lo teologal x lo institucional

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  • 8/7/2019 Lo Teologal X Lo Institucional

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    LO TEOLOGAL Y LO INSTITUCIONAL*(REFLEXIONES NTIMAS)

    Autor: Antonio Ruz Retegui, telogo,

    sacerdote numerario de l Opus Dei* Por i n s t i t uc iona l en t i ende e l au to r l a i ns t i t uc in d e l Opus De i

    NDICE

    -Semblanza de Antonio Ruiz Retegui

    1. La estructura de la accin de la persona humana

    2. La educacin para la madurez

    3. La vida humana plena: felicidad, alegra y sentido de la vida

    4. Los riesgos de la educacin: "seguridad versus libertad"

    5. La tentacin del gobierno asegurador

    6. Espritu o "estilo "

    7. La absolutizacin de lo " institucional"

    8. La referencia a "la voluntad de Dios"

    9. La referencia al "sentido sobrenatural"

    10. Las "llamadas" o "vocaciones" divinas

    11. El sentido de la perseverancia

    12. El difcil equilibrio

    - In memoriam

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    Semblanza de Antonio Ruiz Retegui

    La vida de Antonio Ruiz Retegui tiene entraables vnculos con algunos de

    nosotros, con lo que ha sido la obra docente y, en general, universitaria, delmaestro Jess Arellano, promotor, inspirador y primer Decano de la Facultad deFilosofa de la Universidad de Sevilla, promotor, inspirador y primer director delColegio Mayor Guadaira de la Universidad de Sevilla, promotor e inspirador,junto con Vicente Rodrguez Casado, de la Universidad de La Rbida, y promotore inspirador de esta revista, Thmata, la ms tarda de sus creaciones, que seech a andar ahora hace 20 aos.

    Antonio Ruiz Retegui naci en Cdiz el 7 de septiembre de 1945. Hijo de unmdico de la Armada, creci en San Fernando, ciudad a la que siempre se sintiligado. Estudi Ciencias fsicas en las Universidades de Sevilla y Barcelona. Fuealumno del Colegio Mayor Guadaira, de la Universidad de La Rbida en los aos

    en que la gestionaban Rodrguez Casado, Arellano, Pealver, Gil Munilla, y otrosilustres profesores del claustro hispalense.

    Muy joven tom contacto con el Opus Dei, institucin a la que dedic su vidaprimero como miembro numerario, y despus, tras concluir en Roma y Pamplonasus estudios de teologa con el grado de doctor, como sacerdote.

    Durante la dcada de los setenta fue capelln de diversos centros de laUniversidad de Navarra y profesor de Teologa Moral, y tras un par de aos enValencia, en la dcada de los ochenta, fue alternativa o simultneamenteprofesor de Teologa Moral, Capelln Mayor, y director del Departamento deTeologa para Universitarios de la Universidad de Navarra.

    En esa poca, y a partir de la llegada de Juan Arana a la recin creada Facultadde Filosofa de la Universidad de Sevilla, se fueron incorporando tambin algunosfilsofos de Navarra, con los que Antonio Ruiz Retegui haba mantenidorelaciones espordicas. El nmero era lo suficientemente perceptible como paraque algunos profesores sevillanos designara al grupo de los colegas provenientesde la universidad de Navarra con el nombre colectivo de "frente norte".

    Pero fue durante la dcada de los ochenta cuando el contacto y la colaboracinde Antonio Ruiz Retegui con profesores y estudiantes de filosofa de launiversidad de Sevilla se hizo ms intensa, estrecha y profunda. La amistad conJacinto Choza, como ya relata l mismo en los apuntes biogrficos que escribe

    sobre su amigo y colega, se mantuvo igual de intensa que en la dcada anterior,pero empez tambin a ser igual de estrecha y profunda con Javier Hernndez-Pacheco, que tambin da testimonio de su amistad con l en estas pginas.

    A la vez, tambin estableci una relacin entraable con algunos profesores yalumnos de nuestra facultad, que empezaron a frecuentar su trato de diversasmaneras. Bien en algunos de los Encuentros y Congresos organizados por laUniversidad de Navarra, para acudir a los cuales organizbamos viajes desde laFacultad de Filosofa de Sevilla, o bien en algunos de los encuentros que empeza organizar en los alrededores de Madrid la Asociacin de La Rbida, Asociacinformada por un grupo de antiguos alumnos de la universidad rabidea de lapoca de Vicente Rodrguez Casado, y gestionada por uno de ellos, Fernando

    Fernndez Rodrguez, en calidad de secretario general.

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    En 1990, por discrepancias con el equipo directivo, abandon la Universidad deNavarra. Durante esa dcada fue profesor de la Universidad Pontificia de laSanta Cruz en Roma, centro encomendado a la prelatura Opus Dei, y fueprofesor visitante en la Facultad de Teologa de Lugano (Suiza). Esos ltimosaos, apartado habitualmente de las tareas docentes y acadmicas, vivi enMadrid, dedicado a su labor pastoral en el marco de la prelatura, al estudio y a

    la redaccin de sus trabajos. Muri repentinamente en Madrid, a causa de unahemorragia cerebral, el 13 de marzo de 2000.

    La parte ms importante de su vida y su actividad se desarroll enconversaciones personales y en seminarios de los que no queda constanciadocumental alguna. En estas pginas se recogen dos trabajos, de Jacinto Chozay de Javier Hernndez-Pacheco, como homenaje a vida y a su obra de telogo,de profesor universitario y de amigo. Queremos dar a conocer esa obra, en granmedida indita, pero sobre todo su vida, su inmensa personalidad, su pasindocente, su amor a la libertad, su respeto infinito por las conciencias, su afn decomprensin, su continuo afn de abrir horizontes intelectuales y espirituales, endefinitiva, su modo de ser.

    Quisiramos transmitir aqu algo muy propio de un ambiente intelectual en elque Antonio Ruiz Retegui tuvo especial protagonismo, y que ha pervivido desdecomienzos de los 80 hasta su muerte; ambiente en el que no pocas personasencontraron acogida y estmulo para la reflexin filosfica y teolgica.

    La parte oficial de su obra, lo que puede constar y consta en un curriculum vitae,no es tan extensa como para que desequilibre esta semblanza, de manera que laincluimos al final de ella para reflejar los aspectos pblicos de su actividadprofesional.

    Durante toda su vida, Antonio Ruiz Retegui, como capelln de la Universidad deNavarra y como sacerdote del Opus Dei, prest una atencin esmerada a todoslos estudiantes y colegas que, vinculados a dicha institucin, permanecan enuna situacin marginal o se desvinculaban de ella. En eso se pareca al maestroArellano, que prestaba tambin ayuda en el mismo sentido al mismo tipo depersonas, razn por la cual su departamento era un lugar de encuentro deprofesores y estudiantes que se consideraban, desde esa perspectivainstitucional, marginales, problemticos o heterodoxos. Y ese carcter demarginalidad y heterodoxia quedaba connotado en la expresin con que sedesignaba desde aquella universidad a los filsofos de sta: "la escuelasevillana".

    Eso explica que algunos profesores y alumnos de la facultad de Filosofa de

    Sevilla sintonizaron bien con Antonio Ruiz Retegui y l con algunos de estosprofesores y alumnos, que encontraban en su trato estmulo intelectual y apoyomoral. Porque l, como Jess Arellano, siempre foment la libertad deconciencia, y el amor al riesgo y la libertad y seguridad interiores, adems deotras cualidades intelectuales y morales ms convencionales.

    Ese talante y esa actitud de Antonio Ruiz Retegui no es ajeno a su salida de laUniversidad de Navarra en 1990. Por eso Antonio Ruiz Retegui pudo serconsiderado como uno de los nuestros, y ello se puso de relieve sobre todo en elmomento en que este tipo de rasgos aparece con nitidez, que es el momento dela muerte.

    Su muerte revisti caracteres trgicos por lo repentina. Pero su entierroconcentr y convoc toda la gratitud, toda la ternura, toda la admiracin y toda

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    la nostalgia de esos marginales y desvinculados, que acudieron a Madrid desdeBarcelona, desde Sevilla o desde Navarra, conscientes de que quedabanprivados de asistencia espiritual, para darle el ltimo adis a quien ms habaalumbrado sus conciencias. No eran pocos esos marginales y desvinculados,tratndose de una institucin que habiendo sido de alta fecundidad en susprimeras dcadas, ao tras ao, con un rigor en incremento constante, dejaba

    tras de s un nmero creciente de cristianos psicolgica y sociolgicamentedeteriorados, y por eso su entierro fue una peregrinacin de personas quehaban quedado sumidas en la orfandad espiritual, en cierto sentido, unaperegrinacin de los pobres de Dios.

    Algunos de los directivos de la institucin se acercaron en tono circunspecto yapesadumbrado a Choza y Pacheco para explicarles que no se haba podidohacer nada, que todo intento de recuperacin de Antonio haba sido intil, ycomo para darles el psame. Un psame que fue recibido y devuelto. Un psameque fue recproco, pero que fue. Pues el psame se les da a aquellas personas alas que se les muere alguien. A nosotros se nos haba muerto alguien y losdems nos daban el psame porque lo reconocan como uno de los nuestros.

    Al salir del cementerio, la hermana predilecta, amiga y confidente de Antoniodurante muchos aos, les dijo tambin: vosotros sois quienes ms le habisayudado, quienes mejor le habis comprendido, quienes ms le habis hechocompaa. Muchas gracias.

    La tarea intelectual de Antonio Ruiz Retegui puede seguir difundindose, su obrapublicada, que se recoge en el curriculum, es accesible como cualquier otra, y laobra indita, que en cuanto a algunos estudios ha encontrado hasta ahora nopocos obstculos por parte de la institucin que los custodia, en cuanto a otrosprobablemente encontrar su cauce hacia el pblico. Pero la tarea y la obra quefue su vida ha tenido su punto final, y el mejor lugar para acoger y decir ese

    acabamiento, entre el reconocimiento y afecto de quienes ms le estimaron ycomprendieron, es este, las pginas de "Thmata. Revista de filosofa", de laFacultad de Filosofa de la Universidad de Sevilla.

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    1. LA ESTRUCTURA DE LA ACCIN DE LA PERSONA MADURA

    La persona humana se caracteriza frente a las dems criaturas del mundo enque sus acciones son propias de una manera especifica, pues le pertenecen demodo pleno en cuanto que la persona, por su libertad, es principio de suactuacin.

