lourde5 y fatima: coinciden cias espirituales de mensa']es

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LOURDE5 y FATIMA: COINCIDEN- CIAS ESPIRITUALES DE DOS MENSA']ES Lourdes es río, praderas, maizales, olmos y castaños, lejanías de montes pirenaicos. Más concretamente, es la gruta de Massabielle, roe- dura del monte de Espelugues, pasto secular de humedades y torren- tes, adornada de oquedlades, rosales silvestres y zarzas. Fátima es secano, erial, olivos y sabinas enanas, piedras calcáreas y encinas, garbanzos, Sierra del Aire. Es Cova de Iría, cielo abierto, saturtldo de luz, con su encina grande ya desaparecida. Sobre estos dos paisajes de tan distintas pinceladas y colorido apa- rece la Madre de Dios, blanca, muy joven, llena de dulzura y majestad, celando su nombre para declarnrse al final, con encantadora sencillez, la Inmaculada Concepción o la Virgen del Rosario. En Lourdes, la protagonista es la niña Soubirous, la hija del moli- nero. la que vive en el antiguo «calabozo» de Ita aldea, que viste hu- milde indumentaria pirenaica, delantal, chal, pañuelo de colores en la cabeza, almadreñas, y que busca leña y huesos en el bosque y verte- deros con el fin de solucionar lla precaria situación familiar. En Fátima son tres pastorcitos: Lucía de Jesús y sus primos, los dos más pequeños de Marto, Francisco y Jacinta. Conducen el rebaño desde los caseríos de Aljustrel al valle de Iría; juegan allí a recoger flores y a trazar con piedras casitas sobre el suelo. Entre los dedos de los protagonistas se desliza a sus horas un ins- trumento mariano: el Santo Rosario. Si el marco escogido por el cielo es distinto, la aparición es seme- jante. En Lourdes. la Señora viste unla túnica blanca talar, quedando a descubierto los dedos de los pies, que adornan dos rosas amarillas. La túnica, muy cerrada por el cuello, del que pende un cordón. Cubre es-

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LOURDE5 y FATIMA: COINCIDEN­CIAS ESPIRITUALES DE DOS

MENSA']ES

Lourdes es río, praderas, maizales, olmos y castaños, lejanías de montes pirenaicos. Más concretamente, es la gruta de Massabielle, roe­dura del monte de Espelugues, pasto secular de humedades y torren­tes, adornada de oquedlades, rosales silvestres y zarzas.

Fátima es secano, erial, olivos y sabinas enanas, piedras calcáreas y encinas, garbanzos, Sierra del Aire. Es Cova de Iría, cielo abierto, saturtldo de luz, con su encina grande ya desaparecida.

Sobre estos dos paisajes de tan distintas pinceladas y colorido apa­rece la Madre de Dios, blanca, muy joven, llena de dulzura y majestad, celando su nombre para declarnrse al final, con encantadora sencillez, la Inmaculada Concepción o la Virgen del Rosario.

En Lourdes, la protagonista es la niña Soubirous, la hija del moli­nero. la que vive en el antiguo «calabozo» de Ita aldea, que viste hu­milde indumentaria pirenaica, delantal, chal, pañuelo de colores en la cabeza, almadreñas, y que busca leña y huesos en el bosque y verte­deros con el fin de solucionar lla precaria situación familiar.

En Fátima son tres pastorcitos: Lucía de Jesús y sus primos, los dos más pequeños de Marto, Francisco y Jacinta. Conducen el rebaño desde los caseríos de Aljustrel al valle de Iría; juegan allí a recoger flores y a trazar con piedras casitas sobre el suelo.

Entre los dedos de los protagonistas se desliza a sus horas un ins­trumento mariano: el Santo Rosario.

Si el marco escogido por el cielo es distinto, la aparición es seme­jante.

En Lourdes. la Señora viste unla túnica blanca talar, quedando a descubierto los dedos de los pies, que adornan dos rosas amarillas. La túnica, muy cerrada por el cuello, del que pende un cordón. Cubre es-

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paldas y brazos un velo blanco que, tocando la cabeza, bajU hasta el ruedo de la túnica. Un ceñidor azul. Lleva la Virgen en su mano de­recha un rosario, de cadena dorada, con granos blancos, gruesos y muy separados. .

Es muy joven, llena de viveza e impregnada de luz. De sus labios brota una sonrisa indescriptible al terminar el rosario en compañía de Bern1ardita.

En Fátima, la celeste Visión es blanca como nieve, con túnica que desciende hasta los pies, sin ceñidor; manto asimismo blanco, que toca la cabeza y cubre brazos y espaldas y desciende a lo largo de la túnica hlasta los pies. Dos cordones dorados bajan del cuello y se juntan a medio cuerpo en un fleco también dorado. Su mano derecha pasa las cuentas de un rosario de granos, cadena y cruz blancos.

Muy joven,bondadosa; pero sus labios no dejaron asomar la son­risa. Significativo símbolo.

