las pinturas rupestres de la laguna del arquillo (masegoso, albacete)

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EL ARTE RUPESTRE LEVANTINO DE LA LAGUNA DEL ARQUILLO (MASEGOSO, ALBACETE) * Miguel Ángel Mateo Saura Juan Francisco Jordán Montés José Luis Simón García RESUMEN Presentamos el estudio de una nueva estación de arte rupestre levantino, descubierta en los años setenta del siglo XX, pero que permanecía inédita. Se encuentra próxima a la población de Alcaraz, en concreto en la aldea de Masegoso, en los cingles en torno a una laguna natural del río Arquillo. Entre las representaciones sobresale la figura de un ciervo, de unos 25 cm de longitud, provisto de unas destacadas cuernas, un cáprido, que junto a una figura humana parecen definir una escena de caza, dos cuadrúpedos, posiblemente cápridos, y restos de otros motivos. Junto a la Cueva del Niño de Ayna y el recientemente descubierto Abrigo del Arroyo de Hellín de Chiclana de Segura, esta nueva estación del Arquillo, evidencia probables vínculos con los grupos de cazadores y recolectores del potente núcleo del Alto Segura. ABSTRACT We present a study of the new stage of levantine rupestrian art, discovered in the 1970’s, which remained inexplored. It is located near Alcaraz, exactly in Masegoso village, around a “rock wall” and natural lake in Arquillo river. Arroung the scenes we can point out a the picture of a 25 cm deer whith big horns,a goat, and human figure which both represent a hunting scene, two cuadrupeds, posibly goats, and other figures. Together with the Cueva del Niño in Ayna and the recently discovered Abrigo del Arroyo de Hellín in Chiclana de Segura, this new stage on the river Arquillo shows they are probably related to those groups of hunters and gatherers of area in Alto Segura. ------------------------------------------------ * Artículo publicado en las actas del congreso Arte rupestre en la España mediterránea (Alicante, 25 al 28 de octubre de 2004).

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Estudio de las pinturas rupestres levantinas del abrigo de la Laguna del Arquillo

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Page 1: Las pinturas rupestres de la Laguna del Arquillo (Masegoso, Albacete)

EL ARTE RUPESTRE LEVANTINO DE LA LAGUNA DEL ARQUILL O (MASEGOSO, ALBACETE) *

Miguel Ángel Mateo Saura Juan Francisco Jordán Montés José Luis Simón García

RESUMEN

Presentamos el estudio de una nueva estación de arte rupestre levantino,

descubierta en los años setenta del siglo XX, pero que permanecía inédita.

Se encuentra próxima a la población de Alcaraz, en concreto en la aldea de

Masegoso, en los cingles en torno a una laguna natural del río Arquillo.

Entre las representaciones sobresale la figura de un ciervo, de unos 25 cm de

longitud, provisto de unas destacadas cuernas, un cáprido, que junto a una figura

humana parecen definir una escena de caza, dos cuadrúpedos, posiblemente

cápridos, y restos de otros motivos.

Junto a la Cueva del Niño de Ayna y el recientemente descubierto Abrigo del

Arroyo de Hellín de Chiclana de Segura, esta nueva estación del Arquillo, evidencia

probables vínculos con los grupos de cazadores y recolectores del potente núcleo del

Alto Segura.

ABSTRACT

We present a study of the new stage of levantine rupestrian art, discovered in

the 1970’s, which remained inexplored.

It is located near Alcaraz, exactly in Masegoso village, around a “rock wall” and

natural lake in Arquillo river.

Arroung the scenes we can point out a the picture of a 25 cm deer whith big

horns,a goat, and human figure which both represent a hunting scene, two

cuadrupeds, posibly goats, and other figures.

Together with the Cueva del Niño in Ayna and the recently discovered Abrigo

del Arroyo de Hellín in Chiclana de Segura, this new stage on the river Arquillo shows

they are probably related to those groups of hunters and gatherers of area in Alto

Segura.

------------------------------------------------

* Artículo publicado en las actas del congreso Arte rupestre en la España mediterránea (Alicante, 25 al 28 de octubre de 2004).

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I. ANTECEDENTES E HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN.

