las cuestiones fundamentales del marxismo

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LAS CUESTIONES FUNDAMENTALES DEL MARXISMO Ediciones de la Ftderaeión de Maestros MUM. 3

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Page 1: LAS CUESTIONES FUNDAMENTALES DEL MARXISMO

L A S C U E S T I O N E S

F U N D A M E N T A L E S

D E L M A R X I S M O

Ediciones de la Ftderaeión de Maestros

MUM. 3

Page 2: LAS CUESTIONES FUNDAMENTALES DEL MARXISMO

Las cuestiones

fundamentales del marxismo

EDICIONES DE LA FEDERACION DE MAESTROS DE CHILE --

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PREFACIO

Las Cuestiones fundamentales del marxismo, la última obra de 'Plejanov, que contiene una exposición sistemática del marxismo dialéctico, hizo su aparición en 1908,. es decir, u n cuarto de siglo después que Plejanov lanzara a la publicación su célebre panfleto El socia- lismo y la lucha política, que inaugura la historia de la social-democracia revo [ucionaria rusa.

' Este folleto, publicado en 1833, significó la rup- tura completa con los viejos prejuicios de los narodniki. Frente a la derrota sufrida por el movimiento reoolucio- 'ñario, su aparición señaló una nueva vía, al término de la cual habría de llegar la oictoria, lenta pero seguramen- te. Plejano-o ahondó en la más profunda realidad rusa para mostrar el procem social y económico, que minaba lentcrmente pero con tenacidad, el antiguo régimen. Pre- dijo que la clase obrera rusa, desarrollándose paralela- mente al capitalismo, asestaría e! golpe mortal a! abso- lutismo ruso y ocuparía el lugar que le correspondía en las filas del ejército internacional idel protetariado.

Pero Plejanov no se ha limitado a la crítica &l vie- jo populismo de los narodniki. E n un tratado, qve aun conserva todo su valor, ha hecho la exposición de las cuestiones fundamentales del socialismo científico e in- dicado que el método del mciterialismo dialéctico es el arma más eficaz en la lucha teórica y prdcticn.

¿Qué es el social'ismo científico? Por tal entendemos esta doctrina comunista que desde 1840 comenz6 a des- prenderse' del sociaCisrno utópico, bajo la fuerte influen- cia de la filosofía hegeliana, de un lado, y de la econo-

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mía clásica, del otro; que dió por primera vez una explicación real de todas las etapas del desenvolvitp~ento de fa civilización humana; que demolió sin piedad los sofismas de los teóricos burgueses y que, "armado de todo el saber de su siglo", se aprestió a la defensa del proletariado. Esta doctrina demostró, no solamente con una claridad perfecta toda la inconsistencia científica de los adversarios del socialismo, sino que, señalando sus errores, dió al propio tiempo la explicación histórica de dlos. De este modo, como dijera en otro tiempo Heirn de la filosofía de Hegel, "ella unció a su carro de triunfo cada una de las opiniones sobre las que habí.a triunfado".

"Así como Darwin ha enriquecido la biología con Ya teoría del origen de las especies, de asombrosa simpli- cidad y de gran rigor científico, del mismo modo Tos fundadores del socialismo científico han demostrado, en la evolución de las fuerzas productoras y la fucha de estas fuerzas contra las formas sociales retrasadas de pro- ducción, el gran principio ,de la transformación de las especies sociales". . .

Pero no es como un "cliché" o una "verdad defini- tiva y sin apelación", que Plejanov había recomenda- a los revo!ucionarios rusos e! sistema del socialismo cien- tífico. Se comprende, desde luego, escribía, que la eoolu- ción del socialismo científico no está todaoíp terminada y que efla no puede detenerse en los trabajos de Engels y de Marx, del mismo modo que la teoría de origen de las especies no podía considerarse como definitivamente coqs- tituída con la aparición de las principales obras del bió- logo inglés. Al planteamiento de los principios fundamen- tales de la nueva doctrina debe suceder el estudio deta- llado de las cuestiones que se relgcionan con esta última, estudio que de8e completar y llevar a su término la revo- lución realizada en la ciencia por los autores del Mani- fiesto comunista. No hay ninguna rama de la sociología ante la cual no se hayan abierto nuevos horizontes, de una magnitud extraordinaria, a medida que cada una de ellas ha ido asimilando las concepciones filosóficas e históricas de aquella revolrtción, La influencia fecunda de estas concepciones se deja sentir actualmente en el dominio de

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la hisforiu del derecho y de fo que se llama la ciuiliza- ción primitiva".'

Plejanov cree necesario subrayar la siguiente purti- cularida@ de la doctrina marxista: "Remntando en su g~nealagía, entre otros, a Kant y a Hegel, el socialismo científico se presenta como el más encarnizado y rauel- t o adversario del idealismo filosófico. DespZuza 4e p último refugio a fa sociología, en donde los posirioistas le habiun hecho tan ca!urosa acogida. E2 socialismo cien- tífico presupone la "concepción materialista de la histo- ria", es decir que explica la historia espiritual de la huma- nidad gor Ia evolución de las relaciones sociales en el seno de ésta (entre otras, por la influencia de medio ambiente) ".

Una actividad incansuble en la actividad del parti- do retloíucionario del proletariado, la necesidad de aplicar un método nuevo al estudio de la actualidad rusa, a la exploración de los "destinos del cupitalisrn~ en Rusia", no impedían, sin ' embargo, a Plejanoo trabajar en e l "estudio detallado" de las cuesriones fundamentales del mrxisrno. dedicando su atención cada vez con mayor in- tensidad a la historia de la filosofía, de la cioilización y del arte. Al propio rietnpo que reaiizaba este trabajo es- pecial de desarrollar las concepcio~es de Marx y de Engels, Plejanov t omó para sí l a turea de defenderlas contra t'os diferenres representantes del revisionismo ruso e interna- ciohal. DE esre revisionismo que ha pretendido en diver- sas ocasiones "completas", "corregir" o "reemplazar" cier- tos principios del marxismo por viejos "dogmas" bur- gueses, caducos desde hace tnucho tiempo.

Esta obra de Plejanoo está consagrada especialmen- te al aspecto 'filosófico. e Iíistórico del sociaEisrno cientí- fico. Pura Plejanov, el marxismo representa toda una concepción del mundo. uno e indivisible, penetrado de tu unidad de una idea fundamental. P l e j a n o protesta con - tra las tíueoas tentativas de Bogdanov, Lunacharsky, &rsirrov, Fritsche, de separar, en esta concepción, los as- pectos histórico y económico del fundamento filosófico en que se apoya. Protesra contra todos los ensayos de ' < asentot-" el rnarxistno sobre nuevas bases, acopiúndofo a distintos sistemas filosóficos, corno el neo-kantrsmo,

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el' machismo, el ernpiriocriticismo, etc., tentativas llevadas a cabo, las más de las veces, bajo la infíuencia de m- rrientes filosóficas puestas de moda, en u n momento dado, entre los ideólogos de la burguesía.

Según la opiniór? de Plejanov, expresada por pinle- ;a ve z con ocasión de una polémica con Bernstein, el materialismo de Marx y Enyels deriva del spinozismo, al que Feuerbach desembarazó de los elementos teológicos que pesaban sobre e'!. Como Feuerbach, los fundadores del socialismo científico reconocen que existe unidad, pe- ro n o identidad, entre el "pensar" y e! "ser". Las recti- ficaciones que Marx hiciera a la filosofía de Peuerbacb consisten, principalmente, en que las relaciones de.ucción y reacción recíprocas entre el objeto y el kujeto son apre- ciadas por Marx, en cttanto al sujeto se refieren, en u n sentido acrivo: éste aparece como un ser actuante y n o solo contemplativo.

"'Actuando sobre la naturaleza exterior y d i f i c i á n - dola, el hombre modifica al propio t iempo su t~aturaleza".

Plejanov está en la verdad ccrando af irma que Marx .ha sido fuertemente influenciado por un artículo de Feuerbach, titulado Tesis preliminares para la . reforma de la filosofía, publicado en 1843, en el segundo romo de la misma colección en donde había aparecido ( ~ r i n w r tomo) un artículo de Marx sobre la censura prusiana.

"E l pensar está condicionado por el ser, pero no el ser por el pensar. El ser está condicionado por sí mis- mo... el ser tiene su fundarnento en sí mismo". Esta coii- cepcidn, agrega Plejanov, ha sido colocada por f i r x en la base de la interpretación materialista de la historia.

Esto n o es del todo exacto. Marx ha m o d i f i c d o radicalmente y completado ia tesis de Feuerbach. que es tan abstracta, tan poco fundada en la historia, cqmo su hombre que éI ha colocado en el lugar de Dios y de su modificación hrgeliana, !a Razón. "La esencia humana no es algo abstracto, propio del individuo considerado como tal. En su redidad, dice h farx , en las conucidas tesis sobre Feuerbacfi, esta' esencia está representada por el con junto de las relaciones sociales". Por no Itegar has- ta esta conclusión es qrre Ferrerbach se ue obligado a "abs-

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traerse del curso de la evolución histórica y partir de la suposición del inditriduo abstracto, aislado".

En completo acuerdo con esta crítich del hombre abstracto de Feuerbach, Marx modifica también su tesis fundamental: " N o es, dice, Zc conciencicr de los hombres la que determina su manera de ser, sino al contrario, su manera de ser social lo que determina su conciencia". E l error fundamental de todos los sistemas filosóficos que pretenden explicar las relaciones entre el ser y el pensa- miento, ha consistido en querer ignorar esta circunstancia que Feuerbach no alcanzabá a ver, y especialmente el hecho de que el individuo abstracto, analizado por ellos, pertenece m realidad a una forma determinada de l a so- ciedad.

Ya en sus primeras obras, Plejanov había puesto de relieve, mns de una vez, la difereccia entre el método dialéctico de Marx y Engels rj la teoría vulgar de lo evolución, segUn la cual, ni la naturaleza, n i la historial se hacen por saltos, sino que en el mundo todo se trans- forma lenta y g r a d u a l ~ n t e . ,En su polémica con T i k - homirov, Plejanoo explica al "nuevo defensor del abso-

' lutismo" la ineluctabilidad de los saltos en la evolución. Son particularmente interesantes en la obra de

~ l e i a n o v los capítulos sn que demuestra cómo los sabios contemporáneos están, a mermcío sin saberlo, obligados en razdn del estado actual de la ciencia social a dar uoa explicacidn materialista de los fenómenos que son objeto de su estudio. Cada nuevo descubrimiento re?ativo a la hisroria de la ciuilización, a la *mitología, al arte, trae consigo nuevos argumentos en favor de la interpretación materialista de la historia. A las fuentes de documenta- ción que Plejanov enumera a las cuales se refiere, ha- bría podido agregar, para 1908, los trabajos de otros tantos sabios burgueses en el dominio de las ciencias históricas y sociblógicas. Sir? darse cuenta de elfo, estos sabios emplean ur? lenguaje y acumulan piedra por pie- dra materiales y hechos que confirman la exactitud de las concepciones filosóficas e históricas tiel marxismo.

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.LAS CUESTIONES FUNDAMENTALES DEL MARXISMO.

El marxismo es toda una concepción del mundo. Hablaii. do con brevedad, el materialismo contemporiirrtro representa actualmente el más alto grado de esta coacepA6n del mudo, cuyas bases habían sido ya posttiladas en la antigua Helade, por Dembcrito y los pensadores ionianos, sus precursores. Lo que sc llama el h l l o z o ~ no es, en efecto, otra cosa que un inateriaíismo ingenuo. Es a Carlos Marx y a su amigo Fede- rico Engels a quienes pertenece el merito principal de haber formulado y desarrollado los principios fundamentales del ma. terialismo moderno. Los aspectos histórico y econ6mico de esta concepción del mundo, lo que se designa ordinariamente con el nombre de materfalismo hlst6rica, así como el conjun- to, estrechamente ligado a este, de las concepciones sobre los pmbkmas, el método y las categdais de la ecoaomia pifflca~ sobre el &sarroUo ecom6dco de la sociedad, y mas particu- larmente de la sociedad capitalista, son casi exclusivamente !a cbra de Marx y Engels. La contribución de sus predecesores en este dominio no debe ser considerado mas que como un irabajo preparatorio. Muchos y preciosos materiales habían sido acumulados, pero no sisteihatizados, ni considerados a la luz de un pensamiento general, Por esta razón no habian podido ser utilizados ni apreciados en su exacta significación. Lo que han hecho en este orden de ideas los adeptos de Marx y Engels en Europa y América no es sino el estudio más o menos fe- liz de problemas especiales, algunas veces, es verdad, de la más alta importancia. Es por esto que generalmente no se en. tiende por "marxismo" sino los dos aspectos ya mencionados de la actual concepción materialista del mundo. Y esto ocurre, no solamente entre el "gran público", que no se ha elevado todavía a la compensaci6n profunda de las doctrinas filosófi- cas, sino tambiCn entre quienes se estiman discípulos fieles de

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Marx y Engels, tanto en Rusia como en el resto del .mundo civilizado. Estos dos aspectos se- consideran como algo inde- pendiente del "materialismo filos6fico", y hasta, en ocasiones, como opuesto a este. Pero como ambos aspectos, separados arbitrariamente del conjunto de las concepciones que les es- tAn relacionadas y de las cuales forman la base teórioa, no pueden permanecer suspendidos en el aire, quienes han reali- zado tal separaci6n se sienten naturalmente en la necesidad de :'apuntalar el marxismo", a ~ c o p l á n d o l ~ l o más a menudo en la forma más arbitraria y bajo la influencia de corrientes filo- $Micas pred~minan tes entre los ideólogos burgu-a tal o cual filósofo, a Kant, Mach, Avenarius y, en esfos Últimos tiempos, a José Dietzgen. Es cierto que las concepcianes filo- s6ficas de J. Dietzgen se han formado completamente libres de influencias burguesas y que en cierto modo se emparentan a las de Marx y Engels. Pero las de estos Últimos tienen un contenido incomparablemente mAs rico y ordenado, y por ec- ta sola razón no pueden ser c o r n p l e t ~ sino, cuando mas, popularizadas, hasta cierto punto, por medio de la doctrina de Dietzgen. Hasta ahora no se ha intentado "completar a Marx" por medio de Santo TomAs de Aquino (11). Sin embargo, no seria imposible, a pesar de la reciente encíclica del Papa contra los modernistac, que el mundo católico diera nacimiento a un penszdor capaz de esta proeza teórica.

Por lo general, quienes sienten la necesidad de "comple- tar" el marxismo alegan que Marx y Engels no han hecho, en ninguna parte, la exposicibn de sus concepciones filos6ficas. Pero semejrinte razonamiento es pwo convincente, y aun si fue- ra valedero no constituiría una razón para reemplazar dichas concepciones por las de cualquier otro pensador, y colocindb se frecuentemente en puntos de vista totalmente diferentes. Es preciso tener en Cuenta que disponemos de suficientes datos para formarnos una idea cabal de las concepciones de Marx .y de Engels (1). Dichas concepciones han sido expuestas de una manera, muy completa y en su aspecto definitivo, aunque en forma polemica, en la primera parte del libro de Engels

(1)' El libro de VI. Verigo Manr al9 P h i l ~ p h (Berna. y Leip- zig, 1904) está consagrado a la filosofía de Marx y Engels. Pero. e3 dificil imaginar una obra que satisfaga menos 'que . hsta.

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Hcrrn Eugen Dtihrings Umwalzung de Wissenschaft (del cual existen varias traducciones rusas). En el interesante folleto del mismo autor, Ludwig Feuerbach und der Ausgang der Plassischen Philosophie (folleto traducido al ruso por nosotros y adicionados de un prefacio y notas explicativas), están ex- puestas Las concepciones que constituyen la base filosófica del marxismo, esta vez en forma positiva. Una característica breve, pero brillante, de estas mismas concepciones, ha sido dada por Engels en el prefacio a la traducción inglesa del folleto Socialis- m o utbpico y socialismo científico (111). En cuanto respecta a Marx, es preciso señalar, en primer término, como de gran ini- portancia para la comprensión del aspecto filosófiico de su docti-ina, la caractetistica de la dialbctica materialista, expuesta por 61 mismo, en oposición a la dialdctica idealista de Hegel, en el prefacio de la segunda edición del primer tomo del Capital, y despues las numerosas obervaciones detalladas, consignadas a lo largo de la exposición de dicha obra. Algunas phginas de la Miseria de la filosofía son igualmente, en ciertos aspecta, de la más alta importancia. Por último, se puede apreciar con gran exactitud el proceso de la evolución de las ideas filosóficas de Marx y de Engels, en sus primeros escritos, publicados recientemente por F. Mehring, con el título de Aus dem iitera- ricchen Nachlass von Karl .Marx, Friedrich Engels und Ferdi- fiand Lassalle, Stutgart,l902.

En si, tesis doctnral titulada Di&rena der ~~4!íokritls- chen - und Cplkureischen Naturphllmphie, Io mismo que er! ciertos articulas ic.p!'c~ducidos por Mehring, en el primer to- ino de la precitada ediii01i. el joven Marx aparece todavía co- mo el idealista "pur sang" de la escuela Iiegeliana. Pero en los artIculos publicados primeramente en los Deustch-Frmzosdsche Jahrbücher, e insertados ahora en el mismo primer tomo, Marx, y con el Engels, que colabora igualmente en .los J~hrbü- cher, se coloca ya firmemente en el punto de vista del humanismo.de Feuerbach (V). En la obra titulada Die Heilige Familie, oder Kritik dex kritischen P(ritik, publicada en 1845 y reproducida en el scgiindo tomo de la edici6n.de Meliering, los dos autores, es decir, Marx y Engels, realizan algunos ptogresos importantes en lo que se refiere al desarrollo de la filosofía de Feuerbacli. Puede apreciarse la orientación del trabajo que ellos habian emprendido en aquellas once Tesis sobre Peuerbrach, que Marx habia redactado en la primavera de 1845 y (lile .I.:ngels habia publicado en el anexo al follo'o Ludvrig Feuerbach, que hemos mencionado mhs arriba (VI).

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En una palabra, iio son rnateíiales los que faltan. Es secesa- rio solamente saber servirse de ellos, es decir, estar prepara- do s coinprenderlos. Pero precisamente, los lectores actuales no se encuenican eii tales condiciones, y por consiguiente, no sa- ben aprovecharlos.

¿Por qué ocurre tal cosa? Por ~nhltiples razones. Una de las mas importantes es que actualmente se conoce muy nial, en primer lugar, la filosofía hegeliana, sin la cual es dificil poder asimilar el metodo de Marx, y en segundo, ,la historia del inateriallshno, sin la cual no es posible formarse una idea cabal de la doctrina de Feuerbach, que fue, en filo- sofía, el predecesor inmediato de Marx y que ha suminis- trado, c? gran parte, la base filosbfica de la concepción del mundo de Marx y Engels.

De ordinario se presenta el "huinanisino" de Feuerbach coni.1 una cosa muy confusa e indeterminada, F. A. Lange, que ha con!ribuido como pocos a propagar entre el "gran piiblico" y cl mundo cientifico una idea completamente fal- sa de la cs~ncia del materialismol y de su historia, niega com- pletamente al "humanismo" de Feuerbach el carlcter de doc- trina materialista. Su ejemplo há sido . seguido por la casi totalidad de los que han escrito sobre Feuerbach, tanto en Rusia como en el extranjero. P. A. Berline, que describe cl h;imanismo de Feirerbach como iina especie de materialis- mo iio "puro" (1). iin 11;t podido tampoco sustraerse a la influencia de Larigc. En cuanto a Fr. Mehringel, quizá el único conocetlcr de la filosofl~ entre los social-dembcra- tas alemanes, declaramos no ver claramente lo que 61 pien- sa en este respecto. Por el contrario, nos es fficil darnos cuenta de que Marx y Engels consideraban a Feuerbach co- ino materialista. Es cierto que Engels pone de relieve la i!lccnsclziiensis u(' Feuerbach. Pero no deja por ello de re. conocrr que los principios fun-tales de su Filosofia son ptirarnente ninieria'i,si:is (VII). A esta misma conclii- siórr ticne que Ilrgar quien quiera tomarse 11 trajajc d: cs. tudlar a fondo la doctrina de Feuerbach.

Al dejar dicho lo que antecede nos damos perfecta ciienta de que corremos el peligro de suscitar el asombro -

( 1 ) Ver su interesatite libro Alemania en vísperas & la r~volu- cibn de 1848. San Pcrersburgo, 1906, págs. 228-229.

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de iiilmerosos lectores. Pero ello no debe arredramcs, ya que con razón decia el pensador antiguo que la adniiracibn era e1 comienzo de la ciencia. Y a fin de que nuestras lectores no se sientan así sbrprendidos, les recomendamos preguntarse, antes que nada, que quería decir precisamente Feuerbach, ciintido, esquematizando, pero de nianera muy característica, su d c u l u m viiza? filosófico, escribía: "Dios fue mi primer pensamiento. la raz6ii mi s?gundo y el hombre mi tercero y ú!- timo." Nosotros afirmamos que esta cuestión encuentra incon- tcsiableiiiente su soluci6n eii estas palabras muy significativas de Fttuerbach mismo: "En la discusión entre el materialismo y d espiritualismo, se trata..:. de la cabeza humana.... Una vex pilestos de acuerdo sobre la materia de que esta hecho el ce- reIli-0, llegaremos facilmente a una conclusión cierta en lo que se re.fiere a cualquiera otra materia, y por extensión, a la iiiatcria general" (1 ). Desde luego, Feuerbach declara que sir antriopo~dgia, es decir, s u humanismo, significa hnicamen- te que Dios.. no es otra cosa que el ~zspiritu huinano tirima (2). Este punto de.vista antropológico, do hace notar Feuer- bach. no era ya extrafio 2 Descartes (3). Pero, ¿quC signi- fica. eso? Significa que Feuerbach habia tomado al hombre codo piicto de partida de sus razonamientos filosóficos úni- camente porque esperaba, partiendo de este punto, ,llegar mas pronto al fin, que era dar una idea justa de la materia en general, y de sus relaciones con el "espiritii". Por consiguiente, estamos en presencia de u11 procedimiento metodológico, cuyo valor era condicionado por las circunstancias de tiempo y de lugar, -es decir, por los modos de razonar tan propios de tos 'szbios .alemanes, o simplemente de los alemanes cultos

^de (la epoca (4), pero que no dependía en modo alguno de 'una Cotlaepci6n particular del mundo (VIII).

,r<. Se ve ya por esta cita de las palabras de Feuerbach, a pfapbsito de la "cabeza humana", que en la epoca en que las escribía la cuestión de la "materia de que esta hecho el cercbro" había sido resuelta en un sentido puramente materia- lista. Esta misma solución habian adoptado Marx y Engels. -

( 1 ) Lfebe'r Spiritualiemcs und Matcrialism~is, Obras, X, pí- gina 129.

(2 ) Obcis, 1V; pág. 249. 3 Ibia pág. 249. (4) Feuerbach mistno dice, muy bien, que cl principio de toda

filosof ia está determinado- por cl estado precedente &el pcnsrmipnto fil(jdfico.

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Ella se convirtió en la base ae su propia filosofia, lo quc resalt:. con la claridad mis completa de Las obras de Engels, Ludwig Feuerbach y Anti Dükring, que hemos mencionado ya. He aqui por quC nosotros debemos examinar esta solu- ci6n de modo mAs penetrante, ya que, estudihndola, haremos ai propio tiempo el estudio del aspecto filosbfico del nnarxismo.

En su articulo titulado Vorlaufigc Thesen zur Reform der Pbilosophie, publicado en 1642, que ejercio una influencia niuy grande sobre Marx, Feuerbach declara que las "verda- deras relaciones entre el pensar y el ser deben. ser expeaa- das de la mamera siguiente: el sén es el sujeto y el pensalii es d atributo. El pensamiento esta condicionado por el ser, pe- ro nQ el ser por el pensamiento. El ser est8 condicionado por si niismo ... tiene su fundamerito en si mismo ( 1 ) .

Estas concepciones de las relaciones del ser con el pen- samiento puestas por Marx y Engels en í i base de la inter- pretaci6n materialista de la historia, constituye el resultad6 mas iiiiportantc de esta critica del idealismo hegellano, que en SIIS líneas priiicipales habia sido hecha por Feuerbacli mis- mo y cuyas concl~siones pueden ser resumidas asl: -

Feuerbach ha encontrado que la filosofia del Hegel habia suprimido la cnntradicci6n existente entre el ser y el pensar. pero segun él, la ha suprimido m t e n i é n d o ~ c , sin embargo, en el ititerior de la misma, es-decir, de uno de los eknaenfos de esta coniradi(-ción, o sea el pensamiento. Según yegei, el pettsamiento es precisamente el ser; al ,pmmiento es suje- to, el dr es atributo (2). Po: lo tanto,-y, en general el idea- ilsmo -- no elimina la contradicción sino por medio de lai su- presión de uno de sus elementos constitutivos, o sea el sér, es decir, la existencia de la materia, de la, nahrralapza. Pero suprimir uno de los elementos constitutivos de esta contra- diccibn, no significa, en modo alguno, resolverla. "La doc- trina de Hegel, según la cual la naturaleza "es supuesta" por la idea, no representa mhs que la traducción en lenguale filosófico, de la doctrina teológica, según la cual, la na- turaleza es creada por Dios; la realidad, la materia, por un sCr abstracto, inmaterial" (3). Esto no s61o en cuanto se refiere al idealismo absoluto de Hegel. El idealhna iIrcas-

(1) Obras, 11, pág. 263 (Obras, edición del Instituto Marx y Engels, t. 1. y6g. 7 1 ) .

(2) Ibid 11. pág. 261. ( 3 ) ' Obras, 11, pág. 262

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cendental de Kant, eegún el cual el mundo exterior recibe sw leyea de la/ Razón, y no inversamente, está leskrecha- &mente emparentado a la concepción teolbgica, se@ la cual, les k rrtzdn divina la que dicta al mando las leyes que lo rigen (1). El idealismo no establ6ce la unidad del sér y del pensa@xto y no puede establecerla, sino que, al contrario, p# m e . El punto de partida de la filosoffa idealista - el yo, cbmo principio filosófico fundamental, - es totalmente erróneo. El punto de partida de la verdadera filosofia debe ser, no el yo, sino el yo y el tu. Solamente así se puede llegar a u n a comprensión justa de las relaciones entre e! pensamiento y el ser, entre el sujeto y objeto. Yo soy "yo" para mi mismo y simult6neamente "tii" para otro. Soy, al pro- pio tiempo, sujeto y objeto. Es n e c e ~ r i o además dejar constancia que "yo" no es el ser abstracto con el cual opera la filosofla idealista; yo soy un ser real; mi cuerpo pertenece a mi eseda; aun mAs, mi cuerpo considerado como un to- do, es precisamente mi yo, mi verdadera entidad. No es el ser abstracto el que piensa, sino precisamente este ser real, este cuerpo. De ello resulta que, contrariamente a lo que afirman los idealistas, es el ser material, real, el sujeto y el pensamiento, el atributo. Y es exáctamente en esto en lo que consiste la iínica solución posible de esta contradiccihii entre el ser y el pensar, que ha querido ser resuelta por el

' idealismo sin resultado. En el caso que tratamos no se mprfme uno 3610 de los elementos de la contradiccidn; los do% son conservados, poniendo de manifiesto su verdadera unMad. "La que para mí, o sea subjetivamente, es un acto pur-amente espiritual, inmaterial, no sensible en si, es o b j e tivaminte un acto' material sensible (2);'

r . . Notad bien que diciendo esto Feuerbach se aproxima a Bpinoza, cuya fiibsofía exponla ya con tanta simpatía en la epoca en que su propio divorcio con el idealismo apenas e:: dibujaba, es decir, cuando escrlbfa su historia de la nueva filosofla (IX). En 1843 hacia notar muy sutilmente, en sus Omndsatze, que el panteisino es uii n~aterialismo teológico, una aegacidn de la teohgía, negaciói~ que se mantiene den- tro de un puiito de vista teolbgico. Es en esta confusi6n del materialismo con fa teololgí'a en donde residia la inconsecuen- cia de Spinoza, lo que no le impide, sin embargo ,encontrar -

(1) Ibid., pág. 295 . (2) Obras. 11, p5g. 350

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la "expresi6n justa, por lo mcnos en su tiempo, para los conceptos materialistas de la &poca moderna". Asi, Feuerbach llama a Spinoza "el Moises de los librepensadores y ma- terialistas modernos". (1) En 1848, Feuerbach plantea la siguicn:~ cues:ibii: ''¿Qué es lo que Spinoza I!ama, 16gica- mente o metaflsicamente, sustuincia, y teol6gicamente Dios?" Y 61 responde categóricamente: "No. otra cosa que la natu- raleza". Señala como el principal error del spinozismo el que "la esencia sensible, antiteolbgica, de la naturaleza to- ma en el el aspecto de un ser abstracto, metaflsico". Spi- nosa ha suprimido el dualismo de Dios y la Naturaleza porque 41 considera los fenómenos naturales como actos de Dios. Pero precisaniente porque lo$ fen6rneiios naturales son ante sus ojos los actos de Dios, es que este permanece como un sér distinto de la naturaleza y sobre el cual esta se apoya. Dios se presenta como sujeto y la naturaleza cn- mo atributo. La filosofIa que se haya emancipado definiti- vamente de las tradiciones teológicas tiene que suprimir este error considerable de la filocofia, exacta en el fondo, de Spinoza. ')Abajo esta contradicción!", exclama Feuerbach. No Deua slve natrua, sino Aut deus aut natuna~ Es aqui donde esta la verdad (2).

Así, pues, el "humanismo" de Feuerbach aparece siendo nada mds que el spinozismo privado de su apendice teold- giw. Y es este spinozismo, desprovisto de su apéndice teo- lógico, el que Marx y Engels adoptaron precisamente cuando hubieron roto con el idealismo.

Pero desembarazar al spinozismo de su apkndice teolii- gico significaba poner de relieve su verdadero contenido materialista. En consecuencia, el slpInozismo dn? Mam y EmgeIs mpmentaba precisamente el m a ~ a l i s m m8s m- -0.

Esto no es todo, sin embargo. El pensar no es la. causa del S&, sino su consecuencia, o más exactamente, su propiedad. Feuerbach dice: Foíge und Eigenschaft (consecuencia y prupie- dad). Yo siento y pienso, ng como un sujeto opuesto al ob- jefo, sino como un sujeto-objeto, como un sér real, maferial. Y el objeto es para mi no solamente la cosa que yo siento, sino tambitn el fundamento, la condicidn indlspensa- ble de mi sensación. El mundo objefivo no se encuentra so- -

(1) Ibid., pig. 291. (2) Obras, 11, pág. 350.

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lamente fuera de mi; estA tambikn en ini misnio, en mi pro- pia, piel (XI). El hombre no es más que una parte de la na- turaleza, una parte del-ser; es por ello que no hay lugar a la contradlcci6n entre su pensamiento y su ser. El espacio y el tiemp? no existen solamente para el pensamiento. Ellos son igualmente formas del séf. Son formas de mi contemplación. Pero lo son Únicamente por la razdn de que yo mismo soy un sér .viviente en el tiempo y en el espacio y que no per- cibo, ni aieinto, mas que en tanto que soy un tal ser. De ma- nera general las leyes del ser son al propio tiempo las leyés del pensar.