En Lourdes se aparece en la oquedad superior de la cueva. En Fáti­ma, en los aires, sobre una encina. Allí cita a la hija del molinero durante varioe días seguidos. Aquí, los 13 de cada mes. Allí desea una capilla; aquí, también.

Las coincidencias y semejanzas, como era de esperar, han llamado la atención de los críticos. Es verdad que el desarrollo de las dos lapa­eiciolles puede colocarse sobre el cañamazo de un esquema común, que el P. Staenlin ha querido llamar «pastoril».

Unos· niños, inocentes y humildes, en pleno campo gozan inespera­damente de una aparición.

Es una blanca figura femenina que oculta su nombre y que ruega que acudan al mismo lugar en ciertos días.

Les recomienda el santo rosario, les otorga promesas, les descubre secretos y pide una capilla.

Ai fin de las apariciones ocurre algo extraordinario, y se manifiesta la visión f:omo la Madre de Dios.

Nadie puede negar esta semejanza esquemática, a la que aun pode­mos añadir circunstancias y detalles parecidos, pero nada concluye con­tra la autenticidad de la segunda aparición. Fátima posee sU esencia tan propia, sus matices tan peculiares y notables, que no cabe admitir cientificamente que sea un remedo de Lourdes, tramado, ni tan siquiera ideado inconscientemente, por los pastorcillos de Aljustrel.

Algunos hipercríticos hubieran deseado quizá otro estado de cosas y de pormenores; hubieran escogido otro milagro que el del sol; se muestran extrañados ante la sordera sobrenatural de Francisco.

Esto no nos pertenece. A nosotros nos atañe estudiar los hechos tal cual ellos son, sin desfigurarlos, ni aumentándolos ni disminuyéndolos, onn rehuir tan siquiera los defectos hum1anos de los videntes que caben en toda revelación, distinguiendo de la aparición sobrenatural la inter­oretación de la misma, y no olvidando que Dios confunde la sabiduría de los hombres con la flaqueza e ignornncia de la tierra, escogiendo para confidentes no a filósofos o teólogos, sino a seres sencillos de los mon­tes pirenaICOS o de la Sierra del Aire.

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Tratándose de algo sobrenatural, no deben causar extrañeza deta­lles como la sordera de Francisco, como lla ceguera y sordera a la vez de la multitud, aunque la Virgen preveía que algunos científicos se devanarían los sesos explorando razones.

Dicho sea de paso que el milagro del sol no se ha de considerar como una suspensión o alterfación de las leyes astrales, sino como un hecho de visión colectiva de miles y miles de sujetos, unos a mucha dis­tancia del lugar de la aparición, sin ley natural o psicológica que la justifi.que. Conste que la multitud no sabía anticipadamente lo que iba a suceder, ni Lucía de Jesús hizo otra cosa que indicar la dirección del plOdigio. Luego, la enjutez instantánea de la tierra corroboraba que el hecho no había sido unla alucinación natural.

En la comparación de Lourdes y Fátima no olvidemos que los fon­.jos no pueden ser tan dispares que menoscaben su realidad teleológica. Son el fondo de dos mensajes que se suceden lógicamente, se traman y completan. Están unidos a la distancila de cincuenta y nueve años, cada uno con sus modalidades peculiares. Son dos hitos de una reve­lación mariana ante una sociedad moderna que necesita, a clausa de sus trascendentales problemas, una protección maternal especial.

El hombre no podrá recobrar sobre la faz de la tierra la perfección natural de sus facultades, que perdió con el pecado. Sin embargo, es­condE en su interior un cosmos en evolución, un poder sorprendente, que, explotado a su máximo, pondría pasmo en el universo que le rodea. «Minuisti eum paulo minus ab angelis ... constituisti eum super opera manuum tuarum. Omnia subjecisti sub pedibus ejus» (1). El germen de su poder es la inteligencia que cuenta con instrumentos corporales ma­ravillosos.

Los enemigos de su expansión son los que le puso el Señor al lari­zarlo del Paraíso, que era algo más que un jardín ameno con árboles frondosos y frutales: la enfermedlad, la guerra y la muerte. De no haber mediado las revoluciones políticas, conjeturamos que los científicos grie­gos de la época de Arquímedes con cincuenta a cien años de tiempo hubieran llegado a nuestros últimos progresos. N o hay que exagerar demasiado nuestros adeJlantos. Lo más probable es que nos encontre­mos en las puertas sólo de una nueva era, que incluso puede ser retra­sada o destruída por las convulsiones políticas. Quizá no seamos más que unos niños que reímos en posesión de unos juguetes maravillosos que parecen demasiado peligrosos piara nuestra edad.

