las ilusiones de la modernidad, bolivar echeverria

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Borfven Ecunvnnnfr I,A,S ILUSIONES DE t"{ MODERNIDAD Ensayos LINAM / El Equilibrista 1997

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Page 1: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

Borfven Ecunvnnnfr

I,A,S ILUSIONES DE t"{ MODERNIDAD

Ensayos

LINAM / El Equilibrista1997

Page 2: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

La publicación del presente lib¡o es un resultado del proyecto de investigaciónsobre "Modcrnidad curopea, mestizaje culrural y cthosbanoco" que el

"utoi.oo.-dinó en los años rggt-tg9z en la Facultad de Filosofla y ktras de la uNenr y cu-p rcdización hubiera sido imposible sin el generoso apoyo de la Dirección Gene-ral de Asuntos del Personal Académico de dicha institución.

Primera edición, 1995

Prime¡a reimpresión, r997@ Bollvar Ebhwerrla, 1995

on @ 1995, Universidad Nacional Autónoma de MéücoProyecto ocrr,,l.-rN-6oo69rCiudad Universitaria, o4¡ro, México, D. F.

ISBN 968-73r8-r6-3

Para Raquel

Page 3: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

PRESENTACIÓN

Ecco la fiera con la coda aguz:zal

Dante, Inferno,KYTI

Cuando la complejidad de la vida social desborda y pone en peli-gro las forrnas que la organizan y la hacen posible, y que han sidojustamente el punto de partida de tal complejidad, dichas formasentran en un perlodb de ine'stabilidad: de descomposición y re-composición incesantes. Se empeñ¿¡1-i¡¡sn¡os muchas veces de-sesperados- en alcanzar "mutaciones readaptativas" que deben,según ellas, salvarles de su muerte anunciada. Este proceso, que es

propiamente el de la crisis de una época, puede estabilizarse en su

inestabilidad, adquirir consistencia y perdurar; llega entonces a recla-

mar'para sl toda una época: una época a la que llamamos "de tran-sición".

Nadie puede tener dudas ya, después del colapso del "socialismoreal" en los palses de la Europa centro oriental, de que los tiemposque vivimos son tiempos de transición. Lo que no está claro, sinembargo, es la magnitud, la profundidad y el alcance, de la misma.

De los muchos estratos de historicidad que suelen reconocerse

en la vida socid 'unos más profundos, otros más superficiales, ca-

da uno con su ciclo y su ritmo propios-, ¿cuáles están involucra-dos, y en qué concierto, en este proceso de ransició/¿Qré es loque está en"j*,rego; en riltima instancia, mís allá de realldades coyun-turales como serlan la hegemonla de un óentro económico y su

modalidad peculiar de capitalismo, el predominio de una polltica

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econórnice dctcrminada (estatalista o (neo-) liberal) u otras pareci-das? ¿Se trata de la forma de la vida económica en cuanto tal, queha sido rebasada por cl crecimiento del mercado mundial y del orbeeconómico capitalista y por el empleo masivo de procesos técnicosque )la no obcdccen al esquema productivo fundado por la Revo-lución Indutrial dcl siglorxvru? ¿Son las instituciones decimonónicasdc la vida social, quc ya no pueden dar cuenta de equilibrios demo-gráficos y distribuciones étnicas trastornados, de comportamientosmorales (prlblicos y privados) inauditos, de tácticas heterodoxas enla lucha dc clascs? ¿Es el escenario nacional-estatal de la vida pollti-ce, con las rcglas de juego de la democracia burguesa, que ha sidodesbordado,,por personajes, trarnas y acciones que no existlan cuan-do fue diseñado?' ¿Son las formas culturales que han dado vitali-dad al valor de uso trádicional en Oriente y Occidente, que se en-cuentran en busca de un enraizamiento diferente, una vez que hanperdido.sus antiguos fundamentos? ¿Es el "esquema civilizatorio"en cuanto tal, que intenta reformularse radicalmente, dada'la inver-sión de la correlación de fuer¿as arcaica entre el Hombre y la Natu-raleza? ¿O se trata de todo esto, y de mucho más, en un conjuntocomplejo de realidades definitivamente cohdenadas,.cuya crisis sinsalida tendrfa alcances apocalípticos?

Los ensayos reunidos en el presente volumen quisieran poner aprueba una prop,u€sta de inteligibilidad para la épocade transiciónen que vivimos" Es una,propuesta que localiza en la crisis de la mo-dernidad ciertas claves cenúales para Ia comprensión de todas las

otras.

El advenimiento de una nueva edad de las fuerzas producdvas,cuyos antecedentes se remontan hasta la época clásica, con el apareci-miento de la tecnologla racional,en el trabajo y del intercambiomercantil en la circulación de la riqueza, trajo consigo un reto para

"* la capacidad ciülizatoria del ser humano. l,a modernidad puede ser

entendida como la respuesta múltiple que la socieclad humana hapodido dar a este reto a lo largo de la historia. De esta multiplici-

dad, el intento más ambicioso, y el que ha prevalecido sobre losotros, ha sido sin duda el de la modernidad construida por la civi-lización occidental a través de la historia europea. El secreto de es-

ta modernidad *-que fue la clave de su éxito y está siendo tambiénla de su fracaso- ha estado en lo que desde hace al menos un siglollamamos "capitalismo". Se trata de un dispositivo que le permiteaprovechar y potenciar mejor que ninguna otra los efectos de esa

revolución en las fuerzas productivas, y que consiste cenffalmenteen la conversión de la desigualdad social que siempre existió en eltrabajo, es decir, de la explotación de unos por orros, en algo queesta explotación nunca fue: una especie de "condición técnica desegundo orderi', indispensable para el funcionamiento de esas fuerzasproductivas, esto es, para que la conjunción propiamente técnicadel trabajo con los medios de producción pueda tener lugar. ¿Dequé manera se encuentra conectada esta estructura profunda de lamodernidad capitalista con el acontecer histórico que se vive efec-tivamente, con los mitos que otorgan dramaticidad y sentido a loscomportamientos de la vida cotidiana? Esta es la pregunta que sub-yace en los textos reunidos en el presente volumen. Las aproxima-ciones que se hacen en los primeros ensayos a remas de historia dela política

-particularmente al de la caducidad y la actualidad del

socialismo- y de historia de la teoría -a

ciertos aspectos de lasobras de Braudel, Heidegger y Lukács- preparan el intento de sis-tematización que se esboza en el último, en el que se pretende ar-gumentar en contra de quienes conciben la crisis actual como unacrisis de la modernidad en cuanro tal o como una crisis de creci-miento de su modalidad capitalista y en favor de quienes piensan,por el contrario, que se trata de un proceso en que la modernidadque ha prwalecido ya por ranros siglos pugna por mant.rr.rr. .r,lsu sitio, cambia de piel a través de grandes cataclismos históricos y/de mlnimas catástrofes cotidianas,'acosada por una forma alterna-tiva de modernidad

-una forma postcapitalista- que tal vez al-

gún día llegue a sustituirla.

II

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r989

Er ist das EinfacheDas schwer zu machen ist.

Bertolt Brecht

Hay ciertos años cuyo nombre sirve para marcar la unidad de todoun perlodo histórico. En cada uno de ellos se encuentra la fecha deun acontecimiento simbólico; de un hecho que asocia a su signifi-cación propia una significación no sólo diferente, sino de ouo orden,generalmenre "superior". Todo parece indicar que el año de 1989

-como lo es de manera ejemplar r78g- pasará rambien a ser la

señal de una época. En su mes de Noviembre, el Jueves 9 por lanoche, tuvo lugar un hecho q.r. i" presra admirablem.rrr. p"r" ,.,convertido en un slmbolo histórico: la caída del muro d¿ Berlín.En la historia, los hechos simbólicos lo son de manera más acaba-da en la medida en que se ofrecen a las necesidades sociales cle sim-bolización con la capacidad esponránea de representar a un deter-minado período hisrórico. A su vez, esta capacidad de represenaciónes mayor en la medida en que alcanzaa cumplirse en referencia alas dos perspecivas de significación que definen a todo hecho históri-co en su singularidad: la perspectiva de la eficacia relativa que rienedentro de un acontecimiento dado y la perspectiva de la similirudque muestra con la totalidad de ese aconrecimiento. El asalto a kBastilk en ry89 forma parte de un todo consriruido por la seric desucesos que conocemos como la Reuoluciónfrancesa, es un mornen.to dotado de una cierta imporrancia relativa dentro del flujo dc une

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significación histórica que esraba en construcción; si llega a repre-

scntar a cse todo, cs cn razón de que fue vivido como un episodio

espccialmcnte dcstacado o decisivo en medio de los muchos otros

quc lc preccdicron y le sucedieron. Pero el asabo a la Bastilk re-

presenta también ele Reuoluciónfancesaporque, de todas las destruc-

ciones que trajo consigo el proceso revolucionario, la que el pueblo

de Parfs hizo de la fortaleza odiada es la que más parecido dene con

la dcstrucción del ancien régimeen cuanto tal. Eficacia dentro del

acontecimiento y similitud con é1, en ellas consiste la materia primacon la que se constituye la dimensión simbólica del asalto a k Basü-

lla,la capacidad de este nombre de ser también el de la "conquis-

ta de la libertad mediante el uso de la violencii' . t789 sirve para

marcar toda la época dela Reuoluciónfrancesa porque incluye la

fecha de este suceso simbólico.La caíd¿ del muro d¿ Berlínen 1989 puede llegar a tener un simbo-

lismo parecido al del asaho a k B¿stilla en 1789. Berlín es el lugar

en donde han coincidido dos separaciones decisivas: la que dividíaa la gestión política moderna en una versión liberal y en una estata-

lista y la que dividla a Europa en una parte oriental y otra occiden-

tal. Si se atiende a esta significación de Berlín, la"caída del muro"que la tuvo escindida durante veintiocho años resulta dotada de una

doble representación, similar a la que se reconoce en el asalto a laBastilh. Los nexos que se han reanudado, pasando por encima del

obsúculo caído, no sólo vuelven a reunir a individuos y colectividades

singulares, sino que reunifican dos historias parciales que, por deba-

jo de su separación forzada, siguieron siendo una sola. Igualmente,

los montones de escombros que ella dejó en medio de las cdles no

eran únicamente los restos de un edificio público derruido, sino los

de todo un mundo que se ha venido abajo.

En tanto que desaparición de una barrera, la caída del muro de

Berlínes apenas un paso en un proceso mucho más profundo y po-deroso que consiste en la recomposición de Europa como la tota-lidad histórica dominante de la época moderna. Se trata sin embar-

go de un paso decisivo; causa precipitante, como reapertura de uncauce histórico violenamenre clausurado,la caíd¿ d¿l muro d¿ Bnlines la primera parte en la que ese proceso global se pone de manifies-to. Por el ouo lado, en tanro que demolición de una construcciónaberrante, no pasa de ser una obra pública de mediana importan-cia. Si tiene un interés, éste proviene justamente de la insuperablesimilirud que guarda con ese acontecimiento histórico mayor quees el desmoronamienro del llamado "socialismo real"; una simlli-tud que basta para hacer de ella, como "ctídi',la representante cr-bal de é1, como "derrumbe".

Es preciso reconoce', sin embargo, que la caíd¿ d¿l muro d¿ Berlínes por lo pronto un símbolo "en suspenso". Se trata de un hechocuya signifi cación particular, encaminada ya a laasociación biunívo-ca con la significación general de esta época, debe sin embargo de-tener su impulso ante el estado de inacabamiento en que ésta se en-cuentra todavla. Indecisa, con dos barajas diferentes €ntre sus manos,la_ historia parece dudar sobre cuál de ellas echar por fin al juego.El acontecimienro que nos envuelve manriene imprecisa su'sigÁi-ficación global; la ambigüedad se reproduce en lai significacionessingulares de todos y cadauno de los hechos políticos que vivimos.

¿cuál es la partida que esramos jugando? ¿cuál de las dos series de-fine el sentido de las jugadas? Porque, sin dejar de ser la misma, es-ta historia serla diferenre si en ella está en juego el destino de la uro-pía socialista o si en ella se decide la biografla del poder planetario.

Reinstalación geopolítica de Europa. Derrumbe del "socialismoreal". ¿Cuál de estos dos acontecimientos tiene la capacidad

-diríaHegel* de 'tubsumi/' al otro y de ser asl su "¿erdad"? ¿Es el socia-lismo un "atriburo" de Europa o lo es ésta, más bien, del socialis-mo? ¿Es Europa'la que, habiendo congelado parte de sí misma enla figura de "Europa socialista", la revive ahora para aprovechar lasenergías almacenadas y reasumir su función hegemónica eqla his-toria mundial? ¿O es el socialismo quien, para desechar su vlrsióncaricaturesca de "socialismo real" y poder construir la actulidad

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histórica de su verdadera figura, recompone la totalidad civilizato-ria europea? Aunque sean pertirrentes, nadie podría aún respondera estas preguntas. Por algún tiempo, el sentido sirnbólico de l¿ cafd¿

del rnuro de Berllnseguirá siendo un enigma.Más asible resulta otra cuestión que trata del mismo asunto pero

en términos un tanto menos especulativos: ¿cómo se puede pensar

la rclación, cuya existencia parece innegable, entre la re-composi-ción económica y social de Europa y la pérdida que expsrimentael socialismo de su ya centenaria presencia protagónica en la vidapolltica moderna? La reintegración del continuurntecnológico capi-

talista en Europa, el recentramiento de la hegemonía económica

mundial entre los principales conglomerados de capital, el ensan-

chamiento y la refuncionalización del abismo que une y separa al

capitalismo periferico del capitalismo central, la revitalización de

la movilidad clasista y de la socialización étnica, el redimensiona-

miento de las soberanías estatales de las naciones, la redistribución

-despues de la "Guerra Frld'- de la capacidad de vetar las "decisio-

nes en la cumbre" entre los grandes estados y los entes estatales

transnacionales: algún nexo necesario debe existir entre todos estos

procesos que se han puesto en marcha en los úldmos tiempos -y

cuyas salidas son aún impredecibles- y el enrarecimiento espontá-

neo de la "dimensión socialista" en el mundo contemporáneo.La respuesta automática dela"razón cínica" consiste en afirmar

que tal enrarecimiento se debe al hecho de que ese conjunto de fenó-

menos configura una situación histórica inédita, dentro de la cual los

ideales socialistas salen sobrando. Si bien no "realizados" en la socie-

dad liberal de este fin de siglo -dado

lo irrealizable de su ingrediente

utópico-, se habrían sin embargo impuesto en ella, a medias y casi

imperceptiblemente. Fracasado pero al mismo tiempo vencedor, el

socialismo tendría su lugar: en el museo de la historia política.Tbugh ansu)erque convence porque simplifica, pero que por ello

mismo decepciona. En el mundo actual, la voluntad de huir no es

únicamente la que resulta del "socialismo real" y las frustraciones

que ha deparado; hay tambien voluntad de huir del "capitalismo',y los infiernos que genera. Las poblaciones que huyen (litéral o figu-radamente) hacia el "capitalismo" lo hacen porque pueden; ellas sldisponen de un lugar tangible en donde intentar converrir en rea-lidad la imagen invertida del 'tocialismo real", creada por su fanrasla.Las poblaciones agobiadas por el "capitalismo", en cambio, las quese encuentran en las zonas "menos favorecidas" de {5¡g

-¿ las que,

por cierto, podrían llegar, sin quere¡ "los que vienen de regreso delsocialismd'-, no huyen porque no pueden hacerlo, porque sus fan-taslas resultan auténticamenre utópicas: no hay un lugar ya existentehacia donde puedan encaLrz.ar su voluntad de huida.

Es posible que un día, cuando la distancia ante los hechos per-mita ver sus magnitudes compleras, se pueda decir que, en verdad,el fracaso del socialismo real no fue otra cosa que una de las dis-tintas figuras complementarias en que tuvo lugar el "reticente descen-so" histórico del capitalismo. Por lo pronto, lo que sl se puede decirsin faltar al realismo que corresponde a esta época

-es deci¡ sin

tomar absüacramente una parte del objeto pensado por el todo alque pertenece (por la sociedad integrada a escala planetaria en vir-tud del funcionamiento del mercado mundial capitalista)- es que,uno y otro, "capitalismo" y "socialismo" han fallado por igual, mira-dos como principios que han organizado efectivamente la vida socialde este siglo. Puede decirse incluso que si esre fracaso difiere en uncaso y en otro, esa diferencia se inclina en favor del "socialismo".

El del "capitalismo" es el fracaso de un proyecto de moderniza-ción que ha dominado ya una larga época sobre toda la vida civi-lizadadel planera; en cambio, el del'tocialismo", como movimien-to dirigido a abandonar el proyecto capitalista de rnodernidad y aseguir uno alternativo, lo es sólo de un intento particular suyo, másdramático que radical: el del bolcheuisrno como la figura despóticapeculiar de gestión económico-polltica que adoptó el Imperio Rusoen estos últimos setenta años.

La magnitud global de la catástrofe social y técnica a la que el

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"capitalismo" ha conducido y en la que sume cada vez más al pro-ceso de rcproducción de la riqueza social no puede ocuharse antela mirada analftica, por más prejuicios que ella traiga consigo. Elauge espcctacular de ciertos nhcleos coyunturales de capital y deciertos cstilos capitalistas localizados es, sin embargo, más que sufi-cicnte para borrar de la conciencia cotidiana la impresión de esacatástrofe y junto con ella la.causa que la provoca. Con el "socia-lismo" sucede algo parecido, pero de signo contrario. El descalabroespectacular de la "dinastfa" bolchevique y su gesrión al frenre deRusia, de su imperio y su periferia cenrroeuropea ha resultado ram-bién más que suficiente para expulsar de la conciencia cotidianaincluso la noción de una actualidad de la perspectiva socialista, pesea que esa actualidad no se ha desvanecido en los hechos, sino másbien renovado.

Es muy diffcil negar en teoría la vigencia de la perspectiva socia-lista cuando ésta se presenta como un conjunto de negaciones delestado de cosas organizado por el "capitalismo".

Sigue siendo válida, ctdavez con mayor dramatismo, su crlticade la irracionalidad destructiva del modo en que el capitalismomedia

-retliza.y configura- la relación enrre el Hombre y la Na-

ruraleza. La soberanla político-económica que tienen los propieta-rios capicalistas de los medios de producción permite ho¡ igual quehace un siglo, que ésros se sirvan de los mecanismos de la circu-lación mercantil para desvirtuarlos en su función de instrumentosde una libertad distributiva y para convertirlos en dispositivos deseguridad de sus beneficios monopólicos.

La mutilación y la "infrasatisfacción" del sistema de necesidadesde la población en las regiones periftricas del mundo capitalisa es unhecho innegable. Pero también lo es orro, conectado con é1, que se

presenta en las regiones centrales; dll la expansión "sobresatisfactond'del sistema de necesidades se da mediante un sacrificio sistemáticode las grandes necesidades colectivas en beneficio de una proliferacióndesbordada de necesidades puntuales inconexas y una hipenrofia del

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microconsumo masificado. Por el otro lado, junto a la desuuccióninco'tenible de la Naruraleza, obligada a cumplir un papel de sim-ple "fuente de recursos", se da igualmente la ineficiencia real de unproceso técnico de producción de bienes someddo a los caprichos ab-surdos_de un proceso económico de producción de rentas y valoresespeculativos.

Thmbién sigue siendo válido el cuestionamiento de la socializa-ción capitalista como mecanismo automático que polariza y con-solida de tal manera la estratificación social, que en la parie másalta de la escala la capacidad de ejercer todo tipo de podeies se hallasobresaturada, mientls en la rnas baja incluso L cap".id"d de ejercerel derecho a sobrevivir se encuentra vacla.

El escenario de esta estratificación de las clases sociales no es elmismo de hace cien años. No es ya la nación capitalista de identi-dad_tecnológica unitaria, con su burguesía capitalista en la parte dearriba (acompañada de una aristocracia satélite), con su proleta-riado en la parte de abajo (rodeado de un ejército "lumpen,' demano de obra disponible y desocupada) y con su clase media, enrrepudiente y miserable. Es un esce-nario mucho más complejo: lasociedad capitalista rransnacional de dimensiones planetarias, debase tecnológica diversificada y jerarquizeda, en donde la clasifi-cación económica de la población se entrecruza y sobredeterminacon otras clasificaciones muy variadas (técnica, nacional, étnica,cultural, etcétera). Es, sin embargo, un escenario que no ha modi-ficado radicalmente el sentido estructural de esa estratificación niha eliminado asl el fundamento de una lucha de clases.

Tampoco ha perdido velidezel rercer ángulo desde el que la pers-pectiva socialista considera negativamente al "capiralismo',,

"[ qu.

juzgala gravitación nefasta que tiene sobre la vida polrtica dc lasociedad. No hay manera de negar el hecho de que el "capitdisrno"opaca y disminuye en su base las posibilidades que h módernidrddeja abiertas a la democracia, a una toma de dicisioncs populusoberana, es decir, independiente de toda voluntad o podlr iJcno

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-....',

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al conjunto de los ciudadanos y su opinión pírblica. A lo largo elsiglo veinte, la "dictadura del capital"

-el dominio de una "volun-

tad" de las cosas convertidas en "valor valorizándo5s"- l¿ hechomúltiples y variados intentos de presentarse como la única demo-ctacia "fealrnente posible" y "realmente existente". Una y ottavez,sin embargo, ha debido echar mano de reglmenes totalitarios y deautoritarismos "de excepción". No ha podido ocultar la fobia anti-democrática que le es inherente; su modo más adecuado de llwarsea cabo se encuentra sin duda el funcionamiento oligárquico de latoma de decisiones pollticas.

Constituida en torno a estas tres crlticas principales del 'lcapi-talismo", la perspectiua socialista no sólo ha mantenido su actuali-dad sino que la ha extendido y profundizado. Todo esto, en teorla.Porque, miradas las cosas en el terreno de las prácticas y los dis-cursos de polltica cotidiana, nada hay más cuestionable en estostiempos que la actualidad de una política socialista.

¿Cuál es la razón de que la primera actualidad del "socialismo"no esté acompañada de la segunda? Es claro que no se trara sola-mente de un efecto provocado sobre la opinión pública por unailuminación emplrica. No se debe únicamente a la coiniidenciaespectacular de dos demostraciones aparentes: que el "capitalismo",pese a todo, es alalarga lo mejor, implicada en la reunificación capi-talista de Europa, y que la perspectiva socialista es definitivamenteirrealizable, aportada por el derrumbe del "socialismo real". Esteimpacto superficial tiene su importancia, sobre todo en el discur-so polltico de las repúblicas periféricas de Occidente, al que llevaa caricaturizar la situación hasta extremos masoquistas cuando des-cribe el exceso de capitalismo que agobia a sus economlas como sifuera una escasez de capitalismo. Pero es un shoch persuasivo queno alcanzaa dar cuenta de esa disimultaneidad entre la vigencia dela perspectiva socialista y la de una políticasocialisra concrera; queno explica esa discordancia, sin duda mfu compleja, en la que pareceestar en juego toda la historia de la polltica moderna como parte

integrante de la historia global que ha llevado a la modernizacióncapitalista y europeizadora del planeta.

Bien podrla decirse que el extrañamienro con el que la Europa

; capitalista (primero en la posguerra de ryfi y después en la de 1945)

pretendió castipr a su imperio orienal por la herejla de sus exageracio-

nes socialistas ha estado en el origen tanto de que ese imperio hayacaldo en la "dimensión del subdesarrollo" como de que ella mismahaya podido estar a salvo de ese destino. Nacidos de la bipartición

, de Europa -en

la que redundó ese castigo-, la construcción del. capitalismo "con rostro humano" y la del socialismo bajo la figura

de'tocialismo real", son dos procesos históricos que corrieron parale-

los y se condicionaron mutuamente.En sopechosa simetrla, el florecimiento de un "paraíso capitalistd'

'en la Europa del oeste y la descomposición de un "infierno socialis-ta" en la Europa centroriental ocultan las figuras esenciales tanto delcapitalismo como del socialismo. ta bipartición del continente, marca-

da por el Muro de Berlln, permitió que ambos aparentaran pertenecer

a dos historias heterogéneas e incompatibles la una con Ia otra, quelos separaban radicalmente. Son, sin embargo, los extremos de unamisma cadena'bcultd', cuyos terceios eslabones deben buscarse fuera

'de Europa. Se copertenecen funcionalmente dentro del acontecimien-r to histórico unitario de la modernizeciín capitalista.', "Estadio superior del subdesarrollo", "capitalismo sin capitalis-

tas", el "socialismo real" ha estado "a la vanguardia" del Tercer Mun-; do en lo precario de su tecnología, lo reprimido de su cultura, loi antidemocrático de su vida política y lo dependiente de su economla., Cuando, "por encima del Muro", el Primer Mundo podía mirar

i con menosprecio hacia los Países del Este, lo que tenía ante sl, sin: darse cuenta, era su propia cola, sólo que irreconocible como propia

debido al disfraz polltico que la ocultaba.Pero podrla decirse también, más por inercia que por ingenuidad,

que ahora, con la Europa reunificada, cuando la modernizacióncapitalista puede al fin cerrar el circuito de su expansión planetaria

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y cuando la cxistcncia correlativa de un "paraíso" capitalista y uninficrno "socialista" dcja de ser necesaria, el verdadeio socialismotendrá na{a más quc abandonar el limbo en que permanecla a laespera, para poder d fin mostrar el rostro amable que le correspondey quc por tanto ticmpo debió esrar oculto o deformado, Sólo queuna afirmación de este tipo serla inaceptable.

El nombre socialismo-la palabra que evoca e indica una presen-cia histórica singular y un discurso elaborado a panir de ella y en tor-no a ella- no es "lo de menos"; no es una etiqueta indiferente quepueda "desecharse" o "reciclarse" sin grandes consecuencias. Tal vezlo sea para la Idea del socialismo, pero no para su "personalidad" his-tórica. Los setenta años de "socialismo real" han afectado al nombrey a la vigencia histórica del socialismo; no han logrado ponerlo "fuerade uso", pero tampoco él ha pasado 'tin máculat por.1lor. Al desva-necerse, el "socialismo real" no borra para siempre ese nombre perotampoco lo deja intacto; se lleva la referencia a toda una posibilidadhistórica del socialismo que se reveló, que tenía que revelarse (ahoralo sabernos a ciencia cierta), como ilusoria.

El socialismo como acontécimiento histórico mayor está compro-metido en la historia de la pame suya que fracasó y

"o-pto-.tidocon los resultados de ella. De las múltiples cuesriones que este com-promiso le plántea, la primera tiene que partir enfrentándose a loevidente: ¿ha sido en verdad una excesiva lejanlarespeco del "capi-talismo" lo que llevó al fracaso a este inrento socialista? ¿O ha siáo,por el contrario, su excesiva cercanía a é1, la falta de radicalidad dela alternativa que representaba?

A la luz de esta pregunra es posible distinguir una realidadinnegable: pese a ser el proyecto histórico que en la práctica y enel discurso se ha afirmado con mayor coherencia como una alterna-tiva crltica a la modernidad capitalista, el socialismo ha comparti-do con ella una serie de premisas que a lo largo de este siglo se hanido revelando c,adavezmás como insostenibles. En primeil.rg"r, ¿",realmente posible en la vida polltica el tipo de soberanla del áiscur-

so o de predominio de la razón que presupone en ella la modernidad?

¿l,a toma de decisiones es realmente la "puesta en prácticd'de unosprincipios teórico-ideológicos "introducidos desde fuerd' en la forma-ción de la opinión pública? ¿O es necesario reconocer que ranro enésta como en la constitución de la voluntad política la "relación entreteorla y práctici'sigue caminos que se encuenrran obstruidos siste-máticamente por la modernidad capialisa? En segundo lugar: ¿puedeefectivamente la dimensión de lo polltico en la vida social particula-rizarse en calidad de'tsfera autónoma" de lo político, sin nega.rse a

sl misma? ¿Puede efectivamente la voluntad polltica consagrada porla modernidad, la que se genera en la comunidad de los hombres-propietarios o "sociedad ciüI", representar a los muchos dpos de vo-luntad polltica que están en juego en la vida social? ¿Cómo habrlaque imaginar una política capaz de ser la linguafranca de todos ellos?

Y por riltimo: ¿es en verdad, como lo cree la modernidad, la sociali-dad humana una materia absolutamente dúctil, dispuesta por enci-ma de cualquier'tultura pollticd'espontánea a ser transformada por'la acdüdad polltica (revolucionaria o reformista)? ¿Curíl es h mádi-da real

-insignificante taJ.va-en que la polltica puede efectivamen-

te "hacer la historia"?

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Page 11: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

A Lq.IZQUIERDA

. . .Un móvil que está en A (declara Aristóteles) nopodrá alcanzar el punto B, porque antes deberárecorrer la mitad del camino enrre los dos, y antes,

la mitad de la mitad, y anres, la mitad de la mitadde la mitad, y asl hasta lo infinito...

J. L. Borges

No deja de ser exrraño, incluso paradójico, lo que sucede actual-mente en el mundo de las ciencias sociales: justo en una época quese reconoce a sl misma como un tiempo especialmente marcadopor cambios radicales e insospechados

-cambios que abarcan todo

el conjunto de la vida civilizada, desde lo imperceptible de la esrruc-tura técnica hasta lo evidente de la escena política-, la idea de larevolución como vla de la transición histórica cae en un despresti-gio creciente. Sea profunda o no, una mutación considerable deldiscurso sobre lo social se deja documentar abundantemente. Se

trata, vista desde su ángulo más espectacular, de lo que se ha dadoen llamar una sustitución

-de preferencia por sus s6¡¡¡¿¡iss- dg

los paradigmas, modelos o casos ejemplaies que habían servidohasta hace poco (una o dos décadas) a los teóricos de lo social parahablar de las transformaciones históricas. El lugar paradigmático,ocupado hasta hace poco por las revolucior., fr"r...", ,r,rrl, china,cubana, etcétera-, lo toman ahora las transiciones reformadoras:la "Revolución norteamericana", los Gründerjahre y la erade Bis-marck, la segunda posguerra europea, etcétera).

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Thn significativo es este cambio de paradigmas que octavio pazcree ver en su actualidad todo "el fin de una era":

presenciamos el crepúsculo de la idea de revolución en su riltima y des-venturada encarnación, la versión bolchevique. Es una idea que ,inic*-mente se sobrevive en algunas regiones de la periferia y entre sectasenloquecidas, como la de los terroristas p.r,r*tr. Ignoramos qué nosreserva el porvenir [...] En todo caso el mito revolucionario se muere.¿Resucitará? No lo creo. No lo mata una SantaAlianza: muere de muer-te natural.l

Jürgen Habermas coincide conPazen la apreciación de la impor-tancia del fenórneno. Pero, a diferencia de la inrerpretación paciana,en la que esrá ausenre toda voluntad de distinguii entre el mito re-volucionario y la idea de revolución

-y en la que ésta parecerla ha-

ber perdido definitivamenre roda función descriptiva acerca de latransición histórica que vivimos y toda función normativa de las ac-titudes y acciones en la política acrual-, la suya intenta una aproxi-mación más diferenciada y comprensiva. observa también el ocasode la conciencia revolucionaria y su mesianismo moderno, pero almismo tiempo ve en la actualidad del reformismo un suceso q,r. d.-pende de la radicalización del mismo ¡ en ese sentido, de lá adop-ción por pame suya de determinados contenidos esenciales de la idéade revolución. En nuesrro tiempo

-sugiere- la única revolución

posible es la reforma.2

En el discurso que versa sobre lo social desde el lado progresistao de izquierda, es decir, desde la perspectiva de quienes han venidotrabajando en la "construcción de un sujeto polltico de alternati-va", esta mutación en el "espíritu de la époci'no carece en ocasio-nes de rasgos dramáticos; parecerla implicar un secamiento de la

I "Poesla, mito, revolución", en Vueharyz,México, r9g9.2 "La soberanla popular como procedimiento", en cuademos pollticos

57,México, 1989.

z6 27

%fuente que le habla servido para afirmar su identidad. La nuevaconvicción que alll se abre paso parte de un reconocimiento: des-pués de la pérdida de las ilusiones (en verdad religiosas) acerca deuna salvación rwolucionaria, después de la o<periencia del "desencan-¡6"

-y sobre todo a partir de ella-, ha llegado para la izquierda

la hora de pensar con la cabezadespejada (nüchtern). y arriba a unaconclusión inquietante: ha llegado la hora de reorientar la identi-dad de la izquierda; de abandonar el arcalsmo de la idea de revolu-ción y de pensar y actuar de manera reformista.

A contracorriente de esta transformacion espontánea -y

en esamedida indetenible- del modo de tematizarla transición históri-ca y de interpretar por tanto la situación contemporánea, un breveexarnen de la pertinencia teórica y la validez pollticade la exclusiónque ella trae consigo de la idea misma de revolución puede resul-tar revelador. ¿Despejarse la cabeza de ilusiones revolucionariasabsolutistas tiene que significar panlaizquierda un abandono desu orientación revolucionaria? ¿O puede ser, por el contrario, unaoportunidad de precisar y enriquecer su concepto de revolución?

Hablar de una sustitución de paradigmas teóricos es referirse aalgo que sucede más en las afi.reias del discurso teórico que dentrodel mismo. El discurso teórico de una época no elige a su arbitrioni el tema ni la tendencia básica de ,u trat"-iento. üno y orra pare-cen decidirse más bien en el rerreno de aqueilos otros discursoi de-dicados al cultivo y la regeneración de las leyendas y los mitos. Eldiscurso teórico trabajaa partir de lo que éstos le enrregan. Mien-tras la historia moderna requirió ser narrada como el epos de la li-bertad y la creatividad, de la actividad del Hombr. "r ,u luchaincansable (y exitosa) contra todo lo que se arrwiera a ponerle tra-bas a su voluntad de objetivación, es comprensible que el mito revo-lucionario fuera el mito más invocado

-el mito que, en su esen-

cia, justifica lCI pretensiones pollticas de un comienzo o un re-comienzoabsolutos (de una fundación o una re-fundació n ex nihilo) de le,vida en sociedad. Ahora que las encarnaciones de esa actividad, lo¡

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sujetos soberanos -l¿s

¡¿6iq¡es o sus réplicas individuales- pare-

cen haber perdido su función y "no estar ahl para emprender sinosólo para ejecatai',la historia moderna prefiere una legendarización

de sl misma en la que, al revés de la anterior, ella aparece como unadinámica automática de civilización; como el triunfo, no ya del su-jeto (el Hombre), sino de un Ordenamiento sin sujeto, que se afir-rna en rnedio de lo caótico o natural (y también, por lo tanto, de

lo "bárbaro" o "atrasado"). El mito que concibe los procesos revo-

lucionarios según la imagen de la Creación, del texto que se escribe

sobre el papel en blanco después de haber borrado otro anterior,tiende a sustituirse por otro

-una nueva versión del mito del Desti-

f,o-, que ve en ellos, como en toda actividad humana, el simple

desciframiento práctico de una escritura preexistente .

El destronamiento de la figura mltica (épica y hermenéutica) de

la revolución es un episodio de primera importancia entre todoslos que coinciden en el ocaso

-un ocaso rnás que justificado- de

toda la constelacion de mitos grandes y pequeños que ha acom-

pañado a la modernidad capitalista. Sin embargo, una pregunta se

impone: ¿debe la idea de la revolución correr la misma suerte que

el mito moderno de la revolución? ¿Es la idea de la revolución unsimple remanenté del pensar metaflsico, una mimetización pollti-ca del antiguo mesianismo judeocristiano? ¿Descartar del discurso

la invocación mágica a la revolución implica eliminar también lapresencia discursiva de la revolución como un instrumento concep-

tual, necesario para la descripción de las transiciones históricas rea-

les, y como una idea normativa, aplicable a determinadas actitu-des y actividades políticas?

Nada hay mas controvertido en este fin de siglo que la presen-

cia del hecho revolucionario en la historia contemporánea; es unhecho cuya simple nominación depende ya del lugar axiológico que

le está reservado de antemano en las distintas composiciones quedisputan entre sí dentro del discurso historiográfico. Mientras unos

pensamos que tal hecho -inseparablemente

ligaclo a su contra-

z8 29

partida siempre posible: la catástrofe barbarizadora- constiruye clacontecimiento fundamenal de nuestro tiempo, otros, en el extremoopuesto, no sólo niegan su existencia como tal, sino que ven en suconsistencia puramenre ideológica uno de los peores desvaríos dela razón. El de la revolución es, así, un asunto que no puede trararseal margen de las necesidades de autoafirmacion ética de quieneshablan de él; es decir, es un asunro cuya presencia resulta necesaria-mente divisoria en el ámbito del discurso que inrenta la descrip-ción y la explicación de los fenómenos históricos (sociales, pollti-cos, culturales, etcétera). Conviene por ello

-si queremos permanecer

en este ámbito, aunque sólo sea transitoriamente- hacer un esfuer-zo de abstracción, despojar a la idea de la revolución de sus con-notaciones erlsticas, que probablemente la idealizan (la endiosan ola satanizan), y considerar su necesidad corno simple instrumento*ttlHno

duro, lógico-instrumental, de la idea de revolución

-no su núcleo encendido, que estarla en el discurso político y la

irrenunciable dimensión utópica del mismo- hay que buscarlo,por debajo de las significaciones que lo sobredeterminan en senti-do mítico y político, en el terreno del discurso historiográfico. Co-mo concepto propio de este discurso, la idea de revolución perrenecea un conjunto de categorlas descriptivas de la dinámica históricaefectiva; se refiere, en particular, a una modalidad del proceso detransición que lleva de un estado de cosas dado a orro que lo sucede.

Mediante artificio metódico, los muyvariados argumentos explica-tivos que ofrece el discurso historiográfico sobre el hecho de la tran-sición histórica pueden ser reducidos a un esquema simple. Dicho

:esquema podría representarse en la siguiente frase: "el estado de co-sas cambió porque la situación se había vuelto insostenible". Las

', cosas se modifican dentro del estado lde cosas] en que se encuen-tran, y lo hacen en tal medida o hasta tal punto, que su perrna-

,'nencia dentro de él se vuelve imposible y su paso a un estado [dcI cosas] diferente resulta inevitabie. Si se hace la comparación del

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caso, se puede observar que incluso la fórmula empleada por Marxpara explicar la dinámica de la historia económica

-ftrmula reperi-

da entre nosotros hasta e[ cansancio- es una variación peculiar de

este esquema. También esa fórmula, que describe una dialécticaentre las "fuerzas productivas", por un lado, y las "relaciones de pro-ducción", por otro, habla de un perfeccionamiento de las primerasen el curso del tiempo, que las lleva a "sentirse estrechas" en el marcode las segundas, a entrar en contradicción con ellas y a promoveruna transición, una sustitución de ellas por otras.

Un simple análisis formal de este esquema explicativo de la tran-sición histórica permite distinguir con claridad la necesidad que eldiscurso historiográfico tiene del concepto de revolución.

Lo primero que salta a la vista es que, al hablar de un cambio en

el que "las cosas" transitan de un "estado" a otro diferente, el dis-curso historiográfico presupone, quiéralo o no, una concepción de

la realidad histórica como unidad o slntesis de una substanciay una

forma. Se diría incluso que este antiguo esquema de aproximacióna la "realidad" de lo real tiene en él su "terreno de aplicación" más

importante. Pensada con estas categorías, la dinámica histórica se

explica a partir de la idea de que esa síntesis puede encerrar un con-flicto, de que es posible una falta de concordancia entre la substan-

ciayla forma en que ella adquiere concreción. La dinámica históri-ca parece induso implicar <omo lo afirmaba G. Baaille recordando

la oposición nietzscheana entre lo "dionisíaco" y lo "apolíneo"-que la substancia, que sólo puede existir realmente si una formaviene a ponerle lfmites a su inquietud dispersante, llena sin embar-go y rebasa clclicamente los bordes de la forma establecida, propo-niendo ella misma el esbozo de una nueva forma con la que ésa ten-drá que disputar su lugar antes de abandonarlo.

Ahora bien, el paso o tránsito e un estado de cosas diferente cons-

tituye de hecho une solucitin a la problemática sin salida en la quese encontraba el estado de cosas anterior. Y esta solución no tienepor qué ser en todos casos la misma; es indudable que, de la situación

to

de impasse al que llegan las cosas en un cierto estado, el salto quelas lleva a otro estado puede ir en varias direcciones y además ensentidos incluso contrapuestos.

Lo caracterlsrico en la situación de partida de un proceso de tran-sición es el predominio de lo que hay de corrtr"di.torio sobre loque hay de armónico en la relación que junta a la subsrancia conla forma de una realidad histórica. La substancia "ha crecid.o" o seha "reacomodado", acontecimiento que ha provocado en la formaestablecida la insuficiencia o caducidad de

"lg.rrro, de sus rasgos y

la solicitación de cierros rasgos nuevos, desconocidos en ella.En el proceso de transición, esta situación de partida es seguida

por un segundo momenro, en el que lo caracterfsiico está dadá porel movimiento de respuesta provenienre de la forma establecida. setrata de un movimiento de re-acción que no pucde ejcrcerse másque en dos direcciones: a) la forma puede actuar sobrc sf misma ensentido auto-reformador, seacon el fin de ampliar sus márgcnes deto.lerancia o-de integrar en sl los nuevos .sbozos de formaájenos aella; y b) la forma puede actuar sobre la substancia en sentiáo d¿bi-litador, sea con el fin de disminuir la carga impugnadora quc existeen la misma o de desviarla hacia objetirro, qr. le son po,lo pron-to indiferentes.

Ámpfiado de esra manera, el esquema explicativo de la transi-ció.n histórica permite distinguir al menos cuarro salidas puras,todas ellas genuinas o necesarias, para las "cosas" históricas arr"arr"-das en un "estado" que se ha vuelto insostenible: la reforma y lareacción, por un lado, y la revolución y la barbarie, por orro.

Hay que reconocer ante rodo que la respuesra dada por la formaala amenaza proveniente de la subsrancia-puede alcan-zar un buenéxito; buen éxito que por lo demás puede tener dos sentidos com-pletamente diferentes, conüapuestos.

En un primer sentido, esta eficacia del 'tstado', de cosas en darcuenta de las exigencias planteadas por las "cosas" históricas impli-ca la apertura de toda una época de modificaciones que vienen a

3r

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ampliar y a diversificar cl ordcn social esrablecido. Para no dejar deser ella rnisma, la forma imperante toma la delantera a las muta-ciones prirneras, aún no exagcradas, de la substancia. Genera sub-formas dc sf misma que, en el terreno de los hechos, revelan sercapaccs de intcgrar la exigencia de renovación fornnal; crea reman-sos de utopfas "realizadas". Saluda al futuro, pero no cree indis-pensablc dcspedirse del pasado. Postula una preeminencia en la his-toria de la modificación continuadora sobre la ruptura creariva.

Planteados asl los terminos, reforrnistas serían propiamente laactitud éúcay la posición política que, como suele decirse, "le apues-tan" a esta primeravia de transición histórica.

Fn un segundo sentido, completamente opuesto al primero, elbuen éxito de la reacción de la forma frente a la inconformidad dela substancia, es decir, el triunfo del "estado de cosas" imperantesobre las "cosas" mismas, se presenta como una época de reafirma-ción exagerada del orden social establecido y de destrucción sis-temática del cuerpo social; un tiempo que, cuando no "sangra" demanera lenta e individualizada sus energlas históricas, las sacrificaabrupta y masivamente. Esta vla de transición ---en la que el futuroes someddo y devorado por el pasado- es la vía retrógrada o reac-

cionaria que puede seguir la historia en sus procesos de transición.Retrógrada o reaccionaria es, €n consecuencia, la actitud ético-polltica que se deja amedrentar por esta respuesta prepotente delestablishmenty que se identifica con ella.

Pero no siempre el proceso termina con una de estas dos salidas.

La historia conoce transiciones que presentan un tercer momento.La resistencia que las "cosas" ofrecen al intento que hace el "esta-

do" en que se encuentran de reafirmar su propia validez puede resul-tar más o menos efecdva. La respuesta de la forma a la amenaza de

la substancia puede llegar a fracasar; sus esfuerzos de auto-conser-vación pueden revelarse insuficientes. Efectividad de las primeraso fracaso de la segunda que, a sll vez, se manifiesta igualmente endos sentidos del todo divergentes.

)z ))

En un primer sentido: aquel "crecimiento" o "reacomodo" quehabla tenido lugar en el seno de la substa nc)a alcanza a s'brepo-nerse tanto a la acción integradora ejercida sobre él por la formadominante y dirigida a desactivar su inconformidad respecto deella, como a la acción represora con la que esa misma formalo recha-za e intenta aniquilarlo. La presión de las "cosas" sobre el "estado"en que se encuentrarr llega a constituir toda una época de "actua-lidad de la revolución": se crean formas alternarivas que comien-zan a competir abiertamenre con la establecida; se prefiguran, dise-ñan y ponen en púctica nuevos modos de comporamiento económicoy de qonvivencia social. Esta vla de salida, que pasa por una sub-versión (Unt-utrilzung) destinada a susrituir (Ersetzun! y no sólo a

.rernozar el "estado de cosas" prevaleciente, es la solución a la exi-gencia histórica de transición-que consriruye el fundamento de la

lt .posición ético-polltica revolucionaria.

En un segundo sentido, la situación necesitada de transiciónl,puede encallar en un empare y permanecer asl por tiempo indefinido.I El frr""ro de la forma puede rener su contrapartida en una inca-pacidad de triunfo por parre de la substancia; puede ir acompaña-

, do de un fracaso equiparable de las "cosas" en inventar un ttu.lro'liestado" para sí mismas. Se abre enronces un perlodo de deforma-lqión lenta de las formas establecidas y de desperdicio conrinuo de,las nuevas energías históricas. Se trata de una "salidd' que consister n encerrar dentro de sí misma a una situación social necesitada de'üna ffansición histórica; salida decadenre, si se tienen en cuenra las

de predominio exacerbado de la forma, o salida bárbara, silb.€ consideran las "zonas de desastre", en donde'la resistencia de las¡rbstancia se corrompe y languidece.1,,,,,En resumen,la descripcion anrerior de las posibilidades inheren-[ps al esquema con qr'r. .l discurso historiogüfico piensa la transi-

histórica muestra con toda claridad que en él existe un lugarrio para la idea de la revolución. La salida revolucionaria es

duda una de las cuatro soluciones a la situació n de impasse en

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la que puede desembocar un estado de cosashistórico; es una de lascuatro vfas o modalidades puras de transición que juegan y se com-binan entre sf en toda transición histórica concrera.

Dos conclusiones pueden desprenderse directamente de este exa-men formal dcl discurso historiográfico. La primera, acerca del dis-curso polftico dc izquierda y su uso de la idea de revolución.

