las torpezas de la republica española- fredo arías de la canal

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LAS TORPEZAS DE LA REPUBLICA ESPAÑOLA Fredo Arias de la Canal Frente de Afirmación Hispanista, A. C. México 2006 11

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LAS TORPEZAS DE LA

REPUBLICA ESPAÑOLA

Fredo Arias de la Canal

Frente de Afirmación Hispanista, A. C.México 2006

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LAS TORPEZAS DE LA

REPUBLICA ESPAÑOLA

Fredo Arias de la Canal

Frente de Afirmación Hispanista, A. C.México 2006

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Primera edición: 1978

Portada: Robert Capa (1913-54). Fotografía de un grupo deexiliados españoles conducidos a un campo de refugiados entreArgelés-sur-Mer y Le Barcarés, en Marzo de 1939. (Tomada de Elcorazón de España . Museo Nacional Reina Sofía, Madrid, 1999).

© Frente de Afirmación Hispanista, A. C.Castillo del Morro 11411930, México D. F.E-mail: [email protected]

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PARADOJAS DE LAREVOLUCION ESPAÑOLA DE 1936

José Ortega y Gasset (1883-1955), en su artículo Nuevo libro deAzorín (1912). (Apéndice a su libro Espíritu de la letra.Madrid, 1927), recomendó a los historiógrafos:

La historia de España, según todos reconocen y yo he oídoa los maestros de ella, no ha llegado aún a ese estadio. Salvoen cuestiones parciales de Derecho y de lingüística, es elpasado de España tierra incógnita , de topografía insospe-chada. No obstante, se ha acumulado, libro sobre libro, unagran biblioteca de historiografía nacional. En general, lasobras que la componen se hallan totalmente remotas delcarácter científico. Padecen una noción de la historiasobremanera anticuada: entienden la historia como panegí-rico . Sus autores han sido llevados a tan ímproba y benemé-rita labor por un heroico amor a la patria . ¡Cosa mástriste! No han conseguido su propósito. Y es que paraconstruir la historia de España es más conveniente un amora España modesto y sin pretensiones, y luego, un heroicoamor a la ciencia histórica.(...)La historia de España tiene que ser embocada partiendode los defectos españoles más bien que de sus virtudes, (...)porque esta medida principalmente de alabanzas no contri-buye a sanarnos, al paso que la nueva crítica es, a la vez quehistoria, terapéutica. Tal es, ami modo de ver, la ventaja deconsiderar la historia de España como la historia de unaenfermedad.

La primera edición de este libro se hizo en 1978, cuando todavíaera un enigma el futuro político de España, y su propósito fuedemostrar con evidencias históricas el masoquismo psíquico de

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las clases dirigentes españolas, especialmente las que llevarona la segunda República a la ruina.

¿Sirvieron de algo mis advertencias a los dirigentes que hangobernado a España desde entonces?

España ha consolidado su régimen monárquico-constitucional-regionalista y ha ingresado a la ComunidadEuropea, convirtiéndose en un país de primera. ¡Felicidades!

L. monarquía borbónica, restaurada por Franco, asumió unaconducta prudente y opuesta a la de Alfonso XIII que en ladécada de los veinte cometió errores -que en política suelen sercrímenes-que disminuyeron su autoridad ante el pueblo españolque le perdió el amor y el respeto. Todo comenzó cuando elmonarca dio órdenes militares al comandante general de MelillaManuel Fernández Silvestre por encima de la autoridad jerárqui-ca del general Dámaso Berenguer, general en jefe del Ejército deEspaña en Africa, provocando el Desastre de Annual en quemurieron 20, 000 militares incluyendo al propio generalSilvestre.

El Consejo Supremo de Guerra y Marina, comisionó algeneral Juan Picasso para iniciar una averiguación de los hechosocurridos y depurar las responsabilidades de cada uno de losactores. Quizá el único expediente que se salvó de la destrucciónde 1923, lo encontré en la biblioteca de mi padre José AntonioArias,,,, en 1974 le pedí a Diego Abad de Santillán -autor de Porqué perdimos la guerra-que prologara una edición facsimilardel mismo, donde expuso su importancia documental:

El Expediente Picasso se imprimió en Madrid, aunque nose incluyeron en él muchos documentos comprometedorespara el monarca; se hizo un tiraje restringido y desapareciómuy pronto; así, son contados los que lo tuvieron en susmanos en la época candente de la discusión y de las compli-caciones políticas de aquellos días. Naturalmente hoy es undocumento totalmente desconocido para las nuevas

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generaciones, y sin embargo es una pieza importante de lahistoria digamos contemporánea de España, pues aquellospolvos trajeron luego los Iodos que hemos conocido.(...)

El Expediente Picasso repercutiría segurament,r en elprestigio del ejército y en la continuidad de la monar-quía . El rey pensaba lo mismo. No se sabe si los planes dealzamiento se hicieron en combinación tácita o expresa conel rey o sin ella, como decisión personal del aspirante aocupar el mando supremo en España. Si no hubo acuerdoprevio, hubo pleno asentimiento regio desde el primerinstante. El rey pasaba sus vacaciones veraniegas en SanSebastián cuando el 13 de septiembre de 1923 se levantó enarmas Primo de Rivera en medio de la indiferencia delpueblo español, cansado y decepcionado de la esterilidad delos partidos políticos que se turnaban como las figurascambiantes de un caleidoscopio. El rey interrumpió susvacaciones y corrió a Madrid y no vaciló en nombrar aPrimo de Rivera jefe del consejo de ministros , sin saberciertamente si el alzamiento contaba con las guarnicionesde toda España, aunque podía sospecharse que no seopondrían al mismo. Inicialmente llegó así al poder paraestablecer la "paz social` y resolver el problema deMarruecos; se proponía constituir un breve paréntesis en lamarcha constitucional del país, para restablecer las institu-ciones tan pronto como se encontrasen los hombres nocontagiados con los denunciados vicios de las organizacio-nes políticas. El primer paso para la vuelta a la normalidadera la dictadura. Pero esa dictadura , que duró siete años,es otro capítulo triste y trágico de la historia española; yantes del retorno a la normalidad, un día despachó el reya Primo de Rivera como a un criado que no le servía ya,y nombró en su lugar a otro, al general Berenguer y luegoal almirante Aznar, con el que se puso fin a la monar-

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quía el 12 de abril de 1931.Pero la misión del dictador se había cumplido; la

clausura de las Cortes imposibilitó que se plantease elproblema de Marruecos , y el de la responsabilidad de losaltos mandos militares, y se salvó la monarquía y se salvóel rey, cuya injerencia en los planes militares de sus adictoscomo Fernández Silvestre, se había divulgado en todos losambientes.

Sol Aparicio Rodríguez, sobreviviente de Annual y testigo en lasaveriguaciones del general Picasso, añade algunos detalles a lodicho por Abad de Santillán, en su libro Yo combatí en tresmundos (Edición particular. Monterrey, México 1973):

Naturalmente, este fallo jurídico-militar, que condensabauna de las más tristes páginas de la historia de España, queexigía máxima responsabilidad a las más altas autoridadesque habían intervenido en la catástrofe, incluyendo almismo rey Alfonso XIII, era necesario que desaparec¡era.Era vital para el rey que el expediente se nulificara conuna dictadura que barriera con las Cortes mismas.

Todo Madrid sabía que el general Manuel FernándezSilvestre, había sido nombrado comandante militar deMelilla, por influencia de Alfonso XIII, pues era compañerode juergas íntimas, en las que no faltaban las queridasreales, Carmen Moragas, Julita Fons y otras. Como confir-mación de la amistad que entre ambos existía, cuentaFernández Almagro en su libro Alfonso XIII , página 385,que el rey mandó un telegrama al general Silvestre con estetexto:

"¡Olé los hombres! El 25 te espero."

(•,•)El general Silvestre tenía empeñada su palabra de honor alrey Alfonso XIII de tomar la bahía de Alhucemas para el día

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25 de julio, día del patrón del Arma de Caballería, Sa:•itiagoApóstol y, por tanto, no tenía otra disyuntiva que salirvencedor o pegarse un tiro antes de presentarse derrotadoante su majestad.

Ya desde 1914 había Ortega y Gasset, advertido en su ensayoVieja y nueva política:

De todas suertes, hay que recordar, frente a los simplismosde los gritadores, que el problema de la guerra supone lasolución previa al problema de Marruecos. Y esta es la hora,señores, ¡vergüenza da decirlo!, en que no se ha oídoninguna voz clara, articulada, que muestre reflexión,conocimiento ni astucia sobre este asunto. ¡Ved cómo elprograma, este programa, digno de una nueva política, nopuede inventarse en la soledad de un gabinete! Sin unamúltiple colaboración, sin medios abundantes, ¿quién puedepretender ideas claras sobre esto que España en cinco siglosno ha conseguido fabricar?

Apliquemos ahora un análisis de la política a la inversa.Supongamos que Alfonso XIII no hubiera cometido los erroresque causaron en parte el desastre de Annual y que el Altocomisario en Marruecos no hubiera permitido el hostigamientosistemático a la familia Abd-El-Krim de parte del Comandantemilitar de Alhucemas desde 1916, como se desprende del

capítulo Conclusiones (p. 299) del Expediente Picasso. Enconsecuencia el Rey no hubiera apoyado las dictaduras de losmilitares Primo de Rivera, Berenguer y Aznar para mantenerclausuradas unas Cortes durante ocho años, cuya represiónestalló con el advenimiento de la II República, cuyos dirigentesa través de sus errores confesados llevaron a España a la guerracivil, como consta en este libro y por ende no hubiera existido

la dictadura de Franco a quien Inglaterra apoyó desde el inicio

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de la rebelión militar en 1936, para utilizarlo como un peón enel juego de ajedrez contra Hitler y Mussolini, probablemente conla consigna de engañarlos para retrasar lo que fue la II Guerramundial, como lo demuestra la evidencia histórica. Su premiofue el:µpoyo manifiesto de los aliados a su larga dictadura.

Los historiadores de la guerra civil española, jamás com-prendieron el objetivo político de Inglaterra para retrasar durantetres años la agonía de la República, incluyendo a Rudolf Rocker

(1873-1952) quien en su libro Revolución y regresión (Edit.

Cajigas. Puebla, 1967) consignó las aparentes paradojas:

Era un hecho desconcertante que mientras Hitler eraabastecido desde el extranjero de todas las materias primasy de material bélico terminado, a fin de que se preparasepara una nueva guerra, se cortase a los leales españoles todaafluencia de armas. La absurda prohibición que habíandecretado las potencias sobre España , tenía ademásalgunas lagunas considerables que beneficiaban aún más aFranco. Se canceló la importación de armas en España, perono la introducción de muchas otras cosas que eran igual-mente necesarias para la guerra. Pero ni la Alemania niItalia fueron tocadas en absoluto por el llamado embar-go, porque no se las consideraba Estados beligerantes ypodían recibir del extranjero lo que quisiesen. Lo cierto esque las bombas que después estallaron en Bilbao, en Madridy en Barcelona eran fabricadas en el extranjero, recibidaspor Hitler del extranjero y traspasadas a Franco. El embargose había producido principalmente por la nueva configura-ción política de Europa y en especial por el peligro agudode una nueva guerra mundial que, merced a la agudizacióncontinua de las oposiciones entre las potencias del occidenteeuropeo y los Estados fascistas, se había puesto al alcance

de la mano. La rebelión de los generales fascistas enEspaña puso a Inglaterra y a Francia en una situación

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crítica . No sólo por el hecho del capital considerable quehabían invertido los dos países especialmente en los ricosyacimientos de hierro de España y que corría peligro, sinotambién porque había que temer que una España fascista,según toda probabilidad, se aliaría con Hitler y Mussolini.Pero en el caso de una nueva guerra mundial esto tendríaconsecuencias catastróficas tanto para Inglaterra como paraFrancia, pues un dominio del Mar Mediterráneo porItalia y España , fortalecido con la alianza de Hitler,cortaría a Francia de sus colonias del Africa del Norte eInglaterra tendría bloqueada su vinculación con las posesio-nes orientales por el Canal de Suez.

Por este motivo las dos potencias occidentales noquerían una ruptura precipitada con Franco y creíanpoder conservar su favor mediante una falsa neutrali-dad, en la presunción tácita de que después terminaría,mediante negociaciones diplomáticas, la guerra civil por uncompromiso superficial cualquiera. Lo mismo que hanintentado todo el tiempo comprar la paz en Europa median-

te concesiones cada vez mayores a Hitler , aunque justa-mente lograron lo contrario, así creyeron los estadistasingleses y franceses conséguir también un éxito por elmismo método, lo que en vista de la situación de conjuntotenía que resultar frustrado.

