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191 Estudios 101, vol. x, verano 2012. resumen: Durante el siglo xix se ensayan diver- sos proyectos educativos, tanto conservadores como liberales. Sólo hasta la llegada de Porfirio Díaz al poder consigue uno de estos proyectos vol- verse realidad. PaLabras cLave: educación, siglo xix, México, Juárez, Díaz. abstract: In the nineteenth century, several conservative and liberal educational projects were tried out, however it was until Porfirio Diaz’s rise to power that one became a reality. Keywords: education, nineteenth century, Mexico, Juárez, Díaz. LOS PROYECTOS EDUCATIVOS DEL SIGLO xIx: MÉxICO Y LA CONSTRUCCIóN DE LA NACIóN rosalía meníndez* * Universidad Pedagógica Nacional. recePción: 22 de marzo de 2011. acePtación: 23 de agosto de 2011. ©ITAM Derechos Reservados. La reproducción total o parcial de este artículo se podrá hacer si el ITAM otorga la autorización previamente por escrito.

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Estudios 101, vol. x, verano 2012.

resumen: Durante el siglo xix se ensayan diver-sos proyectos educativos, tanto conservadores como liberales. Sólo hasta la llegada de Porfirio Díaz al poder consigue uno de estos proyectos vol-verse realidad.

PaLabras cLave: educación, siglo xix, México, Juárez, Díaz.

abstract: In the nineteenth century, several conservative and liberal educational projects were tried out, however it was until Porfirio Diaz’s rise to power that one became a reality.

Keywords: education, nineteenth century, Mexico, Juárez, Díaz.

LOS PROYECTOS EDUCATIVOS DEL SIGLO xIx: MÉxICO Y LA

CONSTRUCCIóN DE LA NACIóNrosalía meníndez*

* Universidad Pedagógica Nacional.recePción: 22 de marzo de 2011.acePtación: 23 de agosto de 2011.

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NOTAS

Estudios 101, vol. x, verano 2012.

LOS PROYECTOS EDUCATIVOS DEL SIGLO xIx: MÉxICO Y LA

CONSTRUCCIóN DE LA NACIóN

Introducción

La política educativa que hoy día se aplica en los diferentes espacios y ámbitos educativos del país resul-ta impensable si desconocemos o ignoramos su pasado histórico, es decir, su memoria; el presente artícu-lo tiene por objeto presentar algunas ideas, planteamientos y propuestas que dieron origen a la construcción de proyectos educativos a lo largo del siglo xix; a partir de este material se analiza la destacada labor de profe-sores, pedagogos, políticos y edu-cadores interesados en la educación del país.

El siglo xix resulta de gran impor-tancia y yo diría que es fundamental para comprender la construcción de

un sistema educativo moderno orga-nizado y dirigido por el Estado. De allí la pertinencia de hablar de los orígenes de la política educativa contemporánea.

Iniciativas y ensayos educativos: la construcción de la nación mexicana, 1821-1854

El año de 1821 marca el inicio de la vida independiente del país; el mo-mento resulta complejo y difícil pues es necesario imaginar a la nación y dar paso a su construcción; las pro-puestas son variadas pues son el reflejo de los actores políticos invo-lucrados en el moviendo independen-

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tista; borbonistas, iturbidistas, insur-gentes y liberales, cada unos de estos grupos con diferentes visiones cul-turales e ideológicas; sin embargo, existe un punto que los une e identi-fica, el educativo; las declaraciones gubernamentales de la época ilustran el punto: “Nada puede contribuir tanto a la prosperidad na cional, como la ilustración pública y la acertada dirección que se dé a la juventud”, declara en 1823 el Supremo Poder Ejecutivo de la joven República.1 Más tarde, Guadalupe Victoria declara: “La ilustración sirve para la existen-cia de las naciones, las educa y las conserva”. Bajo esta misma línea, Vicente Guerrero declara: “Conven-cido de que las luces preparan y hacen triunfar el imperio de las libertades, abriré todas las fuentes de la instruc-ción pública. Los gobiernos populares, para quienes es un interés que los pueblos no vivan humillados, se apre-suran a dar a las artes y las ciencias el impulso que tanto les conviene”.2 Podemos ver que este interés se vincula con la necesidad de impulsar el progreso, la libertad y la razón en la joven nación, pero esto no será suficiente: habrá que impulsar accio-nes más concretas.

