Lic. Gabino Cué MonteagudoGobernador Constitucional del Estado de Oaxaca

Mtro. Francisco Martínez NeriSecretario de las Culturas y Artes de Oaxaca

Lic. Guillermo García ManzanoDirector General de la Casa de la Cultura Oaxaqueña

Lic. María Concepción Villalobos LópezJefa del departamento de Promoción y Difusión

Lic. Rodrigo Bazán AcevedoJefe del departamento de Fomento Artístico

Ing. Cindy Korina Arnaud JiménezJefa del departamento Administrativo

C.P. Rogelio Aguilar AguilarInvestigación y Recopilación

Un personajeindeleble

Jorge Fernando Iturribarría Martínez tenía una curiosidad insaciable y una capacidad de traba-jo increíble, además de otras cualidades que lo

calificaban como excelente ser humano. La muerte lo sorprendió preparando su ponencia de ingreso a la Academia Mexicana de Historia y terminando su libro “Sucedió en Oaxaca”, que se había propuesto presentar en la conmemoración del 450 aniversario de su ciudad natal: Oaxaca.2

Ni su desmesurado amor a la patria chica, ni el compromiso con los cargos oficiales que desempe-ñó, limitaron su independencia y libertad de pensa-miento. No solo era el historiador acucioso y el cro-nista informado; también tenía una clara visión de la situación económica y política en que vivía y las consecuencias y limitantes que provocaba; así lo ma-nifestó sin temores ni cortapisas en su obra: “Porfirio Díaz ante la Historia”, de la cual tomamos los siguien-tes párrafos:

“Es obvio que mientras México no alcance ese ideal –libertad con pan, meta de los pueblos que sinceramente aspiran a conservar y perfeccionar la democracia como régimen de gobierno–, tenderá a subordinar la libertad al progreso económico; a co-rregir nuestras grandes carencias en servicios socia-les, en escuelas, en producción de alimentos, en irri-gación, en caminos, en la prosperidad industrial que nos acerque a la autosuficiencia económica.

Por eso el régimen de la Revolución ha organiza-do su maquinaria electoral en forma tal que al reno-vación periódica de poderes y muy principalmente la sucesión presidencial, tengan toda las apariencias de una función cívica respaldada espontáneamente por la mayoría ciudadana. En esta forma la restricción de la libertad política ha impedido que la lucha electoral degenere en violencia armada y comprometa la paz de la nación, permitiendo un clima de tranquilidad pública propicio al progreso económico que nos res-ta por conquistar aun.

No sería posible soslayar, pues, que estamos vi-viendo la etapa de un “neoporfirismo”, si no idéntico en todo al Viejo Régimen, sí parecido porque sigue siendo válido el apotegma de que primero es ser y luego la manera de ser”.

Palabras sabias y bien meditadas, que a pesar del tiempo transcurrido desde que fueron plasmadas, tienen una vigencia efectiva en estos tiempos en que tantas calamidades nos llenan los días. Otro aspecto de la personalidad de Jorge Fernando Iturribarría lo 3

podemos apreciar en la forma en que tomó el trata-miento que las autoridades cinematográficas dieron al relato que él escribió para participar y ganar un concurso convocado por el Banco Nacional Cinema-tográfico en 1976, para conmemorar el centenario del movimiento de Reforma. La convocatoria estipulaba que el participante tendría que escribir una novela con tema relativo al movimiento mencionado, con la fluidez necesaria para ser adaptada a la pantalla ci-nematográfica, lo que no sucedió con la propuesta ganadora de Jorge Fernando y que fue publicada en Populibros “La Prensa”, a lo que el autor comentó con su acostumbrada sencillez:

“Bien sabido es que la filmación de una película de carácter histórico, con fidelidad al “script” y con el escrúpulo de hacer la toma de las escenas en los si-tios en que ocurrieron –a veces difícilmente sustitui-bles a base de decorados y de trucos–, reporta fuer-tes gastos que pocas empresas se atreven a erogar.

En consecuencia, y aunque el autor no tiene cons-tancia de que el no haber sido llevada al cine, obe-dezca a los motivos antes señalados, infiere conje-turalmente esa versión como bastante lógica, pues no se compadece ese desistimiento con el hecho de haberla premiado.

Antes de pasar adelante quiero dejar aquí testi-monio de gratitud a los prestigiados miembros del jurado calificador en el mencionado concurso del Banco Cinematográfico, todos ellos novelistas de primera línea, con obras consagradas y que han en-trado por propios méritos en los anales de la literatu-ra nacional: Patricia Cox, Rafael F. Muñoz y Mauricio Magdaleno.

Igualmente merece mi reconocimiento POPU-LIBROS LA PRENSA, que acogió esta obra e hizo posible su publicación con el título: BENITO JUA-REZ-PORFIRIO DIAZ. La decisión de su Comisión Editorial de darla a la luz viene a corroborar, ava-lorándolo, el fallo del jurado.