Parece olvidar Rocker que el gobierno inglés permitió que el

avión Dragón Rapide , acondicionado especialmente para eltrayecto [ver el testimonio de Juan Manuel Riesgo. El País. 18de junio, 1996], partiera de Croydon (Sur de Inglaterra) aTenerife, para trasladar a Franco a Marruecos para iniciar larebelión contra la República española, por lo que jamás existióla posibilidad de que Franco permaneciera dentro del eje deAlemania, Italia y Japón, como lo demostró en la negativa a

Hitler en Hendaya.

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En el documento secreto soviético No. 63, editado por Rodosh,Habeck y Sevostianov en Spain Betrayed (Yale UniversityPress. 2001), se observa el apoyo manifiesto de Inglaterra aFranco:

Inglaterra, que está asociada a una mayoría de los naciona-listas vascos -representantes del capital financiero eindustrial- durante el transcurso de la guerra, ha apoyadocon lo necesario al gobierno vasco, lo que ha frustrado laactivación del Frente del Norte. Cuando se inició la ofensivael i el norte, Inglaterra obligó al gobierno vasco a capitular,ofreciéndose como mediador ante Franco.

En el documento 67, Iván Maisky, embajador soviético enLondres describió a Chamberlain en una carta dirigida el 25 defebrero de 1938 al Comisario de la defensa, comandanteVoroshilov:

La actual crisis ministerial en Inglaterra se reflejará en losasuntos españoles. Es necesario considerar que la políticadel gobierno británico sea aún más desfavorable de loque ha sido hasta ahora . Chamberlain es un reaccionarioextremo y el peor enemigo de todo aquello que remotamen-te aparente "socialismo". Ahora ha relacionado el destino desu gabinete al resultado de las negociaciones anglo-italia-nas. Por lo tanto su política será llegar a un acuerdo conMussolini concerniente a España, para ayudar a la victoriade Franco tanto como sea posible.

Es aquí donde deben concentrarse los historiógrafos de la guerracivil. ¿Convenció o extorsionó la inteligencia inglesa a Francopara que aceptara el estratagema mencionado ? En una entrevistagrabada que tuve con el coronel Vicente Guarner , colega deFranco en la Escuela militar de Toledo, me informó sobre la

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conducta homosexual del teniente Franco con un joven legiona-rio alemán -a quien había hecho Alferez de Cabo- cuando eracomandante de la Legión extranjera en Melilla.

El "Dime de qué presumes y te diré qué ocultas" de Franco, loconsigna Mikhail Koltsov en el libro 1 de Diario de la guerraespañola:

Franco manifestó al corresponsal de la agencia Reuter [ 19de agosto de 1936]: «Si triunfamos, España será gobernadaen base a los mismos principios corporativos de Alemania,Italia y Portugal. Estableceremos una dictadura que durarátodo lo que sea necesario».

Después de tres años de estar orquestando la guerra de España,tiempo que necesitó para prepararse contra Alemania -como fuela fabricación de los aviones "Spitfire"- Inglaterra decidióexpulsar a Stalin organizando el golpe de Estado del coronelCasado. Veamos lo que consignó Thomas en el Capítulo 50 deLa guerra civil española:

En esta ciudad de Valencia se entrevistaron con Miaja, el

general Menéndez y el coronel Ruiz-Fornelis. Casadoexplicó a estos oficiales que estaba resuelto a rebelarsecontra el gobierno y concertar la paz . Todos le prometie-ron su apoyo, pero le pusieron en guardia contra el PartidoComunista. Al día siguiente, Casado realizó un contactosimilar con Hidalgo de Cisneros, a pesar de que sabía queera comunista, durante un almuerzo en los alrededó-es deMadrid. Probablemente suponía que la lealtad del jefe de laaviación sería mayor hacia sus antiguos compañeros dearmas que hacia sus nuevos camaradas . « Sólo nosotros, losgenerales , podemos librar a España de la guerra», declaró

Casado, quien, según Hidalgo de Cisneros, ya había dado

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orden de que se cosieran en su uniforme sus nuevas insig-nias de general. «Le doy mi palabra de que puedo conseguirde Franco mejores condiciones de las que pueda conseguirNegrín. Incluso puedo asegurarle que respetarán nuestragraduación». Hidalgo le preguntó cómo era posible aquelloy Casado respondió que el representante británico enMadrid (posiblemente Denys Cowan) había efectuadotodos los arreglos necesarios con Franco.

Fredo Arias de la CanalCiudad de México.

Otoño del 2005.

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Sr. Don Fre do Arias de la CanalCiprés, 384Col. Atlampa06450 SXICO, D.F.

G x.96

49/Sl7S- 49564.x.9

M1 distinguido amigo: llego en este momento a Madrid y me en-cuentro con la agradable sorpresa del libro "Fxpédiente Picasso"que me envía. Seguí en su día muy de cerca todas las actuacionesparlamentarias en relación con el gran tema.

Me dispongo a consultarlo con el m ayor interés.

Muy agradecido, con afectuosos saludos

p ^.^ ^• ^^"`"'Madrid, 22 Diciembre 1989.

Enviados:-Intento-Posthu mas

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MADARIAGA Y PRIETO. COINCIDENCIAS

A fin de evitarlo, a unos hay que cortarles las garras para que nopuedan clavarlas en el cuerpo ya ensangrentado de la democracia,y a otros privarles inmediatamente de sus recursos para que éstosno se conviertan en elementos de agresión.iQue la democraciamundial no tenga luego que llorar como lloramos los españoles!

Indalecio PrietoPalabras al viento

Salvador de Madariaga en la segunda parte de su libro España,en la que trató lo concerniente a la revolución de 1936, trató dehacerse un esquema imparcial de las causas de los acontecimien-tos. Recordemos sus palabras de introducción a la obra.

A tal fin se imponía una regla de severa disciplina: noperder nunca contacto con los hechos más hondos, queson los del carácter , y en este caso particular los delcarácter nacional de los españoles . Pero apenas hará faltaañadir que, al referirse al carácter español a fin de explicaruna de las locuras más trágicas que jamás nacióncometió contra sí misma , no se presentarán grandesocasiones de poner de relieve sus rasgos más atractivos.Habrá que referirse constantemente a los defectos de lapsicología española . Con lo cual, claro está, no se pretendetampoco que haya que clasificar a los españoles comopueblo a quien aflige mayor suma de defectos que al comúnde los mortales. Ni mucho menos. Todo lo más que cabealegar es que en el cuadro tan vario como rico en matices desus cualidades y defectos, presenta el español ciertonúmero de tendencias que le hacen la vida política enextremo difícil.

En un artículo intitulado Privilegio agradecido . El honor deunos ultrajes (13 de mayo de 1959), del tomo III de Con%ulsio-

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nes de España , el líder socialista (no marxista) Indalecio Prieto,comentó negativamente la obra aludida:

A comienzos de 1943 me ocupé de la recién hecha terceraedición de España , obra de Madariaga, impresa por primeravez en 1931 y que se presentaba corregida y aumentada. «Esel aumento y no las correcciones de esta nueva edición-escribí comentándola- lo que nos interesa, por dedicarselas trescientas sesenta y tantas páginas suplementarias a laSí-gunda República española y a la guerra civil en que seextinguió.

Los trabajos históricos -añadí- debieran ir precedidos dela biografía de sus autores'respectivos por aquello de quetodo es según el color del cristal con que se mira. Viendopreviamente las gafas utilizadas por el historiador paracontemplar los acontecimientos o episodios de que pasa adarnos cuenta, los lectores podrían amenguar el tinte rosadoo el fondo negro de aquéllos. Don Salvador de Madariagano omite su biografía -la biografía de su muy breveactuación política- que queda trazada en treinta páginas, sibien no la pone en primer término, sino en último, lo cualequivale a presentársenos con las gafas adheridas al cogotey no montadas sobre la nariz.

Pero como el autor ha ido exponiendo sin disimulo sujuicio sobre los sucesos, huelgan las gafas, mucho más paraquienes conocíamos de antemano el color de los quevedosusados por el erudito catedrático de Oxford. En realidad,hubiese hecho bien suprimiendo el apéndice en que relatasu paso por las Embajadas de Washington y París, por laDelegación permanente de España en Ginebra y por losMinisterios de Instrucción Pública y Justicia, ya que lainsignificancia de todo ello se pierde entre el volumengigantesco de la tragedia precedentemente comentada. Asíel texto habría quedado limpio de salpicaduras rencorosas,

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que lo afean, a cuenta de levísimas lesiones inferidas alamor propio . Mas el legítimo afán de defensa exime alSeñor Madariaga de este pecado venial, pecado de nimieda-des.

Para el fugaz ministro, maldito si la República pudoanotar nada en su haber. Todo o casi todo lo hizo mal, y envez de resolver problemas, los envenenó. No he de seguir alseñor Madariaga en su crítica acerba para refutarla. Es tareasuperior a mis fuerzas y me batiría con armas desiguales,pues en tal clase de contiendas no basta tener razón, sinoque, además, se necesita saber exponerla, arte en el cual mehallaría en notoria inferioridad respecto de mi contrincante.En mi deseo, muerto al instante mismo de nacer no habríapruritos de salir al paso de ataques personales, como actorque fui en la política española durante el periodo 1931 -1939abarcado por el suplemento histórico, ya que de tan duracrítica salgo bastante bien librado y no merecen la pena doso tres aclaraciones queme competerían para destruir erroresinformativos en que el historiador incurre a causa de fiarsecon exceso de apasionado banderizo.

Mi refutación, plenamente objetiva, iría encaminada ademostrar cómo el prejuicio político lleva al señor Madaria-ga a medir cuidadosamente las paletadas de cal y las dearena que debe verter para que la argamasa de su construc-ción histórica sea exactamente la mezcla por él deseada. Elseñor Madariaga no está con las izquierdas, pero tampocodesea situarse entre las derechas. Ahora bien, emplazándo-nos en el punto de mira de los avances políticos logradospor la República, habría que afiliarle como derechista,aunque él lo repugne. Situado en semejante invariableatalaya, el autor no deduce de los hechos su criterio, sinoque conforma los hechos a criterio previamente establecido,con los consiguientes resultados artificiosos.

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Quien no tenga otros elementos de juicio que los

proporcionados por don Salvador de Madariaga, concluiráque estuvo justificada la subversión acaudillada por elgeneral Franco y tendrá por seguro que éste hubiesetriunfado sin necesidad del apoyo que le prestaronAlemania , Italia y Portugal . Lo uno y lo otro es falso. Lasubversión jamás podrá justificarse porel estado político delpaís, aunque, tal estado fuera el que, recargando tintas, nos

describe el insigne literato gallego, y el pueblo la habríaaplastado de no mediar el concurso de esas tres naciones,singularmente el de Italia y Alemania concertado conmucha anterioridad, aunque el parcialísimo historiador loniegue».

En mi ensayo Diagnóstico de España que publiqué en la revistaNorte No. 269 (enero-febrero 1976), y que para mi satisfacciónaconsejó todos los cambios que se han efectuado en España porel gobierno Juan Carlos-Suárez -para menguar un tanto elinstinto de muerte de los españoles- hice referencia al libro deMadariaga y dije que este escritor había hecho un examenobjeti'. o de todas las provocaciones masoquistas de ManuelAzaña, Largo Caballero y otros muchos personajes de lapolítica, terminando su obra con una relación de la vergonzosaconducta de Negrín en el exilio.

Indalecio Prieto en Convulsiones de España (1967) citó lodicho por él en un mitin celebrado en el frontón de Ortuella enel año de 1911:

Acaso en España no hemos confrontado con serenidad lasrespectivas ideologías para descubrir las coincidencias,que quizá fueran fundamentales, y medir las divergencias,probablemente secundarias, a fin de apreciar si éstas valíanla pena de ventilarlas en el campo de batalla.

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Tratemos pues de descubrir las coincidencias entre Prieto yMadariaga que quizá pudieran resultar fundamentales. En sulibro Palabras al viento (1942), bajo el título Manuel Azaña (5de noviembre de 1940), expresó Prieto lo siguiente:

No se constituyó entonces un Gobierno con toda la solideznecesaria. Encargado yo de formarlo, decliné el encargo,porque me cerró el paso la mayoría del grupo parlamentariosocialista, opuesto a todo Gabinete de coalición, y conmayor furia si había de ser yo quien lo presidiese. Masdescartada tal solución, adecuadísima a la estructura delnuevo Parlamento y exigida por las circunstancias, el señorAzaña no tuvo acierto al elegir a sus consejeros, pueshizo un Gobierno demasiado personal o -con respeto paratodos, y si se admite la palabra- demasiado doméstico. Lascarteras-clave, como la Presidencia del Consejo, y losministerios de Justicia, Guerra y Hacienda, fueron entrega-das, con olvido de otros factores muy esenciales en aquellay en todas las horas, a íntimos del señor Azaña. Lavoluntad y el criterio de éste imperaban , así, de modoabsoluto . La devoción que entre sus íntimos despertaba elseñor Azaña, solía rayaren la idolatría, y los idólatras jamásdisienten del ídolo.

