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Page 1: Los indios nahuas como músicos en las parroquias y las fiestas durante la colonia

LOS INDIOS NAHUAS COMO MÚSICOS EN LAS PARROQUIAS Y

LAS FIESTAS DURANTE LA COLONIA 1

RAFAEL A. RUIZ

La Iglesia utilizó la posición privilegiada de los músicos en las sociedades indias

mesoamericanas para mantener el orden en los pueblos, supervisando -con éxito

variable- la enseñanza musical en las iglesias e introduciendo el tiempo europeo en las

comunidades indias.2 Para los clérigos evangelizadores, enseñar canto y música

instrumental europea cumplía varias funciones: suministrar músicos para el culto,

facilitar la adaptación de los indios a la civilización española y como medio de

cristianización. En esto ayudaron clérigos regulares que arribaron primero pues tenían

mucho más competencia musical que los seculares que los siguieron.

El término náhuatl para los servidores de la iglesia era teopantlaca (aunque el

músico principal fue llamado a la manera española: maestro de capilla). En ocasiones

teopantlaca se aplicó a los cantores, 3 y si bien llegaba a usarse para todo el personal

al servicio de la iglesia, estaba más relacionado con los músicos. 4 Debemos aclarara

que aunque se mencione la palabra cantores ellos tocaban instrumentos. Estos

puestos, al igual que los cargos de gobierno, recaían en las noblezas indígenas locales;

incluso, algunos alcaldes indios habían sido directores de coro u organistas. 5 Por

ejemplo, sabemos que los anales de Tecamachalco, Puebla, fueron escritos por indios

nobles especialistas en el canto y la música que tocaban tanto flautas como trompetas.6

1 Esta artículo es parte de una investigación dedicada a la música en las fiestas y diversiones públicas del período colonial (La música en la ciudad de México, siglos XVI-XVIII: una mirada a los procesos culturales coloniales) realizada dentro del posgrado en Historia-Etnohistoria de la ENAH. En ella argumentamos que hubo una continuidad de las danzas y música indígena que se debió a varios factores, entre ellos, la continuidad de la nobleza indígena y el dominio indirecto ejercido por los españoles.2 Esta idea surge de la investigación de Leonardo Waisman, "La música en la definición de lo urbano: los pueblos indios americanos", Música y cultura urbana en la Edad Moderna, Universitat de Valencia, Valencia, 2005, p.165.3 Lockhart, James. Los nahuas después de la Conquista. Historia social y cultural de la población indígena del México central, siglos XVI-XVIII, Sección de Obras de Historia, F.C.E., México, 1999, pp. 308-309.4 Ibid, p. 311.5 Ibid, pp. 187-188, 195, 198.6 Celestino Solís, Eustaquio; Luis Reyes García. Anales de Tecamachalco, 1398-1590, Colección Puebla, CIESAS, Gobierno del Estado de Puebla, F. C. E., 1992, p. 14.

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El puesto de músico era importante pues al no poder acceder a la carrera

eclesiástica por su condición de indígenas, el cargo de maestro de capilla se

presentaba como una opción para entrar al servicio de la iglesia. Trabajar como músico

ahí significaba un empleo seguro en una institución estable y de prestigio que

sobrevivía a epidemias y desastres naturales, muy diferente a la músico teatral o

ambulante.

Son varias las características de los músicos que laboraban en las capillas

indígenas: podían ser maestros de escuela y en ausencia del párroco administrar la

iglesia. Los cantores -junto con los fiscales y sacristanes- también enseñaban el

catecismo, auxiliaban en los testamentos, cuidan los objetos de culto y ayudaban a los

agonizantes en la confesión.7 También, en muchos sentidos - como hasta la actualidad-

las decisiones respecto al funcionamiento y vida cotidiana de la iglesia en una

comunidad la tomaban no tanto el sacerdote sino aquellos que la administraban. En la

zona mixteca, por ejemplo, a principios del XVIII, para hacer los rituales necesarios, los

indios recurrían a sus maestros y ayudantes, entre ellos los cantores de la iglesia. 8

Una fuente para conocer el número y salarios de los cantores son los libros de

tasación de los pueblos indios. Hacia 1550, cuando comenzaron a escribirse, el número

de estos era variable e iba de 6 o 7 a más de 20, siendo sus sueldos en metálico o en

especie. En muchos casos, el tener varios cantores era parte del orgullo local y estaba

en función de las diferencias y rivalidades entre los pueblos. Esto se manifestaba en

una competencia por las construcciones religiosas y la suntuosidad de las fiestas. La

cantidad de músicos indios al servicio de las iglesias y monasterios eran, según las

autoridades, excesivos; por ejemplo, según las tasaciones de la Audiencia de México,

para la segunda mitad del siglo XVI el número de cantores era de casi 1300,

distribuidos en 123 pueblos lo que daba un promedio de 10 cantores por pueblo,

7 Gruzinski, Serge. La colonización de lo imaginario: sociedades indígenas y occidentalización en el México español. Siglos XVI-XVIII, Sección de Obras de Historia, F. C. E., México, 1991, p. 73.8 Carmagnani, Marcelo. El regreso de los dioses; el proceso de reconstitución étnica en Oaxaca, siglos XVII y XVIII, Sección de Obras de Historia, F. C. E., México, 1988, p. 37. Otros ejemplos de sustitución de la labor del sacerdote por los músicos de capilla puede verse en Torres Medina, Raúl Heliodoro. Comer del aire; músicos indígenas en el México colonial, S. XVII-XVIII, Tesis que para obtener el grado de maestro en Historia presenta, UNAM, Programa de maestría y doctorado en Historia, México, el Autor, 2003, pp. 29-30.

