lo politico bajo el horizonte del nihilismo

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  • 8/8/2019 Lo Politico Bajo El Horizonte Del Nihilismo

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    LO POLITICO BAJO EL HORIZONTE DEL NIHILISMO

    De Nietzsche a la Hermenutica[i]RUBN PARDO

    "Finalmente el hombre moderno se atreve a una crtica de los valores en general;llega a reconocer su procedencia; conoce entonces lo

    suficiente como para no creer ya en ningn valor;aqu el 'pathos', el nuevo sobrecogimiento...Lo que narro es la historia de los dos

    prximos siglos"

    F.Nietzsche - Fragmentos Pstumos

    1. Preliminares: el desafio de la modernidad tardia

    Es por todos conocido, y en buena medida aceptado en cuanto diagnstico, el

    anuncio nietzscheano de la llegada del nihilismo y su ineludible proyeccin hacia nuestro

    siglo. Nietzsche se concibe a s mismo como el augur de una poca cuyo sello y sino estriba

    precisamente en la crisis de los fundamentos, en el despertar nihilista del sueo de la

    promesa prctica de una ilustracin plena. El fracaso de dicho ideal, la tan mentada "muerte

    de dios", sin dudas ha proyectado ya sus primeras sombras sobre nuestro siglo, dndole a lapoca una reconocible tonalidad crepuscular: la idea weberiana del desencanto y la "jaula

    de hierro", o el anlisis heideggeriano en trminos de "bestand" y mayor ocultamiento del

    ser, son slo algunos ejemplos del cada vez ms consciente malestar de una modernidad

    signada por un doble horizonte de vaco de fundamentacin y devenir tecnolgico de su

    proyecto de racionalidad.

    Ya sea que se comprenda el desarrollo histrico cultural de occidente como proceso

    de racionalizacin e instrumentalizacin de la razn, o como historia del ocaso del ser, el

    resultado, a todas luces, es el mismo: un comn diagnstico de crisis fruto de la toma de

    conciencia de los lmites y de las contradicciones inherentes al ideal moderno; y es as que

    tambin es la misma la pregunta, reavivada y recreada continuamente desde mltiples

    perspectivas: cmo seguir pensando, a partir de la encrucijada de una razn que se percata

    de su propia vacuidad de razones, y que se desliza, gustosa y constantemente, hacia una

    riesgosa prctica autista de sealamiento de abismos propios?; y ms concretamente:

    cmo pensar y experimentar lo poltico, en el marco de la ausencia del fundamento?

    Indudablemente, en la renovada permanencia de estos problemas y desafos, estriba la

    acuciante actualidad de Nietzsche.

    Sin embargo, si pretendemos arribar a una clara comprensin del fenmeno del

    nihilismo como horizonte cultural de nuestro siglo, es preciso desembarazarse, desde un

    comienzo, de la hoy muy extendida y a la vez errnea opinin que interpreta estos signos

    de consumacin y acabamiento en trminos de superacin del orden moderno y pasaje a la

    postmodernidad. Aqu, y siguiendo en esto el lcido anlisis institucional de Anthony

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    Giddens,[ii] cabe formular una aclaracin fundamental: si desde Nietzsche, estamos ya

    persuadidos, entre otras cosas, de la circularidad de la razn y de la carencia de un sentido

    teleolgico ltimo inherente a la historia, esto, ms que llevarnos ms all de la

    modernidad, nos seala el momento de mayor reflexividad de la misma. Aunque puedan ya

    percibirse "los contornos de un orden nuevo y diferente", en vez de inferir de ello una

    supuesta entrada a la postmodernidad, debe interpretarse como el advenimiento de la etapa

    de radicalizacin y universalizacin de las consecuencias de la modernidad: toma de

    conciencia de la cada de los fundamentos y, como dira Habermas, colonizacin del mundo

    de la vida por los rdenes sistmicos.

    Es entonces en este contexto de "hipermodernidad" en el que hay que comprender

    los alcances del desafiante pensamiento nietzscheano, como asimismo el sentido y las

    implicancias prcticas de su problemtico diagnstico. Resultara conceptualmente nocivo

    desatender alguno de los dos ejes sobre los que gira esta fase de modernidad radical,

    ocultando ora su autocomprensin nihilista, ora su expansin tecnolgica. La pregunta

    antes formulada, acerca de la inevitable proyeccin de estos tpicos sobre la praxis tico-

    poltica, sintetiza la paradoja y el riesgo que la filosofa de Nietzsche descubre de cara a

    nuestro tiempo, y a la vez nos obliga a sopesar el impacto de tal impronta. Y obviamente, a

    pensar respuestas ante ella.

    El presente trabajo tiene como objetivo analizar, comenzando por la del propio

    Nietzsche, algunas de esas respuestas; evaluar crticamente los principales intentos que,

    desde el filsofo del Zaratustra hasta nuestros das, se han hecho por responder a ese

    inquietante desafo de repensar lo poltico bajo el horizonte hipermoderno del nihilismo y la

    tecnologa.

    2. Lo politico ante la llegada del nihilismo: Nietzsche

    a- La modernidad: crisis y toma de conciencia

    Nietzsche se presenta a s mismo como una encrucijada. O, para ser ms precisos,

    como signo y emblema de una poca de crisis, como el estigma de un horizonte cultural en

    lenta pero hirviente formacin. Y al menos en esto, usufructuando las ventajas de ladistancia de nuestra perspectiva histrica, es prudente asentir a tal autodescripcin. Antes

    de apresurar cualquier lnea interpretativa posible de los textos nietzscheanos es

    conveniente tener presente que la importancia y la impronta que su pensamiento an ejerce

    en la actualidad, estriba, en primer lugar, en el tino de dicha apuesta. En sntesis, la filosofa

    de Nietzsche como termmetro y diagnstico de un mundo, el de la modernidad, que arriba

    a la etapa de la consciencia crtica de s misma, y se atreve a dar cuenta de sus propios

    supuestos y contradicciones. Luego, mediaciones mediante, algunos rubricarn, a partir de

    su hermenutica de la sospecha y desde el horizonte de una creciente racionalizacin

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    tecnolgica, el fracaso de los ideales ilustrados de la modernidad, y otros preferirn hablar

    de un proyecto inacabado. Sin embargo, ms all de toda declaracin de proximidad o

    lejana conceptual respecto de los caminos transitados por la filosofa de Nietzsche,

    podemos reconocer, desde el punto de arribo, una lgica del periplo en la que se manifiesta

    una procedencia comn: la problemtica y desafiante llegada del nihilismo como horizonte

    cultural de nuestro siglo.

    "El nihilismo est a las puertas: de dnde nos llega ste, el ms inquietante de

    todos los huspedes?". En la esencia misma del ideal moderno y metafsico de razn, nos

    dice, reside la causa de su advenimiento, y en el despliegue histrico de su proyecto, las

    razones de su intrnseca necesidad: "punto de partida: es un error remitir a los estados de

    penuria social o a las degeneraciones fisiolgicas o incluso a la corrupcin como causas del

    nihilismo...el nihilismo se encuentra por el contrario en una interpretacin determinada...el

    ocaso de la interpretacin moral del mundo, la cual no tiene ya sancin alguna, despus de

    haber intentado buscar refugio en un ms all, culmina en nihilismo". [iii]Lo que aqu nos

    interesa no es tanto la consabida relacin que Nietzsche establece entre nihilismo y

    metafsica, ni tampoco esa filosofa deconstructiva que, en ocasiones con liviandad, arroja

    sobre la tradicin filosfica toda; por el contrario, el foco de nuestro anlisis debe centrarse

    en la comprensin de sus respuestas ante las consecuencias de una tal expansin del abismo

    de desfundamentacin; y sobre todo en el sentido y las posibilidades de recreacin que

    dicha filosofa posee en la actualidad.

    Podramos establecer una divisin, an a riesgo de caer en perezosos

    reduccionismos, en cuanto a los lugares o planos filosficos en donde evaluar las

    conclusiones nietzscheanas acerca del advenimiento del nihilismo: uno, ms bien terico, el

    del conocimiento o la racionalidad, y el de la praxis, el tico-poltico. La primer pregunta,

    entonces, sera la siguiente: cmo pensar, desde la conciencia creciente de una ontolgica

    orfandad de fundamentos y verdades, la especificidad y el sentido del quehacer filosfico?;

    cmo sostener an, dentro del vertiginoso derrumbe de valores y conceptos cuya vida es

    cada vez ms efmera, una cierta idea de racionalidad?

    Aqu hay que comenzar por desembarazarse de la tentacin facilista, hoy creo que

    ya en desuso, de interpretar a Nietzsche como un mero invertidor de valores, y ver en su

    polmica contra la racionalidad metafsica la lisa y llana negacin de la razn. El tema, auncuando puede (y pudo!) dar lugar a interpretaciones irracionalistas, es mucho ms

    complejo que el de una mera oposicin entre razn e irracionalidad; se trata del giro de la

    filosofa, quiz ya iniciado por Kant, hacia un concepto ampliado y finito de racionalidad.

    Es cierto que el sinsentido pareciera ser la primera forma en que se manifiesta el nihilismo

    una vez borrado el ltimo trazo de ese milenario horizonte de ahistoricidad y verdad

    absoluta: "el hombre moderno cree tentativamente ya en ste, ya en aquel valor dejndolo

    luego caducar; el crculo de valores desechados y cados en desuso aumenta sin

    cesar...finalmente el hombre moderno se atreve a una crtica de los valores en general; llega

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    a reconocer su procedencia; conoce entonces lo suficiente como para no creer ya en ningn

    valor";[iv]en sntesis, "...una sola interpretacin sucumbi; pero, por el hecho de haber

    pasado por ser 'la' interpretacin, parece como si no hubiese ningn sentido en la existencia,

    como si todo fuese en vano".[v] Sin embargo, no es menos cierto que el propio Nietzsche

    advierte sobre los riesgos de una resignada permanencia en ese tipo de nihilismo

    paralizante y vacuo: "el gran peligro es la falta de sentido de todo acontecer; la verdadera

    gran angustia es: el mundo ya no tiene ningn sentido".[vi] Este primer destello de la

    consumacin de la metafsica en nihilismo, este fruto temprano de la muerte de dios, con su

    consiguiente crisis de los fundamentos, de la verdad, y de la normatividad de la razn

    moderna, lejos de reflejar el temple existencial exigido por Nietzsche, se corresponde mejor

    con el "ltimo hombre": ese que "slo parpadea" y que ms tiempo vive.

