los “procesos culturales” del comienzo del holoceno en la...

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17 SALDVIE n.º 4 2004 pp. 17-40 LOS “PROCESOS CULTURALES” DEL COMIENZO DEL HOLOCENO EN LA CUENCA DEL EBRO Y SU CONTEX- TUALIZACIÓN ANA C. CAVA ALMUZARA * RESUMEN: Se reflexiona sobre la secuencia cultural del Epipaleolítico / Mesolítico en la Cuenca del Ebro en su contexto del cuadrante nordoriental de la Península Ibérica. Se tienen en cuenta los datos de depósitos con información garantizada de sucesión estratigráfica, dataciones absolutas y equipamiento lítico de entidad. Se organizan los procesos culturales de ese tiempo en cuatro etapas sucesivas correspondientes a diferentes facies tecnotipológicas: laminar, geométrica de matiz sauvete- rroide, de denticulados, geométrica de ascendencia tardenoide. A pesar de la aparente diversidad industrial se propone una básica continuidad en la ocupación humana de estos territorios. PALABRAS CLAVE: Epipaleolítico, Mesolítico, Cuenca del Ebro, industrias líticas, dataciones absolutas. ABSTRACT: The cultural sequence of the Epipalaeolithic / Mesolithic in the Ebro Basin is discus- sed in its context in the northeast of the Iberian Peninsula. The relevant archaeological data are taken into account: the stratigraphic sequences, the absolute dating, and the most significant lithic equip- ment. The cultural processes are organized in four successive stages, corresponding to different typo- logical facies: laminar, sauveterroid geometrical, denticulated and tardenoid geometrical. Despite the apparent industrial diversity, a basic continuity in human occupation is proposed. KEY WORDS: Epipalaeolithic, Mesolithic, Ebro Basin, Lithic industries, Absolute dating. * Area de Prehistoria (Grupo de Investigación 9/UPV/EHU 00155.130-14570/2002) Universidad del 1- A modo de introducción Estamos asistiendo, en la primera mitad del Holoceno, a la formalización de verdaderas redes de asentamientos que traslucen la actividad de una población en constante aumento demográ- fico, hasta el punto de materializarse por enton- ces la ocupación de extensas áreas territoriales. En nuestro entorno de la Cuenca del Ebro ese sustrato “indígena”, dotado de un conocimiento profundo del medio natural, de un fuerte dina- mismo renovador en las tecnologías industriales y de una movilidad contrastada que facilitará el contacto intergrupal y la circulación de bienes y de ideas, estará presente en el proceso de neoliti- zación subsiguiente actuando, con toda probabi- lidad, de protagonista. En la mayoría de los casos, la continuidad entre los últimos compases de lo que denominamos Mesolítico y los prime- ros síntomas del Neolítico es evidente, materiali- zándose, a continuación, nuevas formas de administración del territorio que incluirán la ocu- pación de espacios más abiertos y con mejores condiciones para la explotación agropecuaria. País Vasco. C/ Tomás y Valiente s/n, 01006 Vitoria. e-mail: [email protected]

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SALDVIE n.º 4 2004pp. 17-40

LOS “PROCESOS CULTURALES” DEL COMIENZO DELHOLOCENO EN LA CUENCA DEL EBRO Y SU CONTEX-

TUALIZACIÓN

ANA C. CAVA ALMUZARA*

RESUMEN: Se reflexiona sobre la secuencia cultural del Epipaleolítico / Mesolítico en la Cuencadel Ebro en su contexto del cuadrante nordoriental de la Península Ibérica. Se tienen en cuenta losdatos de depósitos con información garantizada de sucesión estratigráfica, dataciones absolutas yequipamiento lítico de entidad. Se organizan los procesos culturales de ese tiempo en cuatro etapassucesivas correspondientes a diferentes facies tecnotipológicas: laminar, geométrica de matiz sauvete-rroide, de denticulados, geométrica de ascendencia tardenoide. A pesar de la aparente diversidadindustrial se propone una básica continuidad en la ocupación humana de estos territorios.

PALABRAS CLAVE: Epipaleolítico, Mesolítico, Cuenca del Ebro, industrias líticas, datacionesabsolutas.

ABSTRACT: The cultural sequence of the Epipalaeolithic / Mesolithic in the Ebro Basin is discus-sed in its context in the northeast of the Iberian Peninsula. The relevant archaeological data are takeninto account: the stratigraphic sequences, the absolute dating, and the most significant lithic equip-ment. The cultural processes are organized in four successive stages, corresponding to different typo-logical facies: laminar, sauveterroid geometrical, denticulated and tardenoid geometrical. Despite theapparent industrial diversity, a basic continuity in human occupation is proposed.

KEY WORDS: Epipalaeolithic, Mesolithic, Ebro Basin, Lithic industries, Absolute dating.

* Area de Prehistoria (Grupo de Investigación9/UPV/EHU 00155.130-14570/2002) Universidad del

1- A modo de introducción

Estamos asistiendo, en la primera mitad delHoloceno, a la formalización de verdaderas redesde asentamientos que traslucen la actividad deuna población en constante aumento demográ-fico, hasta el punto de materializarse por enton-ces la ocupación de extensas áreas territoriales.En nuestro entorno de la Cuenca del Ebro esesustrato “indígena”, dotado de un conocimientoprofundo del medio natural, de un fuerte dina-mismo renovador en las tecnologías industriales

y de una movilidad contrastada que facilitará elcontacto intergrupal y la circulación de bienes yde ideas, estará presente en el proceso de neoliti-zación subsiguiente actuando, con toda probabi-lidad, de protagonista. En la mayoría de loscasos, la continuidad entre los últimos compasesde lo que denominamos Mesolítico y los prime-ros síntomas del Neolítico es evidente, materiali-zándose, a continuación, nuevas formas deadministración del territorio que incluirán la ocu-pación de espacios más abiertos y con mejorescondiciones para la explotación agropecuaria.

País Vasco. C/ Tomás y Valiente s/n, 01006 Vitoria. e-mail:[email protected]

A. CAVA ALMUZARA

Es llamativo que ese proceso dinámico de lassituaciones industriales tenga un desarrollo unita-rio y, a la vez, regionalizado. Unitario en el sen-tido de que los rasgos generales de los grandesprocesos se siguen en buena parte del suroeste deEuropa; regionalizado, puesto que cada territoriopermite una especialización que le es propia ycaracterística dentro de aquella dinámica general.

De aquí deriva uno de los rasgos definitoriosdel pretendido dinamismo mesolítico: la inter-acción a distancia entre grupos de procedenciasdiversas que, aparte de ofrecer elementos sim-bólicos o suntuarios, objetos de comercio muyconcretos, se determinan por el entrecruza-miento de phyla industriales que se hacen espe-cialmente evidentes en las zonas de contactoentre regionalidades diversas. Aunque se hayade admitir que algunos territorios parecen fun-cionar como “fondos de saco” que generanespecializaciones muy decantadas -el cantá-brico occidental, por ejemplo, con la formaliza-ción de los conjuntos asturienses- es relevante lasituación estratégica que el cuadrante nororien-tal de la Península Ibérica tiene en el mapa delas “corrientes” de movilidad -logística o infor-mativa- entre las poblaciones holocenas.

Lo que ocurre aquí puede referenciarse amodelos externos. No porque esta extensa áreano tenga suficiente entidad como para formalizarun territorio -o suma de territorios- con persona-lidad propia, sino porque es inconcebible que losgrupos que por aquí habitaron no interacciona-ran en diverso grado con los establecidos enotros espacios próximos. Desgraciadamente, esmuy poco lo que se controla del Mesolítico enbuena parte de éstos: como el interior peninsular,Andalucía o incluso la situación anterior a lafase reciente de este periodo en Portugal -elrepresentado por los grupos de cazadores-reco-lectores complejos asentados en los cursos bajosde los ríos del centro y sur del país-. Por ello, elúnico “modelo” relativamente bien establecido -avalado por amplias series estratigráficas y cro-nológicas- y largo en desarrollo estáespecificado en el Continente, y es allí haciadonde se deben dirigir los intentos de conexiónsin que por ello se deba constreñir la informa-ción disponible en estructuraciones demasiadorígidas y compartimentadas como son las queimperan en la bibliografía francesa. Bastantesrasgos de originalidad manifiestan los grupos del

No es, sin embargo, éste el tema que se dis-cutirá en este texto, sino otro bastante más for-malista (o normativo), abordado ya en bastantesocasiones aunque no con el énfasis y el enfren-tamiento de posturas que ha concitado el men-cionado proceso neolitizador en nuestro entornodel Mediterráneo occidental. Intentamos laordenación de las facies del Mesolítico en elcuadrante nordoriental de la Península Ibérica ysu entronque con movimientos generalizados enel mapa europeo, reuniendo informaciones dis-persas en estudios de carácter regional para exa-minarlas desde una óptica unificada.

Se ha de reconocer, desde luego, la obra de J.Fortea (Fortea, 1973) como un hito importante enla historiografía de la investigación, que consiguióponer orden en un panorama entonces inconexo,de información dispersa y escasa en referenciasbibliográficas. Lo básico de su organigrama, nocarente de sagacidad y ajuste con la genérica rea-lidad industrial de los conjuntos manejados, siguetodavía vigente aunque, después de treinta años,sea necesario matizarlo y enriquecerlo con ladocumentación acumulada en este tiempo.

Sobre la sólida base diseñada por este autor,hemos visto surgir un modelo cada vez máscomplejo del proceso evolutivo de las tecnolo-gías de las poblaciones de los cazadores-reco-lectores holocenos; y, a pesar de que lossucesivos estados de la cuestión que se van pre-sentando para los distintos territorios han pare-cido, en su momento, definitivos, no dejan deproducirse continuamente nuevos datos -en elregistro arqueológico o en la reflexión crítica delo conocido- que obligan a modificar aquellosesquemas concebidos. Las novedades surgenprimero como casos aislados que se identificancomo particularidades propias de un territorio o,incluso, de un yacimiento determinado, peropronto, con el avance de la investigación, secomprueba que la dinámica evolutiva de losestilos tecnotipológicos que afecta a las indus-trias líticas es un proceso de más amplio alcanceque puede hacerse extensivo a amplios espaciosgeográficos, respondiendo a la necesidad de laadaptación de las herramientas a una forma deeconomía de los recursos líticos disponibles enel entorno de los asentamientos y a su mejoradecuación con las necesidades que la explota-ción diversificada del medio impone a los gru-pos humanos.

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sur de los Pirineos como para no admitir unoscomportamientos aquí diferenciados.

Mi formación específica en la valoración delas industrias líticas ha de primar, en lógica, enesta reflexión. Pero, como siempre he defendido,las soluciones tecnotipológicas dirigidas a laexplotación de las materias primas y a la formali-zación de un utillaje habitual, han de contribuir demodo esencial a la articulación de la imagen dediversidad cultural que afecta a las sociedades queviven a lo largo de los milenios comprendidos enel proceso. Otros importantes aspectos referentesa estructuración del poblamiento o economía,básicos para la comprensión de estas sociedades,han sido expuestos en bastantes trabajos de sínte-sis elaborados por distintos autores que abordan eltema en las varias regiones naturales que se inclu-yen en este amplio territorio (por ejemplo en:Alday, 2002b; Aura, 1994 y 2001a; Aura y PérezRipoll, 1995; Barandiarán y Cava, 2000; Cava,1994; Fullola y Nadal, 2001; Pallarés y Mora,1999; Utrilla et alii, 1998; Utrilla, 2002) o en lasmemorias relativas a algunos yacimientos signifi-cativos que ya se han publicado extensamente(por ejemplo en: Alday et alii, 1998 y en prensa;Barandiarán, 1978; Barandiarán y Cava, 1989;Barandiarán, Cava et alii, 1989 y 2001; Cacho etalii, 1995; Cava et alii, 2004; Rodanés, Tilo yRamón, 1996; Utrilla y Rodanés, 2004). De ellosse desprende, frente a la comprobada diversidadde las situaciones tecnotipológicas sucesivas, unacontinuidad real en el uso de los asentamientosque reúnen las adecuadas condiciones de ubica-ción para el control del territorio y el desarrollo dela economía diversificada en la explotación de losrecursos terrestres o acuícolas (dependiendo delas condiciones particulares de cada sitio) que espropio de las poblaciones asentadas desde el ini-cio del Holoceno hasta el afianzamiento de la pro-ducción de alimentos.

