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LA VIDA DE LOS ROBLEDEÑOS A TRAVÉS DE SUS DOTES Y SUS TESTAMENTOS. (1611-1786)

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MIGUEL CAMBRONERO CANO

LA VIDA DE LOS ROBLEDEÑOS A TRAVÉS DE SUS DOTES Y SUSTESTAMENTOS.(1611-1786)

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La vida de los robledeños a través de sus dotes y sus testamentos.(1611-1786 2015

ÍNDICE

Capítulo 1: Los documentos: El testamento notarial y las cartas de dote..........................................2

1.1. El testamento notarial........................................................................................................2

1.2. La factura del testamento: su momento y lugar.................................................................6

1.3. Otras cuestiones: testigos, albaceas y herederos.............................................................12

1.4. Correcciones y añadidos...................................................................................................17

1.5. Los 26 testamentos..........................................................................................................19

1.6. Nuevos matrimonios y su dotación..................................................................................20

1.7. Las cartas de dote.............................................................................................................22

1.8. Las siete cartas de dotes y sus perceptores......................................................................26

Capítulo 2: Los cuidados del alma....................................................................................................28

2.1. Ceremonias funerales............................................................................................................29

2.2. Lugar de enterramiento........................................................................................................31

2.3. Misas por los difuntos......................................................................................................33

2.4. Las devociones preferidas................................................................................................36

2.5. Mandas forzosas y otras donaciones pías.............................................................................41

Capítulo 3: La familia y el hogar.......................................................................................................42

3.1. Hombres y mujeres..........................................................................................................42

3.2. Los matrimonios y los hijos..............................................................................................45

3.3. Familias múltiples y parentelas........................................................................................47

3.4. Los enseres del hogar.......................................................................................................49

3.5. Los artículos de las dotes..................................................................................................51

3.5.1. Agricultura y ganadería.............................................................................................51

3.5.2. Bienes raíces, joyas, regalos…...............................................................................53

3.5.3. Los útiles de trabajo: las herramientas y el menaje..................................................54

3.5.4. Mobiliario y ropa de hogar.......................................................................................56

3.5.5. Vestimentas..............................................................................................................58

Capítulo 4: Las cuestiones materiales..............................................................................................59

4.1. Bienes aportados al matrimonio: las dotes......................................................................61

4.2. Dotes a los hijos................................................................................................................64

4.3. Legados y mejoras en los testamentos.............................................................................65

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4.4. Balance económico final de los matrimonios: Los bienes Gananciales............................66

4.5. Los intercambios y sus cuentas........................................................................................67

4.5.1. Los intercambios económicos: los productos básicos....................................................68

4.5.2. Otros productos de intercambio....................................................................................71

4.5.3. Los intercambios y las relaciones...................................................................................72

4.5.4. Cuentas de tutelas, pósitos y de otras instituciones......................................................72

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Capítulo 1: Los documentos: El testamento notarial y las cartas de dote

1.1. El testamento notarial.

Es el documento que contiene la voluntad de una persona para tenerla en consideración después de su muerte. Hoy aparece unido de manera indisoluble a cuestiones económicas, pero en la mentalidad del hombre de hace trescientos años no era así, sobre todo en los habitantes de lugares tan apartados y pobres como el que nos ocupa. Ellos, la palabra testamento, la asociaban mucho más a las cuestiones religiosas que a las civiles.

La iglesia recordaba continuamente el deber que tenían los creyentes de hacer testamento. Toda la vida se le habían perdonado sus faltas de balde, ahora como remate, y como supremo acto de penitencia y contrición llegaba el momento de hacerlo invirtiendo en ello y de manera voluntaria, parte de las riquezas adquiridas, lo que además de utilidad, otorgaba la plena seguridad de poder ser trasmitidas con total honra a los sucesores, tras pasar por la maquila de lo que la salvación precisaba.

El testamento era un instrumento de arrepentimiento y compensación. Las faltas cometidas en el trascurso de los días habían sido en buena parte limpiadas por los sacramentos recibidos, sin embargo en todos subyacía un sentimiento de culpa por los bienes atesorados, porque de todos era sabido que según enseñanza de Cristo donde “está tu tesoro está tu corazón”. El que se va es consciente de haber consumido demasiado tiempo detrás de lo

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material y ante ello no encuentra un perdón suficiente a no ser mediante el destino de una parte de los mismos a fines píos.