    Las acciones, cuando son propia y plenamente de la persona, no son comoeslabones de una cadena de causalidades, es decir, no se pueden retrotraer auna serie de causas previas, sino que tienen un principio en cierto modoabsoluto en la causalidad especifica de la criatura racional. La existencia de lapersona humana es un factor de novedad en el mundo. Si el hombre noexistiese, conociendo la situacin de todas las cosas del universo en unmomento dado, podramos saber cmo sern las cosas en cada momento delfuturo, de la misma manera que sabiendo la posicin de los astros en uninstante determinado, podemos saber cul ser la posicin el cualquier momentodel futuro.

    La libertad humana consiste precisamente en eso, en la capacidad de dar lugar auna "novedad". "Dos cre al hombre para que en el mundo hubiera "inicios" diceSan Agustn. Por esto, cuando se trata de entender el comportamiento dealguien no se debe remitir a la serie de condiciones previas a esecomportamiento o a las influencias que ha recibido, como se hace cuando privael empeo de buscar responsables de la conducta de otra persona. Ese empeoes propio de una visin mecnica del mundo. Las acciones humanas no sepueden "explicar" refirindose a los factores antecedentes, sino que hay quetener en cuenta como elemento decisivo la capacidad de dar origen a unanovedad radical, en que consiste la libertad.

    Pero esto se cumple con todo su alcance solamente con aquellas acciones queson propiamente humanas en sentido pleno. Hay, en efecto, otras muchasacciones que slo relativamente pertenecen a la persona y que s se puedenexplicar por influencias anteriores.

    Por eso es decisivo entender que no todas las acciones que realiza una personale pertenecen de igual manera. Las acciones de la persona humana, sonpropiamente suyas cuando esas acciones no son realizadas de manera inducidao "causada" desde una instancia exterior a la persona, sino que tienen su origenen la forma de causalidad que denominamos libertad. A este respecto decaconocida por ella. En cambio, la persona no es libre cuando no alcanza larealidad sino que recibe la orientacin de su accin desde una instancia externaa ella. En este sentido la accin no libre es semejante a la de un ciego que no

    puede percibir la realidad y es conducido por otro.

    No basta, pues, remitirse a la bondad o a la malicia de la accin en s mismapara que podamos calificarla de libre: es decisivo tener en cuenta tambin que ladinmica interna de la accin en la persona sea tal que la accin le pertenezcaen sentido pleno.

    Hay muchas maneras de que la accin no pueda calificarse propiamente demadura o libre. Estas maneras son tantas como las formas que puede tener elhecho de que la accin no nazca del conocimiento de la cualidad de la accin porparte de la persona que acta. As, por ejemplo, quien acta "abandonndose"simplemente a los "lugares comunes", o a las pautas convencionales decomportamiento, no posee esas acciones en plenitud y, por tanto, no puede serconsiderado plenamente libre. Tambin, quien se deja llevar por el puro

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    sentimiento o por el estado de nimo, no acta desde la raz ms autntica de laaccin humana y, por eso, su comportamiento no es plenamente maduro y libre.

    Anlogamente, quien, por la razn que sea, acta remitindose a lasindicaciones de otra persona, no es plenamente libre. Por esto, la obediencia,para ser conforme a la libertad, debe llevar consigo un conocimiento de la

    naturaleza de sus acciones y de las razones que le llevan a aceptar la autoridadde aquel a quien obedece. Pero en todo caso, la obediencia a una autoridad queimpera acciones concretas, no puede dar lugar a acciones tan plenamentepropias como las que nacen del conocimiento de la realidad: en cuanto que esasacciones tienen su principio fuera del sujeto que acta, aunque, como dice santoToms, ese principio sea la misma ley de Dios, son menos propias que las quenacen del conocimiento de la realidad. Por eso, en la plenitud de la revelacinDios no revela simplemente una ley, sino que da conocimiento de la realidad. Enla religin cristiana, la revelacin no remite primariamente a una ley, como en elcaso de la religin juda, que se remite ante todo a "la Ley", la Torah, sino quetiene primariamente el carcter de una "fe", de un cuerpo de doctrina sobre laverdad de Dios, del hombre y del mundo. De esta manera la accin del cristiano

    puede y debe ser consecuencia de un conocimiento de la verdad de su obrar.

    Esta visin de la accin humana libre, es esencial para poder juzgar la actuacinde las personas y el grado de "propiedad" que tienen sus acciones. Ciertamenteno son excesivamente frecuentes los casos en que las personas actan con unalibertad tan plena, pero es importante tener en cuenta que las realidades y lassituaciones imperfectas, deben ser conocidas desde lo que es su perfeccin y,por eso, slo cuando se entiende cmo debe ser la accin humana "cumplida" dela persona, se pueden entender adecuadamente las acciones humanas menosplenas.

    Adems de las condiciones "internas" en la persona que acta, es necesario un

    "ambiente" propicio a la accin libre, que es el mbito de la libertad. Loshombres ms ricos de vida detectan cundo se encuentran en un mbito libre.Pero casi todas las personas experimentan el gozo de un ambiente en quepueden actuar libremente. Por eso cuando se habla de libertad hay quedistinguir la mera libertad interior del ser espiritual, y la libertad en cuantocualidad de un determinado ambiente o sociedad. As, hay veces que se dice queel hombre es siempre libre, pero otras veces se clama pidiendo libertad. Larelacin entre estos dos significados de la palabra "libertad" se encuentra en quela falta de libertad ambiental no slo impide el despliegue pleno de la libertadpersonal sino que adems suele repercutir en las condiciones orgnicas de lalibertad de la persona humana.

    Es difcil definir cmo son los componentes de estos mbitos de libertad, pues noes estrictamente algo concreto que pueda aadirse como un ingrediente ms aun ambiente ya dado. Son mbitos en que las capacidades de accin y de vidase ven estimuladas y favorecidas. Un ejemplo de ese tipo de ambiente es el, quese suele encontrar en algunas de las grandes universidades. Allan Bloomdescribi expresivamente lo que encontr cuando lleg a la Universidad deChicago:

    "Se respiraba una atmsfera de libre investigacin, y por eso, se exclua lo queno la ayudaba o lo que le era hostil. All se poda distinguir lo que es importantede lo que no lo es. La universidad protega la tradicin, pero no en cuanto tal,sino en cuanto que sta proporcionaba ejemplos de debates de nivel

    exclusivamente elevado. Contena maravillas y haca posibles amistades basadassobre la experiencia comn de tales maravillas. Sobre todo haba all algunos

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    El ser humano no es un espritu separado, necesariamente vive en un "mundo",en una historia, y, por eso, este ambiente de libertad es condicin indispensablepara que se desarrolle la vida en toda su riqueza. Esto se insina ya incluso en lavida infrahumana. Hay muchas especies animales que cuando viven encautividad casi nunca se reproducen. Las funciones ms complejas se paralizancuando se advierte la falta de libertad. En la cautividad esos animales pueden

    tener una seguridad mayor, y pueden tener cubiertas ms plenamente lasnecesidades puramente biolgicas de alimentacin y salud, pero perciben "algo"que les anula las funciones vitales ms delicadas. Esto es una muestra de que lalibertad no es solamente una cualidad que radique en el espritu separado, sinoque tiene su incidencia en las dimensiones inferiores de la existencia, hasta en lamera biologa.

    Cuando los seres humanos estn en un mbito en que la libertad es dificultada,su constitucin anmico corporal se resiente de diversas maneras. Una de ellases, sin duda, la depresin. Pero otros trastornos funcionales, especialmente losque radican en las funciones digestivas, como la anorexia, tienen seguramenteel mismo origen. Entonces para curar estas disfunciones, no bastan los remedios

    farmacolgicos o psicolgicos concretos, porque su raz se encuentra en el modocomo la persona se sita en el mundo o en la existencia.

    Los psiquiatras son expertos en el funcionamiento del complejo principio activode la persona o en la intervencin farmacolgica en ese funcionamiento. Perodado que el conocimiento en que se apoyan suele ser la mayora de las veces detipo tcnico, es decir, consideran las fuerzas activas de la persona al modo delos artefactos, sus remedios no suelen superar el nivel tcnico. Es necesario unconocimiento de la naturaleza humana en su alcance unitario y teleolgico. Si lanaturaleza teleolgica humana no es fielmente respetada, sus disfuncionespodrn repararse relativamente en el nivel biofisiolgico, pero los desequilibriosde fondo quedarn intactos y continuarn distorsionando ms o menos

    gravemente los componentes o elementos vitales de la persona en cuestin. Unalcera de estmago, cuando es detectada, puede y debe ser tratadadirectamente con frmacos adecuados, pero, si tiene su origen en una tensinpsicolgica excesiva, el tratamiento bioqumico ser insuficiente.

    2. LA EDUCACIN P ARA LA MADUREZ

    La persona humana no alcanza la situacin adecuada para su actuacinplenamente libre, desde el momento del nacimiento. Es necesario el proceso demaduracin que denominamos educacin.

    El proceso de la primera educacin de las personas que nacen a la vida humanatiene una caractersticas propias que, en cierta medida, son exclusivas de lainfancia. En efecto, en la educacin infantil se debe poner en accin todo elconjunto de las potencias operativas de la persona, por eso a los nios se lesdebe ensear, no solamente los principios de fondo que llenarn su inteligencia,sino que adems hay que ir adiestrando cada una de sus potencias activas paraque luego puedan responder con fidelidad a los dictados de la razn. A los niosse les va adiestrando a andar correctamente, a manejar con soltura los cubiertosen la mesa y los tiles de escritura, a respetar y a saludar a los dems, a comeren la mesa junto con otras personas. Hay todos un conjunto de acciones quevan encaminadas a que la persona que comienza a vivir est en condiciones de

    usar de sus facultades activas con soltura. Pero, al mismo tiempo, es muyimportante que las pautas de actuacin que se utilizan para adiestrarlos no

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    predeterminen su accin futura, sino solamente que sus capacidades activas lerespondan armoniosamente.

    Adems los actos que se inducen en los nios tiene la misin de hacerlossintonizar con las acciones buenas y con las realidades nobles y bellas. El serhumano tiene una sorprendente capacidad de aprender que hace que cuando

    realiza acciones grandes y buenas o se pone en relacin con cosas grandes ynobles, no solamente alcanza la concrecin de esa accin o de esas realidades,sino que es capaz de alcanzar una cierta afinidad con el bien y con la verdad ycon la belleza. En esta afinidad consiste la virtud.

    Por eso la virtud es ms que la mera prctica o "acostumbramiento" de realizardeterminadas acciones o de conocer unas realidades concretas. La virtudesautnticas implican afinidad con dimensiones de valores que capacitan a lapersona no slo para repetir lo que ha aprendido, sino para descubrir o realizarsituaciones inditas, es decir, para ser propiamente creativa. En esta capacidadcreativa consiste la libertad.