Lo cierto es que cuanto más adelante el hombre en la técnica, resulta más peligroso, porque lleva en su progreso la inseguridad y la falta de control y dominio. Es un grito obsesionante de la humanidad de hoy el control de las fuerz'as inventadas. Y en este sentido, el hombre es digno de lástima, como aparece más admirable la obra que Dios creó a imagen y semejanza suya. Las consecuencias de su malicia o de sus errores vo­luntarios pueden ser de sorpresas terribles. Nos da miedo atisbar el futuro sin una confianza en Dios.

La Virgen vela en esta hora moderna sobre este «niño peligroso», y (1) Ps. 8, 6.

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le avisa patética y maternalmente del abismo y del caos. Lourdes es el comienzo de una etla.pa cuando aun sonríe la Virgen a Bernardita sobre el río y los céspedes. Seguirá Fátima con sus eriales inhóspitos, que ya no consiguen arrancar una sonrisa a la Señora. Acaso Siracusa, donde la Virgen llora a través de una humilde imagen, sea una nueva etapa intermedia de esta lógica manifestación mariana.

Lo que decididamente inclina a pensar que Fátima está unido mo­ralmente a Lourdes dentro de un plla.n lógico es el estudio y compa­rar:Íón de Jos dos mensajes.

No es que me parezca demasiado exacta la expresión de Dr. Ludwig Fischer encabezando su libro Fátima, la Lo.urdes portuguesa, si es aplicada a lla esencia de la revelación (no a los detalles de organización y culto que hoy pueda tener); porque, dados los mensajes, Lourdes y Fátima no se han de considerar como partiendo en paralelo hacia la sociedad moderna con idéntica misión. Fátimaes unla nueva manifesta­ción evolucionada de la manifestación lourdense.

Los dos mensajes podemos considerarlos: 1) en su parte moral; 2) en su parte estrictamente mariológica; y luego, 3), en las deriva­ciones O consecuencias teológico-mlarianas que nacen ante el estudio de las dos apariciones.

MENSAJE MORAL.

El mensiaje sustancial de Lourdes es de penitencia, repetida tres ve-­"Ces patéticamente: «j Penitencia ... , penitencia ... , penitencia!»

Lourdes es, en labios de Su Santidad Pío XII, «la respuesta miseri­cordiosa de Dios y de su Madre celestial a la rebelión de los hombres, el irresistible reclamo a lo sobrenatural, el primer paso para una pro­gresi'la renovación religiosa» (2).

Fátima es el «trono de sus misericordias y manantial inagotable de gracilas y maravillas ... La Virgen Nuestra Señora en su mensaje, que, peregrina, está repitiendo al mundo, nos indica el seguro camino de la paz y los medios para obtenerla del cielo, dado que tan poco se puede confiar en los medios humanos ... Cuando con voz maternalmente dolida e insinuante pide un retorno general y sincero la. una vida más cris­tiana, ¿no estará repitiendo que sólo en la paz de Dios y en el respeto de la justicia y de la ley eterna se puede sólidamente cimentar el edi­ficio de la paz mundial?» (3).

«Cualquiera que sea el marco (el de Lourdes o el de Fátimla.) -ha .-Ucho el Obispo de Tarbes-Lourdes-, la Virgen habla el mismo len-

(2) Exhort. radio!. Dal nostro cuore, 10 de febrero de 1952: AAS 44 (1952) 158; 'Cfr. H. MARfN, S. J., Doctrina Pontificia. IV: Documentos marianos. Madrid, B. A. C" 1954, n. 835 (esta obra la citaremos desde ahora con la sigla MARfN y el número co­rrespondiente al texto que se cita).

(3) Radiom. Magnificat anima, 12 de octubre de 1951: AAS 43 (1951) 800-801: MARÍN. 831, 833.

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guaje: oración y penitencia. Todos tenemos necesidad de oír esa voz» (4). «El mensaje de Fátima -ha afirmado, por otra parte, el Eminentí­

simo Oardenal de Lisboa, Dr. Manuel González Cerejeira- insiste mu­cho en la oración y en la penitencia. A los videntes les inculca la Virgen la idea del horror al pecado, el temor al infierno, la oración por los p€.cadores y el recuerdo continuo de la salvación eterna» (5).

Al orgullo e incredulidad de la Europll del siglo XIX responde María con una llamada maternal de retorno a Dios: «i Penitencia, penitencia, penitencia! », «Rogarás a Dios por los pecadores». Y para hacer más efectiva esta llamada, convierte a Lourdes en una sagrada piscina de continuos favores y milagros corporales y espirituales. Éste es el sen­cillo mensaje de Lourdes.

El hombre en gran parte desoyó este maternal mensaje. Y con el pecado y el orgullo vinieron el desenfreno de las pasiones, el odio y la guerra. María pretende detenerle en su loca darrera hacia el abismo de la miseria y destrucción. Porque el hombre se ha convertido en un serio peligro. Y Ella, solícita, para mejor impresionarle, busca el erial de Al­justrel, la Cova de Iría. Habla a plastorcitos, y en lenguaje acomodado a ellos, indica las causas de todos los desastres del mundo actual. Este mensaje es más explícito y abarca un largo período, hasta el año 1960.