Hace unas dos décadas, uno de nosotros (J.L.S.G.), durante unas maniobras y

ejercicios castrenses realizados en el ejercicio del servicio militar, descubre de manera

ocasional la estación con arte rupestre que aquí presentamos como novedad en la

investigación del arte rupestre levantino de la provincia de Albacete. El recuerdo de aquel

descubrimiento permaneció en la memoria hasta que, tras diversos avatares, y animados

por el Museo Comarcal de Hellín decidimos rescatarlos del silencio. Tras una visita de

tanteo al lugar, confirmamos, en efecto, la existencia de una estación rupestre inédita en

el perímetro del paraje de la laguna del Arquillo, en Masegoso, tras lo que solicitamos los

correspondientes permisos de documentación y de prospección de su entorno geográfico

a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, a fin de iniciar su estudio.

Hasta el presente, los trabajos de investigación más próximos al área de las

pinturas y del municipio de Masegoso, ya que en él no se ha realizado ninguno, se

encuentran en la carta arqueológica de Riopar (Jordán y Noval, 2002) y en algunos

hallazgos de arte rupestre en la zona de Los Batanes de Alcaraz, al sur de Masegoso,

estudiados por J.M. Pérez Burgos (1996).

Por su parte, más al norte, hemos de citar los estudios efectuados sobre los

yacimientos del Bronce que constituyen las morras del Quintanar de Munera que,

instaladas con sus impresionantes edificios y murallas en un paisaje similar a nuestra

área de investigación, fueron estudiadas originalmente por E. García Solana (1966), y los

trabajos realizados sobre el extenso yacimiento de la colonia romana de Libisosa

(Lezuza) (Sanz, 1989; Uroz, 2002).

Sin embargo, el espacio geográfico concreto donde se localiza la nueva estación

rupestre permanece virgen para la investigación, debiendo culpar, quizás, de este vacío a

la fragosidad y el aislamiento que lo caracterizan. Parece confirmase, una vez más, que

los “prospectores” escasean cuando el paisaje impone su realidad.

II. LOCALIZACIÓN Y ESPACIO GEOGRÁFICO.

La estación rupestre se sitúa en el entorno inmediato de la laguna llamada del

Arquillo, a unos 500 mts. al norte de la misma, en un estrechamiento natural entre

peñas que existe en el cauce del arroyo homónimo, en la margen derecha. La cota de

altitud a la que se encuentran las pinturas es de unos 970 m.s.n.m.

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El espacio geográfico que

consideramos, que merecería una

exploración posterior, además de una

prospección intensa, abarca desde el río

Pesebre o del Arquillo, que nace de la

dicha laguna del Arquillo, al oeste, hasta

el río Masegoso, al este, especialmente

en el tramo de la aldea del Ituero. Y

desde el río Jardín, al norte, hasta la

citada laguna, al sur. Todos estos

cursos de agua se inscriben, por tanto,

en la cabecera del río Júcar.

Se trata de un paisaje de lomas redondeadas y suaves pendientes, cubierto por

una vegetación de bosque mediterráneo en el que, junto a especies variadas de matorral,

sobresale la presencia de especies de porte arbóreo como el pino o la encina.

III. LA ESTACIÓN RUPESTRE.

El frente rocoso en el que se localizan las pinturas está dividido realmente en tres

grandes alvéolos, con una roca caliza muy erosionada y alterada por los agentes

externos. Hasta mediados del pasado siglo XX aquel abrigo y otros colindantes

estuvieron ocupados por casas semi-rupestres de campesinos. Hoy en día todavía se

distinguen restos de muros anclados en el cingle, basamentos de construcciones en el

suelo y vestigios de hornos y alacenas que aprovechaban los nichos y las oquedades

abiertas en la roca. En efecto, en la orilla opuesta del arroyo del Arquillo, tanto alrededor

de la laguna, aguas arriba, como

en las cárcavas que se levantan

aguas abajo, aparecen restos de

viviendas troglodíticas que, al

menos, acogieron a una decena

de familias. La toponimia

corrobora lo observado sobre el

terreno: Cuevas de Arriba,

Cuevas de Enmedio, Cuevas de

Abajo. Dicho poblamiento rural,

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tanto el de la laguna, como el del arroyo y el vecino a la estación rupestre, ha

desaparecido hoy día por completo.

