lezama lima - la expresión americana

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8/13/2019 Lezama Lima - La expresión americana http://slidepdf.com/reader/full/lezama-lima-la-expresion-americana 1/39 JOSE LEZ M LIM EL R INO DE L IM GEN Selecci6n pr6logo cronologla JULIO ORTEG BIBLIOTEC Y CUCHO 1 1

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JOSE LEZ M LIM

EL R IN O

DE L IM GEN

Selecci6n pr6logo cronologla

JULIO ORTEG

BIBLIOTEC Y CUCHO

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donde no c¡¡uiero escoger mis zapatos en una vitrina, donde preciso que el rasguño en 1tl tiorba no descifra, donde conjeturo que l primera flauta se hizode una rama robada, aparece de pronto ''el violln. de hielo a m o ~ t a j a d o en lareminiscencia", que despierta la serafina del bosque que ata y destrenza en Inreminiscencia. Es el violln el que parece exhalar la orquestación final: "mialma no está en un cenicero".

Una antigua leyenda de la India nos recuerda la existencia de un r o, cuya

afluencia no se puede precisar. Al final su caudal se vuelve circular y comien-2a a hervir. Una desmesurada confusión se observa en su acnrreo; desemejan2ns, chaturas, concurren con diamantinas simetrías y con coincidentes ternuras. Es el Puraná, todo lo arrnstrn, siempre parece estar. confundido, carecede análogo y de nproximnciones. Sin embargo, es el rfo que va hllsta las puertas del Pnrofso. En ~ l o s reflejos de sus ondas· desfilan el vestíbulo del farero,el árbol de coral, la cadena del ojo del tigre, el Gnnges celeste, la terro2ll demalaquita, el infierno de las lanzns y el reposo del perfecto. La incesante contemplnción del do va entregando su dualismo, la aventuro del análogo y las parejas que se retiran a sus isletas. Un 4rbol frente a unos ojos, un árbol de co-

rnl frente al ojo del tigre; las lanzas frente n la terraza, después las lanzas infernales frente a la parndistaca terraza de malaquita. Dichosos los efímerosque podemos contemplar el movimiento como imagen de la eternidad y se

guir nbsortos la parábola de In flecha hasta su entcmuniento en la Unea del

horizonte.Julio y .1968.

LA EXPRESION AMERICANA

Ml'.'CQU CAN.MNCIO CLASICO

Sólo lo difícil es estimulante; sóla Ja resistencia gue _ n o ~ - ~ ~ a , es S lpaz den n ~ suSCJtl ,t',.J'. m ~ t . ~ ~ - ~ _ ' a .. X l t ~ ~ i _ . i l ~ - ~ n ~ m u ~ n t _ 2 , ,eero en renl i c f a ~ - : : f o d'ilícil? ¿l_o s u m c r g i d o ~ ~ . s o l Q . . . ~ n _ l a s - m a t e m a l e s aro: as

dejoO i ? i i ~ . 2 . r J s i n ~ ~ i n c a ~ ~ d . t . ~ t J e s i ~ _ J o g ~ ]

ES. Li Formaep ~ e v e n 1 r e n ~ ~ P ~ ~ s a : . va n a ~ ~ ~ ~ t i ~ una mtcrpretaoón o unasencilla hertneneUUOl, para Ir Oespues Jiaoa SU reconstrucoÓn, que es endefinitiva lo q u ~ marca su eficncin o desuso, su fuerza ordenancista o su. apagado eco, que es su visión histórica. Una primero dificultad en su sentido;la otro, la mayor, la_ 9quisjción de una .vjs ón histórica. He ahí, pue5, lá d i ~ficultad del sentido y de la visi6n hlstórica. Senticlo o el encuentro de unacnusalidad relegnda por las valoraciones historicistas. Visión histórica, que esese contrapunto o tejido entregado por la imago, por la imagen pnrtidpan-~ e n l a b i s r o ~ . ·

Si revisamos unn serie de Iienws, desde ilustraciones de libros de hornshasm ~ í u u r n flamen91. o italiana renacentista. ~ e m o s suuar, con la vi

~ d a _ . _ 9 : 1 ~ d a . . l a . . p i n t u m . . s o b r e el de.v.cnir, histórico,. ~ u s a l i d a d [email protected]. ima en ue da la visión histórica_ . Si. contemplamos la ilustraciónSepuembre, de los hermanos 1m urg en l libro de horas del Duque deBerry, vemos a los campesinos .regando alegremente a los pies del castillo;En seguida subrayamos, que el sentido deviene 'POr una serie de escalas establecidas en lo histórico. El rico esmalte de Jos azules humedece las puntaslargns de las estrellas otoñales, y el castillo en lo alto de un roquedal presagioso, se envuelve en los destellos que pronuncian la secretn y esencial vida desus moradóres feudales. A pesar de unn insignificante cerquillo que sitúa eltrabajo de Jos campesinos, más allá del ámbito hechi2ado del castillo, se veque la dependencia de trabajo a morada, de campesino a señor, es estrechay solemne. Si comparamos esn ilustroci6n del libro de horas con el cuadro La

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cosecha de Breughel, comprendemos de sú?i to, q ue las. equivalencias de Incausalidad histórica se establecen sobre reglones o estaoones no estrenadas.Aquí los campesinos no parecen trabajnr c ~ m o en la lámina de los Limbourg,paro las iluminnciones legendnrias del ensullo, se apartan en fugaces y repletos momentos, dándole entrada al espíritu de In kennesse, pnrn cumplimen·tar sus comidas, el disfrute y la propia alegría. El contrapunto y los enla·ces, en In proyección retrospectiva del segundo cuadro sobre el primero, tra·zn una visión hist6rica, una animada iluminación estil{stica, en la que capta·

mos, por la intervención de una imagen que se encama, dos fonnas del cam·pesinado. Una, dirfamos, como vigilada por un hechizo; otro abnndonada alcantábile de su propia nlegrfn que se recrea y extiende en un tiempo ideal.Contemplemos ahora el retrato del Canciller Rolin, por Van der Weyden.El rostro parece ser el de un tfpico señor feudal, que mezcla los torneos ylos juramentos, el pulso de las preocupnciones de gobierno con las más severas amonestaciones ascéticas. El rostro es torvo, muy severo, reconcentradoCómo el de un halcón antes de volcar su energía; comparémoslo ahora conotro de sus posturas en el cuadro de Jan Van Eyck, Madonna del CancillerRolin. La presencia de la Virgen no altera en nada el rostr del Canciller,torvo e indeclinable. Sin embargo, en el cuadro de Van Eyck, hay como unbrillo alegre, como si el mismo hombre estuviese contemplando el misterioque se avecina. ¿Qué es lo que nos ha ayudado en el mismo Canciller n muyradicales diferenciaciones? Captamos en seguida que el centro del cuadro es

el niño, el infante que va hacia su destino .Es una nueva visión que modificaal hombre y sin alterar las señales externas de su rostro, el Canciller está

como penetrado de otro luz más alta, que lo modifica y lo lleva n nueva

vida. Un pequeño salto tempornl, paro contemplar lns orgullosas fanfarrias

prerrenacentistas del caballero Da Foglinno, pintado por Simone Martini, pn·

seando con sus "paramentos e cimerns", por los alrededores de su castillo,

tranquilamente henchido como quien ha ido más allá de sus murallas. Parececomo si en aquel. estclnr castillo, envuelto en el nocturno esmalte de sus han·das azules, que vimos en una tarde de Septiembre, en cl perdurnble trata

miento de los hennanos Limbourg, abriese sus lentos puertas paro dar pasol In arrognnte coo.fianza del. Caballero Da Fogliano. Supongnmos que la vi·

vencin de su participación en ese contrapunto animista, provocada por la vi·sión históricn estilista cultural de los dos cundros, se establezca sobre la ex·presión "puerta que se abre" motivada por In libre presunción del caballero

Da Fogliano, en relación, con el castillo en Septiembre, de los Limbourg, rn·dicalmente cerrado. Aquf, el contropunto se hn extendido peligrosamente, co-

mo que In expresión "puerta que se abre hacia afuera" se establece sobre loshexámetros del Yi King. Hay que grabar el signo d::l he."<agrnma sobre lapuerta imaginaria, en actitud de un bandido tagalo que espera que lo decapiten. En In leyenda Tacquen, sobre el origen del fuego en algunns tribusecuntorianns, Tacquen mantiene In puerta entreabierta, para impedir que loshombres metamorfoseados en aves le robasen el fuego. La puerta entre-

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abierta, presionada cada vez que llegaba uno de los robadores, oprimía sucuerpo, hasta que .llegó el colibrí con el cuerpo mojndo. ¡Manes de Victoriay de Pallestrina, erudita polifonía con cuatro momentos de cultura integrándose en una sola visión histórico Es decir, de pronto en una cabalgata tanalucinante como dialéctico, puerto que se abre actúa sobre d caballero DaFogliano, que vence cl hechizo hennético del castillo. ¿Qué es lo que ha pa·sudo? Como otro flato Dei entre cuadros, libro de horas, brillos de pañosde torneos, cosecheros, trignles, que se han agitado de nuevo, comunicún·

doles como una nueva situación, una ininterrumpida evaporación y otra fina·lidad desconocida.

En todas esas láminas ejemplares h < : J . ~ extraído presencias naturales ydatós_de cultura.._ que. .ocñlan ~ l l l 9 .P.erson::ti.es.1 que p a ~ t i c i p a n coll. o 'metnfo-'ras. ·una serie de entidades naturales imaginarias: trigales, noches de sepüembre, puertas, chozas, desCimso, estrellas, castillo. Y otra serie de enti·dades culturnles imaginarias: señor feudal, campesino en kermesse, puertasque se abren hacia fuera, castillos hechiz.'ldos, campesinos trnbajando a lospies del castillo, ornamentos dd señor que pasen. Aclarando aún más, nosencontrnmos, campesino, por ejemplo, entidad natural; ahora bien, campesi· ,no trabajando a los pies de un castillo, entidnd cultural imaginaria. ¿Quérelación puede haber entre el caballero Da Foglinno, que se pasea garbosa· \mente por sus posesiones y el castillo cerrado, alzado en la medinnoche deseptiembre? No podemos establecer una relación entre el óleo de Simone

Mnrtini y la lámina de los Limbourg, sino por un contrapunto donde las 'puertas que se abren hacia afuera, obtenida esa entidad por los consejos de

Yi King paro sacar el alma del cuerpo, permita al caballero salir del cas·tillo y pasearse por sus tierras de cultivo, entre el asombro que despiertansus ornamentos de amarillo centclln y In nrmonizada confianza con que sealeja del castillo. Cómo se hn obtenido esa revolución, esa rotación de treS ,

entidades paro integrar una nueva visión, que es una nueva vivencia y que

és otro .realidad con peso, número y medida también. ~ u e ha impulsado 'esas entidades, ya nnturalcs o imaginarias, es la Íll_tervenCJ n oelsuje'to' me-~ o ~ e P-Qt..§_u fuerza ·revulsiva, p _ u s o ~ i 'lienzo ~ miifCha.:.==PUe s·.en ~ i n _c f sujeto metaf4rico. actúa para p r . o o u c i r ~ J i L m e t 1 1 I l l O I ( o s 1 S " ' ] i h c i ala n ~ v i i ó ~ -   · · ~ ~ ~ -

p ; ; ~ i m ~ cualquier conclusión, tan falsamente fozosn como desapren·

siva, en su apariencia semejante a la de algunos irreductibles sectores sobrelos cuales Oswald Spcngler pareció haber ejercido una influencia deslum·brnnte, con los llamndos por In historiogrnffa contemporánea hechos homólogos. Si comparamos la forma del cuerno del toro con In forma de la tiara delos emperadores bizantinos, dentro de la concepción del spengleriano hechohomólogo, precisamos un pnrolelismo de símbolos culturales, que adquierenprecisamente ese valor simbólico por situarse en Ins valoraciones de una mor·fología. Pero nuestro ente de análogo cultural presupone la participación, sobre un espacio contrapunteado, del sujeto metafórico. Pudiéramos tal vez

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decir que ese sujeto metafórico actúa como el factor temporal, que impideque Ins entidades naturales o culturnles imaginarias se queden gelée en su es·

téril llnnurn.

Determinada mnsa de entidades naturales o culturales, adquieren en un

súbito, inmensas resonancias. Entidades como las expresiones, fábulas mile·sias o ruinas de Pérgamo, adquieren en un espacio contrapunteado por laimngo y el sujeto metafórico, nueva vida, como la planta o el espacio domi

nado. De. ese e s ~ c o ~ ~ e n c l c In rn.ctmnorfosisde

U1U1 .enti-n a t u ~ - - e n : = ~ i ñ í i i ñ § : i r l . í S - o - Q i e d r ~ ~ s t n m ? s ~ ñ í ~ s d o m i ~ i o sde una enudad natural, pero s d1go p1edra donde ]oró Mano, en las rumasde C i n t a g o , constítulmoS"un'if cnti aad cultural de s6Tíán grnvi"tací6ñ'.Lñ fuerzade urdimbre y la gravitnción caracterizan ese espacio contrapunteado por In

imago, que le presta la extensi6n hasta donde ese espacio tiene fuerza nni-

mista en .relación con esas entidades. Serfa erróneo pensar que la facilidad de

esas expresiones fábulas milesias o .ruinas de Pérgamo, para constituirse fácilmente en entidades culturales imaginarias, se deba a la pátina prestada por

lo ancestral o milenario. Pues si decimos, en ese mismo sentido de entidadespresididas por la imago, tradición hapsburguesa, In imaginación, con In mismafacilidad que aquellas expresiones historiadas, abre un paréntesis, donde cabenAna de Austria y la contrarreforma y el contemporáneo Hoffmanthal y su

escuela de Viena. Aún en nuestros dfas, eliminando nsf que sen el humo de

lo ancestrnl lo que hace ondular de nuevo aquellas expresiones, cuando decimos conspiraci6n china, sentimos de inmediato la resonancia de una presaverbal cafda en ese contrapunto animista. Lo que hace que una expresión seamáscula y eficaz es que adquiero. relieve en ese espacio, animado por unnvisión donde transcurren las diversas entidades. Inútiles y brumosas se deslizan expresiones como pedúnculos de holoturias desinfladas o como mojadasgorgonas, inapresables por las redes tendidas pnrn llevar In .infinitud espaciala un posible de creación. Son los modos verbales, hnmncas pnm lo accidentaly perentorio, donde el gesto o el guión triunfan en las modulaciones delaliento sobre In arcilla. 'El sujeto metafórico reducido al límite de su existir

precario, se vuelen sobre un espncio exangüe, no organizado en la monarqufa

imaginativa del espncio contrapunteado, donde .lns palabras como guerreros

yertos, se esconden bajo capa de geológica ceniza.

Quela \'nlornci6n

delos enlaces históricos y

dela estimación crítica, teníaque ir forzosamente a un nuevo planteamiento, ern cosa esperoda con júbilo.

Un Ernest Robert Curtius o un T. S. Eliot lo anticipan con indicios e intuiciones. Con el. tiemP.Q_, nos d i ~ _ rnest Robert Curtius, resultnrñ ~ : w i f i e s

t ~ ~ t e im_posi9le-empleru: .cuMqyier t ~ n i _ c n _ <l e n ~ _ sen la de_ In "ficción".

ls decir nñudimos nosotros, que los estilos y las escuelas, la fígum central

im:1ginaria y lns voces corales, los que iniciaron formas de expresión o losque amortiguaron decadencias, tienen que realizar, de acuerdo con las nuevasposibilidades de una apreciación más profunda y sutil, su periplo y el relievede sus adquisiciones. Ahoro bien, esa técnica de In "ficción, no tiene nada

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que ver con In crítica de la evocación, puesta de moda por Walter Pnter en

sus estudios sobre Joachin Du Bellay o Wntteau. Una_..$_cnica de In f i ~t ~ n d r á 2ue ser imn es · i. le cuando la técf cn h i s ~ r i ~ no P U d ~ estable- \

cer l onilliro sus- p 1 ~ f c : i n e s . . na o gac e volve r a vivli-  o .l(

queya -ño se puede " p r e ó s n r ~ -  En el período correspondiente a In novelística de )oyce, In crftica asomó

sus perplejos, se encontró sofocada por In elemental cuestión de los géneros,de.. .w:t r e a g s ~ ~ e ~ ~ n ~ p r o p i a realidad, de una filologfn manejada por

In sanguíneo reventazón le unagTgantóíñilqufn primitiva. Eliot vruoraba esaobra considerada caótica, precisamente por oponerse al caos de nuestra época,buscando el reverso.de los mitos. "La_psicolo1lra, nos dice Eliot, (tal cual es,y nuestro reacción sea cómica o seria), la etnolo_gfa, y a Ramg [ arada, han

concurrido a hacer posible .lo que ern imposible husta hnce unos pocos años.En lugar del método narrativo, debemos usar nhorn el Jll#odo mftico". Sabemos que en. el caso peculinr de Mr. Eliot, el método mftico ero más bien mfticocrítico, conforme n su neoclasicismo a outrance, que situaba en cada ohm

contemporáneo In tarea de los glosadores para precisar su respaldo en épocasmíticas, pues él es un cdtiw pesimista_ c e la era crepu$cular. Pesimista en

cunntQ él cr.ee-que.la creac:ión fue realizada ,por l o ~ U l ~ ~ o s y que a los contetUPQráneos...s.Qlo nos restn el juego de _las combinatorias. 'E"s máS, "lo convierteen uno de los temas ele su poem Enst Coker:

. . . Y lo que hay que conquistarPor la /11ena y la sumisi611 ha sido ya desctJbierJoU11a o dos, o varias veces, por hombres a los que no puede esperarseEmular -pero no hay compelencia-

S6lo existe la lucha por recobrar lo que se ha perdidoY ettcontrado y vuelto a perder muchas veces · y ahora en co11dicio11es

Que 11 parecen propicias. Pero tal vez 11i ganancia ni pérdidaPara n o s o t r o s ~ s61o existe el intento. El resto 11 es cosa nuestra.

Eliot pretende, en realidad, no acera1rse a los nuevos mitos, con rec;pectoa los cuales. parece mostrarse dubitativo y reservado, o a In vivencin de losmitos ancestrales, sino ,el resguardo que ofrecen esos mitos a las obras contemporáneas, los que le ótorgan como una noblezn clásica. Por eso, su crftien

es ~ e n c i a l m e n t e pesimista o crepuscular, pues él cree que los maestros antiguos .no pueden ser sobrepasados, quedando tan sólo In fruición de .repetir,tnl vez con nuevo acento. Apreciación cercana al pesimismo spenglerinno yal eterno retorno que nsegurn en In finitud de las combinatorias, el posible

ricorsi.

Nuestro método guisiem_más a c e r g ~ r s e 1_ ~ ~ t é c n i c a de la ficción, p r ~nizaCin por Curtius, que al método mítico crftico de :EiiCit. '10Clo1enCfráquser reconstruido, invencionado de nuevo, y los viejos mitos, nl reapareéer de

.nuevo, nos. ofrecerán sus conjuros y sus enigmas con un rostro desconocido.

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lA ficción de los mitos son nuevos mitos, con nuevos cansancios y terrores.Pnrn ello hay que desvía. r el énfasis puesto por ln historiografía co.ntem.

poránen en los culturas para ponerlo ~ l . a s ~ ~ a g i n a r i a s . As( como sehan establecido por Toynbee veinte y un tipo de c i i l t u r a s ; ~ é s t a b l e c e r lns diversas et:ns donde la i _ ~ n g o se impuso com9 historia. Es dec;i :,. l. i ' l ~ s i n n C i ó n

< : _ t r u s ~ q . 1n c ? r o l i ~ g _ i n la br.:et_<?na etc,:l fi9Pd.S c ; . r h ~ n o J . ni s_urgJr s o b r ~ é f tapizde una era lmagtnarJn, cobró su renlidad y § r 1 l v l ~ c i ó n . Si una cultura n 1

lo-gra crenr un tipo de imngínnción, si eso fuera posible, en cuanto sufrieseel ncnrrco cuantitativo de los milenios seda toscamente indescifrable.

Sobre ~ s e hilado que le presta la imagen la historia, depende ln verdadero realidad de un hecho o su indiferencia e inexistencia. Cuando en LahatlSOJZ de R o l a ~ t d , se consigno con gran precisión que en la conquista de

Zaragoza, ~ n r l o m n g n o tenfa doscientos veinte años; cuando vemos que lossarracenos JUran por Apolo y por Mnhoma; cunndo al vencer Roldan n un

á r n ~ se nfirma que le snc6 el alma con In punta de la lnnza", son todos hechosg r a ~ n a d o s por la cm carolingia, por un tipo de imaginación hipostasiadn. Las

h . a g t o g r a f ~ s dC: las tribus franco germanas, la gran batnlla de Carlos el Martillo el ~ s t e r 1 o de las catedrales con sus símbolos esotéricos pitagóricos, sonmanifestaciones .una era que podemos llnmar de la imaginación carolingia,

d o ~ d e In fuerte ltalSOIZ tcocrdtica, favorecían los prodigios y las islas de marnvdlns · . . El pueblo de Dios tenía la verdad imaginativa de que el elegido,el llamado, no tenía que dar cuenta a In renlidnd con un causnlismo obliterado y simplón.

. Sorprendido ya cuadro de u n ~ h u m a ~ i d a d dividida por eras correspont i e m ~ - .n su P.?tencutlidad paro crellr i m 5 g e p e s . ~ es más fáCU p:ercib1r o ·visunlizar la extensiÓn de ese contra punto nnimistn donde se verificnn esos enln-

ces, Y el riesgo o la simpatía en ln nproxim;ción del sujeto metafóricoEsa sorpresa de los enlaces establece como una suerte de causalidad .retrospectiva: Si subrayamos en Rilke: pues nosotros, cuando sentimos, evaporamos. S1 nos encontrnmos después, en el que es p ~ u a nosotros el más bellode los ~ e n ó l o g o s de lhmlet: Que este cuerpo sólido, demnsindo sólido, nopueda disolverse. en. Si d e s p u ~ leemos en Suetonio, que el EmperadorAugusto, para stgnÜtcnr que estaba enfermo, consignaba: me encuentro en

~ t n d o vaporoso. A t.rnvés de esos enlaces retrospectivos, precisamos la vivenClol de In a ~ o r r o i a de los griegos, de su concepto de la evaporación, y comoesa tendenan para el anegarse en el elemento neptunista o ácueo del cuerpo,ha estado presente con milenios de separación, en un poetn contemporáneo,en un monólogo de Hrunlet, en los peculinres modos de conversación de un

emperndor romano y en los conceptos movilizados casi con fuerza orncularpor el pueblo griego.

Otro de los recursos que podemos ut.ilizar pam la búsqueda de esas entidades naturales o culturales imaginarias, son las formas sutiles aconsejadas

por Klages para adquirir una total diferenciñ "entre· recordnci6n y memoria.Recordar es un ·n-echo ocr espfrítu, i>ero-l:i memoria es U plllSIIllt-del nlmn, es

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siempre creadora, espermática, pues memorizamos desde In raíz de la especie.Aun en la planta existe la memoriA que la llevará a adquirir la plenitud de suforma, pues la flor es .la hija de la memoria creadora. Klages adelanta uncurioso ejemplo. Si me noticio que los fósforos fueron invencionados en 1832,consigo apuntalar una capa más al olvido. Pero si lo acompaño con la fechaigual de la muerte de Goethe, y su frase ¡más luz , es dif{cil que se mevuelva n escapar In diminuta alabanza dáticn del hallazgo del fósforo. No enbalde, los alemanes consideran los procedimientos para memorizar como formas del witz , del ingenio.

Otro ejemplo más cercano, p:ua el posible. que es ln fricción de un hecho

inolvidable con otra pura insignificancia, el que motiva la gracia de la memorización por oportuna. Estn sacado de cosas ·que nos atañen empujadas conajenos orgullos. En 1868, In pequeña hija de Marcelino Sautuola, gritó a laentrad a de las cuevas de Altamira, ¡toros ¡toros comenzando la ríspida historia del bisonte pelumbroso. Si un criollo nuestro quisiera memorizarla asociaría ese hecho al grito de Yara, 1868. Si por el contrario es un hispano elque quisiera memorizar algunas de nuestras gestas In nsodnda n In historiade aquel descubrimiento, el perro perdido, los bloques que se separan, eltamaño de la entrada que permite la visión de una pequeña, etc. Lo másdesconocido, que hace ondular como una inasible trigal, tiene que ser fijadopor el hecho más enclnvado y aún soterrado. De esa manera, parece comosi la memoria al afincarse sobre un hecho por ella muy bien guarnido, estácomo en acecho de ser emparejada con otro hecho más lejano y retador. Asf,el prodigio de ese o.nálogo nemónico es que balancea los dos platillos, buscando el fiel con un desconocido oscilante y cruel

El dato sorpresivo, sorpresa de chispa en un macrocosmos, que buscn ansio

samente su par, que se lanza n completar la extensión de una piel, que lavisión no puede ceñir, pero que ln memoria del germen nos acostumbro 11saludar como un absoluto. Suetonio, señala los auspicios y los presagios enAugusto. Si por In mañana le ponfan en el pie derecho el cnlzado del izquierdolo tema a mal presagio". ¿Cómo es posible tan lamentable equivocnción entim servidumbre imperinl? ¿Era una defensa de los libertos para atemorizargraciosamente al .Emperador? ¿El cnlzndo en Roma ero uniforme paro ambospies? Nos damos cuenta que hay un nnsin de paridad en aquella sorpresa querecog{n un dato como una golosina incongruente. Ese dato es germinativo,como In memoria que trnzn en cada flor su palacio de pulimentados cnngilones. Ese dato mira como dramatis personae presumiendo que en un fulgurante mutis, las luces van 11 proyectar sobre él su cara de moment1inen primadonna que la verdadera "primera" mirará como una usurpación cuando yaha desap:uecido la impostora pintarrnjenda. Con esa sorpresa de los enlaces,con la magia del análogo metafórico, con la forma germinativa del análogonemónico, con la memoria sorpresa lanzada valientemente a la búsqueda de

su par complementario, que engendro un nuevo y más grnve cnusnlismo, enque se supera la subordinación de antecedente y derivado, para hacer de lns

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secuencias dos factores de creación, unidos por un complemento aparentemente inesperado, pero que les otorgn ese contrapunto donde las entidadesadquieren su vida o se deshacen en un polvo arenoso, inconsecuente y bnldfo.Con esos elementos de enjuiciamiento y creación, cap:1ces de cumplimentarlos nuevos plantenmientos que necesitan las obras de arte en nuestra época,se adquirílln t n sorprendentes perspectivas, que muchos hechos artísticosrealizaban entonces su verd:1dero nacimiento. Por ejemplo, a medida que lavnloración histórica se hacía más imposible, en el cnso de la Guerra de Troyn,

digrunos por la neblina de los milenios y In confusión de los métodos, n1 nopoderse liberar éstos del acarreo de las valoraciones de cada época se hizomás necesario precisar la intervención de Hes(odo y Homero, en In formaciónde los dioses helénicos. Hnb(n que precisar que la cultura griega se debíatanto n lo histórico como a lo mítico, quizás más a la cólera de Aquiles y ala oscuridad de Edipo, que a la sencilla semilla germinativn de Júpiter.

