leonel iván jiménez_la cruz y el arado

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    Leonel Ivn Jimnez Jimnez

    Mayo, 2013

    La cruz y el arado

    Los que ocupamos a diario las aulas del Seminario tenemos el anhelo de colaborar con el Seor en

    la construccin de su Reino. Hemos respondido al llamado de participar en su obra desde un

    ministerio especfico: la proclamacin de la Palabra y el pastoreo de su rebao. Reto gigante ante

    la complicada situacin humana y el desafo de permanecer como fieles pastores y siervos del

    Seor y sus ovejas.

    El ministerio cristiano es lugar de grandes dudas, fragilidades y temores, sin olvidar ni

    menospreciar las incontables bendiciones aadidas. Jesucristo, con su experiencia y palabras, lo

    mostr en incontables ocasiones. l utiliz dos figuras llenas de fuerza para ilustrar el costo y

    significado de seguirle: dos instrumentos de madera, cargas que llevaremos mientras estemosdispuestos a servir a la causa del Reino de Dios. Dos instrumentos de madera, dispares, con fines

    totalmente distintos, uno para vida y otro para muerte. Al que sigue a Jesucristo se le da una cruz

    y un arado.

    Como seminarista, en varios momentos han existido las dudas y fragilidades los

    desiertos que invaden la mente y corazn del que sirve al Seor. El primero de esos momentos

    fue hace algunos aos al darme cuenta que las continuas citas durante el sermn dominical de von

    Rad, Bultmann, Bonhoeffer o Gustavo Gutirrez no hacan necesariamente un mensaje pertinente

    para la congregacin, o que ofrecer frases de Nouwen y Jorge Len como consejos no eran las

    respuestas que una oveja busca de su pastor. Despus de todo, a los veinte aos, se puede ser

    pastor? Aunque ante el espejo puede aparecer la imagen ficticia de un nuevo Karl Barth o John

    Wesley, la realidad de la iglesia confronta para descubrir a alguien dbil e inexperto, que no sabe

    de teologa y menos de la vida. Antes de renunciar y en medio de una pltica ya de noche en la

    oficina pastoral, un buen amigo, el Pbro. Rubn Arjona Meja, se levant y tom un viejo libro de

    poesas en ingls. Lo abri con determinacin y comenz a leer los siguientes versos de Robert

    Frost1:

    1Two roads diverged in a yellow wood,

    And sorry I could not travel bothAnd be one traveler, long I stoodAnd looked down one as far as I couldTo where it bent in the undergrowth;

    Then took the other, as just as fair,And having perhaps the better claimBecause it was grassy and wanted wear,Though as for that the passing thereHad worn them really about the same,

    And both that morning equally lay

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    Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo,

    y apenado por no poder tomar los dos

    siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie

    mirando uno de ellos tan lejos como pude,

    hasta donde se perda en la espesura;

    entonces tom el otro, imparcialmente,

    y habiendo tenido quizs la eleccin acertada,

    pues era tupido y requera uso;

    aunque en cuanto a lo que vi all

    hubiera elegido cualquiera de los dos.

    Y ambos esa maana yacan igualmente,

    oh, haba guardado aquel primero para otro da!

    Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante,

    dud si deba haber regresado sobre mis pasos.

    Debo estar diciendo esto con un suspiro

    de aqu a la eternidad:

    dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,

    yo tom el menos transitado,

    y eso hizo toda la diferencia.

    En algunos momentos me pregunto qu hubiera pasado si hubiera elegido otro camino

    diferente al del seminario y la iglesia. Con seguridad es una pregunta compartida, ya sea en el

    presente o en algn momento del caminar ministerial. Qu sera de la vida y los aos en lacercana del hogar, de la universidad, de una carrera profesional slida?, qu sera propio

    temperamento lejos de discusiones y rumores, de decepciones y trabajos aparentemente

    infructuosos?, cmo sera ser pastoreado, en lugar de pastorear? Las preguntas de este tipo nos

    alcanzan con el tiempo y de manera repetida, siempre a la busca de nuevas respuestas, de

    confrontaciones diferentes; siempre a la espera de la madurez.

    La cruz y el arado, ya dijimos, son instrumentos muy diferentes, tienen usos muy distintos

    el uno del otro. Si bien los dos son de madera, uno es ocupado para matar y otro para abrir

    In leaves no step had trodden black.Oh, I kept the first for another day!Yet knowing how way leads on to wayI doubted if I should ever come back.

    I shall be telling this with a sighSomewhere ages and ages hence:Two roads diverged in a wood, and I,I took the one less traveled by,And that has made all the difference.

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    camino a la vida, pero, an en esa gran diferencia, podemos encontrar al menos dos similitudes:

    los dos son personales y en los dos se concentran las miradas.