A pesar de lo dicho, y para su descargo, la Iglesia siempre fue más partidaria de la redención de las culpas a lo largo de la vida mediante un proceso continuo de búsqueda de la perfección y de creciente observancia de una vida cristiana, que a través de estas prácticas finales y algo desesperadas, a las que consideraba como arriesgadas y poco fructíferas en cuanto a rendimientos espirituales.

Todos lo consideraban como el documento de la muerte, y dado que tras el fallecimiento convenía hacer todo lo posible para lograr el descanso y la paz eternos del alma, dejan plasmado en su testamento su “plan de salvación”, un numeroso conjunto de actos religiosos que pretenden abreviar en lo posible, la estancia del alma en la “sala de espera” del Purgatorio.

Vista su importancia, cientos de feligreses de la Parroquia, incluso pobres de solemnidad, procedieron a dictar sus últimas voluntades en cientos de testamentos que aparecen recogidos en los libros de difuntos de la parroquia. A estos testamentos que sólo contienen disposiciones religiosas, les llamaremos para diferenciarlos de los que son objeto de este trabajo, testamentos religiosos.

Los testamentos notariales, por el contrario, incorporan otra serie de contenidos. En sus disposiciones se buscaba en primer lugar y de manera preferente también lo espiritual, pero sin olvidar otros aspectos más materiales –económicos y legales–, si bien estos asuntos es preciso mirarlos bajo una lectura religiosa, y más concretamente, como un descargo de conciencia. En la mayoría de los casos no se pretende potenciar las haciendas, ni multiplicar los bienes. Los avisos y anotaciones de las cuestiones “terrenales” responden más bien a dejar constancia inequívoca, casi sagrada, de lo que se debe y de lo que se tiene, para prolongar en la memoria la palabra que en su momento se dio, respaldada entonces por la honra del vivo, y ahora por la memoria –el honor que sobrevive– que el difunto deja. Voluntad para salvarse sobre todo, humildad por dar un santo destino a los bienes terrenales, bendición para los que quedan por este buen obrar.

El testamento es la integridad personal en letra. Un recuerdo de integridad, una herencia inmaterial que en su esquema de valores es superior a la otra.

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Pero… ¿hasta qué punto podemos conocer mediante estos escritos a la gente que nos interesa y a la comunidad donde se integra?

El valor del testamento para estas cuestiones es relativo. El testamento es un documento personal e irrepetible puesto que allí se plasman sus principales anhelos de manera libre y voluntaria, sin embargo su enorme trascendencia provoca que para su legalización deba ajustarse al lenguaje exclusivo que usa el aparato judicial y tenga una estructura bien definida en todas sus partes principales, de manera que las disposiciones de cada testador se encuentren diluidas en un texto a veces demasiado técnico y farragoso, nada que ver por tanto con el escrito que cualquier persona, de manera espontánea, pergeñaría de su propio puño y letra.

No obstante, a escala local, comenzaremos el repaso fijándonos en la estructura, esto es en las distintas partes que en todos ellos –con muy ligeras variaciones– podemos reconocer. Y dado que, visto con algún detenimiento uno de ellos, nos podemos hacemos una idea de todos los demás, para ilustrarnos puede servir el testamento completo de Tomás Díaz, morador en El Cubillo, que fue elaborado en 1757 por Francisco Biana, fiel de fechos de Robledo –por lo tanto escribano del concejo, de la parroquia y al servicio de los moradores del lugar.

Dejando al margen la denominación jurídica de sus apartados y sustituyéndolas por otros menos ajenos a nuestro propósito, encontramos dos conjuntos de datos que, necesariamente están presentes en todas las escrituras de este tipo. Unos, se localizan al comienzo y al final de documento: son los datos personales. Los otros que nos interesan son los que dan cabida a las disposiciones del testador y constituyen el auténtico meollo del documento. Es con mucha diferencia la parte que alberga los contenidos más interesantes y curiosos.

Al comienzo de cada escritura aparecen los datos que podríamos llamar identificativos, tanto del documento como de la persona que lo otorga. El documento se inicia con una invocación religiosa, en latín –“In Dei nomine” o su equivalente en castellano –“En el nombre de Dios Todopoderoso–, a la que sigue la identificación del tipo de documento en cuestión, en nuestro caso escritura de testamento o carta de testamento, precedida de una introducción del tipo: “Sepan los que vieren esta…” A continuación se reseñan algunas particularidades personales del otorgante –nombre, estado civil, lugar de residencia, capacidad legal,…– para después

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de dejar bien sentada su inequívoca fe cristiana y basándose en ella implorar la intercesión de la Virgen María en el trance de la muerte que ya adivina cercano.

