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Las desventuras de un lingüista, que no *lingüisto Cuando la lingüística, la ideología y la militancia se pusieron a bailar juntas GUSTAVO PAZMIÑO

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Alegato en contra del denominado «Pensamiento Políticamente Correcto» y en donde se intenta demostrar su falsedad.

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Las desventuras de un lingüista, que no *lingüisto

Cuando la lingüística, la ideología y la militancia se pusieron a bailar juntas

GUSTAVO PAZMIÑO

Quito D. M., agosto de 2009

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Las desventuras de un lingüista, que no *lingüisto

Cuando la lingüística, la ideología y la militancia se pusieron a bailar juntas

«No hace falta ser antihombre para ser promujer.»Jane Galvin Lewis

0. ¡Qué ganas de escribir «Un fantasma recorre el mundo, el fan-tasma del lenguaje políticamente correcto…»! Ésta, como se habrán dado cuenta, es una paráfrasis del inicio de uno de los libros más leí-dos en el planeta que me vale —nos valdrá— para poner nuestra mi-rada en ese fenómeno que en apariencia no debía superar el área lin-güística, ha llegado a campos tan dispares como la política, la educa-ción, la antropología, la academia, el arrabal. Ha llegado hasta el dis-curso del catedrático como del necio, al que le interese el lenguaje o no.

Acostumbrado, sea por profesión o por afición, como estoy a mirar debajo de las faldas del lenguaje sospecho que tengo algo que decir (mas no tengo que decir algo, que no es lo mismo) sobre este lado oscuro y oculto, sobre las verrugas, várices, manchas, pelos, celulitis que me parece ver en el lenguaje políticamente correcto (conocido con el acrónimo LPC).

Va por ello algunas reflexiones que tienen como respaldo investi-gaciones y lecturas propias, pero también, y mucho, en aportes de teóricos de la cultura, sobre todo, en foros de lengua y estudios de lin-güistas y filólogos.

1. Una realidad innegable: La sociedad ha creado estereotipos so-ciológicos y culturales que promueven —ahora menos, es verdad— con determinismo machista ciertos roles para mujer y otros para hom-bres. Eso, en palabras de Richard Dawkins, es un meme, un gen cul-tural que se reproduce de manera similar a un gen biológico. Ha pre-valecido, iba diciendo, el punto de vista androcéntrico. La literatura in-fantil, por ejemplo, está plagada de clichés en los que los hombres sa-len a trabajar y las mujeres se quedan en casa. ¿Recuerdan las lectu-ras de los textos de la antigua primaria? Según el rol de apariciones en los textos de enseñanza, en el mundo debería haber el doble de

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niños que de niñas y cinco veces más hombres que mujeres. El nombre de todo esto: Invisibilidad de la mujer. Categoría socio-

lógica de nuevo cuño para un problema de vieja y deleznable estirpe.Frente a esa realidad no hay otra opción sino cambiarla, sin duda.

Veamos algo que —difundido en la red con modificaciones humorísti-cas, un clásico meme1— nos hace notar que ante el enunciado de significantes, estas son, en general, las primeras representaciones conceptuales de la gente llana.

SIGNIFICANTE REPRESENTACIÓN CONCEPTUAL

Dios Principio creador del universoDiosa Ser mitológico de culturas supersticiosas y paganasHéroe ÍdoloHeroína DrogaHombre público Conocido que desarrolla actividad pública importanteMujer pública ProstitutaHombre ambicioso Individuo con metas, idealistaMujer ambiciosa Interesada, arpía, chupasangrePerro El mejor amigo del hombrePerra Ramera, desgraciada, vilZorro Hábil, inteligente audazZorra ProstitutaAtrevido Osado, valienteAtrevida Insolente, mal educadaSoltero Codiciado, inteligente, hábilSoltera Quedada, lenta («Para vestir santos»)Suegro Padre políticoSuegra Bruja, meticheAventurero Audaz, viajeroAventurera Mujer fácilMachista Hombre machoFeminista LesbianaDon Juan Hombre en todo su sentido Doña Juana Generalmente, la mujer de la limpiezaPatrimonio Conjunto de bienesMatrimonio Conjunto de males

¿Por qué sucede ello?

