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    Las nuevas sntesis urbanas de una ciudadanacultural

    (La ciudad como objeto de consumo cultural)Carlos E. Guzmn Crdenas

    Socilogo (UCV). Asesor de la Comisin Permanente de Cultura de la Cmara deDiputados. Especialista en Gerencia de Proyectos de Investigacin y Desarrollo

    (I&D), Maestra en Ciencias Administrativas de la Universidad Central deVenezuela. Docente en el campo de la Planificacin y Gerencia Cultural. Miembro

    del Consejo de Redaccin de la Revista Comunicacin de la Fundacin CentroGumilla. [email protected]

    En los ltimos aos, se aprecia un substancial esfuerzo por asentar las bases para

    nuevos enfoques sobre la Urdimbre Cultural venezolana; pero particularmente eltema de la ciudad como objeto de consumo cultural, su fenomenologa(dominios) e infraestructura (instituciones culturales, instrumentos de promocin yformacin, soportes, equipamientos colectivos singulares, etc.), recurriendo ametonimias del intersticio -como la calle, el 'deambular', o el trfico- ha adquiridouna relevancia superior a la que se le haba dado en aos anteriores. Este hechose debe a que la ciudad no es solamente una construccin material y fsica,tambin es un espacio que alberga pensamientos, creencias, costumbres,tradiciones, hbitos y formas de vida del individuo que la habita, que nostestimonian sobre las identidades y culturas que conforman el apego a loslugares urbanos.No son extrao, por lo mismo, que contemporneamente vuelve a plantearse en elcentro de los estudios culturales y comunicacionales la aproximacin a la ciudaddesde los espacios domsticos y desde los espacios pblicos, stos ltimosconsiderados como los lugares del surgimiento de una cultura propia de la ciudad;los problemas de la ciudad como textura de vida pblica, sociabilidad y urbanidad;los nuevos modos de relacionarnos, integrarnos y distinguirnos en los lugarespblicos que expresan la existencia de diversas matrices culturales cuyosactores participan activamente en la conformacin de la cultura urbana(REGUILLO, Rossana.1993); la concepcin del espacio y los tipos sociales deintermediacin -mucho ms all de la calle, la plaza y el parque- como escenarios

    de conflictos por aquello que la sociedad produce y por las maneras de usarlo, porconsiguiente, lo que significa el ejercicio de la ciudadana a travs de lasprcticas de consumo cultural, el cual desborda la esfera de las interaccionespolticas clsicas sujetas a las reglas abstractas de la democracia.En ningn otro territorio se hace tan visible lo que la crisis de la modernidad tienede envergadura histrica; es en las ciudades donde se percibe la mutabilidad deun orden consideradas hoy por muchos como aglomeraciones de caos, violencia y

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    contaminacin, imposibles de manejar; la crisis de una organizacin del espacio ydel tiempo urbanos pensados en trminos de informacin/trfico/flujo peatonal querevelan ahora con frecuencia los estigmas de su mayor pobreza.La crisis de la modernidad, tal como nos indica Jess Martn-Barbero (1994),

    arranc en la ciudad, por tanto, ha pasado ser ese lugar clave en el cual se hacems evidente que ningn otro la crisis de lo pblico: el estallido de lo queentendamos por vida, ambiente y "enclaves" pblicos dentro del conjunto de laciudad, para comprender las fuentes de identidades que se encuentran ancladasen ella. De esta manera, hoy en da la conducta pblica es ms acerca deobservar y el conocimiento que se adquiere en pblico es ms visualdesembocando en la paradoja moderna de visibilidad y aislamiento, una claseespecial de espacio de apariencia (BRILL, Michael. 1992). De igual forma, loprivado y lo pblico se entremezclan; el horizonte simblico de los espaciospblicos de comunicacin se ha desplazado hacia el consumo familiar de lasnuevas tecnologas de informacin y medios de comunicacin en el mbitodomstico.Pese a ello, las ciudades siguen funcionando como poderosos imanes que atraenuna heterogeneidad de culturas, costumbres y expectativas cada vez mspolglota, abigarrada y en permanente cambio. Se puede hablar de una crisis, perono acerca de la prdida de la vida pblica sino de los problemas de no haberlepuesto atencin en forma crtica a su transformacin, como si la cultura de laciudad por la que vivimos, pensamos y actuamossignificativamente en la vidasocial y, las imgenes de la ciudad que organizan, nombran y definen el uso delespacio pblico urbano fuesen exclusivamente asunto de burcratas, leyes,ordenanzas municipales y arreglos organizacionales de mayor o menor cuanta.Ms que nunca, la ciudad s esta volviendo una especie de encrucijada dondepercibimos que se concentran, sintetiza y contradicen la mayora de lasdimensiones que se afirman sobre una comunidad interpretativa; esto es, redesdel intercambio plural donde todos participamos en la configuracin de un pas queaspiramos a vivir en comn.

    Al volvernos ms sensibles a la exigencia de una "ciudad como acontecimientocultural"que permita el desarrollo de una visin de transformacin a largo plazode la vidapblica que hable a la ciudad en una perspectiva histrica, todo ellopara intentar asegurar un idioma identificativo territorial segn el uso y lainteriorizacin que de una prctica hace el hombre en la construccin imaginariade su propia urbanizacin social, esto supone que ya no existen anlisis sobre lamulticulturalidad urbana de la ciudad que pueda prescindir de los espacios -nosolamente definidos por los caracteres empricos de la naturaleza- por dondetransitan y se apropian de la memoria colectiva quienes lo habitan. Una de las maneras de comprender lo que son las ciudades comoacontecimientos pblicos son mirndolas como espacio de comunicacin.Alrespecto, nos sealan Schmucler y Terrero (1992):

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    ... un estudio adecuado de la ciudad, en nuestra poca, exigira analizarel papel que cumplen los actuales medios masivos de comunicacin en laconformacin de la vida urbana.(...) la ciudad es, fundamentalmente, unespacio de comunicacin. Desde sus orgenes esta caracterstica, ser unespacio de comunicacin, ha permanecido inalterado. Lo que ha ido

    cambiando -a veces de manera drstica- es el alcance de lo que seentiende por comunicacin. La concepcin del espacio, la percepcin delsentido de la ciudad, los modelos imaginados para la construccin hbitat,los rasgos atribuidos a la cultura urbana, podran ser vistos comovariables derivadas de este principio estructurante de la ciudad: lacomunicacin.(1)

    De tal manera, que es imposible entender hoy, lo que pasa en los medios decomunicacin, lo que hacen e incluso el poder de los mismos, sin mirar desde loque esta ocurriendo en las transformaciones y apropiacin de lo urbano.

