los indicios de lo falso en la psicologia · 2019-06-28 · con la justificación de la coherencia...

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�, ) f \ -----------------LaEradeloFᖮ---------------- - LOS INDICIOS DE LO FALSO EN LA PSICOLOGIA Fernando Hernández A cercarse al sentido y definición de lo lso implica a la vez establecer límites y recomponer separaciones. Lo que aquí se conviene es que lo lso es so- bre todo una rma de atribución cultural a ob- jetos, hechos y personas cuya característica prin- cipal es la de pretender sorprender o conndir mediante la evolución de un rerente (el origi- ·nal, el genuino) que posee la marca de la auten- ticidad. Desarrollar este sentido de lo lso ocu- pa la primera parte de este texto. Pero además se trata de establecer la conexión de lo lso con la psicología. Tarea que dicilmente un psicólo- go estaría dispuesto a realizar, ya que de lo que se trata es de mostrar indicios que evocasen l- sedad tras un conjunto de conocimientos y téc- nicas que le están sirviendo de apoyo a su activi- dad prosional. Pero al propio tiempo, no sería posible realizar este acercamiento sin poseer un bagaje suficiente para detectar ese sentido de lo lso en las diversas problemáticas que actan hoy a las distintas expresiones de la psicología. Se requiere estar en una posición onteriza que permita desarrollar un tema que reclama un equilibrio entre el conocimiento disciplinar y la libertad para encontrar en el la indicios sobre lo lso. A este cometido está dedicada la segunda parte de este artículo. EL SENTIDO DE PERMANENCIA DE LO FALSO Lo lso posee un campo de ubicación especí- fico que no es asimilable ni comparable con otras atribuciones, con otros términos de similar uso como la mentira o el engaño. No existe otra vinculación entre estas denominaciones que la de compartir un mismo campo temático y prác- tico: la intención de mostrar como auténtica una realidad que no lo es. La distinción más destaca- da entre estas denominaciones de uso próximo en la cotidianidad es que lo lso está vinculado a una rma de actuación, a una corriente cultu- ral, mientras que la mentira y el engaño entran en los dominios de la ética o de la moral. Por es- ta razón, lo lso está vinculado a un estado de permanencia, mientras que el engaño, que es ocasional e interesado, está marcado ·por su mo- mentaneidad. Esto hace que lo lso sea sobre todo un atributo o señal de identidad. Cuando se miente se entra en una secuencia 76 de acciones cuyo fin está en las consecuencias que se derivan del descubrimiento de la verda- dera intención de la acción. Por el contrario, lo lso no oculta su intención. En todo caso la ca- mufla, haciendo uso de una jesuítica restricción mental. Lo lso no pretende el engaño. Es una rma de apropiarse la realidad, que es comuni- cable, en la medida en que, por lo general, hace públicas sus reglas. Por esto lo lso carece del rechazo que provoca la desconfianza que se apo- dera de quien es objeto de engaño y se acepta como un juego del que hay que descubrir sus implícitos y del que puede resultar hasta apasio- nante desciar su «secreto». Aparece así una característica de lo lso evo- cada por Tierno Galván (1) cuando señala que hay sentidos de lo lso que son más objetivos que lo auténtico... Desde esta premisa , lo más lso puede llegar a ser pura «objetividad», pues en definitiva, carece de los condicionamientos que puede plantearle lo que le es ajeno, y que siempre actan a lo auténtico, poniendo en cuestión su propia razón de ser. Como luego se verá, es lo contrario de lo que sucede en las ciencias sociales, en la psicología: su an máxi- mo es ser objetiva, para con ello mostrarse au- téntica. Apuntalando este sentido definitorio de lo lso, su antónimo no sería lo verdadero, sino lo auténtico. En lo lso se dan grados y una diver- sidad de apreciaciones que le son otorgadas por qué lo realiza o por quién lo comparte. Pero además este atributo es un valor mutable y en cierta rma caprichoso, que no se presenta tras el signo d� estabilidad y permanencia que posee lo auténtico. Bajo el imperio de la deidad del di- nero se multiplica lo lso por ser más económi- co, más asequible que lo auténtico. Por eso lo lso es popular, mientras que lo auténtico es elitista. Aunque para reconocer ciertas rmas de lo lso se requiera dominar el código restrin- gido de lo auténtico. Lo lso no es una categoría de homogénea atribución. Por eso se dinde sin generar un va- cío, ni reclama la presión de mostrar el grado de calidad al que se ve obligado la autenticidad. De esta rma, lo lso ha ido haciéndose patente en todas las manistaciones humanas: en el ar- te y en la ciencia, en la comunicación y en la técnica, especialmente porque es expresión de una rma de persuasión: la del contemporáneo deseo de posesión. Posiblemente eron los sofistas los introduc- tores de este sentido de lo lso, en el contexto del valor persuasor que otorgaron a la palabra. El dominio y el uso de la palabra se apoya en una retórica que sirve para entablar un inter- cambio entre quien conoce las técnicas de per- suasión y su reconocimiento público. Lo esen- cial pues de lo lso, es este reclamo que lleva implícito su reconocimiento y con el que delibe- radamente pretende conndir o sorprender me- diante su habilidad en simular lo auténtico.