Dc izquicrda -podrfa

decirse- son todas aquellas posicionesético-polfticas que, antc la impugnación que la cosa histórica hacedcl cstado cn que se encuentra, rcchazan la inercia represora ydestructiva de éste y toman partido por la transformacién total oparcial del mismo, es decir, por la construcción o la reconstrucciónde la armonla entre una subsrancia histórica y su forma. Según estohacen mal o, mejor dicho, carecen de fundamento racional quienes,ubicados en una posición de izquierda, creen

".tu"l-.nte que,junto con el mito moderno de la revolución, también es conve-niente expulsar de su discurso a la idea misma de revolución, juntocon todas aquellas que de una manera u otra giran a su alrededor,como es el caso de la idea de socialismo.

Si el cambio de idenddad dependiera mágicamente del cambiode nombre, nada serla ahora más oportuno para el socialismo quepasar a llamarse de otra manera; dejar que el socialisrno realsehundacon todo, con adjetivo y susrantivo, para poder él rehacerse conseñas de identidad completamente nuevas: sin mácula. En la histo-ria, sin embargo, el poder de un segundo bautizo es restringido.Poco ayuda, por ejemplo, sustituir el nombre del socialismo porun sinónimo suyo menos preciso: democracia. Socialismoes el nom-bre genérico de una meta histórica cuyo arracrivo concrero sólo se

percibe en su verdadera dimensión desde una ubicación especial:la situación de impasse en la que entra el estado de cosas históricode la modernidad capitalista. Hace referencia a una determinadaarmonía posible entre la subsrancia y la forma de la vida social pro-piamente moderna, es decir, entre la capacidad del ser humano mo-derno de intervenir soberanamenre en la modificación del sisrema

)4

de sus necesidades y la vida polltica moderna, que debe actualizardicha capacidad; armonía que valdrla la pena perieguirse y que paraunos será el fruto de una reforma radical, mientras p"r" otro, deteráresultar de una innovación revolucionaúa. Democraciapor su.parte,es el nombre de esa armonía, pero en general; de la ioincidenciaentre el carácter público (demósios) del proceso de generación desupremacía polltica (krátos), es decir, un carácrer cuyo orden deconcreción trasciende el orden arcaico de la singularidad privada,y la consistencia popular (demotihós), es decir, espontánea, "salva-je" o exotérica de dicho proceso. En gran medida, si no es que deltodo, la identidad de la izquierda se define por el socialismo. Re-nunciar a él implica aceprar que, en la actualidad, las únicas opcioneshistóricas realistas son la reacción o la barbarie; que una transfor-mación del estado de las cosas históricas no esrá in el orden del díay que quien debe alinearse, conrenerse y reprimirse dentro de laforma capitalista dada es la substancia social moderna y su incon-formidad. El discurso que versa sobre lo social desde posiciones deizquierda tiene ante sí un sinnúmero de cuestiones nuevas. Enreellas están las siguientes: ¿el fracaso del socialismo reahnmte exístenteen la Europa centro-oriental es la prueba de la inactualidad de todosocialismo o únicamente del socialismo revolucionario? ¿Ha sido,en verdad, el socialismo realla, realización de la versión rwolucionaria(marxista) del socialismo? ¿Queda ésta, por ranro, definitivamentedescalificada junto con el hundimiento de aquél? O, por el con-trario, ¿el socialismo realha consistido en una represión sistemáti-ca de la misma, y su débáclede ahora significa para ella una libera-ción?

La segunda conclusión requiere tomar en cuenta ciertos hechosreue no se prestan a duda. Según los datos disponibles acerca delItiempo presente

-tiempo anrerior a los efectos de la perestroika

usa y las revoluciones de la Europa cenrro-oriental sobre el mundooccidental-, lo más probable es que se trare de una época de actua-i,tridad de la reforma; una época en que la historiistoria parece adelantarse

3t

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a la polltica, a diferencia de otras, que Lulcics llamó de "actualidadde la revolución", en las que la polltica parece rebasar a la historia.

Es verdad que no hay continuidad entre la salida revolucionariay la solución reformista. Como le gustaba repetir a Rosa Luxemburg,la revolución no es un cúmulo acelerado de reformas ni la reformaes una revolución dosificada. Una y otra van por caminos distintos,llevan a metas diferentes; la sociedad que puede resultar del triun-fo de la una es cornpletamente diferente de la que puede resulrardel buen éxito de la otra, Pero, sin embargo, aunque son entera-mente diferentes entre sí

-incluso hostilmente contrapuestas-,

la perspectiva revolucionaria y la reformista se necesitan mutua-mente dentro del horizonte político de la izquierda.

Las metas propiamente reformistas ocupan con su actualidadindudable todo el primer plano de las preocupaciones políticas de

la izquierda actuante y realista. Pero el discurso de izquierdahariaun voto de pobreza autodestructivo si decidiera permanecer exclu-sivamente dentro de los límites de ese primer plano. No puededesentenderse del hecho de que, en un segundo plano, de menornitidez, hay también metas políticas que sólo son percepribles enla perspectiva de una modalidad revolucionaria de la transiciónhistórica en la que está empeñada actualmente la sociedad. Metasque son urgentes, es decir, que tienen una necesidad real y no ilu-soria, pero que son utópicas porque resultan inoportunas en lo quer€specta a la posibilidad de su realización inmediata. Impercepti-bles desde la perspectiva reformista, gravitan sin embargo sobre elhorizonte político de ésta, influyen en é1, lo condicionan y con-forman. Se trata de metas de polltica económica y social, de políti-ca tecnológica y ecológica, de política cultural y nacional, que, deno ser alcanzadas o al menos perseguidas, pueden convertirse enlastres capaces de desvirtuar las más osadas conquistas reformistas.

Por lo demás, ahora que la Europa centro-oriental, al deshacerse

de la pseudomevolución en que vivía, deja al descubierto que muchode la falta de autenticidad de ésta se escondía justamente en el carác-

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ter abstracto de su radicalismo, el reforrnismo le presta a la pers-pectiva revolucionaria un gran servicio. Le recuerda algo que en

ella se suele olvidar con frecuencia: que la revolución, para serlo de

verdad, debe ser, como lo señalaba Hegel, una "negación determi-nadd'de lo existente, comprometida con lo que niega, dependien-te de ello para el planteamiento concreto de su novedad.

De todos los vaivenes, las permutaciones y las conversiones políti-cas que ha conocido la historia de este siglo hay algo que podríanaprender los dos hermanos enemigos que conforman la izquierda:pocas cosas son más saludables que volcar un poco de ironía sobrela propia seguridad. El mismo espíritu de seriedad que lleva a abso-

lutizar y a dogmatizar, sean las verdades revolucionarias o las reformis-tas, lleva también con necesidad a la censura, la discriminaciónyla opresión de las unas por las otras. Por ello es preocupante obser-var el parecido que hay entre aquel fanatismo que, en la crisis de laRepública Alemana nacida en'Weimar, hizo que los comunistasacusaran de "social-fascistas" a los reformistas socialdemócratas yel que se muestra ahora, cuando, por ejemplo, se pretende identi-ficar toda posición revolucionaria con la del "comunismo" despóti-co e irracional que ilusiona a tanta gente del Perú, discriminada yexplotada, en su desesperación.

t/

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POSTMODERNIDAD Y CINISMO

Aber man wird einwenden, da8 dies ja eine Utopiesei! Gewi8, es ist eine...

Robert Musil, Der Mann ohne Eigenschaften

Muchos de los mejores crlticos de la época conremporánea. -ypienso en Anders y Sciascia lo mismo que en Calvino y Savater o

en Negt-Kluge y Baudrillard-, no tendrlan reparo en reconocer

, i[u€, más allá o por debajo de lo seráfico que el postmodernismoha querido ver en el esplritu de nuestro tiempo, es el cinismo loque se ha convertido en el slntoma más caracterlstico de la civi-lización actual. "Clnico", entendido en su acepción peyorativacoiriente

-y no en su contraria, la acepción filosófica, qle fue ven-

I cida y enterrada por ella-, es alguien capaz de llevar a la práctica,es decir, de dejar caer la intención irónica de aquellas famos"s pro-

' puestas antropofiígicas de Jonathan Swift "destinadas a impedir quelos hijos de los pobres de Irlanda sean una círrga para sus padres opara su pals y a darles además una utilidad prlblica". Es alguien,por ejemplo, que ejerce la corrupción como susriruro válido del'réspeto a la ley. Alguien que no siente escrúpulos al utilizar en bene-;ficio propio los puntos de fracaso de una forma institucional vigenrc,llas zonas ciegas en donde ella y las normas derivadas d. ella sc

tran incapaces de organizat adecuadamente el contcnido¡ocial que las habrla reclamado y al que ellas aparentemenre respon.

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den. Alguien que aprovecha la falta de fundamento último o natu-ral sobre la quc se sosriene la necesidad de las normas establecidas.

Una civilización clnica, Esto es, una constracción del mundo dela vida guc, para afirmarsc cn cuanro ral, debe volver sobre la d¿smtc-ción de la vida quc csrá implfcita en su propio diseño y utilizarkcxprcs¿rmente. Una configuración del sisrema de las necesidades decon¡umo sociel cu¡a dinámica sólo puede sosrenerse mediante elmantenimiento dc un sisrema de capacidades de producción queet,ctpaz de volvcr productivos tanto a la mutilación del cuerpococirl.como al agotamiento dc su fundamento natural; que puedeeumplir esto, sin vacilación, con el objeto de continua, con la t"r.ainfinita de incremenrar con beneficios para el capital la masa y larariedad de la oferta de bienes. Cabe subrayar, por lo demás, quede lo que se trata no es sólo de un modo de producción o un sis-tema social clnicos, sino de roda una civilización, puesro que lo queestá en juego es un modo de organizar el mundt de h vida, unaconfiguración técnica del trabajar y el disfrutar que se presenra entodas partes y a toda hora como la condición insustitible del tra-ba¡o y el disfrute en general.

La política económica de los estados occidentales en esre fin desiglo ha dado un giro histórico que ha cambiado diameualmenresu sentido. De administradora de la abundancia posible, es decir,de la promesa inscrita en el progreso de las fuerzas productivas, hapasado a ser

-en curiosa similitud con épocas premodernas- la

administradora de una escasez inevitable, el dispositivo que ffans-mite la presencia imperiosa de ésta hacia ei .,r.rio social, ia instan-cia que media su interiorización en las relaciones sociales de con-vivencia. Se trata, como es evidente, de un giro histórico de alcancesprofundos y grandes consecuencias.

. El lema de esa polltica económica podrla ser el siguiente: .,Sin

la inocultable cuota de desperdicio -de mano d. ábr", por un

lado, y de recursos naturales, por orro- que el sistema capitalistade producción de la riqueza trae inevitablemente

"o.rigo, la pro-

40 4r

ducción misma de esta riqueza resultarla imposible. Por ello, es pre-ciso asumir la realidad i. .r. desperdicio y someter a éste a untratamiento capaz de hacerlo aprovechable." Desde hace un buentiempo "la intervención estatal" abandonó las veleidades keyne-sianas que le llevaron a creer que "hacía la historia", que podla almenos adelanta¡se a la marcha del proceso económico para preparar-le el camino. Su tarea consiste ahora, a la inversa, en la traduccióno funcionalizaciónsocial de los efectos de una dinámica económicaque no trata de superar la crisis que la afecta de manera casi crónica,ni siquiera de "cabalgar sobre elld', sino de vivir con ella y de volver-la rentable.

Inscrito como "mensaje objetivo" en la práctica misma, en la res-

. puesta inaplazable y espontánea que los gobiernos dan a las premu-ras de la gestión económica, el cinismo dc la polftica económicacontemporánea

-y el de las otras pollticas que cl cconomicismo

de la actividad moderna deriva de ella- sólo puedc comprender-se a partir de un estado de cosas polltico más general que, par"decirlo de manera concisa, podrla ilamarse el estado de agotamien-to de k cultura polítiro *oirrno, aquel fenómeno tan mentado enel caso de las regresiones fundamentalistas en los palses occidcntali-zados del Grcer Mundo, al que A. Touraine, reconociéndolo tam-bién en Europa, ha descrito como una "desaparición de los lengua-jes pollticos, de los debates en el campo polltico y casi del sistemapolltico en cuanto tal".

il

Uno de los críticos más radicales de la modernidad, Martín Hei-degger, ha insistido en concenrrar los diferentes rasgos disdntivosde este proyecto civilizatorio en uno solo, en el hunnnism¿. Humanis-ta es, para Heidegger, no sólo aquella "revolución copernicana" quepuso a lo humano en lugar de lo divino como "medida de todas las

cosas", sino aquel modo de ser del hombre en el mundo que pre-

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supone al hombrc como fundamento de la realidad del mundo;que ve en ésta cl fruto dc la actividad de apropiación y objetivaciónde la socicdad humana sobre una conrraparte o un soporre natu-ral de la misma, cl rcsultado de la emanación de la pura subjetivi-dad dcl Hombre sobre la pura objetividad de la Naturaleza. La cul-tura polftica moderna, como cultura polltica humanista, serlacntoncc$ aquel modo de cultivar o reproducir la forma concrera de

la socialidad que presupone a ésta como una materia o una narura-lcza-objcto, absolutamente maleable entre las manos "demiúrgicas"

de la actividad polltica; que no ve en las instituciones que dan formaa la vida en sociedad otra cosa que lo que en ellas hay de intenciónhumana objetivada.

la cultura polltica humanisa reafirma al ser humano de la moder-nidad en la ilusión que vive de ser el maitre et possesseur de k nature,

y lo hace porque está en condiciones de definirlo como el sujetoconstructor de un mundo social "armónico", basado en el "bienes-tar material". Se trata de una cultura política realista en la medidaen que camina junto con la expansión de la riqueza capitalista, conel crecimiento en principio ilimitado de las nuevas fuerzas pro-ductivas a las que el capitalismo funcionaliza junto con su capaci-dad de producir la abundancia. En la medida, por lo tanto, en quetodos los datos que contradicen su pretensión de realizar la utoplade la ciudad luminosa pueden ser interpretados convincentemenrecomo "problemas" que ellay el Progreso solucionarán "en el futurd'.

El "realismo" de la cultura polltica moderna, su capacidad de 'tra-ducir" la positividad de la "vidd' del capital al plano'de la actividadcotidiana y racional de los indiüduos sociales, se cumple mediantela construcción de vn compl4o mítico que cornbina tres mitos di-ferentes: el de la revolución, el de la nación y el de la democracia.

El mito dela reuolución es sin duda el mito básico de la culturapolltica humanista. Según é1, la consistencia cualitativa de las relacio-nes sociales de convivencia, la identidad singular de una comuni-dad

-aquello justamenre que es cultivado y reproducido por la

42 43

,".,-',*l

actividad polftica- es el resultado del acontecimiento de ciertosactos fundantes en los que la colectividad social decide constituirsea sl misma de una determinada manera. Estos actos revoluciona-rios o de re-fundación apocallptica, que repiten la radicalidad deuna supuesra fundación óriginaria, r.t-í* op""., de borrar la figu-ra tradicional de una rocialidad humana, de partir del "grado cero"de la concreción de las formas de conüvencia y de constiuir de nue-vo todo el edificio cualitativo de su idenddad.

Se trata de un mito moderno porque la hipóstasis idealizadoraque lleva a cabo, corno lo hace todo mito, trabaja en su caso sobrela experiencia básica de la vida social moderna, es decir, sobre laexperiencia del mercado .r,mo locasprivilegiado de la socialización.Lo caracrerlstico de esta experiencia está en que, dentro de ella, laobjetiuidadbásica o presencia real de las cosas del mundo, su valorde uso, depende de su vigencia como ualoreconómico. El hecho deser cristalizacione.s de trabajo social tiene en ellas preeminenciasobre el de ser transformaciones dentro de la naturaleza. Toda ladiversidad cuali¡ativa de los bienes que constituyen el mundo obje-tivo de la vida social, su riquez¿ concrera, se presenta alll comodependiente del funcionamiento de la infinid"á d.

""to, de inrer-

cambio por equi-valencia que tienen lugar en la esfera de la circu-labión mercantil. La actividad que cristaliza como valor y que s€rcaliza como valor de cambio aparece como la actividad humanapor excelencia. El hombre que objetiva, posee y rcalizalos valoresde las mercanclas resulta ser por lo mismo el sujeto que pone la rea-lidad de los cuerpos concretos de las mismas. La

"ott"r..ió" misma

de la vida social, que se define de acuerdo con lo que ella producey consume, trabaja y disfruta, parece asl girar.r, t*rro al hecho dela formació n y la realización del valor. La experienciade la jerarqulaontológica de este hecho, que sucede de manera difusa e impercep-tible en la cotidianidad de la vida mercantil

-y que .orrrr'i.rt. alser humano en el hypoheimenonsobre cuya actividaá descansa todala consistencia cualitariva de lo real, que así como la pone puede

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también quitarla o modificarla-, es justamente la experiencia queel mito dc la rcvolución tematiza a su manera bajo la forma de unacto único, lcgcndario, que concentra el ejercicio de esa soberaníaabsoluta en un solo momento decisivo.

En el movimiento socialista, continuación natural de la Revo-lución Francesa, el mito que inspiró a ésra manruvo una vitalidad

Pocas vcccs cuestionada. Inspiró también, por ejemplo, a Kautskyy a Lcnin tento en la idea de que hay un apararo estatal demiúrgi-co, que serla necesario conquistar y refuncionaliza¡ como en la con-vicción de que el espíritu socialista debe ser introducido desde afueraen las masas proletarias. La idea crítica de que lo esencial de la trans-forrnación revolucionaria no está en ser absoluta, sino en ser radi-cal, corr,-renzó sin embargo a esbozarse ya en el propio discurso deMarx. Su insistencia

-en las glosas al Programa de Gothadel Par-

tido Socialdemócrata Alemán- en rechazar la idea de que todo elvalor concreto del mundo de la vida proviene del trabajo del suje-to humano; su aceptación de la sugerencia de Vera Zassulich acer-ca de la especificidad que tiene el hecho revolucionario dentro delmundo ruso, son muestras de un concepto de revolución para elcual ésta no debe ser concebida simplemente como la materializa-ción de un ideal generado por el discurso político en calidad de su-jeto, sino que debe ser pensada como la rcactuafización espontáneade un conflicto que se encuentra en las raíces mismas de la vidasocial, que fue falsamente resuelto

-¡su¡¡¿li2ado y postergado-

en la historia pasada y c;.rya solución en circunsrancias diferentesmerece ser (requiere ser, puede ser) intentada una vez más.

Intrlnseca, permanentemente revolucionaria, en este senddo, laculrura política de la modernidad capitalista menosprecia la densi-dad histórica, es decir, la sujetidad que actúa desde la naturalez¿olootro interiorizado en el mundo de la vida social; la considera unaquantité négligeable, una especie de defecto excusable del materialsocial sobre el que la actiüdad política ejerce su acción modeladora.

A la validez del mito de la revolución, sustentada en la capaci-

44 4t

dad efectiva del "mundo de las mercenclas" de alterar permanen-temente la figura concreta de las relaciones sociales de convivencia

-la misma que se transmite a la pretensión de la cultura polltica

moderna de ser la rcaliztción de la utopla- se suma la validez delmito de la nación.

Entidad de consistencia artificial,la naciónmoderna saca su dere-cho a existir de la empresa estatal que una sociedad de propietariosprivados pone en marcha en torno a un conjunto determinado de

oportunidades monopólicds para la acumulación de capital; su fun-ción consiste en entregar a esa empresa histórico-económica la iden-tidad concreta sin la cual ella no podrla afirmarse frente a otras em-presas similares en el escenario del mercado mundial capitalista. Lanación moderna se constituye a partir tanto de las "naciones natu-rales" del pasado como de las comunidades espontáneas del presen-te; Que son reprimidas y'refuncionalizadas por la empresa esratal;es decir, se constituye como una peculiar aglomeración o masifica-ción de los miembros de la sociedad civil

-indiüduos perfectamen-

te libres o desligados de cualquier comunidad no económica- queestá en capacidad de re-nominarlos como compatriotas o connacio-nales (en el extremo, uohsgenosse), otorgándoles asl una identidado una personalidad que no por ser circunstancial deja de tener unavelidez un iversal indiscutible.

El mito de la nación, el discurso que da su nombre singular y su

perfil concreto a esa comunidad armónica que la empresa históri-ca del estado estaría en proceso de c<¡nstruir, traslada de maneraidealizada a la dimensión de lo imaginario la experiencia cotidia-na del carácter beneficioso que tiene la solidaridad económica parala vida tanto privada como pública de la sociedad. Experiencia quesélo se da, sin embargo, en la medida en que las mercanclas de esa

sociedad alcanzan a poner en juego exitosamente las ventajas com-parativas de su producción en la esfera de la circulación mercantihes decir, en la medida en que la masa de la población de un terri-torio percibela realización de la meta central del estado moderno,

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esto es, el "enriquecimiento de la vida comhri', como un incremen-to efectivo y relativamente igualitario de la suma de las fortunas pri-vadas. "La empresa estatal de la modernidad capitalista es capaz desubordinar bajo la concreción de su comunidad nacional todas lasconcreciones 'naturales'de las comunidades no mercantiles (sean estas

arcaicas o nuevas) que están en comperencia con elld': éste es el núcleohumanista de la afirmación implícia en el mito de la nación moder-na. La posibilidad planteada por el mito de la revolución de que laactiüdad del sujeto humano trare a la socialidad humana como a unsimple material natural se precisa en é1, puesto que la presenra comola capacidad de ese sujeto de otorgar a la sociedad una identidad con-creta creándola a partir de la nada.

Por su parte, el tercero de los mitos con los que construye su vi-gencia la cultura política moderna, el mito de la dernocracia, hacesu trabajo de hipóstasis idealizadora sobre otro ámbito igualmentecentral de la experiencia cotidiana en la vida moderna, sobre la expe-riencia del buen éxito incuestionable que acompaftaalalengua quees propia de los beneficios del capital en la tarea de traducción indi-recta que cumple cuando hace que los intereses privados se entien-dan en la lengua de los inrereses públicos y que los inrereses públi-cos se entiendan en la lengua de los intereses privados. La vigenciafactual de esta represenración bifacética indirecta es la que el mitode la democracia moderna propone en calidad de resultadode losprocedimientos, por lo general electorales, de construcción de consen-so discursivo (racional) y de instauración de gobiernos que sustitu-yen temporalmente por repres€ntación a la voluntad colectiva delos miembros de la nación. El mito de la democracia rransmuta laexperiencia de la coincidencia de lo privado y lo público en la "vidd'del capital en la convicción individualizada de la posibilidad de untránsito capaz de converrir a los simples propietarios privados enhombres públicos, en socios de una "sociedad política", en miem-bros de un sujeto constiruido medianre un acuerdo racional o comofruto de un entendimiento en el plano del discurso.

46 47

El mito de la democracia propone [a e¡ristencia de un sujeto polfti-co

-la sociedad civil en calidad de pueble-, cuyaacción uolunte.

ria hace la historia de la nación y cuyavoluntad pública se forma enun proceso deliberativo racional y discursivor proc€so en el quc clconsenso necesario se alcanza a través de una representación cada vezmás amplia, diferenciad^y agtlde todas las voluntades privadas de lapoblación nacional. Se trata de un mito al que la productiüdad históri-ca innegable del sujeto capitalpermite a los propietarios privados mi-nimizar y tematizar como problemas de solución siempre postergabletanto las limiaciones de los estados nacionales -*o r.r;.r* econimi-cos como el carácter necesariamente oligárquico de los gobiernos na-cionales. El núcleo de la positividad humanista de esre miro está asíen la afirmación tanto de una soberanla del sujeto humano sobre su'propio desdno como de la participación por represenración de cadauno de los individuos en la consritución de dicho sujeto.

III

La principal de las "fatigas" postmodernas es sin duda la que afec-ta ala confianza primera y fundamental que es propia deLesplritude la modernidad: la confianza en la capacidad de las fuerzas produc-tivas de alcanzar la abundancia, el estado de bienestar para el gé-nero humano. Contentars€ con ser la administración de trna crisisdeclarada insuperable y serlo de manera clnica, es una muestra evi-dente del esado de agotamiento de la polltica econórnica, precisamen-te de aquella actividad que la cultura polltica moderna tiene pues-ta como la piedra angular de todo su edificio. Agotamienro que se

expresa también en el estado de caducidad en que se encuenrranlos mitos humanistas que han sostenido la efectiüdad de esra cultu-ra. Bien puede afirmarse que el sentido de las experiencias realesque durante varios siglos inspiraron y aporraron el material para eltrabajo de esos mitos ha perdido la positividad que solla or""t iirrtlo;se ha vuelto dudoso, incluso ambivalente.

..¡

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La veracidad dc la modetnidad humanista renía una garantía:laampliación rcal dcl mundo de la vida, bajo la figura que éste podíaadoptar dcntro dc las condiciones marcadas por el hecho de quelas bases dc tal modcrnidad se enconrraban en la expansión capita-lista dc la riqueza social. Y es justamenre esa ampliación la que ha

"ccsado o incluso ha cedido el lugar a una contracción; la que se

rnenticnc como a la espera de un nuevo impulso proveniente de laeconomf¿ capitalista y del nuevo "cambio de piel" que se anunciapara €lle e partir de la transn aciondización de la estrucrura técni-ce dc los procesos productivos

Es probable que lo que se ha dado en llamar "la década perdidadc América Latina"

-que ha durado en verdad más de una déca-

da y que incluye a exrensiones del planeta mucho mayores que elsubcontinente americ sea el mejor ejemplo del gran des-perdicio de posibilidades de acumulación de capital que caracteri-za ala historia económica de este fin de siglo. A su vez, el mejorejemplo del desfallecimiento del impulso expansivo del mundo dela vida propuesto por la modernidad capitalista se encuentratalvezen el retorno de los fundamentalismos polltico-religiosos en el Ter-cer Mundo y en la revitalización del racisrno y de los microna-cionalisrnos estatalistas en Europa. Se rrara, sin duda, en amboscasos, de regresiones que siguen al desencanto de sociedades queabjuraron de sus culturas políticas premodernas pero que no pudieronencontrar un sustituto rnoderno para las mismas; de desesperadosrecursos al pasado, provocados por el desengaño ante las promesasno cumplidas de una modernidad que ofreció instaurar un mundocuya amplitud de horizontes vitales debía superar con creces la delmundo de la vida tradicional, pero que perdió su lmpetu y las dejóa medio camino, con los defectos y sin las virtudes lo mismo deuna que de la ora"

No por extrernos estos ejemplos dejan de ser el modelo de lo queacontece actualmente con los mitos humanistas de la cultura pollti-ca moderna. Modelar la socialidad a voluntad del sujeto polltico,

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construir identidades colectivas a partir del estado capialista, remon-tar el abismo entre lo privado y lo público

-posibilidades afirma-

das respectivamente por el mito de la revolución, el de la nación yel de la dsrnos¡¿gi¿- son todas pretensiones que, cada vez más,resultan no sólo desmedidas sino ilusorias., El carácter quimérico o ilusorio de la cultura política modernase muestra ahora insoslayablemente por debajo del realismo del queella presume y que ha representado siempre su ventaja frente a losotros proyectos de modernidad que la han impugnado, especialmen-te el socialista.

Quisiera tocar aqul brwemente el caso de la fatiga del mito humanis-

'ta de la democracia moderna.Para hacerlo, me atrevo a insistir, acontracorriente de las tendencias actuales, sobre uno de aquellos

,élementos centrales del discurso de Marx que, aunque fueron sis-

, temáticamente dejados de lado, reprimidos o deformados en el

,;, p""ot".tt" temático que el marxismo soviético impuso en las dis-cusiones de teoría polftica, tienden sin embargo a ser enterradasjunto con éste, después del derrumbe del mundo llamado socia-

r lista; al que ese mancismo sirvió de ideologla. Me refiero a la viejat,I'teorla de la enajenación" y a la consideración crltica que ella impli-ca de la cultura polltica moderna.

De acuerdo con la visión crltica de Manr sobre la economla pollti-ca, el valor que actúa en la circulación capitalista de la riqueza sociales diferente del que está en juego en la circulación simplementemercantil de la misma: mientras en este caso no es más que el ele-

tlnento mediador del intercambio de mercanclas, en el primero es', el "sujeto promotor" del mismo.

En lugar de representar relaciones entre mercancias, entra ahora -pordecirlo ¿51- g¡ una relación privada consigo mismo.

IV

)

l

49

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Ser valor es allf scr capital, porque el valor es el "sujeto automáti-co" dg

un proceso en que, Cl mismo, al cambiar constanremenre entre las for-mas de dinero y mercancla, verla su magnitud [...] t. auto-valoriza[..,] Ha rccibido la facultad misteriosa de, generar valor por el solohccho dc ser valor [,..]

Mientras, en la circulación simple, el valor de las merc¿nclas adquierefrcntc al valor de uso de las mismas, a lo mucho, cuando es dinero,una forma independienre, aquí, de pronto, se manifiesta como unasubstancia que está en proceso y es c^pazde moverse por sí misma, yrespecto de la cual ambas, la mercancía y el dinero, no pasan de sersimples formas. (K. Marx, Das lhpita[ I. Bd., pp. te-j.)

Instalado en la esfera de la circulación mercantil, el valor de lamercancla capitalista ha usurpado (l.ibergrifen) ala comunidadhumana no sólo directamente la ubicación desde donde se decidesobre la correspondencia enrre su sistema de necesidades de con-sumo y sú sistema de capacidades de producción, sino también,indirectamente, la ubicación política fundamental desde donde se

decide su propia identidad, es decir, la forma singular de su sociali-dad o la figura concrera de sus relaciones socialei de convivencia.

Existiría así un conglomerado especlficamente moderno de poderextra-político que se arroga y ejerce el derecho de vigilar el ejerci-cio de la soberanla por parre de la sociedad, y de intervenir en élcon sus ordenamientos básicos; se rrararla del poder que resulta delvalor de la mercancía capitalista en tanto que "sujetoautomático".De un poder que se ejerce en conrra de la comunidad como posi-ble asociación de individuos libres, aunque a rravés de ella -lr-"en lo que tiene de colectiüdad a la que un proyecro propio no puedepresentársele más que como un proyecto temerario.

La democracia, el gobierno popular y abierto, es decir, la modali-dad espontá'nea (demotihós, "desde abajo") y pública (demósio) dela toma de decisiones políticas o públicas, será inevitablemenre una

to

utopla mientras no exista efectivamente ese poder polltico (hrátos),

esa capacidad de gobernarse o de tomar decisiones que afectan direc-tamente a la vida pública. Esta consideración crltica que derivadirectamente de la teoría de la enajenación de Marx no expresa "un

desinterés por los ternas de la democracia" -que

seda para muchoseI síntoma de aquellas "inclinaciones totalitarias" del discurso de

Marx, que el mamismo oficial del sistema soviético sólo habrla sub-

rayado y sistematizado-; expresa, más bien, una actitud desen-

canta¿darfielas posibilidades reales de la democracia en las condicio-nes planteadas por la realización capitalista de la civilización moderna.

La democracia, el gobierno dela polispor el pueblo y enlaplazapública, es el modo y propuesta especlficamente occidental de actua-

lizar en la práctica la dimensión polltica de la vida social. Esta reali-tzación de lo polltico implica la constitución de úna entidadespe-cia|, apaz de tomar las decisiones históricas de rango no plebiscitario;

entidad que es a medias representación del pueblo, su doble ficticioenfrentado a é1, y a medias personifcación del pueblo, una conden-,sación en la que se prolonga realmente su propia corporeidad. "Me-':,rLfórici' y "metonlmicd' a la vez, esta entidad característica de la

','democracia da cuenta tanto de la ajenidad y la distancia que debe

dranzar el pueblo respecto de sí mismo, al constituirse como obje-

to de su actividad autotransformadora, como de la autenticidad e

inmediatez respecto de su propia identidad que el pueblo debe man-

tener en la toma de decisiones que lo transforman necesariamente.

La cultura polltica moderna se caracteriza por el intento que hace

de imponer el sacrificio del segundo de estos dos momentos cons-

,titutivos de la entidad polltica democrática, el de la copertenencia

orgánica entre el gobierno y el pueblo, en provecho del primero.llntento que, por lo demás, nunca logra plenamente su objetivo ycuya frustración convierte al pueblo en "mayoría silenciosa" o en

rebaño de caudillos, juntas militares y partidos únicos.) Teniendo

como premisa la identidad que existirla entre el sujeto político con-

creto / el capital en calidad de sujeto, entre la voluntad comunita-

tI

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úayla voracidad de la valorización del valor, es decir, dando porresuelta la dimensión metonlmica de la democracia, concentra suatención cn la dimensión metafórica o represenrativa, se dedica ala b(rsqueda dc procedimientos que le permitan asumir en calidaddc dccisiones discutidas y tomadas en la dialéctica pueblo-gobier-no lo quc no son otra cosa que dictados provenientes del caprichodcl capital.

La caducidad de la cultura política moderna se pone de mani-ficsto dc manera muy especial en la incapacidad crecienre en quese encuentra de llevar a cabo esa identificación mítica de la volun-tad humana con la volunrad cósica. El mito de la nación estatalcorno depositaria de la soberanla o la libertad, que ha colaboradotradicionalmente con el mito de la democrecia, en la medida enque ha otorgado un "rosrro humano" al capital y una inteligibili-dad concreta a sus designios, es burlado a cada paso en la marchaindetenible, por encima de toda índole de líneas fronterizas, de laintegración real

-es decir, no sólo financiera sino técnica- de los

procesos económicos en escala mundial. Burla ante la cual, la necesi-dad social de una identidad concreta se repliega en lo aldeano yparticularista, dando origen a un resurgimiento de los microco-munitarismos, tanto premodernos como postmodernos. Lo rnismopuede decirse del mito de la revolución, que ha ofrecido tradi-cionalmente su razón de ser a la actividad que se entiende comodemocrática. ¿Qué senddo puede t.rr., p"r"ios <'acrores

pollticos"una praxis política

-por más popular y pública que sea, por más

concretas que sean sus metas- cuya dimensión económica debedesenvolverse dentro de márgenes cada vez más estrechos y cvyacapacidad de innovar realmenre, de inventar y poner algo nuevoqn lugar de lo obsoleto y dañino, ha sido reemplazada por una habi-lidad en la ejecución de "lo que esrá escriro", en la puesta en prác-tica de un destino aparenremente ineluctable?

t2

V

Aunque diferentes entre sí, la cuestión aceÍcade la democracia y lacuestión ecerca de la autarquía

-en la que hace hincapié el discur-

so de Manr- son inseparables la una de la otra. La primera inten-ta problematizar, dentro de los márgenes de la soberanía realmenteexistente de la actividad política, las posibilidades que tiene el juegopúblico denro del que se crean las voluntades y los consensos deampliar en sí mismo la participación popular hasta el grado requeri-do para nulificar los efectos negativos que pueda tener la desigualdadeconómica estructural sobre la vida social. La segunda, en cambio,que ve a la soberanía de la sociedad intervenida por el funcionamientodestructivo de la economía capitalista, intenta problematizar las

posibilidades que tiene la sociedad de conquistar el dominio sobre

sl misma y de liberar así la actividad política de los individuos so-ciales.

Las dos cuestiones son en verdad una sola, aunque formulada den-tro de dos discursos diferentes, que han llegado incluso a ser abierta-rnente contradictorios entre 5i

-s6rn6 lo ilustra layalargahistoria

del liberalismo radical y el socialismo-' Ia democraáa repiesentativa

Ilevada a sus últimas consecuencias implicaría necesariamente unaruptura del control oligárquico sobre el poder político y la satisfac-ción de la necesidad popular de un orden económico que deje de

basarse en la explotación humanayla depredación de la naturaleza;

en el otro extremo, la autarquía social efecdva implicaría necesa¡iamen-

te el juego abierto de los conflictos políticos en la constitución de la

voluntad colecdva, liberado de las deformaciones a las que lo someteel poder económico al introducir la desigualdad de oportunidadesentre los individuos sociales.

Pensada desde la problematización de la democracia representati-

ya, la cuestión de la autarquía de la sociedad adquiere un sesgo dife-rente: la usurpación de la soberanía social por parte de la "república

de las mercancías" con su "dictadurd' capitalista no puede ser pen-

t3

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sada como el resultado de un acto fechado de expropiación de unobjeto o una cualidad perteneciente a un sujeto, y por ranto comoestado de parálisis o anulación definitiva (mientras no suene la horamesiánica de la revolución) de la politicidad social. Tál usurpaciónsólo puede ser un acontecer permanenr€ en la sociedad capitalista;es un proceso coqstante en el que la "deformación" de la voluntadpolltica sólo puede tener lugar de manera parasitaria y simultánea ala propia formación de esa voluntad. La "gestión" polltica del capi-tal, entidad de por sl ajena a la dimensión de las preocupaciones po-llticas,.lejos de ejercerse como la imposición proveniente de una exte-rioridad económica dentro de un mundo político ya establecido, se

ller¡a a cabo como la construcción de una interioridad política propia;como la instalación de un ámbito peculiar e indispensable de vidapolltica paralasociedad: justamente el de la agitación partidista porconquistar el gobierno de los asuntos públicos dentro del estado de-mocrático representativo de bases nacionales.

Si una teoría polltica que parte del concepto de "cosificación"acepta que existe la posibilidad de una polltica dentro de la enaje-nación, que la sociedad

-aun privada de su soberanla posible-

no está desmovilizada o paralizada políticamenre ni condenada a

esperar el momento mesiánico en el que le será devuelta su liber-tad polltica, el problema que se le plantea consisre en establecer lospuntos de contact<¡ en los que la brisqueda reformista de un juegodemocrático apropiado para la conversión de los intereses civilesen voluntad ciudadana se toca con la búsqueda revolucionaria deuna ampliación substancial de'la escala de medida en la que lasociedad es capaz de tomar decisiones sobre su propia historia.

t4

3LA IDENTIDAD EVANESCENTE

Que sei eu do que serei, eu que náo sei o que soul

Fernando Pessoa

El mito de la Torre de Babel temariza a su,manera la concepciónde la unidad y la diversidad del género humano que prevalecla enlos tienapos arcaicos. No obstante, su actualidad es innegable. Se

muestra, por ejemplo, en una idea propia del sentido común mo-derno; la que define la consistencia de lo humano en general comoel resultado de la reducción de las múltiples figuras de la existen-cia de los hombres sobre la tierra a un conjunto de propiedadesesenciales, compartidas y desarrolladas por cada una de ellas a sumanera. El texto blblico cuenta que, en el principio, todos loshombres hablaban la misma lengua; explica que la actual multi-plicidad de las lenguas es el resultado de un castigo divino a lasoberbia humana (Yahvéh: "Bajemos y confundamos alll su habla,

' de modo que unos no comprendan el lenguaje de los orros."), cas-

, tigo.que. consistió precisamente en la atomización de esa lengua

l, .on$rnana.El mito de la Torre de Babel invierte el sentido de los hechos,

,ii corno es el modo de los mitos. Presenta como una maldición, es

decir, como un hecho negativo, exterior y reversible, algo que (sin' tener que afirmarse como una bendición) constituye una riquezai imprescindible de lo hurnano: su pluralidad. La incapacidad de

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concebir al otro en su otrcdad, la necesidad de percibirlo comouna versión (por lo general, disminuida) del sl mismo, se poneaquf de maniftcsto con toda claridad. Carentes de necesidad inter-na o eutonomfa, los muchos "otros" aparecen como los restos deun "sl mistno" dcsmcmbrado; su existencia singular obedecerla a

una necesidad que lcs trasciende y que anula sus identidadespropias: la que corresponde a la historia del pueblo que se arre-vió a compararse con su Dios. Segrln esre miro, no habrla sido ladispcrsión del género humano, como una dispersión necesaria

Pof sf ñisma, la que dio lugar a la diversidad de las lenguas -delas "humanidades"-; al revés, la diversidad impuesta de és-

tas habrfa sido la que produjo una dispersión en sl misma inne-cesaria.

l¿ noción de la otredad del otro no parece haber tenido un lugaren el código de ninguna de las culturas premodernas, orienrales uoccidentales. IJniversos paralelos, impenetrables el uno para el offo,los hosmoi de las comunidades arcaicas no conocieron otro con-tacto entre sí que el de devorar al otro o dejarse devorar por é1. Ape-nas con la revolución de la modernidad pudo abrirse la oportu-nidad de percibir al otro en su propia "mismidad", y no como laimagen narcisista del que lo percibe; aunque, perversamente, sólose haya abierto para cerrarse de inmediato con la contrarrwolucióncapitalista que la volvió efectiva.

Fruto de la historia de Occidenré, este universalismo concre-to, que intenta percibir la otredad

-la necesidad del offo- ranro

afuera, en el otro, como en el seno de sl mismo, perduró única-mente en la dimensión autocrítica de la cuhura europea. Fs asl,por ejemplo, que sólo la resistencia romántica a la modernizacióncapitalista hizo que \7. von Humboldt vislumbrara una idea dela unidad del espíritu humano que se distancia radicalmente deluniversalismo abstracto, propio de la mentalidad arcaica puestaen jaque por la economla mercandl. Seghn é1, la diversidad con-creta de las lenguas humanas no es un obstáculo que la razón uni-

56

versal tenga que vencer o arravesar para manifestarse librem.rrrruy en pleñitud, sino justamente la vla propia de esa manifestecióny esa plenitud. A diferencia dela Gramrnaire de Port-Royal, 9uesuponla la existencia de una figura general y transhistórica de larazón humana y que creÉ enconrrarla en la comunidad de estruc-tura de todas las lenguas, la Sprachphilosophie de Humboldt

-quese negó a separar el mundo de las ideas del mundo del lenguaje ya'buscar una racionalidad humana por encime del"catácter" especl-fico o la identidad peculiar de cada lengua- buscó lo humano'en general más en la capacidad misma de simbolización o "codi-ficación" del "en-sí" o "lo otro" que en un resultado determina-do de alguna de las simbolizaciones particulares conocidas por lahistoria (como lo serla la "forma lógica" tenida por universal enla Grammaire).

La id¿nüd¿delemental, el Charahterunterschied (diferencia de ge-nio)l básico de las distintas lenguas humanas consistirla asl en la pe-culiaridad con que cada una de ellas plantea la simbolización origi-naria o fundante que es la clave de la construcción del mundo de lavida: la articulación que es capaz dejuntar la experiencia de lo des,

conocido, lo otro o lo nuevo, con las características flsicas de aque-llos sonidos que relacionan al que pronuncia las palabras con quienlas bscucha. Peculiaridad que serla en sl misma una especie de "subco-

dificación' necesaria de esta simbolización lingülstica, dado que ellano ha podido constituirse como tal si no es a partir de una situaciónconcreta, primero natural y luego histórica, que la hizo posible y ladejó marcada para siempre.

Configuración del mundo humano a partir de una "eleccióncivilizatoria" ineludible e irrevocable, el campo de vigencia de laidentidad rebasa, sin embargo, los llmites de la comunicaciónpropiamente lingülstica. El trabajo y el disfrute, la producción y

I Cfr. Wilhelm von Humboldt, "Über den Nationalcharakter der Sprachen",en: B i ld.ung und Sprache, Schoningh, Paderborn r9r9, p. 8i,.

,7

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el consumo, la reproducción social en su conjunto poseen unadimensión scmiótica o constiruyen un complejo flujocomunica-tivo dentro dcl cual el lenguaje, sin dejar de ser cenrral, es sola-mente una veta. Por esta tazón, el "genio" de la lengua debe servisto sólo corno una versión de la peculiaridad elemental que iden-tifica al código general del comporramiento social, peculiaridadque no pucde entenderse de otra manera que como la decantacióno cristdización histórica de una "estrategia de constitución y super-vivencia" que, diseñada en medio del acoso de la "escasey'', "transna-turalizó" al animal humano o hizo de él un ser de cultura. porello, su presencia es ran legible en el lenguaje como lo es en loslineamientos básicos tanto de la cultura técnica (la definición dela instrumentalidad, de sus contenidos y sus alcances), de la cul-tura édca o la cultura política.

Concebir la universalidad de lo humano de manera concrera,aceptando el reto de la modernidad, es decir, no como una esenciaque subsiste a trauésy a pesar de la multiplicidad de los "particularis-rnos", sino como una condición que se afirma enla pluralidad depropuestas para lo humano y en uiradde ella: este programa deldiscurso autocrltico europeo, esbozado por el romanticismode Hum-boldt en su filosofia del lenguaje, se ha radicalizado y ampliado a lolargo de más de siglo y medio. Responsables de ello han sido: el des-pliegue por parte de la antropologla comprensiva de la infinita riquezade las formas de vida humana en el planeta; la inclusión de la otracara,lainconsciente, en la descripción del comportamiento humano;y, no por tlltimo, el descubrimiento de escenarios, personajes y dra-mas históricos de larga duración que acompañan desde la penum-bra la marcha agitada de la historia visible y documentable, y quereclaman de pronto un proragonismo inesperado.

Si nos atenemos al drama oculto de la historia económica mer-cantil, puesto al descubierro por Marx, la figura tradicional de launidad y diversidad del género humano

-como una coexisrencia

conflictiva, incluso belicosa, de múltiples "humanidaded' que viven

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historias paralelas e independis¡¡s5- es una figura que se encuen-trd en una crisis larga y profunda. La expansión de la circulaciénmercantil a una escala planetaria ha sido el vehlculo de una homo-geneización técnica omniabarcante de los procesos de producción

F consumo básicos, proceso que ha llegado a profanar el santuariomás protegido de la identidad arcaica, que ha sido siempre el de lacultura tecnológica. Ha sido igualmente el factor básico de la posi-bilidad de la abundancia, de que el desarrollo de las fuerzas pro-ductivas haya invertido la relación arcaica de inferioridad estruc-tural que ellas tenlan con la naturaleza, anulando asl el núcleojustificador de la agresión a ésta quc sc encuentra en todas las estrate-

gias arcaicas de supervivencia humana y por tanto cn todos los dise-

ños de identidad cultural tradicional. Expulsadas dc su autismo yprivadas de su piso antinatural, las múltiplcs "humanidades" pre-modernas no alcanzan ya, con sus historias paralelas, a offecer unafigura adecuada para.la unidad del género humano" Pcro la histo-ria económica profunda y de ritmo lento, examinada crfticamcntcpor Marx, tiene algo más que sugerir al respecto. Antes que lariqueza, lo que la economla mercantil sobredeterminada por el capi-

alismo reproduce prioriariamente es una relación social de orploaciónen calidad de mediación necesaria de la relación productiva entre

elhombre y el medio de producción. Para que esto sea posible, para

que se mantenga una presión adecuada de los trabajadores sobre la

oferta de plazas de trabajo, reinstala en la función de la escasez que

fue vencida por la rnodernidad a una escasez artificial que renace

una y otra.vez, incansablemente. De instrumento de la abundan-cia, la revolución técnica se vuelve, en manos del capitalismo, ge-

neradora de escasez. Se vuelve, por lo tanto, una fuerza retrógradaque, después de destruir las "humanidades" arcaicas, insufla a sus

cadáveres un dinamismo de autómata que ni las deja morir del todoni les permite transformarse y dialogar para intentar vivir el uni-versalismo concreto de una humanidad al mismo tiempo unitariae incondicionalmente plural.