    La definicin histrica de lo urbano no est hecha slo por los cambios en losvolmenes de lo edificado sino tambin por la transformacin en los usos, en laspercepciones, representaciones e imgenes que la gente se hace de su ciudad.Todos los habitantes de una ciudad manifiestan una imagen particular acerca deella; esta imagen es construida a partir del uso y la apropiacin que el individuorealiza de los bienes, servicios y actividades que le ofrece su entorno, es decir, delconsumo que se efecte de la ciudad. Y, esto significa, que estudiar los espaciospblicos como acontecimiento cultural comunicacional implica admitir que en elconsumo de la ciudad se construye parte de la racionalidad comunicativa eintegrativa de una sociedad. Se suele imaginar el consumo como un lugar de losuntuario y lo superfluo. Sin embargo, al consumir la ciudad cultural tambin se

    piensa, se elige y reelabora el sentido social de lo pblico; como afirman MaryDouglas y Baron Isherwood (1990), elconsumo sirve para pensar. Pero adems,sirve para ordenar polticamente cada sociedad ya que es un proceso en el cuallos deseos se convierten en demandas del nosotros y en actos socialmenteregulados (Garca Canclini, Nstor. 1995, a) a travs de diversos ritos einstituciones sociales.

    De modo que, uno de los principales argumentos para justificar la importanciaactual de los estudios culturales y comunicacionales de la ciudad desde laperspectiva del consumo cultural radica en que nos permiten reconocer cmo sehan alterado las formas de ser ciudadanos a partir de los cambios que operan en

    los comportamientos culturales de la gente, particularmente por el uso de lasnuevas tecnologas de informacin y medios de comunicacin que inciden en lasmodificaciones de las expectativas, en las modalidades de percepcin -tanto entrelos productores como entre los consumidores- as como en la manera deapropiarnos de los espacios pblicos que dan sentido de pertenencia a travs delos cuales una sociedad puede re-conocerse.

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    Territorios sin fronteras: los modos urbanos de comunicar yconsumir.Pero, qu es una ciudad?, ya sea grande, mediana o pequea. Y, por qu senos ha hecho un tema tan importante en los ltimos aos la densidad cultural y

    comunicativa del suburbio, pasear y salir con amigos, ir a espectculos masivos ycomer en restaurantes, asistir a eventos deportivos, visitar los centros comercialespuertas adentro y puertas afuera, las estaciones del metro, las paradas deautobuses y carritos por puesto, presenciar las fiestas populares tradicionales, lavida dominguera de los mercados populares y el alquiler de videos?.

    Quizs la respuesta sea, porque las ciudades son los nicos territorios sinfronteras (MARTN-BARBERO, Jess. 1994) en el que se vive a la vez unaexperiencia profunda de identidad local y una relacin directa con el mundo, dondelo privado y lo pblico s interpenetran, donde lo universal ancla en lo local.Expresan ante todo, una nocin de solidaridad territorial,deespacio social habitable

    que posibilita el desarrollo de referentes simblicos ciudadanos sobre la base deun conocimiento de su propia historia social y de los resortes del universoinstitucional que les rodean en una sociedad local, es decir, el conjunto de actoresy relaciones sociales, econmicas, polticas y culturales que se dan dentro de unmbito territorial determinado.

    Ahora bien, es seguro que al final del milenio tendremos una ciudadhomogeneizada desde afuera y ms segmentada hacia adentro. El factor dehomogeneidad ms fuerte que tenemos en la sociedad es la ciudad; el grannormalizador de las conductas es la ciudad.

    Hoy da nuestras experiencias cotidianas de la vida pblica son cada vez msfragmentadas y fragmentarias caracterizadas por la desconexin social del lugarpropio, del lugarantropolgico (AUG, Marc. 1993) con sentido, significado ymemoria: la escisin del interior con el exterior, entre mi vida y la elaboracin deuna mscara social. Pero, por supuesto, vamos a encontrar mecanismos deadecuacin e incorporacin como tambin dispositivos de resistencia culturalurbana que no estn del todo separados, sino mezclados. Y, es esto lo que hacedifcil investigar, con mentalidad maniquea, los usos as como las maneras detransmutar en signos los objetos que se consumen del espacio urbano. En laexperiencia de nuestra modernidad, la cultura tiene que ver con un orden designificados completamente distinto: en el fondo, tiene que ver con la capacidad

    colectiva de producir sentidos, afirmar valores, compartir prcticas e innovar(BRUNNER, Jos Joaqun. 1993).A esta situacin, se nos unen, dos afirmaciones entusiastas que encierran lahistoria de varias generaciones de acadmicos, intelectuales, promotores,administradores y gerentes de los procesos culturales venezolanos con susrespectivos corolarios polticos acerca de la urdimbre cultural; la primera, nosapunta que vivimos en una poca de cambios rpidos y masivos, sta es slo una

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    fase acelerada de la modernidad, bienvenidos alcyberespacio!y la segunda, nosadvierte que necesitamos rescatar la identidad y la cultura popular del capitalismosalvaje de la transnacionalizacin tecnolgica y las redes globalizadas deproduccin/circulacin simblica.

    Generaciones o tendencias interpretativas, que han transitado desde el imaginariode la modernizacin desarrollista pasando por los aportes del pensamientomarxista y la ortodoxia economicista del materialismo histrico hasta lapreocupacin metafsica-fundamentalista del romanticismo cientfico como fuentedel apcrifo nacionalista de los referentes tradicionales de identidad, definiendo undeterminado tipo de prcticas y productos culturales apreciados ante todo por sutradicionalidad, autenticidad y origen, irreconciliables con la transformacinhistrica de la modernidad.No obstante, estas afirmaciones tienen particularidades en comn: continuidadenla forma, perspectivas apocalpticas,trivialidaden las proposiciones, un excesivopragmatismo, la nostalgia ideolgica y una suerte de relativismo o reduccionismocultural, que en combinacin tienen un efecto letal sobre las nuevas sntesisurbanas posibles de las identidades locales o nacionales en transformacin. Locierto del caso, es que en los actuales momentos seguir hablando de laterritorialidad cultural urbana y sus tatuajes son fciles de identificar en uncontexto socioespacial, pero se nos estn volviendo inaprehensibles comoreferencias espaciales, temporales, produccin de conocimientos, saber y objetode atencin de una poltica cultural multicontextual respecto de los escenariossociocomunicacionales.La ciudad de los noventa es tan hbrida realmente como sus comportamientossociales son segmentados, pluralistas y estratificados. De hecho, los resultados delos estudios de consumo cultural(2) realizados en algunas ciudades deLatinoamrica, como Santiago de Chile (1987), Buenos Aires (1988), Brasilia(1989), Ciudad de Mxico (1989) y Caracas (1997) nos indican que si bienpodemos identificar en las poblaciones urbanas un proceso de diferenciacin ysegmentacin de los usuarios/pblicos respecto a la produccin y distribucin debienes culturales, tambin se produce a contracorriente una mixtura de pblicos ycombinaciones nuevas de actividades culturales por parte de un mismo individuo,con la consiguiente prdida de las delimitaciones clsicas entre los campos culto-acadmico, industrial-masivo y popular. En consecuencia, se plantea la necesidadde encarar un prejuicio, tal como nos acota Jess Martn-Barbero (1990), que:

    ...consiste en creer que se pueden comprender los procesos decomunicacin estudiando slo los medios, cuando lo que los medioshacen, lo que producen en la gente, no puede ser entendido ms que enreferencia a las transformaciones en los modos urbanos de comunicar, alos cambios en el espacio pblico, en las relaciones entre lo pblico y loprivado que produce una nueva ciudad hecha cada da ms de flujos, decirculacin e informaciones pero cada vez menos de encuentro y

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    comunicacin.(3)Los investigadores argentinos, Hector Schmucler y Patricia Terrero (1992), por suparte, nos aclaran:

    A la ciudad de las vas de comunicacin a partir de la segunda post-guerra mundial se le superpone otra ciudad que en la actualidad ocupacasi todos sus intersticios:la ciudad de los medios de comunicacin.La comunicacin meditica construye el nuevo espacio imaginario de laciudad actual. El cambio tcnico en los medios y procesos decomunicacin social redisea los escenarios urbanos, los espaciospblicos y privados, las prcticas sociales de comunicacin.(4)

    Sin embargo, es posible sostener los actuales corpus terico-metodolgicos queprovienen del campo de los estudios culturales y que habitualmente se ubican bajoel rtulo de consumo?, por otra parte, qu dilogos de propuestas tericas sobre

    la ciudad y sus espacios de consumo cultural comunicacional se requieren entrediversas disciplinas?.

    La nueva configuracin urbana del ciudadano est caracterizada por inditasformas de vida pblica -argumentacin, estilo, tono, marcas distintivas colectivas,recursos dramatrgicos, usos del cuerpo, voz, gesticulacin, etc- o de viejasformas en lugares no tradicionales, muchos de ellos no son en manera algunoslugares fsicos sino espacios virtuales, canales para la comunicacin.

    Al mismo tiempo, cul debera ser el modelo de gestin y produccin de lacultura urbana que requiere una ciudad como Caracas, tomando en cuenta la des-

    corporizacin y des-localizacin de sus espacios pblicos,el rompimiento delas monoidentidades (Garca Canclini, Nstor. 1993, a), la desintegracin de unimaginario social basado en un espiral de desarrollo y ascenso social, as como lades-territorializacin de sus lugares propios, de su cultura local?.Por otra parte, qu tipo de actuaciones poltico-culturales deberan orientar lagestin de los recursos culturales en una ciudad como Caracas a fin de establecerun modelo de gestin de la oferta de bienes y servicios culturales de consumocolectivo que permita la optimizacin, tanto del acceso como del uso, de la ofertaexistente y, su articulacincon los nuevos procesos de socializacin que sedesenvuelven en su rea de influencia Metropolitana (diremos que son los

    Municipios del Valle: Libertador, Sucre y los perifricos: Baruta, Los Salas,Carrizal y ahora el Hatillo)?. Acaso debemos promover semanas de espectculosmasivos; aniversarias de una nostalga compartida por una ciudad que al menosparcialmente pudo haber sido una ilusin eurourbanista?.

    Debemos tomar en cuenta que para que la comunicacin sea eficaz requiere deinteracciones de colaboracin y transaccin entre unos y otros. Este

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    reconocimiento de la compleja heterogeneidad de lo que suele simplificarse bajo elrubro de el pblico, exhorta a los

    responsables de la elaboracin de polticas culturales a detenerse en el diseo depolticas multisectoriales, adaptadas a las zonas, los estratos econmicos,

    educativos y generacionales

    (5)

    desde una perspectiva ms general, el filsofoargentino Oscar Landi (1992), nos advierte:...que el problema ms complejo que debe resolver actualmente todoanalista del mercado cultural, es el de la identificacin de las mezclasinternas que contienen los diferentes pblicos.(6)

    Los investigadores de lo cultural y comunicacional interesados en rebasar losanlisis tradicionales de la ciudad deben abordar la cuestin urbana de los actoresde la produccin cultural: el diagrama social y las estrategias de produccin-circulacin de bienes simblicos en la ciudad, as como tambin, el

    cuestionamiento de las frmulas binarias de las estrategias de polticas culturalesurbanas: productores y consumidores, culturas de elite y culturas populares, obrasy pblicos, autores y lectores. Desde este punto de vista, las actividades deconsumo cultural en una ciudad sern aqullas mediante las cuales los grupossociales en su sentido ms amplio expresan y desarrollan sus posibilidades y suspersonalidades, demarcando su territorialidad cultural histrica urbana o suespacio social habitable.Sin discusin, estamos en un momento histrico de signo estructural en el cual seha operado una fuerte transformacin de la socializacin inherente a la vidapblica. Una ruptura derivada ms que nada por el cansancio de la nostalgia y la

    ilusin de una ciudad que no es lo que aoramos; por la obstinacin y la repeticinde experiencias excluyentes del conjunto social.Un estado de socializacin cultural que ha sido configurado por la urgencia, lailegalidad, la pobreza crtica, y la crisis de los servicios pblicos, incluyendo porsupuesto, los culturales. De manera que, pensar y disearpolticasculturalespatrimonialistas que recuperen el tejido social y asociativo de loslugares pblicos urbanos de nuestras ciudades exige a los entes gestoresculturales -estadales y municipales- subrayar la importancia de reconocer,interpretar e investigar tanto los escasos como dbiles modos de arraigo ypertenencia presentes, as como tambin los diversos y complejos referentes

    identificatorios que tienen una considerable capacidad de estructuracin culturaldel territorio urbano, constituyendo un factor de centralidad.Una nueva identidad cultural de la ciudad.Lo que hace diferente a una ciudad de otra, nos dir el semilogo colombiano

    Armando Silva Tllez (1993), no es tanto su capacidad arquitectnica, cuanto msbien los smbolos, los "fantasmas urbanos" que sobre ella construyen sus

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    propios vecinos(7). La ciudad que tenemos ya no est formada por un tipo de tejidoestable, fijo, monotesta.