    Por eso, una buena educacin no debe encerrar a las personas en frases hechasy en actitudes estereotipadas. Eso sera forzar a las personas a un formalismorgido. Ms bien deber encaminarse a dar paso a una situacin en que esapersona pueda actuar con madurez segn el modelo que hemos expuesto en elprrafo anterior. Esto es semejante a la educacin que recibe un estudiante depiano. En las primeras lecciones se deber ensear el solfeo y el uso adecuadode ese instrumento musical. Pero esa educacin se encamina a que, llegadodeterminado momento, el sujeto sea capaz de interpretar personalmente laspartituras e incluso componer piezas nuevas.

    Si la educacin fuera rgida y las pautas del comportamiento predeterminadofueran demasiado omniabarcante, es decir, si a los nios se les ensearadetallando demasiado cmo debe ser su actuacin en todos los casos que sepresentan en la vida, se estara impidiendo que llegaran a actuar desde dentrode ellos mismos, e inevitablemente quedaran encerrados en un mundo de"lugares comunes". Entonces, sus acciones, en vez de nacer de su interior,remitiran simplemente a las pautas que estuvieran vigentes en el mbito de sueducacin. Esto es lo que sucede cuando quien educa pretende que el nio actesiempre de la manera concreta que se le ha indicado, sin apartarse nunca deella. Entonces el educador celoso est constantemente corrigiendo a su pupilo yno deja el espacio mnimo para que el nio vaya haciendo propia su actuacin.Esa educacin no se limita a dar principios de fondo, por una parte, y, por otra,la destreza suficiente para llevar una vida de acuerdo con esos principios, sinoque impone el modo de vivir en todas sus determinaciones.

    Esto sucede en los mbitos en los que se desconfa de la libertad de cadapersona y se pretende garantizar un comportamiento correcto en todos los casossin dar lugar a ninguna espontaneidad por parte de las personas singulares.Entonces, quien ha sido educado de esa manera se mantiene siempre en unnivel un tanto infantil, y no llega nunca, o llega con muchas dificultades, aapropiarse plenamente de las acciones que realiza y de la actitudes que adopta.

    En el fondo, la desconfianza de la libertad esconde una falta de seguridad, noslo en la capacidad de la persona, sino en la connaturalidad que los principiosde fondo que se han enseado, tienen con el sujeto. Hay, en efecto, una grandiferencia entre unos principios de fondo arbitrarios, y aquellos principios que

    son connaturales a la persona. A esta connaturalidad se refera C. S. Lewiscuando describa su experiencia al llegar a la universidad:

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    "Cuando recin llegu a la universidad tena tan poca conciencia moral comopueda tener un muchacho. Una leve aversin a la crueldad y la tacaera era elmximo al cual poda llegar; de la castidad, la veracidad y el sacrificio personal,pensaba tanto como pueda pensar un mandril acerca de la msica clsica. Pormisericordia de Dios, ca en un grupo de jvenes (dicho sea de paso ninguno deellos cristiano) que me eran suficientemente afines en lo intelectual e

    imaginativo como para establecer una amistad inmediata, pero que conocan laley moral y trataban de obedecerla. Por lo tanto su opinin respecto al bien y almal era muy diferente a la ma. Ahora bien, lo que sucede en esos casos, ennada se parece a que a uno le pidan que considere "blanco" lo que hasta esemomento ha llamado "negro". Los nuevos criterios morales nunca pasan a lamente como simples inversiones de criterios previos (aunque efectivamente losinviertan), sino como "seores a los que ciertamente se espera" (C. S. Lewis, "Elproblema del dolor", cap. 111; la cita final es de S. T. Coleridge, "El poema delviejo marinero", parte IV, comentario: "y tambin su reposo, su pas, su hogar,en el que pueden entrar sin anunciarse, como los seores a los que se espera yse recibe con silenciosa alegra").

    El proceso educativo de las potencias es necesario, pero debe estar encaminadoa dar paso a la situacin de madurez en que la persona acta desde susprincipios internos. La confianza real en la libertad y en la fuerza interna losprincipios que se le dan a la persona y, consecuentemente, la confianza en labuena voluntad de sta, debe manifestarse en que no se tiene un miedoexcesivo a que las personas se equivoquen, porque se sabe que los errores sonnecesarios para aprender las lecciones verdaderas, es decir, aquellas que tienenrealmente fuerza para configurar una vida. Los cuerpos vivos se muestranrealmente sanos en que no solamente son capaces de actuar, sino tambin enque tienen la capacidad de sanarse cuando se aparecen los defectos o lasenfermedades normales. Por eso una mxima del buen educador debe ser la dedejar que su educando se equivoque y l mismo aprenda a corregir sus errores

    remitindose a los principios de fondo que ha asimilado.

    Todo esto tiene la manifestacin clara en el hecho de que la educacin propia delos primeros tiempos de la vida, ha de dejar paso a una situacin esencialmentedistinta. La direccin de las personas maduras debe ser distinta de "la primeraformacin". El protagonismo que en nuestro mundo han tomado los pedagogosmuestra que en el fondo se pretende un control continuo de las personas y que,por eso, se las mantiene en una situacin constante de dependencia de los quegobiernan, es decir, en una especie de minora de edad. "Con razn se consideraque una persona ha alcanzado la edad adulta cuando puede discernir, con lospropios medios, entre lo que es verdadero y lo que es falso, formndose unjuicio propio sobre la realidad objetiva de las cosas" (Juan Pablo II, "Fides et

    ratio", n. 2.5, 2).

    Estos defectos de la educacin se ven favorecidos por la tendencia que tenemoslos seres humanos a la seguridad. Los hombres deseamos la seguridad a vecesms que la propia identidad y, por eso, muchas veces en las cuestiones msimportantes nos remitimos de buena gana a las indicaciones de las autoridadesde ms buena gana que a la responsabilidad personal. La madurez en laactuacin es ciertamente muy arriesgada y requiere poner en juego todas lasenergas vitales, lo cual es cansado y comprometido. Hay muchas personas queprefieren confiarse a "lo normal" y a "lo acostumbrado" antes que asumirexcesivas responsabilidades. El amor a la posesin de un "ttulo acadmico", ode un puesto de trabajo "en propiedad", o de una situacin social convencional

    bien reconocida, es muestra de que se ama la seguridad antes que poner enjuego toda la capacidad personal. Hay sociedades enteras que se rigen por estoscriterios. Pero hay familias en las que se forma a los hijos con tal energa vital

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    humana que casi se podra decir que se desprecian los ttulos y las seguridadesinstitucionales, y se ensea a confiar decisivamente en la cualidad creativa y enla iniciativa de cada uno.

    Adems quienes tienen la responsabilidad de la formacin de otros, aunque conlas palabras afirmen la fuerza configuradoras de los principios que propugnan,

    en la prctica con frecuencia desconfan de ellos y de la libertad de las personas.Por eso se abandonan entonces al "apasionado empeo por protegerlos. Lacarrera hacia sanciones o censuras cada vez ms severas, hacia normas cadavez ms particulares, la exasperada bsqueda de una reglamentacin minuciosade cualquier posible suceso, parecen darles seguridad en s mismos: pero,tendrn hijos inhibidos, ignorantes o dscolos. La "seguridad antes que nada" esun lema antivital por excelencia" (J. B. Torell, "La espiritualidad de los laicos").

    El buen educador o formador sabe que su misin debe llegar a un momento enque debe desaparecer, al menos en ese carcter determinador de actosconcretos, y dejar que cada uno asuma libremente con responsabilidad lasriendas de su vida. A partir de entonces, la formacin deber tener

    fundamentalmente el carcter de enriquecer y afianzar los principios de fondo.Es verdad que siempre es necesaria una cierta disciplina en las capacidadesoperativas pues, por la herida del pecado original, nunca son plenamente dcilesa la direccin de la razn iluminada por la verdad, pero esto debe ser claramentesecundario y nunca debe ahogar la accin libre de las personas.

    3. LA VIDA HUMANA PLENA: FELICIDAD, ALEGRA Y SENTIDO DE LAVIDA

    La tentacin de la seguridad se apoya en la tendencia que tenemos los hombresa la felicidad. Pero esta tendencia es equvoca pues lleva muchas veces a un tipode felicidad que es excesivamente inmediata y provisional. Me refiero a latentacin de buscar una situacin de felicidad como "bienestar", como situacin"confortable", que deriva muchas veces en la inclinacin hacia la seguridad. Labsqueda de la seguridad implica una pretensin demasiado directa de lafelicidad. Por eso se conforma precisamente con la seguridad que se puedebuscar directamente.

    A veces los hombres buscan la felicidad inmediata en el placer, en lassatisfacciones de los caprichos momentneos, en la sensualidad, en la vanidad,etc. En estos casos, los moralistas fustigan severamente a los que as secomportan. Pero la bsqueda de seguridad supone una claudicacin que no estan diferente de sa. "Imaginad por un momento que el nico propsito denuestra vida es vuestra felicidad. Entonces la vida deviene algo cruel y sinsentido. Tenis que abrazar la sabidura de la humanidad, vuestro intelecto yvuestro corazn os dicen: que el sentido de la vida es servir a la fuerza que osenvi al mundo. Entonces la vida deviene un goce constante" (Tolstoi).

    La felicidad no debe ser buscada de manera inmediata pues esa bsquedafalseara la misma felicidad y, adems, como ha mostrado el pensamientomoderno, la bsqueda directa de la felicidad engendra neurosis. La alegra y lafelicidad son necesariamente "consectarias", es decir, sentimientos"concomitantes" que se advierten cuando se cumple la propia verdad personal.

    Lo expresaba con su talento peculiar Isak Dinesen en su libro de memorias defrica, cuando hablaba del "orgullo" bueno que ella defenda:

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    "El orgullo es la fe en la idea que Dios tuvo cuando nos cre. Un hombreorgulloso es consciente de esa idea y aspira a realizarla. No lucha por la felicidado la comodidad, que quiz sean irrelevantes con respecto a la idea que Diostiene de l. Su realizacin es la idea de Dios, plenamente lograda, y estenamorado de su destino. Al igual que el buen ciudadano encuentra su felicidaden el cumplimiento de su deber hacia la comunidad, as el hombre orgulloso

    encuentra su felicidad en el cumplimiento de su destino. La gente que no tieneorgullo no es consciente de que Dios haya tenido una idea al crearla, y a veceste hacen dudar de que haya existido una idea, o de que si ha existido se perdi,y quin la encontrar de nuevo? Acepta como realizacin lo que otros ordenanque lo sea, y toman su felicidad, e incluso su propio ser, de la moda del da.Tiemblan, y con razn, ante su destino. Ama el orgullo de Dios por encima detodas las cosas y el orgullo de tus vecinos como algo propio. El orgullo de losleones: no los encerris en zoolgicos. El orgullo de vuestros perros: no lesdejis engordar. Ama el orgullo de tus compaeros y no les permitas laautocompasin. Ama al orgullo de las naciones conquistadas y djales honrar asus padres y a sus madres" (Isak Dinesen, "Lejos de frica" captulo cuarto "Dela agenda de un emigrante", prrafo Sobre el orgullo").

