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Los pasos que trascienden la orilla.
En el camino empedrado de la vida hay fuerzas ignotas que nos ayudan, depende de
nosotros advertirlas.1
Se subi al taxi, ya no poda caminar ms. Dentro del auto pudo or una cancin que lo
transport a su niez; era la cancin que utilizaba su padre para jugar con l. Lo record
como algo mecnico: hora de jugar y su padre corriendo al reproductor de msica. La
misma cancin todas las veces. De pronto la imagen de sus ojos, su sonrisa, los brazos;
todo fue apareciendo, su padre nuevamente estaba ah. La presencia cuasi real se
desvaneci al momento que el taxista dijo llegamos - . Efectivamente estaba en el lugar
solicitado, un gran parque enclavado en la zona elegante de la ciudad. Pag la carrera al
taxista no sin sentir un poco de disgusto, su palabra gracias revelaba aquello, la entonacin
era diferente, ni l mismo se reconoci. Observ al taxi marcharse rpidamente, como si
estuviera huyendo de un cataclismo o de una persecucin narco.
Su padre, hace tantos aos que no lo recordaba. Tanto tiempo que no lo vea, estara
todava con vida? Se preguntaba mientras paseaba por la arboleda. La verdad es que no
tena prisa; poda estar deambulando todo el resto de la tarde. Quiso ir hasta all porque le
gustaba observar la sombra de los rboles y ver tambin las aves que anidaban en el rincn
sur-oriente del parque. En aquel sector haba una piedra tallada que serva de asiento, estaba
completamente escrita con frases de amor tales como: tu nico defecto es no despertar a
mi lado o t eres la historia ms bonita, que el destino escribi en mi vida, pens que
eran muy clich y dignas de adolescentes enamorados. Entonces, mereca sentarse en las
palabras y oraciones.
El viento comenz a soplar con intensidad. Y los rboles se desplazaban de un lado a otro,
la piedra sbitamente se enfri. Especulaba que era momento de irse a dnde? conoca un
pequeo caf cercano, pero no tena dinero para consumir. Pens que poda entrar, sentarse
en un rincn y esperar a que algn cliente dejara un vaso a medio tomar o en su defecto
alguna galleta, medialuna o si la fortuna estaba de su lado: un trozo de pizza de jamn
ahumado, championes y ricotta.
1 La frase es de mi autora.
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Sentado en el caf, observ a los comensales, haba poca clientela. Un par de seoras en
una mesa, un hombre maduro con un notebook escribiendo maquinalmente y al lado en la
ventana, unas chicas que hablaban sobre sexo y el pudor que significaba. Yo estaba sentado
leyendo un diario antiguo, no le prestaba mucha atencin, pero las imgenes que contenan
me perecieron un tanto obscenas; mujeres con poca ropa y pintarrajeadas, sin el ms
mnimo sentido de la esttica. Dej a un lado el diario y me puse a mirar hacia la calle, no
transitaba mucha gente. Deba ser un fin de semana, pero no tena certeza de ello; los das
eran iguales para m, no necesitaba la denominacin: lunes, martes, mircoles Hace un
tiempo indeterminado no lo saba, a pesar de ello no me senta perdido, de hecho me
gustaba no saber.
Las seoras se levantaron abruptamente de la mesa; al parecer ya haban pagado la cuenta,
dejaron a medio terminar una medialuna y tres galletas enteras de chocolate y man. Me
deslic por el pasillo y saqu todo lo que haba en la bandeja. Es tiempo de irme! vocifer
en mi mente; abandon el caf con un botn poco sustancioso, otras veces me haba ido
mejor. Estando en la calle saqu una galleta de la bolsa; su sabor y textura me gust, sin
embargo las seoras pidieron galletas libres de gluten. Tena ese sabor caracterstico, pero
no me import en ese momento. Finalmente engull las tres galletas y el resto de la
medialuna se la di a un perro que me miraba con un rostro que conoca: era la expresin de
un nio Etope.