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il

En el ensayo de \lalter Benjamin Sobre el lenguaje en general y ellenguaje humanú domina una idea que ha deÁosirado s.r ..rir"len la historia del pensamienro del siglo >or y sin la cual la aproxi-mación social y semiótica al problema de la identidad quedarraincompleta: en el caso del ser humano, ésre no sólo habla conlalengua, se sirve de ella como instrumento, sino, sobre todo, hablaenlalengua, es el ejecutor de uno de los innumerables actos deexpresión con los que el lenguaje completa su perspecriva de ver-dad sobrc cl ser, se cumple corno una sola sabiáurla siempre fini-ta. En principio, en toda habla singular es la lengua la que se expre-sa. Pero también

-y con igual jerarqula- toda habla singularinvolucra a la lengua cn su conjunto. El lenguaje enrero .riá .r,juego en cada uno de los actos de expresión individuales; lo quecada uno de ellos hace o deja de hacer lo altera esencialmente. Elmismo no es otra cosa que la totalización del conjunto de las hablas.Según esto, la lengua humana

-ranto el código lingüístico como

la "subcodificación" en la que está marcada su identid"d- rólo p,.r.-de existir bajo el modo de la evanescencia: arriesgándose, ponién-dose en crisis en los acros del habla. ¿Puede p.rrr*r.la ideniidad deotro modo que no sea el de la evanesc€ncia? una realidad sólo es idén-tica a sl misma en medio del proceso en el que o bien gana su identi-dad o bien la pierde; mejor, en el que

" u., ti.-po la gana y la pierde.

Toda identidad es, por ello, en igual medida eftsica-porque diceque la substancia es el cambio y la permanencia su atributo- queeleática

-porque dice, al conrrario, que la substancia es la perma-

nencia y el cambio su atributo. Contra la prescripción última o pri-mera del tertium non ddtur,la identidad practiia la ambivalencia:es y no es. Si existe, tiene que existir bajo el modo de la evanescen-

2 En "Angelus Nol.us", Ausgewrihhe Schrifunz, Suhrkamp, Frankfurt a. M,t966, p. ro.

6o 6t

cia, de un condensarse que es a un tiempo esfumarse, de un concen-tfarse que es difuminarse; de aquello que al perderse se gana o al ga-narse se pierde.

La identidad sólo ha sido verdaderamente tal o ha exisrido ple-narnente cuando se ha puesto en peligro a sl misma entregándoseentera en el diálogo con las orras identidades; cuando, al invadir aotra, se ha dejado rransformar por ella o cuando, al ser invadida,ha intentado transformar ala invasora . Su mejor manera de pro-tegerse ha sido justamenre el arriesgarse.- Puede decirse, por ello, que la historia de las mucfias "humanidades"reales ha sido la historia de un mestizdjecultural permanente queha acompañado

-no siempre en el mismo sentido- a la guerra

económica, polltica y militar de las naciones y a la conquista y lasumisión de unos. pueblos por otros. El mestizaje cultural ha con-sistido en una "códigofagia" practicada por el código cultural de losdominadores sobre los resros del código cultural de los dominados.Ha sido un proceso en el que el devorador ha debido muchas veces

transformarse radicalmenre para absorber de manera adecuada lasubstancia devorada; en el que la identidad de los vencedores hatenido que jugarse su propia exisrencia intentando apropiarse la delos vencidos.

III

Hace ya más de un siglo que algo asl como una "sensación de pos-modernidad" acosa periódicamente a la cultura europea. Los inte-lectuales detectan, en ciertas zonas y en ciertos -odá, de su com-portamiento, indicios de que ella, sin abandonar la modernidadque la constituye, ha comenzado a vivir lo moderno trascendiéndo-lo. Thl fue el caso de la "revolución del arte moderno": la novedadque introdujo en la tradición occidental consistió en gran parte enla exploración de determinadas vlas de acceso a la experiencia estéti-ca que ponían en entredicho la comprensión del arte como un re-

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pres€ntar (Vor+tellen), una comprensión que es característica de la

modernidad. Pero aunque para muchos y con mucha frecuencia

sea invivible, la modernidad del siglo )o( parece ser también insu-perable; se repone una y otra vez de los intentos que la cultura euro-

pea hace de abandonarla, de dejar que se agote y no salga de algu-

na de sus crisis periódicas, que sea sustituida por un esquerna diferente

de organización de la vida. Uno más de estos episodios de post-modernidad

-que en su entusiasmo primero, hace ya unos quince

años, quiso verse más como una "condición" yaalcanzada que como

un intcnto falible- parece llegar a su fin en nuestros dlas. Se tratadel mcnos escandaloso dc ellos pero sin duda no del menos radi-cal. Ccntrado en torno a la experiencia cada vez más directa de la

amenaze de catástrofe que se cierne sobre el desenvolvimiento "es-

pontáneo" dc muchos de los rasgos esenciales de la modernidad,este rlltimo acceso de postmodernidad no se inflamayaenel revo-

lucionamiento de todos los valores ni se empeña en la reconquista

de las ciudadelas perdidas por el Occidente en su decadencia, sino

que se encuentra a sl mismo en el desinterés radical frente a lo que

más preocupa al espíritu moderno: la ausencia de sistematicidad

en el mundo de los valores y el desfallecimiento de las metas unifica-doras de la historia humana. La señal más inconfundible de que es-

te capltulo de la cultura europea está por concluir lo da el cambio

de su apariencia: tan atractiva para todos en un principio (por uni-versal y liberadora), las circunstancias la han obligado a volverse

particular y restrictiva. La postmodernidad ha tropezado -y

el for-cejeo la agota y desaliña- con la imposibilidad de cuestionar unode los rasgos más característicos de la modernidad realmente existen-

te: su eurocentrismo.No es otra cos{ que una una impresión difusa; pero recibe cada

vez más apoyos, y más convincentes: el "espíritu postmoderno" ha

pasado impercepdblemente a formar parte de un fenómeno de la

historia cultural con el que no sólo negaba toda afinidad, sino que

era ubicado por él justamente en sus antlpodas. Me refiero a un

6z

hecho que pareció primero marginal e insignificante, pero queahora, alcanzando sus proporciones verdaderas, se muestra centraly abrumador; algo que podrla verse como el equivalente europeodel resurgimiento del "fundamentalismo religioso" en el mundoperiférico, es decir, del retorno militante alafeen una "fuenre desentido para la vida y el discurso cotidianos", en una "verdad" re-velada a la comunidad y conservada en su tradición. Se diría que ala'lcaída de los grandes relatos", en la que Lyotard reconocla unade las principales caracterlsticas de esa "condición postmoderna",el esplritu postmoderno realmente existente rcsponde cada vez máscon una (re-)calda en los grandes prejuicios.

En la historia de la auroconciencia crftica de la cultura europeaa lo largo de los últimos cien años puede observarse un periplo cuyoitinerario mayor incluye más o menos las siguientes estaciones.Primero, la nostalgia romántica que versaba sobre "lo otro": aque-llo capaz de compensar y corregir la prepotencia torpe del cspfrituburgués, ciegamente progresista. Luego, la crltica despiadada detoda la historia occidental y sus valores fundamentales. Después,la identificación salvadora con la revolución proletaria y su solida-ridad universalista. Y finalmente, la desilusión y el desfallecimiento,que,abre el retorno a una reconciliación con aquello de lo que se

pretendla huir: la figura burguesa, provincial-europea e incluso clni-camente capitalista de lo occidental. Después de tanta veleidad exo-tista, de tanto "auto-odio", la complacencia en la propia identidad

I parece haber vuelto al esplritu europeo. La lección que ha sacado

;lde este siglo y medio de historia parece ser la siguiente: "Los otros,en quienes buscábamos el complemento y la compensación de lo

ri propio, han resultado no ser mejores que nosotros. Tal vez no sean

"'peores [o que es cada vez más discutible]; pero nosorros estamos,r,más a gusto entre nosotros neismos. Al menos nos conocemos; sabe-

; mos quiénes somos; percibimos nuestra idenddad como un trasfon-do seguro."

El asunto de las "idenddades colectivas" ocupa talvez el primer

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lugar entre los asuntos que suelen plantearse y resolverse en el te-rreno de los prejuicios

-de las verdades rweladas, tan seguras de

sí mismas que no necesitan ser dichas- y que justamente por elloreclaman con urgencia una reconsideración crltica. Pero la resisten-ciá que él ofrece al trabajo dela nzón es también la mayor. Unanecesidad social especialmente intensa de su enclaustramiento enel prejuicio ha creado todo un discurso especial que versa sobreestas identidades colectivas pero que parece estar ahl jusramentepara escamotear su tematizaciín crítica. Este discurso, al que serlade llamar "folclorizador", parece encargarse en la vida de la civi-lizaciín moderna de esconder por igual los exrremos deseables ylos odiosos tanto de sí mismo como del otro. Lo característico deeste discurso espontáneo sobre lo social es que echa mano de undispositivo especial de tipificación y homologación para trabajarcon él sobre las peculiaridades naturales de las innumerables figurasconcretas de lo humano que coinciden necesariamente en el esce-

nario mercantil. Se trata de un dispositivo que es caparz de reducirlas formas de comportamienro más contrapuestas e incompatiblesentre sí de las distintas comunidades humanas en el trabajo y el dis-frute a un denominador común que las convierte inmediatamenteen simples versiones opuestas pero no excluyentes de lo mismo: "lohumano en general". El discurso folclorizador pasea su ecuanimi-dad por una galería interminable de identidades o tipos ideales sus-tancializados, por lo general nacionales o protonacionales

-"ElInglés", "El Cubano", "El Vasco", "El Japonés", etcétera-, / efltreun público que encuentra alll sus identificaciones, afinidades yantipatías, al que reprende cadavezque lo ve desmandarse en com-paraciones "racistas" que, en lugar de compensar con ánimo cos-mopolita, pretenden jerarquizar. La verdadera efectividad del dis-curso folclorizador reside sin embargo en algo que podrla llamarsesu "eurocentrismo subliminal". La acción corrosiva del ácido mer-cantil, que es el secreto de su dispositivo homogeneizador, convierrea todas esas identidades substancializadas en una serie de soluciones

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más o menos concentradas de una sola quintaesencia: la identidad

europea de la modernidad capitalista, la única corporeidad ade-

cuada de "lo humano en general".La rnststencla obsesiva en el tema de la identidad, la reivindi-

cación muchas veces irracional de ésta, su defensa en ocasiones agre-

siva y suicida son fenómenos casi ineludibles en aquellas sociedades

que pertenecen al mundo integrado como periferia en el mercado

mundial. Son sin duda el fruto de la desesperación de quienes sufren

en primer lugar la gran crisis de la modernidad capitalista. Man-

tenidos sistemáticamente al margen de los beneficios (capacidad

técnica, convivencia libre, enriquecimiento dcl sistema de necesi-

dades, etcétera) que esta modernidad les promctla insistentemente

a cambio del abandono de su "disfuncionalidad cultural" (sobre

; todo religiosa), los pueblos perifericos se ven obligados a regresar

al único refugio que les queda y que estaban a Punto de cedcr: su

identidad arceicacomo cristalización de una estrategia de super-

vivencia validada en tantas pruebas por la historia'

Inexcusable es en cambio el recurso soterrado a la identidad,

como santuario a defender y Preservar, que se observa en la cultura

política de las sociedades ubicadas en el centro de la economla

mundial. El desgaste del proyecto de mundo Puesto en práctica por

la modernidad europea, en obediencia al principio de realidad apor-

tado por el capitalismo, es innegable, estrepitoso. Se hace evidente

no sólo en el destino aciago de las dos versiones subordinadas de

esa modernidad -en el colapso de los esrados del capitalismo de

estado ("socialismo real") y en la inoperancia insalvable de los esta-

dos de su periferia- sino en la amenazede que la modernización

en su conjunto llegue muy Pronto al "punto de fracaso" y, en lugar

de.potenciar el ecosistema planetario, lo destruya irremediable-

-.n,.. Pero la autocrítica implacable, que fue siempre la clave de

la vitalidad de la cultura occidental, aparece sumamente debilita-

da en la Europa de este fin de siglo; de ser central en el mundo de

la cultura, se vuelve cadavez más periftrica.

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La percepción del exrraño corno un otro digno de reciprocidad,y no como lo otro (natural, animal) ni como una rrariante (por logeneral defectuosa) de uno mismo: esre programa verdadera-"rrr.universalista ha estado siempre en el núcleo del espíritu occiden-tal, ha sido su especificidad y su orgullo. pero ha sido también unprograma que la Europa moderna ha traicionado una y oúavezdesde sus comienzos en el descubrimiento y la conquisra áe Améri-ca, I gue cstá a punto de traicionar nuevamente.

vEl panorama de la cultura polltica en esre fin de siglo no puede sermás ominoso. La crisis en la que ha entrado la configuración moder-na de esta cultura comenzó sin duda en la "periferá d"l mundo ci-vilizado", allí donde el impulso modernizador de la economla,administrado de manera "desigual" por las necesidades imperialis-tas de la acumulación del capital, tuvo la fuerzasuficienre par" e.h"rpor tierra las instituciones pollticas ancesrrales pero fue demasiadodébil para sustituirlas por otras, menos despóticas y más igualitarias.Pero se extiende con rapidez hacia las zonas cenrrales.

La modernización, que fue vista siempre en el Occidente comouna promesa de crecimienro cuanritarivo para una vida civilizadade calidad incuestionablemente positiva, ,ri.rr. revelándose cadavez más como una amenaza para la existencia rnisma de esa cali-dad de vida. La "globalización" de los procesos de producción yconsumo puesta en práctica por el capital üansnacional, con la uni-formización que ella implica, se constituye en una amenaza demuerte para las formas peculiares tanto de ciertos objetos del mundode la vida como de los procesos de trabajo y disfrute en los que ellosson producidos y consumidos. Aunque es propia de la modernidadcapitalista, esra conrradicción no podla volverse virulenta en unmundo cuyas fuerzas productivas no habían sido aún integradastécnicamenre en un solo proceso totalizador; es esra unificación la

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que le ha permitido ponerse de manifiesto en la crisis de la culturapolltica contemporánea.

No se trata solamente de una más de las crisis que afectan perió-dicamente a la vida polltica como un complejo de relaciones entre

la sociedad civil y el estado. Se trata de una crisis de la sociedad civilen cuanto tal, de su autodefinición como fundamento de la sociedad

polltica. Los conflictos que la sociedad civil -sociedad

de propie-tarios privados- ha dirimido mediante la construcción de la instan-

cia polltico-estatal han sido por lo general conflictos de reparto de

la riqueza, en los que ella puede dividirse "horizontalmente" en

clases y partidos antagónicos. El conflicto en que se cncuentra ahora

es en cambio de otro orden: un conflicto de definición dc la riqueza

que la enfrenta consigo misma como totalidad indivisible. Es ella

en su conjunto la que está interesada en el progreso de la rnlorización

del capital ffansnacional y es ella misma, también en su conjunto,la que está interesada en ofrecer resistencia a ese Progreso. Se encuen-

tra en un conflicto que no puede articularse en los términos de la

sociedad polltica propia de la modernidad capitalista.

Incaprz sin embargo de dar cauce al invento de un nuevo tipode vida política, esto es, de crear instituiciones estatales capaces de

superar al estado nacional radicional, la sociedad civil de los paí-

ses centrales prefiere replegarse en lo conocido: dar la espalda al

, conflicto en su magnitud verdadera, planetaria, y abordarlo en escala

minimizadora, como si estuviera ante un asunto de dimensiones

regionales. La reivindicación de la micropolítica en contra de la ac-

,' ción devastadora del macroestado es, bajo esta forma, una manera

desesperada, ella también "salvaje", de ofrecer resistencia al aspec-

to negativo de esa modernización "salvaje"; un intento de defen-

der "en retiradd' la "forma natural" de la vida cotidiana o salvaguar-

, dar "lo que queda" del conjunto de valores de uso arcaicos de la

"civilización material".Esta defensa de la "forma natural" de la vida civilizada frente al

nuevo embate destructivo que viene de la modernización capitalis-

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ta toma entonces la figura errada de un enc,laustramiento en la"medida regional" de lo político. La resistencia a las actuales rrans-formaciones globalizadoras del mundo de la vida, es deci¡ a lasmutaciones cualitativas que uniformízan cada vez más a los obje-tos cotidianos y a los proi.ro, de trabajo y disfrute, se convierre aslen una reivindicación folclorizante de las distinras identidadesnacionales europeas y pasa a sustirir como tal a la búsqueda de lajusticia social en calidad de meta primordial de la actividad políti-ca. El mejor carnino para proreger la "elección civilizatoria" propiay distintira parece consistir en un arrincherarse a la vez remerosoy agresivo contra aquello que parece ser el resultado de esre pro-greso indeseable: el mestizaje cultural. Presentado como un desvir-tuamiento de lo propio, como una negación de la diferencia quecaracteriza, el mestizaje cultural es interpretado bajo la imagen deuna amenaza; se trataría de un "contagio" maligno del que es impe-rioso protegerse. Las culturas del mundo periferico

-a las que se

pone en lugar del capitalismo calvinista como la causa de la mise-ria planetari¿- ¡¡¿s¡f¿n en sus códigos el "germen" del fracaso civi-lizatorio. Cualquier parecido con ellas serla el primer rasgo de unfuturo propio ominoso, que debe ser evitado a toda costa. la-sociedadcivil europea parece estar lejos de advertir que la vla verdadera dela resistencia a esra Gleichschahung tecnológica y cultural de lamodernización finisecular se encuentra justamente el "lado malo"de la vida cultural, es decir, el juego que arriesga la propia identi-dad en la interpenetración con orras.

Las sociedades de América Latina parecerían esrar a salvo de estepeligro de regresión que acosa por todas parres a la vida polltica.La invocación de una identidad colectiva substancializada, respon-sable de grandes proezas civilizatorias y estarales, está completa-mente fuera de lugar en un conrinenre cuya población, en su gran

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mayoría, ha vivido su historia sólo en los intersticios dejados porlas grandes historias de los otros y ha afirmado su identidad cul-tural "a la intemperie", atravesada por los más variados procesos de

mestizaje. Ninguna de las posiciones extremas que compiten entresí en la definición de la "identidad iberoamericana" deja de ser cues-

tionable.América Latina es, sin duda, junto con la Europa oriental, una

"Europa fuera de Europd'; la misma Europa mediteránea, de lengua

romance y de cultura latina, sólo que nueva y diferente: "criolla".Pero es innegable también que esa novedad y esa diferencia, comocaracterísticas históricas de un mundo vital, se encuentran en unproceso de constitución que no sólo no ha terminado todavla, sinoque da incluso muestras de un agotamiento creciente. La vida pollti-ca de los estados nacionales criollos en este fin de siglo se contraepara sobrevivir, se vuelve cadavez más discrirninatoria. La "iden-tidad criolld' de America se juega entera en la capacidad que demuestre

el proyecto de modernización europea de superar en la práctica, es

decir, de rebasar e integrar en sí a las perspectivas de construcciónde mundo propias de las poblaciones básicas del continente ameri-cano, la indígena y la africana.

Tampoco está errado el intento de definir la "identidad" lati-noamericana en torno a los esbozos civilizatorios que esa "América

profundd' ha inventado, a partir de su tradición, en los cinco siglos

en que ha resistido y ha aceptado el proceso de modernización eu-

ropeizante. Pero la persistencia de esta puesta en juego de la propiaidentidad, que la ha salvado justamente al transformarla, requiere de

algo que parece inactual en este fin de siglo: que la utopía de una

modernidad alternativa, no capitalista, mantenga su vitalidad más

allá de los efectos desmovilizadores que el derrumbe del 'tocialismo

real" ha tenido sobre la "necesidad real de socialismd'. Es el debili-tamiento de la utopía socialista y, con ella, de toda la cultura pollti-ca moderna, el que ha despertado en esas poblaciones una especie de

"fundamentalismo" premodernizentei una voluntad de cegarse ante

Ir¡ l

I

I

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el hecho evidente de que esos esbozos ciülizatorios, en los que haperdurado el mundo destruido en la conquisa de América y el mundodejado enAfri.a por los barcos esclaüstas, aunque son sin duda nece-sarios, no son suficientes para reemplazar il,esquema tecnológico conel que la modernización de Europa supo dar cuenra de la revoluciónineludible de las fuerzas productivas.

Cuestionables las dos, esras dos definiciones conrrapuestas de la"identidad latinoamericand' documenran el hecho deque se rraradc una identidad "en vilo", no susrancializada,en pleno proceso demesdzaje y, cn €sa medida, adecuada no sólo al caricter evanescentedc toda idcntidad , sino a la nuerr¿ pero ya larga historia del mundocomo historia universal. Un hecho que permitirla pensar que lassociedades latinoamericanas son las que pueden oponerse de mejormanera al avance, abierto o enmascarado, de la regresión "funda-mentalista" en la que se encuentra inmersa la vida polftica con-temporánea. Cabe preguntarse, no obsante

-numerosos son los

indicios inquietanter-, si no es justamente en América Latina endonde se esboza también, de manera más ágil que en orras circuns-tancias, el nuevo tipo de la identidad petrificada y excluyente quenecesita la nueva modernidad capitalista. Si no es alll en donde se

pon€ a prueba -resulado

del mestizaje falseado e irreal que requierela nueva acumulación del capital- una identidad para el nuevohombre y el nuevo mundo en la que las múltiples identidades colec-tivas espontáneas estén reunidas para ignorarse las unas a las otrasen la afirmación de aquellas cualidades que la "ingenierfa cualita-tiva" de lo humano determina en cada caso como óptimas.

ApENorcp:

Sobre el mestizaje y las forrnas

El atractivo, la fascinación incluso, que tienen para muchos de nosotroslas'bbras de a¡td'provenientes de las culturas prehispánicas deAméri-

ca suele explicarse con razón por cl hecho de que ellas no son exac-

tamente obras d¿ arte. Que lo que en ellas está en juego es algo menos

y ala,vez algo mrás que el "arte": su carácter de obras d¿ cuho, de obje-tos cuya objetividad plena se encuentra en la dimensión de la prác-tica festiva y ceremonial, de la repetición imaginaria del sacrificiofundante de la comunidad y su singularidad.

Se trata sin duda de una explicación acertada; pero es incom-pleta. Olvida hacer mención de lo más evidente: el hecho dela ex-

trañeza de tales obras para nosotros. Exttañeza que no consiste so-

lamente en su antigüedad; que está sobre todo cn la ajmidal respecto

del nuestro, del tipo de vida o tipo de mundo al quc pertenecen, ydesde el cual y par^ el cual están hechas.

Talvez esta ajenidad pueda percibirse de mcjor menera cu¿ndoprestamos atención a la idea que parece regir en ellas de lo quc es

en'sl misma la acción de darforrna a vn objeto o de conforntar unmaterial, acción que está en el origen de toda obra y muy en €spc-

cial de toda obra de arte.

Cuando Miguel Angel, el creador moderno -ex

nihilo--, decfa

con humildad fingida que su trabajo de escultor consistla en liberardel bloque de mármol a la figura que ya estaba en é1, quiando sólo

lo sobrante, er<ponía sin querer, no su programa de acción sino, curiosa-

mente, el de un tipo de "creadores" completamente diferentes de é1,

los escultores de laAmérica antigua. Descubrir, enfatizer; ayudarle al

propio "material" a dibujar una siluea y definir una texttra, a resaltar

un relieve, a redondear un cuerpo y precisar unos rasgos que estaban

ya esbozados o sugeridos, real.izados a medias en él mismo: ésta parece

haber sido toda la intervención que el escultor prehispánico se crela

llamado a tener en la "creación de una obrd'. Seguramente 'tl mila-gro espantoso" de la Coadicue se habla manifestado y habla sido sen-

tido ya por muchos en la piedra original cuando el "artisti' inició su

obra; éste sólo debió ayudarle a vencer ciertas indecisiones formales

que le impedlan destacarse con la debida fircrza. [e idea de lo que es

"dar formd' que prevalece aqul no es sólo diferente de la idea euro-

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pea, o contraria a ella; es sobre todo ajena a ella. Lo es porque éstaimplica una elección de senüdn completame nte diuergente de la stya,que subraya la continuidad entre lo humano y lo otro. Para la ideaprehispánica, la elección de sentido europea es ran "absurda", que es

capaz de plantear al sujeto como compleramenre separado del obje-to, es decir, a la naturaleza como material pasivo e inerre, dócil yvacío,al que la actividad y la inventiva humanas, moldeándolo a su volun-tad, dotan de realidad y llenan de significación.

Un abismo parece separar a la inteligibilidad del mundo a la quepertenece la noción de "dar forma" que rige en la composición deuna obra de la antigtiedad americana de la inteligibilidad del mundopropia de la modernidad europea. El abismo que hay sin duda entredos mundos vitales construidos por sociedades o por "humanidades"que se hicieron a sl mismas a pamir de dos opciones históricas fun-damentales no sólo diferentes sino incluso contrapuestas entre sí:la opción "oriental" o de mimetización con la naruraleza y la opción"occidental" o de contraposición a la misma. Se trata justamente'del abismo que los cinco siglos de la historia latinoamericana vienentratando de salvar o superar en el proceso del mestizaje cultural.

La insistencia en la ajenidad -en

la dificultad y el conflicto-que habla desde el encanto que rienen para nosotros los resros intac-tos, las 'bbras de arte", de la antigüedad prehispánica permite enfa-tizar con senddo crltico un aspecro del fenómeno histórico del mes-tizaje cultural que no suele destacarse o que incluso se oculta en elmodo corriente de concebirlo, fomentado por la ideologla delnacionalismo oficial latinoamericano. Empeñ"d" .r contÁuir ala construcción de una identidad artificial única o al menos uni-forme parala nación estatal, esta ideologla pone en uso una repre-sentación conciliadora y ranquilizadoru de mestizaje, protegidacontra toda reminiscencia de conflicto o desgarramiento y negado-ra por tanto de la realidad del mestizaje cuhuralen el que está in-mersa la parte más vital de la sociedad en América Latina.

¿Es real la fusión, la simbiosis, la interpenetración de culturas

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que han elegido dar a "lo humano en general" dos configuracionesprofundamente contradictorias entre sl? Si lo es, ¿de qué maneratiene lugar? La ideología nacionalista oficial expone su respuesraautomáticamente afirmativa a esta cuestión con u.na metáfora natu-ralista que es a su vez el vehlculo de una visión substancialista dela cultura y de la historia de la cultura. Una visión cuyo defecto estáen que, al construir el objeto que pretende mira¡ lo que hace es'anularlo. En efecto, la idea delmestizaje cultural como una fusiónde idenddades culturales, como una interpenetración de substan-cias históricas ya constituidas, no puedc hacer otra cosa que dejarfuera de su consideración justamente el núcleo de la cuesrión, es

decir, la problematización del hecho mismo de la constitución oconformación de esas sustancias o identidadcs, y dcl proccso demestizaje como el lugar o el momento de tal constitución.

La metáfora naturalista del mestizaje cultural no puedc dcscribir-lo de otra manera que: a) como la "mezcli' o emulsión dc molécu-las o rasgos de identidad heterogéneos, que sin alterarlos, les darfauna apariencia diferente ; b) como el "injerto" de un elemenro o unaparte de una identidad en el todo de otra, que alteraría de maneratransitoria y restringida los rasgos del primero; o c) como el "cruce

genético" de una identidad cultural con otra, que traerla consigouna combinación general e irreversible de las cualidades de ambas.

No puede describirlo en su interioridad, como un acontecer históri-co en el que la consistencia misma de lo descrito se encuentra enjuego, sino que tiene que hacerlo desde afuera, como un procesoque afecta al objeto descrito pero en el que éste no interviene.

Ha llegado tal,vezla hora de que la reflexión sobre todo el conjun-to de hechos esenciales de la historia de la cultura que se conectancon el mestizaje cultural abandone de una vez por todas la perspec-tiva naturalista y haga suyos los conceptos que el siglo >or ha desarro-llado para el esudio especlfico de las formas simbólicas, especialmen-te los que provienen de la ontologla fenomenológica, del psicoanálisis

y de la semiótica.

Page 36: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

Baste aqul, para finalizar, un apunte en relación con esta tiltimapara indicar la posibilidadylaconveniencia de tal cambio de pers-pectiva en la reflexión. Si la identidad cultural deja de ser conce-bida como una sustancia y es vista más bien como un "esrado decódigo"

-como una peculiar configuración transitoria de la subco-

dificación que vuelve usable, "hablable", a dicho código-, enronces,esa "idcntiüd" pucde mostrarse también como una realidad eva,nes-

ccntc, como une entidad histórica que, al mismo tiempo que deter-mina los comportamientos de los sujetos que la usan o "hablan",está, simultáneamente, siendo hecha, rransformada, modificadapor cllos.

74 7t

EL DINERO Y EL OBJETO DEL DESEO

Le mystlre, le regret sont aussi

des caractlres du Beau.

Baudelaire

Llegada la estación del año más favorable para la rcproducción dela vida, al animal se le abre el apetito sexual, va hacia donde su olfa-to le indica con más intensidad la presencia de un ejemplar del scxoopuesto, vence las interferencias de otros instintos disfuncioneles,procede a ejecutar el acto de apareamiento ¡ una vez que lo ha con-cluido, se retira

-"animal ¡¡is¡6"- sin mayores consecuencias. No

es del todo diferente lo que sucede con los humanos. Aunque ensu caso sean menos imperiosas y delimitantes, la tiranla del cicloanual y la obsesión por el sexo opuesto prevalecen también entreellos, a veces imperceptiblemente; aunque esté corregido por el sen-

tido de la vista, tambien entre ellos el olfato domina secreramenteen la detección del partenaire adecuado; y aunque los juegos de

aproximación de los que van a juntarse sean entre ellos complica-dos y ceremoniosos, consisten de todas maneras en un vaivén des-

tinado a acoplar los instintos de agresión con los de entrega.De hecho, en cosas del sexo, la diferencia del ser humano respec-

to del simplemente animal no pesa de ser una diferencia de matizirelativiza la sujeción al ritmo de la naturaleza.,hace excepciones enla exclusión del homosexual, condiciona el appealolfativo al atrac-tivo visual, transforma en juego la seriedad del forcejeo instintivo.Modificaciones todas que, en su conjunto, no son otra cosa que

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una diferencia formal. Se trata, sin embargo, de una diferencia deforma que es muy especial; de aquella en la que Heidegger y Sartrenos enseñaron a ver todo un "abismo ontológico". LJna diferenciaque puede ser un desquiciamiento insignificante del orden univer-sal, pero quc es suficiente para que dentro de él se despliegue unadimensión autónoma del ser: la de la existencia humana. Una dife-rencie a la que, viéndola en lo que tiene de ruptura y afirmación,cllos insistieron en llamar "libertad".

Lcfdo como si fuera un texto propio de la sexualidad puramenteanimal, el de la sexualidad humana parece un texto deforme o mons-truoso: fallido o aberrante. Es como si en el texto de la sexualidadhumana el de la animalidad simple estuviera invadido por unagramática diferente, que convierte a la suya en un mero soporte;que le hace decir cosas incoherentes, hablar en una lengua que lorebasa. El texto de la sexualidad humana se escribe en un códigoincomprensible para el animal: el código del eros. En la sexualidadhumana, a la que se puede llamar eros o a.mor-pasión,la ley de lasexualidad animal se encuentra vigente; pero sólo lo está en rantoque penetrada y sometida por la norma de una relación afectivainterindividual puramente humana, a la que se puede llamar filiao amor-afición.

TVans-natura/, es deci¡ natural y anti-natural a la vez,lasexuali-dad humana se desenvuelve siempre de una manera que, para unanimal puro, sería monstruosa o perversa. El por qué, el para qué,el con quién, el cuándo y el cómo del acto de la cópula

-el más

elemental, directo y transparente de los actos animales- se con-vierten dentro de la sexualidad humana en otros tantos motivos de

significación, lugares en donde se compone todo un mensaje com-plejo cuya comunicación efectiva se antepone en calidad de condi-ción sine qad non ala rcalización misma de ese acto. En la cópulahumana, la dimensión del drama animal de la reproducción de lavida se €ncuentra mediada, es decir, posibilitada y conformada porotra dimensión, que la trasciende: la del drama en donde se juega

76 77

la donación reclproca de identidad entre los individuos concreros.Los seres humanos reniegan del sentido natural que tiene su apa-reamiento; lo dejan como simple pre-texto de un sentido puramen-te social cuyo acontecer persiguen rebuscadamente por encima dela satisfacción instintiva. La experiencia sexual se vuelve apasiona-da o eródca porque dentro de ella tabajauna afectividad de ordenpuramente "espiritual", la afición como fascinación o encantamiento-por el otro, por el semejante.

Richard von lGafft-Ebing ya no es un auror actual. Sin embar-go, su perspectiva moderna de aproximación al estudio de la sexua-lidad humana lo sigue siendo. Perspectiva naruralisra, no distingueen el ser humano ninguna diferencia ontológica con el animal; paraella, el hombre, suma de esplritu de empresa y cuerpo productivo,tiene el mismo modo de ser del animal, sólo que perfeccionado.Las peculiaridades de la sexualidad humana, que no pueden escaparal taxonomismo del saber permitido por ella, quedan clasificaáascomo anomalías o anormalidades respecto de la regla o norma queofrece la sexualidad animal. Enla Psychopathia sexualis (r88d) deKrafft-Ebing, todas las "desviaciones" que podrlan ser el orgullo dela sexualidad humana merecen subtltulos clínicos, como lo son:anestltesias, hyp erathuias, paradoxias y p aresth esids. Entre estas últi-mas, parestltesias o peruersiones,junto al "sadismo", al "masoquis-mo" y al homosexualismo, se halla consignado el "fetichismo'l . Fe-üchismo es el nombre que le sirve al discurso moderno para nombrary al mismo tiempo callar, es decir, para indicar y al mismo tiempoclausurar une tematización posible del erotismo como configuraciónespeclficamente humana de la sexualidad.

El término "fetichismo" -¡{¡¡¡i¡6 propio del antioscuranrismo

de la llustración- lo eligió Alfred Binet en ú87 (Lefhichisme danslhmour) para referirse a aquella alteración del comportamiento sexualque desvía a la excitaci ón y la satisfacción genitales, apartándolas desu objeto natural y dirigiéndolas hacia las condiciones, los testigos olos accesorios del mismo. Su elección terminológica querla única-

Page 38: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

mente subrayar la sirnilitud de tal dewiación con la idolatría, esto es,

con la adoración de las cosas representantes en lugar del dios repre-

sentado por ellas. No pretendla sugerir ninguna vinculación profun-da entre lo sagrado y lo erótico; tampoco tenfa la intención de entrar

en ninguna complicidad con Marx, quien -ironizando

sobre el

triunfo dc las Luces en el mundo moderno- había también adopta-

do la palabra "fedchismo" en su crltica de la economla política. La

asociación sc da sin cmbargo de manera espontánea, atravesando la

casudidad dcl nombre común; algo conecta entre sl, de marrera más

o rnenos secreta, a estas tres necesidades defeüchismo: primera, la de

incluir en el campo instrumental del trabajo y el disfrute humanos

ciertos objetos sagrados, cuya efectividad mágica o sobrenatural debe

garantiz;Lr la armonla o naturalidad productiva de los demás; segun-

da, la de incluir en el escenario del acto sexual un conjunto de condicio-

nes sin las cuales el objeto del deseo no puede constituirse eGctivamen-

te como tal; y tercera, la de incluir en la constitución de las relaciones

sociales concretas una mediación indispensable de orden económi-co abstracto . I-a, perfección técnicadel campo instrurnental, la ltermo'

sura del objeto erótico, la fgura dineraria de !a valía personal; se trata

de tres "fetiches" de diferente orden, pero semejant€s €n su funcióny oscuramente conectados entre sl.

Lo que sigue no pretende otra cosa que insistir en la similitud yen el parentesco funcional de estas tres versiones del "fetichismo"

y entresacar de la imagen teórica del dinero esbozada por Marx cier-

tos aspectos que pueden echar algo de luz sobre Ia densidad de lavida cotidiana moderna.

¿En que se parecen el "fetiche" económico, que sólo se vuelve

dorninante en el Occidente moderno, con el fetiche sagrado y el"fedche" erótico, cuyo dominio es arcaico? En que tambien é1, desde

su campo y a su manera, es condición, testigoy accesorio de un sacri-

ficio indispensable para la reproducción de la forma peculiar en

que la humanidad existe actualmente.I.os fetiches arcaicos son objetos sagrados, en oposición a los de-

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más, los objetos profanos, porque su presencia práctica y comúnse encuenrra asociada, sea por representación (metafóricamente) opor herencia (metonlmicamenre) con el acontecimiento originariode la humanización. Alavez'huminosos" y "religiosos", los ñtichesarcaicos son actos, palabras y cosas en los que perduran dos pactosde fundación: primero, el pacto de una forma iorr"r.t" de hurnani-zación con lo orro o lo que escapa a la dimensión de ro humano;y segundo, el pacto de una figura identificada de organización socialcon la socialidad puramenre gregaria dc le vida animal. Dos actosde fundación que son también las dos caras dc un mismo sacrifi-cio: la mutilación y represión de todo lo que obstaculiza una deter-minada consrrucción humana de la naturaleza (del cuerpo colecti-vo y del territorio en donde vive) y la mutilación y reprcsión detgdo lo que impugna una dererminada forma cultural de la sociali-dad. Por esta razón, por ser testigos y represenrantes de un sacrifi-cio, los fetiches arcaicos necesiran de tiempos y lugares ceremonia-les para desplegar su presencia.

El fetiche erótico no está sólo conectado con el fetiche arcaico;es una de sus modalidades particulares más genuinas. En él tam-bién, el sacrificio de toda una serie de cualiáades presentes en elobjeto del apetito sexual está al servicio de la potenciación de ouasa las que se les adjudica el carácter de necesarias para la reproduc-ción de una cierta irnagen, identificada culturalmente, de Ia vida yde la sociedad. La "hermosurd' €s una especie de sacralización deun conjunto de caracterlsticas que el ser humano experimenta, demanera distinta en cada caso, como condiciones para la constitu-ción misma de la unidad del objeto del deseo y su conrorno. Anadie escapa el carácte,

".r"-orí"1que tiene el acro de amor.La conexión que sl es necesario explorar es la del fedche económi-

co con estos fetiches arcaicos.l El tema no es nuevo y mucha clari-dad han puesro en él obras como La filosofia del dinero de Georg

I véase del autor, "Apéndice sobre el fetichismo", en El discursa crítico deMarx,Er.A, México 1987, l

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Page 39: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

Simmel y La máscara mortuoria dc DiosdeJoachim Schacht o investi-

gaciones en proceso, sean culturalistas, como las de Marc Shell, ointegradoras de la aproximación marxista con la psicoanalítica, co-mo las de Ernest Bornemann, Jean-Joseph Goux o Horst Kurnitzky.

¿Cuál es la razón de que la presencia del dinero como feticlte se

encuentre permeada -penetrada

y ocupada- de erotismo? ¿Porqué el dinero, al cumplir su función re+ocializadora de los indivi-duos como propietarios privados, adopta en mayor o menor medi-da la función que es propia del fetiche erótico? Ert".r la preguntade la que parten; pregunta que tiene en cuenta al dinero como unobjeto dotado ya de su propio fetichismo; como un fenómeno que

no se agota en su tematización como simple cúmulo de valores abs-

tractos (tematización que es propia de quienes conducen ala teoúapsicoanalltica a buscar la clave del fetichismo dinerario en el proble-ma del erotismo anal). Las diferentes respuestas que dichos autores

dan a la pregunta común caminan sin embargo juntas durante untrecho que podría resumirse de esta manera.

El dinero es el instrumento del más reciente de los sacrificios funda-

dores de la socialidad humana; un sacrificio que comienzeenlaepocÍrclásica de las sociedades del Mar Mediterráneo, pero que pertenece

propiamente a la modernidad. Se trata del sacrificio que los seres hu-manos se ven obligados a hacer cuando el desarrollo de la técnica les

plantea el reto de construir una sociedad humana universal. Sacrifi-

can una forma de existencia en la que cada uno de ellos es, sin me-

diación alguna, un individuo concreto, en bien de otra forma de exis-

tencia en la que la individualidad concreta debe constituirse a través

de una individualidad abstracta. La concreción arcaica de la indivi-dualidad sólo puede existir en virtud de una autolimitación estricta

de las formas culturales; de una afirmación de la humanidad propiaen contraposición a la inhumanidad de los otros. Al sacrificar esta

concreción limitante en beneficio de una abstracción universalista,

la modernidad debe poner al mercado en el lugar que antes ocupa-ba la.comunidad constituida; debe entregar al juego de los intercam-

8o

bios mercantiles la reconstrucción de la concreción de la üda cotidia-na; debe mirar cómo es el flujo del dinero el que quia y otorga perso-nalidad al individuo social.

El fetichismo del dinero es una variante del fetichismo de la mer-cancla. La mercancfa es un fedche moderno porque, además de co-nectar entre sl las dos fases de la reproducción de la riqueza -laproducción o trabajo y el consumo o disfrute-, cumple la fun-cién, para ella "sobrenatural", de re-socializer o de conectar entre

, sí a quienes reproducen en terminos privados esa riqueza, es deciten independencia o aislamiento los unos dc los otros.

La propiedad mercantil puede cxistir en manos de su propietariocomo una propiedad "valentd' o actira, culro'ralor pretcndc realizarse

ofreciendo a cualquiera el valor de uso quc lo acompaña, pcro puedeexistir también como una propiedad "equi-valcnte" o pasiva, cuyovalor se resiste a ceder ante el acoso de la demanda que llcga portodas partes del valor de uso al que acompaña. La piopied"d.nestado equi-valente o pasivo es el dinero. Su dueño es podcroso; alestar en capacidad de rechazar o aceptar la oferta de mercanclas qucse le hace a cambio de la suya, puede al mismo tiempo decidir si el

dueño de la mercancía que se vende va a poder afirmarse o no social-

mente, si puede acceder o no a la categoría de persona.

Si en la sociedad humana el contacto de los cuerpos, y con él laposibilidad de la satisfacción erótica, depende de la existencia delindividuo en calidad de persona, es decir, dotado de una identidad

1 diferencial, entonces el dinero, mediación moderna de la persona-

, lidad, se encuentra sin duda en una complicidad secreta con el fetiche

'erótico: absorbe algo del amactivo animal que hay en la "hermosurd'

,del cuerpo del amor, al mismo tiempo que añade un nuevo encan-

1 to a esa "hermosura", le contagia la capacidad de otorgar identidad; al amante que la persigue. El dinero aporta una segunda capa de

oscuridad al de por sí ya 'bbscuro objeto del deseo"

8r

Page 40: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

HEIDEGGER Y EL UTTRA.NAZISMO

"lch habe gefunden", sagte er, "es

soll nicht scin".

Thomas Mann, Doktor Faustus

No son escrsos ni de segundo orden los pasajes de la obra dc Hei-degger en los que su discurso se autodefine corno el discurso dc la

transición en las postrimerlas de la historia de Occidentc. Un discur-so que habría llegado muy tarde panlafilosofla mctaffsica pero muytemprano para el pensar que se anuncia; llamado a revolucionar el

modo tradicional de discurrir sobre la esencia de las cosas y a prcPara.r

un tipo de pensar que -sospechado

en los inicios de esa historia, pero

siempre olvidado- está aún por venir. Es conocido además que, PafiIHeidegger, el sentido del ser de las cosas, el modo en que éste se mues-

tray laverdad de lo que ellas son, no es algo que se juegue ni exclu-

siva ni prioritariamente en el terreno del discurso; él mismo reconoce

' en la polltica un modo privilegiado de esa verdad del ser de las cosas

y dejaplanteada así ia necesidad de un contraPunto polltico Para esa

revolución de la rnetaffsica occidental en la que trabaja.

Lasiguiente pregunta se impone entonces ineludiblemente: ¿Porqué, de los disdntos movimientos que se autonombraban revolu-cionarios y que agitaban en toda su amplitud y en todo su espesor la

vida política de Alemania en los años veinte, Heidegger percibió en

el movimiento nacional-socialista al que mayor afinidad tenla con su

propia actitud revolucionaria? Ni el oportunismo, caPAzde descubrir

virtudes insospechadls en el triunfador -que

es táctice más bien

83

J

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cortesana de la vida intelectual- ni el entusiasmo ingenuo, deslum-brado por las apariencias

-que se da en menres crearivas pero desin-

formada- parecen contar como o<plicaciones suficientes o de primeraimportancia en el caso de la simpatía y el compromiso de Heideggercon el nazismo. La rusticidad de la autoestima de Heidegger, a laprimera de ellas, y la amplitud de su horizonte temático, a la segun-

da, las volverlan inveroslmiles. [o más probable es que la percepcióndc Hcidcgger fuera adecuada: que algo en el moümiento nazi coin-cidfa pcrfectamcnt€ con algrln momento esencid de su pensar.

En la famosa frase de su Intoducción a la metafsica-formu-lada en plcno asccnso del Tercer Reich (rgl) y ratificada después

de su destrucción (r9¡3)- Heidegger hace con el nazismo lo queMcrlcau-Ponty (cn Sawe et lhlna-bohhéuisme) dice que Sartre ha-ce con el bolchevismo: desoye lo que éste dice para fundamenrarse

/ (prestándole su propio discurso) lee en el comportamiento delmismo un fundamento diferent€ que, ahora sl, le resulta válido ydigno de asumirse. El movimiento nacional-socialista tenla, segúnHeidegger, "una verdad interior (innere) y una grandezi' que nose expresaban adecuadamente en la filosofla que lo justificaba.l Lavalidez proftinda y la oportunidad histórica de este movimientoconsistlan, según é1, en algo con lo que la teorización que lo acompa-ñaba "no tenla nada que ver": en su modo de recibir o de ir al en-cuentro (Begegnun! de la técnica en su dimensión planetaria Qtlnne-arisch besümmten Thchnih) y de lo humano en su definición moderna(n euzeitli c h en Mens c h en) .

