los derechos no se ponen a prueba

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Los derechos no se ponen a prueba Breve reflexión acerca del ingreso al ISEF Este es un tema con muchas aristas, la historia de la educación física, el derecho a la educación, las funciones de la Universidad, las políticas de gobierno, todos estos y otros condimentos estarán mencionados, pero su completo desarrollo podría hacer muy extenso el análisis, por lo que iremos a la cuestión hoy en debate. Desde su creación en el año 1939 el ISEF cuenta con dispositivos que restringen el ingreso de quienes aspiran a ser estudiantes. Las pruebas y requisitos han variado de forma significativa, desde escalas antropométricas, certificación moral de vocación docente, pasando por revisaciones médicas exhaustivas, hasta la ponderación de rendimientos deportivos excepcionales. La historia de la “prueba de ingreso” es larga y ella ha marcado fuertemente a la construcción de una identidad institucional. Estas identidades se ha construido a partir del reconocimiento de otro, y esto en definitiva requiere de la proyección de diferencias y similitudes. En este sentido podemos decir que la prueba se edifica a partir de algo que se quiere ser o mostrar y algo que no se quiere ser ni mostrar. Nos interesa sobre todo poner en cuestión el asunto de “la naturalidad” de la prueba de ingreso, tanto de su existencia como de su forma de implementación. En los últimos años la prueba de ingreso ha sido transformada de manera paulatina pero significativa. Hasta hace no mucho tiempo el ranking se elaboraba a partir de buenos rendimientos en las pruebas atléticas o de habilidades deportivas. Sobre todo a partir del hito más importante de la historia de Instituto, que es su ingreso a la Universidad de la República, la prueba viene siendo cuestionada desde diversos espacios institucionales. Se quitó el peso notable del rendimiento en las pruebas “prácticas” a la hora de definir el futuro del aspirante, medida que vino a cuestionar la relación planteada entre la tarea docente y la capacidad atlética del estudiante. Y se pasó, no sin resistencias, a un sistema de pruebas de suficiencia, estableciendo el ranking a partir de una prueba de múltiple opción sobre la historia universitaria y sus reglamentaciones vigentes. Pero lo que ha ido cambiando no es sólo el dispositivo, sino también su justificación. Porque aclarar esto, porque hay otro problema que tiene el instituto, tal vez más grave y complejo, pero menos difícil de resolver conceptualmente en los tiempos que corren, nos estamos refiriendo al cupo. Hoy en la sede de Montevideo del ISEF año a año aspiran a ingresar solo a la Licenciatura en Educación Física alrededor de 450 estudiantes. Hasta el año 2011 ingresaban 70, sólo el 15% de los aspirantes. En el año 2013 ingresarán 140, un aumento trabajoso, saludable y significativo pero que todavía dejaría al 69% de los estudiantes aspirantes sin la posibilidad de comenzar los cursos. Todos los años hacen falta profesionales en todo el país.

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Reflexión sobre el derecho a estudiar, realizada por integrantes del Centro de Estudiantes de Educación Fïsica del Instituto Superior de Educación Física - Universidad de la República.

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Los derechos no se ponen a prueba Breve reflexión acerca del ingreso al ISEF

Este es un tema con muchas aristas, la historia de la educación física, el derecho a la

educación, las funciones de la Universidad, las políticas de gobierno, todos estos y otros condimentos estarán mencionados, pero su completo desarrollo podría hacer muy extenso el análisis, por lo que iremos a la cuestión hoy en debate.

Desde su creación en el año 1939 el ISEF cuenta con dispositivos que restringen el

ingreso de quienes aspiran a ser estudiantes. Las pruebas y requisitos han variado de forma significativa, desde escalas antropométricas, certificación moral de vocación docente, pasando por revisaciones médicas exhaustivas, hasta la ponderación de rendimientos deportivos excepcionales.

La historia de la “prueba de ingreso” es larga y ella ha marcado fuertemente a la

construcción de una identidad institucional.

Estas identidades se ha construido a partir del reconocimiento de otro, y esto en

definitiva requiere de la proyección de diferencias y similitudes. En este sentido podemos decir que la prueba se edifica a partir de algo que se quiere ser o mostrar y algo que no se quiere ser ni mostrar.

Nos interesa sobre todo poner en cuestión el asunto de “la naturalidad” de la

prueba de ingreso, tanto de su existencia como de su forma de implementación. En los últimos años la prueba de ingreso ha sido transformada de manera

paulatina pero significativa. Hasta hace no mucho tiempo el ranking se elaboraba a partir de buenos rendimientos en las pruebas atléticas o de habilidades deportivas. Sobre todo a partir del hito más importante de la historia de Instituto, que es su ingreso a la Universidad de la República, la prueba viene siendo cuestionada desde diversos espacios institucionales.

Se quitó el peso notable del rendimiento en las pruebas “prácticas” a la hora de

definir el futuro del aspirante, medida que vino a cuestionar la relación planteada entre la tarea docente y la capacidad atlética del estudiante.

Y se pasó, no sin resistencias, a un sistema de pruebas de suficiencia,

estableciendo el ranking a partir de una prueba de múltiple opción sobre la historia universitaria y sus reglamentaciones vigentes.

Pero lo que ha ido cambiando no es sólo el dispositivo, sino también su

justificación. Porque aclarar esto, porque hay otro problema que tiene el instituto, tal vez más grave y complejo, pero menos difícil de resolver conceptualmente en los tiempos que corren, nos estamos refiriendo al cupo.

