los pibes chorros míguez

10

Click here to load reader

Upload: nahuelvaldez

Post on 11-Nov-2015

33 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Sociología

TRANSCRIPT

  • LOS PIBES CHORROS Estigma y Marginacin Daniel Mguez 2010 Buenos Aires Capital intelectual

    CAPTULO TRES VIDA DE PERROS

    Pibe chorro no se nace: se hace. Y el proceso por el que se llega a serlo resulta de la interaccin entre os individuos y las condiciones sociales en la que estos se desarrollan. Este proceso en realidad es ms o menos generalizable; queremos decir que lo que casa unos es dentro del orden social al que pertenece es resultante de muy complejos fenmenos que se producen entre el contexto social en el que se desenvuelve un delincuente joven y las posibilidades reales que tiene como individuo.

    Este principio bsico ha sido sostenido por importantes socilogos como Pierre Bourdieu o Norberto Elias, quienes mostraron como cada orden econmico y social va estableciendo condiciones que influyen sobre las formas de pensar, sentir, conocer y creer que los miembros de una sociedad adquieren. Incluso cuestiones aparentemente naturales y triviales como la forma de disponer las habitaciones de una casa, o las rutinas que desarrollamos haciendo las cosas de todos los das actan como condicionantes muy importantes de la experiencia social de todos nosotros; nuestros valores, nuestros sentimientos y hasta nuestras actitudes estn relacionadas con estas pequeas experiencias cotidianas. En realidad se establece una especie de relacin circular; tendemos a organizar nuestras rutinas diarias, el espacio de nuestros hogares, las formas de comportarnos con los otros y en el espacio pblico en funcin de ciertos valores en los cuales creemos, y a su vez, el solo hecho de sostener esas relaciones y repetir esas rutinas reafirma la creencia en ellas. Voy a dar un ejemplo al azar: habitualmente concebimos el ejercicio de la sexualidad como una actividad privada y, por eso mismo, las casas poseen dormitorios que pueden ser aislados del resto del hogar para mantener la privacidad. Adems de que explcitamente se nos dice desde chicos que hay cosas que no se hacen en pblico, las experimentamos tambin al toparnos con la puerta cerrada del dormitorio de nuestros padres; de ese modo entendemos en la prctica sentido privado del ejercicio de la sexualidad. La experiencia refuerza el valor verbalmente sealado y establece una fuerte motivacin a repetir este orden de cosas cuando llegamos a la vida adulta.

    Pero como ya hemos visto, no vivimos en sociedad homogneas. Las condiciones en que las personas se cran y desarrollan cambian de acuerdo al sector social al que pertenecen. Obviamente no es lo mismo crecer en una familia de ingresos medios que un barrio privado habitado por personas de altos ingresos, o en una villa pobre donde residen quienes viven en changas o estn desempleados. Volviendo al ejemplo anterior: no ser igual la experiencia referida a la sexualidad entre quienes habitan en una precaria vivienda de chapas con una sola habitacin en la que todos duermen y comen- que hacerlo en una casa con varios baos y habitaciones para cada integrante de la familia. Lo que esto nos indica es que para entender por que se desarrollo la delincuencia juvenil en Argentina debemos considerar las condiciones sociales que afectaron a los chicos que hoy estn en conflicto con la ley. Tenemos que encontrar los vnculos entre esas condiciones sus actuales valores, maneras de actuar, sentir y pensar.

    La experiencia social de los jvenes que hoy son conocidos como pibes chorros fue construyndose a partir de los procesos de pauperizacin y marginacin que se desarrollaron en las sucesivas generaciones a partir de la dcada del ochenta. stos fueron aos en los

  • cuales las condiciones sociales de los sectores populares sufrieron cambios notorios. Hasta mediado de los setenta la pobreza en Argentina haba sido predominante de transicin. Quiero decir: la mayora de los pobres estaban en proceso de ascenso social y paulatinamente haban abandonado su condicin de carentes. Pero a partir de mediados de los setenta y sobre todo en los ochenta, esa tendencia se revirti, la pobreza se volvi estructural y se disparo un proceso general de pauperizacin. En ese contexto los humildes perdieron posibilidades de ascenso social, con lo cual se estancaron en sus condiciones de carentes. Asimismo, sectores que haban salido o estaban saliendo de la pobreza comenzaron a perder terreno y dejaron de progresar o directamente retrocedieron en sus posibilidades econmicas. A su vez estas transformaciones estuvieron ligadas a modificaciones del mercado laboral que tuvieron un impacto en las generaciones jvenes. Para entender estos cambios hay que comprender que constantemente se incorporan nuevas camadas al mercado de trabajo. A medida que la poblacin crece el campo laboral tambin debe hacerlo si quiere absorber a las nuevas generaciones que se van sumando. Un problema de proporciones durante los ochenta fue que el sector formal del trabajo no creca al ritmo al que se iban incorporando los jvenes.

