lectiva nro. 25

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Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia Medellín, Colombia • No. 25 Junio de 2015 Carlos Gaviria Díaz "Yo no digo lo que digo por estar en la oposición, sino que estoy en la oposición porque creo en lo que digo".

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Homenaje a una vida: Carlos Gaviria Díaz

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Page 1: Lectiva Nro. 25

Asociación de Profesores de la Universidad de AntioquiaMedellín, Colombia • No. 25 Junio de 2015

Carlos Gaviria Díaz

"Yo no digo lo que digo por estar en la oposición, sino que estoy en la oposición porque creo en lo que digo".

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Asociación de Profesores de la Universidad de AntioquiaMedellín, Colombia • No. 25 Junio de 2015

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ASOPRUDEA Bloque 22, Oficina 107

Ciudad Universitaria Teléfonos 2195360 y 2636106

ASOCIACIÓN DE PROFESORES DE LA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

ISSN: 0123-3386

No. 25 Junio de 2015Medellín, Colombia

Comité Editorial María Cecilia Plested Álvarez Jorge Aristizábal Ossa Sara Castro Gutiérrez

Portada

Imagen capturada del Documental: Hacedor de Mundos Realizado con motivo de los 50 años de Asoprudea, 2012.

Composición de textos, preprensa digital e impresión

Ultraimpresos [email protected]

Medellín • No. 25 • Junio de 2015 2

Page 4: Lectiva Nro. 25

JUNTA DIRECTIVA 2014 - 2015ASOCIACIÓN DE PROFESORES

Cecilia Plested Álvarez [email protected]

Lucía Stella Tamayo Acevedo [email protected]

Jorge Aristizábal [email protected]

Walter Alonso Santos Abello [email protected]

Juan Esteban Pérez Montes [email protected]

Jaime Rafael Nieto Ló[email protected]

Marco Antonio Vélez Vélez [email protected]

Hader Calderón Serna [email protected]

Héctor Bayron Agudelo García [email protected]

Diana Carolina Ocampo Rivera [email protected]

Luis Alfredo Atehortúa Castro [email protected]

Carlos Arturo Morales Vallecilla [email protected]

Efraín Oviedo Regino [email protected]

Rafael Darío Aguilar Aguilar [email protected]

Presidenta

Vicepresidenta

Secretario

Tesorero

Vocal 1

Vocal 2

Vocal 3

Suplente 1

Suplente 2

Suplente 3

Suplente 4

Suplente 5

Suplente 6

Suplente 7

Medellín • No. 25 • Junio de 2015 3

Page 5: Lectiva Nro. 25

TABLA DE CONTENIDO

La voz del Maestro María Cecilia Plested Álvarez

Carlos Gaviria Díaz, Presidente de Asoprudea. Acta de posesión, marzo 13 de 1973

Asoprudea

Comunicado Nro. 12 de 1973. De la nueva Junta Directiva a la comunidad universitaria

El sentido de la agremiación profesoral

Carlos Gaviria Díaz

Biblioteca Carlos Gaviria Díaz Resolución Rectoral 40005 del 9 de abril de 2015

Carlos Gaviria Díaz. “El papá” Ana Cristina, Natalia, Juan Carlos y Ximena Gaviria

Palabras leídas en el Acto homenaje a la vida y memoria del Maestro Carlos Gaviria Díaz

Rodolfo Arango, Clemencia Hoyos Hurtado y Héctor

Abad Faciolince

Nos vamos… un marzo de viajeros Albeiro Pulgarín Cardona

Me gustó la muerte de Carlos Gaviria Díaz

Mario Serrato

EDITORIAL

11 - 12

GREMIAL

Asoprudea

15 - 16

17 - 20

21 -26

DOCUMENTALDossier: Homenaje a una vida: Carlos Gaviria Díaz

Carlos Gaviria o la pulcritud Héctor Abad Faciolince

Carlos Gaviria Díaz: sentido homenaje en su cumpleaños

Juan Carlos Gaviria Gómez

29 - 30

31 - 32

33 - 37

38 - 40

41 - 42

43 - 47

48 - 49

Medellín • No. 25 • Junio de 2015 5

Page 6: Lectiva Nro. 25

Despenalización del consumo de la dosis personal de estupefacientes

Las utopías de la Constitución

La moral y el Estado de derecho

Moralidad y secularización

Una digresión redundante

Hay que defender la autonomía universitaria

Situación actual y posibilidades de paz en Colombia

Qué es la política e importancia de la educación política

Se trata de convertir enemigos armados en adversarios políticos

El derecho a ser oposición

Carta de renuncia de Carlos Gaviria Díaz a designación del gobierno ecuatoriano

Cómo educar para la democracia

Las instituciones han servido para ocultar unas relaciones de poder perniciosas

Fernando Arellano Ortiz

Nota de Agradecimiento del Maestro Carlos Gaviria Díaz

Carlos Gaviria Díaz

Carlos Gaviria Díaz Fabio Humberto Giraldo Jiménez

La entrevista de Claudia Morales a Carlos Gaviria

Claudia Morales

Carlos Gaviria Díaz en Mito o Logos

Carlos Enrique Ruiz

MAGISTRALEscritos del Maestro Carlos Gaviria Díaz

53 - 65

66 - 67

68 - 69

70 - 75

76 - 78

79 - 83

84 - 92

93 - 105

106 - 111

112 - 117

118 - 119

120 - 126

PUNTUAL

129 - 135

136

137 - 138

139 - 142

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143 - 149

Page 7: Lectiva Nro. 25

Dos exiliados de pelo blanco Héctor Abad Faciolince

Pensamiento, palabra, obra y omisión

Ana Cristina Restrepo Jiménez

"Una de las cosas que envidio es al que sabe bailar tango” Carlos Gaviria

Revista Cromos

Jorge Luis Borges, según Carlos Gaviria

Juan David Laverde Palma

El legado de Carlos Gaviria Jorge Cantillo

Educar para la democracia Yolanda Reyes

Carlos Gaviria Díaz. Jurista, profesor y político

José Fernando Ocampo Trujillo

150 - 154

155 - 156

157 - 158

159 - 160

163 - 167

168 - 180

181 - 182

Un problema de lógica Grimaldo Oleas Liñán183 - 185

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SOLAZ

Respuesta a Miguel Ángel Vargas, chofer de gigantes en París

Juan Carlos Rojas F.186 - 188

Page 8: Lectiva Nro. 25

Editorial

Page 9: Lectiva Nro. 25

La Historia nos muestra, una y otra vez, que confiamos y soñamos en que los maestros, los que amamos y respeta-mos, aquellos de los aprendemos y nos transforman… son inmortales; así sim-plemente… no mueren y por tanto, seguirán guiándonos con sus enseñanzas con cada reflexión, análisis y cada paso de su vida.

Esa es la esencia, por eso les seguimos, aprendemos, los apoyamos aunque tengamos diferencias conceptuales, les defendemos y debatimos, mas ante todo, confiamos que siempre sigan acompa-ñándonos como un faro por más oscuro y deleznable que se presente el camino.

Sin embargo, la realidad golpea y duele cuando se van…

CARLOS GAVIRIA DÍAZ siempre seguirá en nuestra memoria, en nuestros corazo-nes y en el debate de la razón, del diálogo crítico y de la búsqueda de la transforma-ción de nuestro país por una Colombia socialmente responsable, democrática, equitativa, solidaria y por fin en Paz.

Desde la Asociación de Profesores consi-deramos que, este número 25 de Lectiva, nos permite ofrecer un pequeño home-naje para mantener viva su memoria, por medio de algunas de sus muchas confe-rencias y textos, que seguramente servirán de punto de referencia para los estudiosos de su pensamiento y los curiosos de la historia. Cada uno está debidamente referenciado para que, inclusive, permita volver al original.

Al Maestro Gaviria Díaz se le recordará siempre como egresado y profesor ilustre de la Universidad de Antioquia; así como por su paso por la Corte Constitucional, el Senado de la República, la participación decidida en el posicionamiento de Asoprudea y del Polo Democrático y, su legado para la política, la ética y la ense-ñanza del Derecho desde lo jurídico, entre otros muchos aspectos y momen-tos fundamentales.

Confiados en el valor de esta recopilación de documentos como un primer acerca-miento a su pensamiento combativo y accionar jurídico, les proponemos parti-

“Mi biblioteca: un catálogo incompleto de lo que quise saber… Mis libros no son míos. Soy yo”.**

Carlos Gaviria Díaz

LA VOZ DEL MAESTRO

María Cecilia Plested A.*

Presidenta de Asoprudea. Profesora Titular, GITT, Escuela de Idiomas, Universidad de Antioquia.

Aforismos del Maestro encontrados en libros de su biblioteca por su familia, abril 2015. Su biblioteca es, a su vez, uno de sus mayores legados.

*

**

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Page 10: Lectiva Nro. 25

cipar en la lectura, reflexión y divulgación de sus ideas… para que, convencidos del valor de sus palabras, sigamos fortale-ciendo esos conceptos que pueden permitirnos consolidar sus enseñanzas y labores en muy diversos ámbitos de la vida nacional.

Por ello, lectores, les invitamos a disfru-tar esta colección escogida de escritos del Maestro CARLOS GAVIRIA DÍAZ, o de palabras sobre él, de tal forma, que le permita profundizar en el conocimiento del pensamiento minucioso del maestro. Y siguiendo su aforismo, logremos comprender que sus palabras no son suyas. Somos nosotros.

Carlos Gaviria en una actividad de siembra de árboles en los alrededores del bloque 14 de la ciudadela universitaria, sede de la Facultad de Derecho de la U. de A. Esto ocurrió en el mes de diciembre o

finales de noviembre del año 1977 con motivo de los 150 años de la Facultad.

LA VOZ DEL MAESTRO

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Gremial

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Principales

Presidente Carlos Gaviria D.

Derecho

Vice-Presidente Francisco Correa U.

Salud Pública

2º.Vice-Presidente José Manuel A rango P.

Humanidades

Secretario Luis Fernando Jaramillo S.

Física

Tesorero Fernando León Gutiérrez V.

Química

Vocal Beatriz López de Mesa de P.

Sociales

Vocal Luis Fernando Vélez V.Museo Universitario

Suplentes

Ricardo Mejía R. Economía

Yolanda Turizo de M. Pediatría

Diego Henao J. Odontología

Rito Llerena V. Español

Eduardo Aldana C. Economía

Alberto Vasco U. Salud Pública

Bernardo Restrepo G. Educación

CARLOS GAVIRIA DÍAZ, PRESIDENTE DE ASOPRUDEA. ACTA DE POSESIÓN, MARZO 13 DE 1973

Universidad de AntioquiaASOCIACIÓN DE PROFESORES

Medellín, Colombia.

CIRCULAR # 007/ap-73

NUEVA JUNTA DIRECTIVA DE LA ASOCIACIÓN DE PROFESORES DELA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA.

1973-1974

La elección se hizo en la Asamblea General Ordinaria del pasado 7 de Marzo. La designación de dignatarios se efectuó en la reunión del día 13 de Marzo.

Revisor Fiscal

Principal Gabriel Arrubla O.

Suplente Germán Estrada

Page 13: Lectiva Nro. 25

ASOPRUDEA

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Con mesura pero con energía, con hidalguía pero sin contemporizaciones, nos proponemos combatir los vicios que denunciamos y afirmar nuevamente los principios que pensamos inherentes a la institución. Sabemos que la empresa es riesgosa y que puede ser mañana transi-toriamente frustrada por alguna disposi-ción oficial, pero afrontamos las conse-cuencias. No podemos permanecer en la Universidad traicionando su espíritu. En esto estamos seguros que nos acompaña un grueso número de profesores aún no asociados. A ellos los invitamos a com-partir nuestra tarea. Y a quienes tengan razones para no compartirla, les formula-mos la más cordial invitación a impug-narla con altura, a dirimir conflictos por medios civilizados y a tono con el espíritu de la institución. Les garantizamos que en la Asociación encontrarán medio propicio para el debate noble, para la confrontación leal, sin truculencias ni artimañas. No aspiramos a unificar opiniones sino a que se acepten formas racionales de superar discrepancias y se

observen limpiamente, sin condicionar su respaldo al cálculo anticipado de que han de sacar avantes nuestros deseos.

No vamos a desentendernos del bienes-tar material del cuerpo docente, ni mucho menos, pero entendemos que, en el momento presente, nuestra función primordial consiste en lograr el clima propicio para la tarea espiritual, que justifica la institución y que hoy, por desventura, se echa de menos en el claustro.

JUNTA DIRECTIVA

CARLOS GAVIRIA D. Presidente LUIS FERNANDO JARAMILLOSecretario

Aprobado por unanimidad en la Junta Directiva de Marzo 23/73

Carlos Gaviria en la Casa Rosada en 2006 Imagen tomada de: http://www.presidencia.gov.ar">Presidencia de la Nación Argentina</a>

Page 14: Lectiva Nro. 25

Universidad de AntioquiaASOCIACIÓN DE PROFESORESMedellín, Colombia

COMUNICADO# 012/73

DE LA NUEVA JUNTA DIRECTIVA DE LA ASOCIACION A LA COMUNIDAD

UNIVERSITARIA

Con el mejor deseo de servir no única-mente a los intereses del profesorado sino a los de la Universidad toda, comien-za su período la Junta Directiva de la Asociación de Profesores elegida en la Asamblea General del 7 de Marzo. El propósito es cumplir esa tarea con voluntad decidida, como su naturaleza lo exige, y las peculiares circunstancias que vive la institución hacen aún más peren-toria. No ignoramos sino, antes bien, reconocemos los factores limitantes de nuestra función, pero pensamos que precisamente ellos la hacen más signifi-cativa.

La Asociación tiene un indiscutible sentido gremial que no interfiere los fines de la Universidad sino, por el contrario, los busca con empeño y los propicia, pues perseguir mejores condiciones para los docentes es propugnar una mayor aptitud para el cumplimiento de su alta misión. Una concepción clara de la Universidad es, pues, presupuesto obligado de una organización como la

nuestra. Y consecuencia ineludible de lo anterior es la constante actitud crítica ante todo lo que en la Universidad ocurra. Hay que estar alerta para detectar y denunciar cuanto resulte atentatorio a la naturaleza de la institución. No importa que, de momento, muchos esfuerzos resulten vanos.

No es un secreto la inconformidad de la Asociación de Profesores con la política que hoy rige la Universidad y con las actuaciones de sus directivas, conse-cuentes con aquélla. Que esa inconformi-dad no es gratuita se desprende de la comparación de las más salientes carac-terísticas que signan la situación actual y lo que la Asociación postula como filoso-fía universitaria. Veamos cuáles son los rasgos más destacados de la política que hoy impera, en notorio contraste con lo que la Asociación desea:

a) AUTORITARISMO. Significa ‒para quien lo padece‒ sumisión indiscutida e incondicional a las decisiones de quien ejerce el poder. No usamos el término con intención peyorativa o desconceptuante, sino con el más puro sentido descriptivo. No es la Asociación la que proclama el autoritarismo reinante. Son las disposiciones legales que establecen la forma de gobierno en la Universidad y el uso que de ellas se ha hecho. Hay autoritarismo donde no se busca la mejor razón para zanjar una disputa, sino que se apela a un acto de poder. Y tal ocurre hoy en la Universidad.

COMUNICADO Nro. 12 DE 1973. DE LA NUEVA JUNTA DIRECTIVA A LA COMUNIDAD UNIVERSITARIA

Asoprudea

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El autoritarismo es la subrogación de la deliberación operante por la decisión autocrática. Es la concentración de todas las facultades decisorias en una sola persona (Decreto 958 de 1972) o en un organismo de composición homogénea donde la pluralidad numé-rica sólo sirve para encubrir la identi-dad de opinión (Decreto Legislativo 886 y Decreto 958, ambos de 1972).

b) SELECCIÓN IDEOLÓGICA. Como es apenas obvio, el autoritarismo no es un fin en sí mismo, sino un instrumento al servicio de un propósito. Cuál ha sido ese propósito en la Universidad, resulta demasiado claro. Se ha utiliza-do para acallar un buen número de voces discordantes con la filosofía oficial, para sacar del escenario a directivos honestos y eficaces pero indóciles, y para entorpecer programas de estudio que pudieran conducir a clarificar hechos que deben permane-cer oscuros, si no se quiere poner en peligro el status vigente. Cualquier observador desprevenido puede hacer el escrutinio de los profesores que han sido destituidos, de los decanos que han sido reemplazados y de los progra-mas que han sido entorpecidos, y descubrir entonces el propósito común que ha informado todas esas decisio-nes. Si no es este un atentado contra la libertad de cátedra o aún contra la simple libertad de expresión, no hay que pensar que esos atentados exis-tan, Pero no hay que escandalizarse, tales hechos son normales cuando la Universidad olvida su propósito esen-cial y se pone al servicio de intereses que le son extraños. El profesor debe ser honesto. La honestidad exige que se diga y se enseñe lo que se piensa, pero la Universidad, en el actual predicamento, no tolera esa conducta. Aludiendo al mismo asunto decía

Bertrand Russell con su habitual desenfado: “Cualquier maestro del mundo moderno que se permita sentirse inspirado por los ideales de sus predecesores corre el albur de que se le recuerde bruscamente que su función no consiste en enseñar lo que piensa, sino en inculcar las creencias y prejuicios que sus empleadores consi-deran útiles”.

Es probable que, en breve término, quienes suscribimos este documento corramos la misma suerte, pero juzga-mos deber inaplazable denunciar lo que denunciamos.

e) ENCUBRIMIENTO DE LA SELECCIÓN IDEOLÓGICA CON RAZONES DE ORDEN ACADÉMICO. Un rasgo cons-tante de la política actual consiste en justificar toda grave decisión con razones que no corresponden al propó-sito. Este es ideológico, y aquella, en cambio, siempre es "académica". Se destituye al profesor inconforme pero no se invoca su inconformidad sino la falta de un requisito académico. Se reemplaza al decano disidente, pero no por esa causa sino porque razones de orden administrativo o científico lo hacen aconsejable. Y esto ocurre en una institución que encuentra en la verdad, y no en la habilidad política, la razón de su existencia.

d) MENOSCABO DE LOS NIVELES ACADEMICOS EN BENEFICIO DE LA IDEOLOGÍA. Pero la marcada prepon-derancia del objetivo ideológico, en la política oficial, tiene otras consecuen-cias: el menoscabo de los niveles académicos. Allí se manifiesta ya de modo inocultable que la Universidad ha cambiado sus propósitos. Que lo que era esencial pasa a ser colateral. No importa que la calidad académica se

ASOPRUDEA

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deteriore si el orden reina. No importa que se pierda en consistencia si se gana en docilidad. No pretendemos afirmar que los profesores excluidos sean irreemplazables o tengan el monopolio de algún campo del conoci-miento. No. Pero sí observamos que un buen número de ellos venía trabajando con seriedad en áreas científicas que entre nosotros no tienen tradición y que, por tanto, no es fácil reemplazar-les bien. Pero los niveles académicos no importan mucho frente a otros objetivos más urgentes, aunque precisamente se proclame otra cosa. No importa que algunos programas no puedan funcionar. Lo que cuenta es la exclusión de unos cuantos discrepan-tes.

e ) AUSENCIA DE CR ÍT ICA , Y DOCILIDAD, COMO OBJETIVOS. Se busca entonces es la conformación de una comunidad dócil y acrítica que sirva sin discutir los fines de: sistema político dentro del cual se halla encla-vada. Y para darles mayor prestancia a esos fines: a la comunidad así confor-mada se le llama Universidad. Pero tampoco esto ha de ser motivo de sorpresa si se advierte que la institu-ción está directamente controlada por el régimen, sin la más leve sombra de autodeterminación. El funcionario de más alto rango en la Universidad ‒depositario de casi todos los poderes‒ es el inmediato subalterno de un agente político. Tampoco ésta es una evaluación del sistema de gobierno universitario, sino su descripción descarnada.

Cada uno de los factores descritos, actuantes en nuestra Universidad, constituye la negación de un postulado fundamental de la filosofía universitaria. Porque:

1) Los métodos de fuerza son extraños por completo a una comunidad intelec-tual de la estirpe de la Universidad, El aglutinamiento en torno a propósitos e s p i r i t u a l e s ‒ q u e e s o e s l a Universidad‒ exija reflexión, delibera-ción, controversia, y rechaza de modo abrupto la imposición o la prevalencia de una opinión artificialmente unifica-da. El autoritarismo puede discutirse como forma de régimen estatal ‒aun-que aún a ese nivel se halla desacredi-tado‒ pero es impensable como ironía de gobierno universitario, porque es la negación misma de la esencia de la institución. Pugna con la Universidad como la fuerza con la razón. El autori-tarismo, en suma, es la negación de la autonomía, única forma de gobierno que se aviene con la naturaleza de la Universidad.

2) La selección por encuadramiento ideológico es una técnica represiva propia de los Estados totalitarios. Emplearla en la Universidad es no sólo degradar la institución sino desconocer su esencia. Las organizaciones políti-cas que funcionan sobre la base de un dogma, tienen que hacerse impermea-bles a cualquier opinión que trate de desvirtuarlo. Pero la Universidad es precisamente la superación de todo temor a las ideas, porque no está comprometida con creencias dogmáti-cas, sino abierta a la verdad compro-bable y a la opinión honesta. Las ideas se confrontan, se ponen a prueba, se discuten, pero no se matan con resolu-ciones de destitución. Aunque irrisorio; es concebible que el Estado disponga por decreto cuáles son las opiniones correctas y cuáles las peligrosas, pero que lo haga la Universidad, sí es incon-gruencia irritante.

COMUNICADO Nro. 12 DE 1973

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Si hay algo que una agremiación de profesores deba reivindicar ‒antes que beneficios materiales, que también son legítimos‒ es la dignidad del docente. Y allí van implícitos su derecho a opinar, y su obligación de ser honesto, es decir, de enseñar lo que honradamente piensa.

3) Encubrir un propósito con una razón que no le corresponde, es virtud que alaban los maquiavelistas cuando se trata de alcanzar el poder o retenerlo. Pero en la Universidad son distintos los valores que están en juego, entre ellos la autenticidad, expresión acabada de la veracidad. Si un propósito no puede confesarse en la Universidad, es porque allí no tiene cabida. Lo honesto es descartarlo. Encubrirlo es entonces incurrir en una doble falta: a la veraci-dad y a los propósitos de la institución.

4) Sacrificar o siquiera exponer a menoscabo los niveles académicos para sacar avante un objetivo ideológi-co, encubridor de un interés, es la mejor confesión de que la Universidad ha perdido en propósito, de que se ha

convertido en servidora sumisa de fines que se le señalan desde fuera.

La excelencia de niveles es aspiración irrenunciable de toda comunidad universitaria y no puede sacrificarse impunemente a una jerarquía de valores artificialmente dispuesta para mantener un estado de cosas. No afirmamos que los profesores exclui-dos, o los directivos desplazados, garantizaran esa excelencia, pero el criterio que se ha usado para reempla-zarlos (o para dejar de hacerlo) revela abiertamente que en vez de mejorar, las cosas empeoran. Porque la meta es otra.

5) Finalmente, la docilidad y la ceguera crítica, la obediencia incondicional.

JUNTA DIRECTIVA

CARLOS GAVIRIA D.Presidente

LUIS FERNANDO JARAMILLOSecretario

ASOPRUDEA

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Page 18: Lectiva Nro. 25

Medellín • No. 25 • Junio de 2015 21

Lo primero que uno puede preguntarse es ¿por qué los profesores se agremian? Y esto que podría tener una respuesta tan obvia, no la tiene tan obvia; creo que vale la pena hacer una digresión sobre esto, porque la esencia de la universidad son los profesores y los estudiantes. La universidad es –pienso– la asociación más noble que quepa pensar, porque es en torno a un propósito… el cultivo de la razón, el cultivo de la consciencia, el saber. Y por tanto, lo que justifica la universidad, lo que constituye su esencia es la comunidad de estudiantes y la comunidad de profesores. Entonces, uno se pregunta y ¿por qué los profesores se agremian, para buscar qué si ellos mismos son la universidad? Pero la respuesta es esta a mi juicio: porque la universidad les ha sido usurpada a los estudiantes y a los profesores.

Dentro de la idea de la universidad –a mi juicio– está la autonomía de la universi-dad. La autonomía significa el gobierno de la universidad por sus propios esta-mentos. Y los estamentos que la consti-tuyen son profesores y estudiantes ¿ante quién entonces formular reclamos? Y podemos desde ya hacer una afirmación ¡Ante los directivos de la universidad, que son los que encarnan la universidad! Cuando uno se queja, se queja de los directivos, cuando uno reclama a la universidad, reclama a sus directivas que, digámoslo, no son la universidad. Y

Conferencia presentada con motivo de la celebración de los cincuenta años de fundación de la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia. Teatro Universitario Camilo Torres, 2 de marzo de 2012. El maestro Carlos Gaviria fue presidente de Asoprudea entre los años 1973 – 1974.

*

no son universidad por una razón, porque la idea de la universidad está en su autonomía, en su autogobierno. Que sean los profesores y los estudiantes los que decidan el rumbo que la institución ha de tomar. Pero, ese rumbo de la universidad se le traza desde afuera, y por tanto es la heteronomía y no la autonomía, lo que en la universidad prevalece.

Naturalmente, lo que estoy haciendo es un ejercicio, de la confrontación de una idea que puede parecer utópica, no en el sentido de no realizable, pero no realiza-da al menos entre nosotros, de la univer-sidad como debe pensarse en su esencia y de la universidad que se tiene.

Y esto no implica una crítica a las directi-vas actuales de la Universidad de Antioquia o de la Nacional o de las univer-sidades públicas en general o de las universidades privadas, pero, esa hete-ronomía, ese manejo de la universidad por quienes no constituyen sus estamen-tos es una desvirtuación de la idea de universidad.

Es muy corriente que en muchos proce-sos humanos y específicamente en muchos procesos sociales, los medios devienen fines, se convierten en fines. Sutilmente, lo que se utiliza como instru-mento para lograr una finalidad se convierte en la finalidad misma. ¿En qué

EL SENTIDO DE LA AGREMIACIÓN PROFESORAL*

Carlos Gaviria Díaz

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CARLOS GAVIRIA DÍAZ

Medellín • No. 25 • Junio de 2015 22

pienso? Pienso el campus, qué hermoso el campus del que dispone la Universidad de Antioquia; bello, deseable de que lo tenga, claro… pero el campus no es la universidad. El campus es un accidente de la universidad, una contingencia y un campus cómodo, confortable, agradable, bello, colabora sin duda a que los fines de la universidad se busquen de una manera más amable, más alegre, con mayor regocijo, pero el campus no es la univer-sidad, ni los directivos son la universidad. Los directivos también son un accidente dentro de la universidad, hasta el punto de que yo hago esta afirmación que puede parecer bizarra: Yo concibo una universidad sin directivos, no la concibo sin profesores y sin estudiantes, porque ellos sí son la esencia de la universidad.

Yo recuerdo que hace un tiempo hice parte de la junta directiva de la Orquesta Sinfónica de Antioquia y me sorprendía de lo siguiente: la persona que fungía de secretaria de la institución ganaba dos o tres veces lo que ganaba el concertino; pero ¿qué es esto? Yo me puedo imaginar perfectamente una orquesta en el mundo sin secretaria pero no sin concertino. Los músicos eran lo secundario dentro de la orquesta, lo importante eran quiénes dirigían desde la junta directiva o desde cargos administrativos esa institución. A mí me parece que eso constituye una completa tergiversación, una absoluta desvirtuación de lo que es la esencia de una institución.

Vean ustedes esto, la docencia –y este es un tema de discusión muy bello– sigue siendo para mí esencial en la universi-dad; cada vez se la relega más, y se dice la universidad no necesita tanto de docentes como de investigadores y ya eso es preocupante; necesita más de investigadores que de docentes, claro crear el conocimiento; y uno se pregunta ¿crear cuál conocimiento e investigar

qué? Por una razón dentro de la universi-dad se hacen investigaciones de carácter científico indudable de alta jerarquía académica, pero otras que no lo son tanto. En esto hay pensadores universi-tarios que me acompañan y no precisa-mente pensadores contradictores, contestatarios del sistema sino incluso pensadores norteamericanos.

Hay un librito que a mí me ha fascinado desde hace mucho años, que es un libro escrito por el antiguo presidente de la Universidad de Chicago, Robert Hutchins donde dice esto: “Veo en el amor al dinero la disolución de la universidad norteamericana”, dice con el pretexto de que la investigación es mucho más importante que la docencia. La universi-dad empieza a investigar y se pregunta y ¿qué investiga la universidad? Aquello que en el mundo de la oferta y la deman-da tiene demanda, y por lo tanto, la investigación se hace más movida por el lucro que por los fines de la universidad que son el conocimiento, el cultivo de la conciencia, el cultivo de la razón.

Vean ustedes esto, que yo he considera-do siempre una desmoralización de parte de la universidad. El profesorado ordina-riamente gana un sueldo que si da para subsistir es mucho, pero otra cosa ocurre con los administradores, entonces dentro de los fines de la universidad, inenajena-bles desde mi perspectiva está la ense-ñanza pero, para que un profesor incre-mente sus ingresos es necesario que abandone la docencia y asuma un cargo administrativo. ¿Por qué? Porque ese profesor que ha cultivado una disciplina que ha pensado, que ha investigado en esa disciplina se ve urgido por sus necesi-dades vitales a aceptar un cargo que lo hace abandonar aquello para lo que se ha preparado. Creo que eso lo tenemos en la universidad, no en ésta, en cualquier universidad, eso lo tenemos absoluta-

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mente claro, una persona que llega con un doctorado en física de alguna univer-sidad europea o norteamericana exce-lente pero, para que la universidad pueda vincularlo lo tiene que nombrar jefe de departamento, donde es la actividad administrativa la que va a prevalecer y la actividad docente-investigativa para la que el profesor se ha preparado pasa a un plano completamente secundario. ¿Por qué? Porque la universidad funciona como una empresa y por tanto la pregun-ta que yo me formulaba al principio: ¿Cómo es eso de que los profesores son el estamento básico con los estudiantes de la universidad pero los profesores se tienen que agremiar? Y entonces uno dice, agremiarse para qué ¿para recla-mar de ellos mismos que son la universi-dad mejor remuneración? No. Para reclamar de una instancia que no son ellos mejores condiciones de vida, mejores condiciones de enseñanza, mejores condiciones de subsistencia. Con eso qué les estoy diciendo, que lo que conocemos no es la universidad autónoma y a mi juicio la autonomía está en la esencia de la universidad; es la universidad heterónoma, es la universi-dad manejada desde afuera que tiene que atender es las necesidades del momento exigidas por el ámbito mayor que la rodea. ¿Cuál es ese? El ámbito social, el ámbito político y por lo tanto la universidad, digámoslo, al servicio del establecimiento. Esto lo digo con la mayor convicción, no lo digo desde una perspectiva política especial, no lo digo desde alguna perspectiva de izquierda, porque he hecho política desde ese sector, sino que lo digo desde mi concien-cia de universitario. Ese es un tema que a mí me ha preocupado no desde ahora, me ha preocupado desde hace mucho tiempo; que la agremiación profesoral tiene en este momento sentido no hay la menor duda, tiene pleno sentido, y por tanto, que vale la pena conmemorar los

cincuenta años de esta agremiación eso no se remite a duda. Sin duda, se justifi-ca la agremiación y se justifica la agre-miación ¿Para qué? Tal vez en algunas entrevistas que tuvieron declaraciones que tuvieron la amabilidad de tomarme y de pasar ahora en el video lo decía: Es necesario compatibilizar la lucha por las mejores condiciones de existencia del profesorado, que es lo que justifica el gremio, con los fines de la universidad. Es decir, el gremio de profesores no es un gremio cualquiera, un sindicato de profesores no es un sindicato cualquiera. Porque la universidad toca todo lo que se acerca, todo lo que a ella le pertenece y por tanto una lucha gremial tiene que ser una lucha en función de los fines de la universidad.

Pensaba por ejemplo, en alguna de las luchas hermosas que libró la Asociación y de las que yo me enorgullezco de haber sido también protagonista con Héctor Abad, con Luis Fernando Vélez, con Leonardo Betancur a quienes llaman mártires y que a mí me molesta que los llamen mártires. ¿Por qué? Porque mártir es el que va a ofrendar su existencia y quiere incluso ofrendarla por una causa, y que le interesa mucho mas eso que la vida. Y yo me pregunto ¿A Héctor Abad no le interesaba la vida? ¿No amaba la vida profundamente? ¿A Luis Fernando Vélez no le interesaba la vida? ¿No amaba la vida profundamente? Y de Leonardo Betancur, Emiro Trujillo y tantos de los nuestros que han caído, puede decirse otro tanto. Su temple no es el de mártires, es el de héroes que es una categoría humana distinta, también una categoría humana éticamente superior, pero diferente porque el héroe lo que se propone no es perder la vida, sino defender una causa así en la defensa de esa causa exista el peligro de perder su existencia. Eso es lo que ha pasado con nuestros líderes admirables que

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luchaban por ideales que son los mismos de la universidad, por ideales altamente humanísticos para que la persona puede realizarse como tal. Les decía, recordaba especialmente una lucha de 1973 y 1974, para mucho de los aquí presentes, incluso esa lucha ya debe estar desdibu-jada. Algunos ni siquiera las tendrán presente, que parecía una lucha gremial, una lucha de la Asociación de Profesores de la Universidad. Pero que no era por el profesorado mismo era por la universi-dad, porque cómo no sublevarse contra un régimen despótico que excluía a los profesores según su encuadramiento ideológico, que no quería saber nada de profesores marxistas o de profesores que profesaran ideologías o filosofías distintas de la filosofía ortodoxa. Luchar contra esa discriminación no era luchar simplemente por el profesorado; era rescatar, tratar de reivindicar lo que justifica la universidad, la esencia de la universidad, la libertad de cátedra, la libertad de expresión, la posibilidad de hacer del campus universitario lo que tiene que ser: un escenario de controver-sia ideológica permanente sin violencia, desde luego. La violencia nada tiene que hacer en la universidad, pero el debate ideológico sí. El debate ideológico perma-nente porque la universidad está metida en el mundo y ese mundo puede ser orientado de una manera o de otra según la filosofía que prevalezca y con eso si tiene que ver la lucha universitaria. Esas son luchas hermosas que la Asociación ha librado, me refiero a estas especial-mente, porque yo fui protagonista y no es por narcicismo que la traigo a cuenta, es porque mis compañeros jugaron un papel muchísimo más importante que yo, pero sí la siento, son luchas ejemplares de las que hay que librar en la universi-dad.

Fíjense ustedes, es el estamento univer-sitario contra ¿Quién? Podemos decir el

estamento universitario contra el mun-do. Cuando uno dice es que en la Universidad Nacional o en la Universidad de Antioquia o en la Universidad del Cauca ‒pienso fundamentalmente en las públicas, pero pudiéramos pensar tam-bién en las universidades privadas‒ hay esto, existe esta irregularidad, existen estas conductas indeseables y uno se pregunta: ¿Y la inequidad que puede haber en esas universidades es determi-nada por el profesorado, por el estudian-tado? No. Como les decía ahora y esto no es un ataque desde luego, de ninguna manera una crítica a las directivas de la universidad, quienes no hacen sino asumir el rol que una sociedad como la nuestra les otorga, les adjudica en una situación como la que vivimos. Pero, cuando decimos que es que los estudian-tes, que los profesores que son la univer-sidad, tienen que pedir de la universidad por lo que les decía que la personería de la universidad ha sido usurpada; la personería de la universidad radica en otro estamento que respetuosamente lo digo es absolutamente contingente y accidental con respecto a lo que la uni-versidad es. La lucha por la autonomía universitaria es la lucha por la universi-dad, por la universidad autentica, la lucha por el saber que se convierte por un momento como el que vivimos y en una sociedad como la que vivimos, en otra cosa.

Yo he dicho y con esto no quiero ni mucho menos hacer proselitismo político, pero si poner sobre el tapete uno de los temas que a mí más me preocupa. A mí no me preocupa tanto el tratado de libre comer-cio por las mismas razones que a muchos les preocupan, también esas razones me preocupan, sino desde mi perspectiva fundamentalmente universitaria, por que los tratados de libre comercio pueden contribuir de manera significativa a desvirtuar la universidad. ¿Por qué?,

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porque vamos a ser receptores de un tratado de libre comercio con la Unión Europea, con los Estados Unidos. ¿Qué tenemos que hacer? Prepararnos para ser receptores eficaces de ese tratado de libre comercio. Entonces ¿qué tenemos que hacer? Naturalmente profundizar y abundar en los estudios de administra-ción, en los estudios de economía, en los estudios de una serie de disciplinas que tienen que ver con la universidad y que son importantes pero, cuando uno se pregunta y ¿qué tiene que ver la filosofía con el tratado de libre comercio? y ¿qué tiene que ver la lingüística con el tratado de libre comercio? e incluso ¿qué tiene que ver la historia con el tratado de libre comercio? Entonces, estas disciplinas empiezan aparecer como secundarias cuando son ellas, permítanme que haga ese juicio audaz, las que justifican la existencia de la universidad.

Estando en la universidad como profesor y como vicerrector porque también me tocó aceptar un cargo administrativo por las mismas razones que los profesores tienen que aceptar cargos administrati-vos, luché porque determinados progra-mas no se cerraran. Es que Historia no tiene sino siete aspirantes… hay que cerrar el programa de Historia ¿Ustedes realmente se imaginan una universidad sin un departamento de historia? Es que para Filosofía hay muy pocos aspirantes. ¿Ustedes se imaginan una universidad que lo sea sin un buen Instituto de Filosofía? o ¿un buen departamento o un buen instituto de Lingüística? de ninguna manera. Pero, estas son disciplinas que pasan a un segundo plano y son las que constituyen a esencia de la universidad porque quiero decirles también la profe-sionalización es una tarea importante de la universidad pero yo no la considero esencial. Profesionales pueden formarse, pueden adiestrarse incluso en institucio-nes que no tengan las características de

la universidad, porque es que la tarea fundamental de la universidad es formar personas y concretamente formar ciudadanos con conciencia libre, con conciencia independiente, con conciencia clara, con conciencia ilustrada, eso es misión esencial de la universidad; pero cuando eso deje de ser retributivo ¿Qué hacen esas disciplinas? Me parece que ya hemos vivido no solo en nuestra universi-dad sino en universidades muy próximas a la nuestra situaciones parecidas. Es que hay materias, hay disciplinas que no costean, que no resultan costeables, entonces hay que suprimirlas así estén en el primer plano dentro de lo que es el propósito indeclinable de la universidad, formar ciudadanos conscientes, formar ciudadanos ilustrados, eso es. Esto no debe desde luego tomarse como una crítica a una u otra administración de la universidad. Hemos tenido que luchar y la Asociación de Profesores lo sabe, contra administraciones despóticas que justamente por su despotismo borran totalmente la idea de universidad, ciegan lo que es la esencia de la universidad. ¿La universidad seleccionando profesores según un criterio de encuadramiento ideológico? Eso es incompatible con lo que la universidad se propone, con lo que en la idea de la universidad hay implícita, pero, la universidad que la sociedad tolera es un universidad como esta y como al principio justamente lo que preguntaba era, si la agremiación de profesores, una institución como la Asociación de Profesores en un momento de estos se justifica o no, la respuesta es que se justifica. No solo se justifica, es absolutamente necesaria y necesaria eso sí de un cierto modo, el sindicato de profesores no puede ser un sindicato cualquiera. Un sindicato de cualquier empresa se puede oponer a la empresa misma; un sindicato de profesores universitarios no puede oponerse a la universidad, por eso decía hay que

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compatibilizar las reivindicaciones necesarias del profesorado e incluso aquellas de carácter estrictamente económico con lo que son los fines de la universidad. Para poder hacer docencia de buena clase, para poder hacer investi-gación de buena clase, se necesitan sin duda condiciones de vida suficientes.

No es posible que el estamento profeso-ral se esté muriendo de hambre y le exijan una excelente docencia o que los investigadores sean mal remunerados y les exijan investigaciones de primer orden. Es evidente que cuando se está reclamando condiciones de vida mejores desde la universidad hay que pensar es en los fines de la universidad misma, así como cuando se defienden profesores que han sido expulsados de la universi-dad por razones ideológicas, no es el interés privado de esos profesores lo que se está defendiendo, sino la esencia de la universidad que no puede excluir a nadie por razón de sus creencias, por razón de su ideología, por razón de su cosmovi-sión. A eso contribuye, sin duda, de manera significativa una asociación como la Asociación de Profesores de la Universidad, y quiero eso si decir esto: las reivindicaciones del profesorado

tienen que tener una contraprestación absolutamente necesaria y es que los profesores deben de saber esto. Que la lucha por la universidad tiene que impli-car en todo momento o la lucha por agremiación y los intereses de profesora-do, tienen que tener en mente fines más altos. No es simplemente porque yo como trabajador tengo que vivir mejor sino porque yo como profesor me desem-peño mejor como docente con una institución con la cual tengo que ser solidaria con sus finalidades, cuando mis necesidades vitales están satisfechas y algo más que satisfechas.

De modo que la lucha por las reivindica-ciones profesorales es absolutamente legítima, completamente legítima, pero como todo lo que toca la esencia de la universidad lo transforma, lo hace partícipe de su espíritu, tiene que tener también esa impronta. La lucha gremial tiene que mostrar que no es simplemente la lucha por un gremio, sino la lucha por la universidad cuya esencia y autonomía es necesario reivindicar y en esa lucha el profesorado tiene que ocupar un primerí-simo lugar.

Muchas gracias.

CARLOS GAVIRIA DÍAZ

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Documental

Dossier: Homenaje a una vida: Carlos Gaviria Díaz

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UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIARESOLUCIÓN RECTORAL 40005

Abril 9 de 2015Por el cual se da el nombre de Biblioteca Carlos Gaviria Díaz, a la Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia.

El RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA, en uso de sus atribuciones legales y estatutarias, en especial de las conferidas por el Acuerdo Superior 1 de 5 de marzo de 1994, y

CONSIDERANDO QUE:

1. El pasado 31 de marzo falleció en la ciudad de Bogotá el maestro Carlos Gaviria Díaz.

2. El maestro Carlos Gaviria Díaz fue eg resado sobresa l i en te de l a Universidad de Antioquia, donde dirigió las cátedras Introducción al Derecho, Interpretación de Normas Jurídicas y Filosofía, en un ejercicio docente que se extendió por más de treinta años.

3. Ejerció como Decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de 1968 a 1970, tiempo durante el cual promovió e implementó una reforma a los estudios del derecho, que modernizaron la Facultad por las trascendentales implicaciones que tuvo en la forma y en el contenido de la enseñanza jurídica.

4. Fue el pr imer Director del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia, Presidente

de la Asociación de Profesores, Vicerrector General, Profesor Emérito, y reconocido nacional e internacional-mente como Maestro por antonoma-sia.

5. Fungió como Magistrado de la Corte Constitucional, donde participó en algunas de sus sentencias más trascendentales, y se destacó como un defensor incansable de la acción de tutela como una manera de acercar la justicia al ciudadano de a pie.

6. En todos los cargos y en todas las funciones que desempeñó lo hizo con una brillantez incomparable, con un compromiso inclaudicable por la libertad y la igualdad humanas, y, sobre todo, por una transparencia reconocida por sus amigos y por sus contradictores.

7. Aparte de esta ejecutorias, el maestro Carlos Gaviria Díaz se distin-guió como un auténtico intelectual que se apropió de los autores y de las teorías más importantes, no como un ejercicio de vana erudición, sino como manera de construirse a sí mismo como un sujeto valioso, y poder servir a la sociedad en la que vivió.

8. En sus escritos, conferencias, sentencias, conversaciones, no cesó de mencionar a quienes consideraba sus grandes referentes, como Wittgenstein, Russel, Platón, Sócrates, Borges, Kelsen, el Círculo de Viena, y un número inabarcable de autores, pues fue un lector infatigable que se extasiaba ante un buen párrafo, ante

BIBLIOTECA CARLOS GAVIRIA DÍAZ

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Resolución Rectoral 40005 del 9 de abril de 2015

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un verso bien construido, ante una idea bien expuesta, así como ante cualquier manifestación bien lograda del arte o la cultura.

9. Las casas que habitó, las oficinas que ocupó y los espacios que le perte-necieron estuvieron ocupados, casi en su totalidad, por libros, porque en ellos siempre encontraba una respuesta a su sed de conocimiento, a sus inquietu-des intelectuales y a sus aspiraciones estéticas.

10. Las instituciones públicas, y en este caso la Universidad de Antioquia, deben enaltecer la memoria de aque-llas personas que han dado lustre a su nombre y que la han representado tan dignamente. Exaltar al maestro Carlos Gaviria Díaz, al distinguir con su nombre la Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia, no represen-ta solo un reconocimiento a uno de sus más destacados hijos, sino a un ejerci-cio pedagógico de indudable importan-cia: con este reconocimiento la Universidad de Antioquia también quiere invitar a las nuevas generacio-nes para que, como el Maestro, encuentren en los libros una manera de conocer el mundo que nos rodea, de soslayarse en los placeres de la cultu-ra, y de formarse, al igual que él, como sujetos éticos capaces de reconocer las diferencias y ser fieles a sus propios principios.

11. El Consejo de Facultad de Derecho y Ciencias Políticas ha propuesto dar el nombre de Biblioteca Carlos Gaviria

Díaz a la Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia, como un homenaje a quien en vida llevó en alto la impronta de la Universidad de Antioquia, y se destacó por ser un excelente intelectual, un indiscutido maestro y un excelente ciudadano.

12. El Consejo Académico se unió a la propuesta que elevó el Consejo de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, la cual contó, además, con el aval del Comité del Área de Ciencias Sociales y Humanas.

RESUELVE

ARTÍCULO PRIMERO. Dar el nombre Biblioteca Carlos Gaviria Díaz, a la Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia, como homenaje póstumo a la memoria del Maestro y como una manera de que su vida intelectual sea tomada como paradigma para las nuevas y para las futuras generaciones.

ARTÍCULO SEGUNDO. Descubrir, en ceremonia especial que presidirán las autoridades universitarias, y que se realizará el día 8 de mayo, fecha del natalicio del Maestro, la placa recordato-ria que se fijará en el primer piso de la Biblioteca.

MAURICIO ALVIAR RAMÍREZRector

JOSÉ ÓMAR CARDONA USQUIANODirector Unidad Asesoría JurídicaEn funciones de Secretario General

RESOLUCIÓN RECTORAL 40005 DEL 9 DE ABRIL DE 2015

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Tomado de El Espectador, Bogotá. 4 de abril de 2015. http://www.elespectador.com/noticias/politica/carlos-gaviria-diaz-el-papa-articulo-553225

*

Ana Cristina, Natalia, Juan Carlos y Ximena, hijos del fallecido exmagistrado, se despiden de su padre.

Es difícil expresar de manera pública la concepción sobre nuestro querido padre ('El Papá', como le dijimos siempre), en medio del dolor profundo que sentimos por su partida. Nos abruma exteriorizar nuestro duelo. Lo entendemos, porque reconocemos que fue un hombre público que dedicó su vida a defender desde diversos escenarios los derechos sociales e individuales, la libertad y la igualdad.

Reivindicamos que siempre hubo cohe-rencia entre su vida pública y privada. El respeto por la autonomía y la dignidad personal, así como el dolor por la desi-gualdad y las exclusiones, siempre fueron temas de nuestro ritual en torno de la mesa del comedor y principios rectores de nuestra educación.

Siempre fue consciente de que defender sus principios tenía un oneroso precio, y que ese podía ser el de su vida, como lo comprendimos con resignación. A su lado tuvimos que soportar difamaciones, calumnias, persecuciones, que nos causaron profunda pena, tal como sucedió cuando se pretendió afirmar su simpatía con grupos al margen de la ley. Infamia manifiesta, puesto que siempre –incluso, claro está, desde el interior del

hogar- rechazó cualquier forma de violencia.

Exaltamos que nuestro padre logró ser lo que se trazó desde su juventud: un profesor, o mejor, un maestro. Palabra que en su caso no corresponde a un formalismo. Sus discípulos, sus amigos y sus hijos le reconocemos esa condición. Nuestro padre sabía que la palabra desprendida del gesto que enseña, es una palabra vacua. Eso era él, un profe-sor honrado, una persona transparente, un idealista, un hombre ajeno a las mañas de la política (o de la politiquería, en nuestro medio). Por ello nos causó preocupación su incursión en el ámbito de la política nacional, tan distante en su praxis de su forma íntegra de actuar.

'El Papá' fue un hombre racional, pero extremadamente sensible y nos trató siempre con un enorme cariño. El respeto por nuestras decisiones, nuestra autono-mía y nuestra independencia, fueron para él principios irrenunciables. Por ello nos enseñó a aceptar nuestras diferen-cias y a fortalecer nuestro fuero interno, parámetro fundamental para obrar de forma ética.

Predicaba y actuaba desde la decencia, su gran obsesión. Cualidad que traslapa-ba con la sensibilidad, que lo acercaba a sus amigos en sus conversaciones

CARLOS GAVIRIA DÍAZ, “EL PAPÁ”*

Homenaje Familiar

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infinitas, que lo hacía sollozar al discernir sobre una novela entrañable, o al escu-char algunos versos o piezas musicales. La misma que desplegaba en su trato sincero a las personas que trabajaban con él.

La relación con nuestro padre estuvo signada por el afecto infinito. Afecto verbal y afecto físico: los besos (a su mujer, a sus tres hijas, a su hijo, a sus nietos, a su nuera y a sus yernos), las caricias (de las que todos fuimos perma-nentes destinatarios), las palabras bellas y tiernas.

Su erudición fue polifacética y abruma-dora. Su saber no era una pretensión inocua. A través de ella nos inculcó el disfrute de la vida. De lo profundo, pero también de lo mundano: la filosofía, la literatura, la música, la pintura; pero también el buen comer, el vino e inclusive

el fútbol. Fue consecuente, y hasta el día anterior a su hospitalización se gozó la vida, se gastó la vida.

Dignificamos su admiración profunda por nuestra madre ('La Mamá'), la que evidenció hasta su último aliento. Alguna vez expresó que no era posible encontrar una persona que escuchara más que María Cristina. Y este pequeño homenaje también es para ella, porque siempre fue su cómplice irreductible, ante todo en las situaciones adversas.

Nos embarga un infinito dolor por la ausencia de nuestro padre, y nos duele que no vaya a ser testigo directo de la conclusión del proceso de paz, que fue una obsesión permanente en su vida. Nuestro antídoto será guardar su afecto y sensibilidad en nuestro corazón, allí donde nunca va a morir.

ANA CRISTINA, NATALIA, JUAN CARLOS Y XIMENA GAVIRIA

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Biblioteca de la Universidad de Antioquia ahora se llama Carlos Gaviria DíazImagen tomada de: El Espectador, Mayo 8 de 2015

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Acto organizado por la familia Gaviria con el apoyo de Relaciones Públicas de la Universidad de Antioquia, realizado el viernes, 10 de abril de 2015 en el Paraninfo de la Alma Máter.

Abogado de la Universidad de los Andes. Magister en Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia. Es Doctor en Filosofía del Derecho y Derecho Constitucional de la Universidad de Kiel, Alemania y tiene un posdoctorado en la misma universidad. Fue Magistrado Auxiliar de la Corte Constitucional. Actualmente es profesor asociado del Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes.

*

1

1Rodolfo Arango Rivadeneira

Agradezco a la familia Gaviria Gómez por invitarme a dirigir unas palabras en este hermoso homenaje a la vida del gran ser humano que fue Carlos Gaviria Díaz. Mi testimonio es de quien fue premiado con su amistad por más de veinte años, que se intensificó en los últimos diez. Quisiera compartirles el recuerdo que me deja la última visita al maestro en su aparta-mento de Bogotá.

Nuestras charlas transcurrían en cierto orden, casi ritual. Recorríamos primero la actualidad, repasábamos luego la situa-ción política y a veces también la del partido, para terminar hablando de lo que a Carlos le apasionaba: literatura, filosofía, música, cine. Pero aquel jueves recibí una llamada inesperada hacia el mediodía. Carlos quería compartirme lo que había averiguado sobre el escándalo Pretelt y la situación de la justicia. Fui a las tres y media de la tarde a su casa. Allí se refirió, afectado y triste, a la corrup-ción que corroe la administración de justicia. Pero, queriendo esquivar las malas noticias, pronto derivamos en referencias a lo que estaba leyendo. El

romanticismo. Una odisea del pensa-miento alemán, de Rüdiger Safranski, lo traía fascinado hace días. No me sorpren-día. Carlos, pese a su respeto y profundo conocimiento de Kant, había confesado h a c e t i e m p o s u d e b i l i d a d p o r Schopenhauer, inclinación que venía a reafirmarse con la lectura gozosa del escrito sobre el romanticismo alemán.

Casi premonitoriamente se me ocurrió preguntarle qué libros de literatura consideraba debía uno haber leído en la vida. Aquí les trasmito su respuesta, excluyendo la Decadencia de Occidente de Oswald Spengler, uno de sus preferi-dos. Mencionó espontáneamente tres títulos: Hadjí Murat, de Lev Tolstói, Esperando a los bárbaros, de J. M. Coetze, y Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia, de Stefan Zweig. En esta ocasión y como símbolo de cariño con las personas que él más amaba, su entrañable familia extensa, quisiera regalarle a María Cristina el libro del que expresara mayor admiración: Hadjí Murat, de Tolstói. Sobre este comenta Harold Bloom: “La extraordina-ria facultad de Shakespeare a la hora de dotar de una existencia exuberante

PALABRAS LEÍDAS EN EL ACTO HOMENAJE A LA VIDA Y MEMORIA DEL MAESTRO

CARLOS GAVIRIA DÍAZ*

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Rodolfo Arango, Clemencia Hoyos Hurtado y Héctor Abad Faciolince

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incluso a los personajes más secunda-rios, a la hora de henchirlos de vida, es inteligentemente absorbida por Tolstói. Todo el mundo en Hadjí Murat posee una vívida individualidad”.

Y es que Carlos, como ningún otro, supo apreciar la individualidad y respetar la singularidad de sus seres queridos, amigos y conocidos. Por mi parte, con-servaré la alegría de haber compartido su generosa amistad. Como dijera Horacio, citado por Montaigne al recordar a Étienne de la Boétie: “Nada compararía yo en mis cabales al placer de un amigo”. (sat. 1, 5, 44).

2Clemencia Hoyos Hurtado

Tristes días para todos

Para Carlos Gaviria

Gavo: voy a hablarte desde el alma y por eso te llamo tal como lo hago hace más de 30 años: decirte Gaviria, como casi todo el mundo, me parecía impersonal, y Carlos se me antojaba un exceso de confianza.

Estoy aquí, en el Paraninfo, frente a tus cenizas, porque María Cristina, Juan Carlos, Ana Cristina, Natalia y Ximena me honraron para que en mi calidad de discípula, amiga y persona muy allegada a la familia dijera unas palabras. Por eso –usando una expresión tuya– me arrogo la vocería de quienes fuimos tus discípu-los en la cátedra de Introducción al Estudio del Derecho, en la que educaste a

muchas generaciones que durante treinta años pasaron por los claustros de nuestra Facultad.

En nombre de ellos, puedo decir sin temor a equivocarme: haber sido alumno tuyo imprimió carácter; ese solo hecho es motivo de orgullo: no se trataba de aprender contenidos, sino de ejercitar-nos en el arte de pensar con rigor y claridad, a propósito de la heteronomía del derecho, la autonomía de la moral, los imperativos categórico e hipotético de Kant y la pirámide kelseniana con su famosa e ininteligible Constitución en el sentido lógico jurídico. Y cómo olvidar el capítulo relativo a la justicia y su aproxi-mación desde el positivismo y el iusnatu-ralismo. Eras un positivista “beligeran-te”, posición que expusiste un martes en este mismo recinto. Muchos años des-pués autorizaste su publicación en una revista.

Posteriormente, vino tu cátedra de Filosofía del derecho, en la cual el autor de cabecera era Hart y su obra El concep-to del derecho; a manera de chiste, decías que en esa cátedra enseñabas todo lo contrario de Introducción al estudio del derecho. Si mal no recuerdo, la antesala de la misma fue el seminario “El positivismo después de Kelsen”, que dictaste a través de la Asociación de Abogados y de la Librería Señal Editora, como curso de extensión, en 1990. Fue un deleite porque no existía el apremio del examen; nunca te animaste a publi-carlo.

Abogada egresada de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia. Especialista en Derecho Financiero de la UPB, Magíster en Derecho Comparado, de la Universidad de Columbia.

2

RODOLFO ARANGO, CLEMENCIA HOYOS HURTADO Y HÉCTOR ABAD FACIOLINCE

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También tomo la vocería de quienes fuimos tus amigos y “seguidores” si así se puede decir. No los tengo que nombrar porque ellos saben quiénes son. Estábamos en los inicios de la década del 70 y acababas de llegar de Harvard; por ese motivo eras calificado, en el lenguaje de la época, como agente del imperialis-mo yanqui. Rápidamente, pasaste a ser llamado comunista, cuando la Asociación de Profesores emprendió luchas que eran simplemente democráticas.

En ese entonces no faltaban aquellos que, conociendo mi cercanía con vos y con tu familia, te enviaban mensajes para que te apartaras de posiciones como la Presidencia de la Asociación; pensaban que si cambiabas de actitud podrías llegar a ocupar cargos como el de Ministro de Justicia. Los que te queríamos y conocíamos, sabíamos que tenías todas las cualidades y capacidades para serlo, pero que resultaría extraño que así ocurriera porque nunca actuarías en la forma que, generalmente, conduce a esos cargos. También te enviaban recla-mos de por qué no escribías libros. Tus cercanos entendíamos perfectamente la renuencia y hoy, 40 años después, es muy claro que, acorde con tu método socrático, tu gran patrimonio intelectual es oral y por eso queda en tus múltiples conferencias académicas. De esa época no puedo dejar de mencionar el círculo de los que nos autodenominábamos “Gavi-rismo científico”. ¡Cómo nos divertíamos! Estamos aquí presentes, para darte un adiós.

Cuando llegaste a la Corte Constitucio-nal, empezaste a tener reconocimientos; los de siempre te molestábamos señalan-do cuántos seguidores y quizás oportu-nistas aparecían porque nosotros te conocíamos y queríamos desde que eras,

en cierto modo, desconocido y vilipendia-do. Es difícil no sentir nostalgia de las épocas en las cuales lo más extraordina-rio que hacíamos era tomar aguardiente y escuchar tangos, a sabiendas de que al día siguiente, mientras los demás a duras penas sobrevivíamos, vos ya te habías levantado a leer a Wittgenstein en ale-mán. Era la época en la que recitabas de memoria el Tractactus.

Cuarenta y ocho horas después de tu muerte, fui capaz de escuchar tu última conferencia, dictada tres días antes de que te internaran y llegué a una conclu-sión: habías cerrado el círculo. Me pare-cía estar en la primera clase del curso de Introducción al estudio del derecho; hablaste y sostuviste lo mismo, salvo que enriquecido por nuevos autores como Adela Cortina, María Zambrano, y otros que no sé pronunciar, cumpliéndose lo que también te decíamos: afortunada-mente llevás más de 40 años sostenien-do lo mismo; qué tal que cambiaras el discurso!!

Y como si se tratase de una alegoría, este año, al final de las vacaciones, María Cristina y tus hijas te dieron la gabela de poner la última ficha de un gran rompe-cabezas. Nos quedan las fotos de ese momento y tu alegría casi infantil.

Gavo: gracias por todo, especialmente por tu afecto; y, como me escribiste bellamente en un correo, éste es “un cariño mutuo que ni la muerte puede acabar”.

