los nueve libros de la historia. tomo vii

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LOS NUEVE LIBROS DE LA HISTORIA TOMO 7 HERODOTO DE HALICARNASO Ediciones elaleph.com

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Herodoto narra los acontecimientos de la segunda guerra medica. Entre ellos la batalla de las Termopilas.

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    T O M O 7

    H E R O D O T O D EH A L I C A R N A S O

    Ediciones elaleph.com

    Diego Ruiz

  • Editado porelaleph.com

    2000 Copyright www.elaleph.comTodos los Derechos Reservados

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    LIBRO SPTIMO

    POLIMNIA.

    Muere Daro haciendo contra la Grecia aprestosmilitares, que contina su hijo Jerges: con este ob-jeto hace abrir un canal en el Athos y echar unpuente sobre el Helesponto. Orden de marcha delejrcito persa de mar y tierra; su nmero y aumento;naciones que lo componan y generales encargadosdel mando. -Disputa de Jerges con el lacedemonioDemarato acerca del valor y resistencia de los Grie-gos. -Pasa revista Jerges a su ejrcito en Dorisco yse pone en marcha. -Envan los Lacedemonios aJerges dos heraldos en compensacin de los queellos haban muerto. -Prepranse los Atenienses aresistir, a pesar de los infaustos orculos de Delfos.-Los Argivos se niegan a entrar en la confederacin

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    de los Griegos, y Gelon, tirano de Sicilia, lo rehsaigualmente si no se le da el mando. Los isleos deCorf tratan de alucinar con promesas a los emba-jadores, y los de Creta rehsan tambin entrar en laconfederacin. -Abandonan los Griegos la defensadel paso del Olimpo, y se deciden a defender lasTermpilas. Nmero prodigioso de hombres quecomponan el ejrcito persa de mar y tierra.-Tempestad que sufre su escuadra. -Ataque de lasTermpilas y muerte de Leonidas con los Esparta-nos. -Decide Jerges continuar su marcha, y avanzacontra la Grecia despreciando los consejos de De-marato.

    Cuando lleg al rey Daro, hijo de Histaspes, lanueva de la batalla dada en Maraton, hallndole yaaltamente prevenido de antemano contra los Ate-nienses a causa de la sorpresa con que haban entra-do en Sardes, acab entonces de irritarle contraaquellos pueblos, obstinndose ms y ms en inva-dir de nuevo la Grecia. Desde luego, despachandocorreos a las ciudades de sus dominios a fin de quele aprontasen tropas, exigi a cada una un nmeromayor del que antes le haban dado de galeras, ca-ballos, provisiones y barcas de trasporte. En la pre-

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    vencin de estos preparativos se vio agitada por tresaos el Asia; y como de todas partes se hiciesen le-vas de la mejor tropa en atencin a que la guerrahaba de ser contra los Griegos, sucedi que alcuarto ao de aquellos, los Egipcios antes conquis-tados por Cambises se levantaron contra los Persas,motivo que empe mucho ms a Daro en hacer laguerra a entrambas naciones.

    II. Estando ya Daro para partir a las expedicio-nes de Egipto y Atenas, originse entre sus hijosuna gran contienda sobre quin haba de ser nom-brado sucesor o prncipe jurado del Imperio, fun-dndose en una ley de los Persas que ordena queantes de salir el rey a campaa nombre al prncipeque ha de sucederle. Haba tenido ya Daro antes desubir al trono tres hijos en la hija de Gobrias, suprimera esposa, y despus de coronado tuvo cuatroms en la princesa Atosa, hija de Ciro. El mayor delos tres primeros era Artobazanes, y el mayor de loscuatro ltimos era Jerges: no siendo hijos de lamisma madre, tenan los dos pretensiones a la coro-na. Fundaba las suyas Artobazanes en el derecho deprimogenitura recibido entre todas las naciones, quedaba el imperio al que primero haba nacido: Jerges,por su parte, alegaba ser hijo de Atosa y nieto de

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    Ciro, que habla sido el autor de la libertad e imperiode los Persas.

    III. Antes que Daro declarase su voluntad, ha-llndose en la corte por aquel tiempo Demarato,hijo de Ariston, quien depuesto del trono de Es-parta y fugitivo de Lacedemonia se haba refugiadoa Susa para su seguridad, luego que entendi las de-savenencias acerca de la sucesin entre los prncipeshijos de Daro, como hombre poltico fue a versecon Jerges, y, segn es fama, le dio el consejo deque a las razones de su pretensin aadiese la otrade haber nacido de Daro siendo ya ste soberano yteniendo el mando sobre los Persas, mientras que alnacer Artobazanes Daro no era rey todava, sino unmero particular; que por tanto, a ningn otro mejorque a l tocaba de derecho y razn el heredar la so-berana. Aadale Demarato al aviso que alegaseusarse as en Esparta, donde si un padre antes desubir al trono tena algunos hijos y despus de subi-do al trono le naca otro prncipe, recaa la sucesina la corona en el que despus naciese. En efecto,valise Jerges de las razones que Demarato le sumi-nistr; y persuadido Daro de la justicia de lo quedeca, declarle por sucesor al imperio; bien es ver-dad, en m concepto, que sin la insinuacin de De-

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    marato hubiera recado la corona en las sienes deJerges, siendo Atosa la que todo lo poda en el Es-tado.

    IV. Nombrado ya Jerges sucesor del imperiopersiano, slo pensaba Daro en la guerra; pero qui-so la fortuna que un ao despus de la sublevacindel Egipto, haciendo sus preparativos, le cogiese lamuerte, habiendo reinado 36 aos, sin que tuviese lasatisfaccin de vengarse ni de los Egipcios rebeldes,ni de los Atenienses enemigos.

    V. Por la muerte de Daro pas el cetro a las ma-nos de su hijo Jerges, quien no mostraba al princi-pio de su reinado mucha propensin a llevar lasarmas contra la Grecia, preparando la expedicinsolamente contra el Egipto. Hallbase cerca de supersona, y era el que ms cabida tena con l entretodos los Persas, Mardonio, el hijo de Gobrias, pri-mo del mismo Jerges por hijo de una hermana deDaro, quien le habl en estos trminos: -Seor, noparece bien que dejeis sin la correspondiente ven-ganza a los Atenienses, que tanto mal han hechohasta aqu a los Persas. Muy bien haris ahora enllevar a cabo la expedicin que tenis entre manos;pero despus de abatir el orgullo de Egipto que senos levant audazmente, sera yo de parecer que

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    movieseis las armas contra Atenas, as para conser-var en el mundo la reputacin debida a vuestra co-rona, como para que en adelante se guarden todosde invadir vuestros dominios. Este discurso deMardonio se ordenaba a la venganza, si bien no dejde concluirlo con la insinuante clusula de que laEuropa era una bellsima regin, poblada de todognero de rboles frutales, sumamente buena paratodo, digna, en una palabra, de no tener otro con-quistador ni dueo que el rey.

    VI. As hablaba Mardonio, ya por ser amigo denuevas empresas, ya por la ambicin que tena dellegar a ser virrey de la Grecia. Y en efecto, con eltiempo logr su intento, persuadiendo a Jerges aentrar en la empresa; si bien concurrieron otros ac-cidentes que sirvieron mucha para aquella resolu-cin del persa. Uno de ellos fue el que algunosembajadores de Tesalia, venidos de parte de losAlvadas1, convidaban al rey a que viniera contra laGrecia, ofrecindose de su parte a ayudarle y ser-virle con todo celo y prontitud, lo que podran ellos 1 Hijos de Alevas, que gobernaban la Tesalia con sujecin alas leyes de la patria, y que la vendieron al Persa llevados dela ambicin y de la avaricia: su familia subsista aun en Larisaen tiempo de Demstenes, partidaria de Filipo el Macedo-nio.

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    hacer siendo reyes de Tesalia. El otro era que losPisistrtidas venidos a Susa no slo confirmabancon mucho empeo las razones de los Alvadas,sino que an aadan algo ms de suyo, por tenerconsigo al clebre Ateniense Onomcrito, que eraadivino y al mismo tiempo intrprete de los orcu-los de Museo, con quien antes de refugiarse a Susahaban ellos hecho las paces. Haba sido antesOnomcrito echado de Atenas por Hiparco, el hijode Pisistrato, a causa de que Laso Hermionense lehaba sorprendido en el acto de ingerir entre losorculos de Museo uno de cuo propio, acerca deque con el tiempo desapareceran sumidas en el marlas islas circunvecinas a Lemnos; delito por el cualHiparco desterr a Onomcrito, habiendo sido an-tes gran privado suyo. Entonces, pues, habiendosubido con los Pisistrtidas a la corte, siempre quese presentaba a la vista del monarca, delante dequien lo elevaban ellos al cielo con sus elogios, re-citaba varios orculos, y si en alguno vea algo quepronosticase al brbaro algn tropiezo, pasaba steen silencio, mientras que, por el contrario, al or-culo que profetizaba felicidades lo escoga y entresa-caba, diciendo ser preciso que el Helesponto llevase

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    un puente hecho por un varn persa, y de un modosemejante iba declarando la expedicin.

    VII. As, pues, l adivinando y los hijos de Pisis-trato aconsejando, se ganaban al monarca. Persua-dido ya Jerges a la guerra contra Grecia, al segundoao de la muerte de Daro dio principio a la jornadacontra los sublevados, a quienes, despus que huborendido y puesto en mucha mayor sujecin elEgipto entero de la que tena en tiempo de Daro,les dio por virrey a Aquemenes, hijo de aqul yhermano suyo; y ste es aquel Aquemenes que, ha-llndose con el mando del Egipto, fue muerto algntiempo despus por Inario, hijo de Psamtico, natu-ral de la Libia.

    VIII. Despus de la rendicin del Egipto, cuandoJerges estaba ya para mover el ejrcito contra Ate-nas, junt una asamblea extraordinaria de los gran-des de la Persia, a fin de or sus pareceres y dehablar l mismo lo que tena resuelto. Reunidos yatodos ellos, djoles as Jerges: -Magnates de la Per-sia, no pensis que intente ahora introducir nuevosusos entre vosotros; sigo nicamente los ya introdu-cidos; pues segn oigo a los avanzados en edad, ja-ms, desde que el imperio de los Medos vino anuestras manos, habiendo Ciro despojado de l a

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    Astiages, hemos tenido hasta aqu un da de sosiego.No parece sino que Dios as lo ordena echando labendicin a las empresas a que nos aplicamos conempeo y desvelo. No juzgo del caso referiros aho-ra ni las hazaas de Ciro, ni las de Cambises, ni lasque hizo mi propio padre Daro, ni el fruto de ellasen las naciones que conquistaron. De m puedo de-cir que, desde que sub al trono, todo mi desvelo hasido no quedarme atrs a los que en l me precedie-ran con tanto honor del imperio; antes bien, adqui-rir a los Persas un poder nada inferior al que ellos tealcanzaron. Y fijando la atencin en lo presente,hallo que por una parte hemos aadido lustre a lacorona conquistando una provincia ni menor ni in-ferior a las dems, sino mucho ms frtil y rica, ypor otra hemos vengado las injurias con una enterasatisfaccin de la majestad violada. En atencin,pues, a esto, he tenido a bien convocaros para darosparte de mis designios actuales. Mi nimo es, des-pus de construir un puente sobre el Helesponto,conducir mis ejrcitos por la Europa contra la Gre-cia, resuelto a vengar en los Atenienses las injuriasque tienen hechas a los Persas y a nuestro padre.Testigos de vista sois vosotros, cmo Daro iba enderechura al frente de sus tropas contra esos hom-

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    bres insolentes, si bien tuvo el dolor de morir antesde poder vengarse de sus agravios. Mas yo no dejarlas armas de la mano, si primero no veo tomada yentregada al fuego la ciudad de Atenas, que tuvo laosada de anticipar sus hostilidades, las ms inicuas,contra mi padre y contra m. Bien sabis que ellos,conducidos antes por Aristgoras el Milesio, aquelesclavo nuestro, llegaron hasta Sardes y pegaronfuego a los bosques sagrados y a los templos; y na-die ignora cmo nos recibieron al desembarcar ensus costas, cuando Datis y Artafernes iban al frentedel ejrcito. Este es el motivo que me precisa a ircontra ellos con mis tropas: y adems de esto, cuan-do me detengo en pensarlo, hallo sumas ventajas ensu conquista, tales en realidad que si logramos suje-tarles a ellos y a sus vecinos que habitan el pas dePlope el Frigio, no sern ya otros los confines delimperio persiano que los que dividen en la regindel aire el firmamento del suelo.

