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Los lectores pstumos de Cortzar

PorNstor Garca Canclini

De las doce mil pginas de que consta la obra de Cortzar, menos de la mitad corresponde a sus cuentos, novelas, poemas y ensayos: la mayora est compuesta de cartas, textos miscelneos, pedacera... Y si solo esto sobreviviera en el futuro?

Ilustracin: Oliver Flores

A partir del ao 2030 hubo un enrgico desarrollo de la arqueologa literaria. Lo incit la dificultad de investigar la literatura de las ltimas dcadas del sigloXXy principios delXXIcon mtodos historiogrficos. La venta de casi todas las editoriales a emporios mediticos y a tiendas de internet, como Amazon, fue descatalogando miles de ttulos porque su ritmo de salida no era competitivo. No solo se guillotinaban los libros perezosos; tambin los archivos de las editoriales adquiridas, los estados contables, las referencias a autores y libreros.

Aun de los escritores que persistan en los catlogos era indiscernible cmo haban construido sus obras. De muy pocos seguan publicndose cuentos agrupados en libros o novelas completas. Parece que con la aparicin de las redes sociales los editores comenzaron a exigir a los autores ceder los derechos para reconvertir los libros en programas radiales y televisivos, fragmentarlos en blogs y antologas digitales. De muchas obras que ya no se reeditaban haba que imaginar su formato original descifrando videoclips o cpsulas de la web.

Al visitar estos sitios o las antiguas casas fotocopiadoras, que subsistan alrededor de las universidades como rareza folclrica, el arquelogo chino hall libros olvidados. Tambin esos museos de fotocopias haban perdido la mayor parte de las referencias porque tiraban las portadas de los volmenes y, segn sus estadsticas comerciales, lanzaban a la basura los captulos que no superaban los quinientos pedidos semanales.

La dispersin de textos en formatos no previstos por los autores era interpretada por los crticos literarios como el cuestionamiento ms rotundo a la teora de los gneros. Con varios cuentos de Cortzar las viejas disputas sobre lo fantstico y lo realista, lo lrico y lo dramtico, se haban vuelto simplificadoras. Los relatos Cefalea y Las manos que crecen solo se reeditan ahora en antologas de medicina. El cuento El mvil llega a los lectores como bibliografa, pero sin texto, en un estudio sobre telecomunicaciones, y el autor pareca haberlo citado hace una dcada solo por la fama que tena entonces el escritor. Conducta en los velorios y La noche boca arriba formaban parte del manual de urbanidad publicado por una funeraria venezolana.

Le extraaba al arquelogo lo sucedido con Cortzar. Hasta donde haba podido rastrear, sus cuentos y novelas publicados en vida no superaban las 4,800 pginas (los dos tomos de cuentos completos editados por Alfaguara ocupaban 1,115 pginas). Pero iba descubriendo que, luego de su muerte, los textos inditos haban engendrado volmenes que superaban las 12,000 pginas, por lo cual un crtico postulaba un nuevo gnero: escritos juveniles pstumos.

En realidad, esa categora abarcaba gneros diversos: cuentos, discursos, poemas, cartas, fotobiografas autocomentadas, papelitos y fotos de objetos. De todas las palabras que tuvo que aprender del lunfardo, cambalache le pareca al arquelogo la que mejor nombraba esas ediciones desconcertadas. Al leer esos textos inditos a menudo entenda por qu el autor deBestiariono los quiso publicar, pero le atraa la informacin etnogrfica que daban sobre la poca: cmo sobreviva un escritor saltando de un trabajo a otro en los aos cincuenta o sesenta, cmo trababa amistades o buscaba el reconocimiento de los otros. La literatura de Cortzar poda habitar cartas ocasionales, como la que envi a Alejandra Pizarnik: Cada vez me gusta ms tu resea, es como meter una caa en agua de jabn y soplar fuerte. Hasta se justificaba que incluyeran en un libro mensajes de amigos, por ejemplo el de Arnaldo Calveyra cuando describa el comienzo de su relacin con Julio: Alguien haba pasado dejando la puerta del azar entreabierta.

