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Lixus, colonia fenicia en la costa atlántica de Marruecos 1 Los textos antiguos aluden a Lixus con re- ferencias míticas y literarias revestidas de una gran antigüedad (Bunnens, 1979) si bien en sus acepciones geográficas los peri- plos e itinerarios sitúan el río y la ciudad siempre en relación a Cádiz o a las Colum- nas de Hércules (Desanges, 1992), confir- mando su inserción en el confín de ese cír- culo geopolítico. M. Gras (1992) señala que la memoria histórica de Lixus tiene en Estrabón XVII, 3,3, y en Plinio V, 2-4 y XIX, 63, los textos que sintetizan su singularidad indisociable de la lejanía geográfica, lo que predispone a los autores clásicos a conferirle paralelamen- te una lejanía cronológica. Más allá del Es- trecho de Gibraltar, en la orilla africana de la fachada atlántica, el paisaje del Lucus en su salida al océano y la presunta prioridad de Lixus respecto a Gades y Utica, estable- cimientos ambos de reputada antigüedad en la Península Ibérica y en Tunicia, confi- guran la escenografía de un espacio y un tiempo primigenios, consagrados a Hera- cles-Melqart mediante un altar, según Es- trabón, y un templo, según Plinio, más an- tiguo, dicen, que el de Cádiz, precisamente allí donde, a partir del clasicismo, la tradi- ción propondrá la localización del Jardín de las Hespérides, objetivo del undécimo tra- bajo de Hércules (Bonnet, 1988: 198-200). Se mezclan así en las referencias a Lixus un mito protagonizado por la divinidad asocia- da al dios tutelar de Tiro (Fenicia) con la evocación del avance de la civilización lo- grado por navegantes que introducen la no- ción de mercado en tierras desconocidas, y en ello subyace la memoria de las antiguas expediciones fenicias a África, jalonadas por santuarios propiciatorios de la seguridad de las travesías y de las operaciones que las mueven. Los estudiosos de la antigüedad se han es- forzado en contrastar estas informaciones con la topografía del sitio en que Barth identificó Lixus en 1849, excavado intermi- tentemente desde el último tercio del si- glo XIX. Un mapa del siglo XVII que refleja la obra portuaria de Antonelli en Larache, conservado en el Archivo de Simancas, muestra la amplitud del estuario del Lucus respecto a hoy y permite plantear la hipóte- sis de que la colina del Chumis donde está el yacimiento, a 80 m. s. n. m., apareciera a la vista de los navegantes antiguos como un islote, dato a considerar en el debate sobre la ubicación del altar de Hércules «sobre una isla que las mareas nunca inundaban» (Estr. XVII,3,3), a pesar de la opinión ma- yoritaria de los arqueólogos a favor del ca- rácter extraurbano de este altar, posible hito territorial de la ciudad, sede, a su vez, del templo, según Bonnet (1992), pero todo ello no son sino especulaciones eruditas guiadas por la filología y la geografía, ésta muy cambiante por su propia definición. Desde la perspectiva arqueológica la ocupa- 1 Las excavaciones de Lixus constitu- yen una de las actuaciones arqueoló- gicas en el marco de colaboración cultural suscrito entre España y el Reino de Marruecos, y se han reali- zado en 1995, 1998, 1999, 2000, 2001 y 2002 y han dado lugar a una primera memoria científica que con el título Lixus, colonia fenicia y ciu- dad púnico-mauritana. Anotaciones sobre su ocupación medieval, ha sido publicada en la serie Saguntum-Extra 4 de la Universidad de Valencia (2001). Complementariamente los resultados de las excavaciones han si- do presentados por los directores del equipo o por los componentes del mismo en La Aventura de la Historia 10, 1999; Revista de Arqueología 223, 2000 y 228, 2000; Premières journées marocaines d’archéologie et du patri- moine, Rabat, 2001, 169-186; BAM 33, e.p.; y en los congresos siguien- tes: V CISPP (Marsala, 2000) y II CEPO (Cádiz, 2001). 171 Lixus (Larache, Marruecos) CARMEN ARANEGUI GASCÓ Universidad de Valencia

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Lixus, colonia fenicia en la costaatlántica de Marruecos1

Los textos antiguos aluden a Lixus con re-ferencias míticas y literarias revestidas deuna gran antigüedad (Bunnens, 1979) sibien en sus acepciones geográficas los peri-plos e itinerarios sitúan el río y la ciudadsiempre en relación a Cádiz o a las Colum-nas de Hércules (Desanges, 1992), confir-mando su inserción en el confín de ese cír-culo geopolítico.