En su día existió también un batán, el

llamado Batán Viejo, justo a la salida del agua de la

laguna del Ojo Grande del Arquillo. Una nave

industrial abandonada y la infraestructura básica

para un camping que nunca inició su vida útil, son

otros restos humanos recientes.

La única presión humana en la actualidad es

la de turistas ocasionales que se aventuran hasta la

laguna y que, dada la localización topográfica de las

pinturas, desconocen por completo su existencia.

Hemos de advertir que los motivos pintados

se encuentran fuera de la altura normal del ser

humano, alojadas en una pequeña hornacina de

entre las varias que horadan el bloque rocoso, a

más de 4 metros de altura por encima del observador. Esto supone una dificultad

añadida a la hora de hacer las tomas fotográficas de las figuras.

Con una altitud de 970 m.s.n.m. y una orientación sur-suroeste, la pequeña

cavidad pintada presenta unas modestas dimensiones de apenas 0,75 m de anchura,

0,70 m de altura y una profundidad máxima de 0,80 m.

IV. DESCRIPCIÓN DE LAS PINTURAS.

Las representaciones ocupan toda la superficie útil del fondo de la concavidad,

formando un friso continuo de 0,60 m.

Abre el panel, por la izquierda, una magnífica representación de cervino que,

provisto de una cornamenta profusamente ramificada, exhibe un buen tratamiento de las

proporciones anatómicas. Orientado hacia la izquierda, manifiesta una clara actitud

estática, en la que no se insinúa movimiento alguno, como reseña el alineamiento en

paralelo de sus extremidades. Muestra unas dimensiones de 18 cm de ancho y 25,2 cm

de alto.

A escasos centímetros a su derecha vemos los restos de una figura, de la que

apenas apreciamos unos trazos verticales y un único trazo horizontal. Sin que queden

otros restos alrededor que pudieran haber pertenecido en su origen a la figura, nos

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recuerda mucho a aquellas figuras de arquero que sujetan en una de sus manos un

manojo de vástagos de flecha, aunque hemos de reconocer que la propuesta resulta

atrevida dada la falta de más evidencias. Mide 5 cm de ancho y 12 cm de alto.

El grupo más numeroso y compacto de figuras lo encontramos unos 20 cm a la

derecha de la figura anterior. Abre el panel por la parte superior una representación de

caprino, de muy buena morfología como denota el correcto tratamiento de los volúmenes.

Un trazo rectilíneo dispuesto sobre el dorso lo interpretamos como un venablo, dada su

proximidad a una figura humana que proponemos como arquero. Mide 18 cm de ancho y

11,2 cm de alto. A su lado, por la derecha, vemos la citada figura de arquero. Mal

conservada, sí documentamos parte de la cabeza, un solo brazo, la cintura escapular,

bajo la que se desarrolla un tronco de trazado filiforme, y las dos piernas, apenas

separadas. Aunque no se conserva resto alguno del supuesto arco, el hecho de que

tenga el brazo extendido hacia el frente, afrontado al caprino, y dada la presencia del

trazo lineal clavado en el cuerpo de éste, creemos que no resulta arriesgado caracterizar

esta figura como la de un arquero. Mide 12 cm de alto.

Debajo de la figura humana encontramos dos representaciones de animales de

formas distintas a las hasta ahora vistas. Frente a los modelos cuidados del cervino y el

caprino descritos, en éstos apreciamos formas más descuidadas, hasta el punto de que

de una de ellas no podemos precisar la especie de que se trata, aunque sin duda

pertenece al grupo de los pequeños rumiantes, mientras que en la otra, de nos ser por la

presencia de dos cortos trazos en la cabeza, que nos permiten adscribirla al grupo de los

caprinos, tampoco podríamos reseñar de que especie se trata. Asimismo, la más grande

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muestra una línea ventral muy marcada, que unido a una línea dorsal curvada, le otorga

un cuerpo excesivamente redondeado. La figura mayor mide 8 cm de ancho y 6,5 cm de

altura, mientras que la menor mide 7,5 cm de ancho y 3,7 cm de altura.