    Desde aquel punto no ver el mismo sol otroimperio confinante con el nuestro, porque yo alfrente de mis Persas, y en compaa vuestra, co-rriendo vencedor por toda la Europa, de todos losEstados de ella har uno slo, y este mo; pues a loque tengo entendido, una ves rotas y allanadas las

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    provincias que llevo dichas, no queda ya Estado, niciudad, ni gente alguna capaz de venir a las manosen campo abierto con nuestras tropas. As lograre-mos, en fin, poner bajo nuestro dominio, tanto a losque nos tienen ofendidos, como a los que ningnagravio nos han ocasionado. Yo me prometo devosotros que en la ejecucin de estos mis designiosharis que me d por bien servido, y que en el tiem-po que aplazar para la concurrencia y resea delejrcito, os esmerareis todos en la puntualidad cum-pliendo con vuestro deber. Lo que aado es, quehonrar con dones y premios, los ms preciosos yhonorficos del Estado, al que se presente de voso-tros con la gente mejor ordenada y apercibida. Estoes lo que tengo resuelto que se haga; mas para quenadie diga que me gobierno por mis dictmenesparticulares, os doy licencia de deliberar sobre laempresa, diciendo su parecer cualquiera de vosotrosque quisiere decirlo. Con esto dio fin a su discurso.

    IX. Despus del rey tom Mardonio la palabra:-Seor, dice, vos sois el mejor Persa, no digo decuantos hubo hasta aqu, sino de cuantos habr ja-ms en lo porvenir. Buena prueba nos da de ello esevuestro discurso en que campean por una parte laelocuencia y la verdad, y por otra triunfan el honor

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    y la gloria del imperio, no pudiendo mirar vos conindiferencia que esos Jonios europeos, gente vil ybaja, se burlen de nosotros. Insufrible cosa fuera enverdad que los que hicimos con las armas vasallosnuestros a los Sacas, a los Indios, a los Etopes, a losAsirios, a tantas otras y tan grandes naciones, noporque nos hubiesen ofendido en cosa alguna, sinopor querer nosotros extender el imperio, dejsemossin venganza a los Griegos que han sido los prime-ros en injuriarnos. Por qu motivo temerles? Qunmero de tropas pueden juntar? Qu abundanciade dinero recoger? Bien sabemos su modo de com-batir; bien sabemos cun poco ninguno es su valor.Hijos suyos son esos que llevamos vencidos; esosque viven en nuestros dominios; esos, digo, que sellaman Jonios, Eolios y Dorios. Yo mismo hice ya laprueba de ellos cuando por orden de vuestro padreconduje contra esos hombres un ejrcito; lo ciertoes que internndome hasta la Macedonia y faltn-dome ya poco para llegar a la misma Atenas, nadiese me present en campo de batalla. Oigo decir delos Griegos, que son en la guerra la gente del mun-do ms falta de consejo, as por la impericia, comopor su cortedad. Declranse la guerra unos a otros,salen a campaa, y para darse la batalla escogen la

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    llanura ms hermosa y despejada que pueden en-contrar, de donde no salen sin gran prdida losmismos vencedores, pues de los vencidos no esmenester que hable yo palabra, siendo sabido quequedan aniquilados.

    Cunto mejor les fuera, hablando todos la mis-ma lengua, componer sus diferencias por medio deheraldos y mensajeros y venir antes a cualquier con-vencin, que no dar la batalla? Y en caso de llegar adeclararse la guerra por precisin, les convendraver por dnde unos y otros estaran ms a cubiertode los tiros del enemigo y acometer por aquel lado.Repito que por este psimo modo de guerrear, nohubo pueblo alguno griego, cuando penetr hasta laMacedonia, que se atreviese a entrar conmigo enbatalla. Y contra vos, seor, quin habr de ellosque armado os salga al encuentro, cuando os veanvenir con todas las fuerzas del Asia por tierra y contodas las naves por agua? No, seor; no ha de llegara tanto, si no me engao, el atrevimiento de losGriegos. Pero demos que me engae en mi opinin,y que faltos ellos de juicio y llenos de su loca pre-suncin no rehsen la batalla: peleen en mal hora, yaprendan en su ruina que no hay sobre la tierra tro-pa mejor que la persiana. Menester es hacer prueba

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    de todo, si todo queremos conseguirlo. Las conve-niencias no entran por s mismas en casa de losmortales: premio suelen ser de los que todo lo expe-rimentan. Call Mardonio, habiendo adulado y ha-blado as al paladar de Jerges.

    X. Callaban despus los dems Persas, sin quenadie osase proferir un sentimiento contrario al pa-recer propuesto, cuando Artabano, hijo de Histas-pes y to paterno de Jerges, fiado en este vnculo tanestrecho, habl en los siguientes trminos: -Seor,en una consulta en que no se propongan dictmenesvarios y aun entre s opuestos, no queda al arbitriomedio de elegir el mejor, sino que es preciso seguirel nico que se dio; slo queda lugar a la eleccincuando son diversos los pareceres. Sucede en estolo que en el oro: si una pieza se mira de por s, noacertamos a decir si es oro puro; pero si la miramosal lado de otra del mismo metal, decidimos luegocul es el ms fino. Bien presente tengo lo que dije aDaro, vuestro padre y hermano mo, que no con-vena hacer la guerra a los Escitas, hombres que notienen morada fija ni ciudad edificada. Mi buenhermano, muy confiado en que iba a domar a losEscitas nmadas, no sigui mi consejo; y lo que sa-c de la jornada fue volver atrs, despus de perdida

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    mucha y buena tropa de la que llevaba. Vos, seor,vais a emprender ahora la guerra contra unos hom-bres que en valor son muy otros que los Escitas, yque por mar y por tierra se dice no tener otros queles igualen. Debo deciros, a fuerza de quien soy, loque puede temerse de su bravura. Decs que, cons-truido un puente sobre el Helesponto, queris con-ducir el ejrcito por la Europa hacia la Grecia; peroreflexionad, seor, que pues los Griegos tienen fa-ma de valientes, pudiera suceder fusemos por ellosderrotados, o bien por mar, o bien por tierra, o bienpor entrambas partes. No lo digo de ligero, que biennos lo da a conocer la experiencia; pues que soloslos Atenienses derrotaron un ejrcito tan numerosocomo el que, conducido por Datis y Arfarernes en-tr en el tica. Peligra, pues, que no tengamos xitoni por tierra ni por mar. Y cul no sera nuestrafatalidad, seor, si acometindonos, con sus galerasy victoriosos en una batalla naval se fuesen al He-lesponto y all nos cortasen el puente? Este peligro,ni yo lo imagino sin razn, ni lo finjo en mi fantasa,sino que este es el caso en que por poco no nos vi-mos perdidos cuando vuestro padre, hecho unpuente sobre el Bsforo Tracio y otro sobre el Da-nubio, pas el ejrcito contra los Escitas. Entonces

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    fue cuando ellos no perdonaron diligencia alguna,empendose con los Jonios, a cuya custodia se ha-ba confiado el puente del Danubio, para que se noscortase el paso con deshacerlo. Y en efecto, si His-tieo, seor de Mileto, siguiera el parecer de losotros, o no se opusiera a todos con el suyo, all seacabara el imperio de los Persas. Y quin no se ho-rroriza slo de oir que la salud de toda la monarqualleg a depender de la voluntad y arbitrio de unhombre slo? No queris, pues, ahora, ya que no osfuerza a ello necesidad alguna, poner en consulta siser del caso arriesgarnos a un peligro tan grandecomo este. Mejor haris en seguir mi parecer, que esel de despachar ahora, sin tomar ningn acuerdo,este congreso; y despus, cuando a vos os pareciere,echando bien, la cuenta a vuestras solas, podismandarnos aquello que mejor os cuadre. No hallocosa ms recomendable que una resolucin biendeliberada, la cual, aun cuando experimente algunacontrariedad no por eso deja de ser sana y buenaigualmente; sguese tan slo que pudo ms la fortu-na que la razn. Pero si ayuda la fortuna al que to-m una resolucin imprudente, lo que logra ste esdar con un buen hallazgo, sin que deje por ello deser verdad que fue mala su resolucin. No echis

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    de ver, por otra parte, cmo fulmina Dios contralos brutos descomunales a quienes no deja ensober-becer, y de los pequeos no pasa cuidado? Noechis de ver tampoco, cmo lanza sus rayos contralas grandes fbricas y elevados rboles? Ello es quesuele y se complace Dios en abatir lo encumbrado;y a este modo suele quedar deshecho un grandeejrcito por otro pequeo, siempre que ofendidoDios y mirndolo da mal ojo, le infunde miedo otruena sobre su cabeza; accidentes todos que vienena dar con l miserablemente en el suelo. No permiteDios que nadie se encumbre en su competencia: lslo es grande de suyo; l slo quiere parecerlo.Vuelvo al punto y repito que una consulta precipi-tada lleva consigo el desacierto, del cual suelen na-cer grandes males, y que al revs un consejo cuerdoy maduro contiene mil provechos, los cuales porms que desde luego no salten a los ojos, los tocadespus uno con las manos a su tiempo. Este es,seor, en resolucin mi consejo. Pero t, Mardoniomo, buen hijo de Gobrias, creme y djate ya dedesatinar contra los Griegos; que no merecen quelos trates con tanto desprecio. T con esas calum-nias y patraas incitas al rey a la expedicin, y todotu empeo, a lo que parece, est en que se verifique.