En el nombre de Dios Todopoderoso. Sepan quantos los que esta carta de testamento y última voluntad vieren como yo, Thomás Díaz, vecino de la ziudad de Alcaraz y morador en el heredamiento del Cubillo, marido y conjuntapersona con María Chumillas, estando enfermo en la cama de enfermedad que Dios Ntro. Sr. fue serbido darme y en mi buen juicio, memoria y entendimiento natural, creyendo como católico christiano en el misterio de la Stma. Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un sólo Dios berdadero y en los demás misterios de nuestra santa fee, que cree y confiesa la Santa Madre Yglesia rejida por el Spíritu Santo, poniendo por mi intercesora y abogada a la Reina de los Ánjeles, María Santísima, a la qual suplico sea mi yntercesora y abogada con su precioso Hijo para que mi alma se salbe y temiéndome de la muerte, natural a toda criatura viviente, otorgo y hordeno este mi testamento en la forma y manera siguiente:

Se prosigue el documento con su parte dispositiva: el otorgante da a conocer sus últimas voluntades en asuntos tan distintos como:

- Localización de la sepultura y comitiva fúnebre.- Sufragios por su alma y por las de otros difuntos.- Cuestiones económicas (deudas, cobros, balances matrimoniales, etc.)- Mandas y legados.

Lo primero encomiendo mi alma a Dios Ntro. Sr., que la crió y la redimió con su preciosa sangre y el cuerpo mando a la tierra de cuyo elemento fui formado y quando la boluntad de Dios Ntro. Sr. fuere serbido de llebarme desta presente vida, mando que mi cuerpo sea sepultado en la yglesia parroquial del lugar Robredo y que mi entierro sea llano como se acostumbra y me acompañe cura, sachristán y la cruz de la parroquia y se me diga misa de cuerpo presente, si fuere competente la ora y si no el día siguiente, con oficio de tres secciones y para ello se pague lo acostumbrado.

Yten es mi boluntad se me digan por mi alma treinta misas rezadas y se pague lo acostumbrado.

Yten es mi boluntad a los nuebe días de cómo fuere enterrado se me diga una misa cantada con su bijilia y se pague lo acostumbrado.

Yten que al cabo del año se me diga una misa cantada con su bijilia y se pague lo acostumbrado.

Yten es mi boluntad, en la capilla de los Perdones se me digan dos misas y se pague lo acostumbrado. Yten al Ánguel (sic) de su guarda una misa. Yten a las benditas ánimas del Purgatorio diez misas rezadas, mando se paguen.

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Yten al sr. San Antonio otras diez misas y se pague lo acostumbrado. Yten a las mandas forzosas lo acostumbrado.

Declaro que quando nos casamos traxo María Chumillas, mi lejítima mujer, asta mil y setenta y cinco reales, ynclusos los cinco pesos que nos dieron por un quarto de pajar que bendimos en el Ballestero, que los saque, que es de razón y justicia y, de más a más, le mando una yegua, la que quiera tomar, ya que no ai gananciales algunos y es mi boluntad dexalla por madretutriz porque acabe de criar los hijos que han quedado, que son pequeños.

Yten declaro que a mi hermano Juan Díaz le debo ciento y treinta reales que me los a emprestado y es razón bolbérselos.

Declaro que una aza que compre baxo de las casas, alindando con la fuente serrana y con el guerto del Santísimo y con Manuel González por el lado de abaxo no está robrada1, más otras tierras que me a bendido Juan Antonio en ciento y ochenta reales y no están robradas, o me a de dar los ciento y ochenta reales o me los a de robrar. Yten declaro que si debiere algún resto de marabedises por recibos o justamente conociesen mis albaceas que justamente lo debiese mi acienda, que se pague y si me debiesen se cobre, que es mi boluntad, que yo, en el estado en que me allo, no me acuerdo.

Por último vuelven los notarios a insertar su retahíla acostumbrada con el nombramiento obligatorio de herederos y albaceas. Luego tras la inserción del lugar y la fecha se termina el documento con la firma de los testigos, el otorgante y el escribano.

