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Lenguas y pueblos altiplánicos en torno al siglo XVI
Alfredo Torero
Una de las mayores dificultades para la comprensión del movimiento de lenguas y pueblos en el Altiplano peruano-boliviano ha sido el mantenimiento, bastante persistente, de dos errores de identificación: el uno, de los pueblos puquinas, uruquillas y uros como pertenecientes a una misma entidad sociocultural, y, el otro, de las lenguas puquina y uruquilla (o "Uru-Chipaya") como idiomas emparentados.
La persistencia de esta doble confusión se ha debido, a su vez, a dos factores: primero, la falta de un enfoque histórico que analizase estos problemas en correlación con los profundos trastornos y transformaciones ocurridos en el escenario social altiplánico desde unos siglos antes de la conquista española hasta al menos los siglos XVI y XVII; y segundo, la utilización en los documentos hispánicos de un mismo término para designar indistintamente a fenómenos sociales tan diversos como una lengua, una cultura, una "nación" o, inclusive, una categoría socioeconómica para fines de imposición tributaria; y tal fue el caso de los vocablos aymará, uro, puquina, uruquüla.
El presente trabajo se propone dar un aporte al esclarecimiento de la historia social altiplánica en base principalmente a la presentación de material lingüístico que muestra la no existencia de parentesco evidente entre el idioma puquina y las otras tres lenguas nativas usadas en el Collao en el siglo
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XVI: la uruquil/a, la aymará y la quechua, y exhibe, en cambio, una conexión particular entre la hoy desaparecida lengua puquina y el "idioma secreto" que aún hablan en Bolivia los herbolarios callahuayas.
Nuestro propósito sólo puede cobrar sentido , no obstante, si se enmarca dentro de la historia externa de esas lenguas, de la expansión o la reducción de sus territorios o su importancia social ; lo cual implica, a su turno , el examen -aun cuando breve en estas páginas- de las relaciones de poder que se habían ido configurando entre las "naciones" que poblaban el Altiplano antes de su conquista por los Incas : uros, aymaraes, puquinas y uruquillas; de la modificación de esas relaciones durante las sucesivas ocupaciones incaica y española , y de los rasgos culturales que se asignaron a tales pueblos en las diferentes fases de su existencia.
Estos temas fueron ya abordados por nosotros en tesis doctoral (Torero 1965) sustentada en París. En ella presentamos, además, el estudio lingüístico y la traducción de los textos puquinas recogidos en la obra de Gerónimo de Oré Rituale ·seu Manuale Peruanum, publicada en Nápoles en 1607(1 ). Parte de los resultados que obtuvimos por entonces fueron consignados en 1970 en nuestro artículo Lingüística e Historia de la Sociedad Andina, el cual plantea las áreas de origen y las expansiones o reducciones desde comienzos de nuestra era de las que habrían de ser en el siglo XVI las "lenguas generales" del Perú: el quechua, el aymará y el puquina (Torero 1970) .
Ulteriormerlte, nuevas informaciones, así como estudios realizados por otros autores, han venido a reforzar nuestras conclusiones, pero también a plantear algunos otros aspectos de la situación social y lingüística en el Altiplano, particularmente a fines del siglo XVI.
De estas fuentes y trabajos debemos mencionar en especial la Tasa de la Visita Gener(II de Francisco de '(oled o (15 71-15 7 3 ), publicada en l 97 5, con introducción y versión paleográfica de Noble David Cook y estudios de Alejandro Málaga Medina y Thérése Bouysse-Cassagne (197 5: 312-3 28 ); y un manuscrito redactado hacia 1600 que refiere cuáles lenguas debían emplear en la época para sus predicaciones los curas del Obispado de La Plata(2).
La correlación de las informaciones ofrecidas por este último documento, que llamaremos Copia de curatos, con las de otras fuentes, en particular la Tasa de 1(1 Visita General de Toledo (TVGT), muestra bien que en torno a 1600 el panorama social y lingüístico altiplánico era mucho más complejo de lo que se estima generalmente.
El antropólogo francés Nathan Wachtel, quien ha venido investigando el problema uro, ha contribuido valiosamente a nuestra labor de comparación lingüística del puquina y uruquilla al recoger para nosotros material de habla chipaya, en particular los vocablos chipayas correspondientes en significado a los despejados por nuestra parte de los textos puquinas de Gerónimo de Oré.
Hemos tenido igualmente acceso a un rico material inédito de callahuaya, la lengua de los herbolarios del área boliviana de Charazani, recogido en varios años de investigación por el desaparecido antropólogo francés Girault,
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material al que recurrimos aquí para la comparación con el puquina, a fin de verificar y ampliar nuestros propios datos obtenidos en trabajo de campo en Bolivia en 1966(3 ).
Asimismo, hemos consultado la obra del letrado boliviano Enrique Oblitas Poblete . El idioma secretQ de los Incas, publicada en La Paz en 1968, que contiene una breve gramática de la lengua callahuaya y un vocabulario castellano-callahuaya, acopiado a través de muchos años y que hoy se vuelve invalorable vista la acelerada reducción del número ya exiguo de hablantes de esta lengua.
LA COPIA DE CURA TOS
El manuscrito sobre idiomas del obispado de La Plata (o Charcas) revela informaciones valiosas acerca de la situación lingüística existente en el gozne entre lós· siglos XVI y XVII dentro del dilatado territorio altiplánico y los flancos orientales de éste, exceptuado el sector noroccidental de la cuenca del lago Titicaca, sector que estaba a la sazón fuera de la diócesis del obispado de La Plata y. dentro de la jurisdicción del obispado del Cusca.
El manuscrito consiste en realidad_ de tres secciones elaboradas sucesivamente, cada una de ellas por mano de un escribiente distinto. La primera sección, que es la más importante para el fin que nos ocupa aquí, lleva como título: · Copia de los curatos y doctrinas que se proueenpor el padronasgo real en este obispado de La Plata y en. que lenguas an de ser instruidos los doctrinan tes para mejor predicar el evangelio de Jesuchristo y su doctrina christiana. No tiene indicación de fecha. Al conjunto de las tres secciones nos referimos abreviadamente como Copia de curatos (ver Anexo 2).
El escribiente de la primera sección, o documento básico, hace inventario y deslinde de las cuatro lenguas usadas por entonces en el territorio del obispado: uruquilla, puquina, aymará y quechua; precisa los lugares en que éstas se hablaban y permite apreciar el grado de vigor e implantación de cada una de ellas. En un párrafo extenso -que transcribimos modernizando ortografía y puntuación- resume bien el panorama idiomático:
"La lengua general de casi todo este obispado es la aymará, y, así, en todas las doctrinas de Potosí -aunque hay muchas de tres lenguas- el sacerdote que supiere la aymará podrá ser proveído en ellas y sin saberla no, aunque sepa bien la quichua, si no fuere el cura de las piezas [ esclavos]. En toda la provincia de Chucuito, en todo lo de Chuquiavo, en Pacasas, Carangas, Charcas, Quillacas, sólo puede ser proveído sabiendo la lengua aymará". "Las doctrinas que con sola quichua pueden ser proveídas son la de las piezas de Potosí, las dos de esta ciudad [La Plata], las de Guata y Sicha de los mercenarios y las de las chácaras de yanaconas. Las de Omasuyo, que son aymaraes y puquinas, si saben la una o la otra bien sabida {?O-
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drán ser proveídos. Sola Capachica y Coata piden padre puquina , porque la quichua solos los ladinos la saben".
El segundo escribiente establece un listado alfabético de los curatos señalados por el primero e introduce una numeración correlativa en el documento básico, numeración que antepone al listado alfabético.
El escribiente de la sección tercera y final tiene por preocupación consignar los nuevos c_uratos instituidos ocho años después de la elaboración de la lista básica e introduce su relación con la frase: "Doctrinas que se han acrecentado en este obispado de los Charcas de ocho años a esta parte"; pero tampoco suministra ninguna fecha absoluta. Este mismo escribiente hace varios añadidos e intercalaciones en el documento básico para agregar informaciones que en parte recoge en su relación final.
Thérese Bouysse-:Cassagne, la descubridora de la Copia de curatos, da como fecha para el documento básico el año 1580, pero sin justificar tal datación. Por su parte , Waldemar Espinoza Soriano, quien ha publicado en dos oportunidades versiones paleográficas bastante incorrectas de las tres secciones, lo fecha en 1604, de manera igualmente infundada(4 ). El error fundamental de Espinoza reside en que no alcanza a discriminar en sus versiones paleográficas la infervención de los tres escribientes distintos y, por ello, pretende fechar el documento bá~tco a partir de un añadido existente en la primera sección, que se refiere a la villa de Salinas del Río Pisuerga , villa fundada en el valle de Mizque en 1604. Ahora bien, tal añadido es de mano no del autor del documento inicial, sino del tercer escribiente; a más de esto, la referencia a Salinas del Río Pisuerga no está incorporada en la relación final de los nuevos curatos " acrecentados de ocho años a esta parte" , por lo que su adición al documento básico parece, a todas luces, ulterior a dicha relación. De donde, a nuestro juicio, sería más acertado restar a 1604 esos ocho años cuando menos, operación que daría el año de 1596 como fecha más tardía de elaboración del primer documento.
De otro lado, la fecha de 1612 que Espinoza fija para la sección tercera y final, sumando a 1604 los "ocho años a esta parte", queda descartada por el hecho de que en 1609 había sido erigido el obispado de La Paz segregándolo del de Charcas y, por ello, mal podría concebirse que en 1612 un documento del "obispado de Charcas" siguiese incluyendo, como lo hace la tercera sección, a curatos que ya por entonces estarían perteneciendo a la jurisdicción de otro obispado.
Nuevas investigaciones podrán más adelante establecer de manera precisa la datación del documento básico; de nuestra parte, utilizamos por cautela la expresión "hacia 1600".
UROS Y NO UROS
Al ir estableciéndose la administración colonial española en el Perú , en
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la segunda mitad del siglo XVI, las autoridades hispanas advirtieron que en la cuenca cerrada del sistema hidrológico de los lagos Titicaca y Poopó y los salares adyacentes existían dos géneros de poblaciones de comportamiento sociocultural -tecnológico y sociológico- radicalmente distinto y contrastado: de un lado, sociedades agropastoriles y de Estado, rígidamente jerarquizadas en clases, y, de otro, grupos exclusiva o casi exclusivamente predadores, sin división social interna y nula o débilmente interrelacionados: los denominados globalmente uros por los propios habitantes del Altiplano.
De las poblaciones altiplánicas, la de los uros se encuentra ampliamente señalada y descrita en las crónicas, "visitas" y relaciones hispánicas de los siglos XVI y XVII, y sus sobrevivientes modernos han sido objeto en el último siglo de no pocos estudios en diversos aspectos de cultura, raza y lengua.
En Dieux et Parias des Andes, Jehan Vellard (1954: 77) subraya correctamente que los uros no son étnicamente uniformes. Podían ser, ya esencialmente pescadores con tecnologías bien adaptadas para el aprovechamiento de los recursos lacustres, ya cazadores y recolectores "paleolíticos" en los desolados espacios de las punas altiplánicas; y encontrarse sometidos a los señores de las sociedades de Estado ("uros sujetos") o permanecer rebeldes a toda sujeción ("uros indómitos").
De todos modos, aun cuando no étnicamente uniformes en su conjunto, los diferentes grupos uros se distinguían de las sociedades de Estado que les eran vecinas no sólo, al parecer, por sus modos de subsistencia, sino también por determinadas expresiones artísticas colectivas, como danzas y cantos, según consigna Ludovico Bertonio en su . Jlocabulario de la lengua aymará para los uros de la provincia de Chucuito, el antiguo reino lupaca:
hucchu o sisa quirquitha: baylar como los uros des ta provincia. quirquitha, o taquitha: Baylar, brincar, pisando con velocidad el suelo, como usan los uros, y también los que danzan con cascabeles. chiy chiy: Bayle de los uros. chiy chiytha: Baylar assi teniendo en las manos la chuspa o gualquepo.
Los uros sujetos habían soiido dar a los señores de la tierra "en señal de reconocimiento" desde los tiempos prehispánicos tributo en servicios o en especies silvestres, sobre todo en pescado, pero siempre en cantidades poco elevadas. En cualquier caso, la riqueza de un señor altiplánico no provenía de manera significativa de la opresión de "sus" uros, sino substancialmente de la explotación de sus "atunlunas": los agricultores y pastores vasallos suyos al interior de .su propia sociedad clasista. Sobre los atunlunas, igualmente, habría de recaer más tarde, durante el imperio Inca y el dominio español, el peso mayor de la tributación al Estado y a los sefíores locales.
Por lo demás, "libres" o sujetos a las sociedades de Estado, los uros se hallaban impedidos de poseer tierras de labranza y, sobre todo, ganados, la fuente principal de riqueza en el Altiplano, con la cual sus poseedores podían sostener interc.ambio conJas ,sociedades de tierras más bajas y obtener maíz,
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coca, ají, fru.tas, etc., que sus frígidas tierr.as no producían, dando a cambio los animales ,mismos, .su lana o ropa y otros-tejidos confec_cionados con lana.
Era tal la importancia del · ganado para los,altiplánicos que , como varios informantes dijeron en _1575 a Garci Diez:de San Miguel, visitador de la provincia de Chucuito, . si carecieran de aquél no podrían sobrevivir en tan elevados territorios, nada o muy poco aptos _para la agricultura , la cual, además, estaba permanentemente puesta en riesgo por sequías, heladas o lluvias excesivas (Garci Diez 1964: 146,.147 y 208;209).
Al vetar a los uros el acceso a la riqueza agropecuaria y al limitarlos al aprovechamiento de los recursos lacustres -si bien normalmente suficientes para la sobrevivencia local de los predadores-, los dueños de la tierra los incapacitaban para ejercitar el intercambio con pueblos distantes, yungas costeños o de selva, de territorios de por sí ricos en peces, y los constreñían, prisioneros en su hábitat , a un trueque menor, cuando lo había, de pescado contra las papas y el chuño que producían los agricultores inmediatamente veci-nos.
Privados de la tierra firme, a raíz probablemente de un antiquísimo despojo convertido en restricción permanente, y contenidos de esta manera en su desarrollo socioeconómico, los uros eran menospreciados por sus propios cercadores como seres anómalos, "no humanos", sobrevivientes de una prehumanidad; y esta concepción .la compartían los propios uros, según la versión que recogen varios cronistas, como Antonio de Herrera:
"Estos Uros son tan salvages que preguntándolos quienes eran respondían que no eran hombres sino Uros, como si fueran otra especie de animales" (Herrera 1721 : III, 92).
Un deslinde de raíz indudablemente milenaria les había negado el tránsito a la condición humana. Los uros son al hombre como la vicuña a la llama: lo silvestre, lo no doméstico. La función de la ideología así desarrollada y asumida estuvo seguramenJe dirigida, más que a justificar la opresión de los uros, a afirmar la explotación de los atunlunas en la sociedad de los hombres. Remanentes como la vicuña de un mundo oscuro y yermo en el que el sol no existía todavía, los uros permanecían en los márgenes peligrosos de la sociedad doméstica como una advertencia para los atunlunas: si se debilitara la disciplina productiva y se alterase el orden social, el mundo recaería en lo oscuro y estéril, las llamas retomarían a vicuñas y los hombres a uros. La ideología que en los uros sustentaba su calidad de no hombres sustentaba la sociedad de los hombres.
Las pautas segregatorias contra los uros llegaban al extremo de tenerlos por inhábiles para consumir los bienes culturales producidos por las sociedades de Estado. Es ilustrativo al respecto el incidente relatado por fray Reginaldo de Lizárraga, a quien , a su paso por el Collao, un uro le pidió que le comprara pan:
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" ... díjome: Padre , cómprame un real de pan; yo le respondí : ve tú a comprarlo ; respondió :no me lo dará el indio tambero porque me conoce, soy Uro; repliquéle: Pues tú, Uro, ya sabes comer pan? ... " (Lizárraga 1968: cap. LXXXIX). La administración española buscó por diversos modos, en especial a
partir del virrey Francisco de Toledo, el incorporar a los uros al sistema tributario colonial: se empeñó en reducirlos a pueblos y les señaló de oficio caciques extraídos de sus propios grupos que se responsabilizaran de la percepción de los tributos. En atención, sin embargo, a su débil aptitud productiva, les fijó una tasa cuyo valor se estableció generalmente en la mitad del exigido a los no uros y cuyo pago se cumplió por lo común con la entrega de pescado seco y la hechura de costales o ropa basta.
En un caso especial , el de 91 uros Uruquillas del pueblo de "Huchusuma y puente del Desaguadero", reconocidos como "los de peor condición" de toda la provincia collavina de Chucuito, la tasa se fijó en un sexto de la correspondiente a los no uros de esa provincia(5 ).
De este modo, y tal como se percibe en la Tasa de la Visita General de Toledo, el término "Uro" pasó a designar consistentemente a la menor de las dos categorías tributarias distinguidas por los tasadores hispanos en la región altiplánica. Cuando en un repartimiento o encomienda había uros y no uros, la TVGT establece la oposición con vocablos que traslucen reveladoramente el manejo de concepciones propias de las sociedades clasistas dominantes en el Altiplano en el siglo XVI; cosa que, por un lado, evidencia la simpatía de clase entre los señores hispánicos y los señores nativos, particularmente aymaraes, y, por otro, muestra que, al menos en el área del Collao, la Tasa fue elaborada en colaboración directa con los señores aymaraes o sus representantes, celosos de conservar al máximo la situación privilegiada nacional y de clase que habían adquirido en el Altiplano antes de los Incas y consolidado durante el Incanato.
Así, la designación para la categoría de mayor aptitud tributaria, opuesta a uro, se refiere en primer lugar a sociedad clasista globalmente considerada ; y el término empleado de modo casi exclusivo en las tierras que rodean el lago Titicaca es el de "aymará ", el cual, por simplificación ciertamente intencionada, absorbe no sólo a lupacas y pacases, efectivamente de "nación" y lengua aymará, sino a pueblos del norte y el oriente de ese lago, mayoritariamente de "nación" y lengua puquinas. En tales casos , el vocablo aymará pierde su referente etnolingüístico para reducirse a mera categoría fiscal. Tal vez este empleo de los términos aymará y uro resultó de una extensión a todas las provincias del Collao del manejo que hizo de ellos Garci Diez de San Miguel a raíz de su Visita, en los años 1567 y 1568, a la provincia de Chucuito, precisamente Ju paca.
Con la salvedad indicada, en las encomiendas altiplánicas los términos étnicos de la oposición a uro son : en el sector collavino del "Distrito de la Ciudad del Cuzco": aymaraes, y , una vez , oxiveres; en el "Distrito de la Ciu-
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dad de la Paz" : aymaraes; en el " Distrito de la Ciudad de La Plata", en cuyas encomiendas no hay mención a "aymaraes": en Totora, Urinoca , Chuquicota , Sabaya, Colquemarca y Andamarca : Carangas; en Paria : Soras y Casayas Soras; en Aullagas y Uruquillas : Au/lagas y Uruquillas; en Quillacas y Asanaques: Asanaques y Qui/lacas.
En segundo Jugar, en vez del nombre étnico, o a la par de él , suele aparecer, particularmente en el sector cusqueño del Collao, el vocablo atunluna (hatunnma), expresión quechua que los diccionarios y documentos antiguos traducen por "vasallo", "plebeyo" o "pechero", esto es, el sector productor dentro de la sociedad de clases sometido a la obligación de tributar en especies o en trabajo. La no utilización del vocablo atunluna para referirse a uro (y , más bien, su empleo como término opuesto) es significativa en cuanto evidencia que en la época continuaba percibiéndoselo como no aplicable a una población que no producía un excedente socialmente importante y, por ende, desconocía la separación clasista interna.
Finalmente, en tres casos (encomiendas de Puna, Cavana y AullagasUruquillas), aparece como término "no uro" de la oposición la palabra castellana indio, cuyo uso refleja de algú,n modo la asunción porlos encuestadores de la concepción altiplánica acerca de lo humano , fu_era de lo cual quedaban los uros.
En su estudio de 197 S, . Toérese Bouysse-Cassagne había percibido correctamente que en la Tasa de la Visita General de Toledo los términos aymará y uro se utilizan no como referentes étnicos ni lingüísticos, sino como categorías fiscales opuestas ; sin embargo, cuando en 1980 aborda en su tesis doctoral el estudio de las sociedades altiplánicas, suele abandonar su hallazgo o perderlo de vista las más de las veces para manejar esos términos como indicadores socioculturales casi exclusivamente; de modo que en definitiva termina magnificando a la "nación aymará" y relegando a puquinas y umquillas a la condición de uros (Bouysse-Cassagne 1980: tomo 1, cap. 111).
La antigüedad de la presencia de los uros (de los modos de vida uros) en el Altiplano, más aún en el corazón de éste, el lago Titicaca y sus contornos , es un punto crítico por dilucidar. Es sorprendente , de todos modos, hallarlos en una zona que vio florecer a una de las más brillantes civilizaciones prehispánicas, la de Tiahuanaco. Quizá investigaciones arqueológicas y de antropología física podrán alguna vez determinar si estuvieron allí "desde siempre" ; es decir, antes de la aparición de la agricultura y el pastoreo en la región ; si ocurrió o no "invasión repentina" de agricultores y pastores que desplazaron a originarios pobladores paleolíticos hacia los lagos, los totorales y las punas agrestes y saladas, o si fue una misma población original la que se escindió en productores y predadores; si la llegada de los uros se dio en tiempo ulterior a la del agropastoreo, cuando ya había sido superado el estadio paleolítico en el Altiplano; o si, finalmente, el "fenómeno uro" se recreaba continuamente en las áreas lacustres y en las punas altiplánicas con las gentes expulsadas de las sociedades de Estado y como válvula de escape a las tensiones de
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estas sociedades. Antes del hallazgo y la publicación de las informaciones contenidas en
la Copia de curatos, en especial la mención a la lengua uruquilla explícitamente distinguida de la lengua puquina , diversos autores -'Como Paul Rivet , Jehan Vellard, etc .- habían identificado, sin ningún fundamento lingüístico, al idioma puquina con el uruquilla ("uru-chipaya").
Habían sostenido, incluso, que era aquél el idioma de los uros, en base a razonamientos errados, tales como que una determinada lengua debía necesariamente distinguir a los uros de las demás poblaciones altiplánicas; y que, si bien en los documentos coloniales se hacía numerosas referencias a los uros, no se daba la identidad de "su" idioma, en tanto que en los mismos se reconocía al puquina como una de las tres lenguas generales del Perú y se lo mencionaba con relativa frecuencia , pero diciéndose poco, y bastante imprecisamente, de pueblos puquinas. De allí se concluía que el puquina era la lengua que caracterizaba a los uros y que todo hablante puquina era un uro.
A fines del siglo XVI, sin embargo, los uros no se identificaban específicamente con , o por, una determinada lengua: hablaban uruquilla, puquina o aymará. Vimos ya que la TVGT hace referencia a los uros uruquillas de "Huchusuma y puente del Desaguadero" y sabemos de la pervivencia de esa lengua aun hoy día precisamente entre los uros ochusumas del Desaguadero y en el pueblo de Chipaya. En cambio, al norte del lago, en Coata, poblada sólo por uros según la Tasa de Toledo, el único idioma usado era el puquina de acuerdo con la Copia de curatos. Finalmente, en la provincia de Chucuito más de una cuarta parte de sus habitantes eran uros y hablaban aymará, excepto en el extremo sur de la provincia (pueblos de Cepita y Huchusuma) donde el uruquilla era empleado seguramente por uros y no uros (Garci Diez 1964: 204-206).
Por otro lado, y descontadas la aymará , lengua "nueva" en el Altiplano, y el quechua, lengua "novísima", nada autoriza , en el estado actual de nuestros conocimientos, a inclinarse por el puquina o por el uruquilla como el idioma que habrían hablado primitivamente los uros. Quizá el puquina se desarrolló originalmente en el área septentrional del Altiplano y el uruquilla en el área meridional; así , ambas son tal vez similarmente "antiguas", pero, también, tal vez ambas demasiado "recientes" en relación con la antigüedad del modo de vida uro.
En cuanto a la lengua o las lenguas que usaron los "uros marítimos" del litoral desértico de Tarapacá y Atacama, en el norte del Chile actual , es evidente que, a falta de documentos lingüísticos precisos , nada permite identificarlas a partir sólo del hecho de que las hablaban dispersos grupos de pescadores de escaso bagaje de cultura material a los que, por su modo de vida, se calificó de uros desde fines del siglo XVI. En las costas de Tarapacá se señala aymaraes y uros; en la región de Atacama, gente de habla cunza en el valle de ese nombre, y uros (más tarde llamados camanchacas y changos) en el litoral. Estos ''uros" no aparecen como tributarios en la Tasa de la Visita General de
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Toledo(6). Créqui-Montfort y Rivet yerran al sostener que la lengua ·arawak se ex
tendía hasta las orillas del Océano Pacífico, por el mero hecho de haber allí gente llamada uro y por postular ambos que existía una "lengua uro" vinculada con la familia arawak(7). Muestran, en cambio, una justa cautela al desechar como correspondiente al idioma original de los changos un breve vocabulario que habría recogido André Bresson en 1870; ese vocabulario -indican con razón- es ' ·puro araucano" y no cabría esperar tal semejanza en hablas de poblaciones separadas por tanta distancia y tanto tiempo(8).
QUECHUAS
Para el Altiplano del Collao y Charcas, la Copia de curatos muestra una débil implantación del quechua , a primera vista sorprendente. Señala su em-
. pleo casi exclusivamente en las parroquias citadinas o centros mineros activos (La Plata, Potosí, Porco, La Paz o Chuquiabo, Cochabamba) o en las doctrinas instaladas en las yungas orientales; esto es, allí donde se concentran yanaconas, mitayos, mitmas o esclavos ("piezas").
Esta escasa presencia de la lengua "más general" del Perú de entonces (la cual debe entenderse como correspondiente a la variedad Chínchay del quechua)(9), puede explicarse_p_or el vigor expansivo que seguía mostrando la aymará, pero también por un retroceso temporal del quechua resultante de la caída del Imperio Incaico, dado que en el Altiplano no había pasado de ser idioma de la administración imperial.
Sin embargo, aparte del empleo de esa lengua entre ciertos grupos de . mitmas y yanas como supervivencia de los tiempos incaicos, el documento eclesiástico permite percibir ya una reanimación del quechua en el área, esta vez motivada por los intereses económicos hispánicos que movilizaban a mitayos, yanaconas y esclavos para el laboreo en los centros mineros, el cultivo de coca en las yungas o el servicio doméstico en las ciudades. Respondiendo a tales intereses, el quechua habría de ganar terreno ampliamente en los siguientes siglos en regiones como las de Sucre y Potosí, Cochabamba y Larecaja.
Para el noroeste del lago, región de los collas o hatuncollas, la Copia de curatos suministra información muy corta puesto que por allí empezaba la jurisdicción del obispado del Cusco en la época y sólo unas pocas localidades pertenecían al obispado de La Plata. No obstante, 1a Copia de curatos brinda un dato interesante al indicar que los pueblos, de Capachica y Coata requieren de sacerdute que predique en puquina "porque la quechua sólo los ladinos la saben'.'. La mención al quechua y no al aymará como el idioma que empezaba a asentarse .es significativa, por cuanto, de un lado, hace evidente que el aymará, pese a su pujanza en el Altiplano, no había logrado penetrar en esa área puquina y, de otro, prefigura la situación actual: ha sido la lengua quechua y no la aymará la que desplazó en definitiva al puquina de ese sector
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collavino. Algo similar habría- de suceder e-n las "provincias" de Umasuyos y Lare
caja, al oriente del lago Titicaca, donde aymará y quechua contendieron en la eliminación del puquina, para, finalmente, quedar en partes vencedora una u otra y en partes hasla hoy superpuestas una y otra.
AYMARAES
La lengua aymará forma. parte .<d.e la familia lingüística aru, junto con la· jaqaru y la ,k\a:uki, habladas ··en la prbvincia peruana de Yauyos, sureste del departamentó -de Lima; la· fotegtaban otras hoy extintas, pero todavía vivas en el siglo· XVI : las llamadas hahuasimi, usadas por varios pueblos a lo largo de la Cordillera Occidental peruana, particularmente en el departamento de Ayacucho y en las lindes, de· éste con los departamentos de Huam~avelica y Apurímac.