Cierra el panel, por la izquierda, una extraña figura geométrica que se asemeja a

un número “8”. Sus dimensiones son de 4,2 cm de alto.

Todas las figuras muestran un color rojo, si bien apreciamos diferentes

tonalidades que achacamos a una degradación diferencial del color base que, por lo

analizado, se corresponde, como referencia objetiva de comparación, con un Pantone

173 U.

El estado general

de conservación de las

pinturas es aceptable,

aunque en todos los

motivos hemos de

reseñar la presencia de

descamaciones de la

pintura, más acentuados

en la figura humana, sin

duda la más degradada

de todas, y en el caprino.

Por su parte, formaciones orgánicas de líquenes también han afectado a las

representaciones situadas en la parte más alta del panel.

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V. COMENTARIO.

El hallazgo de estas pinturas de la Laguna del Arquillo supone, como primera

consecuencia, la ampliación del área geográfica afectada por el horizonte cultural

levantino hasta sectores en los que no sospechábamos que pudiera haber

manifestaciones pictóricas de este estilo. Es cierto que, como hemos declarado en este

mismo trabajo, no podemos decir que se haya efectuado hasta el momento un trabajo

sistemático de inspección de todo el territorio, pero las búsquedas puntuales que hasta

ahora se habían realizado en estos sectores más norteños únicamente habían dado

como resultado el descubrimiento de pinturas de estilo esquemático, en concreto las del

Abrigo de los Batanes en Alcaraz (Pérez, 1996), la Cueva de la Graya en Yeste (Ibidem,

1996) y la Tenada de los Atochares, también en Yeste (Mateo y Carreño, 2001). Los

únicos testimonios que conocíamos de arte levantino se restringían a los pocos motivos

pintados en la Cueva del Niño de Ayna, sobre el curso del río Mundo.

Además, la importancia de esta estación rupestre como hito en estos lugares

norteños, se ve reforzada por el hallazgo de pinturas levantinas en la cercana cuenca del

río Guadalmena, aunque en un punto más sureño, próximo a la Sierra de Segura. En

concreto, las figuras de cuadrúpedos y la pareja de humanos del Abrigo del Arroyo de

Hellín, no sólo abren un nuevo frente de investigación, sino que constatan la existencia

de una nueva área de expansión del arte levantino en sectores que hasta el momento

creíamos vacíos de manifestación rupestre alguna.

Por el momento y hasta que eventuales nuevos descubrimientos nos lleven a

modificar nuestros postulados, dadas las características morfológicas de las

representaciones, somos partidarios de vincular estrechamente estos yacimientos

levantinos de la Cueva del Niño, del Arroyo de Hellín y de la Laguna del Arquillo, al

potente foco estructurado en torno al Alto Segura, que agrupa a un conjunto de más de

70 abrigos y que afecta a los municipios de Nerpio y Letur en Albacete, Santiago de la

Espada y Pontones en Jaén, y a Moratalla en Murcia (Mateo, e.p.). Las cabezas de

aspecto triangular de las figuras humanas, la desproporción entre un cuerpo demasiado

alargado con respecto a unas piernas muy cortas, o la estructura general de las figuras

de los animales, con un buen tratamiento general de las proporciones anatómicas, son

sólo unos pocos de los rasgos generales de este núcleo del Alto Segura.

En la evolución interna del panel de la Laguna del Arquillo creemos que podemos

establecer, al menos, dos momentos distintos de desarrollo, sin que podamos fijar, no

obstante, prioridad entre ellas dada la ausencia de superposiciones cromáticas. Una fase

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estaría integrada por la figura de cérvido, el cáprido mayor y la figura humana, con la que

el caprino conformaría una escena de caza, mientras que la otra etapa la definirían las

dos figuras de cuadrúpedo más pequeñas y los otros motivos, el que describimos en

forma de “ocho” y el otro indeterminado. La filiación de estos dos últimos a la segunda

fase la apoyamos en el tipo de trazo empleado, de mayor grosor que el utilizado en las

figuras del ciervo y la cabra, y similar al de estos otros animales.

