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LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA – 1º BACHILLERATO LITERATURA: TEMA 11 1 TEMA 11: LA LITERATURA DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX 1. LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX 2. EL ROMANTICISMO 2.1. Rasgos del Romanticismo 3. ORÍGENES Y DESARROLLO DEL ROMANTICISMO ESPAÑOL 3.1. Etapas del Romanticismo español 3.1.1. Primera etapa: principios de siglo 3.1.2. Segunda etapa: mediados de la década de 1830 3.1.3. Tercera etapa: 2º mitad del siglo XIX. El Posromanticismo 4. TEMAS ROMÁNTICOS 5. LA POESÍA ROMÁNTICA 5.1. JOSÉ ZORRILLA (1817-1893) 5.1.1. Poesía narrativa: las leyendas 5.1.2. Poesía lírica 5.2. JOSÉ DE ESPRONCEDA 5.2.1. Biografía y personalidad 5.2.2. Obra 5.2.2.1. Etapas de la poesía de Espronceda 5.2.3. Estilo 6. LA PROSA 6.1. LA NOVELA 6.1.1. Novela histórica 6.1.2. La novela por entregas. El folletín 6.2. EL PERIODISMO 6.2.1. El costumbrismo 6.3. MARIANO JOSÉ DE LARRA 6.3.1. Biografía 6.3.2. Obras 6.3.2.1. Poesía, novela y teatro 6.3.2.2. Artículos periodísticos 6.3.3. Estilo

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LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA – 1º BACHILLERATOLITERATURA: TEMA 11

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TEMA 11:LA LITERATURA DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX

1. LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX

2. EL ROMANTICISMO2.1. Rasgos del Romanticismo

3. ORÍGENES Y DESARROLLO DEL ROMANTICISMO ESPAÑOL3.1. Etapas del Romanticismo español

3.1.1. Primera etapa: principios de siglo3.1.2. Segunda etapa: mediados de la década de 18303.1.3. Tercera etapa: 2º mitad del siglo XIX. El Posromanticismo

4. TEMAS ROMÁNTICOS

5. LA POESÍA ROMÁNTICA

5.1. JOSÉ ZORRILLA (1817-1893)5.1.1. Poesía narrativa: las leyendas5.1.2. Poesía lírica

5.2. JOSÉ DE ESPRONCEDA5.2.1. Biografía y personalidad5.2.2. Obra

5.2.2.1. Etapas de la poesía de Espronceda5.2.3. Estilo

6. LA PROSA

6.1. LA NOVELA6.1.1. Novela histórica6.1.2. La novela por entregas. El folletín

6.2. EL PERIODISMO6.2.1. El costumbrismo

6.3. MARIANO JOSÉ DE LARRA6.3.1. Biografía6.3.2. Obras

6.3.2.1. Poesía, novela y teatro6.3.2.2. Artículos periodísticos

6.3.3. Estilo

7. EL TEATRO7.1. RASGOS DEL DRAMA ROMÁNTICO7.2. EVOLUCIÓN DEL TEATRO ROMÁNTICO7.3. PRINCIPALES AUTORES

7.3.1. Ángel de Saavedra, duque de Rivas7.3.2. José Zorrilla

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1. LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX

La Santa Alianza: la derrota de Napoleón en 1815 supuso la creación durante el Congreso de Viena de una organización integrada por Rusia, Austria, Prusia y Francia para defender a las monarquías de posibles revoluciones liberales.

La doctrina Monroe: los Estados Unidos prosiguieron su expansión territorial y demográfica mediante la guerra, la compra o el asentamiento de colonos. Además las colonias españolas americanas van adquiriendo su independencia y Estados Unidos las ven como su lugar de influencia natural, según expresa la conocida doctrina Monroe, explicitada en 1823 por el presidente del mismo nombre: América para los americanos.

Revoluciones de 1848: tienen su epicentro en Francia y se extienden por toda Europa. Es muy significativa la participación de las masas obreras en estas revueltas. Las reivindicaciones obreras no se escuchan y los participantes son duramente reprimidos. Se produce una honda fractura entre el liberalismo burgués y los movimientos obreros. La burguesía se vuelve cada vez más conservadora.

Aparición de nuevas clases sociales: los burgueses o propietarios y los proletarios u obreros. Los proletarios sólo tienen su fuerza de trabajo y sus hijos. Las condiciones laborales de los proletarios son durísimas: no hay límite de edad, sexo ni horario para el trabajo.

Socialismo utópico: defendido por Saint Simon, condena los abusos del capitalismo y propone un nuevo modelo social con un reparto más justo de los bienes. Anticipa el desarrollo del movimiento obrero durante la segunda mitad del siglo XIX.

Liberalismo: propiciado por la burguesía, defiende una serie de libertades: libertad de pensamiento, de expresión, de asociación, de reunión. Propugna un sistema político basado en el sufragio universal y en el que la soberanía popular y la capacidad legislativa residan en el parlamento. No obstante, cuando los liberales llegan al poder adaptan sus principios a las circunstancias: sufragio censitario (sólo pueden votar los que alcanzan un determinado nivel de renta), recortes de las libertades, proteccionismo comercial, etc.

Ultramontanismo: pensamiento reaccionario, abiertamente antiliberal, que defiende el poder de la Iglesia católica, los antiguos privilegios y una moral católica muy conservadora.

Guerra de la Independencia: los numerosos errores diplomáticos de Godoy y las rivalidades entre Carlos IV y su hijo Fernando conducen a la invasión francesa de 1808, con la que el imperio napoleónico pretende extenderse hasta la península ibérica. Con la ayuda de Inglaterra el ejército español consigue derrotar al bando francés en 1814.

Afrancesados: se suelen llamar así a los españoles, normalmente intelectuales ilustrados, que apoyan el régimen político impuesto por Napoleón, quien colocó en el trono español a su hermano José I. Los afrancesados esperaban que este rey extranjero trajera por fin, el progreso a España. La mayor parte de los afrancesados debieron partir para el exilio cuando Fernando VII regresó al trono.

Trienio liberal (1820-3). Tras la llegada a España de Fernando VII, comienza un periodo absolutista. La sublevación del general Rafael Riego abre el Trienio Liberal (1820-3), periodo en el que se intentan ciertas reformas que, aunque moderadas, asustan a los absolutistas españoles y a los gobiernos europeos que mandan a los Cien mil hijos de San Luis, que no encuentran resistencia alguna y restauran el poder real absoluta.

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Década ominosa (1823-1833). Tras la restauración absolutista comienza la Década ominosa, caracterizada por la represión brutal: ejecución inmediata de Riego y sus partidarios; fusilamiento del guerrillero Juan Martín el Empecinado, de Torrijos y sus compañeros liberales, de Mariana Pineda, etc. Muchos liberales deben partir al exilio. Las tensiones entre liberales y conservadores quedan definitivamente cristalizadas.

Guerra carlista (1833-40). A la muerte de Fernando VII se produce la guerra civil entre los absolutistas, partidarios de Carlos, hermano del rey, y los liberales, defensores de la hija de Fernando, la futura Isabel II.

Periodo de las Regencias. Dada la minoría de edad de Isabel, su madre, María Cristina ejerce de regente hasta 1840. En este periodo se dan los primeros pasos para la instauración de un régimen liberal: reconocimiento de las libertades básicas, elección de las Cortes por sufragio censitario, centralización administrativa, etc. El fin de la primera guerra carlista trajo consigo la sustitución de la reina madre por el general Espartero, cuya regencia duró hasta 1843, cuando Isabel II fue nombrada mayor de edad.

Desamortización de Mendizábal. Es la medida liberal más importante tomada durante la regencia de María Cristina. La desamortización supuso la expropiación de grandes extensiones de tierra en manos de la Iglesia, que pasaron a manos del gobierno.

Década autoritaria (1843- 1853). Periodo de retroceso de las libertades dominado por la figura del general Narváez. La nueva Constitución restringe las libertades y los derechos. En 1848, Narváez implanta la dictadura.

2. EL ROMANTICISMO

Se conoce con el término de Romanticismo el movimiento natural que se opone, de forma más o menos explícita, a los principios característicos de la Ilustración y que es resultado de la profunda crisis social e ideológica de un mundo en acelerado cambio, como es el de principio de siglo XIX.

Los orígenes del Romanticismo hay que buscarlos ya en el siglo XVIII, sobre todo en la filosofía y la cultura alemana. Se produce allí el movimiento Sturm und Drang (Tempestad y Pasión), que propugna la creación literaria al margen de las reglas clásicas y revaloriza la expresión artística de los sentimientos y las vivencias. Esta sensibilidad prerromántica se manifiesta también pronto en Inglaterra 1 y, con mayor o menor intensidad, se extiende por toda Europa.

