentar a poderosas hidras transnacionales de las grandes empresas y bancos, del trasiego de drogas, el lavado de dinero y la corrupción pública y privada que le son concomitantes desde el Estado na-cional, si no se cuenta con herramientas jurídicas ni con el “monopolio de la violencia legítima”, el cual es imposible de conseguir sin estructuras políticas internacionales con poderes y fuerzas vinculantes?

A la pregunta debe añadirse la crisis de los medios masivos de comunica-ción que reciben el embate del autoritarismo trumpeano, el cual coincide con la denuncia de su privatización desde la izquierda. Además, debe añadirse el reto de la presencia del Big data que hace palidecer al Big brother por la ca-rencia de regulación legal sobre la disponibilidad de datos personales prove-nientes de múltiples fuentes.3

Sin embargo, no es lógicamente pensable la gobernanza sin sistemas inter-nacionales, aunque las regresiones sí son viables en perjuicio de los pueblos para los que el saldo de la globalización es de claroscuros (crecimiento de la riqueza, de las clases medias y a la vez aumento de la desigualdad). Pareciera haber un divorcio entre el alma de la sociedad, sus sentimientos más profun-dos y los paraderos de los sistemas políticos, la opinión pública y la alta cultura.

Para no sucumbir, las democracias necesitan de un ser y de un deber. Un ser que reconoce sus vicios y virtudes, y un deber que la guía y la conduce desde la ciudadanía soberana hasta las alturas del poder. Es inevitable topar-nos con esa dimensión deontológica del proceso politico, ninguna disciplina lo puede ignorar sin enfrentarse, tarde o temprano, al fracaso por insignifi-

3 Cabe aludir a la intervención en campañas electorales de compañías dedicadas a la manipu-

Francisco Valdés Ugalde30 •

cancia. Pero esta condición requiere sociedades robustas. La democracia no florece en la indiferencia.

Comparto con Nadia Urbinati el diagnóstico del malestar de las democra-cias contemporáneas. Mientras el poder económico se apropia del poder po-lítico o lo sojuzga, la ciudadanía retrocede y se fragmenta, por lo cual su voz, ese componente fundamental de la democracia moderna, deja de escuchar-se a pesar y, probablemente, a causa de la estridencia de los medios electró-nicos de comunicación y de las redes sociales. Deja de escucharse al menos en el espacio público.

Ante la complejidad social cada vez mayor las estructuras dieciochescas y decimonónicas de los sistemas políticos muestran una fatiga que las hace inservibles a los propósitos de una democracia representativa auténtica y di-námica (contra Rousseau comparto la idea que la DR no es una simple forma inferior a otras modalidades participativas o directas, sino la esencia misma de la democracia y su futuro). El bloqueo de las expectativas atiza populismos y provoca reacciones adversas de los vigilantes epistémicos de los “buenos” principios democráticos.

La captura del Estado por los poderes políticos y económicos es hoy la más grave amenaza a la democracia, pues su rasgo esencial, el juicio de los ciudadanos en la conformación de la voluntad y la decisión pública, queda ex-patriado. La combinación de esa captura del Estado con el destierro del jui-cio ciudadano conduce al predominio de visiones epistémicas o populistas de los sistemas políticos.

Las concepciones epistémicas, también conocidas como minimalistas, postulan que la democracia es un conjunto de procedimientos por medio de los cuales los electores eligen representantes y estos, a su vez, designan fun-cionarios. Juntos se encargan del gobierno en un periodo determinado bajo reglas constitucionales que, por lo común, hacen de la opinión ciudadana, de la doxa,4 un acompañante accesorio, casi siempre prescindible en el proce-so de toma de decisiones, postergando su intervención hasta que se presen-tan nuevas elecciones, a menos que se desborde de los cauces normativos.

lación del Big data como es el caso del Brexit y de la campaña de Trump a través de Cambridge Analytic. Ver Motherboard en http://bit.ly/2jWWHLo4 Para una explicación del concepto “doxa” se basa en Immanuel Kant; ver Urbinati, Nadia (2006).

Reflexiones sobRe el oRden Político y la Globalización • 31

Este error tan generalizado tiende a oprimir y reprimir la opinión pública, que deja de ser la opinión del público para empaquetarse en dosis de opinión inyectadas por la “comentocracia”. La opinión del público reflejada en resul-tados electorales se reduce a un mero papel expresivo del momento electo-ral, y pierde su oportunidad de hacerse presente en el proceso sucesivo de toma de decisiones legislativas y de políticas públicas. El carácter representa-tivo de la democracia se ve limitado por la temporalidad electoral, y excluido de la temporalidad política donde debiera intervenir. Las concepciones popu-listas realizan una usurpación semejante.

El cesarismo que se produce con la consagración del líder lo identifica con el “pueblo” hasta hacer que la política del líder sea la opinión sin fisuras del segundo (por supuesto, impuesta). Suprime la libertad política y hace del pue-blo una “audiencia del espectáculo de las élites políticas” (Urbinati, 2006), y eventualmente introduce las prácticas plebiscitarias mediante las cuales con-testa las preguntas que el tirano formula a sus huestes, con lo cual se forta-lece autoritariamente.

Ambas formas tienen fuerte arraigo en los sistemas políticos contempo-ráneos, y son modalidades de gobierno contrarias a la democracia represen-tativa, aunque respeten los tiempos electorales. También son contrarios de la “sociedad abierta” (Popper), la cual se caracteriza por las capacidades de me-joramiento de la sociedad en el marco de estados democráticos de derecho.

En este marco hay dos valores democráticos fundamentales que salen perdiendo: la verdad sobre lo público y la representatividad de la política. Ambas pérdidas dan al traste con la formación de la decisión pública como interacción (representativa) entre demos y kratos durante el ejercicio de las decisiones de gobierno. Una de las formas de captura de lo público es el pre-dominio del poder económico en los grandes medios de comunicación social o, dicho de otro modo, la absorción de la función comunicativa por intereses privados y no pocas veces monopólicos.

Por virtud de esta propiedad los medios no son medios de comunicación de la sociedad consigo misma, sino un espectáculo predominantemente uni-direccional de arriba-abajo y vaciado de capacidad ciudadana para incidir en el espacio público. Este es uno de los factores que inciden en la baja calidad de la ciudadanía, y en su degradación continua.

Francisco Valdés Ugalde32 •

En los días que corren observamos el atropello a los grandes medios des-de el gobierno estadounidense. No deja de ser llamativo que el ataque a la pri-vatización de los medios desde la derecha y desde la izquierda sea capitalizado por una derecha que no busca cambiarlos, sino suprimirlos; no quiere trans-formarlos en el ágora deliberativa que podrían ser, sino sustituirlos por “me-dios alternativos”, espejos que le permitan reflejarse sin estorbos.

Otra falla es la falta de representatividad de los representantes en el perio-do interelectoral. Ganadas las elecciones los representantes dan la espalda a los ciudadanos, especialmente, en sistemas de partidos fuertes en los cuales las bases electorales no tienen interacción continua con los gobernantes, si-no acaso esporádica. Su opinión no interviene en la formación de las decisio-nes del Estado, o lo hace pobremente.

Entre las muchas instituciones que nos hacen faltan están las garantías de información veraz y confiable que aseguren el flujo de la opinión en la so-ciedad y la deliberación sobre el orden político, además de políticas públicas para mejorar la calidad de la ciudadanía. Se requieren medios públicos desti-nados a procurar información sobre lo público y estimular la participación de la gente en los asuntos comunes.

Por otra parte, hacen falta reformas políticas que propicien la interacción continua entre representantes y representados. Ni sociedad del espectáculo ni farsa plebiscitaria se requieren; por el contrario, democracia representa-tiva y ciudadanía activa son básicas. ¿Será posible? Solamente visualizo esta posibilidad abriendo los medios de comunicación y las redes sociales hacia formatos de deliberación colectiva con los ciudadanos de a pie, colocados de-liberadamente en el centro y convocando a la ciudadanía por medios no tradi-cionales a participar en el diseño de las instituciones y las políticas públicas, o sea “nueva gobernanza” y representatividad democrática.

La Columbia Británica de Canadá ha puesto un ejemplo innovador para hacer más representativo su sistema político. En 2004 el gobierno convocó a una asamblea de 160 ciudadanos escogidos, casi por completo, de modo alea-torio para trabajar durante once meses en el rediseño del sistema electoral. Ninguno de los ciudadanos era político activo ni funcionario público. El expe-rimento fue sorprendente y un distinguido grupo de académicos ha propues-to que el modelo de asamblea ciudadana podría generalizarse para el diseño institucional en otros aspectos (Warren y Pearse 2008). Nada impide generali-

Reflexiones sobRe el oRden Político y la Globalización • 33

zar esa innovación y hacer otras en que gobierno y sociedad puedan interac-tuar más directa e intensamente para construir instituciones y formar, regular, revisar y modificar políticas públicas.

Coda Pesimista sobre el mundo oCCidental

Las poblaciones de Occidente están sumidas en el disenso sobre asuntos bá-sicos que de no superarse es imposible que el Estado cumpla su función de proveer los bienes públicos que los mínimos estándares de derechos huma-nos y el diagnóstico razonable sobre el estado del mundo exigen. Peor aún, desde el punto de vista normativo, algunos sistemas políticos de origen o de tránsito a la democracia (USA, Rusia, ¿Francia?) avanzan a la adopción de doc-trinas comprensivas contra los principios de la sociedad abierta, en las cua-les los principios de la democracia y los derechos liberales fundamentales no pueden realizarse.

Fuerzas que quieren abolir los derechos liberales y restaurar el clasismo, el racismo y revertir las tendencias societales de la globalización quieren con-dicionar los procedimientos democráticos a los resultados impuestos de la ley y la política pública. Es decir, quieren imponer la hegemonía de sus valores en la ley y en las políticas públicas, y cancelar la neutralidad procedimental de la democracia representativa.

ConsideraCiones finales

Para hacer frente a las pulsiones autoritarias contra las sociedades abiertas, comenzaron con el fin de la Guerra Fría y la Paz de París, es indispensable tra-zar estrategias que puedan volverse dominantes como lo fueron las sucesivas oleadas de democratización y ciudadanización de la política, entre 1800 y la actualidad. Tales estrategias podrían plasmarse a la postre en un nuevo siste-ma constitucional mundial que siga el patrón de la Carta de Naciones Unidas de 1948. Sin ese propósito y el convencimiento de muchos para apoyarlo ve-remos la imposición de utopías regresivas ordenadas en torno a nuevos au-toritarismos.

No debemos olvidar que el orden político está cambiando, y que contra las previsiones optimistas de encaminarnos hacia “Estados de mercado” y socie-

Francisco Valdés Ugalde34 •

dades más abiertas, dicho orden se está alineando a la estrategia de las dos grandes potencias nucleares y la segunda economía mundial que, sin duda, intentan imponer un nuevo orden constitucional mundial, que ya no es el deli-neado en 1990. Sería irresponsable afirmar que esta estrategia se ha impuesto globalmente, a estas alturas lo sería considerarlas como un episodio efímero. Pero la estrategia que prevalece en el conflicto lo hace también en la ley y, por consiguiente, define la estructuración del orden político.

Creo que en un futuro inmediato el orden mundial y sus regiones se ve-rán sometidas a la competencia de tres modelos: el nacionalismo autoritario, el liberalismo democrático y la social-democracia. El balance entre los tres en las naciones más fuertes influirá en el orden internacional y en el futuro de las instituciones e instrumentos de entendimiento y protección de derechos. Al final de cuentas la pregunta que se impone resulta ser si nos gobernaremos mediante poliarquías, oligárquicas o democracias representativas.

referenCias biblioGráfiCas

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latinos make ameriCa Great esCenarios demoGráfiCos y PolítiCos más allá de trumP

Alejandro I. Canales*

introduCCión

Barak Obama en su discurso de despedida se refería al problema del racismo y la xenofobia en los Estados Unidos de América: “La raza sigue siendo una fuerza poderosa y divisoria en nuestra sociedad” (The New York Times, 2017). Lo asumía como uno de los grandes temas pendientes que debieran definir la agenda social y política de ese país. En ese mismo discurso resaltaba el papel que desde siempre han tenido los inmigrantes en la construcción de la demo-cracia en los Estados Unidos de América.

Sabemos que el racismo y la diferenciación étnica desde siempre han for-mado parte de la estructura social y cultural de los Estados Unidos. Diversos autores han estudiado su conformación histórica, así como sus mecanismos de reproducción y transformación en el tiempo (Bonilla-Silva, 2002; Omi & Winant, 2015). Hace unos años se abrió un interesante debate en torno a las nuevas formas que adopta la discriminación étnica en la sociedad estadouni-dense contemporánea, y se llegó a hablar incluso que se estaría viviendo una época post-racial, tomando como dato precisamente el ascenso de un repre-sentante de la comunidad afroamericana al gobierno del país (Love & Tosolt, 2010; Cohen, 2011; Haney, Lopez, 2010; Ono, 2010).

No deja de ser revelador que fuera el mismo Obama quien señalará que más allá de sus buenas intenciones, estas visiones de una sociedad post-ra-cial nunca fueron realistas. No deja de tener el valor histórico necesario que

* Doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de México. Actualmente es Profesor-Investigador en la Universidad de Guadalajara. Sus libros más recientes son: Debates contemporáneos sobre migración internacional. México, 2016, M.A. y E Pur Si Muove. Elementos para una teoría de las migraciones. México, 2015. M.A. Porrúa. Es miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, y del Sistema Nacional de Investigadores (Nivel III). Fue fundador y primer presidente de la Aso-ciación Latinoamericana de Población. Actualmente forma parte de los comités editoriales de diversas revistas académicas de México, Europa, América Latina y Estados Unidos. Dirección electrónica: [email protected]

AlejAndro I. CAnAles38 •

sea precisamente el primer presidente de origen afroamericano quien reto-me la cuestión del racismo y la inmigración y lo haga justamente en el actual contexto de irrupción de un personaje como Donald Trump, quien con el apo-yo de amplios grupos supremacistas blancos de esa nación han reinstalado el racismo y la xenofobia como una cuestión toral en la política y sociedad es-tadounidenses.

Al tomar en cuenta esta situación, nos interesamos en aportar algunas ideas para entender y comprender la irrupción de un personaje como Donald Trump y su discurso de odio contra todas las minorías sociales, étnicas, se-xuales y de género. ¿Es la representación del fin de una era, lo último que va quedando del supremacismo blanco, los últimos estertores de un racismo mo-ribundo?, o bien, es el inicio de una nueva era, la recomposición de ese racis-mo frente a los nuevos desafíos que le impone la sociedad contemporánea, una renovación del discurso y política de los grupos supremacistas para re-conquistar el dominio y el poder sobre la sociedad y las minorías que habían venido perdiendo sistemáticamente en los últimos 50 años?

Para responder esta interrogante, debemos tomar una perspectiva de aná-lisis del fenómeno Trump que vaya más allá de él mismo, esto en un doble sentido. Por un lado, advertimos más allá de la persona y del personaje. Sin duda la personalidad de alguien como Donald Trump distorsiona cualquier análisis. Su estilo personal, su actitud arrogante y prepotente, su histrionismo al hablar y actuar hacen que el debate se desvíe de lo esencial a lo anecdóti-co y circunstancial. Por otro lado, se trata también de mirar más allá de la co-yuntura diaria, de la situación contingente que el mismo personaje va creando cotidianamente tweet a tweet, y analizar la situación en su ciclo largo en las tendencias estructurales que enmarcan esta situación coyuntural.

Para ello, debemos identificar aquellos procesos estructurales que nos permitan entender el alcance, trascendencia y viabilidad de las diferentes po-siciones políticas frente a la actual coyuntura histórica. En nuestro caso ana-lizamos la cuestión del racismo desde la perspectiva de los retos y desafíos que plantea el cambio demográfico que ya experimenta la sociedad america-na, así como de sus impactos en la composición étnica de la población esta-dounidense.

Latinos Make aMerica Great

escenarios DeMoGráficos y PoLíticos Más aLLá De truMP

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Cambio demoGráfiCo y remPlazo étniCo

Desde hace unas tres décadas y durante todo este siglo, Estados Unidos de América ha experimentado un proceso de transición que lo lleva de la tra-dicional estructura demográfica, basada en un indiscutido predominio de la mayoría blanca, a una estructura paritaria donde los blancos dejan de ser una mayoría absoluta y comparten su posición de primacía con la pobla-ción latina (Canales, 2015). Se trata de un proceso de remplazo demográfi-co que se sustenta en dos grandes tendencias: I) el declive de la población blanca, producto de su envejecimiento y baja natalidad; y II) el auge y cre-cimiento de los latinos, producto de la inmigración y de sus mayores nive-les de natalidad.

No somos los primeros en hablar en términos de un proceso de remplazo demográfico para referirnos a las consecuencias de la inmigración en contex-tos de muy baja natalidad y envejecimiento de las poblaciones. En un informe de las Naciones Unidas de 2001 se utilizó el concepto migraciones de rempla-zo, el cual se definía como:

The international migration that would be needed to offset declines in the

size of population and declines in the population of working age, as we-

ll as to offset the overall ageing of a population. (United Nations, 2001:7)

Coleman (2006) conceptualiza este mismo fenómeno como la Tercera Transición Demográfica, y lo documenta para el caso de los países europeos más desarrollados. Este autor señala que de mantenerse las actuales tenden-cias migratorias y demográficas hacia 2050 los inmigrantes representarían 36% de la población en Inglaterra y Gales, 33% en Estados Unidos de Améri-ca, 29% en Holanda e Italia, y 24% en Alemania.

En ambos casos, pone su atención en el eventual remplazo demográfico de población nativa por inmigrantes en contextos donde la baja fecundidad y alto grado de avance del envejecimiento no permiten asegurar la reproduc-ción demográfica de las poblaciones nativas, y con ello la provisión de los contingentes necesarios de mano de obra para sustentar sus economías. En ambos casos, el foco está puesto no tanto en la dinámica y características de la inmigración, sino en el contexto de declive demográfico que caracteriza a

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los países desarrollados, principales destinos de la migración internacional contemporánea.1

En el caso de los Estados Unidos de América, la conjunción de estos proce-sos –declive de la población blanca y el crecimiento de la población latina– son la base de los cambios en la composición étnica que experimenta actualmen-te la población de esta nación, y que según estimaciones del Buró del Censo, implicarían un eventual proceso de remplazo étnico y demográfico, haciendo que Estados Unidos de América transite de haber sido históricamente un país de blancos a ser una sociedad de minorías demográficas.

Desde su conformación como país independiente a fines del siglo XVIII hasta fines de la década de los setenta del siglo pasado, Estados Unidos de América fue siempre un país de mayoría blanca, grupo étnico que representó en todo momento más de 80% de la población, alcanzando su punto máximo hacia los años 20 del siglo pasado cuando representó casi 90% de la gente. Sin embargo, a partir de 1980 la población blanca experimentó un proceso de de-clive demográfico, el cual ha llevado a que actualmente solo representen 61% de la población, y hará que en 2044 por primera vez en la historia de ese país, los blancos dejen de ser una mayoría absoluta y representen solo 49.9% de la población para reducirse a menos de 44% en el año 2060, proporción que to-do indica continuará descendiendo en las siguientes décadas.

Por su parte, las minorías étnicas fueron desde siempre minorías demo-gráficas, las cuales en el mejor de los casos representaron no más de 20% de la población. Sin embargo, a partir de 1980 inicia un proceso de cambio que ha llevado a que hoy representen 39% de la población, estimándose que en 2060 alcance 56% de la población total. Entre estas minorías destacan los latinos, quienes pasaron de ser menos de 5% de la población total en 1970 a represen-tar ya 17%, estimándose que lleguen a ser 30% en 2060; proporción que con-tinuaría incrementándose en las siguientes décadas de este siglo:

1 Para más detalle sobre esta tesis véase Canales, 2015.

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La profundidad de este cambio es tal, que en tan solo unas décadas más, la tradicional composición étnico-demográfica de la población de los Estados Unidos de América se invertirá: la mayoría será una minoría y las minorías serán mayoría. Esta situación, que pudiera pensarse como parte del guion de una película de ciencia ficción, es sin embargo, ya una realidad que se expe-rimenta en varios estados de la Unión Americana.

En California por ejemplo, en los años setenta del siglo pasado la población blanca mantenía su posición de mayoría demográfica, representando más de 70% de la población. Ya en 2014 esta situación se ha invertido. Los blancos no solo han dejado de ser la mayoría demográfica, representando solo 38.3% de la población, sino que han sido ya superados en volumen por la población de origen latino, la cual representa 38.6% de la población total.2 En este sentido, la situación actual de California prefigura el futuro demográfico que se prevé para toda la Unión Americana.

Este proceso de remplazo étnico ya forma parte estructural de la dinámica demográfica de la población general de los Estados Unidos de América y se refleja en la composición étnica de los nacimientos que cada año ocurren en ese país. Entre 1970 y 2015 los nacimientos se han estancado en un volumen que oscila entre 3.7 y 4 millones de niños cada año. Sin embargo, la composi-ción de ellos ilustra claramente el proceso de remplazo étnico y demográfico, el cual se experimenta en ese país.

2 Estimaciones con base en American Community Survey de 2014.

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En 1970, el 77% de los nacimientos correspondían a bebés de madres blan-cas, mientras que solo 7% correspondía a bebés de madres latinas, al mismo tiempo, el 16% restante correspondía a nacimientos de otras minorías étnicas (afroamericanos, asiáticos, nativos americanos, entre otros). Es decir, en 1970 la primacía demográfica de la población blanca se mantenía y reproducía a tra-vés de su primacía en los nacimientos.

A partir de los ochenta, esta situación comienza a modificarse sustancial-mente. En 1985, los blancos a pesar de aún representar casi 80% de la pobla-ción contribuían con solo 68% de los nacimientos. Actualmente, la población blanca contribuye con solo 54% de los nacimientos, y se prevé que ya en 2020 se reduzca a menos de 50% y a solo 37% en 2050. Por el contrario, los latinos aun cuando solo representaban 17% de la población en 2015 contribuyeron con casi un cuarto de los nacimientos, y se espera que para el año 2020 apor-ten el 26%, y el 33% para 2050. Las otras minorías étnicas muestran a su vez, una tendencia muy similar a la de latinos:

Estos datos son un claro ejemplo de cómo el cambio demográfico y el rem-plazo étnico es un fenómeno social que se está viviendo y experimentando en los Estados Unidos de América. Hoy los nuevos ciudadanos americanos pre-figuran la composición étnica que las proyecciones del Buró del Censo esti-man para toda la población en las siguientes décadas.

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Esto indica que por mucho que hoy se quiera cerrar las fronteras a la inmi-gración no será suficiente para detener y contener el cambio demográfico, que actualmente experimenta la población norteamericana por dos razones fundamentales:

1. Las tendencias en la composición étnica de los nacimientos ilustran que el proceso de remplazo demográfico no es solo por efecto de las inmigraciones, sino principalmente, a partir del declive demográfico de la población blanca que se manifiesta hoy día en la reducción de su natalidad y fecundidad.

2. Los cambios en la composición étnica de los nacimientos indican que el remplazo étnico y demográfico es un proceso que se inició hace más de 3 décadas, en los años setenta y ochenta, y por lo mismo, forma par-te de la estructura demográfica de los Estados Unidos de América.

El cambio en la composición de los nacimientos impacta directamente en la estructura etérea de la población. Más allá del lugar común que los niños son el futuro de toda sociedad, es evidente que la composición étnica de hoy será la cual predomine en las siguientes décadas en toda la población. Esto indica que aunque se cierren las fronteras a la inmigración no será suficien-te para detener y contener el cambio demográfico que ya actualmente experi-menta la población estadounidense.

El cambio demográfico no es una apuesta a un futuro posible, sino es un hecho real, un proceso social y demográfico que se ha puesto en marcha, y cuyo desenlace se manifestará irreversiblemente en las siguientes décadas. Por ello, basta con imponer políticas restrictivas a la inmigración, pues el cam-bio demográfico ya está incubado y gestándose en la población residente en los Estados Unidos de América. Frente a esto no hay muros que puedan con-tener ni detener este cambio demográfico, debido a que uno de sus actores principales, es precisamente, la misma población blanca que desde hace al-gunas décadas experimenta un declive demográfico, producto de su baja na-talidad y envejecimiento progresivo.

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raCismo y Cambio demoGráfiCo

Todos los datos hasta aquí presentados apuntan a una tesis simple, pero de gran trascendencia y consecuencias hasta ahora insospechadas. Estados Uni-dos de América dejará de ser un país de blancos para convertirse en una socie-dad de minorías demográficas. La composición étnica que ya está emergiendo se sustenta en la coexistencia en volúmenes más o menos paritarios de dos grandes grupos étnicos: blancos y latinos. Juntos estos dos grupos étnicos representarían en un futuro próximo casi 75% de la población total, es decir, prácticamente el mismo status demográfico que hace tan solo un par de dé-cadas, estaba reservado exclusivamente para la población blanca.

El dato anterior nos permite plantear nuestra hipótesis sobre el resurgi-miento actual del discurso racista y xenófobo de los supremacistas blancos, y su manifiesto odio hacia latinos y mexicanos en particular. A diferencia de contextos anteriores, su temor ya no es solo frente a la diversidad cultural y social que la inmigración y la presencia de minorías étnicas plantea. No es solo su baja tolerancia a la diversidad cultural, algo que desde siempre los ha caracterizado.

Su temor actual proviene de algo más simple, práctico y directo. Es el te-mor a perder su status de mayoría demográfica; es el miedo que les causa el tener que compartir sus privilegios y su poder con esas minorías que ellos desprecian. Es el miedo a que Estados Unidos de América ya no sea más un país de blancos y para blancos, esa sociedad donde la diversidad étnica era tolerable en la medida que fuera un asunto de minorías subordinadas a la pri-macía de los blancos. Quien mejor lo ejemplifica es Jared Taylor3 en una entre-vista con Jorge Ramos a finales de 2016. Aquí solo extraemos algunas frases que ilustran lo que hemos venido planteando:4

3 Samuel Jared Taylor es un nacionalista blanco, fundador y editor de la revista de American Renaissance, y presidente de la organización New Century Foundation, grupo descrito como supremacista blanco. Taylor apoyó la campaña presidencial de Donald Trump, y describió su ascenso al gobierno como “un signo de la creciente conciencia blanca”.4 El video de esta entrevista puede consultarse en https://youtu.be/qkwD5CC2up4

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J. Ramos:

¿Entonces quisieras vivir en un país exclusivamente de blancos?

J. Taylor:

Bueno, no necesariamente solo blancos, pero sí en un país basado cla-

ramente en un modelo europeo, en donde los blancos sean mayoría pre-

dominante para siempre.

Tú estás promoviendo un proceso que convertirá a mi gente en una mi-

noría.

Quieres más poder para los latinos, a costa del poder de mi gente.

Estos extractos de la entrevista reflejan el temor que ha empezado a apo-derarse de los supremacistas blancos. Su problema no es solo por la presencia de “otros” así pura y simplemente, sino que es el hecho que esos otros tien-den a ser muchos y amenazan con ser más que “nosotros”. Para Jared Taylor y los supremacistas blancos el temor frente a los latinos no es solo por la di-versidad cultural que implica, sino por su crecimiento demográfico que pone en riesgo la posición de primacía étnico-demográfica de la población blanca. Es el temor a convertirse en una minoría demográfica lo que implicaría la pér-dida del poder que han ejercido durante siglos. Para él, el asunto de la diver-sidad étnica y cultural sería algo totalmente tolerable siempre y cuando ello no comprometa su primacía demográfica y su posición de poder frente a los demás grupos étnicos.

Todo es tolerable en la medida que no atente contra su modelo de socie-dad: europeo y de primacía blanca. Esto marca una diferencia no menor res-pecto del discurso racista tradicional. Por primera vez, se trata de una posición que está a la defensiva. Su actual estrategia de ataque político contra las mino-rías y los latinos en particular, no es solo para imponer una ideología de su-perioridad blanca sino que es fundamentalmente una estrategia de defensa de derechos, privilegios y posiciones de poder frente a la amenaza que para ellos representa el crecimiento demográfico de los latinos y las otras minorías.

Es, tal vez, su último intento por restablecer la antigua estructura demo-gráfica sustentada en una relación desigual entre la mayoría blanca y las mi-norías étnicas, la cual formó parte fundamental de la matriz fundacional de los

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Estados Unidos de América como país independiente y como sociedad moder-na, y estuvo en la base de la conformación del sistema político y de distribu-ción del poder entre los distintos grupos étnicos y demográficos.

Trump y su equipo no son los primeros en plantear esta situación de ries-go de la hegemonía blanca frente al crecimiento de la población latina y la inmigración. Huntington tal vez fue el primero en articular un discurso anti-mexicano, al señalar la amenaza que representaba México para los Estados Unidos de América, no solo en términos culturales, sino en cuanto a sus di-ferentes demografías, poniendo especial énfasis en el riesgo, a fines de los noventa cuando ya representaba el auge de la inmigración mexicana y lati-noamericana (Huntington, 2004).

Por su parte, Philip Martin & Martin Ruhs plantearon hace ya casi una década el mismo problema en la forma de un virtual Trade Off Numbers v/s Rights (Ruhs & Martin, 2008). Según estos autores, el problema con la inmi-gración actual es que es muy numerosa, lo cual no permite asegurar el repar-to de privilegios y derechos para todos los inmigrantes. En otras palabras, el pastel de los Derechos Humanos es muy limitado y no alcanza para ser re-partido entre todos los inmigrantes, lo que exige su reducción a volúmenes controlables en términos sociales y políticos. Lo que no explican, sin embar-go, es con base en qué criterios se establece la distribución de los derechos humanos, de tal modo, que sí alcanzaría para todos los blancos pero no para todos los inmigrantes.

Es evidente que detrás de este dilema, hay un sesgo discriminatorio no asumido: los inmigrantes por su condición de migrantes no tienen el mismo derecho a acceder a sus derechos humanos. Es decir, una condición circuns-tancial –ser migrante– se superpone a una condición esencial –ser humano–. En efecto, este planteamiento en términos de un supuesto Trade Off Numbers v/s Rights no solo se corresponde con una visión de los migrantes laborales como simples mercancías que se transan en los mercados internacionales, si-no que además, es un debate mal planteado que busca legitimar y consagrar como “naturales” determinadas estructuras de desigualdad social.

El verdadero dilema no es numbers v/s rights, sino de derechos de unos (migrantes) v/s privilegios de otros (nativos, clases media y alta). Más allá de las atribuciones que se asigna cada Estado en materia de política migratoria, lo cierto es que independientemente de su estatus legal y también del núme-

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ro, todo migrante tiene derechos fundamentales e inalienables (incluidos los laborales) que ningún Estado democrático puede desconocer.

Detrás de todos estos discursos, prevalece el mismo temor que se apodera actualmente de los supremacistas blancos: las insospechadas consecuencias que vienen con el cambio en la composición étnica de la población estadouni-dense. El temor a las implicaciones y consecuencias políticas se derivan de la transición que está experimentado Estados Unidos de América, país que du-rante siglos se constituyó como uno de mayoría blanca y que tan solo en un par de décadas más, se convertirá en una sociedad de minorías étnicas y de-mográficas, donde los blancos solo serán una de esas minorías, tal como ya sucede actualmente en California y otros estados del suroeste de esta nación.

En este marco, nuestra tesis es que la irrupción de Donald Trump y los su-premacistas blancos no es solo un fenómeno circunstancial, explicable y com-prensible solo por las condiciones coyunturales que posibilitaron su ascenso al gobierno, sino que es una respuesta, un posicionamiento social y político de los grupos de extrema derecha frente a estas transformaciones demográ-ficas que, según su perspectiva, amenazan su actual posición de privilegio y poder frente a las minorías étnicas en general y, a los latinos en particular.

raCializaCión de la desiGualdad y el nuevo dilema estadounidense

En las pasadas elecciones en Estados Unidos de América Jorge Ramos señaló, en más de una ocasión, que sin latinos no hay gobierno. Con ello quería enfati-zar la importancia política que ha venido adquiriendo el voto latino a partir de los cambios demográficos que hemos comentado. Nosotros vamos más allá, y sostenemos que sin latinos no hay futuro en Estados Unidos de América.

Los datos sobre ocupación y empleo ilustran con elocuencia los alcances de esta tesis. Si Estados Unidos de América no contara con la presencia de latinos e inmigrantes enfrentaría un déficit crónico de fuerza de trabajo que afectaría directamente su posición hegemónica como primera potencia polí-tica, militar y económica a nivel mundial. El declive demográfico que experi-menta la población blanca hace que su dinámica demográfica ya no sea capaz de generar el volumen de trabajadores necesarios que demanda el crecimien-to económico, como sí lo hiciera en décadas anteriores.

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Tan solo entre 2000 y 2016 el crecimiento económico generó un volumen de 16 millones de nuevos puestos de trabajo, cifra que representó un creci-miento de más de 12% en ese periodo; esto incluye la gran pérdida de empleos que provocó la crisis de 2008. Sin embargo, la baja natalidad y el envejecimien-to de la población blanca provocaron una reducción de su población activa en algo más de 1.3 millones de personas.

Esto generó un déficit de más de17 millones de trabajadores, el cual debió ser cubierto por las diferentes minorías étnicas. En este punto destaca el papel de los latinos, cuyo crecimiento demográfico y composición mayoritariamen-te joven le permitieron cubrir más de 55% de este déficit de mano de obra. El resto ha sido cubierto en partes iguales por las minorías nativas (afroameri-cano, aborígenes americanos, entre otros), y por inmigrantes de otros países del mundo (Canales, 2017).

La contribución de los latinos en la cobertura del déficit laboral se refleja también en su aporte al crecimiento económico de los Estados Unidos. Entre 2000 y 2015 el PIB per cápita de los Estados Unidos de América creció en 16%, pasando de 44.7 mil dólares a 51.8. Sin embargo, los trabajadores blancos so-lo aportaron 40% de este crecimiento económico, mientras que 60% restante fue aportado por el conjunto de minorías étnicas y demográficas. Entre ellas destacan una vez más los latinos, quienes por sí solos aportaron 31% del cre-cimiento del PIB per cápita, mientras el resto se distribuye entre los inmigran-tes de otros países (17%) y las demás minorías étnicas (12%) (Canales, 2015).

Los datos anteriores nos ilustran el grado de dependencia de la dinámica económica de los Estados Unidos de América respecto de la participación la-boral de las minorías étnicas y, en particular, de la población latina. El grado de riesgo y vulnerabilidad a la cual está expuesta la economía estadouniden-se a razón del declive demográfico que ya experimenta la población blanca. En este sentido, el crecimiento demográfico de los latinos y de otras minorías étnicas resulta un recurso fundamental del que dispone la economía estadou-nidense para mantener la generación de los excedentes económicos necesa-rios para sustentar su posición hegemónica como potencia política, militar y económica a nivel global.

A pesar de que latinos, migrantes y otras minorías étnicas son el motor del crecimiento demográfico y económico del país, prevalece una estructura de segregación ocupacional y desigualdad social que los margina y excluye,

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de los beneficios del desarrollo (Caicedo, 2015). Las minorías suelen quedar relegadas a los puestos más bajos de la pirámide ocupacional y en los estra-tos más bajos de la pirámide social y de ingresos, mientras los blancos suelen concentrarse en los estratos medios y altos de la pirámide social y ocupacio-nal. La desigualdad social adquiere una forma racializada, donde la posición que cada individuo ocupa en la escala social está directamente determinada por su origen étnico y migratorio (Canales, 2017).

En efecto en 2016, 45% de los trabajadores blancos estaba ocupado en la cima de la pirámide laboral (directivos de empresas y profesionales), y solo 17% en la base (jornaleros y obreros de la construcción y trabajadores en ser-vicios personales de baja calificación, del cuidado, servicio doméstico, lim-pieza, mantenimiento y similares). Por el contrario, los latinos muestran una distribución inversa; 36% de ellos se empleaba en ocupaciones ubicadas en la base de la pirámide ocupacional, y solo 22% en los puestos superiores de la jerarquía laboral. Las otras minorías se ubican en una posición intermedia, aunque más próxima a la estructura de los blancos:

Lo relevante en todo caso es que estos datos muestran que mientras los blancos experimentan una polarización ocupacional hacia arriba, donde quie-nes están en la cima de la pirámide laboral casi triplican a los ubicados en la base, en el caso de los latinos se da la relación inversa, predominando los ubicados en los estratos laborales más precarios y vulnerables, los cuales su-

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peran en más de 65% a los ubicados en el extremo superior de la jerarquía laboral.

Esta diferenciación en la inserción laboral se refleja también en la des-igualdad social y de ingresos. Mientras en el caso de los blancos se da una composición relativamente más equilibrada entre los distintos estratos de in-gresos donde predomina la población en los estratos medios de ingresos, en los latinos en cambio hay una clara concentración en los estratos más bajos. En efecto, 52% de los latinos pertenece a los estratos pobres o vulnerables (ba-jo la línea de pobreza, o bien con ingresos cercanos a ese nivel), y solo 12% se ubica en los estratos medios altos y altos de ingresos (con ingresos mayores a 50 mil dólares al año). Las otras minorías reproducen este mismo patrón de los latinos, aunque en forma menos intensa.

Ahora bien, pudiera pensarse que en la medida que la mayoría blanca re-duzca su volumen y sea reemplazada por latinos y otras minorías, entonces esta desigualdad étnica en la inserción laboral y distribución del ingreso debie-ra reducirse. Este remplazo demográfico de blancos por latinos se producirá con pequeñas variaciones en todos los estratos ocupacionales, y en todas las clases sociales. Lo cierto es que ello no es así. Esto lo podemos ejemplificar con la situación actual en estados como California, donde el remplazo demo-gráfico de blancos por latinos no ha modificado sustancialmente la racializa-ción de la desigualdad social y ocupacional.

Hoy en día en California, a pesar que latinos y blancos comparten la pri-macía demográfica con casi 40% de la población cada uno, no comparten sin embargo la misma estructura social y de clases, sino por el contrario reprodu-cen la desigualdad racializada. La inserción laboral como en estratos socioeco-nómicos en California es prácticamente reproducida vis a vis, las estructuras que hemos mencionado a nivel nacional.

En el primer caso, los trabajadores blancos en puestos de dirección y pro-fesionales casi quintuplican a los que trabajan como jornaleros, la construc-ción o en servicios personales y de baja calificación. Asimismo los blancos ganan más de 50 mil dólares anuales, los cual a nivel nacional solo superan en 7% a los ubicados en estratos de pobreza o vulnerables; en el caso de Califor-nia los superan en más de 30%. En el caso de los latinos resulta impresionan-te cómo se reproduce prácticamente la misma distribución según categorías ocupacionales y estratos de ingreso:

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Esto resulta relevante, pues indica que aún en un contexto de pérdida de su primacía demográfica la estructura política y social le ha permitido a la po-blación blanca mantener sus privilegios económicos, e incluso aumentarlos. Por el contrario, en el caso de los latinos su crecimiento demográfico y el he-cho de convertirse, hoy por hoy, en el grupo étnico más numeroso de Califor-nia no les ha reportado ningún beneficio socioeconómico, ni ningún proceso de movilidad social ascendente, ya sea vista desde la perspectiva de las ocu-paciones o de los ingresos; siguen sufriendo de las mismas carencias y vul-neración de sus derechos sociales y laborales como a nivel nacional sucede.

reflexiones finales: los latinos y el nuevo dilema estadounidense

En el contexto de remplazo étnico y demográfico que hemos descrito en es-te texto, cabe preguntarse por cuánto tiempo será posible que se mantenga la actual racialización de desigualdad social. ¿Qué pasará cuando los nuevos equilibrios demográficos, que se avecinan, no se reflejen en nuevos equili-brios socioeconómicos? ¿Será posible mantener a los latinos en los estratos inferiores de la estructura social y ocupacional, aun cuando ellos lleguen a constituir más de 30% de la población?

Los nuevos equilibrios demográficos que se avecinan no parecen ser com-patibles con el mantenimiento y reproducción formas racializadas de la des-

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igualdad social y la estructura de clases. Mientras estas formas de segregación social y étnica afectara solo a una pequeña minoría demográfica, sus contra-dicciones podían ser asumidas y absorbidas por el sistema social. Sin em-bargo, cuando esta segregación racial afecta a una fracción importante de la población y, a la vez, mantiene y beneficia a un grupo demográfico igualmen-te minoritario la situación se vuelve potencialmente explosiva.

En este contexto resulta posible prever que los dispositivos de cohesión so-cial y cultural, los cuales prevalecían en el pasado, dejarán de tener su eficiencia y eficacia para controlar las nuevas tensiones y contradicciones que la segre-gación racial plantea en una sociedad democrática. Es obvio y evidente que cuando los equilibrios demográficos comiencen a modificarse, como se espera ocurra en las siguientes décadas, esta racialización de la desigualdad social ha-rá estallar los actuales equilibrios políticos entre los diferentes grupos étnicos y demográficos que componen la población de los Estados Unidos de América.

Esto plantea un escenario inestable y que requerirá o bien la imposición autoritaria del actual estado de cosas y situación social, o bien su transforma-ción por formas más igualitarias y democráticas que pasa por una profunda re-negociación y reformulación del pacto étnico-social sobre el cual se constituyó la Unión Americana, y donde el racismo como factor de poder social y fáctico deberá ceder a otras formas de relación y estructuración de las clases sociales, y de la distribución del poder y de los privilegios y beneficios del desarrollo.

Al parafrasear a Gunnar Myrdal (1944) podemos afirmar que este es el Nuevo Dilema Americano, el cual definirá la evolución política y social de los Estados Unidos de América y en torno al cual se constituirá la lucha de cla-ses en este siglo XXI. Para los supremacistas blancos la cuestión se plantea en términos de cómo enfrentar este proceso de remplazo étnico que se les viene encima, y sobre el cual prácticamente no tienen ni las herramientas ni los re-cursos para poder revertirlo.

Cómo mantener su posición de privilegio en la actual estructura racializa-da de la desigualdad social, sus beneficios derivados de la actual forma de et-noestratificación de la sociedad, en un contexto de cambios demográficos tan profundos que llevarán a un remplazo étnico de la población blanca por las actuales minorías. Frente a esta disyuntiva la opción de controlar y revertir el proceso de remplazo étnico es ya un escenario improbable, al menos por dos razones fundamentales:

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Los riesgos económicos y políticos son demasiados altos. Reducir el cre-cimiento de los latinos, ya sea frenando la inmigración, promoviendo deporta-ciones masivas e incluso la no ciudadanización de los hijos de los inmigrantes atentaría directamente contra la reproducción y provisión necesaria de fuer-za de trabajo, y con ello amenazaría el desarrollo de las fuerzas productivas del capital. En este escenario el crecimiento económico se vería directamen-te afectado, y con ello la generación de los excedentes necesarios, tanto para mantener los actuales niveles de vida de la población blanca como para man-tenerse como primera potencia económica mundial.

• Hay un dato que los supremacistas blancos suelen pasar por alto; es el hecho que uno de los componentes centrales del remplazo étnico es el declive demográfico que ya experimenta la población blanca, pro-ceso que se origina en su baja natalidad y envejecimiento progresivo, y perdurará por lo menos por muchas décadas más del siglo XXI. En otras palabras el principal enemigo para los supremacistas blancos, paradójicamente, no es solo y exclusivamente la dinámica demográfi-ca de los “otros”, de los latinos, sino la de sus mismos congéneres. El enemigo lo tienen en casa, y es esta tendencia se manifiesta como un destino demográfico totalmente ineludible.

• La cuestión para los supremacistas blancos es, entonces, cómo asu-mir la defensa de sus intereses como clase y como facción política, de sus posiciones de privilegio y beneficios que les otorga este sistema de racialización de la desigualdad social, en el cual ven amenazados por el cambio demográfico inminente que se avecina.5 En este escena-rio, es donde entendemos la irrupción de un personaje como Donald Trump y el renacer de los supremacistas blancos que lo acompañan.

5 Es evidente que la opción de la negociación de un nuevo pacto social y étnico que dé origen a un nuevo orden político y demográfico, y por ese medio sustentabilidad y legitimidad a un nuevo Estado simplemente está tan lejos de sus intereses como de sus posibilidades, que ni siquiera se les cruza por el reducido espacio de su imaginario que les deja su estrecha ideología y cosmovisión de la vida y la humanidad. Esta opción en cambio es la que debieran enarbolar otros grupos sociales y políticos, de raíz liberal, humanista y libertaria, independientemente de sus orígenes étnicos y socioeconómicos para enfrentar este parto histórico que experimenta los Estados Unidos de América.