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Los hechos que en esta obra se relatan son histó-ricos, e históricos también los protagonistas. El autor buscó desentrañar, con apego a la verdad histórica, el arranque inicial de la vida política y militar, según el caso, de Juárez, Porfirio Díaz, Ignacio Mejía, Félix Romero y José María Díaz Ordaz, en la proyección de su destino. Los hechos que palpitan en el diálogo o que de él se derivan, son objetivos, descontada la necesaria parte de la subjetividad que se adhiere a toda interpretación humana: hemos llevado la His-toria a la novela con un cuidado casi angustioso de no desviarla de la verdad. El desenlace: la traición y sacrificio con que fue victimado Díaz Ordaz –uno de los héroes oaxaqueños más puros de la Reforma–, es un hecho estrictamente verídico y conforma uno de los más hondos dramas vividos en la provincia mexicana.

Si el anhelo del autor se logra en este ensayo: ha-cer accesible al pueblo los hechos políticos –colma-dos de sacrificio y heroicidad–, que dieron a México, al fin, estructura de pueblo libre, se dará por satisfe-cho de haber traspuesto audazmente las tapias de este huerto –antes vedado para él–, de la novela”.

Tenemos que recordar, para valorar los méritos como historiador de Jorge Fernando, que al inicio de su vida sufrió múltiples contrariedades que le impi-dieron terminar sus estudios de abogado en el Insti-tuto de Ciencias y Artes como había sido la tradición de su familia. Ocupado en quehaceres periodísticos, fue formando sus criterios metodológicos de inves-tigación que le dieron validez a su producción en el campo de la Historia. Sus fuentes de información fueron los documentos y volúmenes de las bibliote-cas y archivos locales, a los que dedicaba la mayor parte del tiempo que no ocupaba cargos burocráti-cos. Otra parte de su tiempo lo dedicó a la enseñan-za de múltiples generaciones de la Escuela Normal y del Instituto.

Durante más de cuarenta años, Jorge Fernando Iturribarría investigó y escribió sobre casi todos los

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periodos de la Historia de Oaxaca, desde los tiempos prehispánicos en sus descripciones de Yagul, Mitla y Montealbán, hasta los acontecimientos sucedidos durante el porfiriato. A pesar de haber producido esta extensa obra, él no se consideraba un historia-dor profesional sino un simple compilador de docu-mentos, a los que daba coherencia y secuencia para ponerlos a disposición de quienes, como él, eran amantes de los hechos sucedidos en su provincia. Esta visión de su quehacer histórico se refleja en las palabras liminares de su monografía histórica “Mo-relos en Oaxaca”, de donde extraemos algunos pá-rrafos:

“Mi afición a los estudios históricos me proporcio-nó ocasionalmente, la oportunidad de coleccionar y clasificar datos diversos sobre la campaña militar de Morelos en Oaxaca.

Aspecto de la historia local, ha sido tratado por los historiadores Bustamante, Gay y Alamán, pero además de que en sus respectivas obras habían que-dado sin tocar varios puntos importantes, los tres, por circunstancias vinculadas a su situación, posi-ción o personalidad, representan, cada uno de ellos, facetas diferentes del mismo objeto de sus estudios. Ni Bustamante ni Alamán podían ver con absoluta imparcialidad; el primero, por ser un historiador in-surgente; el segundo por ser el historiador de la anti insurgencia. Por lo que toca a nuestro eximio Gay, se limitó discretamente a comentar lo dicho por Busta-mante, acotándolo, pero sin externar en este episo-dio de nuestra historia, opiniones propias, no porque careciera de ellas, que bien probado tiene lo con-trario, sino inhibido por su carácter sacerdotal. Aun eximiéndose, como lo hizo, representa un aspecto: el aspecto del clero, pero a una distancia de más de tres cuartos de siglo de los acontecimientos.

Yo, en realidad, lo que hice fue recopilar los tres aspectos y tratar de sacar algunas conclusiones. Este trabajo modesto y sin relieve, en el que una buena parte de mi labor se ha reducido a la de compilador. La narración de los hechos se apoya generalmente

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en los datos de Bustamante, precisados con más es-mero, si se quiere, gracias al acervo documental, del que se publica únicamente lo que he juzgado funda-mental, para que el lector pueda ver este episodio desde los ángulos encontrados de dos tendencias opuestas y así formarse un criterio justo.

Apartándome, como siempre lo he hecho, de la tendencia absurda para la crítica histórica, de ponde-rar sistemáticamente la conducta y hechos de nues-tros héroes, solamente porque su calidad de tal nos los imponen como valores consagrados e intocables, he mostrado la llaga donde existe. A esta distancia ni la herida duele ni la llaga resuma nauseabunda po-dre.