Por eso, como el señor Azaña no creía en la subleva-ción , el Gobierno tampoco creyó en ella , y los sublevadospudieron lograr el éxito que en casos semejantes sueleacompañar casi siempre a la sorpresa.

LAS GESTIONES DEL MARQUES DE CARVAJAL.

Fueron inútiles nuestras advertencias , dichas a diario entodos los tonos, y fue inútil el viaje a Madrid del marqués deCarvajal. Esta anécdota merece la pena de ser publicada.

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Uno de los militares comprometidos desde primera horafue el general Goded, quien ignoraba la colaboración que enla contienda iban a tener italianos y alemanes. Cuando seenteró, ya muy tarde, su espíritu reciamente españolreaccionó contra la tenebrosa aventura.

Girando sus simpatías en torno a Inglaterra y Francia,Goded decidió notificar lo que se tramaba a los Gabinetesde París y Londres y al mismo tiempo prevenir al Gobiernoespañol; misiones que encomendó a su íntimo amigo elmarqués de Carvajal. Acaso sea hoy figura destacadísimadel ministerio británico quien oyó las palabras proféticas delaristócrata español, las cuales fueron también escuchadaspor una personalidad que formaba parte del Gobiernofrancés el 3 de septiembre de 1939, al declararse la guerraeuropea.

El marqués de Carvajal se presentó en Madrid y vio alseaor Azaña para ponerle en autos y rogarle que el ministrode la Guerra llamara por telégrafo al general Goded, a fin deque éste, trasladándose desde Palma de Mallorca, completa-ra la información y, además, quedase fuera de la órbita delos que iban a sublevarse. He recogido las dos versiones deesta entrevista que pudo cambiar el rumbo de la historiade España . Según el señor Azaña, el marqués de Carvajalse limitó a pronunciar palabras vagas y confusas; según elvisitante sus manifestaciones fueron concretas y categóricas.Lo cierto es que mientras el marqués esperaba en Madrid lallegada de Goded, mediante la orden solicitada del ministrode la Guerra, la policía se presentó en su cuarto del hotelVictoria, de la plaza de San Ángel, le descerrajó las maletase hizo el más escrupuloso registro entre sus papeles. Elemisario, viendo el rumbo peligroso que tomaba su gestiónregresó a escape a Biarritz, donde residía. Allí le transmitióGoded su presentimiento de que los directores de lasublevación le alejarían de Baleares, porque él no consenti-

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ría que los italianos hollaran el archipiélago, y de que se leenviaría a lugar donde fuese seguro su sacrificio. Asíocurrió. Se le destinó a mandar las tropas que debíansublevarse en Barcelona y, detenido al llegar a la CiudadCondal, fue fusilado. Libros que después de la guerra se hanpublicado sobre la génesis y desarrollo de la subversiónmilitar, señalan a Barcelona como una de las ciudadesdonde los promotores del movimiento tenían por cierto elfracaso momentáneo.

Si hubiera creído Azaña en la sublevación , hubiesecreído también en ella Casares Quiroga , y esa creenciahabría dictado elementales medidas, entre las cualesfiguraba, desde luego, la privación de mando a Franco, aMola y al mismo Goded, primera figura intelectual delEjército, pero a quien su amor propio herido y su grandeambición le convertían en elemento peligroso.

Ciego Azaña, cegaron los demás, que sólo veían porlos ojos de él.

En 18 de julio de 1936. Al cabo de veinte años (25 de julio de1956), del tomo 1 de Convulsiones de España , Prieto reprodujoun fragmento de Historia de la'guerra de España , de Zugaza-goitia y le añadió sus comentarios personales:

Las divergencias entre los socialistas -escribe Zugazagoitia

refiriéndose al periodo que medió entre el triunfo electoralde las izquierdas en febrero y la subversión de julio-eran deun volumen demasiado considerable para que se pudiesepensar en reducirlas. La polémica no iba a tardar en hacersedesapoderada y brutal, con agresiones personales del tipo dela muy lamentable de Ecija, en que la defensa de la vida dePrieto necesitaron hacerla unos cuantos amigos suyos, entre

los que se encontraba el doctor Negrín, llegando al uso delas pistolas. La polémica subió en aquellos días de tempera-

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tura. Los prestigios populares del Partido Socialista y de lossindicatos los reunía casi íntegramente Largo Caballero,cuya posición intransigente en orden a los republicanosencontraba ecos de simpatía caliente entre los comunistasespañoles. Se enfrentaban dos posiciones igualmentedesinteresadas y honestas en el seno del Partido Socialista,la mayoría, encabezada por Largo Caballero, que consi-deiaba cancelada la experiencia republicana y defendía la

constitución de la unidad obrera con vistas al ejercicioíntegro del poder, desde el cual desarrollar una políticaeminentemente socialista; la minoría, corporizada porPr°eto que tomaba en cuenta la realidad española, en la queoperaban con fuerza los partidos conservadores, y reputabapeligrosísimo separarse de los republicanos y de la Repúbli-ca. El mismo sincero desinterés de las posiciones las hacíairreconciliables. Conforme a la dolorosa observación deGanivet, unos y otros polemistas pasaron a arrojarse susrespectivas razones como si se tratase de cantos puntiagu-dos. Nada que procediese del contrario se escuchaba. Así

cuando Prieto, en quien la videncia era menor que lainformación , advirtió publica y solemnemente que seavecinaban días de gravedad extraordinaria, sus correli-gionarios, en contradicción , le atajaron con una fraseque, cualquiera que sea el tiempo que la empolve,quedará inolvidable : «¡ Bah!, cuentos de miedo». Lagravedad de ella es que era sincera. Por lo menos, lo era enLargo Caballero que, obseso en su ideal, no podía compren-

der otras violencias que las que desencadenase, en busca desu victoria, la clase obrera.

,Antes de esa advertencia pública y solemne de queZugazagoitia habla y de la cual perduran como testimoniovarios discursos y artículos periodísticos, yo había prodiga-do mis avisos a gobernantes y correligionarios. Sólodecidí su publicidad al darme cuenta de que era imposible

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quebrantar la incredulidad ministerial y al reiterarseofensivamente la mofa socialista. La incredulidad llegó alextremo de considerar que mis anuncios tenían origenmenopáusico -así me lo dijo con crudeza el Presidente delConsejo de Ministros- y la befa se acentuó echando a volarel rumor de que yo inventaba "cuentos de miedo" bajo elpropósito de que, haciéndolos creer, llegara a constituirseun Gobierno del que yo formara parte. Esto último loafirmaban quienes, meses después, en plena sublevación ycuando cosas antes evitables carecían ya de remedio, merequirieron a agruparme ministerialmente con ellos. Noquise desatenderles, pese a haberme hecho objeto decontinuas burlas. Mis advertencias en mítines y periódicostuvieron el mismo efecto nulo que las musitadas al oído,pues no hay peor sordo que el que no quiere oír.

Con razón anota Zugazagoitia que mi videncia eramenor que mi información. Esta venía suministrándomemultitud de noticias indiciarias y probatorias de cuanto setramaba, susceptibles de crear una convicción recia sobreel enorme peligro que nos amenazaba , pero era inútil,por los motivos dichos que yo me apresurara a trasmitir-las. Si alguna duda hubiese tenido, se habría disipadocuando cierta persona se avistó con mi hijo para, a base deinformes concretos y con origen irrecusable, aconsejar quemi familia y yo marchásemos al extranjero y quedar así asalvo de todo peligro. Agradecí el consejo, pero no lo seguí.En cambio, se lo di a persona menos significada que yo, lacual traspuso a tiempo la frontera.

En el artículo Manuel Azaña y lo del oro español (19 denoviembre de 1958), Prieto comentó la opinión de Luis Araquis-táin, de su libro La intervención de Rusia en la guerraespañola:

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Me he entretenido, quizá excesivamente, en deshacer lamaraña de conjeturas que llevan a mi amigo Araquistáin ala conclusión de que, o Rusia exigió el depósito comogarantía del pago de armamento que angustiosamente se ledemandaba o que los republicanos españoles obraron por unmotivo de extrema desesperación y que, dando por perdidala guerra apenas comenzada, les urgía salvar el oro enespera de circunstancias internacionales más propicias.Como estoy seguro de que Largo Caballero, de quien yoera por entonces amigo muy íntimo -manifiesta el articulis-ta- no se hallaba en tal estado de desesperanza en cuanto aldesenlace de la guerra, y me cuesta mucho trabajo tambiénimaginar presa de tal abatimiento a Negrín, a quien conocíaaún más íntimamente que a Largo Caballero , no me quedaotra alternativa que volver a la hipótesis de la coacciónsoviética o declarar simplemente que la entrega del oro aRusia fue una locura de todo punto inexplicable.

En el artículo Oro vuelto pavesas. El Kremlin prestidigitador(15 de mayo de 1957), Prieto ironizó sobre el masoquismo deNegrín y el de Largo Caballero:

El Kremlin, como cualquier prestidigitador clásico, luego deesconder la prenda, muestra por ambos lados sus manos,exclamando: «Vea el respetable público que nada tengo enla palma ni nada tampoco en el dorso». En efecto el carga-mento aurífero -¡quinientas toneladas!- se ha esfumado.Seguidamente, el prestidigitador alza sus brazos y dachasquidos con los dedos como para disipar las pavesas-pavesas inasibles- en que se ha vuelto el oro. Es unmagnífico espectáculo de moderna magia estatal, del quePravda nos ha hecho muy linda descripción.

Si mientras lucha por la libertad, algún pueblo ve que

peligran sus ahorros dentro del suelo patrio, mándelos a

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guardar en Rusia. ¿En qué sitio los tendría más seguros?

Si aceptamos que los principales líderes socialistas eran paranoi-cos suicidas, es natural que sus determinaciones políticas fuesenprovocaciones compulsivas inconscientes con el propósito

latente de marchar hacia la ruina y la muerte. En FranciscoLargo Caballero y Federica Montseny (7 de noviembre de1941), de su libro Palabras al viento , Prieto expuso uno de losmás graves errores de los socialistas:

Pero ceden las exhortaciones ante un recuerdo. A hora muytemprana, un día otoñal de 1932, nos reunimos con LargoCaballero, en su casita de la Dehesa de la Villa, de 1\.°adrid,Fernando de los Ríos y yo. El Tribunal Supremo habíacondenado a muerte al general Sanjurjo por acaudillarla sublevación militar del 11 de agosto . La sentencia ibaa someterse horas después al Gobierno . Sin vacilacionespor parte de ninguno , los tres ministros socialistas nospronunciamos por el indulto . Largo Caballero me dijo:«-Encárgate tú de defender nuestro criterio en el Consejo;puedes hacerlo mejor que nosotros si surgen opinionesopuestas por parte de otros ministros». El Gobierno sereunió entre angustiosa exjectación. Para nosotros era unenigma la actitud de los demás, y para los demás la nuestra.Cuando Azaña dio cuenta del terrible fallo, se produjo en lasala un silencio impresionante, contrastando con el voceríode la multitud que, ante el Palacio de Buenavista, pedía agritos, el cumplimiento inmediato de la sentencia. Rompí yoel silencio para decir que los ministros socialistas votába-mos por el indulto de Sanjurjo. Los restantes ministros sesumaron a nuestro criterio. Y el indulto fue acordado porunanimidad, oponiéndose el Gobierno al deseo de lasmasas, cuyo eco iracundo llegaba hasta nosotros.

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En Cartas a un escultor , del tomo III de Convulsiones deEspaña , don Indalecio reconoció también su propio masoquismo:

D^j tus comentarios se colige que crees que aquel asesinatooriginó la guerra. Esto tampoco es verdad. Una extensaliteratura a cargo de los vencedores, destacando en ella labiografía de Franco, por Arrarás, y la de Mola, por Iribarne,más el sensacional libro del coronel Ansaldo, demuestranirrefutablemente que la sublevación se venía preparandodesde el nacimiento del nuevo régimen, habiendo sidofrustrada en su primer intento el 10 de agosto de 1932.Quizá el gesto clemente que los ministros de entoncestuvimos con los caudillos insurrectos les dio alas parasublevarse de nuevo.

