los tiempos de la antártida

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Riciardo Capdevila y Santiago Comerci, historiadores antárticos, vuelcan en forma amena un extenso relato acerca de la presencia argentina en la Antártida, desde 1904 con la instalación de la primera estacion metereológica en Orcadas.

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LOS TIEMPOS DE LA ANTÁRTIDA

HISTORIA ANTÁRTICA ARGENTINA

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INDICE.

Cap. I. EL TIEMPO DE LA HIPÓTESIS • Hacia la Cruz del Sur • La Antártida en la cartografía antigua • El mapa de Piri Reis

Cap. II. EL TIEMPO DE LA APROXIMACIÓN

• La leyenda: Los fueguinos. Los maoríes. • La Historia: La noticia de Heródoto. Los españoles. Los avistajes dudosos.

Cap. III. EL TIEMPO DE LOS DESCUBRIDORES

• Las expediciones mixtas • Sucesos mundiales

Cap. IV. EL TIEMPO DE LA CIENCIA Y LA COOPERACIÓN ANTÁRTICA INTERNACIONAL

• Los Congresos Internacionales de Geografía y el progreso de la investigación antártica Cap. V. EL TIEMPO HEROICO

• El asalto al Polo Sur • La exploración aérea • La Antártida en el concierto internacional promediando el siglo XX • La Antártida en el concierto universal promediando el siglo XX • Brasil • La explotación ballenera • El Año Geofísico Internacional (A.G.I.) • El Tratado Antártico • Protocolo de Madrid • El Año Internacional del Sol Quieto (A. I. S. Q.) • Sucesos mundiales

Cap. VI. EL TIEMPO DE LOS ARGENTINOS

• Los argentinos en la primera mitad del siglo XIX. Luz roja en la economía. La reacción local. La inquietud marítima.

• Primera división política que incorpora tierras polares; el decreto del 10 de junio de 1829 • Luis Piedra Buena en la Antártida

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• Los foqueros del Río de la Plata descubren islas antárticas. El almirante Brown navega cerca del Círculo Polar.

• Primer acto de soberanía en tierras polares: la concesión a Juan Pedro Aguirre. Los buques foqueros

• La acción precursora de Estanislao S. Zeballos y el Instituto Geográfico Argentino • Los petitorios de Popper y Neumayer. El pensamiento del almirante Solier y algunos actos

administrativos de soberanía antártica • Cooperación argentina con la Expedición Antártica Internacional. El observatorio de las islas de

Año Nuevo • Una gesta singular: el rescate de la expedición Nordenskjöld. La actividad del alférez José María

Sobral La partida El rescate El regreso Homenaje en el teatro Politeama

• José María Sobral • 1904: El Observatorio Nacional de las islas Orcadas del Sur • Tardía reacción británica e insólita propuesta • 1921: ¡luz roja para orcadas!

Oportunidad de la propuesta de la liga El trabajo realizado hasta la fecha Resultado práctico de estos trabajos El interés oficial

• La Compañía Argentina de Pesca S. A. • Buques de la compañía Argentina de Pesca S.A. • 1906: Nombramiento de autoridades locales para dos regiones antárticas

Cap. VII. LA ARMADA EN LA ANTÁRTIDA

• Historia de nuestros primeros buques polares: la Uruguay y el Austral. La estación de la isla Booth o Wandell

• 1939: la Armada y el plan general de política antártica. La Comisión Nacional del Antártico • Las expediciones Oddera (1942) y Harriague (1943). Las campañas anuales • Primer vuelo argentino en la Antártida • 1946: Plan general de ocupación y administración efectiva del Sector Antártico Argentino.

Reorganización de la Comisión Nacional del Antártico. • El Sector Antártico Argentino • 1947: Primera Gran Expedición Antártica Argentina

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La partida En la zona de operaciones Aportes de la expedición

• 1948: La Flota de Mar en la Antártida • 1949: Argentina, Chile y Gran Bretaña en la Antártida

Argentina y Chile Argentina y Gran Bretaña

• El acuerdo tripartito de 1949 • Agresión inglesa en la isla Decepción • Cooperación Científica Internacional: el A. G. I. y el A. I. S. Q. • 1958: Turismo a la Antártida

Cap. VIII. EL EJÉRCITO EN LA ANTÁRTIDA

• El coronel Hernán Pujato, el Instituto Antártico Argentino y la penetración en el continente El Instituto Antártico Argentino coronel Hernán Pujato El presidente Juan Domingo Perón y la Antártida

• Una hazaña: El cruce de los Antartandes La expedición bahía Margarita – bahía Mobiloil La expedición terrestre invernal antártica bahía Esperanza– bahía Margarita.

• Proyectos en los años cincuenta • La penetración del mar de Weddell y la base General Belgrano • Vuelos precursores de Pujato y descubrimientos geográficos en los 83º Sur • Prioridad argentina en la toponimia de la zona hoy lamentablemente perdida • Correspondencia de topónimos argentinos, ingleses y norteamericanos. • 1965: Expedición terrestre al Polo Sur. 0peración 90

Operación 90 • Otras importantes travesías terrestres

Belgrano I – Cabo Adams Belgrano II – Belgrano III – Cordillera Diamante – Base Sobral - Belgrano II

• 2000: Segunda expedición terrestre al Polo Sur Cap. IX. LA AVIACIÓN ARGENTINA EN LA ANTÁRTIDA

• El proyecto de 1926 y los vuelos a partir de 1942 • 1962: La Aviación Naval y el primer aterrizaje argentino en el Polo Sur • La Fuerza Aérea Argentina en la Antártida. La Fuerza Aérea de Tareas Antárticas • La operación Upsala • Frustrado vuelo transpolar

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• 1965. Primer vuelo transpolar transcontinental • El operativo San Martín 67 • Base Aérea Vicecomodoro Marambio • 1973. Primer Vuelo Transantártico Tricontinental

Cap. X. LA ACTIVIDAD CIENTÍFICA ARGENTINA EN LA ANTÁRTIDA

• Las campañas anuales • El Instituto Antártico Argentino Coronel Hernán Pujato • La cooperación científica internacional. El Año Geofísico Internacional y el Año Internacional del

Sol Quieto • Arqueología histórica en la Antártida

Los comienzos El programa Museoantar Las tareas en Cerro Nevado Las tareas en la Bahía Esperanza Cap. XI. MISCELÁNEAS

• El yeti de Thule. La primera ocupación de las islas Sándwich del Sur y una festiva anécdota • El romance de los pingüinos • ¡Con el corazón mirando al Sur! • Solidaridad antártica • Primera misa católica en la Antártida • El perro polar • El monumento al perro antártico; un sentido y justo homenaje • Algo más sobre perros • Un día en Orcadas:

¡Aquellos héroes! • 1933: Turistas argentinos en Orcadas • Intervenciones quirúrgicas en la Antártida • Periodismo Antártico • ¿Premonición? ¿Autosugestión? • ¡Mosquitos en la Antártida!

BIBLIOGRAFÍA CRONOLOGÍA ANTÁRTICA IBERO-ARGENTINA

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Capitulo I

EL TIEMPO DE LA HIPÓTESIS

Hacia la Cruz del Sur

Desde muy antiguo, presintió el hombre la existencia de la Antártida. Y fueron los

griegos quienes desarrollaron, quinientos o seiscientos años antes de Cristo, la teoría sobre

una masa territorial que, en el mundo esférico que describieron en virtud de sus

observaciones de la naturaleza, contrapesara las masas continentales del hemisferio Norte.

Filósofos de la talla de Aristóteles y su escuela elaboraron la teoría de la esfericidad sobre

la base de las formas circulares que la Tierra proyectaba en la Luna durante los eclipses.

Confirmaban esa idea las noticias de los caminantes, que cuando transitaban de norte a

sur, avistaban nuevas estrellas y constelaciones, y dejaban de ver las ya conocidas.

Pensando que el mundo giraba alrededor de un eje imaginario, los griegos llamaron

polos a los puntos en que ese eje cortaba la superficie de la Tierra. Al Polo Norte lo

denominaron “ártico”, porque sobre él se encuentra la Estrella Polar perteneciente a la

constelación de la Osa Menor (arktos, término griego que significa “oso”). Y al otro polo, al

del sur, lo llamaron, por oposición, “antiártico” o “antártico”.

Así nació la denominación de la región polar austral hacia cuya historia marchamos.

Cartógrafos y cosmógrafos dieron rienda suelta a su imaginación y, con el correr de los

siglos, el territorio que aún no había sido descubierto, adquirió las más diversas

configuraciones y las más disímiles superficies.

Page 8: Los tiempos de la Antártida

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La Antártida en la cartografía antigua

La primera concepción hipotética de la Antártida es debida al filósofo griego Crates

(300 a. de C.) de la escuela cínica, discípulo de Diógenes; como el mundo conocido hasta

entonces representaba sólo la cuarta parte del globo terráqueo, asimetría inconcebible

para la mentalidad helena, Crates pensó que debía haber necesariamente un contrapeso y

resolvió el problema imaginando tres continentes, uno de los cuales ubicó en el sur

denominándolo Antípodas.

Después de tan antigua representación, la imaginada Antártida vuelve a reaparecer a

principios del siglo XVI, coincidiendo con los primeros viajes de los navegantes iberos tras

la ruta de la especiería. Así, en 1527 se ejecuta en Londres un planisferio, obra del

cartógrafo Robert Thorne, que muestra el estrecho de Magallanes, separado, no de la

Tierra del Fuego, sino de un inmenso territorio austral que tiene la inscripción Terra

Firmorum. Este planisferio fue publicando por primera vez por Richard Hakluit en 1582 en

Londres. En 1531 Orontius Fineus publica un mapa que muestra un amplio territorio

alrededor del Polo Sur con la leyenda Terra Australis recenter intenta, sed nondum plene

cognita. (Tierra Austral recientemente descubierta pero aún no plenamente conocida).

Dos años después (1533), Juan Schoner publica en Innsbruck un planisferio en el que

se reproduce el hipotético continente alrededor del Polo Sur con una ancha prominencia

hacia el Pacífico, y aproximándose a la América del Sur, de la que se halla separada por un

estrecho; igual que en el planisferio de Thorne de 1527, no figura la Tierra del Fuego.

Pedro Apiano, famoso matemático y astrónomo sajón, y Gemma Frisius, notable

geógrafo y cosmógrafo, que fue profesor de Mercator, publican en 1545 una

“Cosmografía” incluyendo un planisferio que registra, a continuación del estrecho de

Magallanes, el contorno de un continente sin nombre. Recordemos que para esa época

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todavía no se había descubierto el Cabo de Hornos, por lo tanto no se sabía que la tierra al

sur del estrecho de Magallanes era una isla.

En 1569 aparece el mapamundi del holandés Gerardo Mercator, considerado el

padre de la cartografía holandesa, y cuyo verdadero apellido era Kremer. En él se ve un

supuesto continente antártico con el círculo polar en los 70º de latitud Sur y la leyenda:

Merides/Polus antarcticus. La fama del conocido cartógrafo flamenco se debe a dos

hechos: redujo la longitud del mar Mediterráneo, corrigiendo así a Ptolomeo, e ideó la

proyección que lleva su nombre.

En 1570 y 1575, fueron publicados los hermosos mapas coloreados de Abraham

Ortelius, que muestran una Terra Australis nondum cognita (Tierra Austral, apenas

conocida), en cuya costa hay un “Golfo de San Sebastiano” y en su interior una Isola

Cressalina, que son un verdadero interrogante.

El Tipus Orbis de Joan Martines, editado en Messina, Italia, muestra una “terra del

fuego” que se extiende por el oeste hasta Nueva Guinea y ostenta un segundo nombre:

Terra incognita. Tiene graduación de 360º E y 190º W, meridiano central de 170º, y la

latitud graduada hasta la máxima polar de 90º S y N.

En 1587, la Antártica aparece representada, siempre imaginativamente por

supuesto, en dos mapas: el mapamundi de Mercator, que muestra una gran isla con el

nombre de Nueva Guinea, separada por un ancho brazo de mar, de un gran continente

austral, separado a su vez de América del Sur por el estrecho de Magallanes; este

mapamundi fue reproducido en el Gerardo Mercatoris Atlas, publicado en Ámsterdam en

1630, y en el “Mapa de las Tierras Antárticas” de Orelius, donde también se ve una Terra

Australis nondum cognita extendida al sur del estrecho de Magallanes, con un contorno

muy sinuoso. Frente al cabo Vírgenes se observa un archipiélago sin nombre, que podría

ser el malvinense, y frente a la costa fueguina una isla con el nombre “Calis”.

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Juan Bautista Vrient, cartógrafo de Amberes, nos ha dejado también una

representación de un gran continente inmediatamente al sur del estrecho de Magallanes

con el nombre de Terra Australis et Magallánica, con meridianos de longitud graduados

hasta las islas Salomón. La fecha de ejecución de este mapa se supone entre fines del siglo

XVI y el año 1610, por el hecho de no figurar el estrecho de Le Maire.

En un mapa impreso en Amberes por el cartógrafo flamenco Gerardo de Jode y

reeditado por su hijo Cornelio, en una obra titulada Speculum Orbis Terrarum, figura la

Australia Terra como un continente montañoso, siempre confundido con una gran Tierra

del Fuego, de la que conserva parte de su toponimia; una leyenda dice que la Australia

Terra es llamada vulgarmente por los navegantes Tierra del Fuego, o también Tierra de los

Loros.

China Sive Patagonica et Australis Terra es el título de un mapa del año 1600 del

cartógrafo alemán M. Quad, de Colonia, que presenta una Tierra del Fuego muy extendida

a todo lo largo del mapa, con varios topónimos y una inscripción que dice Terra Australis

Pars; en la parte inferior, se ve una Terra Incognita dentro del Circulus Antarcticus. Este

nuevo e hipotético continente antártico limita en el este con el sur de África, y por el oeste

con las islas de Nueva Guinea, Guadalcanal y otras.

Un mapamundi editado en España en 1610, muestra una Tierra del Fuego aislada y

alargada de este a oeste, separada de la Patagonia y del Antártico por simples pasos. La

Antártica en su parte occidental incluye en este mapa la Nueva Guinea, limitando en la

parte oriental con las islas de la Polinesia.

En la obra Descriptio ac delineatis geographica detectionis freti, publicada en

Ámsterdam en 1612, se incluye un mapamundi que muestra al sur del estrecho de

Magallanes una gran Terra austral incognita, separada por una línea de puntos de la Nueva

Guinea y por un canal de las islas Salomón, con una leyenda que dice: Terra per Petrum

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Fernández de Quirecens delecta olim vero sub nomine TERRAE AUSTRALIS incognita

celebrata (Tierra elegida por Pedro Fernández de Quirecens, de otro modo reconocida

como Tierra Austral incógnita”).

El cartógrafo inglés John Speed realizó un mapa, publicado en Ámsterdam en 1626,

edición de Abraham Goos, en el que aparecen la Tierra del Fuego, la isla de los Estados, el

estrecho de Le Maire, las Malvinas (mencionadas como Sebald de Waerts Eylanden), y el

pasaje al sur del Cabo de Hornos (nominado G. Browers, el navegante holandés que lo

navegó en 1642 con la flota de cinco barcos enviada por el príncipe de Nassau, como ya

hemos visto).

En 1669 fue realizado por Marcelo Ansaldo el “Croquis de Australia”, que se

conserva en el Archivo Histórico de Madrid, incluido como lámina Nº 87 /11.012 por el

capitán Julio F. Guillén y Tato en su Monumenta chartographica indiana, publicada en

Madrid en 1942. El mapa muestra las tierras australes: Nueva Guinea, Java, Sumatra, el

estrecho de Magallanes y el círculo polar antártico.

En 1675 —fecha probable— apareció “Hemisferio Sur, derrotero de las costas

meridionales del Pacífico”. El capitán Guillén y Tato incluyó este mapa como lámina Nº

4/11.015 en esa obra. La Antártida aparece aquí como Nueva Guinea y separada de la

Tierra del Fuego por el estrecho de San Vicente, o sea el de Le Maire.

Les Deux Poles Arctique ou Septentrional, et Antarctic ou Meridional, mapa producido y

editado por Nicolás Sansón de Abbeville en París, 1679, muestra la Antártida con la

leyenda Terra Maguellaniquae, Australe et Incognue; los límites son imaginados.

La Nova Orbis Tabula, ad usum Serenissimi Burgundiae Ducis (Nueva Tabla del Orbe

para uso del Serenísimo Señor de Burgundia), del cartógrafo francés Alexis Hubert Jaillot,

apareció en el año 1694; muestra un continente antártico de enorme dimensión con

límites imprecisos, extendido hasta los 30º Sur y 23º Este en el hemisferio occidental, y los

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50º Sur y los 135º Este, con la denominación Terre Australe et Inconue, appelé

Maguellanique (Tierra Austral y Desconocida, denominada Magallánica).

En 1728, el cartógrafo francés N. Bion produjo y editó en París el mapa L`Amerique,

que registra la Antártida con un extenso límite costero de este a oeste y una leyenda que

dice: Terres Australes et Inconnues, separada de la Tierra del Fuego por el estrecho de Le

Maire. Este mapa también registra los nombres de “Detr. De Brouwers” e “I. de Diego”.

En 1774 apareció, editado en Venecia, Italia, Il Mappamondo o sia Descrizione

Generale del Globo, producido por el cartógrafo veneciano Antonio Zatta, en dos

hemisferios. En los 50º S y 35º Este, la figura de una nave señala la latitud alcanzada por

Américo Vespucio con la leyenda: Fin qui e arrivato Américo Vespucci. En la parte

meridional, se lee la leyenda Terrae Australis ovvero Antartiche Cerchio Polare. Otro mapa

del mismo cartógrafo, publicado en la misma ciudad, 1779, con el título Hemisferio

Terrestre Meridional Tagliato su L’Ecuatore, incluye los descubrimientos de Cook y

Bouganville señaliza la Antártida, pero sin topónimo.

La Carte de Deux Regions Polaris Jusqu’au 45º Degré de Latitude (Mapa de las Dos

Regiones Polares hasta el Grado 45º de Latitud), del grabador francés Blanchard, editado

en París en 1790, señala la ruta del viaje de James Cook (1774-1775) y las islas Georgias y

Sándwich. El círculo antártico está trazado en los 67º S; para las longitudes parte del

meridiano de París.

El teniente de la Real Armada británica, Henrry Roberts, realizó la carta general de

los tres viajes de Cook, editada por W. Palmer en 1794. Están señaladas allí las rutas y en

las latitudes antárticas hay varios topónimos: Isle of Georgia (Clerks Rocks) y Sandwich

Land (Candlemas I., C. Montagu, C. Bristol, Southern Thule), con las fechas 26 de enero de

1775, y 3 de febrero de 1775, correspondientes a los avistajes de las islas.

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El cartógrafo inglés Willam Faden ejecutó un Map of América or the New World,

editado en Londres en 1797, en el que señalaba la línea de Tordesillas, y en la parte austral

las islas Grande de la Roche de 1675, de San Pedro 1756 o New Georgia 1775 y de

Sandwich. Debajo del círculo polar antártico, hay una leyenda: Cook’s Nec Plus Ultra at

71º10’ Lat. S. January 30th. 1774.

Cierra la cartografía del siglo XVIII un interesante mapa relacionado con nuestro

tema, porque denuncia el conocimiento inglés del real descubrimiento de las islas de San

Pedro: A General Map of the World of Terraqueous Globe, ejecutado por el matemático

inglés S. Dunn y publicado en Londres en 1799 por Laurie y Whittle, en dos hemisferios;

señala en el austral la derrota del Resolution de Cook y en las islas de San Pedro hay una

leyenda que dice: I. S. Pedro or Georgia discovered by Spanish Ship Lion in 1756. Las islas

Sándwich del Sur, con varios topónimos y Sandwich Land en caracteres destacados, están

acompañadas por la fecha del descubrimiento de Cook: February 3rd 1775, al noreste de

estas islas, llama la atención una marca señalando el lugar hasta donde navegó Vespucio:

Thus far sailed Vespucius in 1502 (“Hasta aquí navegó Vespucio en 1502”). Al norte de las

islas de San Pedro, en latitud aproximada 45o S, aparece una isla con la leyenda Ysla

Grande according to La Roché 1675. El continente antártico no está señalado, sí el círculo

polar antártico y el polo Sur; en el lugar una inscripción dice: Southern Icy Ocean (“Océano

Helado del Sur”).

El mapa de Piri Reis

Y concluimos esta cronología de la cartografía antártica aportando un dato que

hemos obviado por polémico, pero que entendemos no podemos soslayar por la difusión

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que ha tenido en la bibliografía especializada, al tiempo que interpretamos su valor como

tema de investigación.

En la reseña transcripta, hemos omitido la fecha 1513, correspondiente a la edición

del mapamundi de Piri Reis, que representa una verdadera —y al parecer irresoluble—

incógnita en la historiografía antártica. Y la incógnita radica en la insólita representación en

ese mapamundi del litoral antártico —la costa de la Reina Maud— con su perfil tal cual se

lo conoce hoy por investigación sísmica, es decir sin la cobertura de hielo. ¿Y cómo fue

posible ese conocimiento en tan lejana fecha? Y el dilema aumenta si tenemos en cuenta

que la glaciación comenzó en el 4000 a. de C.

Según Graham Hancock (“Las huellas de los dioses”, Ediciones B. S. A., 1998,

Barcelona), el profesor Charles H. Happgood, del Keene College, New Hampshire, que

estudió el tema, solicitó el análisis de esa parte del mapamundi Piri Reis al Octavo

Escuadrón Técnico de Reconocimiento de las Fuerzas Aéreas Estadounidenses, de la Base

Aérea de Westover, recibiendo la respuesta de su comandante, teniente coronel Harold Z.

Ohlmeyer, de la que extraemos lo siguiente:

“El detalle geográfico que figura en la parte inferior del mapa coincide de

modo asombroso con los resultados del perfil sísmico que fue trazado en la

parte superior de la capa helada por la expedición sueco-británica a la

Antártida en 1949. Ello indica que se había trazado el mapa de la costa antes

de que ésta quedara cubierta por la capa de hielo. La capa de hielo en esta

región presenta en la actualidad un espesor de aproximadamente 1,6

kilómetros. No tenemos ni idea de cómo pueden conciliarse los datos de este

mapa con el supuesto nivel de conocimientos geográficos en 1513.”

Page 15: Los tiempos de la Antártida

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El profesor Charles H. Hapgood —seguimos siempre a Hancock— recibió el apoyo de

Albert Einstein en el prólogo que escribiera en 1953 a su obra: “Earths’s Shifting Crust”

(Nueva York, 1958, pp. 1-2). Dice así:

“En una región polar se producen continuos depósitos de hielo, los cuales no

son distribuidos de forma simétrica alrededor del polo. La rotación de la Tierra

incide sobre esas masas depositadas de modo no simétrico y produce un

movimiento centrífugo que es trasmitido a la rígida corteza terrestre. Cuando

alcanza un cierto punto, ese creciente movimiento centrífugo provoca un

desplazamiento de la corteza terrestre sobre el resto del cuerpo de la Tierra.”

(Ver: http://mapapirisreis.blogspot.com).

Page 16: Los tiempos de la Antártida

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Capitulo II

EL TIEMPO DE LA APROXIMACIÓN

El aislamiento de la Antártida de los otros continentes —Asia, África, Oceanía,

Europa y América— fue la causa de la ausencia del hombre en aquella región hasta épocas

muy recientes. Por eso es que la primera parte de la historia antártica sea una relación de

la aproximación humana a la región helada, cuyo conocimiento nos llega por medio de

tradiciones orales y escritas, que pertenecen al tiempo de la leyenda y al tiempo de la

historia.

La leyenda: Los fueguinos. Los maoríes.

La primera leyenda que arrima noticias sobre la existencia de tierras heladas en el

sur es de los indios Haush —etnia extinguida de la Tierra del Fuego—, y cuenta que los

primeros pobladores de las ínsulas australes de América llegaron a ellas tras migrar desde

otros archipiélagos, recorriendo en su tránsito el “país de los hielos”, es decir, las islas

septentrionales de la Antártida. Si bien no hay pruebas de tal migración, como afirma el

académico ruso Levedev en su obra Antarktica, sin embargo llama la atención, como lo

destaca el mismo autor, la semejanza de los idiomas de la Australia oriental, la Patagonia y

la Tierra del Fuego, lo que daría cierta verosimilitud a la leyenda.

Page 17: Los tiempos de la Antártida

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Otra relación oral refiere que aproximadamente 650 años antes de Cristo, un

navegante maorí llamado Ui´Te-Rangiora, con su canoa Te-Ivi-0-Atea, navegó con rumbo

sur por muchas lunas, hasta que una sustancia blanca, fría y sólida que flotaba en el mar lo

detuvo; él denominó al fenómeno “mar de arrurruz” por una fécula comestible de sus

ínsulas. Sería la segunda aproximación del hombre a los mares polares del sur.

La Historia: La noticia de Heródoto. Los españoles. Los avistajes dudosos.

A Heródoto —el bien llamado “padre de la Historia”— le debemos la primera noticia

de la aproximación del hombre al hemisferio austral. Cuenta el historiador griego que

Necao, rey de Egipto, mandó unos buques tripulados por fenicios a recorrer las costas de

Libia (África). Partieron los navegantes desde el Mar Rojo hacia el sur; años después

regresaron, pero no por el Mar Rojo sino por el Mediterráneo, pasando por las columnas

de Hércules (estrecho de Gibraltar), por lo que fueron los primeros que navegaron el

hemisferio austral, avistando dos mil años antes que Vasco da Gama el Cabo de Buena

Esperanza. Fue entonces la latitud más meridional alcanzada por el hombre antes del

advenimiento de Cristo y, por consiguiente, la primera aproximación del hombre a las

tierras australes.

Y la historia registra después nombres que nos resultan familiares en la navegación

austral: Cristóbal Colón, Juan Díaz de Solís, Hernando de Magallanes y García Jofré de

Loaysa. La expedición de este último al arribar al estrecho descubierto por Magallanes

soportó un duro temporal que dispersó las naves, una de las cuales, la San Lesmes,

comandada por Francisco de Hoces, al ser empujada por los vientos alcanzó

aproximadamente los 55º de latitud sur, por lo que el capitán Hoces, al reunirse

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nuevamente con la flota, informó a su comandante que en aquellas latitudes había

avistado el “acabamiento de la tierra”. Conviene señalar que el pasaje está mal llamado de

Drake, porque el famoso pirata y corsario inglés jamás lo navegó. En homenaje a la

realidad histórica, debiera denominarse pasaje de Hoces.

En 1502, Américo Vespuci —o Vespucio—, marino italiano al servicio de la corona de

Portugal, navegó nuestras costas, alcanzando los 52º de latitud Sur, donde lo sorprendió

un fuerte temporal que hizo decidir el regreso a Portugal. Durante ese viaje de retorno,

avistó una larga costa acantilada, dando lugar esta afirmación del navegante a erradas

especulaciones entre algunos historiadores, sobre el descubrimiento de las islas Malvinas o

las de San Pedro, error que ha demostrado fehacientemente con un serio estudio el

almirante Ernesto Basílico, de la Armada Nacional. Es posible que el famoso navegante

haya confundido un inmenso témpano tabular con el accidente geográfico señalado. De

todos modos, ese viaje representa la segunda y más importante penetración en el mar

austral.

En 1674, el comerciante franco-británico Antonio de la Roche superó la latitud

alcanzada por Vespucio, llegando al cabo de Hornos, al que no pudo rodear, por lo que

retornó al norte. La historia inglesa pretende que De la Roche descubrió la isla de San

Pedro, aunque el análisis más somero de la descripción efectuada por el navegante hace

caer esa suposición.

La jurisdicción castellana en el Nuevo Mundo llegaba hasta el Polo Sur, la provincia

del estrecho y la Terra Australis Incógnita.

Al regreso de Colón a España con las novedades de su viaje, los Reyes Católicos se

apresuraron a asegurarse la posesión de las tierras ocupadas por sus vasallos ante la

amenaza de una posible intromisión portuguesa, ya que el monarca lusitano las

consideraba dentro de su jurisdicción, como se lo había manifestado al mismo Colón.

Page 19: Los tiempos de la Antártida

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Siguiendo la costumbre de la época, Fernando e Isabel pidieron la donación de esas tierras

al papa, considerado administrador temporal de los bienes terrenos creados por Dios.

El papa Alejandro VI accedió, concediendo a los Reyes de Castilla y León y a sus

herederos y sucesores, “todas las islas y tierras firmes halladas, y que se hallaren,

descubiertas, y que se descubrieren hacia el Occidente, y Mediodía, fabricando y

componiendo una línea del Polo Ártico, que es el Septentrión, al Polo Antártico, que es el

Mediodía, la cual línea diste de cada una de las islas, que vulgarmente dicen de las Azores y

Cabo Verde, cien leguas hacia el Occidente y Mediodía, que por otro Rey o Príncipe

Cristiano no fueran actualmente poseídas.” Ante el desacuerdo del monarca portugués por

lo exiguo del territorio que le correspondería, logró un nuevo acuerdo con Castilla

concretado en el Tratado de Tordesillas del 7 de junio de 1494, que estableció la línea

imaginaria divisoria a trescientas setenta leguas de las islas de Cabo Verde. El tratado fue

luego sometido a la aprobación del papa Julio II, que lo confirmó en 1506.

De modo que la jurisdicción castellana en el Nuevo Mundo alcanzó hasta el mismo

Polo Sur y la Corona así lo entendió, como lo prueba el hecho de que Carlos V creara en

1534 la provincia del Estrecho, encomendando su exploración y conquista en 1536 al

obispo de Plasencia Gutierre Vargas de Carvajal, que financió para ello la expedición de

Francisco de la Ribera y Alonso de Camargo, y en 1539 a Pedro Sancho de Hoz, que debía

navegar por la Mar del Sur (hoy océano Pacífico), y descubrir “hasta el dicho Estrecho de

Magallanes y la tierra que está de la otra parte de él”.

Si bien estos intentos, como otros posteriores, no pudieron concretarse por imperio

de las circunstancias, el empeño puesto por la corona castellana en las exploraciones de

aquella zona, encomendadas principalmente al gobierno de Buenos Aires durante el

virreinato, demuestran cabalmente la intención de la Madre Patria de ejercer dominio

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sobre los territorios australes, que por decisión real quedaron incorporados al Virreinato

del Río de la Plata, creado por Real Cédula del 1º de agosto de 1776.

Page 21: Los tiempos de la Antártida

20

Capitulo III

EL TIEMPO DE LOS DESCUBRIDORES

La primera noticia que tenemos del descubrimiento de tierras subantárticas

corresponde a un mercante español. Don Gregorio Jerez, al mando del Santo Christo del

Auxilio y Nuestra Señora de los Dolores (alias el León), quien en su regreso a España con

mercadería cargada en el puerto peruano del Callao, empujado por un temporal, arriba el

29 de junio de 1756 a dos islas situadas entre los 54º Sur y los 38º Oeste, a las que por el

santoral católico bautizó San Pedro. Esas islas, que la toponimia internacional registra

como Georgias del Sur por lo que pronto veremos, serían desde fines del ese siglo hasta

principios del XIX, centro de intensa actividad foquera protagonizada tanto por mercantes

procedentes del Río de la Plata como del hemisferio norte. Seis años después de ese

descubrimiento, otro buque también español, igualmente en tránsito del Perú a España, el

Aurora, descubre un grupo de islas entre las de San Pedro y las Malvinas, a las que los

españoles denominaron “islas del Aurora”, identificadas hoy como las rocas Cormorán y

Negra (en inglés Black y Shag).

Entre 1772 y 1775, el inglés James Cook circunnavega la Antártida alcanzando

latitudes inéditas y haciendo la mayor parte de su recorrido al sur del Círculo Polar

Antártico (66º 33¨ S). Habiendo tenido noticia Cook del descubrimiento español de las islas

de San Pedro, buscó y halló las islas, rebautizándolas Georgias del Sur en homenaje a su

rey.

Page 22: Los tiempos de la Antártida

21

Las expediciones mixtas

Por la misma época se sucedieron una serie de viajes organizados por empresas

comerciales y navieras, que presentan la particularidad de encomendar a sus capitanes

observaciones científicas, para el mejor conocimiento de las zonas de caza con vistas al

mejor y más seguro rendimiento, de modo que estas empresas (entre las que se destacó la

Enderby Brothers de Londres) contribuyeron indirectamente al progreso del conocimiento

antártico, pudiendo considerarse sus expediciones como un preludio de la investigación

científica de los años siguientes. De aquella actividad comercial-científica, rescatamos los

nombres de: George Powell, que, junto con Nathaniel Palmer, descubrió las Orcadas del

Sur; James Weddell, descubridor del mar que lleva su nombre; Henry Foster, explorador de

la zona de la península Antártica y John Biscoe, que circunnavegó la Antártida y exploró la

costa norte de la península Antártica, a la que bautizó Tierra de Graham.

Sucesos mundiales

En Europa se difundieron las nuevas ideas políticas, sociales y económicas de los

pensadores del siglo XVIII. Fue la “época de las luces” y del “despotismo ilustrado”. En

España reinaban los Borbones desde 1701 con Carlos III (1759-1788). Se produjo un auge

de la masonería, los movimientos liberales y nacionalistas con las revoluciones de 1830 y

1848 en Francia y su repercusión en otros países. En Inglaterra, durante el reinado de

Victoria, se inició en 1837 la llamada “Época Victoriana” y el país avanzó en su condición de

gran potencia.

Page 23: Los tiempos de la Antártida

22

Otros acontecimientos significativos de esta etapa son:

1756-1763: Guerra de los Siete Años.

1776. 4 de julio: Independencia de los Estdos Unidos de América.

1789-99: Revolución Francesa.

1800-1815: Época de Napoleón.

1805: Batalla de Trafalgar. Inglaterra obtiene el dominio de los mares; comienza el

desarrollo comercial e industrial y la expansión mundial británica.

1830: Fallecimiento de Simón Bolívar.

1832: Invento de la hélice.

Page 24: Los tiempos de la Antártida

23

Capitulo IV

EL TIEMPO DE LA CIENCIA Y LA COOPERACIÓN ANTÁRTICA

INTERNACIONAL

Entre 1819 y 1820, la expedición rusa de Fabián Thaddeus von Bellingshausen y

Mijail Lazarev, con los buques Vostok y Mirny, siguiendo precisas instrucciones del

emperador Alejandro I (según el plan concebido por el Ministerio de Marina) exploró en

primer lugar las islas de San Pedro (Georgias del Sur) y las Sandwich del Sur, descubriendo

una gran cantidad de islas que fueron bautizadas con los nombres de los oficiales de la

expedición.

Cruzó luego el Círculo Polar para alcanzar la mayor latitud posible. Luego, el navío

Vostok navegó el mar que hoy recuerda con su nombre a Bellingshausen, el comandante

del buque. Durante esta expedición, el 28 de enero de 1820 (en los 69º 7’30” Sur y 0º

16’15” Oeste) el capitán Bellingshausen divisó, según su detallado informe, “una superficie

sólida de hielo extendida desde el Este, por el Sur, hasta el Oeste”. Como muy bien lo ha

entendido Frank Debenham —editor de la obra de Bellingshausen—, esa superficie sólida

de hielo era el borde del continente, avistado por el hombre por primera vez.

Entre 1837 y 1843 se sucedieron una serie de expediciones impulsadas por las ideas

de las Sociedades Reales de Ciencias de Gran Bretaña, que bregaban por el conocimiento

de la naturaleza antártica aún “nondum cognita”, a pesar de los avances realizados desde

principios del siglo XIX.

Page 25: Los tiempos de la Antártida

24

Así es que son dignas de mención: la expedición de Dumond D’Urville con el

Astrolabe y el Zelée (1837-40), que avistó tierra continental, bautizada “Adela”, por la

esposa del jefe expedicionario. Contemporáneamente (1839-1841), la expedición

norteamericana de cinco buques, bajo el comando del teniente Charles Wilkes y con un

buen equipo científico, superó los 70º Sur por el mar de Bellingshausen realizando un muy

buen aporte cartográfico. Y cerró este breve pero positivo capítulo precursor de la ciencia

antártica, la expedición británica de James Clark Ross (1840-1843) que hizo tres viajes con

los buques Erebus y Terror y alcanzó los 78º 04’ Sur, máxima latitud navegada hasta esa

época, en el mar bautizado con su nombre.

A la costa oriental la denominó Tierra Victoria del Sur, y aplicó el topónimo Tierra del

Almirantazgo a una cordillera descubierta. Avistó en esa cordillera dos volcanes, uno en

actividad, que bautizó Erebus y Terror.

El Primer Año Polar Internacional de 1882-1883 significó un llamado de atención

para el mundo científico sobre las regiones polares, vírgenes aún para la ciencia. Fue así

que el VI Congreso Internacional de Geografía, reunido en Londres en 1895, impulsó la

investigación científica del Antártico y luego el VII Congreso Internacional de Geografía de

Berlín, en 1899, dio lugar a la Gran Expedición Antártica Internacional. Esas expediciones

inauguraron una nueva etapa en la historia de las exploraciones antárticas, que ha ido

incrementándose ininterrumpidamente y continúa en nuestros días con gran impulso.

Los Congresos Internacionales de Geografía y el progreso de la investigación antártica

Si bien la realización del Primer Año Polar Internacional (entre 1882 y 1883)

representó el preámbulo del interés científico mundial por el conocimiento de las zonas

Page 26: Los tiempos de la Antártida

25

polares, como ya dijimos, el Sexto Congreso Internacional de Geografía de Londres (1895)

y el Séptimo Congreso Internacional de Geografía de Berlín (1899) fueron los que

impulsaron la investigación científica de la Antártida.

La actividad antártica finisecular fue intensa y se multiplicó al nacer el siglo XX,

siendo la gesta más singular de ese período la protagonizada por Adrián de Gerlache de

Gomery con el Bélgica, respondiendo a las recomendaciones del Sexto Congreso

Internacional de Geografía. En su equipo científico figuraron futuras personalidades

famosas, como el geólogo polaco Arktowsky, el médico estadounidense Frederick Cook, el

geólogo Emile Danco, fallecido durante la expedición, y Roald Amundsen, futuro

protagonista de una gran hazaña polar. La expedición navegó el mar de Bellingshausen,

explorando y estudiando el estrecho que hoy recuerda con su nombre al jefe

expedicionario. Algunos de sus logros fueron una buena cartografía del pasaje Drake, el

sondaje de sus aguas, la comprobación de la inexistencia de una plataforma entre Tierra

del Fuego y Antártida, el relevamiento costero de las Shetland del Sur, y datos

meteorológicos, magnéticos y biológicos.

Otra expedición de ese momento fue la del británico Carsten Borchgrevink, quien

exploró la zona del cabo Adare, utilizando trineos tirados por perros.

Respondiendo a las recomendaciones del Séptimo Congreso Internacional de

Geografía de 1899, fue organizada la Gran Expedición Internacional Antártica, integrada

por Gran Bretaña, Suecia, Alemania y Francia. Contemporáneamente con esas

expediciones, pero al margen de las recomendaciones del Séptimo Congreso, tuvo lugar la

expedición escocesa de William S. Bruce, íntimamente relacionada con nuestra propia

historia antártica, como ya veremos.

Page 27: Los tiempos de la Antártida

26

La expedición británica dirigida por Robert Scott con el Discovery (1901-1904),

navegó el mar de Ross; exploró la costa de la bahía McMurdo y luego, junto con

Shackleton, alcanzó los 82º Sur.

La expedición sueca dirigida por el geólogo Otto Nordenskjöld con el Antarctic

(1901-1903), estuvo muy relacionada con nuestra propia historia, tanto por haber

participado en ella como observador científico el alférez de navío de la Armada Nacional

José María Sobral, cuanto por haber sido rescatados los suecos por nuestra corbeta

Uruguay, ya que habían quedado separados en tres grupos por el naufragio del Antarctic

frente a la isla Paulet en el mar de Weddell, en la que se refugiaron los veinte hombres de

la tripulación con el capitán noruego Karl Antón Larsen (ballenero que había operado en la

zona a fines del año anterior recogiendo algunos fósiles vegetales que demostraban la

existencia de flora vegetal propia de clima cálido durante el Terciario); allí construyeron los

náufragos una choza con las abundantes lajas del lugar y el maderamen y lonas del buque

aprisionado y destruido por los hielos del semi congelado mar de Weddell. Otros tres

hombres de la expedición habían desembarcado antes del naufragio en la parte noreste de

la península, con la intención de alcanzar por tierra Cerro Nevado, donde había quedado el

grupo de Nordenskjöld —Sobral entre ellos—, mientras el buque navegaba a Malvinas y a

Ushuaia para reaprovisionamiento; los tres hombres, no pudiendo llegar a Cerro Nevado

por hallar imprevistamente descongelado el canal del Príncipe Gustavo que les impidió el

paso, regresaron a la bahía de la Esperanza para reembarcarse y, al no ver al buque, igual

que los de Paulet construyeron, también con lajas, una choza donde invernar. Mientras

tanto, en Cerro Nevado (Snow Hill en aquel entonces) Nordenskjöld y sus cinco hombres

disponían de una cómoda y abrigada vivienda de madera, prefabricada en Suecia, de 6,30

metros de largo por cuatro de ancho, con dobles paredes y forrada exteriormente con

cartón embreado. Dos jaurías de perros, una malvinera y otra groenlandesa, formaban los

Page 28: Los tiempos de la Antártida

27

equipos que habían de transportar a los expedicionarios en sus patrullas de

reconocimiento e investigación.

Todos los grupos trabajaron intensamente hasta ser rescatados dos años después,

en 1903, y regresaron con colecciones de fósiles de vegetales y animales, e importantes

datos de meteorología y gravimetría. Ésta fue la primera exploración en trineo en el mar

de Weddell y en la costa oriental de la península Antártica.

La expedición alemana (1901-1903) fue dirigida por Erich Von Drygalsky con el

buque Gauss y exploró la zona antártica correspondiente al océano Indico, descubriendo la

costa de Wilhhelm II. Fue la primera expedición en hacer exploración aérea con globo

cautivo.

La cuarta expedición, organizada respondiendo a las recomendaciones del VII

Congreso Internacional de Geografía, fue la dirigida por Juan B. Charcot con el Francais

(1903-1905). Reconoció el estrecho de Bismarck, el archipiélago de Palmer y la isla

Alejandro I; invernó en el puerto Charcot de la isla Booth (o Wandell), haciendo

reconocimientos y levantamientos en las zonas adyacentes. Al oeste de la Tierra de San

Martín (península Antártica), Charcot descubrió una serie de islas pintorescas que bautizó

“Argentinas” en homenaje a la República Argentina, lo mismo que el cabo Roca y los islotes

Roca, por el presidente de la nación que había favorecido a su expedición. Charcot regresó

al Antártico en 1908-1910 con el buque Pour quois Pas?, recorriendo las Shetland del Sur y

cartografiando el área del estrecho de Gerlache.

Contemporáneamente, pero al margen de la Expedición Antártica Internacional,

tuvo lugar la expedición escocesa del Dr. William S. Bruce (1902-1904), íntimamente

relacionada —como la sueca— con nuestra historia polar. Con el Scotia avistó las Sándwich

y las Orcadas, donde después de una frustrada tentativa de navegación del Weddell,

desembarcó en la bahía que bautizó “Scotia”, de la isla Laurie (Orcadas del Sur). Allí instaló

Page 29: Los tiempos de la Antártida

28

una casilla con instrumental para meteorología y magnetismo, y una choza para invernar

que bautizó “Omond House”. En noviembre de 1903, dejando una pequeña guarnición en

la isla, vino con el Scotia a Buenos Aires en tiempo del arribo de la corbeta Uruguay que

llevaba a bordo a los suecos rescatados.

En el acto de homenaje a los marinos de la Uruguay y a los expedicionarios de

Nordenskjöld, se pudo escuchar a éste elogiando a nuestros marinos y diciendo que esa

expedición tan bien realizada no sería la última que la Argentina haría al Antártico. Eso

seguramente lo habrá afirmado más en su proyecto de vender a nuestro gobierno sus

instalaciones de la isla Laurie; ese fue el origen del Observatorio Nacional de las Islas

Orcadas del Sur, al que nos referiremos más adelante.

Page 30: Los tiempos de la Antártida

29

Capitulo V

EL TIEMPO HEROICO

El asalto al Polo Sur

El siglo XX se inicia con los tres primeros intentos para alcanzar el Polo Sur. Entre

1907 y 1909 el inglés Shackleton hizo el primer intento, con trineos tirados por ponies

siberianos que, superados por el esfuerzo, debieron ser sacrificados. La expedición alcanzó

finalmente los 88º 23’ Sur, mientras que tres miembros arribaron al Polo Sur Magnético.

En 1914, Shackleton hizo un segundo intento, que también fracasó por el naufragio del

Endurance, comandado por él, en el mar de Weddell. Los hombres se “embarcaron” en un

témpano, en el que navegaron a la deriva y con los botes llegaron a la isla Elefante, de las

Shetland del Sur. Allí Shackleton dejó parte de su tripulación, mientras él con cinco

hombres alcanzó la isla de San Pedro, Georgias del Sur, y desembarcaron en la costa sur

occidental. Cruzaron por montañas y glaciares en condiciones extremas, para llegar al

puerto de Grytviken en la costa opuesta, asiento de la factoría ballenera, cuyo

administrador, amigo de Shackleton, ofreció a los esforzados e intrépidos hombres toda la

ayuda necesaria. De allí partió a las Islas Malvinas, desde donde intentó rescatar

infructuosamente a los náufragos de la isla Elefante por las condiciones del hielo, y regresó

a las Malvinas, donde luego de varios intentos, el escampavía chileno Yelcho pudo

concretar el rescate. Los expedicionarios regresaron a Londres, dando fin a una de las más

notables odiseas vividas en la Antártida.

Page 31: Los tiempos de la Antártida

30

Los que lograron arribar al Polo Sur fueron el noruego Roald Amundsen y el británico

Robert Falcon Scott. El primero, con trineos livianos tirados por perros, aportó una suma

de conocimientos geográficos al tomar una ruta antes nunca recorrida por el hombre.

Llegó con cuatro trineos y cuatro hombres al Polo Sur el 14 de diciembre de 1911 y bautizó

la tierra circundante con el nombre de Haakon VII.

Scott utilizó en su expedición ponies siberianos, inadecuados para ese intento, como

le había ocurrido en su anterior intento (1903), experiencia que no supo aprovechar.

Alcanzó el Polo Sur el 17 de enero de 1912, con la penosa desilusión de comprobar que los

noruegos habían llegado un mes antes. El mal empleo logístico culminó con el dramático

final de la expedición, porque murieron todos los hombres que llegaron al Polo. A ello se

sumó el esfuerzo realizado en la extenuante travesía bajo malas condiciones climáticas, y a

pie o en esquíes, ya que los ponies debieron ser sacrificados a poco de la partida, como

había sucedido también durante el intento de Shackleton en 1908.

La exploración aérea

En 1928 se produjo una novedad muy valiosa en el tema de la exploración antártica:

la utilización del avión. El 16 de noviembre de ese año apareció por primera vez un avión

sobre la Antártida, un monoplano Lockheed Vega, piloteado por el australiano Hubert

Wilkins, que sobrevoló la península Antártica a lo largo de cien kilómetros.

El piloto Eilson, de la misma expedición de Wilkins, con otro avión gemelo del

anterior efectúa el segundo vuelo, el 20 de diciembre. El norteamericano Lincoln Ellsworth

(1931-1935) sobrevuela por primera vez la península Antártica hasta el mar de Ross. El

almirante Richard Byrd voló al Polo Sur en 1929, y desde 1928 a 1941 hizo reconocimientos

Page 32: Los tiempos de la Antártida

31

aéreos desde el mar de Ross; en 1946-1947 comandó una gran expedición antártica: con

trece buques, cuatro mil hombres y varios aviones embarcados, continuó la exploración

aérea. Por esos años, Finn Ronne comandó una expedición estadounidense que, con nueve

aviones, hizo un extenso reconocimiento aéreo de la península Antártica sobre la costa del

mar de Weddell.

La Antártida en el concierto internacional promediando el siglo XX

Promediando el siglo XX, la década de los años cincuenta se destacó por su carácter

de vanguardia en los grandes cambios del final de ese siglo; se inició con la guerra de Corea

(1950), que alarmó a una humanidad aun conmovida por la gran tragedia de la década

anterior que concluía con el horror de Hiroshima y Nagasaki y continuó con otro suceso

inscripto en la historia con una tremenda carga de dramaticidad: el 1° de noviembre de

1954 los argelinos iniciaron la lucha por su independencia, configurando la contienda un

nuevo tipo de guerra interna, sobre cuyo carácter de guerra civil aún no hay total

consenso, por los intereses externos, que juegan un papel preponderante.

Además, otra novedad de esa lucha está dada por la extrema crueldad de la que

hacen gala ambos bandos, al margen de toda convención inspirada en principios

humanitarios y en una ética militar, hasta donde ello es posible en un enfrentamiento

bélico; es lo que ha dado en llamarse “guerra sucia”, la irracionalidad en acción que los

argentinos de aquella época conocieron a través de la noticia periodística sin sospechar

que, en dos décadas más, sería realidad también en esta tierra, considerada por entonces

de promisión y de paz.

Page 33: Los tiempos de la Antártida

32

Otra novedad trascendente, ya en el campo de las relaciones internacionales, será la

división europea —y luego mundial— en dos grandes bloques opuestos: el del Tratado del

Atlántico Norte (OTAN), liderado por los Estados Unidos, y el del Pacto de Varsovia,

encabezado por la Unión Soviética, con sus satélites eslavos. Después surgirá el

movimientio de los países del llamado Tercer Mundo, conocidos como “No Alineados”, que

así dejarán de serlo. Y continuando con las novedades de la época, un pueblo de nuestra

América será también protagonista de la historia cerrando la década; en enero de 1959, el

abogado Fidel Castro, vistiendo un uniforme militar que ya no se sacaría más, lo mismo

que la espesa barba, comandando una hueste revolucionaria entró triunfante en La

Habana, iniciando una nueva etapa pro-soviética de la historia cubana. Moscú siguió

saltando políticamente por sobre el cerco militar que le tendiera Washington, fomentando

movimientos subversivos y apoyando gestas independentistas en Asia y África. De ese

modo, Europa deja de ser la única zona caliente y el fuego se enciende en otros lugares.

Casi se diría que la tercera guerra mundial, que muchos pronosticaban, se fue

desarrollando elusivamente mediante guerras menores y marginales, en las que Estados

Unidos respondía interviniendo a su vez en otros países.

Y los turbulentos y preocupantes años cincuenta, plagados de amenazas,

concluyeron por fin con alentadoras perspectivas futuras, tras las visitas del vicepresidente

norteamericano Richard Nixon a la Unión Soviética y a Polonia, y de Nikita Khruschev a los

Estados Unidos. Con la distención, Europa marchó hacia la unidad económica, iniciada por

Francia, Italia, Alemania y los países del Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo), que

integraron la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, prolegómeno de la Comunidad

Económica Europea y del EURATOM, destinado a desarrollar conjuntamente la utilización

pacífica de la energía atómica.

Page 34: Los tiempos de la Antártida

33

En lo concerniente a la cultura, continuó el avance de la ciencia y de la técnica con

ritmo vertiginoso; en la competencia se destacaron los Estados Unidos, la Europa

occidental, la Unión Soviética y el Japón. Uno de los más espectaculares logros fue la

investigación espacial iniciada con el lanzamiento de los primeros satélites artificiales: el

Sputnik I de la Unión Soviética (1957) y el Explorer de Estados Unidos (1958). Un

acontecimiento también de gran trascendencia de la época en el campo de la investigación

científica, fue la realización del Año Geofísico Internacional (A. G. I.). Consecuencia de tan

valiosa experiencia sería el Tratado Antártico, temas ambos que pronto trataremos.

La Antártida en el concierto universal promediando el siglo XX

Relatado sintéticamente el contexto internacional de la década del cincuenta,

veamos ahora la cuestión antártica en la misma época. Al comenzar esa década, era

evidente en los medios internacionales la preocupación por los recursos naturales de

aquella región, y principalmente por el uranio que allá se preveía, que fue al parecer el

incentivo prioritario para las expediciones de aquellos años, a tal punto que se hablaba de

la “carrera hacia los campos de uranio del Polo Sur”, que se consideraba iniciada en la

década anterior con la gran expedición norteamericana dirigida por el almirante Richard

Byrd en 1945. El interés por el metal era tanto que, según algunas versiones, en las

expediciones antárticas británicas intervenían incluso técnicos del Intelligence Service.

En los Estados Unidos el interés por la Antártida era tal que no sólo instituciones

privadas, como la Asociación “Hijas de la Revolución Norteamericana”, sino hasta simples

ciudadanos pedían al congreso que su gobierno reclamara un sector antártico. En la sesión

del 28 de agosto de 1950 del Senado norteamericano, fue presentada una carta firmada

Page 35: Los tiempos de la Antártida

34

por una ciudadana de apellido Kendall, de Washington, solicitando esa reclamación,

porque “junto al hecho de que la Antártida es fascinante, está el punto de que parte de mis

impuestos han sido invertidos en expediciones recientes, y parte de los impuestos pagados

por mi abuelo fueron probablemente invertidos en el viaje auspiciado por Wilkes.”

¡Interesante la anécdota! Y oportuna para reflexionar sobre obligaciones y derechos.

Durante una convención celebrada en Washington en abril de 1951, la Asociación

“Hijas de la Revolución Norteamericana”, pidió al Congreso de ese país, en una de sus

resoluciones “que tome las medidas del caso con el fin de dejar sentadas las demandas

norteamericanas con respecto a esas tierras australes, ya que otras naciones han

expresado su interés sobre las regiones polares, que podrían ser de gran valor para la

defensa nacional de este país, dados sus recursos minerales.”

Los casos mencionados sirven para ejemplificar el interés, por cierto generalizado,

de la ciudadanía norteamericana en el tema polar. Y si bien el gobierno de ese país hizo

reserva de sus derechos antárticos, que por otra parte nunca especificó, sí se preocupó por

establecer y mantener bases permanentes en ese entonces. Es que Estados Unidos (lo

mismo que Gran Bretaña) además del interés científico, consideraban también, y

principalmente, el valor estratégico del helado continente austral con relación a la

seguridad de las potencias occidentales. Según una fuente naval británica, en 1951 su

Gobierno ya había definido su política antártica con vistas a una posible guerra con la

Unión Soviética.

En tal eventualidad, se consideraba de suma importancia el control de los pasos

interoceánicos, y muy especialmente el Atlántico-Pacífico, donde existía una ruta cierta —

el estrecho de Magallanes— y dos posibles para el futuro: el canal Beagle y el pasaje de

Drake; de modo que la vigilancia de esa zona se haría desde dos puntos estratégicos: la isla

Decepción (Antártida) y las islas Malvinas. Según la misma fuente, de acuerdo con Estados

Page 36: Los tiempos de la Antártida

35

Unidos Gran Bretaña ejercería ese control, ya que no podía contarse con la Argentina, dada

su tradicional neutralidad en los conflictos internacionales.

En 1955 Francia declaró por ley “territorios autónomos” a las tierras antárticas

comprendidas en su sector, reclamado en 1938. Pero quizá lo que más evidenciaba el

incremento del interés por las lejanas y heladas comarcas del Polo Sur en la época que

tratamos, es el hecho de que en países sin antecedentes en la región comenzaron a

aparecer manifestaciones en pro de reivindicaciones antárticas. Tal el caso del Brasil, sobre

el que nos extenderemos más adelante, tanto por ser uno de los tres primeros países

latinoamericanos que demostró un interés antártico, como por la originalidad de sus

argumentos.

Brasil

En este país existía, en sectores políticos, intelectuales y militares, la idea de que se

debía reclamar un sector antártico, siendo original la idea de la “defrontacao” de Teresina

de Castro, basada en el enfrentamiento de las costas, por sus meridianos extremos, con la

Antártida. Es el concepto de la Antártida Sudamericana, abarcando el arco antártico

limitado por los meridianos de 24° Oeste y 90° Oeste, correspondientes a la Zona de

Seguridad interamericana según el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR),

de 1947. Así, le corresponderían sectores antárticos a Ecuador, Perú, Chile, Argentina,

Uruguay y Brasil.

En su edición del 30 de abril de 1955, la revista “La Semana” con el título “Nuestro

territorio será mayor. Un pedazo de la Antártida pertenece al Brasil”, comentaba la

conferencia del profesor Joaquín Ribeiro y decía que Brasil necesitaba su parte antártica,

Page 37: Los tiempos de la Antártida

36

no sólo por razones económicas sino porque “estando el continente tan cerca de nuestras

fronteras, cuando seamos un gigante que no necesite divisas, es posible que precisemos

bases estratégicas para proteger nuestros intereses.” El profesor Ribeiro propiciaba que

Brasil iniciara la explotación pesquera en la Antártida y que reclamara previamente su

territorio, por ser el único país con derechos históricos; —tal era su opinión— por el

Tratado de Tordesillas, y además por razones estratégicas, pues “se hace imprescindible

para nuestra defensa en el Atlántico Sur, el establecimiento de un trampolín en la

Antártida. Y ese punto estratégico además nos coloca en una posición defensiva contra la

única nación sudamericana que tiene veleidades de competir con nosotros.”

Es evidente la alusión a la República Argentina. Según Ribeiro, la línea de Tordesillas

pasaba por el meridiano de Laguna, de modo que el sector antártico brasileño se

extendería desde allí hasta el meridiano que pasa por la parte más oriental del archipiélago

de Fernando de Noronha, los meridianos 34° a 49° Oeste. Sobre las reclamaciones

territoriales en ese espacio, opinaba el conferenciante que su país y Rusia eran las únicas

naciones con derechos incuestionables. Mencionaba a Rusia, señalando el hecho de que

uno de sus almirantes, Bellingsausen, había “descubierto” la Antártida en enero de 1821.

En cuanto a la Argentina y Chile, cuestionaba sus derechos antárticos porque

representaban la fragmentación de la América española, mientras que Brasil en cambio,

había heredado íntegramente la América portuguesa.

Contemporáneamente con la conferencia del profesor Ribeiro, se realizó un trabajo

sobre la Antártida en la Escuela Superior de Guerra del Brasil, en el que se consideró el

aspecto estratégico, afirmándose en una parte lo siguiente: “En una guerra total aéreo-

nuclear, el Ártico podría ser el campo de batalla aérea decisivo y el Antártico la última base

y la zona de retaguardia vital de las comunicaciones marítimas y aéreas circunterrestres de

Page 38: Los tiempos de la Antártida

37

los occidentales; esto da fueros de veracidad al lema estratégico del futuro: ‘Quien domine

los polos dominará al mundo’”.

En el informe final del trabajo se hacían consideraciones sobre las posibles razones

del Brasil para una reclamación antártica, descartándose las de orden histórico basadas en

la línea de Tordesillas, ya que Brasil se había extendido al oeste de esa línea. En cuanto a

los intereses económicos, eran reales, pero se estimaba inoportuna su mención por cuanto

el país nunca había estado presente en la Antártida, de modo que sería poco honesto

pretender allí beneficios económicos, “por lo que hay que ser prudentes” afirmaba; “la

única razón que se puede invocar es la SEGURIDAD NACIONAL. Hasta los extranjeros

consideran al Brasil el país del futuro. Nadie duda de que nuestra rica tierra se

transformará, tarde o temprano, en una gran potencia. ¿Cuál sería pues, la situación

estratégica del Brasil, encuadrado por el norte y por el sur, por poderosas bases aéreas y

navales? ¿Convendría al Brasil que Chile y sobre todo Argentina, aumenten

sustancialmente sus potenciales nacionales, por la anexión de nuevos territorios tan

promisorios?”. En otra parte del trabajo, en la que se aconsejaba la “línea de acción y

medidas propuestas”, se concluía: “Por el momento es oportuno no reconocer, en lo

posible, oficial y públicamente, los derechos de posesión de cualquier país sobre la

Antártida, reservándose los derechos de libre acceso a aquellas regiones y de defender sus

intereses en las mismas, a fin de que oportunamente, reclamar la parte con que se crea con

derecho. Basta de complejos de subdesarrollo”.

Siete países habían efectuado reclamos territoriales sobre la Antártida a mediados

del siglo XX, a saber: Gran Bretaña, Nueva Zelandia, Australia, Noruega, Francia, Chile y

Argentina, de las cuales tres se superponían: Argentina, Chile y Gran Bretaña. El sector

reclamado por Chile va de los 53° Oeste a los 90° Oeste, prolongándose hasta el territorio

continental chileno. Gran Bretaña reclamaba dos sectores: entre 20° Oeste y 50° Oeste,

Page 39: Los tiempos de la Antártida

38

cerrado por el paralelo de 50° Sur, y 50° Oeste a 90° Oeste, cerrado por el paralelo 58° Sur.

Pero, después de la firma del Tratado Antártico, ese sector sería dividido en dos, el

antártico entre los meridianos 20° Oeste y 80° Oeste y el paralelo 60° Sur, correspondiendo

el restante al norte del paralelo 60° Sur a las Dependencias de las Malvinas.

La explotación ballenera

Mientras los gobiernos de los países con intereses antárticos estudiaban la situación

elaborando secretos planes de acción, y los científicos y técnicos proseguían con

entusiasmo su silenciosa y, por lo tanto, ignorada tarea, los comerciantes hacían su agosto.

Cerca de veinte flotas balleneras operaban en los mares antárticos en la temporada 1950-

1951: nueve noruegas, cuatro británicas, dos japonesas, una soviética, una holandesa y

una perteneciente a la nueva empresa “Olimpia Whaling”, integrada por capitales de

diversa procedencia y dirigida por el noruego Lars Andersen, conocido como el “Rey de los

Balleneros”, radicado en Alemania después de abandonar su patria al ser multado con

140.000 dólares por haber colaborado con los alemanes durante la guerra. Todas esas

flotas estuvieron activas en las siguientes temporadas y, en el verano de 1954-1955, operó

también la flota cazaballenas de Aristóteles Onassis. Ese año, al parecer, el negocio fue

muy rendidor pues el precio del aceite estuvo en suba, pagándose —en operaciones al

contado— hasta noventa libras la tonelada que, en la temporada anterior, había costado

alrededor de setenta.

El hombre avanzaba sobre Antártida; pronto sería necesaria una definición; la

entrada en escena de un nuevo protagonista, la Unión Soviética, brindaría la oportunidad.