    La cruz. Smbolo de muerte, del despreciado, del humillado, del criminal, del asesino o el

    traidor; seal de la tribulacin y del dolor, lugar donde murieron los homicidas, donde muri

    Jess. Madero donde lloraron cientos de madres viendo a sus hijos perder le vida, donde llorMara, donde insultaron y torturaron a miles de hombres, lugar donde Jess pidi el perdn para

    sus verdugos. La cruz: objeto que debemos tomar para seguir a Jess.

    Jess dijo a muchos una vez: Niguense a s mismos y tomen su cruz , sganme!. No es

    una decisin fcil. Llevar la cruz, el smbolo del desprecio, sobre nuestras espaldas y corazones no

    es cosa sencilla. Ese peso que va en nosotros, que y detiene nuestro camino porque provoca

    tropezar, ese objeto tan pesado que no permite respirar con tranquilidad, que lacera, hace brotar

    la sangre; ese objeto que debemos cargar al decir S y seguir a Jess.

    Sobre todas las cosas llevar la cruz en nuestras espaldas significa ser del reconocimiento

    pblico. En la poca del Imperio romano a los condenados los llevaban por las principales calles dela ciudad con la cruz en sus espaldas. Todos los que vean la procesin saban inmediatamente que

    aquel condenado era un traidor o un homicida, el peor de los criminales, por lo que le injuriaban,

    le arrojaban objetos, piedras, lo insultaban durante su camino al Calvario. Hacan esto porque ya lo

    consideraban hombre muerto y, al no ser una muerte digna, deba ser maldecido. Como

    cristianos y lderes somos hombres y mujeres cargando nuestra cruz. Vamos solos, en medio de la

    multitud, caminamos el camino menos transitado, somos vistos y sealados por los que nos

    rodean. Los problemas nos pueden invadir. Cuantiosos problemas de nuestras congregaciones,

    ofrendas insuficientes, familias con muchos problemas personales, entre muchas otras

    situaciones. Ser lder significa ir al frente cargando la cruz, caminando, guiando, aconsejando,

    pastoreando al pueblo de Dios. La cruz del lder es la soledad que experimenta, son los problemas

    propios de la Iglesia, el escuchar problemas ntimos de la congregacin, el ser profetas, el alzar la

    voz, denunciar y a la vez anunciar el mensaje del Seor, el luchar por un mundo mejor en cada

    momento, el ensear a las congregaciones a vivir en justicia, a luchar por vivir en libertad, en

    amor, paz e igualdad, el predicar amor al enemigo, el vivir en fe y amor, el ser ejemplo para que

    otros nos imiten.

    Las siguientes palabras de Leonardo Boff bien se acomodan a lo expresado: todos

    cargamos sobre nuestras espaldas o llevamos en el corazn una cruz. Y cualquier cruz, por

    pequea que sea, pesa. Se puede vivir como infortunio o como liberacin. Depende de cmo la

    encaremos y asumamos.2 Los problemas son diferentes, ya que cada congregacin es muydiferente la una de la otra. Nuestras cruces son tambin diferentes. Algunos tenemos en nuestra

    espalda una cruz grande o una cruz pequea, pero, como bien dice Boff, por pequea que sea

    nuestra cruz pesa. Pero he aqu el don de Dios, la victoria de Cristo: la cruz puede ser vivida en

    triunfo o en derrota, puede ser vivida como liberacin o puede ser vista como infortunio, como

    fracaso. Los problemas del ministerio pueden ser vistos como los ms grandes infortunios, como

    2 Leonardo BoffLa cruz nuestra de cada da. Manantial de vida y resurreccin, Dabar, Mxico, 2004, p. 5.

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    grandes cargas, como castigo o los podemos ver como liberacin, como plenitud, como alabanza

    a Dios. Obviamente los problemas no son agradables. Ojal que no existieran los conflictos en la

    Iglesia, entre los hermanos, que no existiera la soledad del ministro. Bueno fuera que no

    tuviramos que ir cargando una cruz! Pero esta cruz, la cruz de ser lderes, en gran parte es

    plenitud de vida. Esto se debe a la vocacin de servicio al. Significa negarse a uno mismo y vivir

    bajo la voluntad del Seor. Significa ser ejemplo, ser verdadera gua de vida, para que otrospuedan aprender y ver a Dios en nuestras personas. Significa hablar en cada momento Palabra de

    Dios. Nuestra cruz es ser verdaderos padres de nuestros hijos en la comn fe.

    Pero recordemos que el ser lder tambin implica llevar el arado. El arado sirve para abrir

    la tierra y sembrar semillas. Es instrumento que propicia la vida. Abre camino donde no hay,

    prepara un lugar para la semilla de la que se formar una planta nueva. Tambin es un objeto

    pesado, que al empujarlo produce cansancio, que requiere fortaleza y visin para manejarlo.

    Fortaleza para empujarlo y visin para saber por dnde se caminar.