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Desde nuestra perspectiva lo existente sería tan solo el posicionamiento inicial de los supremacistas blancos frente a esta disputa social y política que inició y no habrá muros que puedan detenerla. Trump y su gobierno, son tal vez, un último intento de los supremacistas blancos para posicionarse y acu-mular fuerza para esta lucha de clases que se avecina. Buscan no tanto de-tener los cambios demográficos, sino reconfigurar la correlación de fuerzas, reposicionarse en el nuevo escenario político que se está gestando para man-tener su posición de privilegio en la actual estructura racializada de la des-igualdad social y la estructura de clases.

Toda su estratagema que incluye un discurso vociferante, extremista y arrogante contra la inmigración, contra latinos y particularmente, los mexica-nos contra la igualdad y los derechos de las minorías étnicas, religiosas, de género y de clase, es en realidad un intento por debilitar al “otro”, al latino, al inmigrante, al negro, al musulmán, a la mujer, entre otros. Es un postrero es-fuerzo por mantenerlos en sus condiciones de vulnerabilidad social y política, aislados y subordinados, en continuo riesgo de sus condiciones de existencia y permanencia en Estados Unidos de América.

La mala noticia para ellos es que ya no son, ni serán, lo que fueron en el pasado. Somos testigos de una coyuntura muy particular en la Historia de Norteamérica. Como país, como nación, como comunidad y población, los Estados Unidos de América atraviesan un momento único en su historia moderna: el parto de una nueva matriz étnico-demográfica que trasforma-rá su estructuración y conformación como sociedad. En esta nueva matriz los latinos tenemos un rol trascendental porque conformamos la cuarta raíz que se integra a la cultura americana. Somos un cuarto vector de esta ma-triz identitaria, y como tal, estamos contribuyendo a forjar la nueva identi-dad de la Unión Americana.

En este contexto las tensiones, contradicciones, conflictos y luchas polí-ticas que hoy resurgen no son sino la expresión de la transición histórica de un sistema social de mayorías blancas a una sociedad de minorías demográ-ficas, donde el cambio demográfico proviene, tanto del decline de unos (los blancos) como del auge de los otros (minorías étnicas y en especial los latinos).

Estas son las bases del nuevo dilema americano que atravesará y caracte-rizará la lucha de clases de este siglo XXI. Claramente vemos cómo el racis-mo se ha vuelto a instalar en el centro del conflicto social, y que tal como en

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la década de los sesenta opondrá a quienes buscan mantener sus privilegios contra quienes buscan romper con la racialización de la desigualdad social.

A diferencia de aquella lucha por los derechos civiles de los sesenta, esta disputa actual contra el racismo y los racistas se dará en el marco del quiebre de los equilibrios demográficos que sustentaron el predominio de la mayo-ría blanca y la subordinación de las minorías étnicas. Esta riña de clases se da en un contexto histórico de transición de un país de blancos y para blan-cos a un país de minorías demográficas, asunto no menor, pues redefinirá la actual correlación de fuerzas así como la acumulación de recursos sociales y políticos de cada uno de los actores en pugna, debilitando el poder de la ma-yoría blanca y reposicionando políticamente a las diferentes minorías étnicas.

Esta lucha de clases se da en un escenario donde los latinos y las minorías son una fuerza demográfica que no solo está transformando al país sino que también está remplazando y desplazando de ese rol a la población blanca, la cual ha entrado en una larga fase de declive y envejecimiento que prevalece-rá durante todo el siglo XXI (Ortman, Velkoff & Hogan, 2014). Latinos make America great así se afirmaba en pancartas y carteles en recientes manifesta-ciones en Texas. Nada mejor para ejemplificar que en oposición al discurso de Trump, son los latinos e inmigrantes quienes harán grande a Estados Uni-dos de América de nuevo.

En todo caso el futuro no está escrito, sino que es un horizonte de posibi-lidades cuya concreción en uno u otro sentido dependerá de la forma como cada actor enfrente esta encrucijada histórica de los recursos y apoyos que cada uno concite, de sus estrategias y, sobre todo, de la fuerza que acumule para constituirse como sujetos políticos y sociales frente a esta lucha de cla-ses y etnias, la cual ya ha comenzado a darse y continuará en las siguientes décadas de este siglo.

Si los supremacistas blancos se enfrentan a este nuevo dilema, los latinos enfrentan el desafío de constituirse como sujeto social y político con identidad, conciencia y visión para reclamar su lugar en la estructura social conforme su rol en la nueva matriz étnico-demográfica de los Estados Unidos de América. Deben hacer que esta nueva matriz se traduzca en un nuevo pacto étnico-so-cial que establezca un nuevo sistema de reparto de los privilegios sociales y los beneficios del desarrollo, así como también una nueva estructura de dis-tribución del poder político.

AlejAndro I. CAnAles56 •

referenCias biblioGráfiCas

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desemPeño soCial en méxiCo

René Millán*

introduCCión

Quisiera en este trabajo ensayar una idea que, en mi opinión, ha sido práctica-mente inexplorada en los debates contemporáneos del país, sobre todo en la forma como se registra aquí. La idea es: por razones que deberán ser explo-radas, el país parece caracterizarse por un pobre desempeño social. Aunque todavía impreciso el término queremos indicar que existe un enorme déficit en el modo cómo la sociedad trabaja para sí, para gestionar la vida en colecti-vidad, para atender problemas comunes, para responder a sus retos y definir objetivos. Unas cuantas referencias rápidas bastarán para dar una idea de lo que señalamos con el término desempeño social.

Hoy nos enfrentamos a una aguda crisis de gobernanza en los estados de la República Mexicana, cruzados por un incontrolable ejercicio de los gober-nadores que al no encontrar contrapesos adecuados en sus contextos institu-cionales utilizan los cargos para enriquecerse mediante actividades ilegales, corruptas o mediante negocios francamente vinculados al narcotráfico.

Los gobernadores se han convertido en la expresión de una autonomía que pone en duda el federalismo nacional. Detrás de ese síndrome se asienta un déficit claro y obvio de la institucionalidad democrática con todo lo que eso implica. Pero los fenómenos de corrupción no se quedan ahí, están presentes en otros ámbitos y sectores: partidos, sindicatos, empresas, personajes polí-ticos de distinto rango, y también en la administración del Gobierno Federal y en las empresas paraestatales.

* Doctor por la Universidad de Estudios de Turín, Italia. Desde 1989 se desempeña como inves-tigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Forma parte del Sistema Nacional de Investigadores, nivel III, y de la Academia Méxicana de Ciencias. Trabaja actualmente los siguientes temas: bienestar subjetivo, capital social y desempeño institucional. Coordina el Se-minario de Análisis sobre Desempeño Institucional y Social, UNAM.

René Millán60 •

La corrupción en el ámbito público oculta, tras de sí, un preocupante sa-queo o destrucción de bienes públicos, desde PEMEX hasta el sistema de Educación Básica. Pese a notables avances como la aprobación de la ley que instituye el Sistema Nacional Anti-corrupción se registra también una sor-prendente incapacidad para que el Congreso de la Unión cumpla con su agenda: mantiene por ejemplo un atraso de tres años en el compromiso de nombrar el Fiscal Anti-corrupción. Del mismo modo, otras materias importan-tes se encuentran congeladas. La inseguridad cunde, mientras el narcotráfico y otras actividades criminales se expanden e invaden territorios completos, donde las muertes acreditables a esas actividades crecen drásticamente. En concordancia con ese cuadro, la violación de derechos humanos es también alarmante y se carece de un diseño de seguridad que prometa con cierta vali-dez atender la defensa de los derechos y la inseguridad en el país.

La poca eficiencia en la atención de los objetivos del gasto público se mues-tra con toda nitidez en los niveles de pobreza –que crecen pese al incremen-to de inversión– o en el bajo rendimiento de nuestra educación básica, cuyo presupuesto es también considerable. Se gasta más y mal. Lo mismo ocurre en la vivienda, en los procesos de urbanización y en la construcción de ca-rreteras, además, los servicios públicos son insuficientes y su calidad es ra-dicalmente dispar.

Nuestra democracia es altamente ineficiente y costosa. La desconfianza sobre las instituciones es amplia y franca, el descrédito de los partidos es in-negable. Su costo es inusitado y extremo. La participación política o vecinal es baja y los procesos de asociación cívica se registran de manera muy esca-sa. La vida pública carece de un efecto didáctico en la ciudadanía, y no ense-ña valores vinculados con el compromiso cívico.

Diversas estructuras institucionales surgen, auto-reguladas o no, pero con poca eficiencia y con poca historia todavía. Los derechos de los consumido-res frente a las grandes empresas y consorcios son inexistentes. La debilidad de mercado interno y el bajo salario mínimo, atrasado por décadas, muestran que el peso del desarrollo recae sobre los sectores menos favorecidos. Como consecuencia, la desigualdad se ha incrementado y el trabajo sigue siendo mal pagado y de baja calidad. A la par, las dinámicas de exclusión y discrimi-nación no ceden. Y mientras que los procesos de innovación comercial son lentos y costosos; la estructura fiscal es inapropiada para los retos del país.

Desempeño social en méxico • 61

Todos estos rasgos de nuestra realidad nacional son incuestionables y se constatan diariamente en la prensa y en otros medios, muchos de ellos (co-rrupción, impunidad, inseguridad, pobreza, desigualdad, ineficiencia del go-bierno) son tópicos que vienen formulados de distintas maneras, repetidos una y otra vez. Aunque correcto su tratamiento resulta insuficiente para or-denar la complejidad de su co-presencia y describir su impacto general en la sociedad; por este motivo, se tiende a enumerarlos y a dejar que el listado, tras ser salpicado por algunos adjetivos (tal y como hicimos arriba), hable por sí mismo.

En mi opinión, se requiere trascender ese nivel de registro y en eso radica –al menos tentativamente– la capacidad heurística del término desempeño so-cial. En este sentido, el objetivo de este trabajo consiste en proponer un con-junto de elementos conceptuales, todavía inacabados, con los cuales se podría razonar a partir de un parámetro de desempeño y, previsiblemente, encontrar otro tipo de explicaciones más consistentes con una visión integral del país. Al menos esa es la intención.

Creemos que un elemento que está en el centro del desempeño social son las instituciones, entendidas bajo una perspectiva neo-institucional. Se podría decir, en esa línea, que el desempeño de las instituciones rige la capacidad so-cial de atender los problemas comunes de una sociedad y de fijar sus metas y objetivos con cierto nivel de viabilidad.

Para ensayar esa idea procedo de la siguiente manera: realizó primero un apretado análisis de la importancia de las instituciones con la finalidad de aclarar por qué su enfoque puede resultar útil para el problema del desem-peño social. Enseguida, trato de hacer plausible la tesis de este trabajo: entre los principales factores que determinan un bajo desempeño social del país se encuentran los siguientes, debido a que todos ellos muestran rasgos defici-tarios: role of law (papel de la ley); Estado de derecho; persistencia de insti-tuciones extractivas; y escasa aportación de la gobernanza a las capacidades generales del país. La tesis de fondo es, que esos cuatro factores determinan estructuras de incentivos que regulan comportamientos poco cooperativos para atender problemas comunes de nuestra sociedad.

René Millán62 •

breve definiCión de las instituCiones

Es usual considerar a las instituciones como un organigrama y un conjunto de funciones. Las perspectivas neo-institucionales consideran que esas dos dimensiones son tales solo porque están normativamente instituidas. Preci-samente, las instituciones no se definen solo a partir de su función específica ni de sus objetivos, sino a partir de su dimensión normativa o reglamentaria. En ese sentido son extremadamente ilustrativas las ideas de Douglas North (1999), quien en una de las definiciones más claras y limpias establece:

Las instituciones son reglas del juego en una sociedad o, más formalmen-

te, son las limitaciones ideadas por el hombre que dan forma a la interac-

ción humana. Por consiguiente, estructuran incentivos en el intercambio

humano, sean político, social o económico. (p.13)

En la definición anterior, hay tres elementos en los que conviene detenerse: reglas del juego, limitaciones de la interacción social y estructura de incenti-vos. Respecto del primero North indica:

Son [las instituciones] totalmente análogas a las reglas del juego en un

deporte competitivo de equipos. Esto significa que consisten en normas

escritas, formales, así como en códigos de conducta generalmente no es-

critos que subyacen y complementan las reglas formales, tales como no

lastimar deliberadamente a un jugador…

Y agrega que: “las normas formales e informales y el tipo y la eficacia de su obligatoriedad determina la índole total del juego” (p.15). Conceptualmen-te prosigue que se deben distinguir las reglas del juego de los jugadores. Las reglas son constitutivas del juego mismo, donde nadie podría jugar dominó o monopolio sin conocerlas, o si esas fueran distintas a lo que son. Las reglas definen la forma como un juego puede desarrollarse, llevarse a cabo en elec-ciones, en política, en el mercado y en la amistad. Los jugadores, en cambio, desarrollan estrategias y lógicas de coordinación de acciones para desempe-ñarse eficientemente en ese juego que no es otra cosa que formas de interac-ción humana.

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Las limitaciones son constreñimientos que se le imponen a la conducta de los agentes, so pena de ser sancionada, a efecto de que ella se corresponda con una forma de interacción social. Dicho de otra manera, en la medida en que se instituye una regla, se define una delimitación de aquello que es, o no, permitido, un campo de opciones dentro de las cuales es posible elegir una alternativa de acción o una estrategia: “[…] las instituciones definen y limitan el conjunto de elecciones de los individuos” (North, 1999, p. 14). Más precisa-mente, delimitan el abanico de opciones posibles dentro de la estructura de la interacción (no se vale estafar a los amigos, ni hacer fraude electoral). Por eso las limitaciones conllevan costos de sanción o monitoreo, y el monto de esos costos es importante para la obligatoriedad de la norma misma.

Desde una perspectiva que asume una cierta racionalidad, si bien acota-da o limitada de los agentes, los incentivos son en términos generales motiva-dores o predictores de ciertas conductas. Si la regla sobre golpear o no a un jugador del equipo contrario (formal e informalmente) es imprecisa, así co-mo la sanción que conlleva, previsiblemente veremos un partido considera-ble en lo rudo.

Si las normas sobre la corrupción en un país la consideran un acto poco sancionable, seguramente nos encontraremos con una corrupción bastante extendida. Lo mismo ocurriría si los costos de monitoreo son muy elevados y no se aplican las sanciones. Por muy drásticas que sean, veremos un resulta-do semejante. Si la sanción de los pares es extremadamente fuerte para quien en la academia plagia o miente en su curriculum posiblemente veremos con-ductas auto-reguladas en esa materia. Si las normas académicas establecen recompensas monetarias para la productividad, seguro esa se elevará en el conjunto de las instituciones de investigación. Los entramados normativos, en definitiva, producen incentivos positivos o negativos en relación con las posi-bles conductas y estrategias de los agentes o individuos.

Con toda certeza si hay reglas claras, limitaciones bien establecidas y una estructura de incentivos bien demarcada nos encontraríamos frente a una in-teracción social relativamente estable y calculable. Los procesos de cambio y resistencia que los agentes pueden asumir serían procesables en un margen razonable dentro de las instituciones que rigen la interacción social: North (1990) expone que “La función principal de las instituciones es reducir incer-tidumbre estableciendo una estructura estable [no necesariamente eficiente]

René Millán64 •

de la interacción humana” (p.16). Las instituciones, entonces, generan esta-bilidad sin negar la posibilidad de que registren un cambio permanente. Son estables, no inamovibles, y no necesariamente son eficientes. Las hay de he-cho, enormemente ineficientes.

En definitiva, y en concordancia con lo anterior, definimos a las institucio-nes como normas formales e informales que determinan ciertas estructuras de interacción, y para ello, imponen limitaciones que definen el campo de elec-ciones posibles de los agentes. Ellos mismos están en grado de cambiarlas o reformarlas, eso ocurre en el marco de entramados normativos.

Las instituciones, aportan al mundo social la posibilidad de contar con una incertidumbre manejable, porque como ha dicho Ostrom (2005) son a fin de cuentas auto-limitaciones que usan los hombres y agentes para organizar in-teracciones estructuradas y, por ello, repetibles. Mediante esa estructuración que normalmente se acompaña de un cuerpo de incentivos se fijan condicio-nes –como ha expuesto Guy Peters (2003)– para propiciar un espacio de inte-racción entre agentes y para que ellos, bajo cierta racionalidad limitada, estén en posibilidad de definir preferencias y estrategias.

Las preferencias de los actores se conforman en efecto no solo frente a otros agentes, sino en la relación de estos con las instituciones, y ahí radica gran parte de la importancia de los incentivos que esas estructuran. Por eso los incentivos están en posibilidad de asentarse en estructuras normativas formales o informales. En síntesis para los efectos de este trabajo las institu-ciones tienen las siguientes características relevantes:

A. Condensan normas y reglas, formales e informales, que imponen constreñimientos y dan forma a la interacción social o política. Sin re-glas no se daría la interacción electoral o la relación entre poderes.

B. Lo formal y lo informal no siempre se acompaña, ni produce los mis-mos incentivos. El peso de cada factor depende precisamente de la for-taleza institucional, entendida como el grado como las normas y reglas tienen valor y vigencia. Además, toda regla formal –de Constituciones a reglamentos de un club deportivo– sufren adecuaciones prácticas en su operación cotidiana debido a contextos culturales y específicos. Os-trom (2005) llama a ese fenómeno working rules. Son reglas que efec-

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tivamente operan en la actividad cotidiana, sea la de aquel que ejerce su capacidad de juicio en una Corte o la de quien da trámite a un ser-vicio de pago de la licencia para conducir.

C. Bajo cualquier cualidad, las instituciones crean estructuras de incenti-vos que motivan ciertas conductas. Estas pueden ser negativas [en al-gunos países los costos por violar las reglas de tránsito son enormes] o positivas [la posibilidad de ser sancionado por incumplirlas es muy baja]. La capacidad de constreñimiento y motivación de una estructu-ra de incentivos depende, no solo –pero sobre todo– de la capacidad de monitoreo y del riesgo que implica una acción.

D. Mientras más alineados están los incentivos con los propósitos expre-sos o implícitos de una regla, más las instituciones generan certeza so-cial y reducen contingencia.

E. Las instituciones cambian: los agentes pueden reforzarlas, alterarlas o modificarlas. Pero solo para generar otros reglas e incentivos; no hay interacción sin instituciones.

Finalmente, debe destacarse un punto que es central en el buen desem-peño de las instituciones, y de hecho, es la razón última de su construcción social: Las instituciones son resultado y a la vez ayudan a resolver dilemas de acción colectiva. Plantean por ello un problema de tipo cooperativo. Un di-lema de acción colectiva se presenta cuando hay tensión entre intereses indi-viduales y la producción de un bien general [ganancia particular o beneficios compartidos].

Concordar una reforma política una norma constitucional es condensar institucionalmente un arreglo de cooperación social [asumido como beneficio general]. Justo es porque las instituciones influyen en cómo se resuelven pro-blemas de cooperación, y afectan enormemente el desempeño de las socieda-des. Bajo este breve análisis de la importancia de las instituciones podemos indicar la importancia que los cuatro factores señalados en la introducción tie-nen para el desempeño de un país y su comunidad.

René Millán66 •

el role of law Como Problema de desemPeño soCial

Es difícil exagerar las consecuencias disruptivas de un deficitario role of law [papel de la ley, PL] en una sociedad. El PL se verifica cuando se ha concor-dado plenamente que la ley debe ser aplicada igual para todos, y eso ocurre en un modo razonablemente extendido. Cuando esas dos condiciones están presentes, es posible confiar en que las normas establecidas como leyes regu-larán aceptablemente las interacciones sociales en la vida cotidiana, en el mer-cado, en los procesos comerciales o electorales y en las acciones de gobierno.

Se puede confiar, por así decir, en una predisposición a la obediencia de las normas por parte de todos: ciudadanos, empresarios, políticos o gobernantes. En este sentido resulta importante marcar que, como han dicho Acemoglu & Robinson (2012) la aplicación igualitaria de la ley no se verifica nunca en con-textos autoritarios o bajo instituciones políticas absolutistas. El PL presupone que la ley opera bajo un fuerte efecto vinculante para todos, incluidos quienes la elaboran o aplican. Ese efecto vinculante general es una diferencia clave con el monarca que no está sujeto a la ley. Por esa razón, el PL se asocia a contex-tos plenamente democráticos; es una creación de un entramado institucional pluralista que corresponde a estructuras de incentivos que lo soportan.

En otras palabras, el PL supone trato igual en la aplicación de la ley; es el reconocimiento y acuerdo de ciudadanos y élites, de la constricción de las normas formales en la regulación de la interacción entre individuos y ciuda-danos. Si el PL no se verifica, no se limitan los efectos negativos de la concen-tración de poder; no hay garantía que los derechos no serán expropiados. No se institucionaliza el auto-constreñimiento del poder (económico y político). Sin el PL no hay innovaciones sociopolíticas fuertes. El PL es un acuerdo de cooperación que institucionaliza la pluralidad y reconoce que debe haber re-glas para que ese acuerdo tenga viabilidad, es, a fin de cuentas, una garantía de que la convivencia plural no será destruida.

Por eso resulta notable la poca importancia que, en términos generales, se le da en México y otros países latinos al PL. En no pocos casos se le con-sidera, explícita o implícitamente, como una dimensión que no tiene efectos sociales porque se advierte que su nivel de aplicación o vigencia efectiva es extremadamente bajo o no homogéneo. Razonamos, en efecto, como si la no aplicabilidad cotidiana de la ley en los distintos ámbitos no tuviese consecuen-

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cias negativas para las capacidades que una sociedad puede alcanzar; como si fuese, simplemente, el traslado de una causalidad analítica a otra, un tras-lado de lo formal a lo informal. Y en ese “tránsito de causalidad” se presupo-ne que la normalización de lo informal es simplemente otra modalidad para estructurar la interacción social que de cualquier manera carrea casi los mis-mos resultados que los esperables mediante reglas formales. En mi opinión, eso es un error conceptual enorme por varias razones.

En primer lugar, es un dato irrefutable que ninguna sociedad de cierta complejidad se sostiene por puras pautas informales, y que esa informalidad no puede, por tanto, ser considerada una especie de institucionalidad mayor. En segundo lugar, si bien la “complementariedad” entre instituciones forma-les e informales es considerada una situación estándar en contextos demo-cráticos, en contextos políticos de otra naturaleza, la correspondencia no se da obligadamente.

En tercer lugar, resulta ser un claro desbalance hacia la informalidad, y puede introducir fuertes efectos negativos en las interacciones sociales, en la conducción social de ciertos procesos y en sus gobiernos. Imaginemos un “juego electoral” en el cual solo existen, de facto, reglas informales; imagine-mos además, que los agentes sociales no tienen ningún tipo de vínculo for-mal con ese juego ni con los elementos que lo hacen posible. El cuadro es claramente desconcertante. Como he dicho, una sociedad de cierta escala no soporta puras instituciones informales; lo que persiste, inevitablemente, es algún tipo de relación entre ellas y las formales. La calidad y el sentido de esa relación resulta central para el desempeño.

La tensión antes que la correspondencia entre ambos tipos de institucio-nalidad expresa que hay todavía dimensiones, áreas o procesos que no han terminado de ajustarse frente al entramado institucional deseado; por ejem-plo, en una transición democrática o en la conformación de un mercado pro-fesional. Esa tensión en México es notable, tiene efectos negativos en por lo menos en las siguientes áreas:

A. Gobierno débil o vulnerable en su profesionalización y racionalidad. Las formales son: “informal institutions may then be understood as the collection of social norms, conventions and moral values that cons-train individuals and organisations in pursuit of their goals” (Thiery,

René Millán68 •

2011, p. 2). Los agentes que gestionan las estructuras de gobierno se ven inscritos en un doble sistema de incentivos para definir y perse-guir metas institucionales y personales. Pero ambos sistemas no usan los mismos medios de control de conducta. Las informales fijan menos claramente las metas de la función pública y dan un espacio más amplio a los fines personales; son más flexibles y promueven arreglos cara a cara, con un rango enorme de in-tercambios y favores. Por su naturaleza son menos visibles o públicas. Dada esa “ventaja” de control, desde el punto de vista de la conducta individual, las élites que gobiernan tienen fuertes incentivos para des-prenderse de su función pública y de su representación ciudadana. O, al menos, así le parece a los ciudadanos que viven en otros planos de ese doble sistema institucional. Como sea, la extensión o consolida-ción de normas o institucionalidades informales puede ir aglutinando no solo áreas del gobierno sino imponiendo y debilitando gravemente la función pública y el papel de certeza social que el gobierno requie-re para decidir sin elevar costos.

B. Erosión de bienes públicos. En la medida en que la conducta de los agentes de gobierno no está sometida a un constreñimiento formal ju-rídico y político, se promueve o refuerza que los ciudadanos respon-dan igual ante un sistema doble de incentivos. En otros términos, si el acuerdo entre las élites no garantiza la concordancia entre institucio-nalidades –formales e informales– autoriza a las no élites a actuar de modo semejante.

Esta ramificación de incentivos predispone canales de intercam-bio que afectan gravemente la producción, uso y dotación de bienes públicos. Por ejemplo, es socialmente más fácil reproducir, aún en con-textos generales de democracia electoral, pautas clientelares. La co-rrupción entre élites, y entre ciudadanos y élites, encuentra un campo fértil. Si bien son categorías distintas, la corrupción y el clientelismo tienen zonas de contacto.

La corrupción, según Shleifer & Vishny (1993), se entiende como “un abuso del cargo público para beneficios privados ilegítimos”. Bajo esa definición se pone el acento en el traslado de bienes públicos (re-

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cursos, normas, permisos) ejercidos para beneficio privado, sin que eso se justifique por criterios de utilidad pública. Algo semejante po-dría ocurrir con intercambios de tipo clientelar. El déficit del PL, enton-ces, genera una erosión en la función pública y tiene en consecuencia un efecto de reforzamiento de círculos viciosos.

El punto importante, es entender que el vínculo entre déficit del PL –informalidad– y la corrupción en realidad constituyen un arreglo ins-titucional sobrepuesto al formal, debido a que finca pautas de un sin-gular juego cooperativo. Y ese juego solo es posible porque presupone una dotación de bienes públicos, cuya producción no está incorpora-do en él. El entendimiento que esos bienes públicos, generados en el ámbito de la institucionalidad formal, son factibles de ser trasladables a un mercado informal de intercambio particularizado entre personas, tiene efectos de la mayor importancia: distorsiona el sentido mismo de esos bienes; su beneficio generalizable y, para no pocos sectores, tien-den a ser considerados como apropiables discrecionalmente.

Se entiende así, por ejemplo, la invasión de calles para el comer-cio, el robo sistemático de gasolina a PEMEX, la desmedida apropia-ción de las funciones de ciertas instituciones educativas por parte del sindicato, entre otros ejemplos. Pero el vínculo señalado tiene otro efecto quizás más grave: la distorsión de los bienes públicos genera una estructura de incentivos donde no es racional cooperar para su producción, y eso puede incluir a bienes como el gobierno mismo. De ahí que estrategias fuertemente no cooperativas sean premiadas inclu-so electoralmente.

C. Debilidad de instrumentos regulativos e inductivos de la vida social. La erosión de la ley como bien público es la más delicada de todas y con mayores consecuencias. El crecimiento de un déficit de PL no so-lo erosiona otros bienes, sino el principal instrumento de cooperación de una sociedad. Si la ley pierde peso como determinante frente a las normas informales, pierde también vigencia como instrumento de re-gulación de conductas, y el gobierno debilita un recurso de primer or-den para generar políticas y reformas que sean efectivas y cumplan con su cometido.

René Millán70 •

Aunque se logre la aprobación de ciertas leyes en el Congreso, si en su aplicación privan viejas prácticas porque los mecanismos de control están también erosionados, no habrá capacidad de innovación o será muy reducida. Los cambios o reformas económicas, políticas o sociales entran en una desgastante lucha contra la institucionalidad in-formal, elevando costos políticos y reduciendo su eficacia. Sin un fuer-te PL, el gobierno en el ámbito de dos sistemas institucionalizados, es estructuralmente débil porque su institucionalidad formal es frágil.

Los tres puntos anteriores significan que si los incentivos que cada sistema institucional –formal e informal– no están bien alineados se reduce la capaci-dad de gobierno para generar desempeño social y estimular a la sociedad en esa línea. Por eso, como ha dicho Fukuyama (2011):

Legal institutions, on the other hand, must be spread throughout the en-

tire country and maintained on an ongoing basis. They require physical

facilities as well as huge investments in the training of lawyers, judges,

and other officers of the court, including the police who will ultimately

enforce the law. But most important, legal institutions need to be seen

as legitimate and authoritative, not just by ordinary people but also by

powerful elites in the society. (p. 247)

estado de dereCho: otras dimensiones instituCionales

Cierta literatura ha postulado el concepto de Estado de derecho como una tra-ducción de rule of law. Aquí los asumimos como dos conceptos estrechamen-te vinculados, porque, de hecho, no es posible uno sin el otro, pero distintos. La distinción es útil en la medida en que permite, al menos para efecto de es-te trabajo, precisar otras dimensiones importantes para el desempeño social.

Esa distinción, además, tiene una base conceptual: mientras el PL refiere a criterios de decisión y acción de autoridades y ciudadanos, el Estado de de-recho remite a esa misma dimensión, pero también tiene otras implicaciones. El Estado de derecho es un entramado de instituciones fincadas bajo especí-ficas estructuras orgánicas (como los poderes de la Unión) y de principios y garantías (como los derechos) constitucionalmente sancionadas.

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Entendido como ese entramado, el Estado de derecho genera un buen número de prestaciones a la vida social: da fuerza y vigencia a la división de poderes, de manera que ese encuentre límites admisibles, concede legitimi-dad al sistema político y al ejercicio de gobierno, finca derechos humanos y de participación como un modo de generar y acotar decisiones, establece me-canismos para que los conflictos sean tratados institucionalmente, y muy im-portante, condiciona las decisiones de gobierno a criterios de utilidad pública. Ese conjunto de prestaciones son susceptibles de ser consideradas, si bien bajo otro ordenamiento, para mostrar algunos déficits del desempeño social que se desprenden de la institucionalidad del Estado de derecho en México.

Un punto absolutamente clave, es lo que indicamos como una función de segundo orden del Estado de derecho porque de allí se desprenden conse-cuencias significativas para sus prestaciones al desempeño, y la cuestión es particularmente relevante para México. La función de segundo orden se re-fiere a las condiciones institucionales en las cuales el propio Estado de de-recho, como entramado institucional, se da vigencia y solvencia a sí mismo.

Hay, al menos, una condición básica para que su fuerza institucional sea robusta: debe tener capacidad de generar fuertes incentivos para impulsar una auto-regulación (y contención) de la política y del poder. De ahí, que la división de poderes sea considerada una condición imprescindible para su vigencia. Sin embargo, es también claro que el puro diseño o sanción constitu-cional de esa división no determina los resultados sin considerar el entrama-do de normas informales institucionalizadas que definen interacciones entre agentes y criterios claves en la toma de decisiones cotidianas. Pese a los indis-cutibles e innegables adelantos, el balance sobre su fortaleza es todavía con-trastante. En especial es factible destacar los siguientes déficits.

Es claro que si el Estado de derecho no tiene condiciones suficientes pa-ra darse vigencia institucional, otras instituciones para la vida social, políti-ca y económica padecerán también de esa misma debilidad. En último caso la razón de esa debilidad es que el derecho (y el papel de la ley) no cumple –o cumple parcialmente– con su utilidad social fundamental: una correcta generalización de expectativas de comportamiento, acotadas y filtradas nor-mativamente.

René Millán72 •

Sin esa generalización es extremadamente difícil, y al límite imposible, contar con reglas sólidas y formalizadas del juego; que sean suficiente robus-tas para que los agentes entiendan, que es menos costoso y más productivo seguirlas. Para entender la importancia de esta insuficiencia para institucio-nalizar juegos, imaginemos un partido de futbol donde está permitido pegarle al contrincante con los codos y tomar la pelota con las manos; unas eleccio-nes donde, de facto, se admite la compra y alteración del voto, claramente el juego no es futbol en un caso, ni elección democrática en el otro. Y así podría-mos imaginar que el juego no es hacer mercado, competir, representar o go-bernar, educar o impartir justicia.

En términos gruesos, la causa de esa debilidad de la función de segundo orden del Estado de derecho, se encuentra con precisión, en el singular vín-culo entre derecho y política que el país por razones históricas o estructurales mantiene. Por ejemplo la vieja sociedad corporativa post-revolucionaria dada su ausencia de división de poderes, su partido hegemónico y su fuerte presi-dencialismo, dio prioridad al sistema político sobre los otros.

El Estado fue concebido y operado en esa lógica, casi exclusivamente, co-mo una condensación política antes que jurídica o constitucional. El predomi-nio de la política sobre el derecho era notable y, en consecuencia, el poder (o su influencia) estaba en posibilidad de alterar procedimientos técnico-jurídi-cos en muchas áreas. Hoy todavía es posible, al menos en las siguientes ma-nifestaciones de un desempeño social deficitario.

Frente a eventos de enorme gravedad (violación de derechos, Ayotzinapa, narcotráfico, robo de gasolina a empresas públicas), el Estado de derecho fa-tiga o es incapaz de deslizar un conflicto a decisiones técnico-jurídicas. El tra-tamiento de los conflictos se politiza rápido, de manera que, contrariamente a lo que correspondería a un Estado de derecho se concentran las decisiones en instancias políticas.

De esa manera, el control de elementos que garanticen una solución “es-table” o “justa” queda sometida a criterios políticos de manera recurrente y, por tal mecánica, el derecho fatiga para normalizar expectativas. La confian-za social sobre el posible éxito de una demanda está en la politización o en la capacidad de influencia, más que en los criterios y procedimientos jurídicos en sí mismos.

Desempeño social en méxico • 73

La incerteza jurídica a la cual se ven sometidos varios sectores y agentes es considerable. Para dar una idea de su efecto en el desempeño social, imagi-nemos de nuevo un escenario: los inversionistas en nuevas áreas de mercado en condiciones de baja institucionalización -formal e incerteza jurídica-, tien-den racionalmente a gestionar sus inversiones mediante vínculos informales con las instancias de decisión, generando intercambios personalizados y, si es preciso, alterando normas o procedimientos; los ejemplos son múltiples.

La incompleta función de segundo orden del Estado de derecho acarrea enormes efectos en las ventajas que, en línea de principio, tiene una operante división de poderes en los ámbitos cotidianos de la vida en sociedad. Eso se refleja en varios indicadores típicos de la llamada idea “material” de aquel Es-tado; la vigencia real de ciertas garantías para impulsar una correcta acción pública y la vida de los individuos. Como ejemplo, recordemos los indicado-res del Estado de derecho del Word Justice Project de 2016. El cual estable-ce nueve factores, y cada uno implica distintas variables. Los factores miden:

• El constreñimiento del poder del gobierno, qué tan extendido está el apego a las leyes por quienes gobiernan.

• La ausencia de corrupción en varias agencias de gobierno considera tres tipos de corrupción: soborno, impropia influencia de intereses pú-blicos o privados y mal uso de fondos públicos y otros recursos.

• Gobierno abierto. Toma en cuenta la apertura de información, las he-rramientas a disposición para solicitar rendición de cuentas y la parti-cipación de ciudadanos en la deliberación pública.

• El grado de vigencia y protección de los derechos humanos. Incluye variables como discriminación, garantías al ser acusado y legalidad en los procesos, entre otros.

• Seguridad. Mide qué tan efectivamente la sociedad garantiza la segu-ridad de las personas y los derechos de propiedad.

René Millán74 •

• La eficiencia con que diversas regulaciones están diseñadas de mane-ra justa y se encuentren bien implementadas y reforzadas.

• Justicia civil. Mide el grado en el cual los ciudadanos comunes pueden resolver sus conflictos y diferencias de manera pacífica, o a través del sistema de justicia civil.

• Evalúa el sistema de justicia penal sobre la base de su imparcialidad y no discriminación. Claramente, eso incluye variables como corrup-ción, debido proceso, entre otros.

• Finalmente, evalúa el rol y extensión de las lógicas de justicia informal, sean en casos donde comunidades locales aprecian que el sistema for-mal no funciona o tradiciones culturales, de etnia o religión.

En todos los factores México está negativamente considerado. En térmi-nos gruesos el país alcanza un índice de .46 sobre 1, con un nivel parecido a Zambia. Aunque existen áreas de la acción gubernamental donde se actúa de acuerdo al Estado de derecho resulta claro que el cuadro general indica que persisten institucionalidades dispares en una misma organización, o en un área de actividad; una tensión entre pautas de conductas formales e infor-males y, sobre todo, un deficiente reforzamiento mutuo entre instituciones.

En esa condición, los incentivos para definir conductas cooperativas se encuentran mal alineados en tensión. Dentro de juegos formalmente defini-dos parecen persistir otros informales que, a fin de cuentas, dictan estrategias particulares de acción poco cooperativas en la atención de problemas comu-nes. Se trata de juegos fuertemente orientados a la captación de beneficios de manera muy selectiva y particularizada.

desemPeño e instituCiones extraCtivas

En su libro sobre ¿Por qué fracasan las naciones en sus rutas al bienestar y el desarrollo? Acemoglu & Robinson (2012) sostienen que una de las principa-les causas, o quizás la más importante, se encuentra en el tipo de institucio-nes que los países impulsan y consolidan: “Como las instituciones influyen

Desempeño social en méxico • 75

en el comportamiento y los incentivos de la vida real, ellas forjan el éxito o el fracaso de las naciones” (p. 43). Distinguen básicamente entre dos clases: las incluyentes y las extractivas. Son instituciones que se encuentran, por así decir, tanto en el plano macro (gobierno) como en ámbitos de experiencia in-mediata del individuo (definición de expectativas, participación, servicios de salud, trabajo), y en ese sentido, pueden alcanzar un amplio espacio de la vi-da social, política o económica.

La manera como definen las instituciones económicas incluyentes es un buen parámetro de la definición general de las de ese tipo [las cursivas son mías]:

[….] son aquellas que permiten e impulsan la participación de la gran ma-

sa de la población en actividades económicas para hacer mejor uso de

sus talentos y posibilitan a los individuos hacer las elecciones que ellos

requieren. Para ser inclusivas, las instituciones deben fabricar derechos

de propiedad seguros, un imparcial sistema de leyes, proporcionar servi-

cios públicos capaces de proveer un campo de juego con el nivel reque-

rido para que la gente intercambie y entre en contacto; deben también

permitir la entrada de nuevos negocios y permitir a las personas elegir

sus carreras. (pp. 74-75)

Para entender el peso de esa definición, resulta preciso tener presente que las instituciones –formales e informales– están consideradas como sistemas de incentivos que impulsan o constriñen ciertas iniciativas. En esa línea los elementos claves de la definición son: instituir un conjunto de recursos para que el individuo pueda elegir en el marco de un menú de opciones; fincar un juego social donde la “cancha” de interacción presente de oportunidades ra-cionalmente repartidas, de manera que los individuos estén en posibilidades de ampliar sus relaciones, contactos e intercambios y esa característica im-plica garantizar ciertas condiciones de salud o educación para las personas y, finalmente, configurar una sociedad donde se estimule y premie la innova-ción, lo cual significa una apertura de oportunidades para iniciativas nuevas, es decir, estructuras no monopólicas.

René Millán76 •

Las extractivas son instituciones que han sido fincadas o diseñadas pa-ra extraer ganancias y bienestar de un subconjunto de la sociedad sobre otro más amplio. Esas ganancias y bienestar son normalmente obtenidos a través de la restricción grave o considerable de los derechos de los individuos; o me-diante captación de una sobre-renta que no corresponde a la función desem-peñada ni al servicio o producción generada.

En mi opinión, las instituciones extractivas incentivan fenómenos amplios de rent seeking. El término buscadores de renta no se refiere a alguien que mediante su trabajo pretenda captar una renta proporcional o determinada bajo estrictas reglas de un mercado competitivo y regulado, sino que busca una sobre-renta originada por la manipulación de aspectos normativos, polí-ticos, productivos o administrativos. Las prácticas monopólicas constituyen fenómenos típicos de rent seeking.

En la medida en que cada tipo de institución –extractiva o incluyente– configu-ra distintos tipos de incentivos en la vida social tiene efectos importantes en diversos aspectos claves para el buen desarrollo de una sociedad. Acemoglu & Robinson (2012) sostienen:

Las naciones fallan hoy porque sus instituciones económicas extracti-

vas no crean los incentivos necesarios para que la gente ahorre, invierta,

innove. Las instituciones políticas extractivas soportan aquellas institu-

ciones económicas al consolidar el poder de aquellos que se benefician

de la extracción […] ese fracaso toma la forma de ausencia de actividad

económica porque los políticos están felices al extraer recursos. (p. 372)

No generar una riqueza racionalmente distribuida cancela iniciativas pa-ra la innovación o el ahorro. Del mismo modo las instituciones extractivas de tipo político reducen la participación o el interés por asuntos públicos, y mer-man la fortaleza de la representación, de derechos, fuerza de los medios y del control de los actos políticos o de gobierno. Dentro de este marco velozmen-te descrito, podemos indicar que México es una sociedad que registra toda-vía en lo económico y político una extendida red de instituciones extractivas. Algunos ejemplos indicativos son las:

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• Áreas económicas centrales como telecomunicaciones, las cuales ope-ran bajo estructuras y organizaciones monopólicas.

• Empresas que actúan, por acuerdos informales, mediante prácticas monopólicas al fijar condiciones y precios de manera que no se gene-ra competencia.1 Esas condiciones expresan una debilidad de las ins-tituciones reguladoras.

• Una extensión alarmante de pautas y conductas de corrupción en el sector privado, público, en el espectro completo de los sectores socia-les y con sobre costos impresionantes para las personas.2

• Mercado interno débil o acotado, un claro deterioro sostenido y estra-tégico del salario mínimo. Está la presencia de una enorme desigual-dad social.

• Extendidos y fortalecidos mercados informales (desde el narcotráfico hasta la ropa, medicinas).

• Una clase política claramente representada por los gobernadores, quienes usan las instituciones de gobierno para el enriquecimiento personal y para endeudar a las regiones y a los estados.

• Partidos que acusan un marcado desfase entre sus funciones políticas y sus costos económicos.

• Una variedad significativa de sectores sociales (como SAGARPA) o sindicales (con en PEMEX) o profesionales (como en Educación Bási-ca) que extraen renta mediante su capacidad de presión política o sec-tores que mediante robo directo de bienes públicos como la gasolina captan renta pública.

1 A principios de mayo de 2017 la Comisión de Federal de Competencia Económica multó a algunas AFORES e instó al conjunto a “competir”.2 Según COPARMEX la corrupción extraería 10% del PIB, y los hogares destinarían 14% para esa actividad (Reforma, 25 de mayo de 2017).

René Millán78 •

• Millones de empleadas domésticas que carecen de los derechos labo-rales mínimos, y esa condición se repite en el campo y otros sectores.

Los ejemplos podrían multiplicarse en grado y extensión. Lo importante a re-saltar del cuadro son tres cosas que tienen un efecto claro en las lógicas coo-perativas de la sociedad:

A. Parte de la renta de ciertos sectores se da mediante la cancelación de derechos de otros sectores menos favorecidos.

B. Un buen número de bienes públicos o comunes –intangibles, norma-tivos o materiales (educación, reglas, gasolina)– son captados por inte-reses particulares y los traducen en aquello que la literatura (Ostrom, 2005) llama “bienes de club”. Mientras que los bienes públicos se de-finen porque no pueden excluir a nadie y no se agotan (a diferencia de los comunes que sí lo hacen), los bienes de club son como los pri-meros, pero para unos cuantos. Por ejemplo, si la impartición de justi-cia funciona mejor para algunos sectores se percibe como un bien de club. Sin duda alguna, una estructura de dotación social de bienes ba-jo la forma de club no incentiva la colaboración para la generación y cuidado de bienes públicos de una sociedad.

C. Algo parecido pasa en la formación de reglas y leyes. La más clara pro-ducción de bienes públicos es la generación de normas y leyes que ex-presan acuerdos de cooperación social. Cuando el diseño y aplicación de ellas se percibe como un bien de club (solo algunos obtendrán ga-nancias) se reducen los incentivos para la cooperación y la atención racional de problemas.

desemPeño y Gobernanza

Todos los puntos anteriores influyen sustantivamente, tanto en las caracterís-ticas de la vida social y pública como en la capacidad de gobernanza. En tér-minos clásicos este último concepto refiere a la eficiencia, calidad y sentido de la intervención estatal o gubernamental. El World Development Report (WDR)

Desempeño social en méxico • 79

de 2017 sostiene que ese proceso debe evaluarse de conformidad con la capa-cidad de entregar resultados que la sociedad valora y, sostenemos nosotros, también por la capacidad de promover valores, normas y metas aceptables, asumidas socialmente como acuerdos deseables de colaboración –al menos por una clara mayoría y con arreglo a pautas y derechos democráticos–.

