larranaga ignacio - san francisco

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  • 7/31/2019 Larranaga Ignacio - San Francisco

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    FRANCISCO DE ASS

    IGNACIO LARRAAGA OFMCap

    I. ASCENSO Y DECLINACIN DEL CARISMA

    De cuando en cuando aparecen en la Iglesia personalidadesdotadas de condiciones especiales, que despiertan a los dormidos,cuestionan y amenazan estabilidades consagradas, abren horizontesnuevos y trazan rutas inditas. Son los carismticos. Igual que en unaaventura, el carismtico se lanza solitariamente por geografasdesconocidas para explorar senderos que nunca nadie habarecorrido anteriormente.

    Su mensaje parece nuevo. No lo es sin embargo; pero va revestidode tal empuje y resplandor, que tenemos la impresin de estar anteun fenmeno nunca presenciado. Generalmente, el nuevo mensaje nohace referencia a contenidos doctrinales, ni a actos culturales, nisiquiera devocionales; sino que enfatiza en una actitud existencial,algo as como en un nuevo estilo de vida; las exigencias del mensajeson pocas y esenciales, y van anunciadas en un tono urgente yabsoluto. En nada se parece a una enseanza racional o a unenunciado doctrinal, sino ms bien lleva una fuerte carga vital y vadirectamente dirigida al corazn.

    A veces el profeta se yergue como un ariete ante los murosinstitucionalizados y organizaciones religiosas; y pareciera amenazarcon acabar con todo lo que pacientemente se haba edificado hastaentonces. Se trata de un profeta agresivo. Otras veces, en cambio, elprofeta influye por el fulgor de su vida y la plena concordancia entre loque dice y hace. A este grupo pertenece Francisco de Ass.

    El carisma nace y crece espontneamente, impulsado por unafuerza que le viene desde dentro, se resiste a ser enmarcado en

    determinados cuadros y se escurre de las manos de quien quisieraasirlo o manipularlo. Es como una llama desprendida del leo,dinamismo puro, en perpetuo movimiento igual que la vida, hasta elpunto de aparecer frecuentemente como carente de solidez.

    En torno al carismtico se congrega un grupo de seguidores,atrados por su fuego; y generalmente sin propaganda, y hasta, aveces, en contra de su voluntad. Y as, el carismtico se torna enpadre y maestro; y con frecuencia, y sin proponrselo, en modelo devida; y, de esta manera, el movimiento que se genera a su alrededorlleva un cuo muy personal, parece improvisado y hasta verstil,

    como que se resiste a ser aprisionado entre los moldes de unadefinicin. Por eso, a la hora de precisar en qu est la originalidad

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    de un carisma nos hallamos en duros aprietos y nos vemos forzados aechar mano, para expresarlo, de vaguedades, diciendo, por ejemplo,que es un estilo de vida.

    El mpetu del carisma tiende a debilitarse. Al desaparecer el hombre

    carismtico, su movimiento pierde el empuje inicial, y va derivandoprogresivamente en formas cada vez ms recargadas.

    Los sucesores no se sienten seguros; porque el carismtico, y slol, era la seguridad. El grupo, para defenderse, consolidarse y parasentirse idntico a s mismo, necesita definirse con precisin; seintelectualiza el carisma, se trazan rasgos de personalidad, perfilesespecficos. El mensaje original es sofocado bajo el peso depreceptos y prohibiciones; y aquella simplicidad inicial vadesdibujndose en un frrago cada vez ms complicado decomentarios e interpretaciones. Y as, piedra a piedra, la institucin va

    inexorablemente hacia arriba, mientras el espritu primitivo vadesvanecindose hasta reducirse a un recuerdo lejano.

    Esta es, un poco o un bastante, la historia del franciscanismo. Ysmbolo de esto es esa baslica gigantesca de la Porcincula, en Ass,cobijando aplastando? (salvaguardando tambin, es verdad) lahumilde capillita de la Porcincula, siete metros de largo y cuatro deancho, cuna del franciscanismo y epicentro de aquella aventuraevanglica.

    Personalidad de contrastes

    Lo que origin Francisco, ms que una Orden, fue un movimiento.Llammosle provisoriamente franciscanismo. Y en este movimientolo que gravit sin contrapeso, ms que un cdigo de leyes o unadeclaracin de principios, fue la persona misma de Francisco.Podramos decir que las notas o rasgos que constituyen estemovimiento se acaban con la muerte de Francisco. Ningn otropersonaje, aparentemente influyente como Elas, Juan de Parma,Aimon de Faversham o Buenaventura, ningn acontecimientohistrico como la reforma de los Observantes (siglo XV), o de losCapuchinos (siglo XVI), agregaron nada fundamentalmente nuevo alCarisma franciscano. A veces pienso, pero no estoy seguro, que,quiz, la nica persona que aport al movimiento franciscano algooriginal fue Clara de Ass.

    Un hombre concreto, Francisco, hijo de Pietro y de Pica, se puso encamino bajo el impulso del espritu; y vivi una experiencia espiritualdiferente. Esta experiencia fue cristalizando en un comportamientoconcreto, muy radical, y muy diferente a los esquemascontemporneos de vida religiosa.

    Se le juntaron compaeros y siguieron viviendo juntos. A pesar de

    que algunos de estos eran ms aventajados que Francisco en letrascomo Pedro Cattani, o en creatividad organizativa como Bernardo de

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    Quintavalle, el motor y alma sigui siendo Francisco; y el movimientofue fragundose en el troquel de Francisco, a su estilo y medida.Nunca nadie se hizo problema de liderazgo ni de autoridad;simplemente, y con naturalidad, el movimiento era Francisco. Mientrasl vivi nadie puso en duda este hecho, inclusive cuando renunci al

    cargo de Ministro General. Ms an: nunca fue tan apreciado yamado como en sus ltimos aos, cuando era simplemente elhermano Francisco.

    El movimiento tuvo un crecimiento asombroso, casi inexplicable enlos normales parmetros sociolgicos. A los pocos aos eran variosmillares los hermanos. Todo sucedi en el lapso de veinte aos. Entan breve espacio de tiempo el movimiento naci, creci, se extendi,entr en crisis, conoci intentos de reorganizacin. Francisco presidiesta marcha ms por el fulgor de su vida que por sus dotes deconductor.

    Francisco est, pues, en el origen y en el centro del movimiento. Sitodo carisma, por definicin, es personal, hay que marcar conparticular nfasis este carcter personal en el caso del carismafranciscano.

    Interesa, pues, tomar conciencia de los rasgos de la personalidaddel Pobre de Ass, porque ellos influyeron y siguen influyendo, parabien o para mal en el movimiento franciscano. A ningn observadorse le escapa que la Familia Franciscana sigue prolongando yarrastrando algunos rasgos negativos de la personalidad deFrancisco: como una cierta desorganizacin, un cierto dejarse llevarde la alegre improvisacin, un cierto descuido de la eficacia, un ciertopersonalismo... Interesa conocer al hombre Francisco.