    La ciudad de los noventa es una multiplicidad de tribusefmeras (MAFFESOLI, M.1990)basadas en lo expectante y en la declinacin de la expresividad verbal en lo

    pblico, con una trama urbana policentrada y en una constante interaccin entreellos; en donde lo pblico se ha ido convirtiendo cada vez ms de carcternoespacial desplazndose hacia la privatizacin de su consumo -apropiacin yuso simblico cultural- por la retribucin convergente cada vez ms atractiva queofrecen los medios de comunicacin (tv-satlite; tv-cable distribucin, vdeo), lastelecomunicaciones (telefona, inalmbricas, extensin telemtica, redes), nuevastecnologas informticas (computadores, software, servicios) y contenidos(entretenimiento, publicaciones, informadores) en la provisin de valor alusuario/consumidor de una cultura mass meditica y/o multimedia.Podemos citar dos casos latinoamericanos: Ciudad de Mxico y Buenos Aires. Elestudio de consumo cultural realizado en Ciudad de Mxico (GARCA CANCLINI,Nstor. 1993,a/1994) en el ao 1990 determin el bajo uso de los equipamientosculturales pblicos: el 41,2% dijo que haca ms de un ao que no iba al cine; el62,5% que afirmaba gustar del teatro no haba visto ninguna obra en ese tiempo;el 82,9% no haba ido a conciertos. De los 57 museos de la ciudad, slo 4 fueronvisitados alguna vez por ms del 5% de la poblacin; as como el 10% de lapoblacin no les interesaba asistir en forma peridica a los espectculos popularesy, el 24,7% dijo que su principal actividad es ver televisin. Una de lasexplicaciones que se dan, al poco uso de los espacios pblicos (cine, teatros, etc),es la tendencia al crecimiento de una audiencia final a domicilio (radio, tv y vdeo) :el 95% ve habitualmente televisin, un 87% escucha radio y el 52% de las familiasen Ciudad de Mxico tiene un videograbador.En el caso de Argentina, los estudios recientes sobre consumo cultural en Buenos

    Aires (LANDI, Oscar., A. Vacchieri y L.A. Quevedo. 1990) muestran el predominiode la televisin. El 94% de los entrevistados ve televisin habitualmente encontraposicin al porcentaje de radioescuchas A.M. (60,8%) y de F.M (51,8%). LaT.V. no slo ensea su expansin cultural por el nivel de audiencia sino tambinpor el tiempo de exposicin diaria que como promedio es de 3.9 horas por dadurante la semana y 5.4 horas los das sbado y domingo.

    Por nuestra parte, el reciente estudio de consumo cultural (encuesta por muestreoopintico mediante la entrevista abierta, en la fueron incluidas 35 categoras)realizado entre Abril-Mayo de 1997 en el Area Metropolitana de Caracas(Municipios del Valle: Libertador, Sucre y los perifricos: Baruta, Los Salas,Carrizal y el Hatillo) revela que las actividades culturales de consumopredominantes que desarrollan sus habitantes "todosocasitodosdas"o"finesdesemana"son especficamente "ver televisin" (92%) y "escuchar radio" (91%). Elresto de las actividades muestran frecuencias porcentuales de consumodispersas: 83% del universo de la muestra de estudio escuchan msica; 29%prefieren pasear y 19% visitan centros comerciales, que corresponden a

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    distracciones sin metas especficas; ir al cine alcanza el 2% de las frecuencias deconsumo "todos o casi todos los das " y 39% los "fines de semana"; luego hay unmosaico de actividades "fuera de casa" (ir al gimnasio o trotar, comer enrestaurantes, asistir a eventos deportivos, ir a misa, visitar parques, asistir aespectculos populares, salir fuera de Caracas) en el que ninguna supera el 17%.Las actividades culturales elitescas que suponen el uso de los espacios pblicosdel Area Metropolitana de Caracas son superminoritarias en las frecuencias deconsumo "semanal" o "mensual": 9% visitan los museos/galeras; la asistencia aespectculos de cultura clsica alcanza el 3% y apenas el 5% de los entrevistadosasisten al teatro.Demasiado de nuestra vida pblica no estar cimentada en los lugares fsicos; lafuncin espacial no se eliminara pero el territorio desaparece (MARTN-BARBERO, Jess.1993). El espacio pblico ser una extensin temporal, una redde datos de referentes funcionales de identidad privados creando una nuevaidentidad cultural de la ciudad y del ciudadano: la identidad del pasajero y delanonimato(8); del lugar de estar al lugar de paso (SCHMUCLER, Hector yPatricia Terrero. 1992), por consiguiente, una cultura urbana nmada.

    En consecuencia, en esta perspectiva deberemos examinar el panorama de lacultura histrico-territorial (que se manifiesta en el patrimonio histrico/artsticoy la cultura popular tradicional/moderna) en nuestra ciudad, pero en un entornotecno-econmico multimedia y poltico-cultural multicontextual caracterizado por latransnacionalizacin/desterritorializacin de la oferta simblica y, la privatizacindel consumo (audiencia final) cultural.Y, es evidente, que en este contexto, prximos al fin del milenio, las delimitacionesparadigmticas en el tratamiento estructural y de concrecin del PatrimonioCulturalcomo de las Culturas Populares,el antiguo debate entre ilustrados ypopular; tradicin y modernidad,ya no configuran bloques compactos,homogneos, con contornos definitivos. En la lgica de modernizacin de lastecnologas de informacin (TI) y medios de comunicacin enlazados con elparadigma del sistema mundial, las tradicionales formas de produccin, circulaciny consumo de bienes simblicos que agrupamos bajo el ndice de lo populartradicionalson procesos dinmicos que tambin se estn configurando,reconstruyendo y reorganizando en interaccin con estas tendenciasmencionadas.

    Por supuesto, no se trata de ignorar la singularidad categrica del circuitohistrico-territorial del campo popular (tradicional y moderno). Pero, lo queintentamos de sealar es que las realidades socio-culturales urbanas de nuestrasgrandes ciudades, enmarcadas en el debateglobalizacin-economa mundo-comunicacin mundo-pluralidad cultural, exigen discutir las bases culturales desus espacios y sus productos.

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    As mismo, si no queremos renunciar a las zonas claves del Desarrollo Cultural,tanto tradicionales como modernas; desistir a la produccin electrnica yaudiovisual de los circuitos culturales -en los que se registra la mayortransnacionalizacin y desterritorializacin de las culturas nacionales y locales- enun tiempo de globalizacin e interculturalidad, de coproducciones identitarias e

    hibridaciones multinacionales, al menos es imprescindible intentar explicar lascondiciones en que surgen las transformaciones que se nos avecinan en lo querespecta a los agentes, instituciones, articulaciones y procesos relacionados con lapuesta en valor del espacio de produccin, comunicacin y apropiacin de lacultura popular.