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aunque en la Recopilación de Leyes de Indias, libro 6, título 3, se establecían que en

todos los pueblos que pasaran de 100 indios hubiese dos o tres cantores.9

Este gran número de indígenas dedicados a la música fue mal visto por las altas

autoridades y en 1561, el rey Felipe II, emitió un edicto contra el exceso de

instrumentistas. En él se mencionan trompetas reales y bastardas, clarines, chirimías,

sacabuches (trombones), flautas, cornetas, dulzainas, pífanos, vigüelas de arco y

rabeles. Señala que dicho exceso se daba tanto en monasterios, pueblos grandes y

pequeños. Uno de los problemas era que tanto constructores como ejecutantes se

hacían flojos y mujeriegos; además, por ser músicos, no pagaban tributo y tampoco

obedecían a sus superiores.10 Por el contrario, son innumerables los casos donde los

músicos se quejan de ser obligados a participar en tequios y otros trabajos comunales

o personales. Las quejas y denuncias van desde los años iniciales de la Colonia hasta

las primeras décadas del XIX y cubren todas las zonas donde hubo repúblicas de

indios.

La proliferación de músicos indígenas en la primera época de la colonia puede

explicarse por distintos motivos. Uno de ellos, la necesidad de cubrir los puestos en las

iglesias y conventos y que los ministriles y cantores estaban exentos de impuestos;

pero sobre todo, que los servidores de los templos antes de la llegada de los españoles

eran músicos y nobles, todo aunado a que el templo era el orgullo del alteptl local.

Además de su participación en el culto, los cantores participaban en los entierros pues

estos era parte importante en la vida ceremonial de los nahuas, incluso gastaban

buena parte de sus bienes es estas ceremonias.

Creemos que para grupos como los nahuas del Altiplano, la adopción del

instrumental europeo se dio no tanto por la presión de los frailes evangelizadores como

por la atracción que ejerció la música religiosa europea. Por el contrario, la danza y el

baile pudieron mantenerse por más tiempo pues los patrones de movimiento son

aprendidos desde la infancia y además podían integrarse más fácilmente al culto

9 Recopilación de leyes de los Reynos de las Indias, Tomo II, Reproducción en facsímil de la edición de Julián de Paredes de 1681, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1973, Ley VI. p. 198v.10 En García, Genaro, ed. Documentos inéditos o muy raros para la Historia de México: La Inquisición de México, Autos de fe, Tumultos y rebeliones en México, El clero durante la dominación Española, Don Juan de Palafox y Mendoza, México, 1974, pp. 159-140.

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católico. Así, al igual que otros objetos tecnológicos como las herramientas, los

instrumentos europeos llamaron la atención de los nahuas, sobre todo los que

manifestaban una complejidad mayor como los de cuerda y los de aliento metal y

madera, por no mencionar el órgano. Así, las comunidades nahuas del altiplano

consideraban útil para el esplendor de sus recientes parroquias contar con músicos que

conocieran la polifonía española y su instrumentación.

Los instrumentos introducidos por los españoles en México en el siglo XVI se

dividían en dos clases: los que se tocaban en los eventos religiosos y los de uso

profano. Descontando el órgano, los instrumentos de uso religioso eran alientos, ya sea

que sirvieran para duplicar y apoyar las voces en el coro, acompañar procesiones o

asistir a los bautizos y entierros. Por lo general las cuerdas (frotadas o punteadas)

estaban consideradas como instrumentos de uso profano, se utilizaban en bailes y

acompañaban los romances; sin embargo, la frontera entre instrumentos profanos y los

usados en el templo era traspasada constantemente; los primeros eran tocados en el

templo, mientras que los segundos eran usados en fandangos y bailes. Mendieta

señala las clases de instrumentos usados en el templo:

Una cosa puedo afirmar con verdad, que en todos los reinos de la cristiandad (fuera de las

Indias) no hay tanta copia de flautas, chirimías, sacabuches, orlos, trompetas y atabales, como

en sólo este reino de la Nueva España. Órganos también los tienen todas cuasi [casi] las

iglesias donde hay religiosos, y aunque los indios (por no tener caudal para tanto) no toman el

cargo de hacerlos, sino maestros españoles, los indios son los que labran lo que es menester

para ellos, y los mismos indios los tañen en nuestros conventos.11

Respecto de aquellos usados en la música profana, el mismo Mendieta dice:

Los demás instrumentos que sirven para solaz y regocijo de personas seglares, los indios los

hacen todos, y los tañen; rabeles, guitarras, cítaras, discantes, vihuelas, arpas y monacordios,

y con esto se concluye que no hay cosa que no hagan. 12

11 Mendieta, Gerónimo. Historia eclesiástica indiana, Editorial Salvador Chávez Hayhoe, México, 1945, libro IV, cap. 14, p. 64.12 Ibid, libro IV, cap. 14, p. 64.

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Los instrumentos españoles aparecen en el diccionario de Alonso de Molina con

neologismos nahuas que reflejaban su construcción o función, por ejemplo,

mecahuehuetl, guitarra, de huehuetl, tambor o madera y mecatl, con cuerdas; órgano,

evatlapitzalhuehuélt de evatl, piel; pitzali, flauta; huehuétl, algo que se percute:

instrumento de flautas con piel que se golpea. Faltaría por certificar si estos términos

fueron de uso común o solamente creaciones de los nahuatlatos que trabajaron con

Molina.

