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Las campanas ovales de bronce del Noroeste argentino prehispánico
Introducción
Luis R. González Edgardo D. Cabanillas
La producción metalúrgica en épocas prehispánicas en el Noroeste argentino (NOA) asumió singulares características, tanto en la escala de las actividades y en las innovaciones técnicas desarrolladas como en las cualidades formales e iconográficas de los objetos producidos. Ya desde el siglo V y con independencia de los considerados "centros de invención" de los Andes (cf. West 1994:7), en algunos sectores del NOA se manejaba aleaciones de bronce estañífero y se colaba objetos por "cera perdida". Hacia el siglo X las actividades metalúrgicas experimentaron un notable aumento en la escala de metal procesado y en el tamaño de las piezas que se obtenían. La dominación incaica, iniciada a principios del siglo XV, encontró en la región a metalurgistas especializados, los cuales fueron aprovechados por la administración cuzqueña para proveerse de materiales con alto valor simbólico y que resultaban útiles para participar en las maniobras políticas del estado (A. González 1979; L. González 1999).
Si bien los trabajos arqueológicos han dado a conocer numerosas herramientas (cinceles, cuchillqs, hachas, etc.), la mayor parte del metal producido en el NOA se invirtió en objetos de prestigio y ornamentales (González y Peláez 1999; A. González 1998:367). De igual modo, el gradual aumento en la escala de la producción metalúrgica y en la sofisticación técnica aplicada que se registra a Jo largo de la historia prehispánica de la región tuvo lugar en sintonía con los procesos de integración de unidades socio-políticas de considerable
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extensión territorial y demográfica, la aparición de liderazgos institucionalizados y el paulatino fortalecimiento de desigualdades intrasocietales en términos de acceso a poder y recursos. En esta dinámica de complejización social, los bienes de metal habrían jugado un importante papel como símbolos de status y materializando algunos de los principios fundantes de la ideología dominante que legitimaba la autoridad de las elites político-religiosas que se consolidaron en el seno de las comunidades.
En este artículo nos ocupamos de las campanas de sección oval o "tan-tanes", uno de los tipos de objetos más singulares de la metalurgia prehispánica del NOA. En tal sentido, comentamos los estudios técnicos llevados a cabo sobre: a) una campana perteneciente a las colecciones del Museo Etnográfico de Buenos Aires; y b) un fragmento de una pieza similar, recuperado durante las investigaciones arqueológicas en las que participa uno de nosotros (LRG) en el sur del valle de Yocavil, provincia de Catamarca. En ambos casos, los análisis estuvieron dirigidos a establecer las características del material y los métodos de manufactura empleados, con el propósito ulterior de integrar los datos en hipótesis sobre las relaciones entre tecnología metalúrgica y dinámica social durante los momentos prehispánicos tardíos delNOA.
Las campanas ovales del NOA
Las campanas o "tan-tanes" figuran entre los objetos más llamativos de la producción metalúrgica prehispánica tardía (ca. siglos X al XVI) del NOA, tanto por el volumen de metal invertido como por las dificultades técnicas implicadas en su manufactura. Se conocen poco más de treinta ejemplares (véase L. González et al. 2002) y, más allá de su amplia distribución en la subregión valliserrana del NOA, la identidad formal y decorativa de las piezas sugiere un reconocimiento simbólico que trascendía las fronteras étnicas. Lamentablemente, en la casi totalidad de los casos los ejemplares conocidos proceden de contextos arqueológicos sin registros, lo que entraña problemas de diversa índole a la hora de encarar estudios sistemáticos. Por ejemplo, las únicas piezas con datos de procedencia confiable ( descontando el fragmento al que nos referimos más adelante) serían un ejemplar procedente deLaPaya(Boman 1908, 1991:235; A. González 1979: 116) y dos de la zona de Cachi (Tarragó y Díaz 1973).
Estas campanas presentan una sección elíptica muy marcada y alturas variables entre menos de 10 y más de 30 cm. Un detalle sugestivo es que, cualquiera sea el tamaño que se trate, los ejemplares conocidos muestran dimensiones similares en el ancho máximo de la boca y en la altura. En el sector de cierre, opuesto a la abertura, suelen encontrarse un par de perforaciones rectangulares, las cuales habrían servido para suspender las piezas (Ambrosetti 1904:257; A. González 1979: 165). También se advierten en dicho sector "botones" cuadrados o discoidales sobresalientes. Los motivos decorativos, realizados en líneas en relieve, tienden a concentrarse en la zona de la boca, ajustándose al clásico "estilo santamariano" de la región (Tarragó et al. 1997; González y Tarragó 2002). Los motivos predominantes son rostros antropomorfos, con o sin líneas verticales submentonianas, orlas con óvalos o rombos encadenados, en algunos casos figuras de suris estilizados y, con menor frecuencia, serpientes. Una característica curiosa, que resalta en los motivos de rostros, es que estos fueron dispuestos invertidos si se considera como posición normal de la pieza la de colgar con la
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boca para abajo (Fig. 1 ). Al respecto, A. González (1983:269) expresó que los rostros invertidos remiten a la "posición que tendría un cráneo cuando se lo toma del aditamento correspondiente", sin descartar que las campanas, careciendo de badajo, se hicieran sonar por percusión directa con la boca hacia arriba.
Figura 1. Campanas ovales de bronce del NOA (alturas aproximadas: a, 29 cm; b, 24 cm; c, 23 cm; d, 20 cm).
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Campanas de forma similar realizadas en madera fueron ocasionalmente registradas y se sugirió sobre ellas que constituyeron prototipos de las metálicas (A. González 1979: 130-131 ). Boman ( 1908, 1991 :738) informó de cuatro ejemplares procedentes de Cal ama (Fig. 2) y de otros dos recuperados por Uhle en grutas funerarias cerca de Casabindo. Von Rosen ( 1990: 156-158) hizo referencia a objetos del mismo tipo procedentes de Morohuasi, denominándolos "sonajeros" o "matracas". Por su parte, Pérez de Arce (2001 :60-61) comentó que las campanas pe madera, con el nombre de cancahua, eran conocidas en el desierto de Atacama en épocas previas al florecimiento de las sociedades santamarianas. Según este autor, las campanas, provistas de varios badajos de madera, se usaban en caravanas de llamas que recorrían extensos territorios surandinos. Sostuvo que, a partir de estos recorridos, el uso de las campanas se extendió hacia el sur de Perú, el Altiplano boliviano y el NOA.