    La bsqueda directa de la felicidad es propia de la existencia elemental de losnios, que instintivamente se guan por lo que les gusta o les disgusta. En estesentido, la argumentacin de los educadores que pretenden mantener siempre alas personas en la situacin de inmadurez, se ve apoyada por la tendencia a labsqueda de esa felicidad inmediata. Pero esa felicidad es, como decimos, muysuperficial y cambiante. Por eso asegura la dependencia de las personas de esoseducadores a los que constantemente reclaman sus cuidados. Por su parte, esoseducadores, a pesar de su constante solicitud e indudable sacrificio por losdems, se sienten indirectamente gratificados por el hecho de verse siemprenecesitados y de estar siempre en situacin de protagonismo.

    Para vencer estos equvocos se debe tener presente que "la finalidad inmediataque se debe buscar en la vida, no debe ser la felicidad sino, como intuitivamenteafirmaba Isak Dinesen, la fidelidad al propio ser, es decir, el cumplimiento delsentido de la vida. La felicidad es una recompensa que, en esta vida, a veces seda pero que muchas veces no se alcanza. Seria un error muy grave pensar quelas buenas acciones han de tener como consecuencia inmediata la felicidad."Cuando me encuentro en circunstancias difciles, pido a Dios que me ayude.Pero mi deber es servir al Seor, y no el Suyo servirme a m. En cuantorecuerdo esto, mi carga se aligera" (Tolsto)

    La fe cristiana nos dice que Dios premiar a los que hayan realizado el sentidode su existencia. Pero tambin nos ensea que esa recompensa tendr lugar en

    la "otra vida", es decir, no en el mismo mbito de existencia en que realizamosnuestras acciones. Esa felicidad futura debe ser conocida y debe ser objeto deesperanza, pero no debe ser orientacin concreta de la conducta. Las teorasmorales consecuencialistas adolecen precisamente del error que aqu estamostratando.

    La nocin de felicidad no debe, pues, presidir la tarea educadora y formadora.Ms bien debemos reconocer que la nocin de felicidad debe ser relativamentemarginada en el proceso de la educacin y de la formacin. Las nociones quedeben presidir la formacin han ser las de "fidelidad", "misin", "bien","solidaridad" y, en definitiva, "virtud" y "amor".

    Las fuerzas que mantienen a la persona en la seguridad del sentido de su vida,no son las que nacen de sus satisfacciones o de sus gozos, sino de la apasionada

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    aceptacin de su destino. Estas fuerzas no hunden sus races en la superficie dela existencia sino en el ncleo del ser, y es por eso ah a donde debe dirigirse laformacin de las personas verdaderamente maduras.

    Hay personas que son peligrosamente inseguras en su vida, precisamente por suafn inmediato de seguridad. La bsqueda de la seguridad inmediata hace a las

    personas tremendamente inseguras, porque las sita en un mbitoextraordinariamente frgil.

    En concreto, la educacin que conduce a la madurez de una vida humana quesea propia de quien es imagen e hijo de Dios, ha de poner el acento en lograr lasituacin adecuada de la persona ante la realidad. Esto tiene como condicin deposibilidad el adiestramiento y la disciplina de la potencias operativas, pero,como vimos, ha de superar ese estadio para dirigirse decididamente a la raz dela accin propiamente humana, a los grandes principios que se asientan en lamente y en el corazn, y no solamente a las potencias operativas.

    El sentido de la vida no es algo que se alcance con el ejercicio de las potenciasen s mismas. Ni siquiera es asunto de la inteligencia sola, por eso no puede serobjeto propio de "demostracin". Encontrar el sentido de la vida no es,primariamente asunto de razonamientos, sino de un tipo de experiencia queinvolucra ms plenamente a la persona entera. Lo realmente decisivo es percibiry vivir en un horizonte vital en el que el sentido de la existencia est asentadoen un absoluto. Esto conlleva en s mismo, si es verdadero, percibir tambin elsentido del sufrimiento y del dolor, es decir, encontrar el sentido de la falta desentido con que nos topamos tantas veces. Entonces la felicidad personal semuestra como algo tremendamente secundario, y paradjicamente la persona sedispone para experimentar indirectamente una felicidad que va mucho ms allde la que se puede buscar por s misma.

    4. LOS RIESGOS DE LA EDUCACIN: SEGURIDAD VERSUS LIBERTAD

    Si la finalidad de la educacin es disponer a la persona para que puedacumplirse como tal persona, la educacin tendr tambin con un objetivo suyo lafelicidad de esa persona. Pero ese objetivo debe ser esencialmente ulterior, noinmediato, ni buscado directamente o por si mismo.

    El cumplimiento de la persona es algo distinto de la actualizacin de sus potenciao de sus posibilidades, porque la persona trasciende el mbito en que puede

    llevar a cabo sus acciones. La acciones se realizan en el mundo, pero la personaest llamada a la trascendencia.

    La consecuencia de esto es que la educacin debe dirigirse a la persona encuanto que es la unidad que da cohesin a todas sus dimensiones operativas. Sila raz de la accin, el corazn, es fuerte, la vida de la persona ser tambinfuerte y unitaria. Todas sus potencias actuarn en concordia, y sus accionessern acciones de una persona. En cambio, si la educacin se dirigedirectamente a dar destrezas o pautas de accin concretas, la persona quedaolvidada y, aunque pueda resultar un ser relativamente til para ciertos fines, sepierde como persona. Esto es lo que sucede con aquellos que han aprendidociertas destrezas concretas, pero han dejado de lado el fondo de la persona.

    Esas personas tienen la lacerante conviccin de que no son ellos los que viven suvida, sino que la vida se les vive desde fuera, es decir, que son "utilizados".

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    Al mismo tiempo, estas personas son especialmente sensibles a la direccinbuena, que es aquella que se dirige a la cabeza y al corazn. En efecto, esaspersonas que actan desde el fondo de su ser, advierten que necesitan unalimento constante de sus principios y de su visin de la vida. Por eso sintonizanenseguida con la formacin que tiene en cuenta su capacidad personal deentender las cosas. Son ms sensibles a la calidad de la formacin que se dirige

    a la cabeza y al corazn, vidas de doctrina rica, verdadera, que dconocimiento de la realidad, para que pueda orientar la conducta. Lgicamenteson ms bien reacias a las indicaciones coyunturales o simplemente autoritarias.

    A su vez, cuando estn en puestos de gobiernos, ejercitan su misin dirigindoseal fondo de las personas que imperando actuaciones concretas. Por esoengendran mbitos de libertad y sentimientos de respirar aire puro. Hacen quequienes dependen de ellas acten con conocimiento de la realidad, y desde eseconocimiento de la realidad. Su gran misin es poner constantemente a losdems en contacto con la verdad de las cosas, para que sepan responder a lasinterpelaciones de esa realidad desde los principios que cada uno tiene en suinterior. Esto hace que su gobierno sea muy exigente porque reclama que cada

    cual ponga en juego toda su libertad y capacidad activa. Al mismo tiempo esaforma de gobierno resulta lgicamente un tanto "dbil" para quien es insegurode s y pretende seguridades inmediatas o proteccionismo por parte de laautoridad. En efecto, ese gobierno se cie fielmente a "gestionar la creatividad"y se niega a dar esa peculiar proteccin que es orientar en concreto toda laaccin que cada uno ha de decidir con su libertad.

    5. LA TENTACIN DEL GOBIERNO ASEGURADOR

    Cuando el gobierno no pone en primer lugar la confianza en la calidad humana yespiritual, y en la buena voluntad de aquellos a los que se dirige, se desconfa dela fuerza de la libertad y se alza la pretensin de establecer al detalle todos loscomportamientos, y entonces es un gobierno que prima la cantidad deinformacin sobre el ser y la conducta de los que debe dirigir. Entonces lasreferencias o los ejemplos se toman muy fcilmente del orden que existe entrelos artefactos o de las organizaciones mecnicas de los hombres como son losejrcitos, cuya unidad es muy material, externa y, en definitiva, superficial. Si elgobierno decae hacia esta lnea, los efectos sern relativamente satisfactorios amuy corto plazo, pero enseguida mostrar sus peligros y sus graveslimitaciones.

    En un mbito dominado por esa forma de gobernar a las personas, quiz no setemern "sorpresas", porque los actos concretos habrn sido rgidamentedeterminados. Pero esto se logra al precio de no saber muy bien hasta qupunto quienes actan como se les ha indicado son personas seguras: slo se hanasegurado sus actos externos, no su fondo, ni su cabeza ni su corazn. Enconsecuencia, ese modo de actuar deviene enseguida un fomento de la vigilanciamutua, y se insiste para que cualquiera que advierta algo que no se acomode alo indicado, lo ponga en conocimiento de quienes gobiernan.

    Esta actitud conduce a soportar de mala gana la exigencia del sigilo sacramentalque, en consecuencia, se trata de reducir al mnimo. De esta forma se insiste alos sacerdotes para que exijan a los penitentes que no se refugien en esaproteccin de su conciencia, sino que comuniquen todo a los directores. Se ha

    llegado a indicar a los confesores que nieguen la absolucin a aquellas personasque no se comprometan gravemente a manifestar todos sus pecados fuera de la

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    confesin. De ese modo, los que gobiernan se sienten en posesin de unconocimiento profundo y seguro de las personas. Pero esto es un error. Es muydistinto conocer todos los datos sobre la conciencia de las personas o conocerlasverdaderamente como personas. Ciertamente estos dos mbitos no soncompletamente separados, pero el ser humano tiene dos dimensiones que no sedeben confundir. Uno es su dimensin de relacin directa con Dios, es decir, su

    dimensin teologal. sta es la dimensin de la conciencia. En esa dimensin haya veces rupturas radicales, como cuando se comente un pecado mortal yreparaciones tambin radicales cuando se recupera la gracia en la penitencia.Pero la persona tiene una dimensin de relacin con los dems, que es la queest en la base de su complejidad existencial. Por esa dimensin los hombrestienen, a diferencia de los ngeles, una historia, y en consecuencia una dotacinpropia adecuada a su ser histrico. En esa dotacin personal encontramos lapropia historia de la persona, que es lo que define su identidad. Encontramostambin sus cualidades para su accin en el mundo y en la relacin con losdems, su temperamento, su carcter, sus virtudes y sus limitaciones, susinclinaciones y preferencias, sus opiniones y su capacidad para tratar a losdems y para conocer y formarse juicios maduros sobre la realidad. Esta

    dimensin de la persona enlaza ciertamente con la dimensin teologal, pero nose identifica totalmente con ella.

