Las brujas

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Cuenta la leyenda de terror, que en la noche de Halloween, los niños salen a las calles disfrazados a pedir caramelos en todas las casas y establecimientos, para comerlos hasta quedar saciados. Una noche cualquiera de éstas, uno de los pequeños toma la decisión, de que sería muy excitante ir a contar leyendas en el cementerio, por lo que de acuerdo con sus amigos, toman rumbo hacia el camposanto del pueblo. Al llegar, se ponen cómodos, y dan comienzo a su sesión. El tur-no es para un pequeño de pelo negro como el azabache, quien empieza a narrar una historia de tres brujas que hace mucho tiempo fueron crucificadas en ese mismo lugar, por todos los pecados que habían cometido, y que por tal motivo, sus almas salían de las tumbas cada temible noche de Halloween, bus-cando un alma pura para alimentarse.

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Al escuchar esta historia, los muchachos quedaron muy asustados. Tanto que todos saltaron al unísono, al escuchar un terrible grito que resonó tras las tumbas del cementerio. No obstante, trataron de calmarse, diciendo que tal vez era otro chico mayor que quería asus-tarlos. Pero, no fue así. De pronto escucharon con claridad una risa macabra. Los niños se pusieron de pie, y podía verse a leguas, cómo temblaban sus cuerpos y se desorbitaban sus ojos.Repentinamente, uno de los niños vio como un alma que salía de una tumba y escuchó una voz de anciana que decía: ¿Quién anda por ahí? Todos los pequeños estaban paralizados, el miedo no los dejaba mo-ver. Sin embargo, tomados de la mano, sacaron fuerzas de donde no las tenían y comenzaron a correr hasta que lograron salir del ce-menterio. Desde entonces, los niños jamás volvieron a acercarse a ese temible lugar.

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Un campesino del pueblo, tenía un enorme cultivo de calabazas. Allí podían verse las más hermosas y apetitosas hortalizas. Pero, no todas eran grandes. En el huerto reinaba Ruperta, una calabaza muy pequeña, que por su tamaño fue desechada por el hombre de campo y tirada a la basura.–¡Bah! Esta calabaza es muy pequeña, no me sirve para absolutamente nada. Por eso la tiraré.

La calabaza de Halloween

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A Ruperta, nuestra querida calabacita, le molestó mucho que la separaran de sus compañeras más grandes. Se puso tan furibunda, que comenzó a ensanchársele la cabeza, después el pequeño tallo que tenía encima de la cabeza, y luego se le agrietó la cara, dejándole muchísimas cicatrices.Cuando Ruperta se miró en el espejo, se dio cuenta que su apariencia había cambiado mucho. Se había convertido en una gran calabaza y la mayor cicatriz de su cara, se había tornado en una especie de sonrisa. Así que, contenta con su transformación, ya no fue más la calabaza buena, sino que se convirtió en una terrorífica y rencorosa hortaliza.

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Desde ese día, tomó la decisión de aparecer todas las noches de Halloween en las calles para asustar a los niños. Cuando el campesino se enteró de lo que había sucedido, se arrepintió de haber tirado a Ruperta a la basura y decidió que nunca más volvería a hacer lo mismo.Así que, debes tener cuidado: Ruperta anda suelta. Como ya sabes cómo es su aspecto, cuídate de cruzarte en su camino.

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Un Halloween

sin dientes

10 Un halloween sin dientes

Como es de suponer, el Halloween es una de las fechas más esperadas por los niños. Los papás de Mateo quisieron celebrar ese día organizando una gran fiesta, que por donde quiera que pasaran los pequeños, encontraran muchos caramelos deliciosos. Mateo era muy glotón, por lo que apenas vio la gran cantidad de golosinas, sintió unas ganas incontenibles de comérselas todas, pero no sabía por dónde empezar. Al fin se decidió y dio comienzo a su glotonería con los deliciosos chocolates que estaban sobre la mesa.

11Un halloween sin dientes

Estaba muy concentrado comiendo todo lo que encontraba, cuando de repente vio un enorme dulce de color rojo, que le decía insistentemente: ¡Cómeme! Se abalanzó sobre él, pero no contaba con que varios de los niños invitados también lo habían visto y estaban tratando de darle un mordisco.Pero –el dulce era tan duro, que ninguno de ellos había logrado quitarle tan siquiera un pedacito. Sin embargo, eso no los detuvo. Con fuerza estaban atacando el enorme bombón, cuando escucharon un sonoro ¡CRAC! Asustados, se miraron unos a otros, hasta que Felipe, el más pequeño de todos, gritó:–¡Sus dientes! ¡Ya no están!

En ese instante, comprendieron que su intento de comer un trozo de esa apetitosa golosina, había sido en vano. Todos se habían roto los dientes. En especial Mateo, quien no había dejado de intentar, quebrar el dulce, y aunque se había ayudado con algunos elementos, tampoco lo había logrado. Todos habían quedado SIN DIENTES. A partir de ese día, jamás volvieron a asistir a una fiesta de Halloween, ni mucho menos a pedir dulces en las calles. Podría decirse que les habían cogido fobia. Pagaron caro, su deseo de comer caramelos y aprendieron la lección: todo debe hacerse sin exageraciones.

12 Un halloween sin dientes

13Un halloween sin dientes

Pocas personas sienten un miedo irracional hacia la Luna. Juanito era un pequeño juguetón y un poco indisciplinado, y aunque sus miedos eran pocos, sí le tenía un terror inmenso a esa gran bola que parecía queso, y que aparecía en las noches para iluminar a los habitantes del mundo. Un 31 de diciembre, Juanito quería salir a jugar, pero se acordó que era Halloween y se llenó de un miedo intenso. Sus amigos trataron de convencerlo y, aunque un poco reacio, aceptó y salió de casa con los otros niños a disfrutar de la tan esperada noche.

Juanito y su miedo a la Luna

14 Juanito y su miedo a la Luna

15Juanito y su miedo a la Luna

De repente, al voltear a mirar de reojo a la Luna, vio como ésta se estaba transformando: le estaban saliendo ojos, su sonrisa era terrorífica y sus dientes, muy afilados. Paralizado por el miedo, intentó correr, pero la Luna corrió tras él rápidamente, y de un zarpazo lo atrapó con sus enormes manos. Con voz fuerte y tratando que sonara tenebrosa, le dijo:–Juanitoooo, hoy vas a convertirte en mi cena.El niño no podía hablar, tartamudeaba y temblaba, a la vez que gruesos lagrimones salían de sus ojitos. La Luna un poco asombrada al ver su reacción le dijo:

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–Juanito, no te asustes, sólo era una broma. No pensé que fueras a asustarte tanto. Yo no soy mala, ni tampoco me como los niños. Solo trabajo por las noches para brindarles un poco de luz a todos ustedes. Luego lo soltó y dándole un pequeño empujón insistió:–Tranquilo, vete para tu casa, y jamás vuelvas a tenerme miedo.De camino hacia su hogar, Juanito iba pensando que nunca más le tendría miedo a la Luna. A partir de ese día, antes de acostarse, mira por su ventana y alegremente se despide de ella, antes de irse a dormir.

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