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Figura 2. Campana de madera de Cal ama (tomado de Boman 1991 ).
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Los estudios técnicos orientados a determinar la composición de los materiales de las campanas fueron escasos y en la Tabla I se han resumido estos datos. Acerca del modo de fabricación, Ambrosetti ( 1904:258) consideraró que se utilizaron moldes bivalvos, además de un "molde sólido central núcleo o noyo, como dicen los fundidores". Comentando las características de una campana procedente de La Paya, Boman ( 1991 :235) expresó que "la fabricación del molde no ha sido seguramente cosa fácil [ ... ] El molde exterior ha sido dividido en dos valvas, como se puede ver por las huellas de sus junturas en la campana". Un estudio exhaustivo fue efectuado por Lechtman y A. González ( 199 l :82-83) sobre un ejemplar depositado en el Museo Chileno de Arte Precolombino. Propusieron que el molde constó de tres secciones (Fig. 3), ensambladas alrededor de un núcleo interior sólido y señalaron que el uso de moldes bivalvos deja, en las paredes de la pieza, aristas más o menos notables. Si bien estas aristas podrían ser disimuladas posteriormente, "no importa cuán cuidadosamente se bruña y pula la superficie, casi siempre quedan rastros de la línea de molde" (Lechtman y A. González 1991 :83). Sin embargo, según se indicó, mientras en la pieza estudiada fue detecta-
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do un vestigio en uno de los costados, estas líneas no fueron registradas en otras siete piezas observadas. A partir de ello se propuso que los fundidores , una vez colocadas las valvas en su lugar, cubrieron por el interior la juntura de los moldes utilizando pasta refractaria, con lo que se habría evitado la formación de las líneas referidas. Respecto de los motivos decorativos se expresó que fueron logrados grabándolos en las superficies internas de las valvas. Fue mencionado, asimismo, el caso de una pieza que presenta rostros sobre los laterales curvos, sugiriéndose que estos motivos fueron grabados "en el molde luego de la unión de las dos mitades" (Lechtman y González 1991 :84 ). Debemos agregar, por nuestra parte, que la mayoría de las campanas conocidas incluyen relieves decorativos en los laterales curvos , a veces sólo una línea junto a la boca, la continuación de la guarda frontal o un motivo específico.
Tabla 1. Composición de campanas ovales del NOA
Procedencia Cu Sn As Fe Pb Referencia
Cachi* 91,2 6,0 - Trazas Trazas Ambrosetti 1904:264
Molinos 93,7 6,0 - 0,27 Trazas Boman 1908
La Paya 95 ,6 3,9 - 0,29 0,14 Boman 1908
NOA 95 ,0 4,9 0,01 0,02 0,01 Lechtman y A. González 1991
Valle Calchaquí 96,9 2,5 - 0,13 Trazas Trueco 1965
Sequía Vieja** 93,2 6,2 - - - Pedersen 1952
NOA 95,9 4 - trazas - Cabanillas y González 2002
* Se tratarw de "un xranfraxmenro ", no de una ¡neza entera. ** No hay dexc.:ripciún t>reci.rn y puede 110 corres¡umder al tipo frutado.
Los únicos ejemplares recuperados con badajos serían uno procedente de la Quebrada de las Conchas (Gudemos 1998:144) y otro de Cachi (Tarragó y Díaz 1973). Gudemos ( 1998: 130) sostuvo que en algunos casos estas campanas fueron utilizadas como "vasos de percusión", siendo golpeadas por su parte externa y Pérez de Arce (2001 :63-64), luego de observar cinco campanas, concluyó que los signos de desgaste verificados en los ejemplares se correspondían con el uso de múltiples badajos en movimiento rotatorio. Realizó experiencias colgando cuatro badajos, indicando al respecto que los mejores resultados rítmicos se correspondían con un movimiento de "trote rápido", aunque también un "sonido interesante y hermoso" se obtenía con un golpe de puño sobre una de las caras (Pérez de Arce 200 I :64).
Campanas y ceremonialismo en el NOA
Como se anticipara, la tecnología metalúrgica en el NOA prehispánico se desarrolló en estrecha rel~ción con los procesos de cambio social. Los bienes metálicos participaron de un entramado de significación más amplio que el de su mera materialidad, entramado que, en definitiva, fue el que otorgó sentido a la trayectoria de la tecnología (L. González 2002). Las campanas, junto a las placas y las hachas decoradas con mango incorporado, parecen haber formado parte de la parafernalia ceremonial vigente en los momentos prehispánicos tardíos
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Figura 3. Molde de campana propuesto por Lechtman y A. González ( 1991 ).
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de la región y que incluía prácticas sangrientas tales como el cercenamiento de cabezas (A. González 1983:242, 1992: 143-148). No abundan los estudios arqueológicos sobre las actividades religiosas indígenas en el NOA (Pérez Gollán 2000), como tampoco se dispone de registros etnohistóricos detallados. No obstante, todo apunta a .indicar que la región compartió, con sus particularidades históricas , los principios básicos de una estructura religiosa pan-andina de considerable profundidad temporal y persistencia (entre otros, Mariscotti de Gorlitz 1978:229; Pérez Gollán 1986:69-70, 1997: 12-13; Girault 1988:450). Algunos elementos de esta estructura pueden reconocerse en celebraciones folklóricas de la región . En particular referencia a la participación de campanas, corresponde mencion.ar a la Fiesta del Chiqui, que perduraba en la provincia de Catamarca a fines del siglo XIX y en la cual hombres y mujeres se reunían bajo un algarrobo, de cuyas ramas colgaban diversos productos, entre ellos muñecos de masa (huahuas). Los participantes danzaban en torno al árbol , portando cabezas de animales cazados en días previos, entonando cánticos, golpeando latas y bebiendo copiosamente aloja (chicha de algarrobo) . Lafone Quevedo ( 1888:250-256) expresó que las huahuas de masa sustituían anteriores sacrificios con carne humana. De igual modo,
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Quiroga ( 1929:9) relacionó las cabezas de los animales con los sacrificios humanos de épocas prehispánicas e indicó que la fiesta se realizaba para propiciar la lluvia para los sembradíos (Quiroga 1929:6). En tal sentido, las latas golpeadas durante el desarrollo de la celebración lo eran para "ll amar al trueno por simpatía" (Quiroga 1929: 125) y sugirió que estas latas sustituyeron, en la misma función, a las antiguas campanas calchaquíes. Ambrosetti ( 1899: 155) también se pronunció respecto de la Fiesta del Chiqui y de la participación de las campanas en ellas, coincidiendo, en términos generales, con los dichos de los autores mencionados. De forma similar, las opiniones actuales más autorizadas les otorgan crédito a algunas de estas interpretaciones. Refiriéndose a la festividad, A. González ( 1992: 186) expresó que "la ceremonia parece haber sido la supervivencia de un antiguo culto agrario a la fertilidad, que originalmente debió estar relacionado con sacrificios humanos" y, en cuanto a los rostros que decoran las campanas (similares a los de los discos de bronce), representarían cabezas de sujetos sacrificados.
