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KOBIE (Serie Anejos). Bilbao Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia N.º 6 (vol. 2), pp. 715 a 726, año 2004. ISSN 0214-7971 Web http://www.bizkaia.eus/kobie LAS FERRERÍAS DEL CANTÁBRICO ORIENTAL: PERSPECTIVAS ARQUEOLÓGICAS Archaeological prospects f or the Eastern Cantabrian hydraulic foundries M.ª José Torrecilla Garbea RESUMEN Breve reflexión sobre las aportaciones que la disciplina arqueológica ha ido desarrollando en el campo de las ferrerías tradicionales hidráulicas del Cantábrico Oriental desde 1980, y de las perspectivas que la interven- ción en este campo ha puesto de manifiesto. Palabras clave: Ferrería hidráulica, Cantábrico Oriental, Arqueología, Hierro, taller, carboneras, muro ber- garnazo, horno, oficina. SUMMARY Brief reflections on hydraulic foundries research of Eastern Cantabrian since 1980: about archaeological contributions and future development Key words: Hydraulic Foundry, Eastern Cantabrian, Archaeology, Iron, workshop machine, coal tips, fur- nace wall, traditional furnace, workshop office. LABURPENA Ekialdeko Kantauri aldean burdinola hidraulikoen gainean 1980 urteaz geroztik egin diren ikerpenei buruz- ko zenbait gogoeta: arkeologiarako aukerak berriak. Gako-hitzak: Burdinola hidraulikoak, Ekialdeko Kantauri aldea, arkeologia, burdina, burdinola-lantegia, burdinola-ikaztegia, bergarnailua, labea.

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KOBIE (Serie Anejos). Bilbao Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia N.º 6 (vol. 2), pp. 715 a 726, año 2004. ISSN 0214-7971 Web http://www.bizkaia.eus/kobie

LAS FERRERÍAS DEL CANTÁBRICO ORIENTAL: PERSPECTIVAS ARQUEOLÓGICAS

Archaeological prospects f or the Eastern Cantabrian hydraulic foundries

M.ª José Torrecilla Garbea

RESUMEN

Breve reflexión sobre las aportaciones que la disciplina arqueológica ha ido desarrollando en el campo de las ferrerías tradicionales hidráulicas del Cantábrico Oriental desde 1980, y de las perspectivas que la interven-ción en este campo ha puesto de manifiesto.

Palabras clave: Ferrería hidráulica, Cantábrico Oriental, Arqueología, Hierro, taller, carboneras, muro ber-garnazo, horno, oficina.

SUMMARY

Brief reflections on hydraulic foundries research of Eastern Cantabrian since 1980: about archaeological contributions and future development

Key words: Hydraulic Foundry, Eastern Cantabrian, Archaeology, Iron, workshop machine, coal tips, fur-nace wall, traditional furnace, workshop office.

LABURPENA

Ekialdeko Kantauri aldean burdinola hidraulikoen gainean 1980 urteaz geroztik egin diren ikerpenei buruz-ko zenbait gogoeta: arkeologiarako aukerak berriak.

Gako-hitzak: Burdinola hidraulikoak, Ekialdeko Kantauri aldea, arkeologia, burdina, burdinola-lantegia, burdinola-ikaztegia, bergarnailua, labea.

716 M.' JOSÉ TORRECILLA GORBEA

INTRODUCCIÓN

Cuando recibimos la invitación para participar en el homenaje al Dr. Don Juan María Apellániz, nos animó poder abordar en un foro de este carácter las reflexiones que ha requerido la práctica arqueológica al enfrentarnos a las ferrerías hidráulicas tradiciona-les y las perspectivas que ha abierto esa disciplina en ese campo de investigación.

La formación histórica nos había proporcionado las líneas generales de evolución de este sector, de gran trascendencia económica en el Cantábrico Oriental. La práctica profesional en el ámbito del patrimonio histórico nos aproximó al conocimiento de los restos de estos interesantes ingenios. Ambas líneas de acercamiento no entraron al principio en contradicción, a pesar de que en ocasiones era difícil interpretar los elementos físicos analizados y la his-toriografía tradicional no ofrecía respuestas claras a algunos de. los aspectos observados.