Hasta siempre,

Clema

Medellín, abril 10 de 2015

PALABRAS LEÍDAS EN EL ACTO HOMENAJE A LA VIDA Y MEMORIA DEL MAESTRO CARLOS GAVIRIA DÍAZ

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3Héctor Abad Faciolince

El 26 de agosto de 1987, en el cementerio de Campos de Paz, con manos tembloro-sas, pero con voz muy firme, Carlos Gaviria habló ante el cuerpo abaleado de mi padre. De ahí en adelante, en los 28 años que siguieron, cada 25 de agosto, Carlos participó de alguna manera en la conmemoración de ese crimen y de esa injusticia. Yo nunca me imaginé que un día fuera a hablar en una ceremonia fúnebre por Carlos. Son esas cosas que uno nunca piensa, tal vez porque nunca las hubiera querido tener que hacer. Carlos era tan vital y tan radiante, que yo pude pensar en su muerte solo en los últimos meses de su vida.

Carlos tenía 20 años más que yo, y lo que puedo decir es que si tengo la suerte de vivir también hasta los 77 años, y si tengo la fortuna de que mis neuronas no se atrofien del todo, en este futuro que me quede seguiré siempre rememorando a Carlos como una presencia constante en mi vida, como una inspiración para mi pensamiento y para el sentido ético y justo que debo darle a mis acciones. Su ausencia real irreparable, pero su pre-sencia dentro de mí, me dirá que nunca puedo traicionar su memoria. Su presen-cia viva será uno de los mayores tesoros de mi mente.

En aquel año nefasto, 1987, a Carlos no lo mataron porque lo salvó la casualidad; por eso en la dedicatoria de El olvido que seremos yo lo llamé a él, y a mi otro amigo ya fallecido también, Alberto Aguirre, “supervivientes”. Carlos sobre-vivió a la masacre de los profesores y los e s tud i an t e s de su muy amada

Universidad de Antioquia para dar testi-monio de esa horrible embestida del fascismo ordinario en nuestra realidad. Sobrevivió para oponerse a los paramili-tares con toda la fuerza de su humanismo y su sensatez. La divisa de los asesinos, Carlos siempre lo dijo, era “¡viva la muerte, abajo la inteligencia!”. Carlos se opuso con la fuerza de su pensamiento riguroso, con la vitalidad de su espíritu romántico, y con las virtudes de su hombría ejemplar, a que las fuerzas de la oscuridad se impusieran para siempre en nuestra sociedad. Defendió siempre la vida y la inteligencia, el pensamiento razonado, la discusión sin violencia y con argumentos. Si hoy hay alguna luz aquí, y no todo es tiniebla, esto se lo debemos en buena medida a la voz valiente de Carlos, a las sentencias heréticas de Carlos, a su labor pedagógica paciente, rigurosa, constante, amorosa, tolerante. A su trabajo político limpio, sincero y radical. Él, como su gran maestro liberal, Gerardo Molina, fueron quizá las únicas figuras históricas colombianas capaces de unir a la izquierda en propósitos de ilusión por la justicia, sin fanatismo y sin sectarismo.

Creo que Carlos, de alguna manera, me quiso adoptar en el peor momento de mi vida, y yo acepté esa adopción simbólica como un gran privilegio. Me ayudó, me animó, me protegió. Leyó, corrigió y presentó casi todos mis libros; fue un crítico agudo de mis escritos periodísti-cos, siempre sincero y honesto, en el acuerdo y en el desacuerdo. Para mí su palabra, su concepto, era fundamental para seguir adelante, para rectificar, o incluso para insistir en lo que a él le parecía erróneo. Nunca nos distanciamos

Escritor, traductor y periodista. Estudió periodismo en la Universidad de Antioquia, y Lenguas y Literatura Modernas en la Universidad de Turín, Italia. Hijo de Cecilia Faciolince y Héctor Abad Gómez, médico, profesor universitario y defensor de los Derechos Humanos, fundador de la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia, Asoprudea.

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RODOLFO ARANGO, CLEMENCIA HOYOS HURTADO Y HÉCTOR ABAD FACIOLINCE

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por un desacuerdo: la divisa de Carlos era la tolerancia, si en el desacuerdo había argumentos sólidos de parte y parte.

Teníamos un proyecto que se quedó trunco: yo le haría una larga entrevista de su trayectoria vital e intelectual para publicarla en forma de libro. Era una especie de testamento de una vida de contemplación y de acción: contempla-ción por la belleza, el arte, la música, la poesía, la naturaleza, la novela, la filoso-fía, y el sacrificio de la acción política, que para Carlos no fue una dicha, sino un deber con Colombia, que no pudo eludir. De ese proyecto solo queda una sesión de pocas horas, que espero rescatar algún día.

Nuestra amistad, lo he dicho varias veces, se nutrió sobre todo de experien-cias y lecturas compartidas. Gozamos muchas veces, juntos, por la belleza que otros creaban. El cuadro de un expresio-nista alemán; la sonata de un austríaco; el poema de un español… Un poeta de derecha, Jorge Luis Borges, siempre nos conmovió por la fuerza de sus palabras, por la ironía sin fin, y por la luminosa inteligencia. Cuando fui a ver a Carlos en el hospital, la última vez, pensé que podía estar mirándolo por última vez. Ya he contado que en vez de rezar le recité un poema que él, una vez, le recitó a mi padre en una reunión del Comité para la

Defensa de los Derechos Humanos, “Los Justos”. Hoy quisiera terminar con otro poema de ese mismo libro, La cifra, un poema en que se nos aconseja mirar bien las cosas, y una cosa en particular: la luna. En diciembre del año pasado Carlos me llamó desde La Ceja, simplemente a contarme que estaba viendo un atardecer con muchos tonos de blanco, azul y rojo, precioso, y que ese atardecer le producía una honda emoción. Al mismo tiempo, me dijo, por el lado opuesto al que el sol se ocultaba, salía una luna llena. Carlos me hacía llamadas así: con el único fin de transmitir un goce. Pues bien, tal vez él, al mirar con tanta intensidad ese anoche-cher en La Ceja, estuviera pensando en este poema en que Borges nos recomien-da mirar con mucho cuidado. Dice así:

La amistad silenciosa de la luna(cito mal a Virgilio) te acompaña

desde aquella perdida hoy en el tiemponoche o atardecer en que tus vagos

ojos la descifraron para siempreen un jardín o un patio que son polvo.¿Para siempre? Yo sé que alguien, un día, podrá decirte verdaderamente:

No volverás a ver la clara luna.Has agotado ya la inalterable

suma de veces que te da el destino.Inútil abrir todas las ventanas

del mundo. Es tarde. No darás con ella.Vivimos descubriendo y olvidandoesa dulce costumbre de la noche.

Hay que mirarla bien. Puede ser última.

PALABRAS LEÍDAS EN EL ACTO HOMENAJE A LA VIDA Y MEMORIA DEL MAESTRO CARLOS GAVIRIA DÍAZ

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Texto tomado de: Tomados de: http://gecipap.blogspot.com Grupo de Estudios en Ciencia Política y Administración Pública [consultado por última vez, 5 de mayo de 2015]. Grupo de investigación de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. El profesor Albeiro Pulgarin es abogado Constitucionalista de la misma Universidad.

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Medellín, marzo 31 de 2014

Agonizando el último día del tercer mes del 2015, se ausenta en lo corpóreo una personalidad de esas que el buen sentido identifica como paradigma de una sociedad presente y futura. Al individuali-zar estos sentimientos en un nombre –CARLOS GAVIRIA DIAZ– se limita su potencial humano transferido en diferen-tes escenarios de la academia, entendida como la matriz del pensamiento científi-co, filosófico, artístico, jurídico y político, razón de ser de la cultura. Estas virtudes se deducen del testimonio del jurista que hoy concita a sus recuerdos, trayendo a la memoria la respuesta dada en una de sus entrevistas, cuando le preguntaron sobre que leía: Leo, respondió, historia, literatura, filosofía, de vez en cuando derecho.

La fuerza axiológica de esta confidencia, la ratifica la aplicación de esta visión holística del mundo en la práctica peda-gógica ya en la educación formal o en la informal; como pedagogo de la primera, el alma mater de Antioquia, lo inicio y él también la nutrió no solo del saber, sino del conocimiento del conocimiento, como consta en su escrito Mito o logos; misión que trascendió los escenarios inter-universitarios, para encontrar como receptores de esas enseñanzas a una generación de discípulos, ciudadanos que no contestaron a lista, porque su pensa-

miento, más allá del aula les transmitió un espíritu no solo renacentista, sino proyectado al panorama desafiante del siglo XXI .

La actitud y comportamiento propedéuti-co del servidor público Gaviria Díaz, se verifican en su proyecto de vida; sus pasadas y recientes jornadas históricas las dedicó a enaltecer dos ramas del poder público, con más relevancia en la jurisdiccional que en la legislativa. En la ejecutiva, representa para el país otra aspiración en una sociedad demandante de un nuevo concepto del hombre, la economía, la naturaleza y el Estado, al aceptar participar en un debate electoral –ética y estéticamente muy distante de sus convicciones sobre el régimen– como candidato presidencial y logra visibilizar, a más de dos millones y medio de sufra-gantes, conscientes de su destino. No es habitual que desde el establecimiento se reconozca (por no alcanzar los números exigidos por la cifra tres veces inferior al recaudo electoral de quien fue declarado presidente) la misión de un candidato a quien su proyecto de vida lo excluye de la sentencia maniquea entre ganador o perdedor.

Su estirpe de formador de ciudadanía, no declina ante los cantos de sirena de los dioses del descanso y el relajamiento a que incita una jubilación; culminada su función pública, emprende la creación y

NOS VAMOS… UN MARZO DE VIAJEROS*

Albeiro Pulgarín Cardona

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cualificación del sujeto como categoría fundante y fundada de un modelo político idóneo, en métodos y medios para la eficacia de la dignidad humana, en los términos de la proclama del artículo primero de la carta, principio fundamen-tal reconocido y llevado a la práctica por el jurista. En este propósito asume un protagonismo en la raíz epistemológica y organizativa del estado social de dere-cho: La sociedad civil.

Entre sus últimas ocupaciones, en ese indeclinable cometido socio-político, concibe una ejemplar asociación, que desde el sentir de los demócratas debe fortalecerse para continuar desde DEMOPAZ, un propósito que las circuns-tancias históricas del país exigen culmi-nar como cometido ilustrativo. Las jornadas de este colectivo de cultas personalidades cumplieron –con la hospitalidad de la biblioteca Pública Piloto– en cada uno de sus inolvidables jueves, los anhelos del conocimiento del arte, la política, la filosofía y la economía, compendios de la paz y la democracia.

La permanencia de DEMOPAZ, que inexorablemente transita por su crea-ción, desarrollo y solidez, demuestra la comunión de ideales con un pensamiento inspirado y comprometido más con lo universal que con lo particular.

Hoy no despedimos a un precursor de esos dos valores a conquistar, democra-cia y paz, con las nostalgias que nos dejaron otros, sacrificados en una sociedad renuente a la razón, sino con el bálsamo que mitiga las ausencias cuando las originan fenómenos inapelables al interior de la evolución orgánica de todo ser vivo.

Este momento luctuoso trae a la memo-ria el de otro intérprete de la historia

–Guillermo Federico Hegel contra quien se frustró una tentativa de homicidio en la modalidad de sicariato– porque al profesor Gaviria Díaz, puede recordárse-le, como un sobreviviente de las preten-siones criminales de una estructura de poder añeja y autista, que para impedir la transición de un régimen político inidóneo hacia las exigencias contempo-ráneas, acude a la prohibición y a la exclusión violenta de los demócratas. Pero el jurista, aún en la fatigosa prepa-ración del exilio, al otro día del crimen contra la vida del médico salubrista Héctor Abad Gómez, acude a la fuerza de su pluma y la sabiduría de su pensamien-to, que no le impiden claudicar ante el terror, y, en su columna del diario regio-nal El Mundo caracteriza ese delito en el contexto del fascismo ordinario.

Hay una coincidencia cronológica merito-ria de mención: un marzo que despide tres antioqueños, de Colombia, del mundo, del arte, la economía y la juridici-dad. Estas tres disciplinas desde la teoría de la sociedad y del Estado, son subcate-gorías históricas que enriquecen y dignifican el ejercicio del poder político; con la diferencia de un día, despedimos al artista Ramón Vásquez y al ingeniero Nicanor Restrepo, y a escasos días de estas partidas corresponde despedir al jurista. Tres arquitectos de la humaniza-ción del pincel, la economía y el derecho. De estas partidas, de los espíritus eter-nos, debemos rescatar una enseñanza para quienes sobrevivimos y para quie-nes nos heredan: la calidad de mortales. Toma de conciencia que desde lo antro-pológico favorece la no realización de conductas tanáticas lesionadoras de las condiciones personales de existencia que exigen el respeto a la naturaleza, el reconocimiento a la biodiversidad y a la dignidad humana como sumun de la libertad, la igualdad y la vida.

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El precitado pensador alemán –Hegel– convocó en sus honras fúnebres, a una multitud en duelo, a una escena pública inusitada aún ante el fallecimiento de monarcas que lo precedieron; hoy el homenaje al siempre recordado presi-dente de la corte constitucional tiene esas connotaciones desde lo corporal e intersubjetivo, porque sus argumentos y su obra trascendieron nuestras coorde-nadas en lo territorial y su disertación se identifica con el plexo valorativo que personifica a la nación colombiana como la lectura de García Márquez, las melo-días de José Barros, los óleos de Fernando Botero y el trabajo de otros colombianos también ilustres en el contexto internacional. El legado de los representantes de la nacionalidad, supera el concepto de familia nuclear y lo cualifica a instancias socio políticas con la lógica secuencia de que el duelo desde lo Gaviria Gómez es también el del ciudada-

no colombiano que se identifica con su apostolado.

Quedamos los sobrevivientes en esta sociedad, con la adversidad de padecer desde las estructuras dominantes las secuelas de la decadencia de un ejercicio de poder infestado de los vicios, que tradicionalmente han obstaculizado la conformación de una sociedad justa y libre, como la violencia, la corrupción y el despilfarro –insumos de la guerra–; contradictoriamente sus culpables insisten en quedarse, pero también estamos los herederos responsables de continuar las enseñanzas humanistas, con la ética y la estética que reclama el proceso actual de Colombia. No nos vamos, todavía permanecemos activos y pensantes con el compromiso testamen-tario para la realización del programa político que lideró Carlos Gaviria con otra pléyade de demócratas que se quedan.

Imagen tomada de Corporación Nuevo Arco Iris. Foto: Giovanni Moreno C. http://www.arcoiris.com.co/wp-content/uploads/2012/06/carlos_gaviria.jpg

ALBEIRO PULGARÍN CARDONA

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Tomado de: http://www.actualidadurbana.com/me-gusto-la-muerte-de-carlos-gaviria-diaz/ publicado el 1 de abril de 2015.

Columnista del portal Actualidad Urbana, integrado por personas de diferentes corrientes de opinión, interesados por los temas urbanos y por el ejercicio de la democracia.

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Este titular puede confundirse con el pensamiento de algún aturdido fanático de la ultraderecha en Colombia. Sería una equivocación. Me gustó que un intelectual de su talla, un prohombre sin comparaciones, un ser humano intacha-ble y un jurista de tantas dimensiones, haya muerto de muerte natural en la cama de un hospital rodeado de sus familiares y admirado por millones de colombianos y miles de extranjeros a quienes tuvo la oportunidad de llevarles, mediante la cátedra, la maravilla de su dialéctica y la fuerza de sus argumentos.

Sus más cercanos amigos, la mayoría de ellos hombres limpios, maestros esclare-cidos y profesionales ejemplares, fueron asesinados a tiros por su forma de pensar en un país que se niega a judicializar a los responsables que todos conocemos y que se empeña en considerarlos mártires de la patria por sus gestas criminales.

Las convicciones del doctor Gaviria Díaz, las mismas que argumentó del modo más civilizado y con un altísimo lenguaje jurídico, siguen siendo motivo de perse-cución en el territorio nacional.

Mientras estuvo vivo el doctor Gaviria Díaz no cesó un instante en enseñar un mundo y una sociedad que basara en la tolerancia y la compresión de la diversi-dad, todas y cada una de sus inquietudes y angustias.

El reconocimiento de la razón y la dialéc-tica como instrumentos para la compren-sión de los grandes problemas naciona-les, fueron sus modelos, y estos podían aplicarse en la práctica incesante de la búsqueda de la igualdad entre los seres humanos. Una igualdad que no pretendía llevar al poder ninguna forma de dictadu-ra.

ME GUSTÓ LA MUERTE DE CARLOS GAVIRIA DÍAZ*

Mario Serrato**

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La suya era una igualdad que censuraba los harapos, el hambre y la ignorancia.

La forma en que interpretaba la econo-mía no restringía el derecho a la propie-dad privada, como señalaban sus enemi-gos políticos, algunos de ellos, asesinos de sus amigos entrañables, solo exigía que esa propiedad privada cumpliera una función social, papel que cumple en todos los países que se ufanan de vivir en democracia.

En su limpia campaña política a la presi-dencia, nunca perdió las elecciones, aunque así lo indicaran los resultados. La razón es simple: durante la campaña el maestro siguió educando y una vez más, como siempre, enseñó a hacer política con ética, con argumentos, con la mirada puesta en Colombia y sus gentes y no solo en el poder y el deseo de tener los privilegios que gozan quienes lo deten-tan.

En alguna ocasión, durante esa campaña presidencial admirable como su gestión en la Corte Constitucional, se alzaron las voces sucias de los proselitistas profesio-nales: –“El doctor Gaviria recibe una pensión del Estado además del salario de Senador”–. –“Es tan repugnante como nosotros”– le decían al electorado los acusadores en los corrillos de la infamia de los que nunca salen a mostrar su verdadero rostro. –“Sus argumentos no tienen soporte porque es tan deshonesto como nosotros”–, se ufanaban en las cloacas de sus mentideros políticos.

Cuando la fuerza de las evidencias puso las cosas en su sitio y la incuestionable contabilidad documentada demostró que las acusaciones eran mentira, ninguno de los embaucadores profesionales de la política electoral, reconoció la equivoca-

ción; y no lo hicieron por una razón: su intención nunca fue denunciar una realidad oprobiosa, su verdadera inten-ción consistía simplemente en llenar de llagas el rostro del contrincante digno, para confundir su imagen en su propio espejo de miserias y mentiras.

Aclarada la situación: el doctor Gaviria nunca ocupó un minuto de su tiempo en solazarse con el calumniador oculto.

Los derechos humanos, en particular, aquellos que se vulneraban a las mino-rías, fueron protegidos en brillantes y argumentadas sentencias que solo han sido cuestionadas desde las toldas de la intolerancia medieval, con las maniobras del poder y la amenaza. Nunca con el lenguaje del derecho, la razón y la filoso-fía que expuso cuando las construyó.

Su forma de recreación la gozaba en los muchos viajes de fantasía que le propor-cionaban los mil libros de su espléndida biblioteca.

También en la cátedra llena de ideas capaces de hacer vibrar la imaginación de una piedra, o en una noche de aguar-diente antioqueño, con tango de fondo, con uno de sus queridos amigos, a los que no alcanzaron los disparos de los pacificadores uniformados, condecora-dos por el odio y el rencor.

El maestro murió entre los suyos de muerte natural. Claro en sus conviccio-nes y seguro de que sus ideales de tolerancia, igualdad y los derechos humanos, seguirán calando de modo más profundo y arraigado en una socie-dad que ahora, como nunca, se encuen-tra más cerca de la paz.

Paz en su tumba.

MARIO SERRATO

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“Tengo que informarte que por primera vez en 77 años de vida estoy en un cuarto de hospital”, le dijo a Héctor Abad a propósito de la neumonía “criptogénica” que le detectaron a comienzos de 2015. / Gabriel Aponte

Si la memoria fuera un hilo con dos puntas y con algunos nudos, podría rememorar a Carlos Gaviria empezando por un extremo del hilo —mi recuerdo más remoto de él—, contar luego algunos nudos en que la memoria se condensa y terminar por la otra punta del hilo de la vida, cuando esta llega al final y se comprende lo más triste que tiene la muerte de un amigo: que ya nunca más vamos a caminar juntos, a comer y beber juntos, y, sobre todo, a conversar juntos.

Lo que más falta me va a hacer de Carlos son sus palabras y el tono de voz con que las decía: inteligencia, entusiasmo, citas que su extraordinaria memoria traía a cuento, y sobre todo claridad de las ideas. Hablar con Carlos —que siempre fue un maestro— era aprender algo en todo momento, poner en duda las propias

convicciones, aclarar el pensamiento a través del diálogo. Saber que ya no puedo llamarlo ni oírlo ni invitarlo a conversar, será ya siempre en mi vida una carencia imposible de llenar.

Si me remonto a la punta más lejana del hilo, puedo recordar el momento en que conocí a Carlos Gaviria, que no era amigo mío todavía, sino de mi padre. Esto ocurrió a principios de los años 70, cuando el joven profesor de Filosofía del Derecho —que ya había sido decano de su Facultad, a los 32 años— fue destituido de su cátedra (junto con más de cien profesores) por un rector reaccionario de la Universidad de Antioquia. Yo era apenas adolescente y recuerdo que la junta del sindicato se reunía en la biblioteca de nuestra casa. Carlos y mi papá presidían la Asociación de Profesores y en las reuniones se decidía la estrategia de la huelga que estaban hacien-do para oponerse a esa destitución y a un “estatuto docente” que eliminaba la liber-tad de cátedra. Recuerdo que, pese a todo, en esas reuniones había mucha más risa que angustia. Pensaban tomarse la univer-sidad una tarde, y hasta dormir allá el

CARLOS GAVIRIA O LA PULCRITUD*

Héctor Abad Faciolince**

In memóriam 1937-2015

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Semblanza del maestro, del amigo, del compadre, del hombre ejemplar, hecha por el escritor al que el exmagistrado le publicó el primer libro y

hasta le consiguió trabajo.

Tomado de El Espectador. Bogotá, 4 de abril de 2015. http://www.elespectador.com/noticias/politica/carlos-gaviria-o-pulcritud-articulo-553169 Política también puede consultarse en http://www.hectorabad.com/carlos-gaviria-o-la-pulcritud/

Escritor, traductor y periodista. Estudió periodismo en la Universidad de Antioquia, y Lenguas y Literatura Modernas en la Universidad de Turín, Italia. Hijo de Cecilia Faciolince y Héctor Abad Gómez, médico, profesor universitario y defensor de los Derechos Humanos, fundador de la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia, Asoprudea.

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tiempo que fuera necesario, y las esposas de los profesores serían las encargadas de llevarles de noche los alimentos.

Mi mamá y María Cristina Gómez (la esposa de Carlos) se ocuparían de esta última parte. Después no recuerdo bien qué pasó. El resultado de esa huelga y de esa destitu-ción colectiva dependía de las elecciones presidenciales: si ganaba Álvaro Gómez Hurtado, el candidato conservador, los profesores echados no volverían jamás a las aulas. Si en cambio ganaba el candidato liberal, López Michelsen, el destituido sería el rector y los profesores volverían a la cátedra. Lo que ocurrió fue esto último y durante más de diez años Carlos y mi padre vivieron una tregua de libertad y pudieron seguir enseñando en la universidad.

Luego viene el primer nudo de memoria con Carlos. Lo nombran miembro del Tribunal Russell en Roma y allá se reúne, entre otros, con Julio Cortázar, para anali-zar las detenciones ilegales y los crímenes de las dictaduras de América Latina. Como Cortázar era el ídolo de mis lecturas juveni-les, más que preguntarle por los crímenes de la dictadura militar brasileña me recuer-do interrogando a Carlos por la manera de ser del autor de Rayuela. ¿Era en la vida tan divertido, luminoso y tierno como en sus libros? Aunque las reuniones de Roma eran más políticas que literarias, Carlos me confirmaba la intuición de todos los que hemos leído a Cortázar sin conocerlo. A partir de entonces nuestras conversaciones fueron más de lecturas que de política, más de libros que de conflictos sociales.

Pasan los años. El nudo siguiente se refiere al momento más duro de nuestras vidas, cuando a los profesores de la Universidad de Antioquia ya no los destituyen sino que los matan. En Medellín empiezan a matar los grupos paramilitares y mi papá y Carlos están no solo amenazados, sino descorazo-nados, desesperados: ya hay más angustia que risa en sus encuentros semanales. Desde el Comité para la Defensa de los Derechos Humanos tratan de detener con

palabras y protestas la masacre, pero no lo consiguen. Después del asesinato de mi padre le ruego a Carlos que se vaya del país, pues si no, él va a ser la víctima siguiente, y Carlos viaja a Argentina, donde pasa un par de años en el exilio. Salva su vida y es un milagro que haya sobrevivido casi 30 años más, ayudando a hacer menos salvaje a Colombia, primero desde la cátedra y luego con sus revolucionarias sentencias en la Corte Constitucional. Cuando trato de pensar en Colombia con optimismo, recuerdo que Carlos pudo haber muerto asesinado en la década de los 80 del siglo pasado y en cambio vivió hasta el año 15 de este siglo, y que murió en la cama, después de haber ayudado a mejo-rar en algo este país atrasado.

Un nudo más: a principios de los años 90, cuando yo vivo todavía en Italia, gracias a Carlos consigo publicar mi primer libro. Es un esmirriado e inseguro volumen de cuentos que, gracias a él, me publican en la editorial de la Universidad de Antioquia. Él mismo escribe la nota de la contratapa. No solo eso: me anima a volver a Colombia y hasta me consigue trabajo para reemplazar a Juan José Hoyos en la dirección de la revista Universidad de Antioquia.

A mi regreso la amistad se estrecha aún más: lo siento como un amigo heredado de mi padre, y en cierta medida como un padre sustituto. En vista de que su esposa, María Cristina, es pedagoga, y había fundado guarderías y colegios inspirados en las ideas libertarias de Russell y del mismo Carlos, mis hijos estudian en esas escuelas. Aunque quizá era más lo que gozaban que lo que aprendían, mis hijos tienen de ese colegio memorias de felicidad y agradecimiento. Era como ir a una finca toda la semana, recuerdan todavía.

Un nudo más: nos volvemos compadres. Estando en vacaciones en la finca de mi familia en Támesis, La Inés, Carlos, que es agnóstico, me pide que deje de ser intransi-gente y que le dé un gusto indoloro a mi mamá: que bauticemos a mi hijo en la

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iglesia de la aldea cercana, Palermo. Por él accedo a pasar por alto mi fanatismo anticlerical y Carlos es el padrino de mi hijo. En adelante seremos compadres y de algún modo siento que mi hijo ha heredado la bondad y el ánimo ecuánime de su padrino. Era Carlos una especie de no creyente que sin embargo practicaba las mejores nor-mas morales del cristianismo: si hubiera purgatorio, no lo probaría.

Ha llegado el momento de mencionar otro nudo importante, el de las obras y los hijos. “Por sus frutos los conoceréis”, dice una de las partes más citadas del Nuevo Testamento. La vida de Carlos fue ejemplar en todo sentido, pero si lo fuéramos a juzgar por sus obras y sus hijos, saldría aún mejor librado que por su propia vida. Ana Cristina, Natalia, Juan Carlos y Ximena son ciudadanos intachables y seres humanos extraordinarios. Son los frutos de una educación en la que se conjugan la libertad responsable y la imaginación. Doy un detalle de esta última: contaba Carlos que a él le daban pereza los juegos infantiles que implicaban demasiado movimiento físico.

Cuando sus hijos le proponían jugar a los escondidijos, Carlos aceptaba, pero los escondites debían ser mentales y no había que ir a buscar a nadie por toda la casa: bastaba pensar en dónde se escondía cada uno, y tener la honestidad de aceptarlo, si lo encontraban: detrás de la cortina de la sala, no; debajo de la cama de la mamá, no; en el horno, detrás de la nevera, en el baño de abajo. En fin, los lugares mentales para esconderse eran incluso más numero-sos que los reales y el juego se volvía más interesante, casi infinito.

Los imbéciles (que nunca faltan) se han atrevido a llamar a Carlos Gaviria marihua-nero y drogadicto, por su sentencia ejem-plar sobre la autonomía humana y la despenalización de la dosis personal de drogas. La vida de Carlos podría examinar-se con lupa, y también la de sus hijos, para darse cuenta de la imbecilidad de esas

acusaciones. Lo que pensaba está en su obra, hecha de ensayos, artículos y senten-cias. En sus hijos y en su obra no hay más que ejemplos de sobriedad e inteligencia.

Otro nudo básico de nuestra amistad fueron Borges, la poesía en lengua españo-la, y en general la lectura. Siempre que nos veíamos o cuando hablábamos por teléfo-no, hacíamos un recuento de nuestras últimas lecturas. Nos recomendábamos autores, nos dábamos regalos de libros. Conservo sin leer los dos tomos de una de sus obras fundamentales: La decadencia de Occidente, de Spengler. Pero en cambio, gracias a Carlos, llegué a leer y a admirar otros de sus libros más queridos: la Apología de Sócrates y algunos de los Diálogos de Platón. Varias obras de Bertrand Russell y de Isaiah Berlin.

Sobre el célebre ensayo de este último, El erizo y la zorra, recuerdo haber hablado con Carlos varias veces. Marx era el típico zorro que todo lo reducía a una gran idea económica. ¿Era zorro Carlos en este sentido marxista? No lo era, pues sus convicciones eran mucho más complejas, abiertas, liberales y libertarias. Sin embar-go, en su práctica política, y para intentar mantener unido al Polo Democrático (quizá su nombre era el único que conseguía juntar casi todas las tendencias de la izquierda colombiana), a veces parecía más el erizo que no era que el zorro que genéticamente se inclinaba a ser.

Acabo de mencionar algunos libros de historia o de filosofía. En realidad, en general, hablábamos mucho más de literatura que de ideas abstractas. Los grandes autores de Europa Central eran nuestra más amada pasión común, una patria de judíos en lengua alemana: Joseph Roth, Franz Kafka, Stefan Zweig, Elias Canetti, Karl Kraus… Hay muchos otros nudos intelectuales y vitales en el hilo de mi memoria con Carlos Gaviria: la música clásica y popular, la comida, el vino, los atardeceres, las conversaciones peripatéti-cas por el campo, las historias privadas

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sobre la mezquindad de algunos líderes de la izquierda colombiana, pero el espacio no es ilimitado ni la ocasión propicia para todo. Estoy viendo los rostros de sus peores detractores (de derecha y de izquierda), pero no vale la pena mencionarlos. Uno a quien salvó del suicidio acogiéndolo frater-nalmente en su casa, se dedica al asquero-so oficio de calumniarlo.

Llego, entonces, a la punta más próxima del hilo, cuando mi amigo Carlos se enfer-ma. Un día, a principios de este año, recibo una llamada suya. “Tengo que informarte —me dice— que por primera vez en 77 años de vida estoy en un cuarto de hospital”. Siempre había tenido buena salud, pero esta vez lo habían internado en una clínica en Medellín. Lo que más lo exaspera es el desacuerdo de los médicos. “A veces la medicina no parece una ciencia sino un arte adivinatorio”, me dice. No se ponen de acuerdo en los motivos de su neumonía: “criptogénica”, dicen, es decir, de origen críptico, oscuro. No saben si lo que tiene es lupus, cáncer, fibrosis pulmonar, o alguna otra enfermedad autoinmune o degenerati-va.

Le prescriben cortisona. Se siente mejor y se va a Bogotá, que es la ciudad donde ha vivido en los últimos años, aunque la altura no le conviene. Planea un viaje a Argentina para mediados de año, a descansar. Las noticias de corrupción sobre Pretelt y la Corte Constitucional lo deprimen mucho; también la muerte de Nicanor Restrepo lo desanima. Se siente mal después de una conferencia y vuelven a internarlo, esta vez en Bogotá. Ya no saldrá del hospital.

Recuerdo la última conversación larga que tuvimos, en su apartamento de Medellín, convaleciente. Hablamos de nuestras lecturas recientes: yo, novelas para un premio del que era jurado; él, un libro que le fascina sobre el romanticismo. Me confiesa que nunca ha podido saber si él es un ilustrado o un romántico, pero que cada vez se inclina más por esta última defini-

ción. Intenta que su razón contenga sus emociones, pero la belleza de la vida, el misterio de la ética, el arrebato del arte y de la música, lo sacan de sí mismo.

Hablamos de la muerte, de su posible muerte. Me dice que ha vivido todo lo que esperaba vivir y que no siente apego por nada. Que está dispuesto a morir con toda serenidad. Yo pienso en Sócrates, su maestro más lejano, y su actitud me parece igual de serena. Le digo que en todo caso no hay afán y que yo preferiría conversar muchas más veces con él, siquiera hasta los noventa. Por supuesto no sé que esta será nuestra última conversación. Está vestido impecablemente y, si bien un poco pálido, tiene la pulcritud y calidez de toda la vida.

La última vez que lo veo ya está en cuida-dos intensivos. Incluso sedado se ve sereno y pulcro. No me impresiona. Tomo su mano, y como yo no rezo, le recito unos versos de Borges que él mismo le leyó a mi padre en una reunión del Comité para la Defensa de los Derechos humanos, hace 30 años. Se trata de Los justos, un poema que empieza así: “Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire. / El que agradece que en la tierra haya música…”. Algunos versos más y termina: “El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho. / El que prefiere que los otros tengan razón. / Estas personas, que se ignoran, están salvando el mundo”. No sé si los médicos van a salvarlo o no; no sé si me oye o no; no sé si he venido a visitarlo, simplemente, o a despedirme para siem-pre. Tomo su mano un rato, y me voy. Respira, sigue siendo pulcro hasta en su último trance. Cuando la familia debe decidir si —fieles a su sentencia sobre la muerte digna— deben desconectarlo, él mismo deja de respirar, sin obligarlos al “homicidio por piedad” que él mismo despenalizó en Colombia.

Hay una la palabra con la que me gusta definirlo y con la que lo voy a recordar toda

HÉCTOR ABAD FACIOLINCE

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la vida: pulcritud. Cuando fue candidato a la Presidencia de la República me di cuenta de que Carlos, precisamente por su limpie-za, no podía llegar a ser presidente. Si bien con él muchos tuvimos el sueño —que no dudo en calificar de platónico— de que un filósofo gobernara la república, ese sueño se estrelló con una realidad muy mezquina: a los electores no los convence solamente la calidad de los argumentos ni la ausencia de promesas imposibles; en la república real, no en la utópica, sino en la república tal como ella es, la aquí presente en este país tropical, no siempre gana el mejor, ni el más sabio. En general gana el más rabioso o el más astuto.

Pero todos, en el fondo, empezando por el mismo Carlos (que leía a su amado Platón con ojo crítico), teníamos la duda de que el filósofo pudiera ser el mejor gobernante. Para empezar, según Maquiavelo, es muy conveniente que quien gobierne sepa mentir, y Carlos Gaviria jamás practicó el arte de la mentira; debe saber traicionar, y él nunca tuvo este defecto; y el gobernan-

te, sobre todo, debe ser capaz también de matar, y en esto nuestro filósofo sí era el más retrasado de todos los alumnos. Démosle gracias a Apolo, entonces, y a todos los dioses griegos a quien Sócrates rendía culto en solemnes holocaustos, de que Carlos Gaviria no haya llegado a ser presidente de esta República. Habría tenido que ensuciarse con el ejercicio del poder y ensuciar la virtud que es su mayor heren-cia: la pulcritud. Nos queda la memoria de su honradez y de su decencia. Es verdad que hoy de Carlos solo quedan sus cenizas, pero mientras sus ideas sean recordadas y respetadas, esas cenizas, como en el verso de Quevedo, tendrán sentido. La vida limpia y sabia de Carlos Gaviria debería ser recordada siempre como un gran ejemplo para Colombia.

Por mi parte ya no podré volver nunca más a conversar con el querido amigo. Seguiré su ejemplo de los escondidijos mentales y trataré de seguir hablando con él en el pensamiento.

CARLOS GAVIRIA O LA PULCRITUD

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Tarjeta de condolencia entregada a la familia Gaviria Gómez por Asoprudea y leída en el acto de nombramiento de la Biblioteca Central de la Alma Mater "Carlos Gaviria Díaz", según Resolución Rectoral 40005 del 9 de abril de 2015.

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Este viernes (8 de mayo de 2015) Carlos Gaviria habría cumplido 78 años, por tal motivo la Universidad de Antioquia bautizó su biblioteca con el nombre del jurista.

El pasado 31 de marzo falleció el líder Carlos Gaviria Díaz y este viernes la Universidad de Antioquia renombró su biblioteca central en homenaje al jurista. En el acto, Juan Carlos Gaviria Gómez, hijo del fallecido exmagistrado, pronun-ció estas palabras en nombre de su familia:

"Sin duda la vida de nuestro padre giró en torno de los libros, o quizás, su vida fueron los libros. Su racionalidad y su sensibilidad estuvieron ligados a estos. Para él era un placer tocar el libro, reco-nocer el olor característico de cada ejemplar, visualizar su estructura y discernir su contenido.

La bella frase de Jorge Luis Borges según la cual “De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asom-broso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo…. Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”, evidencia con nitidez la concepción de nuestro padre sobre el libro.

Para muchos nuestro hogar resultaba excéntrico, pues el centro del mismo, si se quiere con una connotación sagrada, fue siempre la biblioteca, a quien nuestro padre amaba y valoraba como a un quinto hijo. En lugar del Corazón de Jesús o de pinturas religiosas, nos acompaña-ron sucesivamente bellas imágenes de Bertrand Rusell, Ludwig Wittgenstein y Jorge Luis Borges, quienes dentro de la universalidad que caracterizó a nuestro padre, se erigieron en los íconos de su biblioteca.

Las limitaciones económicas del profesor universitario de ésta alma máter nunca impidieron que accediera a los que él consideraba una necesidad vital. Los libros le imprimieron el sentido a su vida, fueron fuente permanente de emociones y signaron su destino.

Cada libro implicaba un ritual: era raya-do, degustado, conservado como una joya preciosa. Cada anotación de las que nuestro padre solía plasmar en cada ejemplar revela las huellas de su pensa-miento, de su dimensión ética y estética. Por ello cada libro de los que pasó por sus manos es un ejemplar único, es un tesoro, pues tiene su sello propio.

CARLOS GAVIRIA: SENTIDO HOMENAJE EN SU CUMPLEAÑOS*

Juan Carlos Gaviria Gómez**

Tomado de Revista Semana. Bogotá, 8 de mayo de 2015. En: http://www.semana.com/gente/articulo/las-sentidas-palabras-en-homenaje-carlos-gaviria-diaz/426818-3

Hijo del Maestro Carlos Gaviria Díaz. Abogado de la Universidad de Medellín, Árbitro en Derecho Laboral, Especialista en Responsabilidad Civil y Seguros de la Universidad Eafit, profesor universitario en las universidades Eafit, Javeriana de Cali y Pontificia Bolivariana.

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La Decadencia de Occidente, e l Tractatus, Summerhill, el Concepto del Derecho, los cuentos de Borges…. La enunciación de sus libros queridos sería interminable, pero existieron obras emblemáticas que incidieron en su filosofía de vida, en su claridad, en su concepción de la libertad y la educación; y por ello se irradiaron de alguna forma a su familia, amigos y discípulos.

El placer por los libros se extendía desde su visita a las librerías hasta la prisa ansiosa por llegar a su destino para disfrutar lo adquirido. Recordamos en la época de nuestra infancia las visitas sabatinas a la Librería Continental, y en épocas recientes su emoción desbordan-te en la Librería Ateneo de Buenos Aires, así como la frustración en la ciudad de Porto al encontrar cerrada la librería que había anunciado desde la partida como una de las más bellas del mundo.

Los libros hicieron parte de nuestra vida familiar cotidiana. Como anécdota, no podemos olvidar la angustia familiar cuando Bruna -una perra con la que se resignó a convivir- decidió devorar literalmente el texto de Kierkegaard, Temor y Temblor. Este hecho siempre fue mantenido en secreto de nuestro padre, quien se extrañaba de la ausencia del ejemplar, pues pese a la disimilitud de volúmenes que integraban su biblioteca tenía plena claridad sobre los mismos.

Cuando fue consciente de la presencia de su enfermedad nos manifestó su decisión de hacer realidad un sueño, que final-mente no pudo cumplir, el de volver a juntar sus libros antes de morir, pues su biblioteca –por las vicisitudes de la vida- se encontraba dispersa en tres recintos diferentes.

Los libros siempre fueron su compañía, sus cómplices en los momentos de soledad. Inclusive, hasta los últimos momentos en su etapa de hospitalización los libros lo acompañaron. Los aforismos de Wittgenstein signaron nuestra última conversación, y luego, aún sedado, le leíamos poemas de Constantin Kavafis, con la ilusión de que pudiera encontrar regocijo en ellos.

Después de fallecido y cuando nos vimos abocados a violar su intimidad nos encontramos sus propios aforismos. Uno de ellos refleja su vida en torno a los libros: “mi biblioteca: un catálogo incom-pleto de lo que quise saber”. Y al finalizar el libro Elegía de Philipe Roth, advertimos que dejó asentada esta frase contunden-te: “Mis libros no son míos. Soy yo”.

Su biblioteca, aunada a su memoria abrumadora y a su inteligencia, explica su línea de pensamiento, su coherencia, su sentido estético y la sabiduría alcanza-da.

Todas estas ideas sueltas pretenden evidenciar que a nuestro padre no se le podía hacer mejor homenaje que el de bautizar una biblioteca con su nombre, pero no cualquier biblioteca; la de su alma máter.

Por ello en nombre de mi madre, de mis hermanas, y del mío propio, profundo y sentido agradecimiento a la Universidad de Antioquia, a la Facultad de Derecho, y en particular al profesor Julio González Zapata, pues con este reconocimiento, cabalmente coherente con la vida de nuestro padre, se logra que el nombre de Carlos Gaviria perdure eternamente en el lugar que para él resultaba más emble-mático".

CARLOS GAVIRIA DÍAZ: SENTIDO HOMENAJE EN SU CUMPLEAÑOS

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Magistral

Escritos del Maestro Carlos Gaviria Díaz

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La Ley 30 de 1986, sancionaba en el artículo 51 el porte de dosis personal de estupefacientes, así: a) pena de arresto hasta por 30 días y multa de medio salario mínimo legal mensual, si era la primera vez; b) por la segunda comisión dentro de los 12 meses siguientes al primer hecho, la sanción era arresto de un mes a un año y multa desde medio hasta un salario mínimo legal mensual; c) si se traba de persona en estado de drogadicción, aunque fuera sorprendida por primera vez, la medida era interna-miento en un establecimiento psiquiátri-co o similar de carácter oficial o privado, por el término necesario para la recupe-ración; no obstante, la autoridad podía confiar al drogadicto al cuidado de la familia de ésta, a una clínica, hospital o casa de salud, por el término dicho.

El artículo 2 literal j de la Ley 30 de 1986 definió la dosis personal como la cantidad de estupefacientes que una persona porta o conserva para su propio consu-mo, así: marihuana hasta 20 gramos, marihuana hachís hasta 5 gramos, cocaína o cualquier sustancia a base de cocaína hasta un gramo, metacualona hasta 2 gramos; agregó la norma que el estupefaciente que la persona lleve

consigo para distribución o venta, no es dosis personal, cualquiera sea su canti-dad.

En la Sentencia C221 de 1994 la Corte Constitucional se pronunció sobre la demanda de las normas jurídicas referi-das. El fallo resolvió que l numeral j del artículo 2 de la mencionada ley se ajusta-ba al texto constitucional, no así el

1artículo 51, ni el 87 del mismo estatuto , ya que a pesar de que éste no había sido demandado, en aras de la unidad norma-tiva, procedía su declaratoria de su inconstitucionalidad, porque establecía una norma de similar naturaleza a la del artículo 51.

La sentencia que tuvo como ponente al magistrado Carlos Gaviria Díaz, fue aprobada en reñida votación de cinco votos a favor y cuatro en contra; la discusión en el alto tribunal tuvo un efecto expansivo en la opinión pública y en los círculos políticos, sociales, religio-sos y académicos, donde todavía se debaten sus defectos y virtudes. Del texto de la sentencia se transcriben a continuación las consideraciones de la Corte y el fallo.

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DESPENALIZACIÓN DEL CONSUMO DE LA DOSIS PERSONAL DE ESTUPEFACIENTES*

Carlos Gaviria DíazIntroducción y notas de María Yolanda Álvarez**

Gaceta de la Corte Constitucional. Edición Extraordinaria, Sentencia No. C-221 de mayo 5 de 1994, p. 64.

Tomado de la Revista Universidad de Antioquia. Nro. 0252, abril-junio de 1998, p. 48-58.

“Las personas que, sin haber cometido ninguna de las infracciones descritas en este estatuto, estén afectadas por el consumo de drogas que producen dependencia, serán enviadas a los establecimientos señalados en los artículos 4 y 5 del Decreto 1136 de 1970, de acuerdo con el procedimiento señalado por este Decreto”.

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Consideraciones de la Corte

1. El derecho como forma de regula-ción de la conducta interferida. ¿Existen deberes jurídicos para consigo mismo?

Más allá de las disputas de escuelas acerca de la naturaleza del derecho, puede afirmarse con certeza que lo que caracteriza a esa forma específica de control de la conducta humana es el tener como objeto de regulación el comportamiento interferido, esto es, las acciones de una persona en la medida en que injieren en la órbita de acción de otra u otras, se entrecruzan con ella, la interfieren. Mientras esto no ocurra, es la norma moral la que evalúa la conducta del sujeto actuante (incluyendo la con-ducta omisiva dentro de la categoría genérica de la acción). Por eso se dice, con toda propiedad, que mientras el derecho es ad alterum, la moral es ab agentio, de otro modo, que mientras la norma jurídica es bilateral, la moral es unilateral. En lenguaje hohfeldiano, puede afirmarse que el precepto del derecho crea siempre una situación desventajosa correlativa a una situación ventajosa. En el caso concreto, cuyo análisis importa, un deber correlativo a un derecho.

La moral no conoce esta modalidad reguladora. Las obligaciones que ella impone no crean en favor de nadie la facultad de exigir la conducta debida. En eso radica su unilateralidad. No en el hecho de que no imponga deberes frente a otro, sino en la circunstancia que no confiere a éste facultad de exigir.

De allí que no haya dificultad alguna en admitir la existencia de deberes morales

frente a un mismo y menos aun cuando la moral que se profesa se halla adherida a una concepción teológica según la cual Dios es el dueño de nuestra vida, y el deber de conservarla (deber frente a uno mismo) se resuelve en un deber frente a Dios.

Pero otra cosa sucede en el campo del derecho: cuando el legislador regula mi conducta con prescindencia del otro, está trasponiendo fronteras que ontológica-mente le están vedadas. En otros térmi-nos: el legislador puede prescribirme la forma en que debo comportarme contigo mismo, en la medida en que mi conducta no interfiere con la órbita de acción de nadie. Si de hecho lo hace, su prescrip-ción sólo puede interpretarse de una de estas tres maneras: 1) expresa deseo sin connotaciones normativas; 2) se asume dueño absoluto de la conducta de cada persona, aun en los aspectos que nada tienen que ver con la conducta ajena; 3) toda en cuenta la situación de otras personas a quienes la conducta del sujeto destinatario puede afectar.

Implicaciones en el caso sub-examine. En el caso que ocupa a la Corte (en relación con el consumo de estupefa-cientes), es preciso vincular las normas de la Ley 30 de 1986, que se refieren al consumo de las sustancias allí indicadas, con el inciso último del artículo 49 de la Carta, que dispone: "Toda persona tiene el deber de procurar el cuidado integral de su salud y la de su comunidad". (Énfasis fuera de texto). Aplicando los lineamientos anteriores al examen de dicho inciso, se tendría:

1) Se trata de un mero deseo del Constituyente, llamado a producir efectos psicológicos que se juzgan plausibles, pero en modo alguno

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generador de un deber jurídico genéri-co, susceptible de plasmarse en la tipificación de una conducta penal.

2) El Estado colombiano se asume (en tanto que sujeto pretensor) dueño y señor de la vida de cada una de las personas cuya conducta rige, y por eso, arrogándose el papel de Dios, en la concepción teológica, prescribe, más allá de la órbita del derecho, comportamientos que sólo al individuo atañen y sobre los cuales cada persona es dueña de decidir.

3) Toma en consideración las conse-cuencias, frente a otros, de la conducta individual y por esa razón la hace objeto de regulación jurídica, v. Gr: la situación de desamparo en que puede quedar la familia del drogadicto; la privación a la comunidad de una persona potencialmente útil; el peligro que para los demás puede entrañar la conducta agresiva desatada por el consumo de las sustancias indicadas en la Ley.

Entra la corte a examinar las tres posibilidades hermenéuticas señala-das, empezando por la últimamente enunciada y tomando en cuenta las situaciones que, a modo de ejemplo, allí se indican, así:

Primera posibilidad hermenéutica

1) Si se asume que es en consideración a las personas próximas al drogadicto, que se verán privadas de su presencia, de su afecto y, eventualmente de su apoyo económico, que la conducta punible se tipifica, habría que concluir que el tener seres queridos y obligacio-nes familiares que cumplir, tendría que hacer parte de la conducta típica y, por

ende, quienes no se encontraran dentro de esa situación no podrían ser justiciables por el delito en cuestión. Pero resulta que la norma prescinde de todos estos condicionamientos y hace reos de la infracción a quienes se coloquen en su hipótesis, independien-temente de que tengan o no familia y de que tengan o no vínculos obligacio-nales con alguien. En otros términos: un sindicado por esos delitos no podría válidamente argüir en su favor, para hacerse acreedor a la exención de responsabilidad, que es solo en la vida y a nadie está ligado por vínculos de sangre o de afecto.

Pero si se trata de alguien que sí se halla integrado a una comunidad familiar, y la sanción penal se ha revelado inepta para inhibir el consu-mo, el mantenimiento del castigo sólo serviría para añadir a la familia una nueva angustia, derivada de la san-ción.

2) Si se argumenta, entonces, que es la comunidad toda, la que se va a ser privada de uno de sus miembros, a la que inexorablemente ha de pertenecer, la que se va a ser privada de uno de sus miembros potencialmente útiles, habría que concluir que los ya margi-nados por otro tipo de comportamien-tos sociales, egoístas irredentos, misántropos irreductibles, podrían gastar su existencia en el consumo de sustancia nocivas, y con ello la socie-dad, antes que perder, ganaría, pues habría segregado, de modo natural, a un miembro indeseable. Y aún subsiste una duda: ¿Por qué si es ese el motivo de la prohibición no se le conmina bajo la pena el consumo de tabaco que, de acuerdo con investigaciones médicas confiables, y de amplia aceptación en

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el campo científico, es causa del cáncer de pulmón y del cáncer en general? Y ¿Por qué no se le prohíbe la ingestión de sustancias grasas que aumentan el grado de colesterol y propician las enfermedades coronarias, acelerando así el proceso que conduce a la muer-te? Pero o. El sujeto en cuestión sería justiciable por la conducta, que desde esa perspectiva, resultaría socialmen-te provechosa.

Luego, tampoco parece ser esa la razón justificativa de la represión.

3) Pero finalmente, puede invocarse como motivo de la punición, el peligro potencial que para los otros implica la conducta agresiva desencadenada por el consumo de droga. Sobre este punto, es preciso hacer varias conside-raciones: la primera se refiere al trato abiertamente discriminatorio que la Ley acuerda para los consumidores de droga que en ella se señalan y para los consumidores de otras sustancias de efectos similares, v. Gr, el alcohol. Porque mientras el alcohol tiene virtud de verter hacia el otro a quien lo consu-me, para bien o para mal, para amarlo o para destruirlo, el efecto de algunas sustancias que la Ley 30 incluye en la categoría de "drogas", como la marihuana y el hachís, es esencial-mente interior, intensificador de las experiencias íntimas, propias del ser monástico. Por eso ha podido decir Octavio Paz que el vino se halla vincu-lado al diálogo (la relación con el otro) desde sus comienzos: el simposio griego. La droga, a los viajes interio-res, más propios de la cultura oriental. Quien toma alcohol se halla dentro de la más pura tradición occidental, mientras que el que se droga es un heterodoxo (tal vez sea por eso que se le castiga).

¿No es acaso un hecho empíricamente verificable que la ingestión de alcohol, en un elevado número de personas, ocasiona el relajamiento de lazos inhibitorios y la consiguiente exteriori-zación de actitudes violentas reprimi-das hasta entonces, y es factor eficien-te en la comisión de un sinnúmero de delitos? ¿Por qué, entonces, el trata-miento abiertamente distinto, irritan-temente discriminatorio, para el alcohólico (quien puede consumir sin medida ni límite) y para el drogadicto?

Veamos si no, los datos suministrados por el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, Regional Nor-Occidente-Medellín, acerca de la incidencia del alcohol en las conductas delictivas no sólo desde el punto de vista de los sujetos activos, sino también del de las víctimas.

Dice dicho informe en su parte perti-nente: "En la cifra bruta de mortalidad por causas violentas, al menos para la ciudad de Medellín, existe un factor que parece pudiera considerarse como riesgo, y es el de la ingestión de bebi-das alcohólicas; para 1980 el 27% de las víctimas de muerte violenta tenía en su sangre cifras positivas para alcohol, para el año de 1990 ese porcentaje se había incrementado al 48,51%".

Y luego, a través de dos anexos, que se incluyen al final del fallo, se ilustra gráficamente lo anterior y se estable-ce, específicamente, una relación entre los delitos cometidos en estado de embriaguez y las conductas delicti-vas determinadas por la dependencia de drogas.

La segunda dice relación al hecho de que dentro de un sistema penal liberal

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y democrático, como el que tiene que desprenderse de una Constitución del mismo sello, debe estar proscrito el peligrosismo, tan caro al positivismo penal, hoy por ventura ausente de todos los pueblos civilizados. Porque a una persona no pueden castigarla por que posiblemente hará, sino por lo que efectivamente hace. A menos que el ser drogadictos se considere en sí mismo punible, así ese comportamien-to no trascienda de la órbita más íntima del sujeto consumidor, lo que sin duda alguna es abusivo, por tratarse de una órbita precisamente sustraída al derecho y, a fortiori, vedada para un ordenamiento que encuentra en la libre determinación y en la dignidad de la persona (autónoma para elegir su propio destino) los pilares básicos de toda la superestructura jurídica.

Con razón ha dicho Thomas Szasz, crítico agudo de lo que pudiéramos llamar el totalitarismo psiquiátrico: "En una sociedad de hombres libres, cada uno debe ser responsable de sus actos y sancionado como tal. Si el drogadicto comete un crimen, debe ser castigado por ese crimen, no por ser drogadicto. Si el cleptómano roba, si el pirómano incendia, si el regicida asesina, todos deben caer bajo el peso de la ley y ser castigados". (Entrevista concedida a Guy Sorman, en "Los verdaderos pensadores de nuestro tiempo", Seix Barral, 1992).

Segunda posibilidad hermenéutica

Pero descartada por arbitrariedad e inarmónica con nuestro estatuto básico la anterior vía interpretativa, (resulta violatoria de la libertad y de la igualdad) es preciso detenerse en la enunciada en segundo término, a saber: el Estado colombiano se asume dueño y señor de la

vida y del destino de cada persona sujeta a su jurisdicción, y por eso le prescribe comportamientos que bajo una perspec-tiva menos absolutista quedarían libra-dos a la decisión suya y no del Estado. Empero, también esta tentativa exegéti-ca debe ser desechada, pues l filosofía que informa la Carta Política del 91 es libertaria y democrática y no autoritaria y mucho menos totalitaria. Por tanto, si del texto de una norma pudiera desprender-se una conclusión a tono con una ideolo-gía de esa naturaleza, sería necesario, en una tarea de armonización sintáctica que incumbe al intérprete, extraer de ella un sentido que no rompa abruptamente el sistema sino que lo preserve. Porque la tarea del juez de constitucionalidad no consiste, ni puede consistir, en resignar-se a que la norma básica es un tejido de retazos incongruentes, entre sí inconci-liables, sino en eliminar contradicciones y hacerlo de modo razonable. Por ejemplo: si de una norma se sigue que el hombre es libre y, por tanto, dispone de un ámbito autonomía compatible con el ámbito ajeno; y de otra, que no lo es, la alternativa no tiene escapatoria: opta-mos por darle relevancia al a primera ("pro favor libertatis") ratificando la sustancia ideológica de la Carta, o la distorsionamos, atribuyendo trascen-dencia derogatoria de un precepto de significación normativa vicaria. La opción que en esta sentencia se avala es, sin duda, la primera.

Pero si, moderando la perspectiva, asumimos que no se trata de un Estado omnímodo, con pretensiones de injeren-cia en las más íntimas decisiones del sujeto destinatario, sino de un Estado paternalista y protector de sus súbditos, que conoce mejor que estos lo que conviene a sus propios interés y hace entonces obligatorio lo que para una persona libre sería opcional, por esa vía

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benévola se llega al mismo resultado inadmisible: la negación de la libertad individual, en aquel ámbito que no interfiere con la esfera de la libertad ajena.

Tercera posibilidad hermenéutica

Queda entonces, como única interpreta-ción plausible la que se enunció en primer término, a saber: que se trata tan solo de la expresión de un deseo del constituyen-te, de mera eficacia simbólica, portador de un mensaje que el sujeto emisor juzga deseable, pues encuentra bueno que las personas cuiden de su salud, pero que no puede tener connotaciones normativas de orden jurídico en general, y muchísi-mo menos de carácter específicamente punitivo. Esto porque, tal como se anotó al comienzo, no es posible hablar de sujeto pretensor de este deber, sin desvirtuar la Carta Política actual y la filosofía liberal que la inspira, determi-nante de que sólo las conductas que interfieran con la órbita de la libertad y los intereses ajenos, pueden ser jurídica-mente exigibles.

2. El tratamiento médico como medida protectora del drogadicto, y la sanción penal

Especial atención merece el literal c) del artículo 51 demandado, que prescribe; "El usuario o consumidor que, de acuerdo con dictamen médico legal, se encuentre en estado de drogadicción, así haya sido sorprendido por primera vez, será inter-nado en un establecimiento psiquiátrico o similar de carácter oficial o privado, por el término necesario para su recupera-ción. En este caso no se aplicará multa ni arresto".

"La autoridad correspondiente podrá confiar al drogadicto al cuidado de la familia o remitirlo, bajo la responsabili-dad de ésta, a un aclínica, hospital o casa de salud, para el tratamiento que corres-ponda, el cual se prologará por el tiempo necesario para la recuperación de aquél, que deberá ser certificada por el médico tratante y por la respectiva Seccional de Medicina Legal. La familia del drogadicto deberá responder del cumplimiento de sus obligaciones, mediante caución que fijará el funcionario competente, tenien-do en cuenta la capacidad económica de aquella".

"El médico tratante informará periódica-mente a la autoridad que haya conocido del caso sobre el estado de salud y rehabilitación del drogadicto. Si la familia faltare a las obligaciones que le corres-ponden, se le hará efectiva la caución y el internamiento del drogadicto tendrá que cumplirse forzosamente".

Tal disposición impone al drogadicto (condiciones que ha de establecer mediante peritación médico-legal) el internamiento "en establecimiento de carácter psiquiátrico o similar" hasta que la recuperación se produzca. La pregunta que la norma suscita, es obvia: ¿Se trata de una pena (retaliación por haber delinquido) que se destina al sujeto activo de un delito, o de una medida humanitaria en beneficio de un enfermo? Si lo primero, la norma es inconstitucio-nal, conforme al análisis que antes se ha hecho, pues no se compadece con nues-tro ordenamiento básico la tipificación, como delictiva de una conducta que en sí misma, sólo incumbe a quien la observa y, en consecuencia, está sustraída a la forma de control normativo que llama-mos derecho y más aún a un sistema jurídico respetuoso de la libertad y de la

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dignidad humana, como sin duda lo es el nuestro. ¿O se tratará, tal vez, de una medida humanitaria encaminada a restituir la salud a quien padece una grave enfermedad? No hay duda, para la Corte, de que también bajo esta perspec-tiva, la disposición es abiertamente inconstitucional, pues cada quien es libre de decidir si es o no el caso de recuperar su salud. Ni siquiera bajo la vigilancia de la Constitución anterior, menos pródiga y celosa de la protección de los derechos fundamentales de la persona, se consi-deraba que el Estado fuera el dueño de la vida de cada uno y, en armonía con ella, el Decreto 100 de 1980 (Código Penal) no consideraba la tentativa de suicidio como conducta delictual; mucho menos podría hacerse ahora esa consideración. Si yo soy dueño de mi vida, a fortiori soy libre de cuidar o no de mi salud cuyo deterior lleva a la muerte que, lícitamente, yo puedo infligirme.