El Año Geofísico Internacional, la más ambiciosa y fructífera experiencia de la ciencia en

Page 40: Los tiempos de la Antártida

39

Antártida, allanaría el camino hacia una solución materializada en el Tratado Antártico. Con

él comienza una nueva etapa de la historia antártica, la de la cooperación internacional,

durante la cual y hasta hoy, se ha preservado a la Antártida de las controversias

internacionales.

El Año Geofísico Internacional (A.G.I.)

Un acontecimiento de gran trascendencia para la ciencia mundial comenzó a

gestarse cuando promediaba el siglo XX. Un vasto plan de cooperación científica fue

elaborado por especialistas en meteorología, geomagnetismo, auroras, ionósfera, actividad

solar, radiación cósmica, glaciología, oceanografía, información por medio de satélites y

cohetes, sismología y gravimetría, comunicaciones y logística. El Congreso Internacional de

Uniones Científicas tuvo a su cargo la coordinación de las tareas por medio de un comité

especial. Así fue cómo se programó realizar, durante los años 1957 y 1958, las mismas

observaciones que anteriormente se habían realizado durante los años polares, pero

ampliándolas ahora a todos los rincones de la Tierra. Se realizaron conferencias

preparatorias en Roma, París, Bruselas y Barcelona entre los años 1954 y 1956. De esta

manera se gestó el Año Geofísico Internacional, con el que se inició la etapa de la

cooperación internacional coordinada para la investigación del casquete polar austral, cuya

culminación en el campo político fue el Tratado Antártico.

El A. G. I. comenzó en el medio antártico a principios de 1957 (aunque oficialmente

se menciona la fecha 1º de julio de ese año) y finalizó el 31 de diciembre de 1958. Durante

ese lapso funcionaron 55 observatorios en el Antártico e islas subantárticas, contándose

Page 41: Los tiempos de la Antártida

40

entre ellos los de nuestro país, que igual que los chilenos y británicos operaban con

anterioridad en aquellas latitudes.

Los países participantes en las tareas en la región austral de nuestro planeta fueron:

Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Francia, Japón, Nueva Zelandia, Noruega, Sudáfrica,

Reino Unido, Estados Unidos y Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas. Todos ellos

integraron el S. C. A. R. (Comité Especial de Investigaciones Antárticas) y fue después del A.

G. I. que, en 1959, firmaron el Tratado Antártico.

Más de sesenta países y treinta mil científicos trabajaron en ese emprendimiento en

todo el mundo, con investigaciones y estudios desde diversas estaciones de observación.

Uno de los más importantes aportes del A. G. I. en el Antártico fue la revelación de

que, debajo del gran manto de hielo y nieve, el continente está fraccionado en islas, siendo

una de ellas la península Antártica. En cuanto a la meteorología polar austral, se pudo

completar el primer censo; esta información favoreció el conocimiento de las incidencias

del clima antártico en el hemisferio austral.

El Tratado Antártico

En 1949 el Gobierno de los Estados Unidos propuso a los países con intereses

antárticos someter la región austral a la administración de las Naciones Unidas, propuesta

que fue rechazada por algunos países —entre ellos el nuestro— por su evidente intención

de internacionalizar el helado continente.

Pero la iniciativa estadounidense tuvo un desenlace inesperado al provocar la

reacción de una potencia sin más antecedente antártico que la expedición de

Bellingshausen en 1821. El 6 de julio de 1950, la Unión Soviética comunicó que no admitiría

Page 42: Los tiempos de la Antártida

41

ninguna solución antártica en cuya tramitación ella no hubiera intervenido. Era otra acción

de la guerra fría, que en aquel entonces se desarrollaba entre ambas superpotencias.

Felizmente, el problema fue superado; la realización del A. G. I. posibilitó el ingreso de

nuevos países a la investigación antártica, entre ellos la Unión Soviética.

Concluido aquel programa internacional el 31 de diciembre de 1958, Moscú

comunicó que sus científicos continuarían en la Antártida hasta finalizar los estudios

iniciados. Ante tal situación, el gobierno de los Estados Unidos convocó a una reunión en

Washington en mayo de 1959 para solucionar el problema antártico y el 1º de diciembre

de ese año los doce países que habían intervenido en el A. G. I., Argentina entre ellos,

firmaron el Tratado Antártico que entró en vigencia el 23 de junio de 1961, para toda la

región situada al sur de los 60º de latitud Sur, excepto la alta mar sujeta al derecho

internacional. Las principales disposiciones del Tratado son: no militarización, libertad de

investigación científica, establecimiento de un statu quo ante en lo referente a

reclamaciones territoriales, prohibición de ensayos nucleares y eliminación de desechos

radiactivos.

El gran aporte de este instrumento jurídico es que asegura la cooperación científica

internacional y el carácter estrictamente científico de las tareas que realizan los estados

contratantes, para lo cual se establece el principio de la inspección recíproca.

El sistema del Tratado es innovador en muchos aspectos. Precedió en ocho años al

de 1967 sobre utilización pacífica del espacio ultraterrestre, la Luna y otros cuerpos

celestes. Fue anterior en cuatro años al Tratado de Moscú de 1963 que prohibió los

ensayos nucleares, con la diferencia de que la prohibición por el Tratado Antártico es

mucho más amplia, pues creó un sistema de observación internacional, tema que, referido

a otras latitudes, lleva años de discusiones en el Comité de Desarme de Ginebra.

Page 43: Los tiempos de la Antártida

42

La aplicación del Tratado Antártico se realiza por medio de recomendaciones

adoptadas en reuniones consultivas periódicas, que deben ser luego aprobadas por

unanimidad por las partes contratantes para que puedan entrar en vigencia.

En lo referente a la posición sostenida por los estados que han fijado sectores en la

Antártida y por aquellos que no reconocen reclamos territoriales, el Tratado se limita a

señalar su existencia y a indicar que dicha posición no se verá afectada por su vigencia,

pero que tampoco podrán crearse nuevos derechos de soberanía a partir de ella. Esto es

favorable a los estados que, como la Argentina, poseen títulos anteriores a la ratificación

del citado instrumento jurídico internacional.

La firma por nuestro país del Tratado Antártico no afecta ni modifica el oportuno

reclamo de soberanía hecho por la nación sobre su sector; nada hay en su articulado que

los países no hubieran podido hacer libremente sin él. Cualquier otra modificación está

sujeta a control recíproco y no genera derechos de ninguna otra parte.

El Tratado Antártico une a los países que ejercen actividades antárticas guiados por

el acuerdo básico de utilizar la zona con fines pacíficos; su confiabilidad es cada vez mayor

y las Partes del Tratado representan un setenta por ciento de la población mundial.

Recomendaciones y convenciones complementan el Tratado, como ser la

Convención para la Conservación de Focas Antárticas (1972), la Convención para la

Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (1982) y la Convención para la

Regulación de las Actividades sobre Recursos Minerales Antárticos (CRARMA) (1988) —si

bien esta última fracasó por la negativa de Francia y Nueva Zelandia a ratificar la

Convención, finalmente se logró el acuerdo tres años después al adoptarse el Protocolo de

Madrid—.

Page 44: Los tiempos de la Antártida

43

Protocolo de Madrid

El 4 de octubre de 1991, las partes adoptaron en Madrid el Protocolo al Tratado

Antártico sobre Protección del Medio Ambiente, en el que se establece un régimen global

de obligaciones jurídicas, destinado a garantizar que las actividades que se realicen en la

Antártida respeten el medio ambiente. Por el artículo 2° “las partes se comprometen a la

protección global del medio ambiente antártico y los ecosistemas dependientes y asociados

y, mediante el presente Protocolo, designan a la Antártida como reserva natural,

consagrada a la paz y a la ciencia”.

En cuanto a los recursos minerales, el artículo 7° determina: “Cualquier actividad

relacionada con los recursos minerales, salvo la investigación científica, estará prohibida”.

Esto es importantísimo, no sólo por lo que atañe a la conservación del medioambiente

antártico, que se vería alterado por actividades de explotación minera, sino también

porque las actividades comerciales –que tal implicaría la explotación minera– con el

consiguiente secreto de las empresas para evitar la competencia, terminarían con la

libertad y el intercambio de información científica que ampara el Tratado Antártico.

El Año Internacional del Sol Quieto (A. I. S. Q.)

Como un complemento del A.G.I., se realizó un nuevo programa de cooperación

científica internacional entre el 1º de enero de 1964 y el 31 de diciembre de 1965. Su

objetivo era la realización de estudios geofísicos en una época de escasa actividad solar

(como la del período señalado), para el mejor aprovechamiento de los datos

Page 45: Los tiempos de la Antártida

44

correspondientes a las relaciones entre el Sol y la Tierra, que habían sido obtenidos en una

época de máxima actividad solar, la del A.G.I.

El programa fue denominado Año Internacional del Sol Quieto (A. I. S. Q.) y

participaron en él 64 países, entre ellos la Argentina. Se hicieron estudios de meteorología,

geomagnetismo, auroras y luminiscencia del aire, ionósfera, actividad solar, radiación

cósmica, investigación espacial y aeronomía1

.

Sucesos mundiales

Entre 1830 y 1850, paralelamente con el auge de las nuevas ideas políticas liberales

y nacionalistas, se desarrolló en Europa un nuevo movimiento cultural, el romanticismo,

que se manifestó principalmente en las artes y las letras.

En Francia, con Luís Napoleón III se inició el Segundo Imperio Francés, que concluirá

en 1870 con la guerra franco prusiana.

En la segunda mitad del siglo XIX, se produjo un gran progreso científico-técnico que

dio lugar a la Segunda Revolución Industrial. La siderurgia, el ferrocarril, el automóvil, el

buque a vapor, el teléfono, el telégrafo, la fotografía y el cine son algunas de las novedades

de la época. Aparecieron nuevas ideologías político-socio-económicas: el socialismo, el

anarquismo y el sindicalismo. A partir de 1870 Europa entró en un período de paz, con

grandes tensiones entre la Triple Alianza y la Triple Entente; era el período de la “Paz

Armada”.

Se consolidaron las grandes potencias que concretaron su expansión en Asia y África,

iniciándose el apogeo del colonialismo. Los Estados Unidos comenzaron su ascenso con su 1 Nota editorial. Aeronomía es la ciencia que estudia las capas superiores de la atmósfera, donde los fenómenos de ionización y disociación son importantes.

Page 46: Los tiempos de la Antártida

45

influencia en la América Hispana y en las Filipinas, después de la guerra con España en

1898.

Y ya en los primeros años del siglo XX, Europa fue sacudida por la Primera Guerra

Mundial, a cuyo fin —y como consecuencia de ella— surgieron nuevos movimientos

políticos que enfrentaron a la democracia liberal occidental: el socialismo soviético en

Rusia, el fascismo en Italia y el nacionalsocialismo en Alemania, iniciándose un proceso que

finalmente llevó al estallido de la Segunda Guerra Mundial de 1939-1945.

Entre los adelantos científicos, se destacan la radio (los esposos Curie), la vacuna

antivariólica (Pasteur), los estudios preliminares del físico alemán Albert Einstein sobre

radiactividad y del neocelandés Ernest Rutherford sobre desintegración del átomo.

Otros acontecimientos significativos de esta etapa son:

1905: Guerra ruso-japonesa.

1914-1918: Primera Guerra Mundial.

1917: Revolución comunista en Rusia. La influencia cultural francesa caracteriza el período

denominado la Belle Epoque. En arquitectura surge el art nouveau y en música el auge de

la ópera.

1922: Benito Mussolini inicia el régimen fascista en Italia.

1931: Se implanta la república en España.

1932: Adolf Hitler inicia el régimen nacionalsocialista en Alemania.

1935: Italia invade Etiopía.

1936-1939: Guerra Civil en España.

1939-1945: Segunda Guerra Mundial.

1945, agosto 6 y 7: Los norteamericanos arrojan bombas atómicas sobre Hiroshima y

Nagasaki.

Page 47: Los tiempos de la Antártida

46

1946: Guerra en Indochina. Guerra fría entre las superpotencias.

1947: Independencia de la India y Pakistán.

1948: Nacimiento del Estado de Israel. Surge la República Federal Alemana.

1949: República Democrática Alemana. República Popular China.

1950-1953: Guerra de Corea.

1959: Fidel Castro inicia el régimen socialista en Cuba.

1962: Asesinato de John F. Kennedy

Page 48: Los tiempos de la Antártida

47

Capitulo VI

EL TIEMPO DE LOS ARGENTINOS

Los argentinos en la primera mitad del siglo XIX. Luz roja en la economía. La reacción

local. La inquietud marítima.

El 29 de Julio de 1809, en medio de un desbordante entusiasmo popular, hizo su

entrada en Buenos Aires el nuevo virrey designado por la Junta Central de Sevilla, teniente

general de la Real Armada Baltasar Hidalgo de Cisneros y la Torre Ceijas y Jofré, caballero

de la Orden de Carlos III.

Le esperaban momentos difíciles pero mientras tanto, ignorante de su incierto

futuro, debía resolver importantes asuntos, entre otros la apertura del puerto al comercio

inglés. Esto se hizo con carácter transitorio y con ciertas limitaciones en defensa del interés

y de los comerciantes locales, a quienes los británicos deberían vender sus mercancías.

Fernández de Agüero, miembro del Consulado, había expresado su opinión contraria a ese

comercio que, lejos de producir beneficios, acarrearía un gran perjuicio pues los

extranjeros venderían sus productos a menos del costo hasta copar el mercado,

imponiendo luego el precio a su voluntad; por otra parte, nuestras incipientes industrias

locales (artesanías) no podrían competir con las fábricas británicas y terminarían por

desaparecer. Fue una profecía, tal cual sucedió.

De todos modos, el virrey puso sus límites al intercambio. Pero después de 1811 los

ingleses ya pudieron vender ellos mismos sus mercaderías directamente al consumidor,

Page 49: Los tiempos de la Antártida

48

mientras balleneros, foqueros y loberos del hemisferio Norte exterminaban nuestras

riquezas marinas en el Sur, provocando las protestas del coronel José Gascón y la reacción

de los miembros del Consulado porteño, Pedro Capdevila y Juan Pedro Aguirre, quienes se

quejaron por la ruina del comercio local, la evasión de metálico y el monopolio extranjero.

Todo esto salió al tapete durante el debate económico de 1815, poniendo de

manifiesto una saludable reacción nacional que encontraría eco en la gestión del Director

Supremo Juan Martín de Pueyrredón, bajo cuyo mandato se dictaron medidas a favor del

comercio marítimo local. Por ejemplo, la resolución de 1817 eximía a los buques menores

de treinta toneladas del pago de derecho de practicaje y boleta sanitaria, “ya que es un

deber del gobierno y de utilidad al país animar con fomento el comercio marítimo”. Ese

mismo año se dictaron otros decretos reglamentando la recepción de la correspondencia

llevada en barcos al puerto de Buenos Aires, estableciendo un fondeadero para buques

menores en el puerto de Las Conchas, autorizando al resguardo para proceder a la vista de

los buques, disponiendo que la Aduana no abriría ni cerraría registro sin determinarse

antes el puerto al que se encaminaba el buque solicitante, estableciendo la visita de los

barcos que pasaran por Martín García, prohibiendo el desembarco de mercaderías bajo el

pretexto de tránsito o trasbordo, etcétera.

Primera división política que incorpora tierras polares; el decreto del 10 de junio de 1829

La intensa actividad de los foqueros europeos y norteamericanos en las aguas

jurisdiccionales argentinas era conocida en Buenos Aires y, pese a encontrarse el gobierno

empeñado en otras tareas (vinculadas con la estabilización del estado) decidió ejercer el

control efectivo de las tierras y mares australes. Para ello, creó la primera demarcación

Page 50: Los tiempos de la Antártida

49

política que incluía las tierras polares. Con fecha 10 de junio de 1829, el gobierno de

Buenos Aires creó la Comandancia Política y Militar de las Islas Malvinas y adyacentes al

Cabo de Hornos.

Las islas “adyacentes al Cabo de Hornos” son a todos los vientos o rumbos, “incluso

la que se conoce como Isla de Tierra del Fuego” dice el decreto. La Isla Grande de Tierra del

Fuego rodea al Cabo de Hornos, pero no es adyacente si se entiende por tales a las

contiguas inmediatas, ya que las separa un grupo de islas importantes como Hoste y

Navarino. El término “las que rodean” es entonces omnicomprensivo y abarca un área no

indefinida, pero sin delimitación precisa. Esa delimitación tiene que estar dada

necesariamente por el conocimiento geográfico del tiempo. La afirmación no es

aventurada, ya que está confirmada por otros parámetros que dan la real latitud de esta

demarcación política. El gobierno de Buenos Aires tenía noticias de la existencia de las islas

próximas al Polo Sur, donde ya se realizaba la explotación irracional de la foca. Así lo

prueba el documento del Consulado de Buenos Aires autorizando la concesión a Juan

Pedro Aguirre.

Luis Piedra Buena en la Antártida

Nació Miguel Luis Piedra Buena el 24 de agosto de 1833 en la ciudad de Carmen de

Patagones, a orillas del Río Negro, en la provincia de Buenos Aires. Fue evidente desde

pequeño su vocación marinera, viajó con el consentimiento paterno a los Estados Unidos

para hacer la carrera naval, y regresó después de cinco años con los conocimientos

técnicos habilitantes para su carrera, que inició cuando el comerciante William Horton

Smiley lo invitó a integrar la tripulación de su buque John E. Davison para la caza de la foca

Page 51: Los tiempos de la Antártida

50

y la ballena. En agosto de 1848, el Davison comenzó una operación en el mar austral y

(cuando el estado de los hielos lo permitía) también en el mar antártico, que frecuentó

hasta 1852.

En una de sus expediciones antárticas fue designado por Smiley para reconocer una

parte de la costa de la península. Cuando realizaba esta tarea debió sobrevivir a una

encerrona de los hielos que duró casi treinta días y con escasos recursos; esto ocurrió en

las proximidades de la isla Belgrano, en el mar de Bellinghausen. En 1867, realizó su última

expedición antártica, durante la cual y con dos pequeños barcos de su propiedad, el Espora

y la lancha Julia, navegó para cazar focas en la Antártida.

Los foqueros del Río de la Plata descubren islas antárticas. El almirante Brown navega

cerca del Círculo Polar.

En el final del siglo XVIII, la actividad foquera se intensificó considerablemente con

los descubrimientos de las islas de San Pedro y Aurora. La foca de doble pelo (foca

peletera)2

2 Nota editorial: se refiere al lobo marino de dos pelos (Arctocephalus australis).

, muy preciada en los mercados orientales, trajo al extremo austral americano

una verdadera horda de aventureros, ávidos de pronta riqueza. Foqueros rioplatenses y

del hemisferio norte, donde ya menguaban los cazaderos por la irracional explotación,

compitieron en la caza marina en las costas patagónica y fueguina, favorecidos por la falta

de medios de las autoridades virreinales para una efectiva vigilancia. Tras las presas, a

medida que éstas mermaban en la zona patagónica-fueguina, remontaron latitudes, hasta

las islas de San Pedro primero y hasta las Shetland después.

Page 52: Los tiempos de la Antártida

51

El almirante Guillermo Brown, marino del Río de la Plata, inició en septiembre de

1815 un viaje en corso hacia el Pacífico para hostigar a los españoles; iba al mando de la

fragata Hércules, en conserva con el bergantín Trinidad. Llevado por un temporal, navegó

por el mar antártico, y relató así el acaecimiento: “Después de doblar el Cabo de Hornos y

experimentar las tempestades frecuentes en aquellos mares y de llegar a los 65º, en cuya

latitud el mar se torna muy benigno, con un horizonte despejado y sereno, y sin hielo, vimos

signos indicativos de no estar muy distantes de tierra”. Esta anotación de la bitácora,

permite afirmar que los marinos del Río de la Plata, sabían ya de la existencia de las tierras

polares.

Primer acto de soberanía en tierras polares: la concesión a Juan Pedro Aguirre. Los

buques foqueros

Como vimos, ya en las primeras décadas del siglo XIX, buques argentinos surcaban

las aguas australes en procura de las codiciadas pieles de pinnípedos, que en la centuria

del setecientos habían sido el imán que atraía a balleneros, foqueros y loberos del Norte (a

tal punto que había llegado a preocupar a la corona española, por el peligro que esa

presencia significaba en sus lejanas y desamparadas costas).

De esa actividad de nuestros antepasados han quedado suficientes pruebas en el

Archivo General de la Nación, de donde han salido a la luz por obra del meritorio equipo de

investigadores del Instituto de la Producción, de la Facultad de Ciencias Económicas de la

Universidad de Buenos Aires, dirigido por el Dr. Lorenzo Dagnino Pastore, que produjo un

enjundioso trabajo publicado por ese Instituto bajo el título “Cronología de los viajes a las

regiones australes”. Tampoco podemos dejar de nombrar a otro investigador, cuyo

Page 53: Los tiempos de la Antártida

52

nombre es familiar para aquellos que frecuentan la sala del cuarto piso de la Av. Leandro

Alem 249 y cuyos hallazgos, de significativo valor, han sido divulgados por el Dr. Ernesto J.

Fitte. Nos referimos a Julio A. Benencia. Nosotros, por nuestra parte, hemos recurrido a las

fuentes documentales citadas por ellos.

Así es cómo hemos tenido noticias de la empresa pesquera iniciada por el síndico del

Consulado de Buenos Aires, don Juan Pedro Aguirre, que en 1818 solicitaba permiso para

la caza de lobos marinos “en alguna de las islas que en la altura del Polo del Sud de este

continente se hallan inhabitadas”, solicitud que tuvo resolución favorable, según consta en

el acta de la sesión consular del 25 de agosto de aquel año. Si bien aún no hemos hallado

una noticia concreta referente a las actividades de la sociedad de Juan Pedro Aguirre,

tenemos sin embargo la evidencia de tal empresa, pues los registros de aduana de la época

mencionan la corbeta nacional Pescadora de Juan Pedro Aguirre y el bergantín argentino

Director del mismo Aguirre, que hacía viajes a “Patagónicas”, vaga denominación de la

época, de donde solía venir cargado de aceite de lobo. Al parecer, la empresa funcionó,

aunque falta aún la prueba de los viajes a la Antártida o “islas inhabitadas del Polo Sur”,

prueba que ya se tiene en otros casos.

Tal es el tema del foquero matriculado en Buenos Aires y bautizado Spíritu Santo.

Gracias a la obra del norteamericano Edwin Swift Balch, titulada “Antarctica Addenda”

sabemos que operaba en las Shetland del Sur y —según parece— antes que los foqueros

extranjeros. El relato hecho por el piloto del buque foquero Hersilia es el siguiente:

“En 1818, Nathaniel Brown Palmer era el segundo a bordo del Brig3

3 Nota editorial: Bergantin, en ingles en el original.

Foquero

“Hersilia”, lo comandaba el capitán Sheffield, que iba a cazar focas en las

cercanías del Cabo de Hornos. En el curso de este viaje, Palmer fue dejado con un

hombre en una de las islas Malvinas, para obtener provisiones, en tanto que el

Page 54: Los tiempos de la Antártida

53

Brig iba a buscar las legendarias Aurora. Poco después de la partida del Brig, el

Spiritu Santo, de Buenos Aires, llegó a la vista de la isla y el joven Palmer,

piloteando este buque hasta el ancla, supo que iba con destino a un lugar donde

se encontraban millares de focas, pero que su capitán no quería divulgar. Tres

días más tarde, el Hersilia regresó, y Palmer refirió el hecho a su capitán,

aconsejándole seguir al Spiritu Santo y descubrir su cazadero. El capitán

Sheffield, que tenía gran confianza en su segundo, le escuchó, y pocos días

después descubrió las Shetland del Sur, desconocidas por esta época en la

América del Norte. El Spiritu Santo estaba anclado allí y su tripulación quedó no

poco sorprendida al ver llegar al Brig; pero su admiración por la habilidad de

Palmer fue tal, que ellos mismos contribuyeron al cargamento del Brig, que

regresó a Stonington con diez mil pieles de las más hermosas”.

Indudablemente esa gran sorpresa y esa admiración despertada por Palmer en los

tripulantes del Spiritu Santo, que los impulsó a colaborar con los norteamericanos, es una

evidencia más que suficiente de que no estaban acostumbrados a ver llegar a extraños a

ese lugar, que era de su exclusiva competencia. La época del relato es el verano de 1819;

en el siguiente verano de 1820, una escuadrilla foquera norteamericana de cinco

embarcaciones bajo el comando del capitán Pendleton y con Palmer entre sus pilotos, se

halló operando en el mismo lugar.

Otro de los buques foqueros de Buenos Aires contemporáneo del Spiritu Santo (que

posiblemente también frecuentaba aquellas latitudes australes) era la polacra San Juan

Nepomuceno. Matriculada por su dueño Marcos Pagliano en Buenos Aires el 21 de octubre

de 1817, hizo frecuentes viajes a “Patagónicas” con el capitán Pedro Nelson, trayendo

cargamentos de cueros de lobos consignados a su dueño, Marcos Pagliano. Alternó con

Pedro Nelson en la conducción de la polacra durante 1818 el capitán Juan Tedblon. A partir

Page 55: Los tiempos de la Antártida

54

del 23 de agosto de 1819 la embarcación tuvo como nuevos dueños a Adan Guy y Carlos

Timblón; capitaneada por este último, entró en el puerto de Buenos Aires el 22 de mayo de

1820 con un cargamento de catorce mil cueros de lobos. Si bien no traía cueros de focas

(lo que sería la prueba evidente de una operación en aguas antárticas) la enorme cantidad

de cueros llama la atención.

Nada difícil sería que estos foqueros argentinos de comienzos del siglo XIX hubieran

conocido las rutas a las “islas inhabitadas del Polo del Sud” a través de sus antecesores

españoles, que seguramente las recorrieron con el mismo fin. Nos induce a tal conclusión

no sólo la intensa actividad pesquera en el Atlántico sur en la segunda mitad del siglo XVIII,

sino también las comprobaciones sobre embarcaciones balleneras españolas que hemos

hecho en el Archivo General de la Nación.

Por ejemplo, hemos localizado en legajos de la Sección Comerciales la existencia de

la fragata Nuestra Señora de los Dolores, dedicada a la caza de ballenas por cuenta de su

dueño Francisco Medina y capitaneada en 1784 por Tomás de Juaná. En legajos de la

Sección Guerra y Marina, hemos comprobado que en 1801 figuraban matriculados en

Buenos Aires los bergantines Ballena y Lobo Marino, nombres que por sí solos ya nos dan

un indicio sobre la actividad de esas embarcaciones.

Y con relación al tema que tratamos, es oportuno recordar un testimonio

ratificatorio e inobjetable por la nacionalidad y autoridad de su autor, el Dr. Juan Bautista

Charcot, que realizó dos expediciones antárticas a principios del siglo XX, cuando aún no

existían planteos firmes sobre cuestiones de soberanía en las tierras polares. Dijo el Dr.

Charcot: “Ningún documento me ha permitido decir quién ha descubierto propiamente

hablando, la isla en la que nos encontramos, ni quién la ha podido bautizar tan

impropiamente, a mi parecer, con el nombre de Decepción, porque no lo ha sido para

nosotros, como tampoco lo es para todos aquellos navegantes de estas regiones, que están

Page 56: Los tiempos de la Antártida

55

seguros de encontrar en ella un buen abrigo, tan raro en el Antártico [….]. No estoy lejos de

creer que era conocida de los españoles, o hablando más propiamente de los antepasados

de los actuales argentinos [….] ¿No correspondería bautizar por lo menos ese sector

marítimo con el nombre del barco argentino que primero lo haya navegado y hasta tanto

no aparezca en algún archivo de Buenos Aires el de su descubridor?”

Volviendo a nuestro pasado más inmediato, digamos que, tras los intentos de Julio

Popper para instalar un establecimiento de pesca antártica —frustrado por su

fallecimiento—, y de Luis Neumayer —cuyo desenlace aún ignoramos— a fines del siglo

XIX, encontramos nuevamente la presencia argentina en la competencia comercial en el

Antártico recién en 1904, con el establecimiento de la Compañía Argentina de Pesca S. A.

en Grytviken, isla San Pedro, de las Georgias.

La acción precursora de Estanislao S. Zeballos y el Instituto Geográfico Argentino

Hacia el año 1879, bajo la firme conducción del presidente Nicolás Avellaneda, el

país continuaba su marcha ascendente hacia un nuevo destino venturoso. La economía

nacional, superada la seria crisis de 1873-1875, ofrecía un panorama alentador; la cultura,

favorecida por una pléyade destacada de científicos y artistas, manifestaba su auge con la

aparición de nuevos institutos, museos y academias. Surgió entonces en ese año, por obra

del Dr. Estanislao S. Zeballos, el Instituto Geográfico Argentino, que habría de ser la

entidad señera del interés argentino en la Antártida.

Giacomo Bove, oficial de la Marina Real Italiana que había participado en la exitosa

expedición sueca al Polo Norte, proyectó hacia 1880 una expedición antártica que no

interesó al gobierno italiano (que por entonces estaba ocupado en el África, donde ya

Page 57: Los tiempos de la Antártida

56

había comenzado la competencia europea) por lo que el marino se puso en contacto con el

Dr. Zeballos, quien acogió con entusiasmo el proyecto logrando interesar vivamente a sus

colegas del Instituto, los que inmediatamente se movilizaron ante las autoridades

nacionales y la colectividad italiana, para obtener tanto la aprobación gubernamental para

la empresa como el apoyo material necesario.

Bove propuso al Instituto que se diera a su empresa el carácter de Expedición

Científica Argentina al Antártico. Siendo prioritario perfeccionar el conocimiento

geográfico de la zona austral por el reciente tratado de límites con Chile, nuestro gobierno

modificó el proyecto de Bove, suprimiendo la etapa antártica al encuadrar los objetivos en

una ley de octubre de 1880, que ordenaba el estudio hidrográfico de las costas australes

para su mejor conocimiento y señalización.

Así se realizó la Expedición Austral Argentina de 1881, con la comandancia militar de

Piedra Buena, secundado por el capitán Edelmiro Correa, delegado del Instituto Geográfico

Argentino, y la dirección científica de Bove. La expedición fue exitosa, pero quedó

postergado el proyecto antártico.

No obstante, ya estaba sembrada la semilla que germinó en suelo fértil: el Instituto

Geográfico Argentino, y así continuó Zeballos con su prédica a favor de nuestra presencia

polar. Cuando en 1882 el profesor Bachmann de la Universidad de Córdoba, propuso al

Instituto Geográfico Argentino la realización de una expedición para establecer bases en

distintas áreas de la Antártida, el proyecto recibió la misma cálida acogida que el del

teniente Giacomo Bove.

Según Bachmann, la expedición debía tener carácter internacional y realizar

observaciones simultáneas de los diversos fenómenos físicos y de la naturaleza en diversos

lugares, para establecer así los principios que rigen las grandes leyes de la meteorología y

la gravimetría en el hemisferio Sur. Bachmann estimaba necesario que el país estableciera

Page 58: Los tiempos de la Antártida

57

las bases correspondientes a su sector, ofreciéndose para dirigir personalmente alguna de

ellas; de tal manera quedaba determinado el liderazgo argentino en la Antártida. En su

proyecto el interés científico se conjugaba con el nacional, en total correspondencia con

Zeballos.

Lamentablemente, la carencia de medios impidió la realización del segundo proyecto

de expedición antártica argentina, por lo que Zeballos dijo durante una alocución a los

cadetes de la Escuela Naval en 1884: “Si nos alejamos más al Sud todo es un misterio […]

Apenas si se cuenta con una docena de viajeros ilustres, que alejándose más allá de las

latitudes de la Tierra del Fuego, más allá todavía de las islas de South Shetland y de las

tierras de Graham, han logrado entrever, como un sueño en la noche de los mares, la

silueta de un Continente Austral, que invade el mar polar en pos de cuyas tierras ignoradas

el Instituto ha pretendido lanzar una nave sin poderlo conseguir por el fatal enervamiento

de nuestro país en punto a la navegación”.

Continuó firme en los años sucesivos la inquietud polar del Instituto Geográfico. Fue

así que en 1896, presidiendo el organismo científico el Dr. Francisco Seguí, y bajo sus

directivas, un grupo de estudiosos proyectó una expedición científica a las islas Shetland

del Sur, “con el propósito de propender al conocimiento de la geografía nacional”, y en

consecuencia solicitó al Poder Ejecutivo Nacional que se destacara una nave de la Armada,

proponiendo la cañonera Uruguay, afirmando entre otros conceptos “que el desarrollo

creciente de la República exige ya el afianzamiento de su dominio efectivo sobre todos los

puntos respecto de los cuales le asiste un derecho incontestable”.

Analizó luego las posibilidades económicas para explotar los minerales que afloran

en los espacios sin hielo y contempló una faz humanitaria que tampoco registra

antecedentes en la historia antártica: “y la razón política y humanitaria que nos obliga a la

toma de posesión de esas islas que están indicadas como punto de descanso y recuperación

Page 59: Los tiempos de la Antártida

58

de los buques corridos por las tempestades del Cabo de Hornos”, es decir, establecer en las

Islas Shetland del Sur un puerto de salvamento para los buques que transitaban la

peligrosa ruta del Cabo de Hornos.

Tuvo la petición trámite favorable en el Ministerio de Marina, porque accedió a

destacar la corbeta —entonces cañonera— Uruguay, que sería comandada por el capitán

Guillermo Núñez. Sin embargo, el Instituto sufriría una nueva frustración en su empeñoso

intento, pues la expedición no se realizó; se ignoran las causas del impedimento, pero para

el buque sólo significó una postergación de lo que al parecer era su destino polar, ya que

siete años más tarde la Uruguay protagonizaría una verdadera hazaña en el mar antártico,

donde tendría una trajinada carrera de varios años.

Los petitorios de Popper y Neumayer. El pensamiento del almirante Solier y algunos

actos administrativos de soberanía antártica

Con fecha 6 de mayo de 1892, el ingeniero rumano Julio Popper (dueño de un

lavadero de oro en El Páramo, sobre la costa noreste de la Isla Grande) solicitó al

Ministerio del Interior autorización para fundar en la Antártida una factoría ballenera y

foquera. Después de referirse al agotamiento de las poblaciones de anfibios por la acción

de marinos de diversas banderas “que seguían considerando res nullius aquellas aguas del

litoral argentino”, concluía afirmando que no pedía para su empresa más primicias “que las

que resultan de la estricta observación de los preceptos constitucionales argentinos, sobre

todo lo que se refiere a la propiedad particular”. Julio Popper reconocía así el dominio y la

jurisdicción del gobierno argentino sobre los territorios polares. El petitorio no tuvo

Page 60: Los tiempos de la Antártida

59

resolución por el prematuro fallecimiento del peticionante, ocurrido el 5 ó 6 de junio de

1893.

Promediando 1894, Luis Neumayer, ciudadano argentino por adopción, solicitó

también al Poder Ejecutivo Nacional autorización para explorar la hasta entonces

desconocida tierra de “Grand” (sic), comprometiéndose a entregar al gobierno los estudios

que allí realizaría.

Igual que Popper, Neumayer reconoce la jurisdicción nacional sobre esa zona polar,

al afirmar que su labor importaría también conveniencias políticas y económicas para la

nación por la cuestión de límites con Chile y la posesión que pudieran tomar otras

naciones, por lo que estima conviene también que, bajo un punto de vista patriótico, se

conozcan esas tierras “bajo el amparo de la bandera a la que pertenecen; por otra parte

esas extensas zonas desconocidas e inexploradas pueden dar lugar en lo sucesivo a una

fuente de recursos para el estado y es menester hacerla conocer para que los capitales y la

inmigración encuentren algo trillado ese vastísimo campo de acción y de trabajo”.

Solicitada la opinión del comando de la Armada, el almirante Solier informó: “He

leído con detención la adjunta solicitud y encuentro que el permiso solicitado puede ser

concedido sin ningún inconveniente; más bien, por el contrario, creo que reportaría

ventajas para nosotros, puesto que ese estudio nos servirá de base para la reglamentación

de las explotaciones de los productos naturales de nuestra costa sud y sería el mismo un

acto de soberanía sobre tierras cuya posesión nos corresponde por su situación geográfica.

De esa manera, nos adelantaríamos pacíficamente a cualquier toma de posesión que

ulteriormente pudiera ser realizado por el extranjero”.

Con fecha 29 de diciembre de 1894, el presidente Luis Sáenz Peña suscribió la

resolución otorgando a Luis Neumayer autorización para realizar los estudios proyectados,

con la siguiente limitación: “No podrá en ningún caso el recurrente proceder a explotar, ya

Page 61: Los tiempos de la Antártida

60

sea por su cuenta o la de terceros, las riquezas minerales o vegetales de las comarcas que

recorra; debiendo en oportunidad elevar al gobierno un informe detallado sobre los

estudios y observaciones verificados en los territorios de que se trata”.

El gobierno de la nación concedía así en un acto de incuestionable ejercicio de la

soberanía, su autorización para el estudio y exploración de una parte de su territorio, y ello

ocurría doce años antes de que ningún país del mundo insinuara siquiera pretensión

alguna sobre los territorios antárticos. Tal pretensión fue manifestada recién en 1908 por

una declaración unilateral de la Gran Bretaña, que se adjudicó todas las tierras situadas al

sur del paralelo 50º como una dependencia de Malvinas.

Cooperación argentina con la Expedición Antártica Internacional. El observatorio de las

islas de Año Nuevo

Al organizarse las expediciones antárticas recomendadas por el Séptimo Congreso

Internacional de Geografía del año 1899, los organizadores solicitaron la cooperación

argentina. El barón de Richthofen, que había presidido aquel Congreso, encomendó a la

legación imperial alemana en los Estados del Plata que solicitara al gobierno de la

República Argentina la instalación de una estación científica en la Isla de los Estados,

diciendo: “Se trataría ante todo que el gobierno argentino haga en la Isla de los Estados,

los mismos trabajos meteorológicos y magnéticos que harán las dos expediciones (alemana

y británica) y durante el mismo tiempo, es decir desde el mes de octubre de 1901 hasta el

mes de abril de 1903, más o menos”. Y continúa: “Habiendo el gobierno de la República

Argentina demostrado siempre tener el mayor interés por las regiones del Polo Sur, la

presidencia del Congreso arriba citado, espera que no negará su concurso a esta empresa

Page 62: Los tiempos de la Antártida

61

internacional, de la cual se espera obtener resultados de la mayor importancia para la

ciencia“.

Respondiendo a ese pedido, el 10 de octubre del año 1900 el gabinete nacional, en

acuerdo general de ministros, encomendó al Ministerio de Marina la construcción de un

observatorio meteorológico y magnético en la isla de los Estados. Esto se concretó,

trasladando el faro establecido el 25 de Mayo de 1884 en el puerto de San Juan del

Salvamento, en la misma isla pero a una mejor ubicacion —dentro del grupo de islas Año

Nuevo, en la que desde entonces se denomina Observatorio— la inauguración y puesta en

funcionamiento se realizó el 1º de marzo de 1902. Operó en forma continua hasta el 31 de

diciembre de 1917. Su primer jefe fue el teniente de navío Horacio Ballvé.

Una gesta singular: el rescate de la expedición Nordenskjöld. La actividad del alférez José

María Sobral

Como ya hemos dicho, el naufragio del Antarctic había dejado a los expedicionarios

suecos aislados en tres grupos y sin posibilidades de regreso, de modo que, transcurridos

dos largos años, la incertidumbre por la suerte de la expedición conmovió a los medios

científicos nacionales y extranjeros, y especialmente a la opinión pública de nuestro país.

Una carta pública del Dr. Francisco P. Moreno sintetizó la ansiedad de varios

sectores e invocó el espíritu humanitario de la Republica Argentina para justificar el

operativo. Presidía por aquel entonces la nación el general Julio Argentino Roca, que ya

desde su primera presidencia había demostrado su inquietud por los problemas australes y

tanto él como el ministro de Marina Onofre Betbeder compartieron el sentir del Dr.

Moreno.

Page 63: Los tiempos de la Antártida

62

No contaba el país con buques aptos para la navegación polar, por lo que se dispuso

acondicionar alguno de la flota para intentar la búsqueda de los expedicionarios. El

almirante Barilari, a cargo del taller de Marina, dispuso que la cañonera (así clasificada

entonces) Uruguay fuera alistada para la difícil empresa. Bajo la dirección de los capitanes

Sundbland Rosetti, Adolfo Rugeroni y Jacinto Z. Caminos, trabajando en intensas jornadas

hicieron que el casco de hierro de la Uruguay fuera revestido de un forro de madera de

gran espesor sobre el cual se clavaron, bajo la línea de flotación, chapas de acero para

rechazar el embate de los témpanos. La vieja arboladura fue cambiada por palos nuevos y,

en lugar de la pequeña caldera y la máquina de vapor original, se la dotó de las máquinas

del destructor Santa Fe, naufragado poco antes en el Río de la Plata. La corbeta tenía un

puente de mando abierto, al igual que la timonera, por lo cual se hubiera hecho difícil

resistir el frío polar, para evitarlo la proa y la popa se cerraron con los denominados lomos

de ballena y sobre el puente se tendió un toldo protector.

La partida

El 8 de octubre de 1903, el presidente Roca despidió en el puerto de Buenos Aires al

remozado buque que comandaba el teniente de navío Julián Irízar, con la siguiente plana

mayor: teniente de fragata Ricardo J. Hermelo, segundo comandante; alférez de navío

Jorge Yalour, alférez de navío Felipe Fliess, alféreces de fragata Enrique Plate y Francisco

Arnaut, Dr. José Gorrochategui, Médico; Juan López de Bertodano, jefe de máquinas) y el

oficial chileno Alberto Chandler Baunen. La tripulación era de veintidós hombres.

Después de completar su instrumental en la isla Año Nuevo, la Uruguay se dirigió a

Ushuaia para reunirse con el buque Français de Charcot, y el Frithjof de Tilden. Después de

una inútil espera, la Uruguay continuó sola su itinerario, alcanzando el día 4 de noviembre

Page 64: Los tiempos de la Antártida

63

los primeros hielos al noroeste de las islas Shetland del Sur; el día 5 el vigía anunció que

una espesa faja del pack4

En su ingreso al Erebus y Terror el buque había navegado apenas a doce millas de la

isla Paulet, sin advertir que allí se refugiaban los náufragos del Antarctic. La nave pasó al

costado de la isla Cockburn, acercándose a Seymour hasta unos mil metros de la costa,

límite fijado por el hielo acumulado en la orilla. El hielo era duro y espeso, por lo que Irízar

dispuso que una comisión bajara a tierra con el teniente Fliess y el médico de a bordo,

quienes en un trineo recorrieron la costa y hallaron uno de esos solitarios y tan elocuentes

mensajes que dejaban los marinos de aquella época durante las exploraciones polares. En

lo alto del palo, una tabla decía: “Jackson, 1899”, y alguien había agregado más

recientemente: “Sobral - Anderson, octubre de 1903”.

cerraba el horizonte y la nave se vio forzada a buscar un paso

entre el pack y la costa, búsqueda que se mantuvo durante toda la noche hasta que

amaneció el día 6 y el golfo Erebus y Terror se presentó libre de témpanos. La Uruguay se

abrió paso entre los hielos y, ya en el mar libre, enfiló hacia la isla Seymour (hoy

Marambio).

Los témpanos en movimiento obligaron a la Uruguay a levar anclas y a navegar

lentamente a lo largo de la costa. En su lenta recorrida, la nave invirtió casi veinticuatro

horas, mientras los hombres trataban de avizorar una tienda o una cabaña. Recién a las

cinco de la mañana, vieron una tienda de campaña. Irízar y Yalour bajaron en un bote y se

dirigieron al lugar del emplazamiento de la carpa, encontrándose con los suecos Bodman y

Akerlund que estaban recolectando huevos de pingüinos. Después de un intercambio de

saludos y abrazos, los cuatro hombres emprendieron rápidamente la marcha hacia la

estación invernal de Cerro Nevado.

4 Nota editorial: se refiere al pack o campo de hielo, gran masa de hielo marino flotante que obtura importantes sectores de los mares.

Page 65: Los tiempos de la Antártida

64

El rescate

Al anochecer del 8 de noviembre, la Uruguay levó anclas poniendo rumbo a la isla

Paulet; los suecos llevaban sus valiosas colecciones de rocas y fósiles y los registros

magnéticos y meteorológicos, pero debieron abandonar sus pertenencias personales, ya

que la corbeta no tenía capacidad para más carga. Sobre la costa quedaron los viejos e

inútiles trineos y en la casa los rotosos sacos de dormir, elementos varios y el vestuario con

remiendos que “denunciaban nuestra vida estrecha en aquellos parajes”, como diría

Nordenskjöld años después. También quedaba una abundante provisión de víveres y de

equipos para futuras expediciones, dejados por la Uruguay.

El día 11 la corbeta llegó a Paulet a embarcar al resto de los suecos,

lamentablemente con una baja, lo que empañaba la alegría del momento; el joven

Wennersgard, de veintiún años había fallecido, víctima de una afección cardíaca. Se

reinició la navegación con destino a la bahía Esperanza para recoger las colecciones de los

tres hombres que habían vivido allí durante nueve penosos meses, a pesar de lo cual

habían podido hacer importantes observaciones científicas.

El regreso

Al amanecer del 15 de noviembre, tras soportar dos días de fuertes vientos, la

corbeta sobrepasó las Shetland con un temporal que los castigó con ráfagas de más de cien

kilómetros por hora y rolidos de 42 grados. A las seis de la mañana, un golpe de viento

cortó el palo mayor. Lo que hizo bambolear toda la arboladura; dos horas más tarde, se

partió el trinquete

Page 66: Los tiempos de la Antártida

65

Tripulantes y pasajeros debieron trepar a los mástiles y hachar cuerdas y palos.

Yalour nos cuenta: “Salvada la chimenea, que de caer nos hubiera puesto en serios apuros

para continuar navegando, nos dimos por satisfechos con poder, en tres horas de duro

trabajo, cortar la cabuyería y abandonar al mar el tributo de esos despojos”.

El 18 llegaron a la isla de Año Nuevo y Sobral desembarcó para verificar el

instrumental magnético, operación que no se había podido realizar en el viaje de ida.

Además, en la isla de los Estados dejaron los perros groenlandeses, algunos de los cuales

después fueron llevados por Charcot. El 22 de noviembre llegaron a Santa Cruz, punto

terminal de la línea telegráfica y el comandante Irízar telegrafió a Buenos Aires: “Puerto de

Santa Cruz, noviembre 22. A S. E. el señor ministro de Marina, Buenos Aires. La comisión de

la Uruguay ha tenido completo éxito. He recalado hoy a este puerto accediendo a un

pedido del doctor Nordenskjöld, que deseaba cuanto antes comunicarse telegráficamente

con su país”. Y siguen detalles del rescate.

Por su parte, Nordenskjöld telegrafió al día siguiente al presidente Roca, expresando

su agradecimiento por el gesto argentino: “La expedición antártica sueca, regresando con

la Uruguay, con colecciones y observaciones de dos años, hace presente las expresiones de

su profundo y respetuoso agradecimiento por la grandiosa benevolencia que han

demostrado V. E. y el pueblo argentino”.

El 30 de noviembre la Uruguay llegó al Río de la Plata y se procedíó a ordenar y

pintar la nave, y el 2 de diciembre entró a puerto en medio del entusiasmo general. En la

dársena, se había levantado una tribuna donde funcionarios del gobierno y destacadas

personalidades esperaban a los viajeros. Allí mismo el comandante de la Uruguay recibió

de manos del ministro de Marina su flamante despacho de capitán de fragata, iniciándose

luego la marcha hacia el Círculo de Oficiales de Marina en la calle Florida, recibiendo los

expedicionarios durante el trayecto las muestras de afecto y entusiasmo de los porteños,

Page 67: Los tiempos de la Antártida

66

que desde aceras y balcones hacían llegar sus ramilletes de flores y sus vítores. Esas

demostraciones le harían manifestar a Nordenskjöld: “Si es cierto, como se ha dicho

algunas veces, que el Interés producido por una empresa de verdadero valer da la medida

de la cultura de los pueblos, constituía esta manifestación seguramente una prueba del

excelente estado en que se encontraba el pueblo argentino”.

Homenaje en el teatro Politeama

El 9 de diciembre tuvo lugar en el teatro Politeama5

Resulta interesante destacar algunos pasajes de la conferencia del Dr. Nordenskjöld,

que entre otras cosas dijo: “Es seguro que nunca olvidaremos el pabellón azul y blanco que

fue el primero en buscarnos en la hora de la angustia.” Con respecto a la tarea realizada,

expresó que, si únicamente hubieran salido las expediciones británica y alemana, una por

un emotivo homenaje a los

expedicionarios en un acto tan imponente, que el diario “La Prensa” diría al día siguiente:

“Supera el esfuerzo descriptivo el cuadro que presentaba anoche la sala del Politeama.”

Agregaba la nota que “en el escenario rodeaban los asientos de honor la oficialidad y

tripulación de la Uruguay y en el fondo, al centro, aparecía el doctor Charcot con la

oficialidad y tripulación del Français. Hablaron en la oportunidad el teniente Yalour,

delegado del Instituto Geográfico Argentino en la Uruguay, quien hizo una reseña del viaje

y el doctor Nordenskjöld, que refirió pormenores de su estadía, trabajos y peripecias en

Cerro Nevado, como así también los resultados científicos de su expedición. Finalmente, el

señor Carl Skottsberg se refirió al naufragio del Antarctic”.

5 Nota editorial: El Teatro Politeama Argentino fue una importante sala de espectáculos que funcionaba en la Avenida Corrientes 1490, en la ciudad de Buenos Aires. Fue inaugurado en el año 1879, durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento.

Page 68: Los tiempos de la Antártida

67

el Pacífico y otra por el Índico, los resultados habrían sido muy incompletos por no haber

tenido lugar una exploración desde la tercera gran región representada por el sur del

Atlántico, situación que la Argentina resolvió con el establecimiento de un observatorio en

la isla de Año Nuevo. Además, Suecia envió su expedición para cooperar con el

observatorio argentino en la misma longitud, más cerca del polo.

Nordenskjöld concluyó su disertación dedicando algunas palabras a la expedición de

la Uruguay, pronunciando una sentencia realmente profética: “Esta expedición de la

Uruguay, la primera que ha salido del hemisferio sur, no será la última que la Argentina

mande.” El orador invitó luego a nuestro país a continuar con las exploraciones antárticas

asegurando que toda la experiencia adquirida por ellos en el Polo Norte estaría a nuestra

disposición. “La Argentina no será para nosotros un extraño sino que será tratada como un

amigo querido.”

Con relación a Sobral, dijo el científico sueco: “En el teniente Sobral ya poseen

ustedes una persona que está al corriente de todas las cuestiones que un explorador de las

regiones polares del sur necesita conocer.”

En cuanto a nuestra capacidad para este tipo de empresas, agregó “que una

expedición como la de que me ocupo, de carácter científico, sea bien preparada, lo

garantiza el nombre del gran sabio Dr. Moreno que fue uno de los primeros entre los

iniciadores de la expedición ahora concluida [...]. Que las expediciones, una vez resueltas,

aquí son bien preparadas y bien llevadas a conclusión, lo sabe cualquier persona que

contempla la expedición que ha sido llevada a un tan gran éxito por la Armada nacional, y

especialmente la que ha sido efectuada por el jefe, oficiales y tripulantes de la Uruguay.

[...] “Una expedición semejante, siempre sabrá aumentar el respeto y el honor de la

bandera argentina.”

Page 69: Los tiempos de la Antártida

68

José María Sobral

En cuanto al alférez José María Sobral, la aventura despertó en él una nueva

orientación profesional. Dice su biógrafo, el contralmirante Laurio H. Destéfani: “Y es que a

su vuelta de la Antártida, Sobral no era un alférez de navío común; era un hombre que

había corrido una pesada pero al mismo tiempo hermosa aventura y que en esos

momentos discurría que aún tenía mucho que aprender para continuar su obra y que debía

hacerlo pronto.”

En diciembre de 1904 solicitó su baja de la Armada para dedicarse a los estudios

geológicos. Ingresó a la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires, pasando

luego a la Universidad de Uppsala (Suecia), donde obtuvo los títulos de licenciado y doctor

en Geología, regresando a la patria para servirla como geólogo con la misma dedicación y

eficiencia con la que antes lo había hecho como marino.

En 1922 ocupó el cargo de Director de Minas. Designado para ejercer el Consulado

General de nuestro país en Noruega, interrumpió su actividad profesional para reiniciarla a

su regreso, incorporándose a Yacimientos Petrolíferos Fiscales en calidad de petrógrafo. Su

vida se extinguió en Buenos Aires el 14 de abril de 1961, día en que se cumplía el

octogésimo primer aniversario de su nacimiento, ocurrido en la ciudad entrerriana de

Gualeguaychú.

1904: El Observatorio Nacional de las islas Orcadas del Sur

Page 70: Los tiempos de la Antártida

69

Durante la presidencia del General Julio Argentino Roca se daban las condiciones

para que nuestro país pudiera intervenir más activamente en el quehacer científico y se

ocupara de colaborar en el avance general de la ciencia. Así fue que la Argentina decidió

cooperar con los científicos europeos dispuestos a explorar e investigar el extremo austral

del mundo, cooperación que se concretó —según hemos dicho— con el apoyo

meteorológico a las expediciones polares desde el expresamente instalado observatorio en

el grupo de islas Año Nuevo, y después con el exitoso rescate de la expedición sueca.

Estos hechos inclinaron quizá aún más al doctor William S. Bruce, jefe de la

expedición antártica escocesa, a pensar que nuestro país podía continuar con las

observaciones iniciadas por sus hombres en la isla Laurie (Orcadas del Sur). Por otra parte,

dado que nuestra situación geográfica es estratégica, no cabía duda de que podíamos

intentar la empresa y Bruce así lo entendió. Con tal motivo, se dirigió al jefe de la Oficina

Meteorológica del Ministerio de Agricultura, Sr. Gualterio Davis, con la siguiente

proposición: le vendía al Gobierno argentino la instalación de Omond House —que él había

bautizado así en honor de uno de los organizadores de la expedición—, el depósito de

instrumental y los aparatos de observación, todo por la suma de cinco mil pesos moneda

nacional; sólo ponía una condición: que dicha venta no se hiciera pública, que figurase

como donación hecha por él a nuestro gobierno, en retribución por la ayuda que le

prestara la Armada Nacional durante su viaje de las Orcadas a Buenos Aires.

El Sr. Davis, hombre competente en su materia, valoró la importancia de continuar

con las observaciones comenzadas por los escoceses en Laurie, lo cual proporcionaría un

conocimiento de las corrientes magnéticas polares y meteorológicas, sumamente útiles

desde el punto de vista práctico y del interés científico, como se comprobó una década

después.

Page 71: Los tiempos de la Antártida

70

Con tales argumentos, Davis entrevistó al subsecretario del Ministerio de

Agricultura, Dr. Carlos Ibarguren. “En cuanto me enteré de la propuesta del señor Bruce —

declaró Ibarguren— percibí la importancia que tendría para la Argentina, no sólo en interés

científico sino también político, práctico, el establecimiento permanente de una instalación

oficial del gobierno en los que entonces se llamaban ‘mares australes de la República’, hoy

Antártida”. Esto es lo que el subsecretario de Agricultura dijo al ministro del ramo, Dr.

Wenceslao Escalante, quien inmediatamente dio su aprobación al proyecto y encargó a su

subordinado que redactara el decreto de fecha 2 de enero de 1904, el que fue publicado

en el Boletín Oficial del 5 de enero del mismo año. El decreto dice:

“Considerando que es de alta conveniencia científica y práctica extender a

dichas regiones las observaciones que se hacen en la isla de Año Nuevo y en el

Sur de la República,

“El presidente de la Nación Argentina decreta:

”Artículo 1°. Autorízase al jefe de la Oficina Meteorológica Argentina

para recibir la instalación ofrecida por el señor William S. Bruce en las islas

Orcadas del Sur, y establecer un nuevo observatorio meteorológico y magnético

en las mismas.

”Artículo 2°. El personal se compondrá de los empleados que el

Ministerio de Agricultura designe y de los que posteriormente pueda

suministrar el Ministerio de Marina.

”Artículo 3°. Anualmente serán reemplazados dichos empleados por

los que designe para relevarlos y que conduciría un buque de la Armada.

”Artículo 4°. La asignación de sueldos y viáticos para los que no los

tengan determinado por el presupuesto, así como los demás gastos requeridos,

Page 72: Los tiempos de la Antártida

71

serán determinados por el Ministerio de Agricultura e imputados al ítem

correspondiente del presupuesto general.

”Artículo 5°. Comuníquese, publíquese y dése al Registro Nacional.

Julio Argentino Roca - Wenceslao Escalante”

Junto con el observatorio, se instaló también en la isla Laurie la primera oficina de

correos que funcionó en la Antártida en forma permanente, siendo su primer jefe el señor

Hugo Acuña, miembro de la dotación, designado para esa tarea por el entonces director

general de Correos y Telégrafos de la Nación, don Manuel García Fernández, y provisto

para tal fin de una valija postal con formularios del correo nacional y un matasellos para

inutilizar las estampillas argentinas utilizadas por el personal del observatorio. El autor de

la iniciativa había sido Francisco P. Moreno, el famoso naturalista y geógrafo, doctor

honoris causa en Ciencias Naturales, perito en cuestión de límites con Chile.

El 21 de enero de 1904, el Scotia zarpó de nuestro puerto rumbo a las Orcadas del

Sur para embarcar a los escoceses que habían quedado allí; a su bordo viajaban los

integrantes de la comisión argentina que iban a hacerse cargo del observatorio: Edgar C.

Szmula, empleado en la Oficina Meteorológica Argentina; Hugo A. Acuña, de la División de

Ganadería y Luciano H. Valette, de la Oficina de Zoología del Ministerio de Agricultura. Este

personal trabajaría bajo la dirección del señor Roberto C. Mossman, miembro de la

expedición escocesa, que de ese modo haría otra invernada en Laurie, igual que William

Smith, que quedaría como cocinero de la comisión argentina.

El 14 de febrero de 1904 el Scotia llegó a Laurie y el 19 se efectuó la ceremonia de

traspaso de las instalaciones, enarbolándose la bandera nacional junto a la escocesa, hasta

el 22 de febrero en que fue arriada ésta, al zarpar el Scotia. En 1906, una gran casa de

Page 73: Los tiempos de la Antártida

72

madera reemplazó a la pequeña Omond House, la precaria casa de piedras de los

escoceses. En 1927 invernó la primera comisión integrada totalmente por argentinos,

presididos por José Manuel Moneta, y se construyó una estación radiotelegráfica, la

primera permanente en la Antártida. En 1950, la base fue ocupada por la Fuerza Aérea

Argentina, ésta la cedió el 3 de marzo de 1951 a la Armada, que comenzó a operarla como

Destacamento Naval Orcadas, hoy Base Orcadas.

Tardía reacción británica e insólita propuesta

El 23 de agosto de 1906 se recibió en el Ministerio de Relaciones Exteriores, por

entonces a cargo del Dr. Manuel A. Montes de Oca, una nota del ministro plenipotenciario

de Gran Bretaña en nuestro país, informando “que el grupo de islas de South Orkney es

territorio británico y que la intervención del gobierno de Su Majestad en la cuestión de

traslado de la estación se fundaba no solamente en la propiedad británica, sino también en

el carácter británico de la expedición de Mr. Bruce, que la había establecido

originariamente.”

Para analizar la pretensión británica es oportuno recordar lo que el propio Dr. Bruce

dice, en su obra publicada en 1906 sobre su invernada en Laurie; allí el científico escocés

relata una conversación con sus hombres en aquel momento sobre la propiedad de las

islas Orcadas, expresando su satisfacción por estar en ese momento en una “tierra de

nadie”, aunque temiendo que esa situación no duraría mucho, “no porque la pretendamos

para Inglaterra, porque aun cuando siempre hemos deseado ensanchar los confines de

nuestro Imperio, no hubiéramos podido pretender nuevos territorios en nombre de

nuestro país sin un mandato de nuestro gobierno.”

Page 74: Los tiempos de la Antártida

73

Nuestro gobierno no respondió la nota de la legación inglesa y transcurrió el año

1906 sin novedad, hasta que, en los primeros días de enero de 1907 se recibió en nuestra

Cancillería una segunda nota de la misma procedencia, con fecha 4 de enero de 1907,

manifestando que había llamado la atención del gobierno de Su Majestad un decreto del

Ministerio de Agricultura, fijando los sueldos del personal de la estación meteorológica de

Orcadas del Sur, señalando que ésta estaba ubicada en territorio argentino del sur. Por tal

motivo, renovaba la declaración del 23 de agosto del año anterior.

Efectivamente, nuestro gobierno había expedido con fecha 15 de diciembre de 1906

el decreto mencionado en la nota inglesa, en cuyo artículo primero dice: “Apruébese la

siguiente asignación de sueldos, propuesta por la Oficina Meteorológica, para el personal

de las nuevas comisiones de observación en las estaciones de las tierras australes

argentinas.” El decreto lleva las firmas de Figueroa Alcorta, presidente de la Nación, y

Ezequiel Ramos Mejía, ministro de Agricultura.

En 1907, el Ministerio de Colonias de Inglaterra publicó un libro semi oficial titulado

“Colonial List”, donde se mencionaba a las islas Orcadas como dependencia de las

Malvinas, y el 1º de septiembre de 1908 Eduardo VII emitió una proclamación imperial,

alegando por primera vez la soberanía británica sobre la región del Sector Antártico

Argentino, incluyendo la tierra firme que, en la proclamación, se menciona como “Graham

Land” (Tierra de San Martín, según nuestra toponimia) en la península Antártica, y las islas

Orcadas del Sur, Georgias del Sur, Shetland del Sur y Sándwich del Sur.

En el mismo documento se dice, refiriéndose a estas islas y tierra firme, que “es

conveniente se declaren sus respectivos gobiernos como dependencia de nuestra colonia de

las islas Falkland.”

Y seguía luego la propuesta insólita. Un día del mes de junio de 1913, el Dr. Ernesto

Bosch, que tenía a su cargo entonces la cartera de Relaciones Exteriores en el gobierno de

Page 75: Los tiempos de la Antártida

74

Roque Sáenz Peña, recibió la visita del nuevo embajador británico, Sr. Reginald Tower, que

venía a adelantarle la intención del gobierno de Su Majestad de ceder a nuestro país las

islas Orcadas ¡a cambio de un terreno en Buenos Aires! donde se construiría el nuevo

edificio de la embajada británica.