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    Esto no va bien; ningn medio ms indigno que elde la calumnia en que dos son los injuriadores y unoel injuriado: injuriador es el que la trama, porqueacusa al que no est presente; injuriador asimismo elque te da crdito antes de tenerla bien averiguada.El acusado en ausencia, ese es el injuriado, as por elque le delata reo, como por el que le cree convictosobre la fe del enemigo. Para qu ms razones?Hagamos aqu una propuesta, si tan indispensables nos pinta la guerra contra esos hombres. Pida-mos al rey que se quiera quedar en palacio entre losPersas. Escoge t las tropas persianas que quieras, ycon un ejrcito cuan grande le escojas, haz la expe-dicin que pretendes. Aqu estn mis hijos, ofrecet los tuyos, y hagamos la siguiente apuesta: si fuereel que pretendes el xito de la jornada, convengo enque mates a mis hijos y a m despus de ellos; perosi fuere el que yo pronostico, oblgate t a que lostuyos pasen por lo mismo, y con ellos t tambin sivuelves vivo de la expedicin. Si no quisieres acep-tar el partido y de todas maneras salieres con tu pre-tensin de conducir las tropas contra la Grecia, des-de ahora para entonces digo que alguno de los quepor ac quedaren oir contar de ti, oh Mardonio,que despus de una gran derrota de los Persas naci-

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    da de tu ambicin, has sido arrastrado y comido delos perros y aves de rapia, o en algn campo de losAtenienses, o cuando no, de los Lacedemonios, sino es que antes de llegar all te salga la muerte alcamino, para que aprendas por el hecho contra quhombres aconsejas al rey que haga la guerra.

    XI. Irritado all Jerges y lleno de clera:-Artabano, le responde, vlgate el ser hermano demi padre; este respeto har que no lleves tu mereci-do por ese tu parecer necio e injurioso; si bien des-de ahora te hago la gracia ignominiosa de que porcobarde y fementido no me sigas en la jornada quevoy a emprender yo contra la Grecia, antes te que-des ac de asiento en compaa de las mujeres, queyo sin la tuya dar fin a la empresa que llevo dicha.Renegara yo de m mismo y me corriera de serquien soy, hijo de Daro y descendiente de misabuelos Histaspes, Arsamenes, Armnes, Telspis yAquemenes, si no pudiera vengarme a ellos y a mde los Atenienses; y tanto ms por ver bien claroque si los dejamos en paz nosotros los Persas, nodejarn ellos vivir a los Persas en paz, sino que bienpronto nos invadirn nuestros Estados, segn nospodemos prometer de sus primeros insultos, cuan-do moviendo sus armas contra el Asia nos incendia-

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    ron a Sardes. En suma, ni ellos ni nosotros pode-mos ya volver atrs del empeo que nos obliga o ala ofensa o a la defensa, hasta que o pase a los Grie-gos nuestro imperio, o caigan bajo nuestro imperiolos Griegos: el odio mutuo no admito ya concilia-cin alguna. Pide, pues, nuestra reputacin que no-sotros, antes ofendidos, no dilatemos la venganza,sino que nos adelantemos a ver cul es la bravuracon que nos amenazan, acometiendo con nuestrastropas a unos hombres a quienes Plope el Frigio,vasallo de nuestros antepasados, de tal manera do-m, que hasta hoy da, no slo los moradores delpas, sino aun el pas domado, llevan el nombre deldomador. As habl Jerges.

    XII. Vino despus la noche y hall a Jerges in-quieto y desazonado por el parecer de Artabano, yconsultando con ella sobre el asunto, absolutamentese persuada de que en buena poltica no deba diri-girse contra la Grecia. En este pensamiento y con-traria resolucin le cogi el sueo, en que, segnrefieren los Persas, tuvo aquella noche la siguientevisin: Parecale a Jerges que un varn alto y bienparecido se le acercaba y le deca: -Conque, Persa,nada hay ya de lo concertado? No hars ya la ex-pedicin contra la Grecia despus de la orden dada

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    a los Persas de juntar un ejrcito? Sbete, pues, queni obras bien en mudar de parecer, ni yo te loapruebo. Djate de eso y no vaciles en seguir recta-mente el camino como de da lo habas resuelto.

    XIII. Luego que amaneci otro da, sin hacer ca-so ninguno de su sueo, llam a junta a los mismosPersas que antes haba convocado, y les habl enestos trminos: -Os pido, Persas mos, que disi-mulis conmigo si tan presto me veis mudar de pa-recer. Confieso que no he llegado an a lo sumo dela prudencia, y os hago saber que no me dejan unpunto los que me aconsejan lo que ayer propuse. Lomismo fue or el parecer de Artabano que sentir enmis venas un ardor juvenil que me hizo prorrumpiren expresiones insolentes, que contra un varn an-ciano no deba yo proferir. Reconozco ahora mifalta, y en prueba de ello sigo su parecer. As queestaos quietos, que yo revoco la orden de hacer laguerra a la Grecia. Los Persas, llenos de gozo al oresto, le hicieron una profunda reverencia.

    XIV. Otra vez en la noche prxima aconteci aJerges en cama aquel mismo sueo, hablndole enestos trminos: -Vos, hijo de Daro, parece quehabis retirado ya la orden dada para la jornada delos Persas, no contando ms con mis palabras que si

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    nadie os las hubiera dicho. Pues ahora os aseguro, yde ello no dudis, que si luego no emprendis laexpedicin, os va a suceder en castigo que tan enbreve como habis llegado a ser un grande y pode-roso soberano, vendris a parar en hombre humildey despreciable.

    XV. Confuso y aturdido Jerges con la visin,salta el punto de la cama y enva un recado a Arta-bano llamndole a toda prisa, a quien luego de lle-gado habl en esta forma: -Visto has, Artabano,cmo yo, aunque llevado de un mpetu repentinohubiese correspondido a un buen consejo con unultraje temerario y necio, no dej pasar con todomucho tiempo sin que arrepentido te diera la debidasatisfaccin, resuelto a seguir tu aviso y parecer.Creers ahora lo que voy a decirte? Quiero y nopuedo darte gusto en ello. Cosa singular! despusde mudar de opinin, estando ya resuelto a todo locontrario, vnome un sueo que de ningn modoaprobaba mi ltima resolucin; y lo peor es que en-tre iras y amenazas acaba de desaparecer ahoramismo. Atiende a lo que he pensado: si Dios esrealmente el que tal sueo enva poniendo todo sugusto y conato en que se haga la jornada contra laGrecia, te acometer sin falta el mismo sueo orde-

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    nndote lo que a m. Esto lo podremos probar delmodo que he discurrido: toma t todo mi aparatoreal, vstete de soberano, sube as y sintate en mitrono, y despus vete a dormir en mi lecho.

    XVI. A estas palabras que acababa Jerges de de-cir, no se mostraba al principio obediente Artabano,tenindose por indigno de ocupar el real solio; perovindose al fin obligado, hizo lo que se le mandaba,despus de haber hablado as: -El mismo aprecio,seor, se merece para m el que por s sabe pensarbien, y el que quiere gobernarse por un buen pen-samiento ajeno, cuyas dos prendas de prudencia ydocilidad las veo en vuestra persona; pero sientoque la cabida y el valimiento de ciertos sujetos de-pravados os desven del acierto. Sucdeos lo que almar, uno de los elementos ms tiles al hombre, alcual suele agitar de modo la furia de los vientos, a loque dicen, que no le dan lugar a que use de su bon-dad natural para con todos. Por lo que a m toca, notuve tanta pena de ver que me trataseis mal de pala-bra, como de entender vuestro modo de pensar,pues siendo dos los pareceres propuestos en la juntade los Persas, uno que inflamaba la soberbia y vio-lencia del imperio persiano, el otro que la reprimacon decir que era cosa perjudicial acostumbrar el

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    nimo a la codicia y ambicin perpetua de nuevasconquistas, os declarbais a favor de aquel parecerque de los dos era el ms expuesto y peligroso,tanto para vos, como para el Estado de los Persas.Sobre lo que aads que despus de haber mejoradode resolucin no queriendo ya enviar las tropascontra la Grecia, os ha venido un sueo de parte dealgn dios que no os permite desarmar a los Persasenvindoles a sus casas, dadme licencia, hijo mo,para deciros la verdad, que esto de soar no es cosadel otro mundo. Queris que yo, que en tantosaos os aventajo, os diga en qu consisten esos sue-os que van y vienen para la gente dormida? Sabedque las especies de lo que uno piensa entre da esasson las que de noche comnmente nos van rodandopor la cabeza. Y nosotros cabalmente el da antesno hicimos ms que hablar y tratar de dicha expedi-cin. Pero si no es ese sueo como digo, sino queanda en l la mano de alguno de los dioses, habisdado vos en el blanco, y no hay ms que decir; delmismo modo se me presentar a m que a vos conesa su pretensin. Verdad es que no veo por qudeba venir a visitarme si me visto yo vuestro vesti-do, y no s me estoy con el mo; que venga si meecho a dormir en vuestra cama, y no si en la ma,

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    una vez que absolutamente quiera hacerme la visita;que al cabo no ha de ser tan lerdo y grosero ese tal,sea quien se fuere el que se os dej ver entre sueos,que por verme a m con vuestros paos se engae yme tome por otro. Pero si de m no hiciere caso, nose dignar venirme a visitar, ora vista yo vuestrasropas, ora las mas, sino que guardar para vos suvisita. Mas bien presto lo sabremos todo; hasta yomismo llegar a creer que procede de arriba esesueo si continuase a mentido sus apariciones. Alcabo estamos, si vos as lo tenis resuelto y no haylugar para otra cosa; aqu estoy, seor; voyme luegoa dormir en vuestra misma cama; veamos si conesto soar a lo regio, que sola esta esperanza pu-diera inducirme a daros gusto en ello.

    XVII. Pensando Artabano hacer ver a Jergesque nada haba en aquello de realidad, despus deeste discurso, hizo lo que se le deca. Vistise, enefecto, con el aparato de Jerges, sentse en el tronoreal, de all se fue a la cama, y he aqu que el mismosueo que haba acometido a Jerges carga sobreArtabano, y plantado all, le dice: -Conque t eresel que con capa de tutor detienes a Jerges para queno mueva las armas contra la Grecia? Infeliz de ti!que ni ahora ni despus te alabars de haber querido

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    estorbar lo que es preciso que se haga. Bien sabeJerges lo que le espera si no quisiere obedecer.

    XVIII. As le pareci a Artabano que te amena-zaba el sueo y que en seguida con unos hierrosencendidos iba a herirle en los ojos. Da luego unfuerte grito, salta de la cama, y vse corriendo asentar al lado de Jerges, le cuenta el sueo que acabade ver, y adele despus: -Yo, seor, como hom-bre experimentado, teniendo bien presente que mu-chas veces el que menos puede triunfa de unenemigo superior, no era de parecer que os dejaseisllevar del ardor impetuoso de la juventud, sabiendocuan perniciosos son en un prncipe el espritu y lospujos de conquistador, acordndome, por una parte,del infeliz xito de la expedicin de Ciro contra losMasagetas; y tambin, por otra la que hizo Cambisescontra los Etopes, y habiendo sido yo mismo testi-go y compaero de la de Daro contra los Escitas.Gobernado por estas mximas, estaba persuadidode que vos en un gobierno Pacfico ibais a ser detodos celebrado por el prncipe ms feliz. Pero,viendo ahora que anda en ello la mano de Dios, quequiere hacer algn ejemplar castigo ya decretadocontra los Griegos, varo yo mismo de opinin ysigo vuestro modo de pensar. Bien haris, pues, en

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    dar cuenta a los Persas de estos avisos que Dios osda, mandndoles que estn a las primeras rdenestocantes al aparato de la guerra: procurad que nadafalte por vuestra parte con el apoyo del cielo. Pasa-dos estos discursos y atnitos y suspensos los ni-mos de entrambos con la visin, apenas amanecidio Jerges cuenta de todo a los Persas, y Artabanoque haba sido antes el nico que retardaba la em-presa, entonces en presencia de todos la apresuraba.