Un comentario final aspira a interpretar histórica-mente y con moderno criterio, sin un imposible sec-tarismo –del que nos libra el tiempo–, el ambiente de Oaxaca y el complejo de circunstancias, teatro y personajes de esta escena del largo drama nacional, cuyo epílogo palidece, lejos del fulgor que le pres-tara la figura epónima del más grande caudillo de la Independencia Nacional”.

En los anteriores párrafos podemos apreciar cua-les eran los criterios que guiaban en sus investiga-ciones y escritos a Jorge Fernando Iturribarría. No sólo la Historia era su pasión, también la Antropolo-gía, la Medicina, y sobre todo la Música de la que era aficionado a las mejores producciones de todos los tiempos. Como a cualquier escritor, el mejor home-naje que podemos tributarle, es leer y difundir sus li-bros, su transcurrir en este mundo y su calidad de ser humano, lo que esperamos conseguir en este breve folleto.

R.A.

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Carta devida

Jorge Fernando Iturribarría Martínez fue un apa-sionado incurable de su solar nativo: Huaxyacac, Antequera, ciudad de Oaxaca. Sus compromi-

sos familiares, ocupaciones burocráticas y políticas, así como el quehacer periodístico, no le impidieron investigar en antiguas crónicas, publicaciones em-polvadas y documentos de archivo, los hechos y su-cedidos en su amada Oaxaca, así como las vivencias y experiencias de sus protagonistas.

Durante más de cuarenta años, Jorge Fernando investigó y escribió sobre todos los periodos históri-cos de Oaxaca, aunque no con el mismo rigor y pro-fundidad. Mucho le ayudó conocer a fondo los acer-vos periodísticos de la Biblioteca General del Estado de Oaxaca, de la que fue Director durante muchos años, y la asidua colaboración del personal guiado por la sabia mano del polígrafo José de la Luz Bo-nechi.

Jorge Fernando nació a las once de la noche del día 5 de abril de 1902, como se asienta en el libro de nacimientos del Registro Civil de ese año. Sus padres fueron el Lic. Fernando Iturribarría Fernández y la se-ñora Adela Martínez Arrazola, quienes habitaban la casa número 60 de la avenida Hidalgo de la ciudad de Oaxaca.

A su debida edad, acudió al colegio del “Espíri-tu Santo”, regenteado por el docto Canónigo Carlos Gracida. Al término de sus estudios primarios, llegó al Instituto de Ciencias y Artes del Estado, donde su padre impartía cátedra en la escuela de Leyes.

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Esta institución educativa fue clausurada por los carrancistas en 1916 quienes también persiguieron al padre de Jorge Fernando, por haber sido funcionario del Poder Judicial, durante el periodo en que el Es-tado de Oaxaca se declaró Libre y soberano en 1915.

La situación en Oaxaca durante ese periodo se agravó por la hambruna causada por el abandono de los cultivos, y una serie de enfermedades como el cólera y el tifo, que diezmaron a la población. Estas circunstancias obligaron a Jorge Fernando a aban-donar sus estudios y buscar una forma de sobrevivir, cuando aun no cumplía veinte años.

Apoyado por amigos y familiares, dirigió la pri-mera publicación comercial de la ciudad de Oaxaca: “Blanco y Negro” la cual, además de las noticias de actualidad, publicaba en sus páginas “comerciales” de empresas, negocios y profesionales que ofrecían sus servicios a los lectores.

A la llegada a la gubernatura del Estado del Ge-neral García Vigil, Jorge Fernando colabora en el pe-riódico “Patria”, del cual era director el Lic. Eduar-do Vasconcelos. A fines de 1923, por situaciones políticas, deja de circular “Patria” y Jorge Fernando encuentra acomodo en el periódico “Ecos” donde comienza a mostrar su inclinación hacia los hechos históricos, publicando unas efemérides oaxaqueñas que parten del año 1915.

Desde esta fecha y durante más de cuarenta años, su desempeño como director o colaborador en pe-riódicos como Mercurio, El Oaxaqueño, La Voz de Oaxaca, El Universal (del que fue corresponsal), Pro-vincia, El Imparcial, Oaxaca Gráfico y Carteles del Sur, es constante. Igual en revistas como Oaxaca Gráfico, Alma Latina, Pedagógica, Sur y Oaxaca en México.

Por lo que hace a sus publicaciones históricas, en 1933 aparece un folleto con largo título: “Solemnes funerales del General Don Vicente Guerrero hace un siglo en la Ciudad de Oaxaca, según la crónica ofi-cial del Estado”, publicado por el Ayuntamiento de

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la ciudad de Oaxaca, con motivo de la exhumación de los restos del insurgente consumador de la Inde-pendencia.