Los datos que se van a utilizar aquí procedende una cincuentena de yacimientos excavadosen el alto y medio Ebro y en los territorios lito-rales de Cataluña y País Valenciano. Eludo sucita pormenorizada ya que este artículo pre-tende ser una aproximación tentativa al temaque, de formalizarse en profundidad, requeriríaun aparato documental mucho más preciso yextenso.

La base que ha inspirado estas líneas seencuentra en las reflexiones que ha generado lasencilla colección de muescas y denticuladosdel yacimiento alavés de Kanpanoste (Cava etalii, 2004). En la memoria de las excavacionesen él desarrolladas por A. Sáenz de Buruaga serazonan las premisas que sostienen el edificioque intento construir, quizá de resultadosobvios, pero pocas veces formalizado para unterritorio tan amplio. Y, de hecho, tomo bastan-tes párrafos de aquel texto, de seguramentemenor impacto por tratarse de la monografía deun yacimiento, para trazar de modo lineal lo queinterpreto que sucedió en el proceso evolutivode las industrias del Preboreal y del Boreal1.

2- Los datos cronoestratigráficos disponi-bles

En la tabla y mapas siguientes se reúnendatos de cronología absoluta disponibles, ano-tándose además las indispensables referenciasde yacimiento y nivel, y de supuesta vinculacióntecnológica. Al margen de ello, algunos sitiosque carecen de medición radiocarbonométricaserán también incluidos en la discusión poste-rior, siempre que aporten datos fiables que inci-dan en el mejor conocimiento de las sucesivassituaciones que se articulan en la primera mitaddel Holoceno del territorio incluido en elensayo2.

LOS “PROCESOS CULTURALES” DEL COMIENZO DEL HOLOCENO EN LA CUENCA DEL EBRO Y SU CONTEXTUALIZACIÓN

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1 El borrador de este texto ha sido leído por Ignacio Barandiarán ypor Pilar Utrilla. Les agradezco el examen crítico que de él hanhecho y las precisiones que han aportado. 2 La información que se maneja procede en gran parte de laCuenca del Ebro, tema central del artículo, aunque es obvio queen este territorio todavía hay facies industriales, en concreto lassucedidas en el Preboreal, que se muestran poco representadas. Lainvestigación alusiva al Mesolítico en esta área es joven (salvopuntuales actuaciones anteriores, el inicio de la época modernapuede situarse a mediados de la década de los 70, con las excava-ciones de I.Barandiarán en el Bajo Aragón) y es lógica la existen-

cia de lagunas de conocimiento y la continua adición de datos queobligan a matizar o a completar los esquemas anteriores. Es lla-mativo que, en territorios con más tradición investigadora en estetema (Cataluña o, sobre todo, Comunidad Valenciana), los datosno aumenten en la misma proporción; aunque no faltan valiosaspresentaciones sintéticas en coloquios, congresos y misceláneas,se echan en falta las descripciones / interpretaciones / contextua-lizaciones definitivas de muchos de los yacimientos moderna-mente excavados, que permitirían hacer una evaluación más cabalde lo contenido en ellos y facilitarían su comparación con los yaci-mientos de otras áreas.

A. CAVA ALMUZARA

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yacimiento nivel datación BP ref.cultural

La Cuenca del Ebro

VII 9530±330 sauveterroide

VI 8760±50, 8510±80 de denticuladosAtxoste V 8030±50, 7830±50, 7810±40 de denticulados

IV 7480±50, 7340±50 geométricoIIIb2 6940±40 geométrico

V 8500±60 Ep. laminarMendandia IV 7810±50, 7780±60 de denticulados

IIIinf 7620±50 geométrico

Kanpanoste Goikoa IIIinf 7860±330, 7620±80 de denticuladosIIIsup 6360±70, 6550±260 geométrico

Kanpanoste Lanhi 8200±70, 7920±100 de denticuladosLanhs 7620±70 de denticuladosIII(28) 8120±240 de denticulados?

Fuente Hoz III(23) 7880±120, 7140±120 geométricoIII(21) 7840±130 geométrico

Peña d 7890±120 geométricoPortugain 10370±90 Pal.terminal

Aizpea I 7790±70, 7160±70 geométricoII 6830±70, 6600±50, geométrico

Zatoya Ib 8260±550, 8150±220 indeterminadoAbauntz d 9530±300 aziloide

Berroberría C 8860±100, 8630±70, 8510±90 de denticuladosB 8800±80, 8580±80, 8470±80 de denticulados

Forcas I 9 9715±75 Epipal.genérico7 9360±140 Epipal.genéricoIb 8650±70 de denticulados

Forcas II II 7240±40 geométricoIV 7090±340 geométricod 10630±100,10430±190 microlaminar /magdal

10160±130 Peña 14 b 8780±110,8340±130, de denticulados

8000±90, 8000±80a 7660±90 geométrico

Legunova II 8800±60, 8250±? de denticulados6base/7 10640±260 sauveterroide?

Balma Margineda 6 9250±160 sauveterroide

4 8530±420,8390±150, de denticulados8210±180

Ic 11270±90 Pal.terminal

Parco Ib 11430±60 Pal.terminal

Ia2 10090±290,10930±100, sauveterroide10770±110, 10420±110 BP

Botiquería 2 7600±50, 7550±200 geométrico4 6830±50 geométrico

Costalena c3 6420±250, 6310±170 geométricoPontet e 7340±70 geométrico

2b1 8040±50, 7840±100, de denticulados +Los Baños 7740±100 geométrico

2b3 inf 7570±100 geométrico2b3 sup 7350±60 geométrico

La tabla reúne los datos de 40 yacimientos quehan producido, en 70 niveles diferenciados, másde un centenar de fechas (las anotadas aquí, sinser exhaustivas, suman 117) que se reparten entrelos cuatro segmentos “culturales” estructuradosdesde el inicio del Holoceno hasta el Neolítico, talcomo se determina en la tabla siguiente:

Partiendo de la asunción de que la informa-ción se acumula en aquellos territorios que hansido sometidos a programas intensivos de pros-pección (es, por ejemplo, llamativa la ausenciade yacimientos en la margen derecha del Ebro,aguas arriba del Bajo Aragón), en el mapa y enlas tablas que se han presentado se aprecian des-equilibrios en la distribución de los asentamien-tos de las sucesivas etapas y, también, en ladiferencial densidad de los hallazgos en las dis-tintas áreas geográficas. Así, por ejemplo, seadvierte: a) en el conjunto del territorio, unaumento lineal del número de yacimientos con-forme avanza el tiempo, estando mucho mejor

LOS “PROCESOS CULTURALES” DEL COMIENZO DEL HOLOCENO EN LA CUENCA DEL EBRO Y SU CONTEXTUALIZACIÓN

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yacimiento nivel datación BP ref.cultural

La Cuenca del Ebro

ctx.13 8210±210 de denticuladosctx.11 8150±170 de denticulados

Ángel 1 ctx.8inf 8060±270 de denticuladosctx.8B 8070±160 de denticulados

8d 8390±60 de denticuladosÁngel 2 2b2 8310±60 de denticuladosPeña del Diablo 10760±140 magdaleniense

El Mediterráneo septentrional

SG 8400±180, 8270±200, de denticuladosFont del Ros 8150±150 y 8050±150

SGA el 8800±360 de denticuladosRoc del Migdia II 8190±300 de denticuladosSota Palou entre 9060±380 y 8540±180 de denticuladosBalma de Guilanyà 8970±430 de denticulados

Balma del Gai I.2 11054±160 Ep. laminarI.1 entre 10030±160 y 9860±400 sauveterroide

Font Voltada 10920±240 microlaminarLa Guineu IIIb 9850±80 microlaminar

9/8 11000±55, 10880±60 microlaminar7 9830±160, 9130±230 sauveterriense

Filador 6/5 9988±97 sauveterriense4 10020±80, 9460±190 sauveterriense2 8515±60 de denticulados

La Cativera A 7979±60 de denticulados

PicamoixonsIIB 11055±90 Ep. laminarIIA 9170±80,9370±95, 10900±90 Ep. laminar

Vidre n.inf. 10720±130 Ep. laminar

El Mediterráneo central

Mallaetes VI 10370±105 Ep. laminarIIb 9150±100, 8530±90 sauveterroide

Tossal de la Roca IIa 8350 y 8050±120 sauvet./de dentic.I 7660 y 7560±80 geométrico

Santa Maira SM-A 9740±40 sauveterrienseLa Falaguera II 7410±70 geométricoCollado enterr. 7640±120 y 7570±160 geométrico

I II III IV Total

fechas 22 17 49 29 117nº niveles 16 9 26 19 70nº yacim. 15 7 20 15 57

I- Epipaleolítico laminar, II-Mesolítico sauveterroide, III-Mesolítico de denticulados, IV- Mesolítico geométrico.

A. CAVA ALMUZARA

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Situación de los yacimientos citados en el texto: mapa 1, del Epipaleolítico microlaminar, mapa 2,del Mesolítico sauveterroide, mapa 3, del Mesolítico de denticulados, mapa 4, del Mesolítico de geo-métricos. 1- Mendandia, 2- Fuente Hoz, 3- Atxoste, 4- Kanpanoste Goikoa, 5- Kanpanoste, 6- Peña, 7-Portugain, 8- Berroberría, 9- Abauntz, 10- Zatoya, 11- Aizpea, 12- Padre Areso, 13- Legunova/Peña14, 14- Forcas, 15- Balma Margineda, 16- Parco, 17- Dourgne, 18- Les Adoutx, 19- Cauna d’Arques,20- Sota Palou, 21- Balma de Guilanyà, 22- Font del Ros, 23- Roc del Migdia, 24- Balma del Gai, 25-Abri Agut, 26- Cativera, 27- Font Voltada, 28- Balma de la Guineu, 29- Picamoixons, 30- Areny, 31-San Gregori, 32- Vidre, 33- Hort de la Boquera, 34- Filador, 35- Costalena, 36- Pontet, 37- Secans, 38-Botiquería, 39- Baños, 40- Ángel 1 y 2, 41- Blaus, 42- Muntanya del Cavall, 43- Can Ballester, 44-Cocina, 45- Mallaetes, 46- Tossal de la Roca, 47- Santa Maira, 48- Falaguera.

representadas las fases más recientes -de denti-culados y de geométricos tardíos- que las ante-riores; b) una concentración de yacimientosantiguos (del Epipaleolítico laminar) en el áreacatalana debido, sin duda, a la intensidad de laslabores de investigación y, también, a la cir-cunstancia de que se trata de un territorio cos-tero donde la población, en el inmediatoPaleolítico final, ha sido densa; c) la escasez deyacimientos de la facies sauveterroide se ins-cribe en una dinámica de identificación muyreciente de bastantes de los sitios (por lo queparece que la información alusiva ha de aumen-tar en el futuro), combinada con el hecho de laaparente perduración en el tiempo de modelosindustriales microlaminares; d) en una líneaparalela de acumulación progresiva de datos, seexplica la abundancia de puntos correspondien-tes a la facies de denticulados; además, tambiéninfluye en ello el que se hayan incluido en estepasaje los niveles que comienzan a presentargeométricos relacionables con la facies poste-rior.