El arquelogo tropez con interpretaciones contradictorias sobre la crisis de la industria editorial, muy conversada en los primeros aos del sigloXXI. Por un lado, los editores y libreros se quejaban de la agnica venta de libros y la atribuan a la competencia con internet y la piratera. Unas pocas estadsticas, salvadas de las reventas y reventas de editoriales, avalaban esa inquietud. Pero al mismo tiempo supo que editores que dejaban de publicar novelas y sobre todo cuentos, incluso de premios Nobel, hacan crecer su comercio imprimiendo cartas, entrevistas y textos sueltos de esos mismos o de otros autores. Tan mal no les ira con esas compilaciones porque los inditos azarosos de escritores superaban las ventas de novelas y ensayos. Lo demostraba que la publicacin de tres tomos de las cartas de Cortzar aparecida en 2000 habra crecido a cinco volmenes una dcada despus.

Nada alentaba tanto la curiosidad del arquelogo como la paradoja del creciente inters por las cartas de escritores en una poca en que el correo iba cerrando sus oficinas y los carteros solo subsistan para distribuir cuentas de gas y luz o las ltimas revistas que insistan en el papel. No asombraba que Cortzar hubiera escrito miles de largas cartas desde 1937 hasta su muerte: as se comunicaba la gente en esas dcadas, ms an un escritor retrado en ciudades como Bolvar y Chivilcoy, incmodo en Buenos Aires y luego extranjero en Pars, queriendo compartir con amigos lejanos sus hallazgos artsticos o los paseos por Viena cuando terminaba su jornada como traductor para la Agencia Internacional de la Energa Atmica.

Tambin lo impulsaba a escribir cartas extensas la necesidad de conversar con sus editores o discutir con crticos lo que entendan de sus relatos. Al autor del primer libro sobre su obra, que se lo envi todava indito y confindole que lo haba presentado a un concurso en el que los jueces deban elegir comparando cuatro gneros, le cont: Y mucha ms gracia me hizo encontrar a Maras en el jurado; quiero esperar, por usted y por m, que no haya ledo la cita enRayuela, aunque lo creo lo bastante paquidermo como para no comprenderla. Visto en su conjunto, el jurado me parece bastante absurdo; mucha pinta si se piensa en los nombres, pero que no funcionar colectivamente como jurado. Cada uno de ellos apoyar el gnero en que es ms especialista, con todo derecho y talento; pero el resultado de esas parcialidades ya puede imaginrselo.

Algo extravagante haba en que Cortzar, un autor cuidadoso con lo especfico de los gneros, que tambin los transgreda para elastizar su potencia experimental, pero que nunca public cartas personales, sea ahora ms conocido por las casi tres mil pginas de los tomos de correspondencia, que se alargan con otras cartas, como las enviadas a los Jonquires, en un volumen (Alfaguara, 2010) engordado con dedicatorias a sus amigos, fotos de paisajes y postales.

Se preguntaba el arquelogo cmo explicar que ese gnero arcaico justificara ahora exposiciones itinerantes y ocupase ms horas de lectura que relatos elegidos por los autores para entregar a las imprentas.

Tambin a los lectores les atraa buscar el sentido de las ficciones en las mudanzas del autor, sus maneras de amar Pars y dejarla en constantes viajes, lo que persegua en Italia y Blgica, Espaa o la India, los modos de seguirse queriendo con los amigos en la lejana? Acaso eran tantos los lectores capaces de disfrutar, ms que en los cuentos o novelas con rigurosa estructura y un tono continuo, los saltos de la prosa, de la poesa al humor?