Así se expresaba Feuerbach (1). Es igualmente lo que decia Engels, aunque en otros terminos, en su polemica con DUliring. Se ve ya la parte importante de la filosofía de Feuer- bach, que ha pasado a la de Marx y Engels.

Si Marx ha comenzado la obra de s,u interpretaci6n ma- terialista de la historia por la critica de la fflosofia hegellana del derecho, no ha sido sino porque la critica de la fllomfia especulativa de Hegel ha sido hecha ya por Feuerbach.

A[in criticatido en sus tesis a Feuerbach, Marx desarrolla y completa eri muchas ocasiones las ideas de aquel. He aqui un ejemplo tohiado del dominio de la "gnoseologla". Según Feuerbach, el hombre, antes de pensar en el objefo, experimen- ta sobre si su acción, lo contempla, lo siente.

Marx tiene en cuenta este pensamiento de Feuerbach cuando dice: "El principal error del materialismo - inclu- sive el de Feuerbach +onsistla has!a ahora en que no consi- deraba la realidad, el mundo objetivo y sensible, sino bajo la forma del objeto o de la contemplación, no como ac- tlvldad humana concreta, como ejercicio prlictico, lo que ex- plica que Feuerbach, en su libro la Esencia del Cristimismo, no considere como actividad verdaderamente humana m8s que ,la (activiaad te6rica. De otros tCrminos, Feuerbach ha- ce resaltar el hecho de que nuestro ."yon conoce el objeto so- -te expoaténácm a su acci6n (21; sin embargo, Marx replica: nuestro "yo" conoce el objeto actuando a su vez sobre d. El pensamiento de Marx es perfectamente justo; ya Paus- to habla dicho: "En un comienzo era la acci6nM. Es clerto que para la defensa de Feuerbach.podfa alegarse que en el

(1 ) O-. 11. pág. 334. y X. págs. 184-186. (2) "E1 pensar - dice - estí precedido p o r cl s ir: antes de

pensar !a calidad t4 Ir sientes". (Dbrao. 11, pip. 2 5 3 ) ,

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proceso de nuestra acddn sobre los objetos, nosotros no co- noceinos sus propiedades sino en la medida en que ellos ac- túan a su turno sobre nosotros. En los dos casw, el p simiento esta precedido de la msacibn; en ambos experi- mentamos en primer lugar, las propiedades de los objetos, y no es sino, despues que pensamos en ellos. Pera Marx no ne- gaba tal cosa. Para el na se trataba del hecho Incontestable de que la sensacldn precede al pensamiento, sliio de que el hom- bre llega hasta el pensamiento principalmente por las sensa- ciones que experimente en el proceso de su acción sobre el mcndo exterior. Y como esta acci6n le es impuesta por la lucha por la existencla, la teorla del conoclmientb esta en Mant estrechamente ligada a su concepción materialista de la historia. No sin raz6n este mlsmo pensador, que habla redactado contra Feuerbach la tesis a que hemos hecho re- ferencia mAs arriba, ha escrito en el prinier lamo de su Ca- w: "Actuando sobre la nafuraleza., fuera de 01, el hombre modifica al mlsmo tiempo su propia naturaleza". Esta fór- mula no revela todo su profundo sentido mds que a la Iiiz de la teorja del conocimiento formulada pof Maarx. Y nos- otros veremos más adelante Iiasta q u e punto esta teorfa es- ta confirmada por la historia de la civlllzación, y, entre otras, por la Iingtilstlca.

Es necesario, sin embargo, recmocer que la teoría del conocimiento de Marx proviene en linea recta de la de Feuer- bach, o si se prefiere, es propiamente hablando,, la de Feuer- bach, pero profundizada de una manera genial por Marx.

Agreguemos, de paso, que este perfeccionamientq genial habia sido sugerido por el "espíritu de la Cpoca". Esta ten- dencia a considerar dicha relación de accidn y de reaccibn recfproca entre $1 objeto y el sujeto, precisamente del lado en que el sujeto juega un papel activo, era el refleja del es- tado de espirltu de la sociedad de la Cpoca .en que se pre- cisa la concepclbn del- mundo de Marx y de Engels (XI11). La revoliici<)n de 1848 no estaba rnuy lejos..

La teorla de la unldad del sujeto y del ctifeto, del pen- sar y del ser, propia a Feuerbach camo a Marx y Engels, ha sldo igualmente la de los materialistas tnAs eminentes d? tos siglos XVIl y XVIII.

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Hemos demoslrado en otra parte (1) que La Mettrie y DI- [ieriit hablan llegado-aunque, es necesario decirlo, por -vlas distintns-a una concepcibn del mundo quo era "una c ~ p c cle de spinoaismo", es decir, a un spinozismo privado de si! apéndice teol6gic0, que desfiguraba su verdadero contenido. Seria 1Ac11 demostrar que en lo que concierne a la unidad del sujeto y del objeto, Hobbes esta igualmente muy próximo a spinoza. Pero ello nos llevarla muy lejos. AdemAs, no. hay ningiina necesidad imperiosa de hacerlo. Ser6 vefdaderamen- te mas interesante para el lector comprobar que actualmente todo naturalista, a poco que reflexione sobie la cuestión de las relaciones entre el pensar y cl s2r, concluye en esta teo- ría de su unldad que hemos encontrado en Feuerbach

Cuando Huxley escribla: "En nuestros dias, nadie que es tb al corriente de la ciencia contemporAnea y que conozca los hechos puede dudar de que es necesario buscar las ba- ses de la psicología en la fisiologia del sistema nerviosa y que lo que se llama la actividad del esplritu no es sino u n complejo de funciones cerebrales" (2), expresaba preclsamen- te lo que decia Feuerbach, s610 que 61 tenía concepciones mu, cho .menos claras, y es por esto que ha intcntads aliar su manera de ver al escepticismo de Hume (3).

Asimismo, el "monismo" de Haeckel, esta doctrina que hizo tanto ruldo, no es otra cosa que una doctrina puramen- te iiiaterialista y, en el fondo, prbxima a la de Feuerbach so. bre la unldad del sujeto y del objeto. Pero Haeckel conocii muy mal la hlstoria del rnaterlalismo, y es por esto que juz ga necesario combatir su "carácfer uniIateraIM, cuando debid h a k t s e da40 el trabajo de estudiar la teoria materialista de! c.~nociiriiento cn la forma que hab!a tomado en Feuerbach Mnrx. Ello le Irabria preservado de muchos errores y de op'. niones unilat~rales que facilitan cbnsiderablemente la luch; que tus adversarios sostienen contra 61 en el terreno filosi- fico (XW). . '

En sus diferentes obras, por ejeniplo, en el trabajo tillr lado, Cerebro y alma, leido c i i cl LXVI Congreso Naturo!'stíl y inédlcos alcmanes ieunidos e i i Viena (26 septiembrz (1;

(1) Ver el artículo titulado ''Betnstein y el materialismo" en. nuestta compilaci6n Crítica de nuwwqs crítitos (Plejanov. Obras, to. me XI).

(2) Hume: m vida, .SU filasofía. Pág. 108. O) IbiQ, pie. 110.

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1894), Augiisto Forel (1) se apxxima mucho al materialisiito moderno, al materialismo de Feuerbach - Marx - Engels. En algunas ,prirfe~, Forel no solaiiitiite expresa ideas muy seiiie- jantes a Is de Feuerbach, sino que-hecho verdaderamente cu- rioso-expone sus argumentos de la misma manera que &te.

SegMn Forel, cada dla se producen nuevas y convincentes pruebas dcl Iiccho de que la psicologla y la fisiología del ce- rebro no .son más que dos maneras diferentes de considerar "ut?a s i~la y misma cosa". El lector no habrá olvidado el pun- to de vista idkntico de Feuerbach sobre esta cuestión, y que hemos citado más arriba. Tal punto de vista puede .comple- tarse por esta frase de Feuerbach: "Yo soy un objeto psico- 16gico para mi mismo, pero un objeto' fisiolbgico para ofrd' (2). En resumen, la idea principal de, Forel se reduce a la tesis de que la conciencia es "un reflejo interior de la acti- vidad cerebral" (3). Y ello es ya una concepcidn puramente materialista. .

Los idealistas y kantistas de toda especie y matiz ob- jetan a los materialistas que no podemos conocer directa- mente sino el único lado psíquico de los fen6menos, del que se ocupan Forel y Feuerbach. Schelling habla ya formulado esta objeci6n de una *manera ingeniesa. Decia que "el espi- ritu permanecerla siempre coino una isla a la que no podría llegarse desde el oceano de la materia, a menos de Iiacer uii

salto". Forel conoce esto perfectamente, pero pnieba de una manera'concluyente que seria imposible el progreso de la cieii- cla si no quisiCramos traspasar los limites de' esa isla. "Cada hombre, dice, no tendría más que la psicologia de su subje- tivlsmo y deberla positivamente poner en duda 'la existencia del mdndo exterior, comprendida la de los otros hombres" (4). Pero .parecida duda constituye un absurdo (XV). "Las con- clusiones deducidas por analogla, la inducci6n aplicada según las ciencias naturales y flsicas, la comparacidn de la experien- cia de nuestros cinco sentidos, nos prueban la existencia del mundo exterior, así como la de nuestros semejantes y la de ----

( 1 ) Ver igualmente el tercer capítulo de su libro L'Ame et le Sy5cirne nervenx, Hygihne et Pathologie. París, 1906.

(2) Obrar 11, pdgs. 348-349 . (3) Die pyschischen Fahigkeiten der Ameisen, etc. Muních,

1901, phg. 7. (4) Die pyxhkchen Fahigkeiten &r An~eiszn,~ etc. Munich. 1901.

p ~ g s . 7 y 8 .

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bu psicologkt. Asiniismo ellas rios demuestran que hay ~ i n a pslcologla comparada, una psicologla de los animales. En fin, nuestra propia psicologla seria para nosotros incomprensible y llena de contradicciones si quisieramos considerarla fuera de -toda relación con la actividad de nuesfro cerebro; sobre fodo, que estaría en contradicción con la ley de conservaci6n de la energia" (1 ):

Feuerbach tio se limita a poner de relieve las contradic- ciones en que inevitablemente caen los que repudian el pun- to de vista materialista; demuestra asimismo por qué camino los idealistas llegan hasta su "isla". "Yo soy yo", escribe, pa- ra mi mismo, y tú para los otros. Pero yo no soy tal, mas

-que como ser sensible, es decir, material. Mas la razdn abso- luta aisla este "ser para si mismo1' en tanto que sustancia,

'Atomo "yo", Dios. Es por ello que no puede establecer más que una manera arbitraria la relaci6n entre el "ser para sí mis- .mo" y el "ser para los otros". Lo que yo pienso sin sensi- bilidad lo pienso fuera de toda relación (2). Feuerbach acom- paila esta consideración extremadamente importante del aná- lisis, del proceso de abstracción que. termina en el nacimiento de la 16gica hegeliana en tanto que doctrina ontológlca (3).

Si Feuerbach hubiera dispuesto de los conocimientos que suministra la etnologla actual, habría podido agregar que el idealismo filos6flco procede histdricamente del anidarno pro- -pio de las razas primitivas. Ello habla sido ya indicado por E. Taylor (4)) y algunos historiadores de la filosofia (5) co- mienzan a tenerlo en cuenta-aunque, por el momento, más

(1) lbid, págs. 7 y 8. (2) Obgs 11. pág. 322. (3) "El espíritu absoluto de Hegel no es otra cosa que el espí-

ritu abstracto, el espíritu aislado de sí mismo, lo que se llama el cspi- ritu ,finito, del mismo modo que el ser infinito de la teología no es otra cosa que el ser abstacto finito". (Obras, '11. pág. 263) .

(4) La civilization primitivo, París, 1876, t. 11, pdg. 143. Es necesariq, desde luego, haccr notar que Feuerbach ha tenido, a este pro- y6sit0, una intuicion verdaderamente genial. .pues dice: "El concepto del objeto .no es primitivamente otra cosa que el concepto de otro "yo". 49 así que el hombre, en la infancia, concibe todos los objetos como se- ros que actáan libre y arbitrariamente: es por esto que el concepto &l objeto nace, en general. p c r intermedio del tú, que es e1 yo objecioo". Reymqnd. Lansannc, 1905, páginas 41 4-415. - . (5) Ver T. Comperz: Les penseuas de la Grhde, traducido por Aiigusto Reymond. Lausanne, 1905, págs. 414-41 5.

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' 1 bien coiiío una cur1os;dacÍ que coino u n hecho de importancia teórica considerable.

.Todas estas consideraciones y argumentos de Feuerbach no solamente eran bien. conocidos de Marx y Engels, quienes hablan reflexionado profundamente sobre ellos, sino que han contribuido indudablemente en gran parte a formar su propia concepción del mundo. Si después Engels manifestó el m6s grande desprecio por la filosofla alemana posterior a Feuer- bach, fué porque ella no hacia sino revivir los viejos errores filosóficos que Feuerbach habia ya denunciado. Efectivamente, ni uno solo de los criticos modernos del materialismo ha ex- puesto un argumento que 110 haya sido ya refutado por Feuer- bach mismo, o, antes que él, por los materialistas franceses (XVI). Para los "crlticos de Marx"-E. Bernstein, K. Schmidt, B. Croce y otros-la "detestable panetela ecléctica" de la fi- losofia alemana más moderna les parece un plato tnüy nuevo; al hacer su colación y viendo qtie Engels no encontraba G t l l ocuparse de ello, sc imaginaron que este "eludla" el examen de una atgumentaci6n que había analizado desde hace mucho tiempo y declarado sin valor. Es una vieja historia, sin em- bargo, siempre nueva. Las ratas no dejardn nunca de creer que el gato es inucho ntas fuerte que el le6n.

Aun recono.ciendo la asombrosa semejanza y hasta, en parte, la identidad de las concepciones de Feuerbach y Fo- rel, hagamos notar, sin embargo, que si éste posee conoci- míentos mucho nihs co,nsiderables en el dominio de las cien- cias naturales, Feuerbach le era muy superior en el dominio filosdfico. Es por esto que Forel comete errores que no en; contramos en Feuerbach. Forel llama a la suya feoda pdco- fisiolbgica de la identidad ( 1 ) . A esto no, hay nasa que ob- jetar, puesto que toda termin,ologia es algo convencional. Pe- ro como la teoria de la identidad estuvo en otro' tiempo en l a base de una filosofia idealista bien determinada, Forel habria hecho mejor denominando a su: doctrina, franca y valiente- mente, una doctrina materialista. Sin embargo, como visible- mente ha conservado ciertos prejuicios contra el materialismo, ha elegido por este niotivo otra denominación. Por esto en- contramos necesario señalar que la identidad, ea el sentido que

( 1 ) Ver su articulo titulado: Dip . p~ycho-~h~ io logkcM Idm* titastbeoric als wi~enchafüiches Pwtubt, en la coleccibn F ~ s c h n f t . 1, Ro~cuthal, Leipzig. 1906. 1 .? parte, pigs. 1 19-1 32.

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le da no tiene nada de común con la identidad ea 4 santido Iddista corriente.

Los "crfticos de Marx" ignoran esto igualmente. En la polbmica que sostuvo con nosqtros K. Schmidt atribuía a Los materialistas la doctrina idealista de la identidad. En reali- dad, el materialismo reconoce la unidad del sujeto y del ob. jeto, pero de ningún modo su identidad. Era Feuerbach quien lo habia explicado ya con toda lucidez.

-

Segun este, la unidad del sujeto y del objeto, del pensar y del ser, no tiene sentido sino en el caso de que el hombre sea la base de esta unidad. Ello tiene todavla cierto aire de "humanismo", y la mayor parte de los que han estudiado a Feuerbach no han creldo necesaria reflexionar seriamente so- bre el modo c6mo el hombre sirve be base de unidad a las oposiciones que hemos indicado. Feuerbach lo comprende de la siguiente manera: "Solamente alli donde el pensamiento no es un sujeto por si mismo, sino el atributo de un ser real (es decir, material), allí solamerite no estd separado del ser" (1). Ahora bien; den quC sistemas filos&jicos el pensamiento es "sujeto por SI mismo", es decir, algo in'dependiente de la exis- tencia corporal del individuo pensante? La respuesfa es cla- ra: en los sistemas ichlistas. Las idealistas .transforman pri- mero el pensamiento en una entidad 'aut6noma, independiente del hombre (en "sujeto por sí"), para declarar, en seguida, que en esta entidad-por tener una existencia distinta, inde- pendientes de la materia-se resuelve la contradicci6n entre el ser y el pensamiento (XVII). Y as¡ es, en efecto. P o r q u ~ ¿que cosa es esta entidad? E s el pensamiento. Y este tiene una existencia completamente independiente. Esta solución de la contradiccidn no es sino puramente formal. Se llega a ella, como,ya lo hemos dicho, únicamente porque se suprime uno de los elementos de la contradicci6n, 0 sea el ser, que per- mane.ce independiente del pensar. El .ser aparece como una simple propiedad del pensar, y cuando decimos que tal objeto existe, ello significa que existe s61o en nuestro pensamiento. Tal era por ejemplo; la conceycitiii de Schslnng. Para el, el pensar era el principio absoluto,, de donde procedía necesa- riamente el mundo real, es decir, la naturaleza y el espíritu "finito". Pero, ~ c 6 m o 3 ¿Que significaba la existencia del mun- do real? Nada más que su existencia en el pensamiento, Para

L : -

(1) Obras, . 11, pág. 340.

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Schelling, el uníversq no era & que la auto-centempíadón del espWtri absoluto. Hegel pensaba de la misma manera. Pe- ro Feuerbach no se contenta c m semejante soluci6n, pura- mente formal, de la contradicción entre el pensar y el ser. Asl, 61 demuestra que no hay ni puede haber pensamiento in- dependiente del hombre, es decir, del ser real material. El pensamiento es una actividad del cerebro. "Pero el cerebro no es el 6rgano del pensamiento sino en tanfo que el se en- cuentra ligado a una cabeza y a un cuerpo humano" (1).

Se ve por lo que queda dicho en ,que sentido Feuerbach consideraba al hombre como la base de unidad del ser y del pe-nsar. Es en este sentido que el mismo no es otra cosa que un ser material que tiene la facultad de pensar. Siendo tal d r , es claro que ninguno de los elementos de la contradic- cibp debe ser suprimido en el; ni el S&, ni el pensar, ni la "materia", ni el "esplritu", ni el sujeto, ni el objeto. Estos elementos se unen en él exactamente como en un sujeto- (hj- "Yo soy y yo pienso.. . únicamente como un sujeto- objeto", dice Feuerbach.

Sér no significa existir en el pensamiento. En este as- pecto la filosofia de Feuerbach es mucho mas clara que la de Dietzgen. "Probar que una cosa existe-dice Feuerbach- es probar que ella mo existe dmpleqente en el @?nsiaanlento" (2).'Esto es petfectamente justo. Pero qulere decir tambien que la unidad del pansar y del ser m ptoede dgnificar, en modo alguno, su identidad. -

Es este uno de 10s caracteres mhs importantes que dls- tinguen el materialismo del idealismo.

Cuando se dice que Marx y Engels 'fueron durante al- gUii tiempo adeptos de Feuerbach, se quiere dar a entender con ello que su concepci6n del niundo se modificd después,. diferenciandose completamente de la de Feuerbach. Es esto lo que piensa K. Diehl, quien en'cuentra que generalmente se exagera mucho la influencia ejercida por 'Feuerbach sobre Marx (3). 'Tal juicio encierra un error formidable. Aun des- puCs que Mar3 y Engels dejaron de seguir a Feuerbach, con- tinuaron participando en mucho de sus concepciones filosó- ---

(1) Obas, 11. págs. 3 6 2 y 363. (2) Ibid.. X. pág. 187. (3) Handwortkrbnchder Staatswfssenschaftrn, V. pág. 708.

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ficas. Esto se deduce claramente de las tesis de Marx sobre .Feuerbach, las cuales no refutan las ideas fundamentales de este fi16sof0, sln0 que Simplemente las modifican. Pero, sobre todo, Marx pide en estas tesis que dlchas ideas sean apli- cadas de manera más consecuente a la interpretación de Irt realidad que rodea al hombre, y particularmente a la de su propia actividad. "No es el pensar el que determina al ser, sino el ser quien determina el pensar". Marx y Engels colo- .can este pensamiento, que se encuentra en la base de la f i - losofla de Feuerbach, en la de la interpretación maferialistii de la historia. El materialismo de Marx y de Engels es una doctrina mucho más amplía que el materialismo de Feuerbach. He aquí por que estas concepciones, y particularmente su as- pecto filos6fic0, no serhn completamente claras sino para quien

.se de el trabajo de averiguar la parte considerable de la f i - losofia de Feuerbach que ha entrado en la concepcióln del mundo de los fundadores del socialismo cientifico. Y si v e l ~ a alguien esforzarse por encoíitrar un "fundamento filosófico" al materialismo,histórico; estad persuadidos de que en el sa- ber de este mortal hay, a pesar de toda su profundidad, una gran laguna a este respecto. ' Mas dejemos a los espiritus profundos entregados a si!

trabajo. Ya en su tercera tesis sobre Feuerbach, Marx aborda el problema más arduo de aquellos que debia afrontar en el dominio de la "práctica" histórica del hombre social y resol- ver con ayuda del justo concepto, elaborado por Feuerbach, de la unidad del sujeto y del objeto. Esta tesis estd conce- bida asi: "La doctrina materialista, según la cual los hom- bres son el producto de las circunstancias y de la e d u c a c h . . . . no tlene en cuenta el hecho de que las circunstancias son pre- clsamente modificadas por los hombres y que el educador de- be Ser 61 mismo educado". Resuelto este problema, el "secre- to'! de la interpretacidn materialista de la historia Tia sido en- contrado. Pero, precisamente, Feuerbach no podía resolverlo. En el dominlo de la historia 61 permanecla iádista (XVIII) - c o m o 106 mate!-ialistas franceses del siglo XVIII-, con los cuales tenla, desde luego, muchos rasgos comunes. Ha si30 mecesa~io, en este punto, que Marx y Engels construyan to- do de nuevo, utilizando el -material tebrico acumulado hasta entonces por la ciencia social y particularmente por los histo- riadores franceses de la epoca de la Restauración. En este aspecto, igualmente, la filosofla de Feuerbach le suministró gran nhmero de indicaciones preciosas. Feuerbach dice parti-

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cu/arnieiite: "El arte, la religibn, la filosof[a y la ciencia no son sino manifestaciones o revelaciones- de la "esencia hu- mana" (1). De aqui se deduce que es necesario buscar en la "esencia humana" la explicacibn de todas las ideologlas; es decir, que la evolución de estas últimas est i determinada por la de la "esencia humana". Pero ~quC es la "esencia huma- na"? A ello responde Feuerbach. "La esencia humana no re- side más que en la comunidad, en la unidad del ho'mbre con el hombre" (2). Esto es muy vago y constituye el llmite que Feuerbach nunca ha traspasado (XIX). Pero es justamente mAs alla de este llmite que comienza el dominio de esta interpre- tación materialista de la historia que Marx y Engels han des- cubierto. Ella nos indica las causas que determinan, en el cur- so de la evolución humana, "la comunidad, la unidad del horn- bre con el hombre", es decir, las relaciones mutuas que' los

.hombres adquieren entre ellos. Este limite que wpara a Marx de Feuerbach demuestra asimismo hasta que plinto estan prd xhnm unb del otro.

Se lee en la sexta tesis sobre Feuerbach que U esienda humana es el conjunb de todas las relaciones sociala Esta concepci6n, de mayor precisión que la de Feuerbach, revela mas claramente que ninguna otra las relaciones estrechas que exlsten entre la concepción del miindo de Marx y la filoso- fla de Feuerbach.

Cuando Marx escribió esta tesis conocía ya, no solamen- te la ruta en la cual era necesario buscar la wlucióii del pro- blema, sino tambikn la solución misma. En su IntroduccMn a la critica de la filom£h &U derecho de Hegel habia demos- trado que las relaciones de los hombres en sociedad, "las re- laciones JurIdicas, lo mismo que las formas de Esfado, no pue-- den ser explicadas por ellas mismas, ni por 1ó que se llama la evoluci6n general del espíritu humano; que enas tienen sus raices en las condiciones materiales de existencia, cuyo CQn- junto ha sido denominado "saciedad civil" por Hegel, a ejem- plo de los ingleses y franceses del siglo XVIII; que la ana- torilla dc la sociedad civil debe ser buscada en su econom[a".

No quedaba entonces por explicar sino el ~ r l g e n y la evo- lucibn de la economia para tener la solución completa del pro- blema que el materialismo no habla podido encontrar durante varios siglos. Es esta la explicacibn que ha sldo dada por Marx y Engels. -

(1) Obras, U, pág. 343 (2) Ibid., 11. p6g 344

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Cuando hablamos de solucfdn completa de este gran pro- blema, se comprende que no tenemos en cuenta mis qrie su solucidn general, d@rlca, aquella que el materialismo no lo. gr6 encontrar por mucho tiempo. Se.comprende que hablando de solución completa no tenemos en cuenta 'la arltdtica .del desarrqlio social, sino su álgebra; no la exflcadh de las causas de los diferentes fwiómk?noS, sino la del mo&o córno hay que proceder para descubrirlas. Esto significa que la interpre- tación materialista de la historia tiene, sobre todo, un valor aretodológi~. Engels lo emprendía perfectamente asf, cuando escribla: "Lo que nos hace falta no es tanto los resultados brutos que estudia; estos nada significan sin el conocimiento de la evi~luci6n que a ellos ha dado lugar" (1): Es lo que no comprenden, casi siempre, ni los "criticas" de Marx-a quie- nes el Señor perdonar& como se dice-, ni algunos de sus adeptos, que es peor todavla. Miguel Angel decla de SI mismo: "Mis conocimientos engendraritn gran-número de ignorantes". Esta predicci6n se ha cumplido, desgraciadamente, en cuanto se refiere al marxismo. Son las concepciones de Marx las que en la actualidad engendran tantos ignorantes. La culpa no es, evidentemente, de Marx, sino de aquellos mismos que di- cen tantas tonterías en su nombre. Para evitar esto precisa- mente es necesario comprender el vdur tnetodOl&gico del m- terialbma histórico.

Uno de los niás grandes méritos de Marx y de Engels a propdsito del inaterialismo es el de haber creado u n método r sdo, Concentranao todos sus esfuerzos en la lucha contra el .lemento especulativo 'de la filosofía de Hegel, Feuerbach no habla apreciado ni utilizado debidamente el elemento dialkc- tico. A este propósito él declaraba: "La verdaderra dialectica no es un monhlogo del pensador solitario consigo mismb; es un diálogo entre el yo y el tii (2). En primer ,lugar, la dia- léctica no tenía en Hegel el valor de "un monólogo del pen- sador solitario consigo mismo", y, en segundo, la observación de Feuerbach definió de manera justa el punto de partida, p5- m no d metodo de la flloMa. Han sldo Marx y Engels quic-

(1) Obras pústurnas. 1. pág. 477. . (2) Obras, 11, pág. 345.

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nes han llenado esta laguna, habiendo coniprendido que, auri combatiendo la filosofia especulativa de Hegel., era necesario no ignorar su dialéctica. Algunos crltlcos afirman que desde los primeros tiempos que siguieron a su ruptura con el idea- lismo, Marx manifestaba una gran indiferencia ante la dia.- léctica. Pero tal opinión, que parece exacta a primera vista, se halla desmentida por el hecho señalado m6s arriba, de que ya en los Deutsch-hamasfscbe Jahrbücher, Engels se ocupa- ba del metodo dialectico como del alma misma del nuevo sis- tema (1).

En todo caso, la segunda parte de la Miseria de la F,iio- mfía no deja ninguna duda sobre el hecho de que Marx, en la kpoca de su polemica con proudhon, apreciaba perfecta- mente el valor del metodo dialectico y sabía servirse de el.' En esta discusi6n1 la victoria de Marx fue la de un hombre que sabia pensar dialecticamente sobre otro que no habia sabido comprender la esencia de la dialdctica, ,pero que se ha- bia esforzado, no obstante, por aplicar el inttodo dialectiico al analisis de la sociedad capitalista. Y esta misnia segunda parte demuestra que la dialéctica, que en Hegel tenia un ca- rácter puramenfe idealista, que se conserva tambi&n en Prou- dhon, en la medida en que este la había asimilado, habla si- do colocada por Marx sobre un fundamento materialista (XX).

Mas luego, caracterizando su dialéctica rrtaiterialida, Marx escribta: "Para Hegel, el proceso lógico, que 61 transforma aún en un sujeto autónomo, denominándolo ,idea, es el demiurgo 'de la realidad, la cual no es otra cosa que su manifestacida externa. Para mi es justamente lo contrario; el ideal no es sino el material transformado y traducido en el cerebro hu- mano". Esta caracteristica presupone un acuerdo completo con Feuerbach, primero, en cuanto concierne a la opinibn sobre la "idea" de Hegel, y, despues, en lo qiie se refiere a las rela- ciones entre el sér y el pensar. Sólo un hombre convencido de la verdad del principio fundamental de la filosofia de Feuer- bach: no es el pensar el que condicion al ser, sino el ser el que condiciona el pensar, era capaz de "poner sobre sus pies" ta dialectica hegeliana.

( 1 ) Engels no tenía en cuenta su sola personalidad. sino que. por lo genetal, la de todos aquellos que tenían las mismas ideas: "Non hace falta. . ", dfcía. No hay duda que Marx era de los qac pensaban coma. él.

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Muchas gentes confunden la dialectica con la doctrina de I L evoluci6n. La dlalkctica es, en electo, una doctrina de la evolución. Pero difiere esencialmente de la "vulgar" teorla de la evolución" que descansa fundamentalmente sobre el prin- cipio de que ni la naturaleza nl la historia hacen saltos y que todos las cambios m realizan en el mundo graduiciitmente. Ya h'cgel había demostrado que comprendida asl, la teorla de In evolución era inconsistente y ridicula.

"Cuando se quiere representar la aparición o desaparid6n dc alguna cosa-dice Hegel en el primer tomo de su Jhgicak iiu las representa ordinariamente como uria aparición o des- aparicibn gradualh. Sin embargo,, las transformaciones del ser no consisten solamente en el cambio de una cantidad en otra, sino tambien en el de la cantidad en calidad, e inversamente; cambio que, al suponer la sustitucibn de un fenbmeno por otro, constituye una ruptura de la 44progpesividad'f (1). Y cada vrz que hay ruptura de la progresividad se produce un salto eii el curso del desarrollo. Hegel demuestra despues por una serie de ejemplos con qué frecuencia se producen saltos en la naturaleza, lo mismo que en la historia, y pone de manifiesto el error ridiculo que sirve de base a la vulgar "teorla de la evc\lucibn". "En la base de la doctrina de la progresividad- escribe-se encuentra la idea de que lo que surge existe ya efectivamente y permanece imperceptible Únicamente a causa de su pequefiez. Lo mismo, cuando s e habla de desaparicibn gra- dual de un fenbmeno, se supoae que esta desaparición es un hecho cumplido y que el fenómeno que ocupa el lugar del precedente existe ya, pero que no son perceptibles todavla ni uno ni otro. . . Peco de esta manera se suprime de heclio toda aparicibn y toda desaparición.. . Explicar estas fases de iin fenbmeno dado por la progresividad de la transformacibn es referir todo a una tautdogfa engorrosa, puesto que es coii- siderar como realizado de antemano, (es decir, coino ya apa- recido o desaparecido) lo que esth en vías de aparecer o de- saparecer". (2). '

Marx y Engels han adoptado enteramente esta concep- clOn dialectica' de Hegel sobre la inevitabllldad de lo8 saltos --.---

( 1 ) Wissenschaft der Logik, t. 1. Nureinberg. 1 8 1 2 , phgs. 313- 314.