·Sobre la historia de la familia' aru hemos tratado con detenimiento en trabajos anteriores(lO); aquí resumire~os brevemente nuestras conclusiones: la zona ocupada originalmente por el aru se 'extehdía desde el sur del valle de Cañete o del de Chincha hasta el de· Nasca o el de Acarí, en la costa sur peruana; de allí inició su expansión en los primeros siglos de nuestra era en dirección del este, ganando la síerra surcentral y parte de la sierra sur. Hacia el norte y el noreste su avance se vio contenido por la expansión contemporánea que el protoquechua emprendía desde la costa central y nOrcentral hacia el interior. ·
A más de un milenio de la expansión inicial del protoaru, se encuentra al aru aymará a fines del siglo XVI -hablado desde la cuenca del río Pampas, en las provincias de · Cangallo y Víctor Fajardo, departamento de Ayacucho, y desde la cuenca del río Soras (Chicha) -que discurre entre los departamentos de Ayacucho y Apurímac- hacia el este y el sureste, cubriendo , fuera del Altiplano peruano-boliviano, gran parte de los departamentos de Apurímac y Cusco y el noreste del departamento de Arequipa . El área de su configuración como lengua parece haber sido la cuenca del Pampas.
La presencia de pueblos aymaraes (de lengua aymará) en el Collao y Charcas era relativamente reciente en el siglo XVI; su ingreso se había producido unas tres centurias antes, al parecer de manera violenta, por conquista militar avanzando desde el norte hacia el sureste a lo largo de la Cordillera Occidental de los Andes y repartiéndose el territorio altiplánico posiblemente bajo forma de diversos señoríos o reinos, algunos de los cuales menciona Ludovico Bertonio en la introducción a su Vocabulario de la lengua aymará: Lupacas, Pacases, Carancas, Quillaguas, Charcas.
Pedro Cieza de León recoge y nos transmite relatos acerca del avance guerrero de una parte de esos aymaraes sobre la orilla occidental del lago Titicaca, territorio en el cual se constituiría de este modo el reino preincaico de los lupacas y, tiempo más tarde, la provincia de Chucuito en la división
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colonial española. Uno de los relatos se refiere a la ocupación sangrienta de la isla sagrada de Titicaca por huestes aymaraes q,ue, comandapas por Cari, liquidaron totalmente a los ocupantes originarios de la ista, probablemente de "nación" puquina(l l ). ,,, . .
A raíz de estas acciones invasoras, los lupacas se vieron enfrentados con Zapana, poderoso señor de los collas.
Es necesario indicar aquí que el'vocablo colla tuvo variados referentes .en el uso de los autores de crónicas y relaciones. Inicialmente, lo emplearon los conquistadores españoles -Cieza entre ellos~ para designar genéricamente a los pobladores del Collao. Más adelante se aplicó principalmente a lo~ aymaraes, colla vinos, la etnia más poderosa del área, y a su idi_oma. Sin embargo, las informaciones más precisas -,-mas no necesariamente cqmpletasacerca de quiénes eran los .collas y en qué región habitaban nos las brinda Luis Capoche en su Relación General de· la Villa Imperial de Potosí. escrita en 1585 .
De acuerdo con los datos de este cronista, la "nación'' de los collas ocupaba a fines del siglo XVI la mayor parte de la región · cfrcundante del lago Titicaca, desde lugares como Pu.qo, Cavana y Lampa por el noroeste, y, de allí, rotando en el sentido de las agujas del reloj, por el norte, el este y el sureste hasta al.menos el pueblo de Achacachi, y tal vez más al sur(l 2).
Capoche da cuenta, asimismo, de la existencia de una oposición de base geográfica vigente al interior de .. cási todas las ''naciones" altiplánicas, entre urcusuyu: "la parte o batida de los cerros'', y umasuyu: "la parte o banda del agua o los valles"; esto es, groso modo, los lados occidental y oriental del Altiplano, respectivamente.
Ahora bien, esta oposición se presenta en la "nación" colla, mas no en la lupaca, la cual sólo se extiende en el lado occidental del Titicaca (urcusuyu), aunque sin llegar a cubrir el sector noroeste.
De otra parte, por simplificación, algunos autores dividen toda la cuenca collavina únicamente en dos grandes "provincias'', la de Orcosuyos (urcusuyu), coincidente con la provincia lupaca y predominantemente de idioma aymará, y la de Umasuyos u Omasuyos (umasuyu), correspondiente a la banda nororiental y oriental del viejo territorio colla, mayoritariamente de lengua puquina.
Por otro lado, la ubicación de los lupacas en sólo el sector occidental del lago y el carácter de noticia fresca que tienen las versiones transmitidas por Cieza de León acerca del avance de la gente de Cari desde las alturas de la Cordillera Occidental conducen a sospechar que la invasión lupaca -y tal vez también la de los pacases- se produjo no mucho tiempo antes de la irrupción cusqueña en el Altiplano.
A mediados del siglo XV, amenazados por la creciente pujanza del reino de los incas del Cusco, ambos señores collavinos buscaron de una buena vez definir superioridades en el Collao, tratando cada uno por su lado de lograr la alianza o la neutralidad de los cusqueños; los incas optaron por aliarse con
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Cari , señor de los lupacas, pero su "ayuda" no llegó a ser necesaria por cuanto por sí solas las fuerzas de Cari se impusieron a las de Zapana. Sin embargo, llegados al Collao inmediatamente después del triunfo de Cari , los incas aprovecharon la situación para hacerse dueños de las tierras del norte y el este del lago y, tras establecer una alianza táctica con Cari , continuar su expansión por el Altiplano( 13 ).
El mantenimiento de la alianza de los lupacas , así como de los pacases y otros grupos aymaraes , con los incas, que hizo posible la implantación del dominio cusqueño en el Altiplano , fortaleció a su vez a los aymaraes y acrecentó el empleo de su lengua como la "general" del Collasuyo( 14 ), esto es, como idioma de relación con otros grupos etnolingüísticos , más allá de sus propias fronteras nacionales. La Copia de curatos la reconoce como lengua "casi general" del obispado de La Plata y propone su uso alternativo con el idioma puquina en las provincias de Umasuyos y Larecaja , regiones de población mayoritariamente puquina. Igualmente, Garci Diez , quien la designa como "lengua colla" , la halla introducida en valles costeños de tradición puquina tales como el de Sama(l 5 ).
Como compensación a su incorporación "voluntaria" al Imperio Inca, los caciques aymaraes , en particular los lupacas y pacases , recibieron tierras, despojadas a otros pueblos, en las vertientes marítimas y de selva que flanquean el Collao al occidente y oriente. A tales tierras fueron a instalarse colonos (mitmas) venidos de su núcleo aymará a fin de sembrar y cosechar productos de tierra cálida para sus señores( 16 ).
Los caciques Ju pacas conciliaron igualmente con el poder colonial hispánico, logrando de este modo que su reino, -éonvertido en provincia,quedara directa y enteramente bajo gobernación y como patrimonio de la Corona española, incluidas sus colonias yungas, sin sufrir el desmembramiento de su población y su territorio en repartimientos o encomiendas, como sucedió con los demás reinos altiplánicos.
En todo caso, la ocurrencia del fenómeno de progresiva aymarización lingüística de regiones no étnicamente aymaraes -como Umasuyos y Larecaja, entre otras- no debe atribuirse a la instalación forzada de colonias aymaraes en territorios ajenos, puesto que el número de tales colonos fue pequeño -sólo 721 tributarios en las yungas de costa y selva para el caso de los lupacas(l 7)-, sino al empuje político y económico que los aymaraes demostraron desde su ingreso militarmente victorioso en el Altiplano antes de formarse el Imperio cusqueño y, más tarde, durante su alianza y colaboración con los incas e, inclusive, con la administración colonial hispana.
Los lupacas, por su parte, aún cuando instalados en el territorio agrícolamente menos productivo del Collao(l 8), se ubicaron, al ganar la franja suroccidental del lago Titicaca, en un sector geográficamente estratégico, puesto que controlaban así la ruta más directa del Cusco a Charcas y algunas de las vías más importantes del comercio altiplánico con los valles de las vertientes del Pacífico.
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UROS •
Localización de uros y áreas mt'nimas de lenguas a fines del siglo XVI
PUQUINA czzn URUQUILLA-
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Finalmente, coadyuvó a la aceptación de la aymará como lengua de relación su marcada uniformidad -como lo destaca Ludovico Bertonio(l 9)-, uniformidad que permitía a sus usuarios el emplearla desde al menos la cuenca del río Pampas hasta los confines meridionales del Altiplano.
PU QUINAS
La presencia del pueblo puquina en la historia reviste un aspecto casi fantasmal. En las crónicas y relaciones de la segunda mitad del siglo XVI y primera del XVII que mencionan a las poblaciones indígenas altiplánicas, en particular ·las ·instaladas en torno del lago Titicaca o en las montañas vecinas, · el pueblo de habla puquina es a la vez omnipresente e inasible. Las alusiones a. él y, a su lengua son medianamente numerosas, pero escasos. y escuetos los datos acerca de su cultura e, inclusive, de su situación geográfica; sobre este último aspecto, sólo Ia Copia de curatos ha venido parcialmente a llenar el ~acfo ..
La importancia de este pueblo era tal, sin embargo, que su idioma fue reconocido en 157 5 por el virrey Toledo como µna de las tres "lenguas generales" del Perú de entonces, al lado del quechua y del aymará(20). No obstante, menos de un siglo más tarde las referencias a pueblo (o pueblos) y a lengua puquinas desaparecen de los documentos que han llegado hasta nosotros. De allí que se haya tratado erróneamente de darles mayor consistencia y continuidad históricas identificándolos en cuanto a "nación" e idioma con la población uro y con la lengua "uruchipaya" (uruquilla) que sobreviven hasta hoy en el Altiplano, -· ·
Los puquinas no han tenido el beneficio de un examen detallado de su organización socioeconómica ni menos de una exposición pormenorizada de su idioma y de sus costumbres, concepciones y creencias, como sí lo tuvieron los lupacas aymaraes gracias a la Visita de Chucuito, de Garci Diez de San Miguel , y al Arte y el monumental Vocabulario de l(l lengua aymará, de Ludovico Bertonio. Inclusive , no ha sobrevivido ningún ejemplar del único libro que contenía un léxico y preceptos gramaticales .del puquina : la obra del jesuita Alonso · de Barzana, dada a la imprenta en Lima el año de 1590(21 ). Sólo se han librado de la desaparición los textos religiosos (confesionario y rezos) que contenía este libro, gracias a que fueron recogidos por Gerónimo de Oré en su Rituale seu .manuale Peruanum.
De allí que únicamente a partir de datos aislados y a menudo contradictorios se pueda inten"tar comprender por qué y cómo desapareció la "nación" puquina, cómo su lengua se fue extinguiendo, qué espacios ocupó, cuáles fueron las culturas que supuso y cuáles el grado y el valor de su aporte al desarrollo del mundo indígena prehispánico.
El jesuita Bias Valera relieva la adhesión de puquinas y aymaraes a sus respectivos idiomas y su rechazo de la lengua quechua : " ... todos los collas [aymaraes] y los puquinas, contentos con sus lenguajes particulares y pro-
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pios, desprecian la del Cuzco"(22). A través de los documentos de fines del siglo XVI y comienzos del XVll,
podemos determinar las áreas que ocupaba por entonces el puquina. En las cordilleras surorientales del Altiplano existía un bolsón de este
idioma, amplio y consistente, entre San Francisco de la Puna, Potosí, Quila Quila, Yotala y La Plata (Sucre }, en los actuales departamentos bolivianos de Potosí y Chuquisaca; su presencia tan meridional se explica con mucha probabilidad como resultado de una antigua expansión del puquina como "lengua general" en la zona.
La Copia de curatos nombra los cuatro primeros lugares, si bien señala que en las doctrinas de Potosí, ''aunque hay muchas de tres lenguas", tiene la primacía el idioma aymará. En cuanto a La Plata, el cronista Vásquez de Espinosa escribe en 1630 que los indios de esa ciudad
"hablan la lengua quichua que es la general del Inga, otros hablan la aymará, y otros la puquina, cada uno conforme a su natural, sin otras particulares que hay en los demás pueblos'' (Vásquez de Espinosa 1969: cap. XXV).
En las provincias que circundan el lago Titicaca la presencia del puquina es más consistente, excepto al parecer en el sector occidental o provincia de Chucuito, hábitat de los lupacas.., si bien Anello Oliva (l 895: 15) escribe en 1631 que la lengua puquina se habla "en algunos pueblos de la provincia de Chucuito". Tal vez este cronista quiere referirse con tal designación a todo el ámbito del Collao. Sin embargo , otro cronista, José de Acosta, no descuenta a la provincia de Chucuito de entre las que tenían usuarios del puquina, al menos como idioma de relación, cuando afirma, en 1578, que los padres de la Compañía de Jesús que estaban por entonces en Juli , pueblo de esa provincia, "algunos hablan las dos lenguas, quechua y aymará, y algunos también la puquina, que es otra lengua dificultosa y muy usada en aquellas provincias"(23 ).
Sobre las vertientes marítimas de la Cordillera occidental, al oeste del Collao y probablemente hasta el litoral del Pacífico, el puquina continuaba siendo usado en la primera mitad del siglo XVII: las Constituciones del primer sínodo del Obispado de Arequipa ordenan, hacia 1638, "dado que en ciertas regiones del obispado se habla puquina", que los curas de los pueblos de Carumas, Ilabaya y Locumba "que son los que mejor conocen esa lengua", traduzcan al puquina un catecismo y diversas oraciones(24 ). Carumas se encuentra en la cuenca del río Tambo, e Ilabaya y Locumba, en la del río Locumba. En la época, el área así definida comprendía la provincia de Colesuyo (Collesuyo) o Moquegua y el norte de la de Arica (actualmente, los departamentos peruanos de Moquegua y Tacna(25)). Con mucha certeza se puede, por esto, identificar como puquina la lengua coli, que seguía hablándose todavía en 1790 en el "partido" de Moquegua (Barriga 1939-1955: IV, 75). Koli es la designación que Bertonio da a los pobladores yungas de Moquegua; y los nombres puquina y coli se mantienen en la toponimia de la región (hay
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un pueblo llamado Puquina y un río Coli en la cuenca del río Tambo, y la Punta de Coles es un accidente geográfico del litoral cercano a la desembocadura del río Osmore o Moquegua).
Más al norte de la provincia de Moquegua, sobre el curso medio del río Colea o Majes (actual departamento de Arequipa), una relación de 1586 menciona que hablaban lenguas "cada pueblo diferente del otro, muy bárbara" o una "lengua incógnita y para ellos solos"(26). Estimamos que, por su ubicación geográfica, se trataba de idiomas relacionados con el puquina.
Se hace evidente, en todo caso, que el avance de los aymaraes (collaguas, lupacas, pacases) sobre las punas y las vertientes altas de la Cordillera Occidental había vuelto discontinuo, y fragmentado incluso, el antiguo territorio puquina.
En la provincia de los aymaraes pacases, al sur del lago, el puquina es, hacia 1586, "lengua particular que se habla en algunos pueblos"(27). Los uros del repartimiento de Machaca, en la misma provincia, la estaban abandonando a la sazón en favor de la aymará por "la comunicación con los indios serranos"(28); hemos sostenido en un trabajo anterior que los uros de Machaca estaban abandonando no su lengua materna (el uruquilla o "uru-chipaya", hablado hasta el presente siglo en esa zona), sino una "lengua general" que caía en desuso, la puquina, en favor de una nueva y más pujante "lengua general", la aymará (Torero 1970: 227-228).
En cuanto al lado oriental del lago Titicaca, la Copia de curatos cita al puquina para la casi totalidad de doctrinas de las provincias de Umasuyos y Larecaja, si bien junto con el aymará y, en _algunos casos, el quechua. Por fray Reginaldo de Lizárraga sabemos que la mayoría de la población de Urnasuyos era puquina(29).
Justamente, es al oriente del lago Titicaca, en la región de Charazani -actual provincia de Bautista Saavedra, departamento boliviano de La Pazdonde aún sobrevive el puquina a través del léxico y de algunos rasgos gramaticales . de fa lengua de los, comerciantes y herbolarios callahuayas. El idioma callahuaya, que ha asumido en cambio, .casi enteramente, la fonología y la gramática del, quechua cusqueño, tiene una elevada comunidad léxica con el material puquina que nos ha transmitido Gerónimo de Oré (más de 41 o/o, según el examen comparativo presentado en el Anexo 1 del presente artículo).
Para el territorio collavino del obispado del Cusco, el sector noroeste del lago Titicaca, no poseemos hasta hoy, infelizmente, un documento equivalente a la Copia de curatos del obispado de Charcas. No obstante, la insistente preocupación de la Iglesia cusqueña por la lengua puquina a fines del siglo XVI prueba indirectamente que ésta tenía una importante densidad de usuarios, sobre una extensión que quizá desbordaba las lindes del Collao en dirección de la propia ciudad del Cusco.
Ya la Copia de curatos muestra que podría esperarse una notable presencia, incluso un predominio, del puquina en el noroeste del lago Titicaca, cuando señala que en Capachica y Coata se requiere exclusivamente de sacer-
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dote que predique en puquina. Un documento de 1666 existente en el Archivo Arzobispal del Cusca indica que los pobladores de Taraco, pueblo situado a proximidad del lago, tienen por idioma el puquina(30); una investigación sistemática en archivos conduciría probablemente a comprobaciones seme-jantes. ·
De modo genérico, la Constitución sinodal del Cusco dispuso, en 1591 :
"Porque en muchos pueblos de este nuestro obispado generalmente todas las indias, o las más, y algunos indios no entienden la lengua quechua, si-no la Aymará, o Puquina ... , todos los curas de indios ... confiesen en la lengua propia de su curato, quechua, aymará o puquina . . . "(31 ).
En 1599, el obispo del Cusco, Antonio de la Raya, encomendó a losjesuitas de esa ciudad que examinasen los conocimientos de los sacerdotes en los idiomas quechua, aymará y puquina "porque así mismo es necesario que la dicha lengua aymará y puquina se lean en esta Ciudad, por hablarse en muchas partes deste Obispado"(32).
Gerónimo de Oré, por su parte, recogió seguramente en territorio del obispado cusqueño la parte de los textos de su Manual que no se deben a Alonso de Barzana, pues consigna que los preparó "con comisión y aprobación del obispo del Cuzco" (Oré 1607: 385).
En todo caso, la presenci~__importante de la lengua puquina en el noroeste, el norte y el oriente del lago Titicaca, territorio de los collas, hace de esta área la de mayor concentración de puquinas collavinos y encierra a la "nación colla" dentro de una más amplia "nación puquina'', ya, sin embargo, bastante debilitada y laxa a fines del siglo XVI.
Hemos señalado la posibilidad de que el puquina fuera utilizado igualmente, aunque por pequeños pueblos y grupos dispersos, en el valle alto del río Vilcanota y en las serranías vecinas hasta no lejos del Cusco, en medio de poblaciones mayoritariamente aymaraes como los canchis y canas y en una situación similar a la que se ha descrito para la provincia de los aymaraes pacases.
Vásquez de Espinosa (1969: cap. XCII) refiere que el inca Sinchi Roca conquistó hacia el sur del Cusco "las provincias de los Canas y Canchis y Puquinas hasta Chungara". El pueblo de Chungara se hallaba a breve distancia de la localidad actual de Santa Rosa, en el borde septentrional del Collao, por lo que los puquinas a que alude Vásquez de Espinosa estarían habitando también -si su información es correcta- más al norte y noroeste de las fronteras collavinas.
Finalmente, a la entrada del baptisterio de la iglesia de Andahuaylillas, situada a una treintena de kilómetros al sur del Cusco, se puede ver hasta hoy pintada en el muro una doble portada sobre la cual se halla escrita la fórmula del bautismo en cinco lenguas: latín, castellano, quechua, aymará y puquina. Las inscripciones, que datan posiblemente de finales del siglo XVI o principios del XVII y que fueron realizadas originalmente con pintura negra sobre
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fondo de color crema o rosado, muestran diverso grado de conservación, indudablemente en relación con el mantenimiento o no de la vigencia de esos idiomas dentro del ámbito de influencia de la parroquia: las fórmulas en latín -por razones obvias- y en castellano y quechua han recibido suficientes retoques como para destacar nítidamente hasta la actualidad; la inscripción en aymará está medianamente conservada; la puquina, en cambio, ha sufrido casi enteramente la caída de su pigmento negro y de la pintura de base que lo soportaba, de modo que se lee "en negativo".
La presencia de esta inscripción en puquina -el único otro testimonio que tenemos de esa lengua junto a los textos del Manual de Oré- permite presumir que hablantes de puquina vivían por entonces cerca de la iglesia de Andahuaylillas y acudían a bautizarse en ella.
Comparando la inscripción del baptisterio con los textos del Manual se perciben algunas variaciones: la primera registra sin yquile '.'nuestro padre" donde Oré escribe señ. yqf,li; Yt/flile [ikili] es la forma que para "padre" se consel'Va en el idioma callahuaya(33).
Tales variaciones habían sido observadas por la Constitución sinodal cusquense antes citada, la cual reconoce ser la lengua puquina "tan varia y diferente en cada pueblo a dónde se habla". Es indudable que un grado de dialectalización avanzada ponía al puquina en desventaja para desempeñar el papel de "lengua general" frente al aymará y al quechua cusqueño, poco diversificados.
Desde el punto de vista social y cultural, los puquinas son presentados como semejantes a los aymaraes desde las primeras referencias a ellos en cró-nicas y relaciones. · · -· · ·
Eran, en primer lugar, un pueblo de pastores y agricultores. Fray Reginaldo de Lizárraga, quien los encuentra constituyendo la mayoría de la numerosa población de la provincia de Umasuyos -el sector oriental del lago Titicaca- dice que
"son recios de ganado de la tierra, y participan de más maíz y trigo que los de la otra parte fel sector occidental o provincia de Orcosuyos], por tener sobre mano izquierda la provincia de Larecaja, abundante de lo uno y de lo otro" (Lizárraga 1968: Cap. LXXXIX). Por su parte, fray Martín de Morúa, cura de Capachica, norte del lago
Titicaca, al distinguir a los uros de los collas [aymaraes] y puquinas, dice de los primeros que vivían sustentándose de totora y pescado, y de los segundos que "algunos de ellos o lo más en general se dan a criar ganado", aunque "algunos moran cerca de dicha laguna entreverados con los uros" (Morúa 1946: 214).
El Manual de Gerónimo de Oré, a despecho de sus restricciones (fue escrito con fines de catequización) contiene varios párrafos que dejan discernir entre los puquinas estructuras socioeconómicas tan complejas como entre los aymaraes; por ejemplo, se dirige a señores de diverso rango para preguntarles en puquina si tratan correctamente a sus vasallos y yanas y si no los han des-
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pojado de sus tierras y ganados(34 ). En el Manual, asimismo, aparece como equivalente de "reina" el voca
blo puquina capacomi (capac "real"; omi o umi "madre" o "señora"). Este mismo vocablo es recogido por Ludovico Bertonio (1956: 414) bajo la forma ccapkhomi "reyna". Igualmente lo consigna Guarnan Poma (1936: 177) en una lámina que representa a las mujeres nobles del Collasuyo.
El español Melchior de Alarcón declara en la Visita de C:hucuito que los uros de Coata, puestos directamente bajo gobierno de la Corona hispana,
"se van ennobleciendo y haciendo gente de razón, y esto por no tener cacique aymará ni puquina salvo ser su cacique como ellos y su amo ha-berlos,recogido" (.Garc1 Diez 1964,: ,}41). ,
La asignación a los, grupos uros de caciques propios, iniciada en Coa ta, se generalizaría ,ppcos aflos más tarde con la tasa de la Visita General de Toledo, a fin de sustraerlos, de la opresión de los caciques aymaraes y pu quinas y de asegurar su tributación directa al poder colonial.
Los puquinas formaban, en tiempos prehispánicos, un pueblo compacto y aguerrido. Cronistas tempranos como Pedro Cieza de León, Miguel Cabello Valboa y Pedro Sarmiento de Gamboa notician de un pasado cercano en que aquellos demuestran su determinación guerrera y su rebeldía frente a los aymaraes y los incas. Cieza personaliza en dos grandes señores, Zapana y Cari, el enfrentamiento entre los éollas-puquinas y los aymaraes lupacas que abrió a los incas cusqueños las puertas del Altiplano al iniciarse la segunda mitad del siglo XV. Cabello Valboa relata la campaña de Inca Yupanqui contra los collas, la derrota de éstos en Pucará, la captura del Collacápac y la celebración de la victoria en el Cusco "con una nueva y no usada crueldad":
"fue que habiendo triunfado de Collacápac (señor principal de las provincias del Collao) lo hizo sacrificar al Sol, que fue el primer sacrificio de sangre humana que los ingas se halla haber , hecho en sus triunfos" (Cabello Valboa 1951: 306). Sarmiento de Gamboa, quien llama al soberano de los collas Chuchi
Cápac o Colla Cápac, "que todo es uno", dice que éste "cresció tanto en autoridad y riquezas con aquellas naciones de Collasuyo" que las tenía sujetas "desde veinte leguas del Cuzco hasta los Chichas y todos los términos de Arequipa y la costa de la mar hacia Atacama y las montañas sobre los Mojos" (Sarmiento de Gamboa 1942: 103-105). Este enorme territorio coincide bastante cercanamente con el área de dispersión de la lengua puquina; pero la información recogida por el cronista quizá no corresponda a la realidad existen te en el siglo XV, cuando se enfrentaron por primera vez incas y collas, sino a una época ya legendaria, como podría ser la del apogeo de Tiahuanaco.
Después del vencimiento de los chancas, primero, y, Juego, de los collas, los reyes cusqueños estaban sentando las bases sólidas de su futuro imperio. Para los collas y puquinas, en cambio, se precipitaba la liquidación de su organización política y su unidad nacional. Como reacción a esto, se alzaron
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una o repetidas veces, durante los reinados de Pachacútec y Túpac Yupanqui, en gigantesco movimiento que puso en peligro el dominio inca en el Collao y, posiblemente, la existencia misma del Imperio cusqueño.
Cabello Valboa narra una "soberbia rebelión de los collas" contra "la obediencia y el señorío de los Ingas", y las acciones realizadas por el reforzado ejército de Túpac Yupanqui para doblegarlos finalmente tras capturar las fortalezas de Pucará, Asillo, Arapa y Lana; los caciques principales de los collas que acaudillaron el alzamiento fueron desollados y sus pieles usadas en los "a tambores del Inga" (Cabello Valboa 1951: 335-336 ). Por este tiempo (hacia el año 1473, según los cálculos de Cabello Valboa) falleció en el Cusco Pachacútec Inca Yupanqui.
Sarmiento de Gamboa describe no una, sino tres grandes rebeliones, puesto que "los collas eran unos de los que más procuraban su libertad, siempre que hallaban coyuntura se aventuraban" (Sarmiento de Gamboa 1942: 111,113,131).
El cronista indígena Santa Cruz Pachacuti nos transmite igualmente una versión de esos sucesos. Este autor aplica el nombre colla exclusivamente a los pobladores del norte del Collao, y lo usa así en dos ocasiones a lo largo de su obra: cuando cuenta que el Collacápac acude al Cusco para la fiesta de las bodas de Viracocha Inca y trata allí altaneramente al rey cusqueño, retándolo con porfía a beber y jactándose de ser rico en plata y oro; y cuando describe el alzamiento y la derrota de los collas,rebeldes. A los demás habitantes del Altiplano los denomina collasuyos, calificativo que se da a sí mismo.
Según el cronista, al morir Pachacútec __ _ "se alzaron las provincias de los Puquinas y Collas, desde Vilcanota y Chacamarca, contados los Umasuyos de Urancolayme, Hachacach1, Uancani, Asillo, Asángaro, con todos los Taracos". La rebelión, pues, comprometió a la mitad al menos del Collao (desde
Vilcanota en el noroeste, toda la región oriental y hasta Chacamarca -el río Desaguadero- en el sur); los combates, muy cruentos, duraron tres años, pero los rebeldes fueron cercados y vencidos finalmente por los ejércitos de Túpac Yupanqui, tras lo cual los sobrevivientes debieron sufrir la humillación de ver a sus mujeres y sus huacas públicamente profanadas (Pachacuti 1950: 249-251 ).