Bajo el tratamiento de ciertas conductas que se juzgan desviadas, como enferme-dades, se esconde el más feroz poder represivo, tanto más censurable cuanto más se presenta como una actitud paternal (casi amorosa) frente al disiden-te. La reclusión en establecimientos psiquiátricos o similares, ha sido desde hace mucho, un vitando mecanismo usado por los regímenes totalitarios para "curar" a los heterodoxos. Y las socieda-des contemporáneas se han empeñado en tratar a los drogadictos como hetero-doxos, pero heterodoxos enfermos a quienes hay que hacerles ver el mundo como lo ven los gobernantes. Sobre el punto anota Szasz, con su habitual agudeza: "El hecho de drogarse no es una enfermedad involuntaria, es una manera totalmente deliberada de afron-tar la dificultad de vivir, la enfermedad de vivir. Pero como no sabemos curar la

enfermedad de vivir, preferimos 'tratar' al drogadicto". Ob cit.

Refiriéndose al mismo problema (el encubrimiento de la pena por el trata-miento) cuenta Lon L. Fuller en "The anatomy of the law" que algún curioso visitante de uno de esos famosos esta-blecimientos donde se dice no sancionar sino tratar, al advertir que a uno de los pacientes lo sometían a una cruel tortura consistente en ponerle chorros de agua a presión sobre la nariz, preguntó con inteligente candor: "¿Y a esto se le puede llamar 'hidroterapia'?" .

Sobre el punto que venimos examinan-do, a saber, la obligación de un enfermo (o que es considerado como tal) de observar un tratamiento médico encami-nado a la curación, existe un notable recedente en esta misma Corte. Es la Sentencia No. T-493 de 1993 de la Sala Segunda de Revisión, que con ponencia del H. Magistrado Antonio Barrera, sentó una significativa doctrina, al denegar una tutela tendiente a imponer a quien padecía de una enfermedad grave, la obligación de tratarse médicamente. En su aparte más relevante dice el mencio-nado fallo:

"Tanto los peticionarios de la tutela, como el fallo del Juzgado Promiscuo del Circuito de Ituango, Antioquia, descono-cen el mandato constitucional del artículo 16, que reconoce el derecho al libre desarrollo de la personalidad 'sin más limitaciones que las que imponen los derechos de los demás y el orden jurídi-co', en cuanto coartan la libertad que posee María Libia Pérez Duque de decidir si se somete o no a un tratamiento médico y las modalidades del mismo, e interfieren indebidamente la potestad de autodeterminarse, conforme a su propio

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arbitrio dentro de los límites permitidos para preservar su salud y asegurar una especial calidad de vida".

En la norma citada hay implícita una discriminación inadmisible para el droga-dicto que tiene recursos económicos y para el que carece de ellos pues mientras el primero puede ir a una clínica privada a recibir un tratamiento con los especialis-tas que él mismo elija, el segundo se verá abocado a que se le conduzca a un establecimiento no elegido por él, con todas las connotaciones de una institu-ción penitenciaria.

3. La sanción (o tratamiento) por el consumo de droga, y el libre desarro-llo de la personalidad

Para dilucidar in toto la constitucionali-dad de las normas que hacen del consu-mo de droga conductas delictivas, es preciso relacionar éstas con una norma básica que, para este propósito, resulta decisiva. Es el artículo 16 de la Carta, que consagra el derecho al libre desarrollo de la personalidad. Lo hace en los siguientes términos: "Todas las personas tiene derecho al libre desarrollo de su persona-lidad sin más limitaciones que las que imponen los derechos de los demás y el orden jurídico".

La frase "sin más limitaciones que las que imponen los derechos de los demás y el orden jurídico" merece un examen reflexivo, especialmente en lo que hace relación a la expresión subrayada. Porque si cualquier limitación está convalidada por el solo hecho de estar incluida en el orden jurídico, el derecho consagrado en el artículo 16 Superior, se hace nugatorio. En otros términos: el legislador no puede válidamente estable-cer más limitaciones que aquéllas que

están en armonía con el espíritu de la Constitución.

Téngase en cuenta que en esa norma se consagra la libertad in nuce, porque cualquier tipo de libertad se reduce finalmente a ella. Es el reconocimiento de la persona como autónoma en tanto que digna (artículo 1o. de la Carta Política), es decir, un fin en sí misma y no un medio para un fin, con capacidad plena de decidir sobre sus propios actos y, ante todo, sobre su propio destino. La primera consecuencia que se deriva de la autono-mía, consiste en que es la propia persona (y no nadie por ella) quien debe darle sentido a su existencia y, en armonía con él, un rumbo. Si a la persona no se le reconoce esa autonomía, no puede limitársela sino en la medida en que entra en conflicto con la autonomía ajena. Jhon Rawls, en "A Theory of justice", al sentar los fundamentos de la sociedad justa constituida por personas libres, formula, en primer lugar, el principio de libertad y lo hace en los siguientes términos: "Cada persona debe gozar de un ámbito de libertades tan amplio como sea posible, compatible con un ámbito igual de libertades de cada uno de los demás". Es decir: que es función de la libertad de los demás y solo de ella que se puede res-tringir mi libertad.

Lo anterior, desde luego, dentro de una concepción personalista de la sociedad, que postula al Estado como un instru-mento al servicio del hombre y no el hombre al servicio del Estado para la realización de un fin más allá de la persona (transpersonalismo), como la victoria de la raza superior o el triunfo de la clase proletaria.

El considerar a la persona como autóno-ma tiene sus consecuencias inevitables e inexorables, y la primera y más impor-

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tante de todas consiste en que los asun-tos que sólo a la persona atañen, sólo por ella deben ser decididos. Decidir por ella es arrebatarle brutalmente su condición ética, reducirla a la condición de objeto, confiscarla, convertirla en medio para los fines que fuera de ella se eligen.

Una vez se ha optado por la libertad, no se la puede temer. En un hermoso libro,

2El miedo a la libertad , subraya Erich Fromm como un signo del hombre moderno (a partir de la Reforma) el profundo temor del individuo a ejercer su propia libertad y a que los demás ejerzan las suyas. Es el pánico a asumirse como persona, a decidir y hacerse cargo de sus propias decisiones, esto es, a ser respon-sable. Por eso se busca el amparo de la colectividad, en cualquiera de sus moda-lidades: del partido, soy militante político porque las decisiones que allí se toman no son mías sino del partido; de la iglesia, si soy un creyente de secta, porque allí se me indica qué debo creer y se me libera de esa enorme carga de decidirlo yo mismo; del gremio, porque detrás de la solidaridad gremial se escamotea mi responsabilidad personal, y así en todos los demás casos.

Cuando el Estado decide reconocer la autonomía de la persona, lo que ha decidido, ni más ni menos, es constatar el ámbito que le corresponde como sujeto ético: dejarla que decida sobre lo más radicalmente humano, sobre lo bueno y lo malo, sobre el sentido de su existencia. Si la persona resuelve, por ejemplo, dedicar su vida a la gratificación hedonista, no injerir en esa decisión mientras esa forma de vida, en concre-

to, no en abstracto, no se traduzca en daño para el otro. Podemos no compartir ese ideal de vida, puede no compartirlo el gobernante, pero eso no lo hace ilegíti-mo. Son las consecuencias que se siguen de asumir la libertad como principio rector dentro de una sociedad que, por ese camino, se propone alcanzar la justicia.

Reconocer y garantizar el libre desarrollo de la personalidad, pero fijándole como límites el capricho del legislador, es un truco ilusorio para negar lo que se afirma. Equivale a esto: "Usted es libre para elegir, pero solo para elegir lo bueno, y qué es lo bueno, se lo dice el Estado".

Y no se niega que todo lo que el legislador hace lo hace en función del interés común, porque, al revés, el interés común resulta observar rigurosamente las pautas básicas que se han establecido para la prosecución de una sociedad justa. En otros términos: que las perso-nas sean libres y autónomas para elegir su forma de vida mientras ésta no inter-fiera con la autonomía de las otras, es parte vital del interés común en una sociedad personalista, como la que ha pretendido configurar la Carta Política que hoy nos rige.

4. Libertad, educación y droga

Cabe entonces preguntar: ¿Qué puede hacer el Estado, si encuentra indeseable el consumo de narcóticos y estupefacien-tes y juzga deseable evitarlo, sin vulnerar la libertad de las personas? Cree la Corte

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Paidós, Buenos Aires, 19622

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que la única vía adecuada y compatible con los principios que el propio Estado se ha comprometido a respetar y promover, consiste en brindar al conglomerado que constituye su pueblo, las posibilidades de educarse. ¿Conduce dicha vía a la finali-dad indicada? No necesariamente, ni es eso de lo que se trata en primer término. Se trata que cada persona elija su forma de vida responsablemente, y para lograr ese objetivo, es preciso remover el obstáculo mayor y definitivo: la ignoran-cia. Sin compartir plenamente la doctrina socrática de que el único mal que aqueja a los hombres es la ignorancia, porque cuando conocemos la verdad conocemos el bien y cuando conocemos el bien no podemos menos que seguirlo, sí es preciso admitir que el conocimiento es un presupuesto esencial de la elección libre y si la elección, cualquiera que ella sea, tiene esa connotación, no hay alternativa distinta a respetarla, siempre que satis-faga las condiciones que a través de esta sentencia varias veces se han indicado, a saber: que no resulte atentatoria de la órbita de la libertad de los demás y que, por ende, si se juzga dañina, sólo afecte a quien libremente la toma.

Poco sirven las prácticas hueras contra el vicio. Tratándose de seres pensantes (y la educación ayuda a serlo) lo único digno y eficaz consiste en mostrar de modo honesto y riguroso la conexión causal existente entre los distintos modos de vida y sus inevitables consecuencias, sin manipular las conciencias. Porque del mismo modo que hay quienes se procla-man personeros de una cosmovisión, pero la contradicen en la práctica por

ignorar las implicaciones que hay en ella, hay quienes optan por una forma de vida, ciegos a sus efectos.

El examen racional de las cosas no lleva fatalmente a que la voluntad opte por lo que se juzga mejor. Pero tiene una ventaja inapreciable: garantiza que la elección es libre y, generalmente, la libertad rinde buenos frutos. Al menos ése es el supuesto de una filosofía libertaria, como la que informa nuestro estatuto básico. Con toda razón ha

3escrito Richard Rorty : "El aglutinante social que mantiene unida a la sociedad liberal consiste en poco más que el consenso en cuanto a que lo esencial estriba en dar a todos la posibilidad de crearse a sí mismos según sus capacida-des".

Si, en una hipótesis meramente teórica -que la Corte no propicia ni juzga desea-ble- una sociedad de hombres educados y libres resuelve vivir narcotizada, nada ético hay que oponer a esa decisión. Pero si dichos supuestos se dan, es altamente probable que tal cosa no ocurra. La educación tiene por destinatario, idéntico sujeto que el derecho: el hombre libre. Los shocks eléctricos, los cortes quirúrgi-cos y los tratamientos químicos no educan, inducen conductas irresistibles y, en esa medida, niegan brutalmente la condición moral del hombre, que es lo que nos distingue de los animales.

No puede, pues, un Estado respetuoso de la dignidad humana, de la autonomía personal y el libre desarrollo de la perso-nalidad, escamotear su obligación

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“Contingencia, Ironía y Solidaridad”, Paidós, Buenos Aires, 1991.3

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irrenunciable de educar, y sustituir ella la represión como forma de controlar el consumo de sustancias que se juzgan nocivas para la personal individualmente considerada y, eventualmente, para la comunidad a la que necesariamente se halla integrada.

5. Unidad normativa

Conforme lo anterior, resultan violatorios del Estatuto Básico, los artículos 51 y 87 de la Ley 30 de 1986, este último por constituir unidad normativa con los acusados. No así el literal j) del artículo 2o., también demandado, por las razones que más adelante se expondrán, y que llevan a la Corte a considerarlo claramen-te ajustado a la Carta.

En efecto, para integrar la proposición normativa, es preciso hacer referencia al artículo 87 que, sin duda, merece comen-tario especial. Dicha norma establece: "Las personas que, sin haber cometido ninguna de las infracciones descritas en este estatuto, estén afectadas por el consumo de drogas que producen depen-dencia, serán enviadas a los estableci-mientos señalados en los artículos 4 y 5 del Decreto 1136 de 1970, de acuerdo con el procedimiento señalado por este decreto".

Que una persona que no ha cometido ninguna infracción penal -como lo esta-blece el mismo artículo- sea obligada a recibir tratamiento médico contra una "enfermedad" de la que no quiere curar-se, es abiertamente atentatorio de la libertad y de la autonomía consagradas en el artículo 16, como "libre desarrollo de la personalidad". Resulta pertinente, en este punto, remitir a las consideracio-nes hechas atrás acerca del internamien-

to en establecimiento psiquiátrico o similar, considerado, bien bajo la pers-pectiva del tratamiento médico, bien bajo la perspectiva de la pena. Si se adopta la primera, la norma resulta inconstitucio-nal por violentar la voluntad del destina-tario mediante la subrogación de su capacidad de decidir, por la decisión del juez o del médico. Cada quien es libre de elegir (dentro de nuestro ordenamiento) qué enfermedades se trata y si es o no el caso de recuperar la "salud", tal como se concibe de acuerdo con el criterio oficial.

Si se adopta la segunda, la evidencia de inconstitucionalidad es aún mayor, pues no sólo es inconcebible sino monstruoso y contrario a los más elementales princi-pios de un derecho civilizado, que a una persona se le sancione sin haber infringi-do norma alguna, o se le compela a recibir tratamiento médico que no desea. Ahora bien: la protección de los disminui-dos "físicos, sensoriales y psíquicos" a que se refiere el artículo 47 de la Carta, hay que entenderla como una obligación del Estado frente a las personas que, hallándose en una de esas situaciones, la soliciten, creándose así una situación desventajosa para ellas, que tienen, entonces, la facultad de exigir dicha ayuda y no la obligación de soportar las decisiones que en contra de su autono-mía resuelve tomar el Estado, el cual, se repite, dentro de nuestro ordenamiento, no puede asumirse como dueño de la voluntad y la vida de los destinatarios.

Acerca del "deber", establecido en el inciso último del artículo 49, se hicieron, en otro lugar las consideraciones perti-nentes. A ellas se remite la Corte.

En síntesis: los preceptos de la Carta que resultan directamente violados por las disposiciones señaladas, son los siguien-

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tes: el artículo 1o. que alude al respeto a la dignidad humana como fundamento del Estado; el 2o. que obliga al mismo Estado a garantizar "la efectividad de los principios, derechos y deberes consagra-dos en la Constitución"; el 5o. que reco-noce la primacía de los derechos inalie-nables de la persona, dentro de los cuales ocupa un lugar privilegiado el de la autonomía, como expresión inmediata de la libertad; el 16 que consagra expre-samente el derecho anteriormente referido, y el 13 consagratorio del dere-cho a la igualdad, pues no se compadece con él, el tratamiento diferente a catego-rías de personas que deben ser análoga-mente tratadas.

6. El literal j) del artículo 2o. de la Ley 30 de 1986

En cuanto al literal j) del artículo 2o., también demandado, encuentra la Corte que se ajusta a la Norma Básica, pues constituye el ejercicio de la facultad legislativa inscrito dentro de la órbita precisa de su competencia. Porque determinar una dosis para consumo personal, implica fijar los límites de una actividad lícita (que sólo toca con la libertad del consumidor), con otra ilícita: el narcotráfico que, en función del lucro, estimula tendencias que se estiman socialmente indeseables.

En ese mismo orden de ideas puede el legislador válidamente, sin vulnerar el núcleo esencial de los derechos a la igualdad y a la libertad, desconocidos por las disposiciones que serán retiradas del ordenamiento, regular las circunstancias de lugar, de edad, de ejercicio temporal de actividades, y otras análogas, dentro de las cuales el consumo de droga resulte inadecuado o socialmente nocivo, como sucede en la actualidad con el alcohol y el

tabaco. Es ésa, materia propia de las normas de policía. Otro tanto cabe predicar de quienes tienen a su cargo la dirección de actividades de instituciones, públicas o privadas, quienes derivan de esa calidad la competencia de dictar reglamentos internos que posibiliten la convivencia ordenada, dentro de los ámbitos que les incumbe regir. Alude la Corte a los reglamentos laborales, disciplinarios, educativos, deportivos, etc.

Cabe reiterar, entonces, que no afecta este fallo las disposiciones de la Ley 30 del 86, relativas al transporte, almacena-miento, producción, elaboración, distri-bución, venta y otras similares de estu-pefacientes, enunciadas en el mismo estatuto.

Finalmente, juzga la Corte conveniente observar que, conforme a la Convención de Viena de 1988, suscrita por Colombia y que, conjuntamente con la Ley 67 del 93, fue revisada por esta corporación, ( s e n t e n c i a C - 1 7 6 / 9 4 ) , d i c h o Instrumento Internacional establece la misma distinción mantenida en el pre-sente fallo, entre consumo y narcotráfi-co, y que, con respecto al primero, deja en libertad de penalizarlo o no, a los Estados signatarios.

La declaración de inexequibilidad de los artículos 51 y 87 de la Ley 30 de 1986, por las razones expuestas, impide que revivan normas de contenido similar, que fueron derogadas por la Ley en cuestión.

En mérito a lo expuesto, la Corte Constitucional administrando justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución Nacional,

CARLOS GAVIRIA DÍAZ

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Nota del editor: aprobaron la sentencia los magistrados JORGE ARANGO MEJÍA, ANTONIO BARRERA CARBONELL, EDUARDO CIFUENTES MUÑÓZ, CARLOS GAVIRIA DÍAZ, ALEJANDRO MARTÍNEZ CABALLERO. Salvaron el voto los magistrados JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALIDO, HERNANDO HERRERA VERGARA, FABIO MORÓN DÍAZ, VLADIMIRO NARANJO MESA.

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RESUELVE:

PRIMERO: Declara EXEQUIBLE el literal j) del artículo 2o. de la Ley 30 de 1986

SEGUNDO: Declarar INEXEQUIBLES

Imagen tomada de El Espectador, 1 de abril de 2015: http://blogs.elespectador.com/ealvarez/2015/04/01/carlos-gaviria/

los artículos 51 y 87 de la Ley 30 de 1986.

Cópiese, notifíquese, comuníquese a quien corresponda, publíquese, insérte-se en la Gaceta de la Corte Constitucional

4y archívese el expediente .

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Tomado de El Espectador. Bogotá, julio 12 de 2001.*

Como uno de los más serios cargos que a menudo le formulan a la Constitución de 1991, no sus c r í t i cos s ino sus malquerientes, consiste en que “es muy utópica”, vale la pena hacer una digresión sobre el asunto. Empiezo preguntando: ¿y es que podría no serlo? Y respondo provisoriamente: ¡imposible! Veamos por qué.

Karl Mannheim (**), quien se ocupa del fascinante tema de la utopía, afirma -y justifica su aserto- que ella no es lo mismo que el sueño candoroso o la fantasía desbordada sobre una sociedad ópt ima ( inalcanzable), s ino que presupone una drástica contradicción con la realidad presente. Lo que pretende es trascender una situación histórica, buscando ingredientes que en ella se echan de menos. De acuerdo con su sentido etimológico, es lo que no tiene lugar, pero puede llegar a tenerlo, y parece deseable que lo tenga. En ese sentido, ¿cómo podría no ser utópica la Const i tuc ión de 1991 expedida, precisamente, para tratar de erradicar lastres incompatibles con la vida civil y superar carencias vergonzosas?

Con ejemplos puede entenderse mejor lo que digo. Creo que tres bastan: 1. El artículo primero establece que la solidaridad es uno de los fundamentos del Estado colombiano. Si el principio tuviera plena vigencia entre nosotros,

sería no sólo innecesario sino redundante que la Constitución lo reiterara. Pero el const ituyente juzgó conveniente proponerlo como una meta altamente deseable, en contrapunto con el egoísmo generalmente reinante. ¿Estuvo, por eso, descaminado el constituyente? Me parece que no. 2. El inciso primero del artículo 13 reproduce el dogma político de la igualdad originaria de todos los hombres ante el derecho. Pero el segundo, propone como meta una igualdad efectiva que el Estado debe buscar, promoviendo las condiciones propicias y adoptando medidas en favor de grupos discriminados o marginados. Perseguir ese propósito implica el reconocimiento de que no se ha alcanzado, pero que resulta valiosa su prosecución: ¿es insensata la directiva impartida? Francamente pienso que no. ¿Es utópica? Creo que sí y allí radica su valor. 3. El artículo 22 (quizás único en el mundo), dispone que “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”. ¿Qué pretendió el constituyente de 1991 con esa directiva que pone de mal humor a los más conspicuos exponentes de la ortodoxia constitucional? Algo tan simple como esencial: hay que alcanzar la paz (meta aún lejana), porque ella es la condición para que el ambicioso catálogo de derechos fundamentales, económicos, sociales y culturales no sea literatura huera. Porque en medio de la violencia

LAS UTOPÍAS DE LA CONSTITUCIÓN*

Carlos Gaviria Díaz

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inclemente que nos abruma, nadie puede afirmar su condición de sujeto moral, titular de derechos y destinatario de obligaciones, que el propio Estado no está en capacidad de garantizar ni de exigir. ¿Utópico? Claro que sí. Pero,

¿cómo prescindir de esa utopía? Paradójicamente, es el más honesto real ismo el que la señala como inevitable.

(*) Ideología y utopía. [email protected]

Imagen tomada del blog Leo sátiras, 2 de abril de 2015: http://leosatira.blogspot.com/2015/04/legado.html

LAS UTOPÍAS DE LA CONSTITUCIÓN

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Una decisión es arbitraria cuando no obedece a reglas. Sólo al capricho de quien la observa. Por ejemplo, la del monarca absoluto, porque él mismo es la ley. Los súbditos no saben hoy cuál es el comportamiento censurable, expuesto al castigo, porque puede ser diferente del de ayer. Someter a reglas la actuación del gobernante, como lo está la del súbdito, es lo que el Estado de derecho se propo-ne. Esa erradicación de la arbitrariedad en la relación de poder implica, entonces, la protección de la libertad de la persona, que sabrá en adelante qué implicaciones hay en el ejercicio de sus opciones. A esa certidumbre sobre la licitud o ilicitud de un hecho, se la ha llamado libertad seguridad. Y para precaver que cualquier comportamiento no vaya a ser tenido como ilícito, sino sólo el que resulte atentatorio de la convivencia, se les posibilita a todos los ciudadanos partici-par en la formación de la voluntad gene-ral. A eso se le llama libertad participa-ción. Ambas libertades, que parecen exigirse mutuamente, se articulan en el Estado de derecho. La primera es el símbolo del liberalismo político y la segunda el de la democracia. Por eso al sistema que las armoniza se le conoce como demo-liberal.

Ahora bien: Si lo que está comprometido en tal empresa es la protección de la libertad de la persona, es claro que el

propósito del Estado de derecho es altamente ético. Exquisitamente moral, si hacemos intercambiables esos concep-tos. Pero el logro de esa finalidad está supeditado, precisamente, a la vigencia del derecho como sistema de normas objetivo, cuyo contenido puede ser evaluado por cada persona desde la perspectiva de lo que ella juzga acorde con la idea que tenga de lo bueno, sin que de ese juicio dependa la validez ni la capacidad de obligar inherente a las normas jurídicas. Por eso el derecho positivo condensa la moralidad prescrita para una sociedad liberal y democrática.

Esta tesis la expresó el expresidente Eduardo Santos a modo de respuesta a la afirmación hecha por el doctor Laureano Gómez en su discurso de posesión como presidente de la República, en el sentido de que gobernaría teniendo como pauta la moral. La pregunta obvia dentro de una sociedad pluralista es ésta: ¿con la moral vista desde cuál perspectiva? Porque es evidente que el enjuiciar una conducta como lícita o ilícita desde un punto de vista moral puede dar lugar a controversia y ¿quién puede establecer con autoridad de parte de quién está la razón? ¿El gobernante? Entonces regre-samos a la arbitrariedad que el Estado de derecho se ha propuesto erradicar. ¿Cada uno según su propio criterio? Entonces estamos en la anarquía.

LA MORAL Y EL ESTADO DE DERECHO*

Carlos Gaviria Díaz

Tomado de El Espectador. Bogotá, agosto 9 de 2001.*

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Lo anterior no significa, en modo alguno, que en una sociedad liberal y democráti-ca la moral individual tenga un valor subalterno. Yo puedo dar testimonio de ella, cuando la encuentro en conflicto con las normas jurídicas, exponiéndome a las consecuencias que éstas establecen para quienes no las acatan. Y si tengo en alta estima la moral que profeso, afrontaré con dignidad el contratiempo, sin argüir que mi "verdad" está por encima de cualquier juicio ajeno. Ni, mucho menos,

que soy la encarnación misma de la moral social, porque para saber ésta en qué consiste, carecemos de un criterio de identificación objetivo como el que nos permite saber cuál es el derecho vigente. Por esa razón en un Estado de derecho, laico y pluralista, nadie está habilitado para proclamarse depositario de "verda-des morales eternas". Puede, desde luego, observarlas y vivirlas a plenitud, pero no prescribirlas para quienes no las comparten.

Imagen tomada de Twitter, la cuenta @UnCaricaturista, 2 de abril de 2015: https://pbs.twimg.com/media/CBl-MotXIAAD9M8.jpg

LA MORAL Y EL ESTADO DE DERECHO

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Voy a hacer una reflexión en alta voz y, con una peculiaridad que está muy ligada a esta modalidad de la reflexión en alta voz: generalmente la persona que dicta una conferencia viene a exponer tesis, a sustentar tesis, a mostrar de alguna manera sus afirmaciones tienen la característica lógica de la verdad, de la certeza. En este campo yo no puedo ofrecer más que lo que les decía: hacer una refexión en alta voz, y en lugar de mostrarles caminos completamente ciertos, ustedes verán que, más que certezas, lo que hay es perplejidades. Eso no significa que no opte, como en el mismo curso de mi exposición podrán verlo, pero en todo caso sé perfectamen-te cuál es el terreno que estoy pisando, y por tanto no tengo la pretensión de verdades absolutas.

Si acaso hay un tema eterno que se ha planteado desde siempre, que resulta no sólo importante, sino a la vez apasionan-te, es el tema de la ética, el tema de la moral.

Y no sólo resulta ese tema permanente, ‒eterno pudiéramos decir‒ en la historia del pensamiento, sino que plantea un interrogante a continuación y es éste: ¿hemos progresado en el campo de la moral?

Y cuando digo que si hemos progresado en el campo de la moral, omito el trata-miento práctico del problema y me

refiero a éste: ¿hemos ganado terreno en el planteamiento teórico del problema y en las respuestas que ese problema o ese planteamiento suscita?

El problema ético fundamental puede plantearse de muchas maneras: ¿qué es el bien, qué es lo bueno? Es la pregunta que se ha propuesto responder George Moore en un libro sumamente importan-te que ha pasado a ser ya clásico de principios de siglo que se llama Principia ética. ¿Qué es la virtud? era el leitmotiv permanente de Platón y, desde luego, de Sócrates. Y nosotros pudiéramos plan-tearlo de esta manera: ¿qué es el com-portamiento correcto?

Si hablamos de la secularización de la moral, ¿a qué nos referimos? Nos referi-mos a esto: a que la moral puede ser fundada de muy diversas maneras. Y uno de los fundamentos que ordinariamente se le ha dado a la moral, ha sido el funda-mento trascendental, el fundamento escatológico, Cuando se prescinde del fundamento trascendental, del funda-mento escatológico y se busca su funda-mentación de una manera inmanente, es decir, en este mundo y no en un mundo trascendente, entonces estamos hablan-do de la secularización de la moral, de la secularización de la ética, porque les advierto que dentro de mi exposición esas palabras las utilizo como sinónimas. 'Moral' y 'Ética', dentro de este discurso, valen lo mismo.

MORALIDAD Y SECULARIZACIÓN*

Carlos Gaviria Díaz

Transcripción de conferencia dictada en la Universidad Pontificia Bolivariana, publicada por vez primera en la revista de la Facultad de Filosofía y Letras de la misma universidad. Visto en: Revista Berbiqui (Medellín) No. 21, Abr. 2002 p. 43-49.

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Ese problema está ya planteado de una manera brillante en un diálogo platónico: Eutifrón o de la piedad. ¿Cuál es el pro-blema que se plantea en Eutifrón o de la piedad? Quizá antes de que le dedique-mos un breve 'espacio a ese diálogo, sea importante recordar que hace parte de los que se denominan diálogos socráti-cos, diálogos menores, donde lo que Platón-utilizando a Sócrates como protagonista-se propone despejar es esta incógnita: ¿en qué consiste una determinada virtud?

Ese diálogo es, pues, homólogo de Cármides o de la sabiduría; de Laques o del valor. Platón se propone descubrir la esencia de determinadas virtudes parti-culares. ¿En qué consiste la sabiduría? Busca como interlocutor a alguien que tiene fama de sabio y que por tanto, además de serlo, sabe en qué consiste la sabiduría. Y se propone luego indagar en qué consiste el valor, la valentía, y busca entonces como interlocutores a dos generales atenienses, que gozan fama de ser no sólo grandes estrategas sino, además, de saber en qué consiste la valentía. Y se plantea luego en qué consiste la piedad. Y asimismo trata de descifrarlo en este diálogo que se llama así: Eutifrón o de la piedad.

Para conservar la simetría, busca enton-ces como protagonista a alguien que sea piadoso y alguien que sepa entonces en qué consiste la piedad. Y ese alguien, en este caso, es un sacerdote ateniense dedicado al culto de Apolo que se llama Eutifrón. Y entonces, Sócrates empieza por preguntarle:"¿Tú eres piadoso?" “Desde luego que soy piadoso, como ninguno otro en Atenas". "¿Y sabes en qué consiste esa virtud que tú posees?" "Desde luego que lo sé, y lo sé tan bien como nadie lo sabe en Atenas".

Esos diálogos menores tienen una impor-tancia grandísima en la filosofía platóni-ca, porque constituyen una verdadera introducción a la filosofía platónica. Pudiéramos decir que todo ese edificio teórico tan magnífico que constituye la filosofía de Platón, ha sido construido en función de un solo propósito. Y el sólo propósito es éste: un propósito a la vez ético y político. Para nosotros, la ética y la política, casi que entran en conflicto. Pudiéramos decir que si un investigador occidental va a indagar por la esencia de la virtud, está desde luego inhabilitado para indagar por la esencia del fenómeno político.

Pero en Grecia, las virtudes privadas y las virtudes públicas son una misma cosa, y por tanto cuando Platón trata de desbro-zar el camino de despejar esa incógnita de ¿en qué consiste la virtud?, se está planteando igualmente el problema del poder: ¿cuál es el hombre justo?, ¿cuál es el Estado justo?; y finalmente, quién debe gobernar dentro de un Estado para que ese Estado sea justo, que es el problema con que culmina en La República, que pudiéramos considerar que es la terminación de ese gran edificio al que nos introducen diálogos como éstos de que les estoy hablando.

La obsesión, pues, es ésa: ¿qué es la virtud?, ¿en qué consiste la justicia?, ¿quién es un hombre justo?, ¿quién observa un comportamiento correcto? Es la obsesión de Sócrates, desde luego, y la hace suya su discípulo Platón.

Les decía que es bastante pertinente, entonces, para nuestro propósito, referi-mos a Eutifrón o de la piedad. ¿Por qué? Porque en Eutifrón se plantea este problema: la gran pregunta que Sócrates le formula al sacerdote Eutifrón es ésta:

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¿las cosas son buenas porque los dioses las quieren o los dioses las quieren porque son buenas? Y ahí tienen ustedes ya a discreción, a opción, dos vías dife-rentes para fundamentar la moral. No las dos únicas, pero finalmente toda funda-mentación de la ética puede reducirse a una de esas dos opciones.

Yo puedo optar por la vía mística y res-ponder entonces "las cosas son buenas porque los dioses las quieren"; o puedo optar por la vía racional, y decir en cambio: "no, al contrario, los dioses quieren ciertas cosas por ser buenas y por tanto su voluntad no incide para nada en la esencia de lo bueno".

Esas dos vías fueron seguidas en la Edad Media. Ambas ‒a pesar de ser antitéti-cas‒, fueron seguidas por dos teólogos católicos cuyas doctrinas, desde luego, resultan irreductibles. La vía mística la sigue Escoto; para Duns Escoto, las cosas son buenas simplemente porque Dios las quiere. La norma no es más que un mandato, y por tanto la bondad de la norma depende de la voluntad de quien da el mandato, de la bondad del querer de quien da el mandato. Por tanto, si el mandato procede de una voluntad absolutamente buena, entonces la norma participará de esa calidad, ser una norma buena.

Santo Tomás, en cambio, opta por la otra vía. Para santo Tomás, las cosas son buenas; y como la gran característica de la divinidad es la sabiduría, entonces Dios sabe qué es lo bueno. Y como sabe qué es lo bueno, nos manda lo bueno, pero sin que su voluntad incida para nada en la determinación de la naturaleza de lo bueno y lo malo.

A tal punto, que entre santo Tomás y Duns existe una polémica bien importan-te acerca de determinados pasajes

bíblicos, porque Duns se pregunta: Bueno, si las cosas son buenas en sí mismas y Dios las manda por serlo, ¿el respeto a la vida ajena es bueno en sí y por tanto el homicidio es malo en sí? ¿Por qué Dios le puede mandar a Abraham que dé muerte a su hijo Isaac? Naturalmente que esta pregunta ‒que tiene sus problemas si se emprende la respuesta desde la perspectiva tomista‒ no tiene absolutamente ningún problema desde el punto de vista escotista, porque para Escoto no existe lo malo in se, sino la mala prohibita: o sea que las cosas no son malas en sí mismas, son malas simplemente porque Dios, que es la suprema bondad, las ha prohibido. Si Dios, en Su suprema bondad nos prescri-biera el adulterio, como se lo prescribió a Abraham cuando le ordenó que se junta-ra con su esclava Agar, entonces el adulterio sería bueno. O sea: no hay cosas buenas en sí o malas en sí, sino cosas buenas o malas porque Dios las prescribe o porque Dios las prohíbe. Ahí tienen ustedes un paradigma, ahí tienen un verdadero ejemplo de una fundamen-tación de la ética en la creencia en Dios, en la creencia en la divinidad; después de decir ''yo creo en Dios", no puedo hacer nada distinto de lo que Dios me mande.

Pero en santo Tomás tenemos precisa-mente una opción distinta. Fíjense que santo Tomás es filósofo y teólogo, pero es mucho más difícil compaginar su filosofía con la teología oficial cristiana, que la filosofía de Duns, con la filosofía cristiana, porque mientras que Duns parte de la fe ciega, santo Tomás parte de la razón y trata de hacer compatible la razón con las Escrituras y con la tradi-ción.

La consideración del diálogo Eutifrón y esta dicotomía que ocurre en la Edad Media, en un ambiente absolutamente teológico, nos lleva a plantear el proble-

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ma de la fundamentación de la moral en una instancia trascendental (en Dios), o en una instancia distinta.

¿Por qué para nosotros resulta importan-te retornar o reconsiderar este asunto? Por una razón muy simple: porque todos hemos asistido sorprendidos e incluso temerosos, a un derrumbamiento de la ética, a un derrumbamiento de la moral en Colombia. Nosotros podemos decir que nuestro país vive una crisis, una crisis aguda, una crisis grave; ante todo, esa crisis se manifiesta en lo que pode-mos denominar una anomia, una falta de normas o falta de atención a la norma, falta de atención a la norma moral y falta de convicción en la capacidad que tenga la norma jurídica, para regular de una manera correcta la vida interpersonal, lo que se ha traducido en un verdadero comportamiento anárquico. Eso es la anomia, la falta de normas; y cuando las personas que constituyen una comuni-dad no se atienen a una norma, bien sea moral o jurídica, entonces el comporta-miento aparece como un comportamien-to arbitrario, desordenado, muy parecido al que nosotros estamos viviendo.

Cuando nosotros nos planteamos este problema tan grave y tratamos de inda-gar dónde está el quid del asunto, donde radica esa médula que se encuentra en crisis y que determina una crisis, aun en los aspectos más superficiales de la vida comunitaria, ordinariamente nos hace-mos, o al menos es corriente que se haga esta reflexión: ¿es que el pueblo colom-biano perdió la fe en Dios?; y una vez que perdió la fe en Dios, ¿entonces todos los valores éticos se desmoronaron? Ordinariamente ése es el planteamiento y ese planteamiento está además segui-do de este otro: si nosotros nos pregun-tamos qué vamos a hacer entonces para recuperar ese comportamiento correcto,

ese comportamiento ordinariamente bueno, que en otro tiempo el pueblo colombiano observó, entonces lo que se propone es esto: hay que regresar a Dios, hay que regresar a la religión.

Pero ‒fíjense‒, dentro de esta reflexión en alta voz que yo estoy haciendo, nosotros pudiéramos pensar también de una manera diferente. ¿Cuál es esa manera diferente?

Hago una advertencia: cuando indico este camino, no estoy, ni mucho menos, desconceptuando la religión. Lejos de mí hacerlo. Valoro sobremanera la religión como producto cultural; y valoro todavía más a las personas que la viven intensa-mente. Eso lo valoro mucho.

Pero no se trata de eso. No se trata de hacer aquí valoraciones, sino de tratar de desentrañar la naturaleza de esos fenó-menos y a tono con ese desentrañamien-to, mostrar entonces ciertas posibles direcciones.

La religión se basa en la fe, la religión se basa en la creencia. Y en ocasiones, cuando la ética se funda inmediatamente en la religión, la religión resulta teniendo la virtud de controlar el comportamiento individual y el comportamiento social.

Pero a veces ocurre esto: que cuando se profesa una creencia religiosa y se la profesa de una manera ciega, definitiva-mente ciega, puede llegarse a este resultado (nos estamos colocando un poco dentro de la concepción luterana del cristianismo): la fe que tengo es la que me salva. Y por lo tanto, si la fe es la que me salva, las buenas obras son ya más o menos secundarias. Aparece en un primer plano la creencia y en un segundo plano la conducta. Allí hay un peligro desde el punto de vista ético.

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Pero el otro peligro consiste en esto: en admitir que la ética, en la medida en que se funda en la creencia, controla mi conducta, y que yo no debo únicamente tener fe, no únicamente debo creer, sino que debo comportarme de la manera más armónica, más a tono con mi creen-cia. Eso sería lo deseable. Pero resulta que cuando la fe termina, entonces termina también la ética, termina tam-bién la moral: porque si le quitamos el fundamento a las normas que estaban controlando nuestro comportamiento, entonces todo el edificio normativo también se derrumba y mi comporta-miento queda sin control.

El problema radica entonces aquí. Frente a ese problema ¿qué hacer? No hay duda de que el planteamiento que se ha hecho en el sentido de que la falta, la pérdida de fe ha incidido de una manera significativa en la pérdida de la brújula en la ética colombiana. No hay duda de que esa apreciación es rigurosa.

Pero el problema viene entonces aquí: ¿podemos entonces mirar al pasado y pensar que lo único que podemos hacer es recuperar la fe? El problema se plan-tea de esta manera, dicotómica, diga-mos: o sólo la creencia es un fundamento consistente de la fe ‒y entonces no queda más remedio que retomar a la fe‒, o hay fundamentos distintos de la creen-cia, distintos de la fe, y tenemos que buscarlos.

Fíjense que insisto en esto: no estoy diciendo, ni mucho menos, que la religión sea indeseable. Estoy haciendo un planteamiento distinto. Estoy diciendo que la religión, como único fundamento de la conducta ética, de la conducta moral, resulta bastante lábil, bastante débil. ¿Por qué? Por una razón: porque la historia del pensamiento humano, la historia de la humanidad, parece mover-

se en el sentido de la racionalización, de racionalizar las explicaciones acerca de los fenómenos enigmáticos que el hom-bre se plantea. Y por tanto resulta un poco paradójico, un poco contradictorio, que en determinado campo la razón no pueda continuar su curso hacia lo que pudiéramos llamar el progreso.

Les pongo un ejemplo: el principio de causalidad es un producto racional tardío. O sea, el hombre llega a explicar-se causalmente las cosas, y sin la expli-cación causal o una explicación análoga u homóloga no es posible la actividad científica, en un momento tardío de la historia del pensamiento. En una obra sumamente importante que se llama Sociedad y naturaleza, Kelsen muestra con investigaciones de orden antropoló-gico de qué manera en las sociedades primitivas el principio de causalidad está sustituido por el principio de retribución.

Lo que significa esto: que si nosotros nos planteamos ahora el problema de por qué hay lluvias o por qué hay tempesta-des, tenemos una explicación causal de por qué llueve y por qué hay tempesta-des. Pero el hombre primitivo no tiene una explicación causal, sino una inter-pretación retributiva: la lluvia es el premio que los dioses dan a los hombres cuando se ha comportado bien para que las cosechas sean abundantes. La tem-pestad es el castigo que los dioses dan a los hombres cuando han observado un mal comportamiento. Cuando dispone-mos de una explicación causal; podemos perfectamente prescindir de la explica-ción retributiva.

Lo que no significa que la creencia deba ser abolida una vez que se ha alcanzado un a l to g rado de rac iona l i dad . Simplemente decimos: para la explica-ción de ciertos fenómenos naturales ya no hace falta. De la misma manera

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pudiéramos pensar que en el campo social, en el campo de la vida comunita-ria, hay un momento en que esa explica-ción ya no hace falta. No sólo no hace falta, sino que a veces se revela inepta, se revela precaria para cumplir la finali-dad que se le ha signado. ¿Por qué? Porque si la sociedad no puede subsistir sin normas éticas, y la creencia es la única capaz de fundar las normas éticas, no podemos superar ciertas creencias, y me refiero no ya únicamente a las creencias religiosas. Me refiero a las supersticiones. Parece que lo que va en el sentido del progreso, que lo que pudiéra-mos considerar positivo, es superar las supersticiones, cambiar las creencias, que son ciegas, por las convicciones, que son fundadas, que son racionalmente fundadas o que son fundadas en la experiencia. Eso parece positivo, eso parece que constituye un progreso con respeto a lo otro, a esa otra etapa de que les hablo, donde lo que prevalece es el elemento irracional.

Pero fíjense, en lo que les estoy diciendo, insisto ‒y no me atrevería en una Universidad como la Universidad Pontificia Bolivariana, que es una Universidad católica y cuya fe yo respeto profundamente‒, pero estamos hacien-do un planteamiento a nivel universita-rio, de otro tipo. Yo no les estoy diciendo a las personas que tienen sus creencias que las abandonen. Estoy clamando porque las personas que no tienen esas creencias, puedan tener un comporta-miento tan correcto como las personas que tienen esas creencias.

Podemos aceptar que la fe es una gracia, es un don; pero resulta que no todos los hombres somos agraciados, no todos podemos tener ese don; y el hecho de no tener esa gracia o no tener ese don,

entonces ¿nos dispensará del comporta-miento correcto?

Allí es donde tenemos que plantear el problema fundamental. Es decir, expre-saría de la manera más clara mi pensa-miento, así: ni la fe puede dispensarnos del comportamiento correcto cuando asumimos que la fe nos salva, más allá de las buenas obras; ni la falta de fe nos puede dispensar tampoco del comporta-miento correcto. Si ni la fe ni la falta de fe pueden dispensamos del comportamien-to correcto, es porque hay que buscar la fundamentación de la ética, la funda-mentación de la moral, la fundamenta-ción del comportamiento correcto, en algo distinto de la creencia. Porque fíjense ustedes, que la creencia por su naturaleza misma, no puede ser el contenido de un deber. Que no puede ser el contenido de un deber significa esto: así como los romanos decían "a lo impo-sible nadie está obligado", a mí no me pueden imponer la obligación de creer, porque es posible que yo no pueda creer.

Entonces, la opción que hay que buscar es un fundamento de la ética, un funda-mento de la moral un fundamento del comportamiento individual y del compor-tamiento social, más allá de la creencia. Y cuando hablamos de que hay que buscar un comportamiento social más allá de la creencia, entonces nos estamos refirien-do al fenómeno que estamos viviendo. Estamos hablando de la necesidad de que definitivamente la moral, la necesi-dad de que definitivamente la ética se secularice.

Es posible que la fe en Dios no se recupe-re. Pero lo cierto es que si la fe en Dios no se recupera y no tenemos un fundamento alternativo, la sociedad no puede seguir existiendo.

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Si Dios tuviera encerrada en su mano derecha toda la verdad y en su mano izquierda el único impulso que mueve a ella, y me dijera: "Elige", yo caería, aún en el supuesto de que me equivocase, siempre y eternamente en su mano izquierda...

Gotthold Ephraim Lessing: "Acerca de la verdad”

Durante estos 50 años hemos visto movimientos insólitos, la muerte y la reanimación de cosas nuevas, sobre todo: la eliminación de la verdad y el recurso al estilo como único fundamento.

Gottfried Benn: "Nietzsche 50 años después”

Si uno se detiene a observar la sonrisa de Voltaire esculpida por Houdon o la mirada de Diderot plasmada por el mismo artista, y las contrasta luego con las expresiones de los rostros pintados por Kokoschka, de Adolph Loos, digamos, o de Peter Altenberg, el resultado del contraste será una extraña sensación de haber contemplado dos mundos distintos o, quizás, dos fases de un proceso espiri-tual cuya unidad no es fácil de captar al vuelo. Las homologías podrían multipli-carse ad libitum, pero esas dos (paradig-máticas) bastan para nuestro propósito.

Una radiante autarquía aflora en los rostros de los filósofos ilustrados, y una inevadible desazón domina el gesto del arquitecto y el del escritor, retratados por el pintor expresionista. ¿Plenitud y decadencia serán términos justos para caracterizar una y otra actitud vital? Quizás no, por la intensa carga evaluati-va que uno y otro contienen, y porque hay quienes hayan mayor complacencia y hasta deleite estético en la perplejidad que en la certeza, aunque la última sea más codiciada entre los filisteos.

Los sofistas inauguraron la llamada Ilustración griega sustituyendo el logos al mito o, más bien, poniendo el mito humanístico en el nicho que ocupaba el mito teológico. Ese ejercicio racional alcanza su mayor refinamiento en Sócrates a quien, justamente por eso, le achaca Nietzsche el pecado irredimible de desalmar a la cultura helénica al despojarla de su intenso pathos dionisía-co, entronizando en cambio la apatía advenediza de Apolo.

Spengler, que confiesa su deuda total con Nietzsche en cuanto a los problemas que suscitaron su fisiognómica de la historia (deuda equitativamente simétrica a la contraída con Goethe en asunto de método), hizo su anuncio apocalíptico del ocaso de Occidente en momento coetá-

UNA DIGRESIÓN REDUNDANTE*

Carlos Gaviria Díaz

Tomado de Revista Aleph, Edición Nro. 134, julio/ septiembre, 2005, pp. 65-68.http://www.revistaaleph.com.co/component/k2/item/13-una-digresion-redundante.html Modificado por última vez en Domingo, 18 Septiembre 2011 20:31

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neo al surgimiento del expresionismo. Pero si éste cuenta entre los signos inequívocos del colapso, no se piense que el auge de la razón se encuentra en el cenit de ese proceso cultural.

Está en el otoño, que es el inicio de la declinación. Es clara, entonces, la afini-dad esencial, en ese punto, de Nietzsche y Spengler: el esplendor de la razón (la Ilustración) no es un síntoma de vitalidad de una cultura. Es el umbral de su deca-dencia.

Claro está que no es preciso aceptar las conclusiones de Spengler para articular Ilustración y expresionismo y abordar el análisis de autores representativos de una y otra vertiente, asumiendo, inclusi-ve, que entre un movimiento y otro hay hechos culturalmente relevantes que no se dejan reducir a ninguno de los dos. Piénsese si no en el impresionismo, para citar solo un ejemplo. Quien ha utilizado el paradigma splengleriano para dar orden a sus digresiones es el prologuista y no el profesor Gutiérrez-Girardot quien, con la finura intelectual que lo caracteri-za, ha dado un sugestivo título a sus ensayos contenido en el libro, dejando abierto un amplio y rico ámbito herme-néutico. No hay que llevar de la mano al lector y revelarle todos los implícitos que informan "el contenido manifiesto". Hace parte del respeto debido, dejarlo que formule sus conjeturas y extraiga sus propias conclusiones.

Por ejemplo, ¿qué criterio hay que usar para calificar a un autor de ilustrado? ¿Qué haya vivido en el período que convencionalmente se conoce como la Ilustración, o que se refleje en su obra una actitud ilustrada? Porque sin duda dentro de las coordenadas históricas que delimitan una época, hay quienes no comparten su sino.

En el período de la Ilustración encontra-mos conspicuos contrailustrados y en épocas signadas por prevalente oscuran-tismo, voluntades movidas por el sapere aude, dispuestas a ejercer "la libertad de hacer siempre en todo lugar uso público de la propia razón". Ejemplos pueden darse a granel de unos y otros, pero es casi obligado citar dentro de los segun-dos, nombres ilustres como el de Giordano Bruno, Pico della Mirandola, Marsilio Ficino, Roger Bacon.

Y en ese orden de ideas no parece legíti-mo, desde una perspectiva lógica, oponer Ilustración y expresionismo, porque más de un exponente del movi-miento expresionista satisface a cabali-dad las condiciones que exigía Kant como necesarias para reclamar ese sello nobiliario. Es que a menudo es el exceso de lucidez, y no su ausencia, el que confiere a los rostros dibujados o esculpidos y al pulso del artista que los plasma, la perplejidad y desazón lace-rantes que distinguen los retratos de Kokoschka, o las intensas figuras de Franz Mark, de Egon Schiele y las mismas de Kandisky antes de disolverse en patéticas abstracciones.

Y aún cabe agregar: si el impresionismo, como lo postuló Hermann Bahr, halla su respaldo epistémico en la psicología de Ernst Mach conforme a la cual el conoci-miento es la ordenación de las impresio-nes sensoriales según la fórmula mate-mática más simple, no es descabellado (ya se ha hecho) interpretar el arte expresionista "como si" el sujeto impu-siera sus leyes al objeto, según los dictados de la estética trascendental.

Y así, resulta el expresionismo vástago de la Ilustración. Desde luego, no hay que pensar sólo en la plástica. Lo que vale para Kokoschka vale para Trakl.

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Justamente, a estas alturas, preguntará el lector ¿por qué tanto énfasis en la plástica si el libro trata de literatura? Me atrevo a responder: precisamente por eso.

Lo que en el prólogo he intentado es un débil ejercicio de ambientación a los

textos y autores escogidos y glosados con inteligencia exquisita por el profesor Gutiérrez-Girardot quien, de ese modo, ratificando su terca vocación de mistago-go, hace un valioso aporte a amplios sectores de habla española y, en su doble condición de intelectual y scholar, provo-ca la controversia en círculos ilustrados.

La Construcción de SociedadImagen tomada de: Periódico Humanidad Ed. 42.

Periódico oficial de la Alcaldía Mayor de Bogotá. Abril de 2015

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Yo soy un defensor a ultranza de la autonomía universitaria. Y me parece justamente que si se habla de calidad en la educación universitaria ese punto es inevitable. Hay que tocarlo de manera necesaria. ¿Por qué? Porque si se trata de calidad en la enseñanza superior, qué se enseña y cómo se enseña, tiene que decidirlo la comunidad académica y esa es una decisión que no puede ser tomada por instancias políticas, Yo siempre he pensado la universidad a manera de una utopía, hasta el punto de que pienso: un estado democrático, un estado decente, tiene que reconocer una autonomía bastante amplia a la universidad y, sin ingerir en ella, financiarla. La financia-ción desde luego le corresponde al Estado. Pero el Estado tiene que saber que es la comunidad universitaria la que va a determinar cuáles son las materias que se deben enseñar y de qué manera se deben enseñar. Ese es un primer punto que yo diría que es una especie de pre-condición de la calidad en la enseñanza universitaria.

Y yo voy a sustentar, muy brevemente, algunas ideas que son, yo lo sé, bastante discutibles y algunas de ellas que están incluso en contravía de lo que hoy se piensa.

Por ejemplo, cuando se piensa en la universidad, se piensa casi de manera

automática, se asocia el pensamiento de la universidad con la formación de profe-sionales. Y yo voy a hacer una afirma-ción: esa es una tarea secundaria para la universidad. Y alguien podría decir: ¿pero cómo va a ser secundaria? Entonces ¿quién forma a los médicos?, ¿quién forma a los abogados?, ¿quién forma a los ingenieros? Si, ciertamente ese trabajo, diría, también le incumbe a la universidad. Pero digo también. ¿Y por qué? Por una razón, yo creo que a la universidad lo que le incumbe, en primer lugar, es la formación de la persona; y de la formación de la persona se sigue la formación del ciudadano; y de la forma-ción del ciudadano, se sigue entonces la formación del profesional.

Pero yo podría incluso desglosar esas actividades, pensando que la formación de los profesionales pueden hacerlas instituciones distintas a las universida-des, pero que, entre nosotros, es una tarea que a la universidad también le incumbe.

Pero, por qué digo lo que digo. Por lo siguiente: en la raíz de la universidad está su esencia esencialmente humanís-tica. El compromiso de la universidad es con los valores humanos y con el conoci-miento. Cualquiera desviación de esa finalidad constituye una desnaturaliza-ción de lo que es la institución universita-

HAY QUE DEFENDER LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA*

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Tomado de: Uni-pluri/versidad Vol. 8, No. 3, 2008, pág. 7-10. Grupo CHHES, Facultad de Educación. Universidad de Antioquia. Editorial Artes y Letras Ltda. Texto publicado por primera vez en Autonomía Universitaria, serie Documentos N° 1, junio de 2008, de la Federación Nacional de Profesores Universitarios.

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ria, de lo que es la universidad. Y voy a permitirme hacer alguna referencia que para mí es inevitable al mundo griego. Lo que caracterizaba a la comunidad griega era esto: es la primera comunidad que se propone, como fin, la cultura. Y a esa cultura la podemos denominar, o pode-mos asimilar, esa noción de cultura a la noción de lo que los griegos llamaban la paideia, y la paideia la oponían a la techné. La technées una serie, o consiste en una serie de destrezas que las perso-nas adquieren en el objeto de ejercer un oficio, y desde luego esos oficios son, no son solo útiles, sino completamente necesarios dentro de la comunidad, dentro de cualquier sociedad, en cual-quier sociedad hacen falta abogados, en cualquier sociedad hacen falta ingenie-ros, en cualquier sociedad hacen falta médicos, etc. Pero la sociedad ante todo está integrada por personas.

Y la universidad que se dedica o que dedica específicamente sus esfuerzos a lo que yo he denominado, siguiendo desde luego la conceptualización griega, la techné, es una universidad desalmada. De lo primero que tiene que tratar la universidad es de la formación de la persona, y ¿qué tienen que ver con la formación de la persona? Cuando se está formando personas se trata es de lo siguiente: de darles las herramientas, los instrumentos necesarios, para que tomen las decisiones radicales que le incumben en la vida. Por ejemplo cuáles ¿qué sentido tienen mi existencia? ¿Mi existencia tiene un sentido ya preesta-blecido? ¿Lo ha establecido alguien? O soy yo quien asume la responsabilidad de darle un sentido a mi existencia.

Y pienso en esto porque, a menudo, en las universidades desnaturalizadas, se empiezan a suprimir programas que se considera que no son rentables. La

universidad debe ante todo, dentro de esa óptica, es mantener programas que sean rentables y que además sean financiables. Y, por tanto, si la filosofía, si la matemática pura, si la antropología, si la lingüística, no lo son, entonces esos programas no tienen razón de ser en la universidad. Y resulta que esos son los programas que justifican la universidad.

Ustedes dirán ¿entonces de lo que se trata es de excluir la enseñanza de las profesiones en las universidades? De ninguna manera. Pero, retomando esta conceptualización de la techné y la paideia, yo diría esto: la techné única-mente puede enseñarla la universidad sobre la base de que persigue la paideia. O sea, de que está adiestrando, de que está entrenando para cumplir oficios dentro de la sociedad, a sujetos cons-cientes que saben, por una parte, cual es su destino, que han decidido darle un determinado valor a su existencia y que saben cuál es la función que dentro de la sociedad de la que forman parte les incumbe. Esa tarea es absolutamente inescapable dentro de la universidad. Si nosotros nos preguntamos, y ¿Esa paideia como se enseña? Eso podríamos nosotros formularlo de distintas mane-ras. Una manera es esta: ¿la universidad tiene que ver con la ética? y la pregunta es esta y ¿la ética como se enseña? Y desde luego descartamos que la ense-ñanza de la ética se reduzca a esos cursos que se denominan de ética o de ética profesional. Toda la enseñanza universitaria tiene que estar informada por la ética. No hay un solo curso dentro de la universidad que no tenga ese propósito. En los cursos de matemáticas; en los cursos de física; en los cursos de química etc. Hay que buscar un propósito y cuando se busca el propósito de la enseñanza sé está buscando la finalidad de la enseñanza, se está buscando el

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sentido de la enseñanza y por tanto se le está dando un sentido ético a la enseñan-za.

Esa para mi es una función inescapable de la universidad y me parece que a menudo la universidad o, más que la universidad, quienes desde afuera la manejan, no permiten que se cumpla. Porque la universidad nuestra no es una universidad autónoma, ustedes saben que la constitución de 1991 por primera vez consagró la autonomía universitaria pero con tantas limitaciones que de la autonomía universitaria puede decirse algo similar a lo que se dice de nuestra democracia, o de lo que podemos decir de nuestra democracia, que constituye una fachada. Y una fachada que resulta bastante útil para sacar de allí conse-cuencias: la universidad se está mane-jando, cuando todos sabemos que la universidad no se está manejando, la universidad la manejan desde afuera y por tanto que, utilizando una terminolo-gía rigurosa, tendríamos que decir que la universidad nuestra no es una universi-dad autónoma sino una universidad heterónoma. Una universidad que recibe sus leyes desde afuera. Que la comuni-dad universitaria apenas si tiene un papel relativamente secundario en las decisio-nes académicas; en las decisiones que tienen que ver con el conocimiento científico; en las decisiones que tienen que ver con la orientación de la institu-ción y que tienen que ver con la orienta-ción de las personas.