1 El meme, según R. Dawkins, es la unidad de transmisión de información cultural. Nombre creado a partir de la analogía con ‘gen’.

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2. Partamos del criterio de que la lengua no es ni de lingüistas, ni de militantes, ni de académicos, ni de ideólogos, ni del sabio ni del pendejo. La lengua es de los hablantes, de los usuarios, de todos. És-ta sirve para comunicarnos: decir lo que se quiere y hacer que se en-tienda ello. El habla es un acto de libertad, hablamos como queremos, como ‘nos da la gana’; nada más que así habría un riesgo: que no nos entiendan.

3. En teoría lingüística sabemos que se establecen relaciones de oposición binaria entre elementos. Así, el masculino se opone al fe-menino o el singular al plural. En estas oposiciones existe una propie-dad denominada término no marcado, entendiéndose por esto al fac-tor que incluye a los dos elementos binarios. En la oposición singular/plural el término no marcado es el singular; veamos un ejem-plo clásico de esto en

con buena uva se hace buen vino,

en donde ha desaparecido la oposición singular/plural en uva, que tie-ne forma singular, pero significado plural: uva significa ‘uvas’ porque normalmente no se puede hacer vino con una sola uva.

Así mismo sucede en la oposición masculino/femenino, el término no marcado lo manifiestan las flexiones nominales -es y -os. Es decir, no son masculinos plurales, sino de género común.

4. Sexo y género son dos términos que recogen la dicotomía natu-raleza/cultura. El género atiende a las palabras y no a las personas, la RAE2 señala que los seres vivos tienen sexo y no género. Pero nos ha llegado el gender anglosajón a través de estudios feministas y socio-lógicos que señalan que la discriminación no tiene su raíz en el sexo (concepto fisiológico) sino en el género (concepto sociocultural). Y así el ‘género’ llegó a dominar el lenguaje que trata de diferenciar los dos sexos.

Eso decían en una primera etapa ciertos estudiosos de la lengua. Y añadían. Las expresiones «violencia de género», «discriminación de géne-

ro» es una expresión militante y feminista, provista de una fuerte car-

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ga ideológica. Más o menos como decir que «puesto que no es posi-ble abolir las injusticias sociales, suprimamos las diferencias sexua-les, que son de género, y empecemos por el lenguaje». De paso, esa discriminación ‘de género’ es otra manera eufemística de decir ma-chismo, pues el sexismo es la opresión del hombre en el 99,9 por ciento de los casos.

Sin embargo, ésta es ya una batalla perdida para quienes se opo-nían al uso de género. El uso, amo y señor de las lenguas y las nor-mas, ha determinado que género sea un significante con significado «referente a la oposición binaria hombre/mujer en el que el segundo factor ha sido invisibilizado y negado tradicionalmente».

5. Dato: las mujeres del cuerpo de bomberos de nuestra ciudad re-chazan que se les diga bomberas, exigen un «mujer bombero». De hecho, hay mujeres que, con dignidad femenina, rechazan el «señora de» y usan su apellido de solteras, mientras que otras aclaran casi in-dignadas que son ‘Lupita López de…’, y sorprendentemente sucede en dos niveles diastráticos, la burguesía guayaquileña y los sectores rurales y pobres de la sierra.

6. La igualdad entre los sexos debe conseguirse en el plano real y no a través de la lengua; la realidad cambiará la lengua, no al revés. El sexismo está en la gente y no en la lengua. Sería como decir, en un conocido ejemplo extremo:

El paciente tiene hepatitis, es de suma importancia que lo maquillemos para disi-mular esa horrible ictericia.

O como decía F. Lázaro Carreter «no destruyendo el espejo es que se acaba con la fealdad». Gramsci, citaba alguien, decía que una lengua no es un conjunto de palabras neutras, sino que contiene una concepción del mundo implícita3; y si la lengua es sexista es porque la sociedad lo fue y lo sigue siendo.