Por nuestra parte, estimamos que la hipótesis planteada por Quiroga respecto de la participación de las campanas ovales en las prácticas ceremoniales mantiene vitalidad, tanto si atendemos a la funcionalidad de las piezas (instrumentos musicales) como a su material (metal) . Como varios autores han señalado, "los instrumentos musicales y los cantos son parle fundamental dentro del complejo mundo ritual andino" (Mercado Muñoz 1994:74), · pudiendo las campanas ovales haber representado en las sociedades prehispánicas la culminación en la búsqueda de un sonido significante (Pérez de Arce 2001 :63). El metal , de modo particular el bronce, constituyó uno de los materiales más idóneos para plasmar los grandes principios cósmicos de la organización comunitaria, no sólo por la complejidad tecnológica invertida en la producción y que permitía un control por parte de determinadas fracciones sociales, sino también por las privilegiadas conexiones que minerales y metales mantenían con las potencias de la naturaleza (L. González 2001a, 2001b; véase A. González 1998: 161 ).
Estudios técnicos sobre campanas ovales
Los estudios técnicos que a continuación se detallan se inscriben en un programa de investigación arqueometalúrgica que desarrollamos desde hace varios años . A través de este aspiramos a delinear la trayectoria de la tecnología en el NOA y definir sus cualidades específicas considerando el ámbito más amplio de la región andina, así como establecer vinculaciones entre tecnología y cambio social ( entre otros, L. González 1992, 1997; L. González y Palacios 1996; L. Gonzálezy Vargas 1999; L. Gonzálezetal. 1999, 2001; Tarragóy L. González 1996; Cabanillas et al. 2002). En dicho programa, la información empírica es obtenida a través de dos líneas de estudios de laboratorio complementarias, una sobre objetos metálicos procedentes de la región depositados en colecciones y la restante sobre materiales recuperados durante los trabajos arqueológicos que se llevan a cabo en el sur del valle de Yocavil, provincia de Catamarca (véase más adelante) .
Los estudios se planificaron para conocer la composición de los materiales y explorar las alternativa\ técnicas que rodearon a su manufactura. En tal sentido, se efectuaron relevamientos dimensionales, observaciones con lupa binocular y con microscopio electrónico de barrido (SEM) a diferentes aumentos, determinaciones de composición con energía dispersiva en rayos X (EDAX) y difracción de rayos X (DRX) y metalografías. En el caso de
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la campana oval 26255, fueron establecidas sus cualidades acústicas utilizando equipos de excitadores, acelerómetros piezoeléctricos, sensores y un analizador de señales dinámicas. Complementariamente, en esta y en otras dos piezas fueron medidos los decibeles del sonido bajo percusión del material. 1
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Figura 4. Región del NOA.
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Los estudios técnicos fueron realizados en los laboratorios del Centro Atómico Constituyentes (CNEA).
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La campana 26255
Esta pieza pertenece a las colecciones del Museo Etnográfico de la ciudad de Buenos Aires, institución a la que ingresó a principios del siglo XX, a través de la compra de la denominada Colección Zavaleta (véanse comentarios sobre esta colección en A. González 1983). Su hallazgo habríase efectuado en Cafayate, provincia de Salta (Fig. 4 ), desconociéndose su contexto arqueológico. La campana tiene un alto de 27 ,5 cm, un ancho máximo en la boca de 27 cm y pesa 3 620 g. Los motivos iconográficos se presentan en líneas en relieve, aplicadas en cada uno de sus frentes y consisten en dos rostros contiguos de contorno trapezoidal, cada uno de ellos con cinco líneas verticales que se desprenden del mentón (Fig. 5).
Figura 5. Campana 26255.
El exa~en macroscópico mostró que el material se encontraba en aceptable estado de conservación, sin zonas de corrosión en proceso. En el sector del plano de cierre de la campana, opuesto a la boca, se advirtieron los siguientes detalles (Fig. 6): a) dos agujeros de tendencia rectangular, los cuales fueron logrados en el mismo momento de la colada (es decir, _no fueron abiertos luego de obtenida la pieza); b) una protuberancia circular junto a uno de
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los agujeros, que correspondería al corte de un canal de ventilación dispuesto en el molde; c) una protuberancia rectangular alargada, ubicada en el centro del plano, probablemente vinculada con el corte del canal de colada; d) una zona de relleno de mater~al , de aspecto desprolijo y que puede observarse también desde el interior de la pieza; y e) una perforación angosta y levemente curva cerca del borde del plano, producida con posterioridad a la fabricación. Es posible que se trate de un daño motivado por tens iones en un área de debilidad localizada , por ejemplo, por escaso espesor del material.
Figura 6. Plano de cierre de la campana 26255 (referencias en el texto).