De acuerdo con lo anticipado por el Sr. Tower, nuestra Cancillería recibió un

“Memorándum” con la propuesta oficial y adjunto un “Proyecto de Convención”, por cuyo

artículo primero Su Majestad Británica cedía a la República Argentina la soberanía sobre

las islas Orcadas del Sur; por el artículo segundo, la República Argentina se comprometía a

reconocer a los súbditos británicos derecho de pesca en las aguas territoriales de esas islas

y, al renovarse las concesiones de pesca de ballenas, dar preferencia a los poseedores de

las que caducaban; por el artículo tercero, nuestro país se comprometía a conceder a los

súbditos británicos derecho de cazar ballenas y focas, en las mismas condiciones que a los

ciudadanos argentinos. La cláusula final establecía que “la República Argentina cede a Su

Majestad británica un solar apropiado para la casa de la legación en Buenos Aires.”

La propuesta británica fue rechazada por el gobierno argentino en acuerdo de

ministros. Su aceptación significaba el reconocimiento de la soberanía británica sobre las

“tierras australes argentinas”, como se las llamaba en esa época (hoy Sector Antártico

Argentino), que ocupábamos ininterrumpidamente desde 1904 en las Orcadas del Sur. Por

otra parte, lo relativo a caza y pesca era absolutamente inaceptable.

En consecuencia, nuestra cancillería hizo llegar a la legación de Gran Bretaña una

contrapropuesta concebida en los siguientes términos: 1º Gran Bretaña reconoce como

pertenecientes al dominio argentino a las islas Orcadas del Sur, desistiendo de sus

pretensiones a las mismas; 2º La Argentina no alterará la situación preexistente de los

súbditos británicos con relación a la pesca, por un máximo de tiempo de la concesión,

siempre que los concesionarios de esos derechos se sometan a la legislación argentina y a

Page 76: Los tiempos de la Antártida

75

las prescripciones que se dictaren. El gobierno argentino reconoce la existencia de esas

concesiones al solo efecto de la realización de este convenio, y ofrece al de Su Majestad

Británica un solar en Buenos Aires para sede de la legación británica.

Con el rechazo de la contrapropuesta argentina por parte de la cancillería británica,

quedó concluido este episodio en el que el gobierno de Su Majestad Británica pretendió —

como muy bien dice Ibarguren (“La historia que he vivido”, Peuser, Buenos Aires, 1955, p.

170) cambalachear la soberanía sobre las regiones antárticas argentinas por un terreno en

Buenos Aires.

Desde 1904, nuestra bandera flamea sobre la Antártida y ciudadanos argentinos

habitan su inhóspito suelo para brindar información científica, seguridad a la navegación y

conocimientos meteorológicos a todo el mundo. Hay un destino nacional que también

tiene un lugar para realizarse en el continente de los hielos eternos y la conciencia de ese

destino empezó hace poco más de un siglo, cuando un grupo esforzado de argentinos

comenzó una aventura que continúa ininterrumpidamente.

1921: ¡luz roja para Orcadas!

Efectivamente, en 1921 hubo un momento de incertidumbre en la vida del

observatorio orcadense, según una noticia aparecida en un periódico de manufactura

casera editado en el mismo observatorio (lo trataremos en el apartado “Misceláneas”).

Dice la noticia de referencia: “Al iniciarse la preparación para organizar el envío de la

Comisión 1921-1922 a las Orcadas, alguien había tratado de convencer al entonces

presidente de la nación, Hipólito Irigoyen, de la inutilidad de este gesto.”

Page 77: Los tiempos de la Antártida

76

Por ese entonces, había una preocupación en los medios navales en cuanto al tema

de los relevos y el abastecimiento del observatorio, ya que no se contaba con un buque

apto para la navegación en aquella zona, lo que indudablemente significaba un posible y

serio riesgo para hombres y materiales. Prueba de esa preocupación es que, en el viaje de

la Uruguay a Orcadas en el año 1919, su comandante, el teniente de navío Jorge Games,

con directivas de la superioridad naval, efectuó tratativas en Grytviken para futuros relevos

de Orcadas desde ese puerto a realizarse con buques balleneros de la Compañía Argentina

de Pesca S. A.

Y en 1924 el ministro de Marina, almirante Domecq García, escribió a su colega de

Agricultura, Dr. Tomás A. Le Bretón, manifestándole su opinión adversa al mantenimiento

del observatorio, ya que la Armada no contaba con buques apropiados para navegar en

zona de hielos y porque las observaciones que allí se hacen “sólo alcanzan a beneficiar, en

el mejor de los casos, a las compañías de pesca que incidentalmente trabajan en esa zona

bajo el amparo y con el permiso del Gobierno de Su Majested Británica”.

Sin embargo, la realidad no era tan así, como sabemos por el informe elevado en

1909 por el jefe de la Oficina Meteorológica del Ministerio de Agricultura, Sr. Gualterio

Davis, que decía: “De la combinación de las observaciones de las Islas Orcadas con las de

Georgias del Sud, relacionadas con las practicadas en tierra firme, se han palpado ya los

resultados, pues en estos últimos años, desde que las estaciones han sido organizadas allí

se pueden estudiar la formación y la propagación de los disturbios atmosféricos que se

originan en la región antártica y se mueven hacia las zonas ecuatoriales, donde sus reflejos

están observados por las estaciones situadas en las regiones templadas.” De modo que un

beneficio ocasionaba la operación del observatorio de la isla Laurie.

Pero continuemos con la lectura del periódico orcadense: “Con este motivo la Liga

Patriótica Argentina se vio en la obligación de entrar en acción, movilizando a la opinión

Page 78: Los tiempos de la Antártida

77

pública. A tal efecto, requirió informes de un grupo de ciudadanos del “ambiente”. Entre

ellos el Dr. Cristóbal Hicken y un tal Sigurd Schjaer, quien a pedido del Dr. Manuel Carlés, el

gran organizador y presidente de la Liga, escribió un artículo que fue publicado (enero

1921) en la mayor parte de los diarios y periódicos del país”.

Y efectivamente en “La Prensa” del domingo 16 de enero de 1921, que se conserva

en la Biblioteca del Congreso Nacional, hallamos la nota que transcribimos a continuación:

“LA LIGA PATRIÓTICA ARGENTINA. Observatorio Meteorológico en

las Orcadas. Importancia de sus servicios.

”La Liga Patriótica Argentina, que denunció oportunamente el

intento de suprimir la partida del presupuesto de gastos que autoriza el

funcionamiento del observatorio establecido en las islas Orcadas, ha conseguido

conmover el espíritu científico del país, como asimismo evidencia el perjuicio

irreparable que causaría el abandono jurisdiccional en el ejercicio de la

soberanía de la Nación sobre los mares y tierras del Sur. La junta de gobierno de

la Liga Patriótica requirió la opinión de la comisión técnica, la que recibió con tal

motivo el siguiente informe del erudito meteorólogo, señor Sigurd Schjaer.

”Se acerca de nuevo el momento —comienza diciendo el doctor

Schjaer— en que la corbeta Uruguay tiene que salir hacia los mares del Sur.

¿Llevará también esta vez, como en otros años, el relevo esperado allí? Porque

los cinco jóvenes, si es que sobreviven los cinco, que allí esperan, desean, como

lo han deseado los equipos anteriores, que su trabajo no resulte estéril. Y para

ello es menester que otros prosigan la ardua tarea iniciada con graves riesgos y

privaciones.

”Yo mismo conozco por propia experiencia, lo que significa la

estada, durante un año, en la estación meteorológica de las Orcadas, desde que

Page 79: Los tiempos de la Antártida

78

en la estación de 1919-1920 he sido uno de los cinco que allí han trabajado. Un

año de destierro voluntario, un destierro privado de todas las compensaciones

que suelen amenizar otros destierros; un clima frío, continuamente húmedo, en

una pequeña casilla azotada continuamente por vientos helados; una

alimentación monótona y un grupo de cinco personas que, bajo estas

condiciones enervantes, por amigos íntimos que sean o se hagan, sufren dentro

de aquel espacio reducido una existencia desesperante. Durante un año y con

una remuneración harto escasa, la vida de cinco hombres queda expuesta allí a

los peligros del clima y de la soledad, sin médico, sin posibilidad siquiera de

comunicarse con el mundo.

Oportunidad de la propuesta de la Liga

”¿Acaso se consuela el gobierno argentino —prosigue el informe—

con la idea de que otros que no fuesen delegados argentinos continuarán el

trabajo iniciado allí? Es verdad que acaba de salir de las islas Malvinas —tierras

geográficamente argentinas— la “Expedición Imperial Británica Antártica”,

provista del equipo más moderno imaginable pues que lleva hasta aeroplanos.

Tal vez haya llegado a las mismas islas Ocadas y no cabe duda de que, hallando

abandonada esta avanzada política y científica argentina, la expedición

británica ha de dejar allí a sus representantes para continuar nuestro trabajo.

El trabajo realizado hasta la fecha

Page 80: Los tiempos de la Antártida

79

”El trabajo realizado en las Orcadas puede fructificar tan sólo a base de

una serie no interrumpida de años, a fin de anotar las observaciones con el

carácter más amplio. El ex director de la oficina meteorológica, el profesor Davis,

ha dicho hace muchos años ya, que en el Antártico y por lo tanto en el único

observatorio fijo establecido allí, hay que buscar la llave para todos los

fenómenos, cuyo total constituye el tiempo en el Sur de nuestro país, del cual,

por un encadenamiento de analogías, expuestas de una manera muy clara por el

doctor Cristóbal M. Hicken en su carta a la Liga Patriótica, se pueden derivar los

pronósticos para el resto del país. Tan preponderante es esta importancia que no

se puede sino aplaudir la idea del mismo señor de establecer allí una estación

radiotelegráfica que facilite el envío inmediato de esas observaciones.

Resultados prácticos de estos trabajos

”Sabios de una autoridad indiscutible y reconocida como Martín Gil, el

profesor Bigelow, el profesor Birkeland y el señor Clayton, coinciden en afirmar

que existe una relación innegable entre la actividad solar y los fenómenos

meteorológicos. Los magnetógrafos modernos son de una sensibilidad tan

aguda que por ellos se nota hasta la modificación más insignificante en la fuerza

magnética, siendo ésta, a su vez, influida por la actividad solar.

”Empero, para determinar los resultados prácticos de estas teorías

importantísimas, pero aún incompletas, es absolutamente esencial la

continuación de las observaciones, y su interrupción arbitraria sería de funestos

resultados para la ciencia universal.

Page 81: Los tiempos de la Antártida

80

El interés oficial

”El Interés manifestado por parte del gobierno argentino en los

resultados de sus propias comisiones científicas ha sido hasta ahora tan

deficiente, que los mismos resultados de las observaciones y de los estudios se

elaboran y publican en la Gran Bretaña, de donde de nuevo vienen a ésta en vez

de suceder a la inversa.

”Más aún, a pesar de que una repartición como la del Ministerio de

Marina, aprovecha directamente de estos trabajos, me consta que en sus

círculos reina un desconocimiento inexcusable de su importancia, el que se

manifiesta en una actitud de frialdad oficial poco comprensible hacia las propias

comisiones en viaje. ¿Será que la marina argentina está satisfecha con la proeza

de haber salvado a Nordenskjöld en 1903, y de haber realizado varias veces el

trayecto hasta las Orcadas?”.

La nota del doctor Schjaer terminaba haciendo un llamamiento a las instituciones

científicas del país y al buen criterio de los hombres de estado, para que se interesen en el

mantenimiento de la estación meteorológica de las islas Orcadas.

Los llamamientos como el del doctor Schjaer fueron escuchados y atendidos, y el

observatorio de la isla Laurie ha proseguido su actividad y la continúa

ininterrumpidamente hasta el presente. De modo que rescatamos —repetimos— para la

historia antártica su nombre y junto con él a la Liga Patriótica Argentina, en defensa de

nuestro primer establecimiento antártico como así también el del profesor Cristóbal M.

Hicken por su idea precursora de la radiotelegrafía antártica, que se inauguró

precisamente en el observatorio de la isla Laurie en 1927.

Page 82: Los tiempos de la Antártida

81

La Compañía Argentina de Pesca S. A.

Se constituyó esta empresa en Buenos Aires por iniciativa del ex capitán ballenero

noruego Carlos A. Larsen, quien en 1892-1893 había navegado aguas antárticas con el

buque Jason, y en 1901-1903 con el Antarctic de la Expedición Antártica Sueca del Dr. Otto

Nordenskjöld, cuya dramática odisea y su rescate por la corbeta Uruguay ya hemos

narrado.

Radicado en Buenos Aires después de aquel histórico suceso, Larsen encaró una

nueva actividad comercial: la explotación ballenera en el Antártico, para lo cual formó una

sociedad con la conocida firma argentina Ernesto Tornquist y Cía.; así nació la Compañía

Argentina de Pesca S. A., cuyo primer presidente fue D. Pedro Christophersen. El 3 de

noviembre de 1904 zarparon del puerto de Buenos Aires los tres buques adquiridos en

Noruega (el Fortuna, el Louise y el Rolf, de 160, 1015 y 400 toneladas respectivamente)

rumbo a Grytviken, en la isla de San Pedro —Georgias del Sur— y arribaron el día 16 del

mismo mes.

Allí se instaló la primera factoría del lugar —después se establecerían otras

extranjeras— con dos casas desarmables de madera, una para la fábrica y otra para

alojamiento del administrador y los obreros. La fábrica contó durante el primer año con

doce tachos abiertos para la cocción de grasas y con tres secciones: tonelería, calderas a

vapor y depósito de materiales. Al año siguiente comenzó la ampliación de instalaciones y

elementos: se duplicó el número de tachos y se introdujeron nuevas calderas a vapor y

cuatro digeridores. Año tras año aumentó también la flota ballenera. En 1914, se incorporó

el Fortuna II. Para ese entonces, ya había comenzado la competencia extranjera en las

Georgias del Sur con la presencia de dos factorías noruegas, una inglesa y una sudafricana.

Page 83: Los tiempos de la Antártida

82

El incremento de la actividad en la zona da una idea el número de ballenas cazadas,

que pasó de 195 en el primer año de operación de la empresa argentina, a 10.760 en los

años 1912 y 1913. Con la Primera Guerra Mundial declinó la actividad, que volvió a

recrudecer en 1931, cuando se faenaron 40.201 ballenas con la intervención de más de

cuarenta empresas extranjeras.

Para esa época (comienzos de la década del 30), la Compañía Argentina de Pesca S.

A. ya había ampliado considerablemente su parque, con una factoría flotante que permitía

elaborar los productos en alta mar. El nombre original de esa factoría adquirida en

Noruega, Kommandoren I, fue reemplazado por el de Ernesto Tornquist; esta factoría de

nueve mil toneladas, con una flotilla de cuatro balleneros (Lobo, Delfín, Albatros y Foca),

dio gran impulso a las actividades de la empresa argentina, que en los años siguientes

debió aumentar su flota ballenera con tres embarcaciones foqueras, bautizadas Lille Carl,

Don Ernesto y Días. Para el transporte de aceite, contó en un primer momento (1911 a

1917), con el Harpón, reemplazado luego por un moderno buque con igual nombre y con

capacidad para treinta mil barriles; con él pudo omitirse la obligada escala en el puerto de

Buenos Aires, enviando el producto directamente a Europa, con el consiguiente

abaratamiento de fletes.

Las instalaciones de la Compañía al comenzar la tercera década del siglo XX eran:

1.- Una fábrica con veinte tachos abiertos para cocción de grasa y fábricas para cocción de

carne y huesos con 58 digeridores. Capacidad de producción: más de mil barriles de aceite

diarios.

2.- Separadores para el aceite y separadores para el “blue water” para extraer el aceite.

3.- Tanques para depósito de 65000 barriles de aceite

4.- Fábrica de guano con tres secadores automáticos.

5.- Un lago abastecedor de agua para la usina hidroeléctrica.

Page 84: Los tiempos de la Antártida

83

6.- Un caño de 8” y 500 metros de largo que envía agua para la fábrica, para el consumo y a

un turbo-generador de 25 HP, para alumbrado.

7.- Un dique flotante para carenado de barcos de hasta 650 toneladas.

8.- Una barraca comedor, cinco barracas habitación, una casa de reuniones, iglesia y

hospital con doce camas, sala de cirugía y farmacia, una biblioteca, un cine y una cancha de

fútbol.

9.- Panadería, carnicería, depósito de materiales y estación radiotelegráfica.

10.- Tres muelles, uno para el dique flotante y uno para buques de gran porte.

En los primeros veinticinco años los resultados fueron los siguientes:

Ballenas cazadas 20.579

Focas cazadas 50.000 Aceite de ballena producido 924.922 barriles Aceite de foca producido 101.360 barriles Barbas de ballenas elaboradas 443.400 kilos (hasta 1922) Guano (mezcla de harina de huesos y de carne)

19.682.100 kilos

Entradas (total de los 25 años) o$s 21.131.910.80 Gastos (en la misma época) o$s 11.916.489.16 Ganancias (total de los 25 años) o$s 9.215.421.64

La constitución del capital de la compañía al final del período señalado era la

siguiente:

Acciones ordinarias o$s 200.000 Aumento por acciones correspondientes a las acciones ordinarias

o$s 945.000

Aumento por acciones correspondientes a los bonos

o$s 708.750

Total o$s 1.853.750

Page 85: Los tiempos de la Antártida

84

Durante la Segunda Guerra Mundial, la factoría argentina fue la única que operó en

el Antártico. Hacia 1946 su producción total de aceite, desde 1904, fue de 1.901.281

barriles.

En 1951 la Compañía amplió considerablemente el tonelaje de su flota con la

incorporación del buque ballenero Juan Perón —de 34.000 toneladas—, botado en Belfast

en abril de 1950. Considerado en esa época como el más grande y mejor equipado del

mundo, su tripulación era de 94 hombres, utilizaba su fábrica 257 obreros, y tenía además

comodidades para los 136 hombres que operaban la flotilla ballenera.

En los períodos de cierre de la caza ballenera este buque ballenro prestaba servicios

como buque-estanque. Finalmente, cabe destacar como experiencia interesante la

introducción de renos por la Compañía Argentina de Pesca en 1910, algunos de los cuales

se adaptaron bien al clima, por lo que se reprodujeron en cantidad (aunque hoy, por razón

de la conservación y protección del ambiente natural antártico, está prohibida la

introducción de especies ajenas a ese ambiente).

Con la venta de la factoría de Grytviken, la Compañía Argentina de Pesca S. A.

finalizó sus actividades en 1960; su último presidente fue el Sr. Alfredo Ryan.

Buques de la Compañía Argentina de Pesca S. A.

1904 / 1929:

Nombre Datos FORTUNA Ballenero construido en Noruega, 160 tn. Naufragó en 1919 LOUISE Velero construido en Noruega, 1800 tn. ROLF Velero construido en Noruega, 400 tn. CACHALOTE Buque transporte ROSITA Ballenero, 43.o7 tn. KARL Ballenero

Page 86: Los tiempos de la Antártida

85

TIJUCA Velero motorizado HARPON 2.500 tn. Vendido en 1917 CACHALOTE II 2.000 tn. Reemplazó al “ROLF” y al “CACHALOTE” , vendidos FORTUNA II Naufragó en el mar de Irlanda en 1926 DON ERNESTO Buque foquero GRANAT Buque ballenero, 51 tn. ALBATROS Ballenero FOCA Ballenero TIBURÓN Adquirido en 1924 DON SAMUEL Adquirido en 1925 ORCA Adquirido en 1926 DON MILES Adquirido en 1926 SKUA Adquirido en 1927 MORSA Adquirido en 1969 LOBO Ballenero. Con el “DELFIN”, el “ALBATROS” y el “FOCA” integró la flotilla de la factoría flotante

“ERNESTO TORNQUIST”. DELFIN Ballenero PETREL Ballenero. Con el “SKUA”, “DON SAMUEL” y “ALBATROS” formó la factoría flotante al ser vend

“FOCA” y el “LOBO”

En 1929 la flotilla de caza en Georgias del Sur se componía así: “ORCA”, “DON

MILES”, “MORSA”, “NARVAL” y “TIBURÓN”. La factoría flotante “ERNESTO TORNQUIST”

con los balleneros “PETREL”, “SKUA”, “DON SAMUEL” y “ALBATROS” Para la caza de focas:

Nombre Datos LILLE CARL Ex ballenero DON ERNESTO Ex ballenero DIAS Ex trawler HARPON Adquirido en 1923 en reemplazo del anterior homónimo. Capacidad

30.000 barriles

AÑO 1951:

Nombre Datos JUAN PERÓN Buque ballenero construido en Belfast, 34.000 tn.

Page 87: Los tiempos de la Antártida

86

1906: Nombramiento de autoridades locales para dos regiones antárticas

Sin perjuicio de la primera ocupación permanente de tierras antárticas por la

República Argentina desde principios de siglo, merece señalarse en ese tiempo un decreto

del Poder Ejecutivo de singular trascendencia como acto soberano sobre aquellas tierras

polares. Por primera vez en la historia antártica un país que había llevado una política

coherente en relación con sus dominios polares nombró autoridades propias para distintas

zonas del territorio antártico. El referido instrumento decía:

“Buenos Aires, diciembre 7 de 1906. Existiendo en los territorios australes de la

República diversos establecimientos nacionales como el Observatorio Meteorológico de las

Orcadas y siendo conveniente la creación de otros, y para proveer a su mejor

administración,

“El Presidente de la República decreta:

“Artículo 1º.- Nómbrase Comisario, en la región donde se halla el

Observatorio de las Orcadas, y en las islas de su Archipiélago, al Sr. Rankin

Angus.

“Artículo 2º.- Nómbrase comisario de la Isla Wandell y de las islas y

tierras inmediatas, al Sr. Guillermo Bee.

“Artículo 3º.- Ambas comisarías continuarán dependiendo de la

Gobernación de la Tierra del Fuego.

“Artículo 4º.- Comuníquese, publíquese y dése al Registro Oficial.

“Figueroa Alcorta. - M. A. Montes de Oca”

Así, la República Argentina fue el primer país que designó autoridades para tierras

polares. Existe la constancia documental sobre la aceptación del cargo y su ejercicio por

Page 88: Los tiempos de la Antártida

87

parte de Rankin Angus. El Sr. Bee no pudo ejercer su cargo por haberse frustrado, como se

dijo más arriba, la construcción de la estación de Booth o Wandell, donde habría de tener

su asiento. Recién en el año 1908, Inglaterra realizaría su irrupción en el territorio antártico

mediante una carta patente.

Page 89: Los tiempos de la Antártida

88

Capitulo VII

LA ARMADA EN LA ANTÁRTIDA

Historia de nuestros primeros buques polares: la Uruguay y el Austral. La estación de la

isla Booth o Wandell

A fines de 1904, la corbeta Uruguay fue destinada para una nueva navegación

antártica, en la que habría de cumplirse un doble objetivo: relevar al personal del

establecimiento meteorológico de la isla Laurie y realizar la búsqueda preventiva de la

expedición francesa del Dr. Juan Bautista Charcot, quien debía estar operando en la parte

occidental de la península Antártica. Charcot, que había adelantado su expedición para

acudir en socorro de la del Dr. Nordenskjöld, llegó a Buenos Aires con su buque Français

luego del rescate protagonizado por la Uruguay, por lo que, aprovechando la experiencia

de los suecos, dejó precisas instrucciones para que se procediera a su búsqueda si, en los

términos previstos, no reaparecía en los lugares prefijados.

La Uruguay hizo carbón en Ushuaia y luego puso rumbo a las Orcadas del Sur, donde

procedió al relevo de la dotación del observatorio, dirigiéndose luego a las Shetland del

Sur, no sin tener que forzar bancos de hielo marino interpuestos en su rumbo, obligando al

capitán Ismael Galíndez a aplicar una técnica nueva, que sería la usada posteriormente por

los modernos rompehielos: apoyaba la proa del buque sobre el frente de hielo y daba toda

máquina adelante hasta quebrar el bandejón, avanzando luego por el canal abierto.

Page 90: Los tiempos de la Antártida

89

La nave argentina buscó infructuosamente a los franceses en el archipiélago

señalado y en el estrecho de Gerlache, donde navegó usando la carta realizada por el

expedicionario belga, anotando todas las novedades náuticas sobre la marcha. En tanto los

franceses habían partido hacia el oeste, en viaje de exploración por el mar de

Bellingshausen. Cumplido su cometido —aún no había expirado el plazo fijado por Charcot

para que se iniciara su búsqueda— y con el enriquecido conocimiento náutico de esa zona

casi desconocida, la corbeta Uruguay puso rumbo al norte y arribó a Buenos Aires el 8 de

febrero, donde la recibieron las autoridades y una manifestación popular que puso de

relieve la hazaña cumplida.

Los relevos de las dotaciones del observatorio orcadense crearon la necesidad de

contar con un buque más apropiado para la actividad polar, razón por la cual el gobierno

de la nación compró al Dr. Charcot, no bien este arribara de regreso del sur al puerto de

Buenos Aires, el ballenero Français, que era más lento que la Uruguay, pero con casco de

madera especialmente construido para la navegación polar. El 1º de noviembre de 1905 el

Français fue rebautizado Austral, y el 17 de diciembre puesto bajo el mando del teniente

de navío Lorenzo Saborido.

El 30 de diciembre dejó el puerto de Buenos Aires para cumplir su primera —y a la

postre única— misión polar bajo pabellón nacional. La navegación fue muy dura y el buque

denotó serias falencias para el cumplimiento de sus misiones polares.

Siguiendo las recomendaciones del capitán Saborido a su regreso, se procedió

durante el invierno al cambio de máquinas y calderas en el Arsenal Naval y, con fecha 16

de diciembre, el almirante Onofre Betbeder hizo llegar al teniente de navío Celery, nuevo

comandante del Austral, las instrucciones para el viaje de relevo. En esta oportunidad el

buque debía cumplir también una doble misión: el relevo de rutina del observatorio de la

isla Laurie y fundar en la isla Booth o Wandell, en la parte occidental de la península

Page 91: Los tiempos de la Antártida

90

Antártica, el segundo establecimiento permanente para observaciones meteorológicas y

magnéticas.

Para ello, el buque iba dotado de todos los materiales y el personal necesarios, como

asimismo de los elementos para establecer en toda el área refugios con víveres y

combustibles para los trabajos de investigación a realizar en el invierno. El emplazamiento

de la nueva estación se dejó librado al mejor criterio del jefe científico de la expedición,

quien debía cuidar que la zona fuera accesible en los meses de verano. Cumplido el

establecimiento, tornaría a Ushuaia donde cargaría los víveres y relevo para la isla Laurie.

El 20 de diciembre el Austral zarpó desde el puerto de Buenos Aires. A la noche se

desencadenó un temporal que abatió el buque sobre el banco Ortiz, causándole averías

tales que produjeron su naufragio.

Como consecuencia del siniestro, la Uruguay debió retomar su destino antártico y

navegar hasta el año 1922 —con algunas alternativas— para realizar el relevo anual del

observatorio de la isla Laurie, sumando conocimiento y experiencia polar que se plasmaron

en información hidrográfica con la cual, por ejemplo, en el año 1915 la Oficina de

Hidrografía produjo la carta náutica Nº 31 “Fondeaderos de la Gobernación de Tierra del

Fuego”, editada y puesta en circulación en 1916.

Hoy, a casi cien años de su incorporación a la Armada argentina, la corbeta Uruguay

es el buque más antiguo de la Marina que se encuentra activa, convertida en museo de sus

propias glorias, en el puerto de Buenos Aires.

A partir de 1923 —y hasta 1947, año en que comenzaron las campañas antárticas

anuales— continuaron los rutinarios viajes de relevo y reaprovisionamiento del

observatorio de la isla Laurie los siguientes transportes navales: Guardia Nacional, Pampa,

Primero de Mayo y Chaco. El Pampa presenta en su historial una interesante anécdota que

ya pasamos a relatar.

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91

1939: La armada y el plan general de política antártica. La Comisión Nacional del

Antártico

En 1939, nuestro país se aprestaba a participar en la Exposición Polar Internacional y

en el Congreso de Exploradores Árticos, convocados por el gobierno noruego; se creó para

tal fin una Comisión Consultiva Argentina para los Asuntos de las Regiones Antárticas,

integrada por representantes de los ministerios de Relaciones Exteriores y Culto, de

Marina y de Agricultura. Si bien el congreso no se realizó por el comienzo de la Segunda

Guerra Mundial, la labor preparatoria de la comisión argentina movilizó el interés nacional

por la cuestión antártica; se decidió entonces planificar la política a seguir y tuvo

preponderante participación en esta tarea la Armada Nacional por su veteranía en el tema,

como pionera antártica desde 1903 con el rescate de la expedición sueca, y principalmente

desde 1905 con los relevos de Orcadas. Bueno es recordar en cuanto a esto el

pensamiento de la institución naval, expresado por el almirante Solier en 1894; al ser

requerida su opinión por el petitorio del señor Neumayer, manifestó el marino en su

informe:

“He leído con detención la adjunta solicitud y encuentro que el permiso

solicitado puede ser concedido sin ningún inconveniente. Más bien, por el

contrario, creo que reportaría ventajas para nosotros, puesto que ese estudio

nos servirá de base para la reglamentación de las explotaciones de los productos

naturales de nuestra costa sud y sería el mismo un acto de soberanía sobre

tierras cuya posesión nos corresponde por su situación geográfica. De esa

manera, nos adelantaríamos pacíficamente a cualquier toma de posesión que

ulteriormente pudiera ser realizado por el extranjero.”

Page 93: Los tiempos de la Antártida

92

De modo que la primera manifestación de la idea de soberanía argentina sobre la

Antártida de la Armada, coincidente con el pensamiento del Dr. Zevallos en 1881,

perteneció a la Armada Nacional, que ahora tuvo su representante en la mencionada

comisión asesora, en la persona del capitán de navío Francisco J. Clarizza, quien había

comandado el Primero de Mayo en 1929. Acorde con este interés antártico y la

consecuente necesidad de contar con personal especializado para las futuras actividades

en la zona polar, Clarizza aprovechó la oportunidad brindada por la expedición

estadounidense del almirante Byrd, que se aprestaba a expedicionar a la Antártida, y

embarcó en el North Star, buque de la expedición, al teniente de navío Julio Poch y al

teniente de fragata Emilio Díaz.

La labor de la precitada comisión asesora determinó conclusiones de orden

geopolítico y de orden geográfico, especificando entre las primeras que la posición

estratégica, las potencialidades minerales y los fenómenos materiales que se originan en la

Antártida e inciden directamente en nuestro territorio afectando su economía, son las tres

razones básicas por las que nuestra política de estado define y sostiene nuestros intereses

antárticos, exigiendo el reconocimiento de nuestra soberanía sobre la Antártida Argentina.

Acorde con sus conclusiones, la comisión determinó la necesidad de: a) Estaciones

fijas de observaciones científicas, sistemáticas y permanentes, que simultáneamente

constituyan concreciones de la voluntad de ocupación y administración. b) Exploración

extensiva y levantamiento del área por buques y aviones, desde las zonas más accesibles

hacia las más difíciles, y c) Actividades científicas intensivas en igual forma, según se

determinan en el apartado b).

El plan trazado puso en evidencia la necesidad de un organismo permanente en

nuestro medio para centralizar y asesorar en todo lo relativo a la defensa y desarrollo de

Page 94: Los tiempos de la Antártida

93

nuestros intereses en el Antártico. Fue así que el 30 de abril de 1940, y en virtud del

decreto 61852, surgió la Comisión Nacional del Antártico dependiente del Ministerio de

Relaciones Exteriores y Culto, con la misión de continuar los estudios sobre los problemas

de aquella región vinculada con el interés nacional, para lo cual propondría al gobierno un

plan de acción para desarrollar. El Dr. Isidoro Ruiz Moreno, el capitán de navío Francisco J.

Clarizza y el ingeniero Alfredo Galmarini fueron los miembros de la Comisión creada por el

primero de ellos, actuó como secretario el Dr. Raúl C. Migone. A partir de 1957, la

institución tuvo un presidente designado por el Poder Ejecutivo, delegados ministeriales y

representantes de diversos organismos.

Consecuencia inmediata del plan esbozado y de las primeras actividades de la

Comisión Nacional del Antártico fueron las expediciones antárticas del Primero de Mayo de

1942 y 1943, que pronto relataremos.

Las expediciones Oddera (1942) y Harriague (1943). Las campañas anuales

En base a una recomendación de la Comisión Nacional del Antártico y en

cumplimiento de un plan de tareas preparado por el Servicio de Hidrografía Naval, se

organizó una expedición polar para el verano de 1942.

La carencia de un buque apropiado para esa clase de operaciones no fue obstáculo

para llevar a cabo la empresa que el interés nacional requería. Una vieja embarcación

construida en Alemania en 1893 se destinó para el viaje, por lo que una febril tarea

comenzó en los astilleros de Río Santiago para ponerla en condiciones de surcar las rutas

antárticas con sus hielos y sus vientos.

Page 95: Los tiempos de la Antártida

94

Para las tareas científicas se equipó al buque con instrumental para hidrografía,

sonda ecoica, telémetro, radiogoniómetro y un avión “Stearman” para observaciones

aéreas. Modernos equipos radiotelegráficos, materiales de campaña y auxilio, vestuario y

víveres para un año completaron los preparativos. El buque fue puesto al mando del

capitán de fragata Alberto J. Oddera.

La expedición contó con la participación de cuatro científicos: el Sr. Juan A. López,

investigador del Ministerio de Agricultura, y los profesores Francisco Gneri, Alberto Nani y

Félix A. Motti, del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia.

El 14 de enero de 1942 se inició el viaje en Buenos Aires. Luego de recalar en

Ushuaia, el buque navegó a la isla Decepción, donde fueron hallados los restos de una

antigua estación ballenera noruega de la Compañía Hektor, que había operado allí desde

1917 hasta 1932 aproximadamente, y que en el momento de la llegada de la expedición

argentina presentaba signos de reciente y evidente destrucción intencional, suponiendo el

capitán Oddera que el hecho estaba relacionado con la Segunda Guerra Mundial, en curso

por esos años. La suposición fue confirmada después: ante la sospecha de que el lugar era

aprovechado como refugio por los submarinos alemanes, un buque de guerra británico, el

crucero H. M. S. Carnarvon Castle llegó hasta allí, procediendo a cañonear los tanques de

combustible que había en el desembarcadero y las instalaciones de la Compañía Hektor.

El día 8 de febrero se procedió a afirmar el pabellón nacional. El capitán Oddera

tomó posesión formal en nombre del gobierno argentino del sector antártico y depositó el

acta labrada al efecto en un cilindro de bronce que quedó en la isla. Idéntica ceremonia se

repitió en las islas Melchior, el día 20, y el 24 de febrero de 1942 en una isla del

archipiélago Islas Argentinas.

Page 96: Los tiempos de la Antártida

95

Primer vuelo argentino en la Antártida

Además de los actos políticos señalados, la expedición realizó un importante trabajo

hidrográfico y cartográfico en toda la zona recorrida con apoyo aéreo, siendo éstos los

primeros vuelos argentinos sobre la Antártida. Lamentablemente, el piloto teniente de

fragata Eduardo Lanusse y el copiloto, cabo principal aeronáutico Eric Blonquist, perdieron

la vida al accidentarse el avión en el puerto de Buenos Aires, al regreso de la expedición.

Una importante tarea de la expedición fue la instalación del primer faro argentino en la isla

Lambda, denominada luego “Primero de Mayo” en recordación del buque. En el campo

científico, cabe destacar las observaciones y recolecciones que realizara el grupo científico;

éstas fueron las primeras muestras zoológicas y geológicas ingresadas al Museo Argentino

de Ciencias Naturales de Buenos Aires. Los escasos elementos con que contaba la

expedición, las cartas deficientes y el desconocimiento de la navegación entre hielos, son

elementos de juicio necesarios para una exacta valoración de lo realizado por aquellos

argentinos. Pero aún debe agregarse a estas realizaciones como un aporte de gran valor las

apreciaciones y sugerencias del capitán Oddera, que constan en su informe, actualmente

custodiado en el Archivo General de la Armada. El jefe expedicionario señaló la

conveniencia de instalar una estación central meteorológica en Decepción (para lo cual se

aprovecharía parte de las instalaciones de la factoría noruega) y un destacamento naval en

Melchior; estas sugerencias se hicieron realidad en 1947 y 1948, cumpliéndose así los

objetivos señalados por la Comisión Nacional del Antártico.

Ante los positivos resultados de la expedición Oddera, se decidió realizar una nueva

campaña antártica con el ya veterano Primero de Mayo, puesto esta vez bajo el mando del

capitán de fragata Silvano Harriague.

Page 97: Los tiempos de la Antártida

96

El equipo científico estuvo integrado por el geólogo Dr. Pascual Sgrosso, los

meteorólogos Carlos Pascale y Carlos Martinoli, y el biólogo Francisco Gneri, integrante de

la expedición anterior.

Zarpó el buque del puerto de Buenos Aires el 4 de febrero de 1943 con destino a

Ushuaia, donde estaba concentrada una fuerza de apoyo formada por el buque tanque

Ministro Ezcurra, el rastreador Spiro y tres aviones patrulleros “Consolidated”. Del 11 al 18,

el buque estuvo en Ushuaia, de donde zarpó con rumbo sudoeste, con destino a Melchior;

desde allí la expedición siguió al sur hasta avistar la isla de Alejandro I, reconoció costas y

archipiélagos e izó el pabellón nacional en aquellas latitudes, como afirmación de

soberanía.

Cartografía, hidrografía, determinación de declinación magnética, observaciones

mareográficas y meteorológicas, reconocimientos aéreos, una baliza instalada en la bahía

Margarita y observaciones biológicas y geológicas con acopio de muestras, fueron las

realizaciones de esta segunda expedición antártica, llevada a cabo como consecuencia de

las recomendaciones de la Comisión Nacional del Antártico.

Después de las expediciones Oddera y Harriague y en base a los trabajos realizados

durante la misma en Melchior (lugar señalado por el capitán Oddera para un

establecimiento permanente) se organizó la Primera Gran Expedición Antártica Argentina

del año 1947; con ella se inició la nueva etapa de las Campañas Antárticas Anuales,

integrada por siete unidades navales y un avión embarcado: transportes Patagonia y

Chaco, buque tanque Ministro Ezcurra, patrulleros King y Murature, rastreador Granville y

ballenero Don Samuel; avión “Walrus”2-0-24. El comandante de la fuerza era el capitán de

fragata Luis M. García. Esta expedición instaló el destacamento naval Decepción (hoy base

Decepción) inaugurado el 25 de enero de 1948 en la bahía Primero de Mayo de la isla

Decepción (Shetland del sur).

Page 98: Los tiempos de la Antártida

97

1946: Plan general de ocupación y administración efectiva del Sector Antártico

Argentino. Reorganización de la Comisión Nacional del Antártico.

De acuerdo con el plan de 1939, la Comisión Nacional del Antártico decidió su

concreción con los siguientes objetivos: 1.- Desarrollo de la capacidad meteorológica para

asegurar la navegación y los vuelos. 2.- Levantamiento extensivo de la costa y de la

península Antártica. 3.- Presencia de la flota de mar en el área antártica. 4.- Estudio del

valor geoestratégico de la península Antártica. 5.- Erigir una estación permanente en el

nordeste de la península Antártica, por ser zona de interés científico. 6.- Estudio y

correspondencia de las mareas antárticas con las americanas. 7.- Actividad científica

localizada y móvil. 8.- Estudio y ensayo de aclimatación humana, animal y vegetal. 9.-

Adquisición de buques y aviones aptos para la Antártida.

Las actividades programadas, que regirían la política antártica hasta 1951, hicieron

necesaria la reorganización de la Comisión Nacional del Antártico; debía ampliar su

número de integrantes incorporando miembros especialistas en las diversas materias a

encarar, lo que se hizo por el decreto n° 8507/46; la nueva Comisión quedó así integrada:

Por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, el Dr. Juan Carlos Rodríguez

(presidente); por el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, el Sr. Martín Doello Jurado,

director del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia; por el Ministerio

de Guerra, el general de brigada Otto A. Helbling y el capitán ingeniero militar Manuel José

Olascoaga; por el Ministerio de Marina, los capitanes de fragata Alberto J. Oddera y Julio A.

Poch; por el Ministerio de Agricultura, el ingeniero agrónomo Rafael García Mata; por la

Secretaría de Aeronáutica, el vicecomodoro César B. Ojeda y los señores Santiago Díaz

Bialet, asesor jurídico, y el ingeniero Alfredo G. Galmarini, director general del Servicio

Page 99: Los tiempos de la Antártida

98

Meteorológico Nacional. Como secretario de la Comisión, se designó al señor José Manuel

Moneta.

Con fecha 8 de noviembre de 1946, la Comisión Nacional del Antártico elevó al

Ministerio de Relaciones Exteriores el plan de actividades para la temporada 1946/1947,

en el que se contemplaba, entre otras realizaciones, la instalación de un nuevo

observatorio meteorológico-geofísico argentino dentro del Sector Argentino y otras

instalaciones de carácter meteorológico (instrumental automático) en los lugares más

apropiados y de acuerdo con el Servicio Meteorológico Nacional.

El Sector Antártico Argentino

La Comisión Nacional del Antártico, en la reunión del 12 de marzo de 1947 trató el

tema de la delimitación del territorio antártico argentino; habiendo estudiado

“detenidamente todos los antecedentes argentinos relacionados con las tierras australes, y

en base a los resultados de esos estudios”, procedió a delimitar el sector polar sobre el

cual la nación mantiene derechos. Tal sector antártico es el que se encuentra situado

“entre los meridianos 25º y 74º de longitud oeste de Greenwich, al sur de los 60º de latitud

sur”.

Esos límites habían comenzado a aparecer en los mapas del Instituto Geográfico

Militar a partir del año 1940 y corresponden a los límites extremos longitudinales

argentinos; 74º oeste marca el punto más occidental de nuestro límite con Chile —el cerro

Bertrand— y el meridiano de 25º oeste corresponde a las islas Sándwich del Sur, mientras

que el paralelo 60º sur es el límite convencional de la Antártida, internacionalmente

aceptado.

Page 100: Los tiempos de la Antártida

99

En cuanto a los límites longitudinales se ha adoptado el sistema concebido por el

senador canadiense Pascual Poirier para fijar los territorios árticos pertenecientes a

Canadá, los Estados Unidos, Noruega y Rusia. Es bueno recalcar que, por vigencia del

Tratado Antártico, las soberanías territoriales en el territorio sud polar están en suspenso.

En conclusión, a partir del mes de marzo de 1946, reorganizada la Comisión Nacional del

Antártico con mayor número de miembros y con especialistas científicos, económicos y

militares, se inició una nueva etapa en la política antártica nacional, caracterizada por la

ocupación y administración del Sector Antártico Argentino, delimitado y cartografiado. La

acción tendiente a concertar acuerdos internacionales y el incremento de las expediciones

científicas nacionales que (después de la experiencia de las expediciones Oddera (1942) y

Harriague (1943) se plasmó en la organización de las campañas antárticas anuales,

inauguradas en 1947 con una gran expedición, integrada por siete unidades navales y un

hidroavión embarcado, y contó con la participación de especialistas científicos en las

diversas especialidades: biología, geología, glaciología, meteorología, etcétera.

Y de ese modo pasamos a la gran expedición de 1947.

1947: Primera Gran Expedición Antártica Argentina

Esta gran expedición, comandada por el capitán de fragata Luis M. García, estuvo

integrada de la siguiente manera: transportes Patagonia y Chaco, buque-tanque Ministro

Ezcurra, patrulleros King y Murature, rastreador. Granville”, ballenero Don Samuel y avión

“Walrus” 2-0-24. La expedición contó con dos invitados que integraron la plana mayor del

buque insignia: un capitán de la marina chilena y un capitán del ejército argentino, del

Instituto Geográfico Militar.

Page 101: Los tiempos de la Antártida

100

El transporte Patagonia, de sesenta metros de eslora y 2400 toneladas de

desplazamiento, había sido adquirido en Alemania después de la Segunda Guerra Mundial,

y reacondicionado para la navegación polar. El transporte Chaco era un buque de pasajeros

y carga; desplazaba 3850 toneladas. El buque-tanque Ministro Ezcurra, petrolero,

desplazaba 4200 toneladas. El ballenero Don Samuel, alquilado con su tripulación a la

Compañía Argentina de Pesca, tenía 30 metros de eslora y muy buenas condiciones. El

rastreador Granville, de apoyo en Ushuaia, había sido construido en Río Santiago, medía 60

metros de eslora. Los patrulleros King y Murature, construidos también en Río Santiago,

tenían una buena velocidad (16 nudos).

La partida

El Patagonia, buque insignia, zarpó de Buenos Aires el 4 de enero; fue por el

ministro de Marina, el jefe del Estado Mayor, los directores generales y el presidente y

miembros de la Comisión Nacional del Antártico. El Ministro Ezcurra y el Chaco zarparon

desde el puerto de La Plata, el 8 y el 14 de enero, respectivamente. El día 15 del mismo

mes la nave insignia arribó a Ushuaia y se reunió con el buque Don Samuel procedente de

las Georgias del Sur.

Con la llegada de los restantes buques, la expedición abandonó Ushuaia el 24 de

enero, rumbo a la Antártida, menos el Chaco, que debió permanecer para reponer el

carbón para la nueva estación a instalar, inutilizado por una combustión espontánea.

Page 102: Los tiempos de la Antártida

101

En la zona de operaciones

El 29 de enero la nave insignia y el Don Samuel llegaron a la isla Decepción, de donde

zarparon el 16 de marzo con rumbo a Melchior, donde encontraron una chapa metálica

con la bandera inglesa sobre la casilla del faro Primero de Mayo. La placa fue retirada,

labrándose un acta y pintando la siguiente inscripción: “Propiedad del Ministerio de

Marina de la República”. Para instalar la nueva estación se eligió la punta Gallows de la isla

Observatorio. Se puso en funcionamiento el faro, y el avión —en su primer vuelo de

reconocimiento en la zona— verificó la presencia inglesa en puerto Lockroy y, en un lugar

próximo a la punta Gallows, llamada hoy punta Observatorio, se decidió instalar la nueva

estación.

El 5 de febrero, dejando en Melchior una comisión de tareas, ambos buques

zarparon para Decepción. Durante la navegación hicieron reconocimientos en el canal

Schollaert y en el estrecho De Gerlache. El 7 de febrero, después de un intento de

desembarco en la bahía Esperanza que falló por causa de los hielos, se navegó a la isla

Decepción. Mientras, el Don Samuel, con el jefe de la expedición y el oficial de navegación

del Patagonia a bordo, recorría la ruta Melchior hasta bahía Margarita para hacer acto de

presencia en las estaciones británicas allí existentes y obtener datos para cartas y

derroteros.

En el canal Lemaire los argentinos avistaron al buque de guerra inglés Trepassey.

Intercambiaron saludos y navegaron luego a Lockroy, islas Argentinas y fiordo Neny,

visitando las instalaciones inglesas. Luego navegaron por el canal De Gerlache-Lemaire y el

Francés-Penola, haciendo levantamientos expeditvos.

Page 103: Los tiempos de la Antártida

102

En isla Melchior, mientras el Patagonia desembarcaba material y personal para la

construcción de la nueva estación, arribó el Trepassey que desembarcó a su comandante,

quien manifestó al oficial argentino a cargo del campamento que ése era territorio inglés;

nuestro oficial le respondió que ese territorio era argentino. Mientras tanto, el avión

“Wallrus”, transportado por el Patagonia, volaba fotografiando y reconociendo la zona.

El 25 de febrero, a raíz de un accidente, el obrero Pablo Nicolyzyn fue intervenido

quirúrgicamente, con éxito, por el médico de a bordo —teniente de fragata Jaime Mario

Coronel—. El capitán E. J. Pierrou, a quien estamos siguiendo en este relato, dice lo

siguiente:

“Era evidente que las previsiones de índole farmacéuticas y quirúrgica, muy amplias

por cierto, contemplaron todas las eventualidades posibles, aun para casos de la mayor

gravedad. Al obrero Nicolyzyn le fue amputada una mano con todo éxito y se le practicaron

curaciones serias en el cráneo y en los ojos.”

El 27 llegó también a isla Melchior el Don Samuel; su comandante, teniente de navío

Pisan Reill, entregó al jefe expedicionario, una nota de protesta que había recibido del

magistrado inglés residente en puerto Lockroy. La conversación entre ellos se había

desarrollado en términos amables, el inglés había abosequiado al argentino un pequeño

presente y fue igualmente retribuido. El capitán García, respondiendo la nota inglesa,

cursó al magistrado inglés la siguiente respuesta:

“Tengo el honor de comunicarle que la zona a que Ud. hace referencia se

encuentra en el sector que la República Argentina considera de su pertenencia y

que todos los actos de la Expedición Naval Argentina, a mis órdenes, se realizan

por derecho propio. En consecuencia, debo dejar constancia de que no puedo

aceptar su reglamentación ni reconozco, otra autoridad en esta zona que la de

Page 104: Los tiempos de la Antártida

103

mi Gobierno.” (E. J. Pierrou, “La Armada argentina en la Antártida 1939-1959”,

p.107).

El 7 de marzo se libró al servicio el segundo faro antártico, denominado “Patagonia”,

mientras el King instalaba una baliza luminosa en el cabo Ana de la costa Danco, la primera

luminosa en el Sector Antártico Argentino. El 24 comenzó a funcionar la estación

radiotelegráfica en Melchior, enviando el jefe de la expedición un saludo al ministro de

Marina, al jefe del Estado Mayor General y al director general de Navegación e Hidrografía.

El 31 de marzo a las 16.15 fue izado el pabellón nacional en Melchior, se inauguró allí

el Destacamento Naval Melchior (hoy Base Melchior), y quedó a su cargo durante ese año

1947 el teniente de fragata Juan Carlos Nadaud. El jefe de la expedición, en cadena con

LRA Radio del Estado, transmitió a Buenos Aires:

“Con esta sencilla pero emotiva ceremonia queda inaugurado hoy, 31 de

marzo de 1947, el Observatorio Meteorológico Antártico del Archipiélago

Melchior, perteneciente al Ministerio de Marina. A partir de esta fecha, la

República Argentina, por medio de su Armada, tendrá ocupación permanente en

estas islas adyacentes a la Tierra de Graham, afianzando así con hechos su

soberanía sobre el Sector Antártico, que considera como de su pertenencia y

contribuyendo además con su aporte científico al progreso de la meteorología

internacional.” (E. J. Pierrou, op. cit. p. 114).

Luego transmitió, también en cadena con LRA Radio del Estado, un discurso del que

seleccionamos unas breves pero significativas palabras:

“Es necesario crear una conciencia argentina y para ello difundir el

conocimiento de la geografía de estas regiones […]. La publicación de mapas que

incluyen la República Argentina y nuestro sector antártico […] contribuirá

Page 105: Los tiempos de la Antártida

104

eficazmente a ese fin […] Esa conciencia antártica habrá sido creada el día que

cada ciudadano tenga en cuenta que estas tierras no son exóticas, sino que

forman parte del territorio de la República. En las inmediaciones del

Observatorio se ha instalado un letrero que reza: “TERRITORIO DE LA REPÚBLICA

ARGENTINA.” (E. J. Pierrou, op. cit., pp. 177 y 120).

El 1° de abril la expedición zarpó de Melchior, iniciando el regreso a Ushuaia con una

navegación afectada por permanente mal tiempo, especialmente en el cruce del pasaje

Drake, por los violentos y frecuentes temporales de esa zona, que hacen la navegación

muy movida —especialmente con los buques libres de carga, lo que afecta a la mayor

parte de la tripulación, que se ve obligada a adoptar la posición horizontal para evitar los

mareos—.

El 23 de abril el Patagonia atracó en la Dársena Norte del puerto de Buenos Aires

escoltado por los patrulleros King y Murature. Se embarcaron en el muelle el ministro de

Relaciones Exteriores, el jefe del Estado Mayor General, miembros de la Comisión Nacional

del Antártico, oficiales superiores y jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas; se realizó

después una ceremonia en tierra y en proximidades del buque en la cual pronunció un

discurso el jefe expedicionario, finalizado el cual se realizó un desfile hasta la Casa de

Gobierno por la calle Cangallo (hoy Teniente General Perón), Leandro N. Alem, Corrientes,

Florida, Diagonal Norte y Rivadavia. Los expedicionarios recibieron durante el trayecto las

manifestaciones entusiastas del pueblo, con vítores y flores arrojadas desde los balcones;

finalmente fueron recibidos en el Salón Blanco de la Casa Rosada por el Presidente de la

Nación y los ministros.

Page 106: Los tiempos de la Antártida

105

Aportes de la expedición

–Nueva estación meteorológica permanente en Melchior.

–Exploración y reconocimiento expeditivo en la importante ruta Decepción – Bahía

Margarita.

–Faro Patagonia en la boca sur del De Gerlache y una baliza luminosa en el cabo Ana (zona

continental).

–Levantamiento cartográfico en la zona de la bahía Dallman.

–Mayor cantidad de buques en la Antártida con aporte de información geográfica.

–Visita a instalaciones inglesas en Decepción, Lockroy, islas Argentinas y bahía Margarita.

–Comprobación de la libertad de acción por el racional uso de la sonda ecoica6

y el radar.

1948: La Flota de Mar en la Antártida

De acuerdo con uno de los objetivos de la Comisión Nacional del Antártico

(frecuentar con numerosas unidades de la Flota de Mar el área antártica) al mando del

vicealmirante Juan M. Carranza y con los cruceros Almirante Brown y Veinticinco de Mayo

y los destructores Santa Cruz, Misiones, Entre Ríos, San Luis, Mendoza y Cervantes, la flota

de mar realizó maniobras en el archipiélago de las Shetland del Sur, Melchior y Orcadas del

Sur en febrero de 1948. Se hicieron importantes estudios en la zona de las Orcadas del Sur,

6 Nota editorial. Sonda ecoica: instrumento para determinar la distancia vertical entre el fondo del lecho marino y una parte determinada del casco de una embarcación.

Page 107: Los tiempos de la Antártida

106

Shetland del Sur y en la parte norte de la península Antártica, con un expeditivo

reconocimiento geográfico-militar de sus fondeaderos; el antiguo estrecho Bransfield fue

denominado Mar de la Flota. En la isla Decepción se realizó una ceremonia afirmando los

derechos argentinos.

La instalación del Destacamento Naval Decepción en la isla de ese nombre,

inaugurado el 25 de enero de 1948, provocó un entredicho con Inglaterra que dio lugar a

un intercambio de notas de protesta y a la presencia de unidades navales de ambos países,

en cuyo marco se inscribieron las operaciones de nuestra Flota de Mar, como acabamos de

ver. La preocupación causada por tales incidentes llevó a los gobiernos de Argentina, Chile

y Gran Bretaña a firmar un acuerdo, comprometiéndose a no llevar buques artillados al sur

del paralelo 60º Sur, por lo que se puede considerar ese compromiso como un

antecedente de la no militarización de la Antártida que posteriormente estableció el

Tratado Antártico.

1949: Argentina, Chile y Gran Bretaña en la Antártida

Argentina y Chile

En varias oportunidades nuestro país había hecho referencia a sus posesiones

antárticas, implícitamente en el siglo XIX —al establecer la Comandancia Política y Militar

de las islas Malvinas (1829) — y explícitamente en el siglo XX —por ejemplo en la reserva

hecha a las convenciones postales firmadas en 1934 en El Cairo, en el Xº Congreso de la

Unión Postal Universal, en la Conferencia de Panamá en 1939, en un memorándum a la

embajada británica en 1943, etc—.

Page 108: Los tiempos de la Antártida

107

De ese modo, nuestro territorio antártico apareció por primera vez graficado en

recuadro en un mapa de la República publicado por el Instituto Geográfico Militar en 1941,

aunque el limite occidental fijado allí en los 68º 34’ Oeste fue modificado luego a 74º

Oeste, de acuerdo con el decreto del Poder Ejecutivo Nacional Nº 8944 del 2 de

septiembre de 1946.

El decreto-ley Nº 2191 del 28 de febrero de 1957, que estableció el Territorio

Nacional de la Tierra del Fuego, delimitó el sector entre los meridianos de 25º Oeste y 74º

Oeste, al sur del paralelo de 60º Sur.

La hermana República de Chile, por su parte, señaló su sector antártico el 6 de

noviembre de 1940 entre los 53º Oeste y los 90º Oeste, como prolongación continua de su

territorio continental.

Como se aprecia, hay superposición de espacios polares entre ambos países, que se

consideran igualmente herederos de la corona castellana, lo cual, no obstante, no ha sido

un obstáculo para las buenas relaciones en este tema, que —especialmente en la década

del cuarenta— han sido óptimas. Ambos paíse se reconocieron mutuamente sus

indiscutibles derechos en esa parte del globo y convinieron en cooperar tanto en la

investigación científica de la naturaleza antártica como en el aprovechamiento de sus

recursos naturales; lo establecieron de esta manera:

“Los ministros de Relaciones Exteriores de la República Argentina y de Chile […]

propician la realización de un plan de acción armónico de ambos gobiernos en

orden al mejor conocimiento científico de la zona antártica, mediante

exploraciones y estudios técnicos; que así mismo consideran conveniente una

labor común a lo relativo al aprovechamiento de la riqueza de esta región; y que

es su deseo llegar lo antes posible a la concertación de un Tratado Argentino-

Page 109: Los tiempos de la Antártida

108

chileno de Demarcación de Límites en la Antártida Sudamericana.” (Firmado:

Juan Atilio Bramuglia / Raúl Juliet Gómez).

Este enunciado fue ratificado y ampliado por la Declaración La Rosa – Donoso, del 4

de marzo de 1948. De ese modo, las relaciones argentino-chilenas en aquellos años —con

relación a la Antártida— se basaron en un pensamiento político realista, que valoraba la

conveniencia de una acción conjunta en defensa del patrimonio austral, heredado por

ambas de la Madre Patria. Esos acuerdos pudieron haber sido un incentivo para encarar

luego, en el continente americano, esa integración. Lamentablemente, la historia siguió

otro curso.

Argentina y Gran Bretaña

Diferentes fueron nuestras relaciones con Gran Bretaña. Este país alegaba derechos

de descubrimiento entre los 20o oeste y los 80o oeste, confirmados por la Carta Patente del

21 de julio de 1908, que estableció un límite norte a los 50o de latitud sur, abarcando así

parte de la Patagonia continental, este error fue subsanado por otra Carta Patente, del 8

de marzo de 1917. Allí determinó, entre los meridianos mencionados, un sector oriental

con límite norte en los 50º sur, y otro occidental con ese límite en los 55o sur.

Como ya lo hemos explicado, el primer problema con esa potencia fue a raíz del

establecimiento del observatorio de las islas Orcadas del Sur en 1904. Pero en la década

del 40, con el aumento de las expediciones, comenzaron frecuentes incidentes en la zona,

que felizmente no pasaron de un intercambio de notas, reclamando y afirmando derechos.

La primera es de nuestra cancillería del 23 de agosto de 1940, en la que nuestro gobierno

sugiere la convocación a una reunión de estados con intereses antárticos, que podría

Page 110: Los tiempos de la Antártida

109

realizarse en Buenos Aires, para producir un estatus jurídico-político de la región aceptado

por todos los Estados. La nota concluía con una reclamación por haber aparecido en un

mapa británico un sector antártico como dependencia de las islas Malvinas “Que el

gobierno argentino con justo fundamento, ha considerado siempre como parte inalienable

de su territorio nacional.”

En enero de 1943, llegó a la isla Decepción el buque británico Carnarvon Castle y su

comandante retiró los testimonios argentinos de soberanía dejados allí por la expedición

del Primero de Mayo, y colocando en su lugar un tablero con la leyenda “Tierras de la

Corona Británica”. Después, nuestra cancillería recibió una protesta de la embajada

británica, lo que dio lugar a un intercambio de notas. En 1947, en ocasión de la gran

expedición antártica argentina, el encuentro de nuestras naves con las británicas y el

mutuo hallazgo de sitios ocupados, tuvo lugar un frecuente intercambio de notas in situ y

luego entre las cancillerías.

Abreviando, vale la pena destacar la sugerencia de nuestra cancillería para resolver

cuestiones atinentes al Antártico con los países que tenían —y tienen— intereses en la

región, con la idea de una conferencia internacional “cuya finalidad primordial sería la de

arribar a la determinación de un estatus jurídico-político de aquella región”. De ese modo,

la República Argentina se adelantaba por un poco más de una década a la solución a la que

finalmente arribarían los estados con intereses en el lejano continente blanco austral, al

firmar el Tratado Antártico el 1º de diciembre de 1959.

Si bien los incidentes habían sido leves, su frecuencia, las actuaciones diplomáticas,

las encontradas declaraciones de las partes involucradas y las interpretaciones en la

Cámara de los Comunes de Londres (durante las cuales se manifestaba cierta impaciencia

en algunos legisladores frente a lo que consideraban presencia ilegal de argentinos y

chilenos en la Antártida) repercutieron en el ámbito internacional, dando lugar en algunos

Page 111: Los tiempos de la Antártida

110

casos a muestras de solidaridad americana (por ejemplo el comunicado del Ministerio de

Relaciones Exteriores de Venezuela del 3 de marzo de 1948 expresando que su gobierno

veía con preocupación los incidentes surgidos recientemente entre algunas repúblicas del

continente y el Reino Unido de Gran Bretaña, esperando que “aquellos inconvenientes

podrán resolverse de conformidad con los principios de justicia y de equidad declarados en

la Carta de las Naciones Unidas”). Pocos días después de ese comunicado, el Congreso

Nacional de Venezuela, el 16 de marzo, dio una declaración expresando “la aspiración

unánime al pueblo de Venezuela de que se liquiden de una vez para siempre los rezagos de

coloniaje en América”, manifestó “viva simpatía hacia los derechos alegados por las

repúblicas de Argentina y Chile” y expresó “solidaridad ante las justas reclamaciones que

los respectivos países han formulado sobre las regiones antárticas”.

En Buenos Aires, el 2 de junio de 1948 la Cámara de Diputados de la Nación hizo una

declaración, reafirmando la soberanía nacional sobre las islas Malvinas y los derechos

sobre la Antártida.