7. El caso de salesman en la cultura anglosajona es decidor; lo cambiaron por salespersons, ¿pero quién lo usa? Igual sucedió con fi-

3 Este criterio acerca de la lengua pone a Antonio Gramsci de lado de la hipó-tesis de Sapir y de Whorf.

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reman, forefathers a los que se han propuesto alternativas como firefi-ghters (combatientes contra el fuego), ancestors (antepasados o ante-pasadas). O en nuestra lengua, el presidente del que hacen presiden-ta, ¿pero por qué no de amante, *amanta?

Y luego tenemos el caso de “chicos y chicas”. ¿Por qué no “chi-cos, chicas y casos intermedios”. También se dan engendros como ‘profesor/a’. ¿Cómo se lee? O íncubos como ‘compañer@s’. ¿Se lee eso de alguna manera?

Y Dios ¿es todopoderoso o todopoderosa?Lo terrible de estas posiciones alternativas y justicieras radica en

que consiguen que un problema realmente importante parezca una tontería. Se ha elevado un detalle a la categoría de cataclismo y redu-cido una gran injusticia a nimiedad.

8. En este escenario nació el denominado lenguaje políticamente correcto (LPC) que es casi siempre gramaticalmente imposible. Éste comenzó en las universidades americanas cuando, según algunos críticos, la izquierda americana «no pudiendo cambiar la realidad, de-cidió hacer una revolución semántica» para cambiar la discriminación racial, sexual o física.

Y el negro dejó de ser black y se convirtió en afroamericano. Con el detallito de que debió, para librarle de discriminación, habérsele di-cho simplemente americano; pero no, seguimos con el afro-, es decir, seguimos llamándolo negro por la misma razón inversa que a inmi-grante blanco sudafricano blanco no llegaría jamás a ser afroameri-cano.

¿Recuerdan el chiste de dipsómano, beodo y borracho? ¿Ladrón y cleptómano?

9. ¿Pero qué es la corrección política? Es una actitud lingüística que pretende revertir el desequilibro de poder fáctico dominante a fa-vor de minorías y mujeres, ese proceso se conoce como «discrimina-ción positiva». Nació en células y élites intelectuales como la Escuela de Frankfurt y la Asociación Americana de Antropología. Fundamen-talmente con base en el corpus teórico denominado Hipótesis Sapir-Whorf que indica que toda lengua conlleva una cosmovisión particular del mundo y que por tanto determina su pensamiento.

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De un relativismo lingüístico se pasó a un relativismo cultural difícil de defender, pues según éste sería imposible que yo llegue a enten-der a un japonés o a un huaorani. De ser cierta esta teoría —que de hecho ha sido rebatida por la lingüística moderna— el lenguaje corre-giría el pensamiento, ergo: cambiaría la realidad. No habría sido ne-cesaria, por decir algo de nuestro medio, la revolución liberal sino tan solo un adecuado y general uso del LPC.

Hay algo de teológico en esto. Dar a la palabra todo el poder. Algo como que en el principio de todo era el Verbo… ¿Dónde quedó olvi-dada aquella clásica lección marxista del materialismo histórico que nos decía que para cambiar la superestructura de una sociedad había que cambiar la estructura económica? De ahí, mi sorpresa al ver que tanta gente inteligente de izquierda maneje el mismo discurso con que la derecha pretende barnizar y maquillar la realidad.

10. Como colofón de lo dicho, se da una paradoja digna de esqui-zofrénico: La RAE siempre norma de acuerdo con lo que usa el pueblo llano, y si no lo hace así, luego tiene que rectificar. Es decir, valida la norma en el uso de las mayorías. Mientras que las organizaciones de-mocráticas (movimientos sociales, partidos, universidades, etc.) pare-ce que prefieren confiar no en el uso de las mayorías sino en iniciati-vas «privadas y de élite» (y, de paso, «imperialistas») para practicar ejercicios democráticos con el lenguaje de los demás.