En 1935, termina el primer tomo de su “Historia de Oaxaca”, obra que mereció del reconocido his-toriador Brioso y Candiani, el siguiente comentario publicado en El Oaxaqueño (19 de enero de 1936): “… lo que hace que el libro del Sr. Iturribarría sea, es-pecialmente para nosotros los oaxaqueños, una joya bibliográfica, es la serenidad de criterio y la impar-cialidad del narrador y aun juzgador de los hechos”. En 1939 aparecen los tomos II y III, que exponen la Guerra de Reforma y la Intervención, el primero, y el Imperio y la Restauración, el segundo.

El IV y último tomo de este monumental trabajo de investigación, trata de la Restauración de la Repú-blica y se publicó en 1956 por el Gobierno del Estado de Oaxaca. En el lapso de los 40 a los 50, Jorge Fer-nando, además de ocupar diversos cargos públicos, elaboró obras de texto con temas de Geografía de Oaxaca, un compendio de la Historia de Oaxaca para uso de las escuelas primarias del Estado; un manual de historia de México y un resumen de Oaxaca en la Historia.

Miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía e Historia, publicó en revistas especializadas múltiples artículos. También el único libro suyo que se ocupa del periodo prehispánico en Oaxaca: “Las viejas culturas de Oaxaca”. La Universidad Benito Juárez le publicó “La generación oaxaqueña del 57. Síntesis biográfica” y fue la contribución de la universidad a la celebración del centenario de la Reforma Mexicana.

Como se ha descrito, en 1956 el Banco Nacional Cinematográfico convocó a un concurso para encon-trar un guión de cine que celebrara el centenario ya mencionado. Resultó ganador “Benito Juárez – Por-firio Díaz” de Jorge Fernando Iturribarría. Desafortu-nadamente no fue llevado a la pantalla y se publicó en la serie Populibros de La Prensa, con lo cual alcan-zó una difusión nacional.

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Como catedrático de la Normal Mixta y de la Uni-versidad Benito Juárez, publicó “Oaxaca en la His-toria” proponiéndolo como libro de texto en ambas instituciones. También escribió un texto sobre Litera-tura Universal para sus alumnos de esa materia. Para el Instituto Federal de Capacitación del magisterio, dependiente de la Secretaría de Educación Pública, escribió una síntesis de su “Historia de Oaxaca” y un trabajo más amplio: “Estética e historia del arte” que se publicó en dos tomos por la Secretaría de Educa-ción Pública.

Para celebrar el triunfo del a República ante la in-tervención francesa y el medio siglo de la promul-gación de la Constitución de 1917, Jorge Fernando escribe, en 1967, “Porfirio Díaz ante la historia” que puede considerarse como la conclusión de los cuatro tomos sobre la historia de Oaxaca y que tal vez sea su obra más lograda, tanto por su estructura temáti-ca como por la crítica a diversos periodos históricos, tanto pasados como presentes.

En los años 90, el Instituto Oaxaqueño de las Cul-turas forma una comisión editorial integrada por Fi-del López Carrasco, Guillermo Mondragón Gómez, Everardo Ramírez Bohorquez, Alberto y Juan Bus-tamante Vasconcelos y Jorge Fernando Iturribarría, personas caracterizadas por sus trabajos sobre el pasado de Oaxaca, quienes publicaron en 4ª reedi-ción la Historia de Oaxaca del Padre Gay. “La Mixteca y su cultura e historia prehispánica” de B. Dahlgren y “Monografía histórica. Tres intentos pro–soberanía del Estado de Oaxaca, 1857, 1871, 1915” de I. Brachetti y A. Muñoz, para el cual Jorge Fernando escribió el prólogo.

En 1980 se jubiló como Director de la Biblioteca del Estado, dependiente de la universidad Benito Juárez, como ya lo había hecho un año antes, del ser-vicio público. En abril de 1981 celebró sus bodas de oro matrimoniales en el templo de San Felipe Neri. Para conmemorar el 450 aniversario de que Oaxa-ca alcanzó rango urbano, preparaba su último libro: “Sucedió en Oaxaca” y su discurso de ingreso a la

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Academia Mexicana de Historia, aunque su salud ya estaba bastante minada. Falleció el 15 de octubre de 1981 y en 1992, el Gobierno del Estado le otorgó postmorten, al medalla “Flechador del Sol”, que fue recibida por su viuda, la señora Alicia Bolaños Cacho.

RA.

ANECDOTARIO

Además de sus hazañoso hurgar en el pasado oa-xaqueño para encontrarle el pleno sentido y el sa-bor prístino que nos da identidad, Jorge Fernando se daba tiempo para investigar en los campos de la literatura universal y los de la estética como funda-mento del arte, cuyos resultados exponía en cuida-dos artículos en periódicos y revistas locales y na-cionales y también en las reuniones mensuales del Ateneo Adalberto Carriedo. De sus acendradas afi-ciones musicales comentaremos más adelante am-pliamente.