Desde la primera aparición, la Virgen Blanca manifiesta su in­tención:

«¿ Queréis ofreceros al Señor, dispuestos a sacrificaros y aceptar con gusto todas las penas que Él quiera enviaros en reparación de tantos pecados con los que se ofende a la Divina Majestad ... ?» (6).

y en la tercera, del 13 de julio: «sacrificaos por los pecadores y decid frecuentemente, en especial

al hacer algún sacrificio; Oh Jesús, por vuestro amor, por la conversión de los pecadores, y en reparación de las injurias cometidas contra el Inmaculado Corazón de María» (7).

Lucía opina en 1942: «Pienso que el Señor ha querido servirse de mí únicamente para re­

cordar al mundo la necesidad de la huida del pecado y de ofrecer repa­raciones por tantas ofensas a Dios con la oración y penitencia» (8).

y la VIrgen habla en la cuarta aparición; «Rogad, rogad mucho y haced sacrificios por los pecadores» (9). Ella proyecta en la aparición del 13 de julio sus medidas palabras

sobre una visión no sólo de un infierno horroroso, sino también de un futuro humano preñado de guerra, persecución y convulsiones políticas, Rusia juega en ello un papel tristemente importante.

(4) Cfr. Lo que nos dice el Obispo de Lourdes en «Miriam» núm 21 4 (1952) 94-95 Con motivo de coincidir una peregrinación fraricesa y otra 'portuguesa en Lourdes' MONS, P.-M. THÉAs subrayó las coincidencias de ambos mensajes, Cfr. L'Évangile d~ Lourdes et de Fatima, en «Bulletln rellgieux du dio cese de Tarbes et LourdesD 35 (1954) 265-269. '

(5) Cfr. ISMAEL DE SANTA TERESITA, O. C, D" Al habla con el Emmo, Sr. Cardenal Pa-triarca de Lisboa, en «Mirlam., núm. 16, 3 (1951) 134-135,

(6) L',DE FONSECA, S. J" Las maravillas de Fátima, Barcelona, 1948, 5,' ed., p. 27-28. (7) Ibtd" p. 41. (8) F'. GUTIÉRREZ, C. M. F., La verdad sobre Fátima. Madrid, Cruzada Cordlmariana

1954, p. 33. • (9) DE FONSECA, o. e" p. 56.

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La Virgen rubrica su mensaje el último día envolviéndose con aire de profunda tristeza:

« ¡No ofendan más a Nuestro Señor, que ya es demasiado ofendi­do!» (10).

Confiesa Lucía: «Las palabras de la Virgen en esta aparición que más profundamente

se me grabaron en el corazón ... » (11). Éste es en sustancia el mensaje moral de Fátima, continuación del

de Massabielle, más insistente, amplio y específico ante las circunstan­cias mundiales, el ;mensaje de MIaría en el siglo xx a los hombres des­cubridores de la poderosa energía nuclear, los hombres de la velocidad y de la ambición espacial, pero que olvidan las leyes divinas y sus de­beres religiosos.

MENSAJE MARIOL6GICO.

Lourdes encierra un mensaje mariológico. Es la confirmación mila­grosa del dogma proclamado cuatro años antes por labios del Romano Pontífice Pío IX. La Virgen quiso sellar personalmente tal acto de fe y devoción de la Iglesia llamándose a Sí misma con tan excelente pri­vilegio: «Yo soy la Inmaculada Concepción». El abate Peyramale tiem­bla de emoción y de extrañeza al oír de labios de la niña una frase que ni ella misma comprende, y se siente en contacto escalofriante con lo sobrenatural.

El mensaje de Lourdes ha sido decisivo para la nomenclatura vir-. ginal de María. Sin embargo, no pudo tener mayor consecuencia teo­lógicrl que la de corroborar el dogma )'fa proclamado con aplauso univer­sal. En cambio, ha tenido enorme influencia en la devoción mariana de la Inmaculada y del Santo Rosario, pues Lourdes desde entonces ha sido un man1antial inagotable de fe mariana y de pureza, de cantos y procesiones. Todo el mundo ha desfilado, incluso muchos ateos y mate­rialistas, ante la Imagen Blanca de la gruta de Massabielle.

El mensaje de Fátima coincide con el de Lourdes en la importancfu que da al rezo del Santo Rosario, como devoción sólida, sencilla y que nos mvita a imitar, reflexionando, los pasos más importantes de la vida del Señor y de la Virgen, a ]a vez que a esperar en la gloria futura: síntesis, por consiguiente, de nuestra vida cristiana.

Avart~ de esto, Fátima tiene su faceta mariológica especial: el In­maculado Corazón de María. En este mensaje ha venido a decirnos de una manera clara: Yo soy el Inmaculado Corazón, como al fin de las apariciones también dijo, pero en palabras explicitas: «Yo soy la Vir­gen del Rosario».