    XIX. Empeado ya Jerges en aquella jornada, tu-vo entre sueos una tercera visin, de la cual infor-mados los magos resolvieron que comprendaaquella a la tierra entera, de suerte que todas las na-ciones deberan caer bajo el dominio de Jerges. Eraesta la visin: sobase Jerges coronado con un tallode olivo, del cual salan unas ramas que se extendanpor toda la tierra, si bien despus se le desapareca lacorona que le cea la cabeza. Despus que los ma-gos y los Persas congregados aprobaron la inter-pretacin del sueo, parti cada uno de losgobernadores a su respectiva provincia, donde seesmer cada cual con todo conato en la ejecucinde los preparativos, procurando alcanzar los dones ypremios propuestos.

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    XX. Jerges por su parte hizo tales levas y reclutaspara dicha jornada, que no dej rincn en todo sucontinente que no escudriase; pues por espacio decuatro aos enteros, contando desde la toma delEgipto, se estuvo ocupando en prevenir la armada ytodo lo necesario para las tropas. En el discurso delao quinto, emprendi sus marchas llevando unejrcito numerossimo, porque de cuantas armadasse tiene noticia, aquella fue sin comparacin la queexcedi a todas en nmero. De suerte que en su co-tejo en nada debe tenerse la armada de Daro contralos Escitas; en nada aquella de los Escitas, cuandopersiguiendo a los Cimerios y dejndose caer sobrela regin de la Media, subyugaron a casi toda el Asiasuperior dueos de su imperio, cuyas injurias fueronlas que despus pretendi vengar Daro; en nada laque tanto se celebra de los Atridas contra Ilion; ennada, finalmente, la de los Misios y Teucros, ante-rior a la guerra troyana, quienes despus de pasarpor el Bsforo a la Europa, conquistados los Tra-cios, todos bajaron victoriosos hasta el seno Jonio, yllevaron las armas hasta el ro Peneo2, que corre ha-cia el Medioda.

    2 Ro de la Elida en el Peloponeso, llamado Igiaco al presen-te.

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    XXI. Todas estas expediciones juntas, aadidasaun las que fuera de estas se hicieron en todo elmundo, no son dignas de compararse con aquellasola. Porque qu nacin del Asia no llev Jergescontra la Grecia? Qu corriente no agot aquelejrcito, si se exceptan los ms famosos ros? Unasnaciones concurran con sus galeras, otras venanalistadas en la infantera, otras aadan su caballeraa los peones, a estas se les ordenaba que para el tras-porte de los caballos prestasen sus navos a las quejuntamente militaban, a aquellas que aprontasenbarcas largas para la construccin de los puentes, aestas otras que dieron vveres y bastimentos para suconduccin. Y por cuanto haban padecido los Per-sas aos atrs un gran naufragio al ir a doblar el ca-bo de Atos empezse adems, cosa de tres aosantes de la presente expedicin, a disponer el pasopor dicho monte, practicndose del siguiente modo:tenan sus galeras en Eleunte, ciudad del Quersone-so, y desde all hacan venir soldados de todas na-ciones, y les obligaban con el ltigo en la mano aque abriesen un canal; los unos sucedan a los otrosen los trabajos, y los pueblos vecinos al monte Atosentraban tambin a la parte de la fatiga. Los jefes delas obras eran dos persas principales, el uno Buba-

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    res, hijo de Megabazo, y el otro Artaquees, hijo deArteo.

    XXII. Es el Atos un gran monte y famoso pro-montorio que se avanza dentro del mar, todo bienpoblado y formando una especie de pennsula, cuyoistmo donde termina el monte unido con el conti-nente viene a ser de 12 estadios. Este istmo es unallanura con algunos no muy altos cerros, que se ex-tiende desde el mar de los Acantios hasta el maropuesto de Torona3, y all mismo donde termina elmonte Atos se halla Sana, ciudad griega. Las ciuda-des mas ac de Sana que estn situadas en lo interiordel Atos, y que los Persas pretendan hacer isleasen vez de ciudades de tierra firme, son Dio, Olofi-zo, Acrotoon, Tiso, Cleonas, ciudades todas conte-nidas en el recinto del Atos.

    XXIII. El orden y modo de la excavacin era enesta forma: repartieron los brbaros el terreno pornaciones, habindole medido con un cordel tiradopor cerca de la ciudad de Sana. Cuando la fosaabierta era ya profunda, unos en la parte inferior 3 Acanto es al presente Eriso, y Torona Castelrampo, pordonde puede conocerse la situacin de Sana, colonia de losAndrios, separada de tierra firme por un canal: de las demspoblaciones, todas quiz derrudas, se ignora el nombre mo-derno.

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    continuaban cavando, otros colocados en escalerasreciban la tierra que se iba sacando, pasndola demano en mano hasta llegar a los que estaban msarriba de entrambos, quienes la iban derramando yextendiendo. As que todas las naciones que turna-ban con el trabajo, excepto slo los Fenicios, tenandoble fatiga, nacida de que la fosa en sus mrgenesse cortaba a nivel; porque siendo igual la medida yanchura de ella en la parte de arriba a la de abajo, lesera forzoso que el trabajo se duplicase. Pero los Fe-nicios, as en otras obras, como principalmente en lade este canal, mostraron su ingenio y habilidad;pues habindoles cabido en suerte su porcin,abrieron el canal en la parte superior, de una anchu-ra dos veces mayor de la que deba tener la excava-cin; pero al paso que ahondaban en ella, banlaestrechando, de suerte que al llegar al suelo era suobra igual a la de los otros4. All cerca haba un pra-do en donde tenan todos su plaza y mercado: lesvena tambin del Asia abundancia de trigo molido.

    XXIV. Cuando me paro a pensar en este canal,hallo que Jerges lo mand abrir para hacer alarde y 4 Es patente que este modo de cavar ahorraba la fatiga de lasescalas, y poda continuarse siempre pasando la tierra de

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    ostentacin de su grandeza, queriendo manifestar supoder y dejar de l un monumento; pues pudiendosus gentes a costa de poco trabajo trasportar susnaves por encima del istmo, mand con todo abriraquella fosa que comunicase con el mar, de anchuratal que por ella al par navegaban a remo dos galeras.A estos mismos que tenan a su cuenta el abrir elcanal, se les mand hacer un puente sobre el roEstrimon.

    XXV. Al tiempo que se ejecutaban estas obrascomo mandaba, banse aprontando los materiales ycordajes de biblo y de lino blanco para la construc-cin de los puentes. De ello estaban encargados losFenicios y Egipcios, como tambin de conducirbastimentos y vveres al ejrcito, para que las tropasy tambin los bagajes que iban a la Grecia no pere-ciesen de hambre. Informado, pues, Jerges de aque-llos pases, mand que se llevasen los vveres a loslugares ms oportunos, haciendo que de toda elAsia saliesen urcas y naves de carga, cules en una,cules en otra direccin. Y si bien es verdad que elalmacn principal se haca en la Tracia en la que

    mano en mano, llenando con la recin extrada del suelo lamayor abertura de la boca hecha al principio.

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    llaman Leuca Acta5 (blanca playa), con todo tenanotros orden de conducir los bastimentos a Tirodizade los Perintios, otros a Dorisco, otros a Eyona so-bre el Estrimon, otros a Macedonia.

    XXVI. En tanto que estos se aplicaban a sus res-pectivas tareas, Jerges, al frente de todo su ejrcitode tierra, habiendo salido de Crtalos, lugar de laCapadocia, donde se haba dado la orden de que sejuntasen todas las tropas del continente que habande ir en compaa del rey, marchaba hacia Sardes.All en la resea del ejrcito no puedo decir culde los generales mereci los dones del rey en pre-mio de haber presentado la mejor y ms bien arre-glada milicia, ni aun s si entraron en estacompetencia los generales. Despus de pasar el roHalis continuaba el ejrcito sus marchas por la Fri-gia, hasta llegar a Celenas6, de donde brotan lasfuentes del ro Meandro y de otro ro no inferiorque lleva el nombre de Catarractas, el cual, nacidoen la plaza misma de Celenas, va a unirse con elMeandro. En aquella plaza y ciudad se ve colgada 5 Lugar vecino al Istmo del Quersoneso. Tirodiza estaba enlas costas de Heraclea. Dorisco se llamaba una llanura deTracia con un fuerte sobre el Hebro.6 Sobre las ruinas de esta ciudad creci la famosa Apamea oCbotos, hoy da Apamiz.

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    en forma de odre, la piel de Marsias, quien, segncuentan los Frigios, fue desollado por Apolo, quecolg despus all su pellejo.

    XXVII. Hubo en esta ciudad un vecino llamadoPitio7 hijo de Atis, de nacin Lydio, quien dio unconvite esplndido a toda la armada del rey y almismo Jerges en persona, ofrecindose a ms deesto a darle dinero para los gastos de la guerra. Odaesta oferta de Pitio, informse Jerges de los Persasque estaban all presentes sobre quin era Pitio, ycuntos eran sus haberes, que se atreviese a hacerletal promesa. -Seor, le respondieron, este es el queregal a vuestro padre Daro un pltano y una vidde oro, hombre en efecto que slo a vos cede enbienes y riqueza, ni conocemos otro que lo iguale.

    XXVIII. Admirado de esto ltimo que acababaJerges de oir, pregunt l mismo a Pitio cuntovendra a ser su caudal. -Seor, le responde Pitio,os hablar con toda ingenuidad sin ocultaros cosaalguna, y sin excusarme con decir que yo mismo nos bien lo que tengo sabindolo con toda puntuali-dad. Y lo s, porque al punto que lleg a mi noticia 7 Este, a quien otros llaman Pites o Piteas, fue un insigneminero. Ni fue ste solo en ofrecer un refresco a todo el

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    que os disponais a bajar hacia las costas del mar dela Grecia, queriendo yo haceros un donativo paralos gastos de la guerra, saqu mis cuentas, y hallque tena 2.000 talentos en plata, y en oro 4 millo-nes, menos 7.000 de stateres dricos, cuya suma esttoda a vuestra disposicin; que para mi subsistenciame sobra con lo que me reditan mis posesiones yesclavos.