En esa línea el WDR afirma que la gobernanza es dependiente de ciertas dinámicas sociales, pues implica la interacción que se registra entre agentes. Esa interacción ocurre inevitablemente dentro de un marco de instituciones formales e informales que, entre otras cosas, dan fundamento y legitimidad al gobierno mismo o la reducen. El intercambio con arreglo a esas instituciones, a su coherencia y alineamiento, determinan la eficaz intervención pública.

Si tomamos tres aspectos relativamente simples que el WDR establece pa-ra una buena gobernanza, podemos destacar cómo la calidad de ese proceso en México entorpece sustantivamente un desempeño aceptable de la sociedad en su conjunto. El Reporte considera que más allá de la “forma de las institu-ciones” lo que importa es si esas cumplen “sus funciones” en contextos deter-minados para la gobernanza. Las funciones son: compromiso, coordinación y cooperación. Asumimos esas dimensiones como sociales, y ajustamos su contenido al país con el objeto que hemos indicado:

A. Compromiso. Es cierto que ninguna sociedad desarrolla objetivos exi-tosos si no mantienen una cierta estabilidad en sus políticas. Sin em-bargo, la permanencia de políticas presupone un acuerdo -informal o no- entre la élite sobre el sentido de la intervención pública y, por tanto, una estrategia de cooperación de segundo orden. Generar una coope-ración de ese tipo es construir una estructura de incentivos que cons-triña el impulso de los actores a desertar ante ciertas oportunidades de rentabilidad política.

Si la rentabilidad política que se genera por actos de deserción acarrea socialmente más ganancias que la cooperación de segundo grado, palpable será revelar que los incentivos de la función pública y de los actores –gubernamentales o no– se encuentran mal alineados. Esa falta de alineamiento o coherencia puede producir, como ocurre en el país, que los juegos entre los agentes se constituyan con lógicas de suma cero. La obsesión por la Presidencia que se deriva de la falta de acuerdos de segundo orden es ejemplar.

René Millán80 •

Cuando el sentido de la intervención gubernamental misma, es el bien en disputa, el resultado es que se incrementan enormemente los costos que plantea el conocido politicians dilemma de Geddes (2001). El dilema implica que los políticos podrían usar su capital político en reformas necesarias, pero el costo para lograrlas es tan alto que, ante la adversidad, puede resultar plausible minar la política de reformas que se ha impulsado.

En tal contexto, es racional no emprender por qué toda reforma, o cambio, se ve frenado por la incapacidad de generar acciones colec-tivas para la atención de problemas comunes. Se produce, entonces, un equilibrio negativo para la eficiencia de gobierno: el compromiso es no comprometerse y los distintos actores políticos lo comparten. Los incentivos institucionales conducen a no arriesgar, o a no perder.

B. Coordinación. Los problemas de coordinación social son relativos a la generación de acciones colectivas para la atención de problemas comunes. La cooperación plantea problemas de coordinación de ac-ciones. Como problema general, el desempeño requiere acciones coor-dinadas –por sectores, áreas, grupos, organizaciones– para su logro. Y en esa línea el país presenta serias deficiencias, pues se enfrenta a instituciones, áreas de actividad y agentes mal coordinados en la me-dida que responden a estructuras de incentivos no alineadas, en lucha o con efectos de contaminación indeseable entre esas estructuras. Al-gunos ejemplos son elocuentes:

1. Gobierno sin control de espacios o territorios sociales. El referente más claro es el crimen organizado o el narcotráfico. Dada la fuerza económica y extensión organizacional del narcotráfico, éste soporta un sistema de incentivos que erosiona la institucionalidad clásica de un mercado regular moderno; funciona mediante un quiebre de los derechos de propiedad con lógicas de comercio y contrato que no re-quieren sistemas de justicia ni otras instituciones de regulación; socia-liza a las personas en parámetros de mercado particular que alteran el medio por el cual se logra renta o riqueza, pero mantienen firme el incentivo (no regulado) de acumulación.

Desempeño social en méxico • 81

Por su vínculo con las estructuras de gobierno las pervierte y vuel-ve –según grados– a ese bien público en uno de club. Altera fuertemen-te las lógicas de convivencia, tanto por la violencia a la que se le asocia como por la generación de redes de solidaridad o de colaboración for-zada, vertical y sujeta a intercambios sin marcos institucionales que generen confianza. El narcotráfico es una institución extractiva que se finca en la cancelación de derechos (dignidad, propiedad, seguridad, de contrato) de los otros.

2. El narcotráfico ilustra nítidamente la tensión y descoordinación entre instituciones formales e informales por un lado, y entre instituciones extractivas e incluyentes en el país por otro. Pero el ejemplo no se re-duce a él. A lo largo del país encontramos sistemas de incentivos no alineados y hasta contrastantes: mercados profesionalizados frente a informales que surten medicinas piratas; sectores profesionales que se ajustan a las lógicas de mérito y trabajo frente a grupos que se mue-ven por influencia o presión política; élites partidarias con sentido pú-blico frente a vividores de la política; empresas que compiten frente a otras que acuerdan precios para generar ganancias; sistemas escola-res aceptables y competentes frente a otros que se rigen por estrictas lógicas de empleo.

La descoordinación de los sistemas de incentivos se da incluso en una misma organización o en áreas de actividad semejantes. Hemos ya indicado el doble sistema de incentivos que rigen en la vida polí-tica del país, y ese se repite en la parte empresarial. Cuando persiste una descoordinación institucional semejante es extremadamente difí-cil que una sociedad genere capacidades suficientes para sostener un buen desempeño.

C. Cooperación social. Como se aprecia, tanto el compromiso como la coordinación social de acciones remiten a problemas de cooperación. La cooperación social es clave para resolver problemas de desempe-ño. Los graves retos de coordinación social en nuestro país pueden deducirse de aquello que hemos planteado hasta aquí:

René Millán82 •

1. En la medida en que el papel de la ley sea poco solvente, el gobierno pierde un instrumento central para generar cooperación social y fo-mentar intercambios cooperativos (desde transacciones de negocios hasta acuerdos partidarios).

2. La conversión de bienes públicos en bienes de club no incentiva la in-versión en aquellos, la vuelve racionalmente poco atractiva de manera que se amplía el oportunismo social y político: todos esperan que los otros cooperen para no pagar costos, como el condómino que no paga la mensualidad o el ciudadano que no cubre sus impuestos (free rider).

3. Esa misma erosión de bienes genera desconfianza en la autoridad y se elevan los costos de transacción en las interacciones sociales (en los negocios, en acuerdos políticos, en las relaciones personales y profe-sionales), porque la desconfianza se amplifica y, por tanto, las oportu-nidades de conexión se reducen o están sujetas a riesgos no siempre calculados. Al elevarse los costos de transacción, claramente se elevan también los costos de monitoreo y esos se vuelven incosteables e in-eficientes. Y ese es uno de los rasgos que explica el deficiente sistema de justicia e, incluso, la mermada función policial. En esas condiciones los contratos se realizan en marcos de enorme contingencia social y, como he indicado, la actividad económica, social o política se reduce. En efecto altos costos de transacción reducen la cooperación social.

ConClusión

Los cuatro factores analizados muestran, según habíamos esperado, deficien-cias que explican en parte el bajo desempeño social del país. Sin institucio-nes que generen fuertes incentivos cooperativos es prácticamente imposible elevar las capacidades sociales para obtener resultados exitosos en los pro-blemas que una sociedad se plantea. Hay muchos indicios que nuestras ins-tituciones formales e informales, o su relación, no parecen responder a los retos que tenemos enfrente. Y esos son extremadamente graves y requeri-mos hacerlos objeto de una nueva reflexión, menos repetida y más imagina-tiva. Y ese empeño, si convence, es también un tema de cooperación social.

Desempeño social en méxico • 83

referenCias biblioGráfiCas

Acemoglu, & Robinson. (2012). Why Nations Fail. New York, USA: Crown Business.

Fukuyama, F. (2011). The origins of political order. London: Princeton Uni-versity Press.

North, D. (1990). Instituciones, Cambio Institucional y Desempeño Económi-co. México: Fondo de Cultura Económica.

Ostrom, E. (2005). Understanding institutional diversity, UK: Princeton Uni-versity Press.

Peters, G. (2003). El Nuevo Institucionalismo. La Teoría Institucional en Cien-cia Política. Barcelona, España: Gedisa.

Thiery, P. (2011). Informal Institutions and the Rule of Law in Latin America. Argentina and Chile in comparative perspective. In Paper prepared for the ECPR General Conference Reykjavik. Panel: Rule of Law, Informal Institu-tions and Democracy in Latin America and Eastern Europe in Comparati-ve Perspective. Reykjavik, Iceland: ECPR General Conference.

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no es la eConomía

Macario Schettino*

El triunfo del Brexit a mediados de 2016, pero especialmente la victoria de Donald J. Trump en la elección presidencial de Estados Unidos de América a fines de ese año, han causado mucho revuelo en la opinión pública y en la academia. Ambos eventos se han interpretado como grandes sorpresas, a pe-sar que las encuestas indicaban desde meses antes que la decisión de los bri-tánicos acerca de su permanencia en la Unión Europea estaba muy dividida, y por meses la probabilidad que Trump ganase superaba 30%.

Las dos decisiones populares eran inconcebibles para el grupo mayorita-rio de pensadores y opinadores, quienes tienen inclinaciones demócratas en Estados Unidos y unionistas en Europa. Dos asuntos inimaginables tuvieron lugar en 2016, tanto las explicaciones por qué ocurrieron como la predicción que habrá más eventos de ese tipo en 2017 han abundado. Pero tanto las ex-plicaciones como las predicciones parecen no tener mucho sustento. En lo relacionado a las predicciones en las elecciones que han ocurrido en Euro-pa, durante los primeros meses de 2017 no hubo sorpresa alguna y aunque no hay duda que ocurren cambios en el mapa político, no son los imagina-dos a la luz de Brexit y Trump. En cuanto a las explicaciones vamos a dedi-car más tiempo.

oriGen eConómiCo

A partir de la crisis financiera de fines de 2008, las ideas acerca del mal fun-cionamiento del capitalismo han tomado fuerza. Aunque en el sistema econó-mico, así denominado, las crisis son fenómenos muy comunes y recurrentes, la magnitud de esta pareció sorprendente para muchos. En realidad se trató de una crisis de crédito similar a otras ocurridas en los 20 años previos, pero pues golpeó al sistema financiero más grande del mundo, su tamaño relativo fue espectacular. Al final el costo del rescate en Estados Unidos de América

* Profesor de la Escuela de Gobierno del Instituto Tecnológico de Monterrey.

Macario Schettino86 •

es similar al que ocurrió en México con la crisis de 1995, o en Suecia con la de 1992, es decir, alrededor de 20% del PIB.

Por su tamaño decíamos, y porque los medios masivos estadounidenses son los más trascendentales del mundo, la importancia de la crisis se magni-ficó hasta convertirla en una especie de señal de transformación profunda. Desde la izquierda la búsqueda de explicaciones acabó concentrándose en el tema de la desigualdad, que en opinión de todos, se habría incrementado notoriamente durante las últimas dos décadas, llevando a una crisis como la mencionada.

Parte del sustento de ese argumento provino del libro El Capital en el siglo XXI de Thomas Piketty, quien argumenta que el sistema económico provoca concentración, pero la imagen que acabó por consolidar la idea fue la “gráfi-ca del Elefante” publicada en 2013 por Branko Milanovic y Christoph Lakner para el Banco Mundial. Esa gráfica, en la versión mencionada y en su actuali-zación más reciente, se puede ver en la figura 1.

La gráfica del Elefante muestra un incremento en el ingreso del 1% más rico del mundo, del 60% entre 1988 y 2008, el cual se compara con un ingreso prácticamente nulo o incluso una contracción para las personas que se ubi-can de 80 a 95% de la distribución global. Esto coincide con lo explicado por Piketty en su libro: 1% más rico se está haciendo más rico todavía, mientras que el resto de los habitantes de los países industrializados no ven mejora al-guna en su ingreso.

Sin embargo, como también puede verse en la figura 1, la actualización de la gráfica para el período 1988-2011 muestra algo totalmente diferente. En ella 1% más rico tiene un incremento en su ingreso de cerca del 30%, frente a un incremento promedio de 20% en 15% que le sigue. De hecho, en esta cur-va es muy notorio que los ganadores en ese período son todos aquellos que viven en el 75% más pobre del mundo, que habrían incrementado su ingre-so hasta en 140%.

No es la ecoNomía • 87

Figura 1. Cambio en la distribución de ingreso en el mundo

Esta es una realidad totalmente distinta de la construida alrededor de la gráfica del Elefante original. Mientras que los datos de 1988-2008 reforzaban la idea de un 1% más rico, los que corresponden al período 1988-2011 indican que los ganadores de la globalización son los ricos, o como se le dice despec-tivamente quienes apoyan el “neoliberalismo”. Esto se confirma cuando ve-mos el comportamiento de la pobreza en el mundo que aparece en la figura 2. Con base en esta información, mientras que a inicios del siglo XIX más de 90% de los seres humanos vivían en pobreza extrema (tal y como hoy se de-fine) para 2015 ese porcentaje se había reducido a menos de 10%. De hecho, hoy tenemos la menor proporción de pobres extremos en el mundo de toda la historia humana.

Macario Schettino88 •

Figura 2. Pobreza extrema en el mundo

En la gráfica aproveché para mostrar algo interesante. El período que to-dos consideran que fue una edad de oro, la posguerra (1946-1971), efectiva-mente redujo la pobreza mundial y lo hizo en 15 puntos porcentuales. Pero el odiado neoliberalismo la ha reducido en 35 puntos, en la misma cantidad de tiempo (1990-2015). Sin duda, muy buena parte de esto es producto del creci-miento de China, y el crecimiento un poco menor de la India. Entre ambos paí-ses cerca de 2 mil millones de seres humanos han dejado la pobreza extrema.

Pero esto no significa que no haya incrementos en el ingreso de los más ricos, como puede verse en la figura 3. En ella se ve que el 1% más rico incre-menta su ingreso en los países anglosajones, pero no en el resto de los paí-ses desarrollados. Esto coincide con los datos presentados por Piketty en su libro, aunque él generalice inadecuadamente. Ha habido una mayor concen-tración del ingreso (y de la riqueza) en los países anglosajones, pero no en to-do el mundo desarrollado. Como puede verse en la figura 3 en todo el mundo desarrollado se redujo la proporción de ingreso que captaba el 1% más rico, desde inicios del siglo XX hasta 1970. A partir de ese momento, la propor-ción se estabiliza en los países que no son anglosajones, pero en los anglosa-jones la proporción se revierte, regresando incluso a lo que ocurría antes de la I Guerra Mundial:

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Figura 3. Proporción del ingreso nacional al 1% más rico en distintos países

Fuente: ourworldindata.org

Con base en la información se ha construido la explicación económica de los fenómenos políticos de 2016. La creciente desigualdad hace que quienes se están quedando atrás busquen un cambio profundo, y la oportunidad se les presentó con el Brexit y Donald Trump, y por eso votaron así. Suena lógi-co y parte de la información coincide con esta idea. Sin embargo, me parece que aunque suene razonable, puede no ser correcta la explicación.

Lo primero es que los votantes de Donald Trump no son los más pobres de Estados Unidos de América. Los más pobres votaron por Hillary Clinton, y por Donald Trump votan mayoritariamente quienes ganan más de 50 mil dó-lares al año. Votan también por él los mayores de 40 años, las personas más religiosas, quienes tienen menos estudios, y aquellos que viven en ciudades pequeñas. Las ciudades de más de un millón de habitantes las ganó Hillary.1

En el caso del Brexit hay menos información, pero la existente coincide con el votante de Trump. Por salir de la Unión Europea votaron los mayores de 40 años, quienes viven en ciudades más pequeñas con menor ingreso y

1 Datos de las encuestas de salida para demográficos. Recuperado de http://www.economist.com/blogs/graphicdetail/2016/11/daily-chart-7?fsrc=scn/tw/te/bl/ed/ y http://edition.cnn.com/election/results/exit-polls/national/president

Macario Schettino90 •

con menor educación.2 Esto me parece confirmar que aunque hay un elemen-to económico en la explicación de los resultados (como en todo), ese no es el elemento más importante. Me parece que la correlación de los resultados con la baja educación, el tamaño de las ciudades y la religiosidad requiere ser con-siderada. Al hacerlo, el tema parece ser diferente del simple ingreso. Algunos estudiosos lo han llamado “un asunto de dignidad”.3 No estoy seguro que la palabra sea la adecuada, pero me parece más bien que lo que explica las dos votaciones es un tema de estatus.

exPliCaCión alternativa: la ComuniCaCión

Los seres humanos somos animales sociales, y como tales nuestra preocu-pación principal sigue siendo sobrevivir y reproducirnos, y pues al ser socia-les nuestras probabilidades crecen si formamos parte de un grupo y dentro de él ascendemos lo más posible. En consecuencia, a los seres humanos lo que les importa no es el dinero, sino el estatus, es decir, su posición al inte-rior de los grupos donde se desarrollan. Sin duda, las riquezas permiten ele-var ese estatus, y por ello son importantes. Pero son solo un medio: el fin es la pertenencia y el estatus.

Esa es la verdadera amenaza para las personas. Tener menos ingreso es importante si eso significa tener menor estatus, o ser despedido del grupo. Pero si el estatus se mantiene, las variaciones del ingreso no son importan-tes. Sin embargo, si el estatus está en riesgo o si el grupo enfrenta amenazas, los seres humanos reaccionarán, e intentarán evitarlo como sea posible. Los grupos humanos, y la jerarquía en su interior, dependen sobre todo, de nues-tra capacidad de comunicación que es nuestra gran diferencia contra el res-to de los animales.

Por eso, diferentes formas de comunicación permiten diferentes maneras de organizarnos. Cada tecnología de comunicación implica una forma diferen-te de interpretar el mundo, y esta determina las posibilidades organizativas

2 Recuperado de http://www.bbc.com/news/uk-politics-366160283 Williams, J. C. (November10, 2016). “What So Many People Don’t Get About the U.S. Working Class”, HBR. Recuperado de https://hbr.org/2016/11/what-so-many-people-dont-get-about-the-u-s-working-class. Project Syndicate. (October 28, 2016) “Does Economic Pain Really Explain Popu-lism? Recuperado de https://www.project-syndicate.org/onpoint/does-economic-pain-really-exp-lain-populism-2016-10?barrier=accessreg

No es la ecoNomía • 91

de la sociedad.4 De manera muy sucinta el lenguaje permitió crear una prime-ra explicación del mundo y de nosotros mismos, parece haberse centrado en los animales que eran determinantes para alimentarnos, y porque eran nues-tros predadores más importantes (sin contarnos a nosotros mismos claro).

En un segundo momento, se localizan los Natufianos, quienes crearon la adoración a los antepasados, permitiendo la conformación de grupos mayo-res. Hasta entonces, los grupos rara vez superaban los 60 individuos. Gru-pos de doscientas o trescientas personas viviendo en el mismo lugar por dos o tres años enteros permitieron entender los ciclos de las plantas, y con ello inventar la agricultura. No fue la agricultura lo que creó la sociedad, sino al revés. Gracias a que pudimos romper la barrera natural en nuestros grupos, pudimos administrar los excedentes agrícolas.

Aunque aparecen establecimientos cada vez mayores, la época de las ciu-dades realmente inicia con la escritura hace seis mil años. Escribir permite construir historias mucho más complejas de las que pueden hacerse desde la oralidad. Esas historias permitieron elevar algunos antepasados a dioses, y por ello reunir a unos pocos miles de personas en un mismo lugar, conven-cidos de formar parte de una especie de gran familia alrededor de su dios.

En el segundo momento creamos dioses universales que permitieron agrupar ya no a miles, sino a millones de personas, y con ello construir impe-rios. Esto empieza a ocurrir hacia el 500 ANE, y sigue funcionando por prác-ticamente 20 siglos hasta que inventamos la imprenta. Con la imprenta el mercado de ideas crece de manera acelerada, y frente al diluvio de ideas man-tener vivo a dios era muy complicado. Pero eso nos mantenía unidos, de forma que tuvimos que inventar algo que sustituyese a dios, y ese algo fue la razón.

A partir de la imprenta, los seres humanos empiezan a confiar mucho más en sí mismos, y en la razón. Con ella podríamos explicar el mundo (a través de la ciencia) y organizarnos (mediante la deliberación, el contrato social, la democracia). Incluso creamos una nueva forma, la nación, que permite vivir juntas a personas con diferentes creencias.

En el siglo XX aparecen los medios masivos. Después de la I Guerra Mun-dial el cine sonoro y la radio se inventaron; después de la II Guerra Mundial llegó la televisión. Los medios masivos crean otra forma de pensar, la cual se

4 Esta idea la he expuesto más ampliamente en Schettino, Macario, “El problema son los otros”, Nexos, febrero de 2017.

Macario Schettino92 •

basa menos en razones (no pueden transmitirse de forma eficiente en estos medios) y más en sensaciones (son el núcleo de los medios masivos). Esto produce una sociedad con un sentimentalismo antes desconocido (puede ver-se en el trato a animales, niños o ancianos, en el pacifismo, etcétera).

Sin embargo, los medios masivos son masivos en su amplitud, porque provocan que el mundo político se divida en dos bloques. Por cuestiones his-tóricas esos dos bloques acaban siendo comunismo y capitalismo, de forma que la idea de izquierda y derecha se convierte en la explicación última de las razones políticas desde 1946 y hasta inicios de los 90. Por la misma razón las naciones no son suficientes para esta forma de comunicación, y empezamos a crear una nueva organización: los bloques. El primero de ellos es el Trata-do de Libre Comercio de América del Norte, y el más importante es la Unión Europea. No es coincidencia que en su contra ocurran los dos grandes gol-pes de 2016.

Y es que ahora vivimos bajo otra forma de comunicación: las Tecnolo-gías de Información y Comunicaciones (TIC), y/o las redes sociales. Todavía no es claro cuál debe ser el nombre de la época, ni exactamente cuándo em-pezó. Internet aparece en 1994 (de forma popular), y para 2006 las redes ya son hegemónicas. Las TIC/redes no transmiten razones ni sensaciones, si-no información, la cual puede ser verdadera o no, pero se mueve de usuario en usuario con pequeñas adiciones o sustracciones, pero muy rápidamente construye una realidad alterna en la cual las personas creen.

Este fue el mecanismo que permitió a Donald Trump controlar una am-plia zona del centro de los Estados Unidos de América, y con ello asegurar su triunfo: la creación de una realidad alternativa mediante TIC/redes. Por ello, hablamos cada vez más de noticias falsas (fake news), de la post-verdad y de las realidades alternativas. En el mundo de las TIC/redes y la masividad de-jan de tener sentido, y nos movemos hacia la producción masiva de productos hechos a la medida, aunque suene muy extraño. Eso hacen las plataformas: Netflix (streaming o video por demanda), Uber (viajes al interior de las ciuda-des), AirBNB (hospitalidad amateur), Google (información a la medida), Ama-zon (todo tipo de productos orientados al cliente), etcétera.

Pero en cuestión política las TIC/redes implican un cambio brutal. Mien-tras que con los medios masivos se podía fijar la agenda pública desde el gobierno, haciendo uso de un par de periódicos y un par de cadenas de tele-

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visión, en el mundo actual eso es imposible. La agenda la crean las personas a través de las TIC/redes y los políticos intentan reaccionar a ella. Y como eso es imposible, los políticos viven los peores momentos de popularidad en to-dos los países, haciendo más atractivo competir en elecciones como “externo” (Trump en Estados Unidos de América, Macron en Francia, varios indepen-dientes en elecciones sub-nacionales).

Cada persona se coloca, mediante las TIC/redes, en unos pocos grupos en los cuales están personas que piensan y hacen lo mismo. Estos grupos se van seleccionando solos, porque si alguien opina algo con lo que otros no es-tán de acuerdo puede ser bloqueado o desaparecido de la red instantánea-mente. Las personas se van a-islando, es decir, se van ubicando en pequeñas islas de personas que piensan lo mismo: quienes adoran a los gatos o a los perros; quienes odian las corridas de toros; los veganos; los peatones; los bi-kers; los runners; etcétera.

Una sociedad conformada por centenares de islas que presionan cada una por su tema para ubicarlo en la agenda pública, se vuelve ingobernable. Y jus-tamente estamos en ese momento. Es muy posible que la misma tecnología que ha dislocado el equilibrio creado por los medios masivos sea la que per-mita construir un nuevo equilibrio, pero eso aún no ocurre. Y por ello la an-gustia general en el mundo, especialmente en el desarrollado, donde las TIC/redes han tenido el mayor impacto.

eConomía mundial

La economía no está funcionando mal. La angustia generada por la transfor-mación comunicacional (implica una nueva forma de interpretar el mundo, que no se ha creado, y nuevas formas de organización a partir de eso) provo-ca que nos sintamos mal, y pensemos que todo está en mala situación. Como veíamos al inicio, no es así. En los últimos 25 años han salido más personas de la pobreza que en cualquier otro momento de la historia. Y en los últimos dos siglos hemos hecho lo que nunca antes.

El crecimiento económico en esos poco más de doscientos años es impre-sionante: la riqueza se ha multiplicado por cien, y aunque algunos hayan co-sechado mucho, todos cosecharon algo, y por eso la pobreza está camino de desaparecer. Hemos logrado, gracias a la ciencia, ampliar la esperanza de vi-

Macario Schettino94 •

da en más de veinte años, y además en buenas condiciones. Existen oportu-nidades de educación prácticamente para todos los seres humanos. Hemos reducido la violencia a niveles insospechados. Hoy mueren más personas en el mundo, de forma violenta, por suicidio que por homicidio.5

Si la economía sigue funcionando bien cómo nos encontraremos en un futuro cercano. Conviene utilizar información como la que aparece en la fi-gura 4. Ahí están las doce economías más grandes del mundo, medidas por su PIB en dólares comparables, es decir, evaluados mediante Paridad de Po-der Adquisitivo (PPP):

Figura 4. Las 12 mayores economías del mundo (PPP)

El comportamiento esperable de esas doce economías depende de los re-cursos con que puedan contar para el futuro, así como de las formas cómo se utilicen. Los recursos más importantes son: personas y recursos naturales (commodities). Con respecto del primero, la figura 5 muestra la tasa de creci-miento de la población en edad de trabajar en esas doce economías (agrupa-das por continente):

5 Una selección de referencias se localiza en http://smallplanet.org/content/worldwide-mo-re-people-die-suicide-all-homicides-and-wars-combined

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Figura 5. Tasa de crecimiento de la población en edad de trabajar en doce mayores

economías del mundo

Como puede advertirse la población está disminuyendo. A diferencia de lo que se creía en los años setenta y ochenta no hubo explosión demográfica, ni el problema es el exceso de población, sino al revés: su disminución, espe-cialmente en los países desarrollados, pero no solo en ellos China ya está per-diendo población en edad de trabajar, y Brasil lo hará muy pronto.

Por el lado de los productos básicos (commodities), el dato más importante es la existencia de ciclos en los últimos 70 años. Cada ciclo de precios parece durar entre 12 y 15 años: el alza debida al control de cárteles (especialmente la OPEP) entre 1971 y 1985; la caída de precios después del acuerdo del Pla-za y hasta la llegada de China a la OMC en 2001. Los precios elevados por la alta demanda de ese país, y otros emergentes más, hasta 2014 dejo de crecer. Si las cosas continúan de la misma forma tendríamos un ciclo de precios ba-jos hasta 2030.

En particular los precios del petróleo y del gas natural pueden mantener-se bajo de manera indefinida. El fracking ha permitido extraer petróleo y gas de las lutitas, y eso garantiza el abasto (al nivel actual de consumo) por más cien años en el caso de crudo, y por más de trescientos en el caso del gas. Es difícil que el barril de petróleo supere los 50 dólares de forma permanente. Cada vez que la OPEP ha intentado presionarlo al alza con amenazas de re-

Macario Schettino96 •

cortes, o con los recortes mismos, el resultado ha sido una mayor oferta de petróleo no convencional.

La parte baja del ciclo de precios de commodities daña a los países que dependen de ellos, así como los ayudó la parte alta del ciclo en los primeros 15 años del siglo. Entre las doce economías más grandes del mundo hay tres que tienen una seria dependencia: Rusia, Brasil e Indonesia, cuyas exporta-ciones son en más de 60% de commodities. Estos representan casi la mitad de las exportaciones de India, 25% de las de México y menos de 10% de Chi-na.6 En 2015 y 2016 Rusia y Brasil sufrieron graves contracciones económi-cas por esa razón. Indonesia ha evitado una recesión, porque sus recursos exportados responden menos a los ciclos (aceite de palma, maderas finas):

Figura 6. Precios internacionales de commodities

Con base en esta información el comportamiento de las doce economías más grandes del mundo en los próximos años será diferente del que se vio en los primeros 15 años del siglo. Brasil y Rusia no podrán seguir creciendo al mismo ritmo, y de hecho no sabemos si lograrán recuperar aunque sea un crecimiento menor. Rusia pierde población muy rápido, y Brasil está en ese camino. Ambos países tienen serios problemas fiscales, y fuera de los bienes básicos no producen mucho. China, por otro lado, parece estar creciendo mu-

6 UNCTAD, The state of commodity dependence, 2014. Para Rusia: Recuperado de http://www.worldstopexports.com/russias-top-10-exports/

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cho menos de lo que reporta, y sigue pendiente el ajuste de la deuda con la cual pospusieron la recesión de 2009, creando una burbuja que ahora tratan de desinflar cuidadosamente.

Podemos estimar que en los próximos años tendremos un menor creci-miento en los países emergentes, mientras que los desarrollados mantienen sus bajas tasas aunque por diversas razones; resta esperar que Reino Uni-do, Francia e Italia tengan crecimientos menores. Esto es lo que puede ver-se en la figura 7:

Figura 7. Crecimiento de las doce economías más grandes, 2010-2030

Con las tasas de crecimiento mostradas para 2030 México se ubicará en la séptima posición entre las economías más grandes del mundo. Las primeras cinco posiciones serán, como hoy, China, Estados Unidos de América, India, Japón y Alemania. Pero Rusia y Brasil, que hoy están en sexto y séptimo lu-gar, estarán un par de posiciones más abajo, lo mismo que Reino Unido, Fran-cia e Italia, que tendrán las tres últimas posiciones entre las doce economías que hemos analizado. Indonesia y México se disputarán el sexto y séptimo lugar que en 2015 tenían Rusia y Brasil. Existen un par de economías que no aparecen entre las doce actuales, y que podrían incorporarse en los siguien-tes años: Polonia y Turquía. No las incluimos para no complicar el análisis, además que no parece posible que superen a México al menos hasta 2030.

Macario Schettino98 •

los obstáCulos

Es poco probable que México no logre el desempeño mencionado. El ritmo que hemos mantenido de un crecimiento de 2% anual permite esperar que al-cancemos el séptimo lugar, como se ha dicho. Sin embargo, así como las TIC/redes han alterado notoriamente la estabilidad política y social, y eso no se es-peraba hace 15 años, algo similar puede ocurrir con la producción en general como ya lo comentábamos antes.

Para mantener el ritmo, aun con cambios tecnológicos profundos, México requiere deshacerse de los obstáculos que hoy tiene. Para identificarlos utili-zaré el índice global de competitividad del Foro Económico Mundial, que apa-rece en la figura 8. Como es sabido este índice tiene varios defectos, y para cada uno de sus doce “pilares” de la competitividad es posible encontrar índi-ces mejores, pero la gran ventaja que tiene es la gran cantidad de información que contiene. En la figura aparece la posición de México en los índices publi-cados de 2008 a 2015, y es notoria la mejoría que hay en la mayoría de ellos. Las reformas estructurales de 2013-2014 permiten pensar que varios de esos “pilares” avanzarán incluso más rápido en los siguientes años:

Figura 8. México en el Índice Global de Competitividad, WEF

No es la ecoNomía • 99

Hay tres pilares en los que México se encuentra peor en 2015, de lo es-perado en 2008. Esos tres pilares son: “Instituciones”, “Estabilidad macro-económica” y “Educación superior y capacitación”. Esos son los tres grandes obstáculos que México enfrenta. La muy baja recaudación en México ha pues-to en riesgo la estabilidad que se construyó con tanto esfuerzo en los años no-venta y primeros años del siglo XXI.

A partir de la Gran Recesión de 2008, el gobierno mexicano regresó al déficit primario y se ha mantenido con saldos negativos todos los años, in-crementando la deuda de forma importante. Al cierre de 2016 la deuda to-tal (requerimientos financieros del sector público) supera el 50% del PIB. Es una deuda pequeña comparado con lo que ahora se acostumbra: Brasil su-pera 70%, y cualquier país industrializado está por encima de 100%. Pero con la baja recaudación que se tiene en México el tamaño manejable de la deuda es menor.

La reforma fiscal de 2013 que ha recibido muchas críticas ha permitido ele-var la recaudación notoriamente. En promedio México recaudaba impuestos por 10% del PIB antes de dicha reforma (sin contar los derechos, especialmen-te los de hidrocarburos que aportaban 6 puntos más). En 2016 se alcanzó un récord de recaudación con 14 puntos del PIB, que han permitido compensar la caída en derechos por hidrocarburos, que ahora apenas alcanzan 3 puntos del PIB. Sin embargo, es una recaudación muy pequeña, comparado con cual-quier país similar, o con encargado al gobierno llevar a cabo.

Con los datos del World Economic Outlook del FMI (octubre de 2016) se puede ver que México, en 2015, era el país 130 de los 180 reportados por esa institución en el tema de recaudación, y el 140 en gasto de gobierno. Éramos la economía número 11 del mundo, pero pagamos impuestos como si fuése-mos la 130. Por eso los servicios del gobierno son de tan mala calidad. Adi-cionalmente, México tiene un serio problema de corrupción que ha servido de excusa para muchos que no quieren que los impuestos se cobren. Pero se trata de dos problemas separados. Es necesario que se recaude más y mejor en México, y necesario que se enfrente la corrupción.

Para lo primero, será necesaria una Reforma Fiscal que puede ocurrir en los últimos meses de 2018 para permitir a la nueva administración no cargar el costo total del ajuste, pero sí contar con un mayor margen. Seguramente los impuestos que crecerán son aquellos que tienen que ver con el consumo

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(IVA generalizado) y la riqueza (Predial), porque los impuestos al ingreso y la producción son elevados ya, y la tendencia global es a la reducción.

En el tema de corrupción el avance que significa el Sistema Nacional An-ticorrupción es de la mayor importancia, aunque sigue habiendo gran resis-tencia de parte de la clase política. El ejemplo de Brasil en la lucha contra la corrupción no solo en política sino también en lo empresarial puede ser inte-resante. Finalmente el tercer problema es la educación, especialmente la su-perior. México tiene un serio déficit de personas calificadas para puestos de alta dirección. Las grandes empresas no pueden encontrar el personal para esos niveles. La razón parece ser la tragedia del sistema educativo mexicano, que ahora sabemos es el más igualitario del mundo: todos salen mal.

En la figura 9 aparece la proporción de jóvenes que terminan su educación básica en nivel de excelencia, según lo define PISA, en las tres disciplinas que se evalúan: ciencia, lectura y matemáticas. Países como Corea y Japón tienen a más de 20% de sus jóvenes en nivel de excelencia en matemáticas. Holanda, Canadá, Alemania y Nueva Zelanda tienen a 15% de sus jóvenes en nivel de excelencia en las tres disciplinas. Estados Unidos de América, cuyo sistema educativo sigue cayendo, logra colocar en ese nivel entre 5 y 10% de los jóve-nes. México tiene a 0.3% de los jóvenes en nivel de excelencia. Incluso com-parando con países latinoamericanos el nivel de México es deplorable, como se muestra en la figura 10: solo se rebasa a República Dominicana:

Figura 9. Proporción de jóvenes en nivel de excelencia, varios países

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Figura 10. Proporción de jóvenes en nivel de excelencia, varios países latinoameri-

canos

Estos son los tres obstáculos que enfrenta México: insuficiente recauda-ción (limita la efectividad del gobierno), ausencia de estado de derecho y un pésimo, pero igualitario, nivel educativo. Es importante recalcar que los pro-blemas son estos tres y no otros. Lo es porque se cree que México tiene mu-chos otros problemas que, o no lo son, o son en realidad síntomas de los ya mencionados.

Por ejemplo se suele insistir en que México tiene un problema con la po-breza y la desigualdad. Como puede verse en las figuras 11 y 12, la pobreza en 2014 es similar a la que había en 1992, a pesar de los miles de millones de pesos invertidos en programas sociales, mientras que la desigualdad (figura 12) se redujo y estabilizó en un Gini de 48 unidades. Este indicador es simi-lar en Estados Unidos, y también en cualquier país europeo antes de impues-tos y transferencias.

En México no hay diferencia en la desigualdad antes y después de los im-puestos. No hay un efecto relevante del gobierno y sus programas en reducir la desigualdad. Pero eso, claramente, es resultado de la deficiente recaudación mencionada, así como de la ausencia de Estado de derecho:

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Figura 11. Evolución de la población en pobreza por ingresos, 1992-2014

Fuente: Tomado de CONEVAL, archivo.

Estas gráficas permiten insistir en que ha ayudado mucho a estabilizar la pobreza y la desigualdad ha sido el avance en los “pilares” de la competitivi-dad que veíamos antes. Los estados del país donde estos pilares han mejo-rado más son aquellos donde tenemos más crecimiento desde inicios de los noventa, mientras que aquellos donde no hay avances en los pilares mantie-nen los niveles de pobreza más grandes:

Figura 12. Desigualdad en México (índice de Gini)

Fuente: Cálculos propios con datos del Banco Mundial.

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ConClusión

En conclusión, no hay una grave crisis económica en el mundo, ni en Méxi-co. No hay un proceso de incremento de desigualdad generalizado, sino un avance muy importante de los más pobres. En los últimos 25 años hemos re-ducido la pobreza mundial en 35 puntos, para llegar al nivel más bajo de toda la historia. En este proceso varias economías emergentes han entrado al gru-po de las más grandes del mundo: China, India, Indonesia, Brasil y México. En los próximos años estas economías crecerán de manera diferente, porque estamos en un ciclo bajista en precios de materias primas. Los países más de-pendientes de estos productos tendrán problemas. México no es uno de ellos.

La angustia que se sufre en el mundo no tiene, entonces, un origen eco-nómico. El origen, planteo, es el cambio tecnológico en materia comunicacio-nal que nos ha colocado en una gran transformación similar a la aparición de la escritura, la imprenta o los medios masivos. Esas transformaciones han si-do siempre muy difíciles, se han acompañado de grandes confrontaciones, y al final han dado lugar a nuevas formas de pensarnos y entendernos, así co-mo a nuevas formas organizacionales.

Por ello, sería muy mala idea pretender que con cambios en las econo-mías lograríamos terminar con la gran incertidumbre actual. Esta no viene de la economía y, por tanto, no puede arreglarse en ella. Lo que requerimos es avanzar rápido en la creación de nuevas formas de interpretarnos como se-res humanos en sociedad, y en la construcción de nuevas formas organiza-cionales. Palabras como democracia y nación tendrán que ser sustituidas por otras, o cambiar significativamente su contenido. Es eso, y no la economía, lo que tenemos que atender.

Macario Schettino104 •

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aCCión PúbliCa más allá de las instituCiones PolítiCas: el estilo PolítiCo de los sistemas asoCiativos ComPlejos

Matilde Luna*

José Luis Velasco**

Planteamiento

El poder, según Max Weber (1964), es “la probabilidad de imponer la propia voluntad en una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad” (p. 43). Entre los “fundamentos” más conocidos están el dinero, los puestos gubernamentales, la ideología y la ca-pacidad organizativa. Gracias a recursos como estos siempre desigualmente distribuidos, algunos miembros de la sociedad tienen una alta probabilidad de realizar su voluntad en la mayoría de los casos, venciendo, si es necesario, la oposición de actores sociales más numerosos o incluso previniendo la expre-sión de cualquier oposición.

En las sociedades actuales, sin embargo, han proliferado ciertos acto-res colectivos que, sin poseer necesariamente algunos de esos recursos, se han convertido en participantes indispensables no solo en las decisiones so-bre muchos problemas públicos, sino incluso en la definición misma de los problemas. Nos referimos en especial a las redes de políticas, consejos de participación, consejos consultivos y muchas otras formas de cooperación que –cruzando las fronteras entre Estado, mercado y sociedad civil– reúnen a individuos y organizaciones provenientes de una gran variedad de espa-cios sociales.

* Investigadora en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Tiene un doctorado en Ciencia Política de la misma universidad y una licenciatura en Sociología. Ha trabajado sobre los empresarios y la política, la generación y la difusión del conocimiento y el desempeño asociativo.** Investigador en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Tiene un doctorado en Ciencia Política de la Universidad de Boston y una maestría en Sociología Política del Instituto Mora. Ha publicado dos libros así como artículos y capítulos, varios de los cuales han tratado sobre sistemas asociativos.

Matilde luna • José luis Velasco108 •

Aunque algunos de sus participantes pueden poseer dinero, autoridad gubernamental, músculo organizativo o fuerza ideológica en cantidades res-petables, el actor colectivo que conforman a menudo carece de recursos eco-nómicos y materiales propios, tiene una estructura organizativa laxa y no está unido por una identidad o ideología fuerte, sino más bien por la preocupación con algún problema público.

Pero estas carencias no los hacen irrelevantes. Al contrario, si bien estos actores no siempre son capaces de imponer su propia voluntad, al menos tie-nen una alta probabilidad de hacerse escuchar en las decisiones y de ejercer una especie de veto moral sobre ellas, otorgando o negando el reconocimien-to a las políticas públicas en las cuales se interesan.

Un ejemplo reciente, es la integración del órgano rector del Sistema Nacio-nal Anticorrupción, órgano colegiado que incluye a diversos organismos del Estado (la Auditoría Superior de la Federación, la Fiscalía Especializada en el Combate a la Corrupción, la Secretaría de la Función Pública) así como un Co-mité de Participación Ciudadana que es responsable de vigilar las resolucio-nes que adopten los otros organismos del sistema, y cuyos miembros fueron, a su vez, elegidos por un Comité de Selección también integrado por miem-bros de organizaciones de la sociedad civil, quienes operan en el ámbito de la lucha contra la corrupción y por académicos, analistas y especialistas en te-mas de transparencia y rendición de cuentas.1

Otro ejemplo, también muy visible, es la Red Nacional por la Seguridad: Ciudadanos + Policías (RNS), la cual estaba integrada inicialmente por 34 aso-ciaciones y organizaciones muy diversas, y por un grupo de 24 personas. Es-ta constituye una red de redes de asociaciones e individuos (especialistas), creada con el fin de influir en la discusión y el proceso legislativo sobre la uni-ficación del mando policial en el país, en especial, sobre la iniciativa legal pre-sentada por el poder ejecutivo el 1 de diciembre de 2014.

A partir de estos ejemplos se puede plantear una pregunta más general: ¿cómo es posible que organizaciones con estructuras poco cohesionadas y

1 Entre las instituciones académicas participantes están la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y el Instituto Tecno-lógico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). Por las organizaciones de la sociedad civil puede mencionarse la Red por la Rendición de Cuentas. Entre los organismos no gubernamen-tales (think tanks) se encuentran el Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO) y México Evalúa.

Acción PúblicA más Allá de lAs instituciones PolíticAs:

el estilo Político de los sistemAs AsociAtivos comPlejos

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participantes muy diversos, unidos por poco más que su interés en un mis-mo problema público, pueden llegar a tener tanta capacidad de influir en las decisiones públicas? Para responder esta pregunta partimos del supuesto que es necesario entender, sobre todo, la lógica asociativa en la cual se fundan es-tos actores colectivos y, en particular, las tensiones que tienen que enfrentar para integrar a sus miembros, quienes son a la vez autónomos e interdepen-dientes. Por esa razón, la explicación que proponemos se basará, en gran me-dida, en nuestro análisis más amplio sobre los sistemas asociativos complejos (Luna y Velasco, en prensa).

los sistemas asoCiativos ComPlejos

El libro donde se apoya este capítulo se ocupa de estructuras y organizacio-nes que operan en los espacios públicos, más allá de las instituciones polí-ticas formales (gobierno, partidos, poder legislativo, electorado, principio de mayoría, etcétera). Tales son los casos de las redes de políticas, consejos par-ticipativos, consejos consultivos y muchas otras formas de cooperación que conjuntan individuos y organizaciones, y que expanden las fronteras entre el Estado, la sociedad civil y el mercado.

Al multiplicarse estas formas de cooperación y construcción de acuerdos se ha cambiado la fisonomía y dinámica de la política, dando origen a una se-rie de estructuras más descentralizada, dispersa y más horizontal que la ma-yoría de las formas convencionales de organización política. Al mismo tiempo, también han creado problemas distintivos: nuevas formas de exclusión, nue-vas acumulaciones de poder y nuevas fuentes de conflicto.

