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LAWRENCE E. SHAPIRO. La inteligencia emocional en los niños Buenos Aires, Argentina, Javier Vergara (editor), 305 págs., 1997 (Gloria Mulsow). El texto en referencia resulta atingente a las realidades actuales de la educación, del proceso de aprendizaje y desarrollo humano, en tanto apunta la importancia creciente que ha adquirido la inteligencia emocional para la comprensión del comportamiento de la persona. Las ideas desarrolladas por el autor aparecen estructuradas en siete capítulos precedidos de una introducción: las emociones morales, las capacidades de pensamiento del coeficiente emocional, la capacidad de resolver problemas, las capacidades sociales, la automotivación y las capacidades de realización, el poder de las emociones y, finalmente, los computadores y el C.E.: una combinación sorprendentemente buena. El texto, sin pretender entregar nuevos descubrimientos en materia de psicología infantil, tiene el mérito de poner el acento en un aspecto que, por evidente, suele obviarse: los niños y niñas no siempre desarrollan en forma espontánea las cualidades emocionales y las capacidades sociales que los convertirán mañana en adultos responsables, apreciados y felices. Por ello se enfatiza la importancia de la guía educativa de madres, padres, profesoras y profesores. A través de este libro Shapiro insiste en que al abocarnos a educar niños y niñas emocionalmente inteligentes no se está haciendo otra cosa que cambiar la química de sus cerebros, puesto que nuestras capacidades pensantes y emocionales están relacionadas con la cantidad y calidad de las conexiones neuronales. El autor hace referencia a las estructuras neurológicas y su funcionamiento proporcionando las bases biológicas que permitan una mejor comprensión de la memoria emocional, aunque el énfasis de su obra evidentemente no está dedicado a este aspecto, sino a las condiciones ambientales y personales que facilitan el desarrollo emocional. De la misma forma en que la educación se ha ocupado de los aspectos cognitivos en niños y niñas es imprescindible que contribuya a desarrollar en ellos las cualidades básicas de la inteligencia emocional para acceder a un coeficiente emocional (C.E.) que les permita enfrentar a una sociedad cada vez más competitiva y menos afectiva, con las consecuencias sociales de intolerancia, incomunicación y descalificación que afectan a las relaciones interpersonales y hacen cada día más difícil la convivencia humana.

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Lawrence e

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LAWRENCE E. SHAPIRO. La inteligencia emocional en los niños

 

Buenos Aires, Argentina, Javier Vergara (editor), 305 págs., 1997 (Gloria Mulsow).

 

El texto en referencia resulta atingente a las realidades actuales de la educación, del proceso de aprendizaje y desarrollo humano, en tanto apunta la importancia creciente que ha adquirido la inteligencia emocional para la comprensión del comportamiento de la persona. Las ideas desarrolladas por el autor aparecen estructuradas en siete capítulos precedidos de una introducción: las emociones morales, las capacidades de pensamiento del coeficiente emocional, la capacidad de resolver problemas, las capacidades sociales, la automotivación y las capacidades de realización, el poder de las emociones y, finalmente, los computadores y el C.E.: una combinación sorprendentemente buena.

El texto, sin pretender entregar nuevos descubrimientos en materia de psicología infantil, tiene el mérito de poner el acento en un aspecto que, por evidente, suele obviarse: los niños y niñas no siempre desarrollan en forma espontánea las cualidades emocionales y las capacidades sociales que los convertirán mañana en adultos responsables, apreciados y felices. Por ello se enfatiza la importancia de la guía educativa de madres, padres, profesoras y profesores.

A través de este libro Shapiro insiste en que al abocarnos a educar niños y niñas emocionalmente inteligentes no se está haciendo otra cosa que cambiar la química de sus cerebros, puesto que nuestras capacidades pensantes y emocionales están relacionadas con la cantidad y calidad de las conexiones neuronales. El autor hace referencia a las estructuras neurológicas y su funcionamiento proporcionando las bases biológicas que permitan una mejor comprensión de la memoria emocional, aunque el énfasis de su obra evidentemente no está dedicado a este aspecto, sino a las condiciones ambientales y personales que facilitan el desarrollo emocional. De la misma forma en que la educación se ha ocupado de los aspectos cognitivos en niños y niñas es imprescindible que contribuya a desarrollar en ellos las cualidades básicas de la inteligencia emocional para acceder a un coeficiente emocional (C.E.) que les permita enfrentar a una sociedad cada vez más competitiva y menos afectiva, con las consecuencias sociales de intolerancia, incomunicación y descalificación que afectan a las relaciones interpersonales y hacen cada día más difícil la convivencia humana.