En Privilegio agradecido . El honor de unos ultrajes (13 demayo de 1959), Prieto medio reconoció el segundo grave errorde los socialistas, que fue la Revolución de Asturias:

Acerca de los sucesos de 1934 hablé y escribí en ocasionesvarias. Aún me queda por profundizar bastante en ellos,pero no he de hacerlo ahora por juzgar inapropiada laocasión. Me limito a decir que es desatinado comparar lo de1934 con lo de 1936, tanto por sus orígenes como por susconsecuencias.

La protesta civil de 1934, suscitada principalmente porel Partido Socialista , tenía como finalidad, y así se anunciópúblicamente, incluso por mí en el Congreso , oponerse aque asumieran el Gobierno personas que, como diputa-dos, no prestaron promesa de fidelidad a la Constitucióncuando ésta se aprobó en diciembre de 1931 , y que, porlo tanto, no la acataban. Fue un movimiento, quizáerróneo , en defensa de la Constitución.

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En la conferencia Confesiones y rectificaciones , que pronuncióPrieto en el Círculo Cultural Pablo Iglesias , de México, el 1 demayo de 1942 y que consignó en su libro Discursos en Améri-ca, había reconocido plenamente que lo de Asturias fue unaprovocación masoquista:

Mi segunda confesión viene a un plano de relativa actuali-dad y será más sugestiva para vosotros y más dolorosa paramí. Aquí he de empalmar mis palabras de hoy con otras quepronuncié en el discurso de 21 de abril de 1940, al inaugu-rarse el Círculo Pablo Iglesias, palabras que abarcan, encierto modo, todo este período trágico de la vida española.Me refiero al movimiento revolucionario de 1934. Medeclaro culpable ante mi conciencia, ante el PartidoSocialista y ante España entera de mi participación enaquel movimiento revolucionario . Lo declaro, comoculpa , como pecado, no como gloria.

Si en un principio estuvo influido el gobierno de la República

por los socialistas, también estuvo influido por otras tendenciasy por los hombres que las representaban, quienes eran tanautoagresivos como los mismos socialistas. De esto se induceque los gobiernos republicanos, como seres de gran tamaño,fueron suicidas. Veamos Una gestión frustrada (14 de febrerode 1942), del libro Palabras al viento , en la que expone Prietola manera de actuar de los políticos republicanos:

Saltamos a la década siguiente . El Gobierno está reunido enValencia, bajo la presidencia de don Juan Negra. Elministro de Estado, don José Gira], propone que sea canjea-do Raimundo Fernández Cuesta -fundador , en unión deJosé Antonio Primo de Rivera, de Falange Española- porJustino Azcárate, hermano del embajador de España enLondres. Me opongo enérgicamente . Soy partidario delcanje de prisioneros , pero estimo que venimos efectuando

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con grave daño nuestro. Hemos puesto a la disposición deFranco jefes militares eficacísimos a cambio de oscurosparientes de personajes republicanos . Esta vez, ladesigualdad va a ser mayor, si se compara la escasa perso-nalidad republicana de Justino Azcárate con la relevantísi-ma de Fernández Cuesta en el campo contrario. BernardoGiner de los Ríos, rebatiendo mis argumentos, asegura quecon diez hombres de la talla de Justino Azcárate sería muydistinta la suerte del régimen republicano. Le oigo conasombro y luego sonrío. Las palabras de Giner son nuevademostración de la solidaridad que une a profesores yalumnos de la Institución Libre de Enseñanza, solidaridadmás estrecha que la practicada por los masones y que lapeculiar de los jesuitas. Julián Zugazagoitia defiende elcanje propuesto, ensalzando el comportamiento de donPablo Azcárate, hermano de Justino. También descubroenseguida la raíz de esta actitud. Pablo Azcárate es íntimode Marcelino Pascua y Marcelino Pascua gran amigo deZugazagoitia. Me encrespo más. Estos asuntos debenresolverse tapando con cien vendas los ojos de la amistad.Negrín calla. Otros ministros también. Soy yo sólo quienpelea contra los partidarios del canje, aunque creo contarcon bastantes votos, entre ellos los dos comunistas. El señorGiral, hombre bueno por excelencia, insiste en su proposi-ción, atribuyéndole, según informes de la Embajada de París-desde donde viene rodando la iniciativa- gran interéspolítico, porque Raimundo Fernández Cuesta, en plenalibertad, será germen de discordia al oponer la prístinaideología de Falange -la de Primo de Rivera, la de loscamisas viejas- a las mistificaciones franquistas. Persistoen mi actitud, manifestándome incrédulo ante esas conse-cuencias reputadas probables. Entonces alguien indica queyo mismo explore a tal respecto el pensamiento y la volun-tad de Fernández Cuesta antes de decidirse nada. Acepto el

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cometido y estimando indiscreto ir a hablar con el reo a lacárcel, lo hago sacar de la prisión y llevarlo hasta uny.casitade campo en Bétera, donde yo me albergo. Sin otro acompa-ñamiento que el de un funcionario a mis órdenes y el de unamigo suyo, el jefe de Falange llega a mi casa. Los carabi-

neros que la guardan no conocen al visitante y si le dejanpasar es por ir con persona de mi absoluta confianza. La citaha cogido de sorpresa a Fernández Cuesta y éste ha venidocon el traje de dril deterioradísimo usado en la prisión.Charlamos largamente. Le refiero lo ocurrido en Consejo,sin ocultarle que soy yo quien se opone al canje que puededevolverle la libertad. Él lleva preferentemente la conversa-ción a dos temas: su inocencia en el proceso que se le siguey que habrá de ocasionar el fusilamiento de todos susconsortes -Golfín, Corujo, etcétera- y su falta de participa-ción en los atentados personales cometidos por falangistasantes de comenzar la guerra. No pretendiendo arrancarlepalabra alguna por sorpresa, le convoco para días más tarde.Él vuelve a la cárcel y yo al Ministerio.

A la nueva entrevista, también en la casita rodeada denaranjos, acude Fernández Cuesta vestido con elegante trajede paño. Nuestra charla es más larga que la anterior. Nossentamos a merendar. Lós comensales somos cuatro:Fernández Cuesta y yo, más el amigo suyo y el mío. Depar-timos sobre las causas de la contienda, el dolor de la luchay el porvenir ruinoso de España. Fernández Cuesta seabstiene de formular promesas sobre su conducta política,si se le liberta. Por mi parte, tampoco procuro arrancárselas.¿Para qué? Cierro la conferencia con estas palabras: «-Nosería digno, dadas las especialísimas circunstancias en queuno y otro nos encontramos, que yo presionara a usted paraobtener determinados ofrecimientos, y si, coaccionándole,los lograse, no creería en ellos, estimando lícito que ustedme mintiera. Su vida depende de mí de modo personalísi-

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mo. Me repugna ser yo quien decrete su muerte. Enconsecuencia, y aun sin esperar lo que otros ministrosaguardan de usted, desisto de seguir oponiéndome a sucanje con Justino Azcárate. Tiene usted, pues, asegurada lalibertad sin compromiso alguno. Todo queda a su concien-cia. Haga, al verse libre, lo que ésta le dicte».

Nos despedimos dándonos la mano. Pocos días después

salían simultáneamente para Francia, Justino Azcáratedesde la cárcel de Valladolid yRaimundo Fernández Cuestadesde la de Valencia. A pesar de que aún duró dos años laguerra, Azcárate -el de la decena de salvadores de laRepública, según su condiscípulo de la Institución Libre deEnseñanza- ni se puso a las órdenes del Gobierno ni volvióa España. Fernández Cuesta, luego de ir a postrarse ante laVirgen de Lourdes, para darle gracias por su liberación-atribuyéndole a la milagrosa imagen, quien por lo visto,me tocó al corazón- marchó a Burgos y fue ministro de

Franco, con Serrano Súñer, Esteban Bilbao, De la Peña,Sánchez Mazas y Larraz, que también habían estado ennuestro poder.

En Pláticas . Al pie de un caballete (13 de octubre de 1951),Prieto expone una paradójica actitud:

Hubo republicanos, y yo se lo he oído con asombro, queentendieron que los socialistas debíamos recortar nuestrarepresentación parlamentaria, reducirla, suprimirla casi,otorgándoles nuestros votos en las urnas para ellosgobernar más holgadamente con mayoría propia. Nosinvitaban a un suicidio y a una farsa: al suicidio porquedeberíamos prescindir del número de diputados proporcio-nal a nuestra fuerza, indiscutiblemente superior a las de losdemás grupos adictos, y a la farsa porque daríamos sensa-ción de que los republicanos disponían de núcleos que lesfaltaban.

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Veamos algunos ejemplos que nos explicarán cómo la Repúblicafue cavándose su propia fosa. En Conferencia del 1 de mayo de1946, consignada en el III tomo de Convulsiones de España,Prieto aludió a la constitución española de 1931:

Las soluciones que persigo las hallo dentro de la patria,acogiéndome a características marcadamente espa„ íolas.Además, aunque pretendamos -y no tenemos por quéocultar el propósito- reformar a su hora la Constitución dela República, todas cuantas aspiraciones voy a bosquejarencajan dentro de la Constitución de 1931. Para vuestro

recuerdo, y para el mío, leeré el artículo 44 de la Constitu-ción , que dice:

Toda la riqueza del país, sea quien fuere su dueño, estásubordinada a los intereses de la economía nacional y afectaal sostenimiento de las cargas públicas, con arreglo a laConstitución y a las leyes.

La propiedad de toda clase de bienes podrá ser objeto deexpropiación forzosa por causa de utilidad social , mediante

adecuada indemnización , a menos que disponga otra cosauna ley aprobada por los votos de la mayoría absoluta delas Cortes. '

Con los mismos requisitos, la propiedad podrá sersocializada.

En La constitución española de 1931 . Esperanzas muertas(15 de diciembre de 1951), del tomo 1 de Convulsiones deEspaña el líder socialista trató el asunto religioso:

El tiempo me dio pronto la razón. Los señores Alcalá

Zamora y Maura dimitieron cuando las Cortes aproba-ron el artículo 26 de la Constitución , por el cual, tras

establecer que todas las confesiones religiosas serían

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consideradas como asociaciones sometidas a una leyespecial , no pudiendo el Estado, las regiones ni los munici-pios auxiliarlas bajo forma alguna, se declaraban disueltas«aquellas órdenes religiosas que estatutariamente impongan,además de los tres votos canónicos, otro especial de obe-diencia a autoridad distinta de la legítima del Estado», reglasólo válida para disolver la Compañía de Jesús, cuyosbienes se nacionalizaban, afectándolos a fines benéficos ydecentes.

Para disolverla, no para expulsarla, según divulgaron losreaccionarios de todo el mundo, adornando su falso asertocon fotografías de jesuitas que, provistos de maletas yhatillos, atravesaban la frontera pirenaica. Aquellos clérigos-profesos de fecha reciente- no se expatriaban expulsadospor las autoridades españolas; se iban obedeciendo instruc-ciones dadas desde Roma por el general de la orden, ansiosode evitar los riesgos de que sus subordinados más jóvenesse diseminaran por domicilios particulares para vivir en elseno de familias , pues por muy católicas que éstas fueran ymuy sagrados los hábitos ignacianos, el demonio sueleescabullirse entre los trajes telares, tanto masculinos comofemeninos, y en consecuencia, el general, ateniéndose alsabio refrán de quien quita la ocasión quita el peligro,dispuso que aquella grey juvenil se recluyera en conventosdc extranjero.

Mi parecer personal, expuesto en Consejo de ministros,sobre el delicadísimo problema religioso lo traduje a otrorefrán: o herrar o quitar el banco. Es decir, o abordar elproblema a fondo o dejarlo tal como estaba jurídicamente,parapetándonos en el Concordato, incumplido por parte dela Iglesia, para reducir el número de órdenes monásticas.Lejos de proceder así, nos dedicamos a arañar , simple-mente a arañar, y los arañazos , siempre superficiales,suelen irritar mucho más que las puñaladas.

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En Aniversario. Los orígenes de la sublevación franquista (7de abril de 1949), de la obra antes citada, Prieto trató el asuntomilitar:

La hecatombe sufrida por España arranca del resentimiento

de varios generales, despechados por habérseles suprimi-do las Capitanías , virreinatos a usanza colonial, yhabérseles puesto de tope en la escala el grado deGeneral de División . Hagámosles la justicia de suponerque no calcularon bien la monstruosa tragedia que iban aocasionar. (...) Los "ideales" redentores de la Unión MilitarEspañola consistían en derribar la República . Esta habíaofrecido a los militares que no sintieran simpatía por ellaconcederles el retiro con percepción integra del respecti-vo sueldo y disfrute vitalicio de carnet para viajar gratispor toda España . En 1933 se habían reunido secretamentelos díscolos para hundir un régimen al que habían juradofidelidad. En 1932 promovieron laprimera sublevación, queel Gobierno, generoso no castigó con ninguna pena demuerte.

