Líos de familia de M. B. Miralles

Derechos: Los personajes de Xena, Gabrielle y Argo son propiedad absoluta de MCA/Universal y Renaissance Pictures. La inclusión de ellos en esta historia no pretende violar los derechos de Copyright ni de autor. Los demás personajes pertenecen a la mitología clásica griega y son propiedad del Olimpo. Violencia: Para nada. Sexo: Sí, implícito, y amor, y entre mujeres. Si eres menor de 18 años, es ilegal en tu país o estado, va en contra de tus creencias religiosas o sólo pretendes regodearte en estas escenas en concreto, por favor no sigas adelante con la lectura. Dedicatoria: Para JNK, la mujer que amo. Disculpas: Esto no pretende ser una obra literaria. Sólo tiene la intención de entretener. Habrán todo tipo de errores, sed condescendientes. Comentarios: Críticas o alabanzas serán bien recibidas por igual (las alabanzas más, no nos engañemos). Puedes enviármelas a entremaliada40@hotmail.com Por favor, escribe en catalán o castellano preferiblemente, inglés, francés e italiano con sudores; los demás son misterio insondable.

“Vamos, dormilona, ya ha amanecido". "¡Humm!, un poquito más, Xena, por favor". "Si no hubieras estado mirando las estrellas hasta tan entrada la noche, esto no te sucedería, Gabrielle. Además aquí hay un conejo que espera ser cocinado. ¿No me digas que tienes más sueño que hambre?" "Muy graciosa". "Venga, Gabrielle, anímate. Después podemos darnos un baño". "Eso estaría bien. Realmente te hace falta". "¿Qué?"

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"Vamos, Xena, ¿no pensarás que tú solita has cazado a ese pobre conejo?. Seguro que ha muerto en cuanto te has acercado y te ha olido". "Repíteme eso cuando lleguemos al río y sabrás lo que es bueno". "¿Y qué vas a hacer?, ¿enjabonarme?" "¡Gabrielle!" advirtió Xena. "La gran y fiera guerrera intimidando a una pobre bardo indefensa. Debería darte vergüenza". "¡Gabrielle!" exclamó sorprendida Xena. "Perdona, la gran y elocuente guerrera". Xena se lanzó sobre una divertida Gabrielle que esperaba este ataque desde que empezó el juego de palabras. Sabía que Xena intentaría hacerle cosquillas hasta que se disculpara y ese contacto era lo que ella más deseaba. Secretamente soñaba en el momento en que no serían precisas estas artimañas para lograr que Xena la tocara, y no precisamente para hacerle cosquillas. Pero ¿cómo lograr esto de la habitualmente estoica y austera guerrera? "Basta, Xena, te lo suplico. No puedo más," jadeó Gabrielle entre carcajada y carcajada. "Discúlpate ahora mismo," dijo una extrañamente sonriente Xena. "Vale, vale, no hueles tan mal después de todo. Hay animales que huelen peor". "¡Gabrielle!" exclamó Xena. "Por los Dioses, Xena. Ambas olemos mal. ¿Cuánto llevamos en camino sin coincidir con un lugar medianamente decente donde darnos un baño?" "Tienes razón, yo…" Xena se interrumpió girándose y escudriñando el bosque que las rodeaba. "¿Qué pasa Xena?" preguntó Gabrielle, también alerta ahora. "¡Shh!. Alguien se acerca." Xena se levantó y cogió su chakram mientras Gabrielle hacia lo mismo con su cayado maldiciendo en silencio por la inoportuna interrupción."Espera aquí, Gabrielle".