Como haba tan poca gente en la calle, caminar resultaba placentero, no era necesario
hacerle el quite a la gente de la tercera edad o los padres que transitaban con dos o ms
nios pequeos. Definitivamente lo ms molestoso eran los nios pequeos con sus padres,
aquellos pasitos cortos y cansinos adems de utilizar ms de la mitad de la calzada!
mejor no acordarse de ellos. Por otra parte pese a mis pocas ganas de saber- deba ser
domingo, es el nico da en que las calles estn magnficamente solitarias.
Despus de estresarme con recuerdos de calles congestionadas. Visualic a un chiquillo en
mi mente. Un nio que masticaba un dulce, mientras caminaba con un individuo de sexo
impreciso tomado de la mano. No logr ver el rostro ni vestimenta de la persona que lo
llevaba. Pero sent que el pequeo era yo, vea piernas enfundadas con ropa de distintos
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colores y calzados igualmente diversos. Tambin algunos animales con sus correas y la
acera que a ratos brillaba irrealmente.
Se haca tarde y como no tena dinero para locomocin deba seguir caminando hasta mi
casa, afortunadamente no era tanto. Unos cinco kilmetros me separaban del hogar. Como
no acostumbro a llevar reloj y mi celular estaba sin carga, no poda saber con exactitud la
hora. De todos modos el sol ya se estaba escondiendo, y subsistan slo unos tmidos rayos
que me reflejaban cuando observaba un escaparate vidriado de alguna tienda.
Pude notar que a lo largo de la calle iban proliferando un montn de cuerpos, eran chicas,
muchas de ellas ataviadas con escotes y ropa ajustada. Algunas morenas y voluptuosas,
otras ms pequeas pero igualmente provocadoras. Haba tambin una mujer de edad
avanzada que les gritaba ustedes vengan pa ac, t al borde!- daba la impresin de ser la
jefa o regenta. Lo curioso es que la veterana se preocupaba de la distribucin, cada una de
ellas estaba alineada contra la pared. Me di vuelta para verlas y qued maravillado, todas
estaban situadas como caritides griegas. Justamente la calle se llamaba Acrpolis, en ese
momento no vi la relacin; sin duda aturdido por el estoicismo de sus cuerpos, no saba
nada y tampoco quera saber nada.
Las luces de la calle se encendieron automticamente. Yo continuaba avanzando y
pensando en la arquitectura humana, Por qu hacan eso? Desde cundo? eran mis
interrogantes ms obsesivas. Al pasar por la panadera Belle poque estim que estaba en la
mitad del recorrido, siempre me haba parecido un punto medio entre el caf y mi
madriguera! este ltimo apelativo lo consider apropiado ya que no haba ordenado
absolutamente nada: mi cama deshecha, los libros esparcidos groseramente por el piso y
bao; efectivamente pareca un sitio donde un animal llegaba y se echaba. Empero, el
animal no saba si iba a higienizar el lugar, estaba un poco cansado de andar, no obstante
senta el privilegio de ser bpedo.
Ms adelante se encontr con los mendigos y perros vagos. De a poco se iba alejando de la
elegancia y pulcritud del barrio; algunos homeless coreaban canciones chistosas, parecan
estar extasiados con una radio de los aos 80. No les importaba pronunciar mal las palabras
en ingls, tampoco el juego homo-ertico que manifestaban cuando se acercaban casi
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rozando sus labios. Parecan unos nios, pese a que calcul que tenan ms de 50 aos.
Debo admitir que experiment cierta envidia, se vean tan alegres y despreocupados. Sus
ojos tan llenos de vida, no haba visto nunca unos ojos tan deslumbrantes. Ni esa gente rica
que va a las ltimas exposiciones de Arte con sus trajes Chanel y joyas Tiffany & co
podran si quiera presumir de ello. Aunque una vez vi a una seora con los ojos llorosos y
luminosos, fijando mi vista inquisitivamente me percat que sencillamente se trataba de una
alergia al maquillaje.