    A diferencia de lo que ocurra en las dcadas anteriores, la mayor parte del trabajo creado se produca en el sector informal de la economa. Eran empleos mal remunerados, sin estabilidad ni beneficios sociales. Esta situacin afectaba fundamentalmente a las franjas de menor calificacin e ingreso. De manera que los jvenes con bajo nivel de escolaridad que a partir de los ochenta se fueron incorporando al mercado, encontraron empleo solo en el sector informal, o sea que obtuvieron bajos sueldos, no gozaron de beneficios sociales y padecieron de una altsima inestabilidad laboral.

    Si observamos algunos datos estadsticos esta situacin se ve ampliamente reflejada. Hasta principios de los ochenta los niveles de desempleo en Argentina eran bajos: solo en un 2 por ciento de la poblacin estaba afectada por ese flagelo y no haba grandes diferencias por nivel educativo. Pero durante el transcurso de esa dcada se produce un crecimiento pronunciado de la desocupacin; se pasa de ese bajsimo porcentaje inicial a un 8 por ciento al finalizar el periodo.

    Durante la dcada de los noventa estas tendencias se agravaron en algunos sentidos y se moderaron en otros. Parte significativa del empleo informal se trasformo en desempleo abierto: las personas que deseaban trabajar directamente no conseguan hacerlo. Y si bien el empleo formal comenz a creer en esos aos, se trataba de contrataciones con alta inestabilidad y que en general requera personal con nivel de calificacin medios o altos, con o cual quienes haban sufrido la informalizacin de empleo en los ochenta, se topaba con un mercado laboral que no poda absorberlos.

    Dadas estas condiciones de acceso restringido al mercado laboral, es que a partir de los noventa los hogares diversificaron sus estrategias de ingreso. Dada la inestabilidad laboral reinante, ya no se confiaba la capacidad de generar ingresos solo al varn jefe de hogar, por lo que las mujeres y jvenes comenzaron a tratar de insertarse en el mercado de trabajo para complementar o sustituir al aporte del jefe de hogar. As cada vez mas personas buscaban trabajo en un sector del mercado de trabajo que implico cada vez mayor precarizacin e inestabilidad.

    Estas tendencias explican entonces los picos del 17, 18 o incluso el 20 por ciento de desempleados que sufri Argentina durante los aos noventa y que se prolongo en la crisis econmica del 2001 que profundizo los clivajes anteriores por varios aos. Este estado de cosas se relaciono adems con dos fenmenos: la expansin de la desigualdad (el nuestro paso a ser unos de los pases con mejor distribucin de la riqueza a ubicarse entre las naciones con mayor diferencias socioeconmicas), y una prdida significativa de la capacidad adquisitiva del salario: cayo en un 40 por ciento para los sectores de baja calificacin entre 1980 y 1999, a lo que se agrego una nueva perdida luego de la devaluacin del 2001 y que solo se recupero

  • hacia 2006/2007, aunque es posible que el ciclo inflacionario desatado a partir de estos aos haya producido una nueva inflexin negativa. Esta restriccin en el valor del salario implico, por supuesto, un crecimiento muy pronunciado de la pobreza por ingresos, al punto que, por periodos prolongados, cerca de la mitad de a poblacin se encontr por debajo de a lnea de pobreza (sobre todo en el ciclo hiperinflacionario 1989- 1991 y en la crisis de 2001- 2003).

    Si pensamos estas tendencias econmicas terminamos de sus efectos sobre las vidas concretas de personas, podr verse que se ha ido desarrollando un sector social para el que durante casi tres dcadas, no ha existido ni empleo estable ni expectativas reales de progreso y ascenso social.

    Durante los ochenta los jvenes con bajos niveles de escolarizacin, posiblemente hijos de obreros manuales, comenzaron a experimentar la imposibilidad de repetir la trayectoria de sus padres. Vieron disminuidas sus opciones de encontrar un trabajo estable, con una remuneracin bsica que les permitiera cubrir sus necesidades y las de sus familias. De manera que esta generacin que alcanzaba la edad adulta a mediados de los ochenta llego a la paternidad sin haber logrado ni estar en condiciones de asegurar- una trayectoria laboral estable que condujera a algn tipo de progreso econmico, personal o social. Pero la situacin de esta primera generacin de pobres estructurales, podemos decir que presagio lo que sucedera en generaciones posteriores. Las mismas condiciones se repitieron luego para sus hijos, y posiblemente ya sus nietos estn experimentando situaciones anlogas.