Ya el gobierno de Agustín de Iturbide, en 1822, intenta considerar el tema educativo; sin embargo, care-

1 François xavier Guerra, méxico del antiguo régimen a la revolución, 1995, México, fce, p. 394.

2 Ibid.

ce de fondos suficientes para apoyar un proyecto amplio, por tanto, éste queda en manos de la Compañía Lancasteriana,3 la cual debía fundar con el tiempo escuelas elementales y normales; el Estado quiere impul-sar la educación, pero no cuenta con los recursos necesarios; por ello, de-berá valerse de instituciones alternas que apoyen esta iniciativa.

El primer ensayo educativo se presenta en el año de 1823 bajo el gobierno del Supremo Poder Ejecu-tivo, Proyecto de Reglamento General de Instrucción Pública; en su art. 1° se anota que la educación ha de ser pública y gratuita. El art. 3°, todo ciu-dadano tiene derecho a instruirse; nadie ha de pagar por ella, y la instrucción será uniforme y por los mismos mé-todos y tratados elementales. Art. 6°, se suprimen los gremios de maestros, pues todo ciudadano tiene facultades de formar establecimientos de ins-trucción. Arts. 11° y 12°, la Instruc-ción Pública estará a cargo de una Dirección Nacional. Art. 33°, pres-cribe que se establezcan escuelas públicas de primeras letras para ins-truir a los niños y formar sus costum-

3 La Compañía Lancasteriana fue fundada en el año de 1822; los fundadores fueron: doctor Manuel Codorniú, licenciado Agustín Buen Rostro, Ma-nuel Fernández Aguado, coronel Eulogio Villau-rrutia y profesor Nicolás Germán Prissete, susti-tuido éste más tarde por el profesor Eduardo Tu-rreau de Linieres. La primera escuela de la Compañía fue ubicada en el local de la Antigua Sala Secreta de la Inquisición.

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bres en utilidad propia y provecho de la nación.4 Así mismo, se establece un currículo para la primaria; en éste, se presentan las asignaturas de lectura, escritura, aritmética, geometría, gra-mática, catecismo religioso y moral, dibujo y dos materias fundamentales para el nuevo Estado: Constitución del Estado y Catecismo Político, es decir, se da un espacio al tema cívico y por tanto a la formación (si bien incipien-te) de ciudadanos.

Este proyecto consideró la edu-cación de las niñas y de los adultos y se ordenó la creación de escuelas para atenderlos.

La educación de primeras letras fue la prioridad del gobierno, es decir, la que atendía la enseñanza de la es-critura y la lectura fundamentalmente, aunque también se dio atención a la educación superior; las carreras es-tablecidas fueron: teología, jurispruden-cia canónica y civil, medicina, cirugía y farmacia y ciencias naturales.

Las buenas intenciones de Pedro Celestino Negrete, Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria fueron eso: un excelente propósito que no se llevó a cabo; la razón fue la falta de recursos eco nómicos, maestros y espacios es-colares.

A los pocos meses se instauró la República Federal y se promulgó una

4 Ver Ernesto Meneses, Tendencias educati-vas oficiales en méxico, 1821-1911, 1998, México, Centro de Estudios Educativos y Universidad Iberoamericana, p. 94.

nueva constitución política y un nuevo plan educativo que se dio a conocer en 1826.

Fue la segunda propuesta educa-tiva; nuevamente encontramos la insistencia de que la instrucción pública se dé en establecimientos destinados para tal efecto; se presen-tó un currículo para primaria, que incluía prácticamente las mismas asignaturas que el anterior, aunque destacan la inclusión de las mate-rias de moral y urbanidad; además, se incluye una nueva materia: “Cono-cimientos de De rechos Civiles”. Se continúa con el tema cívico, tan nece-sario para una nación en ciernes. La instrucción es obligatoria y se llevará según el método lancasteriano. En el Distrito Federal son los ayuntamien-tos los encargados de impartir esta educación: por cada pueblo de 100 familias deberá establecerse una es-cuela; los maestros serán selecciona-dos según lo acordado por el ayun-tamiento; las plazas de instrucción se otorgarán por examen público ante un comité elegido por esta instancia y éste se validará cada dos años.