Tengamos, ante todo, presente que la Virgen en sus manifestaciones no se dirige a un San Bernardo o Tomás de Aquino, sino a tres pastor-

(10) Ibid., p. 80. (11) GUTIÉRREZ, o. c., p. 47.

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citos que ni tan siquiera sabían leer i y que no pretende entregar solu­ciones teóricas a los problemas que hoy agitan a la Mariología, sino sencillamente darnos unas conclusiones prácticas, muy necesarias en la vida cristiana y mariana.

No es de la mente de la Virgen introducir una devoción nueva, como si las demás hubiesen caducado por medievtales, ni de enfrentar devo­ciones declarando unas más valiosas que otras, pues sería contradecirse a Sí misma. La Virgen quiso escoger este hermoso símbolo del Corazón Inmaculado, ya venerado en la Iglesia, como sujeto de su amor y mi­sericordia, de sus ternuras y solicitud por los hombres, así como es el blanco al cual van a parar en último término las ofensas e ingratitud de los hombres.

Este simbolismo, lejos de separarse de cualquier otra devoción só­lida mariana, las incluye a todas y las aureola, porque todas son frutos del amor y misericordia de María. En el lenguaje mariano de Fátima, el Corazón Inmaculado abarca toda veneración tributada hacia Ella, lasí como todo olvido y pecado lo ultraja. El Corazón Inmaculado es Ella, la Madre, la Reina, la Auxiliadora de los cristianos, la que nos enseña a rezar el rosario, la que nos entregó el escapulario, la que recompensa toda sincera devoción.

En Fátima, la Virgen tiene predilección por este simbolismo para representarse a Sí misma como el más acomodado a los tiempos moder­nos, que necesitan estas fuertes impresiones de amor por parte del cielo. El mundo moderno es un hijo pródigo que cuando se contemple en la miseria se acordará de la Madre.

La doctrina de Fátima sobre el Inmaculado Corazón de María po­dríamos resumirla en los siguientes puntos:

1) Universalidad del Coraz6n de María como objeto de desagravios y blanco de todas las ofensas.

Dice la Virgen en la primera aparición: «¿ Queréis ofreceros a Dios para hacer sacrificios". y en desagravio

de la8 blasfemias y ultrajes hechos al Inmaculado Corazón de María?» En la segunda, cuenta Lucía: «Sobre la palma de la mano derecha de Nuestra Señora había un

corazón rodeado de espinas, que parecílan estar clavadas en él. Com­prendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, y que quería reparación» (12).

El Inmaculado Corazón de María, como tenemos dicho, es el corazón maternal, fuente de todos los favores y misericordias, medio universal de todas las gracias que Dios en Ella ha depositado. :Abarca todas las devociones y muestras de piedad mariana.

Dentro de esa universalidad habla, pues, el Romano Pontífice Su Santidad Pío XII cuando, en carta dirigida a los Generales de la Orden del Carmen sobre el Santo Escapulario, afirma:

«Vean, finalmente, en ella (la vestidura del escapulario) aquella con-

(12) Ibid., p. 30.

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sagración al sacratísimo Corazón de la Inmaculada Virgen María, que reciente y vivamente hemos recomendado» (13).

Quizá esta misma universalidad quiso significar la Virgen en el 13 de octubre, la postrer aparición, cu1ando quiso hacer desfilar ante 10& ojos de los videntes las advocaciones de los Dolores y del Carmen y manifestarse Virgen del Rosario.

2) Dios desea vivamente el reinado del Inmaculado Corazón de Ma­ría sobre el mundo.

En 13 de junio, la Virgen dijo a los videntes: «Él quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado

Corazón» (14). y más adelante le dirá: «Al fin, mi Inmaculado Corazón triunfa­

rá» (15). La pequeña Jacinta opinará, como inspirada, poco antes de ir al

hospital: «Tú te quedas aquí -dice a Luc~a- para hacer saber que el Señor

quiere establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María. Cuando tengas que hablar de ello, no te escondas. Di a todos que Dios nos concede sus gracias por medio del Inmaculado Corazón de María; que se las pidan a Ella. Que el Corazón de Jesús quiere que sea venerado junto con su Corazón el Inmaculado Corazón de María. i Que pidan la paz al Inmaculado Corazón de María, porque Dios se la ha confiado a Ella!» (16).

Palabras por cierto muy concordes con la teología.

3) La hora actual del mundo ha sido puesta en su mano.

Así se desprende de todo el mensaje. Por eso, los ojos del Romano Pontífice se vuelven insistentes en esta que él ha llamado «hora grave de la historia humana», hacia el Dulce Corazón de la Madre del cielo.

4) El reinado abarca, como parte esencial, la consagración a su In­maculado Corazón, además de la reforma morlal de costumbres, como es natmal y tenemos dicho; y como medios excelentes para conseguir este reinado la oración y los sacramentos, representados por el rezo del San­to Rosario y las comuniones de los primeros sábados.