El acuerdo tripartito de 1949

Era previsible que las potencias del Hemisferio Norte, libres ya de la guerra,

aumentaran su presencia en las desérticas comarcas polares del sur, que ya se perfilaban

como la tierra prometida del futuro y sobre las cuales, además de Argentina, Chile y Gran

Bretaña, otros cuatro países (Nueva Zelandia, Australia, Noruega y Francia) formulaban

reivindicaciones. El gobierno de los Estados Unidos, país también con intereses antárticos,

pero sin reclamos declarados, observando las disputas y previendo futuras complicaciones

con intervención de otros actores, giró a los gobiernos de los siete países con presencia

Page 112: Los tiempos de la Antártida

111

antártica un memorándum proponiendo la internacionalización del continente en

cuestión, en el cual —a su juicio— “los valores previsibles […] son predominantemente

científicos, más bien que estratégicos o económicos”, de modo que la investigación

científica y la exploración se verían beneficiadas por un régimen de administración

internacional.

La propuesta norteamericana tendría una derivación imprevista al provocar la

entrada en escena de un nuevo actor con la consiguiente complicación del panorama, pero

eso sucedería ya en el comienzo de la década siguiente. Mientras tanto, los tres países

enfrentados por sus reclamos superpuestos tratarían de hallar de alguna manera un modus

vivendi, pues si bien los incidentes hasta entonces no habían tenido otra trascendencia que

la diplomática, debía preverse la posibilidad, seguramente no deseada, de algún hecho con

derivaciones inconvenientes para el normal desarrollo de las exploraciones y las

actividades científicas en la zona. De ese modo, la década del 40 se cerró con un

compromiso contraído entre los gobiernos de Argentina, Chile y Gran Bretaña de no enviar

buques de guerra al Antártico. El 18 de enero de 1949 a las 15.00, los tres gobiernos

intercambiaron mutuamente en Buenos Aires, Santiago de Chile y Londres, una nota del

siguiente tenor:

“Deseando evitar todo malentendido en la Antártida que pudiera afectar

las relaciones amistosas entre este país y..... el gobierno de……… está dispuesto a

informar al gobierno de……… que, en las actuales circunstancias, no prevé

ninguna necesidad de enviar buques de guerra al sur de los 60o de latitud Sur,

durante la temporada antártica de 1948-1949, aparte, desde luego, de las

maniobras tradicionales como las que han sido habituales durante varios años.”

A partir de entontes, y hasta la realización del Año Geofísico Internacional (1957-

1958), este intercambio de notas se renovó anualmente. Luego, la vigencia del Tratado

Page 113: Los tiempos de la Antártida

112

Antártico, a partir de 1961, haría innecesario tal compromiso, que bien puede considerarse

como un antecedente de la no militarización del continente polar austral, establecida por

el artículo primero del mencionado instrumento legal internacional.

Agresión inglesa en la isla Decepción

Sucedió durante la campaña antártica 1952/1953. En cumplimiento del plan trazado

por la Comisión Nacional del Antártico, la Armada instaló en la caleta Balleneros de la isla

Decepción un refugio, inaugurado el 16 de enero de 1953, que fue bautizado "Teniente

Lasala", en homenaje al infante de marina Cándido de Lasala, caído en acción durante las

invasiones inglesas.

El encuentro de nuestras naves con las británicas en la zona dio lugar a un

intercambio de notas de protesta por ambas partes, hasta que el 19 de enero, dejando en

un mojón de concreto un tubo metálico con una copia del acta de inauguración, zarpó el

Bahía Aguirre, dejando el nuevo refugio a cargo de un teniente de navío y dos cabos. Ese

mismo día, fondeó en la caleta Balleneros el buque inglés Snipe, a cuyo bordo viajaban el

denominado gobernador de Malvinas y un obispo; el magistrado británico entregó una

nota de protesta al jefe del Destacamento Naval Decepción (hoy base Decepción). Pocas

horas después, arribó a la isla el ARA Punta Ninfas y su comandante entregó a su vez una

nota de protesta al Snipe. El 23 de enero los buques chilenos surtos en la caleta Balleneros

instalaron un refugio, a doscientos metros del nuestro.

EL 16 de febrero, habiendo quedado en el flamante refugio argentino los dos cabos,

pues el jefe se había trasladado por razones de servicio al destacamento naval, personal de

la nave inglesa Snipe procedió a destruir los refugios argentino y chileno. Narrando este

Page 114: Los tiempos de la Antártida

113

suceso, dice Pierrou: "La conducta inglesa no resultó novedosa ni extraña; fue una

consecuencia de ya conocidos procedimientos de piratería ejercidos desde tiempo atrás en

detrimento de soberanías y patrimonios ajenos a su jurisdicción." (“La Armada Argentina en

la Antártida”, Buenos Aires, Instituto de Publicaciones Navales, 1981, p. 469).

El jefe del refugio argentino destruido se presentó en la base inglesa de la caleta

Balleneros y fue informado por el jefe británico de que el personal argentino hecho

prisionero sería llevado a las islas Georgias del Sur y luego a Buenos Aires. Informado del

acontecimiento, el comandante de la Fuerza de Tareas, obedeciendo orden superior, envió

una nota de protesta a la base inglesa, de la cual transcribimos lo siguiente:

"La presencia de esas fuerzas y las acciones llevadas a cabo importan un

acto ilícito que sancionan los principios del Derecho Internacional, perpetrado en

territorio de la República Argentina, desconociendo que incuestionables

derechos de dominio, de acuerdo con los cuales las operaciones del personal y

buques a mis órdenes constituyen actos indiscutibles de jurisdicción."

Y volvemos a citar a Pierrou:

"Este hecho insólito ha sido digno émulo de las piraterías de Drake y revela

en quienes lo planearon la supervivencia de una primitiva y anacrónica

mentalidad imperialista, sustentada a látigo y arcabuz, olvidando que la acción

argentina [estaba] encuadrada exactamente dentro de las normas del derecho

internacional y de los procedimientos que son normales en el Continente

Blanco."

Cooperación Científica Internacional: el A. G. I. y el A. I. S. Q.

Page 115: Los tiempos de la Antártida

114

Nuestro país realizó en el Año Geofísico Internacional estudios de meteorología,

auroras y luz nocturna, sismología, latitud y longitud, gravimetría ionosférica,

oceanografía, glaciología, actividad solar y rayos cósmicos.

Una vez finalizadas las tareas del A. G. I., los Estados Unidos y la Argentina acordaron

cooperar para mantener el funcionamiento de la base norteamericana Ellsworth sobre la

barrera de hielo de Filchner, encargándose nuestro país de la administración de esa base,

donde trabajaron conjuntamente científicos de ambos países.

Además la Argentina, por su situación geográfica, ocupó un lugar destacado durante

las tareas del Año Internacional del Sol Quieto. Las observaciones antárticas recibieron

preferente atención, destacándose las actividades en la zona de la barrera de Filchner, en

el mar de Weddell.

1958: Turismo a la Antártida

Por primera vez en los anales de la historia de la navegación se realizaron dos viajes

de turismo a la Antártida, organizados por el Comando de Transportes Navales, que a tal

efecto destinó el transporte ARA Les Eclaireurs a Ushuaia, desde donde se iniciaría la

excursión, en dos viajes. Los turistas utilizaron para su traslado a la capital fueguina

aviones Douglas DC–4 de la Marina de Guerra, pertenecientes al Comando de Transportes

Aeronavales.

En el primer viaje, el buque, comandado por el capitán de corbeta Eduardo Llosa,

zarpó de Ushuaia con cien turistas el 16 de enero de 1958, con destino a la Antártida; hizo

escala en rada Picton, donde arribó el 16 y continuó con el siguiente itinerario: isla

Page 116: Los tiempos de la Antártida

115

Decepción, bahía Luna, caleta Potter, bahía Paraíso, isla Melchior y regreso a Ushuaia,

donde arribó el 24 de enero de 1958.

El segundo viaje turístico el buque, comandado por el mismo capitán Llosa, zarpó de

Ushuaia con 94 turistas el 31 de enero de 1958, con destino a Melchior, siguió hacia bahía

Paraíso, caleta Potter, bahía Luna, Decepción y regresó a Ushuaia a la que arribó el 11 de

febrero de 1958. Del interés despertado por estos dos primeros viajes turísticos dio una

clara idea la recepción de cuatrocientas solicitudes para participar en ello, más

cuatrocientas notas pidiendo informes, entre las que se encontraban las de personas

residentes en los Estados Unidos, Alemania, Brasil, Chile, Italia, Paraguay y Uruguay.

Page 117: Los tiempos de la Antártida

116

Capitulo VIII

EL EJÉRCITO EN LA ANTÁRTIDA

El coronel Hernán Pujato, el Instituto Antártico Argentino y la penetración en el

continente

El coronel Hernán Pujato, preocupado por el problema antártico y por la afirmación

de nuestra soberanía en esa región, había comenzado por aquel entonces un ambicioso

plan, con el cual el ejército inauguraría sus actividades antárticas. Con el plan aprobado por

el gobierno, Pujato marchó en 1949 a los Estados Unidos para asistir a un curso de

supervivencia polar en Alaska. De regreso a la patria, traía una nueva idea: la creación de

un instituto especializado en técnica y ciencia polar.

El plan constaba de cuatro puntos: 1. creación del Instituto Antártico Argentino (I. A.

A.), 2. realización de una expedición polar y establecimiento de una base al sur del Circulo

Polar Antártico, 3. compra de un buque rompehielos y 4. expedición al mar de Weddell,

para instalar una base a mil quinientos kilómetros del Polo Sur Geográfico. El proyecto

tuvo principio de ejecución con el decreto Nº 2492 del Poder Ejecutivo Nacional del 9 de

febrero de 1951, encomendando al entonces Ministerio de Asuntos Técnicos la

organización y envío de una Expedición Científica a la Antártida Continental Argentina.

Los preparativos para la expedición exigieron un verdadero esfuerzo con tareas de

gabinete y de campo, que contemplaban desde la información por consulta bibliográfica

sobre las características físicas y climáticas del lugar elegido, la Bahía Margarita, hasta el

Page 118: Los tiempos de la Antártida

117

entrenamiento de los hombres en un medio similar, los Andes Patagónicos, donde tres

miembros perecieron durante una tormenta de nieve (el teniente Arnoldo Serrano, el

subteniente Eduardo Molinero Calderón y el soldado Emiliano Jaime).

Listos los hombres y completados los equipos y el material, la expedición (integrada

por el coronel Hernán Pujato, el capitán Jorge Mottet, el teniente farmacéutico Luís

Roberto Fontana, el doctor Ernesto Gómez, el suboficial ayudante Haroldo Juan Riella, los

cabos mayores Lucas Serrano y Hernán Sergio González Superí, los señores Ángel Roque

Abregú Delgado y Antonio Moro, y veinticinco soldados voluntarios), partió del puerto de

Buenos Aires el 12 de febrero de 1951 en el buque Santa Micaela, al mando del capitán de

ultramar Santiago Farrell. No había en la marina un buque adecuado para la riesgosa

expedición, por lo cual la empresa Pérez Companc facilitó el Santa Micaela —un buque de

desembarco de tanques de la Segunda Guerra Mundial— que servía como medio de

transporte a los puertos patagónicos. La empresa cobró el precio simbólico de un peso,

tomando a su cargo la adecuación del buque para la expedición. El remolcador de la

marina Sanavirón acompañó a la expedición hasta bahía Margarita, como apoyo.

El 21 de marzo de 1951 fue inaugurada la Base General San Martín (hoy Base San

Martín), bendecida por el padre salesiano Juan Monticelli. Era la primera estación

argentina al sur del Círculo Polar (68º 07’ S y 67º 08’ W); en ella permaneció durante 1951,

presidida por su jefe, la dotación fundadora (excepto el teniente Fontana, que por un

accidente debió regresar a Buenos Aires con el Santa Micaela, que retornó al año siguiente

con el relevo).

El 29 de marzo los hombres tuvieron una emotiva sorpresa: la inesperada visita de

un camarada de la Armada, el teniente de fragata Halfdan H. Hansen, que piloteando un

hidroavión Grunman Goose llegó desde Melchior en un vuelo imprevisto y por propia

iniciativa, lo que luego le valió una sanción de sus superiores. Iba a saludar a sus camaradas

Page 119: Los tiempos de la Antártida

118

del Ejército que se iniciaban en el quehacer antártico. Grande fue la emoción de Pujato y

sus hombres en aquel momento. En la Antártida, el arribo de un buque o un avión, a veces

el simple paso, produce júbilo y emoción, máxime si es imprevisto; lo mismo sucede hoy a

pesar de las comunicaciones radiales. Por eso, es de imaginar la mayor dimensión que

adquiriría entonces semejante acontecimiento en aquellos tiempos de total aislamiento,

en un lugar pleno de misterio para el hombre.

En verdad, la visita de Hansen compensó a los expedicionarios de la desagradable

sensación de abandono y soledad que habían sentido tres horas antes, cuando las pitadas

del Santa Micaela y el Sanavirón conmovieron el silencio de la bahía, anunciando la partida

de los buques.

La actividad en la nueva base fue intensa durante todo el año y los noveles

expedicionarios antárticos felizmente tuvieron el valioso concurso del único veterano del

grupo, Antonio Moro, que aportó las experiencias adquiridas en el observatorio de

Orcadas. Dificultades hubo muchas, como la provocada por el intenso temporal del 6 de

abril, que destruyó la casilla meteorológica y las antenas de la radio y llenó de nieve la

casa-habitación. La reparación llevó varios días y se tuvo que realizar con una temperatura

ambiente de 25ºC bajo cero.

Otro día hubo un principio de incendio; por suerte, el tiempo calmó, algo raro en la

Antártida siempre ventosa, lo que evitó un desastre; debemos tener en cuenta que

quedarse sin vivienda allá puede significar la muerte.

El personal se organizó en Base y Patrulla; esta última estaba encargada del

adiestramiento de los treinta y seis perros, con los que hicieron 1.287 kilómetros de

recorrido sobre el hielo de mar y sobre el continente, y pudieron ubicar así los accesos a la

meseta central bautizada San Lorenzo.

Page 120: Los tiempos de la Antártida

119

Pero no todo fue trabajo, esfuerzo y sacrificio, pues hubo también momentos

agradables como los vividos en oportunidad de las fiestas patrias, celebradas según las

pautas protocolares y, por supuesto, como lo permitía el ambiente polar. También

festejaron los cumpleaños con un menú especial. En aquellas latitudes, los motivos de

celebración se deben aprovechar, se les presta mucha atención porque ayudan a

compensar carencias afectivas y elevan el estado anímico. “La permanencia en estas

soledades” dice Pujato “da al hombre una sensibilidad especial. Una pequeña noticia un

poco desagradable convierte al hombre en un ser preocupado por varios días. Por eso,

tanto valorizamos y agradecemos íntimamente los radiogramas conceptuosos y llenos de

estímulo y de afecto que el Excelentísimo Señor Presidente nos hizo llegar

periódicamente.” Pujato hizo extensivo ese agradecimiento al ministro de Ejército que les

había enviado un saludo en ocasión del 25 de Mayo, y a todos los hombres, mujeres y

niños, desconocidos algunos, que también les hicieron llegar sus afectos.

Al finalizar el verano de 1952 llegaron los buques de la Armada Sanavirón y Bahía

Aguirre. En el segundo, arribó la dotación de relevo y los hombres de Pujato emprendieron

el regreso en el mismo buque, que tuvo que realizar la travesía del mar de Bellingshausen

en condiciones difíciles, atravesando campos de hielo muy densos que le produjeron

algunas averías, lo que obligó a trabajar con la mayor intensidad y rapidez, para hacer las

reparaciones necesarias y evitar un posible naufragio. La emergencia puso a prueba la

capacidad y personalidad del comandante de la nave, capitán de corbeta Alberto J.

Springolo, para quien el jefe expedicionario tuvo un agradecido recuerdo por haberlos

evacuado “cumpliendo su misión con la responsabilidad, la capacidad y el espíritu de la

mejor escuela del almirante Brown”.

Page 121: Los tiempos de la Antártida

120

El Instituto Antártico Argentino coronel Hernán Pujato

Por decreto del Poder Ejecutivo Nº 7338 de abril de 1951, fue creado el Instituto

Antártico Argentino Coronel Hernán Pujato. Dice el decreto:

“Vista la organización de la Expedición Científica a la Antártida

Continental Argentina […], y considerando: que ella está inspirada en el alto y

firme propósito de este Poder Ejecutivo de continuar asegurando en forma

irrenunciable para la Nación Argentina los derechos históricos, geográficos y

territoriales que la asisten sobre el sector de la Zona Antártica que le pertenece,

“Que tal misión de ejercer en forma concreta la soberanía de la

Nación en dicha zona, que ha sido confiada a la Expedición Científica a la

Antártida Continental Argentina y se confiará en el futuro a las que le sucedan

exige el complemento de un organismo técnico-científico que sirva de apoyo y

continuidad a sus tareas;

“Que para ello es necesario contar con un Instituto especializado

que, en forma permanente, oriente, controle, dirija y ejecute las investigaciones

y estudios de carácter técnico-científico vinculado a dicha región;

“Que sin perjuicio de la debida coordinación que un Instituto de

esta naturaleza debería mantener con la Comisión Nacional del Antártico,

dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, es conveniente

atribuirle jurisdicción propia sobre la materia enunciada en el considerando

precedente;

“Que el coronel Hernán Pujato, no sólo al propiciar y comandar la

Primera Expedición Científica a la Antártida Continental Argentina, sino al hacer

Page 122: Los tiempos de la Antártida

121

renuncia de los emolumentos, que como tal le corresponden, ha evidenciado un

alto espíritu patriótico que lo hace acreedor al reconocimiento de la nación;

“Que ello mueve al Poder Ejecutivo como un acto de justicia, a dar

su nombre al Instituto que por este decreto se crea, para que él sirva de ejemplo

a las futuras generaciones argentinas…”.

La historia del Instituto reconoce tres etapas:

1º.- De la fundación, que se extiende desde el 17 de abril de 1951 hasta el 26 de enero de

1956. En esta primera etapa, el Instituto dependió sucesivamente del Ministerio de

Asuntos Técnicos, del Ministerio de Defensa, de la Secretaría de Defensa y del Estado

Mayor de Coordinación.

2º.- De la reorganización, desde el 26 de enero de 1956 al 31 de diciembre de 1969,

dependiendo del Ministerio de Marina. Se dicta el Reglamento Orgánico que determina la

siguiente organización: Dirección; Secretaría General, Departamento Técnico, División

Contaduría y Departamento Científico, con las secciones de: Geofísica, Geología, Biología,

Laboratorios y Museo.

3º.- De la Dirección Nacional del Antártico, dependiendo de la misma, que fue creada el 1°

de enero de 1970. En esta etapa actual7

Sobre la actividad específica del Intituto nos extenderemos al tratar la actividad

científica argentina en la Antártida.

, el Instituto cuenta con los siguientes

departamentos: Ciencias de la Tierra, Ciencias de la Atmósfera, Ciencias Biológicas y

Ciencias del Mar, el Área Química Ambiental, los Programas Psicología y Museoantar y

Coordinación Científica.

7 Nota editorial. El IAA y la DNA dependen del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto desde 2003.

Page 123: Los tiempos de la Antártida

122

El presidente Juan Domingo Perón y la Antártida

De los dichos del general Perón al despedir a la Primera Expedición Científica a la

Antártida Continental Argentina y luego, al recibirla a su regreso, se desprende el ideario

que configuró la política nacional antártica de aquella época, por lo que consideramos

oportuno hacer una breve selección de los conceptos para nosotros más significativos. Dijo

el presidente al despedir a los expedicionarios:

“Sé que cumplirán no sólo con la misión que les he encomendado,

sino que harán mucho más, satisfarán nuestros deseos de conocer y hacer

efectiva la posesión de aquellos territorios sobre los cuales algunos disputarán

nuestro derecho. Éstas son las misiones que poco a poco asegurarán la real

posesión de estos territorios”.

“Estos muchachos que están llevando a cabo esta misión saben que

no será la primera y que la seguirán todas las que sean necesarias para

mantener en forma permanente el estudio y la ocupación de las bases que están

comenzando a establecerse […]. Hemos convenido no ocupar aún estas regiones

del Antártico con las fuerzas armadas. Las expediciones científicas argentinas

que seguirán ocupándolo progresivamente en número cada vez mayor, será la

fuerza más grande que enviaremos por ahora a nuestro territorio antártico…”

Al recibir en 1952 al coronel Pujato y a sus hombres, que regresaban de la exitosa

misión en la que habían fundado en la bahía Margarita la primera base continental

antártica argentina, manifestó: “Hemos querido que sobre esas tierras comenzasen

actividades argentinas que nos diesen, con la familiaridad de su permanente ocupación,

una impresión y una situación de vida argentina en territorio argentino”.

Page 124: Los tiempos de la Antártida

123

Una hazaña: El cruce de los Antartandes

La expedición bahía Margarita – bahía Mobiloil

La nueva dotación presidida por el capitán Bassani Grande debía continuar las

exploraciones iniciadas por sus antecesores y establecer rutas en el interior de la

península. Para ello dispuso de dos elementos novedosos en el quehacer antártico: un

automotor de orugas Weasel y un helicóptero Sikorsky S51 provisto de un radio compás y

un radio goniómetro, para poder operar en zona de permanentes nevadas y nieblas; así,

los nuevos expedicionarios pudieron cumplir su ambicioso programa y en el calendario de

sus actividades quedaron registradas hazañas y peripecias; la más dramática fue la del 9 de

julio de 1952, cuando ocurrió el incendio de la casa habitación con la radio estación. Otra

pérdida sensible fue la del hangar del helicóptero, destruido por un temporal de vientos de

120 km/h.

Durante una expedición al cabo Berteaux, noventa kilómetros al sur de la base, se

accidentó el helicóptero y destrozado. El piloto Hugo Jorge Parodi resultó herido, mientras

que los mecánicos Jorge Weber y Carlos Román Marrón resultaron ilesos.

No obstante, los hombres afrontaron la más desafiante empresa, que el inglés Rymill

había considerado imposible en 1936: el cruce de los Antartandes para llegar a la costa

opuesta del mar de Weddell. Listos los elementos, el 2 de agosto fueron distribuidos los

perros para las jaurías y organizadas las patrullas en tres grupos:

Grupo de apoyo aéreo: señor Hugo Parodi, cabo mayor mecánico aeronáutico Jorge

Weber y señor Carlos Marrón.

Page 125: Los tiempos de la Antártida

124

Grupo de trineos Nº 1: capitán Humberto Bassani Grande, cabo mayor Cirilo Urtasún

y cabo mayor Mario de la Torre, y N° 2: teniente José María T. Vaca, teniente farmacéutico

Luis R. Fontana y cabo My. Antonio Osés.

Grupo de apoyo terrestre: Teniente primero Alberto Giovannini, subteniente

Federico Soares Gache, cabo mayor mecánico y radiotelegrafista Enrique González.

El 18 de noviembre inició la marcha el grupo de trineos hacia un malacate y el primer

campamento, previamente colocados al pie del cordón Molinero sobre el glaciar

continental. Se estableció un segundo campamento (depósito Km 20), donde fue evacuado

un hombre con doble congestión pulmonar. Grandes derrumbes y estrepitosas avalanchas

de los glaciares y copiosas nevadas castigaron a los hombres hasta el 1º de diciembre,

cuando el buen tiempo permitió reconocer el cordón Molinero, abrir el acceso a la meseta

y establecer nuevos sitios para depositar la carga; debió evacuarse allí a un segundo

hombre por enfriamiento de ambos miembros, y el día 14 otro, por enfriamiento general

del cuerpo e intoxicación por mal funcionamiento del calentador Bram-Metal en la carpa.

Desde el 24 al 26 de diciembre el mal tiempo y los consecuentes derrumbes y

avalanchas, entorpecieron la marcha, pero, al mejorar las condiciones climáticas, el 27 se

inició el cruce de la cordillera: ascendieron hasta los 1720 metros y descendieron desde

esa altura, para iniciar el 28 a las 5:00 la marcha hacia el mar de Weddell; luego de cinco

kilómetros de recorrido alcanzaron la ladera del imponente cordón Martín Miguel de

Güemes; avanzando, descubrieron un cerro “peculiar y siempre brillante”, según el

informe del jefe de la expedición, al que se denominó Cerro Diamante. El avance a partir

de ese punto concluyó final y exitosamente, con el arribo a la bahía Mobiloil, entre la

punta Pylon y el cabo Agassiz en la costa Bowman, a los 68º 35’ sur y 64º 30’ oeste. El

capitán Bassani Grande rebautizó a la bahía con el nombre de Eva Perón, prevaleciendo, no

Page 126: Los tiempos de la Antártida

125

obstante, el topónimo original, dado por su descubridor Hubert Wilkins en 1928 y referido

al combustible utilizado en su vuelo.

La expedición terrestre invernal antártica bahía Esperanza– bahía Margarita

El segundo cruce de la cordillera antártica tuvo lugar diez años después, lo

protagonizó la dotación militar de la base Esperanza bajo la conducción de su jefe, teniente

primero Gustavo A. Giró Tapper. Tenía como misión principal expedicionar por vía

terrestre la bahía Margarita; además sobre el terreno adquirieron experiencia durante el

riguroso invierno antártico, probaron equipos y se prepararon para otro gran

emprendimiento: la expedición terrestre al polo Sur, que se concretaría tres años después.

Se organizaron tres grupos:

Grupo de avanzada: teniente Oscar Sosa (jefe), sargento primero Roberto Carrión

(topógrafo), sargento ayudante Pablo Elgueta (encargado de las jaurías, técnico en

escalamientos).

Grupo principal: teniente primero Gustavo A. Giró Tapper (jefe, observador meteorológico

y glaciológico), sargento primero Silvano Corvalán (radiotécnico, auxiliar del observador

glaciológico y meteorológico), sargento primero Raúl Rodríguez (mecánico), sargento

Jerónimo Andrada (mecánico) y cabo primero Oscar Alfonso (encargado de las jaurías).

Grupo aéreo (dependiente de la base Teniente Matienzo): capitán Jorge Raúl Muñoz (jefe),

capitán Héctor René Guidobono (piloto), teniente Eduardo Fontaine (piloto), suboficial

ayudante Juan C. Bianchi (mecánico), suboficial ayudante Tomás Orrú (mecánico) y Jorge

Mario Musso (fotógrafo).

Medios empleados: tres trineos de ocho perros cada uno, tres vehículos Snowcat y

dos aviones monomotores Beaver (De Havilland). Finalizadas las tareas previas y listos los

Page 127: Los tiempos de la Antártida

126

hombres, las jaurías y los demás elementos, el grupo de avanzada voló a la base Matienzo

y desde allí hasta el cabo Longing, en los 64º 30’ sur y 58º 45’ oeste, comenzando un

reconocimiento para establecer un posible itinerario. Concluido el difícil reconocimiento

hacia el sur sobre la barrera de hielos, se cruzó el 12 de mayo el Círculo Polar; fueron ellos

los primeros argentinos en hacerlo por tierra. El 14 de junio, con la llegada del grupo

principal desde Esperanza a Matienzo se inició la marcha con tres tractores y dos trineos

tirados por ocho perros cada uno (pero sin los Beaver, porque fuertes vientos los habían

destruido en sus amarraderos.

El 29 de julio se cruzó por segunda vez el Círculo Polar con ¡43ºC bajo cero! El 8 de

agosto se alcanzaron los 68º sur, y se encaró luego el cruce de la meseta polar. El 14 de

agosto se llegó a la caleta Carretera, donde se instaló un campamento; allí se hicieron los

preparativos para el difícil cruce del Antartandes, repitiendo la experiencia de los

camaradas de 1952. El día 15 de agosto la patrulla comenzó a moverse hacia el sudoeste,

dejando en Carretera material y vehículos que no podrían emplearse en el cruce

cordillerano, con dos hombres de guardia. Continuando la marcha en pos del objetivo final,

se encaró el difícil ascenso el 17 de agosto. Tras dieciséis horas de dura marcha, agobiados

por el cansancio y el intenso frío, los hombres descansaron mientras el termómetro

marcaba 29 º bajo cero.

Se pusieron nuevamente en marcha, estaban unidos los hombres con cuerdas, pero

tuvieron que hacer un nuevo descanso en carpas, obligados por huracanados vientos; ya

pasado el temporal continuaron el ascenso hasta los mil quinientos metros de altura sobre

el nivel del mar; sobrevino otro temporal y hubo una nueva pausa con 18º bajo cero. El 24

de agosto se encontraban a 1620 metros de altura, marchando a ciegas por la niebla y

cubiertos de hielo. Y luego llegó una acelerada bajada hasta los seiscientos metros;

¡cuarenta kilómetros en veinticinco minutos! Tras veinte kilómetros de marcha, llegaron

Page 128: Los tiempos de la Antártida

127

por fin a la base San Martín, en la bahía Margarita. El 28 de septiembre emprendieron el

regreso a la base Esperanza, pasando por Carretera en busca de los hombres y el material

dejado allí. La odisea concluyó el 24 de octubre en Esperanza.

Además de haber abierto la ruta Esperanza-San Martín, aparte de las importantes

conclusiones sobre técnica polar, utilísimas para posteriores expediciones, se desarrollaron

tareas topográficas con actualización de la cartografía existente y revisión toponímica y se

hicieron observaciones meteorológicas, glaciológicas y geológicas, con recolección de

muestras rocosas que fueron analizadas luego, en el Instituto Antártico Argentino.

La operación, dirigida por el jefe de la base demandó un serio esfuerzo, tras cruzar el

extenso y peligroso glaciar que desemboca en la bahía Margarita con las trampas mortales

de sus profundas grietas ocultas bajo la nieve. Debieron escalar no menos peligrosas

elevaciones montañosas hasta los mil ochocientos metros, bajo la permanente amenaza

de las avalanchas de hielo y nieve. Al fin, tras 43 duras jornadas, la patrulla alcanzó el 28 de

diciembre de 1952 la bahía Mobiloil en la costa Bowman, en la parte oriental de la tierra de

San Martín (península Antártica). Ése fue el primer cruce de los Antartandes; el segundo

tendría lugar en 1962 desde Esperanza a San Martín.

Una patrulla del ejército, al mando del teniente primero Gustavo A. Giró Tapper,

partió el 14 de junio de 1962 desde la base Esperanza y, con una primera etapa en

Matienzo, continuó por la barrera de Larsen hasta los 68º Sur, donde efectuó el cruce de la

cordillera antártica ascendiendo hasta mil ochocientos metros y descendiendo luego para

llegar a la base San Martín el 24 de agosto.

Proyectos en los años cincuenta

Page 129: Los tiempos de la Antártida

128

Con fecha 13 de agosto de 1954, el general Hernán Pujato elevó al secretario de

Defensa Nacional un informe proponiendo la instalación de un caserío antártico en Cabo

Primavera. El lugar del establecimiento, población integrada por grupos familiares,

construcción, gastos y ocupación de los habitantes, eran aspectos contemplados en el

proyecto.

Sobre el mismo tema hemos visto un trabajo muy minucioso –quizá relacionado con

el proyecto Pujato- elaborado por el teniente coronel Edmundo Boris; se trata de una

planificación urbanística completa con todo lo necesario para la vida normal de una

población: edificio para las autoridades, viviendas para las familias, escuela, hospital,

correo y hasta lugares de esparcimiento, paseos, clubes y sala para cine y teatro, además

de las instalaciones para una factoría ballenera.

Por esa época, en 1952, había circulado también en el Ministerio de Marina un

proyecto semejante para la bahía Esperanza, realizado por el capitán de fragata Luis T. de

Villalobos. Se trata de un interesante estudio, en el cual se consideran las características

geográficas del lugar y se presenta un plan urbanístico y un programa de desarrollo

paulatino de la colonia.

Otro proyecto es del año 1953 y pertenece al Ministerio de Industria y Comercio. De

acuerdo con el Plan de Acción de la Antártida Argentina ordenado por el gobierno, el

ministerio propone a su colega de Defensa Nacional un plan operativo para la búsqueda de

petróleo y minerales, y para la explotación ballenera. En relación con lo señalado en primer

término, expone los trabajos a ejecutar, el método y los elementos. El proyecto contempla,

entre otras cosas, la realización de exploraciones gravimétricas, magnetométricas,

eléctricas y radiactivas, como así también la exploración con sísmica. Todo ello se podría

concretar, según el proyecto, por medio de las comisiones que la Dirección Nacional de

Page 130: Los tiempos de la Antártida

129

Minería tenía destacadas en la Antártida para estudios geofísicos, estructurales y

económico-mineros. Las investigaciones que en esa época realizaba el Dr. Isaías Rafael

Cordini, de la Dirección Nacional de Minería, en la Antártida, serían útiles al respecto.

En lo referente a la pesca de la ballena, los estudios para su promoción, como así

también de otras especies antárticas, se harían con el concurso de los organismos que el

Ministerio de Industria y Comercio ya había propiciado: la Dirección de Pesca, integrante

de la Dirección General de Economía Comercial, y el Consejo Nacional de Pesca. El plan

contempla igualmente la posibilidad de encarar con los otros ministerios los estudios

necesarios para la instalación de establecimientos de caza e industrialización de la ballena

en el Antártico.

Si bien estos proyectos no llegaron a concretarse, los exponemos por considerarlos

antecedentes interesantes y, además, a modo de homenaje a aquellos argentinos

estudiosos y laboriosos, que tuvieron tales inquietudes quizá demasiado ambiciosas para la

época.

La penetración del mar de Weddell y la base General Belgrano

Cumplidos los dos primeros puntos del proyecto Pujato, se imponía realizar los

puntos 3 y 4: adquisición del rompehielos y expedición al mar de Weddell para establecer

una base a mil doscientos kilómetros del Polo Sur geográfico, punto de partida de la futura

expedición terrestre hacia allí. Mientras tanto, y siempre de acuerdo con las ideas de

Pujato de estratégica ocupación del sector antártico argentino, se fundaba una nueva base

Esperanza en la bahía homónima el 17 de diciembre de 1952, donde ya existía una base

naval, que fuera evacuada luego.

Page 131: Los tiempos de la Antártida

130

Por gestión personal de Pujato, con acuerdo del gobierno nacional, el buque fue

construido en los astilleros navales G. Weser, Seebeck Werke, de Bremerhaven, República

Federal Alemana, con las siguientes características: eslora: 84,70 metros; manga: 18

metros; puntal: 9,85 metros; calado: 6,50 metros; desplazamiento: 4854 toneladas;

velocidad: 16 nudos; propulsión: 16 diesel eléctrica, con dos hélices sobre dos ejes

accionados directamente por motores eléctricos de corriente continua con potencia

normal de 3.150 Kw cada uno. La estructura del casco era de acero naval completamente

soldado. La conformación y la forma de los costados y las líneas del casco eran tales, que el

buque era capaz de resistir la presión del hielo, que lo levantaría en caso de

aprisionamiento. El forro exterior del casco era muy reforzado, hasta un espesor de 30

mm. Grandes tanques de combustible especial para zonas frías le daban una autonomía de

trescientos días de navegación. Para estudios oceanográficos y meteorológicos, el buque

estaba convenientemente equipado además con un laboratorio fotográfico.

Por decreto 3193 del 26 de enero de 1954, el buque fue bautizado General San

Martín. El 29 de noviembre de ese año entró en nuestro puerto listo para iniciar su primera

campaña antártica, con el serio compromiso de la penetración del mar de Weddell hasta el

sur de la barrera de hielos de Filchner, objetivo frustrado de diversas expediciones

europeas que se realizaron entre 1820 hasta 1949.

De modo que la campaña antártica 1954-1955, comandada por el capitán de navío

Alicio E. Ogara contó, además de las seis unidades navales y de un grupo aeronaval, con el

flamante rompehielos General San Martín, que haría la expedición al mar de Weddell con

el objetivo de alcanzar la barrera de Filchner, donde prestaría apoyo al componente

terrestre del general Pujato, que debía instalar la nueva base.

La expedición naval era oportuna además para hacer observaciones científicas en

una zona de especial interés y casi virgen, como era el mar de Weddell, sobre todo por las

Page 132: Los tiempos de la Antártida

131

expectativas del Año Geofísico Internacional a realizarse en 1957-1958. El capitán de

fragata Luis R. A. Capurro integró la plana mayor del rompehielos con la especial misión de

efectuar un minucioso estudio de las condiciones oceanográficas, meteorológicas e

hidrográficas del Weddell.

Con los antecedentes de las observaciones aéreas hasta el límite del radio de acción

de los aviones empleados —Grumman-Goose— y las observaciones sobre el borde del

campo de hielo hechas por los buques que anualmente viajaban a Orcadas, completado

todo con las exploraciones cercanas llevadas a cabo por los transportes Bahía Aguirre y

Bahía Buen Suceso con sus helicópteros y los “Grumman-Goose”, el rompehielos al mando

del capitán de fragata Luis T. de Villalobos emprendió la navegación hacia el mar de

Weddell desde las islas Orcadas, el 27 de diciembre de 1954. Con apoyo aéreo, el buque

pudo mantener el rumbo calculado hasta los 72º Sur y 26º Oeste. El 1º de enero de 1955,

por medio del reconocimiento aéreo, se descubrió un canal abierto a lo largo de la barrera.

Por su parte, el general Hernán Pujato realizó una exploración aérea de la barrera,

en procura de un lugar apto para la instalación de la base, hallándolo en el interior de

aquélla, a unas cinco millas de la ensenada Comandante Piedra Buena, en los 77º 59’ Sur y

38º 44’ Oeste; allí, con la participación conjunta del personal del Instituto Antártico y del

personal naval, en dos semanas se construyó la base que fue bautizada General Belgrano

(luego Belgrano), inaugurada el 18 de enero.

En 1970, las instalaciones de la base se ampliaron con la construcción del

Laboratorio Belgrano (LABEL), para los estudios de la alta atmósfera. Finalizada su misión,

el buque emprendió el regreso al norte, dejando instalada una nueva baliza denominada

Comandante Piedra Buena, en los 77º 59’ Sur y 38º 48’ Oeste.

En su navegación de regreso, el buque recaló en la isla Thule del Sur, de las Sándwich

del Sur, donde se instaló el refugio Teniente Esquivel y la baliza Teniente Sahores. En su

Page 133: Los tiempos de la Antártida

132

navegación antártica inaugural, el rompehielos General San Martín recorrió 1.720 millas de

mar congelado, alcanzando la latitud inédita hasta ese entonces de 78º 01’ Sur. Dice el

capitán Pierrou:

“La misión se llevó a cabo con rapidez y exactitud extraordinarias, (…) resultado

de un plan cuidadosamente elaborado y brillantemente ejecutado. El comando

del buque conocía perfectamente, en todos sus aspectos y alcances, el serio

compromiso que esperaba a su unidad y no ahorró esfuerzos ni sacrificios para

conseguir su propósito. Su conducción inteligente, magníficamente secundada

por su plana mayor y su tripulación, constituyó el factor preponderante del éxito

obtenido” (La Armada Argentina en la Antártida, p. 617).

Vuelos precursores de Pujato y descubrimientos geográficos en los 83º Sur

Los argentinos quedaron en la nueva base aislados del resto del mundo durante

veintiocho largos meses, pues en el verano siguiente las condiciones del Weddell hicieron

imposible el relevo. La larga invernada fue aprovechada para exploraciones y

reconocimientos en la zona, y estudios de glaciología física y meteorología. Por su parte,

Pujato, disponiendo de dos pequeños aviones monomotores, un Cessna 180 y un Beaver

IAA 101, con la participación de los suboficiales aeronáuticos Alfonso Obermaier y

Domingo E. Molinari y el sargento primero Julio Germán Muñoz, realizó hasta fines de

1956 veinticuatro vuelos desde la base hasta la bahía austral en el oeste, hasta el nunatak

Moltke en el este. Un nunatak es un pico que emerge de los hielos, sin estar cubierto de

ellos.

Page 134: Los tiempos de la Antártida

133

En uno de los viajes se accidentó el Cessna. No obstante, el resultado de los

reconocimientos aéreos fue positivo. Se descubrieron y bautizaron varios accidentes

geográficos: una alta planicie de hielo, dos cordones montañosos y un accidentado y largo

glaciar extendido desde el interior hacia el borde de la barrera de Filchner. La helada

planicie fue bautizada San Lorenzo y los accidentes orográficos nominados con topónimos

que recuerdan el lugar de origen de los descubridores: montes Rufino, cadena montañosa

Los Menucos y los picos Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires. Otros accidentes igualmente

avistados por primera vez fueron bautizados cordón Diamante, macizo Santa Teresita y

glaciar Ejército Argentino. Adolfo E. Quevedo Paiva en “Los descubrimientos geográficos

antárticos argentinos” hace el siguiente detalle:

– Planicie San Lorenzo (78º 15’ Sur, 40º Oeste): Superficie helada de cerca de 200 km2.

Topónimo referido al Combate de San Lorenzo de la Guerra de Independencia.

– Montañas Rufino (79º 05’ Sur, 28º 15 Oeste): Altura 1.775 m. Rufino, ciudad natal del

suboficial Muñoz.

– Glaciar Sargento Cabral (79º 50’ Sur, 28º 30’ Oeste): Longitud 120 km; ancho 80 km.

Recuerda al sargento Juan Bautista Cabral caído durante el combate de San Lorenzo.

– Cordillera Los Menucos (80º 40’ Sur, 26º 0este): 2.010 m de elevación. Lugar de

nacimiento del suboficial Obermeier.

– Glaciar Ejército Argentino (rebautizado Falucho) (81º 10’ Sur, 28º Oeste): longitud 96 km,

ancho: 64 km. Falucho, sobrenombre con el que pasó a la historia el soldado Antonio Ruiz,

de la Guerra de Independencia, fusilado por los realistas en El Callao, Perú.

– Macizo Santa Teresita (82º 36’ Sur, 52º 30 Oeste): 44 km de longitud ENE/0N0. El

topónimo honra a la santa de la devoción del general Pujato.

– Cordillera Diamante (83º Sur, 49º 30’ Oeste): 105 km de longitud. Diamante, ciudad

entrerriana de nacimiento de Pujato.

Page 135: Los tiempos de la Antártida

134

– Pico Santa Fe (82º 03’ Sur, 41º 21’ Oeste): Altura 925 m. El topónimo recuerda a la

provincia argentina de Santa Fe, de nacimiento de Julio Germán Muñoz.

Meseta Ejército Argentino (82º 50 Sur, 38º Oeste): 190 km de extensión.

– Pico Buenos Aires (83º 26’ 17,6” Sur, 39º 18’ 50,8” Oeste): Altura 1592 m. Buenos Aires,

ciudad natal de Domingo Ernesto Molinari.

– Pico San Rafael (82º 15’ Sur, 41º 25 Oeste): Altura 875 m. San Rafael, ciudad mendocina

donde residiera Hernán Pujato durante su destino en la Infantería de montaña.

Nunataks Entre Ríos (81º 33’ Sur, 28º 30’ Oeste). Conjunto de afloramientos rocosos de

11,5 km de extensión. El topónimo es un homenaje de Pujato a su provincia natal.

– Aeródromo Ceferino Namuncurá (83º 10’ Sur, 39º 30’ Oeste). Altiplanicie helada de 1200

m de longitud, utilizada por los aviones; allí se accidentó el Cessna 180. El topónimo es un

homenaje al indígena patagónico del santoral católico.

Prioridad argentina en la toponimia de la zona hoy lamentablemente perdida

Tras los acontecimientos políticos de 1955, el general Pujato dejó de ser el director

del Instituto Antártico Argentino, por decisión de las nuevas autoridades nacionales. ¿Se le

acusaba de algo? No. ¿Había actuado en política, o tenido alguna participación indirecta?

Tampoco. El interrogante sigue sin respuesta. Algunos hablan de una amistad personal con

el presidente Perón, lo que no sería razón para tan injusta decisión, que relegó al olvido y

sustrajo a la consideración de los ciudadanos la importante obra de ese verdadero patriota

en pro de la Antártida Argentina. El licenciado Eugenio A. Genest dice con razón:

“Fue tal vez el haber recibido de manos de Perón esta distinción (Se refiere

a la medalla peronista de primera clase dada por Perón a Pujato y a cada uno de

Page 136: Los tiempos de la Antártida

135

sus hombres al regreso de la base San Martín) uno de los hechos que en el futuro

algunos de sus detractores le enrostrarían, pero no debemos olvidar que entre

sus peores enemigos algunos de ellos también habían recibido la misma

condecoración” (Pujato y la Antártida argentina en la década del 50, Buenos

Aires, 1998, p. 8).

El coronel Quevedo Paiva es aún más contundente:

“La Argentina, convulsionada por el vértigo e importancia de los

acontecimientos políticos de la época (derrocamiento del presidente Perón), no

valoró en su magnitud lo descubierto. Manteniéndose miope e indiferente a su

trascendencia, merced a funcionarios de turno mezquinos, que por celos,

envidia, soberbia, o bajeza moral los ocultaron, ignoraron y menospreciaron.”

(Quevedo Paiva, Los descubrimientos geográficos antárticos argentinos, Buenos

Aires, 2005, p. 78).

Pero nada justifica que se haya silenciado esa obra, con grave daño para el país, más

allá de las personas. No obstante, fue testigo de lo realizado por Pujato y sus hombres el

norteamericano Finn Ronne, quien visitó la base General Belgrano el 31 de diciembre de

1956, en ocasión de un vuelo de reconocimiento con un helicóptero del rompehielos

Staten Island. En “Antartic Command”, publicado en Nueva York en 1961, menciona los

descubrimientos —o redescubrimientos— norteamericanos en la zona con los nombres

ingleses y los correspondientes originales de Pujato, afirmando que los argentinos

deberían tener el honor del descubrimiento original. De la mencionada obra de Quevedo

Paiva tomamos lo siguiente:

Correspondencia de topónimos argentinos, ingleses y norteamericanos

Page 137: Los tiempos de la Antártida

136

Topónimos argentinos

Topónimos ingleses y norteamericanos

Montañas Rufino Theron Mountains Glaciar Sargento Cabral Slessor Glacier Cordillera Los Menucos Shackleton Range Glaciar Falucho Recovery Glacier Nunataks Entre Ríos Whichaway Nunataks Macizo Santa Teresita Dufek Massif Cordillera Diamante Forestal Range Pico Santa Fe Spann Mount Pico San Rafael Ferrara Mount

Al regresar Pujato a Buenos Aires, arribó a la zona de la base General Belgrano la

expedición transantártica británica, presidida por Sir Vivian Fuchs, que redescubrió los

mismos accidentes y los rebautizó, ignorando los descubrimientos argentinos. Pero como

expresó Hernán Pujato: “Fuimos primeros ocupantes y descubridores en esta región. Lo

decimos porque la patria tiene estos derechos irrebatibles que nadie puede desconocer.”

Sin embargo, cuando a principios de 1957 regresó de Antártida, era un ilustre desconocido

a quien nadie le preguntó qué había realizado durante aquella larga invernada en

Belgrano.

1965: Expedición terrestre al Polo Sur. 0peración 90.

La Base General Belgrano fue el punto de partida para operaciones de la Expedición

Terrestre al Polo Sur, cuya preparación comenzó a fines de noviembre de 1963 con una

serie de estudios sobre el terreno para determinar las posibles vías de acceso al interior del

continente y planear la instalación de una base secundaria de operaciones en los 83° de

latitud Sur, que sirviera de trampolín para el asalto final al Polo Sur.

Page 138: Los tiempos de la Antártida

137

Determinadas las vías de acceso al interior continental y establecida la ruta a seguir,

en marzo de 1965 una patrulla al mando del teniente primero Gustavo Adolfo Giró, quien

había dirigido la expedición terrestre invernal de 1962 de la bahía Esperanza a la bahía

Margarita, en cumplimiento de las órdenes del Comando en Jefe del Ejército, inició la

marcha hacia los 82° Sur, jalonando la ruta y construyendo en los 81°04’45” Sur y

40°39’05” Oeste, la base secundaria denominada Base Avanzada Científica del Ejército

Doctor Sobral, inaugurada el 2 de abril. Integraban la primera dotación al teniente Adolfo

Eugenio Gotees, al sargento ayudante Julio César Ortiz, al sargento primero Adolfo Oscar

Moreno y al cabo primero Leonardo Guzmán.

Operación 90

Estaba compuesta por: Jefe de la Expedición y jefe del Grupo de Asalto, coronel

Jorge Edgard Leal. Segundo jefe y jefe de tareas científicas, capitán Gustavo Adolfo Giró.

Mecánicos: suboficial principal Ricardo Ceppi, sargento ayudante Julio Ortiz, sargento

pimero Jorge Rodríguez y sargento ayudante Florencio Pérez. Topógrafos: sargentos

primeros Roberto Carrión y Adolfo Moreno. Comunicaciones: sargento primero Domingo

Zacarías. Auxiliar patrullero: cabo Ramón Oscar Alfonso.

Patrulla Paralelo 82; acompañó al grupo de asalto como patrulla de reconocimiento

hasta los 83° Sur. Jefe: teniente Adolfo Eugenio Gotees. Sargento primero Ramón Villar.

Cabos primeros Marcelo Álvarez y Leonardo I. Guzmán.

Grupo Apoyo Base Internación en Sobral; apoyo logístico y radioeléctrico. Jefe:

teniente Pedro Ángel Acosta. Sargentos primeros: Guido Bulacio y Orlando Britos.

Page 139: Los tiempos de la Antártida

138

El 24 de octubre de 1965 partió de la base General Belgrano la patrulla de trineos del

teniente Gotees para jalonar la ruta y el 26 inició la marcha la columna de vehículos de la

expedición, que avanzó muy lentamente porque el gran “blanqueo” de ese día podía

provocar una colisión entre los snowcats8

El 4 de noviembre la expedición estaba ya en la base Doctor Sobral con una

temperatura de 33° bajo cero y un brillante sol. Allí se hizo un alto para tareas de

mantenimiento mecánico de los trineos y los vehículos maltratados por la dura marcha.

También fue necesario separar de la expedición al suboficial Guido Bulacio por una herida

en una mano, en previsión de un posible riesgo de infección o congelamiento,

incorporando al grupo de asalto al suboficial Alfredo Florencio Pérez, de la dotación de la

Base Sobral.

. Al día siguienteno van entró en el área de la

Gran Grieta con un inconveniente: una fuerte ventisca entorpecía la visibilidad. Mientras,

la Patrulla 82 vivaqueaba en la Gran Grieta por causa del temporal. Seguidamente, los

snowcats y los trineos de la Patrulla 82 marcharon hasta el cordón Santa Fe, donde el

teniente Gotees hizo estudios glaciológicos recogiendo muestras de rocas de ese cordón

aún virgen.

Perdidos en las grietas algunos trineos con provisiones, la marcha debió continuar

muy lentamente ante los duros filos de los sastruguis (palabra de origen ruso, que

denomina cierto tipo de lomas formadas por los fuertes vientos) y, ya sobre la meseta

polar, los persistentes y por momentos violentos temporales impusieron una obligada

inmovilidad, con el peligro que eso significaba.

El 18 de noviembre el grupo de asalto se separó de la Patrulla 82 (que estaba

integrada por el teniente Gotees, el sargento Villar y los cabos Guzmán y Álvarez) porque

había cumplido ya la primera parte de su misión de avanzada, detectar peligrosos

8 Nota editorial. Snowcat: vehiculo con cabina y orugas, diseñado para movilazarse sobre la nieve.

Page 140: Los tiempos de la Antártida

139

accidentes del terreno. A la patrulla de perros les restaba aún realizar tareas cartográficas

y geológicas en el cordón Santa Fe; sus integrantes fueron los primeros en llegar con

trineos hasta los 83°2’ de latitud Sur.

Separada de la Patrulla 82, la columna continuó la marcha, con la pesada tarea de

tener que reubicar la carga, dejando a uno de los snowcats como depósito de combustible

para el viaje de regreso. Siguió la trajinada marcha con los trineos semidestrozados por el

accidentado terreno. Considerando que, sin ellos, sería imposible alcanzar el polo Sur,

sobre los 83° de latitud Sur y a 1900 metros de altura sobre el nivel del mar, se armó un

campamento, que después los hombres denominaron Desolación, para reparar patines y

reforzar la estructura de los trineos; esta tarea requirió de dos días de incesante trabajo

con la soldadura autógena.

A partir de los 86° los sastruguis fueron cada vez mayores, pero el 8 de diciembre,

cuando la columna ascendió hasta los 2645 metros sobre el nivel del mar, el terreno

comenzó a mejorar. El 9 de diciembre ya se estaba a sólo 45 kilómetros del polo y de la

base Amundsen–Scott de los Estados Unidos. El día 10 de diciembre del año 1965 el

coronel Leal plantó la enseña patria en el mismo polo Sur. El 31 de diciembre, la exitosa

Expedición Operación 90 estaba de regreso en la base General Belgrano.

Otras importantes travesías terrestres

Belgrano I– Cabo Adams

En octubre de 1966 se inició el recorrido de la ruta que, luego de cruzar la Gran

Grieta, remontó la isla Berkner para dirigirse luego en línea recta hacia el cabo Adams,

Page 141: Los tiempos de la Antártida

140

punto en el cual se unen la barrera de Ronne y el extremo sur de la península Antártica,

sobre el mar de Weddell. La patrulla estuvo integrada así: Teniente primero Oscar Roberto

Sosa. y teniente Edgardo René Piuzzi. Suboficiales: Tito Rubén Torres, Alfredo Pérez,

Roberto Tomashiro, Oscar Rodríguez, Humberto Cagniello y Ramón Oscar Alfonso. Medios

empleados: cuatro vehículos Snowcat y dos trineos con nueve perros cada uno.

Belgrano II – Belgrano III – Cordillera Diamante – Base Sobral – Belgrano II

Se inició la marcha a las 6:00 de la mañana desde Belgrano II el 12 de octubre de

1984; el regreso fue el 12 de noviembre a las 15:30. Se llegó a Belgrano III el 25 de octubre

y se salió de esa base el 5 de noviembre; se habían recorrido 1400 kilómetros.

Fueron sus integrantes: teniente primero Marcelo H. Filippa (jefe) y teniente Néstor

Encina, segundo jefe. Invitado especial: capitán de corbeta de Fusileros de la Marina del

Brasil José E. Elkfury. Sargento ayudante Miguel A. Galeano, sargentos primeros Julio E.

Abdala, Juan C. Cepeda, Aníbal E. Martín, José L. Rodrigo y Paulino Campos.

Medios utilizados: tres vehículos Snowcat, dos motos Skidoo, tres trineos de

arrastre.

2000: Segunda expedición terrestre al Polo Sur

En cumplimiento de órdenes emanadas por el Comando Antártico del Ejército, el

jefe de la base Belgrano II organizó la expedición terrestre al Polo Sur, que repetiría la

hazaña de 1965 con la expedición comandada por el coronel Leal. Después de una paciente

Page 142: Los tiempos de la Antártida

141

tarea organizativa, consultada la cartografía de la zona, estudiada la naturaleza del

escenario y establecida la ruta, preparados los equipos y los hombres con los antecedentes

y la experiencia aportados por la expedición de 1965, la columna mecanizada —que

contaba con modernas motos para nieve de 540 centímetros cúbicos de cilindrada,

equipadas con una central meteorológica portátil, un equipo satelital que seguía su

ubicación y una radio HF, arrastrando cada una dos trineos con 300 kilos de equipos,

alimentos y combustible— inició su marcha desde Belgrano II el 28 de noviembre de 1999.

Estaba presidida por el jefe de la base teniente coronel Víctor Figueroa, secundada por el

capitán médico Nicolás Bernardi, e integrada por el suboficial principal Julio Dobarganes, el

sargento primero Daniel Paz (técnicos mecánicos), el sargento ayudante Ramón Celayes

(topógrafo), el sargento ayudante Luis Cataldo (técnico polar) y el sargento primero Juan

Brusasca (operador de radio).

La marcha fue lenta y laboriosa, tanto por la accidentada naturaleza glacial con sus

abundantes y molestos sastruguis, por las infaltables y peligrosas grietas disimuladas por la

nieve endurecida, que en ocasiones dieron cuenta de la vida de hombres y perros, cuanto

por los casi permanentes temporales que castigaban a los hombres con sus huracanados

vientos de doscientos a doscientos cincuenta kilómetros horarios, y las tormentas de nieve

con el efecto “blanqueo”, que hace perder la visión total con la consiguiente

desorientación; todo eso obligaba a continuos descansos involuntarios, permaneciendo en

las carpas para aguardar el mejoramiento de las condiciones climáticas —incómoda y

tediosa espera, prolongada a veces por una semana, o más—.

No obstante, desafiando con esfuerzo y entusiasmo la inhóspita y agresiva

naturaleza, los expedicionarios pudieron seguir la ruta que los llevaría al objetivo final, el

paralelo 90°, cumplir con su programa de investigaciones científicas glaciológicas,

geográficas, cartográficas, meteorológicas y médicas (como lo fueron la observación y

Page 143: Los tiempos de la Antártida

142

descripción de la conducta humana en aquel medio tan particular y la incidencia y el

incremento de la radiación ultravioleta en el ojo humano). El 6 de enero del 2000, después

de haber recorrido mil quinientos kilómetros en el transcurso de 39 días con esas tareas, a

la total intemperie y con temperaturas entre 25 y 50 grados bajo cero, los expedicionarios

arribaron a los 90° Sur; allí el jefe de la expedición enarboló la enseña nacional. El

termómetro marcaba 35° bajo cero.

Page 144: Los tiempos de la Antártida

143

Capitulo IX

LA AVIACIÓN ARGENTINA EN LA ANTÁRTIDA

El proyecto de 1926 y los vuelos a partir de 1942

En 1926, dos años antes que Richard Byrd y Hubert Wilkins hicieran los primeros

vuelos en aeroplanos sobre la Antártica, nació en Buenos Aires la idea de un vuelo

transpolar. Autor del plan fue el ingeniero Antonio Pauly, chileno radicado en nuestro país

desde noviembre de 1919, quien, en mayo de 1926, elevó al Poder Ejecutivo Nacional un

pedido de apoyo para materializar su idea. En esa gestión tuvo Pauly la cooperación del

Instituto Geográfico Argentino, que desde fines del siglo anterior bregaba por el envío de

expediciones científicas al sur polar.

Con esa latente inquietud el ingeniero Francisco Seguí, presidente de la institución,

intervino personalmente ante el primer magistrado de la República Dr. Marcelo T. de

Alvear, quien prometió toda la ayuda material y moral necesaria para el éxito de la

iniciativa, cuyos detalles serían analizados por el Ministerio de Guerra y Marina.

Junto con su pedido, Pauly presentó un estudio pormenorizado del proyecto, cuya

síntesis hizo también en una conferencia para la Sociedad de Estudios Geográficos, que fue

pronunciada en el salón de actos de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de

Page 145: Los tiempos de la Antártida

144

la Universidad de Buenos Aires, el 10 de junio de 1926. En una parte de su discurso dijo el

conferenciante:

“No pasarán muchos años sin que se inauguren los viajes comerciales

entre Occidente y Oriente por la vía del Polo Norte. Y, entonces, se aprovecharán

también las regiones antárticas para las comunicaciones aéreas entre América y

Australia, que adquieren cada año más importancia comercial. El Polo Sur, con

sus grandes regiones de tierra firme, se presta mucho mejor para el

establecimiento de bases aéreas que el Polo Norte con sus mares. ¿Por qué no

será la Argentina la nación destinada a agregar este laurel a los muchos que ya

tiene? ¿Por qué no hará ella también flamear su bandera en el Polo Sur, junto a

las enseñas de Noruega y Gran Bretaña?”

El aparato propuesto para el vuelo era un hidroavión Dornier Wall que, por

sugerencia del Instituto Geográfico Argentino, pilotearía el mayor Pedro Zanni, prestigioso

aviador militar, acompañado por un radiotelegrafista, un fotógrafo, un operador

cinematográfico e investigadores de las ciencias naturales, meteorológicas, geográficas,

geológicas, físicas y astronómicas, equipados con el instrumental necesario.

También se llevaría una casa de madera para la estación de base en la isla Booth. Las

etapas del vuelo serían: Buenos Aires – Bahía Blanca – Comodoro Rivadavia – Ushuaia –

Isla Booth – Latitud 75º – Latitud 80º – Polo Sur – Mar de Ross – Isla Macquarie –

Hobbartown – Melbourne. Un buque conduciría al Dornier Wall y las provisiones hasta la

isla Booth (65º 05` lat. S, 64º 00’ long. W.), donde se instalaría la base principal; quinientos

kilómetros más al sur se establecería un depósito de combustible y provisiones, y mil

kilómetros hacia el polo otra estación a los 80º de latitud Sur, desde donde se iniciaría un

gran vuelo hacia el mar de Ross, bajando sobre el polo Sur y descendiendo allí para realizar

expediciones, izar el pabellón nacional y hacer los relevamientos topográficos y

Page 146: Los tiempos de la Antártida

145

magnéticos, etcétera. Desde el polo, se volaría al mar de Ross. Otros vuelos se harían hacia

el mar de Weddell y la costa occidental de la península Antártica.

El trabajo con el que Pauly acompañó su petición contenía una exposición de los

conocimientos sobre ciencias de la tierra y el mar, cálculo de velocidades, consumos,

condiciones para los trabajos magnéticos, aerofotográficos, meteorológicos, aportes a las

ciencias y aspectos de la supervivencia, equipos y provisiones. Pero, muy

lamentablemente, el proyecto no llegó a materializarse, quizá por el accidente sufrido por

el Dornier Wall en un vuelo a Río de Janeiro, impidiendo que la Argentina protagonizara la

primera expedición aérea antártica.

Dieciséis años después del proyecto comentado, las alas argentinas surcaron el cielo

polar durante las campañas antárticas de 1942 y 1943, y continuaron permanentemente a

partir de 1947 con campañas anuales; de entre ellas las de los años 1962, 1965, 1973 y

1974 son las fechas de nuestros primeros vuelos memorables.

El 13 de diciembre de 1947 se realizó el PRIMER CRUCE DEL CÍRCULO POLAR

ANTÁRTICO desde el continente sudamericano, durante una expedición aérea de la

Aviación Naval. Ese día a las 4:45, un Douglas cuatrimotor C–4, característica 2–Gt–1,

decoló de la Estación Aeronaval Comandante Piedra Buena (Santa Cruz), iniciando un vuelo

directo sin etapas, con el siguiente itinerario: Piedra Buena – Cabo de Hornos – isla

Decepción – Trinidad – Melchior – acceso norte a la bahía Margarita –Cabo de Hornos –

Piedra Buena. Se hicieron reconocimientos sobre la isla Decepción, parte norte de la Tierra

de San Martín, Melchior, bahía Dallmann, islas Argentinas, Isla Renaud y bahía Margarita.

El Círculo Polar Antártico fue cruzado a las 13:41., en latitud 66°33’ Sur y longitud 68°

Oeste.