*

Tal vez el lugar originario de la coincidencia entre Heide gger y elmovimiento nazi estuvo en la soberbia

-a la vez infantil y mági-

ca- que llevó a los dos a desconocer de manera insensata la irre-

1 ¿Lo hacla, en cambio, en la retórica desgañitada del Führer y en la agre-

sividad histéric¿ de sus huestes?

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versibilidad del flujo temporal. En un artlculo de comienzos de

r.93a,, Heidegger trata de borrar o de subrayar -no

se distinguebien- el gesto de herolsmo que trae consigo su rechazo al llama-

do que le hace la Universidad de Berlln (y al poder y la fama co-rrespondientes) y su decisión de "quedarse en la provincid' (en unacto de fidelidad ala Heimato "matrid'de la Selva Negra). El mis-mo explica su actitud como una torna de posición denuo del enfren-

tamiento entre la Alemania "moderna y diletante" de la ciudad y laAlemania "^rcaicay profunda" del campo. Es posible, como él lodice alll, que para la verdad que acontecc cn el discurso, el "aisla-

miento" en medio de las masas urbanas sea nocivo; que sea por el

contrario la "soledad" rural la que "echd'al pcnsador "en medio de

la lejana cercanla de la esencia de todas las cooas". El propio dis-

curso de Heidegger, con su penetración exccpcional, serfa une prue-ba de ello. Pero lo que es imposible sin duda cs quc csa mismasoledad sea benéfica paralaverdad que acontece como pra:ris pollti-ca. Aun si se supone que el primero de estos dos modos dc la vcr-dad necesita de sitios aireados, tranquilos y conservadores, cs evi-

dente que el segundo no puede existir si no es en medio de la plaza

pública y de su vida masiva, agitada y progresista. Sacarlo de alll,encerrarlo en la provincia, obligarlo a acontecer en el borde casi

inmóvil del fluir temporal, donde lo que cambia en siglos es ape-

nas perceptible, es condenado a que adopte formas monstruosas

que, de no ser por sus efectos históricos devastadores, serlan ape-

nas ridículas.Todo proceso de modernización tiene un efecto duplicador de

identidad en las sociedades que lo experimentan; bajo su acción

aparecen, por ejemplo, dos Italias, dos Españas, dos Méxicos, etcétera.

Dos intentos coexistentes de dar cuenta de la mutación ineludible:el primero pretende integrarla, el segundo pretende integrarseen ella. TaIvez menos contrastante que la dualidad que conoce-mos en América Latina, pero sin duda más intensa, dada la cen-

tralidad del capitalismo que la modernizaba,la dualidad de Ale-

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mania se acentuó definitivamente desde la década de r87o, la delos Gnindnjahrrdel Segundo Imperio. En los años veinre, la Repúbli-ca Alemana fundada en \[eimar era "una realidad histórica queexistla a sabiendas de ser imposible"; lo era sobre todo porque enella, como resultado del fracaso del movimiento socialisra alemán,cstaban rotos los débiles pero innegables nexos que unlan todavla,antes de la Gran Guerra, a la Alemania precursora de la modernidad

-la dc las pcqueñas ciudades de ralleres y mercados, arravesadas

For €l cempo y cn rclación ambivalente con el capitalismo- conlr Alemenie de la modcrnidad plena

-la de la gran ciudad indus-trirl y prolctaria, entrcgada a la avenrura tecnológica de la economíacepitrlirte.

Luminosa y vitel, ingenuamente orgullosa de sl misma, la Alema-nia campesina y pucblcrina, arresanal y estudiosa, ocultaba a duraspenas su lado tenebroso y destructivo. El ánimo que prevalecía enestc pals de pequeños propietarios

-muy parecido a los otros paí-

ses que yaclan bajo la Inglaterra, la Francia ¡ en general, la Europamoderna- era de, frustración y resentimienro respecto de la granpotencia económica que se habla levantado sobre é1, sin tomarlo encuenta y a sus expensas. El amor/odio que atln habla en él duranteel siglo rax hacia laAlemania citadina y sus modos de vida

-haciasu tecnificación y su gigantismo, que no obstante eran también co-modidad y apertura, hacia el anonimaro y la aceleración de su eústen-cia masiva, que no dejaban de ser al mismo tiempo libertad y crea-tividad, hacia la orgla plutocrática de sus negocios, que.después detodo alguna riqueza dejaba filtrar hacia abajo, hacia el nihilismo desu comportamiento, que si bien espantaba no dejaba de ser rampo-co una tentación- fue parcializándose aceleradamente hasta quedaren puro odio; un odio indiscriminado que le permitía abstenerse dejuicio ante los contenidos contradictorios que se daban en ella, echán-dolos a todos, sin distinción, en el mismo saco de lo ajenoy pres-cindible, es decir, eliminable. Un odio que, de estar dirigido contrauna cierta forma moderna de la vida, pasó a dirigirse conrra todo lo

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moderno de la vida y de ahl contra la vida en cuanto tal; un odiofundamental que estaba listo para servir de sustento a la ideologla

nacional-socialista y a la manipulación contrarr€volucionaria.

La Alemania que Heidegger elcgfa tanto para hacer polltica2 co-

mo para orientar su discurso post-filosófico era estaAlemaniarcaciea aceptar que el tiempo, aunque fucra para su mal, había pasado; que

la modernidad habla llegado para quedarsc y que -de

igual mane-

ra.que la tradición- constitufa un rnundo, una situación dentro de

la que era necesario actuar, y no simplcmcntc algo que el sujeto pudiera

poner o quitar a su arbitrio. (Sólo la dcccpción respecto dela Führang(el ejercicio del caudillaje) en el movimicnto naciond-socialista hará

que Heidegger abandone ----€so sl, junto con la tcmatización cxpllci-ta de lo polltico- este "voluntarismd' de reformador rcligioso.)

Aunque Heidegger no rebasaba el nivel promedio de racismo dc la

cultura europea moderna y no obstante que su pensamiento tcnfa

como punto de partida el reconocimiento de la diferencia esencial

entre la vida animal -a

la que pertenece la determinación racial-y el mundo Ia vida histórica, su valoración de Alemania como la

nación elegida para ejercer la conducci6n (Führunp espiritual de

Occidente en estos tiempos de transición ponla ambién de manifies-

to una "afinidad electivd' con el movimiento nacional-socialista ysu endiosamiento de la "bestia rubia". La recalda nacionalista del

pensamiento de Heidegger es sorprendente. Justo alll donde nada

tendría que hacer la mirada taxonómica -propia

de las ciencias

que hacen el recuento de la Naturaleza como patrimonio del Hom-bre-, en el paisaje de la multiplicidad humana que se desplegó

"después de Babel", Heidegger reintroduce la comparación jerarqui-

2 El aire que se quedaba a respirar era también el aire viciado de la adminis-

tración de la Universidad de Friburgo, no sólo el de la mont¿ña'

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zadora. Para efectos del pensar, la lengua alemana es superior a lasotras: esta afirmación tajantemente discriminatoria, de la que no se

puede contener ni siquiera en la sobrecuidada entrevista concedi-da a la revista Der Spiegel en 196,6, es la que le sirve para justificarla necesidad de ese liderazgo espiritual por pame de Alemania. Nocabe duda: quien, desde la lengua española, por ejemplo, piensa loquc es la luna y lo que es la muerte denffo de la dimensión latinade lo fcmcnino, experimenta un desasosiego enriquecedor cuando,

Por un cofto ticmpo y "de prestado", pasa a pensar lo que ellas sondcntro de la dimcnsión alemana de lo masculino. Una experienciacotno ésta, que nadie pucde llerar mucho más allá, no alcanza, sinembergo, para fundar sobre ella ningún juicio acerca del "verdadero"gCncro dc la luna y de la rnuerre y menos aún acerca de cuál de laslcnguas humanas permite pensarlo mejor. Heidegger no lo cree asl;si lo hubo, el desasosiego de pensar en otras lenguas lo llevó másbien al convencimiento de que la figura del discurso teórico que es

posible dentro de la lengua alemana es el paradigma del pensar yque, por lo tanto, los pensadores alemanes (y él en especial) denensobre los de cualquier otra lengua una superioridad definitiva. Aun-que parezcÍr extraño y fuera de lugar, este pueril chauuinisme linguis-tique está emparentado con el fenómeno frecuenre

-muy expli-

cable dentro de los episodios de "descolo nizaciói' de la segundapostgueffa- de la reivindicación resentida de lo propio oprimidocomo "ontológicamente" mejor que lo extraño opresor.

En su discutida conferencia de ry35 sobre E/ origen d¿ k obra d¿arte,hry un pasaje que llama la atención al menos por dos motivos.El pasaje habla con aciemo y originalidad de la Bodenbsigheit,la"ca-rencia de suelo", como caracterlstica del pensar filosófico, de la sa-bidurla o modo de saber occidental. Tlata sin embargo a esra caren-cia, que bien puede ser vista como una plenirud digna de asumirse(lo que el propio Heidegger intentará hacer después), por cuanroconstituyepor sl.misma un lugar genuino del pensar, como si fueracondenable y remediable. [,a experiencia de esta falta, esa nostalgia

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constitutiva del pensar occidental, deja de ser el dolor por el lugarde origen irremediablemente perdido y es interpretada como volun-tad de retorno o búsqueda de un lugar sustitutivo. Se rrara de unacarencia que existe porque el pensar occidenml se mueve en la resisten-cia a obedecer al discurso (texto) mltico de una lengua singular, quelo conectaría con el suelo, la tierra o el piso de la "verdad" comunita-ria. Dicho en otras palabras: porquc la lengua en que se formula e.s

la lengua universal imposible, cs dccir, la lengua que sólo exisre encalidad de su-puesta bajo el entrccruzamiento siempre cambiante detraducciones y retraducciones ("traiciones" y "rc-cncu"¡¡¡6s'1) de lodicho en múltiples lenguas. Si el Heidegger de ryyjuzga que esta"carencia de suelo" es un defecto, ello se debe a que, scgún él

-re-nuente a la posibilidad moderna de una definición no substancialistade lo concreto-, la experiencia fundante del pcnsamicnto occidcn-tal, es decir, la "experiencia griega del ser como pre-s€ncia", no admiti,ría más que una formulación adecuada: la griega original (imagina-da por cierto, retroactivamente, a imagen y semejanza de la quc eraposible en el idioma alemán de comienzos de siglo). Rcspecto deella, la formulación que resultó al traducirse el texto original al "tipode pensamiento latino romano" no sólo sería extraña sino substancial-mente inferior.

Nada hay más criticado y al mismo tiempo más fascinante en laobra de Heidegger que el ffato que se da en ella a la lengua alema-na. El método de su pensar es esencialmente el juego etimológico:buscar, asociar (en muchos casos arbiffariamente, dicen los especia-

listas) y atar entre sí los sentidos radicales de las palabras, para hacer-las decir más de lo que aparentemente pueden. A través de una elec-

ción retórica de inspiración expresionista, parecida a la de Ernst Bloch,Heidegger logra condensar como entidades significativas independien-¡s5

-l¿5 re-definiciones de \Yahrheit(aletheia, ueritas), de Ursache

(aitíon, causa), de Subj e ht (hyp o heimeno n, su biectum) serlan ejemplosnotables de ello-- varias series de resonancias semánticas de la lenguaalemana en las que perduran, como restos o ruinas de significación,

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ciertas peculiaridades de las lenguas germánicas que no pudieron ser

integradas en el largo y sin duda violento proceso de "colonizaciód'lingüfstica que las retrabajó a partir de la lengua latina.

Dcsgraciadarnente, Heidegger no mantiene este rescate filológi-co dc cicrtos nivcles y ciertas zonas insospechadas de la lengua ale-

mana cn lo quc él cs en sl mismo, un enriquecimiento del discur-

so filosófico, sino quc lo usa de vehículo para un peculiar resentimiento

antilatino. Se dirfa que la genealogla del discurso filosófico empren-

dide por Hcidegger, mezcla cn porciones iguales -ds¡¡¡6

de unjuego altcrnado dc ocultamicntos múttuos-, de un lado, un "racis-

mo culruralista" ¡ de otro, un afán de tomar distancia frente a la

lengua latina, a la que convierte, por obligación, en representante

de la teologle.Incapaz ya de resistirse al discurso que habla desde

la "muerte de Dios", pero atrapado en una circunstancia que no lepermite "renunciar a sl mi.smo en calidad de creyente" y "asumir

todas las consecuencias de este paso", Heidegger estaba obligado a"hacer como [...]" si él también participara de la criticidad filosófi-ca esencial de ese discurso. A pesar de todo, la teologla judeo-cristia-

na, esa entidad discursiva constitutivamente anti-filosófica, de la

que él en cierta manera se avergonzaba y anhelaba huir, nunca dejó

de ser el horizonte más profundo de su pensar.

No resulta dificil descubrir este hecho en su obra. Ya la versiónque él presenta, en la misma Einf)hrung in die Maaphysih, de la

pregunta más radical a la que puede acceder el discurso filosófico

-la pregunta: ¿cómo es posible que sea lo que está?- trae consi-

go (en la formulación barroca de Leibniz) una inversión propiamen-te teológica: "¿Por qué, en definitiva, lo que está es el ente y no más

bien la nada?" Pregtrnta metaflsica, que habla y no obstante cree

estar más allá de los llmites de la lengua (hgos); que sólo puede de-

citse dentro de lo que as, y pretende sin embargo estar fuerd a porencima de ello; que pregunta por un momento o una instancia ne-

cesariamente mlticos y sobrenaturales en que lo uno (la "nadd') pu-do o puede ser "más bien" que lo otro (lo que está, el "ente"). Repi-

9o 9t

tiendo el estado de amedrentamiento del que surge la magia, la pre-gunta parte de la convicción de que todo lo que es o vive se encuen-

tÍa.' en culpa ante k nada y k muerte ¿qué derecho de ser tiene loque está? Sólo Dios, dice la respuesta que zanla la cuestión desde

la práctica, al ponerse como causa o fundamento y asumir la culpao responsabilidad del ser y el vivir, salva a éstos, en su pretensiénexorbitada (hybris). En La pregunta por la técnica, el rnito judeo-cristiano de la culpa y la salvación penetra todos los poros del texto;al tratar de la noción de culpa quc cstá en la idea griega de causa

(aitión), por ejemplo, o al hablar del ane como la (tnica salvaciónposible ante el "peligro" de suicidio en que se encontrarfa la histo-ria de la verdad, empantanada en su figura modcrne como técniceexperimental.

De nada o de muy pom podía servirles a quienes sufrieron y murictonen los campos de tortura y exterminio nazis o en los campos de tor-tura y exterminio stalinistas saber que la violencia de que eran objc-to era una violencia que estaba de ida o una que estaba de regreso:

el caballero apocalíptico era el mismo. A nosótros, en cambio -los

que vinimos después de ese doble holocausto, o nos encontramosantes de otros- tal vez nos pueda ser de utilidad todavla distin-guir aquello que escapó a la mirada penetrante de Heidegger: ladiferencia entre las dos violencias que comenzaban a enseñorearse

en Europa a comienzos de los años treinta.La violencia nazi era una violencia propia o "necesaria" porque la

"autoafirmación' del movimiento político que la ejerció encauzaba

todo el miedo reaccionario de la sociedad y consistla en la negación

del cambio histórico y la destrucción de la nueva substancia que él

había traldo consigo. Su misión era cercenar, amputar, ahoga¡ re-

primir: matar el presente, arrebatarle su futuro para hacer de él unasimple magnificación del pasado. "¡Viva la muerte!" era su divisa

Page 45: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

más genuina. la violencia stalinista era, en cambio, ajena o "innecesa-

rii' parael movimiento comunisra; era el reflejo interiorizado de laviolencia reaccionaria que no alcanzó a derrotar. [a'butoafirmación"del comunismo partla de asumir las necesidades del presente y de lanueva substancia llegada con él; su misión era liberarlos de la formacaduca que los oprimla. Era en esencia una afirmación de la vida.Pero cl cornunismo tuvo también su movimiento reaccionario. Elstalinismo (la imposible "consrrucción del socialismo en un solopafs") era

-él también, como el nazismo- la negación de un pre-sentc y sus posibilidades; un presente muy particular, sin duda,porque, sin ser desesperado, lo que privaba en él era la desolación:situación marcada por la impotencia real y el fracaso efectivo de larevolución socialista europea (y rur" también, en consecuencia)después de la Gran Guerra deryr4-r9r8. Pero lo que laüolencia stali-nista defendla obsesivamente, en una reacción de miedo pánico antela realidad de ese present€, era la vigencia de una ilusión: la del triun-fo de una revolución que nuncÍr en verdad llegó a completarse )¡ 9ue,en retirada, llegó incluso a invertir su sentido histórico. A esta ilusión---que sería después el núcleo iracional de la ideología de ese "socialis-

mo real" que hoy está en ¡ui¡¿5- el stalinismo sacrificó todo lo quehabía quedado y todo lo que se habla ganado después de la batallaperdida. Lejos de ser la continuación "narural" del comunismo, elstalinismo representó asl la más rebuscada y perversa de todas sus se-

cuelas posibles.

Dentro de una tradición cultural proclive a los dogmas y a las cerrezas

completas y definitivas, resuha reconforranre el reconocimientorepetido de que, junto e incluso entretejido con los resultados másacertados y admirables de una obra discursiva, se encuentran otros,detestables, que pueden llegar al colmo del error y la aberración.Es un fenómeno

-ligado al carácter proteico de la verdad- que,

92 93

no por ser reconfortanre, deja de ser también sorprendente y enciettos casos doloroso y lamentable. ¿Cuál es la razón de esta coexis-tencia? ¿Se trata de una compensación necesaria? ¿Sólo la obnubi-lación e incluso la ceguera en una dirección permiten o facilitan laapertura y la claridad de la vista en orra dirección? ¿Cómo fue posi-ble que el autor de El ser y el tiempo y el gran revolucionador deldiscurso filoséfico en el siglo toc viera en un movimiento que nega-ba las posibilidades de la modernidad

-y que así, por sus preren-siones pre- y post-modernas, resultaba involuntariamente moder-no, de la manera más burda y unilatcral- justamente lo contrario:el movimiento dotado de la forma adecuada para ir al encuentro yrecibir debidamente a la nueva substancia de lo humano que traela modernidad? ¿Cómo pudo Heidegger imaginar que la necesidadde una concreción por parte de la "técnica planetaria" podfa satis-facerse

-como lo postulaba el movimien¡6 ¡¿2i- a partir dcl scno

exiguo de una nación (en este caso la alemana)?Es evidente que un dispositivo de obnubilación estaba en fun-

cionamiento. Había algo en el pensar de Heidegger que no le permi-tla "ver" lo que tenía ante sl y que llenaba ese lugar con un sustitu-to alucinado. En la Alemania de los años veinte, el movimientoproletario-socialista (o comunista) era indudablemente mucho más

fuerte, radical y coherente que el movimiento nacional-socialista(o fascista), si la perspectiva que se elegla para compararlos era ladel modo en que haclan frente a los problemas de la "técnice plane-tarii' y de la "humanidad modernd'. El nacionalismo, el tradi-cionalismo y el totalitarismo de este último eran incomparable-mente menos problematizadores al respecto que la plataformamaterialista, democratizadora y cosmopolita del primero. Y en loque respecta a la producción de tematizaciones crearivas y funda-mentadas del asunto, el panorama de la discusión dentro y en rornodel discurso marxista era de una amplitud y una variedad como nopodía ni soñar para sí (en el caso improbable de haberlo querido)el pensamiento de derechas.

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Para Heidegger, el nazismo "habla" con su mera existencia; es

con ella con lo que "tiene razóri'. La presencia del nazismo irrumpedesde fuera, Deus ex machin4 en su discurso; recibe adjudicada poréste una consistencia discursiva ¡ disfrazada de entidad teórica, losalva de la aporía

-Sachgasse (cellejón sin salida), y no Holzweg

(camino que conduce sin llevar) como él quisiera- en la que se

enreda cada vez que intenta pensar el problema de la técnica y lahumanidad modernas.

De los numerosos temas centrales del discurso filosófico conrem-poráneo que han sido tratados por Heidegger con una maesrrla ini-gualable, destaca precisamente el tema de la modernidad. La época

de k imagen del mundoy La pregunta por h técnicason dos ensayos

sin los que nuestra comprensión actual de la humanidad y de latécnica modernas sería substancialmente más defectuosa. Su defini-ción del hurnanisrno

-de la postulación del Hombre como sus-

tento o fundamento (sujeto) de la realidad de lo real-, con rodas

sus consecuencias religiosas, científicas, estéticas y éticas, como elrasgo más característico de la modernidad, ha abierto una perspeci-va de teorización crltica que apenas comienza a ser recorrida. Igual-mente, su definición de la técnica moderna (y de la ciencia que laacompaña), no como una caracterfstica operativa de la instrumenta-lidad sino corno un modo tal de "manifestación del ser de las co-sas", que "obliga al hombre a obligar a la naturalezeeest^r presentebajo la forma dc un simple cúmulo de reservas para el desplieguede su actividad", es una definición que introduce ctdavez más in-quietud autocrltica en un mundo torpemente orgulloso de vivir eldesbocamiento del progreso.

El hecho de que la técnica moderna funcione dentro del mediode producción sólo bajo la premisa de una "construcción de mundo"que hace del Hombre una simple fuente generadora de valor económi-co y de la Naturaleza un simple soporte para ese mismo proceso es

algo que Marx describió crlticamente hace ya más de un siglo. Elverdadero interlocutor de Heidegger había situado ya el problema

94 9t

de la modernidad en terminos post-metaffsicos y el problema de latécnica más allá del de su mera operarividad instrumental. Si eldiálogo y la discusión no llegaron a darse, no fue por culpa de lacerrezón mamista

-ésta no fue general y nunqr afectó a los mejores

seguidores de Marx-3 sino exclusivamenre de la de Heidegger. Laintensidad de su vocación anti-metaflsica no alcanzabep^rallwarlo"hasta a las últimas consecuencias" y lo dejaba suspendido en uneclecticismo esquizoide como el quc no logra esconderse rras la re-tórica grandilocuente de la Rehtoratsrede:lo conducla a asumir queel hombre moderno se encuentra "abandonado en medio del ente"y que por tanto, sin garantla alguna panlavcrdad, "el preguntares la figura suprema del saber", pero se dctcnfa a mcdio camino e

invocaba un destino que da al quehacer humano la seguridad deser una repetición de algo que ya ha exisddo y gue, dada eu grendeza,

no está únicamente en el pasado, en los principios, sino también"más adelante que todo lo por venir"; un destino cuya vigcncie hace

del pensar, no un preguntar filosófico, sino una hermenéutica dclo que ya está escrito.

En la tematización que Heidegger hizo de la modernidad-<uyos"fenómenos esenciales-" se enlisian en la primera página del ensayo

sobre La epoca de k imagen del mundo- habla una ausencia escan-

dalosa, la del fenómeno capitalismo. No se lo examinaba ni aunpara descalificarlo como fenómeno esencial. El concepto "capita-lismo" no aparecía por ningún lado (aunque en el propio texto pug-nara por hacerlo), no se mencionaba siquiera: estaba censurado. Yse trata sin embargo del único concepto que permite escapar a esa

explicación metafísica de la historia que ve en ella, no un dcontecer(Geschehen) sino una misión (Geschich), y, por lo tanto, en la hu-manidad y la técnica modernas, no situaciones sino destinos. Allídonde Heidegger, pese al énfasis que puso en la negación de la es-

3 Ejemplo: ya en t928, en sus Beitiige zu einer Phrinommologie des HistorischenMaterialismus, H. Marcuse intentó echar un pu€nte entre la ontología de sumaestro de Friburgo y el pensamiento de Marx.

Page 47: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

tirpe teológica de su pensar, presuponía una especie de Providen-cia que dispone de los distintos modos de verdad o de manifesta-ción del ser de los entes (una Vorsehungno invocada abiertamentepor é1, pero sf, machaconamente, por el Führer), es necesario encon-trar algo reelmente p ensable, algo mundano o terrenal. Marx hablapropucsto la consideración del modo en que la relación del Hom-brc con la Naturaleza se encuentra mediada por la producción y lareproducción dc las rclaciones sociales de convivencia. Habla suge-

rido lr explicación de la técnica y la humanidad modernas a partirdc un hccho cerectcrfstico, de un modo peculiar de interiorizar larcleción dc fucrzas cntr€ los seres humanos y lo no humano. Lamutación hi¡tórica de esa relación de fuerzas

-la inversión de su

sentido- en celided de fundamento de todo lo moderno se ha inte-riorizado cn h vida social a través de la organización de la existen-cia económica como acumulación de capital: ésta es la tesis queMen¡ habfa puesto a discusión. Heidegger no podía permitirse este

modo de saber acerce de las cosas; se negó a discutir.

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LUKACS Y IA REVOLUCIÓN COMO SALVACIÓN

.. 'hier unten aber konnen wir doch

vielleicht auch selbst etwas tun. '.' Franz Kafka, Das Schloss

Si el mundo de la vida es concebido como un universo dc signos,

nue.stra actividad prictice se revela como un constante cifrar y

descifrar significaciones; actividad inmersa en el campo de eficacia

de ún código cuya historia nos haced, mismo tiempo en quc nosotros

la hacemoi El discurso cotidiano resulta ser así una especie dc "lec-

tura"; una lectura que, al leer o revitalizar el texto escrito, lo üalls-

'forma, lo convierte en un texto diferente. La filosofla serla entonces

un intento de poner en palabras y discutir lo que el código dice sln

ellas, medianre su silenciosa eficacia; un inrento de formularlo y, criticarlo, que se convierte en interpretación de la vida en la medi-

, da en que su pretensión es siempre la de usar esa formula para desen-

trañar y juzgar un sentido en esa vida.

Aunque el discurso de los marxistas se concibió a sí mismo ori-

ginalminte como un "momento" esencial pero subordinado al

movimiento histórico totalizador veces manifiesto, otras a

.'p.r", perceptible- de la revolución comunista, su presencia como

hecho específicamente teórico en la vida del discurso conremporá-

' ,r.o p.r.J. y debe ser juzgada en sl misma. E[ marxismo es, él tam-1 bién, una lectura-comentario de lo real, una interpretación que

,' rdesentrañay juzga el sentido de la vida cotidiana.

Desde la época de su aparecimiento, el discurso marxista ha ocu-

Page 48: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

pado un lugar excepcionalmente conflictivo en el universo del dis-curso teórico. En ocasiones, su lectura de ro real ha sido aceptadaen sus grandes rasgos pero combadda en algunos de sus ,.o..-",particulares; en otras' la aceptación de uno ó varios de estos reore-mas-ha.ido acompañada de un rechazo tajante de lo que en ella hayde wehanscbauung. Lo que no puede negarse ., q,r" el discursomarxista ha sido en estos últimos cien añoi, y sigue siendo actual-mente, un intcrlocutorajeno pero al mismo tiempo indispensableen el escenario dc la vida del áiscurso teórico -oi.rro. É.rsorraj.ajcno, porquc' al dcfinirse a sl mismo como crrtico, sólo intervieneen cl drama para dcsquiciar la acción establecida en el guión quese repre.senta; y personaje indispensable, sin embargo,-porqu.,

"fuerza de inmiscuirse ha hecho que los demás p.rroi"¡., .rr'.r".-na lo deban tener en cuenra si quieren afirmar * propi" identidaddramática.

A la lectura de lo real que propone el discurso marxista re hansido aplicados los tres procedimiintos idóneos para descalificar auna lectura. Se la ha tratado, primero, .omo lectu, a erróned,segun_do, como lectura insufcientey, finalmente, como lectu ra ilus)ria.

La lectura errónea es aquella que es desmentida por er propiotexto que pretende lee¡ y la de Marx lo sería porque ia historia delcapitalismo no ha sido como él dice q,r. .r. Esá procedimientodescalificador fue el más usual en el per?odo de la segunda posgue-rra, antes de que el mundo, ya exhaustivamente

""pit"lirta, er,."r"

en la crisis actual ----en la que el precario bienestar d. 1", m"s", euro-peas y norteamericanas se revela como un simple islote o como unapellcula superficial sobre un oceano planetario de miseria-. Entoncesse podla decir todavía: "'laley.rr"oirt" de la pauperizacióncrecienredel proletariado no ha tenido verificativo en io real". o afirmartambién

-y muchos lo siguen haciendo, con la misma visión es-

trecha que deja de lado la función neutralizadora de conflictos queha tenido la intervención del esrado en la vida de las sociedadescontemporáneas- que aquello con lo que contaba Marx, la con_

q899

madicción y la resistencia de las "nuevas fuerzas productivas" frente

¿ las "viejas relaciones sociales capitalistas", no ha podido ser cons-

tatado en ninguna perte.El pegundo procedimiento descalificador cree poder descubrir

una insuficiencia en la lectura del mundo de la vid¿ hecha por Man<;

ve en ella una lectura que dejarla sin descifrar un conjunto de sig-

,nificaciones esenciales quc cstán Presentes en el "texto" que pre-itende leer. La realidad dcl mundo moderno, se dice, sus conflictosr:)¡ sus posibilidades, Presente niveles de determinación que no son

¡,'reductibles al nivel puramente económico descrito y criticado por.Max. No todo lo que acontecc cn cl mundo moderno es explotación

,de plusvalor y acumulación dc capital; hay problemáticas antro-ic¿s, sociológicas e históricas que pucden estar imbricadas con

,la rqproducción capitalista de la riqucza, Pero quc tiencn una exis-litencia autónoma. La lectura crltica dc una rcalidad corno la vida

rnoderna, que ella misma, para ser tal, necesita autorreprimirsc en

beneficio del economicismo, es juzgada asf como una lectura cmPo'

brecedora de lo real: como si percibir la reducción cconomicista

fuera lo mismo que proponerk.

; Pero es el tercer procedimiento descalificador del discurso mancis'

ta el que me interesa destacar aquí. No sólo porque en contraste

con él se revela de mejor manera el aporte central de Lukács a la

idescripción yla.crítice.del mundo moderno, sino porque, a mi pa-

,trecer, es el procedimiento más incisivo y el que más obliga al discur-

l.so marxista a definir el sentido y el alcance de su lectura-interpre-

,tación de lo real. Según este procedimiento, el discurso marxista

implicarla una lectura ilusoriade lo real; no una lectura errónea ni

rtampoco insuficiente, sino una lectura que estarla guiada Por una

formulación dewirtuante del código de lo real; una lectura que Pue-,d" .., perfectamemte coherente y exhaustiva, pero que, al recons'

'|truir discursivamente el sentido de lo real, le adjudica un centro de

,'coherencia que resulta restrictivo, que puede responder a necesida-

,des históricas que tuvieron vigencia en toda una serie de épocas pe-

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ro que la han perdido ya definitivamenre. Usando como etiquetacómoda algo que en su auror original, Heidegger, es el nombreten-tativo para un destino inquietante, se dice del discurso marxistaque es el último gran represenranre de la "metafisica de occidente"."occidentel' serla un modo de existencia del ser humano, organi-zado en torno al comportamiento técnico como el lugar privilegia-do donde el ser de los enres adquiere su sentido más profundo ydefinitivo. De acuerdo con el discurso occidental, el sentido del serse da como una inteligibilidad constituida en la perspectiva primor-dial del poder récnico del hombre. La significación de lo real se re-vela en el encuenrro de la instrumenralidad de los entes con la vo-luntad productiva del hombre. En esra línea de argumenración, elmarxismo resulta ser la versión más acabada y final de este discur-so, por cuanto su descripción y su crlticade la modernidad no ha-dan otra cosa que llevar a sus últimas consecuencias el mismo plan-teamiento básico de la modernidad occidental: la idea de que es elhombre como sujeto del poder técnico el que enciende en áefiniti-va todo el sentido de lo real. El marxismo describirla y criticaría lomoderno en nombre de la posibilidad de una forma de sociedaden la que la existencia récnica del hombre, como ejercicio de poder,llegarfa a su culminación; en la que no sólo la Naturaleza, sino lasocicdad misma scrfan instrumentos de la acción que se guía exclusi-vemcnte por la ruzón instrumental. ¿Es asl? ¿Es efectivamente eldiscurso m¿ndsta, por dcbajo dc sus declaraciones revolucionarias,un discurso conscnador c incluso reaccionario? ¿La rransforma-eión de la modernidad, tal como él la plantea, no implica acaso unaratificación del fundamento de esa modernidad?

Para el Lukács de los años veinte, la respuesta a esras pregunrasdeberla ser afirmativa, si por "discurso marxista" r. .t t.rrái.i" úrri-camente lo que él llamaba "marxismo vulgar". El marxismo vulgares el que consrruye su discurso a partir de una experiencia..tp.ifi-cial o "burguesa" del mundo capitalista y que invoc" po, t"rrtó ,rrr"idea restringida de las posibilidades del cambio histórico revolucio-

rooTOI

nario. El marxismo vulgar es el que sólo percibe la verdadera pérdi-da del sujeto social

-que es la de su propio carácter de sujeto-

I bajo su forma productivista y abstracta, como simple pérdida de

riqueza económica y de poder estatal. Dicho en otros términos, es

' el marxismo que no reconoce la mercantificación de la vida social

, como caracterlstica distintira de la historia moderna y cuyateorneirónno puede arrancar asl de los conccptos básicos defeüchisrno merutn-

tily de enajenación o cosif.cación dcleactividad humana.Los comentarios siguientes versan sobre lo quc, en mi opinión,

,,,es el aporte más valioso de Lukács a la autodcfinición y el desarro-

llo del discurso marxista como discurso crftico sobre la modernidad

capitalista y sobre las posibilidades dc su transforrnación revolucio-

i,naria. Me refiero a su propuesta de una problcmática fundamcn-tal para el discurso marxista; aquella que resurne cn cl párrafo ini-

, cial de su erisayo sobre "I-a cosificación y la conciencia dd proletariado":l

No existe ningún problema de este perlodo histórico de la humanid¿dque no remita, en último análisis, a la cuestión de la mercancla,y cuya

solución no deba ser buscada en Ia solución al enigma de la estructura

de lo mercantil.

La cuestión de la mercancía es la cuestión central, aquella que

,,organiza a todas las demás en [a sociedad moderna.

r' La estructura de la relación mercantil es aquí el paradigma de todas las

, formas de objetividad y de las correspondientes formas de subjetividad.

, I La circulación mercantil es "la forma dominante del metabolis-

rno social" en nu€stra épocaf, pot tanto, todos los problemas fun-tales que se presentan en ella "resultan del carácter de fetiche

[a mercancía"; de esa "objetividad ñntasmal" que adquieren para

1 ,, I Btl Georg Lukács, Geschichte und Kassenbewutlxein (Studien über marxis-

Ltische Dialehtih), Der Malik - Verlag I Berlln, ry27.

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los.hombres 1us qropias relaciones interpersonales en tanto que "re-

laciones cosificadas".

- _ Esta propuesta de centrar el discurso marxista en torno a ra pro-

blemática del fetichismo merc¿ntily la enajenación no representaotra cosa

-y asf lo entiende el propio Lulcícs- que un ,.torrro "lo quc fuc el plantearnienro más piofundo y radical der proyecto

tcórico de Marx, esbozado en los Manuscritos d¿ parlsGg++) y am-pliamcnte rcalizado en su obra más importante, la "crltica d" l"

".o-nomfa polftica" (de cuyo manuscriro sólo pudo publicarse adecua-damentc el primer tomo de El capital).

Para Marx, la hisroria de Occidenre, que culmina como cons_trucción de la modernidad capitalista y que tiende a substituir orefuncionalizar a otras historias que han existido paralelamente enel planeta, muesrra un conjunto de peculiaridnder, iuyo fundamentoestá en la organización del proceso reproductivo de la sociedad entorno a la circukci,in mercantildelos bienes producidos. El procesoreproductivo de la sociedad en occidente tiinde a su atomlizaciónen una infinidad de procesos privados de reproducción, y los propie-tarios privados de cada uno de éstos sólo recobran una socialidaá enla medida en que intercambian sus productos/bienes en calidad demercanclas. la modernidad capitalista es la forma culminante de es-te modo occidental de vivir en sociedad, / esto por dos razones. Enprimer lugar, porque en ella la mercantificación se completa al ex-pandirse más allá del mundo de los objetos

-sean ésros bienes de

consumo directo o medios de producción- y afectar también almundo de las personas: en la modernidad, el piopietario privado seconvierte, él mismo, en propiedad privada de sl mismo, Jn *rrrnn_cla fuerza de trabajo que él puede alquilar libremente a orros, a unprecio determinado. Y en segundo lugar, porque la ei<plotación especf-ficamente capitalista, como apropiación del plusvalor producido porla fuerza de trabajo tomada en alquiler

-relación social que pasa

necesariamente a organizar la socialidad de los propietarios irivadosa partir del mercado de trabajo-, se convierre también en ei princi-

pio conformador de la estructura tecnológica y el progreso de la pro-ducción y el consumo sociales.

Para Marx, la mercantificación dc la vida social es la caracterls-

tica fundamental de la modernidad occidental porque la existen-cia efectiva de todos y cada uno dc los conflictos inherentes a la vi-da social del ser humano se encuentre mcdiad¿, es decir, posibilitaday modificada, por su "traducción' al lcnguajc abstracto e imperso-nal'de la circulación mercandl, cn cl que la comprensión interindivi-dual es lo mismo que la equi-valencia dc los objctos. Este lengua-je dominante, el de la socialidad como intercambio rncrcantil, es

el que Marx intenta describir y cxplicar con cl par dc conccptos de"fetichismo" y "cosificación".

Los objetos mercantiles, propios de la vida social moderna -in-cluido el objeto fuerzade trabajo que reside en la persona humane-pueden ser descritos como "fetiches", dice Manc, porquc, dc igualmanera que los instrumentos mágicos de la técnica arcaica, posccn

un doble estrato presencia, objetividad o vigencia social; son objc-tos "mlsticos", que fusionan lo profano con lo sagrado; objctos aun tiempo corrientes y milagrosos, sensoriales y suprasensorialcs,

naturales y sobrenaturales, fisicos y metaflsicos, que tienen un "cuer-

po" y un "alma". El cuerpo corriente o profano de los objetos mer-cantiles esta constituido por su objetividad "social-natural", en tantoque bienes producidos; es su presencia o vigencia como resultados

del trabajo humano y como condiciones del disfrute humano. Elalma milagrosa o sagrada de las mercanclas, su objetividad "pura-mente social", consiste en su intercambiabilid¿do valor de cambio:€n su presencia como porciones de substancia valiosa, que los capaci-

ta para ser cedidos unos a cambio de otros. Esta segunda objetivi-dad de las cosas como objetos mercantiles puede ser llamada'tagra-da", dice Man<, porque es en virtud de ella que acontece el "milagro"

de la socialización entre los individuos modernos o propietariosprivados. Estos, que por su constitución misma son indiüduos so-

ciales, se encuentran sin embargo en una situación de a+ocialidad. Si

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viven en sociedad es únicamente debido a que intercambian entresl los productos de su rabajo; y, peraq,r. .rto sea posible, es necesa-rio que estos bienes producidos, ![üe son cada uno de ellos cualita-tivamente heterogéneos o desiguales respecto de los orros, se ho-mogeneicen o igualen rcdos cualitatiuamente, como valores para elintercambio o como parres, sólo cuantitatiuamente diferenrei entresf, de una misma substancia valiosa. Así, pues, Marx llama fedchesa los objetos modernos o mercancías porque éstos, a más de poner

_ gofg cualquier otro tipo no moderno de objetos- la posibili-

iid.de 11 reproducció n fsica de la sociedad, ponen también la posi-bilidad de su reproducción política, es decir, la posibilidad de queexista un conjunto efectivo de relaciones sociales de convivencia.

Junto al concepto de "fetichismo mercantil" introduce Marx elconcepto de cosifcación (o enajenación). Más amplio que el primero,este concepto le permite a Marx describir el carácter peculiar de esasocialidad puesta por el mundo de los "fetiches" mercanriles, desen-traírar la forma moderna de esa reproducción política de la sociedad.

cosificación significa para Marx la substitución de los nexos deinterioridad entre los indiüduos sociales por nexos de exterioridad.En la medida en que sus relaciones son el reflejo de la "socialidadcósica" que impera en el mundo de los fetiches mercanriles, los indi-viduos sociales no viven un ltacerse rccíproco, un actuar directamen-te los unos sobre los otros, sino que todos ellos viven un ser hechospor una entidad apna, que los impele des e afuera, desde las cosas,a entrar en conracto entre sí. Esta entidad ajena, la circulación delas mercancías, que orienta la vida de la socied ady lamarcha de lahistoria "a espaldas" de los individuos sociales, enrra a sustituir alsujeto social concreto; actúa como una "voluntad" mecáni c y au-tornática cuyas "decisiones" carecen de necesidad. son directivasque no obedecen a un proyecto subjetiuo y que sólo representan elencuentro y la igualación casual o fortuita de la infinidad de volun-tades individuales enclaustradas en el circulo estrecho de sus inrere-ses privados.

ro4 rot

Éstos son'los conceptos de fedchismo y cosificación mercantil entorno a los cuales Lukács propone que se cenrre el discurso marxisraacefca.de la modernidad. Conviene insistir en que no se trata de unapóprr.rr" dirigida a reducirtodo el panorama problemático de la vi-da moderna a los problemas dc su carácter cosificado, sino de la pro-puesta de una uía de acceso, considcrada la mas efectiva, a la variedady la complejidad problemáticas dc esa vida moderna.' De ninguna manera puede dccirse que csta propuesra de Lukácshaya tenido una acepración amplia o decisiva cn la historia del pen-

,- samiento marxisra: no en lo quc respecta al marxismo teórico u'bccidental" y menos aún en lo que respecta al manrismo dirccamen-te conecrado con la actividad polltica, rcformista o revolucionaria,

, de los momenros, los partidos y los estados quc sc han dcnomina-, 'do "-"r"istas".

Las causas de esta falta de aceptación se encuentran, a mi parc-cer, tanto en el campo de la historia en general como en el más rcs-tringido de la historia del discurso.

rl mismo en que fue publicado. Redactado en la primera posguerra,' dentro de ese ánimo exaltado, de inspiración apocalíptica, para el

i gue la posibilidad del "asalto al cielo" estaba "al orden del dld';cuando la "actualidad de la revolución comunisra" parecla haber

:: alcanzed.o su grado más elevado en las sociedades euiopeas, la pu-1,, blicación de Historia y conciencia de clase coincidió sin embargo con

la rripida decalda de esta actualidad revolucionaria y con el encauza-, miento abrumador de ese ánimo en una dirección decididamente, mesiánica, tanto hacia su burocratización al servicio de la "cons-' rucción del socialismo en un sólo país" como hacia su estallamiento

, contrarrevolucionario, que lo convertiría en el impulso destructory suicida del nacional-socialismo.

La propuesta teórica de Lukács quedó asl descalificada por la fal-ta de actualidad de las conclusiones políticas derivadas de ella porsu autor.

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Pero también en el terreno especial del discurso teórico es posi-ble distinguir posibles causas de la escasa aceptación de la propuesalukacsiana. Quisiera detenerme en una de ellas, que me parece espe-

cialmente significativa. Planteado como vía de acceso a la proble-matizaciín de la modernidad, el recurso de Lukács a los conceptosde "fetichismo" y "cosificación" es ambivale nte: abre pero al mismotiempo cienultvla de acceso que existe en la crltica de la economlapolltica a una problematización radical de la existencia humana enla modernidad, tanto en su momento social-individual o lntimocorno en su momento social-colectivo o público. La ambivalenciaconsiste en que, llevada al extremo, su idea de la miseria capitalistacomo una deminutio dele condición humana puede ser vista lomismo como un abandono de la explicación metaflsica

-en par-ticular, del mito judeo-cristiano de la calday la condena del génerohumano- que como una reedición "ilusmada" de la misma. Todosucede como si Lukács, que capta agudamente los efectos del fenó-m€no histórico de la cosificación bajo la forma de una dialécticade descomposición y re-composición de la vida social, no alcanzarasin embargo a definir adecuadamente esa dialéctica ni a descubrirpor tanto el modo en que actúa cuando la cosificación que se mani-fiesta en ella no es la cosificación simple, purarnente mercanril, sinola más compleja, la noercantil-capitalista.

Puede decirse que la propuesta de Lukács está a la espera de ser

replanteada a partir de una problematización más comprensiva dela estructura de lo mercantil (de la relación que hay en ella entre el"valor de uso" y "el valor") y de una distinción más precisa de la pe-culiaridad del fetichismo mercantil-capitalista. Según Lukács, el fe-nómeno histórico moderno de la cosificación se cumple medianteun proceso combinado de des-totalizacióny re-ntúización de la vidasocial, en el cual lo que acontec€ fundamentalmente es la sustitu-ción del sujeto "natural" de esa vida social, el ser humano, por unsujeto artificial, el capital. La vigencia de una socialidad hurnanapuesta por el mundo de las mercanclas y su dinámica de intercam-

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bios implica la suspensión de un modo de vida básico o estrucuralen el que el ser humano no se distingue de su propia actiüdad ---enel que la sujetidad reside en el sujeto- y dentro del cual manrieneuna relación de interioridad con el mundo de las cosas en la medi-da en que éste es su propia objctivación. Pero implica también la ins-tauración de un modo de vida diftrcntc, en el que, escindida la totali-dad hombre-actividad o sujcro-sujetidad, la actividad o sujetidadcontinúa en funciones pero no sólo dc manera separada y auróno-ma, sino además en senrido ncgativo o adveroo respecro del hombreI sujeto; un modo de üü en el que las cosas

-n:.sulados y condicio-

nes de esa acividad- se enfrentan al scr humeno no sólo como en-tes que él no puede reconocer como propios, con los quc él no pucdemantener una relación de interioridad, sino, mcdiante otre "vueltade tuercd', como entes que, en su conjunto, imponen sobrc dl lasnecesidades de su propia dinámica.