La escena de caza, que definimos por la presencia de un trazo rectilíneo en el

lomo del animal y por los restos de pintura que apreciamos frente al humano, y que

debemos interpretar como fragmentos del brazo del mismo y de un eventual arco,

responde así al esquema general de las escenas de caza individual en las que un sólo

cazador se aproxima hasta su presa en clara actitud de disparo.

Mención especial merece la figura del ciervo, sin duda la más destacada, de

forma intencionada, por el artista levantino al proveerla de una cornamenta profusamente

ramificada.

El ciervo ha sido considerado en multitud de culturas, tal y como nos describe M.

Eliade (1985), como un animal psicopompo, conductor de almas, pero también como

heraldo de divinidades y guía trascendente de héroes primordiales.

Nuestra cultura ibérica prerromana ya lo representó como un animal que

participaba en determinados ritos de tránsito de los héroes o durante cazas, las cuales

eran alegorías del paso hacia la otra existencia (Jordán et alli, 1999). Sin duda, constituyó

un elemento básico en la religiosidad indígena y en los monumentos funerarios se le

observaba como animal guardián y protector de tumbas, además de guía de difuntos,

desde Lusitania hasta Celtiberia, según nos explica Blázquez (1983).

El general romano Sertorio, probablemente inspirado en relatos de los nativos de

Hispania, aseguraba que de una cierva blanca obtenía oráculos, con cuyos mensajes

conseguía sorprender la ingenuidad de sus leales, anunciando victorias militares

(Plutarco, XII).

Las ciervas en piedra halladas en las necrópolis ibéricas, por ejemplo en Caudete

y, quizás, en Cercado Galera, ambas en Albacete, nos están indicando un conjunto de

creencias funerarias en las que este animal alcanzaba un especial protagonismo como

ser apotropaico y como guía de los difuntos en su último tránsito (Chapa, 1980, 1986). En

efecto, otro cérvido estuvo posiblemente estuvo vinculado a la cámara funeraria de Toya

(Jaén). Y en el Museo Arqueológico de Sevilla, procedente de Osuna, se custodia un

relieve en el que una cierva amamanta a un cervato, a la vez que ella se alimenta de una

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palmera, alegoría del árbol de la vida y, en conjunto, expresión de la idea de fecundidad

cósmica que emana del ciervo como especie.

Mas esta serie de mitos tuvo que extenderse por todo el ámbito y mundo

euroasiático, ya que los hunos, como nos describe Jordanes, descubrieron el mundo que

existía más allá de sus pantanos gracias al seguimiento que hicieron a una cierva

desconocida, la cual reveló el paso que les conduciría fuera de las fronteras naturales de

sus ancestros. De modo similar, un ciervo guía al rey Arturo en los inicios de la búsqueda

del Santo Grial (Campbell, 1959).

En el Caldero de Gundestrup (Bergquist y Taylor, 1987; Tylor, 1992), el ciervo

aparece como elemento primordial de las escenas presididas por el dios Cernunnos,

quien se muestra acompañado de un ciervo y luce en su cabeza cuernas de dicho

animal. Y de las cuernas de ambos, del dios y del ciervo, brotan tallos vegetales, lo que

corrobora la unidad ciervo-árbol.

Pero es en la pintura rupestre esquemática y levantina de España donde el ciervo

es protagonista de numerosas escenas que, en apariencia son de caza, pero que pueden

interpretarse como alegorías de valores trascendentes o como elementos básicos de

rituales chamánicos.

Consideramos decepcionante que en la historiografía española obras como la de

R. Grande del Brío (1987) hayan pasado casi desapercibidas, acaso porque plantea

análisis desde la antropología cultural, como detallaba F. Jordá en la introducción que

realizaba a un libro suyo.

Mas nosotros estamos convencidos de que, en efecto, determinadas escenas no

se pueden explicar ya, simplemente, desde las perspectivas de la caza o de las

relaciones sociales y económicas. Así ocurre, por ejemplo, con el magnífico ciervo con

árbol del Abrigo del Barranco de Estercuel, en Alacón (Teruel) (Beltrán y Royo, 1994), en

el que ambos contribuyen a que dos chamanes se encaramen a una bolsa donde pululan

varias seres esquemáticos, acaso almitas (Jordán, 1998), por más que algunos

investigadores porfíen, legítimamente, en no rebasar la tenue línea de antropología. O

bien, tal y como ocurre en la cuenca del río Zumeta, las cuernas del ciervo son símiles de

las ramas del árbol primordial (Jordán, 2001; Mateo, 2003). Además, ramas y cuernas

caen y renacen en el resurgir cíclico de las estaciones, por lo que es posible que aquellos

ancestros establecieran una muy íntima vinculación entre el ciervo y el árbol.