De hecho, los primeros "problemas serios" sur-gieron en la realización del censo de elementos de arqueología preindustrial hidráulica para el Gobierno Vasco; concretamente, al intentar normalizar y adap-tar una ficha de inventario unificada para las instala-ciones ferronas de toda la Comunidad Autónoma. Sistematizar unos parámetros descriptivos uniformes se reveló pronto como una tarea de alcance desigual. Respecto a la infraestructura hidráulica había un cier-to consenso y exhaustividad (presa, canal, aliviade-ros, depósito regulador, antepara, túnel o estolda, arcos, etc.). Pero en lo que se refería a los edificios, la unidad se redujo notablemente: reflejar si existía -o no-, todo -o parte- del inmueble, sus dimensiones y una breve descripción. Aún más parcos eran los ítems generados para instalaciones auxiliares (hornos de ragoado o arragoado, edificios anexos, muelles de carga, etc.). Incluso, la presencia de algunos elemen-tos discordantes (por ejemplo, pozos u obras de fábri-ca próximos o asociados al túnel, reconocidos y des-critos con anterioridad), recibían interpretaciones dudosas e incluso dispares. Y, no pocas veces, cuan-do se abordaba un ingenio concreto, la bibliografía describía realidades del pasado que nada tenían que ver con lo conservado. Por ello, identificar cada uno de los elementos constituyentes o describir la funcio-nalidad de los vestigios localizados era una tarea que excedía con mucho las posibilidades -materiales y personales- del trabajo de inventario.

Sin embargo, esa oportunidad de reconocer y seriar los restos físicos reconocibles en distintas áreas del territorio, ofreció los primeros indicios de lo que expondremos más adelante. Tanto la uniformidad de

algunos aspectos como las discordancias de otros se fueron ordenando intuitivamente en aspectos geográ-ficos, morfológicos, de ubicación, de cronología de fundación o reforma, etc.

Una última experiencia vino a sumarse a este pro-ceso: el encargo de explorar -aunque fuese ya sólo una parte- el taller de El Pobal en Muskiz (Bizkaia), interpretar sus evidencias físicas y proponer criterios de rehabilitación de los mismos. Comprobamos allí, sobre el terreno y enfrentados a la necesidad de dar respuestas de reintegración y restauración, que nues-tros conocimientos, con mucho, estaban todavía ale-jados de lo que era imprescindible para restaurar con garantías los ingenios de la antigua siderurgia.

Uno de los primeros indicios, y extrapolable des-pués a otros elementos similares, fue las dimensiones del edificio y las proporciones que, en general, guar-dan los espacios internos entre sí y respecto a la obra hidráulica. No sólo fue posible detectar la presencia de un taller anterior, que la obra del siglo XVII había amortizado. Además, el edificio restaurado era fruto de una reforma posterior, quizá de fines del XIX o principios del XX, que había ampliado los espacios cubiertos destinando ya una de las carboneras origi-nales a fragua múltiple de cuatro hogares.

Si el contenedor general ofrecía variedad de solu-ciones, de recogida de datos y de reflexiones previas, no menos se manifestaba en algunas de las unidades que podían encontrarse en el interior. Por poner sólo algunos ejemplos, tuvimos que recoger y evaluar ele-mentos tales como:

- un horno rehundido en el suelo del taller, que se enfrentaba a soluciones ya conocidas, como los hor-nos emergentes restaurados en Gipuzkoa y los habi-tuales en el entorno pirenaico. E incluso, el hallazgo de otro hogar inferior de factura y cronología anterior

- un elemento abovedado, parcialmente conserva-do, en el que se había llegado a ver restos de un horno de reverbero, y resultaba ser un fragmento del espa-cio auxiliar de control que denominamos oficina

- la pileta de enfriamiento junto al horno, alimen-tada desde el túnel

- la presencia de fuegos, hogares o fraguas que intentaron aumentar la capacidad productiva del taller en fechas relativamente recientes

Y eso en lo que se refiere a los componentes a los que pudimos dar respuesta razonable o contaban con suficientes indicios, paralelos, o restos conservados,

KOBIE (Serie Anejos n.º 6. Vol. l), año 2004. Homenaje al Prof. Dr. J. M.' Apellániz

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INTERVENCIONES ARQUEOLÓGICAS E INVENTARIOS DE INGENIOS (1980-2003)

GIPUZKOA BIZKAIA ALAVA CANTABRIA

1980-85 Igartza presas (Beasain) Olaberria (Oiartzun) Olaberria (Legazpia) Ameraun (Andoain)