Algunos de estos esfuerzos de colaboración se despliegan en espacios muy pequeños –un barrio o una población– mientras que otros se extienden por varios países, o incluso, por el mundo entero. Mientras que algunos se interesan en asuntos concretos, otros se preocupan por temas tan generales como la protección del ambiente, el desarrollo global o la paz internacional. Algunos son muy informales, poco más que una serie de reuniones entre co-nocidos que comparten ciertos intereses, mientras que otros buscan construir instituciones duraderas y organizaciones con participantes bien reconocidos.

También varían mucho las funciones que estas formas de cooperación pueden desempeñar, por ejemplo, la asesoría, la decisión conjunta, el monito-

Matilde luna • José luis Velasco110 •

reo, el control ciudadano del gobierno (es el caso de México Evalúa que busca dar seguimiento al gasto público) o del mercado (es el caso del Consejo Con-sultivo del Consumo), etcétera. Pero a pesar de sus muchas diferencias estos esfuerzos de cooperación enfrentan un problema común: articular las accio-nes de los participantes sin, en el proceso, destruir su autonomía y diversidad.

Para enfrentar este desafío los participantes crean lo que denominamos como sistemas asociativos complejos, es decir, formas de asociación que com-parten ciertas propiedades básicas y se constituyen de tensiones distintivas. La manera como tales tensiones se administran/procesan afecta en una me-dida importante su funcionamiento y desempeño: su eficacia y legitimidad.

La idea central, es que si bien, se trata de estructuras de relaciones que atraviesan fronteras institucionales, territoriales e identitarias, los SAC no son simplemente mezclas de diferentes lógicas institucionales, valores socia-les, patrones organizativos o culturas. Es decir, son mucho más que la suma de sus partes: son estructuras con propiedades emergentes y características distintivas que al combinarse de diferentes formas crean una serie de tensio-nes también distintivas.

De hecho, podría decirse que cada sistema asociativo concreto es expre-sión de un equilibrio particular, generalmente inestable de esas tensiones. En la base de dichas tensiones está la contradicción básica entre la autonomía y la interdependencia de sus miembros: dos tendencias contrapuestas. Esta contradicción básica hace que los SAC sean susceptibles de procesos de “co-lonización” o captura por las instituciones o los agentes del Estado, del mer-cado o de la sociedad civil.

El desafío de conjuntar esfuerzos de individuos, grupos e instituciones di-ferentes entre sí, casi todos mutuamente independientes y cada uno de ellos con sus propios objetivos, no sería tan importante si la cooperación estuvie-ra garantizada por la ley, por un interés común, una ideología, una identidad compartida o por algún otro poderoso aglutinante social de los cuales normal-mente mantienen unidas a agencias gubernamentales, iglesias, ejércitos, em-presas económicas o grupos políticos.

Pero una peculiaridad de las estructuras de cooperación, a las cuales nos referimos aquí, es precisamente que ellas mismas tienen que construir sus propios aglutinantes, y que normalmente no buscan crear una organización sólida, duradera, un leviatán que funda a sus participantes en un ente colecti-

Acción PúblicA más Allá de lAs instituciones PolíticAs:

el estilo Político de los sistemAs AsociAtivos comPlejos

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vo. Al contrario, las personas y organizaciones que participan en ellas quieren retener su autonomía, identidad, recursos y sus intereses propios. Por tanto, el reto distintivo de estas estructuras es conjuntar la acción de sus diversos participantes sin destruir esa diversidad.

La interdependencia y la autonomía son así, las dos fuerzas básicas que, a la vez, unifican y amenazan con desmembrar a los sistemas asociativos. Es-tos sistemas no pueden sacrificar ninguna de ellas sin perder su diversidad y riqueza de características. Una tercera propiedad que define a los SAC es su dinamismo: sus fronteras se contraen o expanden según se integren o exclu-yan los participantes, sus metas son cambiantes y su estructura organizativa es relativamente flexible; además el sistema se ramifica frecuentemente, dan-do origen a nuevas experiencias asociativas. En otras palabras, los sistemas asociativos complejos no se construyen de una vez, sino que se reconstruyen permanentemente, o en su caso, se disuelven como tales.

De estas propiedades básicas se deriva una serie de características evi-dente. Algunas de las más importantes son las siguientes. Con respecto de su estructura organizativa los SAC generalmente surgen de múltiples inicia-tivas; su composición es significativa y heterogénea, y normalmente incluye tanto individuos como organizaciones. La entrada al sistema y la salida de él son formalmente libres, aunque lo normal es que la entrada es selectiva y la salida implica costos considerables debido al alto nivel de interdependencia entre los participantes.

Por lo general, la estructura de autoridad interna es flexible y poco jerár-quica, más bien colegiada. La membresía tiende a ser elástica y las fronteras organizativas difusas. Aparte de crear obvios problemas de cohesión y comu-nicación, esta membresía heterogénea tiene varias consecuencias importan-tes: los objetivos y metas del sistema tienden a ser múltiples, inconsistentes y cambiantes; las interacciones entre los participantes son potencialmente conflictivas; el intercambio interno de bienes es difícil, porque los recursos (poder, dinero, conocimiento o capacidad de movilización) que aportan los di-ferentes participantes son inconmensurables.

En relación con la toma de decisiones, los SAC muestran una clara pre-ferencia por las decisiones colectivas, a las cuales se llega mediante la nego-ciación o la deliberación. Las instituciones internas son escasas y débiles, la observancia de estas decisiones o acuerdos depende principalmente de la

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confianza mutua y del prestigio. Por estas razones, los resultados de la coo-peración tienden a ser inciertos, como son las propias normas que guían la interacción.

Una característica distintiva de la composición de los SAC es la presencia de los expertos a través de la participación de las instituciones académicas, de investigadores y analistas que gozan de cierto prestigio como especialistas de centros de investigación y análisis (los think-tanks que en años recientes han proliferado en México, llegando a ocupar posiciones importantes en los rankings mundiales).

Tales son los casos de organizaciones como FUNDAR, Centro de Investi-gación y Análisis, Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC), Ethos, INSYDE y el Instituto Mexicano para la Competitividad.2 Junto con la plura-lidad de actores y posiciones, la inclusión de los expertos constituye uno de los fundamentos de la autoridad de estos órganos, pues los dota de un senti-do de neutralidad e imparcialidad para propiciar acuerdos.3 Por otra parte, co-mo efecto de la densidad de relaciones y de la movilidad de los actores entre diferentes esferas institucionales la relación entre intereses, causas y conoci-mientos se vuelve poco clara y la representación que ostentan los actores es sumamente ambigua.

De la tensiones básicas entre la autonomía y la interdependencia, y entre la estabilización y el dinamismo, se derivan muchas otras tensiones y dilemas que tienen impacto en las dimensiones social y política de los sistemas, así co-mo en los criterios para evaluar su desempeño, pues resulta difícil entender y evaluar estos sistemas a partir de los conceptos y los criterios de evaluación de las instituciones políticas propiamente dichas.

Con respecto de la cohesión (tal como sucede en cualquier experiencia asociativa y particularmente en las organizaciones de carácter voluntario), la confianza entre las personas es uno de los vínculos sociales más básicos y, en contraparte, la desconfianza puede ser uno de los mayores factores de la disolución o del impedimento de la formación de lazos asociativos.

2 Ver McGann, 2016.3 El protagonismo de los expertos en la esfera pública coincide en la academia con el llamado modo 2 de producción de conocimiento, que se aleja e incluso contrapone al Modo 1 –el cono-cimiento por el conocimiento mismo– y favorece la producción de conocimiento en un contexto de aplicación.

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Pero en el caso de los SAC la confianza tiene además una influencia decisi-va en otros aspectos de su funcionamiento como la comunicación, formación de la autoridad, estructura de representación, capacidad de consensar acuer-dos o el intercambio de recursos. Y por otra parte, en los SAC la confianza es resultante de tres tipos de confianzas: la normativa basada en una comuni-dad de valores y en el principio de solidaridad; la técnica basada en el cono-cimiento experto, y la estratégica basada en el cálculo de costos y beneficios y el principio de reciprocidad. Estas tres dimensiones de la confianza pueden superponerse, potenciarse o socavarse unas a otras, por lo cual los SAC in-volucran un equilibrio inestable entre las tres dimensiones de la confianza.

En el terreno de la comunicación los SAC enfrentan el desafío de crear un “lenguaje” común, a partir de las diferentes orientaciones cognitivas y lógicas organizativas de los participantes que permita expresar sus coincidencias y diferencias de forma mutuamente inteligible y haga conmensurables los dife-rentes propósitos, preferencias, necesidades, intereses y causas que guían a los distintos participantes.

La producción de un lenguaje común enfrenta un riesgo doble: puede ser insuficiente o excesiva. Si es insuficiente, los participantes simplemente no podrán entenderse unos a otros. Pero si es excesiva, el sistema asociati-vo perderá mucho de su diversidad: los participantes abandonarán sus pro-pios “lenguajes” y la estructura de cooperación se solidificará. Si sucede esto último, la estructura ganará coherencia pero perderá la riqueza que resulta de la diversidad.

Poder asoCiativo

Los temas en los cuales se interesan los sistemas asociativos complejos son, por definición, siempre públicos: no conciernen a ciertas personas en lo par-ticular, sino a todos en general y, por tanto, no pueden ser solucionados por una agregación de acciones individuales, sino por acciones generales, deci-didas colectivamente. Pero la amplitud del público relevante puede variar de un sistema a otro.

El público en cuestión es predominantemente interno. Tal es el caso, por ejemplo, del Claustro Académico para la Reforma del Estatuto de Personal Académico de la UNAM, que analizamos en nuestro libro: su público era la

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universidad misma.4 En el otro extremo está la Comisión Trilateral, otro caso que incluimos en el libro, la cual tiene por público relevante al mundo entero.5

Pero sea cuál sea el rango de su público, los sistemas asociativos comple-jos cuando son exitosos se convierten en una voz importante, algo cuyas opi-niones deben ser escuchadas y su aprobación vale la pena buscar. Pero ¿en qué se basa ese éxito? En otras palabras ¿cuál es –como diría Weber en la cita con que abrimos el presente texto– el fundamento del poder de estos sistemas asociativos? Al revisar brevemente esas bases podremos aclararnos algo aún más fundamental: ¿en qué consiste el poder de estos sistemas asociativos?

En primer lugar, está el poder de estos sistemas que se evidencian en su capacidad para ganarse el derecho a participar. A diferencia de las estructu-ras de participación que se han instituido en diversos campos de la política, muchos SAC comienzan con una “participación no invitada” que, basada en el derecho de ser tomados en cuenta en las decisiones y de resistir, es expresión de protagonismo de los agentes sociales y de la insuficiencia de condiciones tales como la disposición de medios legales y oportunidades de acción para ejercer “el derecho a tomar la palabra sin necesidad de ser invitado a hacerlo”.6

Esto es especialmente claro en el caso de la Red Ciudadanos + Policías. Como lo expresó el comunicado mediante el cual se dio a conocer la razón por la cual un número significativo de asociaciones que han emergido en el campo más amplio de la (in)seguridad en los últimos 15 años decidieron con-formar esa red, fue con el deseo de promover una “deliberación informada […] que dote a los legisladores de argumentos suficientes y sin matices polí-

4 El Claustro fue creado en 2004 por mandato de la máxima autoridad universitaria como una estructura temporal paralela para elaborar una propuesta de Reforma del Estatuto del Personal Académico, ante los reiterados fracasos de los órganos instituidos para llevar a cabo esta tarea. Con una representación de las principales figuras académicas, el Claustro culminó su mandato después de diez años de trabajo, pero la Reforma nunca fue implementada.5 La Comisión Trilateral, creada en 1973, es una organización “globalista” muy influyente. Se en-cuentra integrada principalmente por élites económicas, políticas y de expertos de tres regiones: América del Norte, Europa y Asia Pacífico. Se autodefine como una “organización no guberna-mental”, y está orientada a promover la cooperación entre las tres regiones sobre problemas y políticas de interés común.6 Sobre la importancia y significado de la distinción entre la participación invitada y no invitada, véase López Cerezo (2015). En este artículo, y con base en Wynne (2007), la participación invita-da se define como aquella que ha sido internalizada por los sistemas de gobierno en las últimas décadas, y que “es con frecuencia acusada de falta de eficacia sobre la toma de decisiones, de favorecer la cooptación de los grupos de interés y de provocar en última instancia la desmovili-zación y la inhibición por parte de los ciudadanos”.

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ticos para el debate […]”7 entorno a la iniciativa presidencial sobre el mando único policial; ese reclamo a participar fue exitoso (Luna y Velasco en prensa).

En segundo lugar, está el poder de los sistemas asociativos complejos, los cuales se basan en su capacidad para generar, transmitir y ofrecer cono-cimiento. Esto es evidente sobre todo en la capacidad para formular diagnós-ticos, explicaciones, propuestas y evaluaciones. Para explicar esta capacidad se debe recordar que aunque los miembros de los SAC pueden tener oríge-nes y motivaciones muy diversos, a todos los une un rasgo común: su preo-cupación por el problema público en cuestión.

A pesar de sus muchas diferencias los participantes sienten que tienen al-go que perder o ganar con la manera en que ese problema evolucione. Debido a ese interés, lo común es que todos ellos estén bien informados sobre la cues-tión, y posean ese conocimiento tácito que solo la práctica interesada y reflexi-va puede generar. Además, como se anotó previamente entre esos “afectados” también se encuentran muchas veces los expertos, personas cuya principal ocupación es investigar y reflexionar sobre los problemas de interés público, y por tanto son productores destacados de conocimiento codificado sobre ellos.

Por tanto, los SAC pueden ser vistos como sistemas de intercambio de co-nocimiento e información, como esfuerzos por definir y describir el problema o los problemas que les interesan. De ahí, que muchas veces sean capaces de aportar conocimiento que los poderes establecidos no tienen, ni pueden adquirir fácilmente por sí mismos, y que tampoco está a la venta en el “mer-cado” de ideas.

Esta capacidad epistemológica de los sistemas asociativos complejos es particularmente visible en las redes de conocimiento como las formas de cola-boración entre universidad e industria, que analizamos en nuestro libro. Pero también es muy clara en el caso de los llamados think tanks, como la Comi-sión Trilateral, mencionada previamente. Pero incluso en los sistemas más mundanos, como la Red Policías + Ciudadanos, esa capacidad es uno de los elementos que justifican la auto-invitación a participar en la decisión sobre problemas públicos.

7 Ver el primer comunicado de la Red, publicado el 22 de febrero de 2015. Recuperado de http://www.ceasmexico.org.mx/beta/php/difusion/articulo.php?pid=000145

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Una tercera base del poder de los SAC es eminentemente relacional: la capacidad para establecer y manejar contactos con expertos, gobiernos ex-tranjeros, organizaciones civiles, actores trasnacionales o de otros tipos. Un elemento indispensable para el desarrollo de esta capacidad es la confianza, un cemento social que, como anotamos en la sección previa, los SAC tienen que aprender a desarrollar y balancear por sí mismos si quieren sobrevivir y prosperar.

No sorprende, por tanto, que esa habilidad de generar confianza se ex-panda del interior del propio sistema asociativo hacia su entorno. Además, gracias a su autonomía colectiva e individual los SAC pueden ser percibidos como independientes de los poderes establecidos y, por tanto, potencialmente confiables. Otro factor importante en este sentido es la “traducción”, es decir, la habilidad para entender y hacerse entender por actores sociales diversos. Los SAC están especialmente dotados de esta capacidad, gracias precisamen-te a su diversidad, que literalmente los obliga a convertirse en sistemas de traducción.

En cuarto lugar, el poder de los SAC se funda en su capacidad para forjar una imagen de imparcialidad: generar debates, confrontar opiniones y fomen-tar la deliberación en un ambiente de pluralidad e inclusión, por lo menos apa-rentes que los poderes establecidos, por fuertes que sean, difícilmente logran crear por sí solos. La importancia de esta capacidad es especialmente eviden-te en dos casos que también analizamos en nuestro libro: el Acuerdo de Cha-pultepec y la Comisión Trilateral.8

Estos sistemas asociativos surgieron precisamente con la promesa de ge-nerar un diálogo abierto entre las muchas fuerzas interesadas en los proble-mas públicos de México o el mundo. Como sostenemos en nuestro libro, sus logros y fracasos están estrechamente vinculados a los alcances y limitacio-nes de su capacidad y voluntad de convocar en condiciones equitativas, a los muchos interesados en los problemas que ellos pretendían diagnosticar y so-lucionar.

8 El Acuerdo Chapultepec, formalmente presentado como un acuerdo de la sociedad civil, pero con un predominio de la élite empresarial, incorporó a numerosas y destacadas figuras de los ámbitos intelectual, artístico, científico y político del país. El Acuerdo tuvo como uno de sus pro-pósitos principales prevenir la crisis política que se avecinaba en 2005-2006, como efecto de una competida elección presidencial.

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En quinto lugar, los SAC destacan por su capacidad para otorgar o negar legitimidad. Eso es muy visible en el caso del Sistema Nacional Anticorrup-ción. En una cuestión tan controvertida y socialmente candente como el com-bate a la corrupción, donde las autoridades y los políticos profesionales son vistos como parte del problema antes que de la solución; es indispensable la participación de expertos de alguna forma supervisen y avalen las acciones oficiales. Eso explica, en gran medida, los esfuerzos por crear un Comité de Participación Ciudadana con miembros seleccionados por organizaciones y expertos independientes del gobierno y los partidos políticos.

En síntesis, a partir de estas breves observaciones se puede sostener que, igual que otras formas de poder, el poder asociativo también consiste en la ca-pacidad de actuar organizadamente y, llegado el caso, realizar la voluntad pro-pia incluso en contra de la oposición de los demás. Pero a diferencia de otros tipos de poder –económico, corporativo, institucional, militar o ideológico por ejemplo– este no consiste en la capacidad para movilizar dinero, músculo or-ganizativo, atribuciones institucionales, fuerza física o la lealtad a una causa. Consiste más bien en la capacidad de auto-invitarse a las discusiones públi-cas, crear conocimiento tácito y codificado, establecer relaciones y contactos, erigirse en garantes de la imparcialidad y generar legitimidad.

Esta definición del poder asociativo se parece un poco a aquella que pro-pone Hannah Arendt para el poder en general, la cual “corresponde a la ca-pacidad humana no sólo para actuar sino para actuar en concierto”. Pero hay una diferencia crucial entre las dos. Para Arendt (1970) el poder es “un fin en sí mismo”, independiente de sus resultados: es algo que “precede y sobrevive a todos los fines” y, por tanto, “lejos de ser medio para un fin, es en realidad la condición que hace posible que un grupo piense en términos de medios y fines” (pp. 44-51).

En cambio, nuestro análisis del desempeño de los sistemas asociativos complejos nos lleva a concluir que, para ser viables, estos sistemas deben pro-ducir resultados tangibles y valiosos para sus participantes. Es cierto que el desempeño de estos sistemas debe ser evaluado en términos asociativos: en su capacidad para producir y reproducir la confianza, la capacidad de traduc-ción y otros elementos que permiten la cooperación en medio de la diversidad; en su capacidad para fomentar la vida asociativa de la sociedad o sociedades en donde actúa. Pero también es cierto que si no produce los resultados prác-

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ticos que los participantes esperan de él, el sistema asociativo les parecerá una simple pérdida de tiempo y se vendrá abajo por irrelevante.

Para tener poder asociativo, en el sentido que nosotros damos a ese tér-mino, los SAC deben ser capaces no solo de asociarse, sino también de con-seguir resultados prácticos para sus miembros e influir decisivamente en su esfera pública. El poder asociativo no anula los otros tipos de poder, pero sí los redefine. Así para el poder asociativo el dinero sigue siendo un recurso cru-cial, pero no tanto para comprar servicios, votos, lealtades o ideas, sino más bien para facilitar contactos, financiar reuniones, difundir información, etcéte-ra. De igual forma, el control de las instituciones públicas también es muy im-portante, pero no tanto para imponer decisiones legalmente vinculantes, sino para facilitar el acceso a actores oficiales, proveer información estadística ge-nerada por el gobierno, apoyar la logística del proceso asociativo, entre otros.

Esto sugiere que la conversión de las otras formas de poder en poder aso-ciativo no es automática; es más bien un proceso de traducción cuyos resulta-dos no siempre son los que el sentido común esperaría. Después de todo, como sostuvo Russell (1938): “El poder, como la energía, debe ser visto como algo que pasa continuamente de una de sus formas a otra, y la tarea de las ciencias so-ciales debe ser buscar las leyes de esas transformaciones” (pp. 11-12).

ConstruCCión de la autoridad

Una vez identificadas algunos de los “fundamentos” del poder asociativo, sur-ge una nueva pregunta: ¿de dónde proviene esa capacidad de auto-invitarse a la discusión pública y participar en ella hasta el punto de ejercer una espe-cie de veto moral? Nuestro análisis sobre los sistemas asociativos sugiere que para ganarse el reconocimiento del público al que se dirige un sistema de este tipo debe ser capaz de crear su propia autoridad interna, es decir, ser recono-cido como un actor relevante por el público en cuyo nombre actúa.

Puede sonar extraño hablar de autoridad al referirse a estos sistemas aso-ciativos. Como se ha afirmado ya, los SAC son mucho más horizontales, des-centralizados y dinámicos que las formas convencionales de organización social como las empresas, los partidos políticos o las oficinas gubernamenta-les. Pero por descentralizados necesitan que sus acciones sean coordinadas, sus discusiones conducidas, sus acuerdos ejecutados y respetados. De otra

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forma, los SAC no serían sistemas asociativos, sino simples encuentros su-perficiales y fugaces, relaciones sociales amorfas incapaces de crear verda-dera asociación.

Por tanto, a pesar de su carácter voluntario los SAC tienen que ser también estructuras políticas con autoridad. Como resulta obvio no es fácil conciliar es-tos dos extremos: la autonomía de los miembros y la autoridad del sistema. De hecho se puede afirmar que, como estructuras políticas, los SAC son formas generalmente inestables de manejar esta tensión. Para explicar brevemente esta tensión nos centraremos en dos herramientas básicas que los SAC utili-zan para construir su estructura de autoridad: la representación y el liderazgo.

Como otras formas de representación política ocurre en los SAC una ma-nera de construir autoridad: el representante es alguien con autoridad para hablar y actuar en nombre de los representados. Por tanto, visto desde un ex-tremo el representante es un agente del representado, pero desde el extremo opuesto es su superior. Pero a diferencia de otras formas de representación política, la representación asociativa compleja enfrenta un reto central: lograr que un grupo de personas se presenten y actúen en lugar de otras que no están presentes, pero que no por eso renuncian a su propia autonomía, ha-ciendo esto en un contexto donde no hay contratos formales ni instituciones reconocidas que garanticen esa relación.

Para entender cómo la representación asociativa compleja enfrenta es-te desafío, hay que analizarla en los tres niveles que integran la estructura de representación: representantes, representados y la relación entre ambos. De acuerdo con nuestras investigaciones esta estructura tiene cuatro carac-terísticas distintivas. La primera es la diversidad de los representantes, quie-nes tienden a ser de tres tipos: delegados de organizaciones bien establecidas (empresas, dependencias gubernamentales u organizaciones sociales); repre-sentantes auto-construidos, quienes deben ganarse el derecho a hablar por ciertos grupos o comunidades interesados en el tema que aborda el SAC; y au-to-representantes, personajes tan importantes en la comunidad de referencia que no necesitan afirmar que hablan o actúan en nombre de otros (por ejem-plo, un experto ampliamente reconocido o un empresario muy poderoso).

Una segunda característica distintiva es aquellas que en la integración del cuerpo representativo predomina el ideal de la representación descriptiva: se espera que dicho cuerpo represente todos los puntos de vista, intereses, opi-

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niones y necesidades relevantes de las personas interesadas en el tema del cual se ocupa el sistema asociativo. Además, esta descripción debe ajustarse al ideal de la proporcionalidad, según el cual cada uno de los grupos o corrien-tes de opinión debe tener dentro del cuerpo representativo el mismo peso, aproximadamente, que tiene en la población de referencia.

Una tercera característica distintiva es que el universo de representados es auto-construido: son los propios participantes quienes definen –en el cur-so de la cooperación– y deben ser representados en el sistema. Para ser a la vez eficaz y legítima esta construcción debe estar guiada por cuatro principios básicos: diversidad, pertinencia, oposición (se incluyan las opiniones extre-mas acerca de cada una de las cuestiones relevantes) y equidad. Finalmente, vista como una actividad la representación asociativa compleja es una combi-nación de cinco tipos de acciones, prácticamente simultáneas y continuas: los representantes deben convocar y organizar a los participantes, coordinarlos, defender sus intereses, informarles de sus acciones y persuadirlos de apoyar las decisiones tomadas en su nombre.

Al tener en cuenta estas características distintivas resulta posible definir a la representación asociativa compleja como las acciones, por medio de las cuales una serie de participantes auto-representada, delegados y representan-tes autoconstruidos expresan, promueven e integran los intereses y opinio-nes de un universo autogenerado de representados, tratando de respetar su autonomía, diversidad y equidad. Del éxito de estas acciones dependerá, en una medida considerable, el éxito del esfuerzo asociativo.

Aun si el sistema asociativo logra resolver exitosamente el problema de la representación, su estructura de autoridad estará incompleta. Esto es así por-que de acuerdo con las acepciones principales del término los representantes pueden presentarse en lugar de sus representados, hablar o actuar por ellos, describirlos o incluso simbolizarlos. Pero ninguna de estas acepciones inclu-ye directamente un atributo básico de la autoridad: la capacidad de condu-cir, dirigir, inspirar, ordenar e incluso, en casos extremos, reprimir y castigar.

Para entender cómo los sistemas asociativos construyen esta parte más “autoritaria” de la autoridad resulta necesario detenerse en otro fenómeno po-lítico: el liderazgo. Para identificar mejor el liderazgo asociativo conviene co-menzar recordando algunas de sus características genéricas. El liderazgo es, como dice un autor, un caso especial de poder: la capacidad de lograr que [los

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demás] hagan algo que de otra forma no querrían hacer” (Searle, 2010, loc. 3147). Por tanto, para apreciarlo correctamente hay que distinguirlo de otras formas de ejercer el poder: el poder arbitrario de un tirano, el poder unila-teral de un esclavista, el poder inexorable de un guardia de prisión, el poder bruto de un atacante armado sobre sus víctimas indefensas, el poder absolu-to de un jefe religioso que exige la fe implícita de sus seguidores, el poder in-contestable que un experto ejerce sobre los sujetos confinados en un hospital psiquiátrico o alguna otra institución total, etcétera.

Frente a estos personajes, el líder se distingue porque conduce, dirige o guía a personas que podrían optar por otros caminos o inclusive seguir a otro líder. Es decir, el líder tiene seguidores voluntarios, no súbditos o víctimas in-capaces de tomar sus propias decisiones. Bertrand Russell (1938) expuso: “en toda forma de cooperación, psicológicamente el seguidor no es más esclavo que el líder” (p. 16). Por tanto, el líder conduce más por “persuasión y ejem-plo” que por la fuerza o la necesidad (Gardner, 1990, p. 1).

En contraste con otros tipos de liderazgo, la legitimidad del líder asociati-vo no se basa principalmente en las leyes, en la tradición o en las supuestas cualidades personales extraordinarias del líder, sino en atributos tales como: el conocimiento de las personas y de los asuntos que se abordan, la iniciativa en los procesos de deliberación y negociación, las relaciones interpersonales e interinstitucionales, la capacidad de intermediación y la habilidad para ins-pirar confianza.

Como correlato de una estructura poco institucionalizada, más bien ho-rizontal y dinámica, puede observarse que el liderazgo asociativo es más interpersonal que institucional, es decir, no depende tanto de reglas y proce-dimientos establecidos por la sociedad, sino por la dinámica de las interaccio-nes entre el líder y sus seguidores. Por el carácter más bien horizontal de la estructura el líder asociativo suele ser un primus inter pares, no un magister.

Debido a esto, el líder asociativo es un líder emergente, cuya autoridad e influencia siempre están en proceso de construcción. En estas circunstancias el liderazgo ofrece una oportunidad de ascenso social y los aspirantes a líde-res siempre tienen muchos competidores y rivales. Por lo mismo el líder es visto, tanto por sus seguidores como por sus rivales, como alguien “coopta-ble”, como quien puede ser comprado o apropiado por los poderes estableci-dos (empresas, gobierno, organizaciones formales). En consecuencia, el líder

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asociativo es particularmente vulnerable a los ataques que pretenden mos-trarlo como indigno de confianza.

Finalmente como expresión de una estructura dinámica, lo normal es que las jerarquías de facto cambien en función de los retos y tareas del momen-to, que las personas ocupantes de posiciones de liderazgo se alternen o que coexistan varios líderes dentro de la misma jerarquía. Visto como actividad, el liderazgo asociativo complejo también tiene varias características distintivas.

El líder asociativo por lo general, invierte buena parte de su tiempo, ener-gía y atención en facilitar la comunicación y el entendimiento entre sus di-versos e independientes seguidores; en organizar y conducir la negociación, mostrando que es capaz de manejar los conflictos de interés entre los miem-bros y facilitar la búsqueda de acuerdos mutuamente provechosos, además de propiciar la deliberación mediante la participación razonada y equitativa de todos los miembros del sistema, evitando que algunos de ellos sean ex-cluidos sistemáticamente o que los intereses individuales de los participantes opaquen los intereses generales del sistema asociativo. En el desempeño de sus diversas actividades, el líder asociativo siempre debe esforzarse por pa-recer una persona prudente, con ambiciones moderadas.

Por todo lo anterior, el liderazgo asociativo consiste menos en dar órde-nes que en manejar la comunicación; menos en la distribución de obligacio-nes y premios que en la coordinación; menos en la influencia directa que en la conducción de la producción de acuerdos. Para desempeñar estas activida-des distintivas, el líder asociativo debe reunir varias características persona-les. No tiene que ser un líder intelectual –un estadista, un profeta, un guerrero excepcional o un gran demagogo–.

Más bien, el líder asociativo es una persona práctica. Es alguien dispues-to a servir de vínculo entre personas que comparten un interés abierto o la-tente; alguien que está dispuesto a invertir tiempo en promover la creación de una asociación. Puede ser un gran pensador, pero no es como tal, que di-rige el establecimiento y funcionamiento de un sistema asociativo complejo. A diferencia del líder político convencional, el líder asociativo no es un tribu-no o un polemista.

No busca convencer con grandes discursos y una retórica exaltada, sino con razones sosegadas. El liderazgo asociativo siempre es interpersonal, ba-sado en contactos directos entre personas concretas, no masivo o imperso-

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nal. El sistema asociativo puede ser muy extenso, pero en ese caso más que un liderazgo central impersonal tendrá una red de liderazgos interpersonales.

Finalmente, el líder asociativo busca ejercer solo una influencia moderada sobre sus seguidores. Desde el punto de vista organizativo, su alcance puede ser profundo: si tiene éxito definirá reglas y establecerá un sistema que lo tras-cenderá. Pero desde el punto de vista personal, este liderazgo siempre es “ex-terior”: no busca adoctrinar o reeducar a las personas, ni busca controlar toda la información sobre los participantes como lo hace, por ejemplo, el líder de una secta o un grupo secreto (Simmel, 1950). Le basta conocer aquella infor-mación que concierne directamente los aspectos relevantes para la asociación.

En varias de las características mencionadas hasta aquí, la diferencia en-tre el liderazgo asociativo y sus congéneres es un asunto de grado, no de tipo. Otros tipos de liderazgo también son flexibles, intensamente interpersonales, notablemente horizontales, etcétera. Lo que es categóricamente peculiar del liderazgo asociativo es la combinación de todas estas características. Además, esta combinación presenta al líder asociativo un reto también peculiar, un reto que en realidad es triple: crear el sistema asociativo, instituirlo y mantenerlo.

La primera tarea del líder es hacer que los posibles participantes reconoz-can que tienen preocupaciones potencialmente convergentes, que esas preo-cupaciones podrían ser definidas como un problema común para el cual sería posible encontrar soluciones mutuamente convenientes. Se trata, así, de ayu-darlos a descubrir que aquello que hace uno de ellos afecta a los demás; por tanto en cierto sentido constituyen un sistema asociativo latente, aun si no se conocen entre sí; y todos saldrían ganando si se asocian explícitamente.

En segundo lugar, una vez que el sistema ha sido establecido, el líder debe propiciar la creación de instituciones: un conjunto básico de reglas que defi-nan los criterios de membresía y, sobre todo, los procedimientos para tomar decisiones y resolver disputas. En tercer lugar, ya que sin el respaldo de las leyes y los poderes establecidos, el sistema no tardará en decaer por ello el lí-der debe mantenerlo vivo, facilitando la comunicación entre los participantes, incentivándolos a persistir en la búsqueda de problemas comunes y solucio-nes convenientes para cada uno.

Si los líderes asociativos logran enfrentar exitosamente este triple reto, no solamente habrán contribuido a resolver los problemas que aquejan a los po-tenciales asociados, sino también habrán hecho algo más fundamental: ayu-

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dar a fortalecer la vida asociativa, multiplicar los espacios alternativos para la acción pública y educar a los ciudadanos en el arduo arte de la cooperación.

deCisiones

Además de analizar cómo los SAC construyen su autoridad interna por me-dio de la representación y el liderazgo, también es necesario observar, breve-mente, cómo toman sus decisiones. De la manera en que hagan esto último dependerá, en gran medida, la oportunidad, legitimidad y eficacia de sus in-tervenciones en la esfera pública donde esperan influir, pues los miembros de los SAC son diversos y autónomos, las decisiones del sistema no pueden ser tomadas unilateralmente.

Si algunos participantes, incluso una mayoría, intentan imponer sus pro-pias preferencias al resto, los demás se resistirán y amenazarán con retirarse de la cooperación. Pero como además de autónomos, los miembros son inter-dependientes, la participación voluntaria de cada uno de ellos es necesaria pa-ra la definición y solución del problema de interés. En otras palabras, los SAC no pueden darse el lujo de perder a sus miembros, pero tampoco pueden re-tenerlos a la fuerza. Esto significa que sus decisiones –si no todas, al menos las más importantes– deben ser tomadas colectivamente.

Un ejemplo reciente en este sentido es, de nuevo, la Red Ciudadanos + Policías. La Red se autodefine como “un grupo no formal y horizontal, donde todos los miembros tienen voz, donde pueden plantear inquietudes y propo-ner temas para trabajar y buscar el apoyo para tener un mayor impacto” (RNS, 2015a). Así, su Reglamento de Sesiones plantea: “[…] las organizaciones po-drán proponer posicionamientos diversos y cada miembro definirá si se adhie-re o no al posicionamiento en cuestión”. Asimismo se establece que en el “[…] caso de que las tres cuartas partes de los miembros de la Red voten a favor de un posicionamiento, el documento será respaldado por la Red. Si un miem-bro está en completo desacuerdo, se señalará en el documento” (RNS, 2015b).

Una forma de tomar decisiones colectivas en las cuales todos ganen algo es, por supuesto, la negociación, un procedimiento cuyo objetivo es precisa-mente el compromiso entre intereses en conflicto. En nuestro libro constata-mos que los SAC usan profusamente este procedimiento. Sin embargo, ese uso también enfrenta serias limitaciones. Dos de estas parecen especialmen-

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te importantes. Primero, a falta de una estructura institucional fuerte los SAC no tienen instancias especializadas en vigilar el cumplimiento de los compro-misos y, sobre todo, obligar a las partes a cumplirlos.

El cumplimiento de los acuerdos negociados depende así, casi enteramen-te, de la buena voluntad de los participantes. En segundo lugar, y tal vez más importante, los términos del intercambio son inciertos y los bienes a inter-cambiar a menudo son inconmensurables. A diferencia de lo que ocurre en otras formas de interacción a la cual los participantes llegan con intereses y metas bien definidas, en los SAC los participantes los definen y redefinen fre-cuentemente.

La razón es sencilla: si ciertas personas o grupos participan en un siste-ma como estos es precisamente porque perciben que el problema de interés no puede ser solucionado por las instancias establecidas, entre otras razones porque no encaja en las definiciones convencionales. El problema mismo, no solo su solución, tiene que ser definido en el transcurso de la misma acción asociativa; por tanto, es razonable esperar que también los intereses y metas de cada participante varíen según evolucione esa definición colectiva.

De ahí que sea indispensable la deliberación, es decir, el razonamiento co-lectivo enfocado a construir una visión común mediante la persuasión mutua, antes que la defensa de un interés propio frente a los intereses de los otros. Por esta razón, los SAC pueden ser vistos como entidades deliberativas. Pero la deliberación practicada en los SAC no debe ser confundida con la especu-lación filosófica o el razonamiento desinteresado. Su materia es práctica: la definición del problema de interés, la identificación de posibles soluciones, la elección de los medios necesarios para esas soluciones, la organización y dis-tribución de los esfuerzos entre los distintos participantes, etcétera.

Una ventaja de la deliberación es que cuando tiene éxito no necesita vigi-lancia e imposición externa: la participación en la discusión genera una espe-cie de obligación moral con el resultado y una presión social descentralizada por el acatamiento. Sin embargo, la deliberación está lejos de ser la panacea. Puede fallar por defecto o por exceso. El primer tipo de falla es evidente en dos de nuestros casos: el Acuerdo de Chapultepec y la Comisión Trilateral.

Aunque según las palabras de sus propios promotores el Acuerdo debía promover una amplia discusión sobre los problemas de México, sus principa-les decisiones fueron alcanzadas en un proceso muy poco transparente, casi

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monopolizado por líderes empresariales y dirigentes de sindicatos corporati-vos. Todo parece indicar, por tanto, que la negociación, antes que la delibera-ción, fue el principal mecanismo de decisión en el Acuerdo, lo cual le impidió alcanzar la trascendencia que sus promotores esperaban.

El otro ejemplo de falla por defecto es la Comisión Trilateral. En este ca-so la deliberación parece abundante como lo ilustran las reuniones anuales (regionales y generales) que organiza la Comisión. El problema es que para un sistema asociativo que busca representar a la opinión pública global, esas deliberaciones son demasiado excluyentes. La gran mayoría de quienes par-ticipan en ellas son intelectuales, empresarios financieros, comunicadores y dirigentes políticos, todos miembros de una élite muy selecta que comparte una visión liberal del comercio internacional y de la política global. En cam-bio resulta nula o escasa la intervención de representantes de otras grandes corrientes de opinión. Eso, según argumentamos en nuestro libro, limita se-riamente la legitimidad, aunque no necesariamente la eficacia de la Trilateral.

Pero la deliberación también puede fallar por exceso. Entre los casos que analizamos en el libro el más claro en este sentido es el Claustro para la Refor-ma del Estatuto del Personal Académico de la UNAM. Expresamente diseñado para contrarrestar la desconfianza entre sectores de este personal. El Claustro buscó maximizar la deliberación, adoptando una estructura muy descentra-lizada y escasamente jerárquica. Esto, según varios participantes entrevista-dos, incentivó la libre discusión, pero al mismo tiempo la prolongó demasiado y dificultó la búsqueda de resultados prácticos.

En síntesis, en los SAC la búsqueda de consensos y acuerdos entraña una tensión entre negociar o deliberar. En esta búsqueda las negociaciones y la deliberación son indispensables para producir decisiones legítimas, con-gruentes con la autonomía de los participantes. Pero cada una de ellas impli-ca riesgos serios: la negociación puede obstruir la construcción de un interés genuinamente colectivo, en tanto que propicia la polarización, mientras que la deliberación puede obstaculizar la tomar decisiones. Por lo tanto, alcanzar el equilibrio apropiado entre estos dos mecanismos de decisión es indispen-sable para la construcción y desarrollo del poder asociativo.

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esPaCio PúbliCo

El poder de los SAC ha sido visto como una función de aquello que ellos mis-mos hacen o dejan de hacer, especialmente de la manera en que construyen su propia autoridad y toman sus decisiones. Pero no se debe olvidar que el poder no es ni unilateral ni estático. Al ser una propiedad de las relaciones so-ciales, necesariamente cambia con ellas y aunque casi siempre es asimétrico siempre supone cierto grado de reciprocidad. Como enfatizó Georg Simmel (1950), “incluso en los casos más crueles y opresivos de subordinación, hay todavía una medida considerable de libertad personal” (p. 182).

Si esto es cierto para el poder aparentemente absoluto, con más razón lo es para sus variantes más moderadas: el poder de un actor es una cantidad relativa, que se determina en la interacción con sus contrapartes. En el caso de los SAC implica que el grado en que ellos logren influir en el espacio públi-co variará según varíen las características de este espacio, el cual está consti-tuido por la interacción de muchas fuerzas sociales y políticas.

Cabe entonces preguntarse, ¿qué tipo de espacio público es más favorable para el desarrollo del poder asociativo de los SAC? Antes de entrar en materia conviene aclarar una cuestión elemental. El espacio público es un campo so-cial, no necesariamente una entidad física.9 Incluso desde su casa los individuos pueden interactuar en el espacio público, una posibilidad que se ha fortalecido con el crecimiento de la comunicación por vías electrónicas. Por lo menos en términos sociales, los espacios virtuales son tan reales como los físicos.

También conviene recordar que el espacio público relevante para los SAC puede ser más o menos amplio: en algunos casos puede tratarse de un pe-queño poblado, mientras que en otros puede abarcar el mundo entero. Pero la amplitud del espacio público puede variar no solo geográfica, sino también so-cialmente. Así, el espacio público relevante para un SAC puede limitarse a una organización o un sector social, o puede comprender al conjunto de la sociedad.

Un primer requisito para el desarrollo del poder asociativo, es que el espa-cio público relevante goce de una adecuada protección legal. Una característi-ca distintiva de los SAC es que ellos generan sus propias normas, y no están

9 El espacio público significa, según Hannay (2005): “No calles, mercados o plazas, sino un es-pacio abstracto formado por un espacio político compartido” (p. 125).

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sujetos a los de alguna institución oficial, empresa o grupo social. En eso con-siste precisamente su autonomía política o colectiva. Pero esa autonomía solo puede funcionar en un ambiente libre de violencia arbitraria, donde está ga-rantizado el derecho a la asociación pacífica y voluntaria, y donde la diversi-dad es no solo tolerada, sino incluso fomentada.

En segundo lugar, el espacio público debe caracterizarse por una máxi-ma visibilidad. Está de acuerdo con una tradición muy respetable es en reali-dad una característica de cualquier espacio público verdadero. Así, según la famosa prueba de la publicidad de Immanuel Kant (1991): “Ninguna acción que afecte los derechos de otros seres humanos es justa si su máxima es in-compatible con la publicidad” (p. 126). Pero para los CAS es especialmente re-levante: mientras los asuntos públicos sean más visibles, mayor oportunidad habrá para que los potenciales miembros del SAC descubran que tienen una preocupación común, decidan asociarse para ocuparse de ella y, de ser nece-sario, logren auto-invitarse a la discusión sobre ella.

Una tercera característica propicia es, que el estado (o la comunidad po-lítica en su conjunto) no intente monopolizar las cuestiones de interés gene-ral. Para esto no es suficiente que el estado o la comunidad política respeten los derechos individuales y la vida privada. Se necesita que, además, respe-ten el derecho del público a auto-constituirse y a establecer su propia agenda. De hecho, según una definición clásica: “el público comprende todos aque-llos que se ve tan afectado por las consecuencias indirectas de las transaccio-nes que resulta necesario ocuparse sistemáticamente de esas consecuencias” (Dewey, 1954, pp. 15-16); el que decide si un asunto es público o no, no es el gobierno, sino el público mismo.

Una cuarta característica deseable es la apertura. Aun si se cumplieran los requisitos previos el público podría estar limitado a una porción de la so-ciedad. De hecho, ese fue el caso de los públicos liberales que florecieron a fi-nales del siglo XVII y las primeras décadas del XIX, antes que las demandas por el sufragio universal se volvieran casi incontenibles.

En las condiciones actuales, sin embargo, un espacio público restringido a una parte privilegiada de la sociedad pondría severos límites al poder de los SAC, haciéndolo menos eficaz y menos legítimo. Pero la exclusión del espa-cio público no tiene que asumir la forma de una prohibición explícita. De he-cho puede ser más eficaz cuando se realiza por vías más sutiles: propaganda,

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engaño sistemático, amenaza y otras formas de influencia social unilateral pueden impedir que sectores más o menos numerosos de la sociedad actúen como miembros autónomos y responsables del público.

En resumen, un espacio público protegido por las autoridades, donde im-pere el principio de la máxima visibilidad, donde se reconozca que el interés público no es monopolio de las autoridades políticas y donde haya la mayor apertura posible brindará las mejores oportunidades para el desarrollo del po-der asociativo. Ese es el espacio público ideal. Pero no es indispensable que ese ideal se materialice en toda su extensión para que el poder asociativo de los SAC se desarrolle. De hecho basta con una buena aproximación: una vez que está garantizado cierto mínimo, los propios SAC pueden contribuir a acer-car el espacio público realmente existente a ese ideal.