Del mismo modo, las extraordinarias escenas del Abrigo del Milano de Mula

(Murcia) o del Arroyo Hellín en Chiclana de Segura (Jaén), delatan la existencia de mitos

en los que una pareja humana, hombre y mujer, brotan del cuerpo de un ciervo.

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Probablemente están narrando tutelas espirituales o surgencias de divinidades de la

caza.

Igualmente, los toros-ciervo de la Cueva de la Vieja (Alpera, Albacete) o del

Monte Arabí (Yecla, Murcia), creemos que están indicando un viaje de carácter

chamánico, ya que en la primera de ellas un arquero con penacho de plumas, que coge

arco y flechas de forma ritual, por los extremos y hacia arriba, levita sobre las cabezas de

los animales guía, los cuales le conducen o le impulsan en su vuelo extático.

Hace algunos años, F. Jordá (1976) ya realizó un amplio análisis de la figura del

toro en la pintura rupestre postpaleolítica española. Creemos que fue una idea muy

acertada el escoger una especie animal y desentrañar sus posibles significados para la

mentalidad de nuestros ancestros cazadores y recolectores de serranía (Ayala y

Jiménez, 1997/98). Esta muy modesta aportación nuestra ha pretendido rendir homenaje

al que consideramos gran maestro en la interpretación de esta manifestación del espíritu

humano.

Como comentábamos al principio, siguiendo con fidelidad a M. Eliade (1978), el

ciervo es un animal psicopompo en numerosas culturas (Viñas y Saucedo, 2000), y guía

en el difícil tránsito hacia existencias trascendentes. La renovación anual y constante de

sus cuernas, es metáfora perfecta de la permanente creación, de la renovación

inextinguible de la existencia (Browm, 1994). El análisis que hace J.E. Browm (1994) del

Uapití, del ciervo, es interesante, ya que es considerado como animal de nobles virtudes

tales como fuerza, generosidad, valentía, defensa del grupo, pero también es alegoría del

vigor sexual y de la fecundidad de la vida.

Asimismo, la propia estructura de las defensas del ciervo, vistas de frente,

sugieren a la vez el recuerdo del sexo femenino y del sexo masculino, lo que le podría

conferir al ciervo, en efecto, un magnífico carácter de androginia y de guía de hombres

(Chevalier y Gheerbrant, 1986), ya que la separación de los candiles del ciervo en forma

de abertura oval, de cadera o de lira, simbolizaría el principio femenino; el masculino es

fácilmente deducible de los citados candiles, que a su vez son alegoría de la elevación

espiritual, figuración de los rayos del poder celeste, de la potencia física y espiritual, y de

la sabiduría (Guènon, 1969).

Durante el Paleolítico Superior encontramos diversas pinturas en cavernas con

seres humanos en cuyas cabezas lucen cuernas de ciervos (Maringer, 1962), con un

evidente carácter sacral, salvo que pensemos únicamente en camuflajes de cazadores

para abatir los animales de cuya apariencia se disfrazaban, hecho relativamente

frecuente en las culturas primitivas. Pero la presencia de seres híbridos creemos que

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puede representar aquel estado primordial de la creación en la que existió una

comunidad entre seres humanos y animales, en los que era posible hablar entre ellos y

entenderse (Patte, 1960). Mas los seres híbridos pueden significar otras muchas cosas:

entre los primitivos australianos, los venerables ancestros que originaron la especie

humana; o bien brujos y chamanes en sus rituales.