Respecto de la escuela prepara-toria, ésta enriquece su currículo con materias un tanto científicas, como mi-neralogía, geología, botánica, zoolo-gía e incluye gramática de lenguas antiguas. Por su parte, la formación profesional se vería apoyada con re-cursos como bibliotecas, colección de

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mapas, laboratorios y seis escuelas de ciencias aplicadas: artillería, inge-niería, canales, minería, puentes, ca-minos, ingeniería geográfica y cons-trucción naval. El proyecto ofrecía grandes posibilidades; sin embargo, tenía un problema: carecía de fondos y no señalaba la manera de sostener tan ambicioso proyecto.

La situación económica del país impidió que estas iniciativas en ma-teria educativa se pusieran en prác-tica; se dieron reajustes y, para 1827, surge un tercer plan educativo, el cual busca nuevamente y con muy buenas intenciones impulsar la educación pública en el país; se precisa que todo ciudadano debe saber leer y escribir, además debe fortalecer la forma-ción en urbanidad y civilidad; para ello se incluyen las materias de urbanidad y catecismo político; ambas materias estuvieron unidas de alguna manera al buscar como objetivo la formación de buenos ciudadanos que respetaran las reglas de la sociedad urbana; di-chas materias compartieron espacios comunes prácticamente durante todo el siglo xix.5

En su art. 2° se indica que el número de escuelas se adaptará a la población de las parroquias; además se habla de un cuerpo de inspecto-res que deberá supervisar las escuelas. Los maestros serán examinados; se

5 Al respecto, ver los trabajos de Valentina Torres Septién y Jesús Marqués.

fijan sueldos de $100.00 para los maestros y $83.00 para las maestras. El art. 13° estable ce que la enseñan-za es gratuita.6

Para 1832, durante la gestión de Anastasio de Bustamante, el Sr. Va-lentín Olaguíbel presentó ante la Cámara de Diputados un nuevo en-sayo educativo, proyecto sobre arreglo de la Instrucción pública; en este do-cumento se reconoce la difícil y pe-nosa situación por la que atraviesa la instrucción pública en el país, la cual es el resultado de la inestable situación política y económica; de allí, que se plantee un plan sencillo y económico para la educación.

En su art. 1° se anota: La enseñan-za costeada por fondos públicos será pública, gratuita y uniforme.

Art. 2°. La enseñanza privada será libre, se impedirá que se enseñen doctrinas contrarias a la religión ca-tólica, la buena moral o contrarias a la Constitución.7

El currículo de primaria para niños incluye la materia de principios elementales de religión y de moral, y el de niñas incluye sólo materias propias de su sexo: lectura, escritura y aritmética; por supuesto, urbani-dad y religión, y se suprime “Nocio-nes de la Constitución”. Para el nivel de preparatoria se eliminan once materias y sólo queda con cinco. Fi-

6 Ernesto Meneses, op. cit.7 Ibid., p. 116.

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nalmente, en su art. 172° se indican las funciones de la Dirección Gene-ral de Instrucción Pública: velar por la enseñanza pública y cuidar que se observen los reglamentos.

Este proyecto efectivamente fue extremadamente sencillo, austero y conservador; tanto que al año si-guiente es cancelado; en 1833 se desata la gran polémica en torno a la iniciativa liberal de educación laica; el vi cepresidente Valentín Gómez Farías presentó una fuerte reforma educativa en la cual destacan los si-guientes artículos: 1°. Se suprime la Universidad de México y se estable-ce una Dirección General de Instruc-ción Pública para el Distrito Federal y los territorios de la federación, la cual tendrá a su cargo todos los es-tablecimientos públicos de enseñanza; será la encargada de nombrar a los profesores de los ramos de enseñanza; así mismo será la encargada de ela-borar los re glamentos y designará los libros elementales de enseñanza. Se indica que todos los gastos derivados de la instrucción pública serán paga-dos por el gobierno. Esta reforma da prioridad a la enseñanza primaria y normal, pues son espacios funda-mentales para la formación de ciu-dadanos y para la formación de cuadros para la enseñanza.