3- Discusión

La liquidación del Paleolítico superior y lasprimeras fases epipaleolíticas se han descrito enbastantes yacimientos del frente mediterráneode la Comunidad Valenciana y de Cataluña3; sinembargo, es difícil establecer criterios objetivosde diferenciación entre lo propio del Paleolíticofinal y lo ya epipaleolítico.

Para la Comunidad Valenciana (y para laregión mediterránea en general, tomando tam-bién datos de territorios interiores como laCuenca del Ebro) E.Aura ha trazado una deta-llada descripción de los procesos paleoambien-tales, industriales y económicos que seproducen desde el Magdaleniense superior

hasta los comienzos de la neolitización, pero supresentación se ve dificultada por la parquedadde los datos concretos que se manejan referiblesa cada una de las diferentes situaciones -lassucesivas facies industriales reconocidas- que seincluyen en este amplio espacio temporal.

Según este autor, la “transformación” básicade los conjuntos materiales del Magdaleniensesuperior y del Epipaleolítico microlaminar de laregión mediterránea se centraría, en lógica ycomo suele ocurrir de modo generalizado, enrasgos derivados de: a) la inversión cuantitativade algunos grupos tipológicos líticos; b) la pér-dida de las producciones óseas; y c) la desapari-ción del arte mueble. Es evidente el valor de lasindustrias óseas y del arte mueble como indica-dores de situaciones magdalenienses pero, afalta de ellos -como muy a menudo sucede enbastantes yacimientos mediterráneos y de inte-rior-, sólo la industria lítica debe avalar la iden-tificación de uno u otro momento “cultural”. Lavariabilidad de ciertos grupos tipológicos esconsiderada como determinante en ese procesotransicional: en concreto E. Aura destaca ladinámica ascendente de los raspadores y de losdenticulados, paralela a la descendente de losburiles y de las laminitas de dorso y, aunquevalora la posibilidad de una cierta interferenciade causas “tecnofuncionales y ocupacionales”en esos comportamientos -que parecen, más queprobables, lógicos-, asegura “una secuenciacióntemporal en la reestructuración de los grupostipológicos” (Aura-Pérez Ripoll, 1995: 125-126),que resulta elocuente sobre todo teniendo encuenta que la perspectiva temporal que se con-templa es de muy amplio recorrido: desde eldecimotercero al noveno milenio BP4.

Estas observaciones que explican cambiostecnológicos a largo plazo no acaban de resolver

LOS “PROCESOS CULTURALES” DEL COMIENZO DEL HOLOCENO EN LA CUENCA DEL EBRO Y SU CONTEXTUALIZACIÓN

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3 Se utilizan como base de partida los estados de la cuestión ela-borados por E.Aura para la Comunidad Valenciana, y elMediterráneo peninsular en general (Aura 1994, Aura-PérezRipoll 1995, Villaverde-Aura 1995 y Aura 2001a), y por el equipode la Universidad de Barcelona dirigido por J.M.Fullola yP.García Argüelles para el territorio catalán.4 Hay que señalar que en la tabla de valores que ahí se ofrece -ela-borada sobre 16 conjuntos magdalenienses y epipaleolíticos de laregión mediterránea- las inflexiones en el comportamiento de losdiferentes grupos tipológicos se producen de forma desfasada: enconcreto, desde el undécimo milenio se detecta ya la progresiónde los raspadores como también, desde entonces, se advierte la

recesión de los dorsos, mientras que, por su parte, los burilesretroceden drásticamente en el paso al décimo milenio y los den-ticulados aumentan, en lógica, sobre todo a partir del noveno.

Es evidente que en este amplio lapso temporal se han dedetectar cambios muy marcados en las estructuras industriales quese corresponden con facies diferenciadas en el registro arqueoló-gico y material: en el décimo milenio se percibe una transforma-ción en el modelo industrial de algunas ocupaciones con la puestaen práctica de las producciones propias de lo sauveterriense,mientras que en el noveno la profusión de los denticulados perso-naliza una tecnología particular que se detecta en bastantes asen-tamientos.

A. CAVA ALMUZARA

que representan esa transición son realmenteescasos: sólo el nivel VI de Mallaetes ha sidodatado en el undécimo milenio y, además,industrias similares se han reconocido en elnivel I del sector interior de Tossal de la Roca5.Otros yacimientos con estratigrafías interesan-tes que afectan al Magdaleniense y alEpipaleolítico como Santa Maira o Cova delsBlaus presentan vacíos sedimentarios entre loreconocido como Magdaleniense superior(Santa Maira B y Blaus IVc) y formaciones quecontienen materiales asimilables a un episodioya de concomitancias sauveterroides (SantaMaira A y Blaus IVb) (Aura, 2001b y Casabó,2001). Es probable que deba admitirse la gene-ralización de procesos erosivos y, más genérica-mente, postdeposicionales que han afectado alos depósitos del comienzo -y del final, comoluego veremos- de la secuencia epipaleolí-tica/mesolítica en los territorios del sector cen-tral del Mediterráneo peninsular, tal comoenuncia E. Aura apoyándose en observacionesde palinólogos y sedimentólogos y, así, se puedaexplicar la escasez de ocupaciones referidas a lahorquilla temporal comprendida entre 11200 y10500 BP (Aura, 2001a: 229).

En Cataluña es bastante lo investigado en lasúltimas dos décadas aunque, de momento, lainformación es todavía provisional ya quemuchos de los yacimientos están en proceso deexcavación o publicación en extenso. Sinembargo, no faltan avances de bastantes de ellosy, sobre todo, visiones de conjunto que presen-tan la dinámica del poblamiento de fin delPaleolítico y primera mitad del Holoceno desdediversos puntos de vista primando, especial-mente, los cronoestratigráficos e industriales(García Argüelles et alii, 1992, 1999; Fullola-García Argüelles, 2003), pero también lasreconstrucciones medioambientales (GarcíaArgüelles, 1994).

También en este territorio se reconoce ladificultad de atribuir al Paleolítico superior o alEpipaleolítico los yacimientos con cronologíasde alrededor de los 10500 años BP siendo, ade-

el problema más particular de la discriminaciónde los conjuntos del Magdaleniense final de losconsecutivos epipaleolíticos o, dicho de otromodo, los correspondientes del fin delTardiglaciar con respecto a las ocupaciones des-arrolladas en los primeros compases delHoloceno, probablemente porque no haya argu-mentos objetivos -o éstos sean pocos y difusos-para diferenciarlos, y ciertamente estemos antesituaciones que se producen en clave conti-nuista. El propio E. Aura reconoce que, en elcurso de la investigación y utilizados por dife-rentes autores, se han usado términos diversospara referirse a las industrias del Tardiglaciar-Holoceno inicial: Magdaleniense superior final,Epimagdaleniense, Postmagdaleniense, Epipa-leolítico microlaminar antiguo y medio-final o,incluso, Mesolítico: denominaciones que “refle-jan la complejidad intrínseca del momento en elque es difícil aislar estados evolutivos “puros”.Su utilización tiene, sin duda, una intención máscronológica que cultural” (Aura, 1994).

De hecho, se insiste en la “falta de certeza ala hora de asignar determinadas series a uno uotro complejo industrial -Magdaleninese supe-rior-final / Epipaleolítico microlaminar- cuandono están acompañadas de morfotipos óseoscaracterísticos. Situación que se resuelve enmuchos casos mediante el arbitraje de los resul-tados C14”, tomando la fecha de 10500 “comoreferencia para situar la conformación de loscomplejos epipaleolíticos microlaminares”.Esta situación que denuncian V.Villaverde y elpropio E.Aura, les lleva a “valorar hasta quépunto se trata de dos complejos industrialesdiferenciados o de simples horizontes evoluti-vos de un único complejo industrial y que a par-tir de un momento dado -¿el tránsitoTardiglaciar/Holoceno?- pasa a ser nombradocomo epipaleolítico (=epimagdaleniense)”(Villaverde-Aura, 1995: 327).

Tal dificultad diagnóstica se ve reforzada porla parquedad de la información relativa a esemomento de tránsito del Tardiglaciar alHoloceno en un territorio donde los yacimientos

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5 Depositado sobre el II, datado en 12480±210 y 12390±250, ymediando procesos de inundación y erosión, su formación seubica tentativamente alrededor de 10000 BP. Las característicastempladas y húmedas de la vegetación reconocida -primera expan-

sión del bosque termófilo mediterráneo compuesto porencinar/robledal- apuntan al inicio de la secuencia holocena que,después, se continuará en los niveles excavados en el sector exte-rior de la cavidad (Cacho et alii, 1995: 92-93).

más, escasas las secuencias alusivas a la transi-ción (el Parco), aunque la información es, dehecho, bastante más abundante que en laComunidad Valenciana. La discriminación apartir de las industrias es problemática, ya quese manifiestan relativamente estables en el pro-ceso de transición; frente a ello se asegura quela determinación en uno u otro sentido se ha dehacer a partir de datos paleoclimáticos y faunís-ticos. Respecto a éste último factor, se advierteque la presencia del conejo entre la faunacazada aumenta de modo espectacular duranteel Epipaleolítico -llega a superar el 95% delnúmero de restos recuperados- hecho que tam-bién se ha referido, aunque en proporcionesmenores y variables, en los yacimientos de laComunidad Valenciana (Aura-Pérez Ripoll,1995: 128-132); así mismo, en muchas ocasio-nes aparecen también conchas de Cepaea nemo-ralis (Fullola-Nadal, 2001: 141-142), fenómenogeneralizado en muchos sitios desde elcomienzo del Holoceno y especialmente llama-tivo en estaciones nordpirenaicas.

Los yacimientos catalanes que comienzan suocupación en el Epipaleolítico microlaminarserían San Gregori, La cova del Vidre(10720±130BP) y los abrigos de Filador (nive-les 11 y 9: 10880±60 y 11000±55 BP), Gai,Font Voltada (10920±240 BP) y BalmaMargineda (10640±260 BP).

La Balma del Gai encierra uno de los yaci-mientos aparentemente más elocuentes de losinicios del Holoceno. Su único nivel I presentaen su parte inferior una industria compuestabásicamente por pequeños raspadores y lamini-tas de dorso, mientras que en la superior se hanlocalizado algunos geométricos. La datación dela parte media del nivel es de 11050±160 y11170±160 BP, mientras que la parte superior seformó, según fechas C14, alrededor del 10000BP (en una horquilla entre 10030±160 y9860±400) (Fullola-García Argüelles, 2003:333-335). Parece que este modelo industrial seprolonga dentro del décimo milenio como atesti-guarían las dataciones del nivel IIa dePicamoixons (entre 9179±80 y 10900±90 BP),

del nivel 3b de la cueva de La Guineu (9850±80)y de Cingle Vermell (9760±160BP). L’Areny,l’Hort de la Boquera o el nivel Ic de SantGregori habría que incluirlos aquí aunque, demomento, desconocemos dataciones precisas desus depósitos.

