las periferias que lastiman

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5 5 E l objetivo fijado por los obispos mexicanos durante su pasada asamblea plenaria no dista mucho de lo que en pasadas sesiones se ha pretendido: reforzar la identidad cató- lica, dinamizar la misión y transformar la realidad del país mediante la propuesta cultural cristiana. Sin embargo, resulta innovadora la motivación que han sentido propia para emprender esta tarea: salir de sí e ir a las periferias. Ya desde el año 2000, la Conferencia del Episcopado Mexciano había dibujado en su carta pastoral Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos, los rostros que se encontraban en la marginación, en las perfierias geográficas de la cultura domi- nante de exclusión y desigualdad en el país: “han surgido nuevas maneras de empobrecimiento en el campo y las ciuda- des, de marginación y hasta de exclusión de grandes grupos sociales, especialmente de campesinos e indígenas” (58) y en el 2003, en su documento Juntos en el camino de la esperanza ya no somos extranjeros, la CEM insiste en el papel que debe asumir la Iglesia católica: “debe ser instrumento idóneo en el desarrollo e introducción de iniciativas que busquen conseguir una transformación social en beneficio de los miembros más vulnerables de la comu- nidad” (43), La violencia, la exlusión y la marginación que el país ha vivido en los últimos años sumadas a la indolencia de las clases gobernantes, el abuso de los dueños de la economía y la crueldad de los detenta- dores de los poderes fác- ticos sobre las esperanzas de construcción social han sido los elementos que re- fuerzan los sentimientos de indiferencia y egoísmo entre una población ame- drentada, confrontada, herida y antagónica, sen- timientos que el cardenal Bergoglio atinadamente nombró como periferias espirituales. También la conferencia episcopal ha abordado esta circunstancia y en su mensaje Que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna insiste en que una misión primordial de la Iglesia es provocar reconciliación: “Cuando hay conflictos o enfrentamiento entre grupos de la sociedad, partidos, o entre la sociedad y el gobierno, quienes se enfrentan piden adhesiones absolutas y reclaman repro- baciones sin ningún matiz. Esta posición no la podemos asumir los ministros de la Iglesia, ni quienes actúen en nombre del Evangelio. Debe desenmascararse el mal, atender a los que sufren e invitar a la conversión a los que han equivocado el camino. Y todo ello, lleva generalmente al amargo sabor de la incomprensión” (230). En el centro de los trabajos de la 95° Asam- blea Plenaria de la CEM, las palabras audacia y va- lentía fueron recurrentes. Para los obispos, la parti- cipación de la Iglesia en los graves problemas de la sociedad mexicana no sólo exige una respuesta urgente sino decidida, au- daz, valiente y crítica. Los gestos y línea pastoral del papa Francisco marcaron cierta pauta entre los pastores y en su diálogo se expresó la exigencia que hacen los jóvenes, las mujeres y los laicos en general para que los obispos sal- gan al encuentro con los otros, salir a las marginalidades de su realidad diocesana y expresar desde ellas la esperanza que la fe comparte en el auxilio de sus pade- cimientos y sus necesidades. EDITORIAL Las periferias que lastiman La participación de la Iglesia problemas de México no sólo exige una respuesta urgente sino decidida, audaz y valiente L a búsqueda de la Verdad en la era de la información pasa a través de una serie de nuevos elementos so- ciales que la Iglesia y sus comunidades no pueden soslayar, todos denominados genéricamente como medios de comu- nicación. A través de los ocho mensajes que Benedicto XVI dejó para las Jornadas de las Comunicaciones Sociales se pue- de entrever esta urgencia de cambio de paradigma cuya configuración se distancia de la verticalidad jerárqui- ca en el uso y aprovechamiento de las herramientas comunicativas. Palabras como intercambio, solidaridad, diálogo, debate y diversidad son recurrentes en los mensajes pontificios. Más allá de los avances tecnológicos y de las nuevas herramientas para el ejercicio de la comunicación el director de Vida Nueva Colombia, Javier Darío Restrepo, nos comparte un análisis de los alcances de una pastoral de comuni- cación desde una Iglesia provocadora de encuentro, contacto y comunión. Desde la profunda y sólida teología, Joseph Ratzinger animó a la Iglesia uni- versal a no sólo mostrar expectación y desconfianza de las transformaciones tecnológicas que reconfiguran la rela- ción básica del encuentro humano, sino a llevar hasta estos nuevos horizontes la belleza de la Palabra, generadora de comunión y comunicación. En sus mensajes, se encuentra la invitación constante a ser partícipes de los nue- vos modelos de comunicación humana, aprovechándolos como dones cuyas ven- tajas tecnológicas pueden ser puentes para compartir, para propiciar solidari- dad, para animar la mutua comprensión y trabajar conjuntamente a favor de los más necesitados y vulnerables. En sus palabras: usar los medios para “ir más allá de sí mismo, para entrar en relación con los demás... para hacernos más plenamente humanos”. Comunicar amistad

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La participación de la Iglesia problemas de México no sólo exige una respuesta urgente sino decidida, audaz y valiente.