En el citado artículo 18 de julio de 1936. Al cabo de veinteaños , Prieto dijo que sería injusto achacar exclusivamente alGobierno una suicida obcecación:

Si en 1932 tuve suerte, no llegué a que también me acompa-ñara en 1936 o, mejor dicho, a que fuesen agraciadas porella la República y España. Porque pudo lograrse igualfrustración a no impedirla un absurdo ofuscamiento.Recientemente he leído los juicios de un periódico pamplo-nés, considerando providencial la designación del generalMola para el mando militar de Navarra . Agente de laProvidencia fue el mismísimo Gobierno que envió aaquella provincia -única entre las cincuenta de España

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susceptible de levantar subversivamente a la mayoría desus habitantes-a tan enconado enemigo , cuya inmpunidad,si surgía el fracaso, estaba asegurada teniendo libre a susespaldas el Pirineo.

En su artículo El camaleón comunista (19 de septiembre de

1941), de su libro Palabras al viento , Prieto trató el asunto dela injerencia comunista tolerada por la República:

Churchill auxilia a la República soviética, pero, al propiotiempo, rechaza las intromisiones en la política interiorbritánica que puedan dictarse desde Moscú. En DowningStreet no se depone a ministros porque lo pida el Kremlin,conducta que debió haberse seguido en España. Pero allífuimos de claudicación en claudicación , y cuandoquisimos darnos cuenta -escrito por mí estaría mejordicho «cuando quisieron darse cuenta »- nos hallábamoscopados . La insurrección de 1939, personificada por laJu•.ta de Madrid, para romper el cerco, constituyó errortremendo por ser demasiado tardía y asumir formas ¡nade-euadas.

En Palabras claras sobre el caso de España (6 de enero de1941), del mismo libro, Indalecio Prieto enfatizó su remordi-miento por no haber hecho más de lo que hizo:

Se reaccionó contra la influencia comunista a destiempoy se reaccionó como consecuencia no de que nosotros -aquíaplico indebidamente el pronombre, porque puedo conside-rarme aparte- cambiáramos nuestra concepción respecto alo que convenía al Partido Socialista y a la guerra, sino porlos excesos y torpezas del Partido Comunista; se reaccionó

por coacciones de tanta vileza como la de que quien en losfrentesy en las trincheras rechazaba el carnet comunistatenía los momentos contados . ¡Reacción muy tardía,

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producida no por reflexión, sino ante el espectáculo de lasangre de nuestros propios correligionarios, asesinados enlas líneas de batalla, y que, al fin, abrió los ojos de quienesestuvieron obcecados hasta entonces! ¿Nos excedimos en elcallar? Ahora sí es justo hablar en primera persona. Acasosí. Quizá yo sea uno de los culpables de silencios quepodían significar allanamiento. Con frecuencia, volviendola mirada hacia aquellos tiempos , no deja de herirme elremordimiento . Pero la guerra terminó y, al terminar,consideré llegado el instante, sin peligro para la causa deEspaña, sino, al contrario, favoreciéndola de liquidar enforma definitiva la torpe política del encumbramientodel comunismo , de sumisión a 'él. Esa era, en el fondo, lacuestión que, al margen de otra que puede considerarseepisódica, fui a plantear a París en julio de 1939. Creía queel Partido Socialista, tan duramente castigado, encontraríamotivos de rectificación. Reproduciré lo que entonces dijeen París, ante los hombres representativos de nuestroPartido: «con los comunistas no podemos ni debemosseguir, no sólo porque nos agobia el recuerdo de las vilescoacciones que han sido eje de su política con nosotros a lolargo de la guerra, sino por razones de conveniencia colecti-va en cuanto al Partido y patriótica respecto a España. Sialguien reputa posible, cualquiera que sea la descomposi-ción del franquismo, restaurar las instituciones democráticasen España a base de predominio comunista, ése está loco.El comunismo lo repele España entera, lo repelennuestros combatientes encarcelados; lo repelarían, sipudieran hablar , nuestros muertos, los asesinados por laespalda». Dije en las memorables reuniones de París que siel comunismo constituía un lastre insoportable debíamosarrojarlo por la borda para que España nos pudiera acogeral amparo de instituciones democráticas que salvaguardasennuestra vida y nuestra libertad.

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Ahora bien, quien crea que los socialistas y los republicanosfueron los únicos responsables de la catástrofe, están equivoca-dos. Habrá que repetir hasta la saciedad que los españoles estánadaptados inconscientemente a la idea de morir, a todos losniveles sociales. Desde el rey hasta el último de los labriegosextremeños y que cada uno en su órbita comete actos estúpidos,masoquistas o suicidas. Las estupideces cometidas por AlfonsoXIII en Africa son comparables a las del pueblo cuando seamotina. En el artículo La iglesia católica en la contienda (18de octubre de 1941), en Palabras al viento , expresó Prieto:

Los desmanes anticatólicos ocurridos durante la Repúblicanunca contaron con mi aprobación. Los primeros-la quemade templos en mayo de 1931- desbarataron, por sus reper-cusiones en el extranjero, mis planes como ministro deHacienda, y los últimos los condené con frases duras enCuenca, el primero de mayo de 1936, cuando, luego deanunciar públicamente el alzamiento acaudillado porFranco, dije que en esos desmanes no veía «signo alguno defortaleza revolucionaria» y que ningún privilegio se destruía«con excesos aislados, esporádicos, que dejan por todahuella del esfuerzo popular unas imágenes chamuscadas,unos altares quemados o unas puertas de templos ennegreci-das por las llamas», creándose con todo ello el ambiente«que necesita el fascismo para florecer». Cínicas confesio-nes posteriores a la guerra revelan cómo el fascismo preparóy alentó algunos de esos desmanes, a los cuales se entrega-ron con lamentable infantilidad exaltados elementosizquierdistas, siguiendo el ejemplo de sus antepasados.Porque en España todo motín popular se ha traducidosiempre en deteriorar iglesias y quemar las casillas delimpuesto de consumos . Achacar tan estúpidos excesosnada menos que a exotismos orientales, es desconocer lahistoria motinesca de nuestro país, donde constantemente se

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culpó de todos los males a frailes... y a consumeros.

El masoquismo de los militares españoles sublevados estáencubierto por una capa pseudo-agresiva o sádica. Españaestuvo a punto de perder su soberanía política y económica porla hipoteca que del patrimonio nacional hicieron éstos a Italia yAlemania. En Carta a don Agustín Mora . El húngaro, el osoy la mosca , Prieto hizo una comparación:

Eso de un lado. Respecto al otro, recuerdo cierto cuento queviene al caso. Erase un húngaro andariego que se ganaba lavida haciendo bailar al son del pandero en calles y plazas aun oso viejo y grefudo. El oso llegó a tomar cariño a suamo. Cierto día, el húngaro, fatigado por larga caminata,tumbóse a dormir a la sombra de un castaño. Una mosca,posándose sobre su frente, le desvelaba. El húngaro, entresueños, la espantaba con la mano. Pero la mosca, pertinaz,volvía tras breve vuelo, a posarse en el mismo sitio. El osodecidió asegurar el descanso de su amo querido, matando ala mosca, y para ello tomó entre sus manazas una gruesapiedra y la descargó con fuerza sobre la mosca cuando ésta,de nuevo, cosquilleaba en la frente del húngaro. El oso matóa la mosca, pero mató también al amo. Los militares y loselementos civiles que secundaron la rebelión han procedidocomo el oso del cuento, pues han herido de muerte aEspaña , ocasionando su ruina y poniendo en peligro suindependencia.

En Palabrasde Alfonso XIII: "¡ Este es mi Mussolini !" (14 dejulio de 1943), de su libro De mi vida (1970), comparó Prieto elgolpe militar de Miguel Primo de Rivera con la monstruosidadde 1936:

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El dictador llegó sin obstáculos hasta las gradas del trono,y de allí, tras recoger sonrisas en lugar de reproches, saliócon sus colegas del Directorio a decir tonterías y a realizarbotaratadas . Ello pudo ocurrir así -deseo destacarlo- porqueel pueblo no estaba compenetrado con las organizacionesgubernativas que los generales patearon. No podía sucederlo mismo con la República amada del pueblo . En jul¡o de1936, horas después de la nueva insurrección , hablando aEspaña desde un micrófono instalado en el Ministerio de laGuerra, advertí a los militares que se equivocaban sí creíanen la repetición del fenómeno de 1923, porque esta vez elpueblo defendería el régimen con uñas y dientes. «Si llegáisa vencer -anuncié- gobernaréis sobre montones de ruinas».¡Fácil profecía ampliamente cumplida!

En Generaciones españolas . La del 98 y la del 36 (28 de enerode 1959), del tomo III de Convulsiones de España, el exdiputado por Vizcaya se percató que el masoquismo en Españase goza a nivel nacional:

A principios de mayo de 1898, la tradicional corrida detoros que se celebraba en Bilbao tuvo como intermedio unadivertida ocurrencia : varios espectadores arrojaron al ruedoun cochinillo sobre cuyo lomo ira clavada la banderanorteamericana y de cuyo rabo pendía, encendida, largamecha de cohetes tronadores . El público, que había reído lodel chamuscado cerdo emblemático , supo con estupor, alabandonar sus localidades , que la flota del almiranteMontojo la había convertido en montones de chatarra enCavite el almirante Dewey, quien se permitió el lujo desuspender la batalla -¿batalla?- para que las dotaciones desus barcos almorzaran tranquilamente.

Luego vino lo de Santiago de Cuba -otro ejercicio detiro al blanco- y más tarde , para ignominioso remate, el

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Tratado de París. El plenipotenciario español EugenioMontero Ríos dijo, aludiendo al viejo cuento de su tierragallega: «Entre todos matamos a Meco». Y lo dijo conrazón. ¿Quién podía echar nada en cara a nadie? Aquellofue un caso de estupidez nacional , encubierto por intelec-tuales bien documentados para preverlo y cometido porla Corona , el Parlamento y el pueblo.

Recordemos las palabras que sobre la guerra de Cuba dijo elexcepcional analítico aragonés Santiago Ramón y Caja¡ (1852-1934), tomadas del libro La psicología de los artistas (1954),en las que se advertirá su objetividad ante el masoquismo de lasclases dirigentes de entonces:

En las discusiones motivadas por los desastres de la guerrafunesta e imposible sostenida por España con los EstadosUnidos, se han involucrado tres cuestiones totalmentediversas: la lucha separatista, la intervención de la Repúbli-ca americana, y la impericia política y administrativa denuestras clases directoras , a las cuales atribuyen muchosnuestra decadencia.

CINCUENTA MIL HOMBRES EN LUGAR DE

DOSCIENTOS MIL

No hemos aprendido nada en las enseñanzas de laspasadas guerras . No hemos sabido evitar el choque con lagran República americana. Nuestros políticos, en vez dealejar todo lo posible dicha intervención, reduciendo laguerra a una de esas dolencias nacionales que se repitencada veinte años y que duran invariablemente de siete a diez-prueba de que hay algo permanente que causa la cronici-dad de nuestras contiendas civiles- hiciéronla inevitable consus terribles desaciertos.

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Primer error : Enviar a Cuba , en vez de cincuenta milhombres bien equipados y alimentados , doscientos milsoldados, en su mayor parte bisoños, y cuyo sostenimientoen un país donde la vida es carísima, debía agotar rápida-mente los recursos económicos de la nación. ¡Y todo paraperseguir veinte mil insurrectos a lo más! Cuando elenemigo no desea combatir y vive además refugiado en unterritorio sin carreteras, ferrocarriles, ni población, embos-cado en una manigua impenetrable, tan inútiles son para los

efectos de la victoria inmediata cincuenta mil como dos-cientos mil soldados.

La guerra no termina en tales condiciones por las armas,sino por la política. Además, todos los que hemos estado enCuba sabemos que el clima mortífero de las Antillas, entriste complicidad con nuestra pésima administración, esdecir, con el hambre, los atrasos en las pagas, el desbarajus-te en la distribución y movimiento de las columnas -cosastodas absolutamente inevitables en los ejércitos de Cuba oFilipinas- habrían de reducir aquel contingente al año a cienmil soldados y a los dos años a cincuenta mil, poblando loshospitales y hasta los pueblos y aldeas de tísicos, palúdicosy anémicos.

MARTINEZ CAMPOS Y WEYLER

Finalmente, esta enorme desproporción de fuerzas entre lainsurrección y nuestro ejército tenía todavía dos gravesinconvenientes: dar a la guerra cubana una importanciaenorme , haciendo suponer a los americanos que el paísen masa se había alzado contra España , cosa peligrosísi-ma en presencia de la codicia norteamericana, y colocar aEspaña en el amarguísimo trance de entregar rendidos porel hambre, casi sin lucha, a ciento cincuenta mil hombres,una vez entablada la pelea con los Estados Unidos y en el

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caso harto probable de que nuestra escuadra fuese destruidapor la yanquee.