    Asistimos a la galaxia bit(9) de la economa; hacia "sociedades de servicios" o "deconocimiento" apoyadas en los medios de comunicacin, telecomunicaciones(extensin telemtica, redes), industrias culturales y nuevas tecnologasinformticas. Pero, tambin, como seala Nstor Garca Canclini (1995,a), traenconsigo una redefinicin del sentido de pertenencia e identidad organizado por laproduccin industrial de la cultura, su comunicacin tecnolgica y el consumodiferido y segmentado de los bienes. Las identidades nacionales o locales se irnreconstruyendo en las redes globalizadas y transterritoriales de los escenarioscomunicacionales.De lo que s podemos estar seguros, para discernir sobre la problemtica actualde los subcampos culturales urbanos y sus relaciones con otros dominios, es quelas industrias culturales y las nuevas tecnologas comunicacionales e informticasproductoras de bienes de capital y, aquellas en relacin directa con actividadescomerciales, se han transformado en los principales agentes de mensajes, bienesy servicios del desarrollo cultural de nuestras ciudades, pero con unacaracterstica esencial, conectan con dos conceptos claves:la fragmentaciny eldesplazamiento del intercambio de experiencias por el flujo (red) deinformacin, que ordenan las nuevas formas de socialidad (MARTN-BARBERO,Jess. 1994), es decir, los diversos modos de comunicar y habitar que hacenposibles e imposibles la valoracin de una memoria cultural colectiva, de loslugares propios, y por ende, la cultura popular.Vivimos entre gente que consume en escenarios diferentes y con lgicas distintas,desde la tienda de la esquina y el mercado barrial hasta los macrocentroscomerciales y la televisin; sin embargo, como las interacciones pequeas ypersonales, se vuelve necesario pensarlas en relacin. Las organizacionesmultitudinarias de la cultura no llevan a la uniformidad. El problema principal conque nos confrontamos en la masificacin de los consumos no es dehomogeneizacin (GARCA CANCLINI, Nstor. 1994), sino por el contrario, el delas interacciones entre grupos sociales distantes en medio de una tramacomunicacional muy segmentada.Entre tanto, en el caso de Venezuela, realmente acontecen estos procesos dereorganizacin de los dominios culturales, y particularmente, en lo popular?,Cules son las caractersticas actuales de nuestra urdimbre cultural en las

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    ciudades?, y, si en verdad, la anacrona subvierte "lo actual" cules deberan ser,entonces nuestras polticas culturales futuras en este marco de reorganizacin delos escenarios tradicionales?, Cules sern las estrategias de innovacincultural para entrar al comienzo del tercer milenio?, Cul y cmo ser elescenario probable y en particular, el escenario cultural deseable?, y quizs, lo

    ms importante, cmo encarar con visin prospectiva un proyecto cultural quepromueva y fomente la participacin democrtica de amplios sectores de lasociedad venezolana, ante la multiplicidad de procesos internos e internacionalesde multiculturalidad, debatidos entre la concepcin patrimonialista-difusionista-extensionista por parte de la accin cultural pblica del Estado Venezolano y larenovacin privatizadora del capital transnacional-nacional que se realiza a travsde la industrializacin del mercado simblico, representado en las formas deproduccin-consumo cultural de las mayoras de los venezolanos absorbidos pordicho campo cultural industrial-masivo?.En el caso de Venezuela, la accin cultural de los agentes pblicos y privadossigue obedeciendo al paradigma poltico-cultural difusionista-extensionista,prevaleciendo como caracterstica central el mecenazgo patrimonialista endiscrepancia con la evolucin del consumo cultural (los hbitos, prcticas y gustos)de las grandes mayoras urbanas. Sumado a este modelo, encontramos unproceso tendencial de mediatizacin de lo culto y lo popular, acompaado deun cierto repliegue al espacio privado, como enclave privilegiado del consumocultural y al menor uso de los espacios pblicos que pone en entredicho lasprogramaciones de carcter difusionista.

    A manera de ejemplo, en Venezuela, de 30.39 millones de espectadorescinematogrficos en 1986 se pas a 25.36 millones en 1990. En cuatro (4) aoshubo una reduccin de cinco millones de espectadores. No obstante, segn elestudio de consumo cultural mencionado, destaca como actividad dentro de lacasa "los fines de semana" en el Area Metropolitana de Caracas "ver cine envdeo" que alcanza la frecuencia de 48%.

    Frente a tales caractersticas, persisten todava desequilibrios en cuanto a la ofertapblica y privada de los servicios de las industrias culturales-comunicacionales ascomo una segmentacin diferenciada en el consumo de stos. De esta suerte, elEstado venezolano mantiene una visin dentellada sobre los sub-dominios delcampo cultural industrial-masivo; sin polticas, planes y proyectos paraincorporarnos a una nueva estructura de circulacin cultural, sin afectar nuestrasidentidades y diversidades.En efecto, las orientaciones y las caractersticas de la accin cultural pblicavenezolana indican no solamente la persistencia de un modelo de gestininspirado en el paradigma difusionista-extensionista, sino que adems, ha operadoigualmente la falta de una mirada prospectiva as como la desarticulacinentre los problemas comunicacionales y culturales y, finalmente, una relativainmutabilidad del sector en su conjunto frente a los cambios que sera precisooperar en su seno como en el contenido de su accin.

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    Sin eludir, ni mucho menos dejar de destacar la accin cultural pblica estatal engarantizar el acceso a los cdigos de las bellas artes, el escenario actual denuestras ciudades en el pas muestra un fuerte desequilibrio asimtrico de suscampos culturales. Mientras la demanda de bienes culturales relacionados con ladifusin del campo cultural acadmico-culto se mantiene inelstica, por otro lado,

    se expande la oferta de un mercado de bienes de consumo intermedio y, demedios electrnicos, con ciertas incursiones dbiles del inters pblico; pero sobretodo, dejando la problemtica de la identidad territorial patrimonial y las culturaspopulares a una valoracin nostlgica y resignada del pasado (GUZMN C.,Carlos. 1994).Las razones explicativas de este fuerte desequilibrio asimtrico podran sermuchas, pero lo que s es innegable, es que estn muy estrechamente ligadas a laidea que se tiene de la ciudad culturalpor parte de los agentes responsables dela gestin del Desarrollo Cultural Venezolano.No obstante, cmo valorar lo propio cuando se transforma en annimo?.Finalmente, a dnde nos conducen estas apreciaciones?. Quizs a entender queen las polmicas sobre cultura y poltica, se debe tener el valor de re-plantear eltipo de concepcin que se tiene de la ciudad y sus expresiones culturales urbanas,con fuerza y sin complejos.Los parques, las vitrinas de los centros comerciales, los vehculos de transportepblico, las vallas de las autopistas, los carteles de cine y otras tantas"fantasmagoras urbanas" nos invitan a una nueva opcin de estudiosculturales/comunicacionales urbanos sobre la ciudad, pero tambin, adelantarformas innovadoras de gestin del inters pblico cultural, ms all de loexpectante y transitorio.