Y me voy a permitir tocar un tema, casi que deliberadamente, para que sea objeto de debate y es el siguiente: de un tiempo para acá, especialmente, se ha dicho que lo que en la universidad debe tener prelación es en la tarea investigati-va. Y yo quiero hacer esta afirmación: la investigación constituye una tarea importantísima, una tarea prioritaria en

la universidad, a condición de que no se relegue la docencia. De un tiempo para acá, las personas que constituyen el cuerpo de profesores de la universidad, están clasificados en dos categorías: los investigadores y los docentes. Los investigadores que son, al menos eso es lo que se formula, los que producen conocimiento y los profesores los que transmiten conocimiento. Y por tanto las categorizaciones mayores corren a cargo de quienes producen conocimiento. Vean ustedes, esta tesis podría parecer una tesis bastante heterodoxa y yo sé que es a contramano de lo que hoy prevalece, de la opinión hoy prevaleciente. Y es esta: yo no concibo la universidad sin docentes y no concibo la universidad sin buenos docentes. No me refiero solamente a la universidad colombiana. Mi pasión ha sido el conocimiento. Mi pasión ha sido la universidad y he visitado muchas univer-sidades de muchas latitudes, en Latino América, en los Estados Unidos y en Europa etc. Y tengo esta experiencia: los profesores que se dedican a la investiga-ción, que prácticamente constituyen a una categoría aparte, privilegiada, los investigadores, se desvinculan de la docencia y miran la docencia como una actividad secundaria, cuando, de la misma manera que decía ahora que las profesiones podrían concebirse como enseñadas por fuera de la universidad, yo pienso que la investigación, incluso, también puede tener lugar por fuera de la universidad. No estoy clamando por que la investigación se excluya de la universi-dad. De ninguna manera. Pero digo que dentro de la universidad, tal como yo la concibo, lo que es la esencia primigenia de la universidad, la docencia, es una función esencial y la investigación, siendo una tarea importante que va nutrir a la universidad, no es la tarea que justifica la existencia de la universidad. ¿Por qué pienso o digo lo que estoy diciendo? Porque noto, con preocupa-

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ción, que la calidad de la docencia ha venido disminuyendo y que a las perso-nas que constituyen el cuerpo profesoral, se les evalúa más por los artículos que escriben, por sus hallazgos etc., que por el cumplimiento de una tarea que para mí es esencial ¿y cuál es esa tarea esencial? Parece secundaria esa que se reduce a reproducir o transmitir el conocimiento. Esa no es la tarea del verdadero docente, el verdadero docente tiene una tarea esencial, que para mí es la siguiente: transmitir la pasión por el conocimiento. No hay un docente que merezca esa calificación, si no es capaz de contagiar al estudiante de esa enfermedad incurable que el padece y esa enfermedad incura-ble consiste en buscar apasionadamente el conocimiento. Y cuando se busca el conocimiento, no me refiero solamente al conocimiento formalizado y por tanto científicamente clasificable. Pienso en el conocimiento de sí mismo; pienso en el conocimiento de las propias personas vinculándola justamente con lo que yo, al comienzo de esta reflexión tomando prestado el concepto de los griegos, llamaba la paideia. La paideia no se enseña. Yo diría la paideia se contagia. Y justamente las universidades, incluso las más modernas, empiezan a sufrir, empiezan a adolecer falta de buenos docentes. Y falta de buenos docentes entre otras razones porque la propia institución trata a los docentes de una manera desventajosa con respecto a los investigadores. Considero que la docen-cia y la investigación deben articularse, pero articularse de tal manera que esa investigación sirva precisamente para nutrir la docencia.

He encontrado muchas universidades que tienen incluso premios nobel, de química, premios nobel de física, etc., pero donde la docencia es desastrosa, y por tanto se constituye una especie de cuerpo privilegiado, marginado del resto

de la comunidad universitaria. Y cuando digo marginado del resto de la comuni-dad universitaria, digo marginado del resto del profesorado y marginado también del estudiantado.

Puedo citarles universidades preclaras, de los Estados Unidos por ejemplo, de las más preclaras, donde, conversando con sus estudiantes, se quejan de que no tienen siquiera acceso a sus profesores que ante todo están dedicados a la investigación porque para el profesora-do, para el profesor dedicado casi de tiempo completo a la investigación, el contacto con el estudiante es una pérdida de tiempo. A mí me parece que eso constituye una desnaturalización de lo que es la universidad. Y naturalmente pensando entonces en la tarea de la universidad, la repito: formación de personas, para la formación de ciudada-nos y luego para la formación de profe-sionales. Con lo cual quiero decir: un profesional que no sea construido sobre lo que es un buen ciudadano y un buen ciudadano no puede construirse sino sobre la base de lo que es en realidad una persona, tomada incluso en el sentido Aristotélico, aquella que está abocada a vivir con las demás. Para eso se educa, para convivir, para vivir con los demás. Y si nosotros pensamos especialmente en la sociedad que me parece que a todos más nos seduce, que es la sociedad democrática, esa enseñanza para la convivencia es insustituible, es impres-cindible y está sin duda signada como una de las tareas esenciales que justifi-can la existencia de la universidad.

Y con eso toco un tema que también para mí ha sido bastante preocupante y tiene que ver con el cuerpo docente. ¿De qué manera? Las universidades se han desnaturalizado. Y se han desnaturaliza-do porque el cuerpo de docentes ha venido disminuyéndose cada vez más

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significativamente. ¿De qué manera? De esta manera: se reduce el profesorado de tiempo completo porque es el profesora-do que resulta más costoso y se le susti-tuye por el profesorado de cátedra. El profesor de cátedra puede ser un profe-sor excelente, pero es un profesor que mantiene su mente y su actividad ocupa-da en otras tareas, y apenas saca una hora o dos para ir a la universidad a dictar una clase y desaparece. A la universidad la tiene que sustentar, la tiene que mantener el cuerpo docente que está permanentemente disponible para cumplir esa tarea y la tarea requiere tiempo. Les repito lo que ahora dije, que puede sonar un tanto inadecuado, inapropiado, pero así lo vivo, esa tarea consiste en inculcarles ese morbo a los estudiantes, al cuerpo estudiantil, al cuerpo dicente la pasión por el conoci-miento. Solamente quien está compro-metido con esa finalidad, que tiene en su vida digamos esa paideia.

Recuerdo una anécdota muy bella y fue que a Sócrates le preguntaron, qué

opinaba de un determinado rey y él respondió: no puedo opinar porque no conozco cuál es su paideia, cuál es el sentido que le ha dado a su vida, ¿para dónde va?, ¿qué es lo que quiere hacer con ella y qué es lo que quiere que los demás seres que con el conviven hagan con sus propias existencias. Yo no conci-bo una sociedad sin universidad pero, especialmente lo digo, como me parece que ese es un factor que nos unifica, no concibo una sociedad democrática sin una universidad de excelente calidad. Y esa universidad de excelente calidad, lo repito, tiene que ser una universidad autónoma, una universidad que se rija ella misma, donde las decisiones políticas heterónomas no interfieran su curso y donde el cuerpo docente y el cuerpo dicente convivan, como las primeras universidades medievales, en función de un mismo propósito. Y ese propósito que nos unifica es la pasión por el conoci-miento y el fomento de los valores huma-nos.

HAY QUE DEFENDER LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA

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Y voy a empezar por aquí, yo soy un defensor a ultranza de la autono-mía universitaria. Y me parece justamente que si se habla de calidad en la educación universitaria ese punto es inevitable. Hay que tocarlo de manera necesaria. ¿Por qué? Porque si se trata de calidad en la ense-ñanza superior, qué se enseña y cómo se enseña, tiene que decidirlo la comunidad académica y esa es una decisión que no puede ser tomada por instancias políticas, Yo siempre he pensado la universidad a manera de una utopía, hasta el punto de que pienso: un estado democrático, un estado decente, tiene que reconocer una autonomía bastante amplia a la universidad y, sin ingerir en ella, financiarla. La financiación desde luego le corresponde al estado. Pero el estado tiene que saber que es la comunidad universitaria la que va a determinar cuáles son las materias que se deben enseñar y de qué manera se deben enseñar. Ese es un primer punto que yo diría que es una especie de precondición de la calidad en la enseñanza universitaria.

Carlos Gaviria DíazCarlos Gaviria DíazCarlos Gaviria Díaz

Reflexión del maestro Carlos Gaviria Díaz sobre la importancia de la autonomía universitaria.Imagen tomada de: @SergioAndresMN. Mesa Amplia Nacional Estudiantil, Mane. 14 de diciembre de 2014

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¿Es Colombia un país donde se ha gene-rado la violencia de manera espontánea? ¿Por qué en Colombia la población es reacia a las normas? Posibilidades de paz, Gobierno de Uribe, el Polo democrá-tico y el país.

En primer lugar yo soy presidente del Polo Democrático Alternativo pero yo no puedo escindirme y decir como colom-biano pienso esto, pero como presidente del Polo Democrático Alternativo, no. Esto tiene que ver algo con mi biografía. Yo llegué muy tarde a la política, y yo diría, incluso, en contra de mi voluntad porque mi pasión no ha sido el poder, yo no he tenido ambición de poder. No digo que la ambición de poder sea ilegítima, pero algunos en la vida nos trazamos unas metas y otros se trazan otras. Yo toda mi vida lo que he sido es profesor. Yo fui 35 años profesor de Derecho en la Universidad de Antioquia, también fui decano de la Facultad de Derecho, fundador del Instituto de Estudios Políticos y primer director del Instituto de la Universidad de Antioquia, vicerrector de la Universidad y me interesé mucho por reformar los estudios jurídicos en Colombia, luego fui nombrado Presidente Magistrado de la Corte Constitucional, por circunstancias, coincidencias yo diría, afortunadas cuando se expidió la

Constitución de 1991 porque el único cargo que yo ambicionaba era una magistratura y específicamente cuando existía la Sala Constitucional de la Corte Suprema, a mí me hubiera ser magistra-do de esa sala, varias veces me postula-ron pero nunca fui elegido y luego me eligieron magistrado de la Corte Constitucional, un cargo que desempeñé con un inmenso regocijo porque estaba exactamente en el mismo orden de mi vocación. En lo que uno hace como magistrado de una Corte y muy especial-mente de una Corte Constitucional se parece mucho a lo que hace en la univer-sidad. Es analizar casos, estudiarlos y estudiarlos digamos con calma, con tranquilidad, con tiempo, con una cir-cunstancia nueva que es la decisión que le da una inmensa responsabilidad y naturalmente esa decisión si ya tiene que ver mucho con lo político, porque de lo que una Corte Constitucional decida, se siguen consecuencias buenas o malas, a veces para un grupo de personas, a veces para todo el país y esa responsabilidad si no la conocemos los académicos, eso de lo que yo diga hoy van a seguir conse-cuencias graves para el país y ese fue el ingrediente nuevo pero yo viví mi magis-tratura como una continuación de mi vida académica. Solamente en el último año cuando supe que Lucho Garzón estaba

Transcripción de la conferencia presentada en Viena, Austria, filmado en la Sala "Europa", Instituto Austriaco para América Latina. Viena, abril 2009. Tomado de: https://www.youtube.com/watch?v=poBXRpFBoWs

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interesado en fundar un partido de izquierda democrática, le manifesté mi interés de contribuir a la fundación de ese partido porque me parece que en Colombia hace falta una opción de esa naturaleza. En Colombia se ha vivido un falso bipartidismo, de eso podemos hablar un poco ahora, y le manifesté que quería ser parte de la militancia rasa, sin embargo, muchas veces cuando me preguntan usted por qué llegó al Senado si no le ha gustado la política etc., yo he dicho por falta de carácter, porque me dejé presionar, me convencieron de que era importante de que mi nombre apare-ciera en una lista para el Senado de la República, nadie daba nada por mi senaduría, sin embargo, obtuve la quinta votación en el país; ninguna de las encuestas me daba a mí como ganador y luego la dinámica de los hechos me fue llevando a que aceptara ser el coordina-dor de un sector de la izquierda que estaba representada en el Congreso Alternativa Democrática y luego se disputara la candidatura única con Antonio Navarro. Acepté disputar esa candidatura, con la fórmula que propuso Antonio, una consulta popular abierta, convencido de que yo no iba a ser el candidato porque en las encuestas daban ganador a Antonio diez a tres, yo acepté simplemente porque quería que se superara el primer escollo para la unidad de la izquierda, la candidatura, y de ahí en adelante pues ya me tocó ser candida-to y creo que se hizo. No me atribuyo muchos méritos, pero se hizo una buena campaña, hubo un gran compromiso en ese momento del Polo que se acababa de fundar, el Polo Democrático Alternativo que resultó de la unidad del Polo Democrático Independiente y de Alternativa Democrática y hubo una gran esperanza…

Por qué les digo que no distingo entre lo que piense como ciudadano colombiano

y lo que piense como presidente del Polo, por una razón, porque justamente yo no estoy en la oposición, o no digo lo que digo por estar en la oposición sino al revés, estoy en la oposición porque percibo la situación del país de una manera dramática, algo más, no quiero aparecer dogmatizando ni haciendo afirmaciones terminantes, puedo estar equivocado, desde luego, pero lo que les digo corresponde exactamente a la percepción que yo tengo de lo que ocurre en el país.

Para empezar yo diría esto, Colombia es una sociedad al revés, un país completa-mente arrevesado y voy a decirles en qué cifro esa afirmación tan drástica. Por ejemplo en Colombia existe un conflicto armado muy grave y existe hace mucho tiempo y una violencia aterradora. El presidente niega la existencia el conflicto armado, pero está allí y se considera que el problema del país es el conflicto armado; a nadie se le ocurre o a quienes se nos ocurre aparecemos como hetero-doxos, herejes, etc., que justamente el conflicto armado tiene causas, pero explorar esas causas se ha convertido en motivo de satanización en Colombia. Decir que Colombia es una sociedad mal organizada, decir que en Colombia la riqueza está pésimamente distribuida, que es el país del hemisferio con la tercera distribución más inequitativa de la riqueza, la repartición de la tierra -lo dice el coeficiente de Gini- en Colombia es de 0.83, donde ceros sería la equidad absoluta y cien la inequidad total; pero se dice que ese no es el problema, el proble-ma es la guerrilla, el conflicto armado y naturalmente eso a mí no me cabe en la cabeza.

Yo pienso que el conflicto armado es una secuela evidente de lo que ocurre en Colombia. A menudo hacen observacio-nes de esta naturaleza. Hay países muy

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pobres donde la riqueza está mal distri-buida y, sin embargo, no hay guerrilla ni existe lo que existe en Colombia. Si tomamos la analogía que estableció Spencer entre lo que es la sociedad y lo que es el organismo animal, específica-mente el organismo humano, tal vez tengamos alguna pista. Ustedes saben que Spencer decía que la sociedad es como un organismo, en que los indivi-duos son células que se agrupan y cum-plen determinadas funciones y entonces se van organizando sistemas o aparatos que cumplen funciones específicas dentro del organismo, y que eso mismo ocurre en la sociedad. Pues bien, a pesar de que la metáfora de Spencer no puede tomarse literalmente, sirve para explicar una observación como esta de que hay países pobres donde no hay guerrilla, etc.

Si nosotros vamos a una zona infectada por ejemplo por la malaria, es muy posible que algunos volvamos contami-nados y otros no, no puede decirse entonces, que no fue por la visita a la zona y la contaminación que algunos contrajeron la malaria. Las sociedades no reaccionan de la misma manera, pero negar que la pobreza en la que vive mucho más de la mitad de los colombia-nos, la miseria, o sea la pobreza absoluta en la que vive aproximadamente el 20% de los colombianos y una distribución de la riqueza tan inequitativa, no tiene nada que ver con lo que pase en Colombia, con la violencia, con el conflicto… me parece que es bizarro hacer una afirmación de esa naturaleza y por tanto, yo considero de que a esos factores generadores de conflicto hay que atenderlos. Algo más, concedo en gracia de discusión, supon-gamos que no sean esos los factores generadores del conflicto ¿no clamará una sociedad de esa naturaleza, por justicia, porque la sociedad esté mejor organizada, porque haya más gente con

las necesidades básicas satisfechas? Independientemente, a mí me podría probar, mire la miseria no tiene nada que ver con el conflicto, la disminución inequitativa de la riqueza no tiene nada que ver con el conflicto, entonces, no es una exigencia de justicia lucha contra la riqueza mal distribuida, luchar contra la pobreza, hacer todo lo posible porque las personas tengan acceso a la educación, a la salud, a la vivienda etc. Esa fue la hipótesis del constituyente de 1991. A mí me gusta la Constitución de 1991 en Colombia, porque no es normal que en una sociedad se solicite encarecidamen-te, reiteradamente y desde sectores muy distintos que se reforme la constitución de 1886, y naturalmente si uno se pre-gunta por qué ese clamor unificado de grupos tan heterogéneos porque la constitución se reformara; yo pienso que todos hemos vivido infelices dentro de una sociedad anómica como la colombia-na. Y digo anómica, porque es absoluta-mente reacia a la aceptación de normas. En Colombia nos especializamos en transgredir normas, y normas de toda clase, no únicamente normas de orden jurídico que son las primeras que uno piensa cuando se habla de una sociedad anómica, normas de carácter moral, la educación que se ha recibido en Colombia ha sido absolutamente equivo-cada, deficiente, precaria, se ha enseña-do una educación moral adscrita a dog-mas religiosos y naturalmente todo mundo sabe que cuando se deja de creer en el dogma, que desde mi perspectiva una buena cosa; dejar de creer en dog-mas, sin embargo, la gente queda deso-rientada porque su conducta no encuen-tra un norte.

No hemos podido construir una ética ciudadana, dialogada porque es que además no ha habido sujeto de la demo-cracia, cómo va a haber sujeto de la democracia si en Colombia todo el mundo

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sabe. Les cuento anécdotas que son bien reveladoras. Cuando yo empecé a hacer política, campaña por ejemplo para el Senado y luego para la presidencia de la República me decían en la costa atlánti-ca. Recuerdo en Barranquilla, una señora me dijo: no vaya a pensar que aquí hay gente que compra o vende votos, ¡aquí vendemos y compramos los votos! Porque entre otras circunstancias, muchos podemos comer únicamente el día de las elecciones. ¿Que me digan a mí que eso es una democracia y que la gente está decidiendo libremente? Eso es una mentira. Lo que ocurre es que nos hemos preocupado por maquillar la fachada de tal manera que podamos decir a nivel internacional ¡esta es una democracia! Y como de allí se siguen beneficios, se ha convenido casi en virtud de un pacto tácito o a veces hasta expreso, interna-cional o universal de que la democracia es la única forma legítima de ejercer el gobierno, entonces en lugar de crear circunstancias propicias para que haya democracia, nos hemos dedicado es simplemente a mostrar una fachada de democracia, donde no hay democracia. ¿Puede haber democracia sin educación? y ¿el acceso a la educación en Colombia, en qué circunstancias se da? Tan inequi-tativas, a qué educación tiene derecho un niño, o a qué educación tiene acceso un niño campesino de Boyacá, y a qué tipo de educación tiene acceso un niño de una familia pudiente en Bogotá. Entonces se reproduce el círculo, el uno está destina-do a ser peón, a morirse de hambre y el otro a ser presidente de una compañía muy importante o hasta presidente de la República. Pero eso parece que a la gente no le importara, y entonces ¿qué es lo que nos importa? Nos disgustan dema-siado los crímenes de las Farc, nos disgustan los secuestros, entonces qué tan bueno acabar esos crímenes atroces y que todo el mundo siga tan contento porque si ese es el problema, entonces

basta con acabar ese asunto para que la sociedad colombiana marche muy bien.

Y el doctor Uribe -no quiero herir suscep-tibilidades, es mi percepción, puedo estar equivocado-, que es muy inteligen-te sin duda alguna, ha percibido una situación precisamente propicia para consolidar un proyecto de consolidación del estatus y todo el mundo tan contento, porque si a un campesino que se está muriendo de hambre le dicen si le intere-sa la política y la seguridad democrática, dice me interesa muchísimo, yo me aguanto mi hambre y que mi hijo no vaya a la escuela, pero que no haya secuestro, y eso está bien que no haya secuestro, pero que la gente diga que lo demás no vale la pena. A mí me parece que hay una estrategia perversa de manipulación colectiva de la opinión, con el objeto de mostrar una realidad muy distinta a la que es en primer lugar, pero en segundo lugar yo recordaba, hace mucho tiempo leí un libro de un sociólogo e historiador belga que se llama Henri de Man y el libro se llama ́ Más allá del marxismo´, donde decía es que -les hago observación, yo no he sido formado en el marxismo ni soy marxista- las propuestas de transformar una sociedad y de que la gente viva feliz son muy difíciles, hay técnicas mucho más adecuadas, y es convencer a la gente que vive en la infelicidad de que es feliz, entonces, cambiar proyectos sociales por proyectos de psicología de masas o de psicología colectiva mostrán-dole la gente que la situación en que vive es una situación realmente soportable, y una situación de felicidad, incluso yo dicho esto, caricaturizando de alguna manera el pensamiento del doctor Uribe, que si le dice alguna persona que vive en una casa de cartón, en un rancho de esa naturaleza, mire la situación tan precaria en que vivo, el doctor Uribe le dice ¿a usted le parece precaria? Fíjese que su vecino no tiene siquiera ese rancho que

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usted tiene, compártala con él. Y muy rápidamente se le acaba su criterio redistributivo, porque también a la clase media le dice ustedes son unos privile-giados, los ingresos que ustedes tienen compártanlos con la gente de abajo; pero hasta ahí llega su criterio redistributivo, y su criterio de justicia.

Pienso, y esto lo he dicho muchas veces y por tanto les presento excusas a los colombianos que han oído tanto esta cantaleta mía por fuera y dentro de Colombia, pero he dicho que lo que sucede en el país a mí se me parece mucho y la política que en ese momento el Presidente Uribe tiene en mente, se me parece a una propuesta religiosa que desde luego es válida, pero me parece que llevada al campo social es perversa, y es esta. Ustedes saben que en el Opus Dei a una persona se le dice usted lo que debe es santificarse en el lugar que la divina providencia le asignó, y por tanto si usted es un lustrabotas, no aspire a ser otra cosa, que un muy buen lustrabotas y si es una empleada doméstica, aspire a ser la mejor empleada doméstica pero nada más; de la misma manera, usted conténtese con lo que tenga, y sea feliz con lo que tenga, yo trato de ayudarle de una manera paternal porque eso es, no son políticas sociales estables para que luego las personas puedan llegar al trabajo como un derecho y tener ingre-sos que se derivan del ejercicio de dere-cho y la educación como un derecho, sino la educación como una limosna, como una gracia que le concede el caudillo, que le concede el líder carismático a las personas. Me parece que la propuesta es perversa para el país y que justamente aprovechando esas circunstancia le digo, me parece que el doctor Uribe es una persona sumamente inteligente, tiene un proyecto a largo plazo por eso la primera reelección, la segunda reelección y no sé si la tercera, o la cuarta etc., porque

necesita consolidar lo que él quiere consolidar.

Pienso que nosotros por ejemplo en una materia tan importante como la de los derechos humanos, hemos perdido un terreno significativo. En la Constitución de 1991 se incorporaron los derechos económicos y sociales, y esa conjetura la hizo el constituyente del 91 como un proyecto de paz, que la educación sea un derecho, que la salud sea un derecho, que la vivienda digna sea un derecho, y esa constitución como una carta de paz nunca le gustó a ninguno de los gober-nantes subsiguientes a su expedición. Con esa constitución se hizo lo que en Colombia se suele hacer. Tenemos la costumbre de expedir textos maravillo-sos para exhibirlos en los foros interna-cionales y decir miren la constitución colombiana más avanzada que ninguna otra en materia de pluriculturalismo, en materia de derechos económicos y sociales, pero, ay de quien se atreva a intentar que eso se convierta en realidad. Yo viví esa circunstancia como magistra-do de la Corte Constitucional, cuando nosotros tomamos en serio, por una parte que la constitución colombiana del 91 es normativa -para los que no tienen el derecho como su área de formación-, es una constitución que puede ser aplica-da directamente sin la mediación del legislador entonces, cuando tomábamos decisiones de esa naturaleza y ordenába-mos la construcción de una escuela, ¿qué es esto? ¿activismo judicial? y le ¿están dando órdenes al gobernante? No nada de eso, entonces las críticas a los jueces constitucionales, no únicamente a la Corte sino a los jueces que tomaban en serio estas cosas, ¿por qué? Porque la Constitución del 91 maravillosa, pero no se le vaya a ocurrir que de esa constitu-ción se deben seguir consecuencias en la práctica.

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Entonces les decía, yo acepté el reto inicialmente de Lucho Garzón de hacer parte de un movimiento que se llamaba Frente Social y Político porque me pare-cía que eso era importante, de esa fachada democrática de que les he hablado ha hecho parte una afirmación absolutamente injustificada, totalmente falaz de que en Colombia dizque ha existido el bipartidismo. Claro que ha existido el bipartidismo como en las buenas democracias, el Partido Liberal y Partido Conservador, dos programas idénticos, tan idénticos que pudieron llegar a un acuerdo en el Frente Nacional; si la lucha que hay aquí es por la burocra-cia, partámosla, la mitad para ustedes y la mitad para nosotros. Pero la presiden-cia de la República es muy importante, alternémonos, usted cuatro años y yo cuatro años. ¿Sería posible eso en una sociedad donde hubiera propuestas políticas completamente distintas? Yo cito a menudo una frase que le escuché de viva voz al doctor Alfonso López Michelsen, con quien yo tenía alguna relación y que me parecía una persona de un brillo excepcional, decir esto, mien-tras en los países autoritarios de un solo partido se dice que las elecciones son la carrera de un solo caballo, por tanto un engaño. Entre nosotros es la carrera de dos caballos pero de un mismo dueño, porque gane el que gane el país sigue igualito. Entonces, valía la pena aceptar un reto de esa naturaleza de tratar de formular y de proponer la existencia de un partido alternativo de izquierda democrática. ¿Por qué de izquierda? Y yo les digo, nunca y tal vez eso me ha permitido durante un tiempo ?en este momento no lo creo?, mantener una cierta unidad dentro del Polo porque en el Polo hay vertientes trotskistas, socialde-mócratas, maoístas, de todas las espe-cies y yo no he pertenecido a ninguna; bueno, en función de un ideario común que unifique sus propósitos podemos

fundar un partido. Me parece a mí que es una propuesta que vale la pena, y por eso acepté hacer parte primero del Frente Social y Político y después con peripecias que no tengo por qué contarles, algunos las conocen muy bien y para otros eso no tiene demasiado interés se formó el Polo Democrático Alternativo, un partido de izquierda. ¿Por qué digo de izquierda? Yo leí hace tiempos en Sartre una definición que a mí me parece bastante adecuada, decía en qué consiste la izquierda, pues en todas las sociedades hay fuertes y hay débiles; la izquierda es la que se propone mejorar la situación de los débiles, luchar en función de los débiles y tomar la perspectiva del débil le permite a uno conocer más cabalmente qué es lo que pasa en la sociedad. Que en Colombia hay excluidos, segregados, personas que nunca han derivado beneficios de vivir en sociedad, eso es completamente cierto. Y por eso les digo, la propuesta del consti-tuyente del 91 a mí me parece muy seductora. Los indígenas han sido ciuda-danos de segunda, convirtámoslos en ciudadano de primera, respetemos su cultura, los negros otro tanto, derechos para los homosexuales, derechos para las mujeres que los han tenido en el papel pero en la práctica han sido reconocidos de una manera muy precaria, es decir, es el proyecto de una sociedad mucho más adecuada, mucho más amable que la que tenemos y a mí no me da temor si a eso lo llaman de izquierda; al contrario, descreo de esas utopías totalitarias y cuando lo digo no me refiero únicamente a la manera como el poder se ejerce, sino a esas propuestas de que la vida de todas las personas cambia radicalmente porque hemos logrado transformar la condición humana.

Yo no creo en eso de la sociedad sin clases, y en leyes históricas que son fatales, ineludibles. No creo sino en reformas concretas que una sociedad

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necesita y que se pueden hacer con una condición, que la gente las quiera, que se decida en virtud de un acto de voluntad dirigir el ejercicio del poder hacia esos objetivos. Eso no es una utopía irrealiza-ble, es una utopía en la medida en que todavía no tenemos eso y la utopía es lograr lo que aún no tiene lugar, es una utopía en la medida en que no tenemos una sociedad de esas naturalezas, pero es una utopía alcanzable. Creo en esas utopías parciales, de reformas sociales que hacen a las sociedades mejores y que les permiten a las personas que constituyen esas sociedades vivir satis-factoriamente. Esa es la propuesta que se ha hecho en el Polo y por eso la he acompañado, yo me he sentido compro-metido con ese tipo de propuesta.

Algo más, les repito sin tener absoluta-mente ningún interés, yo no he cifrado la inmortalidad en haber sido presidente de la República. Hay cosas que para mí son muchísimo más valiosas y más gratas, pero en este momento es importante desde luego que un proyecto de esos sea posible. Ahora me preguntaban ¿y usted va a ser candidato? Le respondí a un periódico ojalá no tenga que ser candida-to, no quiero ser candidato; esa tarea la cumplí hace tres años, y resultó bien, no me atribuyo el mérito.

Hubo un momento afortunado en que mucha gente fue consciente de que era necesario dejar de lado ambiciones personales y jugarle a un proyecto colectivo de esa naturaleza y me parece que las cosas empezaron a salir bien, pero no me hago muchas ilusiones y se los digo también con toda claridad. Yo no soy capaz de cumplir deberes de esta naturaleza, es que usted como político está obligado a llevar optimismo y a decir que sí, no yo no.

Me encanta que la gente tenga los ojos abiertos y vea lo que está ocurriendo, es decir, veo con mucha tristeza que el Polo se está despedazando. Ojalá ese fenó-meno no ocurriera, pero hay ambiciones personales, hay proyectos personales dentro del propio partido y naturalmente el establecimiento está de por medio. ¿En qué sentido? Que tan bueno que este señor que dice que es de izquierda haga la tarea que nosotros tendríamos que hacer desde la derecha, pero diciendo que es una tarea de la izquierda, como ha ocurrido y no tengo que ilustrar demasia-do con muchos llamados partidos socia-listas de Europa que han hecho tarea sucia del establecimiento a nombre de la izquierda y de partidos que se llaman de esa naturaleza, de modo que veo con seria preocupación, me he apegado desde luego a una obra en cuya construc-ción he participado que es la del Polo, pero no quiero ese tipo de protagonismo, de volver a ser candidato. Fui presidente incluso otra vez contra mi voluntad, yo en el discurso inaugural dije que éste sea mi último acto oficial dentro del partido; algo más, estoy aquí en Europa por esa razón, porque yo contaba con que no iba a ser más presidente del partido, y dije tengo una invitación a España a hablar de Derecho Internacional Humanitario, me voy a tomar un mes de vacaciones, voy a Austria porque Viena me gusta muchísi-mo, no conozco Budapest ni conozco Praga, entonces voy a conocerlos y las cosas no salieron de esa manera, ya me dijeron no dañe sus planes pero justa-mente porque no pretendía ni pretendo eso.

Pero empecé diciéndoles que Colombia es un país arrevesado, cómo no va a serlo ¿habrá algún colombiano que se sienta satisfecho con la moralidad que en Colombia prevalece? Yo no lo creo. En

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Colombia ocurren cosas atroces. Yo he sido muy aficionado a leer a Platón y no porque comparta la propuesta platónica que me parece aterradora, la propuesta de la república aristocrática, pero sí hay cosas que valen la pena rescatar. Platón una de las cosas que dice porque él cifra la marcha de la república que él diseña idealmente en 'El rey filósofo'. Para Platón el conocimiento y la virtud son la misma cosa, entonces el filósofo es el que tiene acceso al mundo del conocimiento y por tanto es el virtuoso por excelencia; y dice, el gobernante tiene que realizar o realiza de todas maneras una tarea que él llamaba paidéutica, o sea una tarea pedagógica de tal manera que miren ese es el ejemplo. Uno dice ¿en Colombia el ejemplo de lo que es un comportamiento correcto se podrá extraer de lo que ocurre en las altas esferas? Yo pregunto habrá algún colombiano al que le quede duda de que en la primera reelección del Presidente compraron votos para que pasara la primera reelección, yo no pienso que a nadie le queda duda de eso.

Entonces el colombiano del montón qué dice? Bueno pero si el presidente hace eso, si en función del poder que es tan deseable, tan apetecible, uno puede delinquir, entonces por qué no puedo hacerlo cuando busco otro tipo de bie-nes? Miren ustedes a las esferas oficiales se va demarcando, por una parte no solo en pensamiento oficial sino la práctica de lo que se considera sano o de lo que se considera correcto en una determinada sociedad, si así se comportan los gober-nantes, ¿cómo puede uno esperar otra cosa? Fíjense ustedes, ¿habrá una sociedad donde los falsos positivos no sean un escándalo y pudieran incluso dar al traste con un gobierno? Que tenga que reconocer eso, sí hemos matado cente-nares de jóvenes, cómo, reclutándolos, llevándolos por la fuerza a una región

lejana del lugar de donde son captura-dos, fusilándolos y haciéndolos aparecer como guerrilleros caídos en combate y eso vale, hace parte de la propuesta de la política de seguridad democrática esti-mular las capturas, y estimular la muer-tes a los miembros de las Fuerzas Armadas de esa manera. Una política absolutamente maquiavélica, compati-ble eso sí con las manifestaciones de cristianismo, de catolicismo que hace nuestro presidente, ¿será compatible una política de esa naturaleza, de ese corte absolutamente maquiavélico con esto? Entonces, la gente aprende, yo hago lo que hace el Presidente, puedo sobornar, puedo incurrir en conductas delictivas pero me hago poner la cruz el miércoles de ceniza y si las cámaras de televisión están, pues tanto mejor, eso es funesto. Fíjense lo que les digo, si hiero susceptibilidades lo lamento pero, es la percepción que tengo. Díganme si lo que ocurre en una sociedad de esa naturaleza puede ser aceptable, puede ser plausi-ble, puede ser deseable. Yo diría desde luego que no, al menos desde mi pers-pectiva y para eso se requiere una pro-puesta política seria en contravía de lo que está ocurriendo. Y hay un hecho empíricamente verificable, y es que en las democracias modernas los portado-res de esas reformas son partidos políti-cos, y por tanto construir un partido político es imperativo y construirlo de esa manera, como portador de una reforma de esa clase.

En estos días me decía un politólogo y me parece que con toda razón: a ustedes los tienen asediados, que es que ustedes no le hacen propuestas al país sino que se están mirando asimismos y están con controversias internas ?que infortunada-mente son muy importantes, pero más allá de determinados límites son nocivas, sobre todo cuando se siguen de ellas

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desgarramientos dentro de la organiza-ción? me decía entonces están criticando permanentemente al Polo, diciendo es que en lugar de hacerle propuestas al país, están tratando de resolver sus problemas internos. Estamos creando, construyendo institucionalidad y eso no es fácil. Construir un partido en un país donde no hay partidos porque los parti-dos son falsos partidos, eso es institucio-nalizar. Estamos tratando de construir institucionalidad y como no les digo que veo todo de color rosa, el Polo va muy bien. Afortunadamente tenemos proble-mas que se derivan de muchas cosas, por una parte de la manera como se analiza la realidad política actual, y por otra parte imbricada con esa concepción o con esa percepción de la realidad proyectos personales que se ven mucho más viables por fuera del partido o desde dentro del partido con el apoyo de secto-res externos al partido ?eso de tratarse estar uno ganando, yo si soy el bueno, fíjese que yo ni siquiera soy de izquierda sino que yo soy de centro, yo soy blanco, etc.?, eso tiene sus temores, al menos a mí no me gusta ese estilo, a mí me parece que la claridad debe ser la que reine, la que impere en toda esa construcción de un partido, detesto la ambigüedad. Yo justamente decía a propósito del Polo, nosotros debemos proceder sin sectaris-mo pero sin ambigüedad. Sin sectarismo ¿qué significa? Que venga al Polo todo el que quiera acompañar nuestra propues-ta. Ese es un partido cerrado… de ningu-

na manera, está abierto pero para quién, para el que viene a acompañar nuestra propuesta no al que se va a valer del partido como un aparato que le permite elegirse para un cargo público y hacer todo lo contrario de lo que el ideario de unidad dicta. Naturalmente que hay una serie de aspiraciones que se conjugan en la construcción de un partido y que no siempre son fáciles de aunar, incluso aspiraciones de orden ético, que la gente que diga yo soy candidato de este parti-do, estoy comprometido con el partido pero luego que ya hay un aparato, enton-ces como el aparato está marchando yo me puedo valer del aparato para propósi-tos distintos… Eso me parece a mí no solo éticamente reprochable sino que desde el punto de vista de los hechos constituye un obstáculo muy grande para lo que nosotros hemos tratado de construir. Yo en realidad veo la situación del país de esa manera, como les decía un país arrevesado, un país donde el conflicto no existe siquiera, o el conflicto no es el producto de disfunciones sociales sino que el conflicto nace por generación espontánea y lo que hay que combatir es el conflicto mismo aun cuando no se le llame así y los posibles factores genera-dores hay que olvidarlos, hay que dese-charlos. Yo creo que al menos desde mi percepción ese es un punto de vista completamente equivocado.

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Versión no corregida por el autor, por falta de tiempo. La bibliografía, las notas aclaratorias y los subtítulos han sido introducidos en la labor de transcripción y corrección del texto (Nota de la Editora y Coordinadora del Seminario). Tomado de: Memorias. Seminario Educación y cultura política, Facultad de Educación, UdeA, mayo de 2010, pág. 13-28.

Aristóteles, Política, Barcelona, Altaya, 1993

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La política en sentido teórico y en sentido práctico

Es difícil encontrar una actividad, teórica y práctica, en la que se presente una brecha tan grande entre los enunciados y lo que se ve en la vida diaria, como la política. Ésta trata de las formas de convivencia.

Si pensamos lo que es la política, es 1ineludible referirse a Aristóteles . Él, en

sentido antropológico, define a la persona humana como un zoon politikon, lo cual significa animal político, pero no en el sentido peyorativo en el que se usa a menudo, queriendo decir que hay mucho políticos que son unos animales, sino en el sentido de que la persona humana es un ser por naturaleza socia-ble, que tiene vocación de convivencia.

Ahora bien, si, de acuerdo con la tesis aristotélica, toda persona tiende a la convivencia y no puede sino tender a ella, y si la política trata de las formas de convivencia, no habría una disciplina que se ocupara de algo más importante que la política.

De acuerdo con Aristóteles, la conviven-cia se da inicialmente por la atracción que existe entre hombre y mujer, la pareja

que forma la familia, y cuando se forma la familia se está ratificando la vocación sociable que tiene toda persona. En la familia, que ya para Aristóteles es axioló-gicamente plausible, porque empieza a realizar la naturaleza humana, se satisfa-cen muchas necesidades que las perso-nas individualmente consideradas no podrían satisfacer, pero no quedan satisfechas todas.

Con la familia acontece, pues, exacta-mente lo mismo que sucedía con cada uno de los individuos de la especie humana: la familia tiende a integrarse en un grupo mayor que la comprende y dentro del cual van a quedar satisfechas ciertas necesidades que la familia es incapaz de satisfacer.

Entonces, las familias se juntan y ese grupo de familias se llamaba, en Grecia, la gens. En la gens se satisfacen necesi-dades distintas y superiores a las que la familia alcanza a satisfacer; pero, una vez más, en la gens se repite el proceso. Ella tiende a incorporarse a una comuni-dad mayor que la comprenda, y esa comunidad mayor es la tribu, y allí se van a satisfacer necesidades que no satisface el individuo, ni se satisfacen en la familia, ni en la gens.

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Carlos Gaviria Díaz

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La tribu, a su tumo, tiende a incorporarse dentro de una comunidad mayor que es el Estado-ciudad. El Estado-ciudad es autárquico. Autárquico significa que no necesita incorporarse a una sociedad o comunidad mayor que la comprenda, porque allí se satisfacen todas las necesi-dades que las personas requieren satis-facer. A esta comunidad los griegos la llaman polis y a la polis se la considera la forma de comunidad humana por exce-lencia, la forma más excelente de convi-vencia. Precisamente de allí viene el término política.

La política, si la planteamos en un plano teórico, trata de las formas de conviven-cia. La política se ocupa de pensar las formas de convivencia más adecuadas, para que la convivencia a la que estamos irremediablemente abocados, sea satisfactoria.

Si la política, desde una perspectiva teórica, se ocupa de buscar las mejores formas de convivencia, puede preguntar-se, entonces, si habrá una disciplina que tenga un objeto no solamente más noble, sino más urgente. En efecto, si las perso-nas estamos abocadas a convivir, buscar las mejores formas de convivencia parece lo más pertinente, lo más urgente y lo más noble.

Naturalmente, esta teoría de la política entendida como la búsqueda de las mejores formas de convivencia, tiene una práctica correspondiente o correlati-va. Esa práctica busca materializar esas formas de convivencia que se consideran las mejores para la persona humana y, por tanto, para la humanidad.

Desde este punto de vista, tanto la teoría política como la actividad política apare-cen como urgentes, necesarias y, ade-más, irreprochables. Sin embargo, cuando se habla de la política en el

sentido cotidiano, el término se ha desvirtuado y ha ido tomando ciertos caracteres derogatorios peyorativos, hasta el punto de que cuando de una persona se dice que es un político, a esa persona no se la está elogiando, sino que se la está censurando, porque el ser político se lo asocia con la astucia y con el ser capaz de tramar y de cualquier cosa para lograr sus objetivos.

Pero, ¿cuál es el objetivo de la política? El objetivo de la política es el poder. ¿Por qué? Desde el punto de vista teórico, se ha dicho que la política se ocupa de buscar las mejores formas de conviven-cia, y desde el punto de vista práctico, que se ocupa de materializarlas. Sin embargo, esas formas de convivencia se materializan a través del poder. Desde que la humanidad se conoce, el poder está presente. Siempre hay alguien que manda, que dirige la comunidad, y la búsqueda de ese alguien que dirija la comunidad y la búsqueda, por parte de ese alguien, del poder, es un proceso bastante problemático, tanto desde el punto de vista teórico como desde el punto de vista práctico, tal como se lo puede ver y como se lo puede vivir.

En realidad, no hay una búsqueda que pervierta tanto a la persona como la búsqueda del poder. El poder se hace un bien terreno bastante apetecible, porque está articulado con una serie de bienes terrenales también bastante apetecibles. Por ejemplo, el que tiene poder tiene fama, prestigio, gozar ordinariamente de consideración social; y, algo más: el que tiene poder puede enriquecerse en el poder. Por esta razón, la búsqueda afanosa del poder lleva a desvirtuar, a desnaturalizar una reflexión y una actividad que, pensadas en el plano más puro, resulta la actividad intelectual y la actividad práctica más plausible, más urgente y más noble.

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La educación política

Hecho el anterior planteamiento sobre la política en sentido teórico y en sentido práctico, habrá que precisar cuál es la importancia de la educación política.

Si estamos obligados a convivir, resulta redundante profundizar en la importan-cia de la educación política. Si estamos obligados a convivir, educarnos para la convivencia es urgente, y así como decíamos que la política es una actividad muy noble y una reflexión muy noble, educamos para la convivencia aparece como urgente y, además, plausible.

La ilustración y la democracia

Cuando a finales del siglo XVIII, en 1784, l a r ev i s t a a l emana Ber l i n i s che Monatsschrift formuló como pregunta a distintos pensadores importantes de la época: teólogos, moralistas, filósofos y políticos, ¿qué es la ilustración?, Immanuel Kant, en un pequeño ensayo

2magistral , responde diciendo que la ilustración es la salida del estado de minoría de edad culpable en que se encuentra la persona por no atreverse a pensar por su propia cuenta. Cuando la persona puede pensar, ya no necesita de una mano maestra que la esté guiando. Hay que atreverse a pensar. Sapere aude es el grito de combate, el grito de batalla de Kant. Atrévete a pensar, atrévete a saber.

Otro de los que respondió esta pregunta 3fue Johann Benjamín Erhard , un teólogo

y moralista, diciendo que la ilustración es el primer derecho de los ciudadanos en una democracia. Y cuando se habla de democracia se alude a una forma de convivencia, y la política justamente se ocupa de explorar las mejores formas de convivencia: desde un punto de vista teórico, explora cuáles son las más satisfactorias formas de convivencia, y desde un punto de vista práctico, explo-ras cuáles son las formas de convivencia, que cumplen con esa condición.

Es evidente que en esa respuesta sintéti-ca de Erhard hay un pensamiento bas-tante hondo, porque si en la democracia se trata de decidir, y en la democracia decide el pueblo, es decir, según el primer Rousseau, deciden todos los ciudadanos, entonces el ciudadano, para poder decidir, tiene que tener informa-ción sobre aquello sobre lo cual va a decidir, sobre el objeto que ha sido sometido a su decisión y sobre las conse-cuencias que se siguen de esa decisión. Por tanto, la síntesis que hay en la frase de Erhard es contundente e inobjetable. La ilustración es el primer derecho de los ciudadanos en una democracia. La ilustración consiste entonces en construir el sujeto de poder en una democracia. Si el sujeto de poder, el sujeto decisorio es el pueblo, el pueblo debe estar en condi-ciones de decidir. Abraham Lincoln, en su famoso discurso de Gettysburg, que no duró más de cinco minutos, dijo que la democracia es "el gobierno del pueblo,

4por el pueblo y para el pueblo" . Si las cosas son así, el pueblo tiene que estar capacitado para ejercer semejante

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Immanuel Kant, “Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la ilustración?, en: Agapito Maestre y José Romagosa, ¿Qué es la ilustración? Madrid, Tecnos, 1993, pp. 17-29.

Johann Benjamin Erhard, “Sobre el derecho del pueblo a una revolución”, en: Agapito Maestre José Romagosa, ¿Qué es la ilustración? Madrid, Tecnos, 1993, pp. 93-99. En este texto Erhard se refiere a la ilustración como un derecho.

Abraham Lincoln, “Discurso de Gettysburg”, Wikipedia, [en línea], disponible en: http://es.wikipedia.org/wiki/Discurso_de_Gettysburg.

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función, para asumir semejante respon-sabilidad, para lo cual se requiere educa-ción.

Paideia

La educación es la conducción de una persona, por un sendero que lo lleva a una meta. El educador es un conductor, según se deriva del latín. Educar es, entonces, conducir. Históricamente, en Occidente, Grecia es el primer pueblo

5que se propone la paideia , y la paideia es ni más ni menos que el cultivo del cuerpo

6y del espíritu. En la República platónica se plantea la pregunta: ¿en qué hay que educar a las personas? Y atendiendo a la concepción de que es necesario el cultivo del cuerpo y del espíritu, la respuesta es: a las personas se las debe educar en la gimnasia y en la música. Gimnasia y música, entonces, compendian el pro-grama de formación de una persona para la convivencia.

Como los griegos ya son dualistas y, por tanto, hablan de cuerpo y espíritu, entonces consideran que en la educación para la convivencia hay que atender a esos dos elementos que constituyen a la persona. Y cuando se habla de música, ellos no se refieren únicamente al arte del sonido, sino a todos los productos que se derivan de la inspiración en las musas, y, por tanto, en general, al pensamiento y al arte, es decir, a la ciencia y al arte. En esto se sintetiza entonces el objetivo de la paideia griega. Una sociedad que se proponga semejante meta, es decir, que se proponga el cultivo de la mente y el cultivo del cuerpo como un fin en sí mismo, tiene que ser una sociedad excelente.

La enseñanza de la techné y la areté

Ahora bien, cabe preguntar: y una educación como se la proponían los griegos, ¿en qué ha de consistir? Los griegos hablaban de dos tipos de objeti-vos que se perseguían con la educación: la techné y la areté. La techné está dada por una serie de reglas de habilidad que hacen a la persona apta para comportar-se de cierto modo y producir ciertos resultados. Por ejemplo, de qué manera se debe ejercitar el cuerpo, para que los músculos sean fuertes o para que la salud se mantenga, esa es una pura techné, fácilmente aprendible o aprehensible. Pero con la areté, en cambio, surge un problema. La areté, para los griegos, es la virtud, y esta virtud es distinta de la virtud cristiana. Sin embargo, tanto dentro del mundo pagano griego, como del mundo cristiano, la virtud es excelen-cia. La vida buena es la vida virtuosa.

Pero respecto a la virtud, surge un pro-blema: ella, ¿cómo se enseña?, indepen-dientemente de que se trate de la virtud cristiana o de la virtud griega. La virtud griega tiene una connotación activa, de fuerza, pues los virtuosos en Grecia son, por ejemplo, los héroes de las epopeyas y, en consecuencia, Aquiles es un virtuo-so, Ulises u Odiseo es un virtuoso, y también lo son Néstor y Diomedes. En estos héroes griegos lo que brilla es una capacidad de subyugar e incluso de ejercer poder sobre los demás. Por su parte, dentro de la concepción cristiana, las virtudes son más bien pasivas, de restricciones en la vida: se debe, por ejemplo, ser castro, austero, medido. De todas maneras, tanto dentro de una cosmovisión griega pagana, como dentro

Véase, al respecto, Werner Jaeger, Paideia, México, Fondo de Cultura Económica, 1980.

Platón, República, en: Diálogos, Madrid, Gredos, 1988, tomo 4.

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de una cosmovisión cristiana, la virtud es altamente deseable, e incluso, lo más deseable que cabe pensar. La persona virtuosa es la persona excelente, cual-quiera que sea el contexto dentro del cual se entienda la virtud.

Aquí surge el gran problema que está tematizada en algunos de los diálogos de Platón, especialmente en Menón o de la

7virtud , donde la gran pregunta que se le somete a Sócrates es: la virtud, ¿se puede enseñar? Y quien le somete esa pregunta a Sócrates es un político, un demócrata, un militante del partido democrático que acababa de llegar al poder, después de ganar la guerra contra los Treinta Tiranos. Y entonces Sócrates le dice:

─ Antes de responderte esa pregunta de si la virtud se puede enseñar, investigue-mos juntos en qué consiste la virtud.

A este respecto, la respuesta de Menón es bien significativa:

─ Yo no voy a seguir ese camino tan largo que tú, un hombre tan viejo, sigues, de estar pensando en tonterías [lo cual significa que la filosofía es una tontería para este político]. Yo lo que quiero es que me digas, desde un punto de vista práctico, que es lo que a mí me interesa: si yo quiero que mis hijos sean virtuosos, ¿Dónde quién los llevo?

De esta manera, Menón quiere ahorrarse todo el camino penoso que Sócrates lo invita a seguir con él, investigando juntos en qué consiste la virtud.

Sin embargo, Sócrates se allana a esa exigencia, de mal grado desde luego, y aventura algunas cosas que son impor-tantes en torno a la virtud. Le dice:

─ Si tú me preguntas donde quién puedes enviar a tus hijos a que se eduquen, si pretendes que ellos sean unos buenos jinetes, o si pretendes que ellos sean unos buenos esgrimistas, te lo puedo indicar de inmediato.

Y es que en el caso de un buen jinete o en el de un buen esgrimista, se está hablan-do de una techné, como lo es montar a caballo, que se deriva de la observancia de ciertas reglas a las que se llega por la experiencia; o como lo es manejar bien la espada, en cuyo caso también se deben manejar ciertas reglas que los profesores de esgrima conocen.

─ Pero ─ le dice Sócrates a Menón─, yo no conozco maestros de virtud, y por tanto, no sé a dónde deberías enviar a tus hijos para que sean virtuosos.

Con ello le está enviando una fuerte puya a los sofistas, porque estos se autopro-claman maestros de virtud. Y eso de que se proclamen a sí mismos maestros de virtud, los hace dignos de los peores dardos que Sócrates, en muchos diálo-gos, les envía, porque los llama presun-tuosos.

Pero, resulta que en esa afirmación de los sofistas, con la que se proclaman así mismos maestros de virtud, hay un ingrediente humanista y revolucionario, porque de acuerdo con la cultura griega y específicamente ateniense, la virtud es

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Platón, Menón, en: Diálogos, Madrid, Gredos, 1992, tomo 2, pp. 273-337.7

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un don divino. Los virtuosos son aquellos que descienden de dioses o de semidio-ses, y por tanto, se nace virtuoso. Aquiles, Ulises, Néstor y Diomedes, mencionados antes, son hijos de un dios o de un semidiós. Ahora bien, como se nace virtuoso, la virtud no se enseña. Pero si los sofistas se proclaman maes-tros de virtud, el gran ingrediente revolu-cionario que hay en esta afirmación es que si la virtud se puede enseñar es porque ella se puede aprender, y si ésta se enseña y se aprende, es porque la virtud no es un don divino, sino una conquista humana, y éste es el elemento profundamente humanista de los sofista.

Los sofistas, y estamos en el siglo V a.c., son un grupo de pensadores que han pasado a la historia, a pesar de que casi todo lo que escribieron y dijeron se ha perdido. Se conocen muy pocas cosas de los sofistas, pero las que se saben son suficientemente significativas. Cómo serán de importantes los sofistas, que se les conoce sobre todo por la caricatura de que ellos hace Platón, poniendo en boca de Sócrates mil ironías contra ellos. Pero cuando se afirma que los sofistas constituyen un movimiento humanista y, además, revolucionario, es porque ellos quieren cambiar el mito por el logos, lo cual significa que donde una pregunta era contestada señalando la existencia o remitiéndose a la razón.

Así, por ejemplo, de Gorgias, que es el gran retor, hay un diálogo fascinante de Platón que se llama Gorgias o de la

8retórica . De Gorgias se conocen muy pocos fragmentos. Uno de ellos es la Apología de Palamedes. Este era un rey a quien a quien se le atribuye el descubri-

miento de la técnica de crear fuego rozando maderos. A propósito, hay que recordar el mito de Prometeo. Él era un dios benévolo, que les robó el fuego a los dioses para traérselo a los humanos, de tal modo que el fuego era en este mito un don divino. Pero si resulta que fue un hombre, Palamedes, el que descubrió de qué manera se producía el fuego, enton-ces también en el campo de la técnica, la civilización, las grandes conquistas, no son dones divinos, sino que son produc-tos del esfuerzo humano, y éste es un mensaje extraordinario.

Los sofistas son grandes humanistas, porque empiezan a poner en jaque los mitos donde los dioses son los autores de todas las dávidas y de todos los bienes que a la humanidad conviene, para mostrar que todo lo que a la humanidad conviene es un producto del propio esfuerzo humano.

Pero, siguiendo con la virtud, persiste la pregunta: la virtud, que para los sofistas es una conquista humana, ¿se puede enseñar o no se puede enseñar? Hay que recordar que Menón tiene mucha prisa y lo que quiere saber es algo que le sirva para solucionar un problema práctico: "dónde enviar a mis hijos si quiero que sean virtuosos", a lo que Sócrates le responde: "no conozco maestros de virtud", como una manera de satirizar a los sofistas. Y Sócrates agrega:

─ Si la virtud se pudiera enseñar, los padres de familia siempre quieren lo mejor para sus hijos, y resulta que Pericles, que es un virtuoso, tiene dos hijos: Jantipo y Paralos, que son medio-cres completamente. Si la virtud se

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Platón , Gorgias, en: Diálogos, Madrid, Gredos, 1992, tomo 2, pp. 21-145.8

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pudiera enseñar, no sería concebible que Pericles no les hubiera enseñado la virtud a sus hijos. Arístides también tiene hijos y es un virtuoso, pero no les ha enseñado la virtud a sus hijos, y si no se las ha enseñado, es porque no se las puede enseñar.

Para Sócrates, la virtud entonces no se puede enseñar, sino que la virtud se posee, pero no se puede transferir. Se sabe quién tiene la virtud, pero la areté no se comunica al modo como se comuni-ca la techné. Tomando el ejemplo de Gorgias, se puede decir que ya se sabe cómo producir fuego, que es una techné, pero cómo ser virtuosos no.

Esta pregunta fundamental, este proble-ma planteado en varios de los diálogos socráticos de Platón, se la puede enun-ciar también de la siguiente manera: la ética, ¿puede enseñarse? En los diálogos de Platón se encuentran prácticamente propuestos todos los problemas que hoy nos acosan y nos agobian, y los más bello que tienen especialmente los diálogos que se han llamado aporéticos o proble-máticos, es que todos terminan con un gran interrogante. Por ejemplo, en el

9diálogo de Eutifrón o de la piedad , se enuncia lo siguiente: ¿las cosas son buenas porque los dioses las quieren o los dioses las quieren porque son bue-nas? Ésta es la última pregunta que Sócrates le presenta a Eutifrón, quien es un sacerdote ateniense que se dice a sí mismo piadoso y que no sólo es piadoso, sino que sabe como nadie de lo que es la piedad.

Pero Sócrates, con sus preguntas imper-tinentes, le demuestra a Eutifrón que no tiene idea de lo que es la piedad, y que

posiblemente si no conoce la virtud que él dice poseer, es porque esa virtud tampo-co la posee.

Ésta es la característica, y si se quiere, el gran encanto que tienen esos diálogos llamados aporéticos o problemáticos, donde se deja la pregunta abierta, para que sean los lectores los que sigan reflexionando, y luego lleguen a alguna conclusión.

La pregunta: ¿las cosas son buenas porque los dioses las quieren o los dioses las quieren porque son buenas?, se vuelve a plantear en el siglo XIII, en un ambiente monoteísta y eminentemente teológico, y la van a resolver a su manera y de modo contradictorio Tomás de Aquino y Escoto.

Mientras que Tomás de Aquino dice: "las cosas son buenas y como Dios las conoce como buenas, las manda", Escoto dice: "las cosas son buenas simplemente porque Dios las manda". Éste es un problema eminentemente ético que da lugar a esa dicotomía, a esa bifurcación de caminos que ya se da en el diálogo del Eutifrón o de la piedad.

Y es que Aquino sienta las bases de una ética racionalista y Escoto las de una ética voluntarista. Y aunque ambos son teólogos, cristianos y filósofos, llegan a conclusiones completamente contradic-torias. Esto significa que el problema de lo bueno, el problema de la virtud, es uno de los problemas más difíciles de solucio-nar. Y este problema es el que está de por medio cuando se pregunta en qué consis-te la política y de manera un tanto rápida se responde: la política consiste en

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Platón , Eutifrón, en: Diálogos, Madrid, Gredos, 1992, tomo 1, pp. 218-242.9

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reflexionar acerca de las formas de convivencia, y la práctica política, en la búsqueda de la materialización de esas formas de convivencia, y cuando se pregunta si es pertinente la educación para la política.

¿Qué enseñar?

En realidad, la educación para la política no sólo es pertinente, sino también necesaria, y quizá no haya nada más necesario que la educación para la política, si es que concebimos la política como se ha afirmado: las personas están abocadas a la convivencia, tienen que convivir, y la política se ocupa de las formas de convivencia.

Se ha aludido a la respuesta que da Benjamín Erhard acerca de la ilustración, quien se refiere en su respuesta a una forma específica de convivencia que es la democracia. Y justamente cuando Erhard responde que la ilustración es el primer derecho de los ciudadanos en la demo-cracia, se refiere a algo muy importante, porque para que una democracia sea tal, es necesario que los ciudadanos tengan acceso a la educación.

Pero, hay algo que no se ha aclarado: ¿qué pasa con la areté, con la virtud? ¿Qué pasa con lo bueno, con el bien, qué pasa con el proceder correcto? ¿Se puede o no se puede enseñar?

Decía que esa pregunta que plantea Sócrates a través de algunos de los diálogos platónicos como el Menón, de si la virtud se puede enseñar, hoy puede ser enunciada de similar manera: la ética, ¿se puede enseñar? Hay cátedras de ética, desde luego; pero en las cátedras de ética, cuando una persona recibe una cátedra de ética, ¿saldrá mejor de cómo era cuando entró? Hay que descreer de

eso, lo cual no significa que la ética no se deba enseñar. La ética debe enseñarse y en las universidades debe enseñarse ética. Lo que hay que preguntar es: ¿de qué manera? La ética no debe enseñarse a la manera de un sermón. La universi-dad debe hacerse cargo de la ética de un modo distinto.

En la universidad debe enseñarse filoso-fía política. Pero esta filosofía política debe abarcar la historia del pensamiento político, para que se entienda qué es el liberalismo, qué es el conservadurismo, qué es el socialismo, qué es el anarquis-mo, desmitificando y extrayendo de esas denominaciones todo el ingrediente emocional que hay en ellas. Así, por ejemplo, entre el liberalismo y el conser-vadurismo hay una brecha, porque el conservadurismo cree en la tradición, de tal modo que las cosas se van decantan-do y los Estados tienen las instituciones que la práctica, la costumbre, la tradición van disponiendo, mientras que el libera-lismo es producto de la ilustración, y por tanto de aplicar la razón a la manera como una sociedad debe organizarse.