2.1. Rasgos del Romanticismo

Irracionalismo. Se niega que la razón explique por completo la realidad. Es más, se abandona la idea de que existan verdades fijas e inmutables. Por el contrario, la realidad es en esencia cambiante, caótica e incomprensible. Por ello, no hay entre los románticos un pensamiento sistemático y coherente que aspire a comprender el mundo de forma global. Este rechazo de la razón y de lo racional justifica también la preferencia de los románticos por temas como lo sobrenatural, lo mágico y lo misterioso. Para ellos, el mundo es en esencia un misterio, algo oculto a lo que la razón es incapaz de llegar.

1 Los poetas lakistas (llamados así por proceder de la región de los lagos), Samuel T. Coleridge y William Wordsworth, publicaron conjuntamente sus Baladas líricas en las que reflejaban su emoción ante la contemplación de la naturaleza en un ambiente misterioso e irreal. Por otra parte, los poetas satánicos (Lord Byron y Percy B. Shelley) viven su propia vida en clave estética. Su obra y vida es un grito de rebeldía e inconformismo ante la sociedad, frente a la que adoptan posturas elitistas. Son los primeros “poetas malditos”, pues rechazan la moral establecida y exaltan una vida regida sólo por la genialidad.

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Subjetivismo. Si la razón tiene sus límites, son necesarias otras formas de conocimiento que para los románticos son la intuición, la imaginación y el instinto. De ahí la importancia de las emociones, los sueños o las fantasías que permiten bucear en el inconsciente para descubrir allí los impulsos no racionales, los escondrijos del espíritu humano. Frente a la razón, se levanta la bandera del sentimiento siempre arrebatado, aun cuando se tiña a veces de melancolía. La pasión es en el Romanticismo una fuerza superior a la razón.

Idealismo. En conexión con la filosofía idealista, fundamentalmente alemana, que se impone con fuerza en toda Europa en la primera mitad del siglo, el hombre romántico siente predilección por lo absoluto, lo ideal. No quiere una parcela de libertad, un avance en el progreso o la contemplación de algo bello, sino que se lanza a la búsqueda de la Libertad, del Progreso, de la Belleza. Hay en los románticos un sentimiento de no plenitud, una conciencia de lo incompleto de la existencia humana que les hace buscar casi desesperadamente lo absoluto. Ello explica, por una parte, su necesidad de acción, su vitalismo, pero también, por otra, que sus anhelos se vean insatisfechos, lo que los conduce a la frustración y a la infelicidad.

Individualismo. El hombre romántico tiene una conciencia aguda y dolorosa de la propia personalidad, de ser distinto de los demás, y afirma constantemente ese yo frente a lo que lo rodea. En algunos casos, se siente superior a todo lo otro: exalta su propia sensibilidad, sus emociones que nadie puede siquiera comprender, su genio, pero también su desgracia o su infelicidad, mayores que las de nadie. Esta afirmación del yo lo conduce a la soledad que es uno de los temas básicos del Romanticismo. El yo del artista pasa a ocupar el primer plano de la creación. Los artistas vierten en sus obras sus sentimientos, expresan su insatisfacción con el mundo circundante, su ansia de infinito, su búsqueda del absoluto, su amor apasionado, su deseo vehemente de libertad, sus estados de ánimos, etc. Por eso la poesía lírica o la música son en esta época las artes supremas.

El genio creador. Durante el Romanticismo se cree que el arte es una forma de expresión del genio que el creador lleva en su interior. El artista nace, no se hace. De ahí la revalorización de lo espontáneo, de lo intuitivo, de lo original, de aquello que es característico del genio creador. La obra de arte es el resultado de un momento de inspiración que refleja la valía de su autor. La posibilidad de desarrollo de su capacidad creativa hace del romántico un individuo vitalista, eufórico y apasionado. Pero de aquí proceden también sus quejas de artista incomprendido, sus protestas cuando siente que la sociedad desconoce o desprecia su genio individual otra vez la conciencia de la soledad.

Inseguridad radical. El romántico es por naturaleza alguien inseguro e insatisfecho, pues, al haber perdido la confianza en la razón, ya no hay certezas absolutas en el mundo y no sirven las respuestas tradicionales a los interrogantes que la realidad ofrece. Ello da lugar a la desazón vital romántica. Pero la inseguridad y la insatisfacción vitales son al mismo tiempo motores de la creación artística, porque el romántico busca constantemente respuestas y soluciones a las dudas y problemas que se le plantean.

Desengaño. El choque entre el yo hipertrofiado romántico y la realidad prosaica y gris que no da satisfacción a sus anhelos e ideales produce en el artista romántico un hondo desengaño, un tedio y un hastío vitales que lo llevan a rebelarse contra las normas morales, sociales, políticas o religiosas.

Evasión. Para escapar de ese mundo en el que no encuentra cabida su idealismo extremo, el romántico opta por huir de esa realidad inmediata que no le gusta. La evasión puede producirse en el tiempo o en el espacio:

o Evasión en el tiempo: los románticos están especialmente interesados por la Edad Media, un periodo histórico que les parece especialmente interesante.

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o Evasión en el espacio: los románticos se evaden a lugares lejanos o exóticos, como Oriente, América o la misma España, que para muchos escritores europeos era, con sus antiguas tradiciones y su peculiar folclore prototipo de país romántico.

o Suicidio: una forma de evasión extrema. Europa fue recorrida por una sorprendente ola de suicidios provocada por la lectura del Werther de Goethe.

Soledad. Además de la evasión temporal y espacial, adquiere especial importancia la huida de la realidad mediante el refugio en sí mismo, con lo que el gusto por la soledad se convierte en uno de los temas románticos por excelencia. Esto justifica la preferencia por lugares solitarios como castillos, cementerios, jardines, espacios apartados o recónditos, etc. La soledad del romántico nace de su individualismo, de la afirmación de su yo: en este sentido, la soledad produce también dolor y lo lleva a ansiar la integración, la comprensión de los otros, el amor.

Naturaleza dinámica. Frente a la naturaleza artificiosa y bucólica del Neoclasicismo, el artista romántico representa la naturaleza en forma dramática, en movimiento y con preferencia por la ambientación nocturna. Opone, pues, al orden, a la mesura y a la armonía neoclásicos, el desorden y la falta de proporción. La naturaleza se identifica con los estados de ánimo del creador y, según sean estos, es turbulenta, melancólica o tétrica, como una proyección de sus sentimientos. Pero a la vez la naturaleza está por encima de todo, lo que deja traslucir cierta concepción panteísta del universo, como se advierte en el tópico romántico de las ruinas, que simbolizan el predominio de la naturaleza sobre el hombre y sus obras.

Nueva sensibilidad. El sentimentalismo, manifiesto ya en muchos autores ilustrados, se prolonga y amplía durante el Romanticismo, que lleva a primer plano la intimidad. Resultan ahora características la introspección, la nostalgia, la melancolía, la tristeza y la soledad. Se extiende el sentimiento de la fugacidad e infelicidad de la vida humana, que provoca la típica angustia romántica. El gusto por lo sombrío y crepuscular es revelador de tal sensibilidad.

Nacionalismo. Los románticos, que han perdido la fe en los valores absolutos tradicionales, encuentran un asidero existencial en el espíritu comunitario que los liga a su entorno. En este momento se forja el concepto de pueblo como entidad espiritual supraindividual a la que pertenecen individuos concretos que comparten una serie de rasgos comunes: lengua, costumbres, folclore, leyes… Ello explica el interés que se despierta en la época por conocer que tiene de particular el espíritu de cada nación y la obsesión por buscar las raíces de cada pueblo en su historia, su literatura, su cultura, etc. Así se comprende la revitalización de los antiguos poemas épicos y de las leyendas y tradiciones locales, el nuevo cultivo que alcanzan las lenguas vernáculas y la exaltación de la patria. Estas dos ideas románticas se oponen al espíritu universalista de la Ilustración.

3. ORÍGENES Y DESARROLLO DEL ROMANTICISMO ESPAÑOL

En un contexto de enfrentamiento político entre los liberales, herederos de las Cortes de Cádiz, y los conservadores, defensores del Absolutismo, se desarrolla el Romanticismo en España.