    Los ncleos articuladores del tejido social urbano dejaron de encontrarse en laracionalidad del progreso y de la historia. En la actualidad lo que rene y agrupaest en relacin directa con las emociones y ms en lo afectivo, as como tambin,con la intensidad de sentido depositada por l "nosotros".La trascendencia contempornea del factor de identidad local en el desarrollo dela territorialidad cultural urbana revierte en formas de cohesin cultural distintas ala ciudad burguesa regida por contratos. La ciudad de los noventa esta hecha detribus -agrupaciones que tienen su territorialidad, rutas y trayectorias en dondeconstruyen sus lugares propios- y redes, sin centro, ni fsica y culturalmente.El consumo de la ciudad y el consumo en la ciudad.En este sentido, recordemos que hay una cultura de la ciudad, es decir, segregadapor ella, explicable a partir de ella y que suele ser confundida con la cultura que seproduce en ella. Debemos distinguir entre la cultura de la ciudad y la cultura en laciudad; entre las modalidades comunicacionales de la ciudad y enla ciudad, y por

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    ende, entre el consumo de la ciudad de Caracas como acontecimientocultural/comunicacional y el consumo en la ciudad.Todas estas consideraciones son pertinentes en el momento de trazar algunoslineamientos de investigacin sobre la revalorizacin de la ciudad como objeto de

    consumo cultural -sus centros simblicos y del espacio urbano pblico- porquegeneralmente, con excesiva frecuencia al menos, la aplicacin de tcnicascualitativas (como la entrevista individual y grupal, la historia de vida y el relato, elanlisis del discurso, la observacin participante, etc.) y cuantitativas (la encuesta)en el estudio del consumo cultural urbano terminan por no diferenciar que lasrepresentaciones de la ciudad son tatuajes de vida, de "urgencia", que en larealidad urbana nos produce miedo porque nuestras experiencias cotidianas soncada vez ms virtuales y fragmentarias:una ciudad sin memoria; por otro lado,las representaciones en la ciudad son interpretaciones de la vida.

    De igual manera, obviamos en los estudios culturales y comunicacionales que elpropsito general de las investigaciones particulares sobre el consumidor activo(lejana de la visin de la relacin entre medios manipuladores y audienciasdciles) debe serdefinir la ciudad cultural y comunicacional, vale decir, lamulticulturalidad urbana de la ciudad a partir de su memoria colectiva.Partiendo del concepto de consumo cultural (GARCA CANCLINI. 1993,b) como"elconjuntode procesosde apropiacinyusosde productos en los que elvalorsimblico prevalece sobre losvaloresde usoyde cambio,odonde almenos estosltimosse configuransubordinadosa ladimensinsimblica", el objetivo tcnicodebe ser explorar, identificar y caracterizar los elementos y las relaciones quecomponen la estructura de consumo cultural que se est desarrollando en laciudad de Caracas y su rea de influencia Metropolitana, mediante la cual seasocian o disocian los destinatarios/beneficiarios/usuarios de la oferta culturalmunicipal en calidad de bienes y servicios, de acuerdo a las condicionessocioeconmicas y demogrficas segn el tipo de gustos, hbitos, frecuencias ytipos de dominios culturales a fin de instrumentar los resultados en el diseo dePolticas Culturales Urbanas y Municipales. Las tesis expuestas nos sealan que"la ciudad como acontecimiento cultural y comunicacional" es la creacin deactitudes favorables a la revaloracin de la territorialidad histrica urbana de lopblico.Pero lo ms importante, es que la realidad urbana de una ciudad como el caso deCaracas y su configuracin pblica actual parece deslizar su significado con unademanda global de sentido: el"nosotros".Las visiones orientadas al "yo"propias de la dcada de 1980 se han desvanecido y han sido sustituidas por laperspectiva del "nosotros juntos",propia de la dcada de 1990 (WAHLSTRM,Bengt. 1994).La autorrealizacin y el estilo personal de vida son todavaimportantes, pero ahora hay que tener en cuenta otra dimensin: las nuevasformas de socializacin frente a la prdida del sentido de pertenencia provocadasfundamentalmente por la desestructuracin de la ciudad, o mejor dicho, de unametrpoli, la cual ha sufrido transformaciones profundas que se evidencian en una

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    crisis de los servicios pblicos de educacin, vivienda, salud, recreacin, trabajo yno es de extraar los servicios culturales, particularmente observable en loreferente a la puesta en valor y conservacin del Patrimonio Cultural Urbano de laciudad. Por tanto, la demanda de este "nosotros" se plantea en el contexto de unafragmentacin socio-cultural y espacial de la ciudad.Qu se nombra hoy cuando decimos "nosotros"?, Cul es el referente de"ciudadano" del habitante de Caracas y el imaginario social de este "nosotros"?,Qu "nosotros" quedan y cules estn desapareciendo como sentimientociudadano; como identidad colectiva, local y materializada en los componentesvivos de nuestra urdimbre cultural?.Si bien la identidad territorial es una frmulatil para acumular lo que podramos calificar de "excedentes de consenso" "solidaridades operativas", ms all de los usos a los que se pueda destinar dichocapital social hay que considerar que en ltima instancia sta demanda del"nosotros" se expresa a travs de la valoracin del espacio pblico y la identidadcultural.En efecto, es en las ciudades donde se perciben con mayor claridad la dificultadde los vnculos existentes entre la sociedad civil y el Estado en el mbito local y,por supuesto, la bsqueda de nuevos significados sociales como correlacin defuerzas que se redefinen en el tiempo (a lo largo de la historia) y en el territorio,pero sobre todo, la crisis de la Dimensin de"lo pblico"a travs de unasuerte de descorporizacin del cuerpo-espacio que afecta el sentido deidentidad como origen, evolucin y proyecto.La tendencia ms general que acompaa a este proceso refiere a un ciertorepliegue al espacio privado; una perversa privatizacin de lo pblico que seexpresara en "ciudadanas de baja intensidad" (RABOTNIKOF, Nora.1993) y laversin espectacular de lo pblico como objeto de culto: Yo os sorprendo!(DEBRAY, Rgis.1994) en el tratamiento simulado y virtual de los debatespblicos que ponen en peligro la nocin misma de ciudadano. Desde este plano, lademanda del "nosotros" se concretiza en la necesidad imperante de afirmar los"lugares propios" (AUG, Marc. 1993) como deseos de arraigo, pertenencia,identidad y memoria colectiva a travs del fortalecimiento del espacio pblico. Y,en trminos de formulacin de estrategias relacionadas con la puesta en valor delos espacios y centros simblicos-emblemticos de la ciudad de Caracas se haceimperativo este reforzamiento de lo pblico: las calles, los malos olores, los mitoscromticos, los avisos, graffitis y sabores de la urbe como escenarios de laargumentacin comunicativa y afirmacin de una heterogeneidad socioculturaldesde el punto de vista ciudadano (SILVA TELLEZ, Armando. 1993).