En la ciudad de México, se sabe que los barrios indios se especializaban en

ciertas manufacturas; en San Antón Tepito, al lado sur de la acequia de San Antonio

Abad, inmediato a las carnicerías, había “oficiales para torcer cuerdas para

instrumentos músicos”, ya que las tripas era la materia prima para dichas cuerdas. 13

Para mediados del XVII era más que evidente la adopción del instrumental

europeo en los pueblos de indios. Un caso es la recepción del fraile irlandés Tomas

Gage y sus compañeros dominicos en Veracruz la Vieja por un grupo de indios con

trompetas y flautas, y de igual manera, a su despedida. 14 Otro fue Francisco de Ajofrín

quien estuvo en la Nueva España entre 1763 a 1766; éste escribe:

Apenas se encuentra pueblito de indios que no tenga su órgano, y muchos toquen clarín, flautas,

chirimías y otros instrumentos propios de su nación […] Los indios que viven en pueblitos

retirados de su cabecera, traen a ella los santos e imágenes de Jesucristo y de su Madre en

procesión para que se les diga una misa, y acabada, se vuelven también en procesión; algunas

veces llevan su música de violines, violones, flautas, bajones, etc., y a los menos clarines y

tambores. 15

Los indios también pudieron haber conocido este instrumento más que por los

españoles, por los mestizos, afromestizos y esclavos pues el contacto más continuo

que tuvieron los indígenas fue con estos. En este sentido, tal vez podríamos hablar que

13 Por ejemplo, en los barrios de Candelaria Chica y los Reyes, en la parcialidad de San Juan, había alfareros; en Necatitlán y San Salvador el Verde y el Seco, cedaceros y doradores; los de Santa María Tlascuaque y San Lucas, matanceros de las carnicerías; en Nativitas recogían sal y en Santiago Tlatelolco había escultores, doradores y pintores. Villaseñor, y Sánchez, José Antonio. Suplemento al Theatro Americano (la ciudad de México en 1755), UNAM, Escuela de Estudios Hispano Americanos, CSIC, México, 1980, pp. 113, 116, 118-119.14 Gage, Thomas. Nuevo Reconocimiento de las Indias Occidentales, Sep/80, F. C. E., 1982, México [1648].pp. 93-94.15 Ajofrín, Francisco de. Diario de viaje a la Nueva España, Heriberto Moreno, Introducción, selección y notas, Cien de México, SEP, México, 1986, pp. 195-196.

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en la Colonia se generaron dos tradiciones del arpa: una indígena (tal como existe entre

los tzotziles, yaquis, nahuas de la Huasteca), y otra afromestiza (por ejemplo, en Tierra

Caliente, Michoacán, y en Veracruz).

La forma más común para adquirir los instrumentos para las capillas indias debió

ser el tributo. Por ejemplo, en agosto de 1550, los miembros del cabildo de la ciudad de

Tlaxcala decidieron hacer la fiesta a la virgen de Santa María de la Asunción. Para tal

fin se compraron instrumentos de viento, chirimías y flautas. El dinero para la fiesta,

incluido el costo de los instrumentos, fue tomado del tributo. En 1552, nuevamente en

Tlaxcala, el cabildo decidió adquirir otros instrumentos:

Conversaron para /que/ se compren trompetas que serán y sus paños de Damasco también se

comprará. El señor corregidor ordenó a todos los integrantes del cabildo para que envíen a

alguien a que vaya a comprar a México las trompetas. Verán de cuanto será su precio, tal ciento

cuarenta o ciento sesenta pesos o quizá más; se verá primero cuando se compraren las

trompetas. Y el tomín /dinero/ saldrá de la ciudad de Tlaxcala.16

Cuando una capilla podía comprar un órgano era un acontecimiento especial.

Existen varios documentos donde se menciona la compra de dicho instrumentos junto

con otros como trompetas, sacabuches (trombones), bajos (fagotes) y música impresa.

Un ejemplo proviene de Tepemaxalco en el Valle de Toluca, cuyo órgano costó 410

pesos según un registro de 1647.17 Y en la década de 1650 se compró para la iglesia

del mismo pueblo dos trompetas, tres sacabuches, dos bajos -tal vez bajones (fagotes)-

una guitarra y un rabel (también se adquirió una misa y un villancico dedicado a San

Pedro).18 En un documento fechado en 1767, se adquirieron para el pueblo de San

Antonio Abad Aquismon, cerca de la villa de Valles, en la Huasteca, clarines, chirimías y

bajón por la cantidad de 35 pesos.19

El arpa fue un instrumento rápidamente adaptado pues formaba parte de las

capillas musicales del siglo XVII en todo el mundo hispánico, en cierto sentido

sustituyendo al órgano. Por lo general se señala su origen hispano y su introducción

16 Celestino Solís, Eustaquio; Armando Valencia R.; Constantino Medina Lima. Actas del Cabildo de Tlaxcala, 1549-1567, Códices y Manuscritos de Tlaxcala, No. 3, AGN, Instituto Tlaxcalteca de la Cultura, CIESAS, México, 1985, p. 325.17 Lockhart, p. 332.18 “Papeles de la familia De la Cruz”, Tepemaxalco, (Calimaya) MNAH AH GO 186., en Lockhart, p. 338.19 AGN, Indios, 1767, Vol. 61, Exp. 173, fs. 160v, 161a.