Y que pagado este mi testamento y lo en él contenido dexo por mis unibersales herederos a mis hijos que lo ereden y ayan y gozen con la boluntad de Dios y la mía y asimismo ynstituigo (sic) por mis albaceas testamentarios deste mi testamento a mis dos hermanos Sebastián Díaz y a Juan Díaz, para que lo cumplan y lo en él contenido y por este mi testamento reboco y anulo otro qualesquiera que antes deste aya fecho y sólo quiero queste balga por mi testamento o coicilio (sic) o por aquella escritura pública que en derecho más me sea de fabor y así lo otorgo ante el presente escribano y testigos en el heredamiento del Cubillo, en beinte y tres días del mes de abril de mil setecientos y cinquenta y siete, y fueron testigos Juan Marín, Antonio García, Joseph Madridexos y Antonio García, menor y el otorgante no firmó por no poder, firmó el escribano de fechos del lugar Robredo, así lo certifico en la forma que puedo.

Ante mí,Francisco Biana.(Firma y rúbrica)

1 Sinónimo de escriturada.

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1.2. La factura del testamento: su momento y lugar.

Para testar era requisito imprescindible que se dieran dos condiciones: el disponer de una serie de bienes propios –por lo general en mayor cantidad y valor que la media de sus convecinos– y quererlos repartir de manera discrecional, y a la vez equitativa, entre los distintos herederos.

El testamento lo tienen preparado con mucha antelación en las mentes pero la hora de plasmarlo en papel casi siempre resulta ser un acto precipitado. Lo que provoca esa precipitación es la alteración grave, casi siempre repentina, del buen estado de salud que habían gozado hasta ese momento, en que deciden llevar a cabo –nunca mejor dicho– su última y final voluntad, conminados por la proximidad de la muerte, a la que sienten y a la que temen, aunque no es menor en ellos, el temor de perecer sin haberlo dejado todo “atado y bien atado”.

En este sistema social de atraso sanitario, la llegada de muchas enfermedades llevaba a la tumba, y en cuestión de días, a la gente afectada por lo que se conocía con bastante precisión, el final probable de cada dolencia y el tiempo de resistencia ante ellas. Casi siempre era cuestión de apenas unos días, por lo que, convenía acudir al escribano con presteza.

Tabla nº 1El momento de testar y el de morir

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Y ello a pesar de que son sabedores que no es la llegada de la muerte el momento más recomendable para hacerlo. Han oído en infinidad de veces con ocasión de los funerales de sus convecinos y familiares que el testamento no debe ser un trozo de papel ante la muerte, sino una actitud cristiana diaria ante la vida. O en el peor de los casos una decisión que sea fruto del convencimiento interior y del sosiego, y nunca de las apreturas de la inminente llegada del final de sus vidas. Por tanto, les dice la Iglesia, la decisión de otorgar el testamento debería ser un acto más de los encaminados a la buena predisposición ante la muerte.

Con todo lo dicho… ¿podemos saber con qué antelación a sus muertes llevan a cabo sus últimas disposiciones? Al menos una aproximación sí es posible dar, y para ello contamos con la tabla nº 1, donde aparecen las fechas

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TestadorSano o

enfermoFecha

testamentoFecha

defunción

DiferenciaTestamento/

defunción

Días

Mes

es

Años

Diego de la Vecina Enfermo (cama) 27-6-1660 26-7-1660 1Juan Martínez Enfermo (cama) 8-8-1680 16-8-1680 8Diego Romero Enfermo (cama) 17-2-1681 10-3-1686 5Martín López n.c. 15-12-1694 15-12-1694 0Juan de Vaydes Enfermo 26-9-1695 11-11-1695 1,5Fco. Gómez, mayor Enfermo (cama) 15-8-1696 1-5-1698 1,75Fco. Garrido Enfermo 14-8-1699 19-8-1699 5Ana Ortega Enferma (cama) 15-9-1704 15-9-1704 0Pascual Sánchez Enfermo (cama) 25-5-1704 1-7-1705 1,25Lorenza Navarra Enferma 19-4-1712 21-4-1712 2Fco. Gómez Palomar Enfermo 3-1-1722 6-1-1722 3Antonio Garví Enfermo 30-7-1724 3-8-1724 4José Garrido Enfermo 27-8-1730 29-8-1730 2doña Catalina Espejo Enfermo (cama) 5-9-1747 8-9-1747 3Fco. Gómez, menor Enfermo 25-9-1747 29-9-1747 4Antonio García Enfermo (cama) 8-10-1753 11-10-1753 3Alfonsa Salmerón Enferma(cama) 14-12-1755 18-12-1755 4Tomás Díaz Enfermo (cama) 23-4-1757 3-8-1757 3,5Catalina Simarro Enferma (cama) 6-6-1768 29-6-1770 2Juan García n.c. 25-5-1768 30-5-1768 5don Nicolás Ruiz Sano

Enfermo15-12-1780

23-4-178627-11-86 6

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de constitución de los actos notariales así como las de defunción, obtenidas de las series demográficas de Robledo.