    No hay en este hombre superposicin de la gracia sobre lanaturaleza o dicotomas disgregadas. Al contrario, diramos que sanFrancisco es una simple elevacin o sublimacin de Francisco deAss. Casi dira que no cambi nada. Simplemente sus energasvitales cambiaron de rumbo, de objetivo.

    Hubo solamente una gran revolucin interior libertadora, unaimpetuosa salida de s mismo deslumbrado por el resplandor delAltsimo, una gran marcha pascual en que saltaron los quicios,estallaron los centros de gravedad y se desataron las energas.Francisco fue eso slo: un adorador. Como efecto de esto, lasgrandes energas que tena de nacimiento quedaron liberadas ydisponibles; y las fue proyectando sobre todos los olvidados deaquella sociedad, y todava le quedaron simpatas para entregrselasa las piedras y al lobo, a las estrellas y a la muerte. No cambi nada.El camarada que animaba a la juventud de Ass como indiscutible reyde fiestas, no se hizo anacoreta, ni siquiera monje, sino que, con todanaturalidad y espontaneidad, dio origen a grupos de amigos yhermanos, pequeas fraternidades en ambiente familiar. El que fue

    desprendido y esplndido en los das de su juventud, ms tarde notuvo dificultad en desapropiarse resueltamente de toda propiedad en

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    peligro inminente de su vida), presentndose ante el sultnMalek-El-Kamel, expresndose en francs (provenzal), y hablndoledel Evangelio del Amor y de la Paz. Y este episodio est consignadoen fuentes extrafranciscanas.

    Este mismo juego de resistencia y sumisin mantuvo con elCardenal Protector, Hugolino, Cardenal de Ostia, a pesar de que, congran reverencia, lo llamaba mi Seor Apostlico, en aquellosturbulentos aos de la gran prueba y gran combate por la defensadel ideal evanglico, aos 1219-1223.

    Hay, pues, en su personalidad y comportamiento grandescontrastes: independencia y dependencia; admirable espritu delibertad por un lado, y sumisin al espritu del Seor por el otro, y unaobediencia radical y literal a la letra del Evangelio.

    * * * * *

    Los rasgos paternos y maternos confluyeron en Francisco a travsde los cauces genticos y armaron una personalidad vertebrada,original, rica y sobre todo hecha de contrastes. De su madre, laMadonna Pica, mujer sensible oriunda de la Provenza, tierra de

    rapsodas y trovadores, sac Francisco la ternura y la emotividad, lacompasin, fantasa y creatividad, la espontaneidad y la intuicin, enfin, todos los sentimientos de delicadeza. De su padre, PietroBernardone, personalidad ambiciosa y notable mercader, heredFrancisco el espritu caballeresco, la sed de gloria y ardor guerrero ensu juventud, su temple de lder, su audacia y espritu de aventura, ascomo su tenacidad cuando algo importante emprenda.

    * * * * *

    Contra lo que se cree popularmente, Francisco posee unapersonalidad resuelta, fuerte e independiente. Desde los das de sujuventud procede en todo momento seguro de s mismo: Quera serel primero en la ostentacin, dice su bigrafo contemporneo,Celano; y agrega que toda la juventud de Ass lo admiraba eimitaba (1 Cel 2).

    En su conversin no consulta con nadie: Pona gran inters enque nadie supiera lo que llevaba dentro y no consultaba ms que aDios acerca de su propsito (1 Cel 16). Cuando su padre PietroBernardone lo demand ante un tribunal eclesistico, para querestituyera los bienes pertenecientes al viejo mercader, Franciscoreaccion de manera inmediata y dramtica: Llevado a la presenciadel Obispo, no tolera demora ni vacilacin. Ms an, no aguardapalabras ni pronuncia alguna, sino que, en el acto, se desnuda

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    totalmente y lanza sus vestidos a su padre restituyndoselos (1 Cel115). Y una vez que se le juntan hermanos, nadie me enseaba loque yo deba hacer; sino que el mismo Altsimo me revel que debavivir segn la forma del santo Evangelio (Test 14).

    En cuanto ve claro lo que hay que hacer, jams retrocede, nadie escapaz de desviarlo y cualquiera oposicin lo consolida en suresolucin. En los meses de su conversin, ni las furias de su padre,ni las lgrimas de su madre, ni las burlas de su hermano fueroncapaces de desviarlo del camino emprendido. El da en que el viejomercader lo encerr en el calabozo, entre empujones, palabrotas yazotes, dice el narrador contemporneo que el joven sali de todoesto ms decidido que nunca en sus propsitos (1 Cel 73).

    Desde que recibi la revelacin personal de que el Evangelio, sloy todo, tena que ser la inspiracin y legislacin de la nueva forma de

    vida, ninguna autoridad eclesistica consigui doblegar su voluntad,ni hacerlo desistir de su idea. El Obispo quiso convencerlo de queaceptara unos pequeos terrenos, para que los hermanos pudierantrabajar en ellos y as ganarse la vida honradamente. Francisco lerespondi: si tuviramos propiedades, necesitaramos armas paradefenderlas; queriendo decir que toda propiedad es potencialmenteviolencia.

    Fuese Francisco, con sus compaeros, a Roma para recabar de laSanta Sede la aprobacin de la Regla. Los encuentros preliminaresfueron con el Cardenal ms influyente del Palacio Leteranense, Juande San Pablo. Este prelado quera convencer a Francisco de que nose embarcara en una nueva fundacin, sino que, ms bien, seadaptara a las estructuras experimentadas de rdenes antiguas. Ydice el narrador que Francisco rechazaba con toda humildad estassugerencias (1 Cel 33).

    Con Inocencio III, personalidad de gran empuje y alto corazn,necesit Francisco tres audiencias, segn recientes estudioshistricos; y, en su presencia y ante el pleno del Colegio Cardenalicio,Francisco necesit desplegar toda su apasionada inspiracin,recurriendo, inclusive, a alegoras y parbolas, para conseguir, al fin,una aprobacin tan slo verbal.

    Ms tarde, en los aos de la gran prueba, resisti una y otra vez alCardenal Protector, Hugolino, en una serie de problemas candentes:en lo referente a los estudios; sobre si podan tener, o no,propiedades, conventos o bibliotecas; si los hermanos deban llevar, ono, cartas apostlicas que los acreditaran como catlicos; si loshermanos deban aceptar, o no, prelacas y sedes episcopales: Pido,pues, Padre, que no les permitis de ningn modo ascender aprelacas para que no los domine la vanidad (2 Cel 148).

    Estos rasgos firmes de personalidad y esta seguridad de s mismo

    lo llevarn, en momentos, a ciertas vehemencias temperamentales yactitudes autoritarias, contrarrestadas, eso s, por su enorme

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    capacidad de humanismo y empata. En el clmax ms alto de la granprueba invoc la maldicin del cielo contra el Provincial de Lombarda,Juan de Staccia, por construir, en la ausencia de Francisco, unStudium en Bolonia; y oblig a los hermanos all residentes aabandonar en el acto el slido recinto. Es de saber que nunca quiso

    poseer casas ni conventos para los hermanos, sino slo chozas; y enesto se mantuvo firme hasta el final, originando, naturalmente, unformidable problema de organizacin para sus sucesores.