M. Gras (1992) señala que la memoriahistórica de Lixus tiene en Estrabón XVII,3,3, y en Plinio V, 2-4 y XIX, 63, los textosque sintetizan su singularidad indisociablede la lejanía geográfica, lo que predispone alos autores clásicos a conferirle paralelamen-te una lejanía cronológica. Más allá del Es-trecho de Gibraltar, en la orilla africana dela fachada atlántica, el paisaje del Lucus ensu salida al océano y la presunta prioridadde Lixus respecto a Gades y Utica, estable-cimientos ambos de reputada antigüedaden la Península Ibérica y en Tunicia, confi-guran la escenografía de un espacio y untiempo primigenios, consagrados a Hera-cles-Melqart mediante un altar, según Es-trabón, y un templo, según Plinio, más an-tiguo, dicen, que el de Cádiz, precisamenteallí donde, a partir del clasicismo, la tradi-ción propondrá la localización del Jardín delas Hespérides, objetivo del undécimo tra-bajo de Hércules (Bonnet, 1988: 198-200).Se mezclan así en las referencias a Lixus un

mito protagonizado por la divinidad asocia-da al dios tutelar de Tiro (Fenicia) con laevocación del avance de la civilización lo-grado por navegantes que introducen la no-ción de mercado en tierras desconocidas, yen ello subyace la memoria de las antiguasexpediciones fenicias a África, jalonadas porsantuarios propiciatorios de la seguridad delas travesías y de las operaciones que lasmueven.

Los estudiosos de la antigüedad se han es-forzado en contrastar estas informacionescon la topografía del sitio en que Barthidentificó Lixus en 1849, excavado intermi-tentemente desde el último tercio del si-glo XIX. Un mapa del siglo XVII que refleja laobra portuaria de Antonelli en Larache,conservado en el Archivo de Simancas,muestra la amplitud del estuario del Lucusrespecto a hoy y permite plantear la hipóte-sis de que la colina del Chumis donde estáel yacimiento, a 80 m. s. n. m., apareciera ala vista de los navegantes antiguos como unislote, dato a considerar en el debate sobrela ubicación del altar de Hércules «sobreuna isla que las mareas nunca inundaban»(Estr. XVII,3,3), a pesar de la opinión ma-yoritaria de los arqueólogos a favor del ca-rácter extraurbano de este altar, posible hitoterritorial de la ciudad, sede, a su vez, deltemplo, según Bonnet (1992), pero todoello no son sino especulaciones eruditasguiadas por la filología y la geografía, éstamuy cambiante por su propia definición.Desde la perspectiva arqueológica la ocupa-

1 Las excavaciones de Lixus constitu-

yen una de las actuaciones arqueoló-

gicas en el marco de colaboración

cultural suscrito entre España y el

Reino de Marruecos, y se han reali-

zado en 1995, 1998, 1999, 2000,

2001 y 2002 y han dado lugar a una

primera memoria científica que con

el título Lixus, colonia fenicia y ciu-

dad púnico-mauritana. Anotaciones

sobre su ocupación medieval, ha sido

publicada en la serie Saguntum-Extra

4 de la Universidad de Valencia

(2001). Complementariamente los

resultados de las excavaciones han si-

do presentados por los directores del

equipo o por los componentes del

mismo en La Aventura de la Historia

10, 1999; Revista de Arqueología 223,

2000 y 228, 2000; Premières journées

marocaines d’archéologie et du patri-

moine, Rabat, 2001, 169-186; BAM

33, e.p.; y en los congresos siguien-

tes: V CISPP (Marsala, 2000) y II

CEPO (Cádiz, 2001).

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Lixus (Larache, Marruecos)

CARMEN ARANEGUI GASCÓ

Universidad de Valencia

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ción fenicia de la cima de Lixus no planteadudas, si bien queda pendiente de compro-bación la función del llamado barrio de lostemplos, singular conjunto de seis edificiosreligiosos de época romana, en la etapa fun-dacional de la ciudad, descartándose la an-tigüedad del templo H tal y como se cono-ce hasta este momento (Habibi, 1993) y,por tanto, la implantación material del san-tuario fenicio de Hércules que se quiso veren esa construcción.