Los románticos europeos ya habían descubierto que los ideales que ellos defendían se reflejaban en la historia y en el arte antiguo español: el Romancero, el Quijote, las leyendas medievales, los templos y monasterios, los tópicos y los mitos. España se convirtió en el país romántico por excelencia.

A pesar de todo, el Romanticismo como movimiento renovador entra tardíamente en España y su triunfo y apogeo cortos.

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3.1. Etapas del Romanticismo español

3.1.1. Primera etapa: principios de siglo

Aunque ya en algunos autores ilustrados del XVIII se atisban rasgos que anuncian un cambio de sensibilidad y una mayor atención a los aspectos sentimentales, la conmoción que supone la Guerra de la Independencia trae consigo a su término, con la implantación del absolutismo, la dispersión de los intelectuales y el derrumbe de la obra ilustrada dieciochesca. La falta de libertad de expresión y la rígida censura hacen que la cultura española del momento sea raquítica.

En ese momento se produce en las letras españolas la primera controversia a propósito de la literatura romántica que se desarrollaba en Europa, en particular en Alemania. En Cádiz, Johan Nicolás Böhl de Faber, cónsul alemán en España, haciéndose eco del interés de los románticos alemanes por Calderón, defiende el teatro barroco español frente al neoclásico y las teorías de los hermanos Schlegel sobre el romanticismo (1814-20) en polémicos artículos publicados en prensa. Un ilustrado liberal, José Joaquín de Mora, sale en defensa de la estética neoclásica y se entabla una polémica que dura varios años y que no tiene repercusiones en el desarrollo de una literatura romántica en España.

Durante el Trienio Liberal, llegan a España, huyendo de las persecuciones en su país, diversos escritores italianos, que entablan relaciones con otros españoles, a los que comunican las novedades románticas en boga en Europa y en los que los españoles verían seguramente que romanticismo y liberalismo no son incompatibles. Fruto de la colaboración de algunos italianos con, entre otros, los catalanes Buenaventura Carlos Aribau y Ramón López Soler, es la publicación en Barcelona del periódico El Europeo (1823-4), que, aunque de vida efímera, contribuyó a divulgar las ideas románticas.

En esta etapa predominó una visión tradicionalista, conservadora, unida a la defensa del catolicismo como seña cultural.

3.1.2. Segunda etapa: mediados de la década de 1830.

La restauración absolutista vuelve a dispersar en el exilio a buena parte de la intelectualidad española. Los emigrados desarrollan una notable actividad, sobre todo en Londres, y entran en contacto con el Romanticismo. Entre los exiliados se encuentran muchos de los autores que luego serán centrales en la literatura romántica española (Ángel de Saavedra, Espronceda, Martínez de la Rosa…), junto a antiguos ilustrados que abrazan ahora el liberalismo y también el Romanticismo: José María Blanco White, Alcalá Galiano, José Joaquín de Mora…)

Cuando, tras el fin del reinado de Fernando VII, vuelven los emigrados, brota con cierta pujanza el Romanticismo en la literatura española. El apogeo romántico coincide con el estreno de la obra del Duque de Rivas, Don Álvaro o la fuerza del sino en 1835. En el año anterior ya se habían publicado obras de corte romántico como El moro expósito, del mismo autor o La conjuración de Venecia de Martínez de la Rosa. A partir de este momento, el Romanticismo español como estética dominante apenas dura quince años. En 1844 se estrena Don Juan Tenorio de José Zorrilla y en 1849 la publicación de La Gaviota, de Fernán Caballero marca el final de la etapa romántica propiamente dicha.

Los años 30 y 40 son, pues, los años del apogeo de esta literatura. A ello contribuye un medio social urbano que propicia el desarrollo de la burguesía y, por tanto, de un público lector que acoge con interés las nuevas formas literarias.

El Romanticismo español, sin embargo, adopta las formas del europeo, pero carece de su fuerza y hondura. Los escritores románticos españoles se integran rápidamente en el sistema. La figura de escritor romántico bohemio y “maldito” no se dará en España hasta bastante más tarde.

3.1.3. Tercera etapa: 2º mitad del siglo XIX. El Posromanticismo.

Se produjo nuevamente la influencia alemana (Heinrich Heine) y se reivindicó la poesía como forma popular y de expresión intimista que busca superar el Romanticismo retórico y trivial a través de la condensación y simplificación formales, como medio de sugerir con la palabra, la imagen y el símbolo las

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ideas que rozan lo inefable. Sólo dos autores mantuvieron durante la segunda mitad del siglo XIX el subjetivismo característico de los románticos: Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro.

4. TEMAS ROMÁNTICOS

La literatura es una vía utilizada por el romántico para transformar la sociedad y plasmar sus ideales y actitudes ante la vida. Son escritores comprometidos que intervienen activamente en la política y los conflictos sociales, a la vez que se dedican al periodismo como un medio de llegar a la masa.

Todas las características de la ideología y de la nueva actitud romántica se traducen en temas literarios que se repiten a través de todos los géneros. Se clasifican en varios apartados:

1) Temas históricos:La historia nacional o regional se convierte en una de las principales fuentes de inspiración. La Edad

Media con sus castillos, catedrales y monasterios; el mundo árabe y su exotismo y los personajes literarios creados principalmente en el Barroco, como don Juan o don Quijote, aparecerán con frecuencia en la obra romántica. De ahí el apogeo de la novela histórica, los romances y leyendas o el costumbrismo.

2) Los sentimientos: El individualismo y egocentrismo románticos se traducen en una literatura plagada de emociones y

sentimientos subjetivos:a) El amor: Un fenómeno romántico por excelencia que adquiere dos formas: el amor sentimental, envuelto en una actitud de ensueño y melancolía y el amor pasional, que rompe las fronteras y convencionalismos sociales, reclama la libertad del corazón y da lugar, a veces, al desengaño y la frustración.b) La mujer: Forma parte de ese sentimiento amoroso e igualmente adquiere dos papeles: el ángel de amor, dulce e inocente, hermosa y víctima: doña Inés, en Don Juan Tenorio, por ejemplo; o bien, la mujer perversa, vengativa y destructora: Zoraida, en Los amantes de Teruel.c) La vida: El hombre, en su búsqueda de un sueño inalcanzable, no logra adaptarse a una forma de vida cotidiana y ésta aparece como un problema irresoluble que conduce a la angustia vital. Ese desprecio conduce a aventuras peligrosas, sueños heroicos o incluso a desear la muerte como única libertad. d) La rebeldía ante el mundo: El descontento romántico aparece en multitud de obras. Las ansias de libertad no encuentran cauce, las grandes ilusiones desembocan en el desengaño y todo ello se traduce en una rebeldía política que conlleva el exilio o en una rebeldía social que conduce al retiro ascético o a la evocación de tiempos pasados y en ocasiones, al suicidio literario.

3) Los conflictos sociales: El artista se hace eco de los conflictos sociales y políticos del siglo, de las desigualdades y

frustraciones, de la conciencia nacionalista y regionalista, de las teorías del humanitarismo social. Presenta personajes marginados, pero libres: bandoleros, piratas, mendigos y víctimas, en general, de una sociedad clasista y opresora.

4) La Naturaleza: Se ha dicho que los románticos descubrieron el paisaje. La Naturaleza cobra especial importancia y

se adapta a los estados de ánimo del poeta o del personaje, mostrándose melancólica, tétrica o turbulenta, según los casos. A la angustia y la obsesión por la muerte responde el gusto por la noche o los paisajes sepulcrales. La soledad del romántico encuentra marco adecuado en yermos desolados, paisajes recónditos o jardines abandonados. En fin, resulta explicable la preferencia por una literatura “en libertad”: bosques intrincados, ásperas sierras, etc.

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5. LA POESÍA ROMÁNTICA

Durante la primera mitad del siglo XIX, la poesía refleja ya el proceso de transición desde la estética neoclásica hasta la romántica. Gran parte de este periodo sigue dominada por la figura de líricos de inspiración ilustrada como Alberto Lista o Manuel José Quintana.

Como en los demás géneros, el triunfo de la poesía romántica se produce en los años treinta, tras la muerte de Fernando VII. Se compusieron entonces numerosísimos textos poéticos que siguieron difundiéndose por la tradicional vía oral y por los habituales medios escritos. La poesía encuentra ahora un nuevo medio de difusión en los periódicos y las revistas. El eco que la poesía tuvo en los medios burgueses iba ligado al hecho de que estos poetas expresan unas inquietudes y una sensibilidad afines a la burguesía.