1986 A1mrre1ú CAia)

1987 1988 Errasti presas (Azoeitia)

1989 Invent. Dioutación Foral Invent. Univ. Cantabria

1990 Olazarra (Le!!azoia)

1991 A!!orre!!i (Aia)

1992 1993 El Pobal (Muskiz)

1994 Fin Invent. Diput. Foral Agorre!!i (Aia)

1995 Agorregi (Aia) Igartza (Beasain)

Fandería (Renteria)

1996 Invent. Gobierno Vasco Invent. Gobierno Vasco Invent. Gobierno Vasco A!!orre!!i CAia)

1997 Llantada (Soouerta)

1998 Aranzate (Irun) El Pobal (Muskiz) Murueta ( Abadiño) Cades (Herrerías)

1999 Olazar (Leirnzoia)

2000 Yurre (ldiazabal) Olaberria (Legazpia) Bikuña (Le!!azoia)

2001 Olazar (Eskoriatza) Urkullu (Larrabetzu) Ansotegi (Etxebarria)

Olabarri (Zeanuri)

2002 lgartza (Beasain) Basinagre (Trucíos) Olatxu (Muxika)

Armolea (Bolívar) Poze (Berango)

2003 faartza CBeasain) Torrelanda (Qrozko) Maior!!a (Qkondo)

Total instalaciones 13 11 1 1

% sobre Inventario 21 % (62) 18,3 % (60) 1 % (10) 2,4 %(42)

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718 M.' JOSÉ TORRECILLA GORREA

como para extraer conclusiones fiables. Porque algu-nos otros (posible apertura posterior del arco de fue-lles, bancada de los émbolos atribuible a los barqui-nes originales, conducciones subterráneas, posible trompa y naturaleza de la misma, ubicación y carác-ter de los hornos externos de ragoado y reverbero, etc.), quedaron sin argumentos definitivos o exclu-yentes, y apenas contamos con hipótesis de interpre-tación que otros trabajos debieran completar.

Fue entonces cuando nos planteamos una cierta revisión sistemática de las intervenciones arqueológi-cas que se habían llevado a cabo en las ferrerías tra-dicionales y de las aportaciones -aunque sólo fuesen descriptivas-, que dichos trabajos venían generando. El cuadro que adjuntamos resume estas acciones en un sentido amplio: las que en este campo han estado inspiradas por un acercamiento que, en base a los res-tos físicos, intentan recoger datos de estos ingenios· y aproximar valoraciones y secuencias cronológicas de desarrollo. Nos sirve para acercamos al panorama que esta línea de investigación de las ferrerías ha venido abriendo desde 1980 y comparar las diferen-cias, tanto de número de elementos explorados como de la profundidad de los trabajos realizados.

Y es que el carácter de dichos trabajos se encuen-tra determinado no pocas veces por el propósito o la génesis del mismo -intervenciones de obras-, con lo que los objetivos y el alcance de las conclusiones que ofrecen difieren notablemente. Destaca sin duda el territorio de Gipuzkoa, donde las actuaciones, emprendidas por M. URTEAGA y en la mayoría de los casos con continuación en la labor de Arkeolan, están basadas en un proyecto de investigación, lo que ha dado tanto soporte teórico como cierta unidad a las metas que se persiguen'. No sólo fue el primer terri-torio en embarcarse en este tipo de exploración, sino que es también en el que se ha intervenido sobre un mayor número de elementos (en algunos casos, como Agorregi o Igartza, en más de una ocasión y con más de una orientación).

En Bizkaia, por el contrario, al no contar con esa raíz inicial, las intervenciones han sido generalmente fruto de la arqueología de urgencia o intervención -impactos ambientales o de obra, registro de hallaz-gos fortuitos- y de informes de valoración, completa-dos con el registro gráfico (más o menos exhaustivo) de los restos del ingenio. En el caso de Álava y de

La labor de este grupo, además, se ha ido extendiendo con apor-taciones tan valiosas como el Tratado de Metalurgia (Donosita-San Sebastián 2000) o el desarrollo del programa experimental en Agorregi.

Ferrería Igartza (Beasain): el taller en proceso de excavación

Cantabria2, exceptuadas las labores de inventario y

censo de instalaciones, las dos intervenciones indica-das tienen su origen en el deseo de reintegración o restauración de elementos para su difusión.