    De hecho experimentamos que cuando alguien tiene una disposicin humanacorrecta, est mejor dispuesta para que su relacin con Dios sea buena. Estasdisposiciones de cada ser humano concreto no se pueden conocer sabiendosolamente cmo es la moralidad de sus actos singulares. Personas de tiempos yculturas distintas, de temperamentos dispares, pueden coincidir en virtudes odefectos morales, pero ser completamente distintas.

    A las personas en su singularidad irreductible se las conoce en el trato. LaIglesia sabe que debe conocer a aquellos de sus miembros a los que piensa

    confiar misiones de especial responsabilidad. Pero para obtener eseconocimiento no consulta a los que acceden a la conciencia es decir, a losdirectores espirituales, y jams a los confesores. Sabe que los datos deconciencia son un mbito exclusivo de Dios. Precisamente por eso, cuando esimprescindible que un hombre, acceda a la conciencia de los otros, como es elcaso del ministro de la confesin sacramental, sella el conocimiento queadquiere con el sigilo, que es inviolable.

    Cuando se afirma que los directores conocen mejor a las personas porque tienenms datos, la referencia que se considera segura, la "informacin privilegiada",suelen ser los datos sobre la conciencia. As se menosprecia de hecho elconocimiento que se alcanza a travs del trato personal, de la vida ordinaria,

    que es accesible a casi todos los que estn en el mundo de esa persona.

    Adems, como se descuida el mbito de las condiciones personales, se pretendeque las persona sean lo ms indiferentes posible respecto a los diversos modosde vida, y acten sobre todo bajo la orientacin directa de los que detentan laautoridad. Por eso se tiende a imperar los actos concretos sin hacer que brotendel fondo del alma. Esto hace que las personas se muestran constantementenecesitadas de ser "animadas", "alentadas" para que realicen lo que se les pide,pues su impulso vital no lo tienen en ellas mismas, sino en quienes lesgobiernan.

    Aparecen entonces algunos problemas especficos, que son en s mismos un

    tanto extraos. En efecto, quien se encuentra en la situacin de ser impulsado yalentado en toda su actuacin, con frecuencia tiene la tentacin de "chantajear"

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    a quien debe animarle. Tener la raz de su actuacin fuera de uno mismo, llevafcilmente a que el inters por su propio bien, se decline a aquel que le impulsa.Los que gobiernan han de amar el bien de esas personas ms que ellas mismas.El caso es semejante al de los que muestran actitudes suicidas para llamar laatencin. stos aparentan no amar su vida y pretenden que los dems la amenms que ellos mismos. Ciertamente los casos de actitudes autoagresivas son

    claramente patolgicos porque la integridad y la vida han de ser consideradosbienes indiscutibles de la persona. Por eso no deben considerarse normauniversal. Si, no obstante, esa situacin se considera regla general, entonces laspersonas pueden reclamar de los que gobiernan un inters por ellas mayor queel que tiene ellas mismas, y entonces su propio bien se convierte en argumentopara reclamar cuidados y atenciones especiales. En realidad esto sucede cuandono se trata del verdadero bien de las personas en cuanto tales personasmaduras, sino cuando la mera situacin institucional se identifica con ese bien.

    No es raro, efectivamente, que algunas veces alguien diga que quiere haceralgo, que sabe que se considera indeseable, pero lo hace para reclamar que laautoridad se prodigue especialmente con ella. Si entonces quien detenta la

    autoridad trata a esa persona como una persona madura y duea de sus actos,y respeta lo que ha decidido, sta fcilmente alza la protesta de que es tratadacon falta de solicitud y de cario, y con indiferencia. Por ejemplo, cuando alguiendice que quiere abandonar su camino, lo hace con frecuencia para reclamar msatenciones, y se sentira defraudado si se le indica objetivamente el proceso quedebe seguir para alcanzar su objetivo. En realidad no quiere abandonar sucamino, quiere simplemente que se atienda ms. Por eso, estas personaspueden llegar a forzar a la autoridad hasta tenerla postrada a su servicio. Pareceque la caridad consiste en tratar a las personas como si fueran menores deedad, reclamadores insaciable de mimos.

    Pero esto no sucede solamente con los que son gobernados. Los mismos que

    gobiernan se limitan a transmitir lo que reciben desde arriba. Tampoco los quegobiernan son autnticos dueos de sus actos, y al gobernar se remitendirectamente a unas indicaciones tan concretas y externas como las quetransmiten.

    Dada la desconfianza en la capacidad de cada uno, se prestigia ms el gobierno,la tarea de indicar qu es lo que hay que hacer en concreto, que la formacin,pues lo que las personas piensan de fondo, es en definitiva irrelevante en laprctica. Por eso, la afirmacin de la primaca a los medios de formacinpersonales sobre los medios de formacin colectivos, esconde con frecuenciauna bsqueda de control inmediato y de seguridad.

    En efecto, en los medios de formacin colectivos se deberan predicar losgrandes principios de fondo y sus implicaciones, de manera que cada cualpudiera personalizarlos. En esta lnea los mismos textos espirituales podrantener eficacia para situaciones muy diversas. En cambio, cuando se pone elacento en los medios de formacin personales, fcilmente se trata de un deseode detallar la conducta que se pide a cada uno. Pero entonces, las personas seencuentran en una situacin en que sus actos remiten, no tanto al "espritu" quedeberan tener en el corazn, cuanto a lo que se les ha indicado. Por eso, ladireccin espiritual personal tender a decaer hacia una manifestacin, no pocoauto complaciente y prolija, de los propios estados de nimo, por parte deldirigido, en la espera de recibir aliento y estmulo, y a un detalle estrecho, porparte de quien dirige.

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    Los mismos medios de formacin colectivos dados en esta perspectiva resultandegradados. De ellos se esperan no ya los principios generales, sino un conjuntode indicaciones concretas, bien determinadas y listas para ponerlas en prctica.De este modo se convierten casi exclusivamente en una serie de consignas parala accin. Si alguna vez se hacen referencias a cuestiones de fondo, se juzga queaquello es un discurso abstracto, terico o, incluso, "intelectualizante", en

    definitiva, inoperante e intil. Y si alguien, tuviera la osada de deducir de losprincipios que se suelen aducir, algunas consecuencias que no son las"indicadas", se considera que se ha apartado de "lo que siempre se ha dicho", de"lo que siempre se ha vivido", de "lo que nos ayuda de verdad", y se ha cado en"originalidades".

    Estos medios de formacin llenos de concreciones "prcticas", resultan un tantoagobiantes porque manifiestan implcitamente que no se cuenta ni con la cabezani con la libertad de los que escuchan. Entonces lo que se considera "respeto alas personas" se centra exclusivamente en el tono delicado de la manera deexpresarse -lo que alguno deca que era poner "voz dulce"-, y en prodigardetalles de atencin de tipo material, como sera el invitar a comer o facilitar

    medios de descanso material. Cuando las cosas se viven de esta manera no sefacilita que las personas puedan manifestar sus opiniones sobre las realidadesms importantes, y el aparente respeto a la inteligencia se reduce a ser hbilpara poner buenos ejemplos o para hacer comparaciones ingeniosas con el finde inducir los actos concretos, pero no en el reconocimiento de que cadapersona tiene capacidad de conocer la realidad y de orientarse por ella. Es decirno se permite que nadie manifieste que las explicaciones que se le dan estnllenas de argumentaciones ficticias o de instrumentalizaciones.

    En este caso, los medios de formacin "maltratan" los grandes textos queexpresan el espritu, pues no se sabe deducir consecuencia libres de esosprincipios de amplio alcance, sino que nicamente se consideran en cuanto que

    imperan actos concretos. Las charlas y meditaciones se convierten en unaespecie de serie de textos sin profundidad, todos del mismo calado, que poco apoco se van convirtiendo en "convencionales".

    Los libros que se ofrecen para la lectura espiritual son entonces aquellos queapoyan las decisiones ocasionales, y proliferan as libros muy coyunturales, devigencia efmera. Aparecen tambin las "autoridades oficiales" que son aquellosautores que se prestan a escribir siempre sobre lo que es conveniente en cadamomento. Se pierde entonces el cultivo de la inteligencia para ver las cosas ensu profundidad y riqueza. Esto asegura que los medios de formacin nodependan de la inteligencia y de la personalidad de quien los da, y sean msbien unvocos exponentes de lo que la institucin propugna en cada momento.

    Hay que tener en cuenta que para calar a fondo en los grandes principios serequiere una inteligencia muy cultivada y un espritu muy despierto. La verdadesde la fe y del espritu no son afirmaciones de tipo informtico o matemtico, sinoque admiten muy diversas profundidades de calado. Cuando estas verdades seentienden ms hondamente dan lugar a conexiones con muchos aspectos de lavida, y entonces se puede dar una meditacin o una charla comentando yderivando consecuencia de un slo pasaje del Evangelio o de una sola fraseimportante. Pero si esta hondura no se alcanza, el discurso se limitar aenfatizar lo ya sabido o en buscar modos efectistas de exponerlo.

    No basta entonces pedir que se tenga capacidad de iniciativa, o que no se den

    charlas y meditaciones simplemente "encadenando" citas. Se precisa cultivar unmodo de meditar los principios que involucre la capacidad creativa de cada

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    persona. Pero esto ya despierta ciertas sospechas porque da lugar a queaparezcan diferencias entre los medios de formacin impartidos por personasdiversas. Estas diferencias resultan molestas porque se pretende que esosmedios de formacin sean independientes, en sus contenidos, de las personasque los imparte. Se juzga un gran bien el que todas las personas digan "lomismo" aunque esta identidad no est tanto en el fondo que es propio del

    espritu, cuanto en las manifestaciones concretas que constituyen el estilo.

    A veces en este mbito se insiste en la importancia de "lo doctrinal" o de lanecesidad de fomentar los "intereses culturales", pero estas declaracionesencierran una peligrosa ambigedad. Podra ser una insistencia en la importanciade conocer la doctrina en cuanto acceso a la realidad, de manera que la fe seaverdaderamente orientadora de la conducta. Podra ser tambin muestra delreconocimiento de la importancia de la cultura como manifestacin de interspor las expresiones de "lo humano" en aquellas personas que, desde losdistintos mbitos del conocimiento se han mostrado "expertos en humanidad".Pero podra ser simplemente un mero inters por la doctrina como cuerpo deformulaciones ya establecido que incrusta a las personas en un mundo de

    expresiones de "iniciados", pero que tiene poco de conocimiento orientador de laconducta, o un inters por "lo cultural" como conjunto de realidades aisladaspara personas de sensibilidad refinada, o por aadir citas de poetas, o deautores ms o menos de moda, a los discursos convencionales.