Shapiro plantea once cualidades de la inteligencia emocional: capacidad de empatía, expresión y comprensión de sentimientos, autocontrol, independencia, capacidad de adaptación, simpatía, capacidad de resolver problemas en conjunto con otros, persistencia, cordialidad, amabilidad y respeto.

Sin embargo, nuestra sociedad ayuda poco o nada al respecto. Shapiro alude que la máxima de Thomas Edison: “el genio es un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de transpiración”, poco dice a las generaciones actuales que lo reciben todo dado, tanto en el hogar como en la escuela. Pocos niños y niñas tienen la posibilidad de percibir la relación causa-fecto entre el trabajo duro y el éxito. A esto se suma un sistema escolar competitivo con tanto énfasis en el éxito

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que, especialmente, en la etapa de la adolescencia, son muchos los que desarrollan un paralizante temor al fracaso.

El texto presenta estrategias fáciles de aplicar, tales como juegos, relatos, ejercicios y cuentos, que pueden guiar el descubrimiento y la satisfacción de necesidades de los niños y niñas para el logro de su desarrollo emocional que incluya: una actitud optimista y de confianza frente a la realidad, capacidad de superar frustraciones y mantener esfuerzos ante el fracaso, de enfrentar dificultades y resolver problemas incrementando la confianza en sus propias capacidades, de afrontar el estrés y formar hábitos de estudio, así como la automotivación y persistencia que permitan alcanzar la autodisciplina.

Shapiro alienta el uso del computador como herramienta privilegiada para desarrollar la inteligencia emocional. Recomienda los software interactivos y los juegos con valor educativo. Aconseja que los padres, madres y educadores aprovechen la ocasión para compartir con los niños y niñas, estableciendo una relación de guía y acompañante en esta interesante y emocionante acción de búsqueda.

El aporte más relevante del libro está en motivar la reflexión acerca de las ventajas de desarrollar la inteligencia emocional en los niños y niñas, a la vez que puede servir de ayuda, a nivel de aula, para vertebrar los objetivos fundamentales transversales referidos al desarrollo personal con los contenidos mínimos obligatorios y para tomar conciencia sobre la importancia de un mundo afectivo personal que facilite el adecuado desarrollo emocional, tanto a nivel familiar como escolar, que le permita al niño y niña ser felices y tener éxito.

 

Universidad Austral de Chile Facultad de Filosofía y Humanidades

Instituto de Filosofía y Estudios Educacionales Casilla 567, Valdivia, Chile

 

JOSEPH LEDOUX: "LA EMOCIÓN ES MÁS POTENTE QUE LA RAZÓN"

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En su libro El cerebro emocional, LeDoux explica cómo se originó su interés por este estudio: ?Mi padre era carnicero, y yo pasé la mayor parte de mi niñez alrededor de la carne. A temprana edad aprendí cómo se ve el interior de una vaca; la parte que más me interesaba era el viscoso y arrugado cerebro. Ahora, muchos años más tarde, paso mis días -y algunas noches- tratando de descubrir cómo funcionan los cerebros; y lo que más quiero saber acerca de ellos es cómo producen las emociones?. Pero todo lo que tiene de osado al abordar en su libro cuestiones como el amor, la alegría o la tristeza lo tiene de cauto en esta entrevista para no ir más allá de lo científicamente demostrado.

-Decir de una persona que es más emocional que racional puede tener un matiz peyorativo. Pero en los últimos años lo emocional parece haber experimentado cierta rehabilitación. ¿Por qué?-En la ciencia ha sido muy difícil estudiar la emoción. En cambio, los científicos pudieron estudiar la razón empezando a investigar la memoria, la percepción, la atención, y así fue posible hacer grandes progresos en la comprensión de estas cuestiones. Pero el concepto de emoción ha sido algo demasiado intangible, porque no hay nada más subjetivo en cuanto a percepción que la de una emoción. Lo que yo he tratado de demostrar es que es posible estudiar la emoción del modo en que se ha estudiado la razón; podemos analizar cómo el cerebro procesa estímulos emocionales para producir una respuesta emocional, dejando de lado todos los aspectos subjetivos. Lo que ocurre es que algunas personas nos dicen que entonces ya no estamos investigando la emoción. Pero a mí no me importa cómo la llamemos; lo que me interesa es estudiarla.