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entre los indígenas por los evangelizadores. Al parecer, dicho instrumento se adoptó

para ciertas danzas. El capuchino Francisco de Ajofrín decía:

Conocí a un indio que tocaba el arpa con gran primor los bailes de Moctezuma, los sones de los

tlaxcaltecos y otros que usaban en tiempo de la gentilidad, como el solsipichungue

[¿xochipitzahua?], los tocotines, los xules, etc., que generalmente son muy serios, graves y

sonoros, aunque algunos son alegres y festivos. 20

Los nahuas de la ciudad de México y las zonas aledañas continuaron ejecutando

sus danzas y músicas en las fiestas durante todo el periodo colonial. Los intereses en

juego eran varios: reproducción cultural, control político y social, resistencia cultural,

medio de evangelización, razones estéticas o simple recreación, pues la fiesta en el

Antiguo Régimen era al mismo tiempo un asunto político, religioso y económico. Las

grandes festividades representaban una ruptura con la monotonía de la vida diaria ya

que combatir el aburrimiento era importante en poblaciones azotadas por hambre, las

epidemias y en general un sentido de fatalidad; también operaba como una forma de

preservación del orden social.

Incluso los frailes recomendaba que los naturales mantuvieran algunas

tradiciones festivas. El jesuita Joseph de Acosta señalaba que en toda república la

gente debe tener recreaciones y pasatiempos sean juegos, bailes o “ejercicios de

gusto”.21 Si bien, el jesuita consideraba que algunas de estas danzas se hacían en

honor a sus ídolos, ésta no era su función primordial sino más bien la recreación y

regocijo del pueblo, y “no es bien quitárselas a los indios, sino procurar no se mezcle

superstición alguna”.22

El que los indios participaran con sus danzas, representaciones y músicas en las

fiestas cristianas era promovido por las mismas autoridades civiles y eclesiásticas

durante los dos primeros siglos (hasta las reformas borbónicas del XVIII), pues

consideraban que ésta era una forma de acercarlos a Dios (incluso, al igual que en

España, se multaba la no participación en las fiestas). Por ejemplo, al ordenar el

Cabildo de la ciudad que los gremios salieran con sus pendones y bandera el día de

20 Ajofrín, p. 196.21 Acosta, Joseph de. Historia Natural y Moral de la Indias, Crónicas de América, Edición de José Alcina Frach, Dastin Historia, Ediciones y Distribuciones Promo Libro, S. A. de C. V., España, 2003, p. 415.22 Acosta, pp. 415, 417.

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Corpus, consideraba que esto serviría “para que los naturales de esta tierra se animen

a lo mismo viendo que los españoles lo hacen”.23

Sin embargo, no todo tenía un fin político o religioso, también se reconocía la

estética de algunas danzas indígenas. El jesuita Francisco Javier Clavijero señala ya en

el XVIII que “se conserva también hoy entre los mexicanos una danza antigua que

llaman vulgarmente tocotín, la cual es bellísima y tan honesta y grave que se permite a

los indios el hacerla aún en los templos”. 24 A pesar de sostener una opinión negativa de

su música, reconocía la hermosura de las danzas. Una danza llamada de Moctezuma,

que según Pérez de Ribas había sido pagana y ahora dedica a Jesucristo, era tan

agradable que daba inmenso placer, entretenimiento y gala para personas importantes

que vienen de España. Todos los danzantes iban vestidos a la manera de los antiguos

príncipes mexicanos. La danza era acompañada por un teponaztli y un grupo de

cantores ancianos. 25

Las tradiciones y costumbres indígenas, como la danza y la música, no sólo se

mantuvieron por razones prácticas, sino también, políticas. Para la Corona la

participación de todos los grupos en las celebraciones urbanas era parte del orden

imperial; segundo, para la sociedad colonial dichos espectáculos ya eran sentidos como

propios tanto para los criollos, castas e indios. 26

La separación entre república de indios y de españoles permitió que los primeros

mantuvieran muchas de sus costumbres. Aunado a ello, el gobierno indirecto ejercido

por la Corona proporcionó cierta independencia para las comunidades y las

parcialidades en la ciudad. Esto permitió que los indios pudieran mantener un tipo de

reproducción y continuidad cultural.

Otra forma es ver las danzas nahuas como procesos de resistencia cultural,

aunque algunos investigadores consideran que, por ejemplo, la danza de moros y

cristianos, representa el “teatro militar de la humillación”, donde los indios toman el

23 Actas del Cabildo de la Ciudad de México (AC), Libro 7º, 5 de mayo en 1564.24 Clavijero, Francisco Javier. Historia Antigua de México. Col. Sepan Cuántos Nº 29, Ed. Porrúa, México, 8ª ed., 1987. p. 245.25 Pérez de Ribas, Vol. 3, libro 12, cap. 11, 325-327 en Harris, Max. Moors and Christians, Festivals of Reconquest in Mexico and Spain, University of Texas Press, 2000, p. 105.26 Alberro, Solange. Del gachupín al criollo: o de cómo los españoles de México dejaron de serlo, Jornadas N° 122, Centro de Estudios Históricos, El Colegio de México, 1997, p. 193.

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papel de los moros exhibiendo su propia derrota; otra hipótesis plantea que la

participación de los indígenas en las danzas de conquista reflejaría el papel que

tuvieron en la derrota de los mexica. Tal vez ellos no creían tanto representar una

victoria española sino la propia ante sus antiguos enemigos de la Triple Alianza.

Quien ha estudiado las danzas indígenas coloniales como formas de resistencia

a partir de la teoría de James Scott es Max Harris en su libro Moors and Christians,

Festivals of Reconquest in Mexico and Spain, (University of Texas Press, 2000).