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La zona (d) con relleno de material corresponde a una reparación efectuada en la pieza, situación que constituye un caso poco común en el registro arqueológico de metales de la región . Esta reparación, ele acuerdo a los estudios, debió llevarse a cabo en razón a que la pieza original fue obtenida incompleta. Dicho de otra forma, en la zona reparada el molde no habría alcanzado un perfecto llenado durante la colada. Este defecto obedeció, probablemente, a una combinación de causas: a) un canal de alimentación, derivado de la boca principal, demasiado angosto y que no permitió un flujo adecuado del metal líquido ; b) baja temperatura del mate rial colado; c) formación de burbujas de gases en el interior del molde por mala ventilación; el) con menor grado de probabiliclacl , que el metal fundido preparado para la co lada no fuera sufi c iente para llenar el molde. Los vestigios de un conducto de
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ventilación fueron detectados sólo en uno de los costados del plano, pero es probable que se hubiera dispuesto otro (el que habría fallado) en forma simétrica y que quedó borrado por la reparac ión . El aporte del material de relleno implicó preparar una nueva aleación y calentar adecuadamente la pieza ya obtenida. El metal adicional fue vertido y luego distribuido utilizando una herramienta, observándose los surcos provocados por la operación. Fue inevitable que se formaran "puntos fríos" en la zona de unión entre el material original y el de aporte, advirtiéndose defectos que incluyen pequeños agujeros pasantes.
En el cuerpo de la pieza se detectó líneas conocidas como "colas de rata" y que sugieren desprendimiento de gases (por ejemplo, vapor de agua) desde el refractario utilizado. Durante la colada, estos gases deben ser evacuados al mismo tiempo que ingresa el metal líquido al molde, a riesgo de que se produzcan defectos de llenado. Líneas más arriba se mencionó este problema al hacer referencia a la necesidad de reparación de la pieza. Asimismo, e n e l borde interno de la boca se constató una nervadura perimetral, la cual, si bien pudo resultar ele un desajuste de las distintas partes del molde , con mayor probabilidad se encuentra presente por expresa intención de los fundidores, a fin de aumentar la resistencia estructural de la pieza. ' Con especial atención fueron buscadas rebabas o restos de ellas en los costados de la pieza, debido a que su presencia podría indicar el uso de un molde bivalvo para conformar el cuerpo. No se encontró s ignos de tales rebabas ni de operaciones de pulido posteriores con la intención de borrarlas .
Las metalografías realizadas sobre el cuerpo principal de la pieza y de una muestra del material de relleno confirmaron la existencia ele dos eventos de confo1111ación distintos. En el primer caso se observó una estructura de granos equiaxiales con precipitados de segunda fase en los espacios interdendríticos, lo cual resulta indicador de un enfriamiento lento (Fig. 7). En la muestra del metal de aporte, en cambio, la estructura se compone de dendritas sin ori entación definida con crecimiento de óxido en los bordes de granos, característica de un enfriamiento rápido, probablemente al aire libre .
El análisis de composición de la matriz indicó cobre (96,6 %) y estaño (3,4 %). En la muestra extraída del material de aporte fueron detectados, además de estos elementos, 1,5 % de azufre, 2% de calc io y 2% de cloro. Este último elemento es un producto de corrosión , el azufre sugiere el uso de una mena su lfurada y el calcio puede provenir del refractario o del fundente uti I izado en la reducción de la mena .
Sohre la muestra de material de aporte se reali zó mediciones de microclureza Vickers , obteniéndose un valor promedio ele 126 Hv. Este valor es ligeramente más elevado que e l esperab le para materiales sin tratamientos térmicos o mednicos , lo cual confirma que durante la reparación se efectuó operaciones de recocido y, por lo menos, alisado del metal en estado pastoso, tal como se había advertido macroseóp icamente.
De acuerdo a los datos obtenidos, puede proponerse un conjunto de hipótes is acerca del molde utilizado para la manufactura de la pieza. El refractario habría constado de, por lo menos, dos partes. las cuales deberían ajustarse unas con otras con cierta precisión. Por un lado se encQn traría e l noyo o macho , que conformaría el hueco interior de la campana. E l
2 Como bien señalara Pérez de Arce (200 1 :60, 63), nervaduras sim ilares se observan en todas las campanas ovales. Este autor sugirió que las nervad uras (a las que llamó " rebordes") tenían por función absorber el desgaste provocado por los go lpes de los badajos.
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noyo tendría las características de una campana sólida, de pasta refractaria, con un extremo (el correspondiente a la boca) unido a un pedestal plano algo más ancho y el otro (el del plano de cierre) con dos apéndices verticales de sección rectangular. Estos apéndices c~mplirían dos objetivos: formar en la pieza terminada los agujeros rectangulares que se observan en el plano de cierre y, al mismo tiempo, servir como topes y anclajes para el armado del molde.
Figura 7. Metalografía de la campana 26255 (200x): granos cq uiaxiales con precipitaciones de segunda fase en los espacios interdendríticos.
A partir del noyo terminado sería producido el refractario de cierre. Como se consignara páginas atrás, los autores que se ocuparon del asunto (Ambrosetti 1904; Lechtman y A. Gonzálcz 1991) estimaron que esta parte del molde debía ser de dos valvas , unidas a lo largo de los costados angostos de la campana. En el ejemplar estudiado, como se dijera, no se encontraron las líneas de unión de estas valvas ni señales de que se las haya borrado por ahrasión posterior al colado, lo cual apunta a indicar que el refractari o de cierre habría sido de una so la pieza. Se habría logrado moldeando pasta sohrc el noyo , posiblemente recubierto con alguna sustancia antiadhcrcnte, instalando una boca de colada principal, con canales derivadores y conductos de ventilación y respetando los topes proporcionados por los apéndices superiores y el pedestal inferior.
El espesor de las paredes de metal de la campana (es decir, el espacio libre entre el noyo y el molde exterior, que sería ocupado por el metal líquido) pudo lograrse de dos
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maneras: reduciendo el tamaño del noyo, luego de obten ido el refractario de cierre, por raspado de su superficie, o haciendo lo mismo sobre la superficie interna del molde exterior. Esta última alternativa, en el caso de un molde univalvo, parece poco probable: téngase presente que la boca de la campana tiene una abertura que no llega a los I O cm de ancho (y que se va angostando hacia el interior) y que por tan reducido espacio deberían haberse introducido manos e instrumentos ele raspado.
Los motivos decorativos fueron grabados en la pared interna del molde de cierre. También en esta ocasión, tratándose de un molde univalvo, la tarea hubiera tenido que efectuarse a través ele la estrecha boca. Las dificultades inherentes podrían explicar la razón ror la cual la decoración de las campanas tiende a concentrarse en sus bocas, es decir, el sector más accesible en un molde ele una única pieza. No obstante. una buena cantidad de detalles escaparían a la vista y control del grabador (el largo ele los apéndices submentonianos, por ejemplo). Por último, sobre las superficies que estarían en contacto con el metal ele colada se aplicaría un baño de una sustancia antiadherente y de relleno de poros, ror ejemplo una solución arcillosa de cenizas ele hueso (L. González 1997).