    En conclusin: los hijos de estos jvenes directamente no conocieron en sus padres el modelo de estabilidad laboral, dignidad personal y progreso social que predomino en la generacin de sus abuelos. La mxima peronista del trabajo a casa y de casa al trabajo que haba definido el estilo de vida de amplios sectores populares durante dcadas, se hizo progresivamente inviable porque haba pocos empleos a los que concurrir y porque la casa cada vez exista menos como mbito de contencin afectiva. Y esta situacin que inaugur en los ochenta una primera generacin de trabajadores inestables, posiblemente est llegando ya a la segunda y tercera generacin en la misma condicin.

    Es importante detenernos en el impacto de este proceso sobre las condiciones de socializacin ya que, como hemos sugerido, el desempleo no solo impacto en las economas hogareas, sino que altero los roles tradicionales dentro de la estructura familiar. El rol del principal proveedor del varn se fue perdiendo como resultado de la creciente informalizacin del empleo que sufran los ms pobres; y as, entonces, por momentos mujeres y nios ocuparon esa funcin sustituyendo al jefe de familia. Dado que la mayora de estas familias adheran culturalmente al modelo patriarcal donde el varn es el protector, el proveedor y autoridad- esta prdida dio lugar a frecuentes crisis en las estructura familiares. La situacin es algo distinta en los sectores de clase media intelectual, en los cuales la salida del modelo patriarcal se debi a un cambio cultural que favoreci la situacin de las mujeres.

    En el caso de familias de bajos ingresos, el proceso de transformacin fue impulsado mas por el empobrecimiento econmico que por cambios en las pautas culturales. As proliferaron en los sectores de bajos ingresos y escolarizacin las familias monoparentales encabezadas por madres solas, o directamente la disolucin de vnculos estables que operasen como primer ncleo afectivo de integracin social para las nuevas generaciones.

    La sociloga argentina Rosa Geldstein consulto a varias mujeres cuyos maridos haban perdido sus trabajos para ver cuales haban sido sus experiencias de vida. Algunas frases lapidarias de las entrevistadas muestran el deterioro de los ncleos familiares:

    La responsabilidad de traer el dinero para mantener el hogar es del hombre. Si yo soy

    la que trae la plata a la casa es para que no me coman los piojos

    Antes yo trabajaba solo para ayudarlo. Desde hace un ao el no aporta nada y

    adems se volvi alcohlico. Si voy a ser el pilar de mi casa y con un hombre al lado que

    es solo una carga que ventajas tengo?

  • Fue durante en el trascurrir de estos procesos, sintticamente descritos hasta aqu, que crecieron la mayor parte de quienes son definidos hoy como pibes chorros. Es un marco en el que se quiebran las antiguas estructuras laborales y familiares que haban organizado la existencia de la mayor parte de la sociedad durante dcadas, al mismo tiempo que ciertas formas de consumo bsico tambin se tornan progresivamente inalcanzable.

    La situacin se hace todava ms grave a partir de los noventa, ya que mientras estos sectores seguan cayendo, otros accedan a formas de consumo y confort cada vez ms inabordables para quienes quedaban afuera del mercado de trabajo. Sabemos, por lo tanto, que quienes a partir de la dcada de 1990 llagaron a convertirse en pibes chorros tienen como rasgo compartido, entre otras cosas, el haber sufrido desde su infancia desestructuracin y privaciones: pero como son las experiencias? y como se vinculan con los sentimientos y actitudes mas usuales de los delincuentes juveniles?

    Ms all de las estadsticas, una de las herramientas preferidas de socilogos y sobre todo antroplogos para estudiar la realidad social es la observacin directa. A veces los catedrticos se insertan en la vida cotidiana de las personas, y viendo sus actividades diarias y preguntndoles acerca de ellas, van intentando reconstruir sus experiencias en un contexto social determinado. Pero nunca el acercamiento es total. Raramente se torna posible captar la totalidad de la experiencia del otro; pero si es posible aproximarse bastante.

    En el siguiente captulo daremos cuenta de lo que hemos encontrado luego de conversar con los pibes chorros durante muchos aos en varios institutos y centros de minoridad. Tambin conviviendo con algunos de ellos en barrios marginales.

    CAPITULO CUATRO: BAJO FUEGO Ya se ha indicado que la desestructuracin del mundo laboral y la del mbito familiar son dos experiencias concurrentes en la vida de los pibes chorros. Antes la disolucin de esas referencias, el barrio y la calle se vuelven centrales como espacio en los que se construye la pertenencia social. Es decir: cuando la familia y los compaeros de trabajo o escuela dejan de ser el lugar de integracin principal de un joven, otros mbitos los sustituye.