.(2) En lo que se refiere a la cuestión de "los saltos". ver nues- tro trabajo El infortunio del. señor Tlkhomjt'uv. San Petersbargo, edi- ción M. Maikh, pógs. 6-14.

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eii el proceso del desarrollo. Engels trata de ella de una ma- nera detallada en su polhmica con Dilring, y en eeta ocasión la "pone sobre sus pies", es decir, sobre una base mlterlalIsta,

Asi, por ejemplo, demuestra que el paso de una forma de energla a otra no puede cumplirse sino por medio de un salfo (XXI). Encuentra, a este respecto, en la química moderna In confirmación del principio dial6ctico de la transformación de la cantidad en calidad. En general, las leyes del pensamtento diaídctico son confirmadas, según 61, por las pmpiedacks da- ledicas del ser. Aquí Wavia, el ser condiciona el pensar.

Sin entrar en una caracteristica más detallada de la dialéc. tíca maFrialista (sobre sus relaciones con lo que se puede Ila- mar la lógica elemental, paralelamente a la matematica elc- mental, ver nuestro prefacio a nuestra traducción del folleto Ludhvig Feuerbach ( l) , . recordaremos al lector que la teoria, que no vela en el proceso de la evo~lución más que modifica- ciones progresivas, y que domin6 en el curso de estos Últimos veinte años, ha comenzado a perder terreno, aun en el domi- riio de la biología, donde era casi universalmente reconocida.

A este respecto, los trabajos de Armando Gautier y de Hugo de Vries parecen marcar una epoca. Basta decir que la teoria de las mutaciones de Yries no es otra cosa que la tewia cle laf lerduci6n de las especies p saltosi (Ver su obra, en dos tomos, Dle Mutationsthede, Leipzig, 1901-1903; ' su in- iorme DIe Nkitaticmen und die Mutaüomperioclen be1 &r Ents- tehung dea Arten, Leipzig, 1901, asi como sus conferencias en fa Universidad de California, editadas, eii traducción alemana, con el titulo de Arten unid Varletaten und thre Entstehang durch di!? Miutaficm, Berlín, 1906) ( n I 1 ) . .

SegSln la opini6n de este eminente naturalista, e l lado dbbn de la teoria de Darwin sobre el origen de las espedes es precisamente la ideta de que tal d g e n puede ser explicado POf cambios ~~ (2). Muy interesante y fusta es igulalmente 13. observaci6n de D. Vries cuando comprueba que la teoría de los cambios graduales que dominaba en la doctrina del ori- gen de las especies iia ejercído una influencia desfavorable sobre el estudio experimental de las cuestiones de esta natu- raleza (3).

- (1) Ver el anexo Dialéctica y Lógica. ( 2 ) Dio Mutatiowm, pbga. 7 -8 . ( 3 ) Alten, etc., phg. 421: '

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Conviene agregar que en los niedios naturalistas modes- tios, y muy particularmente entre los neo-lamarckianos, se ob- serva iina difusldn rbplda de la tmria de la materia animada, considerada por algunos como en oposicidn directa con el materialismo (ver, por ejemplo, el libro de R. H. Franch: Deir Pieutige Stand der Dawh'schm Prage, Leipzig, 1907), que no representn, en realidad, si es comprendida de manera justa, sino la traducci6n en el lenguaje naturalista moderno, de la doctrina materialista de Feuerbach, de la unidad del ser y dei pensar, del objeto y del sujeto (1). Se puede afirmar con toda certidumbre Que Marx y Engels habrian demolstrado el mas VIVO interes por esta corriente que ,se manifiesta en las ciencias naturales, y que, a decir verdad, esta todavla, por el momen to, muy insuficientemente estudéuia.

Alejandro Herzen dijo, con razón, que la filosofia de Hegel, considerada por muchos como conservadora, a primera vista, es una verdadera Algebra de la revolución (2). Sin embargo en Hegel esta álgebra permanecia sin ninguna aplicacibn a las cuestiones palpitantes de la vida práctica. El elemento espe- culativo tenia necesariamente que introducir el q'ritu de congervadwtsmo en la filosofla del gran idealista. Algo muy diferente ocurre en cuanto a la filosofia materialista de Marx. El "Algebra" revolucionaria aparece allí en toda la potencia invisible de su mttodo dialéctico. Marx dice: "En s u forma mistica, la dialectica se convirtib =en una moda alemana, por- que cubria de una aureola el estado de cosas existente. En su forma racional, la dialectica no es, a los ojos de la burgue- sIa y de sus teóricos, otra cosa que escándalo y horror, por- que, ademhs de la comprensidn positiva de lo que existe, su- pone igualmente la comprensión de la negacibn, de la desa- pariclbn, ine~itable del estado de cosas existente; porque coii- sidera toda forma en un aspecto de inovimiento, y, por ton- siguiente, en su aspecto transitorio; porque no se inclina de- lante de nada, y es, pos SU esencia, critica y revoiucianaria".

S1 se considera la dialéctica materialista desde el punfo de vista de la literatura rusa, se puede decir gue ella fue' la primera que suministró un metodo necesario y suficiente para la solucibn de la cuestión del carfider raidonal de todo lo que -

( 1 ) Sin hablar de Spinoza, es iietesario no olvidar que muchos materialistas franceses da1 siglo XIII. se inclinaban hacia la , teoría de l a "materia animada".

(2) Ver Engels: Ludkvig Fcne&ách, págs. 1 -5 .

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existe, cuestidn que tanto habia atormentado a nuestro genial Blelinski (1). Sólo el metodo dialectico de Marx, aplicado al estudio de la vida rusa, nos ha demostrado lo que había de real en esta Siltima y lo que solamente parecía serlo.

Cuando intentamos la interpretacidn materialista de la historia, la primera dificultad con que tropezamos, como ya lo hemos visto, se refiere a la cuestión de saber d6nde se en- cuentran las verdaderas causas del desarrollo de las relaciones sociales. Sabemos ya que la "anatomia de la 'sociedad civil" es determinada por la economla de esta iiltima. ¿Pero que es lo que determina esta economia?

A ello responde Marx: "En la producción social de su vida, los hombres se encuentran ligados por ciertas relaclo- nes indispensables, independientes de su voluntad, por relacio- nes, que wrmspmdm a un grado determinado de la evolud6n de sus fuerzas Iprod~ctoras materides. El conjunto de estm re-. ladones de producci6n constituye la estructura ecoai6dca de la sociedad, el fundamento real sobre el cual se eleva la superes- tructura juridica y polltica" (2).

Esta respuesta de Marx reduce así toda la cuestión del - desarrollo de la economfa a la de las causas que condicionan

el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad. Y bajo esta Siltima forma, la cuestidq se resuelve ante todo por la in- dioaffibn de las prgriedades del medio geográfico.

Hegel señala ya en su filosofia de la historia el papel importante de la "base geográfica de la historia universal". Pero corno, según él, la causa de toda evolución es, en fin de cuentas, la idea, y como no recurria a la explicacibn materia- lista, de los fen6menos sino de pasada y en casos de secundaria importancia, su concepcidn extremadamente justa sobre la im- portancia histórica del medio geogrdfico no podla conducirle a las fecundas conclusiunes que de ella se desprenden. Ellas no han podido ser establecidas en toda su amplitud sino por el rnateria4ista Marx (3).

( 1 ) Ver nuestro articulo "Bielinski y la realidad racional" en. la colección Veinte años. (Obras. t. X.).

( 2 ) . Ver e1 prefacio al libro Zur Kritik L r Politischtn Oeko- nodit.

(3 ) , Camo ya lo het110s dicho, Feuerbach no iba en este caso más lejos que Hepul.

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Las propiedades del medio geográfico determinan tanto el carácter de los productos de la naturaleza que sirven a las ne- cesidades del hombre, como los objetos que este mismo pro- duce con el mismo fin. En donde no existieron metales,, las tribus ab,o>rigenes no pudieron pasar, con sus propios medios de los limites de lo que llamamos la "edad dlo piedra". Asi- mismo, para que los pescadores y cazadores primitivos pu- dieran pasar -a la crianza d e ganado y a la agricultura era ne- cesario condiciones geogrhficas apropiadas, es decir, una flora y una faiiria ooarespondientes. L. G. Morgan hace notar que, en el hemisferio occidental, la ausencia de animales suscep- tibles de ser domesticados, asi como las diferencias que exis- ten entre las floras de los dos hemisferios, explican el reco- rrido muy diferente de la evoluciGn social de sus habitan- tes (1).

,Waitz dice, a propósito de los Pieles-Rojas de la America del Norte: "Entre ellos hay ausencia completa de animales domCsticos. Este hecho es muy importantelFporque constituye la razón principal que los mantiene en un bajo nivel de desen- volvimiento" (2). Schweinfurth relata que en Africa, cuando una localidad se encuentra superpoblada, una parte de la po- blación emigra, y oCurre entonces que modifica su' genero de vida. según el medio geográfico: " ~ r i b u s que hasta entonces se ocupan de agricultura se dedican a la caza, y otras qtic vivian de la crianza de animales pasan a la agricultura (3). Según el mismo autor, los habitantes de una región rica en hierro, que comprende una parte considerable del A.frica cen- tral, se han puesto naturlalmente a extraer y a trabajar el hierro.

Hay algo mbs todavia. Ya en grados 'más bajos de la evoluciQn humana, las tribus entran en relaci6n unas con otras, cambkando entre ellas algunos de sus productos. Ell'o tiene por resultado ampliar los límites del medio geográfico, el cual influye a s u vez sobre el desarrollo de las fuerzas productivas de cada una de estas'tribus, acelerando asi la marchar de este desarrollo. Como se comprende, la facilidad, mhs o menos grande, con que parecidas relaciones S; realizan y se desa- rrollan dependen de las propiedades del medio geogrifico.

-- (1) Dic Urgesellschaft. Sttugart. 1891. págs. 20-21. (2) Die Indianer Nordamer ik .~ pág. 9 1 . (3). Au carur de llAfrique, .t. 1, pág. 209.

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Wegel decia ya que los mares y los rios aproxinian a los hom- bres, en tanto que las montafias los separan. Desde luego, los mares no aproximan a 1- hombres sino cuando el desarrollo de las fuerzas productivas ha alcanzado ya un nivel relativa- mente elevado. Cuando esfe nivel es bajo, el mar-como lo ha dicho tan justamente Ratzel-obstaculiza fuertemente las re- lacioties entre las razas que ypa ra (1). Pero, sea lo que fuere, es indudable que cuanto mAs variadas son las propie- dades del medio geográfico, más propilas son al desarrollo de las fuerzas productivas. "No e s la fertilidad absoluta del sue- lo-dice Marx-, sino la diferenciación de este iiltimo, la va- riedad de sus productos naturales, las que oonstituyen la base natural de la división social del trabajo y las que empujan al hodbre, en virtud de la variedad de las condiciones naturales en medio de las cuales vive, a variar sus necesidades y ca- pacidades, sus medios y modos de producci6n (2). Cási en los tnismos terminos que Marx, Ratzel dice: "Lo. que importa, sobre, todo, no es una mayor facilidad para procurarse el ali- mento, sino que ciertas inclinaciones, ciertas costumbres y, f i - lialmente, ciertas necesidades sean despertadas en el hombre mismo" (3). AsI, pues, las propiedades $el medio geogrhfico determinan el desarrollo de las fuerzas productivas, que, a J U vez, determinan el desarrollo de las fuerzas econ6micas, y con elllas e1 de todas las otras relaciones sociales. Marx explica esto en los siguientes términ-os: "Las relaciones sociales que los productores contraen entre sí, las condiciones de su activi- dad ~eclproca y su participaci6n en el cotijunto de la producr ci6n difieren igualmente seg~in el carácter de las fuerzas pro- ductivas. La Invencih de un nueyo instrumento de guerra, el arma de fuego, tenia necesariamente que modlflcar toda la or- ganlzación iiíterioi del ejerci!~, las relacjones en el cuadro de las cuales forman los individuos un ejercito y que hacen de este un todo organizado, y, finalmente, las relaciones entre ejercitas diferentes (XXIII).

Para hacer esta explioaci6n más concluyente, citaremos un ejemplo. Los Masi, en Africa ortental, matan a sus prlsio- neros, porque-como dice Ratzel-este pueblo de pastores no tiene todavia la pibiíldad tecnicai de exfraer provecho de su

(1) . Anthropogeographie. Stuttgart. 1882, pág. 29. (2) capital, t. I, 3.8 edici6n. pdgs. 524-526. ( 3 ) Valkerkun& Leipzig, 1887, t. 1, pbg. 5 6

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trabajo de esclavos. Pero los iwakamba, que son ag~icultores y que vlven en la vecindad de estos pastores, tienen el medio de explotar este trabajo, y por eso dejan con vida a sus prisio- neros, a quiefia hacen esclavos. La aparicibn de la esclavitud supone de este modo el hecho de que las fuervas sociales han alcanzado un grado de desarrollo que permite explotar el tra- bajo de los cautivos (1). Pero la esclavitud es una relación de piroducdón cuya aparición señalla el comienzo de la divisibn en clases en una.sociedad que no conocia hasta entonces otras divisiones que las que correspondían al sexo y a edad. Cuan- do la escllavitud alcanza su mayor fl~orecimiento imprime su huella sobre toda la economIa de la sociedad y, por medio de ella, sobre todas las otras relaciones sociales, pero sobre todo sobie el régimen polith. Por diferentes que fuesen !os estados antiguos en cuanto a su regimen poljtico, todos tenían un oarActer comiin: cada uno de ellos era una organizacibn polltica que expresaba y defsndla Únlcameiite los intereses de los hombres libres.

Sabemos ahora que el desarrollo de las fuerzas prducti- vas, que, en definitiva, Getermina el de todas las relaciones sociales, depende de )as propiedades del medio geogniflco. Pero una vez que ciertas relaciones sociales hati surgido, ejercen, a su .vez, una influencia mbre d desarrollo de las fuerzas productivas. De manera que lo que primitivamento es una ctmwcuencb se ccmvierte, a su tmo, en una causa; en- tre la evoluci6n de las fuerzas productivas y el reglmen soclal se produce una acdón y una reacción r e c l p r q que tomati en diferentes epocas las formas mas variadas.

Es menester no perder de vista que el estado de las fuer- zas productivas condiciona no solanieiite las relacione8 inte-

( 1 ) Volkerkunde, 1, pág. 83 . Es de notar. desde luego, que rc- dncir a la esclavitud es, a veces, en los primeros grados de la evolucióii, simplemente incorporar la fareaza & 1% prisionems a la organimdón so- cial de los vencedores, confiriandoles loa mismos derechos que a estos 61-

a timas. No existo entonces el provecho sumirqistrado par el sbbretrabajo del prisionero, sino simplemente una ventaja común que se desprende de la colaboración con a t e Último. Pero esta forma de esclavitud presu- pone la existencia de ciertas fuerzas de produc_ción y de cierta organiza- ci6n de la prodiicción.

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riores que existen en el seno de una sociedad dada, sino tam- bién SUS relac~CilIC2s exteriores. A cada grado del desenvolvi- mientlo de las fuerzas productivas corresponde un carácter de- terminado del armamento, del arte militar y, en fin, del dere- cho internacional o más exactamente del derecho in- termial, entre otros, del derecho de tribu a tribu. Las tribus de cazadores no llegan a constituir organizaciones poli- ticas de consideración, precisamente porque el baj.0 nivel de sus fuerzas productivas les obliga, según una vieja expresGn rusa, a dispeirsarse, cada una para sí, en pequeños grupos so. ciales, en busca de su alimento. Pero cuanto más se "dis- persen, cada uno para si", estos grupos sociales, s6n más in- evitables las luchas sangrientas que surgen para resolver liti- gios que en una sociedad civilizada podrían resolverse fácil- mente por un juez de paz. Eyre relata que cuando varias tri- bus 4australianas se encuentran en un lugar determinado con fines comunes, las relaciones que se establecen no son nunca de larga duracibn. Aun antes de-que la falta de alimento o la necesidad de entregarse a la caza hayan obIigado a los abori- genes australianos a separarse, surgen entre ellos conflictos que degeneran rlpidamente en verdaderas batallas (1).

Se comprende que semejantes luchas se produzcan por las causas más diversas. Pero es digno de atención que la mayor parte de los viajeros las .atribuyan a cau- económicas. Cuando Stanley preguntab)a a los indígenas del Africa Ecua- torial por que hacían la guerra a las tribus vecinas, ellos res- pondian: "Los nuestros parten de caza. Los vecinos se dis- ponen a rechazarlos. Entonces nosotros les ¡atacamos y ellos nos atacan a sil turno, y peleamos hasta que nos hayamos fatigado o h'asta que uno de.los campos haya quedado vence- dor" (2). Burton dice también: "Todas las guerras en Afri- ~3 reconocen dos causas principales: el robo de ganado o la captitrn de hombres" (3). Ratzel considera como probable que en Nueva Zclandia las guerras entre los indfgenas no tuvieran otro nibvil que el ,deseo de regalarse de carne humana (4).

----- .

( 1 ) Ed. J. Eyre: Mnlnners and customs of the abopiginos of the A~siralia: Londre3, 1847, p5g. 243. .

( 2 ) Danfi les ténébm de I'APrique. París;, 1890, t- 11; pág. 9 1. ( 3 ) Burton: Voyage aux grand lacs de 1'Afrique Orientale. P á -

tis. 1862. pág. 666. (4) Volkerkunde. t . 1. pág. 93.

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Mas rül it!clinaci6n marcada de los indígenas a la antropofa- gia se explica por la pobreza de la fauna neo-zelandesa (XXIV).

Todos lsaben que la marcha de unja guerra depende del armamento de las partes beligerantes. Pero el armamento se encuentra determinado por el estado de sus fuerzas producti- vas, por su economia y las relcaciones sociales que se han constituido sobre la base de esta economía (1). Decir que ta- les pueblos o tribus han sido conquistados por otros pueblos no es, sin embargo,. explicar por que las repercusiones socia- les de su servidumbre h.an sido precisamente éstas y no otras. Las consecuencias sociales de la conquista de las Galias por los Romanos no fueron, en modo alguno, las mismas que las de la conquista del mismo pais por los Germanos. Las conse- cuencias sociales de la conquista de Inglaterra por los Nor- mandos no fueron las mismas que las que trajo consigo la de la Rusia por los Mongoles. En todos estos casos la diferencia fué determinado en último análisis por la que existía entre el rhgtrnen económico de la sociedad soiiietida y 1.a de la socie- dad que la habia conquistado. cuanto más se desarrollen las fuerzas económicas de una tribu o de un pueblo, mayores son las posibilidades que tiene de. armarse para la lucha por la existencia. Siii embargo, esta regla general admite muchas excepciones qiie merecen ser tenidas en debida-cuenta. Cuan- do el desarrollo de las fuerzas proüüctivas se encuent3an a un nivel muy bajo, la diferencia en el armamento de tribus que tienen grados muy diferentes cie desarrollo econórnico - por ejemplo, pastores nómadas o agricultores sedentarios - no purde ser tan grande como lo será posteriormente. Ademis, la prcigresión en la via del desarrollo econ6mico ejerce una in- il~~encia decisiva en el carácter de un pueblo deferminado, dis- niiniiyendo su espiritu guerrero, a veces hasta un extremo que le vuelve incapaz pafa oponerse a un enemigo económicamente niAs atrasado, pero, sin embargo, más acosturnbrado a la gue- rra. Por ello no es raro que apacibles tribus de agricultores caigan bajo el yugo de pueblos belicosos. Ratzel hace notar qtie los más s6lidos organismos estatales son establecTdos por los "pueblos senii-civilizados", por el hecho de concurrir a sil

-- ('1) En lo que explica muy bien Engels en los capítu!os del An-

ti-Dühring. consagrados al análisis de la "teoría de la violencia". Ver ipiialmente Les maítres de la guerre. por el teniente coronel Rousset, pro- fesor dc la E~cllela Superior (le Guerra. París, 1901, página 2.

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formaci6n dw clenientos; agrario y paetorsl, que w ericueii- tran reunidos por la conquista (1). Por exacta que sea esta observación en general, es necesario recordar que en seme- jantes casos-la China constituye,un excelente e j e m p l h los conquistadores econ6niicamente atrasados sufren poco a poco la infiuencia del pueblo cmquistado, mas avanzado en el cr- den económico.

El medio geográíico ejerce una gran iniluencia, no sola-, inente sobre las tribus primitivas, sino tambikn sobre lo que se llama pueM0s civilizados. Marx dice: "La necesidad de es- tablecer iin control social sobre detcrrninadia fuerza natural, de

' expl~larla de una manera econ6mica, de captarla, primero, y de doniinarla, después, por medio de obras considerables, ele- vadas p ~ r el esfuerzo humano organizado, desempeña un pa- pel muy importante en la historia de la industria. Tal fue el sigriifica.'~ de la reglamentación de las aguas en Egipto, en la Lombardia, los Piaises Bajos, Persia y las Indias, donde la irrigación por medio de canales artificiales trae al suelo no so- lamente el agua indispensable, sino también, y al mismo tiem-

, po, con e! limo que esta arrastna, e! abono mineral de las .moirtañas. El secreto del desarrollo de la industria en Espaiía y en Sidlia bajo la domiiiación árabe residla en la canaliza- ción" (2).

La doctrina de la influencia que el*medio geográfico ejeu- ce :obre la evolución histórica de la humanidad ha sido fre- cuentemente reducid,a al simple reconocimiento de la influencia inmediata del "clima" sobre el hbmbre social: se suponia q u e bajo la influencia del "clima" cierta "raza" se volvía apasiona- da de su libertad, mientras otr~a se inclinaba a sufrir paciente- mente el poder de un soberano rr4s o menos despótico y una tercera se hacía supersticiosa y caía, por consig~iiente, bajo la cfoinlnaclón del clero, etcetera. Semejante concepción pre- valece, por ejemplo, en Backle (3). Según Marx, el mediij

( 1 ) Volkerkundc, pág. 1 P . (2) El Capital, págs. 524-526.

( 3 ) Ver su History of civilisation M England, vol. 1. Leípzig, 1865. pigs. 36-37. Según Bucklc, "el aspecto geheral del país" (tbc general aspe'ct of natun), que es una de las cuatro causas determinantes de1 carácter particular de un pticblo. influye sobre todo sobre la imagi- nacián, y una imaginación fuertemente desarrollada engendra sapersti- cionm. las que a su vez entorpecen el desarrollo del saber. La frecuen-

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geogrAfco iactúa sobre el hombre por inbefmedlo de Ea6 m- ladones de produccion que nacen en un d o determinado, sobre la base de fuerzas de producción determinadas, cuya primera mdici6n de d8ss~rrollo está precisamente representada por las propiedades de dicho msdio. La etnologia moderna se adhiere cada vez más a este punto de vista y, por consl- guiente, reserva a la "raza" un lugar más y más restringido en la historia de la "civilización". "La uosesión de cierto fondo de civilización-dice Ratzeh- nada tiene que ver con la raza en si" (XXVI).

Pepo una' vez que se ha alcanzado cierto grado de "clvi- lización", esta ejerce incontestablemente su influencia sobre las cualidades físicas y siquicas de la "raza" (1).

La influencia del medio grdfico sobre el hombre social representa una wtidzd variable. La evoluci6n de las fuerzas productivas, condicionada por las propiedades de este medio, aumenta cl poder del hombre sobre la naturaleza, y, @r ende, crea una relaci6n nueva entre el h.o.mbre y e1 medio geografico ambiente. Los ingleses de nuestros dlas reaccionan sobre este medio de modo muy diferente al de las tribus que poblaban In- glaterra en los tiempos des Julio CCsar. Por esta raz6n se en- cuentra descartada definitivamente la objeci6n según la cual el caracter de 1.a población de un pais determinado puede trans- formarse fundamentalmente, aun cuando sus condiciones geo- grhficas permanezcan las mismas.

tia de los temblores de tierra m el Perú al actuar sobre 19 imaginación de los indígenas ha ejercido tambien su influencia sobre su rCgimen poli- tico. Si los españoles y los italianos son supersticiosos ello se debe tam- bien a los temblores de la tierra y 'a las erupaiones volc6nicas. (Ibid,. pdg~. 1 12- 1 13) . Esta acción directamente psicol6gica es particularmen- te fncrte en los primeros eitadios del desarrollo cultural. Sin embargo, la ciencia moderna estiblece una sem-janza muy notable entre las creencias religiosas de las razas primitivas colocadas en el mismo nivel de desa- rrollo económico. Las opiniones de Bukle, que dste toma, de loa escri- torcs del siglo XVII, habían sido ya expresadas por Hip6crates (ver Da ai&, des eaux ct des lneux; tradnccián de Coray. París, 1800, pd- riafos 76. 85, 86. 88, rtc.).

(1) Para todo lo que concierne a la raza, vlase el trabajo inte- rcsante de J. Finot: Le prejugé des racm. París, 1905. Waitz dice: "Algunas tribus negras ofrecen un ejemplo notable de la relación. que existe entre la ocupacidn principal y el carhcter nacional" (Anthropolo- gie &r Maturvolker, 11, pig. 107) .

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Las relaciones jurídicas y políticas (1) engendradas por una estructura económica dada ejercen una influencia decisiva mbre loda la sicología del hombre social (XXVII). Marx dice: "sobre las diferentes formas de la propiedad, sobre las condi- ciones sociales de existencia, se erige toda una superestructura de sensaciones,.de ilusiones, de inaneras de pensar, de con- cebir la vida, todas diversas y singulares en su género". El "sér" determina el "pensar>'. Y se puede decir que cada nuevo progreso realizado por la ciencia en la explicación del proceso del desarrollo social representa un nuevo argumeiito en favor de esta tesis fundamental del tnaterialismo moderno.

Ya en 1877, Ludwig Noiré escribia: "Fué la actividad en común; dirigida hacia un fin común, e l trabajo primordial d e nuestros antepasados, los que dienon nacimiento al lenguaje y a la vicia acultural" (2). Desarrollando este notable pensarnien- to, L. Noir4 indica que primitivamente, el lenguaje designa las cosas del mundo objetivo, no como figuras, sino como cosas que han tomado una figurlal (nicht als Gastalten, sondern als gestalte), no como seres activos que ejercen una acción, sino como seres pasivos que sufren la trrtsma (3). Y explica ellu por la consideración exacta de que "todas las cosas hacen su aparición en el campo visual del hombre, es decir, que ad- quieren para el existencia de "cosas", s610 en la medida en que sufren su iacción y es conforme a ello que reciben sus

(1) Para lo que se refirre a la influrncia ejercida por la econo- mía sobre las relaciones sociales. ver Engels: Drr Ucsp~ung der Familie, des Privateigcnthams iind dsi Staats, (I.a edición, Stuttgart, 1900: R. Hildebrand: Rncht und Sitre anf verschiedrncn Kulturstufen, l.* parte, Jena, 1896. Desgraciadamente. I-Iildebrand no sabe utilizar bien los da . tos eronómicos. El interesante trabajo de T. Achelis* Rechtsentstehung i:nd Rechtngtschichte. Lcipzig. 1904. trata del derecho como producto del desarrollo social, pero no profundiza la cuestión de saber qué es lo que condiciona este desario!lo En el Iibio de M. A. Vaccaro: Les bases sociologiqiies di1 droit et de i'Etat. Paris, 1898, se encuentran dispersas mucliaó observaciones de detalle que hacen luz sobre ciertos aspectos de ln cuestión; peto, en suma, el autor mismo no se ha hecho una idea jus- ta del asunto. Ver igualmei1:e Teresa Labiiola: Revisione Cridca dcle pi6 recenti teorie sulle origini del Diritto, Roma, 1901.

(2) D e r Ursprung der Sprache. Maguncia, pág. 331. (3) Ibid.. pág. 341.

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nombres y apelaciones (1). En* resumen, es la actividad hu- mana La que, según la opinión de Noiré, da su contenido a las raíces priinitivas del lenguaje (2). Es interesante comprobar que Noiré veía el primer germen de su teoria en el pensa- miento de Feuerbach de que la esencia del hombre reside en la comunidad, en la unidad del hombre con el hombre. Se ve visiblemente que ignoraba a Marx; de otro mo'do se habria dado cuenta de que su concepción sobre el papel de la iactivi- dad en la formación del lenguaje es muy próxima a la de ailuél, quien en su teoria del conocimiento insiste de modo es- pecial sobre la actividad humana, en oposición la Feuerbach, que hablaba prefer,entemente de la "contemplación" (XXVIII).

. Casi no hay necesidad de recordar, a propósito de la teo- ría de Noiré, que el carácter de la actividad humana en el pro- ceso de la producción está determinado por el estado de las fuerzas productivas.' Ello es evidente. Más útil es hacer notar que la influencia decisiva del modo de existencia sobre el pn'samiento es particularntente visible en las razas primitivas, cuya vida socia1.e intelectual es incomparablemente m8a sirn- ple que la dc los pueblos.civilizados. Van de Steinen escribe, a propósito de los iiidígeiias del Brasil ceiitral, que nosotros no los comprendemos más que cuando los consideramcrs como el producto de una sociedad basada sobre la "cana". "La fiien- te principal de su experiencia, dice, era su contacto con los animales, y es por medio de esta experiencia que ellos se ayu- d a n . . . para explicarse la naturaleza, para formarse una con- eepciOn dal n~undo" (3). Las condiciones de una vida hecha a base de la caza han determinado no. solamente-la concepción del mundo propio de estas tribus, sino tambitn sus ideas ino- fiales, sus sentimierrtos, y anota el ini~smo autor hasta sus gus- tos artisticos., Y vemos que exactamente ocurre entre los pue- blos pastoresi Existe entre ellos lo que Ratzel llama pastoires exclu~sivos, en los cuales "el tema del 90 por 100 de las con- versaciones es el ganado, sus orígenes, sus costumbres, sus cualidades y sus defectos" (4). Los desgraciados Hemzros, que los "alemanes civilizados" han pacificado recientemente con

( 1 ) Ibid., pág. 3 4 7

( 2 ) Ibid., pág. 369:

( 3 ) Unteri den Natnrvolkern Zentral-Brasiliens, pág. 201.

(4) Unter den Natiirvolkern Zentral-Brasiliens, págs. 205-206.

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crueldad 'tan bestial, pertenecsii a estos "pueblos pastores ex- clusivos" (1).