Dentro de la poesía romántica tiene gran desarrollo la poesía narrativa, que relata en verso variados sucesos históricos, legendarios o puramente inventados. Entre estos poemas destacan El moro expósito de Ángel de Saavedra, duque de Rivas; El estudiante de Salamanca y El diablo mundo de José de Espronceda y Granada. Poema oriental de José Zorrilla. Destaca igualmente el desarrollo del romance. Merecen mencionarse los Romances históricos del duque de Rivas y los numerosos de Zorrilla.

La poesía lírica romántica, por su parte, expresa en sus versos temas característicos del Romanticismo: sentimientos, melancolía, hastío de la vida, amor, la mujer ideal, la religión, etc. También son románticos los ambientes: lugares solitarios, cementerios, la noche, la luna, las ruinas, el mar embravecido, las tempestades… Falta en la poesía romántica española la sensación de autenticidad y desgarro propios del yo romántico.

Uno de los rasgos característicos de la poesía romántica es la mezcla de géneros, de modo que no siempre queda clara la distinción entre lírica y épica. Otra característica formal es la polimetría. La principal novedad en este sentido es el uso de la escala métrica, que consiste en aumentar o disminuir gradualmente la medida de los versos a lo largo de un poema.

Los poetas más destacados son José de Espronceda y José Zorrilla, junto muchos otros, entre los que cabe señalar la presencia de escritoras como María Josefa Massanés, Gertrudis Gómez de Avellaneda y Carolina Coronado.

5.1. JOSÉ ZORRILLA (1817-1893)

Fue el escritor más conocido de su tiempo tanto por su poesía como por sus dramas. Su poesía se bifurca en dos grandes campos: la lírica y la narrativa.

5.1.1. Poesía narrativa: las leyendas

Zorrilla le dio el nombre genérico de leyendas: algunas de ellas tienen origen popular, otras son inventadas por el autor. Zorrilla domina en todas ellas no solo las técnicas narrativas, sino también los recursos dramáticos y líricos con los que crear la suspensión y el interés necesarios para adentrarse en el ambiente peculiar en que se mueven sus personajes: un mundo primitivo y mágico, donde aún es posible reencontrar un pasado espléndido de castillos y caballeros, de gentes crédulas, de grandes pasiones y crímenes, de damas soñadoras y galanes enamorados.

5.1.2. Poesía lírica

La poesía lírica de Zorrilla tiene una temática y una métrica muy variadas. Zorrilla cambia de registro con gran facilidad (de lo sublime a lo vulgar, de lo retórico a lo coloquial) y maneja con soltura los más diferentes estilos: el grandioso y apocalíptico, el dulce y sentimental, el brillante y el ostentoso, el realista y el sencillo. Posee, asimismo, un gran sentido del ritmo y de la musicalidad y un dominio absoluto de los efectos verbales y de los recursos retóricos. Todo ello explica su influencia en la poesía española posterior, a la que proporcionó ideas y motivos, en especial a los premodernistas.

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5.2. JOSÉ DE ESPRONCEDA

5.2.1. Biografía y personalidad

Nació en 1808 en la provincia de Badajoz. Estudió desde 1821 en el Colegio de San Mateo de Madrid, fundado por Alberto Lista, donde recibió una educación de inspiración ilustrada y neoclásica. Pronto mostró interés por la política y por la literatura. Su participación en sociedades secretas que conspiraban contra el absolutismo de Fernando VII hace que en 1825 sea condenado a reclusión en un convento de Guadalajara. En 1827 se marcha de España y vive en la emigración en Portugal, Inglaterra y Francia. En esta época inicia sus relaciones amorosas con Teresa Mancha y persevera en sus actividades políticas. A su vuelta a Madrid, en 1833 se produce el triunfo del Romanticismo en España, pero mientras autores como Martínez de la Rosa o el duque de Rivas quedan anclados en un Romanticismo conservador y tradicional, Espronceda abandera un romanticismo de carácter liberal exaltado.

Sus últimos años son muy agitados: tiene una hija con Teresa; desarrolla una actividad política incesante que lo aproxima a posiciones republicanas; lo abandona su amante, cuya muerte prematura le produce un intenso pesar que expresa en su poema Canto a Teresa; con la regencia de Espartero, acepta un puesto en la embajada española en los Países Bajos, que no llega a ocupar; es elegido diputado en marzo en 1842, e inesperadamente, muere ese mismo año.

La personalidad de Espronceda es prototípica del romántico: rebelde, impetuoso, turbulento, exaltado, liberal… Fue ya muy conocido en su tiempo y terminó por convertirse en el personaje más representativo del Romanticismo español. Ello hizo que en torno a su figura se haya tejido una leyenda que ha proseguido hasta hoy. El mito de Espronceda ha tenido una versión positiva o negativa. Para unos se trata del romántico idealista, desprendido, apasionado, con inquietudes sociales, etc. Otros, sin embargo, lo describen como un joven acomodado que representa un papel de moda, y lo tildan de histriónico, cínico e insolente.

5.2.2. Obra

Aunque escribió teatro y novela (la novela histórica Sancho Saldaña, publicada en 1834), la faceta literaria más importante de Espronceda es la de la poesía, tanto en su vertiente lírica como en la narrativa. En su obra poética se produce una clara división que permite dividirla en etapas:

5.2.2.1. Etapas de la poesía de Espronceda

1) Poesía de corte neoclásico. Se corresponde con sus textos juveniles, escritos bajo la influencia de Alberto Lista. La obra más

destacada de este periodo es El Pelayo, intento inacabado de poema épico. En estos primeros poemas los temas son los propios de la poesía neoclásica: amores pastoriles en una delicada naturaleza, anhelo de fraternidad universal, defensa de la libertad, etc.

2) Poesía de la etapa del exilio.La impronta neoclásica sigue siendo importante, pero a ella se suman las nuevas influencias que

anuncian su evolución hacia la sensibilidad romántica. El más significativo de estos influjos es el del ossianismo. Se conoce con este nombre un tipo de literatura que parte de los escritos de Ossian, un falso poeta gaélico de la Antigüedad inventado por el escritor escocés del siglo XVIII James Macpherson. El ossianismo, que tuvo gran eco en Europa, cambia la mitología grecolatina del Neoclasicismo por una mitología y un marco poético nuevos (antiguos héroes célticos, la luna y el sol convertidos en temas literarios, naturaleza agreste: cataratas, ríos, tormentas, mares, nieblas…). Textos esproncedianos de este tipo son el Himno al sol o el poema narrativo Óscar y Malvina.

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3) Poesía romántica.Escrita desde su regreso a España, aborda al principio los temas convencionales del Romanticismo

histórico (caballeros medievales, cruzados, motivos exóticos, etc.), pero produce sus frutos más logrados cuando evoluciona hacia un Romanticismo liberal en el que abundan los tonos sociales. Dentro de esta última orientación escribe tanto poemas líricos (Canción del pirata, El verdugo, El mendigo, El reo de muerte, El canto del cosaco, A Jarifa en un orgía) como narrativos (El estudiante de Salamanca, El diablo mundo).

En los poemas líricos es donde se encuentra ya el Espronceda más genuino: defensa de los seres marginales, identificación con los proscritos, desprecio de las normas y las leyes, así como de las riquezas materiales, anhelo de libertad, sentimentalismo.

Los personajes esproncedianos oscilan ahora entre los que muestran nobleza, valor y generosidad innatos (el pirata, por ejemplo) y los que, hartos, cansados y hastiados de todo, son cínicos, temerarios, insolentes, arrogantes e incluso demoníacos (el estudiante de Salamanca, por ejemplo). A veces los límites entre ambos tipos de personajes no están claros y los rasgos negativos o positivos son simplemente dos caras de la misma moneda (por ejemplo, en el caso de Adán, el protagonista de El diablo mundo). Todos parecen añorar una inocencia perdida cuando todo lo nuevo se miraba con ilusión, pero lamentan que el contacto con la realidad produzca siempre desengaño. Ello es especialmente evidente en el caso de la mujer y el amor. La mujer es la pureza y la belleza supremas, pero en cuanto el hombre la toca, el encanto se desvanece. No hay, por tanto, plenitud amorosa en Espronceda. Todo lleva en sí el principio de la destrucción, la señal de la muerte.

Sus dos grandes poemas, El estudiante de Salamanca y El diablo mundo, si bien básicamente narrativos, son ejemplo de la mezcla de géneros propia del Romanticismo, pues no faltan en ellos ni los pasajes líricos ni narrativos.