Con esta reforma educativa el grupo liberal avanza, sus planteamien-tos están sobre la mesa: la libertad de

enseñanza, la eliminación y distan-ciamiento de la Iglesia católica en temas educativos y la presencia del Estado como el único que debe asu-mir el control de la educación. Las ideas que nutren el pensamiento del cambio educativo están en el gran ideólogo José María Luis Mora, para el cual era indispensable establecer “una enseñanza absolutamente inde-pendiente del clero, enseñanza con-trolada por el Estado, enseñanza que trasmitiera el dogma liberal”;8 sólo así se podría avanzar en la conforma-ción de los nuevos ciudadanos que re-quería la nación, por supuesto, liberal.

El momento político no era el apropiado para impulsar una reforma educativa liberal; la reacción no tardó: el presidente Sana Anna no apoya la iniciativa; ante las fuertes críticas y reclamos, en 1834 derogó la reforma y prácticamente pidió disculpas a la sociedad conservadora del país; los ayuntamientos vuelven a ser los encargados de las escuelas de prime-ras letras.

Los cambios en materia educa-tiva continúan y se presentan nuevas propuestas, aunque en esencia se mantienen las mismas premisas, unas defendidas por conservadores y otras por liberales. En 1842, se expe-día un nuevo decreto que declaraba la educación obligatoria entre los 7 y los 15 años; además, debía ser

8 Francios xavier Guerra, op. cit., p. 396.

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gratuita. Se daba a la Compañía Lan-caste ria la Dirección General de Instrucción Primaria; con el cambio constitucional este ensayo fue dero-gado y para 1843 se redactó un nuevo ensayo educativo a cargo de Manuel Baranda y se anota “dar impulso a la instrucción pública, uniformarla y hacer efectiva su mejora y progresivos y firmes sus adelantos”.9

La situación del país para la dé-cada de los cuarenta era de caos, ines-tabilidad, crisis económica, interven-ciones extranjeras, guerras, etc. y aún así, en medio de la total anarquía y de los constantes enfrentamientos entre liberales y conservadores, se presentaban y debatían nuevos pro-yectos educativos, muchos de ellos sumamente completos y ambiciosos.

Con el fin de la dictadura santa-nista, en el año de 1855, el país con-tinúa en su intento por consolidar un proyecto de nación; sin embargo, aún está por definirse la línea políti-ca que tomara las “riendas del país”.

Los liberales y el proyecto educativo: vientos de cambio

“A partir de la segunda mitad del siglo xix los liberales concentraron sus esfuerzos en diseñar un proyecto

9 Josefina zoraida Vázquez, nacionalismo y educación en méxico, 1979, México, El Colegio de México, p. 32.

educativo moderno bajo la dirección del Estado. La idea central era formar a los niños en la escuela, es decir, contar con una educación formal, la cual debía de atender de manera especial la formación cívica del niño”.10 Siguiendo esta línea, François xavier Guerra, señala que:

A través de la escuela se tras-miten los cimientos ideológicos de la enseñanza liberal: formar ciuda-danos leales e industriosos. Es de-cir, individuos políticos nuevos, leales a la nación, que actúen como agentes económicos autónomos.11

Por tanto, todas las iniciativas estarán encaminadas a lograr dicho fin.