Una manera en que los SAC pueden hacer esto es facilitando que miem-bros muy distintos de la sociedad se identifiquen como parte de un público. La importancia de esta posibilidad difícilmente puede ser exagerada. Como sostuvo John Dewey, “el problema más prominente del público es su propio descubrimiento e identificación” (1954, p. 185). Al participar en un SAC los in-dividuos y organizaciones pueden cobrar conciencia de su capacidad para ma-nejar los problemas públicos y buscar soluciones aceptables.

En este sentido los SAC pueden fomentar en los individuos y grupos un sentimiento de eficacia pública, al mismo tiempo que los ayudan a adquirir los conocimientos y habilidades necesarias para deliberar y cooperar. Igualmen-te importante, gracias a que son dinámicos y reacios a la institucionalización, los SAC pueden incentivar la creatividad de sus miembros y de las personas y grupos con los cuales interactúan, animándolos a imaginar y probar conti-nuamente nuevas formas de asociación y a buscar nuevas maneras de solu-cionar los problemas de la acción colectiva.

Los SAC también pueden poner a los ciudadanos comunes en una mejor posición frente a las grandes organizaciones impersonales, como la burocra-cia gubernamental o las grandes corporaciones económicas que amenazan con sofocar la iniciativa individual. Como afirma Habermas, “un público ya no intacto de personas privadas que tratan una con otra en forma individual” de-be ser “remplazado por un público de personas organizadas” (1989, p. 232). Solo mediante sus propias asociaciones los ciudadanos pueden lograr que las grandes organizaciones políticas y económicas entren en una verdadera de-

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liberación pública con ellos. Al hacer esto las asociaciones pueden incentivar a esas organizaciones a flexibilizar sus propias estructuras y permitir la libre expresión de sus miembros.

De estas y otras formas los SAC pueden contribuir a ampliar y multipli-car los canales para la participación de los ciudadanos en la vida pública y así reforzar las oportunidades para el desarrollo del poder asociativo. Pero aun-que pueden contribuir a mejorar el espacio público los SAC por sí mismos no podrían crearlo ni asegurar su persistencia. De hecho, todos los casos que analizamos en nuestro libro surgieron en un ambiente favorable creado por enormes cambios sociales ocurridos a finales del siglo XX.

Al fin de la Guerra Fría la desregulación de los mercados, el fortalecimiento de la sociedad civil, la liberalización y democratización de muchos regímenes políticos, entre otros cambios de alcances comparables, crearon un ambiente propicio para el establecimiento de un espacio público favorable al poder aso-ciativo. Especialmente importante fue el desarrollo de modelos post-burocráti-cos de administración pública y el establecimiento de sistemas de gobernanza pública protagonizados por “redes auto-organizadas e inter-organizaciona-les” que reúnen a actores estatales y no estatales (Rhodes 1996, p. 660; véase Rhodes, 2007 & Aguilar Villanueva, 2006). Fue en este contexto que los SAC que estudiamos emergieron con su promesa de revitalizar el espacio público.

¿Pero qué tan duradero es este contexto? La historia reciente sugiere que su permanencia no puede ser simplemente dada por hecho. Durante varias décadas del siglo XX lo usual era que los autores lamentaran el debilitamien-to o incluso la desaparición, inminente o ya realizada, del espacio público. El crecimiento de la desigualdad dentro de la propia esfera pública (sea porque la sociedad en su conjunto se volvió más desigual o porque entraron al espa-cio público sectores bajos que previamente habían estado excluidos de él), la agudización de los conflictos entre clases y sectores sociales, el desarrollo de gigantescas organizaciones burocráticas (partidos políticos, instituciones gu-bernamentales, ejércitos, corporaciones económicas, etcétera), la compleji-zación de la vida social y el consecuente crecimiento de la especialización, la sustitución de los medios de comunicación independientes por grandes em-presas casi monopólicas figuran entre las causas más citadas para ese decli-ve (Lippmann, 1925, Dewey, 1954, Mills, 2000).

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En el contexto actual los riesgos para el espacio público, o por lo menos para el tipo de espacio público que el poder asociativo necesita, parecen re-surgir con fuerza. Quizá la mayor amenaza para las aspiraciones y los valo-res que impulsan la difusión de estos sistemas es la evidente emergencia de un modelo antitético que ignora la participación ciudadana, descansa en es-tructuras marcadamente jerárquicas, endogámicas y autoritarias, privilegia el poder económico y militar, se declara abiertamente egoísta, desprecia los de-rechos humanos, cuestiona el conocimiento científico y frente a la llamada go-bernanza multinivel exalta el estatismo vertical y el chovinismo.

Es urgente prever los posibles efectos de ese contexto. Pero aún más im-portante es observar cómo, para sobrevivir en un contexto adverso, los mis-mos SAC pueden limitar su propio poder, es decir, su capacidad para influir legítimamente en las decisiones públicas. Un ámbito en que este riesgo se ma-nifiesta es en la relación entre los SAC y la desigualdad social. Es cierto que, como argumentamos antes, internamente los SAC tienden a ser incluyentes y equitativos, es decir, a dar a todos sus miembros igual capacidad para par-ticipar en la deliberación y a tratarlos con semejante respeto y consideración. Pero esa inclusión interna puede bien coincidir con la exclusión externa. De hecho, los SAC parecen mejor equipados para manejar la diversidad que pa-ra enfrentar la desigualdad.

La asociación igualitaria y horizontal puede ser muy precaria cuando se practica entre personas que ocupan posiciones muy diferentes en la jerar-quía económica y social. Las restricciones de tiempo y otros recursos impo-nen a las personas de escasos recursos un costo de oportunidad que puede disuadirlos de participar en el esfuerzo asociativo. Y como el ingreso a los SAC ocurre muchas veces por auto-invitación, siempre existe el riesgo de que la mayoría de los participantes procedan de sectores relativamente acomoda-dos. Por estas y otras razones similares la inercia creada por un contexto ad-verso puede hacer que los SAC se auto-limiten, optando por convertirse en islas de civilidad y participación en un océano de apatía e impotencia.

Un ambiente adverso también puede agudizar la tensión entre, por un la-do, la eficacia y la eficiencia, y por otro la inclusión, deliberación y horizontali-dad. Una deliberación ilimitada y una participación poco estructurada pueden resultar en discusiones interminables y, al final de cuentas, en la decepción y apatía de los participantes. Pero, al contrario la necesidad de tomar decisiones

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urgentes puede legitimar restricciones desproporcionadas a la libre delibera-ción y la participación igualitaria, forzando a los SAC a sujetarse a la “ley de hierro de la oligarquía”. En ambos casos, en vez de ser vistos como ejemplos positivos por el resto de la sociedad los SAC pueden desmoralizar aún más a un público, ya de por sí poco inclinado a la libre asociación.

Por eso especialmente en un contexto adverso es muy importante que los SAC tomen medidas activas para contrarrestar esos riesgos. Esto implicaría, por ejemplo, restringir la influencia de miembros que son demasiado podero-sos y, al mismo tiempo, facilitar la participación de individuos y organizaciones con menos recursos y habilidades. En ciertos casos sería necesario incluso acercarse a los ciudadanos desorganizados que podrían estar interesados en el problema del cual se ocupe el sistema asociativo.

En otras palabras es necesario adoptar una serie de restricciones y ac-ciones afirmativa. De igual forma, tal vez sería necesario estructurar las relaciones internas, estableciendo por ejemplo reglas que faciliten la delibe-ración, pero que al mismo tiempo incentiven a los miembros a llegar a con-clusiones y decisiones. Una manera obvia de hacerlo es establecer mínimos y máximos de tiempo de discusión antes de tomar una decisión. Así, para prevenir los riesgos opuestos de la discusión infinita y la deliberación muy estrecha, los SAC necesitan limitar su propia complejidad para hacerla más manejable sin destruirla.

El problema es que las medidas preventivas de este tipo pueden ser mu-tuamente contradictorias. Para hacer que las discusiones internas sean más manejables, los SAC pueden sentirse tentados a evitar la emergencia de cues-tiones polarizantes, restringiendo el ingreso de personas de alguno de los extremos de la jerarquía social. Pero hacer eso puede conducir a tomar deci-siones que parecen muy nobles y adecuadas, pero que son imposibles de lle-var a la práctica, precisamente porque no tienen el respaldo de interesados cruciales. Por otro lado, al incluir a personas que son muy desiguales se corre el riesgo de que el liderazgo del SAC se sienta tentado a preferir la obediencia y la manipulación en vez de la participación libre y la auténtica deliberación.

Es claro, por tanto, que ni la existencia de un espacio público propicio ni la capacidad de los SAC para fortalecerlo pueden ser dadas por hecho. En otras palabras, la publicidad de los SAC tiene que ser observada y evaluada en ca-da caso. Para esto hay que analizar, tanto interna como externamente. En lo

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interno se debe observar si el sistema en efecto se guía por el ideal de la pu-blicidad, es decir, qué tan equitativo es, qué tanto promueve la discusión libre, la transparencia, etcétera. En lo externo hay que observar si el sistema con-tribuye a la extensión y profundización del espacio público donde opera, es decir, el grado en que ofrece oportunidades para la participación de los ciuda-danos, contribuye a la solución de los problemas públicos y estimula la crea-ción de nuevas formas de colaboración social.

ConClusión

Analizamos aquí una forma de poder que se ha vuelto muy visible en décadas recientes, y que merece ser estudiada en sus propios términos: el poder aso-ciativo. Aunque no desdeña el uso de recursos sociales tan poderosos como el dinero, la fuerza organizativa o la capacidad institucionalmente garantizada, este poder se apoya sobre todo en las relaciones, información, conocimiento, confianza, traducción, prestigio; en suma, en la capacidad para producir aso-ciación, incluso entre actores muy diversos entre sí.

Para desarrollarse este poder se necesita de una estructura política pecu-liar, caracterizada, entre otras cosas, por una gran variedad de vínculos de representación, muchos de ellos auto-construidos; y por una peculiar forma de liderazgo que no por ser múltiple, dinámico y marcadamente horizontal es necesariamente menos eficaz. Más aún, además de requerir una estructura política especial, este poder necesita también una manera peculiar de tomar decisiones: una difícil mezcla de negociación y deliberación que no es fácil al-canzar y, mucho menos, mantener.

Pero como todas las otras formas de poder, el poder asociativo es relacio-nal, un producto que no depende solo de lo que haga quién lo ejerce, sino también de lo que hagan sus contrapartes. De ahí el poder asociativo deba ser analizado tomando en cuenta las características del espacio público donde ac-túan los sistemas asociativos. Los SAC mismos pueden contribuir a fortalecer un espacio propicio para su poder –un espacio bien protegido por la ley que re-conozca el derecho de los ciudadanos comunes a participar libremente–, pero no pueden crearlo por sí solos. Y cuando el contexto sea adverso, los propios SAC pueden contribuir a deteriorarlo aún más. De ahí que sea indispensable que tomen medidas activas para contrarrestar estas inercias nocivas.

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Estos temores no son producto de la simple especulación. En varios sen-tidos el espacio público actual parece estar evolucionando en un sentido ad-verso al poder asociativo. Pero aunque su futuro aparezca borrascoso, no por eso la acción asociativa compleja resulta menos importante. Al contrario la reemergencia de un modelo antitético no solo pone de relieve las caracterís-ticas y propiedades distintivas de los SAC, sino que también permite apreciar mejor sus virtudes normativas.

Es cierto que, como se destacó en este capítulo, estas formas de asociación enfrentan una serie de tensiones y dilemas intrínseca; es cierto también que diversas experiencias han estado manchadas por problemas de simulación, burocratización, elitismo o clientelismo. Aun así puede decirse que además de facilitar la participación los SAC se distinguen por su capacidad de proce-sar conflictos y construir acuerdos entre una diversidad de actores políticos, sociales y económicos.

Gracias a esta capacidad tienen el potencial de afrontar y aportar solucio-nes a problemas públicos urgentes como inseguridad, pobreza, corrupción, impunidad o desempleo, que los gobiernos se han mostrado incapaces de re-solver por sí solos. Tienen también un potencial como mecanismos de con-trol de los excesos del poder económico y político, y como dispositivos para el monitoreo de las políticas acordadas.

Por la importancia que dan a su componente técnico a través de la parti-cipación de los académicos y los expertos tienen la capacidad para generar información y conocimiento y la consecuente posibilidad de desplegar una ac-ción más reflexiva y propiciar un debate mejor informado. Por estas razones el estudio de los sistemas asociativos complejos y de la forma de poder que los distingue es una tarea urgente en el contexto actual.

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rePensar el orden demoCrátiCo, PoPulismos, GlobalizaCión y eleCCiones en estados unidos de amériCa

Jaime Antonio Preciado Coronado*

introduCCión

El proceso electoral estadounidense trasciende sus fronteras y despierta in-tereses por valorar dificultades, alcances y potencialidades que enfrenta el imaginario democrático como aspiración legítima en el mundo. La coyuntu-ra electoral estadounidense también sirve para dimensionar la profundidad de la implantación de un ideario democrático, difundido como valor univer-sal único, pero que está limitado sustantivamente por la preeminencia de un imaginario democrático minimalista, elitista y procedimental que reduce la de-mocracia al juego electoral.

El paradigma democrático, cuya versión más acabada se publicita y refie-re al caso estadounidense fue duramente sacudido por las tensiones ocurri-das antes, durante lo que ha pasado después del proceso electoral en la Unión Americana. Categorías como fascismo societal, “totalitarismo invertido”, au-toritarismo se enmarcan en nuevas viejas expresiones de una cultura política que cuestiona los fundamentos del imaginario democrático como populismo, nacionalismo-internacionalismo, izquierda-derecha, en el contexto de lucha entre distintos paradigmas de corte transversal: liberalismo, conservaduris-mo, socialdemocracia, socialismo.

Damos por válidos algunos datos que se relacionan cuando se analizan los procesos electorales y la democratización: el papel protagónico de los llama-dos poderes fácticos, mediáticos, empresariales, eclesiales y particularmente del poder del crimen organizado, sobre lo que Sheldon Wolin llama “democra-cia dirigida”; esa que se subordina por intereses corporativos que terminan por orientar el destino público estatal, por apropiarse de una versión única

* Profesor investigador del Departamento de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos, miembro del Sistema Nacional de Investigación nivel III y de la Academia Mexicana de Ciencias. Agradece la colaboración de Tomás Alberto García González, Lic. en Estudios Políticos y Gobierno.

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sobre la comunidad política imaginada y por imponer su marco en una glo-balización que hoy se debate entre una narrativa liberal y otra conservadora. Una tendencia bipolar que deja fuera las potencialidades de una democracia participativa con bases equitativas y de justicia social. Sea el conservadurismo o el social liberalismo, el desafío global sigue siendo la democracia con dere-chos para todos y todas, no la democracia de y para pocos.

En este sentido este trabajo se propone abordar tres ejes conductores. El primero es Repensar la globalización y la geopolítica de los populismos. Tra-ta sobre el poder de la democracia local estadounidense en la redefinición del orden global, y se enmarca en aquello que puede ser el regreso de la geopolí-tica clásica y la necesidad de repensar y dimensionar los aportes de la geopo-lítica crítica. Aquella que no reduce el poder a los asuntos del Estado, de un sistema político y de una estructura militar, al servicio de un proyecto de do-minación, sino que incluye a los actores no estatales, sean movimientos so-ciales u organizaciones corporativas de los actores del mercado. Se trata de una geopolítica crítica que toma en cuenta valores y aspiraciones de la socie-dad por construir otro contexto de relaciones que desemboquen en una de-mocracia; se erige sobre sus aspectos representativos, participativos y que sea sensible a sus herencias comunitarias.

Por ello, necesitamos repensar también los populismos, dicho en plural, pues hay versiones encontradas sobre lo que este imaginario significa. Las elecciones estadounidenses dejan ver claramente que el concepto democrá-tico se funda sobre el ideal de la soberanía popular, pero la disputa por apro-piarse la representación de todos cobra manifestaciones antitéticas: o el populismo autoritario que se entronizó en Estados Unidos con Donald Trump, o la creación de una vía populista progresista y democrática que también está ampliando su influencia en el mundo contemporáneo: Bernie Sanders en Es-tados Unidos de América; Jeremy Corbin en Reino Unido; Syriza en Grecia o Podemos en España, además de lo cual el concepto de populismo tan elusivo y complejo toma en el caso latinoamericano.

Repensar la democracia; elecciones en Estados Unidos: fascismo socie-tal y totalitarismo invertido es el segundo eje de análisis. Este trabajo enfatiza la necesidad de repensar el imaginario democrático al preguntarnos sobre la vigencia del totalitarismo invertido, si esto lleva a un neofascismo o fascismo societal; la vigencia de la democracia dirigida como actualización del autorita-

RepensaR el ORden demOcRáticO, pOpulismOs,

GlObalización y elecciOnes en estadOs unidOs de améRica

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rismo; la vigencia del “súper poder” como expresión de una globalización que es movida por la categoría hegemonía/imperio.

Es difícil afirmar que el fascismo societal, al cual se refiere Boaventura de Sousa, inicia con Trump en Estados Unidos de América. Si bien el modelo bi-partidista estadounidense ha nutrido diversas versiones políticas que signi-fican básicamente lo mismo, las elecciones presidenciales de 2016 implican nuevas tensiones sociales y políticas por instaurar formas totalitarias de go-bierno. Hay matices entre las maneras autoritarias y los modelos políticos y de gobierno que suponen el social liberalismo y el conservadurismo.

Desde enero de 2017 con el triunfo del Nativismo “histórico” de Trump entramos en una nueva fase que impone repensar las versiones autoritarias y totalitarias. Se impone, entonces, una crítica desde la modernidad/colonia-lidad del poder, pues en la raíz sociohistórica está la explicación del racismo y la discriminación de carácter machista y patriarcal; factores presentes des-de el origen mismo de la Unión Americana que el conservadurismo trumpis-ta ha exacerbado. Se constituyen así valores que aglutinan una base social de sustentación, cuyos intereses se agregan a través de populismo(s), de distin-tos orígenes que luchan por un ideal de soberanía popular, y que están refun-dando las bases del nacionalismo como identidad política excluyente.

Como tercer y último eje está Repensar el imaginario democrático y los poderes fácticos, los cuales tienen velos en los alcances de los poderes fác-ticos y la indeterminación del poder mediático, esto muestra la fuerza de las campañas negativas y de las redes sociales, lo cual nos hace ver que el poder mediático no es tan monolítico como lo creíamos. Ni tampoco su vinculación unívoca con el poder del dinero. No obstante, Donald Trump y Hillary Clin-ton están entrelazados con los poderes fácticos, la versión triunfadora en el proceso electoral impone ciertas alianzas con el candidato ganador, pero sin abandonar un compromiso sistémico con el modelo de acumulación capita-lista. Con Trump llegan al gobierno algunos representantes directos del esta-blishment económico, de las finanzas, de la industria petrolera y otros, lo cual se manifiesta en la composición de su gabinete de gobierno.

Trump y su equipo de campaña imponen el relativismo a ultranza que se impuso sobre la esfera de la ética pública, e introdujo el tema de la objetivi-dad científica en la aceptación de una verdad fáctica, de supuesta validez his-tórica, pero nunca demostrada; debates que actualmente se dan en torno de

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la llamada “post-verdad” y los hechos falsos y alternativos (fake news). Aquí también hay nuevos elementos conceptuales para ser repensados, pues la le-gitimidad de los regímenes políticos está a prueba. Ya no basta con aquella consigna clintoniana: “es la economía, estúpido”; ahora padecemos una para-doja que lleva a la estupidez misma a la más alta esfera del gobierno de la po-tencia hegemónica mundial.

rePensar la GlobalizaCión y la GeoPolítiCa de los PoPulismos

Para la politóloga estadounidense Pippa Norris (Illing, 2017), el populismo tie-ne tres dimensiones. Una es un llamamiento a la soberanía popular, más allá de la democracia liberal. Así el argumento es que la virtud y el poder moral deben estar con el pueblo ordinario y no con las élites. La segunda dimensión es el anti-establecimiento, y esto se opone no solo a las élites políticas y eco-nómicas, sino también a otros poderosos percibidos como intelectuales o pe-riodistas u otros grupos en la cima de la sociedad.

Y luego en tercer lugar se pregunta sobre la soberanía popular en la prácti-ca, donde no hay muchos mecanismos como las encuestas de opinión pública u otras formas de referéndum democrático que suelen ser formatos débiles, desde el punto de vista de la democracia participativa. Así, en la práctica lo que ocurre es que el poder se ve como residente en el líder individual, el líder carismático que representa la voz de la gente común.

La manera en que esos tres elementos se unen no dice mucho sobre lo que los populistas representan. Aquí lo que se obtiene es una variedad, desde po-pulistas autoritarios hasta populistas progresistas, los cuales difieren en sus valores actuales. Ambos formatos del populismo representan una forma de criticar la democracia liberal, lo cual abre la puerta a una variedad de líderes que tienen diferentes ideologías; Norris se refiere a Hugo Chávez en Venezue-la o Donald Trump en Estados Unidos de América. Para Pippa Norris (2017):

Los valores autoritarios son aquellos, que sostienen la creencia en un lí-der fuerte, en un estado fuerte, y en la ley y el orden robustos. Estos son valo-res tradicionales como la familia, el hogar, la religión, y luego una variedad de otros valores como el nativismo, la importancia de la unidad nacional, la co-munidad nacional frente a los forasteros, ya sea por nacionalidad, etnia o raza.

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Para luego concluir que populismos autoritarios –como el de Trump– abren la puerta a su pueblo escogido, porque reducen los controles y equilibrios en la democracia liberal, pero luego intentan gobernar a través de una gama de valo-res autoritarios tradicionales que ni siquiera incluyen al supuesto pueblo inter-locutor. Por su parte, los progresistas populistas como Sanders, emplean una retórica similar pero trabajan en una agenda progresista no autoritaria, tan-to en el campo de lo social como en otros temas económicos desde una pers-pectiva incluyente que se concibe en una categoría de pueblo más universal.

Es de resaltar que el debate en torno del populismo está tomando un ca-riz unificador respecto de la cultura política, liderazgo carismático, repre-sentación y delegación de la soberanía popular, mediaciones entre nación y autoridad, o el rol de los partidos políticos en aquello que concierne a los pa-radigmas críticos de la democracia liberal. En cierto sentido las recientes elec-ciones presidenciales estadounidenses acercan esos debates con la relación entre lo global y lo doméstico, así como con otras experiencias en Latinoa-mérica en primer lugar y, además, con las confrontaciones entre populismos autoritarios y progresistas que se viven en otras partes del mundo donde las democracias se ven confrontadas con el desencanto, deterioro de la confian-za y búsqueda de formas democráticas participativas.

Es cierto que al populismo se le ha demonizado injustamente, lo cual signi-fica una falta de apreciación crítica sobre lo que significa. Svampa (2017) plan-tea que el populismo en América Latina ha ido desplazando otras narrativas de corte descolonizador que emergen en esta región fueran indianistas, eco-logistas o de izquierda. Sin embargo, más allá de las narrativas descolonizado-ras las críticas han sido parciales, pues para la ciencia política del mainframe académico el populismo juega un papel mítico instituyente, donde no queda claro si se trata de un formato de gobierno irresponsable por la política econó-mica clientelar y, frecuentemente, corporativa que lo anima; si se trata de una simbiosis con el fenómeno de la corrupción gubernamental; si se trata del do-minio carismático del líder, generalmente de inspiración mesiánica; o si en su esencia es una forma de manipular el imaginario de la soberanía popular en aras de rebasar la crisis de legitimidad que azota a las democracias liberales.

Svampa (2017) registra también intentos teóricos más sólidos por inter-pretar las diversas formas de populismo y reconoce que “Ernesto Laclau pro-ponía pensar el populismo como ruptura, a partir de la dicotomización del

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espacio político (dos bloques opuestos), y de una articulación de las demandas populares (por la vía de la lógica de la equivalencia)”, mientras que para Ben-jamin Arditti hay un carácter bicéfalo del populismo. Si este significa un “ras-go recurrente de la política moderna, posible de ser encontrado en contextos democráticos y no democráticos para pensar el populismo como un ‘espec-tro’, antes que como la sombra de la democracia”.

Si bien este debate es muy actual en América Latina dado el componente populista de los llamados gobiernos progresistas, hay que pensar en esta ca-tegoría en sus implicaciones nacionales y locales. El hecho que las bases so-ciales del voto trumpista tengan una localización particular, en las poblaciones menores de 20 mil habitantes, en los suburbios de las grandes metrópolis y en el llamado Rust Belt (Cinturón del Óxido, área de la industria siderúrgica re-presentativa del proceso de desindustrialización en la Unión Americana)1 ha-ce necesario pensar en una perspectiva de la geografía política, en la medida que esta ayuda al análisis de la relación entre lo local, lo nacional y lo global:

Votar en Zonas Desindustrializadas

Fuente: Elaboración propia con base en

https://www.nytimes.com/interactive/2016/11/08/us/elections/how-trump-pushed-the-election-

map-to-the-right.html

1 Ver mapas que resaltan la zona de desindustrialización (Rust Belt) y el voto mayoritario a Do-nald Trump en esa zona.

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John Agnew explora el carácter del populismo, usando una perspectiva geo-gráfica:

Primero, la geografía de los resultados de la votación y la creciente abs-

tención son considerados emblemáticos de insatisfacción con los parti-

dos existentes, y la cauda en expansión de quienes no votan, disponible

para movilización por movimientos y candidatos populistas.

En segundo lugar, está “el papel del líder como punto focal alternativo pa-ra el partido se muestra como central para tales movimientos populistas”. En tercer lugar Agnew evalúa el ascenso del Movimiento de las 5 Estrellas en Italia, el cual se basó en Internet y la “promesa de ir al pueblo sin que exis-ta mediación institucional o geográfica”. Para Agnew el populismo italiano es contradictorio, pues al mismo tiempo que tiene fuertes raíces en algunos lu-gares como una organización cívica, presenta una geografía notablemente desigual como movimiento de protesta. Ello muestra hasta qué punto el po-pulismo no puede comprometerse con un pueblo singular y su “promesa de política sin mediación hecha por los movimientos populistas resulta poco me-nos que irrealizable”.

Queda la pregunta si esta promesa irrealizable lo es igual para el populis-mo autoritario que para el populismo progresista, pues la crítica a la demo-cracia liberal se hace desde distintos escenarios en aquello que hace a la idea de soberanía popular y sus vínculos con la geografía política de la represen-tación, pues para el primero el autoritario y la nación equivalen a un pueblo singular donde se diluyen sus características geográficas, mientras que para el segundo, el progresista sigue existiendo la pluralidad de actores políticos y su necesaria vinculación con las esferas de representación local. Trump hi-zo del pueblo una categoría excluyente sobre bases de nativismo y naciona-lismo, mientras que Sanders sigue trabajando por una categoría popular que procesa derechos de ciudadanía desde la pluralidad de los actores políticos.

Se avizoran algunas convergencias entre los movimientos sociales que resisten contra el populismo autoritario. Stiglitz (2017) reconoce que en Esta-dos Unidos, La Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU), que había previsto que Trump rápidamente pisotearía los derechos de las perso-nas individuales, ha demostrado que está tan preparada como siempre para

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defender los principios constitucionales fundamentales, tales como el debi-do proceso, la igualdad de protección y la neutralidad oficial con respecto a la religión. Y, durante [enero], los estadounidenses han apoyado a la ACLU con millones de dólares en donaciones. Los movimientos latinos, negros, feminis-tas y pacifistas ofrecen otras formas de resistencia en las cuales se vincula la agenda doméstica y la global. Es de esperar que estos abigarrados movimien-tos superen muchas de las limitaciones que ofrece también el populismo en su versión progresista. El desafío es, que la lucha contra la desigualdad social cobre la centralidad que podría aglutinar esas demandas.

vuelta de la GeoPolítiCa tradiCional

La parte actuaria del nuevo presidente de los Estados Unidos de América pue-de ubicarse en lo que Mora Ramírez (2017) denomina la nostalgia imperialista. Las declaraciones discriminatorias, antiinmigrantes y de relaciones interna-cionales son muestra de este imperialismo que esta resurgiendo de la mano de un presidente agresivo, Ramírez (2017) señala que el uso de “[…] la nos-talgia imperialista como recurso ideológico es uno de los principales rasgos del declive del poder de los Estados Unidos […]”, y con las acciones del nue-vo presidente este declive puede acelerarse.

Aumentar el poderío militar es otra de las artes de gobierno trumpista, una manifiesta nostalgia imperial. Pareciese que el ocaso de la Guerra Fría resur-giera para que de nueva cuenta la cantidad de armas y su potencia determinen el poder de los Estados Unidos. El presidente Trump busca aumentar en 54 millones de dólares el presupuesto militar, esto significaría que su país tendría uno de los mayores presupuestos en el mundo. Se estima que Rusia y Estados Unidos son los países que cuentan con más cabezas nucleares; solo Estados Unidos en el despliegue de estas cuentan con cerca de 1,700 misiles, distri-buidos en 1,590 bases dentro de los Estados Unidos (Martínez Ahrens, 2017).

Al considerar lo arriba expuesto, un gigante histórico de la industria arma-mentista y el aumento al presupuesto militar se confirma una vez el carácter bélico que quiere devolver a esta nación. Lo novedoso del poderío militar es que se mantiene la aspiración a la supremacía militar y la hegemonía política mundial, desde una geopolítica que privilegia la centralidad del Estado Nacio-nal, frente al orden mundial liberal que luego de la Segunda Guerra Mundial

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se había instaurado bajo diversas instituciones y regímenes internacionales impulsadas por la política exterior estadounidense. Y es aquí donde el popu-lismo autoritario juega la clave maestra.

Vale recordar con Wolin (2008) que el anti-terrorismo, base de la ofensiva militar mundial de Estados Unidos, es “la base de una teología política, una comunión en torno del cuerpo místico de una República belicosa, una adver-tencia contra la apostasía política, una santificación del líder de la nación”. Ha-cer América Grande Otra Vez (Make America Great Again) o Primero América (America First) embonan con el populismo autoritario que representa Trump, y está creciendo particularmente en Europa occidental.

Transcurridos los cien días del gobierno trumpista hay grandes manifesta-ciones de un retorno a la geopolítica de la guerra, y es preciso señalar lo que puede parecer una contradicción entre el proteccionismo económico y una nostalgia imperial por continuar las acciones bélicas. Después de los ataques con armas químicas en Siria, presuntamente adjudicados al gobierno de ese país, que causó un gran número de bajas entre civiles, ante este hecho la res-puesta de Estados Unidos fue bombardear una base en Siria,2 lo cual abrió una nueva perspectiva del gobierno estadounidense en la relaciones con Ru-sia, país considerado aliado del régimen sirio, y del carácter de las decisiones que puede tener Estados Unidos de América en otros conflictos. Es preciso seguir observando las acciones del presidente estadounidense y también se-ñalar las tensiones con Corea del Norte, país que ha desarrollado ejercicios militares con mísiles de largo alcance, que pone de nueva cuenta en tensión al mundo, la cual es empujada por el populismo autoritario que caracteriza a ambos países. Así, la geopolítica de la confrontación nuclear esta resurgiendo con serias consecuencias que amenazan el futuro de la humanidad.

Otro parte importante de los cambios en la relaciones económicas de Es-tados Unidos de América, corresponde a las negociaciones internacionales, donde una de las primeras acciones del gobierno fue anunciar la salida del

2 A 100 días de la toma de posesión del gobierno de Donald Trump, la maquinaria belicista des-pliega su poderío: más de 60 misiles Tomahawk en contra de Siria en represalia por el supuesto uso de armas químicas por ese gobierno; la “madre de todas las bombas” se lanza contra cam-pamentos y posiciones subterráneas de los Talibán en Afganistán; se toman posiciones militares que cercan a Corea del Norte, donde crece una posible confrontación nuclear. Una geopolítica compleja que además está redefiniendo el marco de las alianzas que se había desdeñado en la campaña electoral presidencial.

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Tratado de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) y en fechas recientes la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Nor-te (TLCAN), situaciones que permiten observar un agresivo neoproteccionis-mo económico impulsado por el gobierno de Trump.

Repensar la Democracia; Elecciones en Estados Unidos de América: Fas-cismo Societal y Totalitarismo Invertido

Sheldon S. Wolin en su obra Democracia S. A. La democracia dirigida y el fantasma del totalitarismo invertido plantea la tesis que la democracia de Es-tados Unidos no ha llegado a consolidarse, pues a comienzos del siglo XXI parece estar controlada por un totalitarismo invertido que es ejercido por un súper poder. El concepto de totalitarismo invertido se refiere al poder político interno o doméstico, en el cual se combina el poder estatal con diversas aun-que concentradas formas de poder privado que se configuran en regímenes sociales corporativos empresariales.

Es un concepto cercano al de fascismo societal que se propone Boaventu-ra de Sousa Santos (2006), en cuanto que no se trata de una calca actualizada del fascismo como régimen político, pues la ficción democrática actual simula las distancias con el nazismo u otras formas de fascismo en la historia mun-dial reciente, sino que se instaura un régimen social que impone su agenda pública desde el autoritarismo “moral”, la idea de superioridad racial, el totali-tarismo del mercado, en y desde relaciones sociales que capturan e intentan legitimarlo en el espacio sociopolítico. Boaventura (2006) refiere que a diferen-cia del fascismo político, el fascismo social es pluralista, coexiste fácilmente con los regímenes democráticos y sus coordenadas espacio-temporales pre-feridas, en lugar de ser nacionales [aunque la exacerbación del nacionalismo en Europa y en Estados Unidos ofrece nuevas interrogantes] se expanden lo-cal y globalmente.

Totalitarismo invertido, o fascismo societal giran en torno de un superpo-der, o poder fáctico del dinero, el cual representa la antítesis del poder cons-titucional en lo interno, pero que también enfrenta a la paradoja histórica de que Estados Unidos es, al mismo tiempo, una democracia y un imperio. De ahí su desprecio del derecho internacional y su representación como centro del mundo, pues el superpoder que detenta la única y actual potencia mun-dial estratégica se proyecta como totalitarismo invertido a reproducirse como hegemónico.

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En esta campaña electoral de 2016 se acentúo, más que en las elecciones presidenciales precedentes, la liga entre la agenda doméstica y la agenda inter-nacional. Pero ninguno de los candidatos se preguntaron sobre la legitimidad del superpoder. En los temas debatidos se dio por sentado que la acción de la súper potencia frente al mundo no es cuestionable, pues se trata de subordi-nar los imperativos de la política exterior al mantenimiento del totalitarismo invertido al servicio de los objetivos de la agenda doméstica; nulos plantea-mientos sobre el papel de las Naciones Unidas, ignorancia sobre la importan-cia de la paz en el mundo y sobre el reconocimiento del derecho internacional.

En todo caso hubo matices en las posiciones de los dos principales can-didatos presidenciales: los puntos que destacaron en lo internacional fueron el terrorismo 57% y los migrantes 64% para los electores de Trump, mientras que los electores de la Sra. Clinton mostraron su preocupación por la econo-mía 52% y la política exterior 62%. En el caso de Trump una conjugación de miedo y reclamo al otro impulsó una campaña de condena al inmigrante por amenazar la supremacía blanca en las áreas para enfrentar la crisis: empleo, destino del gasto público, esferas de representación electa. La prometida ex-pulsión de más de 12 millones de inmigrantes de Estados Unidos atrajo el vo-to de una población sujetada por el fascismo societal, temerosa del diferente al que se criminaliza por su origen étnico, nacional, racial.

Fue trágica su expresión de la construcción del muro en su frontera con México, buscando imponerlo a expensas de la hacienda pública de este país. Además, la lucha contra el terrorismo igualmente se tradujo en la simplifica-ción del enemigo en el Islam y su expresión amenazante el Estado Islámico (ISIS). Aquí se combinó el pragmatismo de la política internacional al acercar-se a Rusia para ese combate, dejando de lado las diferencias en el ideario de-mocrático y la expulsión-confinamiento de toda la población musulmana que por su religión es sospechosa de apoyar al terrorismo de ISIS.

El voto demócrata por Clinton se fundó sobre una política exterior que ofreció un análisis convencional desde la racionalidad del mainframe diplo-mático. Aunque sus argumentos distinguieron la diversidad del mundo mu-sulmán con la finalidad de legitimar sus alianzas con las corrientes islámicas más afines, sobre todo en el caso de Siria, la proyección del superpoder refor-zado dominó el discurso electoral de confrontación con Rusia, en una suerte de reedición de la Guerra Fría.

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Otro matiz importante frente a Trump fue la apertura doméstica liberal frente a los inmigrantes de todo el mundo, particularmente respecto de los la-tinos y de la eventual oferta para los refugiados por la guerra en Siria. Temas que si bien satisficieron a su electorado fueron usados como boomerang por Trump para descalificar a su contrincante. Aunque este último capitalizó el miedo frente al otro, ambos candidatos fueron víctimas del uso político totali-tario invertido de la doctrina anti terrorista; de acuerdo con Wolin el anti-terro-rismo es “la base de una teología política, una comunión en torno del cuerpo místico de una República belicosa, una advertencia contra la apostasía políti-ca, una santificación del líder de la nación”.

El totalitarismo invertido que concibe Wolin aleja a la sociedad del ima-ginario constitucional, desvaloriza e impide formatos de autogobierno y limi-ta el debate público ponderado –entre ciudadanos iguales ante la ley–, lo cual conduce a una democracia dirigida donde hay restricciones para una partici-pación ciudadana real y eficaz. El gobierno basado sobre el bipartidismo que bien expresaría un régimen de partido único tiene como interlocutores privi-legiados a los poderes fácticos corporativizados.

Pero si bien el dinero fue el gran elector el 8 de noviembre de 2016, este proceso electoral decantó dos posiciones extremas en los actores del super-poder: el bloque globalizador liberal corporativo encabezado por Clinton, y la apuesta por una opción proteccionista, nacionalista y conservadora que co-manda Donald Trump. Su contraparte en la política doméstica correspondió a una posición liberal apoyada por la coalición política gobernante y el esta-blishment político, frente a una dramática actualización del conservadurismo, sobre la base de rasgos definitivamente propios del fascismo societal: supre-matismo blanco, racismo, discriminación, régimen patriarcal machista, facto-res aglutinados en una teología política puritana, mesiánica, aunque no exenta de cierta hipocresía solapada por la moral protestante y católica.

El triunfo de esa coalición puritana conservadora se expresó en los re-sultados electorales, comparados al total de cada indicador: el voto trumpista mayoritario fue entre los hombres (53%), casados (58%), blancos (58%), evan-gélicos (81%), así como entre protestantes (58%) y católicos (52%). La población de entre 45 y 64 años o mayor de 65 otorgó 53% a Trump, quien ganó también entre la población con menores estudios y entre blancos no universitarios, estos últimos en un 67%. Hillary obtuvo 88% del electorado negro. Paradójica-

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mente, el magnate empresarial no ganó entre la población de menores ingre-sos, pero si obtuvo mayoría entre los sectores que ganaron 50 mil dólares y más. Asimismo, ganó al electorado que percibe peor su situación económica en comparación de 2015, ¡en un 78%! Porcentaje aun mayor cuando se refie-re a la expectativa que Trump podría traer el cambio en la situación indivi-dual: ¡81%! Este candidato atrajo 62% del voto rural y 50% en los suburbios:

Grupos clave en la elección EU, 2016

5 grupos que decidieron la votación EU, 2016

1 Hombres blancos sin título universitario, por Trump.

2 Mujeres blancas con título universitario, por Clinton.

3Republicanos anti-Trump (sobre todo jóvenes y mujeres, aunque la visión an-

tisistémica de Trump atrajo incluso antipartido).

4

Puertorriqueños y latinos; en el reportaje de la BBC, Mike Binder, profesor de

Ciencia Política en la Universidad del Norte de Florida, dice que más de la mi-

tad de los nuevos votantes registrados en el estado, desde 2012, son latinos,

muchos de ellos portorriqueños.

5

Mormones, mientras algunos grupos cristianos han tolerado o incluso aco-

gido la impulsiva persona que representa Trump. Los mormones tradicio-

nalmente diligentes votantes republicanos han rechazado completamente al

magnate.

Fuente: Elaboración propia con base en http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacio-

nal-37757556.

El nuevo mapa electoral de 2016 es producto de un cambio fundamental producido por el ascenso del puritanismo conservador. Cambió el sentido y contenido de las campañas electorales; la videopolítica o la tecnopolítica se enfocaron en las emociones, subyugando así la mercadotecnia electoral tra-dicionalmente orientada por el rational y el public choice. Trump marcó es-ta tendencia gracias a que su campaña apeló a lo que Juan Eduardo Romero llama la Opinión Pública Discursiva –consistente en campañas de contraste que atrajeron y polarizaron la agenda de su adversaria hacia el discurso de Trump, aún que él contó con relativamente menores recursos financieros

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publicitarios– más que a la Opinión Pública Agregada, depende del financia-miento directo en massmedia.3

Los resultados electorales produjeron un complejo mapa, cuyo trasfondo no dependió de las tradicionales variables socioeconómicas referentes a ten-dencias generales del salario, del empleo, de la educación, de la salud. Alber-to Aziz, politólogo mexicano, reconoce que la sociología electoral es incapaz de registrar el impacto incierto y volátil de la crisis global y sistémica en tor-no del debate sobre la desigualdad social: ¿cómo medir el fanatismo, el eno-jo de las personas que perdieron su casa y su empleo, el empobrecimiento y deterioro de la clase media transformados en desconfianza o desapego del sistema político?

Junto con la desafección política expresada en el tradicional abstencio-nismo y el desencanto frente a ambos candidatos presidenciales, de electo-res que no creyeron en el voto útil por “el menos peor” habrá que buscar la explicación en la incapacidad del sistema político para procesar el desacuer-do en la creación de una cultura política sobre el populismo de origen puri-tano, “nativista”, que hizo creer en Trump como portador de soluciones para un electorado focalizado estratégicamente desde una matriz interna de la co-lonialidad del poder. Racismo, machismo patriarcal, caudillismo de corte me-siánico. La salvación de unos frente a la discriminación y exclusión de otros.

A diferencia de otras elecciones presidenciales, ahora se registran conflic-tos postelectorales de distinto tipo. Cientos de miles se manifiestan en diver-sas ciudades de la Unión Americana contra la elección de Trump. Su discurso debate la legitimidad gubernamental, al mismo tiempo que denuncian los ries-gos del totalitarismo invertido o fascismo societal que se instaura en la pre-sidencia de la súper potencia del norte. Se criminaliza la protesta pública, se teme por la naturalización de la tortura, la violación de derechos humanos y la prolongación de la guerra como motor de la economía estadounidense. Una falsa esperanza cimbrada por el autoritarismo racista y machista hace des-confiar de las aparentes soluciones ofrecidas por un Trump más parecido a un Reality Show, al estilo Silvio Berlusconi en Italia, que a un Jefe de Estado.

3 Con más de 2 mil 500 millones de dólares las campañas electorales presidenciales estadouni-denses son las más costosas del mundo, aunque en términos relativos México ocupa el primer lugar respecto del costo por cada votante potencial (25 USD) más del doble que Estados Unidos, país que ocupa el segundo lugar con cerca de 12 USD por votante potencial registrado.

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El horizonte sociopolítico estadounidense y mundial se modela bajo nue-vos parámetros que están ahora definidos por la acción social colectiva: 1) La superación ética de lo público estatal por lo público social, pues de acuerdo con Wolin (2006) “no se puede practicar consistentemente la vocación pública de decir la verdad si no se respeta la integridad intelectual de manera pública y privada”; 2) La identificación desde lo común de las fuentes y estrategias pa-ra combatir la desigualdad mediante redes de confianza, solidaridad y apoyo mutuo, más allá del sistema bipartidista desde el imaginario constitucional e instituyente; 3) Democratizar la democracia desde una ciudadanía intercultu-ral con enfoque de género, y simultáneamente robustecer la democracia local. Una lectura geopolítica interna y externa que enfrente la oposición y desigual-dad rural y suburbana contra la metrópoli abierta al potencial transformador de las y los jóvenes, quienes serán los mejores opositores al totalitarismo in-vertido que amenaza su libertad creativa y espontánea; 4) Es importante re-membrar los antecedentes de la campaña. Hillary Clinton, Donald Trump y Bernie Sanders. En estos tres personajes se pueden apreciar las tendencias de un comportamiento político de diferente tipo, desde el liberalismo global con Clinton, el proteccionismo nacionalista de Trump y a contrapelo Bernie San-ders quien sigue impulsando el llamado progresismo neoliberal, con lo cual abre la perspectiva de un nuevo bloque “progresista-populista” que combina la emancipación con la protección social.4

rePensar el imaGinario demoCrátiCo y los Poderes fáCtiCos

Las elecciones presidenciales estadounidenses también abren serios cuestio-namientos sobre el carácter de los llamados poderes fácticos, aquellos que deciden los grandes asuntos públicos a su favor sin haber sido electos o de-signados para hacerlo. Aunque Arseanault & Castells (2008) muestran que el poder corporativo está por encima del régimen político, en el caso de Rupert Murdoch, Presidente del grupo Fox, quien en su carácter de switcher puede

4 Cuando Pilkington (2017) le pregunta en una entrevista cuál podría ser la estrategia final de Trump, Sanders se adentra en el terreno de la distopía: “Lo que él quiere es terminar siendo líder de una nación que ha dado pasos agigantados hacia el autoritarismo; una nación en la que el pre-sidente de EEUU tiene poderes extraordinarios, muchos más de los que otorga la Constitución”.