    Hay que tener en cuenta que actualmente el trmino "cultura" es bastanteequvoco. Para muchos hoy la "cultura" se ha constituido en un mundo especificocon unos productos propios que pueden ser conocidos y gustados casiexactamente como se conoce el funcionamiento de un motor de explosin. No esuna garanta de humanidad o de realismo el tener aficin al teatro o la pera,como tampoco lo es la aficin al flamenco, a la fiesta de los toros, o alcampeonato nacional de Liga. La cultura es humanizante en la medida en que es

    vista como manifestacin y ejemplo de naturaleza humanizada. El autnticoamor a la cultura se muestra en el inters por lo humano y por el respeto a ladinmica propia del cultivo de lo humano. He conocido personas que no leendiariamente el peridico y que estn mucho ms en el mundo que muchas otraspersonas que estn muy al tanto de las ltimas novedades de la modaintelectual.

    Ese inters equvoco por la doctrina o por la cultura es perfectamente compatiblecon hacer discursos llenos de indicaciones arbitrarias pero salpicadoingeniosamente de citas doctrinales o de referencias oficialmente culturales. Lamedida de la autntica densidad doctrinal o cultural se mide por el respeto a lainteligencia de los que escuchan y a las leyes de la realidad y de la deduccin

    lgica, de forma que se sepa claramente cundo se estn dando verdaderasrazones y cuando se est adornando de cierta apariencia de racionalidad algoque no pasa de ser una exhortacin gratuita a determinados comportamientos.

    A veces se pueden hacer discursos sobre las virtudes con razonamientos muypoco rigurosos, basndose en que las personas dan ya por supuesto que hayque vivir ciertas cosas como manifestacin de las virtudes. Esto es muyimportante porque estamos en un terreno en que se trata de que las personasentiendan lo que estn viviendo. Cuando se afirma, por ejemplo, que quien tieneuna entrega a Dios en el celibato sabe mucho ms del amor que los que vivenun amor de enamoramiento intenso, se entra en un terreno peligroso. En efecto,muchas veces quien vive bien un amor humano tiene la afectividad ms

    equilibrada que quien tiene que luchar violentamente con sentimientos o afectosque se le presentan con una riqueza vehemente y experimenta en s mismo queha de sacrificar inclinaciones muy profundas y naturales. Especialmente cuando

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    por la realidad de las cosas, y se preferir el ambiente interno, con sus pautasde accin ya establecidas, como lugar propio para vivir.

    La importancia real que se concede a la inteligencia se advierte en la categorade la enseanza humanstica y doctrinal de fondo que se imparte en los colegioso universidades promovidos desde la institucin. Lo que se observa en esos

    colegios no es tanto una formacin humana e intelectual de calidad, cuantosobre todo un inters por conseguir vocaciones entre sus alumnos. No seadvierte ningn inters especial por cuidar la enseanza de las materias quetiene relevancia intelectual y religiosa, como la historia, la filosofa o laliteratura. De hecho en esos colegios no se hacen especiales esfuerzos porincorporar a su claustro profesores capaces de dar una formacin intensa en elmbito humanstico o filosfico y, en consecuencia, no salen muchos jvenesbien preparados intelectual o doctrinalmente, aunque ciertamente s salenbastantes con el "estilo" vigente.

    Esto delata que no se trata tanto de promover el surgir de personalidades detemple intelectual creativo, que puedan dar una respuesta cristiana a las

    cuestiones siempre nuevas que plantea el mundo, cuanto ms bien "empollones"que puedan asimilar bien la doctrina convencional ya definitivamenteestablecida, es decir, buenos funcionarios de alto nivel.

    En el mismo gobierno se prestigiar una forma de energa que es ms"violencia" que virtud de la fortaleza. Los gobernados sern ms imperados queescuchados pues no se cuenta tanto con la iniciativa, opiniones, o inclinacionesde cada uno, cuanto con sus cualidades de tipo tcnico, que son lasdirectamente aprovechables en los modelos de unidad mecnico. Entonces lasinceridad se resiente: ya no tendr el carcter de dar a conocer la situacinpersonal, que ha de realizarse en el seno de un dilogo confiado, sino lacomunicacin de hechos concretos. Las personas se vern impedidas de

    comunicar sus opiniones ms personales, sus dudas o perplejidades sobre lascosas que ms les interesan, y slo hablarn de ellas con sus ntimos Aparecerel temor a decir francamente lo que se piensa porque, de hecho, los quegobiernan no consideran a las personas como posibles sujetos de conocimiento,sino solamente como instrumentos con ciertas cualidades prcticas. Decir conclaridad la propia opinin puede dar lugar a serias dificultades institucionales. Sila propia situacin es relativamente grata y depende de los que gobiernan, sepensar que es mejor callarse que ponerse en peligro de ser apartado de lasituacin en que uno se encuentra.

    Esto es gravemente negativo tambin para las personas que se confanplenamente a ese modo de vivir. Quienes viven en este mbito, aunque tengan

    pautas de actuacin concretas muy aseradas, resultan personas "sin mundo", esdecir, sin un contacto real y comprometido con la realidad, es decir, sinreferencias reales consistentes. El mundo de la orientacin ha sido substituidopor las indicaciones de gobierno. Por eso, las personas antes o despus acabanreclamando de los gobernantes lo que deberan saber encontrar en la realidad:apoyo, orientacin, consuelo y, en definitiva, impulso vital. Como esto no es algoelectivo, sino que responde a lo que las personas son en la realidad, stas congran frecuencia se rompen.

    Si se trata de formar a las personas de esa manera, cuando stas se encuentranen situaciones que no son las previstas en el conjunto de indicaciones vigentes,es decir, en situaciones para las que no hay pautas concretas determinadas,

    carecen de la creatividad necesaria para dar una respuesta personal yresponsable ante lo que tienen delante. Pero es que nunca su conducta es

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    original y propia, siempre es derivada de la norma general, es "un caso" de logeneral, no algo verdaderamente personal, es decir, indito y libre.

    6. ESPRI TU O "ESTILO" La preferencia por las indicaciones concretas frente a la libertad y la creatividadde la conciencia personal, hace que tenga lugar un deslizamiento desde ladimensin a la que se refiere la libertad, que es el espritu, hacia lasmanifestaciones externas, que es lo que podramos calificar de "estilo", encuanto modo concreto de hacer las cosas que se refieren a la vida cristiana.

    El deslizamiento desde el espritu hacia el estilo, tiene como manifestacininmediata el hecho de que las que se consideran personas "formadoras", sonsobre todo aquellas que son hbiles para inducir formas de comportamientoconcreto, sin llegar al fondo de las personas. Lgicamente no es que estos

    "formadores" no hagan referencia a las cuestiones de fondo. Lo que sucede esque esas referencias se hacen simplemente como adorno o acompaamiento delas indicaciones concretas. Las referencias a las cuestiones de fondo, a lalibertad y a las espontaneidad, pueden no pasar de ser un elemento ms de loconvencionalmente establecido.

    Una consecuencia negativa importante del deslizamiento desde la primaca del"espritu" hacia la preponderancia del "estilo", es el carcter que adopta elapostolado y el proselitismo. En efecto, si no se atiende sobre todo al "espritu"que radica en el fondo del alma, el proselitismo se convierte en un proceso en elque los jvenes son introducidos en un ambiente determinado, con sus modo dehacer, con su estilo de vida, su "ambiente", de manera que sean chicos

    "encajados". Pero este modo de hacer proselitismo resulta inquietante en cuantose advierte que las personas no estn atradas por el fondo o por el sentido devocacin y de misin, sino por factores mucho ms externos.

    No es raro que esas personas consideradas como buenas "formadoras" o muyapostlicas que se mantienen al nivel de los actos concretos, sean muyinseguras o dbiles de fondo. En realidad son personas que viven a nivelsuperficial, aunque trabajen mucho y sean muy solcitos en su tarea de detallarmucho las cosas, de lograr mucha informacin concreta sobre las personas. Perose trata de una labor insegura que no alcanza el fondo de los corazones. Y no esinfrecuente que llegue un momento que esas mismas personas se encuentrenvacas y sin un sentido claro de su existencia, pues advierten que han gastadosus aos en cumplir las consignas que se les daban y en poner por obra unashabilidades o destrezas bastante superficiales.

    Las personas formadas segn ese modelo, para que puedan responder a lo quese les dice, han sido despojadas previamente de sus capacidades propias deadvertir la realidad y de darle una respuesta personal. Los sentimientos, que sonel lugar del entronque del ser humano con la realidad del mundo en que vive,son vistos con desconfianza de manera que, ms que formarlos, se pretendeanularlos. De ese modo ya se puede confiar toda la orientacin para actuar a lasindicaciones de la autoridad, que entonces podrn seguirse sin trabas. Esto es loque est en el fondo de unas valoraciones curiosas que consideran como detallesheroicos lo que cualquier persona honrada hace sin ningn sentido de hacer algoextraordinario. Es que cuando se ha perdido el sentido de la realidad y se miraexclusivamente a las indicaciones vigentes, todo recibe la calificacin tambin apartir de esas indicaciones, que son las que establecen qu es lo heroico y qu

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    es lo meritorio. As se aplican a las actuaciones de ciertas personas que son losejemplos convencionales unos calificativos de herosmo o de caridadextraordinaria o de piedad sorprendente lo que en realidad son comportamientosnormales honrados.

    Anlogamente en la llamada "direccin espiritual" se limita a vigilar la puesta en

    prctica de las normas de accin concretas, sin llegar a las disposiciones y alejercicio de las capacidades ms profundas del alma. Los que dirigen ya no sontanto personas que velan por la riqueza del espritu de fondo, o por el logro delos fines, que casi desaparecen de la mirada, cuanto por el cumplimiento dereglamentos y normativas concretas. Por eso, no es necesario que esas personastengan las especiales condiciones que siempre se han considerado necesariaspara dirigir espiritualmente a otros: ya no se precisan tanto maestros deoracin, cuanto buenos administrativos que apliquen con rigor las normasestablecidas por las autoridades.

    En un guin reciente muy amplio sobre la charla personal se trata, de acuerdocon lo que vengo diciendo, sobre todo de la sinceridad y de la obediencia a las

    indicaciones recibidas, pero se trata muy poco, de que la charla debe serefectivamente una charla en la que se conoce a la persona, con todas sussingularidades e inclinaciones y especialmente con aquello que es principio de sepueda decir, por ejemplo, que alguien est en "su sitio" o que algo es "lo suyo".