Nos acercamos a_esas-problemas.... de las formas • ..cQD. .el g>J vencimicnto_ de

qu€_el s ~ j e t o - ~ e l l \ f ó . d c o , ~ e l . s u ) e t o . . _ q u e . l i m : t v i e r n ; t ; l l ~ ~ ~ ~ c i o n e s ,dBtroye- 'smo encul5terto en In teodn. a e : : : t a s : ' C O _ _ _ _ . l _ ú _ a ~ t e s _ M t f r u t a s .

ue5tro punto e vista parte e a tmposibilidad de dos estilos semejantes,de la negación del desdén a los epígonos, de la no identidad de dos formasaparentemente concluyentes, de lo creativo de un nuevo concepto de la causnlidad histórica, que destruye el pseudo concepto tempornl de que todo sedirige a lo contemporáneo, a un tiempo fragmentario. Si contemplamos la

Diana de .Efeso con su tendencia la multiplicación, que nos hace pensar enla reducción de una diosa Siva, derivándose de ah( una constante histórica,es decir, siempre que haya un encuentro de pensamiento y de formas entreel Oriente y el Occidente, como en el siglo 1 y u n. de C., se repetirán esasformas tendientes a los excesos y n las multiplicaciones. De ahí se derivabaun furibundo pesimismo, que tiende, como en el eterno retorno, a repetir lasmismas formas esúlfsticas formadas con iguales ingredientes o elementos. le

ahí el g e r m ~ _ g . e l complejo terri ble del-i rncriaulo:.-_ctett .qm; ~ expresi_ón ' _O~ o r m a ñ1canzadn, sino problcmnrismo, cosa n ~ e r S ~ r o s o e ~ l ? l ®1 or flln p r c s u n t u o ~ ~ . . 9 E , p ] c : j o s . J m s c a en la autoctonfáeJ lu¡o que se le nena·

' y n ~ r r a l n d o entre e q u ~ ñ ~ .Le ~ J ? O Te las r e n l i Z l c ~ o n e s euro-1 peas, revtsa sus datos

 pero ñilolvTcladOlo esenctiiftqu_e el[>lnsmn de su nutoc·

. tonia, es-úemiTgilai que lá oelruropa;: )Y que-las agujas para el .rayo de nues-tros p:ilñCtos, se liñcéñ de slñtcsis, como In de los artesanos occidentales, y

que hincan, como el fervor de aquellos hombres, las espnldas de un celeste, igunlmente desconocido y extraño. Lo único que crg.culturn e s ~

e y eso lo tenemos : _ ; m ~ ~ m.?nstruosidad, s n _ ª ' l ~ _ m .te =.O,rrn¿ _oo 1lelos crepúsctilos c r f u c o s : ~ P r u s a J e de espaoo a b t ~ r t o donde no se

: : 1 . . ~ º en los-óaiQues·de-ln-Auvemin, ~ a ~ d e l a b < m n d o . )Lo primero que nos despierta en el Popol Vüh, es el predominio del espí

ritu del mal, los señores de Xibalbá ven rodar los mundos, afianzándose supoderío y su terrible dominio de la naturaleza. Impasibles contemplan el

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fracaso de cuantas tretas se establecen paro ecltar a rodar' su mandato, queparece estar implacablemente por encima de la naturaleza y de los animalesmús sutiles. En la historin de In cultura, solo Piotr Stepanovich, en Los n-

demoniados, de Dostoyevski, mtlntiene más incorruptible el esp(ritu del mal..En la cueva de los murciélagos, en una astuta maniobra que hubiera sido caran Ulises, para librarse los dos hermanos del espíritu, cuya sola presencia mata,se introducen en sus cerbatanas, pero al buscar In aurora un murciélago lecercena la cabeza. Sólo un acto de magia, hecho por mendigos, por juglares

primitivos dir{runos, logra destruir n los señores de Xibalbá, en las últimaspáginas de esa teogonía, cuando el espíritu del mal se hace equivnlente delespíritu de la muerte, y un afán lúdico, de jugar con su propin existencia, endefinitiva los destruye y asegura la luz y lo matinal.

La simbólica que se desprende del Popol Vuh, parece como si fuese acolmar el problematismo nmericano. A calmar, a veces, pues en otras lo exaspera. Mientras el espíritu del mal señorea, los dones de la expresión aparecenlentos, errantes y somnolientos. Antes del surgimiento del hombre, le preoj:Upan los alimentos de su incorporación. Parece como si preludiase la dificultad rupericana de extraer jugo de sus circunstllncins. Busca unn equivalencia: que el hombre que surgirá será igunl que sus comidas. Parece sentar unapotegmn-'dedesconfíñrii'.,:¡rñinefó, los o . ~ t : ñ t o s ¡ desiúlS; hombre. Esaprioridad, engendrada por un pacto entre la divinidad y la naturñlezñ, sin laparticipación del hombre, parece como si marcase una irritabilidad y un

rencor, la del invitado a viandas obligadas, sin las elegancias de una consultaprevia para los espirituosos y las preferencias pnlatnles .Es evidente, por lodemás, que las viandas serán presentadas con el adobo conveniente: el roclo

del aire y la humedad subte ánea.

Pero fijaos bien en esa distinción. No es la creación de la naturnleza, delos animales, primero que el hombre, lo cunl es frecuente en todas las teogonfas, lo que sorprende, sino que ni hablarse de alimentos, parece como si elespíritu del mal quisiese obligamos a comer alimentos, donde la hostil divinidad, y no el hombre, ha sido la consultacla. Además, el dictum es inexorable, si no se alimenta del plato obligado, muere.

Rebuscado el poema por tantos copistas aguerridos, que han rebajado susespuelas y su furibundez, por tanto jesuita irritado por la sutileza de los desciframientos de la simbólicn cristiana en el suarismo, nos lleva a pensar enadecuaciones, interpolaciones, parnlclismos, hechos en el Popol Vuh. Desdela inexpresividad del morador que surge en aquellas nuevas regiones, hastalos juegos y destrezas de los mendigos, recorrido todo ello por In maldad delos señores de Xibnlbá, nos .recorre In sospecha de que el tono de incompletezy espera que sp}ta en cncla uno de sus versfculos, está logrado para alcanzarsu complementario en la nrribada de los nuevos dioses.

.El odio de los señores de Xibnlbá al ser surgido en su propia naturaleza espatético y asombroso El odio a la criatura, irredimible. La expresividad surgecomo una lenta concesión temerosa, que en cualquier momento puede ser

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rebanada con impiedad. Surgen los lllÚnltlles en lns p r i m e r a ~ páginas del PopolVuh, pero se muestran inertes, fieles como las rocas al dechve que las g m v 1 ~ óSon ciegos, insensibles, desordenados y desconcertados, tropezones. Los dio·ses, con incomprensible irritación, se empeñan en que digllll n ~ m b r e s y entonen sus alabanzas. Había que buscar el aliento, la palabra, el msufladoritu, y aquí surge ya el problematismo, logran la palabro en una nueva cna·tura, pero pagando el precio de su cuerpo, los muñecos, dice el poema, nopodían permnnecer en pie, porque se desmoronaban, deshaciéndose en agua .

Los muñecos al fin hablan, pero carecen de conciencia de sentido. Reempla·zan la arcilla por la madero, pero entonces faltaba, ay, el corazón. Fracasadoese intento de los dioses, ordenaron la lluvia de ceniza, de nuevo, el aguade los comienzos. Surgida la nueva criatura, es ahora la naturaleza irritndn,incontenible, la que presenta el perfil de su cuchillo.

El descubrimiento del poema, en el siglo XVIII, por el Padre Jiménez, noslleva a aventurar una tesis: las teogonías de lns epopeyas indias, búdicas, etc.,así como las recopilaciones confucianas, habían llegado a la Europa por losjesuitas, después de las querellas con los otros misioneros cristianos, prestoséstos a la chinificnci6n de los rostros en los fconos cristianos. Ese momento,muy mal estudiado todavía y de enorme significación, culmina cuando elPadre Tellier es escogido entre los nombres de los cinco o seis jesuitas queel Padre Chaise, confesor del rey durante treinta dos años, le brinda agoni·

zando nl rey LuisXIV,

paro In sucesión de su confesor. En sus MemoriasSaint Simon, hablando del Padre Tellier dice: Hab ía pasado por todos losgrados de la compañía, profesor, teólogo, rector, provincial, escritor. Habíasido encargado de In defensa del culto de Confucio y de las ceremonias chinas,habín agotado la polémica, habla escrito un libro donde mostraba extrañosnegocios a los suyos, y que a fuerza de .intrigas y de la ayuda de Roma, nohabía sido puesto en el index. Por todo eso yo he dicho que habta hechopeores cosas que el Pndrc Comte, teólogo que hnb n defendido la políticade los jesuitnS en China, condenada por la Facultad de Teología de Pnrís,por el Parlamento, y es sorprendente que a pesar de toda esa tara, haya sidoconfesor del Rey . Sabido es que a través del molinismo, que intentaba unirla gracin y la libertad, hubo benévolos contactos entre jesuitas. r n n ~ ~españoles. De tal manera, que en el Popol Vuh, a través de c o ~ ~ t a s Jeswtasy graciosos filólogos españoles del siglo XVIII,. nos parece perc1b1r como un

ceo de la lucha entre los pandavas y los kumvas. Las disputas entre Brahmay Siva, que terminan por la decapitación del primero, atravesando los tres

mundos con la cabeza en la mano, como un San Dionisio. Alllegnr n Vnranosiy rodar de sus manos la cabeza de Brnhma, libero su culpa y borro In sangre.Ese pasaje pasa a las últimas páginas del Popol Vuh. Para recapturnr la cabezade Hunapú rebanndn por acuchilladores murciélagos, su hermano Ixbalanquéaceren una 'calabaza n los hombros de su hermano muerto, estableciendo conun pedernnl. los agujeros de In cara. Esos jesuitas gnlnntes y humanistas, nosólo se encrespan con lns tumultuosas teogonías indias, sino el recuerdo de

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In mitología odiseica es transuflado nl Popol Vuh. El gran cangrejo, que apa-rece n los pies de In montaña de Menván, de tan gran tamaño que puedenutrir n un hombre varios días , es también un gigante n vencer, un gigantefrente n otro. Zipacná, pierde In partida con el cangrejo en su OJcvn, n pesarde seguir al pie de la letra los consejos que le dictan, sólo- entrando bocaabajo y arrastrándose con cautela sobre In tierra será posible cogerlo . Esinnegable que el recuerdo del Polifemo homérico y de otros Polifemos, esttipresente, y aunque pierde la partida, apareciendo como la inversión de In •

fábula, nos deja con la duda si el Polifemo es el cangrejo o Zipncná el engn·ñado. He ahí la gran astucia de estos escribas jesuitas del siglo xvm, en elcombate que se iba a desenvolver en la cueva, convenía que no quedase n.in·gún sobreviviente, y en esta extraña polifemaida no había ni la posibilidaddionisfacn de Ulises., asegurándqse no tan sólo la muerte del monstruo sinola del héroe astuto. Uno a uno, ante los hermanos enemigos, los sombrfosseñores de Xibalbá se han burlado de la astucia y de la lucidez. Los señoresde Xibalbá desean ser vencidos más por In magia que por la inteligencia, opor Odiseo, fecundo en recursos.

En esas primeras teogonías el conejo y el colibrí son animales preferidospara estar más cerca del fuego y de las tretas. En la enloquecida persecución delos Gemelos a los animales, logran apresar momentáneamente al conejo, peroéste se deshizo entre los dedos como si fuese rocío de niebla. He ahr la gracio

sa explicación de por qué el conejo usa el. rabo corto. Cuando Ixbalanquélanza la pelota por encima de los gimnastas, para burlar el ceño furibundo delos sefiores de Xibalb:i, es el conejo el que In recoge y se pierde en el bosque,borrando las huellas con lns patas posteriores. Hecho de importancia radical,pues lo aprovecha Ixbalanqué, para coger la cabeza de Hunapú y ponerla sobreun cuerpo decapitado, poniendo la calabaza que la reemplazaba sobre el muro.El colibrí, en el origen del fuego en las tribus ecuatorianas, como esbozamosanteriormente, logra burlar las astucias de Tncques. Se moja las nlns paroburlar In puerta entreabierta de Tacques, cuchilla para los robadores del fuego.Por su centelleante brevedad, que le impedía llevarse un tizón de fuego, pasealns plumas de su cola por las llamas, de donde vuela al makuna o árbol decorteza muy seca, de alú salta y se irisa por los tejados, exclamando: ¡Aquftenéis el .fuego Tomadlo pronto y llevndlo todos En donde vemos nlgracioso colibrí en el rol de la gigantomaquia prometeica.

Si revisamos una colección de cantos chalquenses, cantos esencialmenteguerreros de una tribu mexicana, lo primero que sorprendemos son las rodelns, el grito herido de lns águilas, el ojo de la venganza, las perentorias llama

das del tamboril, sucumbir bajo las flores del aretillo colgante, del caballito del

diablo, de los zarcillos y las guirnaldas paradisíacas: la rosa rodela y el arbustonretillo colgante os darán fuerzas, nobles esclarecidos. Con sartas de rosasflores de nmnranto, en vuestras manos, seréis glorificados. Con cantos floresn In nltura de vuestros pechos, seréis estimados y bien recibidos a la hora del

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incendio de las batallas . Cantos Chálqucnses, colección de Ortiz Montellano.

Dos tipos de imnginación resaltnn en esas teogon{áS paradojales y en esoscantos guerreros, más llenos de sosiego refinado que de bélico ardor: la imnginación provenzal, que tiende como en la caceda del unicornio a la muerte

del monstruo. Paisaje de venatorins, de juego de tablas y torneos, de gayascienza. Los mismos presagios colombinos son recuerdos de las palomasminervinns. Mapas de ciudades desconocidas, delicadn jardinería que las ciudades cuanto más oníricas más diseñan. En el momento de la tensión deldisfrute que se avecina, el Almirante graba en su cuaderno: "Vieron pasaruna cnfia y un pnlo, y tomaron otro palillo labrado, a lo que pareda, con hierro,y un pedazo de caña y otrn yerba que nace en tierra, y una tablilla . Dondeparece coincidir la delicadeza provenzal con el primor minucioso de In láminachina, nfnnosa del relieve de cada hoja y de cada plantación de bambú.

En la otra estación imaginativa, los monstruos son colocados en la tierradesconocida, en la incunnábuln. Yo le llamarfa n la fiebre que recorrió n laEuropn prerrenacentista, la imaginación de Kublni Kan, desatadn par los viajesde Marco Polo a Cipango. La imaginación de un imperio centrado en una

nueva ciudad, por una dinnsúa que se inicia, donde situar los monstruos comonuevas maravillas del mundo. Las sonajeras en el combate de los chnlquenses,parecen recordar las instrucciones musicales de Kublni Kan, para entrar en el

combate. "Tan pronto como se disponía el orden del combate, los músicoshacían sonar un número infinito de instrumentos de viento, atabales y chirimías, y todos cnntabnn n toda voz, según In costumbre de los tártaros antesde entrar en la lucha. No comenzabnn a pelear nntes de otr la señal emitidapor cfmbnlos y tambores, y ero tnl el tañer de cúnbnlos y el golpear de tambores y tnl el canto, que era maravilla para el oído". Todavfn en la época de

Coleridge, precisado por lns nubes marmóreas del opio, In ciudad de KublaiKan, mantenfn sus emblemáticos poderes imaginativos. Se buscaba por todaspartes algo mongólico, bárbaro y desusado, que cnlma.se el cansancio de ladinasúa de los Sung. La intimidad que guía n los hombres de In conquistaes el encuentro de una sangre nueva o bárbaro, que en plena entrada del Renacimiento, aportase el nuevo fervor. Se diría que en lns cortes de Juan II, de

Francisco I, de Enrique VIII, había el deseo de encontrar los nuevos mongoles, los .nuevos bárbaro s, .la nueva sangre. Esa apetencia. de imaginaria búsque damongólica, unida n los restos de los de imaginación provenzal, trofn aparejado elconcepto del salvaje bueno", y posteriormente de las indias galantes en laépoca yn remansnda de Couperin, donde·cl cansancio de l3 imaginación europeahnbfn descendido de la búsqueda de ln botzdad al encuentro de lns delicias

La imaginación de Kublai Kan está vivaz en relumbre en nuestros dfns.Cuando en LA tie a purpúrea de Hudson, el relato de .los estancieros en loinverosfmil y desusado, llega a In gran serpie nte .lnmpalagun, del tamaño de un

muslo de hombre, que absorbe el aire, a t r a v é ~ de la distancia, poniendo en

camino In presa, hasta adentrarse por In cueva de su gnrgantn, retrocede n la

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era de In imnginnción Kubla i Kan. Los prodigiosos animales del Kntmnndú, en

n Pcrsia de Marco Polo, dirigen con su red imnginaria la aparición de lasotras maravillas del mundo . La niebla seca ya prepara la trampa pnra losviajeros desusados, que abandonados a sus deleites ingenuos, se sienten rodea·dos del polvo y de envolvente oscuridad, hasta que despiertan entre f l e c h a ~ . yIn mano de humo dulce, que comienza a ceñirlos y a desangrarlos.

Esa imaginación elemental propicia a la crención de unicornios y ciudadeslevantadas en una lejanía sin comprobación humana, nos ganabnn aquel enlificntivo de niños, coh que nos regalaba Hegel en sus orgullosas lecciones sobrelo Filosofía de la Historia Universal, calificativo que se nos extendía muy nlmargen de aquella ganancia evangélica para los pequeñuelos, sin la cual no sepenetraba en el reino. Hay alli una observación, que no creo haber vistosubroyadn, que es necesario crear en el americano necesidades, que levnntensus actividades de ~ s n creación. Además de In función y el órgnno, hay que

crear la necesidnd de incorporar ajenos paisajes, de utilizar sus potencias generatrices, de movilizarse paro adquirir piezas de soberbia y áurett sobernnfn.Recuerdo haber lerdo, dice Hegel con una displicencia casi exenta de ironía

que n media noche un froilc tocaba una campnnn paro recordar n los i n d f g e n ~sus deberes conyugales . ¿Han meditado en Jo que implica esa testarudaafirmación de Hegel, de desarrollar en el americano, el concepto y n vivenciade la necesidad? Ln gana española que pasa n nosotros como desgana, falta

de rechazo y aproximación. Ltt gana española es una manifestación de signonegativo, no tener ganas en el español es apertrechnrse paro una resistenciasi alguien pretende sacarlo de sus apetencias. En el desgane americnno haycomo un vivir satisfecho en la lejanía, en la nuse;;tra, en CI frióestelar gññando ·lñ's alstnnclas aóoiiñaCIAJ'prur el imp ersonal rey de l abeto. -- -

Es múy-;isñiiicñtívOcjUetiíñto Tos-que ñncen cronicns sin letras, un BernalDfaz del Castillo, como los misioneros latinizados y apegados a lns sutilezas

t e o l o g n l e s , C C I l . P . ~ n d_e_primitivo q ~ ~ r e c i ~ el d i c u d o ~ d e l - pwje._l .i

~ r p r e s n s _ · si d c s c u b i c : . t t . Q . . . J l ~ d 9 . Se percibe en las primerasteogonías nmericrulns, aun en los cantos guerreros, un no resuelto, ·un· quedarse extasiado nnte las nuevas apariciones de las nubes. Es muy curioso que en

lns tribus precortesinas hay el convencimiento de que alguien va n venir, seestá en In espero de la nueva np:trición. Sin embargo, en Jos c ~ : o n i s t a s el asombro e s ~ á

.clic:w,do P.O _.ln. misma nnturnlezñ, poi-un e ~ a j e

que ansiosode su

e x p r e s 1 ó ~ se vuelen sobre el ~ 1 ~ ~ i s i b i l e f ? . t so6re el ill QmQ:t idQ ~ Q _ i a ñ -ts m.9 ,.c;n l11 n y e n t J ~ .roJ .ei S el buen Íinnl del diploJmt _ let.ms.

Al extremo de que cuando n batnlb se establece sobre el retrato de primores, .minucias trabajadas con alucinación, los indios sorprenden en los campamentos y en las tertulias levantadas en el fnnnl de proa. La cornucopia solemne y ceremoniosa, abierta ante Cortés, los deslumbro y achica, "lo primeroque vio, dice Bemnl Dfaz del Castillo, una rueda de hechura de sol de oro

muy fino, que sería tamaño como una ruedn de carreta, con muchas manerasde pinturas, gran obra de mirar''. Todo esto haría pensar a los españoles en

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las embajadas persas ante el Papa, en In llegada de los Hermanos Polo n laremota Cipango. Existe por parte de los nztecns como un afán cruel, de secretodesdén, en abrumar lo necesario imprescindible, la pobreza castellana, laenjutez de las naos avisadas tan sólo para el botín. Y luego, otra mayor ruedade plata, figurada In luna, y con muchos resplandores y otras figuras en ella .Ante ese vuelco del primor obsequioso, se percibe a Cortés atolondrado, vaci-lando para lograr In igualdad con aquellos hechizos. Cortés debe hnbefSe con-siderado obligado a extraer de su valUas y secretos, esa escondida obra muy

queridn1 que todos llevamosen

los viajes, una hoja inicialada, un cuchillo convolante medialuna. l hidalgo castellano, que en su pobreza, extrema elsacrificio al devolver ln embajada, envía una copa de vidrio de Florencia,labrada y dorada con muchas arboledas y monterías que estaban en la copa rMomentánea tregua del señorío, en que compiten los primaverales cuartelesdel envío y el despligue, lujoso, como en ese primer movimiento de los guerre-ros al enfrentarse, en el que desenredan un garbo, o sueltan el halcón tan sólopor In fiesta de su amarillo candela,

Ln primera embajada de Moctezumn habfn sido plástica y detallada. ¿Por-qué se perdieron esos primeros retratos que los artistas de Moctezuma hadande Cortés y sus capitanes? Exquisitos artis tas se solazan no tan sólo en losnuevos rostros, sino pintan lebreleS, pelotas y los desconocidos caballos. Cortés,antes del cambio ceremonioso de la obsequiosidad, les juega la broma por elsusto. Manda que se preparen las lombnrdas para el trueno gordo, rodado por

In garganta de Jos roquedales. Los enviados plásticos, después del naturalasombro, se aplieaton a pintar el mismo trueno, que es prueba de adelantar alenemigo, asegurándole en el diseño previo y In previsión topográfica.

La relación de los cronistas no lo consigna, pero el asombro de Cortés debehaber sido crecido y temeroso en secreto, ver aquellos embajadores plásticos,nfanosos de copiar su ejército hombre por hpmbre, todas las piezas y animales.Tampoco se consigna el natural júbilo tribal, de ver llegar aquel ejército redu-cido por la miniatura y el doble. Aquellas danzas de la muerte que se debenhaber trenzado entre los retratados, los doblndos, sabiendo cómo agrupar lasflechas para cada rostro. Sutilizndas Iris vanguardias guerreras por aquel dobla-je plástico, se comprende por qué a Cortés, cuando llegaron los envíos de fuobsequiosidad mayor y lujosa, no le quedó más remedio que echarle mano aaquella copa florentina, recorrida de arboledas y floridas venatorias.

Por esa falta de apostilla paro lo que después va a interesar a otras secula-ridades, no tenemos noticias suficientes ni desarrollos de aquellos casos deespañoles colonizados por los indios, como aquel Gonzalo Guerrero, que noquiso ganarse el destino de AguiJar, el traductor. Ya casado, ya con tres hijos,ya con las orejas horadadas. Y también cacique. Además, tranquila y eficaz-mente dominado por su mujer, que cuando AguiJar, el traductor, intenta son-sacarlo, le dice: Mira conqué viene este esclavo a llamar a mi marido; fdosvos y no curéis de_ más pláticas .

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Eran los hombres sin insistencias humanfsticns los que podt3ll captar elasombro, el nuevo unicornio, que no regresaba para morir; la gran serpiente,y no marina, aspirante tromba de aire, que desde la lejanía, ordena los deseosde su incorporación, con fruitivos espasmos para el anhelo que no hn sidovisto. Los hombres del gran enchape clásico, un Mateo Alemán, un Guti6rrede Cetina, refugiados en México, balbucean, hacen ejercicios de pronuncia-ción, o se pierden en lances coloniales de escnlns de seda y farol tuerto . Devo-rados por la mitología grecorromana, por el perfcxlo tnrdfo de sus glosadores,

no poclrnn sent ir los ,nuevos mitos con fuerza suficiente para desalojar de sus .subconciencins los anteriores. Dos mitos, sin embargo, en l s últimns treguns •de la colonización y en las primeros de los virreinatos, recorten las obras delbarroco incipiente, del despertar americano para la acumulación y ]a satura·ción. l mito de Acteón, a quien la contemplación de las m u ~ a s lo lleva ametamorfosearse en ciervo1 durmiendo con las orejas tensas y movientes,avizorando los presagios del nire l ot ito tomado de .Plinio, sobre Invigilancia de las águilas, que alejan sueño con una garra levantada, soste-niendo 'una piedra para q ~ e al caer se vuelva a hncct imposible el sueño. í m ~bolos de astucia, de cautela o resguardo ¿qué enemigos justificaban esa vigi-lancia extremada? ¿Se iba renlizando aquella monarquía universal, aquellaluz de imperio, aquella Ecumene prometida? Muy al contrario, aflojado aquel\centro metropolitano, la escenografía con sus gárgolas de cartón sudado, con

fa reina disfrnzndn de la pastora Marcela y el rey de niño amor, ocupaba cÍ~ t o donde el hombre avanza dentro de la naturaleza, acompañándose t n

sólo del ruido de sus propios pasos naturales para alcanzar la gracia sobre-natural.

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LA CURIOSIDAD BARROCA

Cuando ero un divertimento, en l siglo m mis que la negación, el desconocimiento dellxtrroco, su campo de visión era en extremo limitado, nludiéndosccnsi siempre con ese t&mirio un estilo C."(cesivo, rizado, formnlista, carentede esencias verdaderas y profundas, y de riego fertilizante. Barroco, y n lap:llabra seguía. unn sucesión de negaciones perentorias, de alusiones deterio-rad1is y mortificnntes. Cuando en· lo que vn del siglo, In p:llnbra empezó ncorrer distinto riesgo, valornrse como unn mnnifestnción estilista que dominódurante doscientos nfios el terreno nrústico y que en distintos ptt{ses y endiversas épocns renparece como una nuevo tentación y un reto desconocido, senmplió mnto ln extensión de sus dominios, que abarcnbn los ejercicios Joyolistas, la pintura de Rembrnndt y El Greco, las fiestns de Rubcns y el. nscetismode Felipe de Chrunpagne, la fugn bachinna, un b1111 0CO fr{o y un barroco bri-llante, In matemática de Leibniz, In éticn de Spinozn, y hastn algún criticoexcediéndose c:n In genernliznción o.firmnba que la tierra ern clásica y el JD:U'

barroco. Vemos que nqut sus dominios llegnn al. m:Sximo de su arrogancia, ynque los barrocos galeones hispanos recorren un mar teñido por una tinta igunl

mente barrocn.

De lns modnlidades que p u i ~ o s señalnr en un barroco europeo, ncumu·lnción sin tensión y asimetría sin plutonismo, derivadas de una

rrumerade

acercarse al barroco sin olvidar el gótico y de aquella definición tajante deWorringer: el barroco es un gótico degenerttdo. Nuestro apreciación del bnrroco runericnno estnrá destinada a precisar: Primero, hay una tensión en elbarroco¡ segundo, un plutonismo, fuego originario que rompe los ~ r a g m e n t o sy los unificn· tercero, no es un estilo degenerescente, sino plenario, que enEsp:tfin y en 'la América cspnfiola representa ndquisiciones de lenguaje, tal vezúnicas en el mundo, muebles pnra la vivienda, formas de vida y de curiosidad,misticismo que se ciñe a nuevos módulos paro la plegaria, mnneras del sabo-reo y del tratamiento de los mnnjares, que exhalan un vivir completo, refinado

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y misterioso, teocrático y ensimismado, errante en la forma y arrnigad(simoen sus esencitiS.

Repitiendo la frase de Weisbach, ndnptúndoln o lo americano, podemosdecir que entre nosotros el barroco fue un arte de In controconquistn. Repre-sento un triunfo de la ciudad y un americano alli instalado con fruición yestilo normal de vida y muerte. Monje, en caritativas sutilezas teológicas,

indio pobre o rico, maestro en lujosos latines, capitán de ocios métricos, estnn·clero con quejumbre rftmicn, soledad de pecho inaplicndn, comienzan a tejeren torno, a voltejear con runistosa sombra por arrabales, un tipo, una catadurnde nmericnno en ·su plomada, en su grnvednd y destino. El primer americanoque va surgiendo dominador de sus caudales es huestro señor barroco. Con sucnricioso lomo holandés de Ronsard, con sus extensas tapas para el cisne mantuano, con sus plieguillos ocultos con malicias sueltas de Góngora o dé .Polode Medina, con In platerfa nljoroda del soneto gongorino o el eostillar prisione-ro en el soneto quevediano. Antes de reclinar sus ocios, el soconusco, regalode su severo paternidad episcopal, fue intorporndo con cautelns ClU'tesianas,para evitar In gota de tosen amatista. Y yo sentádo en, la cóncava butaca deloidor, ve el devenir de los s ns culotles en oleadas l e n ~ grises, verídicas y

eternas.

Ese americano señor barroco, nuttntico primer instalado en lo nuestro, en

su granja, cnnong{n ó casa de buen regalo, pobreza que dilata los placeres dela inteligencia, aparece curuido ya se han alejado del tumulto de la conquistay la parcelnci6n del paisaje del colonizndor. Es el hombre que viene al mirador, 'que sep:li'11 lentrunente la arenisca frente al espejo devorodor, que seinstnln cercn de la cascada luhar que se eonstruye en el sueño de propia perte-nencfu. El .lenguaje al disfrutarlo se trenz:a y multiplica¡ el saboreo de su

vivir se 1e. agolpa y fervoriza. Ese señor americano ha comenzndo por dis u-tnr y saborenr, pieza ya bien clnveteada, si se le extrne chilla y desentona. Suvivir se ha. convertido en una especie de, gran oreja sutil, que en la esquina desu muy espaciada snltl, desenreda los imbroglios y arremolina las hoju senci•lltls. Snln llamada gnlp6n, y en noticias del Incn Gnrcilaso, tomada del.lengua.je de las islas de Bllr ovento. ~ ~ o s reyes incas, tuvieron esas snlns- tan grandes•,

dice el mismo =Garcilaso, que servúm de plazn p:trn hacer sus fiestns en ellascunndo el tiempo em lluvioso . Ese señor exige una dimensión: la de su gr n

sala, por donde entona ln fiesta, con todas lns nrañns multiplicnndo_sus fuegos

fatuos en los espejos, y por donde sale ln muérte con sus gangarrias, con suprocesión de bueyes y eon sus mnntas absorbiendo la lúgubre humedad delos espejos venecianos.