Lixus no tiene un relato fundacional pro-piamente dicho, sino que se integra en lahistoria de la mano, por una parte, de Ga-des y, por otra, de Heracles-Melqart, queaseguran su vinculación a la colonización ti-ria sin especificar, sin embargo, cuál era surelación con la colonia gaditana. Es másbien la investigación la que hasta hoy haplanteado la subordinación de las coloniasde ambas riberas del estrecho o bien su ac-tuación coordinada.

El Periplo de Scylax, después de las Co-lumnas de Hércules, describe los accidentesgeográficos de un golfo empórico entre elcabo Espartel y la desembocadura del Taha-dart, con Lixus a continuación en posición

central sobre la costa que se proyecta hastael Sebú. De todas las poblaciones situadasen esta costa, la única a la que Estrabón re-conoce capacidad para generar nuevas colo-nias es Lixus, lo que, unido al factor religio-so, contribuye a destacar su estatuto colo-nial y, probablemente, su hegemonía terri-torial. La investigación arqueológica ha do-cumentado una particular frecuencia demateriales fenicios desde la costa mediterrá-nea próxima a Tetuán (Sidi Abdeslam delBehar, Kach Kouch...), a Tánger y hasta elcurso bajo del Lucus (Lixus, Rakkada, AzizSlaoui...), tal vez gracias al trabajo de cam-po de Tarradell y Ponsich que dieron a co-nocer muchos yacimientos, pero la disper-sión de testimonios arqueológicos feniciosllega con probabilidad hasta Banasa y ladesembocadura del Sebú, prosigue en Salajunto al Bu Regreb, e incluso llega más alsur de Mogador (Essaouira), que fue encla-ve extremo de la colonización fenicia deMarruecos durante muchos años. Aun a fal-ta de muchas precisiones, se vislumbra unaocupación litoral densa, quizá similar a lade las costas andaluzas, de unas extensiónque en la actualidad no se puede precisar.

De entre todos esos yacimientos, Lixusdestaca por concentrar en su solar o en suentorno algunos hallazgos excepcionales. Enprimer lugar, el estoque Rosnoën recupera-do en el Lucus (Ruiz Gálvez, 1983) –un es-padín estrecho y largo de bronce datado ha-cia el 1000 a. C.–, conservado en el MuseoCharlottenburg de Berlín, es un indicio departicipación en un circuito comercial atlán-tico, bien conocido desde Francia hasta Li-xus, que supone el antecedente de la apertu-ra al exterior de aquellos pueblos atlánticosque estarán en disposición de negociar conlos fenicios (Souville, 1983) durante el pri-mer milenio. Importante es, asimismo, elcazo de bronce con mango rematado en ca-

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beza de cisne (Boube-Piccot, 1994) por seruna importación chipriota de finales del si-glo VII a. C. que amplía hasta Marruecos ladifusión de piezas orientalizantes de lujo;también pueden citarse, con un significadomenor, el escarabeo de pasta vítrea (Tarra-dell, 1960, lám. XXI) de los siglos VI-V, asícomo repetidos hallazgos de huevos de aves-truz. Sin embargo, las excavaciones practica-das muestran la extrema escasez de cerámicasgriegas antiguas propias de otros contextosfenicios, lo que ha dado lugar a que se reite-re la marginación de Lixus respecto a las im-portaciones de época orientalizante y arcaica(Villard, 1960) movidas por el comercio in-ternacional.

Vuelve a destacar en época púnico-mauri-tana el yacimiento por su categoría portuariay por las murallas con que se dota la ciudad(Lenoir, 1992); por ser un lugar de hallazgode inscripciones púnicas y líbicas (Xella,1992; Galand, Février y Vajad, 1966), por sudesarrollo económico, apreciable en su activi-dad pesquera y por ser sede de una ceca mo-netal (Mazard, 1955), todo lo cual le da unpuesto destacado en el ambiente mauritano.