    Es evidente que Nietzsche si bien aplaude la llegada de ese aconteimiento medular

    que es el nihilismo, y vislumbra en dicho evento una oportunidad histrica, tambin se

    percata de los riesgos: "...hasta puede decirse, en trminos generales, que el acontecimiento

    es demasiado grande, demasiado lejano, demasiado apartado de la comprensin de todo el

    mundo para que pueda extraarse que no haya producido ruido la noticia...ni puedan saber

    lo que se hundir por haber sido minada esa fe...esa larga serie de demoliciones, de

    destrucciones, de ruinas y derrumbamientos que tenemos en perspectiva,quin podr

    adivinarla hoy lo bastante para ser el iniciador de esta enorme lgica del terror, el profeta

    de un entenebrecimiento y de unas obscuridades tales que probablemente no tuvieron jams

    semejanza en la tierra?[vii] Vale decir, no es filosficamente serio, como algunos an

    parecen pretender, identificar metafsica y violencia e inferir, desde la "superacin" de

    aqulla, la anulacin de sta ltima. El problema no es tan simple. Nuestra modernidad

    tarda (para evitar el equvoco trmino de "postmodernidad"), es un claro ejemplo de ello;

    en ella se entretejen varias de las posibles consecuencias negativas denunciadas por

    Nietzsche ante la conciencia de la orfandad ontolgica del hombre: una extraa y

    paradjica mezcla de cmoda aceptacin del sinsentido (la chatura del ltimo hombre) y de

    fe ciega en la razn tcnica como nico modo de racionalidad. Al fin y al cabo, nihilismo

    pasivo y razn instrumental son ambos hijos de este proceso de secularizacin y derrumbe

    de los ideales metafsicos.

    Algunos, sin embargo, podran objetar que las mencionadas son an formas

    encubiertas de metafsica ("sombras de dios"), y seguir sosteniendo que "desde Nietzsche",esto es, desde su propuesta superadora pueden delinearse los horizontes de un nuevo orden

    no metafsico, y por tanto, no violento (pluralista, moderado). Aqu apelaremos a esa

    distincin, antes apuntada, entre implicancias epistemolgicas y tico-polticas, a los fines

    de mensurar cabalmente la respuesta nietzscheana al desafo por l lanzado de conjugar

    nihilismo y razn, nihilismo y poltica. Y poder, entonces, centrndonos en el segundo par,

    criticar, tanto esta lnea interpretativa (la postmoderna), como aquella que, tambin pecando

    de excesiva simplificacin, reduce su filosofa a protonazismo.

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    Cules son las implicancias epistemolgicas del nihilismo positivo propuesto por

    Nietzsche ante el acontecer irrevocable de la muerte de dios? Aqu, en los aspectos

    nucleares reina cierto consenso. En primer lugar, debemos decir que de la conciencia del

    fracaso de los ideales ilustrados de un saber absoluto se desprende, como consecuencia

    fundamental para el pensamiento, la conversin del mundo en un infinito interpretativo:

    "...no podemos refutar la posibilidad de...interpretaciones infinitas".[viii]Dicho de otro

    modo, el mundo como voluntad de poder supone el estallido de toda pretensin de

    fundamento y verdad ltima, y el reconocimiento de la perspectiva, de la interpretacin, y

    de la ficcin como condicin de la vida y del conocimiento. As, la frmula nietzscheana

    del "saber seguir soando, pero sabiendo que se suea" expresa el temple de la nueva

    actitud filosfica por l propuesta: asuncin positiva (no resignacin) de la contingencia y

    voluntad creadora. Y entonces, es posible reconocer ya cal es el modelo a partir del cual

    Nietzsche piensa ese "nihilismo positivo o futuro": el arte. En l ve una tendencia

    radicalmente contraria a la metafsica: "el arte es la nica fuerza superior opuesta a toda

    voluntad de negar la vida...el arte es la nica fuerza superior opuesta a toda voluntad que no

    solamente percibe el carcter terrible y enigmtico de la existencia, sino que lo vive y lo

    desea vivir".[ix]Nietzsche, por lo tanto, concibe el arte como el lugar menos contaminado

    por la metafsica, dado que se manifiesta en l una afirmacin de la existencia como

    devenir creador y contingente: "el arte como buena voluntad de ilusin se opone a la

    voluntad de verdad de la ciencia".[x] A las reactivas telaraas de conceptos que, guiadas

    por el paradigma unidimensional de la objetividad panptica, todo lo inmovilizan, el

    pensamiento nietzscheano desoculta la fuerza originaria de la dinmica metafrica, ese

    poder creador del lenguaje que siempre se antepone y precede ontolgicamente a lo

    conceptual, haciendo posible el sentido, la comprensin; aunque su destino, al modo de

    Ssifo, sea inexorablemente la cada en la quietud, el devenir en mero concepto, vale decir,

    su lexicalizacin.

    Sin embargo, las preguntas antes formuladas adquieren en este punto su significado

    ms relevante: qu idea de racionalidad subyace a este desanclaje de la razn respecto de

    sus ideales modernos de verdad y fundamento? El momento, que Nietzsche viene a

    representar, de la toma de conciencia de la modernidad acerca de sus supuestos y

    contradicciones, permite "liberar" a la razn de ciertas taras y ataduras propias de un

    paradigma filosfico milenario y ya en crisis, o, ms bien, implica su negacin radical en

    favor de la apertura de un creciente irracionalismo? Y si, como creemos correcto, nosinclinamos por la primera opcin, cules seran los perfiles de esa nueva y ampliada idea de

    racionalidad? Y lo que es an ms importante: cmo pensar ahora desde ella lo poltico?

    Aqu arribamos a los confines del acuerdo. Se acaban los consensos.

    Contra las interpretaciones irracionalistas, los argumentos son diversos e incluso

    pueden encontrarse en el mismo Nietzsche.Cuando ellos ven en su crtica deconstructiva

    una mera inversin axiolgica, en realidad olvidan la profundidad de la sospecha

    nietzscheana y delatan, a la vez, su propio maniquesmo filosfico. Es claro que, a pesar de

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    que cierta innegable ambigedad fruto de su imposible intempestividad total, pudo haberles

    "dado letra", bastante lejos estuvo la filosofa de Nietzsche de ser simplemente una reaccin

    romntica contra las pretensiones ilustradas del pensamiento moderno. Basta con consultar

    cualquiera de las numerosas y dursimas objeciones que le ha formulado a las tendencias

    nostlgicas, pesimistas y nacionalistas del romanticismo. La tensin, presente en toda la

    obra nietzscheana, entre "vida" y "conocimiento" no es susceptible de ser reducida

    perezosamente a la facilista oposicin entre irracionalidad (=voluntad, sentimientos,

    organicidad) y razn (=clculo, lgica, abstraccin).[xi] La filosofa de Nietzsche no fue la

    de Wagner (aunque nunca haya podido dejar de amar su msica).

    El nihilismo nietzscheano si bien se constituye desde una crtica de la razn, o

    justamente por ello, conlleva una idea de racionalidad, slo que ampliada, descentrada de

    sus ncleos metafsicos. La grandeza y la radicalidad filosfica de Nietzsche estriban

    justamente en haber llevado a cabo dicha crtica despojndose de las paradojas romnticas e

    historicistas, despejando el camino hacia una recuperacin de la dimensin histrica y

    lingstica de la comprensin. Su obra de algn modo inaugura el giro de la filosofa desde

    el paradigma de la objetividad cientfica y la reflexin hacia un modelo hermenutico, en el

    cual se redescubre la estructura de anticipacin de la experiencia humana: todo dirigirse

    gnoseolgico del hombre respecto de los entes intramundanos, como luego podr afirmar

    Heidegger, incluye la presencia de relaciones de remisin que dependen de la estructura del

    todo de significatividad; vale decir, todo conocimiento, aun el de las ciencias, es

    interpretacin, en tanto se funda en un "tener previo", en la explicitacin de una

    precomprensin a partir de la cual se opera la apertura del horizonte de sentido en el que se

    nos dan las cosas, esto es, el "mundo". Ya no es posible, desde Nietzsche, eludir la base de

    historicidad y lenguaje que constituye la finitud de la racionalidad del hombre y pretender

    un "frente a frente" de sujeto-objeto que sobrevuele la facticidad de la experiencia humana

    desde la ahistoricidad del fundamento. Si "lo nico que puede ser el conocimiento es

    interpretacin", esto quiere decir que "slo pensamos en la forma del lenguaje...que

    dejamos de pensar si no lo queremos hacer bajo la constriccin del lenguaje",[xii] y que "el

    pensamiento racional es un interpretar segn un esquema del que no nos podemos

    desprender". Luego Heidegger y Gadamer sumarn su aporte decisivo en cuanto a concebir

    a este crculo hermenutico ya iluminado por Nietzsche, entre la estructura de anticipacin

    del comprender y sus explicitaciones en la interpretacin, no como un crculo vicioso

    propio de las ciencias del espritu, sino como un crculo virtuoso y positivo (arraigndoloen un suelo ontolgico: la analtica existenciaria del "Dasein", o el concepto hermenutico

    de "Wirkungsgeschichte"). Pero lo que hay que tener presente aqu es que a este gesto de

    finitud en el que se inscribe la filosofa de Nietzsche, le es inherente una idea de razn y de

    verdad mucho ms amplia que la del mero clculo instrumental en la que deriva el modelo

    metafsico de la reflexin; una idea de racionalidad que se reapropia para s la dimensin de

    la historia, del lenguaje, y de la fuerza creativa, poniendo en crisis el modelo de la reflexin

    y de la conciencia: "la verdad no es, pues, algo que estuviese ah y hubiese de ser

    encontrado, descubierto, sino algo que hay que crear y que da el nombre para un

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    proceso...que no tiene en s final alguno: introyectar verdad, en cuanto un 'processus in

    infinitum', un disponer activamente, no un hacerse consciente de algo que fuera en s algo

    fijo y determinado".[xiii]En sntesis, no sera desatinado afirmar que en su obra puede verse

    delineado ya el boceto de una concepcin del quehacer filosfico que deja de estar centrada

    en el primado de una labor epistemolgica y metodolgica, para comprender su

    especificidad en trminos de un "sacar finalmente a la luz los presupuestos sobre los cuales

    se funda el movimiento de la razn"; o, dicho de otro modo, an cuando su pensamiento

    siga siendo un poco tributario (como no podra haber sido de otra manera) de la tendencia

    moderna al desprecio por la tradicin, se perfila ya en l la apertura de la filosofa hacia su

    actual destino hermenutico; en l, ella ya no tendr como tarea "el desarrollar un (nuevo)

    procedimiento de la comprensin, sino iluminar las condiciones bajo las cuales se

    comprende" (citando a Gadamer). La "verdad" y la filosofa concebidas, no desde el

    "logocentrismo", sino como encuentro dialgico entre un horizonte de sentido, del que

    "disponemos activamente", y un ser que interpreta, que al "introyectar sentido" recrea y

    dinamiza lo sedimentado.