Y una derecha, que por su naturaleza es incapaz de ver más allá de su visión individualista, aprovecha un discurso grupal, reivindicante de la izquierda y ambas terminan paradójica y mágicamente parecién-dose.

Olvidamos que cualquier cosa puede llegar a ofender a alguien, aún si es verdad. O mejor dicho, por serlo. Ya lo decía Nietzche: «La mejor manera de confundir a la gente es decirles la verdad».

11. Hemos llegado, así, pensando y hablando así, a una especie de gatopardismo4 del lenguaje: cambiar algo para que no cambie na-da. Como alguien se preguntaba, ¿cambiamos el lenguaje para cam-biar la realidad o para evitar cambiar la realidad?

4 Neologismo creado a partir de la novela El gatopardo, de G. Lamepdusa. En la aparece la imagen de que para no cambiar nada hay que cambiar algo.

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El LPC va más allá de lo que parece. Busca legitimar al enunciador. Sea éste institución o individuo. Quien dice no vidente forma parte de ese proceso de legitimación del enunciador y del supuesto proceso de equidad, y quien no lo entienda o no lo use sale automáticamente del discurso igualitario. Sin percatarnos de que aunque lo use cualquiera, no sabemos nada sobre su pensamiento o peor, de sus sentimientos. Como habrá quien se salga de la norma, necesariamente aparecerá una novísima «policía lingüística», aquella que nos diga quién se ha salido del discurso inclusivo.

Son, se olvida esto, los elementos de la enunciación los que legiti-man (o deslegitiman) el enunciado: un chiste pastuso significa distinto si es contado por un pastuso, por un no pastuso, por un capitalino o por un gringo.

Es imposible dejar de recordar aquella anécdota de John Lambie, entrenador de un equipo escocés de mediados del siglo pasado: «Al comunicarle el masajista del equipo que uno de los delanteros sufría una conmoción tras chocar con un rival, y que no recordaba quién era, Lambie le respondió: ‘¡Perfecto! Dile que es Pelé y que vuelva al campo’».

¿No les suena esto a aquello de que «todo es posible»? Ese opti-mismo todopoderoso y simplón que domina ahora el discurso volunta-rista y que no soporta el más mínimo análisis lógico; ya no digamos lógico, sino de sentido común. «Todo es posible». Pero pensemos, ¿Todo-es-posible?

12. Hay una categoría semántica que se denomina eufemismo. Según el DRAE es «manifestación suave o decorosa cuya recta y fran-ca expresión sería dura o malsonante». La idea es suavizar la idea o concepto, pero no la realidad.

¿Cuál es la ventaja semántica entre ciego y no vidente? Ambos no pueden ver. Punto. ¿Vale aquí el eufemismo? No. Mientras que discri-minar inválido y minusválido o entre paralítico y parapléjico o cuadri-pléjico sí.

Además, el cambio lingüístico se produce nada más en el plano morfológico (con posibles influencias en lo ortográfico y fonético) y no en el semántico ni sintáctico. En el plano semiótico, de hecho, hay hasta una paradoja: La @ para ambos géneros representa una o que encierra a la a, la que se ve que está cubierta y «protegida» por la o

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macha y machista.

13. Otro caso es el de formar colectivos. Ni médico ni médica, sino personal médico; ni fiscales ni fiscalas, la fiscalía. Con la pequeña desventaja de que no se puede aplicar a todos los casos, sino a nú-mero muy restringido. Y peor, no son intercambiables; es normal, dice un filólogo, «que los fiscales y las fiscalas entren y salgan de la fisca-lía, pero resultaría un galimatías algo como la fiscalía entra y sale de la fiscalía».

14. Si hay algo rescatable en este proceso es que en términos le-xicográficos se han alcanzado resultados positivos como la feminiza-ción de profesiones. Antes, por ejemplo, decir alcaldesa significaba decir mujer del alcalde, lo mismo de jueza y demás. O el caso de de-volverles los topónimos originales nativos denominaciones extrañas y extranjeras —v. gr. Uluru por Ayers Rock en Australia—.