En la cuenca del Ebro todavía es escasa lainformación alusiva a este episodio no siendofácil tampoco discriminar los niveles postpaleo-líticos de los formados en las fases finales delPaleolítico superior. Se han datado en el undé-cimo milenio las ocupaciones de algunas cuevasy abrigos que se sitúan en una horquilla de inde-cisión, por la ausencia de industria ósea caracte-rística, a caballo entre lo terminal del Paleolíticoy lo inmediatamente posterior: la estación-tallerbajo abrigo de Portugain (10370±90), el nivel dde Peña 14 de Biel (10630±100, 10430±190 y10160±130), la fase II de la cueva del Parco(10390±300) o el nivel 2 de Peña del Diablo(10760±140) se han atribuido indistintamente alMagdaleniense terminal o al Aziliense. Esamisma situación puede reconocerse en otrossitios: en el nivel d de Abauntz fechado en9530±300 y en otros que no han sido datadoscomo, por ejemplo, los niveles 12 a 10 deForcas I.

Esta modalidad industrial integrada porpequeños raspadores, algunos buriles y, sobretodo, dorsos, parece perdurar durante todo elnoveno milenio en el alto Ebro si se admiten lasdataciones absolutas de algunos niveles proble-máticos. Así clasificaría al nivel V deMendandia datado en 8500±60: no porque nohaya sido bien determinado en el proceso deexcavación, sino porque la extrema pobreza desu equipamiento (sólo quince piezas retocadas)en lo que parece ser una ocupación muy puntualy bastante alterada no aconseja grandes preci-siones en su valoración tecnocultural. Delmismo modo, el nivel Ib de Zatoya, datado en8260±550 y 8150±220, presenta indicios bas-tante justificados de mezcla de ocupaciones dediferente signo, representando sus fechas, segúnpensamos ahora, una media de lo allí represen-tado6. Otros niveles -los basales del abrigo de

LOS “PROCESOS CULTURALES” DEL COMIENZO DEL HOLOCENO EN LA CUENCA DEL EBRO Y SU CONTEXTUALIZACIÓN

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6 El nivel intermedio de Zatoya fue excavado en dos sectores -exterior = Ib e interior = b2- suponiendo la ocupación menosdensa en equipamiento del yacimiento y entregando una corta

(sólo 143 objetos) pero heterogénea colección que reúne: a) unutillaje microlaminar de tradición anterior; b) algunos geométri-cos, probablemente procedentes por contaminación del inmediato

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ha dado 9650±130BP (Barbaza et alii, 1999:131). En ese sentido, el nivel 6 de BalmaMargineda se fecha entre 10640±260 y9250±160, mientras que el Ia de Parco, queparece presentar una situación similar, se ubicaentre 10420±110 y 10190±100 BP.

Ya más acorde con las dataciones delSauveterriense antiguo francés se muestra lasecuencia geométrica de Filador que desarrollauna prolija sucesión de niveles, algunos de elloscon un alto índice de ocupación -el 7 y el 4- quese intercalan con otros pasajes de menor densi-dad o no localizados en toda la extensión delyacimiento -el 6/5 y el 3- caracterizados todosellos por la presencia importante de geométri-cos triangulares y segmentiformes. La cronolo-gía absoluta ubica allí esa situación en eltranscurso del décimo milenio BP: el nivel 7 haproporcionado dos fechas: 9830±160 y9130±230, el nivel 5-6 una: 9988±97 y el nivel4 dos: 10020±80 y 9460±190. Rasgos a reseñaracerca de este yacimiento son: en primer lugar,la ausencia de ruptura entre este sauveterriensey los niveles subyacentes 9/8 datados en11000±55 y en 10880±60 -fenómeno subrayadopor los excavadores del yacimiento-; ensegundo lugar, la presencia de abundantes con-chas de Cepaea nemoralis tanto en los niveles 7y 4 (García Argüelles et alii, 2002: 87), comotambién en el 3 (Fullola et alii, 1983: 603); y, entercer lugar, la culminación de la secuencia enun nivel que parece revelarse como caracterís-tico de los conjuntos de muescas y denticulados-el 2- cuya fecha sería la de 8515±60 BP (BronkRamsey et alii, 2000: 466-467) y que discutire-mos después.

Montico de Charratu y el de la única ocupaciónde la cueva de Kukuma- carentes de datacionesabsolutas aceptables se han solido ubicar en elEpipaleolítico, cuando realmente no hay argu-mentos que justifiquen tal atribución frente aotra referible al Paleolítico terminal, acaso másacorde con la tipología de sus conjuntos y con lacada vez más frecuente contextualización dispo-nible para esta opción.

Después de esta situación más o menos largade matiz epi-paleolítico, a partir de entrado eldécimo milenio parece que el equilibrio indus-trial previo comienza a alterarse aunque, desdeluego, no se pueda en absoluto hablar de rupturasino de adición de nuevos elementos que, porotro lado, ya se insinuaban desde distintos epi-sodios del Magdaleniense. Conocemos ciertassituaciones -todavía demasiado pocas y nosiempre claras ni tampoco extensamente publi-cadas algunas de ellas- en las que proliferantipos de “armaduras” de retoque abrupto: dor-sos, segmentos y triángulos isósceles o escale-nos, de tamaño mucho menor que en la anterioretapa (se utilizan los términos “pigmeo”, “ultra-microlítico o “hipermicrolítico” para aludir aellos).

En ambas vertientes del Pirineo centro-oriental, el primer desarrollo de estos elementoses realmente antiguo si se compara con la exten-sión del Sauveterriense antiguo en la mitadmeridional de Francia, no anterior al inicio deldécimo milenio según se ha determinado en lassecuencias de la Balma de l’Abeurador, enLanguedoc, donde se ha datado entre 9845±115y 9755±110 BP o de Fontfaurès, en Quercy, que

superpuesto nivel I; c) unos pocos elementos ultramicrolíticos deaspecto sauveterroide; y d) algunas piezas denticuladas de tallamedia y a veces carenadas que se enmarcarían plenamente en elestilo de formateado de los complejos industriales de denticula-dos. Dos dataciones absolutas sitúan el nivel Ib en 8260±550 y8150±220 BP, encajando perfectamente en el marco cronológicoreconocido para aquellos complejos de denticulados. El informesedimentológico de Zatoya (Hoyos 1989.223) reconoció en elespesor de Ib hasta tres subniveles separados entre sí “por discor-dancias erosivas correspondientes a canalizaciones poco defini-das”, mientras que en el talud interior del vestíbulo de la cueva seforman las cortezas estalagmíticas. En el proceso de excavacióndel sitio no fue posible controlar esa subdivisión interna por lo quese ofrece como una única unidad “cultural” lo que acaso corres-ponda a varios episodios u ocupaciones consecutivas pero dife-renciadas. Es más, las dos muestras para fechas se tomaron en elsector exterior, donde no había posibilidad de distinción de subni-

veles, la más “antigua” en 1Z entre 125 y 120 cm. de profundidady la más “moderna” en 3A entre 140 y 120 cm. por tanto, en cua-dros casi contiguos y en profundidades equivalentes, englobada laprimera en los centímetros correspondientes a la segunda muestra.El nivel Ib se reconoce con una potencia máxima de 25 cm., ymedia de entre 18 y 20, por lo que las fechaciones corresponden,al menos la más reciente, a la totalidad de su depósito y pueden,con probabilidad, reflejar la “media” de las reales ocupacionesque se sucedieron en el nivel. En resumen, puedo sugerir hoy quees probable que en Zatoya se produzca una secuencia holocenamás compleja que la reflejada en la memoria que publicamos en1989 (cuando casi todo lo investigado referente al Epipaleolítico-Mesolítico en la Cuenca del Ebro estaba aún por hacer), inclu-yendo pasajes diferenciados: al menos uno de ascendencialaminar seguramente más antiguo que la fecha aportada por elnivel Ib y otro de facies de denticulados a los que se asociaríanalgunas armaduras pigmeas.

LOS “PROCESOS CULTURALES” DEL COMIENZO DEL HOLOCENO EN LA CUENCA DEL EBRO Y SU CONTEXTUALIZACIÓN

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En la Comunidad Valenciana, los datos toda-vía demasiado provisionales no diseñan aúncaracterísticas muy precisas de las industrias deesta facies e, incluso, se discute su propia natu-raleza7. La secuencia de Santa Maira ha propor-cionado la información más completa de unepisodio “sauveterroide” en este territorio.Ubicada sobre ocupaciones relacionadas con elMagdaleniense superior-final aunque separadade ellas por casi dos mil años, la parte media dela unidad SM-A se data en 9740±40 BP por C14convencional, mientras que tres datacionesAMS sitúan esa misma parte media y su baseentre 9800 y 9100 BP, en pleno décimo milenio;por encima -y en posición discordante- se asien-tan los paquetes que contienen industrias sobrelasca con predominio de muescas y denticula-dos (Aura, 2001a: 232 y Aura, 2001b: 432).

Algunas citas menos precisas recalcarían lapresencia de industrias similares en esteentorno: en el nivel IVb de la Cova dels Blaus8

o, con más dudas, en el yacimiento de superficiede la Muntanya del Cavall; del primero de lossitios también se insiste en la vinculación entreel Magdaleniense superior y el Epipaleolíticoque constituyen“una unidad estructural imposi-ble de disociar en lo lítico, por cuanto elsegundo constituye la lógica evolución del pri-mero” (Casabó, 2001: 428).

El nivel II del sector exterior de Tossal de laRoca ha entregado una industria con crecienteproporción de denticulados a los que se asocianelementos microlíticos; en la parte baja -IIb,datada en 9150±100 y 8530±90 BP- el conjuntode denticulados es todavía discreto mientras quelo microlítico parece relativamente importante -superando el 15%- y está integrado por dorsos y

media docena de geométricos, en su mayoríasegmentos; en la parte alta -IIa, datada en 8350y 8050±120 BP- los denticulados se han dispa-rado hasta superar el 50% de los efectivos delnivel, a la vez que las laminitas aumentan muyligeramente y ya sólo persiste un ejemplar desegmento (Cacho et alii, 1995: 83, 87). El pro-ceso de enriquecimiento de denticulados es evi-dente aquí y a ese dato volveremos másadelante.

La Cuenca del Ebro se ha caracterizado hastaahora por mostrarse refractaria a la expresión demodelos industriales sauveterroides por laspoblaciones mesolíticas allí instaladas. Desdeluego, no se ha pensar en vacíos poblacionalesque no son lógicos en las condiciones medioam-bientales del territorio y, en ese sentido, así losugieren los nuevos datos que se van incorpo-rando al elenco de lo ya conocido, por muchoque éstos sean todavía escasos y fragmentarios.Si en la fase correspondiente al Sauveterriensemedio -noveno milenio BP- se manifiestan des-arrollos tecnológicos e industriales alternativos,en el milenio anterior -el décimo- comienzan aatisbarse indicios que sugieren una expansióninicial del Sauveterriense antiguo también poreste espacio interior.