Hoy en la sede de Montevideo del ISEF año a año aspiran a ingresar solo a la

Licenciatura en Educación Física alrededor de 450 estudiantes. Hasta el año 2011 ingresaban 70, sólo el 15% de los aspirantes. En el año 2013 ingresarán 140, un aumento trabajoso, saludable y significativo pero que todavía dejaría al 69% de los estudiantes aspirantes sin la posibilidad de comenzar los cursos. Todos los años hacen falta profesionales en todo el país.

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Todos los años vemos como los países de la región desarrollan el campo académico a un nivel superior.

Hoy hemos logrado construir un frágil y a veces hipócrita consenso de que caminamos

hacia el ingreso libre, bajo el supuesto que todos tenemos el mismo derecho a acceder a la educación que deseamos, y que la Universidad ha asumido la responsabilidad de promover el desarrollo de acceso a la formación terciaria en todo el país.

Pero sucede que administrativa, económica y culturalmente este cambio aún no es

posible. Por esto hoy todavía el ISEF debe plantearse la penosa tarea de limitar el acceso de

estudiantes. Hoy la prueba de ingreso se ha convertido en un frívolo instrumento administrativo para bloquear el acceso a un derecho.

Por eso se hace difícil construir el dispositivo de exclusión. Porque quienes

consideramos el libre ingreso como un camino impostergable, no encontramos argumentos para que alguien pueda acceder a la educación y otro no lo pueda hacer. Por eso, no aceptamos que algunos pocos segundos, en una prueba de natación, dicten quién ingresa y quién no, no aceptamos que unas centésimas en una calificación otorguen más derechos a unos que a otros.

Hoy está planteada una alternativa transitoria, la realización de un sorteo entre

quienes se inscriban manifestando el interés de comenzar la carrera. Si bien claramente no resuelve el problema del cupo, plantea una serie de condiciones que serían interesantes analizar.

La realización de un sorteo echa por tierra años de una profunda carga a nivel social,

donde se cree o se piensa que para ingresar al instituto se necesita un alto rendimiento físico, propio de una élite que estuvo estrechamente vinculada a los clubes deportivos. Si bien hace unos años que la realidad dicta otra cosa, lamentablemente esa idea sigue encarnada en el imaginario.

Pone además toda la responsabilidad de la exclusión en la institución, en la

Universidad, en el Estado y no, como hasta el día de hoy que se insiste en hacer creer que la responsabilidad por acceder a un derecho que nos corresponde, radica en uno y es fruto del esfuerzo un individual despegado de cualquier condicionamiento social.

Si usted entró es porque se habrá esforzado mucho, y amigo si usted no entró es

porque o usted no es digno de ingresar o usted debe esforzarse más que en la próxima tal vez lo logre. Esta posición basada en concepciones individualistas, no toma en cuenta todos los condicionamientos culturales, sociales y económicos que puede haber a la hora de rendir la prueba.

En este sentido se objeta que no se valorará el esfuerzo del aspirante. Consideramos

imposible poder ni siquiera evaluar el esfuerzo y menos pretenderlo utilizar como elemento definitorio para quien aspira a ingresar a la Universidad de la República. ¿Acaso alguien puede asegurar que quienes quedaron fuera del ranking no se han esforzado de igual modo para

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ingresar que quienes quedaron dentro? Eso es imposible, y además carece de sentido. Teníamos 70 cupos, ¿quien quedaba 78 no se esforzaba? ¿Su esfuerzo valía menos?

La alternativa del sorteo, considera que todos los estudiantes que hayan aprobado el

bachillerato no deben más que plantear su voluntad de estudiar como condición para hacerlo, como lo es la inmensa mayoría de la formación terciaria en el país.

Se objeta también que se quita la posibilidad de hacer algo o alguna cosa para poder

ingresar. Eso es cierto y en la coyuntura actual de un ingreso limitado, parece ser el mal transitorio a pagar. Pero esto se vuelve más problemático si nuestras concepciones tienen un fuerte anclaje en el interés individual y no en el interés colectivo. Para pensar estas cuestiones se hace necesario separarse aunque sea un poco de nuestro interés e intentar ver lo que nos rodea.

Se objeta también que el estudiante puede indefinidamente ser parte del sorteo año a

año y no ingresar. Hemos hecho saber que esto tiene solución, y que se puede elaborar un sistema de sorteo que tenga en cuenta este planteo.

Se dice también que no se valoran los méritos. Este es un tema de derechos donde

creemos no debe hacerse. Si tuviésemos dos enfermos en la misma situación y habría que atender uno antes que otro, ¿cómo definiríamos a quién? Por ejemplo, en el caso de la vivienda que también es un derecho, ¿qué hace el estado? Como no cuenta con los recursos para construir viviendas para todos, entre los inscriptos hace un sorteo. No puede poner una prueba para ver quién se merece la atención en salud, no puede poner una prueba para ver quién merece la vivienda. Del mismo modo no puede poner una prueba para la educación. Es que los derechos no se ponen a prueba.

Nosotros queremos que esta prueba no exista más, pensamos en todos los

estudiantes, en quienes ingresan y en quienes no, en quienes tienen todas las posibilidades para superar la prueba sin inconvenientes y en quienes no, y también en quienes queriendo elegir a la educación física como su formación reniegan de enfrentarse a un proceso selectivo y conflictivo como lo es dicha prueba.

Hoy nos toca la responsabilidad de elegir entre seguir caminando hacia una Educación

Física para todos o empantanarse en decisiones excluyentes que basan sus posiciones en fundamentos profundamente conservadores.

Hoy nos toca contribuir a un cambio histórico que será un escalón en la construcción

de un camino de más derechos.

Integrantes del CEEF,

Andrés Risso Camilo Rodríguez

Lucía Mato Nicolás Martinez

Alejandro Martinez Ignacio Verrastro

Rodrigo Piriz