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Page 1: LOS INDICIOS DE LO FALSO EN LA PSICOLOGIA · 2019-06-28 · con la justificación de la coherencia de los he chos, o la autenticidad de las investigaciones. Por eso quizá la psicología

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LOS INDICIOS DE LO

FALSO EN LA

PSICOLOGIA

Fernando Hernández

Acercarse al sentido y definición de lo falso implica a la vez establecer límites y recomponer separaciones. Lo que aquí se conviene es que lo falso es so­

bre todo una forma de atribución cultural a ob­jetos, hechos y personas cuya característica prin­cipal es la de pretender sorprender o confundir mediante la evolución de un referente (el origi­·nal, el genuino) que posee la marca de la auten­ticidad. Desarrollar este sentido de lo falso ocu­pa la primera parte de este texto. Pero ademásse trata de establecer la conexión de lo falso conla psicología. Tarea que difícilmente un psicólo­go estaría dispuesto a realizar, ya que de lo quese trata es de mostrar indicios que evocasen fal­sedad tras un conjunto de conocimientos y téc­nicas que le están sirviendo de apoyo a su activi­dad profesional. Pero al propio tiempo, no seríaposible realizar este acercamiento sin poseer unbagaje suficiente para detectar ese sentido de lofalso en las diversas problemáticas que afectanhoy a las distintas expresiones de la psicología.Se requiere estar en una posición fronteriza quepermita desarrollar un tema que reclama unequilibrio entre el conocimiento disciplinar y lalibertad para encontrar en ella indicios sobre lofalso. A este cometido está dedicada la segundaparte de este artículo.

EL SENTIDO DE PERMANENCIA DE

LO FALSO

Lo falso posee un campo de ubicación especí­fico que no es asimilable ni comparable con otras atribuciones, con otros términos de similar uso como la mentira o el engaño. No existe otra vinculación entre estas denominaciones que la de compartir un mismo campo temático y prác­tico: la intención de mostrar como auténtica una realidad que no lo es. La distinción más destaca­da entre estas denominaciones de uso próximo en la cotidianidad es que lo falso está vinculado a una forma de actuación, a una corriente cultu­ral, mientras que la mentira y el engaño entran en los dominios de la ética o de la moral. Por es­ta razón, lo falso está vinculado a un estado de permanencia, mientras que el engaño, que es ocasional e interesado, está marcado ·por su mo­mentaneidad. Esto hace que lo falso sea sobre todo un atributo o señal de identidad.

Cuando se miente se entra en una secuencia

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de acciones cuyo fin está en las consecuencias que se derivan del descubrimiento de la verda­dera intención de la acción. Por el contrario, lo falso no oculta su intención. En todo caso la ca­mufla, haciendo uso de una jesuítica restricción mental. Lo falso no pretende el engaño. Es una forma de apropiarse la realidad, que es comuni­cable, en la medida en que, por lo general, hace públicas sus reglas. Por esto lo falso carece del rechazo que provoca la desconfianza que se apo­dera de quien es objeto de engaño y se acepta como un juego del que hay que descubrir sus implícitos y del que puede resultar hasta apasio­nante descifrar su «secreto».