Dos tendencias intentaban explicar este proceso en la sociologa de la cultura. Una era la de la farandulizacin, segn la cual todos los productos literarios y artsticos tendan a ser absorbidos por la lgica del espectculo, desplazaban su foco de seduccin de las obras a las performances mediticas de sus autores. La otra lnea interpretativa era la de la fatiga de los gneros: cuando los modelos de verosimilitud ficcional, como la novela, el cuento o los dramas teatrales perdan convocatoria y hasta se debilitaban las versiones experimentales que los renovaban, comoRayuela, trataba de reactivarse su impacto con los gneros de verosimilitud existencial, por ejemplo las cartas y las autobiografas.

Busc en nuevas fuentes ms material pero, como las polticas de archivo cambiaban con las innovaciones tecnolgicas que se hacan en aos impares y los cambios de gobierno no coincidan, la mayora de los documentos ya no podan leerse, dormidos en formatos deshabilitados. Las cartas, que seguan reeditndose, adquiran entonces un valor insustituible. Las que envi a los Jonquires, tienen, como deca un crtico, una unidad y un desarrollo dramtico raro en las recopilaciones epistolares (lvaro Abos, Pars era una fiesta). Pueden leerse como la narrativa de un escritor argentino de 34 aos que se traslada a Pars, intenta ganarse el sustento siendo todava desconocido, explora Europa, relata a los amigos sus travesas y pensamientos. No tener las respuestas de Jonquires, sostena el crtico, es un recurso dramtico extraordinario. Ms an por el pudor de Cortzar, que nos deja sabiendo ms de la intimidad del destinatario que del que escribe. La tensin oculta en los textos, las conversaciones sobre lo que los desgarra entre creaciones inseguras y la sociedad argentina en la que se sentan frustrados, es el intercambio de dudas entre quien emigr en 1951 y el que se fue en 1959.

Dos ejemplos. Una de las cartas ms extensas a Eduardo Jonquires, la del 27 de septiembre de 1954, es un juego de alternancias. Entre las dos cartas que Cortzar recibe ese da, una de Jonquires contiene los pasajes para viajar de Francia a Buenos Aires, otra de la compaa naviera anuncia que el barcoProvenceno saldr en la fecha indicada porque acababa de estropearse en Buenos Aires. O la oscilacin entre la muestra de Czanne que acaba de recorrer en Pars y otra de Picasso: compara la mirada directa con la visin anterior en reproducciones. En el prrafo siguiente se inquieta por la salud del amigo y en el ltimo informa que todo esto le hace acordarse de cuando se cumpli el plazo de su beca, en julio de 1952, el comit le pag 141,000 francos para que se volviera a Buenos Aires y Cortzar gast la mitad en una Vespa usada y la otra mitad en curarse una doble fractura de tibia ocasionada por la misma Vespa (lo cual tiene cierta armona, un cierto ritmo expiatorio muy bonito). Siempre entre los dos lados de todo.

En otra carta, del 27 de agosto de 1955, comienza contando que el da anterior cumpli 41 aos, ya no puede sentirse con veinte, se cansa ms pronto, no bebe tanto vino ni lee tantas horas, como si el mundo iniciara sigiloso su retirada, dejndome cada vez ms sus imgenes a cambio de sus materias. En el mismo prrafo, que dura seis pginas, con la acumulacin de situaciones que supo enlazar en tantos cuentos, habla de su reciente enfermedad (nunca tengas mononucleosis infecciosa, porque es muy molesta), se queja del t que le sale por todas partes contagiado por los gallegos de launesco y asegura que no est dispuesto a renunciar al vos. Se ocupa con afecto de las incapacidades e inadaptaciones de Jonquires, del riesgo de estar ansioso de testigos y del encastillamiento obstinado de su amigo. Lo incita a descartar soluciones extremas y romnticas (la pobreza, el salto del charco, la renuncia a las obligaciones sociales). Al mundo no hay que resistirle, lo que hay que hacer es elegir bien el mundo que uno prefiere y al cual hay que darse; y a ese, ah, a ese hay que darse a fondo, como cuando se nada o se duerme o se quiere.