A lo ya referido de Balma Margineda habríaque añadir, con dudas, los niveles 9 a 7 deForcas I: datados en 9715±75 (el 9) y 9360±140(el 7), han deparado una industria pobre en ele-mentos microlíticos (dorsos en recesión y unsolo triángulo escaleno, evidencias de ápicestriédricos en truncaduras) junto a una mayorpresencia de los denticulados y útiles de tipomacrolítico que en niveles precedentes. Pareceque una composición industrial similar, pero en

7 Probablemente por la influencia demasiado decisiva de la com-partimentación del sistema cultural de J.Fortea (Fortea, 1973) seduda acerca de la filiación de las ocupaciones sauveterroides eneste territorio, presentándose como opciones contrapuestas aqué-lla que las considera como “un simple matiz en la evolución delEpipaleolítico microlaminar” frente a la que las reconocería con“una entidad diferenciada vinculada a la facies Filador delEpipaleolítico geométrico” (Aura 2001a, 233). Cuando, realmente,la situación sauveterroide parece significar lo mismo en un terri-torio u otro, no debiendo representar una ruptura con respecto asituaciones anteriores tal como se ha especificado en la propiasecuencia de Filador o como se sugiere, con aparente menor cla-ridad, en otros sitios valencianos.8 En la Cova dels Blaus se ha descrito un nivel -el IVb- en el quese ha recogido una industria lítica “muy homogénea” con peque-

ños triángulos similares a los sauveterrienses. Se ha de explicar,sin embargo, esta atribución en un contexto estratigráfico en elque, mediando un contacto erosivo, a ese nivel se le superponeotro -el IVa- con mucha industria lítica “propia del Epipaleolíticomicrolaminar” y una plaqueta arenisca con un dudoso cuadrúpedopintado además de cerámica a techo “fruto de las remociones”que sufrió durante la época de uso de la cueva como necrópolis(Casabó 2001, 425-426). Este aparente “retroceso” del complejotecnológico de lo sauveterriense a lo microlaminar quizá pudieraexplicarse con mayor coherencia si se retrotrajera todo el paquetea sucesivas etapas del Paleolítico terminal o si, como hipótesisalternativa, se adujeran razones de especialización funcional dife-renciada en el sitio. Es evidente que la publicación extensa de losdatos aportados por este yacimiento aclararán las posibles incerti-dumbres que ahora se suponen.

A. CAVA ALMUZARA

Las redes de ocupación que se mantendránen el Mesolítico de geométricos y en elNeolítico antiguo están ahora ya establecidas yel modelo de asentamiento en abrigos estratégi-camente ubicados para asegurar la captación derecursos diversificados está elegido aunque, conprobabilidad, se complete con una ocupación alaire libre que parece relacionarse con la inme-diatez de los afloramientos de materias primas.En referencia a la Cuenca del Ebro, se ha ase-gurado que “la región parece alcanzar ahora unmayor dinamismo: colecciones más densastanto a nivel industrial como faunístico; incre-mento en el número de yacimientos (al menosen el área alavesa y en el Bajo Aragón); fre-cuencia de estructuras de combustión... Laregión, al menos la cuenca del Ebro, ya ha reci-bido el impulso necesario para su definitivapuesta en marcha” (Alday 2002b, 87).

Es, pues, evidente que la estratificación deniveles de denticulados es habitual en los abri-gos de la alta cuenca del Ebro, del espacio pre-pirenaico meridional y del Bajo Aragón,apreciándose incluso en algunos yacimientosreiteradas ocupaciones correspondientes a estafacies que, escalonadas entre los mismos iniciosdel noveno milenio y mediados del octavo, iránincorporando al final la práctica de tecnologíaslaminares que se encaminarán a la obtención delos modelos geométricos “tardenoides “queentonces comenzarán a estar vigentes.

Se han identificado hasta tres segmentostemporales diferenciados, representados en uni-dades sedimentarias concretas de algunos yaci-mientos:

a) de la primera mitad del noveno mileniodatan ocupaciones de yacimientos ubicados enel alto Ebro y en las inmediaciones de la cadenapirenaica: Atxoste (VI), Berroberría (C y B),

este caso rica en elementos ultramicrolíticos -,se ha reconocido hace poco en el nivel VII deAtxoste, a mediados del décimo milenio(9550±60), ampliándose de ese modo hacia eloeste un fenómeno que parecía que sólo supe-raba la cadena pirenaica, hacia el sur, por susegmento más oriental: no será demasiado aven-turado relacionar esta facies industrial con lo“sauveterriense” continental e integrar esteasentamiento en la incipiente red de yacimien-tos que, con esta particularidad industrial, sevan reconociendo sin problemas en Cataluña yen la Comunidad Valenciana9. Una cuestiónpendiente será la de acordar la relación que sepueda establecer entre esta facies industrial yaquella otra que, datada en el mismo segmentocronológico y aún más tarde, presenta rasgosmás próximos a lo epimagdaleniense o epiazi-liense y que se ha citado antes en Abauntz,Zatoya o Mendandia.

El noveno milenio se va a caracterizar al surde los Pirineos por el progreso de las muescas ylos denticulados en el equipamiento industrial delos cazadores-recolectores mesolíticos. Estafacies -detectada y reconocida como tal en losúltimos quince años- ha tomado ya cuerpo alestar representada en hasta trece yacimientos dela Cuenca del Ebro10 donde casi cuarenta data-ciones la ubican de forma precisa desde los ini-cios del noveno milenio BP hasta pasado elprimer tercio del milenio siguiente. Este mismofenómeno se rastrea en Cataluña y la Comunidadvalenciana debiéndosele conceder, por tanto, aesta situación la categoría de facies industrialcon espacios geográficos y cronológicos pro-pios. La alteración real en los usos tecnotipoló-gicos de estas comunidades la presentan, enprincipio, como una ruptura con respecto a situa-ciones anteriores y posteriores aunque, comoveremos, esa impresión es ficticia.

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9 “La complejidad que desde el punto de vista sedimentario vaadquiriendo el depósito (de Atxoste) cuando alcanzamos los nive-les de inicios del Holoceno/finales del Tardiglaciar, junto a la pro-visionalidad de los resultados, no nos permite al día de hoy valoraren su justa medida los componentes industriales. Es discrecionalla adjudicación del tramo inferior de VIb y del superior de VIIdentro de lo sauveterriense” cuyo componente industrial estaríaintegrado por pequeños -pigmeos- dorsos (láminas, puntas, bipun-tas, dorsos dobles, truncaduras) y, a distancia, láminas de retoquescontinuos, raspadores y raederas (Alday, 1996-2002: 52-53).10 Por ahora trece yacimientos en cueva o abrigo (catorce inclu-yendo Berroberría en la vertiente norte de los Pirineos nava-

rros) que son Atxoste, Kanpanoste, Kanpanoste Goikoa yMendandia en Alava, Zatoya, Peña 14, Legunova, Forcas II yBalma Margineda en la vertiente meridional de la cadena pire-naica, Pontet, Costalena, Los Baños (aquí con geométricos tra-peciales cortos) y Ángel en el Bajo Aragón. Al margen, se hasuscitado la posibilidad de que ciertos asentamientos al airelibre pudieran adscribirse a esta facies, en especial los ubicadosen las núcleos de Encia-Urbasa (Alava-Navarra), de Fraga-Candasnos (Huesca), del Bajo Aragón (Alday, 2002a: 87,2002b: 35; García, 2001: 21-24 y 61-62) o de Tarragona(Utrilla-Rodanés, 2004: 29): es tentador relacionarlos con áreasde aprovisionamiento de sílex.

Peña 14 (b), Legunova (II), Forcas II (Ib) yBalma Margineda (base del nivel 4).

b) en la segunda mitad de ese milenio se pro-duce la reiteración del uso de algunos de losyacimientos citados: Atxoste (V), Peña 14 (b),Margineda (tramos medio y alto del nivel 4),inaugurándose el uso de otros que compartenlos mismos territorios: Kanpanoste (Lanhi) yZatoya (Ib), y ahora apareciendo también en elBajo Aragón: Ángel (2b).

c) en la primera mitad del octavo milenioperduran estos modelos tecnotipológicos pero,exceptuando el caso de la corta colección deKanpanoste Goikoa, ya con indicios de unarecuperación de la tecnología laminar y/o uncomienzo de formalización de armaduras geo-métricas de estilo tardenoide: es el caso deKanpanoste (Lanhs) y de Mendandia (IV) en elalto Ebro y de los Baños en el Bajo Aragón,aunque aquí con geométricos de proporcionescortas que se han fabricado a veces en soporteno laminar.

En la Comunidad Valenciana E.Aura ha defi-nido en Tossal de la Roca, Santa Maira yBarranc de les Calderes industrias caracteriza-das por “el abandono de la tecnología orientadaa la fabricación de los útiles microlaminares,paralelo a la elaboración de un utillaje expedi-tivo y coyuntural... sobre materias primas localespoco seleccionadas” (Aura, 2001a: 233-234); sucronología se inscribiría -a partir de lo conocidoen Tossal de la Roca- entre 8500 y 7800 BP. Eneste último asentamiento no parece existir unnivel exclusivo de muescas y denticulados apesar de que esos elementos sean verdadera-mente abundantes en sus niveles II y I. Si IIbpudo incluirse entre los que presentaban unmatiz sauveterroide, la formación inmediata-mente posterior -IIa- determina la secuenciaevolutiva de aquella facies industrial en la formatípica en que se presenta al sur de los Pirineos:enriquecimiento progresivo de denticulados ypérdida en paralelo del instrumental hipermi-crolítico.

En Santa Maira y Barranc de les Calderesfaltan por ahora dataciones absolutas que sitúen

concretamente esos pasajes industriales queestratigráficamente se han depositado entreocupaciones sauveterrienses en Santa Maira-en posición discordante, se asegura (Aura,2001b: 432)- o del Epipaleolítico medio-final enBarranc de les Calderes (Doménech, 1999: 103)y del Neolítico, sin que se hayan detectado ocu-paciones correspondientes a la fase final delMesolítico.

En Cataluña son de sobra conocidos loscasos de Font del Ros, Sota Palou, Roc delMigdia y Balma de Guilanyà que, englobadosen un Epipaleolítico final o Mesolítico delnoveno milenio BP, utilizan rocas locales(cuarzo, cuarcita, lidita...) para la conformaciónde industrias de raederas y de denticulados.

Su ubicación cronológica arranca en el findel décimo milenio BP, para desarrollarse ple-namente en el noveno: Font del Ros se hadatado en 8800±360 (nivel SGA) y 8400±180 y8050±150 (nivel SG), Roc del Migdia en8190±300 (nivel II), Sota Palou entre 9060±380y 8540±180 y Balma de Guilanyà en 8970±430.Se interpretan como reflejo de una variabilidad“estratégica y situacional” -véase funcional- yse relacionan con algunos sitios franceses delPirineo oriental que han aportado industrias asi-milables en cronologías paralelas: el nivel 10 deDourgne (8620±100), el nivel 2b de Caunad’Arques (8920±200) y sendas ocupaciones deRoc d’en Bertran (8100±110) y de la cueva desAdoutx (Pallarés-Mora, 1999: 65-66).

El nivel superior del abrigo de la Cativera -elA- también ha proporcionado una industria quese ajusta plenamente a los modelos de esta faciescorrespondiendo a una ocupación datada, cohe-rentemente, en los mismos inicios del octavomilenio BP (7979±60) (Fontanals, 2001) y lomismo parece suceder en el Molí del Salt aunquelos datos son todavía imprecisos (Vaquero et alii,2001: 56)11. Es interesante señalar que en estosdos yacimientos el horizonte de denticuladoscorona una secuencia larga que cubre el final delPleistoceno y los primeros compases delHoloceno, aunque no parece existir continuidadestratigráfica entre las sucesivas situaciones.

LOS “PROCESOS CULTURALES” DEL COMIENZO DEL HOLOCENO EN LA CUENCA DEL EBRO Y SU CONTEXTUALIZACIÓN

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11 Ya entregado este artículo a imprenta se ha editado la memo-ria definitiva del yacimiento del Molí del Salt donde efectiva-mente se confirma la existencia de una ocupación referible al

complejo de muescas y denticulados en su nivel superior quese ha datado coherentemente en 8040±40 BP (Vaquero et alii,2004).