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prender o apagar los dispositivos con aquellos que se relacionan los poderes corporativos y el gobierno, lo nuevo que muestra la elección de Trump es que ese poder corporativo no es homogéneo, sino que apuesta por distintos pro-yectos sobre la proyección geoeconómica y geopolítica de su poder.

A tal grado llegan esas diferencias, que fue sorpresiva la virulencia con la cual Trump atacó la versión corporativa global liberal del orden mundial, que aparecía como un referente sólido casi inamovible. La coyuntura abierta por el Brexit respecto de los nacionalismos proteccionistas y conservadores tuvo un eco que no se esperaba en Estados Unidos. Emergieron así grandes dife-rencias entre el mundo de los negocios, el poder de los media y la política, las cuales encarnaron en los grupos que tradicionalmente se alineaban con pre-ferencia por alguno de los dos partidos políticos: demócratas y republicanos.

Trump trascendió esos clivajes entre medios, poder y política, a través de un uso muy novedoso y sofisticado de las redes sociales, del Twitter, del Big Data, pero bajo relativismo, negacionismo y real politik descarnada. Ahora te-nemos que lidiar con la llamada post-verdad que fue el caballo de Troya con el cual Trump asaltó y, en cierto sentido, dominó a los medios que tradicio-nalmente se alineaban al establishment político. No fue casual que en los pri-meros días de su gabinete Trump sorprendiera al nombrar a Stephen Bannon –un supremacista blanco y fundador del sitio online Breitbart News– como su principal asesor en el Consejo de Seguridad Nacional.

No obstante, ese poder Bannon fue removido como asesor de ese Conse-jo el 5 de abril de 2017, y en su lugar fueron nombrados dos militares consi-derados del ala tradicionalista del gobierno de la alta burocracia de defensa, política exterior e inteligencia en Washington DC. Sin embargo, algunos expre-saron dudas sobre el impacto real de la decisión, pues ahora existe otra enti-dad dentro del Poder Ejecutivo llamado Grupo de Iniciativas Estratégicas, el cual también se enfoca en asuntos internacionales y de seguridad, y que está al mando de Bannon (Ver diario La Jornada, 05-04-2017):

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El Gabinete Fáctico de Donald Trump

Nombre Poder fáctico Postura en gabinete

Rex Tillerson Grupos petroleros Secretario de Estado

Steven Mnuchin Grupo Financiero Secretario del Tesoro

James Mattis Grupo Militar Secretario de Defensa

Jeff Sessions Congresista Antiinmigrante Fiscal General

Ryan Zinke Grupo Militar Secretario del Interior

Wilbur Roos Grupo inmobiliario Secretario de Comercio

Tom PriceServicios privados de salud

y congresista

Secretario de Salud y

Servicios Humanos

Ben CarsoPolítico del grupo

conservador

Secretario de Vivienda y

Desarrollo Urbano

Elaine ChaoPolítica, cercana al grupo

Bush Secretaria de Transporte

Rick PerryPolítico Texano cercano a

grupos petroleros Secretario de Energía

Betsy De Vos

Multimillonaria, conserva-

dora y promotora de la edu-

cación privada

Secretaria de Educación

David ShulkinPolítico y Servicios privados

de salud

Secretario de Asuntos

Veteranos

Dan CoatsCongresista y participante

en agencia de inteligencia

Director de Inteligencia

Nacional

Scott PruitGrupos petroleros, escépti-

co del cambio climático

Agencia de Protección

Ambiental

John Kelly Grupo Militar Secretario de seguridad

Nacional

Stephen BannonUltraderechista, fundador

del sitio web Breitbat News

Consejero y Estratega de

la Casa Blanca

Reinhold Reince Priebus Grupo conservador Jefe de gabinete

Gary Cohn Grupo financiero Director del Consejo

Económico Nacional

Fuente: Elaboración propia con datos en fuentes periodísticas y documentales.

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Las noticias falsas son otro de los grandes protagonistas. Parte de la infor-mación que circula en la web es falsa.5 Se estima que durante la campaña de Trump se difundió una gran cantidad de noticias falsas o imprecisas. La candi-data Clinton no tenia tanto impacto en noticias falsas; sin embargo, la imagen de Trump y cualquier nota relacionada contaba con un sinnúmero de visitas a estos sitios y réplicas (Higgins, Mcintire, & J. X. Dance, 2016).

Otra de las grandes arenas en las cuales Trump comenzó a moverse son las redes sociales. El uso de la plataforma Twitter6 que funciona como agen-te virtual global; ha sido el escenario perfecto para el presidente 45 de los Estados Unidos de América no se limita en sus comentarios, a pesar de las consecuencias negativas dentro y fuera del país. Los comentarios en Twitter también reflejan y confirman la actitud de Trump. Comentarios que usan pa-labras agresivas y peyorativas, referencias a la migración ilegal (El País, 2017). Se vive un escenario de guerra en Twitter, donde otros países deben tratar con cautela este tipo de comentarios que llegan a causar inestabilidad.

Otro de los grandes instrumentos digitales es el Big Data, donde se obtie-ne información amplia sobre las personas que proporcionan a través de las diversas plataformas información de preferencias, formación profesional, afi-nidad partidista etc. (Villamil , 2016); son algunos datos que se obtienen del Big Data. La campaña de Trump utilizó el Big Data para direccionar las noti-cias y dirigir la información. Temas relevantes como migración, corrupción y la afinidad ideológica nacionalista lograron direccionar sus mensajes (Marr, 2017). Una vez más queda expuesta la vulnerabilidad en el uso de la informa-ción que circula en las redes.

La situación anterior permite abrir la discusión sobre la democracia diri-gida en los Estados Unidos de América. Una muestra de ello es que el mismo día de la entrada de Trump a la presidencia se presentaron una serie de actos de protesta en la capital del país contra de su política racista, antiinmigrante y misógina. En un escenario de manifestaciones encabezadas por la sociedad civil al día siguiente de la toma de protesta de Trump, se convocó a una mani-

5 “Hasta 40% de la información que circula en la web es falsa o imprecisa […] La Asociación de Internautas en España arrojó que 70% de los usuarios no distingue entre información veraz y falsa” (Proal, 2016).6 Red social que permite difundir mensajes cortos, que llegan a otros usuarios y hace énfasis en los llamados followers o seguidores directos. Usada por muchos políticos, el caso de Barack Obama es uno de los más relevantes (González Mendoza y Petersen, 2010).

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GlObalización y elecciOnes en estadOs unidOs de améRica

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festación encabezada por mujeres (Women´s March) con diversas proclamas en defensa de sus derechos.

A esta manifestación se le unieron otros motivos como opositores al pre-sidente Trump y a las declaraciones racistas y antiinmigrantes. En la voz de expertos esta marcha tuvo una capacidad de convocatoria mayor que el acto inaugural del nuevo presidente; se estima que la participación fue tres veces mayor en comparación con el evento de Trump (Wallance & Parlapiano, 2017).

Se vislumbra un escenario rígido en la relación entre el régimen social y el régimen político. Las manifestaciones y la contraposición de un presidente po-pulista y antiestablishment. Se esperan resultados poco positivos y más impo-sitivos de su gestión, que ya dejan ver sus debilidades. La elección del gabinete de Trump es un tema preocupante por los perfiles que propone, gente ligada a tenencias de ultraderecha y conservadora, antiinmigrantes y sin experiencia.

Conclusiones: Crítica de la Modernidad-Colonialidad del Poder desde un En-foque Geopolítico Crítico

En una reciente entrevista (16-03-2017) Bernie Sanders afirma que:

Una de las razones que explican el Brexit, la victoria de Trump y el re-

surgimiento de los candidatos ultranacionalistas de derecha en toda Eu-

ropa es el hecho de que la economía mundial ha sido muy buena para

las grandes multinacionales. En más de un aspecto, eso fue algo positivo

para la gente con estudios. Pero hay millones de personas en este país y

en todo el mundo que han sido olvidadas.

Al constatar la desigualdad nacional e internacional, Sanders pone el dedo en la llaga de un aspecto de la globalización liberal corporativa que representa una crítica paradójica, pues los actores golpeados por esa crisis están siendo recuperados fundamentalmente por la derecha ultranacionalista, cuando es-tas personas deberían de ser el objetivo estratégico de los partidos de izquier-da. De manera autocrítica Sanders señala:

A lo largo de los últimos 30 ó 40 años, el Partido Demócrata ha pasado de ser un partido de la clase trabajadora (trabajadores blancos, negros e inmi-grantes) a ser un partido marcadamente controlado por una élite progresista

Jaime antonio Preciado coronado156 •

que se ha distanciado enormemente de las necesidades de las familias de cla-se trabajadora de este país.

Por esas preocupaciones se le adjudica el mote de populista progresista, o de izquierda. Sanders explica que la tendencia de la izquierda progresista a concentrarse en intereses transversales, los de género, los de raza o los de estatus (por los inmigrantes) ha hecho que deje de ver las necesidades de una clase media cada vez más pequeña y con grandes niveles de desigualdad en los ingresos. No tenía que haber sido así, expone: “La verdad es que pode-mos y debemos hacer ambas cosas”.

Esa economía mundial que ha sido buena para las transnacionales ofrece además nuevos datos que complican el entendimiento de la geoeconomía. La primera tentación es pensar que las promesas populistas de Trump de corte nacionalista y proteccionista serán las que encaminen el nuevo orden mun-dial. Pero, a los primeros 100 días de su gobierno se incrementa la esquizofre-nia entre aquello que ofreció en su campaña y aquello que las corporaciones transnacionales demandan del gobierno estadounidense.

Está lejos de su crítica a las élites de Wall Street, pues en su gabinete desta-can algunos integrantes de esa élite. Además como lo observa Joseph Stiglitz (2017) como grupo los líderes e inversionistas corporativos estadouniden-ses se han convertido en los facilitadores de Trump. Y, en la ritual ceremonia anual del Foro de Davos, Suiza: “muchos ya empezaron a salivar al sólo pen-sar en las promesas de recortes de impuestos y desregulación, mientras afa-nadamente ignoraban el fanatismo de Trump [sin mencionarlo ni siquiera en una sola de las reuniones a las que asistió Stiglitz] así como ignorando tam-bién su proteccionismo”.

Tal parece que las medidas para recuperar puestos de trabajo en el Rust Belt y el castigo a inversionistas que privilegien lo extranjero no han redituado suficiente. Si bien en sus primeros días de gobierno derogó los acuerdos que sostenían los mega acuerdos comerciales, como el TPP o el TPIP, la finalización del TLCAN (NAFTA) no ha encontrado el eco esperado por su gobierno para desmantelar “el peor acuerdo comercial en la historia de Estados Unidos”. Hay presiones internas, sobre todo del bloque conservador en los tres poderes de la Unión, para reconducir al gobierno dentro de los cánones establecidos por el acuerdo bipartidista, tanto en política doméstica como en política exterior.

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El nuevo gobierno ha tenido que frenar sus aspiraciones de desmantelar el Obama Care, y ha matizado sus distancias con la OTAN y ha tenido que bajar el perfil privilegiado que se daba a la relación con Rusia luego de que crecen las denuncias sobre la intervención de ese país en asuntos internos de Esta-dos Unidos de América. A raíz de ello este nuevo gobierno ha bajado el tono de confrontación con China, país al cual se ve como aliado “táctico” en algu-nos asuntos de interés mundial.

De cualquier manera el negacionismo y la ignorancia hacen estragos. La apuesta por el regreso a los hidrocarburos y al carbón como fuentes energé-ticas principales ha implicado retroceder en la legislación ambiental y en el programa de sustitución de las energías fósiles por energías limpias, alterna-tivas que presentan algunos bienes naturales renovables. Asimismo la agen-da contra el cambio climático se ha enfrentado al desdén gubernamental, y no se avizoran medidas que permitan avanzar en los acuerdos y protocolos globales para controlar la emisión de gases con efecto invernadero. Sanders habla de una hipocresía inaudita, pues Trump “¡Habla de proteger el agua y la atmósfera el mismo día en que firma una orden que aumentará la contami-nación del agua y de la atmósfera!”.

Lo peor de la desregulación y de la privatización a ultranza se dan cita en un gobierno que se opone a cualquier esfera de reconocimiento de relacio-nes multilaterales que, en cambio, está protagonizando un bilateralismo rígido fundado en la asimetría y la selectividad unilateral de las agendas internacio-nales. Algunos internacionalistas coinciden en que la influencia teórica y po-lítica que sufre Trump viene del primer presidente nacionalista-populista de Estados Unidos, Andrew Jackson. No son los fundadores del orden liberal de la posguerra, sino el pensamiento y la cultura de Jackson, la cual había sido relegada desde la posguerra con el triunfo de los jeffersonianos en la política exterior de la potencia. De acuerdo con Russel Mead (2017):

Para los Jacksonianos –que formaron el núcleo de la base de apoyo de

Trump– Estados Unidos no es una entidad política creada y definida por

un conjunto de proposiciones intelectuales enraizadas en la Ilustración

y orientadas hacia el cumplimiento de una misión universal. Más bien,

es el estado-nación del pueblo estadounidense, y su negocio principal

está en casa.

Jaime antonio Preciado coronado158 •

Este núcleo Jacksoniano ve:

El excepcionalismo norteamericano no como una función del atractivo

universal de las ideas norteamericanas, ni siquiera como una función de

una vocación estadounidense única para transformar el mundo, sino co-

mo arraigada en el singular compromiso del país con la igualdad y digni-

dad de los ciudadanos estadounidenses individuales.

Los jacksonianos creen que el papel del gobierno estadounidense es cum-plir el destino del país, cuidando la seguridad física y el bienestar económico del pueblo estadounidense en su hogar nacional y hacer eso mientras inter-fiere lo menos posible con la libertad individual. Se trata, sin embargo, de un excepcionalismo (Weatherbee, 2016) que combinado con las condiciones ob-jetivas que no la sustentan ha creado un fuerte resentimiento e ira en el se-no del pueblo americano, particularmente entre los anglo-sajones. Esta ira de fundamentos reales en las condiciones materiales de la gente es fácil de ma-nipular y convertir en odio en contra de migrantes y otras minorías, que pa-recen en el último periodo haberse beneficiado –aunque tampoco lo fueron–. La herencia del populismo nacionalista de Jackson parece ser retomada por partidos de ultraderecha nacionalistas conservadores, cuyo programa anti-inmigrante está levantando apoyos sociales significativos en aquellos países donde la inmigración se ve como seria amenaza para la supervivencia del Es-tado nacional.

Desde una narrativa descolonizadora la relación global-local que detonan las elecciones estadounidenses recientes plantea varios desafíos: frente a la crisis económica la subida del racismo, la exclusión y la segregación que pro-duce la economía mundial enfrenta el desafío demográfico, pues la juventud que hoy vive en los Estados Unidos de América es la primera generación en más de 50 años para la cual su prospecto económico es peor que el de sus padres.

El otro es un desafío étnico nacional y está relacionado con la inmigración como el enemigo a vencer desde las trincheras del nacionalismo populista. La pérdida de confianza en las instituciones de las élites (Weatherbee, 2016) he-redada luego de la guerra contra Irak, la proliferación de tratados de libre co-mercio, la crisis económica de 2008 y la subsecuente decisión del presidente

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Obama de rescatar a los bancos de la quiebra han creado una desconfianza desde el pueblo hacia las instituciones que lo gobiernan.

El voto por Donald Trump, más que por las políticas que él promovía, se basó en un rechazo iracundo por aquellas instituciones y el “orden mundial” que ellas representan. Así lo expresó el voto de trabajadores golpeados por esa globalización en crisis, pero que no pudo captar el Partido Demócrata por su elitismo y su separación de esos votantes. De cara a las alternativas de re-sistencia que siguen emergiendo en Estados Unidos, la izquierda está hacien-do una seria autocrítica respecto del papel central que juega la desigualdad y está volviendo a plantear la matriz clasista en su eje de análisis.

Un regreso que tendrá que lidiar, sin embargo, con otras geografías como la de las etnias, las nacionalidades, las regiones y las localidades que tendrán que hacer lo que Etzioni (2017) propone como los contrapesos comunitaris-tas frente al populismo de Trump. Una estrategia que también será necesaria en todos aquellos países donde el populismo autoritario está creciendo entre el electorado. Además del reto representado en mantener la conquista de de-rechos de género, para las minorías sexuales, las nacionalidades y los grupos etarios: jóvenes y adultos de la tercera edad. Lo que genéricamente se puede agrupar como derechos de ciudadanía.

Un aspecto fundamental también para las narrativas descolonizadoras, la indianista, la ecologista es lo relativo a la ecología política crítica, pues los con-flictos ambientales toman una dimensión global que requiere amplios esfuer-zos teóricos y prácticos. Asimismo, la crítica de la “post-verdad” demandará nuevos tratamientos del asunto ético en los espacios de las redes sociales y así dinamizará el potencial transformador que ellas representan.

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donald trumP en la Casa blanCa, o la abdiCaCión del liderazGo estadounidense

Arturo Santa-Cruz*

La llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos de Améri-ca, dejando de lado sus lamentables repercusiones, tanto para su propio país como para el resto de la comunidad internacional, resulta fascinante desde un punto de vista analítico particularmente para los estudiosos de la política internacional. Estamos presenciando “en tiempo real” cómo Washington ab-dica a su liderazgo mundial. Como ha señalado Moisés Naím (2016) nos en-contramos frente a “el raro fenómeno de una superpotencia que cede poder sin que se lo quiten sus rivales”. Esta cesión de liderazgo ha iniciado ya en una miríada de frentes, desde el comercio (donde por increíble que parezca Pekín, China se proclama ahora como el líder librecambista) hasta la seguri-dad internacional, pasando por el cambio climático.

El ejercicio del liderazgo (ya sea a nivel nacional o internacional) tiene mu-cho que ver con la manera cómo los actores conciben el poder. Para el nuevo ocupante de la Casa Blanca el poder es simplemente una cosa, un activo que se utiliza para imponer la voluntad propia –seguramente a la manera que pu-do hacerlo en muchas de sus transacciones de negocios a lo largo de su vida como empresario–; su sello distintivo es y ha sido el unilateralismo. Esta con-cepción del poder y su consecuente despliegue en la arena internacional es el área de interés en este trabajo, es tanto más llamativa porque contrasta viva-mente con la de su predecesor Barack Obama.

Para el primer presidente afroamericano de Estados Unidos de América que su país detentara un poderío inigualable implicaba, tanto un alto grado de responsabilidad para Washington ante la comunidad internacional como la convicción que la manera más efectiva de ejercerlo –para el interés nacio-nal estadounidense– era conjuntamente, es decir, de manera multilateral con

* Profesor-Investigador del Departamento de Estudios del Pacífico, y director del Centro de Estu-dios sobre América del Norte (CESAN) de la Universidad de Guadalajara. Obtuvo el doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de Cornell. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel III.

Arturo SAntA-Cruz164 •

otros actores; Obama concebía el poder de una manera mucho más social que su antecesor.

El contraste en la concepción y ejercicio del poder se sostiene incluso con el 43º presidente de Estados Unidos George W. Bush –si bien mucho de aque-llo que el anterior mandatario republicano dijo e hizo durante sus ocho años en el poder, palidece con aquello que en tan solo unos meses ha dicho y he-cho Donald Trump–. La diferencia entre ambos es más una cuestión de gra-dos que de sustancia; los mandatarios han sido proclives a actuar de manera unilateral en el ámbito internacional.

La obra que la administración de Bush hijo representaba con movimien-tos relativamente pausados la estamos presenciando ahora en una atraban-cada ejecución; en cualquier caso, dada la asocial concepción del poder y su ejercicio, el desenlace no puede ser otro que la relativa pérdida de hegemonía estadounidense en la política internacional (Bravo & Santa Cruz, 2012). Dado que es muy temprano todavía para documentar la manera cómo el gobierno de Trump ha ido abdicando del liderazgo internacional de su país, y a fin de hacer el argumento más diáfano analíticamente comparo los casos de las dos administraciones anteriores, a sabiendas que la actual no es –desde mi punto de vista– sino una versión aumentada exponencialmente que la del anterior republicano en la Casa Blanca.

Centrándome en el contraste entre las dos administraciones pasadas a Do-nald Trump, en la inmediatamente anterior, este trabajo consta de dos grandes secciones: en la primera abordo el debate sobre la naturaleza de la hegemonía y el poder en las relaciones internacionales; en la segunda me centro en la dis-cusión en torno al declive de la hegemonía estadounidense y su relación con el multilateralismo como manera de ejercer el liderazgo internacional. En las conclusiones destaco que la concepción y el ejercicio del poder importan en la política internacional, donde la variante social del poder ha sido más eficien-te para el estado hegemónico y, por tanto, aquello que el gobierno de Trump augura para la hegemonía estadounidense no es nada bueno.

DonalD Trump en la Casa BlanCa,

o la aBDiCaCión Del liDerazgo esTaDouniDense

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heGemonía y Poder en la teoría y PráCtiCa de la PolítiCa internaCional

La hegemonía conlleva la práctica del poder, pues el origen mismo del término remite al mando, guía o dominio ejercido sobre otros. Para Max Weber (1983) la dominación era un tipo de poder, uno imbuido de autoridad, en tanto que esta última es eminentemente social (describe una relación entre individuos: autoridad viene del verbo augere que significa aumentar, y hacía referencia a la garantía que ofrecía quien estaba investido de ella de aumentar el bienes-tar de su comunidad), tanto la hegemonía como el poder donde descansa las prácticas sociales.

Sin embargo, tanto en el ámbito académico como en la práctica política in-ternacional es común encontrarse con una visión materialista y asocial del po-der. De acuerdo con este entendimiento el poder es una cosa o atributo que poseen los actores. Ya sea en la versión paradigmática del Neo-Realismo, de la Teoría de la Estabilidad Hegemónica, o en los más recientes planteamien-tos de Stephen Brooks & William Wohlforth, donde el poder de los estados en la política internacional emana de los recursos materiales que poseen (Wohl-forth, 1999, pp. 5-41; Brooks & Wohlforth, 2002).

En este tipo de planteamientos el poder es el equivalente funcional en la política internacional del dinero en la economía, además de ser altamen-te intercambiable su posesión se traduce en la consecución de los objetivos perseguidos. De esta manera la distribución de capacidades determina la po-laridad del sistema internacional (Waltz, 1979; Brooks & Wohlforth, 2002), o la hegemonía de este (Gilpin, 1981). De manera similar, en el ámbito de la po-lítica internacional existen también ejemplos de una lectura meramente ma-terialista del poder.

Por ejemplo, el núcleo duro del gobierno del presidente George W. Bush sostenía que el mero grado de concentración de recursos militares y econó-micos de su país lo convertía automáticamente en el país más poderoso del planeta. Así, la Estrategia de Seguridad Nacional de 2002 iniciaba afirmado: “Estados Unidos de América posee una fortaleza e influencia en el mundo que no tiene precedentes ni tiene rival” (White House, 2002, p. 1). El error del en-tendimiento del poder descrito radica en la concepción del poder como cosa.

Arturo SAntA-Cruz166 •

Se asume que entre mayores sean las capacidades materiales de un Es-tado (sean estas armamento bélico, recursos financieros, territorio o incluso población) este gozará de mayor poder en todos los ámbitos de la política in-ternacional. Aún más, dicha concepción implica también la idea que los dife-rentes recursos de poder funcionan de manera similar en las diferentes áreas temáticas de la agenda internacional, e independientemente que se esté tra-tando con aliados o adversarios.

Pero el poder y su práctica, como ya señalaba arriba, es eminentemente social. El poder no descansa en la legitimidad como lo sugería la cita con la cual inicia este capítulo, no puede perdurar. Sin embargo, la legitimidad no es un atributo consustancial de los actores, es una cualidad conferida por otros –por tanto un fenómeno social–. De lo anterior se sigue que la influencia que un actor tiene sobre otros no depende simplemente de las capacidades ma-teriales a su disposición –como lo sugería el pasaje citado de la Estrategia de Seguridad Nacional de George W. Bush–, sino también del grado de acepta-ción con que cuente por parte de los demás actores relevantes (Reus-Smith, 2004, p. 4). En tanto que el modus operandi del poder basado exclusivamen-te en las capacidades materiales sería la coerción o la fuerza, el de uno que se funde en la autoridad será la legitimidad y la persuasión.

Este último recurso, el de la persuasión, parecería estar íntimamente re-lacionado con un concepto que se ha popularizado en los últimos años en el contexto del discutido declive de la hegemonía estadounidense: el poder sua-ve. De acuerdo al creador del término, Joseph Nye (2004), el poder suave se refiere a la capacidad de “hacer que otros quieran los resultados que tú quie-res” (p. 5). Pero el poder suave no es simplemente persuasión, “es también la habilidad de atraer”, y “los recursos del poder suave son los activos que pro-ducen dicha atracción” (Nye, 2004, p. 6); los principales recursos son la cul-tura, los valores políticos y las políticas públicas.

Ahora bien, como Nye mismo reconoce la “atracción no siempre determi-na las preferencias de los otros, pero esta brecha entre el poder medido en términos de recursos y el poder estimado como los resultados de comporta-miento no es exclusivo del poder suave” (Nye, 2004, p. 6). Para los fines de es-ta discusión lo interesante del concepto poder suave es que, tanto su creador como muchos de sus seguidores, lo conciben como una cosa –de ahí la refe-rencia a este como un “recurso” o “activo”–.

DonalD Trump en la Casa BlanCa,

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Bien visto el poder suave es un hecho social, cuya mera existencia requie-re de cierto acuerdo social o “intencionalidad colectiva” (Searle, 1995, p. 26). Debido al papel que la conciencia humana desempeña en su existencia, no-taba Èmile Durkheim (2005), los hechos sociales no deben confundirse con objetos materiales. La concepción común del poder suave es un error cate-gorial. Como Stefano Guzzini (2013) ha notado, “el poder no reside en un re-curso, sino que proviene de la relación particular en la que las habilidades se ponen en práctica” (p. 65).

Los diferentes recursos del poder no funcionan uniformemente en dife-rentes áreas ni temas, ni en diferentes tipos de relaciones como se sugirió, sino que no son simplemente “acumulables” (Guzzini, 2013, p. 67). Contra lo que Nye (2004) sugiere, el poder suave no sería susceptible entonces de ser “objetivamente medido” (p. 34). De ahí la discrepancia entre el poderío esta-dounidense, medido en términos de la suma de las capacidades de poder duro (como armamento y producto interno bruto) y suave (como películas y univer-sidades), y su influencia política real.

Después de todo, como señala Christian Reus-Smith (2004), “Cuando deci-mos que un estado es poderoso, estamos diciendo más que simplemente éste tiene muchas armas o dinero; estamos diciendo que puede llevar a cabo sus objetivos exitosamente” (p. 56). Para él dicho desfase, es decir, “la existencia de una súper potencia con tan extraordinaria preponderancia material, y sin embargo con una influencia política frustrada” constituye la “paradoja central de nuestro tiempo” (Reus-Smith, 2004, p. 2).

Cabe entonces preguntarse, ¿cómo el protagonista de esta paradoja es un país cuyo declive hegemónico se ha estado discutiendo en la literatura es-pecializada desde hace cuatro décadas? Y, más fundamentalmente, así como más relevante para este trabajo ¿cuál es la relación entre la polaridad del sis-tema internacional y la conducción de la política exterior de una superpoten-cia? Revisemos someramente la cuestión de la hegemonía estadounidense.

Como es bien sabido, los Estados Unidos de América emergieron como potencia hegemónica durante la Segunda Guerra Mundial. La manera cómo Washington eligió ejercer su hegemonía fue por medio del multilateralismo (Clark, 2011, p. 126; Guzzini, 2013, p. 64). Como bien ha señalado John Ge-rard Ruggie (1992), el multilateralismo es una institución internacional que “coordina relaciones entre tres o más estados sobre la base de principios de

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conducta ‘generalizados’ –esto es, aquellos principios que especifican la con-ducta apropiada para una clase de acciones, independientemente de los inte-reses particulares de las partes o de las exigencias estratégicas que puedan existir en algún caso específico–” (p. 571). Así, el multilateralismo existe, tanto porque muchas de las veces resulta funcional para los estados participantes porque es una forma de legitimar la dominación en el ámbito internacional.

Pero el punto clave del multilateralismo no es tanto la cuestión cuantitativa –la participación de varios países– como la cualitativa: el proceso se rije por medio de normas acordadas previamente, no mediante el recurso de la supe-rioridad de capacidades materiales (Finnemore, 2005, p. 195). En la posgue-rra temprana, al institucionalizar el poder Estados Unidos lograba estabilizar el nuevo orden internacional, afianzando su hegemonía –si bien, paradójica-mente, dicho afianzamiento descansaba en la difusión del poder que el entra-mado institucional creado, en gran medida por Washington–.

Si bien desde fines de la década de 1960 empezaron a surgir reclamos y cuestionamientos sobre la hegemonía estadounidense, tanto en el ámbito po-lítico como en el académico, surgió como tal en la década siguiente. Luego de la exitosa reconstrucción de las economías de Alemania Federal y de Japón, y particularmente del Nixon Shock de 1971, así como de la crisis petrolera de 1973, tanto líderes mundiales como analistas empezaron a poner en duda el liderazgo de Washington. A partir de ese momento, y por más de una década, la literatura sobre el declive de la hegemonía estadounidense adquirió propor-ciones industriales (Calleo, 1987; Gilpin, 1981; Keohane, 1986, p. 4).

Para fines de los años ochenta, la discusión cambió radicalmente. Con la caída del Muro de Berlín y el colapso del bloque soviético, Estados Unidos de América parecía encontrarse en una situación análoga a la de cuatro décadas atrás: salía victorioso de una beligerancia (en este caso la “Guerra Fría”). Pero la situación era de alguna manera mejor: con la virtual desaparición del ene-migo económico, ideológico y militar, Washington surgía ahora como el estado hegemónico mundial –ya no solo de un bloque– con las mismas instituciones que había creado en los prolegómenos de la Guerra Fría.

¿Cuál fue la respuesta de Washington DC a la ventajosa situación en que se encontraba en el ámbito internacional? Se podría pensar que las instituciones internacionales por medio de la cuales los Estados Unidos de América com-partía el poder con sus aliados habían perdido su razón de ser: al no existir

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más una potencia que retara su poder como lo había hecho la Unión Soviéti-ca, no existía motivo para que Washington quisiera seguir limitando su mar-gen de maniobra, por lo cual era conveniente girar al unilateralismo. O por el contrario, solo la preservación institucional garantizaría la estabilidad y pre-dictibilidad deseada por Estados Unidos en esta nueva era, donde este conti-nuaría como promotor del multilateralismo.

La respuesta a esta interrogante tiene que ver, al menos en parte, con la existencia o no de una relación entre la polaridad y el multilateralismo/unila-teralismo. En caso de existir, la suerte de la práctica diplomática estadouni-dense de las últimas décadas estaba echada con la caída del Muro de Berlín. Como lo pusiera Bradley Podliska (2010), en referencia a la política exterior estadounidense de los últimos años: “La unipolaridad del orden internacional es lo que explica el unilateralismo Americano” (p. 28).

De manera similar David Malone & Yuen Khong (2003) sostienen: “la con-dición de unipolaridad, en la que Estados Unidos posee muchos mayores re-cursos de poder que cualquiera de sus aliados y adversarios” (p. 13) es aquello que en gran medida explica la preferencia de Washington por el unilateralis-mo. Estos son, tan solo dos ejemplos de aquello que parece ser el sentido co-mún respecto de la relación entre unipolaridad y unilateralismo. En efecto como Stefano Guzzini (2013) ha notado, “La hipótesis implícita de la mayoría de los observadores es que la preponderancia actual de Estados Unidos en los asuntos mundiales explica su uso creciente de políticas unilaterales” (p. 3).

Sin embargo, como bien observa Guzzini (2013) este razonamiento mate-rialista y sistémico es problemático, pues en tanto que en la década de los 80 la teoría de la estabilidad hegemónica afirmaba que el comportamiento uni-lateral mostrado en esos años por Washington se explicaba por el declive de su hegemonía, ahora se intenta explicar el mismo comportamiento con base en la condición opuesta: la unipolaridad estadounidense (p. 63). Aún más, la indiscutible hegemonía estadounidense (en el bloque occidental) luego de la Segunda Guerra Mundial no estuvo acompañada de unilateralismo, sino de multilateralismo. Así como señala Guzzini (2013) “no existe una lógica de la unipolaridad” (p. 73).

Como la historia de la Guerra Fría lo había demostrado, la respuesta a es-ta disyuntiva no sería sencilla: la relación de Washington DC con las institu-ciones internacionales, y en particular con la ONU, había estado permeada de

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ambigüedad. Por un lado, era su principal promotor, pero por otro, en ocasio-nes era también su detractor –independientemente del partido en el poder– (Malone y Khong, 2003, p. 28).

Así durante el interregnum (esto es entre el fin de la Guerra Fría y la lle-gada de Bush Jr. a la Casa Blanca; Cox et al., 1999) el republicano George H. W. Bush optó por la ruta multilateral, en tanto que el demócrata William Clin-ton seguiría la misma política multilateralista que su antecesor (Cronin, 2001; Ikenberry, 2011, p. 233).

Para reiterar la promesa estadounidense de mantenerse comprometido (engaged) con la comunidad internacional mediante el multilateralismo no era una graciosa concesión, sino una manera sensata y eficiente de promover sus intereses. Aún más, durante estos años los Estados Unidos de América no siempre se ciñó a los dictados multilaterales –al menos los “canónicos” (i.e., contaban con el aval de la máxima organización internacional)–.

Luego del interregnum vino el giro hacia el unilateralismo. A las pocas se-manas de la llegada al poder de George W. Bush, su gobierno retiró la firma del Protocolo de Kioto y rechazó la Corte Penal Internacional así como el Pro-tocolo de la Convención de Armas Biológicas. Era evidente que la comunidad internacional no recibiría con agrado dichas acciones, pues representaban una profundización del unilateralismo estadounidense –la propia Condolezza Rice, asesora de seguridad nacional advirtió al mandatario que el giro al uni-lateralismo sería “un problema” (Chira, 2011)–.

Lo anterior, evidentemente tiene una relación directa con las dos concep-ciones del poder, así como con las dos maneras correspondientes del ejerci-cio de la hegemonía (Wohlforth, 1999; Reus-Smith, 2004; Brooks & Wohlforth, 2008). Más allá del interés analítico de dicha discusión, vale notar que al me-nos en términos prácticos el libreto seguido por la diplomacia estadounidense durante los años del presidente Obama, se ciñó más a la visión social del poder que a la materialista. Detrás del contraste que desde su candidatura presiden-cial Obama quiso imprimir a su propuesta de política exterior, en relación con la práctica de su antecesor, fue una política multilateral vs una política unilate-ral; lo cierto es que tanto en el discurso como hasta cierto punto en la práctica de la diplomacia estadounidense durante sus dos mandatos pudo discernir-se una concepción social del poder y, por tanto, del ejercicio de la hegemonía.

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De ahí la vocación multilateralista que mostró el gobierno de Barack Oba-ma. La diplomacia estadounidense cambió sustancialmente desde el año 2009, y ese cambio, reitero, tuvo que ver al final del día con el entendimiento de poder en los más altos niveles de decisión política de Washington DC –no del inventario de recursos materiales acumulados por la potencia vencedora de la Guerra Fría–.

ConCePCión del Poder y la heGemonía bajo el Gobierno de baraCk obama

La política exterior de George W. Bush dañó profundamente el prestigio de los Estados Unidos de América en el mundo. En particular, debido a la invasión a Irak, el “anti-Americanismo” se había incrementado en prácticamente todas las latitudes a inicios del segundo lustro del nuevo milenio, de tal manera que para cuando Barack Obama decidió buscar la candidatura a la presidencia por el Partido Demócrata en 2007, su oferta en materia de política exterior era cla-ra: distanciarse de la del entonces ocupante de la Casa Blanca –máxime cuan-do el ánimo del electorado estadounidense se tornaba crecientemente hostil a lances en el exterior (Keohane& Katzenstein, 2007; Pew, 2009)–.

El mantra de la campaña de Obama en lo relativo a política exterior se-ría “restaurar la reputación de Estados Unidos en el mundo” (Drezner, 2011). Ben Rhodes, fue quien redactó los discursos de política exterior de Obama durante su primera campaña presidencial, y después ya desde el Consejo de Seguridad Nacional durante la primera administración de su jefe, lo pusiera en una entrevista: “Obama construyó un razonamiento completo sobre políti-ca exterior basado en Irak... Su razonamiento tenía dos pilares centrales: que Irak había distraído a Estados Unidos de la batalla real, en Afganistán y que había dañado la reputación de Estados Unidos en el mundo” (Landler, 2014).Para 2008 estas lecciones no solo eran evidentes, sino que Obama era quien mejor las podía capitalizar. Una vez obtenida la nominación demócrata, el can-didato precisaba en su plataforma presidencial:

A fin de renovar el liderazgo estadounidense en el mundo, reconstruire-

mos las alianzas, las sociedades y las instituciones necesarias para con-

frontar las amenazas comunes e incrementar la seguridad común. La

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necesaria reforma de estas alianzas e instituciones no se obtendrá me-

diante el hostigamiento a otros países para que cedan a las demandas

estadounidenses... Muy frecuentemente, en los años recientes, hemos

enviado la señal opuesta a nuestros socios internacionales. (Democratic

Party Platform, 2008)

Y señalaba explícitamente a la “restauración de nuestra reputación en el mundo” como un elemento central del proceder que observaría la política ex-terior de su gobierno (Democratic Party Platform, 2008). De manera similar, en su discurso de toma de posesión como el XLIV presidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama mencionó el compromiso de su gobierno por construir “un orden internacional basado en derechos y responsabilida-des”, e hizo una oferta a los adversarios de su país: “extenderemos una mano si ustedes están dispuestos a distender su puño” (Obama, 2009b). Cinco me-ses más tarde, en un discurso donde reconocía los agravios que Occidente había infligido a las personas de religión musulmana, Obama insistió de ma-nera elíptica en su distanciamiento de la política de su antecesor al decir: “los eventos en Irak le han recordado a Estados Unidos de la necesidad de utilizar la diplomacia y construir consenso internacional para resolver nuestros pro-blemas cuando sea posible” (Obama, 2009a).

En septiembre de ese mismo año en su primera intervención ante la Asam-blea General de la ONU, el presidente estadounidense afirmaría:

Tomé posesión en una época en la que muchos alrededor del mundo

veían a Estados Unidos con escepticismo y desconfianza. En parte eso

se debía a percepciones erróneas y desinformación sobre mi país. Pero

otra parte se debía a la oposición a políticas específicas y a la creencia de

que en ciertos temas críticos Estados Unidos había actuado unilateral-

mente, sin importante los intereses de los demás, lo cual ha alimentado

al anti-Americanismo casi como acto reflejo. (United Nations, 2009, p. 9)

Así en los pocos meses que llevaba su gobierno, Estados Unidos de Amé-rica se hubiera ya “re-involucrado con la Organización de las Naciones Uni-das” (United Nations, 2009, p. 10). Sintomático de este “retorno” a la ONU fue,

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por ejemplo, que el cargo de representante estadounidense ante el organismo internacional fuera ascendido a nivel gabinete, o que en algunas ocasiones, el mandatario mismo llegara a representar a su país en el Consejo de Seguridad Nacional (Department of State/USAID, 2010, p. 56). Este acercamiento con la ONU en particular y el multilateralismo en general fue en parte lo que le va-lió al presidente estadounidense para ser galardonado en diciembre de 2009 con el Premio Nobel de la Paz (Faus, 2014).

En la visión de Obama, Estados Unidos debía primero intentar el diálogo y actuar de manera multilateral, lo cual redundaría en una mayor legitimidad a las acciones que luego adoptara su país. Así, en su primera Estrategia de Se-guridad Nacional (2010) se pronunció por un orden internacional que otorga-ra “mayor voz –y mayores responsabilidades– a las potencias emergentes” a fin de que su país ejerciera un liderazgo más colegiado y, por tanto, legítimo (White House, 2010, p. 3). Como el ex presidente mismo afirmara años des-pués, en un importante discurso sobre política exterior en la academia militar de West Point: “Algunos de nuestros más caros errores no vinieron de nues-tra moderación, sino de nuestra disposición de apresurarnos a aventuras mi-litares sin considerar detenidamente las consecuencias, sin construir apoyo y legitimidad internacional para nuestro actuar” (Tumulty, 2014).

Aunque Obama se rodeó de varios asesores en el ámbito internacional que provenían del gobierno de Clinton, o de figuras prominentes durante ese pe-riodo –particularmente la Secretaria de Estado Hillary Clinton, esposa del ex presidente–, quienes propugnaban por regresar la diplomacia a su tradicio-nal lugar central. Es importante notar que la parte sustancial de la política ex-terior estadounidense durante las dos administraciones de Barack Obama la fijó el presidente y su círculo más estrecho en la Casa Blanca. De ahí, a pesar de que el mandatario contó (sucesivamente claro está) con dos Secretarios de Estado, tres Consejeros de Seguridad Nacional y cuatro Secretarios de Defen-sa, la política exterior estadounidense tuvo un sello distintivo durante los años Obama en el poder (Iglesias de Ussel, 2015).

Durante su campaña, en búsqueda de la reelección la plataforma de su partido sostenía: “Hemos restaurado el liderazgo estadounidense al cooperar con nuestros socios... dando marcha atrás al desdén del gobierno anterior ha-cia la ONU” (Democratic National Platform, 2012, p. 64). Y en la presentación de la Estrategia de Seguridad Nacional de 2015, el presidente Obama afirma-

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ba que en el ámbito internacional: “somos más fuertes cuando movilizamos la acción colectiva” (White House, 2015).

Todavía más, en el mismo documento se puntualiza que cuando los Esta-dos Unidos de América recurra a la fuerza lo hará: “de tal manera que refleje nuestros valores y refuerce nuestra legitimidad” (White House, 2015, p. 8). Asi-mismo, se enfatiza el giro hacia el multilateralismo que dio la diplomacia esta-dounidense durante la presidencia de Obama, la Estrategia acentúa la apuesta de Washington no solo por “la arquitectura legal de la posguerra”, sino tam-bién por los foros nuevos, tales como el G-20 (White House, 2015, pp. 1-23).

No se trata de un multilateralismo incondicional –lo cual no podía esperar-se de Estados Unidos, y quizás de ningún otro Estado–. Como Barack Obama mismo reiteró en numerosas ocasiones (por ejemplo en la cita del párrafo ante-rior): cuando los intereses fundamentales de su país se encontraran en riesgo, Estados Unidos actuaría de manera unilateral si era necesario. Vale la pena ci-tar algunas líneas de su ya referido discurso ante los graduados de West Point:

El ejército al que se han unido es, y siempre será, la columna vertebral

de ese liderazgo [estadounidense]. Pero la acción militar estadounidense

no pude ser el único –o siquiera el principal– componente de nuestro li-

derazgo en cada caso. Sólo porque tenemos un martillo no significa que

cada problema es un clavo .... Estados Unidos utilizará la fuerza militar,

unilateralmente si es necesario, cuando nuestros intereses medulares

lo demanden –cuando nuestro pueblo esté amenazado, cuando nuestro

sustento estén en juego, cuando la seguridad de nuestros aliados esté

en peligro–. Por otro lado, cuando asuntos de cuidado global no plan-

teen una amenaza directa a Estados Unidos... entonces el umbral para

la acción militar deberá ser más elevado. En tales circunstancias, no ac-

tuaremos solos. En lugar de eso, movilizaremos a aliados y socios para

emprender acción colectiva. (US Department of State, 2015)

El de Obama podría calificarse de “multilateralismo realista” –reminiscente del primer presidente del “interregnum” (Gavrilovic, 2008; Baker, 2010; Scha-mis, 2014)–. Indicativo de esta perspectiva es el resumen que el ex mandatario ofreció de la tan buscada “Doctrina Obama”: “dialogaremos, pero preservare-mos todas nuestras capacidades” (Friedman, 2015). La visión planteada en la

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citada Estrategia Nacional de Seguridad de 2015 fue consistente con la Doctri-na Obama planteada por su creador. Como ha notado Janine Davidson (2015) en el documento de marras “el poderío económico y militar de Estados Uni-dos sirve como los cimientos de instituciones globales fuertes, participativas y basadas en reglas”.