Los habitantes de la colonia romana deLixus, de época claudia (hacia el 50 d. C.),mantuvieron viva la memoria de las raícesmíticas y ultramarinas de la población a juz-gar por la iconografía de algunos objetos delornato de sus viviendas, como el grupo enbronce con la representación de Hércules yAnteo (¡el rey mauritano de época de Au-gusto Iuba II incluía a Anteo en su genealo-gía!), la máscara de bronce de océano o elemblema del mosaico de las termas del tea-tro con la misma representación, sin embar-go no debieron sospechar que el subsuelode su ciudad guardaba el archivo de su fun-dación por los fenicios, todavía hoy escasa-mente explorado y del que nuestro equipoarqueológico espera obtener respuesta a

muchas de las preguntas que la investiga-ción contemporánea tiene formuladas res-pecto a las consecuencias de contactos entrecivilizaciones diferentes.

La investigación actual y sus puntosde interés

La colonización fenicia de la fachada atlánti-ca se muestra con facies culturales heterogé-neas cuya razón de ser supera aquella auto-nomía respecto de Cartago regida por Cádiz,enunciada en el planteamiento del «Círculodel Estrecho» (Tarradell, 1960, p. 25, y1969), concepto que sigue siendo, sin em-bargo, válido porque afecta a regiones muyrelacionadas entre sí. La diáspora comercialde Tiro (Aubet, 1994) supone un modelo decolonización distinto al aristocrático que lle-ga hasta Cartago. Se caracteriza por generaruna dialéctica extremo-occidental específica,de acuerdo con el medio natural y la culturade cada sector geográfico afectado (Pellicer,2000). Tartessos, Extremadura, Ibiza y el es-tuario del Tajo, como el del Lucus, aparecencon respuestas próximas pero no idénticas a

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juzgar, principalmente, por los materialesque presentan, de modo que nuestro primerobjetivo es insertar Lixus en ese mosaicocultural fenicio atlántico para entender acontinuación mejor el proceso que desenca-denó el encuentro de poblaciones orientalesde cultura avanzada con sociedades campe-sinas en el norte de Marruecos.

La cronología de este fenómeno en el ca-so de Lixus, y en otros muchos, no está, demomento, basada en dataciones radiocarbó-nicas, sino que se apoya en la cerámica im-portada que, para esta etapa, proporcionaaproximaciones de una fiabilidad de entrecincuenta y cien años, similar a la obtenidaen la medición del C14. La asociación de en-gobe rojo y cerámicas a mano denota el ini-cio del siglo VIII a. C. para la ocupación dellugar, distinguiéndose el momento inicialdel siglo VIII de su segunda mitad, con ma-yor variedad de tipos cerámicos, cuando seafirma la presencia fenicia, con una fase deexpansión en el siglo VII y, finalmente, unperíodo de crisis a partir del 550-500 a. C.Hay quienes consideran que desde las costasde Cádiz, Málaga, Granada y Almería sefunda una segunda generación de estableci-mientos durante el siglo VII (Aubet, 1994;Gómez Bellard, et al., 1990), si bien los es-tudios más recientes han subido la fecha dediversas colonias antes consideradas tardías,como Lixus, cuestión que está en la base dela oportunidad de las nuevas excavacioneshispano-marroquíes y su contribución a laproblemática de las fases y focos de creaciónde colonias fenicias en Occidente.

Otro aspecto destacado en estos estudiostiene que ver con el grado de estabilidad delpoblamiento que origina la colonización. Sehan observado traslados entre núcleos pró-ximos (Aubet, et al., 1999), enclaves comer-ciales con plazos de ocupación muy cortos(Mascort, et al., 1991; Gómez Bellard y

Guérin, 1995) frente a lugares que gozan deestabilidad durante siglos, con modelos deurbanización dispares en sus sistemas defen-sivos, en sus tipos de casas, o bien en sus ne-crópolis donde la incineración se revela ma-yoritaria en la Península Ibérica (Pellicer,1962; Schubart y Niemeyer, 1976; RuizMata y Pérez, 1989; Amores y Fernández,2000), sin equivalencia con lo que ocurre enRekkada, única necrópolis con enterramien-tos antiguos en las inmediaciones de Lixus.