    XXIV. As se explic Pitio, y muy gustoso ycomplacido Jerges con aquella respuesta, -AmigoLydio, le dice, despus que part de la Persia, no hehallado hasta aqu ni quien diera el refrigerio que ta todo mi ejrcito, ni quien se me presentara con esabizarra, ofrecindose a contribuir con sus donativosa los gastos de la guerra. T slo has sido el vasallogeneroso que despus de ese magnfico obsequioque has hecho a mis tropas te me has ofrecido contus copiosos haberes. Ahora, pues, en atencin aesos tus beneficios, te hago la gracia de tenerte poramigo y husped, y despus quiero suplirte de mierario lo que te falta para los 4 millones cabales destateres, pues no quiero la mengua de 7.000 stateresen esa suma que por mi parte ha de quedar entera y

    ejrcito persiano, pues lo mismo hizo cierto Lisitides, segncuenta Diodoro de Sicilia

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    completa. Mi gusto mayor es que goces de lo quehas allegado, y procura portarte siempre como aho-ra, que esa tu conducta no te estar sino muy bien,ahora y despus.

    XXX. Habiendo as hablado y cumplido su pro-mesa, continu su viaje. Pasado que hubo por unaciudad de los Frigios llamada Anaya, y por ciertalaguna de donde se extrae sal, lleg a Colosas8, ciu-dad populosa de la Frigia, donde desaparece el roLico metido por unos conductos subterrneos, ysalido de all a cosa de cinco estadios, corre tambina confundirse con el Meandro. Moviendo el ejrcitodesde Colosas hacia los confines de la Frigia y de laLydia, lleg a la ciudad de Cidrara, en donde se veclavada una columna mandada levantar por Creso,en que hay una inscripcin que declara dichos con-fines.

    XXXI. Luego que dejando la Frigia entr el ejr-cito por la Lydia, dio con una encrucijada donde elcamino se divide en dos, el uno a mano izquierdalleva hacia la Caria, el otro a mano derecha tira haciaSardes, siguiendo el cual es forzoso pasar el roMeandro y tocar en la ciudad de Calatebo, donde

    8 Colosas al presente Cone, a cuya iglesia escribi San Pablola carta ad Colossenses.

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    hay unos hombres que tienen por oficio hacer mielartificial sacada del tamariz y del trigo. LlevandoJerges este camino, hall un pltano tan lindo, queprendado de su belleza, le regal un collar de oro, ylo seal para cuidar de l a uno de los guardias quellamaban los Inmortales; y al da siguiente lleg a lacapital de la Lydia.

    XXXII. Lo primero que hizo Jerges llegado aSardes fue destinar embajadores a la Grecia, encar-gados de pedir que le reconociesen por soberanocon la frmula de pedirles la tierra y el agua y con laorden de que preparasen la cena al rey, cuyos em-bajadores envi Jerges a todas las ciudades de laGrecia menos a Atenas y Lacedemonia. El motivoque tuvo para enviarles fue la esperanza de queatemorizados aquellos que no se haban antes entre-gado a Daro cuando les pidi la tierra y el agua, sele entregaran entonces; y para salir de esta dudavolvi a repetir las embajadas.

    XXXIII. Despus de estas previas diligencias,disponase Jerges a mover sus tropas hacia Abidos,mientras que los encargados del puente sobre elHelesponto lo estaban fabricando desde el Asia a laEuropa. Corresponde enfrente de Abidos, en elQuersoneso del Helesponto entre las ciudades de

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    Sesto y Madito9, una playa u orilla spera y quebradaconfinante con el mar. All fue donde no muchotiempo despus, siendo general de los AteniensesJantippo, hijo de Arisfron, habiendo hecho prisio-nero al persa Artaictes, gobernador de Sesto, le hizoempalar vivo, as por varios delitos, como porquellevando algunas mujeres al templo de Protesilao,que est en Eleunte, profanaba con ellas aquel san-tuario.

    XXXIV. Empezando, pues, desde Abidos los in-genieros encargados del puente, banle formandocon sus barcas, las que por una parte aseguraban losFenicios con cordaje de lino blanco, y por otra losEgipcios con cordaje de biblo. La distancia de Abi-dos a la ribera contraria es de siete estadios. Lo quesucedi fue que unidas ya las barcas se levant unatempestad, que rompiendo todas las maromasdeshizo el puente.

    XXIXV. Llen de enojo esta noticia el nimo deJerges, quien irritado mand dar al Helesponto tres-cientos azotes de buena mano, y arrojar al fondo del, al mismo tiempo, un par de grillos. Aun tengo

    9 Abidos es actualmente uno de los Dardanelos llamado cas-tillo viejo de Netolia; y Sesto, el otro llamado castillo viejo deRomelia. Madito al presente Maitos.

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    odo ms sobre ello, que envi all unos verdugospara que marcasen al Helesponto10. Lo cierto es queorden que al tiempo de azotarle le cargasen de bal-dones y oprobios brbaros e impos, dicindole:-Agua amarga, este castigo te da el Seor porque tehas atrevido contra l, sin haber antes recibido de suparte la menor injuria. Entindelo bien, y brama porello; que el rey Jerges, quieras o no quieras, pasarahora sobre t. Con razn veo que nadie te hace sa-crificios, pues eres un ro prfido y salado. Tal cas-tigo mand ejecutar contra el mar; mas lo peor fueque hizo cortar las cabezas a los oficiales encarga-dos del puente sobre el Helesponto.

    XXXVI. Y esta fue la paga que se dio a aquellosingenieros a quienes se haba confiado la negra hon-ra de construir el puente: otros arquitectos fueronsealados, los que lo dispusieron en esta forma: ibanordenando sus penteconteros y tambin sus galerasvecinas entre s, haciendo de ellas dos lneas: la queestaba del lado del Ponto Enuxino se compona de360 naves, la otra opuesta del lado Helesponto, de314; aquella las tena puestas de travesa, sta lastena segn la corriente, para que las cuerdas que las

    10 Muchos modernos son de opinin que todo este castigo esuna de las infinitas fbulas de los Griegos.

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    ataban se apretasen con la agitacin y fluctuacin.Ordenados as los barcos, afirmbanlos con ncorasde un tamao mayor, las unas del lado del PontoEuxino para resistir a los vientos que soplaran de laparte interior del mismo, las otras del lado de Po-niente y del mar Egeo para resistir al Euro y al No-to. Dejaron entre los penteconteros y galeras pasoabierto en tres lugares para que por l pudiera nave-gar el que quisiera con barcas pequeas hacia elPonto, y del Ponto hacia fuera. Hecho esto, conunos cabrestantes desde la orilla iban tirando loscables que unan las naves, pero no como antes, ca-da especie de maromas por s y por lados diferentes,sino que a cada lnea de las naves aplicaban doscuerdas de lino adobado y cuatro de biblo. Lo reciode ellas vena en todas a ser lo mismo a la vista, sibien por buena razn deban de ser ms robustas lasde lino, de las cuales pesaba cada codo un talento.Una vez cerrado el paso con las naves unidas, ase-rrando unos grandes tablones, hechos a la medidade la anchura del puente, banlos ajustando sobre lasmaromas tendidas y apretadas encima de las barcas:ordenados as los tablones, trabronlos otra vez porencima, y hecho esto, los cubrieron de fagina y en-cima acarrearon tierra. Tiraron despus un parapeto

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    por uno y otro lado del puente, para que no se es-pantaran las acmilas y caballos viendo el mar de-bajo.

    XXXVII. Despus de haber dado fin a la manio-bra de los puentes, y de llegar al rey el aviso de queestaban hechas todas las obras en el monte Atos,acabada ya la fosa y levantados unos diques a una yotra extremidad de ella, para que cerrado el paso a laavenida del mar, impidieran que se llenasen las bo-cas del canal, entonces, al empezar la primavera,bien provisto todo el ejrcito parti de Sardes, endonde haba invernado, marchando para Abidos. Alpartir la hueste, el sol mismo, dejando en el cielo suasiento, desapareci de la vista de los mortales, sinque se viera nube alguna en la regin del aire, porentonces serensima, de suerte que el da se convir-ti en noche. Jerges que lo vio y repar en ello, en-tr en gran cuidado y suspensin, y pregunt a susmagos qu significaba aquel portento. Respondie-ron que aquel dios anunciaba a los Griegos la deso-lacin de sus ciudades, dando por razn que el solera el pronosticador de los Griegos11 y la luna la

    11 Niegan los insignes astrnomos que fuera esta oscuridadeclipse solar. Del modo de hablar de Herodoto infirese que

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    Profetisa de los Persas. Alegre sobremanera Jergescon esta declaracin, iba continuando sus marchas.

    XXXVIII. En el momento de marchar las tro-pas, asombrado Pitio el Lydio con aquel prodigiodel cielo, y confiado en los dones recibidos del so-berano, no dud en presentarse a Jerges y hablarleen esta forma: -Si tuvierais, seor, la bondad deconcederme una gracia que mucho deseara yo lo-grar!... El hacrmela os es de poca consideracin y am de mucha cuenta el obtenerla. Jerges, que nadamenos pensaba que hubiese de pedirle lo que Pitiopretenda, djole estar ya concedida la gracia y quedijera su peticin. Con tal respuesta animse Pitio adecirle: -Seor, cinco hijos tengo, y a los cinco lesha cabido la suerte de acompaaros en esa expedi-cin contra la Grecia. Quisiera que, compadecidode la avanzada edad en que me veis, dieseis licenciaal primognito para que, exento de la milicia, sequedase en casa a fin de cuidar de m y de mi ha-cienda. Vayan en buen hora los otros cuatro; lle-vadlos en vuestro ejrcito; as Dios, cumplidosvuestros deseos, os d una vuelta gloriosa.

    o no era buen astrnomo, ignorando la causa del eclipse, oque quera parecer ms trgico que matemtico.

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    XXXIX. Mucho fue lo que se irrit Jerges con lasplica, y le respondi en estos trminos: -Cmot, hombre ruin, viendo que yo en persona hagoesta jornada contra la Grecia, que conduzco a mishermanos, a mis familiares y amigos, te has atrevidoa hacer mencin de ese tu hijo que, siendo mi escla-vo, debera en ella acompaarme con toda su fami-lia y aun su misma esposa? Quiero que sepas, si loignorabas todava, que es menester mirar cmo sehabla, pues en los odos mismos reside el alma, lacual, cuando se habla bien, da parte de su gusto atodo el cuerpo, y cuando mal, se entumece e irrita.Al mostrarme t liberal, hablando como debas, note pudiste alabar de haber sido ms bizarro de pala-bra de lo que tu soberano fue magnfico por obra.Mas ahora que te me presentas con una splica des-vergonzada, si bien no llevars todo tu merecido, nodejars con todo de pagar parte de tu castigo. Agra-dcelo a los servicios con que de huspedes nos tra-taste, que ellos son los que a t y a cuatro de tus hi-jos os libran de mis manos: slo te condeno a per-der ese solo por quien muestras tanto cario ypredileccin. Acabada de dar esta respuesta, dioorden a los ejecutores ordinarios de los supliciosque fuesen al punto a buscar al hijo primognito de

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    Pitio, y hallado le partiesen por medio en dos partes,y luego pusiesen una mitad del cuerpo en el caminopblico a mano derecha, y la otra a mano izquierda,y que entre ellas pasase el ejrcito.