En la tercera aparición, la Virgen habla a los videntes de la con­sagración especial de Rusia. Pero en varios documentos manifiesta Lu­cía el deseo de la Virgen de que se le consagre el mundo por el Santo Padre, con especial mención para Rusia, y en unión de todos los Obis­pos del mundo. Así lo escribe Lucía al Santo Padre (17).

(13) Epist. del 11 de febrero de 1950: AAS 42 (1950) 390; MARfN,785. (14) DE FONSECA, O. C., p. 36. (15) [bid., p. 44. (16) GUTIÉRREZ, o. c., p. 63. (17) [bid., p. 106.

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El Santo Padre consagraba el mundo al Corazón Inmaculado en 31 de octubre de 1942, con motivo del radiomens'aje Benedicite Deum:

«En vuestro Corazón Inmaculado, Nos, como Padre común de la gran familia cristiana, como Vicario de Aquél a quien fué dado todo poder en el cielo y en la tierra (Mt 28, 18), Y de quien recibimos la solicitud de cuantas lalmas rescatadas con su sangre pueblan el mundo universal, confiamos en esta hora trágica de la historia humana; en­tregamos y consagramos no sólo la Santa Iglesia, el Cuerpo Místico de vuestro Jesús, que pena y sangro en todas partes de tantos modos atri­bulada, sino también a todo el mundo dilacerado por discordias profun­das. éibrasado en incendios de odio, víctima de sus propias iniquida­jes» (18).

En carta del 15 de abril del siguiente año 1943 lal Cardenal Ma­ghone, se alegraba de saber «que este mismo acto ha sido repetido casi en todas partes por los Obispos, por los sagrados ministros y por las muchedumbres del pueblo cristiano. Pero si casi todos los cristiano!'! se han. cons'agrado espontáneamente al Corazón Inmaculado de la Vir­gen María, es menester también que, con decidido empeño, se confor­men con el mismo, si quieren de veras que la Bienaventurada Virgen escuche con benevolencia sus plegarias» (19).

En 1 de mayo de 1948 desea que se extienda dicha consagración: «Deseamos que, según lo permita lla oportunidad, se haga esta con­

sagración tanto en las diócesis como en las parroquias y familias, y con­fiamos que esta consagración, pública y privada, será fuente de abun­dantes beneficios y fuvores celestiales» (20).

La paz del mundo y la consagración al Inmaculado Corazón tienen en el mensaje de Fátima y en la mente del Santo Padre una relación estrecha. En 1954, con ocasión de la procllamación de la fiesta de la Realeza de María, vuelve a manifestar:

«Ordenamos igualmente que dicho día (el 31 de mayo) se renueve la eonsagración del género humano al Corazón Inmlaculado de la Bienaven­turada Virgen María. Y, efectivamente, por este hecho hay fundadísima esper:mza de que pueda surgir una nueva era con la lalegría de la paz cIlstiana y el triunfo de. la religión» (21).

Como en Fátima exigía la Virgen una mención especVal de Rusia por parte del Sumo Pontífice, en 1952, con todo su cariño de pastor y padre se dirige éste en unla Epístola Apostólica a los pueblos rusos opriPlidos y los consagra al Inmaculado Corazón con estas palabras:

«Así como, pocos años ha, consagramos todo el linaje humano al In­maculado Corlazón de la Virgen Madre de Dios, así ahora dedicamos y consúgramos de modo muy particular al mismo Corazón Inmaculado los pueblos rusos todos, confiando absolutamente que los deseos de verda­dera paz, de fraterna concordia y de libertad la todos debida, y más que a nadie a la Iglesia, que ahora formulamos, serán muy pronto una dulce

(18) AAS 34 (1942) 316; MARfN, 707. (19) Epist. Singulis annis, 15 de abril de 1943: AAS 35 (1943) 105; MARfN, 712. (20) Epist. Ene. Auspicia quaedam, 1 de mayo de 1948: AAS 40 (1948) 171; MA­

RfN, 775. (21) Ene. Ad coeli Reginam, 11 de octubre de 1954: AAS 46 (1954) 638; MARfN. 903.

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realidad merced al poderosísimo <ipoyo y patrocinio de la Virgen Ma­ría ... » (22).

Añadamos como colofón lógico las esperanzadoras palabras de la Virgen Blanca sobre el sombrío panornma de hoy:

«Si atendieren a mis peticiones, Rusia se convertirá y tendrán paz ... Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consa­grará Rusia, que se convertirá, y le será concedido al mundo algún tiem­po de paz» (23).

CONSECUENCIAS TlEOLÓGICAS DE LOS DOS MENSAJES.

Lourdes y Fátima representlan algo insólito en la historia de la Igle­sia; pero sólo en el aspecto externo, pues en realidad desde el día que subió a los cielos, «desde aquellas luminosas alturas, Ella, por voluntad de Dios, comenzó a velar por la Iglesia y a otorgarnos su maternal pro­teccioll» (24).