En adelante, puquinas y collas habrían de verse vituperados como répro-bos por haber osado "traicionar a su señor". Como dice Cristóbal de Molina:
"Era el Inga y todos sus súbditos enemicísimos en general de todos los que se alzaban y con los que más veces se habían rebelado estaba peor él y sus provincias y eran tenidos en gran oprobio de todos y no les permitía ningún género de armas y siempre los aviltaba de palabras y en sus refranes como a los indios del Collao que se llaman Aznacolla [ colla hediondo] ... " (Molina 1916: 7 5 ). No es de extrañar, entonces, que la leyenda negra forjada contra collas
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y puquinas durante el imperio cusqueño persistiese decenios después de acabado éste y fuese acogida sin cuestionamiento por cronistas españoles e indígenas, máxime cuando a fines del siglo XVI la antigua "nación" puquina se encontraba virtualmente desintegrada y cuando, ante el avance del aymará y del quechua, la lengua puquina empezaba a devenir en idioma de uros.
Es explicable, así, que Guarnan Poma de Ayala califique a los "poquinacolla" de "ressucios haraganes ladrones mentirosos" y afirme que, si bien "los poquinacollas también fue casta de yngas", por perezosos "no alcanzaron ni alligaron a la rrepartición de orexas de yngas". Este mismo autor, sin embargo, los liga íntimamente al lago Titicaca, al cual llama "laguna de poquina", y a la huaca de Titicaca; dice, además, que todas las ánimas de los muertos iban al país de los puquinas, donde andaban "padeciendo hambre y sed y calor y frío y fuego" (Guarnan Poma 1936: 85,271,278, 901-902).
Es explicable, asimismo, que Reginaldo de Lizárraga refiera que a la isla Titicaca, "donde era el más famoso adoratorio que en todos estos reinos [el inca] tenía", acudiesen indios de todas las provincias para servirlo, pero que
"sólo a unos exceptuaba, llamados puquinas, que viven la mayor parte en el camino de Umasuyo, que es de la otra parte de la laguna, por ser gente, como de suyo es, muy sucia, más que otra de estos reinos, como si el de~onio fuera más limpio" (Lizárraga 1968: LXXXVI, 69). Cabe conjeturar aquí qutf1á exclusión de los puquinas del servicio al
adoratorio de Titicaca bien pudo tener su raíz más antigua en su expulsión de esa isla sagrada por parte de los invasores lupaéas.
Los lupacas no cejaron en su intento de apoderarse del territorio de los collas ni frente al enemigo espaflol: en pleno cerco del Cusco por los ejércitos de Manco Inca, Cari dirigía sus tropas contra el norte del Collao, como dice la anónima "Relación del Sitio del Cuzco", escrita en 1539:
" ... llegaron a Hemando Pizarro indios de Atuncollao, que era una provincia que después de la guerra y cerco del Cuzco le había venido de paz pidiendo que él los, socorriese, porque Cariapaxa, señor de la provincia de Lupaca, les ,hacía ·guerra, ... y que ellos habían hecho todo lo que podían por defender.se, Illas que si no los, socorría .era imposible soste-nerse''(35~ . . · . . . ·· . · · -. .. ·
Podemos de este modo, considerando el devenir de los,sucesos durante varios siglos de la historia 'altiplánica, comprender · el porqué de las informaciones contradictorias acerca de los puquinás: se define, en realidad, a grupos humanos de personalidad sociocultural diferente, ligados únicamente por la lengua a través del tiempo. Las referencias de crónicas y relaciones que hacen mención a hechos sobrevenidos hacia mediados del siglo XV muestran-a una nación estructurada y numerosa, dotada de una bien definida individualidad. Los informes de situaciones existentes en los siglos XVI y XVII, en cambio, presentan bajo tal nombre a los restos más aislados y culturalmente menos
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dinámicos de ese mismo pueblo , o a grupos "mixtos" de puquina y uro, o, simplemente, a grupos uros que seguían utilizando el puquina como lengua materna o de relación .
En el transcurso de un período multisecular, una serie de acontecimientos graves perturbó profundamente a los pueblo& puquinas: duras luchas de resistencia contra el expansionismo de los aymaraes ; más tarde , las represiones sangrientas y los desplazamientos de población decretados por los incas y, finalmente, los trastornos socioeconómicos causados en el mundo indígena por el establecimiento del poder español. Tal sucesión de hechos decidió o precipitó la absorción, o la fusión, de la parte más activa de la población pu
.quina por las poderosas etnias que se expresaban en aymará o en quechua. Los incas, señores del Tahuantinsuyo, los últimos que ascendieron a la
gloria del mundo andino antes de la hecatombe, tuvieron póstumamente en el nostálgico y torturado mestizo Garcilaso de la Vega al mejor apologista que hubieran podido desear.
Los chinchaysuyos, por su parte, hallaron su portavoz en un indio obscuro que, a la vez, fue el defensor de toda la raza autóctona ante el invasor blanco, el acusador valeroso y obstinado de curas y encomenderos malos y peores: el caótico, azaroso y torrentoso Guarnan Poma de Ayala.
Los aymaraes dejaron también escuchar su voz vigorosa en un cronista de su linaje, de largo nombre que denota por sí mismo cuán difícil era conciliar las fuerzas en pugna en el mundo de entonces: Joan de Santa Cruz Pacha-cuti Yamqui Salcamaygua. ·
Nos faltó un cronista puquina. Si hubj~;ra existido uno , y si se hubiese atrevido a hablar .de un pueblo reprobado y casi extinto, es probable que nos habría .contado las proezas y vicisitudes de su pueblo y loado las grandezas de Pucará y Tiahuanaco, que sus remotos antecesores erigieron en torno al lago sagrado.· ·
URUQU/LLAS
Distinguida netamente de la lengua puquina en la Copia de c:uratos, la uruquilla aparece como la menos importante de las lenguas altiplánicas, al menos en la estimación de los evangelizadores. De acuerdo con el documento eclesiástico, se hablaba en el pueblo de Cepita -extremo sur del lago Titicaca-, eri torno al lago Poopó (o Aullagas) y en la puna salada de Lípez, suroeste de la actual Bolivia.
La implantación geográfica de la lengua uruquilla se daba, ciertamente, dentro de una zona en qué, con más extensión, vigor y densidad de usuarios, se manejaba la aymará, lengua general en casi todo el Obispado de La Plata en la época. Es probable, entonces, que una parte socialmente importante de los hablantes de uruquilla lo fuera también de aymará, por lo cual la Copia
. de curatos señala siempre la presencia de la aymará en los pocos lugares en que consigna a la uruquilla y, además, elimina a ésta de la enumeración de las
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requeridas para la predicación en la diócesis. Tal eliminación debe, no obstante, ser examinada con cautela. La Copia
de curatos se refiere a las doctrinas ya establecidas y no al número de doctrinas y de doctrinantes que sería necesario "implantar" para una efectiva labor de catequesis en el extenso territorio del obispado de La Plata. Ahora bien, de un lado, las labores evangelizadoras estaban a la sazón todavía en proceso de organización y, de otro, el salario de un sacerdote (700 pesos de plata por año(36)) , era demasiado alto para ser soportado por poblaciones paupérrimas como las uros-aun en el supuesto de que deseasen ser doctrinadas- . Y como al sur del lago Titicaca el idioma uruquilla era hablado sobre todo por uros, seguramente en gran parte monolingües, es explicable que en la Copia de cu. ratos no se provea doctrinas a cuyos sacerdotes se reclame predicar única-· mente en uruquilla. Cabe suponer, por lo mismo, que en la parte meridional del Altiplano existían muchos lugares habitados por hablantes de uruquilla que el documento eclesiástico no menciona.
La extensión de su uso, en efecto, era indudablemente mayor por lo que puede inferirse de informaciones más o menos contemporáneas de la Copia de curatos o de fechas más recientes. Es muy probable que a fines del siglo XVI se empleara en varios sitios a lo largo del "río" Desaguadero; por ejemplo, entre los uros uruquillas "de Huchusuma y puente del Desaguadero", a los que la Tasa de la Visita General se refiere com·o a la gente más mísera de la provincia de Chucuito. Asimismo, un documento de 1566 menciona a "Calala, pueblo de indios uruquillas", ubicado a dieciocho leguas al sur de La Plata (Sucre) y siete leguas al norte de Calcha(37); este pueblo ocupaba posiblemente la zona más oriental del uruquilla, colindante con los chichas y con el bolsón meridional del idioma puquina. Para el área de Calala, se señala la existencia actual, sesenta kilómetros al sur de Potosí y cerca de Caisa, de una gran comunidad indígena de agricultores llamada Uruquilla y que hoy habla quechua.
Por otra parte, aquí es clave tomar en cuenta cómo las nuevas situaciones surgidas de la conquista española y de la explotación económica colonial en el Altiplano (sobre todo en las minas de Porco y Potosí) iban acelerando el abandono de la lengua uruquilla -al igual que de la puquina- en favor de las lenguas '1más generales": la aymará y, desde el siglo XVII, la quechua. El aprovechamiento de estas últimas por los españoles habría de conducir a su rápida adopción por los sectores nativos más directamente alcanzados o ganados por las nuevas condiciones socioeconómicas implantadas en el Altiplano. Es por esto que la uruquilla fue quedando prontamente reducida a idioma de los pueblos ''menos dinámicos"; en particuJar a un sector de uros lacustres que siguieron viviendo en gran parte al margen de la nueva economía indo-hispana. .
·por ello, con seguridad es a la uruquilla a la que, escribiendo a comienzos del siglo XVII, se refiere fray Reginaldo de Lizárraga como idioma de los uros pescadores del lago Titicaca:
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" ... casi a la orilla, o costa, y un poco más adentro, a legua y más, tiene sus islas pequeñas en donde vivían indios pescadores llamados en ambas provincias Uros ["ambas provincias": Umasuyo y Orcosuyo]; ... gente barbarísima, con lengua diferente de los demás de la tierra firme y la del Inga; muy raros la entendían, ni sabían, porlo cual dificultosísimamente recibían la fe ... " (Lizárraga 1968: LXXXIV, 67).
De manera similar, Antonio de la Calancha, al promediar el siglo XVII, atribuye a los uros del lago Poopó o Challacollo el manejo de un idioma particular que los caracterizaba: "Su lengua es la más escura, corta y bárbara de quantas tiene el Peru toda gutural, i así no se puede escrivir sin gran confusión" (Calancha 1639: 650).
La -tendencia a devenir en idioma de pueblos aislados y reticentes al contacto, esto es, esencialmente los uros, se verá plenamente concretada a fines del siglo XVII, cuando, en un documento de 1688, la uruquilla aparece designada ,como lengua "ura" y materna de uros '~indómitos"; "infieles ,y perniciosos" que habitaban-las ,orillas ,e islas del lago ChallacoHo, "huyendo siempre las comunicaciones de lós españoles"(38).
De tal modo se instala la ecuación: uruquilla = lengua de los uros o hablante de uruquilla = uro.
Sin embargo, la Tasa de la Visita General de Toledo consigna todavía la existencia en 1575 de uruquillas que no eran uros y que son explícitamente diferenciados de éstos: en el repartimiento de Aullagas y Uruquillas se opone aullagas urnquillas a uros, pagando los primeros el doble de la tasa fijada a los uros(39). Según la Copia de curatos, en la doctrina de Aullagas se hablaba aymará y uruquilla.
De igual manera, débese entender como remanente de una antigua "nación" uruquilla la situación de 579 "uros" de Cepita y Yunguyo, pueblos de la provincia lupaca de Chucuito, que durante la Visita General rechazaron ante los visitadores la categorización de "uros" y se reputaron "aymaraes" para fines de tributación, ofreciendo incluso pagar mayor tasa que los tributarios étnicamente aymaraes. La; Copia de curatos menciona precisamente a los "Uruquillas de Cepita" que hablaban uruquilla y aymará. Vemos, pues, en este caso la expresión de un conflicto étnico entre dos sociedades de Estado, la aymará y la uruquilla, equiparables en cuanto a complejidad social y capacidad productiva, aunque con predominio político aymará.
Uno de los visitadores de la provincia de Chucuito, Pedro Gutiérrez Flo-res, concluye en que
"los uros de Cepita y Yunguyo paguen igualmente como los aymaraes por ser muy semejantes a ellos y en parte de más inteligencia para p~der ganar y adquirir de comer y su tasa, por tener ganados y abundancia de chácaras y el aprovechamiento de la laguna con que se sustentan y ganan de comer en los años estériles y faltos de comida"(40).
Los visitadores zanjaron salomónicamente el impase contando al grupo
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de los 579 como "uros", pero tasándolos como "aymaraes"(41). Se hace evidente, por lo demás, que en la Visita de Chucuito efectuada
por Garci Diez de San Miguel muy pocos años antes, esos "uros ricos" de Ce~ pita y Yunguyo habían sido contabilizados como "aymaraes" y no como "uros", puesto que dicha Visita afirma reiteradamente que los uros son gente pobre, carente de tierras de cultivo y, sobre todo, de ganados, en tanto que los aymaraes son los, "indios ricos" de la provincia por poseer chacras y, en especial, ganados. Los "uros" a que se refiere Gutiérrez Flores exhiben justamente su , mayor aptitud tributaria por tener ganados y abundancia de chacras; y es obvio que tal poder económico .era un hecho antiguo y no conseguido en el muy breve tiempo que transcurrió entre la Visita de Garci Diez y el establecimiento de la Tasa de la Visita General ordenada por el Virrey Toledo.
Hubo, pues, todavía en el siglo XVI grupos exponentes de una "nación" uruquilla. No de otro modo podría comprenderse que mitmas uruquillas se contasen entre los de las 42 "naciones" que tuvieron el privilegio de ser instaladas por los incas en la península de Copacabana, frente a la Isla del Sol (Ramos Gavilán 1976: 43). Tampoco sería explicable que grupos designados indistintamente como "uros" mostrasen, sin embargo, tan disímiles niveles de desarrollo socioeconómico viviendo a tanta proximidad geográfica, tal como sucedía, de un lado, con los ~'.uros ricos" de Cepita y Yunguyo -reconocidos, incluso, productivamente más capaces que los aymaraes- y, de otro, con los uruquillas de Huchusuma y puente del Desaguadero, "los de peor condición" de la misma provincia de Chucuito.
Dos hablas uruquillas sobrevivientes han sido registradas y estudiadas por varios investigadores en los últimos cien años en dos localidades bolivianas : la de los ochosumas en Iru-Itu (Jesús de Machaca), a proximidad del Desaguadero y no lejos de su nacimiento en el lago Titicaca, y la de los chipayas, en Chipaya, inmediatamente al norte del Salar de Coipasa. Ambas son muy cercanas lingüísticamente. Se suele agruparlas bajo el nombre de UruChipaya, designación que juzgamos inconveniente por haberse fundado en el establecimiento de una conexión íntima y exclusiva entre la población denominada uro y la lengua uruquilla o, más aún, en la confusión de ambos términos para referirse indistintamente a un mismo pueblo y a un mismo idioma. Estimamos más apropiado utilizar el nombre uruquilla, como lo hace la Copia de curatos (o, tal vez mejor, urquilla, como escribe fray Buenaventura de Salinas y Córdova(42)), o Chipaya~Ochosuma, por las designaciones históricamente aplicadas a los dos grupos cuyas hablas se han estudiado.
La escasa divergencia que muestran los exponentes modernos de la uruquilla lleva, en todo caso, a plantear dos posibilidades: o una expansión relativamente reciente de este idioma desde algún punto del Altiplano (entre el sur del lago Titicaca y Lípez) o la desaparición de formas más divergentes, como fueron tal vez las empleadas en la puna de Lípez; no obstante, debe tenerse en cuenta también como posible que la diferenciación lingüística se
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haya visto frenada o atenuada durante un largo período en razón de una gran movilidad y una comunicación continua entre los grupos hablantes de uruquilla.
Por otra parte, no se ha logrado hasta hoy establecer una relación de paren ksco entre este idioma y cualquier otra lengua o familia lingüística americana; la postulación por Créqui-Montfort y Rivet de emparentamiento de uruquilla ("uru" ) con puquina y con la todavía mal definida familia arawak no se funda en pruebas convincentes, como tampoco otras propuestas ulteriores( 43 ).
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NOTAS
( 1) La obra de Oré contiene amplios textos en quechua y aymará, menos amplios en puquina y unas breves páginas en mochica y guaraní.
(2) Archivo General de Indias, Indiferente General 532.
(3) El material callahuaya reunido por Girault -sesenta y cinco páginas que contienen vocabularios por temas, frases, esbozo gramatical y un texto del Pater Nosterreclama una pronta publicación por su importancia como testimonio de una lengua que está a punto de extinguirse.
( 4) Ver "Los fundamentos lingüísticos de la etnohistoria andina y comentarios en torno al anónimo de Charcas'', en Revista Española de Antropología Americana. Madrid, 1981. Republicado en Aula Quechua, Ed. Signo, Lima, 1982, pp . 163-202.
(5) TVGT, pp. 79-80.
(6) Ver "Carta del Factor de Potosí Juan Lozano Machuca al Virrey del Perú .. . " [l.581], en Jiménez de la Espada, Relaciones Geográficas de Indias. Madrid , 1885 , pp. XXV-XXVII.
(7) G. de Créqui-Montfort y P. Rivet, ''La langue Uru ou Pukina' '; tomos XVII-XIX del Journal de la Société des Américanistes, de París. Véase en especial el apéndice I del tomo XVIII (pp. 110-115), donde los autores comparan dieciocho palabras puquinas con numerosas hablas arawak (60 lenguas) y otros idiomas de la Amazonía; el resultado del examen comparativo es muy débil. Asimismo, el apéndice III en los tomos XVIII y XIX (pp. 121-138 y 57-69, respectivamente), donde cotejan un vocabulario " uru" con palabras de las mismas lenguas a que se recurrió en la comparación con el puquina; los resultados son muy forzados y dudosos.
(8) Ver la crítica de Créqui-Montfort y Rivet a Bresson en cita a pie de página de "La langue Uru ou Pukina", tomo XVII del Journal, p. 219.
(9) Específicamente, a la rama su: eña de_! ~hínchay (o Q)IC), que hoy comprende a los dialectos ayacuchano, cusqueno, bolivianos y de Santiago del Estero.
(10) Ver, en particular, "Lingüística e Historia de la Sociedad Andina" , pp. 237-244.
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Cieza de León, cap. C de La Crónica del Perú y cap. XLI de El sefiorío de los Incas. El desplazamiento aymará hacia el Collao parece corresponder a un convulso período en la historia andina y coincide en el tiempo con las invasiones que llacuaces y yauyos realizaron desde las punas del Perú central hacia valles más cálidos.
Capoche (1959 : 134-146). En la página 136, Capoche cita como collasurcusuyu a los pueblos de Caracoto, Juliaca, Nicasio, Lampa, Cavana, Cavanilla, Hatuncolla, Mañaso , Ullacache, Puno , Paucarcolla , Capachica y los uros de Coata , y como collas umasuyu a los de Asillo, Arapa, Ayaviri, Chichero, Samán , Taraco, Azángaro, Caquijana, Chupa, Achara , Caminaca, Curahuco, Caneara, Carabuco, Moho y Comina, Guay cho, Guancaso y Ancoraimes. Cieza de León, caps. C-CII de la Crónica del Perú y caps. XLI-XLIII de El Señorío de los Incas.
En las averiguaciones realizadas por encargo de Vaca de Castro ante los quipucamayos cusqueños se consigna que Viracocha Inga , a los que eran sus súbditos "desde Canas y Canches para arriba, hasta el último de los Charcas y todo el Condesuyo les dio por lengua general la lengua aymará, por ser muy común y fácil" (Discurso sobre la descendencia y Gobierno de los Incas , Colección de Libros y Documentos referentes a la Historia del Perú , tomo 3, p. 17).
Garci Diez, op. cit. ; "lengua colla" en Tara ta, valle de Sama: p. 195 ; "lengua colla que es la de la provincia [ de Chucuito] " : p. 2 27.
". . . en Moquegua y Sama y Capinota y en Larecaja y Chicanoma tienen algunos indios mitimaes que siembran trigo y maíz de algunos caciques y principales" (Garci Diez 1964: 80). ·
TVGT, p. 78 ; provincia de Chucuito : "17779 indios tributarios ... , los 13725 aymaraes con 721 mitimaes e yungas de los valles de Moquegua, ~ama, Hinchura y Larecaxa y los 4054 restantes son uros". . -·· . El español Melchior de Alarcón "entiende que esta provincia es mucho más estéril que otra ninguna del Callao porque de ella van a comprar comida a otros pueblos del Collao y de ellos nunca este testigo ve vengan ningunos indios a rescatar la dicha comida . .. "(Garci Diez 1964: 163).
" .. . uno que save bien la lengua de alguna provincia Aymará, especialmente de la provincia Lupaca , sabrá sin falta la de toda la nación Aymará, ecepto algunos vocablos particulares, bien pocos . .. " (introducción al Vocabulario de la lengua aymará).
(20) Citado por Clemente Markham en Posesiones Geográficas de los indios que formaban el Imperio de los Incas. Ed . Urteaga, 1923, p. 137.
(21) Lexica et precepta grammatica, ítem líber Confessionis et precum, in quinque indorum linguis quarum usus per American Australem, nempe Puquinica, Tonocotica, Catamarcan.a, Guaranica, Natizana sive Moguazana.
(22) Citado por Garcilaso de la Vega en Los Comentarios Reales de los Incas, Libro sép-timo, Cap. III.
(23) Acosta, Carta Annua; Biblioteca de Autores Españoles, No. 73, p. 294.
(24) Citado por J . Vellard en Civilisations des Andes, p. 38 .
(25) "Relación del obispado de Arequipa", en Relaciones Geográficas de Indias, tomo II, p. XVII; asimismo, Málaga Medina, en TVGT, p . 301.
(26) "Relación de la provincia de los Collaguas'', en Relaciones Geográficas de Indias, tomo 11, pp. 42-43.
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(27) "Descripción y· relación de la ciudad de La Paz" , en Relaciones Geográficas de Indias, tomo II, p. 69.
(28) "Relación de la provincia de los Pacases", en Relaciones Geográficas de Indias, tomo II, p. 55.
(29) " . .. la provincia llamada Umasuyo ... está muy poblada y por la mayor parte son pu quinas ... " (Lizárraga 1968 : cap. LXXXIX).
(30) Paquete 38; documento No. 6. Información suministrada por la antropóloga perua-na Angélica Aranguren.
(31) Citado por Créqui-Montfort y Rivet, en Journal, tomo XVII, p. 223.
(32) Citado por Créqui-Montfort y Rivet, en Journal, tomo XVII, p. 223.
(33) Las inscripciones en aymará y puquina, registradas simétricamente sobre los cuatro pilares de la doble portada, han perdido, infelizmente, sus segmentos iniciales y terminales por el deterioro completo de· la pintura. Resta de la fórmula en puquina, que identifiqué a principios de 1972, la secuencia: . . . NAQVIN SIN YQVILE CHVSCVM ESPIRITV SANCTOM M . .. que se analiza como sigue: ... (na)-qui-n// sin // yquile// ("bautizar") - ) ª-p. sing.- "asertivo" //"nuestro" //"padre"// chuscu-m// espiritu sancto -m // "hijo" - "con (y)"// "espíritu santo" - "con (y)"// La versión que trae Oré (p. 27) , analizada, es : ni - ch // baptiza- que- · ··- n-ch // " yo" -"a ti"// "bautizar" -)ª p. sing. - "asertivo"// yqui-m // chuscu-m // espiritu "padre" - "con (y)"// "hijo"-"con (y)"/f"espiritu sancto-m// men-út // santo" - "con (y)"// "nombre" - "en"//. . En Oré, la fórmula del bautismo no contiene el vocablo equivalente a sin "nuestro", pero el Pater Noster se inicia con la expresión señ yqui, "nuestro padre" (p . 400). ·
(34) Oré, Rituale seu Manuale ... , p. 172: "Para caciques, macureyes y alcaldes".
(35) "Relación del Sitio del Cusco" . Anónimo. Biblioteca Peruana, Editores Técnicos Asociados. Tomo III, p. 603.
(36) TVGT, p. 6. (37) "Carta a S.M. del Oidor de los Charcas Licenciado Juan de Matienzo", en Relacio
nes geográficas de Indias, tomo II, p. XLIII .
(38) Véase Gunnar Mendoza L. , "Posición geográfica de los indios urus del lago Poopó", Revista de Sociología de Bolivia, 1: 5 7.
(39) TVGT, pp. 5 y 22.
( 40) Archivo de la Nación; Buenos Aires. Visita de Chucuito por Gutiérrez Flores. Citado por Bouysse-Cassagne 1980: I, 110.
(41) TVGT, p. 79.
( 42) Salinas y C6rdova, Memorial, p. 69. A causa de las diferencias fono tácticas entre el castellano y las lenguas andinas -en particular el quechua-,- en cuanto a patrón silábico y series posibles en los racimos consonánticos internos, los españoles recurrieron a menudo, para pronunciar y escribir secuencias de articulación inhabitual en su lengua, a vocales de apoyo cuya calidad fue condicionada por el contorno fonético
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(vocálico o consonántico). Algunas de tales realizaciones quedaron asimiladas defi- · nitivamente en el castellano peruano. Así, la voz quechua chakra lchak-ra] se pronunció chácara (de donde chacarero), y los vocablos lukma y machka dieron lúcuma (un fruto) y máchica (un potaje elaborado con maíz tostado y molido con azúcar). El acomodo a la pronunciación castellana continúa produciéndose ; por ejemplo, en el habla peruana el término inglés watchman "guardián, vigilante" ha sido acogido como guachimán. Del mismo modo los racimos internos que contenían por primer elemento la "vibrante simple" (r j y no la vibrante múltiple propia del castellano en final de sílaba, fueron registrados en mu ch.as ocasiones con vocal de apoyo : gentilicios y topónimos como tanna, pannunga karwaxllo se dijeron (y se siguen diciendo los dos últimos) con vocal a de apoyo : ltáramaJ, (paramonga], [karabayllo ]. De allí que sospechemos que la forma urquilla consignada por Salinas y Córdova sea la más próxima a la pronunciación nativa, y que las formas uruquilla y uriquilla (TVGT, p. 79) resulten de adaptaciones reclamadas por los hábitos articulatorios castellanos. En la propia Copia de curatos aparece escrita Urumiri una localidad que otras fuentes registran como Urmiri.
( 43) Véase nota 16. Estimamos que quedan en mero nivel de hipótesis las postulaciones de Ronald O. Olson sobre afinidades del maya con el chipaya ("Mayan affinities with Chipaya of Bolivia I: correspondences", International Journal of American Linguistics, vol. XXX, No . 4, 1964) y de Louisa R. Stark sobre relaciones de parentesco entre maya, yunga, chipaya y araucano ("Maya-yunga-chipayan : a new linguistic alignment", International Journal of American Linguistics, vol. XXXII, No. 2, 1972, y "G lottochronology and the prehistory of western South America" , en Lexicostatistics in Genetic Linguistics, lsidore Oyen ed., Mouton , La Haya , 1973).
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ANEXO!
La comparación con los idiomas quechua (Q), aymará (A), callahuaya (Call.) y chipaya (Ch) de los 263 vocablos despejados de los textos puquinas contenidos en el Rituale seu .Manuale Peruanum de Gerónimo de Oré, que se presentan en las páginas que siguen, da el índice más alto de comunidad léxica con el callahuaya: 108 términos compartidos (41.060/0), 61 de ellos de manera exclusiva (23.190/0).
Siguiendo en orden descendente, hallamos: puquina-quechua (en particular, el dialecto cusqueño), 87 vocablos comunes (33.030/0), 10 exclusivamente (3 .810/0); puquina-ayrnará , 79 vocablos comunes (30.030/0), 8 exclusivamente (3.04o/o), y puquina-chipaya, 29 comunes (11.020/0), 2 de modo exclusivo (0 .70/0).
La comunidad léxica a la vez con dos de esos idiomas es: 37 voces con quechua y aymará; 13 con quechua y callahuaya; 9 con callahuaya y chipaya; 7 con aymará y callahuaya; 3 con quechua y chipaya, y 3 con aymará y chipaya. La comunidad con tres lenguas es: 13 con quechua, aymará y callahuaya; 7 con quechua, aymará y chipaya; una con quechua, callahuaya y chipaya, e, igualmente, una con aymará, callahuaya y chipaya. Tres vocablos son compartidos por los cinco idiomas.