Desde el momento en que la fuente principal de expe- rlencia era para el cazador primitivo el ganado y que toda su concepción del inundo repasaba sobre esta experiencia, no es de extrañarse que .haya sido la misma fuente de donde 41 ha extraido el contenido de toda aquella mitología de las tríbus de cazadores, que tiene de filosofía como de teologia y cien- cia. ULo que caracteriza la mitología de los Boschimanos, dice Andrews Lang, es el papel casi exclusivo que en ella desem- peñan los animales. Aparte de una vieja mujer que aparece aqui o alla, en sus leyendas incoherentes, el hlo3nbre no juega en ellas ningún papel" (2). Según Br. Smith, los indigenas de Australia, que se encuentran tcdavia, como los Boschimanos, en el periodo de la caza, tienen por dioses, principalmente, a los pájaros y a las bestias (3).

La religión de las razas primitivas no esta todavía, por el momento, suficientemente explorada. Pero lo que nosotros sabemos de ellas confirma ya absolutamente la exactitud de

(1) Por lo que se refiere a 10s "putblos exclusivamente pastores". ver particularmente el libro de Gustav Fischer: Eigeiiorene Sñd-Aftiku, Rrcslan, 1872. Fischer dice: "El ideal del Cafre, el objeto con que aw- ña v que exalta con predilección en sus cantos, son los bueyes. es decir, su bien más precioso. Los elogios al ganado alternan en los cantos con aqiih!los dedicados al jefe de la tribu, y aun en &toa es BU ganado t l que desempeña mayor papel (t. 1.. página 85) . Los cuidados que hay que prodigar al ganado son a los ojos del cafre la tarea m á s honrom (l. pbg. 85) ; la guerra misma ea una ocupación favorita del cafre. sólo porque en su pensamiento ella está unida a la idea de un botín a baso de ganado (1, pág. 79). "L,os litigios entre los cafrcs vienen de disputas a propósito do1 ganado" (1, p5g. 322) . Fischer ha hecho iguai- mente una descripción muy interesante de La vida de los Boschimanos u- zadorea (1. páginas 424 y siguientes).

(2) Mithcs, culter rt religions, trad. por Charilkt, París, 1896. p6g. 332.

( 3 ) Conviene recordar en este punto la observación de R. A ~ L arée, quien dice que el hombre se reprtsenta, primitivamente, sus dioses bajo e1 aspecto de animales. ":Cuando se llega más tarde a concebir los animales con atributos antropormbficos. los mitos de la metamorfosis de los hombres en animales comienzan a manifestarse". (Etnographischc Parallele und Vergleiche, Neue Folge, Leipzig. 1889, pbg. 116). La apaiición de las ideas antropornbrficas sobre los animales supone ya un nwel relativamente inás elevado del desarrollo de las fuerzas producti- vas. Comparar igualmente Probenius: Die Welonscbauung dPr Natur- volket, Weimar, 1898. pág. 24.

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csta breve 9ormuia de Feuebarcli Marx Uc que "IIO es la reli- gión la que hace al hombre, sino el hombre el que hace la religidn". Taylor dice: "Es evidente que en todos los pueblos el hombre era el tipo de la divinidad. Esto explica por qué la estructura de la sociedlad humana y su gobierno se convier- ten en el modelo conforme al cual son representados la socie- dad celeste y el gobierno de 110s cielos (1). Esto constituye ya, sin la menor diida, una concepción materialista de la religidn. Saint Simon, como se sabe, sostenla un punto de vista opuesto, que explicaba el regimen social y politico de los antiguos griegos p r sus creencias religiosas. Mucho más importante to- davía es el hecho de que la ciencia comience ya a descubrir la relación causal que existe entre el desarrollo de la tkcnica de las razas primitivas y su concepción del mundo (2). Es evidente que preciosos y numerosos descubrimientos son de prever en este punto (XXIX).

De todas las ideologias de la sociedad primitiva, es el arte el que mejor ha sido explorado. Se han acumulado a este propósito materiales extremadamente abundantes que consti- tuyen la prueba más inatacable y concluyente de la exactitud, y, por así decirlo, de la inevltabiidaid de la interpretación ma- terialista de la historia. Estos materiales son tan numerosos que na podemos enumerar aqul sino las obras más Importan- tes de este genero: Schwveinfurth, Artes africana?, Leipzig, 1875; R. Andrée, Ethaoafhische Pardlden, articulo titulado Das ~~m bei den Naturvdkern Zemtral-Brasuiens, Berlin, 1894; C. Mallery, Pichre IWriijng o1 the Amerlczgi Indias- Asu~1&1 R-rt af the Bureau 04 Ethnology, Washington, 1893 (los informes para los otros años contienen datos preciosos sobre la influencia ejercida por 'la tkcnica, principalmente del arte textil, sobre la ornamentacibn); Hoernes, Urgwhkhte der. bildenden Kunts, in Europa, Vienn, 1898; Ernest Crosse, Die Anfange der Kunts, y su otro libro, KunswisswischaftlIche Studien, Tubinga, 1900; Yrjo Hirn, Der U n s m n g der KuntR, Lei4pzig, 1904; Karl Bticher,, Mbeit und Rytkmus, tercera edi- ción, 1902; Gabriel y Adr. de Mortillet, Le Préhistmique, Pa- ris, 1900; páginas 217-230; Hornes, Dcr Diluviale Mensch in E u m p , Brunswick, 1903; Sophus MUller, 1'Ernpc Prkkisto- rique, traducido del danés, por Ein. Philippot, Parts, 1907;

( 1 ) La oirilisatioli priinitivc. ParLs, 1876, t . 11, pág. 322. (2) Comparar C. Schurz: Voqeschichte der ICultnr, L,eipzig y

Vicna, .pigs. 559-564. Volveremos sobre este tema en otra ocasión. ;

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Rich. Wallaschek, Anfange der Tonkkunst, Leipzig, 1905 (XXX). .

Se verá por las tesis que siguen y que tomamos de los autores que acabamos de citar, cuáles son las concliisiones a las que llega la ciencia moderna en la cuestión del nacimien- to del arte.

Hornes dice (1):'"Ei arte ornamental no puede desarro- llarse sino partiendo de la actividad industrial que constituye la condición material previa.. . Pueblos sin ninguna industria no tienen ornamentación y n.o. pueden tenerla".

Von den Steinen estima que el dibujo (Zeichnen )tiene su origen en los signos (Zeichen) adopjados con fines prac- ticos para designar los objetos. ,

BUcher llega a la misma conclusión de que "el trabaj400, la música y la poesia han debido, en su periodo primitivo, for- mar una amalgama única, pero que el elemento fundamental de esta trinidad era el trabajo, en tanto que los otros dos no tenían sino- un valor accesorio." A su juicio, "el origen de ' la poesía debe ser buscado en el trabajo". Observa que ninguna lengua dispone en orden rítmico las palabras que forman una proposición. Resulta, pues, imposible que tos hombres hayan llegado al lenguaje poktico ,cadencioso por el empleo de su lenguaje ordinario. A ello se oponía la lógica interna de este último. Pero, ¿cómo explicar el nacimiento del lenguaje t i - mada? Bucher supone que los movimientos rítmicos y coorde- nadlos del cuerpo han comunicado al lenguaje imaginado las leyes de su coordinación. Es tanto m8s plausible esta conceyi- ción cuanto que en los grados inferiores de la evolución es- tos movimientos rítmicos se acompañan habitualmente de can- to. Pero, ~ c ó i n o explicar/la coordinación de los movimientos corporales? Por el carxicter de los procesos de producci6n. Asl, pues, Idel. secreto de la versificzcibn reside en la actividad pro- ductora" (2).

R. ,Wallaschek formula su concepción sobre el origen de las producciones escdnicas entre las razas primitivas en [os cigitientes terminos (3) :'

"Los temas de estos juegos escénicos eran: l . ~ La caza, la guerra, el canotaje (entre los cazadores,

(1) Urgeschichee, etc., pág. 38. ( 2 ) Arbdit und Rylhmus. pág. 342. (3) Figuran tambifii, ordinariamente, animales.

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la vida y las costumbres de los animales; pantoniimas de ca- rlcter n:!imal y mascaras) (1).

2.q - La vida y las costumbres del ganado (entre Ics pue- blos pastores). .

3.9 El trabajo entre los agricultores: las semillas, 13 tri- lla del trigo, el cuidado de las viñas).

"Er. la representacióil participa la tribu entera (coro), que canta y acciona. Se cantan palabras, ptiesto que el contenido de los cantos constituye precisamente el lado escénico (paii- tomima). No figuran en ella sino los actos de la vida cotidiana, cuyo cumpliniiento es absolutamente necesario en la lucha por la existencia". 'Wallaschek dice que durante semejantes repre- sentaciones, en gran número de tribus; el coro estaba dividi- do en dos partes, colocadas una en frente de otra. "Tal era, agrega, el aspecto primitivo del drama griego que en su ori- gen fue igualmente tina panfoniima de caracter animal. El animal. que representaba el máyor papel en la vida económi- ca de los griegos, era. la cábra (de donde la palabra tragedia, que viene de tragos, macho cabrío).

Casi no es posible imaginar'una ilustración más brillante a la tcsis de que no es el ser quien esta determinado por el pensamiento, 'si110 el pensaniiento por cl ser.

La. vida económica sc desarrolla bajo la influencia del incremento de las fuerzas productivas. Esto explica por que las relaciones que existen entre los hombres se transforman y, con ellas, el estado psíquico humano. Marx dice: "En cier- to grado de su evolución, las fuerzas productoras de la so- ciedad resultan en contradiccidn con las relaciones de prodiic- ciun que existen en el seno de esta sociedad, o, en términos jurldicos, con las relaciones de propiedad, en el cuadro de las ciiales aquéllas habian evolucionado. De formas que fa- vorccen la evolución de las fuerzas productivlas estas relacio- iies se transforman en cadenas que entraban estas últimas. Coínienza entonces una época de revolución social. (;on la transformación de la base econdmica, toda la formidable su- percstructura edificada sobre ella se transforma a un ritmo, ya lento, ya acelerado. Ninguna formación siocial desaparece an-

---- ( 1 ) ~ n f a n ~ e der Tonkunst. pág. 257 .

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tes de que 'se hayan desarrollado todas las fuerzas producto- ras que en ella encuentran amplia cabida, ni se establezca j a m k nuevas relaciones de producción en lugar de las pre- cedeiites, mientras que las condicion,es materiales indispensa- bles a su existencia no hayan maduirado en el seno mismo de la vieja sociedad (XXXI). Y es que la humanidad nunca s e plantea sino problemas que puede resolver, ya que, apre- ciando de cerca la cuestión, se encontrará que el problema no se presenta sino allí donde las condiciones necesarias .? su solución existen ya o estAn, por lo menos, en vlas de apa- rición'' (1 ).

~ e n e m o s de este modo ante nosotros una verdadera "Al- gebra'!, una "álgebra" puramente materialista de la evolución social. En esta Alnebra queda lugar para los "sailtos"-de la epoca de revolución social-, lo misino que para las tms- formaciones grraidualea Aquellas de estas que se producen. desde el punto de vista cuantitativo, en las propiedades de un orden de cosas dado, terminan, finalmente, en una trans- formación de la calidad, es decir, eii la desaparición del an- tiguo modo de producción-o de la antigua formación social. segitn la expresión empleada por Marx eg estos casos-, y en su reemplazo, por un nuevo modo de producción. Segain Marx, los modos de producción orfenbal, feudal y burguks conteni- puraneo pueden ser considerados, de manera general, como épocas consecutivas ("progresivas") de la evolución econó- mica de la sociedad. Pero es necesario creer que después de haber conocldo el libro de Morgari sobre la sociedad primi- tiva, Marx ha modificado su concepción de la relacidn exis- tente en el modo de produccibn antiguo y el modo de pro- ducci6n oriental. En efecto, la lógica del desarrollo económico del nodo feudal de producción ha llevado a la revolución so- cial que ha marcado el triunfo del cap l ta l im. Pero la lógi- ca del desarrollo económico de la Chlna o del Egipto anti- guo, por ejemplo, no ha conducido en modo alguno a la apa- rición del modo antiguo de producción. En el primer caso exis- t e ~ dos fases de desarrollo, apamdendo la una a continuad6n de la otra y siendo Csta engendrada por aqublla, en tanto que el segundo caso nos presenta más bien dos tipos co- existentes'de desarrollo económico. La sociedad antigua ha su- cedido a la organizaci6n soclal pos clanes, mientras que ésta

- (1) Prefacio a la Crítica de la ecr>noniia política.

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ha precedido al advenimiento del rég6mw social oriental. Ca- da uno de estos dos tipos de organizacidn económica hizo su aparición como resultado del crecimiento de las fuerzas productoras que se habia efectuado en el seno de la organi- zaciCn social basada en el clan y que debla, finalmente, traer l:i deacornposición de esta organización. Y si estos dos tipos difieren considerablemente el uno del otro, sus signos distin- tivos principales se han formado bajo Bai infiueacia del medio gwgfáfico. En un primer caso, este imponia a la sociedad, que habia alcanzado u n grado determinado de desarrollo de las fuerzas productoras, tal conjunto de relaciones de p~oduc- ciOn y otro, en segundo caso, muy distinto del primero.

El descubrimiento de la organización en clanes estA Ila- imdo evidentemente a jugar el mismo papel que el de la dlula en biologla. Mientras que Marx y Engels no tuvieron conodimiento de la organizacidn del clan, su teorfa de la evo- lución social no podfa dejar de presentar lagunas importantes, coino lo ha reconocida luego Engels mismo.

Pero dicho descubrimiento, que por primera vez permitía comprender los estadios inferiores de la evoluci6n soclal, no ha sido mlls que un argumento nuevo y poderoso en favor de la interprebaci6n materialista de la hlstoria y no en oon- tra de ella. Tal descubrimiento ha permitido comprender mii-

cho mejor el proceso de las primeras fases de! ser social, así como la manera cbmo este Último determinaba entonces el pensamiento social, y por ello mismo ha iluminado de modo extraordinario la concepcibn de que el pensamiento social esta determinado por el ser sociai.

Desde luego nos referimos a esto solo de paso. La cues 11611 principal sobre la cual es necesario fijar la atenci6n, es ha indicaci61-1 hecha por Marx de que las relaciones de pro7 pied?d establecidas en un v a d o determlnadu del desarroll~ de las fuerzas productoras favorecen durante clerto tiempo -1 crecimiento de estas fuerzas, pues en seguida comienqa a eii- trabarlo (1 ) . Aunque un estado determlnlado de fuerzas pro-

.. - (1) Volvainos a la esclavitud. En un cierto nivel ella contribuye

al 6esarrollo d: las fugnas productoras, pero después comienza a enrra- harlo. Su dozapanición entre las naciones civilizadas de Occidentrs es 13

consecuencia de su cks~rrollo económico. (Sobre la esclavitud, ver la interesante obra del profesor Et. Cicorti: 11 tramonto della schiavítu. Tudn, 1 8 9 9 ) .

J . H. Spoke dice cn Les SOII>CBS du Ni1 (París, 1865. pág. 2 1 ) ,

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dlictoras sea la causa que suscita relaciones deterininadas de prodircci611, y, en particular, de paopiedad, una vez que esfas última: han lzparecido como cons?cuencia de la causa indi- adu, comienzan a su vez a iiifluir sobre esta misma. Se es- tablece así u11 sistema de acci6n y reacción recíproca entre Las fuerzas productoras y, la economía social. De otro lado vie- ne a edificarse sobre la base econ6mica toda una superes- tructura de relaciones sociales, así como de sentlmientos y de concepciones del mismo orden. Ahora bien, como esta su- perestructura c0mienz.a tambikn por favorecer el desarrollo económico, para entrabarlo después, se establece igualmente una a c c i h y una reacción reciprocas entre la superestructura y Iz base. Este hecho resuelve enteramente el misterio de to- dos aquellos fen6menos que a primera vista, parecen contra- Jccir la tesis fundamental del materialismo histórico.

'Todo lo que ha sid80 dicho hasta por los "críticos" de Marx sobre el pretendido carácter unilateral ael marxismo y sit llamado desprecio por todos los "factores" de la evoluciOn social que n~o sea el factor econ6mic0, provienen simplemente iIe la incomprensi6n de aqu6llos sobre el papel que Marx y Engels reservan a la accidn y a la reacción reciprocas entre la "Liase" y la d'superestructura". Rara convencerse de la id- portancia que Marx y Engels asignan, por ejemplo, al factor politico, basta leer las piginas del Manifiesto comunista, don- de se trata del movimiento de emancipaci6n de la burguesía. Se d i ~ e en ellas: "Clase oprimida por el despotisino feud~l , asociación armada, gobernándose ella misma dentro de la ca- muna, aquf, libre repirblica municipal; allh tercer estado tri- butario de la monarquia; después, durante el período manu- facturero. centrapeso de la nobleza en las monarquías limi- tadas o absolutas, piedra angular de las grandes monarquias. la burguesia, desde el establecimiento de la gran industria y del mercado mundial, se ha apoderado por f in . de modo excl~i- sivo, del poder politico en el Estado representativo contempo- rAneo. El gobierno moderno no es más que un comité ad-

que entre los, negros. los esclavos estiman quc evadirse es cometer can el dueño que ha dado dinero por e:los una acción infamante y contra- r ia al honor. A ello es necesario agregar que estos mismos esclavos con- sideran su situación como m i s honrosa que la de un trabajador asa- larijdo. Semejante manera de pencar corresponde a este periodo de 13 so- cidad, "en donde la esclavitud existe todavía como un fenómeno de

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ininistrativo de los' negocios comunes de la clase burguesa." , La importancia del "factor" politico aparece aquí con nl- tidez extraordinaria-no faltando "criticos" que la consideren exagerada-. El origen y el poder de este factor, asi como la manera como ejerce su acci6n en cada periodo dado del de- sarrollo de la sociedad burguesa, son explicadas en el h k l - fiesto por la marcha del desarrollo ec.onómico, y, por consi- guiente, la variedad de los "factores" no perjudica a la unl- dad de la causa inicial. .

- Es indudable que las reladiones políticas iiifluyen sobre el ivovimiento económico; pero nto lo es menos que ant~vs de influir 931bre este movimiento m creadas por él.

Es necesario decir otro tanto del estadi, psíquico del hombre social, de aquello que Stammler llamaba, de uná ma- nera un poco unilateral, los coaceptois soclaies. El Manifiesto dem~icztra;sin dejar lugar a dudas, que sus aut,ores habían ccmprendidc bien el valor del "factor" ideológico. Vemos, al propio tiempo, que si el "factor" ideológico desempeña un pa- pel iri-portante en el desarrollo de la sociedad, 61 rnisnio es previamente creado por este desarrollo.

"Cuando el mundo antiguo estuvo a punto de perecer, las viejas religiones fueron vencidas por la religión cristiana. Cuando las ideas cristianas .sucumbienon frente a las ideas dc progreso del siglo XVIII, la sociedad feudal libraba una lucha a muerte con la burguesia, entonces revol~cionaria.'~ En cl caso que nos interesa, el ultimo capitulo del Manifiesto es to- davía mAs convincente. Sus autores dicen en kl que sus conl. pañeros de ideas aspiran a inculcar a los obreros, tan neta- mente como sea posible, la conciencia del antagonismo que esisie entre los intereses de la, burguesía y los del proleta- riado. Se comprende bien que quien n:o concede importancia al "factor" ideol6giCo no tiene razón alguna.:para aspirar a fdrniar conciencia de una cuesti6n determinada en no impor- ta qr14 grupo social.

Citamos el Manifiesto de preferencia la los demás escri- tos de Marx y Engels, porque el se refiere a la primera epoca de su actividad, en la que, según lo asegiiran algunos de sus "criticos", tenían una manera "unilateral" de comprender las relariones existentes entre los diferentes "factores" del desa- rrollo social. Vemos así claramente que en esta epoca tambieii

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Marx y Engels se distinguían, no por una "mane~i utdlate- ral" de comprender las cosas, sino mAs bien por una tenden- cia al monismo, por una repugrtaneia por aquel ectectkhmo que se hacia tan evidente en las observlaciones de los sefio- res "criticos".

No es raro que se haga referencia' a dos cartas de En- g ~ l s , publicadas en el SOziali$tischer Akadedker y escritas, itna en 1890 y la otra en 1894. El seaor Bernstein se hja aco- gido con jlibilo a .estas dos cartas, cuyo contenido constitui- ríg, ~egún dice, u n testimonio evidente de la evoluci6n que se habrla producido en las opiniones del amigo y colaborador de hhrx. Extrae de ellas dos pasajes, a su juicio los mas de inostrativos, y que nosotros creemos necesario reproducir, ya gUe ellos demuestran precisamente lo contrario de lo que ha piekndido probar el señor Ber~stein.

Dice el primero de estos pasajes: "Existen, por consiguieti- te, innumerables fuerzas que se entrecruzan, un número infi- nito de paralelogiramos de fuerzas, que dan una resultante, el acontecimiento histórico, el cual puede, a su vez, ser con- siderado como producto de una potencia que actúa como un todo, sin conciencia ni voluntad. Porque lo que cada uno quiere separadamente es impedido por los demas, y lo que dz ellos resulta es algo que nadie ha deseado." (Carta de 1890).

He aqul ahora el otro pasaje: "El desarrollo económico, jur'a;co, filosófico, literario, artistico, etc., reposa sobre el de- sarrollo económico. Pero todos reaccionan, conjunta y sepa- radamente, uno sobre el otro y sobre la base econ6micaw (Carta de 1894.) El señor Bernstein ha encontrado que "esto suena -algo diferente" al prefacio de la obra Zur KrItik deu plttjschm Oekmmtie, que hace resaltar la relación que exis- te sobre la "base': económica y la "superestructura" que se erige sobre esta Siltima. Pero, ¿por que es diferente? En rea- lidad. el pasaje citado no hace sino repetir lo que se dice eil el prefacio en cuesti6n. El sefior Bernstein ha comprendido -1 rrefaclo de Zur Kritik un poco diferentemente, es decir, en d wntido de que la superestructura social e ideológica que vie- se . a colocarse sobre la "btise eoon6mica", no ejerce ningu- na Influencia s.obre ella. Pero sabernos ya que no hay nada mbs erróneo que una manera semejante de comprender el pen- samiento de Marx. Y los que han seguido de cerca los ensa- yos "crlti~os'~ del sefiúr Bernstein no podian sino alzarse de Ii~mhros al ver que el hombre que en otra epoca se habla pro- puesto la tarea de popularizar la doctrina de Marx no se dd

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ba el trabajo, o mas exactamente, era incapaz de rompren- de esta doctrina. I

En la segqnda carta de las citadas por el seAor Bernstein existen pasajes que dilucidan el sentido causal de la teoria histbrica de Marx, mucho mas importantes tal vez que las Ii. neas tan mal comprendidas por aquel y que acabamos de ci- tar. Uno de estos pasajes está concebido en estos terminos: "No hay, pues, un efecto aukmAtico de la situación econ6mi- ca como algunos quieren flgurhrselo por comodidad. Son los hombres los que hacen su propia historia, pero en un medio dado que los condiciona (in adnem gegebftien, de bendangen- den Milieu), sobre la base de relaciones efectivas determina- das. Entre estas Últimas son, sin embargo, aquellas de orden econdmico las que tienen, al fin y al cabo, cualquiera que sea Iri influencia ejercida sobre ellas por las de orden politico e ideológico, una acción decisiva, y constituyen el hilo conduc- tor que permite comprender el conjunto del sistema!'

Entre las gentes que interpreta11 la doctrina hist6rica de Mzrx y Engels, en el sentido de que "hay un efecto aufomhti- co de la situacfón económica", se encontrlaba igualmente, co- mo acabamos de verlo, el señor Bernstein, en la epoca en que era todavia "ortodoxo". Entre ellas es necesario enrolar tani- bien a un gran número de "criticos" de Marx, que han .re- !rocedido "del marxismo al idealismo". Estos espíritus pro- fiiiitios hacen prueba de una gran suficiencia cuando ellos des- cubreii y demuestran a los espiritus "iinilaterales" de Marx y Erigels que la historia es hecha por los hombres y no por el ~~ovimiento automátíco de la economla. Hacen así a Marx l a ofrenda de un bien que a este solo pertenece, y no sospechan ahn, en su increible ingenuidad, que el Maax que ellos "mi- tican" nada&%e de comiin, excepto el nombre, c m el ver- iiadero Mürx, pues aquél no es sino el producto de su propia ftlccmprensión, que es en ellos verdaderamente "unilateral". Es natural que los "crlticos" de esta especie hayan sido ab- soliitamente incapaces de !'completar" y "corregirp1 en alguna fornra el materialismo histbrico. Por eso 118 nos ocuparemos más de ellpp, prefiriendo hacerlo de aquellos que formularori las bases de esta teoria.

Es d~ mucha importancia dejar constaticia de que cuando Engels iepudiaba, poco tiempo antes de su muerte, la tnane- ra "aiitom~tica" de concebir la accibn histórico de la econo- d a , no bacfa sbo repetfrccasi en los mismos terminos-y

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comentar lo que Mwx habia ya escrito g 1845, ea la tercera tesis de Feuerbach, que hlemos reproducido mdts arriba. Marx reprochaba al materialismo anterior a el haber olvldado qiie "si de un lado los hombres son un producto del medio, éste es, de otro, modificado precisamente por aquellos':. La tarea del materialismo en el dominio de la historia. tal como Marx la concebía, consistía, por consiguienfe, en explicar de que mrqera el "medio" puede ser d i f i c a d o por los hombres, producto de ese medio. Y Marx encontraba la solucidn de es- te problema precisando las relaciones de produccidn que se estzblecen bajo el dominio de condiciones independientes de la voluntad humana. Son aquellas relaciones las que se es- tablecer~ entre loor hombres en el proceso social de la ~ r o - ducción. Decir que las relaciones de producción se han mo- dificado, es decir, que las relaciones existhtes entre los ham- bres en el proceso en cuestidn se ham modificado. El cambio de estas relaciones no puede cumplirse "automiiticamente",, es dcc-ir, independirntemente üe Pa actividad hmana, porque son dc aquellas que se establecen entre los hambres en el proceso de su actividad. .

Pero estas relaciones pueden transformarse-y se trans- forman, en efecto, frecuentemente-en una dirección distinta d? aqiiclla en que los hombres quisieran modificarlas. El. ca- rdctcr dc la "estructura econón~ica" y el sentido en el cual se transfwma, no dependein de la voluntad humana, sino del es- tado de -las fuerzas productoras y de la naturaleza misma de los cambios que se realizan en las relaciones de produc- ci6n y que resultan necesarios para la sociedad a consecuen- cia del desarrollo de dichas fuerzas." Engels explica esto en los siguientes terminos: "Los honibres hacen ellas mismos su propia historia; pero hasta ahora, aun en las sociedades muy delimitadas,, no 1.0 han hecho con una voluntad de conjunto ni según un plan general. Sus aspiraciones se entrecruzan, y es por ello que en todas las sociedades parecidas reina la ne- cesidad, siendo el azar el complemento y la forma bajo la cual se manifiesta". La $actividad humana se define aquí no como una actividad libre, sinlo como necesaria, es decir, con- fornte ,a leyes y pudiendo ser objeto de un estudio dentifico. Asi, pues, el materialismo histbrico, aunque afirma en toda ocasión que el medio es modificado por los hombres, ofrece al mismo tiempo, y por la primera vez, el medio de considerar el proceso de esta modificación drsde el punto de-vista de fa cienda. Es la razón de por que nosotros estamos en el de-

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recho de decir que la interpretacion materialista de la histo- ria suministra los prol~rg6menos indispensables-3 toda doc- tttnia~ w>cid6gica que pretenda el titulo de ciencia.

Esto es tan cierto que, en la actualidad, todo estudio dd u n aspecto cualquiera de la vida social sólo llega a adquirir un valor cienfffico, en la medida que se aproxima a la ex. plicaci6n materialista de su objeto. Y, a pesar de la famosa "resurrección del idealismo", tal explicación se hace cada vez más corrientes en cuantas oportunidades los sabios no se en- tregan a meditaciones edificanies y a grandilocuentes disciir- sos sobre el "ideal', sino a la tarea de descubrir el lazo de iinión causal entre los fenómenos. En la actualidad, muchas personas que no solamente no son partidarias de la concep- ci6n materialista de la historia, sino que aun no tienen la me. nor idea de ella, se declaran materialistas en sus investiga- ciones históricas. Ocurre entonces que su ignorancia o s u pre- vención contra dicha concepción materialista, impiditndoles comprenderla exactamente, les lleva a lo que conviene llamar concepciones unilaterales y estrechas.

He aquí un ejemplo. Hace diez años, el celebre sabio francks Alfredo Espinas-sea dicho entre parkntesis, gran ad- versario de los socialistas actuales-publicaba los Orígenes de la technologíe, "estudio ~saciológico" extremadamente intere- sante, *al menos por la idea que desarrolla. Partiendo de la tesis puramente materialista de que en la historia de la huma- nidad, la prActica precede siempre a la t s r j a , examina en su obra la influencia de la Mcnica sobre el desarrollo de la ideo- logi% es decir, de la religión y de la fflosofía, en la Grecia antigua.-Llega a la conclusi6n de que en cada periodo de este desarrollo la concepción del mundo de los antiguos grie- gos estaba determinado por el estado de sus fuerzas produc- toras. Esto constituye, desde ,luego, un resultado de interks e importancia. Pero aquel que tenga el hábito de aplicar el mé- k d o materialista a la comprensión de los fenómenos históri- cos encontrara, por cierto, que la idea expresada en el "es- tudio" de Espinas es iiemasiado unilateral, por la simple ra- z6n de que el sabio francks no ha prestado atencihn a los ohos "factores" del desarrullo de la ideología, tales como, por ejem- plo, la lucha de clases. No. obstante, este factor tiene un3 im: portancia verdaderamente considerable.

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$11 la sociedad yriiiritlva, que igciord la divfskhciii dc cla- ws, la actividad productora ejerce una influencia directa so- bre la concepcidn del mundo y sobre el gusto estktico. La or- namentaciún presta sus motivos .a la tecnlca y la danza-el arte puede ser lo mhs importante en una sociedad semejante-e: se limita a manudo a reproducir un proceso de producción. Esto se hace particularmente evidente en las tribus de c m - dores colocados en el mAs bajo grado de desarrollo accesible a nuestra observación (1). Por esto nos hemos referido prin- cipalmente a estas tribus cuandó hemos tratado de la depen- dencia en que se encuentra el estado psíqufco del hombre pri- mitivo respecto a su actividad econ6ml.ca (XXXII). Pero en una sociedad dividida en clases, la influencia directa de esta actividad sobre la ideologia se vuelve menos apwenfe. Ello es facilmente comprensible. Si, por ejemplo, cierto genero de dan- za -ejecutada por la australiana indigena, reproduce figurada- mente s u trabaja & recolecdón de lae raíces, se comprande que ninguna de las elegantes danzas que servian a la diver- sión de las bellas mundanas de Francia, en el siglo XVIII, po- dla ser la figuración de un trabajo productivo, puesto que ellas no se ocupaban de trabajo alguno de este genero, pre- firiendo entregarse a "la ciencia del dulce amor". Para com- prender la danza de la australiana indigena, es suficiente co- nocer el papel que desempeñan en la vida de una tribu aus- traliana la recolección por las mujeres, de las ralces de .plan- tas salvajes.