    En la experiencia de los jvenes delincuentes como espacio en donde establecen vnculos de amistad sumamente como espacios en donde establecen vnculos de amistad sumamente significativos para ellos. Esas amistades son en general como otros chicos de la misma edad o, a veces, con individuos mayores. Es en ese espacio de sociabilidad donde se generan muchas veces sistemas de valores, hbitos y actitudes que se relacionan con la trasgresin y el delito.

    Intentemos ahora recorrer ese espinel. Nuestra idea es ir mostrando como va impactando en los jvenes la ruptura con el mundo del trabajo y la familia y, luego, explorar como se desarrollan las relaciones en la calle y el barrio. Tal vez asi logremos entender un poco los valores y sentimientos de estos adolescentes conflictivos a los que estamos abordando.

    Cuando unos conversa sobre el trabajo con jvenes que hoy se encuentran entre los 15 y los 25 aos hablo de chicos que han cometido delitos y que normalmente provienen de hogares y barrios pobres- se pone en evidencia la experiencia del desempleo. Un fenmeno comn que hemos encontrado tanto nosotros como otros colegas es que muchas veces estos jvenes no logran identificar con claridad la profesin o el empleo de sus padres.

    As, frente a una pregunta aparentemente simple (De que trabaja tu pap?), aparecen respuestas ambiguas como no s, hace mucho que mi viejo no tiene trabajo o Creo que anda haciendo una changa, pero no s en qu. La respuesta ms simple y comn suele ser labura de lo que salga.

    Las frases ponen en evidencia que estos jvenes no encuentran en la trayectoria de sus padres algo que indique que el empleo puede ser estable o que funcione como elemento

  • organizador de etapas en la vida, tales como una carrera laboral o profesional. Sin embargo y a diferencia de los que suelen suponerse, los jvenes consultados no desconocen completamente la idea del trabajo, la mayora de ellos, en algunos momentos de su corta vida, ha tenido alguna ocupacin. Sin embargo, en la mayora de los casos la propia experiencia laboral les confirmaba lo que la trayectoria de los padres les permita intuir.

    Veamos el testimonio de uno de nuestros entrevistados: Yo trabaje un tiempo de jardinero. Cortaba el pasto en varias casas de un barrio que

    estaba cerca de casa y sacaba algo, pero poco, que se yo, 15 o 20 pesos cada vez que

    cortaba. Pero ah venia el invierno y a la gente no le interesaba el jardn y yo me

    quedaba sin nada Y entonces ah si no tens trabajo y necesitas plata, que vas hacer

    Aparte para nosotros es siempre as, mis amigos y yo siempre es la misma: o un

    laburito que juntas poco y despus por ah sin trabajo, mi viejo lo mismo Y, claro, te

    cansas de eso. Pero ah viene tu cumpleaos, o es el cumple de tu vieja y no tenes para

    festejar Todo as; para nosotros el trabajo no da para nada.

    Este sentimiento de desaliento en la actividad laboral tambin se extiende al mbito escolar. Si en el empleo la sancin de frustracin se produce porque hay aja estabilidad y remuneraron, en el mbito escolar el desanimo sucede porque la escuela es vista y vivida como un lugar ajeno en el que no se pueden desarrollar los propios intereses y donde tambin se experimenta una sensacin de fracaso y estigmatizacin. Consideramos al respecto otro caso puntual.

    Yo a la escuela deje de ir. Y vas a ver que mi hermano que ahora tiene 10 tambin va a

    dejar. Lo va a hacer porque se aburre y aparte estn citando a mi mama todo el tiempo

    y mi mama no puede ir. La llaman por la ropa, porque dicen que va sucio, porque le

    pega a los otros pibes, porque le dicen que mi hermano le roba a los dems chicos.

    Todo lo mismo que me decan a mi le dicen a el. Y a mi me hacan repetir y a el no.

    Entonces para que voy a ir si no paso de grado y si aparte no aprendo nada. Y para que

    la andan molestando a mi mam

    Pero estas visiones en apariencias tan negativas sobre la escuela y el trabajo conviven con el deseo de adaptarse e integrarse. La escuela y el mercado laboral producen experiencias negativas, pero eso no mata totalmente el anhelo de que eventualmente se podr revertir la situacin. Junto a esto existe tambin el deseo de alcanzar un estilo de vida a un nivel de consumos que se observa en otros sectores sociales. En concreto: los chicos tienen sentimientos ambiguos frente al trabajo y a la escuela; por otro lado perciben esos mbitos como lugares frustrantes; por otro lado desean porque saben que pueden convertirse en un camino de realizacin personal. El caso de Carlos (15) es muy ilustrativo de esta situacin. Es uno de los encuentros que tuvimos este celebraba el haber completado la escuela primaria. En esos das se senta optimista sobre sus posibilidades de emprendedor la educacin secundaria e insertarse en el mundo del trabajo

    Y ahora lo que me queda es tratar de terminar la secundaria. Ya tengo unos amigos

    afuera [de instituto]; les hable para ver si vamos a juntos porque en grupo es mejor: me

    voy a sentir mas acompaado. Aparte lo otro [el robo] para mi ya fue; porque ya zafe

    desde el momento en que estoy ac adentro; pero mis amigos, los que andaban

    conmigo, estn todos muertos o andan rajados porque la polica les tiene carta blanca

    y donde los ve los baja. Tambin le quiero cumplir a mi mam; ella siempre me pide

    que deje esto. Y bueno: por ah me rescato y busco un trabajo y estudio y no me

    engancho en ninguna; tambin para que mi mam est contenta me hago un chico

    bueno como quiere ella.