    XL. Ejecutada as la sentencia, iba desfilando porall la armada. Marchaban delante los bagajeros contodas las recuas y bestias de carga; detrs de estosvenan sin separacin alguna las brigadas de todaslas naciones, las que componan ms de una mitaddel ejrcito. A cierta distancia, puesto que no podanacercarse al rey dichas brigadas, venan delante delsoberano mil soldados de a caballo, la flor de losPersas: seguanles mil alabarderos, gente asimismola ms gallarda del ejrcito, que llevaban las lanzascon la punta hacia tierra. Luego se vean diez caba-llos muy ricamente adornados, a los que llaman lossagrados Niseos; y la causa de ser as llamados esporque en la Media hay una llanura conocida porNisa12, de la cual toman el nombre los grandes ca-ballos que en ella se cran. Inmediato a estos diezcaballos se dejaba ver el sagrado carro de Jpiter,tirado de ocho blancos caballos, en pos de los cua-les vena a pie el cochero con las riendas en la ma-

    12 Cerca de las puertas Caspias caa este campo y la ciudad deNisa que le daba el nombre y que lleva ahora el de Talkatan.

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    no, pues ningn hombre mortal puede subir sobreaquel trono sacro. Vena en seguida el mismo Jergessentado en su carroza tirada de caballos Niseos, acuyo lado iba a pi el cochero, el cual era un hijo deOtanes, Persa principal, llamado Patirampes.

    XLI. De este modo sali Jerges de Sardes, peroen el camino, cuando le vena en voluntad, dejandosu carro pasaba a su carroza o harmamaxa13: a susespaldas venan mil alabarderos, los ms valientes ynobles de todos los Persas, que traan sus lanzas,segn suelen, levantadas. Seguase luego otro escua-drn de caballera escogida compuesto de mil Per-sas, y detrs de l marchaba un cuerpo de la mejorinfantera, que constaba de diez mil. Mil de ellosiban cerrando alrededor todo aquel cuerpo, loscuales en vez de puntas de hierro llevaban en sulanza unas granadas de oro, los restantes nueve mil,que iban dentro de aquel cuadro llevaban en las lan-zas granadas de plata. Granadas de oro traan asi-mismo los que dijimos que iban con las lanzasvueltas hacia tierra y los ms inmediatos a Jerges.Seguase a este cuerpo de diez mil, otro cuerpo

    13 Era la harmamaxa una especie de carroza muy cmodadestinada para las reinas persas.

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    tambin de diez mil de caballera persiana; quedabadespus un intervalo de dos estadios.

    XLII. En esta forma march el ejrcito desde laLidia hacia el ro Caico14, en la provincia de la Misia,desde el cual, llevando a mano derecha el monteCanes, se encamin pasando por Atarnes a la ciudadCarina, y de all haciendo su camino por la llanurade Teba, por la ciudad de Tramitio y por Antandro,ciudad de los Pelasgos, y dejando a su mano iz-quierda al Ida, lleg a la regin Ilada. Lo primeroque all le sucedi fue que, haciendo noche a las ra-ces del monte Ida, sobrevinieron al ejrcito tantostruenos y rayos que dejaron all mismo mucha gentemuerta. Moviendo despus el ejrcito hacia el Es-camandro, que fue el primer ro con quien dieronen el camino despus de salidos de Sardes, secaronsus corrientes, no bastando el agua para la gente ybagaje.

    XLIII. Habiendo llegado Jerges a dicho ro, mo-vido de curiosidad quiso subir a ver a Prgamo, lacapital de Pramo. Registrla y se inform particu-larmente de todo, y despus mand sacrificar mil

    14 Al Presente Girmasti, Castri, o Chiai, tanta es la variedadde sus nombres: el monte Canes es un promontorio enfrentede Lesbos.

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    bueyes a Minerva Ilada. No dejaron sus magos dehacer libaciones en honor de los hroes del lugar15.Apoderse del ejrcito aquella noche un gran terror.Al hacerse de da emprendi su camino dejando a laizquierda las ciudades de Retio y Drdano, que estconfinante con Abidos; y a la derecha la de Gergi-tas, colonia de los Teucros.

    XLIV. Estando ya Jerges en Abidos, quiso verreunido a todo su ejrcito. Haban levantado losAbidenos encima de un cerro, conforme a la ordenque les haba dado, un trono primorosamente hechode mrmol blanco, all cerca de la ciudad. Sentadoen l Jerges, estaba contemplando todo su ejrcitode mar y tierra esparcido por aquella playa. Este es-pectculo despert en l la curiosidad de ver un re-medo de una batalla naval, y se hizo all unanaumaquia en que vencieron los Fenicios de Sidon.Qued el rey tan complacido por el simulacro delcombate como por la vista de la armada.

    XLV. Sucedi, pues, que viendo Jerges todo elHelesponto cubierto de naves, y llenas asimismo dehombres todas las playas y todas las campias de losAbidenos, aunque primero se tuvo por el mortal

    15 De este y otros lugares de Herodoto se ve que los Persasya no veneraban nicamente al sol.

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    ms feliz y de tal se alab, poco despus prorrum-pi l mismo en un gran llanto.

    XLVI. Viendo aquello Artabano, su to paterno,el mismo que antes con un parecer franco e ingenuohaba desaconsejado al rey la expedicin contra laGrecia; viendo, pues, aquel gran varn que llorabaJerges, -Seor, le dijo, qu novedad es esta?cunto va de lo que hacis ahora a lo que pocoantes hacais? Poco ha feliz en vuestra opinin, alpresente lloris!- No lo admires, replicle Jerges,pues al contemplar mi armada me ha sobrecogidoun afecto de compasin, dolindome de lo breveque es la vida de los mortales, y pensando que detanta muchedumbre de gente ni uno slo quedar alcabo de cien aos. A lo cual respondi Artabano:-Aun no es ello lo peor y lo ms digno de compa-sin en la vida humana; pues, siendo tan breve co-mo es, nadie hubo hasta ahora tan afortunado, ni delos que ah veis, ni de otros hombres algunos, queno haya deseado, no digo una sino muchas veces, lamuerte antes que la vida; que las calamidades que aesta asaltan y las enfermedades que la perturban,por ms breve que ella sea, nos la hacen parecersobrado duradera; en tanto grado, seor, que lamuerte misma llega a desearse como un puerto y

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    refugio en que se d fin a vida tan miserable y tra-bajosa. No s si diga que por la aversin que Diosnos tiene nos da una pldora venenosa dorada conesa dulzura que nos pone en las cosas del mundo.

    XLVII. A todo esto replicle Jerges: -Lo mejorser, Artabano, que pues nos vemos ahora en elmayor auge de la fortuna, nos dejemos de filosofaracerca de la condicin y vida humana tal como lapintas, sin que hagamos otra mencin de sus mise-rias. Lo que de t quiero saber es, si a no haber teni-do antes entre sueos aquella visin tan clara, teafirmaras aun en tu primer sentimiento, disuadin-dome la guerra contra la Grecia, o si mudaras deopinin: dmelo, te ruego, francamente. -Seor, leresponde Artabano, quiera Dios que la visin entresueos tenga el xito que ambos deseamos! De mpuedo deciros que me siento hasta aqu tan lleno demiedo, que me hallo fuera de m mismo, no slopor mil motivos que callo, sino principalmente por-que veo que dos cosas de la mayor importancia nosson contrarias en esta guerra.

    XLVIII. Hombre singular! interrumpile Jer-ges, qu significas con esa salida? No me dirasqu cosas son esas dos que tan contrarias me son?Dime: acaso el ejrcito por corto te parece despre-

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    ciable, creyendo que el de los Griegos ha de ser sincomparacin mucho ms numeroso? o acasonuestra armada ser inferior a la suya? o en una yotra nos han de dar ellos ventaja? Si nuestras fuerzasque ah ves te parecen escasas para la empresa, voya dar orden al punto que se levante un ejrcito ma-yor.

    XLIX. A esto repuso Artabano: -Quin, seor,sino un hombre insensato podr tener en poco niese nmero sinnmero de tropas, ni esa multitudinfinita de naves? No es eso lo que pretenda; antesdigo que si acrecentis el nmero, aadiris peso yvalor a aquellas dos cosas que mayor guerra nos ha-cen: y ya que os empeis en saberlo, son estas: latierra y el mar. No hay en todo el mar, a lo que ima-gino, un puerto que en caso de tempestad sea capazde abrigar tan grande armada y de poner tanta navefuera de peligro; y lo peor que de nada nos sirvieraun puerto tal, si lo hubiera nicamente en algunaparte, pues nosotros lo necesitramos en todas lasplayas de tierra firme donde nos encaminsemos.Ved, pues, seor, cmo por falta de puertos capacesestn nuestras fuerzas al arbitrio de la fortuna ene-miga y no la fortuna al arbitrio de nuestras fuerzas.Dicha la una de las cosas contrarias, voy a mostra-

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    ros la otra. La misma tierra os har una guerra tal,que aun cuando no os oponga fuerzas ningunas, seos mostrar tanto ms enemiga, cuanto ms os in-ternareis en ella, conquistando siempre ms y mspases al modo de los hombres que nunca sabenmoderar su ambicin poniendo limites a la prsperafortuna. Con esto significo que al paso que se au-mente la tierra subyugada empleando ms largotiempo en las conquistas, a ese mismo paso se nosir introduciendo el hambre. Esto bueno es tenerloprevisto; pues claro est que aquel debe pasar pormejor poltico, a quien en la consulta impone temortodo lo que prev que podra salirle mal y a quien enla ejecucin nada le acobarda.

    L. Respondi Jerges por su parte: -No puedenegarse, Artabano, que hablas en todo con juicio, sibien no debe temerse todo lo que puede suceder, nicontar igualmente con ello, pues el que en la delibe-racin de todos los casos que se van ofreciendo qui-siese siempre atenerse a cualquier razn encontrario, ese tal jams hara cosa da provecho. Valems que, lleno siempre de nimo, se exponga uno aque no lo salgan bien la mitad de sus empresas, queno el que lleno siempre de miedo y sin emprendercosa jams, no tenga mal xito en nada. Aun hay

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    ms: que si uno porfa contra lo que otro dice y noda por su parte una razn convincente que aseguresu parecer, ste no se expone menos a errar que sucontrario, pues corren los dos parejos en aquello.Soy de opinin que ningn hombre mortal es capazde dar un expediente que nos asegure de lo que hade suceder. En suma, la fortuna por lo comn sedeclara a favor de quien se expone a la empresa, yno de quien en todo pone reparos y a nada se atre-ve. Ves a qu punto de poder ha llegado felizmenteel imperio de los Persas? Pues dgote que si los reyesmis predecesores hubieran pensado como t, o almenos se hubieran dejado regir por unos consejerosde tu mismo, humor, jams vieran el Estado tanfloreciente y poderoso. Pero ellos se arrojaron a lospeligros, y su osada engrandeci el imperio; quecon grandes peligros se acaban las grandes empre-sas. Emulo yo, pues, de sus proezas, emprendo laexpedicin en la mejor estacin del ao; yo, con-quistada toda la Europa, dar la vuelta sin haberexperimentado en parte alguna los rigores del ham-bre, sin haber sentido desgracia ni disgusto alguno.Nosotros, por una parte, llevamos mucha provisinde bastimentos, y por otra tendremos a nuestra dis-posicin el trigo de las provincias y naciones adon-

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    de entraremos; que por cierto no vamos a guerrearcontra unos pueblos nmadas, sino contra puebloslabradores.