También las cerámicas a mano –más ho-mogéneas de lo que se pensaba– de los ni-veles profundos de las colonias están siendoobjeto de discusión puesto que cada vez sonmenos los lugares fenicios superpuestos auna población local del Bronce Final (Belény Escacena, 1995) y esto obliga a considerartales vasijas en la perspectiva colonial másque en la de la sociedad indígena, mientrasque las denominadas habitualmente cerá-micas fenicias de Occidente –a torno– (en-gobe rojo, cerámicas claras, grises, pintadas,ánforas) muestran la importancia del engo-be rojo cuya distribución apenas sobrepasael eje del Cabo de la Nao-Ibiza por el Me-diterráneo, ni Lisboa por el Atlántico. Lasánforas Vuillemot-Rachgoun 1, las ampo-llas, los trípodes, las urnas de tipo Cruz delNegro y los pithoi llegan en cantidades apre-ciables a un espacio mayor que va en el Me-diterráneo desde el estrecho de Gibraltarhasta Marsella mediante un comercio delque son prueba fehaciente; los jarros, ban-dejas y candelabros de bronce orientalizan-tes se alejan excepcionalmente en su distri-bución más allá del circuito diseñado porlos recipientes de transporte, de modo quela arqueología dispone de una serie de he-rramientas para diferenciar las áreas pobla-das por fenicios de las áreas comerciales, és-tas con distintos niveles de incidencia en laredistribución de bienes. La cerámica griega

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coetánea, sin embargo, muestra un repartomuy irregular: existen concentraciones dehallazgos, como ocurre en Huelva (Cabrera,1995), y vacíos muy destacados, tal vez de-bido al estado de la investigación. Tambiénhay que destacar que el flujo de cerámicasgriegas muestra un descenso coincidentecon la crisis de 550-500 a. C. para incre-mentarse a partir de 490-475 en el área ibé-rica mediterránea (Asensio, et al., 2000).Las excavaciones de Lixus, en su momento,deberán contemplar estos ritmos que nocuentan con una experimentación arqueo-lógica en el caso de Marruecos.

El estudio de la explotación de los recur-sos y de la modificación del entorno naturalestá siendo una vía muy útil a la investiga-ción centrada en la colonización. La identi-ficación de una factoría comercial, o de unasentamiento agropecuario, o de una activi-dad minero-metalúrgica –con rendimientosnunca alcanzados hasta ese momento y, enocasiones, con la deforestación y destruc-ción del entorno de las colonias como con-trapartida– tiene en el análisis del paleoam-biente la demostración de la puesta en valorde recursos por los fenicios desaprovecha-dos hasta su llegada, según se ha visto en to-do el sur de la Península Ibérica, factor quedeben tener su propia realidad en el yaci-miento de Lixus y su entorno.

Sin ánimo de comparar áreas distintas ycon un grado de documentación arqueoló-gica desigual, nuestros estudios en la laderasur del yacimiento de Lixus son deudoresdel estado de la cuestión formulado desdeEspaña, Portugal e Italia (Cerdeña, Siciliaoccidental) y de los métodos de trabajo ex-perimentados para una mejor comprensiónde la empresa de Tiro más allá del estrechode Gibraltar. La cronología derivada de loscontextos cerámicos, el estudio de la arqui-tectura, la valoración de los intercambios y

la analítica paleoambiental, constituyen, deeste modo, los objetivos de nuestro proyec-to que tiene un alto contenido formativo.

Los fenicios en Lixus

La arqueología fenicia en Marruecos se ini-cia en los años cincuenta con las excavacio-nes de Mogador (Essaouira) (Jodin, 1965) y,principalmente, con las de Lixus (Larache),

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Sidi Abdeslam del Behar y Emsá (Tarradell,1959 y 1960). Sólo algunas publicaciones(Boube, 1962; Boube-Piccot, 1994; LópezPardo, 1996; Belén, et al., 1996; Bokbot,1998; El Khayyari y Kbiri-Alaoui, 1999...)y programas muy recientes con resultadosen parte inéditos, además de las nuevas ex-cavaciones en Lixus (Aranegui, 2001; Ara-negui, 2002: 169-186), marcan el retorno ala cuestión fenicia, que afecta a todo el nor-te del país hasta el Lucus o, tal vez, hasta elSebú, en mayor medida que al resto del li-toral, atlántico y mediterráneo, donde, sinembargo, se multiplican las noticias de nue-vos hallazgos fenicios, sin contexto ni cro-nología precisos de momento.