De la _lista básica de 100 palabras empleadas en los cálculos de glotocro-
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nología léxicoestadística, 45 items pueden ser llenados con vocablos puquinas. El cotejo de estos 45 con vocabularios de los otros cuatro idiomas confirma la proximidad con el callahuaya: 29 cognados evidentes o posibles (64.440/0 ). Con los tres restantes, en cambio, el orden se modifica en cuanto el chipaya pasa al segundo lugar: 8 posibles cognados (17.770/0), seguido por el quechua: 6 (13 .330/0.) y el aymará : sólo 3 (6 .660/0).
El alto porcentaje de cognación en vocabulario básico entre puquina y callahuaya es prueba concluyente de que el callahuaya puede ser clasificado léxicamente con el puquina en un mismo grupo lingüístico. Refuerzan esta aserción los términos "culturales" compartidos por ambos idiomas ("casa'', "llama", "plata", "comprar", etc.) y una cantidad no desdeñable de vocablos de función gramatical que les son comunes, pese a que el callahuaya es esencialmente quechua en lo que toca a sufijos, nominales o verbales, de derivación, flexión y oracionales.
El hecho de que en vocabulario básico el puquina muestre una compenetración mayor con el chipaya que con el quechua y el aymará se explica por el más antiguo contacto que sostuvo con el uruquilla .
Es evidente, en fin , que los acontecimientos ocurridos en la historia altiplánica, al menos desde la segunda mitad del siglo XV, favorecieron una intensa impronta del quechua sobre el puquina , tal como lo muestran ya los textos de Oré y como lo exhibe el callahuaya actual.
Otra fuente de "extranjerismos" en los textos puquinas del Manual reside en el empleo de dobletes y de pares de vocablos de significación equivalente dados en una misma frase. Este procedimiento tenía por fin principal, sin duda, paliar las dificultades creadas a la ·comunicación mediante el pu quina por el estado de dialectalización de esta lengua, de por sí ya muy fragmentada y muy penetrada además por el quechua y el aymará a fines del siglo XVI.
a- "decir", ''desear" acro- "dejar, abandonar". Call . ajchi-, ajni ; Ch. eks. allca- "faltar" , "omitir' ' . Q. y A. allqa- ; Ch. ek'llachaama "no" (prohibitivo). Q. ama; Ch. ana . ani "ropa". apa, appa "no", "ni". apisa ''cierto pariente'' . Cal!. apasa "toda la familia". apu "señor", "noble". Q. y A. apu ; Call. upalli- "reverenciar" . aqui- " engendrar". ascha-, acha- "ser, tener". Call. acha-. assi "antes" ata- "preguntar". Call. ata-. atago "mujer", "esposa" . Call. atasi; Ch. makata . atipa- "poder, tener poder" . Q. y A. ''vencer"; Ch. ateps. atot "grande" . Q. hatun; Call. k'atu. atta- "juzgar". A. atamasi- "dar querella"; Ch. ateps.
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auca "enemigo". Q., A. , Call. y Ch. awka. ca, kaa "ahora". Q . kanan, kunan; Call. khii. ca-, ha- "ser, haber". Q. ka-; Ch. "vivir'' kans. caca- "repudiar". caci "vano". Q., A. y Cal l. cachia "cierto fenómeno de la naturaleza''. cachu "último, final". caguito- "allí ciertamente". caha "deuda". Call. y Ch. kaja . calla- ''empezar". Q. y A. galla-; Ch . kallpís. calla ca-, callaga-, kallaka- "hacer, obrar". cam "sangre". Call. qamru. cama "oficio". Q. y A. kama. cama, gama ''pecado". Q. y A. kama camachi- ''ordenar, mandar". Q. y A. kamachi-. camen, garuen "día''. Call . kaman. capa, cappa "tres". Call. qapi; U.-Ch. chep. capac, capaca, capaco ''señor, rey". Q. y A. qhapaq. car- "llorar" cara-, gara- "alimentar, sustentar" Q. y Call. qara-. cata--, catalli- "oír, escuchar". Call. q'ata . cato "mercado". Q ., A., Call. y Ch. qatu. catto "interior". Call. katu cazquiti cona, casque Ticona "ciertos jefes o_¡iµtoridades" co, go "este". Q. kay. co "hermano". Call. sejo. co- "ir", "descender''. coa "ídolo, divinidad". coha-, coxa- "mirar". Q. qhawa- ; Call. qhora-; Ch. chers. colla- "esperar, aguardar". collana "excelso". Q. y A. qollana coma "todos". Call. kumu. con "pene''. Call. qoon "testículo". conse "perro''. Call. qomse. cora, gora "mundo", "tiempo". Ch. sqora ''espacio". coschan "rostro". Call. qosñi. cuchu ''cantar coplas". Q., A. y Call. q'ocho cuha "así". cuma-, guma-, huma- "permanecer", ¿"sentarse"?. Cal l. kuma- ''sentarse", "residir" cupi ''diestra, mano derecha". I curin "viático". A. corina "merienda que '. se 'da a los que trabajan o a los
jornaleros" cussi "feliz, venturoso". Q., A. y Call. kusi.
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cuyapaya- "compadecer". Q . y A. khuyapaya- . ~aci- "ayunar". Q. y A. sasi-. ~apa "único, sólo". Q., A. y Call. sapa. cha- "clamar". Call. ch'a- "gritar", "rugir". chacar "cierto fenómeno de la naturaleza". chacata- "crucificar, clavar". Q . chakata-. chaque-, chazque- "castigar", ¿ "golpear"?. Call. chaque- "lapidar". chama- "divertirse". Q. y Call. chama-. chani "precio". Q. y A. chani. chapa ''órgano sexual'' . chata , llata "cerro". chata- "denunciar". Q. y A. chata-. checa "nueve" checa, checca "verdadero''. Q. y A. cheqa. checa-, checga- "avergonzarse''. checni- "odiar". Q. y A. cheqni-; Ch. cinkás. chichu "seis". chinqui- "hacer el amor entre mujeres" . A. chenqe y Call. chinki "órgano
sexual femenino". china "estrella". Call. chia. chocna-, choquisna- "ofender". Call . ch'oqna- ''pegar, golpear". · chu "él, ella", "su (de él o ellaf": Call. chuy ''el o ella"; Q.
chay "ése, esa". chuma- "tocar". chusa "nada". Q. y A. chusa. chuscu "hijo". ecaña-, eccuiña- "salir'', "sacar". elo- ''enviar". enahata "antes bien". enahamp "quizá".
'' ~ ,, enan mas . . enqui "doncella", "soltera". ento "mal", "malo". Call. ethi . es-, s- "ir". Call. is-. escu- "vestir". A. isi "vestido". Ch. "ropa" skipi. euiga- "abandonar", "alejarse". gacho "cementerio". gatuch "de entre". gueso "voz". guño "enemigo''. haca- "vivir". A. haka-; Call. haka- "estar sano". halla- "morir''. Call. halla-; Q. aya "difunto". hamo "cosa", "motivo". Q. y A. hamu. hampi ''medicina, pócima". Q. hampi.
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hamun "varios, muchos''. hanigo, hanego ''alto". Q. hanan.; A. alaj; Call. hanaj. harca- "despojar", ¿"asaltar''?. Q. y A. hark'a- "atajar, estorbar". hari "falsamente". hata- "desear, querer". Call. hata-, qhatahatahuallpa "gallina''. Q. A. Call. y Ch. atawallpa. haya, aya ''hijo". he "llama" ( camélido ). Call. qhe hicqui-, hixqui- "dar'' (cf. hiye-). Call. heqa-. hila "mayor". A. hila. hilacata ''principal del ayllo". A. hilakata. hinantin "todos''. Q. hinantin . hisi, his, isi "mes". Ch. his hisqui, squi ''ojo". hiye-, he- "dar" (cf. hicqui-). Call. xia-. ho- "acabar, concluir". Call. ejo-. halla- "hablar, decir". Call. huya-. hors, horsu "palabra". huacaycha- "guardar, cuidar". Q. waqaychahuaccha "pobre". Q. y A. waqcha. huacna "otros". Q. wakna; Call. wajsi. huachu-, huach- "llegar". huago ''bueno". huani- "enmendarse". Q., A. y Call. wana-. . huasu- "descender, bajar". huaruru "canción, copla". A. waruru. huata, ata "año". Q. y Ch. wata; A. mara. hucsto, ucsto, uquisto "uno", "otro". Q. huk; Call. ujsi. hucha, hacha "pecado". Q. y A. huca. hulla ''pérfidamente". humana-, xumna- "enemistarse, volverse enemigo". huntu "mucho". A. y Ch. huntu. ica- "cizañar, sembrar discordias". inti "sol". Q., A. y Call. inti. isticga-, histicga-, histic ha-, sticsca-, sticaha-, istic ca- "ocultar", "esconder" llaqui- "entristecerse, dolerse". Q. y A. llaki. Hulla- "mentir, engañar". Q. y A. Hulla-. lluqui- "huir, abandonar". maci "compañero". Q. masi. macu "cacique o principal del ayllo". Q. mallku; A. mallku, mayku. macha- "embriagar". Q. y A. macha-. mana, men "nombre''. Call. mini. maña, meñ, miñ, mñ "hombre", "indio". Call. mii ''gente". mata- "limpiar". Call. mata-.
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mati "limpio , pulcro". Call.machi. mati "prójimo"; Q. masi ; Call. masa ''paisano". miha- "fornicar' ' . A. meca- (Bertonio); Call. mija- ''dormir". misto, micsto ''ponzoña''. Call. mistu ''yerba venenosa". mocsca-, moxca- "reunir' ' . Call. mojsa ''reunión de gentes''. moha, muha "mano". muchu "doncella, virgen". muchu- "padecer". Q. muchu-; A. mutu-; Call. muthu-. ni "yo". Call. nishi, nisi . ñacari- "padecer". Q. y A. ñak'ari-occa-. ohcga- , oc ka-, oxa-, vea-, vka-, vxa- "comer". Call. oja-. oco-, ohcgo-, ohco- "beber ". Call. ch'oqo. ore-, or- "decir, contar". Call. uri-. A. aru "lenguaje". paca- , paha- "esconder". Q. y Call. paka- . pacas "entero". pacas, vacas "tierra", "mundo". Call. pakas " tierra", "jardín". pachamama ''Madre Tierra". Q . y A. pachamama. pampaca "libertinamente". pampacha- "perdonar" . Q. y A. pampacha~. paña- "desterrar, arrojar". para, gara ''río". Call. waran ''río que corre turbio"; Q. para ''lluvia". para- "apartar". · ·- · patma- "partirse". Q . patma- "cortar por medio". penca- "avergonzarse". Q. p'enqa-; A. phenqa-. pese "primero" . Cal!. pig "antes" ; Ch. paki ''antes". pi "tú" . picha- "limpiar''. Q ., A. y Call. picha- ' 'barrer", "limpiar". pip , pipe "carne", "cuerpo". Call. pipí "carne". poca "lleno". A. phoqha. poque- "cumplir". puca "rojo". Q. puka. puchuca- ''acabar, cumplir" . Q. p'uchuka-; A. puchuka-. puta "todos'', "todo'' . putra- " dolerse". Q. phuti- ; A. putiquero , ero ''vientre". Call. qeri; Ch. cheri. quespi- ' 'salvar, librar". Q. y A. quespi-qui " ¿qué?" , " ¿cuál?" , '' ¿cuánto?". Call. ki "¿qué?". quichca-, quichga-, vichiga- "vivir". quichu- "dolerse, apenarse". quigui "¿cómo?" . quilla-, qui ylla-, quiilla- "pensar", "recordar". Call. keeri-. quio "hijo". Call. qea. quillchi- "dividirse'', "partirse". quinas "ocho"
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quiq ui "mismo". Q. y A. kiki. quisin "noche". Call. qhos. raago "varón", ''marido". Call. laxa. re "chacra". Call. rey. reega "brujo". Call. reqa; A. y Ch. layqa. ripsu "peligro". Call. ripresin rirpu ''espejo". Q. rirpu; A. lirp'u . rosque-, roque- "fornicar". Call. llochqa~. rullin "cierto pariente". Call. rollin "persona que se vuelve pariente al casarse
e instalarse en el lugar''. runa, luna "día''. Call. honaj. Q . 1 hunaq ; A. uru . saca- ''alcahuetear". A. sacca-saga- ''ocultar". Call. saqa- "cerrar". sallas, saliem "familia, parentela". A. saya "parcialidad" sama- "parir". Q. y A. ' 'descansar, respirar''. scalli- "temer". Call. sixchi-scama-, cam-, escama- "enfermar". Call. qami . scana "plata". Call. qena "plata, dinero". scata "diez''. Call. qhocha. sec "ojo". Call. ch 'ej; Ch.chuki. see, se e, sehe "corazón". Call. sau. señ "nosotros", "nuestro". sipi- "golpear". sisca- "saber". Call. seqa- "saber", "valer"; Ch. sís. so "dos". Call. soo. · -· · socnu "brebaje", "pócima". Call. soqen "medicina, yerba curativa". sper "cuatro". Call. pill. squi "hijo". sto- "añadir". stu "siete" sua "mancebo, amante". sua- "robar". Q. suwa-. suca- "menor". Q. y A. sullka. sucsca-, suesca- ''mentir". sullu- "abortar". Q. y A. sullu-. suma-, 9uma- "vivir". Q. sumaq "hermoso"; Ch. suma "bueno". sutin "verdaderamente". Q. sut'in. sutincha- "nombrar, bautizar". Q. sutincha-; A. sutia-. tacpa "cinco''. tacsca- "trabajar". Call. rajqa-. taga- "enterrar". taha- "soñar": Cal l. teja- "soñar mal". tantta "pan". Q., A. y Ch. t'anta. tax- "lavar". Call. taxna-; Q. taksa-.
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t. " ,,, 1 SI .
too "joven", "soltero". Call. thumi; Ch. thoo. too- "traer". toto, tot "grande". A. y Call. tutu. tucu- "convertirse". Q. tuku-. tunt "después". · umi, omi (cf. ymi) "madre", "señora". uqui, oqui (cf. yqui) "padre". vana ca "nuevo". Call. wana. vañi- "venir". vati "pícaro". Q. wati. ubacha- ''lavarse''. Q. upha- y Call. uwacha- "lavarse la cara". vea- "comprar". Call. uka-. vin ''todo". vii'iaya "siempre". Q. wii'iay; A. wiñaya. viracocha, vilacocha, viragocha "espai'iol". Q. y A. wiraqocha. vlli- ''alcanzar, lograr". Call. ulli- "alcanzar", "ganar dinero''. vnancha- "señalar", "conocer". Q. y A. unancha- "sei'ialar''; Call.
unancha- "guiar". vpalli- "invocar", "adorar" (y posiblemente "besar"). Call. upacha- "besar". vque "luna". Call. oque, oqaro. yacchi- "malbaratar". yalli- "exceder, aventajar". Q. y A. yalli-. yana "criado", siervo", Q. y A. yana. yanapa- "ayudar, socorrer''. Q. y A. yanapa; Ch. yanaps. yapo "tierra de cultivo". Q. y A. yapu. y9u, isu, issu "casa'', "familia". Call. usi "casa"; isu "familia". ymi, umi, "madre", "sei'iora". Call. mili, umi. yqui, iqui "padre", "señor". Call. ikili., A. awki. yti- "recibir'', "apoderarse". Call. iti- ''tener, poseer". yucu- "engendrar". A. yoqa "hijo". yupaycha- "honrar", "respetar". Q. y A. yupaycha-. yuque "rostro". Ch; yuk.
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COMENTARIOS
Willem F.H. Adelaar University of Leiden
Dept. o/ Comparative Linguistics (VTW) P.O. Box 9515
2300 RA Leiden (Holanda)
El estudio de Torero muestra claramente el impacto de los múltiples cambios que afectaron a los pueblos del altiplano collavino durante los últimos mil años. Esta zona aparentemente tan conservadora en realidad se ha modificado continuamente en cuanto a su composición étnica y la distribución de sus idiomas. Las fuentes colo-
. niales, como el documento denominado Copia de curatos que Torero trata en el artículo comentado, dan testimonio de la enorme expansión del aymara que precedió a otra más espectacular todavía del quechua, tanto por su rapidez · como por su carácter devastador. Resulta evidente, además, que tanto el quechua como el aymara procedían de zonas más septentrionales y que no son oriundos de la cuenca del lago Titicaca. Todo esto contribuye a realzar la importancia del rescate de lo poco que nos puede quedar de las lenguas aborígenes de la región, siendo algunas de las tareas más urgentes una descripción completa del chipa ya y, como lo señala Torero, la publicación de material inédito relativo al callahuaya.
Además de las fuentes escritas de la época colonial, se manifiestan varios caminos que permiten extender, aunque modestamente, nuestro conocimiento de la época pre-aymara. Entre aquéllos quisiera mencionar: (a) el estudio profundizado de variedades locales del quechua y del aymara, (b) el análisis lingüístico de los topónimos y la ubicación de su distribución geográfica, y (c) la comparación de rasgos lingüísticos y culturales propios de lenguas no-quechuas y no-aymaras de la zona.
El análisis detallado de variedades locales del quechua y del aymara (y quizá del español) permite la identificación de elementos de substrato procedentes de otras
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lenguas, extintas o existentes. Es posible observar un ejemplo bastante espectacular de substrato ay mara en el quechua de las provincias de Azángaro, Lampa y Melgar, representado en una serie de textos recopilados y redactados en el marco del Proyecto de Educación Bilingüe de Puno (Chuquimamani y Komarek 1983; Büttner, Cointet y Chuquimamani 1984 ). Esta variedad del quechua, aunque muy cercana al quechua cusqueño, utiliza varios sufijos verbales prestados del _aymara, a saber, -kata- 'atravesando un esp;icio', -kipa- 'contorneando', 'cambiando de dirección', -naqa- 'en varias direcciones', 'sin decidirse', -qa- 'hacia abajo', -ra- 'uno por uno', 'quitando', 'deshaciendo', -si- 'reflexivo', -su· 'hacia afuera', -tata- 'dispersando', -thapi- 'juntando' y -t'a- 'de repente' (Adelaar 1986, en prensa; para el significado de los sufijos verbales en aymara, ver Hardman-de-Bautista, Vásquez y Yapita 1974). Con la excepción de -naqay -si-, estos sufijos verbales representan contenidos semánticos que carecen de expresiciri gramatical en el quechua cusqueño, motivo por el que su introducción no puede causar sorpresa. Lo singular consiste en el hecho de que estos sufijos fueron prestados en conjunto con algunas de las reglas de eliminación vocálica que caracterizan el aymara y las demás lenguas aru (por ejemplo, tiy-thapi-chi- 'permitir que vivan juntos' de tiya- 'estar', 'hallarse' y pas-t'a-ku'pasar de repente' de pasa- 'pasar'). En aquellos sufijos prestados, las consonantes aspiradas y glotalizadas, como t' y th, se conservan con violación de las leyes que rigen la distribución de tales consonantes en el quechua cusqueño y boliviano. Albó (1986) menciona la existencia de un entrelazamiento similar de lenguas en el norte del departamento de Potosí, en Bolivia. El carácter complejo y muy específico de dichos conjuntos de sufijos y reglas morfofonológicas, que el quechua debe al aymara, difícilmente nos deja otra posibilidad que la de suponer que los hablantes de las variedades dialectales quechuas de Azángaro, Lampa y Melgar fueron hablantes del
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aymara antes de llegar a hablar quechua. En el caso mencionado por Torero de poblaciones de habla puquina que hubieran abandonado su lengua en favor del quechua, sin adoptar el aymara en una fase intermedia, tal influencia del aymara quedaría prácticamente excluida. Un estudio dirigido al habla de zonas en las que el puquina probablemente fue reemplazado directamente por el quechua, como Coata, la península de Capachica y las islas de Taquile y Amantani, podría ser aclarador al respecto. Tal estudio permitiría, además, descubrir posibles rasgos gramaticales y léxicos originarios del puquina.
El análisis de los topónimos y de su distribución en un determinado espacio geográfico constituye un complemento útil a la información obtenida a través de fuentes escritas de la época colonial, con la condición de que se sepa reconocer la toponimia característica de una lengua. En base a ésta, es posible entrever la extensión que tuvo un idioma determinado en un pasado no muy lejano.
En el caso del puquina, no resulta· difícil identificar nombres de lugares pertenecien-. tes a esta lengua. Terminaciones características como -baya, -huaya o -paya, -laque y -coa revelan la existencia en el pasado de grupos étnicos de habla puquina. La región que con más certeza exhibe características puquinas es la que se extiende desde la ciudad de Arequipa hacia el sudeste y que comprende la mayor parte del departamento de Moquegua y una parte de Tacna. Allí se encuentran también los pueblos de Carumas, llabaya y Locumba, identificados por Torero como puquinahablantes en el siglo XVIII. Si en el caso del mismo Arequipa y sus alrededores encontramos toponimia aymara (Umacollo, Chachani, Anuccarahui, Socosani) y quechua (Uchumayo, Yanahuara), en la zona que linda con la ciudad hacia el sudeste predominan los topónimos puquinas, como Polobaya, Tiabaya y Socabaya. También en la zona quechuahablante que ocupa el noreste de la provincia de Arequipa se encuentran algunos pueblos de nombre puquina (Chocalaque, Mollebaya). El departamento de Moquegua está dividido en una parte quechuahablante (la zona del volcán Ubinas y el alto valle del río Tambo), una parte de lengua aymara (que
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incluye al valle medio del Tambo y los distritos de Carumas, Calacoa y Cuchumbaya) y una parte castellanizada (que incluye la zona situada a lo largo de la ruta de Arequipa a Omate y Quinistaquillas y toda la parte yunga del departamento). Es interesante observar que también en las zonas quechua y aymara los nombres de lugares conservan rasgos fonéticos ajenos a estas lenguas. En la zona quechua encontramos, por ejemplo, topónimos como Matalaque, Tonohuaya, Sacuaya, Tonlaque y Chaguechajen; en la zona aymara, Calacoa, Cuchumbaya, Somoa, Soilapa, Cambrune (qamru es 'sangre' en Callahuaya; ver el anexo al final del artículo de Torero), Muilaque, Sijuaya y Sacuaya; y en la zona castellanizada, Coalaque, Oralaque, Puquina, Mollabaya, Cainaragen, etc. A pesar de marcadas diferencias en las costumbres que separan las zonas quechua y aymara en el departamento de Moquegua, se trata probablemente de una región que en su origen · fue homogéneamente puquina. Esta región, probablemente, fue en parte quechuizada y en parte aymarizada durante la época de la colonia. Toponimia puquina se encuentra también al norte del lago Titicaca (Italaque, por ejemplo).
Torero deja claro, en base a la información contenida en la Copia de curatos, que la lengua llamada uruquilla tuvo una distribución geográfica mayor que el actual uruchipaya. Si se trata de hecho de una sola lengua, resultará quizás posible identificar agrupaciones de topónimos, como en el caso del puquina, valiéndose de los vocabularios existentes del uru ochosuma y del chipaya. No se puede descartar, además, laposibilidad de que parte de la toponimia de Potosí sea relacionada con el idioma atacameño, dado que la presencia del atacameño en el oeste de aquel departamento fue señalada por varios autores (lbarra Grasso 1958; Loukotka 1968).
La ·comparación del léxico de las lenguas no-quechuas y no-aymaras de la región del lago Titicaca es una tarea que queda por hacer y que puede ser frenada por la falta de datos dignos de confianza relativos a estas lenguas. Sin embargo, vale la pena intentarla como lo muestra el caso del término
· para 'maíz', que fue registrado como tara para el chipaya (Métraux 1936) y para el
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uru de Iru-ltu (Vellard 1950). La misma forma tara para 'maíz' fue encontrada en mosetén, lengua hablada en el alto Beni al norte del altiplano collavino (Bibolotti 1917). No hay suficiente evidencia para relacionar la forma tara con el quechua sara, como lo propone Métraux. Por el contrario, en apolista y en !eco, dos lenguas genéticamente no relacionadas cuyo territorio lingüístico se localizaba -o, en el caso del leco, se localiza- al -oeste de la zona mosetena, se encuentran las formas ta y tay (en Leco sólo ta) para 'maíz' (de CréquiMontfort y Rivet 1913). La distribución del término mencionado o de otros similares podrá quizás servir de instrumento para establecer la antigüedad relativa de contactos culturales, que abarcarían una zona extensa con su centro en el altiplano del Collao. En aquellos contactos no participarían las lenguas posteriores como el quechua, el ay mara y, en este caso particular, tampoco el puquina.
REFERENCIAS:
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Xavier A/bó Casilla 283
La Paz, Bolivia
Lamento no disponer del tiempo y tranquilidad suficientes para hacer un comentario de la amplitud que merece este importante artículo de Alfredo Torero. Pero renunciaré a lo mejor y así no tener que re·nunciar a dar mis impresiones.
1. Sobre la guía de curatos Son muy de agradecer las aclaraciones y
precisiones de Torero sobre este documento usado primero por Bouysse-Cassagne y después por Espinoza, atribuyéndole diversas fechas. Yo mismo había llegado a pensar que se trataba de documentos semejantes, pero distintos porque, aparte de la fecha, las dos listas no coinciden (BouysseCassagne la acopla a las unidades mayores de la Tasa de Toledo; Espinoza añade más
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detalle . de lugares) y en algunos casos las lenguas atribuidas a un lugar varían (por ejemplo, en Lípez o en Tiqµipaya). Por eso es tan importante dar las referencias lo más completas posibles y posibilitar el análisis de la fuente misma.
2. Sobre el pukina
Desde hace muchos años tenía deseos de conocer la tesis de Torero sobre el pukina. Por fin en este artículo parte de sus materiales son asequibles. Esperemos que el resto, más lingüístico, vaya siendo publicado pronto.
Los sugerentes argumentos de Torero me han ayudado a comprender mejor la actual "cuña" quechua al Norte del lago Titicaca, pues no habría sido zona originariamente aymara. De todos modos, en esta posterior quechuización (no ocurrida, por ejemplo,en la parte noreste del lago, desde Huancané hasta La Paz), quizás tenga que ver también la ruta de la mitaCusco-Potosí. Me ayuda también a comprender la caracterización de Arequipa como pukina, hecha, por ejemplo, por Mons. Bernedo- Málaga (1949).
Sin embargo, sigue habiendo fenómenos histórico/sociolingüísticos, difíciles de explicar. Si era el idioma del importante señorío Colla y llegó a ser declarada lengua general, ¿por qué desapareció tan velozmente sin apenas dejar rastro? Otro, ¿por qué la lengua de los uru pasó a llamarse pukina, habiendo argumentos tan contundentes sobre su abismal diferencia lingüística? La razón contemporánea dada por Vellard (1949: 149, cit. por Klein 1973) de que fue un "monsieur" (Posnanski?) no explica el uso muy anterior de esa misma identificación.
El vocabulario comparativo recogido por Torero deja también interrogantes abiertos para futuras búsquedas para saber cuál es el primer origen de tantos vocablos comunes con el quechua o el aymara. En este punto sería interesante también una comparación más sistemática con otras listas, como la recopilada recientemente por Aguiló (1987) a partir del uru, según diversos documentos, o las anteriores de Oblitas (1968) y Stark (1970) a partir de datos kallawaya contemporáneos. Un cotejo muy rápido al azar me ha mostrado algunos pa-
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ralelismos complementarios no recogidos por Torero. He aquí algunos ejemplos: URU: apu,jefe; atta, hembra; kul, así. KALLAWAYA: acha-, decir. AYMARA: -ka-, ser, estar; Tikuna (un ape
llido); kupi, derecha; masi, prójimo. QUECHUA: uqu-, tragar.
Naturalmente, el hecho de que el vocabulario pukina llegado a nosotros sea tan reducido y catequético dificulta la profundización. Tal vez podríamos avanzar algo más recurriendo sistemáticamente al estudio de topónimos, a los que Totero ya hace alguna mención para los valles costeños y de los que el autor ha hecho uso abundante en otros estudios sobre lenguas perdidas en el norte del Perú.
3. Sobre uru
Comparto la necesidad de distinguir tres usos del término, como etnia, como lengua o como categoría de censo y tributo. De nuevo surgen preguntas : el nombre ''urukilla", ¿tendrá que ver con el del señorío Killaka, no lejos del actual Chipaya?