Aparece así una característica de lo falso evo­cada por Tierno Galván (1) cuando señala que hay sentidos de lo falso que son más objetivos que lo auténtico ... Desde esta premisa , lo más falso puede llegar a ser pura «objetividad», pues en definitiva, carece de los condicionamientos que puede plantearle lo que le es ajeno, y que siempre afectan a lo auténtico, poniendo en cuestión su propia razón de ser. Como luego se verá, es lo contrario de lo que sucede en las ciencias sociales, en la psicología: su afán máxi­mo es ser objetiva, para con ello mostrarse au­téntica.

Apuntalando este sentido definitorio de lo falso, su antónimo no sería lo verdadero, sino lo auténtico. En lo falso se dan grados y una diver­sidad de apreciaciones que le son otorgadas por qué lo realiza o por quién lo comparte. Pero además este atributo es un valor mutable y en cierta forma caprichoso, que no se presenta tras el signo d� estabilidad y permanencia que posee lo auténtico. Bajo el imperio de la deidad del di­nero se multiplica lo falso por ser más económi­co, más asequible que lo auténtico. Por eso lo falso es popular, mientras que lo auténtico es elitista. Aunque para reconocer ciertas formas de lo falso se requiera dominar el código restrin­gido de lo auténtico.

Lo falso no es una categoría de homogénea atribución. Por eso se difunde sin generar un va­cío, ni reclama la presión de mostrar el grado de calidad al que se ve obligado la autenticidad. De esta forma, lo falso ha ido haciéndose patente en todas las manifestaciones humanas: en el ar­te y en la ciencia, en la comunicación y en la técnica, especialmente porque es expresión de una forma de persuasión: la del contemporáneo deseo de posesión.

Posiblemente fueron los sofistas los introduc­tores de este sentido de lo falso, en el contexto del valor persuasor que otorgaron a la palabra. El dominio y el uso de la palabra se apoya en una retórica que sirve para entablar un inter­cambio entre quien conoce las técnicas de per­suasión y su reconocimiento público. Lo esen­cial pues de lo falso, es este reclamo que lleva implícito su reconocimiento y con el que delibe­radamente pretende confundir o sorprender me­diante su habilidad en simular lo auténtico.

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LA PSICOLOGIA COMO FORMA DE

PERSUASION

Esta asociación entre la persuasión y lo falso se ha extendido por las formas culturales con­temporáneas mediante no sólo la palabra sino también los objetos, las imágenes y la propia ciencia. Su vinculación con todo lo que aconte-

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ce y preocupa al individuo occidental, resulta el nexo más adecuado para llevar a cabo un acerca­miento a los sentidos de lo falso en la disciplina psicológica. Tomando como punto de partida para ello el cómo ha sido presentada a lo largo de este siglo, y de forma especial desde que se la definió como ciencia de la conducta humana.

En la psicología, la persuasión por la palabra se nos aparece como imitación del ejercicio divi­no de «nombrar» lo nuevo. En este sentido, una de sus funciones ha sido la de rebautizar lo ya existente, mediante un jerga, una práctica, que han ido creando una distancia entre el individuo y sus «intérpretes»; así los deseos se transfor­man en motivaciones, los sentimientos en emo­ciones ... con lo que se establece una casuística clasificadora que desvirtúa la realidad humana, remitiéndonos a una imagen reconvertida y fal­seada de lo que acontece en la cotidianidad.

El mosaico de resultados que ha. creado la psi­cología para describir la naturaleza humana, ha tenido la virtud de mostrarla con un sentido de especularidad que conformado como auténtico.

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A pesar de ello, es posible encontrar en la psico­logía algunas de las señales definitorias de lo fal­so. Su identificación es posible realizarla por el camino opuesto al seguido por esta disciplina: sin la intención de presentar un alegato basado en la autenticidad de las pruebas, ni de mostrar una evidencia basada en una sucesión de argu­mentos. Se trata de <�ugar a la contra» a la obsti­nada seriedad de la psicología en pos de un ri­gor, de una cientificidad que no ha emprendido el camino normalizador de la duda o la falsa­ción. Se pretende con ello descubrir la etiqueta de lo falso en algunos de los afanes que compo­nen lo que constituye su denodado empeño: la compartimentación del sujeto de estudio, el ca­mino que ha seguido de la descripción de la conducta a la prescripción de normas de actua­ción, el valor de los modelos de representación del conocimiento y las promesas de solución a los problemas personales.