El estudiante de Salamanca

Publicado en 1840, es quizá el mejor poema narrativo del Romanticismo español. Cuenta la historia de don Félix de Montemar, cínico donjuán en la Salamanca del siglo XVII, quien, tras seducir y abandonar a Elvira, que muere de dolor, mata en duelo al hermano de la fallecida. Finalmente, persigue una tétrica noche a una fantasmal dama, que resulta ser el esqueleto de Elvira la muerte misma, con quien contrae un matrimonio macabro y acaba bailando una danza horripilante, rodeado de espectros.

La mayor parte de los motivos que utiliza Espronceda en la obra procede de la tradición literaria: el tema del donjuán burlador, el del personaje que presencia su propio entierro, la mujer transformada en esqueleto, la danza de la muerte final. El poeta logra fundir todos estos elementos dispares para conseguir la creación de un ambiente intensamente romántico y de un personaje, el de don Félix, que encarna la rebeldía, el cinismo y el satanismo del Romanticismo más genuino.

Otros rasgos del poema son: la variedad métrica, la alternancia de fragmentos descriptivos, narrativos y dramáticos, así como la indeterminación de las referencias temporales, la imprecisión de las localizaciones, la vaguedad en la presentación de las coas y en las apreciaciones de hechos, personajes y situaciones. Estas últimas características explican la frecuente presencia de palabras como acaso, quizá, tal vez, parece, a veces, allá, antiguo, confuso, eco, noche… Se consigue con ello un efecto de diferenciación entre la realidad cotidiana y la que expresa el texto poético.

El diablo mundo

Fue publicado por entregas durante 1840 y 1841, antes de ser editado como libro en este último año. Pese a la insólita extensión del libro (unos seis mil versos), la obra se encuentra inacabada. Es un libro peculiar, pues contiene muy diversos y variados elementos. Así, toda la segunda parte no es sino el Canto a Teresa, conmovedora elegía por la muerte de su amada, que no tiene nada que ver con la historia central del resto de la obra.

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El diablo mundo se compone de pasajes líricos, fragmentos narrativos, escenas dramáticas. Cuenta la historia de un anciano, desengañado de la vida, que se transforma en un joven, Adán, que desconoce el mundo. Se trata del mito del ser puro, cuyas reacciones ante los diversos sucesos por los que va pasando registra el poema. En la estela del Fausto2 de Goethe, aborda elevados temas de carácter metafísico y existencial. Pero, al mismo tiempo, influido por textos diversos de Byron, e incluso por la literatura popular de los pliegos de cordel, el narrador aborda muchas cuestiones trascendentales desde una perspectiva irónica, burlesca y humorística. En el poema, pues, cabe todo: lirismo y prosaísmo, asuntos diversos, estilo sublime y vocabulario de los barrios bajos, etc. La polimetría de El diablo mundo es, en fin, un medio para expresar la diversidad de temas y registros poéticos, y resulta apropiada en una obra tan variopinta y multiforme.

5.2.3. Estilo

El estilo de Espronceda es netamente romántico. Prefiere las sensaciones extremas, de ahí su gusto por las sonoridades retumbantes, los efectos rítmicos sorprendentes, las rimas agudas, los cambios métricos repentinos, los contrastes violentos, las exclamaciones, las interrogaciones retóricas… Le interesa siempre la reacción sentimental, el efecto que los versos puedan producir en sus receptores y, por eso, abusa a veces de los recursos melodramáticos, de la tendencia a lo misterioso, de las situaciones emotivas.

En la lengua de Espronceda conviven el estilo elevado y el lenguaje llano. Es muy llamativa la abundancia de adjetivos, preferentemente antepuestos, que suelen subrayar el tono lúgubre, dramático o sentimental de las escenas. Son asimismo frecuentes las simetrías, oposiciones, enumeraciones, encabalgamientos, hipérbatos, etcétera.

También es significativa en su poesía la propensión a lo fragmentario, a lo inconcluso, a lo vago e impreciso. Ello produce una cierta sensación de caos que se aviene bien con la idea de un mundo diverso e inacabable.

6. LA PROSA

6.1. LA NOVELA

Aunque en la primera mitad del siglo XIX no hay en España, salvo notables excepciones como Larra, prosistas de alta calidad literaria, todo este periodo no transcurre en vano, pues a lo largo de él se forjan lentamente las condiciones que propician más tarde el surgimiento y la consolidación de la novela realista. Durante esta época se va gestando un entramado editorial, que publica periódicos y libros y que hace rentable no sólo la traducción de novelas, sino también su escritura original. Ello permite que, aunque de baja calidad, sean muchas las obras que se publiquen, lo que crea el contexto necesario para que, avanzado el siglo, pueda aparecer una auténtica novela como género. Lógicamente, el desarrollo de la novela va parejo con el del público lector: la incipiente burguesía.

6.1.1. Novela histórica

Es el género en prosa más propiamente romántico. La novela histórica romántica, de mucho éxito en Europa gracias a las narraciones del escocés Walter Scott3, ambienta en el pasado sucesos narrados, sobre

2 Fausto es un famoso poema dramático del escritor alemán J.W. Goethe. Fausto es un hombre sabio insatisfecho por la limitación de su conocimiento e incapaz de ser feliz. Entonces, se le aparece Mefistófeles para ofrecerle los placeres de la vida y realiza con él un pacto en el que accede a venderle al Diablo su alma a cambio de juventud hasta que muera. Juntos recorrerán un largo camino en el que otros padecerán la falta de responsabilidad del personaje principal y que culminará con la muerte de Fausto a una avanzada edad. Algunos de sus temas fundamentales son la juventud eterna, la libertad, la salvación a través del eterno femenino (representado sobre todo por Margarita al final de la obra), las relaciones entre el bien y el mal, la moral, los límites de la naturaleza humana, etc.3 Walter Scott es autor de novelas históricas como El anticuario, Rob Roy, Ivanhoe, El pirata, Quentin Durward, El talismán…

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todo en la Edad Media. Esta ambientación, en general, es puramente evocadora y no hay una detallada reconstrucción del pasado histórico en el que transcurren los hechos, que suelen situarse en el tiempo de forma vaga. La imprecisión temporal y espacial permite al autor una mayor libertad narrativa. La historia sirve solo como marco en el que se encuadran personajes y acciones, aunque a veces se utiliza también como pretexto para realizar a través del pasado ciertas críticas de la realidad contemporánea. Es frecuente que se aluda a fuentes históricas para dar verosimilitud a la narración. El deseo de lograr una ambientación verosímil les lleva a descripciones minuciosas, en las que son frecuentes los anacronismos.

Las más conocidas novelas históricas españolas son El doncel de don Enrique el Doliente (1834) de Mariano José de Larra, Sancho Saldaña (1834) de Espronceda, Sab (1841) de Gertrudis Gómez de Avellaneda y El señor de Bembibre (1844) de Enrique Gil y Carrasco.

Son todavía novelas bastante rudimentarias donde hay una presencia excesiva del narrador. La importancia del narrador como factor estructurante en una novela es decisiva: interviene constantemente en el relato, se dirige de forma retórica al lector y establece con él una cierta relación de complicidad.

Los protagonistas de estas novelas no son grandes figuras históricas, sino personajes de segunda fila o de pura invención del autor, lo que da al novelista mayor libertad para perfilar los rasgos del héroe. En cuanto a los temas, suelen desarrollar tramas amorosas entre unos personajes de segunda fila o de pura invención del autor, lo que da al novelista mayor libertad para perfilar los rasgos del héroe. Finalmente, un rasgo fundamental del lenguaje de estas novelas es el arcaísmo (léxico arcaizante, imitación artificiosa de la lengua de los siglos XVI y XVII, etcétera.

6.1.2. La novela por entregas. El folletín

Conforme nos acercamos a los años centrales del siglo, el desarrollo del mercado editorial propicia el surgimiento de la publicación por entregas, es decir, la publicación de los textos de manera fragmentaria, en entregas sucesivas, y no completos en formato de libro.

La novela por entregas permitió incrementar la masa de lectores y además condicionó la forma y la estructura de los textos: inclusión de elementos melodramáticos para atraer el interés de los destinatarios, temática a veces de tipo social, dada la procedencia popular de los lectores; tipografía grande que hacía más fácil la lectura y posibilitaba alargar la novela; inclusión de láminas que ayudaban a comprender el texto y que podían luego utilizarse por separado, etc. En estas obras se advierte la influencia de escritores como Alexandre Dumas, Victor Hugo, George Sand o Eugène Sue.