Establecidas esas premisas respecto a lo que reco-ge el cuadro, la primera conclusión que cabe extraer del mismo es que el porcentaje de intervención es notablemente bajo (se valora respecto de las instala-ciones reconocibles censadas en los inventarios de referencia). Pero lo interesante del proceso es que, a pesar de la escasez de acciones, las aportaciones que

2 No son comparables los primeros censos o inventarios realizados - tanto el guipuzcoano como el cántabro- con el del Gobierno Vasco. Aquellos eran específicos, centrados en el censo exhaus-tivo de ingenios presentes y pasados, y en especial el de Canta-bria cuenta con un excepcional aparato gráfico publicado (ARROYO y CORBERA, 1993). El inventario del Gobierno Vasco, de carácter histórico-patrimonial y referido a instalacio-nes preindustriales, se centró en los ingenios ferrones con restos reconocibles, ya que los desaparecidos habían sido incluidos en el Inventario Arqueológico.

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han generado son mucho más amplias e interesantes de lo que en un principio cabía esperar. Fruto de esa contribución general, y como pauta de las perspecti-vas que el estudio arqueológico ha abierto, redacta-mos este breve resumen de las reflexiones sobre el carácter e indicaciones que los hallazgos nos han pro-porcionado.

ALGUNAS ,APORTACIONES. DEL ~XAMEN ARQUEOLOGICO DE LAS FERRERIAS

Respecto al enclave.- Quizá el primero de los indicadores que suelen producir un efecto. de error acumulativo, es el considerar el origen medieval de una instalación en función de la vinculación del inge-nio a una misma familia, la reiteración del nombre y su identificación con el enclave actual del vestigio. La lógica nos indica, en primer lugar, que la naturale-za del bien -un espacio productivo- genera readecua-ciones constantes, con lo que el carácter físico de sus componentes está sujeto a toda clase de cambios, incluido el de ubicación (documentado en casos como el de El Pobal -que sucedió a la de El Vado-, la arqueología demuestra en otros como Igartza de Beasain que la ferrería conservada no se encuentra en el mismo lugar que su/s predecesora/s y que el empla-zamiento concreto debió ser otro, y lo mismo sospe-chamos para elementos como el de Bengolea de Gizaburuaga en Bizkaia).

Luego, independientemente de las noticias docu-mentales, la ferrería no debe identificarse secular-mente con el espacio que hoy estudiamos, y la posi-bilidad del cambio de emplazamiento (de pocos metros como cabe suponer en Igartza o Bengolea o de algún kilómetro como sucede en El Pobal), debe presidir siempre cualquier estudio, sea de la natura-leza que sea. Ello también incide, de manera directa, en las perspectivas de estudio de los ingenios medie-vales; diseñar una investigación de éstos basándonos en la premisa de la pervivencia puede llevarnos a conclusiones no contrastables y puede que irreales.

Respecto al edificio, ya otros investigadores han señalado la existencia de una proporción de volúme-nes de lo conservado que tiende a la regularidad. Así, la planta de la ferrería propiamente dicha, tiene un aspecto cuadrangular, donde los espacios internos se presentan en paralelo al túnel o antepara, con una división fundamental entre el taller (un tercio de la planta) y las carboneras (dos tercios)3

3 CORBERA y ARROYO (1989); ARROYO et alii (1995)

Sin embargo, esta impresión se obtiene de aque-llos elementos que conservan abundantes vestigios de su zona de laboreo que, además, son los que han logrado alcanzar, con mayor o menor fortuna produc-tiva, el siglo XIX. En ocasiones son emplazamientos de fundación medieval, pero es más frecuente detec-tar esta "norma" entre los que independientemente de su origen, han sido notablemente reformados a fines del siglo XVI y en el transcurso del XVII-XVIII (a juzgar por los datos documentales), o bien son inge-nios de nueva planta, erigidos en la plena Edad Moderna. Por eso hay que considerar que, buena parte de la ferrería hidráulica que conocemos, estu-diamos y postulamos, es en realidad una unidad pro-ductiva de época moderna, cuando la práctica y la experiencia han sentado sus premisas de "mejor y más útil disposición de los espacios"4

• Lo que cabe deducir, por consiguiente, es que.muy poco sabemos o conocemos de las instalaciones originales, y en concreto de las medievales.