  • Unas pocas semanas despus de esta entrevista Carlos se fug del instituto con un

    compaero que haba entrado recientemente, y a los dos das robaron juntos un comercio. Ests episodio no ilustra solamente la actitud individual del joven consultado; de hecho este tipo de contradicciones se repite en muchsimos de los chicos que abordemos en diversos encuentros.

    Debemos deducir que esto que los jvenes son cnicos? tenemos que pensar que mientras sistemticamente como suele afirmarse desde la prensa y el sentido comn? O es posible otra mirada sobre el problema? Quienes utilizamos el mtodo de las entrevistas sabemos que justamente la contradiccin suele ser muy elevadora de la experiencia social de las personas.

    Por lo general, este aparenta conflictos entre las palabras y los hechos muestra algo ms complejo: las actitudes de la gente son fundamentalmente situacionales. Es decir: los individuos reaccionan en relacin a un conjunto bsico de valores que guan sus acciones; pero la manera en que aplican esos valores varia de acuerdo al contexto en el que estn inmersos. Y eso a veces da lugar a posiciones contradictorias.

    En el caso de los delincuentes juveniles esta situacin es todava mas notoria porque se encuentran, casi siempre, ubicados entre dos sistemas de valores diferentes: los valores convencionales de la sociedad y los propios del mundo del delito. Entonces, en el caso de Carlos, en la semana en que haba terminado la primaria, haba recibido la visita de su madre y pensaba en su pronto egreso legal del instituto, era lgico que adhiriera a los valores del trabajo, la educacin y la familia. Pero algunas semanas despus, inmerso nuevamente en la rutina institucional con su grupo de pares, la fuga, el robo y la transgresin aparecieron como el curso natural de las actividades a seguir. ENTRE DOS MUNDOS

    Lo que la situacin apuntada releva no es que los jvenes sean cnicos y mientan (aunque en alguno caso pueda ser as); si no que, como sostuvo el reconocimiento criminlogo David Matza, esos chicos viven en un estado de fluidez entre dos mundos: el de los valores convencionales de la sociedad y el de los cdigos del mundo delictivo. Por eso sus conductas zigzaguean entre ambos universos, hasta arriba a la adultez, sin tomar caminos del todo definidos. Adems de mostrar una actitud ambigua frente al trabajo, el relato de Carlos introduce un nuevo elemento relevante en nuestra reconstruccin de la experiencia social de los pibes chorros. Su testimonio indica que una de las motivaciones que tiene para abandonar el mundo del delito es responder a las expectativas de su madre. Obviamente, la historia del entrevistado tambin muestra que esta influencia no es necesariamente determinante de la trayectoria del chico, ya que finamente volvi al delito. Otra vez, entonces, nos encontramos frente a una situacin compleja.

    La familia y, dentro de ella, las relaciones parentales, pueden intervenir de manera muy distintas en la trayectorias de los delincuentes. A veces la disolucin de los vnculos familiares favorece el ingreso de un joven a un mundo oscuro, en otras ocasiones los intentos desmedidos de imponer autoridad pueden llevar, por rebelin, a transgredir las leyes. En otras situaciones las propias estructuras familiares favorecen la ruptura de lmites. Y finalmente, en lo que resulta un panorama algo ms halageo, a veces, luego de algunas turbulencias, las familias logran alguno xito y consiguen arrancar a sus hijos de ese mundo peligroso.

    Resulta casi imposible ilustrar aqu todas las situaciones que hemos encontrado en nuestro trabajo de investigacin. Tomaremos algunos ejemplos que muestran apenas los casos mas frecuentes. Veamos el caso de Alberto, otro de los jvenes entrevistados.