Entonces, se puede argüir con suficiente competencia y con suficiente eficacia, en beneficio de la tradición o en beneficio de la razón, sin que ello sea vergonzoso. Lo importante es que cuando una persona se diga conservadora, sepa exactamente de qué se hace cargo, o cuando una persona se dice liberal sepa de qué se hace cargo, o cuando una persona se dice socialista..., se plantea el problema de si el socialismo es compatible con el proble-ma de las libertades públicas y de los derechos individuales, y esa pregunta es problemática, porque algunos creen que sí y otros creen que no; pero, en cual-quier caso, cuando una persona se dice socialista, debe saber de qué se hace cargo. Pero hay que determinar clara-

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mente el plano de discusión, y la univer-sidad debe ilustrar perfectamente a los estudiantes en estos temas.

También la universidad debe tener una cátedra de filosofía de la moral, o filosofía ética o pensamiento ético, donde, sin hacer proselitismo, con toda honestidad, se les enseñe a los estudiantes qué es el utilitarismo, cuál es la propuesta forma-lista de Immanuel Kant en materia de ética, cuál es la ética material de los valores que propone Edmund Husserl, qué es el cristianismo, en qué consiste la propuesta ética del cristianismo, que es una propuesta muy bella, y que incluso, quitándole la parte escatológica, muchos no creyentes pueden compartir. Pero que eso se explique y se explique con toda claridad.

Asimismo, en una cátedra de filosofía política, que se enseñe en qué consiste la democracia. Sin embargo, hay que tener en cuenta que cuando se enseña en qué consiste la democracia, se está enseñan-do una techné, no una virtud. En una democracia existe una manera previa-mente concebida de cómo debe elegirse los gobernantes, cómo debe elegirse los legisladores, cómo se debe elegir los jueces. Esto hace parte de la techné y se puede enseñar, y no sólo se lo puede enseñar, sino que es urgente enseñarlo, para que la gente tenga elementos de juicio para ubicarse en el mundo, y sepa de qué proyecto ético se hace cargo y sepa de qué proyecto político se hace cargo.

Esta importancia radica en el hecho de que, en la vida cotidiana, se ve una gran incongruencia entre lo que la gente dice ser y lo que la persona entiende y practi-ca en relación con aquello que dice ser. Algo así como decir y pensar que se es demócrata, pero declarar que no le gusta

que los pobres voten o que los negros lleguen al poder. Es importante, pues, que la persona sepa de qué se hace cargo cuando dice que es demócrata, para evitar las incongruencias.

Estas inconsistencias e incongruencias pueden derivar de dos cosas: o de la ignorancia, cuando la persona se dice demócrata, pero no sabe en qué consiste la democracia, o aun sabiendo en qué consiste la democracia, no es capaz de vivirla plenamente. Entonces, estas incongruencias tienen dos fuentes: la ignorancia, y la universidad debe ayudar a superar esta fuente de distorsión, y la otra la incapacidad, la cobardía o la mala fe.

Se ve entonces por qué es importante la educación para la política. Cuando se citaba la afirmación de Erhard de que la ilustración era el primer derecho de los ciudadanos en una democracia, se quería destacar la importancia y la trascenden-cia que tiene la educación dentro de un país, dentro de un Estado que se dice demócrata. Pues, si en una democracia es el pueblo el que decide, el pueblo necesita estar en condiciones de decidir, tener elementos de juicio, y tiene que conocer cuáles son los corolarios, cuáles son las consecuencias que se siguen de su decisión. A esto se refería Erhard cuando decía que el primer derecho de un ciudadano en una democracia es la ilustración.

La democracia y la educación

Pero para la democracia no sólo es necesaria la ilustración, sino que incluso si se vive bajo un gobierno distinto, la gente debe tener claridad de cuál es el gobierno bajo el cual está viviendo, para evitar la manipulación de la opinión. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que

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digamos que Colombia es una democra-cia, y nuestro presidente, de quien respetuosamente discrepo, dice que Colombia no es sólo una democracia, sino que es una democracia profunda, y simultáneamente todos sabemos que en Colombia se venden los votos? Cabe entonces la pregunta: ¿es eso una democracia? Si una mayoría se forma de esta manera, y por tanto, quienes tienen más posibilidades de llegar al poder, son los que tienen más dinero para comprar votos: ¿es esto una democracia? No. Eso es una plutocracia, donde los que van a detentar el poder son los que más dinero tienen.

Y se pueden enunciar otros muchos vicios, por ejemplo, la manipulación de las conciencias. A una persona le pueden decir, por ejemplo, que para contribuir a la consolidación de la democracia colom-biana, tiene que votar por el caporal o por el patrono que lo explota. Esto muestra toda la falta que hace la información y la lucidez para que las personas no sean manipuladas. Si la democracia es, como decía Lincoln, "el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo", ¿cómo puede ser compatible con lo anterior el que se llame a un Estado "democrático" y que el 60% de la población de ese Estado sea pobre y casi el 20% miserable por no tener casi ninguna de las necesidades básicas satisfechas? Porque si se trata "del gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo", entonces tiene que ser que el pueblo mismo haya decidido esta situación, y por tanto, hay que concluir que se está frente a un pueblo masoquis-ta, que disfruta el infortunio y la desven-tura.

Sin embargo, lo que ocurre es que la propuesta democrática es arriesgada, y si la propuesta democrática se lleva a plenitud, los anteriores resultados no pueden darse. Pero como hay empeño en

mantener privilegios… ¿Cómo gozar de la legitimidad de una sociedad que se dice "democrática" cuando se acepta que haya pobreza y miseria, que se venda el voto y que algunas veces el voto se arranque por la fuerza y se sigue afir-mando que es la voluntad popular la que prevalece, cuando en realidad el proyec-to democrático se ha sustituido por una estrategia perversa para simular demo-cracia, y una vez que se simula la demo-cracia, entonces se goza de todos los beneficios de que gozan todos los Estados en el mundo cuando se dice que no se vive en ese Estado bajo una dicta-dura, sino bajo una democracia?

En realidad, es preferible una dictadura a una semidemocracia, porque en una dictadura abierta, al ciudadano común no lo engañan. Quien llegara al Chile de Pinochet, sabía qué le iba a pasar si criticaba al gobierno: iba a la cárcel o lo fusilaban. Pero hay Estados donde a la gente le dicen: "usted acá tiene plena libertad de expresión, plena libertad de pensamiento, acá no se discrimina a nadie"; sin embargo, en Colombia, habría que escuchar a los homosexuales para saber si se discriminan o no se discriminan; que lo digan los indígenas, que lo digan los negros.

La democracia es un sistema de gobierno que protege al ciudadano y especialmen-te al ciudadano medio, al ciudadano ingenuo, porque hay muchas personas con suficiente desarrollo de su conciencia para no creer este cuento y sabe que por más que le digan que hay libertad de expresión, si dice que es comunista, le va muy mal. Así es como se incumple la promesa de la democracia, que es muy bella y que debe hacer parte de la ense-ñanza para la política.

La democracia es una propuesta tan bella, que lo que ofrece es la veracidad

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sin represalias, y la veracidad es el primer deber dentro de una comunidad, puesto que la vida comunitaria sería absolutamente imposible si nadie pudie-ra confiar en la palabra ajena. Si todos nos estamos diciendo mentiras y lo que prevalece es la mentira, entonces no se puede confiar y la vida comunitaria se hace imposible. Es necesario partir de la base de que ordinariamente la gente dice la verdad. Pero resulta que muchas veces se tiene que mentir para evitar la repre-salia. La democracia es el proyecto político que propicia la veracidad, pues garantiza que cada quien se pueda manifestar como es. Si es homosexual lo puede decir y no le pasa nada; si tiene un pensamiento por completo incompatible con el del gobierno, lo puede decir y no lo discriminan ni lo echan del trabajo. La democracia es la promesa de que las personas pueden ser veraces, y nada negativo les va a suceder por el hecho de que expresen lo que están pensando y de que expresen lo que están sintiendo.

Debe ser objeto de enseñanza precisar en qué consiste una democracia, en qué consiste una dictadura, en qué consiste un gobierno despótico y en qué consiste un gobierno totalitario, gobiernos totali-tarios que se inauguraron especialmente con el fascismo de la década del veinte en el siglo pasado, y que ya no eran simple-mente gobiernos dictatoriales o gobier-nos despóticos, sino gobiernos totalita-rios, y la gente debe saber esto.

La manera como la economía se maneja en un país, hace parte de la techné y, por tanto, se puede enseñar. Hay personas que manejan muy bien los temas econó-micos, no sólo la economía política, sino la teoría económica, la teoría monetaria, la macro y la microeconomía, y todo esto obedece a reglas. Pero, ¿qué tipo de sociedad se desea para saber qué tipo de

economista se necesita para lograr ese tipo de sociedad que se desea? ¿Qué es lo que una sociedad se propone? Esto ya no hace parte de la techné, sino que hace parte de la areté. De la misma manera, una persona sabe qué reglas observa para comportarse en su vida; pero si quiere ser una persona virtuosa, es difícil que alguien pueda darle unas cuantas reglas para serlo.

Un pensador tan importante como Ludwig Wittgenstein decía que la ética no se enseña, sino que la ética se muestra, acorde con lo que indicaba Sócrates, en el sentido de que él no conocía maestros de virtud. Se conocen personas admira-bles por su integridad, por su coherencia, por su consistencia, por el hecho de que su pensamiento no cambia de acuerdo con las circunstancias -para que le vaya mejor ahora porque antes le fue muy mal-, y se admiran personas de esa naturaleza porque son paradigmas, es decir, maestros de ética, aunque no pronuncien en su vida una frase de esa naturaleza, aunque no hablen del com-portamiento bueno o del comportamien-to justo.

Pero, ¿cuál es el tipo de sociedad que se va a elegir para vivir?, es, por supuesto, un problema discutible, y entre esas formas de sociedad está la democracia. El problema de quién va a ejercer el poder y para qué va a ejercer el poder, es el gran problema de la filosofía política. Y si se pregunta: ¿quién va a determinar lo que en una sociedad se hace, o sea, cuál es el tipo de virtud política que en una sociedad va a prevalecer?, no es una persona como quería Platón, no es el filósofo, el rey filósofo, el justo por excelencia, el sabio por excelencia, el que lo determina. La democracia corre el riesgo: esto lo determinan todos los ciudadanos.

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A ese problema de quién es el depositario de la virtud, quién es el que conoce la virtud, la democracia responde: como no podemos creerle a nadie que sea el depositario de una verdad absoluta y de una virtud absoluta, es el pueblo y la discusión libre la que va a llevar a que elijamos qué es lo que en una sociedad se va a hacer. Pero, para que esto sea creíble, ¿qué se requiere? Por una parte, que los ciudadanos tengan acceso a la ilustración, que los ciudadanos tengan acceso a la educación, a una educación de buena calidad. Por otra parte, que no se manipule su opinión.

En la primera etapa de su pensamiento filosófico, Jean-Jacques Rousseau era enemigo de los partidos políticos, porque estos son colectividades manipuladoras, que manipulan en beneficio de un interés particular, presentándolo como un interés general. Pero, en la segunda parte de su obra, ya Rousseau se ve precisado a admitir una democracia representativa y con partidos políticos, porque la complejidad de las sociedades modernas hace imposible la democracia directa y que no se conformen esas asociaciones que son portadoras de distintos proyectos ideológicos.

Verdades en el campo de la política no hay, sino opiniones más o menos conve-nientes, más o menos plausibles. Ahora bien, a la pregunta de quién es el que va a determinar cómo va a ejercerse el poder y en beneficio de quién, la democracia tiene una sola respuesta: todos los ciudadanos que constituyen el pueblo, y a ese pueblo lo llamamos el sujeto del poder, y por tanto, ese pueblo necesita fundamentalmente educación, necesita urgentemente ilustración y, desde luego, esa es una tarea de todas las institucio-nes educativas a todos los niveles, pero muy específicamente de la universidad.

Una universidad permanente e itineran-te, que vaya a enseñarles, incluso a los ciudadanos analfabetos y a los de primeras letras, rudimentos de la política; qué es lo que significa vivir en comunidad, de qué manera puede organizarse una comunidad y bajo qué tipo de organización estamos, es absolu-tamente urgente enseñarlo, porque nada que abone más un terreno para la dicta-dura y en especial para las dictaduras encubiertas, que la incompetencia de quienes tienen finalmente la facultad, la potestad de decidir.

Al pueblo se lo llama soberano, pero se le manipula; y si se lo manipula, entonces no es el pueblo el que decide, sino que justamente quienes deciden por el pueblo, en beneficio propio y no en beneficio del pueblo, se llaman "gober-nantes demócratas". La universidad necesita contribuir a hacer ese tipo de claridad, y por tanto, si se pregunta si la educación es necesaria para la política, hay que decir que es imprescindible.

Obras citadas

Abraham L inco ln , "D i scurso de Gettysburg", Wikipedia, [en línea], disponible en: http://es.wikipedia.org/wiki/Discurso_de_Gettysburg. Aristóteles, Política, Barcelona, Altaya, 1993.

Erhard, Johann Benjamín, "Sobre el derecho del pueblo a una revolución", en: Agapito Maestre y José Romagosa, ¿Qué es ilustración? Madrid, Tecnos, 1993.

Kant, lmmanuel, "Respuesta a la pregun-ta: ¿Qué es ilustración?", en: Agapito Maestre y José Romagosa, ¿Qué es ilustración.7 Madrid, Tecnos, 1993.

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Platón, Eutifrón, en: Diálogos, Madrid, Gredos, 1992, tomo l.

Platón, Gorgias, en: Diálogos, Madrid, Gredos, 1992, tomo 2.

Platón, Menón, en: Diálogos, Madrid, Gredos, 1992, tomo 2.

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Platón, República, en: Diálogos, Madrid, Gredos, 1988, tomo 4.

Wemer Jaeger, Paideia, México, Fondo de Cultura Económica, 1980.

Invitación realizada por Relaciones Públicas de la Universidad de Antioquia al acto Homenaje a la vida y memoria del Maestro Carlos Gaviria Díaz, abril de 2015.

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En el libro reciente La idea de la justicia, Amartya Sen habla de lo que él llama las utopías parciales, en contraste con las utopías comprensivas o totales. Una utopía comprensiva o total era la utopía marxista del advenimiento de una socie-dad sin clases, donde iban a desaparecer los conflictos puesto que desaparecería la explotación del hombre por el hombre, y entonces no iban a ser necesarios el derecho o el Estado. A mi juicio esas utopías son dañinas porque se llama a la gente a hacer esfuerzos inútiles en función de un estado de cosas inalcanza-ble. Yo descreo completamente que pueda llegarse al paraíso sobre la tierra y por tanto que no es ni siquiera honesto poner a las personas a sacrificarse por algo inalcanzable. Se sacrificaron generaciones en dictaduras de la Europa Oriental pensando que se iba a obtener un estado de cosas como ese. Pero no se puede descartar las utopías parciales.

La utopía es un estado de cosas que aún no se tiene. Topos en griego significa lugar, utópos que no tiene lugar. Utopía es lo que no tiene lugar pero puede tener. ¿En qué consisten las utopías parciales? Consisten en hacer una especie de escrutinio riguroso de cuáles son las carencias mayores de la sociedad, de cuáles son sus lacras, sus vergüenzas y

preguntarse si son superables. A mí me parece que eso fue lo que hizo el consti-tuyente de 1991. Hizo un escrutinio de cómo era la sociedad en la que habíamos vivido y cómo lo debía ser. Yo creo que una constitución que establezca, como lo establece la Constitución colombiana de 1991, que la paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento es una constitución insólita. Esa disposición no existe en ninguna otra constitución del mundo, pero estaba justificada la incorporación a nuestra carta de esa norma. Yo incluso participé de ese momen to como p ro f e so r en l a Universidad de Antioquia en algunas mesas de trabajo, analizando o leyendo propuestas que enviaban los más diver-sos sectores de la sociedad civil, diciendo lo que a su juicio debía contener la Constitución de 1991, y era emocionante leer las propuestas que hacía la gente, cómo iban consignando sus motivos de infelicidad, de desdicha, de inconformi-dad, y naturalmente con mucho candor se pensaba que todo eso se podía incor-porar a la Constitución, y yo creo que de algún modo se incorporó.

Lo que quiero es enfatizar en que no es normal que en Colombia sectores tan heterogéneos y diversos de la sociedad coincidieran en ese momento en pedir un

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Carlos Gaviria Díaz

Revista Debates, Universidad de Antioquia, Medellín. Nro. 66, sept. – dic. 2013, págs. 10-17.*

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cambio de constitución o una reforma de la Constitución. Y uno se preguntaba: ¿de dónde esa convergencia? ¿Por qué la gente, resultó tan interesada en un cambio constitucional? En todas esas propuestas había un factor común, un punto de convergencia, la necesidad de un bien deseable, muy necesario y muy apreciable del que carecemos hace mucho tiempo, la paz.

De manera que la Constitución colombia-na es una constitución por la paz, utópica al modo de las utopías parciales de las que nos habla Amartya Sen, como si el constituyente del 91, obrando a contra-mano de lo que ocurre en Colombia, hubiera hecho el siguiente ejercicio: estamos viviendo en una sociedad invivible, prácticamente en el estado de naturaleza del que hablaba Hobbes, pero a diferencia de la propuesta hobbesiana fuertemente autoritaria, el constituyente de 1991 hizo una propuesta rousseaunia-na, en el sentido de que en Colombia los males que vivíamos se podían remediar con más libertades, más derechos y más democracia, a contramano de lo que aquí siempre ha pasado.

Cuando se vive una situación dramática, de desespero como la que infortunada-mente vivimos con frecuencia, hay muchas voces dentro de la sociedad que dicen: aquí lo que hace falta es un gober-nante que se amarre los calzones, un gobernante de mano dura; si es dictador no importa y si es militar tampoco. Y el constituyente desoyó esas voces y dijo que en Colombia no ha habido democra-cia.

La Constitución de 1986 nuestra era conservadora, y no solo conservadora en el sentido peyorativo del término, autori-taria, regresiva, retardataria, sino, en un sentido eminentemente descriptivo, era una constitución que consideraba que el

estado de cosas que había era digno de ser conservado, y a ello apuntaban las disposiciones que la conformaban.

Hemos pensado que vivimos en una sociedad democrática, ensayamos unas formas más democráticas a ver si de esa manera logramos ese bien tan deseable y tan apetecible que es la paz. De allí que la Constitución de 1991, que hace parte de un fenómeno importantísimo que es el nuevo constitucionalismo latinoamerica-no, estableciera una tabla de derechos absolutamente desconocida entre nosotros, los llamados derechos y liber-tades de primera generación incremen-tados de una manera grande, y la incor-poración de derechos completamente desconocidos por nuestra tradición constitucional, como los derechos econó-micos, sociales y culturales, los derechos colectivos por ejemplo de los indígenas sobre su territorio, derechos nuevos para nosotros, señalado todo eso como un camino hacia la paz.

Yo pienso que la Constitución de 1991 hay que leerla de esa manera, en clave de paz. Voy a referirme brevemente al nuevo constitucionalismo latinoamerica-no porque dentro de él queda enmarcada nuestra Constitución. ¿Qué es lo que signa a este fenómeno? Es fundamental-mente que las constituciones nuevas, las expedidas en Latinoamérica en la década de los 80 hacia acá, en Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Perú, Colombia, tienen un sello común, y es que son todas las constituciones utópicas: que se contra-ponen a las constituciones conservado-ras de antes. La Constitución de 1986 nuestra era conservadora, y no solo conservadora en el sentido peyorativo del término autoritaria, retardataria, sino, en sentido eminentemente descrip-tivo, era una constitución que considera-ba que el estado de cosas que había era digno de ser conservado, y a ello apunta-

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ban las disposiciones que la conforma-ban.

Yo siempre he puesto de presente esta circunstancia que parece paradójica: la Constitución colombiana de 1886 era breve, bien escrita, coherente conserva-dora, pero no la conoció nadie. La cono-cían los profesores de derecho constitu-cional o los alumnos que cursábamos esa materia, y después se echaba al olvido. Y estaba bien que se echara al olvido porque no tenía ninguna vigencia. No incidía para nada en la vida nacional. Había un artículo en esa Constitución que sí tenía vigencia plena, indeseable, el artículo 121, el que autorizaba al presi-dente para que si consideraba que había factores perturbadores del orden decre-tara el estado de sitio, una expresión de guerra, en todo el territorio nacional o en parte de él, y esa manera el presidente quedaba investido de facultades legisla-tivas, las ejecutivas se incrementaban, y judiciales, porque había una confusión de poderes, entonces, el gobierno legislaba, ejecutaba y administraba justicia. A los civiles se les juzgaba en tribunales militares, en consejos de guerra de ingrata recordación. Ese artículo tenía vigencia permanente, el único; la gente ni se interesaba por saber lo que el resto de la Constitución decía.

En 1979 fui invitado por el Tribunal Rusell II de Roma a rendir un informe sobre la justicia penal militar en Colombia y cuando yo dije que llevábamos 40 años de estado de sitio se asombraron: ¿pero el estado de sitio no es un estado de excepción? Sí, es un estado de excep-ción. ¿Y cómo es posible que un país viva 40 años en un estado de excepción? Era un estado de recortes significativos de las libertades civiles, de los derechos ciuda-danos, y ni siquiera se percibía porque era completamente normal.

La Constitución de 1991 es extensa, muy poco ortodoxa de acuerdo con los cáno-nes, farragosa, a menudo mal escrita, mal redactada, a veces hasta contradic-toria, pero, sorprendentemente, esa Constitución la conoce muchísimo más la ciudadanía.(…)

Hay una institución, un instrumento, en nuestra Constitución de 1991, que es quizá el más popular Y el que más le ha llegado a la mente y al corazón de la gente, y es la tutela. ¿Por qué? Porque la tutela es una forma eficaz de administrar justicia. La persona que tiene conoci-miento de que sus derechos fundamen-tales han sido violados o desconocidos, o que están en peligro puede acudir a una autoridad judicial para que remueva esa situación el juez procede a removerla. Esa es una institución bastante eficaz. Y entonces la gente promueve con muchí-sima frecuencia la tutela, con una conse-cuencia que pudiéramos llamar secunda-ria, pero de una extraordinaria, y es de qué manera contribuye la tutela a crear ciudadanía. ¿Por qué? Porque si yo sé que mis derechos están protegidos y que yo puedo hacerlos valer ante alguien enton-ces me preocupo por conocer cuáles son esos derechos, de lo contrario ¿para qué los conozco si sé que son letra muerta, que están allí pero no trascienden a la realidad?

Varias veces se han hecho intentos ?ahora hay en el Congreso otro perverso? para quitarle fuerza a la tutela, y cuando la gente se entera ha habido movimien-tos populares que evitan que la tutela se reforme. Recuerdo que yo era presidente de la Corte Constitucional en 1996 cuando el presidente Samper me pidió que le diera unas ideas para reformar la tutela, y yo le dije: no le doy sino una y es que no la toque. Ese es un instrumento

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que le ha llegado a la gente porque es una manera de administrar justicia rápida y expedita. Y cuando se dice que se ha desbordado el ejercicio de la tutela uno puede preguntarse: ¿Y cómo no va a estar desbordado el ejercicio de un instrumento que se ha diseñado para proteger los derechos fundamentales, los derechos humanos, en una sociedad que tiene la vergonzosa decisión de ser permanente violadora de los derechos humanos?(...)

Con todo eso digo que hay razones que explican por qué una Constitución tan extensa, tan farragosa, a veces difícil de leer, le ha llegado a la gente, porque la gente sabe que hay instrumentos como la tutela, las acciones de cumplimiento, las acciones populares, las acciones de grupo, que permiten la defensa real de los derechos de la ciudadanía.

Y les decía que esta Constitución hace parte de ese grupo de constituciones que se expidió desde los 80 del siglo anterior para acá en Latinoamérica, y que todas tienen un sello, ser constituciones utópi-cas, en el sentido de que parten de la base de que en la sociedad hay muchas cosas que superar, hay muchas injusti-cias que deben desaparecer, hay muchas inequidades que se deben erradicar, en contraste con las constituciones anterio-res conservadoras, llamadas a mantener el statu quo.

Pues bien, esta Constitución tiene ade-más una razón adicional a la que tuvieron los demás Estados que ahora les nom-braba para expedir sus constituciones, y es que ninguno de ellos vivía el conflicto que ha vivido Colombia durante 50 años, una violencia con distintos orígenes, generada por distintos factores. Aquí ha hecho carrera una escuela sociológica

que dice que el conflicto armado en Colombia nada tiene que ver con el estado de cosas de injusticia, de inequi-dad, de exclusión que se ha vivido. A mí me parece temeraria esa afirmación. He escuchado razones para defenderla, que yo no las comparto, pero me niego a pensar que ese conflicto armado carezca de explicaciones, de causas y de factores generadores de orden sociológico que lo explique. Creo que la Constitución del 91 hizo un ejercicio contrario al señalar situaciones por superar, factores inde-seables que actuaban en la sociedad colombiana.

Pero ¿la Constitución de 1991 sí ha incidido tanto en la realidad colombiana? La respuesta tendría que ser que no todas las cosas han cambiado, pero que algo ha cambiado. Consigno como un factor positivo la creación de ciudadanía, la generación de conciencia ciudadana y de conciencia de sujetos de derecho.

Yo he pensado que decir que en Colombia hay una democracia es una mentira piadosa, o tal vez no tan piadosa. Me han fustigado muchas veces porque yo digo que no es una sociedad democrática. Esta es apenas una seudodemocracia. Lo que teóricamente se puede describir como democracia es una sociedad muy amable de la que nosotros carecemos.

Y pienso que las seudodemocracias hacen un grave mal, porque convencen a la gente de que vive en un Estado demo-crático cuando no es cierto. A veces hago una afirmación que puede parecer temeraria y es que prefiero una dictadura a una seudodemocracia, porque la dictadura se revela como es, y es inocul-table. Si yo llegaba al Chile de Pinochet y me advertían: no puede hablar mal del gobierno porque lo fusilan, yo sabía que no podía hablar mal; pero es una socie-

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dad como la nuestra le dicen a las perso-nas: usted puede disentir, usted puede construir un grupo minoritario, discre-pante, disidente y nada le ocurre, y eso no es cierto. Y quien es objeto de engaño es el ciudadano común que cree la menti-ra de que vive en una sociedad democrá-tica.

La Constitución de 1991 ha tendido a superar ese tipo de cosas. Hizo, como les decía, un escrutinio de los males más grandes que nos aquejan y quiso supe-rarlos. ¿Cuáles? En contraste con la Constitución de 1986 que quiso construir la nacionalidad sobre la base de las semejanzas, y más que las semejanzas, la identidad de todos los colombianos ?que todos seamos católicos, que todos hablemos, que todos hablemos español, ojalá que todos seamos blancos, aun cuando nadie se atrevía a hacer esa afirmación?, esta Constitución ha hecho el ejercicio contrario: vamos a construir la unidad nacional con base en el recono-cimiento de las no semejanzas y, por tanto, los indígenas hacen parte de nuestra nacionalidad. Los indígenas no hacían parte de nuestra nacionalidad, eran ciudadanos de segunda. A mí me tocó redactar la ponencia de una decisión de la Corte Constitucional que declaró una inconstitucionalidad sobreviniente a una ley de 1989 que decía esto: los salvajes que vayan reduciéndose a la civilización serán educados en el dogma y la religión católica. Los salvajes que vayan reduciéndose a la civilización son los indígenas, o sea que como esta Constitución tributaria de la cultura occidental, la del 86, y la cultura occiden-tal no se ha firmado como una cultura más, sino como la cultura por excelencia, la única cultura; entonces, lo deseable es que todos fuéramos tributarios de la cultura occidental, que los indígenas abandonaran sus lenguas y cosmovisio-nes , y se occ i den ta l i za ran . La

Constitución de 1991, en cambio, llama a mantener vivas esas culturas que enri-quecen la realidad nacional.

El artículo 70 de nuestra Constitución, que establece el derecho a la cultura, dice también que las culturas que conviven en el país deben ser tratadas en un plano de igualdad, de allí que los indígenas hayan cobrado conciencia como comunidad portadora de una cultura, con su propia lengua, con sus cosmovisiones, lo que ha dado lugar entonces a movimientos que reivindican los derechos de los indígenas.

Por cierto, yo los cito como ejemplo de lo que se debe ser el ejercicio de un derecho fundamental en una democracia como es el derecho a la protesta. Aquí se protesta con mala conciencia, con cierto senti-miento de culpa. La protesta no es mala, es necesario protestar, lo malo de la protesta es que se le mezclen ingredien-tes que la hacen no solo indeseable sino ineficaz. Y les digo esto a propósito de los indígenas, porque yo pongo de presente sus marchas como un ejemplo de lo que debería ser la protesta social. ¿Cómo marchan? Inermes, solo con un símbolo de autoridad de los gobernantes indíge-nas como son los bastones, y ¿qué eficacia han tenido las marchas indíge-nas? Yo creo que han tenido muchísima.

Esta Constitución abrió espacios para que muchos grupos minoritarios que tenían derechos que reclamar desde hace mucho tiempo lo hicieran, como la comunidad LGBTI. No podemos seguir viviendo en una sociedad en una socie-dad llena de prejuicios que discriminan a la gente con base en creencias insosteni-bles, en dogmas. Ahí tienen ustedes una muestra de lo que ahora les decía, que vivimos en una sociedad democrática donde a nadie se le discrimina y cualquier persona puede revelarse como es y nada le va a ocurrir. Que una persona aún en

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este ambiente que creó la Constitución de 1991 se declare homosexual y que tengamos el candor de pensar que la van a tratar en un plano de igualdad con la persona que se declara heterosexual, ese todavía es un factor de discriminación tremendo que la Constitución de 1991 trató de erradicar, o trató de dar los instrumentos para que se erradicara ese factor inaceptable de discriminación.

Fíjense, incluso las mujeres, los movi-mientos feministas que también son anteriores a la Constitución de 1991, han cobrado vigor durante esta Constitución, porque las mujeres siguen siendo un grupo maltratado, paradójicamente minoritario cuando son mayoría en el país. Yo fui ponente de la ley de cuotas, porque es preocupante que en Colombia haya tantos hombres como mujeres en cualquier sector de la actividad pública, o en cualquier área del conocimiento en la universidad, en maestrías y doctorados, y sin embargo haya mujeres con tan escasa representación en las responsabi-

lidades públicas. Conciencia machista, que la Constitución también ha abierto la posibilidad de erradicar. Son acciones positivas de discriminación, con el objeto de que un grupo olvidado, un grupo que no ha alcanzado lo que debía lo alcance.

Las acciones positivas o afirmativas pueden ser de llegada o de salida. De salida fueron las que libraron las mujeres cuando no tenían acceso a la universidad. Aquí mismo en Antioquia hubo un movi-miento en el que para entrar a la univer-sidad tuvieron que hacer una revuelta contra el secretario de Educación en su momento que se negaba a que las muje-res fueran admitidas en la universidad.

¿Qué les estoy trazando? Les estoy trazando un cuadro bastante incompleto, mostrándoles algunos hitos de la Constitución de 1991 y en qué sentido ha querido la Constitución de 1991 que el país se transforme en vista de un propó-sito y ese propósito es el que está expre-sado en el artículo 22, la paz.

¿Quién fue Carlos Gaviria Díaz?Imagen tomada de: El Heraldo. Marzo 31 de 2015

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Me han invitado a hacer una reflexión no tan emotiva ni tan exhortativa como las que hemos escuchado, sino una reflexión un tanto más serena. Utilicemos una palabra un poco desprestigiada también, académica, pero que espero no sea muy tediosa, pero la considero necesaria.

Yo me siento muy contento de poder hablar ante ustedes, encontrándome como me encuentro, más allá del bien y el mal, en el sentido de que no aspiro a nada personal, no soy candidato a nada ni quiero serlo, únicamente soy un militante del partido con mucha convic-ción y con mucha fe de que el partido es absolutamente necesario para construir nuestra democracia. Y eso me da la posibilidad de hablar de cosas o de sostener tesis o hacer afirmaciones que sean incluso impopulares o que vayan en contravía de sentimientos muy arraiga-dos actualmente, pero sobre los que es necesario pensar. Voy a referirme a varios de esos temas, a varias de esas ideas que parecen convocar la opinión en un cierto sentido y yo que he disfrutado tanto yendo en contravía, de contradecir-las un poco. Por ejemplo, la política está muy desacreditada, tan desacreditada que hay políticos que intervienen en la arena política augurando de ella, dicien-do "es que yo no soy político" y entonces la gente la seduce sobremanera, 'este señor no es político, entonces es confia-ble'. No creamos esos cuentos, la política

es la actividad más noble que una perso-na pueda desarrollar, si pensamos en el origen de la palabra y del concepto, y en las dos dimensiones que tiene, una dimensión en el campo del pensamiento y otra en el campo de la práctica, ambas nos conducen exactamente a lo mismo. Pensar en política es pensar en las mejo-res formas de convivencia. Yo pregunto y eso ¿es malo?, ¿eso hay que desconcep-tuarlo? Y en la práctica es buscar las mejores formas de convivencia, las más justas. Eso es la política y pregunto ¿y esa práctica es entonces desconceptuan-te? Me parece todo lo contrario, ninguna más noble que esa práctica.

Lo que sucede es que hemos convenido en llamar política lo que no es política; el clientelismo y la corrupción no son política, son conductas delictuales y entonces hemos convenido en asimilar la política a esas conductas delictuales. No podemos abandonar la política, lo que tenemos que hacer es rescatarla, resti-tuirle la dignidad a la política. Y eso ¿cómo se hace? Aquí viene otra idea mía que puede ir en contravía de lo que ahora se piensa, fortaleciendo partidos o creando partidos. En la época actual la democracia directa que sería el ideal, que el propio pueblo se gobernara, no es viable, pero si no es viable, la única manera de concebir una sociedad demo-crática es mediante una democracia de partidos. Eso sí lo que ocurre es que

EL DERECHO A SER OPOSICIÓN*

Carlos Gaviria Díaz

Intervención del maestro Carlos Gaviria Díaz en el acto político en apoyo a los candidatos a la Cámara de Representantes por el Polo Democrático Alternativo en el Valle del Cauca. Publicado el 24 febrero de 2014. Tomado de: https://youtu.be/pHU9G8MV_VQ

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también llamamos partido a lo que no son partidos, ¿Cambio Radical un parti-do?, ¿el Centro Democrático un partido? El Uribismo, el Santismo ¿partidos? Incluso me atrevo a decirlo, esos partidos que están tan ubicados y consolidados en la conciencia colombiana como el Partido Liberal y el Partido Conservador, ¿hoy son partidos? Les pongo ejemplos, para luego decirle qué es lo que yo entiendo por partido.

Cómo es posible que un partido como el "Partido Conservador" y digo ese partido entre comillas, que es minoritario en el país se haya mantenido permanente-mente en el poder, porque no le importa para dónde se va a ejercer el poder, lo que importa es la burocracia, lo que le importa es el presupuesto. Y el Partido Liberal, su nombre mismo lo comprome-tería a defender cosas elementales como la libertad de pensamiento, como la separación entre la Iglesia y el Estado, y votan por un fanático premoderno para la Procuraduría General de la Nación en nombre del Partido Liberal. ¿Eso puede ser un partido? Un partido para sintetizar, es una organización, y una organización que tiene algo en común y lo que tienen en común es que es portadora de un proyecto ideológico. Cuando no es portadora de un proyecto ideológico deviene es en lo que se llama maquina-ria, puro aparato puesto al servicio de cualquier cosa. Fíjense ustedes esto, yo he oído y leído con inmensa complacen-cia de personas incluso que están en las antípodas nuestras, que son adversarias nuestras enconadas, sin embargo, hagan este reconocimiento "el Polo Democrá-tico es el único partido que hay en Colombia". Les cito la persona, Salud Hernández Mora cuya actitud profunda-mente retardataria y reaccionaria es conocida, dijo en un programa en el que compartíamos un panel, dijo nadie más

alejado de mi que el Polo, pero es el único partido serio que hay en Colombia no comparto su proyecto ideológico, pero es. Y no lo dijo así como para que sus palabras se las llevara el viento, las escribió luego en una columna de El Tiempo, dijo no comparto para nada las tesis del Polo pero eso es un partido político, es una organización portadora de un proyecto ideológico, de un proyec-to político.

Fíjense ustedes, la política muy desacre-ditada no podemos prescindir de ella, la tenemos que rescatar la tenemos que dignificar, los partidos muy desacredita-dos, no podemos prescindir de ellos lo que tenemos que hacer es formar real-mente partidos que lo sean. Lo que tenemos hoy en Colombia no son parti-dos políticos son meras maquinarias burocráticas; el Polo ha dado ejemplo de lo que es un partido, un proyecto a contramano del establecimiento con una organización, con una masa de seguido-res que cada vez crece, se consolida y se depura eso es fundamental, eso no lo podemos nosotros abandonar y algo que honra al Polo, y el único partido que ha tenido el valor de declararse partido de oposición y esto me permite tratar otro tema también en contravía de una cierta opinión unánime que hay; me encanta que el Polo esté en la oposición con vocación de poder desde luego, como lo dijo Alex, como se ha repetido con fre-cuencia, pero qué bueno que sea un partido de oposición, pero, voy a decirles lo siguiente: esto tiene que ver con la concepción que se tenga la política y aquí les voy a dar otra afirmación que muchas veces escandaliza, a la gente no le gusta. Saben una cosa, a mí no me gustan los acuerdos, no me gusta la unidad nacio-nal. Que tan bueno que todos estemos de acuerdo, es falso, eso es una impostura, no puede haber acuerdos en lo sustancial

EL DERECHO A SER OPOSICIÓN

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en una sociedad tan fracturada como la nuestra, y hay razones para que esté fracturada; lo que ocurre es que la política es una actividad de lucha, es una actividad que los griegos llamaban agonal, una actividad de lucha y de lucha ¿por qué? De lucha por la hegemonía, de lucha por la prevalencia de un proyecto político sobre otro. Que los partidos políticos se acabaron en Colombia, tenemos pruebas a porrillo, pero la mayor de todas, fíjense ustedes por qué fue posible el Frente Nacional, los diri-gentes políticos que irresponsablemente mandaban al pueblo a matarse dividién-dolo en rojos y azules, se reunían en los clubes sociales de Bogotá en el Jockey o en el Country y pensaban ¿por qué es que nosotros estamos peleando? Pues estamos peleando por el presupuesto, y ¿por qué no nos lo partimos? La mitad para ustedes y la mitad para nosotros, la paridad. Pero es que la presidencia la República también es muy importante, pues alternémonos en la presidencia de la República. Y le hacían entender a la gente que esta alternación se daba entre un partido de gobierno y un partido de oposición, cuando lo que ellos hicieron fue crear un solo partido, porque se dieron cuentan que entre ellos no habían diferencias significativas, era lo mismo el partido Liberal y el partido Conservador, y eso lo había dicho Alfonso López Pumarejo desde la década de los cuaren-ta. Las fronteras entre los partidos políticos se borraron totalmente. Eso explica por ejemplo, un fenómeno como el fenómeno de la abstención tan justifi-cado, por qué? Porque el ciudadano común y corriente muchas veces incluso no racionaliza su posición pero la percibe, qué voy yo a votar si gana fulano o si gana perano el país sigue exactamente lo mismo; y resulta que la lucha política es como les decía por la hegemonía de un proyecto.

Que la gente sepa que si vota por el Polo y gana el Polo, no es lo mismo que si ganara cualquiera de los partidos ficticios del establecimiento. Por su reconoci-miento, por su carácter de partido es una verdadera organización y con un proyec-to político claro, un proyecto político de izquierda, lo que significa un proyecto comprometido con la gente que necesita que el gobierno y el poder se ejerza en beneficio suyo. Los excluidos, los segregados, los que nunca han tenido beneficios por vivir en comunidad, ese es el compromiso de la izquierda.

Cuando todavía hay hoy gente dice dizque ese cuento de la izquierda y la derecha ya se acabó, el gato con que cace ratones aún cuando sea blanco o negro; no se dejen seducir por esas tonterías. Cuando a Sartre le preguntaron ¿usted es de izquierda? dijo yo soy de izquierda, y ¿qué significa eso? eso significa ni más ni menos que estar comprometido con los débiles. Esa es la posición política de la izquierda, de eso nos han dado ejem-plo nuestros congresistas. Ver a Alex López partiéndose por los corteros, a Wilson Arias denunciando el acapara-miento ilícito de tierras en Colombia, a Jorge Enrique Robledo mostrando las desventajas, las atrocidades que para Colombia se siguen de firmar los TLC, eso es maravilloso, eso lo enorgullece a uno, tener copartidarios y compatriota de esa talla, de eso se trata. Cuando la lucha de Alex por los corteros, yo recuerdo que algunas vez di unas declaraciones donde decía esto: recuerdo a un gran pensador europeo de los siglos XVII y XVIII llegó a decir esto. Ahora entiendo por qué el azúcar que es un alimento tan grato, tan rico y tan importante es tan barato porque lo cultivan esclavos, y esa situa-ción permanece, los que cultivan el azúcar son esclavos y cuando se delata esta situación entonces el que la delata

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es un hereje, es un apátrida que tiene el valor de presentar la realidad como es. Esa lucha de la gente del Polo es en realidad emocionante, por eso yo que no aspiro a nada más me mantengo firme con la bandera del Polo porque creo en la necesidad de construir la democracia colombiana y que para construir la democracia colombiana se necesitan partidos, partidos serios, un partido portador de un proyecto ideológico claro, en este caso de izquierda en contravía del proyecto del establecimiento. Es absolu-tamente necesario, y me decían por qué no habla un poquito del derecho a ser oposición, ¿el derecho a ser oposición? Es que en Colombia no debería existir el derecho a ser oposición, sino la obliga-ción de todo ciudadano honesto de sentirse en la oposición, de oponerse a las cosas más atroces que en el país pasan, denunciarlas con valor como lo hacen nuestros representantes en las corporaciones públicas y muchas veces los militantes rasos del Polo, eso es absolutamente necesario. ¿Por qué no ha sido posible que una promesa, una norma constitucional contentiva de una promesa tan elemental como un estatuto de la oposición se dicte? Porque simultá-neamente a esa renuencia a dictar un estatuto de la oposición se invisibiliza el Polo, se lo margina. ¿Por qué? Porque se sabe el establecimiento tiene conciencia de que su verdadero adversario es el Polo Democrático Alternativo y que no se le puede dar entonces las garantías más elementales contenidas en un estatuto de la oposición, porque si así sin esas garantías ha llegado a donde ha llegado, qué tal con esas garantías. Por ese estatuto tenemos nosotros que seguir peleando, es absolutamente necesario un estatuto de la oposición en Colombia y les decía todo esto para qué? He repetido mucho consolidemos el partido, haga-mos del Polo un partido no con vocación

efímera de desaparecer después de la primera escaramuza electoral, sino de plantarse en Colombia como una opción permanente de izquierda democrática.

Veía yo ahora cuando se presentaban nuestros candidatos, decía yo qué tan bueno que pronto superáramos nosotros esa lista con voto preferente y pudiéra-mos tener listas cerradas para pedir votemos por la lista del Polo y no tener que preferir uno entre muchos exponen-tes maravillosos de nuestra colectividad; vote por uno y no por el otro, etc. Yo espero que esta situación sea transitoria, ha sido necesaria hasta ahora pero quiero que sea transitoria, porque dice vote por el uno, imagínese, Jorge Enrique Robledo que yo digo no es en este momento el mejor congresista de Colombia, es el mejor congresista que yo he conocido en mi vida, no ha habido un congresista de la talla de Robledo. Pero entonces digo yo que voten por Robledo y dejen de lado a Alex, por favor, Alex ha hecho una tarea ejemplar en el Congreso y lo mismo para la Cámara, pido que voten por Wilson y dejo de lado compa-ñeros tan valerosos tan extraordinario como los que hoy mismo nos han presen-tado acá. El Polo tiene que seguir cum-pliendo su tarea y espero que pronto esa tarea la podamos cumplir en circunstan-cias mucho más favorables, mucho más propicias y que podamos pedir a boca llena voten por las listas del Polo Democrático Alternativo sin tener que preferir uno antes que los demás. Y es que la oposición de acuerdo con lo que yo venía diciéndoles es absolutamente necesaria en una sociedad democrática, y aquí viene otro problemita. Es que llamamos partido o a lo que no es parti-do, pero también llamamos democracia a lo que no es democracia. Yo digo por favor y eso me lo han cobrado muy caro, nosotros no vivimos en una sociedad

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democrática, vivimos en una sociedad que se ha esmerado por simular demo-cracia, pero ¿democracia con tanta miseria, democracia con tanta exclusión, democracia con tanta segregación? Si la democracia es el sistema político que establece que el soberano es el pueblo, está el pueblo colombiano hoy en posibi-lidades de ejercer su soberanía margina-do del servicio más elemental de salud, de la educación de buena calidad, con necesidades que la Constitución del 91 plasmó en derechos económicos, socia-les y culturales y que se han convertido en formas vacías. Cada reforma que se le hace a la Constitución es justamente para fracturarle una vértebra, la regla fiscal, la estabilidad fiscal, el golpe a la tutela que entonces no va a poderse cumplir mientras el señor Ministro de Hacienda no nos lo permita. Todas esas son fracturas a nuestra constitución y lo único que la Constitución del 91 mostra-ba era una vía para construir democracia. Yo recuerdo que en la década de los setentas cuando la universidad colom-biana estaba tan ideologizada hablar de democracia era casi un pecado y era un pecado porque el análisis marxista era un análisis prevalente y demostraba y me parece a mí, con contundencia que mientras las condiciones materiales de una sociedad no se cambian, los dere-chos son una ficción para la mayoría de la población. Recuerden que Marx en el manifiesto comunista de 1848 refiriéndo-se a la propiedad privada decía ese derecho tan singular que existe sólo sobre la base de que no exista para el 90% de la población; construir la demo-cracia es una tarea exigente y en realidad no podemos fanatizarnos y exigir el cumplimiento de utopías totalitarias que no van a tener jamás lugar sobre la tierra, pero sí tenemos derecho a exigir el cumplimiento de unas ciertas utopías parciales cuyo alcance, cuya materializa-

ción sí la tenemos nosotros a mano siempre que lo queramos; fíjense uste-des la Constitución colombiana del 91 es prácticamente un escrutinio de las peores lacras que afectan a la sociedad colombiana, y por tanto la propuesta de remedios para superar esas lacras, pero cada vez que alguien se compromete con este tipo de propósitos entonces es un hereje, es un apátrida, etc.

Nosotros tenemos que tomar a pecho esto, no podemos exigir una democracia perfecta, una democracia que nunca va a llegar pero sí algo más exigente que lo que tenemos, no podemos conformarnos con eso. ¿No estamos de acuerdo de que en Colombia hay demasiada miseria? Y uno se pregunta por qué hay sociedades donde no hay miseria, la pobreza absolu-ta está superada porque es posible superar la pobreza absoluta y nosotros no lo hemos hecho, y por qué en Colombia todavía hay tanta pobreza y en otras sociedades no hay tanta pobreza. ¿Por qué en Colombia existe una desi-gualdad tan irritante, y en otras socieda-des se ha logrado un cierto igualitarismo social que es lo que permite la democra-cia? Porque no nos lo hemos propuesto y cuando digo que no nos lo hemos pro-puesto es que quienes nos han represen-tado en el poder no han querido ejercer el poder hacia allá, es el compromiso del Polo. De momento ser un partido de oposición, estamos en esa lucha de que yo les hablaba en esa confrontación agonal por la supremacía de un proyecto político, estamos en una etapa en la que tenemos que hacer es denunciar todas las lacras del sistema y las lacras del establecimiento pero eso sí ofreciéndo-nos como opción de poder, porque un verdadero partido político tiene que tener esa vocación, eso es lo que le da ese carácter de partido; el Polo tiene que acariciar esa posibilidad. Qué tan lejana

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esté depende de nosotros. Yo veo un entusiasmo extraordinario con una gran emoción la manera como se viene traba-jando, la manera como la gente del común adhiere fervorosamente a un proyecto político como el Polo que se ha abierto camino en medio de mil dificulta-des. Tenemos que vivir cada coyuntura como si fuera definitiva, ahora las encuestas no nos favorecen pero el dicho en muchos escenarios actuemos como si fuéramos a ganar, votemos por nuestras listas como si fuéramos a ser mayoría en el Congreso. Y algo más les digo, tene-mos una candidata presidencial del lujo, yo vengo en distintos escenarios donde me es dado hacer reflexiones de esta naturaleza diciéndome o preguntando y esa misma pregunta se la planteo a ustedes. Dentro de los candidatos que están en la baraja de posibles presiden-tes. ¿Cuál es mejor que Clara? no he visto ninguno mejor que Clara. Pero eso sí, les decía esto, cuando yo era candidato a la presidencia nunca dije voy a hacer esto sino que dije yo no voy a ser dictador, yo aspiro a ser presidente de un estado de derecho donde existe un Congreso, aspiro a tener una mayoría en el Congreso que apoye mis iniciativas. Obremos nosotros como si Clara fuera a ser la presidenta de Colombia y nuestros candidatos a las corporaciones públicas fueran a llegar al Senado, a la Cámara, a las asambleas, a los consejos; tenemos que obrar de esa manera. Yo tal vez sea el

militante más viejo del Polo y sin embar-go yo me comporto de esta manera. No desmayemos si mañana no llegamos al poder, hay que trabajar a largo plazo, ojalá a corto y a mediano plazo tengamos éxito pero tenemos que trabajar a largo plazo. Recordaba un pasaje muy bello que hay en 'Alexis el griego' la obra de Kazantzakis, y es que Zorba le dice a Alexis, a su patrón que es un escritor, le dice que piensa que como ha vivido entre libros se las sabe todas, y este le dice, esta mañana iba yo por un sendero y vi a un hombre muy anciano sembrando una encina y yo le pregunté y tú tan viejo por qué siembras una encina si no te va tocar ver el crecimiento del árbol siquiera, y él me respondió es que yo vivo como si no me fuera a morir. En cambio yo, decía el otro, yo maestro, le preguntaba al escri-tor, yo vivo como si me fuera a morir mañana. ¿Cuál de los dos tenía razón? Y es esa una encrucijada difícil, pero yo aquí sin duda digo tenemos que trabajar como si fuéramos a vivir eternamente, como si no nos fuéramos a morir pero con la esperanza de que el objetivo que nosotros perseguimos no está indefinida-mente diferido en el tiempo, sino que lo tenemos mucho más cerca de lo que imaginamos si seguimos trabajando con la tenacidad con la que lo venimos haciendo.

Muchas gracias.

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Bogotá, noviembre 28 de 2014

DoctorRafael Correa DelgadoPresidente de la República del EcuadorQuito

Apreciado señor Presidente:

Tuvo usted la bondad de designarme como uno de los expertos internacionales de la Comisión para la Auditoria Ciudadana de los Tratados de Protección Recíproca de Inversiones y del Sistema de Arbitraje Internacional en Materia de Inversiones, CAITISA, y éstos, a su vez, tuvieron a bien elegirme su presidente. A usted le agradezco profundamente una designación que me enaltece y a mis colegas de la Comisión la elección tan generosa.

La CAITISA ha venido trabajando intensa y permanentemente en la tarea apasio-nante y de altísima responsabilidad que usted le adjudicó, tal como puede verifi-carlo quien quiera que lea los informes periódicos rendidos sobre el desarrollo gradual de sus actividades.

Nada distinto podía esperarse de un grupo de personas de calidades humanas tan sobresalientes y de una cualificación profesional tan alta.

Yo acepté sin vacilar su designación tan honrosa, porque comparto con toda convicción los propósitos que informan su proyecto político consistente, si no lo interpreto de manera equivocada, en reivindicar para su país el ejercicio pleno de la soberanía, en tiempos de signo contrario, y en construir en el Ecuador, una sociedad más equitativa, integrando al goce de los beneficios sociales, inmensos sectores de la población excluidos de ese goce, como sucede en la gran mayoría de los países latinoameri-canos.

Hacer frente a la rampante economía de mercado global, reivindicando un espacio donde sea posible el ejercicio soberano del poder, es sin duda una apuesta seductora pero temeraria. Hay que vencer demasiadas circunstancias adversas, y éstas se han ido magnifican-do como por ensalmo.

Me parece que el fenómeno lo ha captado usted cabalmente, señor Presidente, y como corolario inevitable su horizonte utópico se ha ido menguando y palide-ciendo. Los indicios son significativos y contundentes. Voy a referirme solo a dos:

1- La conclusión de un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, al modo

CARTA DE RENUNCIA DE CARLOS GAVIRIA DÍAZ A DESIGNACIÓN DEL GOBIERNO ECUATORIANO*

Carlos Gaviria Díaz

Tomado de: http://www.moir.org.co/Carta-de-renuncia-de-Carlos.html*

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como ya lo habían hecho Colombia y Perú. Hecho que generó, lógicamente, inquietudes e interrogantes en el seno de CAITISA, por razones que no es preciso hacer explícitas.

Se adujo por algunos voceros de su Gobierno, a modo de justificación, que nada tenía que ver un tratado como ese, con los tratados bilaterales de inversión, objeto de análisis por parte de la CAITISA a la luz del constitucionalismo ecuatoria-no más reciente, aunque es evidente que uno y otros son vástagos de una misma política, reverberaciones del darwinismo social que hoy campea sin el menor escrúpulo en todo el planeta.

2- La renuencia, por parte del Gobierno, de llevar a término el proceso de denun-cia de varios tratados bilaterales de inversión, pendiente sólo de una decisión política, aunque la experiencia del país en el ámbito de tribunales internaciona-les de arbitramento, ha sido no sólo onerosa sino nefasta.

Cuando el primer hecho se produjo en el mes de mayo, les manifesté a mis cole-gas internacionales de CAITISA mi propósito de renunciar y aduje, como argumento central, mi temor de que ese hecho (la conclusión del TLC) fuera premonitorio de que a nuestro informe final le esperara como destino el cesto de las basuras. Pero ante la insistencia

disuasiva de algunos de mis colegas de Comisión, no opuse resistencia terca.

Hoy, para mí, el panorama es aun más claro: el Gobierno verifica con razón que el ámbito de acción soberana se ha reducido tanto que casi se ha extinguido, y que la más acendrada voluntad política debe rendirse ante la tozudez infinita de los hechos.

Entiendo perfectamente la situación que usted enfrenta, señor Presidente, pero la mía es diferente: apelando a la dicotomía weberiana, usted debe actuar conforme a una ética de la responsabilidad, que es la que incumbe al gobernante. Yo, en cambio, que no tengo esas funciones, puedo seguir actuando según la ética de la convicción, que es la que ha guiado mi comportamiento durante tantos años, y ella me dice que no debo contemporizar con situaciones fácticas que no por irresistibles son menos dignas de censu-ra.

De allí que juzgue mi renuncia irrevoca-ble a la CAITISA, en esta etapa final de su tarea, como la única decisión coherente.

Con la reiteración de mi profunda grati-tud y con mis mejores deseos porque su gestión alcance metas tan nobles como las que se ha propuesto, me suscribo, con toda consideración.

CARTA DE RENUNCIA DE CARLOS GAVIRIA DÍAZ A DESIGNACIÓN DEL GOBIERNO ECUATORIANO

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Bueno dos palabras introductorias nada más. Primero, me excuso con ustedes porque no he superado totalmente un incidente bronco-neumonal y mi voz está hoy muy precaria, e incluso, tengo que transgredir a un hábito mío, me gusta mucho más hablar de pie paseándome, pero hoy debo hacerlo con esta limita-ción.

Y primero que todo, decirles que me siento muy orgulloso y muy honrando de estar en este Gimnasio por muchas razones. La primera de todas es mi afinidad con la filosofía que forma a esta institución. Tengo una gran veneración por don Agustín Nieto Caballero, por la filosofía liberal y laica que inspiró esta institución. Además hay que hacer ya algunas precisiones. Cuando uno habla de liberal en este momento lo miran mal. Es que el liberalismo tiene un sentido muy noble y es la libertad de pensamien-to, respeto por la opinión ajena. Otra cosa es que, el medio donde puede florecer una sociedad de esa naturaleza no puede ser la que describa Michael Sandel como una sociedad de mercado, que es la sociedad en la que estamos viviendo. Entonces, yo profeso el libera-lismo en sentido ideológico, pero he pugnado siempre tanto en mi pensa-miento como es mi acción por una socie-dad donde ese privilegio no lo sea, sino que sea un derecho de todo el mundo.

Muchas gracias a Santiago Espinosa, a las personas que hicieron posible esta invitación y vamos reflexionar un poco sobre esto de la democracia. Lo primero que uno pregunta es esto: ¿Por qué es importante educar en democracia?

La democracia ha sido un poco santifica-da, sacralizada y uno dice de dónde viene esto y que estamos como todos de acuerdo en que es buena la democracia y educar en democracia. Parto de una afirmación que hace don José Ortega y Gasset en un ensayito muy bello que está en el libro de él que se llama 'El especta-dor', y se llama 'Democracia morbosa'. Y empieza don José Ortega y Gasset descreyendo de la persona que dice: yo soy ante todo demócrata. ¿Por qué descree don José Ortega de la persona que dice que yo soy ante todo demócra-ta? Fíjense ustedes, es como si yo le preguntara a alguno de los circunstantes por ejemplo, a mi amigo Federico Suarez: ¿Tu qué eres? Yo ante todo soy hincha de Millonarios. Eso es extraño, porque uno antes de ser hincha de Millonarios, es muchas cosas. Pues, don José Ortega y Gasset llama la atención sobre esas circunstancias. Y es que uno antes de ser demócrata, tiene que ser otras cosas, aun cuando no lo sepa. O sea, que la definición política es una definición que se da en un segundo plano, que en un primer plano hay una definición anterior. Busquemos cuál será esa definición anterior.

CÓMO EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA*

Transcripción de la última conferencia realizada por el maestro Carlos Gaviria Díaz, llamada "Cómo educar para la Democracia" que se realizó en el Gimnasio Moderno de Bogotá, el 11 de marzo 2015. Ver en: https://www.youtube.com/watch?v=RGQdcwWVlCw

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Jean Paul Sartre en un ensayito muy bello que se llama 'El existencialismo es un humanismo' dice lo siguiente: el hombre ?y entiendo por hombre, hago la advertencia de una vez, el término en el sentido antropológico, o sea hombre y mujer miembro del género humano? dice Sartre, el hombre es la criatura condena-da a ser libre. Y a uno lo sorprende, condenada a ser libre… ¿Cómo lo pueden condenar a uno a una cosa tan amable como la libertad? Es como si le dijeran que lo condenan a uno a ser feliz, usted está condenado a ser feliz, y eso no es una condena, diría uno. Pero, Sartre explica rigurosamente porqué sí es una condena, porque ser libre significa estar abocado a tomar decisiones y nada en la vida tan difícil como tomar decisiones. Yo pongo ejemplos triviales. Si yo estoy conversando con mi mujer y le digo ¿qué hacemos esta noche, vamos a cine o vamos al concierto en el Teatro Mayor? ¿Pero, por qué no elijes tú? No decide tú, o lo tiramos a la cara y sello, una triviali-dad. Y cuando lo que preguntan a uno ¿usted qué va a hacer con su vida? o cuando uno se pregunta ¿qué hago yo con mi vida? esa respuesta no la puedo dar sino yo, nadie me puede sustituir en esa respuesta.

Sartre cuenta una anécdota muy bella, y es que un estudiante lo buscó en la universidad cuando la ocupación de París por las nazis, y le dijo: yo vengo a que usted me resuelva un problema muy grave que tengo, y le dijo ¿Sartre cuál es el problema? Yo soy hijo único, mi madre está enferma, si yo me voy para la guerra me incorporo al ejército francés mi madre se va a morir, pero si no me incor-poro me va matar el remordimiento de ser un mal francés. ¿Qué hago? Y Sartre le dice ese problema no es mío, ese problema es suyo y yo a usted no le puedo resolver ese problema. Usted

conoce el imperativo categórico de Kant que dice "obra de tal modo, que tu con-ducta pueda convertirse en regla de conducta universal". Usted tiene que saber que si decide incorporarse a la lucha, usted es un excelente patriota, su conducta puede ser expuesta como la de un patriota ejemplar, y si se queda con su madre, como un hijo ejemplar. ¿Qué es mejor? Ser un hijo ejemplar o un patriota ejemplar. Eso no se los puedo decidir yo, eso lo tiene que decidir usted. Esa es la libertad y la libertad inclusive vivida como carga, la libertad vivida incluso como dice Sartre, estar condenado a ser libre.