Despus de esa carta, ms dura que lo que suena en estas frases, casi poniendo a prueba la amistad, siguen setenta y siete que le escribe desde Pars, Ginebra, Nueva Delhi, Buenos Aires, La Habana, Saign, Berna, Kampala, Florencia, Brasilia, Nairobi, La Martinica, Zihuatanejo, la Autopista del Sur y Managua. La descripcin del dormitorio de su casa, las opiniones sobre poetas de Buenos Aires, la arquitectura, los museos y la msica que goza en esas ciudades, los libros que le rechazan o tienen en espera, el momento en que se reconoce moderadamente clebre en Latinoamrica (4 de diciembre de 1959), muestran que las cartas eran una va de contacto indispensable. Le preocupaba la huelga de correo que las demorara, el silencio de su amigo o una despedida telefnica que me dej tan asqueado como a vos y exiga repararse con una carta de tres pginas.

El arquelogo se pregunt por qu razn en aquellos aos ciertos escritores se reservaban para las cartas personales saberes y relatos que podran haber brillado en sus libros. Corresponda a otros usos del tiempo, otros vnculos entre la amistad y la resonancia pblica? Haba encontrado en revistas de dcadas atrs debates sobre la legitimidad de que los viudos y las viudas editaran lo encontrado en cajones sin abrir, que mezclaran gneros. Pocos desentraaban esa dedicacin a escribir para no publicar aun interrumpiendo viajes, adaptndose a interlocutores nicos que requeran estilos variados. Qu mutacin cultural se produce al transformar los viudos el pacto postal entre el escritor y un nico lector en pacto con miles de espas asomados al acontecimiento editorial? Por qu motivos los destinatarios de esos centenares de cartas aceptaron colaborar con ese cambio de destino?

Lo menos interesante le pareca al arquelogo la discusin tica. Lo intrigaba ms entender las diferencias entre cartas inditas y textos publicados: el escritor, que suele revisar varias veces su manuscrito y persigue una visin autocrtica del conjunto, no puede observar los tomos reunidos de su correspondencia. La suma de las cartas, deca Graciela Speranza, recupera la inmediatez de muchos presentes a diferencia de la autobiografa fabricada, con la distorsin del recuerdo reconfigurado por el tiempo (Cartas, 1937-1983. La bella inmediatez del presente). Esa escritura hecha, segn anot Cortzar, sin preparacin ni borradores es para el autor la obra ms abierta.

La carta tiene algo de gnero trnsfuga, algo de equvoco con respecto a lo propiamente literario, dijo Sal Yurkievich en el prlogo a los vastos tomos de correspondencia. Pero qu entendemos por literario? La carta posee, como se notaba al leerlas, esa indiferencia ante los gneros que da, tal vez, la libertad de que no se envan para que las discutan profesores de literatura. Nos dejan, seguro, un material que induce lecturas literarias, pero adems es un objeto etnogrfico. El arquelogo se acord de un artculo de Clifford Geertz, Gneros confusos, aparecido pocos aos despus de que Cortzar publicaraRayuelay se encaminaba de nuevo al cuento y a novelas menos experimentales. Como si hubiera bsquedas de poca compartidas, aunque no se conocieran, en ese artculo Geertz escribi que la vida no es sino una caja de estrategias (en vez de la vida, podramos decir la literatura). La cuestin verdaderamente importante aseguraba Geertz no consiste en cmo conjugar todo este magnfico desorden, sino en plantear qu significa esa agitacin.