Segundo error : La destitución de Martínez Campos y sureemplazo por Weyler. El primero, cualesquiera que fuesensus éxitos guerreros, representaba en Cuba el espíritu nobley generoso de España, siempre dispuesto a una transacciónhonrosa en obsequio a la paz. Fue lástima grande queCánovas no le autorizara para establecer la autonomía. Susprendas personales, tan simpáticas a los cubanos como a losEstados Unidos, su horror a la inútil efusión de sangre, surepugnancia a una guerra de exterminio que no resuelvenada puesto que disminuye por igual las vidas de ambosejércitos, permitíanle por una parte contener la codiciayanquee, evitando pretextos de intervención, y por otradábanle facilidades para calmar en Cuba el odio a España ylas malas pasiones de los insurrectos.

Tercer error: Nombramiento del general Weyler, porimposición de una parte de la prensa que ansiaba éxitosruidosos , aun comprados a costa de raudales de sangrecubana. Esta fue enorme falta política, pues con razón o sinella, Weyler tenía triste fama de cruel y debía ser recibidocon profunda antipatía por la insurrección y con hostilidadmanifiesta por la República americana. Esta buscaba unpretexto para intervenir y el pretexto no podía ser otro queevitar el inútil derramamiento de sangre, alardeando de esosdeberes de humanidad en cuyo nombre se ha consumadomuchas veces la expoliación de los pueblos débiles.

FISICAMENTE ERA IMPOSIBLE TRIUNFAR

Cuarto error : Sabiendo el Gobierno que la guerra seaproximaba, ¿cómo no propuso el abandono de la isla de

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Cuba? El Gobierno debía de saber que nuestro ejército

estaba enfermo, agotado por una lucha estéril y por todaclase de privaciones, incapaz de luchar con un ejércitorobusto, bien alimentado y recién llegado de su patria.Debía saber también que nuestros barcos no eran suficientespara forzar el bloqueo de la isla y que nuestra ruina erainevitable . Y, sin embargo nuestro Gobierno, temeroso, sinduda, de un mitin en las calles, no se atrevió a hablar al país

del abandono de Cuba.La mayoría del país, todo lo que en él había de sensato,

no quiso nunca la guerra con los Estados unidos. A ellafuimos arrastrados por los indoctos y por los delirantes. ¿Esque se le podía ocultar a alguien que pensase un poco, enpresencia de los datos de la realidad , que era físicamenteimposible que triunfásemos ? Y el valor es una condiciónde la salud y tiene por compañera la esperanza. Y el soldadoestaba enfermo, hambriento, fatigado, ansioso solamente dedescanso. No tenía esperanza, no podía tenerla porque habíasido enviado a combatir por tiempo indefinido, sin sabercuándo concluiría la guerra, y su único anhelo era acabarpronto y de cualquier manera.

El valor y el honor son cosas muy relativas, y que engeneral no deben pedirse sino a la robustez, a la seguridadde que detrás del soldado hay una patria próvida, fuerte,rica, que vela por él.

Remedios hay contra todos esos males, sobre todo

buscándolos en las cualidades y virtudes enteramentecontrarias a las que gratuitamente se han supuesto,salvadoras de nuestra raza.

Si todos somos masoquistas, cabe la pregunta. ¿Quiénes son laspersonas idóneas para gobernar un país? Puesto que aquellos quehan dado en denominarse intelectuales sin tener el más mínimoespíritu socrático, de llegar al poder, darían rienda suelta a sus

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dexirios infantiles de grandeza y tratarían de poner en la prácticalas más absurdas quimeras de su lírica imaginación. No en vanoSócrates repudió a los poetas para la administración de suRepública:

Digamos, pues, de todos los poetas, empezando por Horne-ro, que, ya traten en sus versos de la virtud, ya de cualquieraotra materia, no son sino imitadores de fantasmas, quejamás llegan a la realidad. (...) Así, mi querido Glaucón,cuando oigo decir a los admiradores de Hornero que estepoeta ha formado a Grecia, que leyéndolo se aprende agobernar y dirigir bien los negocios humanos, y que nopuede hacerse cosa mejor que regirse por sus preceptos,habrá que tener toda clase de miramientos. (...) Mas desdeel momento en que des cabida a la musa voluptuosa, seaépica, sea lírica, el placer y el dolor reinarán en nuestroEstado en lugar de las leyes. (...) Puesto que por segundavez se ha presentado ocasión de hablar de la poesía, he aquílo que yo tenía que decir para justificarnos de haberladesterrado de nuestro Estado. (...) Y tendremos cuidado deno volver a caer en la pasión que por ella hemos sentido dejóvenes y de la cual no está curada la mayor parte de loshombres.

La gobernación de los países es menester que la ejerzan perso-rias con un don de gentes fraguado durante muchas décadas detrato cotidiano con todos los sectores del pueblo; personas quehayan cometido ya muchos errores en la vida y que se hayaninmunizado psicológicamente de sus compulsiones paranoides.En su artículo Oyendo a Winston Churchill (26 de agosto de1941), de su libro Palabras al viento , Prieto arremetió contralos líricos que se hacen pasar por intelectuales, a los que élmismo confundió:

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Sobre los intelectuales -exclusivamente intelectuales-prefiero en el Gobierno a los hombres de acción. Acasotenga origen envidioso mi antiguo desdén por la intelectua-lidad, desdén que, desbordándome, no pretendo disimular.A cierta edad y en ciertos trances, maldito si merece la penael disimulo. Hace años, en homenaje rendido por compañe-ros de profesión al modesto y meritísimo periodista madrile-ño Martínez Sol, dije -y el dicho fue muy comentado en

razón a amistades mías- que al tocar con la mano aintelectuales preeminentes se me habían pulverizadoentre los dedos , por lo cual nos hubiera valido más -a ellospara mantener su fama y a mí para guardarles devoción- nohabernos conocido tan de cerca.

Con los intelectuales a secas suele ocurrir lo que con lasingenuas de teatro; por fuera seducen y por dentro resultaninsoportables. En cualquiera comedianta melindrosa descu-briréis -la regla es general- una mujer zafia, déspota e

incluso cruel. Yen cualquier intelectual -salvo excepcionesque Dios no ha querido ofrecerme en abundancia-hallaréis un fatuo.

Roberto Castrovido, el escritor inmaculado al que latierra mexicana sirve de sudario, hizo muy sutil distincióncon respecto a dos hermanos, uno de los cuales gozaba, ygoza, de mucha nombradía. Al pronunciar el apellido deellos, alguien le preguntó: «-¿De quién habla usted, donRoberto, del intelectual? -No hablo del intelectual -res-pondió Castrovido- sino del inteligente», refiriéndose así almenos renombrado.

La vanidad, aun constituyendo el estímulo menosabominable de la ambición, puede ser demasiado perniciosa

en el Gobierno, porque supone afeminamiento, y gobernar

exige masculinidad . Gobernar a conciencia equivale aponerlo todo en riesgo: libertad, vida, fama..., y el intelec-

tual -el intelectual no endurecido por la vida , salvedad

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que debí anotar al comienzo de estas divagaciones- sesiente, cuando menos, muy avaro de su fama. Herirle en ellaes como desgarrarle el vestido a una cupletista.

Pero, además, los intelectuales padecen deformacionesde tipo profesional que les impiden contemplar panorámica-mente la vida si ésta les fue muelle y cómoda. Aplicar a lagobernación una cultura solamente libresca , es haceroposiciones a la catástrofe . En orden a conocimientos serámejor gobernante el que conozca más a fondo a loshombres . De ahí la superioridad del hombre de acción queluchó con ellos, que se adentró en sus pasiones, que olfateósus vicios y que, además, recibió buen número de coscorro-nes; en suma, el hombre de talento -el necio queda riguro-samente excluido por altas que sean sus virtudes- que llegaal Gobierno bastante magullado por la vida.

En Los intelectuales en la gobernación (1 De septiembre de1941), redundó Prieto sobre el asunto:

Lo que se gobierna son pueblos y los pueblos son conjuntosde hombres, no de cosas. Consiguientemente -vuelvo a miafirmación- gobernará mejor el que mejor conozca a loshombres . ¡Ah!, pero si se topa con quien, además deconocer a los hombres, tenga dominio intelectual sobre lascosas, miel sobre hojuelas. Ahora bien, lo que sí rechazoabsoluta, categórica , rotundamente , es que el intelectualreúna condiciones superiores para gobernar. Por locontrario, si no se suman en él las otras aptitudes esencialesya señaladas, sus condiciones serán inferiores a las delhombre de acción.

Y como los textos cantan , Prieto nos ofreció uno del rey de loslíricos, en el mismo artículo:

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La figura más relevante de ellos es don Miguel de Unamu-

no, cuyo nombre ha citado, en oposición a mi tesis, uno delos contradictores que me ha salido al paso. He sentido pordon Miguel extraordinario cariño. Cuando, de regreso deFuerteventura, quedó expatriado en Francia, fui muchasveces a Hendaya a acompañarle y, paseando con él por laplaya de Ondarraiz, me cautivó su charla maravillosa. Peromi amistad entrañable hacia don Miguel --de la suyaconservo testimonios escritos- no me prohíbe afirmar quesu inquietud espiritual y su vanidad -aquella encantadoravanidad infantil por la cual resultaba más sugestivo-hacían de él un hombre inadecuado para gobernar. Quizáfuera ésta su más grande y secreta ambición y quizá por noverla cumplida cargó su carcaj de flechas envenenadascontra la República.

Unamuno, afiliado a la Agrupación Socialista de Bilbao,

defendió, en el seminario obrero La lucha de Clases, elcolectivismo, para luego denostarlo. Arremetió contra laIglesia católica y, más tarde, dominado temporalmente porlos sentimientos y las ideas que la Iglesia representa,encabezó sus cartas con el signo de la cruz. Ensalzó aAlfonso XIII y después escribió, no sólo contra él, sinocontra su madre, la reina María Cristina, los mayoresimproperios. De esta última transición, la más brusca entrecuantas marcaron la vida ciudadana de Unamuno, conozcola causa. Cierto día el rey, llegado a Guernica para presidirla inauguración de un Congreso vasco, al ver a don Miguelen una calle de la histórica villa foral -derruida en 1937 porla aviación alemana- detuvo el automóvil y púsose aconversar con el ilustre profesor, que veraneaba allí. «-Ven-ga usted por Palacio -le dijo afablemente el monarca- si,cuando regrese a Salamanca, llega usted hasta Madrid».Don Miguel, terminadas las vacaciones universitarias, fuea Madrid y pidió audiencia en la Mayordomía mayor. La

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interposición del marqués de Viana, cuyas intemperanciascostaron a don Alfonso disgustos sin cuento, imposibilitó laaudiencia regia. Y desde entonces, Unamuno, que antestenía a gran honor la amistad real, descargó su ira contratoda la dinastía reinante, convirtiéndose en republicano. Unencogimiento de hombros o una sonrisa desdeñosa hubieranbastado para aquella descortesía de escaleras abajo, que,hiriendo el orgullo de Unamuno, desató la furia de éste.Hombre de tales veleidades y propenso a semejantesreacciones , ¿puede ser gobernante? Podrá ser magníficocatedrático, gran erudito, escritor originalísimo, filósofoprofundo y alma ultrasensible -como era la de don Miguel-atormentada por dudas infinitas; pero gobernante, jamás.

Canalejas, el mejor estadista español a contar desdeantes de la muerte de Alfonso XII, el más culto y el másinteligente sin pose de intelectual, quiso atraer intelectua-les a la política , reservándoles senadurías vitalicias. Y lasegunda República -¡ingenua República de mis amores!-abrió huecos en las candidaturas de los partidos popularespara cubrirlos en las Cortes Constituyentes con figuras máso menos auténticas de la intelectualidad. ¡Cómo se lopagaron! Varios aprovecharon su predicamento paraorganizar Falange. Otros, llegada la hora, sumáronse a lainsurrección franquista, y otros no vacilaron en llenar deinjurias al régimen que les había favorecido sin tasa. Injertotan desastroso fue obra de ministros intelectuales, admira-dores de la intelectualidad... y desconocedores de loshombres.

¿Hasta cuándo comprenderá la humanidad que el hombre geniales histérico, neurótico y por lo tanto suicida?, y que este tipo depersonas inconscientemente llevaron a la República a la ruina.Cuando un suicida está determinado a morir no escucharazonamientos de nadie. Un histérico oral por excelencia es el

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homosexual y se cree que Manuel Azaña lo era.