  • Yo hasta quinto o sexto grado fui a la escuela, tena mis amigos ah y, ms o menos,

    era como cualquier otro chico. Pero entonces me empec a dar cuenta que no era

    igual, porque por ah los otros chicos me deca: No, a las seis tengo que estar en casa

    porque me espera mi mam. Claro porque tenan que hacer los deberes o algo as, pero

    la vieja los esperaba, y si o si tenan que ir. En cambio yo no tena que ir, o sea, en mi

    casa no haba nadie, o no se preocupaban. Mi mam estaba sola para cuidarnos a

    todos, y yo se que me quera, estaba todo bien, pero no No se preocupaba o no

    poda Entonces yo no iba a casa y me empec a junta con otros chicos iguales que

    yo pibes que no tenan que irse y que se quedaban en calla dando vueltas y

    vagueando. Ya a los chicos sanos, los que no hacan nada, los empec a dejar de lado

    porque me parecan tontos, panchos Y bueno, ah empezamos a probar droga,

    porque yo tena un hermano que por ah andaba medio metido, Y despus para

    conseguir guita empezamos a afanar. Primero eran maldades chicas; bamos a la

    cancha del barrio y nos afanbamos unos botines y los vendamos. Y despus

    empezamos a robar mas grandes; ya uno quiere ser un alto chorro como se dice en la

    calle.

    El relato de Alberto es interesante porque muestra de forma clara el juego entre la

    estructura familiar y la del grupo de pares en el que normalmente se dirime el ingreso de un joven al mundo del delito. En este caso lo que ocurre es que en una familia monoparental, en la cual la madre queda sola al frente de catorce hijos, no parece una figura con autoridad que establezca un orden en su experiencia cotidiana.

    En los dichos de Alberto se destacan dos cosas: no hay nadie que subraye la importancia de la educacin y tampoco hay quien organice las rutinas temporales en el hogar, el relato pone claramente en evidencia lo que indicamos al comienzo del capitulo: las rutinas e interacciones cotidianas expresan y refuerzan valores en la experiencia personal.

    Al carecer de rutinas y vnculos que subrayen la importancia del hogar y la educacin, aparecen para Alberto otros puentes que organizan su experiencia e introducen nuevos valores y sentidos a la vida. En este caso el vinculo con un grupo de pares dedicados al delito. La experiencia de Alberto esta lejos de ser excepcional; normalmente los jvenes tienen su primer contacto con la delincuencia en la esquina, es decir, en los mbitos especiales donde mas frecuentemente interactan con sus iguales. Es all donde primero empiezan a conocer los cdigos y mbitos de la trasgresin.

    Y es all, tambin, donde la idea de delinquir se desarrolla. Algunos dilogos en los que hemos participado muestran como tiene lugar ese proceso iniciativo. Veamos una primera conversacin que sostuvimos con Pablo.

    Cundo entraste al instituto por primera vez no tenias miedo?

    No, miedo no. Ya sabia como era todo.

    Y como lo sabias?

    Porque los pibes ya me haban dicho. Aparte casi todos los chabones de la esquina ya

    haban estado, o sea que ya conoca bien como era la cosa.

    Eras consciente de que ibas a tener que pelear.

    Y si. Cuando llegas ah ya sabes todo. Tambin conoces gente

    Seguro que hay algunos del barrio. Y seguro que te da una mano para acomodarte los

    huesos cuando entras

    Si la experiencia de la institucionalizacin se hace prxima, el delito tambin se conoce

    y naturaliza por la misma va. Es lo que, a su manera, dice Juan en el siguiente testimonio.

  • Nosotros ya andbamos Primero sacbamos cosas chicas Y despus, ya en la

    esquina, empezamos con el peaje. Mangueabamos a uno y, por ah, si alguno se

    retobaba y no quera dar, con los pibes ya lo apretbamos mal. Y por ah pinto un

    pibito que ya andaba robando bien, de cao y todo, y con otros chabones se lo

    perdimos para ver si nos animbamos y salimos. Y bueno, la cosa es que lo presto y

    salimos as, un poco afuera del barrio, porque adentro no hay que afanar, y vinimos a

    un kiosquito y nos mandamos.

    Alguno ya se haba metido en algo?

    No. Pero igual ya sabamos porque los pibes cuentan

    Es difcil transmitir en pocas pginas la naturalidad con que fluyen estas acciones, la

    participacin frecuente en la esquina, los relatos y la interaccin permanente entre personas que estn de una u otra forma en el mundo del delito. Pero esto llevado a lo cotidiano hace de esta actividad algo natural, casi diramos algo normal.

    En algn sentido el individuo se transforma en lo que el grupo de personas ms cercano espera de uno. Claro que, muchas veces, lo que es naturalizado en la esquina, contrasta con lo que se espera en el contexto familiar. En estos casos se producen situaciones como la de Carlos que describimos anteriormente.