LA COMPARTIMENTACION Y

OCULTACION DEL INDIVIDUO

Cuando se mira a la psicología académica tra­tando de organizar la definición de su objeto de estudio a través de los modelos aplicados o infe­ridos que ha ido presentado, no se encuentran demasiadas trabas para ver reflejado en su histo­ria un camino hacia la simplificación. Se nos muestra una trayectoria de aislamientos, me­diante una actividad prestidigitadora que oculta tras las palabras, los experimentos, las investiga­ciones, su propia ambigüedad: cada psicología revierte definiciones diferentes sobre objetos de similar denominación. Pero sobre todo ha logra­do un distanciamiento de la naturaleza humana, mediante el trastocamiento del individuo, com­pendio de biología y cultura, en la categoría de «sujeto». Para ello ha constituido un objeto ge­neral de estudio: la descripción y explicación de la conducta, con el que ha logrado alejar al indi­viduo (concreto) de su propia identidad.

En esta trayectoria, la psicología, por lo gene­ral, ha tratado de mostrar como auténtico lo que se manifiesta con frecuencia tras un lenguaje hermético. La explicación del sentido de la na­turaleza humana es proclamada mediante una diversificada y compartimentada sucesión de parcelas, tras una serie de velos, de encubri­mientos que hacen que su mensaje sea prototí­pico de lo falso: pretende mostrar como auténti­co, aquello que es sólo su apariencia.

Simula estar revelando un misterio, pero en realidad lo está ocultando; pretende ayudar a los individuos y a la vez reafirmar el poder del psi­cólogo sobre él; busca aumentar el conocimien­to sobre los procesos humanos, pero en unas condiciones de descontextualización, que tie­nen poca similitud con lo que acontece en la vi­da diaria. En esta posición la psicología se ase­meja a otras disciplinas, sin embargo el impacto social de la influencia de las visiones que

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proyecta tiene un eco mayor, porque hacen refe­rencia a las preocupaciones y necesidades más próximas de las personas.

Para contribuir a crear este entramado, la psi­cología ha ido ofreciendo una sucesión de visio­nes predominantes que definen y dan sentido a los segmentos en los que ha compartimentado al individuo. Un movimiento se enfrenta con el precedente y pasa a sucederle. De esta forma el objeto de la psicología, la conducta humana, se ha ido explicando con la referencia de la reflexo­logía, el conductismo en sus distintas variantes y épocas, los avatares psicoanalíticos y en la ac­tualidad bajo la dominancia cognitiva. Todas ellas han reclamado adhesiones y han levantado polémicas. Pero la sucesión aunque cumpla una finalidad narrativa de transmisión académica, no posee en la realidad este carácter de confronta­ción y exclusión. Cuando éste se muestra lo ha­ce como un atributo de lo falso, ya que al apare­cer ante el público bajo la preminencia aparente de un dominio, lo que se logra es ocultar una si­multaneidad de preferencias, una variedad de tendencias mediante las que los psicólogos dis­tribuyen el dominio del saber, para abarcar de forma más compartimentada la realidad.

lCómo logra la psicología esta simulación que deviene en lo falso? Mediante la desintegración del sujeto en objetos reducidos, en separaciones que lo alejan de sí mismo y lo diluyen en fun­ciones o procesos metafóricos. No existe el indi­viduo, sino un conjunto de categorías abstractas que lo definen: el aprendizaje, la memoria, la percepción, la motivación, la personalidad ... Los individuos sirven de referencia para realizar ge­neralizaciones, devolviéndoles nuevas imágenes de sí mismos que se encuentran alejadas de las preocupaciones de cada día.

Con ello se logra que el sujeto deje de ser in­dividuo de tener historia propia y se le objetiva con la justificación de la coherencia de los he­chos, o la autenticidad de las investigaciones. Por eso quizá la psicología se ha convertido en la disciplina que ha hecho de su razón de ser el simulacro y la ocultación de la realidad, median­te la presentación de una serie de datos y mode­los carentes de especificidad, pero desde los que se obstina en mostrar su autenticidad. El todo se muestra así desde la separación y el aislamiento de las partes.