    En uno de los momentos ms desolados, estando gravementeenfermo en la cama, y habiendo sido informado de las audacias einnovaciones de los intelectuales, lleg a perder completamente elcontrol e, incorporndose, dijo: Quines son estos que quierenarrancar la Orden de mis manos? Cuando vaya al Captulo van a verquin soy yo (2 Cel 188).

    Hay que precisar, sin embargo, que muchas de estas actitudes defuerza las tuvo Francisco en la poca de aquella profunda crisis, enque se trab (l que no haba nacido para luchar!) en un sombro yspero combate por la defensa del ideal primitivo, crisis que loscronistas contemporneos llamaron agona. Los excesos se debieron,pues, en una buena parte, a su afn de fidelidad al ideal que el Seorle haba revelado; y, en parte tambin, al hecho de sertemperamentalmente sensible y, por ende, impulsivo. Es aquelmisterioso y eterno juego en que no se sabe dnde acaba la gracia ydnde comienza la naturaleza.

    * * * * *

    En su rica personalidad, y en contraste con lo dicho hasta aqu,Francisco posee tambin, y sobre todo, una sensibilidad poco comn,algo as como una corriente de simpata para con todas las cosas,que le haca distinguir perfecta y simultneamente (como si dispusierade un radar mgico de mil odos y mil ojos) el movimiento de cadainsecto, el frescor o tibieza del aire, las formas y colores de loslquenes, hongos, musgo, insectos, batracios; senta, sobre todo,ternura o piedad por las criaturas pequeas e indefensas.

    Y todo esto, a su vez, deriv en aquella sensibilidad artstica y,sobre todo, en aquella inmensa empata o capacidad de entrar en elmundo del otro, y participar y compartir el drama, el sufrimiento y lasesperanzas de los dems. Todo esto, sin embargo, no fue tan slorasgo de personalidad, sino un amplio juego de la gracia y de lanaturaleza de una admirable combinacin armnica.

    Metido ya en el proceso de su conversin, comenz a sentir la mstierna compasin hacia los pobres (2 Cel 5); ms an, quisoexperimentar la condicin de pobre trocando su indumentaria deburgus por la de un mendigo; sentndose, escudilla en mano, en lasescalinatas de la baslica constantiniana de San Pedro del Vaticanopara pedir limosna (2 Cel 8).

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    La empata deriva siempre en comprensin que, al fin, no es otracosa que mirar al hermano desde l mismo. En la cabaa deRivotorto, y a media noche, un hermano comenz a gemir,desfallecido de hambre. Francisco hizo levantar a todos, para queacompaaran al hermano hambriento a consumir las pocas aceitunas

    y nueces que quedaban en la cabaa, y todo en un ambiente defiesta. Despus, siempre a media noche, le hizo reflexionar en elsentido de que las medidas de cada cual son diferentes y que cadauno debe llevar en cuenta sus propias limitaciones.

    El narrador nos dir que su finura y nobleza de sentimientos lohacan sumamente deferente, dando a cada uno el trato que lecorresponda (1 Cel 57). Y, en otra parte, dice que demostrabacabal mansedumbre en el trato con todos, avinindoseprovechosamente con los temperamentos ms diversos (1 Cel 83).

    Este bagaje de ternura lo volcaba preferentemente sobre losdbiles, inseguros y acomplejados. El hermano Riccerio era de esaclase de personas que fcilmente tejen suposiciones, y gratuitamente;sufren, diramos, de mana persecutoria. Se le meti, pues, en lacabeza que Francisco no lo quera; y por esto viva sombro y triste.Enterado del caso, Francisco le escribi una autntica carta de amor:... Hijo mo; por favor, quita de tu mente esos pensamientos. Has desaber que te quiero muchsimo. Ms an, te quiero ms que a losdems. Ven a visitarme y te convencers que es verdad lo que tedigo....

    Por aquellos das, fray Len, secretario y compaero inseparable,se dej llevar de la aprensin de que Francisco le haba retirado suafecto. Francisco, sensible como era, percibi lo que suceda, y leescribi, con su mano llagada, una preciosa bendicin que an ennuestros das se usa entre nosotros.

    Para tratar a los hermanos difciles, ya cuando la fraternidad eramuy numerosa, Francisco propuso a los ministros un amplsimo arcode insistencias basadas en la paciencia y en la mansedumbre. Pero alfinal lleg a la conclusin de que en la base de toda rebelda subyaceun problema afectivo. Los difciles son difciles porque se sientenrechazados. Por otra parte, saba qu difcil es amar a los noamables; y que no se les ama precisamente porque no son amables; ycuanto menos se les ama, menos amables son, y que si hay algo quepueda sanar al rebelde, es precisamente el amor.

    En sus ltimos aos lanz la gran ofensiva del amor. A un ministroprovincial, que se quejaba de la rebelda de algunos hermanos, leescribi esta carta de oro, verdadera carta magna de la misericordia:... Ama a los que te hacen esto. malos precisamente en esto... y enesto quiero conocer si amas al Seor y a m, siervo suyo y tuyo, siprocedes as: que no haya en el mundo hermano que, por mucho quehubiere pecado, se aleje jams de ti, despus de haber contemplado

    tus ojos, sin haber obtenido tu misericordia, si es que la busca. Y, si

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    no la busca, pregntale t si la quiere. Y si mil veces volviere a pecarante tus propios ojos, male ms que a m, para atraerlo al Seor.

    * * * * *

    En trminos psicolgicos diramos que Francisco posea un carcterprimario. Llama la atencin la instantaneidad con que pone enprctica, no sin cierta precipitacin y a menudo sin reflexionar mucho,cualquiera sugerencia que l estime proveniente de lo alto. Teme lascoartadas de la razn y las prudencias de la carne. No se siente biencon las lucubraciones intelectuales que fcilmente tienden a minimizaro desvirtuar las exigencias de la Palabra.

    En los ltimos aos, cansado de tantas interpretaciones, epiqueyasy atenuantes, que los intelectuales provenientes de Oxford, Pars yBolonia hacan sobre el Evangelio y la Regla, el Pobre clamaba: A la

    letra, a la letra, hermanos; sin glosa, sin glosa. As como me dio elSeor decir y escribir pura y simplemente la Regla y estas palabras (elTestamento), del mismo modo quiero que las entendis simplemente ysin glosa, y las guardis con obras santas hasta el fin. Lainstantaneidad va, pues, acompaada de concretez.

    Cubierto con el escudo blasonado, pertrechado de yelmo, espada ylanza, mil sueos de gloria bailndole en el alma, rodeado de lajuventud ms dorada de Ass, iba Francisco hacia los campos debatalla de Appulia, para combatir a favor de los ejrcitos del Papa. Alpasar por Espoleto oy en sueos estas palabras: Vuelve a Ass y

    all se te dir lo que tienes que hacer; y al da siguiente regres aAss, as le calificaran de cobarde y desertor sus compaeros, sinimportarle los comentarios de la ciudadana o el ridculo en quequedaban l y sus padres.