Considera que las formas de resistencia en la danza no son manifiestas; más bien

están ocultas o enmascaradas y sólo son evidentes para un grupo. Por eso, aunque en

las danzas participaran santos cristianos, reyes católicos, sultanes o caballeros

medievales, para los indígenas los significados eran otros.

La participación de los indios en las grandes fiestas urbanas era parte del orden

imperial español y era el propio Cabildo de la ciudad quien ordenaba que los indios

hicieran sus danzas. Por ejemplo, para la ascensión de Felipe II en 1557, se acordó que

“en este dicho día en la tarde en memoria y por alegrías de la dicha solemnidad los

indios naturales de esta ciudad hagan su regocijo y mitote en la plaza pública…” 27 En

esta celebración también se tomó juramento de obedecer y “tener por su señor y rey

natural a Don Felipe” a Don Cristóbal, gobernador indio de México; a Don Antonio,

gobernador indio de Tacuba; a Don Hernando Pimentel, gobernador indio de Texcoco, y

a Don Diego de Mendoza, gobernador indio de Tlatelolco y Santiago, quienes lo

hicieron a través de Juan, fraile intérprete. 28

En su interpretación del Códice de Tlatelolco, donde aparecen bailando tres

guerreros al estilo prehispánico –dos tigres y un águila-, Robert H. Barlow advierte “que

aún en la época del segundo virrey las antiguas órdenes militares de los indígenas

todavía existían y que participaban en una ceremonia cristiana de la mayor solemnidad

[la iniciación de la Catedral de México]”.29 De igual manera, Horcasitas considera que en

27 AC, Acta del 4 de junio de 1557. II28 AC, Acta del 6 de junio de 1557.29 Anales de Tlatelolco. Unos anales de la Nación Mexicana y Códice de Tlatelolco, versión preparada y anotada por Heinrich Berlin, con un resumen de los Anales y una interpretación del códice por Robert H. Barlow, México, Antigua Librería Robredo, de José Porrúa e Hijos, 1948, p. 121. Si bien la casta sacerdotal fue eliminada, es probable que la casta guerrera resistiera más tiempo siendo usada para la posterior colonización del territorio.

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base a las fuentes es posible decir “que los frailes franciscanos asistían a espectáculos

y danzas de tipo precristiano en el México de cincuenta años después de la conquista.

La danza que era parte integral de la antigua religión, siguió gozando de popularidad en

la época virreinal…”30

Motolinia describe la procesión de las fiestas de Corpus Christi y San Juan que

se celebraron en Tlaxcala en el año de 1538. Sobre las danzas y música señala: “Todo

el caminos estaba cubierto de juncia, y de espadañas y flores, y de nuevo había quien

siempre iba echando rosas y clavelinas, y hubo muchas maneras de danzas que

regocijaban la procesión.” 31 “Había en el camino sus capillas con sus altares y retablos

bien aderezados para descansar, a donde salían de nuevo niños cantores cantando y

bailando delante del Santísimo Sacramento”. 32

En los recibimientos a autoridades y particularmente los virreyes era

imprescindible que se danzara -aunque esto era también una costumbre en los pueblos

españoles-. Así, en el recibimiento de la condesa del Valle de Oaxaca en México,

salieron a festejar los cuatro barrios indios. Sobre esto el indígena Juan Bautista,

escribió en 1565:

vinieron de todas partes de las cuatro parcialidades, … vinieron con sus insignias, se convocó a

todos los escudos para con ellos recibir a la marquesa... Iba adelante el ocelotl y el cuitlachtli,

iban disparando armas de fuego Pedro Tzopilotl y su hijo José Clemente. 33

El mismo cronista dice que para que para la llegada del virrey don Martín

Enríquez en 1568

… a los siete días le danzaron en las afueras del palacio. [ y el domingo a 21 de noviembre de

ese mismo año] le danzaron en común al virrey, vinieron gentes de todos los pueblos, fue en

lugar de asaetear toros.34

Durante una recepción del virrey marqués de Falces, en 1566, y lo mismo

30 Horcasitas, Fernando. El teatro náhuatl. Épocas novohispana y moderna, México, UNAM, 1974, p. 141.31 Motolinia, Toribio. Memoriales o Libro de las cosas de la Nueva España y de los naturales de ella, Serie de Historiadores y Cronistas 2, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1971, p. 99.32 Motolinia, pp. 99-100.33 Bautista, Juan. ¿Cómo te confundes? ¿Acaso no somos conquistados? Anales de Juan Bautista, Luis Reyes, introd., traducción del náhuatl, paleografía Biblioteca Lorenzo Boturini, Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe, CIESAS, Colección Histórica, 2001, p. 309.34 Ibid, p. 177.

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cuando se inauguró la parte superior del palacio, se ejecutó el axochitlacayotl (lo

relativo a la gente de Axochitlan). 35 En la visita que hizo el gobernador de Iztapalapa se

interpretó el tlacahualizcuicatl cuextecayotl (canto del desamparo al estilo huasteco). 36

En otra ocasión se presentó el chalcacihuacuicatl (el canto de las mujeres chalcas). 37

Otro cronista indígena, Domingo Francisco Chimalpahin también da noticia de las

danzas cuando en noviembre de 1595 llegó al Tepeyac el virrey don Gaspar de Zúñiga

y Acevedo, “allá lo festejaron los españoles, y los mexicas y los chinampanecas fueron

a danzar.” 38 También hubo escaramuza en la laguna. Rubio Mañe basándose en las

Actas del Cabildo señalan que:

“[…] haya junta y cantidad de canoas y enramadas y empavesadas, que saquen los indios de