A. CAVA ALMUZARA

Al hilo de esta sugerencia, se ha de plantearla posibilidad del inicio de la dinámica progre-siva del equipamiento de muescas y denticula-dos desde facies industriales caracterizadas porla presencia de elementos hipermicrolíticos.Que en algunos lugares no son excluyentes sedemuestra en los dos subniveles IIb y IIa deTossal de la Roca, quizá pudiera sugerirse paralos contextos 8B y 13 de las excavaciones de A.Sebastián en Ángel (Utrilla y Rodanés, 2004:95) y, desde luego, es una de las cuestiones demás enconada réplica por parte de los autores delas modernas campañas de excavaciones a lastesis de J.Fortea a propósito de la secuencia deFilador 14.

En algunos sitios del sur de Francia asíparece suceder, de modo que la tradición sauve-terriense se entrevera con estos modelos de des-baste, aparentemente ligados a unas materiasprimas “banales” y a una hipotética funcionali-dad específica de los asentamientos, que se con-traponen a los que muestran una más clarafiliación a los modelos sauveterrienses, ahora ensu fase media o Montclusiense.

Es más que probable que el nivel superior -2- de Filador deba referirse a esta misma faciesde denticulados si se recurre a la recientementeobtenida fechación de 8515±60 BP (BronkRamsey et alii, 2000: 466-467). La industriaque masivamente ha ofrecido se adecúa más aesta caracterización que a la neolítica que, ano-tada de modo habitual a partir de la serie deexcavaciones del SERP, se había asentado en lapresencia de una docena de pequeños fragmen-tos cerámicos lisos hallados en los pozos que,desde la superficie, atravesaban este nivel(Cebriá et alii, 1981: 57-59 y García Argüelleset alii, 2002: 83)12.

Del mismo modo, las tradicionalmente con-sideradas industrias musterienses de Abri Agutse han datado recientemente en el Holoceno y,aunque las fechas parecen excesivamente eleva-das (desde mediado el decimotercero hasta finesdel décimo milenio), se sugiere su real adscrip-ción a la facies de muescas y denticulados apun-tándose la posibilidad de que ésta pudiera sermás vieja de lo que hasta ahora se pensaba(Vaquero et alii, 2002: 955-957)13 .

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12 En el comentario de aquella fecha publicada en Archaeometry seasegura que “procede de un nivel mesolítico que se confirma poresta fechación”, atribución que se apoya en argumentos tecnoti-pológicos: “la industria lítica tiene un alto porcentaje de denticu-lados y parece Mesolítico, similar a los de Font del Ros y SotaPalou”. La cerámica que se encontró en el yacimiento y aseguró laanterior atribución al Neolítico de todo el nivel 2 procede de algu-nos pozos excavados en su interior, probablemente generados enun momento posterior a su depósito. La confirmación de la atri-bución del nivel 2 a la facies de denticulados ha de llevar a una ini-cial aceptación (que en adelante seguramente podrá matizarse) dela interestratificación, con segmentos cronológicos propios, de lasfacies geométricas -sauveterroides y tardenoides- y la de muescasy denticulados.13 Dos series de fechas han sido obtenidas por los métodos delUranio sobre tufas y del C14 AMS sobre carbones en la secuenciadel nivel 4. El primero de los métodos ha dado resultados pocoprecisos por los amplios márgenes de error (12672±1200 /11064±1480 BP el subnivel 4.8, 9995±650, 10863±326 y9875±390 el 4.6 y 9376±453 / 7731±370 el 4.4). El segundo datael subnivel 4.7c en 10060±65, 9895±60 y 10085±60 y el 4.7a en9660±110 y 9185±60 BP. Es problemático admitir, en el contextogeográfico en el que nos movemos, unas dataciones mucho másantiguas de fines del décimo milenio BP para conjuntos práctica-mente exclusivos de denticulados como parecen ser éstos de AbriAgut. Sólo alguna fecha de Sota Palou se remonta a los últimosaños del décimo milenio y en Tossal de la Roca, junto a tres fechasdel noveno, hay una de hasta 9150±100 (subnivel IIb): en esteyacimiento la alta fecha se justifica por la presencia de un con-junto laminar sauveterroide que se presenta, como en bastantessitios del Pirineo francés, cargado de elementos denticulados desustrato.

14 La diferencia de base en las valoraciones de las antiguas y lasrecientes excavaciones se centra en el comportamiento particulardel grupo de los denticulados. J.Fortea determina una dinámicaprogresiva para este grupo tipológico que se inicia ya en el másantiguo nivel de geométricos (7 o V según las campañas) enforma de “invasión del “infrasustrato” o de “proceso de denticu-lación”. Ese proceso sería, según este autor, paralelizable al expe-rimentado en los complejos industriales arudienses “donde losdenticulados, las láminas y lascas con retoques continuos abun-dan, asociadas a buriles y raspadores bastante groseros y a algu-nas raras pero perfectas formas de la familia de los retoquesabruptos principalmente de los geométricos” (Fortea, 1973: 249).Este efectivo se describe como “compuesto fundamentalmente delascas con talón simple o facetado en las que se han hecho mues-cas o denticulaciones de tipo clactoniense. Casi la mitad de ellasson nucleiformes y macrolíticas”…, encajando perfectamentecon las características genéricas que presenta en la facies propia(Fortea, 1973: 349). Los responsables de las investigacionesrecientes de Filador desmienten con especial ímpetu tal progre-sión ya que, en sus colecciones, los denticulados se restringiríanal nivel 2: así, insisten en la “necesidad de la desmitificación defi-nitiva del alto porcentaje de denticulados a lo largo de toda laestratigrafía del Filador, un tópico que se arrastra en la literaturaepipaleolítica desde hace decenios” (García Argüelles et alii,2002: 89-90). Es extraño este desequilibrio entre ambos recuen-tos, habida cuenta que ambas colecciones son de entidad y coin-ciden, a rasgos generales, en otros aspectos más problemáticospara su reconocimiento en excavaciones antiguas como es la pre-sencia de elementos microlíticos. Acaso una dispersión diferen-ciada de los utensilios en el yacimiento, derivada de parámetrosfuncionales, pudiera ser una de las razones que explicaran esedesequilibrio.

En esa línea, en el sector central del Pirineofrancés, el término de Sauveterriense de denti-culados es el que se utiliza para aludir a lasindustrias de yacimientos como Poeymaü (FIHy CI) o Bignalats (CBG superior) incluidas enniveles que acumulan potentes concheros deCepaea nemoralis (Laplace, 1966; Marsan,1979 y Livache et alii, 1984). En el primero deellos, una secuencia muy completa de datacio-nes absolutas ubica temporalmente la progre-sión continua del grupo de los denticulados enuna horquilla comprendida desde inicios deldécimo e inicios del octavo milenio, coincidentecon la sucesión clásica del Sauveterriense anti-guo (en el décimo) y el medio (a partir delnoveno)15.

Del mismo modo, aunque con predominio dedenticulados y de cantos naturales tallados, losyacimientos del macizo de Corbières y aledañostomados como referentes del modelo de uso deindustrias banales no dejan de entregar también,aunque sea en proporciones pequeñas o testimo-niales, elementos microlíticos: así se ha deter-minado en la Cauna d’Arques, en el Abri desAdoutx y en el nivel 10 del abrigo de Dourgne16.

Y, más al este, en Provenza M.Escalon deFonton describe la industria Montadiense congeométricos -paralela en cronología a lo sauve-terroide, en el transcurso de los décimo ynoveno milenios BP, según las dataciones de

Baume Longue, Baume de Fontbrégoua yMourre Poussiou (Gob, 1990: 223)- comocaracterizada por un equipamiento de sustratointegrado por útiles trabajados en lascas espesasy denticuladas, achaparradas... que se presentajunto a una proporción variable de microlitosgeométricos obtenidos mediante la técnica delmicroburil (Escalon de Fonton, 1973: 66)17.

Todos estos lugares han sido fechados a lolargo del noveno milenio BP, salvo Poeymaüdonde el sauveterriense de denticulados se vieneproduciendo ya desde el milenio anterior.

Sobre esta base con fuerte presencia delcomponente de sustrato se va a asentar la faciesgeométrica del Mesolítico reciente y final,modelizada en nuestro entorno a partir de lasecuencia evolutiva de Cocina. Con los datosdisponibles en la cuenca del Ebro, no es enabsoluto aconsejable determinar ningún tipo deruptura entre las dos facies -la de denticulados yla geométrica tardenoide- ya que es tónica gene-ralizada la inmediata sucesión estratigráfica deambas, lo que determinaría una continuidad enla ocupación y explotación de los mismos terri-torios. Además, otros dos son los argumentosque avalarían esta hipótesis:

a) por un lado, en el aspecto cronológico, lasfechas más recientes de la facies de denticula-dos y las más antiguas de la de geométricos sesolapan durante prácticamente todo el primer

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15 G.Marsan ofrece cifras de denticulados que ascienden, enPoeymaü, a 43,7% en FIH, a 51,7% en CI y a 68,6% en FSH (paraconjuntos con, respectivamente, 556, 325 y 255 útiles totales): portanto, en progresión ascendente conforme avanza la estratigrafía.Las fechas que cubren el desarrollo de estos depósitos se encuen-tran entre los inicios del décimo milenio BP: 9960±210 la partemedia e inferior de FIH y 9470±320 y 9430±210 la parte superiorde ese mismo nivel, y mediado el noveno: 8300±300BP y8490±400 BP el FSH (que integra en su parte superior el nivel cbhde las últimas campañas de excavación), pasando por las lógicas8620±250 y 9400±420 de la CI. Sin embargo, habrá que esperar aque se produzca una valoración definitiva del yacimiento, ya queel componente microlítico es variable: bastante escaso en los con-juntos procedentes de las excavaciones más antiguas -3,2% enFIH, 7,7% en CI y 0,8% en FSH- y, al parecer (no hay recuentosprecisos), más abundante en los de las últimas campañas, aunqueen ambos la tónica de composición industrial bivalente -con den-ticulados-microlitos- parece mantenerse hasta una fecha próximaal 8000 BP (7940±150 BP del nivel bah). (Marsan, 1979: 61-62;Livache et alii, 1984: 369-373). En el próximo abrigo de Bignalats, el nivel CBG superior, tambiéncon abundancia de Cepaea, se superpone a un nivel de tendenciaaziloide y presenta un esquema industrial en el que a lo caracte-rístico de pasajes sauveterroides se añade un considerable con-

junto -que suma hasta el 39,6% de los efectivos totales- integradopor denticulados y raederas; lamentablemente no se dispone defechaciones absolutas para ubicar estos niveles (Marsan, 1988:47-49).16 En la Cauna d’Arques se citan una laminita de dorso, una“minúscula laminita de retoque semiabrupto alterno” y un geomé-trico triangular tendiente a segmentiforme (Sacchi, 1972: 229). EnAdoutx una punta de Sauveterre, un triángulo escaleno pigmeo ydos micro-puntas igualmente pigmeas y en el nivel 10 de Dourgneuna única punta de Sauveterre (Barbaza, 1993: 429). 17 Por ejemplo, las excavaciones de Escalon de Fonton de 1970 enel abrigo de Cornille, donde se aplicaron técnicas finas de recupe-ración del utillaje menor, proporcionaron en su nivel 6 una indus-tria bastante equilibrada entre equipamiento de sustrato yarmaduras hipermicrolíticas de entre 5 y 12 milímetros: éstassuponen el 42% del total de materiales y sus formas son variadas(segmentos, puntas de Sauveterre, triángulos...); el resto lo com-pone el utillaje de fondo común, compuesto por un predominio delas “lascas retocadas” (la mayoría delgadas, aunque no faltan lasgruesas), denticuladas, con muesca única y truncadas, así comoalgunos raspadores denticulados. Completando el conjunto, seanota en Cornille la presencia de nueve cantos (2,3%), de gres uotras materias primas diferentes al sílex, tallados en forma dechopper o chopping tool (Rozoy, 1978: 279-280).