Antes queremos recordar el significado que en la difusión de la cultura tuvo el Ateneo y sus integran-tes, que para ingresar a esta cofradía cultural debían poseer “algún grado de cultura y educación; ser de reconocida honorabilidad. Tener inclinación definida por alguna de las ramas de la ciencia o del arte. Pre-sentar, para la sesión en que era admitido, un tra-bajo inédito. Pagar la cuota de inscripción que era de $2.00 y la mensual de $1.00, colaborar en alguna forma para la publicación de la revista”; requisitos establecidos en sus estatutos.

El Ateneo había sido creado por gestiones del Lic. Julio Bustillos quien lo presidió por varios periodos y lo integraban personalidades como el Dr. Alberto Vargas, Ángel Taracena, Wilfrido C. Cruz, María de la Torre de E. Alemany, Benigno Jiménez, Cutberto Flores, Efrén Núñez Mata, Lic. Rafael Márquez Toro, Mateo Solana Gutiérrez, Guillermo Reimers Feno-chio, Enrique Iturribarría, Ricardo Vera Castro, Jor-ge Fernando Iturribarría, Enrique Pacheco Caballero,

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Leonardo Villalobos Celaya, Ernesto Scheleske, Eve-rardo Ramírez Bohorquez, Jorge Octavio Acevedo, Guillermo Martínez León y Rodolfo Sandoval.

Sus sesiones mensuales las celebraban en el salón de actos, después Paraninfo, del Instituto de Ciencias y Artes del Estado, que consideraban como domici-lio social del Ateneo, y se trataban temas como los desarrollados en la sesión del 24 de marzo de 1936: –Plática sobre Ludwig Van Beethoven por Jorge Fer-nando Iturribarría, –Plática sobre J. W. Von Goethe por Jorge Octavio Acevedo, –Plática sobre Rafael Sanzio por Ernesto Scheleske, –Números musicales a cargo de Rafael Márquez Toro, Dr. Luis Barroso, Ricardo Vera Castro, Gabriel I. Carsolio y Federico Sánchez Barroso.

Como podemos ver, Jorge Fernando podía diser-tar sobre Beethoven ya que, desde joven, desarrolló un marcado gusto por la ópera y la música clásica, especialmente la de Bach y Mozart, la colosal obra de Beethoven y la delicada de Schubert y Chopin. Contaba con una buena colección de aquellos discos de acetato de 33 rpm., y muchas veces, al terminar la sesión del Ateneo, algunos de los “atenienses” (por-que integraban el Ateneo Adalberto Carriedo) eran invitados al jardín de la casa de Jorge Fernando, a un verdadero banquete musical del cual disfrutaban sus amigos como Alberto Vargas, José C. Suárez, Julio Bustillos, Rafael Márquez Toro, Luis Barroso, Ángel Taracena, Rodolfo Sandoval, Guillermo Reimers y En-rique Iturribarría.

Desde luego que también participaba Everardo Ramírez Bohorquez quien las recuerda así esas vela-das musicales en “Gentes y cosas de Oaxaca”, en su artículo “Réquiem por Jorge Fernando Iturribarría”: “noches que hacían gratísimas tu hospitalidad y ca-racterísticas la ática conversación de los mejores en-tre aquellos maestros y los sucedidos sabrosos que surgían cuando Taracena ponía su apostilla al escu-char, en uno de tus fabulosos discos de “sello rojo”, el instante en que Otello se degüella tras saber que ha-bía sacrificado a Desdémona inocente; o cuando en

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la calma de la madrugada, una dama cubierta de pies a cabeza se presentaba de súbito, demandando que se fuera con ella su esposo, el gran Memo Reimers”.

“Cuantas otras noches también, el mismo grupo de desvelados las pasábamos en torno al piano de Márquez Toro que lo tocaba, incansable, haciéndo-nos oír a Grieg o a Schumann y que acompañaba a Barrosito, que en el violín nos regalaba con obras de Kreisler o Debussy; y Tú Jorge Fernando –hoy au-sente para siempre, como tantos de aquel senado–, nos ilustrabas con la biografía de los genios del pen-tagrama. Veladas que terminábamos entonando el “Rimpianto de Tosselli” y despedíamos con los com-pases iniciales de la Quinta de Beethoven, que se convirtieron en nuestro silbido de identidad”.

Por otra parte, algunos fines de semana, Jorge Fernando se encerraba en su nutrida biblioteca, a deleitarse con los acordes de sus óperas preferidas. Nada ni nadie podía interrumpirlo en estos momen-tos de musical recogimiento. Y este respeto a su in-timidad melódica, llegaba a la prohibición a sus hijas Alicia, Lila, Elsa, Tere y Maruchi, de recibir serenatas de sus galanes, hasta la hora en que Jorge Fernando terminaba de escuchar a sus autores musicales.