Pues bien, hay un texto que seguramente muchos de ustedes conocen porque es un texto clásico de finales del siglo XV, que es la oración por dignidad humana de Pico della Mirandola. Era un fraile, dicen que reunió en su momento toda la sabi-duría, toda la ciencia que se conocía la tenía Pico della Mirandola en su cabeza, un erudito, un hombre que murió a los 35 años huyendo de ciudad en ciudad de la inquisición. En esa bella oración tan breve y tan hermosa, caracteriza a la criatura humana por esto: la criatura humana es la única capaz de avistar un destino y perseguirlo. Eso no lo puede hacer ni el mineral, ni el vegetal, ni los animales con los que compartimos tantas cosas. La criatura humana tiene la posibilidad de subir al cielo y bajar al lodo y todo eso hace parte de su dignidad. ¿De qué está hablando ya? Que la dignidad humana no es otra cosa que la autono-mía, que está luego muy bien pensada y desarrollada especialmente en dos autores que no pueden ser leídos aparte, siempre hay que leerlos y asociarlos el uno con el otro, y son Rousseau y Kant. Rousseau da una respuesta a una pre-gunta que él mismo plantea, que es absolutamente brillante, atinada y

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además es hermosa. Pregunta esto: ¿Cómo hace uno para obedecer sin sentir rebajada su dignidad? Porque todos tenemos la experiencia de que cuando obedecemos sentimos un poco disminui-da nuestra dignidad. Sálgase y la perso-na que se tiene que salir se sale cabizba-ja. ¿Por qué me tengo que salir? Haga esto, haga aquello. Y en la sociedad y no podemos sino vivir en sociedad ?eso lo señaló muy bien Aristóteles desde el comienzo? somos seres condenados a vivir con los demás, no estamos conde-nado a vivir solos y cuando hay comuni-dad, hay siempre necesidad de obedien-cia porque siempre hay núcleo de poder que rige la comunidad y entonces la gran pregunta de Rousseau ¿Cómo es posible obedecer y mantener la dignidad? Y oigan la respuesta tan extraordinaria. Dice únicamente obedecemos sin perder la dignidad cuando obedecemos ordenes que nosotros mismo nos hemos dado. Eso es y por tanto la propuesta suya es una sociedad llamémoslo ahora demo-crática, es decir, donde todas las perso-nas van decidir qué es lo que en esa comunidad se hace. Esa es la autonomía de la comunidad y Kant luego va a reivin-dicar la autonomía moral de la persona. Yo no tengo más reglas rectoras de mi conducta que las que yo elijo por que las considero dignas de ser atendidas, de ser acatadas por todos los miembros de la comunidad. Ahí tienen ustedes, Kant y sobretodo subraya la dimensión indivi-dual. "Yo acato las normas que mi con-ciencia considera que son digamos de ser observadas universalmente". Esos dos pensadores andan tan de la mano y les cito dos obras, de Rousseau 'El contrato social' y de Kant, en este caso 'La funda-mentación de la metafísica de las cos-tumbres'. Es un nombre muy trascen-dental, muy asustador. ¿Cómo será eso de la metafísica de la costumbres? Es un obra de una claridad extraordinaria y de

la misma manera, de una utilidad mara-villosa. Esto puede ser anecdótico nada más, pero es importante, eran tan afines que Kant ?según relatan todos sus biógrafos? era un hombre de una discipli-na férrea, de unas costumbres absoluta-mente rígidas, siempre se levantaba a determinada hora, a las seis de la maña-na daba un paseo antes de empezar a trabajar, por la tarde, ?no se vaya a creer que era un fraile puritano? se reunía con sus amigos en la casa, él decía que no podían ser más de nueve personas las que estaban en la mesa a hablar de temas que no fueran filosóficos y a compartir un buen vino y una buena comida. Pero era constante en sus costumbres y una vez se sorprendieron los vecinos porque Kant no había dado el paseo matutino a las seis de la mañana. ¿Qué pasaría con el señor Kant? y le preguntaron y dijo es que estaba leyendo un libro que se llama Reflexiones sobre lo bello y lo sublime de Jean-Jacques Rousseau y no pude dejar de leer ese libro y por eso hoy alteré mi costumbre. Eran de una afinidad intelectual extraor-dinaria. Son los fundadores a mi modo de ver, del liberalismo y de la democracia moderna.

Yo creo ya es suficientemente atractivo lo que les he dicho para saber uno que si la democracia tiene que ver con la autono-mía personal y que la autonomía perso-nal es la misma dignidad y que tiene que ver con la autonomía de la comunidad, y que la comunidad no sea gobernada desde afuera, sino que ella misma se gobierne, entendemos por qué es que nos gusta la democracia y por qué vale la pena educar en democracia.

Cuando a comienzos de siglo XIX una revista alemana formuló una pregunta a muchos pensadores, pensadores políti-cos, pensadores morales, filósofos,

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teólogos, etc., la pregunta era: ¿Qué es la ilustración? Y se hizo clásica la res-puesta de Kant, que se encuentra en un librito pequeño que se llama así 'Res-puesta a la pregunta qué es la ilustra-ción'. Y la respondió de esta manera: la ilustración es la salida del estado de ignorancia culpable en que se encuentra la persona por no atreverse a pensar. Su lema era Sapere aude, que es atrévete a pensar. Una respuesta muy linda, el texto clásico todos lo conocen si no, se lo recomiendo, es un libro también bello, pequeño, un verdadero clásico. Yo dentro de las condiciones que pongo para seleccionar o calificar un libro como clásico exijo la brevedad. Un libro breve es maravillo. Este es un libro breve como lo es 'El contrato social', un poco más extenso pero también es un libro breve, pero como les digo, no fue Kant el único preguntado, sino muchos otros pensado-res, filósofos, teólogos, y dentro de ellos un filósofo radical alemán Benjamín Herjar y él respondió esa pregunta ¿qué es la ilustración? de una manera tajante: la ilustración es el primer derecho del pueblo en una democracia. Que bella respuesta, porque si la democracia es el pueblo el que va a decidir, entonces el pueblo tiene que tener acceso a la ilustra-ción; la ilustración en este caso es la educación. No es posible que haya democracia funcional a la demagogia. ¿Cuál es la democracia funcional a la demagogia? Aquella que se dirige a una masa amorfa, absolutamente amorfa, ambigua, que naturalmente para los demagogos es lo mejor porque es com-pletamente manipulable, se encuentra en una situación de ignorancia, que no sabe para dónde va. En cambio cuando uno es un verdadero demócrata y piensa que lo que hay es que construir la demo-cracia, lo que tiene es que construir el sujeto de la democracia y el sujeto de la democracia es el pueblo y el pueblo no

puede ser una masa amorfa sino como dice muy bien Adela Cortina, tiene que ser una comunidad pensante, conscien-te, conviviente.

Yo a riesgo de producir molestias, pongo siempre un ejemplo de lo que es apelar a un sujeto democrático o manipular la opinión haciéndole pensar a quienes no están en condiciones de decidir cosas que se someten a si juicio, que si están en condiciones que la están decidiendo. Aquí es donde viene la parte que puede herir susceptibilidades y por esa razón yo presento excusas, pero el primer refe-rendo que el doctor Álvaro Uribe propuso a la opinión nacional, ese referendo tenía unas veintidós preguntas y las preguntas eran más o menos de este tenor; yo estuve combatiendo ese referendo tratando de hacer pedagogía en este sentido. Había una pregunta que decía ¿usted prefiere que los cargos de representación en las corporaciones públicas se llenen mediante el sistema del cociente electoral o mediante las cifras repartidora o número de D'Hondt? Y decía, el número D'Hondt se extrae de la suma de los números naturales dividi-do por los cargos a proveer. ¿Ustedes piensan que un campesino antioqueño o boyacense o santandereano puede descifrar semejante enigma? Yo recuer-do algo patético y es que una señora ?incluso me grabé su nombre porque me impactó?, estaba yo en mi casa viendo los resultados del referendo esa noche cuando entrevistaron a una señora de nombre María del Carmen Reyes y le dijeron esto. La gente estaba asombrada porque esa señora se demoró cuarenta y ocho minutos en el cubículo y le dijeron y usted por qué se demoró tanto y dijo: por una razón yo no milito en ningún partido político, no tengo televisión, no me llega publicidad, lo único que sé es que para uno ser un buen ciudadano debe de

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cumplir ciertos deberes como este, venir a votar y yo leí todas las preguntas y no entendí sino una y esa fue la única que pude rayar. Yo publiqué una columnita que se llamaba 'María del Carmen Reyes una buena ciudadana'. Que cosa tan reveladora, cómo someten a considera-ción de la gente problemas que no están a su alcance. Y ustedes saben que en Italia se despenalizó el aborto, pero con preguntas tan pertinentes como ésta, en primer lugar la despenalización del aborto, el aborto mismo, pues el proble-ma no ofrece dificultades de información como las que presenté anteriormente, sino que tiende a pulsar digamos el sentimiento moral de cada persona y le dicen usted está de acuerdo con que ¿la mujer que suspenda el proceso de gestación sea sancionada siempre?, primera pregunta. Segundo que ¿si se da en las circunstancias de peligro de su vida, de muerte del feto, de violación, no sea sancionada? Dos cosas y ¿qué está pulsando? el sentimiento moral de cada persona. Fíjense, si nosotros propone-mos un referendo sobre la pena de muerte, yo soy absolutamente enemigo de la pena de muerte, pero me parece que es pertinente y le preguntan a la gente ¿usted está de acuerdo con que fusilen a los secuestradores? Algunos dirán claro, esos hombres malos, terri-bles que los maten y otros dirán no, a mí no me gusta que maten a nadie. ¿Qué está respondiendo? el sentimiento moral.

Hay un mito muy lindo que es justamente ese. Está expuesto en el diálogo Gorgias o de los sofistas de Platón y es que se plantea este problema: ¿Por qué en las asambleas populares cuando se trata de problemas de la medicina, de la salud de la gente, únicamente son llamados a hablar los médicos? Si se trata de una construcción de camino, los ingenieros;

si se trata de la construcción de edificios o de casas, los arquitectos; pero cuando se trata de la justicia, que parece una cosa más trascendental son llamados todos los ciudadanos, cualquiera puede opinar. Y entonces el mito es muy bello y es que Prometeo que era un dios muy favorable a todos los humanos, cuando vio que al demiurgo le habían quedado mal hechas las cosas porque la criatura humana no era tan fuerte como el león, ni tenía alas para volar como el águila, ni era tan veloz como la gacela, entonces hizo una consideración, es necesario compensar esas desventajas en que se encuentra y le mandó un regalito con su hermano Epimeteo y ese regalito es la sindéresis, la capacidad de discernir moralmente sobre problemas de esa naturaleza sin que se tenga mucha información. Fíjense ustedes qué lindo eso, este diálogo transcurre en el siglo V antes de Cristo, el diálogo gorgias o de los sofistas y gorgias o de la retórica y veintiún siglos después o veintidós en el siglo XVII Descartes empieza su discurso del método diciendo: el sentido común es lo mejor repartido que hay en el mundo, hasta el punto de que nadie desea más del que tiene. Todo el mundo se siente muy bien, muy satisfecho con el que tiene y Erasmo de Róterdam en 'El elogio de la locura" dice esta belleza: es curioso, yo he recorrido muchos templos en Europa y encuentro solicitudes a la divinidad muchas veces a través de la mediación de los santos y entonces este es un exvoto, un bracito de parafina o de cera y al lado una leyenda: "señor para que me cures mi mano derecha, o para que me cures mi pierna izquierda", pero nunca he visto uno que diga: señor para que me hagas más inteligente de lo que soy. Todo el mundo se siente satisfecho con la inteligencia que tiene y a eso lo podemos reducir muy bien, a esa capaci-dad de discernir, a esa capacidad moral

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que de acuerdo con los griegos había sido enviada como un regalo por Prometeo, y en este caso, digamos una característica de la condición humana y es capacidad de discernir.

Qué es lo primero que hay que hacer entonces, si nosotros tenemos como un bien y me parece que es difícil que alguien no lo tenga como un bien: la autonomía personal, que está como les decía, puesta de presente en la oración por la dignidad humana de Pico della Mirandola apuesta prácticamente una condición de la humanidad; la dignidad humana íntimamente vinculada a la autonomía. A mí no me cabe en la cabeza que alguien no quiera ser autónomo aun cuando, como les decía, por las anotacio-nes de Sartre a veces uno tiene que tomar decisiones tales, que diría que tan bueno que las tomaran por mí y no tenerlas que tomar yo, pero naturalmen-te rescatar la dignidad de la persona es rescatar su capacidad de ser autónoma.

Empecé planteándoles o citándoles la referencia del ensayito de Ortega y Gasset que se llama 'Democracia morbo-sa' donde él dice que, cuando uno dice o alguien que diga, que afirme yo soy ante todo demócrata, no sabe muy bien lo que está diciendo, porque uno antes de ser demócrata tiene que haber definido otras cosas y haber erguido un rumbo a su vida, eso es lo que se denomina dar sentido a la existencia. ¿Para qué estoy yo sobre la tierra? Y naturalmente el creyente puede decirlo, yo no sé; Dios me puso sobre la tierra para que luego volviera a él. En Aristóteles diríamos el fin del hombre es ser racional y Santo Tomás diría la visión beatifica no únicamente ya un destino natural, sino sobrenatural ver a Dios y perfecto. Una persona creyente tiene todo el derecho de organizar su vida de esa manera y que nadie interfiera

en esa decisión, pero, quienes pensamos que la existencia no tiene más sentido que el que uno le atribuye, porque a mí me preguntan ¿cuál es el sentido, para qué vino usted al mundo? Para nada. ¿Y entonces? Soy yo quien tengo que decidir qué hago con mi existencia. Esa es la decisión trascendental y entonces hay un texto muy bello de María Zambrano, una filosofa española muy brillante discípula de Ortega y Gasset, precisamente que se llama ´Democracia y persona´ y María Zambrano dice esto que yo comparto plenamente, todo ciudadano tiene que ser absolutamente consciente de cuál es el sentido que le da a su existencia. Especialmente las personas que hemos tenido acceso a la educación tenemos que tener respuestas para preguntas como estas ¿Usted por qué es cristiano o por qué no lo es? ¿Usted por qué no es agnóstico o por qué no lo es? ¿Por qué es ateo? Uno de los vicios de la sociedad colombiana que pone de presente ese carácter amorfo del sujeto político que es el pueblo, radica en esto. Si uno aquí le pregunta a una persona ¿usted es liberal o conservador? Yo soy liberal y ¿por qué? Porque mi tatarabuelo peleó con el general Uribe en Palonegro, o el otro dirá mi tatarabuelo estuvo con el general Pedro Nel Ospina combatiendo a Uribe, nada más. Recuerden la violencia tan terrible política entre nosotros muy bien descrita por Eduardo Caballero Calderón en una novelita pionera extraordinaria que se llama 'El Cristo de espaldas' matándose los chulabitas contra los cachiporros, los unos rojos y los otros azules, sin saber por qué son rojos y por qué son azules. Entonces la tarea es hacer consciente a la gente y que cada uno, especialmente cuando ha tenido acceso a la educación, sea consciente de cuál es su posición en el mundo. Usted acepta la ética cristiana. La ética cristia-na es bellísima incluso para aceptar una

CÓMO EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA

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propuesta como la ética cristiana no tiene siquiera que ser creyente, de ninguna manera o usted acepta la propuesta utilitarista de Stuart Mill y de James en el sentido de que lo bueno es lo útil. Usted tiene que saber dónde está, o usted es partidario de que las instituciones de un Estado sean diseñadas por un grupo de ilustrados, es decir, por personas con la mente cultivada que le fijan una meta a ese país y entonces en ese caso la perso-na estará optando por una posición ilustrada liberal, o usted es partidario más bien de que las instituciones sean el producto del proceso histórico. El proce-so histórico es ciego, es subterráneo etc., pero es el que va determinando de acuerdo con esta perspectiva filosófica cuales son las instituciones que un pueblo puede tener. Eso lo vemos muy bien ilustrado en un debate muy intere-sante posterior a la revolución francesa que se dio entre Edmund Burke, un pensador conservador que es el verdade-ro fundador del pensamiento conserva-durista moderno. El texto se llama 'Reflexiones sobre la revolución en Francia' donde critica acerbamente la tesis ilustrada de la razón. ¿Cómo así que un grupo de ilustrados se atribuyen así mismo el derecho de decir qué es lo que en un pueblo puede hacerse? Eso le respondió Thomas Paine en defensa de los derechos humanos y cómo el ejercicio de la razón era el que alumbraba el conocimiento para saber cuál era el mejor destino para un pueblo, pero ahí tienen ustedes. Yo desde luego estoy con la tesis ilustrada pero no desconceptúo ni mucho menos la tesis conservadurista, es una tesis muy bien argüida, muy bien

expuesta, entonces yo pienso que una persona que se diga conservadora debe tener presente un ideólogo como Edmund Burke, pero ahí tienen ustedes, o si a una persona le dicen ¿cuál es su actitud política? Yo soy socialista y ¿por qué socialista, díganos por qué socialis-ta? Eso es absolutamente necesario, es más obligatorio para cualquier buen ciudadano, especialmente si ese ciuda-dano ha tenido acceso a la educación, pero entonces simplemente para tomar la referencia inicial de Ortega y Gasset, descreo de la persona que dice yo soy ante todo demócrata. María Zambrano en ese librito que les hablo que se llama 'Democracia y persona', parece estarle respondiendo a su maestro. Dice, si a mí me preguntan por qué me gusta la sociedad liberal y democrática en el sentido en que la hemos definido, la respuesta mía es esta, porque en una sociedad de esa naturaleza, decidir no es permitido es obligatorio.

Muchas gracias.

Muchísimas gracias doctor Gaviria por sus palabras.

Muchísimas gracias justamente por eso lo que les dije era un privilegio, no solo un honor, un privilegio venir a un instituto con el que tengo tantas afinidades ideológicas, éticas etc., y sobre todo a lo que más me gusta. Yo toda la vida lo que he sido fundamentalmente es un maes-tro, y lo que más me gusta es el diálogo con las personas con las que puedo dialogar, muchas gracias a ustedes.

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Puntual

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Está convencido de que el principal problema de Colombia es, esencial-mente, ético. Y es muy claro en señalar que "no se trata, como a veces se dice con mucho candor, de reconstruir la ética ciudadana, que nunca ha existido, ni de volver a los viejos valores que en nuestra sociedad sólo han tenido una vigencia aparente". De lo que se trata, en su concepto, es de "infundir una educación conducente a identificar valores y apropiárnoslos como personas libres porque se nos ha infundido una precaria ética del temor cuya fragilidad se ha mostrado hasta la saciedad". Pero esa "ética autónoma" que propone, "solo es dable en una sociedad donde la gente se sienta solidaria porque sabe que se la trata con dignidad".

Carlos Gaviria Díaz, el catedrático universitario, el magistrado de la Corte Constitucional, el senador que en las elecciones parlamentarias de 2002 se constituyó en uno de los fenómenos políticos del país por su alta votación de opinión, el maestro de temas filosóficos y de Derecho Público, tiene una visión muy particular sobre lo que es el proceso histórico colombiano y lo que han representado las instituciones políticas en este país.

Tomado de el periódico virtual Cronicon.Net. Bogotá, Mayo de 2004, pág. 43-48. Ver en: http://www.cronicon.net/paginas/Documentos/No.47.pdf

Periodista, con estudios en Derecho. Director del Observatorio sociopolítico latinoamericano Cronicón y del periódico ¿Que Qué? de la ciudad de Bogotá. Preside la Fundación Taller de Comunicaciones.

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En Gaviria, al hacer los análisis políticos, jurídicos, sociológicos o jurídicos, juega un luminoso e intuitivo proceso de selección natural de las ideas combinado con una metodología sistemática y d i d á c t i c a , c omo buen do cen t e universitario, para determinar un marco teórico y desarrollar a partir de allí, sus planteamientos con claridad meridiana.

Se autodefine como un profesor de Derecho que se dedicó a enseñarlo por más de treinta años en la misma Universidad de Antioquia en la que lo aprendió. Para él, el ejercicio pedagógico ha tenido connotaciones hedonísticas porque ha sido la oportunidad de sentirse feliz en su vida. El destino le deparó que el gusto por la cátedra y la dialéctica se diversificara y continuara bajo otra modalidad algo más exigente como la magistratura, posición desde la cual tuvo la oportunidad de fijarle un norte a una sociedad como la nuestra que no sabe hacia dónde va, a través de sus audaces sentencias y sus controvert idos salvamentos de voto.

En fallos espinosos sobre la eutanasia, la despenalización del consumo personal de l a dos i s m ín ima de sus tanc i as sicotrópicas, las jurisdicciones indígenas

LAS INSTITUCIONES HAN SERVIDO PARA OCULTAR UNAS RELACIONES DE PODER PERNICIOSAS* Carlos Gaviria analiza el estado de derecho en Colombia

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que obligan a respetar la autonomía de grupos étnicos que no comparten la cultura hegemónica o su salvamento de voto sobre la prohibición al castigo a los niños, porque no se puede dar a entender que en Colombia la violencia sirva incluso para educar, que tanto debate y opinión han generado en un país pacato y vacilante como el nuestro, Gaviria Díaz ha dejado sentadas sus posturas fi l o s ófi ca s y d e i n t e r p r e t a c i ó n constitucional.

Es un hombre libre de prejuicios y de ataduras conceptuales, adverso a dogmas y a radicalismos trasnochados, abierto de par en par al nuevo conocimiento, defensor acérrimo de la l ibertad y la autodeterminac ión personales, posición que dejó sustentada en varias de las sentencias en que fue ponente durante su paso por la Corte Constitucional.

"Para mí la libertad es, ante todo, -explica- autodeterminación, autonomía. Es escoger las normas que han de regir la propia conducta para darle un sentido a la existencia. Eso no significa, como algunos entienden, negar la dimensión social del hombre sino la posibilidad de ser persona más allá de los inevitables condicionamientos externos. Es la libertad que tenía Sócrates a pesar de estar preso. La sociedad que se empeña en disolver nuestra condición de sujetos morales es brutal e inhumana, así proclame como metas ideales plausibles. Esos ideales dejan de serlo cuando no es la libertad el supuesto ético que los sustenta".

Colombia, una sociedad inequitativa

Durante los primeros años de la emancipación de Colombia se vivió lo que se ha denominado Patr ia Boba. ¿Considera usted que no estábamos

maduros culturalmente para dar el paso de la independencia y, por lo tanto, comenzamos mal nuestro proceso político?

C.G.D.: Yo siempre he desechado esa opinión, a mí me parece que señalar que no estábamos maduros para separarnos de la corona española implica una a fi r m a c i ó n y e s q u e p a r a s e r independiente o para gobernarse por sí mismo los pueblos requieren un grado de madurez. Lo que habría que preguntarse sería ¿cuál es ese grado de madurez? ¿Cómo se mide ese grado de madurez y quién lo determina? Siempre he pensado que la autonomía, la democracia, se aprenden practicándolas como en la natación. No es posible entrenarse para ser autónomo o entrenarse para ejercer la democracia sino que tanto la democracia como la autonomía se aprenden practicándolas, de manera que no comparto la opinión de que muy probablemente nosotros nos separamos de España prematuramente. Pienso que de admitir esa opinión todavía podríamos estar dependiendo de la corona española y estaríamos pensando que aún no somos maduros para separarnos.

¿Usted comparte la tesis del ex presidente Alfonso López Michelsen de que nuestras instituciones tienen un origen calvinista desde el punto de vista religioso?

C.G.D.: No diría que desde el punto de vista religioso nuestras instituciones tienen un origen calvinista sino que plantearía las cosas al revés: que la religión calvinista tiene mucho que ver con nuestras instituciones, a mí eso me parece que es indiscutible en el sentido de que en realidad el régimen nuestro es bastante copiado del norteamericano y de su Constitución y dicho sistema tiene ese origen. Las colonias que se

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establecieron en Estados Unidos venían en busca de libertad religiosa porque huían del fanatismo anglicano y eran grupos religiosos con una cierta concepción democrática. Sin duda ese modelo tuvo que ver con la organización política nuestra.

En el siglo XIX este país tuvo más de una docena de constituciones, porque cada caudillo o político que llegaba al poder quería implantar la suya. ¿Esta situación permitiría afirmar que en Colombia en esa centuria no se puede hablar de Estado de Derecho, así sea meramente formal?

C.G.D.: Vale la aclaración de un Estado de Derecho en sentido formal porque el Estado de Derecho entre nosotros sigue siendo todavía irreal. Yo he considerado que el Estado de Derecho y la democracia no solamente entre nosotros sino entre los países que podríamos considerar más avanzados y políticamente más maduros siguen siendo una utopía. Una utopía en el sentido de que es una ideal que aún no se ha alcanzado a plenitud y si en los países políticamente avanzados no se ha logrado consolidar, pues entre nosotros m u c h í s i m o m e n o s p o r q u e l a s instituciones en Colombia han servido simplemente como fachada para ocultar unas relaciones de poder que se ejercen de manera no transparente, cuando la real idad demuestra que la v ida transcurre, generalmente, al margen del ordenamiento legal.

Lo que el Estado de Derecho se propone es un propósito muy claro y es el de erradicar la arbitrariedad sometiendo también a los gobernantes a las reglas. Para que haya Estado basta que exista una comunidad política, es decir un grupo de personas que obedecen a un solo poder y por lo tanto ese poder puede ejercerse de diferentes maneras, entre

otras, de una forma despótica, mediante una monarquía pura o una dictadura, pero de lo que se trata es de establecer reglas para que las personas que ejercen el poder estén sometidas a ellas y de esta forma borrar la línea divisoria entre gobernantes y gobernados.

Al recibir la condecoración José Félix de Restrepo de la Universidad de Antioquia en el año 2000, usted trajo a colación un episodio histórico entre este jurista con el general José María Córdoba, en el que queda claramente reflejado el profundo respeto por las convicciones ajenas por parte de uno y otro. Lo que ha faltado en Colombia y puede que de allí parta la crisis permanente del Estado de Derecho en este país ha sido precisamente, el respeto por las instituciones, por las reglas de juego establecidas. ¿Allí habrá que buscar la causa a nuestros males?

C.G.D.: El problema del respeto por la opinión ajena se articula bien dentro de un Estado de Derecho, porque el Estado de Derecho es incluso compatible con muchas restricciones de algunas libertades o con el desconocimiento de ellas. Aquí hay que hacer una diferencia entre un Estado democrático y un Estado liberal. El Estado liberal es el Estado en el que se respetan las libertades pero éstas pueden ser protegidas dentro de una dictadura o dentro de una monarquía, el ejemplo de los déspotas ilustrados es ese. Se respetaba la libertad como una gracia, como un don del gobernante. En cambio, en la democracia de lo que se trata es que sea la mayoría la que decida. Dentro de esa decisión mayoritaria puede perfectamente concebirse restricciones a las libertades. Por lo tanto el liberalismo y la democracia se avienen bastante bien, pero hay que distinguir una cosa de otra porque cuando hablamos de Estado de Derecho estamos

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refir iéndonos a una técn i ca de organización política.

Usted nos concreta un marco teórico del Estado de Derecho. ¿En el caso c o l o m b i a n o , n o h e m o s s i d o coherentes en la construcción de un proyecto político que redundara en una aproximación al concepto de Estado de Derecho?

C.G.D.: Lo que creo es que no hemos tenido una organización de Estado aceptable siquiera. Las cosas han venido empeorando por causas de muy distinta índole y los males que nos afectan son el resultado de nuestro proceso histórico.

Gerry Adams, el líder del Sinn Fein, brazo político del IRA, ha dicho que "la paz no es sólo la ausencia de conflicto, es la presencia de justicia". Y en Colombia estamos muy lejos de tener un sistema jurídico aceptable. Por lo tanto, ¿estará muy lejano el día en que podamos contar con un aparato judicial respetado y respetable?

C.G.D.: Con esa palabra se juega bastante porque es equívoca pues es utilizada en muchos sentidos. Una cosa es el aparato de justicia y otra es la justicia material. Un aspecto es que el aparato de justicia funcione y las personas puedan acudir ante una autoridad y esperar fundadamente una decisión equitativa en derecho, y otro es que exista una distribución adecuada de las cargas y de los bienes, de manera que yo no creo que la paz sea la ausencia de conflictos, sino que lo que determina que haya paz en un Estado es la existencia de canales regulares legítimos para resolver los conflictos. En una comunidad no solo tiene que haber conflictos sino que es deseable que se presenten porque el conflicto enriquece. Eliminar el conflicto de la historia de un pueblo no solamente

es utópico sino deseable y esos mecanismos legítimos para su resolución deben gozar de la aceptación de las personas y de la comunidad política.

También se habla de que para que haya paz debe haber justicia y creo que en este planteamiento hay más una aspiración que otra cosa. Es decir, uno aspiraría a que la paz de cada pueblo se fundamente en la justicia y podríamos establecer un juego dialéctico muy difícil de resolver que es este: la paz es una condición de la justicia o la justicia es una condición de la paz. Es difícil establecer, es como el problema del huevo y la gallina, ¿cuál fue primero?

El supuesto "Estado de Derecho" en Colombia se ha montado sobre la presunción de la ilegalidad que desde luego conl leva la presunción de corrupción en el manejo del Estado. La intrincada historia colombiana nos muestra que el Derecho y las leyes no han sido instrumentos que garanticen la igualdad, los derechos de los ciudadanos y la libertad, sino que, por el contrario, han sido mecanismos de dominación para la preservación de privilegios. ¿Esto confirmaría la tesis de Adams en el sentido de que mientras no haya justicia no habrá posibilidades de que cese la sublevación armada?

C.G.D.: Creo que en el Estado que se encuentra Colombia, si nosotros nos preguntamos por qué existen los grupos subversivos, por ejemplo, deberíamos responder, o esa es mi postura personal, que estos grupos son organizaciones que en realidad tienen un objetivo político y es muy fácil despachar la cuestión como se está haciendo ahora, negándoles una connotación política y asimilándolos a simples narcotraficantes. Yo creo que el narcotráfico los ha contaminado, pero la existencia de estos grupos se justifica en

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función de esa naturaleza política. Se ha vuelto común también decir que la pobreza tiene muy poco que ver con la violencia, que hay pueblos muy pobres que sin embargo son pacíficos, yo creo que el asunto no es tan simple, en mi concepto, la pobreza no ha sido la que ha dado origen a esos grupos guerrilleros sino la inequidad, es decir la distribución inequitativa de la riqueza. Para mí esa es una causa objetiva de la violencia sin duda alguna, pero si vamos más allá del problema hay que decir que para salir del Estado anómico, y cuando hablo de anomia quiero significar un Estado en que no hay normas que logren controlar la conducta de los ciudadanos, es necesario plantearse esta disyuntiva: ¿será que se hace necesario lograr antes lo que llamamos la justicia o podríamos pensar que para obtener una sociedad más justa necesitamos un mínimo de paz?

El Estado colombiano ha sido miope para enfrentar los casos de inconformidad y protesta social. Fue miope nuestra clase dirigente cuando en 1964 no pudo atender los reclamos sociales de 48 campesinos y, por el contrario, los atacó con bombas de napalm y habló de "Repúblicas Independientes" y ahora tiene que verse obligada a confrontar con un ejército de más de 20 mil hombres que se autodenomina Farc. ¿A qué atribuye usted esa miopía política de la clase dirigente colombiana?

C.G.D.: Sí, yo pienso que la clase dirigente colombiana ha sido bastante miope y esa miopía se ha revelado en muchas circunstancias, le voy a citar una: el estadista colombiano más importante del siglo XX fue Alfonso López Pumarejo porque entendió que todo el descontento nacional que tenía causas objetivas, únicamente podría ser contrarrestado con una modernización

del Estado, con instituciones que permitieran una distribución más equitativa de la riqueza, una reforma agraria como en ese momento se pensaba, con instituciones incluso más democráticas que las que nos venían gobernando y sin embargo esas reformas rápidamente fueron frenadas y tuvieron oposición, además, al interior del propio partido liberal, con esto quiero indicarle algo y es que la clase dirigente colombiana siempre ha pensado que la única manera de contrarrestar el descontento nacional que la mayoría de las veces ha sido justificado, es mediante el uso de la fuerza y no al revés y es que en Colombia lo que nunca hemos tenido es democracia. Creo que en ese sentido el constituyente del 91 tuvo un acierto porque ensayó una vía distinta a la que t r a d i c i o n a l m e n t e s e h a b í a experimentado y es que en un momento desesperado que yo insisto en llamar anómico, cuando l a conc i enc i a estereotipada indicaba que había que poner mano fuerte, y por lo tanto consolidar un Estado menos democrático y más dictatorial, ese constituyente, repito, hizo un diagnóstico objetivo y p l a n t e ó u n g o b i e r n o a m a b l e , democrático y optó por un catálogo de derechos y libertades. Esa, creo yo, era la vía correcta y reitero que fue un acierto del constituyente del 91. Lo que ocurre es que la Constitución del 91 es una Constitución muy joven y seguimos preguntándonos si esa es una Carta buena porque seguimos estando en lo que estamos. Yo pienso que si esa Constitución no se hubiera expedido en esa coyuntura estaríamos en una situación más dramática de la que estamos viviendo.

¿Por qué lo dice?

C.G.D.: Voy a citarle un ejemplo: indiscutiblemente un símbolo de la

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Constitución del 91 es la acción de tutela y ella se ha constituido en un instrumento de paz como nunca había existido en Colombia. Y un instrumento de paz por esto, porque una de las fuentes mayores de violencia es la impotencia del ciudadano frente a la impunidad y a la falta de respuesta del aparato de justicia. Cuando el ciudadano sabe que hay una autoridad judicial que puede y debe remover esas c i rcunstanc ias de intensidad que está viviendo derivadas del desconocimiento de sus derechos, de la restricción injustificada de sus libertades, entonces ese ciudadano empieza a tener confianza en algo muy importante que es el derecho y a cambiar la concepción tradicional de derecho que es la de consagrar, de mantener, de legitimar privilegios, y no como debe ser, una manera de repartir más equitativa las cargas y los bienes del Estado. Por eso creo que la tutela ha contribuido a disminuir el conflicto en el país, eso parece una paradoja cuando Colombia está viviendo circunstancias como las que estamos padeciendo. E insisto, la Constitución del 91 ha sido un catalizador positivo en el empeño de paz de los colombianos.

A comienzos de la década de los 90 Colombia estrenó nueva Carta Política. Algunos consideran que su gran defecto radica en que es una colcha de retazos, y otros señalan que ese, en cambio, es su gran virtud, porque fue fruto del consenso y no de la imposición como ha sido la generalidad de las constituciones en este país. ¿Cuál es su opinión?

C.G.D.: La Constitución del 86 se mantuvo como una fachada para dar la impresión de que nosotros teníamos una vida civilizada, cuando en realidad la vida discurría al margen del ordenamiento legal. El temor que yo tenía con la Constitución del 91 es que pasara lo

mismo que con la Constitución del 86, que fuera una Constitución en el papel y no en la acción, esa distinción la han hecho los juristas de la Escuela Realista norteamericana y yo la considero completamente pertinente. Ellos dicen, para saber cuál es el derecho que en un pueblo rige no hay que estudiar en los códigos, ni hay que estudiar las normas de la Carta Fundamental, lo que hay que ver es por qué cauces discurre la vida de esa sociedad.

En los Estados Unidos existe una Constitución escrita, formal, que no existe en Inglaterra. La Constitución norteamericana es muy breve y en Inglaterra ese documento ni siquiera existe sino que por tradición se respetan ciertos textos a partir de la Carta Magna y el Bill of Rights, y no solamente eso, sino una práctica de respeto por los derechos que no tienen que estar consignados en ninguna parte. Es que los ingleses llegaron al Estado de Derecho por la vía inductiva, a partir de la práctica que les enseñó que la mejor manera de convivir era el respeto por los derechos de los demás y una distribución más razonable de la riqueza, mientras que en Francia se empezó al revés: una declaración de principios, una declaración de los Derechos del Hombre, la Revolución, una serie de constituciones y eso ilustra muy bien dos idiosincrasias muy diferentes.

Volviendo al caso colombiano, la Constitución del 86, en mi opinión, no rigió nunca porque en la práctica lo que rigió fue el artículo 120 que determinaba un estado de excepción permanente. Era difícil que a uno le entendieran en audito-rios extranjeros esa circunstancia de que en Colombia vivíamos en permanente estado de excepción y como se volvió común ya no era excepción, pero lo seguíamos llamando de esa manera. Lo importante de la Constitución del 91,

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entonces, es su legitimación en el sentido que la gente se siente más dueña de esa Carta y yo pienso que se empezó bien porque así la Asamblea Constituyente de 1991 no fuera representativa de todos los sectores que constituyen la comuni-dad colombiana, al menos sí fue mucho más representativa que las asambleas anteriores que se habían ensayado para expedir constituciones. Al mismo tiempo me parece que el paso que se dio de la democracia representativa a la democra-cia participativa y de haber ensayado más formas libertarias indica la tenden-cia del constituyente de experimentar una vía más democrática.

En cuanto a la parte filosófica y dogmática de la Constitución del 91 hay que decir que es bastante buena porque constituye un universo axiomático muy rico que demuestra la carencia de una vida comunitaria valiosa en Colombia y lo que se ha hecho es señalar como ciertas metas deseables, ciertos postulados que deben ser respetados como por ejemplo, el postulado de la igualdad que ni siquiera estaba formulado en la Constitución anterior. Si bien algo más de una década es muy poco, si estoy seguro

que la Constitución del 91 ha regido mucho más de lo que rigió la Constitución de 1886.

En la década de los 90, Latinoamérica estrenó nuevo modelo económico, el cual ha acentuado las desigualdades. ¿Considera usted que con el neoliberalismo estamos frente a la "dictadura" del Pensamiento Único, pues aún no hay alternativa a la vista?

C.G.D.: Desde la óptica de la filosofía liberal que yo profeso considero que la globalización es una realidad y es inevitable, lo que hay que observar es de qué manera sus efectos sean positivos. Ahora, no creo que el libre juego de las leyes económicas depare la felicidad y la justicia de una sociedad. Soy partidario de la intervención del Estado y en ese sentido tengo una posición de izquierda democrática. No es posible que una persona que se encuentra en condiciones de miseria se diga titular de derechos. Para que esas libertades tengan vigencia es necesario que el país cambie esa infraestructura inequitativa.

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Corporación Colegio Nacional de Abogados. Imagen tomada de Conalbos. Marzo 31 de 2015

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Bogotá, septiembre 28 de 2009

Apreciados Coordinadores de los Comités de Campaña, militantes del Partido, sec tores soc ia les y c iudadanos independientes que apoyaron mi precandidatura presidencial.

Terminada la campaña por la candidatura presidencial a nombre de nuestro Partido, quiero expresarles sinceros agradecimientos por el intenso trabajo y el apoyo decidido de cada uno de Ustedes y de sus equipos en cada región del país. La excelente organización de los diversos actos de campaña, la entusiasta y numerosa participación en ellos de las organizaciones políticas y sociales y de los sectores independientes que apoyaron mi nombre y mi propuesta, fueron un estímulo permanente para mí y una evidencia del crecimiento y la consolidación del POLO.

Los resultados electorales, adversos por estrecho margen a mi candidatura y demostrat ivos de una muy baja participación tanto en nuestra consulta como en la de los demás partidos, nos plantean serios interrogantes y grandes

desafíos para el futuro. Espero que en cada región hagamos los respectivos análisis para que podamos identificar las explicaciones de fondo a lo ocurrido y, sobre todo, para que emprendamos los replanteamientos necesarios en nuestra práctica política para lograr superar el difícil momento y avanzar hacia la consolidación y ampliación del Partido y hacia la construcción del país decente que propusimos.

Reitero mi compromiso con estas tareas, no ya desde los cargos de dirección del Partido, a los que he renunciado en reconocimiento de las nuevas realidades derivadas de los resultados electorales, pero siempre desde mi compromiso coherente e irrenunciable con la construcción de un partido sólido, duradero y p lu ra l de i zqu ie rda democrática y con seguir ofreciéndole al país una alternativa diferente de justicia, soberanía, dignidad y paz. La lucha continúa y juntos no seremos inferiores a las responsabilidades del presente y del futuro.

Carlos Gaviria Díaz

Publicado en https://elpayanes.wordpress.com/2009/10/01/carta-de-agradecimiento-de-dr-carlos-gaviria-diaz, octubre 1 de 2009.

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NOTA DE AGRADECIMIENTO*

Carlos Gaviria Díaz

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Todos sabemos que la utopía platónica, en la que los más sabios son gobernan-tes, es una afrenta a la realidad; que el arte de la política siempre ha estado divorciado del arte del saber, y, en fin, que entre saber y poder siempre ha habido un ingrato y costoso divorcio o que sus encuentros son laceros o esporá-dicos.

Pero algunos tuvimos la osada esperanza de que esa utopía fuera posible en la persona del profesor Carlos Gaviria Díaz cuando se presentó como candidato a la Presidencia de la República, después de haber dejado un profundo y ejemplar surco como maestro en la Universidad de Antioquia, de su liderazgo jurisprudencial como Magistrado de la paradigmática Corte Constitucional que se creó en la Constitución de 1991 y después de su vitalidad intelectual en la Senaduría. Como la impúdica realidad histórica escamotea sin contemplación la pasión Atenea por el poder del conocimiento, se desvaneció la oportunidad de que un maestro de la Filosofía y de la teoría del Estado y del Derecho fuera gobernante.

Pero aprendimos en persona del profesor Gaviria que la realidad es muy tozuda, que las vidas paralelas de la sabiduría que produce el conocimiento y de la argucia maliciosa que sustenta la política raramente se tocan, como no sea para

Tomado de Espíritus Libres 2, Programa de Egresados, Universidad de Antioquia. En línea: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/universidad-de-antioquia/espiritus-libres-ii marzo de 2012.

Profesor Titular de la Universidad de Antioquia, exdirector del Instituto de Estudios Políticos y exdirector de Posgrados de la Universidad de Antioquia.

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conveniencias especiales; y nos hizo recordar también que la ilustración liberal en la que él escanció vinos conceptuales, casi siempre termina avasallada por la vorágine de la acción política.

Nos queda, sin embargo, la convicción de que ex is te una d i r igenc ia ét ica incuestionable cuando está sustentada en la rectitud moral que reúne tres características: a) un acendrado respeto por el Derecho abstracto e imparcial, b) una teoría del Estado en la que la lucha por los derechos de los más débiles no sólo es principio ético rector de la po l í t i ca , s ino tamb ién ob je t i vo pragmático terminal y, c) la voluntad p o l í t i c a p a r a t r a t a r c o n g r a n determinación que las dos características anteriores sean compatibles.

En varias ocasiones he afirmado que mi estirpe socialista ha encontrado refina-miento en el magisterio del profesor Gaviria por su estricto liberalismo. Y solo por una cosa. Nada más importante para una teoría de la democracia sustancial que reconocer los derechos individuales de tradición liberal ortodoxa como princi-pios incuestionables para contener la casi natural tendencia de todo poder y de toda autoridad a extralimitarse, pero no menos importante que reconocer que los derechos sociales siguen siendo misera-

CARLOS GAVIRIA DÍAZ*

Fabio Humberto Giraldo Jiménez**

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blemente aplazados. Y que de esa dispa-ridad debemos sacar como conclusión que la democracia no ha sido democráti-ca y que ya debería ser principio ético político aquella máxima de Aristóteles, magistralmente incorporada a la moder-nidad por Bobbio, según la cual "la democracia no es sólo un forma de gobierno, sino un clase de sociedad".

Esta apretujada semblanza de los más recientes actos públicos del profesor Gaviria me sirve solo para terminar diciendo que, por su trayectoria intelectual y política y como defensor de los derechos humanos, tengo la seguridad de que, como es tan tozudo como la realidad que quiere cambiar, persistirá en el intento.

FABIO HUMBERTO GIRALDO JIMÉNEZ

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Sin hacer genuflexiones o plegarias, reconozco hoy en él a la misma persona moral e intelectual que conocí cuando recién entraba al Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia, de cuya creación fue responsable. En esa época compartimos, además, gustos intelectuales como los libros, la música, el humor y algunos otros más prosaicos como el buen yantar y el buen beber porque tanto él como yo somos gente de este mundo que, parados en la realidad, no renunciaremos al ideal de la Ilustración: buen gusto intelectual, buen gusto estético y buen gusto ético político.

Carlos Gaviria, un hombre consecuenteImagen tomada de: Equinoxio.org. 8 de mayo de 2006

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Doctor Carlos Gaviria expresidente del Polo Democrático, exmagistrado de la Corte Constitucional, exsenador gracias por acompañarnos.

C.G.D.: y excandidato a la presidencia de la República.

Imagínese, ni más ni menos. Gracias por haber aceptado esta entrevista para semana.com

Con muchísimo gusto, gracias a ustedes por invitarme.

Bueno, quiero empezar por la conferen-cia ideológica del Polo Democrático que tuvo lugar el fin de semana pasado, donde estuvimos algunos periodistas de Semana allí, algunos otros integrantes que nos comentaron varias cosas de lo que ocurrió y pues la idea, para empezar a hablar en términos generales sobre usted, la idea que ha quedado allí es que usted se ha convertido en una especie de ideólogo del partido y que realmente dentro de su visión no hay ninguna aspiración política, ni ningún tipo de protagonismo más allá de eso que usted pueda aportar al partido como en momentos como este, de esta discusión ideológica ¿es eso cierto?

Pues eso me gusta mucho que se dedique a esa percepción porque es completa-mente cierto. Yo no presumo de ser el

Periodista reconocida porque ha formado parte de equipos periodísticos como el de RCN Radio, La W Radio y Revista Semana. Transcripción de videocolumna publicada el 1 de agosto de 2012, en: https://youtu.be/qVuLLgNXcec

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ideólogo del partido, pero lo que sí puedo afirmar es que no tengo ninguna aspira-ción. Una sola, y la aspiración es consoli-dar un partido de izquierda democrática que me parece a mí absolutamente indispensable en una democracia tan precaria como la colombiana, porque me parece que siempre debe haber mínimo dos propuestas políticas sobre la mesa para que la gente sepa que votar por a y votar por b, no es lo mismo, cierto. Y por tanto, que si cana el Partido Conservador o Cambio Radical, no es lo mismo que si gana el Polo. De modo que, creo que dentro de ese ejercicio de formación democrática, un partido de oposición y en este caso específicamente de izquier-da democrática es completamente necesario.

De acuerdo con las personas que asistie-ron a esta conferencia, su tono fue extremadamente crítico con el Polo, y esto pues llama la atención porque usted sabe que éste es un partido al que se le ha acusado de ser muy poco crítico, de autoevaluarse al menos públicamente muy poco. Un caso, que recuerdan mucho, especialmente los bogotanos, tiene que ver con lo que ocurrió con Samuel Moreno. Quiero preguntarle a usted hoy ¿qué le molesta y qué le gusta del partido?

Bueno, del partido me gusta que siga existiendo. Y que haya mucha gente que

LA ENTREVISTA DE CLAUDIA MORALES A CARLOS GAVIRIA*

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todavía tiene la convicción, la fe en el partido, la convicción de que el partido es necesario y de que a pesar de las dificul-tades que hemos tenido que afrontar, el partido tiene posibilidades de fortalecer-se y volverse a proponerse como una opción de poder real en Colombia.

Eso es lo bueno.

Claro. Me choca la reticencia que puede haber a lo que usted llama la autocrítica y yo pienso que ese nombre es adecuado. Justamente este foro ideológico, fue digamos dispuesto en la última reunión de la dirección nacional para que se hiciera un ejercicio sobre lo que había pasado dentro del Polo, y ya han pasado muchas cosas. El Congreso debe ser a finales de este año y por tanto, era bueno hacer un ejercicio de autocrítica antes del Congreso con el objeto de que supiéra-mos en qué estábamos, con quiénes contábamos y qué espera la gente del Polo, cosas de esa naturaleza.

Doctor Gaviria, usted ha dicho que el presidente Juan Manuel Santos y el expresidente Álvaro Uribe, so básica-mente la misma cosa y que ese es un escenario que el Polo debería aprovechar ¿cómo y para qué?

Yo me atengo a lo que el propio presiden-te Santos ha dicho y que luego lo ha corroborado en la práctica, él dijo y muy especialmente tengo presente la afirma-ción que hizo en su visita a Francia recién iniciado su mandato cuando dijo "Mi proyecto es el mismo de Uribe pero con un estilo distinto" que el estilo es distinto lo hemos podido percibir todos, pero que el proyecto sea el mismo de Uribe, también lo hemos podido percibir. Lo que ocurre es que Santos es mucho más sutil, Uribe era digámoslo, más ordinario, o sea era más fácil hacerle oposición a Uribe

que hacerle oposición a Santos, porque Uribe decía cosas tan absolutamente desproporcionadas, incluso muchos de sus adeptos se molestaban.

Como quien dice, daba más papaya.

Exacto. En cambio Santos, es mucho más sutil y yo creo que Santos entonces de esa manera indica también cuál debe ser el tono de una oposición. Es evidente que sean cuales sean las razones al doctor Santos del doctor Uribe, digamos que los sectores que están empeñados en mantener el statu quo, el establecimien-to digamos, están divididos y esto sería una coyuntura maravillosa, privilegiada para que un partido de izquierda demo-crático, sólido, muy bien unido, con un proyecto un programa muy bien pensado y que les llegara a todos los colombianos pudiera ser una opción de poder eviden-te.

Ahora usted también dijo en algún momento: Las dos tendencias más adictas al poder están agarradas y sin posibilidad de reconciliación. Supongo que refiriéndose al tema de Santos y Uribe, pero de alguna manera, a la reflexión que me lleva esa frase es a pensar que el Polo no es adicto al poder porque no lo ha tenido, al menos no en la dimensión de la comparación de Santos y Uribe que han llegado a la presidencia.

Yo lo que creo es esto, todo partido político tiene que tener vocación de poder, de lo contrario no es un partido político. Por definición un partido político es una organización que tiene dos aspec-tos, primero la organización que es lo que ordinariamente se llama la maquinaria, la organización de la gente; pero, esa organización únicamente se justifica en función de un proyecto ideológico, cierto. De manera que esas dos condiciones son

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necesarias para que haya un partido; pero ese proyecto ideológico es para convertirse en poder. Un partido que no aspire al poder, es una contradicción en los términos.

Pero específicamente hablando del doctor Uribe, decía que una adicción al poder como la del doctor Uribe es poco común, yo diría sin faltar al respeto que es una adicción patológica, yo digo que el comportamiento del doctor Uribe en este momento lo que revela es algo muy similar a lo que sienten los adictos a la droga o al licor cuando se les suprime. Y es lo que llaman el síndrome de abstinen-cia, porque se enloquecen, empiezan a actuar de una manera poco razonable que prácticamente su conducta es inidentificable, no se identifican con lo que han sido. El doctor Uribe siempre ha sido una persona muy afirmativa, sin duda, siempre ha sido una persona bastante radical en sus afirmaciones, pero ahora lo que está es descompuesto.

Hay verdades mediáticas que se convier-ten en realidades incontrovertibles. De acuerdo con uno de los asistentes a este foro ideológico, esa fue una de las frases que usted usó para referirse a la Marcha Patriótica y a una serie de versiones que hay en torno a la infiltración que tendrían las Farc en esa marcha.

Yo pienso lo siguiente, yo sería irrespon-sable si dijera que la Marcha Patriótica es aliada de las Farc, que está propugnando de nuevo la combinación de formas de lucha. Esa sería una irresponsabilidad en la que yo no incurriría jamás. Aquello sobre lo que yo llamé la atención es esto, es evidente que se han formulado muchas preguntas sobre la Marcha Patriótica que no han sido razonablemen-te o satisfactoriamente respondidas y por tanto existe la conjetura en muchos

sectores de la opinión de que la Marcha Patriótica es aliada de las Farc o le está prestando un servicio a las Farc, natural-mente al Polo le ha dado mucha dificultad quitarse de encima el san benito de que defiende la combinación de formas de lucha.

Aprobamos el artículo dos de los estatu-tos y se aprobó por unanimidad - y en el momento en que se aprobó ese artículo yo dije esto está superado-, lo hicimos en un momento en que el Polo estaba en auge, que era la segunda fuerza política del país y todo el mundo estaba tan entusiasmado que se tenía la convicción de que en realidad podíamos llegar al poder si seguíamos tan organizados y tan disciplinados como estábamos. Pero luego, uno no descarta la posibilidad de que sectores del partido que tradicional-mente o anteriormente han sostenido la tesis leninista de la combinación de las formas de lucha, la revivan. Yo no garan-tizo que eso esté ocurriendo, pero puede ocurrir y para nosotros entonces es desandar un camino que hemos tenido que andar, un camino muy espinoso y muy difícil mostrándole a la gente que nada tenemos que ver con la lucha armada.

Doctor Gaviria hablemos de Gustavo Petro. Quiero preguntarle, yo sé que es muy difícil en unos pocos minutos hacer un balance de gestión de siete meses de administración, pero sí en términos generales ¿cómo lo evalúa?

Gustavo Petro no tiene un conocimiento suficiente sobre Bogotá, y si no tiene un conocimiento cabal de una ciudad tan compleja como Bogotá y ésta va a ser su primera experiencia administrativa, no puede tener tampoco en la mente cuál es la ciudad que quiere y cuáles son los medios para lograr esa ciudad. De modo

LA ENTREVISTA DE CLAUDIA MORALES A CARLOS GAVIRIA

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que lo que sea visto hasta ahora, al menos lo que yo he percibido, es que Gustavo ha hecho muchas propuestas que están seguidas de rectificaciones y tan abruptas las propuestas como las rectificaciones que da la impresión de estar dando bandazos y desde luego eso para él es completamente negativo. Yo soy el primero en desearle a Gustavo mucho éxito en su gestión, entre otras, incluso por razones de orden utilitario, por qué, por esto, porque si a Gustavo le va mal van a decir la izquierda, es que la izquierda no sabe gobernar.

Y por último doctor Gaviria, qué opina de lo que han mostrado las últimas encues-tas en particular la que publicamos en esta edición de la revista Semana que muestra una caída importante en la popularidad del presidente Santos, y en la forma como él ha reaccionado a esta caída.

En este momento le está yendo mal en las encuestas, su imagen, etc., pero hay que contar con esto, él es una persona muy inteligente, es una persona muy astuta y tiene mucho tiempo para recu-perarse. Por qué? Porque yo sería si fuera a actuar de una manera un poco razona-ble a decir, no, Santos está caído, esta es la oportunidad, no. La oportunidad se le da a la izquierda por la división que existe entre Santos y Uribe, pero yo todavía creo que la posibilidad de maniobra que tiene Juan Manuel Santos es mucha. Y algo más, que en la pelea Uribe y Santos, Santos tiene todas las de ganar y por

tanto que el Polo como partido de oposi-ción tiene que saber, que el adversario va a ser Juan Manuel Santos, que Juan Manuel Santos va a llegar a las elecciones del 2014 con una gran posibilidad de reelegirse porque yo creo que ese es su propósito también.

¿Y a quién tiene el Polo para enfren-tarse a ese adversario, si fuera Juan Manuel?

Tiene excelentes candidatos, entre otros dos de muy distinto estilo, pero es decir, incluso me siento incómodo citando nada más que dos, hay muchos más, pero le voy a citar los dos más notables, uno es Jorge Enrique Robledo que a mi juicio es el parlamentario más brillante que ha tenido el país en muchos años, yo no he conocido a nadie más brillante en el parlamento, pero brillante porque su elocuencia lo que revela es su convicción, su coherencia, una visión del país clara y del país que quiere, y por otra parte, Clara López, que en seis meses que estuvo en la alcaldía y con muchas dificultades mostró muchas cosas, por una parte que con el ideario del Polo se puede gobernar, que con la gente del Polo se puede gobernar y que es posible llamarse gobernante de izquierda y hacer una buena gestión.

Doctor Gaviria mil gracias por haber aceptado esta entrevista.

No, con mucho gusto, muchas gracias a usted.

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Siempre he creído que las ideas son parte fundamental de la vida democrática. No puedo creer que podamos pensar los cambios que reclama la nación sin replantearnos con vigor el sentido de nuestras metas y aspiraciones colecti-vas. Tengo la convicción de que Colombia necesita pensar la política de otra mane-ra; ejercerla a través de los medios de civilización y respeto que la humanidad entera busca anhelante. La ética, o, para decirlo de otra manera, la decencia pública, no es un adorno o sortilegio de la vida, sino que, por el contrario, expresa las realizaciones de la virtud ciudadana y la fuerza de la democracia, viva, actuan-te y participativa.

Carlos Gaviria Díaz.

Personalidad liberal en el más riguroso y sensato de los sentidos. Librepensador, formado en las disciplinas del estudio y la reflexión, con acendrada vocación académica. Pensador con erudición de fácil compartir. Sus más hondas preocu-paciones: la justicia y la libertad. Por circunstancias de su formación y profe-sionalismo fue a dar a la Corte Constitucional donde lució sus condicio-nes de libre examen, con liderazgo de

Tomado de Revista Aleph, Manizales. 5 de septiembre de 2013. Ver en: http://www.revistaaleph.com.co/desde-aleph/478-carlos-gaviria-en-mito-o-logos.html

Ingeniero Civil. Director-fundador de la Revista Aleph (1966), con 45 años de existencia y 160 ediciones. Profesor emérito, honorario y especial 'ad-honorem' de la Universidad Nacional de Colombia. Miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua. Se ha desempeñado como director de la Biblioteca Nacional, en la dirección universitaria y profesor siempre. Doctor H.C. en Humanidades de la Universidad de Caldas. La biblioteca central de la Universidad Nacional de Colombia (Manizales, Campus-la-Nubia) lleva su nombre, asignado por resoluciones del Ministerio de Educación Nacional y del Consejo de Sede. Director de la “Cátedra Aleph” en la UN.

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sentencias históricas que todavía tienen pensando al mundo en temas cruciales de la eutanasia, el consumo de drogas alucinantes, la libertad de expresión, entre otros. Su libro: "Sentencias - Herejías constitucionales" recoge esas contribuciones suyas (Ed. Fondo de Cultura Económica, Bogotá 2002; 453 pp.)

Sus criterios rectores como conciencia jurídica de la nación han sido, de manera imperturbable, dos: "Nadie por encima de la ley" y "La igualdad es la base de la justicia".

Como defensor de los derechos humanos le tocó salir a duros años de exilio, y llega a la política como formador de condicio-nes para la honradez, los comportamien-tos decentes, la elaboración de principios para el ordenamiento de la sociedad con la participación de la ciudadanía. Y llegó al Senado de la República, donde su voz de sabia racionalidad no fue siempre debidamente oída. También su liderazgo de conciencia ética y jurídica, con sentido social, lo conduce a ser candidato a la presidencia de la República, por partido que contribuyó a integrar como alternati-

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Carlos-Enrique Ruiz**

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vo a lo perniciosamente dominante. Pero las condiciones en esos ámbitos le gene-raron más desgaste que retribuciones alentadoras. Y ahora se encuentra de nuevo dedicado a la Academia, como es apenas natural por su vocación de estu-dio y meditación, con llamados perma-nentes de universidades de Colombia y otros países para nutrirse de su sabidu-ría.