Como fuera, las precauciones tomadas no fueron suficientes y algo anduvo mal en la colada. Al abrir el molde, probablemente destruyéndolo, los artesanos se encontraron con que la pieza obtenida había quedado incompleta. Se enfrentaron, entonces, a un dilema: podían a) refundir el material utilizado (esta es una de las grandes ventajas del metal), preparar un nuevo molde y colar otra pieza; o b) intentar reparar el defecto, agregando metal para rellenar el sector incompleto. Decidieron hacer esto último y para ello probablemente apoyaron el interior de la pieza, previamente calentada. sobre una base plana y que se ajustara a la forma de la zona a reparar, fundieron una aleación similar y la vertieron desde arriba. Es rosible que el material de arorte se hallara en estado pastoso, sin alcanzar la fluidez que hubiera sido necesaria para un colado en molde. El enfriamiento, al aire libre, fue muy rápido y se requirió utilizar una herramienta para distribuir el metal agregado y cubrir las imperfeccicrnes originales. Las marcas del arrastre quedaron impresas en la solidificación.
El estudio acústico de la campana, planificado a pan ir de la función atribuida, es el primero que se realiza sobre una pieza del NOA. Para caracterizar las frecuencias naturales de vibración y sus modos asociados, se seleccionaron 12 puntos de la superficie de la camrana, tanto para la excitación con un martillo de goma como para instalar los acelerómetros que evaluarían la respuesta a dicha excitación. Los ensayos efectuados fueron de dos tipos: en el rrimero de ellos se regi stró la respuesta de la campana en un runto ele medición frente a la excitación producida en otro runto; en el segundo se comparó la respuesta obtenida en dos puntos de la camrana frente a la excitación producida en un tercero. Las frecuencias detectadas se expresaron en hertz (Hz).
El análisis de las diversas mediciones realizadas permitió concluir que: a) las características geométricas de la campana implican la excitación de dos distintos modos de vibraci(m prefcrenciales, dependiendo del punto donde se aplique el golpe; esto resulta en la obtención de dos tonos di fcrcntcs , según se golpee en la parte central ele las caras frontales ( las más amphias) o en las angostas paredes laterales; b) si el golpe se produce en las caras frontales , la campana responde en una frecuencia de vibración de 31 O Hz, teniendo el modo de vibración asociado sus mayores amplitudes en el centro del extremo inferior de las caras; c) s i el golpe se produce en los laterales angostos, también en la zona inferior, la frecuencia natural ele vibración resulta de 455 Hz.
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Como se anticipara, en forma paralela fue realizada una medición de dccibclcs en la campana 26255 y en otras dos de tamaños ,mís pequeños, también pertenecientes a las colecciones del Musco Etnográfico (L. Gonzálcz et al. 2002). No se consta¡aron grandes diferencias entre los valores obtenidos a partir del tañido con un elemento de madera y otro de metal. Pero sí, como era esperable, se observó que los decihclcs tienden a aumentar con el tamaño de la pieza. En el caso de la campana estudiada se registró rangos entre 92 y 99 dccibclcs. No obstante, debe tenerse en cuenta que la pieza presenta una reparación que alteró en modo importante su capacidad de vibración.
El fragmento 765 de Rincón Chico
La documentación más completa acerca de actividades metalúrgicas durante los momentos tardíos del NOA prehispánico proviene de las investigaciones que, desde hace 14 años, se] levan a cabo en el extenso poblado de Rincón Chico (Tarragó 1987, 1998), ubicado en el sector meridional del valle de Yocavi 1, en la provincia de Catamarca (Fig. 4 ). El poblado , que fue ocupado entre el siglo IX y la llegada de los españoles, está integrado por: a) un sector principal (denominado Sitio 1) con más de 350 construcciones de piedra en la cima, ladera y piedcmontc de un cerro; y b) numerosos conjuntos constructivos que se desperdigan por la llanura aledaña. El Sitio 15 es uno de estos conjuntos constructivos, en el cual las investigaciones permitieron identificar un taller metalúrgico que parece haber desarrollado una creciente escala de producción , al ritmo del proceso sociocultural de la regi ón. Durante las excavaciones en distintos sectores del taller se recuperó y registró evidencias correspondientes a tocias las etapas del proceso de producción metalúrgica: minerales de co bre y de oro, fragmentos de moldes y crisoles, estructuras de fundición, diversos tipos de escorias y restos de metales, así como instrumental de piedra utilizado en la manufactura y terminación de los objetos (L. González 1992, 1997, 2001 b, 2002; Tarragó y L. Gonzálcz 1996). El estudio de las evidencias y once fechados radiocarbónicos permitieron establecer las características de la organización productiva y sus transformaciones históricas. Los datos indican que desde los comienzos de la ocupación comenzaron a elaborarse objetos de bronce estañífero, en algunos casos mediante moldes de cera perdida, utilizando para la fundición crisoles que eran calentados en estructuras de combustión excavadas en el sucio. Con el correr de los siglos, los niveles de producción parecen haber ido incrementándose, con la habilitación de nuevas áreas de trabajo dentro del sitio. A partir de la dominación incaica, el taller aumentó aún más la escala de actividades , habiéndose incorporado una bate ría de hornos de cuba del tipo huayra. De igual modo, comenzó a producirse lingotes, presumiblemente para la movi lización del metal hacia otros lugares del imperio. Más allá de estas modificac iones , los administradores incaicos respetaron el estilo tecnológico desarrollado por los artesanos locales. De esta forma, junto a los objetos de raigambre cuzqueña (por ejemplo, los conocidos tu111i) , en el taller continuó manufacturándose piezas con reconoc imiento local.