Lourdes y Fátima son dos manifestaciones marianas que evidencian el influjo de la Virgen, no sólo en el interior de las almas, sino también en la dirección de la sociedad cristiana, como muestra de su poder real.

Sn poder regio, como nos enseña la Encíclica de la Realeza «Ad Coeli Reginam», está respaldado por dos títulos o hechos de incalculable peso: la Divina Maternidad y la Corredención. Con ellos adquiere la Reina de los cielos una relación intima con toda la Iglesia, que es el Cuerpo Místico de Cristo, participando con su Hijo, del que es Madre y Socia, del poder directivo.

«La Bienaventurada Virgen -afirma la Encíclica- no ha recibido solamente el supremo grado de excelencia y perfección después de Cris­to, sino también una participación de aquel influjo con que su Hijo y Redentor nuestro dícese con justicia que reina en la mente y en la voluntad de 1m: hombres» (25).

No sólo debemos conceder que la Virgen se preocupe de los intereses de la Iglesia; más aún, no sólo que influya en dicha Sociedad de una manera indirecta, sino también que le ha sido encomendada una labor activa, rectorá con su Hijo, subordinada a Él, con la que vela sobre los acontecimientos universales, tanto antiguos como modernos.

El Papa León XIII ya hacía ver en su Encíclica Adjutricem po­puli, del 5 de septiembre de 1895, cómo la Virgen interviene en la historia de la cristiandad dirigiendo e iluminando activamente:

«Desde aquellas luminosas alturas, Ellia,. por voluntad de Dios, co­menzó a velar por la Iglesia y a otorgarnos su maternal protección ... , habiéndosele otorgado para ello un poder cuyos límites no pueden ca-­iumbrarse.»

(22) Epist. Apost. Sacro vergente anno, 7 de julio de 1952: AAS 44 (1952) 505; MARfN, 843.

(23) GUTIÉRREZ, o. C., p. 36. (24) LEÓN XIII, Ene. Adjutricem popul!, 5 de septiembre de 1895: Leonfs XIII

Pontificis Ma;¡;!mi Acta, vol. 15, p. 301; MARiN, 427. (25) AAS 46 (1954) 636; MARÍN, 902.

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«Maríla, como .asi lo proclamó el mismo Doctor (San Cirilo de Ale­jandría) (Homil. contra Nestot.), fué la que fortaleció y consolidó espe­dalmente el cetro de la fe ortodoxa y desplegó todo su poder para que la fe católica se mantuviera sólida, intacta, poderosa y fecundla en las naciones ... Nadie ignora cuánta parte cupo a la misma Madre de Dios en los grandes servicios prestados la la causa de la verdad católica por los verdaderos Padres y Doctores· de la Iglesia. Pues de Ella, que es el Asiento de la divina Sabiduría, procedió la inspiración tan fecunda que palpita en sus escritos; y por Ella solamente, como ellos 'mismos lo proclaman, fué confundida la malicia de los errores, y se vió detenida en sus progresos la herejía.»

«Esta parte principalísima que cabe a la Virgen en la extensión, en los cumbates y en los triunfos de la fe católica pone de manifiesto con claridad meridiana los designios de lla divina Providencia respecto a la Virgen Santísima y debe inspirar a todos los buenos firme esperanza de que nuestros votos se verán cumplidos y colmados nuestros deseos» (26).

María se aparece con autoridad en Lourdes, llena de excelencia y hermosura, pidiendo penitenci~ e invitando bondadosamente a los hom~ bres a acercarse con fe a la gruta de Massabielle para ser favorecidos y curados. Lourdes demuestra el gran poder de María sobre los cuerpos y sobre las almas. Es un landar evangélico de María, señal de cierta mesÍémidád y preludio del gran reinado de María. Después viene Fátima reiterando penitencia y sintiéndose María ultrajada por las ofensas de los hombres, y manifestlando que la gran hora de la paz está puesta en sus manos. Deben los hombres consagrarse a Ella para alcanzarla; si no, proseguirán los errores y las persecuciones y las guerras. Esto es pedir Y exigir Sólo' quien tiene un gran poder e influencia directiva puede hablar de estla manera.

Fátima está en perfecta consonancia con la doctrina católica de la Realeza mariana, expuesta admirablemente en la citlada Encíclica «Ad coeli Reginam» (27).

A María no se le puede discutir el poder regio, venido primeramente por la Maternidad divina. Por ella, análogamente la la que tiene Cristo por su unión hipostática, le ha sido concedida a María la potestad real sobre los cielos y la tierra, y en especial sobre el Cuerpo Místico de Cristo, cuya Cabeza es su mismo Hijo. Como la unión hipostática exigía la donación dA toda potestad, así, análogamente y de una manera su~ bordinada, la Maternidad divina, que está sobre toda excelencia creadla, exigí<) la donación de dicha potestad regia. Como dice San Buenaven­tura: «Si enim decet Filium honorem Matri dare, decet ut ei commu­nicet thronum regalem» (28).