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El objetivo fijado por los obispos mexicanos durante su pasada asamblea plenaria no dista mucho de lo que en pasadas sesiones se

ha pretendido: reforzar la identidad cató-lica, dinamizar la misión y transformar la realidad del país mediante la propuesta cultural cristiana. Sin embargo, resulta innovadora la motivación que han sentido propia para emprender esta tarea: salir de sí e ir a las periferias.

Ya desde el año 2000, la Conferencia del Episcopado Mexciano había dibujado en su carta pastoral Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos, los rostros que se encontraban en la marginación, en las perfierias geográficas de la cultura domi-nante de exclusión y desigualdad en el país: “han surgido nuevas maneras de empobrecimiento en el campo y las ciuda-des, de marginación y hasta de exclusión de grandes grupos sociales, especialmente de campesinos e indígenas” (58) y en el 2003, en su documento Juntos en el camino de la esperanza ya no somos extranjeros, la CEM insiste en el papel que debe asumir la Iglesia católica: “debe ser instrumento idóneo en el desarrollo e introducción de iniciativas que busquen conseguir una transformación social en beneficio de los

miembros más vulnerables de la comu-nidad” (43), La violencia, la exlusión y la marginación que el país ha vivido en los últimos años sumadas a la indolencia de las clases gobernantes, el abuso de los dueños de la economía y la crueldad de los detenta-dores de los poderes fác-ticos sobre las esperanzas de construcción social han sido los elementos que re-fuerzan los sentimientos de indiferencia y egoísmo entre una población ame-drentada, confrontada, herida y antagónica, sen-timientos que el cardenal Bergoglio atinadamente nombró como periferias espirituales. También la conferencia episcopal ha abordado esta circunstancia y en su mensaje Que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna insiste en que una misión primordial de la Iglesia es provocar reconciliación: “Cuando hay conflictos o enfrentamiento entre grupos de la sociedad, partidos, o entre la sociedad y el gobierno, quienes se enfrentan piden adhesiones absolutas y reclaman repro-baciones sin ningún matiz. Esta posición

no la podemos asumir los ministros de la Iglesia, ni quienes actúen en nombre del Evangelio. Debe desenmascararse el mal, atender a los que sufren e invitar a la conversión a los que han equivocado el

camino. Y todo ello, lleva generalmente al amargo sabor de la incomprensión” (230). En el centro de los trabajos de la 95° Asam-blea Plenaria de la CEM, las palabras audacia y va-lentía fueron recurrentes. Para los obispos, la parti-cipación de la Iglesia en los graves problemas de la sociedad mexicana no sólo exige una respuesta urgente sino decidida, au-daz, valiente y crítica. Los

gestos y línea pastoral del papa Francisco marcaron cierta pauta entre los pastores y en su diálogo se expresó la exigencia que hacen los jóvenes, las mujeres y los laicos en general para que los obispos sal-gan al encuentro con los otros, salir a las marginalidades de su realidad diocesana y expresar desde ellas la esperanza que la fe comparte en el auxilio de sus pade-cimientos y sus necesidades.

▶Editorial

Las periferias que lastiman

La participación de la Iglesia problemas de México no sólo exige una respuesta urgente sino decidida, audaz y valiente

La búsqueda de la Verdad en la era de la información pasa a través de una serie de nuevos elementos so-

ciales que la Iglesia y sus comunidades no pueden soslayar, todos denominados genéricamente como medios de comu-nicación.

A través de los ocho mensajes que Benedicto XVI dejó para las Jornadas de las Comunicaciones Sociales se pue-de entrever esta urgencia de cambio de paradigma cuya configuración se distancia de la verticalidad jerárqui-ca en el uso y aprovechamiento de las herramientas comunicativas. Palabras como intercambio, solidaridad, diálogo,

debate y diversidad son recurrentes en los mensajes pontificios.

Más allá de los avances tecnológicos y de las nuevas herramientas para el ejercicio de la comunicación el director de Vida Nueva Colombia, Javier Darío Restrepo, nos comparte un análisis de los alcances de una pastoral de comuni-cación desde una Iglesia provocadora de encuentro, contacto y comunión.

Desde la profunda y sólida teología, Joseph Ratzinger animó a la Iglesia uni-versal a no sólo mostrar expectación y desconfianza de las transformaciones tecnológicas que reconfiguran la rela-ción básica del encuentro humano, sino

a llevar hasta estos nuevos horizontes la belleza de la Palabra, generadora de comunión y comunicación. En sus mensajes, se encuentra la invitación constante a ser partícipes de los nue-vos modelos de comunicación humana, aprovechándolos como dones cuyas ven-tajas tecnológicas pueden ser puentes para compartir, para propiciar solidari-dad, para animar la mutua comprensión y trabajar conjuntamente a favor de los más necesitados y vulnerables. En sus palabras: usar los medios para “ir más allá de sí mismo, para entrar en relación con los demás... para hacernos más plenamente humanos”.

Comunicar amistad

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