Los años que van de 1856 a 1867 constituyen un período de gran acti-vidad en materia de legislación edu-cativa. Juárez, a la cabeza de un des-tacado grupo de liberales, consideraba más que urgente pasar de las meras iniciativas a la normatividad en ma-teria educativa; sin embargo, mucho de lo propuesto ya se había plantea-do anteriormente, pero ahora se daba fuerza a estas ideas al incluirlas en la Constitución de 1857. El tema edu-cativo quedó incluido en el art. 3°: “La enseñanza es libre; la ley deter-

10 Rosalía Meníndez, “Nacionalismo y patrio-tismo, fundamentos para la formación de ciudadanos: los libros de texto de civismo para educación pri-maria, 1876-1921”, en Las disciplinas escolares y sus libros, 2010, México, ciesas, uaem, Juan Pablos editores, p. 51-2.

11 François xavier Guerra, op. cit. p. 205.

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minará qué profesiones necesitan título para su ejercicio y con que re-quisitos se debe expedir”.12

En 1856 se establece la secunda-ria para niñas, importante iniciativa que coloca la primera piedra en la construcción de la formación de las futuras maestras; para el año de 1857 se dan las bases para la fundación de escuelas normales.

Después de concluir la guerra de Tres Años, en 1861 se promulga La Ley de Instrucción pública para el Distrito Federal y los Territorios Fe-derales, la cual establece un nuevo plan de estudios para la educación pri-maria; los aspectos de orden cívico son considerados en la asignatura “Lectura y leyes fundamentales”; es evidente el interés de los liberales por dar a conocer la nueva legislación liberal entre los niños. En este mismo plan, las asignaturas “catecismo re-ligioso” e “historia sagrada” son eli-minadas definitivamente del currícu-lo escolar por obvias razones como consecuencia de la separación de la Iglesia del Estado suscitado en el año 1859; en su lugar, se establece la materia de “moral”, que se aboca a la enseñanza de los principios mora-les y que se mantendrá hasta finales del siglo xix.13

12 Josefina Vázquez, op. cit., p. 53.13 Al respecto, ver Verónica Chavero Martínez,

La enseñanza de la moral a través de los libros de texto para educación primaria, 1867-1908, Tesis de Maestría, 2010, México, Universidad Pedagógica Nacional, Ajusco.

La línea estaba trazada; como lo anota Josefina Vázquez: “había que arrancar la educación de las garras del clero y difundir ampliamente la enseñanza”. La política educativa liberal avanza, y en 1867, se presen-ta La Ley Orgánica de Instrucción pú blica, la cual señala que la instruc-ción pública es gratuita para los pobres y es obligatoria; la enseñanza religiosa desaparece totalmente, por lo menos en la legislación. Dos años más tarde se publica La Ley regla-mentaria de Instrucción pública, que establece la creación de la Escuela Nacional Preparatoria, así como una serie de cambios en los planes del nivel primario y preparatorio.

El escenario educativo se había transformado, aunque básicamente en materia normativa; la realidad educativa aún estaba es espera del gran cambio; se requería de un pre-supuesto importante para transfor-mar la precaria educación del país. Los esfuerzos fueron constantes y no se veía el desánimo entre los conven-cidos de las bondades de la educación. Ernesto Meneses señala que, desde 1823 hasta 1865, se aplicaron ocho planes de estudio para primaria, en los cuales las asignaturas básicas eran: Lectura, Escritura, Aritmética y Cate-cismo Político; es decir, la enseñanza de materias básicas para la formación elemental, pero también algunas no-ciones de educación cívica; todo ello

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fue considerado por los políticos e interesados en promover un proyecto, programa o solo algunas líneas sobre la educación. Así, desde que México obtuvo su Inde pendencia, el tema ha estado sobre la mesa.

Con la Restauración de la Repú-blica en 1867, las asignaturas de Urbanidad y Moral tuvieron a su cargo la formación de valores en el niño; al mismo tiempo se incluyó Rudimen-tos de Geografía e Historia; la forma-ción cívico-histórica del futuro ciu-dadano avanzaba sobre camino firme, los liberales contaban ya con la base normativa para la construcción del gran proyecto educativo liberal. Por-firio Díaz será el arquitecto de la mo-dernidad educativa del México de entre siglos.