Pero para comprender, por ejemplo, el minuet, no es ne. cesado conocer la economia de Francia en el siglo XVIII. Y en este caso nos encontramos en presencia de uina danza que es la expresi6n de la psicología de una clraw no productora. La gran mayoria de los "usos y conveniencias" de lo que se llama la buena sociedad se explica por este mismo genero de psicologla. A'si, pues, el "factor" económico cede aqui sil lugar al factor pskdógico. Pero mo olvidemos que el adveni- miento de clases no productoras en la sociedad es el resul-a tado del desarrollo económico de esta. Ello quiere decir que el "factor" económico conserva enteramente su valor predo- minantq, aun en el casouen que él cede sil lugar a otros. Por - -

( 1 ) . Los pueblos cazadores habían sido precedidos por los pueblos rccolectorts de frutos y raíces, Sanimenvolker, según la expresión cm- pisada ahora por los sabios alemanes. Pero todos los pueblos~srlvnjcs que ccnbctmac han franqueado ya esta etapa del &s;írrollo. '

- .M -

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el contrario, es entonces, precisitnante, cuando este valor sc hace sentir mejor, puesto que es en tal oportunidad que estan deterininados por 61 la posibiiidad y los iímites de la influeacia de lw otros factores (1);

Esto no es todo, sin embargo. La clase superior mira a la inferior con iin desprecio no disimulado, no obstante que ella toma parte en el proceso de producci6n en calidad de cla- se dirigente. Ello se refiere igualmente en la ideologla de las clases en cuesti6n. Los romances franceses de la Edad Media, y particularmente las cancianes de gesta, pintan a los cam- pesinos de entonces con los colores mas ingratos, He aqul un ejemplo:

Li vllaen son de laide forme Ainc si tres laide ne vit home; Cliaucuns a XV piez de granz. En auques ressemblent jaianz. Mais trop wnt de laide manikre; Bocu sont dcvant et dkrriere (2).

Pero los campesinos, como se comprende, tenlan de sf una Idea totalmente diferente. Mostrfindose indignados ante el desprecio de ks señores, cantaban:

Nous sommes des hommes, tout comme eux, ,

et capables de soufrir tout autant qu'eux.

y continuaban su canción, por el mismo estiio.

-- (1)- He aquí un ejemplo de otra naturaleza: El "factor d t 11

yoblación", según la expresión empleada por A. Kon (ver su obra 1.a facoeurs de populadon dans k dévelopement social. París. 1910). ejerce indudablemente una gIan influencia sobre el desarrollo social. Pe- ro Marx tiene perfecta razón cuando dice que las leyes abstractas de la multlplicaci6n no existen más que para los animales y las plantas. El crecimiento (o la dismínuci6n) de la población en la sociedad humana depende de su organización, la cual está determinada por la estructura rcon6mica de la mism?. Ninguna "ley abstracta" de maltiplicaci6n ex- plicad en nada el hecho de que la población de la Francia achial no aumente casi. Gran error el de aquellos sociólogos y economistas, que ven m el crecimiento de la población la causa inicial del desarrollo social. (Ver A. Lona, La lqge di populazione ed il sbama sodales. glen- no, 1932).

(2) Comparar Les c!ases riiraleo et le régime domanial rn Fance au moyeh 6ge. por Henri Sée. París, 1901, pág. 554. Ver igualmen. tr Fr. Meyer: D e Srande. ihr Leben und Ta~:bon, Marburg, 1882. plg. 8.

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Además, se preguntaban: "Cuando Adin trabajaba la t i e ~ rra y Eva hilaba, ¿dónde estaba el gentilhombre?" En suma, cada una de las dos clases juzgaba la cuestiún desde su pro- pio punto de vista, cuyo carácter particular se hallaba condi- cionado por la situación que ellas ocupaban en Ia sociedad. La lucha de clases imprimia sus huellas en la sicologia de las partes en'lucha. Quien quiera estudiar la historia de las ideo- logías en una sociedad dividida en clases tiene que consagrar toda su atención a esta influencía. De otro modo n.o llegará a comprender nada. Ensayad una explicacidn económica dimc- ta de la aparición de la escuela de David en l a pintura fran- cesa del siglo XVIIl y concluir6is en un resultado que n o se- rá más que un contrasentido molesto y ridiculo. Pero consi- derad esta escuela como el reflejo ideol6glco de la lucha de clases que se desarrollaba en el seno de la sociedad francesa en vispera de la gran revoliición, y la cuestión cambiarh en seguida de aspecto. Ocurrirá eritmces que cualidades del arte de David, que podria creerse en absoluto fuera de la econor mía socia!, a la que ningún lazo les uniría, se harán perfec- tamente comprensibles (XXXIII).

Es necesario decir otro t3nto de la historia de las ideo- logias en la antigua Grecia, ea la cual se ha dejado sentir profundamente la influencia de la lucha de clases. Es precisa- mente la circunstancia de que Espinas no haya hecho resal- tar esta influencia, si no apenas, en su interesante estudio, lo que da a sus importantes conclusiones un carácter demasia- do unilateral. Se podria seguir citando numerosos ejemplos se. mejantes, y todos ellos testimoniarian que la influencia del ma- terialismo de Márx sobre ' estos sabios habría sido alstamente provechosa, porque ella les habría llevado a considerar otros "Hictmes", además del tkcnico y econámlco. Esto podria pa- recer una paradoja, pero es una verdad incontestable que no nos asombrará si recordamos que aunque, según Marx, todo movimiento social es expiicado por el desarrollo económico de la sociedad, no lo es sino en Último anhlisis, es decir, q-~fe tal movimiento presupone la acción intermediaria de una se- rie de otros "factores".

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Otra tendencia comienza a delinearse actualmente en la ciencia molerria, opuesta a la que acabamos de seiialar en Espinas. €s . la de explicar la historia de las ideas por la ex- clusiva influencia de la lucha de clases. Esta novisima ten- dencia, por el momento todavía poco aparente, se ha desa- rrollado bajo la influencia directa de2 materialismo historico de Marx. La encontramos en las obras d e r áutor griego A. Eleutlteropulos, cuya princip'al obra Wirtschaft un Phi lw- pie (t. 1, Die Philosophle md die Lebensauffassung dw Orie- chenhms auf Orund der gesellschaftllchen Zustande, y t. 11, Die Philomphie und die Lebensauffassung def germanisch- roimischen Volker) ha aparecido en BerlIn en 1900. Eleuthero- pulos sostiene que.la filosofiá de cada época expresa la con- cepción del mundo y de la vida (Lebens-und Weltannschauung~ propia a cada una de ellas. Esta concepción no es muy nueva. Hegel decía ya que cada sistema de filosofía no es sino Iia expresión ideológica de su época. Según él, las particularida des de las diferentes epocas, y, por consiguiente, las fasés co- rrespondientes al desarrollo de la filosofía, esta6an deterrni- nadas por el movimiento de la Idea absoluta, en tanto que, según Eleutheropulos, cada época se caracterizaba, .ante to- do, por el estado económico que le corresponde. La economía de cada pueblo determina su concepción del mundo, y ésta encuentra su expresión, entre otras, en la filosofía. 41 mismo tiempo que se transforma la base económica de la sociedad se transforma su superestructura ideológica. Pero como el desarrollo econ6mico conduce a la división de la sociedad eii clases y a la lucha entre ellas, la concepción del mundo pro- pia' a una epoca determinada no tiene w ,carácter uniforme: difiere según las clases y se modifica segYn la situación, las necesidades, las aspiraciones de esfas clases y las vicisitudes de la lucha entre ellas. Tal es el punto de vista de Eleuthe- ropolus sobre toda la historia de la filosofia, fue merece, sin duda, la mayor atención y una aprobación absoluta. Desde hace largo tiempo se comprueba ya an la literatura filosófica cierta .tendencia a no aceptar el viejo metodo que consiste en considerar la historia de la filosofia como la simple filia- cibn de los sistemas filos6fims. En su trabajo publicado ha- cia 1890 y consagrado a la cuestión de saber cómo es nece- sario estudiar la filosofia, el conocido escritor francés Picavet

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deelaraba que semejante filiaci6n explica, en realidad, muy poca cosa (1). Se p d r f a saludar la aparicibúi del libro dc Eleutheropulos como un nuevo paso adelante en la historia de la filosofla y una victoria del materialismo histórico aplicado a uiia de las ideologías mhs distanciadas de la economfa. Pe- PO, desgraciadamente, Eleutheropulos no da pruebas de un gran arte en el manejo del metodo dialbctico de este materialismo. Ha simplificado al extremo los problemas que se le plantean y no ha podido, por consiguiente, encontrarles sino solucio- nes muy unilaterales y, por To tanto, muy poco satisfactorias,

Tomemos por ejemplo a Xen6fanes. Según Eleutheropu- los, aquel fue, en filosofía, el intérprete de las aspiraciones del proletariado de la antigua Grecia. Es el Rousseau de su bpo- ca (2). Era partidario de una reforma social en el sentido de la igualdad de todos los ciudadanos. y su teorfa de la unldaa del mundo no era sino la base teórica de sus proyectos de

*reformas (3). Sobre esta base venian a edificarse todos loti detalles de su filosofia, comenzando por su concepción de la divinidad, para terminar en aquella según la cual nuestros sentidos nos dan una represantación ilusoria del mundo ex- terior (4). . La filosofla de ~erhc l i to el Oscuro había sido engendra- da por la reacci6n de los aristócratas contra las aspiraciones revolucfonarias del proletariado griego. La igualdad uniwr- sal es imposible: la naturaleza misma hace a los hombres des- iguales. Cada uno debe contentarse con su suerte. Dentro del Estado es necesario ,tender no a la subversión del orden es- tablecido, sino a suprimir lo arbitrario, hecho posible lo mis- mo bajo la dominacldn de algunos que bajo la de la masa. El poder debe pertenecer a la ley, en la cual la ley divina en- cuentra su expresión. La ley divina no excluye la unidad, pem la unidad conforme a esta ley es la unidad de los antagmism. Es por eso que la realizacibn de los proyectos de Xenófanes se- rla Una infracción de la ley divina. Desarrollando este pensa- miento y apoyándose en otros argumentos, Herhclito ha creado su dochina dialectica del devenir (5).

(1 ) L'histoire de la philosophie, E( qii'clk' a it6, ce qu'ctle pcur. Irre. París, 1888. .

( 2 ) Witmcbaft und Philwphie. t. 1, pig. 9 8 . (3) Ibid., p6g. 99.

. (4) , Rirrschaft iind Philosophie, pigs, 99-101. (S) Ibid., t. 1. pdgs. 103-1 07.

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He aquí lo que dice E~eutheropulos. La falta de espacib no nos permite reproducir btros ejemplos. del analisis que él hace de las causas que han determinado la evolución de la filosofla, aunque casi no hay necesidad de hacerlo. Esperamos que el lector mismo se de cuentd de la insuficiencia de este anhlisis. En'realidad el proceso de la evolucibn de las ideo- logias es incomparablemente mas complejo (1). Leyendo es- tas consideraciones tan simplistas sobre la influencia que la lucha de clases. ha ejercido sobre 1.a historia de la filosofía hay 'que lamentarse que 'Eleutheropulos no haya conocido el llbro ya citado de Espinas, cuya manera unilateral, sumada a la suya, igualmente unilateral, habria llenado muchas lagunas de su anhlisis.

Sea lo que fuere, la tentativa frustrada de Eleutheropulos i ~ o deja por eso de constituir un nuevo argumento en* favor de a tesis-insólita para muchos-de que un conocimiento m 2 S profundo del materialismo histórico de Marx seria de mil- cha utllidad a algunos sabios contemporhneos, justamente pa- ta preservarlos de caer en la m e r a unilateral de tratar las c&mes. Eleutheropulos conoce el materialismo histórico de Marx. Pero lo conoce mal. La prueba de ello es la prekn- dida rectificación que encuentra necesario hacer.

' Observa que las relaciones económicas de un pueblo no condicionan sino "la necesidad de su desarrollo". E) desarrollo mismo seria un asunto individual, de manera que la concep- cibn del mundo de este pueblo estaria determinada, en pri- mer Iiigar, por su carácter y por el del pals que habita; por sus necesidades, después, y, finalmente, por las cualidades per- sonales de los hombres que hacen en su seno obra de reforma- dores. Es en este sentido solamente, como lo hacer notar Eleu- theropulos, en que se puede hablar de una relación de la filoso- fla ccn la economia. La filosofla satisfarla así las exigencias .le su tiempo, y ello co~nforme a la personalidad del filbsofo.

Eleutheropulos estima evidentemente que esta concepci6n de las relaciones de la filosofla y de la economfa representa *ilgo completamente nuevo fre te a la Concepción materialista r de hlarx y Engels. Juzga, po eso, necesario dar un nombre' nuevo a su interpretación de la historia, llamándola Ia teorí~

- ( 1 Además. rofiriindose a 13 eeonomía de la Grecia antigua.

Eleutheropolus no da'una idea concreta y se limita a lagares comunes. que en este caso, como en otros, no explican nada.

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griega del devenir (1). Esto es simplemente diverfido, y sblo cabe decir una cosa, a este propósito: la "korla griega del devenir", que no es, en realidad, sino materialismo hist6rico mal digerido y expuesto de manera niuy incoherente, pm& sin embargo, mucho mbs de lo que Eleutlieropulos da, cuando pdsa de 1á característica de su mktiodo a sú aplicación. En- tonces se aleja completamente de Marx.

Ea cuanto concierne especialmente a la "personalidad del filósofo" y, en general, a la de todo hombre que deja en la histcria humana la huella d e su actividad: es un grave errar creer que la' teoria d i Marx y Engels no permite un lugar pa- ra ella. Es evidente que s e lo asigna; pero ha sabido, al pro- pio tiempo, evitar la inadmisible aposición d e Ia actividad da la personalidad^' con la marcha de los acontecimientos, de. bmimad~t par la necesidad económica. Recurr'ir a ella es de. nicstrar que no se ha comprendido gran cosa de la explica- ~1611 materialista de la hissoria. La tesis inicial del materialis-

':no, como ya lo hemos repetido v r'ias veces, dice que b his- toria es hecha por los hambres. I" si ello es asi, es claro que es hecha, entre nosotros, por los "grandes hombres". No falta ~ntorices sino darse cuenta de que es precisamente lo que de- 'criíiina la actividad de estos hombres. Engels dice en ulna de aüs czrtas, que hemos citado más arriba:

"Que semejante hombre, y precisamente 61, se eleve en de!erminada epoca y en un pais dado, constituye naturalmente un puro azar. Pero si nosotros lo elimin5semcrs Iiariia faRr quien le reemplazara, y este seria, finalmente, encontrado, bien o mal. Es al .azar al que es necesario atribuir el hecho d e que ci oictador militar que la República fnancesa, agotada por sus propias guerras, exigfa necesariamente fuese el corso Napo- leon. Pero que a falta de Napole6n otlro hombre habria ocu. pauo su lugar, es algo que queda'demostrado por el hecho (le que el hombre preciso, Cesar, Augusto, Cromwell u otro, na s!do encontrado cada vez que ha sido necesario. Si Marx ha descubierto la concepción mater.ialista de la historia, el ejem- plo de Thierry, de Mignet, de GiiizoS y de todos los historla- dores ingleses hasta 1850, demuestra que s e tendia a este re- siiltado, y el descubrimlmto de esta misma concepción por Morgan es una prueba de que habia llegado la epoca de for.

- (1) Wirtxhafr und ~1;ilosophie. pág. 17.

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mularla y que ella era una necesidad. Tal puede decirse de todos los azares o de lo que parece azar en la historia. Cuan- bo más se aleja de la economia el dominio que exploramos y reviste un carácter ideoldgico abstracto, encontramos el azar oon más frecuencia en su desarrollo y mayor es el zig zag que dibuja su curva. Pero trazad el eje medio de esta curva, y encontrartis que cuanto mayor es el periodó por examinar y más vasto el dominio tratado, m&s tiende dicho eje a ser paralelo al del desarrolb ec~nómico.~' (1). - La "personalidad" de todo hombre eminente en el campo intelectual'o social pertenece al nitmero de estos azares, cuya aparicibn no impide a la llnea "media" del desarrollo Intelec- tual de la humanidad seguir un curso paralelo al a e su de- sarrollo econ6mico -(2). Eleutheropulos se habria dado mejor cuenta de lo que precede,si hubiera estudiaqo atentamente la teorla histórica de Marx y mostriindose menos preocupado de crear su propia "teoría griega" (3). C.

Es inútil agregar que estamos a~tualmente lejos de poder descubrir siempre la relaci6n causal existente enkre la apari- cidn de una idea filosófica y la situación econ6mica de la tipo- ca en que esth situada. Pero es que comenzam.os apenas a trabajar en esta dirección, y si e c t u v i ~ r a m s en aptitud de dar respuesha a todas las cuestiones que en este sentido se plan- tean, o siquiera a la mayor parte de ellas, nuestro trabajo es- taría terminado o a punto de estarlo. Lo que importa en este paso no es el hecho de que nosotros no, sepamos todavia re- solver las dificultades que encontramos en este dominio. No ha haM:io ni puede haber metodo capaz de suprimir de un golpe todas las dificulífades que surgen en la ciencia. LO que importa es que la interpretación materialista de la historia re- suelve las dificultades en cuesti6n con mucha mayor facilidad que las interpretaciones idealista y ecltctica. La prueba de ello es que el pensamiento cientlfico en el dominio de la hk- torla tendia con una fuerza excepcional hacia una interpre-

- (1) mc Zocialistiche i\kademikrr. Berlin. 1895. núm. 20. pá-

gina 374 (2) Ver nuestro articulo titulado: "Del papel de la personali-

dad en l a historia" en nuestro libro Voinco años. (Obras. t. VIII). ( 3 ) Llama griega a "su teoría", porque, segdn 61. las "tesis fuii-

damectaks" han sido enunciads~ por el griego Tales y desarrolladas de nuevo por un griego. ea decir. por Eleuthoropulos; vóase su libro, fi~. 17) . . .

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tacidn materialista de los fenómeiloc, y que i l la buscaba, por 8si decirlo, c m inalstencia, desde la epoca de la Restau~acidn ( l ) , no cesando de gravitar hacia ella. Esto no obstante la noble indignación que se apodera de todo ideólogo burgues que s e respeta desde que oye la palabra "materialismo".

1.3 obra de Franz Feuerherd, titulada Dle Entstehung det SMe aus der potitischen Oekonomie, mter Thell (Leipzig, l@)2,), puede servir de tercer ej plo demostrativo de cómo son ~ictualmen!e inevitables las te a tativas de ensayar una ex- pli,acibn materialisla de todos los aspectos de la cultura hu- mana. Dice este autor: "Según el modo de producción predo- miliante y la forma .de Estado que 61 condiciona, la fnteligen- cia huma:ia se desarrolla en sentidos determinados, permane- ciendo los o!c.os inaccesibles. Es por esto que la existencia de todo estilo (en el arte) supone la de hombres que viven eii condiciones pol!ticas determi~nadas, produciendo segfin un m3- do deterniinado de produccibn y animados de determinados ideoles.. . Citando tales causas previas se producen, los hom- bres crcaii los estilos correspondientes, tan necesaria e ine- vitablemente, como el bromuro de plata ennegrece y el arco- iris aparece .sobre las nubes tan pronto como el sol, su causa, produce sus efectos" (2). Esto es, en efecto, la verdad, y es interesante comprobar que es un historiador del arte quien lo recorncc. Pero cuando Fe~ierhcrd intenta explicar el origeii de los disf.iiitos estilos griegos por el estado eco.nómico de la antigua Grecia llega a un resiiltado iiiuy esquemhtico. No S U - bemcs si la segunda parte di3 su obra ha aparecido ya. Peru nos henios desinteresado de ell) porque nos henms dado per- .fecta cuenta de que posee muy nial el metodo materialista mo- derno de estas doctrinas. Por su esquematismo, sus razona- mientos nos hace recordar los de nuestros doctrinarlos Frlts- che y Rojkov, a los que hay que desear, 10 mismo que a el, que estudien, ante todo y sobre todo, el mteriallsmo c o n h - pof8neo. Solamente el inarxismo puede preservarles de caer én el esquernatkmo.

(1) ' Ver a este p&~sito nuestro prcfxio a la stgunda tdicióa de nuestra tradición rusa del hbnifiesta. ,

( 2 ) Páginas 19 y 20 del libro d: F. Feuarhcrd.

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El finado Nicolás Mikliailovky afirmabn, en ocasi6n de su polemica con nosotros, que la teorla histbrica de Marx no tendrla jam6s una amplia expansión en el mundo de los sa- bios. Acabamos de ver, y lo veremos todavia, que ello ino es exacto. Pero, ante todo, nos falta descartar todavia algunos otros malentendidos que perjudican a la exacta comprensl6n del materialismo hist6rlco.

S1 nos propusieramos expresar brevemente la concepcidn de Marx y de Engels sobre la relaci6n de la celebre "base" con la rno menos celebre "superestructura", concluirlamos en lo siguiente:

1.9 esfado de tuerzas productiva& 2.' Relaciones económicas, coridicionadas por estas

fuerzas. 3.0 Regimen social - pofitico, edificado sobre una base

"económica" dada. 4.0 PMogia del hombre social, determinada, en parte,

directamente por la economia, en parte, por todo el regimen social - .polltico edificado sobre ella.

B.* Ideulogias diversas que reflejatii estas psicologlas. Esta formula es lo bastante amplia coino para que quepan

dentro/de ella todas las "formas" del desarrollo histdrico al mismo tiempo que es completainente extraña a aquel eclec- ticismo que no sabe ir m6s alla de la acd6n recfproca entre las diferentes formas sociales, sin que el hecho de esta accibn reclproca resuelva siquiera la cuestibn de su origen. La nues- tra es una fbrmula monista y estA esancialmente impregnada de materialismo. Hegel decla en la Pllomfia, del espftik "El espíritu es el Iinico principio motor íle la historia." No puede pensar de otro modo quien se adhiera al punto de vista del idealismo segiin el cual el a& esta condicionado por el penw. El materialismo de Marx demuestra de que manera la historia del penaadento estd condicionada por la historia del &T. Pe- rc el idealismo no ha impedido a Hegel reconocer la acci6n de lo economda copo la de una causa que "se ha hecho efec- tiva por intermedio del desarrollo del espiritu."'Asimismo, el materialismo no ha impedido a Marx reconocer en la historia la acci6n del espiritu como la de una fuerza cuya dirección esta determinada en cada epoca por el desarrollo de la m- nomla.

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E! hecho de que todas las IdeuJogJas tenga11 una raíz co. m i a . 3 saber, I a psPioiogia de ta Bpam en cuesan, .no es dificil de comprender, y quien quiera se convencerd de ello coi1 sblo ponerse, aunque no sea sino superficialmente, al cu. rricnte de los hechos. Como ejemplo, citarenios edtre otros, PI raso del romanticismo frances, Ylctor Hugo, Éugenio Vela- croix y Hkctor Berlioz actuaban en tres campos arfisticos to- talmente diferentes, Cada uno de ellos se eiicantraba bastante alejado de los otros dos. Por lo menos, Victor Hugo no ama- ba la mijsica, y Delacroix desdeñaba a los mhsicos "rom&n- ticos". A pesar de ello se considera a estos tres hombres, can razdn, como la "trinidad romAnticaW. Una misma psicologla se refleja en sus obras. Se puede decír que el cuadro Dante y Virgilio, de Delacroix, expresa el mismo estado de Anjrno que ha dictado a Víctor Hugo su Hemani y a berlloz su SinfmIs fmhf&c8. Esto lo sentian sus eantemporAneos, es decir, aque- llos que se interesaban seriamente por la merat~ira y el arte. Ingres, que era cl&sico por sus gustos, Ilamabá' a Berlioz "el detestable mirsíco, el monstruo, el bandido, el Anticristo" (1). Ello recuerda las galantes opiniones expresadas por los clA- sicos a propdsito de Delacroix. cuyo pincel calificabe'de "es- coba ebria", Como se sabe, Berlioz, igual que Vicfor Hugo, tuvo que sostener. verdaderas batallas (2). Se sabe, igual- mente, que no aIcanzt5 la victorja sino despues de esfuerzos incomparablemente mayores que los de Hugo y muclio más tarde que éste. ¿Por qu& ocurrib tal cosa, siendo asl Que la psicologia expresada eo su música fué la rnism3 que la que habla encontrado su expr~sibn en la poesia y en e\ drama to- rntint:(os? Para responder a esta pregunta seria necesario ex- plicarnos muchos detalles e n la h'rstoria comparada de la Ynú- slca y de la IIteratura francesas (3), lo cual serh diffcll por ..---

( 1 ) t'er las Souvenirs d'un l~ugolárrc. por Agustin Challamd. París. 1885, pdg 259. lngres ha sido mds consecuelite que Delacroix.

mmdntico en pintura. habia conrervado una predilertibn por (a mdsica cldsica.

(2) Comparar el Iíbro de Challamel, pág. 258. (3) Y Gbte todo en la hlñt~ri% del papel desempeiiado por cad.1

una dc estas atta ern calidad de intbrprete de los estados de alma1 de la í p t a . Se sabe tn qub diferentes épocas aparecen en primer plano,. ídm- logíaa diferentes y ramas ideológicas distintas. La teologla ha desempe- Üado en l a edad media un papcl mucha mis íinpofaate que al pneaen- te: la danza mra ea la sociedad primitiva e1 arte mis imponante. en tau- to que ahora esta Iejas de serlo. ctc.. t tc .

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murho tiempa, sino para siempre. Pero sobre lo que no pue- de exi~t i r la menor diida es sobre el hecho de que la psico- logía del romanticismo frances no sera comprensible para nosotros sino en tanto la consideremos como la psicología de una clase determinada que se encontraba en condiciones so- ciales e históricas determinad'as (1). ' .

J. Tienot dice: "El movimiento de 1830 en la literatura y en el arte estaba lejos de tener un carhcter de revoluci6n popular" (2). Ello es absolutamente cierto. El movimiento en .cuesti6n era esencialmente burgues. Esto no es todo, sin em- bargo. Dentro de la burguesla misma no gozaba de la sim- patia general. Según Tiersot, expresaba la tendencia de un pequeño grupo de "elegidos1', demasiado perspicaces para des- cubrir el genio donde el ee encontrara (3). Tiersot comprueba así de manera superficial-es decir, idealista-el hecho de que la burguesía de la epoca no comprendía una gran parte de las aspiraciones y sentimientos que abrigaban entonces en la literatura y en el arte sus propios ideólogos. Parecido desa- cuerdo entre los ideólogos y la clase cuyas tendencias y gus- tos expresan no es cosa rara en la historia. Ello explica mu- chas particularidades en el desarrollo intelectual de la huma- nídad. Cuando se ha producido, ha provocado, entre otras, una actitud de desprecio de la "elite" "refinada" respecto a los burgueses "obtusos", actitud que aun en nuestros dfas ha in-

- --- (1) Hay en el libro de Chtsneau (Les Chefs d'Ecole, París,

1383. págs. 378-379) una observación muy fina sobre la psicología de los románticos. Chcsnean hace notar que el romanticismo ha hecho su aparición al día siguiente de la Revolución y del Imperio. "En la litcrriura y el arte, hubo una crisis parecida a la que se produjo en las costumbres después del Terror, una verdadera crisis de los sen- tidos. Las gentes habían vivido en un miedo perpetuo. Después SU miedo ccsó y se abandonaron al placer de vivir. Las apariencias, las formas cx- teriores atraían exclusivamente 'su atenci6n. El cielo azul, la luz des- lumbradora. la belleza de las mujeres, los terciopelos suntuosos, las sedas de colores cambiantes, el brillo del oro, el resplandor de los diamantes. todo invitaba al plac9r. Las gentes; no vivían aino con los ojos, ellas habian dejado de pensar". Esto se parece en mncbos puntos a 1 1 psicología de la época que actualmente vivimos en Rusia. Pero la mar- cha de los acontecimientos, que era la causa de este estado de ánimo, estaba determinada por la evolución económica.

(2 ) Hictor Iiei!ioz ct la société de son temps. París, 1904, pigina 190.

(3) Ibid.

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ducido en error a muchos espiritus ingenuos, haciéndoles in- capaces de comprender el carácter archiburguk del romanti- cismo (1). P e ~ o *m este como en otros casos, el origen y -el caricter de tal desacuerdo no pueden ser explicados, en ul- timo a?Alisis, mas que por la situación económíca de la cla- se social en cuyo seno se ha manifestado aquel. Aqui, como en toda otra ocasibn, 3610 el sér puede hacer luz sobre los "secretos" del pensar. Y es por eso que en este-como en los demhs casos-sólo el materialismo es capaz de dar una ex- plicación científica de la "marcha de las ideás".

XIV

En sus esfuerzos por explicar esta marcha, los idealistas no han sabido jamis mirar desde el punto de vista del "curso de las cosas". Asi, Taine explica las obras de arte por las propiedades del medio que al artista. Pero ~cuAles soti éstas? Son, según 61, las propiedades psicollbgicaa, es decir, ta psicologia propia de una época determinada y cuyas propie- dades mismas tienen necesidad de una explicacibn (2). El ma- terialismo, al explicar la psicologia de una sociedad o de una clase determinada, se refiere a la estructura social creada por ei desarrollo económico; pero Taine, que es idealista, explica el origen del regimen social por la psicologin social, 10 que le lleva a contradicciones sin solución. No todos. los idealistas conceden en la actualidad su adhesión a Taine. Se comprende por que. Por "medio" Taine entiende la psicologin de la ma- ea, la psicologta del :'hombre medio" de una epoca y de una clase determinada, y esta psicologia es, según 61, la última instancia a la que puede recurrir el sabio. Por consiguiente, según Taine, el "gran" hombre piensa y siente inspirandose siempre en el hombre "medio" en las "mediocridades". Ahora bien, eno es falso y, ademAs, descortes para los "intelectua- les" burgueses, inclinados siempre a colocarse en la catego- rla de los grandes hombres. Taine ha sido el hombre que habiendo dicho A, se ha mostrado incapaz de pronunciar B, -

(1 ) Aquí nos encoiitramos frente al mismo quiproquo que hace que los partidarios del archiburgués Nietzache se nos presenten verda- dcramente divertidos cuando atacan a la .burguesía.

( 2 ) "La obra de aite, dice Taine, está determinada por nn con- junto representado por el estado general de espíritu y las costumbres predominantes".

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arruinando asi'su propia causa. No habia posibilidad de salir del dedalo de contradlcclones que habia creado., fuera de in que ofrece el materialismo histdrlco, que reserva un lugar ade- cuado tanto a la personalidad" como al "medio", a las gentes medias como .a los "elegidos del destino".

Desde la Edad Media hasta 1871, inclusive, Francia ha sido el país donde la evoluci6n social y politica y la lucha en- tre las diferentes clases sociales han revestido el carácter más tlpico, en la Europa occidental. Dicho esto, no deja de tener interes hacer notar que é s precisamente en Francia donde se puede descubrir más fdcilmente la relación causal que existe entre el desarrollo. y la lucha ya cifados, de un lado, y la his- toria de las ideologías de otro.