Si contemplamos el interior de una igiesia de Juli, una de las portadas dela cnredral de Puno, runbas en el Perú, nos damos cuenta que hay alll una ten-sión. Entre el frondoso chorro de lns trifolias, de emblemas con ·lejanas remi·niscencias incaicas, de trenzndos rosetones, de hornacinas que semejnn grutasmarinas, percibimos que el esfuerzo por alcanzar una forma unitiva, sufre unatensión, un impulso si no de verticalidad, como en el gótico, sf un impulso

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volcado hacia In forma en busca de In finalidad de su símbolo. n n Bnsllicadel Rosario, en Puebla, donde puede sentirse muy gusto ese señor barroco,todo el interior, tanto paredes como columnas es una chorretada de ornamentación sin tregua ni paréntesis espncinl libre. Percibimos ahí también la existencia de una tensión, como si en medio de esa naturnleza que se regala, deesa absorción del bosque por ln contenciosa piedra, de esa nnturnleza queparece rebelarse y volver por sus fueros, el señor barroco quisiera poner unpoco de orden, pero sin rechnzo, una imposible victoria donde todos los vencidos pudieran mantener las exigencias de su orgullo y de su despilfarro.

Vemos que en nñndidura de esa tensión hay un plutonismo que quema los

fragmentos y los empuja, ya metamorfoseados hacia su final. En los preciosostrabajos del indio Kondori, en cuyo fuego originario tanto podría encontrarel b_anal orgullo de los arquitectos contemporáneos, se observa In introducciónde una temeridad, de un asombro: In indiatide En la portada de S:m Lorenzo,de Potosí, en medio de los nngelotel; larvales, de las colgantes hojas de piedra,de las llaves que como galeros nnvegnn por la piedra lnbrndn, nparece, suntuosa, hierática, una princesa incaica, con todos sus atributos de poderío ydesdén. n un mundo teológico cerrado, con mucho nún del furor a lo divino

tnn medieval, aquella figura, aquella temeridad de la piedra obligada a escogersímbolos, ha hecho arder todos los elementos para que In princesa india puedadesfilar en el cortejo de las alabanzas y las reverencias.

Ese_bauooo-nuesnorque..siturunns a fines del xvn y n lo l ~ g o del xvm,

se u .firmemente amistos de In llustraci6n En ocasioneS, p o y n d ~en el cientificismo cartesumo lo nnt e. quin ientos polémicos v o l ú m ~nes que Sor Juana tiene en su celda, que la devoción excesiva del Padre Calleja, hace ascender n 4.000; muchos preciosos y e.'(quisitos instrumentos mate

máticos y musicales , el aprovechamiento que hace para Primero Sueño, de laquinta parte del Discurso del método; el conocimiento del Ars Magna, de

Kircherio ( 1671); donde se vuelve a las antiguas súmulas del saber de una

época, todo ello lleva su barroquismo a un nfán de conocimiento universal,

científico, que la ncercn a la ilustración. En el amigo de la monja jerónimn,Don Carlos Sigüenza y G6ngora, el lenguaje y la apetencin de física o astronomía, destellan como la cola de Juno. Figura extraordinariamente simpática, de

indetenible curiosidad, de manirroto inveterado, de sotana enamorada, unela más florida pompn del verbo culto y el más cuidadoso espíritu científico.Su Manifiesto filosófico contra los cometas , su Libro astronómica , justi

fican con la sorpresa de los nombres, la .innovación en el verbo poético y elafán del conocimiento físico, de las leyes de la naturolezn, que van más alláde la nnturaleza como tentación paro dominarla como el Doctor Fausto.

Aquellas maravillas mundo , en el conquistador, renparcccn como el

sorprendente gabinete de física , de estos barrocos de la Ilustración. En elrecuerdo del Palacio de Salastano, en Gracián, surgen los primores del Brasilconfitndo, según su decir, mezclando los dijes de esencias senequistas con la

corteza de una materia harinosa, realista, pletórica de inmediatez. No sola-

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1

mente en esa cercanía a In Ilustración, el bnrroco nuestro se pnrúculnriza coneficacia, si no en los intentos de falansterio, de paraíso, hecho por los jesuitasen el Paraguay. Con eso se volvfn unn inocencia, que situaba. nuest ro barrocoen un puro recomenznr. Y aunque en In Ilustración, un Voltnire, UQ Diderot,

parecieron burlarse de esa obra de la Compafiía, se notn en ella, el espírituque por dos veces burló a ambos. Los jesuitns, con los Padres Sejee ·y Poré,maestros de Voltaire en lns letras humanas, y a Diderot en lns burlas, cuando.lo de la Enciclopedia, en las que definitivamente salió burlado. Pero untes del'nuevo paraíso, hablemos de la delicadeza de las fablas que lo preludian y trans

parentan.

Si observamos el ceo hispánico ni gongorismo, precisamos que ni BernardoSoto de Rojas, con su lenta fruición y su e. <tendida voluptuosidad, logro captnr el chisporroteo, el fuego metálico de Don Luis, hnciéndolo andar por

tnntas puertas y compuertns frutales, que le disminuyen la intención; Trilloy Figueroa, se detiene en el soneto diletante, todo juego de magín verde,mientras Polo de Medinn, detenido poco tiempo en los nrrayanes de Murcin,se rinde al sombr1o apólogo quevediano. Es en la América, donde sus intenciones de vida y poesía, de crepitación formal, de un contenido plutónico queva contra las formas como contrn un paredón, reaparecen en el colombianoDon Hernando Donúnguez Crunargo. El mismo frenes(, la misma intencióndesatada, el mismo desprecio por lo que los vulgares consideran mal gusto.Lo que hay de embriagador en el mal gusto, nos dice .Baudelaire, es el

placer aristocrático de desagradar . Su lugnrteniente del pezón materno ,tan reído por los pseudohumanistns peninsulares, estú a ln misma alturo delrelámpago de risas carmesíes , y del Baco eu cama de vie11to está dormido

Sus banquetes de estrellas y de frutos nuevos, su pelota ignaciana, elogio de

la pelotn vasca jugndn por hombres que. aspiran a la bienaventurnnzn, el juego

de billar entre un doctor de la Sorbona y San Ignacio, n treinta soles, pnrn no

decir tan os:

Al tiempo pues en que el aro aprietnsu mnrfil el doctor, con mano activasin violarlo Loyoln, una falquetndel trofeo al marfil opuesto priva,y calándose al aro ni viñeta,su boln por el truco fugitivn,

tan lince penetró, tnn encnñadaque en el bolsillo se quedó clavada.

Más que una voluptuosidnd, un disfrute de los dijes cordobeses y de la

encristnlnda frutería granadina, en Hemández Crunnrgo el gongorismo, signomuy americano, apnrece como unn apetencia de frenes{ innovndor, de rebelión

desafiante, de orgullo desatado, que lo llevn n excesos luciferinos, por logrardentro del canon gongorino, un exceso aún más excesivo, que los de Don Luis,

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por destruir cl contorno con que al mismo tiempo intenta domesticar uhn n n t u ~raleza verbal, de suyo feraz y temeroria.

V i e n ~ como un guión refrigerado 1\ domesticar In cnlenturn del estilo, unpoema, aún no bien estudiado en su cnrgn de lenguaje, más rechnzado porvulgares y retóricos, que revisado por la discreción y la curiosidad, las Stlvasdt/ A1io que estudios muy recientes sitúaQ su aparición en los primeros nfiosdel XVIII, pero nosotros preferimos, en lugnr de su ver{dico nombre de Selvas

del año llamarlo el An6nimo aragonis del XVIII. ,El lenguaje mucho menosganado que el de G6ngora, se ofrece como un juego de cortesan{n y amistad.·si comparamos sus convites florales, su lfquida cresterfa con los de Soto de

R o j ~ o con los del colombitU lo Domfnguez Camnrgo, sorprendemos de inme·dinto que sin tener la voluptuosidad del primero, el lenguaje más aplacido del.An6nimo Atago11b se presta más a posteriores tejidos y enmiendas, y sinro:ostrar el furo.r innovnd.or del colo¡nbiano, muestra más seguridad en lase s ~ y más firme hilo en el seguimiento. del contorno verbal. Su atribución a Grncián, sin func,lrunento alguno, no está ~ e n t n de malicia. para preci·sar la índole de su lenguaje y el tono de rus adquisiciones. Parecen sus versoscomo jugar a ilustraciones de la Agudtza y .Arte t ingenio. El disfniz de susmetáforas parece conllevar un pregonero que anuncia su suerte y procedencia.Ved .si no esta linajuda suerte del clavel:

Como galán de la fragante rosael clavtl boqui ubio,ámbar rtspira, bálsamo d ~ a m ade púrpura vestidopor sacar la librra de su dama¡si bien sobre sients de escarlatale brotan de la rubia cabellerados c u ~ e d / l o s de lucida plata.

Vemos cómo frente al clavel, qucdll preso ·de su color y encendimiento,Boquirrubio , de piÍrpurn vestido , sienes de esCarlata , rubia cabelle-

m . El poeta intenta tan sólo descubrir por medio de v e s ~ d o s gye ~ t i m _ l lndecunClo, el lujo de In flor:. No aparece una acldenda, un tirurseiílondo paroíñtuir la rccaptura de la flor fugitiva en su propia ~ r e a l i d a d Qué distante el

procedimiento de un Góngoro, cuando al aludir al congrio que viscosrunenteliso, toca con su lisura viscosa la raíz de su triunfal y nueva nadada por lapiscina de la poesía.

En general, el tono y altura poéticas del An6tzimo aragotzls es el quemarca el fiel del gongorismo americano. Sólo que a nuestro parecer el gongo-rismo ñmericano rebasó su contenido verbal para constituir el cotidiano des-envolvimiento de ese señor bnrrocó que ya señalamos. .Un sobrino de DonLuis por estas latitudeS, no sólo se impregna de sus maneras, fórmulas y

trazados latines, nubes mitOlógicas, sino en Carlos Sigüenza y G6ngom se

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redondea la nobleza, el disfrute, la golosina intelectual, de ese señor barroco,instalado en paisaje que ya le pertenece, realizador. de unas tareas que lo espe·ran, fruitivo de todo noble vivir.

ó1 lado de un Don Luis errante, que no tiene dónde encajarse, canóp.igoa régañadientes, colgado a nobles que le hacen sudar la llorada tinta de suspeticiones y miserias, su sobrino por tierras nmericanas, Don Luis de Sígüen·za y Góngora realiza un espléndido idetil. de vida. Estando de estudios en laCompniüa de Jesús, rima n los 17 años sus primeros ocios. Sale de la ordenpara estudiar en la Universidad. Ocupa cltedra de Astrología y Matemática.Publica libros cuyo solo título tiene de poema y de simpatúl ganada. por anti·cipado. Belerofonte matemático contra la Quimera Astrológica . .Poseedorde secretas noticias sabrosas en su biograf{a, como que Luis XIV, invencionóun banquete en París parn tenerlQ entre invitados. Estudia las v i ~ a s razasmexicanas y fragua expediciQnes de cartógttÚo a· las costaS floridanas. Tuvoamistad con Sor Juana Inés de la Cruz, y lloro en su mt,Jert.e. Cantó en stJTriunfo parténico , las glorias partenogenéticas de Marfa y fue el cartógrnfo

del Rey. Es el señor barroco arquetípico. En figura y aventuro, en conoci-miento y disfrute. Ni aun en In Espaiia de sus días, puede encontrarse quienle supere en el arte de disfrutar un paisaje y llenarlo de utensilios artificiales,métricos y voluptuosos.

Si por alguien, cuya tesis ha tenido los favores de la buenaventura, se hnconsiderado el barroco un arte de contrarreforma, cómo no ver en el centro deesas compañías que parten en romana defensa, a los Eiercicios con su con-fianza en la .Y5ilimtnd . p a ~ : a m a n t e n e ~ 1 manee tensa en 1a n isición'<Je las vías de p u r i f i c a ~ . . . Usamos de los actos entendimiento, se.díce-en los Ejercicios, discurriendo, y de los de In voluntad, afectando . H y

ahí como una confianza quizá, en que. la forma comprenderá a la esencia; en la

primero religiosidad por In forma, por el amor de lo visible, pues < en qu6forma la voluntad iba a nctunr, sino sobre la visibilidad? En su concepto de·las adiciones en que parece. que las semanas se persiguen en, feroz vigilanciaretrospectiva. En aquel mismo principio y fundamento en que parecen des·cansar los Eiercicios todos, en dos dependencias, en dos concéntricns subordinaciones. l hombre para Dios y las otras cosas sobre el hnz de la tierra soncriadas para el ho¡nbre . El hombre para Dios, si el hombre disfruta. de todas

las cosas como en un bwquete cuya finalidad es Dios.l banquete literario, la prolífica descripción de frutas' y mariscos, es de

jubilosa raíz ·barroca. Intentemos reconstruir, con platerescos asistentes deuno y otro mundo, una de esns fiestns regidas por el. afán, tan dionisiaco comod i a l ~ c o de incorporar el mundo, de hacer suyo el mundo exterior, a travésdel horno transmutativo de la asimilación.

Es el primero, por la buena utilización del hilo delicado, el canónigo bogo-tano Dom(nguez Camargo, que saltándole el paladar al punto del repliegue, lorepasa con la servilletn en su pequefia espuma:

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  porque hay un reposteroque las aves retrata tan perfectasque se suelen volar las servilletas .

Y paro que los rnmajes de la naturalidad se recuesten en las grutas del arti·ficio, la nlegre snlud de Lope de Vega, aportará la col y la berenjena. Un pocode alegre vegetación en medio de lns viandas que el fuego dora y transmuta:

Matice esas huertas luego

la beren;ena morada,la verde col amigadacomo pergamino al fuego.

Sobredorado el cordobés on Luis, aportará otra sutileza, la aceituna, queaiiade a la naturnleza irrumpidorn en los manteles, una invención, mitad arti-ficio y mitad naturnlidad:

y al verde, ;oven floreciente llanoblancas ove;as suyas hagan canoen breves horas caducar la hierba¡oro le exprimen liquido a Minerva,y, los olmos casando con las vides-

mientras coronan pámpanos a Alcides.

.Pero tanta berenjena, col y aceitunas, quizás requieran un po o de aceite,traído por su angélica lámparo de obsidiana, Sor Juann, ayudará n que losbreves ramajes y bolillns nnturnles, recorran el mur denso del aceite:

. faroles sacros de perenne llamaque extingue, si no infamaen licor claro la materia crasa

consumiendo, que el 4rbol de Minervade su f n ~ t o de prensas agravado

congo¡oso sud6 y rindi6 forzado.

Saliendo del silencio de su orden, en el único riquísimo poema que se leconoce, viene Fray Plácido de Aguilar a ofrecernos un primer plato, una bienrefrigerada toronja:

la amarilla toron;a en quien Pomonade la ve;ez retrata los pesaresen pálidas v e r r t ~ g a s o lunares.

As{ como le dimos entrada en la materialidad de In col y In berenjena,vuelve ahora Lope de Vega, con los vestidos cangrejos, resistentes a la. domadel fuego de su blnncona ternura y perfección:

390

1

No los mariscos al peñasco asidoscuyos salados c6ncavos desaguaretr6gados cangre;os parecidosal signo que del sol por signo es fragua.

Y por cortesía, que es al propio tiempo un fortitudo, démosle la bandejamayor y central a Leopoldo Lugones, que salta del barroco de la edad áurea,para demostrarnos que en nuestros días aquel barroco se hace también impres·

cindible:

En eso, celebrando la visita,Entra, en su arte berme¡o, la gallina importante,Que impone el silencio de su triunfo un instante,Baio el ardiente aroma de la cebolla /rita.Mandan llenar de tzuevo la garrafa¡Y comentando nuestro delectable recato,l pie de la mesa el gato

Pide con Stl melindroso maullido su piltra/a.

Es hora ya de darle entrada al vino, que viene a demostrar la onda larga

de la asimilación del barroco, con un recio y delicado vino francés, trn do porAlfonso Reyes, eHxir de muchos corpúsculos sutiles, en una de sus variadasexcursiones por las que le guardamos tan perenne agradecimiento:

Fui general de air6n y charreteraTiz6n de amores y trueno de alarmasLancé, estent6reo por la carreteraFrente a Chateau Lafite:Presenten Armas.

Para evitar la golosa competencia de frutas entre una y otra bisagra de los

mares, viene de nuevo el An6nimo Aragonés, con su lenguaje de diedros

rebajados, de cepilladas comisas, a darnos una perilla, Uquido vidriado y

pulpa plnterescn, cuerda del gusto que se tiende en un arco de ejemplar final:

a m b i ~ n entre las cándidas mafllillasde las primeras flores,salen ya madrugalldo las perillas,

de todas las primeras,que por ser de la reina y ser tan tziñasparecett las meninas de las peras.

Como preparando l arquetípica levitación, la penetración de los linajes delhumo en nuestro cuerpo, el enigmático e imprescindible tabaco, tra do ni

convite por uno de los nuestros de más ganada y sosegada gloria poética,nuestro querido testimoniante Cintio Vitier:

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  qué adorablepermiso el mundo de la casta hojadilata y borra con veloz ternura?Entra en la noche salta del olvidoy ardiendo con mi carne me despoja

Y para el esperado con úmidez, como quien depende de ln nobleza de ungrano esquivo, regalo de la lejanía, el café n la turcn a quien ya no recibimoscon poesía, sino con la forma adquirida por los misterios en una cantata de

Juan Sebastián Bnch, en sus nobles cuanto graciosos compases para acompnfiarel café, en un lento recuento, que se. puede establecer en la dimensiónoriental del barroco, en la Sala China del Palacio Schoenbruril, de Marta Tere-sa de Austria, o en la opuesta dimensión del barroco, en el fumoir de ébanoy piedras preciosas, regalo de una emperatriz china a lo altivez mexicana, visi-ble en el Palacio de Chapultepec tan caro a los fructuosos ocios de cualquieralma amerieana.

Si en tomo del banquete del barroco, teníamos, en asientos al·temados; quemezclar una y otra bisagra, hay una dimensión que nos corresponde nominediscrepante la del suefio, donde Sor Juana de In Cruz alcanzn su plenitud y

h plenitud del idioma poético en sus días. Es la primera vez, que en el idio-ma, una figurn americana ocupa un lugar de primada . En el reinndo deCarlos II donde ya asoma In reciproca influencin americapa sobre lo hispánico;

es la figuro centrnl de la poesía. Su lucha, tan infusa como guinda por lavoluntad final, aconseja que sólo se lea un papelillo que llama El Suefio porquedarse en el último rincón con In poesfn aparte de los recados cortesanos,de los arcos para los virreyes, de la eminencia consngtndn llevada como undivertimento a saludar a In esposa del virrey, es una lucha invisiblementeheroica soterrada, pero situada en el centro .mismo de su vida. Aunque decla-ra q ~ e Primero Sueíio lo compuso imitando a G6ngoro, es una humildad encan-tadora más que una verdad literaria. la dimensión del poema es muy otra quelas fiestas· sensuales que rodean los himeneos meridionales, y la cnlmn de

zagalas y cabreros en presencia de las cabros sabias y b : ~ r b a d a s Es lo másopuesto a un poema de los sentidos, está hecho enfrentándose con la primeraretirada de la naturolez:1 en la .noche, y con el viaje secreto de nuestras comu·nicaciones con el mundo exterior por lns moradas subterráneas. Las alusionesa Proserpio3 y Ascálafo, el sombrfo clúsmoso, están dirigidas y encajadas en

muy otra dirección que la gongorina. Parecen surgidos en el centro de concu-rrencia de sus ejercicios ~ ú c o s con sus lecturas escolásúcns. Aun el rodar,el recorrido del poema lleva un lempo lento muy distante del vivace e maestosode las Soledades. Parece como si .remedase la lenta corriente de un do sumer-gido, mientras la sustancia del sueño v:1 h o r a d : ~ n d o y penetrando aquellos:parajes. Es cierto, que en algunos poemas de La Circe de Lope de Vega, serevelan apresuradas lecturas ·de los escolásticos, pero eran mis bien escdrceosde un espíritu subdividido en su exterior y fundido por el Eros. Pero en Sor

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Juana es la escolástica del cuerpo la que pgsa íntegro a su poema. Cuandohabla del Húmedo radical t&mino de la medicina esCQllistica p ~ como sialudiese a nuestros propios bosques animados con la profundidad maternalde la noche . . . Su oscuridad desciende a nuestras profundidades, :para .fun-dirse con lo inexpresado, impidiendo ql e la luz al. invitarlo lo ahuyente, ¡

favorecer su desprendimiento por el descepso. a las profundiades que siempreregala la oscuridad.

La manera de El suefio no difiere de In manera con que se tratan esos temas

en In poes{a renacentista, y que .llega a los onetos a Orfeo. de Rilke, o al Nar-ciso de Vnléry. Conocimiento superficial del tejido mitológico, simple pre-sentación o presencia, ahondada por referencias personales disimuladas, acre-cidas por el propio devenir del poema, que asf viene a darle sombra de pro-fundidad. Si recordamos el procedimiento lo hacemos tan sólo para justificara Sor Juana . El poema comienza con In huida de los animales diurnos, paradarle paso a las sombras y a las nictálopes, comenzando los secretos y traba-jados procesos del suefio. Termina con la llegada del dfa, repartiendo colo-res y entreabriendo los sentidos. Pero la grandeza del poema no está en lahabilidad o extrañeza de su desarrollo, sino en la extensión o c u p : ~ d a ·por u

tema tan total como In vida y la muerte, y del que extrae no las maravillas ylas excepciones, sino cautelas distributivas, graduaciones del ser, p:lrll recibirel conocimiento. Si comparamos ese modo de acercarse a lo on1rico lo prime-ro que lo diferencia del surrealismo contemporáneo o del romanticismo ale-

mán de la primero mitad del XIX, consiste en que no se trata de buscar otrarealidad, otra mágica causalidad, sino con visible reminiscencia Cartesiana, elsueño aparece como forma de dominio por In superconciencia. Hay una sabi.duda, parece desprenderse del poema, en el suefio, pero trabajada sobre lamateria de la inmediata realidad. Desde la arribada de la nocturna hasta lairisación cenital, se recorre la escaln completa de la jerarquía, mineral, vege-tal, animales, ángeles y Dios, es pues un trabajo en que se continúa el mundode la conciencia y del conocimiento. As{ en el suefio, Sor Ju¡ma utiliza. elsímbolo mitológico de la fuente ~ t : u s a que trocada en do sumergido reco-rre tanto las moradas infernales de Plutón como los placenteros CamposEUseos ~ p t i n ú a la lucha por aprehender el milagro del mundo diurno, elafán fáusúco de. que el conocimiento sea unn ~ d d y que esa realidad per-tenezca por entero al hombre. Algún día cuando los estudios literarios supe-ren su etapa de catlilogo y se estudien los poemns como cuerpos vivientes, o

como dimensiones alcanzadas, se precisará la cercanfn de In ganancia del suefioen Sor Juana, y la de la muerte, en el poema contemporáneo de Gorostizn.El suefio y In muerte, alcanzándose por ese conocimiento poéúco la mismavivencia del conocimiento mágico. Vossler sefinln en Sor: Juana, en una frasede rica resonancia, su diletnntismo intuitivo. l poeta todo está lleno de esaadivinación que revela un asombro y que se welve sobre él con procedimien-tos aún no cabales para llevarlos a una form:1 viviente. No ese diletantismode las viejas culturas, que es una forma de la ornamentación domésúéa, sino

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una sana pasión de aficionado, unn curiosidad complaciente por el terror Yque después con ruúñndo gesto, mide la desproporción y se esconde quejum-

broso. Pero es lo cierto qu e con sus deficiencias de ejercicio y en su soporte

elemental y difuso, no hay antes ni después de ese poema, en lo que se refiereal sueño, al sujeto del poemn, en nuestra literotuta, una intención que lo igua-

le ni unn forma adquirida que lo supere.

Del sueño de Sor Juana n la muerte de Gorostiza, hay unn pausa vada de

más de doscientos años. Eso nos revela lo difícil que es alcanzar esos micro-

cosmos poéticos, esos momentos de concurrencia de gravitación de intuiciónpoética y de conocimiento animista. Aunque ambos poemas estén situados

del lado de ese diletantismo intuitivo, que señala Vossler, ambos tienen una

dimensión, que sólo puede ser superada por culturas más antiguas y maduras,

capaces de un ámbito o perspectiva poéticas de más complicados resueltos

concéntricos.

Otro de sus temeridades fue el auto sacramental .El divino Narciso. El pro-

pósito rdacionable del sueño, pasa en forma más sutil a ese auto sacramental,

pues en las loas introductorias intenta relacionar los mitos católicos con los

m1tos precortesinos, y en el desarrollo de la representación, Narciso, ayudado

por In gracia, termina en la compañía de su Padre, sentado a In diestro de su

trono celeste. Cie rto que eh algunos autos sacramentales, la mitología se

rendía n la teología, y que espedficamente hay un auto sacramental caldero-

niano con el Nnrciso como figuro centrnl, pero en el Narciso de la nuestra,

parece como si el choque de viejas culturas agravase el Je?dimiento de las

antiguas deidades. La repetición en poderosas ráfagas mus1cales:

¡ en pompa festiva,

celebrad al gra11 Dios de las Semillas

le dan a todo el auto sacramental un fondo de raza. Como si esa misma carda

grave del sueño fuese transformando lns divinidades de la sangre y In ira en

los nuevos dioses del óleo y la reconciliación.En esa actitud final de Sor Juana quisiera yo colocar algunas pinturas de

la escuela cuzqueñll, como aquella deliciosa do Los primeros pasos del Niño".

Hay en su intimidad más secreta como una relación no mencionable con el

Narciso me.·dcnno. En ambos extremos del cuadro, la Virgen y San José

contemplan, una, como para impulsar levemente; otro, paro recibir con

to las primeras destrezas del Niño Divino. Un ángel niño, de mayor tamano

que una diminuta fuente central. El ángel está atento al niño, aunque con

alegre confianza, y éste avanza con lns seguridades que. parece recibir de lo

alto, siguiendo como el rumor enviado por los coros estelares. En .cuadro, de In misma escuela cuzqueña, Ln procesión del Corpus prestdida

por el Inca Sairi Titupaco", observamos cómo al paso de la carroza, la adora-

ción presidida por un solemne cura incaico, ha ganado todos los .rostros. Enel fondo del cuadro, al paso del misterio, un San Cristóbal sostiene al pequeño

394

1l

1'

cuerpo real, uniéndose as( en un solo símbolo las dos presencias eucarísticas

y corporales.

A las delicias de la escuela cuzqueña, quisiera añadir otra, ésta una delicia

de hagiografra, en la patrona limeña Santa Rosa de Lima. En su lucha con eldemonio Santa Teresa lo alude: Gran llama, enteramente clara, sin mezclas

de sombras". Ah{ resplandece la gravedad, la inocencia majestuosa, la perfec-

ción inapelable. Pero parece que por tierras cuzqueñas se le añadiese como

una gracia, como In gracia de una niñll que le tira una piedrita al demonio

cnimán. Sarnoso Y mala gata, le llama al diablo nuestra Santa Rosa de Lima,

como no queriéndolo definir, sino irritar, pellizcar cuando está dormido, mo-

lestar su falsa vitalidad con ese "mala gata", incomparable en la gracia.

Cuando se afirma por los historiadores de la cultura, In carencia en España

de lns manifestaciones renacentistas, bastarla paro refutarlos la contemplnción

del Renacimiento español hecho en Américn. Una cultura como la española no

podin manifestarse por juegos cortesanos ni por In influencia viajera de los

humanistas, tenían que ser hechos históricos de gran re1evll1lcin, como el Des-

cubrimiento y la Reforma, los que afirmaron y e. Cpresaron su voluntad nrds-tica. Si observa mos algunos de los trabajos del maravilloso Bcmini, precisa-

mos que gran parte de su obra surge impuesta por las leyes del mismo creci-

miento de la ciudad, la mansión o el templo; en él un baldaquino, una piazella,ejemplos famosos, surgen como consecuencia del lleno o del vado, del creci-

miento o de la disminución de los enlaces, entre ciudad, espacio y hombre.