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Con todos sus sentidos en guardia, Xena avanzó entre el bosque al encuentro del desconocido que se acercaba. Gabrielle observaba la gracia felina que envolvían todos sus movimientos hasta que la perdió de vista. Por los Dioses, Xena, cuando te darás cuenta de lo que siento, pensó Gabrielle sin bajar la guardia. Aunque es posible que tú no sientas lo mismo, después de todo quién soy yo sino tu amiga. Y sólo tu amiga. ¿Es eso lo que deseas de mí?, ¿amistad?, ¿compartir camino, manta y comida? No sé hasta cuanto podre continuar conformándome sólo con esto. Xena apareció, interrumpiendo el hilo de sus pensamientos, cargada con una mujer al parecer herida. "¿Quién es, Xena?" "No lo sé, está agotada. Nada más verme se ha desplomado. Trae un poco de agua, Gabrielle." La desconocida reaccionó al contacto del agua en su cara y abrió los ojos asustada. "No tienes nada que temer. Estas entre amigas", la calmó Gabrielle. "No lo entendéis, tengo que continuar, tengo que llegar a la aldea amazona y hablar con su reina. El tiempo es crucial". "Bueno, eso no será necesario", respondió Gabrielle con satisfacción por su parte y fastidio por parte de Xena,"yo soy su reina". "¡Tú!" exclamó con incredulidad la desconocida para regocijo de Xena. "Espera, vayamos por partes, ¿quién eres tú y qué deseas pedir a la reina de las Amazonas?" terció Xena. "Me llamo Opis. Hace tiempo la diosa Artemisa confió la misión, de entregar los objetos sagrados de Apolo al Oráculo de Delos, a dos hiperbóreas llamadas Hipéroque y Laódice. Al no recibir noticias suyas, Artemisa me envió para encontrarlas y, en caso necesario, pedir ayuda a la reina de las amazonas. Seguí su ruta hacia el oeste, llegando a los márgenes del Adriático, luego en dirección sur pasando de ciudad en ciudad hasta el Epiro, en Dodona, y allí les perdí la pista, entre Dodona y Caristo. Esfumadas. Como si nunca hubieran existido". "¿Y porque te envía Artemisa a ti y no lo hace Apolo?. Después de todo son sus objetos sagrados," preguntó Gabrielle.

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"Apolo ha desaparecido consumido por el dolor de la pérdida de Hiacinto, su amante, y Artemisa teme que los objetos sagrados caigan en malas manos, por no hablar de las consecuencias que pueda tener la ira de Apolo sobre mi pueblo". "¿Dodona es en el último lugar donde se las vio?" preguntó Xena. "Sí". "Pues por allí es por donde empezaremos a buscar. Gabrielle, recógelo todo mientras preparo el conejo, a todos nos irá bien comer antes de partir". "Pero…" protestó Opis. "Sin peros, Opis, tú estás agotada y nosotras en ayunas, y el camino es largo. Comeremos y nos marcharemos, fin de la discusión." Xena comenzó a moverse con resolución y, mientras preparaba el conejo, miraba de reojo todos y cada uno de los movimientos de Gabrielle. Sus manos mientras doblaba las mantas, el brillo de su cabello con los rayos de sol matinal, la curva estilizada de su espalda… Despierta, Xena, ¿en qué estás pensando? Gabrielle, es tu amiga, y te ama como tal, ¿qué esperas?. Es tan hermosa, tan gentil, tan desesperante… y me hace reír… y… ¡Basta!, es una locura, ella nunca podría amarme así, aunque a veces sus miradas me confunden, ¿o acaso soy yo la que deseo que me confundan?…" "Xena, esto ya esta. Argo está a punto". "Y el conejo también, despierta a Opis, comamos y empecemos la búsqueda".

Transcurrieron los días y la búsqueda no daba resultados. En Dodona las habían visto comprando víveres, pasaron la noche en una posada y partieron al día siguiente. A partir de ahí, nada. Xena, Gabrielle y Opis estaban descorazonadas. "No es posible que nadie haya visto ni oído nada", gimió Opis. "Es cierto, Xena, alguien debería saber algo. No sé, un señor de la guerra que desea los objetos, fanáticos religiosos, ladrones… Cualquiera deja un rastro, aunque sea por boca de otros. Y no hay nadie", razonó desesperada Gabrielle. "Sólo queda una posibilidad", comentó pensativa Xena. "¿En que estas pensando, guerrera?" pregunto Opis.

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"Opis, soy Xena, y ella, Gabrielle. ¿Lo recordarás?" "Lo recuerdo, guerrera, pero es mi forma de expresarme. Lamento que te moleste". "¡Humf! Déjalo, Xena, a mi no me molesta que me llame reina. Bien, ¿en qué estabas pensando?" "Ares, sé que estás ahí". "Vaya, Xena, no pierdes facultades con los años. Estás… estupenda". "Corta ya, Ares, ¿porque nos observas desde hace días?" "¿Y porque no? Me divierte ver como la gran Xena da vueltas alrededor de nada". "Yo no estaría tan segura. Creo que tú sabes algo, Ares, y que te preocupa lo suficiente como para observarnos noche y día durante semanas". "Creo que ir acompañada de esa rubia no le está sentando nada bien a tu perspicacia, Xena. Ya nos veremos". Ares desapareció tal como había aparecido, y sus evasivas no hicieron más que reforzar la teoría de Xena. "¿Es a esto a lo que te referías, Xena? ¿A Ares?" "No estoy segura de que él esté detrás, Gabrielle, pero sí es seguro que sabe algo. Opis, ¿tú estabas con Artemisa cuando te envió?” "Sí", respondió dubitativa. "¿En las montañas de Arcadia?" "Sí", balbuceó. "Llámala", ordenó Xena. "¿Qué?" "Vamos, Opis, tú misma dijiste que el tiempo apremia". "Pero yo…" Opis no pudo terminar la frase. Con un fogonazo de luz, Artemisa apareció.