Hablando de la razón por la que expandieron, en la epoca de la Restauraci6n en Francia, las ideas de la escuela teo- crdtica sobre la filosofla de la historia, R. Flint observa lo si- guiente: "El kxito de semejante teoría permaneceria, sin ern- bargo, inexplicable, si el sensualismo de Condillac no le hu- biera preparado la vla y si no hubiera e s t a 0 manifiestamente destinada a servir los intereses de aquella otra teorla que representaba las ideas de una vasta clase de la sociedad fran- cesa $antes y despues de la Restauraci6n1' (1). Esto es eviden- temente justo. Es fAcil comprender que clase era la que habla encontrado, en la escuela teocrática, la expresidn ideológica de sus intereses. Pero ahondemos mas a fondo nuestro estu- dio de la historia francesa y planter2monos esta cuestión: ¿no seria posible descubrir igualmente las causas sociales d ~ l éxi- tq del sensualismo en la Francia, anterior a la Revolución? El movimiento intelectual de donde hablan surgido los te6ri- cos del sensualismo, ¿no expresaba, a su vez,, las tendencias de cierta clase social? Indudablemente que si: expresaba las tendencias de emancipaci6n del tercer estado franch (XXXIV). Si fueramos más lejos en este sentido veríamos que, por ejem- plo, la filosofia de Descartes refleja muy vivamente las ne- cesidades de la evolucibn economica y la relaci6n de las fuer- zas soclales de su época (2). Finalmente, si nos referimos al

( 1 ) Th/? philosopbv of history in France and Germany, pág. 149.

( 2 ) Ver la Histoire de la i,ittérature Francahe. d e . G . Lanson (Paria. 1896, págs. 39.4-397). donde la relación eiitrc ciertos aspectos de la filosofía de Descartes y la psicología de la clase dominante en Francia durante la primera mitad del siglo XVIII está bastante bien ex- plicada.

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siglo XIV y fijamos nuestra atención, por 'ejen~plo, sobre la3 novelas de caballería que tuvieron un gran e x i t ~ en la Corte' y en la aristocracia francesa de la epoca, veremos una vez más que ellas eran el espejo de la vida y de las preferencias de aquella clase (1). En una palabra, la curva del inovimien- to intelectual en este interesante pais, que hace poco todavia estaba en perfecto derecho de decir que "marcliaba a la ca- beza de las naciones", toma una dirección paralela a ka del desarrollo económico y a la del social y político, condicio- nado por aqu6l.

Todos aquellos señores que hablan "criticado" a Marx en diferentes tonos, no tenían la menor idea de todo esto. Es iti- dudable que si la critica es una cosa bella y loable, es ne- cesario, sin embargo, criticar con conocimiento de caiisa, es decir coúnpri~nder lo que se crltisa. CMticar un mkfodo dado de Investigación científica, es determinar hasta qué punto puede servir para descubrir la relación causal de los fenbmenos. Pe- ro ello no puede hacerse sino por medio de la experiencia, es decir, por la aplicacidn de este metodo. Criticar el rnatc- rialismo histórico es ensayar la aplicación del método iie Marx y Engels ral estudio del movimiento histórico de la humanidad. S610 de esta manera podri descubrirse los lados débilels y fuer- tes de este metodo. "The proof the pudding is in tire eatimig" (la prueba de que el pudin existe es que se le come), ha dicho En. gels, explicando su teoría del conocimiento. Esto es igualmen- te cierto para el materialismo histórico. Para criticar este pla- to es necesario haberlo gustado previamente. Y para gustar el método de Marx y Engels, es necesario saber servirse de él. Pero saberlo hacer diestramente supone una preparacihn cientifica mucho más seria y un trabajo intelectual más inten- so que los elocuentes discursczs seudo-críticos sobre el carác- ter "unilateral" del marxismo. .

Los "criticas" de Marx dicen, los unos laiiientanciolo, ¡os otros en tono de reproche y algunos todavia, con un júbilo maligno, que hasta ahora no ha aparecido un solo libro que sirva de ju~stificación teórica al materialismo histórico. Por fa1 entienden generalmente algo del género de u11 tratado com- pendiado de la historia universal desde el punto dc vista ma-

- - -- ( 1 ) En su Histoire des Francais (t. 1. pág. 59), Sismondi ~ m i -

t e sobre la significación de estas novelas una opinión intercsmte que su- ministra dntos para el estiidio sociológico de la $imitación.

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terialista. En la actualidad, semejante #tratado no podría ser escrito ni por un solo sabio, por universales que fuesen sus conocimientos, ni por todo un grupo de sabios. Para la con- fección de tal libro, no existen suficientes materiales y no los habra por mucho tiempo. Ellos sólo pueden ser acun~ulados por medio $e una larga serie de investigaciones sobre deta- lles .en los dominios correspondientes de la ciencia y reali- zados por medio del método de Marx. Dicho de otro moda, los "críticos" que reclaman semejante libro querrían que el tra- bajo fuese ccumenzi~do por el fin, es decir, que fuese previa- mente explicado desde el punto de vista materialista, el mismo proseso histórico que se trata, precisamente de exponer. De hecho, este libro se esth escribiendo a medida que los sa- bios contemporAneos-lo más a menudo sin darse cuenta de ello, como ya lo hemos dicho.-se ven obligados, eií el estado actual de la sociologia, a dar un3 explicacidn materialista de los fendmenos que estudian. Por si solos, los ejemplos cita- dos anteriormente,, son una prueba de que han existido muy pocos sabios de esta clase.

Laplace dijo que después del gran descubrin~iento de New- ton, transcurrieron cincuenta años antes de que fuese comple- tado por otros descubrimientos de importancia. Esta gran ver- dad ha necesitado todo ese tiempo para ser comprendida por todos y vencer 10s obstáculos levaritados por la teoria de los torbellinos y quizh tambien por el amor propio de los mate- mfiticos contemporhneos de Newton (1).

Los obstáculos que encuentra el materialismo moderno co- mo teoria armoniosa y consecuente son incomparablemente más considerables que los que encontró en su aparición la teo- ria de ~ e w f o n . Contra 61 se dirige directa y resueltamente el interes de la clase actualmente dominante y a cuya influen- cia esta sometida la mayor parie de los sabios de nuestra epo- ca. La dialéctica materialista "qffe no se inclina ante nadie y considera las cosas en su aspecto transitorio", no puede go- zar de la simpatia de la clase comrrvadwa, que es actual- mente, en Occidente, la burguesía. Ella es tan contraria al es- tado de espiritu de esta clase que se presenta naturalmente a sus idedlogos como algo intolerable e inconveniente, algo que no es digno .de las "personas honestas" en general y en par-

( 1 ) Exposition du syetfnic du monde. París, .año IV, t. 11. p i - ginas 291-292.

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ticular de los "respetables" hombres de ciencia (1). No es de extrañar que cada uno de estos "respetables!' sabios se con- sidere moralmente obligado a apartar de si toda sospecha de simpatfa par el materialismo. Y lo mas frecuentemente, lo de- iiuncia con tanta mas fuerza cuanta más persistencia pone .en mantenerse en sus investigaciones especials, dentro de un punto de vista materialista (2). Resulta de ella una especie de "mentira convencional" semj-consciente, que no puede tener sino una nefasta influencia sobre el pensamiento teórico.

La "mentira convencional" de una sociedad dividida en clases, toma proporciones tanto mAs considerables, cuanto mas queSrantado se encuentra el orden de cosas existente, por la acción del desarrollo econ6mico y de la lucha de clases que este provoca. Marx ha dicho, muy justamente, que a medida que se desarrollan los antagonismos entre las fuerzas produc- toras en incremento, la ideología de la clase dominante se penetra mas de hipocresía. Y cuanto más descubra la vida, la naturaleza mentirosa de esta ideoiogia, tanto más subli- me y virtuoso se hace el lenguaje de esta clase (Slantk M8.x.

, Documente des Smidisimus, agosto 1904, p. 370-371). La ver- dad de este pensamiento salta a la vista con gran evidencia ahora, por ejemplo, que en Alemania la propagaci6n de la vlda

-- (1) Ver entre otros a este propósito el artículo de Engels mtn-

c i ~ n a d o mis arriba: Ueber den h!kbriFdzni Mate r i a lhas . (2) Recordad con que empeño se justificaba Lamprechet del

ieproche de materialista. Ved igualmenic cómo se defendía del mismo cargo Ratzel (Dio Erde utid das Lebea, pág. 631) . Y sin embargo, el mismo Ratzel escribe: "El total d. las adquisiciones culturales de cada pueblo. en cada etapa de su desarrollo. se compone de elementos mate-

' riales y espirituales.. . Ellos no son adquiridos con medios idbnticos, con la misma facilidad y al mismo tiempo por tod y.... E n la base de las adquisiciones espiritua!cs hay adquisiciones inateriales. Las creaciones del espíritu aparecen como un lujo, solamente después que las necesidades físicas han sido satisfechas. Toda cuestión que se plantea obre el adve; riiiniento de la cultura se refiere, por consiguiente, a la de ]o$ factored que favorecen el desarrollo de 12s bases materiales de l a cultura". iVolkerkunde, t. 1, 1.3 edición. p6g. 17). Esto es materialismo histó- rico indiscutible. solamente que e6 una con~pc ión mucho mnoe pro- funda y, por lo tanto, de caltdad menos elevada, !que el qaten?lirmo de Marx y Engels. . .

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licenciosa y del vicio, revelada por el proceso Harden-Molke, va a la par con el "renacimiento del idealismo" en sociología. Y entre nosotros se encuentra, aun entre las filas de los "teb- ricos del proletariado", a gentes que no comprenden la causa social de este "renacimiento" y se someten a su influencia. Tal es el caso de Bogdanov, Bazarov y otros.

Por lo demis, las ventajas que el método de Marx da a todo investigador son tan considerables, que comienzan a ser altamente reconocidas aún por personas que se somete voluntariamente a la "mentira convencional" de nuestro tiem- po. Entre ellas es necesario citar, por ejemplo, al americano Seligman, autor del libro titulado The economic interpr~etation 0f history, aparecido en 1909, Seligman reconoce abiertamen- te que lo que ha hecho ietroceder a los sabios delante de la teoría del materialismo histórico, eran las deducciones socia- listas que Marx habia derivado de ella. Pero encuentra que se puede obviar el inconveniente "siendo partidario del mate- rialismo ~ c o ~ Ó ~ ~ c Q " y permaneciendo, sin embargo, adversa- rio del socialismo. "El hecho de que las concepciones econd- micas de Marx sean erróneas, dicen, no tiene ninguna rela- cibn con ,la verdad o falsedad de su filosofla de la histo- ria" ( 1 ) .

En realidad,, las concepciones econ61nicas de Marx esta- ban ligadas estrechamente a sus concepciones histdricas. Para comprender bien el Capital, es absolutamente indispensable profundizar el célebre prefacio de Zur Iiritik der politischen Oeconamie y penetrarse de él. Pero no podriamos exponer aquí las concepciones econóinicas de Marx, ni dilucidar el he- cho sobre el cual, sin embargo, no pueda existir la menor duda, de que ellas no son otra cosa que una parte integrante de la doctrina denominada materialismo kistdrico (2). Agre- garemos solamente que Seligman es un hombre lo bastante "respetable", como para asusta- del materia~i~imo. Estima

( 1 ) Páginas 24 y 109 del libro de S.. 'qman. \ (2) Algunas palabras todavía para expli. r lo que precedz. Según Marx. "las categorías económicas no son sino las expresiones .teóricnc, las abstraccio~ies de las relaciones sociales de produ:ción". (Mispdia de .la filosofía, 11 parte, 2.' obs?rvación). Ello significa que Marx considera las categorías económicas igualmente desde el punto de vista de las rela- ciones mutuas que existe entre los hombres .cn el proceso social de la produccióg, y por cuya evolución explica en su líneas fundamentales c1 movimiento hist6rico de la humanidad.

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este "partidario" del materialismo económico que es llevar la8 cosas hasta un extremo intolerable el pretender explicar "la religibn y hasta el cristianismo" por causas econbmicas (1). Todo ello demuestra claramente hasta q ~ i C punto esthn pro- fundamente arraigados los prejuicios y por consiguiente, tani- bien, los obstAculos que debe combatir y vencer la teoria de Marx. Y, sin embargo, el hecho mismo de la aparición del libro de Seligman, asl corno el carácter de las reservas que formula, permiten abrigar la esperanza de que el materialismo histórico-aunque no sea mas que en una forma cercenada, "depurada" - acabará por ser reconocido por los ideblogos de la burguesía que no han renunciado del todo a poner or- den en sus concepciones históricas (2).

Pero la lucha contra el socialismo, el materialisnio y los otros extremos desagradables, supone la existencia de cierta "arma espiritual", que se halla representada, en la actualidad sobre todo, por lo que se llama "la economía po.litica subje- tiva",, completada por una estadisfica que se deforma mhs o nienos diestramente. La principal fortaleza en la lucha contra el materialismo está representada por todas las variedades posibles del lcantismo. En sociologia se utiliza el kantismo a este efecto, como una doctrina dualbta, que rorn~pe la relacibn entre el ser y el pensar. Coino el examen de las cuestiones econ6micas no forma parfe de nuestro plan, nos limitaremos aqul a la apreciación del arma filosSfZca de que se sirve la burguesia en el terreno ideológico.

(1) Ibid, pág. 37. El origen &l qistian.hmo, de Kautaky, por ccr un libro del mismo géne:o "extremo". merece evidentemente, se& Sc- ligman, ser censurado.

(2) El paralelo que vamos a exponer s ed extremadamente ins- tructivo. Según Marx, al explicar la dialéctica materialista, lo que exiotc. cxp!ica al mismo tiempo. su &waparición inev$tablc. En ello vc Marx el lado ventajoso, el valor de esta dialhctica d.csde el punto de vista dc! progreso. Pero Seligman, dice: "El socialismo es una teoría que M nf i r - re al porvenir: e1 matcria!ismo histórico, una teoría que se refiere al pasado". (Ibid., pág. 108) . Es Unicamente por esta razón que Seligman estima posible para él, defendcr al materialismo histórico. L o que equi- vale a d.ecir que se pucdc ignorar cate materialiarno en la medida en que 61 explica la desaparición inevitable de lo quc cxisu, pero rervirse de 61 para la explicación de lo que 112 existido. Ello eo una & lao nuyerosas variedades de la "contabilidad por partida doblc" m el dominio ideo- lógico, la misma qac cs engendrada por causas c c o n ó m k .

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Al final de su pequeño libro S o ~ ~ o ut6pico y socialfsano cientificq Engels observa que cuando los poderosos medios de producci6n creados por 1s epoca capltalista se hayan trans- formado en propiedad social y la producción Iiaya sido or- ganizada de una manera que se conforme a las necesidades de la !sociedad, los hombres serán al fin dueños de la natu- raleza y de si mismos. Solamente entonces co~menzarán a ha- cer conscientemente su historia y las causas sociales que pon- gan en acción, producirhn cada vez más los efectos que ellos esperan. "La humanidad saltarl del reino de la necesidad al de la libertad".

Estas palabras de Engels suscitaron las objeciones de to- dos aquellos que, por ser refractarios m general a la idea de los "saltos", no podfan o no querfan, de níngún modo, comprender el "salto" del relno de la necesidad al de la li- bertad. Semejante "salto" les parecería -estar en contradiccidn misma con la concepci6n de la libertad que Engels había for- mulado en la primera parte del Anti Dühring. Por consiguien- te, para explicar en que consistla la confusión en sus ideas sobre esta cuestión, nos vemos obligados a recordar lo que Engels habia dicho ya en el citado libro.

Explicando las palabras de Hegel, "La necesidad no es ciega sino en la medida en que ella no es comprendida", En- gels afirmaba que la libertad consiste "en el dominio ejer- cido sobre nosotros mismos y sobre la naturaleza exterior y fundado en el conocilniento de las necesidades inherentes a la naturaleza" (1) y ha desarrollado este pensamlento de ma- nera bastante clara para aquellos que están al corriente de la doctrina de Hegel a que se refería. Pero la desgracia es pre- cisamente que los kantistas modernos no hacen más que "cri- ticar" a Hegel, sin haberlo estudiado. No conocl~ndolo, mal po- dian comprender a Eiigels. Es así como hacian al autor del Anti-Dtihring la objeci6n de que no existe libertad donde exis- te sumisi6n a la necesidad, lo cual era per.fectamente lógico en personas cuyas concepciones filosóficas están impregnada6 de un dualismo que no sabe unir el pensar al ser. Desde el punto de vlsta de este dualismo, el "salto" de la necesidad a la libertad e3, en efecto, totalmente incomprensible. Pero la fi- losofia de Mar-lo mlsino que la de Feuerbach-proclama la

.(1) ~ e r r n Eugen Diibrinqt's Umnalztin: der Wiswnscbafr, 5.' tdici6n, pie. 113.

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unidad del ser y del pensar. Y aunque ella comprendecotno ya lo hemos visto anteriormente, hablando de Feuerbach- esta unidad, de modo completamente diferente al del idealismo absoluto, no se diferencia, sin embargo, de la teorla de Hegel en la citada ciiestión de la relación de la libertad y la nece- sidad. Todo el problema se reduce a saber lo que es preciso entender por necesidad. Aristóteles (1) había ya indicado que el concepto de necesidad tiene muchos sentidos: es necesario tomar el medicamento para curar; respirar para vivir; hacer un viaje a Egipto para recibir una suma de dinero. Es una ne- cesidad, por decirlo asi, condicional: es necesario que respi- remos, si queremos vivir; es necesario que tomemos iin medi- camentca, si q u e r e m librarnos de la enfermedad, y asi suce- sivamente. El hombre experimenta frecuentemente necesidades de este genero en el proceso de su acción lsobre la naturaleza exterior: le es necesario sembrar, si quiere cosechar; disparar la flecha, si quiere cazar; aprovisionarse de combustible, si quiere poner en marcha una máquina a vapor y as1 sucesiva- mente. Si no's colocarnos en el punto de vista de la "crítica neo-kantiana de Marx" es necesario admitir que en esta nece- sidad condicional, existe igualmente un elemento de sumisión. El hombre seria nlás libre si pudiera satisfacer sus aecesidades sin emplear ningún esfuerzo. Se m t e siempre a la natura- leza aun cuando 1-51 la subordine a su servicio. Pero este some- timiento es la condición de su liberación: haciendolo, aumen- ta por ello mismo su poder sobre aquella, es decir, su libertad. Ocurriria lo mismo en el caso de que la producción social es- tuviera organizada de una manera racional. Aunque sometien- dase a las exigencias de la necesidad tkcnica y económica, los hombres pondrían termino a este régimen insensato que hace que sean doeminados por sus propios prodvcjos, es decir, au- mentarla formidablemente s u libertad.

Esto no es todo. Hechos a la idea de que el pensar esta separado del ser por un abisino, los "criticos" de Marx, no conocen sino iin sentido de la necesidad: para servirnos tina vez más de los términos de Aristóteles, ellos se representan la necesidad Únicamente como una fuerza que nos impide ac- tuar según nuestro deseo y nos obliga a hacer lo contrario a 61. Tal necesidad está, en efecto, en oposición a la libertad y no puede dejar de pesar sobre nosotros con mayor o menos

(1 ) Mefafisica. libro V. cap. 5 .

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intensidad. Pero es iiecesario tarnbiéii no perder de vista que una fuerza que se presenta ante el hombre como fuer- za exterior de coerción, yendo al encuentro de su de- seo, puede, en otras circunstancia$ hacerlo con un aspecto to- talmente diferente. Tomemos como ejemplo la cuestión agra- ria tal como se presenta en nuestros días en Rusia. La "ex- propiación obligatoria de la tierra" puede parecer a L I ~ I te- ntateniente inteligente o a un "cadete", una necesidad histó- rica mas o menos triste-mfis o menos triste, según el monto de la "compensación equitativa" que le sea asignada. Mas an- te los ojos del campesino, que acaricia la idea de que se le adjudique lo que 61 llama la "tierrecita", la necesidad más o menos triste ser& por el contrario, aquella "compensación equitativa", en tanto que la "expropiación obligatoria" apa- recera seguramente ante 61 como la expresión de su libre vo- luntad y la prenda más preciosa de su libertad.

Nos referimos aquf al punto quizh mCls importarite de la doctrina de la libertad, aquel que no había sido mencionado por Engels por la sencilla razón de que era comprensible, sin mayor explicación, por todo aquel que hubiera seguido la es- cuela de Hegel.

En su filosofía de la religión, dice éste: "Die Freiheit ist des: nichts zu wollen als slch" ( l ) , es decir: "La libertad con- siste en 110 querer nada más que #sí mismo" (XXXVI). Y esta observación proyecta una Iuz considerable sobre la cuestión de la libertad, en cuanto ella concierne a la sicología social: el campesino que reclama la "tierrecita" del gran propietario no quiere "nada más que si mismo". Pero lo que quiere el "cadete" agrario que consiente en cederle esta "tierrecita" no es ya "si mismo'', sino aquello a lo que la historia lo obliga. El primero es libre, el segundo se somete sabiamente a la necesidad.

Ocurriria lo mismo con el proletariado que .transformara los medios de producción en propiedad social y organizara la producci6n social sobre nuevas bases: no querría nada más que si mismo. Y Se sentiria completalnente libre. Pero por lo que se refiere a lo's capitalistas, se sentirían, en el mejor de los casos,, en la situación de aquel propietario agrícola que, habiendo aceptado el programa, de los "cadetes", no podrla dejar de aceptar que la iibertad es una cosa y la necesidad hlstórica otra.

( 1 ) Hegel: Obras, t. XII, pág. 9 8 .

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l'enemos la irnpi.esióii de qiic üquellus que criticaban a Engels no le comprendlan, y una de las razones de esta fn- compren$i61i, es que ellos eran capaces de ponerse mental- mente en la situación de un capitalista, pero no podlan, de nin- gún modo, en la "piel" de los proletarios. Y cree- mos que en ello habla igualmente una causa social particular, causa econ6mica en ultimo tkrmino.

XVI

El dualismo hacia el cual se inclinan en la actualidad los ide6logos de 13 burguesía, dirige todavla otro reproche al ma- terialismo histórico. En la persona de S t a m d e r le censura no tener absolutamente en cuenta la t e l a a g í a social. Este se- gundo reproche, estrechamente emparentadq, desde luego al primero, carece tambien de todo fundamento.

Marx ha dicho: "Para producir, los hombres contraen entre si relaciones determinadas". Stammler ve en esta fórmu- la la prueba de que Marx mismo no ha podido evitar, a des- pecho de su teoría, las consideraciones teleológicas. Las pa- labras de Marx significan, a juicio suyo, que los hombres contraen conscienbamente aquellas relaciones sin las cuales la producción es imposible. Por lo tanto, estas relaclones son el resultado de una aoción realizada en vista del fin pw alcan- zar (1).

No es diflcil demostrar en qué punto de su razonamiento, peca Stammler contra la lógica y comete un error que im- primir6 su huella sobre sus observacioiies criticas ulteriores.

Tomemos un ejemplo. Algunos salvajes cazadores quie- ren perseguir una presa, pongamos un elefante. A este efecto, reunen y disponen sus fuerzas en cierto orden. ¿Dónde está aquf el fin? ¿Dónde el &o de alcanzarlo? El fin consiste evidentemente en capturar o matar el elefante y el medio en perseguir el animal mediante la conjunción de .todas las fuer- zas. ¿Por qué está sugerido el fin? Por las necesidades del organismo humano. ¿QUE es lo que deter~mina el medio? Las condiciones de la caza. ¿Las necesidades del organismo de- penden del hombre, de su voluntad? No evidentemente, y ello es, desde luego, un asunto que concierne a la fisiolog~a y no a la aodología ~ Q u k podeinos pedir en este caso a la sociolo-

(1) Wirtschaft und Recht. 2.' tdici6n. pie. 421.

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gia7 El explicar por que razóii al buscar los hombres satisfa- cer sus necesidades-pongamos por caso la necesidad de ali- mentarse-contraen, ya estas relaciones, ya aquellas otras totalmente diferentes. Y este hecho lo explica la sociologia - on la persona de Marx 7 pw el estado de las fuerzas de producciún. Ahora bien, ¿el estado de estas fuerzas depen- de de la voluntad de los hombres y de los fines que persi- giien? La sociología, de nuevo en la persona de Marx, res- ponde: no, no depende de ellos. Y si tal ocurre, es que es- tas fuerzas surgen en virtud de cierta necesidad, determina- da por condiciones dadas y situadas fuera del hombre. , iQuC resulta de ello? Que si la caza es una actividad con- forme d fin que persigue el salvaje, tal hecho incontrover- tible no disminuye en liada el valor de este pensamiento de Marx: las relaciones de prodpcdón entre los sahages que se entregan a la caza, se elstablecen en virtud de condiciones coinpietamente independientes de esta actividad conformes o1 '

fin perseguido. En otros terminos, si el cazador primitivo as- pira conscientemenfe a obtener tanta caza como le sea po- .

sible, no se sigue de alli que el cotnunismo propio a la vida que lleva este cazador, haya su-rgido como el Q ~ O ~ U C ~ O con- form al fin de su actividad. No, el comunismo ha nacido, o m6s exactamente, se ha conservado - puesto que se ha cons- t l t~~ido mucho antes - como e1 resultado i ncomi~~n te , es de- cir, necesario de la organización del trabajo, cuyo caricter era totalmente independiente de la voluntad de los hom- bres (1). Es precisamente lo que no ha comprendido el lcantista Stammn quien, en este caso, se ha extcaviado, arrastrando tras de si al mismo tiempo a nuestro Struvé, EJulg~lcov y otros iilarxistas temporadeq cuyos nombres cons- tituyen legión (2).

Continuando en sus observaciones criticas, dice Stam- itiler, que s i el desarrollo social se cumpliese exclusivamente eti virtud de la necesidad causal, toda tendencia consciente ~ L I F concurriera a este desarrollo, seria un contrasentido ma-

( 1 ) "La necesidad, por contraste con la libertad, n o es otra cosa q u e el inconsciente". (Schelling, Sysrern ck transzcndestalern, Idcalimo~, i aso. ~ a ~ . 5 2 4 ) .

( 2 ) Este aspecto de la cuestión ha sido expuesta por nosotros, de ttiancra niuy detallada en diferentes partes de. nuestro libro sobre el hlotiismo hist&ico. (Obras. t . VII) .

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nifiesto. Segúii el, ocurre una de estas dos cosas: o bien yo estimo como naceaario u 3 fenómeno cualquiera, es decir, Ine- vitable y entonces no tengo necesidad de concurrir a su apa- ricibn, o bien ini concurso es necesario para que este fenó- meno pueda producirse y entonces no puede llamarse nece- sario. ¿Quién es aquel que procura contribuir a la aparicidn diaria del sol, aparicibn necesaria, es decir, inevitable? (1).

AquI se lilanifiesta de manera elocuente el dualismo tan propio a las personas educadas en la filosofía de Kant: el pensar está siempre separado del ser, según ellos.

El despertar del sol no está ligado de manera alguna, ni como causa, ni como consecuencia, a las relaciones socia- . les de los hombres. Es por esto que se le puede oponer, en banb que fenómeno de la naturaleza a las aspiraciones cons- cientes de los hombres, que tampoco tienen ninguna relaci6n causal con él. Cosa distinta ocurre en cuanto a los fendme- nos sociales de la historia. Sabemos ya que la historia es hecha por los hombres. Por consiguiente, las aspiraciones humanas no pueden dejar de ser un factor del- movimiento histbrico. Pero la historia es hecha por los hombres de cier- ta manera y no de otra, .a consecuencia de determinada ne- cesidad, de la que ya hemos hablado suficientemente. Una vez dada esta necesidad, las aspiraciones de los hambres, que. constituyen un factor inevitabk de la evolución m i a l , s e dan Igualmente c o m consecuencias. Estas aspimdones no excluyen la necesidad, sino que están determinadas por ella. Por consiguiente, constituye una gran falta de lógica oponer- las a esta misma necesidad.

Cuando una clase que .aspira a su emancipación realiza . una revoluci6n social, actúa en tal ocasión de manera mas o

menos apropiada al fin perseguido y, eii todo caso, su activi- dad es la causa de esta revolución. Pero tal actividad, con todas las aspiraciones que la han suscitado, es la coasecuen- cia del desarrollo ec6nómico y, por consiguiente, esta deter- minada por la necesidad.

La sociologla no se transforma en ciencia, sino a medi- da que ella llega a coniprender la aparición de fines en el honibre social ("teleología" social), como consecuencia nece-

-- (1) lb$, pigs. 421 y siguientes. Comparar igualmente el artícu-

lo de Stammler: Materialistixhe Geschilho~auffassung en Hrndwoterbnch des Staatsdiss~nschaften. t. V, pags. 735-737.

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saria del proceso social, condicionado en Ultimo termino por la marcha del desarrollo económico.

Es muy caracteristlco que los adversarios consecuentes de la interpretación materialista de la historia se vean obli- gados a demostrar que la sociologIa es imposible c m o cien- da Ello significa que el "criticismd~ se transforma en un obstáculo al desarrollo científico de nuestra Cpoca. Los que pretenden encontrar una explicación científica de la his- toria de las teorías filosóficas, podrán emprender en este ca- so, una tarea interesante: determinar de qué manera el pa- pel del "criticismo" esta ligado a la lucha de clases en la so- ciedad moderna.

Si trato de .tomar parte en un movimiento cuyo triunfo me parece una necesidad hist6rica, ello significa que conside- ro mi propia actividad como un eslabón indispensable en la cadena de aquellas condiciones cuya totafidad asegurard ne- cesariamente el triunfo del movimiento que ha ganado mis entuaiasmos. Ni más ni menos. Esto no comprende un dualis- tal -pero es perfectamente claro para quien haya asimilado la teorla de la unidad del sujeto y del olbjeto y comprendido de que manera esta unidad se manifiesta en los fenómenos de orden social.

Es muy interesante anotar que los teóricos del protes- tantismo en la América del Norte no coniprenden nada de es- ta oposicibn de la libertad y la necesidad, que de tal modo ha preocupado y preocupa todavía a los ideológos de la bur- giicasia europea. A. Bargy dice que "en América, los "profc- sores de energla" más convencidos, están poco inclinados i reconocer la libertad de la voluntad" (1). Explica tal hecho por la circunstancia de que kstos, en 'tanto que hombres de accióii, prefieren las "decisiones fatalistas". Pero Bargy se engaña. El fataalismol nada tiene que hacer aquí. Esto se de- duce de su propia observación a propósito del moralista J. Onathan Edwards: "El punto de vista de Edwards. .. es el punto ir: vista de de todo hombre de acción. Para aquel que nunca en sil vida se iia propuesto un f i n determinado,, la l i - bertad cs la facultad de poner toda su alma en la prosecu- sibn de este fin" (2). Esto está muy bien dicho y se pare- ce mucho al "no querer nada más que si mismo" de Hegel. -

(1) A. Bargy: La religión dans la societé aux Etam-Unis. París. 1902, págs. 88-89.

( 2 ) Ibid., págs. 97-98.

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Pero cuando el li,.mbre "no quiere nada iiiás que si mismo", n6 es en modo alguno fatalista; es hambre de acd6n exclu- sivamente.