María asimismo, por la Corredención con Cristo, ha adquirido un dominio sobre los redimidos. Los frutos de la Redención han dependido de Ella. Este dominio, cuando se ejerce sobre una sociedad, se llama realeza. En consecuencia, se le ha dado potestad sobre lla Iglesia no

(2fi) LEÓN XIII, Enc. cit. L. c. (27) Cfr. ILDEFONSO DE LA INMACULADA, O. C. D., La Realeza y la Corredenci6n se·

gún la Encíclica «Ad coeli Reginam», en .Estudios Marianos., vol. XVII, 1956, p. 359·375, (28) Sermo de regia dignitate B. M. V.-Officium B. M. V. Reginae.

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sólo indirecta, o de ruego, o de intercesión, sino directa y activa, porque Ella la Corredentora Madre, interviniendo activa Y eficazmente en el acto de la redención de los hombres, si bien de una mlanera subordinada e independiente, tiene derecho lógico a interesarse de la misma manera de los frutos de la Redención y de la evolución histórica de su Hijo Místico.

Ésta es la posición lógica que nace de la corredención formal, pOSl-­ción cada dra más corroborada por las directrices pontificias. O hay que negar dicha corredención, o, ilógicamente, restringir la actividad mariana a la sola redención objetiva, sin conceder a María todos los. frutos que derivan de su conquista trozada por Dios.

María, usando de esta potestad, ha obrado en el siglo XIX y xx como· en lafl bodas de Caná, pero con rigor e insistentemente: «Todo cuanto.· Él os diga. hacedlo». Y acentuando esta última pallabra, la ha convertido, je un ruego en un mandato, con autoridad, bondad y aun amenaza ma,­ternal y regia.

Concluyamos. MIaría, según la teología, dirige con Cristo la mente )' la voluntad de los hombres. Según ella, sentencia sólida; nos corredimió, Y. por consiguiente, tiene derecho a intervenir de una manera análoga en el fruto de la redención, en el reinado activo y directo; a respaldar con autoridad llas leyes de Dios, que en la Maternidad y en el Calvario se volvieron también leyes de María; a avisar a los hombres de sus errores y extravíos, a condicionar la paz según el cumplimiento de su voluntad manifestada. .

María hla manifestado su voluntad en Lourdes y Fátima. No ha ve,.. nido a dar leyes, pero sí a pedir cuentas a la humanidad por la falta de cumplimiento de las leyes de su Hijo. Y, además, manda que todos se consagren a su Corazón, bajo pena de perder la paz que está en su mano. ¿No es esto autoridad y poder directos? ¿No es esto una deri~ vación de aquella potestad legislativa que, según los principios, debe ('oncederse a María como verdadera Reina? (29).

Zaragoza. ILDEFONSO DE LA INMACULADA OCD De la Sociedad Mariológica Española

(29) R. LAURENTIN en su obra Sens de Lourdes (París, Lethlelleux, 1957, 2.' edi­ción, 144 p.), p. 99-105, hace una comparación de ambas apariciones en el terreno de los símbolos o signos en que ambas encuentran su expresión y de que se acompafiah. Lourdes el? el agua y la tierra, Fátima el aire y el fuego: los cuatro elementos. El e,<¡­

cenario de Lourdes es una roca, una fuente es el símbolo de sus prodigios. En el úl­timo día de las apariciones de Fátima, la multitud vuelve sus ojos al aire, que se limpia de nubes para que el sol empiece su danza de fuego. Bernardita es la transpa­rencia del agua y la solidez de la roca. Lucía es un temperamento más ardiente, más sensible al soplo de los impulsos interiores. Por eso el mensaje de Lourdes adquiere contornos más estables y definidos, mientras que el. de Fátima tiene un carácter' pro­gresivo en sus revelaciones. En Lourdes hay tres secretos impenetrables; en Fátima, tres secretos que se descubren sucesivamente. En Lourdes, las palabras son breves; sus siluetas, concisas. En Fátima, el mensaje es más largo y va mezclado con la contem­plación de celestes resplandores. y llamas infernales. Lourdes es lugar brumoso; 81lS habitantes tienen el carácter lento, secreto, tenaz, modelado 80bre las -rocas de los aIree dedores. Fátima es país de sol; sus habitantes son meridionales propicios alentusiasmQ.

Literal y realmente, Lourdes es un retorno a las fuentes. Nos hace recordar las aguas del Jordán, donde Juan el Bautista bautiza en preparación de la venida de Cristo. Nos conduce a los .prolegómenos de la Encarnación, a la Inmaculada Concepción. El fuego en el aire que es el sol de Fátima es, en cambio, una invitación escatológica. Nos in­vita a pensar en la vuelta definitiva de Cristo. Lourdes recuerda las palabras de Isaías (45, 8): Aperiatur terra et germinet Salvatorem. Fátima, las de San Lucas (21, 25~·: li:t erunt signa in soleo . ,