De los 21 casos que aparecen contemplados, en 13 de ellos, la muerte se encontraba a escasos días vista, sin rebasar apenas la semana, incluso dos de ellos se ven sorprendidos de manera que llegan a coincidir, sus últimas voluntades con sus últimas horas de vida. Otros cinco logran adelantarse a la muerte por lo menos un mes –en ningún caso se llega a cuatro– y el resto se anticipa por lo menos un año. Y no es porque fueran más previsores. Simplemente tuvieron suerte ya que tres de ellos se declaran enfermos en el momento de testar.

El estar afectado por la enfermedad a la hora del testamento era algo común a este puñado de antepasados nuestros. Todos se encontraban enfermos del cuerpo, aunque dejando bien claro que también estaban en su juicio y entendimiento natural –algo preceptivo para la validez de cualquier acto jurídico–. Aunque encontramos dos salvedades:

María Guillena, viuda y sin hijos, deja por escrito sus últimas voluntades más que por el fin de su vida, por el fin y remate de su matrimonio, a causa de la muerte de su esposo, momento que ve conveniente para dejar bien zanjado el reparto de sus bienes propios, con la pretensión de premiar a sus hermanos y sobrinos de los que se siente satisfecha. Incluso, se preocupó de incrementar las partes de dos de sus hermanos mediante un codicilo que dictó unos días después.

A pesar de tantas actuaciones testamentarias no debieron ser las definitivas puesto que dado su buen estado de salud tuvo ocasión de contraer un segundo matrimonio, esta vez con Juan García, matrimonio del que después se pierde la pista.

El otro que testa gozando de buena salud es un párroco, concretamente Don Nicolás Ruiz de Alarcón, quien de la misma manera añadió tiempo después –en este caso seis años– un codicilo, momento en que intuía que se acercaba su meta, que llegaría medio año más tarde.

Tabla nº 2Distribución anual de las defunciones.

Distribución por meses y estacionesenero

febr.

marzo abril mayo junio

julio ag. set. oct. nov. dic.

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1 1 1 2 1 1 5 3 1 2 2Invierno-2 Primavera-4 Verano-9 Otoño- 5

De paso y dado que contamos con la fecha de defunción de unos cuantos vecinos aprovecharemos la ocasión para conocer las fechas de mayor concentración de muertes, sin que el escaso número de casos nos permita dar excesiva validez a la muestra. Así, de manera somera y sin ánimo de sacar grandes conclusiones vemos que el periodo del año de mayor mortalidad, y con diferencia, era el verano, en tanto que el invierno se destaca por lo contrario. Las estaciones intermedias, resultan en este aspecto también intermedias y similares ente si.

Los 26 que tenemos recogidos fueron otorgados en condiciones muy diversas, y para empezar a comprobarlo comenzaremos por los lugares de su elaboración, donde encontramos hasta seis localidades distintas.

Como era de prever la mayoría de los testamentos, habida cuenta de que el otorgante estaba enfermo e impedido y no podía desplazarse, se datan en Robledo y El Cubillo (13 y 4 respectivamente), morada de los testadores, desde donde llaman con la mayor urgencia a cualquier habilitado –si era posible mejor un notario– para que tomara nota, al dictado, de sus últimas voluntades.

Tabla nº 3

Los escribanos

La otra localidad a destacar en este apartado es Alcaraz donde tienen lugar 6 escrituras de testamento, por la sencilla razón de ser el lugar donde estaban asentados los notarios, y hasta donde llegaban los que querían o podían, si gozaban de salud. Los que estaban impedidos tenían otras

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Nº de testamentos

Ante notario

Ante fiel de fechos

Ante el cura

In scriptis

26 18 4 3 1

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alternativas, o bien llamaban al notario para que se desplazara a su casa, o utilizaban otros escribanos ante los que testar, como eran en el caso de las personas que nos ocupa, el cura o el fiel de fechos. Y como todos no estaban autorizados para dar fuerza legal a estos documentos era preciso dejar constancia en ellos de quien lo hacía.