La modernización y el proyecto educativo del Porfiriato

El proyecto educativo del Porfiriato es uno: la modernización de la edu-cación, con la idea de establecer un sistema educativo nacional, federal, uniforme, homogéneo, racional, laico y controlado única y exclusivamente por el Estado.14

14 Al respecto, ver Rosalía Meníndez Martínez, modernidad y Educación pública: Las escuelas primarias de la ciudad de méxico, 1876-1911”, Tesis Doctoral, 2004, México, Universidad Ibero-americana.

Porfirio Díaz procuró, por diver-sos medios, transformar la sociedad que había recibido y convertirla en moderna, siguiendo para ello el ejem-plo de los países avanzados; el orden y el progreso, premisas básicas del dis-curso positivista y del mundo indus-trial en ascenso, nutrieron el contenido de la modernidad. Para lograr este objetivo, resultaba necesario e indis-pensable contar con un Estado nuevo; en este sentido, el pensamiento posi-tivista ofreció importantes elementos para su conceptualización: el orden sólo podía ser alcanzado por un Estado fuerte donde el presidente concentrara amplios poderes y ejerciera un con-trol total sobre la sociedad; la libertad política sería sacrifica en aras de la evolución social. El trabajo del gru-po en el poder se centró en consolidar un Estado poderoso que tuviera las posibilidades de impulsar y sostener un proyecto de nación; para ello, era necesario modificar las estructuras políticas y económicas vigentes. Para lograr tan ambicioso objetivo, había que transformar la sociedad y qué mejor manera que por medio de una edu cación moderna, libre, gratuita, obli gatoria y uniforme.

La mayoría de los educadores y pedagogos de la época15 concebían

15 Enrique C. Rébsamen,Luis E. Ruiz, Ezequiel Chávez, Justo Sierra, Enrique Laubscher, Grego-rio Torres Quintero, Rosaura zapata, Estefanía Castañeda, Miguel F. Martínez, Manuel zayas Francisco Cosmes, entre muchos otros.

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la educación moderna como una edu-cación racional, científica, objetiva, y laica; para llevar a cabo el proyecto modernizador resultaba indispensa-ble que las escuelas fueran moderni-zadas en sus espacios, mobiliario, contenidos curriculares, libros de texto y maestros; aunado a esto, la edu cación debía lograr la uniformi-dad, homogeneidad y obligatoriedad en todo el país, pues sólo así se logra-ría una exitosa difusión del discurso libe ral en todas las escuelas. El pro-yecto era claro, los actores estaban en el escenario: maestros, educadores, pedagogos, políticos, ministros y a la cabeza el presidente de la Repú-blica, el General Porfirio Díaz; por primera vez, la educación tenía un rostro definido: la modernidad avalada y sostenida por el régimen porfirista.

Durante la gestión del Ministro don Joaquín Baranda (1880-1901), se logró conformar un proyecto edu-cativo de corte nacional, con especial énfasis en la educación primaria y la formación de profesores; bajo su li-derazgo, se obtuvieron importantes avances en materia de legislación educativa,16 pero sobre todo se logró

16 En 1884 se promulgó el reglamentó Inte-rior para las Escuelas nacionales primarias; en 1887 se crea la Escuela Normal de Maestros; en 1888 se promulga La ley de Instrucción primaria y se dan varias reformas al Plan de estudios de Educación Primaria; en este mismo año se promulgó La Ley de Enseñanza Obligatoria.

la organización y realización de los Congresos de Instrucción Pública, celebrados en la ciudad de México durante los años de 1889-1890 y 1890-1891. La celebración de los Congresos educativos marcó un parteaguas en la educación del país; se puede decir que, a partir de ellos, la educación inició realmente un pro-ceso de modernización en diversos ámbitos.

La segunda mitad de la década de los ochenta del siglo xix repre-sentó un momento particularmente especial, pues durante estos años se esgrimieron una serie de leyes y reglamentos que dieron paso a la creación de un marco normativo para impulsar la modernización de la educación; bajo esta dinámica, la educación pública fue especialmen-te aten dida, en particular el nivel pri-mario, aunque también se realizaron importantes avances para normar la educación pri vada.17 La élite educa-tiva que rodeaba al General Díaz buscaba generar nuevos enfoques educativos con miras a establecer una educación vinculada con el pro-ceso de industrialización que se impo-nía en el mundo; además, intentaba formar nuevas generaciones de ciu-dadanos trabajadores, sanos y disci-plinados.