Esa unidad de laboreo de época moderna, la ferre-ría que podríamos denominar clásica, tiene otros 3 aspectos formales que la identifican. El primero de ellos es la independencia de cubiertas entre la zona del taller y la de las carboneras. Los tejados, a dos aguas en ambos casos, se escalonan visiblemente, en proporciones que suponen no menos de 80cm. y hasta 1,90 m de diferencia entre las cotas de sus respectivos gallures. El muro de separación acrecienta así su capacidad de cortafuegos, y recibe las entregas de las correas de cubrición del taller. Como complemento, el contacto de la teja tradicional con el ·paramento se soluciona, habitualmente, con la creación de una llaga que aloja lajas de piedra sobresalientes apoya-das sobre la teja.

El segundó de los aspectos a resaltar es la búsque-da expresa del desnivel, de tal forma que la ferrería presenta un aspecto rehundido en el terreno. La car-bonera, que es el extremo de la construcción, se dis-pone internamente en acusada pendiente (los suelos no llegan a regularizarse ni horizontalizarse, tienen expresamente ese aspecto de "derramadero"), y en aquellas en que ha podido determinarse alcanza no menos de un 8 % (El Pobal, La Hoya de Galdames, Torrelanda de Orozko y Ansotegi de Etxebarria en Bizkaia, Igartza en Gipuzkoa). Lo habitual es que la fachada enfrentada al túnel disponga de una altura menos que la que se adosa al taller; de esta forma pre-senta, por término medio, el nivel de descarga a unos 2m más bajo que la cota del terreno exterior.

4 TORRECILLA (2002), p. 253-255.

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El tercero y último de los rasgos que las unifica es la "excavación" del taller. La nave, paralela al túnel hidráulico y dividida por el bergamazo, aparece en forma abarquillada, con las puertas de carboneras y los extremos de salida algo más altos que la zona de laboreo (yunque y horno), al menos en el caso de las que hemos podido examinar por medios arqueológi-cos (El Pobal, Torrelanda, o Igartza). Se practica creando un rebaje artificial en el suelo natural, fre-cuentemente refractado por la acción del fuego y los materiales residuales de la producción5

Respecto al número de carboneras y su dispo-sición.- En este aspecto también existen al menos cuatro posibilidades. Conocemos ejemplos de un solo espacio de almacenaje (La Pendiz de Sopuerta en Bizkaia), aunque los más numerosos son los que dibujan dos, en segundo lugar los de tres (lo más común es que la central sea la más grande) y, por últi-mo los de cuatro. Parece como si este hecho respon-diera a una cierta modernidad de la instalación, sien-do los de espacio único los ejemplos más tempranos (así parece en el caso de las ferrerías encartadas), mientras los de dos cabría adscribirlos al siglo XVI-XVII, los de tres a las del XVII-XVIII y los de cuatro son casi siempre ejemplares propios de pleno siglo XVIII. Incluso, en el último de los módulos, llegan a darse ejemplos notablemente alejados de lo que des-cribimos más arriba y se yuxtaponen en sentido lon-gitudinal, dos a dos, variando por completo la planta más tradicional de la ferrería (en Cantabria, La Iseca de Guriezo y Bustasur de Las Rozas, y en Gipuzkoa los indicios de Igartza apuntan en el mismo sentido).

Quizá influya en esta readecuación y aumento del número de carboneras, el deseo de proporcionar una mayor estanqueidad y protección contra el fuego, pero aún parece más interesante la posibilidad de solucionar problemas de cubierta. Por este medio se puede aumentar la capacidad de la carbonera supri-miendo los pilares centrales que, hasta entonces, se habían hecho imprescindibles para descargar la techumbre en los ejemplares más grandes. Por lo tanto, aunque aumentan los costos de construcción de la ferrería, los almacenes se aíslan mejor y su cubri-ción con correas y cabios, yendo a luces menores, es más sencilla. Además, a la larga, tienen mayor soli-dez y su mantenimiento es menos costoso.