Su pasión es Sócrates que ha asimilado con rigor, hasta distinguir en los Diálogos de Platón aquellos en los que Sócrates es como es, por desarrollarse siempre en términos de la duda, con interrogantes continuos, desmontando el saber auto-convencido de autoridades atenienses. Su reciente libro: "Mito o logos - Hacia La República de Platón" (Ed. Luna Libros, Universidad del Rosario, Bogotá 2013; 136 pp.), es un propio rescate de sus notas en el exilio, con anuncio de un segundo volumen. Tuvo como antece-dente la justificación de año sabático concedido por la Universidad de Antioquia, en 1987, para desarrollar investigación sobre "Saber, virtud y poder en Platón". Proyecto interrumpido por el asesinato del doctor Héctor Abad-Gómez, presidente del comité de dere-chos humanos de Antioquia, el 25 de agosto, del cual Gaviria era su vicepresi-dente. Con urgencia va a Buenos Aires al exilio y a pesar de las angustias y desaso-siegos, se dedica a estudiar, concretando la escritura de este libro concebido "para quienes se acercan al pensamiento filosófico con espíritu lúdico y gozoso". Libro que apenas ahora ve la luz, puesto que el autor tuvo agitados paréntesis de magistrado, senador, candidato presi-dencial, con ajetreos de la política que le dejaron inocultables desazones. En él rastrea los pensadores y obras, con visión de camino, que en lo fundamental dan origen a la obra de Platón.

Los títulos de los cuatro capítulos que lo integran son realmente seductores: 1. ¿Mito o logos? Primera encrucijada del espíritu; 2. Contemplación del ser o esclarecimiento de su senda: ¿un dilema inexorable?; 3. Del cielo a la tierra, y 4. Claridad e integridad: una pasión y una meta. En el primero se pasea, en cuatro apartados, con meditación, a partir de considerar la pregunta como anuncio del espíritu, con la claridad en la urgencia que se tiene por comprender y explicar tantas cosas que involucran al ser huma-no. En esta ambición nos vemos compeli-dos a dos caminos: uno sin límites, y el otro el de la discreción o la mesura, con el marco en verso de Hölderlin: "El hombre es un rey cuando sueña y un esclavo cuando piensa". De este modo aparecen como opuestos, pero no siempre, la fantasía y la razón, el mito y el logos, incluso concibe el autor ocasiones en que se encuentran fusionados. Se trata de la dicotomía de Platón manifiesta en el lenguaje.

En los comienzos del pensar, la poesía es la expresión, como antesala de la filoso-fía. Acude a Hesíodo para recordarnos su intención de buscar la verdad, descu-briéndola, para mejorar la condición humana, hacia comportamientos de dignidad y labor. Y se remonta a Homero, ubicado en el mito, como "esencia peren-

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ne de la poesía". Advierte que el paso del mito al logos se dio con la filosofía milesia, por la manera como reivindican la razón a partir de observar con ahínco la naturaleza. Pasan por sus consideracio-nes Diógenes Laercio, Tales de Mileto, Anaximandro, Anaxímenes, Pitágoras… En Anaximandro encuentra el salto de la poesía a la prosa, con anticipo venturoso en la relación lenguaje y pensamiento, que le abre camino a la ciencia.

Con Pitágoras, influenciado por culturas orientales en especial de Egipto, se inaugura el sentido riguroso de Escuela, el "pitagorismo", con desarrollos en la ética por medio de la purificación (ascesis), la gimnasia y la música, para amortiguar la sensualidad y exaltar el espíritu. Influencia decisiva en Grecia, con expresión inicial en Platón. Pitágoras adivinó, por azar, que la Tierra es redon-da, al estimar que sería lo pensable puesto que la esfera es la forma más per fec ta , mient ras que Ta les y Anaxímenes la veían como un disco flotante y Anaximandro como un cilindro o tambor.

Los pitagóricos se consagraron en la historia de la cultura por su dedicación a la matemática, con base supersticiosa al estimar que el número es la base o esencia de todas las cosas, al observar la armonía que debe reinar en el mundo, interpretable con expresiones matemáti-cas, sobre bases en estudios de la música vinculados a la moral.

Esas dos vertientes de mito y logos, vienen a dar en Platón, a quien Gaviria identifica como "poeta sensitivo tan ávido de logos", o como un "converso y duro racionalista", "nostálgico de la fantasía insumisa".

En el capítulo segundo, con ocho aparta-dos, Gaviria explora el tema del ser y de

l a senda , con de ten imiento en Parménides y en Heráclito de Éfeso. Destaca en ellos la preocupación por el "saber riguroso", guiados por la intuición, a través de tanteos, confiados en la experiencia pero sin darse cuenta de lo que buscan ni a donde llegar, por lo cual suelen desacertar, ubicándose más en la metafísica, a pesar de la intención en lo físico. La actuación de Parménides, cabeza de la escuela eleática, le parece singularmente memorable y al relacio-narlo con los jonios usa una expresión común que ubica en forma debida los respectivos campos: "a los jonios les interesaban los árboles y a Parménides el bosque". El tema de preocupación central de Parménides es el Ser, que aborda con solemnidad y aproximación mística, con recursos en la poesía, en conjunción expresiva de esta y del mito. El método usado toma lo descubierto por la razón pero para convencer a los demás apela a los dioses como portadores de la verdad. Gaviria recuerda que este proce-der es dogmático, por cuanto subordina la razón al mito. Aucuando destaca que Parménides tuvo la lucidez de concebir que para llegar a la verdad es indispensa-ble elegir muy bien el camino.

Karl Popper en su célebre conferencia sobre los Presocráticos (1958) atribuye a Herác l i to e l haber ant ic ipado a Parménides al distinguir entre realidad y apariencia. Y le reconoce intuición extraordinaria al concebir que las cosas son procesos y que las personas son llamas. Valora a Heráclito como el mayor y más audaz pensador entre los Presocráticos.

Gaviria señala a Parménides como el primer pensador que asume el problema fundamental de la lógica, pero que al identificar el pensar con el ser disuade la lógica en ontología. Resalta que Parménides finalmente es consecuente,

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puesto que procede acorde con su prédi-ca, al saber que se consigue persuadir si la verdad es la que se enseña. Y destaca la manera como anticipa la dicotomía platónica de mundo sensible/ mundo inteligible. Es de recordar que la poesía en Parménides es un recurso formal de cierto esplendor, pero carente de emo-ción, por cuanto lo entretiene o distrae la lógica.

En contraste con Parménides, Gaviria acude a Heráclito de Éfeso, un tanto críptico, con predilección por el lenguaje que lleva a interpretar de una cierta manera la convergencia entre filosofía y poesía. Auncuando la forma de expresión de Heráclito es la prosa, la emplea con emoción, dolor y gozo. Su talante es la del esteta que utiliza el recurso sensible para convencer, no despojado de ironía, desprecio y sátira, con el objetivo de moralizar. De recordar el generalizado conocimiento en la expresión de Heráclito: "No es posible ingresar dos veces en el mismo río". En Parménides el movimiento es ilusión. Gaviria ubica a Parménides como metafísico y a Heráclito de moralista. Heráclito llega al devenir, Parménides al ser. En Heráclito el mundo es sensible y en Parménides el mundo es inteligible.

En Heráclito encuentra Gaviria cierta relación con Pitágoras, por cuanto desli-ga la ética de lo divino y místico, actitud que luego es asumida por Platón en especial en el diálogo "Eutifrón o de la piedad". Y se asoma a Heidegger con esa reminiscencia, citándolo: "los dioses de los griegos nada tienen que ver con la religión". Y a su vez Gaviria redondea la idea al decir: "La divinidad heraclítea es demasiado fina para dejarse asimilar al mito y excesivamente racional para ser religiosa." Salta a recordar que en Platón ética y política no tienen separación

alguna (idea tan lejana a los aconteceres perniciosos de hoy), en quien se da un gran aparato teórico para formular un propósito magno: un Estado justo donde todos los seres humanos puedan ser felices.

Este estudio le sirve a Gaviria para atisbar en sus orígenes el "sentido ético de la ley", la "existencia de normas que prescriben conductas honestas", con el ejercicio de vida que lo ha identificado, al entender y ejercer la ética en tanto estética, dos campos inseparables.

El tercer capítulo, "Del cielo a la tierra", de diez apartados, comienza con epígrafe de Protágoras de Abdera, quien asegura no poder saber acerca de la existencia de los dioses, por lo oscuro del tema y por la brevedad de la vida. Recuerda Gaviria que con Parménides se inicia la ontología y que Heráclito consigue articular con racionalidad, como hazaña, el ser huma-no y el universo. Y deja establecida en la cosmovisión pitagórica el ser humano como sujeto moral, sin dejar de lado lo supersticioso.

Destaca el gran salto que fue el haber subordinado los sofistas el mito al logos, en tanto lección asumida de los jonios. Identifica en los sofistas los temas centrales de su trabajo: individuo y sociedad, lo político en la coexistencia, el pensamiento como progreso, el poder implícito de la palabra, la educación como factor de perfeccionamiento, la capacidad humana en la transformación de la polis. Gaviria encuentra que Sócrates asume ese conjunto de factores enunciados por los sofistas, pero cuestio-nando las respuestas que dieron. Cita a Cicerón para aseverar que Sócrates hizo de la filosofía un bien terrestre, con ámbito en las ciudades, hasta conseguir que fuese motivo de diálogo en las

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familias y elemento indispensable para indagar sobre la vida y la moral, el bien y el mal.

Gaviria se ocupa de desentrañar quiénes eran los sofistas, a sabiendas que Platón los trata de manera despectiva, no sin develar aspectos valederos en medio de la manipulación. Antes de Platón aquella denominación aludía a personas instrui-das y prudentes. Platón identifica a los principales integrantes de los sofistas: Protágoras de Abdera, Gorgias de Leontini, Hipias de Elis y Pródico de Ceos. Y nombra otros de menor relieve, por la alusión que hacen de aquellos como maestros: Calicles, Polo, Eutidemo y Trasímaco. Los sofistas tuvieron un objetivo común: enseñar la virtud. Serio asunto que da pie a Platón para criticarlos de manera implacable ("no siempre impecable", anota Gaviria) y de esa manera aprovecha para hacer suya la filosofía de Sócrates.

Gaviria se pregunta por el sentido y validez de enseñar la virtud. O, en otros términos, qué es lo que hace mejores a las personas. Para dar respuesta alude a la contraposición de las expresiones techné y areté. La primera, con el sentido de conocimiento y habilidades en una profesión, que por su naturaleza son practicables y transmisibles en la ense-ñanza. La segunda expresión, areté, es la virtud, que Homero había usado para denotar la excelencia humana y la supe-rioridad de otros seres. El pensamiento arcaico atribuye la virtud como propia de quienes descienden de los dioses, o de la divinidad y, por consiguiente, no accesi-ble a la gente del común. Acude a Protágoras quien trata de definir lo enseñable en la areté: la prudencia y la perfección, que son virtudes, con lo cual se cae en especie de círculo. Entonces para explorar qué es lo que puede ense-

ñarse como virtud, en la pretensión de los sofistas, Gaviria acude al Gorgias, diálogo en el que Sócrates quiere saber qué es lo que saben y enseñan los sofis-tas, para finalmente dar la respuesta: los que saben y enseñan es el arte oratorio. Y contrapone las respuestas que le dieron a Sócrates tanto Polo como Gorgias, el primero con evasión y ambigüedad, y el segundo con precisión.

Gaviria en este momento de su indaga-ción establece como avance que "los hombres son mejores cuando saben cómo tratar a las personas que de ellos dependen y qué hacer con los bienes que están bajo su cuidado".

Pasa Gaviria a dilucidar en un contexto democrático la manera de acceder al desempeño de funciones públicas por medio de la persuasión, para asegurar el buen destino de la polis que es el com-promiso del estadista. Gorgias asegura que la capacidad de persuadir mediante la palabra es el supremo bien. Y se llegará al poder por consenso de los ciudadanos sólo en la democracia. Pero resulta que es posible persuadir en lo que no sea verdad. Al ser los sofistas eruditos y no científicos, la búsqueda de la verdad no es lo que los apasiona. Situación que aprovecha Sócrates para afrontar como adversa la retórica.

De este modo se llega a precisar que lo enseñable como virtud por los sofistas es más bien algo que obedece a las leyes de la retórica, que corresponde al campo de la techné.

Gaviria valora a los sofistas por la racionalidad humanista, por la actitud heterodoxa y el escepticismo intelectual que representan y por haber sido "cos-mopolitas y modernos". Además les adjudica el haber tenido mucho que ver

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en el origen de la idea occidental de Cultura, justo al haberse proclamado maestros de la virtud, y no de una techné cualquiera.

El capítulo cuatro y último, "Claridad e integridad: una pasión y una meta", lo dedica a la gran pasión de su vida: Sócrates, en diez apartados. De entrada cita a Sócrates en su defensa: "¡Dichoso yo, si supiera lo que otros no vacilan en creer que saben! Pero no sé nada, ate-nienses, y ante vosotros me presento desnudo y sin los adornos de una menti-rosa certeza." Gaviria estima, con razón, que la vida de Sócrates es un suceso estelar en la historia del espíritu. Se le condena a muerte bebiendo la cicuta por dos acusaciones infamantes que los enemigos le hacen: por no reconocer a los dioses oficiales, es decir, impío, y por corromper a la juventud. Acusaciones que afronta con valentía y racionalidad, pero sin surtir el efecto deseado de ser declarado inocente. Ante el "Tribunal de los 500" que lo juzgan, Sócrates compa-reció con serenidad y humildad, al esgri-mir su pobreza como testigo. Jenofonte lo calificó como "el más sobrio y el más casto de los hombres". Bertrand Russell lo identifica de persona muy segura de sí misma, de elevada inteligencia, indife-rente al éxito mundano, persuadido de que la claridad de pensamiento es requi-sito para vivir con rectitud.

La singularidad de Sócrates, dedicado por completo a pensar y hablar, lo hacía reconocer como persona sabia pero al margen de las muchedumbres, muy diferente al común de los mortales.

Sócrates fue devoto de los dioses de Atenas, en especial de Apolo, con lo cual se aprecia la falsedad al acusarlo de impío. Además era profundamente respetuoso de los demás en sus creen-

cias y costumbres. Pero su condición reflexiva rompía el sosiego de las mentes agraciadas con lo establecido. En su exaltación de los dioses utilizaba alego-rías o metáforas, lo que ocasionó endil-garle la creación de otros dioses, tal los casos de sus alusiones al daimon, o al genio, o al trueno.

Gaviria acude a referenciar las dos versiones conocidas de la Defensa de Sócrates: la de Platón y la de Jenofonte, distintas pero coincidentes en los aspec-tos fundamentales. Asimismo identifica en Heráclito el antecedente de la idea socrática de daimon, y recupera una línea entre ambos pensadores. Incluso acude al testimonio de Diógenes Laercio, quien recoge lectura hecha por Sócrates de Heráclito, con la apreciación de haber dicho que lo entendido por él es muy bueno.

Hay un hecho que reivindica Gaviria: Sócrates es temible para la democracia en Atenas por tratarse de pensador en extremo racional, siendo considerado de mentalidad crítica, sin capacidad alguna para aceptar lo establecido sin el debido discernimiento. El autor resalta, al concluir uno de los apartados: "Sócrates era un gran hombre, pero los atenienses constituían un gran pueblo".

Gaviria llama la atención sobre lo nefasto que ha sido en la humanidad remplazar el saber por la creencia, es decir, el logos por el mito, que se dio incluso en Atenas. Y llega a cuestionar "Las nubes" de Aristófanes, por haber hecho de Sócrates una caricatura cruel, un contraventor de supuestas costumbres sanas, maestro de majaderías, ducho en hacer triunfar malas causas, pero explica esa obra por tratarse de una comedia que busca apoyo en la realidad para hacer sátira.

CARLOS ENRIQUE RUIZ

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En últimas, Sócrates se hizo incómodo para el poder reinante por su método de abordar los temas esenciales, con el diálogo de libre examen, con interlocuto-res de toda condición, así fuesen tran-seúntes ocasionales o personalidades consagradas en la sociedad. Ante afirma-ción categórica del interlocutor, Sócrates revertía con la duda por medio de pre-guntas, y así sucesivamente hasta dejar al otro sin el advertido sustento en seguridad de las expresiones y las ideas. Gaviria redondea su comprensión de Sócrates al aceptar que la actitud racio-nal de este fue de riesgo para la demo-cracia en Atenas, puesto que todo lo sometía al análisis de la razón, incluso lo sagrado. Y asevera Gaviria, al término del libro, que Sócrates llevó a un grado superior la actitud precursora de los sofistas, para dar mejor cimiento a la democracia en tanto favorecedora del logos y su consecuencia, la virtud.

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Popper en la referida conferencia esta-blece que en la escuela jónica, y en general en los Presocráticos, se inventó la tradición crítica o racionalista, la cual se perdió durante dos o tres siglos, a partir de la doctrina de la episteme, de Aristóteles, relativa al conocimiento cierto y demostrable, con la ventaja de haber brotado en el Renacimiento, en especial gracias a Galileo Galilei, y en el siglo XX con Albert Einstein.

"Mito o logos - Hacia La República de Platón" es bello y oportuno libro en estos tiempos tan faltos de mirar la historia sin pasión ni ortodoxia, para recordar, en especial, a los Presocráticos como crea-dores del pensamiento crítico, con intuición y audacia, en libertad, a riesgo de la vida personal, soportes que fueron de lo más valedero en la cultura de Occidente.

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El Espectador reproduce el discurso que pronunció el exmagistrado en los años 90 en la Universidad de Antioquia sobre el mítico escritor argentino.

En mayo de 2006, mientras investigaba para hacer un perfil de Carlos Gaviria Díaz como candidato a la Presidencia, un reputado abogado de Medellín me entre-gó un material que hoy es una joya: 24 discursos públicos pronunciados por Gaviria Díaz ante estudiantes de la Universidad de Antioquia entre los años 80 y 90. La mayoría eran sobre "La política y la virtud", según Platón. Otros rememoraban a personajes como Gerardo Molina -una de sus figuras tutelares- o Luis Fernando Vélez, su excompañero en el Comité de Derechos Humanos de Antioquia, asesinado por el paramilitarismo en 1987 en aquellos tiempos bárbaros en los que tuvo que recurrir al exilio para proteger su vida.

De todas esas intervenciones de Gaviria había una en especial, una charla magis-tral sobre una de sus pasiones: el mundo metafísico del escritor argentino Jorge Luis Borges. El Espectador reproduce esta conferencia. Una cátedra de profun-didad que revela a un intelectual que siguió como pocos, esa arista inexplora-da del mundo borgesiano.

Tomado de El Espectador: http://www.elespectador.com/noticias/politica/jorge-luis-borges-segun-carlos-gaviria-articulo-552859 abril 1 de 2015.

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***"Así como Jaime Jaramillo acaba de anotar acertadamente, (el poeta) Elkin Restrepo me dejó sin tema. Las cosas que iba a decir ya las dijo Elkin y creo que mejor de lo que yo puedo decirlas. Además quiero anotar, con respecto a la intervención de Jaime Jaramillo, que es bastante meritoria porque ha tenido que hacer algo que, según Borges, era una broma de Carlyle. De acuerdo con la broma de Carlyle, habría que escribir un libro de Miguel Ángel donde no se hablara para nada de arte, ni de escultura, ni de pintura. Una biografía de Miguel Ángel. O una biografía de Shakespeare donde no se hablara de comedia, de tragedia, ni de sonetos. Eso le tocó hacer a Jaime con respecto a Borges; es decir, hablar de Borges sin hablar de literatura, o sea: hablar de una faceta totalmente secun-daria y, desde luego, al menos aparente-mente negativa, como es la faceta política de Borges.

En cambio a Elkin y a mí nos tocaron temas que son problemáticos pero, precisamente, por razones opuestas y es porque lo que parece evidente para cualquier lector de Borges es que Borges es un inmenso poeta, pero que en él el poeta y el metafísico son uno solo. La idea que quiero exponerles muy breve-

JORGE LUIS BORGES, SEGÚN CARLOS GAVIRIA*

Juan David Laverde Palma

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mente es que Borges es esencialmente un metafísico y utilizo ex profeso el término metafísico, no digo un filósofo, digo Borges es fundamentalmente un metafísico, y para justificar mi aserto debo explicar qué es lo que entiendo por metafísico, porque esa palabra está cargada de contenidos a veces contradic-torios.

Voy a señalar algunos. En primer lugar, cuando de una persona se dice que hace metafísica se quiere significar, utilizando el término en su sentido más descriptivo, que esa persona se ocupa de los proble-mas más acuciantes del ser humano, de los problemas que permanentemente acosan al ser humano, como esos que Elkin citaba: como por ejemplo Dios, la eternidad, el tiempo, si la realidad existe o es mera ilusión, el sueño y la vigilia, según las categorías borgesianas, etcé-tera. Otra acepción, que procede funda-mentalmente del positivismo lógico, es que hacer metafísica es especular, dedicarse a la imaginación desenfrena-da, sin ningún control ni en la razón ni en la experiencia.

Es, ni más ni menos, que divagar; es ocuparse, para utilizar una expresión de Wittgenstein; es ocuparse de sin senti-dos. Y, de acuerdo con una expresión consagratoria, hacer metafísica es ocuparse de lo más importante, de lo más trascendental que al hombre le toca. Yo quiero darle al término el significado eminentemente descriptivo: problemas que, desde siempre, han acuciado y han acosado a la humanidad, como esos que ahora citaba: el origen del mundo, la eternidad, la realidad (...) ¿Por qué, siendo Borges fundamentalmente un metafísico, no se desempeñó como tal? ¿Por qué no se dedicó a escribir tratados metafísicos? Borges se dedicó a escribir relatos, narraciones, poesías y ensayos

que él, no sé si pudorosa o irónicamente, llama literarios, pero que son auténticos ensayos metafísicos.

¿Por qué esa decisión de Borges? Porque para mí es una evidencia que sus inquie-tudes eran fundamentalmente esas, de orden metafísico, y que esos problemas metafísicos son los que permean toda su obra, los que la justifican, los que le dan validez a la obra borgesiana. En todo caso parece una fatalidad ineludible de la condición humana esto de ocuparse de problemas metafísicos, de pensar en problemas en los que ha pensado la humanidad desde hace muchísimos siglos y en los que se ha ganado muy poco terreno. Los problemas que se han planteado son siempre los mismos y las preguntas que se han planteado son idénticas y, sin embargo, las respuestas parecen permanecer en su mismo sitio.

Como decía ahora, cuando afirmaba que Borges era metafísico, y utilizaba la palabra deliberadamente, no afirmaba que Borges era filósofo, aunque pueda serlo en otro sentido. Vale la pena que explicite con ejemplos lo que quiero significar. Borges, les decía, se ocupaba de esos problemas que la humanidad se plantea permanente, continua, recurren-temente y casi sin esperanzas de una respuesta adecuada. A esos problemas los llamaba Wittgenstein problemas místicos. Y los juzgaba impertinentes porque consideraba que, precisamente, para las preguntas que no tienen res-puesta, las impertinentes son las pre-guntas.

Les decía que podría ilustrar esa afirma-ción de que a mi juicio Borges es un metafísico y no un filósofo acudiendo a ejemplos. Considero un metafísico a Hegel y un filósofo a Kant; un metafísico a Nietzsche y un filósofo a

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Schopenhauer; un metaf í s i co a Heidegger y un filósofo a Russell. Y, con algunas reservas, un filósofo al primer Wittgenstein y un metafísico al segundo. ¿Qué es entonces lo que distingue al uno del otro? Yo creo que el mismo Borges nos suministra pistas y casi que elabora una tipología, nos suministra categorías para descifrar el enigma. Borges hubiera suscrito una frase del poeta Hölderlin, de acuerdo con la cual "el hombre es un Dios cuando sueña y apenas un mendigo cuando piensa".

Borges lo decía de otro modo: decía que hay hombres que piensan por imágenes y hombres que piensan por abstraccio-nes. Y que está completamente descami-nado aquel que tiene aptitudes para pensar por imágenes y resuelve pensar por abstracciones y a la inversa. Y se refería, concretamente, a José Ortega y Gasset. Borges consideraba que Ortega era una mente lúcida, capaz de enfrentar problemas filosóficos cruciales. Y aquí, como en casi todos los tópicos, Borges tenía una opinión verdaderamente original: mientras que lo que es un lugar común, lo que es un tópico, es afirmar que Ortega es un gran escritor pero un pésimo filósofo, Borges decía lo contra-rio: qué gran filósofo, pero qué mal escritor.

Y cifraba el fracaso de Ortega como escritor en que, justamente, Ortega era un hombre bien dotado para pensar en abstracciones pero se negaba a expre-sarse por abstracciones, se negaba a escribir por abstracciones. Quería escri-bir por imágenes. Y entonces resultaba, de acuerdo con el juicio de Borges, una literatura llena de metáforas adventicias, de imágenes falsas traídas de los cabe-llos, una literatura alambicada que escondía un pensamiento hondo. Todo lo contrario de lo que se ha dicho de Ortega:

un pensador superficial pero un gran escritor. Borges decía lo contrario: un gran pensador que ojalá hubiera encon-trado, le decía a Victoria Ocampo, un amigo que le pusiera sus cosas en espa-ñol. Claro. Borges era la economía verbal, mientras que Ortega la exuberan-cia.

Borges era un hombre con un tempera-mento profundamente filosófico, permanentemente acosado por proble-mas metafísicos, pero que tenía aptitud para pensar por imágenes y así lo com-prendió y así lo hizo, salvo casos excep-cionales en los que en realidad ensayó escritos filosóficos pensando por abstracciones, escritos que encuentro realmente bellos, bien logrados, pero que desde luego no son tan felices como aquellos en los que Borges se siente en su reino. Concretamente, el libro Otras inquisiciones está lleno de ese tipo de ensayos: la refutación del tiempo, la postulación de la realidad, el eterno retorno, son ejemplos de ensayos donde Borges se aplica metódicamente, reflexi-vamente, a pensar problemas que otros han pensado en términos abstractos y a aportar o a tratar de solucionarlos en esos mismos términos.

Hay dos libros que yo considero los más característicos desde ese punto de vista, que son Otras Inquisiciones y Discusión, donde Borges plantea esos problemas en esos términos. Esos problemas están planteados a través de toda la literatura borgesiana, en sus ensayos, en sus cuentos, en sus poesías. Y yo digo, fundamentalmente, en sus poesías. Es en sus poemas donde Borges deja fluir su vena metafísica y se plantea esos proble-mas metafísicos a sabiendas, de antema-no, de que no tiene instrumentos para resolverlos, que no tiene instrumentos para solucionarlos, pero planteándose

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esos problemas metafísicos se está afirmando como poeta y, sobre todo, se está afirmando como hombre, porque esos son los problemas que acucian, que acosan, a toda la humanidad.

Yo quiero ilustrar algunos de esos temas que afirmo que constituyen la vértebra de la obra borgesiana, leyendo o bien algunos poemas breves o algunos apar-tes de su obra poética. Fíjense, no he traído sino la obra poética de Borges, no traje nada en prosa, a pesar de que pudiéramos pensar que la obra en prosa ilustra mejor mi afirmación de que Borges es fundamentalmente un metafí-sico. Las lecturas de Borges que están presentes a través de todos sus escritos revelan un conocimiento profundo de Heráclito, de Parménides, de Platón, de Aristóteles, de todos los filósofos griegos, especialmente, y eso quiero subrayarlo, de los filósofos platónicos, de San Agustín, de Plotino.

Luego, en la Edad Media, de Guillermo de Ockham, de Baruch Spinoza. Ya, en la Edad Moderna, de Leibniz, de Kant, de Schopenhauer e, incluso, de filósofos contemporáneos como Russell, a quien cita con mucho agrado varias veces en su obra. Los objetos de los que Borges habla permanentemente en su obra no valen como objetos en sí mismos, sino que valen como símbolos. Y valen como símbolos de sus incertidumbres metafísi-cas. Ni el desierto es el desierto, ni el laberinto es el laberinto, ni el espejo es el espejo, ni el reloj es el reloj, ni el río es el río. El río es el río de Heráclito que se confunde con el tiempo, que somos nosotros, con lo transitorio, con lo que pasa, con lo ilusorio. Lo mismo el espejo, el espejo plantea problemas que toma de los filósofos ingleses, especialmente dos que conoce muy bien: Berkeley y Hume.

Los que están permanentemente cues-tionando si la realidad que vivimos es la realidad o una ilusión; si el yo que el espejo me devuelve es más real que el yo de carne y hueso o es más real este yo que el otro (...) Hay una obsesión borge-siana por los arquetipos, o sea por el mundo platónico. No hay duda de que el mundo donde Borges se mueve entera-mente cómodo es el reino platónico de las ideas, el reino platónico de los arque-tipos. Pero, incapaz de todo dogmatismo, está inhibido para tomar partido en la controversia secular entre idealismo y realismo, entre Platón y Aristóteles. Y lo inhibe para tomar partido en favor de Platón, que me parece que es su mundo, la gran admiración, la gran devoción de Borges por el mundo anglosajón, por los anglosajones.

A ellos les reprocha en un bellísimo ensayo, "El ruiseñor de Keats", el hecho de que no sean capaces de entender a cabalidad El ruiseñor de Keats. ¿Y por qué no son capaces de entenderlo? Porque los anglosajones son aristotéli-cos, porque para ellos las ideas no son realidades sino generalizaciones (...) La pregunta que había dejado planteada a propósito de la afirmación que hice de que Borges es fundamentalmente un metafísico, es esta: ¿por qué, si son esas sus inquietudes, si es esa su naturaleza, por qué si Borges es ante todo un metafí-sico, por qué no se dedicó, como Baruch Spinoza, a escribir tratados de esa materia? ¿Por qué, apenas, esas inquie-tudes aparecen en toda su obra, pero en forma de relatos, poesías, ensayos?

La respuesta nos la da su propia lucidez por esto: Borges sabe que los juegos de lo metafísico son solo eso: juegos estéti-cos que no conducen a la verdad sino a la gratificación. A la gratificación de esa

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misma naturaleza, a la gratificación que el hombre está exigiendo, más allá de su capacidad, de su idoneidad para conocer la verdad. Borges desconfiaba de la filosofía, yo diría, desconfiaba profunda-mente de lo que era su oficio, desconfia-ba de la metafísica como proceso con-ductor generador de verdades. Creía en

ella como juego encantador capaz de producir estados gratificantes, estados estéticos. Naturalmente quedaba una esperanza o queda una esperanza: que la belleza y la verdad sean una sola cosa. Pero, me parece, y creo que Borges también lo creía, que eso nunca podemos saberlo".

Éste era Carlos Gaviria, QEPDImagen tomada de: La Silla Vacía, Marzo 31 de 2015

JUAN DAVID LAVERDE PALMA

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Su paso por la Corte Constitucional le dejó al país avances en materia del reconocimiento de libertades individua-les y Derechos Humanos.

En estos tiempos de crisis en la justicia, de escándalos de corrupción en las altas Cortes y de reformas apresuradas que hacen trámite en el Congreso de la República, la muerte de Carlos Gaviria Díaz cobra relevancia y apela a lo simbó-lico.

Bien lo dijo su hija Ximena Gaviria: "Para mí, su muerte es un acto simbólico, como de la muerte de la justicia y de la ética en este país, porque para él todo lo que está sucediendo en la Corte era contrario a su actuación como magistrado".

Y es que Gaviria, el magistrado, hizo parte de una de las Cortes Constitucionales más progresistas no solo de la historia del país, sino reconoci-da a nivel mundial por su jurisprudencia avanzada en el reconocimiento de dere-chos fundamentales.

Gaviria, el político, también dejó su huella en el país, ya que, además de ser uno de los fundadores del Polo Democrático Alternativo, ha sido el dirigente de izquierda que más votación obtuvo en unas presidenciales, aquellas de 2006 en las que se enfrentó al enton-

Tomado de El Heraldo. Barranquilla, 2 de Abril de 2015. Ver en: http://www.elheraldo.co/politica/el-legado-de-carlos-gaviria-189958

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ces presidente Álvaro Uribe Vélez, quien buscaba su reelección.

Despenalización de la dosis mínima

El 5 de mayo de 1994 mediante la sen-tencia C-221 de la Corte Constitucional, el entonces magistrado ponente Carlos Gaviria logró que se declarara inexequi-ble la reglamentación que penalizaba el consumo de dosis mínima de estupefa-cientes. Gaviria aludía al derecho que tienen todas las personas "al libre desa-rrollo de su personalidad sin más limita-ciones que las que imponen los derechos de los demás y el orden jurídico" y consi-deraba que penalizar el consumo "vulne-raba la dignidad humana y la autonomía de la persona". La sentencia de la Corte aludía a las políticas educativas, de salud pública, y preventivas para disminuir el consumo y en todo caso dejaba en fijo las penas asociadas a delitos de narcotráfi-co.

Derecho a morir dignamente

En 1997, Colombia se convirtió en el primer país del mundo en despenalizar la eutanasia, gracias a la sentencia 239 de la Corte Constitucional de la cual fue ponente Gaviria. Antes de la sentencia, los médicos que asistieran un 'homicidio por piedad' se les podían imponer penas de seis meses a tres años de prisión, sin

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EL LEGADO DE CARLOS GAVIRIA*

Jorge Cantillo Barrios

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importar que sus pacientes por voluntad propia decidieran terminar con su vida de una manera digna. En su sentencia la Corte exhortaba al Congreso a legislar prontamente sobre el tema, sin embargo aún no se ha expedido legislación que r eg l amen te e s t a p rá c t i c a . Recientemente la actual Corte dejó en firme el plazo de 30 días para que el Ministerio de Salud la regule.

Penalización del incesto

"Las diferentes formas en las que las relaciones incestuosas pueden afectar la institución familiar, justifican plenamen-te, la tipificación del incesto como delito autónomo". Bajo esta premisa, los magistrados ponentes Carlos Gaviria y Eduardo Cifuentes promovieron la penalización del incesto como un acto que violenta la institución de la familia, expresamente protegida por la Carta Constitucional de 1991. Sin embargo la sentencia C-408 de 1998 hace la siguien-te salvedad: "Lo anterior no significa que el legislador, en ejercicio de su libre configuración normativa, no pueda en un momento dado renunciar a la penaliza-ción de la conducta y, en su lugar, confe-rirle un tratamiento distinto o sujetar algunas variantes de la conducta inces-tuosa a una disciplina especial".

Igualdad de género

N o s o l o c o m o m i e m b r o d e l a Constitucional, sino también en el ejerci-

cio de su vida pública, Gaviria fue un acérrimo defensor de la igualdad de género. Prueba de ello es la sentencia C-082 de 1999, de la Corte Constitucional, la cual expresa: "Se autoriza, dentro de un principio de protección, la toma de medidas positivas, dirigidas a corregir desigualdades de facto, a compensar la relegación sufrida y a promover la igual-dad real y efectiva de la mujer en los órdenes económicos y sociales". Pero también lo fue su constante defensa por los derechos de las minorías sexuales, como senador radicó varios proyectos de ley enfocados en reglamentar el matri-monio homosexual y reconocer los derechos civiles de la comunidad LGBTI.

Frases destacadas

"Yo no digo lo que digo por estar en la oposición, sino que estoy en la oposición porque creo en lo que digo".

"Mientras no exista igualdad como un fundamento social, no es posible que las personas sean libres".

"En un Estado de derecho a nadie se le puede privar de su libertad porque se fume un pucho de marihuana".

"La dignidad humana no es otra cosa que la autonomía".

"Soy un liberal en el sentido más puro de la palabra".

JORGE CANTILLO BARRIOS

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Tiene un profundo simbolismo que la última aparición de Carlos Gaviria haya sido en una biblioteca.

Tiene un profundo simbolismo que la última aparición pública de Carlos Gaviria haya sido en la biblioteca del Gimnasio Moderno, en la Escuela de Maestros, y que alrededor del título, Educar para la democracia, se hayan reunido, como colegios hermanos, los profesores del Gimnasio Moderno y los del Gimnasio Sabio Caldas, situados en extremos opuestos de Bogotá. Tiene sentido que él haya empezado su charla aludiendo a esa facultad, exclusiva de la especie humana, que consiste en la obligación de tomar decisiones. "Soy yo el que tengo que decidir qué hago con mi existencia", dijo, y cada palabra suya, cada gesto, se leen hoy en clave de despedida.

Como esos acertijos que invitan a unir los puntos con un lápiz para descubrir una figura, la muerte tiene el poder de revelar el dibujo completo de una vida: ese sentido al que se refirió Gaviria en su conferencia. Oírla en retrospectiva produce un estremecimiento porque da la sensación de cierre, pero produce también la gratitud del cierre perfecto para la persona que fue él y para lo que s ign ifica su legado. Busquen la conferencia en internet y véanlo, tan

Tomado de El Tiempo. Bogotá, 13 de abril de 2015. Ver en:http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/educar-para-la-democracia-yolanda-reyes-columnista-el-tiempo/15559360

Escritora y educadora. Fundadora de 'Espantapájaros' y consultora en la formulación de políticas públicas y proyectos de educación, literatura y formación de lectores. Autora de libros para niños y adultos como 'El terror de sexto B', 'Los años terribles', 'Los agujeros negros' y 'Pasajera en tránsito'.

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sabio y tan sencillo, frente a esos maestros, hablando del binomio educación y democracia al que dedicó su vida. Llegó enfermo a honrar la cita y no parece casualidad que, al hablar de su pasión por la ética, haya ilustrado la frase de Wittgenstein ("La ética no se dice, la ética se muestra"), evocando a su maestro de álgebra que una vez escribió mal una frase en griego en el tablero y no pudo dormir hasta que se presentó para corregirla al otro día.

Su conferencia, que es toda una paideia sobre el sentido y el lugar de la educación en esta sociedad, indaga en torno a las relaciones entre la posibilidad de decidir, esencial en una democracia, y la ilustración -en el sentido del saber: saber argumentar, discernir y dar sentido a las decisiones personales y colectivas-. "La ilustración es el primer derecho del pueblo en una democracia", afirmó, y siguiendo a Adela Cortina, propuso como desafío educativo "construir el sujeto de la democracia, que es el pueblo, concebido como una comunidad pensante consciente y convivente".

Muchas de las ideas expuestas en esa charla plantean cuestiones que están por discutirse en el modelo educativo del país, especialmente ahora cuando se piensa, de forma simplista, que todos

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EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA*

Yolanda Reyes**

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entendemos lo mismo al hablar de educar. "Somos signatarios de tratados de libre comercio y las universidades pueden ir plegando sus programas para atender las demandas del mercado, lo cual hace olvidar el propósito inicial, que es el conocimiento", dijo, y planteó otro de sus leitmotivs: la educación para la autonomía.

"La educación para la autonomía no puede ser heteronómica. Yo fui buen estudiante, pero lo deploro. Como alumno sumiso, que es ser un mal alumno, repetía lo que el profesor decía... Esa persona irreverente, heterodoxa, es la más importante en una democracia", afirmó, y se refirió al vicio de la sociedad colombiana de aspirar a la uniformidad del pensamiento. "No

YOLANDA REYES

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sabemos disentir: al adversario lo convertimos en enemigo".

Es difícil escribir sabiendo que no estará para leer, aunque, de muchas formas, sigue estando. Basta con rebobinar esa charla en la que convocó a Sartre, Kant, Rousseau y tantos más, pues ese era otro rasgo suyo: sembrar la necesidad de leer los libros que iba ensartando al hilo de su pensamiento. "La función del maestro no es transmitir conocimientos, sino pasión por el conocimiento. Yo toda la vida lo que he sido fundamentalmente es un maestro", dijo, evocando a Sócrates, mientras seguían haciéndole preguntas. Desde entonces ha pasado un mes y es imposible dejar de hablar de él. Dejar de hablar con él. Dejar de pensar en sus preguntas.

10 de abril de 2006, entrevista con la revista Semana.Imagen tomada de: Frases y Citas - http://akifrases.com

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Carlos Gaviria fue un jurista consumado, un magistrado incólume, un profesor del derecho, un político de izquierda, un hombre culto, un baluarte del Polo Democrático Alternativo, un gran perso-naje nacional. Pero también fue mi amigo y quiero comunicar aquí cuatro recuer-dos personales con él que dejaron impac-to en mi vida. Me llevó de profesor a la Universidad de Antioquia, fui testigo de su lucha por la transformación de la enseñanza del derecho, estuve junto a él en la fundación y dirección del PDA y participé en su campaña presidencial. Su muerte significa una pérdida inmensa para el Polo y para el país.

Carlos revolucionó la enseñanza del derecho en Colombia. Fue elegido deca-no de la facultad en la Universidad de Antioquia en 1968 y planteó allí el cambio fundamental que estremecería su ense-ñanza y su práctica. Para él, el derecho partía de una relación dialéctica entre los códigos y la historia de los casos concre-tos de la realidad jurídica. Los códigos son, en gran parte, letra muerta, los casos jurídicos son la historia viva de su aplicación. Por eso transformó la ense-ñanza universitaria del derecho. Su base principal no eran los códigos, sujetos a modificaciones circunstanciales. El profesional del derecho tenía que enten-der el país, su historia, las condiciones de la política, profundizar en la ética, mirar

el mundo, conocer la sociología, recono-cer la economía. Por eso en su plan de estudios sacó a los estudiantes sumidos sólo en los códigos, los metió en la con-cepción del derecho y en la realidad política y económica del país. Esa fue su revolución. Como yo acababa de obtener mi doctorado en ciencia política me llevó de profesor para que le colaborara en su transformación de la carrera de derecho.

Esta transformación de la enseñanza del derecho en la Universidad produjo un terremoto en los círculos del estableci-miento jurídico de Antioquia. Jueces, magistrados, penalistas, notarios y demás, organizaron una presión sobre la rectoría de la Universidad para destituir a Carlos. El Consejo Superior así lo hizo y le restituyó el poder al círculo tradicional de los abogados que controlaban la Facultad de Derecho. No calcularon la reacción de estudiantes y profesores de todas las facultades y carreras. Fue la primera huelga que me tocó en mi carrera univer-sitaria y fue la primera en que participa-ron profesores universitarios. No sola-mente el Consejo tuvo que devolverle la decanatura a Carlos, sino que produjo un camb io en l o s e s ta tu tos de l a Universidad, fortaleció la organización de los profesores y dejó las bases de la organización estudiantil para las extraor-dinarias jornadas del movimiento del 71. Traté de defenderlo en una asamblea de

Historiador, escritor, profesor universitario, Doctor en Ciencia Política de Claremont Graduate School en California y Miembro de la Dirección Nacional del Polo Democrático Alternativo.

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CARLOS GAVIRIA DÍAZ: JURISTA, PROFESOR Y POLÍTICO

José Fernando Ocampo Trujillo*

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profesores que habían decretado el primer paro profesoral en la historia universitaria, atacando la composición del Consejo Superior tomada de las universidades estadounidenses que dominaba en la de Antioquia. La conse-cuencia fue mi expulsión fulminante como profesor. Pero el movimiento triunfó, restituyeron a Carlos a la deca-natura y anularon mi destitución. Así se afianzó nuestra amistad.

No le perdí la trayectoria a Carlos. El gobierno nacional entró a saco las uni-versidades públicas del país y nombró en ellas rectores que quedarían para la historia con el título de "rectores poli-cías". El Departamento de Ciencias Sociales de la de Antioquia fue desman-telado y todos los profesores fuimos destituidos. Fue para Carlos un período conflictivo que apuntó a desmontar la transformación de la enseñanza del derecho en las universidades Nacional, Antioquia y Valle que él había liderado. Años después acudí a su colaboración en la Corte Constitucional de la que fue uno de sus primeros magistrados después de la Constitución del 91. Pero volví a encontrarme con él en la fundación del Polo Democrático Alternativo en su primer Congreso. Fue elegido presidente del Polo. De allí salió para la campaña presidencial contra la reelección de Uribe. Lo acompañé a muchos sitios. Nunca me imaginé que Carlos se conver-tiría en el candidato presidencial de izquierda más votado en la historia del país. Fueron más de dos millones y medio de votos. Carlos tendría que haber vuelto a presentarse como candidato en las elecciones siguientes contra Santos. Lo que sucedió fue una desgracia histórica. En el Polo se impuso la elección primaria

para escoger el candidato presidencial. Petro, que estaba más fuera que dentro del Partido, le ganó a Carlos la elección primaria. En mis recuerdos esta fue la única derrota de Carlos en su vida.

Nunca dejó de ser un profesor de dere-cho, de ética, de historia. Sus discursos políticos eran profesorales, didácticos, sistemáticos, profundos. Su concepción del derecho no estaba cimentada en códigos transitorios, sino que estos surgían de una concepción de la sociedad y de la historia nacional. Tenía que ver con una visión directa y profunda de la realidad que en la filosofía se denomina materialista. Así era, como una conse-cuencia directa de su percepción vital. No encuentro otra forma de atribuirle a algo diferente su concepción política. Por eso el derecho no podía ser para él un código muerto y estático. Para la transformación de su enseñanza lo arriesgó todo para sacarlo del formalismo escolástico que dominaba el derecho en las universida-des colombianas. Una visión histórica de estas características fue lo que lo apartó de la tradición bipartidista que controla-ba la política nacional de dos siglos. Fue eso lo que lo condujo a comprometerse con un proyecto histórico que le daría una visión trascendental a la política colom-biana. También lo que lo llevó a compro-meterse con el Polo Democrático Alternativo hasta llegar a su presidencia y a su candidatura presidencial. Ya Carlos Gaviria pasó a la historia y que ello contribuya a sostener su proyecto políti-co para construir una Colombia indepen-diente de toda dominación extranjera, de características democráticas y que su programa le sirva a la mayoría del pue-blo.

JOSÉ FERNANDO OCAMPO TRUJILLO

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Solaz

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El uno, Alberto Aguirre, es la viva imagen de Alberti y el otro, Carlos Gaviria, la viva imagen de la independencia. Dos paisas que tienen en común la lucidez, el valor, las canas, el exilio y a Héctor Abad.

Imagínense un loco, un loco de pelo blanco y largo, muy largo, con un abrigo negro prestado que le queda grande, mal afeitado, con la camisa rota en la axila, una sombra de mugre en el cuello curti-do, un agujero en la suela del zapato por donde se cuela el agua, con una bufanda rosada de mujer anudada al cuello. Camina por las calles y habla solo. Habla y habla como hablan los locos, y mira a las muchachas con ojos ardientes, pues no tiene mujer y se consuela viendo, no atraviesa las calles por la esquina jamás, sino por la mitad de la cuadra. Todos lo creen un loco, yo mismo cuando lo vi pensaba que estaba loco. No se lo imagi-nen aquí. Es el año 1987 y estamos en Madrid a finales de diciembre, con un frío seco de páramo que raja la piel como el hielo. El loco cruza por cualquier parte la Gran Vía. Detiene los carros y los buses, levantando los brazos y mirando furioso a los ojos a los conductores, que pitan y lo insultan, pero frenan. "Esto se llama pasar a la torera", me explica el loco, y es verdad, lo veo con mis propios ojos, que torea sin capote los carros y los buses

Publicación tomada de: http://www.soho.com.co/generales/articulo/dos-exiliados-de-pelo-blanco/2271 Marzo de 2006.

Escritor, traductor y periodista. Estudió periodismo en la Universidad de Antioquia, y Lenguas y Literatura Modernas en la Universidad de Turín, Italia. Hijo de Cecilia Faciolince y Héctor Abad Gómez, médico, profesor universitario y defensor de los Derechos Humanos, fundador de la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia, Asoprudea.

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rojos de la Gran Vía, de la Castellana, y ni se diga de las calles Barquillo o Peñalver.

Entra en un bar, se sienta, y los meseros no lo atienden. Al notar que no vienen, palmotea, como se hace en su tierra. Como no vienen, grita, ¡Oiga!, pero no lo atienden, entonces se quita los zapatos rotos para que se le vean las medias rotas, apoya los pies sobre la silla del frente, saca un periódico mal doblado del bolsillo del abrigo, y se pone a leer hume-deciéndose con la lengua los dedos al pasar las páginas. Al rato, al fin, un camarero se acerca, con ese aire que tienen los que te van a echar a la calle, pero los ojos del loco lo fulminan. Pide un tinto. Cuando el camarero le trae un vino tinto, el loco dice, molesto: "¡Le pedí un café, pero es que ustedes no entienden! Tráigame un café solo, aguado, america-no, como dicen ustedes". Así muchas veces, me cuenta, hasta que el loco decide que en adelante, con los camare-ros, hablará solamente en inglés. Detestan su acento sudaca, sus palabras sudacas, su imprecisión sudaca, sus zapatos sudacas y, sobre todo, su evi-dente pobreza sudaca. "Waiter, please, a coffea, an american coffea, if you don't mind". Así le va mejor, lo consideran un turista excéntrico.

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Héctor Abad Faciolince**

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No siempre parece un loco; cuando va recién bañado y se ha peinado hacia atrás la larga cabellera, lo confunden con el poeta Rafael Alberti. A veces algunos jóvenes, en los cafés, en los bares, se le acercan: "Señor Alberti, maestro, ¿po-dría darnos un autógrafo?". Y el loco dice sí, coge el papel o la servilleta que le acercan y traza su firma angulosa y legible: Alberto Aguirre, seguida de una exclamación: ¡coman mierda! Siempre la misma dedicatoria: ¡Alberto Aguirre, coman mierda! Sí, el loco está loco.

A veces, por la calle, llora. O no llora, simplemente piensa en algún detalle del país lejano y los ojos se le ponen rojos de visiones remotas, las conjuntivas se excitan de no ver, y hay agua que chorrea por sus mejillas, pero no llora, digamos que llueve sobre su cara y él deja que la lluvia lo moje, como si tal cosa. Y como salen lágrimas saladas de sus ojos, así mismo salen palabras dulces de sus labios. La gente cree que habla solo, que el loco habla solo. Pero no es que hable solo, en realidad recita, recita largas tiradas de versos que se sabe, del Tuerto López, "Noble rincón de mis abuelos, nada.", de De Greiff, "Amo la soledad, amo el silencio", romances españoles, "Gerineldo, Gerineldo, paje del rey más querido, quién te tuviera esta noche en mi jardín florecido", lo que sea. Camina por las calles de Madrid y recita. ¿Como un loco? No, como un exiliado.

Es la madrugada del 25 de diciembre de 1987. Acabo de cruzar el Atlántico en un avión vacío. Así lo recuerdo, y es cierto: un Jumbo sin pasajeros, perfectamente vacío, atravesando el Atlántico el día de Navidad de 1987. El Jumbo salió de Ciudad de Panamá, al atardecer. Los quince tripulantes se mueven aburridos. Pilotos, azafatas, ayudantes de vuelo, y este pecho. De madrugada, el Jumbo

fantasma, dos luces rojas que se encien-den y apagan contra la negrura cerrada del cielo, aterriza en Madrid, y encalla frente a un tubo del aeropuerto. No hay visas todavía ni filas en inmigración; me sellan el pasaporte sin mirarme a los ojos. Salgo de la aduana arrastrando una maleta pesadísima, llena de ropa vieja. A la salida está el loco, sentado en una banca al lado de la puerta. Me detengo, lo miro, se ha vuelto viejo en estos cuatro meses. Está dormitando, con el mentón apoyado en el pecho, los párpados rojos cerrados con fuerza. Lleva un abrigo negro raído, una bufanda rosada de mujer, el pelo muy largo, muy blanco, despeinado, la barba con días de crecida. Parece un clochard de los que usan de somnífero litros de vino tinto barato. No huele a vino. Es él.

Le toco el hombro y abre los ojos, sobre-saltado. Nos miramos y sabemos que el momento es grave. Podríamos ponernos ahí mismo a llorar y a gritar como terne-ros. Tragamos saliva. Un abrazo austero, pocas palabras musitadas. "¿Buen viaje?". "Creo que sí, me dormí mucho tiempo, el avión venía vacío y me acosté en el centro". "Cojamos un taxi y vamos a la pensión". Llegamos a la pensión. El loco vive con una bruja. Largos colmillos, un incisivo menos, manos huesudas de uñas sucias que reciben mi plata antici-pada por diez días de cama, desayuno y siesta. Se acerca el mediodía y salimos a caminar por el centro. Ahí es cuando me enseña a cruzar las calles según su estilo, a la torera, y me cuenta que a veces suplanta a Alberti. Nos reímos y mientras nos reímos también me doy cuenta de sus zapatos rotos. Después me cuenta por qué no lo atienden los meseros.

Inevitablemente, hablamos de los muertos. Sí, han seguido matando gente. Hace dos semanas, repasamos, a

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Luis Fernando Vélez, el teólogo, el etnó-grafo, el que había tomado la bandera del Comité de Defensa de Derechos Humanos. Un valiente, un mártir, un suicida, todo eso. El cuerpo apareció por Robledo, maltratado. Inevitablemente, hablamos del 25 de agosto, el día fatídico en que la muerte nos tocó tan de cerca y Aguirre se escondió, como un conejo, eso lo dice él, como un conejo, en un aparta-mento. Desde eso no nos vemos: cuatro meses exactos sin vernos. Por la mañana del 25, me cuenta, habló con mi papá sobre la lista que estaban repartiendo: ahí estaba la sentencia de los dos. A Alberto Aguirre, por comunista, porque en sus escritos defiende a los sindicatos, porque desde su columna alimenta el descontento. A Héctor Abad Gómez, por idiota útil de los guerrilleros. Algo así, no tengo a mano la lista, me dan náuseas cada vez que la leo. Los de la lista iban cayendo como moscas.

Aguirre me cuenta: "Hablé con él esa mañana y me dijo que era serio; que debíamos buscar a alguien, a ver si de algún modo podían protegernos". No fue posible. Aguirre, escondido, escribió su último artículo. "El exilio del corazón es peor que el exilio de las fronteras", terminaba diciendo. No volvió a escribir para la prensa durante muchos años. Al volver, en 1992, rompió su silencio con una serie de reflexiones distantes, secas, sobre su experiencia: Del exilio, se llaman, y las publiqué cuando dirigía la revista de la Universidad de Antioquia. Mientras escribo esto, no encuentro la revista. En Google, mi biblioteca de Babel, no hay nada al respecto. Eso se está olvidando, aunque no hayan pasado demasiados años. Tengo que escribirlo, aunque me dé pudor, para que no se olvide, para que se sepa.

Quiero que se sepa otra cosa, otra histo-ria. Volvamos de nuevo al 25 de agosto

de 1987. Ese año, tan cercano para mi historia personal, parece ya muy viejo para la historia del mundo: Internet no había sido inventada aún, no se había caído el muro de Berlín, estábamos todavía en los estertores de la Guerra Fría, la resistencia palestina era comu-nista y no islámica, en Afganistán los talibanes eran aliados de Estados Unidos contra los invasores soviéticos. En Colombia, por esa época, se había desatado una terrible cacería de brujas: el ejército y los paramilitares asesinaban a los militantes de la UP, también a los guerrilleros desmovilizados y, en gene-ral, a todo aquello que les oliera a izquier-da o comunismo.

Carlos Castaño, el jefe de las AUC, ese asesino a quien al parecer mataron sus propios amigos, escribió algo sobre esa época. Él, como todos los megalómanos, tiene la desvergüenza de sentir orgullo por sus crímenes, y confiesa sin pena en un libro sucio: "Me dediqué a anularles el cerebro a los que en verdad actuaban como subversivos de ciudad. ¡De esto no me arrepiento ni me arrepentiré jamás! Para mí, esa determinación fue sabia. He tenido que ejecutar menos gente al apuntar donde es. La guerra la hubieran prolongado más. Ahora estoy convencido de que soy quien lleva la guerra a su final. Si para algo me ha iluminado Dios es para entender esto".

Este iluminado por Dios, que terminó a su sabia manera nuestra guerra (que hoy sigue) hace diecisiete años, dice más adelante cómo se decidían los asesina-tos: "Ahí es donde aparece el Grupo de los Seis. Al Grupo de los Seis ubíquelo durante un espacio muy largo de la historia nacional, como hombres del nivel de la más alta sociedad colombiana. ¡La crema y nata! Conocí al primero de ellos en 1987, días después de la muerte de Jaime Pardo Leal. [.] Les mostraba una

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relación escrita con los nombres, los cargos o ubicación de los enemigos. ¿Cuál se debe ejecutar?, les preguntaba, y el papelito con los nombres se iba con ellos a otro cuarto. De allí regresaba señalado el nombre o los nombres de las personas que debían ser ejecutadas, y la acción se realizaba con muy buenos resultados. [.] Eran unos verdaderos nacionalistas que nunca me invitaron ni me enseñaron a eliminar persona sin razón absoluta. Me enseñaron a querer y a creer en Colombia".

No voy a citar más a este patriota, se me ensucian los dedos. Pero volvamos a 1987 y a un charco de sangre producido por él y por sus cómplices. Es en la esquina de la calle Argentina con la carrera Girardot, en Medellín. Un charco de sangre y un cuerpo tirado boca arriba, cubierto por una sábana, igual a un cuadro de Manet que no sé si ustedes conocen, pero si algún día lo ven se acordarán. Yo estoy sentado al borde de ese charco de sangre. Al salir esa sangre, como dice el asesino, hay un cerebro que quedó anulado. "Anularles el cerebro", este es el eufemismo que usa el asesino para el verbo matar. Pero es muy cierto, de eso se trata, de acabar con la inteli-gencia. Yo estoy ahí sentado y llega un señor de pelo blanco, barba blanca, desesperado, corriendo, como loco. Un señor que nunca actúa como un loco, una persona serena, equilibrada, racional. Llega ahí, y yo le digo, le ruego: "¡Tenés que irte de aquí; si no, te matan también a vos!". Al rato se retira del sitio, pero del país no se va todavía. Al otro día, en el entierro, con manos temblorosas pero voz muy firme, es capaz de leer un discurso. Lo ha intuido todo, sin poderlo saber con precisión. Recuerda las asque-rosas palabras de Millán Astray, y las repite, seguro de que esas mismas son las banderas de los asesinos: "¡Viva la

muerte! ¡Abajo la inteligencia!". Es lo mismo del otro: matar para anular los cerebros.

Pocos meses después, este mismo señor de pelo y barba muy blancas camina por la Avenida de Mayo y se detiene en el número 829. Va de saco y corbata, sobrio, y lleva un libro bajo el brazo. La puerta de ese número corresponde a un café, tal vez el más hermoso de Buenos Aires, el Tortoni. Los camareros no dudan en atenderlo de inmediato, pues ese señor es la imagen de la pulcritud y de la dignidad. Pide un vermut rojo, seco, y un poco de agua con gas. Nadie le pide autógrafos. Abre el libro y lee y subraya y anota cuidadosamente sus observacio-nes. Es un diálogo de Platón. No alcanzo a ver bien cuál de todos, pero supongamos que es Lysis, o de la amistad. Allí, curio-samente, se habla de las canas: "Vea-mos, dice Sócrates. Si se tiñesen de albayalde tus cabellos, naturalmente rubios ¿serían blancos en realidad o en apariencia?".

Francamente yo no sé bien lo que quiere decir Sócrates en ese diálogo. Están hablando de la amistad, del bien y del mal, de alguien que no se tiñe las canas, sino que, al contrario, se tiñe de blanco, y parece canoso pero no es canoso. Cada vez que me pongo a leer los diálogos de Platón, me enredo. Necesito un profesor canoso como este del que les estoy hablando, que ni se tiñe el pelo rubio de blanco, ni se tiñe de negro las canas, sino que es canoso desde joven. Canoso como es canoso el loco de Madrid.

Las canas están asociadas a la vejez, pero también a la serenidad y la sabidu-ría. El señor del café Tortoni es otro exiliado colombiano, de cabeza muy blanca que al cabo de los años volvió al país y ha hecho algunas de las sentencias

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y de las leyes que, todavía, nos dan alguna esperanza de que este país nuestro no sea completamente bárbaro. Se llama Carlos Gaviria y hoy es uno de los pocos que piensan de manera inde-pendiente y liberal, cuando otra vez hay temores de que en Colombia podría volver la oscuridad que triunfaba a finales de los años ochenta. Yo no lo vi en Buenos Aires, en aquellos años, pero nos escribíamos con frecuencia (gracias a él se publicó mi primer libro) y cuando fui por primera vez a Argentina, no hace mucho, él me dio su itinerario cotidiano, las calles y cafés que recorría en los días de su exilio. Sus parques, los recorridos borgesianos, las librerías de nuevos y de viejos.