    LI. Despus de este debate movi otro Artaba-no. Seor, le dice, ya que no dais lugar al miedo, niqueris que yo se lo d, seguid siquiera mi consejoen lo que voy a aadir, pues como son tantos losnegocios, es preciso que sea mucho lo que haya quedecir. Ya sabis que Ciro, hijo de Cambises, fuequien con las armas hizo tributario de los Persas atoda la Jonia, menos a los Atenienses. Soy de pare-cer que en ninguna manera conviene, que llevis envuestra armada a los Jonios contra su madre patria,pues sin ellos bien podremos ser superiores a nues-tros enemigos. Una de dos, soar; o han de ser ellosuna gente la ms perversa si hacen esclavo a su ma-dre patria, o la ms justa si procuran su libertad. Po-co vamos a ganar en que sean unos malvados; perosi quisieren obrar como hombres de bien, muy mu-cho sern capaces de incomodarnos y aun de perdervuestra armada. Bueno ser, pues, que hagis me-moria de un proverbio antiguo y verdadero, quehasta el fin no se canta victoria.

    LII. Artabano, le responde Jerges, de cuantohasta aqu has filosofado en nada te alucinaste ms

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    que en ese tu temor de que los Jonios puedan vol-verse contra nosotros. A favor de su fidelidad te-nemos una prueba la mayor, de la cual eres tmismo buen testigo, y pueden serlo juntamente losque siguieron a Daro contra los Escitas; pues sa-bemos que en mano de ellos estuvo el perder o sal-var todo aquel ejrcito, y que dieron entoncesmuestra de su hombra de bien y de su mucha leal-tad no dndonos nada que sentir. Adems, qu no-vedades han de maquinar ellos dejando ahora ennuestro poder y dominio a sus hijos, a sus mujeres ya sus bienes? Djate ya de temer tal cosa, guarda entodo buen nimo; v y procura cuidar bien de mipalacio y de mi reino, que a t slo fo yo la regenciade mis dominios.

    LIII. As dijo, y enviando a Susa a Artabano,convoca segunda vez a los grandes de la Persia, aquienes reunidos habl de esta conformidad: -Elmotivo que para juntaros aqu he tenido, nobles ymagnates, ha sido el exhortaros a que continuis endar pruebas de vuestro valor, no degenerando dehijos de aquellos Persas que tantas y tan heroicasproezas hicieron, sino mostrando cada uno de pors y todos en comn vuestros nimos y bros varo-niles. La gloria y provecho de la victoria que vamos

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    a lograr ser comn a todos: esto me mueve a en-cargaros que tomis con todo empeo esta guerra,pues vamos a hacerla contra unos enemigos, a loque oigo decir, valientes, a quienes si venciremos,no nos restar ya nacin en el mundo que se atreva,a salir en campaa contra nosotros. Ahora, pues,con el favor de los dioses tutelares de la Persia eimplorada su proteccin, pasemos hacia la Europa.

    LIV. Aquel da lo emplearon en disponerse parael trnsito: al da siguiente esperaban que saliera elsol, al cual queran ver salido antes de emprender elpaso, ocupados entretanto en ofrecerle encima delpuente toda especie de perfumes, cubriendo y ador-nando con arrayanes todo aquel camino. Empieza adejarse ver el sol, y luego Jerges, haciendo al marcon una copa de oro sus libaciones, pide y ruega almismo tiempo a aquel su dios que no le acontezcaningn encuentro tal, que lo obligue a detener elcurso de sus victorias antes de haber llegado a losltimos trminos de la Europa. Acabada la splica,arroj dentro del Helesponto, juntamente con lacopa, una pila de oro y un alfange persiano llamadoacinaces. No acabo de entender si estos dones echa-dos al agua los consagr en honor del sol, o si arre-

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    pentido de haber mandado azotar al Helesponto,los ofreci al mar a fin de aplacarle.

    LV. Acabada esta ceremonia religiosa, empez adesfilar el ejrcito: la infantera y toda la caballerapor el puente que miraba hacia el Ponto, y por elque estaba a la parte del Egeo los bagajes y gente dela comitiva16. Iban en la vanguardia diez mil Persas,todos ellos con sus coronas, y despus les seguanlos cuerpos de todas aquellas tan varias naciones sinseparacin alguna. Estos fueron los que pasaronaquel primer da: al siguiente fueron los primeros enverificarlo los caballeros y los que llevaban sus lan-zas inclinadas hacia abajo, coronados tambin todosellos: pasaban despus los caballos sagrados y el ca-rro sacro, al que segua el mismo Jerges y los alabar-deros y los mil soldados de a caballo, despus de loscuales vena lo restante del ejrcito. Al mismo tiem-po fueron pasando las galeras de una a otra orilla; sibien a ninguno he odo que el rey pas el ltimo detodos.

    LVI. Pasado Jerges a la Europa, estuvo mirandodesfilar a su ejrcito compelido de los oficiales conel azote en la mano, paso en que se emplearon siete

    16 Este pasaje demuestra que el puente era doble, sin que laslneas de las galeras estuvieran entre s contiguas.

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    das enteros con sus siete noches, sin parar un ins-tante slo. Dcese que despus que acab Jerges depasar el Helesponto, exclam uno de los del pas: -Oh Jpiter! a qu fin t ahora en forma de Persa,tomado el nombre de Jerges en lugar del de Jove,quieres asolar a la Grecia conduciendo contra ellatodo el linaje humano, pudiendo por t slo dar enel suelo con toda ella?

    LVII. Pasado ya todo el ejrcito, al ir a empren-der la marcha, sucediles un portento considerable,si bien en nada lo estim Jerges, y eso siendo desuyo de muy interpretacin. El caso fue que de unayegua le naci una liebre, se ve cun natural era laconjetura de que en efecto conducira Jerges su ar-mada contra la Grecia con gran magnificencia yjactancia, pero que volvera pavoroso al mismo sitioy huyendo ms que de paso de su ruina. Y no fueslo este prodigio, pues otro le haba ya acontecidohallndose en Sardes, donde una mula pari otra, ysta monstruo hermafrodita, con las naturas de am-bos sexos, estando la de macho sobre la de hembra.

    LVIII. Jerges, sin atender a ninguno de los dosprodigios, continuaba su camino conduciendo con-sigo el ejrcito. La armada naval, fuera ya del Heles-ponto, navegaba costeando la tierra con direccin

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    contraria a las marchas del ejrcito, dirigiendo elrumbo a Poniente hacia el promontorio Sarpedonio,donde tena orden de hacer alto. El ejrcito mar-chaba por el Quersoneso hacia Levante, dejando ala derecha el sepulcro de Hele, hija de Atamante, y ala izquierda la ciudad de Cardia17. Pero despus deatravesar por medio de cierta ciudad llamada Agora,torci hacia el golfo Melas, como se llama, y al rollamado tambin Melas, cuyos raudales no fueronbastantes para satisfacer al ejrcito y quedaron ago-tados. Y habiendo vadeado dicho ro, del cual tomasu nombre aquel seno, dirigise a Poniente, y pasa-da Eno, ciudad de los Eolios, como tambin la la-guna Stentrida, continu su viaje hasta Dorisco.

    LIX. Es Dorisco una gran playa de la Tracia,trmino de una vasta llanura por donde corre elgran ro Hebro18, sobre el cual est fabricada unafortaleza real, a la que llaman Dorisco, en dondehaba una guarnicin de Persas colocada all porDaro desde cuando hizo all su jornada contra losEscitas. Parecindole, pues, a Jerges que el lugar eraa propsito para la revista y resea de sus tropas, 17 Cardia, al presente Caridia, pequea poblacin; Agora sellama hoy Malagra, y el golfo y el ro de Melas, golfo de Me-garisa el primero y Larisa el segundo.

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    empez a ordenarlas all y a contarlas. Y habiendollegado as mismo a Dorisco todas las naves pororden de Jerges, arrimronlas los capitanes a la playainmediata a Dorisco, donde estn Sala, ciudad de losSamotracios, y Zona, terminando en Perrio, pro-montorio bien conocido; lugar que perteneca anti-guamente a los Cicones19. En esta playa, pues,arrimadas las naves y sacadas despus a la orilla,respiraron los marineros por todo aquel tiempo enque Jerges pasaba revista a sus tropas en Dorisco.

    LX. No puedo en verdad decir detalladamente elnmero de gente que cada nacin present, no ha-llando hombre alguno que de l me informe. Elgrueso de todo el ejrcito en la resea ascendi a unmilln y setecientos mil hombres; el modo de con-tarlos fue singular: juntaron en un sitio determinadodiez mil hombres apiados entre s lo ms que fueposible y tiraron despus una lnea alrededor de di-cho sitio, sobre la cual levantaron una pared alrede-dor, alta hasta el ombligo de un hombre. Salidos losprimeros diez mil, fueron despus metiendo otrosdentro del cerco, hasta que as acabaron de contar-

    18 El Hebro conocido hoy con el nombre de Mariza.19 Ocupaban los Ciconee en la Tracia las costas del Egeo,siendo Eno o la actual Igno su capital.

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    los a todos, y contados ya, furonlos separando yordenando por naciones.

    LXI. Los pueblos que militaban eran los si-guientes: Venan los Persas propios llevando en suscabezas unas tiaras, como se llaman, hechas de lanano condensada a manera de fieltro; traan apegadasal cuerpo unas tnicas con mangas de varios colo-res, las que formaban un coselete con unas escamasde hierro parecidas a las de los pescados20; cubransus piernas con largas bragas; en vez de escudosusaban de gerras; traan astas cortas, arcos grandes,saetas de caa y colgadas sus aljabas, y de la correa ocngulo les pendan unos puales hacia el muslo de-recho. Llevaban al frente por general a Otanes, pa-dre de Amestris, la esposa de Jerges. Estos puebloseran en lo antiguo llamados por los Griegos los Ce-fenes, y se daban ellos mismos el nombre de Arteos.Pero despus que Perseo, hijo de Danae y de Jpi-ter, pas a casa de Cefeo, hijo de Belo, y cas con lahija de ste, llamada Andrmeda, como tuviese enella un hijo, le puso el nombre de Persa y lo dej allen poder de Cefeo, quien no haba tenido la suerte

    20 Otros diferencian esas tnicas del coselete, haciendo deellas una especie de sobrevesta con que cubran los Persas lasarmas: la gerra era un escudo tejido de mimbres.

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    de tener prole masculina. De este Persa tomaron,pues, el nombre aquellos pueblos.

    LXII. Venan tambin los bledos armados delmismo modo, pues aquella armadura es propia ensu origen de los bledos y no de los Persas. El gene-ral que los conduca era Tigranes, prncipe de la fa-milia de los Aquemnidas. Eran estos pueblos en loantiguo llamados generalmente Arios, pero despusque Medea desde Atenas pas a los Arios, tambinstos mudaron el nombre, segn refieren los mis-mos Medos. Los Cisios21, excepto en las mitras quellevaban en lugar de tiara a manera de sombrero, entodo lo dems de la armadura imitaban a los Persas:su general era Anafes, hijo de Otanes. Los Hirca-nios, armados del mismo modo que los Persas, eranconducidos por Megapano, el mismo que fue des-pus virrey de Babilonia.