Respecto a los sistemas de carga.- También en esta expresión las ferrerías muestran una gran varie-

5 Cuando este trabajo se publica, las aportaciones arqueológicas han aumentado y conocemos mucho mejor casos como Torrelan-da, Torrezar o Igartza, donde nuevos datos están precisando algu-nas de las afirmaciones o hipótesis aquí recogidas.

dad de soluciones, únicas o combinadas, que igual-mente pueden estar dando cuenta de posibles indica-dores cronológicos y geográficos. Los sistemas de acopio varían desde los simples huecos o vertederas a pie llano, aprovechando ese desnivel en el que se construye la ferrería (como en El Pobal), los patines o escaleras exteriores adosadas (Torrelanda y Torre-zar, Olabarri de Zeanuri, Artekona de Gordexola en Bizkaia, Salto del Oso de Ramales en Cantabria), o los voladizos en madera con pasarelas que facilitan la carga a diferentes niveles (los casos más desarrolla-dos serían los de Ansotegi o Anuncibai de Llodio en Alava)6

Respecto al muro bergamazo.- En este rasgo se muestran al parecer dos soluciones que, al menos en lo que conocemos, tienen una cierta adscripción geo-gráfica:

- En la zona Oeste (parte de Bizkaia y en Canta-bria), lo habitual es un muro tendido hacia la mitad del taller, adosado a las paredes del túnel y la carbo-nera y rasgado por amplio vano lateral (hueco de medio punto) y un hueco menor para situar las tobe-ras del horno.

- En la zona Este (la Bizkaia central y oriental, en Gipuzkoa, así como en los casos alaveses de Villana-ñe y Luyando ), lo más habitual es un amplio arco de descarga de cubierta que alcanza -o no- el suelo del taller. Paralelo a él, y a una distancia de entre 1 a 1,20m., aparece un muro de menor alzado, adosado al túnel y dejando libre el paso lateral, en el que se apoya el horno. Entre arco y muro, en al menos tres casos que conozcamos (Olabarri, Berna de Arnore-bieta-Etxano y Lebario de Abadiño en Bizkaia), se tendieron muretes de ladrillo que permitieron generar un rudimentario tiro o chimenea, alejado del sistema libre que parece caracterizar al otro bergamazo.

Este elemento necesita de respuestas de orden funcional: en qué zona geográfica se produce la infle-xión o cambio de procedimiento y sus motivos. Quizá esta dualidad de soluciones esté en relación con el siguiente de los aspectos que reseñamos.

Respecto al horno de fundición.- También en este caso se produce una significativa dicotomía entre los espacios geográficos señalados:

6 La recogida de datos en este sentido no ha hecho más que empezar. En la actualidad se van haciendo cada vez más presentes los casos de pasarelas voladas cuyos indicios (diferentes huecos de carga, zapatas de piedra, huecos para recibir los tornapuntas, restos de maderaje, etc.) están ahora en proceso de revisión en Bizkaia.

KOBIE (Serie Anejos n.º 6. Vol. I), año 2004. Homenaje al Prof. Dr. J. M.' Apellániz

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Ferrería de Torrelanda (Orozko) con "patín" adosado para la carga

- al primero le corresponden hornos rehundidos en el terreno en unos 40 a 45 cm. (El Pobal, Cades de Herrerías en Cantabria)

- al segundo, le corresponden hornos construidos sobre el suelo del taller, que elevan sobre éste su porte de en tomo a los 65-70 cm. (Agorregi, Altzolaras Goikoa de Zestoa, Mirandaola de Legazpi).

Hasta ahora los ejemplos conocidos, dada la esca-sez de intervenciones, sólo pueden estar dibujando una posible línea de interpretación que, en el futuro, otros trabajos vendrán a contrastar y permitirán obte-ner tanto datos más fiables como posibles explicacio-nes (capacidad del horno, método de trabajo, calidad de la materia prima, etc.)

Respecto a los espacios auxiliares internos.-La oficina.- El espacio que definimos como ofi-

cina suele tener de 2x2 a 3x2 m de planta. Se abre en el muro cortafuegos y gana su volumen hacia la car-bonera, mirando hacia el horno. El hueco se define habitualmente en arco de medio punto, rebajado o no, y se cubre con variedad de soluciones: adinteladas (Bolunburu de Zalla en Bizkaia, Aurtola de Aramaio en Alava), abovedadas (las más numerosas, como El Pobal, Torrelanda, Torrezar, Bengolea) e incluso con bóveda nervada con plementería intermedia (Oxillain de Markina en Bizkaia). Además, presenta como rasgo característico uno o dos huecos a modo de ala-cenas practicados en los muros perimetrales y defini-dos por sillares. Aunque la mayoría de las que cono-cemos nos remite a B izkaia, el repaso a las otras áreas del territorio que analizamos nos está revelando la presencia de otros muchos ejemplos (Maiorga de Okondo en Alava, Igartza o Altzolaras Goikoa en

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Gipuzkoa, Perojo, Helguera o Roiz en Cantabria). La hipótesis de su funcionalidad ya la adelantamos en la publicación sobre El Pobal7

, pero aún no está fuera de duda la revisión de este epígrafe.