Quiero recordar que, además de la cobertura señalada por la guía de curatos, los urus se establecieron también en los valles de Cochabamba, incluso como agricultores con tierras, como resultado del proyecto colonizador de Wayna Qapaq (Wachtel 1981). Hasta hoy existen otros grupos con diferentes nombres locales, pero relacionados con los uru. Por ejemplo, los murato de la orilla este del lago Poopó. Hace varios años tuve la oportunidad de acompañar a Wachtel en un encuentro de ellos y de los Chipaya con los uru de Iruitu (Machaca). Entre estos dos últimos no hubo problemas de comunicación en su lengua. Los murato ya se han aymarizado, pero compartían vocabulario común, por ejemplo para instrumentos de caza y pesca, o de la indumentaria más tradicional. Mario Montaño ( 1972) habla también de los restos de un grupo "capillu" por Turco (Oruro).
Con relación al nombre más adecuado para su lengua, aparte de las sugerencias de Torero, quiero mencionar otras refere.ncias contemporáneas, tomo kot-suni (Vellard 1949, cit. por Aguiló 1987), ó el siguiente texto escrito por Lorenzo Inda (1987), de Iruitu: "Su idioma era el uchhumatago, conocido actualmente como pukina". Por
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cierto que cuando los uru dijeron a los españoles que no eran "hombres", sino urus, sería interesante saber qué término exacto fue utilizado por unos y otros. Ya sabemos que el nombre "hombre, gente" suele tener connotaciones étnicas muy precisas. 4. Sobre el aymara y quechua
Estos temas son muy laterales en este artículo. La poca diferenciación dialectal del aymara en la puna puede ser efectivamente un argumento a favor de su llegada tardía. Pero no acabo de saber cuál es la argumentación que lleva a Torero a pensar que el origen de esta lengua es por el río Pampas, que ha sido después área con mitmas de orígenes muy diversificados.
La expansión del quechua a expensas del aymara ya en época colonial es tema interesante para otros artículos. Por ejemplo, aunque Torero llama a Santa Cruz Pachacuti el cronista "aymara", sin duda por su origen colla, al nivel lingüístico muy poco es lo aymara rescatable en su crónica, lo cual no sé si refleja su posterior formación cusqueña o el poco peso que tenía ya esa lengua en su área de nacimiento. Hay en este punto muchos más desafíos. Otro es la quechuización de Co~habamba, a _pesar d~ que -según los arqueologos- los inkas alh no estuvieron ni medio siglo. Un tercero, es el rol jugado por la mita de Potosí para la nivelación lingüística, etc., etc.
REFERENCIAS:
AGUILO, Federico .. Uru y puquina. IESECentro Portales. Cochabam ba, 1987.
BERNEDO MALAGA, Leónidas. La cultura pukina. Ministerio de Educación Pública. Lima, 1949.
INDA, Lorenzo. "Nuestra historia sobre los urus de lrohito". Cartilla popular. Qhana. La Paz, 1987.
KLEIN Harriet E. Manelis. "Los urus: El extr~o pueblo del altiplano", Estudios Andinos, 3,1: 129-149. 1973.
MONTA?il"O, Mario. "Los capillu. Descubrimiento de un nuevo grupo humano en Bolivia", Pumapunku, 4:64-69. La Paz, 1972.
No. 2, Diciembre 1987
OBLITAS P., Enrique. El idioma secreto de los incas. Amigos del Libro. La Paz, 1968 . .
ST ARK, Louisa A. "Machaj-Juyai: Secret language of the Callahuayas'', Papers in Andean Linguistics, 1,2: 199-227. 1970.
VELLARD, Jean-Albert. "Contribution a l'étude des indiens Uru ou Kot'suñs", Travaux de l'institut Fran~is d'Etudes Andines, 1: 14-210; 2: 51-88; 3: 3-39. (Ver también los nn. 6, 7 y 8). 1949-51.
Thérese Bouysse-Cassagne 1 O, rue des Gravillheis
75003 Paris Francia
Estos comentarios al artículo de A. Torero son !a continuación de un diálogo emprendido con el autor en los años setenta, durante la estancia de éste en el CNRS parisino. Mis apreciaciones se fundarán en mis trabajos más recientes (además de los dos mencionados por Torero): La identidad aymara, una aproximación histórica (CERES-IFEA, La Paz, 1987, 450 pp.) y "Les Collas opprimés et puissants" (Les Cahiers des Ameriques Latines, número especial Bolivia, en prensa). Además de algunos estudios imprescindibles y recientes para quien pretende hablar de los grupos étnicos del Collao: J . Hyslop, An archaeological investigation of the Lupaca Kingdom and its origins. Columbia, 1976; Gisbert, Shoop, Lauer et al. Espacio y tiempo en el mundo Callahuaya. La Paz, 1984; C. Julien, Guano and Resource Control in sixteenth Century Arequipa. Andean Ecologie and civilisation. (Masuda y Morris eds.), Tokio, 1985.
Tomando en cuenta lo que conocemos sobre el tema, considero que el aporte más novedoso de A . .. T. es su presentación del material lingüístico en anexo. Lamento que ésta no sea la ocasión de una reflexión más
_ nutrida y que sugerencias como las que hace sobre "puquina e uruquilla como lenguas similarmente antiguas o demasiado recientes con el modo de vida uru" no sean más desarrolladas. Quizás hubiera sido importante añadir a la lista de palabras Callahuaya recogidas por L. Girault y a la de
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uruquilla de Nathan Wach,tel, el trabajo esta vez conocido y editado de otro francés, el de Veillard (Boletín IFEA Nos. 1-2), referente al uruquilla de Iru-Itu. La comparación del uruquilla de Chipaya al sur del eje acuático del Callao con su "hermano" del norte (hoy desaparecido como lo he comprobado en el 86) y más en contacto a lo largo de su historia con la zona de expansión del idioma puquina podría ser interesante. En cuanto al callahuaya, sugiero que una comparación entre el trabajo de Girault y el de Stark del 70 y 71 podría aclarar un poco más la influencia del quechua en el idioma callahuaya, tomando en cuenta, como lo hace notar Saignes, que la presencia de mitmacq chachapoya en esta zona ha sido muy temprana (Saignes, "Espacio y tiempo en el mundo Callahuaya").
En lo referente al artículo propiamente dicho diré, en primer lugar, por qué no me parecen "correctas" las críticas formuladas por A. T. a mi trabajo del 80 y, sobre todo, comentaré algunas de las posiciones del autor en cuanto a las distinciones que establece entre grupos del Callao (aunque-a-veces sea difícil distinguir en el texto entre lo que es afirmación e hipótesis).
La mayoría de mis trabajos tratan de la historia temprana aymara. Estudié el concepto de identidad aymara en una perspectiva histórica y no apologética (y mi libro del 87 en castellano retoma gran parte de mis conclusiones del 80). No he utilizado una sola vez el término tan ambiguo de "nación". Pero nunca abandoné la perspectiva socioeconómica, que me parece constituir uno de los parámetros fundamentales para la identificación de grupos que han venido explotando durante gran parte de su historia ( en algunos casos hasta la época incaica) zonas ecológicas totalmente distintas (cf. Hyslop). Pienso, sin embargo, que el actual trabajo de A.T. adolece de este componente socioeconómico. Si bien la Visita de T Jledo introduce categorías fiscales bajo los términos "ay mara" y "uru ", estamos por primera vez confrontados a un documento amplio basado en un conocimiento directo del campo. El interés de la administración española era evidentemente considerar a la mayoría de la población como "ay mara" fiscales ya que el tributo constituido por productos lacustres era de menos
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va..v. en el contexto de la economía colonial que los productos agropastoriles. Si una categoría "uru" fiscal existe, consideramos que se trata de un indicador útil, en· la medida en que lo utilizamos en relación con otros criterios como lenguas y con los datos generalmente socioculturales de las crónicas. Y eso de tal modo que los documentos se critiquen o complementen unos a otros. Un ejemplo: repetidas . veces A.T. insiste sobre la pertenencia de los Pacajes a la "nación" aymara, conformándose con la apreciación de Bertonio basada en un criterio exclusivamente lingüístico. Efectivamente, si consideramos tan sólo los pueblos de Guaqui y Viacha, ellos hablan aymara y sólo aymara (Copia de curatos); sin embargo, según la Visita de Toledo en Guaqui la población está calificada mitad por mitad como "aymara" y "uru". Si tomamos este dato como un indicador nos fijamos efectivamente que ambos pueblos, aun siendo de habla aymara, "seguían las costumbres de la gente de umasuyu a quien antiguamente estaban· sujetos". Si bien umasuyu -sensu lato- designa una zona mayormente puquina, vemos cuán compleja es la situación, cuán difícil es evaluar con precisión la importancia del viejo substrato puquina y hasta qué punto privilegiar un solo criterio es insuficiente.
La situación étnica del Callao tal como la hemos estudiado gracias a la Visita de Toledo, la Copia de curatos y las crónicas es la de unos pueblos que tuvieron que sufrir las guerras incaicas con los consecuentes desplazamientos de población hasta Pasto (tanto los Collas como los Lupacas las sufrieron), con una gran cantidad de muertos, del lado Colla particularmente (Bouysse en prensa), y, sobre todo en torno al lago, con una total reubicación del paisaje humano de parte de Túpac Yupanqui que tuvo como consecuencia principal el hacer convivir a los aymara, que hasta el momento ocupaban esencialmente las tierras agropastoriles de altura, con una población que por su parte se había ubicado
· siempre en las tierras lacustres o circunlacustres. Estos hechos me parecen fundamentales para interpretar con la debida profundidad histórica la documentación a nuestro alcance.
Hyslop demuestra efectivamente que en
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el área lupaca los trece sitios arqueológicos censados como pertenecientes a la época de Tiwanaku están todos situados a menos de cien metros sobre el nivel del lago, lo que sugiere una gran dependencia económica frente a los recursos lacustres de parte de poblaciones puquina y uru, en esta etapa, así como la eventualidad de relaciones entre los diversos sitios circunlacustres.
En cuanto a los aymara, su hábitat en la zona lupaca era constituido por "pucaras" situados en las zonas más elevadas del altiplano (cf. Cieza de León). En el intermedio tardío , Hyslop cuenta 25 sitios en altura versus 7 en la ribera del lago ; en fin, "cuando los ingas vinieron conquistando esta provincia (en este caso R.G.I. habla de los Pacaj) hicieron salir estos indios uros de junto al agua y les hicieron vivir con los Aymaraes y les enseñaron a arar y cultivar la tierra y les mandaron que pagasen de tributo pescado y hiciesen petacas de paja. Por ser gente muy tosca, no les dieron orden como habían de adotar al sol y servirle, y con la comunicación_ que han tenido con los indios serranos, han venido a hablar la lengua aymara y casi han dejado su lengua que era puquina, y al presente tienen caciques y habitan en pueblos . .. " (Relación de la provincia de Pacaj).
¿Cómo llegaron los aymara al altiplano, concretamente de dónde procedía Cari cuando conquistó las tierras circunlacustres y las islas? La respuesta de Cieza de León es de "Coquimbo" (valle del norte chileno) e Hyslop demuestra la importancia de un sitio altiplánico llamado Coquimbo como capital lupaca y necrópolis de sus mallku. Es decir que si confiamos en esos datos, la ola aymara que penetra en el Urcosuyu viene de mucho más al sur de lo que pretende Torero. El mito de origen Pacaj confirma esta oleada sureña que a mi parecer puede explicar el fuerte impacto de la lengua aymara, sobre todo en la zona urcosuyu, frente a un umasuyu todavía de habla pukina en el XVI.
Si evidentemente estoy de acuerdo con A.T. para decir que la lengua pukina era la lengua del señono poderoso de los Collas y del Callahuaya, pienso que hay que matizar mucho más de lo que él hace sus relaciones con los Incas. No se debe olvidar , por ejemplo, que tanto el jefe de Hatuncolla como
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el de llave recibieron el privilegio de conquistar Pasto , que las funciones religiosas de los Collas en el seno del Imperio Incaico son complejas y que efectivamente uno de los más poderosos centros religiosos imperiales había sido antaño su adoratorio (y los mitos de origen incaicos se refieren constantemente a ello) (Bouysse en prensa). En cuanto a la importancia de los Callahuayas de habla puquina, ésta ha sido excelentemente estudiada en el libro mencionado arriba (no hay que olvidar que fueron unos de los portadores de las literas reales) . Sin minimizar las tremendas masacres que sufrieron los Collas, es muy probable que nuevos hallazgos documentales permitan demostrar la complejidad de su integración al imperio, y lo mismo para los urus. Hablando de Coata, A.T. atribuye la presencia de caciques uru a la imposición toledana y a su pertenencia a la Corona Real. La presencia de caciques uru (y poderosos) está atestada mucho antes de 157 5 en una zona como Carangas, por ejemplo (cf. Riviere) , y no es de extrañar que los uru ricos de Puno, Ichu, Coata, poseyeran caciques de su etnia (sea dicho de paso que la encomienda de Coata pertenece a los Encinas desde la época de La Gasea).
sn,fon los criterios que definen la autoctonía son siempre los de los . vencedores y toda la documentación a nuestro alcance es el reflejo de estos hechos históricos, no pienso que tengamos que acudir a "una leyenda negra" cuando la realidad es negra de por sí, pero sin duda alguna mucho más compleja que negra.
Rodolfo Cerrón-Palomino Casona de la Universidad de San Marcos
Nicolás de Piérola 1212 Lima 1, Perú
El artículo que comentamos constituye una renovada contribución al esclarecimiento de la historia sociocultural y lingüística de los pueblos del altiplano peruano-boliviano durante los siglos XVI y XVII. Así, pues, el autor vuelve a tocar aspectos tratados en su tesis parisina y dados a conocer, parcialmente, en su trabajo de 1970; Como se sabe, de esta fecha al presente han salido
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a luz no sólo documentos coloniales relevantes al tema, sino también otros estudios que inciden sobre la problemática. Entre los primeros son de extraordinario valor la Tasa de la Visita General del Virrey Toledo (1571-1573) y, sobre todo, la "Copia de curatos", manuscrito de fines del s. XVI y comienzos del siguiente. Luego de un riguroso examen de tales materiales, el autor revisa sus planteamientos iniciales, reforzándolos, ampliándolos y precisándolos. De esta manera, la "historia externa" de los pueblos y de las lenguas del altiplano que nos bosqueja, evaluando al detalle datos a menudo escuetos y contradictorios, es una muestra bien lograda del tipo de trabajo que le aguarda al estudioso de la situación sociolingüística del pasado andino.
Los deslindes lingüísticos, geográficos y socioculturales que el autor busca establecer atañen a los pueblos de habla quechua , aimara, puquina y uru (uruquilla, segÚn se precisa). Sin desmerecer los esfuerzos interpretativos referidos a los procesos de expansión del aimara y del quechua en la zona, que se ven mejor delineados y--enriquecidos en el presente trabajo si los comparamos con los esbozados previamente, los comentarios que siguen se circunscribirán al viejo problema uru-puquina, que es el que, a todas luces, constituye la parte medular del estudio que tenemos a la mano. 1. El uru: "mito etnográfico". En su inten
ción por deslindar a urus y puquinas desde el punto de vista sociocultural, Torero (1970) oponía a los primeros como pueblos "de nivel preagrícola, esencialmente recolector" frente a los segundos, que habrían sido básicamente agropastoriles. Esta distinción, sin embargo, recogía el estereotipo que se tenía de los urus considerados homogéneamente como depredadores en las documentaciones que se tenían a disposición, y que respondían a un prejuicio muy antiguo elaborado previamente por aimaras e incas. En el artículo que ahora comentamos esta visión tradicional ha sido rectificada, correspondiendo en todo caso únicamente a los grupos del Desaguadero (llamados uchusumas o uruquillas) y cuyos descendientes modernos vendrían a ser los muratos del Poopó. En efecto, como Jo ha demostrado detalladamente
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Wachtel (l 978; , en un hermoso trabajo al parecer desconocido por Torero, hubo en verdad categorías socioeconómicas diferentes de u rus: al lado de los "terrestref', que competían en status con los aimaras, estaban los indómitos urus "lacustres", en condición de verdaderos recolectores; entre ambos polos se ubicaba una tercera categoría formada por toda una masa de tributarios en situación de fuerte dependencia respecto de los aimaras. Este diverso grado de articulación de los urus en relación con la sociedad aimara colonial implicó todo un proceso de aimarización que aún no ha terminado. De manera que la distinción inicial entre puquinas agropastoriles y urus depredadores resultó siendo demasiado generalizadora en detrimento de los últimos.
2. La falsa ecuación uru.puquina. Como se sabe, fueron Créqui-Montfort y Rivet (1925) quienes llegaron a sostener la identificación entre urus y puquinas y, consiguientemente, de su lengua. Uno de los documentos claves en el que se basaron dichos autores fue aquel pasaje de la "Relación de la provincia de Pacajes ", donde se dice textualmente que los indios urus de Machaca "casi han dejado su lengua, que era la puquina", en favor de la aimara: Ocurre, sin embargo, que otros testimonios -como los de Garcilaso y especialmente la "copia de curatos" - separan nítidamente al uru del puquina. De allí que Torero (1970) se inclinara por señalar que dicho pasaje debía interpretarse como significando que tales urus, previamente puquinizados (como los de Coata y Capachica), habían hecho una mudanza lingüística en favor del aimara: abandonaban, en tal sentido, no su lengua materna, sino una adquirida. De otro lado, los esfuerzos de los autores mencionados por probar el entronque genético entre el léxico uru y el correspondiente al puquina resultaron muy dudosos. De hecho, la implausibilidad de tal relación ya la había demostrado José Toribio Polo en 1901. No obstante ello, la orfandad evidente de correlaciones en el material comparativo fue achacada a factores de dispersión geográfico-temporal. Todo ello co-
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mo si los trescientos años que separaban al léxico puquina de su correspondiente uru, recogido entre fines del siglo pasado y comienzos del presente, fueran suficientes como para "alejarlos" tanto. Bastaba con echar un vistazo al quechua o al aimara: entre las versiones recogidas a fines del siglo XVI y las del presente no hay mayor desfiguración léxica. Se nos ocurre, además, otro fragmento de evidencia en contra de tal ecuación: ¿cómo se podía compaginar el hecho de que el uru fuera considerado unánimemente como una lengua "oscura" y "grosera" frente a la puquina, que había sido declarada oficial por Toledo en decreto fechado el I O de setiembre de 1575 en Arequipa? Obviamente se trataba de lenguas diferentes. Que ello es así lo había reconfirmado Torero en 1970, previo cotejo léxico, cuya lista comparativa aparece ahora como apéndice del trabajo que comentamos, donde el uru está representado por una de sus variedades sobrevivientes: la chipaya, hablada al norte del salar de _Coi pasa.
3. Area geográfica del puquina. Como lo había notado Thérese Bouysse-Cassagne ( 1975), la "copia de curatos" resultó ser un documento invalorable para la zonificación del puquina. Curiosamente, será un documento similar -la relación de "corregimientos y doctrinas de los llanos" de 1630- el que ayude a deslindar la situación lingüística de la costa norte peruana (cf. Torero 1986). La distribución geográfica del puquina, tan dispersa como resultado de una serie de desplazamientos y sobreposiciones, es precisamente mejor ahora a la luz del mencionado documento. Areas como las del noroeste del lago (Coata, Capachica, Taraco), así como las de las cordilleras surorientales del !!ltiplano (entre La Puna, Potosí y La Plata), que antes ape . nas se barruntaban como de habla puquina, aparecen específicamente mencionadas. Para la zona puquina comprendida al oeste de la meseta del Collao, en el litoral del Pacífico, Julien (1979) llamaba la atención sobre la existencia de una lengua diferente : la coli. Tai parece, sin embargo, que aquí se está frente a una designación étnica (de allí la región
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Colisuyo)_de un grupo de habla puquina, como sugiere Torero. Finalmente, no está muy clara aún la presencia de la lengua en el noroeste del lago, en torno a las serranías del Cuzco , donde el aimara tenía aún una fuerte presencia (particularmente en Canchis y Canas). Por otro lado , sin embargo, la famosa inscripción puquina de la fórmula del bautizo en la portada del bautisterio de la iglesia de Andahuailillas, a pocos kilómetros de la ciudad imperial, constituiría, según Torero, evidencia de la existencia de puquinahablantes alrededor de dicha localidad. Que ello haya podido ser así ha sido puesto en duda por Mannheim (1985), quien señala que la investigación documental de la Andahuailillas colonial no da pie p_ara semejante hipótesis. La inscripción, según el mismo autor, sería puramente emblemática, de ser los jesuitas asentados allí los autores de la misma: se habría querido reafirmar la vocación plurilingüe de los miembros de la compañía. Ello no quita, ror cierto, que el puquina se haya hablado en otras zonas del Cuzco.
4. Fecha de extinción del puquina. En el trabajo comentado, el autor ratifica, al parecer, su posición respecto de la probable extinción de la lengua al trasponer la primera mitad del siglo XVII. Bien mirado, sin embargo, Torero no señala para tal fecha la extinción de la lengua; sólo se limita a decir que, según sus rastreos documentales, a partir de esa data ' 'desaparecen las menciones a la lengua puquina ". Han sido otros los autores (entre ellos Girault 1 984) que interpretaron tal sugerencia como una afirmación más explícita. Ahora bien, en los últimos años se han publicado por lo menos dos documentos que consignan la vigencia del puquina no sólo a fines del s. XVIII, sino incluso en las primeras décadas del XIX. El primero corresponde a una carta del obispo del Cuzco, Juan de Moscoso y Peralta (1781), al Visitador General José Antonio de Areche. Allí se dice que "hay población [ dentro de la Jurisdicción del obispado, se entiende J en que se hablan tres [idiomas] distintos, totalmente opuestos entre sí, como son la quichua general, la aymara, y Puquina
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f ... ] ". La segunda referencia se encuentra en el informe de Clemente Almonte (1813) sobre su curato de Andahua en el partido de Condesuyos (Arequipa). Anota el mencionado sacerdote que ''el idioma general en ( tales }:meblos es el quichua, la aymará, coli, puquina, isapi y chinchaysuyo". Torero, quien seguramente no desconoce tales referencias (cf. Rivarola 1985 para una llamada de atención sobre las mismas), parece no darles crédito. Ello se colige a partir del comentario que desliza en el sentido de que a los puquinas y su lengua se les ha tratado de dar continuidad histórica identificándolos con los urus y con la lengua uru-chipaya, respectivamente. No nos parece que éste sea el caso en relación con la documentación señalada, sobre todo a la vista del segundo testimonio. Aun cuando éste complica el panorama (agregando una nueva entidad: isapi) y asumiendo que allí puquina equivale a uru, ¿qué decir de la coli, que según Torero no sería sino una designación local del puquina? Por lo demás, que efectivamente exista esa falsa vigencia histórica lo podemos ver cuando Albó (1981: 14) menciona que entre los murato del Poopó y los iruitu del Desaguadero "algunos viejos aún recuerdan el idioma puquina " . Aquí puquina debe entenderse como uru (o uruquilla, según prefiere Torero). Nótese que tal designación de puquina no es académica, como podría pensarse (en línea con la hipótesis de CréquiMontfort y Rivet), sino que pertenece a
· la tradición lugareña, como nos lo hizo saber Albó (en comunicación personal).
5. Relación puquina-callahuaya. En realidad, la única vigencia histórica del puquina sería una de carácter indirecto, a través del callahuaya, lengua especial de los mentados curanderos de Charazani. Como lo han demostrado Torero y Stark (1972), esta última de manera más explícita, dicha lengua posee tanto un sistema vocálico (que maneja la cantidad como rasgo distintivo) como un alto porcentaje léxico de origen puquina, al par que su sistema morfosintáctico es enteramente quechua ( con algunos rasgos arcaicos, como la presencia de ciertas implosivas en final de sílaba, común
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también al quechua local) . Torero menciona, asimismo, aunque sin proporcionar ejemplos, la presencia de algunos _rasgos gramaticales de procedencia puquina. No hay duda, pues, que el callahuaya surgió como lengua profesional en boca de antiguos puquinahablantes que devinieron posteriormente en quechua y/o aimara parlantes. Con respecto a los porcentajes de comunidad léxica que el autor ofrece en relación con el puquina y las otras lenguas estudiadas, se advierten ligeras revisiones en comparación con los ofrecidos en trabajos anteriores. Ello se debe, sin duda alguna, a una reconsideración de los datos previamente empleados, así como al acceso a otros. La lista del léxico puquina contra la cual son contrastados los lexemas de parecido formal-semántico correspondientes a las otras lenguas aparece esta vez en el apéndice del trabajo, por lo que debemos saludar al autor. Puede verse ahora, con nitidez, el trabajo parcial e inseguro que hiciera De la Grasserie (1894) en el desbroce léxico de los textos de Oré. Señalaremos aquí, al paso, algunas omisiones tanto en la matriz léxica puquina como en las equivalencias postuladas. Así, faltan en el léxico puquina por lo menos las palabras stu 'siete y yuri- 'nacer, brotar', este último con un correlato quechua idéntico. Se impónen, también, las siguientes inserci9nes: Q(uechua) para awki, así como luku- 'copular' para P(uquina) yuku- 'engendrar', y probablemente Q wama 'raro, nuevo' para P vana ca (cf. callahuaya wana). Asimismo, deben corregirse QA(imara) waqa por wakca (aunque en aimara es, en verdad, [waxfa]) y A sutia- por sutiya- (tematizado mediante el causativo -ya). Por lo demás, notamos en el autor el empleo prudencial del calificativo de "posibles''·al referirse a las equivalencias propuestas. Creemos, pues, que en este caso es prematuro hablar, salvo en contados ejemplos, de verdaderos cognados: como en el vocabulario compartido por el quechua y el aru en general, el fantasma del préstamo está presente a cada instante. Y ciertamente el deslinde se hace muy difícil en la medida en que no conocemos las
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reglas de evolución interna del puquina ni del chipaya. En tal sentido es preferible hablar de "comunidad léxica", como lo hace Torero, antes que de "correspondencia léxica". Por lo mismo, nos inclinamos a pensar que la relación histórica existente entre el callahuaya y el puquina es una de contacto íntimo antes que de parentesco. Subsumirlos en un mismo grupo lingüístico equivaldría, por ejemplo, a considerar al inglés como lengua románica, por el hecho de registrar no sólo un alto porcentaje léxico, sino también algunos sufijos derivacionales de origen latino.
6. Sobre glotonimia. En relación con los nombres de los idiomas estudiados en el trabajo que comentamos, llama la atención la reactualización que hace Torero de la forma arcaica aymará, sin comentario alguno, toda vez que en escritos anteriores empleaba la variante parcialmente moderna aymara (lo moderno seria aimara, con i). Ignoramos la motivación para ello, y conste que no se trata de una mera variante, pues a lo largo del trabajo se advierte el uso sistemático de la forma esdrújula. De lo que no hay duda es que el arcaísmo aymará es producto de una formación regresiva a partir de la versión plural [aymaráes], con vocalización de la yod final de •aymáray ( cf. *páqay >pacáy -pacaes; ver, a este respecto, Carrión Ordóñez 1983: 18 7). De otro lado, en vista de la ambigüedad del término uru ( cuya acepción étnica podía tener como referentes tanto a hablantes puquinas como airnaras, según se vio), Torero propone el empleo de uruquilla para designar a la lengua originaria de los urus, lo cual nos parece muy atinado. Sin embargo, frente al uso (colonial) alternativo de la variante urquilla, el autor ofrece una larga digresión (ver nota 42) para sostener que ésta habría sido "la más próxima a la pronunciación nativa", hecho que en sí parece razonable. Lo que no convence es el argumento que se .. elabora pllra explicar la variación uruquilla - urquilla. Según Torero, la primera variante sería la menos original, registrando una vocal epentética que hace eco con la primera, a los efectos de tamizar un encuentro consonántico inusi-
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tado (?) a la experiencia de los hispanohablantes (del tipo chacra > chacara). Está solución no ha sido ajena, por cierto, en el tratamiento de ciertas voces nativas, como el mismo autor nos lo ilustra. Ocurre, sin embargo, que ni la secuencia [rk] es ajena al castellano (cf. horquilla!) ni tampoco el grupo [kr] en esta misma lengua se libraba de una disolución semejante (recuérdese el caso de corónica). Lo que no quita que haces
· consonánticos verdaderamente desconocidos por el castellano sufrieran el acomodamiento necesario: tal los casos de lúcuma o de máchica (alternando ésta con machica), donde las secuencias [km] y [ck] ciertamente son peregrinas (aunque contemos con el tecnicismo dracma) Siendo así, nos parece que, todo lo contrario, la forma originaria fue uruquilla. Esto, además, por otras razones: en primer lugar, registrándose la voz uru resulta forzoso ver en uruquilla un compuesto uru-kiÍa, con un segundo elemento de significado incierto (no se olvide que las lenguas andinas tienen preferencia por las raíces bisilábicas, sobre todo si éstas son nominales); en segundo lugar, _ la pronunciación contracta puede explicarse tranquilamente como efecto de la tendencia airnara a la supresión vocálica: como se vio, la mayor parte de los hablantes de uru devinieron airnaraparlantes (allí está. por lo demás, otra alternancia: Urumiri - Urmiri, localidad consignada en la "copia de curatos").