    No obstante, Cmo encauzar esta demanda en un contexto tendencial haciareferentes de identidad privados, domsticos y domiciliarios?, Cmo valorar laidea de ciudadano, el sentido de territorialidad y la pertinencia actual, si existe, deuna poltica cultural dirigida a los espacios de consumo cultural comunicacional dela ciudad frente a fenmenos tan complejos como la fragmentacin social, el des-centramiento de las ciudades, la des-urbanizacin, el rompimiento de las

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    monoidentidades y la des-territorialidad cultural que avanzan en direccin a unanueva configuracin dela urgenciay el sobreviviren la relacin pblico-privado?,Cmo evitar una progresiva frivolizacin de los signos y smbolos de la memoriacultural puestos simplemente al servicio de las imgenes de marca?, Contamoscon instituciones culturales e ideas innovadoras capaces de superar esa visin

    patrimonialista-monumentalista y metafsica en el tratamiento de la ciudad comoobjeto de consumo cultural y, su correspondiente correlato acumulativo enterritorios ntidamente definidos: nacin, regin, municipio, ciudad?, Y asimismo,estn dispuestas a enfrentar la dimensin comunicativa y cultural de "lo pblico"?.Por otra parte, cmo defender algn sentido colectivo de territorialidad en unaciudad como Caracas y su rea de influencia Metropolitana, que s esta haciendoinabarcable y cada vez ms insegura, en el entendido de que la relacinespaciopblico-lugar propio-nosotros, elementos claves de cualquier realidad urbana, seencuentran en tensin por la administracin privada del"control remoto"?.Lo pblico y lo privado: los espacios de consumo cultural en la

    CiudadEn el caso de la ciudad de Caracas, las industrias culturales y nuevas tecnologasde informacin han adquirido una enorme centralidad en el consumo cultural desus habitantes. Ms precisamente, esta inclinacin indica, que el consumo culturalde los caraqueos se ha transformado en un equivalente al consumo de los bienesproducidos por las industrias culturales; aunado encontramos tres tipos deprocesos complejos dada la diversidad de medios, bienes y prcticas queconcurren a la constitucin del mercado cultural y, que definen los contornos delcampo cultural en aos recientes:1.- La centralidad de los medios electrnicos (especialmente la televisin y laradio) en el consumo cultural.El nmero de receptores de televisin en Amrica se apreciaba para 1988 en 71millones de unidades, lo cual permite calcular que, en teora, unos 350 millones delatinoamericanos tienen posibilidades de su uso; de ese total Venezuela con unapoblacin estimada de 15.4 millones, ocupaba el primer lugar con 2.760.000telereceptores (CIESPAL, 1989). Al calcular la presencia de receptores por cadamil habitantes, nuestro pas representaba, 151.0 p/mil hab. El mercado potencialde las antenas parablicas se estimaba para Venezuela en 15.000 mil unidades.Y, el Informe mundialde laUNESCOsobre la Educacin (1991), indicaba que en

    Venezuela existan 428 radio-receptores y 147 televisores por cada mil habitantes.Existen200 mil telereceptoresen hogares venezolanos por suscripcin querepresentan el 5% de penetracin, en contraste con Argentina (70%), Colombia(18%) y Mxico (50%), pero el mercado potencial es de tres millones.

    En relacin, al predominio de la televisin en las preferencias recreacionales yculturales del venezolano, Marcelino Bisbal (Revista Comunicacin N 84/1993 del

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    Centro Gumilla) nos indica sobre la base de un nmero considerable de encuestasde consumo cultural realizadas entre 1987, 1991 y 1992, los siguientes resultados:

    y La televisin tiene un lugar privilegiado en cuanto al uso que hace laaudiencia de ella. Un total de 43,8% de la gente dice que despus de un da

    de trabajo lo que prefiere hacer es ver televisin, y este porcentaje se elevahasta el 60% en las clases ms desposedas de la poblacin.y A rengln seguido encontramos que un 23.2% prefiere el esparcimiento de

    leer, aunque no se nos indique qu tipo de lectura. Ese porcentajedesciende en la poblacin de menor nivel socioeconmico y se ubica en un28.6% en los sectores de clase media alta.

    y En cuanto a las recreaciones predilectas para los fines de semana,nuevamente la televisin se lleva el primer lugar: 30% con relacin a un23,8% que prefiere pasear y muy por encima de ir al cine, conversar, asistira fiestas, ir a la playa, or msica, estudiar, etc. Y leer el peridico apenasun 0,7% y simplemente leer un 9,2%.

    2.- La escasa significacin en los niveles de frecuencia de consumo de lasactividades elitescas y populares; una redefinicin de los "pblicos" originalesde estas formas culturales.

    As se observa una "mediatizacin de lo popular" y un "movimiento haciaarriba" (CATALN, Carlos y Guillermo Sunkel. 1992) de ciertos gneros, queahora se presentan bajo la forma del folklore readaptados para un consumomasivo y, en ciertos casos, para un consumo de elite. La mediatizacin de lopopular implica una transformacin de los gneros tradicionales que se produceen trminos de las reglas propias de los medios masivos, lo que provoca cambiosde forma y de contenido.Una explicacin posible sobre la escasa significacin en los niveles de asistencia alos eventos de cultura local-popular aunque presentan niveles superiores a la "altacultura" pero muy inferiores a las diversas ramas de la industria cultural, es elhecho de que estn siendo incorporados a los medios masivos suprimiendo atravs de stos la necesidad de asistencia a los eventos en vivo, lo que implica uncierto repliegue al espacio privado y al menor uso de los espacios pblicos.Una observacin a propsito del consumo de la cultura local-popular. Esimportante destacar, que an prevalece una concepcin mecenal-sustancialista;tradicional y monumentalista; de la accin cultural estatal, reducida por una parte,al fomento de determinados cdigos elitistas-acadmicos cuyo objetivo tcito es la"formacin cultural" de las mayoras y, por el otro lado, refiere a la culturapopular venezolana slo a partir del pasado, lo tradicional.

