los colores del cielo
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La tribu de los Utalala necesita ayuda: la luna ha desaparecido del cielo y su mundo ha perdido el color.TRANSCRIPT
LOS COLORES DEL CIELO
LOS COLORES DEL CIELO
de María Gómez Bocanegra
Este cuento, ganador del Concurso Literario del instituto “Mar de Alborán” de Estepona (Málaga ), cuenta cómo la tribu de los Utalala estaba muy preocupada porque la luna ya no salía cada noche en el cielo. Había desaparecido. Y cómo alguien – yo – va a ayudarles a resolver ese misterio.
En tiempos remotos, cuando se decía que una ardilla podía
atravesar la Península Ibérica de punta a punta sin tocar el suelo, vivía
una tribu llamada los Utalala. Eran personas blancas como la nieve y
adoraban a la Luna.
Yo, iba paseando por el bosque cuando me encontré a Juan, el
amigo de mi hermana.
- Juan, ¿qué haces aquí, en pleno bosque? – le pregunté.
- Eso mismo te pregunto yo – me respondió Juan.
- Nada, paseando.
Juan se fue sin decir nada. Juan, estaba muy extraño, pues cuando
le pregunté, se puso nervioso. De repente, entre los árboles, vi algo raro.
Era una tribu. Ese mismo día en el instituto el maestro de sociales nos
había hablado de los Utalala y sus creencias. Sí, efectivamente, eran
ellos. Me acerqué un poco y comprobé que estaban preocupados. Yo les
saludé. Para mi sorpresa me entendieron muy bien. Les hice una foto;
pero ellos se asustaron con el flash. Intenté calmarlos. Ya estaban
tranquilos; entonces aproveché para preguntarles:
-¿Por qué estáis preocupados? – les pregunté.
-La Luna hace dos semanas que no sale – me contestó Kutachi, el
jefe.
-Antes, todas las noches salía y gracias a ella era el cielo negro,
celeste o naranja – dijo Ku, que era el pequeño de la tribu.
Pensé y decidí ayudarlos. Pasó mucho tiempo y me hice uno más de
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la tribu. Aprendí a comer carne cruda, a contar historias divertidas y
originales alrededor de la hoguera… Cada día que pasaba me iba
enamorando de ellos. Todos tan unidos y alegres. Amaba a esa tribu.
-¡Ya lo tengo! –. Se me ocurrió que quizás la Luna no salía porque
el Sol no le dejaba.
-¿Pues a qué esperamos? Vamos a intentar que la Luna vuelva a
salir – dijo Ku.
Ese mismo día nos encaminamos a la aventura. Andamos en
dirección Sol.
Se hizo de noche (no salió la Luna) e hicimos una hoguera y
contamos historias. Ku, al ser el más pequeño, era el más inocente y
alegre. Siempre hacía reír en los momentos difíciles. Yo era fuerte y ágil,
con lo cual, contaba mis aventuras con mi hermana. Descansamos y por
la mañana temprano volvimos al camino. Tras caminar un buen rato, el
Sol nos llevó hasta la pirámide violeta. Kutach,el más sabio, dijo:
-Esperaremos a que anochezca, así veremos que es lo que pasa con
la Luna. Tú, Ku, te quedarás aquí, nosotros entraremos. Ku , es
demasiado peligroso para ti.
-¡No, antes me dijiste que en los momentos difíciles yo estaba allí
para alegraros; pues ahora también! – dijo Ku.
El sabio recapacitó y le dejó que entrara.
-Yo solo temía que te pasara algo. Ya soy mayor y me queda poca
vida por delante, tú eres joven. – le dijo el sabio.
Anocheció. Todos (incluido yo) entramos en la pirámide. La
pirámide tenía en las paredes muchos mandalas y, en medio de la
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pirámide, una fuente en la que se reflejaba la Luna.
-¿Pero cómo puede ser que la Luna se refleje en el agua y fuera no
esté? – me pregunté desconcertada.
De repente, apareció un niño de piel rojiza y pelo castaño.
-Me sale muy rentable decir que mi agua es mágica aunque no lo
sea. Vienen muchos turistas a beber un poco, me pagan lo que ni os
podéis imaginar – dijo esa figura extraña, que para mi sorpresa era Juan
el amigo de mi hermana.
-¡Juan! Era mi antiguo enemigo… creía que habías muerto – dijo
Kutachi (el más sabio de la tribu).
-¿Pero cómo haces que no se vea la Luna? – preguntó Ku.
-Es muy fácil , la pirámide es tan alta que sólo se refleja aquí , pues
la pirámide la tapa . Antes se veía, pero yo todo este tiempo que
desaparecí, estaba construyéndola más alta – dijo Juan.
Entonces, mientras Juan hablaba, Ku que era más pequeño y
escurridizo, le cogió por la espalda y le inmovilizó. Yo, que era muy ágil
y fuerte, aproveché y deshice lo que Juan había construido, con lo cual,
la pirámide volvió a su altura normal. Entre toda la tribu decidimos qué
castigo le pondríamos a Juan.
-¡Sois unos fracasados! ¡No sabéis lo que es bueno! – gritó Juan.
Entonces la tribu decidió que sería el esclavo de Ku y haría lo que
Ku quisiera.
-Bueno me tengo que ir chicos – les dije.
Vi a Ku llorar por mi despedida, pero prometí que volvería.
LOS COLORES DEL CIELO
FIN
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