    En los das de su conversin entr Francisco en la arruinada capillade San Damin. Despus de orar largo y concentrado, fijos los ojosen el Cristo bizantino, oy claramente estas palabras: Francisco,repara mi iglesia. Y, pensando que se trataba de restaurar los murosruinosos, volvi a su casa; sin comer, carg en su caballo los paosms vistosos y se fue a Foligno a venderlos, para, con su importe,poder comprar el material de construccin. Al da siguiente ya estabaconvertido en un flamante albail. No perda el tiempo en interpretarlas palabras de Cristo, sino que pona todo su afn en traducirlasinmediatamente en prctica.

    Fue probablemente el da ms decisivo de su vida: el da en quesinti que slo y todo el Evangelio haba de ser la norma y la fuerzade su movimiento. Al escuchar el da de San Matas, en la capilla de laPorcincula, el Evangelio de la Misin apostlica, Francisco, golpeadosbitamente y arrebatado por la novedad del texto, exclam: Esto eslo que buscaba. Esto es lo que quera. Esto es lo que anso realizarcon toda mi alma (1 Cel 22). Qu manda mi Seor Jesucristo?, sepregunt; que no se lleve calzado? Se sac los zapatos y los arrojsobre un matorral. Qu ms manda el Seor?, que no se lleve

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    bastn?; y agarr el bordn de peregrino y lo tir lejos. Se desprenditambin de la tnica de ermitao y la lanz debajo de un arbusto.Tom un rudo saco, lo cort, lo confeccion en forma de cruz concapuchn, se ci con una simple cuerda; y, santigundose, sali almundo, dirigindose a Ass, distante cinco kilmetros; en el camino

    comenz a saludar como manda el Seor: El Seor os d la Paz;subi las empinadas calles de la ciudad y comenz a predicar junto alas columnas del prtico del templo de Minerva. En este da, as tansimplemente, qued sellada su vocacin evanglica y la de susseguidores.

    Muy pronto se le juntaron los dos primeros compaeros: Bernardo yPedro. Francisco no saba qu hacer con ellos, pues no tena planalguno ni programa de vida. Les dijo: Maana iremos a la iglesia deSan Nicols, y el Seor nos mostrar qu debemos hacer. A lamaana siguiente, llegados a la iglesia, permanecieron largo tiempo

    en oracin. Luego Francisco se aproxim al altar con reverencia; y, nosin cierta solemnidad, abri tres veces el misal, sometiendo laimportante cuestin, con sorprendente ingenuidad y con la simplicidadde la fe que traslada montaas, al juicio de Dios, que el mundo llamaazar. La respuesta del Seor fue clara: quien quiera seguirlo, debevender todo; para el camino no debe llevar nada; ha de negarse a smismo, tomar la cruz y seguirlo. Francisco, mirando a los aspirantesdijo: Hermanos, sta es nuestra vida y regla, y la de cuantosquisieren convivir en nuestra compaa; id, pues, y cumplid cuantohabis odo (TC 28 y 29). Salieron de la iglesia, llegaron al bienabastecido almacn de Bernardo, y repartieron toda la mercancaentre los necesitados.

    Y as, en la medida en que iban presentndose los problemas, fuesolucionndolos bajo la orientacin de la Palabra, entendidaliteralmente y radicalmente ejecutada. Esa fue su posicin ante elEvangelio: una literalidad ingenua o una ingenuidad radical, texto ycontexto, el espritu y la letra, todo junto, vivido por una personalidadmarcada por la concretez y la instantaneidad.

    Y, es fcil imaginar: esta postura ingenua y radical frente a lapalabra de Jess, en la poca en que Francisco era l solo yenseguida un grupito de incondicionales, dio por resultado una de lasaventuras evanglicas ms hermosas en la historia de la Iglesia. Pero,como puede imaginarse, tambin cuando muy pronto los hermanosfueron millares, esta simplicidad evanglica desencaden unformidable problema de organizacin. No es de extraar que, mstarde, los intelectuales y prudentes llegados de Pars y Oxford, setrabaran en aquel conflicto doloroso con el Pobre de Ass, aunque loamaran y veneraran sobremanera. Este es otro aspecto digno dedestacarse: Francisco tuvo adversarios, pero nunca enemigos. Losque se le opusieron y tanto le hicieron sufrir, lo amaronentraablemente al mismo tiempo.

    Dentro de su rasgo general de concretez, el hombre de Ass tenatambin la tendencia instintiva de plastificar las verdades,

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    dramatizndolas no pocas veces como en una obra teatral, echandomano frecuentemente de la alegora y la parbola. Era, diramos, unartista nato; como dicen: El ms santo de los italianos y el msitaliano de los santos. Durante un sermn ante Honorio III y toda laCuria Romana, el entusiasmo desbord a Francisco y comenz a

    bailar (2 Cel 72). A veces representaba en la predicacinentremezclando sus palabras con mmica y gestos enardecidos (2Cel 207). Recurdese tambin el primer Nacimiento representado enGreccio unos aos antes de morir.

    II. NOVEDADES Y MOMENTOS ALTOS

    Nunca fue el Hermano aquel tipo de intelectual que antes deejecutar un plan, lo elabora mentalmente: las abstracciones lasreduce a frmulas prcticas, y stas, a su vez, a prescripciones y

    determinaciones, acabando por concretar todo en una legislacin. Alcontrario, fue el tipo existencial que no se preocupa de pensar sino devivir. Solamente eso: vivir simplemente y plenamente, teniendo comonica inspiracin y gua el Evangelio.

    La legislacin que ms tarde dio Francisco a los hermanos no fueotra cosa sino una codificacin de lo que se haba vivido hastaentonces. Los Captulos tuvieron inicialmente esa finalidad: loshermanos, llegados de todas partes del mundo, se congregaban, enPentecosts, en la Porcincula. Se encontraban, fraternizaban,revisaban las normas que se haban dado en el Captulo anterior,analizaban cmo les haba ido durante el ao; por los resultadosjuzgaban de su practicidad; segn los resultados tambin, los incluanen el proyecto de vida o los excluan; el Captulo daba nuevas normaspara experimentarlas durante el ao entrante. Y as naci la formade vida franciscana. La Regla naci de la vida.

    Ahora bien, la vida se resiste a ser aprisionada entre los moldes deuna definicin. Es muy difcil, por no decir imposible, esquematizar uncarisma, cuando el carisma, como en este caso, es eminentementeuna persona y una vida. Trataremos, no obstante, de decir algo,resaltando algunos elementos que, por llamar de alguna manera,llamaremos novedades.

    La primera y radical novedad fue la revelacin que recibiFrancisco, en el sentido de que l y su grupo deban vivir segn laforma del santo Evangelio. La historia fue la siguiente.