Tarradell (1959) observó niveles feniciosen la cima de Lixus, en el barrio de los tem-plos, en la «casa Montalbán», bajo la «basí-lica pagana» y en la ladera meridional; Pon-sich (1981) y Bokbot y Onrubia (1992) do-cumentaron después materiales antiguosjunto al templo H y en la muralla sur, de-duciéndose así una superficie poblada deunas 12 ha para la colonia inicial, extensiónsimilar a Toscanos (Málaga) y superior alCerro del Villar (Málaga) y a La Rábita(Guardamar), que duplica la de Torre deDoña Blanca (Puerto de Santa María) y tri-plica la de Sa Caleta (Ibiza). En el contextooccidental Lixus se sitúa, por tanto, entrelas colonias de primer rango por su exten-sión.

En la actualidad el modelo de casa feniciadocumentado en Lixus es incompleto ypuntual. Los restos constructivos feniciosde la ladera S están a una profundidad com-prendida entre los 2,10 y los 3,44 m y for-man parte de una urbanización escalonadaen la ladera, parecida en algunos aspectos ala del sector artesanal de Doña Blanca (RuizMata y Pérez, 1995). Consisten en murosde unos 50 cm de ancho cuya altura máxi-

ma conservada es de alrededor de 1 m, demampostería de tamaño medio, trabada enseco con ayuda de piedras menores y asen-tada sobre piedras desordenadas y potentescuando la estructura está en un cambio derasante, con pavimentos de tierra apisonaday elementos de adobe que dan lugar a nive-les de arcilla endurecida una vez derrumba-dos. Estos edificios se elevan sobre un nivelque contiene materiales en contacto con laroca natural del suelo geológico. No se haexhumado ninguna vivienda completa, pe-ro parece que las unidades de habitación,cuyas paredes perimetrales están trabadasentre sí, lo que denota su planificación y co-etaneidad, tienen más de 100 m2 de super-ficie útil distribuidos en planta rectangularcon divisiones internas que dan lugar a es-pacios de uso doméstico e industrial, a juz-gar por el pequeño horno metalúrgico quese encuentra en una de ellas y conserva res-tos de cobre.

Para los siglos VIII-VII no se tiene conoci-miento ni de muralla, ni de almacenes, nitampoco de necrópolis en Lixus, si bien lostrabajos del INSAP en curso en la localidadvecina de Rekkada, sobre el Lucus, darán aconocer, en su momento, la primera necró-polis fenicia arcaica de Marruecos, situadarío abajo del yacimiento, sobre una peque-ña loma próxima a su desembocadura.

Los análisis de restos vegetales y animalesnos autorizan a afirmar que los lixitas aspi-raban a optimizar los recursos medioam-bientales y conocían estrategias agropecua-rias avanzadas. Mediante la antracología secomprueba una utilización de leña de dis-tintos biotopos y con características diver-sas; la carpología da a conocer, entre otrasespecies, cebada vestida y trigo desnudo in-dicando la roturación de distintas catego-rías de tierras, así como guisantes y habasque, o bien denotan la rotación de cultivos

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o bien el aprovechamiento de parcelas hú-medas junto al río siendo esto más proble-mático por la influencia de las mareas en ladesembocadura del Lucus, con aportaciónde sal. El olivo está también presente desdeel inicio de la ocupación del lugar, lo queofrece un cuadro característico de una ex-plotación agrícola estable y equilibrada delentorno.

El predominio del ganado bovino, segui-do de los suidos y ovicápridos, denota, asi-mismo, no sólo una dieta rica en proteínascárnicas sino también una cabaña jerarqui-zada con predominio del ganado mayor. Esinteresante, por otra parte, la aparición deelefante, detectado también en Mogador,exponente de la explotación del marfil enMarruecos, apreciada materia prima de larefinada artesanía orientalizante.

Los niveles púnico-mauritanos

Una gran parte de la muralla occidental, lasnecrópolis oriental y occidental y la urbani-zación visible en la cima de la colina, ade-más de las acuñaciones locales, hacen de Li-xus el mejor monumento de la civilizaciónpúnico-mauritana en el conjunto del patri-monio arqueológico de Marruecos. El yaci-miento tiene así potencialmente la posibili-dad de divulgar, además de sus construccio-nes romanas, el urbanismo mauritano ca-racterístico de la época anterior al cambiode Era, sólo puntualmente documentado enotros sitios.