Entre los más de trescientos fragmentos de refractarios recuperados hasta el momento en las inves tigaciones en el Sitio 15 fueron identificados algunos que corre sponden al sec tor de cierre (es decir, el opuesto a la boca) del molde exterior de dos campanas (que habrían alcan,.ado unos 15 cm de alto) y en los que se observan con claridad las hocas de colada y sus canales de derivación. También se registró fragmentos con grabados de rostros
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Luis R. González, Edgardo O. Cabanillas: Las campanas ovales de bronce
y de guardas serpenti formes que corresponden a los sectores de las bocas de los ejemplares colados (Fig. 8). Estos refractarios, en cuanto a su estructura, se ajustan a las características generales de los utilizados para producir otros objetos (discos y diversas herramientas) en el taller, con las cavidades internas recubiertas por una película de fosfato de calcio (que puede co nfundirse con "pintura blanca").
Figura 8. Fragmentos de moldes de campanas del taller metalúrgico del sitio 15 de Rincón Chico. Arriba, sector de la boca; abajo, sector del cierre.
Nótese el recubrimiento blanquecino interior.
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El frag~ento de campana del cual nos ocupamos seguidamente (catalogado con el Nº 765) fue recuperado en las excavaciones llevadas a cabo en el Sector XIII del Sitio 1. El área, caracterizada como de actividades ceremoniales , se encuentra al pie del poblado principal y está conformada por un espacio con un diámetro en torno a los 90 metros, en el cual se distribuyen grandes peñascos (algunos de un volumen de más de 50 m' ), de formas prismá-
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Artículos, notas y documentos
ticas , caídos de la sierra. Por lo menos cinco de estos peñascos presentan signos de labrado, con morteros excavados en sus caras superiores y áreas con pulimento en los costados. Los peñascos cuentan, además, con construcciones adosadas en sus lados norte y este que constituyeron plataformas. Estas plataformas, que en la actualidad se encuentran derrumbadas y, probablemente, fueron objeto de excavaciones clandestinas, presentaban una planta semicircular y una altura de alrededor de medio metro. Fueron levantadas combinando grandes rocas in si/11 y otras aportadas por los constructores. Todo apunta a indi car que las rocas empicadas fueron seleccionadas, no sólo en cuanto a su forma y tamaño (algunas mues tran signos de un canteado expeditivo), sino también por su color. En este último aspecto, cabe señalar el frecuente uso de bloques de cuarzo blanco y ele feldespato rosado, los que parecen haber sido los preferidos para la edificación de estructuras ceremoniales en Rincón Chico (Tarragó 1987; Tarragó y González 2002). El carácter ceremonial de los peñascos y sus plataformas adosadas es sugerido por la documentación ctnohistórica y etnográfica de los Andes meridionales (véase, entre otros, Mariscotti de Gorlitz 1979; A. R. González 1983; Girault 1988) y apoyado por las evidencias registradas durante las investigaciones en Rincón Chico, en particular la presencia de entierros de niños y adultos en las plataformas y que podrían corresponder a individuos sacrificados (Doro 2002).
Uno de los peñascos en cuyas proximidades fueron practicadas investigaciones es el denominado ML 35, una roca pegmatítica de aproximadamente 6 m de largo, 5 m de ancho y 2,30 m de altura en sus dimensiones máximas. En su cara superior, con un plano inclinado hacia el sur, se presentan nueve morteros prolijamente excavados, con un diámetro en la boca en torno a 10 cm. Sectores con pulimento se observan en las caras este, norte y oeste del peñasco. La plataforma de piedras, semicircular y con un radio calculado en unos 2 metros , se anexaba a la cara norte del peñasco. Como particularidad , esta plataforma incluía, en su parte central, una roca de granito de forma piramidal alargada y una altura de 0,85 m, que había sido cuidadosamente erigida calzándola con piedras pequeñas. Las excavaciones arqueológicas abarcaron una superficie de 18 m2 y permitieron recuperar restos culturales y óseos de fauna. De acuerdo a los fechados radiocarbónicos obtenidos en estructuras cercanas y a las características del material cerámico, se estima que el contexto se ubica temporalmente entre la segunda mitad del siglo XV y la primera del sig lo XVI. El fragmento de campana fue registrado a una profundidad de 0,25 cm desde la superficie, cerca de la zona de contacto de la plataforma con la cara norte del peñasco (Fig. 9).
Las superficies del fragmento, al momento del hallazgo, se encontraban cubiertas por una pátina estabilizada de color verde grisáceo. La regularidad en la distribución de la pátina indicaba que la rotura de la pieza a la cual correspondía el fragmento se había producido en tiempos antiguos, información de importancia para descartar un accidente producido por el probable accionar de saqueadores modernos. De igual modo, la inexistencia de rastros de erosión en los bordes de las líneas de fractura apuntaba a señalar que el fragmento no había sido arrastrado por factores naturales (por ejemplo, torrentes de lluvias) desde otros sectores del poblado, sino que ingresó y permaneció, en términos relativos, en posición original en el depósito arqueológico. El fragmento , con un peso de 34,4 g, corresponde a un sector del borde de la boca de una campana oval, cuya altura habría estado entre 25 y 30 cm. En el plano correspondiente al interior de la pieza puede constatarse una gruesa nervadura paralela al borde de la boca, rasgo que ha sido reconocido en las campanas ovales. En el plano
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exterior se advierte parte de la decoración en relieve, la cual incluía pequeños rostros de forma trapezoidal dispuestos en una guarda perimetral. Asimismo. en el plano exterior se advierte una importante abolladura que deformó la superficie del fragmento (Fig. I O).
Figura 9. ML 35 de Rincón Chico. Planta de excavación.
RINCON CHICO 1 SECTOR XIII ML 35
PLANTA NIVEL 2
Fragmento 765
CARA NORTE
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Figura I O. Fragmento de campana recuperado en ML 35 (Nº 765).
¡iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii¡¡-........ -.,,~ ... 1
cm o 2
El promedio de las determinaciones químicas cuantitativas efectuadas en distintos puntos de la muestra indica que se trata de una aleación de cobre con 2,5 % de estaño y una elevada presencia de oxígeno. Los estudios metalográficos, realizados en la cara interna y en una de las superficies laterales de fractura , mostraron una estructura de granos agrandados con tendencia cquiaxial, sin macias de recocido , inundada de óxidos y con signos de deformación (Fig. 1 1 ).