Por un lado, el ser human4 el sujeto; por orro, su actividad, /asujetidad: esta imagen co'ceptual ilumina toda la versión luk¿csie-na de lo que e's la enajenación o cosificación. Cosificada, la activi-dad, que era delhombre y ya no lo es, la sujetidad que se ha enaje-nado, se determina realmenre cama proceso de acumukción dz capitalEnfrentado a la cosificación de su actividad, el hombre, sujeto ex-propiado de su sujetidad, sufre y contempla la historia del procesode acumulación como un devenir que le es enteramente ajeno. ParaLukács, la cosificación trae consigo una devasación de toda la riquezacualitativa del sujeto social y del mundo que él despliega con su vi-da; una devastación que no puede ser compensada por la creaciónde riquezas promovida por el capital como sujeto susriturivo, envirtud de que el principio con el que reconsrruye al hombre y a sumundo es el de una racionalidad puramente formal, absffacto-cuan-titativa, analltico-calcularoria. Indiferente por esencia hacia todo loconcreto, desentendido de la totalidad cJalitativa de la existenciahumana, el principio esrrucrurador del mundo en el capitalismoprornueve su crecimiento desaforado pero es incapaz de definirlo,

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de otorgarle una identidad concreta. La proliferación de la Cosa se

acompaña de la muerte del Hombre.No hay cómo pasar por dto la sensación de irrealidad que despier-

ta esta imagen conceptual del fenómeno de la cosificación que pre-senta el ensayo de Lukács. De una parte (la del hombre despojadode su sujetidad): ¿es posible postular un sujeto paralizado, inactivo,en suspenso? Si la característica fundamental del ser humano consis-te en el sintetizar la riqueza concreta del mundo de su vida, ¿es élimaginable como una substancia sin forma, como algo aparte, retro-traldo o exterior a la dinámica en la que se constituye efectivamentela realidad

-a la vez deslumbrante y repugnante- del mundo mo-

derno? De la otra parte (la de la sujetidad cosificada en el capital):

¿es posible imaginar que en la realidad social exista una actiuidadcarente de concreción, que una historia pueda acontecer como unproceso de autoincrementación de la riqueza en absüacto, sin otracualidad que k cantidad? Si el valor no es otra cosa que la formaabstracta cuantitativa que adquiere el producto social concreto endeterminadas circunstancias históricas, ¿es imaginable una autova-lorización del valor que no implique un proyecto de mundo, quesea sólo un proceso formal, cerente de substancia, independientedel proceso de reproducción del producto concreto (pleno de cuali-dades o detcrminacioncs)? ¿Es posible hablar de una re-composi-ción cfcctir¡a dcl mundo social moderno, si el capital sólo lo sinteti-za formalmente, y si la fucnte de su sintetizaciín substancial se

cncuentra clausurada?Esta duda respecto de la coherencia del concepto lukacsiano de

cosificacion no alcanza a disiparse de la manera en que intenta ha-cerlo el propio Lukács. La imposibilidad real de concebir un suje-to concreto de-sujetizado, enfrentado en exrerioridad a un sujetoabsüacto sujetizado es un obstáculo teórico que el ensayo de Lulcícspretende salvar mediante un debilitamiento del concepro de cosi-ficación. Para Lulcícs, en última instancia, ni la de-sujetización deluno ni la sujetización del otro llegan a completarse efecdvamente.

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Por un lado, el sujeto de-sujetizado, identificado históricamenrecomo proletariado. retiene un núcleo de sujetidad que no es ena-jenable; su capacidad de irradiar la concreción cualitativa del mundo.se reduce a un mínimo, pero no desaparece: se refugia en el com-portamiento espontáneamente anti-capitalista de la clase obrera, es

la desadaptación al orden establecido como deseo de comunismo.Por el otro lado, el objeto sujctizado no es enterar-nenre formal oabstracto, desligado de la substancia del proceso histórico; encar-nado en la burguesla capitalisa, oristc como proc€so real de exploacióndr la clase proletaria, como instancia destructora de las posibili-dades abiertas por el desarrollo de las fucrzas productivas,

Pero este debilitamiento del concepro de cosificación, lejos deayudar a penerrar en las relaciones entre el sujeto dc-sujetizado yel objeto sujetizado, las vuelven más obscuras. En cfccto, scgúnLukács, la positiuidad concreta del sujeto

-del proletariado- cspura negatividad respecro del mundo absrracto puesto por el ca-pital; por su parre, la positiuidad abstracta del capital

-ifcctuadapor la'burguesía capitalista- se rraduce como pura negatividadrespecto de la vida social concreta. El mundo moderno como tota-lidad, como interpenetración de la dinámica cualitativa o concre-ta con la lógica cuantitativa o absrracra resulta inaprehensible. Sutotalización sólo podrla ser puntual e instantánea: la del momentode la revolución, la del acto salvador en que el proletariado reacua-liza su capacidad de sinretización concreta al reapropiarse la acrivi-dad sintetizadora que venía existiendo, cosificada en absrracto, enel capital.

La existencia de un sujeto de-sujetizado por completo o doradosólo de una sujetidad defensiva, reducida a ser mera resistencia almundo moderno

-dada lapurezade su positividad concrete-ft

contrapuesta a ella, la existencia de un objeto sujetizado, ya seaabsolutamente absffacro, ajeno a la substancia del mundo social, odotado de una concreción exclusivame nte destructiua-dadala pu-reza de su negativid¿d se¡6¡s¡¿- constituyen supuestos que no

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sólo carecen de coherencia teórica, sino que desoyen las exigencias

que el mundo moderno plantea a la teorla, cuando se intenta penser-

lo mediante el concepto de cosificación.El concepto de cosificación

-ésta es la conclusión que se puede

sacar tanto de la decisiva propuesta teórica de Lukács como de las

limitaciones que se observan en sus desarrollos- permite pensaruna realidad que tal vez es la que carecterize más esencialmente ala modernidad: la de la existencia del sujeto social como sujetidadconflictivamente repartida entre el hombre y las cosas. Para afir-marse como sujeto abstracto, el valor valoriz¿indose necesita realizarse

como proyecto concreto; necesita de los seres humanos y de la elec-

ción deforma-civilizatoria, cultural- que ellos hacen al rabajarsobre la naturaleza: la existencia del capital como sujeto se agotaen el ser un proceso permanente, siempre repetido¡ de enajenacióndel sujeto humano. Por su parte, con el simple hecho de existircomo ser de convivencia social, de afirmarse como agente concre-to de capacidades y apetencias, el ser humano se encuentra ya inmer-so en la dinámica comandada por el capital; su capacidad de revo-lucionar el mundo hecho a la imagen del capital no puede ser portanto una irrupción redentora, salida de la nada: tiene que resultardel propio mundo enajenado, que ser ella misma una ruptura conla metamorfosis que la mantiene traducida a los términos impuestospor el "sujeto" que la enajena.

IIO

IA COMPRENSIÓN Y IA CRÍTICA(Braudel y Marx sobre el capitalismo)

Es traumr sich ¡chr vcrcchicden nach Gegendund Straf3e, vor dlem ebcr ganz unterschiidennach Jahreszcitcn und nrch dcm rilü'etter.

rüfldtc¡ Bcnjamin

separados no sólo por cien años de una historia vertiginora cinotambién por una frontera lingülstica y cultural consid-erablc, do¡personajes cuya impomancia es decisiva en la historia dcl diccursoracional acerca de la realidad histórica se ocuparon de algo que pr-rece consriruir un mismo objeto teórico: el capitalismo.-u

".ua¡ode Karl Marx.en su manuscrito de El caphal ie desarrolló durantclos años sesenra del siglo pasado; la redacción de la obra ciuiliz¿ciónmaterial, economíay capitalismola completó Fernand Braudel a fi-nales de los años serenra del siglo aún presente.

No resulta fácil vencer la incomodidad de un ánimo dividido',cuando se cede a la tentación, más que comprensible, de compararla idea que Braudel tiene del "capitalismo" con la que se ..r".rlrr,r"en la obra de Marx acercedel "modo de producción capitalista". Eldesconcierto se apodera de uno porque igual fuerza de corirrencimiento

'¡ienen en ocasiones los datos que llevan a afirmar, por encima delriletalle, la similitud incuestionaLle e incluso la identijad plena entre,estas dos ideas, que aquellos que, por el contrario, hace'sorpecha¡Bor debajo de lo explícito, una diferencia profunda, po, nt d..i.,una incompatibilidad irreductible entre las mismas.

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Sobra insistir en las diferencias, que saltan a la vista, entre estas

dos aproximaciones a la comprensión de la realidad histórica capi-

talista. Todas cllas podrlan resumirse en una caracterizeción que

oponga el trabajo de Marx, entendido como un intento de desen-

trafiar las lcyes que rigen desde lo profundo el funcionamiento de

la formación económica de la sociedad moderna en el siglo xIX, a

la obra de Braudel, entendida como la propuesta de una imagen

completa tanto del escenario como de los personajes y del argu-

mento central del drama histórico-económico moderno hasta el

siglo xvIu. Se trataría en efecto de la distinción entre un discurso

destinado a detectar las condiciones de posibilidad de una realidad

histórica y otro dirigido en cambio a componer un relato coherente

del acontecer mismo de esa realidad.

Thn evidentes como estas diferencias -que

a primera vista sólo

parecen ser distinciones de género o de disciplina científica-' no

pueden desconocerse importantes similitudes entre las dos ideas

acerca del capitalismo que Ponen en juego Marx y Braudel. El capi-

talismo, esta entidad a la que los dos hacen referencia y que cada

uno trata a su manera, tiene para ambos algo en común: es una

determinación central, es decir, constitutiva y dominante en la vida

de las sociedades modernas. Se trata de una coincidencia general

que se completa con el juicio adverso que les merece a ambos la

acción del hecho capitalista sobre la vida cotidiana de los hombres

y que se ilustra.r, .tn sinnúmero de apreciaciones Particulares, sin-

gulares e incluso de detalle.Esta unanimidad en la apreciación de la realidad capitalista se

sustenta -habrla

que añadir- en otras coincidencias conceptuales,

de consistencia más bien abstracta y de carácter metodológico. Sólo

quiero mencionar dos, ambas imPortantes. La primera se encuen-

tra en la consideración de la vigencia de varias temporalidades dife-

rentes y diferenciales en el acóntecer histórico, asl como en la insis-

tencia tanto en el carácter determinante de los fenómenos que se

rigen por la temporalidad lenta como en el carácter Permanente o

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de "larga duración" que de ellos tienen. La presencia de dramashistóricos cuyas escenas duran siglos ycuyos actos se suceden des-

pués de rnilenios, presencia descubierta por Braudel para la histo-riografra contemporánea en su libro ya clásico sobre el Mar Medite-

'l ¡ráneo y su mundo -y teotizade en sus textos metodológicos-,r; fue también percibida y tcnida en cuenta sistemáticamente por, Marx; baste recordar su famosa afirmación acercÍr de la historia "casi

i¡rmóvil" del gusto estético occidcntal o su cuadro del ciclo mile-nario que siguen las formas de propiedad de la riqueza a lo largo

, de la historia. La segunda coincidcncia metodológica se da en orraconsideración, que es muy difercnte dc la antcrior pcro que esrá en

estrecha y compleja relación con ella. Las "formeciones" u "órdenes"i de determinación del mundo histórico son múldplcs, dirfan ambos,

ly su multiplicidad, que se encuentra estructurada, pertc dc la "for-

imación" (dice Marx) o el'brden" (dice Braudel) pro¡liamente matc-

rrial-econórnico. El famoso "economicismo" de la afirmación marxia-ná, en el Prólogo ala Contribución a k críüca d¿ k economlapolltica,

:aperca del carácter determinante en última instancia de la forma-ción económica de la sociedad sobre las demás, resuena incluso for-

i talecido en la declaración braudeliana, al comienzo del tercer librode su obra, de que el "observatorio" material-económico permitever de mejor manera la totalidad de los aspectos de la historia del

El comentario que sigue no intenta arribar a la tranquilidad que

irproporciona un balance, es decir, el resultado final de un sumar coin-cidencias y restar discrepancias; quisiera, por el contrario, sostenerse

en la incornodidad de ese ánimo dividido y hacer que las similitudesse enfrenten con las diferencias. Pretendl forr", un diálogo entreBraudel y Marx en torno al tema de la definición del "capitalismd';'abrir entre ellos una discusión que, aunque deba quedar necesaria-

, mente inconclusa, puede resultar aleccionadora hoy en día.

r; Dos puntos concernientes a este diálogo imaginario quisiera,abordaibrevemente en las páginas que siguen. EÍ primeró es tan

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general' que tiene que ver con la posibilidad misma de estableceruna comparación entre las dos ideas de capitalismo que enconrra-mos en Marx y en Braudel. El segundo, más particular, gira entorno a una aseveración de Braudel ecercedel terreno que le serlapropio al capitalismo, que afirma retadoramente lo contrario deotra equiparable, formulada por Marx alll donde éste dice: fel te-rreno propio del capitalismo] "es la producción", Braudel contra-dice: "es la circulación".

I

sobre el primer punro. Para consrruir un diálogo verosímil, es decir,imaginariamente efectivo, sobre un tema determinado entre dosdiscursos que no lo buscan o que incluso lo rehúyen, lo primeroque se impone es en@ntrar una zona conceptual común u homogéneabajo las máximas aproximaciones a dicho rerna que puedan.rr*.rt

"r-se en cada uno de ellos; un territorio teórico que sea indudablementetanto el lugar de sus convergencias como el de sus divergencias. Ami entende¡ convocados a discutir sobre el tema del capitalismo,ningún otro carnpo conceptual común tienen Marx y Braudel quese preste para satisfaccr de manera más adecuada este requerimientomctódico dccisivo quc aquél en que ambos autores delimitan laamplitud dc su objcto tcórico. En csic momenro de la argumenración,cuando sus respccivos discursos esbozan el perfil rilnimo de larcalidad a la que proyecren tener como referente para poder hablardcl capitalisrno, ambos coinciden;

"tn6o, hablan de la necesidad

dc reconoccr la presencia histórica de la realidad capitalista comouna presencia triple y estratificada, como un hecho que se da o quees perceptible en tres niveles diferentes de la experiencia.

Con un paralelismo que resula sorprendente, dado que el discur-so de Braudel se plantea en completa independencia respecro del dis-curso de Man<, tanto el uno como el otro piensan que sólo la con-sideración de un juego complejo de interacción entre tres legalidades

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diferentes y autónomas -coexisrentes,

después de haber decantadosucesivamente a lo largo del tiempo- nos puede enrregar una idearealista de lo que es la necesidad o l" "lógid'unitaria d".l

"cont...,', económico en Ia vida social de la modernidad capitalisra; tres legati-dades o tres necesidades que, definidas y nombradas de una manera

, en el texto de Man<, recibln una definición y un nombre plenamen-te equiparables en la obra dc Braudel. Me refiero a algo q.r. .l pro-

, pio. Braudel enfatiza al insistir en un tlrulo tripartito para su obra de

ry79. Sin una peculiar combinación dc las gravitaciones, la primeraproveniente de la "civilización matcrial", la segunda de la'tconomla

' mércandl", eue se desarrolla a partir dc la primcra,ylatercera de ladinámica especlficamente capitdista, que se lcranm a su vez sobre elmundo de las relaciones mercantiles, la vida económica rnoderna, ala que denominamos en general "capitalista" por el hecho dc estardominada por €sra ultima, no existirla como tal; ésta cs la efirmaciónque se resume en el tltulo elegido por Braudel pera su libro y quc $c

repíte una y otra yez en el contenido del mismo. Afirmación que, a, mi.ver, es análoga a la conocida postulación de Marx según la cual

', laforma capitalista de la reproducción de la riqueza social sólo puede

. dplicarse como la forma de una realidad compleja en la que se combi-nan tres distintos niveles de presencia real de esa riqueza: un nivelintermedio, el de la producción/consumo de mercanclas, que se hallasubordinado --en un segundo grado de "subsuncióri'- ¿ u¡ ¡iysl

,superior, el de la producción/consumo de plusvalor capitalista, se

encuentra subordinado, él mismo ----€n una'tubsunción" primariasobre la que se encabalga la anterior-, a otro nivel, el nivel básicode la producción/consumo de los objetos de forma "social-narural".

El campo concepual común de Marx y Braudel en el ffatamien-to del capitalismo se ubica asl en la idea general según la cual elcomportamiento de la economla capitalista moderna no está orga-;nizado a partir de la nulificación de los comportamientos que el

'ser humano tuvo anteriormente en torno a la producción, la circu-rlación y el consumo de sus bienes, sean éstos el comportamiento

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II'

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¡n€fcentil puro o incluso el comportamiento pre-mercantil. por elgontrario, segrin esta idea, toda su complejidad se construye justa-lncnte sobre una interacción continua con esos comportamientos.Aunque le precedieron en la historia, ellos perman..., siempreactivos y, pese a estar sometidos por é1, mantienen su normativi-dad especffi cay la hacen valer de manera muchas veces callada perosiempre decisiva. Aparte de su propia densidad hisrórica, la economladel mundo capitalista integra de manera conflictiva otra, que semantiene tan conflictiva como ella: la densidad histórica que iesul-ta de las relaciones entre la economla de mercado y la "e^conomíanatural".

Ambos relaros se parecen. Ambos parren del grado cero de la civi-lizaciín. El comportamiento práctico del ser humano se orienta deacuerdo con cierras definiciones impllcitas y elementales tanto de slmismo como del entorno en que se desenvuelve; definiciones que se-dan algo así como condensaciones proto-discursivas de una "ertrat.-gia de supervivencia" originaria en rorno a la cual se hubiese esboza-do el modo o la forma en que una exisrencia humana se hizo posiblesobre la tierra. Decantaciones de una primera y fundante

",rto"fir,,,"-ción de "lo humano" dentro de su trato o su dirilogo-combate conaquello que en la época moderna se llamará "lo narural". Este planoprimario de la vida social, que está en el nrideo de los usos y las cosnrm-bres más cotidianos del ser humano como agenre de la producción yel consumo, como protagonista del trabajo y el disfrute, es el queBraudel llama'ue la civilización marerial" y Mar* "de la forma natu-ral". Plano aparentemente inmutable, trans-histórico, que pareceríaser el de una'tsencia humana" inapelable y definitiva, y que, sin em-bargo, cambia, aunque con suma lentitud, a lo largo del tiempo. Sufrealteraciones que, siendo apenas perceptibles desde el ritmo aceleradode una vida individual o incluso en el horizonte menos estrecho deuna serie generacional, son siempre determinantes y muchas vecesdecisivas de lo que aconrece con las formas miís elaboradas y sutilesde la vida civilizada.

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la vida social pudiera ser exclusivamente la del cuerpo de unaidad unitaria que se desenvuelve dentro de una mlsma na-

ú¡rraleza, la concreción de su comportamiento no necesitaría más

que las provenientes de la civilización "material" oil'¡atural". Sin embargo, tanto la tentación del crecimiento propioi;como la del tráfico con los "otros" parecen ser siempre más fuertes

(ue la autosatisfacción restrictiva garantizada por el conservadurismo.

Farete que las civilizaciones humanas no pueden escrpar a la tenden-

cia de la vida concreta a ascender en grados de complejidad, es decir,

,;4 aeumular las experiencias propias y a intercambiarlas con otras,

lliajenas"; sus formas de organizar el mundo de la vida se diversifi-can y especializan, sea esto por derivación a partir de sl mismas opor la acción de formas provenientes de otros proyectos de civiliza-ción. Obligadas a prolongarse hasta estas dimensiones más comple-jas, es decir, mfu "mediadas", de la existencia humana, las dctcrmina-lciones "naturales" o "materiales"

-que asimilan y confundcn la

afirmación civilizatoria general con la afirmación de una opción par-

i¡i",rl"r de civilización- sólo pueden mantener su fuerza o su vigcn-

r'ci¿ si se retiran del nivel inmediato y concreto del comportemicntohumano y pasan a regir en términos generales, de manera indirec-ta o representada. Sólo si el predominio sobre lo concreto lo cedcn

lia otras instancias organizadoras o sintetizadoras del mundó de la vi-ida, a otras fuentes de determinación de su sentido.

Pot esta razón, el relato continúa. La historia de la vida "mate-lrial" o "natural" del ser humano parece desembocar necesariamente

en un modo de civilización en el que tanto las relaciones que cons-

il,tituyen la socialidad como las relaciones con la Naturaleza adquieren

una concreción abierta, liberada de las figuras particulares en que

antes debían darse. Así como el juego casual de los intercambiosiverticales y horizontales de la vida social llega a rebasar los bordes

que delimitaban y jerarquizaban uadicionalmente a los grupos hu-trnanos, así también el uso de técnicas insólitas y de saberes heréti-

i'cos alcanza a introducir una alteración radical en la vía de acceso

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que conecraba desde épocas arcaicas a lo humano con lo meta-hu-mano. La cxistencia cotidiana pasa a decidir de acuerd.o con el aza¡y no con una ncccsidad, la forma concrera de su realización: en elmercado, en el "jucgo dc intercambios" donde circuran e interaccio-nan la infinidad dc formas que se generan espontáneamenre en elcueryo social. Se trara de la vida humana que se civiliza ahora a par-tir de algo que es como una crisis generalizada de todas las civili-zaciones materiales: de la traducción de las relaciones "naturales" o"materiales" de producción y consumo, coloreadas constitutivamen-te por su particularismo, al lenguaje incoloro y general de los inter-cambios por equi-valencia. Este modo de .ivilización basado en laeconomla propiamente dicha o economía mercantil serla, segúnBraudel, el que abre para el ser humano el horizonte de dimensio-nes adecuadas para la condición humana; un horizonte liberadodel paternalismo excesivo de la civilización marerial, pero fiel sinembargo a sus rrazos fundamentales y a su dinámica p-furrd". s.-rla, para Marx, el modo de civilización que se organiza en torno altrabajo y al disfrute que los propietarios privados h"".., con los me-dios de.producción y consumo que les pertenecen y que son justa_mente los que caen expropiados por la voracidad monopoliz"dor"de la propiedad capiralista.

r-a tercera y última pa*e del relaro en el que M* y Braudel coin-ciden cuando hablan del capitalismo s€ ..fi.r. justamente al prota-gonismo de este nuevo personaje, el capital. Motor que ra iÁpukapero igualmente molde que la deforma, el capitalisrno, p"r" li{"o,se asienta sobre la vida económica mercantil como un dispositivo

lerv€rso, autónomo y automotivado, que invierte el sentido del per-feccionamiento de las fuerzas productivas y que malversa sus fr,.rtor.Para Braudel, en el misrno sentido, el capitalismo se levanra sobrela economía mercantil.como una "superestructura" que le imponesus leyes esotéricas, es decir, los caprichos de su existencia.rp..rrl"-dora, y que la torna así opaca e inhóspita para la vida humana.

central en los dos discursos, el esquerna tripartito de estratifica-

rr8 Ír9

de la existencia económica en el mundo moderno se distingue,embargo, cn uno y en otro, ya desde su primer planteamiento

su formulación. Los tres niveles de presencia histórica de la eco-

la capitalista aparecen, en Braudel, como tres dinámicas autóno-

s y simultáneas, relacionadas entre sí mediante una superposi-n jerárquica similar a la de los pisos de un edificio o que imita,

dirla, a la de tres cilindros insertos uno en otro en el tubo de unio. Para Marx, en cambio, son tres modos o tres lógicas di-

ntes de una misma dinámica, y el orden jerárquico que las rela-

oi'ona entre sl consiste en una serie de subsunciónes en la que la efi-ia formativa de la más reciente subordina a la anterior; serie que

parece m¡is bien a una cadena de organismos vivos, parasitarios el

r.¡no del otro, en la que el metabolismo delhuésped, indispensablela existencia del receptor, debe adaptarse sin embargo a las exi-

ias del metabolismo de éste.

, ,,Causa, sin duda, pero también efecto, el modo en que uno yotro describen la coexistencia entre la civilización material o natu'dáI, la vida económica o mercantil y el capitalismo propiamente di-i;ho se encuentra en una conexión estrecha con su rcsPcctila volun-tad hermenéutica, esto es, con el modo en que uno y otro suPcran

,el remor o el deseo de leer algo en el hccho mismo dc csa triparti-,lción. Decir que lo pasado no está rnuerto' quc, por cjcmplo, ungusto culinario arcaico o una norma mercantil dcl siglo xltl sigucn

'vigentes, sería para Braudel como decir que, oprimido, rctirado,clandestino a veces, algo que aconteció hace tiempo, incluso hace

mucho tiempo, pero que fue decisivo para el mantenimiento de unproyecto de vida humana, retiene siempre su identidad y su frescu-

ra,y act(racomo tal a üavés de todas las capas de historia que puedan

'descansar sobre é1. No menos que el temor a la muerte del pasado,

el discurso de Braudel intenta trascender su propio deseo utópico

de revivirlo. Porque, si fuera de hablarse de una utopla de cortebraudeliano, ella sería ciertamente una utopla paselsta; intentarla

lo imposible: volver atrás en el tiempo hasta el momento en que

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comenzaron los excesos del capitalismo y tomar por otra vía, enuna dirección diferente, en la que el devenir ."ot ó-i"o fuese, sino dúctil para el individuo humano, sl al menos penetrable parasu entendimiento. Para Marx, en cambio, decir que el pasadá noestá muerto seda como decir que el presente consiste en una modi-ficación del pasado; que ésre perdura en la afirmación del presenre,no como un reducto relegado por ella, sino como esa positividadbásica, mcdiante cuya negación el presenre, al afirmarse, está siem-qrc- cn proc€so dc elegir su determinación concrera y en posibili-dad, por tanto, de determinarse de una manera alt rrraiirra. El c"pita-lismo scrla el dispositivo más eficaz de la rendencia histórica

" dun",

la revolución de las fuerzas productivas, desatada haceyavarios si-

Bfgs; l conducirla de manera ral que las nuevas posibiiidades queella abre para el ser humano y la natural.r" ,.rrrlt.r, reprimidas ydestruidas, sacrificadas a la reconsagración de la ciülización tradicio-nal. Pero, aunque negado, en el presente capitalista esrarla de todasmaneras ese pasado revolucionario, y en las obras de ese presentehabrla una realidad que es irreversible y que deberá ser el punto d.partida de cualquier futuro. Puede decirse, por ello, q,r. il discur-so de Marx no sólo intenta documentar el carácter realista de suutopla, sino sobreponerse también a una especie de nostalgia delpresente, a una fascinación por lo que se vive, aunque merezca serconvertido en pasado.

II

El segundo punro que querla abordar brevemenre de este diálogoque intento imaginar entre Braudel y Marx sobre el tema del capita-lismo tiene que ver con aquella aseveración de Braudel, que mencio-naba anteriormenre, ácerca del lugar propio del capitalismo en lavida económica, aseveración que vuelve especialmente evidenteslas diferencias ¡ de manera si se quiere sesgada, también las simili-rudes entre él y Marx.

rzo

Es un lugar común de tradición más que cenrenaria el asociar laidea de capitalismo con la de producción capitalista. El paisaje delas chimeneas humeantes que ennegrecen el cielo, de la serie inter-minable de techos dentados de los inmensos talleres industriales;el ambiente de la estrechez abrumadoramente repetida en los ba-rrios obreros se han apropiado cl nombrc de capitalismo. Sólo a

disgusto lo comparten con el paisaje dc torres devidrio dele cityfinanciera y sus alrededores de lujo. Es asl como bien puede califi-carse de escandalosa la idea dcfcndida insistcntemente por Braudel(sobre todo en los capftulos rercero y cuarro dcl segundo libro desu obra) de que la producción indutrid cs la zona de la üda económi-ca que el capitalismo aborda sólo de pasada "y cn la que se dcslizasin poder siempre dominarla".

Para Braudel, el capitalismo consisre en un conjunto de proce-sos que se dan en medio o a través de la economfa de mercedo pcroque sería "casi absurdo" considerarlos propios de clla, Se trata dclos movimientos "de inserción" de diferente tipo con los que loscapialistas logran una y otra vez hacer que su masa de bienes

"cumu.lados, es decir, su capital, juegue, casi siempre con la única finali-dad de acrecentarlo, en la esfera de la vida donde las gentes comunesproducen y consumen la riqueza. El capitalismo serla así un fenóme-

no de la "esfera de la circulación" mercantil -pues

alll están esos

puntos de inserción-, que rebasa sin embargo el marco de las ne-cesidades circulatorias propias de la economla mercantil que la origi-nó y la sostiene. Consistiría en el uso que el capitalista hace de losdispositivos propios de esta esfera

-dispositivos diseñados para

permitir una circulación de los "valores de uso" capaz de dar al mis-mo tiempo beneficios a todos y ganancias a muchos-, en el cualel movimiento de los "valores de usd'pasa de ser un fin en sí mismoa ser un medio para alcanzar el incremento de valor del capital.Empleando la terminologla de Marx, se trataría de un uso de la cir-culación mercantil en el que la rcalizeción de la modalidad mercan-til simple de ésta

-la de ser Mercancla del tipo a que se cambia

tzl

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por dinero para cambiarse en mercancla del tipo b (Ma - D - Mb)-pasa a ser "momenro" de le realizeción de su modalidad capitalista

-Dinero que se cambia por mercan cla paracambiarse por Dinero

incrementado (D - M - D').Mezclado con el resto de productores y comercianres, el capi-

talista parece tener los mismos negocios que ellos. Sin embargo,dado que la escala de los mismos, sustancialmente porenciada, loshace ingresar en una dimensión diferente, donde el cainpo de acciónes inconmensurablemente más amplio, así como mái elaboradaslas reglas que obedece y más efectivas las técnicas de que dispone,el capitalista se desenvuelve por encima de ellos, en una especie de"superestructura" autónoma. Se trata de un mundo aparte, el de"los grandes negocios y las ganancias inveroslmiles", que se asien-a parasitariamente sobre el mundo de los negocios "a escala humand',y que, al imponer sobre éste los efectos de su dinámica esotérica,lo deforma y lo vuelve impenetrable, incomprensible.

Provocado por la potenciación de la escala de las ffansaccionesmercantiles, p€ro a su vez palanca de la misma, el capitalismo es el"salto cualitativo' implicado necesariamente en ella como exageracióncuantitativa" Por esta razón, el capitalismo es una realidad que norequiere la vigencia de ningún modo de producción especial parapresentarse; todo lo que exige es que, dadas las condiciones delintercambio mercandl, en un estado histórico cualquiera de sociedadexista la posibilidad de una escala de dinamismo para la riquezadineraria que sea inconmensurablemente mayoi'que la escala comúny corriente en la que se desenvuelve la vida económica.

En este sentido, el modelo de una situación histórica favorablepara el florecimiento del capitalismo es el de la primera consrruc-ción moderna del mercado mundial en los siglos xvr y xvu. En lamedida en que esta construcriónavanzaba acompañada de un proce-so de mercantificación de "economías" no meriantiles , el Feinhan-del, el comercio ultramarino, era justamente el puenre que salvabael abismo de diferencia cuantitativa enrre los valores duros y domi-

fzz

nantes de las mercancías europeas y los valores elásticos y dependien-tes de las mercancías del resto del mundo. Las tasas de ganancia in-mensamente elevadas que ofrecla a los dineros que se invertían enél fueron el primer lugar de inserción de los intereses capitalistasen la marcha de la vida productir¡a moderna en términos planetarios.

En este mismo sentido, el modelo de una situación histórico-económica sólo sustitutivamente favorable para el capitalismo se

encontraría justamente en los doscicntos años de revolución indus-trial que comenzaron a mediados dcl siglo xwII y que parecen con-cluir en nuestros dlas. Excesivarncnte atado al valor de uso de losinstrumentos y las materias primas, condicionado por realidadessociales muchas veces "desfavorables" y por dccisioncs polfticascaprichosas, el mundo de la producción resulta cn principio dcmasia-do torpe para los requerimientos de movilidad y dc aceleración pro-pios de la existencia aventurera y especuladora dcl dincro capimtis-ta. Sólo el empeoramiento creciente de los "términos dc intcrcambio"en el Fernltandely el aparecimiento simultáneo y compensatorio

de la fuerza de trabajo explotable como "un Perú a la vuelta de laesquina"

-fenómenos, ambos, conectados con la transformación

tecnológica profunda de la civilización material- pudieron hacer

.que la esfera de la producción compitiera con la circulación en laoferta de ganancias fabulosas para la inversión del dinero capitalis-ta. No obstante

-y en esto Braudel es insisten¡g- 6[ capitalismo

no deja de "sentirse mal" en esta esfera. Nacido en regiones menos

densas, se comporta en ella como en "tierra extrañd'.Sería equivocado, en mi opinión, tratar de encontrar en esta aseve-

ración de Braudel un punto de verdadera discrepancia de su discur-so r€specto del de Marx. Dirigidos en senddo contrario en lo querespecta a este tema, los discursos de Marx y de Braudel no llegansin embargo a tocarse. Para que lo hagan es necesario que alguienlos someta a un proceso de uaducción del uno al otro: de equiparación

relativizante y de comparación aproximativa. Lo interesante de este

"intercambio de opiniones" provocado está en que, una vez cumpli-

r23

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do, permite observar que los dos discursos, lejos de contradecirse,se complementan, se completan y se prolongan mutuamente.

Todos sabemos que fue Marx quien proveyó del fundamentomás sólido al "lugar común" que busca la definición del capitalis-mo en la esfera de la producción. Pero ello no fue el resulrado, comoen el caso de Braudel, de una busqueda del "lugar propio" del capi-talismo. Si sólo ésta hubiera sido su preocupación, la coincidenciaentre ambos serla plena. En efecto, eniendido como un modo especl-fico de comportamiento de la riqueza en la esfera de la circulaciónmercantil -el que se describe en la "fórmula general del capital"(D - M - D')-, el capitalismo, según Marx,'tubsumef', primeroformalmente y después en la realidad técnica, al proceso de produc-ción y consumo de esa riqueza. El 'valor capitalista" o "valor valo-rizándose" reina en la esfera de la circula ción y domina desde ahí,como "sujeto", sobre toda la vida económica moderna. Por lo demás,es sabido que buena parte de los manuscritos para el Tercer Librode su obra, Marx la dedicó al estudio de las primeras maneras de"inserción" del capital en la vida productiva, la del capital comer-cid,yladel capital usurario, a las que definió como las "figuras anre-diluvianas del capital", que precedieron históricamente a la figura"verdadera", la del capital industrial.

La búsqucda de Marx se dirige justamente en esre otro sentido.Lo quc a él le intercsa cs arrcriguar la esencia del capitalismo, las con-dicioncs dc ralidez de la fórmulaque retrara su comporramiento enla csfcra dc la circulación mercantil (D - M - D'), es decir, su pecu-liar plataforma de inserción en la vida de la producción y el consu-mo. En términos de Braudel, la pregunta de Marx serla, de maneraaproximada, la siguiente. Dado que el capitalismo consisre en un"cornprar barato (D - M) yvender caro (M - D')", en el aprovecharla diferencia sustancial o incluso el abismo de inconmensurabilidadentre distintos términos de intercarirbio, ¿deberá su biografla termi-nar cuando el mercado mundial se planetarice efecdvamente y las

transacciones se sujeten a unos términos de intercambio unificados?

r24tzt

Para Marx, la diferencia sustancial en los términos de intercam-bio tiene una manera espectacular de presentarse que es la que se

observa en la esfera de las grandes ffansacciones del capital comer-cial y usurario, conecradas sobrc todo con el Fernhandelestudiadopor Braudel. Pero esta manera no serfa la única ni la fundamental.La principal diferencia inconmensurablc en los términos de inter-cambio serla de apariencia gris c insignificante; aquella que el capi-tal industrial descubre lentamente

-I guc, in nucey tránsfigura-da, habitaba también en las del mcrcado dc rnercanclas y dinero-;la misma que será la clave de su ascenso al predominio en el sigloxyrrr. Se trata de la diferencia entrc el prccio dc la mercancla rra-bajo-como-obra-potencial y el de la mercancfa trabajo-corno-obra-realizadq dicho en orras palabras, de la difcrencia cntrc cl prcciode la fuerza de trabajo y el precio de la parte dc mcrcancfa pro-ducida directamente por ella. Este "minúsculo abismo" quc sc abreen los términos del intercambio entre mercancla-fuerza de trabajoy mercancla-medios de subsistencia

-abismo que se expresa cn la

tasa de plusvalor o de explotación del trabajo empleado- es, paraMarx, el que sustenta la validez de la formula general del capital.Su existencia no depende, como en el caso del Fernhandel, de la,

inmadurez del mercado mundial; depende de la vigencia de undeterminado "modo de producción': el capitalista. Sólo cuando,sobre la base de la técnica moderna, la conjunción adecuadamenteproductiva entre la fuerza de trabajo y el medio de produccióncomienza a darse en una escala de valor que no puede ser alcanza-da sin un esfuerzo de alcance colecdvo, y cuando, espontáneamente,la concentración de ese esfuerzo se da a través de una peculiarrelación social de explotación

-una relación que, al positilitar el

, ejercicio de esa conjunción, valoriza el valor del medio de produc-rción y reprime e la fuerza de trabajo, al eleme nto valorizador-,sólo entonces la diferencia relativa sustancial en los términos de

intercarnbio entre la mercancla del capitalista y la del trabajador se

vuelve realmente funcional para el sistema productivo -casi

una

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condición "récnica" del mismo- y debe ser manrenida y repro-ducida prioritariamente.

El discurso histórico de Braudel avanzapor su lado, diferenre endirección y sentido del que corresponde al discurso crltico de Man<.Sin embargo, entendiéndose a través de equivocaciones, muchasson las cosas que tendrían que decirse el uno al otro; cosas que valela pena pensar y que no se pensarlan de otra manera. poJría ser,por ejemplo, que, al prolongar su historia del capitalismo más alládel siglo xvrrr, Braudel aceptara, en sus propios términos, que elbicentenario paso del capitalismo por la esfera "ajeni'de la pro-ducción ha significado una rransformación radical de ésta, t"r, ,"-dical como la experimentada por él mismo. Que el capitalismo nosólo ha ejercido una acción capaz dejugar en el tiempo muy largode la civilización material, alterándola considerablemente comolo piensa Marx con su reorla de la'tubsunción real" de la substanciatécnica del proceso de trabajo a la forma valorizadora del procesoeconómico-; que él mismo, como sistema de intervención del"mundo de las grandes transacciones" en el mundo de la vida diaria,se ha encontrado / se ha identificado con realidades históricasmucho más complejas y suriles, como es el revolucionamiento téc-nico del proceso de trabajo asalariado, que las ubicadas en el nivelhistórico-geográfico de la civilización material, como son las dis-continuidades en la esfera de la circulación en lo que respeca a lostérminos de intercambio y las oportunidades de inversión.

La utopla de Marx convertida en wishfull thinhing para el usomasivo implicaba una idea de la "necesidai históri.""

"-.ry cercana

a la del cumplimiento de una fatalidad favorable. Segúrn ella, el"realismo" creciente del capitalismo al concentrar sus negocios enla esfera de la producción tenla que ser el indicio de la irnposiciónirreversible de un destino: no sólo ponla al descubierto a la ei<plotacióncapitalista como la clave explicativa del capitalismo, sino que hacíadel proletariado industrial, la clase principalmente explotada, elprotagonista irremplazable de la revolución última y definitiva.

tzG r27

Mucho es lo que Braudel tendrla que decir ahora de estas ilusiones,que después de haber sido manipuladas en sentido reaccionario,ceden el campo a otras, egolstas y pngmáticas, pero igualmentemanipulables. Sobre todo, una cosa: que los virajes de la historiano siguen ningún plan prestablccido y son impredecibles, aunquemuestren su necesidad a posterioru. Que no es la representación de

un papel en ningún drama histórico ya escrito la que lleva al capi-talismo a descender a la esfera de la producción; que él no está dota-do de una "voluntad", sea ésta filantrópica o destructiva, sino quesigue una "lógica"

-la de la construcción dc un sisrema de gene-ración y trifico de ganancias extraordin¿¡i¿s-, scgún la cual sutendencia es más bien a alejarse de csa csfera pesada y conflictiva.Si fue la oportunidad de la^s ganancias exorbitentes prometida porla explotación del trabajo la que llevó al capitalismo a rrclrrcrse "pro-ducdvo"; y si tal oportunidad ha dejado por lo pronto dc prcsen-tarse directamente allí, ¿no será tal vez su lento regrcso al mundode la circulación financiera un factor importante en la explicaciónde ciertos hechos caracterlsticos de la vida económica llamada "post-industrial" de este fin de siglo, como son el "auge en medio ie larecesión" o la impotencia de la producción capitalista para mo-dernizar radicalmente al Tercer Mundo?

,'mOciosa y pretenciosa, toda comparación de los "aciertos" de Braudelcon los de Manc resulta fallida de antemano. Ni la teoría de la enaje-nación, que sustenta toda la crltica de la economla polídca en el dis-curso de Man<, ni toda una serie de creaciones conceptuales provoca-das por ella

-como la determinación del "doble carácter" de la

mercanchy su producción o la explicación de la copertenencia orgíni-ce de los ffes tipos de capital y del conjunto de estos con la propiedadde la tierra, para sólo mencionar dos ejemplos- pueden tener un"equivalentd'en la obra de Braudel. fa intención teórica que le anima

/

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no le lleva por bl camino donde el encuentro con esos conceptos se

vuelve posible. De igual manera, esa epacidad del autor de la "biograffd'

de ElMeditenáneo ... de dar con las claves perrinenres para la inteqpre-tación comprensiva del objeto histórico en su concreción-capacidadque le lleva, para mencionar asimismo sólo dos ejemplos decisivos,a la idea de una "elección civilizatorid' como momenro fundador detoda civilización material o al planteamiento de la totalidad de la his-toria económica como una constelación diferencial y dinámica de"economlas mundo"- debió ser más bien evitada por alguien que,como Mam, vefa en la "interpretacióri' de la historia sólo un momen-to de su'transformación".

El punto de entendimiento, el término-puenre entre el discur-so de Braudel y el de Marx sobre la historia moderna se encuentra,a mi entender, en la idea que comparten acerca del capitalismocomo una realidad que no coincide plenamente ni se identifica conla vida económica mercantil; generada por ella, es sin embargo hos-til a ella. Nacida, segtin Braudel, de la aceleración que la economlade mercado imprime a la vida material, de la diferenciación cuali-tativa y la multiplicación del excedente productivo, su crecimien-to exagerado, que le lleva a inmiscuirse en el terreno de la produc-ción, llega a invertir los efectos positivos que puede rene! como unhecho limitado y subordinado, sobre la sociedad. Respuesta efec-tiva a la expansión de la escala de las fuerzas productivas y a la necesi-

dad de concentrar los medios de producción, la realidad capitalistacumple, según Marx, una función histórica positiva; al hacerlo, sinembargo, invierte esta tendencia. No alcanzaa redefinir la relaciónentre lo privado y lo público en el ejercicio de la propiedad, sinoque insiste en la de finición tradicional: expropia y esclaviza. a lamayoúa de los propietarios privados y daa, unos cuanros de ellosla ilusión de poder y libertad mientras convierre a la acumulacióndel valor en un "sujeto" voraz, destructivo e inconrolable.

Conviene ahora volver sobre algo que mencionaba al principio:sobre el carácter "forz do" de este diálogo imaginario enrre Marx

tz9 tz9

y Braudel en torno al tema del capitalismo. Volver, para subrayar

mi inseguridad exponiéndola en la forma de una Pregunta y una

sugerencia.

¿Puede decirse, en verdad, que hay una continuidad.en el dis-

curso historiográfico moderno cuando hace referencia justamente,ial capitalismo como una caractcrfstica central de la modernidad de

su mundo? O, ¿por debajo del terrcno aParentemente homogéneo

del discurso moderno sobre el capitalismo, domina más bien una

discontinuidalinsalvable? ¿Acaso no cs un discurso que trabaja con

múltiples ideas de capitalismo quc no sc corrcsPonden entre sl y

q,r", "l no poder vuxtaPonerse o cubrirsc unes con otras ofrecen

áel capitalismo la imagen de un romPecebezas imposiblc de armar?

Si es así, ¿de dónde proviene esa multiplicidad de idcas sobre cl ca-

pitalismo? Muchos son los criterios que compiren en su clasifice-

ción. ¿Son las distintas clases sociales las que imponcn cada una su

propia visión de las cosas? ¿o son las diferentes culturas nacionalcs

b lo, dif"r.ntes tipos de capitalismo o las diferentes épocas dcl capi-

talismo las que hacen lo propio?

Si nos atenemos al caso de Marx y Braudel, hay que reconocer

que no es de lo rnismo de lo que ambos hablan cuando emplean el

,término "capiral" y sus derivados, que no es el mismo objeto teóri-

,có el que uno y otfo tienen ante los ojos. Que sus diferencias no son

solamente un asunto de enfoque, es decir, del ringulo, la amplitud1o la profundidad de la mirada sobre una misma cosa, sino diferencias

en la propia construcción concePtudlde esa cosa.

Estamls, en mi opinión, ante dos actitudes teóricas radicalmenteldif.r.rrr.r. Para sugerir una identificación, podemos llamarlas de

la siguiente manera: clásicaala de Braudely rornánücaa la de Marx,

supóniendo una definición rápida de contemphtiuapara la primera:y de interuentiua para la segunda.

Braudel coincide con Marx al encontrar en el siglo >orur una épo-

ca de viraje histórico radical; desde la dimensión más cercana a la

l, naturaleza (arranque de la "explosión demográtfici') hasta la más

Page 64: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

alei{a. de ella'(la cultura de la Ilustración), pasando por ra decisi-va de la producción y el consumo, rodas se encuentran empeñadasen abandonar el rerreno tradicional donde ,. d"r..r*1.*rhrr;;" p"_t"t

1o:r9 completamente diferente. pero allí donde grnudrl .,,e unltecho, Marx habla visto una opornnidad. La Rwolución Industrial,por ejemplo, es descrita por Braudel como el primer efecto JJ ¿.r-bordamiento impropio y..r mu"ho infausto á. h gesrión

""pit"rir-ta hacia el mundo de la producción;.es pr.r.nr"d"].r, ""_bio,

po,Marx, como ün conjunto de posibilidaies de liberació" l,r.

.,..rasiendo" desvirtuado y desperdiciado por las relacione, ,o.ii.,

""pitalistas. La -peculiar

conj unción de las temporalidades diferencialesque se conforma en.el siglo xvrrr es ,..o.ro.id" por los dos, pero dediferente manera. El nexo entre el devenir éuénementiery.iá"*rri,profundo se darla, para Marx, justamente como una confluenciade las direcciones de los cicros respectivos; una coincidencia en raque la capacidad determinante del iiempo largo i"rutgiJ d. **"-ra excepcional, armando un período i"rrol,-,fiorr"riol dentro de laagitación del tiempo corto. Mirando el sentido de esa confluencia,podía decir entonces que la historia progresa en el registro de ra ri-bertad. Para Braudel, en cambio, .l n"*á entre las teirporalidadesparece ser permanente; se reafirma periódicam.rrt., pó, ejemplo,

1 la recomposición de las relaciones sociales de j.rarq,-r?a y j*ig"A_

dad; relaciones cuya esftuctura transhistóri." p"r."" .", ér"rr"ál .r,la condición humana. El apasionamiento frro de su mirad**rrrpr.rr-siva parece condensar y sustituir (en el sentido de Spinoza) lo, i*..-sos afectivos del pesimismo y er optimismo históricos. Brauder s.pone anr€ el devenir hisrórico .o-o

".rt" 'H espectáculo de La crea-

ción que aconreciera ante sus ojos". Su sabidurL consiste en-distin-guir claramenre enrre el compromiso, incluso l" ,o-" l. p"r,ia"activ¿ en lo que aconrece, y la capacidad propia, individual otl..ti_va, de inrervenir decisivamente en eilo. p^Á ¿r,con una

"rp."i. a."hegelianismo" de estirpe francesa, lo que aconrece es d. algunamanera "perfecto", porque existe, y frent. a ello no cabe sino..li,r;o

r30 I3I

tre emotivo y racional de la admiración o la ironla. Marx, en

cambio, mira el devenir histórico como un drama en el cual é1, co-

individuo social, se encuentra involucrado decisivamente. Pien-

pa que es parte activa de la creación. Su sabidurla es la del que percibe

que hay momentos en los cuales la historia se deja hacer y que uno

de ellos le ha tocado vivir a é1. Para é1, lo que acontece existe en la

medida en que los actores representan sus respectivos papeles, no

al margen o con independencia dcl econtecer escénico.