A las 20:15, el avión aterrizó en la pista de la Estación Aeronaval Comandante Piedra

Buena, después de quince horas y media de vuelo, habiendo recorrido 2200 millas; estuvo

Page 147: Los tiempos de la Antártida

146

comandado por el contralmirante Gregorio A. Portillo y piloteado por el capitán de corbeta

aviador naval Gregorio Lloret y el capitán de corbeta aviador naval Mario A. Ugarriza.

El 6 de enero de 1962 el capitán Hermes Quijada, como comandante de los

bimotores Douglas CTA-12 y CTA-15 de la Fuerza Aeronaval Argentina, arribó al Polo Sur

Geográfico, donde se encontraba la estación norteamericana Amundsen-Scott. Fue la

primera expedición aérea al Polo Sur, que un marino argentino definió como un regalo de

Reyes a la Patria.

Aquel mismo año, el capitán Mario Luis Olezza, al mando del Douglas TA-33 de la

Fuerza Aérea realizó el primer aterrizaje de un avión de gran porte en la base Teniente

Matienzo (hoy Base Matienzo). Y en 1965 el mismo capitán Olezza realizó otra proeza: a

bordo del Douglas C-47 TA-5, con el que había efectuado el salvamento de una patrulla

accidentada de la Base Belgrano, acompañado de dos monomotores Pipper, voló hasta el

Polo Sur, donde enarboló el Pabellón Nacional. El comandante Olezza completa el vuelo

con el C-47 hasta la base estadounidense McMurdo, y regresa previa escala en el Polo Sur,

donde se integraron nuevamente los Pipper. Luego la escuadrilla voló a Matienzo. Ése fue

el primer vuelo transpolar argentino, desarrollado entre los días 4 y 14 de noviembre.

Entre el 5 y el 8 de diciembre de 1973 tuvo lugar el primer vuelo transpolar

intercontinental. Un avión LC-130 Hércules de la Fuerza Aérea unió, en un vuelo sin

precedentes, Buenos Aires y Canberra (Australia) a través del continente antártico, bajo el

comando del brigadier general Héctor Luis Fautario, comandante general del arma. En

1974 la Fuerza Aérea programó tres vuelos transantárticos, uno de los cuales lo realizaría

en el viaje de regreso el Cuarto Curso de la Escuela de Aviación Militar en el 19º viaje final

de instrucción.

El 19 de noviembre de 1974 el Hércules C-130 TC-65 partió de El Palomar,

comandado por el vicecomodoro Juan Carlos Moroni, conduciendo a la promoción nº 40

Page 148: Los tiempos de la Antártida

147

de la Escuela; con escalas que circundaban el océano Pacífico, arribó a Christchurch (Nueva

Zelandia), donde se reunió con el TC-66 de apoyo técnico, comandado por el vice-

comodoro José Apolo González, que había partido de Río Gallegos con escala en McMurdo,

itinerario transantártico que ambas máquinas hicieron de regreso a Río Gallegos,

Comodoro Rivadavia, con destino final Córdoba (11 de diciembre).

Entre el 20 de noviembre y el 9 de diciembre de 1979, se realizó el segundo vuelo

transantártico de instrucción para el XXIVº viaje final de instrucción de la Escuela de

Aviación Militar, protagonizado por un Boeing 707, matrícula TC-91 de la F.A.A., al mando

del director de la Escuela, brigadier Antonio José Crosetto. En un vuelo de 67 horas y 30’,

se recorrieron 50.187,3 km, vía Pacífico a Auckland (Nueva Zelandia) regresando por la ruta

transantártica, con destino final Córdoba, previa escala en Río Gallegos.

1962: La Aviación Naval y el primer aterrizaje argentino en el Polo Sur

Dos aviones DC–3 pertenecientes al Grupo Naval Antártico y equipados para operar

en la Antártida, decolaron de Río Gallegos y anevizaron en la pista provisoria Capitán

Campbell, próxima a la isla Robertson, después de haber recorrido unos mil seiscientos

kilómetros. El rompehielos General San Martín apoyó la preparación del aeródromo

Campbell y puso en funcionamiento un radiofaro. Desde allí, los aviones efectuaron vuelos

de reconocimiento y exploración sobre el Weddell, hasta el 26 de diciembre de 1961 a las

23:00, cuando decolaron para volar sobre la costa occidental del Weddell, anevizando en la

Estación Científica Ellsworth el 27 a las 08:00; desde allí, levantaron vuelo hacia el Polo Sur,

donde estaba emplazada la base Amundsen–Scott de los Estados Unidos, a cuyo jefe el

Page 149: Los tiempos de la Antártida

148

comandante del vuelo, capitán de fragata Hermes J. Quijada, hizo entrega de una placa de

homenaje de la Armada Argentina a Amundsen y Scott, al cumplirse cincuenta años de la

llegada al Polo Sur de esos dos pioneros antárticos. Eso ocurría el 6 de enero (de 1962),

hazaña que un marino denominó “un regalo de reyes a la Patria”.

Fue realizado por el avión CTA–15: el comandante era el capitán de fragata Hermes

J. Quijada; era piloto el teniente de fragata Miguel A. Grondona; el copiloto, el teniente de

corbeta José L. Pérez; el jefe de operaciones, el capitán de corbeta Pedro Margalot;

además de los suboficiales segundo Edmundo C. Franzoni y el cabo primero Gabino R. Elías

como radio-operador.

En el avión CTA–12, el comandante era el teniente de navío Jorge A. Pittaluga; el

piloto, el teniente de fragata Héctor A. Martín; el copiloto, el teniente de fragata Enrique J.

Dionisi; el jefe de ingeniería aeronáutica, el capitán de corbeta Ingeniero Rafael M.

Checchi; además del cabo principal Raúl Rodríguez y el cabo primero Raúl Ibasca como

radiooperador. El capitán de fragata ingeniero José M. Cahuepé hizo asistencia técnica

desde Buenos Aires, y el capitán de corbeta Edmundo Acuña apoyó la primera parte del

vuelo, Río Gallegos – isla Robertson, con un DC–4.

La Fuerza Aérea Argentina en la Antártida. La Fuerza Aérea de Tareas Antárticas

La Fuerza Aérea Argentina inició su presencia en la Antártida en 1950 al hacerse

cargo del observatorio de las Orcadas, que fuera cedido por el Ministerio de Agricultura; lo

administró hasta 1952, cuando lo transfirió al Ministerio de Marina.

Durante la campaña 1951–1952 el vicecomodoro Gustavo Argentino Marambio

inició las actividades de la Fuerza Aérea de Tareas Antárticas (FATA) y realizó la Operación

Page 150: Los tiempos de la Antártida

149

“Enlace” el 19 de diciembre de 1951, con un avión Avro Lincoln, matrícula LV–ZEI, “Cruz del

Sur”, que voló desde Río Gallegos (Santa Cruz) a la Antártida, para hacer un lanzamiento de

elementos de supervivencia sobre la base General San Martín.

Como el estado de los hielos impedía el relevo por mar de la dotación de la base

General San Martín en la temporada 1952–1953, fue preciso efectuar el reabastecimiento

desde el aire, misión que cumplió la Fuerza Aérea el 3 de enero de 1953 por medio de la

Operación “Pingüino”, con un cuatrimotor de bombardeo Avro Lincoln, LV–ZEI Cruz del

Sur. Dos bimotores, un DC–3 y un Beechraft AT–11, prestaron apoyo e hicieron

reconocimiento meteorológico. Víveres y medicamentos fueron arrojados con paracaídas y

luego las aeronaves regresaron a su base de Río Gallegos.

El 6 de enero un B–025 de la Fuerza Aérea hizo un vuelo Río Gallegos – Decepción –

Río Gallegos, y el día 15 el LV–ZEL “Cruz del Sur” voló de Gallegos a Decepción, islas

Dundee y James Ross y península Trinidad, regresando a Río Gallegos.

En el transcurso de la campaña 1953–1954, el LV–ZEI “Cruz del Sur” voló en febrero

desde Río Gallegos a las islas Smith y Cerro Nevado, a la bahía Luna y a la isla Decepción,

regresando a Río Gallegos; en septiembre de 1954 el mismo aparato volvió a volar desde

Río Gallegos a la base General San Martín con posterior regreso, y en diciembre desde

Gallegos a Melchior y de regreso a Gallegos.

En 1957 se proyectó la organización de un Servicio Aéreo Militar a la Antártida y, con

esa finalidad, se adquirió en Canadá un bimotor Douglas C–47 especialmente

acondicionado y equipado para vuelos en zonas polares, con esquíes adosados a su tren de

aterrizaje, posteriormente colocados en el TC–33, gemelo del anterior, que no llegó a

operar en la Antártida por limitaciones técnicas.

El 15 de junio de 1958, la Fuerza Aérea, con los aviones Douglas C–54 T–45 y Lincoln

B–024, y Aerolíneas Argentinas con un aparato DC–6, realizan conjuntamente la Operación

Page 151: Los tiempos de la Antártida

150

Esperanza, sobrevolando la Antártida hasta la latitud de la isla Robertson, al este de la

Tierra de San Martín, en los 65° 10’ de latitud Sur y 59° 40’ de longitud Oeste, para localizar

y auxiliar a una patrulla del Ejército extraviada durante una exploración, tarea que culminó

con éxito.

Entre el 25 de febrero y el 19 de marzo de 1961, la Fuerza Aérea instaló sobre el

nunatak Larsen su primera base terrestre polar, inaugurada oficialmente el 27 de febrero

de 1961, como base conjunta con el Ejército. Intervinieron en el operativo un monomotor

Beaver P–02, del Grupo 1 Aéreo Antártico, y otros dos aparatos similares que hicieron siete

viajes de ida y vuelta Esperanza – nunatak Larsen, apoyando a la patrulla militar que, desde

Esperanza y con trineos, marchando hacia el sur, procedió a la ocupación del nunatak y a la

rehabilitación del refugio San Antonio, instalado en 1959. Hoy esta base es operada por la

Fuerza Aérea.

La operación Upsala

El 7 de junio de 1962 la Fuerza Aérea inició una experiencia en el glaciar Upsala, en el

lago Argentino (Santa Cruz), cuyas características, modalidades y condiciones semejantes a

las de la Antártida la convirtieron en una escuela de adiestramiento para la actividad polar.

La práctica se realizó con el descenso en el glaciar de un bimotor C–47 TC–33 equipado con

esquíes; estaba comandado por el capitán Mario Luis Olezza y piloteado por el teniente

Carlos Corino; completaba la tripulación el suboficial ayudante Miguel Amado Acosta

(mecánico), el suboficial auxiliar José María Biain (mecánico), el cabo principal Luis Gerosa

(radioperador), el suboficial ayudante Francisco Taboada (comisario) y el suboficial mayor

Osvaldo G. Fernández (fotógrafo). Seis horas después partió el Cessna 180 tripulado por el

Page 152: Los tiempos de la Antártida

151

teniente Eduardo J. Canosa (piloto) y el suboficial ayudante Juan Carlos Nasone

(mecánico).

Los aviones aterrizaron en el aeródromo de Lago Argentino. Desde allí, iniciaron las

tareas de enlace por radiocomunicaciones con el grupo terrestre, estimándose que la

patrulla se hallaría en las proximidades del glaciar Upsala entre el 6 y 7 de junio. Y

efectivamente, el 7 de junio a las 9.30 el TC–33, con su dotación completa y llevando como

observador al teniente Luján, la nave despegó del aeródromo de Lago Argentino con

destino al glaciar Upsala, sobre el que aterrizó a las 10.19 y sin novedad. A las 11.23,

despegó de regreso, habiendo cumplido el objetivo fijado, que era el adiestramiento

preantártico del personal, en una zona de similitud con el continente austral.

El grupo aéreo tuvo el apoyo de otro grupo, terrestre, con equipos de supervivencia

para zona fría, elementos de radiocomunicaciones, carpas, vestimentas y alimentación

adecuada. Este grupo estaba integrado por los tenientes Alfredo Cano y Julio F. Luján, el

suboficial mayor Pedro Martínez Aránsolo (topógrafo), el suboficial principal Pedro M. Ríos

(mecánico de radiocomunicaciones), el suboficial ayudante Alfredo Villalba (meteorólogo),

el cabo 1° Omar F. Poet (mecánico de radiocomunicaciones) y los soldados Díaz y

Escalante, cocinero y ayudante respectivamente. Sobre el brazo norte del lago Argentino el

grupo terrestre construyó además una pista de seiscentos metros de longitud y cincuenta

metros de ancho, en la que descendió el Cessna 180 LQ–ZKF procedente del aeródromo de

Lago Argentino, con lo que se rompió el aislamiento de esa zona.

El grupo contó con el asesoramiento final y directo del teniente coronel Emiliano

Huerta –expedicionario al Himalaya– y director ad honorem del Instituto Nacional del Hielo

Continental, y del ingeniero Mario Bertone, miembro destacado del mismo instituto.

Page 153: Los tiempos de la Antártida

152

Frustrado vuelo transpolar

El 2 de noviembre de 1962 a las 17.45, el TA–33 convertido en transporte antártico

descendió en la base Benjamín Matienzo, en un vuelo iniciado en la base aérea Río

Gallegos, estableciendo así el enlace aéreo entre ellas.

El TA–33 fue convertido en “híbrido” de C–47 y C–54, con la célula del primero y dos

motores del segundo, que aportaban 600 HP extras. La estructura del aparato fue también

reforzada y se perfeccionaron los equipos de a bordo. El vuelo Río Gallegos – Matienzo se

cumplió en 7.55 horas. Desde Matienzo, el T A–33 voló a la estación Ellsworth de los

Estados Unidos, a la que arribó el 1° de diciembre. Allí completó combustible y el 10 de

diciembre inició la última etapa del que debía ser un vuelo transpolar, pero mientras

carreteaba en la pista de nieve, una chispa causó un incendio que, después de catorce

horas consumió a la aeronave; felizmente resultaron ilesos todos sus tripulantes. El vuelo

había sido comandado por el capitán Mario Luis Olezza, quien estuvo acompañado por

siete oficiales y suboficiales de la Fuerza Aérea y un observador del Ejército, el teniente

coronel Jorge E. Leal.

En junio de 1964 se realizó la Operación “Glaciar”, que repitió la experiencia de

Upsala; allí el TC–05 recibió su bautismo de hielo, convirtiéndose en Transporte Antártico.

En septiembre, la idea del Servicio Aéreo Militar a la Antártida se concretó con el STAM

500/501, que llevó el primer pasajero al continente polar y cumplió dos travesías

completas del pasaje Drake, en una semana, entre Río Gallegos y Matienzo. En 1965, la

Fuerza Aérea en Matienzo y el Centro de Proyectiles Autopropulsados Chamical, de la

Rioja, realizaron mediciones simultáneas de alta atmósfera con lanzamiento de cohetes

Alfa Centauro. Desde Matienzo se elevó el 6 de febrero el primer cohete en un

emplazamiento antártico para fines meteorológicos.

Page 154: Los tiempos de la Antártida

153

1965. Primer vuelo transpolar transcontinental

Otro hecho significativo protagonizado por la Fuerza Aérea fue el primer vuelo con

aviones monomotor al Polo Sur y la doble travesía —ida y regreso— antártica, entre la

base General Belgrano y la norteamericana McMurdo, con un bimotor. Esta Operación Sur

se inició el 20 de septiembre con la partida de El Palomar del TA–05, comandado por el

vicecomodoro Mario Luis Olezza, hacia Río Gallegos, y de allí a Matienzo, con apoyo del C–

54 TC–48, el Lincoln B–022 y el Albatros BS–03. En Matienzo, el TA–05 pasó a integrar con

los Beaver P–05 y P–06 del Grupo 1 Aéreo Antártico, la primera escuadrilla polar argentina.

El 1° de octubre, el TA–05 y ambos Beaver realizaron un enlace postal entre las bases

Decepción, Esperanza, Almirante Brown y las chilenas O’Higgins y Aguirre Cerdá. Al

regresar las máquinas a Matienzo, ante la noticia de la emergencia de un Cessna de la

dotación de la base General Belgrano, el TA–05 salió en su búsqueda. Al localizar al Cessna,

capotado y con la cola quebrada —el 4 de octubre—, se arrojaron cuatro bultos con

paracaídas y uno libre, con equipos de supervivencia para quince días, dos radios, brújulas,

combustible y ropas de abrigo. Ante la imposibilidad de descenso del TA–05 por las

condiciones desfavorables del terreno, la tripulación del Cessna, que había resultado ilesa,

fue rescatada por una patrulla terrestre, con trineos de la Base General Belgrano.

Cumplida esa misión, el TA–05 debió apoyar el vuelo del Lincoln B–022 entre

Gallegos y la base Belgrano, lanzando correspondencia y repuestos para el C–47

estacionado allí. En tanto, los dos Beaver que habían quedado en Matienzo, decolaron y se

unieron al TA–05 al norte de la base Belgrano, para apoyarlo en su ruta al Polo Sur, en cuyo

transcurso los Beaver arrojaron correspondencia para la dotación de la nueva estación

Sobral. Luego, el TA–05 prestó apoyo a la Expedición Terrestre Argentina al Polo Sur, salida

Page 155: Los tiempos de la Antártida

154

de Belgrano el 26 de octubre, instalando un depósito de combustible y equipos, con

estación de etapa, en los 84° Sur y 40° Oeste, a mil seiscientos metros de altura. Con viento

de 60 km/h y temperatura de 40° C bajo cero, el TA–05 descendió en un terreno de

sastruguis, completando la descarga de materiales y demarcación del emplazamiento.

Finalmente, el 3 de noviembre la escuadrilla de la Fuerza Aérea alcanzó el Polo Sur,

plantando allí el pabellón nacional; era la segunda vez que nuestra enseña nacional

flameaba allí. La primera había sido el 6 de enero de 1962, cuando se cumplió el arribo del

CTA–15, comandado por el capitán de fragata Hermes J. Quijada.

Dejando en la estación9

El avión TA–05 tuvo como tripulantes al comandante vicecomodoro Mario Luis

Olezza y además al capitán C. F. Bloomer Reeve, el primer teniente Roberto Triviani, el

suboficial principal Guillermo Hauser, los suboficiales ayudantes Miguel Acosta y Juan

Carlos Rivero, el cabo primero Gerardo Mateos y el sargento ayudante Julio Germán

Muñoz

del Polo Sur los monomotores, el TA–05 completó la

travesía transpolar arribando a la base norteamericana McMurdo, sobre el mar de Ross;

regresó luego al Polo Sur y nuevamente en escuadrilla rehizo su ruta hasta la base

Belgrano. El 8 de diciembre el TA–05 regresó a Matienzo y de allí a Río Gallegos, después

de siete horas de vuelo, apoyado por los Albatros BS–01 y BS–03.

10

En el avión P–06 iban el comandante Jorge R. Muñoz y, como piloto, el primer

teniente Alfredo A. Cano. En el P–05, el piloto era el teniente Eduardo Fontaine y el

mecánico el suboficial principal Juan Carlos Nassoni.

.

9 Nota editorial. Los dos aviones monomotor quedaron apostados en el la base del Polo Sur a la espera del regreso del TA-05. 10 Nota de los autores. El sargento Julio Germán Muñoz, que en 1956 había colaborado con Pujato en los vuelos de descubrimiento de los accidentes geográficos en los 83° de latitud Sur, fue asesinado el 29 de diciembre de 2006 por delincuentes que lo asaltaron al salir de su domicilio, en la localidad bonaerense de Hurlingham. Fue el segundo militar con actuación antártica abatido por la delincuencia. El anterior había sido el teniente retirado Federico Soares Gache.

Page 156: Los tiempos de la Antártida

155

El operativo San Martín 67

El 4 de septiembre de 1967 el Escuadrón Aéreo Antártico inició en Río Gallegos el

Operativo San Martín 67, en el que intervinieron siete aviones de ese escuadrón y dos

aparatos de la base aérea de Rio Gallegos. Su objetivo era observar las variantes

climatológicas y geomagnéticas hasta los 72° Sur. También se aprovisionó la Estación de

Apoyo Fuerza Aérea N° 1, de las islas Hearst, y se arrojó correspondencia sobre las bases

antárticas.

Base Aérea Vicecomodoro Marambio11

El 25 de septiembre de 1969 un aparato de la Fuerza Aérea, el DHC–2 Beaver P–03,

procedente de la Base Aérea Teniente Benjamín Matienzo, aterrizó con ruedas en la pista

en preparación en la isla Vicecomodoro Marambio (Seymour), y el 9 de octubre el DHC–6

Twin Otter T–05 voló por segunda vez a la Antártida, para integrar junto con los Beaver P–

03 y P–05, el material aéreo de Matienzo y apoyar a la patrulla Soberanía, que construía la

pista de Marambio, auxiliada también por un C–130. El DHC–6 realizó luego un Correo

Aéreo Antártico Servicio Interbase. El 29 de octubre se inauguró en la isla Vicecomodoro

Marambio la base homónima de la Fuerza Aérea. Ese día decoló de la flamante pista de

novecientos metros de largo el DC–3 TA–05 con destino a Río Gallegos y Buenos Aires en

su vuelo final, aterrizando poco después un avión pesado, el Folker F–27, conduciendo al

ministro de Defensa y otras autoridades nacionales. Había terminado el aislamiento

antártico.

11 Nota editorial. Desde la década del 1990, se la denomina Base Aérea Marambio.

Page 157: Los tiempos de la Antártida

156

La patrulla Soberanía que, con picos y palas, esfuerzo y coraje construyó la pista de

la Base Aérea Vicecomodoro Marambio, estuvo integrada por el comodoro Oscar José Pose

Ortiz de Rozas, el vicecomodoro Francisco Florencio Mensi, el vicecomodoro Mario Víctor

Lucciardello, el primer teniente médico Américo Osvaldo Auad, el suboficial mayor Arturo

Rafael Jiménez, los suboficiales principales Ramón Alberto Velásquez y Aníbal César

Klocker, el suboficial ayudante Castor Eustaquio Ayala, el sargento ayudante Lucas

Feliciano Soria, los suboficiales auxiliares Juan Carlos Luján y Omar Juan Aimaretti, los

cabos principales Alberto Oscar Gallardo y Hugo Adolfo Ferrari, los cabos primeros Luis

Facundo Fioramonti, José Luis Cortelezzi, Daniel Enrique Timo, Adolfo Sissoy, José Oscar

Medina, Miguel Angel Mignani, Whaldo Salvador García y Carlos Alberto Schenone.

1973. Primer Vuelo Transantártico Tricontinental

Este vuelo se realizó en diciembre de 1973 con carácter experimental, pues se

trataba de unir Buenos Aires con Australia y Nueva Zelandia a través del Polo Sur, y se

logró mediante una planificación basada en la experiencia que la Fuerza Aérea había

adquirido para esa época en la Antártida. El aparato elegido, un Hércules C–130, fue

dotado de un nuevo sistema de combustible e instalaciones electrónicas.

El 5 de diciembre a las 5:21 el Hércules aterrizó en Marambio, donde esperaba otro

Hércules como avión tanque que, en breve tiempo, proveyó 17.000 litros de carburante.

Con vientos favorables y una temperatura de –50ºC el Hércules llegó hasta los 80° Sur.

Poco después de sobrevolar el Polo Sur, aumentó la intensidad del viento alcanzando los

155km/h cerca de la base estadounidense McMurdo; a partir de allí fue un permanente

obstáculo para el vuelo, lo que ocasionó un atraso de casi dos horas para arribar a

Page 158: Los tiempos de la Antártida

157

Canberra, de donde despegó el sábado 8 de diciembre rumbo a Christchurch, en Nueva

Zelanda.

De ese aeropuerto decoló el día 9 a las 23:54, de regreso a la Argentina. Sobrevoló

Marambio, donde las malas condiciones meteorológicas impidieron el aterrizaje. El

Hércules siguió en vuelo directo a Río Gallegos, donde aterrizó a las 23:43 y de allí continuó

a Buenos Aires. Tres continentes (Sud América, Antártida y Australia) habían quedado

unidos por este vuelo.

Los tripulantes fueron: comandante, el brigadier general Héctor Luis Fautario; primer

piloto, el vicecomodoro José A. González; segundo piloto, el capitán Juan D. Paulik: tercer

piloto, el capitán Héctor Cid; navegantes, los capitales Adrián J. Speranza y Hugo C.

Meisner y el primer teniente Jorge Valdecantos; meteorólogo, el mayor Salvador Alaimo;

mecánicos, los suboficiales mayores Mari F. Guayan y el suboficial principal Pedro Bessero;

auxiliar de carga, el suboficial mayor Jorge R. Luder, camarógrafo, el suboficial mayor Juan

Bueno. Participaron también del vuelo el comodoro Julio C. Porcile y el mayor Manuel M.

Mir.

Page 159: Los tiempos de la Antártida

158

Capitulo X

LA ACTIVIDAD CIENTÍFICA ARGENTINA EN LA ANTÁRTIDA

Tras los primeros y frustrados intentos del Instituto Geográfico Argentino en 1881 y

1896, la República Argentina inició sus actividades científicas antárticas respondiendo a las

recomendaciones del Séptimo Congreso Internacional de Geografía de Berlín de 1899 y a

una invitación de sus autoridades; así fue cómo, en acuerdo general de gabinete, el 10 de

octubre de 1900 se decidió participar en la Expedición Antártica Internacional, originada en

aquel congreso y en las iniciativas de la Real Sociedad Geográfica de Londres,

encomendando al Ministerio de Marina la instalación de un observatorio magnético,

meteorológico e hidrográfico en la isla de los Estados, lugar que luego se cambió por una

de las ínsulas del grupo de Año Nuevo, frente a la costa norte de aquella.

El teniente de navío Horacio Ballvé dirigió la obra. Esa participación se concretó

también con la incorporación del alférez de fragata José María Sobral a la Expedición

Antártica Sueca de 1901–1903, mientras se iniciaban en la isla de Año Nuevo las

observaciones de magnetismo, meteorología e hidrografía, continuadas hasta 1917.

Sobral, por su parte, trabajó en Cerro Nevado en geodesia, geomagnetismo y

meteorología. Esta labor inicial se completó con las observaciones meteorológicas y

magnéticas en el Observatorio Nacional de la isla Laurie, de las Orcadas del Sur, que

Page 160: Los tiempos de la Antártida

159

comenzaron en 1904 y continuaron ininterrumpidamente hasta la actualidad en la hoy

Base Orcadas.

Las observaciones realizadas allí hasta el año 1909 constituyeron la serie más larga y

más completa efectuada jamás en las regiones polares y, junto con las observaciones del

observatorio en funcionamiento en las instalaciones de la Compañía Argentina de Pesca S.

A. en la isla de San Pedro, de las Georgias del Sur, relacionadas con las practicadas en tierra

firme, posibilitaron por primera vez el estudio de la formación y la propagación de los

fenómenos atmosféricos originados en las zonas polares y propagados a las regiones

ecuatoriales, donde sus reflejos son seguidos por las estaciones situadas en las regiones

templadas.

En la ciencia argentina en la Antártida, es pionero el Museo Argentino de Ciencias

Naturales Bernardino Rivadavia, que en 1923, 1926 y 1930 hizo estudios y recolección de

ejemplares marinos en las islas Georgias del Sur, Orcadas del Sur y Shetland del Sur,

participando luego en las expediciones del Primero de Mayo en 1942 y 1943, con estudios

en las islas Argentinas, Melchior, Decepción, Wiencke y en la bahía Margarita. Envió, en el

verano de 1968–1969, a las primeras científicas argentinas en Antártida, la licenciada

Carmen Pujals y las profesoras Irene Bernasconi, María Adela Caría y Elena Martínez

Fontes, que hicieron estudios de biología marina en Melchior.

En 1932–1933 tuvo lugar el Segundo Año Polar Internacional, en cuyas

investigaciones colaboró la Argentina, respondiendo a una solicitud de la Comisión

Internacional del Año Polar. Se solicitaba nuestra cooperación, especialmente en lo

referente al apoyo del observatorio de Orcadas y la reinstalación del de la isla de Año

Nuevo. Si bien no fue posible la reactivación de Año Nuevo por la crisis económica mundial

de 1930, se prestó la más amplia colaboración en el observatorio de Orcadas, lo que fue

muy bien recibido por la Comisión Internacional, por cuanto los datos de Orcadas (los

Page 161: Los tiempos de la Antártida

160

únicos del Antártico) eran muy estimados en las investigaciones geofísicas y

meteorológicas generales.

Igualmente en 1939 Argentina vuelve a prestar apoyo meteorológico a una

expedición extranjera. A pedido el gobierno de los Estados Unidos, se transmitieron

boletines meteorológicos a la expedición del almirante Byrd, principalmente desde el

observatorio de Orcadas, durante la permanencia de esa expedición en el Antártico.

Los buques de la Marina de Guerra complementaron también la acción científica

durante aquellos años con registros magnéticos, meteorológicos, hidrográficos y

mareográficos. La pérdida del Austral impidió el establecimiento de un nuevo observatorio

en la isla Wandell (o Booth) en 1906. La corbeta Uruguay, encargada de relevar a las

comisiones de las Orcadas, aprovechó sus viajes para hacer tareas científicas; por ejemplo,

en 1905 efectuó el relevamiento cartográfico en las Shetland del Sur y en 1909, hizo

registros magnéticos en la bahía Moltke (Georgias del Sur). En 1923, el transporte Guardia

Nacional llevó a cabo observaciones hidrográficas y de mareas en la bahía Cumberland

(Georgias del Sur), y el transporte Primero de Mayo realizó tareas cartográficas en la bahía

Uruguay, Orcadas del Sur, en 1930.

Resultado de esa labor fue la primera carta náutica del Sector Antártico Argentino,

publicada en 1916, de cuyo valor da cuenta el juicio del científico alemán Hans Peter Kosak

en su libro “Antarktis”, editado en Bonn en 1955, al decir que no ha sido superada ni

siquiera por las británicas.

Con la Uruguay y el Primero de Mayo, alternaron en el relevo de Orcadas y en el

apoyo y abastecimiento de la factoría de Grytviken, los transportes Guardia Nacional,

Chaco y Pampa, que hacían al mismo tiempo las observaciones científicas indicadas.

Durante la campaña 1941–42, el Primero de Mayo cumplió tareas de exploración e

Page 162: Los tiempos de la Antártida

161

hidrografía en Decepción, Melchior e islas Argentinas y, durante la siguiente campaña

1942–1943, efectuó levantamientos en Melchior y bahía Margarita.

Las campañas anuales

La década del 40 se inició con un hecho auspicioso para el tema que estamos

desarrollando: la creación de la Comisión Nacional del Antártico, que daría nuevo impulso

a nuestro accionar polar con énfasis en la actividad científica.

Como ya se ha visto, tras los viajes de 1942 y 1943, se inició la época de las

campañas antárticas anuales con la de 1946–1947, con participación de equipos científicos

que desarrollaron importantes planes de investigación; contaban para su cometido con el

apoyo operativo y logístico de las Fuerzas Armadas.

Principal protagonista en el quehacer científico es el Instituto Antártico Argentino

Coronel Hernán Pujato, del que enseguida trataremos, junto al cual intervienen los

siguientes organismos:

– El Servicio de Hidrografía Naval, que planea y ejecuta trabajos de gabinete, elaborando

los resultados de las tareas de campaña (balizamientos, cartografía, oceanografía,

hidrografía y observaciones científicas). Es el organismo responsable también de la

producción y edición de cartas náuticas.

– El Servicio de Meteorología Marítima, sección del anterior, que desarrolla su labor en el

campo de la meteorología y la climatología polar.

– El Laboratorio Ionosférico de la Armada, que realiza investigaciones ionosféricas en la

zona polar.

Page 163: Los tiempos de la Antártida

162

– El Instituto Geográfico Militar, que se ocupa de trabajos geodésicos, cartográficos y

geofísicos.

– El Servicio Meteorológico Nacional, dependiente de la Fuerza Aérea, que destaca

personal técnico en las estaciones antárticas para tareas meteorológicas, geomagnéticas y

sismológicas, proporcionando también los pronósticos para los vuelos en la región polar.

– La Comisión Nacional de Investigaciones Aeronáuticas y Espaciales, también dependiente

de la Fuerza Aérea, que completa la serie de organismos científicos que colaboran en la

misión de desentrañar los misterios de la naturaleza polar.

Eventualmente, intervienen también en el quehacer científico argentino en la

Antártida las universidades y observatorios nacionales, la Comisión Nacional de Energía

Atómica, el Centro Nacional de Radiación Cósmica, la Comisión Nacional de Estudios

Geoheliofísicos y los museos nacionales —principalmente los de Ciencias Naturales de

Buenos Aires y La Plata—.

Las disciplinas desarrolladas cada año son: meteorología (observaciones de

superficie y alturas en estaciones y a bordo de buques), radiación, química del aire,

radiación nuclear, auroras (observaciones visuales e instrumentales), glaciología

(observaciones de estación, en patrullas y desde buques y aviones), ionósfera y silbidos,

mareas, oceanografía, geomagnetismo, geoelectricidad, sismología, gravimetría, radiación

cósmica, biología, microbiología y fisiología humana.

El Instituto Antártico Argentino Coronel Hernán Pujato

El Instituto Antártico Argentino es el organismo por excelencia dedicado desde su

inicio a orientar, dirigir, controlar, coordinar y ejecutar las investigaciones y estudios de

Page 164: Los tiempos de la Antártida

163

carácter técnico–científico en la Antártida. Su primer equipo científico estuvo integrado

por el Dr. Otto Schneider (jefe del Departamento Científico), el Dr. Juan Carlos Cabos

(fisiólogo), el Dr. Juan P. Di Lena (glaciólogo), el Dr. Néstor Horacio Fourcade (geólogo), el

Sr. Alfredo Corte (biólogo), el Sr. René E. Dalinger (geólogo), el ingeniero Enrique Levín

(geofísico), el Sr. César Augusto Lisignoli (geólogo–glaciólogo), el Dr. Ricardo A. Mauri

(biólogo), el Dr. Antonio Moscoso Boedo (químico), el Dr. Benito Colqui (geólogo), el Dr.

Ricardo Novatti (biólogo), el Sr. Osvaldo Carlos Schauer (geólogo) y el Sr. Jorge Scholten

(meteorólogo).

El Instituto operó en la Antártida la Estación Científica “Almirante Brown” desde

1955 hasta 1984, año en que fue destruida por un incendio; fue activada desde entonces

sólo durante los períodos estivales y contando con laboratorios y una casa–habitación.

Desde 1959 hasta 1962, administró la Estación Científica Ellsworth cedida por los Estados

Unidos, transfiriendo su personal y equipos a la base Belgrano I, donde se instaló el

Laboratorio Belgrano, reinstalado luego en la base Belgrano II; cuenta con una cámara

“todo–cielo” para observación de auroras australes de visibilidad nocturna.

En la base San Martín funciona desde 1986 el Laboratorio de Ciencias de la

Atmósfera con las siguientes actividades: geomagnetismo, silbidos radioeléctricos y

sondajes ionosféricos, entre otros.

La base Jubany12

En la base Marambio operó desde 1994 el laboratorio LAMBI, del Departamento de

Ciencias de la Atmósfera, donde se hacieron registros de ozono por el método de

cuenta en sus instalaciones con el laboratorio LAJUB de efecto

invernadero y el laboratorio Dallmann, operado en colaboración científica con Alemania,

para investigaciones biológicas y geológicas; es el único laboratorio binacional en la

Antártida.

12 Nota editorial. Base Carlini desde el 5 de marzo de 2012.

Page 165: Los tiempos de la Antártida

164

absorción en un programa conjunto con el Instituto Nacional de Tecnología Aeroespacial

de España.

Entre las primeras realizaciones del Instituto Antártico, se cuentan: el relevamiento

geológico de las islas Decepción y Media Luna, estudios geológicos submarinos en

Decepción; investigaciones paleontológicas en la bahía Esperanza, estudios glaciológicos

marinos y continentales, estudios bioecológicos; investigaciones astrofísicas y

magnetométricas, contribuciones al estudio de la botánica sistemática, al estudio de

factores incidentes sobre la vida humana (psiquismo–patología), y al estudio geológico de

las Shetland del Sur. La astronomía, la geología, la topografía, la ictiología, la zoología, la

limnología, la paleontología y la glaciología fueron otras tantas disciplinas encaradas por el

organismo científico en su inicio. Los resultados de tan importante labor se dieron a

conocer por medio de las publicaciones científicas (Contribuciones) del Instituto, editor

también de la versión castellana del “Boletín del Comité Científico para la Investigación

Antártica”.

Desde aquellas primeras realizaciones, el Instituto ha ido incrementando su

presencia en el quehacer científico antártico con su propio personal científico y técnico,

que elabora en Buenos Aires proyectos de investigación, ejecutados después in situ en las

propias instalaciones ya mencionadas y seleccionados con el criterio de que la

investigación cuente con un alto grado de factibilidad dentro de los recursos nacionales

disponibles y de los previstos a determinado plazo; que provea resultados concretos con

incidencia favorable en el desarrollo nacional y en el conocimiento de la existencia de

recursos naturales; que también provea resultados concretos que afirmen los propios

reclamos de soberanía territorial; que posibilite un progresivo avance en el conocimiento

de un área estratégica; que tienda a retener e incrementar el número de científicos y

Page 166: Los tiempos de la Antártida

165

técnicos interesados en esos temas, y que aporte nuevos conocimientos para beneficio de

la humanidad.

Con esos parámetros el Instituto realiza las siguientes investigaciones:

En el campo de las ciencias de la Tierra: geología, geofísica de la tierra sólida, glaciología

física (dinámica del hielo) y glaciología química.

En el de ciencias de la atmósfera: magnetósfera, atmósfera media y astronomía, efecto

invernadero, impacto climático, radiación ultravioleta y ozono atmosférico.

En ciencias biológicas: fisiología, biología, limnología, mecanismos antioxidantes,

microbiología de especies antárticas, ecología costera, efectos de la radiación UV,

monitoreo del ecosistema, bioquímica y transferencia energética del ecosistema antártico,

krill, aves, mamíferos marinos.

En ciencias del mar: oceanografía física y oceanografía química.

En el área de la química ambiental, se hacen investigaciones en química ambiental y

contaminación marina.

Además, el Instituto desarrolla los programas de psicología y museoantar:

–Programa de psicología: Investigación, asistencia, selección de personal, preparación y

orientación psicológica.

–Programa museoantar: Recuperación de relictos y restauración y conservación de sitios

históricos.

El Instituto realiza convenios de colaboración científica con las universidades

nacionales y privadas de Belgrano y del Salvador, y con los siguientes organismos

nacionales y provinciales: Centro de Ecofisiología Vegetal, Instituto de Investigaciones

Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas, Comisión Nacional de Actividades Espaciales,

Consejo Nacional de Educación Técnica, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y

Técnicas, Centro Austral de Investigaciones Científicas (C.A.D.I.C.), Fundación para la

Page 167: Los tiempos de la Antártida

166

conservación de las Especies y el Medio Ambiente, Fundación Oftalmológica “Hugo Nano”,

Grupo de Estudios sobre Ecología Regional, Instituto Nacional de Ciencias y Técnicas

Hídricas, Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP), Instituto

Nacional de Tecnología Agropecuaria, Instituto Nacional de Tecnología Industrial, Museo

Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, Municipalidad de La Plata,

Administración de Parques Nacionales, Servicio de Hidrografía Naval, provincias de La

Pampa (Ministerio de Educación), de Río Negro y de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del

Atlántico Sur.

La cooperación científica internacional. El Año Geofísico Internacional y el Año

Internacional del Sol Quieto

Ya en vísperas del Año Geofísico Internacional, la Argentina contrajo compromisos

para el futuro gran emprendimiento en las conferencias preparatorias realizadas en París y

en Bruselas en 1955, en las que estuvieron presentes sus delegados. El compromiso se

concretó con el decreto del 3 de julio de 1956, que creó la Comisión Nacional del Año

Geofísico Internacional, con el objetivo de coordinar las actividades científicas de todas las

instituciones nacionales comprometidas en la magnífica empresa internacional, en cuyos

trabajos previos la Argentina estuvo presente, integrando el equipo de doce países que se

dispusieron a lanzar el gran ataque de la ciencia contra la aún enigmática, rebelde y a la

vez majestuosa naturaleza polar. A través de las cuatro Conferencias Antárticas para

coordinar las tareas del A. G. I., nuestro país elaboró un programa de investigaciones en los

campos de la oceanografía; la glaciología; el geomagnetismo; la sismología, auroras y luz

Page 168: Los tiempos de la Antártida

167

nocturna, química del aire, meteorología, ionósfera; latitud y longitud–gravimetría;

actividad solar y rayos cósmicos.

Ya en la práctica del programa trazado, nuestro país desarrolló una serie de trabajos

desde enero de 1957 hasta diciembre de 1958 (período del A. G. I.), entre cuyas

importantes realizaciones se destaca —en el campo de la oceanografía— la Campaña

Invernal Antártica del rompehielos General San Martín (1957), la Campaña Conjunta al

Arco de las Antillas del Sur de los buques oceanográficos ARA Sanavirón y el

norteamericano Vema (1957–1958); la campaña del oceanográfico ARA Capitán Cánepa al

pasaje Drake (Operación Drake I, 1958) y la Operación Drake II (1959). Esas operaciones

tuvieron por objeto el conocimiento de la influencia de las condiciones existentes en el

pasaje Drake sobre el Atlántico Sur y el Mar Epicontinental Argentino.

El General San Martín, por su parte, en enero de 1957 hizo dos estaciones

oceanográficas en su derrota a la base Belgrano (barrera de Filchner). En julio–agosto

cruzó las Shetland del Sur haciendo observaciones de superficie y una estación

oceanográfica. En enero de 1958, realizó otras dos estaciones entre el área de las

Sándwich del Sur y la barrera de Filchner. El Capitán Cánepa en marzo y abril de 1958

completó veintitrés estaciones oceanográficas en el Drake, hasta profundidades máximas

de 3784 metros. El Sanavirón entre enero y febrero de 1958, conjuntamente con la goleta

norteamericana Vema, completó cuatro estaciones oceanográficas en el área del mar del

Scotia y las Sándwich del Sur. Estas tareas continuaron también después del Año Geofísico

Internacional.

Siempre dentro de ese plan de cooperación científica internacional, meteorólogos

argentinos estuvieron presentes en la Central Meteorológica Antártica de Estados Unidos,

la Pequeña América V, durante el A. G. I. Por otra parte, los científicos del Instituto

Page 169: Los tiempos de la Antártida

168

colaboraron en las tareas llevadas a cabo para establecer la posición de la zona auroral del

mar de Weddell.

Con esos datos y los proporcionados por la estación norteamericana Ellsworth y la

británica de Halley Bay, quedó establecido el avance hacia el norte del frente de la barrera

de Filchner. Pero quizás el hecho más notorio en este tema de la cooperación científica

internacional, por la trascendencia mundial que tuvo y su incidencia en el campo de la

salud, fue la actividad desarrollada a bordo del rompehielos General San Martín por el Dr.

John Sieburth del Instituto Politécnico de Virginia, quien estudió la microbiología de la

fauna antártica y descubrió el efecto antibiótico del fitoplancton, investigación que

continuó durante la Campaña Antártica 1958–1959, embarcado con su colega el Dr.

Burkholder a bordo del remolcador hidrográfico Chiriguano; ambos habién sido invitados

por la Armada.

El 15 de julio de 1958, los gobiernos de la Argentina y de los Estados Unidos

acordaron continuar las actividades científicas iniciadas por el país del norte en Ellsworth,

para lo cual esa estación fue cedida a nuestro país, que la operó durante cuatro años

consecutivos por medio del Instituto, cuyo personal científico argentino trabajó allí en

estrecha colaboración con el nortemericano.

En base a las experiencias del Año Geofísico Internacional, se inició en enero de 1961

–y en virtud del Tratado Antártico firmado en Washington en diciembre de 1959– una

nueva era polar, la de la cooperación científica internacional y la libertad de investigación

en ese campo. La Argentina, el primer país de América en cooperar con los científicos

europeos en el estudio de la naturaleza polar, con el apoyo a las expediciones en las

ayudas meteorológicas de sus observatorios de Orcadas y de Año Nuevo, no podía estar

ausente en el ambicioso proyecto mundial y por ello siguió aportando su esfuerzo y

entusiasmo en la investigación polar. En lo que atañe a la colaboración internacional,

Page 170: Los tiempos de la Antártida

169

aparte del intercambio de personal realizado en todas las campañas con otros países,

merecen destacarse:

– El programa conjunto de la Estación Científica Ellsworth, llevado a cabo por personal del

Instituto y de la U. S. National Science Foundation (U. S. Antarctic Research Program). El

programa se realizó de acuerdo con el comunicado argentino–norteamericano del 15 de

julio de 1958, y se desarrolló hasta el 30 de diciembre de 1962, fecha de clausura de

Ellsworth;

– La Campaña Internacional Weddell II, del 17 de enero al 27 de febrero de 1962.

– Como consecuencia del gran interés despertado por los fenómenos sísmicos en la isla

Decepción ocurridos desde 1967 hasta 1969, se trabajó allí en vulcanología junto a los

científicos de otros seis países. En 1971 el General San Martín y el buque estadounidense

Hero con los botes Zodiac, de la Fundación Nacional de Ciencias de los Estados Unidos,

dieron apoyo logístico a esas tareas.

– El programa glaciológico Hieloantar para estudiar las condiciones del hielo en la

península Antártica, desarrollado conjuntamente por el Instituto y el British Antarctic

Survey.

– Un estudio sobre deriva de témpanos, realizado también por el Institut National Francais

d’Investigations Antarctiques, durante el verano de 1973.

Las actividades que hemos sintetizado, a través de cometidos considerados de

mayor relevancia, representan un aspecto importantísimo, si no el mayor, del ejercicio de

nuestra soberanía en la Antártida. El estudio de ese gran laboratorio de fenómenos

naturales que tanto influyen en otros lugares de nuestro planeta, es el principal objetivo de

la ciencia mundial. De él se han de obtener, pues, los mayores beneficios no sólo para

nuestro país –tan sometido a aquellos fenómenos– sino también para toda la humanidad.

Page 171: Los tiempos de la Antártida

170

Como un complemento del A. G. I. 1957–1958, se encaró un nuevo programa de

cooperación científica internacional entre el 1° de enero de 1964 y el 31 de diciembre de

1965, denominado Año Internacional del Sol Quieto (A. I. S. Q.); su objetivo era la

realización de estudios geofísicos en una época de escasa actividad solar como la del

período señalado, para aprovechar mejor los datos correspondientes a las relaciones entre

el Sol y la Tierra que se habían obtenido durante una época de máxima actividad solar,

como la del A .G. I.

Argentina, por su situación geográfica, ocupó un lugar destacado durante las tareas

del A. I. S. Q. y, dentro de su programa, las observaciones en la Antártida recibieron

preferente atención, en especial las realizadas en la zona de la barrera de Filchner en el

mar de Weddell. Por decreto N° 2685 del 23 de mayo de 1962, se concretó la adhesión

argentina a ese programa internacional, encomendando al Comité Nacional de la Unión

Geodésica y Geofísica Internacional la organización de la participación de nuestro país. Esa

Comisión fue creada ad honorem por decreto Nº5532 del 4 de julio de 1963; estuvo

integrada por los titulares (o sus representantes) de los organismos nacionales

intervinientes, entre los que no podía faltar por supuesto el Instituto Antártico Argentino.

El programa argentino comprendió: aeronomía, actividad solar, auroras, luminiscencia del

aire, geomagnetismo, ionósfera, investigación espacial, meteorología y radiación cósmica.

La Argentina, representada por el Instituto Antártico, organizó y participó en las

siguientes reuniones científicas internacionales: la XIV Reunión General del SCAR, realizada

en la ciudad de Mendoza en octubre de 1976; la Reunión del Grupo de Especialistas del

Programa BIOMASS, en Buenos Aires en junio de 1979; el Primer Experimento

Internacional BIOMASS (FIBEX) y la XXII Reunión del SCAR en San Carlos de Bariloche, del 8

al 19 de junio de 1992, durante cuyo desarrollo y como parte de la misma, tuvo lugar el

Quinto Simposio de Operaciones y Logísticas Antárticas. En 1983, también en Bariloche,

Page 172: Los tiempos de la Antártida

171

tuvo lugar el Simposio Regional sobre Avances Recientes en Biología Acuática Antártica del

BIOMASS, auspiciado por los organismos que apoyan las actividades del Programa

Biológico Internacional; su coordinación fue responsabilidad del Instituto Antártico

Argentino. La Argentina participó igualmente en las cuatro reuniones realizadas desde

1987 en las que se trataron las Comunicaciones sobre Investigaciones Científicas13

Siempre representado por el Instituto, el país intervino en las Reuniones de

Administradores de Programas Nacionales Antárticos Latinoamericanos (RAPAL), iniciadas

en Buenos Aires los días 11, 12 y 13 de junio de 1990; la Dirección Nacional del Antártico

fue el organismo anfitrión.

.

En esa primera reunión se acordó realizar durante el verano 1992–1993, trabajos

científicos conjuntos y publicarlos en un tomo conmemorativo del Quinto Centenario del

Descubrimiento de América, para lo cual se invitaría a los historiadores antárticos –uno por

cada país– a participar en una reunión que tendría lugar en la base Esperanza en el verano

1992–1993, y en la cual se propondría la edición de una publicación conjunta. El reino de

España sería invitado a participar en ese emprendimiento. Resultado de esos encuentros

fueron las Reuniones de Historiadores Latinoamericanos, la primera de las cuales tuvo

lugar en nuestra base Esperanza.

Arqueología histórica en la Antártida

El hombre, ese gran protagonista de la historia, en su devenir terrestre va dejando

huellas, testimonios de su existencia, que servirán a cada generación para preservar la 13 Nota editorial. Se refiere a las reuniones periódicas organizadas por el IAA y denominadas Jornadas de Comunicaciones sobre Investigaciones Antárticas (1987, 1991, 1994, 1997), que luego derivaron en simposios argentinos y latinoamericanos sobre investigaciones antárticas.

Page 173: Los tiempos de la Antártida

172

memoria de la gran aventura de la vida; siguiendo esas huellas y recogiendo testimonios la

humanidad va conociendo y reconstruyendo su pasado. En lo que respecta a nuestra

historia occidental, ya la antigüedad clásica nos ofrece algunos nombres de quienes se

preocupaban por coleccionar esos vestigios: Plinio, Luciano, Pausanias fueron algunos de

ellos.

Promediando la Edad Media, en las primeras décadas del siglo XV, Ciríaco de Ancona

fue el primero en recorrer con criterio científico comarcas del Mediterráneo, Europa, Asia

Menor y África, pero fue recién a partir de la segunda mitad del siglo XVIII cuando comenzó

a perfilarse en el campo de la historiografía una nueva disciplina, la arqueología, eficaz

auxiliar de la historia que, a partir del inicio del siglo XX empezó a independizarse

adquiriendo métodos y técnicas propias.

Según el período estudiado, la arqueología se divide en prehistórica e histórica,

reconociéndose subdivisiones en cada caso. En cuanto al espacio geográfico, también hay

divisiones; su ámbito es tan amplio que abarca toda la Tierra. Sin embargo, parecería que

hasta no hace mucho una parte del planeta estaba vedada a la nueva ciencia.

La Antártida, separada geológicamente del resto de los continentes mucho antes de

la aparición del hombre y exenta por lo tanto de migraciones humanas, no ofrecía

civilizaciones, culturas, pueblos ni ciudades que descubrir o estudiar. Pero el hombre llegó

también un día a ella, un día incógnito aún pero no muy lejano —siglo y medio quizás—, lo

suficiente para que hoy sintamos la necesidad de rescatar y conservar los vestigios de

aquella presencia. Y así ha llegado la arqueología a la región polar austral.

Obviamente, en cuanto a metodología, la arqueología antártica difiere de la que se

practica en el resto del mundo, tanto por la diferente naturaleza del terreno como por

tratarse de yacimientos recientes, que no requieren grandes excavaciones ni estratigrafía

para ubicar cronológicamente el hallazgo.

Page 174: Los tiempos de la Antártida

173

La arqueología histórica general comprende la búsqueda, situación, clasificación,

conservación, restauración, mantenimiento de sitios, artefactos, y construcciones

históricas. Los elementos recuperados, debidamente tratados para estudio y exposición, se

insertan en la actividad museológica; por esa razón, la sección Museo del Instituto

Antártico Argentino contó con dos clases de colecciones: la Colección de Estudio (CE) y la

Colección de Exhibición (CX).

La arqueología histórica antártica es la rama de esta ciencia y la técnica dedicada

específicamente a los sitios y monumentos históricos situados en el continente antártico

que, sometidos a las condiciones extremas de la meteorología de aquel espacio geográfico,

aún pueden ser situados y sometidos al tratamiento adecuado para su conservación hacia

el futuro.

Los comienzos

Los neocelandeses iniciaron estas actividades durante el verano de 1960-1961, al

comenzar las tareas de limpieza para restaurar y conservar las tres chozas que las

expediciones antárticas británicas de los años 1901 y 1913, dirigidas por Scott y Shackleton

respectivamente, habían construido en la isla Ross, rescatando una serie de elementos

pertenecientes a ambas expediciones.

Los trabajos continuaron en la temporada estival 1963–1964, perfeccionándose

entonces la técnica, ya que los hallazgos fueron inventariados y registrada su posición en

un plano. En 1978, D. I. Harrowfield, del Museo Canterbury de Christchurch, trabajó en el

yacimiento de cabo Evans en el exterior de las cabañas, en una superficie de escoria

volcánica sobre la que extendió un reticulado de 2,5 m2, para registrar la posición de los

artefactos de superficie.

Page 175: Los tiempos de la Antártida

174

Harrowfield se encontró allí con un problema propio de la arqueología antártica,

ocasionado por la naturaleza del lugar: La mayoría de los artefactos habían sido rescatados

del hielo y era necesario descongelarlos. El uso de sal, agua caliente y calefactores de

motores de aviones, aconsejado por varias instituciones consultadas, fue desechado por el

riesgo de daño a los objetos, decidiéndose en cambio el método de la radiación solar,

aumentada por el uso de cubiertas de polietileno negro.

En el mismo año 1978, los australianos encararon similares trabajos en la cabaña

dejada por la Expedición Antártica Australiana de Mawson (1911–1914), en la bahía del

Commonwealth.

Quedaban en la Antártida otros sitios arqueológicos de muy especial interés para

tareas como las señaladas: la cabaña de la Expedición Cruz del Sur, de Borchgrevink (1898–

1910), en el cabo Adare, y las de la Expedición Antártica Sueca, de Otto Nordenskjöld

(1901–1903), en las islas Cerro Nevado y Paulet y en la bahía Esperanza. Esta última

expedición está tan ligada a la historia antártica argentina, ya sea por la participación del

alférez de marina José María Sobral, como por el hecho de haber sido los expedicionarios

rescatados por nuestra Armada, que debía la República Argentina acometer la empresa,

más aun teniendo en cuenta que esos restos están ubicados en el espacio antártico que,

por múltiples razones, nuestro país reconoce como propio.

Por ese motivo, entre las previsiones del Instituto Antártico Argentino y la Dirección

Nacional del Antártico para la temporada 1979–1980, figuró la iniciación de los trabajos en

la isla Cerro Nevado, lugar prioritario, ya que la cabaña allí existente había sido declarada

Monumento Histórico Nacional por nuestro gobierno por decreto Nº 6058/65. Su

restauración y conservación debían iniciarse a la brevedad.

Tal cometido significaba también una obligada respuesta a las recomendaciones

hechas en ese sentido en las últimas reuniones internacionales de los países miembros del

Page 176: Los tiempos de la Antártida

175

Tratado Antártico. Durante la Reunión Consultiva realizada en Canberra en 1961, se

recomendó a los gobiernos que adoptaran las medidas necesarias para proteger las

construcciones, tumbas u objetos de interés histórico del daño o destrucción, produciendo

informes y consultas sobre el estado y restauración (Recomendación I–9, y más tarde la

Recomendación V–4). Posteriormente, los gobiernos confeccionaron una lista de

monumentos históricos y asumieron las responsabilidades de su mantenimiento. Los

monumentos involucrados en el programa Museoantar del Instituto Antártico forman

parte del listado de la Recomendación VIII–9, que los incluye de la siguiente manera:

– Monumento N° 38: Cabaña construida en la isla Cerro Nevado en febrero de 1902, por el

grupo principal de la Expedición Sueca al Polo Sur, dirigida por Otto Nordenskjöld (64°24’

Sur, 57° Oeste).

– Monumento N° 39: Cabaña de piedra en la bahía Esperanza, construida por un grupo de

la Expedición Sueca al Polo Sur en enero de 1903 (63°24’ Sur, 56°59’ Oeste).

– Monumento N° 41: Cabaña de piedra en la isla Paulet, construida en febrero de 1903 por

Carl Antón Larsen, capitán noruego del buque náufrago Antarctic, de la Expedición

Antártica Sueca de Otto Nordenskjöld, junto con la tumba de un miembro de la expedición

(63°35’ Sur, 55°47’ Oeste).

El Monumento Internacional N° 38, era ya –como hemos señalado– Monumento

Histórico Nacional por Decreto N° 6058/65.

El programa Museoantar

El programa Museoantar tiene por finalidad cumplir con el compromiso tomado por

la República Argentina, como país miembro del Tratado Antártico, de salvaguardar el

patrimonio histórico del continente antártico en el área geográfica de su influencia.

Page 177: Los tiempos de la Antártida

176

Consecuentemente, esta tarea tiene relevancia nacional e internacional. Y los

monumentos que involucró en su origen, son los bienes relictos de la Expedición Sud Polar

Sueca (1901–1903), en atención a que ella estaba íntimamente vinculada, como ya hemos

dicho, a los comienzos de la actividad científica oficial argentina en aquellas comarcas.

Los trabajos comenzaron durante la campaña antártica de verano 1979–1980 en la

isla Cerro Nevado (Snow Hill), lugar donde había sido instalado en febrero de 1902 el

campamento base de la expedición sueca, de la que formaba parte el argentino José María

Sobral. Allí está ubicada la casa de madera prefabricada en Suecia, que dio albergue a los

expedicionarios durante dos invernadas.

También se previó realizar los trabajos prospectivos de otros dos sitios vinculados

con la expedición: una choza de piedra construida por una avanzada dejada en la bahía

Esperanza (Hope Bay), y otra de idéntico material construida por los náufragos del buque

de la expedición, en la isla Paulet, donde igualmente se encuentra la tumba del marinero

Ole Wennersgaard. Estas prospecciones fueron igualmente planificadas para la campaña

1986–1987, pero recién se materializaron durante la realizada entre 1986–1989.

Elaborado entonces el plan de trabajo en Buenos Aires durante el invierno de 1979

por el Dr. Ricardo Capdevila y los licenciados Enrique Iribarren y Santiago M. Comerci, los

responsables de la investigación histórica en el Instituto –Capdevila y Comerci– viajaron a

la Antártida en los primeros días de enero de 1980, con la doble finalidad de intentar

recuperar objetos que seguramente habían sido abandonados por los expedicionarios,

dado lo imprevisto y apresurado del rescate, e inspeccionar la cabaña para encarar su

futura conservación. (Ver el apartado “Una gesta singular: el rescate de la expedición

Nordenskjöld. La actividad del alférez José María Sobral”).

Las tareas en Cerro Nevado

Page 178: Los tiempos de la Antártida

177

Cumplidas las etapas de la ruta aérea Buenos Aires–Río Gallegos–Marambio, el

equipo del Instituto, completado ahora con la utilísima presencia de un veterano polar, el

señor Ramón Oscar Alfonso, con veinte años transitando las rutas heladas, incluso llegando

al Polo Sur con Leal en 1965. Arribaron finalmente a la isla Cerro Nevado el 4 de febrero a

las 16.00; instalaron su campamento junto a la cabaña construida por los suecos sobre una

elevación de aproximadamente trece metros sobre el nivel del mar que estaba formada

por una acumulación de morena lateral del glaciar que cubre la isla por el sur y el oeste; su

frente en aquella temporada llegaba hasta unos quinientos metros aproximadamente,

mientras que en la actualidad ha desaparecido porque ha retrocedido significativamente.

La casa fue construida totalmente en madera, con una planta baja y un desván

configurado por el elevado techo a dos aguas; tiene una superficie cubierta de 23,67 m2.

Según la descripción hecha por Sobral en “Dos años entre los hielos”, que concuerda con la

de Nordenskjöld en “Viaje al Polo Sur”, la casa había sido forrada interior y exteriormente

con papel negro preservador de la humedad; el piso y las paredes interiores que daban al

exterior se habían cubierto con una gruesa alfombra y linóleo en el piso sobre el que

estaba la alfombra. Las ventanas tuvieron doble vidrio. Los dormitorios fueron provistos de

dos cuchetas cada uno, una inferior y otra superior, contra los tabiques internos de

separación. La cocina estaba en la cuarta habitación sobre el ángulo sudeste de la casa. El

desván estuvo utilizado como depósito de víveres y equipos.

El primer trabajo del equipo del Instituto consistió en franquear el acceso a la casa,

pues algo impedía interiormente abrir por completo la puerta de entrada; solo se abrió

más de veinte centímetros aproximadamente. Desde allí se podía ver una gran

acumulación de hielo, que hubo que golpear con un pico introducido por el breve espacio

de la puerta entreabierta; ésta fue una tarea lenta y paciente.

Page 179: Los tiempos de la Antártida

178

Una vez franqueado el paso, se halló el hall de entrada ocupado por un montículo de

hielo de cerca de un metro de altura; una vez eliminado —a pico y pala—, se pudo ingresar

a la cabaña que estaba totalmente invadida por hielo muy consolidado y abundante nieve.

Una durísima y gruesa capa de hielo sumamente resbaladiza cubría todo el piso, lo que los

obligó a caminar lentamente y con gran cuidado, previniendo muy posibles caídas, que no

obstante se produjeron.

Los camarotes de los ángulos noroeste y sudoeste presentaban las cuchetas

inferiores soldadas a compactos bloques de hielo, dentro de los cuales se podían ver

diversos objetos no identificables. Las cuchetas superiores mencionadas por Sobral habían

desaparecido. La cocina, en la cuarta habitación sobre el ángulo sudeste de la casa, estaba

totalmente ocupada por el hielo, hasta el techo. En el corredor central, una mesa, una silla

y otros objetos fueron hallados en idénticas condiciones; las ventanas sin vidrios estaban

tapiadas para impedir el ingreso de nieve, que no obstante siguió penetrando. Ese tapiado

había sido realizado por nuestros marinos que, en oportunidades anteriores, habían

inspeccionado el lugar.