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"No sufras, Opis, tarde o temprano tenía que venir", suspiró Artemisa,"para pedirte disculpas, mi pequeña Opis, por alejarte de mi lado tanto tiempo y con tan poca información, pero estaba atada a una promesa. Ahora que Xena sabe que indirectamente Ares está implicado, puedo ofreceros una explicación". "¡Alto ahí, Artemisa!" Afrodita apareció de repente, con los brazos en jarras y mohín enfadado."¡No te atrevas a decir nada!" "Afrodita, ya he callado demasiado tiempo para proteger a tus mocosos. Si su padre no los malcriara llevándolos con él al campo de batalla…" "¡Ni una palabra más, Artemisa, o…" "¿O qué, Afrodita?" respondió Artemisa tomando su arco. "¡Un momento!, ¡ya esta bien!" gritó Gabrielle,"lo siento, Xena, pero me están sacando de quicio. Bien", dirigiéndose a las diosas, con una sorprendida mirada de Xena siguiéndola."Afrodita ¿tus mocosos? ¿su padre?" "Bueno…" empezó Afrodita,"sí, ya ves". "¡Xena, detén esto!" gritó Ares apareciendo de golpe. "Pero bueno, ¿esto qué es?, primero Artemisa, luego Afrodita, y ahora Ares. ¿Es que va a bajar todo el Olimpo? Xena, ¿tú entiendes algo?, porque yo tengo la sensación de que no pintamos nada aquí”. "Tienes razón Gabrielle. Esto parece un asunto de familia, ¿no Ares?" "Mira, Xena, yo era joven, y él alto, guapo, dios, vestido de cuero… ¿qué quieres?" dijo Afrodita. "Creo que voy a vomitar", dijo Gabrielle. "¿Son vuestros hijos los que han hecho desaparecer a las hiperbóreas y los objetos?. "¡Hijos suyos!" gritó Afrodita. "Tú tuviste algo que ver, si mal no recuerdo", respondió con cinismo, Ares. "Deimo y Fobo," aclaró Artemisa, "personifican al terror y al temor. Acompañan a Ares al campo de batalla. Ellos tienen los objetos y a Hipéroque y Laódice. Temo por su cordura y

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por sus vidas. A ellos los objetos no les interesan, solo desean las batallas que van a provocar su desaparición". "¿Y porqué no hacéis algo? Son vuestros hijos," dijo Gabrielle. "¿Detener batallas?, ¿yo? Esta rubia es más tonta de lo que pensaba," se mofó Ares. "Ares, no te pases", amenazó Xena. "Bueno, ya sabéis como son los abuelos," explicó Afrodita, "los niños le pidieron un refugio donde esconderse y Zeus va y les da un lugar al que los dioses no pueden entrar, y francamente, yo tampoco querría. Esos críos me dan escalofríos. "¡Afrodita, son tus hijos!" se escandalizó Gabrielle. "Te repites, bonita. Pero son más hijos de Ares que míos. A mí déjame a Eros, Anteros y Harmonía"­ "Pero, ¿cuántos hijos tienes?" preguntó Gabrielle, "es como una coneja", comentó a Xena. "No te pases un pelo, rubia oxigenada". "¿Oxigenada? Te voy a..." "¡YA ESTA BIEN! ¡TODOS!" Xena estaba al borde de un ataque de nervios. "Afrodita, ¿dónde está ese refugio?" "En una cueva en la isla de Eubea". "Artemisa, ¿puedes llevarnos allí?" "Sí, pero sólo llevaros. No puedo intervenir". "Esta bien, no perdamos más tiempo".