    A partir de este breve y suscinto recorrido por algunas de las implicancias

    epistemolgicas del pensamiento nietzscheano, podemos concluir, en primer lugar, que en

    nuestra actualidad, concretamente en la problemtica filosfica que nos aguijonea por estos

    aos, es posible reconocer un "desde Nietzsche"; a saber, una creciente conciencia del

    nihilismo como horizonte cultural de la poca, lo cual se articula a su vez como conciencia

    de la finitud, de la contingencia, de la historicidad y lingisticidad del sentido, de la

    imposibilidad de un saber absoluto, de la falta de finalidad ltima del devenir, de la

    perspectiva, del sin fundamento. Esta autoconciencia, y todo lo que se derrumba con ella,

    constituye el temple y sino de nuestra modenidad tarda; y atestigua el acierto del

    diagnstico nietzscheano, como asimismo la apremiante actualidad de sus preguntas y

    desafos, el ms acuciante de los cuales, cabe recordarlo, es: cmo seguir pensando lo

    poltico desde este nuevo horizonte de hipermodernidad?

    Es la pregunta por las proyecciones tico-polticas, por las respuestas que puedan

    dar cuenta de este inquietante cctel de nihilismo y modernidad tecnolgica que signa

    nuestro fin de siglo. Comencemos por el propio Nietzsche.

    B- Poltica y cada de los fundamentos: una doble perspectiva

    Las interpretaciones acerca de las implicacias polticas del pensamiento

    nietzscheano suelen enfrentarse con un obstculo hermenutico que, en principio, parece

    insalvable: en sus textos podemos encontrar, sin mayor esfuerzo, apoyo para sustentar

    hiptesis muy diversas, y en ocasiones, hasta aparentemente contradictorias. Este hecho,

    que representa una dificultad empricamente contrastable, arroja, sobre quien acometa la

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    dura empresa de aproximarse a dicha temtica, un amplio abanico de efectos y

    consecuencias posibles:

    -Una primera opcin, la cual lamentablemente tambin es corroborable en la realidad a

    travs de cuantiosos casos, podra ser abandonar desde el vamos la tarea, bajo el expediente

    argumentativo de negarle seriedad filosfica a un autor que albergue en su filosofa la

    posibilidad de sendas conceptuales e interpretativas que se bifurquen, se entrecrucen, o,

    directamente, conduzcan a salidas diametralmente opuestas. Si la razn y el lenguaje se

    conciben y reducen al modelo de un sistema deductivo, el sealamiento de la contradiccin

    y de la inconsistencia se halla con facilidad. Pero sin embargo esto no clausura el problema.

    La legitimidad filosfica de estos argumentos formales no es tal. En realidad, ms all de lo

    convincente e irrefutable de sus tesis, mediante ellos no llega a comprenderse nada, no se

    alcanza el verdadero ncleo de las cosas, sino slo la sospecha sobre la reflexin vaca en

    general.

    -La segunda posibilidad es la ms tentadora y transitada. Aqu la jugada es apostar a una

    perspectiva e intentar, por un lado, recolectar la mayor cantidad de citas posibles para

    inclinar la balanza hacia all, y por otro, forzar a las rebeldes a adaptarse a dicha lnea. A

    decir verdad, quiz toda interpretacin en general posee algo de esto: interpretar es siempre

    privilegiar, violentar desde lo propio; pero no por ello toda interpretacin es lcita.

    Concretamente, en el caso que nos ocupa, hay dos tendencias claramente distinguibles:

    Nietzsche como precursor de la barbarie nazi y de ideologas autoritarias, o Nietzsche como

    profeta de un pluralismo democrtico superador de la violencia metafsica del pensamiento

    moderno. Jerarqua o moderacin, nacionalsocialista o postmoderno. Quiz lo que lo hace

    tan apasionante, y riesgoso a la vez, es la imposibilidad de asirlo del todo. De cualquier

    modo, sin eludir por ello la "secuencia", sopesar la relacin Nietzsche-nacionalsocialismo

    en trminos de "consecuencia", es por dems injusto; y ver en aqul a un adalid de las

    libertades democrticas, todo un acto de ingenuidad.

    -Un tercer camino, no menos cmodo y facilista que el primero, puede encontrar su punto

    de partida en la conclusin anterior: "Nietzsche no es esto, ni aqullo, ni esto otro...", suele

    escucharse con frecuencia (y como nica aseveracin) a algunos "pensadores" que,

    munidos de un pomposo arsenal de ironas y descalificaciones, arremeten contra quienes

    osan "decir algo" acerca de su filosofa; e incluso parecen disfrutar de ese efmero triunfoque representa el fundamentar lo que Nietzsche no es. Dems est aclarar que esto carece

    de valor filosfico, por cuanto vaca al pensamiento nietzscheano de todo significado

    posible y, por tanto, de toda relevancia: si al fin y al cabo, Nietzsche "no dice nada", ni "es

    nada", qu valor y actualidad podra tener el esfuerzo de comprensin de su filosofa.

    -Finalmente, resta an otro enfoque posible, que ser el aqu adoptado. Este partir de tres

    premisas bsicas: en primer lugar, recoger y reconocer en Nietzsche la presencia de dos

    perspectivas al interior de su pensamiento: una, a la que llamaremos la de "lo moderado",

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    que gira en torno de las ideas de contingencia, sin fundamentos, y perspectivismo (en ella

    arraigan las interpretaciones de Cacciari acerca de "lo impoltico nietzscheano", y el

    "pensamiento dbil" de Vattimo); y otra, que podra denominarse la de "la jerarqua y el

    aristocratismo", sustentada en una concepcin de la "vida" como voluntad de poder,

    asimetra, y avasallamiento. Ambas perspectivas se entrecruzan, se articulan, y salen a la

    luz en la crtica nietzscheana de la modernidad, particularmente en sus ataques al

    socialismo y a la democracia. Ninguna hermeneusis medianamente abarcadora puede

    soslayar alguna de ellas. En segundo lugar, nuestro enfoque ser bsicamente

    hermenutico, es decir, estar fundado en la certeza de que una cabal comprensin de sus

    textos no se alcanzar mediante ningn tipo de acceso milagroso o emptico al alma del

    autor, sino en virtud de una recreacin del discurso desde el presente situacional, en el

    sentido de una fusin de horizontes y una "applicatio". Si "comprender a Nietzsche" puede

    tener alguna relevancia, sta estar dada por lo que l tenga an para decirnos, por su

    "actualidad". Y en tercer trmino, no veremos en la coexistencia de las mencionadas

    perspectivas el emblema de un pensamiento contradictorio, sino ms bien la aparicin de

    una crisis y el sealamiento de los nuevos interrogantes que ella inaugura; interrogantes

    que, como luego podr apreciarse, an no han dado lugar a respuestas del todo

    satisfactorias.

    Una de las implicancias tico-polticas del pensamiento nietzscheano ms recorrida

    por su recepcin contempornea, gira en torno de la perspectiva deconstructiva y crtica de

    su filosofa, y ha sido brillantemente expuesta por Massimo Cacciari en su artculo sobre

    "lo impoltico nietzscheano".[xiv] En este trabajo el autor hace pie en la profundidad, segn

    l no percibida por la interpretacin manniana, de la sospecha y los ataques formulados por

    Nietzsche a la modernidad en general, y a sus aspectos polticos en particular, para extraer

    de ello la idea de una "poltica sin fundamentos". As, lo "impoltico", emblema de la

    dimensin prctica de la filosofa de Nietzsche, lejos de representar un rechazo nostlgico

    de lo poltico como disvalor (lectura de Thomas Mann en clave "revolucin

    conservadora"), se manifiesta como crtica radical de lo poltico en cuanto afirmacin de

    valores y visin totalizante. De este modo, Cacciari consigue clarificar los perfiles polticos

    del pensamiento nietzscheano ponindolos a la luz del gesto filosfico de base de su obra:

    la crtica de la metafsica y la deconstruccin de los pilares conceptuales de la modernidad.

    Lo "impoltico" nietzscheano, en tanto crtica del ser-valor de la dimensin de lo poltico,

    se articula como un "reenvo de lo poltico al reconocimiento de su intrnseco nihilismo",vale decir, estriba en el desocultamiento crtico de los valores y conceptos en que se funda

    el pensamiento poltico moderno, como asimismo en el sealamiento de sus

    contradicciones y en el anuncio de su inexorable disolucin.

    Esta perspectiva crtica, que antes denominamos de "lo moderado", para resaltar su

    intrnseca relacin con el nietzscheano reconocimiento de la finitud y la contingencia ante

    las pretensiones metafsicas de fundamento y ahistoricidad, constituye uno de los ncleos

    principales de las objeciones con las que Nietzsche ataca al socialismo y al democratismo:

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    "...pero aun cuando el cristiano condena, calumnia, mancha el mundo, lo hace partiendo del

    mismo instinto de que parte el obrero socialista para condenar, calumniar, manchar la

    sociedad; el juicio final mismo es el dulce consuelo de la venganza, es la revolucin como

    la espera tambin el obrero socialista, pero imaginada para una poca ms lejana...ms all

    de llos mismos,para qu servira este ms all, sino para manchar el ms ac?".[xv]

    Es claro que para Nietzsche el socialismo no poda ser ms que otro modo de

    metafsica, sustentado tambin en una idea unvoca de la "naturaleza humana" y en una

    filosofa de la historia; pero una de las crticas ms significativas, y que engloba a su vez a

    la democracia y al pensamiento poltico moderno todo, tiene que ver con el sealamiento de

    una contradiccin esencial entre esas tendencias y el fundamento en el que se sostiene el

    concepto mismo de Estado: "...El inters del gobierno tutelar y el inters de la religin van

    de la mano, de suerte que si ste empieza a perecer, el fundamento del Estado moderno

    tambin quebrantar. La creencia en un orden divino de las cosas polticas, en un misterio

    de la existencia del Estado, es de orden religiosa: si la religin desaparece, el Estado

    perder inevitablemente su antiguo velo de Isis y ya no infundir respeto".[xvi] El proceso

    moderno de desacralizacin y secularizacin de las bases teolgicas de lo poltico, que ha

    desembocado no slo en el socialismo sino sobre todo en la modernidad democrtica, mina

    las bases mismas de esa fe sobre la que se ha erigido y se sustenta la existencia del Estado,

    llevndolo, ineludiblemente, a su propia decadencia: "...La soberana del pueblo, vista de

    cerca, servir para que se desvanezca hasta la magia y la supersticin postreras en el

    dominio de estos sentimientos; la democracia moderna es la forma histrica de la

    decadencia del Estado".[xvii] La modernidad, articulada polticamente en las ideas de

    socialismo y democratizacin, constituye un lento, pero sostenido, camino de decadencia,

    en la medida en que conlleva el declive del fundamento de lo poltico: la fe en la autoridad

    absoluta y en la verdad definitiva.

