lecturas y reflexión para el día de la familia eustaquiana

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LECTURAS Y REFLEXIÓN PARA EL DÍA DE LA FAMILIA EUSTAQUIANA Ef. 5, 25-30 Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada. Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia, pues somos miembros de su Cuerpo. PALABRA DE DIOS. Comunidad Eustaquiana, la presencia de Dios está desde los inicios de la creación y habita en nuestros corazones desde el momento en que somos engendrados. La gracia del Padre Santísimo se hace gloria cuando nosotros encontramos una persona con la cual empezamos a hacer realidad esos sueños de construir familia. Un hombre y una mujer deciden escribir un proyecto de vida partiendo desde sus intereses particulares, pero que en el andar, se hacen intereses comunes, de dos, donde el AMOR juega un papel fundamental. No es lo primero el tener hijos, no es lo primero el tener un coche o viajar a París; lo primero es conocerse y saber si los dos son capaces de soportarse, de entender las debilidades el uno del otro, de comprender que cada uno viene con una vida ya recorrida, que cada uno entienda que no son iguales, que se acepten desde la diferencia que poseen y es desde ahí, donde se empieza a construir FAMILIA.

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Con este escrito pretendo que todas las personas que lo lean, se acerquen un poco más a la construcción de FAMILIA y que de ahí se parta a la construcción de una COMUNIDAD de AMOR.

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Page 1: Lecturas y reflexión para el día de la familia eustaquiana

LECTURAS Y REFLEXIÓN PARA EL DÍA DE LA FAMILIA EUSTAQUIANA

Ef. 5, 25-30

Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada.

Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia, pues somos miembros de su Cuerpo.

PALABRA DE DIOS.

Comunidad Eustaquiana, la presencia de Dios está desde los inicios de la creación y habita en nuestros corazones desde el momento en que somos engendrados. La gracia del Padre Santísimo se hace gloria cuando nosotros encontramos una persona con la cual empezamos a hacer realidad esos sueños de construir familia.

Un hombre y una mujer deciden escribir un proyecto de vida partiendo desde sus intereses particulares, pero que en el andar, se hacen intereses comunes, de dos, donde el AMOR juega un papel fundamental.

No es lo primero el tener hijos, no es lo primero el tener un coche o viajar a París; lo primero es conocerse y saber si los dos son capaces de soportarse, de entender las debilidades el uno del otro, de comprender que cada uno viene con una vida ya recorrida, que cada uno entienda que no son iguales, que se acepten desde la diferencia que poseen y es desde ahí, donde se empieza a construir FAMILIA.

El mundo de hoy no necesita grandes empresarios de cosas materiales, no necesita líderes de procesos banales, no necesita modelos de revistas y mucho menos, no necesita seres arrogantes, insensibles, autoritarios, masoquistas, machistas y retrógrados. El mundo de hoy, la sociedad de hoy, necesita grandes empresarios de hogares, seres sensibles, dialogantes, modelos de la verdad y la entrega, seres que le encante hablar con su pareja, con sus hijos, seres que construyan comunidad.

Dios desde el momento en que decidió enviar a su Hijo al mundo para que nos enseñara a vivir como hermanos y que diera su vida para el perdón de nuestros pecados, escogió a una humilde mujer para que convirtiera en ejemplo de MADRE, y escogió a un hombre trabajador para que se convirtiera en ejemplo de PADRE.

Page 2: Lecturas y reflexión para el día de la familia eustaquiana

La palabra AMOR es un ágape, es un compartir permanente, es un apoyo incesante, es una lucha creada desde la unidad, es ver lo bello en todo momento, es ver la luz donde hay oscuridad, es tener la verdad como pilar del hogar, es como dice la canción del cantautor español JOSÉ LUIS PERALES: “es comprenderme tú y perdonarte yo”.

Construir familia es una entrega permanente y total, tal como lo hace Cristo con la Iglesia, es ese dar y dar con la satisfacción de que lo entregado es la manifestación pura del AMOR que Dios pone en nuestros corazones para colocarlo al servicio de los demás.

La FAMILIA es la más grande creación humana que el hombre puede hacer, ya que además del aporte que él haga, necesita que la pareja comprenda que son dos construyendo un UNO.

Hoy necesitamos padres y madres que tiren para el mismo lado, que hablen el mismo lenguaje, que tengan los mismos sueños, que bailen el mismo vals y que crean en lo mismo. Hoy necesitamos padres y madres llenos de bondad y creatividad, llenos de humildad y sabiduría, llenos de ternura y dedicación, llenos de confianza y verdad.

Los miembros de la familia se deben y tienen que cuidar de manera permanente. El esposo cuida a la esposa como la esposa lo cuida a él y los dos, cuidan de los hijos como su más preciado tesoro.

Como lo dijera el Papa Juan Pablo II: “La Familia: don y compromiso, esperanza de la humanidad”. Es en la familia donde se centra la gran esperanza del mundo, porque ella es el núcleo de la sociedad, porque ella es el centro de la formación en valores, porque ella es el manantial donde debe brotar el amor fecundo, porque formar una familia es un don exclusivo de los que creen en Dios, de los que creen que el compromiso de todo cristiano es hacer la voluntad del Padre Creador: “la voluntad de Dios e vuestra santificación” (1 Ts. 4, 3).