Cerramos esta colaboración con palabras de Eve-rardo Ramírez Bohórquez pronunciadas en ofrenda fúnebre: “Te has ido, amigo entrañable, y aun cuan-do nos queda tu ejemplar memoria, añoraremos, sin remedio, la mano cordial que siempre nos tendiste”.

RA.

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Una muestra de su talentoPSICOLOGÍA DEL OAXAQUEÑOJorge Fernando Iturribarría

Cuando se medita en la enconada lucha que por el poder sostuvieron dos grandes oaxaqueños: Benito Juárez y Porfirio Díaz y se advierte que ambos, con su destacada personalidad política llenaron cerca de medio siglo en la Historia de México, tenemos que suponer que la larga permanencia de ambos caudi-llos frente a los destinos patrios obedeció a una muy semejante, si no es que idéntica, formación y confor-mación psicológica de ambos.

Esta similitud o identidad espiritual, que encuen-tra en el ejercicio del poder supremo, pese a sus na-turales sinsabores y preocupaciones, un profundo goce, la incomparable satisfacción del mando en grande, creemos que debe buscarse en los factores culturales y sociales que determinaron la formación del oaxaqueño, sin omitir, naturalmente, otros de ca-rácter racial, a los que después nos referimos.

Tal vez no sea erróneo pensar que esos ingredien-tes espirituales estaban en el ambiente cultural de la ciudad de Oaxaca en la primera mitad del siglo pasado, aunque se originan desde los fines del XVII. Sucesivas generaciones de excelentes humanistas oaxaqueños, forjados en las aulas de los conventos de Santo Domingo y San Agustín, en el Seminario de la Santa Cruz, poseedores de la lengua de Cice-rón, enamorados impenitentes de la ciencia jurídica y de las instituciones romanas, forjadores del derecho, derrochaban su sabiduría y su dialéctica en malaba-

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rismos y escarceos escolásticos y literarios, con mo-tivo de los actos públicos que tan frecuentemente se celebraban en los estrados de los concursos.

Rara vez este caudal de ciencia se aplicaba en li-tigios y casos contenciosos, como en aquel que, con tan sonado escándalo, tuvo lugar entre las órdenes de dominicos y franciscanos por una parte, y el Obis-po Bohorquez, con motivo de la pretendida secula-rización de las doctrinas que estos tenían asignadas desde los primeros años de la evangelización y que culminó en la excomunión, por el Diocesano, de las dos órdenes beneméritas, y luego, en represalia, en la del propio Obispo, en uso de las especiales facul-tades que asistían a los Dominicos para echar mano de este recurso supremo en defensa de sus privile-gios.

Aquella lucha, erizada de polémicas, que llenó mi-les de páginas y en la que triunfó la ciencia jurídica de los dominicos, se resolvió en el lecho de muerte del Obispo excomulgado, cuando al ver próximo su fin, buscó la reconciliación póstuma con sus airados rivales, mediante el retiro de ambas excomuniones, a condición impuesta por el Diocesano y aceptada por los frailes, de que el voluminoso juicio canónico que-dara convertido en cenizas ante su presencia.

La lucha de Independencia que en Oaxaca, como en otras provincias, dividió la opinión del clero, tuvo ilustres defensores en la insigne orden de predicado-res de Santo Domingo. La encontró fiel a los princi-pios que lealmente había venido manteniendo desde el siglo XVI a favor del indio oaxaqueño y de sus rei-vindicaciones libertarias frente a la opresión del ré-gimen colonial. El Prior de aquel convento, Fr. Fran-cisco de Aparicio, no tuvo empacho en proporcionar a Morelos, después de la toma de Oaxaca, algunos fondos con destino a la causa insurgente, entregán-dolos no sólo sin embozo, sino con alarde proselitis-ta.

Y con Aparicio, otros frailes y sacerdotes hicieron pública su simpatía a favor de la insurgencia, entre

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ellos el primer Benemérito del Estado, Presbítero Manuel Sabino Crespo, que figuró con honra en los Congresos de Apatzingán y Chilpancingo y que mas tarde murió fusilado en Apam, por los realistas. Y el Canónigo costarricense Florencio del Castillo, hom-bre de cumplida cultura y de pensamiento liberal que figuró prominentemente en la independencia de su patria.