Una variante de la novela por entregas es el folletín (relato publicado en los sucesivos números de un periódico o revista). El autor más prolífico fue Manuel Fernández y González, que llegó a publicar más de doscientas obras. Otro autor muy interesante fue Wenceslao Ayguals de Izco, autor de novelas de gran éxito, en las que se aprecia la influencia de las ideas del socialismo utópico, como María, la hija de un jornalero (1845-6), obra que inaugura en España la novela proletaria.

6.2. EL PERIODISMO.

El periodismo es fundamental para la prosa española del siglo XIX. Durante la primera mitad del siglo XIX son cientos los periódicos que aparecen y desaparecen en España. Materialmente son todavía muy rudimentarios: suelen constar de cuatro páginas de tipografía monótona y amazacotada 4. Predomina en ellos el artículo doctrinal, aunque también aparecen artículos literarios y costumbristas, así como la presencia de folletines que, con letra más menuda, ocupan la parte inferior de las páginas.

6.2.1. El costumbrismo

Vinculado estrechamente a la prensa periódica, se desarrolla un nuevo género literario en prosa: el costumbrismo. Con antecedentes en la prosa barroca, los artículos de costumbres del XIX se caracterizan por la sátira política y el énfasis en lo pintoresco. Los costumbristas se centran en seres concretos o en

4 Amazacotada: pesado, espeso, falto de gracia.

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alguna forma de comportamiento colectivo. Suelen distinguirse, por eso, dos variantes del artículo de costumbres: el tipo y la escena.

a) El tipo: es el retrato de un solo individuo que destaca por alguna particularidad (su oficio, su lugar de origen, sus ropas, su carácter, etc.)

b) La escena: en ella intervienen diversos personajes con los que el autor describe una costumbre peculiar de un país.

El costumbrismo puede tener como objeto censurar costumbres caducas. Se habla entonces de costumbrismo progresista, del que Larra es el mejor ejemplo. Sin embargo, lo habitual es un costumbrismo conservador y estático, al predominar la nostalgia, el deseo de salvar las costumbres que se están perdiendo o el interés por el registro folclórico de muchos elementos de la cultura tradicional.

Por todo ello, junto a la narración es muy importante la descripción, que aproxima estos cuadros de costumbres a la pintura. La vinculación con la pintura, presente, por ejemplo, en el adjetivo pintoresco con que se les califica, se anuncia muchas veces de manera expresa. La obra colectiva más interesante del costumbrismo español es Los españoles pintados por sí mismos y va acompañado de ilustraciones a las que en ocasiones hacen referencia directa los textos literarios que componen la obra.

Pueden mencionarse entre los costumbristas las figuras de Serafín Estébanez Calderón, Mesonero Romanos y, por supuesto, Larra.

Serafín Estébanez Calderón (1796-1867) recogió en un volumen en 1847 sus Escenas andaluzas, en las que, con un lenguaje retórico y arcaizante, se recrea en la descripción de una Andalucía literaturizada y pintoresca.

Ramón Mesonero Romanos (1803-1882) es el autor más importante del costumbrismo español. Su obra más significativa son las Escenas matritenses (1842) en las que retrata la realidad cotidiana del Madrid de la época. Las escenas de Mesonero, estáticas y aisladas, presentan un cuidado detallismo y una voluntad de ser fiel a la realidad que describe que anticipa rasgos de la novela realista posterior.

Galdós deberá mucho en sus novelas al costumbrismo de Mesonero, así como la influencia de Estébanez es más que manifiesta en la novela regional andaluza de Fernán Caballero, Alarcón o Valera.

Algunas de las novelas que se publicaron en esta primera mitad del siglo XIX, como la Vida de Pedro Saputo (1844) del aragonés Braulio Foz, muestran ya en su utilización de diversos elementos folclóricos cierta proximidad a la estética realista.

6.3. MARIANO JOSÉ DE LARRA

6.3.1. Biografía

Nació en Madrid en 1809. Hijo de un médico afrancesado, su familia abandonó el país en 1813 con la retirada de los franceses. Vivió en Francia hasta 1818, momento en que su padre llegó a Madrid como médico de cámara de un hermano de Fernando VII. Durante el Trienio Liberal la familia de los Larra se marchó discretamente al pueblo navarro de Corella. Regresaron a Madrid en 1824, una vez restaurado el absolutismo. Ingresó entonces Mariano José en el Colegio Imperial de los jesuitas y al año siguiente estudió en la Universidad de Valladolid. De vuelta a Madrid, frecuentó los círculos literarios y alguna composición suya data ya de 1827. Pronto también comenzó su actividad periodística al fundar en 1828 la revista unipersonal El duende satírico del día. En esa época, sus inquietudes sociales y políticas lo situaban todavía próximo al régimen de Fernando VII, a cuya familia dedicó algunos poemas de circunstancias. Contrajo matrimonio en 1829, pero a principios de los años treinta se enamoró de Dolores Armijo, mujer casada, con quien mantuvo una inestable relación. El tramo final de su vida resultó muy agitado. Era ya una figura pública de primer orden, gracias sobre todo a sus colaboraciones periodísticas, pero también a sus facetas de autor teatral y novelista.

Ideológicamente, había evolucionado hacia el liberalismo progresista, que manifiesta de forma explícita en muchos de sus artículos de periódico. Sus artículos, que censuraban de manera ácida y satírica muchos aspectos y personajes del momento, le granjearon numerosas enemistades y también grandes admiradores. Las circunstancias históricas de la época advenimiento del régimen liberal que permitió una

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mayor libertad de expresión y la importancia creciente de las publicaciones periódicas acabaron por hacer de Larra el portavoz de todo un sector de la sociedad disconforme con la situación política española. Tras un viaje por Europa en 1834, llega a una España que vive momentos de gran tensión política. Ocupan en ese momento el gobierno los liberales progresistas, pero Larra sorprendentemente se inclina ahora por los moderados. De hecho, cuando estos llegan al poder, Larra es elegido diputado, pero la sublevación de los sargentos de la Granja lleva de nuevo al poder a los progresistas. La situación política y personal de Larra se torna, pues, muy incómoda. Sus relaciones amorosas con Dolores también pasan por un mal momento. Todo ello sume al escritor en una profunda depresión. Escribe entonces sus artículos más intensos y dramáticos. En febrero de 1873 se produce la ruptura definitiva con Dolores Armijo, y Larra se suicida disparándose un tiro.

6.3.2. Obras

6.3.2.1. Poesía, teatro y novela

Además de artículos de periódico, Larra cultivó otros géneros literarios, con desigual fortuna. Desde muy joven escribió diversas composiciones en verso, de escaso valor.

Por lo que respecta al teatro, Larra manifestó siempre mucho interés por él, como puede observarse en sus artículos. Además de diversas traducciones del teatro francés, Larra escribió algunas obras de teatro entre las que destaca su drama Macías (1834) que lleva a escena la historia del trovador medieval de ese nombre. Escrito en verso, formalmente se encuentra todavía dentro de la tradición neoclásica, pero el contenido tiene ya sabor romántico: amor extremado, conflicto entre la pasión y las normas sociales, final trágico.

En cuanto a la novela, escribió una única novela, El doncel de don Enrique el Doliente (1834), desarrolla también la vida de Macías, dentro ahora de los rasgos de la novela histórica: ambientación medieval, asunto amoroso, peripecias variadas, lenguaje arcaizante, referencias a la realidad contemporánea, etc.

6.3.2.2. Artículos periodísticos

Es en su actividad periodística donde la talla de escritor de Larra alcanza su mayor altura. Como ya señalamos, publicó muy joven, en 1828, El duende satírico del día. En 1832, regresó al campo del periodismo con una nueva revista también íntegramente redactada por él: El pobrecito hablador. Duró hasta el año siguiente y se publicaron catorce números en los que se encuentran ya muchos de sus mejores artículos: El casarse pronto y mal, El castellano viejo, Vuelva usted mañana… Estos escritos guardan relación con los cuadros de costumbres, pero Larra utiliza este molde para modificar una realidad social que reprueba.

De manera simultánea, en esta época comienzan también sus colaboraciones en diversos periódicos, con críticas teatrales, artículos políticos, etc. En poco tiempo, Larra se convierte en un prestigioso escritor que se disputan los periódicos más importantes del momento. Entretanto, él mismo prepara la publicación de una selección de sus trabajos periodísticos en tres volúmenes que se edita en 1835 con el título de Colección de artículos dramáticos, literarios, políticos y de costumbres. Antes de poner trágico fin a su vida, escribe algunos de sus mejores artículos, amargos y emotivos, en los que su experiencia vital se plasma de modo conmovedor. Es el caso de El Día de difuntos de 1836 y La Nochebuena de 1836.