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Ha"iet E. Mane/is K/ein Department of Anthropology
Montclair State College Upper Montclair, NJ O 7043
Estados Unidos
Este trabajo es una significativa contri-
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bución al estudio de la etnohistoria del Altiplano. Utilizando fuentes documentales, Alfredo Torero intenta reconstruir el pasado lingüístico preincaico y prehispánico para los grupos que no escribieron su propia historia o no tuvieron un portavoz nativo que asegurara que ésta fuera conocida. El tema principal abordado es el de la identificación : qué lenguas se hablaban en el Altiplano, dónde y cuándo.
Por las relaciones de poder entre los grupos que poblaron el Altiplano antes de la conquista incaica y porque las entidades lingüísticas después de la conquista española se hacen realidad como nombres en los libros de tasas o tributos, frecuentemente la designación lingüística y/o cultural de los pueblos se decidía en base a la lengua nativa empleada para dirigirse a los agentes de gobierno. Como resultado, ambas formas de identificación eran consignadas erróneamente. En el proceso de discusión de estos problemas, Torero establece tres puntos importantes: 1) el puquina se hablaba en una variedad de lugares, no sólo en el Altiplano, sino también en sitios tan distantes como el litoral del Pacífico ; 2) no hay una relación lingüística identificable entre uru (o uruquilla) y puquina; y 3) algunas lenguas tienen una menor variación dialectal que otras y por tanto .son más propensas a convertirse en lenguas generales.
El puquina, una lengua cbn una extensión geográfica mayor de lo que anteriormente reconocían los investigadores, ha sido discutido en la literatura durante siglos. Aunque parece que estuviera extinta, Torero -en un apéndice- proporciona datos que apoyan la relación entre el puquina y el callahuaya contemporáneo, la lengua hablada por los herbolarios en Bolivia (véase también Stark 1985 y Bastien 1985), y llega a la conclusión de que el idioma actual de los herbolarios tiene gran semejanza léxica con la lengua puquina, si bien tiene una fonología y gramática/sintaxis derivadas del quechua cusqueño.
Este estudio es también un intento para demostrar la no relación entre la puquina y las otras tres lenguas del Altiplano: uruquilla, aymara y quechua. Se examina esta cuestión en términos de interacciones históricas en el Altiplano. El paulatino debilitamiento de la nación puquina, inicialmen-
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te provocado por su batallar contra la expansión aymara, condujo gradualmente a la suposición de que los grupos conocidos como uru y puquina estaban relacionados tanto lingüística como culturalmente y a referencias a un grupo conocido como urupuquina (véase Klein 1973).. Torero señala que nuevos datos han llevado a revisar los argumentos de estas relaciones. Gran parte de su evidencia proviene de la Copia de curatos, manuscrito redactado alrededor del año 1600 en el que se detallan las lenguas usadas en los rezos por los sacerdotes del obispado de La Plata. Incluye un inventario de . vocablos uruquilla, puquina, aymara y quechua, precisando dónde se hablaba cada una de estas lenguas y su vigor o viabilidad.
El debate terminológico sobre el uso de uruquilla versus uru es discutido con relativo detalle. En algunos casos, la primera es la lengua y la segunda la población. La Visita de Toledo distingue claramente entre un grupo llamado uruquillas y otro, urus. Se decía que los uruquillas, que pagaban el doble del tributo fijado para los urus, se diferenciaban social y económicamente de los urus. Sin embargo, no parece que esta distinción estuviera bien documentada en otras partes ni bien comprendida, llegándose a la conclusión de que estos términos eran empleados indistintamente.
Finalmente, Torero aborda la cuestión de lo que hace que una lengua sea más viable para el intercambio lingüístico que otra. Observa, igual que otros especialistas en lingüística andina (por ejemplo, Briggs 1985), que , como lengua, la aymara tiene gran unüormidad, por lo que resulta empleándose como lengua franca. Esto no sucede con las otras dos lenguas de la región, menos conocidas. La puquina tenía una gran diversificación de dialectos y, por lo tanto, no era una buena candidata para ser lengua genera!. La uru, mancillada por ser la lengua de un pueblo considerado 'no humano", ni siquiera fue candidata.
Para los investigadores del pasado andino, este artículo presenta algunas perspectivas nuevas e interesantes sobre las lenguas del Altiplano. La integración de documentos historicos con un análisis lingüístico da al iector una visión más amplia de un pasado indígena poco comprendido.
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Traducción de Sheila Campion
John V. Murra Instituto de Investigaciones
Andinas de Nueva York 515 Dryden Road lthaca, NY 14850
Estados Unidos
Desde hace varios años, el Dr. Torero ha insistido en la importancia de la tercera "lengua general", el Puquina, hablada al Norte y al Oriente de la laguna de Chucuito o el Titicaca. Lamentablemente, como dice el autor, ''nos falta un cronista puquina" o, en la ausencia de tal, por lo menos un diccionario como los de Gonzales Holguín o de Bertonio. Como tales vocabularios los confeccionaron generalmente los frailes, no es imposible que tal instrumento de confesión aparezca en los archivos de las órdenes que todavía siguen cerrados a los investigadores seglares. La reciente aparición del texto completo de Betanzos, del original de Cobo y del tomo faltante de Cieza sugieren que tales hallazgos de diccionarios y otras fuentes primarias son no sólo deseables, sino probables. .
Es muy útil la sugerencia de Torero de separar el idioma uruquilla, cuya distribución en el altiplano se puede sugerir ya del
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epíteto uru, aplicado a muy diversas poblaciones más o menos lacustres. Ya en 1978, Nathan Wachtel dibujaba los mapas del "eje acuático", cuyo uso hubiera reforzado el argumento de Torero.
Una indicación interesante del autor : supone que las colonias aymara-hablantes que se encontraron en la orilla del mar y en los yu;1ka de madera y coca en el Oriente eran de fecha reciente, dádivas a aliados del Estado cusqueño. La evidencia arqueológica tanto en Tarapacá como en el río Osmore parece indicar la presencia de tales "islas" altiplánicas desde épocas muy anteriores al Tawantinsuyu, seguramente Tiwanaku y quizás más antiguas todavía.
Es menester aclarar la distribución y la estructura lingüística del puquina. Los esfuerzos de Torero en esta tarea merecen respaldo.
r,ernard Pottier 26, rue Greuze
7511& París Francia
El trabajo del Dr. A. Torero es, como siempre, una excelente aportación al conocimiento de las lenguas antiguamente y actualmente habladas en el Perú . La documentación histórica aducida es rica y abundantemente utilizada .
La posición de A.T. queda clara: supone cuatro grupos de idiomas, tomando como base el desaparecido puquina:
quechua
uruquilla (chipaya)
aymará
habla de los callahuayas
y expresa cuantitativamente las afinidades léxicas.
El estatuto lingüístico del callahuaya, con su morfología esencialmente quechua y elementos léxicos afines a los del puquina, lo pone aparte como lengua mixta ligada a una población específica, la de los herbolarios. El material reunido por L. Girault sobre los callahuayas parece estar en manos de la Sra. de Girault, y existe la eventualidad de su publicación.
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El léxico de A. Torero echa las bases de un análisis comparativo, bastante difícil porque son relativamente pocas las palabras recogidas del puquina y del callahuaya.
Creemos que sería interesante tratar de reunir los vocablos por familias semánticoculturales y daremos dos ejemplos.
Parece que se podrían reunir las formas siguientes para futuras investigaciones:
squi "hijo" · quio "hijo" . . uqui, oqui, yqui, iqui ' 'padre" enqui "doncella" aqui "engendrar" chinqui "hacer el amor entre mujeres"
y quizá además: hisqui, squi "ojo"
si se piensa en la "niña" del ojo , metáfora difundida por el mundo entero .
También hay evidente relación entre: atago "mujer" (call. atasi) raago "varón" (A.T. cita call. laxa, bastante lejano). En Luis Soria Lens ("Pequeño vocabula
rio calla waya ", Bol. de la Soc. Geogr. de La Paz, LXIV, 71-72 : 32-35 , 1954) hay formas que confirman la lista de Torero, como:
atalaja "pareja de varón y mujer " (a tasi +laaja) ikili "amigo, hermano" (= iqui) khapi "tres"(= capa) kjholana "mirar"(= coba) oha "comida"(= occa)
Agradezco a Revista Andina la oportunidad de hacer estos breves comentarios.
Arturo Ruiz Estrada Universidad Nacional José Faustino Sánchez Carrión
Huacho, Perú
Nuevamente el lingüista peruano Alfredo Torero nos hace conocer, en la línea de las investigaciones que viene desarrollando desde hace varios años, su aporte al complejo problema de las sociedades altiplánicas en torno al siglo XVI. Utiliza para tal propósito, principalmente, material lingüístico apoyado por el análisis de las relaciones de poder que se habían establecido en las sociedades clasistas que pugnaban desde tiempos previos al régimen imperial del Tahuan-
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tinsuyo en los territorios collavinos. Este eje de análisis resulta ser precisamente la clave para la comprensión del movimiento de lenguas y pueblos en el Altiplano al que alude Torero. Otras fuentes para su estudio son las crónicas coloniales y varias investigaciones modernas, que contrastadas y correlacionadas críticamente dan validez científica a las proposiciones que ordenadamente ofrece.
Luego de analizar la llamada Copia de curatos, en sus aspectos informativo, cronológico y paleográfico, además de cotejar la Tasa de la Visita General de Toledo y materiales de campo recogidos por el mismo autor y diversos estudiosos, discute razonadamente la presencia, los conflictos y la historia externa de las sociedades collavinas: uros, puquinas, uruquillas, aymaraes Y quechuas. Expresa las formas en que cada una de estas comunidades interactuaron y a la par de ello, cómo se fue acentuando ¿ perdiendo el uso de los idiomas nativos o cómo han persistido todavía algunos hasta el presente. Sabemos entonces ahora, en mérito al deslinde lingüístico que aporta Torero, cuáles fueron efectivamente las lenguas habladas aún en el siglo XVI y cómo se abrieron camino, penetraron y se asentaron hasta hoy en el amplio espacio geográfico del Collao. Se menciona también las diversas etapas durante las cuales pudieron arribar las influencias lingüísticas a dicha área y la antigüedad de ellas y cómo el puquina se mantuvo hasta el presente, aunque influido por el quechua, en el idioma de aquellos andariegos y herbolarios callahuayas. Corrige las versiones que afirmaban que existe parentesco entre la lengua puquina, la lengua "uro-chipaya ", la aymara y la quechua
Debe destacarse que la información recogida constituye una base importante para el esclarecimiento histórico en cuanto a las antiguas ocupaciones de la zona. Creemos por ello en la necesidad de tener presente la ubicación de las etnias y la distribución de su lengua, lo cual ayudará al arqueólogo en su tarea de contrastar y clasificar los restos materiales que descubre para una mejor identificación de la historia social de esos pueblos.
En términos generales existiría correspondencia entre la periodificación arqueo-
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lógica establecida para la cuenca del Titicaca y las propuestas del arribo de grupos hablantes de aymara y quechua cuando en dicha cuenca se hallaban establecidos varios grupos nativos. Nuestras excavaciones estratigráficas en el área de Sillustani, zona de ocupación Colla, prueban la posición tardía de la cultura inca, sobrepuesta a los restos de culturas locales, representadas por las alfarerías de las llamadas series Collao, Sillustani y Umayo. Al respecto, es necesario profundizar las investigaciones para conocer la distribución de dichos estilos alfareros y cotejarlos con la información lingüística que presenta Torero.
No debemos dejar de precisar la forma cómo los uros habían sido ideológica y socialmente marginados por comunidades aborígenes más desarrolladas, hecho que, asimismo, mantenía la coerción de minorías sobre grandes masas de pobladores del altiplano. Esta situación era la que había generado la "débil aptitud productiva" de los uros, razón por la que el sistema tributario español los consideró como los de más baja condición económica.
En una perspectiva coherente, los trabajos de A. Torero siguen abriendo nuevas vías para la comprensión de los niveles de desilrfollo que alcanzaron nuestras viejas sociedades nativas, frente a conceptos tradicionales que sin pruebas convincentes y concretas magnifican o restringen la realidad en la que se desenvolvieron. Las investigaciones del proceso histórico-social andino tienen en el aporte de la lingüística, en la manera como lo viene haciendo el autor, una herramienta importante para ir escudriñando nuestro pasado de modo que se afirme sólidamente la identidad nacional.
Ruth Shady Solis Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Alberto Acosta 118 Vista Alegre, Surco
Lima, Perú
Con su característico enfoque lingüístico-histórico, Alfredo Torero ha centrado esta vez su atención en las lenguas del gran altiplano del Collao y Charcas; y, como ya es usual en sus trabajos, plantea a la arqueo-
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logía sugestivas rutas de investigación. La identificación de las lenguas puqui
na, uruquilla, aymara, quechua y la historia de su importancia social, extensión o reducción territorial, suscitan contrastación con las culturas arqueológicas e indagaciones sobre el proceso cultural de las poblaciones que habitaron esa región.
Lamentablemente, los trabajos arqueológicos realizados allí son pocos y no han aportado información suficiente comparable con los datos histórico-lingüísticos que coadyuve a la comprensión del poblamiento prehispánico. No se ha realizado excavaciones arqueológicas que permitan sustentar con estratigrafía la serie de estilos cerámicos identificados casi sólo en base a reconocimientos y colectas de superficie, los cuales, además, no llegan a cubrir de modo sistemático tolla el área.
Por otro lado, los estilos alfareros no están bien definidos; algunos autores no los distinguen y les dan la denominación genérica de tipos Altiplano. Sólo cuandó se realicen excavaciones estratigráficas, que sustenten a los estilos propuestos pará· las varias partes de la cuenca altiplánica, y dispongamos entonces de una buena secuencia cronológica y corológica, podremos efe~ tuar aproximaciones que en el presente son muy tentativas. No tocamos temas como el de la diferenciación cultural o de clase, el problema Uro, etc. , que no pueden ser tratados con la información arqueológica actual.
Importancia cultural del altiplano collavino Como bien reconoce Torero, el territo
rio del Collao fue escenario del desarrollo de dos culturas con organización sociopolítica compleja, de prestigio interregional: Pucara, en el norte de la cuenca, y Tiahuanaco, en el sur. En ambas partes con antecedentes que se remontan a por lo menos 1000 a.de C., a las culturas formativas de Qaluyo y Chiripa. Al parecer, las sociedades de estas dos áreas compitieron en prestigio a través del tiempo y llegaron a con&tituir centros de desarrollo en el Collao en función de la mayor integración económica lograda a nivel interregional, tratando con poblaciones de las vertientes marítimas y de Amazonía. .
Enfre los 200 a.de C. y 200 d.de C. des-
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taca la cultura Pucara con sede en el sector noroccidental de la cuenca. Artefactos con diseños de este estilo han sido encontrados en Kallamarca y Pocotia, unos cincuenta kilómetros al sur de la orilla meridional del lago Titicaca, en Chumbivilcas ( departamento del Cusco) y, a mayor distancia, en sitios de la fase Alto Ramírez del norte de Chile y en el valle de lea (Concklin 1983: 2,8). Su importancia está en relación con el desarrollo alcanzado por las poblaciones del norte del altiplano collavino y de los valles de la vertiente occidental; en su capacidad de acceder a productos que Pucara haría circular entre el litoral Pacífico y la Amazonía.
El rol de Pucara fue asumido siglos más tarde por Tiahuanaco (300-600 d.de C.), con su centro de desarrollo en el lado sur de la cuenca collavina. Artefactos con rasgos de este estilo aparecen en los valles de IloMoquegua y Tacna, en Quebrada Victoria, a cincuenta kilómetros al sur de Arica, en Punta Pichalo cerca de Pisagua, en el valle de Azapa y en la parte alta del desierto de Atacama. Llegaron, asimismo, hasta Tupiza en el noroeste argentino. El prestigio de Tiahuanaco derivó de la interacción económica que sólo entonces habrían podido efectuar las poblaciones de los valles orientales del lago y las del noroeste argentino, constituyéndose una esfera de fuerte integración entre éstas y las asentadas en los valles de las vertientes occidentales.
A estas épocas, entre 200 a.deC. y 600 d.deC., de vigencia de Pucara y Tiahuanaco, debe corresponder la configuración y distribución de las lenguas puquina y uruquilla en el Collao y zonas vinculadas.
Después de la crisis de Tiahuanaco y de la constitución de varias entidades políticas altiplánicas, identificadas con los estilos Allita Amaya, Mollo, Chullpa, recuperarán importancia las poblaciones del sector noroccidental de la cuenca del lago Titicaca, al parecer caracterizadas por el estilo Collao, y la mantendrán hasta la intervención casi simultánea de pueblos de habla aymara y de los incas.
La hegemonía que lograron poblaciones collavinas y su presencia a nivel interregional hacia la costa y los valles occidentales y orientales sólo fueron posibles por una temprana acumulación y disposición de exce-
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_________________________ Torero: Lenguas altiplánicas
dentes. Se ha mencionado que el área más grande de campos acamellonados en Latinoamérica está en la región del lago Titicaca, a la que se calcula, en base al estudio preliminar de fotos aéreas, 82,056 has. con restos de camellones. La mayor concentración se ubica en el lado noroccidental de la cuenca, en el sector Juliaca-Paucarcolla, con unos 356 km2 (56,533 has.), además de .campos esparcidos en las zonas de Cabanillas-Lampa, Ayabacas-Taraco (3,276 has.) y Orurillo-Huancané (4,494 has.), lo que hace un total de 64,303 has. En la parte sur se encuentran esparcidos en Desaguadero (6,501 has.), Pomata (5,108 has.) y otros (2,192 has.), de lado peruano; y en Bolivia, en la zona de Aygachi (3,014 has.) y otros (938 has.). Estos campos se hallan entre 3,800 y 3,890 m. de elevación y dentro de los 30 kms. desde las orillas del lago. La cerámica asociada sugiere su uso prolongado desde el período Formativo hasta la época inca (Lennon 1982: 1 O, 16-17).
En el lado norte de la cuenca, en la zona entre los ríos Azángaro y Ayaviri, a 3,860 m., han sido identificadas las cochas, otro procedimiento tecnológico para regular el recurso hídrico y hacer producir mejor el territorio circunlacustre.
Esta información nos sugiere la existencia de economías de fuerte carácter agrícola, complementadas con actividades de pastoreo y comercio, como señalan las fuentes documentales. Tanto los camellones como las cochas requirieron de ingente fuerza de trabajo organizada proveniente de sociedades políticamente complejas y que disponían de amplios excedentes de producción. Culturas collavinas del período Altiplánico
Con o después de la presencia del Tiahuanaco V, Expansivo o Decadente, hacia el siglo XI se encuentra en el altiplano collavino estilos alfareros distintivos que, sin embargo, comparten rasgos en formas y decoración, derivados de la tradición Tiahuanaco y de las interacciones que las poblaciones realizaban. Tales estilos son: Chullpa en el lado sureste, Allita Amaya en el suroeste, Sillustani o Collao en el noroeste y Mollo al noreste del lago, incluidas las vertientes amazónicas. Ellos corresponden a una época de afianzamiento, desarrollo y fuerte contacto entre señoríos collavinos,
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que establecen igualmente intensas relaciones de intercambio con poblaciones de las vertientes occidentales. En estas últimas, muestran combinación de rasgos locales con otros comunes al Collao los estilos Churajón de las cuencas altas de los ríos Chili y Tambo, y Chiribaya, entre los ríos Tambo por el norte y Azapa por el sur, desde el litoral hasta los 2000 m. (Belan 1981 : 27). Es interesante señalar que tanto Churajón como Chiribaya~ ac,lemás de tener características muy propias, están distribuidos de modo consistente en un área amplia y continua y no en sitios aislados. La presencia en ellos de rasgos de estilos altiplánicos evidencia así fuertes y permanentes vinculaciones con pobladores collavinos más que existencia de colonias o enclaves de éstos.
Algunos autores han creído ver en la relación Mollo-Churajón la presencia en Arequipa de grandes colonias lupaca, lo cual, en opinión nuestra, no es correcto por cuanto la conexión Mollo-Churajón se dio en un período previo al establecimiento de los lupaca en el Collao, como señalaremos más adelante, y porque el estilo Mollo no identifica a lo que habría de ser la etnia lupaca.
Hacia el siglo XIII o XIV alcanza amplia distribución en la cuenca del Titicaca el estilo Collao, identificado en los lados occidental y oriental del lago y en territorios que en el siglo XVI se hallarían habitados por distintas etnias: canas (sitio de Chejnarapi), collas urcosuyu, collas omasuyu (Tschopik 1946:50) y lupacas (Hyslop 1976).
En el ·sector suroeste hay evidencias de un denso poblamiento tanto en las tierras bajas del lago como en los cerros por encima de los 4000 m., sobre los cuales se erigieron extensos e imponentes pueblos amurallados. A este período de predominio del estilo Collao posiblemente correspondió la hegemonía de los collas, y a ella debe hacer referencia la cita de Sarmiento de Gamboa acerca de las naciones que tenía sujetas Zapana, el soberano de los collas.
Fuera del área circunlacustre, el estilo Collao se expresa a través del componente Chilpe en los valles bajos y, más aún, en los sez;ranos del sur del Perú y norte de Chile, as1 como e!l los oasis de Pica y Quillagua
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(Núñez y Dillehay 1978: 106) y en el noroeste argentino, en varios estilos locales.
Se puede contrastar dos zonas en el altiplano y sus flancos: 1) Una septentrional, productiva, con una orientación agropecuaria, donde habitaban en el siglo XVI los collas, lupacas, canas, canchis, collaguas, pacities, omasuyos, ubinas; y 2) Otra meridional, menos productiva, ocupada por carangas, quillacas, lipez y chichas, dedicados a actividade~ m6s ganaderas que agropecuarias (Núñez y Dillehay 1978: 96-98). Una esfera de comunicación la constituyó el altiplano norte y los valles de la vertiente occidental desde Majes hasta Loa; la otra, el altiplano sur con los oasis al pie de la puna atacameija y los valles del noroeste argentino. Antes de la conquista inca, si bien cada esfera presentaba internamente una fuerte interacción económica sustentada por el intercambio, las poblaciones de la cuenca del Titicaca propiciaron la articulación entre ellas. Los collas y la presencia de pueblos de lengua a ymara
Las poblaciones collavinas mantuvieron el control sobre su territorio hasta cerca de la intervención de los incas, cuando el poderoso señor de los collas, Zapana, es vencido por Cari, señor de los lupacas, pueblo de habla aymara.
Como expresión del poder económico y político de los collas quedan impresionantes ciudades amuralladas, que fueron edificadas entre los 4100 y 4400 m. En el lado sur-occidental han sido ubicadas un mínimo de once de ellas, que cubren de I O a 30 has. y hasta 150 has. en la de Tanka Tanka. Están protegidas por escarpados y murallas de piedra que las circundan de 1/4 a 1/2 km. en sitios como Cutimbo y Llaquepa y de 15 km. en Pucara-Juli, con alturas de 1.5 a 7 m. (Hyslop 1976: 111 ).
Según Hyslop, el noventa por ciento de los fragmentos que recogió en aquellos sitios de altura correspondió a tipos Altiplano (post-Tiahuanaco y pre-inca). La alfarería era mayormente llana con formas parecidas al Callao Llano, Allita A maya o Chullpa; fragmentos de los estilos Mallo y Allita Amaya fueron recuperados sólo de lugares de entierro, al igual que los ocasionales fragmentos Tiahuanaco, Chucuito e Inca.
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En cambio, en los sitios bajos próximos al lago, si bien predominaban los tipos Altiplano, había significativa cantidad de Tiahuanaco, Chucuito e Inca (Hyslop 1976: 117, 125). De esta información se puede observar: l. Los establecimientos de altura, en gran
número amurallados, sin mayores precisiones han sido ubicados en el período altiplánico, de 1100 a 1450, o sea dentro de unos cuatro siglos, después de Tiahuanaco y antes de la invasión Inca. Si cuando se efectúen excavaciones se verificara que tales ~stablecimientos no están asociados a alfarerías Mallo y Allita Amaya, que aparecen allí sólo en lugares de entierro, y si se demostrara igualmente que ellas son anteriores al estilo Callao, asumiríamos que los poblados amurallados fueron construidos después del prestigio de esos estilos y de su amplia relación hacia las vertientes occidentales, y estaban más bien vinculados a la época de presencia del estilo Callao y de cierta restricción en los contactos interregionales. Debieron existir entonces condiciones especiales para la habitabilidad de tierras por encima de los 4000 m., la edificación de grandes pueblos y la fortificación de éstos.
2. Tanto los sitios de altura como los ubicados en las tierras bajas comparten alfarería de los tipos "Altiplano" y técnicas de construcción similares, rasgos culturales que los vinculan y explican mejor el sustento económico de los extensos e impresionantes poblados. Es posible que hacia los siglos XII y XIII,
el límite superior de la agricultura llegara en los Andes a niveles más altos por mejoras del clima, como ha sido sugerido para el territorio de los Asto, un grupo coetáneo de la sierra central, igualmente con asentamientos amurallados y de altura. Con lo cual, la superficie de tierra arable disponible habría sido mayor que la actualmente cultivable (Lavallée y Julien 1983: 121-122) y habría permitido la expansión de la población hacia zonas que de otro modo no hubieran podido ser densamente habitadas. No creemos que el patrón de establecimientos de altura se haya debido a la intensificación del pastoreo como base de subsistencia (Hyslop 1976: 162). Edificaciones de la
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magnitud mencionada para Tanka Tanka y Pucara-Juli requerían de fuerte inversión de trabajo y de una productividad económica mayor que la proveniente de la actividad pastoril. La información arqueológica indica que los sitios de altura y los de abajo contienen elementos culturales similares, lo que sugiere que ambas clases de establecimientos pertenecieron a una misma entidad sociopolítica. Ella estaría sustentada por una economía agropecuaria, mixta en ambas zonas, pero con mayor énfasis agrícola en las tierras bajas (camellones, cochas) y mayor ép.fasis pastoril en las zonas altas.
Establecimientos amurallados han sido identificados no sólo en el sector suroeste del lago, sino también en el noroeste: Chejnarapi (al NE de Orurillo), Mallaccasi ( 12.5 km. al NO de Pucara), lscacancha, Sacllani y Kojra (cerca de Pucara); así como en el noreste: Quenellata (3 km. al E de Vilquechico) (Tschopik 1946: 8), Turi y M allku Xanalaya (valle de Chari, Bolivia) (Rydén 1957). Hacia las vertientes occidentales se mencionan restos de extensos poblados amurallados en las nacientes de los ríos Chili y Tambo .
Esta situación beligerante, al parecer, se acentuó en buena parte del territorio serrano de los Andes centrales y meridionales hacia los siglos XIV y XV, coincidentes con el período de recesión o desmejoramiento del clima. En los flancos del área meridional altiplánica se encuentran aldeas defensivas o pucaras en los valles altos, tanto en el norte de Chile como en el noroeste de Argentina, formando un cinturón en torno a la puna. En él norte chileno se los halla desde Arica a Camarones, en la quebrada de Tarapacá y entre el río Loa y los oasis de Atacama. En esta franja se han contado unos quince sitios de ese carácter. En el noroeste argentino, el cordón continúa en la quebrada de Humahuaca, Jujuy y Catamarca, con unos catorce sitios (Núñez y Dillehay 1978: 99-100). En su mayoría, los sitios mostraban componentes de estilo negro sobre rojo o versiones locales tle él, lo que permite vincularlos con el Altiplano septentrional, y se hallaban ubicados en lugares estratégicos como guarniciones que impedían el ingreso desde la puna hacia los valles. En cambio, no se han registrado construcciones defensivas sobre la puna
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misma del altiplano meridional. Algunos investigadores han calificado
como reinos aymaras a las entidades políticas collavinas del período Altiplánico, pero no hay ninguna evidencia arqueológica para asegurar el ingreso al Collao de pueblos culturalmente diferentes antes del siglo XV. En base a la sugerencia de Torero de que fueron grupos de habla aymara los que invadieron el territorio collavino desde el norte en torno al siglo XIII (Torero 1970; 1974: 108), Hyslop ha planteado que el cambio en el patrón de establecimiento y el desarrollo y hegemonía de las ciudades amuralladas de las alturas podrían relacionarse con la introducción de pueblos de lengua aymara, diferentes cultural y lingüísticamente de los Tiahuanaco de lengua puquina (Hyslop 1976: 134). Ya hemos visto cómo esos pueblos no eran diferentes .de los ribereños, ni únicamente pastoriles. Se edificaron cuando se elevaron los niveles agrícolas y estaban relacionados culturalmente con los poblados de abajo, dependiendo su economía también de éstos. Por tanto, ningún pueblo extraño había logrado en ese tiempo establecerse sobre la zona ribereña del suroeste del lago ni en los altos cerros que la circundan, y los cambios en la ubicación de los asent·amientos o su carácter defensivo fueron respuestas internas a presiones externas, cambios de clima y guerras.