    Cuando las madres que provienen de familias pobres descubren la situacin de sus hijos, intentan promover su reincorporacin al medio familiar ms convencional; pero a esas alturas ya deben disputar con otros referentes afectivos que tambin influyen sobre sus hijos. La tensin a veces llega al punto en que las propias madres denuncian a sus hijos frente a los juzgados o la polica como un intento desesperado para restaurar su autoridad sobre ellos. Y estas estrategias tienen resultados variables: a veces los padres y madres logran restaurar su autoridad, pero en muchos casos alejan ms a los chicos del ncleo familiar.

    Si bien esta tensin entre familia y esquina parece ser preponderante en el caso de los pibes chorros, hay variantes a considerar. Una que tambin es muy frecuente- es la completa ausencia del ncleo familiar, con lo cual la tensin entre madres o padres que promueven la reintegracin social y el grupo de pares que alienta la transgresin desaparece. Y esto es as porque simplemente no existen figuras parentales.

    Es posible que estos dos sean los modelos dominantes; una tercera opcin que hemos observado son familias que en su totalidad participan de la trasgresin y entonces no estimula la salida del mundo del delito. Por el contrario: asumen esa participacin como natural. Hemos encontrado casos donde las propias madres intentaban ingresar en los institutos objetos prohibidos como tinta china y cortaplumas para hacerse tatuajes y enfrentar peleas- o situaciones donde eran tambin los propios familiares de los chicos quienes los introducan en el delito. Hemos conocido, por ejemplo, un to guardia de seguridad que indicaba a su sobrino que casas estaban deshabitadas y hacia de campana mientras su sobrino robaba. Pero esta variante es proporcionalmente menos a las otras dos.

    Por supuesto que quedan ribetes de la experiencia de los pibes chorros que aun no hemos ilustrado. Hasta ahora presentamos al grupo de pares como una influencia que alienta de manera homognea la trasgresin. Pero eso no es estrictamente as. En la estructura asociativa de vnculos vecinales existen distintos tipos de grupos; en ellos hay algunos que tienen participacin en el mundo delictivo (y en el consumo de drogas) y otros que no.

    Incluso dentro de los grupos involucrados en la droga y el delito no se condena sin mas a quien intenta dejar estas actividades. Subsiste dentro de esos sectores una actitud ambigua frente al accionar delictivo, una inclinacin que, en el fondo, tiene la misma lgica que la actitud frente al trabajo y la educacin. ESTRATEGIAS LIMITADAS

  • As como muchas veces los pibes chorros son conscientes de que la escuela y el trabajo son mbitos que habilitan el acceso al bienestar y al consumo, tambin saben que la droga y el delito son estrategias de patas cortas. Estas ltimas proveen algo de satisfaccin momentnea, pero tambin una vida azarosa, posiblemente breve y con no pocos tragos amargos.

    Carlos sealaba en su relato que tena muchos amigos muertos o escondidos que no podan volver al barrio. Nos consta que sus testimonios no es una magnificacin del riesgo. De hecho la mayora de los jvenes delincuentes del Conurbano que entrevistamos tenan entre dos y siete amigos cercanos muertos en enfrentamientos con la polica, o con otros grupos dentro del mismo barrio. Tambin las muertes o el deterioro fsico con drogas es una experiencia frecuente.

    En conclusin: no hay una condena total de los jvenes que participan del mundo del delito hacia otro lado, frecuentemente piensan en la posibilidad de dejar atrs el mundo de la trasgresin. Giles, panchos y caretas son palabras que utilizan los pibes chorros para designar a quienes no son del mismo palo. Y rescatarse es la expresin referida a abandonar esas actividades. Veamos como lo enunciaba El Chino ante nuestro requerimiento.

    Los Giles dentro del barrio Por un lado son tontos Pero por otro lado yo tengo

    amigos que no estn en nada y que son Giles, pero que son mis amigos y est todo

    bien. Mientras no anden con los Cobain [policas], as buchones o algo de eso, est todo

    bien. Uno a veces piensa: mira estos panchos lo que se pierden. Y otras veces es como

    que decs ojala pudiera andar tranquilo como esos pibes y no estar todo el tiempo al

    toque, con los ojos en la nunca, que los fierros, que la merca, que cuidado con la yuta

    que ese pibito te quiere encorchar [pegar un tiro]

    En otras ocasiones le preguntamos a Sergio, con ms de diez causas por robo con

    armas, si alguna vez haba pensado en rescatarse.