El segundo paso consistió en la remoción del hielo que cubría el piso. No hubo más

remedio que emplear el pico; resultó inevitable la destrucción del linóleo y la alfombra;

varios trozos se guardaron, con la idea de conseguir alguno semejante para la futura

restauración de la cabaña. Haber pretendido derretir el hielo por medio de la combustión

de gas hubiera significado correr el riesgo de agotar los tres tubos de gas de cuarenta y

cinco kilos cada uno con los que contaba el equipo, con el agravante de que no hubieran

alcanzado para concluir con el descongelamiento. Por otra parte, los permanentes

temporales con nevisca y vientos que oscilaban entre 150 y 200 kilómetros por hora y las

bajas temperaturas que en algunos casos llegaron hasta -20°C, a pesar de ser el mes de

Page 180: Los tiempos de la Antártida

179

febrero, tornaban ilusorio el método por descongelamiento con calor, de modo que los

arqueólogos tuvieron que optar por el método mecánico más efectivo.

Descongelado el piso lo suficiente como para poderse mover con cierta libertad de

maniobra, aunque siempre prudentemente, se encaró la tarea específica: el rescate de los

elementos, que pudo hacerse en el pasillo y en las habitaciones noroeste y sudoeste. En la

habitación del ángulo nordeste, solamente fue hallado un mensaje dentro de una botella,

dejado por los marinos que en 1971 habían visitado el lugar. El descongelamiento y

limpieza de la cocina fueron postergados para el verano siguiente, ya que se llegó al final

de febrero sin haber podido encarar ese trabajo. El descongelamiento de los lugares

indicados se llevó a cabo eliminando el hielo a golpes de pico hasta aproximarse a los

objetos aprisionados en su interior; entonces, para no dañarlos, se abandonaron las

herramientas y se aplicó calor por medio de garrafas de gas con pantalla, que se acercaba

al hielo cuanto era posible.

Como el material así obtenido presentaba fuertes incrustaciones de hielo o, en

algunos casos, quedaba completamente envuelto por él, se desechó cualquier método

mecánico para liberarlo, prefiriéndose en cambio aprovechar la radiación solar. Como esto

ya había sido previsto al preparar el plan en Buenos Aires, siguiendo la experiencia de

Harrowfield en cabo Evans, se había decidido usar el polietileno negro, pero con una

variante: el agregado del polietileno cristal, de modo que se contaba con dos grandes

bobinas de polietileno de diferente color, cada uno de cien micrones de espesor. Con estos

materiales se envolvieron los sólidos de hielo conteniendo objetos, para exponerlos a la

radiación solar. Al usar este método, se obtuvo una mayor absorción de la radiación solar

con el polietileno negro exterior y la refracción entre esa cubierta y la interior de cristal,

acelerando la fusión y el total descongelamiento sin someter a los objetos a otros

Page 181: Los tiempos de la Antártida

180

peligrosos procesos mecánicos. Esto fue realizado después de anotar el lugar donde había

sido hallado cada objeto.

En la campaña siguiente, iniciada en diciembre de 1981, se completó la limpieza de

la cocina y se terminó el descongelamiento de la vivienda. Se recuperó una buena cantidad

de objetos: piezas de loza inglesa, cubiertos de igual procedencia, tres calentadores marca

Primus, uno de ellos con su carga de combustible intacta. En el dormitorio sudeste

contiguo a la cocina, se halló un cofre de madera conteniendo herramientas, calzado polar,

algunos fósiles y huevos de pingüinos perforados y vacíos.

En el exterior, junto a la choza, se armó una carpa con una gran cubierta de

polietileno negro de 1,50 por 3 metros, para cubrir todos los artefactos envueltos

individualmente o por grupos, también en polietileno. Mientras el sol, con la ayuda del

plástico, completaba el descongelamiento de los objetos, se encaró la recuperación física

del desván. Fue también una pesada tarea descargarlo por la estrecha abertura del techo.

Había trozos de hielo, papel alquitranado, lonas, estopa y cueros dejados por los

expedicionarios. Pero este esfuerzo tuvo su premio en el hallazgo de dos libros de edición

francesa de fines del siglo XIX, uno de ellos dedicado a Nordenskjöld por el autor. Ambos

libros estaban en buen estado, pero totalmente congelados.

Con los trabajos realizados en esas dos primeras campañas, la cabaña quedó

descongelada, en condiciones para iniciar las tareas de restauración. En sucesivas

campañas se realizaron las siguientes tareas de restauración dirigidas por Capdevila, con el

valioso concurso de Alfonso:

a) Se desmontó el varillaje de madera exterior de paredes y techo, que originariamente

sostuvieron el forro de cartón alquitranado, del que sólo quedaban jirones, y se forró

íntegramente la vivienda, utilizándose el mismo varillaje para seguridad de la cobertura. Se

aplicaron dos manos de pintura asfáltica. El arrastre de tierra y pedregullo provocado por

Page 182: Los tiempos de la Antártida

181

el viento, que produce una intensa acción erosiva sobre los materiales, hizo prever trabajos

de mantenimiento anual. Para tener una medida de la violencia meteorológica en la zona,

puede recordarse que en la campaña 1985–1986 hubo un temporal de veinte días que

registró vientos de más de doscientos kilómetros horarios.

b) Los vientos de cáñamo que sostenían en sus cuatro esquinas la construcción, habían

desaparecido. Como se había eliminado el hielo interior que sostuvo la estructura de la

cabaña, se instaló un cableado de acero, con cuatro muertos o fundaciones de hormigón,

vinculados interiormente, tal como lo habían estado los cáñamos originales.

c) La meseta en la que se encuentra la cabaña afecta la forma de un bote invertido. Su

superficie se ve disminuida año a año en razón de los factores meteorológicos y el tránsito

del hombre, por lo que se iniciaron los trabajos de consolidación

d) En todas las campañas se realizan distintas expediciones de búsqueda en la zona, en

razón de que los movimientos de tierra, así como el deshielo, suelen dejar al descubierto

objetos de interés museológico.

En la parte interna de la vivienda estos fueron los principales trabajos:

a) Se prolijaron los restos de cobertura interior.

b) Se restauró el camarote noreste, utilizando maderas originales en la reconstrucción de

las cuchetas y el escritorio.

c) En los dos camarotes restantes se iniciaron los trabajos para reinstalar las cuchetas y

escritorios.

d) Se desarmó y rearmó la salamandra. Un hecho menudo produjo un momento de

emoción entre los integrantes del grupo de trabajo: al limpiar el cenicero se advirtió, por el

fuerte olor, la presencia de grasa de foca, combustible que los expedicionarios suecos

debieron utilizar en la segunda invernada, por la escasez de carbón de piedra.

Page 183: Los tiempos de la Antártida

182

e) Se iniciaron los trabajos de restauración de las aberturas, reuniendo varillajes originales

con vista a rearmar las ventanas y reponer las puertas destruidas. Se restauró e instaló la

ventana principal del sitio de estar.

f) Se instaló cartelería con indicaciones para los visitantes, pidiendo que dejen una nota en

el libro de visitas.

Posteriormente a las tareas relatadas, hubo hallazgos en Cerro Nevado, relacionados

siempre con la ya mencionada expedición sueca: restos de una barca utilizada por los

suecos, según relatos del jefe expedicionario y también de José María Sobral. El hallazgo

fortuito fue hecho por un grupo de Ciencias de la Tierra que trabajaba en la zona durante

la campaña 1997–1998. En la campaña de verano 1999–2000, la baja marea dejó al

descubierto parcialmente una tablazón en las proximidades de una elevación que ha dado

en llamarse el Mirador de los Suecos; realizada la excavación, se hallaron los restos de la

parte superior de una cocina del tipo ‘económica’.

Las tareas en la Bahía Esperanza

En la bahía Esperanza las tareas consistieron en la restauración del monumento N°

39, la choza de piedra construida por un grupo de la Expedición Sueca al Polo Sur en enero

de 1903. Con la referencia de las fotografías tomadas por Santiago M. Comerci y Vicente

Palermo durante la campaña antártica 1978–1979, programó Capdevila durante el invierno

de 1993 las tareas para la restauración del monumento. De ese modo, el 14 de octubre de

1993 la comisión de trabajo del programa Museoantar arribó a la bahía hallando la

siguiente situación:

1.- La zona cubierta por nieve de hasta 2 m de espesor;

2.- El interior del habitáculo tenía nieve hasta la altura del techo;

Page 184: Los tiempos de la Antártida

183

3.- El acceso y su muro protector estaban cubiertos de nieve;

4.- El techo de lona colocado durante la campaña anterior estaba rizado como

consecuencia de dos factores: a) Dos de los parantes que sostenían la lona tensada fueron

retirados en un caso, y roto un tercero. De este último, la parte superior estaba pendulante

del armazón de hierro. La falta de los parantes permitió que la misma gualdrapeara

libremente al son del viento. Los parantes habían sido retirados del interior de la choza y

arrojados fuera de ella; b) Los fuertes vientos que en el mes último superaron los 250 km

horarios hicieron el resto.

Las tareas programadas fueron las siguientes:

1.- Reconocimiento del estado del relicto.

2.- Análisis de los daños sufridos por el techo.

3.- Demarcación de las partes restauradas conforme la metodología de

anastilosis.

4.- Implantación de un cerco de protección visual.

5.- Modificación de la protección de acceso conforme a las medidas originales.

6.- Restauración del baño y depósito de víveres de acuerdo con la información

disponible.

7.- Limpieza superficial del área y demarcación de cribado para situación de

elementos museológicos (proyecto de excavación).

8.- Experimentación del uso de resina poliéster con control de proporciones,

tiempo y condición meteorológica.

La limpieza de nieve en el área se hizo hasta donde lo permitió el pie de hielo. La

experiencia realizada con la instalación de un techo de lona similar al usado

originariamente por los suecos permitió deducir lo siguiente:

Page 185: Los tiempos de la Antártida

184

a) La instalación en las condiciones en que se realizó la experiencia puede tener alguna

permanencia por un período de tiempo prolongado, tanto en cuanto se mantenga la

estructura de sostén, o bien el monumento sea cubierto con una estructura de resguardo,

lo que permitiría retirar el cribado. En el caso en examen, el retiro de los parantes que

tensaban la lona tuvo un efecto desastroso, ya que expuso el material al castigo de los

vientos, por lo que se deben tomar recaudos para que el hecho, provocado

intencionalmente por el hombre, no se repita;

b) La aplicación de la resina poliéster ha probado buena resistencia a la meteorología

extrema de la zona, de manera que, si se logra el respeto por el trabajo en la forma en que

lo deja instalado este equipo y se aplica adecuadamente su técnica, será factible conservar

el monumento como lo habían dejado los suecos en 1903.

Comenzando los trabajos de restauración, se reestructuraron los muros

reconstruyéndolos hasta su altura original; se utilizaron lajas caídas en la zona aledaña y y

se reemplazaron las faltantes con lajas procedentes de las canteras próximas. Este tipo de

tarea —según la técnica de anastilosis—, obliga a respetar y diferenciar la estructura

original de la restauración, por lo cual, en la primera etapa, se dejó marcado el nivel de lo

construido mediante la colocación de un alambre que delimitaba las partes en todo el

contorno. Para permitir su adecuada visualización, en esta campaña se marcaron con un

círculo de 3 cm de diámetro y de color rojo todas las piedras incorporadas para llegar al

nivel original.

Las condiciones del terreno y la meteorología adversa impidieron la colocación de las

columnas de hormigón llevadas desde Buenos Aires para construir un cerco visual y físico

de protección del monumento. Éstas tenían como propósito formar un resguardo que

impidiera el tránsito de personas por el interior del relicto, además de colocar estacas para

marcar el sitio donde se situaron las columnas, ya que el hielo impidió hacer las

Page 186: Los tiempos de la Antártida

185

fundaciones. La base Marambio proveyó 27 metros de soga de cáñamo de una pulgada de

espesor para unir los aros de metal que coronan las columnas, las que se apilaron en el

acceso de la vivienda, acondicionando el cáñamo en un cajón. La tarea de instalación

quedó así preparada para la siguiente campaña de verano.

Al iniciar las tareas de restauración en 1992, el acceso que formaba una suerte de

protección a la entrada de la choza estaba derrumbado y las piedras que lo constituyeron

se hallaban amontonadas junto a ella, por lo que en aquella oportunidad se procedió a

ordenarlas y apilarlas sobre la base de las que habían conformado una suerte de cimiento,

el que se distinguía claramente a nivel del suelo. Con fundamento en la documentación

gráfica existente, se les dio la conformación y alturas correctas.

En orden al citado paredón de acceso, se determinaron las oquedades

correspondientes al sitio utilizado por los suecos como baño y el correspondiente a un

cajón empotrado en el cerco que fuera utilizado como almacén de víveres. Se

aprovecharon algunas maderas que se encontraron en las proximidades de la estación

británica que se incendiara en la década del 40 y que, por su aspecto, se prestaban para la

labor, y se construyó un símil ciego, que se instaló en el sitio correspondiente.

Hasta la segunda semana de estadía, la meteorología no permitió realizar una

limpieza del terreno conforme a lo planificado. Se sucedieron días de sol, nevadas, bajas y

altas temperaturas, por lo que la tarea se postergó hasta que mejoró la meteorología. En el

interior de la vivienda, único sitio de interés para un relevamiento museológico, un grueso

pie de hielo impidió planificar la tarea de búsqueda, la que se difirió para la campaña de

enero de 1994.

Page 187: Los tiempos de la Antártida

186

Capitulo XI

MISCELÁNEAS

El yeti de Thule. La primera ocupación de las islas Sándwich del Sur y una festiva

anécdota

El 14 de diciembre de 1955, la Armada Argentina desembarcó en la isla Morrell, del

Grupo Thule del Sur a los tres primeros ocupantes, quienes permanecieron por tiempo

prolongado en el archipiélago de las islas Sándwich del Sur.

Esta operación respondía a la política vigente de ocupación y ejercicio de la

soberanía en la Antártida Argentina, vigente desde 1903, año en que la corbeta Uruguay

asombró al mundo con el conocido rescate de la expedición sueca de Otto Nordenskjöld, al

hundirse su buque polar Antarctic.

El rompehielos General San Martín transportó los materiales y el personal del

refugio Thule. El año anterior, al regresar de la primera penetración que efectuara al mar

de Weddell este buque, recaló en el grupo Sándwich y, luego de desarrollar relevamientos

y trabajos, procedió a instalar el refugio, que un año más tarde permitiría la primera

ocupación formal y reconocida.

El refugio se llamó Teniente Esquivel y fue construido a bordo y en navegación. Esta

curiosa manera de fabricar el refugio, que normalmente se transportaba desarmado desde

Buenos Aires, se debió a que la decisión de instalarlo fue adoptada a bordo (luego del

Page 188: Los tiempos de la Antártida

187

reconocimiento antes citado) por el entonces comandante de la Agrupación Naval

Antártica, capitán de navío Alicio E. Ogara.

La instalación se completó el 26 de enero de 1955, conjuntamente con la baliza

Gobernación Marítima de Tierra del Fuego. Como es habitual en estos casos, se dejaron

víveres para la eventualidad de que alguien pudiese necesitarlos. No se omitieron los

símbolos patrios –escudo y bandera argentinos– que acreditaban la nacionalidad de la

nueva instalación subantártica.

Fue durante esos días, mientras se cumplían estas tareas, que un ingeniero naval

alemán que actuaba como garantía del astillero que recientemente había entregado el

rompehielos a la Argentina, creyó ver un extraño ejemplar en la costa, a unos cientos de

metros de donde tenían lugar los trabajos.

Este acontecimiento se produjo en uno de los tantos viajes de la lancha “doble

carroza” a tierra. Al regresar a bordo, el guardiamarina Ricardo Hermelo, patrón de la

lancha, dio parte del asombro que denotaba el alemán, quien manifestaba haber

observado un extraño ejemplar; se le pidió que lo dibujara y como resultado, quedó la

incógnita de no saber bien lo que había divisado, a unos cien metros de la costa y en una

mañana fría y sin sol; sólo él había avistado el extraño ejemplar. Los comentarios de a

bordo quedaron flotando en el ambiente durante unos cuantos días y se le dio en llamar

“el yeti de Thule”.

Un año más tarde, en la campaña antártica 1955–1956, se decidió ocupar por tres

meses el refugio Thule, como se lo conocía en ese entonces, y se designó al mismo

Hermelo para que ejerciese la jefatura, contando con los señores José M. Ahumada y

Miguel Villafañe como integrantes de la primera dotación.

Estos dos últimos eran miembros del Radio Club Argentino, que, conjuntamente con

la Armada, patrocinaba la expedición de esos radioaficionados, cuya tarea consistía en

Page 189: Los tiempos de la Antártida

188

efectuar transmisiones “desde un nuevo país”, según las regulaciones internacionales de

las comunicaciones de “DX” (de larga distancia).

Como parte de la misión asignada a los ocupantes, figuraba la de efectuar

observaciones meteorológicas, glaciológicas y oceanográficas y, en particular, la instalación

de un mareógrafo y un abrigo meteorológico con el instrumental de observaciones.

Durante el viaje hacia Thule, fueron constantes las bromas y chanzas con el “yeti”,

que se les hacía a quienes se enfrentarían en ese lugar. La mayoría lo hacía con la

convicción que se trataba de un caso sin credibilidad, pero otros no estaban tan

convencidos.

Fue así como el 14 de diciembre de 1955, luego de completar en varios viajes de

lanchas el transporte de todo el material necesario (antenas, equipos y víveres) la dotación

quedó sola en tierra, mientras el rompehielos se alejaba hacia el sur, para iniciar su

segunda penetración al Weddell y reabastecer la base adelantada Belgrano.

Antes de zarpar, el suboficial Ferrari (que había construido el refugio) adosó una

pequeña “habitación” para que pudiese alojar a un tercer hombre, ya que el refugio

disponía de sólo dos cuchetas.

La primera tarea fue la de calafatear, con estopa y tenedor en mano, las

innumerables rendijas del refugio. Las dos estufas a gota de kerosene, más la lámpara y la

cocina a presión, no resultaban suficientes para elevar la temperatura en el pequeño

interior. Tanto era el frío, que se pasaba la noche dentro de los sacos de dormir de plumón

duvet, casi completamente vestidos, con ropa de lana y medias antárticas. Las botas, que

se untaban con grasa de foca, no llegaban a permitir que los pies se calentaran. Pero el

ingenio y la dedicación triunfaron y los chifletes de las hendijas se fueron desvaneciendo;

sólo quedó la gran ranura de la puerta, difícil de obstruir.

Page 190: Los tiempos de la Antártida

189

En los comienzos, para mejorar las condiciones de habitabilidad se erigió una carpa

con piso de madera y palo central con vientos anclados. Desde allí se trabajaba con las

comunicaciones, pero los fuertes temporales terminaron por destrozarla y el transreceptor

se instaló a los pies de Villafañe, quien dormía en la pequeña piecita con las piernas

encogidas, mientras Ahumada o Hermelo efectuaban comunicados de DX (larga distancia).

El resultado fue que, al término de la permanencia, se habían completado más de mil

quinientos comunicados en las bandas de radioaficionados, además de las comunicaciones

diarias y periódicas con el rompehielos General San Martín y las estaciones del servicio

naval móvil marítimo de la Antártida y el continente.

El día se ocupaba, además, con tareas que no eran menores en cuanto a su

importancia; sin desmedro de las observaciones meteorológicas y de marea, se efectuaban

reconocimientos y se registraban los datos de flora y fauna que habían planificado el

Servicio de Hidrografía Naval y el Instituto Antártico Argentino.

El tiempo fue transcurriendo sin prisa pero sin pausa, ciertas veces más rápidamente

pero otras lentamente en función de que las actividades no eran muy atractivas (la cocina,

el agua, etc.). Cierto día, Ahumada había salido a efectuar una patrulla de rutina y, de

repente, regresó corriendo al campamento con el rostro desencajado: ¡había visto al yeti!

El guardiamarina Hermelo dudaba de la existencia del yeti pero, como había

participado el año anterior del incidente del ingeniero alemán, se dirigió en compañía de

Villafañe y Ahumada, pistola COLT 45 en mano, al lugar de la aparición, distante unos dos

kilómetros. El terreno era sinuoso y con piedras volcánicas de diverso tamaño. La isla de

por sí era un volcán. Luego de unos veinte minutos de marcha, Ahumada reconoció el

lugar, sin poder divisar al extraño intruso. Sólo se veían perezosas focas y leopardos

marinos, más unos pocos elefantes, que se entretenían en el lugar, en el extremo

Page 191: Los tiempos de la Antártida

190

meridional de la isla, sobre la bahía Ferguson. El crepúsculo, que dura casi toda la noche,

dificultó la búsqueda y, luego de dos horas, regresaron al campamento.

Desde ese día, Hermelo estableció una patrulla diaria hasta el mismo lugar, que era

cumplida por turno por un solo integrante, mientras los dos restantes quedaban a la orden

cumpliendo tareas, pero con la consigna de acudir al lugar si el hombre de patrulla no

regresaba luego de un tiempo prudencial. No tenían miedo pero sí expectativas; cuando se

es joven, la aventura es un accidente.

Una semana más tarde, la táctica dio el resultado que se esperaba: nuevamente el

mismo Ahumada regresó corriendo, casi sin aliento, con el convencimiento de haberse

topado de repente con el monstruo; agregaba además que, cuando se quedó mirándolo,

se le había venido encima, cosa que no era normal en la fauna de cierta semejanza. Se

repitió el alistamiento presuroso con la pistola Colt, único armamento disponible, y la casi

carrera de los tres hasta el lugar, actuando Ahumada como guía. Pero esta vez el trío se

encontró con el animal.

Se aproximaron hasta unos cinco metros y fue allí cuando Hermelo, al ver que el

ejemplar desconocido mostraba sus colmillos y, erguido, buscaba el acercamiento con una

agilidad poco común, empezó a computar con las fracciones de microsegundos que se

aceleran a cada instante y que definen los momentos de peligro; sin dudar más que un

instante, comenzó a disparar sin interrupción el cargador completo de ocho tiros de su

pistola. Al tercer o cuarto disparo, el animal de más de 2,30 metros de altura se detuvo y

lentamente se desplomó.

Yacente en tierra, la bestia fue analizada por quienes ignoraban de qué se trataba;

les llamó la atención la piel, de pelo corto y una tonalidad negra y ligeramente plateada.

Pero si bien existían diferencias con las focas conocidas, le encontraron semejanzas con

Page 192: Los tiempos de la Antártida

191

esa especie, salvo en la cabeza y en las extremidades. Se decidió que había que cuerearlo y

así se hizo.

Los restos quedaron en el lugar y el cuerpo se clavó sobre una pared exterior de la

casilla, para despojarlo de la grasa que aún quedaba. El jefe del refugio informó el hecho a

su buque de apoyo, el San Martín, y las cosas quedaron así hasta que, días más tarde, la

dotación fue evacuada de urgencia por haber entrado en erupción una isla vecina.

Dos científicos de a bordo pidieron y recogieron los restos del yeti y, durante varios

días, trataron de identificar el ejemplar. Al cabo de una semana, uno de los especialistas en

biología lo logró. Era de una foca peletera, especie extinguida a principios de siglo por la

continua persecución en razón de su fina piel. Además, se trataba de la cuarta especie de

focas, de la que no existía en nuestros museos ningún ejemplar.

Quedaría inconclusa esta pequeña historia si no se describiera el regreso de

Hermelo, Ahumada y Villafañe al San Martín. La toldilla y parte de la cubierta de vuelo

estaban ocupadas por quienes querían verlos. Había gran curiosidad pero, al poco rato,

quienes regresaban fueron obligados a tirar al mar toda la ropa del equipo antártico,

porque tenían el hedor de los pingüinos, con quienes habían convivido y se habían

acostumbrado. La experiencia fue realmente hermosa; permitió valorar estrechamente lo

que representa vivir en un mundo civilizado, donde no se presta atención a lo que significa

encender y disponer de luz, accionar una canilla y ver que el agua fluye alegremente,

penetrar en una casa y encontrarse en un ambiente confortable, en fin, una serie de

realidades que son parte del mundo actual y que, por cotidianas, pasan realmente

desapercibidas.

El romance de los pingüinos

Page 193: Los tiempos de la Antártida

192

Dice Emilio Díaz en “Relatos antárticos” (Losada, 1958, pp.187/89):

“Diciembre es el mes en que fructifica el romance de los pingüinos. El

amor entre ellos, tan protocolares con sus fracs negros y sus pecheras blancas,

tiene dos aspectos importantes siempre presentes: la llegada del verano y el

concepto que las pingüinas comparten con sus hermanas de sexo del género

humano, concepto que puede resumirse así: el novio (o el marido, o el amante)

resulta mas agradable si regala alhajas caras.

“Al alargarse los días intensamente luminosos de la primavera antártica, a

medida que el hielo del mar se va rompiendo y que las rocas de la costa se

desnudan gradualmente de nieve, los pingüinos regresan al Sur y trepan la

tierra. Han pescado mucho en su viaje y se sienten gordos y fuertes. Con ojos

curiosos, contemplan el dibujo familiar de la bahía, el mar azul sembrado de

trozos de hielo grandes y pequeños, las laderas blancas de las montañas, los

glaciares resquebrajados, los picos recortados en el cielo límpido con su mancha

deslumbrante del sol.

“A su llegada, los machos, que no logran explicárselo, comienzan a

descubrir encantos desconocidos en las pingüinas, encantos que no notaban

pocas semanas antes, cuando pescaban en el mar, subían a algún trozo de hielo

huyendo de algún enemigo o simplemente buscaban descanso.

“Se sienten atraídos por un impulso extraño e incontrolable. Se ven

realmente bien, su plumaje está lustroso, pleno de vigor; las carreras en

seguimiento de los peces son más fáciles y placenteras. Junto a ellos hay unas

hembras que no los desdeñan como en los meses pasados.

Page 194: Los tiempos de la Antártida

193

“Pronto el macho encuentra una pingüina que realmente le gusta y en su

cerebro surge un interrogante que, humanizado, podríamos traducir por “¿cómo

conquistarla?”. Una fuerza ancestral lo lleva a pavonearse ante el motivo de sus

desvelos. La pingüina lo mira con cierta indiferencia aunque procurando no

descorazonarlo por completo. Se trata de una señorita de buena familia que ha

recibido una educación muy completa y que no va a acceder al primer partido

que se le presente.

“Si la pingüina es bien parecida (que de esos detalles se darán cuenta los

pingüinos), es posible que algún otro admirador, o tal vez varios, entren en

competencia por sus favores. Ella se mantiene algo distante pero benévola, pues

tanto daño hace aparecer excesivamente lejana como demasiado apurada (de

todas maneras se apurará si, al avanzar la estación, no ha sido objeto de

atenciones).

“Al cabo de cierto tiempo, llega el momento de la decisión. Cada

pretendiente se decide a demostrar a esa pingüina apetecible y esquiva, no solo

su buen gusto sino la profundidad de su amor. Selecciona de las proximidades

unas piedritas de colores vivos y las lleva a su amada. La solicitada, con mirada

conocedora, juzga el obsequio y al que se lo trae; si la pingüina se sienta sobre el

regalo significa que da el sí a su cortejante y que, en esa temporada, formará

pareja con él; tendrá hijos inteligentes y hermosos como sus padres.

“Los otros, los rechazados, suelen aceptar, si no de buen grado por lo

menos con resignación, tal definición de la bella. Si esto no ocurre así y alguno

osara recurrir a la última ratio o sea a la violencia, en procura de sus anhelos,

unos fuertes aletazos del vencedor y la acción de su pico vigoroso defenderá el

derecho instituido por la hembra.

Page 195: Los tiempos de la Antártida

194

“Cuanto más vivos son los colores de la piedrecilla, tanto más probable

que la pingüina se decida por ella y por quien se la trae (también nuestras

amigas del sexo débil suelen preferir los brillantes). Luego vienen las dulzuras de

la luna de miel, el nido hecho de piedras, la espera y las atenciones y ternuras

recíprocas, el nacimiento de los polluelos y la crianza.

“Cuando el plumón se cambia en plumas, la madre lleva a sus hijos al mar

y comienza la educación para la vida; incita a los infantes a arrojarse al agua

helada. Si, pasado un período prudencial, el joven se muestra remiso, ella misma

lo empuja, acudiendo a un procedimiento de convicción viejo como el mundo: `lo

haces por las buenas o las malas´.

“Al terminar enero, los nidos están desiertos y en las aguas de la bahía los

pingüinos retozan y pescan. El interés reciproco de los sexos está dormido, pero

reaparecerá, pujante, al promediar la siguiente primavera.

“Los pingüinos emperadores, los aristócratas de la especie, altos y

elegantes, son de corta progenie; ponen un solo huevo por estación. Para ellos

no reza el asunto de la piedrita; viven en el más lejano Sur, sobre el hielo, y

tienen sus hijos cuando la oscuridad del riguroso invierno ha cedido ante el

pálido sol de primavera. Para empollar, colocan el huevo sobre el dorso de los

dedos de sus patas, aislándolo así del contacto del hielo.

“Dan a sus niños una educación esmerada y organizan lo que, en nuestro

equivalente humano, podríamos llamar colegios. En la barrera de hielos del

fondo del mar de Weddell, existe una “institución” de esta índole. Promediaba

enero; en las partes altas se encontraban los padres, en la zona donde el hielo

descendía suavemente hasta el nivel del mar centenares de polluelos reposaban

bajo la mirada vigilante de ocho nurses.

Page 196: Los tiempos de la Antártida

195

“Nos vieron al principio con indiferencia, pero cuando nos acercamos a

distancia que ellos juzgaron peligrosa, las ocho nurses dispusieron la retirada de

los pichones y, en larga fila, ordenadamente, los hicieron marchar hacia las

alturas en que se encontraba el resto de la colonia.

“Y entonces nos quedamos pensando si no nos equivocamos al suponer

que Anatole France exageraba demasiado cuando escribió La isla de los

pingüinos.”

Hasta aquí el relato del capitán Emilio Díaz y ahora lo que nosotros hemos visto:

Cuando llega la hora del “almuerzo”, los adultos, todos, machos y hembras, se van al mar,

no sólo a alimentarse, sino también a llenarse el buche para después volver y alimentar a

sus crías. Cuando el pichón requiere a su progenitor con insistencia, entonces éste abre la

boca y el pequeño introduce su cabeza adentro, produciéndose un reflejo por el cual el

adulto regurgita el alimento. Bien, pero cuando los progenitores se van al mar, dejan a sus

“bebés” al cuidado de varios adultos que se estacionan como guardianes alrededor de los

pichones, y sucede, igual que en los humanos, que algún pichón travieso se sale de la

formación y pretende iniciar una experiencia por su cuenta, entones el “guardián” que está

más cerca lo corre y lo vuelve a aletazos a su lugar. ¡Qué ejemplo para muchos

progenitores humanos!

¡Con el corazón mirando al Sur!

Leemos en LA NACIÓN del 6 de enero de 1994, p.6, sección 3: “El anciano de los

hielos”:

Page 197: Los tiempos de la Antártida

196

“A los 88, Norman Vaughan, norteamericano intrépido, no se da por

vencido. En 1929 integró la primera expedición al Polo Sur, comandada por su

connacional Richard Byrd, y desde entonces no ha pensado en otra cosa que en

volver a remontar un monte antártico de tres mil metros bautizado —aquella

vez— con su nombre.

“Pero los años se escurrieron como arena entre los dedos. A

principios del 93, Vaughan se impuso la obligación de no quedarse con las ganas

y estimuló a algunos empresarios amigos para que financiaran el nuevo raid.

Obtuvo contribuciones y, a la par, algunos gestos de incredulidad: para un

octogenario avanzado, artrítico incurable, el viaje debía considerarse una loca

osadía.

“Desde luego, esos mecenas tenían pocas referencias de su

indomable temeridad. Las agencias noticiosas internacionales señalan que el

veterano explorador se encuentra en Punta Arenas, Chile, a la espera de

mejores condiciones climáticas para abordar el continente helado.

“No lo arredra el hecho de que un avión que transportaba parte de

su equipo y una veintena de perros capotara días atrás en la base antártica

Patriot Hills; no hubo víctimas personales, pero se perdieron cuatro perros y

muchos pertrechos resultaron inutilizables.

“La travesía de Vaughan será la última con participación de perros,

en ese territorio, ya que el protocolo del Tratado Antártico (suscripto en Madrid

en 1991) prohíbe a partir de abril el ingreso de animales que no correspondan al

hábitat. “No importa, las dificultades están para ser vencidas”, acaba de

proclamar el venerable aventurero, quien encarará el asalto al monte Vaughan

Page 198: Los tiempos de la Antártida

197

con un escalador famoso y especialista en supervivencia, Vernon Tejas, y un

grupo de camarógrafos del National Geographic Magazine.”

Solidaridad antártica

Año 2000: Enero 31, hora 07.55; el rompehielos Almirante Irízar, operando al sur de

la isla Amberes del archipiélago de Palmer, al oeste de la península Antártica,

aproximadamente en los 64° Sur y 63° Oeste, recibe por Inmarsat (International Maritime

Satelite) un pedido de auxilio del buque Clipper Adventurer, que en viaje de turismo por la

Antártida, había arribado al estrecho Matha entre las islas Belgrano y Watkins, al oeste de

la península Antártica, donde había quedado bloqueado por los hielos en los 66°43’ Sur y

67°31’ Oeste, a cuatrocientos kilómetros de distancia del Almirante Irízar. A las 18.30 el

rompehielos argentino arriba a la zona de la emergencia. Tras un vuelo de reconocimiento

con un helicóptero tripulado por el comandante y un oficial del Irízar, evaluadas las

condiciones meteorológicas, el estado del hielo y la difícil posición del buque bloqueado,

se determinó la acción a seguir para liberar al Clipper Adventurer. En cinco horas de

navegación, abriendo un surco en el mar congelado, el rompehielos llegó hasta el Clipper,

comenzando la durísima tarea de romper el hielo alrededor del buque siniestrado y abrir

un espacio de agua a su alrededor, para poder cambiar la posición del buque con su proa

hacia el sur y ubicarlo en sentido contrario para poder remolcarlo luego hacia aguas libres,

operación que se inició a las 5:06 del 1° de febrero, y fue suspendida luego, para volver a

abrir un surco en el hielo que más adelante tornaba a cerrarse —según se comprobó por

un nuevo vuelo de reconocimiento glaciológico. A las 9:15 ambos buques lograron salir del

campo de hielo, alcanzando al fin aguas libres.

Page 199: Los tiempos de la Antártida

198

Año 1980, febrero 2, hora 22.48. El rompehielos Almirante Irízar navegaba por el

Weddell, rumbo a la estación científica Corbeta Uruguay. Atrás quedaba la base General

Belgrano II. En esas circunstancias, se recibe a bordo un requerimiento de la Radio Central

Buenos Aires, de la Armada, y de Radio Pacheco: cubrir un circuito con el buque polar

noruego Polarcirkel. Establecida la comunicación, el capitán de la nave extranjera informó

que tenía a bordo un accidentado en grave estado, con posibles heridas internas. Se

trataba del ingeniero Gerds Fuchs, miembro de un grupo científico alemán, que había

sufrido un accidente cuarenta millas al oeste de la base General Belgrano III. Según el

capitán noruego, únicamente el Almirante Irízar podría prestarle auxilio. De inmediato, el

comandante de la nave argentina ordenó invertir el rumbo a máxima velocidad para llegar

hasta el Polarcirkel, a unas 370 millas al SW en Lat. 77° 55’ Log. 46° 30’W.

El día 3 a las 20.30, en malas condiciones de visibilidad, se estableció contacto por

radar con la nave noruega, comenzando las maniobras para recibir el helicóptero que

arribó a la 1:30, con el enfermo y el médico de la expedición alemana. Rápidamente, el

hombre fue internado en la enfermería del buque, efectuándosele los correspondientes

análisis médicos. El diagnóstico fue “politraumatismo severo de hemiabdomen y miembros

inferiores derechos con estado de shock”. El día 5, según el informe médico, el paciente

evolucionaba favorablemente. Mientras tanto, el rompehielos navegaba en procura de la

estación científica Corbeta Uruguay. El día 16 arribó a Buenos Aires, donde personal de la

embajada de Alemania Federal recibió al accidentado.

Una vez más, la República Argentina había brindado su cooperación en una misión

humanitaria, en apoyo de científicos y navegantes de otras naciones, allá en el lejano Sur.

Ocuparía muchas páginas relatar aquí esa historia; basta simplemente señalar algunos

casos que vienen a nuestra memoria mientras redactamos esta nota.

Page 200: Los tiempos de la Antártida

199

Septiembre de 1971. En una difícil operación por las malas condiciones climáticas y

la necesidad de escalas en nuestra base Matienzo y en la estadounidense Palmer para

hacer combustible, el Porter 461 procedente de base Petrel, rescató a dos hombres

enfermos de la base británica Fósil Bluff, en los 71°20’ SW y 68°20’ W. La hazaña dio lugar

a un telegrama de felicitación de Sir Vivian Fuchs, director del British Antartic Survey, y a

una distinción otorgada por la reina Isabel a los autores del rescate.

Julio de 1968: también una base británica solicita socorro. En la dotación inglesa de

Islas Argentinas hay un enfermo grave. Un DC-4 de nuestra Marina acude desde Ushuaia,

con medicamentos para cinco meses de tratamiento. El enfermo es evacuado, pero al

despegar la máquina, el congelamiento del carburador por las bajas temperaturas, provoca

su precipitación sobre el hielo marino. Felizmente, no hubo víctimas; todos regresan a la

base británica, de donde el paciente será evacuado el 20 de agosto por el rompehielos

General San Martín que lo llevaría a Ushuaia, desde donde sería luego trasladado a Buenos

Aires. El 21 el buque en navegación recibía el siguiente mensaje: “Retransmito mensaje

London luz hache cuatro cero de director British Antartic Survey y CMM Sir Vivian Fuchs

que dice: “CLN ruego acepte nuestras sinceras gracias por el rescate del enfermo de

nuestra estación en Islas Argentinas PD una campaña invernal de esta naturaleza resulta

sin paralelo en la historia marítima antártica”.

Febrero de 1960: En cumplimiento de la Campaña Antártica 1959–1960, el

rompehielos General San Martín se dirigía a la bahía Margarita por el mar de

Bellingshaussen, para realizar el relevo del personal y el reaprovisionamiento de la base

General San Martín. El día 22 comenzó a soplar un viento noroeste a ciento cincuenta

Page 201: Los tiempos de la Antártida

200

kilómetros por hora. Los bandejones relativamente pequeños que rodeaban al buque se

convirtieron pronto en grandes extensiones de hielo presionado, que fueron oprimiendo el

casco lentamente, bajo los efectos de una gran tensión. Como consecuencia de que una

parte del campo de hielo se mantenía fija y otra se desplazaba a la velocidad de cuatro

kilómetros por hora bajo un fuerte viento de temporal, se había formado en la superficie

una peligrosa cisura, mientras grandes bandejones se amonticulaban, y algunos alcanzaban

hasta la cubierta de vuelo desgarrando lo que hallaban a su paso.

Mientras tanto, se realizaba intercambio de información por radio con los

integrantes de la expedición inglesa a bordo del Kista Dan, encerrado también por los

hielos, a unas cincuenta millas del General San Martín. Ante la dramática situación de

ambas naves, el rompehielos norteamericano Glacier se dirigía al lugar para prestar ayuda,

abriéndose paso con dificultad en el denso hielo que cubría el mar.

En tales circunstancias y sin poderse mover, se mantuvo el General San Martín hasta

el 5 de marzo, en que un cambio del viento le permitió navegar lentamente hacia el norte,

hasta hallar mar libre; zafó por sus propios medios, sin necesidad de ayuda. No obstante,

quedó demostrada la solidaridad antártica sin distinción de banderas.

Durante esa misma campaña 1959–1960, en oportunidad en que el buque noruego

Polarbjon solicitara ayuda por haber quedado atrapado entre los hielos antárticos, el

rompehielos General San Martín, que se encontraba en la zona, acudió en su auxilio y,

atravesando un espeso campo de hielo, abrió un canal por donde pudo salir la nave

socorrida hasta hallar aguas libres.

Julio de 1958: En el destacamento naval Decepción se recibió un radio de la estación

inglesa de caleta Balleneros de la isla Decepción, manifestando que un miembro de la base

inglesa Lockroy padecía apendicitis y no contaban en la base con antibióticos. Después de

Page 202: Los tiempos de la Antártida

201

varias consultas entre los facultativos del destacamento naval Almirante Brown y la base

de Islas Argentinas, el jefe del destacamento naval Almirante Brown, teniente de corbeta

Horacio Méndez, el médico Dr. Mario Yamazaki, y el radiotelegrafista Oscar Bammater, se

trasladaron a la base inglesa de puerto Lockroy.

Durante la travesía, que duró siete horas, y que fue llevada a cabo en un chinchorro

con motor fuera de borda, se debió sortear gran cantidad de témpanos y escombros de

hielo y una permanente lucha contra la corriente, contando siempre con el apoyo

meteorológico del destacamento naval Decepción y el radiotelegráfico de los

destacamentos navales Almirante Brown, Melchior y Decepción. Una vez arribados a

destino y sometido el enfermo al tratamiento con antibióticos, se produjo la mejoría

esperada.

Febrero de 1949: En el puerto Foster de la isla Decepción, estando anclados los

remolcadores hidrográficos Chiriguano y Sanavirón de la Armada argentina y el buque

inglés Sparrow, el médico de éste solicitó una consulta médica con los argentinos por un

tripulante accidentado de su buque. En consecuencia, el teniente de fragata médico

Roberto M. Amuchástegui, de los remolcadores, el teniente de fragata médico Lescano, del

Destacamento Naval (hoy base) Decepción, y el teniente de fragata médico Rafael de

Diego, del Pampa, se trasladaron inmediatamente al buque inglés, cuyo médico

diagnosticaba hemorragia interna por rotura de bazo al caer al agua el paciente y golpear

contra una embarcación menor, mientras que los argentinos opinaban que se trataba de

un estado de shock. Accediendo los argentinos al pedido de intervención quirúrgica del

médico inglés, insistente en su diagnóstico, se decidió la operación, improvisándose un

quirófano y preparándose el instrumental; el equipo médico quedó integrado de la

siguiente forma: teniente de fragata médico Amuchástegui, cirujano; teniente de navío

Page 203: Los tiempos de la Antártida

202

médico Lescano, ayudante cirujano; teniente de fragata médico De Diego, anestesiólogo, y

el Dr. Wood, médico inglés, transfusionista, por haber sido ésta su práctica durante la

Segunda Guerra Mundial, no habiendo jamás operado. Todos los preparativos se hicieron

con el paciente en estado plenamente consciente. Trasladáronse los argentinos al Pampa

en procura de algunos elementos no disponibles en el Sparrow, con la sorpresa, al regresar

a la nave inglesa, de encontrarse con el paciente en perfecto buen estado, con pulso

normal, buen color de la piel, afirmando sentirse bien y sin más dolores. Indudablemente,

había sido un estado de shock, por lo que se puso punto final a la vista de los preparativos

para la operación; también debe haber influido el diagnóstico tranquilizador de los

médicos argentinos.

Regresando a Europa el Sparrow, pasó por Mar del Plata el Dr. Wood, quien relató el

suceso a los periodistas con palabras de agradecimiento a los médicos argentinos.

1958, julio 9: En el Destacamento Naval Almirante Brown (hoy base Brown) se recibe

por conexión radioeléctrica un mensaje de la base inglesa de Islas Argentinas, informando

que el jefe de la base de puerto Lockroy, Sr. James Muirsmith, padecía un ataque

apendicular y solicitaba auxilio médico de la base argentina, ya que estaba más cerca de

Lockroy que la base de Islas Argentinas, y además por carecerse en Lockroy de los

fármacos necesarios. El jefe de la base argentina respondió que, por el momento, las

condiciones glaciológicas y meteorológicas impedían navegar a puerto Lockroy en un bote

de madera, único medio disponible en Brown, pero aseguraba el auxilio en cuanto las

condiciones lo permitieran. El 4 de agosto, al romperse el hielo de la bahía Paraíso, lugar

de la base Brown, su jefe aprovechó para probar la pequeña embarcación; navegó a la

cercana base chilena González Videla en procura de algunos elementos en préstamo, para

completar su equipo y regresar a su base, a la que se pudo arribar recién el 25 de agosto

Page 204: Los tiempos de la Antártida

203

por el estado del hielo en el mar. Persistiendo las pésimas condiciones glaciológicas y

meteorológicas, sólo el 19 de septiembre se pudo zarpar de Brown con el bote tripulado

por el jefe de la base teniente de corbeta Horacio Méndez, el médico Dr. Mario Yamazaki,

y el jefe de la estación radiotelegráfica, Sr. Oscar E. Bammater. Por el brazo norte del canal

Argentina, se navegó hasta el estrecho De Gerlache, y luego en dirección a la entrada del

canal Neumayer hasta el extremo norte de la isla Wiencke, arribando finalmente a la base

inglesa del puerto Lockroy después de soportar un temporal con vientos de hasta 55 km

por hora; el tiempo de navegación entre la base argentina y la inglesa fue de siete días.

Según el médico argentino, se imponía una intervención quirúrgica, pero, ante la

imposibilidad de practicarla allí, sometió al paciente a un tratamiento que lo mejoró y le

permitió esperar el arribo del buque inglés Shackleton. El 12 de octubre, los argentinos

emprendieron el regreso a su base, a la que llegaron después de cinco horas de

navegación, continuando el Dr. Yamazaki la atención del paciente por radio, hasta el arribo

del buque Shackleton. El médico inglés agradeció por vía radiotelefónica el apoyo

argentino, lamentando no poder hacer un reconocimiento oficial por parte de las

autoridades de su país por razones de índole política.

Noviembre de 1903: la corbeta Uruguay, al mando del capitán Julián Irízar, rescató a

los náufragos del Antarctic, de la Expedición Antártica Sueca del Dr. Otto Nordenskjöld, en

las islas Cerro Nevado y Paulet en el mar de Weddell. El histórico suceso por haber sido ya

narrado, nos exime de mayor comentario.

Lo dicho no agota, por supuesto, el largo y emotivo anecdotario de la ayuda

argentina a extranjeros en el confín austral, siguiendo el ejemplo heredado de aquellos

compatriotas que, ubicados en las puertas mismas del Antártico, auxiliaban a tantas naves

de diversas banderas. Así, por ejemplo, don Luis Piedra Buena en 1873 con su Luisito,

Page 205: Los tiempos de la Antártida

204

recogió a seis náufragos del bergantín Eagle y los condujo a Punta Arenas. El capitán

extranjero, emocionado y de rodillas, rogó a su salvador que le permita besarle las manos.

Al año siguiente, con el mismo Luisito, Luis Piedra Buena recogió en bahía Falsa, Tierra del

Fuego, a veintiún náufragos del bergantín alemán Doctor Hansen, lo que motiva un

expresivo agradecimiento de la legación alemana en Buenos Aires. El 5 de octubre de

1877, nuestro marino auxilió y salvó a veintidós náufragos de la nave inglesa incendiada

Anna Richmond, y en 1881 repitió la acción al naufragar en Quequén la ballenera Anita;

rescató a la tripulación, reparó la nave y la botó al agua.

Don Luis Vernet, comandante civil y militar de nuestras islas Malvinas en 1829,

recordaba en un documento que se conserva en el Archivo General de la Nación, el

salvataje de la goleta inglesa Hope, naufragada en las costas de las Georgias del Sur, de la

goleta estadounidense Belville, en cercanías de Tierra del Fuego, de la ballenera Nouvelle

Betsie y del cúter inglés Sively. Y dice Vernet: “Las tripulaciones de todos estos buques,

deben quizás su existencia a mi establecimiento o al menos le deben el pronto alivio de

horribles padecimientos.” ¡Esta es la colonia que destruyó el comandante Duncan!

Primera misa católica en la Antártida

La historia de nuestro Observatorio Meteorológico y Magnético de la isla Laurie, de

las Orcadas del sur, registra en sus anales un suceso de gran significación, como es la

llegada de la Iglesia Católica a la Antártida, llevando hasta ese apartado y helado rincón de

la tierra la Palabra de Dios, que había difundido ya por todo el orbe; sólo restaba la región

de los hielos eternos del Sur, y allá llegó por iniciativa de un sacerdote jesuita y con la

ayuda de los argentinos. Era ese sacerdote el padre Felipe Lérida, que aprovechó el viaje

Page 206: Los tiempos de la Antártida

205

de 1946 por el relevo de la dotación de Orcadas, para materializar su idea de oficiar la

santa misa, erigir una cruz y colocar una imagen de la Virgen de Luján en el Observatorio,

como manifiesto de la Fé católica en el lugar.

El 15 de febrero de 1946 el transporte Chaco, veterano de la derrota a las Orcadas

desde 1925, en la que se venía alternando con el Pampa desde 1939, zarpó del puerto de

Buenos Aires al mando del capitán de corbeta Manuel A. Ruiz Moreno, con la rutinaria

misión de reaprovisionar el Observatorio y llevar a la comisión de relevo para ese año; a

bordo iba también el padre Lérida, para cumplir su misión espiritual.

El 17 de febrero el Chaco cruzó la convergencia antártica y el 19 se avistó tierra;

tomó fondeadero el buque ese mismo día en la bahía Uruguay, frente al glaciar Ramsay.

Inmediatamente comenzó la dura tarea de descargar en aquellas latitudes provisiones y

materiales, mientras un grupo de hombres, miembros del Observatorio y tripulantes del

buque, encaraba el trabajo de fijar frente a la bahía Uruguay una cruz de madera de

lapacho de ocho metros de altura, que había llevado el sacerdote, en cuyo travesaño tenía

grabada esta frase del salmo 71 de la Biblia: “Dominaré hasta el último extremo de la

tierra”; a su pie se colocó una placa de bronce con la leyenda: “República Argentina. A

Jesucristo Salvador del Mundo, Cruz de homenaje, erigida y bendecida por el P. Felipe

Lérida, por delegación de Su Eminencia Cardenal S. L. Copello, ante las comisiones de las

Orcadas, 1945. Febrero 1946. Salva tu alma.”

A partir de las 18.00, se procedió a la bendición del nuevo edificio del Observatorio y

de la cruz, junto a la cual el sacerdote rezó una oración, explicando luego a los presentes el

misterio de la redención y el significado del acontecimiento que estaban protagonizando.

Concluida la sencilla ceremonia, el padre Lérida, acompañado siempre por los miembros

entrantes y salientes del Observatorio y los marinos presentes en tierra, se dirigió al

Page 207: Los tiempos de la Antártida

206

pequeño cementerio de la isla Laurie, para rezar un responso por las almas de los fallecidos

en el lugar.

Finalmente, en la sala de estar y en el comedor del Observatorio, se instaló el altar

portátil, compañero de viaje del P. Lérida por los mares del mundo, y allí con la

colaboración de uno de los miembros de la comisión meteorológica, el religioso ofició la

primera misa en la Antártida, a la cero hora del 20 de febrero de 1946, según quedó

registrado en el informe elevado a la superioridad naval por el comandante de el Chaco. El

prefecto principal Ricardo F. de León describió así el histórico suceso en una nota titulada

“Tres Misas”, publicada en la Revista del Círculo de Oficiales de la Prefectura General

Marítima:

“¡Estrella del Mar! Allá lejos, al amparo de las montañas cubiertas de nieves

eternas, en medio del imponente paisaje helado, en instantes que el silencio era

roto solo por la voz del sacerdote, y la nota de color la ponía el sagrado pabellón

de la patria, emplazado a la derecha del altar, esos hombres fuertes que luchan

frente a frente con el mar y las tempestades crueles de esas latitudes, se

inclinaron una vez más ante Vos, en una demostración de honda religiosidad, y

ferviente devoción, porque sabes que desde el empíreo presides y proteges las

faenas rudas y peligrosas del mar.”

Desde Orcadas, el religioso envió telegramas a Roma y al otro confín helado del

globo, Alaska, donde otro jesuita, el padre Segundo Llorente, se hallaba misionando. Al

santo padre le decía:

“Santísimo Padre Pío XII. Ciudad Vaticano. Celebrada primera misa, erigida cruz,

establecido culto Virgen María, Continente Antártico, Islas Orcadas, República

Argentina Solícita bendición. Padre Lérida. Jesuita, Buenos Aires.”

Page 208: Los tiempos de la Antártida

207

Así terminó la inusual e histórica jornada en la isla Laurie del 19 al 20 de febrero de

1946, festejada por último con un brindis de champán.

El perro polar

Sobre este tema nos ilustra el capitán Emilio Díaz en “Relatos antárticos” (Losada,

1958, pp. 41/42):

“El perro polar es un animal inteligente y emotivo. Presenta,

como los seres humanos, virtudes y defectos. Nuestros destacamentos del

Ejército y del Instituto Antártico Argentino tienen amplia experiencia al respecto

y han hecho observaciones muy interesantes. Existe el perro haragán, que unido

al trineo simula tirar mientras que en realidad deja a los demás el esfuerzo de

arrastrar el vehículo. Sus compañeros pronto lo identifican y es blanco de las

antipatías y de algún mordisco. Vigila al hombre que conduce el trineo y, cuando

es sorprendido en falta, comienza a hacer fuerza, para abandonar luego su

trabajo cuando se cree no observado.

“Hay perros que son taimados; los hay alegres, valientes, cobardes, camorristas,

inteligentes y torpes. Entre ellos se conocen y establecen una jerarquía

perfectamente visible; ninguno discute al perro jefe de trailla su derecho a

conducir ni a comer antes que los demás.

“El peso y tamaño de los animales depende del sexo y de la raza. Una hembra

pesa unos 22 kilos, un macho de Alaska puede alcanzar los 42. Son resistentes al

frío y duermen en la nieve con temperaturas de hasta 55º bajo cero. Las

distancias recorridas por un trineo en una jornada son en función del terreno y

Page 209: Los tiempos de la Antártida

208

no son raras las marchas de cuarenta kilómetros diarios, en las cuales cada

perro arrastra 55 kilos de carga total.”

El monumento al perro antártico; un sentido y justo homenaje

En la bahía Esperanza, cerca del histórico resto –la choza de los suecos– nos

sorprendió un monumento al perro antártico, el gran compañero y apoyo del hombre en

sus duras faenas del pasado en el desierto blanco, pasado que ha merecido

justificadamente el calificativo de “época heroica”, cuando la falta de medios y de

tecnología adecuada como la actual, imponían al hombre un serio esfuerzo y habilidad

para sortear peligros.

Un trineo sobre una pila de piedras compone el monumento que ostenta tres placas,

una de las cuales tiene grabado un texto lamentablemente anónimo que dice:

“Cerca de este punto yacen los restos de uno que poseyó belleza, sin vanidad, fuerza,

sin insolencia, valentía, sin ferocidad; todas las virtudes del hombre, sin sus vicios. Este

elogio, que sería una adulación sin significado si fuese escrito sobre cenizas humanas, es

simplemente un justo homenaje a la memoria de un perro.”

La choza de los suecos y ese monumento al perro son silenciosos pero elocuentes

testimonios de la llamada época heroica de la Antártida, y quedan en la bahía Esperanza

para memoria de las generaciones; por eso su restauración y conservación, como la de

Cerro Nevado y la de la isla Paulet, fueron incluidas en las previsiones del programa

Museoantar e iniciadas en 1980 en Cerro Nevado y continuadas en 1992 y 1995 en la bahía

Esperanza y en la isla Paulet, respectivamente.

Page 210: Los tiempos de la Antártida

209

Algo más sobre perros

Este suceso ocurrió durante una patrulla realizada por los hombres de la base San

Martín en la bahía Margarita, que había ido allí para reconocer el canal Presidente

Sarmiento, que separa la isla Alejandro I del continente; con trineos tirados por perros,

Gustavo Giró, Oscar Ramón Alfonso, Jorge Rodríguez y Carlos Carrión, desafiando la brava

naturaleza con sus temporales de viento y nieve, ascendieron a la isla Alejandro I,

realizaron las tareas geodésicas previstas y emprendieron el regreso.

Poco habían avanzado hacia el Norte, todavía sobre el glaciar y ya próximos al mar,

cuando cedió un puente de nieve sobre una ancha grieta y el trineo guía comenzó a caer

en el abismo. Se cortaron los arneses y Pimpollo, el perro guía, se perdió en el fondo de la

grieta. Una hábil maniobra de Ramón, que clavó la pala de freno y azuzó lateralmente al

resto de la jauría, impidió que ésta siguiera la misma suerte. Convenientemente atado,

Ramón se asomó al borde de la grieta; quince metros más abajo, Pimpollo nadaba en el

fondo de la grieta, formada en la parte flotante de la barrera de hielo. Fueron inútiles los

esfuerzos por enlazarlo. Pimpollo nadaba en la frígida piscina y su suerte estaba echada.

Ramón quiso bajar a rescatarlo, pero con buen criterio, Gustavo le negó la autorización. El

riesgo implícito era perder, además del perro, al hombre. Y allí quedó Pimpollo, mientras

los trineos de la expedición continuaron su camino de regreso.

Dos días después acamparon a unos cien kilómetros del lugar del accidente. El día

diáfano regalaba esa increíble y casi ilimitada visibilidad de las tierras blancas. Se

aprestaban a levantar el campamento para continuar, cuando la vista aguda de Ramón

anunció un hecho singular: algo se movía allá en el Sur, quizás un pingüino emperador, ya

que en la época de estos sucesos y con el mar congelado, difícilmente aparezcan focas u

Page 211: Los tiempos de la Antártida

210

otras especies. Todos dirigieron sus miradas hacia el objeto misterioso, que a más, se

acercaba a bastante velocidad.

Ante los ojos sorprendidos de los expedicionarios, la silueta de un perro polar se fue

dibujando, lenta pero claramente. Flaco al extremo, del esfuerzo realizado y las penurias

pasadas daban cuenta las marcadas costillas y los verrugones de sangre que denunciaban

heridas casi curadas. Era Pimpollo. Cómo pudo salir de la extrema situación, aun hoy es un

misterio. Lo cierto es que el bravo perro polar, por sus propios medios, había zafado de

una muerte segura, y se integraba nuevamente al grupo expedicionario. Pronto sus heridas

fueron curadas y el noble animal sirvió por varios años en las expediciones en la que, por

aquel tiempo, era la base antártica más austral del mundo.

Y continuamos con el tema canino. En algún momento y en alguna base, ocurrió este

vituperable episodio. Un integrante del grupo de invernada sentía especial animadversión

por los perros polares. En la perrada existían tres viejos ejemplares, díscolos y poco afectos

a integrar el tiro de los trineos. Sin lugar a dudas, no contaban con la simpatía de los

hombres de la base.

Un atardecer, ya de noche cerrada, uno de los tres biólogos de la dotación se arrimó

a la zona de asiento de la perrada; próximo al lugar, había un galpón destinado a depósito

y usos varios. Un fuerte viento arrachado, de esos vientos catabáticos que desde el

continente bajan hacia el mar, le obligó a buscar refugio en el galpón. Falto de luz, buscó

entre sus ropas un encendedor y lo encendió. Ante sus ojos azorados la tenue lumbre le

mostró un espectáculo macabro, colgados con alambres del tirante principal de la

construcción, los tres perros pendían atados del cogote, en una suerte de lazos fijos.

Repuesto del asombro y el dolor que le causó tanta crueldad, el biólogo se montó en uno

de los cajones y descolgó los cuerpos inertes de los perros.

Page 212: Los tiempos de la Antártida

211

Luego, con un esfuerzo significativo, entre el viento y la nieve blanda, los arrastró

hasta afuera del galpón, y de allí, cuesta abajo hacia la playa, con la esperanza de que la

grieta entre el mar congelado y la costa rocosa, se los llevara al fondo del mar, para una

más digna sepultura. La noche larga siguió con nieves y vientos. El biólogo regresó a su

campamento y esperó hasta la luz del mediodía para volver a la playa antes de la hora de

la comida de los perros porque quería asegurarse de que su propósito se hubiera

cumplido. Sorprendido, advirtió que el hielo no se había movido, pero los cuerpos de los

perros no se encontraban en el sitio en que los depositara. No encontró explicación al

misterio. Sorprendido y alelado regresó al campamento y relató a sus compañeros lo

acontecido, “Que son cuentos”, “que lo soñaste”, “que estás tocado por la noche polar”.

Que sí y que no, así se extendió en la rutina del atardecer el hecho distinto que

rompía la monotonía de la invernada. Recontaron la perrada: no faltaba ninguno. Los tres

más viejos, atados a sus estacas, junto al collar de cuero, lucían sendos collares

sanguinolentos, en una maraña de pelo y sangre que denunciaba la verdad del episodio.

Un día en Orcadas:

El 23 de enero de 1978 a las 10.00 arribamos con el Bahía Aguirre a la base Orcadas,

en la isla Laurie, de las Orcadas del Sur. En la base, encontramos una dotación con el

espíritu realmente admirable, a pesar del lógico malestar por la imprevista prolongación de

la estada que debía haber finalizado en diciembre. Según manifestaron todos los hombres,

habían pasado allí catorce meses inmejorables, en completa armonía y cimentando una

amistad para el futuro; reconocían como factor fundamental de esa concordia, la calidez

Page 213: Los tiempos de la Antártida

212

humana del jefe, teniente de fragata Jorge Luis Laboro, por quien sentían respeto,

admiración y hasta afecto.

El Sr. Reynaldo Soto, del Servicio Meteorológico Nacional y de larga trayectoria

antártica, pues frecuentaba la Antártida desde hacía treinta años, nos explicó con la

claridad y la capacidad de síntesis de quien domina el tema, los pormenores de las tareas

meteorológicas y magnéticas en la base. También nos relató el accidente que le había

costado la vida a su hermano Walter allí mismo en 1959, cuando contaba veintitrés años

de edad. Además se mostró agradecido por el noble gesto de la Armada al bautizar con su

nombre a un refugio naval, en un acto que se realizó el mismo día del cumpleaños de

Reynaldo y que él presenció porque había sido invitado a participar en la ceremonia. En su

compañía y con sus interesantes comentarios, recorrimos las instalaciones de la isla

filmando y fotografiando lugares de interés histórico.

¡Aquellos héroes!