El afán de que el lleno espacial destruya ]o vado, lo lleva a evitar riesgos

de composición, entradas de espacio libre. La manera americnna del lleno

como composición tiene su rniz en ese barroco del Bernini. Si después, en

Borromini, aún dentro del mismo barroco, hay un afán de espacio, bien

mediante la curva de muros y penetración de luces, es siempre uan elabora-ción racionalista de In ciuclnd. Per o en el más cnrocterfstico barroco ameri-

cano, en los trabajos del indio Kondori, en el Perú, es la naturaleza, el fuego

originario, los emblemas cnbaUsticos, el ornamento utilizado como conjuro o

terror, el que informa el templo. Después del Renacimiento la historia de

Españn pasó n la América, y el barroco americano se n za con In primacln por

encima de los trabajos arquitectónicos de José de Churriguero o Nnrciso Tomé.

Para ello la primera integración de ltt obro de arte, la materia, la natura signa-

tn de los escolásticos, regala la primero gran riqueza que marcaba la primera

gran adversidad. Ln platabanda mexicana, In madera boliviana, la piedra cuz-

queña, los cedrnles, lns láminas metálicas, nlznbnn la riqueza de In naturaleza

por encima de In riqueza. monetaria. De tal manera, que aun dentro de la

pobreza hispánica, en la riqueza del material americano, de su propia natura-

leza, In que al formar parte de la gran construcción, podía reclamar un estilo,

un espléndido estilo surgiendo pnradojalmente de una heroicn pobreza.

En la Plaza del Z6cnlo, de México, o en la catedral de La Habana, la rela-

ción con la plaza es orgánica y está hecha en función del nacimiento del cuadro-do. Ambos, el templo y la plaza, nacieron en una súbita función, no de su

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11.

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realiznción, como los más importnnte5 de Europa, a posteriori del templo, conobjeto de domesticar la demas tl del templo, que llegaba aterrorizar, al hom-bre. Después de cien años de trabajo, ya se preparan los triunfos y los arcos,y se le encnrgn a Sor Juana los más fr os versos de circunstancia para la inau,guración de la Catedral de México. Asegurado su nacimiento en relacióncon el cuadrado de la plaza, lo que primero convida nuestra extrañeza es ladeslumbradora aparición de su Sagro do. El transparente de la Catedral deToledo, obra de Narciso Tomé, no le aventaja en la riqueza de la proliferaciónni en el esplendor del .relieve de las figuras. En relieves más bien pequeños,que recuerdan las grandes portadas de catedrales medievales, con los oficios,con las furias, con los motivos de bodas, de cenas de simbólicas despedidas, ellabrado sin pausas de grandes ábsides ni destrezas frente a la luz, cubre toda lpiedra por reducción n signo, a s{mbolo hagiográfico, n visibles potestades delEsp ritu Santo.

En In catedrol de Puebla In relación de templo y plaza desaparecen, paradarle paso n un cuantioso racimo de ángeles que defienden la plaza celestial. Enel grisáceo color de su piedra y en el seco euadrado que lo constituye, preci-samos que estamos aún en ln resorumcia del estilo herreriano. Como en laconstrucción de la catedrol de Colonin, las leyendas y los sueños, las visionesmemorables, se han filtrado en. la piedra para la edificación. La aparentefrialdad de su estilo parece como el despertar de un hombre que ha tenido unaensoñnción y trata después de precisarla cuidadosamente en la adecuaciónde sus signos. Que el buen hombre que hab n tenido ese suefio lo merecía, lo

revela el hecho que donó la mitad de la mina de plata que había encontradoparn las imágenes resueltas en plata maciza. Nos sobrecogemos cuando., des-pués de haber repasado la espléndida iconografía, las figuras de los cuatrOevangelistas, de tamaño natural, es todn de plata; precisamos, en medio deuna riqueza que se muestra pródign paro la alab:mza, unns piedras de sencillezprodigiosa, con un solo rótulo, donde ni siquiera quiso que apareciese sunombre el generoso: Aquf yacen los cenizas de un pecador. Pero su suefio

sin nombre está acompañado por el rumor de los ángeles que envuelve a lacatedral. Rodeada de innumernbles lanzas, cnda una de las cuales remata enun ángel de plata. Así, l:l expresa gravitación del templo está aligerada porlas voces angélicas que rodean la masa pedregosa y la levitan como para undesprendimiento en la noche.

Bajo la influencia de Borromini, nuestro Catedral ofrece una soluciónesquiva y fuerte en uno de sus laternles. Ln sobriedad de su portada revela

el estilo jesuita, remedo de la casa de los jesuitas en Roma, trenzado con pie-dras que se curvan, con ángulos tajantes, paro la penetración de l luz. Ofre-ce un detalJe, a la manero de Borromini, de impresionante calidad por b senci-lla relación que establece con las callejas rodeantes. En su edificación seresponde a ln búsqueda loyolinna del centro de irrndiaci6n. Es como una bús-queda, cierto que un poco tardía del poder centrnl, del punto de apoyo de laciudad, de participación en la teoría de los comienzos de las murollas. Mani

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fiesta una recta voluntad de querc:r estar en los principios, en los comienzosde una espiral que se desarrollará con los basamentos más perennes de losmodos de crecimiento de la ciudad. Sus laterales y su interior revelan unainfluencia de del/a Porta y las primeras edificaciones del barroco jesuitaLa presencia de las dos nirosns torres parece querer librarla de In sequedadde las portadas de los templos jesuitas. A la paradoja de aquellas torres seaúna la fina silueta bizantina de la cúpula, que no parece inclinarse comomuchas iglesias de la compañía, hacia la portada, para causar la impresión deuna torre inter ior. Pero para nuestrO gusto la catedral nuestro ofrece un deta-Jle de una calidad y al misJno tiempo grácil belleza, como que concilia la ideade solidez y como una reminiscencia de vuelco marino, de sucesión inconmo-vible de oleaje.

Es, pudiéramos decir, el reto, la IUTOgancia de nuestro catedral. Esn granlasca de piedra que se prolonga, que se sigue a sí misma; no, alú está la volún-tnd loyolinna para hacer que el esp ritu descienda, se aclare, quepa justa en el

círculo de nuestrO ansiar vigilante. Frente o amigada, quién lo pudiera decir,al natural env{o marino, In piedra catedralicia intenta repetir las primerasevocaciones del Génesis, sólo que aquí el espíritu riza la piedra en una espiralpresuntuosa que se va acallando en la curva, donde se confunde como en untranquilo oc no final. Qué habanero en un día de recorrido de estaciones,de fiesteo navidefio, o de plegado secreto por el San Cristobalón, no se hadetenido, después de aquel majestuoso ademán, verdaderamente cardenalicio,de la piedra en un fugato en el pequeño, sonriente, amistoso balcón, que

.se entrenbre entre el extendido orgullo de la piedra. Tiene la gracia, comocuando avanzamos en In noche, del encuentrO con Jos ojos del gato, que pare-

cen poner en el laberinto de los corredores un ancht arracimada de sirenas.

La gr n hazaña del barroco americano, en verdad que aún ni siquiera igua·Jada en nuestros días, es la del quechúa Kondori, llamado el indio Kondori.En la voluntariosa masa pétrea de las edificaciones de In Compañía, en el flujonumeroso de las súmulas barrocas, en la gran tradición que venía n rematarel barroco, el indio Kondori logra insertar los s(mbolos incaicos de sol y luna,de abstractas elaboraciones, de sirenas incaicas, de grandes ángeles cuyosrostrOs de indios reflejan la desolación de In e. <plotación minero. Sus portalesde piedra compiten en la proliferación y en la cnlidad con los mejores delbarroco europeo. Hnb n estudiado con delicadeza y alucinada continuidadlas plantas, ,los animales, los instrumentos metálicos de su roza, y estaba con-vencido de que podían formar parte del cortejo de los símbolos barrocos enel templo. Sus soportes de columnas ostentan en una poderosa abstracciónsoles incaicos, cuya opulenta energía se vuelca sobre una sirena con quejumbrosorostro mitayo, al propio tiempo que tañe una guitarra de su roza. El indioKondori, fue el primero que en los dominios de la forma, se ganó la igualdadcon el tratamiento de un estilo por los europeos. Todavía hoy nos gozamoses adivinar ln,reacción de los padres de In comp:úiín, qu e buscaban más la puraC.'Cpresión de la piedra que los juegos de ornamentos y volutas, ante aquella

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regalía que igualaba la hoja americnnn con la trifolin griega la semiluna incnica

con los acantos de los capiteles corintios el son de los charangos con los ins-

trumentos dóricos y las renacentistas violas de gamba. Ahora gracias alheroísmo y conveniencia de sus sfmbolos precisamos que podemos acercarnos

n las manifestaciones de cualquier estilo sin acomplejarnos ni resbalar siem-

pre que insertemos alU los sfmbolos de nuestro destino y la escritura con que

nuestra alma anegó los objetos.

As{ como el indio Kondori representa n rebelión incaica rebelión que ter-

mina como con un pacto de igualdad en que todos los elementos de su razn

y de su cultura tienen que ser admitidos ya en el Aleijndinho su triunfo esincontestable pues puede opo nerse a los modales estilísticos de su época

imponiéndoles los suyos y luchar hasta el último momento con n Anankécon un destino torvo que lo irrita paro engrandecerlo que lo desfigura en

tal forma que sólo le permite estar con su obra que va inundando In ciudad

de Ouro Preto las ciudades vecinas pues hay en él las mejores esencias feuda-

les del fundador del que hace una ciudad y In prolonga y le trnzn sus muro-

Has y le distribuye la gracia y la llena de torres y agujas de cnnales y fogatas.

El barroco como estilo ha logrado ya en la América del siglo XVIII el pacto

de familia del indio Kondori y el triunfo prodigioso del Aleijadinho que

preparo ya la rebelión del próximo siglo es la prueba de que se esm maduro

ya para una ruptura. He nhf la prueba más decisiva cuando un esforzado de

lu forma recibe un estilo de una gran tradición y lejos de amenguarlo lo

devuelve acrecido es un símbolo de que ese país hu alcanzado su forma en cl

arte de la ciudad. Es la gesta que en siglo siguiente al Aleijadinho va arealizar José .M:arú. La adquisición de un lenguaje que después de la muerte

de Grncián parecía haberse soterrado demostraba imponiéndose a cualquier

pesimismo histórico que la nación hnbfa adquirido una forma. Y la adquisi-

ción de una forma o de un reino está situada dentro del absoluto de la liber-

tad. Sólo se relatan los sucesos de los reyes se dice en la Biblia es decir los

que han alcanzado una forma la unidad cl reino. La forma alcanznda es el

sfmbolo de In permanencia de la ciudad. Su soporte su esclnrecimiento s u

compostura.La alucinación del Aleijndinho parecla querer llenar la ciudad. Ouro Preto

está ceñido por sus desapariciones y apariciones en su mulo de relámpagos

nocturnos. Se lnnzn su obsesión era no ser visto sobre la piedra golpeada

que al fin articula rechaza. Iglesia tras iglesia inmensas pilas bautisma les

púlpitos laberlnticos paro apresar el Espíritu Santo todo ello del fmpetu del

Aleijadinho ni lanzarse de su mulo oculto todo el rostro bajo un sombreroque le cafa como ala sobre los hombros picotear con su gubia las defensas

de n piedra. Un proverbio brasileño nos dice: el Brasil progresa de noche

mientras duermen los brasileños.

El arte del indio Kondori .representaba en una forma oculta y hieráúca la

síntesis del español y de indio • de n teocracia hisp:úllca de la gran época. con

el solemne ordenamiento pétreO de lo incaico. Su arte es como un retablo

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donde n la cafda de la tarde el mitayo sólo desea que le dejen colocar su semi-

luna incaica en el ordenamiento planetario de lo espafiol que entre los ins-

trumentos que entonan In alabanza el charango la guitarrito apoyada en cl

pecho tenga su penetración sumergida en la masa tonal. Parecía contentarse

co.n exigirle a lo hispánico una reverencia y una compañía como aquellas mo-

mtas en el relato del Inca Garcilaso de las primeras dinasúas incaicas que al

ser exhumadas en In época de la conquista y del derrumbe de las fortalezas

cuzqueñas er an saludadas respetuosamente por la soldadesca hispánica. El

arte del Aleijadinho representa la culminación del barroco americano In

unión en una forma grandiosa de lo hispánico con las culturas africanas. Enlas fiestas generatrices de San Gonzalo las romerías de negros que celebraban

en una forma frenética los dones de la primavera se remansab:m en las prodi-

giosas pilas bautismales del Aleijadinho orondas como tuber{as de órgano

como acordeones con hojas espiraloides que ascienden en ángeles gordezuelos.Vemos asf el señor barroco americano n quien hemos llamado auténtico

P.rimer instalado en lo nuestro participa vigila y cuida las dos grandes s{nte-

SlS q ~ e están en la raíz del barroco americano la hispano incaica y la hispan o

negrotde. Pero veamos paro terminar cómo se realiza esa imponente slntcsis

Aleijadinho y en él consideramos lo lusitano formando parte de lo hispá-

ruco. Su madre era una negra esclava. Su padre un arquitecto portugués. Ya

m a d u ~ o el destino lo engrandece con una lepra que lo lleva a romper con

U?a vtda galante y tumultuosa para volcarse totalmente en sus trabajos de

ptedrn. Con su gran lepra que está también en la raíz proliferante de su arte

riza multiplica bate y acrece lo hispánico con lo negro. Marcha al roslas edificaciones de la ciudad. El mismo pudiéramos decir es el misterio

generatriz de la ciudad. Como en el proverbio que citamos vive en In noche

desea no ser visto .rodeado del sueño de los demás cuyo misterio interpreta.

En la noche en el crepúsculo de espeso follaje sombrfo .llega con su mulo que

aviva con nuevas chispas la piedra hispánica con la plata americana llega como

el espíritu del mal que conducido por el ángel obra en la gracia. Son las chis-

pas de la rebelión que surgidas de la grnn lepra creadora del barroco nuestro

esui nutrida ya en su pureza por las bocanadas del verídico bosque americano:

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EL ROMANTICISMO Y EL HECHO AMERICANO

En algún cuadro de Orozco, pintndo con noble ternura, aparece un padrefranciscano trotando de levnntar por los brozos a un indio, que viene a rendirlela cornucopin de los diezmos debidos. Liberados de lns exigencias del poderccntrnl, por tierras nmericanas podían manifest.ar con purezn un recto esptrituevnngélico. En Santo Domingo, los dominicos que mnntenfnn la tradición del.Pndre Victorin; en Cuba, y después nnte Carlos V, el Padre de las Cnsns; enMéxico, los Pndrcs franciscanos. Y lo que es más sorprendente, las Colonias

jesuitas del Pnraguay, donde la compañfn liberada, desde los Hnpsburgo, paratener un apoyo nustrfaco frente a las intentonas del nncionnlismo de ln Reforma, realiza C.'(periencias paro lograr In Jerusalén terrestre en relación con In

celeste. A medida que la colonización se integra y el poder central se muestramás absorbente, el conflicto surge y se exacerba, al extremo de llevar el clerocatólico, en la Argentina y México, ni separatismo, tratando de unir l:1s esenciasespirituales de In nación con las esencias evangélicas.El proceso de ese hecho tiene unn visible raíz histórica. En la Edad Media,

desde la épocn de Fernnndo III el Santo y Alfonso X el Sabio, el clero luchótenazmente por mantener sus fueros y el respeto de su jurisdicción. Cada

pueblo, un templo, fue In divisa de las primeras comunidades españolas. Un

nuevo mapa, esencial y profundo, que tenia sus raíces lo popular y . enevangélico. Al adoptar la compañía su poltticn de c e r c r ~ u e n t o a los J \ u s ~ n a sen In épocn de Carlos V y del austriaco Fernando el Católico, el mnnterunuentode esos .fueros fue relegado, pues ya los jesuitas eran poder, polttica que teníacierta justificación histórica, pues había ~ u e marchar. en milici? contra In Reformay aun contra la suspensión n que se obligaba In vacilante actitud del Papado enrelación con In orden, y n las suspicacias de la autoridad romana ~ p u ~ lasrectorías de Loyoln, de Diego Lnfnez y de San Francisco de Bot')a extgtendoque el priorato general de la orden estuviese en mnnos de extranJeros. Conla fundnción de la Inquisición, los fueros jurisdiccionales de las órdenes quedaron cumplidos, y entonces fueron las comunidades, en Cataluña o en Zara-

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goza, los que se vieron obligados a defender en una forma sangrienta susprerrogativas y resguardos contra el poder central. Así cuando Antonio Pérezse declnr6 en rebeldía contra el poder central, se acoge al fuero zaragozano,para librarse de las acechanzas de Felipe II pero para acercarlo n Madridexige el fuero de la inquisición, que utiliza sus tizones para arrancar confesiónde asesinato, sin lograrlo. Cuando el desdén de Aquisgrán el Papa Pfo VII

se entristeció, pero no ordenó guerra santa. Cuando In invasión frnncesn, elclero español tocó n rebato, llegando In crueldad del canónigo Calvo n Hmitestan excesivos, que las Junta s de liberación llegaron a destituirlo . De esa mane

ra el clero español se oponía a la supresión de la Inquisición, que fue la primera medida de José Bonaparte en l t gobernación de Espnfia, y al libernlismo.Napoleón se dio cuenta de inmediato Jo que significaba su derrota en España,rebajó mi moral en Europa , comentaba en los días finales de Santa Elena.

Cunndo la vuelta de su destierro, el Papa, dándole una palmadita a Luciano,lo despidió diciéndole: Puesto que va usted a Parfs, haga las paces entre ély yo. Yo estoy en Roma; él no tendrá nunca queja de mf . El clero americanotom6 distinto partido en relación con el poder central. Casi todas las cátedrasepiscopales eran provistas ofdos los virreyes, la monnrqufa metropolitana y lasaltas autoridades eclesiásticas. El mismo Beato Claret, en sus años de obispado en Santiago, se jura fiel de Isabel Il sin que le rocen los problemas delseparatismo. Pero el clero municipal, establece sus relaciones con los agricultores y con los pequeños terratenientes, no establece contacto con el podercentral y se sabe hostil en relación con la jernrqufa, ya que ésta, radicada en

ciudades de más importancin, establece relaciones con autoridades subordinadas n lo hispánico. Aparecen entonces, a principios del siglo XL (, los curasindependentistas de México y de las Juntas de Buenos Aires, los curas constituyentes de C:idiz, como el Padre Vnrela. Hay en ellos algo del Abate Sieyés,del Abate .Marchena y de Blanco White. Toman parte en In Revolución francesa, se convierten, después de abjurar, de nuevo al catolicismo, después dehaber traducido a Lucrecio y a Voltnire, o se acogen al liberalismo inglés.Consecuencia: ganancia del catolicismo, amplitud de su compás, con su grnnrevolución, su absurdidnd inngotnble en lo poético, y la constnnte prueba delejercid o de su libertad. Todo lo que haya sido contrario a esa actitud delcatolicismo, es tan sólo vicisitud histórica, suceso, pero no cualificación de su

dogmática.

A fines del siglo xvru aquel señor barroco, que velamos en las fiestaspascuales, ir de su granja, rodeado de aromos y de pafios de primor, al vistoso

z6cnlo, donde repasa In filigrana del sagrario, al tiempo que establece el chisporroteo del torito y la revuelta tequila pone en la indiada el reojo de sufrenesí. ¿Qué ha pasado? Su ilustrfsima ha presidido con disimulado quebranto, el predicamento de un curita juvenil, afiebrado, muy frecuente en l

exaltación y el párrafo numeroso. Su paternidad mayor ha contemplado el

tumulto del pueblo al paso de un predicador dado tesis heresiarca, a machacar con probanzas y distingos, sobre apariciones y contrapruebas. Paro oír

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al joven investido ha acudido hasta el virrey, pue5 la festividad es de rnngolllllyor, se trata de predicar en unas fiesttts gundnlupllllllS. Y el tonsurado, :quecausa tal revuelo verbal, Fray Servando Teresa de Mier, se ha lnnzndo, segúnel arzobispo, en peligrosas temeridades. Afirmaba el predicador que la imagenpintada ,de la guadnlupana esúlba en la capa de Santo Tomás, y no en la delindio Juan Diego. l pueblo se ·mostraba en ricns nlbricias, en júbilo indisi-mulable, el arzobispo cambiaba posturas y se. mordln labios, y el virrey lanzaban vuelo prudencial su mirada entre la alegría desatada del pueblo y In cólerantada y como reconcentrada del arzobispo. Se enCtU ccla n Fray Servando, se

retracta éste, pero el frenes( del arzobispo lo envía n Cñdiz, y allí lo sigue.vigilante, y Fray Servando, como un preeursor de Fabricio del: Dombo, comien-zn la ringlera de sus fugas y sus saltos de frontera.

¿Por qué e5e ensañamiento en su ilustdsima el arzobispo? ¿Qué se agitabaen el fondo de aquellas teologales controversi:ls? Fray Servando al pintar la

i m g ~ gundaluplll}.ll en el mnnto de Santo Tomás, de acuerdo con la legen-daria prédica de los evangelios que éste habla heCho, dcsvnlorizaba la influen-Cia española sobre el indio por medio del espíritu evangélico. Habfa una tácitaprotesta nntihispánica en su coloniznción, y el arzobispo oliscón de la gravc-qnd de In hereje interpretación, le snlfa ni paso, lo enrejnba y lo vigilaba;snbiendo el peligro de aquella prédica y sus intenciones, Fray Servando, bajoapariencia teologal, sentía como americano, y en el paso del señor barrocoal desterrado romántico, se veía obligado a desplnznrse por el primer escenariodel americano en rebeldía, España, Fronda, Inglaterra e Itnlia. Al fin In que-rella entre el arzobispo frenético y el cura rebelde va n encontrar su forma

r a c i n ~ se arraign en el separatismo. De la persecución religiosa va a pasar ala persecución política, y estando en Londres, al tener noticias del nlzru nientodel curo Hidalgo, escribe folletos justificando el ideario separatista. RodandopQr los calabozos, amigándose con el libemlismo de Jovellanos, combatiendocontra n invasión .frnncesa, o desembarcando con los conjurados de Minn, alfin encuentra con la proclamación de la independencia de su país, la plenitudde su rebeldía, la forma que su madurez necesitaba para que su vida alcanzarael sentido de su proyección "histórica.

En Fray Servando, en esa transición del barroco al romanticismo, sorpren·ciemos ocultas sorpresas muy americanas. Cree romper con In tradición, cunn-do la agranda. Así, cuando cree separarse de lo hispánico, lo reencuentro enél, a g r a n d a d o ~ Reformnr dentro del ordenamiento previo, no romper, sino

retomar el hilo, esoque

es hispánico, Fray Servando lo espuma y acrece, lolleva a la temeridad. El catolicismo se recuesta y se hace tronnl; huidizo,rehusa el descampado, pues nuestro tronado mexicano, lo lleva n calabozos,n conspiraciones novedosas, a. tenaces reconciliaciones romanas, a dictadosproféticos, n inmensas piras funerales. l calabozo no lo lleva a la rupturacon la secularidad, sino por el contrario n agrandarla, para que el calabozo seael gran ojo de buey que ·levanta los destinos. Primera sefinl americana: ha

convertido, como en la lección de los griegos, al enemigo en auxiliar. Si el

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arzobispo frenetizado lo persigue, logra con su cadeneta de calabozos, nclararse en la totnlidnd .de la independencia mcxicnnn. Su proyección de futu-ridnd es tnn ecuánime y perfecta, que cuando ganamos su vida con sentidoretrospectivo, desde el hoy hacia el boquerón del calnbozo romántico, parece.como lector de destinos, arúspice de lo mejor de cada momento. Creador,en medio de la tradición que desfallece, se obliga a In smtesis de ruptura ysecularidad, aparúlrse de la tradición que se resguarda para rehallar la tradi-ción que se expande, juega y recorre destinos.

En Bayona, In curiosidad americana, lo Jlevn a penetrar en una sinagoga.

Inmediatamente, sobre esa curiosidad comenzarán a caer los dones. Comobuen americano se regala en el simpathos. ·Sorprende que hablan un españolmeticuloso, tienen el orgullo de que los semittts que Adriano envió n España,son de la gran tribu de Judá. Al terminar el Rabino, lo rodean para que opinesobre el sermón. Ln onda lnrga de su simpatía no retrocede ante refutar alpredicador, y como lo hace tan bien le ofrecen en matrimonio "una bella yrica Raquel, y en francés Fineta". Termina revisándole sus sermones n losrabinos, y en que éstos le' llnmen Jajá, que significa sabio. Otro signo ame-ricano; entrar en templo ajeno por curiosidad, gannrlo por la simpatía y lle-.varios después al saboreo de nueStra omnisciente liberú d.

En ese liberalismo de esfera armilar y de pisapapeles, pintado por Goya,Jovellanos, que en In poesía es el pastor Jovino, se siente tocado por su sim-·patín. l dín del triunfo de Jovellnnos, In .noticia se recibe n las siete de In:

mañann, en el cónvénto donde está preso Froy Servando, y ya a las once, éstepara ganarlo por los mús finos modos, finge un suefio, en que el pastor ]ovi-no, el sesudo miniStro Jovellanos, estudia su causa, lo liberta y le muestraun semblnnte muy benévolo:

El nevado Arlanz6n que me aprisionaEl fuego mismo helara de NarcisoSoy náufrago infeliz que una bomzscaLA más oscura que exhaló el abismoArrojó hasta las playas de la HesperiaDonde en vano el remedio solicito.

El pastor ]ovino sonríe la gracia de .los versos de circunstancia, disculpandoel ripio prosaico del último verso, descifro fácilmente ln apetencia del sueño,·y ordena In liberúld de Fray Servando. Buen signo nmericnno, n fineza del:solicitar con misterio, como en ese marcado antecedente, como un sueño quela ajena fina atención· se ve obligado n descifrar.

Reabsorbe el fragmento no dañado de la tradición católica, se acerca comoun· pez por el suefio, aunque llega con respeto, se sorprende ante el cenizosocorrnlón hispánico literario del principio del XIX. ¡Si aún los románticos pare-cen ingenieros de minas, y las poetisas desterradas histéricas que hacen lascompras matinales para las comidas del sefior ministro solterón La jnctnncia

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querenciosa lo interrumpe, y sin nada de In sombría vnnidnd, tiene In alegría

que estira sus piernas y se recorre. Ln vanidad americana es nmigotera y como

en requiebro. Fray Servando sorprende el convento dominico desconchado,

heladas las pnlnbras por los corredores • sin pimienta de cita oportuna, pura

mortandad engarabitada y ríspida, y anota en sus memorias: "¡Y al infeliz

que como yo, trae las bellas letras de su casa, y por consiguiente se luce,p e g ~ como en un real de enemigos hasta que lo encierran o destierran ".

Rifoso ademán que recorre desde el refrán hasta el reojo del espejo de ultramarinos, pues las consecuencias de e:¡a vqrúdad IUJ )istosa y llevadera terminan

en bonachona punta de refrán. El que escama Plll t\ el Jucimiento, salta para·ahorcado, o luce que te enyesarán, o In más sibilina de l ~ o y traduzco. En

esns mezclas de nlegre rebelión para encontrar el. buen .refrán, cómo no recor

dnr el criollísimo de José Marfn Heredia, para que el sol alce su frenJe ni

encanto de su fama o el yo alzaré el mundo de José Mard. Ambns son formasdel pretender para ayudar, ambas criollisimas.

Cuando el mando de Jovellanos, como americano que malicia ropido ytraspasa, se da cuenta de la tiesura de los nuevos. "Logré hablar ni ministro,

porque tnmbién llevaba recomendación para el p o r t ~ r o , .nos dice en sus me

morias. Conocimiento del que tomn sus precauciones para. lns cien puertas

tebanas y sabe la fuerza del recurso menor. Intuición de esa t i ~ s u r n de los

nuevos por inevitnble minoridad o alarde superior que rehusa la mirada fija,

que penetra con. naturnlidad en el momento de In recepción oportuna. Esa

recomendación para el ministro y para el portero,- revela un .instinto fresco

para precisar el ordinario pequeño en el hombre, que desconfía del recién,l,legado, pero sucumbe ante el apaciguamiento del menor más cercano. Reco-.

mendnciones del barbero, del. que nos sirve l sopa, del vecino de In azoten,:

de In seguridad majadero de lo diminuto, que se alza por encima de n tran·

quila vnioración normal, y que el americano hecho n In recepción de In pano

plia de .las contingencias, vnlora como su llave de penetración que le encristala

el muro paro que el instante necesario de la sombra al llegar a su casa, se

realice con plenitud y nos avise con querencia.