México y Santiago y Xochimilco, a modo de guerra como lo han hecho otras veces en la laguna, a

los lados de la calzada de Guadalupe… y asimismo mande el Señor Corregidor que se haga el

bosque en la plaza y caza como se suele hacer”. Asimismo, se acordó que al “otro día siguiente,

después de entrado el Señor Virrey, tenga mandado a los dichos interpretes y gobernadores

junten un mitote general de toda esta provincia para la plaza mayor para que le hagan con

invenciones de palos y voladores con mucha plumería que dure desde las dos hasta la noche que

salga la encamisada”. 39

Los indios presentaban sus danzas, prácticamente durante todo el trayecto,

desde Veracruz hasta la capital del reino, y según se iba acercando a su destino las

fiestas y agasajos subían de tono. Por ejemplo, en Tlaxcala (1640) el futuro virrey,

marqués de Villena, no quiso corridas de toros aunque sí presenció un castillo de

chichimecos haciendo tocotines y mitotes “que son sus saraos antiguos, con muchas

galas a su usanza y muchas plumas preciosas, de que forman alas, diademas y

águilas, que llevan sobre la cabeza. Y de esta suerte, en tropas, cantando en su idioma,

estaban todo el día sin cansarse en su sarao, danzando”.40 En Cholula los franciscanos

le ofrecieron una comedia religiosa y los indios principales mitotes y tocotines y en 35 Ibid, p. 155.36 Ibid, pp. 187-189.37 Ibid, p. 221.38 Chimalpahin, Domingo. Diario, paleografía y traducción, Rafael Tena, Cien de México, CONACULTA, México, 2001, p. 61.39 AC, pp. 207-11, 213-214, 222-224, en Rubio Mañé, José Ignacio. El virreinato I. Origen, jurisdicciones y dinámica social de los virreyes. UNAM-IIH, F.C.E., Sección Obras de Historia, 1ª ed. 1955, 2ª ed. 1983, pp. 134-135.40 Gutiérrez de Medina, Cristóbal. Viaje del Virrey Marques de Villena, Introducción y notas de Don Manuel Romero de Terreros, UNAM, Instituto de Historia, Imprenta Universitaria, México, 1947 [1640], pp. 58-59.

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Huejotzingo, muchos coros de música. 41 El día de la entrada a la capital de virreinato,

“hubo un mitote general de cuatrocientos indios, con tilmas de gala y plumeros, que

bailaron a su usanza y alegraron el campo y la Ciudad”. 42 El día de San Agustín, se

presentaron “muchos tablados con festines e invenciones de indios, que explicaban su

contento con disfraces alegres…”43 La Compañía de Jesús le ofreció un festín que

principió con un romance que cantaron diestros artistas acompañados de música; siguió

una comedia compuesta para el caso, sobre la conversión de San Francisco de Borja y

cuyas jornadas quedaron divididas por un entremés y “dos danzas de niños; otros niños

vestidos de aztecas y adornados de plumas y piedras preciosas bailaron un tocotín o

danza indígena, majestuosa, grave y monótona, al son de ayachtlis y teponaztlis y de

una voz que llevaba el compás cantando así: Salid Mexicanos, / Báilale Tocotín. / Que

al Sol de Villena / Teneís el Zenith”. 44

Durante el viaje del cuadragésimo virrey en Antigua, Veracruz, fue recibido por

“… canoas adornadas con arcos de flores y concurren los indios de la jurisdicción con

sus rústicas músicas y danzas a festejar a S.E. acompañándole a la iglesia donde el

cura le recibe con palio”. 45 Ya en Jalapa, que comprendía muchos pueblos de indios,

estos le mostraron su respeto, obsequiándole flores y colocándole una guirnalda al

cuello. Tras pasar Perote, llegaron a la hacienda de los virreyes donde es festejado con

la danza que llaman de Moctezuma y la Malinche. 46

En el camino hacia la de Tlaxcala le esperaban “un sin número de gobiernos de

indios con sus caciques distinguiéndose unos de otros por las insignias que traen de

gritos [?], leopardos, zorros etcétera de madera, dorados y puestos sobre unos palos

largos”.47 Poco ante de llegar a la ciudad de Tlaxcala lo recibieron el gobernador, los

regidores y los gobiernos de indios con sus caciques “que traen sus insignias, músicas,

chirimías, etc. Y sobre los hombros puestas las tilmas blancas en que traen grabados

41 Gutiérrez de Medina, p. 70. 42 Ibid, p. 78.43 Ibid, p. 83.44 Ibid, pp. 87-88.45 “Itinerario del cuadragésimo virrey de Veracruz y la ruta de Veracruz a la ciudad de México”, Páginas de la historia de México, Excerpts from the Morales de Escárcega Collection, Universidad de Arizona, http://digitalcommons.library.arizona.edu/x/archive/files/twelve_pages_25mb_4a1a557324.pdf 16/ 01 / 09, p. 2.46 “Itinerario del…”, pp. 5- 6.47 Ibid, pp. 7-8.