Ya póstumamente, en 1837, se publican otros dos nuevos volúmenes con el mismo título que los tres anteriores, lo que permite una clasificación, con todo insuficiente por la gran variedad temática, de los más de doscientos artículos de Larra:

1) Artículos de crítica literaria y culturalReseñan estrenos teatrales, publicaciones de nuevos libros, conciertos y espectáculos diversos.

Algunos de ellos exponen los conceptos teóricos de Larra sobre la literatura y el arte, quien muestra una

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actitud ecléctica entre Neoclasicismo y Romanticismo. De todos modos, también en cuestiones artísticas defiende la libertad por encima de todo.

2) Artículos políticosComentan las vicisitudes políticas de cada momento. Tienen, por ello, características muy

circunstanciales. En general, Larra adopta la actitud de un liberal progresista y critica con severidad tanto a los carlistas como a los liberales moderados.

3) Artículos de costumbresSon fundamentalmente satíricos. Censuran comportamientos y usos sociales diversos como la

holgazanería, la indolencia, la brutalidad, la presunción, la hipocresía, la estupidez, la suciedad, el mal gusto, etc. La sátira no tiene una finalidad en sí misma, ni busca el humor fácil ni el mero entretenimiento, sino que se hace con voluntad modernizadora y reformadora.

Larra publicó estos textos con distintos seudónimos, de modo que el uso de uno o de otro implicaba diferencias en los propios artículos: eran como máscaras tras las que se ocultaban las distintas facetas del mismo autor. Así, el más famosos de todos sus seudónimos, Fígaro, era identificado por sus contemporáneos con la mordacidad satírica.

Las influencias que se perciben en los artículos de Larra son variadas: autores clásicos como Horacio, costumbristas franceses como Jouy, escritores dieciochescos como Voltaire, satíricos españoles barrocos como Quevedo y reformadores ilustrados españoles como Feijoo, Cadalso, Jovellanos o Moratín.

La presencia de tantos escritores del siglo XVIII no es casual, pues los temas de sus escritos muestran una amalgama del pensamiento ilustrado y de la nueva sensibilidad romántica. Desde luego, el deseo de libertad es el primer motivo que guía su obra literaria. Larra es consciente de que este ideal no se realiza con quedar escrito en las disposiciones legales, sino que su plasmación depende de que se acepte de forma colectiva en la vida cotidiana. De ahí el alcance que tiene en sus artículos la sátira de costumbres, pues en ellas es donde debe reflejarse la conquista efectiva de la libertad. Por eso le importa mucho a Larra la educación, porque de ella debe partir la reforma de las antiguas costumbres.

Estos principios básicos explican que en la obra de Larra se censuren los pilares básicos del Antiguo Régimen: la nobleza y la Iglesia. El sentimiento religioso está ausente en sus escritos y las referencias a la Iglesia son siempre críticas. En cuanto a la nobleza, censura sus privilegios y defiende la igualdad política de los ciudadanos.

Larra, como buen romántico, es profundamente individualista. Niega la aristocracia de sangre y reconoce la igualdad jurídica de los individuos, pero subraya sus diferencias en virtud de su posición social o su valía personal. Por ello, en su crítica de muchas costumbres populares se mezcla su anhelo de libertad y modernidad con cierto espíritu exquisito y elitista que desdeña lo que considera vulgar y zafio. Esta es una característica típica del Romanticismo, el llamado dandismo romántico, que exalta la elegancia y el buen tono frente al mal gusto popular. Larra, como otros románticos, sustituye la aristocracia de sangre por la del talento, pues los mejores, los más preparados o los más cultivados son el modelo en quien los demás deben fijarse.

El choque entre sus deseos de reforma, las ansias del ideal y el individualismo exacerbado con un realidad que se resiste a cambia y que, cuando lo hace, decepciona, conduce a un individuo de sensibilidad extrema como Larra a contradicciones insalvables que se muestran en el escepticismo y pesimismo crecientes de sus páginas.

6.3.3. Estilo

La prosa de Larra viene determinada por su carácter periodístico. Su estilo es funcional, al buscar preferentemente convencer y gustar al lector de la prensa. Para ello se vale de los más variados recursos, pero siempre con un lenguaje claro y directo, como conviene a este tipo de destinatario: interrogaciones y exclamaciones retóricas, diálogos fingidos, enumeraciones caóticas, uso de ejemplos y comparaciones, abundante utilización de la caricatura, parodia de lugares comunes y sobre todo, empleo constante de la

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ironía y el sarcasmo. La ironía es para Larra el mecanismo fundamental para desvelar las apariencias y dejar al desnudo las situaciones que satiriza.

Contribuyó Larra con todo ello a crear una lengua moderna, libre de adornos ya gastados, y capaz, por su mayor flexibilidad, de expresar más adecuadamente las ideas y problemas de la nueva realidad.

7. EL TEATRO

Durante el primer tercio del siglo, la situación del teatro español es precaria. Se representan pocas obras originales de calidad. La escena está dominada por las traducciones, en general de autores franceses, Las comedias sentimentales y los melodramas son los favoritos del público. También se siguen representando comedias de magia, sainetes y refundiciones de obras barrocas. El teatro neoclásico continúa presente a través de las comedias moratinianas. A partir de los años veinte es notable la aparición de la ópera italiana, acogida favorablemente.

Los lugares de representación van cambiando a lo largo del siglo, sustituyéndose los corrales de comedias por locales expresamente construidos expresamente para las representaciones teatrales. Este nuevo espacio escénico es conocido, debido a su origen, como escena italiana, y es que el predominará posteriormente.

Con el triunfo del Romanticismo en la década de los treinta, los dramas románticos conocen un éxito rapidísimo. Luego, hasta más allá de mediados de siglo, se tiende hacia un cierto eclecticismo, aunque las obras de inspiración romántico siguen siendo bien recibidas.

7.1. RASGOS DEL DRAMA ROMÁNTICO

Temas: el tema principal de los dramas románticos es el amor, un amor absoluto e ideal, que está muy por encima de las convenciones sociales. La imposibilidad de alcanzar un amor puro y perfecto en un mundo hostil hace que frecuentemente los finales sean trágicos. El destino trágico de los personajes románticos no es tanto un hado inexorable cuanto un componente melodramático que sirve para subrayar el choque entre los protagonistas y su realidad. Unidos a este tema aparecen el azar, la libertad, la rebeldía política o moral.

Personajes: los personajes de los dramas románticos no cambian, son siempre iguales, carecen de evolución psicológica. Los héroes suelen tener un origen desconocido y misterioso o bien ocultan su personalidad; están poseídos por una pasión absoluta y su ánimo oscila bruscamente de la felicidad a la desesperación: tienen dos grandes aspiraciones: el amor a la libertad y el amor a la mujer. Las heroínas, siempre bellas física y espiritualmente, representan el amor. Alrededor de ellos los demás personajes parecen existir sólo para oponerse al amor de la pareja protagonista o para asistir, impotentes, a la destrucción final.

Marco histórico: los dramas románticos suelen desarrollar las acciones amorosas en un marco histórico, normalmente de la historia nacional. A veces se busca el drama mismo en la historia, no reconstruyéndola con fidelidad, sino dándole un giro romántico, pero lo habitual es que la historia sea un mero decorado.

La escenografía: adquiere gran importancia. Sirve para dar al teatro carácter de espectáculo y se suele poner en relación con el modo de ser de los protagonistas, bien en correspondencia con sus sentimientos, bien representando el mundo con el que chocan. Tienen predilección por panteones, paisajes abruptos y solitarios, mazmorra, riscos y montañas, etc. La escenografía no es un simple marco de acción sino que cumple una función dramática importante.

Recursos formales:o Mezcla de tragedia y comedia: los dramas románticos suelen mezclar la tragedia y la comedia

para realzar los contrastes entre los ideales y la realidad.

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o No se respeta la regla de las tres unidades.o Mezcla de verso y prosa: los dramas románticos introduce la innovación de mezclar prosa y

verso, aunque a la larga se impone el verso y la polimetría, pero ya no existen adecuación entre el contenido y el tipo de metros y estrofas (el decoro poético barroco).

o El número de actos varía de tres a cinco. A veces se les pone título.o Intriga: en el desarrollo de los argumentos es fundamental la intriga, caracterizada por la

inclusión de numerosos elementos melodramáticos (origen desconocido de los personajes, anagnórisis o reconocimientos finales, escenas nocturnas y sepulcrales, desafíos…) con el fin de conmover y emocionar al público, al que ahora no se pretende ni educar ni aleccionar.

o Se introducen pasajes líricos, sobre todo en las escenas amorosas, desdeñando la división clasicista de los géneros.

o Se subraya el carácter inexorable del paso del tiempo que se pone en relación con el destino fatal que siempre persigue al héroe romántico.