Después de haber rendido su vid.\ en los cnlabotós, en los disfraces de la

persecución, en la madrugada de lns fronteras, le llegnn süs dfas, en que es

instnlndo como un arúspice consultivo en el Palacio de la Presidencia de

México, en la amistad de Guadalupe Victoria. Pero le llega el momento derendir, se incorpora y silabea: "Se dice que soy hereje, se asegura que soy•

masón y se anuncia que soy centralista. Todo es, compatriotas carfsimos, una

cadena de atroces imposturils. Ni mis escritos ni mis palabrns ni mis actospodrán jamás proponerse como cnlum.nias de tanto tamaño; más como se

lugn mucha mención del ruidoso sermón de Guadalupc que prediqué muchosaños ha y se afecte extrañeza por_ qué no digo misa ni Jugo vida ascética, como

religioso dominico, y tal vez a esto se le quiera dar el cnrocter de otros tantosapoyos de dichas quimeras". Y pasa de las palabras a los hechos que a todos

obligan. Demuestra que -no decln misa, enseñando la mano despedazada; que

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no estaba en el claustro por haberse secularizado en Romn. Que no era ma

són, porgue In masonería ern un. partido. Y que él no predicó contra el milagrode In Guadalupe, sino que la predicación del Evangelio en América se debió

a Santo Tomns, cosa que defender{a hasta morir.

Fray Servando fue el primer escapado, con la necesaria• fuerza para llegar

ni final que todo lo aclara, del señor{o barroco, del señor que transcurre en

voluptuoso diálogo con el paisnje. Fue el perseguido, que luce de persecu

ción un modo de integrarse. Desprendido, por una aparente suulezn que

entrru1abn el secreto de la historia americana en su dimensión de futuridad,

de la opulencia barroca para llegar nl romanticismo de principios ~ e l siglo

XIX ni fin realiza un hecho, toca la isla afortunada, la independenon de supaís. El paisaje del señor barroco, navegando con varia fortuna, se había vola

tilizado con lentitud que pocos asimilaban. Fray Servando es el primero que

se decide n ser el perseguido, porque ha intuido que otro paisaje naciente,

viene en su búsqueda, el que ya no contaba_ con el gran arco que utúa el

barroco hispánico y su enriquecimiento en el barroco americano, sino el queintuye In opulencia de un nuevo destino, In imagen, l n isln, que surge de los

portulanos de lo desconocido, creando un hecho, el surgimiento de lns liber

tades de su propio paisaje, liberado ya del compromiso. con un diúlogo man

tenido con un espectador que era una sombro.

Después del nnterior ejemplo de Fray Servando, n horcnjndas en n frontera del butacón barroco y del destierro romántico, aparece el ejemplar de

individualismo más sulfúreo y demoníaco. A medida que Bolfvnr se iba al

clrculo mayor coronario, la gloria de Simón Rodríguez se hacln de hilo incandescente y de misterio. La i n f l ~ e n c i a de Simón Rodríguez no debe haber sido

ejercida a trovés del ethos, de un circunspecto cnusalismo de n conducta,

sino a través de lo q\le ht\bín en Bollvar y en él de más endemoniado y pri·

migenio. Su épocn lo llevaba_ al disimulado ciruelón russoninno, al naturalismo amnésico, ni cuadro sinóptico y a las modificaciones ortográficas, pero

su virus era esencialmente socrático, ero traspaso del daimón y el surgi

miento del Eros cognoscente.

Simón Rodríguez tenía algo del Aleijndinho pe&gógico. Ero feo, exce-

sivo y ambulatorio. Ya en su vejez In ternura de una india boliviana le da

hijos, cuidados y el recuerdo de la patria.; Pnra- e d u ~ r y armar se a p r o v ~ ·chába de un cinismo fuerte y no esp{ntu evangélico. Stgue la trnyectona

del individualismo prerromántico, con los necesarios. toques de cinismo rou

soniano. Desavenencias paternales, lo. reclamación yo{sta de .las dos snngres

formadoras, le dan sus primeras rnbias. Se jura en In venganza del truequede apellidos. Con una gracia de diablurn rousoninna, nos dice "que no cono

da_ a su padre, pero que conocla un frnile que visitaba la casa de su m . a ~ · · .Pitnzo_ fallidó, a que se cree obligado después del do de pechuga. del orusm.o

en .las Confesiones de Rousscnu. Mal pitazo, desde luego, pues se sabe que

sus padres eran buenazos acostumbrados. En otra ocasión, ante prejui

ciosos. púrvulos del asombrado Titicacu, explica unas láminas anatómicas,

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pam ilustrar mejor el buen viejo le echa mano a. sus propias desnudeces,estropeando el mostrar la naturaleza del Emilio, pues lo natural pudre susoros con el tiempo, y lo que mostraba el endinblndo Simón era un cnnijo, quehada ladrar los perros.

Las relaciones entre Bolfvar y Simón Rodrfguez tienen algo de gran telónandino, de las consabidas y vastas resonancias en el libro de los destinos entremaestro profeta y discípulo genial. Todo ello n In maniere del siglo XIX, avectambour et trompe/e .. Antes que todo la satisfacción de la gratitud, virtud

muy noble: A él se lo debo todo, pues fue mi único maestro universal .Que no quede onda de duda, de reticencia o de trasfondo que no se entrega:El formó mi corozón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para

lo hermoso . En la arenga del Monte Sacro, en el fragor verbal donde coinciden discípulo arrebatado, maestro asombrado y ruinas impávidas, en la versión de Simón Rodrfguez, tenemos que consignar dos errores, al perseguir

las enumeraciones de prohombres, Lucrecio aparece como un sntfrico. Des-p u ~ del fndice ofuscador de lns grandezas romanas, se constata más en

cuanto n resolver el gran problema del hombre en libertad, parece que elasunto ha sido desconocido , concluyendo que es en el Nuevo Mundo dondeha de resolverse ese gordinno de. la libertad. Basta citar a los Gracos, a Savonnrola, o a Giordano Bruno,. para convencernos de la temeridad del aserto;en cunn.to a lá libertad del Nuevo Mundo, sigue siendo una profesión, unadivinidad parn el futuro.

Las apariencias, que el clásico guardaba para la domesticidad y el cotidianomisterio de la cortes:uúa, el romántico las cuelga del balcón, donde asomanlns noches sacudidas de relámpagos byronianos. Apenas desembarca Rodrf.guez en Colombia, welve Bolfvnr: Un snbio, un justo miis, corona la erguida

cabeza de Colombia . Llega n Lima, paro entrevistarse con BoHvar, el pala

Cio ofrece sus encantamientos sucesivos en sucesivas puertas abiertas. Se desmonta de su caballo, y en el salón de recepciones Bolívar lo abrnzn con tem

blor. Pero entre el atuendo de In grandeza sin medida, ahf está Roclrfguezcon su viejn miseria, con el fmcaso en Chuquisaca, con su mula de recorridosinmensos, desde Bogotá hasta el lag o Titicaca, con su orgullo, con su fábricade velas de sebo para despreciar en su irreductible y fijar la nobleza del condumio. Y In .infamia nuestra siempre dispuesta a herir con espolón de cobre,en muchas de esas distancias, se le exige tomar partido en contra de Bollvar,para

lograr facilidades de subsistir. Pero.el.

buen viejo, tan seguro ensu

destino de fracasos como Bolívar en su destino titánico, en una carta que le dirigea Bolívar, donde adquiere unn meticulosa sencillez incomparable, le dicé:11 ¿ q u ~ voy n hacer yo en Am&ica sin usted? . Bolfvílr vive ya en el granescenario de- la transfiguración histórica de los destinos, y Rodríguez vive enel acarreo .invisible, en el demonio de los mesones, en el esplendor de la pobre

y aunque Bolívar lo recuerda y lo quiere, la divergencia se hace más peli-grosa paro Rodríguez, que se ve obligado, ya maduro, n fabricar el itinerario

de sus clías con dificultades acrecidas por lo desigual de la intención. En la

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intimidad de Rodríguez, hay algo del Aleijadinho, sin estar tocado de In maldición; hay algo de Swendenborg, sin nada de sus profecfns ni de su teocra·cia; hay algo de Willinm Blnke, sin su lirismo. Pero habita esas zonas del individualismo, donde después de haber recorrido pardas distancias, llega con sumula al higueral estéril y conversa consigo mismo al filo del paredón. Extre·mo ese en que el individuo se hace inapresable, conjetural, diverso de lospuntos de vista. Poder mostrar un misterio, un desafío, como el de SimónRodrfguez, es un lujo nmericnno, muP,o antes de que pudiera e5perarse y

fuera una exigencia fructuosa.

Une su destino a.l de Bolfvar, vive 90 afios,obsedido por su escucla y por sus innovaciones, pero nos cnusa la .impresiónde que Bollvar que tuvo la fuerza necesaria para interpretar y dar forma a unmomento del destino nmericnno, no la tuvo pam entregarle· a su maestro, nosu alabanza admirativa, sino e] .diálogo del paisaje, que· nos acompafia dándonos manso estribo, el puente de las dos riber115 shnb6licas, por el que esteespfritu muy cargado, por la que este individualista de desesperada últimoinstancia, pudiera soltar el ascua, deshacerse de In maldición, como esos orgullosos muy tiesos que ante unn ternura clave se welven transcurridos, obsequiosos y reverentes.

Como reverso de las grandes odas bolivarianas, de sus victorias, SimónRodríguez, .recorre inmensas distancias, ya de setenta años, como héroe silencioso, hasta intetnarse en los tupidos centros americanos, de Latncunga hastaQuito, desde Arequipa a Ibarrn, desde Huancané a Chuquito ¿esos nombres

de recorrido no tienen como el sonido de las batnllns bolivarianas? Son susbatnllas del fmcnso, sus sueños de maestro fugitivo, que quiere unir ~ f i i L J n s -  ~ con Li acndenun, que estaba hecho p rn el diálogo que se an ña vez en

l a ~ v1aa su' ' dWogo-lmb1iiSidóññcla menos ue con el Simón Bollvar adO

l e s c e n ~ e que comenza como _s ese un coro s u s ~ ¡ e r o c J o s e peaagogfnC ? l ~ t i v ~ d i s m : i n u i r s e por Li rutina y ver que no surgfa ia gñm-cxccpaón, cogfa de nuevo su mula, indiferente a In pobreza y comenzaba de nuevoen In mafiana del nuevo paisaje. · e s p u ~ de In muerte de Bollvar, exacerba

la simpatía por el recuerdo. A donde quiera que llega, sitio casi siempre donde

pulula el odio a Bollvar, se obstina ~ sacru: de sus remendadas valijas suDefensa de Bolívar donde despliega el verdadero Bolfvar, que a todos obligaa. In reverencia y n1 acatamiento; Llegaba como c:sos encantadores de serpien·tes, con. sus grandes· cajas donde puede deslizarse po r alguna improvisadarendija la porizoña, dejando al encantador solo en su corredor de hotel provinciano, con sus cajas entrenhiertns y In paz de] ofidio dormilón. Su fidelidada Bolívar .revela lns prolongaciones de su mfz pues pasando por tanta satrapfafucipiente, de jurado .odio n .Bolivar, donde una sonrisilln suya de acatamientoa la irreverencia, Je hubiera trnfdo canongfas, prefiere cambiar de rumbo y

afiadir t1Dtl págiqa a su memorable Defensa de Bolívar. Es entonces cuandoSimón Rodríguez se decide a llegar a lo último, en el centro, con. su cartillay su profecfa frente al bosque infernnl, morirse de miseria, hacer sus velasde sebO paro librar el sustento de la fudia que es su esposa y cie su h i j o ~

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'Muerto Bolivar en el destierro, él reedita otrn gesta de igual grnndeza. Morirse de miseria, de soledad. Cerca de los ochenta años lo nrnña In amargura,sonnndo sus frnses n la mismn grandeza de las de Bolivar agoniznnte. Porquerer enseñar más de lo que todos aprenden, nos dice, pocos me han entendido, muchos me hnn despreciado y algunos se h:m tomado el trabajo deperseguirme. Por querer hacer mucho no he hecho nada y por querer volver

a otros he llegado n términos de no volverme n m mismo . Sus excesos degenerosidad han t r o ~ o con los pellejos vacíos, su riqueza esencial hairritado lo pedregoso y reptilar. Ya en sus· finales, alguien lo invita a unanueva fundación, manteniendo n salvo su fineza. pnrn el amigo, le dice quetenúa que el desprestigio a que él habla llegndo, lo pudiera perjudicar .

Sabía yn que su contacto como la leprn del Aleijndinho, inspiraba peligroy muerte. ¿Por qué esa repulsión a uno de los más grandes hacedores· que •han existido por tierras nmericnnns? ¿Por qué ese dejar nl descnmpndo a unode los nuestros de más fnscinnción, que había profetitndo, hecho y desenvuelto historia?

Procuremos dar una respuesta, válida en el caso de Simón Rodrlguez y enla rencorosa miseria, que estn manera de ser, de alzarse, de despreciar, engendra y provoca. Ern fuerte, era poderoso y tenia como ojos escamas parn elconoc;irniento, y al final se ve reducido n Ja nsombrosn perplejidad, pues hnengendrado un monstruo frlo que lo encierra en una empalizada circular,

que se contrae y lo agobia como un sueño malo. Aparte de lo que pudierahaber en él de ex-tipo psicológico, de hombre que sólo intuye sus propiasleyes abisales, despertnba las consideraciones que obligan a la defensa delinterlocutor ·abochornado de su cnlda. Vivfn en la libertad irreductible, ten{ala irrodiación del esplendor aun en la pobreza, engendraba una nueva causalidad. Esto es lo que explica los odios laberínticos, la desaprensión, las suposiciones groserns. Lo que explica que José Mnrú tuviese que desenvolverseen un clima de pedradas fnngosns, de rnstacuerismos, de cobardfas que no serinden, y que como furias, como contrncoro, chillan cl día que ven cabezacuarteada exhibida en comprob:tciones que recuerdan a Eteocles msepulto.Lo que explica que un Gnrcfn Lorcn ascienda como un dclHn mediterráneoveteado de· pinta sombría en In meclinnoche de una tumba sin nombre.

Lo que explica que a un Simón Rodríguez, lo arrinconasen con su endiablado y poderosísimo yo en el último rincón del mundo, en lugar de ofrecerlesuave diálogo, halago pnrn el fundador misterioso del paso del hombre en la

disroncia que no se entrega. Anda ahora por tierrns de Snmán, de Tarnco, dePucnrá, de Azangaro. Aill lo sorprende un viajero fmncés, interesado en re-

buscas arqueológicas por· el lago de Titicaca. Detrás del mostrador pnrnventa de vel:ls de sebo, una habitación que servfa de alcoba, de laboratorioy de cocina. La india que lo acompaña, para. p n g n ~ l e devoción porla cultura incaica, de vez en cuando lo nnra con mtrnda molvtdable de perramaternal, y vuelve al m o s ~ o r descalzn. El v i j e ~ o s o r p r e n d ~ q ~ e . aquelhombre a b ~ d o n a d o a la misepn y n In serrnnfa nndinn, habla stete tdtomns,

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le da d:uos de etnógrafo sobre el sur del lago Titicaca y n los ochenta nfios,nsombrn la desntndn fecundin de su verba. Se muestra obsequioso, brindacomida y alojamiento. Llevaba la camisa suda, dice el vinjero francés, conel cuello arrugado, corbata deshilachada, poncho de color indefinible, quedejabn ver un pecho velludo y curtido por el aire, pantalón de bayeta nzul yznpntos clnvetendos . Brinda lo que le queda, no con afán de mostrar pobreza,

sino para que no deje de acompañarlo el esptritu de la obsequiosidad. Ellecho que me ofreció, dice el mismo viajero, era un cuchitril contiguo a In

habitación en que habfnmos cenado, componfnse de dos pieles de camero,cubiertas de un poncho de lona . Ante la pirita finn recorriéndolo todo comocon ojos de- lince, la cortesnnla, la filolog a gentil que conserva lo diestro enlo deshabitado, el francés arqueólogo mira con nsombro, con ese bonitonsombro a la francesa, añadimos, de pies a cabeza, ni singular poliglota, dis-

puesto a preguntarle si no era el. mismo diablo en p e r s o n a ~ El viajero frnncésno puede sorprender que Simón Rodrfguez estnbn ganando sus últimas batallns, ofreciendo un inusitado de tanto fervor, que parece como si aún permaneciese en el macizo centtnl de lo americano, su pequeña veln encendida. Sufuego, chupado por el colibd, aclttrado en las progresiones incesantes de laluz.

l amor cercano de la india, no estaba tan sólo en su Eros, sino en su convicción de lo que había resuelto la cultura incaica. La culturo de los incas,

decía con ingenuidnd, destrozada por los españoles, podfn pamngonnrse conlas más grandes del universo todo . El socialismo del harnero colectivo, implantado por Mnnco Cñpnc, estñ en el centro de su devoción por la agriculturn. Pero, tal vez, lo que más le scduCÚI de nqueiJn culturo, serfn el culto deldios invisible, cuyo único rito era. besar el nire. Más allá del incaico cultosolar, cxisúa el Pachaclmac, o culto al ánima de n naturalczn. Parecía contentarse con ese dios invisible, que ahom todavía debe estar alumbrado porlns velas de sebo, hechas por su mano para alejar In miseria, y que su Erossecreto debe haber tornado visible, el dta que la fulguroción bolivariana senlz parn habln.r sobre las ruinns y animar los presagios. Simón Rodríguezposeía un daimón muy irritado para ser un ciudndano del mundo. Tipógrafoen México o profesor de idiomas en Rusia, pasa como a escondidas, huidizo,sin liberarse de la maldición. Pero el primer gran americano que se hace enEuropa un marco apropindo a su desenvolvimiento es Frnncisco de Miranda.Lo que le han llamado un Wcltburger, como Humboldt o como Goethe,

cometen un pequeño error clisculpnble por lo encendido de In devoción. Elweltburger, se siente en todas partes como en su casa de investigación, y ynvemos Humboldt solazándose con Jns danzns hnbnnems en las mansionesde la cortesnnín más clttborndn, mientras que en Goethe su errnnte curiosidaduniversnl se tiene en tomo de su centro estático weimarinno. Mirnndn. estádemasiado ntenacendo por la preocupnción liberatriz de su pueblo, l en Vienao en Moscú, P:irece intuir el calabozo final, no los infinitos calabozos sucesivos de Fray Servando, de donde su espíritu en el dios invisible de Jos incns,

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será liberado el día de la entnldn triunfal de BoUvnr en Carneas. Su destino,

entre las profedas sobre su grandeza lanzadns por Levater las v n c i l n c i ~ n e sa que le obligan Lls restricciones de Mr. Pitt tiene una onda de expansión,en que se Innzn sobre grandes distancias y una contracción, en que se veobligndo a salir como disfrazado. Se lanza sobre la Rusia de la Ilustració?,pero al fin Catalina lo encierra, frente a frente, en el salón rococó del Pabc1oImperial. Entra en la cancillería de Mr. Pitt, pero al fin, pidiendo la devolución de sus papeles, sale disfrazado de comerciante, pues cuando cree tenermás preparado n Pitt a favor de su causa, éste se inclina n Españn, como

medio de combatir a Francia. Miranda se enredaba en los principios, Pitt seliberaba aliado con hechos. Cesada la dominación española en América, nPitt receloso tiene que extrañarle el incanato de Miranda, la resurrecciónpoderosa de ese imperio en el sur, que a Pitt, tiene que parecerle más inquietante que los finales decadentes de Espníia. Pitt precisa que, en ese momentode la historia europea, el enemigo a vencer por Inglaterra es Frnncin, y Miranda se queda estático en el calabozo de Fouquier Tinville, mientnls, parado

jalmente, Pitt interpreta el destino.

Al llegar el Directorio con el derrumbe de la política de los jacobinos, Mi-

randa con sus prestigios de general girondino y de brozo derecho de Dumouriez, es el más ilustre de los oficiales extranjeros que se han incorporado nl

destino de Francia, mientras Bonaparte es aún desconocido en el gran esce-nario, pues ya Miranda se hn movilizado desde la Rusia de In Ilustración

hasta la Inglaterra de los economistas.

A la caída de Robespierre, el hombre de más prestigio en el ejército francése el general Miranda. Sabido es la influencia de las mujeres en la caída delincorruptible . Mndame Tallien, la apasionada Teresa Cnbarrus, lo impulsa

a preparar la conspiración contnl el abogadito terrible de Arras. Miranda tienea su favor a Mndame Pethion, la viuda del revolucionario, a la fogosa Custiney a In reflexiva Madame Stael. .En esos momentos, en el Salón de JosefinnBeauhamais sólo se reclutan oficialillos tendenciosos. Por un momento eldestino que habitó opulentamente Napoleón, estú en las manos del GeneralMiranda, y mientras éste vacila en descifrar un destino, Napoleón que s( leeen su estrella, lanza sobre él a Fouché, para hncerlo descender de nuevo a uncalabozo. Pero con qué orgullo podemos constatar ese signo, el destino chísicomás opulento de ese momento, alrededor de 1800, es el de .1\tlirnnda. Ademásde su dignidad en el ejército francés, es Coronel del Ejército Ruso y viajacon pasaporte de Catalina In Grande, es amigo de G. Washington y de John

Tumbull, de Hamilton. Es decir, que tiene poderosas relaciones en los Esta·dos Unidos, en Rusia, en Inglaterra en Francia. Napoleón adolescente hablade su fuego sagrado. No lo pierde de vista. Pero ya en 1800 hay en el granescenario de. Europa un orgullo americano, el General Miranda es el hombrede más vasto destino, de más prometedora estrella. Napoleón estñ como deslumbrado por él, es hombre supersticioso, presume de leer los destinos. Depronto, como en un relámpago, él es quien asume el riesgo.

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La historia política cultural americana, en su dimensión de expresividad,aún con más razones que en el mundo occidental, hny que apreciarla comouna totalidad. En el runericano que quiera. ndquirir un sentido morfológicode una integración, tiene que partir de ese puhto en que aún es viviente In

cultura incaica. La idea del incanato estú poderosamente vivaz en las mentesde Simón Rodríguez, Francisco de Miranda y Simón Bolivar, durante el sigloXIX, se observa en todas las figuras esenciales de la familia de los fundadores,la tendencia a la aglutinación, a la búsqueda de centros irradiantes, reversode la actitud a la atomización, característica del español en su país o en la

colonización. Cuando el General Miranda visita a Mr. Pitt, buscando ayudapara In causa americana, le presenta a delegados cubanos, peruanos, chilenos.Claro que Mr. Pitt viejo zorro, le pregunta por sus credenciales, por la raízde su mnndato, Pitt a medida que va surgiendo la buena estrella de Napoleón, precisa que ese primer cuarto de siglo, en el xrx, tiene que ser continental, que el Corso ocuparía toda su atención. Pero el gran error hispánicode ese momento, consiste en no ver que el auge napoleónico, desvirtúa laatención inglesa para la causa americana y que la resistencia espníiola frentea Napoleón, n medida que éste se debilita, tiene como consecuencia que Pitt

vuelva a fijarse en América, favoreciendo su separación de .España. PeroEspaña se vincula con un inconsciente histórico, con Fernando VII una figuro de macrocéfalo goyesco, que no puede movilizarse en el gran escenario desu momento, el auge industrial de la poHtica conservadon1 inglesa, la energíannpoleónica la independencia americana. Un Francisco de Miranda mantieneun gran tren de vida, pagado casi siempre por los Turnbull, por los Homilton,y por otras figuras del coro que responde n la astucia de Mr. Pitt. Desaparecido del gmn teatro europeo la fulguración napoleónica, In ayuda inglesa sehace más eficaz, pero ya Miranda tiene sesenta años, no intuye en sus días

venezolanos el genio de 28 años de .BoUvar, el cu:u se venga, haciéndole quese le encarcele, desautorizándolo y dándole, como Iógieti consecuencia, laoportunidad a Monteverde, de reducirlo totalmente a la ineficacia, que lolleva de nuevo al histórico calabozo americano, d o n d ~ e romñnrim desde

Ff lx Servando hasta José Mi:trtí, se ve obli¡ado J?OJ: in jma_gen..,de J n f l e j ~ ,a reconstrwr un hecho. Ya lo ü ~ l queaa-es morirse en el calaboro e siempre, mientras Boltvar se escapa ae-ln-·terocidad de Monteverde y se preparaa empinarse sobre In opulencia de su destino.

Ved. un hecho que demuestra lo ya necesaria que es esa totalidad en laintegración de una visión histórica americana. En 1842, el General Valdés,

en la gobernación de Cuba, se muestro irritadfsimo con los días habanerosde Mr. Turnbull, cónsul de Inglaterra, se le acusa no tan sólo de abolicionista sino de propiciar levantrunientos de negros en ingenios y granjas. ElGeneral Valdés presiona a. :In Sociedad económica de amigos del pa{s , para·que expulsen al Cónsul Mr. Turnbull . Conocida es la magistral soberbiaintervención de Don José de la Luz Caballero, en contra de su expulsión.Si hoy revisamos las memorias y los documentos de Francisco de Miranda,

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tenemos In verdadera roíz de ese hecho. Fue John Turnbull, segur:unenteantecesor del cónsul, el que financia las relaciones entre .Pitt y el generalMiranda. Entre los secretarios de Miranda hubo varios traidores, que incluso

pusieron en poder de autoridades españolas, documentos y detnlles de lasconspiraciones fraguadas en Inglaterra para ln liberación runericnna. El Gene-ral Valdés, tiene que haber conocido esos detnlles n través de su cancilledny tiene que haber visto con los naturales recelos a ese nuevo Mr. Turnbull,

que reaparece con lns peligrosas actitudes iniciadas por su antecesor en la

época del primer Pitt. Es decir, el historiador que adquiere una dimensiónen nuestra historia, tiene que tenerla de la totalidad de la historia americana.

Entre el siglo XVII y el xvm, en aquellos gobernantes, que como Güemes yHorcnsitas, gobernaron en México y en Cuba, en los ecos póstumos del ba-rroco. Después en el primer cuarto del siglo XIX, la relación és entre Vene-

zuela y Cuba, n través de los Gngigal, los Conde de Casa Montalvo, queaparecen en el. copioso epistolario de Miranda. Un Fray Servando o un Fran-cisco de Miranda, que pasan sus días habaneros sin aparentes consecuencias,

vemos en una visión retrospectiva, que estlin vinculados con lo más creadorde su época en nuestrO pafs. que simples puntos de un itinerario, en In pro-yección del. sentido histórico en su futuridad, al ser reanimados por esn retros-

pectivn visión históricn cobran una significnción de unn relevancia muy

principal.

Para ilustrar el si lo xtx hemos ido lns figuras que nos ? U ~ e n _ mósesenct mente románticns r n rustrnció n mon o var se marginnlizaen cuanto toen tierro promeu a, en cuanto se detiene al nombrar una rcnli-dnd. Hemos preferido el calabozo de Fray Servando Teresa de Mier; la huidainfernal de Simón Rodrfguez hacia el centro de In tierra, hacia los lagos de

la protohistoria; el cnso complicadfsimo de Francisco de Miranda, que semueve como un gran actor por la Europa de In Revolución francesa, de Pitt

y de Napoleón, de Catalina la Grande, en donde termina por hundirse en Inextrnñez:l y volver hacia Américn, donde el destino joven de Simón BoUvar,lo deja sin aplicación ni apoyo, en donde se muestra incoherente, indeciso,uniendo su nombre nl primer gran fmcaso de la independencia venezolana.Bochinche; bochinche, esta gente no sabe hacer sino bochinche , dirfn recor-

dando sus buenos tiempos cuando se mezclaba a las conspiraciones galantesdel salón de Madrune Custine, o In conversación, toda en froncés neoclásico,con Catalina en el salón rococó. . . Per o esa. grnn tmdición romántica del

siglo XIV, In del. cnlabozo, la ausencia, la imagen y la muerte, logra crear elhecho americano, cuyo destino está más hecho de ausencias posibles que depresencias imposibles. n tradición de las ausencias posibles ha sido la grantrndición americana y donde se sitúa el hecho histórico que se ha logrado.