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MO DERNIDAD Y C,q.PITALISMO(r5 tesis)

¿Por qué la cuerda, entonces, si cl aire es tan sencillo?

¿Para qué la cadena, si existe el hicrro por sl solo?

César Wejo

Los hombres de hace un siglo (ya inconfundiblementc modernos)pensaban que eran dueños de la situación; que podfan hacer conla modernidad lo que quisieran, incluso, simplemente, aceptarla

' tomarla completa o en partes, introducirle modificaciones- o

rcchazarla-volverle la espalda, cerrarle el paso, revertir sus efec-

tos. Pensaban todavla desde un mundo en el que la marcha indete-nible de lo moderno, a un buen trecho todavla de alcanzar la medi-,de planearia, no podía mostrar al entendimiento común la magnitudtotalizadora de su ambición ni la radicalidad de los cambios queiintroducla ya enlavida humana. Lo viejo o tradicional tenla unarvigencia tan sólida y pesaba tanto, que incluso las más gigantescas

'ó las más atrevidas creaciones modernas parecían afectado solamen-

te en lo accesorio y dejarlo intocado en lo profundo; lo antiguo oheredado era tan natural, que no habla cómo imaginar siquiera quelas pretensiones de que haclan alarde los propugnadores de lo moder-no fueran algo digno de tomarse en serio.

,l' Etr nuestros días, por el contrario, no parece que el rechazo o laaceptación de lo moderno puedan estar a discusión; lo modernono se muestra como algo exterior a nosotros, no lo tenemos antelos ojos como una terra incogniacuya exploración poümos cmpren-

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der o no, lJnos más, otros menos, todos, querámoslo o no, somosya modernos o nos estamos haciendo modernos, permanentemente.El predominio de lo moderno es un hecho consumado, y un hechodecisivo. Nuestra vida se desenvuelve dentro de la modernidad,inmersa en un proceso único, universal y constante que es el pro-ceso de la modernización. Modernización que, por lo demás

-esnecesario subrayar-, no es un programa de vida adoptado pornosotros, sino que parece más bien una fatalidad o un destino in-cuestionable al que debemos somerernos.

"Lo moderno es lo mismo que lo bueno; lo malo que aún puedaprevalecer se explica porque lo moderno aún no llega del todo oporque ha llegado incompleto." Esre fue sin duda, con plena inge-nuidad, el lema de todas las pollticas de todos los estados nacionaleshace un siglo; hoy lo sigue siendo, pero la ingenuidad de enroncesse ha converddo en cinismo.

Han pasado cien años y la meta de la vida social -modernizarse:perfeccionarse en virtud de un progreso en las técnicas de produc-

ción, de organización social y de gestión polltica- parece ser lamisma. Es evidente sin embargo que, de entonces a nuestros dlas,lo que se entiende por "moderno" ha experimentado una mutaciónconsiderable. Y no porque aquello que pudo ser visto entoncescomo innovador o "futurista" resulte hoy tradicional o "superado",sino porque el sentido que enciende la signifiación de esa palabraha dejado de ser el mismo. Ha salido fuerrernenre cambiado de laaventura por la que debió pasar; la avenrura de su asimilación ysubordinación al senrido de la palabra "revolución".

El "esplritu de la utopld' no nació con la modernidad, pero slilcanzÁ con ella su figura independienre, su consistencia propia, terre-nal. Giró desde el principio en rorno al proceso de modernización,atraldo por la oportunidad que éste parecla traer consigo

-con su

progresismo- de quitarle lo categórico al'ho" que esrá impllcito enla palabra "utopla" y entenderlo como un "aún no" prometedor.

La tentación de "cambiar el munds" -.,6¿¡¡Siar

la vidd'_ se

ry4

introdujo primero en la dimensión polltica. A fines del siglo xrnrr,cuando la modernización como Revolución Industrid apenas hablacomenzado, su presencia como actitud impugnadora del ancienrégime eruya indiscutible; era el movimiento histórico de las "revo-

luciones burguesas". La Revolución vivida como una actividad quetiene su meta y su sentido en el progreso político absoluto: la can-celación del pasado nefasto y la fundación de un porvenir de jus-ticia, abierto por completo a la imaginación. Pronto, sin embargo,

1 la tentación utopista fue expulsada dc la dimensión polltica y debió

irefugiarse en el otro ámbito del progrcsismo absoluto, el de la poten-ciación de las capacidades de rendimicnto de la vida productiva.Mientras pudo estar ahf, antes de quc los cstragos socialcs de la in-dustrialización capitalista la hicieran experimentar un nusrro rccha-

''zo, fue ella la que dotó de sentido a la figura puremente técnica de

la modernización. El "esplritu de la utopld' comenzarfa hacia finalcs

del siglo xlx un nuevo - ¿írltimo?- i¡¡s¡¡s de tomar cucrpo cnla orientación progresista del proceso de modernizacióni el inrcn.

;ito cuyo fracaso vivimos actualrnente.Aceptar o rechazar la modernización como reorganización de

la vida social en torno al progreso de las técnicas en los mediosdp producción, circulación y consumo eran los dos polos básicos

del comportamiento social entre los que se componla y r€com-

'ponla a comienzos de siglo la constelación política elemental. Su

iaceptación "gattopardiana", como maniobra conservadora, desti-

,nada a resguardar lo tradicional, llegaba a coincidir y confundirse'con su aceptación reformista o ingenua, la que calcaba de ella su

iracionalidad progresista. Por otra parte, su rechazo reaccionario,

rgue ve en ella un atentado contra la esencia inmutable de ciertos.valores humanos de estirpe metafisica, un descarrlo condenable

oue puede y debe ser desandado, era un rechazo similar aunquede sentido diametralmente opuesto al de quienes la impugnaban,también, pero en tanto que alternativa falsa o suplantación de un

royecto de transformación revol.ucionaria de lo humano. En el

J

rlt

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campo de la izquierda lo mismo que en el de la derecha, definien-do posiciones marcadamenre diferentes denmo de ambos, se en-frentaban la aceptación y el rechazo delamodernización, experi-mentada como la dinámica de una historia regida por el progr.rotécnico.

No obstante el predominio púctico incontestable y las irrupcionespollticas decisivas y devastadoras de la derecha, es innegable que laüda política del'lsiglo rcc se ha guiado por las propuesras ierigu"l.,e incluso contradictorias- de una ".ultura polltica de izquilrda".La.izquierda ha inspirado el discurso básico de lo políticofrenre alalógica tecnicista de la modernización. sea que haya asumido aésta como base de la reforma o que la haya impugnadl como susti-tuto insuficiente de la revolución, un presupuesto ético lo ha guia-do en todo momento: el "humanismo", entendido como una bus.-que-da de la emancipación individual y colectiva y de la justicia.o.i"l.Es por ello que la significación de lo moderno como realización deuna utopla técnica sólo ha adquirido su sentido pleno en este siglocuando ella ha aparecido en tanto que momento constitutivo perosubordinado de lo que quiere decir la palabra "socialismo": la rea-lización (reformista o revolucionaria) de la utopla político-social

-el reino de la libertad y la justici¿- 6e¡¡e progreso puro, como

sustitución absolutamente innovadora de la figura tradicional enla que ha existido lo polltico.

La historia contemporánea, configurada en rorno al destino dela. modernización capitalista, parece enconrrarse ante el dilema pro-pio de una "siruación llmite": o persiste en la dirección mariadapor esta modernización y deja de ser un modo (aunque sea con-tradictorio) de afirmación de la vida, para convertirse ln h simpleaceptación selectiva de la muerte, o la abandona y, al dejar sin susoporte tradicional a la civilización alcenzada, lleva en cambio a lavida social cn dirección a la barbarie. Desencantada de su inspiraciónen el "socialismo" progresista

-que se puso a prueba ,ro ,álo .r, l"

figura del despotisrno esraral del "mundo [imperio] socialistd' sino

86

también bajo la forma de un correctivo social a las institucionesliberales del "mundo [imperio] occidental"-, esta historia parece

haber llegado a clausurar aquello que se abrió justamente con ella:

la utopla terrenal como propuesta de un mundo humano radical-mente mejor que el establecido, y realmente posible. Paralizada su

creatividad polltica -como

a la espera de una catástrofe-, se

mantiene en un vaivén errático quc la lleva entre pragmatismosdefensivos más o menos simplistas y mcsianismos desesperados de

mayor o menor grado de irracionalidad.Las Tásis que se exponen en las siguientes páginas intentan detec-

tar en el campo de la teorla la posibilidad dc una modernidad di-ferente de la que se ha impuesto hasta ahora, de una modernidadno capitalista, Lo hacen, primero, a partir del reconocimiento de

un hecho: el estado de perenne inacabamiento que es propio de la

significación de los entes históricos; y segundo, mediante un jucgo

de conceptos que intenta desmontar teóricamente ese hecho )¡ gue,

para ello, pensando que "todo lo que es real puede ser pensado

,también como siendo aún sólo posible" (Leibniz), hace una disdn-ción entre la configuración o forma de presencia actual de una rea-

lidad histórica, que resulta de la adaptación de su necesidad de es-

.tar presente a las condiciones más o menos "coyunturales" para

que asi sea -y

que es por tanto siempre substituible- y su esen-

cia o forma de presencia "permanente", en la que su necesidad de

estar presente se da de manera pura, como una potencia ambivalen-

te que no deja de serlo durante todo el tiempo de su consolidación,

por debajo de los efectos de apariencia más "definitiva" que tenga

en ella su estar configurada. De acuerdo con esta suposición, la

modernidad no sería "un proyecto inacabado"; serla, más bien, unconjunto de posibilidades exploradas y acualizadas sólo desde una

perspectiva y en un solo sentido, y dispuesto a que lo aborden des-

de otro lado y lo iluminen con una luz diferente.

r37

Page 68: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

Tesis rLa claue económica de k modernidad

Por modernidadhabrla que entender el carácter peculiar de unaforma histórica de totalización civilizatoria de la viia humana. porcapitalisrno, una forma o modo de reproducción de Ia üda económi-ca del ser humano: una manera de Íevar a cabo aquel conjunto desus actividades que está dedicado directa y pr.f.*rr.or.rrt.

" l"

producción, circulación y consumo de los Li..r., producidos.Entre modernidad_y capitalismo exisren las relaciones que son

qropias entre una totalización completa e independienre y,-" p"*.de ella, dependiente suya, p.ro .r, condiciones de impo.r.rL ,,sesgo especial a su mabajo de totalización.

Este predominio de la dimensión económica de la vida (con sumodo capitalista particular) en la constitución histórica de la mo-dernidad es ral vez justamente la última gran afirmación de unaespecie de "materiaÍismo histórico" esponláneo que ha caracteri-zado a la existencia social durante toáa "la historia basada en laescasez". "Facultad" disdntiva del ser humano ("animal expulsa-do del paralso de la animalidad") es sin duda la de vivir su vidafisica como sustraro de una vida "meta-flsica" o política, para lacual lo prioritario reside en el dar senddo y for-" a la conviven-cia colectiva. Se rrata, sin embargo, de una "facultad" que sólo hapodido darse bajo la_condición de respetar al nabajo'productiuocomo la dimensión fundamental, positilitante y deii-itante, d.su ejercicio. El trabajo productivo ha sido la piezacentral de todoslos proyectos de existencia humana. Dada la condición rrans-histórica de una escrtsez relatiuade los bienes requeridos, es deci¡de una "indiferencia" o incluso una "hostilidad' de lo otro o lono humano (la "Naturalezi'), ninguno de ellos pudo concebirse,hasta antes de la Revolucién Indusirial, de otra manera que comouna estraregia diseñade para defender la existenci" proii" en undominio siempre ajeno. Ni siquiera el "gasto imprád,r.tivo".del

n8 139

más fabuloso de los dispendios narrados por las leyendas tradicio-nales alcanzó jamis a rebasar verdaderamente la medida de lalmaginación permitida por las exigencias de la mera sobreviven-cia al entendimiento humano. i

Dos razon€s que se complementan hacen de la teorla crltica delcapitalismo una vla de acceso privilegiada a la comprensión de la

: modernidad: de ninguna realidad histórica puede decirse con mayor,' propiedad que sea tlpicamcntc modcrna como del modo capitalis-

i'L a. reproiucción áe la riqueza social¡ a la inversa, ningún conte-il nido caracterlstico de la vida moderna rcsulta tan csencial para de-

i finirla como el capitalismo,Fero la perspectiva que se abre sobre la modcrnidad dcsde la pro-

blematización del capitalismo no sólo es capez de encontrarle sumejor visibilidad; es capaz tarnbién -y se dirfa, sobre todo- dc

despertar en ia inteligencia el reclamo más aprcmiantc dc com-prenderla. Son los atolladeros que se presentan en la modcrnizaciónde la economía

-los efectos contraproducentes del progreso cuan-

gitativo (extensivo e intensivo) y cualitativo (técnico), lo mismo en

la producción que en la distribución y el consumo de los biencs-los que con mayor frecuencia y mayor violencia hacen del Hom-bre un ser puramente destructivo: destructivo de lo Otro, cuando ello

no cabe dentro de la Naturaleza (como "cútrnulo de recursos para

lo humano"), y destructivo de sl misrno, cuando él mismo ., i'rr"-

tural" (material, corporal, animal), y no cabe dentro de lo que se

ha humanizado a úavés del trabajo técnico "productivo".

I-a imprevisible e intrincada red de los múltiples caminos que

ha seguido la historia de la modernidad se tejió en un diálogo deci-sivo, muchas veces imperceptible, con el proceso oscuro de la

gestación, la consolidación y la expansión planetaria del capitalis-mo en calidad de rnodo de producción. Se trata de una dinámicaprofunda, en cuyo nivel la historia no toma partido frente al acon-tecer coyuntural. Desentendida de los sucesos que agitan a las gene-

raciones y apasionan a los indivjduos, se ocupa sin embargo terca-

Page 69: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

mente en indicar rurnbos, marcar ticmpos y sugerir tendencias ge-nerales a la vida cotidiena.

Ties parecen ser las principales consranres de la historia del capi-talismo quc han dcbido scr "trabajadas" e integradas por la historiade la modcrnidadz a) la reproducción cfclica, en .scal" cadavez ma-yor (como en une espiral) y cn referencia a satisfactores cada vez di-fcrcntes, dc una "cscasez rclativa artificial" de la naturaleza respectode las nccesidades humanas; b) el avancede alcances totalitariol, ex-tcnsir¡o c intensivo (como planetarización y como tecnificación, res-pectiwfiiente) de la subsunción real del funcionamiento de las fuerzasproductivas bajo la acumulación del capital,y c) elco'imiento inde-tenible de la dirección en la que fluye el tributo que la propiedadcapitalista

-y su institucionalidad mercantil y paclfi. - p^g^ ^ldominio monopólico

-y su arbitrariedad exrra-mercantil y üJen-ta-: de alimentar la renta de la tierra pasa a engrosar la renta de latecnología.

Tesis zFundamento, esencia y f.gura de k rnodernidad

como es caracterlstico de toda realidad humana, también la mod.er-nidadesúconstituida por el juego de dos niveles diferentes de pre-sencia ¡eal: el posible o potencial y el actual o efectivo. (Es perti-nente distinguir entre ellos, aunque exisre el obsráculo epistemofugicode que el primero parece estar aniquilado por el segunáo, por.rr"rr-to éste, como realización suya, entra a ocupar su lugar.)

El :l primer nivel, la modernidad puede ser visra como forrnaideal d,e totalizaciónde la vida humana. Como tal, como eseiciadela modernidad, aislada artificialmente por el discurso teórico respec-to de las configuraciones que le han dado una exisrencia empíiica,la modernidad se fresenra como una realidad de concreciór, .r, ,,rr-penso, todavla indefinida; como una substancia en el momento en

f40 r41

que "busca" su forma o se deja'felegir" por ella (momento en ver-dad imposible, pues una y otra sólo pueden ser simultáneas); comouna exigencia "indecisa", aún polimorfa, una pura potencia.

En el segundo nivel, la modernidad puede ser vista como con-

f.guración histórica efectiva; como tal, la modernidad deja de ser

una realidad de orden ideal e impreciso: se presenra de manera plu-ral en una serie de proyectos e intentos históricos de actualizaciónque, al sucederse unos a otros o al coexistir unos con otros en conflic-to por el predominio, dotan a su cxistencia concreta de formas par-ticulares sumamente variadas.

Elfundzmento delamodernidad sc encuentra en la consolidaciónindetenible

-primero lenta, en la Edad Media, después acelerada,

a partir del siglo )cw, e incluso explosiva, de la Revolución Indus-trial pasando por nuestros dlas- de un cambio tccnológico queafecta a la nlz misma de las m(rltiples "civilizaciones rnateriales"del ser humano. La escala de la operatividad instrumental tanto delmedio de producción como de la fuerua de trabajo ha dado un "saltocualitativo"; ha experimentado una ampliación que la ha hcchopasar a un orden de medida superior ¡ de esta manera, a un horizon-te de posibilidades de dar y recibir formas desconocido durante mi-lenios de historia. De estar acosadas y sometidas por el universoe*terior al mundo conquistado por ellas (universo

"li.r. se reconoce"énton.., como "Natuialeza"), las fuerzas producti',r", p"r"r,

" r.r,

aunque no más potentes que él en general, sl más poderosas que élen lo que concierne a sus propósitos especlficos; parecen instalarpor fin al Hombre en la jerarquía prometida de "amo y señor" de

la Tierra.Temprano, ya en la época de la "invención de America", cuan-

do la Tierra redondeó definitivamente su figura para el Hombre yle ransmitió la medida de su finitud dentro del Universo infinito,un acontecimiento profundo comenzaba a hacerse irreversible enla historia de los tiempos lentos y los hechos de larga duración. Unamutación en la estructura misma de la "forma natural"

-sustraro

Page 70: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

civilizatorio slsms¡¡al- del proceso de reproducción social venía aminar lentamente el rerreno sobre el cual todas las sociedades históri-cas radicionales, sin excepción, tienen establecida la concreción desu código de vida originario. Una vieja sospecha volvía enronces alevantarse

-ahora sobre datos cadavezmás confiables-: que la es-

c$ez no constituye la'maldición sine qua noi' dela realidad humana;que el modelo bélico que ha inspirado todo proyecto de existenciahistórica del Hombre, convirtiéndolo en una esrraregia que condicio-na la supervivencia propia a la aniquilación o explotación de lo Otro(de la Naturaleza, humana o exffahurnana), no es el único posible;que es imaginable

-sin ser una ilusión- un modelo diferente, donde

el desafio dirigido a lo Otro siga más bien el modelo del eros.

La esencia de la modernidad se constituye en un momenro cru-cial de la historia dela ciuiliz¿ción occidental europeay consisre pro-piamente en un reto

-que a ella le tocó provocar y que sólo ella

estuyo en condiciones de percibir y reconocer prácticamente comotal. Un reto que le plantea la necesidad de elegi¡ para sí misrna ypara la civilización en su conjunro, un cauce histórico de orienta-ciones radicalmente diferentes de las tradicionales, dado que rieneante sí la posibilidad real de un campo instrumenral cuya efecdvi-dad técnica permitiría que la abundancia substituya a la escasez encalidad de situación originaria y experiencia fundante de la exisren-cia humana sobre la tierra. A manera del trance por el que pasarlauna pieza teatral que, sin poder derenerse, debiera rehacer su textoen plena función para remediar la desapa.rición del motivo de sutensión dramática, el descubrimiento del fundamento de la mo-dcrnidad puso temprano a la civilización europea en una situaciónde conflicto y ruptura consigo misma que orras civilizaciones sóloconocerán más tarde y con un grado de interiorización mucho me-nor. La civilización europea debla dar forma o convemir en subs-tancia suya un estado de cosas -.-que la fantasla del género humanohabía pintado desde siémpre como lo más deseable y lo menos posi-ble- cuya dirección espontánea iba sin embargo justamente en

r42

senddo contrario al del estado de cosas sobre el que ella, como rodaslas demás, se había levantado.

Las configuraciones históricas efectivas de la modernidad apare-cen así como el despliegue de las distintas re-formaciones de slmismo que el occidente europeo puede "inventar"

-unas como

intentos aislados, otras coordinadas en grandes proyectos globales-con el fin de responder a esa novedad absoluta desde el nivel máselemental de su propia esrructura. Más o rnenos logradas en cadacaso, las distintas mod¿rnidades que ha conocido la época moder-na, lejos de "agotar " la esencia de la modernidad y de cancelar asíel trance de elección, decisión y realización que ella implica, handespertado en ella perspectivas cada vez nuevas de autoafirmacióny han reavivado ese trance cada cual a su manera. Las muchas mo-dernidades son figuras dotadas de vitalidad concreta porque siguen

i constituyéndose conflictivamente como intentos de formación deuna materia

-el revolucionamiento de las fuerzas productivas-

que aún ahora no acaba de perder su rebeldla.i De todas las modernidades efectivas que ha conocido la historia, la

más funcional, la que parece haber desplegado de manera más ampliasus potencialidades, ha sido hasta ahora la modernidad del capitalis-moinduxrial,maquinizado de corte noreuropeo: aquella que, desde el

siglo lnn hasta nuestros días, se conforma en rorno al hecho radical dela subordinación del proceso de producción/consumo al "capitalismo"como forma peculiar de acumulación de la riqueza mercandl.

Ningún discurso que aspire a decir algo de interés sobre la vidacont€mporánea puede prescindir de la dimensión crltica. Ésra,

" ru

i.vez, se juega en aquel momento de reflexión que alcanza a atravesar

,, las características de la modernidad "realmente existente" y a des-r encubrir su esencia; momenro decisivo de todo significar eftctivo enque la modernidad es sorprendida, mediante algún dispositivo de

,:de-strucción teórica de sus configuraciones capialistas concretas, en,su estado de disposición polimorfa, de indefinición y ambivalencia.

i El lo-o de la continuidad histórica ofrece una llnea impecable al

r43

Page 71: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

tacto y a la vista; pero ocula cicarrices, resros de miembros mutila-dos e incluso heridas aún sangranres que sólo se muesrran cuando lamano c¡ la mirada que pasan sobre él lo hacen a contrapelo. Con-viene por ello perderle el respeto a lo fáctico; dudar de la racionali-dad que se inclina ante el mundo 'tealmente existente", no sólo comoante el mejor (dada su realidad) sino como anre el único mundo posi-ble, y confiar en otra, menos "realistd' y oficiosa, que no esté reñidacon la libertad. Mostrar que lo que es no tiene más "derecho a ser"que lo que no fue pero pudo ser; que por debajo del proyecto esable-cido de modernidad, las oportunidades para un proyecto alrernati-y6

-¡¡{5 adecuado a las posibilidades de afirmación total de la vida,

que ella dene en 5u sss¡6i¿- no se han agotado todavía.Es sabido que la historia no puede volver sobre sus pasos, que cada

uno de ellos clausura el lugar donde se posó. Incluso lo que se presen-ta como simple borraduray corrección de una figura dada es en ver-dad una versión nueva de ella: para cons€rvarla y asumirla ha tenido,en un mismo movimiento, que desuuiila y rechazarla. El fundamen-to de la modernidad no es indiferente a la historia de las formas capiulis-tas que, en una sucesión de encabalgamientos, hicieron de él su subs-

tancia; su huella es irreversible: profunda, decisiva y definitiva. Sinembargo, no está fuera de lugar poner una vez más en tela de juicio lavicja certeza

-¡grnszad¿ ahora con alivio, después de "la lección del

descncanto"- que rcduce el camino de la modernidad a esta huellayda por scnted¿ la idcntidad cntre lo capitalista y lo moderno; averiguar

otra vez en qué mcdida la utopfa de una modernidad post-capitalista

-¿socialista? ¿comunista? ¿anarquista?- es todavla realizable.

Tesis 3

Marx y k modcrniddd

la desconstrucción teórica que hace Marx del discurso de la economlapolítica traza nurnerosos puenres conceptuales hacia la problema-

r44 r45

tización dela modernidad. Los principales, los que salen del centro

de su proyecto crítico, pueden encontrarse en los siguientes momen-

tos de su comprensión del capitalismo.La hipótesis que intenta explicar las caracterlsticas de la vida

leconómica moderna mediante la definición de su estructura como,un hecho dual y contradictorio; como el resultado de la unificaciónforzade, aunque históricamente necesaria, mediante la cual un Pro-ceso formal de producción de plusvalor y acumulación de capital(es decir, el esffato de existencia abstracto de esa vida económica

como "formación lBildungl de ualoi') subsume o subordina a un

proceso real de ffansformación de la naturaleza y restauración del

cuerpo social (es decir, al estrato de existencia concreto de esa vida

económica como formación fBildung) de riqueza). Subsunción o

subordinación que, por lo demás, presentarla dos niveles o estados

diferentes, de acuerdo con el grado y el tipo de su efecto donador

,de forma: el primero, "formal", en el que el modo capitalisa, inteno-

:rizadoya por la sociedad, sólo cambia las condiciones de propiedad

'del proceso de producción/consumo y afecta todavla desde afuera

.p los equilibrios cualitativos tradicionales entre el sistema de necesi-

dades de consumo y el sistema de capacidades de producción; y el

segundo, "real" o substancial, en el que la interiorización social de

,esb modo, al penetrar hasta la estructura técnica del proceso de pro-,'d'ucción/consumo, desquicia desde su interior

-sin aPortar una

propuesta cualitativa ¿l¡s¡¡¿¡iv¿- a [a propia dialéctica entre necesl-

dades y capacidades.

l" La descripción de la diferencia y la complementariedad quc hay

entre la estructuración simplemente mercrntil de la vida económi-

ea (circulación y producción/consumo de los elementos de la riqucza

objetiva) y su configuración desarrollada en el scntido mcrcantil-

capitalista. Así mismo, la comprensión de la historia de esa com-

,i2lementariedad: de la época en que lo capitalista se Presenta como

única garantía sólida de lo mcrcantil a la época cn que lo mer-

.c-antil debe servir de mera apariencia a lo capitalista. Un solo pro-

Page 72: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

ceso y dos sentidos contrapuestos. En una dirección: el comporta-miento capitalista del mercado es el instrumento de la expansióny consolidación de la esrrucura mercandl en calidad de ord.rra-miento fundamental y exclusivo de toda la circulación de la riquezasocial (a expensas de otros ordenamientos "naturales"). En l" otr"dirección: la esrructura mercantil es el instrumento de la expansióny consolidación de la forma capitalista del comportamiento económi-co en calidad de modo dominante de la produccióny el consumode la riqueza social.

La derivación tanto del concepto de cosificaci6ny fetichismomercantil como dcl de enajenación y fetichismo capitaiisra

-comocatcgorfas crfticas de la civilización moderna en general- a partirdc la tcorfa quc contrapone la mercantificación simpl. d.l proc.-so de producción/consumo de la riqueza social (como fenjm..rosxterior a Cl y que.'no se arr,eve con la fuerzade trabajo humana) ala mcrcantificación capitalista del mismo (como hecho que, al afec-tar a la fuerza de trabajo, penerra en su interior). Esta derivaciónlleva a definir la cosificación mercantil simple como el procesohistórico mediante el cual la capacidad de auto-constituirse (y desocializar a los individuos), propia de roda sociedad, deja de pád.,ser ejercida de manera directa e infalible ("necesarid'), y d.b. ,.jiorr.en medio de la acción inerte, unificadora y generalizadora, delmecanismo circulatorio de las mercancías, es decir, sometida a ladesobediencia del Azar. Grdcias a é1, la autarquía o soberanía dejade estar cristalizada en calidad de atributo del sujeto s6gi¿l

-s6rn6en la hisroria arcaica en la que esto sucedió como recurso defensi-vo de la identidad colectiva amenazada- y permanece como sim-ple posibilidad del mismo. Incluido en esre pro..ro, el cúrnuro delas cosas

-ahora "mundo de las merc¿¡s(¿5;'- deja de ser única-

mente el conjunto de los circuitos naturales.rrtr. i" producción yel consumo y se convierte también, al mismo tiempc,, en la sumade los nexos que co.nectan entre sí, "por milagro',, a los individuosprivados, definidos precisamenre por su independencia o carencia

t46

ide comunidad. Sería un reino de "fetiches": objetos que, "a espal-" de les productores/consumidores, y antes de que éstos tengan

ada que ver en concreto el uno con el otro, les asegura sin embar-el mínimo indispensable de socialidad abstracta que requiere su

actividad. A diferencia de esta cosificación mercandl simple, la cost-

cación rnercantil-capitalista o enajenación se muestra como el pro-ceso histórico mediante el cual la acción del Azar, en calidad de

instancia rectora de la socialización mercantil básica, viene a ser

i¡rterferida (limitada y desviada) por un dispositivo -una

relación

tlé explotación disfrazada de intcrcambio dc cqui-valentes (salario

fuerzade trabajo)- que hacc dc la desigualdad cn la propiedad

de los medios de producción el fundernento de un dcstino asegu-

de dominio de una clase social sobre otra. En consccuencia,

bién el fetichismo de las mercanclas capitalistas serla difcrentefetichismo mercantil elemental. kjos de ser un medium irnpar-

ial -lo mismo en el plano "natural" o de concxión dcl sujcto como

r consigo mismo como consumidor, qu,e en el "sobre-natu-ial" o de conexión entre los innumerables ejemplarcs del sujetomercantil, los propietarios privados individuales o colectivos-, el;ttmundo de las mercanclas" marcado por el capitalismo imp-one una

tendencia estructural no sólo en el enfrentamiento de la oferta y la

:manda de bienes producidos, sino también en el juego de fuerzas

i[ond. se anuda la red de la socialización abstracta: es favorable a

itoda actividady atoda institución que la effaviese en el sentido de

dinámica dominante (D-M-[D * d]) y es hostil a todo lo que

'pretenda hacerlo en contra de ella.

I t" diferenciación del productivismo especlficamente capitalista

tespecto de los otros productivisrnos conocidos a lo largo de la his-

üoria económica que se ha desenvuelto en las condiciones de la

.gscasez. Su definición como la necesidad que tiene la vida económi-

ca capitalista de "producir por y para la producción misma", y no

n finalidades exteriores a ella, sean sujetivas, como la satisfacción

;de las necesidades, u objetivas, como el atesoramiento (concreto o

r47

Page 73: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

abstracto). sólo como resultado de una producción que tiene sumeta en sl misma, es decir, sólo en la medida en que re-encauza lomás pronto posible la mayor parte posible del plusvaror exprotadohacia la esfera productiva, la riqueza constituida como c"piá puedeafirrnarse efectivamente como tal y seguir existiendo.

El dcscubrimiento de la destructiviáad que caracreriza esencial-rnent€ a la única vla que la reproducción iapitalista de la riquezasocial puede abrir para el advenimiento ineludible de la revolucióntccnológica rnodcrna, para su adopción y funcional ización pro-ductivo/consuntiva, La "ley general de la acumulación capitalista"

-desarrollada, corno conclusión reórica central del discurso críti-

co de Marx sobre la economla polltica, a partir de la distinción ele-meqgl entre capital consrante y capitalvariable y el examen de lacomposición orgánica del capital- hace evidentes la generación yla reproducción inevitables de un "ejército industriaid. r.rerua,i,la condena de una parte del cuerpo social al statusde exceáente,prescindible y por tanto eliminable. Esboza la imagen de la vidaeconómica regida por la reproducción del capital como la de unorganismo poseldo por una folla indetenible de violencia auto-agresiva.

r-alocalización del fundamenro del progresismo tecnorógico capi-talista en la necesidad (ajena de por sl a la lógica de la forÁ capita-lista pura) de los múltiples conglomerados particulares de ."pi,ade competir entre sí por la "ganaitaextraordinaria". A difererr.L d.la renta de la tierra, esra ganancia sólo puede alcanzarse mediantela monopolización más o menos duradéra de una innovación téc-nica capaz de incrementar la productividad de un determinado cen-tro de trabajo y de fortalecei asl en el mercado, por encima de laescala establecida, la competitividad de las mercancias producidasen é1.

La explicación del industrialismo capitalisra -esa

tendenciaarrolladora a reducir la importancia relativa de los medios de pro-ducción no producidos (los narurales o del campo), en beneñcio

r48 r49

la que tienen los medios de producción cuya existencia se debe

i exelusivamente al trabajo hurnano (los artificiales o de la ciu-como el resultado de la competencia por la apropiación de

[e ganancia extraordinaria que entablan los dos polos de propiedad

nonopólica a los que el conjunto de los propietarios capitalistas

iene qúe reconocerle derechos en el proceso de determinación de

ganancia media. fuentada sobre los recursos y las disposiciones

,rnás productivas de la naturaleze,lapropiedad sobrc la tiera defiende

derecho tradicional a convertir al fondo global de ganancia octra-

naria en el pago por ese dominio, en r€nta de Ia tierra. l¿ rinica

ropiedad que está en capacidad de impugnar ese derecho )¡ 9ue,lo largo de la historia moderna, ha impuesto indeteniblemente el

uyo propio es la que se asienta en el dominio, miis o menos duradero,

una innovación técnica de los medios de producción industria-

i¿r. g. la propiedad que obliga a convertir una parte cadavezmayor

la ganaciaextraordinaria en un pago Por su dominio sobre este

ro "territorio", en una "renta tecnológicd'.

;Íbsis 4Lps rasgos caracterlsticos de k uida mod¿rna

fenómenos distintivos del proyecto de modemidad que prevalece

se prestan para ordenar en torno a ellos, y sobre todo a las ambiva-

lencias que en cada uno se pretenden superadas, las innumerables

i-"t.". que permiten reconocer a la vida moderna como tal.

i El Humanismo.No se trata solamente del antropocentrismo, de la

tendencia de la vida humana a creaf para sl un mundo (cosmos) au-

tónomo y dotado de una autosuficiencia relativa resPecto de lo Otro(el caos). Es, m¿ís bien, la pretensión de la vida humana de supeditar

la realidad misma de lo Otro a la suya propia; su aftn de constituir-

se, en tanto que Hombre o sujeto independiente, en calidad de funda-

mento de la Naturaleza, es decir, de todo lo infra-, sobre- o extra-

Page 74: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

humano, convertido en puro objeto, en mera contraparte suya. Ani_

-quilación o expulsión permanenre der caos

-lo que imprica i-ir-otiempo una eliminación o colonización ri.mpr. ,.rroá¿" de ra Ba¡-[¿¡is-, el humanismo afirma un orden e impone u'a civilizaciónque tienen su origen en el triunfo aparentemente definitivo de ra téc-nica racionalizada sobre la récnica mágica. se trata de argo que puedellamarse "la mue*e de la primera miá de Dios" y q,r.Iorrrirtá .r, l"abolición de lo divino-numinoso en su caridad de'garantí" d. l*.f..-tividad del campo insffumenral de ra sociedad. dior, .o-o funda-rnento de la necesidad del orden cósmico, como prueba fehacientedel pacto enrre la comunidad que sacrifica y lo ot o q'.r.

"...J., d.;"de existir. si antes la productiüdad era pulr," por.l.o-promiso o

:9ntra!o establecido con una voluntad superior, arbitraria p.ro as.qui-ble a través de ofrendas y conjuros,

"hor" ., el resultado ier azar o la

casualidad, pero en ranto que ésros son susceptibles de ser "domados,,y aprovechados por el poder dela razóninstrumentalista.

Se trara, en esra construcción de mundo humanista __Rue obligaa lo otro a comportarse como Naturaleza, es decir, .o-o .l .orr_junto de reservas (Bestand) de que dispone el Hombre_, de unahybris o desmesura cuya clave está en ü efectivi dad, práctisa rantodel.conocer que se ejTce como un 'trabajo inrelectual,, L apropiaciónde lo que se riene al frenre como de h Áodalidad matemáti"o-"rrn.r-titativa dela razón que él emplea. El buen éxito económico d.e suestrategia como animal rationale en la lucha contra la Naturalezaconvence al Flombre de su calidad de sujeto, fundamento o activi-dad autosuficienre, y lo lleva a enseñoreárse como tar sobre er con-junto del proceso de reproducción sociar: sobre todos los elemen-tos (de la simple naturalezahumanizada, sea del cuerpo individualo del terrirorio común, al más elaborado de ros instru-.rr,o, | "o--portamientos), sobre todas las funciones (de la más mat.ri"l, pro_creativa o productiva,

" 11 Tá, espiritual, política o estética) y ,áUr.todas las dimensiones (de la má, ,rrtinaria y automáti."

"i" ^á,extraordinaria y creativa) del mismo.

I50 I'I

iiricidad.r, .l c.r"l, de estos dos procesos, el primero pranalcce y domr-

pambio al que la somete el ffanscurso del tiempo; Porque lo asume e

inv€nta disposiciones ante su iner¡itabilidad. Dos Procesos coin-ciden-

tes pero de sentido contrapuesto constituyen siempre a la transforma-

ción histórica: el proceso de in-noración o sustitución de lo viejo por

lo nuevo y el proceso de re-novación o rcstauración dp lo viejo comolr.r.rro. Elprogresismo consiste en la afirmación dc un modo dc histo-

irr" ,obr. el segundo. En términos estrictamente progresistas,-todos los

, dispositivos,lrácticos y discursivos, que posibilitan y conforman cl

pfoceso de reproducción de la sociedad -desde

los procedimientos

té.r,i.o, de la producción y el consumo, en un extremo, hasta los ccre-

rnoniales f.rtirros, en el otro, pasando (con intensidad y aceleración

decrecientes) por los usos del habla y los aPafatos conceptuales, e indu-

so por los esquemas del gusto y lasociabilidad- se encuentran inmer-

sos en un movlmlento de cambio indetenible que los llevaría de lo

itrasado a lo adelantado, "de lo defectuoso a lo insuperable"'

El racionalismomoderno, la reducción de la especificidad de lo

humano al desarrolio de la facultad raciocinante y la reducción de

ésta al modo en que ella se realizaen la práctica puramente técni-'ca o insrrumentalizadora del mundo, es asl el modo de manifestación

,i,más directo del humanismo propio de la modernidad capitalista.

i El prograismo. La historicidad es una característica esencial de !a

i,actividal social; la vida humana sólo cs tal porque se interesa en el

,,Modernistd" el progresismo puro se inclina ante la novedad tn-

novadora como ante un valor positivo absoluto; por ella, sin más,

se accedería de manera indefectible hacia lo que siempre es mejor:

el incremento de la riqueza, la profundización de la libertad, la am-

pliación de la justicia, en fin, el perfeccionamienro de la civilización.

h,n g.n.r"l, ,ú e"p.riencia del tiempo es la de una corriente no sólo

.uniin,r" y rectilínea sino además cualitativamente ascendente, so-

metida de grado alaatracción irresisdble que el futuro ejerce por

sí mismo .r, t"nto que sede de la excelencia. Lejos de centrar la

perspectiva t.-por"i en el presente' como lo harla de acuerdo con

Page 75: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

la ctlticadel conservadurismo cristiano, el presente se encuentra enél siempre ya rebasado, vaciado d. .onten^ido por ra prisa del fluirtemporal, sólo tiene una realidad instantánea, i.,r"rr.r..rrt e, El con_sumisrno de la üda moderna puede ser üsto como un intento desespe_rado de arrapar el presente que pasa ya sin aún haber llegado; decompensar con una aceleración obsesiva del consumo d. *,í. y másv¿lores de uso lo que es una imposibilidad del disfrute d. uná rolode los rnismos. Expropiado de_ ru pr.r.nre, el ser humano *r*_s.ista tampoco puede recurrir al pasado; carenre de realidad propi",éstc no es más quc ,quel residuo del presente que es capaz'aúÁ d,eofrecer resistcncia a la succión del fuüro.

El urbanicisrno. Es la forma elemental en que adquieren concre-ción espontánea los dos fenómenos anteriorer, .l humanismo y elprogresismo. La constitución del mundo de la vida como sustitu-ción del caos por el orden y de Ia Barbarie por ra civilización seenc,,uze a través de ciertos requerimientos especiales. Erto, son losdel proceso de construcción de una entidad muy peculiar: ra Granciudad como recinro exclusivo de lo humano. se irata de una absolu-tización del citadinisma propio_ del proceso civilizatorio, que ro niegay lo lleva al absurdo al romper la dialéctica entre lo ,,rri f ro urbano.

. Es un proc_eso que tiende a concentrar monopó1i."-..rt. .., .l

plano geográfico los cua_rro núcleos principales d. gr"rrita.ión dela actividad social específicamente -id.rr,", a) el dJlaindustriali-zación.del trabajo productivo; b) el dela potenciación comercial yfinanciera de la circulación mercantil; c) .l d.l" puesta en crisis yla refuncion alización de las culturas tradicional ,r,; ¿) el de ra .*r"-lización nacionalista de la actividad política. Es el progresismo, Derotransmutado a la dimensión espacial; la tendenci"

" .orrrrr,ri, y

reconstruir el rerritorio humano como la materialización incesantedel tiempo del progreso. Afuera, como reducto del pasado, d.p.rr_diente y dominado, separado de la periferia rr"turál o ,"I.,r"j.'po,una frontera inestable: el espacio ,,rr"l, .l mosaico d. ,..ort J

"gr"-rios dejados o puestos por la red de interconexiones urbanas, el lugar

rt2 r53

del tiempo agonizante o apenas vitalizado por contagio. En el cen-üo, la ciryo el down toutn, el lugar de la actividad incansable y de laagitación creativa, el "abismo en el que se precipita el presente" oel sitio donde el futuro brota o comienza a realizarse. Y en el inte-rior, desplegada entre la periferia y el núcleo, la constelación de con-glomerados citadinos de muy distinta magnitud, función e impor-tancia, unidos entre sl por las nen"¿duras del sistema de comunicación:el espacio urbano, el lugar del ticmpo vivo que repite en su traza la

espiral centrlpeta de la aceleración futurista y reparte asl topográ-ficamente la jerarqula de la independcncia y cl dominio.

El indiuidualismo. Es una tendencia del proceso de socializaciónde los individuos, de su reconocimiento e inclusión como miem-bros funcionalizables del género humano. Consiste en privilegiarla constitución de la identidad individual a partir dc un centro de

sintetización abstracto: su existencia en calidad de propietarios (pro-

ductores/consumidores) privados de mercancías, es decir, en cali-dad de ejemplares de una masa anónima o carente de definicióncualitativa, e integrados en la pura exterioridad. Se trata de unaconstitución de la persona que se impone a través, e incluso en con-tra, de todas aquellas fuentes de socialización concreta del indi-viduo

-unas tradicionales, otras nuevas- que son capaces de

generar para él identidades comunitarias cualitativamente diferen-tiadas y en interioridad. LJna constitución en la que pueden dis-tinguirse dos momentos: uno, en el que la substancia natural-cul-tural del inCividuo se parte en dos, de tal manera que éste, en tantoque facultad soberana de disponer sobre las cosas (en tanto quealma limpia de afecciones hacia el valor de uso), se enfrenta a sl mis-mo como si fuera un objeto de su propiedad (como un "cuerpo"que "se tiene", como un aparato exterior, compuesto de facultades

y apetencias); y otro, en el que, sobre la base del anterior, la oposi-

ción natural complementaria del cuerpo lntimo del individuo al

cuerpo colectivo de la comunidad en la vida cotidiana, es sustitui-da y representada por la con*adicción entre lo privado y lo públi-

Page 76: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

co -entre

la necesidad de ahorrar energla de trabajo y la necesi-dad de realizar el valor mercantil-

"o-o áo, dim..rriárrá incompa-tibles entre sl, que se sacrifican alternadamente, la una en benefi_cio de la otra.

originado en la muerre de "la o,,a mitad de Diosr'-la de sudivinidad como dimensién cohesionadora de ra comunidacl-, esdecir, en el fracaso de la metamorfosis arcaicade lo polltico comoreligioso, el individualismo conduce a que la necesidad social moder-na de colmar esa ausencia divina y

^1^ urt reparar esa desviación

teocrática de lo polltico sea satisfecha mediante una re-sintetizaciónpu,rarnente funcional de la substancia social, es decir, de la singula-ridad cualitativa del mundo de la vida. A que la exigencia d. ú .o-munidad de afirmarse y reconocerse en una figur""real y concretasea acallada mediante la consrrucción de un sustituto á.

"orr.r.-ción puramenre operariva, la figura artificial de la Nación. Entidadde consistencia derivada, q*. r-rpo.rde a la necesidad de la empre-sa estatal de marcar anre el mercado mundial la especificidad di lascondiciones ffsicas y humanas qúe ha monoporizado p"r" la acumu-lación de *n cierro conglomerado de capitaies, la Nación de la mo-dernidad capitalista descansa en la confianza, entre ingenua y autori-taria, de que dicha identidad concrera se generará .rpárrt,í.re"m.rrt ,a partir de los restos de la "nación ,rnt.rr"l,' que ella misma niega ydesconoce, en virtud de la mera aglomeración o re-nominación delos individuos absrracror, p.rf.ctÁente libres (=desligados), en ca-lidad de socios de la empresa esraral, de compatriotas o connacio-nales (uolksgenosse).

El relativismo cultural -que

afirma la reductibilidad de las dife-rentes versiones de lo humano, y para el que'"todo en definidva eslo mismo"- y el nihilismo ético

-que á.rrurrcia er cará*er arbi-

trario de toda norma de comportarniinro, y pafael que ,,todo esrá

permitido"- caracref izan a la plataforma d. partiia de la cons-trucción moderna del mundo social. El uno r.s.rlta del desvaneci-miento de la garantla divina panlaasimilación de la esencia humana

Ir4 rt,

a una de sus figuras particulares; el otro, de la consecuente emanci-pación de la vida cotidiana respecto de las normaciones arcaicas delcódigo de comportamiento social. Comprometido con ambos, el

individualismo capitalista los defiende con tal intensidad, que llega

a invertir el sentido de su defensa: absolutiza el relativismo -re-prirrre la reivindicación de las diferencias- como condición de la

.*lr.tt" nacional y naturalizael nihilismo -reprime

el juicio moral-como condición de la vida civilizada.