    Despus del tira y afloja entre las insistencias de Dios y lasresistencias del joven Francisco; despus que ste pascolumpindose entre los reclamos de Dios y los reclamos del mundo,la visitacin divina de la Noche de Espoleto dej a Franciscodefinitivamente golpeado y herido. Busca la soledad para estar conDios; convive con los leprosos y mendigos; restaura las capillas

    arruinados; vive situaciones speras con su padre hasta entregarleincluso sus vestidos, quedndose desnudo, y experimentando as el

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    misterio de la pobreza, de la libertad y de la alegra; vive altas yprofundas experiencias divinas en las soledades de los bosques.

    Haban pasado dos aos. Haba sido hasta ahora un caminar desorpresa en sorpresa, provisoriamente, por las vas de la fidelidad.

    Llama la atencin la soledad completa en que haba hecho esterecorrido, un hombre, por otra parte, tan comunicativo. No consult anadie. No recorri caminos trillados. No se hizo monje ni sacerdote nicenobita. Dios lo lanz a la oscuridad completa, a la incertidumbrecompleta para abrir rutas desconocidas. Pero, qu rutas? Esperabaalgo, pero no vislumbraba nada. De pronto la revelacin, por muyesperada que fuese, surgi inesperadamente.

    En la capillita restaurada de la Porcincula, el 24 de febrero,escuch Francisco el Evangelio del da, el de la misin de los Doce:Id y predicad. No llevis dinero ni provisiones ni zapatos ni bastn,

    etc. Francisco qued impresionadsimo, como si nunca hubiera odoesas palabras; como si el mismo Jess las hubiera pronunciadoexpresamente para l. Estaba estremecido, como cuando los profetas,en los tiempos bblicos, reciban una revelacin. Despus de la misa,llev al celebrante al fondo del bosque, le pidi una explicacin sobrelas palabras odas; el celebrante se la dio y, agitando los brazos ycomo iluminado, dijo: Esto es lo que buscaba; era esto lo queansiaba; y este programa pondr en prctica hasta el fin de mis das(1 Cel 22).

    No tena conocimientos precisos sobre lo que eran especficamentelas otras rdenes, sino una vaga e instintiva impresin. Por lo quehaba visto en los monasterios del Subasio y San Verecondo,Francisco saba intuitivamente que no era esa forma de vida a la queel Seor le llamaba. Y al or, en este da, el Evangelio, grita: esto s,esto es lo que yo buscaba.

    Hasta su muerte, consider Francisco este acontecimiento comouna revelacin expresa del Seor para l y su grupo. Incluso unassemanas antes de morir, hace referencia a este da: Y una vez queel Seor me dio hermanos, nadie me enseaba lo que yo deba hacer,sino que el mismo Altsimo me revel que deba vivir segn la formadel santo Evangelio (Test 14).

    Desde este instante, en que inicia la inmediata puesta en prcticade las palabras del Seor, quitndose los zapatos y la tnica; hastaque, veinte aos despus, en su agona acaba celebrando la Cenadel Seor, Francisco no fue otra cosa sino la fidelidad caballeresca ala revelacin de este da, mimetizando los gestos del Seor, pisandosus pisadas, cumpliendo literalmente sus palabras.

    Cuando los hermanos fueron ya doce, y deseando ser aprobadaesta forma de vida por la Santa Sede, intentaron aproximarse a lospies de la Santa Romana Iglesia. Les informaron, sin embargo, que

    no era posible tal aprobacin, sino en base de una legislacinconcreta, una especie de documento base. Francisco encomend a

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    dos hermanos la tarea de extractar del Evangelio aquellos textos quefueron sangre y vida desde el primer momento, y colocarlos en uncierto orden, y envolverlos en unas normas de vida, pocas ysimplicsimas, armando una especie de estructura rudimentaria. Elnarrador dice estas palabras: La forma de vida y Regla primitiva,

    aprobada por Inocencio III (1209), constaba principalmente de citasdel santo Evangelio, ya que la perfeccin evanglica era la nicaanhelada por Francisco. Slo insert entre ellas unas pocas normasabsolutamente indispensables para la buena marcha de lacomunidad (1 Cel 32).

    Con esta Reglita (Regula), de unos cuatro o cinco pequeoscaptulos, se presentaron ante Inocencio III. La intencin de Francisco,por encima y ms all del documento, era que el Evangelio mismofuera declarado como nica inspiracin y legislacin de la nuevaforma de vida. En su fuero interno no era necesario que el Papa

    aprobara esta Reglita, sino que la confirmara, porque se trataba decumplir toda la Palabra de Jess. De parte de Francisco era unaespecie de cortesa el presentarse ante la Santa Sede, para que elrepresentante refrendara la Palabra del Representado.

    As lo entendieron en la Curia Romana Lateranense. Loscardenales y el Papa mismo objetaron esa forma de vida como utopa;estaban de acuerdo en que un grupito de idealistas podra ponerlo enprctica, pero nunca una fraternidad numerosa. El que rompi todaslas vacilaciones y reservas fue el cardenal Juan de San Pablo que,tomando la palabra, dijo: si negamos la autorizacin a este hombrediciendo que es imposible de practicar esta forma de vida, entoncesseamos consecuentes: tambin el Evangelio es utopa. Y lesconcedieron la autorizacin verbal, ad experimentum.

    All mismo comenz a vivirse la hermosa gesta evanglica, quedur unos quince aos. El grupo fue creciendo aceleradamente.Aquella Reglita no serva para poner orden en la masaaceleradamente creciente y tan heterognea. Se impona unalegislacin ms estructurada y menos evanglica. Francisco resistivarios aos a esta sugerencia, afirmando que no hay ms Regla queel Evangelio de nuestro Seor Jesucristo. Y ah se origin y seconsum la historia ms apasionante y dramtica por la defensa delEvangelio, historia que hundi a Francisco en aquella agona deunos cuatro aos.

    Las circunstancias, los ministros y el Cardenal Protectorpresionaron de tal modo al Pobre que, llegada la primavera de 1221,subi el Hermano a las alturas bravas de Fonte Colombo, en el vallede Rieti, y redact la Regia llamada no-bulada (1 R). Los intelectualesesperaban un documento estructural y realista. Se equivocaron. EstaRegla era, y es, una apasionada invocacin y provocacin aresponder al Amor, documento en el que Francisco vuelcacompletamente y sin inhibiciones los ideales alimentados v retenidos

    desde la Noche de Espoleto, sin cuidar mucho las reglas gramaticales,con 96 textos evanglicos, haciendo caso omiso de los avisos de los

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    intelectuales y sin tener para nada en cuenta las normasredaccionales de una legislacin. Desde luego, pocos hombres habrtan intiles como Francisco (profeta y poeta) para redactar un textolegislativo.

    La Regla no-bulada era un desafo para los que queran nuevosrumbos. Los ministros e intelectuales, sin embargo, no perdieron lacabeza, y procedieron con suma sagacidad, dando largas, sin aceptarser provocados por los idealistas. Consiguieron que no se aprobara laRegla, y encargaron al Cardenal Protector de que, en adelante,tratara personalmente con Francisco todo lo referente a la legislacin.El Cardenal, con una actuacin paciente y dilatada, fue persuadiendoal Pobre en el sentido de que un documento legislativo, para seraprobado por la Santa Sede, necesitaba concisin y precisin.