    En consecuencia, a los que gobiernan se les aplica la responsabilidad demantener el orden previsto entre las personas, pero sin que ese orden tenga lahondura de un "espritu" vivido, o del cumplimiento del ideal, sino nicamenteun carcter disciplinar un tanto externo. No se mirar tanto la "calidad" de losmedios de formacin, cuanto la vigilancia por el cumplimiento de la indicacionesconcretas establecidas. Esto conduce inexorablemente a una trasformacin de lanaturaleza de la unidad que queda reducida a la unidad mecnica de una

    disciplina rgida, en la que la dimensin "humana" resulta confiadaexclusivamente a unos detalles de cario muy materiales y sensibles, pero no alrespeto real a las personas y a su capacidad de conocer y de formarse opinionespor s mismas.

    Esto se trata de fundamentar a veces en la afirmacin de que cuando seobedece a esas indicaciones la vida interior progresa casi automticamente. Escomo si se pensara que esos actos han de tener una eficacia cuasi sacramental.Pero no debe olvidarse nunca que incluso en los sacramentos, que s tieneneficacia "ex opere operato", ha de buscarse no slo el acto ritual sino la graciade Cristo. De hecho no es raro encontrarse con personas que son muy detallistasen el cumplimiento del plan de vida, pero que en verdad son poco piadosas. Son

    personas que ponen gran detalle en "hacer la oracin", pero no van a "hablarpersonalmente con el Seor". Igualmente hay personas que cuidan mucho losdetalles relativos a la fraternidad -respeto de los horarios, atencin a las fechas,evitar las llamadas telefnicas durante las tertulias, etc.- pero escuchan ycomprenden poco a las personas concretas. Por eso no es infrecuente quequienes han vivido un plan de vida muy rico, cuando cambian las circunstanciasexternas casi dejan de practicar la fe.

    La unidad que resulta es una forma de unidad degradada, que ya no es la unidadpropia de personas singulares que tiene cada una inteligencia y un coraznpropios, sino la unidad de un disciplina frrea, en la que el aspecto humano esconfiado exclusivamente a los modos edulcorados de intervenir, y a los detalles

    de atencin a los aspectos materiales y corporales: solicitud por la salud,invitaciones a comer, oportunidades para el descanso. Si alguien denunciara ese

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    trato como superficial y pretendiera ser escuchado, enseguida se dictaminarlaque est cansado o que tiene algn desajuste de carcter psquico. Por curiosoque pudiera parecer, esto es lo que suceda en la antigua Unin Sovitica,cuando se encerraba a los disidentes en hospitales como enfermos psiquitricos.

    En cierto modo, la direccin espiritual se limita a una recopilacin de datos sobre

    las personas para proporcionarlas a la autoridad que de este modo puede alegarsiempre que tiene "ms datos". Se convierte entonces en algo esencial el hechode que los datos que se conocen en la direccin espiritual se puedan y se debancomunicar a los que gobiernan.

    Al mismo tiempo, los que han de impartir la direccin espiritual se ven forzadosa abdicar de su conciencia para ser simplemente transmisores de lasindicaciones de los que gobiernan. A quienes tiene el encargo de la direccinespiritual se les advierte que su misin no es tanto comprender a las personas,cuanto transmitirles enrgicamente las indicaciones que viene "de arriba". Sialguien adujera que ha dado consejos segn las normas morales generales y supropia conciencia, ser advertido de que las respuestas "correctas" a las

    personas en cualesquiera situaciones estn ya perfectamente determinadas porla propia institucin a travs de ciertas normas que han de considerarseuniversalmente vlidas, y de las indicaciones de los que gobiernan.

    Esto supone sin duda una confusin peligrosa entre el fuero interno, propio de ladireccin espiritual, y el fuero externo, que corresponde al gobierno. As, en nopocas ocasiones quienes han de dar la direccin espiritual se sienten violentadosen su conciencia y no se encuentran capaces de secundar las determinacionesque reciben.

    Quiz a raz de esa confusin se encuentra en el hecho de que, como decaantes, quien gobierna pretende siempre situarse en posicin privilegiadaaduciendo que tiene "ms datos", incluyendo sobre todo los datos sobre laconciencia de las personas. Pero, como tambin se deca antes, es muy posibleque quien tenga esos datos, incluidos los de conciencia, conozca poco a laspersonas. En efecto, las personas en cuanto tales no se pueden conocerprincipalmente a travs de datos, sino que han de conocerse en la conversacinlibre y en la vida misma, y en un ambiente en el que las opiniones personalesson dificultadas y substituidas por los lugares comunes y las explicacionesinstitucionales, apenas pueden manifestarse. Habra que tener en cuenta que laconciencia pertenece slo a Dios, y que, en cambio, hay que conocer otro ampliocampo de la realidad personal, que slo se manifiesta en un mbito de libertadpara manifestar lo que se piensa de fondo sobre las cosas ms importantes. Aveces algunas personas tienen reacciones inesperadas y sorprendentes, pero no

    porque hayan ocultado los datos que se esperan, sino porque esas reaccionestienen su raz en la visin que esa persona se ha ido formando sobre las cosasque vive, y que no ha podido manifestar serenamente.

    Es relativamente fcil ser sinceros cuando se trata de debilidades ascticas, y esbastante seguro que se recibir comprensin, pero no es nada probable recibir lamisma atencin y comprensin cuanto el asunto que se trata de manifestar serefiere a temas ms generales y de fondo, por ejemplo, el modo de dar laformacin o de orientar el gobierno. En esos casos lo ms probable es que sereciba la advertencia de que no se tiene datos suficientes para opinar.

    En todo este asunto es esencial reconocer que cada persona tiene la capacidad

    propia para formar un juicio recto sobre el fondo de las cosas que vive, aunqueno tenga conocimiento de todos los detalles. Lo decisivo est a la vista de todos,

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    y nos solamente a la vista de los que gobiernan, especialmente si stos formansus juicios desde unas informaciones que son indirectas y se refieren a detallesmuy concretos. Por ejemplo, las consideraciones que se hacen en este escrito nose apoyan en especiales informaciones confidenciales, pero no por eso estnms dbilmente fundamentadas.

    Estos defectos se hacen esencialmente patentes en los medios de formacincolectivos como las convivencias y los cursos anuales. Los grandes y esencialesaspectos del espritu de la Obra, como son la "consecratio mundi", el poner aCristo en la cumbre de las actividades humanas, se difuminan de horizonte ycasi desaparecen de los medios de formacin, porque se han quedado sincontenido.

    En esas ocasiones se pone todo el inters en insistir a todos que vivan lasindicaciones concretas recibidas, pero apenas aparecen los fines amplios que sonlos que deberan justificar todas esas indicaciones. Por eso muchas veces esosmedios colectivos resultan un tanto estrechos. Los temas de ms alcance, queson los que podran mover a las personas a poner todos sus talentos en juego

    para mejorar, son confiados a clases y charlas rutinarias y aburridas, sinninguna incidencia prctica, que se confan a personas con poca o ningunapreparacin. Luego, al hacer una valoracin de esos medios, se atiende casiexclusivamente a mirar si se vivieron las indicaciones ascticas y disciplinaresque se dieron, sin considerar si se han logrado los objetivos de formacin dems amplio y profundo alcance.

    7. LA ABSOLUTIZACIN DE " LO INSTITUCIONAL"

    El aspecto "institucional" tiende a hacerse dominante sobre el aspectopropiamente espiritual, de conciencia. La institucin se convierte en instancialtima y, en consecuencia, en la referencia definitiva y absoluta: la institucin seconvierte en un fin en s misma. El fin que la institucin est llamada a cumplirse desvanece y aparece como el mantenimiento de la propia institucin, quetender a prevalecer sobre las personas. Su unidad ya no proceder de laconcordia en el cumplimiento de la misin, sino en la defensa de los elementosestructurales de la propia institucin en s misma. Pero ya advirtieron losantiguos, cuando el fin se difumina, la propia institucin cambia de carcter y sedesvirta.

    Una de las consecuencias ms extraas de esta situacin es que los criteriosmorales cambian. Ya no es sobre todo la persona la que debe ser respetada.Ahora la institucin se alza como referencia absoluta y suprema. Cualquieropinin sobre las limitaciones o defectos de la institucin es considerada comofalta grave, merecedora de los ms severos castigos. Se renueva al viejo delitode "lesa majestad" del antiguo rgimen que era considerado gravementedisolvente de la comunidad humana. Se ignora que esas opiniones puedennacer, y de hecho nacen muchas veces, del deseo de superar los aspectos mssuperficiales o administrativos, y de vivir los objetivos ms de fondo que son losque justifican su existencia.

    En esta situacin, lo institucional prevalece completamente sobre las personas, yno se dudar en causar daos graves a las personas si con ello se subraya laprimaca de la institucin. Esta situacin es muy peligrosa porque hace que losdirectores se siten en el mbito de la conciencia, es decir, en el mbito quecorresponde slo a Dios, y que, en consecuencia, traten de vincular sus

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    decisiones con la propia conciencia de aquellos sobre los que acten y ademsse sientan autorizados a poner cualquier medio para acceder a ese mbito,aduciendo que es lo absolutamente importante. Se fomenta de esta manera quetodos se conviertan en potenciales delatores de los dems. La delacin llega aafirmarse como manifestacin de caridad, pues -se dice- al poner enconocimiento de los directores cualquier cosas que extrae, se est permitiendo

    que se le pueda ayudar mejor. Esto es ignorar que a la persona humana no se lapuede ayudar a costa de la misma persona, y que el bien moral no se puederealizar por imposiciones.

    Adems, la absolutizacin de lo institucional conduce a concebir a las personassolamente como representantes de lo institucionalmente establecido. Lasconversaciones de las personas estarn repletas de lugares comunes, es decir,de informaciones sobre el cumplimiento de lo establecido, o decaer a nivelesbanales. Anlogamente, la caridad se concebir sobre todo como la "ayuda" paraque cada uno se integre cada vez ms plenamente en lo institucional, pues asse est "deseando lo mejor" para esa persona, sin necesidad de miraratentamente a qu es lo que su inclinacin o sus circunstancias pueden

    aconsejar en cada momento. Por esto se repite sin cesar que el querer a laspersonas se manifiesta inequvocamente en hacerles correcciones, ayudarles avivir el horario, no interrumpir la tertulia, y cosas por el estilo. No digo que estosaspectos sean innecesarios. Lo son, pero solamente como el aspecto material derelacin que debe tener fundamentos ms profundos y humanos.