    Este poner lo poltico en el horizonte del nihilismo (conjugar la "agona del Estado"

    con la "muerte de dios"), constituye el punto medular de la perspectiva "impoltica", o

    "moderada" segn nuestros trminos, de las posibles proyecciones tico-polticas del

    pensamiento nietzscheano: crtica de lo poltico como visin totalizante, crtica del

    fundamento teolgico, y crtica de las formas secularizadas y decadentes de la poltica

    moderna. Sin embargo, ante la pregunta acerca de cmo pensar lo poltico bajo este

    horizonte actual de desfundamentacin, dicha perspectiva muestra su insuficiencia, suincompletud y carencia de respuestas. Si el mbito de lo poltico se yergue sobre el suelo

    ineludible de la fe y el fundamento teolgico-metafsico; en sntesis, si necesita del "...ansia

    de un punto de apoyo, de un sostn, de un institnto de debilidad que, si no crea las

    religiones y las metafsicas, al menos las conserva..."[xviii]; en qu consistira entonces,

    una "gran poltica", una poltica que represente el caso contrario, "...el de la alegra y la

    fuerza, por el cual abandone el espritu toda su fe, toda su ansia de certeza, vindose diestro

    en tenerse sobre ligeras cuerdas de todas las posibilidades y capaz de danzar sobre el

    abismo"?[xix] Concretamente, cul sera el significado poltico posible de ese "danzar

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    sobre el abismo"? Nietzsche, a su modo, responde; y es aqu donde se despliega esa

    segunda perspectiva, la ms polmica y difcil de asimilar, aqulla relacionada con la

    jerarqua, con el aristocratismo y el avasallamiento que conlleva su concepcin de la vida

    como voluntad de poder. La "gran poltica", adems de un estadio crtico, representado por

    "lo impoltico" y, en general, por la deconstruccin nihilista de la filosofa tradicional y

    moderna, posee una faceta afirmativa, en la cual se ilumina todo aquello que ha quedado

    oculto por milenios de metafsica y decadencia, la vida misma: "Adelantemos nuestra

    mirada un siglo, supongamos que mi atentado contra los milenios de contranaturaleza y de

    violacin del hombre tiene xito. Aquel nuevo partido de la vida, que tiene en sus manos la

    ms grande de todas las tareas, el adiestramiento superior de la humanidad, incluida la

    inexorable aniquilacin de todo lo degenerado y parasitario, har posible de nuevo en la

    tierra aquel exceso de vida del cual tendr que volver a nacer tambin la situacin

    dionisaca. Yo prometo una edad trgica..."[xx]

    El mentado "danzar sobre el abismo" al cual Nietzsche nos desafa, y que en un

    plano epistemolgico mienta la aceptacin del carcter interpretativo y, por tanto,

    "abismal" en cuanto a fundamentacin, del conocimiento, aqu alude al reconocimiento de

    un perspectivismo vital que es, bsicamente, asimetra: "...Resulta necesario pensar a fondo

    y con radicalidad y defenderse contra toda debilidad sentimental: la vida misma es

    esencialmente apropiacin, ofensa, avasallamiento de lo que es extrao y ms dbil,

    opresin, dureza, imposicin de formas propias, anexin y al menos, en el caso ms suave,

    explotacin".[xxi]

    Y es en este ncleo temtico en el que se centra un segundo grupo de crticas que

    Nietzsche formula al pensamiento poltico moderno, el cual, en sus formas de socialismo y

    democratismo, niega y oculta la esencia interpretativa y de voluntad de poder de la vida:

    desde el primero "...hoy se fantasea en todas partes, incluso bajo disfraces cientficos, con

    estados venideros de la sociedad en los cuales el carcter explotador desaparecer: a mis

    odos esto suena como si alguien prometiese inventar una vida que se abstuviese de todas

    las funciones orgnicas...";[xxii] mientras que "...el democratismo fue en todo tiempo la

    forma de decadencia de la fuerza organizadora...", dado que "...para que haya instituciones

    ha de haber una especie de voluntad, de instintos antiliberales hasta la maldad: la voluntad

    de tradicin, de autoridad...";[xxiii]Con todo esto simplemente se pretende resaltar que la

    crtica nietzscheana a la modernidad poltica como decadencia y degeneracin no sloalberga un perfil de apertura a la contingencia y orfandad de fundamentos (de lo que podra

    seguirse un gesto de moderacin y pluralismo ante cualquier modo de fundamentalismo),

    sino tambin, y a la vez, una asuncin del ineludible suelo de asimetras e imposiciones en

    el que arraiga toda poltica. Fundamento y fe (o razn, en su forma secularizada), cimientos

    del pensamiento poltico tradicional, una vez despojados de su velo metafsico, vale decir,

    arribado ya el nihilismo, ncito en su propia esencia, descubren el sin fundamento y la

    voluntad como los ingredientes ms propios de toda poltica: "...Voluntad como sustituto

    compensatorio de la fe, esto es, de la idea de que existe una voluntad divina...Si no existe

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    una finalidad en toda la historia de los destinos humanos, entonces tenemos que introducirle

    una: suponiendo que nos es necesaria una meta y que, por otro lado, se nos ha hecho

    transparente la ilusin de una meta o de una finalidad inmanente...No buscar el sentido de

    las cosas, sino introducirlo!".[xxiv] Abismo de fundamentacin y una voluntad capaz de

    "danzar" sobre l. Sabemos ya que dicha capacidad consiste no slo en el reconocimiento

    de la contingencia y el perspectivismo, sino adems en la conciencia de las distancias

    jerrquicas en cuanto a la transmisin del mando que supone la voluntad poltica (el

    "seoro"). La pregunta a responder, entonces, sera la siguiente: cmo interpretar el

    sentido de esta "danza nietzscheana" por sobre las ruinas de las formas tradicionales de la

    poltica, que ya han iniciado su inexorable proceso de deslegitimacin?; o haciendo ms

    amplio el interrogante: suponiendo que no gustsemos del ritmo de los acordes propuestos

    por Nietzsche, de qu otro modo podemos hacernos cargo de tal inquietante diagnstico y

    tarea?

    En este punto las respuestas de quienes leen a Nietzsche en clave postmoderna,

    priorizando la dimensin crtica y deconstructiva de su filosofa, desembocan en una

    encrucijada. O bien acallar al Nietzsche ms polmico, a aquel que extrae, en la mentada

    perspectiva aristocrtica y jerrquica, las consecuencias ms antipticas, al modo de Rorty;

    y entonces concluir que su "utilidad" ha de quedar reducida a la esfera "privada" del

    ironismo, el que a su vez debe ser conjugado con un liberalismo "pblico"; o bien silenciar

    las afirmaciones propias en vaguedades y ambigedades, que responden al problema de un

    modo cuasi mstico y digno de una teologa negativa. As, siguiendo a Vattimo, habra que

    conformarse con decir junto a Nietzsche que los ms fuertes "...sern los ms mesurados,

    los que no necesitan de dogmas extremos..."; o, tomando el caso de Cacciari, que "...tener

    los ojos bien abiertos y observar bien cmo la cosa procede es por lo tanto el nico

    respiradero posible, la puerta estrecha que nos queda..." desde el lenguaje de la "poltica sin

    fundamentos".[xxv] Como respuestas no alcanzan, a menos que se abandone

    resignadamente toda pretensin de vincular teora y praxis, filosofa y poltica; a menos que

    se acepte la presencia entre ellas de un abismo insalvable, y se renuncie a la construccin

    de puentes mediticos que nos permitan transitar con sentido de una orilla a la otra.

    La presencia inocultable en el pensamiento nietzscheano de esas dos perspectivas o

    dimensiones insoslayables de lo poltico, la primera de las cuales hunde sus races en el

    nihilismo, iluminando el vaco ontolgico de fundamentacin, a la vez que la segundaseala el momento de autoafirmacin de una voluntad de jerarqua y distancia, nos

    reconduce a la problemtica inicial. La grandeza y actualidad de su filosofa pueden ser

    ubicadas del lado de las preguntas, ms que del de sus respuestas; estriban sobre todo en la

    emergencia de nuevos interrogantes, en el tino de vislumbrar la inauguracin o

    revivificacin de ciertos problemas inexorables, como, en este caso, el de la necesidad de

    repensar lo poltico bajo el horizonte cultural de nihilismo que signa y seala a la vez la

    llegada de la modernidad tarda. Y es en la complejidad y novedad de la pregunta, donde

    hay que comprender las razones de la insatisfaccin, siempre renovada, acerca de las

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    respuestas. Estas, en el caso de Nietzsche, combinan una concepcin de lo poltico centrada

    en el "plemos", como consecuencia de un punto de partida epistemolgico-antropolgico

    "pesimista", y una comprensin del conflicto surcada por la facticidad, por la

    autoafirmacin existencial. Es por ello que del resultado de esta combinacin entre crtica

    del fundamento y voluntad, mediante la cual Nietzsche caracteriza el fenmeno de lo

    poltico, pueden extraerse, en principio, al menos dos observaciones a tener en cuenta. En

    primer lugar, que la comprensin actual del vaco de fundamentacin sobre el que se

    yergue todo conocimiento, e incluso toda praxis, no es susceptible de ser traducida

    literalmente al mbito de lo poltico; vale decir, la ausencia de fundamento, como apunta

    acertadamente Crespi,[xxvi] e incluso como es advertido ya por el propio Nietzsche, no se

    convierte, en su proyecin social, en superacin o supresin de determinaciones: el terreno

    de la poltica conlleva, inexorablemente, la presencia de elementos que se absolutizan; no

    es pensable sin cierto orden, sin previsibilidad. Por otro lado, el suponer que la creciente

    insostenibilidad de posiciones extremas y fundamentalistas de lugar, por s sola, a la

    moderacin, el pluralismo, y la progresiva eliminacin de la violencia, constituye todo un

    acto de pensamiento mgico, por no decir, de ingenuidad filosfica; como si aqulla

    derivara exclusivamente de la creencia metafsico-teolgica en el fundamento.

    En segundo trmino, esa doble perspectiva nietzscheana, mediante la cual lo

    poltico se nos revela como el cruce entre vaco ontolgico y autoafirmacin de una

    voluntad que crea e introyecta sentido, nos aproxima, si es que no aceptamos el

    vaciamiento postmoderno de su significado prctico, al terreno filosfico de una teora

    decisionista. No pretendemos con esto afirmar una relacin de "consecuencia" entre la

    filosofa de Nietzsche y el decisionismo schmittiano (y mucho menos an entre aqul y el

    nazismo), sino simplemente sealar una "secuencia" y una posible proyeccin poltica

    concreta del diagnstico epocal por l realizado. Al fin y al cabo, Carl Schmitt dar una

    respuesta, y quiz la ms descarnadamente coherente con el pensamiento de Nietzsche, a su

    problemtica del "danzar sobre el abismo".