    De nuevo, pues, subi el Pobre a las alturas de Fonte Colombo, y

    redact otra Regla que, por lo visto, tampoco fue del agrado de losministros e intelectuales, porque se les extravi. Con infinitapaciencia y dolor, con una tristsima noche oscura en el alma, subide nuevo el Hermano a los roquedales de Fonte Colombo y, siguiendolas orientaciones de Hugolino, escribi la Regla oficial de losHermanos Menores, que ms tarde fue aprobada; una Regla breve yconcisa segn las indicaciones recibidas, sin apelaciones niefusiones, con una drstica reduccin de los textos evanglicos (de96 textos de la otra Regla, slo quedaron seis), doce brevescaptulos: ms o menos el documento que queran los ministros. Peroaun as nadie pudo impedir que, en el encabezamiento y en el final deldocumento, estampara vigorosamente, como una protesta, aquellaspalabras: La regla y vida de los hermanos menores es esta: guardarel santo Evangelio de nuestro Seor Jesucristo viviendo enobediencia, sin nada propio y en castidad (2 R 1 y 12).

    Pocas veces, en la historia de la Iglesia, se ha dado una batalla tanllena de grandeza, pasin y aspereza por la defensa del idealevanglico.

    * * * * *

    Para Francisco el Evangelio no es el libro de los cuatroevangelios. Es el mismo Jesucristo, quien alcanz plenamente alhombre de Ass, y ste se dej seducir e invadir. Cuando Franciscohabla de la observancia del Evangelio, sobreentiende pisar laspisadas de Jess, repetir en su vida la disposicin interior, criteriosde vida, consejos y mandatos, hacer lo que Jess hizo.

    El Evangelio no es, pues, para el Hermano una abstraccindoctrinal o una intelectualizacin terica, como sucede muchas vecesahora que est de moda el Evangelio. Es comprometerse a fondo ybajo todas las consecuencias prcticas con Cristo Jess. Ms an, esapostar por Cristo.

    Pero de este Jesucristo se le grabaron a fuego ciertos rasgos. A

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    unos carismticos los sedujo el Cristo Maestro y Doctor; a otros, unCristo contemplando en las montaas; a otros, un Cristo sanandoenfermedades y derramando bondad en los necesitados; a otros, unCristo real y transhistrico. Al Pobre de Ass le impact vivamente elCristo pobre y humilde, con todo aquello que implicara

    desapropiacin, desnudez, Kenosis. Y, como hombre sensitivo yconcreto, lo estremecieron de manera particular los misterios quegrficamente expresan ese despojo, como son Beln y Calvario.Muchas cosas mand hacer Jess, pero a l le impactaron de maneraespecial los consejos apostlicos que exigan privacin y desnudez.

    Y de esta perspectiva cristolgica nace la novedad general delcarisma franciscano, una perspectiva (Cristo pobre y humilde) quenadie haba advertido hasta entonces, al menos con tantoentusiasmo. De aqu tambin se originaron, con toda naturalidad, losrasgos peculiares o novedades del franciscanismo: la opcin

    preferencial por los marginados de aquella sociedad: leprosos,mendigos, asaltantes de caminos y pecadores; el modo de entenderla tensin autoridad-obediencia; eficacia o ineficacia apostlica; lainterdependencia entre la fraternidad y la pobreza; el trabajo y elapostolado de la presencia. Y aunque nunca se preocup de dartestimonio de pobreza, como nosotros, su preocupacin apasionada ycasi obsesiva fue siempre ser pobre como Jess. Para la opininpblica, la novedad ms relevante del franciscanismo es la pobreza.

    Ahora, por qu le impact precisamente este Cristo pobre?Probablemente debido, en primer lugar, a su carcter sensitivo; ensegundo lugar, por respirar, en su entorno, una piedad popularcentrada en un Cristo humanado y doliente; y tambin, debido alhecho de haber vivido una de sus primeras y ms fuertes experienciasespirituales con el Crucifijo de la ermita de San Damin.Efectivamente, estando todava en el siglo, la imagen de Cristocrucificado penetr como centella en su alma, grabndosele a fuego ypara siempre en la substancia primitiva de su espritu; el tiempo nuncalograra cauterizar esa herida. Aqu comenzaba la peregrinacin quehabra de culminar sobre las rocas del Alvernia. Y, segn sanBuenaventura, esta escena puso el sello definitivo de la devocinfranciscana.

    Tres aos antes de partir a la Casa del Padre, y tres meses antesde su estigmatizacin, la enfermedad tena al Pobre de Assarrinconado contra las cuerdas en el rincn de la cabaa de laPorcincula. Ni siquiera poda moverse. Los hermanos le propusierony se ofrecieron para leerle algunos fragmentos evanglicos, cosa queen otros tiempos tanto le emocionaba, para, de esta manera, mitigarsus dolores. Y, ante la extraeza de todos, respondi el Hermano:No, no hace falta. Conozco a Cristo Pobre y Crucificado y eso mebasta (2 Cel 205).

    He aqu la sntesis de un ideal: una persona, Cristo; y ste, pobre y

    crucificado. Para Francisco no hay motivos para ser pobre, ni siquieralas ventajas que deja la libertad, la disponibilidad o la transparencia

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    fraterna. El nico motivo es ste: Cristo, siendo rico, se hizo pobre.Siempre que Francisco quiere sintetizar ante los hermanos el ideal desu vida, enarbola esta frase: Seguir la vida y la pobreza del AltsimoSeor Jesucristo.

    Desde los das de Dante la opinin pblica sabe que no ha habidocaballero andante que haya rendido a la dama de sus sueos tantadevocin y culto, como Francisco a la Dama Pobreza. Desde el 24 deabril de 1209, en que se desprende de la tnica y del calzado, hastael 3 de octubre de 1226, en que manda que lo despojen de toda ropay lo coloquen desnudo sobre la tierra desnuda para morir, Franciscode Ass fue sencillamente eso: un caballero que guard altsimafidelidad a su Dama, Nuestra Seora la Pobreza.

    Un par de das antes de morir, Francisco envi a Clara y a lasDamas Pobres (as llamaba caballerosamente a las Clarisas) unas

    palabras de despedida, a modo de testamento, que probablementefueron las ltimas palabras que dict: Yo, el hermano Francisco,pequeuelo, quiero seguir la vida y la pobreza de nuestro altsimoSeor Jesucristo y de su Santsima Madre, y perseverar en ella hastael fin; y os ruego, mis seoras, y os aconsejo que vivis siempre enesta santsima vida y pobreza. Y estad alerta para que de ningunamanera os apartis jams de ella por la enseanza o consejo dequien sea.

    * * * * *

    Hoy da, a partir del proceso de renovacin conciliar, dentro de lafamilia franciscano se ha llegado a considerar la fraternidad comonovedad o elemento constitutivo de su carisma, en el mismo nivel quela pobreza-humildad, que, entre nosotros, recibe el nombre deminoridad. Sera, pues, la fraternidad la novedad constitutiva,juntamente y en el mismo nivel que la minoridad. En una palabra,Hermano Menor constituira la identidad carismtica franciscano.