    Una visin interesada, metafsica, ahistrica del "ser nacional",independientemente del uso actual -el tiempo extensivo de la historia en elintensivo de la instantnea- sin conflictos sociales en su aprobacin simblica. Laposicin de los campos culturales populares en Venezuela, es mucho ms grave

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    de lo que pensamos. No se trata de elaborar una defensa "tradicionalista" por suscomponentes criollos y tnicos. Lo que est en juego son procesos deidentificacin colectiva: identidad, reconocimiento, valoracin del "uno mismo";comportamientos concretos que producen resultados que afectan a individuos o alsistema social.3.- La constitucin de un sector de las industrias culturales que ocupa unespacio intermedio; menor al consumo de los bienes electrnicos y mayor alconsumo de los eventos de alta cultura y cultura local-popular.Este proceso significa que, desde el punto de vista del consumo, la industriacultural no puede ser considerada como un sector homogneo. A lo menos esnecesario distinguir entre la rama de los medios electrnicos (radio y televisin) ylas restantes ramas que incluyen a la editorial (diarios, revista, libros),cinematogrfica, discogrfica y el circuito de videocasetes.

    Mientras los medios electrnicos (radio y televisin) no generan discriminacinentre los pblicos, (es decir, son consumidores por personas de distinto sexo,edad, ocupacin, nivel de ingreso, escolaridad, etc,) algunos factoresdiscriminantes comienzan a operar en el nivel de consumo intermedio (diarios,revistas, libros, cine, videos, discos,etc,) y se acentan notoriamente en elconsumo de lo "culto-acadmico". En el nivel de consumo intermedio, ello suponeque segmentos significativos de pblico no tienen acceso al consumo de este tipode bienes culturales relacionado directamente a factores como la escolaridad eingresos, lo que constituye una suerte de denominador comn:mayor nivel deescolaridad y de ingresos, mayor frecuencia de consumo de bienesintermedios. Los "indicadores de condiciones de vida" elaborados porFUNDACREDESA en su Resumen Nacional y Metropolitano (1992) reafirman estaapreciacin. As tenemos, que en los estratos poblacionales IV y V, el porcentajede no asistencia de los Jefes de Hogar al cine en los ltimos seis meses de 1992eran 95,7% y 95.5% y, para la mayora de ellos tenan un porcentaje apreciable deprimaria completa, incompleta, media incompleta y alfabetas.Llegamos as a la llamada "culto-acadmica" "alta cultura" que presenta nivelesde consumo ms restringidos, manteniendo una oferta inelstica. Este perfil debeser relacionado con el hecho de que los eventos de este campo son "exigentes"con el pblico en el sentido de que requieren cierto tipo de conocimiento (y deformacin) para establecer contacto con ellos. Es decir, generan un tipo dediscriminacin que opera en gran parte por la va de los gneros. No se trata,como sucede en el caso de la lectura de diarios, que se requiere un capital minimo(sabe leer) para acceder a este tipo de bienes. Los eventos de "alta cultura"requieren cdigos de lectura especializados, que no se encuentran distribuidosequitativamente en nuestra sociedad. Adicionalmente, cabe destacar que este tipode eventos tambin generan discriminacin desde el punto de vista econmico. Amanera de ejemplo, vale la pena sealar, que el porcentaje de no asistencia delos Jefes de Hogar a obras teatrales y/o conciertos en los ltimos seis meses de

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    1992, en todos los estratos poblacionales superan el 75%; el estrato V es de94,2%. (FUNDACREDESA,1992).

    Los consumidores hbridosEl tratamiento cultural y comunicacional de la realidad urbana as como susvinculaciones con la ciudad, por supuesto, no es reciente e indito. Pero laintensidad y el grado absoluto de la discusin con relacin a sus espacios deconsumo cultural lo han colocado en una interseccin que supera con mucho loimaginado por los propios socilogos, antroplogos y comunicadores sociales, locual nos obliga a re-pensar en trminos interdisciplinarios lo que la ciudad significaen estos momentos como conocimiento, saber y objeto de atencin de una teorasociocultural del consumo.

    Lo que est en juego en la valoracin de la relacin Espacio Urbano-Ciudad-Consumo Cultural, es precisamente la nocin de una cultura con mayscula que

    ha tenido mucho ms cercana a la calle que a la casa, a lo pblico que a loprivado, reflejando la aspiracin de una identificacin. Por lo dicho, juzgamos a lasprcticas de consumo cultural como un lugar de valor cognitivo, til para pensar yactuar significativamente en la vida pblica.No obstante, por una parte, existen dificultades para definir con precisin el objetode los estudios de consumo y recepcin, los conceptos de pblicos yconsumidores, y por la otra, no es fcil abordar de manera integral la problemticade la ciudad como objeto de consumo cultural. Si bien las investigaciones sobreconsumo se multiplicaron a partir de 1987 por las encuestas realizadas en lasgrandes urbes de pases como Argentina, Brasil, Mxico y Chile -en el marco del

    Grupo de Polticas Culturales del Clacso-, siguen reproduciendo el encasillamientoy la desconexin entre las ciencias sociales as como entre las prcticasculturales. Se habla de pblicos de museos, o de teatro y cine, pero en realidad enlas ciudades hay consumidores hbridos. Slo un enfoque transversal deconsumos y el estudio de la articulacin entre consumos revelara los perfiles yrequerimientos complejos de los receptores de cada producto.Y, volvemos a insistir, contamos con un pensamiento a tono con esta "demandadel nostros": una demanda de comunidad, pluralidad y diferencia?. Sinpesimismos, la crisis de lo pblico, de la esfera pblica en cuanto conceptofundante de una prctica sociocultural que encontr su lugar originario en el

    mbito ciudadano (SCHMUCLER, H. y Patricia Terrero. 1992) es mucho msimportante que la crisis de la Identidad Nacional porque consagra la fragmentacinsocial, la desconexin social del lugar propio, del lugar con sentido, con memoriay, en esta orientacin, la definicin cultural de nuestras ciudades, pasa por lopblico como respuesta a lo colectivo, lo manifiesto y lo abierto.

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    Notas

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