Aunque hay que tomar eso con pinzas, pues alguien podría decir que tiene, asimismo, derecho a llamarse *periodisto, *taxisto y *comu-nisto. ¿Ellos, pregunto yo, no tendrían derecho a masculinizar su pro-fesión o inclinación política? ¿Yo mismo, soy lingüista o lingüisto? Tampoco sin llegar a extremos de los nacionalismos peninsulares en que decir Lérida en lugar del catalán Lleida es como insultar a la ma-dre de uno.

Y los indios guajiros, quienes usan una lengua, la guajira, en el que el género no marcado es el femenino, ¿tendrán que hacer una lu-cha al revés en una sociedad que no es matriarcal?

Y peor: De todo el mundo hispanohablante en donde más se usa el LPC es en España, y precisamente donde más atentados contra mi-norías, inmigrantes y mujeres hay es en… España.

15. Hay ejemplos emblemáticos que son clásicos en estudios de la lengua y la sociedad. Pero veamos, primero, cómo más o menos pre-tenden que hablemos los entusiastas del LPC:

«Los compañeros y compañeras, enfadados y enfadadas, increparon acalora-damente a los empleados y a las empleadas que confeccionaban canastos y canastas de frutos y frutas para los señores concejales y las señoras conceja-las».

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En otro caso patético, un lingüista cita este cuento que, dice con razón, lo podría haber escrito un niño de 12 años:

«Los niños iban muy contentos a su primer día de clases. Algunos llegaron acompañados de sus padres, quienes estaban igualmente de nerviosos por ser la primera vez que iban a dejar a sus hijos.Los alumnos, emocionados, se despidieron antes de entrar al recinto y fueron recibidos por sus profesores quienes los saludaban con gran alegría. A partir de ahora, todos comenzarían un camino muy importante en la vida».

…Pero, afirma el mismo lingüista, según algunos fundamentalis-tas del LPC este niño utiliza un lenguaje sexista, por lo que habría que corregirlo:

«Las niñas y los niños iban muy contentas y contentos a su primer día de cla -ses. Algunas y algunos llegaron acompañadas y acompañados de sus madres o de sus padres, quienes estaban igualmente de nerviosas y nerviosos por ser la primera vez que iban a dejar a sus hijas o hijos.Las alumnas y los alumnos, emocionadas y emocionados, se despidieron antes de entrar al recinto y fueron recibidas y recibidos por sus profesoras y profeso-res quienes las y los saludaban con gran alegría. A partir de ahora, todas y to -dos comenzarían un camino muy importante en la vida».

16. Pero si de igualdad de la naturaleza sexual se trata, ¿dónde quedan los homosexuales y los bisexuales? O casos como éstos, en donde el más avezado de los igualitarios del lenguaje tendría proble-mas en ponerlo en ‘formato no sexista’, que cita un filólogo español:   

(a) Departamento de relación con los proveedores.(b) Dos de mis mejores amigos son abogados y uno de ellos es una mujer.(c) Los bomberos heridos fueron rápidos sacando a los otros.(d) Pueden entrar ambos, pero solo podrá concursar uno. [Frase dicha a un hombre y a una mujer]

Para volverse locos, ¿verdad? Pero hay más. Y hay más porque este fenómeno ha alcanzado categoría de pandemia en el mundo his-panohablante.

PALABRA EUFEMISMOEmpleada doméstica Asistente del hogarAnciano, viejo Persona de la tercera edad, adulto mayorHomosexual GayIndio Indígena

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Inválido, lisiado DiscapacitadoInvidente CiegoPornografía Material sexualmente explícitoProstíbulo Casa de citasProstitución Comercio sexualProstituta Sexo-servidora, trabajadora sexualSecta Asociación religiosaIglesia Centro de TeoterapiaEufemismo Lenguaje políticamente correctoMoro MagrebíFeo Poco agraciadoJardín de infantes Jardín de la InfanciaManco de Lepanto ?El cojo Navarrete ?¡Yanquis, fuera! ?