Al día siguiente tuvo lugar una piadosa ceremonia. Concluida la misa, que se celebró

en la sala de estar de la base, nos trasladamos al cementerio ubicado frente a la bahía

Uruguay; había allí siete tumbas en el siguiente orden de izquierda a derecha: Walter Soto

(1959), H. Wistron (1913) John Elieson (1910); H. Bahe Wiig (1915), Allan C. Ramsay (1905),

Fortunato Escobar (1928) y Otto Diebel. Tres de esas tumbas son simbólicas, ya que no

contienen restos; el cadáver del desaparecido Bahe Wiig nunca fue hallado y los de Walter

Soto y Fortunato Escobar fueron llevados a sus provincias de origen: Jujuy y Santa Fe,

respectivamente.

Page 214: Los tiempos de la Antártida

213

Frente a cada una de las tumbas y por expreso pedido de Reinaldo Soto, el

sacerdote pronunció un responso en sufragio de las almas de esos hombres, que, con su

trabajo silencioso y con su muerte, quedaron para siempre incorporados en el historial

antártico, en el que ocupa un lugar destacado Fortunato Escobar, radiotelegrafista de

Orcadas en 1926; un día sus compañeros lo hallaron muerto en su camarote, llegando a

conocer después sus dramáticos avisos telegráficos al Hospital Naval de Buenos Aires:

“Estoy enfermo. Tengo mucha fiebre. Siento fuertes dolores de cabeza. Escobar.

Radiotelegrafista.” Y un segundo y último mensaje: “Me encuentro muy mal. Siento fuertes

dolores en los riñones. Orino sangre.”

“Nefritis” diagnosticaron en el Hospital Naval. Asombro y dolor en la dotación del

Observatorio; nadie se había dado cuenta; ¡Tanto había sido el silencio y el disimulo de

Escobar para evitar la depresión que afectaría al grupo! Para invernar en Antártida, se

requiere ese temple, aunque hoy esas situaciones no son tan dramáticas, ya que un

enfermo puede ser evacuado por vía aérea en cualquier momento, dependiendo de las

limitaciones climáticas posibles. De todos modos, allá hay que disimular los problemas

físicos o morales, en lo posible.

Otro suceso que prueba la dureza y los riesgos en la Antártida en aquella época, es

el de Augusto Tapia, que invernó en el observatorio en 1920; tomando la temperatura del

mar, resbaló en el hielo y se aferró a las salientes rocosas de la barranca costera.

Permaneció así durante una hora hasta ser rescatado por sus compañeros con cuerdas,

escalera y un hombre metido en el agua. Varios grados bajo cero era la temperatura en ese

mes de julio. Sus manos blancas y frías, aferradas a la roca helada, pronto mostraron

síntomas de gangrena. Convencido de que era necesaria la amputación, Tapia pidió a su

jefe Koppelmann que procediera. Cuatro dedos de cada mano fueron amputados con un

bisturí —que por suerte tenían—, cortando tendones y nervios con una tijerita para uñas;

Page 215: Los tiempos de la Antártida

214

cuando el paciente flaqueaba se le daba un trago de coñac. ¡Tremendo sufrimiento! Pero

Tapia salvó su vida, y de regreso al continente se graduó en geología, llegando a ocupar

altos cargos universitarios y públicos. ¡Tiempos heroicos de la Antártida aquellos! ¿Sí o no?

1933: Turistas argentinos en Orcadas

El viaje del Pampa en el año 1933 ofreció una simpática novedad. A su bordo, viajaba

un grupo de turistas cuyo destino era Ushuaia. Estaba integrado por miembros del Club

Universitario de Buenos Aires y el por entonces popularísimo comentarista radial don Juan

José de Soiza Reilly, con su esposa e hija. De modo que cuando el buque arribó a la isla

Laurie, la dotación del observatorio, que había pasado un año en esa soledad, tuvo la grata

sorpresa de la amable y a la vez insólita presencia femenina. Y todos pudieron saborear los

platos preparados en la cocina del observatorio por la esposa de Soiza Reilly, disfrutando

además un verdadero día festivo en el mágico ambiente glacial.

Componían el grupo de turistas a Ushuaia el agregado naval de los Estados Unidos

en Buenos Aires, capitán de fragata Leilan Jordan Jr. y su familia. Invitados por el

comandante del Pampa para el crucero a la isla Laurie, el marino norteamericano rehusó la

invitación por considerar riesgosa la navegación polar en ese buque no preparado para el

mar glacial. Cuál habrá sido su reacción al recibir en Ushuaia un breve telegrama desde

Orcadas, suscripto por el periodista porteño, con el siguiente texto: “Llegamos, los criollos

somos así”. Esta fue la primera expedición turística a la Antártida, de la que se tenga

noticias.

Page 216: Los tiempos de la Antártida

215

Intervenciones quirúrgicas en la Antártida

En la base Melchior, durante la campaña 1948–1949, se realizó la primera operación

de cirugía mayor. Estando, a mediados de diciembre de 1948, los remolcadores

hidrográficos Chiriguano y Sanavirón fondeados en puerto Melchior, y siendo jefe de

sanidad de los mismos el teniente de fragata médico Dr. Roberto M. Amuchástegui, se

presentó para una consulta médica, el marinero segundo panadero del Chiriguano

quejándose de dolores abdominales y síntomas gástricos comunes en la navegación.

Tras la revisación médica, el Dr. Amuchástegui diagnosticó apendicitis aguda.

Realizada una consulta con el médico de Melchior, teniente de fragata Dr. Eladio R.

Martínez y confirmado el diagnóstico, hubo acuerdo en la necesidad de rápida

intervención quirúrgica, que se realizaría en la misma base (ya que contaba con

instrumental, medicamentos y material sanitario suficiente, excepto la mesa de

operaciones, que se improvisaría). Y se procedió, con el visto bueno del capitán

Grundwaldt, comandante del Chiriguano.

En la cámara de oficiales de Melchior se improvisó el quirófano, actuando el

siguiente equipo: cirujano, Dr. Amuchástegui; ayudante de cirugía, el Dr. Martínez; y

enfermero principal, el cabo enfermero Muglialdi, del Chiriguano. Abierto el peritoneo, se

confirmó el diagnóstico: “apéndice inflamado, tumefacto y congestivo”. Tiempo de la

intervención: una hora y media; el paciente debió soportar los últimos quince minutos de

la operación sin anestesia. Evolucionó favorablemente, transcurridos ocho días de la

intervención, el paciente fue dado de alta.

Un mes después de la operación que acabamos de relatar, tuvo lugar otra

intervención en Melchior. Estando anclados en el puerto Melchior el transporte Pampa y el

remolcador hidrográfico Chiriguano, el teniente de fragata Rafael de Diego, médico del

Page 217: Los tiempos de la Antártida

216

Pampa, hizo una consulta médica con el Dr. Amuchástegui, del Chiriguano, y el teniente de

fragata médico Dr. José M. Castellano, del Destacamento Naval Melchior, por un tripulante

civil del Pampa que presentaba un cuadro abdominal agudo.

Examinado el paciente, los tres médicos coincidieron en el diagnóstico: oclusión

intestinal. Era necesario operar, se improvisó nuevamente el quirófano en la base

Melchior, con el siguiente equipo médico: Dr. Amuchástegui, cirujano; Dr. Castellano,

anestesiólogo, y Dr. De Diego, ayudante de cirugía. La operación resultó complicada por el

antecedente alcohólico del paciente que dificultaba llevarlo al estado de anestesia

quirúrgica; no obstante, resultó exitosa y el paciente mejoró; fue embarcado treinta y seis

horas después con destino a Ushuaia, y de allí a Buenos Aires donde fue nuevamente

intervenido por el Dr. Ricardo Finochietto, comprobándose que la causa de la oclusión

había sido una hernia diafragmática estrangulada (consecuencia de una herida de arma

blanca que tuvo durante una riña ocurrida años atrás, hecho en el que el arma perforó el

diafragma y, como la herida interna quedó sin curar, se introdujo el intestino y cuando

estaba en la Antártida se estranguló. Lamentablemente después de esa segunda

intervención el enfermo falleció.

(Extractado de: “Enrique J. Pierrou, “La Armada Argentina en la Antártida, 1939–

1959”, Buenos Aires, Instituto de Publicaciones Navales, 1981, p. 321).

Periodismo antártico

“La Voz de Decepción”, el decano de la prensa antártica es el título del periódico

aparecido en el Destacamento Naval Decepción, cuyo primer ejemplar fue editado el

sábado 10 de abril de 1954. Surgió por inspiración y con la dirección de un miembro de la

Page 218: Los tiempos de la Antártida

217

dotación de ese año, el Dr. Julio A. Bonelli, y colaboraron en él el observador sismólogo

Humberto J. Di Bella y los operadores radiotelegrafistas Hugo Abraham y Juan Quiroga. De

edición quincenal al principio, pronto pasó a ser semanal; aparecía los sábados, con las

siguientes secciones: Editorial, Artículos sobre la Antártida Argentina y sus derechos,

Artículos sobre vidas notables, Notas deportivas locales y extranjeras, Información

meteorológica, Sociales y Colaboraciones. El editorial del primer número dice:

“Un periódico nace en Decepción

Con el presente número, comienza su vida “La Voz de Decepción”, periódico que

viene a llenar una necesidad y un lugar en esta populosa y progresista metrópoli

de la Antártida Argentina que es Isla Decepción.

Este lejano lugar, prolongación de la patria, tiene ya su periódico. Él tratará de

reflejar en sus hojas la vida y el alma, las ambiciones y los sentimientos de este

puñado de argentinos que constituyen el Destacamento Naval Decepción.

Son los propósitos de la Dirección que nuestras modernas rotativas, únicas en la

Antártida, beneficien no sólo a esta hermosa ciudad sino también a los pueblos

suburbanos de Esperanza, Luna, Brown, Melchior y Orcadas, a quienes se le

remitirán oportunamente ejemplares de este órgano periodístico. Con estos

propósitos comienza a palpitar el corazón de “La Voz de Decepción”.”

Las ediciones de los días normales eran de diez páginas, siendo mayores en fechas

especiales, como ser las de las fechas patrias. Por disposición del Servicio de Hidrografía

Naval, el periódico contó con una corresponsal en Buenos Aires, la Srta. Haydee Canaletti,

alumna del ciclo superior de la Escuela Argentina de Periodismo. Ella brindaba su

Page 219: Los tiempos de la Antártida

218

desinteresada colaboración por medio de comunicaciones radiotelefónicas con notas

sobre actividades culturales, sociales, vidas notables —como la referida al gran poeta

argentino Almafuerte en oportunidad de cumplirse su centenario—. En “La Voz de

Decepción”, también encontramos artículos sobre la Antártida Argentina y sus derechos, el

primero de ellos debido al jefe de la dotación del año 1954, teniente de corbeta José A.

Fort.

Diarios y revistas del país homenajearon a “La Voz de Decepción” con artículos

alusivos, y la novedad periodística antártica hasta trascendió los límites del país pues desde

Estados Unidos y Europa solicitaron envíos de ejemplares.

Pero el hallazgo, en la oficina de Publicaciones de la Dirección del Antártico, de otro

periódico lamentablemente incompleto, editado en el observatorio de la isla Laurie de las

Orcadas del Sur en 1921, le ha hecho perder a “La Voz de Decepción” su carácter de

decano de la prensa antártica. El periódico orcadense “La Antorcha”, o “La Vela”, como fue

rebautizado, es muy diferente al de Decepción, pues su estilo es festivo, con abundantes

ilustraciones que nos muestran el interior de la casa–habitación del observatorio y también

paisajes de la zona, debidas a la hábil pluma de un miembro de la dotación, el meteorólogo

Sigurd Schjaer, quien además de su condición de veterano antártico con varias invernadas

en la isla Laurie entre 1919 y 1922, ha ingresado en nuestra historia antártica por la

defensa que hizo del Observatorio Nacional de las islas Orcadas en momentos en que

pareció peligrar su continuidad, como ya hemos expuesto en la parte principal de esta obra

bajo el título “1921: Luz roja para Orcadas.”

¿Premonición? ¿Autosugestión?

Page 220: Los tiempos de la Antártida

219

Noviembre 1957. El Bahía Aguirre navega rumbo al Destacamento Naval Melchior

(hoy Base Melchior), ubicado en la isla Observatorio del archipiélago de Palmer, en los 64°

20’ Sur y 62° 57’ Oeste. Y entramos en la zona quizá de mayor belleza del Antártico, el

estrecho de Gerlache, nombre que recuerda al expedicionario belga Adrián de Gerlache,

quien, explorando la zona con su buque Bélgica fue encerrado por los hielos y obligado en

consecuencia a hacer una invernada, que resultó ser la primera de una expedición

científica en el Antártico.

El Destacamento Naval Melchior se había instalado allí el 31 de marzo de 1947

durante la gran expedición antártica de ese año, contaba con siete unidades navales y un

avión embarcado; con él se inauguró la era de las campañas antárticas argentinas anuales,

pues si bien desde 1904 todos los años iba un buque a la zona polar, era exclusivamente

para el reaprovisionamiento y relevo de las dotaciones del observatorio de las islas

Orcadas; recién a partir de 1947, además de ese objetivo, comenzaron a cumplirse planes

de investigación científica con profesionales especializados en las diversas disciplinas

encaradas.

Desembarcamos en la punta Gallows de la bahía de Dallmann en la isla Observatorio,

donde está el destacamento naval, que cuenta con una central de pronósticos del tiempo,

estación de radio y meteorología y un mareógrafo. La casa–habitación está ubicada sobre

una pequeña loma, en un lugar bastante deprimente por la mayúscula soledad, o por lo

menos esa era la impresión que causaba. No sé si esa sensación estaba dada por la imagen

de la casa allá arriba, lo que quizá hacía más patente el aislamiento, o bien la fabricó mi

espíritu posteriormente y a raíz del penoso suceso que tendría lugar allí después de

nuestra partida, y que casi se anticipó en la inquietud demostrada por el joven marino Luis

Page 221: Los tiempos de la Antártida

220

O. Ventimiglia, quien invernaría allí durante 1958 como jefe de la dotación. Recuerdo la

escena como si hubiese sucedido ayer.

Mirando la casa desde el desembarcadero, Ventimiglia, como pensando en voz alta

dijo: “¡Y aquí un año sin médico!”. Lo acompañábamos en ese momento los integrantes del

grupo del Instituto Antártico Argentino que viajábamos en cumplimiento del programa de

la campaña antártica 1957-1958. Habíamos tenido muy buen trato con él durante el viaje,

de modo que, sin darle mayor importancia a su preocupación, continuamos conversando y

escuchando sus proyectos futuros y el recurrente recuerdo de su esposa y su hijo recién

nacido, que ya habíamos escuchado durante el viaje. Y el motivo de su actual misión: un

año en la Antártida para poder comprar su casa. Si bien ese objetivo sería un incentivo

para aguantar la invernada polar con su noche y su encierro permanente, sin embargo, su

evidente sensibilidad y su nostalgia familiar recién dejada Buenos Aires creaba un

interrogante. Con la manifestación de nuestros deseos de buena invernada para los que

quedaban, nos despedimos para reembarcar...

Tres meses después, finalizada nuestra misión, regresábamos en el Bahía Aguirre y,

al pasar por Melchior, se volvió a actualizar nuestra preocupación por el joven Ventimiglia,

que afectado y preocupado por continuos dolores abdominales y problemas digestivos,

subió a bordo para una consulta con el médico del buque. Su diagnóstico fue negativo, lo

que no convenció al paciente, que desembarcó contrariado y más preocupado que antes

de la consulta, debiendo conformarse con el consejo de una dieta, una medicina para la

función digestiva y un médico que se incorporaría a la dotación.

Pero un día de mayo una dolorosa noticia vino a demostrar que la preocupación de

Ventimiglia, y también la nuestra, era justificada. Con diagnóstico de apendicitis aguda, el

Dr. Manuel Sánchez Sánchea decidió intervenir quirúrgicamente. Se armó la sala de

operaciones en la cámara de oficiales del destacamento, colaborando el personal de la

Page 222: Los tiempos de la Antártida

221

dotación en las funciones de instrumentista, anestesista y controlador de pulso.

Totalmente ajeno por supuesto a esas tareas, los hombres fueron previamente instruidos

por el médico con ayuda de láminas de libros, y a las 17.00 comenzó la operación hasta

que un paro cardíaco del paciente obligó a suspender para iniciar respiración artificial. No

obstante, a las 20.00 Ventimiglia falleció. Era el 18 de mayo de 1958. Recordando la

preocupación de Ventimiglia cuando llegamos a Melchior, por tener que pasar un año allí

sin médico –después se le asignó– nos queda un interrogante: ¿pudo haber sido un caso de

autosugestión o premonición?

¡Mosquitos en la Antártida!

Leemos en el Boletín del Instituto Antártico Argentino, Vol. I, N° 1.

“Primer mosquito hallado en la región antártica: Constituye sin duda un

hallazgo de sumo interés, el de los dípteros alados coleccionados por el Dr.

Héctor A. Orlando el día 16 de enero de 1956 en caleta Potter, isla Veinticinco de

Mayo, grupo de las Shetland del Sur, en las proximidades del refugio Teniente

Jubany, instalado por la Marina de Guerra.

“Los ejemplares, siete en total, corresponden a la especie Podonomus

steinini, y pertenecen a la familia Tendipendidae y a la subfamilia Podonominae,

nueva para la Antártida.

“Fueron capturados sobre algunos charcos de agua dulce, ubicados a

unos cien metros de altura sobre el nivel del mar y a unos dos km de las

instalaciones del ya citado refugio Jubany, donde se observaron volando a poca

altura sobre la superficie del agua.

Page 223: Los tiempos de la Antártida

222

“El material fue enviado para su estudio al Dr. Belindo A. Torres,

quien en su trabajo “Primer Hallazgo de Tendipédidos Alados en la Región

Antártica” (Contribución del Instituto Antártico Argentino N° 6) lo clasifica y

describe detalladamente sus características”.

Page 224: Los tiempos de la Antártida

223

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CRONOLOGÍA ANTÁRTICA IBERO-ARGENTINA

Sin fecha Una leyenda fueguina de origen haush cuenta que los primeros pobladores de las islas llegaron a ellas migrando a través del “país de los hielos”.

500/400 AC Según Heródoto, Necao, rey egipcio, envió buques tripulados por fenicios a las costas de Libia, África; salieron los navegantes desde el Mar Rojo hacia el sur, reaparecieron años después en Egipto, pero no por el Mar Rojo sino por el Mediterráneo, trasponiendo las columnas de Hércules (Estrecho de Gibraltar). Fueron ellos los primeros en navegar el hemisferio meridional, y en avistar el Cabo de Buena Esperanza (dos mil años antes que Vasco da Gama). Ésta fue la primera aproximación del hombre a las tierras australes.

300 AC El filósofo griego Crates concibió la idea de un continente austral que denominó Antípodas. Fue la primera concepción hipotética de la Antártica y su primera representación cartográfica.

1494 El tratado de Tordesillas da jurisdicción a España sobre las tierras australes situadas a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde hasta el Polo Sur, en el hemisferio austral.

1502 El piloto italiano Américo Vespucio arriba a los 52º de latitud Sur en el cuadrante americano, denunciando la existencia de tierras. Es probable, por la descripción del hecho, que el navegante haya confundido con tierras un gigantesco témpano antártico, fenómeno desconocido en la época.

1515/1525 El famoso constructor de globos terráqueos del siglo XVI Juan Schöner, de Nuremberg, constructor de globos terráqueos en el siglo XVI, representó en dos de sus globos de 1520 y 1525 un estrecho en Sudamérica; fue una concepción hipotética anterior al viaje de Hernando de Magallanes. Otra novedad de esos globos es la representación al sur del estrecho de una gran “Terra Australis”.

1520 Hernando de Magallanes descubre el estrecho bautizado luego con su nombre, que separa la Tierra del Fuego de la América continental. Esteban Gómez o Duarte de Barbosa, con motivo de la deserción del primero, avistan un grupo insular frente al extremo meridional americano que se encuentra representado en la carta de Diego de Rivero de 1527.

1526 Francisco de Hoces, marino gallego de la expedición de Frey García Jofré de Loayza, que intentaba reeditar la navegación magallánica, es arrastrado por un temporal con su carabela San Lesmes, hasta los 55º de latitud, denunciando la existencia de aguas libres al sur de la Tierra del Fuego (el hoy llamado pasaje Drake).

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1534 Carlos V crea la provincia del Estrecho, que comprende el estrecho de Magallanes y los territorios (tierras e islas) a partir de él, hacia el polo Sur.

1539 Carlos V capitula el 14 de enero de 1539 con Pedro Sancho de Hoz, que había intervenido en la conquista del Perú, para navegar por la Mar del Sur (Océano Pacífico) y descubrir “hasta el dicho Estrecho de Magallanes y la tierra que está de la otra parte del”. El 8 de febrero siguiente, Sancho de Hoz recibe el título de gobernador interino, hasta tanto descubriera los parajes que no estuvieran dados en gobernación a otras personas, en las regiones australes. Si bien este intento no pudo concretarse, demuestra el animus possidendi de España sobre los territorios australes.

1580 En enero de 1580 el capitán Juan de Villalobos, de la expedición de Pedro Sarmiento de Gamboa, alcanza los 56º de latitud Sur, comprobando que al sur de la Tierra del Fuego se unían el Atlántico y el Pacífico.

1603 El almirante Gabriel de Castilla, a las órdenes del virrey del Perú, que le encomendara la persecución y detención de los holandeses que merodeaban por las costas de Chile, recorrió el litoral chileno y traspasó el estrecho de Magallanes, alcanzando en el mes de marzo los 64º de latitud Sur.

1606 Pedro Fernández de Quirós descubre la “Nueva Australia del Espíritu Santo” y toma posesión de ella y todas las tierras hasta el polo Sur en nombre de la corona española.

1618 Los hermanos Bartolomé y Gonzalo García de Nodal descubren las islas de Diego Ramírez, el grupo insular más austral de América. Sus buques fueron el Nuestra Señora de Atocha y el Nuestra Señora del Buen Suceso.

1756 El capitán Gregorio Jerez, al mando del navío español León, en su derrota de Lima a Cádiz descubre —el día 29 de junio— las islas que bautiza San Pedro (Georgias del Sur). Gregorio Jerez es el primer marino que avista tierras subantárticas en el cuadrante americano.

1762 Entre el 27 de febrero y el 24 de marzo, la fragata española Liebre —procedente del puerto de El Ferrol y con destino al de El Callao (Perú)— navega aguas antárticas al sur del Cabo de Hornos. El mismo año 1762 otro buque español, el Aurora, avista un grupo insular entre las islas Malvinas y las de San Pedro (Georgias del Sur).

1769 Otro navío español, el San Miguel, avista las islas Aurora.

1774 El navío de guerra español San Pedro de Alcántara alcanza los 62º de latitud Sur y el Aurora vuelve a avistar las islas de su nombre.

1790 El navío de bandera española Dolores avista las islas Aurora, avistadas también por el Princesa que, al mando de Manuel de Oyarbide, navegaba de Filipinas a Cádiz.

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1794 El capitán José de Bustamante, de la expedición científica de Alejandro Malaspina, sale de Malvinas al mando del Atrevida, a la búsqueda de las Auroras, las que localiza el 20 de enero, realizando luego el relevamiento hidrográfico del área. Las islas Aurora fueron luego rebautizadas Shag Rocks y Black Rocks.

1806/1820 El Dr. Ernesto J. Fitte dice que el primer topónimo castellano usado en las islas antárticas fue monte Pesca, para designar la hoy llamada isla Smith; tal aserto surge del informe del capitán Sheffield, que llegó a aquellas tierras tras un buque de Buenos Aires.

1815 El almirante Guillermo Brown, marino irlandés al servicio de la emancipación del Río de la Plata, armado en corso y en viaje al Pacífico fue arrastrado por un temporal hasta los 65º de latitud Sur, en el hoy llamado Mar de Bellingshausen, afirma en su diario de viaje haberse hallado próximo a tierra.

1817/1820 El San Juan Nepomuceno, buque del puerto de Buenos Aires mandado por Carlos Temblón, un sueco radicado en el Río de la Plata, realiza varias expediciones para cazar focas. En febrero de 1820, regresa a puerto con un cargamento de 14.500 cueros de focas, lo que evidencia las altas latitudes navegadas, atento a que la especie estaba virtualmente extinguida en los archipiélagos australes americanos.

1818 El 18 de febrero el comerciante porteño Juan Pedro Aguirre solicita al Consulado autorización para establecer una factoría foquera en “alguna de las islas a la altura del Polo Sur de este continente”, obligándose a formar una sociedad argentino-estadounidense. El Consulado autorizó la concesión en agosto de ese año; fue el primer acto de soberanía sobre esas tierras antárticas. Juan Pedro Aguirre fue uno de los más activos consignatarios de cueros de focas que hubo por aquel tiempo en el puerto de Buenos Aires. En ese mismo año, el capitán Ebenezer Hollix, al mando del Pescador de Buenos Aires, buque de propiedad de Juan Pedro Aguirre, sale el 4 de marzo hacia el Sur, y luego navega al Asia, principal mercado de la foca de doble pelo. El 6 de octubre zarpa del puerto de Buenos Aires el Concepción, con destino a “Patagónicas”, una de las denominaciones genéricas de las islas secretas donde los roqueros rioplatenses hacían gran cosecha de cueros de foca de doble pelo. El capitán Luís Viana al mando del Carmen arriba a Carmen de Patagones el 23 de diciembre con carga de sal y cueros de foca, navegando después a Buenos Aires; su consignatario es José María Roxas, otro de los fuertes comerciantes foqueros de la plaza.

1819 El buque porteño Espíritu Santo navega en febrero de Malvinas a Decepción (Shetland del Sur) a la caza de focas. Siguiéndolo, arriba a esas islas el buque norteamericano Hersilia del capitán Sheffield. Este hecho y el avistaje contemporáneo de William Smith, hacen públicas las hasta entonces secretas

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reservas foqueras de los rioplatenses. El 3 de marzo, procedente de “Patagónicas”, cargado con cueros de focas, arriba a Buenos Aires consignado a Juan Pedro Aguirre el buque Pescadora; su capitán era Ebenezer Hollix, y el mismo día es redespachado al mismo destino y a la caza de lobos el Neptuno, al mando del capitán Pedro Nelson. El 7 de abril, con igual carga y procedente de “Patagónicas” y Valparaíso arriba la fragata Pescadora al mando del capitán Guillermo Estanal, y en consigna a Lynch Zimmerman. Llegado de “Patagónicas” el 3 de marzo, es redespachado al mismo destino y a la caza de lobos el Neptuno, al mando del capitán Pedro Nelson; su consignatario es Juan Pedro Aguirre. El brigadier Rosendo Porlier naufraga con su buque el San Telmo en las islas Shetland del Sur, en medio de un duro temporal; de Cádiz se dirigía al Perú para apoyar a las fuerzas realistas. Los restos del navío español fueron hallados al año siguiente por foqueros americanos, en la isla Media Luna.

1821 El 22 de octubre el gobierno de Buenos Aires establece derechos por la caza de anfibios a los extranjeros que operen en las costas del Sur, liberando de derecho a los “naturales y vecinos de la provincia que ejerzan dicho tráfico”.

1829 El 10 de junio el gobierno de Buenos Aires crea la Comandancia Política y Militar de Islas Malvinas, cuya jurisdicción incluye las islas próximas al Cabo de Hornos, que (conforme el conocimiento geográfico de la época) eran las de Tierra del Fuego por el norte y las próximas al Polo Sur hacia el sur. El gobernador de Malvinas estaba a cargo de “hacer observar” en sus costas la ejecución de los reglamentos sobre pesca de anfibios, este mandato permite al gobierno argentino ratificar la amplitd de la jusriscción a su cargo. Por aquel tiempo la zona de más intensa actividad era la de las islas del sur del Cabo de Hornos.

1847/1852 Luis Piedra Buena, embarcado en los buques del norteamericano residente en las Malvinas William Horton Smiley, realiza varias temporadas pesqueras y de caza de focas en los mares antárticos.

1867 Luis Piedra Buena con sus buques Espora y Julia sale a la caza de focas, alcanzando la isla Adelaida, al oeste de la península Antártica, a los 67º de latitud Sur.

1879 Estanislao S. Zeballos, junto a otros notables de la época, funda en Buenos Aires el Instituto Geográfico Argentino, que habría de señalar durante la última parte del siglo XIX y con diversas manifestaciones, la inquietud nacional por sus tierras antárticas.

1881 El Instituto Geográfico Argentino patrocina la expedición austral del marino italiano Giacomo Bove, que preveía una segunda etapa antártica, la que no llegó a concretarse.

1883 Eugenio Bachmann, profesor de matemáticas de la Universidad de Córdoba

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(Argentina), propone al Instituto Geográfico Argentino el establecimiento de estaciones antárticas en el cuadrante americano, las que en conjunto con otras situadas en distintos lugares del continente austral realizarían observaciones científicas simultáneas, como una forma de determinar las grandes leyes que rigen la meteorología y el magnetismo terrestre.

1892 Julio Popper, ingeniero rumano que realizaba exploraciones y explotación de oro en Tierra del Fuego, eleva un petitorio al Ministro del Interior solicitando autorización para establecer una factoría en las Shetland del Sur, y manifestando el interés que otorgaría a la Nación su empresa, atento a que aquellas tierras nacionales se encontraban virtualmente olvidadas. El prematuro fallecimiento de Popper, que alistó dos buques de su propiedad, el Explorer y el Gringuito para su empresa, impidió la materialización del proyecto.

1894 Luis Neumayer, explorador patagónico, solicita autorización al Ministerio del Interior para realizar la exploración de las tierras antárticas argentinas, por considerarlo de interés nacional. Debe destacarse el informe favorable que el ministro de Marina, almirante Solier, dio al proyecto, manifestando que éste constituiría un acto de soberanía, adelantándonos por ese medio a cualquier toma de posesión que ulteriormente pudiera ser realizado por autoridades extranjeras.

1896 El Instituto Geográfico Argentino, respondiendo a las inquietudes del VI Congreso Geográfico Internacional (realizado en Londres el año anterior) y en concordancia con los intereses antárticos del país, organiza una expedición para realizar el estudio científico de las tierras polares argentinas y establecer una base de salvamento para los buques que realizan la ruta del Cabo de Hornos en alguna de las islas Shetland del Sur. Personal científico y medios económicos estaban previstos para el logro. Se solicitó a la Marina de Guerra que destacara a la cañonera Uruguay para transportar a los miembros de la expedición. Por razones no conocidas, la empresa no se concretó.

1897/1899 Adrián de Gerlache de Gomery, quien con su buque Bélgica fue jefe de la primera Expedición Científica Polar que invernara en el Antártico, bautiza “Canal del Plata” al situado entre la isla Brooklin y la península Antártica, al oeste de la misma, como reconocimiento al apoyo generoso que recibiera de nuestro país para poder realizar con éxito su expedición.

1900 En acuerdo del 10 de octubre, el Poder Ejecutivo Nacional decide apoyar las resoluciones del VII Congreso Internacional de Geografía, reunido el año anterior en Berlín, encomendando al Ministerio de Marina la construcción de un observatorio meteorológico y magnético en la isla de los Estados, para realizar observaciones simultáneas con la Expedición Antártica Internacional; éste observatorio, emplazado en la isla del grupo Año Nuevo y que desde entonces se

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llama Observatorio, fue inaugurado el 1º de marzo de 1902 y funcionó permanentemente como apoyo a la navegación austral hasta el 31 de diciembre de 1917.

1901 El 21 de diciembre parte del puerto de Buenos Aires la expedición sueca del Dr. Otto Nordenskjöld, a bordo del buque Antarctic comandado por el capitán Carl Antón Larsen. Formaba parte en la expedición el joven José María Sobral, de la Armada Argentina, quien junto al grupo que mandaba el jefe de la expedición, invernó por dos años en la isla Cerro Nevado, al este de la península Antártica.

1902 El capitán Larsen, de la expedición Nordenskjöld, descubre en la costa norte de la isla de San Pedro (Georgias del Sur) calderos españoles, en los que más de cien años antes se había fundido grasa de focas y ballenas. Denominó al lugar Bahía de las Ollas (Grytviken).

1903 El teniente de navío Julián Irízar, al mando de la recientemente transformada cañonera Uruguay, rescata a la totalidad de los miembros de la expedición de Nordenskjöld en la isla Cerro Nevado, así como al capitán Larsen y los sobrevivientes del naufragio del Antarctic, que habían invernado en precarias condiciones en la isla Paulet, también al este de la península Antártica. De regreso en Buenos Aires, el capitán Larsen con un grupo de comerciantes porteños constituye la Compañía Argentina de Pesca S. A., que tuvo su domicilio legal en Buenos Aires y factoría ballenera en la Bahía de las Ollas, en la isla de San Pedro (Georgias del Sur).

1903/1904 El doctor Juan Bautista Charcot, explorador francés, bautiza con el nombre “Islas Argentinas” un grupo de islas que descubre al oeste de la península Antártica.

1904 El Poder Ejecutivo Nacional adquiere las instalaciones dejadas por la expedición escocesa del Dr. William S. Bruce en la isla Laurie (Orcadas del Sur) e inicia la primera ocupación permanente del hombre en la Antártida; el decreto lleva fecha 2 de enero de 1904, y la enseña patria permanece izada en aquel observatorio austral desde el 22 de febrero de ese año hasta la actualidad. Contemporáneamente, se habilitó la primera estación de correo antártico, a cuyo cargo estuvo el Sr. Hugo Acuña, quien junto a Luciano H. Valette, otro integrante del primer grupo de invernada, levantó una carta de la zona oriental de la isla Laurie.

1904/1905 El teniente de fragata Ismael Galíndez al mando de la corbeta (ex cañonera) Uruguay, hace el primer relevo de la dotación del observatorio de las Orcadas del Sur, y realiza un recorrido de búsqueda de la expedición francesa del Dr. Charcot en la costa occidental de la península Antártica e islas adyacentes.

1905 El 1º de enero el operador Eric Nordenhaag abrió el libro de registro de la segunda estación meteorológica argentina en tierras próximas a la Antártida, el

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observatorio de la isla San Pedro (Georgias del Sur), dependiente del Servicio Meteorológico Nacional. Esta estación funcionó hasta el 1º de enero de 1950, fecha en que fuerzas británicas lo desmantelaron, y pusieron los elementos sustraidos a disposición de nuestro gobierno en Montevideo, Uruguay.

1905/1906 El Gobierno Nacional compra al Dr. Charcot su buque polar Français, para afectarlo al servicio antártico y, sobre fines de 1905, sale del puerto de Buenos Aires con el personal de relevo para el observatorio de las Orcadas del Sur y los elementos necesarios para instalar el tercer observatorio austral, al oeste de la Tierra de San Martín, en la isla Booth o Wandell. El Austral, como se había rebautizado al buque francés, no pudo realizar la operación por las condiciones del mar helado, por lo que regresó a Buenos Aires con su cargamento. En diciembre de 1906, cuando salía para su tercera derrota austral y con igual objetivo, un temporal en el Río de la Plata le provocó averías y su posterior naufragio en el banco.

1906 Por decreto del Poder Ejecutivo Nacional y con fecha 6 de diciembre, se designan jefes políticos —comisarios— para las islas Orcadas del Sur y la isla Wandell (o Booth) y demás tierras y archipiélagos antárticos, a los señores Rankin Angus Y Guillermo Bee. El señor Angus se hizo cargo de su comisariato, mientras que Bee no pudo acceder al suyo por el hundimiento del Austral, que transportaba los elementos para el observatorio.

1906/1907 El teniente de navío Ricardo Hermelo, con la corbeta Uruguay, releva la dotación de la isla Laurie.

1908 El 15 de enero suelta amarras en el puerto de Buenos Aires la Uruguay al mando del teniente de navío Jorge Yalour, con destino a Orcadas para el relevo de la dotación. El capitán Kurt A. Larsen de la Compañía Argentina de Pesca, realiza un estudio de factibilidad en las islas Sandwich del Sur, para establecer una factoría ballenera allí.

1909 El 13 de enero, comandada por el teniente de navío Carlos S. Somoza, ¿qué nave? parte para el relevo en Orcadas; a bordo viaja un grupo de científicos que realizarían estudios en la isla de San Pedro (Georgias del Sur), en base a las observaciones que en 1883 realizara una expedición alemana en la bahía Moltke. Se desarrolló intensa actividad hidrográfica en la isla de San Pedro, instalándose faros y otras ayudas para la navegación.

1908/1910 El Dr. Juan Bautista Charcot hace su segunda expedición a nuestro sector antártico y bautiza una serie de accidentes de la región occidental de la península Antártica con nombres de funcionarios y científicos argentinos.

1910 El teniente de navío César Maringa sale de Buenos Aires con la Uruguay para el relevo en el observatorio de Orcadas.

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1911 El teniente de navío Guillermo Llosa al mando de la Uruguay, efectúa el relevo de la dotación del observatorio de Orcadas. Sobre el fin del año, el buque Deutschland del explorador alemán Willhelm Filchner, es arrendado por el gobierno argentino para hacer el relevo del personal del observatorio orcadense.

1912/1914 Se realizan los relevos de Orcadas con los buques de la Compañía Argentina de Pesca S. A., con apostadero en la isla San Pedro.

1915 El teniente de navío Ignacio Espíndola, al mando de la Uruguay, hace el relevo en Orcadas y completa estudios hidrográficos en la zona. Con esos trabajos, el Servicio Hidrográfico prepara la carta Nº 31 “Fondeaderos de la Gobernación de Tierra del Fuego”, la más completa realizada hasta esa fecha para servicio de la navegación. El transporte Pampa de la Marina de Guerra realiza tareas hidrográficas en la Antártida, en apoyo de la corbeta Uruguay.

1916 El Servicio Hidrográfico edita y pone en circulación la carta nº 31.

1916/1917 Los buques de la Compañía Argentina de Pesca S. A. realizan en esos años el relevo de las dotaciones de las Orcadas del Sur.

1918 El teniente de navío Eleazar Videla, al mando de la corbeta Uruguay, realiza el relevo en el observatorio de las Orcadas del Sur y recala en la isla San Pedro (Georgias del Sur), para contratar los servicios de un ballenero que en los años siguientes realice el relevo en el observatorio.

1919 Al mando del teniente de navío Jorge Games, la corbeta Uruguay se dirige a la Antártida soportando uno de los más fuertes temporales de su larga vida marinera. Luego de relevar la dotación del observatorio de Orcadas inicia el reconocimiento del estrecho de Washington, antes nunca navegado, y de las costas de las islas Laurie y Coronación. Asimismo se denominó Corbeta —por el buque— a una isla en el estrecho de Washington.

1920 El 12 de febrero la Uruguay zarpa de Buenos Aires al mando del teniente de navío Daniel Capanegra Davel, con destino a las Orcadas, para el relevo de la dotación.

1921 El teniente de navío Domingo Casamayor, con la Uruguay, releva la dotación de Orcadas.

1922 Con 48 años de servicio activo en la Marina de Guerra, la corbeta Uruguay, comandada por el teniente de navío Francisco Lajous, cumple su última derrota antártica entre el 15 de febrero y el 29 de marzo, relevando al personal del observatorio de las Orcadas del Sur.

1923 El transporte de la Marina de Guerra Guardia Nacional, lleva hasta la isla de San Pedro (Georgias del Sur) al personal de relevo en las Orcadas del Sur, el que es

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reembarcado en el ballenero Rosita de la Compañía Argentina de Pesca S. A. hacia su destino. El Guardia Nacional, comandado por el capitán Ricardo Vago, realiza tareas hidrográficas en todo el litoral de la isla de San Pedro y sirve de apoyo al naturalista Alberto Carcelles, del Museo de Historia Natural de Buenos Aires, quien inicia estudios sobre la malacofauna antártica en las Georgias del Sur.

1924 El Guardia Nacional, comandado por el teniente de navío Jerónimo Costa Palma, cumple el relevo en Orcadas. Los señores Antonio y Aurelio J. Pozzi, taxidermistas del Museo de Historia Natural de Buenos Aires Bernardino Rivadavia, inician la recolección de esqueletos de mamíferos y aves en la isla de San Pedro (Georgias del Sur), y a su regreso son portadores de un esqueleto de ballena donado por la Compañía Argentina de Pesca S. A., para enriquecer las colecciones del museo.

1925 El teniente de navío Ramón A. Poch con el transporte Primero de Mayo releva la dotación de Orcadas.

1926 El relevo en Orcadas se hace con el velero motorizado Tijuca de la Compañía Argentina de Pesca S. A. a las Georgias del Sur, y con el ballenero Harpon a las Orcadas del Sur. En mayo-junio, el balizador Alférez Mackinlay, comandado por el teniente de navío Ramón A. Poch, viaja a las Orcadas del Sur. El biólogo Alberto Carcelles y el alférez de navío José Schwartz hacen estudios de flora y fauna marina en las Georgias del Sur, Orcadas del Sur y norte de las Shetland del Sur.

1927 Con el relevo de la comisión de Orcadas, efectuado también con los buques Tijuca y Harpon, llega a las Orcadas la primera dotación integrada totalmente por argentinos nativos, siendo su jefe el Sr. José Manuel Moneta. El día 30 de mayo, la República Argentina inaugura en el observatorio la primera estación oficial radiotelegráfica en la Antártida, operada por el suboficial de la Armada Nacional Emilio Baldoni.

1928 El Tijuca y el Harpon colaboran en el relevo de las dotaciones de Orcadas.

1929 En enero-febrero, el Primero de Mayo, al mando del teniente de navío Francisco J. Clarizza, hace el relevo en Orcadas. El biólogo Alberto Carcelles y el sargento Serviliano Romero, también del Museo Bernardino Rivadavia, recolectan ejemplares de fauna y muestras de rocas en las islas Georgias del Sur.

1930 El teniente de navío Ángel Rodríguez, al mando del transporte Primero de Mayo, hace el relevo en Orcadas y realiza un relevamiento hidrográfico del archipiélago. El naturalista Alberto Carcelles cumple su tercera campaña científica en la isla de San Pedro (Georgias del Sur), patrocinado por la Compañía Argentina de Pesca S.

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A. y el Museo Bernardino Rivadavia. 1931 El relevo en Orcadas se cumple nuevamente con los buques de la Compañía de

Pesca Tijuca y Harpon. 1932 El ballenero Rata de la Compañía Argentina de Pesca S. A. efectúa el relevo en

Orcadas. 1933 Con el transporte Pampa, al mando del teniente de navío Ángel Rodríguez, llegan a

Orcadas la dotación de relevo y los primeros turistas argentinos a la Antártida, entre ellos un popular periodista radial de la época, don Juan José de Soiza Reilly.

1934 Arrendado por el gobierno, el transporte Rata, al mando del capitán Reinaldo Forti, hace el relevo en Orcadas.

1935 El relevo en Orcadas se cumple con el Pampa, al mando del teniente de navío Jorge G. Schilling.

1936 El Pampa, comandado por el teniente de navío Julio C. Castro releva Orcadas.

1937 Comandado por el capitán de ultramar Juan A. Clemente, el Pampa releva las comisiones de Orcadas.

1938 Continúa el Pampa el relevo en Orcadas, este año al mando del capitán de ultramar Ernesto Roux.

1939 Como el año anterior y con el mismo capitán, el Pampa cumple el relevo en Orcadas.

1940 Comandado por el capitán de ultramar Juan A., Clemente, el transporte Chaco efectúa el relevo y reaprovisionamiento de Orcadas y transporta personal de la Dirección de Geofísica e Hidrografía y del observatorio astronómico de la Universidad de La Plata, que realizan estudios de su especialidad en la region.

1941 El transporte Pampa, al mando del capitán de ultramar Juan A. Clemente, cumple el relevo en Orcadas. Ese año el Servicio de Hidrografía Naval planifica reconocimientos, levantamientos y balizamientos, para apoyar un plan de estudios e instalación de bases en la Antártida.

1942 La expedición antártica 1941-1942 es comandada por el capitán de fragata Alberto J. Oddera con el transporte Primero de Mayo. Esta expedición cumplió tareas de exploración e hidrografía, visitando la isla Decepción, el archipiélago Melchior y las islas Argentinas. El 8 de febrero, en la isla Decepción, el capitán Oddera toma posesión formal, en nombre del gobierno nacional, del Sector Antártico Argentino; deposita un cilindro con el acta correspondiente e iza el pabellón nacional. Lo propio se lleva a cabo el 20 y 24 de febrero en las islas Melchior y Argentinas. Durante esta campaña se instala un faro en el archipiélago Melchior, dos balizas ciegas (Is. Decepción y Observatorio) y un hidroavión biplaza Stearman,

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comandado por el teniente de navío Eduardo Lanusse y como copiloto el cabo principal aeronáutico Eric Blonquist, sobrevuela el 11 de febrero el archipiélago Melchior, obteniendo fotografías aéreas oblicuas y verticales. El ballenero Dias de la Compañía Argentina de Pesca S. A., efectúa desde Ushuaia el relevo del personal en Orcadas.

1943 La campaña 1942-1943 se realiza con el Primero de Mayo, comandado por el capitán de fragata Silvano Harriague. Se efectuan levantamientos en Melchior y en la bahía Margarita, y se trae de regreso el instrumental dejado en esa bahía por la expedición estadounidense de Byrd en la Base del Este. El transporte Pampa, comandado por el teniente de navío José Amegeiras Barrere, efectúa el relevo en Orcadas.

1944 El “Pampa”, comandado por el teniente de navío Juan B. Dato Montero, hace el relevo en Orcadas.

1945 El transporte Chaco, comandado por el teniente de navío Carlos Korimblum, hace el relevo en Orcadas.

1946 El Chaco, al mando del capitán de corbeta Manuel A. Ruiz Moreno, hace el relevo en Orcadas. El 20 de febrero el padre jesuita Felipe Lérida celebra en el observatorio la primera misa católica en la Antártida.

1947 De enero a abril se realiza una gran expedición al mando del capitán de fragata Luis M. García, con los transportes Patagonia y Chaco, el buque-tanque Ministro Ezcurra, el rastreador Granville, el ballenero Don Samuel y un avión embarcado “Walrus” 2-0-24. Participan en la expedición el capitán de corbeta José C. Costa Franke, de la Armada de Chile, y el capitán Odilón A. Nuñez, del Ejército Argentino. El 31 de marzo se instala el Destacamento Naval Melchior (hoy Base Melchior) en los 64º 20’ Sur y 62º 08’ Oeste, siendo su primer comandante el teniente de fragata aviador naval Juan Nadaud. El 2 de mayo, en cumplimiento de las leyes fiscales nacionales, el inspector de la Dirección General Impositiva Jorge Renard verifica la instalación de un aparato de destilación, en la factoría ballenera de Grytviken, Georgias del Sur. Durante el invierno, viajan a la Antártida los rastreadores Fournier, Robinson, Spiro y Bouchard, para estudiar el régimen invernal de los hielos y los fenómenos meteorológicos, en el área del pasaje Drake y de la parte septentrional de la península Antártica. En noviembre-diciembre, el rastreador Granville viaja a la Antártida como piquete de avanzada de la campaña 1947-1948. El 13 de diciembre la Aviación Naval realiza su primera hazaña polar; un avión Douglas C-54, al mando del contralmirante aviador naval Gregorio Portillo, piloteado por el capitán Gregorio Lloret, cruza el Círculo Polar Antártico en un vuelo sin etapas de quince horas y media de duración, partiendo de Comandante

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Piedra Buena (Santa Cruz) y regresando al mismo punto. 1947-1948 La Campaña Antártica 1947-1948 es intensa, estuvo comandada en etapas

sucesivas por los capitanes de fragata Ricardo Hermelo y Luis M. García, con el patrullero King, el transporte Pampa, el buque-tanque Ministro Ezcurra, el rastreador Seaver y los remolcadores Charrúa, Chiriguano y Sanavirón. El 25 de enero se instala el Destacamento Naval Decepción (hoy Base Decepción) en la bahía Primero de Mayo de la isla Decepción, a los 65º 59’ Sur y 60º 43’ Oeste, siendo su primer comandante el teniente de navío aviador naval Roberto Cabrera. En el mes de febrero, la flota de mar, al mando del almirante Juan M. Carranza, con los cruceros Almirante Brown y Veinticinco de Mayo, y los destructores Santa Cruz, Misiones, Entre Ríos, San Luis, Mendoza y Cervantes, realiza maniobras navales en la zona. Por decreto 6752/48, es designado Mar de la Flota, el que hasta ese momento figuraba en nuestras cartas como mar o estrecho de Bransfield. De febrero a octubre, viajan a la Antártida los rastreadores Parker, Fournier, Robinson y Bouchard. El 4 de marzo se crea en el Ministerio de Relaciones Exteriores la División Antártida y Malvinas, para los asuntos relativos a la Antártida Argentina, islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur.

1948-1949 Durante el verano 1948-1949 las fragatas Sarandí y Heroína desarrollan un plan meteorológico–oceanográfico, los remolcadores Sanavirón y Chiriguano efectúan tareas hidrográficas, y los transportes Pampa y Chaco y el buque-tanque Punta Ninfas dan apoyo logístico. La actividad científica, además de la desarrollada por los buques, contó con la participación de personal de los museos de Ciencias Naturales de Buenos Aires (oceanografía y biología marina) y de La Plata (biología). En diciembre y enero, se realizan en Melchior intervenciones de cirugía mayor a un marinero del Chiriguano con apendicitis aguda, y a un civil del Pampa con oclusión intestinal; los operó el teniente de fragata médico Roberto M. Amuchástegui, quien estuvo secundado en el primer caso por el teniente de fragata médico Eladio M. Martínez y el cabo enfermero Muglialdi, y en el segundo caso por los tenientes de fragata médicos Rafael de Diego y José M. Castellanos.

1949-1950 En la Campaña Antártica 1949-1950 intervienen la fragata Sarandí, el transporte Chaco, el buque-tanque Punta Ninfas y los remolcadores Chiriguano y Sanavirón. Los trabajos hidrográficos abarcan las bahías Andvord, Dorian, Falsa y Luna, las islas Wiencke y Livingston, los canales Neumayer y Peltier, el mar de la Flota y la isla Decepción, en la que se instaló un sismógrafo, así como un mareógrafo automático en Melchior. La actividad científica abarca también estudios de geología, sismología y biología, a cargo de profesores de las universidades

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nacionales de Cuyo, Córdoba, Tucumán y La Plata. Un grupo andinista, patrocinado por la Sociedad Científica Argentina, intenta el cruce de la península Antártica desde puerto Neko al mar de Weddell. La Fuerza Aérea Argentina se hace cargo del Observatorio de la isla Laurie, en las Orcadas del Sur. En diciembre viajan a la Antártida las fragatas Santísima Trinidad y Hércules.

1950-1951 Durante la Campaña 1950-1951 se realizan trabajos hidrográficos con el Grupo de Tareas Antártico, bajo el mando del teniente de fragata Rodolfo N. M. Panzarini, con el transporte Bahía Buen Suceso, los remolcadores Sanavirón y Chiriguano, el buque-tanque Punta Loyola y el avión embarcado 3-P-25. Los trabajos hidrográficos abarcan los puertos Leith, Neko, Orne, Svend Foyn, Yankee y Paraíso, haciéndose relevamientos aerofotogramétricos en el estrecho de Gerlache. Una estación ionosférica es instalada en el Destacamento Naval Decepción. Siete científicos realizan estudios de geología, sedimentación y biología, geomagnetismo, ionósfera y recolección botánica y zoológica. El 12 de febrero zarpa del puerto de Buenos Aires con destino a la bahía Margarita, el B.D.T. de la Compañía Naviera Pérez Companc Santa Micaela, con el capitán Santiago Farell conduciendo a la Expedición Científica a la Antártida Continental Argentina del coronel Hernán Pujato, cuyo objetivo es la instalación de una base al sur del Círculo Polar Antártico. El 21 de marzo se funda la Base General San Martín (hoy Base San Martín) en el islote Barry de la bahía Margarita, a los 68º 07´ Sur y 67º 08´ Oeste, siendo su primer jefe el coronel Hernán Pujato. Allí ameriza un hidroavión de la Marina de Guerra piloteado por el aviador naval teniente de fragata Halfdan H. Hansen; es el primer amerizaje al sur del Círculo Polar (29 de marzo de 1952). El 6 de abril se funda el Destacamento Naval Almirante Brown en el Puerto Paraíso, al oeste de la tierra de San Martín, a los 64º 53’ S y 62º 51 W. Su primer jefe es el teniente de fragata Antonio Vañek. El 17 de abril se crea, por decreto 7.338, el Instituto Antártico Argentino Coronel Hernán Pujato, bajo la dependencia del Ministerio de Asuntos Técnicos, para coordinar y realizar la actividad científica y técnica en la Antártida, siendo su primer director el coronel Pujato. Desde el 1º de enero de 1970, pasa a integrar parte de la Dirección Nacional del Antártico, en el área del Ministerio de Defensa; este organismo interviene desde su fundación en todas las campañas antárticas (de invierno y verano) con planes propios de investigación y en colaboración con instituciones nacionales e internacionales. El 19 de diciembre de 1951, un Avro Lincoln de la Fuerza Aérea, al mando del vicecomodoro Gustavo A. Marambio, sobrevuela la flamante base General San

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Martín arrojando correspondencia. 1951-1952 La campaña 1951-1952 es comandada por el capitán de fragata Emilio L. Díaz.

Participaron cinco buques: Bahía Buen Suceso, Bahía Aguirre, Chiriguano, Sanavirón y Punta Ninfas y un grupo aéreo con dos aviones embarcados. El 14 de enero comienza la construcción del nuevo Destacamento Naval Esperanza, y el 1º de febrero, por orden del comandante de la campaña se impide, con una ráfaga de ametralladoras, el desembarco de una comisión inglesa para instalar una base de esa nacionalidad. Se reaprovisionan y relevan destacamentos y bases; se instalan dos nuevos refugios, en la isla de Dundee y en la isla Media Luna, y tres nuevas estaciones radiotelegráficas: en Brown, Esperanza y Orcadas. Se hacen relevamientos aerofotográficos al oeste, norte y nordeste de la península Antártica; balizamientos e hidrografía en la zona de Orcadas, de la isla D’Urville y de bahía Esperanza; también en los estrechos de Gerlache, Bismarck, Active y Tay. Dos hidroaviones navales Catalina, al mando del capitán de fragata Pedro Irolagoitía vuelan de Río Grande a Decepción, estableciendo el primer correo aéreo antártico. El vuelo cuenta con el apoyo de la fragata Heroína (Plan “Lobo”). Las fragatas Hércules y Sarandí efectúan un reconocimiento de las islas Sandwich del Sur (Plan “Foca”). Se crea la Fuerza Aérea de Tareas Antárticas (F.A.T.A.), al mando del vicecomodoro Gustavo A. Marambio. El 31 de marzo se funda el destacamento Naval Esperanza en la bahía homónima a los 63º 24’ S y 56º W; su primer jefe es el teniente de fragata Luís M. Casanova. Allí convive, con sus camaradas de la marina, una dotación en su propio edificio. Con el revelo de la dotación de la base General San Martín, llega el primer helicóptero enviado por la Argentina a la Antártida; es el Sikorsky, S-51, piloteado por el aviador civil Hugo Parodi. En noviembre-diciembre de 1952, una patrulla de la Base San Martín, al mando del capitán Humberto Bassani Grande, realiza una marcha terrestre al mar de Weddell, arribando a la bahía Mobiloil el 28 de diciembre. Es el primer cruce de los Antartandes registrado en la historia antártica. Por decreto del 23 de diciembre de 1952, el observatorio de Orcadas pasa a depender del Ministerio de Marina. La actividad científica del verano 1951-1952, con la participación de diecisiete investigadores, abarca diversas especialidades: oceanografía, ictiología, biología, paleontología, geología, gravimetría, zoología, astronomía y magnetismo, entre otras. La intensa labor en la que colaboraron las universidades nacionales y los institutos de las fuerzas armadas arroja importantes resultados, entre los que

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merece destacarse la determinación de la “convergencia antártica”. 1952-1953 La campaña antártica 1952/1953 es comandada por el capitán de navío Rodolfo N.

M Panzarini. Participan seis buques: Bahía Buen Suceso, Bahía Aguirre, Punta Ninfas, Chiriguano, Sanavirón y Yámana, y dos hidroaviones Grumman Goose, 3-P-50 y 3-P-51. Severas condiciones glaciológicas, averías en buques, aviones y helicópteros y accidentes personales, dificultan esta campaña (la de mayor amplitud de planes hasta entonces) no obstante lo cual, además de los relevos y reaprovisionamientos de rutina , se hacen relevamientos aerofotográficos y tareas hidrográficas en ambas márgenes de la Tierra de San Martín, desde la bahía Esperanza hasta la isla Cerro Nevado por oriente hasta el archipiélago de Palmer por occidente, y en las zonas de las islas Orcadas, como así también estudios sobre oceanografía, meteorología y balizamientos. El avión Cruz del Sur de la Fuerza Aérea Argentina vuela desde Río Gallegos hasta la bahía Margarita cerrada por los hielos, para arrojar medicamentos y correspondencia a la base General San Martín. El 16 de febrero de 1953, personal de la fragata inglesa Snipe desembarca en la caleta Balleneros de la isla Decepción y destruye un refugio chileno y el nuestro —Teniente Lasala—, recién instalado, capturando a los dos cabos allí presentes. El 1º de abril, el gobernador de Tierra del Fuego inaugura el Destacamento Naval Luna, bautizado luego “Teniente Cámara”, en la isla Media Luna. La campaña científica 1952-1953 es desarrollada por veintiséis investigadores del Instituto Antártico Argentino y de universidades nacionales. El objetivo prioritario del plan científico es la prospección de horizontes minerales de caracteres estratégicos y factibles de ser extraídos. Mineralogía, petrografía y topografía se realizan en las islas Shetland del Sur, en el estrecho de Gerlache y en la bahía Esperanza, y vulcanología en la isla Decepción. También se realizan observaciones y recolección de especímenes de la fauna antártica y subantártica, botánica y zoología, microbiología, paleontología, ecología vegetal y humana, edafología, glaciología, criopedologia, meteorología, gravimetría, sismología, magnetismo, electricidad atmosférica y radiaciones cósmicas.

1953-1954 Al mando del capitán de navío Alicio E. Ogara, la campaña 1953-1954, se efectúa con los buques Bahía Buen Suceso, Bahía Aguirre, Punta Loyola, Chiriguano y Sanavirón, dos aviones Grumman-Goose, y dos Catalina. En febrero de 1954, por primera vez es necesario el empleo de dos helicópteros Sikorsky S-55, especialmente adquiridos para relevar a la dotación de la base San Martín, trasladándola desde la isla Barry al transporte Bahía Aguirre —distante 250 kilómetros— por encontrarse la bahía Margarita totalmente congelada.

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Se relevan y reaprovisionan bases; se instalan un radiofaro y cinco nuevos refugios y se inaugura, el 4 de marzo, la nueva base de Ejército Esperanza; su primer jefe es el teniente coronel Fortunato Castro. La ceremonia cuenta con la presencia del ministro de Marina, contralmirante Aníbal O. Olivieri, que a bordo del transporte Les Eclaireurs, realiza una visita de inspección a las instalaciones argentinas de la zona. Se hacen relevamientos aerofotográficos en las zonas nordeste y noroeste de la Tierra de San Martín; levantamientos con poligonales de mar en la ruta de Esperanza-Cerro Nevado; y tareas hidrográficas en diversas zonas, entre ellas: Orcadas, Dundee, Gerlache y Shetland. En la actividad científica participan veinticuatro investigadores y diez ayudantes, con la misma misión general fijada por el Instituto Antártico Argentino de proseguir con las investigaciones científicas iniciadas en las temporadas anteriores, de manera de obtener un pleno conocimiento de su constitución geológica, condiciones biológicas, oceanografía, meteorología, condiciones de vida, geofísica y astrofísica.

1954-1955 La campaña antártica 1954-1955 es comandada por el capitán de navío Alicio E. Ogara con el rompehielos General San Martín, los transportes Bahía Buen Suceso y Bahía Aguirre, el buque-tanque Punta Loyola, los hidrográficos Chiriguano y Sanavirón, el buque de salvamento Yamana, dos aviones y tres helicópteros. La novedad de esta campaña es la utilización de un rompehielos, recientemente adquirido por iniciativa del general Hernán Pujato, director del I. A. A. El flamante rompehielos, al mando del capitán de fragata Luís T. Villalobos, realiza la inédita penetración del mar de Weddell hasta los 78º 01’ de latitud Sur, conduciendo al general Pujato y a sus hombres, que ocuparon la nueva Base de Ejercito General Belgrano, fundada el 18 de enero de 1955 sobre la barrera de hielo Filchner, en la bahía Comandante Piedra Buena. Se relevan, reaprovisionan y reparan siete bases y se instalan cuatro nuevos refugios. Se hacen relevamientos aerofotográficos en la costa oriental de la península Antártica hasta la isla de Cerro Nevado, y por la parte occidental, en las islas Shetland del Sur y zona de Bismarck-Martha. La costa de la Tierra de los Coats y zonas de la península antártica y archipiélagos de Biscoe, son levantadas con poligonales de mar. Veintisiete científicos del Instituto Antártico Argentino, de los museos de Ciencias Naturales de Buenos Aires y La Plata y de las universidades nacionales, realizan relevamientos geológicos y estudios petrográficos de rocas en las Shetland del Sur, Melchior y cabo Spring, bahía Paraíso y bahía Esperanza; glaciología en los mismos

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lugares y en bahía Margarita; paleontología, desde Esperanza hasta Cerro Nevado; topografía en diversas zonas de interés geológico; recolección y estudio de especímenes botánicos y zoológicos, ecología y oceanografía. En la bahía Esperanza, se hace la primera experiencia de granja hidropónica. El general Hernán Pujato, en un pequeño avión monomotor, descubre los primeros accidentes orográficos al sur de los 82º de latitud: la meseta del Ejército Argentino y los montes Río Negro, los Menucos, Bahía Blanca, Rufino, Santa Fe, Entre Ríos y Diamante, y la cordillera de Santa Teresita. Durante la campaña de verano, pierden la vida el teniente de navío Juan Ramón Cámara y el marinero conscripto Mario Ortiz, accidentado el primero en la caleta Potter y el segundo en la bahía Paraíso.