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situaciones cronológicas y, desde luego, losesquemas organizativos -gestión de las materiasprimas, explotación del medio vegetal y adecua-ción de los proyectiles de las armas- de los gru-pos que los generaron.

Esa misma continuidad de uso de denticula-dos se aprecia en los yacimientos clásicos delBajo Aragón -Botiquería y Costalena- dondeestas técnicas sumarias de talla y formateado deútiles se siguen utilizando en las ocupacionesdel Mesolítico geométrico e, incluso, delNeolítico (respectivamente niveles 2, 4 y 6 y c3y c1), ocurriendo lo propio en el nivel I del yaci-miento alicantino de Tossal de la Roca en el quela proporción de denticulados se mantiene en el50%. De modo parecido, en el territorio proven-zal, las industrias del Castelnoviense siguenproporcionando un utillaje mayor de tradiciónmontadiense (o sea denticulados sobre lascaespesa, las lascas espesas truncadas, los raspa-dores espesos denticulados, las truncadurasdiversas, los buriles groseros en ángulo sobretruncadura o diedros...) (Escalon de Fonton,1966: 166), y lo mismo se puede rastrear,incluso, en el propio Neolítico cardial (Binder,1987: 69-72).

El geometrismo “reaparece”, pues, en losinicios del octavo milenio BP protagonizando lafase final del Mesolítico: ahora con un estilo dedesbaste laminar regular (¿equivalente alMontbani de la terminología francesa?), aun-que variable según lo permitan las materias pri-mas disponibles en cada territorio, y con unatipología de base trapecial, rasgos que se iden-tifican con los modelos tardenoide/castel-noviense que se extiende también en el seno delSauveterriense final del sur de Francia.

Es un fenómeno en principio generalizadoen todo el territorio aunque, por ahora, quedenvacíos importantes como es el caso de lascomarcas costeras catalanas18. Además de ser

tercio del octavo milenio, tal como se desprendede las dataciones antiguas de complejos de geo-métricos procedentes del nivel d de la Peña deMarañón (7890±120), del lecho 23 de FuenteHoz (7880±120), del 21 de ese mismo yaci-miento (7840±130) o del horizonte I de Aizpea(7790±70);

b) por otro lado, en el aspecto tecnotipoló-gico y en una valoración cuantitativa de lascolecciones implicadas en ese primer tercio deloctavo milenio, se observa que el equilibrioentre el lote compuesto por el complejo de den-ticulados y el de los geométricos es variable.Así, existen ocupaciones cuya base industrialestá compuesta masivamente por aquel utillajede “sustrato” mientras que los geométricos sepresentan en lotes muy reducidos en efectivos -las que se incluyen en la tercera y última de lasetapas que se han identificado en las secuenciasde denticulados de los yacimientos de la Cuencadel Ebro- (el nivel IV de Mendandia, el Lanhsde Kanpanoste, ¿el conjunto inferior de losBaños?). Mientras que hay otras -las citadas dePeña, Fuente Hoz o Aizpea- en las que el equi-librio es completamente opuesto: los geométri-cos están muy bien representados, en tanto queaquel otro componente es variable aunque, en elcaso de Aizpea con disponibilidad de una mues-tra abundante, se encuentra preferentemente enlos tramos más bajos de su recorrido estratigrá-fico.

La superposición de cronologías entre losdos estadios reseñados (las más recientes del dedenticulados y las más antiguas del de trapeciosabruptos) y la presencia de bastantes piezas den-ticuladas en niveles con ya intensa geometriza-ción son hechos que permiten establecerevidentes interacciones entre ambas facies tec-nológicas, a la vez que inducir a la suposiciónde una causalidad funcional que razone esadiversidad al primar el instrumental de usocomún o las armaduras según, al parecer, las

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18 El proceso de neolitización del modelo industrial sauveterroideinterpretado hace tiempo en Filador a partir del nivel 3 y materia-lizado en el 2 por la presencia de cerámica ha quedado diluido porlas anteriormente citadas fechaciones de este último en el novenomilenio BP. La suposición más lógica para este territorio es quetambién se cubran aquí los estadios tecnológicos que en otrosespacios preceden a los primeros indicios relacionados con aquelproceso y que en el suroeste europeo se manifiestan por sucesivasfacies de geometrización tardenoide, trapecial en su primer

momento. Esta hipótesis se contrapone a la enunciada existenciade “vacíos espectaculares” hacia la segunda mitad del VIII mile-nio (la correspondiente a la fase inicial del geometrismo trapecial)en Cataluña, entre otros lugares peninsulares (Martí-JuanCabanilles, 2000: mapa 2) que, en el organigrama del modelodual, justificaría -de ser real- la ocupación ex novo de ese territo-rio por los grupos del cardial inicial. La dificultad de la aceptaciónde tales vacíos se basaría fundamentalmente en la ocupación enese momento de territorios adyacentes y con características

generalizado responde, en un primer momento,a un modelo muy homogéneo en cuanto al for-mateado de armaduras en el que los trapecios deretoque abrupto -con variantes según el gradode simetría y de alargamiento de los tipos o deconcavidad de las truncaduras- son dominantes.

Recientemente, y a propósito de la estrati-grafía de los Baños, P. Utrilla y J. M. Rodanéshan expuesto que como punto de partida de estanueva expansión geométrica podrían encon-trarse ciertas armaduras cortas (tipo filo trans-versal) -“trapecios y triángulos muy acha-parrados” en soporte no siempre laminar- que seencuentran en niveles en los que todavía sondominantes los denticulados, situación que seha fechado allí entre 8040±50 y 7740±50 BP. Laoriginalidad de esta observación se sustenta enla excepcional finura que ha permitido el depó-sito en la identificación de sucesivas ocupacio-nes correspondientes a la fase antigua trapecialy que, desgraciadamente, no se repite en otrosyacimientos del entorno. Se cita la presencia degeométricos similares en Botiquería dels Morosy en Pontet, aunque en el primero de los abrigosaparecen en su nivel 2 (Barandiarán, 1978: figs9 y 10), ya integrados en un conjunto geomé-trico presidido por los trapecios más alargados.Así mismo se aportan similitudes de comporta-miento en asentamientos castelnovienses data-dos en la primera mitad del octavo milenio BPen los que se mantiene una base instrumental detradición montadiense integrada, como en losBaños, por denticulados sobre lasca espesa, ras-padores espesos denticulados, lascas espesastruncadas, buriles groseros.... (Utrilla yRodanés, 2001-2002: 311-312 y Utrilla yRodanés, 2004: 95-97). La significación de este“horizonte” geométrico queda por dilucidarante la parquedad de la documentación disponi-

ble por el momento: hasta qué punto es un rasgoparticular de este yacimiento o una tendenciagenérica en la evolución formal de las armadu-ras; una solución directa a la construcción deesos elementos sin que sea necesario que medieuna tecnología laminar desarrollada o, comoapuntan los autores citados, “tengan que ver conla función para la que fueron fabricados”19.

Aquella base trapecial, generalizada y bas-tante homogénea en toda la Cuenca del Ebro,aparenta un ritmo de introducción encajado enla primera mitad del octavo milenio BP. Hasta elcontrol de los geométricos procedentes del nivel2b1 del citado abrigo de los Baños, se podíaestablecer una prelación de unos 200/300 añosC14 de algunos niveles geométricos de abrigosdel oeste de la cuenca con respecto a los orien-tales (de Aragón o Comunidad Valenciana)donde, de forma más generalizada, se introduceesta facies tecnológica en el segundo tercio delmilenio.

Como ya se ha expuesto, en Aizpea I, en elnivel d de la Peña o en el III de Fuente Hoz (éstecon pocas referencias bibliográficas) esta situa-ción se halla estabilizada ya en el primer terciodel milenio mientras que en otros asentamientoscercanos -concretamente en los situados en lacabecera del valle de Arraya (Kanpanoste,Kanpanoste Goikoa y Atxoste)- continúa predo-minando el uso del instrumental denticulado.Por su parte, en el este de la Cuenca, el arranquede esa facies se sitúa en el tercio central de esemilenio (niveles 2 de Botiquería y 2 de losBaños en el Bajo Aragón y a de Peña 14 de Bielen el Prepirineo), prolongándose la situación ensu último tercio (niveles II y IV de Forcas y e dePontet). La secuencia cronológica de este terri-torio debe ponerse en relación con los todavíapocos niveles de esas características datados en

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medioambientales similares: Comunidad Valenciana, BajoAragón o inmediatos nordpirenaicos. De momento, no se puedeasegurar una razón climática que afectara sólo a Cataluña impi-diendo completamente su ocupación, aunque recientemente seasegure que en algunas regiones de la Cuenca del Ebro hacia 7200/ 7000 BP se pudo producir una”crisis de sequía” observable apartir del descenso de taxa mesófilos y el aumento de heliofitas yarbustos de carácter mediterráneo (González-Sampériz, 2004: 61,coincidiendo con Davis, 1994), fenómeno que, por otra parte, nosupuso en absoluto el abandono de esos territorios.

Por otro lado, la existencia de hiatos que aparecen en lugardel Mesolítico reciente y final es un fenómeno extendido por bas-

tantes sitios. Por ejemplo, a este propósito, J. Roussot-Larroqueaporta varias estratigrafías del suroeste de Francia -La Lède duGourp, Pierre-Saint-Louis o, incluso, Rouffignac- donde “no sepuede fijar con precisión ni el principio ni el final del complejoindustrial de trapecios y soportes anchos, corrientemente atribuidoa los estadios reciente y final del Mesolítico” (Roussot-Larroque,2004: 26).19 Parece comprobada su utilización como flecha de filo transver-sal, modelo efectivo para la caza de animales de talla menor,según asegura la determinación traceológica y la experimentacióndesarrolladas por R. Domingo (Domingo, 2004 y Utrilla-Rodanés,2004: 97).

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Botiquería 4 hasta la de 6310±170 de la partesuperior de Costalena c3), introduciéndose aquívarios elementos que serán característicos deposteriores situaciones neolitizadas como losgeométricos de doble bisel en Botiquería o lascerámicas más antiguas de Pontet20.

y b) un grupo de más clara referencia conti-nental que afectaría a los asentamientos locali-zados en situación más próxima al cordalpirenaico en su sector occidental. Las armadu-ras, frecuentemente de perfil triangular, conretoque inverso o simple para adecuar su base, yalgunas puntas de dorso triangulares son losreferentes tipológicos en lo lítico, constituyendola fase II de Aizpea el ejemplo más claro de estemodelo que se extiende por un territorio bas-tante amplio, afectando a grupos establecidosdesde el Pirineo central (Balma Margineda)hasta el Cantábrico (Kobeaga II o Pareko Landaen la costa vizcaina) (Aguirre, López Quintanay Sáenz de Buruaga, 2000).

En este contexto de regionalización de losmodelos geométricos en una fase preneolítica sepueden incluir como casos más próximos a lospeninsulares las “armaduras evolucionadas” quese producen en el sur y en el oeste de Francia.Por ejemplo, en Aquitania, en el seno del lla-mado Preroucadouriense21 son característicaslas puntas de Martinet y las flechas deMontclus, en el centro-oeste se definen lasarmaduras “à éperon” y de Châtelet, y en elPirineo oriental se presentan como característi-cas las puntas de Gazel.