A partir de esta información, estimamos que hubo defectos en la manufactura de la pieza, los que dieron por resultado un material con serias anomalías estructurales (i. e. con zonas de dcbil idad). En nuestra interpretación, la campana habría sido golpeada en su superficie externa en repetidas ocas iones, lo que aparece evidenciado por la abolladura mencionada. Las tensiones derivadas de los golpes fueron provocando deformaciones en los granos de la microcstructura y creando líneas de fractura a lo largo de los óxidos intergranulares. El material no resistió el uso y un golpe final en la zona afectada hizo desprender el fragmento.
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Figura 1 1. Metalograffa del fragmento 765 ( 400x): espacio interdendrítico con inclusiones y óxidos.
Evaluación de los estudios técnicos
Los resultados de los estudios practicados sobre las piezas, en lo que importa a esta comunicación, nos permiten avanzar las hipótesis que vin¿ulan a la tecnología metalúrgica con el entramado social en el cual se desarrolló . En este aspecto, uno de los objetivos de los estudios practicados era evaluar la inversión de trabajo aplicado en la producción de las piezas y la correspondiente habilidad desplegada por los productores, en orden a inferir los niveles de especialización implicados en la organización de la producción metalúrgica. Al respecto , podemos considerar los datos obtenidos a partir de la campana 26255, los cuales pueden ser extrapolados en gran medida al fragmento 765 .
De acuerdo al peso de la pieza (3 620 g), estimamos que producir la aleación requirió procesar 9,5 kg de minerales metálicos enriquecidos al 30%. Esta cantidad de mineral, si se considera un yacimiento excepcionalmente rico, implica arrancar, moler y concentrar entre 40 y 50 kg de mena. Para promover la escorificación habrían sido necesarios unos 7 kg de fundentes (por ejemplo, óxido de hie1To o dióxido de silicio). Como en el caso de la mena metálica, estos productos debieron ser obtenidos y sometidos a una selección y preparación
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Artículos, notas y documentos
previas. En las operaciones pirometalúrgicas se habría consumido no menos de 40 kg de combustible reductor, siendo lo adecuado carbón de leña. Para obtener tal volumen de carbón se requeriría procesar unos 280 kg de leña de alta densidad (por ejemplo, algarrobo, Prosopis sp.). Es difícil calcular el tiempo de trabajo involucrado en la prdducción, sobre todo teniendo en cuenta que algunas de las tareas (por ejemplo, la provisión de las materias primas intervinientes) podrían haber sido programadas con anterioridad. Pero puede proponerse que la fundición propiamente dicha habría demandado no menos de 24 horas y la atención permanente de un equipo de, tal vez, cinco personas altamente capacitadas para controlar las múltiples variables en juego durante las operaciones.
La fabricación del molde no habría sido una tarea menos complicada que la fundición. Las arcillas y antiplásticos necesarios tuvieron que ser preparados y dosificados teniendo en cuenta las exigencias a que se vería sometido el refractario terminado. Los operarios encargados de la cuestión no eran simples alfareros, sino profundos conocedores de la mecánica de los materiales ante condiciones que demandaban altos rendimientos (Merkel 1989). En el caso particular de los moldes de campanas, el conocimiento técnico debió combinarse con una singular habilidad manual para conformar los detalles de terminación requeridos y armar los refractarios de forma tal que garantizara una colada exitosa.
No obstante, como se dijera, con la 26255 algo salió mal y se prefirió encarar una reparación en vez de fundir la pieza de nuevo. Desde la óptica de la fundición esto último hubiera sido lo más fácil, no así si se considera que hubiera sido necesario fabricar un nuevo molde o una parte importante del usado. Es posible que la elección por la alternativa de la reparación fuera determinada porque, tomando en cuenta la totalidad del proceso de producción de la campana, resultaba más operativo evitar la fabricación de ese nuevo molde.
En suma, obtener las campanas implicó auspiciar y coordinar el trabajo de un grupo importante de operarios, los que desarrollaron tareas de, al menos, dos tipos : a) indirectas, vinculadas con la obtención, en lugares distantes del ámbito de manufactura, de las diferentes materias primas (minerales metálicos y refractarios, combustibles) y tal vez su procesamiento primario; y b) directas, dirigidas a la efectiva fabricación del objeto a través de la transformación controlada de aquellas materias primas. Es posible que algunos operarios participaran de ambos tipos de tareas y otros solamente lo hicieran en determinadas instancias del proceso de producción. Como fuera, esta mano de obra aplicó en su actividad específica un conocimiento especializado, un tiempo y una dedicación que no resultan compatibles con la idea de una organización productiva de nivel doméstico. Esto no significa que las actividades no pudieran ser llevadas a cabo en unidades domésticas especializadas, sino que el consumo del objeto de producción fue previsto trascendiendo largamente ese ámbito.
Corresponde consignar que, en relación con la propuesta de las características del molde empleado para conformar la campana 26255, los estudios técnicos, si bien orientadores, resultaron insuficientes. En el caso tratado, la evidencia sugiere que se usó un molde exterior univalvo, pero esto, según se señalara, resulta contradictorio con la inscripción de los detalles decorativos . El grabado de los motivos con detalles tan precisos requirió trabajar sobre superficies bajo control directo, tales como las que ofrecerían las de moldes de dos partes. No obstante, el uso de estos moldes necesariamente dejaría huellas reconocibles sobre los laterales, aun cuando se hubiera intentado borrarlas. La propuesta de Lechtman y
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A. González (1991) sobre que las junturas de las valvas habrían sido "tapadas" en el armado previo a la colada es abarcada por la crítica basada en la dificultad de trabajar desde la estrecha boca: es extremadamente dificultoso desde allí aportar material refractario para rellenar las líneas de unión del fondo del molde. Por otra parte, algunas de las campanas conocidas tienen motivos que fueron grabados en los· costados angostos, no mencionándose en las descripciones de estas piezas desfases o alteraciones en las líneas grabadas. Téngase en cuenta que estos motivos, en el caso de un molde bivalvo, debieron ser grabados como imágenes especulares, en dos eventos distintos, y Juego no alteradas por la aplicación del sellado de las juntas. En definitiva, el interrogante, lejos de resolverse, adquiere mayor profundidad.