Tales circunstancias creemos que pudieron existir entre los habitantes de las

serranías del mediterráneo español, tanto para la mentalidad de los cazadores y

recolectores del arte levantino-naturalista del Mesolítico de la península Ibérica, como

para los primeros agricultores del arte esquemático. Quizás una de las mejores escenas

del arte rupestre naturalista español donde mejor se aprecia la cualidad de animal guía

del ciervo es en la Cueva del Tío Garroso de Alacón (Teruel), en el panel I, donde un

magnífico ciervo macho es seguido de cerca por un no menos espectacular cazador con

tocado globular, quien porta una especie de arma arrojadiza, abiertas sus piernas en

horizontal.

Aunque son las orientaciones emanadas del gran maestro e historiador de las

religiones, M. Eliade, la lectura de M. Gimbutas (1991), cuyas aportaciones inciden

directamente en la arqueología, corroboran lo indicado. Para esta arqueóloga que fue

catedrática de la UCLA (University of California, Los Ángeles), el ciervo es uno de los

animales que mejor se asimilan a la regeneración de la vida. El crecimiento de sus

cuernas, anual e invariablemente permanente, constituyó un poderoso estímulo para los

agricultores del Neolítico, quienes veían en él una promesa perfecta y fecunda de la

capacidad de la Naturaleza para ofrecer siempre su fecundidad en frutos, crías y

productos diversos, brotados directamente de su seno maternal.

VI. LA PROSPECCIÓN DEL ENTORNO INMEDIATO.

A la vez que realizábamos el estudio de la nueva estación rupestre de arte

levantino, dedicamos también parte de nuestro esfuerzo a la prospección intensiva del

entorno, con el fin de proporcionar un marco cronológico y poblacional al hallazgo.

Procedimos primero a la exploración de las covachas y cingles que se erigen

inmediatamente al este de la laguna del Arquillo, con resultados negativos.

Posteriormente, remontando las cimas de las colinas, alcanzamos el vallejo del Calderón

de las Torcas, explorando las covachas y las rocas solitarias que en él se yerguen. Los

resultados fueron también negativos.

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Asimismo, se observaron con detenimiento las moles rocosas desprendidas de

los cingles que aparecían dispersas en diversos puntos a lo largo del cauce del arroyo del

Arquillo. Los trabajos resultaron estériles en lo que se refiere tanto a pintura rupestre

como a restos líticos, cerámicos o de otra índole propios de una cultura material.

Mayor fortuna alcanzamos en una especie de lengua de tierra o península que se

adentra en la parte media de la laguna del Arquillo. Se observaban con nitidez tres

promontorios que mostraban signos de ocupación humana. El central y más prominente

medía unos 25 m de diámetro máximo y unos 12 m de diámetro menor. Su altura

respecto al suelo de alrededor era de unos 2 m. Constatamos la existencia de restos bien

consolidados de muros hechos con mampostería y magníficamente conservados,

dispuestos en elipses concéntricas. Algunos mínimos fragmentos cerámicos, con

bruñidos de no muy buena calidad y desgrasantes muy gruesos, manifestaban la

presencia de un interesante poblamiento humano, creemos que al menos desde el

Calcolítico, semejante al de los yacimientos lacustres de El Prado de Jumilla, datado

circa de un 2200 a.C. (Walker y Lillo, 1984; Molina y Molina, 1979), y de la Fuente de

Isso, en Hellín (Jordán, 1992).

Por otro lado, no es en modo alguno descartable, sin embargo, la aparición en

este punto estratégico de una modesta motilla del Bronce Inicial, fechable en un 1800

a.C., aproximadamente, como la de Azuer, semejante a las varias que se han

documentado en torno a las cercanas lagunas de Ruidera y en otras zonas de almarjales

del Alto Guadiana (Fernández et alli. 1990; López y Fernández, 1990) y que pertenecen

al llamado Bronce de La Mancha (Jordán, 1993/94; Martínez, 1988; Simón, 1987).

Llegado a este punto, se hace necesaria la excavación del yacimiento para determinar la

caracterización cultura exacta del mismo.

De cualquier forma pensamos que la localización de la motilla del Arquillo,

inmersa en la propia laguna, se debió justificar por razones puramente económicas,

relacionadas con las actividades de pesca fluvial, así como por la provisión de pastos

estivales al ganado de ovejas y cabras de sus pobladores, y por motivos defensivos.