Por eso, cuando los psicólogos mimetizaron «el espíritu científico» derivado de las posicio­nes y postulados del positivismo y del pragma­tismo dieron forma a un objeto disciplinar, la psicología científica, que con la contundencia de la extrapolación aparecía repleta de sombras. Y ello sucedía, tal y como apunta con acierto Ber­talanffy, porque la psicología en los Estados Unidos, lo que casi quiere decir, la psicología desde hace casi medio siglo, estuvo dominada por el concepto de «organismo reactivo», por el modelo del «hombre robot», del que ha tardado en despegarse del todo. Lo que definía como

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conducta era lo observable, lo medible, lo que podía ser validado por criterios estadísticos de fiabilidad, y cuyo resultado numérico dotaba a la psicología del valor incuestionable de lo auténti­co. Sólo a partir de los años cincuenta, y desde entonces en muy pocas ocasiones, se han plan­teado los psicólogos que el modelo de realidad del que era reflejo una autenticidad cifrada en la creación de separaciones, podía ser cuestionado.

Esta posición se reafirmaba mediante usos metodológicos basados en lo que Feyerabend denominó «la impresión de estabilidad», y que se fundamentaban en la búsqueda de unos he­chos que, se pretendía, no estuvieran sujetos a ninguna clase de cambios. Situación que se si­gue manteniendo a pesar de las reconversiones y transformaciones operadas en la psicología ba­jo el enfoque cognitivo. Ahora no se estila ha­blar de coeficientes de inteligencia sino de esti­los cognitivos, se ha sustituido el discurso del rendimiento efectivo por el de los procesos cog­nitivos, sin embargo, la tendencia clasificadora permanece.

No existe una reflexión en la psicología simi­lar a la que acontece en las ciencias y las huma­nidades en la posmodernidad. La perspectiva cognitiva ha dotado a la psicología de nuevas se­guridades, saliendo con ello del estado de crisis en que la sumió el conductismo, pero sigue sin afrontar muchos de los problemas que origina­ron dicho estado de crisis.

Si la finalidad de la psicología fuera, como lo es la de las otras ciencias sociales, lo que en pa­labras de Wertsch (2) sería encontrar lo específi­camente humano, tendría que haber corregido alguna vez su rumbo y aceptar que se había fra­casado en muchas de las fases de la empresa de contribuir a la descripción y la explicación holís­tica e integrada de la naturaleza humana. Finali­dad que se asemeja a un Dorado, inalcanzable por ahora, pero motor de las mejores búsque­das, si la psicología estuviera dispuesta a romper barreras y dependencias.

DE LA DESCRIPCION A LA

PRESCRIPCION

La psicología ofrece un sistema de aseveracio­nes que pretende ser coincidente con el sentido de realidad que busca conocer y definir, para con ello describir y explicar el comportamiento humano, siendo sus objetivos últimos predecir y prescribir la conducta. A ello contribuyen afir­maciones del tipo, el aprendizaje sigue las pau­tas del procesamiento de la información, existe una forma de crear situaciones motivadoras, hay una norma para secuencializar las interacciones con el entorno, que constituyen algunos ejem­plos de este reiterado afán de similitud que con­forma el deseo de una objetiva autenticidad, pe­ro que sin embargo remite siempre a una metá­fora de la realidad, desde la que se prescriben las formas óptimas para adaptarse a ella.

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Esto ha hecho de la psicología una disciplina que se acomoda con facilidad a diversos siste­mas de conocimiento disciplinar y que se apro­pia de otros lenguajes. Lo que no le impide mantenerse constante y fiel a su principio mo­tor: ser científica. Para ello ha adaptado o mime­tizado problemas, métodos, tecnologías de las disciplinas que en cada época aparecían como predominantes. Así ocurrió con la fisiología en sus orígenes y pasa ahora con la ciencia cogniti­va. Ser científico supone describir o explicar la realidad, pero sobre todo prescribirla a partir de las conclusiones obtenidas. Para ello es necesa­rio tener credibilidad y no mostrar las dificulta­des que aparecen en la investigación o reflexio­nar sobre las insuficiencias que pueden derivar­se de las propuestas planteadas. Así se suceden publicaciones y congresos en los que se da la sensación de estar en posesión de una teoría a prueba de toda duda. Cuando lo cierto es que tal y como señala Pelechano (3) no es posible arti­cular un modelo teórico que sea justificativo y que abarque a la realidad psicológica en su tota­lidad.