Queda pendiente la reflexión acerca de laausencia puntual de esta última fase mesolíticaen la secuencia de algunos yacimientos estrati-ficados de la Comunidad Valenciana -en con-creto en la Falaguera y en Tossal de la Roca- yla discusión de la razón aducida para explicaresa ausencia. B. Martí y J. Juan Cabanilles con-sideran clave la ubicación de esos yacimientos

el sector central del Mediterráneo peninsular:por ejemplo, el I del corte exterior de Tossal dela Roca (en 7660 y 7560±80) (Cacho et alii,1995) y los estratos II y III de la Falaguera (en7410±70 (García Puchol y Aura, 2000) y en7200±40 (Molina et alii, 2003: 56)).

El Mesolítico finaliza con una última fase -laque podemos considerar como transicional poraparecer habitualmente como la previa a lamanifestación de los primeros síntomas mate-riales de neolitización, si no incluyendo algunode ellos- que presenta diferentes solucionesindustriales detectables, como es habitual, en lolítico y, en particular, en la morfología de lasarmaduras microlíticas. Atribuiríamos estadecantación diferencial a la personalizaciónestructural de los grupos humanos asentados enlas diversas regiones del nordeste peninsularmás que a una evolución aislada de esas socie-dades, y lo consideramos como anticipo de lavariabilidad en las soluciones y los ritmos delproceso neolitizador en la que se verán inmersosen un momento inmediatamente posterior (si esque ese proceso puede disociarse de esta faseprevia). Se determina la diferenciación entre:

a) un grupo de adscripción mediterráneacuya característica más aparente, por ge-neralizada, es la presencia de triángulos deespina central (tipo Cocina) que se extiende porLevante y, en general, por el sector oriental de lacuenca del Ebro. La presencia de una plaquetacon decoración geométrica en el nivel IV deForcas, muy similar a las de la fase II de Cocina,evidencia una común concepción artística osimbólica, además de artefactual, en un amplioterritorio. Remontándose a una cronología muyantigua en el Alto Aragón, de fines del octavomilenio según la fechación orientativa de Forcas(7090±340), presenta, como ya se indicó en sulugar, una larga perduración en el tiempo en elBajo Aragón (desde la data de 6830±50 de

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20 Aunque hay una diferencia cierta entre las fechas de Forcas y lasdel Bajo Aragón, la “inmediatez”, a escala C14, de estos horizon-tes con los que presentan la introducción de los primeros indiciosneolíticos -la cerámica- es evidente; en el caso de Forcas éstos seremontan a los mismos inicios del séptimo milenio BP.21 La aceptación de ese modelo secuencial propuesto y mante-nido por J.Roussot-Larroque ha sido contestada por los espe-cialistas franceses. En el fondo de la discusión, aparentementenominalista, subyacen cuestiones conceptuales tan importantescomo la continuidad o discontinuidad entre el Sauveterriense

medio y el Sauveterriense final (de trapecios) o entre esteúltimo (o Preroucadouriense) y el Neolítico antiguo(Roucadouriense). La formalización del modelo intentaba pri-mar las ideas de ruptura tecnológica entre las fases medias yfinales del Sauveterriense y de continuidad entre la fase trape-cial con el inicio de la neolitización (Roussot-Larroque, 1987);las bases estratigráficas utilizadas eran, de cierto, bastanteendebles, pero también lo son las que se utilizan para la invali-dación del modelo (por ejemplo la de Escabasses por parte deValdeyron, 2000).

en el área nuclear de asentamiento del primerNeolítico (cardial) para asegurar el colapso de laocupación mesolítica al final de la fase I deCocina y la irrupción, a continuación, de unasituación plenamente neolitizada ¿por sustitu-ción de la población o por incorporación alnuevo proceso?22.

El problema básico con el que se enfrentaesta interpretación es el que afecta a la actualescasez de datos en los que se apoya y a la trans-parencia de su lectura. De hecho, en los yaci-mientos aducidos como modelo -y admitiendolas dataciones absolutas que ubican en el tiempolos sucesivos niveles- se advierte una lagunaimportante en la ocupación de los sitios desde elúltimo nivel mesolítico al más antiguo neolí-tico23: un espacio de no menos de 500 años si seadmiten las más antiguas dataciones de Or y deCendres para situar el “origen” del Neolíticocardial. Este hecho induciría a buscar argumen-tos alternativos que explicaran la ausencia deniveles intermedios entre las situaciones aludi-das; y acudiendo a supuestos que se han utili-zado para asentar la existencia de ciertasremociones en la secuencia deposicional de losdepósitos arqueológicos en el paso delMesolítico al Neolítico, acaso se podría volverde nuevo al que enuncia la intensificación deprocesos erosivos en las primeras fases delHoloceno inferior (entre c. 7500 y 6000 BP)(Bernabeu et alii, 1999: 594, apoyándose enFumanal, 1995: 121) para justificar la hipotéticaausencia de esos segmentos intermedios de ocu-pación y, por tanto, la continuidad del procesomesolítico tal como se ha observado en otrossitios de la misma Comunidad Valenciana

(Cocina) o en muchos yacimientos occidentalesde variada ubicación geográfica y, por tanto,ecológica.

4- En conclusión

Se propone la sucesión de varias “facies”tecnotipológicas que se rastrean en la primeramitad del Holoceno, desde la liquidación delPaleolítico superior hasta el inicio del Neolítico,en los territorios comprendidos en el noreste dela Península Ibérica: Cuenca del Ebro, Cataluñay Comunidad Valenciana. Esas diferentes faciesse reconocen de forma más o menos explícita enlos diversos espacios que se integran en estareflexión aunque, con el progreso de las investi-gaciones, tienden a generalizarse a buena parte -por no decir la totalidad- del territorio.

Considerados en ensayos anteriores como par-cialmente contemporáneos unos (sincronismosentre el geometrismo sauveterroide y las series dedenticulados) o dotados de perduraciones tempora-les otros (el Sauveterriense hasta la neolitización),parece que -por las dataciones que se van acumu-lando hasta ahora- se pueden articular en procesosevolutivos sucesivos que determinan hasta cuatroetapas, con un espacio cronológico nuclear propioaunque admitiendo ciertas perduraciones y, desdeluego, expresándose encabalgamientos o superpo-siciones de facies aparentemente sucesivas cuyasignificación habrá que dilucidar:

I- Epipaleolítico laminar, en clara continui-dad respecto al Paleolítico terminal inmediata-mente anterior. Su cronología de inicio se haríacoincidir de forma convencional con elcomienzo del Holoceno, mientras que los carac-

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22 Concretamente afirman que esas ocupaciones detienen su evo-lución mesolítica en la primera fase (A) y después “sólo se encon-trará la tradición cardial más pura” “después de haber acabado conla correspondiente al Epipaleolítico geométrico” (Martí-JuanCabanilles, 1997: 234). Los “grupos epipaleolíticos que desapare-cerán por completo cuando coincidan en el mismo espacio que elprimer Neolítico.... bien porque estos grupos epipaleolíticos sedesplacen fuera de allí o bien porque se diluyan dentro de un espa-cio que pasa a ser exclusivo del Neolítico cardial; o también, aun-que las evidencias son menores al respecto, que haya gruposepipaleolíticos con un rápido proceso de neolitización en aquellasáreas más cercanas a los neolíticos” (Ibidem, 222).23 De la Falaguera los datos todavía provisionales apuntan hacia laexistencia de unos niveles mesolíticos (III y II) que han sido data-

dos en 7410±70 BP a partir de una semilla de Olea (GarcíaPuchol-Aura, 2000); en 2003 se aporta la fecha de 7200±40 para“las últimas industrias mesolíticas del yacimiento” (Molina et alii,2003: 56). El nivel neolítico se ha fechado por acelerador en6510±70 (una muestra de trigo) (Bernabeu et alii, 2001: 76). Seasegura que “ambos niveles se encuentran separados por unpaquete sedimentario con escasos materiales” y que los nivelesmesolíticos y neolíticos “muestran una ruptura patente entre ellos,que contrasta con nuestros planteamientos iniciales” (Molina etalii, 2003: 56 y nota 1): argumentos ambos todavía no bien expla-yados por escrito y que, por tanto, no aportan datos acerca de larelación (o no) de ambos horizontes culturales. En Tossal de laRoca el nivel I del sector exterior se fecha en 7660±80 y 7560±80(Cacho et alii, 1995).

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nos encontramos ante el dilema difusión démica/ adaptación por aculturación para explicar lasdiferencias en las soluciones tecnotipológicasdesarrolladas sucesivamente, opciones ambaspara las que no faltarán partidarios.

De hecho, hay argumentos suficientes deorden espacial (distribución del poblamiento),económico (explotación de los recursos) y tec-notipológicos como para no admitir rupturassignificativas entre ellas. ¿Pueden definirsecomo corrientes “culturales” que inciden sobrebases poblacionales anteriores, y son ellas lasque introducen las estrategias de conformaciónde armas y herramientas (en algunos casos nolíticas) que mejor se adapten, en cadamomento, a las necesidades que impone laexplotación diversificada del medio natural,rasgo fundamental que caracteriza a las socie-dades mesolíticas de nuestro entorno?. El apa-rente paréntesis del Mesolítico de denticuladosencaja, en el desarrollo de su dinámica evolu-tiva, la articulación entre la tradición sauvete-rroide -a su vez sin rupturas evidentes conrespecto al Epipaleolítico epimagdaleniense-que parece cargarse de sustrato de ese tipo y latardenoide que todavía lo mantiene: en unasecuencia industrial global, aparecería comoelemento bisagra entre las dos corrientes geo-métricas. Frente a lo conocido en el Continente,donde el Sauveterriense se mantiene con pará-metros bastante uniformes, primando el valorde las armaduras líticas a lo largo de dos mile-nios, en la Península Ibérica esta tradición sediluye para mantener -exclusivamente en unossitios y masivamente en otros- el componenteartefactual de base o de fondo común, origina-lidad que es propia del espacio circumpirenaicoy de territorios meridionales.

teres industriales y los sistemas de ocupacióndel territorio y su explotación soportan variacio-nes diluidas en un espacio temporal relativa-mente dilatado24.

II- Mesolítico antiguo, integrado por loscomplejos geométricos de entronque sauvete-rriense. Su inicio se sitúa en el final del undé-cimo milenio o comienzos del décimo, milenioen el que se produce su extensión más generali-zada. Reconocido con solvencia en Cataluña,sobrepasa la línea del Ebro hacia el sur y, asímismo, se manifiesta en el oeste de la cuencadel Ebro.

III- Mesolítico medio, caracterizado por elpredominio del sustrato compuesto básicamentepor los útiles denticulados, presenta una largasecuencia cronológica entre el inicio del novenomilenio hasta finalizado el primer tercio deloctavo, correspondiendo a la secuencia delSauveterriense medio del sur de Francia. Enalgunos sitios se acompaña por un corto númerode armaduras hipermicrolíticas, mientras que enel segmento final de su vigencia contemporizarácon la formalización de los geométricos de tra-dición tardenoide.

IV- Mesolítico reciente y final, representadopor ese geometrismo de raíz tardenoide. Se ini-ciará en el comienzo del octavo milenio paraalcanzar las primeras manifestaciones delNeolítico, articulando dos facies sucesivas cuyadiferencia se articula en la morfología de lasarmaduras geométricas: trapeciales en un pri-mer momento y triangulares con variantesregionalizadas, estructuradas en espaciosmacroterritoriales, en la transición al Neolítico.

El grado de continuidad o no entre las con-secutivas fases queda por establecer y de nuevo

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24 Si de forma convencional aceptamos el inicio del Holocenocomo punto de arranque de este “Epipaleolítico”, el final de lafacies parece perdurar en el tiempo. En territorios en los que la tra-

dición sauveterriense es débil, o no ha sido controlada hasta ahora,los complejos laminares aparentan prolongarse en el tiempodurante el décimo e, incluso, el noveno milenios.

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