17. Lo anterior, que con justo derecho hasta podríamos parecer-nos gracioso, ya no es tanto cuando se trata de casos como estos:

PALABRA EUFEMISMOGuerra Conflicto bélicoAtaques selectivos Asesinatos dirigidosDaños colaterales Muertos civilesMatanza racista Limpieza étnicaDespido Reajuste laboralFalta de viviendas Solución habitacionalDrogadicto Usuario de sustancias psicotrópicaPaís del tercer mundo, subdesarrolla-do

Economía emergente

Aborto Interrupción voluntaria del embarazoPobre Persona de escasos recursos, humildeAyuda humanitaria InvasiónCampos de batalla Teatro de operaciones (Guerra Malvinas)Bombardeos Pacificación (Guerra del Golfo)Político demagogo PopulistaPartido Revolucionario Institucional (Partido con 80 años en el poder) «La ceguera de los políticos…» «La no videncia de…»

18. Pero parece que también se olvida que en la lengua hay un principio básico y elemental denominado de economía lingüística, que supone comunicarnos con el menor esfuerzo posible. Aunque tam-bién debe recordarse que en diacronía lingüística, y esto puede signi-ficar siglos, aprendemos que lo que reprobamos o defendemos hoy

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se aprueba y reprueba mañana.Y, bueno, cómo diríamos —y qué se entendería— al recordar a

Laika, la perrita cosmonauta rusa:

Laika fue la primera perra en ir al espacio.

¿Fue el primer perro? ¿Fue la primera perra?

19. Y se llega a niveles risibles: «La ceguera de las sociedad» ¿sería «La no videncia de la sociedad»? «Bienaventurados los pobres porque de ellos será el reino de los cielos» ¿pasaría a ser «Bienaven-turados las personas con necesidades básicas insatisfechas, porque de ellas…»? Otro más: «La suerte de la fea la bonita la desea» ¿sería entonces «La suerte de la persona poco agraciada la bonita…?

Ad infinitum. Ya lo decía alguien, de lo sublime a lo ridículo sólo hay un paso.

20. Otro botón: El libro de tradición judeocristiana, Biblia o Sagra-das Escrituras, tiene ya una versión LPC. Se lo presentó en la Feria del libro de Frankfurt en 2005. Ahí podemos leer perlas como: «Pa-dre y Madre nuestro(a) que estás en los cielos…». Por cierto, ¿cómo lo leo?

Pero, todo sea dicho, hubo ya un antecedente en 1895 con «La Bi-blia de las mujeres», obra adaptada por Elizabeth Cady Stanton, líder antiesclavista y a favor por los derechos de la mujer en los Estados Unidos.

21. Ya la ficción nos dio ejemplos de casos en los que una socie-dad crea un nuevo lenguaje. George Orwell y su libro 1984. De ahí nace el Big Brother (conocido y traducido como Gran Hermano) que todo lo ve y todo lo sabe. En ese libro se nos cuenta que una nueva sociedad requiere un nuevo lenguaje, y para ello inventan y recrean el newspeak, mediante el cual, sacando del sistema de la lengua pa-labras como libertad, malo (nobueno), se perpetuaría el statu quo. O se inventan otras: facecrime (caracrimen) rostro con expresión inapro-piada ante los estándares que designa el orden.

22. El colmo de los colmos es cuando leo que a un tipo le denomi-

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nan con el nombre de una guaracha cubana del maestro Nelson Pine-do y la Sonora Matancera, «El muñeco de la ciudad». Hasta ahí nada raro. Pero luego venía la foto de ese supuesto muñeco. ¿A ese grado de banalidad semántica hemos llegado?

Ante eso, perdónenme, no queda otra alternativa que definirse co-mo políticamente incorrecto.

Por cierto, seguiré denominándome lingüista y no lingüisto aun a costa y riesgo míos de ser confundido con una señora que sabe mu-cho o poco de cosas la lengua.

Gustavo PazmiñoQuito D. M., agosto de 2009

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