El kantisiiio fio es uria fllosofia de combate ni de hom- hrei, de icclAri. Es una filcsolla de gentes que ~c quedan pn

todo a mcdic camiiio, una fiiosofia de compromiso. Engels dice que es r.cccsario que los medios de SutJi i -

mir el mal sncial, sean dcs~ubiertoe en las condiciones mite- riales dadas de la prod;icci6n, pero no inventadas por tal o cual reformador social. h!aii~miiler está de acuerdo con En- gels en este punto, pero le reprocha . de falta de claridad, puesto que. scgun (4, el findo de La cuesti6n consiste en sa- ber "por tiledio de qud rr.dtodo debe ser hecho este des?.:- brimiento" (1). Esta objecl6n s610 atestigua la confusi6n que reina en el propio pensamiento de Stammler. Ella cae de su base por l u siniple raz6n tlc qce atin cuando el carácter del "m6todo" está determinado, en tales casos, por un gran nú- niero de "factores" variables en extremo, todos ellos pueden, sin embargo, ser referidos en Último termino a su fuente común o sea a la marcha del desarrollo econ6mico. El hecho mis- ino de que la teoriai de Mam haya podido nacer, ha sido con- dicloiiado por el 3c~arro!lc de! nrc~lo dc producción capita- lista, en tanto que el ,predominio del utopismo (2) el1 el so- cialismo anterior ,a Marx, es enteramen!e comprensible en una sociedad donde no solamente se opera el desarrollo del modo de producción indicado, sino que tambikn existe, a ve- ces predominando una insuficiencia de e& desarrollo.

Es iniitii que nos exieiidanios rniis ?obre este tema. Pe- ro ha de pert!iitir el lector que a1 !erminar estas páginw llamemos su atencion sc,bre 1.a i'~.lac.ion estrecha del "mefodo tictico de Marx y Engrls con las tcsis fundamentales de su teoria hist6rica .

. Sabemos ya q!re. conforme a estas teorlas, ,la humanidad no se planten inas :lile problemas cl18e ella puede resolver, "puesto qire ... el problema misma) no se presenta sino al11 doiide las condiciones inateii:iles isclispensables a su solución existen ya o están en vlas de spnricibn". Pero en donde es- tas condiciones existen ya, la sitiiaci6n es totalmente dife- rente de aquella en qiie están solamente en via de aparicibn. En el primer caso el rnoniento del "salto" ha llegado ya; en el S ~ ~ L I X ! ~ es c~l~ití6:: clc ti:! pcrv?!.iir m i s c menos iemoto,

( 1 ) Handwoterbuch, pág. 7 3 6 . (2) Ibid, la misma página. - 80 -

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un "fin final", cuya cip;iricioii esta preparada por una seria de "tinnsformaciones graduales" en las relaciones de las cla- ses sociales cntre si. ¿Cuhl debe ser el papel de los Innova- dores cr la epoca cn qbe el "salto" es tod,avia imposible? No otro, evidentemente, que el de contribuir a las "trariy- formaciones graduales", o dicho de otro modo, el de lucliar por obtener reformas. De este modo el "Fin final", lo misni,., que las reformas, encuentran su lugar y la oposición entre I?I reforma y el "fin final" plerde toda razón de ser y s e encueli- tra relegada al dominio de las leyendas utópicas. Quienquie- ra que üairiita semejaiite opo~sición - "revisionista" alemáii, del genero de Eduardo Bernstein, o "sindicalista revoluciona- rio" italiano del estilo de aquellos que asistieron al creciente Congreso Silidicalista de Ferrare-revela su incapacidad para comprender el espíritu y el metodo del sacialisrno moderno. Esto es inúti! de recordar en la hora actual, en que el refor- mismo y el sindicalismo tienen la osadia de hablar en nom- bre de Mnrs.

Pero que robusto optimismo se desprende de estas pala- bras: "¡La hiimanidad no se plantea sino aquellos problemas que puedé resolverl" Ellas no significan, evidentemente, que t o d ~ solucióii de los gfiandes problemas de la humanidad preseiitrida por cualquiera utoplsta sea buena. Una cosa es la utopln y cltra la humanidad, o, mAs exactamente, La clase so- cial que en un instante dado representa los intereses supre- mos de la humanidad. El r~ i smo Marx ha dicho muy~bien : "Cuanta mayor sea la magnitud de una acd6n histbrica mAs grande ser& el mt]ltnto de las rnassrs qu,o la realicen!' Es!o significa la condenación definitiva de toda actitud ut6plca frente a los problemas históricos. Y si Marx peirsaba, no obs- tante, que la humanidad no se plantea jzmAs problemas inso- Iitbles, sus palabras, desde el punto de vista histórico,' repre- sentan solamente una nueva expresión de la idea de la uni- dad del sujeto y del objeto en su aplicación al proceso del desenvolvimiento histórico. Desde el punto de vista practico, ellas expresan la fe serena y viril de que el "fin final" será alcanzado, aquella fe que hizo exclamar en otra ocaslón a nuestro inovldable N. G. Tchernychevsky con calida convic- c16n :

"Suceda lo aue suceda, ser& sin ernbargo, nuestro cam-

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N O T A S

(1) Mi amigo VIctor Adicr obsorva justammtc, en CI artfcuio qnr cscribib el día de los fnnettlles de Engela. que al socialismo. tal como

y Engels lo comprendían, es no solamente una doctrina e c o n h i - CJ. sino tambihn universal. (Cito según la edición italiana: F. Engcls, Economía política Introduccidn y notas biográficas y bibliogrdficas por Felippo Turat i , Victor Adler y Karl Kautsky. Milán, 1895). Pero cuanto mayor es la verdad de esta característica del socialismo, tal como lo compmndian Marx y Engels, más extraña es la impresión que produce ver a Victor Adler admitir !a posibilidad de reemplazar la base mats- rielista de esta "doctrina universal" por una base kantiana. iQuC EC puc- de pensar de una doctrina tiniversal. cuya base filos6fica no tiene ninguna rclaci6n con cl edificio quc sustenta? Engels ha escrito: "Marx y yo he- nioa sido casi los Únicos en introducir la dialéctica consciente en la con- ccpcibn materialista de la naturalrza y de la historia". (Ver prcfacia a la 3.' edici6n del Anti-Dühng). De este modo, los padres del aocialir- mo' científico rran. a pasar de lo que piensan algunos de sus adeptor actualts, marenalitas conscientes. no solamente en historia, sino tambibn en cienciaa naturalea y físicas.

(11) E n un artículo cspccial consagrado a Dietzgen (Sovmmlon- ny Mir.. 1907, núm. 7 ) , reproducido en la recopilación titulada De la l f e n s s al ataque (Obras, t. X V I I ) , Plejanov demuestra que "loa escd- COJ de este obrero de dotcs erccpcion~les no contienen en tmrk absoluta- mentr nada quc pueda ecr considerado como naevo, comparativamente a lo que contienen lor escritos d c Marx. Engels y Feuerbach".

Plyanov se engaña al decir que hasta .e! presente no se había cn- sayado "completar a Marx" por TomOs de Aquino. En una serie d r tstudios muy interesantes, consagrados a las teorías de Marx, a quien es- tima como el más grande cconomisia de todos los tiempos, Wilhern HO- hof. el escritor católico bien conocido, se esfuerza por probar que Marx está dc acuerdo en muchos printos, en su teoría del valor, con eL gran t e d l o g ~ de la Edad Media. Ver: Dio Bedeutung dor Marxuchen Kapitalk- ririk (La significación de la critica del capital por Marx) y Warenwcrt nnd Kapitalprofit (Valor de la mercadería y provecho del capital). E n F n n t i a existen también entre los socialistas católicos admiradores de Mara y de T o m i s de Aquino (D. Riazanov).

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(Iu) Engels demuestra en este prefacio, a instancia de Marx, que e1 m a t e c i d ~ m o rs hijo de la Gran Bretaña; que Bacon cm realmeate el abuelo del matcrirlbmo inglh; que, con Hobbea y Lockc, es el padre de 1s mcaeli miterirlista fnnceea, y que el actual "agnmticiamo" inglte n o CY m68 que un materialismo medroso.

"En e f a t d i c e Engels-, jno es el agnosticismo otra coaa, para servirnos de un t k m i n o muy expreaivo de Lancaehire, que un matcria- lbmo púdicamente velado"? La idea que el agnóstico so forma de l a naturaleza est6 profundamente impregnada de materialismo. En toda la naturaleza rigen leyes y no hay en ella lugar para una intemenciún de fucre. Pero-agrega el agnóstic-nosotros n o tenemos el medio de dc- moetrar la existencia de un Ser supremo más allá del mundo conocido, ni de negarla. Esto tenía todavía alg6n fundamento en la época en que e l gtan astrónomo Laplace, respondiendo a Napoleón, que lc interroga-, ba por que no era mencionado el Creador en la W d n i c a CJeleste, decla- raba: "Yo no tenía necesidad de esa hip6tesis". Pero en la &poca actual In concepci6n evolucionista del mundo no ofrece ninghn sitio a , u n crea- dor o regente, y todo juicio sobre un Ser supremo situado fuera del mando existente aería una contradicción en s l y, según me parece, heri- da inhtilmente el sentimiento de las personas religiosas.

"Aparte de esto, nuestro agnóstico admite que todos nuestros co- socimientos ec fundan sobre impresiones que nos son transmitidas por loa eentidos. Per+agrega, ¿de d6nde sabemos que nuestros sentidos nos dan una idea exacta de las cosas que percibimos .por intermedio de ellos? Y continha tratando de demostrarnos que cuando habla de cosas o de ms propiedades lo hace. en realidad, no refiridndosc a ellaa, de las que n o puede saber nada con certidumbre. sino simplemente a las impresiones que ban producido en nuestros sentidos.

"No es dudoso, podría decirse, ;que semejante manera de razonar =a irnfntable. Pero antes de razonar los hombres actúan "En .'el co- mienzo era la acción". Y la actividad hnmana ba nsuelto esta dificultad mucbo tiempo antes de que la rzz6n humana lo hubiera inventado. T h c proof of the pudding ie in tbe eating (Ya prueba del pudin se hace corni4ndole). Desde el momento mismo en que utilizamos estas cosas para nosotros sometemos a una prueba infalible la veracidad o falsedad dc nuestra percepciones sensibles. Si ellas son falsas, nuestra apreciación sob* la manera cómo la cosa puede eer utilizada debe serlo igualmente, y raestra tentativa terminar& en un fracaso. Pero ei logramos la tarea que nos hemos arignado, si comprobamos que una cosa dada correepon- de a la idra que de ella nos habíamos formado, que responde al fin para al que la habíamos destinado, entonces tenemos una prueba positiva de que nuestra percepción de la cosa y de sus propiedadee corrspondp, cuaos límim, a Ir realidad exterior. Por el contrario, en todos los caso8 e11 que nos ericontramos frente a un fracaso, no tardamos, por lo en?- ral, m descubrir SUS causas. Resulta entonces que la percepci6n sobm la que habiamos fondado nuestra accibn había eido hecha superficialm~ntc. o bien faleamente referida a los rwultadm de otras gercepciones. y que. p r con8guitnte, nuestro r~zonamirnto era erróneo. Pero si noa dtdiu- mas a cdocor y utilizar nuestros sentidos de manera pmcisa y a mnn-

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tcncr nuestta actividad en el cuadro de Ins percepciones obtenidas y empleadas de manera justa, comprobaremos entonces que el tksnltado de nuestros actoe prueba el acuerdo de nuestras percepciones con I i natura- leza objetiva de laa cmas quc hemos percibido. Por el momenm n o gr. puede citar ningun caso que nos obligue a concluir que nuestras perccp- ciones sensibles. cientificamente controladas, evquen en nuestro espiritu las ideas sobre e1 mundq exterior que diverjan, por au naturaleza miami, de la realidad, o que cxista una divargencia fundamental entre el mando txterior y nuestras percepciones sensibles.

"Pero he aquí que u11 agnóstico neo-kantiano se presenta y decla- la: puede ocurrir que no seamos capaces de aprehender justamente las propiedades de una rosa; pero no estamos en situación, por un proceso sensible o mental cualquiera, de aprehender la cosa en sí. Esta "cosa en . si': se encuentra fuera de nncstro horizoneu. A erto ha respondido ya Ilcgel desde hace tiempo! "Cuando conociis todas las propiedades de una " cosa, hsta os es conocida; no queda aino el hecho de que la cosa && " cxista independientemente de vosotros, y tan pronto c o d o vuestroa " sentidos os han enseñado esto habéis ya aprehendido el último resto de " la cosa en ni, la famosa "cosa en sí" de Kant". A esto se puede agre- gar que en la hpoca d: Kant nuectra noción de las cosas de la naturaleza tenia todavía un carácter fragmentario, y ICant tenía derecho a sospechar que detrás de lo poco que sabiarnos de estas cosas se mcondia en cada una de ellas la misteriosa "cosa en si". Pero todas estas cosas inaprehen- sihles han sido una despuhs de otra aprehendidas. analizadas; aun mis, cllas han sido reconstitufdas gracias a los progresos gigantescos de la ciencia. Y todo aquello que nosotros estamos en aptitud de reconstituir no podemos considerarlo como imposible de aprehendef. Durante la prime- n mitad del siglo XIX, las sustancias orghnicas eran para la quimica co- sas mieeriosas de este genero, cn tanto que ahora hemos aprendido a re- conitituirlas, una despu4s de otra, por la síntesis de sus elementos quí-

, micos, sin recurrir a la ayoda de procesos orgánicos. L o s ~ u i m i c o a con- tcinporáneos declaran que desde el mom:nto eii que la estructura qufmica de un cuetpo cualquiera nos es conocida, puede ser reconstituído por.me- dio de sus elementos. Estimos todavía lejos, por el momento, de conocer la composición de las sustancias orgánicas superiores. los cuerpos albn- niinoides: p ~ r , no existe razón para que no podamos, aunque fuese al cabo de varios siglos, adquirir este conocimiento y llegar así a producir la albúmina artificial. Cuando hayamos logrado tal cosa tendremos Ir posibilidad de reproducir la vida orgánica, desde sus formas inferiores hasta las más elevadas, puesto que la vida no es otra cosa que la forma normal de existencia de los ciicrpos albuminoídeos.

"Pero después de haber hechos estas resenras formales, nuestro ag- nóstico habla y actúa como un materialista ordinario que es 61 en e l fondo. Tanto como alcancemos a saberlo, dirá quizás. la materia y el movimiento, o como se dice ahora. la encrgia, no pueden ser ni creados ni destruidos; pero no tenemos ninguna prueba de que uno' y otro no l ~ a y ~ n eido creados en una (poca o en otra. Si ensaphis servlme de estu afirmncibn contra 41. en un cano particular cualqiiiera. os har i abando-

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dar l á p i d a i ~ ~ ~ n t e esta posición. Admitiendo in absnqacto 11 posibilidad del cviritualirmo. no quiere oír biblar de ello in concreto. Os diri:' Tanto como lo ocpamos o podamos saberlo, n o rxiite creador o. rcgentr del Uniroreo; huta donde podanios saberlo. la materia y Ia energía n o pue- den &or cioidas iii destiuídas; para nosotros, el penoamiento n o es sino una forma de la energía. una función del cerebro: todo lo que norotror. sabemos indica que el mundo está regido por leyes inmutables, etc., etc De este modo, en cuanto él es hombrc de ciencia o sabe alguna cosa, m materialist;. Más allá de 11 ciencia, en las regiones donde 61 no sabe ni- dr tiaduce sil ausencia de saber en griego y la llama agnosticismoM.

El representantes m d s típico del agnosticismo y autor de este tér- mino es Tbomas Henry Huxlcy (1 825-1895), discípul6 de b r w i n y nno de los más grandes biólogos indeses, que ha hecho mucho por la vulgarización de los principios de las ciencias físicas y naturales moder- nas. De 1 8 6 0 a 1880 fué popular en Rusia, sobre todo entre los "rca- listas pensantes". Su libro El lugar del hombde en la naturaleza ha apa- recido en 1864, en dos traducciones. Las lecciones de fisiología elomen- t a l fueron prolongadas poc D. Pisarev (D. R.).

(IV) En la M i s d a de la filwoffa, Marx expone el metodo dia- ICctico de Hegel de la siguiente manera:

"'Todo lo que existe, todo lo que vive sobre la tierra y el agua. só- lo existe. sólo vive por un movimiento cualquiera. Así, el movimiento de la historia producc las relaciones sociales. el movimiento industrial nos da los productos industriales, etc. Del i t i s n ~ o modo que por medio de Ia abstracción se transforma cualquier cosa en categoría lógica, así también no hay sino que hacer abstracción de todo cadcter distintivo de los diferentes movimientos para llegar al movimiento en estado abstracto, a l movimiento puramente formal, a la fórmula puramente lógica del mo- vimiento. S i se encuentla en las categorías lógicas la snstancia de toda cosa. se supone poder encontrar en la fórmula lógica dcl movimiento el mhtodo absoluto que no solamente explica toda cosa. sino que, además, implica el movimiento de la cosa. Es de tal m6todo. que Hegel habla en esos términos: "El método es la fuerza absoluta, suprema, infinita, a la que ningún objeto podría resistir; cs la tendencia de la razón a m o - nocerse ella misma en toda cora" (Lógica, t. 111).

" i Q d es. entonces el método absoluto? La abstracción del mo- vimicnto. LQué la abstraccibn del moi~imicnto? E l movimiento en el as- prcto abstracto. iQu6 es cl movimiento en el aspecto abstracto? Una for- mula puramente lógica del movimiento o el movimiento de la razón pura. ¿ E n qué consiste el movimiento de la razón pura? En que ella mis- ma se plantea, se opone y une a sí misma; en que se formula en tesis, síntesis y antítesis, a, en fiii. que ella se admite, se niega y niega su ne- gecibn.

"¿Pero de qué maneia la razSn se admite, de qué manera sc plaq. tea como una categoría de:erminada? Esto cs ya un asunto de la razbn misma y dz sus apologietas Pero la iazón se ha planteado como tesis, csta tesis. esta idea, oponihndosc a ella misma se divide cn don ideas, que sc contradicen entre sí cn afirmaci6n y en negación, cn sl y en no.

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La lucha de estos dos movimienros opncstos contenidos en la aat1tcsis conbtituye tl movimiento dialictico. S1 sr trancforma en not no n t u forma tn a [ ; d deviene úmultlneamtnte rf y no: no dcviene eimaldnu- mente no y rí . De esta manen las opoeicionerr oc equilibran reclpnxs- mente, sc neutralizan y paralizan. La fusi6n de estao don ideas que re contradicen forma una nueva idea: la sínteeis. Esta nueva idea w divi- de a SU turno en dos opuestas, que tambidn se funden en una nueva sin- teei6. Este proceso de descomposición forma un grupo de ideae, el cual se somete al mismo movimiento que la categoría simple y tiene por nn- títcsis otro grupo de ideas opuestas. De .estos dos grupos nace uno nae- co: su síntesis. Así como e1 grupo nace del movimiento dialúctico de los categorías simples, del mismo modo, del movimiento dialdctko de h grupos surge la aerie, y el movimietto dialectico de las series engendra la totalidad del sistema.

"Aplicad este método a las categorías de la economía política .y ob- tenddis la lógica y la metafisica de la economía política, . o, en otros tfnninos, traducirbis las categorías económicas, conocidas de todo el mun- do, en un lenguaje poco conocido, gracias al cual podrá creerse que ata- ban de nacer de un cerebro p!eno de razón pura: de , tal modo parecen engcridrarse las categorías unas a otras, relacionarse y entrelazarse bajo la wla influencia del movimiento dialbctico .... Segdin Hegel. todo lo qua ha pasado y pasa todavía en el mundo es iddntico a lo que pasa rn SU

prapio pensamiento. Resulta de alli que la filosofía de la bistoria no es mis que la historia de la filosofía, y , en Gltimo thrmino de la filo- sofía de Hegel".

Hablando de este error que se encuentra en la dialdctica hegelkna. Marx subraya. en el prefacio de Ir segunda edici6n del Capitai, la di- ferencia que existe entre la dialhctica materialista y la dialhctica idealista.

"Mi dialdctica no soldmente se distingue esencialmente de la de He- gel, sino que le es diametralmente opuesta. Para Hegel.: el proceso del pensamiento, que él transforma, bajo el nombre de idea, en un sujeto independiente, es el demiurgo (creador) de la realidad, que no es sino su inanifestación exterior. Pero para mi es justamente lo contrario: el ideal no es otra cosa que lo material traducido y transformado en el CC-

rebro del hombre. 'He Iiecho ya, hace treinta años, la crítica del aspec- to mistico de la dialhctica Iiegeliana, en la é p o ~ a en que estaba todavía de moda .... El carácter mistico !que la dialectica ha tomado en Hegel. no le. Iia impedido haber sido el primero en dar un cuadro completo de lar formas generales del inovimiento de la dialéctica. En Iiegel, la dialictica se ziicontraba de cabeza. Ets necesario ponerla sobre sus pies p a n d a . c u b ~ i r el grano racional debajo la envoltura mística.

Bajo su forma mística, !a dialhctica estuvo de moda en Alemania. rorque permitía tender un velo sobre el estado de cosas existente. Bajo SU forma racional es a los ojos de la burguesía y de sus intdrpretes doc- ttiiiarios nada más que escándalo y horror, porque a la comprensión po- sitiva de lo que existe agrega al mismo tiempo la comprensión de la negación, de la ruina necesaria del estado de CDW existentes; porque con- c i k cadi forma en el flujo del movimiento y, por lo tanto, m su as-

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W t o tnnsitorio; porque no se inclina ante nadie y e8 por tscncii crltice 7 revolucioníria", (Prefacio a la segunda edici6n del Capital).

POP lo que se refiere a la ley hegeliana de la trannformación de 1.E diferencias cuantitativas en cualitativas, Marx habla en el capitulo aobn "11 norma y la masa de la plus-valía", cuando examina las condicioncs en que e1 artesano medioeval se transforma en capitalista. "Ei1 propie- tario de fondos o de mercaderías no se transforma realmente en capsi- tilista más que cuando la suma mínima invertida para la producción so- brrpaaa en mucho al capital msdioeval. E n este dominio. como en las ciencias naturales y físicas. se confirma la verdad de la ley que Hegd br d~scubierto en su Lógice, y según la cual los cambios puramente cuan. tilativos a1 llegar a cierto grado se transforman en diferenciau, cualita- tivas". I '

9 :a- Señalando la:, contradicciones en que incurre John Stuart Mill, al

tratar de conciliar la teoría del provecho de Ricardo con la teoría de la abstinencia de Segnor. Marx observa además: "Las contradiccionw vul- gares le son tan familiares como extraña le es la "contradicción" hege- liana. fuente de toda dialéctica".

Observa Marx en el Capital que las propiedades de una coca no al- cen de IUS relaciones con otras. sino que no hacen mis que manifesmnr tn estas relaciones. (D. R.). '

(V) La carta que Marx dirigía el 30 de octubre, a Feuerbach, tenia una gran importancia para la característica de la evoluci6n de sus concepciones filosóficas. Al invitar a Feuerbacli a tomar posición contra Schelling. Marx escribia: "Sois poi ello el hombre mejor colocado del mundo, puesto que sois Schelling al revés. La idea perfectamenm justa que Schelling había formulado en su juventud--debemos reconocer lo que triste d~ bueno aun entre nuestros adversarios-y'para cuya realización carecía de toda cualidad, excepto la imaginación. de toda energía que no fuera la vanidad. de todo estimulante fuera del opio, de todo órgano fue- ra de la irritabilidad, teniendo, además, una intuición muy femenina- esta idea justa de su juventud, que había quedado en 01 como una vi- sión juvenil fantástica, se ha transformado en vos en verdad, en reali- dad, en seriedad viril. Es por esto que Schelling es vuestra anticipación &figura&, y desde el momento en que la rcalidad se opone a semejante Qpfiguratión, ésta debe disiparse como un vapor, como una nube. Y o os c<jnsidrro por esta razón como el adversario de Sche!ling. necesario. natural, enviado por Sus Maje~tades la Naturaleza y la Historia. Vuestra lucha contra 61. es la lucha de la filosofía misma contra au propia dea- figuración". (K. Grun: Lodwig Frue:bach m SW canas y oscntos, Leip- zig. 1874, t. 1, página 361). Como se ve, Marx comprzndia,,con toda v~msimiliiud, la "idea de juventud d t Schelling" en el sentido del mo- rlamo materialista. Pero Feuerbach no participaba de esta manera de ver dc Marx, como lo demuestra la respuesta que lo dió. Encuentra que ya Schtlling, en sus primeros escritos, "no hace mis que transformar el idealismo del pensamiento en idealismo de la imaginación, y atribuye tan poca realidad a las cosas como al yo, con la sola diferencia de que el10 tiene otra apariencia, porque en lugar del yo determinado, ha pueato e1

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"absoluto" indeterminado. dando asi. al idealismo un matiz panttiitr". (Ibld., pág. ,402).

(VI) , Se r e eoto más claro en la parte de la Ideología a k m a n t qrc hemos publicado .m el primcr tomo de los Afchivw de Carlol Marx y Federico Engels. Ver. K. Marx y Fr. Engels, 611s opinfmnes eob* L. Pcucrbach, con prefacio nuestro. El texto auténtico de las tesis sobre F!ciierbach se encuentra allí igua!ment:. (D. R.).

(VII) Engels esciibia: "1.2 evolución de Feuerbach es Ir transfor- mación de un hegeliano (a decir verdad. nunca había sido nn hegeliano perfertamente ortodoxo) . cn materialista. En un momento determinado de esta .evoluci6n. Feuerbach !lee6 a la ruptura completa con el sispma idealista de su pwdecesor. Finaiment!? se establece en 61, 'con fuerza irre- sistible, la conciencia dc que la vida preexistente de la "Idea absoluta" y , de las "categorías 16gicasW, cuya exis:encia, según Hegel. había prece- dido la del Universo, no cs mis que un extraño rezago de la creencia en un Creador supraterresrrc: que el niundo senaible. accesible a nuee- tros scntidos exteriores. al que pertenecemos nosotros, es e1 ánico mun- do real y que nuestra concienciri y razonümiento son engendrados por un Órgano material. por una parte de nuestro c u e r p w l cerebro--. aun'quc la una y el otro pertenezcan invisiblemente al mundo inmaterial. N o es la, materia la engendrada por el cspiritn, es el espíritu el engendkdo por la materia. Esto. evídeiitemente, materialismo puro". (Ludwig Fener- bacb, Sttugart, 1907, págs. 17-1 8) .

(VII1) F. Lange escribe: "El verdadero materialismo estará siempre inclinado a midar sobre el conjunto de 13 naturaleza exterior y a n o con- siderar a1 hombre mSs que como una onda en el ocbano del movimiento eterno de la materia. La naturaleza del hombre n o representa para el materialismo (La Santa. Familia). Mis tarde, como ya lo hemos visto, ~itales". (Historia del materialismo, t. 11. pág. 74. Leipzig, 1902). Pero Teodoro Dezamy, en su Código de la Comunichd (París. 1843) roma también por punto de partida la naturaleza humana ("el orga- nismo humnno") y. sin embargo, nadie podri dudar de que participa de la manera de ver del materialismo foncés del siglo XVIII. Desde Ine- go, Lange no nlenciona pata nada a Dezamp, en tanto que Marr le CO-

loca en el numero de los comunistas franceses, cuyo comunismo era mis científico que el de Cabei, por ejemplo. "Dezamy, Gay y los otros comuliistas franceses d a la misma orientación. dice Marx; desarrollan 12 doctrina materialista como doctrina del humanismo real y base lógica

'del comnnismo". (La S.anta Familia). En la época en que Marx y En- gels escriblan este libro. divergían todavía en la apreciación de la filo- sofín de Feuerbnch. Marx le llamaba uii "materialismo que coincide con e l humanisino" ( a 4 como Feuerbach lo es en la teoría, el socialismo y cl comunismo francés e inglés son en la practica inaterialismo coincidente con cl bunianismo) . M a r r considera. en general el materialismo co- mo Ir base teórica necesaria del comuriismo y del socialismo. Engels., por el contrario. era de la opinión dc que Feuerbacb babia acabado de uáa vez por todas con la vieja oposicióii entre el rspiritualismo y el tnrterirliamo (La Sanca Familia). Más taidc, coino ya '!o hemos 'victo.

tambiin en la evolució11 de Fcuerbach, aquella qur este r r~ l iza del ,idealismo al materialismo. - 88 -

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(1X) Ya en esta época Fcucrbah escribla &as interesantes línms: "Paz opwxtor que sean. de un lado al rulismo prácticp propio al cen- ~mal i~mo 7 materialismo de ingleses y franceccs, realismo ,que repudia toda especulación, y de otro, el eapiritualismo de Spinoza, tienen estos sistrnua su base 6liima en aquella concepción de la materia que Spino-

'za ba expresado como metafísico en su célebre fórmula: "La materia es !a negación de Dios". (K. Grun: FewltuCb. t. 1: págs. 324-325) .

(X) En La Santa Familia, anota Marx: "La historia hegcliana de la filosofia representa a1 materialismo francés como la realización de Ir sustancia spinozista" .(El spinozismo de Marx y Engels había sí- do particularmente señalado por €1 marxista alemin J. Stenr, traduc- tor de la Etica y autor d: una monografía especial sobre la filoeofín de Spinoza. (D. R.).

(XI) "¿Cómo apcehendemos el mundo exterior? ¿Cómo el mun- do interior? ¡Es evidente que no disponemos para nosotros de otros medios que para los otros! ;Puede saberse algo sobre mí sin intermedio de los sentidos? ¿Es que yo existo si no existo fuera de mi,. es decir fuera de mi pensamiento? ¿Pero de dónde sh que yo existo? ¿Cómo sé que existo, no en mi imaginación, sino de una manera accesible a los sentidos, real, si no me percibo yo mismo por medio de los sentidos?" (Aforiarnos póstumos dk Feiicrbach. en e1 libro de Griin, t. 11, pág. 311) .

'(XII) Recomendamos par~icularmente, en este punto, a la aten- ción del lector aquel pensamiento de Engels, según el cual las leyes de 1i nzturaleza exterior y las que rigen la vida corpoíal y espiritual del hombre son "dos grupos de leyes que podemos todavía separar con to- do rigor en la imaginación, pero nunca en la realidad" (Anti-Dhhring). Es la doctrina de la unidad del sai: y &i pensar, del objeto y del eujeto. de que hemos hablad? más arribz. Por lo 'que se refiere al eapacio y a1 tiempo, ver el capítulo V de la obra indicada. Según se ve en él. el es- pacio y el tiempo eran para Engels, como para Feuerbach, no sola- mente formas de la intuición, sino tambidn formas del ser.

(XIII) Feuerbach ha dicho de su filosofía: "Mi filosofía no yiiede ser agotada por la pluma; no hay lugar pata ella sobre el pi- pel". Pero esta frase no tenia para él mis que un sentido teórico. Más lejos declara: "Puesto que para ella (para su filosofía), lo verdadero no es lo que ha sido pensado, sino lo que ha sido, al m i m o tiempo que pensado, visto, oído y sentido". (Aforismos p&tumos, en el libro de Grfin, t. 11. pág. 306) .