La tragedia de Indalecio Prieto fue inmensa porque fue unhombre más o menos cuerdo rodeado de puros locos, y que amanera de Sancho Panza inútilmente advertía a don Quijote delos peligros que se suscitarían por las estupideces que iba acometer. El masoquismo-quijotismo de los españoles estuvo apunto de perder a España en esta última refriega. En Losorígenes de la sublevación franquista (7 de abril de 1949) deltomo 1 de Convulsiones de España , afirmó Prieto:

La propaganda franquista presentó la sublevación de 1936como movimiento espontáneo, como estallido popularprovocado por el asesinato de don José Calvo Sotelo. Nadamás falso. Si la sublevación hubiera tenido tal espontanei-dad y tal causa, ¿cómo pude yo haber estado anunciándolareiteradamente desde meses antes? Primero , avisé confi-dencialmente al jefe del Gobierno , que no creía en ella.Notaba yo el enojo que le producían mis advertencias,pero me sentía obligado a soportarlo . Sólo les pusetérmino una tarde, cuando, en el despacho de ministros delCongreso el presidente del Consejo, no pudiendo contenersu enfado, me dijo con desabrimiento: «Deje de fastidiarme.Lo que usted se imagina es producto de la menopausia». Novolví a visitarle hasta el 17 de julio, iniciada ya en Marrue-cos la subversión, que fui a verle al ministerio de la Guerrapara ponerme a su disposición. Entre muchos socialistas misanuncios, atribuidos a habilidad política en pro de unaconjunción indispensable, tuvieron eco de befa. Eran"cuentos de miedo", que yo inventaba. Con el más significa-do de aquellos incrédulos, de quien hondas diferencias meseparaban, procedí de igual manera que con el jefe delGobierno: al requerirme para colaborar con él en unasolución tardía, me puse a su disposición.

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Ya el 1 de mayo de 1936, en su discurso de Cuenca, vislumbróPrieto, quién iba a ser el jefe eventual del alzamiento:

Merece la pena, luego de haber remarcado el sentido demenosprecio que los elementos directores de los partidosderechistas acusan con la inclusión en sus candidaturas delos nombres del general Franco y del señor Primo de Rivera,consagrar unos minutos de atención a tan curioso fenómenopolítico. Ha desaparecido de la candidatura de Cuenca elnombre del general Franco. Yo me felicito sinceramente detal desaparición. He leído en la prensa manifestaciones deeste general, según las cuales su nombre se incluyó en lacandidatura por Cuenca contra su voluntad, sin su autoriza-ción. No tengo por qué poner en duda la sinceridad de estasmanifestaciones, aunque he de decir también, no pudiendorecatar la sinceridad mía, que hubiese preferido que esarectificación del general Franco se hubiera producido conanterioridad al justo acuerdo de la Junta Provincial delCenso, que le eliminó de la candidatura. No he de decir nimedia palabra en menoscabo de la figura del ilustre militar.Le he conocido de cerca, cuando era comandante. Le hevisto pelear en Africa; y para mí, el general Franco, queentonces peleaba en la legión a las órdenes del hoy tambiéngeneral Millán Astray, llega a la fórmula suprema del valor,es hombre sereno en la lucha. Tengo que rendir este home-naje a la verdad. Ahora bien, no podemos negar, cualquieraque sea nuestra representación política y nuestra proximidadal Gobierno -y no lo podemos negar porque al negarlo,sobre incurrir en falsedad, concluiríamos por patentizar que

no nos manifestábamos honradamente- que entre loselementos militares , en proporción y vastedad considera-bles, existen fermentos de subversión , deseos de alzarsecontra el régimen republicano , no tanto seguramente por

lo que el Frente Popular supone en su presente realidad,

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sino por lo que, predominando en la política de la nación,representa como esperanza para un futuro próximo. Elgeneral Franco, por su juventud, por sus dotes, por la red desus amistades en el ejército, es hombre que, en momentodado, puede acaudillar con el máximo de probabilidades-todas las que se derivan de su prestigio personal- unmovimiento de este género.

No me atrevo a atribuir al general Franco propósitos detal naturaleza. Acepto íntegra su declaración de apartamien-to de la política. ¡Ah!, pero lo que yo no puedo negar es quelos elementos que, con autorización o sin autorizaciónsuya, pretendieron incluirle en la candidatura de Cuen-ca, buscaban su exaltación política con objeto de que,investido de la inmunidad parlamentaria , pudiera,interpretando así los designios de sus patrocinadores, serel caudillo de una subversión militar.

En Progreso Vergara. Una carta sin destinatario (13 de abrilde 1951), del tomo II de Convulsiones de España , recuerdaPrieto:

Hace cuatro lustros, Vergara ingresó como taquígrafo en laredacción de El liberal , de Bilbao. El y su cuñado, Luis dela Plaza, también excelente estenógrafo, copiaron en 1936las crónicas que por teléfono les dictaba yo desde Madrid,anunciando la sublevación contra el régimen republicano.Opté por aquel sistema público de anunciarla, para preveniral pueblo, después de haber tropezado con la increduli-dad del Gobierno , que llegó a considerar molestísimasimpertinencias mis avisos confidenciales. Y en El Liberaltrabajó Vergara hasta el día que entraron en Bilbao, convo-yados por tropas italianas, los requetés y falangistas, queamigablemente se repartieron las máquinas del periódico.

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En 18 de julio de 1936. Al cabo de veinte años , Prieto relata elestado de obcecación del primer ministro cuando estalló lainsurrección:

Fui al palacio de Buenavista para examinar la situación conSantiago Casares Quiroga ,jefe del Gobierno y ministro dela Guerra. Yo le profesaba gran cariño, pero, para noenojarle ni enojarme, procuré no sostener conversacionescon él desde que me echó con cajas destempladas al decirque mis temores sobre un sublevamiento eran productode la menopausia . Casares no estaba en el Ministerio.Desde su domicilio había ido directamente a despachar conel presidente de la República, Manuel Azaña.

En Buenavista aún se ignoraba lo ocurrido en Melilla, ajuzgar por la tranquilidad de los semblantes y la banalidadde las conversaciones, en cuya observación y escucha pusesingular cuidado mientras aguardaba al ministro.

Cuando éste llegó, me encerré a solas con él. Era yoposeedor de la noticia que Pozas le había transmitido porteléfono a Palacio. Le relaté cómo la había conocido yo.Invocando nuestra amistad , me rogó que no la revelase anadie , pues procedía mantenerla en secreto para ahogarel movimiento en Melilla, sin que se propagara a laPenínsula.

Mi estupefacción ante semejante ruego no tuvo límites,y se la razoné a Casares . ¿Creía acaso que se trataba deun alzamiento aislado , sin conexiones ? Eso resultabainconcebible. A lo sumo, cabría admitir que Melilla, cualsuele suceder en ese género de movimientos siempredifíciles de sincronizar, se hubiera adelantado, pero tenien-do en cuenta el tiempo transcurrido y presumiendo laexistencia de claves entre los comprometidos , debía creerseque a aquella hora todos estaban ya avisados para secundar

la subversión. A mi entender, y sin perjuicio de medidas

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secretas que con urgencia adoptara el gobierno, debíaprevenirse al país entero , a fin de que, sobre todo engrandes urbes , las masas populares pudieran hacerfrente a elementos militares que se sublevaran.

A postrimerías de la contienda hizo Prieto un desesperadointento por resolver el conflicto a favor de la República. VeamosIntrigas de los rusos en España. Informe ante el ComitéNacional del Partido Socialista Obrero Español (9 de agostode 1938):

Se constituye el Gobierno presidido por el camaradaNegrín, y en el primer Consejo de ministros que se celebra,la noche misma de su constitución, el Gobierno en pleno apropuesta de su presidente, acuerda que yo, ministro deDefensa Nacional, me dirija al pueblo español por radio.Callé, porque había, de momento, otros problemas másinteresantes a examinar. Pero dos días después, en otroConsejo, se me instó de nueva a dirigirme por radio ennombre del gobierno al pueblo español, y entonces dije anteNegrín y ante todos los ministros, que eso no lo podía hacerporque, necesitándose para ello fe en la victoria y noteniéndola yo, cualquiera podía dirigir la palabra alpueblo español en mejores condiciones , pues por muchoesfuerzo que yo pusiese en disimular mi pensamiento, acasose transparentara éste ante mis oyentes, con lo cual iba aprestar muy flaco servicio al Gobierno. El primer testimoniode mi pesimismo quedó, pues, consignado en el primerConsejo de Ministros presidido por Negrín.

Surge poco después otro hecho, que el compañeroNegrín recordará. Fue cuando la agresión de la escuadraalemana al puerto de Almería. Por mi iniciativa, ese día sereunió el Consejo de Ministros, y Negrín tuvo la deferenciade que la reunión se verificara en mi propio despacho del

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Ministerio de Defensa Nacional. En aquel Consejo yopropuse buscar a la flota alemana , autora de la agresión,en el puerto donde estuviera refugiada, fuese Palma,Pollensa, Ceuta, Cádiz o Málaga, donde se hubiere metido,y con la masa de aviones de bombardeo, que entoncesteníamos en número considerable, realizar como represa-lia una agresión contra dicha escuadra, aunque elloprovocara la guerra y , por consiguiente , la conflagracióneuropea . Mis compañeros de Gobierno y el jefe del Estado-pues seguidamente nos reunimos bajo la presidencia deéste- estimaron que mi idea era un desatino, y la proposi-ción fue desechada.

No creo que haya lugar a dudas de que entre Madariaga y Prieto,existen coincidencias en la manera de ver las causas queoriginaron el conflicto español. ¿Cuándo disminuiremos loshispanos nuestra adaptación inconsciente a la indefensión y a lamuerte que provoca en nosotros un ridículo sentimiento de lahonra y una intolerancia provocativa hacia los demás? En unacarta que Américo Castro me envió el 8 de mayo de 1972, merefiere un pequeño roce que tuvo con Madariaga que nos ilustrasobre nuestro carácter.

¿Cómo sería pensable, ni decente , que vinieran ustedes aMadrid, por culpa mía, y que yo no les atendiera en la formaque merecen? ¿Ni cómo iba a ser posible que no hubieraalgún contacto entre el acto de entregarme esa honrosamedalla, y los organismos de lo aquí llamado Hispanidad?Para evitar esa posibilidad se me ocurrió ir yo en persona ala ciudad de México. Quizá usted ignora que yo resido aquícomo un extranjero; no estoy contra nada, ni contra nadie,pero me había prometido no regresar a este país, para míentrañable y cuya realidad auténtica estoy tratando dedesvelar con objeto de hallar una razón a las proclividades

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fratricidas de los españoles. Las raíces psicopáticas de tanatroz dolencia nunca habían sido investigadas. Por otraparte, los libros míos que, en mi opinión, merecen elnombre de tales, fueron concebidos y redactados en unmedio cultural sin análogo en España. La angustia de laguerra civil (una infame y absurda carnicería) fue miincitante; los materiales para realizar mi proyecto construc-tivo fueron la estupenda biblioteca europeo-oriental dePrinceton, y un grupo de estudiantes que yo me seleccioné.

Gracias a eso comienza a esbozarse la figura de la auténticaEspaña, tan enojosa para tantos. No es fácil despegarse derutinas mentales sin sentido, labradas y acuñadas durantesiglos. Incluso Madariaga cree que Viriato era "español", yse permitió cierto chiste en ABC, contra mí, inconcebibleen una persona que tiene a la mano libros míos, hoy enespañol, alemán, inglés, francés e italiano. Mandé una notaa Madariaga para informarle de que no lo hacía puré en eldiario en que se había permitido burlarse insolentemente deuna verdad inatacable, a fin de no desmoralizar aún más ala juventud española con el repugnante espectáculo de dosancianos que se parten la cara en público; envié, eso sí,copia de mi nota al director de ABC y a otras personas.Luca de Tena quería que yo publicara lo que quisiese, y menegué a ello. Madariaga me envió una carta (con «Excmo.Señor» y todo), a la cual no respondí. -Ya sé que mi obrarompe con los patrones vigentes, pero a la vez se abrecamino, y ya da lugar a artículos contra los adversarios de

la verdad (el que le incluyo de la Hispanic Review esexcelente, y la obra que prepara Guillermo Araya, paraGredos (Madrid), pone las cosas en su punto).

¿Es necesario iniciar una matanza de gente para que el hombrelírico empiece a analizar las cosas cuando ya no tienen remedio?