Con todo ello la psicología se aleja cada vez más del sueño de ser ciencia y sigue en peligro de convertirse en una tecnología, como en su día planteaba Caparrós (4). Lo que significa ir reduciéndose a un amplio conjunto de técnicas para ser aplicadas con un sentido de obligado pragmatismo en problemas de urgencia social, en lugar de replantear los principios básicos de la actividad psicológica (5).

El resultado de este afán de mimesis y de prescriptiva cientificidad ha sido una carencia de unidad, compensada con una potencia institu­cionalizadora y divulgadora ejemplar, que des­borda a la seguida por cualquier otra disciplina. No hay campo de la realidad, problema social, necesidad profesional para el que la psicología no brinde una parcela de su interés y una posibi­lidad de aplicación. La imagen que la psicología proyecta es la de un calidoscopio de múltiples enfoques, que en la mayor parte de los casos no definen un campo de conocimiento, sino qµe utilizan una serie de usos y técnicas recurrentes con la finalidad de obtener un rendimiento ante la inmediata necesidad de ofrecer solución a los problemas. Pero realizar una prescripción exige tener la seguridad de que se logrará el objetivo perseguido, porque las decisiones tomadas se fundamentan en un sistema de conocimientos que no pretende establecer inferencias sólo des­de la descripción o la búsqueda de regularida­des. Al no hacerlo así, la psicología muestra sus prescripciones con el sello de la autenticidad, que si no se cumple siempre se obtiene la excu­sa de que no se han realizado bajo las condicio­nes exigidas, o se plantea la tregua «de- la falta de tiempo para ver los resultados».

Por esto, la psicología que ha arriesgado todo para ser una ciencia, desde abjurar de sus refe­rencias filosóficas, hasta alejarse de las ciencias

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sociales (ldónde se encuentran las explicaciones sobre la naturaleza humana derivadas de la so­ciología, la antropología o la biología?), ha pre­tendido elaborar como se ha dicho, la explica­ción de la conducta humana, como objeto es­pecífico disciplinar. Pero este objeto presenta una evidente «limitación»: aunque resulte sus­ceptible de categorizaciones no lo es de genera­lizaciones. Cuando éstas se explicitan actúa la hipótesis foucaultiana, de que se ofrece una for­ma de concebir la realidad que hace que las acti­vidades de los individuos se definan mediante pautas objetivas o esquemas estables de homo­geneización. Con ello se logra crear un discurso separador sobre «lo normal», que es utilizado con carácter falsamente integrador, para en la esfera de lo social servir de marginador de toda anomia.

LAS EXPLICACIONES SOBRE LA

REPRESENTACION DEL CONOCIMIENTO

La perspectiva dominante en la actualidad en psicología es la cognitiva. La pregunta que como problema crucial trata de responder está plan­teada en términos de lcómo el mundo externo se representa en la mente de los individuos? Esto ha focalizado una de las preocupaciones centrales de la psicología contemporánea, que trata de encontrar el modelo que explique cómo se desarrolla y resuelve el problema del conoci­miento humano. En esta empresa la psicología no ha estado sola, y quizá por vez primera se vislumbra una preocupación que reclama es­fuerzos interdisciplinares. Ciencias como la in­formática, la filosofía, la lingüística, la antropo­logía y las neurociencias, están aportando mode­los, enfoques a una problemática, que si bien no posee una salida unitaria, ha servido para supe­rar algunos de los determinismos creados por el conductismo y por el modelo impulsado por los partidarios de la metáfora de la computadora co­mo explicación del conocimiento humano (6).

Vale la pena detenerse en la evolución de esta temática porque nos brinda uno de los campos en los que la psicología ha llevado a cabo algu­nos desarrollos que han creado una imagen fal­seada sobre el conocimiento humano, tal y co­mo señala van der Dusse (7). Imagen que está próxima a la de la psicología del sentido común que cree que la mejor forma de explicar la con­ducta es a partir de lo que se dice de ella.