Esta problemática exige explorar líneas de investigación alternativas (como experimentación y realización de réplicas en condiciones controladas) con el objeto de fundamentar otras hipótesis y estudiar contextos arqueológicos de producción metalúrgica en los que se recuperen restos de moldes de campanas, afinando los criterios para la identificación de tales restos. Sobre el particular, es probable que el escaso registro que tenemos respecto de los refractarios utilizados en la producción de estas piezas se explique en buena parte por las dificultades para interpretar las evidencias. Dos ejemplos pueden ilustrar esta cuestión. Debenedetti informó que en Tilcara se "descubrió un objeto modelado en barro que, por su forma, recordaba a las típicas campanas de bronce que se han descubierto en la región calchaquí propiamente dicha" (Debenedetti 1930:70-71 ). Es probable que este investigador se haya topado con un noyo similar al propuesto para la realización de la 26255. Por su parte, Balbuena (1988) informó del hallazgo de un "fragmento cerámico" en Yoscaba, provincia de Jujuy, sobre el que consignó que presentaba la superficie interior cubierta de "pintura blanca" (recuérdense los fragmentos de moldes del Sitio 15) y grabada con motivos de rostros humanos dispuestos en forma alternada formando una guarda (Fig. 12). En este caso, puede proponerse que el fragmento consistía en parte del molde exterior de una campana.
Consideraciones finales
En el marco del ceremonialismo prehispánico del NOA, las campanas ovales aparecen como materiales significantes no sólo a partir de determinados atributos funcionales (i . e. , instrumentos musicales), sino, sobre todo, como productos resultantes de una tecnología que adoptó un curso determinado a partir de precisas condiciones socio-históricas. Dicho curso estuvo encauzado en la competencia por el control de una lógica social que enlazaba sentidos, actitudes y comportamientos, de cuyos resultados dependía la legitimidad de los grupos que se reservaban la capacidad de decisión política. Tanto las actividades comunitarias como las religiosas daban oportunidad para que los principios fundan tes de la organización social fueran renovados y presentados como respondiendo a un plan natural, atemporal e inmutable, y constituían un escenario especialmente apto para la dilución y el enmascaramiento del col\flicto inherente a un orden social arbitrario y desigual. El reconocimiento de las campanas como objetos rituales residió no sólo en su capacidad sonora, sino en un conjunto más amplio de atributos materiales y simbólicos. Entre estos atributos debe incluirse la energía en trabajo invertida en su fabricación, traducida como información codificada acerca de los individuos que usufructuaban su uso y acerca del contexto en que tal uso se
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Artículos, notas y documentos
hacía efectivo. Si bien no contamos con suficiente información como para intentar una seriación estilística de las campanas ovales, pueden reconocerse algunos patrones estilísticos. El predominio de las representaciones cefálicas apoyaría la idea adelantada por otros autores acerca de la importancia de las cabezas cercenadas en las prácticas ceremoni'ales. Los motivos de suris y serpientes, naturalistas o figuradas, pueden ser relacionados con extendidas concepciones andinas y la invocación de las potencias meteorológicas que aseguraban el bienestar de la comunidad.
Figura 12. Probable fragmento de molde de campana de Yoscaba (tomado de Balbuena 1988).
2cm
c=lm
La importancia que acreditaban las prácticas rituales en las sociedades complejas tardías del NOA queda plasmada en los costos de producción de las campanas. Por ejemplo, el material invertido en ellas pudo haberse utilizado para manufacturar objetos de utilidad inmediata en la vida cotidiana (en el caso de la 26255, unos 150 cinceles o cuchillos). Los estudios técnicos realizados nos permitieron constatar que la elaboración de las campanas implicó auspiciar y coordinar el trabajo de un grupo importante de mano de obra, el cual desarrolló una extensa y compleja cadena de operaciones. El proceso productivo, asimismo,
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conformó un campo de confluencia de distintas especialidades tecnológicas, reuniendo, por lo menos , a ceramistas y metalurgistas . En sus actividades específicas, los operarios aplicaron conocimiento técnico especializado y amplia dedicación temporal. Si bien el proceso productivo pudo estar basado en talleres ubicados en unidades domésticas , el consumo de los objetos estuvo claramente previsto para trascender tales ámbitos.
Los estudios sonoros confirmaron que, si son golpeadas, las campanas suenan y, debido a su geometría, en dos tonos diferentes . En el caso de la pieza 26255, la reparación efectuada redujo notablemente la elasticidad del material y afectó negativamente su capacidad sonora. No obstante, la medición de decibeles sugiere que el tañido podría haber sido escuchado con claridad en un rango entre 550 y 1 100 metros, dependiendo del material empleado en la percusión. Teniendo en cuenta este dato puede plantearse, como hipótesis a ser explorada, una correlación positiva entre el tamaño de las campanas y la escala del cereinonialismo, es decir, la amplitud del escenario ritual y el número de asistentes. Considerando el caso del fragmento 765, puede afirmarse que en algunas oportunidades las campanas eran tañidas por percusión externa.
En definitiva, los datos nos alientan a proponer que la manufactura de las campanas estuvo a cargo de artesanos especializados encuadrados en relaciones sociales jerárquicas. En tal sentido, la tecnología metalúrgica exhibida en las piezas no dependió sólo de la capacidad e iniciativa de los operarios, sino también de las decisiones políticas reservadas a los grupos dominantes de la comunidad. De igual modo, sostenemos que el contexto de las piezas es coherente con una organización religiosa formalizada y con un alcance social relativamente amplio.
Reconocimientos
Queremos dejar constancia de nuestro reconocimiento a varias personas que hicieron posible llevar a cabo los estudios. El Dr. J. A. Pérez Gollán, director del Museo Etnográfico, nos confió la campana 26255 para someterla a análisis de laboratorio. La Dra. M . N. Tarragó, además de proporcionarnos información inédita y valiosos comentarios sobre estas piezas, dirige las investigaciones en la localidad arqueológica de Rincón Chico, de donde procede el fragmento de campana mencionado en estas páginas. R. Doro coordinó los trabajos de excavación en el Sector XIII, durante los cuales dicho fragmento fue recuperado y, además, realizó la Figura 9. En los estudios técnicos y su evaluación colaboraron T. Palacios, J. Ruzzante, F. Saravia, R. Montero y C. España. A todos ellos nuestro agradecimiento. Por supuesto, los conceptos vertidos en el artículo son de nuestra entera responsabilidad.
Luis R. González Museo Etnográfico, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires
Edgardo D. Cabanillas CONICET, Centro Atómico Constituyentes, Comisión Nacional de Energía Atómica
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