Finalidad: la finalidad última del teatro romántico es conmover al espectador, llegar a su fibra sensible, hacer reír y llorar. Se expresan los anhelos de una sociedad más justa: defensa de la libertad y del derecho a la rebelión frente a los tiranos y los malos gobiernos, reivindicación de la felicidad íntima de los individuos frente a los códigos morales establecidos, preocupación por los problemas sociales y políticos contemporáneos, etcétera.

7.2. EVOLUCIÓN DEL TEATRO ROMÁNTICO

El triunfo del drama romántico se produce en 1834, cuando se representan La conjuración de Venecia de Martínez de la Rosa y Macías de Larra. En 1835 el éxito corresponde a Don Álvaro o la fuerza del sino, del duque de Rivas. El trovador de García Gutiérrez es la obra más representada en 1836.

La consagración del teatro romántico tiene lugar en 1837, cuando se estrenan muchas obras nuevas, como Los amantes de Teruel de Eugenio de Hartzenbusch, y se siguen reponiendo las anteriores. Durante los años cuarenta el dramaturgo que domina la escena es Zorrilla.

Paralelamente a estos dramas románticos, Manuel Bretón de los Herreros pone en escena obras donde domina el elemento cómico y costumbrista. Siguen de cerca la construcción y la temática de la comedia moratiniana, con especial preocupación de los problemas matrimoniales y la defensa de la moral burguesa. Entre sus obras destacan Marcela o ¿cuál de los tres?, Muérete y verás o El pelo de la dehesa. Próximo a Bretón, y ya cerca del ecuador del siglo, Ventura de la Vega estrena en 1845 El hombre de mundo, obra que se considera el arranque de la alta comedia.

7.3. PRINCIPALES AUTORES DEL DRAMA ROMÁNTICO

Dentro del drama romántico nos centraremos únicamente en dos autores: Ángel de Saavedra, el duque de Rivas y José Zorrilla.

7.3.1. Ángel de Saavedra o duque de Rivas

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Don Álvaro o la fuerza del sino5 es quizá el mejor drama romántico español. Su autor, Ángel de Saavedra y Ramírez de Baquedano (1791-1865), VII duque de Rivas, era un aristócrata cordobés, educadoen la estética del neoclasicismo, que, durante su exilio en Inglaterra, huyendo del absolutismo, conoció las ideas del romanticismo y las adoptó como ideal poético.

El estreno de Don Álvaro o la fuerza del sino fue un auténtico escándalo que supuso el triunfo del Romanticismo en España. Parte del público selecto rechazó la obra por su irregularidad: mezcla de prosa y verso, de escenas de ambiente popular con otras apasionadas y refinadas, de personajes nobles con otros de la plebe, más duelos, muerte y el terrible final con el suicidio del protagonista.

Los temas de la obra: amor, muerte, pasión, frustración, honor y, sobre todo, el destino la convierten en un ejemplo claro de lo que fue el teatro romántico en España. Lo mismo puede decirse de los personajes, empezando por el protagonista (Don Álvaro), prototipo de personaje romántico y Leonor, su amada, que encarna a la perfección el ideal romántico de la mujer: hermosa, apasionada, pero también prisionera del mundo y de las convenciones sociales.

Muy estrecha es la relación con La vida es sueño calderoniana de otra importante obra del duque de Rivas, El desengaño en un sueño, mezcla de comedia de magia y drama filosófico, que expresa una visión pesimista del mundo.

7.3.2. José Zorrilla

Es el dramaturgo romántico de más éxito. Escribió una treintena de obras, casi todas en verso y de carácter histórico. Zorrilla se caracteriza por su habilidad en el planteamiento de los conflictos y en el mantenimiento del interés de las historias dramatizadas, pero los desenlaces suelen ser demasiado improvisados y sus dramas pecan a veces de superficialidad.

Él mismo estima en poco su teatro, del que salva dos obras: El zapatero y el rey y Traidor, inconfeso y mártir. Sin embargo, su obra más celebrada es Don Juan Tenorio6 (1844), cuya popularidad ha perdurado durante mucho tiempo.

El personaje de don Juan prosigue una tradición literaria iniciada por El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, y continuada por obras como el Don Juan de Molière, el Don Giovanni de Mozart y Lorenzo da Ponte; en el siglo XIX, junto al Tenorio de Zorrilla, el Don Juan de Byron y el de E.T.A. Hoffmann, El convidado de piedra de Pushkin y El estudiante de Salamanca de Espronceda; y ya en el siglo XX, además de ser retomado el personaje por múltiples autores como Bernard Shaw o Unamuno, se encuentran versiones críticas del mito en el esperpento de Valle-Inclán, Las galas del difunto o en el también paródico Don Juan de Max Frisch. El mito de Don Juan recorre, pues, un periodo histórico, desde la España de los Austrias hasta la época contemporánea.

5 Don Álvaro, indiano rico, de origen desconocido, está enamorado de Leonor, hija de un noble sevillano contrario a la boda. Cuando se van a fugar, los sorprende el padre de la joven; don Álvaro tira su arma al suelo, ésta se dispara y mata accidentalmente al padre de Leonor. La pareja se separa: ella, haciéndose pasar por un viajero anónimo, se retira como ermitaña cerca del monasterio de Hornachuelos; él viaja a Italia con el ejército, busca desesperadamente la muerte, pero sólo logra reconocimientos y méritos por sus acciones arriesgadas. Allí, por azar, se encuentra con don Carlos, hermano de Leonor, quien al descubrir su identidad lo reta a duelo. Don Álvaro mata también a don Carlos, es condenado a muerte, pero se salva. Don Álvaro se retira al monasterio de Hornachuelos convertido en el padre Rafael, sin conocer la proximidad de su amada. Don Alfonso, otro hermano de Leonor, lo descubre, y don Álvaro lo mata; pero antes, Alfonso consigue matar a su hermana, y don Álvaro se suicida.6 Don Juan Tenorio vuelve a Sevilla a contrastar el resultado de una apuesta que cruzó un año antes con don Luis Mejía. La apuesta era para ver quién ha burlado más mujeres y ha matado más hombres que su rival. Don Juan resulta ganador y, para rematar sus hazañas, promete añadir a su lista la seducción de una novicia (doña Inés) y de la prometida de don Luis (doña Ana). Don Juan secuestra a su rival y burla a doña Ana, haciéndose pasar por él. Esa misma noche rapta a doña Inés y se la lleva a una quinta. Hasta allí llegan don Luis y el comendador. Don Juan se ha enamorado de doña Inés y está dispuesto a pedir perdón, pero le provocan y finalmente mata a ambos y huye. La segunda parte de la obra se desarrolla cinco años después. Don Juan vuelve a Sevilla, en el solar del palacio familiar se levanta un panteón donde reposan las víctimas del protagonista. Allí ve la sombra de doña Inés que le anuncia su muerte próxima. Sorprendido por sus amigos, el capitán Centellas y Avellaneda, invita a cenar a la estatua del comendador. Esa noche, el fantasma del comendador acude a cenar a casa de don Juan, le avisa de su muerte y le devuelve la invitación. Don Juan cree que es una broma de sus amigos y los desafía en un duelo. El protagonista acude al convite del comendador. A lo lejos se ve pasar un entierro: es el del propio don Juan, que ha muerto a manos de sus invitados. En el último momento, llega el arrepentimiento y la salvación para el burlador.

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El protagonista presenta las características que los románticos adjudicaron al personaje asocial y demoníaco. Es juerguista y le gustan toda clase de apuestas, incluidas las que exigen las artes de seductor cínico e irresistible, pero en la obra de Zorrilla se produce una transformación en el personaje del libertino, que finalmente es redimido de su vida escandalosa gracias al amor angelical de una mujer. Con ello el dramaturgo da satisfacción a la moral tradicionalista y reaccionaria de su tiempo, que ve con buenos ojos la conversión del impío calavera y su salvación cristiana por medio de un amor sublime y sacrificado. Esta es, por tanto, la versión del Romanticismo conservador del personaje mítico del burlador, lejos del tipo rebelde y satánico de, por ejemplo, El estudiante de Salamanca de Espronceda.