La posición denominada «representacional» ha sido hasta ahora la predominante como mo­delo-respuesta a la pregunta más arriba plantea­da. Lo que se ha pretendido desde esta postura ha sido entender el lenguaje del procesamiento de la información en términos de operaciones de símbolos. Con ello se busca encontrar los principios que hacen que los estados mentales sufran transformaciones, o establezcan una se­lección entre inputs y outputs. Estos principios se han denominado acciones cognitivas, y se de-

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finen por las propiedades estructurales de las re­presentaciones mentales, que son de carácter si­milar a las que se utilizan en una lengua, y que conlleva la aceptación de lo que Eodor ha deno­minado el «lenguaje del pensamiento» (8). Esto ha supuesto establecer una similitud entre la or­ganización interna del conocimiento y la estruc­tura del lenguaje.

Para adoptar esta posición se ha aceptado la premisa de que los pensamientos son entidades computacionales en las que aparecen operacio­nes seriales que se representan en un orden es­pecífico. El programa natural del pensamiento estaría formado por operaciones lógicas, como el razonamiento inferencia!. Esto supone acep­tar que es el enunciado-sentencia el que rige to­do tipo de conducta y también la comprensión de la realidad.

El fundamento epistemológico de esta posi­ción, escribe el propio van der Dusse, es la creencia que se puede tener acceso al lenguaje del pensamiento mediante la comprensión refle­xiva y el razonamiento puro. Nuestro conoci­miento sería por tanto, un conjunto de senten­cias que se detectan cuando expresamos nues­tras creencias, pensamientos, deseos ... Lo que decimos es la expresión de nuestro pensamien­to, y mediante el análisis de nuestros enuncia­dos es posible detectar la estructura de nuestro conocimiento.

Este modelo se ha aplicado a teorías del aprendizaje y de la instrucción, a perspectivas de formación, en trabajos sobre evaluación de con­textos, y en general recorre toda la psicología, ofreciendo la imagen de que mediante nuestro lenguaje expresamos nuestro pensamiento, que nuestro mundo interno se refleja en nuestras palabras. Nuestra conducta se encuentra guiada por las sentencias intencionales que explicitan el comportamiento de nuestro conocimiento.

Con ello se ha creado un modo de percibir el mundo y a nosotros mismos que es sólo una apariencia de lo que acontece en la realidad. Pues es una extrapolación de lo que ocurre con los ordenadores y sobre todo con los lenguajes de la inteligencia artificial. Así vuelve a surgir de nuevo el sentido referido de lo falso, como mos­tración de una apariencia que simula ser la reali­dad a la que remite.

En la actualidad aunque no ha disminuido la fuerza de esta posición, se están abriendo otros modelos, comprendidos en lo que se ha deno­minado la posición «conexionista». Esta parece recoger con más fidelidad la complejidad de la representación del conocimiento humano. Su modelo básico ha tomado como referencia las propiedades de las redes superpuestas, que es­tán formadas por unidades no lineales, basando sus investigaciones en lo que se ha denominado procesos de distribución paralela (PDP), que es­tán más próximos al funcionamiento simplifica­do de una neurona que no de un lenguaje del ordenador. El papel de estas unidades es ir su-

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mando la actividad de emisión y recepción de señales conectadas con las otras unidades y cambiar de estado en función de esta suma. Es­to da lugar a lo que se ha denominado «redes conectivas» que son reflejo de los procesos diná­micos del cerebro, junto a los que actúan en pa­ralelo y no en secuencia como propugna la pers­pectiva representacional. La principal cualidad de las redes conectivas es su capacidad para aprender de forma permanente, es decir, para auto-organizarse.

Esta posición se abre camino frente al tradi­cional enfoque representacional, entre otras ra­zones porque está vinculada al cuestionamiento del papel del lenguaje. En la actualidad éste es considerado sobre todo como una abstracción de procesos más ricos y generalizados, teniendo en cuenta que es el resultado de una transmi­sión cultural de esquemas cognitivos que se dis­tribuyen de forma intersubjetiva en los grupos sociales. Esto ha hecho que el reto que en la ac­tualidad tiene planteada la ciencia cognitiva sea superar el dominio de la inteligencia artificial, y preocuparse más por encontrar los principios de la inteligencia natural. En este sentido la pers­pectiva conexionista está en los inicios de lo que puede ser una prometedora explicación del co­nocimiento humano.