    Ser el momento, entonces, de evaluar tanto esa propuesta, como asimismo otras

    dos que, desde tradiciones filosficas ms distanciadas de Nietzsche, intentan responder el

    mismo e inquietante dilema: el de lo poltico en la poca del nihilismo y la tecnologa, el de

    una teora poltica en los tiempos de la modernidad tarda.

    3. Decisin, discurso, o tradicin: de Weimar a la hermeneutica

    A-Voluntad y vaco: la decisin

    El anlisis de la doble perspectiva de lo poltico en Nietzsche, en la cual se funda su

    crtica de la modernidad, nos condujo a la problemtica de cmo seguir pensando esa

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    dimensin de la praxis bajo el horizonte inexorable de deslegitimacin actual de sus formas

    tradicionales. Cados ya los ideales ilustrados de una razn con vocacin de universalidad,

    desde cuya base fuese posible erigir el edificio de un proyecto social plenamente racional,

    vaco y voluntad se nos revelan como las sedes del reenvo de lo poltico al reconocimiento

    de su intrnseco nihilismo. Sin embargo, a tal diagnstico nietzscheano habr que sumarle,

    si es que queremos comprender el problema en toda su profundidad, la aparicin de un

    fenmeno cuya decisiva irrupcin e incidencia en el mbito de lo poltico, por razones

    histricas, l no pudo medir en toda la potencialidad de su significado: la tecnologa, y los

    procesos de racionalizacin sistmica que su desarrollo trajo aparejado. El resultado de esta

    adicin, de nihilismo y tcnica, nos lleva a la cercana de la redescripcin weberiana de la

    temtica del poder, la cual constituye el punto de partida casi ineludible de cuanta

    investigacin filosfica, desde principios de siglo hasta nuestros das, se haya elaborado al

    respecto. Segn ella, la poltica moderna toda se encuentra surcada por el dilema de un

    doble rostro, de una estructura escindida: el poder se constituye como el cruce entre

    racionalidad formal y transmisin jerrquica del mando, se manifiesta en una oscilacin

    entre disciplina burocrtica e innovacin abismal. Esta encrucijada entre "clculo racional"

    y "tiempo oportuno de la decisin", conforma el ncleo del desafo irresuelto a partir del

    cual Weber concibe lo poltico y su destino: el desencanto de la "jaula de hierro" forjada

    por una racionalidad teleolgica que se presenta como el modo ms racional de ejercicio

    del poder, o el riesgoso surgimiento de praxis polticas fuertemente arraigadas en una tica

    de la conviccin. De este modo, si tenemos presente, junto al camino transitado con

    Nietzsche, el interrogante abierto por el enriquecido diagnstico weberiano, o dicho con

    otras palabras, si comprendemos el estigma de la poltica en nuestra modernidad tarda,

    desde la impronta que en ella deja la conjuncin de nihilismo y tecnologa, podemos

    entonces calibrar con cierta precisin el sentido de una posible respuesta decisionista.

    Qu es el decisionismo? Recurrimos, para comenzar, a la clsica definicin de

    Lbbe: "...es una teora poltica para la cual la validez de una decisin poltica existe

    independientemente de la correccin de su contenido ... normativamente considerada nace

    de la nada... y corta la discusin ulterior...Esta teora niega la capacidad de verdad de las

    cuestiones polticas y concibe su respuesta como un asunto de decisiones de poder".

    [xxvii].Sin dudas, son numerosas las fuentes filosficas en las que abrevan estas ideas (la

    ms obvia de las cuales nos lleva al famoso "auctoritas, non veritas, facim legem" de

    Hobbes), pero la comprensin de la apuesta decisionista de Carl Schmitt, al menos para laperspectiva temtica de este trabajo, slo podr efectivizarse a la luz de la crtica del

    fundamento realizada por Nietzsche y del dilema weberiano aplicados a un contexto

    histrico particular, aunque pleno de significados: el de la Repblica de Weimar.

    "Weimar" fue el crisol en el que se llev a cabo esa explosiva combinacin de ideas

    que se conoci como "revolucin conservadora". Thomas Mann la describi en los

    siguientes trminos: "...una sntesis de ilustracin y fe, de libertad y obligacin, de espritu

    y cuerpo, dios y mundo, de sensualidad y atencin crtica, de conservadurismo y

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    revolucin". Los autores pertenecientes a este grupo de la derecha alemana compartan

    ciertos temas y tradiciones, como la crtica del mundo liberal y democrtico surgido de la

    revolucin francesa, el romanticismo alemn, la "experiencia del frente" (1ra.guerra), la

    crtica de la razn moderna e ilustrada, la "lebensphilosophie", la proclamacin amoral de

    la esttica; en resumen, defendan una ideologa nacionalista, la "Kultur", e identificaban a

    Weimar con la guerra perdida y la humillacin nacional, con Versailles, la inflacin, la

    cultura masiva cosmopolita, el liberalismo poltico, la razn formal y abstracta, la

    "Zivilisation". De all su denominacin de "Repblica sin republicanos", dado que toda

    poltica encaminada a su destruccin era considerada como un acto de redencin nacional.

    Ahora bien, es dentro de este horizonte y aquelarre cultural de entreguerra, producto

    tambin de la singularidad de la modernizacin alemana, donde el significado de una teora

    de la decisin, tal como la formulara Schmitt, comienza a develrsenos, y donde encuentra

    un renovado y aplicativo sentido la problemtica nietzscheano-weberiana recogida por ste.

    Una primera aproximacin al pensamiento schmittiano, cabra buscarla, entonces, en su

    interpretacin de, y respuesta a ese signo de interrogacin que represent Weimar. Y stas

    podemos encontrarlas en su conferencia sobre "La poca de las neutralizaciones y

    despolitizaciones",[xxviii] pronunciada en Barcelona en Octubre de 1929. All, Schmitt lee

    el desarrollo del espritu europeo en los ltimos cuatro siglos, en trminos de una

    progresiva tendencia a la neutralizacin del conflicto, en virtud de la cual cada centro de

    referencia en el que se manifiesta lo poltico es acallado y desplazado por otro, en el que se

    espera encontrar acuerdo y paz: "...la humanidad europea migra... de un campo de lucha a

    un terreno neutral, y continuamente el terreno neutral apenas conquistado vuelve a

    transformarse, de inmediato, en un campo de batalla, y se hace necesario buscar nuevas

    esferas neutrales".[xxix] Esta teora de los "mbitos centrales" o "centros de referencia"

    (Zentralgebiete), reconoce la siguiente periodizacin: teolgico (siglo XVI), metafsico

    (siglo XVII), moral humanitario (siglo XVIII), econmico (siglo XIX); y no pretende

    sealar una ley de filosofa de la historia, ni expresar grados de un desarrollo dialctico y

    orientado, sino que precisamente sustrae el ncleo de lo poltico de toda normatividad o

    finalidad inmanente. Lo que aqu interesa de esta lectura schmittiana de los

    desplazamientos histricos de la conflictividad poltica, es su caracterizacin del punto de

    arribo epocal de dicha espiracin a una esfera neutral: la decadente situacin alemana en el

    contexto del entonces joven siglo XX.

    Con respecto al dilema weimariano, Schmitt encuentra en l la constatacin de la

    funcin neutralizante y despolitizadora del liberalismo en el que se encarna

    preferentemente el "zentralgebiete" econmico decimonnico: la debilidad degradante del

    parlamentarismo alemn de esos aos, segn l, tiene su explicacin en la desnaturalizacin

    liberal de lo poltico, que convierte y desactiva su esencia polmica en competencia

    econmica y discusin moral-espiritual; reduciendo al Estado a un compromiso, a una

    vlvula de seguridad administrativa sometida a la moral individualista del derecho privado

    y a las leyes del mercado. Y si bien ya en esta pintura de poca, enmarcada en el

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    movimiento general de despolitizacin europeo, podemos atisbar las huellas de la crtica

    nietzscheana de la modernidad como despliegue del nihilismo, y asimismo las del

    diagnstico weberiano del desencanto, es sobre todo en su determinacin de la tcnica

    como mbito central de este siglo, donde se manifiesta el ncleo ms significativo de sus

    ideas; ya que la relevancia otorgada al dato tcnico lo desvincula de la tradicin romntica

    del Kulturpessimismus alemn, en la que se enrolaban la gran mayora de los pensadores de

    la revolucin conservadora (Ludwig Klages, Paul Ernst, Moeller con den Bruck, Ernst

    Niekisch, por nombrar slo algunos). Para estos ltimos, "la potencia irresistible de la

    tcnica aparece...como dominio de la carencia de espritu sobre el espritu, o como

    mecnica, tal vez permeada de espritu pero sin alma";[xxx] vale decir, rubricaban la

    vigencia de ese temple romntico y pastoril tan propio de la intelectualidad alemana de la

    poca, segn el cual la tcnica, en tanto totalidad artificial, pertenece irremediablemente al

    dominio de la "Zivilisation" y representa la "nada cultural"; mientras que Schmitt ve en

    ella, no slo el centro de una configuracin epocal y que, por tanto, conlleva una

    "espiritualidad", sino que adems advierte en su acontecer ineludible la oportunidad

    histrica de una reconvocatoria de lo poltico: "...el espritu del tecnicismo, que ha llevado a

    la fe de masas a un activismo poltico del ms ac, es espritu, quiz espritu maligno y

    diablico...pero en s no es nada tcnico ni maquinal...es la confianza en una metafsica de

    la actividad, la fe en un poder y en un dominio ilimitado del hombre sobre la naturaleza, y

    por lo tanto tambin sobre la physis humana"[xxxi]; y lo que es an ms importante: "...el

    proceso de progresiva neutralizacin de los diferentes mbitos de la vida cultural ha llegado

    a su trmino porque ha arribado a la tcnica...la tcnica no es ya el terreno neutral en la

    lnea de aquel proceso de neutralizacin y toda poltica de poder puede servirse de ella".

    Dicho de otro modo, la tcnica, que por otra parte "no espera otra cosa que ser utilizada",

    [xxxii] desoculta la impotencia poltica que se esconde bajo el "kulturpessimismus"

    pastoril, y reclama un nuevo primado de lo poltico "lo suficientemente fuerte como para

    aduerse de ella".