El cambio relevante con respecto del gobierno de George W. Bush, fue que el orden normativo internacional tuvo un lugar importante en la concep-ción gubernamental estadounidense de aquello que significaba un correcto ejercicio del poder y de la hegemonía. Como lo expresara el segundo Secreta-rio de Estado de Obama, John Kerry: “Un liderazgo fuerte y sostenible en un orden internacional basado en reglas no es un favor que le hacemos a otros países –es un imperativo estratégico para Estados Unidos–” (US Department of State, 2013).

El rompimiento con la política exterior de George W. Bush, así como la concepción social del poder de la administración Obama, quedó de manifies-to en múltiples frentes: desde el término formal de la guerra en Irak (a la cual como candidato Obama había llamado “innecesaria”, Democratic Party Plat-form, 2008) hasta el retiro de tropas de Afganistán, con lo cual el mandatario pudo declarar: “ya es hora de darle vuelta a la página de más de una década en la cual tanto de nuestra política exterior estaba centrada en las guerras de Afganistán e Irak” (White House, 2014).

Otras manifestaciones importantes del ejercicio de la hegemonía estadou-nidense durante los ocho años de Obama incluyeron el liderazgo que, el en-tonces presidente estadounidense, ejerció en el proceso mediante el cual el G-20 desplazó al G-8 como el principal foro económico internacional (CNN, 2009), así como el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba; lo significativo de este último acontecimiento para el presente trabajo es, que una de las razones citadas por el gobierno estadounidense de entonces para el importante giro en las relaciones con la isla fue que mejorara “la posición de nuestro país en el hemisferio y alrededor del mundo” (Kerry et al., 2014).

Sin embargo, el rompimiento con la política exterior de su predecesor, así como la concepción social del poder de Obama fue más evidente en el multi-lateralismo. Tres temas destacan en este sentido: las negociaciones sobre el cambio climático, el acuerdo nuclear con Irán y el pivote a Asia. Cabe reiterar que a pesar del giro al unilateralismo no fue total durante los años de Oba-

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ma, fue altamente significativo que su gobierno no era tildado de unilateralis-ta por la literatura especializada ni por la prensa internacional –a diferencia de aquello que sucedió antes de su mandato–, y de aquello que ha sucedido desde enero de este año.

ConClusiones

La concepción que se tenga del poder tiene efectos importantes sobre su pues-ta en práctica; en el caso de los Estados Unidos de América la concepción en turno impacta directamente en la manera cómo este país ejerce su hegemo-nía, así como su propensión a adoptar políticas multilaterales o unilaterales. El análisis sugiere que la concepción y el ejercicio social del poder es más efi-ciente para el hegemón que sus análogos materialistas. Al hacer abstracción de las variables que están fuera de su control (e.g., la creciente importancia de China o los procesos de globalización), parece claro que Estados Unidos logró sus objetivos de mejor manera durante los años de Obama que duran-te los de Bush hijo, quien ejerció una especie de “hegemonía pírrica” (Bravo & Santa Cruz, 2012).

El giro multilateralista de los años de Obama contribuyó a cerrar la brecha entre el poderío estadounidense y su influencia –la citada “paradoja central de nuestro tiempo”–. La socialización del poder vía instituciones internacionales fue más efectiva que su monopolización, como pudo notarse en la mayor le-gitimidad de buena parte de las acciones de política exterior estadounidense de esa época. Para reiterar: no afirmo que bajo el mandato de Barack Obama, Estados Unidos hubiera abrazado plenamente el multilateralismo, sino que simplemente durante ese lapso hubo un giro sensible en esa dirección.

Lo anterior aparece como una perogrullada, al observar los cambios en materia que han tenido lugar desde que Donald Trump asumió el poder. El aislamiento y la pérdida de liderazgo que, gracias a su política agresiva y uni-lateralista, su país ha sufrido en menos de cinco meses (al momento de escri-bir estas líneas) es más que evidente. Esta concepción y práctica del poder –de continuar Trump o un líder republicano similar a él en la presidencia– signifi-cará literalmente una abdicación del liderazgo que Washington DC ha ejerci-do en el sistema internacional durante las últimas ocho décadas; como dicen los estadounidenses: might we live in interesting times.

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rePensar el dereCho internaCional ComerCial y de inversión (multilateral, Plurilateral y bilateral)

Edna Ramírez Robles*

resumen

El primer apartado analiza los hechos que han sido trascendentales en 2016 y 2017 en la OMC. En un principio revisa los antecedentes sobre las materias incluidas en las negociaciones de la Ronda de Doha, y cómo se llevaron a ca-bo las negociaciones del AFC. Posterior presenta el estado actual, tanto del AFC como de la solución de controversias. Se muestra el progreso que se ha logrado, por ejemplo, con las modificaciones al Acuerdo de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC). Por último, se analizan las lecciones aprendidas para conseguir la ratificación de dos terce-ras partes de los Miembros de la OMC (108) del AFC. Se indican propuestas sobre como las controversias de los TLC pueden ser llevadas al mecanismo de solución de diferencias de la OMC.

El segundo componente de este artículo estudia las recientes conmocio-nes que han ocurrido en el derecho del comercio internacional y de inversión a nivel plurilateral, tanto de forma multidisciplinaria como cuando los TLC se componen de una sola disciplina. Estudiar los TLC es de gran relevancia de-bido al auge que han tomado, es decir, al 05 de mayo de 2017 había 274 TLC en vigor, a los cuales han correspondido 440 notificaciones de los Miembros de la OMC, contando las mercancías, servicios y adhesiones por separado. En este artículo se escogieron casos que ilustran la dinámica mundial en es-te ámbito. En su estructura se plasman antecedentes, estado actual y algunas

* Profesora de Derecho Económico Internacional de la Universidad de Guadalajara y del Tec-nológico de Monterrey campus Guadalajara. Es consultora Internacional de derecho y políticas públicas en materia de inversión y comercio internacional. Además realiza consultorías para gobiernos en todos los continentes del mundo, trabajó dentro de Organizaciones Internacionales (OMC, asuntos jurídicos; UNCTAD, facilitación del comercio y BID, comercio e integración). La autora agradece a los negociadores Guillermo Malpica (México) y Kelly Ann Shaw (EUA) por sus valiosos comentarios personales, y a Rosa Robles Santana por sus aportaciones editoriales. Ob-servaciones y comentarios son bienvenidos en el correo: [email protected]

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reflexiones para repensar sobre aquello está ocurriendo el BREXIT, TLCAN, Alianza del Pacífico, TPP, TTIP, RCEP, ACS, ABA y el ATI.

En el tercer apartado se brindan algunos ejemplos de la actividad que al-gunos de los países y bloques –objeto de estudio en el presente artículo– están teniendo a nivel bilateral. Este es el caso de los Estados Unidos de América; Inglaterra; la Unión Europea; China; y México. Al final del análisis de toda la información se brindan conclusiones de cada una de las secciones del pre-sente artículo.

niveles del dereCho internaCional ComerCial y de inversión

rePensar el dereCho internaCional ComerCial multilateral

anteCedentes

En el ámbito multilateral comercial los Miembros de la OMC, por un lado, han trabajado desde 2001 en las negociaciones de la Ronda de Doha, conocida también como el Programa de Doha para el Desarrollo. En estas negociacio-nes se pretende aumentar la participación e inclusión de los países en desa-rrollo en una mayor liberalización al comercio. Con el ánimo tanto de incluir a los miembros en desarrollo y menos adelantados como de lograr acuerdos entre ellos, los Miembros de la OMC comenzaron a utilizar un mayor núme-ro y formas de flexibilidades en sus negociaciones.1

A pesar de esfuerzos extraordinarios de diplomáticos de los distintos Miembros de la OMC aún no se ha logrado concluir con la mayoría de las negociaciones de esta Ronda. Además, los Miembros de esta Organización tampoco han incluido mayores temas de los tratados en las negociaciones originales. Es decir, los temas de actualidad como el comercio electrónico o la inversión están fuera de la agenda. Esto ha desanimado a los Miembros de la OMC para lograr consensos de sus distintas posturas. Por el otro lado, di-chos Miembros han hecho vibrar a sus valiosos procedimientos de solución

1 Ramírez Robles, E. (2001). Flexibilidades del derecho comercial internacional del derecho de la OMC a la solución de controversias del TLC UE-México. Tesis doctoral. Recuperado dehttp://eprints.ucm.es/13334/

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de diferencias.2 Además se tiene que resaltar al Acuerdo de Facilitación de Co-mercio (AFC) que se firmó en Bali en 2013, el cual para que entrara en vigor se requería la ratificación de dos terceras partes de los Miembros de la OMC.3

estado aCtual

Aún no se hayan concretado acuerdos en la mayoría de las negociaciones, pe-ro algunas mostraron un progreso significativo en ciertas materias. Este es el caso de las materias de servicios, reglas y subsidios a la pesca. Los Miem-bros han trabajado de forma activa en temas como los apoyos domésticos a la agricultura, facilitación de servicios e inversión y en remedios comerciales. También se han desarrollado reuniones informales en temas como el comer-cio electrónico y pequeñas y medianas empresas (PYMES).4

Cabe destacar que 2016 fue el año de mayor actividad del sistema de so-lución de diferencias de la OMC desde su existencia. En total desde 1995 los Miembros de la OMC han depositado su confianza en los mecanismos esta-blecidos para resolver sus diferencias, y hasta el mes de junio 2017 se han re-gistrado 525 casos.5 Este número de casos hace que la OMC sea considerada como la corte internacional con más asuntos en el mundo.

El mayor logro del sistema en las últimas décadas es sin lugar a dudas la entrada en vigor del AFC en febrero 2017, gracias a la ratificación de dos ter-ceras partes de los Miembros de la OMC.6 La entrada en vigor de este acuerdo demuestra que aún se pueden generar resultados a nivel multilateral comer-cial. Además, en enero de 2017 entró en vigor la modificación del Acuerdo de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el comercio (ADPIC),

2 Informe Anual 2017 de la OMC, Solución de diferencias. Recuperado de https://www.wto.org/spanish/res_s/booksp_s/anrep_s/anrep17_chap6_s.pdf3 Ramírez Robles, E; Rubiato, J. (2013). La facilitación del comercio en Bali. Puentes, (14) 8. Ginebra, Suiza: ICTSD, noviembre de 2013. Recuperado de http://ictsd.org/downloads/puentes/puentes14-8.pdf4 Azevedo, D. (2017). APEC reunión Ministerial de Comercio, Organización Mundial del Comer-cio. Hanoi. Recuperado de https://www.wto.org/english/news_e/spra_e/spra171_e.htm5 Organización Mundial del Comercio. Chronologicallistof disputes cases. Recuperado de ht-tps://www.wto.org/english/tratop_e/dispu_e/dispu_status_e.htm6 De acuerdo con lo establecido en el Artículo X.3 del Acuerdo de la OMC. Ugaz, P; Ramírez Robles, E. TFA OMC ratificación: medidas y experiencias de aprendizaje. Boletín del Transporte, (66). Ginebra, Suiza: UNCTAD. Recuperado de http://unctad.org/en/PublicationsLibrary/web-dtltlb2015d2_en.pdf

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respecto del acceso a las medicinas genéricas a precios más asequibles.7 Igualmente hubo logros como el acuerdo de la eliminación de los subsidios para la exportación agrícola. También se concretaron decisiones importantes, incluyendo en materia de seguridad alimentaria, agricultura y temas impor-tantes para los países menos adelantados.

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Los países tendrán que hacer modificaciones en sus ordenamientos naciona-les para aplicar correctamente el AFC. Estas modificaciones se harán inclu-yendo los cuatro pilares de la facilitación del comercio en los ordenamientos relevantes. Estos pilares se refieren a la transparencia, simplificación, armo-nización y estandarización gubernamentales en las fronteras del comercio in-ternacional.8 Cabe destacar que varios años antes de la entrada en vigor del AFC, la mayoría de los Miembros de la OMC ya venían haciendo este ejerci-cio de implementación.

La medición de esta implementación se ha ido concretando mediante la ca-tegorización de medidas (disposiciones jurídicas) del AFC en A, B y C, donde la categoría “A” significa que la medida ya ha sido implementada. Estas medidas categorizadas ya han sido notificadas a la OMC, pero es un camino largo por recorrer para que todas las medidas se conviertan en “A”. Entre las medidas menos notificadas con categoría “A” se encuentran: Ventanilla Única, operado-res autorizados; tiempos de despacho de aduana, procedimientos de prueba y resoluciones anticipadas.9 Para tener una idea general, estas áreas son don-de los miembros de la OMC10 les queda más trabajo por hacer.

7 Los textos de la OMC que se revisaron anteriormente (WT/L/641) con el Acuerdo de Propiedad Intelectual; los ADPIC y la Salud Pública; Organización Mundial del Comercio; Recuperado de https://www.wto.org/spanish/tratop_s/trips_s/ta_docssec3_s.htm8 Neufeld, N. (2016). Implementing the Trade Facilitation Agreement: From Vision to Reality, WTO Economic Research and Statistics Division, Working Paper. ERSD-2016–14. Recuperado de http://www.tfafacility.org/sites/default/files/case-studies/implementing_the_trade_facilitation_agreement_from_vision_to_reality_nora_neufeld_2016_e.pdf9 Neufeld, N. Implementing the Trade Facilitation Agreement: From Vision to Reality, WTO Eco-nomic Research and Statistics Division, Working Paper. ERSD-2016–14, 29 de septiembre de 2016. Recuperado de http://www.tfafacility.org/sites/default/files/case-studies/implementing_the_trade_facilitation_agreement_from_vision_to_reality_nora_neufeld_2016_e.pdf , p. 15.10 Respecto al nivel de implementación (notificaciones de Categoría “A”) por regiones se en-cuentran: Europa 81%; Medio Oriente 78%; Asia y Pacífico 57%; América Latina 57%; y los esta-

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Los esfuerzos de implementación del AFC de los miembros de la OMC se han logrado en gran medida por la inclusión de otras Organizaciones Interna-cionales, además de la misma OMC. Estas organizaciones se les conocía como del Anexo D, pues en esta pieza de legislación se les había dado la potestad pa-ra apoyar la implementación del AFC. Este es el caso de la OECD, UNCTAD, OMA y BM. Sin lugar a dudas la suma de esfuerzos de estas organizaciones hacia un mismo fin fue determinante para que solamente en un poco más de tres años 108 miembros de la OMC ratificaran este Acuerdo en sus respecti-vos parlamentos. Además, el sector privado también tuvo una amplia partici-pación en todas las etapas del proceso, desde la negociación hasta entrada en vigor. Esto a pesar de que ellos no estaban sentados en las mesas de toma de decisiones por tratarse de Organizaciones Intergubernamentales.

Existe la consciencia que gran parte del éxito de la entrada en vigor del AFC se debe al acuerdo concebido como que todos los actores eran ganado-res. Esto no ocurre con todas las materias que se negocian en la OMC, co-mo es el caso claro de los subsidios. Sin embargo, sí podría pensarse en otras áreas como de comercio y desarrollo o la de solución de diferencias, donde llegar a un acuerdo sería beneficioso para todos los actores del sistema.

Por tanto, valdría la pena que los Miembros de la OMC repiensen si la for-ma clásica de llegar a acuerdos en sus negociaciones ha funcionado, sobre to-do después de observar el éxito que tuvo este ejercicio de inclusión de otras Organizaciones Internacionales y del sector privado en la agenda de negocia-ciones de la OMC. Esperemos que revaloren este valioso ejemplo y lo incor-poren de la forma más conveniente para los temas que aún no se consiguen llegar a acuerdos desde 2001.

Los procedimientos de solución de diferencias siguen siendo contunden-temente exitosos. Los miembros confían en el sistema, y por ello cualquier diferencia en el ámbito plurilateral o bilateral se lleva a solucionar mediante el procedimiento establecido en el sistema multilateral. Aunque no olvidemos que los Acuerdos abarcados de la OMC tienen cierta cobertura a nivel pluri-

dos independientes y del Commonwealth 50%. Neufeld, N.; Implementing the Trade Facilitation Agreement: From Vision to Reality, WTO Economic Research and Statistics Division, Working Paper ERSD-2016–14. Recuperado dehttp://www.tfafacility.org/sites/default/files/casestudies/implementing_the_trade_facilitation_agreement_from_vision_to_reality_nora_neufeld_2016_e.pdf, p. 16.

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lateral y bilateral, donde los miembros han llegado a acuerdos que van más allá de lo establecido en la OMC. El hecho que solamente se puedan dirimir diferencias por lo abarcado en los acuerdos de la OMC, deja desprotegido ju-rídicamente a aquello que se negoció en otros TLC.11 Si los miembros de la OMC repiensan su mandato podrían extenderlo hacia solucionar diferencias de otros TLC (de nivel bilateral o plurilateral).12

No se puede dejar de lado el hecho que la OMC no solo es un foro de ne-gociación, sino también ofrece un espacio de estabilidad institucional a sus miembros, donde muchos otros aspectos siguen funcionando como el ca-so del mecanismo de examen de las políticas comerciales,13 y la creación de capacidades comerciales, entre otras formas, mediante asistencia técnica y formación de la OMC.14 Ambos mecanismos tienen injerencia directa en las legislaciones nacionales.

rePensar el dereCho internaCional ComerCial y de inversión Plurilateral

dereCho internaCional ComerCial y de inversión Plurilateral multidisCiPlinario

ue vs brexit

Las diferentes crisis económicas de algunos Estados Miembros de la UE –no-tablemente la griega, española, italiana y la migración excedida a los países desarrollados los propios ciudadanos de estas urbes– comenzaron a resentir la inclusión de los extranjeros en distintos ámbitos. Después de un tiempo al-

11 Ramírez Robles, E. (2010). Modelos de solución de diferencias políticas y Cuasi-Adjudicativos en acuerdos de libre comercio de la UE: ¿Es la Cuasi - Modelo Adjudicativo una tendencia o es sólo otro modelo?, Documentos de Trabajo de la OMC Personal. Amicus, India: Universidad de Hyderabad. Recuperado de http://www.wto.org/spanish/res_s/reser_s/ersd200609_s.htm12 Lau, C.; Yves Remy, J.; Sandfors, I. WTO Dispute Settlement in 2016: blue skies or storm clouds ahead? Recuperado de https://www.lexology.com/library/detail.aspx?g=9d964a57-8574-40e1-a0b9-29b4e273520d13 Exámenes de las Políticas Comerciales, Organización Mundial del Comercio. Recuperado de https://www.wto.org/spanish/tratop_s/tpr_s/tpr_s.htm14 Asistencia técnica y formación de la OMC, Organización Mundial del Comercio. Recuperado de https://www.wto.org/spanish/tratop_s/devel_s/teccop_s/tct_s.htm

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gunos de estos nacionales se sintieron afectados e inclusive amenazados por la presencia de extranjeros, principalmente en tres áreas: laboral, seguridad pública y servicios de salud, generando sentimientos xenofóbicos.

De esta forma los habitantes de dichas poblaciones comenzaron a elegir gobiernos o a hacer referéndums que frenaran o retrocedieran su integración regional con otras naciones. Esto se ha manifestado claramente en dos países, Inglaterra y EUA. En Inglaterra se desató el fenómeno conocido como BRE-XIT, una mezcla de Britain y exit, que en español se traduciría como salida de Inglaterra de la UE. El 23 de junio de 2016 en un referéndum donde 71.8% de ciudadanía se presentó, 52% de los electores optó por retirarse de la UE.

Con el BREXIT nacionales ingleses pedían a su gobierno que se eliminaran las libertades fundamentales15 que su país había contraído con los otros Esta-dos Miembros de la UE:16 el caso de la libre circulación de personas, servicios, y mercancías. Para lograr esta salida Inglaterra invocó, en marzo de 2017, la cláusula de retirada contenida en el artículo 50 del Tratado de Lisboa. El artí-culo 50 del Tratado de la Unión Europea establece el mecanismo para la reti-rada voluntaria y unilateral de un país de la Unión Europea (UE).

Esta disposición señala que los países de la UE que deseen retirarse de-berán notificar su intención al Consejo Europeo, el cual proporcionará las directrices para la celebración del acuerdo que establezca las disposiciones necesarias para la retirada. El Consejo celebra dicho acuerdo por mayoría cualificada, en nombre de la UE, previa aprobación del Parlamento Europeo.

En particular se menciona que los tratados constitutivos de la UE dejan de aplicarse al país que realiza la solicitud, desde la entrada en vigor del acuer-do o, a más tardar, dos años después de la notificación de la retirada. En este caso sería en un plazo máximo de marzo 2019. Sin embargo, el Consejo pue-de decidir prorrogar dicho período. Aunque también se permite que cualquier país que se haya retirado de la UE podrá solicitar unirse de nuevo y deberá someterse nuevamente al procedimiento de adhesión.17

15 Alonso García, R. (2010). Derecho de la Unión Europea, Textos y Materiales. España, Civitas & Thomson Reuters. Tratado de Lisboa, Artículo I-4. Libertades fundamentales y no discrimina-ción: La Unión garantizará en su interior la libre circulación de personas, servicios, mercancías y capitales y la libertad de establecimiento, de conformidad con lo dispuesto en la Constitución.16 Hasta que termine el proceso de retirada de la UE, Inglaterra seguirá rigiéndose por lo esta-blecido en el Tratado de Lisboa.17 Tratado de la Unión Europea, versión consolidada en el Diario Oficial de la Unión Europea (30.3.2010, C 83/43 - 44). Recuperado de http://www.boe.es/doue/2010/083/Z00013-00046.pdf

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Como consecuencia de las nuevas competencias comunitarias a raíz de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa (Constitución Europea), la UE ha tenido que renegociar sus acuerdos en materia de inversión. En el caso de México, tiene tanto TLC como Acuerdos de Promoción e Inversión Recípro-ca (APRIS), así que acordaron incluir un nuevo capítulo de inversión al exis-tente TLC. En este se incluyeron otros capítulos y aprovecharon sus nuevas competencias comunitarias, otorgadas en el Tratado de Lisboa, para incluir servicios e inversión.

Por su parte, Inglaterra estará reinventando su sistema comercial con ex-pertos internacionales en el tema. El Secretario de Comercio de Inglaterra, Liam Fox, ha expresado que están atrayendo el mejor talento global, ejempli-ficándolo con la contratación del nuevo jefe negociador comercial, el anterior Embajador de Nueva Zelandia ante la Organización Mundial del Comercio, Crawford Falconer. Inglaterra creó el Departamento de Comercio en junio 2016, y desde esa fecha ha contratado más de 3,000 personas a nivel interna-cional.18 Es claro que Inglaterra tiene tres prioridades para reestructurar su andamiaje jurídico en materia de inversión y comercio internacional: estable-cer una relación cercana con los Miembros de la UE; negociar TLC bilatera-les con el mundo; reposicionarse en la OMC como Miembro independiente y con elevado poder económico.19

tlCan

En el caso de EUA, aunque el sistema electoral estadounidense fue determi-nante, una gran parte de los ciudadanos votaron a favor del candidato que presentaba una oferta globalifóbica. El republicano Donald Trump fue elegido presidente de Estados Unidos de América el 08 de noviembre de 2016, ven-ciendo a la candidata demócrata Hillary Clinton. Una de las promesas en las cuales insistió más en su campaña fue la de retirarse del TLCAN, ya que se-gún el mandatario ha sido el peor Acuerdo del que EUA ha sido parte.

18 Morales, A. (2017). This former New Zealand Minister will lead Brexit Trade Talks, Bloom-berg. Recuperado de https://www.bloomberg.com/news/articles/2017-06-16/may-names-craw-ford-falconer-as-u-k-chief-trade-talks-adviser19 Wallace, T. (2017). UK hires top New Zealand trade negotiator to head post-Brexit deals. The Telegraph. Recuperado de http://www.telegraph.co.uk/business/2017/06/16/uk-hires-top-new-zealand-trade-negotiator-head-post-brexit-deals/

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El TLCAN entró en vigor el 01 enero 1994, y sus partes contratantes son Canadá, EUA y México.20 Aunque hoy ha llegado a ser considerado un Trata-do obsoleto,21 este fue vanguardista en tu tiempo, inclusive entró en vigor un año antes que los Acuerdos de Marrakech, los cuales crearon la OMC. Este TLC se encargó de liberalizar los siguientes rubros: comercio de bienes;22ba-rreras técnicas al comercio; compras al sector público; inversión y servicios; y propiedad intelectual.

Además se incluyeron capítulos relativos a la solución de controversias en distintos ámbitos: Capítulo XI: En materia de Inversiones (Inversionista de una parte vs Estado parte); Capítulo XIX: Revisión de resoluciones definitivas establecidas por autoridades investigadoras sobre cuotas antidumping y com-pensatorias; Capítulo XX: La interpretación y aplicación del TLC (Estado parte vs Estado parte). Aunque las partes han sido muy poco activas en el capítulo XX, donde México solo ha tenido 2 casos, esto no ocurrió con los otros capí-tulos. Sin lugar a dudas el capítulo XIX, con 126 casos y 8 casos pendientes,23 es muestra que las tres partes del TLC han confiado plenamente en esta área. También el capítulo XI ha brindado un importante elemento de seguridad ju-rídica a los empresarios, quienes han decidido invertir su capital en México donde ya se han concluido 17 casos, y hasta la fecha hay cinco casos activos y un aviso de intención.24

Una vez que el presidente Trump comenzó su mandato se dedicó a tener mensajes discordantes sobre el futuro de EUA en este acuerdo.25 Por ejem-plo el 25 de abril de 2017 anunció que su administración ya había redactado

20 Textos jurídicos del TLCAN, NAFTA Secretariat; Secrétariat de ALENA; Secretariado del TL-CAN. Recuperado de https://www.nafta-sec-alena.org/Inicio/Textos-juridicos21 Ramírez Hernández, R. (2017). Denuncia TLCAN: sus consecuencias jurídicas y recomenda-ciones para los sectores productivos. Guadalajara, México: UDG.22 NAFTA. Capítulo III: Trato nacional y acceso de bienes al mercado; Capítulo IV: Reglas de origen; Capítulo V: Procedimientos aduaneros; Capítulo VI: Energía y petroquímica básica; Ca-pítulo VII: Sector agropecuario y medidas sanitarias y fitosanitarias; Capítulo VIII: Medidas de emergencia. Recuperado de http://www.economia.gob.mx/files/TLC-AN.pdf23 Revisiones por paneles del TLCAN; Capítulo XIX. Recuperado de http://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/1400/Revisiones_por_paneles_TLCAN_Capitul_XIX_revisiones.pdf24 Comercio Exterior/Solución de controversias, Gobierno de México. Recuperado de http://www.gob.mx/se/acciones-y-programas/comercio-exterior-solucion-de-controversias?state=pu-blished25 Hirschfeld, J; Rappeport, A. (2017). After calling NAFTA “worst trade deal”, Trump appears to soften stance. The New York Times. Recuperado de https://www.nytimes.com/2017/03/30/business/nafta-trade-deal-trump.html?_r=0

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la Orden Ejecutiva para retirarse del TLCAN,26 y un día después se anunció que EUA participaría en una renegociación de este TLC. Específicamente el 16 de mayo 2017, Robert Lighthizer (Representante de Comercio de EUA –en inglés USTR–), le envió al Congreso Americano el aviso formal para que este TLC pueda ser renegociado a partir de los siguientes de 90 días. Esto da a lu-gar para que las negociaciones comiencen en agosto 2017.27

Se tiene en mente que esta renegociación puede terminar en una retirada de alguno de los Estados parte del TLCAN. Cabe destacar que los gobiernos ya han expresado públicamente su disposición a levantarse de la mesa de ne-gociación si no obtienen un acuerdo conveniente para su país.28 Así, cualquie-ra de las partes del acuerdo que decida denunciar este TLC necesita hacerlo invocando el artículo 2205 del mismo Tratado.

Respecto de la posibilidad de denunciar el TLCAN, México lo haría so-lamente que aquello que se ponga en la mesa sea menos favorable de lo ya existente en el TLCAN. Si se logra acordar un poco más allá de lo existente sí permanecerían en el Acuerdo. EUA sabe que al retirarse lo único que va a regir será su relación comercial con ambas partes, y esto sería lo existen-te en la OMC. EUA tiene que considerar los costos de retirarse de este TLC, por ejemplo: los aranceles que México consolidó en la OMC son mayores que los de EUA, en la OMC no se considera la devolución de aranceles a las ma-nufacturas, quedarían descubiertos en materia de compras al sector público, reglas de origen (donde son más flexibles), en materia de inversiones y solu-ción de controversias y revisión de paneles binacionales en materia de reme-dios comerciales.29

26 Trump “considering draft order to scrap NAFTA”. BBC News. Recuperado de http://www.bbc.com/news/world-us-canada-3972657427 Chase, S.; Fife, R.; Morrow, A.; McKenna, B.; Annett, E.; Reuters; Canadian Press. The count-down to NAFTA talks has begun. What´s going on? A guide. The Globe and Mail. Recuperado de https://www.theglobeandmail.com/news/politics/nafta-renegotiations-trump-canada/arti-cle33715250/28 Gillespie, P. (2017). México está listo para retirarse del TLCAN: Videgaray. Expansión. Re-cuperado de http://expansion.mx/economia/2017/03/24/mexico-esta-listo-para-retirarse-del-tl-can-videgaray. Cfr. Mientras que el Sr. Trump acotó que va a matar TLCAN si no es capaz de negociar un mejor Tratado. CNBC. Recuperado de http://www.cnbc.com/2017/04/30/trump-sa-ys-hell-kill-nafta-if-hes-not-able-to-renegotiate-a-better-deal.html. 29 Ramírez Hernández R. (2017). Denunciar el TLCAN: consecuencias jurídicas (1). Comercio de Bienes. El Universal. Recuperado de http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/columna/ricardo-ramirez-hernandez/cartera/2017/02/2/denunciar-el-tlcan. Cfr. Ramírez Her-

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Por tanto, actualmente existen tres posibles escenarios: una renegociación trilateral del obsoleto TLCAN de hace 23 años; una negociación bilateral en-tre las partes del TLCAN; o una retirada sin negociación de las partes. Debi-do a que los tres países parten de TLCAN también formaron parte del TPP, la base de la renegociación del TLCAN puede ser el TPP.30 Por ejemplo se ha di-cho que el TPP puede servir como modelo para temas de: “inversión, comercio electrónico, telecomunicaciones, servicios financieros y medidas disconfor-mes”.31 De hecho se le ha llamado modernización, o mejora, del TLCAN, pues algunas de las partes pretenden incluir capítulos que se lograron acordar en el TPP y no existían en el TLCAN.

Sin embargo, el TPP no podrá ser la única base de la negociación, debido a que la bancada asiática y la sudamericana que pertenecían al TPP no entra-rá en la negociación del TLCAN. Por ello cada uno de los países parte del TL-CAN examinará con atención sus sectores más sensibles, para actualizar sus posiciones ofensivas respecto de los diferentes productos.32 En el caso de Ca-nadá, por ejemplo, los lácteos, la madera blanda y los licores son de sus sec-tores centrales a negociar. En el caso se EUA son: los autos, las autopartes (reglas de origen), derechos de los consumidores.

En el caso de México, por ejemplo, serán: azúcar, electrónicos, autopartes, etcétera. También existen áreas que políticamente son delicadas para EUA, donde México anteriormente aprovechó para suspender beneficios. Este es

nández R. (2017). Denunciar el TLCAN: consecuencias jurídicas (2). Comercio de Servicios. El Universal. Recuperado de http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/columna/ricar-do-ramirez-hernandez/cartera/2017/02/16/denunciar-el-tlcan. Cfr. Ramírez Hernández R. (2017). Denunciar el TLCAN: consecuencias jurídicas (3). Otros temas y parte institucional. El Univer-sal. Recuperado de http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/columna/ricardo-rami-rez-hernandez/cartera/2017/03/2/denunciar-el-tlcan. Cfr. Ramírez Hernández R. (2017). Denun-ciar el TLCAN: consecuencias jurídicas. Última parte: solución de controversias y conclusión. El Universal. Recuperado de http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/columna/ricar-do-ramirez-hernandez/cartera/2017/03/16/denunciar-el-tlcan30 Despite being reviled by Donald Trump, the TPP may offer a quick fix for outdated NAFTA. Financial Post. Recuperado de http://business.financialpost.com/news/economy/despite-being-reviled-by-donald-trump-the-tpp-may-offer-a-quick-fix-for-the-outdated-nafta. 31 Malpica Soto, G. (2017). Retos y oportunidades para México en la renegociación del TLCAN, TPP y TLCUEM: La política comercial de México: comercio de servicios e inversión. Conferencia en la Biblioteca Pública de Jalisco. Guadalajara, México: UDG.32 NAFTA checklist: from dairy to liquor, a handy guide to key issues, as formal process set to start. Financial Post. Recuperado de http://business.financialpost.com/news/economy/nafta-checklist-from-dairy-to-liquor-a-handy-guide-to-key-issues-as-formal-process-set-to-start.

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el caso cuando EUA suspendió –en marzo de 2009– el programa piloto para el transporte transfronterizo. En esa ocasión se identificaron 120 productos en 35 estados de EUA que son claves electoralmente. México decidió imponer aranceles a 89 productos en total de hasta 45% sobre 2,400 millones de dóla-res.33 En otras palabras se tiene que analizar estratégicamente la negociación respecto de ciertos productos que son altamente competitivos en ciertos es-tados, como sería el caso de California (pistaches); Filadelfia (leche); Washin-gton (manzanas); Centro (granos), etcétera.

Con independencia del resultado de la renegociación del TLCAN habrá que llevar a cabo modificaciones en los distintos niveles estructurales de Mé-xico. En el Gobierno se deberán: incorporar nuevos oficiales gubernamenta-les; aumentar la infraestructura; reducir barreras no arancelarias de la mano del sector privado, etcétera. En el sector privado se deberá: explorar nuevos mercados; hacer alianzas (gobierno y otros); incorporarse a cadenas globales de valor; crear nuevas rutas, etcétera. En las instituciones educativas habrá que: formar nuevas generaciones de expertos; actualizar a los funcionarios gubernamentales; informar al sector privado, etcétera.

Aunque se firmaron numerosos TLC a partir de la entrada en vigor del TLCAN hubo un fenómeno importante ante el lento avance de las negociacio-nes en el seno de la OMC (entre 2000 y 2012). Muchos de sus miembros con-sideraron que la vía para avanzar en la liberalización de ciertas materias era mediante acuerdos plurilaterales. Algunos de estos acuerdos (Alianza del Pa-cífico, TPP, RCEP, TTIP) recibieron el nombre de “acuerdos mega regionales” en la jerga internacional y tomaron su auge en 2012 y 2013.34

alianza del PaCífiCo

La Alianza del Pacífico se creó en abril 2011 por Chile, Colombia, México y Pe-rú. Esta iniciativa regional tiene como objetivos la libre circulación de bienes, servicios, capitales, personas y economía, impulsando el desarrollo económi-

33 Silva, A.; Urbina, A. (2017). Esto es lo que pasa cuando EU y México se pelean por comercio. El Financiero. Recuperado de http://www.elfinanciero.com.mx/bloomberg/esto-es-lo-que-pasa-cuando-eu-y-mexico-se-pelean-por-comercio.html34 Baldwin, R. (2014). What are mega-regional trade agreements? World Economic Forum. Recu-perado de https://www.weforum.org/agenda/2014/07/trade-what-are-megaregionals/

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y De InveRsIón (multIlateRal, pluRIlateRal y bIlateRal)

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co siendo una plataforma política de integración económica y comercial con énfasis en la región Asia–Pacífico. El conjunto de países constituye la 8va eco-nomía del mundo, y 49 países cuentan con la calidad de observadores. Uno de los pilares es el protocolo comercial de la alianza del pacífico, el cual pre-vé el establecimiento de una zona de libre comercio entre sus miembros.35 El pilar comercial de esta iniciativa es un TLC celebrado entre los miembros de la alianza, entrando en vigor el 01 mayo de 2016 el cual liberalizó 92% de los productos abarcados.

A partir de la entrada en vigor todos los países miembros de la Alianza del Pacífico han estado trabajando en la aplicación a sus ordenamientos naciona-les sobre lo acordado en el pilar comercial. Por ejemplo, en acceso a mercados 92% de líneas arancelarias se liberalizaron, el resto de los productos (excepto los altamente sensibles) se desgravarán en menos de siete años. Respecto de las reglas de origen, los países acordaron la implementación de un sistema de Certificación de Origen Electrónica (COE).36

En cuanto a la facilitación de comercio y para agilizar el despacho de las mercancías los países acordaron simplificar procedimientos, automatizar pro-cesos aduaneros y crear sistemas de actuación racionalizados basados en la gestión del riesgo. También están promoviendo la interoperabilidad de sus ventanillas únicas, y programas de operador económico autorizado. En lo re-ferente a obstáculos técnicos al comercio (OTC) y las medidas sanitarias y fitosanitarias los países miembros estarán llevando a cabo trabajos en el mar-co del acuerdo interinstitucional de cooperación, que celebraron las autorida-des sanitarias de los países de la Alianza del Pacífico en materia de productos farmacéuticos, formando parte de los trabajos de cooperación regulatoria del Grupo de OTC. También intentan identificar elementos que podrían llevar a la armonización de regulaciones.37

35 Alianza del Pacífico. Recuperado de https://alianzapacifico.net/que-es-la-alianza/36 Alianza del Pacífico, grupos técnicos, comercio e integración. Recuperado de http://alianzapa-cifico.net/temas-de-trabajo/#!grupo=comercio-e-integracion37 Alianza del Pacífico, grupos técnicos, comercio e integración. Recuperado de http://alianzapa-cifico.net/temas-de-trabajo/#!grupo=comercio-e-integracion

Edna RamíREz RoblEs194 •

tPP

La negociación y aprobación del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Eco-nómica o Tratado de Asociación Transpacífico38 (por sus siglas en inglés TPP) se conformó por 12 países39 de cuatro regiones del mundo (Norteamérica, Sudamérica, Oceanía y Asia). El TPP fue una ampliación del TLC, inicialmen-te celebrado por Brunei, Chile, Nueva Zelandia y Singapur que entró en vigor desde el 01 enero de 2016. El TPP fue considerado como el Acuerdo más am-bicioso en cuanto a cantidad de materias y nivel de estándares que se inclu-yeron. El TPP incluía 30 capítulos que abarcaban el comercio de mercancías, de servicios, la contratación pública, los derechos de propiedad intelectual, el medio ambiente, las pymes, el comercio electrónico y otros temas relaciona-dos con internet y la economía digital.

Además se calculaba que iba a afectar 40% de la economía mundial. Esta negociación comenzó en 201240 y concluyó en octubre 2015. Estaba pendien-te de que este acuerdo fuera ratificado por los parlamentos de los doce países que lo negociaron. Aunque la mayoría de los países signatarios ya lo habían ratificado en sus respectivos Parlamentos, este no fue el caso del Congreso Americano. Para concluir el presidente Trump, en su primer día de empleo 23 enero 2017, firmó, entre otras, la orden ejecutiva para retirarse del TPP.41 Con esto cumplía su promesa de campaña, donde el argumento que utilizó fue que era un acuerdo muy malo para los trabajadores estadounidenses.

Después de la retirada del presidente Trump del TPP, los mandatarios de los países parte del acuerdo, más China y Corea del Sur, se reunieron el 14 y 15 de marzo 2017 en Viña del Mar, Chile.42 El diálogo fue de alto nivel, donde ministros y altos representantes de 15 países involucrados sostuvieron reu-

38 Tratado de Asociación Transpacífico (TPP). Recuperado de http://www.gob.mx/trata-do-de-asociacion-transpacifico39 Australia, Brunéi Darussalam, Canadá, Chile, Estados Unidos, Japón, Malasia, México, Nue-va Zelandia, Perú, Singapur, Vietnam.40 Cabe destacar que no todos los países comenzaron la negociación al mismo tiempo. Por ejem-plo México se adhirió en diciembre de 2012.41 Bradner, E. (2017). Trump´s TPP with drawal: 5 things to know. CNN. Recuperado de http://edition.cnn.com/2017/01/23/politics/trump-tpp-things-to-know/index.html. 42 Notimex (2015). Inicia en Chile reunión Alianza Pacífico, TPP, China y Corea del Sur. Noticias MVS. Recuperado de http://www.noticiasmvs.com/#!/noticias/inicia-en-chile-reunion-alianza-pa-cifico-tpp-china-y-corea-del-sur-628

RepensaR el DeRecho InteRnacIonal comeRcIal

y De InveRsIón (multIlateRal, pluRIlateRal y bIlateRal)

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niones confidenciales con el objeto de llevar a cabo iniciativas de integración en la región Asia-Pacífico. Esta reunión fue convocada por Chile, país que pre-side la Alianza del Pacífico (además la integra México, Colombia y Perú).

El 02 de mayo de 2017 altos representantes de once países del TPP se re-unieron en Toronto, Canadá, para repensar los caminos que las partes signa-tarias pueden seguir después de la retirada de EUA del acuerdo. Una de las opciones es que los once países restantes continúen en el TLC, haciendo los ajustes necesarios a nuevas negociaciones, las cuales se les conocerían como TPP-11 y Japón ha sido uno de los grandes impulsores.

Posteriormente, el 22 de mayo de 2017 en Hanoi, Vietnam, los líderes in-tegrantes del TPP-11 en el marco de la reunión del Foro de Cooperación Eco-nómica Asia–Pacífico (APEC por sus siglas en inglés) acordaron un plan de acción para que este TLC entrara en vigor de forma expedita. La meta es que el acuerdo entre en vigor antes de la siguiente reunión del APEC, prevista en Danang, Vietnam, los próximos 10 y 11 de noviembre 2017.

rCeP

El anuncio de iniciación del Acuerdo Regional Económico Comprensivo (RCEP por sus siglas en inglés) se dio en noviembre de 2012, y su primer ronda ne-gociación fue en mayo de 2013 en Brunei. Este magno acuerdo es conformado por 16 países asiáticos. Diez son miembros del ASEAN,43 tres son miembros de ASEAN más tres44 y tres son miembros de ASEAN más seis.45 La población de los miembros de RCEP representa casi la mitad de la población del mundo.

RCEP es un Acuerdo menos ambicioso que el TPP, pues su principal ob-jetivo es la reducción de aranceles en bienes. Su cobertura en materia de servicios es más modesta, y cabe destacar que no buscaría la protección de derechos laborales ni de medio ambiente. Los Miembros de RCEP han lleva-do a cabo 18 rondas de negociación, la última fue en mayo de 2017. Se tiene planeada la ronda número 19 de negociación en julio de 2017 en India, y la número 20 en octubre en Corea del Sur.

43 Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia, Brunei, Vietnam, Laos, Myanmar, Cambo-dia.44 China, Japón y Corea del Sur.45 India, Australia y Nueva Zelandia.

Edna RamíREz RoblEs196 •

Los líderes que encabezan el establecimiento de esta futura área de libre comercio de 3.5 billones de personas han manifestado, explícitamente, que intentan concluir a finales de 2017. Sin embargo, ya ha habido opiniones por ejemplo del Ministro de Economía de Nueva Zelandia, quien expone que será muy difícil logren esta meta. Ha sido palpable que China va a aprovechar las oportunidades que EUA acaba de perder con su salida del TPP.46 Según sus ac-ciones se puede concluir que China primero se asegurará de concluir el RCEP, y después se ocupará de posicionarse en la región Asia-Pacífico, pues estará en una situación mucho más fuerte. El riesgo es que el RCEP contendrá ba-jos estándares en ciertas materias, por ejemplo laboral o medioambiental, las cuales podrían incorporarse en el resto de los TLC donde China pertenezca.