José Mard representa, en una gran nnvidnd verbal, la plenitud de la ausenciaposible. En él culmina el. cnlabozo de Frny Servando, In frustración de SimónRodrfguez, la muerte de F.rancisco Miranda pero t:unbién el relúmpago de lassiete intuiciones de la cultura china, que le permite tocar, por la metáfora del

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c o ~ o c i m i e n t o Y crear el remolino que lo destruye; el misterio que no fija lahu1dn de los g r a n d e ~ perdedores y la oscilación entre dos grandes destinosque resuelve al umrse la casa que va a ser incendiada. Su muerte t e n e m o ~que ltunrl? .dentro del Pachacámnc incaico, del. dios invisible. No ha queridohacernos v1v1r e n t ~ ~ e l ideal ~ i c é n i c o del culto de los muertos, cuando ago-temos, po el c o n o c 1 ~ 1 e ~ t o poéuco, su sepulcro, él mismo nos llevará a nues-tra pequena empr;sa JÓnica, a la J?Oesfa como preludio del asedio a la ciudad,

su forzosa untón. con In cnsa mcendindn, que comienza aclarando un des-uno. Las palabras fmales de sus dos Diarios nos recuerdan las precauciones

que se h a ~ de . omar J Or .lns morodns subterráneas según el Libro de losmuerl?s. P1de l i b ~ s p1de Jarros c ~ n hojas de higo. Ofrece alimentos conuna p1edra en el p i l ~ n pnra. los r eoén venidos . El valle parece exornar sus

g a ~ g a n t n s para el. rcc1én v ~ 1 d o el cual comienza n reconocer y a nombrar, a

o r 1 e . n . t a r ~ e en lo m e a ~ segun los cultos órfico.s, por In gravedad del pnn, elequilibrio de In escudilla de In leche y los ladridos del perro. Sus Diarios sonel d e s c u ~ r i m i e n t o . táctil del desembarcado, del recienvenido, del duermevel:1,el entrevisto Prcstde dos grandes momentos de la expresión americana. Aquelque crea un hecho p o ~ el espejo de In in_tngen. aquel que en In jácaro mexi-c n n ~ la ~ c h u r o s n gu1tarm de Martín F1erro, la ballena teológicn y el cuerpowhnmnruano, logra el retablo para la estrella que anuncia el acto naciente.

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NACIMIENTO DE LA EXPRESION CRIOLLA

Cuando yn hnbfnmos indicado, en el siglo XIX, los grtllldes encalabozados, los

desterrados gnlantes, los misántropos huidizos, los inapresnbles superiores deveros, hay como ln otro corriente sumergiéln, donde aparecen los retablos

verbriles que nos dan rebrillo y liberación de casa metropolitana. Al tiempoen que un Fray Servando llora su reuma en las suc:esivns prisiones peninsu-

lares, In abeja boquirrubia del soneto y el aguijón de In avispa en ln décima

silbante van tirnndo del manteo de la falsa jernrquin, de los tortugones runo-

ratados.' Cuando el feroz Monteverde ncuchilln a los conspirodores y a losbravos del cnmpo llnno, surgen por los estrell11dos de la Banda Orientnl, lasgrandes guitnrrns estnnciertlS que entonan los cielitos del odio a Femando

VII. Y en el nuestro, el mayor de todos, en José Martt, con su gran serenatadesde In bandurria del octostlnbo hasta la crunp:Ulllda de sus notns pura la

muerte, en que todas lns sorpresas del bosque sombdo están como compro-

badas en un toque pnra la vibración.En las fiestns de Nevruz, en ln Persin del libro de las leyendas, al comienzo

del nño y de In primavera, se volcaba en In gran feria, junto con el primor

nativo, hecho a vista de todos, con el aviso de In visita de lo desconocido ymarovilloso, hasta que en el cnnsancio del fin de In feria, llegaba el indio conel cabnllo encantado. e la misma mnnera, después de la fatiga verbal que

se observa ya en la épocn de Felipe IV, tiene que acudir el encantamiento

de la voz que se nlzn corpulenta como la noche que absorbe el ombú, en el

vivaqueo de los estancieros sureños, en lnc o n ~ t i s t n

sátira vecinal~ e ~

virrei-nato mexicano. Por lo mismo, como en las dificultades para la enus1ón queaparecen en el Popol Vuh, el ~ e r i c a n o no recibe ~ n a tradición v e r ~ n l sino

ln pone en activo, con desconftanza, con e n c a n ~ a m 1 e n t o con ntractJvn ~ u e -ricia. Mnrtt, Dado y Vallejo, lanzan su neto naciente verbal, rodeado de me-{icacia y de palnbrtlS muert as. El . sentencios o se puede volver. cnzurro; el

reflexivo puede adormecerse en el fiel del balanceo. Pero el amencnno, M a r ~Dado o Vallejo, que fue reuniendo sus palnbrns, se le concentran en las Xl·

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genci:U del nueyo prusaJe, trocándolns en corpúsculos coloreados. En todo

n ~ e r 1 c a n o hay s1empre gongorino manso, que estalln su verbo al paso del

vmo, confortable, no t r á g ¡ c ~ ~ m o en el español, en el bautizo ingenuo o en

el dfa en que naufntga delioosrunente en cobranzas aljofaradas.

En el aventado carbón encendido de la sátiro hispana, desde el Mingo

Revulgo hasta el Caballero de In Tenaza, sorprendemos la rabia del mentideroparo el escozor de los poderosos o el cuerno cortesano. Villamediana o Que-

v e ~ o G ó ~ g o r a o Polo de Medina, deslizan papelones como tábanos de una

fur1D; commera, tronal o de rasante vecineria. Quevedo consiguió unos per-

sonaJes, h e c h o ~ como de mazapanes· verbales, el tiempo bastardo y perdido";unos ~ e s p o s o n o s engendr_adores ?e hijos n o c ~ u m o s tales como Desdicha y

Necesidad . n ~ ~ d n con D1spensac1ón, estableciendo la ringlera interminablede su famd1 a Bueno está eso", Qué le va él , "Déjese de eso", son como

una s u s t n n o ~ verbal, que Queved_o asciende de la ceniza, pero que siglos más

t ~ e Goya ilustra y aclara. La hmcha con sangre. El sombdo calaverón que-

vcdlnno pnrc:ce danzar de nuevo cuando Goya, le pone debajo de los mons-truos excepcionales lns frns:s de todos los días, que yn Quevedo hnbfn enve-

nenado, como esa gran ptedra donde esperan turno los ajusticiados. Las

genealogías ~ o l p e r u 1 como un báculo de oro en el modorro. Se establece el

árbol. heráldico de In n ~ a d lleno de gorriones decapitados por el gavilán

amnr11Jo ccyhtn. n el miSmo trono sitúa la fealchtd de la corte de los mila-

gros, enanos, contrahec;hos, gigantomns, zambos, que Goya después aúpa de

cortesanos . a reyes, ba1lando dent ro de la chnquetillo, narigotudos, lamidos

por un perro de agua. Q u e v ~ o vuelen tonelndns de aciertos verbales sobreU rabillo moroliznote. Su tnstezn de color, que le restregaba G6ngoro, em-plezn no crear monstruos, en cuyas mollejas como tamboras se tritura su

embcsuda verbal. Cuando e n u ~ ~ una p : ~ l a b r a preciosa, como comicantano,

es paro enfrentarla al cornudo Jubilndo. Su rapidez ajustes verbales uno de

los. más g ~ d ~ que. hllyan e x i s ~ d o movi}izn una enorme carga ve;b ll puraaphcnrla a msausfacc10nes, defectillos y rob1a titánica. Al finnl del tratamiento-

de un o u en Moliere, h3y como una temura compasiva, pero Quevedo con

~ o ~ e bastón verbal magulla al pobre dinblo, lo tritura y deshuesa. La

u n n g m ~ c 1 ó n de Quevedo es grnvitnnte hacia el centro de ln tierrn, los infier-nos gr1egos; como un m u r c i ~ g o de ónix con ojos que son mignjones de

plomo, muestra unn manero de reconocer, que necesita como la brusquedad

fr{a del pisotón.

Pero ese g o l p c t ~ agudo, que se .ngrnndaba como una vejiguilln en mons-

truosa cnrpn,p r o p ~ n n d o

sobre el rabtllo de lo soez, del lince mnlintencionndoadentro d:l pelo. fino, tenfn como un resguardo secular impenetrnble, q ue erala sentencm e;;totca, enchape .de lo morolizantc romano, d el soneto do ndela f?rma dcsptde un n1re de lecoón para la muerte, como si dichos y venturostuvternn el respaldo de esn prueba sepulcrnl. El esqueleto y In ruina, lo balllOZ:l

Y el nmor, c o ~ o un estoque que fuera n la vez un cnducco. El soneto lo ajusta

como un costillar, pues por una precisa y rápida paradojo, impu.lsa su vida

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como prisionero de ese costillar, a In manero de esos c r á n ~ s que sirven demacetas alzando In flor y sintiéndose en su fundamentaciÓn la mondaduradel g u s ~ n o El negror de su chnquetn de Santiago viene bien con una p l ~ t afría, de muy altiva dignidad, con un rojo de sangre mezclando con entranasterrosas. Hay algo en él de In severidad de Zurbarán, de la esqueletnda deValdés Leal pero su aporte esencial es el ceño, el entrecejo que mira comoun arco de ballesta, pero que un agua mala donde está el ángel tenebrosopara nuestra raza, consigue un tono nito severísimo, pero no el registrola diana en la festividad del triunfo de todos, sino el calnverón por antiCI-

pado q u ~ dicta y borra y hace más burlas que son indescifrables, pero que nlfin leemos por encontronazo.

La espumn del tuétano quevedi:mo y el oro principnl de Góngoro, se nmi-gnbnn bien por tierras nuestras, porque mientrns en Espnña las dos gárgolasmayores venían recios de In tradición humanistn, en América gastaban comoun tejido pinturero, avispón del domingo que después precisamos aumentando y nimbando en In nlabnnza principal. Paro adelantnrse con In innovación métrica y desigual, o pnra recogerse cuando pega In desbanda mala, erauna necesidad de lo bonito, un puente menor, de sabrosa domesticidad, entrela religiosidad del tuétano y el fósforo abrillantado de la ostefna. Es comouna seguridad que parte de la sobremesa, de In despedida, del buen entrar enIn oficinn despiadado, del dormir con el reconciliado signo de In muerte, ypor otra parte un deseo de expresarse en el barbcrito, que lee y que escucha,pero que se queda a medio camino, porque la religiosidad mediana que lo

impulsa llegar a lo formnl, no es la porción misteriosa que da una vocnciónllevnd11 por la continuidad aclaradora de los años, sino por el saber que seestá en una región central del fuego con los ojos muy abiertos, como unasalamandra que llevase In sal para chisporrotear, sin temor a ceg11rse. Y aun-que en esos momentos el pinturero retrocede, por haber jugado siquiera a lofino inesencinl, le queda un ascua en In memoria.

En el transcurso de ese pinturero, que ha estado por los nlrededores y quetiene sobremesa, le queda un buen reojo para la cortes:uún, paro la fulminación de la mnldad y paro In gracia de In verbn pint11d11. Pero ese barbcritopinturero, cuyas gracias son intermedias, n veces se recompone, y como Juansin nombre es cuando viene n realizarse. Mientras pensaba alzarse con elnombre se quedaba corrido, pues no está en In vocación, que no se sabe si ynes vocación, plato de b voluntlld, sino mandato sobrcnnturnl, indicación indescifrable que viene a cumplir. Ese anónimo tiene también nplicnción, pues

se da n la sátira de los poderes, contribuyendo l trasp_iés de lo nutoritllrio,n In letra que se va n cantnr con un grotesco anudado c a ; 1 c n t u r e s ~ Es In _anú-tesis de· la manero de In sátiro quevedesca, que se lim1ta a la hipertrofia dela verba sobre lns costumbres, pero que no trae alteración, pues no se vincula.con lo popular que trae In nuevn C?rriente, el verídico n a c i ~ i e n t o _ Pero porlo americano el estoicismo quevediano y el destello gongonno tienen soterramiento p o ~ u l n r Engcndron un criollo de excelente resistencia para lo ético

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y una punta fina para el habla y In distinción de donde viene la independencia.J ~ n el b n ~ t e lirernria-rl.J l lericano viene a cumplir la f u n c ó g . . d e L q ~

reaTIZala prueba m a y o r . ~ D e s p u é s de las bandejns que traen el liorncndo, lasfrutns sonrientes y el costillnr nurornl del crustáceo, viene la perilla postrera,como podía haber sido el confitado o crema para barrer con el aceite o Inpella, que sirve de intermedio entre el fuego y el estofado. El occidental,amaestrado en In gota nlquitnrada, añade el refino de la esencia del café, trafdo por la magia de las culturas orientales, que trne el deleite de algunas oberturas a la turca realizndas por Moznrt, o la referencia que ya hicimos de

algunas cantatas alegres en que se entretuvo el majestuoso divertimento ba-chiano. Ern esa esencia, como un segundo punto n dulzor de la crema, unlujo occidental que ampliaba con esa gota oriental lns metafísicas variantesdel gusto. Pero a esa perfección del banquete, que lleva la nsimilnción a lacultura, le corresponderfa ni americano el primor inapelable, el rotundo puntofinal de la hoja del tllbaco. El americano traía a ese refinamiento del banqueteoccidental, el otro refinamiento de la naturaleza. El terminar con un saborde naturnleza, que recordaba la primern etnpa anterior n las transmutacionesdel fuego. Con In naturaleza, que rinde un humo, que troe la nlnbanza y elesencinl ofrecimiento de la evaporación.

Este primer interventor en In sátiro que pega por el subterráneo es el JuanLanas, el Juan Pueblo poeta malo necesario. Hay el poeta malo, el Angiolieridel odio ni Dante, signo de la corrupción de In fruta, que para nada sirvesino es para envenenar y confundir. Pero hny el poeta malo de buen dejo,

que viene en la descendencia de la juglnda, cuando In poesía hizo su refinoflorentino, su acopio de fábulas galantes, que tiene su alegrfa en su coheteburlador, cuya raíz está en una zona donde no corre la literatura, pero quehnce de la poesín una moneda de relieve np:1gado pero de sanguínea flor deferia. En la poesfu que prescinde de In literatura, pero que se suelta comoun amuleto alegre. Convence prontamente que dn un toque acompasado quela vida necesita. Se extiende en In hoja del cuchillo, .rodeado de guirnnldetasy con letros voladas dice: Soy tu amor. En el pregón de los dulceros viejos:alcorza alcorza el que 110 come no goza. En los estribillos de los negros ensu día de reyes: Petro11a e mi peso si tú no me lo das le a anco e pecuezo.En los carritos mndrugndores, que .llevan como si fuern un tatuaje: Sigo eldestino¡ yo voy y vengo a nadie envidia le 1e11go · sufre¡ el guapo de Lanus¡Miramc bien soy siempre el mismo¡ me lo hubieras dicho. O cuando ennuestros transportes, nsoma un cojo, despliega como unn banderoln sus núme

ros de billetes, y exclnma: la araña nunca engaña. lú la poesía se presuponefácilmente gananciosa, pues sus frases, simples palabras, sufr arrancadas, nsomando su hociquillo de sirena que ha rechazado los innumerableshocicos de la manada. Nacieron para quedarse, pues tienen del minernl, de lacostumbre y del milagro. Tienen nlgo del silencioso redoble de In muerte enel dfn en que nos morimos. Pero mientras tanto nos miran con ojos saltonesy nos demanda.

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Este poeta malo imprescindible, que asciende hnstn una frase, o aportadapalabra, es también hombre aposentado en un solo libro, que lo vio por todoslos dfns, que sin ser lector, cuando se ve obligado a lecturas, tiene que mar-char hacia ese libro uno, que lo espera, que se constituye en silencioso o ~ s -truo que espera las migajas de un ocio que le pertenece. Surge de esns casassin libro, de esa cunrterfa muy nutrido de loros, pianos viejos y fundas conletrns inexplicables, donde de pronto asoman ediciones de baratillo de Que-vedo, con mitad de chiste desabrido y su otra mitad para los sueños; un

Espronceda para el suicida y el anarquista, el amargo, el desaprensivo, que

se retira de la insignificancia de todos los días con un pozo para In mnldadque se acumula y se arrincono; un Bécquer, que provoca la mariposa y elpintiparado, las ventanas con tiestos hormigados. Conocemos una personacasi analfabeta. Nos acercamos por In sorpresa de que portaba un librejo.Leía dificultoso y como a sílabas, pero ¿qué es lo que lefa? El Progreso delPeregrino¡ de Bunynn, edición gaceta, sin consignar el traductor. El itinera-rio de ese libro hnstn llegar a la analfabeta, no mostraba capítulos complica-dos. Lo habfn heredado de una cuñada espiritista también en el casi analfa-beta. El Progreso del Peregrino de Bunynn, recostado y apretado en unabiblioteca de tres mil lomillos, puede bostezar y justificar caprichos. Bunyanhabía cultivado el difuso espíritu, no el espiritismo, pero por haber fundadosectas religiosos, cultivado persecuciones, se le emparejaba en aquel brumososector. La cuñada espiritista, cuya muerte tan sólo hnbfa hecho posible el

donativo del libro único, había llegado In tesonera sentencia de que el espi-ritismo es In esencia de las religiones . Pero las conclusiones son obvias, laobra de Bunyan en una biblioteca, naufraga, se entrelaza en un ordenamientoculturnl, donde se diluye. Su único en manos de un silabeo sin rectificncio-nes, asciende hasta In sentencia entrañable. Un idiota puede tener un diagenial, y decir buenos dfas. Pero en ese día él es confiadamente terrible.

La sátira cuanto más brotada del libro único, pulsado por Juan Lanas,hace más diana. Cuando más anónima más pincha y hace visible el hombreatncado. El anónimo le da In ceguera de In arremetida. Por eso Quevedo querubrica, con In cruz de Santiago en su pecho expandido, se pierde en el cala-bozo. Y a Villamediana. que más se le atribuye cuanto es mayor la pimienta

del ingenio, se le supone a todos los rincones que andan detrás del ballestazOque lo refrigera. El Juno Lanas de In covachuela, que carece de In cruz que

rubrica y de la suposición ingeniosa, da en la coraza y tumba como soplando.Pero el Collot d' Herbois carnicero, aunque pegue en punta desde n sombra,

sólo produce In hecatombe inútil en la que él es la primera rata ntrapadu.

El lenguaje que va aparejado en esas sátiras del virreinato mexicano, esel de las migajns de otro clnse de fesún mayor. Si es en In décima busca elapoyo del agudo chirriante, como si reclamase el guitarrero. Es el cura quearremete contra el obispo para hacerle turulato a su excelencia:

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r

i •

Con t1fías de serpentítzy con garras de caimánel formidable jayánembistió a la Concepción.Pero le quebró el ramplóncartabón del escarpí11de una mujer al mastínla chola calva. ¡Qué buenporrazo llevó en la sien

del molde del becoquín

El obispo entrega el plieguillo n la Inquisición mexicana del XVIII. Cundeel miedo y el curitn se entrega. Su justificación temerosa está en que diceque lo hizo por bufonería. Pero eso también es dificil, y la gran bufoneríasólo está en Rabclaís y parte de un lenguaje agrandado por lns burlas deltramo filológico greco latino, y con latines de sacristía y mala rabia no puedejustificarse el artero soplón Es el reverso sombrío y malo de In grandeza,y al tiempo que Fray Servando va de calabozo a fuga, de conspiración a fiebre,existe el otro curitn que ataca frunciendo los labios en el sótanQ. Si todo esopuede insinuarse como la pequeñez demoníaca que produce un hecho, encuanto éste se declara, como que ese mismo hecho los revela y hace que salgala rana albina n su reclamo, allf ya quedan inutilizados y despedidos. Enton-ces es cuando los pocos Fray Servando, muertos o vivos para la agonín, se

calznn la inmortnlidnd de grandes botas de agua que retumban en el siempre.

Otras veces es ln formación de bandas ngresivns dentro de las pocas fami-lias feudales, como Montescos y Capuletos de opereta bufa, que se pueden

mostrar. De acuerdo con el partido que toman el arzobispo o el virrey, viene

nsí el veneno de In ballesúlln. Pero ahí cmpiezn el clero a oponerse a los

virreyes, en forma de demandas locnles y de rivnlidades de oficio. En esasátira de subterráneo, de mala raíz en la picaresca española, por tierras ame-ricanas va alcanzando unn transmutación, pues se le va sumando lo popularque favorece la independencia y In voz que va rescatando el lengunje de propia

pertenencia.

No siempre esa sol recae sobre los poderosos de mando consagrado y susdictados, sino que n veces se llega al hecho puro, con derivaciones de folleún,nl suceso que se alza por el canto o entono de ciego. Es In palabra que tiene

ya que penetrar nconsejada por In música. No es la sátira a los virreyes, quenunca llega a tener fuerza de anclnje propio, sino ese encuentro en que lapoesía y la música provocnn propios concéntricos, demandan un .simpathos,por el hecho de que ha ido a la plaza, ha snlido en buscn de todos. El hijodel as de espadas, vulgar duro de oficio, que es en su fondo un roto grandotetímido, se enternece en cuanto le dan con la guitarra y la querencia palnbrera.

Ese acompañamiento de la música a la letra del anónimo, se gana en elmexicano corrido. Buscando el empeño fácil y rodado del octosflnbo, como

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en el romance hispano, va por muy otro lado. El romance se aplica granhecho histórico, carolingio o mozárabe, ? la ~ e n a que por In .relevnnctnque la ejercita obliga a todos en su partletpactón. Pero el cormlo puede e. ·peñarse en hechos de significación menor, defensa de plaza, soC?brn de e}e·cución pero lo que más lo nutre es el suceso del folleún y las lágrtmns prov';fl·cinnas

1

de Telésforo por Irene. En el fluir del corrido asoma ya In querenetn,que en la Argentina alcanza In plenitud de su ternurn penetrante. "Cuandoestaba más contenta, Rosita Alvariz murió". Querencia q_ue puede ~ e g n rIn destructora furia: "pn que te acuerdes de m{ t e deJO es.ta punnladn ,

donde trata de asegurarse como un tatuaje en la muerte. Es mnegable queel corrido soporta una gran prueba, que es asegurar el cantar de In ~ n b l apopular, después que el romance dejó de fluir. Sin tener In ~ r a v e d a d lt_gera

del romance español, el corrido reclama un habla para el canto: In rrusmadirección, aunque en menor escala, rueda las palabras. en In mustcn para queno graviten con exceso en la mortandad del ndensnmtento. . .

El corrido está situado entre el recorrido del romance y In mtenstdad dela copla. Nace como de la cuarteta de la copla que se debilita y busca ~ p o y oen In cadena del romance. Como está hecho para narrar no alcanza In tnten·sidad de la copla, acogida a un instante del frenes{ o del sollozo. Aqu{ noencontramos la sátiro fulnúnen y ncucarnchada que sale de la covachuela Y

del Juan Lanas sombrío. Hay como ~ n ? ascensión a In v?z plena, n que. sesepa y se siga y se propague. Su nnetmtento está muy ~ e J a d o la rebeltónnntihispánica, si no, por el contrario, surge de la propta rebeltón ante '?al

dades nuevas. Mientras se vada con una frescura que le da en la caro, uenevida, pero cuando bilsca acompnfiamiento político. se. extenúa, y según a ~ g u -nos comentaristas, después de 1930, en manos de mtelectunles q ~ e lo remten·dan y de buhoneros que lo utilizan, entra en s ~ s f ~ n n l e s perc;ntortos. En partese aleja de lo hispánico, pues a ~ q u e en nparte?ctn se ~ v e a n a con el romance tiene una manera muy amertcnna de. combatir con ·nlegrfn, de arengar conIuÍo verbal aunque no se comprenda. Aqu{, en el. corrido, aquel hombre dela covachuela, del. libro único, que le daba por el sUbo sombr{o Y por el veneno, se levanta por el canto a la alegría, n la anunciación, n despertar la bondadde un poco de lástica.

Su rn{z está en In querencia, en el diminituvo en In imploración. En elcorrido paro La muerte de Emiliano Zapata se dtce:

o en otro corrido:

Co e, corre conejito,

cuéntales a tus hermanos.

.Mi amor es como el conejo,sentido como el venado.

Alú vemos reaparecer el conejillo, que vimos c.n el Popo Vuh, al ladodel tolibd con sus mañas paro escaparse entre la mebla con el rabo corto.

l1

En el nrgentino la querencia tiene algo de la maternidad del ombú. Comoel ombú no busca caminar en el desierto, es la casa del desierto, el itio dondeene la noche y las estrellas. Es como una protección tierna ante la grandeza.Es esta frase de Ricardo Güiraldes: Senú que In soledad me corda por elespinazo, como un chorrito de agua". La atractiva gracia de In frase .radicaen la fulminante contraposición y soldura de soledad, y lo que corre por el

espinazo, con In rica esencialidad de la médula, y el gracioso diminutivochorrito de agua. Al fundirse en punto de gracia, la fuerza de In frase, sinperder el toque de su vigor, se irisa con ternura.

Con alegría saboreamos el qesprendimiento y liberación del corrido enrelación con el romance. Con In misma alegría para la aparición del grabadO',al tiempo que el corrido alcanza el mayor lujo de su garganta. De los sueños,de los infiernos quevedinnos, de sus nupcias de modos adverbiales, surgenlos demonios, monstruos y murciélagos goyescos. El sueño de la muerte, enQuevedo, preparo el desfile de un tiovivo con la pobre gente, pero rehúsalas burlas mayores, que son las que necesitaba América, así cuando en losinfiernos alguien pregunta por Felipe III, se le responde al punto: Fue

santo rey, y de virtud incomparable según le( yo en las estrellas pronosticado."Reina Felipe IV dos días ha, se oye entre las sombrns", y el comentario,que ya ha dado el tercero cuarto paro la hora que yo esperaba.". Entonces

es cuando se pierde en sus disparos a Chisgaravis, que viene de la Edad Medin, y que reaparece por la sátira mexicana de la colonia, para constatar Quevedo que hny más de doscientos mil de ellos en París. Pero esa estadísticano le pierde la reverencia mayor, con fuerza destructiva. La faunn que colocaQuevedo en los infiernos, los Chisgarovis, los .Pero Grullo, los Don Diegode noche, hoy no nos interesa, pues en los virreinatos nuestros había quebajar a .las profundidades las eminencias nlterosas y no muñecos embetunados por un gran fesún verbal.

El corrido produce como una alegda retrospectiva sobre las jácarns deQuevedo. Cunndo después del afán noticioso, de la cnntodn, del entonarseen In vida y en la muerte, que está en el corrido, volvemos de nuevo sobrela jácara quevcdiana, aparentemente cenizosa, parece como que se coloren denuevo, que soldara sus huesos y lograra nueva pulpa. Para un español, lectorde la época áurea, el conocimiento de los cronistas de Indias, puede pasarcomo prosistas menores, que añaden un primor o una grocin de primitivo.Ji>ero el americano encuentro en esos cronistas de Indias sus primeros .21} .:

5tstas, los homb es ue hablñn ue el rusn'e les dicta. De la misma mn-n , J cara de Quev o va e a niebla al hielo, por ruta de entono popu·lnr, de coplilla, de guitarro, de querencia, pero cuando ornado con esas rega-Ifas americanas volvemos sobre l s jacarUlns, les prestamos vida agrandadacon el paisaje nuestro. Quevedo parece hecho con un ojo y medio oído super·puestos. Sus sentidos ofrecen esas pausas sombrías, motivadas por el tiempoen que un sentido se sumerge hasta que encuentra su complementario. Poreso Don Luis y Quevedo, tuvieron que hncerse americanos, para alcanzar cir-

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culución en el paisaje, influencia sobre nuevos tuétanos, rebajados y subidos,

pulimentados por un agua nueva.

Lns nrmns en el grabado goyesco eran simbolos de una teolog{n donde laca dn aparece siempre acompnfiada de unos golpes con escoba sulfúrea. Paracombatir ese mundo tragicómico que se desmoronn, Goyn empleu, ademásde su genio que lo pone siempre a flote, las luces de la Ilustroción. El graba·dor mexicano, que acompnfia siempre a su corrido, no tiene un mundo teológico, sino la referencia circunstnnciadn, Si ese grabador dijese con Paul Valéry,los ncontecimientos no me interesan, estada perdido. Partiendo del suceso,

yn político, ya de crónicas de hechos de s a n ~ r e se convierte en José Guadnlupe Posada, en una inmensa esqueletada sonriente. El miedo a In Cilrrofiaen la Edad Media apesadumbro sin tregua. Los jesuítas para apuntalar elmundo medioevql que -hada crisis en sus valores externos, convirtieron laspostrimerías en el tema central de sus ejercicios. Ln reacción del mundo deln Ilustración, con su liberalismo y su progreso indefinido, era un mundoque dependía del cuerpo que se enfrentaba. En América In reucción controlas postrimerías y ln cnrrofia se debilitaba, pues un nuevo paisaje demandabanuevos ofrecimientos, que ahuyentaba centrarse en In muerte. . . Por eso, elgrabador José Guadalupe Posada, realiza la esqueletndn sonriente, In conversión del bullicio, del hecho, en un ésqueleto que sonr{e. Hemos visto en algu·nas dulcerlas mexicanas, figuras de alconn que eran un cráneo. Y para incor·pororse el merengue en forma de cráneo, hay que poseer, desde luego, una

inmensa voluntad sonriente.