    "Weimar" fue un aciago laboratorio de ideas en el cual se forj una peculiar sntesis

    cultural que concili algunas ideas antimodernistas y romnticas propias del

    conservadurismo alemn con la aceptacin de la tecnologa.[xxxiii]Y es en el marco de esta

    singular "Repblica sin republicanos" que tuvo lugar en la Alemania de la primera

    postguerra, que puede explicarse la paradjica recuperacin del producto ms acabado de la

    modernidad, la tcnica, por parte de pensadores que, como en el caso de Schmitt, a la vezrechazaron la idea de razn de la ilustracin. Es por ello que este breve rodeo histrico por

    el horizonte intelectual alemn de principios de siglo se nos hizo necesario: para mostrar

    cmo la intensidad de la relacin entre tcnica y poltica, es central en la concepcin

    decisionista schmittiana del poder; y para ahora desplegar, entonces, el sentido de esta

    respuesta que, partiendo del diagnstico weberiano y de la conjuncin nietzscheana entre

    crtica del fundamento y voluntad, intenta dar cuenta de lo poltico en la era del nihilismo y

    de la tcnica.

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    Cul es esa respuesta decisionista? En qu consiste su reformulacin de la

    problemtica de la soberana poltica? En primer lugar, tenemos la conocida caracterizacin

    que de ella hace Schmitt en El concepto de lo poltico: "...lo poltico puede extraer su fuerza

    de los ms diversos sectores de la vida humana, de contraposiciones religiosas, econmicas,

    morales o de otro tipo; no indica, en efecto, un rea concreta particular sino slo el grado de

    intensidad de una asociacin o de una disociacin de hombres, cuyos motivos pueden ser

    de naturaleza religiosa, nacional...econmica o de otro tipo".[xxxiv]Esta suerte de

    definicin de lo poltico en trminos de "grado de intensidad del conflicto", nos ubica,

    obviamente, en las antpodas del contractualismo liberal (el el cual la poltica queda

    disuelta en competencia y discusin), y se asienta, desde la base de "plemos" que le es

    inherente, en los ya clsicos criterios de "amigo - enemigo". Estos, por otra parte, no deben

    ser entendidos, seala Schmitt, en sentido metafrico, sino tomados en su significado

    concreto, existencial: "el enemigo es simplemente el otro, el extranjero";[xxxv] y es

    siempre el enemigo pblico (hostis), no el privado (inimicus).

    Si recapitulamos lo hasta aqu dicho, advertimos, por una parte, una idea de lo

    poltico centrada en el conflicto, en el "plemos", y por otra, una comprensin del mismo

    en trminos de autoafirmacin existencial; por lo tanto, la esencia de la soberana poltica

    se manifiesta en la capacidad de trazar esa divisin entre amigo y enemigo: soberano ser

    pues, quien, en el estado de excepcin de ese tiempo agonal que nos exige "dirimir" y

    dividir", decide. Llegamos as a la Entscheidung como ncleo conceptual de lo poltico.

    Ahora es posible retomar la definicin de decisionismo de la que partimos y extraer

    entonces algunas conclusiones.

    La decisin, en Schmitt, no implica referencia alguna a un fundamento; arraigada en

    el terreno de una voluntad que se autoafirma existencialmente, no reconoce tras de s, texto

    alguno desde el cual fuese posible trazar una continuidad legitimante: "normativamente

    considerada nace de la nada", sealaba Lbbe, dado que la validez de lo poltico, en tanto

    decisin abismal, no depende de ninguna estructura jurdica ni institucional, es casi una

    "creacin ex nihilo". Aqu es perceptible una diferencia importante entre Schmitt y los

    estrategas fundacionalistas de la tradicin romntico-conservadora a los que antes

    aludimos: la presencia de la huella nietzscheana de la crisis de los fundamentos, el

    reconocimiento del vaco sobre el que se yergue la decisin poltica. Y esta impronta, cuyos

    rastros venimos persiguiendo desde un principio, es tambin detectable en el otro elementomedular que compone la "Entscheidung": la voluntad. Precisamente el carcter de pura

    posicin existencial que subyace al trazado de esa lnea divisoria en la que emerge el rostro

    de lo poltico, es lo que impide la resolucin del conflicto ya sea mediante normas

    preestablecidas o por medio de un tercero imparcial (slo se trata de voluntad contra

    voluntad).

    Vaco y voluntad. Reconduccin de lo poltico al reconocimiento de su intrnseco

    nihilismo, contra todas las estrategias fundamentalistas, aun las modernas y secularizadas; y

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    desocultamiento de su ndole agnico-existencial, en oposicin a los intentos de oscurecerla

    bajo ropajes morales o econmicos. En sntesis, una concepcin de lo poltico que conjuga

    la problemtica nietzscheana del nihilismo con el diagnstico weberiano de la encrucijada

    tcnica, y que centra el carcter abismal y jerrquico de su respuesta, en la exigencia

    apremiante del tiempo (que nos conmina a "decidir"). Quiz haya que insistir una vez ms

    en que no se pretende aqu identificar el pensamiento de Nietzsche con el de Schmitt, ni

    tampoco establecer entre ellos una relacin de consecuencia lgica, sino simplemente

    mostrar una secuencia en la cual, algunas de las temticas e intuiciones del primero,

    adquieren una proyeccin poltica posible y concreta, y a la vez constituyen una de las

    fuentes conceptuales ineludibles para la comprensin del segundo.

    Qu problemas y riesgos entraa esta teora decisionista? Por cierto, muchos y

    variados. Algunos de ellos ya han sido mencionados a propsito de Nietzsche: toda

    conceptualizacin de lo poltico montada en un vaco de fundamentos y en la carencia

    absoluta de "texto" desde el cual pudiese al menos sugerirse una continuidad, conlleva

    peligrosas indeterminaciones: aqullas que se agitaban ya cuando junto al filsofo del

    Zaratustra aludamos a la problemtica del "danzar sobre el abismo"; las mismas que

    embargaron a Weber cuando contrapona al desencanto de la "jaula de hierro" sistmica, el

    preocupante pulular de acciones polticas emotivo-pasionales, sustentadas en una tica de la

    conviccin: a saber, las del autoritarismo. Esto se ve corroborado en la casi unnime crtica

    a Schmitt en cuanto a su postrera reduccin, en un principio negada pero luego inevitable,

    de lo poltico a lo estatal (la unidad poltica decisiva no puede ser ms que el Estado), dada

    la consiguiente sombra de totalitarismo que se desprende de ello. Incluso, quiz podra

    anadirse a esta "derivacin problemtica", otra dificultad de dudosa resolucin para el

    modelo decisionista schmittiano: el grado de complejidad social actual trastoca la

    centralidad de lo estatal, dando lugar a una direcionalidad transnacional del poder

    ("globalizacin"). En esta lnea temtica incursionan las contemporneas teoras de la

    racionalizacin que, en clave sistmica (Luhmann), pretenden elaborar una versin

    administrativa de la decisin, anulando crticamente cualquier resabio de trascendencia y de

    teologa en la cuestin de la soberana poltica (aunque disolviendo tal vez el sentido de lo

    poltico mismo). Sin embargo, ms all de toda evaluacin posible de esta perspectiva

    diametralmente opuesta a la de Schmitt, tomando como referencia el esquema binario de

    Weber (lo cual excedera los lmites de este trabajo), nos resta an una breve referencia a

    otro grupo de respuestas posibles a nuestra pregunta inicial: las de aquellos que, ante laencrucijada de la praxis poltica en la era de la tcnica y el nihilismo, ponen el acento en la

    reconstruccin de un "texto": el de la racionalidad comunicativa, orientada a la

    consumacin de la promesa de un acuerdo futuro; o el de la razn hermenutica, cuya tarea

    es la recreacin de un acuerdo previo que pervive en la tradicin.

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    B- En busca del texto perdido: un minimalismo procedimental deliberativo o

    "phrnesis" y efecto compensatorio?

    Constituye un tpico inaugural y ocupa un lugar central en la filosofa de Jrgen

    Habermas, su toma de posicin respecto del diagnstico weberiano acerca del despliegue

    de la idea de racionalidad en la modernidad. Esta, como ya se apunt anteriormente, es

    caracterizada en trminos de un devenir racionalizante de su proyecto ilustrado: la

    confianza en que el progreso liberador en el orden de la ciencia traera aparejado un

    progreso moral y social ilimitado, acaba convirtindose en mera ilusin, y termina

    despojando a la razn de su capacidad para hacerse cargo de los fines ltimos, reducindola

    a racionalidad teleolgica, instrumental. Ese proceso de racionalizacin, que en principio

    contribuye a la liberacin del hombre moderno, desemboca en el desencanto de un mundo

    vaciado de sentido y transformado en una "jaula de hierro", forjada por el creciente

    dominio inasible del poder econmico y la burocracia. Habermas advierte con suma

    claridad cules son las consecuencias prcticas de ese horizonte de escepticismo que

    envuelve y comprime a lo poltico en el capitalismo tardo: en primer lugar, una tendencia

    endmica a desvirtuar poltica en tcnica, con la consiguiente despolitizacin y creciente

    indiferencia de y hacia la opinin pblica; en segundo trmino, una reduccin de la accin

    poltica a su pura dimensin estratgica; finalmente, el advenimiento de un nuevo

    "politesmo" que escamotea a la razn la posibilidad de resolver cualquier conflicto

    valorativo. Y es precisamente contra esa posible transformacin de lo poltico, derivada de

    las coordenadas de tcnica y nihilismo, en asunto de decisin administrativa (Luhmann), o

    en imposicin autoritaria del poder (Schmitt), que Habermas pretende construir un modelo

    tico-normativo que, centrado en la idea de praxis comunicativa, evite que la poltica

    devenga en relaciones asimtricas y de dominacin. Si bien reconoce la validez del

    diagnstico weberiano, su pensamiento se constituir sobre la conciencia de la necesidad de

    trascenderlo mediante la reconstruccin de una idea ms amplia de racionalidad. Esta, a

    pesar de los efectos de la expansin del inters tcnico, que ha colonizado sistmicamente

    el mundo de la vida, no se reduce a ser mera accin instrumental o estratgica, sino que es,

    en su dimensin ms profunda, accin comunicativa.