    En la prctica esto se manifiesta tambin en que los que gobiernan y, engeneral, las personas representantes de la institucin, se alzan como instanciasabsolutas. La resistencia ante el sigilo sacramental es una muestra clara de quequienes gobiernan pretenden situarse en la posicin de lo absoluto, es decir, deDios. As no es posible reconocer ni el ms leve defecto en quienes son lasautoridades mximas. Se han escrito libros sobre los defectos de los santos,

    pero decir eso mismo de las personas ms altas en la institucin resultainaceptable.

    Un caso llamativo es el artculo escrito en memoria de una persona, sacerdote,que fue apartado de sus cargos y de su situacin y que sufri mucho por ello,hasta el punto de ejercer su ministerio sacerdotal y su labor de telogosolamente al servicio de la Conferencia Episcopal. En ese artculo en sumemoria, no se hace ninguna referencia a aquel doloroso episodio, pues debehaber parecido que no era posible exponer sencillamente que se tomaranmedidas tan violentas contra una persona buena que se haba limitado aexponer su opinin sobre un asunto importante. Es que se pide un sacrificio totalde la persona y de su situacin, incluso de su salud, en favor de la institucin,

    mientras sta, por su parte, no duda en tomar medidas que suponen unadifamacin de hecho de esas mismas personas.

    Se olvida que stas son cosas que han ocurrido en toda la historia, y quesiempre resulta presuntuoso, por no decir ridculo, considerar que "no soy comolos dems hombres", que nuestra institucin puede incurrir en lo que hasucedido a todas las dems instituciones humanas. Es necesario tratar de evitarque esto ocurra, pero es igualmente importante saber que estas cosas suceden yque hay que estar prontos para reconocerlas y para corregirlas. Como se predicafrecuentemente, la agilidad para corregir y ser corregido es ms importante quela presunta inerrancia.

    Quiz esto sucede porque se confunde en la prctica la autoridad "deontolgica",es decir, la capacidad de disponer indicaciones de gobierno, con la autoridad

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    "epistemolgica", es decir, la autoridad que se refiere al orden del conocimiento.Entonces los que gobiernan, es decir, los que estn investidos de autoridaddeontolgica, se consideran dotados de autoridad epistemolgica y hablan de lascosas ms diversas en la vida ordinaria como maestros infalibles, que consideransus enseanzas como ms profundas, sus predicaciones como ms ricas y suspropias opiniones sobre las personas y las situaciones, sean en aspectos

    doctrinales o sociales o artsticos, como superiores a las de cualquier otro. Seacostumbran as a ser escuchados con veneracin y de forma incontestable,estableciendo un tipo de relaciones con los dems que no es "de igual a igual",es decir, de persona a persona, sino "de arriba abajo".

    Esto significa que son personas que han abdicado casi completamente de sucondicin personal y se han convertido en meras piezas de un conjunto. En laprimera formacin parece que se pretende que las personas tomen como pautade accin solamente las indicaciones y los llamados "criterios" determinantes dedetalles, sin que respondan a las indicaciones del sentido comn, es decir, de lasinterpelaciones de la realidad. Los juicios que se emiten sobre la actuacin de losdems, se basan sobre todos en esas indicaciones y, entonces, perciben con

    ms intensidad los pequeos defectos en al cumplir las instrucciones internas defuncionamiento, que las violaciones ms flagrantes del sentido comn. Porejemplo, en lo referente a la sobriedad cuenta ms el cuidar la puntualidad en elcontrol de las aportaciones, que no gastar cantidades desorbitadas en el vestido.

    De manera particular se pide implcitamente a las personas que no ejerciten sucapacidad de conocer en sentido "heurstico", es decir, que no hagan ningnjuicio sobre las realidades ms importantes. Estos juicios se esperanexclusivamente de las instancias autoritarias. Se ha dado el caso de que unapersona fuera violentamente recriminada y castigada por decir que la formacinteolgica que se da en la institucin era bastante deficiente y que, sin duda, serequera un cambio serio. Esto fue considerado como un ataque gravsimo y se

    aplic a quien lo dijo un castigo severo. Sin embargo, poco despus esas propiasautoridades repetan casi con las mismas palabras esos juicios que, por lodems, respondan a la evidencia. Adems encargaron a algunas de las"autoridades oficiales" que fueran por diversos cursos de verano para advertir dela situacin real y para comunicar a todos que ya se estaban tomando lasmedidas para solucionarlo. Como es obvio, desde esa situacin no era deesperar que las presuntas medidas que se tomarn cambiaran algo: todo se haconfiado a las mismas personas que originaron la situacin que se afirmabadeplorar.

    El resultado es que las personas que estn sumidas en ese mbito se venimperadas a las cosas ms coyunturales y cambiantes con una presin que

    pretende vincular la conciencia. Para algunas personas, esto resulta un tantoangustioso pues no se puede evitar que en algunos casos la razn naturalmuestre las limitaciones de esos juicios y dictmenes autoritarios. La autorevelacin de Dios en la Biblia como "el Dios Altsimo" era una liberacin delpeligro de divinizar las instancias humanas, pues supona que Dios est porencima de ellas.

    En cambio, cuando lo institucional se absolutiza, pretende ser la instancia msalta de la cual no hay nada. Por esto no es de esperar de los que gobiernan unarespuesta razonada sobre las cosas ms importantes y cuando alguien comentasus dificultades, se le ofrecen simplemente remedios "afectivos" o "espirituales",detalles de cario, invitaciones al centro de los que gobiernan y cosas por el

    estilo. Si entonces se tiene la serenidad suficiente para declarar la insuficienciade esa respuesta, se juzga su conducta con valoraciones ascticas, de orgullo,de indocilidad, o de falta de entrega.

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    Parece que los nicos que tiene acceso a la realidad son los que gobiernan, y susconsejeros inmediatos. De cualquier otra persona se dir que "no tiene datossuficientes" para formar una opinin adecuada. No se tiene en cuenta que, comoya se ha dicho antes, estas realidades se perciben ms en la vida que en losdatos. Adems, desde esa perspectiva se fomenta el que todos vayan aproporcionar esos datos, que la mayora de las veces son denuncias muy

    sesgadas por el inters o el resentimiento.

    De hecho resulta poco eficaz hablar abiertamente con las personas quegobiernan, pues ellas mismas siempre hablan desde las indicaciones recibidas yson poco aptas para un dilogo real. Por una parte se sitan siempre en unaposicin de superioridad, y por otra carecen de la capacidad de admitir que loque dice el inferior pueda ser acertado. Y en la antigedad se advirti que lapresencia de la autoridad es un obstculo para el conocimiento de la realidad.Platn ha mostrado -ms que con declaraciones explcitas con el orden segn elcual se desarrollan las conversaciones en "La Repblica" y en "Las Leyes"- hastaqu punto es indispensable poner en duda la autoridad, o liberarse de ella paradescubrir el derecho natural.

    En "La Repblica" la discusin sobre el derecho natural comienza mucho despusque el viejo Cfalo, el padre, el jefe de la casa, se ha alejado para ocuparse delos sacrificios: la ausencia de Cfalo, o de aquello que l representa, esindispensable para la bsqueda del derecho natural. Y si esto parece aventurado,digamos al menos que hombres del tipo de Cfalo no advierten la necesidad deconocer el derecho natural. Por lo dems, la discusin hace que losinterlocutores se olviden completamente de la carrera de antorchas en honor deuna diosa, a la que deban asistir: la bsqueda de derecho natural sustituye lacarrera de antorchas. La discusin recogida en "Las Leyes" tiene lugar mientraslos interlocutores, volviendo por el camino de Mnos -que, hijo y alumno deZeus, habla llevado a los cretenses sus leyes divinas-, se dirigen a pie de la

    ciudad de Creta a la caverna de Zeus. La conversacin es referida por completo;pues bien, no hay seal alguna de que ellos terminen en la meta que se habanpropuesto al principio. El fin de "Las Leyes" est dedicado por completo al temacentral de La Repblica: el derecho natural, es decir, la filosofa poltica y suculminacin sustituyen a la caverna de Zeus.

    Si consideramos a Scrates como el representante de la bsqueda de derechonatural, podemos aclarar las relaciones de esa bsqueda con la autoridad delmodo siguiente: en una comunidad gobernada por leyes divinas estabsolutamente prohibido someter esas leyes a un autntico debate, o sea, a unexamen crtico, en presencia de jvenes; ahora bien, Scrates discuti sobre elderecho natural, que es un asunto que presupone poner en duda el cdigo

    ancestral o divino, no slo en presencia de jvenes, sino conversando con ellos.Por ello fue acusado de impiedad y de corromper a los jvenes. Por eso se hapodido escribir que, "la muerte de Scrates es un momento clave en la historiade occidente" (Guardini). Los cargos que pesaron sobre l no se refierensimplemente al hombre Scrates, que casualmente es filsofo, sino que significala condena de la actividad propiamente filosfica en cuanto tal, es decir, de laconfianza en lo que cada persona puede ver de la realidad con sus propios ojos.Y esto no en el seno de la ciudad de Atenas, simplemente, sino en el seno detoda comunidad humana que pretende estar unificada por una doctrina superiorcomn.

    Una consecuencia inmediata es los que estn en el gobierno de ese tipo de

    mbitos son poco capaces de relaciones humanas autnticas. Entre ellos mismoslas conversaciones estn casi exclusivamente circunscritas a los intereses delgobierno o a cuestiones muy coyunturales, y cuando cesan en sus cargos se

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    encuentran solos, poco escuchados, pues entonces las autoridades ya son otras,y en una situacin humana ms bien penosa. Lo nico en que se han ejercitadoes la transmisin de indicaciones concretas, y carecen de principios o referenciaspropias de ms altura que les puedan ayudar a vivir fuera del mbito delgobierno. Despojados de sus cargos, resultan de una pobreza personalinquietante y, lgicamente, no son personas queridas ni bien relacionadas con

    los que fueron sus propios gobernados. Los que desde la posicin de gobiernohablaban con seguridad aplastante, especialmente a las mujeres, se muestraninseguros cuando se encuentran en una relacin de igual a igual. Quiz por esose tiende a que permanezcan tiempo en el cargo, ms del que est previsto.

    Cuando este estado de cosas se percibe, se va sintiendo como undistanciamiento de todas esas realidades. Lo que se presentaba como instanciainapelable se tambalea, y las personas se sienten capacitadas para cuestionar loque en s mismo se presenta como referencia absoluta. Adems se percibe queeste cuestionamiento es perfectamente lcito. Pero si no se es capaz de darcuenta de estos fenmenos, es muy fcil que las personas adquieran una malaconciencia difusa y un sentimiento de desgarro interior que es difcil superar.

    Hay quien por haber vivido en ese ambiente qu