    LXIII. Los Asirios armados de guerra llevabancubiertas las cabezas con unos capacetes de bronce,entretejidos a lo brbaro de una manera que no esfcil declarar, si bien traan los escudos, las astas ylas dagas parecidas a las de los Egipcios, y a ms de

    21 Los Cisios, pueblos vecinos a Susa, son quiz los del mo-derno Cusistan; los Hircanios, los del Saberiscan o Mazende-ran.

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    esto unas porras cubiertas con una plancha de hie-rro y unos petos hechos de lino. A estos llaman Si-rios los Griegos, siendo por los brbaros llamadosAsirios, en medio de los cuales habitan los Caldeos.Era el que vena a su frente por general Otanes, hijode Artaqueo.

    LXIV. Militaban los Batrianos armando sus ca-bezas de en modo muy semejante a los Medos, consus lanzas cortas y con unos arcos de caa segn eluso de su tierra. Los Sacas o Escitas cubran la ca-beza con unos sombreros a manera de gorro recto ypuntiagudo, iban con largos zaragelles, y llevabanunas ballestas nacionales, unas dagas y unas segureso sagares. Siendo estos Escitas Amirgios, llambanlosSacas porque los Persas dan este nombre a todoslos Escitas. El general de estas dos naciones deBactrianos y Sacas22 era Histaspes, hijo de Daro yde la princesa Atosa, hija de Ciro.

    LXV. Los Indios iban vestidos de una tela hechadel hilo de cierto rbol23, llevando sus arcos y tam-

    22 De los Bactrianos la capital era Bactras, ahora Balk, en laprovincia de Manralmahar. Los Sacas eran Trtaros, quizlos Cazalgitas de la gran Tartaria.23 Parece hablar del algodn de arbusto, bien que de otros r-boles sacan sus hilos y telas los Asiticos. La que era capitalde los Arios es al presente Herat, en la provincia Sitzistan.

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    bin las saetas de caa, pero con una punta de hie-rro: as armados venan a las rdenes de Farnaza-tres, hijo de Artabates. Llevaban ballestas los Ariosal uso de la Media, y los dems aparatos al uso delos Bactrianos, y tenan por comandante a Sisamnes,hijo de Hidarnes.

    LXVI. Las mismas armas que las Bactrianos lle-van los Partos, los Corasmios, los Sogdianos, losGandarios y los Dadicas24. Eran sus respectivos ge-nerales: de los Partos y de los Corasmios, Artaba-nes, hijo de Farnaces; de los Sogdianos, Azanes, hijode Artes; de los Gandarios y de los Dadicas, Artifio,de Artabano.

    LXVII. Los Caspianos, vestidos con sus pellicos,venan armados de alfanges y de unos arcos de caapropios de su pas, y apercibidos as para la guerra,llevaban a su frente al jefe Arlomarlo, hermano deArtifio. Los Sarangas, vistosos con sus vestidos devarios colores, traan unos borcegues que les llega-ban a la rodilla, y unos arcos y lanzas al uso de losMedos, y su general era Ferentes, hijo de Megabazo. 24 El pas que ocupaban los Partos corresponde hoy al Kora-san y Erak-Atzem; el de los Korasmios al Kowarezen; el delos Sogdianos a las cercanas de Samarkanda: los Gandariossern acaso los Gandridas de la India; los Dadicas son unpueblo del todo desconocido

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    Venan los Pactas con sus zamarras, armados deunos puales y de unos arcos al uso de su tierra,conducidos por el jefe Arintas, hijo de Itamames.

    LXVIII. Del misino modo que los Pactas, sedejaban ver armados los Utios, los Micos y los Pari-canios25. Tenan stos dos generales, porque de losUtios y Micos lo era Arsamenes, hijo de Daro, y delos Paricanias lo era Siromitras, hijo de Eobazo.

    LXIX. Los Arabel, que traan ceidas sus ziras omarlotas, llevaban unas arcos largos que de una yotra parte se doblaban, colgados del hombro dere-cho. Venan los Etopes, cubiertos con pieles depardos y de leones con unos arcos largos por lomenos de cuatro codos, hechos del ramo de la pal-ma. Llevaban unas pequeas saetas de caa, lascuales en vez de hierro tenan unas piedras aguzadascon las que suelen abrir sus sellos: traan ciertas lan-zas cuyas puntas en vez de hierro eran unos cuernosagudos de cabras monteses, y a ms de esto unasporras con clavos alrededor. Al ir a pelear suelencubrirse de yeso la mitad del cuerpo y la otra mitadde almagre. El general que mandaba a los rabes y alos Etopes situados sobre el Egipto era Arsames,

    25 Estos pueblos apenas conocidos, no estaran quiz lejos dela Sogdiana.

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    hijo de Daro y de Aristona, hija de Ciro, a la cualcomo Daro amase ms que a sus otras mujeres,hizo una estatua de oro trabajado a martillo.

    LXX. De los Etopes que caen sobre el Egipto,como tambin de los rabes, era, repito, el jefe Ar-sames; pero los Etopes o negros del Oriente, puesdos eran las naciones de Etopes que en el ejrcitohaba, estaban agregados al cuerpo de los Indios, enel color nada diferentes de los otros, pero mucho enla lengua y en el pelo, porque los Etopes delOriente tienen el cabello lacio y tendido, y los de laLibia lo tienen ms crespo y ensortijado que los de-ms hombres. Los Etopes Asiticos de que hablabaiban por lo dems armados como los Indios, sloque en lugar de visera traan el cuero de las cabezasde los caballos con sus orejas y crines, de suerte quela crin les serva de penacho, y llevaban las orejaslevantadas. En vez de escudos con que cubrirse,usaban de las pieles de las grullas.

    LXXI. Venan los Libios defendidos con unaarmadura de cuero, y usaban de unos dardos tosta-dos al fuego: era su general Masages, hijo de Oarizo.

    LXXII. Concurran los Paflagonios a la guerra,armada la cabeza con unos morriones encajados,con unos pequeos escudos, con unas no muy lar-

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    gas astas, con sus dardos y puales. Llevaban unosbotines hasta media pierna al uso del pas. Con lasmismas armas que los de Paflagonia concurran losLigies, los Matienos, los Mariandinos, y los Siros,que son por los Persas llamados Capadoces. Condu-ca a los Paflagones y Matienos el general Doto, hijode Megasirdo, y a los Mariandinos, Ligies y Siros elgeneral Brias, hijo de Daro y de Aristone.

    LXXIII. Su armadura, muy parecida a la pafla-gnica, tenan con cortsima diferencia los Frigios,quienes, segn cuentan los Macedonios, mientrasque fueron Europeos y vecinos de aquellos se lla-maban Briges, pero pasados al Asia, juntamente conla regin, mudaron de nombre. Los Armenios, co-lonos de los Frigios, venan armados como ellos y eladalid de estas dos naciones era Artoemes, casadocon una hija de Daro.

    LXXIV. Los Lidios tenan unas armas muy pa-recidas a las griegas: estos pueblos, llamados anti-guamente Meones, mudaron de nombre, tomandoel nuevo de Lido, hijo de Atis. Llevaban los Misiosen sus cabezas unos capacetes del pas y unos pe-queos escudos, usando de ciertos dardos tostados:son colonos de los Lidios y se llaman Olimpienos,tomando el nombre del monte Olimpo. El jefe de

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    entrambos pueblos, Lidios y Misios, era Artafernes,hijo de aquel Artafernes que en compaa de Datisdio la batalla de Maraton.

    LXXV. Armbanse los Tracios con unas pielesde zorra en la cabeza y con tnicas alrededor delcuerpo, que cubran con ziras o marlotas de varioscolores: en los pies, y piernas llevaban borcegueshechos de las pieles de los cervatillos: usaban dedardos, de peltas y de pequeas dagas. Trasplanta-dos estos al Asia menor, se llamaron Bitinios, sien-do antes, como dicen ellos mismos, llamadosStrimonios, porque habitaban a las orillas del Stri-mon, de donde pretenden que fueron arrojados porlos Teucros y Misios.

    LXXVI. Era general de los Tracios situados en elAsia, Basaces, hijo de Artabano. Tenan aquellosunos pequeos escudos de cuero crudo de buey, yvena cada uno con dos dardos, con que suelen ca-zar los lobos: llevaban en la cabeza un casco debronce, al cual estaban pegadas unas orejas y cuer-nos de buey tambin de bronce, y sobre el casco supenacho: adornaban las piernas con listones de pr-pura. Entre estos pueblos se halla un orculo deMarte.

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    LXXVII. Los Cabelees Meones que llaman La-sonios imitaban a los Cilicios en la armadura, quedescribir cuando llegue a hablar de los ltimos ensu lugar. Traan los Milias26 unas lanzas cortas, yapretaban sus vestidos con unas hebillas: llevabanalgunos de ellos unos arcos Licios y en la cabezaunos capacetes de cuero. A todos estos capitaneabaBardes, hijo de Histaspes. Cubran los Moscos lacabeza con un casco de madera, y llevaban sus es-cudos y sus astas pequeas, pero armadas con unagran punta.

    LXXVIII. Armados como los Moscos venan losTibarenos, los Macrones y los Mosinecos27, y eranconducidos por los siguientes caudillos: los Moscosy Tibarenos por Ariomardo, que era hijo de Daro,habido en Parmis, hija de Esmerdis y nieta de Ciro;los Macrones y Mosinecos por Artaictes, hijo deQuerasmis, el cual era gobernador de Sesto sobre elHelesponto.

    LXXIX. Cubran los Mares la cabeza con unasceladas propias del pas que se podan plegar, y lle- 26 Los Milias en la Panfilia reciban el nombre de una ciudadcuyas ruinas se llaman Milia todava. Los Moscos estabansituados en la parte oriental de Mingrelia.27 Caan estas tres naciones en las extremidades de la Capa-docia hacia el Ponto Euxino.

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    vaban adems unos escudos pequeos de cuerotambin con sus dardos. Traan los Coleos puestasen la cabeza unas celadas hechas de madera, y en lamano unos escudos de cuero de buey no adobado;usaban astas cortas y tambin espadas. General delos Mares y de los Coleos era un hijo de Teaspes,por nombre Farandates; pero el de los Alarodios yde los Saspires28, armados a semejanza de los Col-cos, era Masistio, hijo de Siromitres.

    LXXX. Vestidas y armadas casi como los Medosseguan al ejrcito las naciones de las islas del marEritreo, en donde confina el rey a los que llamandeportados. De estos isleos era comandante Mar-dontes, hijo de Bageo, quien siendo general dosaos despus qued muerto en la batalla de Micale.

    LXXXI. Todas estas naciones que por tierra ser-van, eran las que venan alistadas en el ejrcito delcontinente. Nombrados llevo los generales mayoresde ellas, a cuyo cargo estaba el ordenar y distribuiren cuerpos menores aquella tropa, nombrando a losoficiales subalternos, as los que mandaban a mil, 28 Es difcil determinar a qu nacin corresponde la antiguade los Mares, originaria quiz de Maresia, ciudad de Cilicia