El economicismo. Consiste en cl prcdominio determinante de la

dimensión civil de la vida social -la quc constituye a los indivi-duos como burgueses o propietarios privados- s6b¡E la dimen-sión política de la misma

-la que personifica a los indiüduos como

ciudadanos o miembros de la repúrblica. Sc trata de un predominioque exige la supeditación del conjunto de las dccisioncs y disposicio-

nes pollticas a aquellas que corresponden particularmente a la polfti'ca económica.'[.-a.masa de la población nacional queda asf involucra-da en una €rnpresa histórico-económica, el Estado, cuyo contcnidocentral es "el fomento del enriquecimiento común" como incremen-to igualitario de la suma de las fortunas privadas en abstracto.

El economicismo se origina en la oportunidad que abre el funda-

.mento de la modernidad de alcanzar la igualdad, en la posibilidadde romper con la transcripción tradicionalmente inevitable de las

'diferencias cualitativas interindividuales como gradaciones en la es-

cala de una jerarqula del poder. El economicismo reproduce, sin

embargo, sisternáticamente, la desigualdad. "Thnto tienes, tantovales", la pertinencia de esta ftrmula abstracta e imparcial, con la

que el economicismo pretende poseer el secreto de la igualdad, des-

cansa sobre la vigencia de la "ley del valor por el trabajo" como dis-

positivo capaz de garentizar una "justicia disributiva", un reparto

equitativo de la riqueza. Sin embargo, la puesta en práctica de la"ley del valor", lleva al propio economicismo, contradictoriamente,a aceptar y defender la necesidad de su violación; debe aceptar, porencima de ella, que la propiedad sobre las cosas no se deja reducir

Page 77: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

' a la que se genera en el trabajo individual. Tiene que hacer de ellauna mera orientación ocasional, un principio de coierencia que noes ni omniabarcante ni todopoderoso; tiene que reconocer q,r. .lámbito de acción de la misma, aunque ., ..ntral e indispensablepara la vida económica moderna, está allí jusramente p"r" ,o rebasa-do y udlizado por pa*e de otros poder., q,,. se ejercen sobre la ri_qtrezey que nada tienen que ver con el qu. proü.rre de la forma_ción del valor por el trabajo. Tiene qr.

"fit-"rse, paradójicamenre,

en la aceptación del poder."rr"..onó-ico de ro. s.RoÁ de h tie-rra, del dinero y de la tecnologla.

Gsis 5

El capitalisrno y k ambiualencia de lo moderno

La preseqcia de la modernidad capitalista es ambivalente en slmisma. Encomiada y detractad", ,rirr." su elogio puede ser purocomo tampoco puede serlo su denuncia; justo aquillo que motivasu encomio es también la razónde su conde.r". L" ambivalencia dela modernidad capitalista proüene de lo siguiente: paradójicamenre,el intento más radical que registra la histo-ria de inieriorizar el fun-damento de la modernidad

-la conquisra de la abundancia, empren-dida por la civilización occidental

"rrop."- sólo pudo ll.rr.r. "cabo mediante una organización de la vida econó-i"" q,r. p"r,.

de la negación de ese fundamento. El modo capitalista á. rápro-ducción de la riqueza social requiere, p"r*

"fir-"rr. y -"r,.rr'.rr.en cuanto tal, de una infrasatisfacción siempre ,.no*d" del con-junto de necesidades sociales establecido en cada caso.

_ _La "ley general de la aqumulación capitalista" establecida por

Marx en el paso culminante de su desconstrucción teórica de laeco_nomla polltica

-el discurso cientlfico moderno por excelencia

en lo que atafie ala realidad hum¿¡¿- lo dice .I"r"-.rt. (despuésde mosrrar la tendencia al crecimiento de la "composiciór, orgárri-

r56 rt7

ca del capital", la preferencia creciente del capital a invertirse en

medios de producción y no en fuerza de trabajo):

, El desarrollo de la capacidad productiva de la sociedad reduce progre-sivamente la proporción en que se encuentra la masa de fuerza de tra-bajo que debe gastarse respecto de la efectividad y la masa de sus mediosde producción: esta ley se expresa, en condiciones capitalistas --dondeno es el trabajador el que emplea los medios de trabajo, sino éstos losque emplean al trabajador-, en el hecho de que, cuanto mayor es lacapacidad productiva del trabajo, tanto más fuerte es la presión quela población de los trabajadores ejerce sobre sus oportunidades de ocu-pación, tanto más insegura es la condición de existencia del trabajadorasalariado, la venta de la fuerza propia en bien de la multiplicación de

la riqueza ajena o autovalorizacióndel capital. El hecho de que los medios

de producción y la capacidad productiva del trabajo crecen más rápi-damente que la población productiva se expresa, de manera capitalista,

a la inversa: la población de los trabajadores crece siempré más rápida-

mente que la necesidad de valorización del capital.l

Sin una población excedentaria, la forma capitalista pierde su

función mediadora -d65vi¡¡u¿nte

pero posibilitante- dentro del

,proceso de producción/consumo de los bienes sociales. Por ello, la

primera tarea que cumple la economla capitalista es la de repro-ducir la condición de existencia de su propia forma: construir yreconstruir incesantemente una escasez arfificial, justo a partir de

las posibilidades renovadas de la abundancia. La civilización euro-pea emprende la aventura de conquistar y asumir cl nuevo mundoprometido por la re-fundamentación matcrid de la cxistencia históri-ca; el arma que emplea es la econornfa capitalista. Pcro cl compor-tamiento de ésta, aunque es efecdvo, es un comportamiento doble.Es una duplicidad que se repite de manera particularizada en todas

I Da Kapital, Kritih der politischm Oehonomie, Erster Band, Hamburgo, 1867,

PP. $t-612'

Page 78: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

y cada una de las peripecias que componen esa aventura: el capi-talismo provoca en la civilización europea el diseño esquemáticodc un modo no sólo deseable sino realmente posible de rrivir la vidahurnana, un proyecro dirigido a potenciar las oporrunidades de sulibertad; pero sólo lo hace para obligarle a que, con el mismo rrazo,haga de ese diseño una composición irrisoria, una burla de sí misma.

A un tiempo fascinantes e insoportables, los hechos y las cosasde la modernidad dominante manifiestan bajo la forma de la ambiva-lencia aquello que constiruye la unidad de la economía capitalista:la contradicción irreconciliable entre el sentido del proceso con-creto de trabajo/disfrute (un senddo "social-narural"), por un lado,y, el sentido del proceso absffacro de valorización/acurnulación (unsentido "social-enajenado"), por otro.

T a descripción, explicación y crltica que Marx hace del capital

-de la "riquezade las naciones" en su forrna histórica capitalista-

permite desconstruir teóricamente, es deci¡ comprender la ambiva-lgncia que manifiesran en la experiencia cotidiana los distintos fenó-menos característicos de la rnodernidad dominante.

Según é1, la forma o el modo capitalista de la riqueza social -

desu producción, circulación y consumo- es la mediación ineludi-ble, la única vla que las circunstancias históricas abrieron para elpaso de la posibilidad de la riqueza moderna a su realidad efectiva;se trata sin embargo de una vía que, por dejar fuera de su caucecadavezmás posibilidades entre todas las que esrá llamada a conclu-cir, hace de su necesidad una imposición y de su servicio una opre-sión. Como donación de forma, la mediación capitalista implicauna negación de la substancia que se deja determinar por ella; perola suya es una negación débil. En lugar de avanzat hasta encontraruna salida o 'tuperación dialéctica" a la conrradicción en que se ha-lla con las posibilidades de la riquezamoderna, sólo alcanza a neutra-lizarla,dentro de figuras que la resuelven falsa o malamenre y quela conservan así de manera cedavez más intrincada.

Indispensable para la existencia concrera de la riqueza social mo-

rt8 fr9

derna, la mediación capitalista no logra sin embargo afirmarse comocondición esencial de su existencia, no alcanzaa sintetizar para ellauna figura verdaderamente nueva. La totalidad que configura conella, incluso cuando penetra realmente en su proceso de reproduc-ción y se expande como condición técnica de é1, es fruto de unatotalización forzada; mantiene una polaridad contradictoria: está

hecha de relaciones de subsunción o subordinación de la riqueza"natural" a una forma que se le impone.

El proceso de trabajo o de producción de objetos con valor de

uso genera por sl mismo nuevos principios cualitativos de com-plementación entre la fuerze de trabajo y los rnedios de produc-ción; esbozos de acoplamiento que tienden a despertar en la red de

conexiones técnicas que los une, por debajo y en conffa de su obli-gatoriedad y su utilitarismo tradicionales, la dimcnsión lúdica ygratuita que ella reprime en sl misma. Sin embargo, su actividadno puede cumplirse en los hechos, si no obedece e un principio de

complementación de un orden diferente, que deriva de la produc.ción (explotación) de plusvalor. Según este principio, la actividadproductiva

-la conjunción de los dos factores del proceso de tra-

bajo- no es otra cosa que una inversión de capital, la cual no tieneotra razón de ser que la de dar al capitai variable (el que represen-

ta en términos de valor a la capacidad productiva del trabajador)la oportunidad de que, al reproducirse, cause el engrosamiento del

capital constante (el que representa en el plano del valor a los medios

de producción del capitalista).De esta manera, el principio unitario de complementación'que

rige la conjunción de la fuerza de trabajo con los medios de pro-ducción y que determina re¿lmente la elección de las técnicas produc-tivas en la economla capitalista encierra en sí mismo una con-tradicción. No puede aprovechar las nuevas posibilidades de ese

acoplamiento productivo sin someter a los dos protagonistas a unareducción que hace de ellos meros dispositivos de la valorizaciíndel valor. Pero tampoco puede fomentar esta conjunción'corno una

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coincidencia de los facrores del capital destinada a la explotaciónde pluwalor sin exponerla a los peligros que rrae para ella la resisten-cia cuditativa de las nuevas relaciones técnicas entre el sujeto y elobjeto de la producción.

Igualmente, el proceso de consumo de objetos producidos creapor sí mismo nuevos principios de disfrute que tienden a hacer dela relación técnica enrre necesidad y medios de satisfacción un juegode correspondencias. De hecho, sin embargo, el consumo moder-no acontece únicamente si se deja guiar por un principio de disfru-te diametralmente opuesro: el que deriva del "consumo producti-vd' que convierte al plusvalor en pluscapial. Segun éste, la apropiacióntanto del salario como de la ganancia no tiene otra razónde i., q,r.la de dar al valor producido la oportunidad de que, al realizarse enla adquisición de mercancías, cause la reproduciión (conminada aampliar su escala) del capiral. El principio capitalista de satisfac-ción de las necesidades es asl, él también, intrlnsecamente contradic-torio: para aprovechar la diversificación de la relación récnica entrenecesidades y satisfactores, tiene que violar su juego de equilibrioscualitativos y someterlo a los plazos y a las prioridades de la acumu-lación de capital; a su vez, para ampliar y acelerar esta acumulación,tiene que provocar la efervescencia "caótica e incontrolable" de eseproceso diversificador.

En la economía capitalisra, para que se produzca cualquier cosa,grande o pequeña, simple o compleja, material o espirituJ, lo únicoque hace falta es que su producción sirva de vehículo a la produc-ción de plusvalor. Asimismo, para que cualquier cosa se .orrr,r*",usable o utilizable, conocida o exórica, vital o lujosa, lo único quese requiere es que la satisfacción que ella proporciona esté integra-da como soporre de la acumulación del capital. En un ."ro y.r,otro, para que el proceso técnico tenga lugar es suficiente (y no sólonecesario) que su principio de rcilización "social-natural" esté trans-figurado o "traducido" fácdcamenre a un principio de orden dife-rente, 'tocial-enajenado", que es esencialmen,. 1rr"ornp"tible con

t6o t6t

-pues lo restringe o lo exagera necesariamente-: el principio

la actividad valorizadora del valor.

Con la producción y el consumo sumados a la circulación, el

biclo completo de la reproducción de la riqueza social moderna se

ituye como una totalización que unifica de manera forzada

'un solo funcionamiento (en un mismo lugar y simultiíneamente),

proceso de reproducción de la riqueza social "natural" con el pro-

seso de reproducción (ampliada) del capital.

, De acuerdo con lo anterior, la dinámica profunda que el proceso

capitalista de reproducción de la riqueza socid apora al devenir históri-

i,co moderno proviene del itinerario de re-polarizaciones y re-comPo-

isiciones intermitentes que sigue, dentro de é1, su contradicción inheren-

'te: la exclusión u horror recíproco entre su substancia trans-histórica,

es decir, su forma primera o "natural" de realización o ejecución, y

rl*r* for-" de segundo grado, artificial Pero neccsaria, scgún la cual

,se cumple como puro proceso de "autovalotizeción del wlor".

, Tesis 6

Las distintas modernidades 7 los distintos mod'os

de presencia ful capitalismo

Las distintas modernidades o los distinto s modelos de modernidad

que compitieron entre sl en la historia anterior al establecimiento

de la modernidad capitalista, así como los que compiten ahora

como variaciones de ésta, son modelos que comPonen su concre-

ción efectiva en referencia a las muy variadas posibilidades de pre-

sencia del hecho real que conocemos como cdPitalismo.

Sobre el plano sincrónico, las fuentes de diversificación de esta

realidad parecen ser al menos tres, que es necesario distinguir:Su amplitud: la extensión relativa en que el variado conjunto de

la vida económica de una sociedad se encuentra intervenida Por su

sector someddo a la reproducción del capital; el carácter exclusivo,

J

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dominante o simplemente participativo del mismo en ra reproduc-ción de la riqueza social.

según este crirerio, la vida económica de una entidad socio-pollti-ca e histórica puede presenrar magnitudes muy variad", d. p.rt.-nencia a la vida económica dominante del planeta, globalizaáa porIa acumulación capitalirta. Antbiros en lo, que rigá otros -oáo,de producción ----e incluso de economr"- pl.d.ñ coexistir en ellacon el4$i. capitalista; pueden incluso do-irr", sobre é1, aunquela densidad o "calidad" de capiralismo que éste pueda d.emostrarsea muy alta.

su densidad: la intensidad relativa con que ra forma o modo ca-pitalista subsume al proceso de reproduc.ión d. la riqueza social.

- Según esre criterio, el capitalismo puede dar forma o modificarla "economla" de la sociedad r."

"o-o un hecho exclusivo de laesfera de la circulación de los bienes producidos o como un hechoque trasrorna también la esfera de la producción/consumo de losmismos. En este segundo caso, el efecio del capitarismo es a su vezdiferente según se trare de un capitalismo sol"m.nt. "formal', o deun capitalismo substancial ("real") o propio de la estructura técni-ca de ese proceso de producción/coniumo.

su tipo diferencial: la ubicación relativa de la economla de unasociedad dentro de la geograflapolarizada de la economía mundial.

Más o menos cenrrales o periféricas, las rareas diferenciales delas múltiples ecohomlas particulares dentro der esquema capitalistade especiali zación técnica o "división internacion"i d.l tr"b";o,' lle-gan a despe.ar una modificación en la vigencia misma de lás leyesde la acumulación del capital, un "desdobramienro" del modelocapitalista en distintas versiones complementa¡ias de sl mismo.

En el eje diacrónico, la causa de la diversificación de la realidadcapitalismo.parece encontrarse en el cambio correlativo de predo-minio que tiene lugar en la gravitación que ejercen a lo largo deltiempo los dos polos principales de disrórsión monopólica"de laesfera de la circulación mercandl: la propiedad de ros ,.i,.'rro, ,r"r,.r-

t6z L6j

("tierra") y la propiedad del secreto tecnológico. No justifica-

>r el trabajo sino impuesta por la fuerza, a manera del viejopor el traDajo slno lmPuesta Por ta flJetz , a manera qel vleJo

ninio medieval, la propiedad de estos "medios de producciónproducidos" u objetos "sin valor pero con precio" interviene de

determinante en el proceso que conuierted. conjunto de los

-propio de la riqueza social existente en calidad de pro-

en el conjunrc delos precias-propio de la misma riqueza

pasa a existir en calidad de bien,

rSea amplia o restringida, dcnsa o cnrarecida, central o periftri-,ila realidad del capitalismo gravita sobre la historia moderna de

i-últi-or cien años bajo la forma de un combate desigual entre

dos polos de distorsión dc las lcycs del mcrcado, Todo parece

iilicar que la tendencia irreversible quc siguc la historia de la eco-

imla capitalista -y que afecta considerablcmcnte a las otras his-

ias diferenciales de la época- es la que llern al predominio abru-

¡pdor de la propiedad de la "tecnologla" sobrc la propiedad dc la

ierra", como propiedad que fundamenta cl derecho a las ganan-

extraordinarias.

7'cuádruple ethos d.e la modernidad capitalista

forma objetiva del mundo moderno, la que debe ser asumida

udiblemente en términos prácticos por todos aquellos que aceP-

an vivir en referencia a ella, se encuentra dominada por la Presen-ia de la realidad o el hecho capitalista; es decir, en última instancta,

un conflicto permanente entre la dinámica de la "forma social-

rural'? de la vida social y la dinámica de la reproducción de su ri-queza como "valorización del valo/'

-conflicto en el que una y otra

vezla primera debe sacrificarse a la segunda y ser subsumida porlella. Si esto es así, asumir el hecho capitalista como condición necesa-

iia de la existencia prácticade todas las cosas consiste en desarrollar

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yn etl:?s o compo*amiento espontáneo capaz deintegrarlo comoinmediatamente aceptable, como la base de un" .,"r_áíá,,

usual ysegura de la vida cotidiana.

Cuatro parecen.ser los ethe puros o elementales sobre los que seconstruyen las distintas espontaneidadrscomplejas que ros seres hu-manos le reconocen en su experiencia cotidianá al mundo de la vi-daposibilitado por la modernidad capitalista.

Una primera manera de tener po. ¿rr",ur"l', el hecho capitaiista

es la del comporramiento que se cresenvuerve dentro de una acti-tud de identificación afirmativa y militanre con ra pretensión queticne la acumulación del capital'no sólo d" ,.pr.r.rr,", n.m.rr,.los intcreses dcl proceso 'rsociar-narurar" de reproduc.i¿rr,

"u"rrdo": T:d.1 los rcprime y deforma, sino de .ra, ir.rvi"i" a. i" p"r."-ciación dcl mismo. valorización der varor y desarrolro d. hs fuerra,productivas serfan, dcnro de_esta espontáneidad, más que dos di_námicas coincidentcs, una sola, uniüria. A este ,tlr^ ¿LÁrm^llopodcrnos llamar realista por su carácter afirmativo ,o ,¿ro á. i" .n-caciay la bondad insuperables del mundo establecido o .,realmente

existente", sino de la imposibilidadde un mundo alternativo.una segunda forma de naturalizar lo capitalisra, tan milirante

como la anterior, implica la identificación ie los mismos dos tér-Ti"o:, pero prerende ser una afirmación de todo ro conrrario: nodel valor sino justamente del valor de uso. La ,,val,orizació;;

;;r...para el.la plenamente reductible a la "forma narural,'. Resultaio del"espíritu de empresa", no serla otra cosa que una variante de ramisma forma, puesto que este esplritu sería, a su vez, una de las fi_guras o sujetos que hacen de la historia una aventura permanente,lo,mismo en el plano,de lo humano que en el de l" rrid" .r, g."oral. Aunque fuera probablemente p.rrr.rr", como la metamorfosisclel Angel necesariamente caldo en satanás, esta metarnorfosis del"mundo bueno" o de "forma natural" en "infierno"

""piotiri".rodejaúa de ser un "momento" del "milagro" que es ." ii-lr-" r"Creación. Esta peculiar manera de vivir"con .l

""pit"lirrr,o,;;. r.

t64 út

ma en la medida en que lo transfigura en su contrario, serla pro-

del ethos romántico.

lJna tercera manera, que puede llamarse clá.sica, de asumir como

ntánea la subsunción del proceso de la vida social a la historia

valor que se valoriza, consistirla en vivida como una necesidad

cendente, es decir, como un hecho que rebasa el margen de

ión que corresponde a lo humano. Bendición por un lado, frutouna armonía, y maldición por otro, fruto de un conflicto, la

inación de lo natural y lo capitalista es vista como un hecho

lsico distante o presupuesta como un destino clausurado cuya

usura justamente abre la posibilidad dc un mundo a la medida

la condición humana. Para ella, toda actitud en Pro o en con-

a de lo establecido que sea una actitud militante en su entusias-

o su lamento y tenga pretensiones de eficacia dccisiva <n lu-

de reconocer sus llmites (con el distanciamiento y la ccuanimidad

un racionalismo estoico) dentro de la dimensión dcl comPren-

- ¡s5ul¡¿ ilusa y superflua.LJna cuarta manera de interiorizar aI ctpitalismo en la espon-

taneidad de la vida cotidiana completarla el cuádruple sistema ele-

rnental del ethos praraleciente en la modernidad establecida. El arte

l,harroco puede prestarle su nombre Porque, como él -que

en el

igrapleo del canon formal incuestionable encuentra la oportunidad

,de despertar el conjunto de gestos petrificado en é1, de revitalizar

Xa situación en la que se constituyó como negación y sacrificio de

1o otro-, ella también es una "aceptación de la vida hasta en la

fnuerte". Es una estrategia de afirmación de la "forma natural" que

parte paradójicamente de la experiencia de la misma como sacrif'ca'

',' da, pero que -"obedeciendo

sin cumplir" las consecuencias de su

i'sacrificio, convirtiendo en "bueno" al'flado malo" por el que "avan-

, zalahistoria"- pretende reconstruir lo concreto de ella a partir de

los restos dejados por la abstracción devastadora, re-inventar sus

cualidades planteándolas como "de segundo grado", insuflar de ma-

nera subrepticia un aliento indirecto a la resistencia que el trabajo

Page 82: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

y el disfrute de los "valores de uso" ofrecen al dominio del proce-so de valorización.

^ Como.es comprensible,._ninguno de estos cuatro ethe que con_fr:fi.:l sistema puro de

...rroJy cosrumbres" o .l ,t fugil-v

"brigo" civilizatorio elemenral de la Áodernidad *pirJiri" *"a"'r,rr."de manera exclusiva; cada uno aparece si.mpr. combinado conlos otros, de manera diferente ,.gúr ras circunstancias, en la vidaefectiva de las distintas "constrJcciones de mundo', modernas.Prrede, sin embargo, jugar un papel dominanre en esa .o_pori_ción, organizar su combinació" ."" los otros y obligarlos

" tr"d,r-

cirse a él para hacerse manifiestos. sólo en este sentido relativoserla de hablar, por ejemplo, de una "modernidad clásica" frentea otra "romántica" o de una "mentalidad realista', a diferencia deotra t'barroca".

Provenientes de distintas épocas de ra modernidad, es decir, referi-dos a distintos impulsos ,u.-erirros del capitarismo

-er -"áit.rrá-neo, el nórdico, el occidental y el ".rr,rá.,rropeo._, los distintos

ethe modernos configuran la vida sociar conremporánea desde dife-rentes estratos "arqueológicos" o de decantación histórica. cadauno ha tenido asl su propia manera de actuar sobre la sociedad yuna dimensión preferente de la misma desde dond. h"."p"rrJidosu acción. Definitiva y generalizada habrá sido así, por ejemplo, laprimera impronta, la de "lo barroco", .r l" t.rrd.-rr.i" i.r"'.i"ili-zación moderna a revitalizar el código de la tradición occidentale.uropea- después de cada nueva oreada destrucdva proveniente derdesarrollo capitalista. como ro será igualmenre la tiltima i-fr."o,la "románrica", en la tendencia de lJporltica mod.erna a rratar a lalegalidad del proceso económico en caridad de materia *"i."u1.por la iniciativa de los grandes pueblos o los grandes hombres. porotro lado, esta disimultaneidad en la constiruáón y la combinaciónde los distintos ethe es también ra razónde que .Ío, ,. repartan demanera sistemáticamente desigual, en un cüplicado;uego d.

"fi-nidades y repugnancias, sobJ a geografladel'planeta -Jd..rrir"_

t66 Í67

,do por el occidente capitalista; de que, por arriesgar un ejemplo, lo

otro aLcep:tado por el "noroccidente realistd' sea más lo "romántico"

que lo "barroco" mientras que lo otro Íeconocido por el "sur barro-

co" sea más lo "realistd'que lo "clásico".

Tesis 8

Occidente europeo ! mod¿rnidad capitalista

Paráfrasis de lo que Marx decla acerce del oro y de su función di-neraria en la circulación mercantil: Europa no es moderna "por na-

turaleza"; la modernidad, en cambio, sl es curopca "por naturalezd'.

Europa aparece a la mirada retrospectirta como constitutivamente

protomoderna, como predestinada a la modernidad. En efccto,

cuando resultó necesario, ella, sus territorios y sus poblaciones, se

encontraban especialmente bien preparados para darle una oPortu-

nidad real de despliegue alfundamento delamodernidad; ofreclan

una situación favorable para que fuera asumido e interiorizado en

cdidad de principio reestructurador de la totalidad de la vida humana

-y no desactivado y sometido a la sintetización social tradicional,

como sucedió en el Oriente.

, Durante la Edad Media, la coincidenciay la interacción de al

menos tres grandes realidades históricas . la construción del orbe

ciülizatorio europeo, la subordinación de la riqueza a la forma mer-

cantil y la consolidación católica de la revolución cultural cris-

tiana- conformaron en Europa una marcada predisposición a

aceptar el reto que venla incluido en un acontecimiento largamente

madurado por la historia: la inversión de la relación de fuerzas entre

el ser humano y sus condiciones de reproducción.

En primer lugar, en la "economla-mundo" que se formaba en Ia

Europa del siglo xrt, la dialéctica entre la escasez de los medios de

vida y el productivismo de la vida social habla alcanzado sin duda

el grado áe complejidad más alto conocido hasta entonces en la

Page 83: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

historia del planeta. Varias eran las ..zonas templadas,, del planeta

en donde .la

complejida d desmesurada d,elrt;;.;;;;d.rr" l"reproducción social¿l acoplar er esquema de las capacidades áe pro-ducción con el de las necesidades^ de consumo no se presentabasolamente como un:xc_eso excepcionat, ,irro qu. .;;il;;;"

"""condición generalizada de la exislncia hu_"r,"i .";;;;;;;iabras,": ?,o1"" regiones del praneta en ras que -a diferencia de las

,.zonas

tó*idas", en donde la inerudible artific¡al¡dad d. ru rrid" irmana noexigla dernasiado de la naturaleza, dela vigencia de sus ir*_ Ovida del ser humano. fo.n3d¡a

tener lugar rir, ,.h".., de su propio

desarrollo una necesidad de ra n^rur^rrzi'.t p.;;; rli", .Í^, .l"pequeño conrinenre" europeo era el único q";;;;;;;;"."plena "revolución civilizato¡id', someddo ar esfuerzo de construirsecomo totalidad concreta de fue¡zas productivas; el único q". dirp""í,entonces del lugar ftrncional adecuado para acepta, y

"utiirrl, u'

1l1ll"-"^rlltlt:,qYt 1onsjste justo y ante todo .n'.rrr" p.r.J".io"

ac ¡a procluctiv¡dad der trabajo humano y por emro en una ampliaciónde la escala cn quc ticnc lugpr.r. -"oúáismo del "r*p. r.'.i"f. r,zona europca' corno orbc cconómico cap,azde dividir r.giorr"l-..r,.el mbajo con cohercncia tecnológica dJ; a" ,"" n

"?.r* g.;gra_ficas imprccisas pcro innegables,"por.f" *t" todo la *r¿¿oipri_"para ser el cscenario de taLcont..i*i.n,o.

En segundo lugar, en la Éuropa que se gestaba, la mercanrifi_cación del proceso de circulació" d. r" riqueza

-con su insrrumen-to elemental, el valor, y su operación clave, el int r.ambi. p", .q"f_valencia- desbordaba lo, iímite, de esta esfera y p.rr.iriü h"r,"la esrrucrura misma de la.producción y el consumo; se generalizabacomo subordinación real der trabajo y er disfrut. .orr!r.,o,

" ,rrr"necesidad proveniente de sólo

""á ¿. sus dimensiorr.rL¡o, ¿.aquella dimensión en la que uno y otro existen abstractamenre co-

. 2 K' Marx,

las IhyitatL:, f., r, p. 5oz: "macht seine eigene Enrwicklung zueiner Naturnothwendigkeit".

t68

mo simples actos de objetivación y des-objetivación de valor: a la

necesidad de realización del valor de las mercancías en el rnercado.

El intercambio de equi-valentes habla dejado de ser uno más de los

lmodos 'de transacción que coexistlan y se ayudaban o estorbaban

eRtre sí dentro de la realidad del mercado, y éste, por su parte, nose limitaba ya a ser solamente el vehlculo del "cambio de manos"de los bienes una vez que hablan sido ya producidos, a escenificar

" únicamente la circulación de aquclla parte propiamente excedenta-

ria de la riqueza. Habla quedado atrás la época en que la circulación.fnercandl no era capaz deejercer más quc una "influencia exterior"

r o apenas deformante sobre el mctabolismo del cuerpo social. Ten-díayaa atravesar el espesor de ese "carnbio dc rnanos" de la merca-

, derla, a promover y privilegiar (funcionando como mecanismo de

crédito) el mercado de valores aún no producidos y a convertirseasi en una mediación técnicaindispensable de la rcproducción de lariqueza social.

La mercantificación de la vida económica europee, al cosificar al

mecanismo de circulación de la riqueza en calidad de "sujcto" dis-tribuidor de la misma,vaciaba lentamente a los sujetos pollticosarcaicos, esto es, a las comunidades y a los señores, como sujetos

pollticos arcaicos, de su capacidad de injerencia tanto en la distribu-ción de los bienes como en su producción/consumo. Desligaba, li-beraba o emancipaba paso a paso al uabajador individual de sus

obligaciones localistas y lo insertaba prácticamente, aunque fuerasólo en principio, en el universalismo del mercado mundial en ciernes.

En tercer lugar, la transformación cristiana dela cultura judla,

que sólo pudo cumplirse mediante la refuncionalización de lo occi-dental grecorromano y sólo pudo consolidarse en el sometimientocolonialista de las culturas germanas, habla preparado la estructuramltica de la prácticay el discurso de las poblaciones europeas

-{n un d.iálogo contrapuntlstico con la mercantificación de la vidacotidiana- para acomprítar y potenciar el florecimiento de la mo-dernidad. Los seres humanos vivían ya su propia vida como un

t69

Page 84: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

comportamiento conflictivcr de estructura esquizoide. En tanto queera un alma celestial, su persona sólo se interesaba por el valor; entanto que era. un cuerpc, terrenal, en cambio, sólo tenla ojos parael valor de uso. Sobre todo, se sablan involucrados, como fi.I.r, .o_mo miembros de la ecclesia, iguales en jerarquía los unos a los orros,en una empresa histórica que para ser colecdva tenía que ser lnti-ma y viceversa. Era la empresa de la sarvación del género humano,el esfuerzo del viejo 'pueblo de Dios" de ra rerigiórijudía, pero am-pliado o universalizado.pantodo el género h,rá"rá, q.r..r"."p",de integrar a todos los destinos particulares de las comunidades au-tóctonas y de proponer un "sentido único" y una racionalidad (cuan-do no una lengua) común para rodos ellos.

Sin el antecedente de una proto-moderniclad espontiinea de la ciü-lización occidental europea, el capitarism,

-.r" vieja modalidadmediterránea de comporamiento de la riqueza -.rorr,il en su proce_so de circulación- no habría podido constituirse como el moáo dn-minanre de reproducción de la riqueza social. pero también a la inver-sa: sin el capitalismo, el fundamento de la modernidad no hubierapodido provocar la conversión de lo que sólo eran tendencias o prefi-guraciones modernas del occidente europeo en una forma d.r"rlil"-da de la totalidad de la existencia social, .r, ur" modernidad efeqtiva.

Para constiruirse en calidad de modo peculiar de reproducciónde la riqueza social, el capitalismo n.cesitó d. lo .,rrop.o; una vezque estuvo constituido como tal (y lo europeo, por tanto, moder_nizado), pudo ya exrenderse y planetaúzarse sin necesidad de ese((t"humus civilizatorio" original, improvisando encuentros y coinci-dencias ad hoc con civilizaciones tendencialmente ajenas á irr.l.rrohostiles al fundamenro mismo de toda modernidai.

Para volverse una realidad efecriva, la esencia de la modernidaddebió ser ','trabajadi'según las "afinidades elecrivas" enrre la proro-modernidad de la vida europea y la forma capitarista de la circu-lación de los bienes. Para queadopre nue\¡as for-", efectivas, paraque se desarrolle en otros sentidos, serla necesario que otras

"finid"d.,

170 17r

entre las formas civilizatorias y las formas económicas llegaran a

cambiar la intención de ese "trabajo".

Fenómeno originalmente circulatorio, el capitalismo ocupa toda

una época en penetrar a la esfera de la producción/consumo; necesi-

ta que los metales preciosos americanos lleven a la rwaluación de las

manufacturas europeas para descubrir que el verdadero fundamento

de su posibilidad no está en el juego efímero con los términos del in-tercambio ultramarino, sino en la explotación de la fuerztde traba-jo; que las verdaderas Indias están dentro de la economíapropia(Cor'rect lour maps, Neutcdstle is Peru). Es el periodo en que el orbe

económico europeo se amplla y se contrae hasta llegar a establecer su

medida definitiva; su núcleo central salta de sur a norte, de este a oes-

te, de una ciudad a otra, concentrando y repartiendo funciones. Es

por ello la época en que la disputa entre los distintos proyectos posi-

bles de modernidad se decide dificultosamente en favor del que de-

muestra mayor firmezaen el manejo del capitalismo como modo de

producción. De aquel proyecto que es c pazante todo de ofrecer una

solución al problema que representa la resistencia a la represión, al

sacrificio de las pulsiones, por parte del cuerpo tanto indiüdual como

comuniario; que es capaz de garantizar un comporamiento económi-

co obsesivamente ahorrativo y productivista en virtud de que la cultu-

ra cristiana que le sirve de apoyo se ha despojado de la consistencia

eclesial (mediterránea y judaica) de su religiosidad -perceptible

de

manera corporal y exterior para todos- y la ha reemplazado Por una

consistencia diferente, puramente individual (improvisada después

de la destrucción de las comunidades germanas); en virtud de que su

cristianismo ha hecho de la religiosidad un asunto imperceptible para

los otros, pero presente en la interioridad psíquica de cada uno; una

experiencia puramente imaginaria en la que el cumplimiento moral,

convertido en auto-satisfacción, coincide con la norma moral, conver-

tida en autr:-exigencia.

Page 85: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

Tesis 9Lo político en k modernidad: soberanía y enajenación

Si lo que determina específicamente la vida der ser humano es sucarácter polltico

-el iecho de que configurar y reconfigurar su

socialidad tiene para él preeminencia sobre r" ".ti.,rid"d

báIica conla que reproduce su animalidad-, la teoría de Marx en rorno a lae.najenación y el fetichismo es sin duda ra enmada conceptuar másdecisiva a la discusión en rorno a los nexos que es posibL recono-cer enrre la modernidad y el capitalismo.

Pala no dejar de existir, la libertad del ser humano ha tenido,paradójicamenre, que negarse como liberrad política, soberanla oejer¡icio_de autarqula en la vida social cotidi"rr". Dirí"r. que la aso_ciación de individuos concretos

-€se "grupo en fusiórt'' originario

que es preciso suponer-, espantada ante la magnitud de h Jmpre_sa, rehúsa gobernarse a sí misma; o que, por.f

"orrrrario, incom_

patible por naturaleza con cualquieipermanencia, es incapaz deaceptarse y afirmarse en calidad de institución. Lo cierto ., qu., .r,su historia, el ser humano ha podido saber de la existenci" d. ,,,libertad polltica, de su sober"rrí" o capacidad de auto-gobierno,pero sólo. como algo legendario, impensable para el .o-i, de losdlas.y de las gentes, o como

"lgo .*t.rio, y

"j..ro a'él; como el mod_

vo de una narración, ante cuyos efectos ,.á1.r, si'no canta alaban-zas, no le queda otra cosa que mascullar maldiciones.

Descontados los momentos de tensión histórica exuaordinaria, quese limitan a la corta duración en que se cumple una rarea heroica sin-gular, y dejando de lado ciertas cornrcas de historia regional, protegi-das ransitoriamenre respecto de la histori a meyor (y".., .ra m.did"des-realizadas), es innegable que desde siempre h"",iáo prácticamentenulas las ocasiones que se le han pr.r.nt"dl d ser humano concreto,como asociación de indiüduos o como persona indiüdual, para ejercerpor sí mismo su libertad como sobera nía, y parahacerro ie -á.r.r"positiva, es decir, acompañada por el disfrute de ra vida ftsica que re

f7217i

ser tal. Sea directo o indirecto, el ejercicio propio, es decir, no

ütotg"do ni delegado, no transmitido ni reflejado, de la capacidad po-

Ilticaha debido darse siempre negativamente (con sacrificio de lavida

flsica), como transgresión y reto, como rebeldía frente a conglomera-

dos de poder extra-políticos (económicos, religiosos, etcétera) que se

tablecen sobre ella. Parasitarios resPecto de la vida social concreta,

pero necesanos para su reproducción, estos poderes han concentrado

y monopolizado para sl la capacidad de reproducir la forma de la vida

i$ocial, de cultivar la identidad concreta de la comunidad (polis), de

¡decidir entre las opciones de existencia que la historia pone ante ella.

, Ert" descripción, sin duda acerrada, de toda la historia polltica del"i,

ser humano -desde

su cumplimiento a través de las disposiciones

,l: despótico-teocráticas hasta su realización a través del gobierno de-

,,,mocrático-estatal- como la historia implacable de una vocación des-

lltinada a frustrarse, se encuentra en la base de la desconstrucción crlti-

ca de la arltura política modema implicada en el concepto de enajmación

i propuesto por Marx. segírn é1, el conglomerado especlficamente mo-

eer- o d. ptd., extra-polltico que se arrcgay ejerce el derecho de vi-

gilar el ejeicicio de la soberanla por parte de la sociedad, y de interve-

iir.r, éi "on

sus ordenamientos básicos, es el que resulta del ValorI de la mercancla capitalista en tanto que "sujeto automático". Se trata

de un poder que se ejerce en conrra de la comunidad como posible

asociación de individuos libres, pero a través de ella misma en lo que

tiene de colectividad que sólo puede percibir el aspecto temerario de

un proyecto propio; que reniega de suliberad, se instala en el pragma-

tismo de la Realpolitiky entrega su obediencia a cualquier gestión o

cualquier caudillo capaz deasegurarle la supervivencia a corto plazo.

, D¿ acuerdo con el descubrimiento de Marx, elvalor que actúa enI la circulación capitalista de la riqueza social es diferente del que está

: en juego en la circulación simplemente mercantil de la misma: en este

, crso nó es m,ís que el elemenro mediador del intercambio de mercan-

cías, mientras q,.,..tt el primero es el "sujeto promotoy''del mismo.

Page 86: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

En lugar de representar reraciones entre mercanclas, entra ahorarpor decirlo así- en una relación privada consigo *ir^r. s.r r"r", *allí ser capital, porque elvalor es el

¿sujeto autorñático,, d. ,,,r, pro..ro

en que' él mismo, al cambiar.orrra*t.-.nte enüe las formas d.'dirr.roy mercancla, varla su magnitud [. . .] se auto-valoriza [...] Ha recibido lafacultad misteriosa de geÁerar y"lol no¡ el solo hecho ¿. ,*

""1r. t...iMientras, en la circulación simple, el valor d. lr, _.r.n.l*, "dqui.r.frente al yalor de uso de las mis'mas, a lo mucho, cuando es dinero,

una forma independiente, aqul, de pronto, se manifiesta como unasubstancla que está en proceso y es capaz de- moverse por sí misma, yrespectode la cual ambas, la m.rc"niía y el dinero, io p"r"r, á. ,.,simples formas.3

Instalado en la esfera de la circulación rnercantil, er valor de lamercancla capitalista ha usurpado (übergrifen) ara comunidadhumana no sólo directamente ia ubicaci¿n desde donde se decidesobre la correspondencia entre su sistema de necesidades de con-sumo y su sistema de capacidades de producción, sino también,indirectamenre, la ubicación porítica fundamentar desde donde sedecide.su^propia identidad, es decir, la forma singular de su sociali-dad o la figura concrera de sus reraciones sociale-s de convivencia.

k:1":" esra suspensión de la autarqula o esra enajenación de lacapacidad política del sujeto social, q,r. ., ra esencia áel "fenómenode la cosificación", ha sido denunciaá4 en toda su radicalidaJp", r"política revolucionaria de inspiración marxista. por lo demás, losnexos de implicación entre la denuncia de la cosificación y la praxiscotidiana de esa política han sido prácticamente nulos. La',teoría dela enajenación" no ha servido de guía a ros mancisras porque ra ideade revolución que han empleado f.r-"r.". atada al Áito politicisade la revoluci_ón, gue

1e{uce.la auiarquía del sujeto soci"l

"'1" simpl.

soberanla de la "sociedad políticd' y ru .rt"do. éi bi.r, ra tradición delos mamistas ha reunido y" mu"ho, elementos esenciales, una teoría

, 3 Karltr4arx , Das Kapital, Kritih der potitische Oehonomzr, Erster Band, Ham_

burgo rU6Z, pp. u6-tr7. Trad. Sca¡on, Siglo )O(I Ed., vol. z, p. rgg.

174 f75

de la revolución que parta del concepto marxiano de enajenación

está aún por hacerse.

La teoríe de la enajenación como teoría política debería partir de

un reconocimiento: la usurpación de la soberanla social por partey'e la "república de las rnercancías" y su "dictadura" capitalista no

puede ser pensada como el rcsulado de un acto fedrado de o<propiación

de un objeto o una cualidad perteneciente a un sujeto, y por tantogomo estado de parálisis o anulación definitiva (mientras no suene

la hora mesiánica de la revolución) de la polidcidad social. Thl usur-pación es un acontecer permanente en la sociedad capitalista; es unproceso constante en el que la mixtificación de la voluntad pollticasólo puede tener lugar de rnanera parasitaria y simultánea a la propiaformación de esa voluntad, La "gestión" polltica del capital, entidad

de por sí ajena a la dimensión de las preocupaciones polfticas, lejos

de ejercerse como la imposición proveniente dc una cxterioridadeconómica dentro de un mundo polftico ya cstablccido, se lleva a

cabo como la construcción de una interioridad polftica propia; comola instalación de un ámbito peculiar e indispensablc dc vida pollti-caparala sociedad: justamente el de la agitación partidisra por con-

quistar el gobierno de los asuntos públicos denuo del esado democráti-

co representativo de bases nacionales.

La vitalidad de la cuhura política rnoderna se basa en el conflic-to siempre renovado entre las pulsiones que restauran y reconstitu-

yen la capacidad política "natural" del sujeto social y las disposicio-

nes que la reproducción del capial tiene tomadas par:r la organización

de la vida social.. Aunque diferentes entre sl, la cuestión acerca de la autarquíay la

cuestión acerca de la democracia son inseparables la una de la otra.

La primera ---en sentido revolucionario- intenta problematizar las

posibilidades que tiene la sociedad de liberar la actiüdad política de

los individuos humanos a partir de la reconquista de la soberanla o

capacidad política de la sociedad, intervenida por el funcionamientodestructivo (anti-social, anti-natural) de la acumulación del capital.

Page 87: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

l,a segunda --en sentid. ¡gfo¡rni5¡¿- intenta, a la inversa, proble-matizer denro de los márgenes de la soberanía "realmente exis-tente",las posibilidades que tiene el juego democrático del estado modernode.perfeccionar la participación popular hasta el grado requerido paranulificar los efectos negativos que pueda tener la disigualdad económi-ca estructural sobre la vida social. ¿No existe en verdad un punto decoincidencia de las dos objeciones crlticas que se plantean reclprocamen-te la llnea de la revolucióny la línea de la reforma: la idea de que lasubstitución del "modo de producción" no puede ser tal si no es almismo tiempo una democratización de la sociedadylaidea de queel perfeccionamiento de la democracia no puede ser tal si no es al mis-mo tiempo una rransformación radical del "modo de producción"?

Si la teoría política basada en el concepto de "cosificación" acep-ta que existe la posibilidad de una política dentrode la enajenación,que la sociedad privada de su soberanía posible-- no estádesmovilizade o paralizada pollticamenre ni condenada a esperarel momento mesiánico en el que le será devuelta su libertad potr,i-ca, el problema que se le plantea consiste en establece..l modo e'3ue lo polltico mixtificado por el capital cumple el imperativo dela vida mercentil dc construir un .r.irr"rio poútico re"iy un ju.godemocrático apropiado para la úansmuración de sus irtirrrr, íiuil*en uoluntadciudadana. sólo sobre esta base podrá juzgar acerca delmodo y.la mcdida cn quc la vitalidad efecriva del juego democráti-co puede ser encauzada hacia el punto en que éste incontrará ensu propio orden del dla a la revolución.

Tesis roLa uiolencia moderna: k corporeidad como capacidad de trabajo

La paz,la exclusión de la violencia que la modernidad capitalistaconquista para la convivencia cotidiana, no es un hecho q,r. d.s-canse' como sucede en otros órdenes civilizatorios, en una )d*¡n¡r-tración de la violencia, sino en una mixtificación deramisma.

176 177

un "alto al fuego limitado Pero Permanente", un mínimo- in-

sable de "r*orií"

social. L^pmgeneralizada es imposible den-'de

una sociedad construida a P¿rtir dc las condiciones históricas

la escasez; ésta tiene que ser interiorizada y funcionalizada en la

producción de la sociedadylarlnica mancra que tiene de hacer-'..