Las cámaras auxiliares y los donnitorios.- Exis-ten, sobre todo en los ejemplares más tardíos en factu-ra o profundamente reformados en el XVIII, otro grupo de pequeñas cámaras, en ocasiones de doble piso (Bolunburu, Ansotegi, Cades) que se realizan también sobre el espacio de una de las carboneras extremas y se abren hacia el taller con uno o más hue-cos superpuestos. También aparecen indicios de la pre-sencia de cámaras sobre-elevadas o espacios diferen-ciados en la zona trasera de los fuelles, en ocasiones apoyados sobre macizados de obra (Cades), que suelen identificarse con posibles dormitorios o cámaras de descanso de los ferrones8

• Los ejemplos similares de Bizkaia (Bolunburu, Artekona), Alava (Maiorga) o Gipuzkoa (Igartza), que conservan restos de esa estruc-tura maciza en la zona trasera están aún por investigar para determinar su adscripción y su funcionalidad.

La pileta de agua.- Es bastante habitual encon-trar, a escasa distancia del horno, este pequeño recep-táculo de agua adosado a la pared del túnel con el que se comunica y del que toma el agua por medios diver-sos aún por determinar ("pinchando la balsa" como se conserva en Maiorga). Presenta también por regla general ·un canal de desagüe y hueco de evacuación hacia el túnel (Maiorga, Bolunburu, Cades), aunque también pueden hacerlo por simple rebose como en El Pobal o Torrelanda.

7 TORRECILLA (2002), p. 255-256 8 BOHIGAS y MARCOS (1999)

722 M.' JOSÉ TORRECILLA GORBEA

Pero existen también esos.pasos adintelados en la pared del túnel entre los dos ejes, y que se han inter-pretado como accesos a la estolda para el control de ruedas. Como no se han excavado estos ejemplos o no han sido explorados bajo esta perspectiva de acce-so al agua, se desconoce si tienen pileta asociada y el posible diseño de la misma.

Respecto a otros elementos asociados.- El con-junto de componentes que esperan respuesta y que, la arqueología está empezando a dilucidar, se va ampliando paulatinamente. En el caso de los martine-tes o ferrerías menores asociadas a una instalación mayor, existen soluciones diferentes: ejemplos muy desarrollados, en nave dispuesta al otro lado de la antepara (Bengolea, Murueta de Abadiño), pero tam-bién los que se resolvieron añadiendo otro crisol y otro mazo al extremo de la obra, prolongando la nave del taller (como apunta Torre landa, en el que pueden haberse dado las dos soluciones, o lo que se despren-de de los planos de Añarbe9 de Renteria). Los moti-vos que informan una u otra opción, la secuencia de variaciones y su distribución geográfica y/o temporal, son aspectos sobre los que aún no se dispone de hipó-tesis generales.

El tema de los hornos de ragoado o arragoado, donde se procede a la calcinación previa del mineral,

9 Plano publicado por DIEZ DE SALAZAR (1983), Vol. 1, p.99

Ferrería de Ansotegi (Etxebarria), con res-tos del sistema de pasarelas voladas

va cobrando también importancia ya que las últimas aportaciones ponen de manifiesto una mayor comple-jidad y variedad de soluciones10

• En el Pobal no pudo explorarse al haberse vaciado sin control arqueológi-co el área; elementos exentos tipo calero existen en Olaberri de Oiartzun o Egurbiola de Azkoitia y simi-lares debieron tener Artekona o Santelices de Arcen-tales en Bizkaia; en Anuncibai o Azkari de Gordexo-la en Bizkaia, se cobijó bajo tejavana exenta a escasa distancia; en Igartza está siendo excavado uno de esos primitivos crisoles de la primera instalación; La Iseca debe responder a modelos tardíos, en batería, como los que se diseñaron para Artikutza.