No dudo de que haya algunos, hoy también, que tengan deseos de "anular-

les el cerebro" a personas como Alberto Aguirre y Carlos Gaviria, dos colombia-nos que se fueron al exilio obligados, y salvaron la vida, y volvieron, y aquí siguen, como nuestra conciencia moral más libre y más necesaria. No hace demasiado tiempo, en 1987, pasó todo esto. A algunos, sí, les "anularon el cerebro". Pero algunos salvaron el pellejo yéndose al exilio, a España o a Argentina o a otras partes, y ahora han vuelto. Tan canosos como entonces, todavía más sabios que entonces. Son una parte de la cultura antioqueña que yo salvo. Cada día estoy más canoso, aunque no como ellos. Pero eso sí, cada cana que me crezca, espero merecérmela. Son dos grandes amigos que heredé de mi mejor amigo, ese otro cerebro que no alcanzó a salir al exilio y fue anulado por las manos sangrientas de otros antioqueños.

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El candidato presidencial que no perdióImagen tomada de: Revista Semana. Marzo 31 de 2015

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Medellín, algún día de 1942. Esta historia comienza con un niño que sale a las volandas de la casa de sus abuelos y, sin atisbar, atraviesa una calle del barrio Manrique.

Antes de entrar al café de la esquina, amarra los cordones de sus botines Reysol, se sube las medias y compone las cargaderas de sus pantalones cortos. Desde un resquicio de la puerta, recorre el lugar con la mirada: ya le contaron que por ahí anda Carlos, su padre. Una vez más, con una copa en la mano, se arma de coraje para pedirle cacao a su exmujer.

(Ella, maestra de escuela, ha aprendido bien la lección: no aceptar las propuestas de ese hombre inestable, desadaptado).

Revista Universidad de Antioquia, Nro. 316, abril-junio de 2014, pág. 73-84. [Entrevista| Carlos Gaviria Díaz: Pensamiento, palabra, obra y omisión. Ver en: http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/revistaudea/article/viewFile/20170/17026

Periodista independiente y profesora de la Universidad Eafit.

*

**

¡Velo!

Carlos, de cinco años, se apresura al encuentro de aquel amado desconocido. Se sienta sobre sus piernas.

-La próxima vez, te voy a traer un regalo: ¡te voy a dar un tigrecito!- promete el padre.

Roldanillo, 13 de febrero de 1944. Carlos Gaviria Arango, reportero del Diario del Pacífico, reside en el Valle del Cauca. Fiel a su vida bohemia, ese domingo en la tarde entra a una cafete-ría, pide una cerveza y vierte veneno en el vaso. Bebe.

No deja ninguna carta.

Bogotá, 20 de marzo de 2014. Sobre un viejo sillón, un hombre de cabello abundante y canoso, con la barba plateada, lee en voz baja:

Fue príncipe en los días de mi infanciade donde regresó con las manos vacíasy el miedo en la frente.Lo esperábamos hasta la tardemientras él se hundía en la nochelejos […].

PENSAMIENTO, PALABRA, OBRA Y OMISIÓN*

Ana Cristina Restrepo Jiménez**

Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.Ludwig Wittgenstein

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¿Quién no sabe quién es Carlos Gaviria Díaz? doctor en Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia. Magíster en Derecho de Harvard. Profesor y decano de la Facultad de Derecho, vicerrector de la Universidad de Antioquia. Fundador del Instituto de Estudios Políticos del Alma Máter. Magistrado de la Corte Constitucional. Senador de la República. Candidato presidencial, etc.

***

En un pueblo de la provincia de Álava, en el País Vasco (España), echó raíces el árbol genealógico de la familia Gaviria. Carlos Gaviria Troconiz fue la semilla que vino a germinar en Antioquia.

De ese linaje procede Carlos Gaviria Díaz, quien nació el 8 de mayo de 1937, en Sopetrán. A los tres años, partió con su familia a vivir en Medellín.

Nieto de Carlos Gaviria Blair e hijo de Carlos Gaviria Arango, su familia mantenía dos tradiciones: el primogénito siempre llevaba el nombre del padre y, al nacer, recibía un copón de plata.

María de la Paz Díaz, Maruja, su madre, estudió para ser maestra en el colegio de María Auxiliadora. Fue compañera de pupitre de una niña curiosa y rebelde, a quien años después le prohibirían entrar a misa. Se llamaba Débora Arango.

Maruja se casó muy joven. Pronto se separaría de quien fue el padre de sus tres primeros hijos (dos mujeres y un hombre): Carlos Gaviria Arango, periodista empírico y escritor, que ed i tor ia l i zó en d ia r ios como E l Colombiano (Otto Morales Benítez dedicaría a su memoria una de sus columnas, Vientos contrarios).

Tras la separación, Maruja se vio obligada a trabajar en escuelas rurales, y solo regresaba una vez a la semana. Los abuelos maternos se encargaron de la crianza del pequeño Carlos.

Los más gratos recuerdos están al lado de su abuela, Ana Holguín, "una mujer de primeras letras, con una personalidad brillante y muy tierna". El abuelo, Fernando Díaz, abogado empírico, solía levantarse declamando en voz alta versos de Quevedo; en su pequeña biblioteca había obras como El jorobado de Nuestra Señora de París y Los Miserables de Víctor Hugo, o El jorobado o Enrique de Lagardère de Paul Feval.

Carlos no aprendió a leer en cartilla como los demás niños, su madre lo aperó con algunos secretos de maestra y con un libro para desentrañar en soledad: Nuestro lindo país colombiano de Daniel Samper Ortega. En su memoria perma-necen las descripciones de Caño Cristales y la analogía de Colombia como una privilegiada casa de esquina. Leyó muy poca literatura infantil: El mono relojero, de Constancio C. Vigil, Pulgarcito y Cuentos de hadas orientales; y desde muy chico se acercó a los libros para adultos, como Príncipe y mendigo de Mark Twain.

Los Díaz cultivaban la tradición de la lectura en familia: al caer la noche, la abuela y la madre se sentaban en la sala y se turnaban para leer en voz alta. En una oportunidad, interrumpieron la lectura de El mártir del Gólgota de Enrique Pérez Escrich: "Ustedes deben ir a acostarse porque vamos a leer cosas que no son para niños". Era el capítulo de María Magdalena.

No obstante, jamás escondían libros. Se procuraba por el respeto del pensamien-

PENSAMIENTO, PALABRA, OBRA Y OMISIÓN

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to liberal: el día de elecciones en 1942, la abuela Ana -lopista hasta la médula- le preguntó a su hija: "Maruja, ¿votaste?"; "Sí, claro", respondió; "¿Por López?", curioseó la madre; "No, por Carlos Arango Vélez [candidato disidente del liberalismo]", dijo la maestra sin temor al reproche.

En la casa de Manrique había dos habitaciones y un salón, donde se reunían en torno al radio. Cada noche, a las siete en punto, rezaban el rosario y después escuchaban el radio-periódico La Noticia, en la frecuencia de Ecos de la Montaña, con sus despachos sobre los delincuentes que iban a parar a "la terrible colonia penal de Araracuara", en Caquetá.

Cuando Maruja se casó por segunda vez, con un empleado de la Cervecería Unión, la familia se mudó para Itagüí, donde nacería su cuarta y última hija.

A los nueve años, Carlos conoció las aulas escolares, entró a cuarto de primaria. Desde el sur del Valle de Aburrá, pedaleaba en su bicicleta hasta el colegio de la Universidad Pontificia Bolivariana. Su carácter solitario y su reticencia a integrarse con grupos heterogéneos evitaron que disfrutara la etapa escolar.

Una de sus grandes pasiones era jugar fútbol. Nada de picaítos callejeros: su espacio deportivo era el colegio. En los recreos no soltaba la pelota y, como en el poema de Helí Ramírez, Carlos era "alero" derecho. La alineación de su equipo escolar estaba configurada por un portero, dos defensas, tres medios y cinco delanteros.

En este fragmento del relato, desapare-cen las canas y la barba, los mocasines

formales de cuero se transforman en guayos, y la camisa Tommy Hilfiger de puños, perfectamente planchada, en una camiseta desaliñada. Narra un Carlos de doce años: "Los de Primero A, que éra-mos los más niños, nos enfrentamos contra Primero C. Ellos tenían con qué golearnos y, efectivamente, lo hicieron. Pero, a los cinco minutos de comenzar el partido, yo hice un gol: ¡sentí una de las emociones más grandes de mi vida! Chuté la pelota a un defensor del equipo de Primero C [sigue con los ojos el tra-yecto del balón añorado], tiré al arco, y ¡GOOOL!".

El árbitro no se preocupó por ocultar ante el resto del colegio su carga a favor de los chiquitos, y sin mayor disimulo le susurró al crack de Primero A: "Tírese en el área que yo le pito penal".

Pero Carlos no fue capaz.

En aque l e s cena r i o r emo to s e configuraba la ética del adulto: "Hablar de juego es hablar de reglas. Porque si bien la sociedad tiene reglas que permiten y facilitan la convivencia, el juego son las reglas que lo constituyen, como quien dice el juego son las reglas por antonomasia. Jugar, entonces, es observar reglas, y eso lo hemos olvidado los colombianos", escribiría en el libro Juego limpio (Ediciones Nuevo Milenio, 1998).

Cuatro goles en contra y uno a favor, el marcador de antología.

***

Gaviria lamenta que en Antioquia el buen comportamiento esté vinculado a preceptos religiosos y no a la observancia de las normas de mayor trascendencia.

ANA CRISTINA RESTREPO JIMÉNEZ

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Su relación con las religiones -la cual perdura, mas no a través de la profesión de fe- tiene origen en una niñez y adolescencia piadosas.

En sexto de bachillerato llegó a ser el director del periódico Acción, de la Acción Católica de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB). Años después, su exprofesor, Horacio Quijano, le diría: "¡Hombre, saber que cuando leía sus ed i to r ia les a uno le p rovocaba arrodillarse!".

Estaba muy joven cuando aceptó la invitación de Octavio Arismendi, entonces estudiante de Derecho de la Universidad de Antioquia, para asistir a reuniones del Opus Dei. Muy pronto dejó de frecuentar el grupo.

El co legio organizaba ejerc ic ios espirituales antes de la graduación. En el momento de la confesión, frente al rector de la universidad, Félix Henao Botero, Carlos sintió que había perdido la fe. Monseñor lo consoló: "Te falta mucho camino por recorrer. No te preocupes que esa fe la vas a recuperar".

La fe nunca regresó. El joven rompió con la Iglesia. Y con el dogma.

Al mismo tiempo, entre una serie de epifanías, el diálogo Eutifrón o de la piedad, de Platón, lo estremeció con un complejo planteamiento: ¿Cómo es posible fundar una conducta coherente y sólida sin la necesidad de apelar a la presencia de Dios?

Pero, tal vez, el episodio fundamental en el proceso de extinción de sus creencias fue cuando decidió no estudiar la carrera en la Bolivariana. Su profesor de historia, Jaime Betancur Cuartas, solía cuestionar

a sus pupilos sobre diversas lecturas: "¿Usted qué opina de la personalidad de Bolívar? ¿Y de Santander?".

Después de exponer la creación de los partidos, el maestro los exhortó a defender los principios de los mismos. Por su manera de pensar, a Carlos lo adscribieron al Partido Liberal, y a su amigo Víctor Rodríguez, al Conservador. Sostuvieron un respetuoso debate.

Fotografía Diego GonzálezNo tengo pruebas de la existencia ni de la inexistencia de Dios. Soy agnóstico. Lo que me queda claro es que Dios o la

creencia en un ser trascendental no puede ser el fundamento de las reglas

de comportamiento.

De nuevo, debió enfrentar a monseñor Henao, esta vez en su despacho: "Usted ha pronunciado una catilinaria impía. Ha citado autores impíos como Rafael Uribe y Luis Eduardo Nieto Caballero: ¡Estamos en una universidad católica! ¡Respete esa tradición!".

Al culminar la secundaria, obtuvo la medalla de la Gobernación de Antioquia al mejor bachiller, podía ingresar becado a la UPB; s in embargo, aquel la conversación con el rector lo motivó a tomar el examen de admisión en la Universidad de Antioquia.

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Carlos Gaviria no es ateo: "No tengo pruebas de la existencia ni de la inexis-tencia de Dios. Soy agnóstico. Lo que me queda claro es que Dios o la creencia en un ser trascendental no puede ser el fundamento de las reglas de comporta-miento". Tampoco es un irreligioso dogmático, acude al templo a misas exequiales y respeta a quienes atienden el culto. "Jamás trataría de disuadir a alguien que viva su religiosidad de manera rigurosa".

De las religiones, aprecia el rito como fuente de belleza -el canto gregoriano, una fuga de Bach en el órgano de una catedral-. Considera que el gran problema en la concepción de lo divino tiene un origen común: la tendencia, tan humana, a ver en las fuentes de belleza fuentes de verdad.

-¿Es posible la experiencia mística en un agnóstico o un ateo?

-Creo que sí. No hay que entender por místico únicamente lo emocional derivado de la creencia religiosa sino, como diría [Ludwig] Wittgenstein, lo derivado de experiencias que no se pueden contar con palabras, que no se pueden decir. Uno puede tener esa experiencia escuchando un concierto, leyendo un poema.

Para Gaviria Díaz, esa exaltación también es posible con algunos deportes, cuya dimensión estética es para él indudable.

La primera vez que presenció un partido de fútbol fue en el estadio de San Fernando (antiguo hipódromo), en Itagüí. El Medellín (todavía no era "Deportivo Independiente") venció al Aucas, de Ecuador, ese tres a dos marcó el comienzo de una sólida relación con El Poderoso, devoción que después inculcó

en su hijo, desde las tribunas del estadio Atanasio Girardot.

Pero no, él no es un hincha desbordado: nunca ha anhelado tirarse a la cancha a rematar un pase ni ha soñado con tener el número del celular del director técnico del DIM. Recuerda a su compañero de docencia, Jaime Sanín Greiffenstein, hincha furibundo del Atlético Nacional, con quien solía ir al estadio; aquel "intelectual extraordinario, profesor racional, contenido", solía transformarse en medio de la multitud: "¡Árbitro no sé qué: ¿no tenés rojas o qué?!".

Los mejores partidos a los que ha asistido se jugaron en Buenos Aires: Boca Juniors vs . R iver P la te , pr imero en La Bombonera, y luego en el Estadio Núñez.

-Por lo que me conoces, ¿de quién seré hincha, Anita?

"Con tu enseña victoriosa que es de oro y cielo azul […] Boca es nuestro grito de amor". ¡No podría ser otro!

***

El ingreso a la Universidad de Antioquia condenó -poco a poco- a sus guayos al clóset.

Su grupo social en el Alma Máter era muy reducido. Antonio García Piedrahita y Édgar Tobón fueron algunos de sus amigos más cercanos. Durante la época universitaria tuvo una sola novia, quien además de gran amiga fue su compañera de estudio.

Entre sus maestros evoca con especial aprecio a Francisco Rodríguez Moya: "Lo admiraba tanto que me propuse aprender a fumar por él. Rodríguez Moya ponía a la derecha una cajetilla de

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cigarrillos Camel, y a la izquierda una de Piel Roja. No apagaba el cigarrillo, solo cambiaba del tabaco negro al rubio. Fumaba delicioso, ¡pero yo no pude!: ensayé con todo, pero fumaba y salía a lavarme las manos y cepillarme la lengua con un cepillo de dientes. No me aguantaba el olor a nicotina".

Las lecturas académicas y personales formaron a Carlos Gaviria en la tendencia filosófica del positivismo jurídico. Una vez empezó a enseñar en Derecho, despertó una fuerte oposición en dos sectores: los católicos fanáticos y los marxistas emergentes. Sus búsquedas intelectuales no eran las habituales en su entorno universitario; en 1972, cuando regresó de Estados Unidos, pocos conocían a Ludwig Wittgenstein.

-¿Cómo llegas a Wittgenstei y Russell?-Empiezo a estudiar el iusnaturalismo, el positivismo. Soy un enamorado del rigor: encuentro que los planteamientos positivistas son muy rigurosos, y los iusnaturalistas no. Empiezo a meterme en autores que, sin haber escrito directamente sobre la filosofía del Derecho, inspiran una tendencia como el positivismo jurídico: llego a Bertrand Russell, quien indujo a Wittgenstein a estudiar filosofía y luego fue su examinador, a pesar de que tuvieron grandes diferencias.

-¿Cuál es el asunto en particular que te ayudan a esclarecer?-Me obsesiona la conducta moral: qué es bueno y qué es malo (de ahí mi amor por Wittgenstein), ese es un problema que a uno no se lo puede resolver nadie. Los problemas de la física y de la matemática te los resuelve alguien, pero el ético, ¿qué sentido le doy yo a mi vida?, eso lo resuelve uno solo.

-¿Has sentido algo parecido a la soledad ideológica?-La he asumido más con sorpresa que como tragedia.

¿Y la soledad, a secas?-Comparto con Borges la idea de que lo horrible de una cárcel no es estar solo sino no poder estar solo. Vivo la soledad de una manera dichosa porque sé que puedo salir de ella con facilidad.

En 1987, cuando impartía la cátedra de Filosofía del Derecho, consideró tomar un año sabático para dedicarse a escribir un libro sobre el saber, virtud y poder en Platón. Fue entonces cuando sucedió la tragedia que cambiaría su vida: el asesinato de su amigo Héctor Abad Gómez. En medio de la zozobra, Carlos Gaviria partió para Argentina.

Desde aquella época ya trabajaba en la obra Mito o logos (Luna libros, 2013), en la cual reflexiona si es el pensamiento o la poesía, la emoción o la razón, lo que debe prevalecer para resolver los enigmas humanos.

-Escribiste sobre Platón, pero en repetidas oportunidades has dicho que Sócrates es tu norte. ¿Por qué?-En primer lugar, por la claridad de Sócrates; en esto lo relaciono con Wittgenstein: para él la claridad no es un medio sino un fin en sí mismo. Y en segundo lugar, la virtud de la lógica: la claridad mental y la ética, la persona debe decir, pensar y hablar de una misma manera. Una virtud muy escasa en la política.

El derecho le ha interesado como objeto de contemplación, no tanto así desde la praxis. Sin embargo, ejerció la profesión en los campos administrativo, civil y

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penal, en una oficina que tuvo con Orlando Mora, Ramiro Rengifo y Efraín Vélez.

***

En 1967 viajó a estudiar un curso de Derecho Público Comparado en la Universidad de Madrid. En una fiesta de colombianos conoció a una estudiante de psicología, de quien ya le habían hablado en Medellín: María Cristina Gómez.

Ella, novia de un argentino; Carlos, de una chilena.Una excursión familiar de verano se llevó lejos a la "polola" del joven abogado, que pronto buscó compañía.

Invitó al teatro a la chica de la fiesta. Después de la obra, regresaron a pie has ta l a P laza de l Marqués de Salamanca, no hacían sino conversar. Cuatro meses después se casaron: "Fue el noviazgo más zanahorio, María Cristina era profundamente católica, y yo muy respetuoso de sus creencias y costumbres".

A esa conversación, que ha durado cuarenta y siete años, se unieron las voces de cuatro hijos (Natalia, Ana Cristina, Carlos y Ximena) y seis nietos.

***

Carlos Gaviria vive en Medellín con su familia. Y en Bogotá, con sus libros.

C u a n d o a b r e l a p u e r t a d e s u apartamento en el Chicó, recibo un impacto súbito: la mirada de El Cardenal, un afiche del retrato renacentista pintado por Rafael. De la sala provienen las notas de una sonata para piano y, a medida que me acerco a la fuente sonora, me interno en un mundo personal, que configura y define el ser individual.

En el piso, una canasta llena de corchos de botellas de vino (alguna vez Carlos temió que se acabaran los alcornoques del planeta); sobre el sillón de lectura, El Espectador y Semana; por allí, un mapamundi; por allá, unos viejos casetes del curso "Despegue en portugués". Una botella de vino Montes Alpha y una caja de trufas sobre el comedor. Muchas obras de arte: un grabado insólito de Fernando Botero, un par de paisajes originales de Eladio Vélez, y la más sublime: una fiel reproducción (mediana) de Mujer con sombrero, del fauvista Kees van Dongen.

La Revista Universidad de Antioquia me parece la publicación cultural más importante de Colombia. Me gusta mucho El Malpensante, pero la mejor es Universidad de Antioquia: aquí la tengo separada, acabo de leer un comentario maravilloso a la obra de Piedad Bonnett [escrito por Asbel López].

Descargo mi maleta de viaje y me detengo para observar un mueble con decenas de copas de distintas formas y materiales, desde jade hasta cristal de Murano pasando por una belleza azulada

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que más parece una porcelana de Limoges.

Con Carlos Emilio murió la tradición Gaviria de recibir un copón de plata al nacer, pero eso poco o nada tiene que ver con su colección. Con delicadeza, me muestra su copa predilecta, de San Telmo (Buenos Aires), hace una señal de silencio. Shhh. Le da un golpecito con una cuchara de té.

Improvisa una especie de opus cristalina, un breve concierto de cuchara y copas que como campanas invertidas tañen con la esperanza de embriagar a su dueño con algún buen licor.

Sobre el aparador de las copas brilla un objeto decorativo: es una página de plata del Corán, cuyas inscripciones están escritas en árabe; se la regaló el máximo jefe espiritual islamista en Siria, cuando atendió una invitación especial -como candidato presidencial- del cónsul general del Líbano en Colombia. Carlos desconocía el s ignificado de las inscripciones.

"Son los 99 nombres de Dios en el Islam, y en el centro hay una parte del capítulo del exilio, surat al-Hashr, que dice algo como "Él es Alá y no hay otro dios fuera de Él", me explica la profesora Manuela Ceballos, estudiosa del Corán. Y me da un consejo para el dueño de la placa: "El nombre de Dios no debe tocar el suelo, ni nada que tenga ayas (versos) del Corán".

A mi advertencia, responde: "El reguero de libros en el suelo te habrá dicho que no soy musulmán y que hace tiempos que perdí el paraíso. Pero es que ese es mi paraíso, y no aspiro a otro". Carlos dice que "apenas" puede recitar de memoria unos pocos poemas muy bellos, que pueden llegar a ser cien, y los repite para sí mismo, "al modo de los sufíes".

De repente, como buen russelliano, reconsidera sus argumentos: "Miento, Anita. Ver mis libros, que tanto amo, dispersos en el suelo, es para mí un infierno, pero no tengo alternativa. Tengo la esperanza de que Alá entienda mi situación y me perdone".

El corazón del apartamento es la biblioteca, vigilada por dos gigantes: Ludwig Wittgenstein y Jorge Luis Borges. Los libros de Carlos ya no caben en Bogotá, ni en su hogar en El Poblado, ni en su estudio del barrio Malibú.

La biblioteca se convierte en una caja de resonancia polifónica en la cual todos los libros hablan a través de Carlos. Con un orden pasmoso, señala los anaqueles: historia, economía, política y sociología, derecho y literatura. Su época literaria más querida se ubica en la Viena de Wittgenstein, de entreguerras: Arthur Schnitzler, Hugo von Hofmannsthal y Elías Canetti.

Ediciones repetidas de Retratos de memoria de Bertrand Russell (esta es muy bonita, esta me la dio un amigo, cómo salgo de esta…), Wittgenstein en varios idiomas (Carlos lee alemán, italiano, francés e inglés), y llegamos al que considera su gran tesoro: La decadencia de Occidente de Oswald Spengler. Emocionado, lee en voz alta la frase de cierre: "Ducunt fata volentem, nolentem trahunt": "El destino conduce a quien se somete y arrastra a quien se resiste", la misma que le escribió Séneca a Lucilio.

Carlos es mal lector de autores de moda y best sellers. Concibe la experiencia intelectual como individual, una aventura solitaria. Nunca se ha sentido atraído por los grupos de estudio: "¡Otra cosa es cuando a uno lo seduce algo que ha

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estudiado y quiere compartirlo con la gente que uno quiere!".

Con nostalgia, recuerda la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. Hace casi treinta años, cuando Internet no existía, encontró en sus anaqueles Pensadores griegos (Griechische Denke) de Theodor Gomperz. Día y noche tomaba notas presionado por la fecha de devolución. En la víspera de su regreso de Argentina, en una anticuaria de la Calle Libertad, se topó con los tres tomos que hoy representan una época crucial en su vida.

Entre tantos poetas que admira, destaca a Idea Vilariño, por lo desgarradora que es su obra amorosa, fruto de su relación difícil con Juan Carlos Onetti. Separa un poema de la uruguaya (bastante cercano a su querido Wittgenstein):

Qué puedo decirYaQue no haya dichoQué puedo escribirYaQue no haya escritoQué puede decir nadieQue no hayaSido dicho cantado escritoAntes.A callar.A callarse.

Sobre su escritorio está el libro Paranoia. La locura que hace la historia, del psicoanalista junguiano Luigi Zoja, el cual presentará al día siguiente.

-Descreo del psicoanálisis como terapia, me parece una perspectiva muy bella para analizar el arte y la historia -afirma, mientras señala en los estantes las obras de Sigmund Freud y de Wilhelm Stekel-. No creo en su capacidad curativa: es una estafa. (Las discusiones que sostiene con

su amigo, el psicoanalista Juan Fernando Pérez, han de ser como para alquilar palco).

-¿Será que hay lecturas perdidas?-En eso soy borgesiano: hay que ser hedonista en las lecturas. Cuando piensa que el libro es frívolo, que su contenido no vale la pena y la forma tampoco, lo q u e d e b e e s p r e s c i n d i r d e é l inmediatamente y elegir lecturas donde uno nunca se pierda. Nunca me siento perdiendo el tiempo cuando leo.

***

Una mirada fugaz al rincón más íntimo: su alcoba.

En un costado de la cama doble, está una pequeña reproducción del Cristo crucificado de Diego Velásquez, que alguna vez le trajo a su madre del Museo del Prado.

Es un cuerpo limpio y solitario, cuyo rostro no revela agonía sino la placidez del sueño de quien presiente que va a resucitar. Es el retrato de la confianza en el Padre. "Vela el Hombre desde su cruz, mientras los hombres sueñan", escribió don Miguel de Unamuno, como si hubiera entrado a hurtadillas en esta habitación.

-¿Has lamentado con intensidad la ausencia de tu padre?

-Nunca había pensado eso. Lo que significa que, posiblemente, nunca lo he lamentado mucho. Me nutría con la imagen que tengo de mi padre: por una parte, la muy efímera que me formé en l o s momentos en que l o t ra t é directamente, que tuve contacto físico; y por otra, por la leyenda que había en la familia: una persona inteligente, libre (hasta libertina). Cuando murió, el golpe

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para mí no fue muy fuerte pues no vivía con nosotros. Yo advertí que algo nos estaban ocultando, hasta que logré averiguar que era un suicidio, una cosa tan rechazada socialmente.

-¿El suicidio es para ti una opción?-En el plano personal, no lo deseo fervientemente, tampoco lo descarto. Siempre he considerado el suicidio como una posibilidad, una muy digna. Si el derecho fundamental inalienable es el derecho a vivir, y el derecho no puede ser entendido como una obligación, yo tengo el derecho a vivir y no la obligación de hacerlo. Un derecho en igual jerarquía es el derecho a no vivir.

***

Carlos Gaviria incursionó muy tarde en la política. En 2002 dejó atrás treinta años de docencia universitaria y, precedido por su prestigio como magistrado -con sentencias como la despenalización de la dosis personal y de la eutanasia-, llegó al Senado.

Sin intención de entrar en la contienda electoral, con Lucho Garzón participó en la fundación de un partido político de izquierda democrática: el Frente Social y Político. Un sábado en la tarde, en el apartamento del Chicó, Enrique Borda, Daniel García Peña y el mismo Garzón le pidieron al exmagistrado que asumiera la candidatura del partido.

-¿Por qué aceptaste?-Por falta de carácter -responde sin vacilar. El Banco Santander le prestó $120 millones para la campaña y durante siete semanas visitó algunas ciudades. Obtuvo 115 mil votos, la quinta votación más alta para el Senado en 2002.

Cuatro años después, en las elecciones presidenciales, se logró la unidad de los

sectores de izquierda: en consulta popular abierta se eligió un candidato único entre Antonio Navarro Wolff y Carlos Gaviria Díaz. Contra todo pronóstico, el profesor antioqueño ganó la consulta.

Ser candidato a la Presidencia de la República significó renunciar a sus hábitos de soledad entrañable, a las siestas después de almuerzo. En campaña, salía a las 5 a.m. y llegaba fatigadísimo a las 11 p.m.: ruedas de prensa, almuerzos colectivos (¡y con discurso!), entrevistas a medios de comunicación, concentraciones en plazas públicas, cenas irrenunciables.

El ejercicio de la política despertó en él una inhibición ética y lógica. Para los discursos en plaza pública, siempre llevaba un derrotero básico: situación de los estudiantes, de los sindicalistas, de las mujeres, de los indígenas. Y casi siempre terminaba de una forma "terrible" (bajo su implacable autojuicio crítico): se daba cuenta de todo lo que le había faltado mencionar y, ante todo, de lo complicado que es ajustar el discurso, en términos de comprensión, para un púb l i c o más amp l i o : "Hoy me avergüenzo de mis primeros discursos, tan académicos, frente a cultivadores de papa".

Estableció una de las relaciones más complejas con los publicistas de la campaña, quienes buscaban alterar su fisonomía, su voz… hasta el último detalle. En sus encuentros con ellos pensaba en la confrontación ideológica que pierde ante la imagológica, la cuestión que aborda Milán Kundera en La inmortalidad.

Es curioso descubrir que Gaviria es de los pocos políticos que ha diseñado por sí mismo el eslogan de su campaña,

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"Construyamos democracia, no más desigualdad".

Para él, la política es el arte de la simulación: "Es una actividad tan irracional que tú te das cuenta de que los hábitos mentales y emocionales que cultivas en la academia -el pensamiento coherente, responsable, ilustrado, bien respaldado- en la política son una desventaja".

En las elecciones presidenciales de 2006 consiguió la votación más alta de la izquierda en toda su historia: 2'623.000 votos. Haber perdido la presidencia no fue un fracaso, puesto que "el éxito se mide con base en las metas que cada cual se traza", entre las suyas no estaba llegar al poder.

Año 1974. Carlos dicta la cátedra de Hermenéutica Jurídica en la Universidad de Antioquia. Un día, uno de sus pupilos se le acerca: "No podré asistir a clase, tengo una reunión en el Directorio Liberal".

-Cuénteme: ¿Usted qué quiere ser en la vida? -pregunta el profesor.-Presidente de la República -responde sin titubear.-Usted va a ser presidente, Álvaro, está organizando todos sus esfuerzos y talentos hacia esa meta -dice el maestro, después de conceder el permiso.

En el cargo de gobernador de Antioquia, el alumno condecora a su maestro.

Años más tarde, durante la campaña presidencial, el alumno no asiste a ninguno de los debates con su maestro.

***

Damón de Atenas, maestro de Sócrates, fue uno de los primeros pensadores que

estableció un vínculo entre la música y la formación del etos.

Regresamos a la sala, mientras conve r samos sob re l a r e l a c i ón tormentosa entre Jacqueline Dupré y Daniel Baremboim. Carlos hurga en su discoteca, donde la serenidad barroca del clavecín convive en armonía con el atrevido bandoneón de arrabal.

"Lloro con mucha frecuencia, pero no de tristeza", me advierte antes de sentarse a mi lado.Elige la ópera Nabucco de Giuseppe Verdi. Suena Va pensiero: "Oye esto, Anita, lo cantan mientras van en un barco escapando".

Va, pensiero, sull 'ali dorate; va, ti posa sui clivi, sui colli, ove olezzano tepide e molli l 'aure dolci del suolo natal!

Las cuerdas frotadas se transforman en olas, sentimos la cadencia de los remos fugitivos que luchan contra la furia del mar. Las voces del coro ascienden. Carlos apoya los codos en las rodillas y se quita las gafas. Quién sabe a dónde vuelan las alas doradas de su pensamiento. Con la palma de las manos se seca los ojos.

Revive el día en que Italia celebró su aniversario 150, en la Ópera de Roma, con la representación emblemática de su unificación: Nabucco de Giuseppe Verdi, bajo la dirección de Riccardo Muti. Entre el público estaba el primer ministro Silvio Berlusconi, ya con cargos de corrupción en su contra.

Los asistentes empezaron a cantar los coros de Va pensiero, "Oh mia patria sì bella e perduta!/ Oh membranza sì cara e fatal!". Muti le dio la espalda al escenario y, en comunión con el público, comenzó a dirigirlo: "Cantemos todos que en este

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momento -cuenta Carlos con la voz quebrada- Italia lo necesita".

Su melomanía es de vieja data. Entre 1953 y 1955 perteneció a una "peña literaria" para comentar libros, declamar y oír música. Hacía "paliqueo" con Irene Zapata, Jaime Jaramillo Panesso, Darío Ruiz, Guillermo Henao, Fabio Rodríguez, Enrique Molina, Jairo Álvarez y Fidel Restrepo. "Carlos siempre fue un sabihondo del tango", afirma Jaramillo Panesso.

Los integrantes de la peña solo bailaban para patrocinar el tabloide Movimiento. Organizaban bailes típicos en las casas de los amigos, las cuales decoraban con matas de plátano y, disfrazados de c a m p e s i n o s , c o n s o m b r e r o s y alpargatas, se movían al ritmo de pasillos, bambucos y boleros.

Movimiento salía de la tipografía de los salesianos, con columnas sobre cine, artes plást icas y l i teratura. Las tendencias políticas universitarias de los integrantes acabaron con la peña y el tabloide, y cada quien tomó su rumbo para militar en distintos partidos.

Si en algún campo Gaviria puede ser definido como un demócrata es en la música: del éxtasis ante la grandeza de las composiciones de Franz Schubert y Johannes Brahms, o las interpretaciones de Friedrich Gulda y Sviatoslav Richter, pasa al asombro con La Cucharita de Jorge Veloza, La pollera colorá de Wilson Choperena, Carmen de Bolívar de Lucho Bermúdez, o Cuatro preguntas de Eduardo López.

Nuestra conversación es interrumpida cada vez con más frecuencia: es oficial la primera destitución del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, y los medios,

frenéticos, quieren la opinión experta del exmagistrado. A todos les responde con cortesía que prefiere abstenerse. Solo se extiende en explicaciones y precisiones jurídicas con Héctor Abad Faciolince.

Carlos Gaviria y su esposa, María Cristina Gómez, archivo familiar

***

Bajamos a los garajes del edificio, se abre el ascensor y, de inmediato, aparece José Eliodoro Rubio, "Lolo", la sombra de Carlos Gaviria desde hace veinte años. Dos ca r r o s b l i ndados y va r i o s guardaespaldas integran su esquema de seguridad.

Nos dirigimos al apartamento de un viejo amigo suyo, profesor y poeta.No demoran en entrar en materia. Sirven el whisky y declaran su preferencia por Carlos Gardel seguido de Roberto Goyeneche. Gaviria entona la canción que quiere escuchar, cuyo nombre no a c u d e a s u m e m o r i a : " E s t á s desorientado y no sabés/ Qué bondi hay que tomar, para seguir…".

"Desencuentro", dice su amigo."Amargo desencuentro/ Porque ves que es al revés./ Creíste en la honradez y en la moral/ Qué estupidez", cantan juntos mientras buscan el acetato y hablan de los compositores de tango y su conexión con los poemas de Rubén Darío.

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Gaviria evoca aquella oportunidad en que Roberto Rufino vino a Medellín: en Calatrava, la finca de sus suegros en las afueras de Itagüí, el cantor argentino, en compañía del Coco Potenza, interpretó todo lo que le pidieron desde las ocho de la noche hasta las cinco de la mañana. Perla, su mujer, lo regañaba: "Tenés compromisos con la Casa Gardeliana, Roberto, estás desgastando la gargan-ta". Y él contestaba: "¡No estoy cantando con la garganta sino con el alma!".

De repente, los acetatos suenan solos. Nadie les hace coro a los cantores. Se siente el crujir del piso de madera.

Carlos toma un sorbo de whisky. Se levanta del viejo sillón y mira a "Lolo" por

la ventana. Coge el libro escrito por su anfitrión, David Jiménez Panesso, y relee su poema "Retrato del padre".

En sus cartas habitabaun alma más dulcepero su cuerpo la guardaba de nosotrosNunca vi sus ojosde bebedor silenciosohasta la tarde en que sombrío los cerró por fin en casa.

Esta historia termina con un hombre que sale a las volandas de la casa de un amigo en el barrio Chapinero. Un prolongado silencio lo confirma: Carlos Gaviria ha llegado a su límite.

Carlos Gaviria: sentido homenaje en su cumpleañosImagen tomada de: Revista Semana. Mayo 8 de 2015

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Tomado de Cromos. Ver: http://www.cromos.com.co/hoy-historias-personajes/una-de-las-cosas-que-envidio-es-al-que-sabe-bailar-tango-carlos-gaviria Bogotá, abril 1 de 2015.

*

En el 2006, el hombre racional, analítico, profundo y trascendental aspiraba a la presidencia con el Polo Democrático, pero su "pasión frívola" por los tangos lo trajo a Cromos.

Archivo Cromos

El gusto por el tango lo aprendió en un salón de clases en el que él era el profe-sor. Palpitaban los años 60 en Medellín y Carlos Gaviria Díaz, quien ya era doctor en Derecho y Ciencias Políticas, era de los pocos que aún no había sucumbido al hechizo del bandoneón. Sus alumnos -que por su precoz arribo a la docencia eran contemporáneos suyos- se encar-garon del asunto y pronto lo convirtieron en amante vitalicio de la voz de su tocayo de apellido Gardel.

"Me iniciaron en la vida del tango. Hacíamos sesiones bohemias, cantába-mos y nos tomábamos unos tragos". Lo

dice con la certeza del magistrado que se hizo famoso por fallos históricos de la Corte Constitucional en temas como "el libre desarrollo de la personalidad".

Su costumbre tanguera se volvió casi libertina, tanto que ahora la música es la dictadura que somete a este librepensa-dor. Para él sigue siendo un plan de amigos. Una manera de distraerse, de divertirse, de pasar el tiempo. Jamás los oye solo y los sigue acompañando siem-pre con whisky o aguardiente.

El precandidato presidencial por el Polo Democrático -quien le peleará en las urnas la candidatura oficial de la izquier-da a Antonio Navarro Wolff- tiene con el tango un vínculo civil de tiempo atrás. Un aporte personal e íntimo al mito que circunda la figura del gran Carlos Gardel...

El doctor Alberto Gómez Arango, padre de su esposa, acudió aquel triste 24 de junio de 1935 a examinar los restos del accidente aéreo en el que murió en Medellín 'el Morocho del Abasto'. "Él me decía que lo habían identificado porque tenía la dentadura intacta y muy bonita. Que no tenía caries ni calzas".

Después, con el pasar del tiempo, Gaviria fue creando sus propios lazos y tejiendo sus propios recuerdos. Hace 20 años

"UNA DE LAS COSAS QUE ENVIDIO ES AL QUE SABE BAILAR TANGO" CARLOS GAVIRIA*

Revista Cromos

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Horacio Ferrer, el letrista de Astor Piazzola, visitó la capital antioqueña. El ex presidente de la Corte -poseído por su papel de sublime fanático- lo presentó a un auditorio en la Universidad de Antioquia. "Sus letras son de poeta. Surrealistas, elaboradas, extrañas y bellas". De aquel día guarda una amistad y un tesoro muy personal: un cancionero con una linda dedicatoria.

Archivo Cromos

Tiene un cancionero firmado y dedicado por Horacio Ferrer (letrista de Piazzola). "Es un compositor de tangos surrealistas, de letras de poeta; elaboradas, extrañas y bellas".

Mientras lee emocionado las palabras que le dejó Ferrer, le brota sin control su espíritu académico. Ese que lo matriculó en la Universidad de Antioquia y en Harvard. Y que lo llevó a ser el Vicerrector General y Decano de Derecho de su alma máter.

"Carlitos. Mi querido. Van estos 'gota-nes'...". Interrumpe para explicar que las palabras al revés son una técnica de

distorsión del idioma que crearon los presidiarios para despistar a los carcele-ros. Continúa la lectura. "... dignos de haber sido escritos por René Magritte en curda...". Otra pausa para comentar que 'en curda' significa borracho y que René Magritte era un pintor surrealista belga maravilloso. Y termina. "... y te los ofrezco con amistad que no nace de admiración y con admiración que no nace de amistad. Medellín, 1983. Y nos quería-mos tanto".

La discoteca de su apartamento en Bogotá, que es sólo una minúscula sucursal de la que tiene en Medellín, está dominada por la música clásica y los tangos. Allí conviven en armonía Pompas de jabón, de Enrique Cadícamo, con Un r é q u i e m a l e m á n , d e B r a h m s . Desencuentro, de Cátulo Castillo, con La muerte y la doncella, de Schubert. Sur, de Homero Manzi, con Sinfonías de París, de Haydn. Y la versión de Roberto Goyeneche, de Malena, con El rapto en el serrallo, de Mozart...

Su lado argentino, el que no le permitió contener el canto cuando habló de Sangre maleva, La bicicleta blanca y Balada para mi muerte, también se evidencia en una pared del estudio forrada con la obra de Jorge Luis Borges. Pero la vena gaucha del Senador, de mirada bonachona y blanca cabellera, agoniza a la hora del baile. "Soy pésimo bailarín. Una de las cosas que envidio es al que sabe bailar tango".

No importa porque Carlos Gaviria tiene, como la canción de Enrique Santos Discépolo, Alma de bandoneón.

REVISTA CROMOS

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Licenciado en Matemática y Física, profesor jubilado de la Universidad de Antioquia, [email protected]*

Guarne, 6 de abril, 2015

Aprovechando el receso académico de Semana Santa, me dediqué a dar un poco de orden a mi modesta biblioteca. Estando en esas, me topé con un antiquí-simo y desbaratado libro, que ha sufrido los rigores del paso del tiempo: Carece de pasta, sus hojas son de color rapé, y adicionalmente le hacen falta las nueve primeras páginas, lo que imposibilita la obtención de información básica: autor, título, editorial, ciudad, país, año, índice. Entre las páginas 21 y 23, aparece un documento que me llamó la atención y que transcribo fielmente:

En aquel lejano país que existió en tiempos remotos, y cuya naturaleza fue tan generosa que tenía costas en dos océanos, y parte de cuya biodiversidad era considerada pulmón de la humani-dad; país que además tuvo la fortuna de tener entre sus gobernantes a un popula-rísimo dirigente político conocido como EL MESÍAS, quien sobresalió por su amplísimo espíritu democrático, patrióti-co y católico, y que puso en práctica lo que denominó "democracia con segu-ridad", ocurrió un hecho curioso que relatamos a continuación.

Digamos antes que, en ese agraciado país, uno de los dos más felices del mundo (según Happy Planet Index), el poder judicial estaba a cargo de cuatro cortes: el Consejo Superior de la

Judicatura (13 magistrados); el Consejo de Estado (31 magistrados); la Corte Constitucional (nueve magistra-dos), y la Corte Suprema de Justicia (23 magistrados). Las personas que integraban estas "altas cortes", eran rigurosamente escogidas por su honesti-dad a toda prueba y eran las encargadas de cuidar y engrandecer la majestad de la justicia.

Un prestigioso columnista de una revista hebdomadaria de circulación nacional, había escrito un año antes de la ocurren-cia del hecho a relatar, un artículo titula-do "la majestad de la justicia", en el cual puede leerse:

"…Pero en cambio todo delincuente con dinero puede comprar su excar-celación o lograr que un juez le dé su casa por cárcel, o lo instale en un club de la Policía o en una clínica. Los jueces se venden. Pero también se venden los más encopetados magis-trados de las altas cortes…

… Los cargos allá arriba se venden, se compran, se permutan. Las muchas veces anunciada reforma de la justicia acabó siendo un festín de jueces y de políticos corruptos. Saltan de rama en rama, como Tarzán de los Monos: del Consejo de Estado a la Procuraduría, de la Fiscalía a la Corte Suprema…”

UN PROBLEMA DE LÓGICA

Grimaldo Oleas Liñán*

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He aquí el relato:

En cierta ocasión, los 76 honorables magistrados asistieron, previa invita-ción, a un foro, cuyo tema central era "La majestad de la justicia vs. La silla giratoria", en una hacienda ubicada en el norte de la nación, y famosísima por sus tierras ubérrimas, de propiedad de EL MESÍAS (quien a la sazón fungía por segunda vez como PADRE DE LA PATRIA). Además de los invitados y del anfitrión, se encontraban en la reunión: el Procurador General, el Fiscal General, y un jurista de apellido DE LA ESTRELLA, quien gozaba de altísima reputación, por su irrestricto apego a la Ética y su defensa de la misma.

En atención a una sugerencia de un hijo que pocos días antes había optado al título de matemático, el mayordomo de la hacienda había invitado, para el día de la trascendental "cumbre", al profesor Raymond Smullyan, de gran reconoci-miento por su manejo profundo de la Lógica Matemática, y autor de numero-sas obras; entre ellas: Juegos por siem-pre misteriosos; ¿Cómo se llama este libro?; Alicia en el país de las adivinan-zas; Satán, Cántor y el infinito. El acucioso mayordomo propuso al maestro el siguiente problema:

De las 80 personas presentes en el foro, se sabe: Entre ellas hay, por lo menos, una honesta; además, de cada dos personas, al menos una es deshonesta. ¿Cuántas personas hones-tas y cuántas deshonestas hay en la reunión?

El profesor aceptó el reto y expuso el siguiente razonamiento:

El enunciado del problema contiene dos hipótesis:

H1: Entre las 80 personas hay, por lo menos, una honesta.H2: De cada dos personas, al menos una es deshonesta.Por H1, la Matemática permite escoger una de las 80 personas como honesta. A ella asignémosle el número uno (1). Rotulemos cada una de las 79 personas restantes con un número entero entre dos (2) y 80, sin repetir número.

El profesor explicó:

Matemáticamente, he definido una función biyectiva (uno a uno y sobre), que tiene como dominio el conjunto de las 80 personas, y cuyo codominio (y rango) es el conjunto de los primeros 80 números natura-les. Esto significa que cada persona tiene asignado un único número entre uno (1) y 80, y no hay dos perso-nas con igual número.

El hijo del mayordomo asintió con la cabeza. El profesor prosiguió:

Hemos supuesto que la persona mar-cada con el número uno (1), es honesta. Formemos ahora, con lista en mano, todas las parejas posibles del grupo de los 80 reunidos, de modo que en cada pareja esté, invariablemen-te, la persona rotulada con el uno:

{1,2},{1,3},{1,4},…,{1,79},{1,80}.

El profesor agregó:

Recordemos que, según la hipótesis H2, en cada una de estas 79 parejas, al menos una persona es deshonesta. Pero, en cada pareja está la persona número uno, la cual hemos supuesto honesta. Se concluye trivialmente que son deshonestas las personas numera-das: 2, 3, 4, …, 80. En consecuencia, en

GRIMALDO OLEAS LIÑÁN

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el recinto hay exactamente: una persona honesta y 79 deshonestas.

Ante una pregunta del mayordomo, el profesor Smullyan respondió:

El razonamiento lógico me ha permitido averiguar, bajo las hipótesis planteadas, el número de personas honestas y el número de deshonestas en el foro, ¡PERO NO ME DA ELEMENTOS PARA AVERIGUAR CUÁL ES LA ÚNICA PERSONA HONESTA! Este ya no es un problema de la Matemática, sino del polígrafo.

El mayordomo agradeció al profesor su gentileza, y procedió al pago de sus honorarios. Cabe agregar que, por motivos de seguridad, aquél había tomado las precauciones pertinentes, para garantizar que los asistentes al foro, y sus 240 escoltas, no se enteraran de la presencia del profesor en la hacienda. Gracias a ello, éste pudo, aunque teme-roso, abandonar el sitio, sin mengua en su seguridad y, una hora más tarde, abordar un pequeño avión en el aero-puerto LOS CARZONES.

Nota del autor del relato:

Al día siguiente de la celebración de la cumbre, los 80 asistentes hicieron pública una declaración que fue amplia-mente difundida por prensa, radio y televisión, y que empezaba así: "No apoyaremos reforma alguna al equilibrio de poderes, si no tiene como principio rector el blindaje a la Justicia contra la corrupción y la impunidad".

Una semana después de la ocurrencia del hecho narrado, falleció, poco antes de cumplir los 78 años de edad, quien fuera el primer presidente que tuvo la Corte Constitucional del segundo país más feliz del mundo, y candidato a la presidencia de la república simultáneamente con El Mesías. El fallecido personaje, reconoci-do por su profundo manejo de la filosofía del Derecho y por su honestidad, encar-naba la antítesis política y moral de El Mesías. La revista hebdomadaria men-cionada en el relato, lo llamó "el sabio de la tribu" y afirmó: "El líder fallecido encarnó lo que necesita la Justicia y lo que necesitará la izquierda del país".

En la misma revista, uno de los columnis-tas escribió: "Resulta paradójico que este hombre que llevó con gran altura el grado de magistrado, fallezca justo cuando la institución que él contribuyó a elevar al rango de la más confiable y decente del país, hoy esté hundiéndose en el lodo de la corrupción y el descrédito".

La nota del autor finaliza así:

Si el recientemente fallecido exmagistra-do hubiese estado en el foro de los 80 personajes, con seguridad ante la pre-gunta hecha por el mayordomo de la finca al profesor Smullyan, éste no habría dudado en dar una respuesta contunden-te. Más aun, la pregunta habría sido superflua, y en la biyección definida por el maestro en su análisis, al excandidato a la presidencia de la república le habría correspondido, por derecho propio, el número uno.

UN PROBLEMA DE LÓGICA

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Tomado de la Revista Pluralis. Revista de la diáspora colombiana. Publicado el 12 de abril de 2015. Ver en: http://pluralisrevista.com/2015/04/12/respuesta-a-miguel-angel-vargas-chofer-de-gigantes-en-paris

Médico Psiquiatra con Maestría en Literatura de Colombia y Latino América. Es profesor en la Universidad Libre de Cali donde reside. Tiene tres hijos, de los cuales dos viven en el extranjero.

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Nicanor

A estos grandes y otros pocos que que-dan para no estar en la soledad y orfan-dad absoluta, Miguel Ángel Vargas los transportaba desde el aeropuerto Charles de Gaulle hasta el hotel o resi-dencia, o recorre con ellos Europa, como lo ha hecho con Jorge Robledo. La revista Pluralis espera sin duda a que comparta con nosotros sus mil y un anécdotas con pasajeros de la talla de Hugo Chávez, Dilma Rousseff y otros no menos intere-santes.

Miguel Ángel Vargas, asilado político que bien pudiera haber sido un abogado prestigioso y o un senador de la República como sus clientes y amigos, pero por cosas del destino, frente a la amenaza de su vida por haber elegido como proyecto de vida el pensar en los demás y velar por su bienestar y no estar de acuerdo con el sistema político del poder, tiene que refugiarse donde lo acogieran y le fue asignada Francia como destino, donde lleva su propia empresa, un trabajo decoroso que ha sabido posicionar.

Los grandes lo han elegido y él, como un conductor ilustrado de la política colom-biana, trata con ellos debates y acuerdos, en una ocasión le dice a Nicanor Restrepo si no le molestaría compartir su transpor-

te conmigo (habíamos llegado en el mismo vuelo a París pero yo estaba lejos de sospechar que tendría la oportunidad de conocer a tan especial ser humano). "Por supuesto que no", dice con naturali-dad y autenticidad el "Cacao antioque-ño", como le decíamos afablemente en Colombia; un hombre asombrosamente sencillo, a pesar de ser uno de los empre-sarios más poderosos del país; había decidido volver a estudiar a sus 62 años un doctorado en sociología, a cambio de no tenerle que contestar ni siquiera el teléfono al presidente Uribe: "es un ser de mucho cuidado, uno no sabe qué está tramando o en qué lo puede a uno enre-dar" me dijo. Nicanor, un hombre ilustra-do, gran lector de la buena literatura, gran trabajador por la paz. Yo solo pedía para mí que un trancón del tráfico parisiense hiciera más lento el tiempo y poder prolongar tan grata y especial compañía.

Miguel Ángel, mi amigo, ya eres un consumado barquero; Caronte, vienes transportando hombres notables sin aspavientos y sin alardes de grandeza, conduces tu barca por el río de la triste-za; Aqueronte, el viaje sin regreso… Solo nos quedan las palabras de Nicanor, sus libros, sus entrevistas. A ti te mando un abrazo porque sé que, más que nadie, sientes el dolor de las ausencias, de perder estos honorables pasajeros,

RESPUESTA A MIGUEL ÁNGEL VARGAS, CHOFER DE GIGANTES EN PARÍS*

Juan Carlos Rojas F. **

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gigantes de paso que trascienden nues-tras vidas, un abrazo fraterno de condo-lencia mutua.

Carlos Gaviria

Nos estamos quedando solos, sin luz, sin faro, sin metáforas, sin símbolos, sin modelos ideológicos a seguir, pues otro de los grandes, el maestro Carlos Gaviria Díaz, imagen y símbolo de la decencia en un ser humano, se nos ha ido. Con él estuvimos cerca de lo imposible; con él la honestidad y la política caminaban de la mano, como dice Patricia Lara Salive: "El faro que nos ilumina el lugar donde se ubican los principios de rectitud y la majestad de la justicia". Carlos Gaviria nos decía que en la vida pública había dos cosas que no se podían olvidar, "La ética y la estética", y sin poder cerrar los ojos, mis queridos compañeros, sabemos que en Colombia se perdió todo lo que tiene que ver con la grandeza del ser humano; la dignidad, la honestidad, la vergüenza, el pudor, la memoria, la justicia, la inclusión del otro, la trascendencia del sí mismo y el amor por el otro.

Agradezco a la ACP, a la universidad Javeriana de Cali y a las feministas de mi ciudad por haberme permitido conocerlo en tres encuentros inolvidables para mí. En todos ellos siempre aprendí algo; la generosidad con el conocimiento, la escucha respetuosa del otro, la utiliza-ción y el valor de las palabras, la conduc-ción del diálogo argumentativo, el buen humor, la elegancia en el comer y el disfrutar el pecado de los postres o un buen vino.

Tengo en la memoria que el primero de ellos fue con mis amigas feministas quienes estaban empecinadas en ayu-darle en la campaña para ser senador de la República, nos reunieron en un restau-rante cálido y pequeño de la ciudad. Observamos su timidez ante la mirada de

los demás; se extrañaba que todos los presentes lo saludaran con emoción. Lo invitamos a que repartiera sonrisas y volantes de su campaña, pero nos confe-só que sentía mucha pena de hacerlo, sobre todo de tener que pedir que vota-ran por él. Fue allí donde nos dijimos "esta campaña va a estar muy difícil". Ya entrado en confianza y de manera temeraria se lanzó a contar chistes feministas a riesgo de cualquier cosa, claro pidiendo permiso a su notable público. Este acto me dio más seguridad en su campaña, en la política se necesita ser temerario y ya veía que tenía madera con qué responder a los avatares que se le auguraban.

Meses después el segundo encuentro fue en la universidad Javeriana (ya había sido elegido como senador 2002-2006, con la más alta votación de la historia) en un foro sobre la eutanasia (ponencia que la corte constitucional aceptó como también la despenalización de la dosis personal para la tranquilidad de mis amigos). En este encuentro había sido invitado por los jesuitas intelectuales y recuerdo a uno de ellos, al padre Carlos Vásquez que en ese momento era el vicerrector de la universidad quien no dejó solos a sus alumnos, no fuera que quedaran encantados con el discurso filosófico de uno de los representantes del mismo demonio liberal, un pensador libre o un libre pensador, esencia del maestro Carlos Gaviria. Y a mí me habían elegido honrosamente para presidir la mesa de debate. Qué maravillosa expe-riencia. Al final del foro cuando todos ya habían preguntado, me atreví a contro-vertir la libertad de elegir la muerte cuando estábamos en estado depresivo: argumenté que no somos libres cuando el tono negro de la melancolía hacía ver la vida sin esperanza, pero una vez se saliera de dicho estado recuperábamos el libre albedrío y ahí nada podíamos hacer los psiquiatras o los psicólogos. Él de

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RESPUESTA A MIGUEL ÁNGEL VARGAS, CHOFER DE GIGANTES EN PARÍS

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manera simple y profunda dijo que el ser humano no deja de ser libre en cualquier estado afectivo que se encuentre y sus decisiones, así sean bajo el color de la depresión, deben ser respetadas. En un momento de la discusión ya no sabíamos si estábamos hablando de la eutanasia o del suicidio. Quedó la grata certeza de que las preguntas filosóficas siempre quedan abiertas y a distancia de lo imperativo, de los dogmas.

El tercer encuentro se lo agradezco a la junta direct iva de la Asociación Colombiana de Psiquiatría, quien en uno de nuestros congresos en la ciudad de Cartagena, lo tenía invitado como confe-rencista y me habían designado la feliz tarea de acompañarlo en la mesa del almuerzo. Esta vez estaba con su esposa, una mujer cálida, tranquila y silenciosa, y también estaba mi colega y amigo Marco Fierro, quien fue el artífice o puente para que el maestro Carlos Gaviria aceptara la invitación a nuestro congreso. Con Marco se entendían al unísono y en esa ocasión hablamos de todo menos de psiquiatría. Recuerdo que ya se lamentaba del rumbo que e s t a ba c og i e ndo l a C o r t e Constitucional; los miembros que la integraban no eran los más idóneos, su trasparencia venia cuestionándose y sus actos decisorios estaban contaminados con las urgencias políticas, o en el peor de los casos, manipulados "por los de ruana", que son los mismos que en el siglo XVIII y XIX han hecho de la justicia su sayo.

Recordemos algunas de sus frases:

Cuando escribe sobre su amigo asesina-do (1987) el médico Héctor Abad Gómez: "…los males que abruman en nuestro país a vastos sectores de la población podrían desarraigarse bajo alguna forma de organización política más justa y humana, en un medio donde se santifica

la iniquidad como efecto de inescrutables designios providenciales, el sentido común de Héctor Abad Gómez resultaba subversivo de un orden tradicional digno de ser preservado a cualquier precio".

Después de despedir a su amigo en el cementerio, le aconsejan que se vaya del país, pues su vida corría serios peligros ya que estaba en la lista negra de los doce apóstoles que ya dirigían el parami-litarismo y el poder de las castas. Al poder eclesiástico le decía: "La creencia religiosa, así sea de la mayoría, no puede ser invocada para imponerse a las mayo-rías".

Cuando aceptó la invitación para disfra-zarse de papá Noel para la revista Soho dijo: "Soy alérgico al disfraz, porque mi propuesta vital ha sido la autenticidad: ser uno mismo y revelarse como es. Quien se disfraza o se maquilla algo quiere ocultar… por la misma razón repudio la retórica y amo la dialéctica…”

El maestro Carlos Gaviria Díaz como Nicanor Restrepo Santamaría no daban su brazo a torcer y, parafraseando más a León Valencia, no deja de ser irónico y doloroso el destino de Colombia, en la cual estando enferma de corrupción y con metástasis de inmoralidad, se nos vayan por una enfermedad cualquiera dos grandes, llenos de salud mental, de honestidad y decencia, en un momento en el que sus visiones y sus ideas tienen una enorme vigencia, en un momento en que escasean los valores en la elite colombiana, dos ejemplos de las nuevas generaciones.

Acojo el tweet de Jennifer Cuesta y lo gloso de la siguiente manera: "a estos dos no hay que enterrarlos hay que sembrarlos, hay que defender la demo-cracia y las libertades, seguir constru-yendo su ejemplo".

JUAN CARLOS ROJAS F.

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