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los escudos de armas e divisas de sus antepasados”. 48 A punto de entrar a la ciudad

“por delante va un numeroso concurso de pueblo de indios con sus danzas, tocando y

bailando” […]49Seguramente estas entradas de los virreyes permanecían en la memoria

de los pueblos y ciudades por donde pasaban. En Tlaxcala, hacia 1764, los indios

ofrecen unas danzas “como las que usaban en tiempos de su gentilidad”.50

Como se puede advertir, la danza y el baile eran parte fundamental del culto y

prácticamente en todas las celebraciones religiosas vemos a los indígenas bailar en las

procesiones o ante las imágenes. En la década de los sesentas del XVI, el cronista

indígena Juan Bautista da noticia de estos cantos y danzas. Por ejemplo, en la fiesta de

San Juan en 1566 se interpretó el papalocuicatl (canto de las mariposas). 51 Para la

fiesta de los Reyes se danzó en el patio de la casa arzobispal el axochitlacayotl y el

cohuixcayotl (lo relativo a los couixca); por su parte, los tlatelolcas interpretaron el

michcuicatl. 52 Para la Pascua de 1564 se interpretó el toltecayotl. 53 Durante la fiesta de

la Asunción en 1565 se colocaron dos tablados en patio del obispo y los tlatelolcas

interpretaron el chololtecayotl. 54 En la fiesta de San Francisco en 1567 se ejecutaron

varias danzas y se estrenaron ornamentos. El mismo Juan Bautista señala:

Los que hicieron bailar a la gente fueron la gente de la iglesia… Y cargaron insignias, casco y

escudos, el aztatzontlis [cabellera de garza] que era propiedad de Aztauacan. Y vinieron los

señores de todos los pueblos, todos vinieron a bailar y vinieron todas sus insignias, sus cargas,

[…] el xilannecatl propiedad de los cordoneros, se hizo en Tlocalpan. Y entonces apareció la

tepozpamitl [bandera de metal] propiedad de Cihuateocaltitlan y la quachictzoncalli, [cabellera de

quahic] tototenpilloli [pájaro colgado en el labio] y los ornamentos sagrados, dalmáticas de dos

tipos, una amarilla y otra colorada. 55

Aunque algunas danzas indígenas como la del volador fueron prohibidas por la

iglesia, en la práctica eran muy toleradas e incluso solicitadas por las autoridades

españolas para diversión de sus autoridades. 56 A mediados del XVI aparecen noticias

de esa danza en múltiples fiestas cristianas. El cronista indígena Juan Bautista escribe 48 Ibid, p. 8.49 Ibid pp. 8-9.50 Ajofrín, p. 205.51 Bautista, p. 149.52 Ibid, p. 299.53 Ibid, p. 297.54Ibid, p. 327.55 Ibid, p. 165

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que en la fiesta de San Sebastián en enero de 1564 los atzaqualcas volaron el palo

volador, presentando dos tlauhquechol, [pelícano] una mariposa y un xillanehuatl.57

En la Fiesta de Corpus -la principal en todos los dominios ibéricos- debía

participar todo el espectro social y era organizada por el Cabildo de la ciudad. En

ocasiones, éste pagaba algunas danzas indígenas; por ejemplo, en la de 1596 se

ordena que se pague a los indios panaderos por sacar danza en la fiesta de Corpus. 58

El palo volador también llegó a presentarse en esta fiesta. 59

Una referencia muy interesante es la fiesta llevada a cabo en la ciudad de

Querétaro en 1680; en ella se representó la historia dinástica de los pueblos del

Altiplano desde los chichimecas hasta los mexicas, pasando por los toltecas.

Capitaneaba la tropa el que ideava al gran D. Diego de Tapia. Seguiase el anciano Xolotl, primer

Emperador de los Chichimecas, en la vltima población destas Provincias, después de la

memorable ruyna de los Toltecas, y a este Nopalton, Tlotzintecuhtli, Quinatzin por otro nombre

Tlaltecatzin, Techotlala: y Ixtlilxuchitl, todos seis del linage Chichimeco, y a quienes sucedieron

los dos Tepanecas Teçoçomoc, y Maxtla, que aunque tiranos gozaron la universalidad del

dominio, en que por muerte, y rota de los exercitos de este entró el quarto Rey de los Mexicanos

Aztecas Itzoatl, y consiguientemente Motecuhçuma, Ilhuicamina, Axayacatzin, Tiçoçic

Chalchiuhtonac, AhuitzotI, Motecuhçuma, Xocoyotzin, Cuitlahuatzin, y el infeliz, y

desgraciadissimo Quauhtemoc. 60

Cuando había una conmemoración muy importante, los indios músicos de los

alrededores –seguramente los pueblos sujetos de las parcialidades indias de la ciudad-

tenían la obligación de participar. En estos casos era el propio virrey quien daba la

orden. Por ejemplo, para la procesión de la celebridad del santo Rey Don Fernando el

virrey, marqués de Mancera, ordenó “a los gobernadores de las dos parcialidades de

San Juan y Santiago de esta ciudad que con los teponastles, danzas [y] mitotes que

acostumbran, concurran a la procesión que se ha de hacer el día 15 de julio de este

56 Gibson, Charles. Los aztecas bajo dominio español (1519-1810), Siglo XXI Editores, 9a ed., México, 1986, p. 152.57 Bautista, p. 185.58 AC. Acta del 28 de junio de 159659 Bautista, p. 197.60 En Leonard, Irving A. La época barroca en el México Colonial, México, F. C. E., 1974.pp.186-187

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presente año”.61 Y lo mismo se pidió al gobernador del partido de Tacuba.62 El cronista

mestizo Chimalpahin dice que en septiembre de 1593, por órdenes del virrey hubo

danzas en la en la plaza del Volador, en esa ocasión

se ejecutó un canto de pescadores [michcuicatl]. Vinieron todos los chinampanecas, los cuatro

señores de Xochimilco, que trajeron sus divisas para la danza, y también danzaron los oficiales

de México Tlatelolco y los tlacopanecas, de que se admiraron mucho las autoridades [civiles] y

los obispos.63

La valoración de las danzas y música indígena estará en función de quien habla

ya sea religioso, funcionario, comerciante o soldado, y del contexto en el que se

encuentra. Por ejemplo, Thomas Gage siempre aprecia positivamente la música que

escuchó en la Nueva España, tal vez porque estaba asociada a banquetes,

recibimientos o comidas en su honor y la de sus acompañantes. Al llegar a Huejotzingo,