El grabador mexicnno, que está en la raíz de nuestra expresión, pnrtla deun surgimiento anónimo, tanto que José Guadalupe Posada, se debe más nhecho multitudinario que al rescate de su yo. Por eso Diego Rivertt, en pnlabrns que habrá siempre que repetir, dice: Posada fue tan grande, que quizáun dfa se olvide su nombre, y está tnn integrado alma de .México que tal

vez se vuelva enteramente abstracto; pero hoy su obra y su vida trascienden(sin que ninguno de ellos lo sepa) n lns venns de los artistas jóvenes nmeri·cnnos . l tequilero, los muéhnchos papeleros, los bailadores de. jarabe, Huerta y Zapata, los amantes, Dofia Tomasa y Simón el aguador, los fifis, pasancomo esqueletos inconmovibles, que. no han olvidado la cotidianidnd de susonrisa. En sus ilustraciones, en In mejor época del corrido, su paralelismocon el hecho que las produce, es casi genial. A veces sus grabados me han

recordado las ilustraciones de nlgunos libros de Raymond Roussel, particularmente El suicida. Su realismo, si es que esa palabra lo expresa, es como

el punto invariable alcanzado por una forma de raíz muy soterrada, necesaria y fatnl.

La sátira mexicnna de los virreyes mal se libero del cenizoso quevediano,y ni nl.zarse después el cantfo de los corridos estnba todavía demasiado presionada por las jncarillas y In esqueletada de Posada. Pero ln alegrfa de la verídica nueva expresión tiene un matinal surefio. Los hombres de la ciudad quepasan por las estancias oyen ni hombre de In llanada con el cnnto. Se han

inventado sus palabras necesarias, el facón para el cuchillo sudado, el redomón pnrn el P?tro de costumbre. Pnrten de la pronunciación, del alientoq_ue en cada uerrn asptra y ~ e ~ u e l v e a su manero; pnrten de In pronunciaCIÓn, no de la ortografía, y el Idioma suena otra vez a clásico, en esa toma. porasnlto de sus palabras.

A tiempo que el feroz Monteverde acuchilla n los caraqueños separatistas,e m p i e z ~ n por la banda de In Argentina y Uruguay, n combatir con querencia,a maneJar el acento como llave que penetra el paredón. Las huestes de Fernando VII, entran y abandonan ciudades, perseguidos por los cielitos uru

guayos de~ t o l o m é

Hidalgo. . . Cielito, cielito que s{, y después un castigo,una. r:ferencra a la m n l d a ~ que se consuma. n la conmemoración jubilosael cielito aceren por el carmo apegado del relato, o cuando el estanciero va ahundirse en las maravillas de la ciudad, relata también con ternura para evitarel asombro que separa.

Lo pri.mero que señalamos estos poemas gauchescos es su necesidad,su nacrmu:mo de c o ~ a s muy .cosidas en acontecimientos y entrañas. Todo esoforma su t m p r e s ~ m d 1 b l e clás1co, su tono de hombres, que lejos de restarle y

p ~ t n r l e separncrón, lo 1gunln con todo lo producido seco, escrunado y fatal.SI vemos el gaucho con el poncho a medio envolver, rodeando el brazo paroparada Ydefensa, ni punto el comentarista se ve obligado a nnotar: ya se usa-ba ~ n t r e los r?manos lo que ahora llamamos combatir a capa y espada. VieneIn ata de Julio César: envuelven In manta en el brozo izquierdo y sacan laespada. Fuerte nacimiento de literoturn clásica, es decir, clnse poderosa y

saneuda, necesidad queeren

su forma, libertad que .nace exenta de precauciones y resguardos literarios.

Lo primero es ese hombre natural que emplea el idioma con decisión y

tono, dando su pechada, su expansión, con un júbilo incontrastable. Es elbuen gesto de echarse nl agua, de sentarse a la mesa con decisión rotunda:

¿Se acuerda del fandanga:r.oque vimos en lo de Arzdújarcuando el general Belgranohi:r o sonar los cueritoser1 Salta los maltlrrangos?

Ahí el idioma está tomando por su nlegrfn, no por In tradición humanistaque le llega en momento en que se ve obligada a destellar. Sus hnllazgosson de numemnuvo que conlleva una expansión, fandangazo; por diminut ivo

q.ue lleva. una graciosa. contracción, hizo sonar los cueritos . El propio relato,sm necesidad de culuvnr e."<cesos, le da el nacimiento del lenguaje comoquien doma una situación y ya la fija: '

Comieron con gran quietúy después de haber sestiaoensillaron medio flojo

1

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  :

1•

y se salieron l trancoal rancho de Andrés Bordónalias el Indio Pelao.

Lo más valioso en el idioma es el destino afortunado de su uso, comoartesano, el pescador, aquí el estanciero. Se ve cada palabra en la mano duraque se ejercita. Cada palabra, en su acento, ha pasado por el saboreo, y des-pués para darse ha sido apretada por la mano.

Cielito digo que sí

de hambre morir no quisieron.Y les encuentro razónporque estarían muy fieros.

Viéndose entonces perdidoirse pensó por la costay Cochkrane menicmdo balafue matando esta la11gosta.

Cielito digo que sípor fin el pobre ¡uyóy el Callao con sus cangallasa San Martln se rindió.

Solo el general Ramlrezquedó y tambié11 0/aJiela

pero pronto me pareceque entregarán la peseta.

Si nos detenemos en la expresión: Cochkrane meniando bnla / fue ma-tando esta langosta, tenemos que considerar su surgimiento más que de larepresentación cerebrnl, de In adecuación entre objeto y representación pormedio de la palabra, parece surgida de ese apresamiento rápido traído por laconciencia medular. Consiste en ese bulto oscuro, movedizo, que forma el hecho,abriéndose como en una indetenible diversidad de irradiaciones, y lanzandosobre él una palabro no adecuada por la costumbre, sino otro que levantó denuevo la frase paro la grocin verbal.

En esas distancias de l tierra y In palabro, de las pnusas del ombú y delrequiebro de In querencia, se constituye el señor estanciero que viene suce-sivo al desterrado romántico, con signo muy opuesto de vida, aunque en

igualdad del perfeccionamiento en In instalación recuerde aquel paisaje dis-frutado por el señor barroco. Su disfrute no está en d goce de las golosinasde la inteligencia o del gusto, sino en la doma. En In constitución de ese seño-río a través de las vicisitudes del que marcha n establecerse estanciero, o del

establecido se derrumba. No puede alcanzar ese disfrute del señor barro-co, porque se ha establecido un vado, al integrarse cl separatismo, vado quetiene que llenar de nuevo y fundar un dominio verbal y terrenal. Ln peligrosa

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distancia con .la que se enfrenta, amparado por la casa copa del ombú, lepreparo la mano dura paro l doma y la novedad de su grupo de palabras.

El galpón, la gran sala del señor barroco, r n p n r ~ en el e s t a n c i ~ r o perotan sólo como un momento que motiva la concurrencia y ln rápid a huida:

Y o quise verlas un raloy me metí en el montóny tanto me rempu;aronque me encontré en tm galpóntodo muy iluminaocon casitas de maderay en medio muchos bancos.

Aparece como In casa de la mngin y la sorpresa, donde se presenta el estan-ciero excepcionado por unas súbitas vacaciones y de donde sale para el corodel relato, donde apunta In sorpresa y In ocurrencia sin espera. Buscando laferia, en la ciudad se encuentra con la gran sala que lo encandila y lo resta-blece de nuevo en lo suyo de todos los d(as, pero como quien ha ordo el relatode las leyendas y está tranquilo en lns mnrnvillns. No disfruta del galpón, deIn grori sala, como extensión de la voluptuosidad, sino como iluminación demansa pesadilla. La sala es a veces In del teatro Colón, de Buenos Aires, nllllega d gaucho para instalarse frente al Fausto de Gounod. Cuando llega denuevo a In estancia relata como brujería. Ya es bueno de ir ensillando , lecontesta el otro gaucho paro introducirlo otro vez en las mañnnns de In

estancia.Los primeros alegrones de ese gaucho cantor los comunica en In fiesta de

In independencia. La soledad de In distancia en que se ocupa, lo habían ap:u-tndo de lo hispánico, aunque por cl ceño y In mano dura se le empareja.Cuando se reacciona contra Fernando VII con d cielito , lo hace con burlasamericanas. Esa reacción a lo español, lograda In independencia, se amen-gua, pues se va convenciendo que tiene que ir nl mismo punto de partida,al extremo de In frontera, a luchar con los malones, es decir, con los indios.Los mismos que se habían liberado de la externidnd, lo mandan n ese extre-mo de In tierra con indefensión y miseria. Perseguido en las dos situaciones,se acoge n l s constantes pruebas del canto. Más guitarros que letras, parece

decir, y de nuevo se lleva la alegría del idioma, renaciendo desde las rafeesque hicieron posible el romancero. En España, en el siglo xrx, salvo algunnsexcepciones de sus finales, el idioma decaía, con una prosa acostada y un

verso para el pastoreo y el retumbo artificial, pero con esos poemas gau-chescos, el idioma volvió n las verdaderas mnfianitns de San Juan, del Ro-mancero, .inaugurando por csn obligación de lenguaje nuevo que organizanl s distancias y su hombre.

El Martín Fierro, se empeña en romper toda relación con el galpón de laciudad. Devorado por los malos sucesos de la estancia, allí transcurre en elextremo límite de la frontero, perseguido, alanceado, en cárceles, alzado a

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SUMAS CRITICAS DEL Al'v1ERICANO

Por los años de 1920, cuando irrump[nn los llamados .reservistas en In l ir ·

roturo francesa, el concepto de originalidad estallaba y se e x t e n d í ~ como ..osavisos matinales del gallo. Se juzgaba, favorablemente en func

1tón.de úes

Otra COsa" como halago que motivaba miradas converudns por ~ t m p a dn·.

' · 1 di · · 'd 1 surgtmtento eFairf atllrf chosf , /aire le contrazre, era n vtsn extgt 8 till . . dn1ns nuevas generaciones que nadan con un signo renl en la .te a t.Zqwer ,como los antiguos reyes de Georgin. Un Picasso, un. S t r n v m s ~ . ' Joyce,ernn juzgados a la sombra del sprit nouveau, en funoón de o : t g m a l ~ n ~ ..Suruptura era t n superior n su deudo generacional, que .su espmazo d tst rtcoera diluido en .lo amorfo y protocelulnr. Cézanne y Ptcasso eran . . reyes

e hadan sus juramentos caminando de espaldas el uno al otro, dmgténdose~ ~ c i a distintos árboles. Se quedn olvidar, que en la búsquedn de ese . renes(

d 1 · · _t:..J-d era el cnnsnncio lo que impulsaba sus pasos, semeJante ae a ongtnauuu • · 'ó b 1 t nas

esos perezosos, que de pronto, al llegar lo nueva e s ~ o .n. a ren ns vent f

convulsionan los brazos y golpean las mantas de mvterno con ~ n a s argnsvaras como un arriero golpea unn .recua inmóvil. en u n ~ e n c r u e t J a ~ a .

P. e "otrn cosa" que In búsqueda de la sensactón; Strnvmsky era.tcasso ro • -' u J "

otra cosa", que el afán de encontrar el color orquestw. n. oyce ero ~cosa", que la sátira mornl de un Bernard Shaw. Así, e sprzt n o u ~ f a u sena·laba con un hilo In inquietud de su soledad de los co011enzos y o l v ~ d a b a queesa frase era una de los etiquetnS puestas a la moda por Baud<;latre, en .elParís de la guerra franco prusiana al sruudar los ~ e t a l ~ wagnertanos, tn·

f ·¡· di b6lico de Luis de Bnviern y las emgmáucas rc:presentaCtonesanu tsmo a

de Jeanne Snmnry. . eh 1 traa1 rodar de diez años, la e s c e n o g r a ~ í n tba a r usar e nucer . oP ~ r o p a r a reencontrar la Unen de continutdad que unía las genernoones.

cosa , 1 · " la que con nom·Nos empeñábamos en demostrar que era a mtsma cosn ' . .óbres distintos y dosificadas mutaciones, ~ r r { a el t r a ~ e c b t o de la x p ~ n.Detrás de los vruores que una décndn nntenor se npreon nn como ongtn es,

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se admirnba ahora título de súmu_las históricas, de sentido crftico concentrado, In astucia para pellizcar en aquellas zonas del pasado donde se habíanaposentado viveros de innovaciones, que se habían quedado inexpresad:tsen su totalidad y que nhora se les presentaban como un fragmento aditivo.A Picasso se le queda extraer de In tradición francesa en sus primeras manifestaciones en ~ t n secu.laridnd, de la era de la experimentación y de los muto·clones, para apegarlo, según su propio 8\ISto de lince contemporáneo, a latradici.ón española, menos riesgosa, que avanza con más lentitud y por lomismo de un hueso más resistente para los exigencias de lo temporal. (Seolvidaba esta malicioso tradición, que tanto el Greco, como Goyn, se deb{an

a síntesis históricas y no a productos del indigenismo). Pero aparte de eser e ~ p l a z o , en Picasso, de lo español taurino a lo francés formalista, se subrayaba en él golosamente sus pastiches del Greco y de Lautrec, su etapadórica, sus excursiones n las rocas diédricas del Beato Orta, sus adaptacionesde iluministns cntrunnes, en fin, su elegante dominio de In panoplia del historicismo estilista. Ya no se buscab:l que fuera innovador y original, inquietoy rápido, sino que estuviese rcsprudndo por la gran tradición de la pinturoesp:lñola, por valores sólidos y grnvitantes, por estructuras, por huesos car·boníferos y dibujos en las rocas, en el crecimiento de las marc::ls.

En un Stravinsky, con más segura ventura pues se estaba más dentro deuna fácil verdnd, su fondo popu.lnr, los seguros avances del manejo de sumasa orquestal en relación con la de Rimsky, que asimilaba y ampliaba, sudescubrimiento de Pergolessi, el rog time y el tnp, la era del jazz, en fin, todnslas abejas históricas sirviendo un mnnto con emblemas de todas las épocas.

En el caso de Joyce, ya no era su taller filológico, su furia verbal, sino elPadre Suárez y el Podre Sánchez, los maestros escolásticos escogidos por los

jcsuhns, las latas de basura. de los barrios bajos de Dublin, el instrumentrude la ginecología especializada pasadn por la gignntomnquin de Rabelnis, el

disefio odiseico. De tal manera, que en menos de diez nños, nuestros críticos_ondulaban, se rcéÍifien15an, se opoi:iEilpór, eT v ~ l : ' i c c . . . . t . . . l o q ~ e ,se c o ~ i ~ l x loHginaJ era producto aef esillísmo, "]o _ n . E _ D . F e D t n ~ un ' r ' l ? ~ • e ~ ~secreta conunUíaaa:-ESo-Iiiidii'y¡i-dcsusnoo y anacrónico el tema dcl ñs gene-,

rociones, traído del seminario alemán, pues las generaciones tienen que p:ll'tir)

de su crc:nción, no de un voluntarioso nnti, de un combatir n: en proyección.mntinnl de ndivin::tción de futuro. Las generaciones no se forman en In voluntnd de querer lo distinto, que es apariencia, sino en. el ser de In creación, deente concurrente de lo verdaderamente novedoso .Lo frenético y destc:mpln·do, vemos en los más significativos creadores se ·vuelve en su fondo, ru paso

de una d6:adn, producto de elabomción. y compás Y perdida la brújula, losque a su tiempo desempeñaban el rolf de los más jóvenes no sabían si seenfrentaban con acciones o reacciones nrtfsticas, no snblan si combntfan lonuevo disfrazados de viejos, o si reúccionnban frente a un formalismo caducado con un realismo que cxhruaba vahos pesúferos de tumba, podrida fiebrede los ocasos.

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En realidad, lo que sucedía en su nueva y verdndera p r o f u n d i ~ ~ d , era másdiHcil de querer y sefialar. Sobre todo que era una n ~ e v a p o s ~ c t ó n , desam:parada de todo historicismo, no prccisadn por r e f e r ~ o a s . nntertores. En mtopinión, se debla al surgimiento de una nueva marufestl loón. del .hombresu lucha con la forma. Era un tipo de creador, que podta al termmar su prt·mera formación nutrido p or todo el aporte de la culturo antigoa, que lejosde fatigarlo, ~ n c e r b a b n sus facultades c r e a d o r a ~ , h a c i é n d o l ~ s terriblemen.tesorpresivas. Un saber crítico, que era al mismo uempo, y qutZás por lomo muy creador; un conocimiento intuitivo, que se h ~ p o s t a s i a b a en. lo htstÓ·rico, por una rápida penetración de las zonas d: ~ r e n o ó n en la h a b t . t ~ a l con·fusión de lo histórico. Se me objetará, y la obJeoÓn es sólo superfioal, q ~ eLeonardo y Gocthe, realizaron ese tipo de cultura, hecho de grandes slntest.svivientes; de un rico poder paro descubrir, a través de la forma,. los contem·dós de creación. Pero una diferencia entre ambos modos de sintests nos parecebastarle a nuestra finalidad. ~ a s mndes f i g u r a ~ del arte c o n t e m ~ r á n . e q , han_descubierto regiones que parecfnn sumergidas, lormas, ~ e _ ~ ~ 5 . § 1 ' . ~ n o -cimiento qu e se hablan desudado, perman,:Cicndo c t ~ d o r a s . El. conocumentode Jóyce dd neotorriismo, siqUiera sen como diletnnu, no era un eco tardíode la escolástica sino un mundo medieval, que al ponerse en contacto con élse volvía extrañ;mente creador. La llegada de Stravinsky a Pergolessi, no erauna astucia neoclásica, sino la necesidnd de encontrar un hilo en la tradición,que hnbfa estado tan cerca de alcanzar el secreto de la música, el canon de

la creación, la fijeza en las mutnciones, el ritmo del retorno a gran e.-ccepción de un Leonardo o de un Goethe, se converda en nuestro época en laexpresión signaría, que exigía un intuitivo r á ~ i d o conocimiento de losestilos anteriores, rostros de lo que hn segutdo stendo creador después de

tnntos naufragios y una adecuadn situación en la polémica contemporánea,

en el fiel de lo que se retiro hacin las sombras y el chorro que salta de lasaguas.

. Si Picasso saltnba de lo dórico a lo eritrero, de hardin a lo provenznl,\ nos parecía unn óptim n señal de los tiempos, si un n ~ e r i c a n o e s t ~ d i a b a

y asimilnbn n Picasso, bo or re/ere" · En s:smdn, f ~ l s o o ~ l l o de.pe;diz q u ~quiere salir del paso, se h a b l n b ~ - de m f l u ~ e t n s o ~ g á m ~ ~ p r e s c m d i b l e s ali-mentos paulinos, y de influeneta vegetauva, pastvas, mservtbles. Pero antesde llegru: a la solución de este problema, aunque quizás a q ~ ( fuera el caso derepetir lo de aquel filósofo, que frente n las apodas eleáucns, d ~ n : Veo Insolución, lo que no veo es el problema. Quizás el problema rodique eso:Picasso ha sido· más una solución que un p r o b l e m ~ . Pero en ~ t o s p r t m ~ o . sescnrceos contentémonos con llevar ese problema.' s1 es. que ~ t s t e a sus. 1Dl·

cios, donde convendría recordar los versos de Tli'So de Molma:

"Vos picáis la miel ajenay yo sé picar al osoque se lleva la colmma".

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L:t más elegante de las prudencias minervinas nos lleva n escoger la pintummextcnna para estos parnlelismos, que. conviene primero subrayar, y despuése s f u ~ a r . En Guerrero Galván, figura de mujer a la orilla del mar, igual motivoen ~ ~ c a s s o , cabellera, manos y pies con igual tratamiento; en Tamayo, com-

p o s t c ~ ó n con melones y mandolinas, en. Picnsso igual reaparición de la mismaescogtdn fruta y el mismo preferido instrumento musical; caballos, en Agus-tín Lazo, que parecen mnrcados con las iniciales de Chirico. De paso, po-

~ r f ~ o s recordar del año 10 nl 15, en nuestro siglo, donde Pablo de Málagastgutó muy de cerca a Chirico el romano). No se trata de subordinación de

i n f l u e n ~ i n s , donde u?as resulten mortandades e ineficncias y otras vislum-bres e Impulsos m á g t c o ~ . TaJ?poco de regaifas miméticas- ¿no ha señaladoMnnn en Goethe, la dimenstón del gran arte reducido a Eros y parodias?pu:s en ?uestrn época paro señalar In inicial de la cadena mimética sería nece:sano urur los espectros de Scotlnnd Ynrd con el colegio de traductores de

Toledo, trobajando en cooperación con el Síndico de escribas egipcios.

Esos rep:1ros hec?os por mexicanos a pintores me.xicnnos, engendraba unterror Y un compleJO, que, los l l e v : ~ b a a cnmbiar inculpación por acusaciónY as{ .cuando en 1944, nuestros pintores expusieron en .México, Diego Rivera:Stquetros Y Rodriguez Lozano, coincidían en acusar a nuestros pintores de

influencias. . . picassistas.

.Todos e s o ~ .reparos, engendrados por múltiples confusiones y npresura-mtent?s, se dtstpnban tan pronto podíamos encontrar un centro de referenciastemáucas. Ese centro temático tenfn que surgir de un nuevo planteamiento·que Picasso en In h i s ~ o r i a de In culturo, hnbfn entregado y hecho v i s i l ~algunos s ~ ~ t o s muy t m p o r ~ n ~ t e s , tales como elementos plásticos, astuciasde composiCIÓn y el descubrtmtento en su plenitud de In tradición verdade-ramente creadora en la plástica. Lo que fue una búsquedn dolorosa en Cé

znnne, con muy pocos discípulos, en Picnsso se convertía en un perenne en-~ e n t r o en venturas, en dichosas oportunidndes. El arte nuevo que hnbínstdo en .Cézanne una .dolorosa aventura, propicia n desarrollo de las grandespersonalidades, en Ptcasso se habfn convertido en un secreto compartido.Con esas .fórmu_la.s que él había encontrado, semejantes n lo que en el sigloXVIII, fu la mustca per c ~ n o n , y cadn dfu apnrecen en ese siglo más músicosdesconoodos de gran calidad artcsooal, innumerobles ejércitos de artistasplásticos, manipulaban distintos juegos estilistas con diferente y varia fortu·na. Y ese arte, que todnvfa a fines del siglo pasado, habfa sido propicio aldesarrollo de las grandes personnlidades, un Cézanne, un Van Gogh un De-

gas, h a ~ f a ido decreciendo al estilismo, n In combinatoria de f ó r m u l ~ s y a ladecoractón coloreada. El hecho de que Picnsso haya sido el pintor que másinfluencia ha ejercido en el mundo, mucho más que un Greco, un Piero dellaFrancescn o un Rafael, es un signo de In hipertrofia de la cultura plástica denuestros dfns. más que un registro de lo cualitativo. Ha sido el malagueñoen nuestra época, el ente influenciador, el ser hecho para provocar en l o ~demás una virtud recipiendarin. En eso intervenían también signos muy de

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época nuestrn. Su ojo rápido paro captru: lo que es creador en su inmedintn

circunstancin, y llevarlo, con un instinto m ~ y mediterráneo, a lo que es formn

y concluyente visibilidad. Según .la c o n o o ~ anécdotn, que ~ d : 1 cUn. p ~ r e c emás mentirosa, visitaba los estudios de los JÓvenes con exces1va acucrostdnd,

pnrn sorprender lo que en ellos era lnrvado y c ~ m e O Z l U l t e , p a ~ n l l e v ~ l o s al

ápice de su realización, pero siempre dejnndo mtocnble, su mcuesuonnble

p:uernidnd. Era él hti.Q en ln__asimilaci6n sorpresiva ~ ~ a s o m b r o s o desp l ~ e nutricio, pero. nl mismo tiempo, mnnten{n su p a t e r r u d a c l ~ a ~glcanzncln y en el dominio del nfrecimiento.-Resumen viviente t.ransmitido

en orgánica influencia, rendía un secreto, que pnro el que lo recrb{n segu{nsiendo misterioso y plncentario. Ningún pintor ha ensefuldo tnntas cosn.socultas, resurgido tantos estilos, proycetado sobre épocas muertas tantas posl

bilidndes de reencuentros y de inicios. Como esos campesinos, que por unn

excepción de su memoria, comenznbnn, sin sorpresa, su charla de todos los

días en un griego clásico, estaba hecho para encontrar en la costumbre, en

los estilos habitunles, prodigiosas señales de vida perdurable, y no nos asom

brada si antes de morir, pintara In resurrección de la carne, señalando con

sonriente gravednd, el esplendor que va a asumir, como si ese h u b i ~ r a sido

el tem11 de conversación que hubiese mantenido durnnte toda su vtdn con

el ángel de nombre rendido.

s{ el joven pintor americano, al sentir cl aguijón fertilizante de Picasso,

no actuaba con desncordado espíritu mimético ni con perpleja sangre uguada,

sino como el joven ucraniano, borinqueño o lusitano, que recibfan est e Snn

Jerónimo de In plástica, que trunbién n su manera habfn unido l?S tradicionesornles del oriente, el secreto de sorprender nl narrador en su meJor momento,

con el canon romruto, la esfera ecuménica, la academia filosófica de Rafael

y In legión tebana del Greco.

Es cierto que Picnsso y su dichoso androide: el ente .influenciodor, era una

manifestación única uportndn por nuestra época, pero hnbtn grandes nntece

dentes históricos, que nos regalnban confianza, frente a esa riqueza nncesttnl,

u su reconocimiento crítico, que n veces cn{an como una avnlnnchn sobre una

cm histórica, sobre unn ciudad o sobre una persona. Avalancha tan poderoso,

que siempre tenía que venir la gracia en su nyud?• pues son siempr: los moyo

res los que están sometidos n mns g ~ a n d c s peligros. f. en el úlun;to confín

de la extensión aparece siempre lo h1guera con sus vlSltas temerarms.

1 Ningún carrefour o encrucijndn más peligrosa que la del griego de .la gran

• época. Entre el teocentrismo egipcio y lo 9-ue pudiéramos. l l a ~ a r S I ~ afán

excesiv:llllente paradoja , In refinada barb:1r1e persa, esa snuactón leJOS dedisminuirlos de convertirlos en huidores, los lleva, entrelazados en las danzas alegres de su confianzn en un armonioso ? ~ t i n o , n d e s p e r t a ~ en lo ~ x t ~ n sión medida por la I.uz. En la lucha de In p':ondad e n ~ r e los dtoscs e g ~ p c t o sy griegos, Herodoto, con secreta c o m p l a c e n c t ~ , se obstmn en dem?Strar que

el Hércules egipcio precede en cinco generaciones nl Hércules griego. Para

demostrarlo se llega hasta Tiro de Fenicia, donde hnb[a un templo dedicado

432

a esa ~ v i n i d a d . Cuando .lo comprueba parece inundarse de alegría. Lo vi,

pues, .ricamente adornado de eopiosos donativos, y entre ellos dos vistosas

columnas, una de oro acendrada en copela, otra de esmeralda que de noche

en g ~ manera resplandecían". El templo, asegura Heroddto hnbrn sido~ n s t r u t d o .con l Tiro de; los fenicios, contando uno a n t i g ü e d ~ d de 2.300

anos. Convtene, p a r ~ c denvnr Herodoto, que ese dios de In fuerza, nos venga·

de lo oscuro Y leJano, y que n o s o t r o s ~ los griegos, lo j?Ongnmos a Iuchnr '

hidras ~ s e ~ p t e n t e s , bosques y rumes astucias, l q J ~ n s s m e ~ enuevo .In sexuahdad rendida-.l.. lo generatriz p e r e z o s o ~ . , 1

Pero actitud de confianza s;kgn- en r ~ l ~ c i ó " " o ~ n los egipcios, varía en

cuanto v ~ ~ b r a n a los. persas. Con In prodigiosa ilustración de sus sentidos,con ese ~ ~ v ~ que era .100ato acto de respirar, precisan que pueden tomar

de los egtpciOs formas mconclusas, dioses que pueden trnsiadnr a sus montes

s ~ g r a d o s , ~ r o , en antítesis vigilan con suspicacia nl. persa, que es el que les

v1ene a. q.mtnr, que es el r , n ~ n s t r u o inerte, el organismo fláccido que ya no

sabe ~ ~ · La. voz del lidto le a ~ n s e j a n .Creso, pa ra que no vayn contralos p e r s ~ s . J:?e ptclcs es todo su vcsudo, le dice, su región es áspera, no cono

c ~ n vmo ru cl ~ t o . d c l higo, ni la delicadezn de los manjares. Si los vencterelS ¿qué podéis qmtnr a los que nada poseen? Pero si sois vencido ref l ~ o n a d lo mucho que tenéis que perder . En esa, qujz¡t la posición 'más

peligrosa q ~ e p ~ e d a ofrecer la historio de la cultura, entre lo egipcio y lo

persa, el S t ~ g o mtuyó co-? alegria de dónde le vendrin el velamen más sabio

Y la maldicrón mós e s t ~ i l Goz6 deliciosamente de los ofrecimiento s egt.'p-j . ,

oos, y se aprestó a resisttr el dragón informe, extenso y caprichoso. ,\; (U NIEl europeo nos hnbfa dictado una previo lección, In reducción del pai;;;je

nl hombre, ya por la v ~ r o n a como algunos primitivos medievales, ya el

opulento feudal, com.o vunos en el S1mone .Mnrtini, que citnrnos, que snlfu

más alló .las empalizadas de su cnstillo; pero en Américn se pretendía hacer

.la ~ u C C i ó n de ln n ~ ~ al hombre, prescindiendo del paisaje. Pero en

realidad ¿qué es C? la h i s t o ~ de In cultura el paisaje? Así, cuando cl hombrese. as.omn a ese hilo que distnnon su yo del mundo exterior, y precis:l un

P:tlS:lJe, ya queda gunrdado en él un cuadrado, una definición de In nntura

Ieza. ¿Consiste, p ues, el ,Paisaje en una verja, de simpática reducción poli

g ~ n n l , con cl que se defme uno extensión de nnturnleza? Veamos, venmos,

st ~ e m ~ l l ~ a r ese ~ c t u s . hastn los manteles de un bodegón y ull{ hacerleun silencoso disparo dinlécuco.