Por otro lado, la información señala la existencia de grupos que se movilizaban a lo largo de las punas y salares, procurando ocupar territorios productivos del Collao y de los valles serranos, y que los poblados amurallados y pucaras constituían una respuesta defensiva contra ellos. Si observamos que estos poblados o guarniciones cuentan, además de sus estilos alfareros locales, con piezas vinculadas al estilo negro sobre rojo del altiplano collavino, podemos asumir que los grupos locales agredidos estaban relacionados con el estilo altiplánico Collao.
Si tenemos en cuenta que los estilos "Altiplano" compartían rasgos de la tradición Tiahuanaco; que el estilo Collao, entre ellos, predominaba allí antes que los incas ingresaran y que los poblados y pucaras amurallados tenían alfarería relacionada con la Collao, podemos plantear: l) hubo continuidad histórica y cultural en las sociedades
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collavinas; 2) una de las entidades políticas, identificada con la alfarería Collao, alcanzó presencia interregional; y 3) los señoríos collavinos resguardaron su territorio de los grupos de puna y controlaron el área ribereña y de altura circundante.
El puquina o uno de sus dialectos pudo ser la lengua de relación entre las sociedades del altiplano collavino y su área de influencia en la época de mayor . interacción, entre los siglos XII y XIII, e ir perdiendo terreno en los siglos XIV y XV frente al aymara, llevado por los grupos que avanzaban por las altas punas de la cordillera occidental y cuando se restringieron los contactos interregionales por la situación de conflicto imperante en los Andes. Sin embargo, la hegemonía que tuvieron los señoríos c<>llavinos en la cuenca del Titicaca hasta bien entrado el siglo XV debió también mantener el prestigio y uso del puquina.
La invasión de grupos foráneos de habla aymara al Collao se produciría tardíamente. Su llegada al lado suroccidental habría sido casi simultánea con la inca. Este evento debe corresponder a la información histórica de la victoria de Cari, señor de los lupacas, sobre Zapana, señor de los collas.
En el territorio que ocuparon los lupacas y pacajes, de habla aymara, se ha identificado a los estilos alfareros Chucuito y Saxamar, respectivamente, estilos que comparten rasgos y aparecen en asociaciones con el estilo inca. Ninguno de esos estilos fue recuperado consistentemente en los asentamientos amurallados de altura ni en la zona Omasuyo, explorada por Tschopik, donde no hubo control aymara pre-inca. En el lado noroeste del lago fueron los incas quienes se impusieron directamente. Sobre y junto con el estilo Sillustani de ese sector se encuentra alfarería inca. Allí son aisladas las ocurrencias de piezas Chucuito. Es posible que los poblados de altura fueran abandonados al bajar los niveles de cultivo y al perder su función defensiva cuando grupos aymaras e inca se establecieron finalmente en territorio de los otrora señoríos collavinos.
REFERENCIAS:
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CONCKLIN, William. "Pucara and Tiahuanaco tapestry: time and style in a sierra weaving tradition ", Rawpa Pacha, 21, Berkeley, California, 1983.
HYSLOP, John. An archaeolo¡ical inv~stigation of the Lupaca Kingdom and its origins. Tesis. Columbia University, 1976.
LA VALLEE, Daniéle y JULIEN, Michéle. Asto: curacazgo prehispánico de los Andes Centrales. Instituto de Estudios Peruanos. Lima, 1983.
LENNON, Thomas. Raised fields of Lake Titicaca, Peru: A prehispanic water management system. Tesis, University of Coloradó, 1982.
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TSCHOPIK, Marion. Sorne notes on the archaeology of the department of Puno, Peru. Papers of the Peabody Museum of American Archaeology and Ethnology, Harvard University, vol. XXVII, No. 3. Cambridge, Mass., l 946:
Nathan Wachte/ Eco/e des Hautes Etudes en
Sciences Sociales 54, Boulevard Raspail
75006 Paris Francia
Mi comentario será breve por una razón en principio material: mi lectura del texto de Alfredo Torero fue dificultada por el hecho de que el ejemplar que me fue envía-
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do tiene un vacío (falta una página precisamente al inicio de la sección consagrada a los urus). Este inconveniente habría podido ser evitado si el autor hubiera tenido la cortesía de informarme directamente de los resultados de su trabajo, ya que éste se funda en parte sobre el material que yo mismo recogí en el curso de mis diferentes estadías entre los Chipayas y que yo le confié para una investigación que debíamos, en principio, realizar en colaboración. Este contratiempo no me iinpide, evidentemente, rendir homenaje al trabajo de Alfredo Torero : debemos todos agradecerle por sus análisis valiosos y pertinentes sobre problemas tan difíciles como los del puquina, el uruquilla y los urus. El presente artículo proporciona, incontestablemente, un aporte de primer orden a nuestras investigaciones.
Me contentaré con hacer tres tipos de anotaciones: l. En principio, observaciones de orden ge
neral. Estamos condenados a una cierta confusión en tanto utilicemos (como estamos obligados a hacerlo) categorías tan vagas como: señoríos, etnias, pueblos, etc., ya que no sabemos exactamente lo que podía ser, en los siglos XVXVI, un "grupo étnico". ¿ Qué distinguía, por ejemplo, culturalmente a los lupacas, los pacajes o los carangas?, ¿cómo se definían en relación a aquello que nosotros llamamos (en nuestro vocabu· lario) el sentimiento de su identidad colectiva? Conviene en efecto no reducir este último al solo criterio de las unidades socio-políticas. Estoy también de acuerdo con Alfredo Torero cuando insiste sobre el hecho de que categorías tales como "uru" o "aymara" recubren realidades complejas, donde se mezclan categorías fiscales, componentes socioeconómicos y sistemas de representaciones ; (sin embargo, me han convencido menos ciertos pasajes del artículo relativos a las divisiones en "clases" sociales, que me parecen reintroducir una perspectiva demasiado europeo-centrista). Tenemos que lamentar, no obstante, una vez más, que la información científica circule tan mal: hubiera deseado saber cómo Alfredo Torero integra en su interpretación los últimos trabajos sobre las migraciones aymaras venidas del sur ( cf.
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Teresa Gisbert, Arte Textil y Mwido Andino , La Paz, 1987, pp. 134-138).
2. Aprecio plenamente los matices que introduce Alfredo Torero en lo que concierne a las lenguas habladas por los urus ("los uros no se identifican con, o por, una determinada lengua: hablan uruquilla, puquina o aymara "). Sorprende, por el contrario, su insistencia tan rígida en la segregación de los urus y en la prohibición que les habrían impuesto los aymaras en cuanto a la posesión de tierras y ganados ("Al vetar a los uros, como casta marginal, el acceso a la riqueza agropecuaria . . . "). Yo mismo he intentado, en un artículo ya antiguo, mostrar que el proceso de sedentarización y de aymarización de los urus (en el sentido socio-económico y cultural) había comenzado bastante antes de la invasión española. Ejemplo espectacular: Huayna Capac había incluido a los urus de Paria en su repartición de tierras del valle de Cochabam ba (cf. "Hommes d'eau: le probleme uru (XVI-XVIIe siecle)", Annales E.S.C., 33, 5-6 : 1127-1159,Paris, 1978; "Les mitimas de la vallée de Cochabamba: la politique de colonisation de Huayna Capac" , Journal de la Société des Américanistes, 1980-1981, pp. 297-324 ).
3. Queda el problema más m~terioso: Toda la interpretación de Alfredo Torero se funda sobre la identificación del uruquiUa con la lengua que ..practican hoy en día los chipayas y, hasta hace poco tiempo, los Irus-Itus de Jesús de Machaca. No tengo ninguna competencia para intervenir en el debate lingüístico. Pero una experiencia etnográfica a la cual he procedido confirma que Chipayas e IrusItus se comprenden entre ellos en su lengua particular. Ahora bien, nos topamos, sin embargo, con otro dato etnográfico ineludible : los Chipayas son unánimes al afirmar como una evidencia que esta lengua, su lengua materna (que los etnólogos denominan "uro-chipaya"), es puquina. ¿Debemos admitir, sin más reflexión, que se equivocan?, ¿que ellos ignoran qué lengua hablan? ¿y debemos tomar en serio las bromas según las cuales los chipayas no hacen sino repetir aquello de lo que los etnólogos que me
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precedieron sobre el terreno (A. Poznansky, A. Métraux)' los habrían convencido? Citemos un dato de los archivos de Sevilla. En su información presentada en 16 l l, el licenciado don Diego de Tiezo, chantre de la catedral de La Plata, aportaba las precisiones siguientes: "Y fué por comission de Vro Virrey a los pueblos de sabaya y huachacalla y chipaya que estan en la provincia de los carangas y rreduxé todos los yndios dellos et hi9é los pueblos y dos yglesias en los' dos pueblos prin9ipales y una capilla en el pueblo de los yndios uros/(2v) de chipaya en el qua! averigué y entendí que los dhos yndios nunca auían confesado porque auía sacerdote en todo el obispado que supiese la lengua puquina que ellos hablan .. . "( l ). ¡He aquí, pues, una información que
precede, en tres siglos, a las influencias perniciosas de los etnólogos! Sorprende evidentemente la conjunción de datos etnográficos actuales y de una fuente tan antigua, totalmente independiente (cuya fecha no es muy lejana de la de la Copia de élifatos): los chipayas, a inicios del siglo XVII, habla-
RESPUESTA Alfredo Torero
Universidad Nacional Mayo.r de S(,n Marcos Alberto Acosta 118
Vista . .4legre Lima, Perú. ·
l. Deslinde uros/no uros Inicio mi serie de respuestas abordando
una de las varias observaciones e interrogantes que plantea Nathan Wachtel y que podríamos formular como sigue: ¿eran los uros también cultivadores y podían poseer chacras, ganadas por sí mismos o asignadas por otros? .
En primer lugar, nie parece evidente que, aparte de pequeñas chacarillas sembradas en tierras marginales y como a hurtadillas, los uros sujetos estaban vedados de poseer campos de cultivo y de aprovechar para sí mismos los productos de ellos; pero no porque fueran ineptos para labrárlos, puesto
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ban puquina. ¿O debemos admitir que Diego de Tiezo también se equivoca y confunde, como lo harán Rivet y Créqui-Montfort, el puquina y el uruquilla? Serian ya muchos errores. Ciertamente, no queda invalidada por ello la interpretación de Alfredo Torero, pero entonces habría que suponer , que los chipayas hablaban entonces puquina y uruquilla, que perdieron luego el uso del puquina conservando el del uruquilla y que bautisaron con el nombre de puquina la lengua uruquilla que continuaron practicando. ¿A menos que hayan adoptado esta última luego de haber abandonado el puquina, denominando, sin embargo, puquina a la lengua uruquilla? Esto plantea muchas hipótesis, y bastante extrañas. ¿Por qué entonces estos vaivenes? El enigma permanece.
NOTAS: (l) AGI, Charcas 87, "Ynformacion fecha
en la rreal audiencra de los charcas de los meritas y servicios del l.do Don diego de tiezo chantre de la cathedral della:' (1611 ), 27 ff.
Troducción de M. I. Remy
que en inuchos casos los labraban efectivamente, en particular para beneficio de los señores altiplánicos, sino porque a nivel ideológico tenían que aparecer como culturalmente inhábiles, no equiparables con los miembros de las sociedades de Estado. Así, en tanto Martín Cari, cacique principal de la provincia de Chucuito, contrasta a los aymaraes, "la mejor gente que hay en este pueblo", con los urós "que es gente pobre y no hacen chácaras sino que se mantienen de sólo pescado y andar por la laguna"(l ), el testigo español Melchior de Alarcón, con ocho años de residencia en la provincia, desnuda de modo preciso y directo la práctica real de explotación sobre los uros:
" ... que los uros son gente no de menos entendimiento y capacidad que los demas aymaraes salvo que el tenerlos los caciques en tanta subjeción y tener tanto señorío sobre ellos y el no querer sea gente más noble y de más posibilidad los abate en gran ma-
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nera demás como no están hechos al trabajo son holga_zanes de su condición y entiende este testigo la causa el querer los cacique_s tenerlos en tan poco y que :ellos no entiendan merecen más porque los ha visto ponerse muy bien al trabajo y que ningunas sementeras se hacen en la provincia que no sean los primeros a trabajar o en las de los caciques y eh éstas siempre o en las de otros iridios que les dan coca o de beber u otro.género de paga : .:."(2).
En segundo •lugar, varias versiones hablan de los intéhfüs, exitosos ·o no, de los emperadores incas dirigidos a volver ~roductiva la potencialmente íngenté fuena de trabajo de los uros. La "Relación de la Provin~ia . de los Pacajes" refiere _ que en e1 Repartimiento de Machaca 'además de indios aymaraes, hay indi9s 'utos que "solían habitar antiguamente en la laguna de C_~ucuito" y fueron "gente de poca·reputá~ion! a causa de no ser hábiles para el trabaJ~ m para sembrar, ni tuvjerep en·su pm.icip10 pueblos ni concierto en su vivir ni tenían caciques que les mandasen"' pero ·que •'cuando los incas vinieron · conquistand~ esta provincia de los Pacaxes; hicier on salir ª. estos i?~ios uros de junto al agua y ·les hicieron vmr con los Aymaraes y les· enseñaron a arar y cultivar la tierra .. · ."(J}\ · .
N. Wachtel expone, en artículos publicados en 1978 y 1981, dos casos en·'que· los uros labran chacras. Uno de ellos•es similar al que devela Melchior de Alarcón par'a la provincia de Chucuito: el apróvechamierito de lós uros como mano de obra en la labranza _ sin compensación alguna -y no reparto de tierras, como afirma Wachtel-· esta vez los beneficiarios no son caciques' aymaraes, sino el incá y el estado cusqueño y las tierras están en el-"valle de Cochabain-ba( 4 ). · ·
El se?undo caso, en cambio, se asemeja al descnto en la "Relación de -la Provincia de los Pacajes" y se refiere a cha·cras para maíz ·que asignaroh· los incas a·indios soras y u!os de ~aria y Callacollo para beneficio d_e estos mJSmos en Sicaya y Capinota -sitios, por lo demás, comprendidos en el siglo XVI dentro de la provincia de Paria hábitat de indios soras y uros- y en otro~ lugares, como Charamoco, en el valle de Cochaba~ ba: Esta última información, dada por un mdio sora de Sipesipe, es, sin embargo,
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anulada de inmediato, en lo que a los uros toca, por el mismo declarante, quien afirma rotundamente que: . "nunca el ynga jamas · dio ni rrepartio
tierras para maiz a ningunos yndios uros porque no savian beneficiar las chacarras de maíz y porque eran haraganes y no savian anda?; sino en las lagunas y si acaso algun maíz sembraban en estando en choclo o ma90rca se lo comían y se yban a las lagunas donde bivian y ansi no les dio tierras de maíz ningunas el ynga para ellos pro-pios"( 5 ). . .
Esta doble actitud: explotar ·sin medida Ja mano de-obra de los uros en las labranz~s y otr?s seJVtcios,, pero negarles la posesion de tlenas y ·ganados· bajo la,argucia de q_ue,;por sí solos,, sin un gobierno "supenor , eran totalmente incapaces de organizarse p.ara.produeir y conservar bienes .:...esto es; valerse de su trabajo como de una fuerza bruta procedente de la naturaleza o de seres irracionales-; va a ser ·asumida por los españoles, e.n especial por los religiosos ~e !ª ordel'!- de San Agustín1- quienes expoliaran masivamente a · los uros dé Paria ,a trav.é.s de una red de eonventos de la orden establecidos en Challacollo, Capinota y el valle de Cochabam ba, tal como relata hacia 1629: · con ii)genuidad o. cinismo, el cronista Antonio)'ásquez de Espinoza:
" ... est_e puebl<;> ,d4? Cha}lacollo, es muy grande, y nco, ,Jos md\o_s. del son (le,_nación Uros, gen_te muy ., bár.bara, y .vestial, que Libe~ qu.e ganaran, los españoles aquella tie_rra :and~v;an. como, __ sal~ages sip ,poblado .por ~qu,ellos <::lVJlpos, · ríos, y Jaguna de I>aria, sustentandose de la!!,rai~s .dt; ell;ls.que llaman totor!l...,· y_.es esp,ecje _dejuncia, redúxeronlos a po ~\ado, y por .ser de tan poca raZ?n, y gobit;rp<;>, n? ~ienen ~ propia particular, su, 1corµqmdad e~ · muy rica, tiene grandes cnas de todo género de ganados y en rl val_le de C_ochabamba grandes ch~cr~s, Y. sementeras de mais,- trigo, papas, , estancias lo q\lal administra el prior del convent9 de ~al;\ AgÚstí~ de, aquel pueblo, y .todo se. ensi~:rra en el Convento, dqnd~ les dan quapto an_, menester, porqµe esta nación, si no la. governa,ran_ de est!l sue~-t~, entiendo perec~e.ran, por no sa\)er gobernarse, guardar, m conservar · co_¡;il .alguna, y de .esta suerte estan sobrados y~el Convento tam-bién"(~). · · · '
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En cuanto a las tierras de Charamoco en el valle de Cochabamba(7), es probable que hayan entrado en ellas los agustinos antes que los uros.
2. Deslinde uro/uruquilla. En cuanto a las realidades sociales a que
se aplican los términos uro y uruquilla, mi posición es obviamente diferente a las enunciadas en sus trabajos por Thérese Bouysse y Nathan Wachtel. Bouysse, aunque reserva el vocablo uruquilla sólo para el idioma de otro modo conocido como uru-chipaya, ve a uros en todos los hablantes de uruquilla; Wachtel supone a uruquilla otro nombre para uro; €errón, quien parece comentar un artículo' de Wachtel y no el mío, mantiene la misma confusión; y-Klein, después de . disquisiciones contradictorias, acaba considerando a ,ambos términos como intercambiables. John -Murra, en cambio,.asume mi posición al · señalar la. utilidad de mantener separados los campos referenciales de uro y uruquilla y si bien pareciera acoger a, uruquilla únicamente como designación de idioma, su comentario traséiende la aplicación a lengua en cuanto pone el énfasis en la existencia de -distribuciones espaciales no ·coincidentes; esto és, que había zonas de población uro no hablante de uruquilla, así como, zonas de hablantes de uru-quilla que no eran uros~ 1
•
Para. mayor abundamiento, por · suerte, en la TVGT la información más amplia y rica acerca 'de los repartimientos es la ·que se .refiere al de los :aulla:gas (yVúr'uquillas (siete páginas), 1'a cual más·adelante aparece también en fon:na resumida, como en el cáso de todas:las de_mi\s encom\endas. Podemos, de este modo, comprobar redundantemente que '' los aúllagas '(y) uhiquillas son distingüidos de' !os uros, con quienes apare-cen en neta oposición. ~ · ·· ·
Por suerte, igualmente, el rotundo rechazo dél ·calificativo ·'de "uros" que 'maiüfiestan los 569 -ttibutarios de Yunguyq y Cepita, no étnica pero sí tributariamente "aymaraes", suscita tan prolijas y reiteradas explicaciones del confundido visitador Pedro Gutiérrez Flores que deja fuera de duda el no tratarse ·de un grupo étnicamente uro. La Copia de curatos, aun cuando por el sesgo de la referencia lingüística, provee en definitiva su identidad como "Uruquillas
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de Cepita". Nadie ni nada· contradice, en. cambio, la
calidad de uros de los 91 paupérrimos uruquillas de. Huchusuma· y puente del Desaguadero. Vale .d~stacar que .la-versión paleográfica de .la TVGT no registra aquí la forma uruquilla, sino uriquilla, variante que parece haberse estabilizado para designar específicamente a ei¡te grupo de uros míseros, puesto que Garcilaso de . la Vega. (o Bias Valera), en el mismo capítulo en que pone a .los uros entre las naciones de indios "rudos , y t_orpes", se refiere igualmente a los "rudí,simos indios uri9~llas"(8). ' Finalmente, po'demos remitirnos a los
documentos estudiados y publicados por el propio N.W. relativos a mitma~ en el valle de Cochabamba, documentos en los cuales son mencionados diferencialmente, de un lado "uros de Paria", y, de otro, ·•uruquillas. 'auilagas", ' '-'.uruquillas de aullaga" o, simplemente, '. 'uruquillas' '.(9). 3 . . Deslinde uruquilla/puquina
Aquí cabe tratar de una afirmación equívoca de .N. Wachtel ~n el punto tercero de su comentax:io: ''Toda la interpretación de Alfredo Torero se funda -dice- en la identificación con :el uruquilla de la lengua que practican hoy los Chipayas, y hasta hace poco tiempo todavía los Irus-Itus de Jesús de Machaca" (el subrayado es mío). Luego ad1:1ce que los chipayas actuales llaman puquina a su lengua; que lo mismo sostiene un . cura en l 611 ; que los chipayas se entendían con los -Irus-ltus en su lengua particular, según su propia comprobación; y que, por tanto .. . queda el lector invitado a dudar de todo le;> contenido en mi artículo y a sospechar que el. uruquilla y el puquina son u~ solo y ¡nismo idioma, que los uruquillas y los uros son la misma gente; etc ...
Voy por partes: a) Los Ungüistas y los antropólogos esta
mos continuamente confrontados con situaciones complicadas (no enigmas ni misterios) en cuanto a las referencias a lenguas y pueblos: un solo nombre para variar realidades, una sola realidad con varios nombres, etc. Es parte de nuestro oficio, entonce_s, el poner el mayor cuidado en desenmarañar nuestro campo de investigación y, sobre todo, el poner orden entre nosotros mismos para en-
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tender lo mismo con las mismas palabras.
b) Tengo conmigo el documento de 1611 que cita -parcialmente- N. Wachtel, puesto que me fue suministrado en 1982 u 83 .por Thiérry Saignes. No lo he utilizado en mi trabajo justamente porque cualquiera de las hipótesis que formula Wachtel, y otras más, podría sugerirse para explicar la utilización por los chipayas de la designación de puquina para su idioma.
c) Debo dejar sentadas dos cosas: l) que estamos indiscutiblemente ante dos lenguas diferentes -llámeselas como se las llame-: la que testimoniaron Barzana y Oré en torno a 1600 y la que ha empezado a recogerse en Ancoaqui o Iru-Itu y Chipaya en el último siglo; 2) que otorgo a la Copia de curatos el más alto grado de confianza, puesto que se trata de un documento oficial del obispado de La Plata, elaborado en cumplimiento de una Cédula Real, precisamente para examinar, en cátedra, a los aspirantes a curatos, en el idioma específico que ca·da doctrina requería. Tal grado de autoridad no la concedo, en ·cambio, a un cura que como el Licenciado Tiezo, presentaba ante la Real Audiencia de Charcas una probanza de sus "méritos y servicios", tanto más cuanto que este clérigo no sabía él mismo el idioma que descubría que nadie sabía ... por lo cual recurría a un intérprete. Como continúa la probanza: " ... entendí que los dchos yndios ' [de Chipaya] nunca desde que nacieron se havian confesado porque no avia sacerdote en todo el obispado que supiese la lengua puquina que ellos hablan para cuyo remedio por medio de ynterprete hice y ordené otro chatecismo y confesionario en su lengua"( 1 O). Lo preocupante, entonces, no es deter-
minar quién es el culpable de que los chipayas confundan a los ~tnólogos de hoy; lo grave es que los etnólogos de hoy puedan sentirse tan fácilmente confundidos.
En otras palabras, por más que N.W. me asegurase que él es francófono, no dejaría yo de comprobar que su lengua materna es inconfundiblemente románica, y no la germánica que hablaban los francos.
Ahora, una aclaración necesaria . N.
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Wachtel afirma que debí "tener la cortesía de informarle directamente" de los resultados de mi trabajo, puesto que éste se funda en material que él recogió durante sus varias estadas entre los chipayas y que me entregó para una investigación que debíamos, en principio, realizar en colaboración. Creo que hay aquí confusión y olvidos:
En primer lugar, mi artículo actual se funda primordialmente en mi propia tesis doctoral (París, Sorbona, mayo de 1965), ya antigua en cuanto tiempo transcurrido desde su sustentación, pero válida hasta hoy por su contenido; prepararla me reclamó cinco años de labor intensa para lograr el descifre de los textos puquinas de Barzana y Oré, desentrañar las estructuras lingüísticas del puquina y proceder a su comparación con otros idiomas(lenguas arahuacas, quechua, aymará, uru-chipaya, araucano y, más tarde, en 1 966, callahuaya que recogí en trabajo de campo en Bolivia). Para la comparación con uro-chipaya utilicé los materiales recogidos por varios estudiosos, entre ellos A. Métraux y, sobre todo, Jehan Vellard, tratando, además, con estos últimos como alumno y amigo. Hube sentado en mi tesis que puquina y uru-chipaya no eng1_lenguas emparentadas hasta donde podíamos avanzar en el estudio comparativo y que se diferenciaban entre sí como cualquiera de ellas se distinguía del quechua o del aymará. Parte de los resultados aparecieron, 'como he indicado, en mi artículo "Lingüística e Historia de la Sociedad Andina", de 1970.
·En segundo lugar, fue N.W. quien me solicitó, hacia 1976, que le suministrase la lista de vocablos puquinas que yo había logrado descifrar, porque él deseaba comprobar personalmente, en directo trabajo de campo, cómo reaccionaban los chipayas ante las palabras puquinas y qué términos empleaban a su vez para expresar los significados rnrrespondientes; accedí a su pedido, y él, más tarde, me hizo entrega de una copia de las cintas grabadas, y, por mi parte, le ratifiqué lo que yo ya sabía desde años afrás: que puquina y uro-chipaya eran lenguas distintas. No hubo acuerdo, en culmto tengo memoria, para investigar el problema "uro-puquina'' . en colaboración; de haber existido éste, N.W. habría debido tener la cortesía de comunicarme antes de su publi-
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cación el contenido de al menos uno de sus artículos, " Hommes d'eau", de 1978, trabajo en el cual subyace el conocimiento vivido de las radicales diferencias lingüísticas entre chipaya y puquina, conocimiento que sólo pudo partir del manejo de un vocabulario puquina cuyo establecimiento me había requerido años de labor.
Dicho esto , no dejo de reconocer -y no he omitido consignar los crédito~ debidosque las listas de vocablos chipayas recogidas por N. Wachtel, al ir pareadas con mis listas puquinas, me han posibilitado una más consistente base de comparación que la permitida por los precedentes vocabularios de hablas uruquillas, con sus inevitables vacíos ; por lo cual he podido rectificar los porcentajes de comunidad léxica entre el puquina de Barzana y Oré y el uruquilla, representado ahora por el ·chipaya de Wachtel.
Por último, en lo que respecta a la validez de la identificación de los nombres históricos de puquina y uruquilla con determinadas entidades lingüísticas sobrevivientes o registradas, la demostración es fácil en cuanto al puquina , porque la Coj>ii de curatos lo consigna, entre otros lugares, para el pueblo de Charazani, y es precisamente en torno a este pueblo boliviano donde se habla hoy el callahuaya, idioma de elevado porcentaje de comunidad léxica con el puquina de Oré. El enlace entre el uruquilla de la Copia de curatos y el actual uru-chipaya puede establecerse a través de un documento no lingüístico , la Tasa de la Visita General de Toledo; ésta menciona a los uruqui!las (uriquillas) del pueblo de Huchusuma, sobre el río Desaguadero, en tanto que Jehan Vellard estudió hace unos decenios la cultura y la lengua de los ochosumas, que estaban poblando virtualmente la misma área, al borde del Desaguadero.