Sin embargo lo que estas posiciones no ofre­cen es una autenticidad incuestionable y por ahora es necesario realizar múltiples concesio­nes para asumirlas. Por una parte implica acep­tar la realidad psicológica de la cognición, es de­cir que la mente trabaja con una imagen real y verbal del mundo, posición que una postura ma­terialista no compartiría. Supone también creer que es posible poder transmitir el conocimiento verbalizado a otros, dejando de lado los muchos idiosincrásicos del sentido. Implica también de­jar abiertas las implicaciones filosóficas e inclu­so personales que pueden derivarse de estos modelos sobre el conocimiento a nuestro con­cepto de «persona». Pero sobre todo abre la ne­cesidad de cara al futuro de llevar a cabo un equilibrio entre el desarrollo de sistemas expli­cativos de carácter holístico y los elementos que puedan ser discriminativos de la cognición.

LA PROMESA DE SOLUCION DE LOS

PROBLEMAS PERSONALES

lPero cómo desde este entramado la psicolo­gía ha logrado ejercer la fascinación que ejerce? lDónde reside el mérito de una disciplina que salvo contadas excepciones ha ido separando «su decir científico» del hacer y pensar de la co­tidianidad? Posiblemente porque la psicología ofrece la promesa de desvelar el «secreto del otro», y de uno mismo. Porque se ha ido mos­trando, sobre todo en su perspectiva más «popu­lar», el psicoanálisis, como guía y camino del co­nocimiento de sí mismo y del otro. Coloca con ello la ilusión de la adivinación como referencia-

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guía de su actuación, que conecta con la fascina­ción por lo desconocido, por el conocimiento fu­turible sobre lo que va a pasar. El gran simula­cro, la falsedad de la psicología que constituye su atractivo es que tras su discurso y su práctica se vislumbra la posibilidad de conseguir el se­creto de lo que se es o debe ser. Para lograrlo es necesario evitar la duda, y se opta por el camino de biologizar la realidad, computerizarla o en definitiva, psicologizarla.

Una de las consecuencias de esta constante de la psicología ha sido la de encerrarse en la propia disciplina y proseguir haciendo una separación entre «los estudios de psicología individual y los dedicados al entorno cultural en el que viven los individuos» (9). Ha perdido con ello la referen­cia recogida por Von Wright (10) de que la «ra­cionalidad humana es algo multidimensional y que cuenta con muchos aspectos que no perte­necen a aquellos que han alcanzado su plena madurez en la ciencia occidental». Esto ha lleva­do sobre todo a que la psicología haya creído que los fenómenos socioculturales pueden ser explicados a partir de procesos psicológicos, con lo que se ha ganado las iras de los culturalistas, los sociólogos, o de cualquier perspectiva que tenga presente el papel del contexto en la con­ducta, y no la obsesión por la autenticidad basa­da en una falsa e inexistente objetividad.

Con ello contribuye la psicología a la expre­sión de la conciencia del personaje persuasor, en una realidad que se define por la con- o ciencia y presencia de lo falso en la cul-tura contemporánea.

NOTAS Y REFERENCIAS

(1) Galván, T. (1980). La ideología fascista en Apollinai­re. Triunfo, 894.

(2) Wersch, J. (1988). Vygotsky y la formación social dela mente. Barcelona. Paidós.

(3) Pelechano, V. (1981). Intervención comportamental:una vieja aspiración con un nuevo perfil. En VV. AA. Psico­logema. Valencia: Alfaplús.

(4) Caparrós, A. (1982). Psicología diferencial, lcienciao tecnología? Estudios de Psicología, 9, 16-23.

(5) Seoane, J. (1981). Problemas epistemológicos en lapsicología actual. En VV. AA. Psicologema. Valencia: Alfa­plús.

(6) Scheerer, E. (1988). Contribución a la historia de lasciencias cognitivas. Revista Internacional de Ciencias Socia­les, 115, 7-22.

(7) Van der Dusse, M. (1988). The contribution of cog­nitive science to the professional development of teachers. Conferencia de la A.T.E.E. Septiembre. Barcelona.

(8) Fodor, J. (1984). El lenguaje del pensamiento. Ma­drid. Alianza .Psicología (1975).

(9) Ver: Wersch, J. (1988).(10) Von Wright, G:''H. (1988). Ciencia y Razón. Siste­

ma, 83, 13-23.