Al consolidarse el régimen nacional en Oaxaca y expedirse la primera Constitución Política del Estado en 1825, las inteligencias más ilustres, Aparicio y del Castillo entre ellos, organizaron una cátedra de Dere-cho Constitucional, simplemente con miras a difundir entre el pueblo, en forma rudimentaria, la teoría de los Derechos de los ciudadanos y el conocimiento de las garantías individuales, para aclimatar a la so-ciedad a la temperatura de la Libertad. Aquellos cur-sillos despertaron extraordinario interés. La concu-rrencia excedió por su número a lo esperado y pron-to las interpretaciones de los educandos impusieron la necesidad de extender los temas a otras cuestio-nes del Derecho y a otras materias, lo que determinó que se pensara seriamente en establecer un colegio de enseñanza superior y profesional en toda forma.

Este fue el inopinado origen del Instituto de Cien-cias y Artes del Estado, que abrió sus puertas el 8 de enero de 1828, bajo la dirección del Prior del con-vento de Santo Domingo, Fr. Francisco de Aparicio. Una de las finalidades de este plantel fue preparar a la juventud para las tareas directivas de gobierno. Los catedráticos cuidaron muy especialmente de exaltar la excelencia de la democracia, de la austeri-dad y respetabilidad del mandatario cuando es un-gido por la ley y cuanto podía inspirarles la profunda devoción que fervorosamente los impulsaba con un sentimiento casi místico, hacia esa trilogía de nue-vos y deslumbrantes dioses: la Democracia, la Ley y la Justicia. La más alta honra y satisfacción que un hombre podía alcanzar en la tierra, incomparable a la de la riqueza, era la unción de la Ley sobre la cabeza del elegido.

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Esta mística del poder conferido por la Ley a través o por ministerio de la democracia, tuvo en Oaxaca un sentido catoniano, que se revela en sus hombres de la Reforma. Insistentemente aparece como un axioma po-lítico en la literatura civil de los discursos, manifiestos, proclamas, decretos, informes, etc., de la época y pue-de constatarse invariablemente en todos los documen-tos públicos de Juárez desde que gobernó por primera vez el Estado de Oaxaca.

No cabe dudar que quienes transmitieron a los hom-bres de la Reforma en Oaxaca este sentido de la políti-ca y de la dignidad del funcionario público, fueron sus catedráticos del Instituto, en donde se formaron Juárez y Porfirio Díaz, siendo Juárez el primer abogado reci-bido en las aulas del plantel. Puede decirse que todos los oaxaqueños que formaron aquella pléyade ilustre, leal a la Reforma y a la soberanía nacional, recibieron la conformación espiritual de esta mística del poder.

Si es verdad que algunos otros como los que milita-ron en las filas del famoso partido “Borlado”, se pudie-ron burlar de la ley, resultando maestros en la chicana, lo es también que compartieron con aquellos sus aspi-raciones a los puestos directivos de gobierno sin más ánimo que el de recibir la honra de mandar y nunca por el afán de enriquecerse a la sombra de los puestos públicos. Se ha dicho y es cierto, que el oaxaqueño ha condicionado el poder y no el dinero.

Este mismo afán de mando, aunque ahora en situa-ciones de menor preponderancia; esta codicia de los puestos públicos por el oaxaqueño, se conserva toda-vía en la burocracia, por la que todos o casi todos he-mos pasado y se advierte en las comunidades indíge-nas, donde el funcionario municipal hace una carrera burocrática que principia con el puesto sin sueldo de “topil” y termina con el tampoco remunerado de Presi-dente. La razón de que en Oaxaca haya la cifra absurda de 570 ayuntamientos, la cuarta parte del número total de municipios de todo el país, se debe en buena parte, a este afán de mando político o simplemente adminis-trativo.

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La lucha por el poder entre dos grandes oaxaque-ños, Juárez y Díaz, que tiene lugar en 1871 es, en mi concepto, un fenómeno que encuentra parte de su ex-plicación en el ambiente histórico cultural del Oaxaca del siglo pasado, condicionado por la formación po-lítica y cívica de nuestros ancestros, pero también ha sido determinada, en buena parte, por los ingredientes étnicos de nuestro mestizaje. Ellos han obrado en una forma particular, muy característica sobre la idiosincra-sia del oaxaqueño, estructurándolo psicológicamente como uno de los grupos más individualistas del país.

El oaxaqueño típico de los Valles Centrales, la Mix-teca, la Sierra y el Istmo de Tehuantepec, es una mezcla en que ha encontrado su simbiosis la concurrencia de tres razas individualistas por excelencia: la española, la zapoteca y la mixteca. Probablemente el análisis de es-tos factores, en relación con el medio físico de una oro-grafía particularmente accidentada de aparcelamien-tos que disgregan a la población por zonas y aísla a los grupos, circuidos por anillos montañosos inaccesibles, podría ser un buen camino que nos oriente en la expli-cación de fenómenos que nos han venido fatalizando a una especial psicología, hasta hoy casi intacta, a pesar de las nuevas vías de comunicación, tal vez porque es-tas, todavía tan escasas, no han podido operar sobre los núcleos de mayor densidad indígena y conectarla con la corriente nacional.