La familia ha sido considerada como la expresión primera y fundamental de la naturaleza social del hombre y tiene su origen en la comunión conyugal o “alianza”, por la cual el hombre y la mujer “se entregan y se aceptan mutuamente”.

La familia está encaminada a la fidelidad. Esta fidelidad es una invitación permanente a la objetividad, donde cada uno de los cónyuges deja de pensar en su bienestar individual y piensan en lo que es bueno para los dos, donde el relativismo desaparece y llega la sabiduría. Una sabiduría que va de la mano con el crecimiento de los dos como pareja.

Ser buenos esposos implica ponerse en las situaciones del otro de cuando en vez, implica vivir en función de lo que es la palabra HOGAR, implica ser amantes, novios, amigos, cómplices, críticos, soñadores, implica ser quien espera y quien da, implica que el OTRO sea el YO y que el YO sea el OTRO.

Page 3: Lecturas y reflexión para el día de la familia eustaquiana

Ef. 6, 1-4

Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor; porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, tal es el primer mandamiento que lleva consigo una promesa: Para que seas feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos más bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor.

PALABRA DE DIOS.

Se dice que la bendición de un hogar son los hijos, que los hijos son fruto del amor, que los hijos son la prolongación de lo somos como seres humanos, que son lo más puro de una relación.

¿Y si es así, por qué entonces nuestros hijos a veces son un tormento y no una bendición?

Nuestra sociedad se ha inclinado hacia un abismo cada vez más profundo, donde la tecnología y la televisión violenta que absorbe, arrastra a la juventud sin compasión, los vuelve entes, y donde los padres y las madres, cada vez más ocupados en otras obligaciones, se han desentendido de su primera y más importante tarea: SUS HIJOS.

Hoy las familias se han desintegrado sin medir las pérdidas, hoy aparecen otras prioridades, el cenar juntos es una escena excepcional, el disfrutar de un fin de semana no está en el calendario, el contar historias y recordar viendo las fotos de los momentos más especiales, no hace parte de ningún plan.

Los valores que en otrora se inculcaban en los hogares hoy son letras en un cuaderno y creen ellos (los padres) que en la escuela encontrarán una salida.

Los hijos son el fruto de la unión de dos personas, que unidos bajo el compromiso de formar familia, eligen ser padres para depositar en ellos (hijos) todo el amor que les brota, por eso, son ellos (padres) los que tienen que afrontar con decisión su rol y por eso, deben ver en ellos el regalo más grande que Dios les podía haber dado.

Ser padres es una bendición, es un don magnánimo, una tarea que con amor y dedicación debemos cumplir si cansancio, es la manera más hermosa de devolverle a Dios tantas bendiciones, es la forma más responsable de aceptar que somos Hijos del Altísimo y que de la manera como Él nos cuida y nos escucha, nos atiende y nos ama, nosotros debemos hacerlo con nuestros hijos.

Es tarea de los hijos amar y respetar a los padres, cuidarlos, llenarlos de besos y caricias, agradecerles por tantos y tantos momentos llenos de alegría.

Page 4: Lecturas y reflexión para el día de la familia eustaquiana

Por eso al hablar de familia debemos hablar de comunidad, porque la misión de la familia es tener esa común unión entre todos los miembros que la conforman, donde se integren, se den vida y se amen.

Dios, en su poder Creador y Padre, lleva al a perfección la obra de la creación del hombre y de la mujer, llamando a los esposos a una especial participación en su amor mediante su cooperación libre y responsable en la transmisión del don de la vida humana. “Y bendíjolos Dios y les dijo: sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla” (Gen. 1; 28)

La paternidad y la maternidad son el fruto y el signo del amor conyugal, el testimonio vivo de la entrega plena y recíproca de los esposos. Claro está, que la fecundidad del amor conyugal no se reduce sin embargo a la sola procreación de los hijos, aunque sea entendida en su dimensión específicamente humana: se amplía y se enriquece con todos los frutos de vida moral, espiritual y sobrenatural que el padre y la madre están llamados a dar a los hijos y, por medio de ellos, a la Iglesia y al mundo.

La familia es el santuario de la vida, el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada contra los múltiples ataques a que está expuesta, y donde puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano.

La tarea educativa tiene su raíz en la vocación primordial de los esposos a participar en la obra creadora de Dios, engendrando una nueva persona asumen por ello mismo la obligación de ayudarla a vivir una vida plenamente humana.

Los padres deben formar a los hijos con confianza y valentía en los valores esenciales de la vida humana, libertad ante los bienes materiales, el sentido de la verdadera justicia, el respeto de la dignidad personal, amor y servicio desinteresado hacia los demás, especialmente a los más pobres y necesitados.

Por eso en este día Eustaquiano, invitamos a los padres, a las madres y a los hijos e hijas para que juntos construyan las nuevas familias que necesita la sociedad, esas familias de amor, de compromiso, de unidad, de fortaleza, de regocijo, de servicio, de entrega, de sacrificio, de búsqueda, de vida, de libertad, de luz, de credo, de Dios.

Si todas las familias le apuntamos a lo mismo, creemos en lo mismo, seguimos lo mismo, decidimos lo mismo, vivimos lo mismo y ese mismo es DIOS, aportaremos a esta sociedad para que se acabe la maldad, las injusticias, el desorden, la envidia, el rencor, y otras tantas cosas más que desestabilizan la sociedad.

Lic. Gustavo Gómez Reyes