    As, slo en una tica comunicativa, segn Habermas, podemos hallar las bases de

    un acuerdo cabalmente racional, que permita trascender la esfera de los intereses

    particulares y alcanzar, por tanto, la justicia poltica. No es objetivo de este trabajo analizardetalladamente la tica discursiva habermasiana, pero, de todos modos, la justificacin que

    ella da de esta ltima afirmacin es la siguiente: en virtud de su misma estructura, el

    lenguaje (si es que lo consideramos, como Habermas, prioritariamente comunicacin)

    conlleva para nosotros, anticipadamente, la promesa de un consenso universal y libre de

    coerciones, dado que la resolucin discursiva de las pretensiones de validez, implcitamente

    aceptadas por los participantes de un dilogo, requiere la suposicin (anticipada

    formalmente en el acto de habla) de una situacin ideal de comunicacin: a saber, igualdad

    participativa, bsqueda del consenso, imparcialidad, argumentacin. Slo mediante la

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    adopcin de este punto de vista moral, ncito ya en la estructura dialgica de la racionalidad

    humana, a partir del cual las cuestiones referidas a la vida buena y a los horizontes de valor

    (eticidad) son trascendidas por las de lo correcto (moralidad), es posible arribar a la

    determinacin de intereses universalizables. Con esto, Habermas recrea, en clave

    discursiva, el imperativo categrico kantiano, el cual podra, entonces, reformularse as: en

    lugar de considerar como vlida para todos los dems cualquier mxima que quieras ver

    convertida en ley universal, somete tu mxima a la consideracin de todos los dems con el

    fin de hacer valer discursivamente su pretensin de universalidad.[xxxvi]

    Por lo tanto, la propuesta habermasiana, consciente del diagnstico nietzscheano-

    weberiano de la "muerte de dios" y el "nuevo politesmo", asimismo corroborado en el

    resquebrajamiento del "cemento social" y en el pluralismo valorativo que caracterizan a

    nuestra modernidad tarda, no contiene prescripciones sustantivas fuertes, sino que posee

    un carcter eminentemente procedimental: pretende establecer las condiciones mnimas y

    regulativas para la formacin de una voluntad colectiva democrtica. Y stas, se fundan en

    la esencia comunicacional y dialogal de la razn misma. As, podra hablarse, como lo hace

    Colom Gonzlez,[xxxvii] de su teora de la accin comunicativa como de un

    rousseaunianismo lingstico: la construccin de la voluntad general mediante el dilogo

    libre de coerciones en busca del consenso racional. Tenemos aqu, otra respuesta posible,

    ahora en clave discursiva, a nuestra pregunta inaugural por la conceptualizacin de lo

    poltico en la encrucijada de una actualidad signada por el nihilismo y la tcnica. Ella, se

    erige sobre el doble rechazo de su posible devenir sistmico o decisionista, y esgrime ante

    stos la receta de un minimalismo procedimental deliberativo, como nico tratamiento

    posible para dotar a la democracia de un modelo referencial de legitimacin racional.

    Minimalismo procedimental, porque parte del reconocimiento de la imposibilidad actual de

    asentar lo poltico en un contenido tico-sustancial fuerte, y ve, por tanto, en el

    establecimiento de un marco referencial mnimo de procedimientos regulativos, el nico

    modo viable de asegurar que los conflictos de intereses se encaminen hacia una resolucin

    en trminos de consensos racionales, y no de imposiciones autoritarias. Y deliberativo

    porque es justamente en la discusin racional donde podemos hallar esa nfima dimensin

    sustancial que requiere este punto de vista formal. As, mediante la reconstruccin de este

    "texto" que es la idea de racionalidad, liberada de sus ataduras instrumental-sistmicas y

    redotada de su capacidad crtica, Habermas intenta sortear el mentado destino abismal de

    lo poltico diagnosticado por Nietzsche y por Weber, y asumido por Schmitt: el caminosealado por dicha razn comunicativa, apunta hacia un acuerdo cuya voz resuena en la

    consumacin futura del desarrollo de la esencial promesa prctica que ella misma conlleva.

    Finalmente, qu evaluacin, desde el marco referencial de la problemtica

    planteada en este trabajo, podramos hacer de este intento habermasiano? Ms all de las

    bondades democrticas de su concepcin de lo poltico a partir del ideal de un espacio

    pblico de deliberacin racional, y dando por descontadas tanto la solidez como la

    pertinencia filosfica de su apuesta por una necesaria ampliacin del concepto de razn, las

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    objeciones posibles suelen ser muchas y, por lo general, coincidentes. Todas y cada una de

    ellas pueden sintetizarse en la pregunta a partir de la cual T.McCarthy[xxxviii] analiza el

    valor poltico del discurso prctico habermasiano: "es ste un ideal normativo realista para

    la teoria democrtica?". Evidentemente la respuesta tiende a ser negativa, en la medida en

    que su pensamiento supone una excesiva confianza en la posibilidad real de resolver, slo

    mediante argumentacin, conflictos tico-polticos que, por otra parte, siempre conllevan

    un suelo de eticidad ineludible. Llegar a un acuerdo racionalmente motivado implica, para

    Habermas, la adopcin de un punto de vista moral cuyo ncleo est constituido por la idea

    de imparcialidad y el descubrimiento de un inters comn (justicia); y, por tanto, no puede

    aceptar el compromiso o el acuerdo estratgico como va lcita de la accin poltica (lo cual

    eclipsara el sentido mismo del principio de justicia). Ahora bien, la mencionada creencia

    en la capacidad de cuestionar, revisar y someter todo estndar de valor a crtica racional,

    como condicin inexorable para la orientacin del discurso prctico a la validez universal,

    supone, adems, la apertura de una brecha exageradamente amplia, entre el procedimiento

    formal (moralidad) y el contenido sustantivo (eticidad), desconociendo que difcilmente sea

    posible un acuerdo acerca de lo justo, sin un acuerdo previo acerca de lo bueno. Y es

    precisamente en este punto donde se manifiesta su inocultable falta de realismo: la

    reduccin habermasiana del mundo de la vida, de la racionalidad, del lenguaje, y de la

    poltica misma, a praxis comunicativa, al no dar cuenta de los mecanismos de integracin y

    de decisin que operan en una comunidad, termina disolviendo lo poltico en

    argumentacin; y olvidando, entonces, que los procesos de resolucin de conflictos

    conllevan no slo argumentacin, sino tambin negociacin: lo poltico, no puede eludir sus

    componentes estratgicos.

    En sntesis, el inobjetable punto de partida crtico, en cuanto a su diagnstico de una

    modernidad tecnolgica que angosta el espacio de participacin democrtica (el ejemplo

    ms claro de esto estara dado por el hecho de cmo, bajo el peso de la complejidad social

    actual, el modelo parlamentarista liberal ha sido desplazado por una creciente vocacin

    decisoria del ejecutivo), termina resolvindose, en su lucha contra las tendencias a justificar

    una poltica amoral, en una tica apoltica. Y, quizs, una disyuntiva tal, que oponga al

    "realismo" descarnado de la eficiencia sistmico-decisionista, slo el punto de vista moral

    de un modelo tico-normativo cuya rigidez e idealidad lo hacen esencialmente inoperante

    para la praxis poltica concreta, slo logre, en realidad, abonar otras buenas razones para los

    que sustentan la primera opcin.

    Finalmente, y como cierre de este trabajo, cabra detenerse un momento, si bien slo

    con el afn de sealar un posible camino fructfero de investigacin, en los perfiles tico-

    polticos de una corriente filosfica directamente ligada a nuestra temtica: la

    hermenutica. En ella podemos atisbar ciertos destellos de lo que podra constituir otro

    modo de responder a la pregunta por el sentido de lo poltico en la encrucijada de la

    modernidad tecnolgica; aunque dicha respuesta, desde ya, en realidad no posee un grado

    de politicidad similar a las anteriores ( en todo caso, su proyeccin hacia esa dimensin

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    sera la indicacin que ha de quedar aqu sugerida, para una tarea futura, por las siguientes

    consideraciones que, por ahora, son meramente exploratorias).

    El punto de partida de la hermenutica filosfica de Gadamer, al igual que el de

    Habermas, est signado por una visin crtica de las irrefrenables tendencias racionalizantes

    y sistmicas en que ha devenido el proyecto filosfico de la modernidad. Tambin para l,

    es la racionalizacin de la aplicacin tcnico-econmica del progreso de las ciencias

    naturales, el fenmeno que marca a fuego a nuestra sociedad actual, abriendo en ella, las

    heridas emblemticas de la poca: irrelevancia de la pregunta por los fines, como resultado

    de la creciente tendencia al dominio de los recursos (razn instrumental); progresiva

    expansin de la importancia de los "expertos" en todos los rdenes de la vida pblica; y,

    quiz la ms central desde una perspectiva hermenutica, el desanclaje del hombre respecto

    de sus horizontes histrico-culturales de sentido (tradiciones). Y es precisamente en el

    sealamiento de esa ruptura, de esa fractura de lo vinculante y comunitario, donde emerge

    la especificidad y el quehacer de una hermenutica filosfica, como asimismo la distancia

    que la separa del pensamiento habermasiano. En primer lugar, porque hay necesidad de

    hermenutica all donde no es posible un significado inmediato, donde el sentido se ha

    quebrado y se requiere el trabajo del interpretar, o, dicho de otro modo, all donde el

    acuerdo previo, viviente en el ethos-logos comn de una tradicin, no tiene lugar o ha sido

    distorsionado; y, en segundo trmino, porque la ndole de una tal empresa de recreacin de

    los vnculos de pertenencia con un mundo sojuzgado por el vrtigo de la innovacin

    tecnolgica, no sugiere la necesidad de cumplimentar un proyecto inacabado, sino ms bien

    la de reconocer el fracaso del mismo y compensar sus consecuencias.

    Gadamer, entonces, compartir con Habermas tanto el reconocimiento de la

    acuciante pertinencia del diagnstico nietzscheano-weberiano, cuanto la necesidad de

    responder ante l a travs de la reconstruccin de un texto; sin embargo, mientras para el

    segundo las claves del mismo se encuentran en los ideales normativos de una racionalidad

    comunicativa que conlleva la promesa de un consenso racionalmente motivado, en el cual

    se cumplimentara el proyecto filosfico de la modernidad, para la hermenutica el texto

    que hay que recuperar y recrear es el de un espacio de experiencia compartido, el de una

    sustancialidad horizntica que ha sido desmembrada por el despliegue inexorable del

    destino tcnico de la razn moderna. Ahora bien, a partir de este contrapunto de

    perspectivas, podemos extraer las ideas nucleares que la hermenutica aportar a nuestrodebate:

    *El concepto de pertenencia:

    Esta temtica se corresponde con los aspectos ms bien epistemolgicos que diferencian a

    Gadamer respecto de una filosofa como la habermasiana, an centrada en un paradigma de

    la reflexin. A diferencia de ella, el gesto filosfico de base de la hermenutica se expresa

    en la declaracin de la condicionalidad histrico-lingstica a la que est sometida toda