Las excavaciones recientes reiteran, sinembargo, que todo este panorama corres-ponde estrictamente a la época de la mo-narquía mauritana de los siglos II-I a. C. yque faltan datos de los siglos VI a III, que po-dríamos denominar con mayor propiedadpúnicos, no tanto por una total ausencia de

materiales de este período sino por ausenciade muchos detalles relativos a su contextua-lización. A lo largo de nuestras intervencio-nes sólo se han podido relacionar con es-tructuras constructivas contados niveles pú-nicos. De este modo se confirma la hipóte-sis de la gran remodelación de la ciudad apartir de 200 a. C., momento en que se am-plía la urbanización en la ladera sur hacia lasfábricas de salazón y el puerto y el hábitatalcanza entre 15 y 20 ha de extensión, si in-cluimos las necrópolis, causando esta re-construcción la supresión de buena parte delos depósitos de la ciudad inmediatamenteanterior, poco visible en el registro arqueo-lógico estudiado.

Las excavaciones recientes han reveladopara esta etapa una arquitectura y una téc-nica constructiva muy distintas a las de lafase fenicia. La aparición en nuestras exca-vaciones de una pequeña cista con un cála-to ibérico del taller de Tivissa (Tarragona)(Conde 1993) por debajo de uno de lossuelos parece ser una ofrenda fundacionalpropiciatoria contenida en un recipienteque se divulga por el Mediterráneo occiden-tal integrado en el comercio de Roma tras laSegunda Guerra Púnica (218-202 a. C.)que, aquí, sugiere la reocupación de Lixuspor un nuevo contingente humano. Es eneste contexto en donde se ha identificado lavid, ausente, de momento, en las muestrasdel período fenicio cuando, sin embargo, sedifundió su cultivo por Occidente.

La edificación de la ladera sur utiliza mar-gas, duna fósil y calizas en bloques de tama-ño medio para levantar manzanas de casasalineadas según las curvas de nivel, de lasque se conservan paredes de hasta 3 m de al-tura y de entre 55 y 65 cm de anchura, conalzados probablemente de adobe o tapial,sólo ocasionalmente apoyadas sobre los mu-ros fenicios subyacentes. La estabilidad de

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tales estructuras se logra ensanchando la ba-se de los muros, en cuyo caso aparecen za-patas de cimentación, o bien excavando unapequeña trinchera para el asiento de las hila-das más profundas, aunque hay que consi-derar, por otra parte, el juego de equilibrioentre las habitaciones adosadas entre sí, con-trarrestando empujes de manera eficaz gra-cias a la división interna de los espacios, consuperficies comprendidas entre los 18 m2 ylos 9,5 m2, y al uso de contrafuertes o pun-tales que refuerzan unas paredes no del todooperativas como muros portantes para unasviviendas de dos alturas siendo con frecuen-cia la inferior un sótano adaptado a la topo-grafía de la pendiente, a veces con un pilarsustentante. Los edificios se presentan enlu-cidos con cal y los pavimentos son de tierrabatida con alguna piedra incrustada o, ex-cepcionalmente, de piedras planas, mientrasque las cubiertas son planas de tierra y ra-maje, a modo de azoteas.

Un patio enlosado aparece intercalado enuna batería de habitaciones y destaca comoárea de trabajo porque en él se hallan un parde hornos de distinto tamaño de los que elmayor ha sido atribuido a una forja dado el

orificio que presenta en la base del hogar,por una parte, y la recuperación de residuossiderúrgicos en sus inmediaciones, por otra.Este horno estaría activo como tal entre el200 y el 100/80 a. C. amortizándose des-pués y su presencia hace pensar en el «barriode los metalúrgicos» de Byrsa (Lancel yThuillier 1982, 217-260) a pesar de que és-te es de una cronología anterior al de Lixus.