Contamos también con elementos que, como los molinos asociados, merecen una especial atención en el estudio de la ferrería. Sus fórmulas de disposición nos indican también secuencias cronológicas que deben investigarse con más detenimiento, analizando las formas de aprovechamiento de la infraestructura (posición, traslado/s, resolución de las tomas de flui-do y vertido, estructura constructiva). Y no menos interesante puede ser la exploración y muestreo de las construcciones cercanas entre las que, además de la casa de ferrones que se identifica en algunos casos, existen casillas, almacenes, cuadras, o naves tan com-

10 En este sentido es imprescindible la consulta tanto de los testimo-nios recogidos en el Tratado de Metalurgia (2000), como el tra-bajo específico de URTEAGA incluido en él (La calcinación pre­via y los métodos de arragoar en las ferrer(as vascas, p.269-280)

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plejas y espectaculares corno las de La Hoya, cuyas funciones específicas, cronología y condicionantes necesitan de un soporte teórico que la investigación material puede precisar y contrastar.

En definitiva, el conjunto de rasgos sobre los que el trabajo arqueológico puede aportar información sustancial es cada vez rnás amplio. Aquí señalamos algunos, pero se quedan inevitablemente en el tintero otros corno las trompas de agua o aize-arka o los émbolos de piedra, los cepos de yunque (de los que ya se han excavado tres), los cepos y estructura de la maquinaria, los apoyos dispuestos para las grúas o pescantes de uso interno, las fraguas asociadas o nue-vas estructuras de labor, los canalillos excavados en el suelo de los talleres, las formas de distribuir la carga y dosificarla en la salida de las carboneras, el sistema de cierre y aislamiento de los huecos de carga de las rnisrnas, sin olvidar la variedad de diseño de los componentes de la infraestructura hidráulica (inclui-dos los cambios del socaz o desagüe, hasta ahora poco analizados), y un largo etcétera que apunta la práctica arqueológica y que aún espera respuesta.

CONCLUSIONES

Recapitulando lo que hemos expuesto brevemen-te, la conclusión más evidente es la utilidad del recurso a la arqueología para el estudio de las ferre-rías hidráulicas. De hecho, el simple enfrentamiento a la realidad conservada -la realización de los censos de instalaciones y el inventario de las rnisrnas-, ha aportado datos de gran importancia para conocer mejor la siderurgia tradicional, al desafiarnos al exa-men del espacio real de trabajo y a las diferentes soluciones aplicadas en algunos de sus aspectos y su evolución. Bajo el prisma del análisis de la cultura material, rasgos corno la regularidad o la homogenei-dad, la singularidad o la originalidad, cobran su ver-

dadera dimensión y corno indicadores futuros resul-tan rnás fiables.

Si el primer escalón ha sido el desarrollo de los inventarios, el segundo peldaño que ha estimulado estos estudios lo han constituido los proyectos de res-tauración (Agorregi y ahora Igartza en Gipuzkoa, Cades en Cantabria, El Pobal en Bizkaia, Maiorga en Alava). El reto de dar respuestas fiables y contrastadas a la reintegración de esos espacios ha animado, en cada caso, el desarrollo de campañas específicas de arqueo-logía, tanto de exhumación de unidades corno de lectu-ra de paramentos (incluso de programas experimenta-les, corno el investigado por Arkeolan en Agorregi).

Por su lado, las intervenciones de urgencia, en buena medida, permiten recuperar datos que, de otro rnodo, se hubiesen perdido y pasan a formar parte del conjunto de indicios de referencia. De esta forma, aunque no sean tan exhaustivos y la profundidad de las aportaciones resulte en extremo desigual, configu-ran un banco de testimonios con base cada vez más amplia.

En los últimos veintitrés años, la surna de los tres cauces de observación nos ha acercado rnás a la apre-hensión de esta realidad y a una mejor compresión de su desarrollo formal. El resultado, como consecuen-cia de una mayor riqueza de la casuística, es un mejor diagnóstico de los elementos a explorar, de lo que cabe esperar de ellos y de los propios datos que van ofreciendo. Los avances en el estudio de la siderur-gia tradicional se han acelerado con las aportaciones del análisis arqueológico, obligando no pocas veces a la "re-lectura" de las fuentes documentales y a una interpretación rnás precisa de sus noticias. A la larga, esta disciplina dibuja nuevos polos de interés y nue-vas líneas de investigación que no hacen sino enri-quecer y completar el conocimiento de las ferrerías hidráulicas y su desarrollo formal y funcional.

KOBIE (Serie Anejos n.º 6. Vol. I), año 2004. Homenaje al Prof. Dr. J. M.' Apellániz

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