(XIV) Ernest Haeckel ( 1 834-19 1 9 ) , célebre zoólogo alemin que ha hecho mucho por la penetración de la idea evolucionista en las cien- cias naturales. En dos libros- populares: Los Enigmas del Univefso y Lu Maravillas de h Vida, ha desarrollado-.su sistema de '.'monismo", que e6 una de las variedades de aquel materialismo naturalista del que Marx dt-

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cie que "sus lagunas ae rcvelan ya tn las concepciones abstractas c i d d l ó - gicas de sur defensores, desde al niomento en que allos i a utralimitan & m e conocimiento^ cipeciila'. (D. 9

(XV) Aun más, de regreso e su deportacibn. Tchernychewky public6 su articulo titulado: "Carícter del conocimiento humano". E n i l demueetra con ingenio, que un hombre que duda de la existencia de1 mun- d o exterior debe poner en duda su propia existencia. Tchernychevsky hi- bia permanecido y permanecib fiel a Feuerbach. La idea fundamental de so artículo puede ser resumida por estas palabras de Feuerbach: "Yo wy diatiuto de la3 cosas y de los seres que existen fuera de mi, no porque me dis~iiiga yo mismo de ellos, sino que yo me diatingo porque difiero de ellos física, orgbnica. efectivamente La conciencia presupone el wr: ella no es otra cosa que el ser del cual sc está consciente: que la cosa real de 10 que ae tiene conciencia que se representa". ( A f o ~ m o s póstumos, en el li- bro de K. Gnin, t . 11, phg. 306),:

(XVI) Feuerbach llamaba rumiantes" a los pensadores que que- rían resucitar los elementos de la vieja filosofía. Desgraciadamente cxis- ten todavía tn la actualidad muchos "rumiantes" semejantes. Elloe han creado una vasta literatura en Alemanip y Francia. Actualmente comien- zan a multiplicarse tambibn en Rusia. Plejanov consagra a Bogdanov va- rios artículos reproducidos en la recopilaci6n titulada DI k defensa d ataqiu, y al revisioninta italiano Benedetto Croce un aiticliio, tambibn mproducido en la recopilación Crítica & nuestrog crítkoa En eEta ólti- ma tambiin se incluyen artículos contra Bernstein y Conrad Schmidt (Obra, tomo XVII, t. XI) . (D. R.).

(XVII) Ernest Mach y sus adeptos proceden de la misma manera. Transforman primero la sensación en entidad aut6noma, independiente del cuerpo sensible y a la cual llaman elemento, y despphs proclaman que ella contieiie la aoluci6n de la contradicción entre el ser y el pensar, en- tre e1 sujeto y el objeto. Puede verse por esto cuán grande ea el error de los que afirman que Mach se acerca a Marx.

(XVIII) Es así como se explican las reservas que formula Feuer- hach, siempre que habla del materialismo. Dice, por ejemplo: "Mis ac6 de este punto estoy completamente de acuerdo con los materialistas; m i s allá, me separo de ellos". (Aforismos póstumos). Lo que Feuerbach que- ría decir queda explicado de manera precisa en las siguientes palabras: "Yo también reconozco la idea. pero solamente en el dominio de la ha- msnidad, de la política, de la moral, de la filosofia" (Grün, t. 11. píg. 307). pero de dónde viene la idea de la política y de la mofa17 T a l rucstión no queda resuelta por el solo hecho de que "reconozcamos" If idea.

(XIX) Desde luego, aegón Feuerbach, igualmente el "ser boma no" está formado por l a historia. Así dice: "YO pienw solamente coma nn aujeto educado por la historia, generalizado, unido al todo, a la es pecie, al espíritu de la histo~ia universal. Mis pensamientos no tienen 61

principio y $U fundamento directamente en mi subjetividad particulai nino que son sus resultados; su principio y su fundamento son lo8 de 1. hiitozia universal". (K. G N ~ , t. 11, página 309). De este modo encon- tramos ya en Feuerbach loa g é r m e n ~ de la concepcibn materialista & 1s

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hiatoria. Pero en-este puiito Feuerbach no va máa allá que Hegel (ver nuectro articulo "En ocasión del 60P aniversario de la muerte & Hegel", m la recopilaci& titulada Veintt ador (Obras, t. VIII). Ea aun mte ntrnsido que ¿l. Como Hegel, 61 subraya la importancia de lo quc al 8ran filósofo idealista alemán llamaba la "baso geográfica de la historia univernal". &)ice así: "El camino que sigue la hiatoria de la Humanidad le estd evidentemente prescrito. ya que el hombre sigue el camino de la Naturaleza, como se ve al seguir el curso de las aguas. Los hombres tratan de ir hacia donde encuentran mejor sitio. Se detienen en un lu- gar y eufren la influencia de éste. La esencia de la India es la esencia del indio. Lo que 61 es, lo que, 61 11) devenido, no es sino el produ&o del sol. del agua. del aire, de las plantas y animales indios. ¿Cómo habría podido, pues, el hombre dejar de surgir primitivamente de la Naturalr- 7a? Los hombres que se adaptan a todo género de naturaleza han salido de Lsta, pues ella no tolera ningún extremo". (Aforismm p&umwb K. Grün, t. 1, p6g. 330) .

(XX) Ver la Miseria de la filosofía. primera parte, y agunda notas. Hay que observar, sin embargo, que Feuerbach había cri- ticado también la dialhctica hegeliana desde un punto de vista materia- lista. " ~ Q n b puede dccirse-se p r e g u n t a b a d e una dialhctica que eeti en contradiccióp con el origen de la evolución de la Naturaleza? ¿Cuál a, pues. su "necesidad"? ¿Cuál la "objetividad" de una psicología, de una filosofía que hace abstracción de la única objetividad categórica e impe- . rrtiva, fundamental y sólida, la objetividad de la naturaleza física, y que va hasta situar la verdad absoluta, la perfección del esp'ritu, el ' f in de loe fines de la filosofía en el alejamiento completo de la naturaleza física, en la subjetividad absoluta y no limitada por ningún "no yo" de Fieh- te, por ninguna "cosa en sí" de Kant". (K. Gaün. 1, pág. 399) .

(XXI) "A pesar de .su gradualidad, el paso de una forma de mo- vimicnto a otra resulta siempre un salto, un cambio decisivo. Tal, por cjeniplo, el paso de la mecánica de los cuerpos celestes a la de las masas m6s pequeñas sobre un solo astro y el paso de la mecánica de las masas a 1.1 de las moléculas, la cual comprende los movimientos que estudia- mos en la física: calor, luz, electricidad, magnetismo. Asimismo, el paso de la física de las moléculas a la de los átomos-a la químic8-se pm- duce igualmente por medio de un salto decisivo, y es más cierto todavía en lo que se refiere al paso de la acción química ordinaria, a la acción química dc la albúmina, que llamamos la vida. No es sino después. en la esferr limitada a la vida, que los saltos se hacen cada vez mds raros y mcilos perceptibles". (Engels, Anti-Diihning) .

(XXII) Plejanbv atribuye una importancia exagerada a 106 t aba - jss de De Vnes. Es interesante conocer la opinión que sobre estos tta- bnjos tiene uno de los más grandes botdnicos del siglo XIX, e1 profe- sor Timeriazev, darwinista consecuente. que sitúa los trabajos & De Vries en el número de tentativas destinadas a rebajar el valor del darwi- niamo.

"Una de las afirmaciones de De _Vies llama la atención: 41 pr+ tende haber llegado a descubrir el verdadero proceso de formación de las cspcios nuevas. Según él, dicho proceso no consistiría en una transfor-

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cía quz ' ' 6 ~ 6 lagunas st revelan ya tn las concepciones abstractas e ideoló- dcao de rus defensores. desde el momento en que ellos ac axtralimitan & ris conocimientor copeciales'. (D. R.).

(XV) Aun más, de regresocae su deportación. Tchernychemky public6 su artículo titulado: "Carácter del conocimiento humano". E n 41 dernue~tra con ingenio, que un hombre que duda de la existencia &1 mun- do' exterior debe poner en duda su propia existencia. Tchernychvsky hr - bía permanecido y permaneció fiel a Feuerbach. La idea fundamentai de en artículo puede ser resumida por estas palabras de Feuerbach: "Yo soy distinto de las cosas y de los seres que existen fuera de mí, n o porque me diatriiga yo mismo de ellos. sino que yo me distingo porque difiero de ellos fisica, orgánica. efectivamente. La conciencia presupone o1 wr: ella no es otra cosa que el ser del cual se está consciente; que la cosa real de 13 que ae tiene conciencia que se representa". (Afodrnoa póstumos, en el li- bro de K. Gnin, t . 11. pág. 306).

(XVI) Feuerbach llamaba "rumiantes" a los penradoree que que- rían resucitar los elementos de la vieja filosofia. Desgraciadamente exis- ten todavía tn la actualidad muchos "rumiantes" semejantes. Ellor han creado una vasta literatura en Alemanb y Francia. Actualmente comien. zan a multiplicarse t a m b i h en Rusia. Plejanov consagra a Bogdanov va- rios artículos reproducidos en la recopilación titulada De L defensa a i ataque, y al revisionirta italiano Benedetto Croce un aRiciiio. tambiCn rrproducido en la recopilación Crítica 6 nuestrop critkoa E n esta 61ti- ma también se incluyen artículos contra Bernstein y Conrad Schmidt (Obras, tomo XVII, t. XI) . (D. R.).

(XVII) Ernest Mach y sus adeptos proceden de la misrna manera, Transforman primero la sensación en entidad autónoma, independiente del cuerpo sensible y a la cual llaman elemento, y despphs proclaman que ella conticrie la solución de la contradicción entre el ser y el pensar. en- tre el sujeto y el objeto. Puede verse por esto cuán grande es .e1 error de los que afirman que Mach se acerca a Marx.

(XVlII) Es así como se explican las reservas que formula Feuer- hach, siempre que habla del materialismo. Dice. por ejemplo: "Más ac6 de este punto estoy completamente de acuerdo con los materialistas; máa allá, me separo de ellos". (Aforismos póstumos). L o que Feuerbach que- ría decir queda explicado de manera precisa en las siguientes palabam: "Yo también reconozco la idea, pero solamente en el dominio de la hu- manidad, de la política, de la moral, de la filosofla" (Grün, t. 11, p5g. 307). ¿Pero de dónde viene la idea de la política y de la moral? T a l cuestión no queda resuelta por el solo hecho de que "ieconozcarnoe" 11 idea.

(XIX) Desde luego, scgiin Feuerbach, igualmente el "ser huma- no" está formado por la historia. Así dice: "Yo pienao solamente como un aujeto educado por la historia, generalizado, unido al todo, a la es- pecie. al espíritu de la historia universal Mis pensamientos no tienen 6 U

priricipio y su fundamento ditectamente en mi subjetividad particular, sino que aon a s resultados, su principio y su fundamento son loa de la historia universal" (K. Grün, t. 11, página 309). De este p o d o encon- tramos ya en Feuerbach los gérmenq de la concepción materialista & l a

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historia. Pero en-este yu~ i to Feuerbach no va más allá que Hegel (vef numtro articulo "En ousíón del 609 aniversario de la muerte & Hegel", en 1a recopilacih titulada Veinte aiim (Obnr, t. VIII). Ei aun min re t r~srdo que 41. Como Hcgcl, 61 subraya la importancia de lo quc el p a n f i l h f o idealista alemán llamaba la "baso geográfica de la historia universal". E>ice así: "El camino que sigue la historia de la Humanidad 1s está evidentemente prescrito, ya que el hombre sigue el camino de la Naturakza, como se ve al seguir el curso de las aguas. Los hombres tratan de i r hacia donde encuentra11 mejor sitio. Se detienen en un lo- gar y sufren la influencia de óste. La esencia de la India es la esencia del indio. Lo que 61 es, lo que, él ha devenido, no es sino el produdo del ml, del agua, del aire, de las plantas y animales indios. ¿Cómo habría podido, pues, el hombre dejar de surgir primitivamente & la Natural<- r a ? Los hombra que se adaptan a todo ghnero de naturaleza han salido de (sta, pues ella no tolera ningún extremo". (Aforiemw p&tumoa~ K. G N ~ . t. 1, pdg. 330) .

(XX) Ver la Miseria de la filosofía, primera parte, primera y segunda notas. Hay que observar, sin embargo, que Feuerbach habia cri- ticado también la dialkctica hegeliana desde un punto de vista materia- lista. " ~ Q n 6 puede decirse-se preguntaba-de una dialkctica que eatí en conttadiccióp con el origen de la evolución de la Naturaleza? (Cuál ea, p u e ~ , su "necesidad"? ¿Cuál la "objetividad" de una psicología, de una filosofía que hace abstracción de la única objetividad categórica e impe- . rativa, fundamental y sólida, la objetividad de la naturaleza física, y que va hasta situar la verdad absoluta, la perfección del esp'ritu, el 'fin de loa fines de la filosofía en el alejamiento completo de la naturaleza física, en la subjetividad absoluta y n o limitada por ningún "no yo" de Fich- te, por ninguna "cosa en sí" de ICant". (K. Gnün, 1, pág. 399).

(XXI) "A pesar de su gradualidad, el paso de una forma de mo- vimicnto a otra resulta siempre un salto, un cambio decisivo. Tal, por ejeniplo, al paso de la mecánica de los cuerpos celestes a la de las masas mis pequeñas sobre un solo astro y el paso de la mecánica de las masas a Ir de las inoléculas, la cual comprende los movimientos que estudia- mos en la física: calor, luz, electricidad, magnetismo. Asimismo, el paso de la física de las moléculas a la de los átomos-a la química-se pro- duce igualmente por nwdio de un salto decisivo, y es más cierto todavía en lo que se refiere al paso de la acción química ordinaria, a la acción química de la albúmina, que llamamos la vida. No es sino después, en la esferr limitada a la vida, que los saltos se hacen cada vez m6s raros y mwos perceptibles". (Engels, Anti-Dühning) .

(XXII) Piejanbv atribuye una importancia exagerada a los tnba - jas de De Vries. Es interesante conocer la opinión que sobre estos t t a - bajos tiene uno de los más grandes botánicos del siglo XIX, el profc- sor Timeriazev, darwinista consecuente, que sitúa los trabajos & De Vnes en el número de tentativas destinadas a rebajar el valor del darwi- nismo.

"Una de las afirmaciones de De -Vries llama la atención: 61 pr+ tende haber llegado a descubrir el verdadero proceso de formación de lag cspcies nuevas. Según hl, dicho proceso no consistiría m una transfor-

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thación gradual que se verifica en circunstancias determinadas, sino que procedería por saltos. a consecuencia de una causa interna deaonocid~. Pem De Vtíes se da cuenta perfecta di: que es i m p i b l e urpl iur por m- mejantea .raltos I u adaptaciones de los organimios, y qnc 6610 el darwi- uimo explica esta paíticularidad fundamental de aquélloa. Formula su posición frente a1 darwinismo de la maneta siguiente: "La d e c d ó n na- tural no &termina el otligm & las especies, sino la ümrucción & ha qua no se han adaptado". Esta distincibn entre las dos teoría8 no es muy grande. Porquc. bajo esta forma, gira alrededor de un juego de pala- bns , puesto que el término "especie" está tomado en dos sentidos total- mente diferentes. Cuando Daiwin publicaba au libro Del Origen de la hpries, tenía en cuenta las especies "buenas", generalmente adrpta- das en el sentido que les daba Linneo. Es despues de la aparición de este libro que el botánico frances Jordán señala la presencia, en los limites de las especies generalmente adoptadas. de grupos más pequeños, provir- tos dc esta misma estabilidad. que estaba considerada como la marca dis- tintiva de la especic. Es por esto que se llama a éstas "especies de Jordin" y "jordanismo" a la tendeocia a reemplazar los antiguos grupos de es- y ~ ~ i e s por una clasificacibn cn grupos más pequeños. Son estas nuevas especies, desconocidas en la época en que Danvin publicó su libro. en t s que De Vne fundamenta su fbrmula. Hay que anotar que este hecho no había escapado a la atención de Danvin, quien señalaba la existencia ei- multínea de variedades que visiblemente no desaparecían a consecuencia de1 cruzamiento y compartían esta estabilidad con las especies. Mejor dicho, él conocía la existencia de lo que Jordán llama las "especies me- nores". y que en sa tiempo s: consideraban como variedades. Así. pues. la variedades de Darwin (y ,de todos sus contemporáneos) son Ilamadrc por De Vries especies, y ello en cl sentido que les daba Jordín. En rr- bumen. la selección no da nacimiento a nueva especies, sino que supri- me las eqecies que ya existen. peto que no re encuentran adaptadas. Sea lo que fuere. De Vries, lo mismo que Danvin, no encuentra otra expli- cacibn de la transformación de las especies que la selección. No p&de de- jar de tener en cuenta este principio, puesto que él explica la diferencia entrc la &simple variabilidad y adaptación. No puede decirse lo mismo de ICorjinsky. De darwinista fanático, se transformó de repente en anti- darwinista declarado, pretendiendo haber imaginado una teoría qne eli- minaba el darwinismo, cuando, cn realidad, no hacia sino ampliar (en la proporción de los matcriales reunidos durante cuarenta años) la lista de ejemplos de cambios súbitos y considerables que Darqin había acumu- lado abundantemente en sus dos libros. Korjinsky .no ha comprendido nunca la diferencia que existe entre el simple cambio y la adaptación, os deíii. aquello que es fundamental en el danvinismo. Es necesario tener en cuenta que la tentativa de De Vr ie , Korjinsky y otios no cambiaba n i afiadia nada a las conccpciones fundamentales de Darwin, ni siquien cn lo que se refiere a la cuestión parcial de la variabilidad. Danvin admi- tía también el cambio brusco por saltos y el eirnl#i gradual, y m& cbliga en la actualidad a conceder a1 primero iin valor,ex:esivo, cuando no predominante". (K. Tiniinarev: Los tratad- fundamentales del d a - arrollo dr la biología en el siglo XIX, Moscú, 1908, pjgs. 94-96) .

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A eutc propósito, es probable que Plejanov haya citado a Armando Gnuiier en lugar de Alejandro Jordán, pues los mlritos de aquC1, quími- co eminente, sc refieren a un dominio totalmente distinto. Es a 61 a quien hay que atribuir 10s trabajos que demuestran la unidad de Ir materia or- gánica s inorginica.

El, hecho de que "las bases de la teoría de Korjinsky y de De Vries ban sido fondamentadas aobre ternno poco sólido", ba sido reconoci- do por el profesor L. S. Berg. uno de los m66 modernos partidarios de la teoría de la evoluci6n de las especies "por saltos". (Tewír & Ir wo- lución, Petrogrado, 1922) . En su voluminosa obra, titulada Monogene-

o evolnción conforme a 1a.s leyes naturales (Petrogrado, 1922) , con- t1n6a ignorando las refutaciones & Timiriazcv, y, al querer probar que la evoluci6n procede "por saltos, paroxismos, cambios", olvida hs re- futacionea hecha por Darwin y su doctrina, Lo mismo que en Kor j inhk~ y Danilevsky, se descubre en el profesor Berg la intención de reintm- ducir en la ciencia el principio de la "finalidad interna de lo que vive", a titulo de la evoluci6n "regular".

. Plejanov habría podido refetirse cn la actuaiidad a la teoría 6 los "~luanu" de Planck. que introducz también los "saltos" en el mnndo de los procesos electromagnbticos. El "quanta"s1emento de energía-. es una diferencia cualitativa. resultado de diferencias cuantitativas. Del mismo modo queehay npcasidad de cierta acumulación de diner-trans- formación cnantitativa-para obtener el mínimum del "quanta" nece- sario para la transformación de cste dinero en capital, así también, sc- gún esta misma teoría, la energta e'hctrica debe acurnularse-transfo~ mación cnantitativa-hasta que se obtenga el "quanta", que es una cantidad de energía que produce un efecto determinado. Es fhcil in- tegrar con esta teoria la de la r\rolución por saltos, y Planck mismo lo atestigua así. Este critica la tesis de la "inamovilidad de los procems dinkmicos", qne cra en otra época la premisa incontestable de todas las teorías físicas y que encontraba sn expresión, de acuerdo con Aristótcles, en la fórmula Narnra non facit saltus.

"La investigación cientifica contcmporánea ha hccho una brecha considerable en la antigua y venerada fortaleza de la ciencia física. La tesis en cuestión es batida en toda regla por los principios de lo termo- 'dinbniica, y, si las apariencias no engañan, sns dlas se encuentran con- tados. La naturaleza da saltos visiblemente, y hasta de un género b u - tante extraño .... En todo caso, la teoría de los "quanta" nos lleva a la conclnsión de que en la Naturaleza se producen cambios que n o c cum- plen gradualmente, sino en forma de explosión". (M. Planck, Physika- lischc Rundblicke. 1922, páginas 72-75).

La dialéctica de Marx realizaba desde el principio la dntesis de la evolución gradual y de la teoría de las iatdstrofes. de los aaltos. Seg6n ella, estas catístrofes representan iin momento indispensable en e1 proce- so dialictíco. Es esta la única diferencia c i i t n la diallctlca y la n o - lución.

G d a progreso en el conocimiento de la N~turaieza trse conaigo nuevas prncbaa del hecho de que todo esti en movimiento, de que todo cvolucioia. Los hltimos progresos de la física 7 dr Ir quimlci han dt-

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mostrado que el movimiento. la vida, se realizan en el mundo de lm elementos químicos "inertes", el cual evoluciona. ae transforma lo miamo que al de los organismos. Todo vive y 813 mueve, todo ati ea nn proa ceso de transformacióii cttrna, dialéctica. (D. R.) Comparar I i Dialúti- ca de la Naturaleza dk Fr. Engek (Archivos de M a i t y Engcle. t. 11).

(XXIII) Napoleón 1 dijo: "La n_aturaleza de las armas decide & 1í composición de los ejércitos, de los sitios de campaña, de laa marcha, poticiontr. órdenes de batalla. trazado y perfilca de las plazas fuertm, lo que establece una oposición constante entre el sistema de las g u e m de los antiguos y la de los hombres modernos". ( P m i s de G u m de C h t , Parú, 1836, p5p;s. 87-88) .

(XXIV) De los trabajos de Ftiednch ~ a t i e l (1844-1904) ha sido traducido al ruso, por D. K o r o p t c b d y y editado por la II- b r e r i ~ Prosvechtchenie, 1900, la Etnografía. La obra más importante que ha aparecido después del libro de Plejanov es la Gdograpbie bumaine, dcl geógrafo francds Brunhes, 1910. En ruso existe igualmente un Com- pendio & la evolu¿ón Be las ideas antropo-geogrAficas (1908). por L. Sinitsky, en el que este tema es objeto de un estudio circunstanciado. En- tre 108 geógrafos alemanes que han estudiado la influencia de1 medio geo- gráfico sobre el hombre e inversamente, el mis notable es Gettner. A 41 S@

debe también una exposición detallada de las Condiciones geográficas de la economía humana. en su ot ra de recapitulación titulada: GNndrise dti Socialokonomik (Fundamentos de la economia social), 1914. El carna- rada Bujarin se apoya en Gettner cuando trata en su libro Tcoría del ma- eerialumo histórico, párrafo 30, de la "Naturaleza en tanto que medio para la sociedad", pág. 116-1 1 7 (D. R.).

(XXV) Es característico que ya en SU obra sobre la teoría eco- nómica eobn Rodbertus, Plejanov se detenga en el estudio del papel de la conquista. Segiin él, Rodbertus no ha sobrepasado todavía aquella filo- aofia de la Historia que a principios del siglo XIX se esforzaba, en la persona de Agustín Thierry, por explicar el curso de la Historia ingle- sa por el hecho de que "existe sobre todo una conquista", de que "todo ello data de una conquista". Plejanov formula de este modo su refuta- ción fundamental: "Se puede ya, por los escritos de Th ie ry , darse cucn. ta de la inconsecuencia e inconsistencia de semejante concepción. Si aun tonserva cierto aspecto de probabilidad en cuanto ae refiera a la "eutitica" de un rdgimen social, la teoría de la violencia se revela. en cambio, inca- paz de explicar las etapas que dicho régimen atraviesa en su evolución, de descubrir las causas que transforman las relaciones de las f u e m a so- ciales". (Obras, t. 1, pigs. 39-40). (D. R.).

(XXVI) Mil1 decía ya, repitiendo las palabras de "uno de los más grandes pensadores de nuestra época: "De todos los modos vulgar- ¿e sustraerse al estudio de !a acción ejercida sobre el epiritu humano por laa influencias miales y morales, el mayor es dquel que consiste en atri- buir laa diferencias de altitud y de caricter a diferencias naturalea iana- W". (Prindipb of political Economy, t. 1, página 390).

(XXVII) Por lo que ce refiere a la influencia de la economía sobre laa relaciones socialcs y en particular sobre tl derecha. e3 nccaarie

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mencionar las obras de N. 1. Sieber. que han conservado todavía todo sa palor. En primar lugar, cabe soñalor aos Ensayas sobre la cultura sra- aómia primitiva, 1883. reeditados en 1899, y sus articules minidos bajo r1 título El Derecho y fa economía, en el segundo tomo & mis obras {San Potersburgo, 1900). (D. R.) .

(XXVIII) Ludwig Noird (1 829-1 889). filósofo alemin can completamente derconocido de los hidtoriadores de la filosofia proferional. defendió en una de aus primerns o b r a (Der moniítische Gcdankc, 1875) un monismo próximo al spinozismo. Su punto de partida e6 la unidad de la materia y el espíritu. Ee autor de doa obran: la una. citada p a r Plcjanov, sobre los Odgenrs d d lenguaje (1874) ; la otra, que n o ofre- a el menor intcris, titnlada El instrumento y su impomanuia pía el b m l b ¿t la Hainanidad (Das Wrrkzeng ond ~ i n e Dedeutung f6r dic Gcrchichte &r Menschheit (D. R.).

(XXIX) Nos permitimoa aeñalar nuestro articulo, aparecido rn la nviata Sovnmionny Mir ("L2s pretendidas corrientes religiosas en Ru- ma"). 1908. setiembre y noviembre (Obras, t. XVII). En a t e articulo hemos examinado igualmente la importancia de la ttcnita para la evolu. cí6n de l i s idear religiosas

(XXX) Una nueva tentativa de exponer la evoluci6n de la civi- lización humana desde el punto de vista materialista es la que representa la obra inconclusa del sociólogo alemán M. Muller-liere: Ennrricbklungss- mfea d$r Menrqscheic (Erapis de la evolucióri do la, Humanidad), 1908- 1914).

Plejanov ha consagrado al arte, considerado desde el punto de vista de la concepci6n materialista de la Historia, un articulo especial con el título "El Arte", reproducido en la recopilaci6n Veinte aiíw, pbgs. 334- 354 ( o b r a , t. XIV).

E n estos dltimos ~1606, la cuestión del origen del arte ha sido es- tudiada desde un punto de vlsta marxista por Hausenstein: Die Kunit und dic Gcdellschaft (El arte y la sodedad), Munich. 1916, y por Ln Merten. W w n und die Venndemng der Künate (La rsmdia y las nan~fozmaciones be1 arte), 1920. Comparar Bourjarin. Teoría del ma- n r i d s m o histórico, pbgs. 215-233 (D. R.).

(XXXI) Como se sabe, en el otoño de 1 9 0 5 algunos matxiataa no eran de esta opini6n. Consideraban posible en Rusia la revolucibn socialirta. como si laa fuerzas prodiictoras de este paín~ hubieran estado ya lo auficientem~nte desarrolladas para tal revoluci6n.

(XXXII) Engels dice, en su obra sobre el origen de la familia. que loa pueblos puramente :azadorea no existen sino en la imaginación de los mbioa. Las tribus de cazadores se entregan igualmente a la nco- lección de frutos y plantas. Pero, como lo hemos visto, la caza ejerce una influrncu considerable sobre la evolución de las ideas y gustos de es. ta9 razaa.

(XXXIII) Estas ideas han sido desarrollad3s por Plejanov con mis detalles en su articulo "La literatuza dramática y la p in tun f n n - ctsae en el siglo XVII. consideradas dende el punto de vista de 1& So- ciología" (reproducido en la recopilación Vbinu niloa). (Obnr. t. XIV) .

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"Decir que el arte-lo mismo que la literatura-es un reflejo de 11 vida, es expresar un penanmiento que. no obstante la verdad que encierra. a, sin cmbirgo, muy vago. Para comprrnder 6 qu¿ m a n q el i r t e n- tieja la vida, cs necesario comprender Ir mcciaica de h t a . Pero es cler- to que en los pueblos civilizados, la locbi de clasu ea ono de los m i s irnyortantcs rtaortes de esta mrcinica. Y n o e s sino dcpnís de hibet exa- mimado este resorte. de haber tomado cn consideracibn la lucha de clases y estudiado las peripecias en todas sus mbltiples variedades que citaremos en aptitud de explicarnos d: una manera c n tanto satisfactoria Ir historia "tspiritual" de la sociedad civilizada. La marclia de laa "ideas" de esta sociedad refleja la historia de la3 clases dc que ac compone y los combate6 que estas clasts libran entrz si. (Veinte a6os, plgs. 323-324) (Obrar, t. XIV). .

E n cuanto se refiere a las causas que determimu el Cxlto dc l a pin- tura de David, ver en el mismo tomo. pigs. 3 17-3 19.

M'. Hausenstein, historiador alem6n de arte, ha ' consagrado, varias cbraa a este mismo tema. I

(XXXIV) Con motivo de su polémica con los hermanos Baucr. hhrx escribió: "La filosofía francesa avanzada y particularmente d m i - terialismo francés del siglo XVIII. representaban una lucha. no sola- trienle contra la religión 9 la teologla reinantes. sino tambihn contra la metafísica del siglo XVII (y contra toda metafísica), contra la de Des- cartes, Malebranche, Spinoza y Leibniz, y. a1 mismo tiempo, "contra las instituciones políticas existentes". Este ES on hecho reconocido uni- wtsalmente al presente.

(XXXV) Encontramos ya esta referencia a Sismondi en el ar- tículo bien conocido de Plejanov "Algunas palalbras para la defensa del matcnelismo econ6mico", carta abierta a V. Golzev (reprodncciini en la rccopiiación Veinte años) (Obns, t . V'II).

Según Sismondi, "en Francia, bajo el reinado de Felipe V. las no- vtlas francesas, que eran leidas entonces únicamente en la corte y en lo5 castillos. modificaron las costumbres nacionales, demostrando a la no- bleza a lo que ella debía aspirar, como perfecci6nW. La literatura Li- flueocia evidentemente las costumbres ¿Pero de dbnde había surgido ella misma? ;A que causa debían so existencia las novelas de caballería? La respuesta es bien c lan : "Las novelas de caballeria áebíñn su existencia a la de las costumbrerr de caballería". (D. R.).

(XXXVI) Y a Spiiioza había dicho (Etica, terccra partc, segun- do tiorema, anotación) que innchos creen actuar libremente, porque CO-

n- sus actos. pero ignoran las causas de ellos mismos. "Así. el ni60 cne que quiere leche por su ~ r o p i a voluntad; e! pequeño infante irri- tado. que quiere vengar= el pusilámine, que quiere liuir". El mismo pen- samitnto ha sido expresado por Diderot. en el cm1 la doctrina materia- Ilsta era un apinozismo desprcndido de su envoltura ttolbgica.

Imp. "Bl Esfnerzr". Eyzagnfrrt 11 11.