Se documenta así en definitiva una tipo-logía constructiva desconocida hasta ahoraen Lixus que, al ser específica de la laderasur, refleja también la zonificación funcio-nal de la ciudad indicio de su complejidadsocio-urbanística. En la parte que desciendehacia el puerto y sobre las fábricas de sala-zones, aparecen estas viviendas en las que al-ternan espacios cubiertos escalonados endos alturas y espacios a cielo abierto conequipamientos productivos, apreciándoseen ellos una evolución comprendida entre200 a. C. y el cambio de Era.

Las cerámicas de barniz negro del tallerde Kuass (Arsila) (Ponsich 1968), a 30 kmdel yacimiento, suponen en Lixus las imi-taciones de vajillas ática y campaniense me-jor estudiadas en la región donde equivalena un fenómeno igualmente conocido enCádiz, Ibiza, Rosas, etc., especialmente sig-nificativo hasta el inicio del siglo II a. C.Son sobre todo abundantes entre 200 y130 a. C. fase en la que presentan decora-ción de palmetas festoneadas como las quetambién se emplean en Cádiz; después loshallazgos disminuyen y empeoran en cali-dad porque son desplazados por el barniznegro de Cales (Perdroni 2001) de la fasede producción media, muy abundante enLixus.

En la cima del Chumis y al norte delbarrio de los templos hay manzanas com-pletas de viviendas púnico-mauritanas ex-humadas en la década de 1950 en las que se

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aprecia su peculiar disposición compacta yconcéntrica, propia de edificios con sótanoy un número de pisos que aumenta hacia elnúcleo central, dando lugar a un alzado es-calonado, con un pequeño patio de luces ensu eje central. En la vivienda al sudoeste delos templos –«casa Montalbán»– se conser-van puertas arqueadas con uso de dovelas.Todo esto indica la diferencia de la casa-ti-po en la arquitectura de la parte elevada deLixus y en la del área industrial de la ladera,tipos que esperan aún una descripción por-menorizada pero de los que puede adelan-tarse el mayor desarrollo en altura y la ma-yor capacidad de almacenaje para el del sec-tor elevado y la presencia de patios y fun-ciones artesanales sobre el área de las salazo-nes, donde también hay almacenes.

En la campaña de 2002 se ha podido ex-cavar minuciosamente en la ladera sur unalmacén de ánforas abandonado adjunto alpatio de los hornos citado, cuyo nivel de pa-vimento está 1,20 m por debajo del de éste,lo que da idea del tipo de lugar de almace-naje típicamente lixitano. Se ha podido es-tablecer, en consecuencia, la tipología de susánforas, su cronología y su contenido en elque están presentes los moluscos, concreta-mente los mejillones, envasados en ánforasMañá C2b.

Esto nos lleva a disponer de una muestradel aprovechamiento de los recursos pes-queros, principal fuente de riqueza del lu-gar. Los análisis de ictiofauna y malacofau-na derivados de las excavaciones son aunescasos para llegar a conclusiones generalespero sí que reflejan una diferencia entre losrestos de la alimentación de los habitantesde este barrio y los productos envasados enánforas y, por lo tanto, más elaborados. Losprimeros se componen principalmente deespecies de talla pequeña del área del estua-rio (sepias, anguilas...) y los segundos de es-

pecies que tienen que ser capturadas enmar abierto, tanto en fondos rocosos comode arena, con mayor valor para la salazón.Para la época del Alto Imperio los estudiosde las inscripciones pintadas sobre ánforasde salazón de la forma Beltrán IIB realiza-dos por Liou (1993, 140; Liou y RodríguezAlmeida 2000, 7-23) han dado a conocerlo que se denomina corda o cordula, un pre-parado a base de atunes de un año típico dela zona comprendida entre Tánger y Lixus,ciudad ésta que aparece abreviada en unade las inscripciones del Pecio Gandolfo (Al-mería) ratificando el origen de la mercan-cía. Son datos para una etapa posterior a laque estamos estudiando, pero que confir-man lo que anuncia la gran batería de fá-bricas de salazón que recibe al visitante delas ruinas de Lixus: la explotación de la pes-ca con fines de comercialización de sus de-rivados.

La ganadería de época púnico-mauritanatiene en el cerdo su máximo representante,seguido del buey, sacrificado a edades infe-riores a las de la fase antigua, de los ovica-prinos y del caballo, no documentado an-tes. Es, como casi todo, una cultura gana-dera bien distinta a la de la etapa fenicia.

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