17 Al respecto ver el trabajo de Valentina Torres Septién, La educación privada en méxico, 1903-1906, 1996, México, El Colegio de México-Universidad Iberoamericana.

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La vida escolar fue trastocada por los vientos modernizadores; se dio én-fasis a la reformulación de los planes y programas de estudio, que dieron pie a la conformación de un currícu-lo renovado; el establecimiento de métodos de vanguardia, retomados de experiencias norteamericanas; la puesta en prácti ca de actividades que enfatizaban la parte racional, científica, cívica y práctica de la enseñanza; todo ello formaba parte de un ideal de formación moderna. Los libros de texto no quedaron al margen de estas transformaciones; muy por el contrario, fueron objeto de atención especial por parte de las autoridades educativas, de los pe-dagogos y de los maestros. Cada disci-plina fue diseñando sus propios libros de texto, elaborados de acuerdo con la normatividad establecida, ya que de no ser así, no tendrían posibili-dad de ser acep tado en las escuelas. A partir de 1885, la Escuela Normal de Maestros se encargó de seleccio-nar los textos para el ciclo escolar correspondiente.

La preparación cívica e histórica de los niños fue particularmente cuidada por el Estado liberal; para su enseñanza se contó con programas y libros escolares especialmente diseñados para tal fin; para 1887, el currículo de primaria incluía una materia nueva: “Instrucción Moral y Cívica”; al respecto, Justo Sierra

anota: “en las escuelas primarias de todos los ámbitos de la nación se for-mará no sólo al hombre socialmente hablando sino al ciudadano mexicano, ins pirado en los grandes ideales que la patria persigue”.18 Todos los planes de estudio posteriores incluyeron e incluyen la materia de civismo.

La década de los ochenta fue par ticularmente fructífera en materia educativa, pues en este período se organizaron dos importantes y fun-damentales congresos: el Higiénico Pedagógico (1882) y el de Instruc-ción Pública (1889-1890), que inci-dieron en la reorganización de la educación primaria en el país; mar-caron el inicio de una serie de refor-mas que condujeron a la educación pública a tomar nuevos caminos.

Para 1888, se publicó la Ley de Instrucción pública; las materias consideradas como básicas en esta Ley incluían la: “instrucción moral y cí-vica, la lengua nacional, la lectura y escritura, las nociones de cálculo aritmético y geometría, los elementos de ciencias fundamentales de obser-vación y experimentación, datos ele-mentales de geografía y nociones de historia natural, dibujo, canto coral, manejo de los útiles de los oficios mecánicos, ejercicios gimnásticos, ejercicios militares (para niños) y la-bores manuales (para niñas)”.19 Todas

18 Ernesto Meneses, op. cit., p. 447.19 Ibid., p. 429.

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estas materias estaban encaminadas a fortalecer la formación cívica y cien-tífica de los alumnos e implicaron modificaciones en la estructura del currículo.

A su vez, esta legislación enfa-tizó el carácter de obligatoriedad de la enseñanza elemental en el Distrito Federal y Territorios, para varones y mujeres de 6 a 12 años;20 de fondo estaba nuevamente el plan para im-pulsar una educación unitaria, que ofreciera los mismos conocimientos en todas las escuelas públicas; al ser obligatoria la enseñanza, el discurso liberal podía fluir más fácilmente.