Ya en la isla de Eubea y cerca de la entrada de la cueva, Xena, Gabrielle, Opis y Artemisa acamparon. Xena estaba preocupada. Había oído hablar de Deimo y Fobo. Sembraban el terror y el temor en los corazones de los combatientes sumiéndoles en la desesperanza y el miedo. No iba a ser fácil. "Xena, ¿puedo hablar contigo?"

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"Claro, Artemisa. Tú dirás". "Bueno…" "No temas, Artemisa, Opis no vendrá conmigo". "Tú… ¿lo sabes?" "Vi como os mirasteis cuando apareciste. Como dos amantes largo tiempo separadas". "Como tú miras a Gabrielle". "¿Tan obvio es?" se sorprendió Xena. "Para Opis y para mí, sí. Y de igual manera te mira ella. Mira, Xena, ella es mi reina Amazona, la reina de mis hijas, pero tú eres la reina de su corazón, ¿cómo no lo has visto aún?" "Temía que fueran mis propias esperanzas lo que veía reflejado en su mirada". "Habla con ella y, Xena, más te vale protegerla y cuidarla siempre. Es la reina de mis hijas. Aunque no sé porqué, pero creo que por eso no debo preocuparme", sonrió Artemisa. Mientras, en el campamento, Gabrielle y Opis lo disponían todo para pasar la noche. Gabrielle permanecía extrañamente callada y Opis se percató. "¿Qué te pasa, Gabrielle?" preguntó preocupada. "Por todos los Dioses, Opis, es la primera vez que pronuncias mi nombre". "Sí, bueno, después de todo lo ocurrido…" "¿Todo lo ocurrido? Por los dioses, es una locura, con dioses entrando y saliendo y todo ese lío de familia…" "Pero eso no es lo que te preocupa, ¿me equivoco?" "No, no te equivocas," suspiró, "es que… ¿como explicártelo?… verás, es que… no, así no… bueno, yo…" "Tú eres bardo, ¿verdad? ¿Cómo es que pierdes la elocuencia cuando debes hablar de tus sentimientos hacia Xena?"

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"¿Qué?, ¿cómo…? ¡Oh, dioses! ¿Tanto se me nota?" "Sí", contestó riéndose Opis. "La amo, Opis, desde el mismo momento en que la conocí. Y con el tiempo, a medida que iba conociendo ese lado oculto que desborda amabilidad, gentileza, dulzura, me he enamorado más y más, y este sentimiento me ahoga a fuerza de someterlo. Ahora volveremos a enfrentarnos a la muerte otra vez y cada fibra de mi ser grita que no demore más esta declaración, que si a ella le ocurriera algo, o a mí, y no se lo hubiera dicho…" "Gabrielle, no le des más vueltas. Habla con ella. Te sorprenderás". "¿Qué quieres decir?" "Ahí vienen". "Traigo más leña", comentó Xena. "Opis, pequeña mía, ¿te apetece un paseo a la luz de las estrellas?" sonrió Artemisa. "Por supuesto, mi Diosa, será un placer". A Xena no le pasó desapercibida la maniobra de Artemisa para dejarlas solas, pero no sabía cómo abordar la cuestión. Ja, la gran guerrera muerta de miedo, pensó Xena. Gabrielle vio la cara de circunstancias de Xena y la interpretó como preocupación por el enfrentamiento de mañana. "¿Estas preocupada por mañana?" "Sí, en parte," no sabía cómo continuar. "Gabrielle, mañana…" "No, Xena, ni hablar. No pienso quedarme aquí, mientras tú te internas en esa cueva y te enfrentas a, vete tú a saber qué, y yo aquí, muerta de preocupación y…" "Gabrielle," le interrumpió Xena, "no podría soportar que te sucediera algo". "Tampoco yo, Xena. Y no saber qué te puede ocurrir, me destroza. Cada vez que me dejas atrás para protegerme, me dejas mortalmente preocupada hasta tu regreso. No quiero separarme más de ti. No quiero, no puedo estar sin ti". Su voz se perdió en un susurro.