Oaxaca Gráfico No. 2414 de diciembre, 1954

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OBRA

- Solemnes funerales del Gral. Don Vicente Guerrero en la ciudad de Oaxaca. Imprenta del Estado de Oaxaca. 1933.

- Historia de Oaxaca 1821–1854. Belmar editor. 1935.

- Historia de Oaxaca 1854–1861. Imprenta del Gobierno del Estado. 1939.

- Historia de Oaxaca 1861–1867. Imprenta del Gobierno de Oaxaca. 1939.

- Monografía histórica del Palacio de los Poderes del Estado de Oaxaca. 1576–1940. Imprenta del Gobierno del Estado de Oaxaca. 1940.

- Geografía Elemental del Estado de Oaxaca. Talleres Gráficos del Gobierno del Estado de Oaxaca. 1941.

- Morelos en Oaxaca. Monografía histórica sobre los más desatacados episodios de la lucha de Independencia en el Estado de Oaxaca, seguida de un apéndice de documentos. Talleres Gráficos del Estado de Oaxaca. 1942.

- El agua de la ciudad de Oaxaca desde los tiempos más remotos hasta el primer tercio del siglo XX. Publicación del Gobierno del Estado de Oaxaca. 1943.

- Breve historia de Oaxaca. S.E.P. México. 1944.- Manual de historia de México. Talleres Gráficos

de la Nación. 1945.- Reseña de los diferentes edificios ocupados por

la Escuela Normal del Estado. 1946.- Ensayo histórico sobre la industria de la seda en

Oaxaca. La Voz. 1948.- Datos biográficos del Presbítero Manuel Sabino

Crespo, héroe de la independencia nacional y primer Benemérito de Oaxaca. Publicación del Gobierno del Estado. 1951.

- Las viejas culturas de Oaxaca. Edición de los FF.NN., de México. Imprenta Valle de México. 1952.

- Oaxaca en la Historia, de la época Precolombina a los tiempos actuales. Universidad Benito Juárez. Editorial Stylo. México. 1955.

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- Historia de Oaxaca. La restauración de la República y las revueltas de La Noria y Tuxtepec. 1867–1877. Talleres La Carpeta. México. 1956.

- La Generación oaxaqueña del 57. Universidad Benito Juárez. 1956.

- Benito Juárez–Porfirio Díaz. Hechos históricos de la vida de éstos próceres de la Reforma. Populibros La Prensa. México 1960.

- José María Díaz Ordaz. Breves apuntes biográficos. S. E. P.. México. 1967.

ARTÍCULOS EN PERIODICOS Y REVISTAS

- Nociones de Estética e Historia del Arte. En Historia Mexicana. 1953.

- El Partido Borlado. En Historia Mexicana. 1954.- Alonso García Bravo, trazador y alarife de la villa

de Antequera. En Historia Mexicana. 1957.- Una Marquesa nos visita. En Historia Mexicana.

1957.- La versión de Limantour. En Historia Mexicana.

1967.- Historia de la Revolución Mexicana en Oaxaca.

Instituto Nacional de estudios de la Revolución Mexicana. México. 1970.

- Historia precortesiana de Oaxaca. Novedades. 1954.

- El cuerno de la abundancia. Nuevo Diario. Oaxaca. 1951.

- Breves consideraciones sobre la enseñanza de la Literatura. Adelante. Oaxaca. 1939.

- Voz del Instituto. Miguel Alemán en la Historia de Oaxaca. 1950.

- Los cotompintos. Folklor oaxaqueño. Revista cultural de la Escuela de Bellas Artes. 1954.

- Apuntes para la Historia de Oaxaca. A propósito de un libro de Basilio Rojas: la soberana convención de Aguascalientes. Oaxaca en México. 1961.

- Lo apolíneo, lo dionisiaco y lo prometeico en la música. Nuestro tiempo. 1955.

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- Participación de Oaxaca en la Reforma. Nuestro Tiempo. 1957.

- El último libro de Jacobo Dalevuelta. Revista Pedagógica. 1930.

- El templo y monasterio de Cuilapan. Revista Pedagógica. 1929.

- Agustín de Iturbide. Oaxaca Gráfico. 1955.- La Ley Juárez y su marco histórico. Oaxaca

Gráfico. 1955.- La vida económica de la República restaurada.

Oaxaca Gráfico. 1955.- Eduardo Vasconcelos. Oaxaqueño ejemplar.

Oaxaca Gráfico. 1956.- La O. N. U. Persigue el ideal de fraternidad

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- Glosando la Metafísica Erótica de mateo Solana y Gutiérrez. Oaxaca Gráfico. 1974.

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