Una diferencia radical entre aquellos aos y los actuales de la industria editorial llev al arquelogo a ampliar la investigacin. Las cartas de Cortzar a sus editores revelaban cruces intensos antes y despus de la aparicin de los libros. Sera Paco Porra un empresario, dueo de corporaciones en otras ramas productivas, en el petrleo o los espectculos, como los que ahora dirigan las editoriales? Cunto tiempo le quedaba para leer los libros que publicaba, dar opiniones a los autores, conversar con ellos sobre la adaptacin de una novela al cine, si iba a ser en color y cinemascope, quin hara esa adaptacin? Cartas de cuatro o cinco pginas de Cortzar con tantas referencias a lo dicho por Porra hacan imaginar una extensin epistolar semejante de parte del editor. Le llamaba la atencin que Cortzar discutiera con Porra todo lo que haba que evitar al presentarRayuela(la fraseologa amable, el acento en el lado novela del libro, hay que dejarse de escenas vistosas) y no cediera esas tareas al departamento de marketing. Sin embargo, en dos cartas a Porra, Cortzar se quejaba de la demora en las respuestas: Tu falta de noticias llevara varios volmenes. Era 1962. Porra estara ocupado comprando empresas o lo haban contratado en una transnacional?

Voy a tener que ir a Shanghi o Abu Dabi, pens el arquelogo. Ya haba estado consultando manuscritos de escritores latinoamericanos en Princeton y Austin, en las oficinas de Random House en Nueva York y de Bertelsmann en Gtersloh, Alemania. Pero desde 2008, cuando comenz la Gran Depresin financiera occidental, corporaciones chinas y rabes adquirieron muchas editoriales europeas, archivos de escritores espaoles y latinoamericanos. Pases asiticos y rabes haban comenzado invirtiendo en equipos de futbol como el Bara y el Athletic, que llevaban en las camisetas de sus jugadores como publicidad las marcas Qatar y Azerbaiyn. Del deporte pasaron al arte y la literatura, formaron museos de restos y vestigios occidentales en aquellas capitales lejanas. Todos los espacios eran sntomas de una recomposicin de la geopoltica.

El arquelogo chino se desesper cuando en el Instituto de Investigaciones Latinoamericanas de Beijing supo que los documentos, fotos y cuadros que fueron de Cortzar haban sido revendidos a Pars, donde el ltimo gobierno socialista, en 2014, los haba depositado con honores en el Centro Pompidou, al cumplirse el centenario del nacimiento de Cortzar. Pero diez aos despus el segundo gobierno de Marine Le Pen haba ordenado destruir las obras de artistas judos en grandes hornos instalados en el Centro Pompidou al que eligieron para las incineraciones por la vocacin industrial de su estilo arquitectnico. Varias colecciones de arte y bibliotecas de escritores latinoamericanos, y tambin de algunos palestinos que haban vivido en esa ciudad, fueron sometidos al furor xenfobo.

En la nueva geopoltica de la cultura se confundan las nacionalidades tanto como los gneros. Cul sera el gnero de la globalizacin? La pica de las migraciones, el melodrama de la interculturalidad? Las cartas, los emails, los whatsapp? Cortzar escribi antes de que se multiplicaran las opciones digitales. Pero reflexion sobre la brevedad del telegrama (cualquier frase de ms de dos palabras suena horriblemente cursi) y se extraaba, al ver la versin impresa recin llegada deRayuela, de todo lo que aqu se enfra y se ordena en rayitas horizontales y se convierte en idioma.

Sus cartas muestran que le interesaba la geopoltica y los trabajos como traductor lo empujaban a interesarse ms de lo que quera: se queja de que en Viena debe pensar cmo se dicen en una lengua y en otra las relaciones consulares o la responsabilidad de los explotadores de buques nucleares. Tambin se preguntaba cmo explicarle a un estadounidense (Paul Blackburn) los desencuentros cubano-norteamericanos y por qu es difcil viajar de La Habana a Nueva York, o cmo asegurarse de que llegaran sus cartas al editor argentino durante la dictadura de Ongana cuando las aduanas abran los sobres.

La indagacin epistolar, que abarca tantos modos de escribir, se le revelaba al arquelogo propicia para captar la versatilidad y las fusiones necesarias al nombrar las aventuras estticas y las desventuras del mundo. Una vez ms reconoca el valor que tena para su trabajo como cientfico social espiar cmo resolvan los escritores los dilemas entre los mtodos de conocer y los cambiantes modos de decirlo. ~