    Los que hemos respondido al llamado llevamos el arado del Seor. Jesucristo nos ha

    enviado a predicar el Evangelio, a anunciar el mensaje de liberacin, de vida plena a los que no lo

    han odo, a predicar paz donde hay guerra, a predicar salud donde hay enfermedad, a predicar

    justicia a donde no la hay, a predicar y anuncia esperanza a un mundo que no la tiene, a proclamar

    libertad a los esclavos. Nuestra misin como pastores es abrir camino. Camino no slo en la

    evangelizacin sino tambin dentro de la Iglesia. Por desgracia, la mayora del tiempo tenemos

    distraer nuestra mirada de lo esencial para el Reino de Dios. Los asuntos administrativos y

    financieros de nuestra institucin son abundantes. En ocasiones requerimos con urgencia dirigir

    nuestra mirada a la Iglesia, porque, aunque ha odo del mensaje evanglico, suele equivocarse en

    el camino.

    Como ministros de Cristo debemos abrir camino en la Iglesia para que las voces calladas

    puedan hablar, para que los hermanos y las hermanas que slo han estado sentadas en las bancas

    del templo puedan levantarse y trabajar en la obra del Seor. Abrir camino para ser capaces como

    Iglesia de responder a las necesidades y problemticas del mundo.

    Abrir camino en el mundo es abrir el camino para el Evangelio de Cristo. Es predicar,

    discipular, es proclamar el mensaje de salvacin, impartir los Sacramentos, es vivir en comunidad.

    Es gritar a los cuatro puntos cardinales la inmensidad del amor del Seor. Es remover piedras,

    vencer obstculos para que el mensaje cristiano llegue a los humildes, a los necesitados, a los

    desesperados y desesperanzados. Empujar el arado es tambin el educar para conseguir un

    mundo y una sociedad mejor que viva bajo los valores del Reino de los Cielos.

    El arado es cansado, es difcil de maniobrar. El arado es agotador, requiere perseverancia,

    requiere paciencia. Al ser complicado (al igual que la cruz) tambin lo podemos ver como

    tribulacin o como liberacin, lo podemos ver como problema o como plenitud. Podemos

    concebir al arado como una carga ms que debemos llevar en nuestro ministerio, pero

    podramos ver tambin al arado como liberacin y plenitud. Si bien es complicado el empujarlo,

    tambin es privilegio y una situacin de servicio, porque al manejar el arado, como ya

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    mencionamos, abrimos camino a la vida, vida plena, vida de Cristo Jess. Abrimos camino al

    evangelio para que el Seor enve su Palabra de sanidad y salvacin. Abrimos camino para que el

    esclavo sea libre, para que el ciego vea y el sordo oiga, para que el cojo brinque de alegra, para

    que el mudo hable, para que se rompan las cadenas del hombre y la mujer.

    Tanto el arado como la cruz no las podemos dejar. Ni la cruz la podemos hacer a un lado,sino que la debemos tomar cada da, ni podemos mirar hacia atrs con el arado en las manos. Nos

    queda claro: el pastor lleva la cruz y el arado en su vida. En la vida como pastores, siempre existir

    la pregunta, sobre la conveniencia de haber elegido otro camino. Hay y seguirn existiendo

    decepciones, discusiones, menosprecio, conflictos. Pesar nuestra cruz y siempre ser complicado

    mover el arado, tal como hoy.

    Dice el poema con el que comenzamos:

    Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante,

    Dud si deba haber regresado sobre mis pasos.

    Sabemos parcialmente como ser el camino que sigue adelante. Sera bueno o, an ms,

    deberamos regresar sobre nuestros pasos? En esta poca en que las religiones, iglesias y templos

    estn cayendo, vale la pena seguir el pastorado? Fuimos llamados a ser pastores, y si fuimos

    llamados tambin somos alentados. El que nos ha llamado tambin nos sustentar y animar.

    Tomamos en definitiva el camino menos transitado, pero tomamos el ms frondoso para

    nuestras vidas. Elegimos el camino solitario, pero con la esperanza, la fe de que somos

    acompaados por el Seor de los caminos. En el bosque de nuestras vidas fuimos llamados a

    caminar por el camino estrecho, cargando nuestra cruz y empujando nuestro arado. Fuimos

    llamados a abrir camino, a proclamar el Evangelio, a vencer a la cruz, a aconsejar, a hablar Palabra

    de Dios, a acompaar a hombres y mujeres en sus vidas. Fuimos llamados a servir, an con

    conflictos y decepciones. La esperanza plena es la palabra dada: bstate mi gracia en el tiempo de

    debilidad.Tomamos el camino menos transitado y en verdad hizo toda la diferencia. En ese camino

    que hizo diferencia, en ese camino poco transitado, nuestra vida y plenitud, est Dios en nuestras

    vidas y aunque pudiendo mirar atrs, seguimos de frente, abriendo esperanza, abriendo caminos.

    En el camino tal vez sembremos con lgrimas, pero con regocijo segaremos.