1955-1956 Al mando del capitán de navío Emilio L. Díaz, participan en la campaña 1955-1956, los buques: General San Martín, Bahía Aguirre y Chiriguano y el grupo aeronaval, con dos aviones y dos helicópteros. Se relevan, reaprovisionan y reparan nueve bases y quince refugios, y se instala uno nuevo en la isla de Mikkelsen. Se hacen relevamientos aerofotográficos en 1.900 millas, tareas hidrográficas en diversas zonas, determinación de catorce puntos astronómicos, estaciones gravimétricas, magnéticas y oceanográficas, y balizamientos. En la actividad científica intervienen veintisiete investigadores argentinos y dos norteamericanos, secundados por veinte ayudantes. Oceanografía, gravimetría, astronomía, zoología, geomagnetismo, meteorología, ionósfera, glaciología, geología, limnología, paleontología, microbiología y topografía, son las disciplinas encaradas. Personal del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia hace la recolección de especímenes zoológicos y botánicos. El capitán de corbeta Raúl G. Kolbe participa en la expedición norteamericana Deepfreeze. Durante la campaña de verano se registra la desaparición del cabo primero cocinero Humberto N. Rojo, quien fuera arrastrado por la corriente, y el fallecimiento del suboficial segundo de mar Roberto Álvarez Argañaráz. Por decreto del 26 de enero de 1956, el Instituto Antártico Argentino pasa a depender del Ministerio de Marina. Por decreto del 3 de julio de 1956, se crea la Comisión Nacional del Año Geofísico Internacional (C.N.A.G.I.), para coordinar las actividades científicas de las instituciones nacionales comprometidas en el programa multinacional.

1956-1957 La campaña 1956-1957 es comandada por el capitán de navío Helvio N. Guozden con los buques: General San Martín, Bahía Aguirre, Chiriguano y Sanavirón. Dos aviones y dos helicópteros componen el grupo aeronaval.

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Se relevan, reaprovisionan y reparan ocho bases y doce refugios, y se instala una nueva estación ionosférica y un nuevo refugio. Se hacen tareas hidrográficas de rutina, estaciones oceanográficas, batitermográficas, balizamientos y determinación de puntos astronómicos. Doce científicos locales y dos norteamericanos realizan estudios de glaciología, biología y cartografía en diversos lugares y a bordo del rompehielos General San Martín. El capitán de corbeta Daniel Cánova participa en la expedición Deepfreeze II. El vicepresidente provisional de la Nación, contralmirante Isaac Francisco Rojas, inspecciona las bases a bordo del Bahía Thetis. Por decreto del 28 de enero de 1957 se restablece el Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e islas del Atlántico Sur. En julio-agosto, el rompehielos General San Martín, al mando del capitán de fragata Jorge A. Boffi, realiza una campaña invernal, penetrando hasta los 61º 59’ S y 62º 59’ W.

1957-1958 La campaña 1957-1958 es comandada por el capitán de navío Alberto Patrón Laplacette con el rompehielos General San Martín, el transporte Bahía Aguirre, el buque hidrográfico Chiriguano, dos helicópteros, un hidroavión Martín Mariner y dos aviones Catalina. Dado el desarrollo de las tareas del Año Geofísico Internacional (AGI), esta campaña tiene un carácter notoriamente científico; participan en ella el Servicio de Hidrografía Naval, la Universidad de La Plata, el Instituto Geográfico Militar, el Museo de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” y el Instituto Antártico Argentino, que tuvo a su cargo la coordinación de todas las actividades glaciológicas del programa argentino. También embarcan científicos estadounidenses y, como observadores, oficiales de las armadas de los Estados Unidos, Chile y Uruguay. Nuestro país desarrolla las siguientes disciplinas: meteorología, sismología, auroras y luz nocturna, ionósfera, oceanografía, glaciología, actividad solar y rayos cósmicos. Tres bases, San Martín, Belgrano y Esperanza, funcionan como estaciones glaciológicas principales, mientras que Orcadas, Cámara, Decepción, Melchior y Brown, como secundarias. A bordo del rompehielos General San Martín, el Dr. John Sieburth del Instituto Politécnico de Virginia, estudia la microbiología de la fauna antártica y descubre el efecto antibiótico del fitoplancton. El 18 de diciembre de 1957, el hidroavión Martín Mariner 2-8-21, comandado por el capitán de fragata Justiniano Martínez Achaval, une en un vuelo sin etapas la Antártida con Buenos Aires y hasta marzo de 1958 cruza varias veces el Drake.´

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En un accidente en la bahía Margarita pierden la vida, el suboficial primero aeronáutico Leónidas Carabajal, el cabo segundo electricista Pedro Garay y el señor Otto Freytag, este último del Instituto Antártico Argentino. Al margen de la campaña antártica, el buque hidrográfico Sanavirón y el buque norteamericano Vema realizan una campaña geofísica patrocinada por el Servicio de Hidrografía Naval y la Universidad de Columbia. El transporte Les Eclaireurs al mando del capitán de fragata Eduardo Llosa y apoyado por el Grupo Naval Antártico, realiza los dos primeros cruceros turísticos a la Antártida. El teniente de navío Pedro Margalot participa en la expedición norteamericana Deepfreeze III. La Fuerza Aérea establece el Servicio Aéreo a la Antártida. El 22 de enero de 1958 el mayor del Ejército Pedro P. Arcondo se lanza en paracaídas, en proximidades de la base Belgrano; en 1962 perderá la vida en un similar intento sobre el mar. Por decreto del 17 de septiembre de 1958 se designa al Instituto Antártico Argentino para administrar y operar la Estación Científica Ellsworth, de los Estados Unidos.

1958-1959 La campaña antártica 1958-1959, bajo el comando del capitán de navío Adolfo A. Schultze, se lleva a cabo con el rompehielos General San Martín, el transporte Bahía Aguirre y los buques hidrográficos Chiriguano y Sanavirón, y el buque oceanográfico Capitán Cánepa. Tras tareas logísticas de rutina se realizan trabajos de oceanografía, meteorología, hidrografía y cartografía y se da pleno apoyo a los grupos del Instituto Antártico Argentino especializados en biología, fisiología humana, geología y oceanografía, que operan en tierra y a bordo de los buques. El 17 de enero se hace el relevo de la dotación norteamericana de la Estación Científica Ellsworth, porla argentina, presidida por el capitán de corbeta Jorge Suárez. Invitados por la Armada, a bordo del Chiriguano, los científicos norteamericanos Sieburth y Burkholder investigan sobre microbiología, confirmándose —entre otras cosas— el descubrimiento realizado por el Dr. Sieburth en la campaña anterior, de un nuevo antibiótico. Durante la presente campaña la Armada realiza un Relevamiento Aerofotogramétrico de la zona Antártica (Operación R. A. Z. A.). El gobernador de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, a bordo del Bahía Aguirre, pone en funciones por primera vez a un delegado antártico del Gobierno Territorial, que en esa oportunidad es el capitán de corbeta Rodolfo C.

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Castorina, jefe del Destacamento Naval Decepción. En marzo-abril de 1959 se realiza la campaña oceanográfica Vema-Sanavirón II, y en julio-septiembre la campaña Drake II, con el buque oceanográfico Capitán Cánepa. El paquete Yapeyú realiza el segundo crucero de turismo antártico. En junio de 1959 aviones de la Fuerza Aérea y de la Aviación Naval y un DC-5 de Aerolíneas Argentinas, vuelan hasta la isla Robertson para localizar y dar apoyo a una patrulla del Ejército incomunicada (Operativo Esperanza).

1959-1960 La campaña antártica 1959-1960 es comandada por el capitán de navío Jorge A. Boffi con los buques, General San Martín, Bahía Aguirre y Chiriguano y dos helicópteros. Se realizan tareas logísticas de rutina, de apoyo a bases y refugios. Por las condiciones del hielo no se pueden relevar las dotaciones de Belgrano y Ellsworth; es evacuada la base San Martín; Brown y Cámara son desocupadas y adaptadas para su uso como refugios. En la actividad científica de los buques se destaca la determinación de la ubicación de la convergencia antártica y la determinación del valor de la corriente circumpolar antártica, además de observaciones de oceanografía, biología, física y química y de sondajes en los diversos cruces del Drake. Las tareas científicas del Instituto Antártico Argentino sobre el terreno tienen por finalidad obtener datos observacionales e información operacional para la ejecución de planes de investigación sobre radiación cósmica, ornitología, paleomagenitismo, geoquímica, glaciología y meteorología. El Instituto destaca dos grupos; uno a bordo del rompehielos, para observaciones de rayos cósmicos, y otro acampado en la península Ardley, isla Veinticinco de Mayo (King George), para glaciología, geología, meteorología y fotografía. El primer grupo (en tarea conjunta entre Instituto Antártico y la Facultad de Ciencias Exactas de Buenos Aires) registra la intensidad de la radiación cósmica desde el Río de la Plata hasta la Antártida. El segundo grupo hace relevamientos geológicos y análisis químico del agua, colecciona fósiles y ejemplares biológicos, determina el contenido de anhídrido carbónico en el aire, obtiene ejemplares de rocas para análisis paleontológico, y toma datos meteorológicos.

1960-1961 La campaña antártica 1960-1961 se realiza bajo el mando del capitán de navío Luis M. Iriarte con el rompehielos General San Martín, el transporte Bahía Aguirre, el hidrográfico Chiriguano, el buque-tanque Punta Ninfas y el grupo aeronaval, con dos aviones y dos helicópteros. Se relevan y reaprovisionan todas las bases y se habilitan cinco refugios, instalándose uno nuevo del Ejército en bahía Halley.

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Se hacen tareas oceanográficas, hidrográficas, balizamientos y registros meteorológicos. Se desarrollan los planes de estudios e investigaciones del Instituto Antártico, conocidos como: Microbio, Paleomag y Química, trabajándose en las siguientes disciplinas: geología, glaciología, microbiología, fauna, taxidermia y museo. El Instituto y la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, conjuntamente, continúan los estudios de radiación cósmica de la campaña anterior, contando a bordo del rompehielos con un monitor de neutrones para medir la componente protónica de la radiación cósmica, medición que se realiza así por primera vez. En el curso de la campaña 1960-1961, el presidente de la República, Dr. Arturo Frondizi visita el Destacamento Naval Decepción el 8 de mayo, acompañado por el provicario castrense, monseñor Victorio Bonamin, y otras personalidades. Por decreto del 5 de mayo de 1961, la República Argentina ratifica el Tratado Antártico, suscripto en Washington el 1º de diciembre de 1959. El buque oceanográfico Capitán Cánepa participa en la campaña oceanográfica Vema-Cánepa II, abril-junio de 1961.

1961-1962 La campaña de 1961-1962 es comandada por el capitán de navío Jorge H. Pernice con los buques: General San Martín, Bahía Aguirre, Chiriguano y Punta Médanos. Esta campaña, como la anterior, se caracteriza por el amplio apoyo a la actividad científica, que se torna relevante acorde con la nueva era iniciada por la vigencia del Tratado Antártico. Durante la campaña de verano, el Instituto Antártico destaca dos grupos de trabajo: uno para realizar tareas de carácter glaciológico a bordo del rompehielos General San Martín y otro, para estudios geológicos y biológicos en tierra. El primer grupo inicia el censo de los glaciares, traza una carta de hielos y observa la deriva del hielo y de los témpanos. El segundo grupo hace un relevamiento geológico expeditivo en la zona de la bahía Esperanza y microbiología (Plan conjunto del Instituto Antártico, la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires). En la Estación Científica Ellsworth continúan durante 1962 los estudios de meteorología, física ionosférica, rayos cósmicos, auroras, biología, fisiología humana, glaciología y nivología y geomagnetismo. El capitán Hermes Quijada, como comandante de los bimotores Douglas CTA-12 y CTA-15, arriba el 6 de enero al Polo Sur Geográfico. El teniente primero Gustavo Adolfo Giró, al mando de una patrulla militar, realiza la expedición invernal bahía Esperanza-bahía Margarita, que es el segundo cruce de los Antartandes. El capitán Mario Luis Olezza al mando del Douglas TA-33 de la Fuerza Aérea,

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efectúa el primer aterrizaje de un avión de gran porte en la base Teniente Matienzo, siendo éste el primer descenso de la Fuerza Aérea en la Antártida. A pala, sobre hielo y nieve, veinte hombres deben construir una pista de ochocientos metros. El 1º de diciembre de ese año, el avión se dirige a la Estación Científica Ellsworth. El 10 de diciembre siguiente, al intentar decolar para intentar cumplir el vuelo transpolar, una chispa incendia el avión y frustra el intento. En marzo-abril 1962 se realiza la campaña oceanográfica del buque Capitán Cánepa.

1962-1963 La campaña 1962-1963, comandada por el capitán de navío Jorge A. Iriarte, se realiza con el General San Martín, el Bahía Aguirre, el Punta Médanos y el Grupo Aeronaval (dos helicópteros). Se relevan y reaprovisionan todas las bases existentes, a excepción de la Estación Científica Ellsworth, que fue clausurada el 30 de diciembre de 1962. Se efectúan balizamientos, hidrografía e importantes tareas oceanográficas: observaciones batitermográficas, registro horario de temperatura de superficie, cartas de hielo sobre la derrota en el Weddell, etcétera. En noviembre de 1962-febrero 1963, el Instituto Antártico Argentino interviene en la campaña antártica con programas propios y en forma conjunta con la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, sobre radiación cósmica; con el Centro de Investigación de Biología Marina sobre plancton antártico, y con la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la misma sobre microbiología. En la zona de la Estación Científica Ellsworth, se realiza un vuelo de reconocimiento glaciológico, con un avión Beaver del Instituto Antártico Argentino y otro del Grupo Naval Antártico. Durante el invierno de 1963 el Instituto desarrolla programas de bioquímica y biología en el Destacamento Naval Decepción, y de física de la alta atmósfera en la base Belgrano.

1963-1964 La campaña 1963-1964 es comandada por el capitán de navío Jorge E. Zimmermann, se realiza con el rompehielos General San Martín, el transporte Bahía Aguirre y el aviso Comandante General Zapiola. Además de las tareas de rutina, se instalan dos nuevos refugios en la costa Confín, tareas hidro-oceanográficas y de balizamiento, y relevamientos expeditivos parciales de la Tierra de Coats, costa de la Princesa Martha y de la barrera de hielos Filchner. El Instituto Antártico hace estudios de paleontología y geología en las islas Rosamel, Decepción y Veinticinco de Mayo (King George Island); glaciología y topografía en la zona de la barrera de hielos de Filchner, donde también desarrolla investigaciones relacionadas con el programa argentino para el Año Internacional del Sol Quieto, iniciado el 1º de enero de 1964 y que comprende: aeronomía, actividad solar, luminiscencia del aire, geomagnetismo, ionósfera, investigación

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espacial, meteorología y radiación cósmica. A bordo del rompehielos continúa el registro de la componente nucleónica con el equipo monitor de neutrones. Durante el invierno de 1964 se desarrollan tareas de auroras y física ionosférica en la base Belgrano.

1964-1965 La campaña 1964-1965 es comandada por el capitán de navío Gonzalo de Bustamante con los buques General San Martín, Bahía Aguirre y Comandante General Zapiola. Durante esta campaña, el rompehielos General San Martín realiza una penetración en el mar de Weddell hasta cabo Adams, inédita hasta ese entonces en la historia antártica. El Instituto continúa en la barrera de hielos Filchner los estudios emergentes del Año Internacional del Sol Quieto, vigente hasta el 31 de diciembre de 1965, año en el que participan también institutos de las Fuerzas Armadas y de las universidades nacionales. Por otra parte el Instituto Antártico encara tareas de glaciología y topografía en las bases Esperanza, Belgrano y Ellsworth. En Esperanza, Decepción y en la bahía Paraíso, se hace la recolección biológica (aves e invertebrados marinos) y en Decepción también estudios geológicos y geoquímicos. El 17 de febrero de 1965 el Instituto inaugura la Estación Científica Almirante Brown, en el Destacamento Naval homónimo, cedido por la Marina; allí se desarrollan, durante todo el año 1965, las siguientes disciplinas: zoología (vertebrados e invertebrados), biología vegetal, bioquímica, fisiología animal, patología, bacteriología, micología y ecología. De febrero a mayo de 1965, se desarrollan dos campañas oceanográficas: una con el aviso Comandante General Zapiola (Drake IV), y otra con el buque oceanográfico Capitán Cánepa. Desde el punto de vista científico, una importante tarea de la Fuerza Aérea es la realización de la Operación Matienzo, planificada y ejecutada por la misma. Entre el 6 y el 8 de febrero de 1965, desde la Base Teniente Matienzo, se lanzan dos cohetes Gamma-Centauro, lanzamiento coordinado con otro simultáneo de iguales artefactos en el Centro de Experimentación y Lanzamiento de proyectiles autopropulsados en El Chamical (La Rioja). Estos proyectiles fueron diseñados y fabricados por la misma Fuerza Aérea en su Instituto de Investigaciones Aéreas y Espaciales de Córdoba y su lanzamiento tuvo como objetivo la medición de la radiación cósmica. El 2 de octubre de 1965, el avión Douglas C-47 (el TA-05) de la Fuerza Aérea al mando del comandante Mario E. Olezza, realiza reconocimientos en la búsqueda de un avión Cessna del Ejército que se había extraviado. Lo localiza dos días después, a los 79º de latitud sur, arrojando elementos de supervivencia y de

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comunicación. Es el mismo Douglas C-47 que utilizó el coronel Leal para trasladarse desde Buenos Aires a la Base General Belgrano, desde la que iniciaría su expedición por tierra al Polo Sur. El 4 de noviembre de ese año corresponde también a la Fuerza Aérea la emoción de plantar en pleno Polo Sur el pabellón argentino. Una escuadrilla del arma integrada por el bimotor Douglas C-47, piloteado por el comandante Mario L. Olezza, y dos monomotores Beaver (el P-05 y el P-06), piloteados respectivamente por el primer teniente Eduardo Fontaine y por el comandante Jorge Raúl Muñoz, realizan la extraordinaria hazaña de la que participaron igualmente los tenientes Roberto Tribiani y Alfredo Abelardo Cano, los suboficiales principales Juan Carlos Nasoni y Guillermo Hausser, el suboficial ayudante Miguel Amado Acosta, el suboficial auxiliar Juan Carlos Rivero y el cabo principal José Gerardo Mateos, así como el sargento ayudante Julio Germán Muñoz, este último del Ejército. Desde allí, el comandante Olezza cumple finalmente el primer vuelo transpolar desde el continente americano, entre el Polo y la base McMurdo, en el C-47, los días 11 y 12 de noviembre. En el vuelo de regreso, se le unen dos Beaver, que habían permanecido en el Polo y regresan a la Base Teniente Matienzo. Los Beaver quedan en la Antártida y cumplen en ese mismo año numerosas tareas, entre ellas la observación de los hielos para facilitar el acceso del rompehielos General San Martín; instalación de la Estación de Apoyo de la Fuerza Aérea Argentina Nº 1 en los 70º de latitud sur; traslado de personal y materiales a la Base de Ejército Alférez de Navío Sobral; instalación de depósitos de combustibles en la ruta que debería seguir la expedición terrestre del coronel Leal al Polo; ejercicios de salvamento y rescate, etcétera. En ese mismo año, 1965, el Ejército, en cumplimiento de tareas previas y necesarias para su posterior marcha hasta el Polo Sur, instala una Base Avanzada de Operaciones. En efecto, desde la Base General Belgrano y en sucesivas patrullas, el capitán Gustavo Adolfo Giró, planta en los 81º de latitud, la que sería la base más austral de nuestro país, la base del Ejército Alférez de Navío Sobral. Su primera dotación tuvo por jefe al teniente Adolfo E. Gotees. En la Base Sobral, al igual que en la Base Belgrano, la noche polar dura cuatro meses, interrumpiendo solamente el silencio y la oscuridad reinantes la belleza de las auroras australes. Una hazaña marca a 1965 con uno de los jalones más memorables de la epopeya argentina en el continente Antártico: el asalto por tierra del Polo Sur. El Ejército Argentino inicia el 26 de octubre de 1965 la marcha terrestre desde la base Belgrano hacia el Polo Sur. Al mando del coronel Jorge Edgard Leal, la patrulla integrada por el capitán Gustavo A. Giró, el suboficial principal Ricardo Bautista

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Ceppi, los sargentos ayudantes Roberto Humberto Carrión, Julio César Ortiz, Adolfo Florencio Pérez y Jorge Raúl Rodríguez, los sargentos pimeros Adolfo Oscar Moreno y Domingo Zacarías y el cabo Ramón Oscar Alfonso, luego de innumerables sacrificios y peligros, arribó al Polo Sur, vértice del Sector Antártico y extremo austral de nuestra patria, el 10 de diciembre de 1965. Con un recorrido de 2.900 kilómetros, se cumplen los viajes de ida y regreso en jornadas de hasta 36 horas de marcha. Regresa esta expedición a la base Belgrano el 31 de diciembre de 1965, después de 66 días en el desierto blanco, atravesando alturas de hasta 3.000 metros, con temperaturas inferiores a - 40º C, soportando el helado viento polar y debiendo salvar, permanentemente, las traicioneras grietas. La expedición cumplió objetivos científicos que se llevaron a cabo exitosamente. De esta manera, la Argentina se sitúa como el primer país del mundo que llegó al Polo Sur partiendo y regresando del mar de Weddell, es decir, siempre en nuestro Sector Antártico.

1965-1966 La campaña 1965-1966 es comandada por el capitán de navío José A. Alvarez, con los buques General San Martín y Bahía Aguirre. Se relevan y reaprovisionan todas las bases en actividad y se habilita el Destacamento Naval Teniente Cámara, para actividad científica durante la campaña de verano. Entre las tareas científicas cumplidas por los buques se destacan: relevamientos expeditivos en las zonas de caleta Potter, puerto Circuncisión y bahía Faro; registros de temperatura, salinidad y composición química del agua de mar durante la penetración a Belgrano y estaciones oceanográficas en el mar de la Flota y en el de Gerlache. Durante la campaña de verano participa junto al personal del Instituto Antártico, personal del Centro Nacional de Radiación Cósmica. A bordo del rompehielos, se determina durante la derrota la componente nucleónica de la radiación cósmica; se efectúan lanzamientos de globos estratosféricos y recepción de señales transmitidas por ellos, y se mide la componente cargada y la componente fotónica de la radiación cósmica, desde los 54º hasta los 78º de latitud Sur aproximadamente. En la estación Científica Almirante Brown, se hacen estudios de ictiología, recolección de ejemplares de fauna marina. Durante el invierno, se trabaja en la base Belgrano en auroras, física ionosférica, geología y radiactividad. El 12 de enero de 1966, el capitán Gustavo A. Giró Tapper y el teniente Pedro Acosta, realizan, desde un Beaver de la Fuerza Aérea, un lanzamiento con paracaídas que incluye tres perros, un trineo desarmable, víveres y elementos de supervivencia.

1966-1967 Bajo el comando del capitán de navío Julio Álvaro Vázquez, la campaña antártica 1966-1967 se lleva a cabo con los buques: rompehielos General San Martín,

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transporte Bahía Aguirre y aviso Comandante General Irigoyen. Se da apoyo logístico a bases, refugios y grupos científicos; se construye la Estación Aeronaval Petrel, sobre la base del refugio homónimo, siendo su primer jefe el teniente de corbeta Eduardo Figueroa. Se realizan tareas náuticas y oceanográficas y un vuelo glaciológico que abarca el Drake Sur, el mar de la Flota, el estrecho Antarctic y el noroeste del mar de Weddell hasta la isla Robertson. La observación glaciológica se completó por mar con el aviso Comandante General Irigoyen. Las tareas científicas del Instituto Antártico comprenden: puesta en funcionamiento en la base Belgrano de un fotómetro de auroras; registro de la componente nucleónica de la radiación cósmica, a bordo del rompehielos; estudios ictiológicos y recolección biológica en puerto Paraíso; recolección de muestras para análisis de radiactividad, estudios limnológicos, geológicos y geoquímicos en la isla Decepción, y observación glaciológica desde a bordo. Durante el invierno se continúa trabajando en Belgrano, en física ionosférica y auroras.

1967-1968 La campaña 1967-68 fue comandada por el capitán de navío Jorge Alberto Ledesma con los buques General San Martín, Bahía Aguirre, Comandante General Irigoyen y buque polar Martín Karlsen. Se efectúa el relevo, reaprovisionamiento y reparación de bases y refugios. El 4 de diciembre, una erupción volcánica de grandes proporciones obliga a evacuar el Destacamento Naval Decepción. Se hacen diecisiete estaciones oceanográficas para estudiar organismos animales y vegetales en el fondo marino, observaciones de hielo, registros meteorológicos y levantamientos expeditivos en caleta Choza y bahía Esperanza. La actividad científica del Instituto se desarrolla principalmente en la Estación Científica Almirante Brown con fisiología animal en pingüinos papúa y biología animal y vegetal. En Decepción, se hacen estudios de vulcanología. Durante el invierno se continúan estos estudios en Brown, y auroras y física ionosférica en Belgrano. En Brown inverna un meteorólogo soviético como parte del intercambio de personal científico argentino-soviético y por el cual un meteorólogo argentino inverna en la estación soviética Molodeshnaya. El observatorio de la isla Laurie opera una Central Meteorológica Antártica. El 28 de octubre se clausura la base Sobral. Finalizada la campaña, en el mes de julio, una base inglesa solicita socorro porque un enfermo grave debe ser evacuado. Después de un frustrado intento, por accidente del Beaver enviado desde la Base Matienzo, sin víctimas, el rompehielos General San Martin rescata al paciente de la base británica de las Islas Argentinas y lo lleva a Ushuaia, desde donde es trasladado a Buenos Aires. En un mensaje de

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agradecimiento del director del British Antarctic Survey, Sir Vivian Fuchs, dice textualmente: “…una campaña invernal de esta naturaleza, resulta sin paralelo en la historia marítima antártica”.

1968-1969 La campaña 1968-1969 es comandada por el capitán de navío Horacio Arturo Ferrari con el rompehielos General San Martín, el transporte Bahía Aguirre y el aviso Goyena. El personal científico realiza tareas en diversas disciplinas, destacándose la comisión de la isla Decepción para el estudio vulcanológico de la misma. En el mes de febrero se produce una nueva explosión volcánica. La Dirección Nacional de Turismo organiza a bordo del buque Libertad, de la Empresa Líneas Marítimas Argentinas, cuatro cruceros turísticos a la Antártida. Durante enero y febrero, el rompehielos General San Martín y el aviso Goyena efectúan sendas campañas oceanográficas, el primero en el mar de Weddell y el segundo en el mar de la Flota y adyacencias. El 29 de octubre de 1969 se inaugura la Base Aérea Vicecomodoro Marambio, ubicada en la isla del mismo nombre, en latitud 64º 15’ S y longitud 56º 43’ 15’’ W. Tiene una pista principal en la meseta de la isla, casi enteramente despejada de acumulaciones de nieve y hielo, en cota 200 metros y con una longitud de 1.500 metros en orientación NNE-SSW. Se opera con aviones pesados con ruedas; allí aterrizó el avión C-130 Hércules. Esa pista puede utilizarse unos diez meses al año. La creación de esta base de avanzada significa un valioso aporte para asegurar la operación continua de aviones de gran porte, sin perjuicio de un futuro uso como base alternativa o de apoyo para vuelos intercontinentales transpolares. Durante esta campaña se inaugura la presencia científica femenina argentina en la Antártida; cuatro biólogas del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia realizan investigaciones de su especialidad en el Destacamento Naval Melchior (hoy Base Melchior), durante el período estival.

1969-1970 La campaña 1969-70 se realiza bajo el comando del capitán de navío Gerardo Félix Ojanguren, con el rompehielos General San Martín, el transporte Bahía Aguirre y el buque polar Theron. Para esta campaña y las sucesivas, se pone en ejecución un Comando Conjunto Antártico, integrado por el componente terrestre (Ejército), el componente naval (Armada), el componente aéreo (Fuerza Aérea) y el componente científico (Instituto Antártico Argentino). Se efectúan los relevos de los destacamentos y las bases, habiéndose arrendado el buque polar Theron, de bandera danesa, para el transporte de carga con destino a la Base General Belgrano. El Instituto Antártico Argentino en esta campaña instala en esa base un laboratorio científico para el estudio de la alta atmósfera que comprende: equipos para ionósfera, auroras australes, física de la alta atmósfera,

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un súper monitor de neutrones, cámara todo cielo y antenas y registradores para el ruido cósmico. También se instala una casilla para lanzamiento de globos para registro de altura. La instalación del laboratorio, denominado LABEL, se ajusta a los programas mundiales que en la actualidad se desarrollan para investigar las relaciones Sol-Tierra de fenómenos propios de los puntos conjugados, que comprenden: uno no lejos de la costa canadiense, frente a la isla Terranova, y otro en las proximidades de la Base General Belgrano. Personal científico atiende las observaciones y registros. Por decreto-ley 18.513, del 31 de diciembre de 1969, créase a partir del 1º de enero de 1970, la Dirección Nacional del Antártico, bajo la dependencia del Ministerio de Defensa y asígnase a la misma la responsabilidad del planeamiento, programación, dirección, coordinación y control de la actividad antártica argentina, de acuerdo con los objetivos, políticas y estrategias nacionales y con los recursos y medios que el Estado asigne, fomentando el interés nacional en esa actividad y difundiendo sus resultados. Se designa como primer Director Nacional al general de brigada Jorge E. Leal.

1970-1971 La campaña 1970-1971 es comandada por el capitán de navío Roberto A. Ulloa con los buques General San Martín, Bahía Aguirre y Comandante General Zapiola. Además del apoyo logístico a las bases, refugios y grupos científicos, se hacen reconocimientos hidrográficos con búsqueda y localización de rocas y bajofondos, etc. En los mares de Weddell y Bellingshausen, se realizan estaciones oceanográficas; en la isla Berkner un reconocimiento marítimo y en la isla Pedro I, tareas hidro-oceanográficas y también observaciones glaciológicas, registros meteorológicos y balizamientos. El Instituto Antártico Argentino desarrolla los siguientes planes: geológico-topográfico Pedro I, Fisiofac, Biofac, Microfac, Histiaa, vulcanológico, glaciológico, cosmantar, biológico Pedro I y museo. Durante el invierno, se desarrollan los planes: hormofac, oceanográfico, nucleoantar, zoológico, observaciones del ambiente en la Estación Científica Almirante Brown y Cosmoantar, Deniaa, auroras y Núcleoantar en la Base Belgrano. Entre el 31 de agosto y el 21 de septiembre de 1971, se produce el rescate desde el Destacamento Naval Petrel de dos miembros de la base inglesa Fosil Bluff, ubicada a los 71º 20’ S y 68º 20’ W, uno de ellos enfermo y el otro herido, quienes son trasladados a la Base Vicecomodoro Marambio, desde donde son evacuados por un avión C-130 a Buenos Aires. La difícil misión se realizó en un avión Porter 4G1, cuya tripulación estaba formada por el teniente de navío Roberto J. Seisdedos, el teniente de fragata Carlos Anzay, el suboficial mecánico Gerardo

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Palladito y el doctor Aurelio Bosso. 1971-1972 Bajo el comando del capitán de navío Justo G. Padilla, con los buques General San

Martín, Bahía Aguirre y Goyena, se realiza la campaña antártica 1971-72. Se realizan las tareas logísticas de rutina y, con la colaboración de diecinueve instituciones científicas del país, se desarrolla un amplio plan de labor en las áreas de los mares del Scotia, de Weddell y Bellingshausen, archipiélagos antárticos y Tierra de San Martín. El Instituto Antártico Argentino continúa con el desarrollo de los planes de la campaña anterior. En la isla Decepción, el plan vulcanológico se efectúa con la participación de seis investigadores extranjeros. A bordo del Goyena se desarrolla el plan Oceantar. En la barrera de Larsen y en la meseta de la península antártica, se elabora el plan Hieloantar; en la isla Pedro I: meteorología, radiación y geomagnetismo; en Esperanza el plan Hepafac. Durante el invierno continúa la labor científica en la Estación Científica Almirante Brown y en el LABEL (Laboratorio Belgrano). En el curso de esta campaña, los días 12 y 14 de abril, se realiza, desde el rompehielos General San Martín, mientras navegaba por el mar de Weddell, una transmisión a distancia de electrocardiogramas, utilizando las técnicas ideadas en el Instituto de Ingeniería Biomédica de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires. El registro electrocardiográfico se repite el día 17 en la Base General Belgrano, siendo interpretados en Buenos Aires por el Dr. Domingo Carreras.

1972-1973 La campaña 1972-1973 es comandada por el capitán de navío Adriano Juan Roccatagliata con los buques General San Martín y Bahía Aguirre. Se brinda apoyo logístico a las estaciones en tierra y a los grupos de científicos; se hacen balizamientos, oceanografía e hidrografía. Investigadores del Instituto Antártico Argentino trabajan en: Estación Científica Almirante Brown (Fisiofac, Histiaa, Oceanografía); Esperanza (Microfac y Visión); Palmer (Estados Unidos) (Bioantar I y Bioantar II); Decepción (Vulcantar); isla Livingston (Geoantar) y a bordo del buque Goyena (Oceantar), Durante el invierno de 1973, continuan las tareas en la Estación Científica Almirante Brown y en el LABEL. El 10 de agosto se realiza la ceremonia central del Día de la Fuerza Aérea en la Base Vicecomodoro Marambio, constituyéndose la Base en esa ocasión, en la sede accidental del Poder Ejecutivo Nacional, firmándose el Acta de Afirmación de la Soberanía en la Antártida Argentina, suscripta por las autoridades nacionales; allí se efectua la habitual reunión semanal de gabinete, tratándose importantes asuntos de estado.

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El 28 de diciembre de 1972, el buque oceanográfico Calypso fondea en el Puerto Foster, isla Decepción, donde Jacques Cousteau proyectaba efectuar algunos estudios y filmar escenas para una de sus películas. En esa ocasión, el primer oficial del Calypso resulta muerto al ser alcanzado por la pala de un helicóptero; su fallecimiento es denunciado ante las autoridades judiciales de Ushuaia. La intervención directa del tribunal federal de esta ciudad, solicitada por Cousteau, constituye un verdadero reconocimiento de soberanía hecho por la expedición francesa al someter a autoridades argentinas la investigación del suceso, inscribir la defunción de Laval en el Registro Civil de Ushuaia y mantener enarbolado el pabellón argentino durante su permanencia en aguas antárticas.

1973-1974 La campaña antártica 1973-1974 es comandada por el capitán de navío Horacio Justo Gómez Verte con los buques: rompehielos General San Martín, transporte Bahía Aguirre, avisos Comandante General Irigoyen y Comandante General Zapiola. Se da apoyo logístico a las estaciones en tierra y a la actividad científica. Se realizan tareas náuticas, hidrográficas y oceanográficas e inspección de faros y balizas. La actividad científica durante la campaña de verano cuenta con la participación de noventa científicos y técnicos. El Instituto Antártico continúa el desarrollo de sus programas propios y en colaboración: Oceantar, Geoantar, Vulcantar, Igmantar, Visión, Histiaa, Fisiofac, Microfac, Gaba y Bioantar. Durante el invierno, continúan los programas propios de la ECAB y el LABEL. Los días 5 y 8 de diciembre de 1973, un avión LC-130 Hércules de la Fuerza Aérea une, en un vuelo sin precedentes, Buenos Aires y Canberra (Australia) a través del continente Antártico. Encabeza su tripulación el comandante general del arma brigadier general Héctor Luis Fautario, integrándola el vicecomodoro José A. González (primer piloto), el capitán Juan Daniel Paulik (segundo piloto), el capitán Héctor Cid (tercer piloto), los capitanes Adrián J. Speranza y Hugo C. Meinsner y el primer teniente Jorge Valdecantos (navegantes), el mayor Salvador Alaimo (meteorólogo), el suboficial mayor Mario F. Guayan y el suboficial principal Pedro Bessero (mecánicos), el suboficial mayor Juan Bueno (camarógrafo). Participan además, el comodoro Juan C. Porcile y el mayor Manuel Marcelo Mir.

1974-1975 La campaña 1974-1975 es comandada por el capitán de navío Aldo de Rosso, con los buques General San Martín, Bahía Aguirre y Comandante General Zapiola. Se trata de una campaña muy difícil por las duras condiciones del tiempo y de los hielos, que obstaculizan incluso los relevos de las dotaciones y el reabastecimiento de las bases. En este verano, un fuerte temporal arroja al Bahía Aguirre sobre las rocas de Punta Bajos, en la isla Dundee, colocándolo en una situación de sumo

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peligro, de la cual pudo zafar gracias a las hábiles maniobras de sus tripulates. Poco después, el hielo encerró al rompehielos General San Martín mientras navegaba cerca de la isla Vicecomodoro Marambio, en el golfo Erebus y Terror. El buque permaneció atrapado durante un mes hasta que la aparición de una grieta le permitió acceder a aguas libres. Durante la campaña de verano, el Instituto continúa el desarrollo de sus programas: Bioantar, Histiaa, en ECAB; Microfac, en Esperanza: Gaba, en la base Palmer (Estados Unidos) Vulcantar, en Decepción; Geoantar, en las islas Vicecomodoro Marambio, James Ross, Cockburn y Lockyer. A bordo del buque oceanográfico Islas Orcadas, se desarrolló el programa Oceantar. También en esta temporada, la Dirección Nacional de Turismo contrata al buque Regina Prima para efectuar cinco cruceros turísticos, con 474 plazas en cada viaje.

1975-1976 Bajo el comando del capitán de navío Fernando Miguel Romeo, los buques General San Martín, Bahía Aguirre, Cándido Lasala y Comandante General Zapiola, intervienen en la campaña antártica. Fueron relevadas y abastecidas todas las estaciones en operación. Se reactivó la base San Martín y se instalaron dos nuevas estaciones, una en los nunataks Bertrab y otra en la caleta Potter. El Servicio de Hidrografía Naval, el Servicio Meteorológico de la Armada y el Servicio Meteorológico Nacional, dependiente de la Fuerza Aérea, efectuaron observaciones hidro-oceanográficas, geológicas, glaciológicas, meteorológicas y de geomagnetismo. En febrero se instalan por primera vez los nuevos equipos de Televisión de Barrido Lento (SSTV), consiguiéndose emitir y recibir en la Antártida (Base Brown) imágenes fijas diferidas cada siete segundos y en cualquier momento del día (sistema similar al utilizado por la NASA en el primer alunizaje). Este sistema revoluciona las radioconversaciones con la base Brown, porque permite a los residentes observar a sus familiares a través de la distancia, o viceversa. El Instituto Antártico Argentino participa en el crucero del buque de investigación Thomas G. Thompson, que realiza el proyecto F. Drake 76 como parte de la Década Internacional de Exploración Oceánica y desarrolla programas propios y en colaboración con organismos nacionales e internacionales de ciencias de la tierra, ciencias de la atmósfera y ciencias biológicas. Se realizaron seis cruceros turísticos con el buque Regina Prima. En 1976 ocurren dos graves accidentes aéreos en la Antártida: uno el 15 de septiembre cuando un avión Neptune de la Armada se estrella en el monte Bernard, isla Livingston (Shetland del Sur), falleciendo sus diez tripulantes y un civil perteneciente a la TV de Río Grande; y el otro, el 5 de diciembre, en ocasión de precipitarse a tierra en la isla Vicecomodoro Marambio, un helicóptero de la

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Fuerza Aérea, accidente en el que perdieron la vida sus tres ocupantes. El 18 de febrero de 1976 se inaugura en la base Esperanza la capilla católica San Francisco de Asís.

1976-1977 La campaña 1976-1977 es comandada por el capitán de navío Isidoro Antonio Paradelo, se realiza con los buques General San Martín, Bahía Aguirre, Cándido Lasala y Francisco de Gurruchaga. Se efectúa el relevo y abastecimiento de todas las estaciones en operación y continuan las observaciones científicas de las campañas anteriores, prosiguiendo el Instituto Antártico Argentino con el desarrollo de sus programas propios y en colaboración con otras instituciones. Como el año anterior, en 1977 la actividad antártica se ve empañada por la pérdida de vidas humanas. El 11 de enero, mientras realiza una misión de rescate del avión Neptune, un helicóptero del Ejército se precipita a tierra sobre la isla Livingston, falleciendo sus tres tripulantes.

1977-1978 La campaña 1977-1978 es comandada por el capitán de navío Carlos Alberto Barros; se realiza con los buques General San Martín, Bahía Aguirre, Cándido Lasala y Francisco de Gurruchaga. Se relevan y abastecen todas las estaciones en operación. La actividad científica continúa como en las campañas anteriores, iniciándose tareas hidrográficas en la bahía Pingüino, bahía López de Bertodano y paso Norte.

1978-1979 La campaña 1978-1979 fue comandada por el capitán de navío Alberto Oscar Casellas y llevada a cabo con los buques General San Martín, Bahía Aguirre y Francisco de Gurruchaga. Se relevan y abastecen todas las bases en operación y se instala una nueva base: Belgrano II. Se continúa con las tareas científicas y, como parte de ellas, cabe señalar la confección de las cartas náuticas de la caleta Potter, cabo Primavera y bahía Scotia (Islas Orcadas del Sur). El 5 de marzo de 1979, un helicóptero de la Armada que vuela desde el rompehielos General San Martín hacia el transporte Bahía Aguirre, para evacuar a un enfermo a bordo de aquel buque, al decolar se precipita sobre las aguas del pasaje Drake, provocando la muerte de sus tres tripulantes. Durante esta campaña, visitan la zona antártica el Jefe del Estado Mayor General de la Armada, el secretario de Intereses Marítimos y el Jefe del Departamento Antártida y Malvinas, del Ministerio de Relaciones Exteriores. Del 5 al 8 de junio de 1979, se realiza en Buenos Aires la Reunión del Grupo de Especialistas del Programa BIOMASS (Investigaciones Biológicas de los Sistemas y Poblaciones Marinas Antárticas).

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1979-1980 La campaña antártica 1979-1980, bajo el comando del capitán Alberto Máximo D’Agostino, se realiza con los buques: rompehielos Almirante Irízar, transporte Bahía Aguirre y aviso Francisco de Gurruchaga. Se efectúa el relevo y abastecimiento de las estaciones en operación y se instala la Base Belgrano III. Continúa la actividad científica. La Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales efectúa lanzamientos semanales de cohetes sonda, con el propósito de recibir información científica, y lanzamientos de globos meteorológicos portando radiosondas, a efectos de completar la información. Durante esta campaña, la Dirección Nacional del Antártico inicia las tareas de conservación de la cabaña construida por la Expedición Antártica Sueca del Dr. Otto Nordenskjöld (1901-1903) en la isla Cerro Nevado, recuperando también elementos de aquellos expedicionarios (entre los que estaba el alférez de la Armada Nacional José María Sobral). Con esta campaña, inaugura su carrera antártica el nuevo rompehielos Almirante Irízar, que reemplazó al veterano General San Martín. El 22 de enero de 1980 pierde la vida un sargento primero del Ejército, caído al mar por un desprendimiento de hielo durante las tareas de amarre del rompehielos Almirante Irízar frente a la Base Belgrano.

1980-1981 La campaña 1980-1981 es comandada por el capitán de navío César Trombetta, con el rompehielos Almirante Irízar y el transporte Bahía Aguirre. Se relevan y abastecen todas las bases en operación, continuando las actividades científicas de las campañas anteriores. En la isla Cerro Nevado prosiguen las tareas de restauración y de conservación del refugio Suecia, iniciadas durante la campaña anterior como respuesta a las recomendaciones de las Reuniones Consultivas del Tratado Antártico. El Instituto Antártico Argentino continúa también desarrollando sus programas de las campañas pasadas, participando además en el Primer Experimento Internacional BIOMASS (FIBEX), a bordo del buque de investigaciones pesqueras Dr. Eduardo Holmberg.

1981-1982 Bajo el comando del capitán de navío César Trombetta, la campaña 1981-1982 se efectúa con el rompehielos Almirante Irízar y el transporte Bahía Paraíso. Se realiza el relevo y el abastecimiento de las estaciones y continúan las investigaciones científicas a cargo de los institutos de las Fuerzas Armadas y del Instituto Antártico Argentino, que prosigue el desarrollo de sus programas propios y en colaboración con los organismos y universidades nacionales.

1982-1983 La campaña 1982-1983 fue comandada por el capitán de navío José Amauri Ferrer, con los buques Almirante Irízar y el Bahía Paraíso. Se efectúa el relevo y el abastecimiento de todas las estaciones y continúan las

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tareas científicas (hidro-oceanógrafa, glaciología, geología, meteorología, geomagnetismo y los programas del Instituto Antártico Argentino en ciencias de la tierra, de la atmósfera y biológicas). Con la participación del buque de investigaciones pesqueras Santa Rita, continúa el desarrollo de las tareas relacionadas con el programa del Primer Experimento Internacional BIOMASS. Del 6 al 10 de junio de 1983, se realiza en la ciudad de San Carlos de Bariloche, Río Negro, el Simposio Regional y Reunión de Trabajo sobre Avances Recientes en Biología Acuática Antártica, con especial referencia a la región de la península Antártica.

1983-1984 La campaña 1983-1984 es comandada por el capitán de navío Alejandro José Giusti, y participan en ella los buques Almirante Irízar y Bahía Paraíso. Se hace el relevo y abastecimiento de todas las bases en operación y se evacúa por aire la base Belgrano III, que queda inactiva. Se hacen diversas tareas hidro-oceanográficas y un relevamiento sísmico de la plataforma submarina en el borde oriental de la península Antártica. En el cerro Millerand se efectúa un reconocimiento del lugar y se recolectan muestras geológicas. El Instituto Antártico Argentino continúa desarrollando sus programas: Geoantar, Quimioceantar, Oceantar, Bioceantar y Museoantar. El 12 de abril un incendio destruye la mayor parte de la base Brown. No se producen desgracias personales; la dotación es evacuada a Ushuaia con la cooperación del buque Hero, fondeado en la base norteamericana Palmer.

1984-1985 La campaña 1984-1985 es comandada por el capitán de navío Alfredo Claudio Febre, y se realiza con los buques Almirante Irízar y Bahía Paraíso. Se relevaron y abastecieron todas las bases activas, se hicieron tareas hidro-oceanográficas y se dio apoyo a los grupos científicos. La actividad científica continúa como en los años anteriores: el Servicio Meteorológico Nacional realiza observaciones de radiación solar; el Servicio de Hidrografía Naval efectúa balizamientos; y el Instituto Antártico Argentino desarrolla sus programas en los tres campos de las ciencias mencionados. La actividad científica del Instituto cuenta con la participación del Grupo Antartic 85 (España), para determinar la convergencia subtropical antártica y la divergencia antártica. Se hizo un estudio de sales y nutrientes, de la vertical de temperatura media XBT, y un estudio sistemático del plancton.

1985-86 La campaña 1985-86 es comandada por el capitán de navío Vicente Manuel Federico, y llevada a cabo con los buques Almirante Irízar y Bahía Paraíso. Se relevan y abastecen todas las estaciones en operación. Hubo una intensa actividad científica con participación de 107 investigadores pertenecientes al

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Instituto Antártico Argentino y a las Universidades de Buenos Aires, La Plata, Córdoba y Cuyo, al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y el Centro de Investigaciones en Recursos Geológicos. Las disciplinas abordadas durante la campaña incluyen biología, geofísica, geología, oceanografía, química, contaminación y arqueología. Durante la navegación, se toman muestras para comprobar la posible contaminación por hidrocarburos; además se detecta la presencia de polinucleados a través de la instalación de veinticinco estaciones oceanográficas. Igualmente, se toman muestras del agua de mar en superficie para determinar los micronutrientes (silicatos, nitratos y fosfatos), clorofila, alcalinidad y salinidad, a fin de establecer la relación con la presencia de cardúmenes. Dentro del programa oceanográfico prosiguen los estudios de la convergencia antártica y sus variaciones térmicas con el fin de conocer la migración de peces en diversas épocas. En el Atlántico Sur, a bordo del buque oceanográfico Melville, en colaboración con las Universidades de Texas y Oregon, se logran reconocimientos de salinidad y temperatura de profundidad, con el propósito de determinar corrientes. En el campo de la biología, se recolectan hongos superiores de las musgueras y por primera vez se encuentran hongos de sombrero y en forma de copa, y se redescubre una especie perdida, hallada en 1897 por la expedición de Gerlache y que, según informaciones, no está registrada en las colecciones de los museos belgas; se trata del Sclerotium Antarcticum. Entre otros resultados de esta campaña, cabe destacar el hallazgo de dos esqueletos de plesiosaurios, troncos fósiles de hasta tres metros de largo junto con otros ejemplares delprimer dinosaurio antártico del Cretácico que proliferaron hace setenta millones de años. En la isla de Cerro Nevado, continúan las tareas de reconstrucción y ambientación de la cabaña de la expedición Nordenskjöld. Como complemento al quehacer sintetizado, se concreta durante el verano un viaje de turismo organizado por una empresa privada que contrata los servicios del buque polar Bahía Paraíso, transportando en esa oportunidad a 64 turistas. Durante esta campaña, visitan la Antártida directivos de la Dirección Nacional del Antártico y del Instituto Antártico Argentino. Especialmente invitados, viajan también legisladores nacionales.

1986-1987 El capitán de navío José Luciano Luis Acuña, como comandante conjunto del rompehielos Almirante Irízar y del buque Bahía Paraíso durante la campaña 1986-1987, realiza el relevo y abastecimiento de las bases antárticas y presta apoyo logístico a la actividad científica, en cuyo desarrollo el personal del Instituto

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Antártico Argentino hace relevamientos morfológicos y químico-planctológicos de lagos de agua dulce en inmediaciones de la Base Esperanza. Entre el 9 de diciembre y el 25 de enero, el Bahía Paraíso efectúa cuatro cruceros turísticos.

1987-1988 Durante la campaña antártica 1987-1988, el capitán de navío Manuel Guillermo Videla, como comandante conjunto del rompehielos Almirante Irízar y del buque Bahía Paraíso, dirige la campaña en la cual se relevan y abastecen las bases antárticas y se da apoyo logístico a la actividad científica, que contaba con la participación del Instituto Antártico Argentino, cuyo personal prosiguió con los programas de ciencias de la tierra y el mar; del Servicio Meteorológico Nacional que efectúa observaciones meteorológicas, glaciológicas y de radiación solar, y del Servicio de Hidrografía Naval, que desarrolló tareas oceanográficas. Como en la campaña anterior, el Bahía Paraíso realiza cuatro cruceros turísticos entre el 8 de diciembre y el 29 de enero.

1988-1989 En la campaña 1988-1989, bajo el comando del capitán de navío Ismael Jorge García y con los buques Almirante Irízar y Bahía Paraíso, son relevadas y abastecidas las estaciones antárticas; se efectúa la reconstrucción del refugio Puerto Moro en la zona de la bahía Esperanza y el mantenimiento y recuperación de la red de balizamiento existente. La actividad científica cuenta con la participación del Instituto Antártico Argentino, el Servicio Meteorológico Nacional y el Servicio de Hidrografía Naval. Se realiza la actualización cartográfica en la ruta a la base Belgrano III, por el nuevo trazado de la barrera de hielos de Filchner; se efectúa el reconocimiento de la nueva ruta de navegación terrestre, sobre la costa Confín y hasta la longitud de Halley Bay, y se hacen tareas hidro-oceanográficas. El buque Bahía Paraíso encalla en una roca sumergida a baja profundidad del estrecho de Bismarck el 28 de enero a las 14.00, marcando el azimut 095 y seis cables a punta Bonaparte, a corta distancia de las islas Amberes y de la estación científica Palmer (Estados Unidos.); zafó luego de su varadura, hundiéndose el 31 de enero a las 21:53, en latitud 64º 46’ Sur, longitud 64º 06’ 06’’ Oeste, a escasa distancia del lugar de la varadura.

1989-1990 El capitán de navío Mario Dante Barilli, como comandante conjunto, dirige la campaña 1989-1990 con los buques Almirante Irízar y Francisco de Gurruchaga, que efectúan el relevo y abastecimiento de las estaciones y dan apoyo logístico a los grupos científicos. La actividad científica cuenta con la participación del Instituto Antártico Argentino, el Servicio Meteorológico Nacional y el Servicio de Hidrografía Naval, que continúan las tareas de las campañas anteriores. Intervienen además las siguientes

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instituciones: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Centro de Investigaciones en Recursos Geológicos, Instituto Nacional de Tecnología Industrial, Ministerio de Educación, Servicio Nacional de Parques Nacionales y los Museos de Ciencias Naturales de Buenos Aires y de Mar del Plata. Durante esta campaña, se produce un hallazgo de importancia en el campo de la paleontología: fueron descubiertos por primera vez en la Antártida, en nuevas áreas fosilíferas de la isla Vicecomodoro Marambio, fósiles de mamíferos ungulados.

1990-1991 Bajo el comando conjunto del capitán de navío Gustavo Adolfo Rojas, intervienen en la campaña 1990-1991, el rompehielos Almirante Irízar y los avisos Francisco de Gurruchaga y Comandante General Irigoyen. Son relevadas y abastecidas las estaciones, se presta el apoyo logístico de rutina a los grupos científicos y se hacen expediciones de corto y mediano alcance en las zonas de influencia de cada una de las bases activadas, con tareas de cartografía, topografía, geodesia, navegación terrestre y técnica polar. El Servicio de Hidrografía Naval realiza tareas hidro-oceanográficas y el Servicio Meteorológico Nacional hace observaciones meteorológicas, glaciológicas y de radiación solar. El Instituto Antártico Argentino desarrolla tareas científicas y técnicas propias y en colaboración, integrando el grupo de tareas en sismología del fondo oceánico, en cumplimiento del programa conjunto de investigación con Polonia y Japón, y participando en el Plan de Contingencia Anticontaminación en el área de la base Palmer (Estados Unidos); en el lugar del casco hundido del transporte Bahía Paraíso, se efectúa buceo para control de pérdida de hidrocarburos, para lo cual se realiza el tendido de barreras alrededor del casco, en ejercicio combinado entre el Grupo Anticontaminación del aviso Irigoyen, personal del la Base Palmer y de la National Science Foundation para evaluación del Plan de Contingencia; en caleta Potter se fondean testigos con diversas combinaciones de agua, hidrocarburos y lubricantes, para evaluar a fines de 1991 y de 1992, su descomposición en condiciones similares a las existentes en el casco hundido.

1991-1992 Bajo el comando conjunto del capitán de navío Raúl D. Pueyrredón, participan en la campaña 1991-1992, el rompehielos Almirante Irízar y los avisos Comandante General Irigoyen y Francisco de Gurruchaga, este último de estación en Ushuaia. Son relevadas y abastecidas las estaciones y se presta apoyo logístico a la actividad científica, participando el aviso Irigoyen en el Plan de Contingencia Antipolución, que se realizó entre el 15 de diciembre y el 22 de febrero en el área de la Base Palmer (Estados Unidos), con intervención del Instituto Antártico Argentino, que realiza también estudios en el campo de las ciencias de la tierra, del mar, meteorológicas y biológicas. Se instala un espectrofotómetro Brewer (Canadá), propiedad del IFA, y una computadora terminal NODE CONTROLER con un

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transmisor y un receptor para emisión diaria de datos desde la Base Belgrano II a Buenos Aires, en forma continuada durante no menos de tres años.

1992-1993 La campaña antártica 1992-1993 se realiza bajo el comando del capitán de navío Leónidas I. Llanos y se extiende desde el 20 de noviembre de 1992 al 27 de marzo de 1993. Prestan apoyo el rompehielos Almirante Irízar y el aviso Francisco de Gurruchaga. Se realiza la extracción del combustible remanente del casco del transporte Bahía Paraíso con personal propio y de la empresa holandesa participante.

1993-1994 Bajo el comando conjunto del capitán de navío Ricardo Guillermo Corbetta, se inicia la campaña 1993-1994, que contó con la participación del rompehielos Almirante Irízar. Durante la campaña prestan apoyo aéreo aviones de la Fuerza Aérea Hércules C-130 y helicópteros Puma. Se presta apoyo sanitario a las bases extranjeras Arctowsky (Polonia) y King Sejong (Corea). Se efectúa búsqueda y rescate de una expedición polaca (el 31 de julio de 1994). La actividad científica y técnica es la siguiente: intervienen 178 científicos y técnicos, entre ellos catorce extranjeros (un australiano, tres alemanes, cuatro españoles, cuatro italianos y dos polacos). Se desarrollan cincuenta programas científico-técnicos, tres programas técnico-logísticos y tres de apoyo a programas extranjeros. Entre los temas tratados figuran: recursos mineros, pesqueros, medio ambiente y desarrollo de energías no convencionales. El Instituto desarrolla sus programas de ciencias de la tierra, ciencias del mar, ciencias de la atmósfera y ciencias biológicas. El 20 de enero se inaugura en la base Jubany el Laboratorio Dallmann argentino-alemán. Se instala el primer Laboratorio para Medición de Anhídrido Carbónico con el fin de estudiar el efecto invernadero (programa conjunto con el Instituto de Física de la Atmósfera, Roma),y la Dirección y el Instituto Antártico argentinos. Se instalan dos de los tres equipos EVA (Espectómetro Visible de Absorción) para establecer una red de medición del ozono (Convenio Argentino-Español). En la base San Martín, científicos alemanes desarrollarn el programa OEA de Percepción Remota, previéndose un trabajo conjunto argentino-alemán para la campaña 1994-1995.

1994-1995 Bajo el comando conjunto del capitán de navío Carlos Daniel Carbone, se inicia la campaña 1994-1995 con la participación del rompehielos Almirante Irízar. Participaron también aviones Hércules C-130, DH-6 y helicópteros B-212. La actividad científica y técnica es la siguiente: intervienen 76 científicos y técnicos. Se desarrollan programas de recursos mineros, pesqueros, medio ambiente, desarrollo de energías no convencionales y logístico. Se lleva a cabo una actividad

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conjunta con Estados Unidos., Alemania, Japón, España, Italia, Austria y Bulgaria. El Instituto desarrolla sus programas de ciencias de la tierra, ciencias del mar, ciencias de la atmósfera, museo y —por primera vez— una misión pastoral, que recorre las bases Esperanza, Jubany y Marambio, a cargo de monseñor Alejandro Inzaurraga Frías. En la base Belgrano II se instala el primer Observatorio Astronómico Polar Argentino, bautizado “José Luis Sersic”, y una antena satelital para transmisión de datos del LABEL (Laboratorio Belgrano). En Decepción se instala el primer observatorio vulcanológico de la Antártida y, en proximidades de la Base San Martín, el refugio ONA para apoyo logístico al programa de percepción remota de imagen (ERS. 1 y ERS. 2), corrimiento de glaciares y posicionamiento GPS, bajo el convenio entre la Universidad de Freiburg (Alemania), y la Dirección y el Instituto antárticos argentinos y la Gobernación de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. Bajo el mismo convenio, los alemanes instalan una Central Meteorológica Autónoma en la base San Martín.

1995-1996 Bajo el comando del capitán de navío Carlos Daniel Carbone, se efectúa la campaña 1995-1996, en la que intervinieron el Almirante Irizar, un Hercules C-130 y helicópteros B-212 y BHC-6.

1996-1997 En la campaña 1996-1997, bajo el comando del capitán de navío Francisco Héctor Cachaza intervienen el rompehielos Almirante Irízar, el buque oceanográfico Puerto Deseado, el aviso Suboficial Castillo, los aviones de la Fuerza Aérea Hércules C-130 y Twin Otter DHC-6 y helicópteros B-212 y un helicóptero del Ejército Super Puma. La escuela de la base Esperanza es transferida a la dependencia de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur y rebautizada Escuela Nº 38 Presidente Julio A. Roca.

1997-1998 Bajo el comando conjunto del capitán de navío Juan Carlos Ianuzzo, se inicia la campaña 1997-1998 con el Almirante Irízar, el Hercules C-130, el Twin Otter DHC-6 y helicópteros B-212, Super Puma y Sea King. Se hace un relevo de emergencia en la base Belgrano II, donde quedan sólo nueve hombres.

1998-1999 Bajo el comando conjunto del capitán de navío Juan Carlos Ianuzzo, se inicia la campaña 1998-1999, que se desarrolla con el Almirante Irízar, el Puerto Deseado, aviones Hércules C-130 y Twin Otter DHC-6, y helicópteros B212 y Sea King.

1999-2000 Bajo el comando conjunto del capitán de navío Marcelo Gustavo Genne se inicia la campaña 1999-2000, que se desarrolla en tres etapas con el Almirante Irízar, el Hércules C-130, el Twin Otter DHC-6 y los helicópteros B-212 y Super puma. El 5 de enero del 2000 arriba al Polo Sur geográfico la expedición técnica científica del ejército al mando del teniente coronel Victor Hugo Figueroa.

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El 31 de enero el Almirante Irízar recibe un pedido de auxilio del Clipper Adventurer, varado con turistas al norte de la isla Belgrano (bahía Margarita). A las 18:30 el rompehielos llega hasta el Clipper, picando durísimo hielo de hasta dos metros de espesor. A las 2.25 del 1º de febrero, se consigue abrir una laguna en derredor del Clipper para hacerlo entrar en una grieta abierta por el rompehielos y remolcarlo hasta aguas libres, lo que se consigue a las 9:15.

2000-2001 Bajo el comando conjunto del capitán de navío Carlos Picone, se realiza la campaña antártica 2000-2001, interviniendo el Almirante Irizar, el Puerto Deseado, los aviones Hércules C-130 y Twin Otter DHC-6 y helicópteros B212 y Super Puma.

2001-2002 Bajo el comando del capitán de navío Raúl Eduardo Benmuyal, se realiza la campaña 2001-2002. Se hace en dos etapas; enero-marzo y abril-mayo, con el Almirante Irízar, dos helicópteros embarcados Sea King, dos aviones Hércules C-130, un Twin Otter DHC-6 y un Boeing B-707 para transporte de personal. El aviso Suboficial Castillo colabora en el traslado de personal y carga.

En junio de 2002 el Almirante Irízar recibe la orden de acudir en auxilio del buque multipropósito alemán Magdalena Oldendorff, atrapado por el hielo en los 70º Sur y 01º Este, condenado a una invernada forzosa, sin combustible ni víveres. Para realizar la operación, denominada “Cruz del Sur”, el personal es instruido durante el viaje (ya que nunca se suele ir a la Antártida en invierno) y, en este caso, bajo durísimas condiciones climáticas, con tempestades, en una de las cuales las olas alcanzaron los treinta metros de altura. El rompehielos, finalmente, pudo llegar hasta el buque alemán, pero no logró sacarlo. Se le dejó un médico argentino, víveres y combustible.

2002-2003 En esta campaña, comandada por el capitán de navío Delfor Raúl Ferraris, actúa sólo el Almirante Irizar, que continúa con programas iniciados en las campañas anteriores, contribuyendo al proyecto GLOSS, en colaboración con la Universidad de Hawai y la Administración Nacional del Océano y la Atmósfera de Estados Unidos.

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