" rr"rré, de la imposición de una injusticia distributiva sistemá-

pic-a, la misma que convierte a la violencia en el modo de comporta-

'*i"rrro ,r.".r".io de la parte más favorecida de la-sociedadcon.laiparte -ás perjudicada. ia creación de la zona pacificada (el simula-

i¡o d. p""irrr.rrr" generalizada) sólo puede darse, por lo tanto, cuan-

,do -á.*,is de los apararos de represión- aparece un dispositivo

ino violento de disuasión capazde provocar en el comportamiento

de los explotados una reacción de autobloqueo de la respuesta violen-

t:a a.la.q.r. .rtár, siendo provocados sistemáticamente' Gracias a él'

la violencia de los explo."dor.r no sólo resulta soporable, sino inclu-

so aceptabl. po, p"r,. de los explotados' La consistencia y la fun-

ción de .rt. iirporitivo son justamente lo que distingue a la vigen-. cia de la paz.o"i"l .r, la modernidad capitalista de otros modos de

: vigencia de la misma, conocidos de antes o todavla por conocer'

"Sobre la base del sistema salarial, incluso el trabajo no pagado tiene

la apariencia de trabaio pagaü' , mienúas que, "por el contrario' en el

."ro d.l esclavo, incluso aquella parte de su trabajo que sl se Paga se

presenta como no pagada."

a Value, Price and Profit. Addresed to the 'Worhing Mm, Londres 1899' p' 61'

La vida social, para perdurar en su forma, Para ser orgánita o :i"l-

^d^, y poder

"ñrrrr"ir. frente a la amenaza de la inestabilidad' la

iáuiación o el salvajismo -caracterlsticas

de una socialidad

situación extraordinaria, "en fusión" (revolución) o en descom-

(catástrofe)-, ha requerido siempre producir y reproducir

su interior una zona considerable de vida paclfrca, en la que pre'

Page 88: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

. Esta afirmación de Marx lleva impllcita orra: al contrario de lostiempos pre-modernos, cuando incluso las reraciones interindivi-duales armónicas (de voluntades coincidentes) estaban bajo eisignode la violencia, en los tiempos modernos incluso las íelaciorresinterindividuales violentas se encuenuan bajo el signo de ra armonía.

La aceptación "de qrado, y no por fue.r,i,,po, i"rr. de los indivi_duos, en su caiidad de trabajador.s, d. una siruación en la que supropia inferioridadsocial ("económica") se regenera sistemáticamen-te es el requisito fundamental de la a*ual vi-da civilizada modernay de sus reglas de jy.g". Se trata de un acro que sólo puede tenerIugar porque esa misma situación es, paradóji."_.rr,., .l único lu_gar en donde la igualdadsocial ('politicd'¡ á..ro, individuos estágarantizada. La siruación que socializa a los individuos trabajadoresen tanro que propietarios privados les impone una idendiad de"dos caras": la de "ciudadanós" en la emprer" hirrório ilamada Esta.do nacional

-miembros de un"

"o-urridad a la que;;;;;"_"

sin diferencias jerárquicas-- y la de "burgueses" "r,

urr" üá económi-ca_ cornpartida

-socios de una .-pro" de acumulación de capi_

tal a.la.quc sólo pucdcn perrenecer en caridad de miembros inferio-res de la misma. Es a leigualdad como ciudadano, .; "rf"i."quc existe cn el universo humano -:-y participa de ra prot.lciónque brinda el seno en principio civilizado y p^irfr"ode ia.omuni-dad nacional- a lo que el individuo como trabajad.or sacrifica susposibilidades de afirmación en el aspecro disrriúudrro, ,r

""p""i_dad de ser partícipe en términos de igualdad en el disfrute d.i" ri-queza social. Y es justamente el .orr1r"to de compra/venra de lamercancía fuerza de trabajo

-acro paradigmático, .uyo sentido se

repite por todas pa*.es en er gran .iifi"io"d. ra interáubj.ri.,rJd"¿moderna- el dispositivo en rrirtud del cual el individuo ,*U";"a.,'te salva y se condena". AI comportarse como vendedor-.omp1"dor,se sociaiiza en ranto que propiitario privado, es d.ecir, .r, ,¿i_irro,de igualdad frenre

" lor oiro, ,,ciudaianos,,,

aunque .ii%-;;.r"condición implique para élar mismo tiempo una aurocondena a la

178

rioridad en tanto que "burgués", a la surnisión frcnte-e aquc'

individuos no traúajador., q.t. son propietarios de algo mér

de su simpl e fuerza de trabajo. Propietario privado, el traba.

r no pierde esa calidad, aunque su propiedad sea nula, Por cuan'

d.t"ni" de todas maneras la posesión de su cuerpo' es decir' el

de ponerlo en alquiler. Cuando se comPorta como trabaja-

:, el ciudadano moderno inaugura un nuevo comPortamlento

í" p"rrot" hurnana resPecto de su base naturai, del "esplritu"

a la "materid'. Como tal, el ser humano no ¿J su cuerPo'

de su violencia.

que tieneun cuerPo; un cuerPo que.le permite mantener ese

to status d¿ hurnaioprecisamente en la medida en que es obje-

, El esclavo antiguo podla decir: "En verdad soy esclavo, pero estoy

) existo de hechá como si no lo fuera." La violencia impllcita en

su situación sólo estaba relegada o PosPuestdt la violación de su vo-

iunt"d de disponer de sl mismo estaba siempre en estado de inminen-

I'ci", podla seivendido, podla ser ultrajado en el cuerpo o en el.alma'

'La relaci¿n de depenáerrcia reclproca que mantenla con el amo

iihaclade él en -.r"ho, casos un seruo padrona; el respeto parcial que

i l. d"-or,raba el amo era una especie de pago por el ir'espeto glo-

bal que le tenla (y que se volvía asl perdonable), una compensación

de la violen"i" piofunda con que lo sometía. A la inversa, el "escla-

vd' moderno di".r "En v-erdadioy libre, pero estoy o existo de hecho

como si no lo fuera." La violencia impllcita en su situación estl bo'

rrad.a,es imperceptible: su voluntad de disponer de.sl mismo es

inviolable, it" qL. el ejercicio pleno de la misma (no venderse

como ,,ftterzade trabajo';, por ejemplo) requiere de ciertas circuns-

tancias propicias qrr" ,ro ti.tttpit "ttán

d"d"t' nq"iel "amo"' el ca-

pit"l, er'e' princiiio impersonal -¡e ¡6¿6siona al valor de uso ni

" l" 'lfor,o" ,r"r.rri" de ia vida- y en esa medida no depende del

"esclavo" ni necesita entenderse con él; prosigue el cumplimiento

de su "capricho" (la autovalorización) sin rcner que compensar nada

ni explicar nada ante nadie.

f79

-*.*iÚ

Page 89: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

' una cosa era asumirlaviolencia exterior, aceptar y administrar elt-recho de la desigualdad como violencia d.l ¿o-i""dár, Jir*a""a,lo como mecanismo necesario de defensa ante la amenezade ,.lonuesrro".por "lo ajeno"; disimulándoro y justificándolo como recur-so ineludible anre la agresión d. l" ,r"t.rii eza o rar.,i".rr"i" Je Diosa mediar entre la cgmuni{ad y ro otro. Muy diferen,., .r, ábio,es d'es-conocerla violencia der exprotado, e iÁput", .uiqui., efectode lamisma a la presencia direcá y en bruto de una hostilidad exte-rior' Des-conocerla es lo mismo q.r. rr.g", su necesidaddentro delmundo social establecido; remitir el h."h"o de su existencia a simpre,defectos secundarios en la marcha der progreso y su conquista de

.,lootro"; a una falra o un exceso d. rrelo.idád.., r".*p"i.io, i. t",fuerzas productivas o en la eliminación de las form"r ro.i"L, pr._modernas o semi-modernas.

Desprovista de un nombre propio, de un rugar sociar en ra cotidia-nidad moderna, Ia violencia ie h, "reraciones de producción, capi-talistas gravita sin embargo de manera determin"nr. ,"rrro .r, .ll"como en la actividad polrtica que parrc de eila para levanrar r,rrlrr*ituciones. Borrada como acción del otro, dCIconócida corno insffumen-to rcal de las rclacioncs intcrindividuales, la violencia a" r" *pño"io"a través dcl salario se presenta como una especie d. castiio qu..l:ltpo dcl uabajador..debe sufrir por

"ulp" d" ru propi"?.fiii.n_

c]a' por su frlta de calificación técnica o por su atavismo cultural.ca¡tigo que atomiza su manifestación hospedándose p"*i

"ri"-.rr-tc hasta.cn los. comporramientos más inofensivos de 1".*rid" Ji"ri",torciéndolos desde adenffo, sometiéndolos a un pecuriar efecto deextrañamiento.

El fundamento de la modernidad ffae consigo la posibilidad deque la humanidad de la persona humana se libe"re y i.p;;., ;;'q*se rescrre del modo arcaico de adquirir concreción, !,r.i" ata y rimi-ta debido a la identificación de r,.r..r.rpo con una determinada fun-ción social adjudicada (productiva, p"r.rral, .r"¿,*"1. Er," p*iiilf_dad de que la persona humana ."pür. h soberanla robr. ,,i.r.rpo

r8o

:ural, que es una "promesa objetivd' de la modernidad, es la que

traiciona y caricaturiza. enla' modernidad capitalista cuando la

idad de la persona, violentamente disminuida, se define a par-

de la identificación del cuerpo humano con su simple fuerza' de

jo. El trabajador moderno, "libre por partida doble", dispone

mente de su cuerpo, pero la soberanía que detenta está pro-

de antemano para ejercerse, sobre la base de esa humanidad

minuida, como rePresión de la corporeidad animal del mismo'

ser el conjunto de los modos que tiene el ser humano de estar

cretamente en el mundo, el cucrpo es convertido en el instru't,ttfi€qtta anirnalde una sola y pcculiar rnancra de estar en é1, la de una

,apropiación del mismo dirigida a reproducirlo cn calidad de medio

un aftn productivo sin principio ni fin. Conjunto irremedia-

errte d.fectuoso de facultades y calificaciones productivas, cl

cuerpo del individuo moderno es, una y otra vcz, prcmiado con la

ampiiación del disfrute y al mismo tiempo castigado con la ncutrali-

g"id"del goce correspondiente. El dispositivo que sclla csta inrcrpe-

netración Jel pre-io y el castigo es el que disecciona y scpara artifi-,cial y doloror"rrr.r,t. a la primera dimensión del disfrute dcl cuerpo

i-t" ¿. su aperrura activa hacia el mundo-, convirtiéndola cn cl

rnero g"r,o á. un recurso renovable durante el "tiempo de trabajo",

de la segunda dimensión de ese disfrute del cuerpo -la de su aPertu-

' ,r p"riá hacia el mundo-, reducida a una simple restauración del

, ar"b"¡"dot durante el "dempo de descanso y diversión''por lo demás, la eliminación de todo rastro del cuácter humano

de [a violencia en las relaciones de convivencia capitalistas Parece

ser también la rtzón profunda del vaciamiento ético de la activi-

dad polltica. Nunca como en la época moderna los manipuladores

d.e la,voluntad popular" -[65

que ponen en práctica "soluciones"

más o menos "finales" a las "cuestiones" sociales, culturales, étni-

cas, ecológicas, etcérera- hablan podido ejercer la viofencia de sus

funciones con tanto desapego afectivo ni con tanta eficacia: como

simples vehlculos de un "imperativo" de pretensiones astrales la

r8r

Page 90: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

vornhung- que pese* intocado a Íavés de todos los criterios dewloreción del eomporumicnto humano.

Te¡i¡ ¡¡Le no*rnJd¿dy cl imperio de la acritura

Lr oportunided moderna de liberar la dimensión simbólica de laerhtencir ¡ocial *la actividad del hombre como consrrucor derlgnlficreiones tanto prácticas como lingüísticas- se encuenrraeftctada dicisivarnenre por el hecho del ré-centramiento capitalis-ta del proceso de reproducción de esa exisrencia social en *rrro

"la meta última de la valorización del valor.A finales de la Edad lv{edia occidental, la dimensión comunicati-

va de la existencia social -el

cgnjunto de sistemas semióticos organi-zados en torno al lenguaje- fue sin duda la dimensión m,ís dirlca-mente aGctada por el impacto proveniente del "cambio de medida"en el proceso de reproducción de la riqueza social, por los efectosde su "salto cualitativo" a una nueva escala de medida, la de la totali-dad del conrinente europeo. Los códigos del proceso de ciframien-to/desciframiento (producción/consumo) áe hs significacionesprácticas en la vida cotidiana, que habran operado airavés de unanormación de tendencia restriciiva y.orrs.rrr"dora duranre toda lalarga "historia de la escasez"

-historia en ra que ningún proyecro

de vida social podía ser orra cosa que la ampliaciór, dJ,rrr" .rr."r.-gia de superu;uencia-, elcanzaronla capaciáad de conquistar zonasde sl mismos que hablan debido permanecer se[adas h..a.rrtorr"...La tabuización o de-negación de un amplio conjunto de posibili-dades de donación de forma a los productos/útiÉs (bieneiprodu-cidos) pudo asl comenzar a debilitarse. La esrructura del ."-poinsrrumenral pudo comenzar su recomposición histórica en escalacuantitativamente ampliad a y en registros cualitarivos completamen-te inéditos. Igualmente, las distintas lenguas naturales, iue, ella,

t8z r83

también, venlan normadas de hecho en dirección restrictiva por la

vigencia aplastante de sus respectivas estructuras míticas en el lengua-

je cotidiano, comenzaron su Proceso de reconstitución radical, de

auto-construcción justamente como "lenguas naturales modernas";

,obedeclan al llamado que venía de la creatividad liberada en la esfera

de las hablas cotidianas, que ellas perciblan como un rero para inten-

sificar y diversificar su capacidad codificadora.

Es indudable que un logocentrisrno prevalece en la existencialhtr*"t

" en la misma medida en la que ella hace de todos sus com-

portamientos realidades semióticas; la sociedad humana otorga a

' la comunicación propiamente lingüística la jerarqula rePresentante

,ly.oordirr"dora de todas las orras vlas de la semiosis para efectos de

i" "orrr,rrr.ción

del sentido común de todas ellas. Le permite inclu-

,.so que consolide esa centralidad cuando ella misma la concentra y

desarrolla en calidad de escritura.

, Pero aparte de logocéntrica, la comunicación social debió ser

también logocrática; es decin no sólo tuvo que someter su produc-

ción global de sentido al que se origina en la comunicación pura-

*.rrtl lingülstica, sino que debió además cornPrometerla en una

t"r.a d.tei*inada que le corresponde especlficamente a ésta últi-

ma, la tarea muy especial que consiste en defender la norma que

da id.entidalsingular al código de una civilización. La comuni-

cación lingülstica reduce y condensa para ello su función mitopofti-ca; la encierra en el cultivo hermenéutico de un texto sagrado y su

corpusdogrnático. Aunque no lo parezca, la logocracia no consiste

en verdad en una afirmación exagerada del logocentrismo; la logocra-

cia -impuesra

por la necesidad de fundamentar la política sobre

bases religiosas- implica el empobrecimiento y la unilateralidad

del logocentrismo. Es en verdad una negación del despliegue de su

1rig.rrcia; trae consigo la subordinación de los múltiples usos del

lenguaje al cumplimiento hieratizado de uno solo de ellos, el uso

que tiene lugar en el discurso mítico religioso.

Al igual qu. sobre los códigos prácticos y los lingüísticos y sobre

Page 91: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

los usos insrrumentales y las habras, el impacto fundamenrar de lamodernidad fue también liberador r.rp..,o d.l togo..rrrrir*o .Tralala oportunidad, primero, de quitar

" l" prod,r.Iión/consumo de

significaciones prácticas de la opresión üajo a poa., o''rri_oaooet lenguaje ¡ segundo, de solrar a éste de la obligación d.e auro_censura.qu.e le imponla el cultivo del mito.orrr"gádo.

Pero la liberación del uso de los medio, instrurienrales, es decir,de.la capacidad de invenrar formas inéditas para los productos útiles,sólo pudo se', en la modernidad capitalista, una liberación a medias,vigilada e intervenida. No tod", i", formas de ra creatividad queso¡reclamadas por ros seres humanos en ra perspe.ri.,r".o"i"t-"r.r-ral de,su existencia pueden serro tambiér, po, p"* der "sujeto susti-tutivo", el capital, en la perspectiva de ra-valirización deívaror. Ercódigo para la construcción (produ..iónlconsum.l J. rig"in*-ciones prácticas pudo potenciarse _dinamizarse, ampli"rsj diver_sifi6¿¡sg-, pero sólo con la mediación de un **.iri,oo,-i. .rrr"

:!:::d!t:riO:que lo marcaba decisivamenre con un sentido capi-talrsta. La interiorización scmiódca "natural,' de una antigua estrare_gt: d: supervivcncia venfa a scr substituida por om", ,."r?il"i"i;,

¿.cfcctividad difcrenrc, pcro también inclinaáa en sentido ,"or.ri.,o,la de una csrratcgia piralaacumulaciór, d"."fit"l-

cosa parccida aconteció en la vida del discurso. Rotas las barrerasarcaicas (religiosas y numinosas) de la esffu*ura mítica de las lenguas

-la que, al normarlas, les ororga. una identidad pr"ñ_, ""* ^fi_i_

taciones, de un orden diferentg áparecieron." l,rgr, á. af*. Al;;__ponerse a partir de una épicay una mitopoyeriri,ísicmerr" b.rrg,r._sas pero de.corte capialisa, la estru*ura;ri* de las lengtus;;;"*se vio en el caso de reinstdar unas facultades de "..r*J*r*J*. El"cadáver de Dios", esto es, la moral del autosacrifi.io prod,r"iiürt"como vla de salvación individual

-_gue haría der *rg"r.-pr.r"ri.

un.sujeto de empresa y.avenrura, y daríaa su comport"-i.rrtoi";.rr_quía de una actividad de alcance ontológico- se constituyó en er rrni-co prisma a ffavés del cuar es posible

"Ld., al sentido + r. *rl.

t84

Destronado de su logocracia tradicional y expulsado de su monopo-

lio del acceso a la realidad y la verdad de las cosas, el ámbito del dis-

curso quedaba asl, en principio, liberado de su servicio al mito into-

cable (iscriturado) y al re-ligamiento despótico de la comunidad.pronro, sin embargo, recibió la condena de una refuncionalización

logocrática de nuevo tipo. Según ésta, el momento predominante

de todo el "metabolismo entre el Hombre y la NaturalsT?i' -caras'

terizado ahora por el desbocado productivismo abstracto del Hom-

bre y por la disponibilidad infinitamenre pasiva de la Natur^lez -,. ,irú" en [a

"propiación cognoscitiva del referente, es decir, en la

actividad deli"raz6n instrumental". Recompuesto para el efecto

sobre la base de su registro técnico-cientlfico, el lenguaje resulta ser

el lugar privilegiado y occlusivo de ese bgos productor de conocimien-

,oq i.r.rl," r., "rl,

nuevarnente aunque de manera diferente, el lugar

donde reside la verdad de toda offa comunicación posible'

Éste, sin ernbargo, su dominio restaurado sobre la semiosis prác-

tica, le cuesta al lenguaje una fuerte "deformaciórt'' de sl mismo, una

reducción referencialistadel conjunto de sus funciones comunicati-

vas, una fi¡acion obsesiva en la exploración apropiativa del:ontex-

to. El lenguaje de la modernidad capitalista se encuentra acondiciona-

do de d-manera, que ?s capazde restringir sus múltiples capacidades

-ds ¡su¡i¡, de expresar y convencer, de jugar y de cuestionar- en

beneficio de una tol" d. ellas: la de convertir al referente en informa-

ción pura (depurada).

J,rrrto "on l* recomposición mod¿rna de k logocracia tiene ¡u'ger

también una refuncionalización radical de su principal instrumento,

le escritura. De texto sagrado, petrificación protectora del discurso

en el que la verdad s. ,.rr.1", la escritura se convierte en el vehlcu-

lo de una intervención ineluclible del logos instrumental en todo

posible uso del lenguaje y en toda posible intervención suya en las

otr"s rrl"s de produóción/consumo de significaciones. La seculariza-

ción de l" es"iitur" y el perfeccionamiento consecuente de sus técni-

cas abrió para el dir",riro unas posibilidades de despliegue de al-

r8i

Page 92: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

cances inauditos. En tanto que es tan sólo una versión aurónornadcl habla verbal' el habla .r.rir" es una prorongaciór, .rp..i"rir"d"de clla, un modo de llevarla a cabo que sacrifica cierras caracrerls-ticas de la misma en beneficio de orr"s. La envidiable e inigualablecontundencia comunicativa del habk uerbal que le p.r-it! ser efi-mera, dene un alto precio a los ojos der habk escrita: iebe ir acompa-ñada de una consisrencia incomplera, confusa y de baja proJu.ti-vidad informativa. El habla rr.tb"l sólo está a sus anchas cuando seconduce en una estrecha dependencia respecto de otros cauces dela semiosis co.rporal (la gestualidad, ra musfualidad, etcétera), lo queabre pasajes débiles o iniluso de silencios en su propia performancs,cuando juega con el predominio de ras distintas fun.iorr., comuni-cativas (de la más burda, lafática,a la más refinada, la poética), jue_go que la vuelve irrepetible; cuando, finalmente, recuffe a una trans-misión simultánea de mensajes paralelos (para varios receptoresposibles), hecho que vuelve azaroso su desenvolvimiento.

El habla escrita nace como una respues ta aranecesidad de salvarestas limitaciones informativar,

",'qr" sea a costa de la plenitudcomunicativa. Fascinadas por el esplritu conclusivo, atemporal y efi-ciente del habla escrira

-con su autosuficiencia lingüística, ,,, .orr-

centración unifuncional y su unilins¿¡id¿d-, h"y*zon"s del hablaverbal que ven en ella su rierra prometida.

sin embargo, no es esra superioridad unilaterar del habla escriralo que la lleva a independizarse der habla verbal y a someterla a suspropias normas. (No hay que olvidar que las lenguas narurales moder_nas.se gene¡an a partir de.un habla que ha supeditado el cumplimien-to de sus necesidades globales de comunic""i¿r,

"l de las necesidades

restringidas de su versión escrira.) El habla escrita de una lengua mo-derna

-cuya normación implica una fijación referencialista de las

funciones comunicativas, puesto que su meta es el acopio de informa_ción- ofrece el mofubperfecto de un ordenamiento ácionar produc-tivista de la actividad humana. El conjunto de los medio, o irrt *.'-tos de trabajo y disfrute

-que es la instancia objetiva más inmediata

r86

del cuerpo humano, de la concreción multidimensional de su estar

en el mundo- se desentiende, como lo hace el habla escrita, de to-dos los modos de su funcionamiento que no demuestran ser racionales

en el sentido de la eficiencia exclusivamente pragmática. Puede de-

cirse asl que, al guiarse conscientemente o no por esta reducción de

las capacidades técnicas del mediuminstrumental, el proceso de pro-ducción y consumo del conjunto de los bienes es el fundamentoque ratifica y fortalece a Ia escritura en su posición hegemónica den-

tro del habla o el uso lingülstico y dentro de la semiosis moderna

en general. Es la práctica tecnificada en sentido pragmático la que

despierta en la escritura una "voluntad ile poder" indetenible. Aslse expande la nueua hgonacia: significaa "decirle algo a alguien sobre

algo con una cierta intención y de una cierta manerd' deberá consis-

tir primaria y fundamentalmente en hacer del hecho comunicativo"un instrumento de apropiación cognoscitiva" de ese "algo", de "loreal". 'Iodo lo demás será secundario.

Tesis rzPre-modernidad, semi-modernidad y post-modernidad

La pos*nodernidades la característica de ciertos fenómenos peculia-

res de orden general que se presentan con necesidad y de manera per-

manente dentro/funade la propia modernidad. (No es sólo el reciente

rasgo de una cierta población acomodada que necesita de un nuevo

hastlo -esta

vez ante a la modernidad corriente- para darle un to-

qLre trascendente, y así privativo y aristocrático, a su imagen reflejada

en el espejo.) Se trata de una de las tres modalidades principales de la

zona limínofe en donde la vigencia o la capacidad conformadora de

la modernidad establecida presenta muestras de agotamiento.

La modernidad es un modo de totalización civilizatoria. Comotal, posee diferentes grados de dominio sobre la vida social, tantoen el transcurso histórico como en la extensión'geográfica. Alll don-

r87

Page 93: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

de su dominio es más débil aparecen cierros fenómenos hrbridos en

fos qul otros principios de totarización concurrenres re disputan la"materia" que está siendo conformada por ella. Es en la zona de los

llmites que da' hacia el futuro posible Én dond. r. pr.r.rr,"r los fe-nómenos pa#- modernos. En la que da hacia .l p"r"do po, .,rf.r", ,.muesrran los fenómenot prr-*idtroas. En ra qr. ,.

"br./.i.ri" h".i"los mundos extraños por conquistar se d.an los fenóm.n os semi_mo_dernos,

' La dinámica del fundamento de la modernidad genera constan-remenre nuevas constelaciones de posibiridades pu^l^vid.a humana,las. mismas que desaffan 'desde el i'uturo" a ra capacid"¿ ¿. ,irrt.ti""-ción de la modernidad capitalista. Alll donde ért;,;ü;;;", _o_mentánea o definitivamenre de ponerse en juego radicalmenre a finde sostener esre rero; alll dondeiu ambición conformadora le hacesalirse de sus llmires pero sin ir más ailá de sí misma, r", ,orr.l"d.,posibles de la vida social no alcanzana constituirse de manera autóno-T?

y l. qu:d* cn estado de de-formaciones de la modernidaá .,abre-

:tdl hf{tgmático serfa, en estc senddo, el fenómenry.*,."*i.

de la polftica económica rnoderna, que se empeña "r á", cuenra de

la necesidad rcal dc una plancación icmocrática de la producción yel consumo dc bienes, puro qu" lo hace mediante.l r..uiro i"r"Á|i."_te de sacrificar a medias su liberalismo económico esrructrral y suvocación cosmopolita pafaponer en práctica interv.n.ion., _^ .menos autoritarias y proteccionistas (paternaristas, unas, totalitarias,otras) del "estado" en la "economía,'.

Otro tipo de rero que la modernidad capitalista no puede siem_pre sostener es el que le plantean ciertas realidades d. su propio p"r"_do, provengan éstas figuras anteriores de la modernidad o de la histo_ria pre-cristiana de occidente. Arrancados de su pertenencia coherentea una totalización de la sociedad en el pasado, qu.

"r,l.rlro ¿"i"¿" ¿.

autonomía política y vitalidad histórica, urr" ,.ri. de erementos civi-lrzaronos del pasado (objetos, comporramienros, valores) perduransin embargo en el mundo construido por ra modernidad dominante;

r88r89

aunque son funcionalizados por ella, lo inadecuado del modo en quelo están les permite mantener su efectividad. Parcialmente indispen-sables para ella, que se demuestra incapaz de sustituirlos por otrosmás apropiados, son estos "cuerpos extraños", fijados en una lógicaya fuera de uso pero que es compatible con la actual, los que se repro-ducen en calidad de fenómenos pre-modernos.

Diferentes de estos, los fenómenos semi-modernos son elemen-tos (fragmentos, ruinas) de civilizaciones o consrrucciones no occi-dentales de mundo social, que mantienen su derecho a existir enel mundo de la modernidad europea pese a que el fundamento tec-nológico sobre el que fueron levanados ha sucumbido ante el avance

arrasador de la modernización. La vitalidad que demuestran renerestos elementos aparentemente incompatibles con toda modernidad

-pese a que son integrados en exterioridad, usados sin respetar los

principios de su diseño, de manera muchas veces monstruosa- es

la prueba más evidente de la limitación eurocentrista que afecta alproyecto de la modernidad dominante. Para no ser desbordada porla dinámica fundamental de la modernidad, que tiende a cuestionartodos los particularismos tradicionales, la solución capitalista, quesólo es efectiva si reprime esa dinámica fundamental, se ha refu-giado dentro de los márgenes ya probados de la "elección civilizato-ria" propia del occidente europeo.

Reacciones de la modernidad capitalista ante su propia limitación,estos tres fenómenos, pueden llegar a presentarse juntos y combi-nados. Componen entonces el cuadro de grandes cataclismos históri-cos. Tales han sido, hasta aqul, lns dos casos del fracaso "socialista"en el siglo >or, el dele contra-reuolución "socialista nacionalista" en

Alemania y el de la. pseudo-reuolución"socialista colectivistd' en Rusia.

La, crisis de la modernidad establecida se presenta cada vez queel absolutismo inherente a su forma está a punto de ahogar la subs-

tancia que le permite ser tal; cadavezque, dentro de su mediaciónde las promesas emancipatorias inherentes al fundamento de la mo-dernidad, el primer momento de esa mediación, esto es, la apertu-

Page 94: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

ra de las posibilidades económicas de la emancipación respecto dela "historia de la escasez", enttaen contradicciSn .on.l segundomomento de la rnisma, es decir, con su re-negación de la vidalman-cipada, con la represión a la que somere a toda la densidad de laexistencia que no es traducible al registro de la economla capitalis-ta: la asunción del pasado, la disposición al porvenir, la fascinación

.

por "lo otro",

Tesis 13

Mo derni za ci ó n p rop i a y m o de r n iza c i ó n adop tada

Toda modernizeciín adoptada o exógena proviene de un proceso

t'e Tnqqst_a e implica por ranro ,rrr.i.rto grado de imposición dela identidad cultural de una sociedad y hs Let"s particulares de laempresa histórica en que ella está empeñada sobie la identidad ylas metas históricas de otra.

Mientras la modernización propia o endógena se afirma, a travésde todas las resistencias de la sociédad donde aconrece, en calidadde consolidación y potenciación de la identidad respeciva, la moder-nización exógena, por el contrario, trae siempre consigo, de mane_ra más o menos radical, un desquiciamienro de la identidad social,un efecto desdoblador o duplicador de la misma. La rnodernidadque llega está marcada por la identidad de su lugar de proceden-cia; su arraigo es un episodio de la expansión d. es" Á"r"", ur"muestra de su capacidad de conquistar

-violentar y cautivar- ¿

la rnarca que prevalece en las fuerzas productivas aútóctonas. poresta causa' la sociedad que se moderniza desde afuera, justo al defen-

*t:l identidad, no puede hacer otra cosa que dividirla: una mitadde ella, la más confiada, se transforma en el esfue no deintegrar "laparte aprovechable" de la-identidad ajena en la propi", -l.rrrr",otra, la desconfiada, lo háie en un esfuerzo de signo contrario: elde vencer a la ajena desde adentro al dejarse inteir"r por ella.,

r90 19r

Cuando la modernización exógena tiene lugar en sociedades occijdentales, más si éstas son europeas y más aún si han sido ya transfor-rnadas por alguna modernidad capitalista anrerior a la que tiende apredominar históricamente, este proceso de conquista presenta ungrado de conflictualidad relativamente bajo. La modernidad másvieja (la mediterránea, por ejemplo) se las arregla pafa negociar susubordinación constructiva a la rnás nueva (la noreuropea) a cam-bio de un ámbito de toleranci a para su "lógica" propia, es decir, parasu marca de origen y par^ el cultivo de la identidad social represen-tada por ella.

La modernización por conquista se vuelve conflictiva y virulen-ta cuando acontece en la situación de sociedades decididamenre nooccidentales. Dos opciones tecnológicas propias de dos "eleccionescivilizatorias" y dos historicidades no sólo divergentes sino abier-tamente contrapuestas e incompatibles entre sl deben, sin embar-go, utópicamente, "encontrarse" y combinarse, entrar en un proce-so de mestizaje, Por ello, la asimilación que las formas civilizatoriasoccidentales, inherentes a la modernidad capitalista, pueden hacerde las formas civilizatorias orientales tiene que ser necesariamenteperiferica o superficial, es decir, tendencialmente desrructiva de las

mismas como principios decisivos de configuración del mundo de

la vida. Una asimilación de éstas como tales podría descomponerdesde adentro il, carácter europeo de su "occidentalidad" o somerer-lo a una transformación radical de sl mismo

-como fue tempra-

namente el caso de las formas de la modernidad mediterránea (ibéri-ca), obligadas en el siglo xvrl a integrar profundamente los restos

de las civilizaciones precolombinas, por un lado, y de las civilizacionesafricanas, por otro.

En los procesos actuales de modernización exógena, la modernidadeuropea, para ser aceptada realmente, tiene que enrarecer al mlni-mo su identidad histórico concr€ta, esquematizarla, privarla de suconflictualidad interna, desdibujarla hasta lo irreconocible; sólo asl,

reducida a los rasgos más productivistas de su proyecto capitalista,

Page 95: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

puede encontrar o improvisar en las situaciones no occidentales unanclaje histórico cultural que sea diferente del que le sirvió de baseen sus orígenes. Igualmente, en el otro lado, en las sociedades nooccidentales que deben adoptar la modernidad capitalista, la acep-tación que hacen de ésta depende de su capacidad de regresión cul-tural, del grado en que están dispuerta, (sin miedo al aüsurdo ni alridfculo) a rraducir a términos primitivos los conflictos profundosde su ostrare gia civilizetoria, elaborados y depurados por mileniosen su dimensión culrural.

Pareciera que alll, justo en el lugar del desencuentro, de la negaciónreclproca entre ellos, es decir, sobre el denominador común dela exi-gencia capitalista

-la voracidad producdvo/consuntive,-, se encuen-tra el único lugar en donde el occidente puede enconrrarse con el restodel.mundo. Por lo que se ve, aunque respetuosa ranto del pasado comode lo no europeo' una modernidad altérnativa no podrá conrar conlo no occidental como un antldoto seguro contra el capitalismo.

Tesis 14

La modernidad, lo mercantil y lo capitalista

La socialización mercantil forma parte constirutiva de la esencia dela modernidad; la social ización mercantil-capitalista sólo es propiade 1a figura particular de modernidad que pr..ral.ce

""t.r"lÁ.rt.._ La expansión de la función religiosa, es decir, socializadora, dela cultura crisriana, dependió, .n É Edad Media, de su capacidadde convencer a los seres humanos de su propia existencia en cali-dad de comunidad real, de ecclaia,o ".,r.rpo de Dios". El lugar endonde los fieles tenlan la comprobación emprrica de ello n"o .ra,sin embargo, el templo; cra el mercado, el sitio en donde el buenfuncionamiento de la circulación mercantil de los bienes produci-dos permitía a los individuos sociales, sobre el común denorninadorde "propietarios privados", reconocerse y aceptarse recíprocarnente

192

personas reales. La existencia de Dios resultaba indudable: la violencia arbitraria (el Diablo) que camPeaba en las relacio-

sociales post- o extra-comunitarias cedía en los hechos ante la

rcia del orden paclfico de quienes comen el fruto de su propioj". L* pr.r.r,"L de unJuez invisible era evidente'pues sólo ella

día explicar el "premio" que le tócaba efectivamente a quien más

bajaba y el "castigo" que sb abatla sobre el que' aunque "oraba",

o "laboraba".

Pero si es cierto que la mercancla estuvo al servicio de la conso-

lidación del cristianismo, no lo es menos que éste terminarh destrona-

Íido pot ella. De ser el "lenguaje de las cosas" que radficaba en los he-

i chos prácticos la verdad re-ligante del discurso mltico cristiano, el

,,mec"nis-o de metamorfosis mercantil de la riqueza objetiva -"-el

,que lleva a ésta a abandonar su estado de productoy tomar su esta-

do de bieaneutralizándola primero en calidad de mercanch-dinero-tllpasó de manera lenta pero firme e irreversible a ser él la_ ve¡dadera

i entidad re-socializadora. El mercado sustitUÉ al mito; redujo al cris-

tianismo, de eclessia, a un sistema de imperativos' morales que idea-

lizaba,como un mero eco apologético, la sujeción de la vida humana

a su propia acción "mágid'de fetiche spcializador.

Pero lo que lo mercantil hizo con lo religioso, 19 capitaligta' a su

wz, habrla de hacer con lo mercantil. En su lucha co¡ltra la prepo-

rencia del monopolio público y privado ---:-contra la,violencia del

dominio sobre la tierra y sobre la tecnologla-, la campaña de afir-

mación (expansión y consolidación) de lo mercantil debió avanzaf

hasta una zona en la que lo mercantil, para entrar' tenía que cam-

biar de signo, que convertirse en la negación de lo que pretendla

afirmar. Debió -rnercdntirtcdr

el ámbito de lo nc rnercanüf'cable pot

esencia; tratú comó a un Puro objeto (Besand) ae¡quello que deberla

ser puro sujetü, como simple ualor metcantil a lo que deberla ser

fuenu de aahrmercantil: la fuerzade trabajo del indiüduo humano'

Debió dejar de ser insüumento de la universalización de la propiedad

privada y pasar a ser el insrrumento de una restricción renovada,

193

Page 96: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

je ntlwo tipo, de la misma; debió traicionar a lo mercantil y poner_lo a funcionar como mera apariencia de la

"propiaciJ" "Jpirair*dela riqueza. I¡ mercantil sóio pudo vencer r. r.rirr.rr"ia deimono-polio desatando las fr¡erzas del Golem capitarista. pretendió servirsede é1, y terminó por ser su siervo.

A fines de siglo, la distinción entre ro mercandl y Io capitaristaparece ya irrelevante y abstrusa o simplem..rr.

"or" del pasado; la

mercancla parece haber acomodado y" r,.r.r.rr"ia a esa.orrfig,rr"_ción monstruosa de sí misma que es ia mercancra capitarista. y ri'embargo no es asl.

Hay una diferencia radicar entre la ganancia capitalista que sepuede dar en la esfera de la circulación"mercantil simple y ü q,r.se da en la mercantil-capitalista. La primera sería el fruto d.l

"pro-vechamiento de una uo luntad deintircambio .rrrr. orU., foau.,;vos/consuntivos de valores de uso que están d.r.or..t"ios enrresí, volunrad que se impone por robr. la inconrnesurab;t;iifart;rade sus respectivos valoies mercantires. La segunda resura der apro-vechamiento de una consnlclilimperiosa j irrt.r.-bi; ;;;p*rece, pese ala inconmesurabilid¿d esenciardesus respectivo, produ"-tos' entre las dos dimensiones de la reproducciá, d. l" ,iqu.r"social: la de la fi¿erza de trabajo, poo r.rn l"do, y la del ,.rro á. U,mercanclas, por offo. Lo que en el primer caso serla el resultado dela "desiguald,{üsspontáneam.nt ',r.nt"josá en un "comercio exte-rjor", err el segundo es la consecuencia d. .*" instalación artificialde esa "daigualdad" en el "comercio interior". corrtirrg.rri.;.d;.*en el primer-"'*o, la ganancia capitalista es imperiosa'y p.rl"rr..rr.en el segundo.

. Desde la perspectiva puramente mercantil, todo el mercado mo_derno, como realidad cóncreta, no serla otra cosa que una superfe-'ación parasitaria de la propia realidad mercantil. r, tpiariraár"ri"allí únicamerrt" .o-o urr" d.for-"ción arbitrari", pJra.U"i. J. f"cual se repetirla de manera crásica y necesaria el trünfo irrd"fin¡dodel proceso puro de la circulación por equivalencia. Las

.,i-prrr.or,,

194 19,

iretas que hacen de él un proceso intervenido -sea

esPontánea-

te por el poder "ciego" de la monopolización capitalista o ardfi-

por la imposición "visionarid' de una planeación distribu-

no alcanzarían a destruirlo por cuanto él es la estructura que

sostlene.

,; ii La posibilidad de soltar del todo la "mano invisible" del merca-

do -la que atravesaría los muchos "egolsmos pequeños" Para cons-

truir un "altruísmo genetal"-, de libeiar eI Azzu. que guía el mecanis-

,fno de circulación por equivalencia, se encuentra en el fundamento

i,rrir-o de toda modernidad. Sin embargo, su realización en la mo-i,{ernidad capitalista, que pretendió protegerla de los parasitismos

i,,estatales o señoriales que la ahogaron en la era de la escasez,la.ht

i llevado a un nuevo callejón sin salida. En la inauguración mercan-

lt,'til-capitalista de lo que debla ser la era de la abundancia se impone

! de manera espontánea el predominio de un comportamiento mer-

candl que reniega de sí mismo. Es un comportamienro temeroso

qr. pt",.nde "atolir el azair" mediante la repetición incesante de

,tn ,i"rnpor o coap de des quc asegura al capital contra el riesgo de

no obtener ganancias en la apuesta de la inversión.

Tesis 15

"Socialismo real" y mod.ernidad capitalista

Considerado como orbe económico o 'tconomía-mundo", el "mundo

socialista" fue el resultado histórico de un intento frustrado de re-

modelación por Parte del viejo imperio económico de Rusia; un in-

tento dirigido "

áirl"n. del orbe económico o "mundo capitalistd'

y a competir con é1, puesto en práctica sobre la base de una correc-

ción estatalista del funcionamiento capitalista de la economla. Sin

posibitidades reales de constituirse en un orden social realmente di-^f.r.rr..

y alternativo frente al orden capitalista y su civilización; sin

posibilidades efectivas de desarrollar una estructura técnica acorde

Page 97: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

con una reconsdrución revolucionaria de semejante alcance -hechoque se manifesró remprana y dramáticamenre en ra historia de ra re-

volución.bolchevique-, ',el mundo socialista" no pasó ;.;;. ,rrr"recomposición deformada, una versión o repetición áeficiente de esemismo orden social y de esa misma civirización: una recompori.i¿.,q"l: .ibien lo separó definitivamente de é1, lo mantuvo sin embar_go irrebasablemente en su depen{encia. L,o distinrivo del comunismosouietico.y sumodernidad no esruvo

-paradójicamenre- en ningu-

na erradicación, parcial o roral, del capitarismo. Lo cara*erlstico deél consistió en verdad en lo periftri.o d. ru europeidad t;b ;;p."-diente de su economía y.n el car'ácter esatar d. r"

".,rÁuhción capi-

tdista que lo .r'rr,.rrr"b".una colectivización de los medios de producción como la que

tyvo l_ugar en este "comunismo,,, que frr. .r, verdad una estataliza_ción de la propiedad capitalista sobre ros mismos, no elimina nece-sariamenre el carácter capitalista de esra forma de propiedad- porello, si se consideran comparativamente ras dos r.ári¿'"J., i-0.-riales, la ecomoní"--,r.rdo ,,socialisra,,

(Rusia, la Unió., So"iiri*y el bloque de la Europa centrorientar) y la economía-mundo "capi-talista" (su núcleo trilateral, p.ro ,"rrrbién su periferi; ";;;;r"_dista"), las innegables diferencias enrre elras len to q,r.-..;.n.r.a las condiciones de existencia de la "sociedad civil": ,.iri*ia"l.r"protegiü, en la primera, desamparada pero libre, ur l" r.g,rrd"a rroresultan ser más importantc, qu" ,u, similitudes ,"-Uii., irr*ut,"_bles

-en.lo que atañe a la estructu ray arsentido más elemenmres

de.la modeniz,.ciin de su vida cotidiana. La sujeción J. i" rogi-ca" de la creación de -la. riqueza social concrera

'a ra "rógici, dela

acumulación de capital, la definición de ra humanidad de lo humanoa partir de su condición de fuerzade trabajo, para no mencionarsino dos punros esenciales de la modernidai.conómi"" y ro.i"t

""-pitalista, fueron igualmente dos principios básicos de la modernidad-soclallsta", que se proclamaba sin embargo como una alternativafrente a ella.

196 197

El proyecto elemental de la modernidad capitalista no desapareció

la modernidad del "socialismo real"; fue simplemente más débil

ha tenido menos oportunidades de disimular sus contradicciones.

El derrumbe del "socialismo real" -desencadenado

por la victo-

lenta y sorda, pero connndente, de los esados capitalistás occiden-

:s sobre los estados "socialistas" en la "guerra fríi' (t945-t989)-,

borrado del mapa de la historia viva a las entidades socio-políti-

que de manera tan defectuosa ocupaban el lugar histórico d9l so-^ --l D^-

Lo que no ha podido borrar es ese lugaren cuanto tal. Por

contrario, al expulsar de él a sus ocuPantes inadecuados -quela comprobación emplrica de lo impracticable de una sociedad

emancipada, e indirectamente de 1o incuestionable

establishrnenr capitalista- le ha devuelto su calidad de terreno

parala utopla.

Page 98: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

REFERENCIAS

ry89 es el texto que sirvió de Presentación al núm' 59 (otoño de' igg") de la revista Cuadernos Pollticos, dedicado a la calda del

"socialismo real"..A

la izquierdd' se publicó originalmente en el núm. 6 de la revista

UnpTar. Es el texto de la conferencia dictada por elautor den-

tro i.l ciclo "Cuestiones pollticas" organizado por la Facultad

de Filosofía y Letras de la urq¡u en €nero de r99o'postrnodernism-o y cinismoes el texto de la ponencia presentada por

el autor .n .i II Encuentro Internacional de Filosofla Polltica

que, con el tema "La democracia y sus problemas, hoy'', tuvo lu-

gar en Segovia, en abril de ryY.I^a. id¿ntid¿d eudnescentei ponencia del autor en el "Primer encuentro

Hispano-Mexicano deEnsayo y Literaturd', que tuvo- lugar en la

Fac,tltad de Filosofía y ktras de la uN¡u, en febrero de r99r'

El dinero y el objeto del deseo: ponencia del autor en el Simposio

sobr. 'iEl disiurso del amoi", organizado por Noé Jitrik en la

uNAM, €n rg9o. Se publicó en el núm. 4 de Debate feminista'México, r99r.

ljna versión reducida de "Heidegger y el ulffa-nazismo" se publicó

en La Jornada Semanal, núm. 13, de septiembre de 1989' -

El texto de Luhács y h reuolución como saluaciónfue presentado por

el autor en el "simposio Internacional Gyórgy Luldcs y su época",

efectuado durante el mes de noviembre de r98¡ en la u¡v-Xo-chimilco de México.

La cornprensión y k gltica (Braudel y Marx sobre el capitalistno) es

199

Page 99: Las Ilusiones de La Modernidad, Bolivar Echeverria

el texto corregido y ampliado de la conferencia expuesta por elautor en las "Primeras Jornadas Braudelianas Internacionales",que tuvieron lugar en el Instituto Mora de la ciudad de Méxicoen octubre de ry9t.

una versión considerablemenre reducid4 de Modnnidady capialismo(r5 nsis) fue publicada anterior-"rr., primero,

"oÁo material

de discusión inrerna de la oep de la Facultad de Economía de rauNAM, ent987 después, en el núm. 58 (invierno de r9g9) de larevista Cuadernos Políücos; finalmente corregida en el vol. XIV,núm. 4 (otoño de r99r) de Reuieut, revista del Fernand BraudelCenter, en Nueva York.

fNoICB

Presentación

t 1989

z. Ala izquierda

3. Postmodernidad y cinismo

4. La identidad evanescente

5. El dinero y el objeto del deseo

6. Heidegger y el ultra-nazismo

7. Lukács y la revolución como salvación

8. Braudel y Marx o la comprensión y la crltica

9. Modernidad y capitalismo (r5 tesis)

Referencias

25

J9

tt

7'

83

97

III

13,

Í99