¿Es necesario que el país esté en ruinas para que el hombre

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hispánico recapacite sobre sus errores? ¿Acaso existen losestadistas en el orbe hispánico? Miguel de Unamuno, el rey delos líricos, recapacitó sobre la enfermedad que España sufre, laque ya había diagnosticado Ortega y Gasset. Poco antes de morir

en 1936, escribió el rector de Salamanca unas palabras que lodenuncian como un alumno de Ortega y un ignorante de lapolítica. Este documento se encuentra en el libro Cruelle

Espagne de los hermanos Tharaud, consignado por Prieto en

Unamuno y los gitanos (19 de febrero de 1958), en el tomo IIIde Convulsiones de España:

El gobierno de Madrid me destituyó de mi cargo de rector;pero el Gobierno de Burgos me restableció en mi funcióncon grandes elogios. Yo estaba entonces verdaderamenteaterrado por el carácter que tomaba esta espantosa guerracivil, debida a una enfermedad mental colectiva, a unaepidemia de locura , con un substrato patológico.

Desde el punto de vista religioso, esta guerra civil esdebida a una profunda desesperación, característica delalma española, que no llega a descubrir su fe, y también acierto odio a la inteligencia, que se acompaña también delculto de la violencia por la violencia.

El salvajismo inaudito de las hordas marxistas rebasatoda descripción y los que dan el tono no son los socialistas,ni los comunistas, ni los sindicalistas, ni los anarquistas.sino bandas de malhechores, de degenerados, de evadidosde cárceles, de criminales natos sin ninguna ideología. Perola reacción natural contra todo esto toma a menudo, desgra-ciadamente, un carácter opresivo. España está asustada desí misma. Y si no se para a tiempo , llegará al borde delsuicidio moral.

Si el miserable Gobierno de Madrid no ha podido niquerido resistir a la presión de la barbarie marxista, hemosde guardar la esperanza de que el Gobierno de Burgos

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tendrá la valentía de oponerse a los que quisieran establecerotro régimen de terror.

Lo grande de Prieto fue que después de haber sufrido losremordimientos de la derrota, su conciencia, irónicamente lepermitió mirar en su masoquismo y el de su pueblo, revelaciónque no ha experimentado ninguno de los protagonistas nihistoriadores de la guerra civil. En Los españoles en México,discurso pronunciado en la estación radiodifusora del Partido dela Revolución Mexicana, el 16 de septiembre de 1940, consigna-do en su libro Discursos en América , reconoció:

Las guerras civiles habrán de servir como ha sido laguerra española , imputable a una generación estúpida,a la que yo pertenezco : la generación que vio morir elsiglo XIX y vio alborear el siglo XX; esta generaciónespañola que no supo crear absolutamente nada, queasistió imperturbable y entontecida a la extinción delImperio colonial hispano; esta generación que, luego,cegada por pasiones políticas, promovió entre sí una guerraen que los triunfadores están ya arrepentidos de su tristevictoria, porque la victoria tiene por fondo la ruina deEspaña. Una guerra civil, oidlo bien, debilita las fuerzas deun país hasta convertirlo en fácil presa para el extranjeroque ansíe dominarlo. Así, España, a la hora presente, nosólo está arruinada, con dolor de todos sus hijos, incluso,seguramente, de los vencedores, sino que, además, estáencadenada, falta de libertad, lo cual, en cierto momento,puede poner en peligro su independencia. «¡No hay para laspersonas prenda como la vista!», suelen exclamar, gimien-do, los que, al perderla, han podido medir toda su valía.Pues bien, para los pueblos, no hay prenda como la paz. Oslos dice quien fue testigo y actor en reciente guerra. No hayprenda para los pueblos como la paz, repito. Quienes

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perturben la de su país porque la pasión política, cegándo-les, no les deje ver el interés sagrado de su patria, esoscometerán contra ella el mayor de los crímenes.

¿Qué resultado positivo podemos inducir de todo este cúmulo deerrores cometidos por personas psicológicamente determinadaspara el rechazo, la ruina y la muerte?

El futuro de España depende de la ideología que vayan aadoptar los líderes socialistas y no hay más que dos caminos: elsocialismo libertario -preconizado por Prieto- y el socialismomarxista de Largo Caballero. Existe una diferencia tan grandeentre los dos, como entre las libertades y los intervencionismos.El peligro, pues, no existe en que las siglas PSOE signifiquen loque suponen, sino que signifiquen Partido de Suicidas Obceca-

dos Españoles.

Ángel Ganivet (1862-1898), en Idearium español . C., refirién-dose, entre otros, a Emilio Castelar dijo:

Casi todos los hombres notables que hasta hace veinte añosse dedicaban a echar abajo lo poco que quedaba denuestra nación , han confesado sus yerros y dedicado lasegunda parte de su vida a rehacer lo que habían deshechoen la primera. Esta conducta, muy digna de alabanza,debería decir algo a la gente nueva que ahora comienza aabrirse camino y a la juventud imberbe que anda porinstitutos y universidades.

Abundan los qu° se pasan de listos, los que imitan esaconducta con excesiva puntualidad; los que comienzanahora los trabajos de demolición y se reservan para lavejez el arrepentimiento , cuando después de satisfechoslos apetitos de medro personal les sea más llevadero eldolor de ver que su país sigue en ruinas. Lo natural es quepor todos sea imitada la parte buena del ejemplo y que no se

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busque deliberadamente la ocasión de tener que arrepentirsemás tarde.

Debo de advertirle a quien se otorgue el derecho de criticar aaquella generación, que reflexione en el sentido de que elhombre en general y el hispánico muy en especial está adaptadoinconscientemente al rechazo y a la muerte, y que las criaturasdel pueblo que éste eleva al poder sufren de la misma adaptaciónmasoquista pero al cuadrado. Los que duden del determinismosuicida del homo hispánicus que graben en la dura piedra de suincredulidad estas palabras de Indalecio Prieto consignadas ensu artículo Cincuenta años de militante (28 de abril de 1949)publicado en el tomo II de su libro De mi vida:

¡Cincuenta años de militante socialista, cincuenta años detestigo directo o actor destacado en la política de España,cincuenta años de partícipe en luchas tremendas, coronadaspor la tragedia de nuestro colosal fraticidio! Olas encrespadí-simas me llevaron a la deriva. ¡Pobres diablos los que,arrancados de playas tranquilas por fuertes resacas, creenser ellos quienes dominan la marea! No advierten que,aunque floten y se hagan muy visibles sobre el ras del agua,son simple juguete de fuerzas superiores. Las olas que lesencumbran sobre el vulgo no las mueven ellos. Y a veces,esas mismas olas que los izan se encargan de hundirlos oestrellarlos.

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INDICE ONOMÁSTICO

A

Abad de Santillán, Diego: VIII, X

Abd-El-Krim [familia]: XI

Ansaldo, Juan Antonio [Coronel]: 12Alcalá Zamora, Niceto: 17Alfonso XII: 33Alfonso XIII: VIII, X, XI, 22, 23, 32, 33Aparicio Rodríguez, Sol: XAraquistáin, Luis: 9, 10Araya, Guillermo: 40Arias, José Antonio: VIIIArrarás:;,Joaquín: 12Azcáraté. Justino: 13, 14, 16Azcárate, Pablo: 14Azaña, Manuel: 4, 5, 6, 7, 11, 34, 37Aznar, Agustín [Almirante]: IX, XIBBerenguer, Dárnaso [General]: VIII, IX, XIBilbao, Esteban: 16CCalvo Sotelo, José: 34Canalejas, José: 33Cánovas del Castillo, Antonio: 27Carlos-Suárez, Juan: 4Carvajal [Marqués de]: 5, 6Casado, Segismundo [Coronel]: XV, XVICasares Quiroga, Santiago: 7, 37Castelar, Emilio: 43Castro, Américo: 39Castrovido, Roberto: 30Chamberlain: XIVChurchill: 20Corujo: 15Cowan, Denys: XVI

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DDe la Peña: 16De la Plaza, Luis: 36De los Ríos, Fernando: 11Dewey [Almirante]: 24FFernández Cuesta, Raimundo : 13, 14, 15, 16Fernández Silvestre, Manuel [General] : VIII, XFernández Almagro: XFons, Julita: XFranco, Francisco: VIII, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI, 7, 12, 14, 16, 22,

35, 36GGanivet, Angel: 8, 43Giral, José: 13, 14Giner de los Ríos, Bernardo: 14Glaucón: 29Goded, Manuel [General]: 6, 7Golfín: 15Guarner, Vicente: XIVHHidalgo de Cisneros, Ignacio : XV, XVIHitler: XII, XIIIHomero: 291Iribarne: 12KKoltsov. Mikhail: XVLLarraz: 16Largo Caballero, Francisco: 4, 8, 10, 11, 43Luca de Tena, Torcuato: 40MMadariaga, Salvador de: 1, 2, 3, 4, 5, 39, 40Maisky, Iván: XIVMaría Cristina [reina]: 32Martínez Campos, Arsenio: 26, 27Martínez Sol: 30

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Maura, Miguel: 17Menéndez, Leopoldo [General]: XVMillán Astray, José [General]: 35Mola, Emilio [General]: 7, 12, 19Montero Ríos, Eugenio: 25Montojo [Almirante]: 24Montseny, Federica: 11Moragas, Carmen: XMussolini: XII, XIII, XIV, 23NNegrín, Juan: XVI, 4, 7, 10, 13, 14, 38OOrtega y Gasset, José: VII, XI, 41PPascua, Marcelino: 14Picasso, Juan: VIII, XPozas, Sebastián [General]: 37Prieto, Indalecio: 1, 2, 4, 5, 7, 9, 10, 11, 12, 13, 16, 17, 19, 20, 22, 23, 29,

31, 34, 35, 36, 37, 38, 39, 41, 42, 43, 44Primo de Rivera, José Antonio: 13, 14Primo de Rivera, Miguel [General]: IX, XI, 23, 35RRamón y Cajal, Santiago: 25Riesgo, Juan Manuel: XIIIRocker, Rudolf: XII, XIIIRodosh [Habeck y Sevostianov], editores: XIVRuiz-Fornells [Coronel]: XVSSánchez Mazas: 16Sanjurjo, José [General]: 11Serrano Súñer, Ramón: 16Sócrates: 29Stalin: XVTTharaud [hermanos]: 41Thomas, Hugh: XV

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UUnamuno, Miguel de: 32, 33, 41VVergara: 36Viana [marqués de]: 33Viriato: 40Voroshilov , Clement: XIVWWeyler, Valeriano: 26, 27zZugazagoitia, Julián: 7, 8, 4, 14

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APENDICES

De Havilland DH-89 Dragon Rapide . Bimotor biplano de construcciónclásica. Su envergadura era de 14,63 metros y su longitud de 10,52 metros.Equipado con dos motores De Havilland "Gipsy Six" de 200 v cada uno.Su peso en vacío de 1, 465 kilogramos, mientras que su peso máximo enorden de vuelo llegaba a los 2, 500 kilogramos. Podía transportar un pilotoy siete pasajeros a una velocidad de crucero de 225 km/h, con unaautonomía de 835 kilómetros. En españa se adquirió el primero de ellos en1934, incorporándose a la flota aérea comercial desde 1935.

Consumo de gasolina (80 octanos): 180 litros por hora.Tiempo de vuelo Croydon-Lisboa: 4 horas y 33 minutos.Combustible usado Croydon-Lisboa: 800 litros aprox.

Suponiendo que se aumentó 60% su capacidad de combustible, el aviónrecorrió los tres trayectos, transportando al general Franco de Tenerife aTetuán.

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M-EL VUELO

DE FRANCORuta del av ónJulio de 1936 . ^Etapas B,arrur

Paris

FRANCIA

O Burdeos11

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OMadrid

ESPAÑA

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Ruta de vuelo "oficial' del capitán Bebb en julio de 1936.

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Ruta de vuelo de que era capaz el Dragon Rapide.

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INDICE

Paradojas de la revoluciónespañola de 1936

Fredo Arias de la Canal .............................. VII

Facsimilar de carta de Ramón Serrano Súñer ................ XVII

Madariaga y Prieto . Coincidencias ........................... 1

Índice onomástico ....................................... 45

Apéndices ............................................. 49

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Esta segunda edición de 500 ejemplares de

LAS TORPEZAS

DE LA

REPUBLICA ESPAÑOLA

por

Fredo Arias de la Canalse terminó de imprimir en

abril de 2006a 75 años de la instauraciónde la II República española.

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La edición de la presente obra estuvo a cargo de

Daniel Gutiérrez Pedreiro

Captura de textos

Graciela Plata Saldívar

Revisión de textosSilvia Patricia Plata

La supervisión de la producción estuvo a cargo deAntonio Martínez Hernández

Para la formación de los textos se utilizó la tipografíaTimes New Roman de 11 puntos en el programa Word Perfect 9.

Los interiores se imprimieron en tinta negra sobre papel bond,la portada sobre cartulina sulfatada.