    Dudo que Francisco tuviera conciencia explcita de esto. Es posibleque se haya rescatado este valor por mirar la historia primitiva desdenuestra ptica tan sensible a los valores fraternos. De todas formas,las reiteraciones de Francisco, en sus escritos, sonincomparablemente ms insistentes sobre la pobreza que sobre lafraternidad; si bien, para un hombre existencial, ms importancia tienela vida misma que los escritos; y est a la vista que la vida de laprimera generacin se concretiz y se despleg en forma de gruposhumanos; no eran conventos sino hogares.

    Si analizamos el gnero de vida de la generacin primitiva, caemosenseguida en la cuenta de que el franciscanismo naci y creci enfraternidad, porque naci en la pobreza. Los hermanos nacieron comoitinerantes: no tenan conventos ni monasterios; en el mejor de loscasos, tenan chozas. Necesariamente tenan que ser pequeosgrupos. En las chozas no tenan celdas independientes; todo eracomn, compartido, sin privacidad, abierto; la cabaa haca las veces

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    de dormitorio, refectorio, capilla. El modelo aorado de viviendafranciscana fue el tugurio de Rivotorto, donde transcurri, aunquefugazmente, la poca de oro del franciscanismo (1 Cel 42).

    Naturalmente, en las chozas estaban los hermanos necesariamente

    intercomunicados. Era normal que los hermanos vivieran, no en elsilencio y disciplina monacal, sino en una amplia y estrechainterrelacin; y que, inevitablemente, cada grupo se transformara enuna familia, como en un clido hogar en que no hay mo y tuyo, enque todo es comn: el alimento y la oracin, los encantos y losconflictos, las crisis y las alegras. Por ser pobres, nacieron comohermanos. Por lo dems, donde estaba Francisco, dada supersonalidad, naca en su entorno el clima de espontaneidad, calor ycomunicacin. Por eso, an hoy, se atribuyen al franciscano ciertosmatices hogareos como sencillez, cordialidad...; son un eco lejano deaquel clima familiar en que naci.

    Este es, pues, el salto: de la pobreza a la fraternidad. All donde losmiembros de una comunidad se bastan para todo y no tienennecesidades, es imposible generar un clima de hogar. El tener lasnecesidades satisfechas, resguardada la privacidad con una celdacmoda, asegurada la mesa y bien surtido el ropero, todo eso haceque, inevitablemente, los hermanos se replieguen hacia unindividualismo solitario y autosuficiente.

    En el caso del carisma franciscano, ms que los principiosdoctrinales fue la vida misma la que abri los cauces fraternos. Dondehay una necesidad, viene la ayuda del otro. La pobreza creanecesidades; y para solucionarlas, se abren los hermanos, unos aotros. Este gnero de vida se vivi en nombre del Evangelio en losprimeros tiempos; y ms tarde, casi al final, se codific.

    Francisco, siguiendo las rdenes de Jess, comienza por unmandato drstico y lapidario: Los hermanos no se apropien nadapara s, ni casa ni terreno ni cosa alguna (2 R 6, 1). Pocas veces entan pocas palabras se ha encerrado tanta revolucin y tanta carga deprofundidad. La permanente inestabilidad de los ocho siglos dehistoria franciscana, tantas reformas y cismas y luchas fratricidas sedeben a estas palabras.

    La propiedad da al hombre la sensacin de seguridad; es apoyopsicolgico y garanta de poder. Al no tener ninguna propiedad, elhombre queda como flotando en la inseguridad, vestido de debilidad yorfandad. A quin acudir, dnde apoyarse para no sucumbir bajo elpeso de la desolacin? Francisco imagina a los hermanos caminandopor el ancho mundo sin monasterios ni conventos ni hogar; y les diceque dondequiera que estn o se encuentren unos con otros,manifistense mutuamente domsticos entre s (2 R 6,7).

    He aqu la idea, y la palabra, genial: domsticos; esto es, la

    fraternidad har las veces de casa. Manifestndose abiertos unos aotros, acogedores unos de otros y, de consiguiente, familiares entre

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    s, esta apertura-acogida fraterna har las veces de hogar y de patria,supliendo ampliamente las ventajas de la consanguinidad. Laseguridad (y cobijo) que a otras personas les da una casa confortableo un slido monasterio, en el caso de los Hermanos Menores se ladar el calor fraterno.

    Est bien. La casa es una necesidad primaria. Pero hay otrasnecesidades: comida, vestido, eventuales enfermedades. Cmosolucionarlas? El dinero abre todas las puertas. Pero Francisco lesordena terminantemente: Mando firmemente a todos los hermanosque de ningn modo reciban dinero por s mismos o por susintermediarios (2 R 4,1). Qu hacer, entonces? Otra vez Franciscodar el admirable salto de la pobreza a la fraternidad: Manifistenseconfiadamente el uno al otro sus necesidades (2 R 6,8). He aqu loshermanos abiertos unos a otros: unos para dar y otros para recibir;unos para exponer sus necesidades y otros para solucionarlas. Y as,

    tan simplemente, provoca Francisco el xodo pascual, la salidahacia el otro.

    As, sin grandes teologas ni psicologas, Francisco lanza a loshermanos a la gran aventura fraterna en el campo de la pobreza.Desde el punto de vista evanglico, el captulo VI de la Regla (2 R 6)puede considerarse como una manera sumamente original deorganizar la vida, porque une en perfecto maridaje los dos grandesvalores evanglicos: la pobreza y la fraternidad.

    Francisco les da consejos para cuando van por el mundo (2 R3,10), lo que no es referencia a unas salidas espordicas desde loslugares en que viven, sino que se refiere a su condicin habitual deitinerantes. Supongamos, pues, que cuando van por el mundo engrupos de tres, a uno de ellos se le lastima el pie. Los otros dosvuelven por necesidad al herido para ayudarlo: el uno va en busca deagua o de lienzo, el otro lo cuida y lo cura. Ms tarde, supongamos,una fiebre alta se apodera de otro hermano; detienen laperegrinacin; los otros dos se preocupan, le entregan el cuidadocomo una madre, y su tiempo, da y noche, hasta que el enfermorecupera la salud. En una palabra, todos estn salidos de s y vueltosal otro.

    Francisco imagina lo peor: que uno de los hermanos caegravemente enfermo mientras van por el mundo. En qu hospital, enqu enfermera internarlo? No tienen casa, ni hospital, ni enfermera,ni dinero para internarlo. Qu hacer? Francisco viene a decir: lafraternidad ser (har las veces de) la enfermera: Los otroshermanos deben servirlo como quisieran ser servidos ellos mismos(2 R 6,9). Esto es: el cuidado fraterno es el hospital.

    Por ser pobres, se necesitan. Al necesitarse, se ayudan y se aman;y al amarse, son felices; y todo, al ir por el mundo. Y as, estosgrupos se constituyen ante los ojos del mundo en seal indiscutible y

    proftica de la potencia libertadora de Dios, que obliga a las gentes aconcluir que Jess est vivo. Y as, tan sencillamente, aparece un

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    nuevo y estupendo apostolado: el testimonio evanglico del amorfraterno para que el mundo crea.