-¿Y qué es entonces la emoción para la ciencia? ¿En qué se diferencia de la idea que tiene de ella la gente de la calle?-El conocimiento científico de la emoción de alguna manera contribuye a lo que el público en general considera como emoción. Me cuesta explicar esto sin un dibujo.LeDoux coge entonces un papel y, tras dibujar la secuencia estímulo-amígdala-respuesta, explica que ?el estímulo de miedo activa la amígdala que es la que produce la respuesta de miedo. ¿Entonces dónde está el sentimiento del miedo? En el pasado se pensaba que el estímulo producía el sentimiento de miedo y esto es lo que causaba la respuesta. Pero ahora pensamos que no es así, y que lo que ocurre es que el estímulo llega a la amígdala y a partir de ahí se produce por un lado la respuesta y por otro el sentimiento de miedo?.

-¿Qué faceta pesa más en la conducta, la racional o la emocional?-Creo que la emoción es más fuerte que la razón, porque es fácil para la primera controlar la reflexión, y en cambio es muy difícil que el pensamiento racional controle la emoción. Cuando sentimos ansiedad o depresión, la razón puede decir basta, pero casi nunca consigue eliminarlas.

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-¿Quiere decir que la emoción llega a controlar el pensamiento?-Sí.

Coge de nuevo papel y lápiz y dibuja dos zonas del cerebro, el neocórtex y la amígdala, como dos polos enfrentados, y a continuación traza tres flechas que van del neocórtex a la amígdala y nueve que van en sentido contrario. Y argumenta: "Hay muchas más fibras nerviosas en este sentido -de la amígdala al córtex- que en este otro -al revés-. De modo que cuando se recurre al psicoterapeuta es para intentar reforzar mediante la palabra las señales que van del neocórtex a la amígdala. En cambio, la farmacoterapia ayuda a que las vías de comunicación que van de la amígdala al córtex tengan menos potencia, ayudando a debilitar las señales que van en este sentido".

-¿Podemos decir que existe, aunque sea provisional, una teoría científica de las emociones que nos explica qué son y para qué sirven?-Para saber cuál es el propósito de las emociones, tendríamos que leer la mente a lo largo de la evolución. Y, claro, no existe un registro fósil de las emociones.

-¿Pero para qué se supone que sirven las emociones?-Con el miedo está claro, y lo único que yo estudio es el miedo (risas). Pero es mucho mejor ser concretos y específicos, porque si generalizas creas confusión en un área muy compleja como es ésta.

-¿Podemos hablar de emociones primarias y secundarias, o universales e individuales?-Por una parte está el miedo a las serpientes, a las arañas o a objetos, como los ascensores. Son miedos primarios que pueden causar fobias. Existen también factores que no tienen un valor intrínseco amenazante, como puede ser la esquina de una calle de Barcelona, pero en la que te han asaltado, de forma que los nuevos estímulos crean nuevos miedos. Éstas son respuestas básicas. Pero luego existen otros miedos secundarios, como el miedo a tener miedo, que son tipos de emociones completamente distintas.

-¿Y qué hay respecto a otro tipo de emociones supuestamente básicas como la alegría o la tristeza?-Yo no hablo de esas emociones, porque sólo he estudiado el miedo, y lo estudio porque es práctico. Durante décadas, la investigación era muy difícil, ya que no existía un concepto de emoción. Pero gracias a que nos hemos concentrado en una única emoción y nos hemos mantenido muy enfocados en ella, hemos podido avanzar.

-¿Son iguales los miedos de hombres y mujeres?-Se han hecho investigaciones sobre las diferencias entre el miedo de hombres y mujeres, lamentablemente yo no estoy muy familiarizado con ellas.

-Pero parece que existen.-No he examinado este tema, no he leído la literatura al respecto. Sé que existen diferencias en el miedo entre ratas macho y hembra, y esto está relacionado con las hormonas. Pero no sé qué relación tendría esto con las diferencias entre los miedos de hombres y mujeres.

-¿Cree que todas estas investigaciones redundarán en fármacos o píldoras contra

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el miedo, por ejemplo, pero también contra otro tipo de emociones?-Mi trabajo de investigación en particular no nos conducirá a una píldora, pero quizá el de otros sí.

-¿Está la timidez relacionada con el miedo? ¿Podría existir una píldora contra la timidez?-Humm. Es una noticia que se ha podido leer en los periódicos.

-¿Y esa píldora qué hacía?