Aunque sería necesario un estudio geológico que confirmara nuestras sospechas, es

posible que aquella motilla aprovechara una isla en medio de la laguna y que posteriores

procesos erosivos y de colmatación la unieran y formaran la actual península. El

yacimiento de El Acequión (Albacete) se sitúa, en efecto, dentro de una laguna, lo que

llevó a Martínez Santa Olalla (1951) a clasificarlo como un auténtico poblado palafítico,

con una cronología inicial que estaría sobre el 2100 a.C., aproximadamente (Martín,

1983).

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En la propia covacha con pinturas, en la parte izquierda de la misma, en una

repisa situada inmediatamente debajo y a la izquierda de las figuras levantinas, apareció

abandonado un canto rodado con evidentes muestras de haber sufrido desgaste por uso

en uno sólo de sus extremos. En efecto, en dicho punto se aprecian erosiones

producidas por un martilleo continuo, pero no brutal o extremadamente fuerte. Sin que

podamos descartar que su presencia en la cueva sea de un periodo más o menos

reciente, dadas las características morfológicas de la cavidad, el desconocimiento

popular de la existencia de pinturas en el lugar y las dificultades físicas para poder

acceder sin los medios adecuados hasta la base de las pinturas y el punto donde se

localizó este canto pétreo, no descartamos tampoco la posibilidad de establecer una

filiación del mismo con los propios grupos que allí pintaron. ¿Podría tratarse de un

triturador de pigmentos abandonado por los artistas levantinos? Las medidas del guijarro,

de color pardo, son de 99 mm x 90 mm.

Otro hallazgo relativamente importante producido en los últimos días de nuestros

trabajos de campo, aunque sujeto a una necesaria excavación, se produjo en la cabecera

del arroyo de Masegoso, al norte de la aldea de Ituero, en una enorme covacha de más

de 50 m de amplitud de boca que se abre en la margen izquierda de dicho caudal.

Aquella cavidad horadada en un farallón ha sido utilizada hasta ahora como redil de

cabras y ovejas. Entre la masa de estiércol que alfombra el suelo de la covacha

encontramos diferentes lascas de sílex, pero no cerámica, que a falta de un estudio más

detallado podrían acaso ser atribuidas a un período epipaleolítico o ya neolítico, pero sin

mayores precisiones debido al carácter de prospección de la tarea realizada y al caos allí

reinante de basuras, enseres rotos y ruinas. Los restos recuperados en superficie son:

pieza 1: lasca incompleta de sílex gris. 24x17 mm.

pieza 2: lasca medial, fragmento, de lámina sin retoque, de sección triangular, de sílex

gris y desilificado. 22x18 mm.

pieza 3: lasca incompleta de sílex gris. 18x17 mm.

pieza 4: lasca incompleta de sílex grisáceo. 26x17 mm.

pieza 5: lasca distal, fragmento, con retoque simple y monofacial, de sección losángica,

de sílex gris. 17x16 mm.

pieza 6: lasca con retoque simple, profundo y bifacial, de sección triangular, bícroma

(marrón y blanco), con el córtex en el dorso y brillo de uso. 22x17 mm.

pieza 7: Lasca proximal y medial, fragmento, de sílex blanquecino. 22x16 mm.

pieza 8: lasca con retoque simple, profundo y bifacial, de sílex acaramelado con manchas

blancas, con brillo de uso, de sección triangular y córtex en el extremo distal. 21x17 mm.

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pieza 9: lasca lateral, esquirla, de silex rojizo y acaramelado. 16x9 mm.

Las piezas presentan talones lisos, tanto las lascas como las láminas y hubo

percutor duro. Predominan los fragmentos mediales. Los restos de brillo de uso delatan la

existencia, al menos, de recolección de cereales. Probablemente fueron piezas

destinadas a ir engarzadas en una hoz de madera; la presencia de córtex en las piezas

que evidencian señales de uso, corroborarían esa impresión.

La cronología, empero, dado el carácter de prospección, la escasez de la muestra

y lo fragmentario de las lascas, nos resulta muy imprecisa: desde un Epipaleolítico a un

Neolítico, si bien la tendencia microlítica de las piezas posiblemente nos está indicando

un Neolítico antiguo o inicial.

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