La impresin por los vagabundos me arrastr a un lugar que intentaba olvidar, un espacio
que no haba querido entrar desde aquella infausta ocasin. Acontecimiento que no
recordaba, pero que me fue contado con precisin, y se obviaron los consejos mdicos. Era
como si me estuviesen contando una historia dolorosa con el fin de que aprendiera la
leccin, en resumen una moraleja perdida en los rincones de mi mente, hasta que me
encontr con ellos y reviv todo. La voz deca muchas cosas, ya ordenadas pude apreciar
con exactitud lo que haba acontecido:
Sabes, estbamos tranquilos conversando en el sof y t de un momento a otro te
inquietaste, decas que te queras lanzar desde el tercer piso. Estabas eufrico, tu rostro
rojo y las manos arqueadas me impresionaron. Pero lo ms lamentable es que finalmente te
lanzaste por la ventana; el crujido fue eterno, tambin el grito desgarrador que
manifestaste antes del acto. Luego en el piso, y la gente curiosa se agolp para observarte,
no quera que nadie te viera en tal estado. Senta que era mi deber protegerte de aquellas
miradas, as que te cubr con una manta hasta que llegara la ambulancia. No tardaron en
llegar, pero el diagnstico no result muy alentador. Estuviste en coma durante una
semana, los mdicos decan que podas quedar con secuelas neuromotoras. Sin embargo
afortunadamente ests bien, las fracturas se solucionan con el tiempo. Un dao cerebral
NO; es otra oportunidad la que tienes, todava eres joven, puedes hacer muchas cosas con
tu vida. No pierdas el juego.
El juego no deba perderse qu significa triunfar? ser como la felicidad deportiva o un
logro individual importante. La vida como juego puede ser visto como una lucha, uno est
en constante movimiento y enfrentndose a un montn de adversidades. Si logro sortear
todas esas situaciones triunfar y ser feliz? y qu pasa cuando la lucha se apaga y pese a
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los grandes esfuerzos no se logra triunfar; o cuando te das cuenta que ests como un
Ssifo llevando la piedra a la cima y luego otra vez tienes que alzarla en una encrucijada
eterna.
No quiero reconocerlo! pero mi amigo poco sutil tiene razn respecto al juego, en efecto
la vida es como un juego y debemos enfrentarla como tal, nadie puede ganar si no participa
de ella. De todos modos me gustara que fuese ms simple, de eso no hay duda. Soy un
eterno simplista.
Ya falta poco para llegar al departamento; veo al gato plomo en la esquina, Guillermo el
cuidador de autos acomodado en una sillita de mimbre. Y los asiticos con sus puestos de
comida, el aroma a camarn salteado siempre me despierta el apetito. Como no tengo
dinero paso rpidamente por ah. En la esquina est mi hogar-madriguera, oculto tras los
rboles apenas se distingue el edificio y la puerta de entrada. Las llaves!, constantemente
tengo problemas con ellas, nunca las puedo encontrar en el momento preciso; felizmente
estaban dentro de mi billetera cmo llegaron ah? no tengo ni la menor idea. Subo por las
escaleras hasta el tercer piso, abro la puerta rpidamente tena la llave en mi mano- y me
tiendo en el sof a oscuras sin encender la luz.
Al parecer me qued dormido. Ya est claro otra vez; el sol ilumina directamente mi
rostro, las bocinas de los autos se manifiestan incansablemente. Qu hora es? no puedo
saberlo, mi celular est descargado y si alguna vez tuve un reloj, la pila debi agotarse
hace un decenio. Lentamente me levanto del sof y observo meticulosamente cada rincn;
realmente el lugar est alborotado, pesco el primer libro que encuentro y veo la portada:
Tus antepasados sanan, crea tu propio rbol genealgico. Nada ms estimulante!, observo
la caja con recuerdos de familia: fotografas, documentos de nacimiento, defuncin y otras
cosas extraas. Saco las fotos y comienzo a recortar siluetas y rostros, luego sentado en la
mesa trazo lneas difusas que se transforman en ramificaciones. De un momento a otro
tengo todo listo. Slo falta la fotografa de mi padre, no haba ninguna.