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"Gabrielle," Xena le sujetó la barbilla y alzó su cabeza hasta que sus ojos se encontraron, "tampoco yo puedo estar sin ti". Lentamente, con tierna suavidad, Xena rozó los labios de Gabrielle en un beso largo tiempo esperado. Gabrielle, desbordada de sensaciones y sentimientos abrazó a Xena haciendo más intenso el beso. Sus lenguas danzaron con la alegría de la pasión largo tiempo reprimida. Sus manos… "¡Ejem!, lamento interrumpir, pero no podéis esperar a mañana para entrar". Afrodita apareció desvaneciendo ese momento mágico. "Sé que soy la Diosa del Amor y todo eso, pero Ares está intentando sublevar a los hiperbóreos contra sus vecinos escitas, acusándolos de la desaparición de los objetos sagrados. Se va a liar una gorda y en el camino hay varios templos míos, ¿os imagináis que les pasará?" "De acuerdo, Afrodita, busca a Artemisa y Opis y cuéntaselo todo. Gabrielle y yo iremos a por los objetos y las muchachas". Xena preparó unas antorchas y se dispuso a entrar junto con Gabrielle. "Gabrielle, antes de entrar quiero que sepas algo". Xena la miró con intensidad a los ojos. "Te amo. Desde el primer momento en que te vi". "Xena, yo también te amo y, pase lo que pase ahí dentro, nada podrá separarme de ti”. La gruta estaba oscura y húmeda, el aire denso y mohoso. Xena y Gabrielle caminaban de espacio, en guardia, alerta a cualquier sonido o movimiento a su alrededor. De repente Xena empezó a notar un intenso temor por Gabrielle y girándose vio una expresión de puro terror en el rostro de Gabrielle. "Gabrielle, ¿estas bien?" "Sssí," le castañeteaban los dientes. "Son ellos, Gabrielle. Deimo y Fobo. Combátelo, no es real". "Ess fá­fácil decirlo, Xe­Xena". "Quédate aquí, ahora vuelvo". A medida que avanzaba Xena sentía más y más temor. ¿Cómo es que Gabrielle había cedido tan pronto a quedarse? ¿Quizá no la amaba tanto como decía? ¿Y si algún día aparecía un muchacho y se enamoraba? ¿Y si algún día moría en alguna batalla?… Basta Xena, sabes que todo esto lo produce la cercanía con Deimo y Fobo. Déjate de tonterías y

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concéntrate. Mientras, Gabrielle, aterida de terror, no dejaba de pensar en Xena, intentaba moverse pero estaba paralizada de miedo, miedo a no ser más que una sombra, miedo a desaparecer , miedo a no marcar ninguna diferencia y entonces recordó cómo la miraba Xena, con ese amor, esa ternura, y tuvo la certeza de que jamás estaría sola. Lentamente, dolorosamente, empezó a arrastrarse al encuentro de Xena. Unos metros más adelante Xena sollozaba acurrucada con el temor reinando en su corazón, el temor a la pérdida de Gabrielle la había golpeado justo momentos después de haberse confesado su amor y era más de lo que podía soportar. Así la encontró Gabrielle. "Xena, estoy aquí". "Gabrielle", lloraba Xena, "estás bien", acariciaba su cara con desesperación. "Estás bien, estás aquí". "Siempre, Xena. Contigo. Siempre". Xena se irguió secándose las lágrimas con el dorso de la mano. Su rostro reflejaba una resuelta decisión. "Vamos allá". Siguieron caminando tomadas de la mano. "Xena ¿no oyes?" "¡Shh!" "Pero, abuelo…" "Nada de peros, jovencitos, esos objetos son de vuestro tío Apolo y tienen que llegar a Delos. Así que ya podéis estar liberando a estas mortales, antes de que vuestra tía Artemisa se entere, y darles los objetos, o conoceréis la ira de Zeus. Y se acabó el refugio, por supuesto". "Pero, abuelo…" "¡YA!" gritó Zeus lanzando peligrosas chispas por los ojos. Xena intercambió una interrogante mirada con Gabrielle y Gabrielle se encogió de hombros. "Ya estoy harta", dijo avanzando hacia Zeus. "Nos habéis mezclado en vuestras disputas familiares una vez más, sin tener en cuenta el sufrimiento que estas pueden causar a los "simples mortales"”.

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"Xena, no voy a tolerar que me hables así, ni tú ni ningún mortal. He hecho lo que venía a hacer y no hay más que hablar". Desapareció entre destellos dorados. Deimo y Fobo habían desaparecido también, así que buscaron a Hipéroque y Laódice por la cueva. "Xena, ¿estás bien?" preguntó Gabrielle. "Sí, Gabrielle". "Cuando llegué estabas…" "Gabrielle, cuando llegaste había visto ya unas cien maneras distintas de perderte. No pude soportarlo". "Supongo que Deimo y Fobo se concentraron más en ti suponiéndote mayor peligro". "Quizá, pero la verdad es que no pude soportar el dolor de perderte justo cuando…" "¡Shh! Lo sé, Xena. No digas más y bésame". "Será un placer", la besó con pasión "y ahora, ¿no deberíamos encontrar a las hiperbóreas y los objetos?"