Gage y sus acompañantes son recibidos en el convento con música tocada por los

indios. En la noche

Vinieron al convento para divertirnos unos doce muchachos, el mayor de los cuales tendría sobre

catorce años, cantaron y bailaron hasta media noche; y a la verdad no sólo nos causaron placer

aquellas letrillas españolas, tan bien cantadas, y con un acompañamiento de guitarra tan

magistral, aquellos movimientos de cuerpo, aquellos trenzados y pasillos, aquel repiqueteo de

castañuelas, y hasta sus canciones indias, sino que nos quedamos atónitos y llenos de

admiración. 64

Lo que se puede desprender de este párrafo era que estos indígenas –tal vez

nahuas- cantaban tanto en español como en su lengua, que se acompañaron de

guitarra y castañuelas y al mismo tiempo, bailaban. Esta costumbre de bailar cantando

era tanto española como indígena de tiempos anteriores a la Conquista –los cuicatl-, ya

sea que cantaran los propios danzantes o un músico del grupo.

El vestuario era uno de los elementos más importantes en las danzas (a veces

más que la música misma). En ocasiones, las fuentes hacen más descripciones del

vestuario que de los bailes. Los danzantes nahuas podían aparecer como dioses,

animales –jaguar, águila, coyote, tigre, serpiente, iguana, serpientes aladas, mono

61 AGN, General de Parte, Vol. 13, Exp. 180, julio de 1673, f. 207 v.62 Idem. 63 Chimalpahin, p. 49.64 Gage, p. 116.

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(también, en ciertas fiestas, españoles y mestizos se vestían de animales mitológicos.65)

Un caso muy interesante aparece en El Códice Osuna (cuyo tema es la vida política de

los indígenas de la ciudad de México de 1551 a 1565). Una parte se compone del juicio

de residencia instruido por el Gobernador Don Esteban de Guzmán contra autoridades

indígenas de la ciudad. 66 El documento es importante ya que además de señalar la

presencia de danzas de carácter prehispánico en época colonial, habla del alquiler de

trajes para las fiestas y de los negocios que se hacían sobre los vestuarios. 67

Otro tipo de fiesta y danza de tipo prehispánico eran los combates dramatizados

que durante el XVI y XVII continuaron, tal como puede leerse en la crónica de Juan

Bautista ya citada.

El jueves se celebró la fiesta de los Tres Reyes. Y también entonces se dieron estocadas los

españoles en las afueras de la casa de Alonso Villanueva y escaramucearon, todos llevan

puestas sus armas. Y los mexicanos combatieron con canoas escudo, se enfrentaron a los

tlatelolcas, todos llevaban puestas sus insignias. Martín Xollotecatl fue como nahual de ocelote se

vistió [con tal insignia]. 68

Como vemos, la aceptación de la fe cristiana no implicó la destrucción total de

las antiguas creencias indígenas. Más bien esto último -desenraizar la religión popular

prehispánica- hubiera sido muy difícil y aún en la ciudad de México había toda una serie

de elementos como esculturas o sitios ceremoniales que recordaban los cultos

prehispánicos. Durante las primeras décadas los indios mantenían rituales paganos y

todavía en 1540 no se había aceptado el cristianismo. Para 1570 o 1580 ya estaban

más interesados en el cristianismo y fundaron sus propias cofradías. 69 Los primeros

65 Por ejemplo en la fiesta de la canonización de San Juan de Dios, en octubre de 1700, “los vecinos de la Alameda y hospital, salieron de máscara curiosamente vestidos, con varios trajes, remedando varios animales y fábulas de la antigüedad: la idea del carro fue el Monte Parnaso, vestido de carmesí, el Pegaso con alas, en nueve nichos las musas con cetros en las manos, arriba en un trono el Dios Apolo como presidente, que llegando al hospital representó en una loa las virtudes del santo”. Robles, Antonio de. Diario de Sucesos Notables, (1665-1703), 3 Tomos, Edición y prólogo de Antonio Castro Leal, Segunda Edición, Ed. Porrúa, México, 1972, t. I, p. 128.66 “Relación contra los alcaldes y regidores desta ciudad de la parte de México, hecha y examinada muy retamente por los mexicanos, con cargo de que se probará todo como en ella es contenida”, en Códice Osuna. 67 Códice Osuna, p. 15.68 Bautista, p. 185.69 Jiménez Moreno en Tax, Sol et al. "Four hundred years after: General Discussion of Acculturation, Social Change, and the Historical Provenience of Cultural Elements", Heritage of Conquest, Sol Tax et al, 1968, p. 252.

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evangelizadores reconocieron el interés de los indios, sin embargo, tras una etapa de

entusiasmo mutuo70; la segunda generación de evangelizadores o hasta los primeros ya

no fueron tan optimistas y consideraron que en cierta medida los indios continuaban

con sus ritos antiguos. Además, ya para la década de los ochenta del XVI había

desparecido el impulso evangelizador humanista y así como los conquistadores fueron

sustituidos por funcionarios y burócratas, los frailes misioneros, por párrocos mucho

menos preparados y conscientes de su labor evangelizadora.

70 Gibson considera que el fervor por la evangelización tuvo muy corta duración, pues ya a mediados del XVI los indios ya no estaban tan motivados. Gibson, p. 115.

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