4. Relación puquina-callahuaya Es probable que a fines del siglo XVI lo
que llamamos puquina fuera ya no sólo una lengua "muy varia", sino una familia lingüística, o un complejo dialectal plurilingüe , cuyos exponentes, sin embargo, no difetían a un punto tal que no se percibiese su unidad de conjunto. Es probable, asimismo, que una de sus variedades se hubiese difundido ampliamente unos pocos siglos antes y hubiera estado cumpliendo el papel
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de lengua de relación en el área de influencia altiplánica , tal como la variedad IIB-C (Chínchay) del quechua lo hacía en casi todo el ámbito andino . Tal vez por eso el Virrey Toledo reconoció en 157 5 al puquina como una de las tres lenguas generales del Perú ; y quizá así lo entendía Alonso de Huerta cuando, en 1615 , escribió-que en el reino del Perú, "por ser tan extendido y grande",
" . .. hay [lenguas] generales para provincias, con que, fuera de las maternas, se hablan los de cada provincia o reino distinto, como es la de Chile, los chiriguanaes, la aymará, la puquina, la pescadora de los valles de Trujillo , que todas son muy diferentes unas de otras. Además de todas estas lenguas, hay una que se llama quechua o general, por ser la lengua que hablaba el Inca . . . "(11 ).
Sin embargo, de haber existido efectivamente esa variedad general, ya a fines del siglo XVI habría estado cediendo rápidamente al aymará el rol de idioma de relación, con lo cual saldría a luz la marcada fragmentación dialectal del puquina\
Aplicando el cálculo glotocronológico al cotejo entre el puquina de Oré y el callahuaya actual -aunque considerando la cifra resultante como aleatoria y débilmente indicativa- , se obtiene como época de separación de estos idiomas los siglos tercero a quinto de nuestra era ; esto es, una profundidad temporal similar a la estimada para las expansiones iniciales del proto-quechua y el proto-aru.
No obstante, en este caso el alto porcentaje (64.440/0) de comunidad en el vocabulario básico cobra su mayor importancia, no sólo como indicador de tiempo de separación, sino como prueba de parentesco.
Rodolfo Cerrón disiente de mi conclusión en este punto, si bien lo hace con un razonamiento no coherente, puesto que, de un lado, acepta no haber duda de que "el callahuaya surgió como lengua profesional en boca de antiguos puquinahablantes que devinieron posteriormente en quechua y/o aimara parlantes" y, de otro , se inclina a pensar que "la relación histórica existente entre el callahuaya y el puquina es una de contacto íntimo antes que de parentesco" y que " subsumirlos en un mismo grupo lingüístico equivaldría, por ejemplo, a consi-
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derar el inglés como lengua románica, por el hecho de registrar no sólo un alto porcen~aj e. léxico, sino también algunos sufijos denvac1onales de origen latino" .
Aparte de que callahuaya e inglés surgen de situaciones· no comparables (para hacer un correcto paralelo tendría que darse un ejemplo de hablantes originariamente de lengua románica que hubiesen asumido en gran parte la gramática de una lengua germánica), R. Cerrón desconoce al parecer la relevancia del cotejo fundado en lo que la lexicoestadística denomina ''vocabulario básico" , esto es, las 100 plllabras que en todo idioma han mostrado tener la mayor resistencia al cambio a través del tiempo.
Aplicando este criterio, se halla que mientras el puquina de Oré y el callahuaya exhiben en vocabulario básico una comunidad léxica de 64.440/0, volumen que estimo definitivamente probatorio de parentesco, la cifra de latinismos o romancismos en el inglés no excede de cinco o seis por ciento de la lista básica , índice que se explica meramente como asimilación de préstamos.
Bien dice , entonces, Bernard Pottier que " el estatuto lingüístico del callahuaya, con su morfología esencialmente quechua y elementos léxicos afines a los del puquina, lo pone aparte como lengua mixta ligada a una población específica" . Creo que a la lingüística comparativa le cabe hoy la im portante tarea de abordar el estudio de los procesos de convergencia con tanto o más ahínco que los de divergencia, para poder avanzar con pasos más seguros en la clasificación de los idiomas. El contacto entre lenguas puede producir diversos grados de contaminación e, inclusive , llegar a ser tan íntimo que surjan lenguas mixtas clasificables en distintos grupos ·lingüísticos a la vez ; como es el caso del idioma de los callahuayas, " retoño" de puquina y quechua nacido en respuesta a las necesidades de secreto profesional, de mayor radio de acción y de economía idiomática.
S. El puquina; espacios y tiempos
He indicado cómo es un tema por investigar la ubicación precisa de los sitios de habla puquina dentro de la diócesis delCusco , desde el noroeste del Collao hasta las cercanías del Cusco mismo. Que el idioma estu .. vo presente en esas regiones es indudable,
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al menos para el noroeste collavino. Garcilaso de la Vega (a quien posiblemente copió Vásquez de Espinoza) menciona a puquinas entre Quiquijana y Chungara (Chuncara), cuando relata las conquistas que hizo el inca Sinchi Roca al sur del Cusco : "Los indios de las naciones puquinas y Canchi . .. fueron fáciles de obedecer al Inca y someterse a su Imperio, y en espacio de los años que vivió, poco a poco , . .. ensanchó sus términos por aquella banda hasta el pueblo que llaman Chuncara" ( 12).
cerrón desecha la posibilidad de que el puquina hubiese sido hablado cerca del pueblo de Andahuailillas, para lo cual cita una conjetura de Mannheim (l 985), quien supone que la inscripci.ón en puquina que hay en la iglesia de ese pueblo fue obra de los jesuitas, pero sólo como una manera de exhibir su vocación plirilingüe ; la conjetura, sin embargo, es totalmente inválida porque la iglesia fue hecha construir en los últimos años del siglo XVI por los dominicos, quienes continuaron en ella durante la primera mitad del siglo XVII, siendo reemplazados después por sacerdotes seculares. Los jesuitas la tienen a su cargo sólo desde 1968, hace menos de veinte años . . .
En lo que atañe a las vertientes marítimas del- sur del Perú y norte de Chile, en 1792 el intendente de Arequipa, Antonio Alvarez y Jiménez, provee una importante información sobre la situación lingüística del área al escribir que "no será fácil la total abolición I de las lenguas nativas] en muchos pueblos de los partidos de Condesuyos, Caylloma, Tarapacá y Arequipa , que hablan la Quichua (,) en el de Moque gua ·1a Coli y Aymará , en el de Arica la Aymará y en el de Camaná ( .. . )la Quichua . .. "(13). Esto es, que a fines del siglo XVII la lengua aymará había sido desplazada por la que~a de los Condesuyos y de Cailloma todavía aymaraes dos siglos antes, y qu~ la aymará estaba reemplazando a la coli (puquina) en el partido de Moquegua.
En cuanto a la fecha de "extinción" del puquina (punto 4 de Cerrón), el abate Lorenzo Hervás continúa señalando su existencia en 1800, en medio de un área de quechua generalizado, pero sin precisar lugares, así como también en Pucarani, cerca de la orilla sur del lago Titicaca, en zona de predominio aymará(l4). Para mí, como in-
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diqué, sobrevive en el callahuaya actual. El informe de Clemente Almonte de
1813, sobre el Curato de Andahua, en el partido de Condesuyos, me fue dado a conocer por Luis Millones hace casi veinte años, pero no lo he considerado en mi artículo porque sus referencias a idiomas son demasiado vagas e inseguras. Cerrón transcribe incorrectamente el informe, el cual dice: "El idioma general en estos pueblos es la quichua, la aymará, coli, puquina, isapi y chinchaysuyo hablan en otros: entienden los varones algo de castellano y uno que otro lo habla aunque imperfecto"( 15).
Es obvio que en este párrafo con fallas de puntuación, la primera frase concluye en la palabra quichua y la segunda empieza en la aymará y sigue con la mención de idiomas de otros pueblos situados quizá a centenares de kilómetros del curato de Andagua . Para redundar, la información del intendente de Arequipa antes citada se refería ya en 1792 sólo al quechua como idioma nativo hablado en el partido de Conde-suyos. .
Por su parte, Willem Adelaar, como respondiendo a una sugerencia que me dirige Albó, aborda a través del análisis de la toponimia y de su distribución geográfica la cuestión de los espacios que ocupó el puquina, aportando valiosas observaciones resultantes del trabajo de campo que efectuó a fines de 1984 en las vertientes marítimas de los departamentos peruanos de Arequipa, Moquegua y Tacna.
Su exploración le permitió, asimismo, comprobar sobre el terreno la extinción del puquina en el área, así como determinar, en el departamento de Moquegua -foco todavía en l 792 de resistencia del puquina coli frente al avance del aymará- cómo lenguas invasoras: aymará, quechua y castellano, tienen hoy repartido el territorio. Sabemos de este modo que el antiguo "santuario" puquina de Carumas es parte ahora del núcleo de resistencia aymará frente a la progresión del quechua, idioma que, ausente aún del escenario dos siglos atrás, ha ganado ya, en su marcha al sur, las tierras altas de Moquegua, desde las cuales antes el aymará amenazaba al puquina.
Retirando las formas 'intrusas' de notorio origen aymará o quechua, Adelaar retiene algunos segmentos toponímicos, como
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waya, laque, coa (los dos primeros, segmentos finales), que postula -a mi parecer, con entero fundamento- como puquinas, y señala que toponimia puquina se encuentra también al norte (o nororiente) .del lago Titicaca
En efecto, tienen mucho en común los nombres no aymaraes y no quechuas de lugares del Collao y de las vertientes amazónicas y las vertientes pacíficas de las cordilleras que circundan la cuenca collavina. Si bien en el Perú no se expende, por razones de "seguridad nacional'', las cartas geográficas pormenorizadas de zonas fronterizas que elabora e!' Instituto Geográfico Nacional (Militar) -lo cual me ha privado de obtener material comparativo abundante del sector oriental del departamento de Puno y del sector meridional de Puno y Tacna-, con sólo comparar los mapas a escala mayor se hacen evidentes las semejanzas. Limitándose uno a seguir el segmento terminal -baya (o -huaya o paya, y -vaya en los documentos antiguos), aparecen al oeste del Collao, en territorios hoy peruanos o bolivianos, los nombres Carabaya (Callahuaya), Iscanhuaya (un recinto fortificado), Quiabaya, Milluhuaya; y al sur del lago, Yaribaya(l6); más alejados, al sur, Sabaya y Chipaya, en el departamento boliviano de Oruro, y Sibaya en el valle alto de Tarapacá, en Chile.
Sin embargo, desconozco el significado de esta terminación toponímica. En su vocabulario castellano-callahuaya, Oblitas Poblete traduce por "fortaleza" la secuencia k'atu jewaya, donde k'atu significa "grande" y "alto", pero no consigna el sentido dejewaya.
Un segmento terminal asignable, igualmente, a un habla puquina es mani, que parece entrar en nombres de cerros altos. En el departamento boliviano de La Paz se tiene a los nevados Chachacomani e Illimani y al pueblo de Chulumani, y en el departamento peruano de Tacna los poblados de Chucatamani, en las nacientes del río Sama, y Lucumani, en un afluente del río Locumba, así como el volcán Yucamani ( de 5508 metros de altura) en las nacientes del Locumba. Oblitas Poblete registra minu ''cerro".
Indudablemente, débese estudiar de manera exhaustiva la toponimia de toda el
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área altiplánica y de las cordilleras y vertientes que la encierran, para poder formular luego conclusiones más seguras. De igual modo, se tiene que realizar con mucha urgencia el estudio de las hablas callahuayas sobrevivientes, puesto que a menudo se encuentra no coincidentes las formas que para significados equivalentes recogieron Oblitas Poblete y Girault, o se halla un número al parecer excesivo · de sinónimos, como es frecuente en el vocabulario de Oblitas Poblete , lo cual lleva a la sospecha de haber sido colectado en diferentes poblados del área callahuaya.
Así, por ejemplo, en tanto que para "cerro" Girault consigna tutu wasan y mitta, Oblitas transcribe tteka, tuti, itu y minu. El texto puquina de Oré, a su vez, suministra una forma diferente: chata (con la variante condicionada Data). itu participa posiblemente en la composición de los nombres Chucuito e Iru-Itu; y chata en la de Quimsa Chata "las tres cumbres" (kimsa ''tres" en quechua) , pequeña cadena montañosa que separa a Guaquí del Desaguadero, y Locochata "cerro loco", garganta a 4,500 metros de altura en la misma cadena( 17). El nombre Quimsa Chata se asigna también a un volcán con tres cráteres que está a unos cien kilómetros al sur del Cusco, cerca del pueblo de Santiago de Cacha(l8). Ninguno de tales vocablos tiene antecedentes en las lenguas uruquilla, aymará ni quechua. El empleo del numeral quechua kimsa en referencia a las características de la formación rocosa (tres elevaciones) ha contribuido, en los dos casos indicados, a "congelar" en esos topónimos el significado de la voz puquina chata.
6. El aymará; área de constitución. Pide Javier Albó una mayor fundamen
tación a mi tesis de que el aymará se configuró como tal en la cuenca del río Pampas. Debo precisar, primero, que entiendo por cuenca del Pampas el territorio que va desde las nacientes de este río, cerca de la altiplanicie de Choclococha, hasta su confluencia con el río Apurímac; y, segundo, que me atengo para esta postulación a las informaciones existentes. No hay datos acerca de la situación lingüística reinante en el siglo XVI en torno a las ciudades de Ayacucho y Huanta, en el norte del departamen-
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to de Ayacucho, ni tampoco de la altiplanicie misma de Choclococha, departamento de Huancavelica.
Con las informaciones que poseemos, gracias en especial a las contenidas en las "Relaciones Geográficas de Indias", elaboradas hacia 1586, podemos hacer un cuadro de distribución de idiomas que, para la antigua provincia de Vilcasguamán, hoy provincias ayacuchanas de Cangallo y Víctor Fajardo, nos presenta contendiendo al aymará y al quechua ; al sur de Vilcasguamán, en la mitad septentrional de la provincia también ayacuchana de Lucanas, hallamos al quechua generalizado, pero igualmente -aunque dispersas y aisladas entre sí- a varias hablas que fueron designadas como hahuasimis y que eran en realidad idiomas de la familia aru, parientes por lo tanto del aymará, si bien ya no reconocidos como tales por su marcada diversificación (en situación similar a la del haqaru y el kauki de la provincia limeña de Yauyos).
En la región de los soras (pueblos ubicados entre la provincia de Lucanas y la de Aymaraes, departamento de Apurímac) se hablaba aymará y , asimismo, hahuasimis, que tampoco llegaron a ser identificados como i9iomas arus. Finalmente, en la cuenca media y alta del río Majes (o Collca) el aymará colindaba con varios idiomas "particulares" y "antiquísimos", que, por la situación, he supuesto hablas puquinas, pero que también pudieran haber sido arus hahuasimis.
El aymará, de este modo, se encontraba en el siglo XVI enmarcado por el quechua Chínchay (Q.IIB-C) que avanzaba desde el oeste ; por el quechua Wáywash (Q.I) asentado al noroeste desde el valle del Man taro ; por las lenguas de la selva al noreste; y al sureste, por la vieja área puquina en la que penetró tardíamente .
Es evidente , entonces, que el movimiento expansivo del aru aymará siguió inicialmente la dirección oeste-este, hacia las serranías de los departamentos de Apurímac y Cusco, y que tal movimiento sólo pudo cumplirse a partir de la cuenca del Pampas en dirección del Cusco , y no a la inversa.
Otra información de mucho peso se halla en la "Relación de la provincia de Vilcasguamán", donde se dice que en las localidades de Chiqui y Apongo se habla "el
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aymará corrupto"(l 9). Estos dos pueblos se ubican justamente en la linde entre el área aymará de la provincia de Víctor Fajardo y el área de los hahuasimis de la provincia de Lucanas. Existía, pues, allí -y sólo allí, hasta donde sabemos-, entre el aru aymará plenamente reconocido como tal y los arus hahuasimis ya no percibidos como relacionados con el aymará, una franja de transición cuyos pobladores empleaban "un aymará mal hablado". La existencia de esta franja de transición es tanto más significativa cuanto que dentro de regiones de hablantes quechuas o aymaraes como las de los lucanas, soras y collaguas, se pasaba sin transición a zonas pequeñas y aisladas de hablas no inteligibles para los primeros; frente a tales hablas "particulares y antiquísimas" el aymará, y con mayor razón el quechua, eran indudablemente idiomas de presencia reciente. 7. El ingreso del ayrnará en el Altiplano
Thér~se Bouysse-Cassagne y Nathan Wachtel oponen a mi afirmación de la procedencia norteña del aymará "los últ-imos trabajos" sobre las migraciones aymaraes venidas del sur. N. Wachtel cita a Teresa Gisbert y T. Bouysse a John Hyslop.
Pues bien, aparte el hecho de que los datos principales que maneja T. Gisbert han sido conocidos y discutidos desde tiempo atrás, y aparte también el error de T. Bouysse cuando hace decir a Hyslop lo que éste no escribió (Hyslop se refiere a Cu timbo, no a Coquimbo, en las alturas de Chucuito, y sospecha que Cieza se confundió dada la similitud fonética de ambos nombres); aparte todo esto -digo-, no hallo contradicción alguna entre los aymaraes invadiendo desde el norte y conquistando desde el sur.
Una vez más, las informaciones de la Copia de curatos vienen a darnos luz sobre lo que pudo haber sucedido, cuando contrapone la situación lingüística de la mitad meridional del Altiplano, casi enteramente aymarizada hacia 1600 (pese al importante bolsón puquina entre La Puna, Potosí, Quila Quila, La.Plata y Yotala), a la mitad septentrional, · la circun-Titicaca, en la cual el aymará sólo se había asentado sólidamente sobre la banda de Orcosuyos, aunque no en la totalidad de ésta, mientras en el
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resto de la cuenéa predominaba el puqúina. Si a esta información lingüística se ro
man los relatos recogidos por ciertos cronistas tempranos, en particular por Cieza de León -a cuyas versiones reconozco la calidad de "noticias frescas" - acerca de la conquista por Cari del sector suroccidental de la cuenca y de la isla de Titicaca y acerca también de sus batallas contra el collacápac Zapana -batallas a las que pusieron fin los ejércitos cusqueños-, no podemos dejar de concluir que cuando escribía Cieza, a mediados del siglo XVI, las conquistas aymaraes en territorio collavino eran acontecimientos bastante recientes. Se llega, incluso, a tener la impresión de que los collas, o puquinas collavinos, se vieron amenazados a la vez por diversos frentes y fueron atacados y desbordados casi simultáneamente por los aymaraes lupacas desde el suroeste y por los cusqueños desde el noroeste.
Más aún, los pobladores de la provincia pacase, tanto los descendientes de oriundos del lugar, étnicamente umasuyos, cuanto los de origen foráneo, "serranos" aymaraes provenientes de las sureñas cordilleras de Carangas, convenían en afirmar hacia 1586 que los indios serranos habían descendido de las alturas y se habían asentado en las tierras bajas del sureste del lago sólo a raíz de su derrota por los incas(20).
Nada, entonces, impide -ni los datos lingüísticos ni los documentos históricosasumir las conclusiones arqueológicas que presenta Ruth Shady y postular que invasores aymaraes, venidos originariamente del norte en una o más oleadas, siguiendo las tierras altas de la Cordillera Occidental andina, no pudieron vencer al comienzo, por largo tiempo, las defensas de los puquinas collavinos y debieron continuar su avance mucho más al sur hacia quizá la puna atacameña, pero atacando a las poblaciones puquinas y uruquillas (y/u otras más) de la mitad meridional del Altiplano, hasta quebrar su capacidad de resistencia -capacidad indudablemente menor que la del sector septentrional, dadas las condiciones naturales que no permiten allí una alta densidad poblacional-.
Una vez afianzados en la región meridional, algunos contingentes aymaraes habrían contramarchado tiempo después hacia el norte, hacia el Callao, aprovechando lasco-
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yunturas favorables generadas por la expansión cusqueña, y penetrado finalmente allí, en una suerte de prolongado rodeo para alcanzar al fin, siquiera parcialmente, la ambicionada tierra collavina.
En tanto los grupos aymaraes (lupacas y pacases) se instalaban en las costas del lago Titicaca, otros grupos permanecieron asentados en el sur del Altiplano, con lo cual el idioma aymará se fue diversificando en variedades no muy marcadamente distintas, pero sí lo suficiente como para que, a principios del siglo XVII, Ludovico . Bertonio señalara la existencia de varias "naciones" aymaraes, con rasgos lingüísticos particulares, en especial la de los Charcas(21 ).
En territorio chileno, algunos topónimos son obviamente aymaraes, tan al sur como Copiapó (de qopi-yapu "tierra de olleros"); además, el idioma araucano muestra algunos préstamos aymaraes, como el nombre del número 100: pataka (y no la forma pachak del quechua sureño). Casos como éste podrían esgrimirse para argumentar contactos pre-incaicos entre aymaraes y pueblos del Chile actual; pero la explicación de ellos bien puede encontrarse meramente en el hecho de que el aymará fue el idioma del imperio cusqueño cuando Túpac Yupanqui conquistó Chile y que continuó estando masivamente presente en el sur andino antes que lo hiciera el quechua.
Las grandes ciudades amuralladas descritas por Hyslop para el suroeste del Collao no serían, pues, obra de los invasores aymaraes, como este autor ha supuesto, sino construcciones defensivas de los collas destinadas a disuadir a los aymaraes de atacar las tierras bajas, así como para proteger sus ganados y mantener abiertas sus rutas hacia los valles de la costa.
La misma función protectora frente a la amenaza de los aymaraes posesionados del Altiplano meridional habrían cumplido las numerosas pucaras o aldeas defensivas que, instaladas en las nacientes de los valles desde el norte de Chile hasta el noroeste de Argentina, acordonaban las punas de Carangas, Lípez y Atacama, según describe R. Shady reseñando los estudios de investigadores chiienos y argentinos.
La presencia en la mayoría de esos sitios de "componentes de estilo negro sobre rojo o versiones locales de él" que los vinculan
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de ese modo con el estilo Collao del Altiplano septentrional, hacen pensar como posible que una variedad del puquina se hubiese extendido como lengua general en la época por toda el área de influencia collavina, antes que el avance aymará y, sobre todo, la conquista inca, que favoreció de muchos modos a los pueblos aymaraes (con cesiones de tierras en las yungas occidentales y orientales y respaldo político pleno como ejecutores de los designios imperiales), llevasen la opresión y la marginación a los demás pueblos, sus culturas y sus lenguas.
La ausencia de poblados defensivos durante el Formativo Pucará, los períodos Tiahuanaco Clásico y Expansivo y la fase primera de las culturas Altiplano pudo deberse al establecimiento progresivo de redes de intercambio económico y cultural que, centradas sobre el Collao, canalizaron un flujo multidireccional de recursos variados y complementarios entre el noroeste y el sureste, el litoral y las vertientes del Pacífico y las vertientes y los llanos amazónicos.
La construcción, en cambio, de fortificaciones y pueblos amurallados del · siglo XIII al XV y el consiguiente aminoramiento , la interrupción tal vez, del flujo de intercambios, sólo son explicables por la interposición violenta de gente forastera, ajena a las milenarias tradiciones altiplánicas de complementación multirregional.
Por sí sola, esa reacción defensiva generalizada, con su casi centenar de pueblos fortificados como testimonio, es prueba suficiente de cuánto de utópico tiene el modelo de archipiélagos multiétnicos postulado por John Murra. Unicamente la fuerza del imperio cusqueño victorioso a lo largo de los Andes hizo posible el despojo de la gente yunga y la entrega de parte de sus fierras a los jefes aymaraes aliados de los incas.
Cabe destacar, en fin, cuán fructífero se muestra el enfoque interdisciplinario, como lo señala el arqueólogo Arturo Ruiz. Espero que este tipo de labor conjunta de especialistas en diversos campos de la ciencia (de la ciencia social en particular) se amplíe y profundice para avanzar en el conocimiento más pronta y acertadamente. 8. El quechua en el noroeste del Collao.
Adelaar subraya la adopción por el que-
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chua de Azángaro, Lampa y Melgar, noroeste de Puno, de sufijos aymaraes prestados junto con algunas de las reglas de eliminación vocálica características del aymará y las demás lenguas aru, y ve en estos casos un ejemplo "bastante espectacular de substrato aymará", que iría contra mi hipótesis de pasaje directo del puquina al quechua en esa área, sin una fase intermedia.
Si bien es conveniente el estudio de todo el quechua puneño, a fin de determinar si la contaminación con el aymará que se percibe en las provincias aludidas ocurre o no en la región de Capachica y Coata, donde la Copia de curatos denuncia hacia 1600 un incipiente proceso de quechuización, no de aymarización, estimo que los casos examinados por Adelaar no reclaman invitablemente una etapa intermedia de empleo extendido del aymará para ir del puquina al quechua y que basta constatar la situación de cerco· y permanente acoso por parte del aymará a que se han visto sometidos en ese sector antiguamente el puquina y actualmente el quechua. Compárese, salvando las diferentes antigüedades de cada proceso, la situación del quechua de Puno con la del idioma rumano, rodeado por pueblos principalmente eslavos y contagiado de eslavismo en la fonética, la gramática y el léxico.
La quechuización del noroeste collavino debe haberse producido más o menos simultáneamente y en vinculación con la de canchis y Canas, e incluso Collaguas, y haberse acelerado a Jo largo del siglo XVII. Bien advierte Albó cómo el cronista aymará Yamqui Sallcamaygua, pese a su manifiesto orgullo genealógico, hace en su crónica, de comienzos de ese siglo, más uso del quechua que del aymará . Débese estudiar, por esto, el quechua actual de esas ex provincias aymaraes, puesto que tal vez desde allí viene este quechua puneño tan transido de aymarismo.
De todos modos, el aymará nunca llegó a cerrar el cerco en torno al lago Titicaca: se lo impidió la marcha de la historia colonial, que favorecía al quechua.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
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nes de la Casa de la Cultura del Perú. Lima, 1964, pág. 14.
2) Visita ... Chucuito, op. cit., pp. 140-141.
3) "Relación de la provincia de los Pacajes" [ 15 86?]. En: Relaciones Geográficas de Indias. Madrid, 1885, tomo 11, pág. 54.
4) Nathan Wachtel, "Les Mitimas de la Vallée de Cochabamba. La politique de colonisation de Huayna Capac' ', Journal de la Société des Américanistes, tomo LXVII , París, 1980-1981; anexo l, pp. 318-320.
5) lbidem, anexo 2, pp. 321-324.
6) Antonio Vásquez de Espinoza, Compendio y descrirción de Las Indias Occidentales [1629 . Ed. The Smithsonian Institution. Washington, 1948, pp. 571-572 y 574-575.
7) Tribunal del Poopó, Expediente 1 O [años de 1593-1679], citado por N. Wachtel en "Les Mitimas ... "; véase en particular pág. 301.
8) Garcilaso de la Vega. Los Comentarios Reales de los Incas, Libro Séptimo, capítulo IV.
9) N. Wachtel, "Les Mi timas ... ", anexo 1, pp. 318-320.
10) Probanza de Diego de Tiezo, 1611. AGI Charcas 87.
11) Toribio Medina, La Imprenta en Lima. Amsterdam, 1965, tomo I, pág. 141.
12) Garcilaso de la Vega, ob. cit., Libro primero, cap. XVII, y Libro segundo, cap. XVI.
13) Citado por Luis Millones, "Pastores y Tejedores de los Condesuyos de Arequipa : Un informe etnológico al Concejo de Regencia ( 1813)", Boletín de la mblioteca Nacional, 57-58:4. ·Lima, 1971.
14) Lorenzo Hervás y Panduro. Catáloao de las Ienauas de las naciones conocidas. Madrid, 1800, vol. I, pág. 245.
15) Citado por L. Millones, "Pastores ... ", pág. 8.
16) "Relación de la provincia de los Pacajes", op. cit. pág. 62.
Revista Andina, año 5
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17) Jehan Vellard, Dieux et Paria des Andes. Ed . Emile-Paul. París, 1954 pp. 120-121. '
18) Luis E. Valcárcel. Etnohistoria del Perú Antiguo. Ed. Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima, 1959 pág. 148. '
19) "Descripción fecha de la provincia de
No. 2, Diciembre 1987
Vilcasguamán . .. " [1586] . En: Relaciones Geográficas de Indias. B.A.E., vol. I, pp. 205-219.
20) "Relación de la provincia de los Pacajes", op. ~it., pp. 57-5 8.
21) Ludovico Bertonio . Vocabulario de la Len¡ua Aymará. Juli, 1612, páginas introductorias y pág. 398.
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