Una vez entregados los objetos sagrados de Apolo al oráculo de Delos, Artemisa transportó a todas (incluida Argo) a las montañas de Arcadia. "Os habéis merecido un buen descanso. Sentiros como en vuestra casa. Opis y yo tenemos mucho de qué hablar. Si me disculpáis". Artemisa salió de la cabaña que les había ofrecido a Xena y Gabrielle con una pícara sonrisa en los labios. "Mmm, ¿Xena?" "Em, ¿si Gabrielle?" "¿Puedo preguntarte algo?" "Creo que ya lo has hecho". "Graciosa, muy graciosa. No en serio, ¿puedo?"

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"Claro". "¿Por qué estás sonrojada desde que ha salido Artemisa?" "Yo no estoy sonrojada". "Si lo estas". "No lo estoy". "Si lo estás", insiste Gabrielle, acercándose un poco más a cada respuesta. "No­lo­estoy", balbucea Xena ante la proximidad de Gabrielle. "Sí lo estás", insiste Gabrielle seductoramente, su cuerpo pegado ya al de Xena. "Gabrielle, ¿estás segura?" Como respuesta Gabrielle se alza de puntillas y besa a Xena mientras desabrocha su armadura…

¿FIN?

UNA PEQUEÑA AYUDITA Afrodita: Diosa del amor, esposa de Hefesto, amante (entre muchos otros) de Ares y madre de Eros, Anteros, Deimo, Fobo y Armonia (ésta según la leyenda tebana). Hija de Zeus y Dione. Amazonas: Pueblo de mujeres guerreras. Su reino se ubica al norte, ora en las laderas del Cáucaso, ora en Tracia, otrora en la Escitia meridional (en las llanuras del margen izquierdo del Danubio). Se gobiernan por sí mismas y a su cabeza tienen una reina. Se les atribuye la fundación de Éfeso y la construcción del gran templo de Artemisa. Apolo: Dios de la profecía, en sus orígenes probablemente dios del sol o de la luz. Hermano gemelo de Artemisa. Amante (entre otros muchos y muchas) de Jacinto. Hijo de Zeus y Leto. Ares: Dios de la guerra. Amante (entre otras muchas) de Afrodita. Padre (entre otro muchos) de Deimo y Fobo. Hijo de Zeus y Hera. Argo: Yegua de Xena, terror de Gabrielle. (Este personaje es propiedad absoluta de MCA/Universal y Renaissance Pictures).

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Artemisa: Diosa de la caza, en el panteón helénico ocupó el lugar de señora de las fieras, protectora de las amazonas. Hermana gemela de Apolo. Amante de Opis. Hija de Zeus y Leto. Deimo: Hijo de Ares y Afrodita. Personificación del terror. Fobo: Hijo de Afrodita y Ares. Personificación del temor. Gabrielle: Bardo y reina de las amazonas. Compañera de Xena. (Este personaje es propiedad absoluta de MCA/Universal y Renaissance Pictures). Jacinto: Joven de gran belleza que enamoró a Apolo. Se metamorfoseó en una flor blanca, a la que se llamó Jacinto (quizá Hyacinthoides non­scripta) en su honor. Si queréis saber más detalles leed Las metamorfosis, de Publio Ovidio Nasón. Hiperbóreos: Pueblo mítico ubicado en el extremo septentrional, "más allá del viento del norte". Describen este país como una región ideal, de clima dulce y agradablemente templado, un verdadero país de utopía. Su suelo produce dos cosechas al año. Los habitantes tienen costumbres simpáticas, viven al aire libre, en los campos y bosques sagrados, y gozan de extrema longevidad. Se les atribuía el conocimiento de la magia. Hipéroque: Muchacha hiperbórea. Laódice: Muchacha hiperbórea. Opis: Hiperbórea amante de Artemisa. Xena: Princesa guerrera. Compañera de Gabrielle. (Este personaje es propiedad absoluta de MCA/Universal y Renaissance Pictures). Zeus: Rey de los dioses olímpicos. Dios del cielo, y de todas las manifestaciones celestes (lluvia, rayos, truenos, etc.). Padre de Ares, Afrodita, Apolo y Artemisa (entre muchos, muchísimos otros).

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