Ante to?o, el paisaje nos lleva a la n d q ~ i s i c i ó n del punto de miro, del

cnmpo ópuco y del contorno. Que In atencón o una saetilla misteriosa sed i s p ~ s?bre nosotros, que la mirada suelte sus guerreros en defensn de

su terntono, y el contorno ennrque sus empalizadas frente a zonas indife

rentes o gengiskanescn barbarie . ~ paisaje <; __una de las f o r ~ n s del dominio

dc:Ufombre_.. coma a c u e d u c : J o _ . - r o . m n n º - - ; U l l a ~ n t ~ d n de Líotrgo, o ..do .. 1122llneo e la Hautn. . E n ~ J e es 51emprc diálogo, reducción de la

rutturnleza pucstn a In iiltura del hombre. Cuando decimos nnturnleza el pan/a

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rei engulle al hombre como un leviatán de lo extenso. El paisaje es la natu·raleza amigada con el hombre. Si aceptamos la frase de Schelling: la natu·raleza es el espíritu visible y el espíritu es la naturaleza invisible , nos seráJ:kil llegar a la conclusión de que ese espíritu visible de lo que más gusta esdialogar con el hombre, y que ese diálogo entre el espíritu que revela lanaturaleza y el hombre, es el paisaje. Primero, la naturaleza tiene que ganarel espíritu; después, el hombre marchará a su encuentro. La mezcla de esarevelación y su coincidencia con el hombre, es lo que marca la soberanía del

paisaje.

En América dondequiera que surge posibilidad de paisaje tiene que e. <istirposibilidad de cultura. El más frenético poseso de la mimesis de lo europeo, seIicúa si el paisaje que lo acompaña tiene su espíritu y lo ofrece, y conversamos con él siquiera sea en el sueño. El vnlle de México, las coordenadascoincidentes en la bahía de La Hnbnnn, la zona andina sobre la que operó elbarroco, es decir la cultura cuzqueña ¿la pampa es paisaje o naturaleza?, la

constitución de la imagen en paisaje, Unen que va desde el cnlnbozo de Francisco de Miranda hasta la muerte de José Martí, son todas ellas formas delpaisaje, es decir, en In lucha, de In naturoleza y el hombre, se constituyó enpaisaje de cultura COmo triunfo del hombre en el tiempo histórico. El sueñode Sor Juana es la nc;>che en el valle de México, mientras duerme parece comosi su yo emmte diruogue con el valle, y lo que parecía términos de In dialéctica escolástica se convierten, transmutados por el sueño, en las señales convenidas p r los secretos de aquel paisaje. Los artistas sencillos de la escuela

cuzqueña, filtran en sus lienzos un cielo reverente, tan distante de las nubesque van desde Botticclli hasta Murillo, más como presagio indescifrable quecomo una tierna compañía. Y cuando nos proponemos In discusión de si lapampa es naturoleza o paisaje, oímos en las dos primeras invocaciones del

Martín Fierro y de La Vuelta de Martín Fierro que el idioma ha sido revi

vido con nuevo orgullo, confianza y homb.rfa, por una naturaleza que se pone

más a ras de tierra paro brindamos su estribo, haciéndose paisajes por elnuevo idioma que lo recorre. Ofd In guitnrrn de Martín Fierro, con la voz

humana que la domina a su mejor lado de compañía:

Me siento en el plan de un bajoA cantar un argumento-Como si soplara el vientoHago tiritar los p stos

Coll oros copas y bastosJuega alli mi pensamie11to.

Y o soy loro en mi rodeoy toraz.o en rodeo a;mo¡Siempre me tuve por güenoy si me quieren probar

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Salgan otras a cantarY veremos quié11 es menos.

Y en la vuelta del Martín Fierro, reposa como una mole pedregosa acom-pnfiada de ríos apacibles:

Y el que me quiera enmendarmucho tiene que s ber-

Tiene 1f t1Cho qt1e aprendérEl que me sepa escuch r-

Tiene mucho .que rumiarEl que me quiera entender.

Después del señor barroco, bien instalado en el centro de su disfrute elpnisnje recobra una imantación más poderosa y demoniaca. El hombre des-plazado de su centro, vuelve n él aunque su paisaje se muestre irreconciliableya para siempre lejano. Francisco de Miranda, no pudo encontrar nuevo centro de un nuevo paisaje, ni en In Revolución francesa, ni en los encantos de

un Eros en la Ilustración, en In corte de Catalina de Rusia, ni en la meticulosay fríamente creadora Inglaterra de Pitt. Se mueve por toda In Europa, perohasta que no hnlla su centro de nuevo en un calabozo, donde reconstruye

país por a ~ s c ; n c i a no se siente de nuevo venezolano esencial. Su paisajettene ya la suf1oente fuerza, para que en cualquier escenario donde se desenvuelva, y abarcó uno de los mayores de su época, vuelva sobre él, Jo retomey lo ponga en el centro de su calabozo.

Cndn paisaje americano ha estado siempre acompañado de especial siembroY de arborescencia propia. Ln civilización precortesinn se fundamentabn enla rubia mazorca , en el maíz, incluso la cultura maya, es la culturo del

maíz, del harnero que ~ r e las estaciones. Engendra un ocio tan distinguido,coi?o el que podían disfrutar los griegos, o el otium cun1 dignilate de loslaunos. El barroco tazón del soconusco revela al señor en el puente de mandode su voluptuosidad. Repasa una fatiga, que después ensancha de nuevo en

su galpón, en gran srua de baile. El romanticismo se abandonó, ya en elX X a la c . · n e ~ s 1 ó n n In sequía la planicie, u In errancin que borra sus huellas. El ombu, árbol qu.e cnmmn en In noche de la pampa, según nos diceun gran nrgentmo, .EzeqUiel Mnrtínez Estrada, regala In vegetativa mansión

en In peligrosa distancia n vencer. Si no el ombú, vaya la ceiba generatriz,

con su permanencia vindicativa. Tranquiliza el vientre fecundo y resguardaIn estancia en unidad de lugar. Y la franjo, lo pinta fina del criollo, lnnzndaen humo de hoja de tabaco, entre la lentitud del silabeo y los finales de frase,que pugnan por dar un agudo en el armonioso cierre de sus vocales. Arboleshistoriados, respetables hojas, que en el paisaje americano cobran valor de

escritura donde se consigna una sentencia. sobre nuestro destino.

Al establecer Van Elst un distingo entre los primitivos flamencos delsiglo xv y los primitivos norteamericanos del siglo XVIII y XIX, se fundnmen-

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taba en que los pintores flnmencos primitivos, no tenínn "espíritu prin:?ti-

vo", sino, por el contrario, una técnica refinada, "fueron artllices, nos diceen su técnica para merecer In calificaci6n que corresponde dar a los toscos e

incultos pintores norteamericanos que v a j a b ~ n por todos los estados Y que

pnra pagar su alojamiento y ganarse Ja v1da ~ m t ? ~ o n } s r e ~ r o t o s de s.us hués-pedes, 0 cartelones políticos, o cuadros de s 1 g n 1 f 1 c a o ~ n , s1 ardst1ca, a lomenos, fuertemente patriótica". Si comparamos . 1 ~ v1rgen pmtada por SanLucas, un atribuido a Van der Weyden, y la fnmilia York en su hogar, obra

de un primitivo norteamericano, en el Museo de rte Moderno de NuevaYork, percibimos que no es la diferencia de técnica, según ~ e n s a b ~ Vnn Elst,eso es demasiado obvio y resalta muy fácilmente, lo que diferenon esos doscuadros, sino el paisaje, situado en eJ primero a través de ~ n ~ ventnna, y en.e] otro en un euadro situndo en la pared sobre In que se dlStmgue n las dosfiguras. Si parnleliznmos, un juez justo; de Vnn Eyck y eJ General Wnshing-

tón revisando el Fuerte Cumberland, en In galerín Oslnnd de Nueva York,no es tnn s6lo In diferencia de testils, sino el paisaje que en este Vnn Eyck,parece estar de frente al- estricto juez, por lo tanto en perspectiva, mientras eneJ fondo del de George Washington, In severa colocación de los escuadrones,con sus unilorm·es blancos y azules, se continúa ·con un paisaje de grandes

masas blnnCtlS en la sucesión de las colinas y un cielo cerrndo por ·un c l a r o ~ -curo elemental. Pero más, si con 1lna decisión .inocente, ponemos al ~ d oRetrnto de Arnolfini y su prometida, observamos una venttl03 que f i l ~ m

cantidad de luz necesnria pnrn aclnrnr los rostros, pero que apenas nos permiteprecisar qué paisaje rebanaba aquella v t ? t ~ pc;ro en .Conversación, colec-ción Thomns Halliday, no aparece un prusaJe habttual, sm embargo, se espe-

raba su despliegue con gran profusión en lns flores que porta la .figura que

rinde homennje, y por el suelo, la gradaciones que < = ? ~ r e s p o n d e n una g nut

de colores oportunos en un primer plano de compostoón.

Pero si el paisaje americano nos ha l l e ~ n ~ o de ventura Y aia?nnza, v o l ~ n -mos en esperada antítesis, al. cerrado pes1m1smo del protes tnnusmo .hegeJin-no. Yn vimos c6mo en el indio Kondori, los elementos zoomorfos Y foto-morfas estaban llevados a la integración que necesitaba una forma barrocnPero ahora, de nuevo Hegel, trayéndonos eJ pesimismo de los alimentos.Pero si welvo a él es un tanto con el propósito de burlarlo, señalando parasu fastidio una de ias veces en que la .idea no coincidió con la realidad, puesen ese s o ~ r a n o espíritu, parece como si los hechos y lo empírico domestica-

dos siguieran su ideogrnma previo, las r r ~ exigencias. de su mundo con-

ceptual. "Aseguran, dice .Hegel, que los n n 1 m : U ~ comestibles no. son en elNuevo Mundo tan nutriuvos como los VIeJO. Hay en Améncn grandesrebaños de vacunos, pero la carne de vaca europea es c o n s i ~ e r o d a allí comoun bocado exquisito". Han pasado cien años, que ya hacen u r e f u t a ~ l e s , _

ridículas esas afirmaciones hegelianas. Queden así en su grotesco sm anadi-durn a l ~ n n de comento o glosa. Y sonrían los sibaritas ingleses, casi todoslectores de Hegel, cuando se hundan en el argentino bife. Bisquete vemos

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¡[

que la llaman n los ingleses en los primeros poemns gauchescos, por su vora-

cidad para apegnrse a In filetadn, a la salazón o al tasajo de la Banda Oriental.

Quede este gracioso problema para los numerosos hegclinnos lo_ndinenses de

la escuela de Whitehend, que deben regnln.tnos el nuc;vo absoluto de esa r -blemática de la incorporación.

. Para Hegel el logos actúa en In historia en una forma teocéntrica es decirDios es lagos, sentido, al no encontrar con la facilidad requerida pdr la absC:1uteza de su apriorismo, desconffa y nos otorga su desdén. Busca en In A m ~rica, el espíritu objetivo, y lo que encuentra, como en el Génesis es el aliento

de Dios rizando las aguas, como una piedrecilla lanzada de ~ t o sobre laranquila laminnción ltquida. Lo que todavía nos asombra, es el desatado

· ~ t e r é s de ~ r t e g n y G n s ~ e f por esas siete u ocho páginas donde Hegel enjui-oa la Amér1ca, en su Filoso/la de la Historia Universal. Considero en A m ~rica sólo al ~ r i o l l o hlnnco, c o ~ o causal de la independencia, después de sub-~ y ~ p a r a d o J ~ e n t e que la fortaleza del negro había desalojado la pasividadmdia. Sus págmns sobre las culturas negras muestran una escandalosa incom-prensi6n. Se limita._ ? e ñ ~ un est:tdo de . inocencia. Como si fuera posible~ u e en un estado. tr1bnl, Idea de _mocenoa, en eJ sentido paradisíaco cató-lico en que la. aphca, pudiera tener desarrollo. Considera que la característica

del continente negro, ser ~ d o m n b l e en el sentido en que no es susceptiblede ~ e s a r r o l l o y educaoón, dice. Bastaría para refutarlo¡ aquella épica c u l m i ~n ~ 6 n . del. b a r ~ .en . el A l e i j ~ h o con síntesis de lo negro y de lohispánico. Esas lim1taoones hegelianas, moovan que .nos parezca imprescin-

c f b l ~ repetir ~ q u . ~ a s palabras de Alfred Weber, que nos parecen una apre-

oaoón muy mtuíuva y certera de los valores hegelianos en su totalidad."La primera gran contraposición, dice en que el idealismo alemán se coloca

frente al contenido ideológico de la cultura moderna procedente de los paí-ses occidentales""

En los casos de Melville o de Wlútmnn, el problemn de su nutrición estnbna salvo, la teología o el cilerpo; como sutiles esencias se movían dentro de latotalidad de su sustancia. Ambos Melville y WhitmruJ, guardñn una relaciónde curso y recurso, de ncci6n y reacción, una fuerza en la dlfda y otra delihernci6n en los elogios del. cuerpo. Mientras Melville. se mueve en el mundosombr o de la teologfa calvinista, el pecado y In cafda, los símbolos del mal,

los oscuros laberúuos que hacen imposible la rédenci6n, retomando nuevo

la antigua tradición moral y atándose con ella, pero en forma de infiernocirculrir que sucumbe al absoluto de la gracia, Whitman se abstiene de lacon emplación de .los sombríos mensajeros del bien y del mal para marchar

haoa ese mundo donde Sócrates se ve obligado a definir Ja sabiduría perse-guido por el recuerdo de la túnica de Charmides. Pero en ese .hombre que

.lucha contra el mal, está también el mal, de tal manera que el combate que

ofrece tiene todas sus posibilidades estéticas destrozadas. Sabe que en.- esa

.lucha contra el no podrá salvar una totalidad, y a sus frenéticos gritosen eJ puente de su nave, le .responden las voces de los monstruos que le

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rodean, como una especie de aleluya de signo negativo, pués al comeninr la

batalla su única justificación era el tamaño de la propia grandeza de la caída.Cuando asciende es sólo para contemplnr el monstruo replegado en la oscu

ridad. Su lucha contra el mal lo enardece en tal forma que su destino, comoel de un héroe griego, sólo se puede completar en la muerte. Al final de laobra percibimos que el mal no le busca él, sino, por el contrario, es su

. complementario, él necesita la ncción infernal para cerrar su carrera. Al final

ha comprendido su destino, que su mayor grandeza está en la auto fuerza de

su tanatos, y que lo que ha hecho es caminar hacia su destrucción. E x p ~ ~ ~.el apocalipsis del descenso a los infiernos. Al combatir el espíritu del mnl conel idéntico signo de la rebelión, encuentra en la muerte la única soluciónposible. Se ha enfrentado con el mal, con idéntica potencia y en esa fría épicadel terror que lo destruye se igualan ambas J , " C b e l i o n ~ . Whitman parece re-

llenar de nuevo el mutilado cuerpo de Ahnb y se aleja del sombrío .mundo

de la irredendón. Ningún &enesf lo acompaña, sino el sentido. del cuerpo

irradiante. No le preocupa la lfnea divisoria del bien y del mal, sino la energía;

pero con qué distinto signo que .la energía demonúu:a. de Willliam Blake,

Le interesa esa energía en CUllDto impide la integración del espíritu del mal.

Mientras Ahab se siente separado del mundo, y en esa separación .radica la

destrucción que él necesita, Whitman se integra cuerpo contra yerba, yerba

contra lo estelnr, viviendo en la redención de lo necesario que es al mundo

In presencia de su cuerpo. Melville y Whitmann. instauran en pleno siglo X I X ~In ero de los hombres de los comienzos. Se han liberado del historidsmo,y para pleno furor de Hegel, su alimentación y sus esencias han sido de lnsm:ts próvidas. Los lanzazos de Ahab persiguiendo el monstruo de 1n predes

tinación, reuparecen en nuestros dfas en el furor de Kafka por romper unacáscara que no guarda ya relación con su embrió'n sino con sus casquetes

&ros. Y cuando al consignar las influencias recibidas por Kfifka, se sitúa allado de la de Schelemaicher, la de Melville, comprendemos que la teología

protestante del primero buscnba reavivar su tradición en M e l ~ i l l e . Las x u-

taciones de Whitman por erlcontrnr un cuerpo donde él esté msertado, rea•

parecen también en las potentes escnlas del procesional de Pnul. Claud.el,, ~ l oque en Whitman la relación se establece en un mundo arouco p ~ u v o:y en Clnudel las jerarquizacioncs se establecen en un. mimdo teocrñuco deintercambio de los dones de la gracia y el orden de In caridad .Pero no sola

mente esa relación ha sido establecida por los americanos de gran estilo, enrelación con la tradición pi..ndáricq griega y el mundo de In caída, sino en

Gershwin, por ejemplo, se plantea el. caso inverso con igual gra ldeza. ~ b f arecibido mediatizadas influencias occidentales, el pinnismo de Listz, el sinfO"nismo diluido de Tch:iikóvsky, los experimentnlistas de la primera u ~mundial, el primer Honneger de la Locomotoro, pero al volver el mundo

popular de su pafs sobre su formación primera, fue suficiente paro que en

Porgy and Bess o en algunas de sus magníficas canciones, como en La tris-teza del lunes expresase cabalmente su macrocosmos. Ln sirena de su Rnpso-

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l

din forma parte de los laborntorios de física acústica de los experimentalistas,. .pero las síncopas. ?e rafz popular de la era del jazz, la nostalgia de losSpm Uals, f ~ e r o n sufr.Clentes paro que organizase su plenitud por encimá de

sus mfluene1as negauvas. Su m ~ ~ r n i d a d es legítima, porque al explorard e s ~ . su rafz la fuente de su tradie1ón, la cual proclama adventicias las otras

t r a d i c t o n ~ deca cl_as o impuras, sirviendo como de soporte o prueba, puesuna, r n d i C l ~ n eqUivoc:ndn la expele, de la misma manera. que un cuerpo sanorehusa las mcorporae1ones fragmentarias o dañadns.

Esa voracidad,, ese protoplasma incorporativo del americano, tenfn rafeesancestrales. G r ~ a s a .esas rafees se legitimaba la potencia recipiendnria de

lo nuestro. ~ Influencrn franeesa, desde la revolución auroral Y el r o m a n t ¡ c i ~~ o , hnb{a .sido .crenclol't , porque esa misma influencia francesa había benefi•~ a d o lo. hrspáruc_o, desde In época de Alfonso VI, en plena Edad Media, InmfluenCla borgonona, el ritual galo en las p r i n ~ i p a l e s cátedras episcopales,

se había ~ p o t r a d o la estructura de la mejor ascensional hispánica. Juan

de Colorun, que t r a b a J ~ b a para In casa de Borgoña, remata las agujas .de la

c a t ~ r a l de B ~ ~ s qumce años más tarc;le de su cimentación, según el dato

de M n y ~ se dirrgen Toledo, con Annequin, Egas de Bruselas, esculturas

Bélgrcn Y de Franela. Y las estatuas del siglo XIII, en el interior de lamisma catedral, llenas todas del potente espíritu del gótico primitivo francés. Pero aun luchando con las invasiones de ese gótico francés, basta contemplar las torres de la catedral de Burgos, para percibir de inmediato quesu fundamentación es hispánicn. "Bien se ve, dice Meyer, que, en general,

todavía se ~ n s e r v a la c o n ~ u i d a d del bloque total¡ pero este movimiento

es de una l i b e r t ~ no ~ n ~ r d a hasta entonces". Fundamentación y libertad~ la .núz del. g6uco hispánico. Fundamentttción y libertad signo de toda lahistot?a espafioln a lo largo de las seculnridndes. En un genio de lo españolaltruru.rano, Goya, lo vemos influenciado por el rococó alemán de Mengs y

el rococó francés. de Wnttenu. Es decir, con una .historia que lo obligaba aello, ~ p a f i o tJene el genio de ser i n ~ u e n d n d o . .La mejor recepción de In

prosa Italiann, dc:de el. trescento ~ a . n o es el anda11tino de IJI prosa de

Cervnntes. La polifema1da del MnrlDl se rmde al soberbio Polifemo cordobés.

La concepción mimética de lo americano como secuencia de In frialdad y

la pereza, es Uman e n ese centro d e incorporaciones que tenemos de loancestral hispánico. ¿D6nde se encontraba el centro de grnvitación de esarecepción de influencias? El centro de la resistencia hispánica es el roquedal

castellano, eso~ o t i v a

que en España las influencias no puedan ser cnpricho.sas o errantes, smo esenciales y con amplia justificación históricn. Al refrac•tars: con la pedregosidad c a s t ~ a lo que nl1f queda empotrado. tiene queser .Igualmente fuerte y necesario, semejante a un gran organismo primitivo

las partículas nutricias tienen que llegar al centro de su masa en cuyo c e n t r ~ciego está la indistinción de sus funciones. Por eso el duro centro de resis

tencia en el. español recibe, las influencias con reverenda éticn con fervor

ascético. En In influencia americana lo predominante es lo que atrevería

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n llamar el e s p ~ d o gnóstico, abierto, donde la inserción con el esplritu invasor se verifica a través de la inmediatn comprensión de la mirada. Lru; formas

congeladas del barroco europeo, y toda proliferación expresa un cuerpo dnfia·do, desaparecen en América por ese espacio gnóstico, que conoce por sumisma amplitud de paisaje, por sus dones sobrnntes. El simp thos de eseespacio gnóstico se debe a su legftimo mundo ancestral, es un primitivo que

conoce, que heredn pecados maldiciones, que se inserta en lns formas de

un conocimiento que ngoniM, teniendo que justificarse, pnradojalmente, conun espíritu que comienza. ¿Por qué el espfritu ~ 4 e n . t l no pudo extendersepor Asia y Africn, y s( en su totnlidnd en América? Porque ese espncro gn6stieo, esperiíb:i Uññ mnnera a e ~ oonoiiCiOnvegetaifvñ, 'donde eneoñtñimossú.

cf eliendeza n l i n . ~ a a--¡¡, exrension, e s e e r a j ~ que Ta gracia le aportase una tem

e _ e r a ~ r a adecuacl:i;pa_l' lla r e ~ ó n de los c o ~ ú s c w o s _ s . . e n e r ~ c a .La prueba de In exigencia v e g e ~ e s e espacio gnóstico, la encontra

mos en el pcquefio número de colonizadores que poblaron, no en número,sino en espacio conveniente, una extensión que si no hubiem sido estéril.La delicadeza es In sensación porosa de una temperatura, la nusencin de desdén por todn posibilidad fecundnnte. En In Europa renacentista, que produce

la imngo propicia al descubrimiento, al recibir el caos de la descomposicióndel mundo teológico, al pensar de nuevo en el pedodo arcldico, se enarcóde nuevo el indio bueno, como una creación rezngada del pedodo de losagricultores. Pero esa delicadeza no tiene nn& que ver con el concepto rena

centista de In bondad del hombre primitivo. La naturaleza puede ser tambiénrefinndn y terriblemente exigente, llegando n extremos inconcebidos por elhombre, y es precisnmente el hombre primitivo el que mayor siente ese refi

namiento y esa exigencia. Cuando el Inca Garcilnso se sentaba, rodeado de

In nobleza de su ancestro incaico, los relatos se mezclaban con el lloro de la

nostalgia Lejos de motivarle rencor esa lnmentnción situada en su .rafz ances

tral, lo lleva a unir el renacimiento italiano con las formas de In primerngrnn madurez de la cultura hispánicn, llevadns n desentrañar la fundamen

tación de la cultura incaica.

Después de la Edad Media, tnnto In contnirreforma como el espíritu Joyo

lista, e.ron fonnns del rencor, de In defensiva, de un cosmos que se desmoronaba y al que se queda apuntalar con ln más dgida tensión voluntariosa.Sólo en ese momento Am&ica instnurn una afirmación y una snlidn al caoseuropeo. Pero un nuevo espacio que instnure un Renacimiento sólo lo ame·ricano lo pudo ofrecer en su pnsado y lo brinda de nuevo a los contemporáneos. Pncluclmac es un dios incaico, que según Garcilaso, quiere decir el

que hace con el universo lo que el alma con su cuerpo". La relación nlma,cuerpo, narumlezn, está integrndn frente al caos de los valores, frente a laphysis, que preludio. el Renacimiento. Cunndo el hombre sangra en su imposibilidnd, para hacer el símbolo perdurnble, crea el súnbolo de la piedracansada que sangra, un espejo que nsegura la perdurabilidad de su dolor.Ninguna cultura de empalizruia llevó el manejo de piedras lnrgns a la perfec-

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ción incaica, sin cerrnjes adecuados de elevación y pulimento llegaron n unperfeccionamiento que el asombro sólo puede comparar co n las murallas

b a b ~ ó n i c a s . Ese m:mejo de piedras de gran extensión, que los conquistadoresc ? n s t d e r a r ~ n obras del heclúzo, sólo podía ser logrado por el espado gnósuco, que Interpreta, por unn relación muy estrecha con el hombre, In naturaleza como forma de un refinamiento, de una delicadeza. Pnchacámnc es

~ . d i o s invisi?le que a tmvés de In naturaleza y el. hombre adquiere su visi

bilidad En nmgunn cultura como la incaicn la fabulación adquirió tal fuerzade realidad. La batalla de los Chancas, donde combatieron alrededor de cienmil guerreros, fue aconsejada por fnntnsmas, las piedras se convirtieron enguerreros, Y después otrn vez en piedras, el inca Viracochi recibe los refuerzos que le hab(a indicado el fantasma de su tfo. Los sacerdotes de la Casadel Sol, tratnbnn a su divinidnd, el sol, como si fuera un hombre de su tama

ño, calmando su sed en un tinajón de oro, que disminuía todos los dfas.

Construye Viracochi después un templo en memoria del fnntnsma consejerode sus armas La relnción entre el hombre precortesino y el espacio gnóstico,

hace 9 u ~ npenas pueda distinguirse la forma intermedia como oblicua de suconocmuento. Algunas expresiones del último culternnismo, "arcos siendo asus .fuegos voladores, / los párpados tejidos de las flores", parecen estar en

g e n ~ r o d a s por el retorno de lo americano al sur hispánico. Los signos transcumdos después del descubrimiento h:m prestado servicios, han estado llenos, hemos ofrecido inconsciente solución al superconsciente problemntismo

europeo. En un escenario muy poblado como el de Europa, en los años de lacontrarrefonna, ofrecemos con la conquista y In colonización unn salida alcaos europeo, que comenzaba n desnngrarse. 1\'lientrns el barroco europeo seconvertfa en un inerte juego de formas, entre nosotros el señor barroco domina su paisaje y regala otra solución cunndo la escenografía occidental, tendfa

tmSudar escnyolad3. Cunndo en el romanticismo europeo, alguien excla

maba, escribo si no con snngre, con tinta roja en el tintero, ofrecemos el hechode una nueva integración surgiendo de la imago de In nusencin. Y cunndoel lenguaje decae, ofrecemos la dionisfaca. guitarra de Aniceto el Gnllo y elfiesteo cenital en ln rica pintn .idiomática de José Martl. Y cuando, por último, frente al glauco frío de lns junturas minervinas, o In c6lern del viejoPan anclada en el. instante de su frenesí, ofrecemos, en nuestras selvas, elturbión del espíritu, que de nuevo riza las nguas y se deja distribuir apaciblemente por el espacio gnóstico, por una nnturnlezn que interpreta y reco-noce, que prefigura y añora.

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