    As, pues, la fraternidad es, tal como hoy se opina unnimementeen la familia franciscano, una novedad constitutiva del franciscanismo;

    no por las insistencias doctrinales de su fundador, sino porque losprimeros hermanos nacieron como familias itinerantes.

    * * * * *

    La pobreza introdujo otra novedad en el estilo de vida de losHermanos Menores: el trabajo comenz a ser apostolado, apostoladode presencia.

    Todava cuando eran cuatro o cinco los compaeros que se habanagregado a Francisco, en el primer ao, se sustentaban los hermanos

    pidiendo limosna de puerta en puerta. Muy pronto la ciudad de Asscomenz a inquietarse y, ms tarde, a irritarse en contra de loshermanos, por tener que alimentarlos. Las quejas llegaron a odos delobispo Guido. ste aconsej a Francisco conseguir unos pequeosterrenos para que los hermanos trabajaran all honradamente y asganarse el sustento diario, y no hacerse gravosos a la ciudad.

    El Pobre le resisti con el Evangelio en la mano. Guido no insisti.Francisco y los hermanos reflexionaron sobre la manera de conjugarla pobreza evanglica y el sustento de cada da. No haba caminos,haba que abrirlos caminando. Llegaron a la conclusin de que el

    trabajo tena que ser el medio normal de sustento. Pero, dndetrabajar? Los hermanos no tenan ni tendran terrenos propios. Yentonces? La conclusin se impona por s misma: trabajo a salario enheredades ajenas. He aqu otra de las novedades introducidas porFrancisco, con tanta naturalidad, a nombre de la pobreza evanglica;una verdadera revolucin en las estructuras de la vida religiosa deaquel entonces. Casi sin pretenderlo, casi sin darse cuenta, Franciscoconsegua dos altas finalidades: el sustento de cada da y lapresencia proftico de los hermanos en medio del pueblo de Dios,particularmente entre los trabajadores.

    Y as se vivi en los primeros aos. Encontramos a los hermanosempleados en la ms variada diversidad de actividades segn laspocas y los lugares: traan agua potable desde las vertientes hastalas aldeas; en los bosques cortaban troncos para madera o para lea;se dedicaban a enterrar muertos, sobre todo en tiempos de epidemia;remendaban zapatos, tejan cestas, pulan muebles; segn laspocas, ayudaban a los campesinos en la recoleccin de cereales,fruta, aceituna, nueces, uvas, recibiendo como salario especies delmismo gnero que ayudaban a recolectar; ms tarde, en otraslatitudes, los encontramos entre los pescadores y marineros,manejando pesados remos o redes de pesca; los encontramos,inclusive, en las cocinas de los seores feudales (2 Cel 161 y 178; 1Cel 25; TC 41 y 68; 1 Cel 18 y 21; TC 22 y 24).

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    Al entrar en la Fraternidad no se aislaban de su ambiente original;al contrario, consideraban su antigua profesin como el campo normaldonde deban ejercer su apostolado. Los hermanos, dondequieraque se encuentren sirviendo o trabajando en casa de otros, no seanmayordomos o capataces, ni estn al frente de las casas en que

    sirven... sino sean menores y estn sujetos a todos los que se hallanen la misma casa (1 R 7,1-2).

    Al salir al mundo para predicar, no descuidaban el trabajo manual.Era normal que los hermanos ayudaran en la labranza de loscampesinos durante el da y, al atardecer, anunciaran la Palabra en laplazoleta de la aldea a los mismos compaeros de trabajo y a todo elpueblo. Iban de dos en dos por aldeas y ciudades, descalzos, sincabalgadura, sin dinero, sin provisiones, sin proteccin ni morada fija.Al anochecer se retiraban a alguna ermita o leprosera para orar ydescansar. En algunas oportunidades pedan hospitalidad en los

    monasterios. Casi todos eran jvenes, pobres y felices; fuertes ypacientes, austeros y dulces. No maldecan contra la nobleza ni contrael clero. Se mezclaban preferentemente entre la multitud de enfermos,pobres y marginados (1 Cel 22, 88, 89; 2 Cel 155 y 78).

    III. LA ORDEN FRANCISCANA, HOY

    Hoy la Orden Franciscana en poco o nada se diferencia de las otrasrdenes. Ms an, unos 25 aos despus de la muerte de sanFrancisco, la Orden Franciscana no se pareca en nada al idealsoado por Francisco y vivido en la primera dcada; y los HermanosMenores poco se diferenciaban de los dominicos o agustinos, salvoen el hbito. Se dio, pues, rapidsimamente un desmoronamientovertical de la fisonoma primitiva en nombre de la organizacin y deuna mayor eficacia en el servicio eclesial, clericalizndose la Orden,organizando los estudios al estilo de los dominicos, construyendograndes edificios, y as los antiguos itinerantes acabaron porinstalarse definitivamente.

    Con una bula y otra bula conseguidas de la Santa Sede (cuandoFrancisco haba prohibido terminantemente, nada menos que en elTestamento, pedir tales bulas o privilegios), las grandes exigenciasevanglicas fueron evaporndose como por encanto en medio de unaspera lucha entre los idealistas y los realistas (realismo), conpredominio, por supuesto, de estos ltimos. Con las bulas en susmanos y en lucha cerrada contra el clero secular (al principio unidoscon los dominicos y ms tarde en colisin con ellos), consiguieron losHermanos Menores instalarse en el centro de las ciudades, organizarel culto, rivalizando con los prrocos.

    San Buenaventura, con su prestigio y autoridad, confirm yconsolid este status, y as... hasta hoy. Pero no se crea que la familiafranciscana ha vegetado tranquilamente en esta instalacin burguesa.

    Los idealistas y realistas han seguido luchando saudamente en elseno de la familia hasta nuestros das, dando origen a cismas,

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    llamadas reformas y escisiones de todo color. Francisco ha sidoespina clavada en el corazn de la Orden: desafa, incomoda y nuncala deja en paz.

    Los idealistas dijeron y dicen que somos traidores a los ideales de

    san Francisco; que el Pobre de Dios est all arriba y nosotros aquabajo. Rompamos con la instalacin y regresemos a las montaas;desnudmonos de las seguridades y vivamos desapropiados entre losmarginados, simplemente amndonos y amando. Los realistasrespondieron y respondern que estamos bien as; que ya estamossirviendo a la Iglesia con nuestras parroquias; que desde nuestrosconventos ya impartimos la Palabra y la Salvacin; que somos tiles ala Iglesia con nuestras instituciones; que es necesario tener enconsideracin las necesidades de la Iglesia; que, en fin, tenemos queser realistas.

    Lo que aparece evidente es que los tiempos en que vivi Francisco,y aun los posteriores, no estaban maduros para asumir y desplegaren gran escala los ideales del Pobre de Ass. Los tiempos quenosotros vivimos, en cambio, s lo estn.

    LARRAAGA-IGNACIO

    ........................Francisco de Ass, en Manresa 54 (1982) 217-238.