El principal obstáculo, como ya ocurrió a nivel multilateral, en la OMC en el pasado es la rígida postura de India para reducir aranceles.47 Independien-temente de cuándo pueden terminar estas negociaciones resulta importante no perder el foco que la participación de India puede llegar a ser un obstácu-lo importante para la conclusión de este TLC, particularmente si se llegara a tocar el área de seguridad alimentaria.

ttiP

La negociación del Tratado de Libre Comercio e Inversión Transatlántico (TTIP por sus siglas en inglés) entre EUA y la UE podría representar la libera-lización del mercado de las dos economías industrializadas más grandes del mundo. Las partes en este posible acuerdo celebraron su primera ronda de negociaciones en julio de 2013. Fue hasta octubre 2016 cuando llevaron a ca-bo la ronda de negociación número 15, y a partir de ahí el tema quedo sus-pendido.48

Aunque es incierto cuándo o si existirá alguna nueva ronda de negociación de este TLC, la Comisión Europea emitió un informe respecto de lo ocurri-

46 Riley, C. (2017). Trump´s decisión tokill TPP leavesdoor open for China. CNN Money. Recupe-rado de http://money.cnn.com/2017/01/23/news/economy/tpp-trump-china/47 Reuters (2017). Disagreement surface over China-backed Asia trade deal. Bilaterals.org. Re-cuperado de http://www.bilaterals.org/?disagreements-surface-over-china&lang=en48 US–EU Joint Report on T-TIP Progress to Date. USTR. Recuperado de https://ustr.gov/about-us/policy-offices/press-office/press-releases/2017/january/us-eu-joint-report-t-tip-progress-0

RepensaR el DeRecho InteRnacIonal comeRcIal

y De InveRsIón (multIlateRal, pluRIlateRal y bIlateRal)

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do en la decimoquinta ronda.49 Hasta esta ronda el TTIP buscaba la liberali-zación y reglamentación de tres pilares principales: acceso a los mercados; componente reglamentario; y normas. Ambas partes buscaban acceso a los mercados en cuanto a mercancías, contratación pública, comercio de servi-cios y normas de origen.

También uno de los grandes logros es que en el componente reglamenta-rio se habían identificado sectores clave para ambas partes. Este es el caso de los productos: farmacéuticos, cosméticos, textiles, de tecnologías de la infor-mación, sanitarios, de ingeniería, químicos y plaguicidas, además de automó-viles. Por último, en materia de normas habían incluido: comercio y desarrollo sostenible; comercio de energía; y materias primas; PYMES; aduanas y facili-tación del comercio; propiedad intelectual; inversión; solución de diferencias entre Estados y cuestiones jurídicas e instituciones.

A partir de noviembre 2016 no se han celebrado más rondas de negocia-ción y ambas partes se culpan mutuamente, porque esto no ha ocurrido. Los estadounidenses opinan que se pudieran retomar las negociaciones de este TLC sería después de las elecciones en Alemania. Por su parte los europeos opinan que están listos para retomar negociaciones, siendo la Comisión Eu-ropea que negocie en nombre de los Estados Miembros de forma bilateral, pues el Presidente Donald Trump está en contra de las negociaciones plurila-terales o multilaterales.50

No olvidemos también que este TLC representa el punto de encuentro de los dos factores que han conmocionado el sistema internacional comercial a partir de 2016, BREXIT y las nuevas políticas proteccionistas del presidente Trump. Es claro que este acuerdo va de la mano de intereses políticos inter-nacionales, los cuales en este momento no son fáciles de resolver. Este es otro ejemplo de cuando la política prima ante el derecho. En el caso de los acuer-dos plurilaterales creados en el periodo de estudio, y que atienden a una sola disciplina en la arena internacional, destacaron los siguientes TLC.

49 Comisión Europea (2016). Informe sobre la decimoquinta ronda de negociaciones de la Aso-ciación Transatlántica de comercio e inversión. Recuperado dehttp://trade.ec.europa.eu/doclib/docs/2016/december/tradoc_155132.pdf. 50 Tomlinson, C. (2017). Merkel floats fake news at Trump presser: TTIP deal is “bilateral”. Breibart. Recuperado de http://www.breitbart.com/london/2017/03/18/merkel-floats-fake-news-trump-presser-ttip-deal-bilateral/

Edna RamíREz RoblEs198 •

dereCho internaCional ComerCial y de inversión Plurilateral unidisCiPlinario

aCuerdo sobre el ComerCio de serviCios aCs (Por sus siGlas en inGlés tisa)

Las negociaciones del Acuerdo sobre el Comercio de Servicios (ACS) se iniciaron en marzo de 2013.51 Este acuerdo está siendo negociado por 23 miembros de la OMC.52 Estos miembros en su conjunto representan 70% del comercio mundial en este sector. Si bien este acuerdo se basa en el existente Acuerdo Multilateral en Materia de Servicios (Acuerdo General de Comercio de Servicios AGCS) de la OMC, también incorpora algunas de propuestas que se han hecho en el marco de las negociaciones del AGCS en la Ronda de Doha, que aún no se han concluido.

Aunque las negociaciones se iniciaron en marzo de 2013 fue hasta no-viembre de 2016 que se celebraron 21 rondas de negociación, desde esa fe-cha las negociaciones se encuentran estancadas y las partes participantes no han vuelto a convocar una siguiente ronda de negociación. Después de la últi-ma ronda de negociación todas las partes que se encuentran negociando este acuerdo decidieron hacer un corte de caja respecto de los avances logrados. Esto tiene el objetivo de esperar a que EUA decida continuar o no siendo parte.

aCuerdo de bienes ambientales aba (Por sus siGlas en inGlés eGa)

Varios Miembros de la OMC, exactamente 46 (representados por 18),53 comen-zaron a celebrar el 08 de julio de 2014 negociaciones para eliminar aranceles de productos considerados como ambientales. Estos miembros de la OMC re-presentan la mayoría del comercio internacional de productos ambientales, por ejemplo las turbinas eólicas o los paneles solares. Este acuerdo pretende:

51 Acuerdo sobre el Comercio de Servicios (ACS), Comisión Europea. Recuperado de http://ec.europa.eu/trade/policy/in-focus/tisa/index_es.htm52 Australia, Canadá, Chile, Colombia, Corea, Costa Rica, EEUU, Hong Kong, Islandia, Israel, Japón, Liechtenstein, Mauricio, México, Noruega, Nueva Zelanda, Pakistán, Panamá, Perú, Suiza, Taiwán, Turquía y la Unión Europea.53 Australia; Canadá; China; Corea; Costa Rica; EEUU; Hong Kong, China; Islandia; Israel; Japón; Liechtenstein; Noruega; Nueva Zelandia; Singapur; Suiza; Taipei Chino; Turquía y la UE.

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y De InveRsIón (multIlateRal, pluRIlateRal y bIlateRal)

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Proteger el medio ambiente y clima, como es el caso de la generación de

energía limpia y renovable, la utilización más eficiente de energía y recur-

sos, la lucha contra la contaminación del aire, la gestión de desechos, el

tratamiento de aguas residuales, la vigilancia de la calidad del medio am-

biente y la lucha contra la contaminación acústica.54

Se llevaron a cabo 18 rondas de negociaciones. La última se celebró en Ginebra, Suiza, el 27 de noviembre al 01 de diciembre de 2016, y no se han celebrado más rondas similar al ACS, después de las elecciones de EUA, los negociadores decidieron frenar las rondas hasta saber si EUA continuará siendo parte o no de este acuerdo.

aCuerdo sobre teCnoloGía de la informaCión (ati) amPliado

El Acuerdo sobre Tecnología de la Información (ATI) inicialmente fue conclui-do en diciembre de 1996, cuando se celebró la Conferencia Ministerial de Sin-gapur. El ATI pretende eliminar por completo los aranceles de los productos de tecnología de la información, acordados por las partes signatarias de este. Participaron en inicio únicamente 29 Miembros de la OMC, y con el paso del tiempo se llegó a extender a 82.55 En diciembre de 2015 decidieron ampliar 24 participantes (representan 53 Miembros) del ATI la cobertura.

En la Conferencia Ministerial de Nairobi, de diciembre de 2015, se acor-dó la ampliación del Acuerdo sobre Tecnología de la Información (ATI). Esta ampliación versa que 24 partes signatarias (representan 53 Miembros de la OMC) decidieron expandir la cobertura con 201 productos adicionales de tec-nología de la información y las comunicaciones de nueva generación. A pesar de que las partes del ATI acordaron que la desarancelización iba a ocurrir a lo largo de tres años, la mayoría de los participantes en menos de uno comen-zaron a aplicar las modificaciones pactadas. En este sentido el 15 de septiem-bre de 2016 China comenzó a aplicar las primeras reducciones arancelarias.56

Canadá declaró que 18 de los 24 participantes ya habían modificado sus

54 Organización Mundial del Comercio. Recuperado de www.wto.org55 El Acuerdo sobre Tecnología de la Información (ATI), Organización Mundial del Comercio. Recuperado de https://www.wto.org/spanish/tratop_s/inftec_s/inftec_s.htm56 La mayoría de los participantes ya ha comenzado a aplicar los compromisos del ATI amplia-

Edna RamíREz RoblEs200 •

aranceles. El 01 de noviembre de 2016 la mayoría de las partes del ATI co-municaron que ya habían comenzado a modificar los aranceles aduaneros, en virtud de los compromisos contraídos en el ATI. Sin lugar a dudas este es un ejemplo notable de un acuerdo plurilateral unidisciplinario que ha segui-do avanzando. En el ATI las partes signatarias profundizaron su integración, tanto en el número de compromisos adquiridos inicialmente como en el de participantes.57

Cabe destacar que aunque sean 24 las partes signatarias (representan 53 Miembros de la OMC), los beneficios acordados serán otorgados a todos los Miembros de la OMC (164). Multilateralizar lo acordado de manera plurilateral es otra manera de crear nuevas normas en ámbitos que todos los Miembros no lograrían llegar a un acuerdo. Esta plausible manera de otorgar beneficios multilaterales (a través de los plurilaterales) brinda un ejemplo para avanzar multilateralmente en materias específicas.

rePensar el dereCho internaCional ComerCial y de inversión bilateral

estados unidos de amériCa

El presidente Donald Trump ha mencionado repetidamente su predilección por el bilateralismo ante el multilateralismo.58 También ha tomado acciones en este sentido. Es decir, respecto al TLCAN el mensaje del mandatario Trump ha sido confuso y aunque ya se anunció una renegociación trilateral se ha mani-festado, diciendo que podía negociar dos acuerdos bilaterales con Canadá y con México respectivamente.

do, Organización Mundial del Comercio. 1 de noviembre de 2016. Recuperado de https://www.wto.org/spanish/news_s/news16_s/ita_01nov16_s.htm. 57 Idem.58 News release (2017). Presidential Memorandum Regarding Withdraw of the United States from the Trans-Pacific Partnership Negotiations and Agreement. The White House. Recupera-do de https://www.whitehouse.gov/the-press-office/2017/01/23/presidential-memorandum-re-garding-withdrawal-united-states-trans-pacific. Tomlinson, C. (2017). Merkel floats fake news at Trump presser: TTIP deal is “bilateral”. Breibart. Recuperado de http://www.breitbart.com/london/2017/03/18/merkel-floats-fake-news-trump-presser-ttip-deal-bilateral/

RepensaR el DeRecho InteRnacIonal comeRcIal

y De InveRsIón (multIlateRal, pluRIlateRal y bIlateRal)

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Con China el 14 de mayo de 2017 EUA consiguió un acuerdo respecto de la carne de res. Pekín permitirá que a partir del 16 de julio de 2017 la carne de res estadounidense entre a China, precisamente el día 100 del plan de 100 días.59 Asimismo, EUA comenzó a explorar la posibilidad de establecer un TLC con Inglaterra con la visita a Estados Unidos de Teresa May, en marzo de 2017. Si llegaran a celebrar un TLC los intereses de ambos países van más allá de una desarancelización de bienes, del campo de los servicios financieros, del reconocimiento mutuo de ciertas profesiones como los abogados, comercio electrónico, compras gubernamentales, etcétera.60

EUA también comenzó a examinarla opción de firmar un TLC con Japón. Esto se manifestó con la visita del vicepresidente Mike Pence y el secretario de comercio Wilbur Ross a Japón. Este podría ser un TLC que, en vez de en-focarse en reducciones arancelarias, los haría en ambiente de negocios, redu-cir barreras en el comercio digital, y todas las disciplinas incluidas en un TLC moderno.61 Un momento adecuado es el EUA–Japón, cuando se dio el Diálo-go Económico a finales de 2017. Sin embargo, Japón ha mostrado más interés en reactivar el TPP–11 que en concluir un TLC con EUA de forma bilateral.62

inGlaterra

El nombramiento que Teresa May hizo al ex embajador de Nueva Zelandia an-te la OMC, Crawford Falconer, tiene la intención de ser el jefe negociador de TLC de Inglaterra con el mundo.63 Aún es pronto para celebrar varios TLC, pues primero Inglaterra tiene que estar fuera de la Unión Europea para poder negociarlos, y esto será no antes de 2019. Sin embargo, se están preparando cabalmente para afrontar el reto de la mejor manera.

59 Chang, G. (2017). Trump´s new China deal may increase US trade déficit. Forbes. Recuperado de https://www.forbes.com/sites/gordonchang/2017/05/14/trumps-new-china-deal-may-increa-se-u-s-trade-deficit/#1baa01db62ff60 Welsh. (2017). What a post – Brexit free trade deal between the US and UK could mean for London. Citya.m. Recuperado de http://www.cityam.com/262054/post-brexit-free-trade-deal-be-tween-us-and-uk-could-mean61 Walters, R. /2017). A US–Japan Free Trade Agreement in 2018. The Heritage Foundation. Re-cuperado de http://www.heritage.org/global-politics/report/us-japan-free-trade-agreement-201862 Morales, R. (2017). Socios reviven al TPP sin Estados Unidos. El Economista. Recuperado de http://eleconomista.com.mx/industrias/2017/05/22/socios-reviven-tpp-sin-estados-unidos. 63 Morales, A. (2017). This former New Zealand Minister will lead Brexit Trade Talks. Bloom-berg. Recuperado de https://www.bloomberg.com/news/articles/2017-06-16/may-names-craw-ford-falconer-as-u-k-chief-trade-talks-adviser

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unión euroPea

En la actualidad se encuentra profundizando sus relaciones comerciales con terceros países. Un ejemplo de esto es México con su TLCUEM, lo cual en mayo de 2016 comenzaron con las rondas de negociación para su moderni-zación.64 Esto se debido a tres principales razones: a) la primera se da con el Tratado de Lisboa y los Estados Miembros transfirieron competencias comu-nitarias hacia la Comisión Europea como es el caso de inversión. Debido a esto, los APRIS que se tienen con cada Estado Miembro ahora serán parte de un capítulo de inversión.

En segundo lugar ambas partes están interesadas en modernizar el TL-CUEM, en cuanto a la profundidad del acuerdo y la cobertura de las mate-rias. En tercer lugar resulta importante reajustar ciertos temas comerciales, los cuales en el futuro afectarán al momento de la salida de Inglaterra (Brexit). Además, la UE concluyó negociaciones de un nuevo TLC con Canadá (por sus siglas en inglés CETA) y el Parlamento Europeo votó a su favor el 15 de febre-ro de 2017. Ahora solo falta la ratificación de cada uno de los Parlamentos de los Estados Miembros para que pueda entrar en vigor.65

China

China y Canadá ya han llevado a cabo dos rondas de negociaciones para esta-blecer un TLC. La intención es incrementar relaciones comerciales en cuanto al ámbito de aplicación de intercambios comerciales en sectores tecnológica-mente sofisticados.66 Por su parte, el gobierno chileno declaró el 23 de enero de 2017 un anuncio de su intención por negociar TLC con países como Chi-na, Corea del Sur y otros miembros del TPP.67

64 European Commission, Trade. Recuperado de http://ec.europa.eu/trade/policy/coun-tries-and-regions/countries/mexico/65 European Commission, Trade, EU – Canada, Comprehensive Economic and Trade Agree-ment (CETA). Recuperado de http://ec.europa.eu/trade/policy/in-focus/ceta/66 Gordon, S. (2017). China envoy reaffirms importance of Canada-China free- trade talks. The Globe and Mail. Recuperado de https://www.theglobeandmail.com/news/politics/china-envoy-re-affirms-importance-of-canada-china-free-trade-talks/article34840486/67 Morales, R. (2017). Chile quiere salvar lo que queda del TPP e invita a China a pláticas. El Economista. Recuperado de http://eleconomista.com.mx/industrias/2017/02/03/chile-quiere-sal-var-lo-que-queda-tpp-e-invita-china-platicas

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méxiCo

México al igual que numerosos países en el mundo –se incluyen los estu-diados en este manuscrito– cuenta con un amplio andamiaje de TLC. Es-pecíficamente con doce TLC con 46 países; 29 APRIS; seis acuerdos de complementación económica y tres acuerdos de alcance parcial. En el caso de los TLC el primero fue el TLCAN (1994), y posteriormente entraron en vi-gor otros con: Colombia (1995); Chile (1999); Israel (2000); la UE (2000) EF-TA por sus siglas en inglés; (Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza) (2001); Uruguay (2004); Japón (2005); Perú (2012); Centroamérica (2013); Panamá (2015); Alianza del Pacifico (2015).68

México ha decidido profundizar sus relaciones bilaterales con países la-tinoamericanos. Por ejemplo, el secretario de Relaciones Exteriores anunció que México modernizará su TLC de 2004 con Uruguay.69 Asimismo, Méxi-co restableció pláticas para ahondar sus acuerdos comerciales con Brasil y Argentina. También hay nuevos TLC que se están negociando con países de otras regiones, esto ocurre con Turquía y Jordania. Como ya se había mencio-nado anteriormente México también participa en la negociación de los acuer-dos plurilaterales: TPP y TISA.

ConClusiones

dereCho internaCional ComerCial multilateral

• El AFC ha sido un ejemplo notorio de que existen posibilidades de avan-zar en el ámbito multilateral comercial. Sin dejar de lado la forma en que esto se logró, es decir, gracias a una forma distinta de negociar el res-to de los acuerdos en la Ronda de Doha. Para la ratificación del AFC fue fundamental apoyarse en otras organizaciones internacionales. Ade-más, también fue fundamental comenzar a aplicar a los ordenamien-tos nacionales las disposiciones internacionales, aunque estas aún no se habían acordado de forma vinculante. Este hecho fue ejemplo para avanzar creativamente en la creación y el cumplimiento del derecho.

68 Secretaría de Economía. Recuperado de www.economia.gob.mx69 Clemente, A. (2012). México profundiza TLC con Uruguay. El Financiero. Recuperado de http://www.elfinanciero.com.mx/nacional/mexico-profundiza-tlc-con-uruguay.html

Edna RamíREz RoblEs204 •

• El camino del multilateralismo al plurilateralismo comienza cuando los miembros de la OMC sienten que encontrar acuerdos en la mayo-ría de las materias a nivel multilateral era cuesta arriba y una cuestión que implicaría mucho tiempo.

• Este trayecto del multilateralismo al bilateralismo no fue repentino, y la causa no fue exclusivamente de las actuales políticas proteccionis-tas. Este camino tuvo sus etapas claras, donde todos los Miembros de la OMC apostaban por encontrar acuerdos en la OMC (1995–2012). Sin embargo, ante la ausencia de progreso en numerosas áreas, en un segundo momento, los países decidieron intentar firmar los acuer-dos plurilaterales multidisciplinarios y unidisciplinarios (2012–2016). En 2016 se ve una pausa marcada en la conclusión y ratificación de la mayoría de acuerdos plurilaterales, y una inclinación seria por acor-dar tratos de forma bilateral.

dereCho internaCional ComerCial y de inversión Plurilateral

• La interdisciplinariedad intrínseca de la globalización generó que in-conformidades que son resultado de la migración, el empleo y la segu-ridad hayan lastimado el área comercial. Es interesante observar que en lugar de afectar profundamente el sistema comercial multilateral se vieron más perturbados los acuerdos plurilaterales.

• El fenómeno Brexit debe leerse desde una doble dimensión: como una fisura de un sistema comercial plurilateral que, a su vez, trae consigo un dinamismo de las relaciones bilaterales de Inglaterra con el mundo.

• El plurilateralismo multidisciplinario se ve minado a merced de deci-siones gubernamentales unilaterales con falta de proyecto integracio-nista, las cuales desmantelan el esfuerzo hecho por años para lograr una integración.

RepensaR el DeRecho InteRnacIonal comeRcIal

y De InveRsIón (multIlateRal, pluRIlateRal y bIlateRal)

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• Desafortunadamente los esquemas plurilaterales han sido los grandes perdedores de 2016 y 2017 por un conjunto de razones (p.ej. políticas proteccionistas); hay acuerdos como TTIP donde el Comercio de Ser-vicios (ACS) y de Bienes Ambientales (ABA) se observan con escasas posibilidades de éxito. Además, por razones similares otros acuerdos tendrán que ser reestructurados como es el caso del Tratado de Lis-boa de la UE, TLCAN y el TPP.

• Se observa que no todo está perdido, cuando los bloques como la Alianza del Pacífico sirven de pilar para la renegociación del TPP, co-mo se evidenció en la reunión que se celebró en Chile, donde comen-zó a plantearse la restructuración del TPP para convertirse en TPP–11.

• La salida de EUA del TPP generó el fortalecimiento de China, y en ge-neral el de Asia, donde el RCEP será el mega acuerdo regional más sig-nificativo en cuanto al tamaño del mercado a nivel mundial. Además, permitió que los miembros del TPP- 11 evalúen el posible ingreso de China y Corea del Sur al TPP.

• Aún existe la posibilidad de que exista un ajuste de lo plurilateral a lo bilateral con ciertos acuerdos, siendo el caso del TLCAN y el de Ingla-terra con terceros países.

• Es admirable que aunque Inglaterra sabe que se encuentra en un pro-ceso de arreglar sus acuerdos a nivel europeo, por el recién invocado Artículo 50, se está preparando agresivamente formando recursos hu-manos con el mejor talento mundial.

• El plurilateralismo unidisciplinario ha brindado lecciones donde ade-más de lograr acuerdos en materias específicas, como el caso de las tecnologías de la información, brindan esperanza para otorgar benefi-cios multilaterales.

Edna RamíREz RoblEs206 •

dereCho internaCional ComerCial y de inversión bilateral

• La profundización, renegociación o modernización de los existentes TLC además de las nuevas negociaciones son las acciones que prima-ran en este ámbito.

• Nos estamos enfrentando a un nuevo orden que, a su vez, no resulta tan nuevo. Es un nuevo orden, pues se dinamitan firmas de TLC en-tre socios que nunca habían tenido TLC entre ellos mismos como en-tre países desarrollados. Sin embargo, habrá un inevitable retroceso hacia las relaciones comerciales bilaterales. Ese capítulo, ya se había vivido en la historia, solo que los acuerdos comerciales no se habían sofisticado tanto como ahora.

• El bilateralismo jamás se detuvo, por ello los TLC proliferaron en su cobertura de materias y nivel de obligaciones.

• Además de los TLC bilaterales existentes ante la nueva realidad de Trump y Brexit se está realizando reajustes de lo plurilateral a lo bila-teral (TPP, TLCAN, Brexit vs UE).

• También se vislumbra un incremento de negociaciones entre iguales (EUA con Gran Bretaña y Japón o entre Canadá y la UE. Asimismo, México lo hace con Uruguay, Brasil y Argentina.

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la dinámiCa reCiente del CreCimiento en la eConomía Global a través del Cambio instituCional

Adrián de León Arias*

introduCCión

Los retos para comprender/explicar la economía global hacia la mitad de la segunda década del siglo XXI, siguiendo el capítulo de Macario Schettino en este libro, se identifican a través de un análisis del desempeño reciente de la economía global de los Estados Unidos de América y de México, el cual per-mite presentar dinámicas similares y diferentes que marcan las perspectivas de un crecimiento económico para ambos países. En particular se retoma la explicación donde aspectos del desarrollo institucional condicionan la diná-mica económica.

El capítulo del profesor Schettino explica, en un agudo enfoque, las princi-pales características de los cambios de la economía global, centrándose prin-cipalmente en los casos de Estados Unidos de América y de México; incluye otros países solo con propósitos comparativos. Su análisis se basa en una perspectiva de economía institucional en un sentido amplio, esto refiere iden-tificar el rol de ciertas instancias fundamentales caracterizadas por hábitos, rutinas, componentes esenciales del comportamiento social tales como el te-mor a perder el status, la ausencia del estado de derecho que determinan o condicionan la dinámica de la vida económica en general, incluyendo el cre-cimiento o su evolución.1

1 Una característica distintiva del pensamiento institucionalista es el análisis del crecimiento en la perspectiva, un tanto, biologisistas de la evolución.

* Doctor en Economía por la Universidad de Notre Dame, Indiana, Estados Unidos. Miembro del SIN (Nivel II), y Profesor Investigador en la Universidad de Guadalajara. Ha colaborado como consultor para instituciones como CONACYT, Latin American Trade Network y Global Economic Development (OECD). Realiza docencia e investigación en las áreas de Desarrollo Económico Regional, Macroeconomía, y Crecimiento Económico: [email protected]

Adrián de León AriAs208 •

La propuesta del profesor Schettino se inserta en una perspectiva más am-plia, la cual desde el punto de vista de la historia del pensamiento económico social se ubica alrededor de Veblen (1857-1929), Galbraith (1908-2006), Myr-dal (1898-1987) y Hodgson (algunos como Hodgson incluirían a Karl Marx), y su versión actual representada por Acemouglu en tanto representante del de-nominado nuevo institucionalismo como factor determinante del crecimiento económico (Acemouglu & Robinson, 2012).2

Es relevante señalar que propuestas de análisis como la ofrecida por el profesor Schettino amplían sustancialmente el debate actual sobre los retos de la economía global, mientras abonan en una perspectiva de algún modo alternativa, donde se reconoce y agradece la provocación intelectual. En este capítulo se complementa, y de alguna manera se propone, contextualizar e in-tegrar la propuesta del profesor Schettino, con algunas notas/observaciones derivadas de la literatura de los autores mencionados.

Además se toman algunos hechos estilizados adicionales a fin de identifi-car áreas de interés analítico y de política económica que permitan valorar y, en su caso, enriquecer una propuesta de recuperación del crecimiento econó-mico a través de reformas institucionales. Se tiene el propósito de exposición en este capítulo, donde se presenta enseguida una sección analítica centrada en los Estados Unidos de América, y en una segunda sección se da el análisis sobre México; en la sección final se presentan las conclusiones.

estados unidos de amériCa instituCionalismo y eConomía Global

En relación con la economía global, en particular sobre los Estados Unidos de América, el profesor Schettino señala que el auge de los nacionalismos y de los sucesos Donald Trump y BREXIT no fue tanto una reacción por la pérdida de empleo en esos países, ni mayor desigualdad, sino aquello que pudo haber influido en las decisiones de elección política que dio lugar a dichos eventos.

La explicación puede encontrarse en los datos de las características de los votantes a favor del BREXIT y de Donald Trump, las cuales resultan un tan-

2 Por la referencia a Macario Schettino y al rol de la comunicación podría incluirse a Gabriel Tarde (1843-1904), ubicado más por sus aportaciones a la sociología y recientemente reconocido por sus colaboraciones a la economía de la difusión y la comunicación (Latour y Lépinay, 2013).

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to similares. Esos votantes más bien se identifican entre los núcleos con al-tos ingresos y no altos, además no viven en las ciudades grandes y se ubican dentro de grupos de edad de 40 años y más con significativa adscripción reli-giosa y con bajos niveles de educación.

Un dato adicional que contribuye a contextualizar el hecho que no son factores meramente económicos los cuales explican las elecciones –BREXIT o Donald Trump– son los datos de desempeño reciente de la economía de los Estados Unidos de América. En particular se visualiza esto en las figuras 1 y 2, donde presento datos de desempleo y empleo desde 2008 a 2016.

En el caso de la figura 1 corresponde al desempleo, donde se observa una notable disminución a partir de 2009, pasando de 9.9% hasta prácticamen-te una disminución a la mitad con una tasa de 4.7% en 2016; estas cifras son acordes también a lo expuesto en la figura 2 donde se presentan los datos de empleo, en particular en 2009 cuando hay 129.7 millones de personas labo-rando, para 2016 el aumento corresponde a 15.7 millones, llegando a 145.5 millones de personas; el crecimiento además se presenta a un ritmo constan-te y positivo:

Figura 1. El mercado laboral en EEUU: tasa de desempleo

Fuente: US Bureau of Labour Statistics.

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Figura 2. El mercado laboral en EEUU: empleo

Fuente: US Bureau of Labour Statistics.

De todo lo anterior, Macario Schettino plantea que no es la economía lo que parece definir lo que está pasando, y centra su explicación en un análisis basa-do en la dinámica institucional. En particular, se refiere a un enfoque que, en mi opinión viene desde Veblen,3 donde lo significativo para Schettino es el con-cepto de cambio de status, donde “hay miedo porque el mundo cambia y lo que ellos conocen desaparece y su posición social desaparece con lo conocido”.

Para Schettino esta situación de cambio de status se ve amplificada por la extensión y modalidades de la comunicación. En particular se ubica con la con-solidación de los nuevos medios de comunicación (cine, radio, tv), donde estas se usaron para crear la ideas políticas rectoras de izquierda y derecha, además diluyen el concepto de nación, lo cual amplifica la noción de cambio de status.

Según Schettino este contexto no es ajeno a la tendencia de la “política del siglo XXI”, que ha dado lugar a una ampliación de tópicos tales como suspen-sión voluntaria de concepción, matrimonio homosexual, etcétera. En general, de acuerdo con Schettino, se puede reconocer que la combinación del temor a perder el status, su comunicación y los debates políticos recientes son aque-llo que ha generado esta reacción a la globalización.

3 Ver en particular Veblen (1974).

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Macario Schettino hace advertir que este contexto se facilita en un entorno donde a largo plazo la economía ha crecido y hay mayor expectativa de vida, menor pobreza y mayor escolarización. Este crecimiento viene de la disponi-bilidad de más recursos (humanos y naturales) y más productividad, tanto por cambio tecnológico como por mejores ideas y reglas. Sin dejar de notar algu-nos retos en términos de agotamiento del crecimiento de la población, precios bajos en materias primas y la profundización de la transformación tecnológica.

Al revisar la literatura de la economía institucional de Veblen, y otros eco-nomistas institucionalistas fundamentales tales como Galbraith y Hodgson, se advierten dos aspectos que podrían complementar esto: poder y tecnología, ya que no hay acceso universal a la comunicación, es decir, el acceso resulta desigual a los medios de comunicación donde algunos gobiernos, empresas o grupos empresariales tienen acceso privilegiado. Además, la tecnología pro-fundiza la diferencia entre actividades ligadas a trabajo cualificado y un cre-ciente número de actividades no ligadas al trabajo cualificado, que limitan el acceso a la parte privilegiada de la globalización.

La siguiente figura ilustra aquello que resultan los vértices de la dinámica ins-titucional bajo la globalización, así como su interacción:

Figura 3. Dinámica institucional

Fuente: elaboración propia.

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Al tomar como referencia esta trilogía podemos incorporar otros hechos estilizados que parecen dar cuenta de los cambios en la economía global. Así, por ejemplo si bien se asocia la globalización con una disminución de la po-breza a nivel mundial existen diferencias regionales donde la pobreza baja en China e India, y sube en Estados Unidos de América. También en términos de acceso a la tecnología se observa desigualdad en acceso a sectores “diná-micos”, así como a un estancamiento en sectores “tradicionales”.

La desigualdad en el acceso a los privilegios al mismo tiempo que los efec-tos en otros sectores pueden ilustrarse con lo sucedido en el llamado conflicto con el “camión google” en un barrio de San Francisco, California, en Estados Unidos (Goldman, 2013). Más aún algunos observadores económicos han identificado un agotamiento en el crecimiento económico en Estados Unidos, la Unión Europea y Japón que se ha denominado estancamiento secular de la economía,4 y se refleja en el producto interno bruto, productividad, salarios y otras variables económicas.

Solo para ilustrar, siguiendo a Gordon (2015), en la figura 4 se ilustra el comportamiento de la llamada productividad total de la economía a partir de 2003, donde se observa una estrepitosa caída del crecimiento anualizado de la productividad, si bien previo a la crisis de 2009 la productividad se mantendría alrededor de 1.5 % la crisis global precipitó una disminución más acelerada en el año siguiente, la cual al menos hasta 2015 no ha mostrado recuperación alguna planteándose en 0.5% anual:

4 Para una interpretación reciente del estancamiento secular véase Summers (2016); para una interpretación más histórica véase de León (2016).

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Figura 4. Estados Unidos de América. Crecimiento anualizado de la productividad to-

tal de la economía (1953-2015)

Fuente: Gordon (2015).

Es relevante también notar que respecto a la observación del profesor Schettino: “el concepto de nación se fue diluyendo”. Se podría notar que el concepto nación se ha consolidado al interior de los países y, siguiendo a Gal-braith (1967), se concentra en las corporaciones tales como empresas con po-der monopólico, partidos políticos y grupos de presión política; se expande hacia las relaciones inter-corporaciones.

En términos de debate político el profesor Schettino ofrece una aprecia-ción precisa de la aparición y multiplicación de “nuevos valores/temas” que profundizan la percepción de perdida de status en algunos grupos sociales. De tal manera, los cambios de 2016, tales como BREXIT y Donald Trump, no deben explicarse solo como reacción contra la globalización, sino al temor de perder status que se ve amplificado por las transformaciones en los medios y contenidos de la comunicación y el debate político.

En mi opinión la reacción a cambios, como los mencionados, adicional al sentido de pérdida de status se pueden relacionar con una pérdida material absoluta y relativa de condiciones materiales y niveles actuales y previsibles a futuro de vida. Las diversas transiciones económicas, tecnológicas, políti-cas y sociales se han hecho mayormente sin mecanismo de “amortiguamien-to” y “sin compensación”.

Adrián de León AriAs214 •

Podemos encontrar un símil en el TLCAN en relación con lo anterior, que como tratado comercial nunca se vinculó a instituciones que facilitaran la tran-sición de las empresas y trabajadores de los sectores “perdedores”. Y luego se culpa de su afectación a las propias empresas y trabajadores por no aten-der un modelo de negocio “ganador”. Es de notar que en un principio la firma del tratado se acompañó de temas paralelos en trabajo y medio ambiente, sin embargo solo tuvo un alcance limitado.

La reacción que motivan el BREXIT o Donald Trump no solo abren espa-cios a globalifobias y posiciones racistas como señala el profesor Schettino, si-no que desvía la atención al aspecto fundamental de la pérdida de condiciones materiales presentes y futuras que delinean una agenda de temas pendientes, las cuales difícilmente encuentran su lugar en los debates económicos recien-tes tales como el futuro de las pensiones, un acceso más equitativo a la edu-cación, la necesidad de un ingreso mínimo universal y aquella necesidad de un diseño de procesos amortiguados de reconversión laboral. Cabe señalar que los anteriores pendientes se van complicando por un cambio tecnológico sesgado al trabajo calificado, y un desmantelamiento de la estructura de pro-tección social presente y hacia futuro.

En relación con las expectativas económicas relativamente optimistas so-bre los Estados Unidos de América, tal como las presenta el profesor Maca-rio Schettino, mis perspectivas son un tanto más pesimistas, pues los datos de 2010 hacia 2015 muestran una significativo crecimiento correspondiente a un periodo de recuperación que siguió el impacto más directo de la crisis bancaria/financiera de 2008-2009, por lo cual sobredimensiona la aceleración en el crecimiento económico del periodo. Además, existen retos para la eco-nomía estadounidense que han sido planteados, tales como el estancamiento secular, el agotamiento del ciclo de recuperación de la crisis bancaria/finan-ciera, el riesgo que las bajas tasas de interés hayan inducido una burbuja fi-nanciera, entre otros.

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méxiCo

El profesor Macario Schettino empieza, en relación con el estudio de la eco-nomía mexicana, por ubicarlo por su dinamismo en términos de competitivi-dad global. En particular toma en consideración el ranking de competitividad global del Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés), donde des-taca un análisis que anticipa que México estaría pasando del lugar 12º de las mayores economías en 2010 al 7º en 2030, dependiendo de la productividad y grado de adaptación a la transformación tecnológica.

En el análisis específico de los indicadores del índice de competitividad global del Foro Económico Mundial para la economía mexicana Schettino pre-senta una evolución de cada una de las variables de manera diferenciada. De ello se desprenden tres obstáculos principales: I) Cuadros de alta calificación; II) Estado de Derecho; y III) Financiamiento del Estado. Las propuestas de po-líticas que se desprenden de esto son: I) Reforma fiscal de fondo; II) “Impe-rio de la ley” (Sistema Nacional Anticorrupción/Fiscalía de la Nación); y III) Transformación educativa.

El trabajo del profesor Schettino retoma algunas de las explicaciones ya adelantadas sobre la falta de crecimiento de la economía mexicana que se cen-tra en factores institucionales y de limitación cuantitativa o cualitativa en algu-nos recursos productivos. Es de notar que la identificación de dichos factores en la mayoría de estas explicaciones se basa en un análisis de indicadores de competitividad y, que por tanto, se refieren a posibles efectos potenciales y no a aquellos que realmente afectan al crecimiento económico.

En general, los factores de competitividad son identificados con poco fun-damento analítico, y descuidan un elemento central del crecimiento económi-co que es la coordinación requerida en la dinámica simultánea de crecimiento de los distintos factores entre sí. Por ejemplo pensemos que para la educación tenga un impacto en el crecimiento será siempre y cuando corresponda a una decisión tajante en cierto monto y tipo de inversión.

Es precisamente con base en las ideas anteriores que, desde mi punto de vista, resultan problemáticas sus propuestas de políticas de reactivación del crecimiento económico en México. En particular resulta debatible la propues-ta de mayor carga impositiva fiscal, mientras es sabido que a nivel agregado en el país la carga positiva es relativamente baja, esta se encuentra altamen-

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te concentrada en los grupos de ingresos medianos, tanto asalariados como empresariales.

Aún más se ubica una reforma fiscal propicia al crecimiento, donde pare-ce recomendable plantearla como una reforma hacendaria, es decir, aquella que incluya una reforma impositiva, de deuda pública y, sobre todo, se dé la reforma del gasto público que pueda ser sujeto a transparencia y significati-vamente orientado a la inversión pública para una versión más amplia de es-ta propuesta (de León, 2012).

En referencia al establecimiento o consolidación del Estado de derecho como factor limitante del crecimiento económico, si bien ciertamente este ha sido identificado como clave para propiciar un contexto fundamental para ge-nerar la confianza requerida para las decisiones de inversión, lo cual puede ser una condición suficiente, si bien no necesaria, mientras economías como la de China y en general a nivel mundial se dan casos de corrupción, lo cual supondría la existencia de grados diversos de corrupción con distintos gra-dos de correspondencia con el crecimiento económico.

En la figura 5 se presenta una gráfica donde se muestra la relación entre “Estado de derecho”5 y las tasas de crecimiento promedio para una amplio número de países a lo largo de los años 1970 a 2008. En la gráfica se identifi-ca, en general, una relación positiva entre ambas variables, siendo no lineal lo que sugiere, de acuerdo con otros analistas tales como Chang (2007), que las interacciones y los diferentes tipos de “Estado de derecho” van de acuer-do con los distintos patrones de desarrollo (Hodgson, 1999):

5 El Estado de derecho (The rule of law index) refleja la percepción de los ciudadanos y agentes políticos hacia la calidad de ejecución de contratos, leyes y derechos por parte de la sociedad. Así como su opinión respecto de la seguridad, es decir, la probabilidad de ser víctima de un delito o de violencia. Entre menor sea el índice significa menor confianza (Kaufmann, Kraay y Mastruzzi (2010, tomado de Ros, 2013).

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Figura 5. Relación entre el Estado de derecho y el crecimiento económico. Grupo se-

leccionado de países6

Fuente: Ros (2013).

En referencia a la necesidad de una reforma educativa orientada al creci-miento económico, ciertamente es una condición necesaria, aunque se requie-re una correspondencia en términos de competencias adquiridas a lo largo de la escolaridad y con el patrón tecnológico derivado de las nuevas inversiones. Para otro aspecto que ha sido considerado relevante en la explicación de la falta de crecimiento en la economía mexicana, y que no es plenamente incor-porado por el profesor Schettino, es la desigualdad en al menos dos dimen-siones: el acceso a sectores dinámicos y el desarrollo regional.

6 Noruega, Singapur, Estados Unidos de América, Bélgica, Holanda, Australia, Austria, Irlanda, Hong Kong, Suecia, Reino Unido, Francia, Italia, Finlandia, Canadá, Dinamarca, Suiza, Japón, Grecia, Israel, España, Nueva Zelanda, Corea, Portugal, Turquía, México, Irán, Chile, Malasia, Argentina, Costa Rica, Uruguay, República Dominicana, Bostwana, Panamá, Venezuela, Isla de Mauricio, Sudáfrica, Jamaica, Colombia, Brasil, Túnez, El Salvador, Perú, Guatemala, Egipto, Ecuador, Jordán, Namibia, Tailandia, Siria, China, Honduras, Marruecos, Paraguay, Bolivia, In-dia, Indonesia, Filipinas, Paquistán, Nigeria, Nicaragua, Zambia, Camerún, Congo, Mauritania, Senegal, Mali, Côte d’Ivoire, Gambia, Lesoto, Bangladesh, Ghana, Benín, Kenia, Nepal, Tanzania, Sierra Leona, Ruanda, Burkina Faso, Guina, Madagascar, Mozambique, Malawi, Etiopia, Burundi y Zimbawe.

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Con base a todo lo anterior, las propuestas de política desde mi punto de vista pausarían la dinámica de la globalización; atender los temas económi-cos en una perspectiva de desigualdad, atender temas de desarrollo social, en particular, inter-temporales. En este sentido el debate sobre las perspecti-vas del TLCAN podría dar lugar a la reflexión e inclusión de algunos de estos temas en el debate.

ConClusiones

En este capítulo se reseñó las principales líneas argumentales de la explica-ción del profesor Macario Schettino en relación con la dinámica reciente del crecimiento de la economía global, donde mayormente se funda en las limita-ciones y oportunidades en el entorno institucional, entendido este en un sen-tido amplio. Al reconocer el decidido y amplio reto intelectual que plantea el análisis del profesor Schettino centrado en los Estados Unidos de América y en México, así como otros países con propósitos comparativos en este capí-tulo. Él complementó de alguna manera el propósito de contextualizar y com-pletar dicha propuesta a partir de algunos hechos estilizados adicionales y recuperar la perspectiva de la literatura clásica referente al enfoque económi-co institucionalista.

En relación con el efecto Donald Trump y el BREXIT el profesor Schetti-no plantea en un amplio análisis que la raíz de las modificaciones es el senti-miento de cambio de status, el cual se ve amplificado por las variaciones en los medios y temas de comunicación, así como en los temas del debate políti-co. Los efectos antes mencionados de hecho no se explican según Schettino por cambios económicos.

En este punto he desarrollado el argumento que si bien el cambio de sta-tus es ciertamente un componente significativo que explica las modificaciones políticas en los Estados Unidos de América habría que adicionar los retos que plantea los cambios tecnológicos y la asimetría en el acceso al debate político. Respecto de las perspectivas económicas presento algunos temas pendientes tales como el llamado estancamiento secular, el agotamiento de la fase de re-cuperación posterior a la crisis financiera y las bajas tasas de interés que po-drían estar induciendo una burbuja financiera.

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Respecto de los retos pendientes para la economía mexicana el profesor Schettino analiza a través de los retos que planea la competitividad, según el WEF, destaca como retos significativos: la falta del estado de derecho, los lí-mites a los ingresos fiscales y la necesidad de trabajo con mayor calificación profesional. Al reconocer estas áreas de oportunidad, en este capítulo, plan-teo una serie de limitaciones a los análisis basada en términos de competitivi-dad y en particular a la insuficiencia de la requerida coordinación, o al menos interacción entre los diversos aspectos de los factores, que finalmente dan lu-gar al crecimiento económico; por ejemplo lo que puede haber entre educa-ción y los montos y tipos de inversión productiva.

En el capítulo también se problematizó la posible relación directa entre Es-tado de derecho y crecimiento económico al darse noción que esta relación puede ser más compleja, dependiendo de los patrones específicos de desa-rrollo económico y social entre los países –aquí la historia importa–. En rela-ción con la necesidad de mayores ingresos fiscales solo se debe notar que esta necesidad es recomendable acompañarla de reformas al gasto y patrones de deuda pública, es decir, una reforma hacendaria. Pero aquí queda el otro pen-diente de contar con un equipo técnico profesional dentro del Estado que pu-diera diseñarla en una perspectiva de largo plazo.

Con la contribución del profesor Macario Schettino presentada en este li-bro se enriquece en mucho las explicaciones de los cambios en la economía global, tanto en los Estados Unidos de América como en México. Por mi parte he buscado identificar áreas dónde se podría ir detallando esa propuesta con objeto de tener un contexto funcional que pueda llevar a un mejor diseño de políticas públicas propicias al crecimiento económico.

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referenCias biblioGráfiCas

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se terminó de imprimir en septiembre de 2017

en los talleres gráficos de

Prometeo Editores, S.A. de C.V.

Libertad 1457, Col. Americana,

C.P. 44160, Guadalajara, Jalisco

La edición consta de 500 ejemplares

Impreso en México / Printed in Mexico

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