La década de los noventa resultó particularmente prolífica para la edu-cación; se dieron importantes me-didas que fortalecieron el aparato educativo a cargo del Estado, el cual tuvo cada vez mayores facultades para dirigir la enseñanza pública. La legislación hacía énfasis en los pro-gramas y en los métodos. Al respecto, la Ley reglamentaria de 1896 indi-caba en el art. 66°: se establece una Dirección General de Instrucción Primaria, á fin de que ésta se difunda y atienda con uniformidad, bajo un mismo plan científico y administra-tivo.21 Cada materia contaba con su

20 Ley de Instrucción pública, mayo 23, 1888.21 “Ley Reglamentaria de la Instrucción

Obligatoria en el Distrito Federal y en los Territo-rios de Tepic y de la Baja California”, en revista de Instrucción pública mexicana, t. I. núm. 9, julio 15, 1896, p. 257.

respectivo programa, que detallaba por año escolar las actividades y con-tenidos que debían tratarse por grado; el profesor contaba con una guía para la enseñanza de los aspectos funda-mentales del programa de estudios, pero, sobre todo, con los lineamien-tos para que impartiera solamente lo estipulado por la autoridad.

En 1908 se promulgó la Ley de Educación primaria, que si bien era para el Distrito Federal y Territorios, fue acogida en breve tiempo por todo el país. Este documento expresa los intereses del equipo diseñador de la política educativa22 y, en particular, la visión de Justo Sierra, responsable de la educación del país; se destaca-ban los aspectos prioritarios de esta política, que se resumían en tres: el aspecto moral y cívico, que ahora adquiría tintes modernos, acordes con el proyecto de industrialización que invadía al mundo occidental y que requería de la formación de ciudada-nos obedientes y disciplinados; y los aspectos científico y físico.

La política educativa del régimen porfirista se sustentó no sólo en legis-lación, sino que, por primera vez en todo el siglo xix, se pasó de las buenas intenciones a las acciones concretas;

22 Nos referimos a Justo Sierra, Ezequiel Chávez, Enrique Laubscher, Enrique C. Réb-samen, Joaquín Baranda, Justino Fernández, Luis E. Ruiz, Gregorio Torres Quintero, Julio S. Hernández, Abraham Castellanos, Estefanía Castañeda, Rosaura zapata.

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NOTAS

Estudios 101, vol. x, verano 2012.

un presupuesto y un espacio político administrativo propio le dieron la fuerza para poder esgrimir un fuerte proyecto modernizador, por supues-to, éste contó con el aval político de Porfirio Díaz y con la inteligencia, compromiso e iniciati vas de maestros, pedagogos y educadores mexicanos y algunos de ellos extranjeros, que ofrecieron grandes aportaciones a la educación mexicana; destacan: Enrrique C. Rébsamen, E. Laubcher y Leopoldo Kiel entre otros. Todo ello se conjuntó para la transforma-ción educativa.

Consideraciones finales

El siglo xix da cuenta de una ardua labor de hombres interesados en la construcción de una nación imagi-nada. Se buscan las ideas de intelec-tuales, políticos, maestros, militares y en ge neral hombres con ideales a veces un tanto románticos para trans-formar un país tan desigual; sin em-bargo, el propio avanzar del siglo con sus duras sacudidas tranformó sus ideas, ahora pragmáticas y racionales, hasta llegar a mirar a la modernidad

como el paradigma de la nación mexi cana. El caos, la inestabilidad política y económica no fueron limi-tantes para construir un proyecto edu-cativo; el desánimo no era parte del siglo, muestra de ello es la cantidad de documentación escrita a lo largo de estos años: leyes, decretos, constitu-ciones, reglamentos, manuales, libros, y mucho más. El objetivo era claro: se requería de la educación para cons-truir y dar senti do a la nación.

Tanto los liberales como los con-servadores mantuvieron una línea de unión, a pesar de sus diferencias ideo lógicas: la educación obligatoria y gratuita; para los primeros, laica; para los segundos, religiosa; claro que los caminos se bifurcaron y fi-nalmente el pensamiento liberal se plasmó en el proyecto educativo del porfiriato, el único que logró esgri-mir un fuerte proyecto de moderni-zación para la educación pública y, con ello, sentar la base del sistema educativo nacional del siglo xx. Los resul tados no estuvieron en la canti-dad, sino en la calidad del proyecto y en el impacto que éste tuvo en la formación educativa de los niños y jóvenes mexi canos del período de entre siglos.

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Page 14: Los proyectos educativos de mexico

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