    Muchas veces pens en hacerlo, en conseguir un laburo. Los pibes ahora me dicen:

    resctate que tenes una nena y no podes bardear, viste, porque ella tiene que tener

    un pap. En su momento yo no lo tuve a mi viejo y sufr y quiero darle a ella lo que no

    tuve. Por ah vos te pensas que es fcil, que ser delincuente es fcil, y a veces haces

    plata fcil. Pero yo tengo 17 aos y estuve en institutos como 6 aos sin ver a mi

    familia. Y ahora que tengo una nena tampoco la puedo ver. Ac los pibes me ven

    cajoneado y me dicen que me rescate aunque sea por la nenaPero no s si voy a

    poder. Porque quien me va a dar trabajo ahora a mi. Y tambin le tengo que dar de

    comer a mi nena y a la mam

    Una ltima temtica que queremos introducir en esta parte es la de la privacin

    material. Aunque la actividad delictiva de los jvenes no esta solamente vinculada a la obtencin de recursos econmicos, la falta de ellos, sobre todo en cierto momento de la vida cotidiana, puede inducirlos a delinquir; no solamente por la necesidad en si misma, sino tambin por el resentimiento que eso genera.

    Estamos solo, con mis hermanitos y con mi vieja en la casa y era el cumpleaos de mi

    vieja y no tenamos nada para festejar. Ni una torta ni nada. Y yo le dije a mi veja:

    Qudate tranquila que hoy vamos a festejar si o si; tenia bronca, mi vieja haba

    laburando toda la vida y ni el cumpleaos poda festejar. Entonces Sal Y esa noche mi

    vieja tuvo su cumpleaos con todos los vecino.

  • Privacin material y resentimiento van de la mano; los jvenes perciben la situacin a la que se ven expuestos ellos y sus familias como profundamente injusta. En la mirada de los pibes hay forma de consumo que consideran bsicas y legitimas, formas que no estn normalmente a su alcance. La violencia que a veces se observa en los delitos cometidos por ellos se vinculan con el estado de resentimiento y terminacin que genera la carencia.

    Y en ese sentido, volviendo a las teoras del capitulo inicial, podramos pensar que existe una cierta relacin entre el crecimiento de la desigualdad y la violencia delictiva que sufri Argentina en los ltimos veinte aos.

    Pero la violencia no solo se relaciona con el resentimiento; el estado mismo de privacin hace que el uso de la fuerza sea considerada normal. A diferencia de lo que sucede en los sectores medios, donde las rutinas y formas de relacin social hacen de la violencia fsica un hecho inusual, espordico y grave, la rutina de los chicos que sufren privaciones la convierte en una experiencia cercana y recurrente.

    Uno de los lugares donde esto ocurre ms claramente es la calle. Para los jvenes cuyos ncleos familiares se disuelven es usual vivir a la intemperie, ya sea por necesidad o por opcin. Algunos pibes chorros pasan periodos prolongados, incluso de varios meses, viviendo con otros chicos afuera de sus hogares. As relataba Juan, quien cumpla condena por homicidio, la experiencia de vivir en la calle y algunos de los episodios de la violencia en los que participo.

    Varios amigos mos murieron en la calle. Uno estaba fumado, as, medio drogado, y se

    cay del tren; yo no lo vi pero me contaron otros pibes que estaban con el. A otro lo

    mato la cana; aunque el pibe se haba entregado lo mato igual la cana porque le tenia

    carta blanca, lo tenan junado. Y a otro le tiraron porque se haba mirado mal con otro

    pibe y le dieron en el estomago y muri en el hospital. Y ah fue que ca yo tambin,

    porque lo tuve que salir a buscar a ese pibe que haba matado a mi amigo y con otros

    pibitos fuimos y le tiramos a la casa y ah fue que parece que le pegue a un hermano

    del pibe. Dicen, porque yo no lo vi, pero la cana me engarrono esa causa a mi

    Podemos finalizar el capitulo volviendo al mismo tema con el que empezamos. Como ya establecimos, los contextos en los que nacemos y nos desarrollamos no proveen la experiencia social a partir de la cual sentimos, pensamos y nos relacionamos.

    Se deduce de este principio general que un mbito en el que es comn experimentar dolor y violencia fsica genera personas que toman esas sensaciones como ms o menos normales. Es notable como el relato de Juan muestra que no es su perversidad individual la hizo que cometiera homicidio. El asesinato surge casa espontneamente de un contexto en el que el uso de la fuerza fsica, y dentro de ella la muerte violenta, es casi un suceso cotidiano.

    As se ponen en evidencia las relaciones entre contextos, experiencias y acciones cotidianas, mostrando el origen social de la violencia delictiva que vive hoy la sociedad argentina. En el fondo lo que hacen todos los relatos anteriores es mostrarnos que los pibes chorros son un producto de fenmenos sociales bien determinados, de situaciones que especialmente durante los ltimos veinte aos han marcado hondamente a este pas.

    Las diferencias entre los estilos de vida, los valores, los saberes y las acciones de estos jvenes en conflictos con la ley y los chicos de otros sectores sociales muestran los efectos de una sociedad desigual. Y tal vez no llevan a reflexionar sobre si queremos vivir en medio en donde esos contrastes sociales sigan siendo comunes, naturales y permanentes.