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    comprensin, a la vez que en el reconocimiento de la pertenencia del conocimiento, y del

    hombre mismo, a un horizonte de sentido en el cual est siempre ya siendo. La

    hermenutica, en Gadamer, es el nombre dado a la rehabilitacin de una experiencia

    primordial que ontolgicamente precede al operar alienante y distorsionador de la

    distanciacin objetivadora del mtodo cientfico. Comparte con Heidegger la crtica frontal

    dirigida contra ese tipo de filosofa, surgida a partir de Descartes, que erige a la conciencia

    metdica de las ciencias como paradigma de la relacin del hombre con el mundo. Frente al

    espritu de la ilustracin y el racionalismo moderno, de algn modo an operantes en el

    pensamiento habermasiano, Verdad y mtodo reivindica la recuperacin de la dimensin

    histrica y de la finitud ontolgica del hacer humano: mientras toda filosofa de la

    reflexin, bajo la problemtica de la escicin entre sujeto y objeto, toma como punto de

    partida el primado del juicio y el fundamento ahistrico como garanta metdica de la

    dignidad del mismo, "una conciencia formada hermenuticamente tiene que mostrarse

    receptiva desde el principio para la alteridad del texto. Pero esta receptividad no presupone

    ni neutralidad frente a las cosas ni tampoco autocancelacin, sino que incluye una matizada

    incorporacin de las propias opiniones previas y prejuicios".[xxxix]

    La importancia de la historia para la hermenutica filosfica est dada por la ndole

    misma de su propia tarea, la cual, segn Gadamer, consistir no en "...desarrollar un

    procedimiento de la comprensin, sino en iluminar las condiciones bajo las cuales se

    comprende".[xl] Y aquello que en la hermenutica debe desplegarse en su acontecer, es el

    vnculo o conexin ineludible que se da entre la comprensin del intrprete y el

    movimiento de sentido o precomprensin en la que se expresa el asunto a comprender. Los

    reproches gadamerianos a la filosofa de la reflexin se asientan en esta arenga en favor del

    reconocimiento de la prioridad ontolgica de la dimensin histrica del hombre; ya que

    antes de comprendernos a nosotros mismos en la reflexin mediante una toma de

    conciencia retrospectiva, "...nos estamos comprendiendo ya de una manera autoevidente en

    la familia, la sociedad, y el Estado en que vivimos".[xli]As, el reconocimiento de nuestra

    pertenencia al "ethos-logos comn" de una tradicin viviente, desplegado en los textos e

    instituciones heredadas, abre un nuevo sentido y constituye una reinterpretacin del crculo

    hermenutico descripto por Heidegger: ahora se trata de una relacin circular entre una

    tradicin y sus recreaciones interpretativas.

    Aclarados ya algunos de los tpicos epistemolgicos principales que, centrados enel concepto de pertenencia, caracterizan al pensamiento hermenutico, es posible entonces

    explicitar las implicancias prcticas que una tal posicin arroja sobre nuestra temtica.

    *Recuperacin hermenutica del concepto aristotlico de "phrnesis":

    El concepto de pertenencia, del cual parte el pensamiento gadameriano, y mediante

    el cual todo comprender es caracterizado como un proceso de fusin de horizontes entre el

    movimiento de la tradicin y la situacin del intrprete, nos lleva al problema central de la

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    hermenutica, a saber, el de la "aplicacin" que est contenida en la comprensin; lo que, a

    su vez, permitir iluminar la irrenunciable dimensin tica de dicha filosofa.

    Segn la vieja tradicin de la hermenutica el problema hermenutico se divide en:

    "subtilitas intelligendi" (comprensin) y "subtilitas explicandi" (interpretacin), al que

    luego se aadi un tercer componente, la "subtilitas applicandi" (aplicacin). Gadamer

    resalta que, desde el momento en que el romanticismo reconoce la unidad interna entre

    comprender y explicar, ha quedado claro que la interpretacin no es un acto

    complementario y posterior al de la comprensin. Pero lo que no se haba advertido an,

    agrega, es que "...en la comprensin siempre tiene lugar algo as como una aplicacin del

    texto que se quiere comprender a la situacin actual del intrprete".[xlii] Comprender no es

    slo interpretar, sino sobre todo "aplicar"; y por "applicatio" entendemos la apropiacin del

    sentido comprendido en la medida en que enriquecemos y ampliamos, a partir de l, nuestro

    horizonte situacional. Y este reconocimiento de la comprensin como aplicacin, lo cual

    conlleva una recuperacin de la tica aristotlica, arroja, para nuestro trabajo, un doble

    significado: en primer lugar, una afirmacin de la apertura dialgica que constituye al

    hombre, ya que, caracterizar la comprensin como un proceso de aplicacin significa

    destacar el dilogo, la apertura de nuestro horizonte a la conversacin con la tradicin,

    como una estructura fundamental de nuestro ser; todo acto, sea ste terico o prctico, se

    inscribe dentro de esa dialctica de pregunta-respuesta que establecemos con la historia.

    Dicho brevemente, el horizonte ontolgico de finitud e historicidad que conforman al

    hombre se traduce, en el plano de la praxis tica, en una apuesta en favor de la apertura de

    la propia perspectiva situacional hacia el dilogo con las posibilidades abiertas de nuestra

    tradicin.

    En segundo lugar, y aqu se constata con mayor claridad la diferencia con el

    proyecto habermasiano, una afirmacin de la racionalidad prctica como "phrnesis". Este

    es el punto en el que Gadamer reupera, en un ejemplo cabal de aplicacin hermenutica, el

    anlisis aristotlico del saber moral. Que el "problema central de la hermenutica" sea el de

    la applicatio, significa que el comprender es un caso concreto de esa mediacin de lo

    universal y particular que es la "phrnesis": del mismo modo que la pertenencia del

    intrprete a su interpretandum presupone un horizonte histrico-lingstico de sentido que

    opera a la manera de un acuerdo previo vinculante, "...la filosofa prctica presupone que ya

    estamos conformados por las ideas normativas en las que fuimos educados y que presidenel orden de toda la vida social".[xliii]As, la comprensin es bsicamente phrnesis, ya que

    implica la mediacin de un "ethos" en el que se enmarca, la resignificacin aplicativa de un

    "mundo" desde el horizonte situacional de un intrprete. Esta es la razn por la cual

    Gadamer puede afirmar, con todo derecho, que "la hermenutica es, pues, algo ms que un

    mtodo de las ciencias o el distintivo de un determinado grupo de ellas. Designa sobre todo

    una capacidad natural del ser humano".[xliv]

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    Por lo tanto, mientras en Habermas encontrbamos, a partir de una reconstruccin

    del "texto" de la racionalidad comunicativa, la pretensin de un punto de vista moral

    centrado en la reflexin argumentativa, en Gadamer, dado que el "texto" a reconstruir es

    concebido como horizonticidad histrico-lingstica, el mbito de la praxis slo tiene lugar

    como eticidad, y acontece como recreacin de un "ethos" viviente ("phrnesis").

    *Efecto compensatorio:

    Finalmente, el aporte que el pensamiento hermenutico puede ofrecer a nuestra

    problemtica de lo poltico en la poca del nihilismo y la tcnica, cabra comprenderlo a la

    luz de la teora de la compensacin de J.Ritter.[xlv]Segn ste, las denominadas ciencias

    del espritu son, en la actualidad, no un vetusto residuo del mundo cientfico premoderno,

    sino las depositarias de una funcin primordial y acorde a las urgencias de la modernidad

    tarda: la de obrar como una suerte de efecto compensatorio que suture las heridas abiertas

    por el inexorable devenir tecnolgico de la razn cientfica. As, mientras al desarrollo de

    las ciencias naturales le es inherente una irrefrenable tendencia hacia la unisignificatividad,

    la tecnificacin, y, en general, hacia una modernizacin que termina borrando los

    horizontes histricos y vitales (ahistoricidad), sern precisamente las ciencias del espritu

    las que, mediante una funcin hermenutico-compensatoria centrada en la narratividad y la

    polisignificatividad, tiendan a la recuperacin de esos vnculos necesarios con los mundos

    de la vida. Vale decir, vincular y arraigar el vertiginoso e ineludible desarrollo tecnolgico

    en el suelo comn de una tradicin ser su misin, y en ella estriba la razn de su actual

    resurgimiento: ante el desmembramiento social y el resquebrajamiento de las relaciones

    humanas que trae aparejados la modernidad tecnocrtica, el recuerdo de lo comunitario, de

    lo vinculante. No ya, como se haba sealado en Habermas, la reconstruccin de una

    racionalidad comunicativa en la que refundar un inters crtico-emancipatorio que,

    kantianamente, haga valer sus derechos de ley moral universal, sino una matizada apelacin

    aristotlica a la "phrnesis", al "ethos" viviente y plasmado en los mundos vitales; pero no

    como si stos fuesen depositarios de un criterio de autoridad moral incuestionable, al modo

    de una consagracin acrtica de lo vigente y tradicional, sino como texto a reescribir y

    recrear continuamente, pero cuya referencia resulta insoslayable para el mantenimiento de

    la praxis social (recordar la diferencia que establece Aristteles entre "phrnesis" y

    "techne", segn la cual, la primera no consiste en una aplicacin mecnica de una regla

    general fija, sino en la mediacin de un universal histrico por la particularidad de unasituacin).

    Aqu las crticas tampoco demoran en llegar. Desde una perspectiva habermasiana

    puede objetarse, por un lado, el sabor neoconservador que conlleva una posicin basada

    fundamentalmente en la prioridad tico-ontolgica de las tradiciones, como asimismo el

    solapado matiz relativista e historicista que le es inherente (aunque cabe aclarar que en lo

    que respecta a estos temas las acusaciones de Habermas son excesivamente reduccionistas);

    y por otro lado, tambin sera cuestionable, siempre desde la misma posicin, la resignacin

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    del supuesto aguijn crtico de las ciencias del espritu, en favor de un conformista status

    compensatorio funcional con la orientacin tcnico-instrumental de las ciencias naturales.

    Sin dejar de apuntar, adems, lo quimrico de un recurso a las tradiciones en una poca que

    carece manifiestamente, y en virtud de su propia complejidad, de todo "cemento social". Y,

    finalmente, desde un punto de vista ms especficamente poltico, pensando en una postura

    decisionista como la de Schmitt, quiz la objecin sera similar a la formulada a Habermas:

    la de ser una respuesta ms tica que poltica.

    Sin emabrgo, como conclusin, y slo al modo de una sugerencia que requerira de

    un futuro desarrollo, considero que es posible atisbar en esta perspectiva hermenutica una

    senda de investigacin que merece ser transitada. Por qu? Quiz lo ms pertinente sea

    responder, finalizando este trabajo, con una reconstruccin del periplo realizado.

    El diagnstico nietzscheano del nihilismo, mediado y enriquecido por la

    comprensin weberiana de la impronta del elemento tcnico, en virtud del cual la estructura

    del poder resulta escindida en racionalizacin y seoro, conserva su vigencia en cuanto

    ncleo del desafo de lo poltico en nuestra modernidad tarda. Las exigencias derivables de

    tal cuadro de situacin, como lo hemos constatado, son variadas y opuestas. Desde la doble

    perspectiva de lo poltico en Nietzsche, a partir de la c