?Actúa sobre la serotonina (un neurotrasmisor cerebral). Sí podría ser posible, pues si se reduce el miedo y la ansiedad se tiende a ser menos tímido. Pero es difícil responder, porque no sabemos cómo la investigación sobre animales podrá ser traducida a los seres humanos. Tampoco sabemos si vale la pena que un niño tímido, por ejemplo, lo sea menos pero viva con un sistema de serotonina alterado. Ni qué consecuencias traería tomar píldoras de este tipo durante, pongamos, 20 años.

-La premio Nobel Rita Levi-Montalcini decía que cerebro y mente son la misma cosa. Otro neurocientífico insigne, Antonio Damasio, en su libro El error de Descartes establece la ecuación de que mente es igual a cerebro más cuerpo. ¿Usted qué dice?-Yo no creo que el cuerpo necesariamente deba ser incluido en esa ecuación, porque entonces podríamos decir que el cuerpo simplemente refleja la reacción del cerebro. Si incluimos el cuerpo podríamos añadir el entorno y al final resulta que todo influye sobre la mente. Yo diría más bien que la mente es un aspecto de la función del cerebro, pero algunos de estos aspectos no son mente.

-¿Cómo se podría explicar para qué sirve la amígdala? ¿Se puede vivir sin amígdala?-Sí, hay gente que vive sin amígdala, pero es complicado explicar para qué sirve. La amígdala es útil para desencadenar respuestas rápidas ante situaciones de peligro. Pero seguramente es mucho más dañino extraer la amígdala de una rata que de una persona, porque una persona puede conceptualizar el peligro y formular un plan para reaccionar ante él. De modo que si está enfrentada a un peligro, sabe que lo es y lo racionaliza. Digamos que las personas pueden no tener la respuesta instintiva pero sí la cognitiva que compensa la falta de la amígdala. Y mientras antes pierdes la amígdala en tu vida más tiempo tienes para compensar su pérdida.

-En esta década de los noventa que ahora concluye y que fue proclamada como década del cerebro, ¿qué pasos se han dado en la comprensión de este órgano?-Creo que se ha hecho un gran progreso en la biología de la memoria, la emoción o la genética molecular de ciertas enfermedades, como la Corea de Huntington. Se ha hecho además un avance importantísimo en la comprensión del desarrollo cerebral. Ahora sabemos que el cerebro tiene capacidad de generar nuevas neuronas en algunas áreas, y esto puede conducirnos a desarrollar terapias contra enfermedades como el mal de Parkinson o los trastornos de la memoria.

-¿Cree que se podría conseguir en los próximos años una teoría global del cerebro? ¿Qué aportación le gustaría hacer?

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-Pienso que actualmente existe demasiada fragmentación. Existen módulos distintos para la memoria, para la cognición, para la emoción... Y creo que lo que necesitamos es integrarlos. En estos momentos estoy escribiendo un nuevo libro que de alguna manera intenta hacerlo y se titula El yo sináptico. Gonzalo Casino

 

Esta entrevsita fue publicada en enero de 2000, en el número 224 de MUY Interesante.

Autorreporte del Bienestar Socioemocional Para Niños de Prekinder A 2º Básico

La entrada al jardín infantil significa un cambio importante para la vida de cualquier niño y es un desafío que pone a prueba su capacidad de adaptación. Los preescolares tienen que empezar a valérselas solos en un contexto que les impone nuevas normas, obligaciones y exigencias. El desarrollo integral futuro y el aprendizaje de cada uno de ellos dependerá del grado de bienestar que alcancen en este proceso. Este libro, desarrollado por un grupo de psicólogas, permite conocer el grado de bienestar emocional de un niño o de un grupos de niños en una institución educativa. La información puede permitir que un niño reciba en forma oportuna un diagnóstico especializado, aportar a la evaluación de la calidad de los programas o ayudar en la capacitación de los agentes educativos. Las autoras explican que la mayoría de los instrumentos de evaluación del ámbito socioemocional dirigidos a niños pequeños se basan en informes de adultos. En el caso de las pruebas diseñadas en este texto por las especialistas -una para párvulos y otra para 1º y 2º b ásico- intentan explorar esta realidad a través del reporte directo del niño. Marta Edwards y Ximena Seguel son psicólogas de la Pontificia Universidad Católica de Chile. M. Isabel Lira es magíster en Salud Pública de la Universidad de Chile y Marta Hurtado es psicóloga de la Universidad Diego Portales. CEDEP (Centro de Estudios de Desarrollo y Estimulación Psicosocial).