Por eso se incluyen distintas expresiones encabezadas por “Ante…”, del tipo de: “ante el presente escribano…”, “ante Alonso de Titos, escribano que fue del número desta ciudad…” “ante el Ldo. Andrés García Vizcaíno, cura del lugar Robredo…”. En el caso de un escribano autorizado no hacía falta nada más. Era lo más sencillo y lo más barato, de ahí que fuera el mecanismo utilizado por la mayor parte de los usuarios, 18, sin embargo si lo escribía el cura o el fiel de fechos, el documento elaborado, aún guardando todos los requisitos formales en su redacción, no era válido, por lo que, al final debían hacer constar su categoría –de cura, o de fiel de fechos–, así como su intervención como meros testigos.

Para su perfecta validez, la ley obligaba que los testamentos firmados por este tipo de escribanos, debían ser legalizados por los notarios autoriza-dos, mediante la inclusión de un protocolo de validación junto al documento inicial. Lo que implicaba llamar o acudir al notario y abonar sus servicios.

Todo este tipo de circunstancias comentadas se dieron aquí. En primer lugar es necesario reseñar que, al producirse algunos

desplazamientos, no existe coincidencia entre los lugares de otorgamiento y de residencia de los testadores. Ya sabemos que en este apartado sólo son dos las aldeas implicadas: Robledo y El Cubillo.

En El Cubillo prefieren utilizar por igual al notario que a otro escribano más cercano –el cura o el sacristán, oficio que también desempeñaba el fiel de fechos–, probablemente porque al tener mayor distancia con Alcaraz, eran mayores los esfuerzos para dar el aviso y más numerosos los gastos, por el desplazamiento del escribano.

De todas formas tuvieron que moverse más, por las circunstancias que fueran. Tenemos noticia que cuatro de ellos se desplazaron respectivamente a El Ballestero, Alcaraz, Robledo y Casalazna para poder hacerlo. Una situación que cambió después de 1724, fecha a partir de la cual todos se

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escrituraron sin salir de la localidad o del “heredamiento2”, como aparece a menudo en los escritos.

Los de Robledo se desplazan algo menos. De los 17 residentes la mayoría opta por hacerlos allí, lo que no hacen otros siete que prefieren Alcaraz. En lo que sí se produce coincidencia es en la utilización mayoritaria de notarios para ello, tanto en un lugar como en el otro.

Tabla nº 4Preferencias para testar

Viven en Donde testan Con quienEl Aljibe (1) El Bonillo NotarioEl Cubillo (8) El Cubillo 4

CasalaznaAlcarazRobledoEl Ballestero

Fiel 2, Notario 2NotarioNotarioCuraNotario

Robledo (17) Robledo (10)Alcaraz 7

Not 6, Cura 3, fiel 1, Notario 7 (in scriptis 1)

El momento de legalizar las últimas voluntades, un acto singular y personal como pocos otros se llevaba a cabo en privado y a solas con los intervinientes. Aún así se dio el caso de dos cónyuges que escogieron el mismo día para plasmar sus últimos designios. Se trata del matrimonio de El Cubillo formado por Juan García y Catalina Simarro. El 6 de junio de 1768, y de manera consecutiva, formalizaron sus testamentos ante un notario de Alcaraz, si bien no pudieron estar presentes los dos, puesto que Juan ya había fallecido. Esta anomalía no impidió que Juan García, legalizara su testamento, siendo además, válido.

El mecanismo para llevarlo a cabo comenzó con un doble procedimiento por parte de Juan. En primer lugar comunicó sus mandatos testamentarios al cura del lugar, quién los puso por escrito ante testigos de la localidad, para después ser validado por un escribano público autorizado mediante el libramiento de un poder que para ello concedió a su mujer por las mismas fechas.2 Esta categoría de heredamiento es adjudicada de manera ligera y errónea. El Cubillo no pertenecía en propiedad al Marqués de Valdeguerrero, ni a ningún otro señor jurisdiccional. Otra cosa es que el citado noble contara entre las numerosas posesiones de sus mayorazgos, las mejores tierras del entorno de esta localidad.

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Y todo ello de manera vertiginosa. Entre su escrito y el final pasaron apenas de diez días, tiempo suficiente para que el pobre Juan muriese.

1.3. Otras cuestiones: testigos, albaceas y herederos.Hoy, la práctica totalidad de las personas se valen por sí mismas para

validar cualquier escrito, estampando su propia firma. Pero, es conocido por todos que, hasta hace poco tiempo, pongamos por caso un siglo, eran mas los analfabetos que los que sabían leer y escribir, y en los tiempos que nos ocupan es de suponer que estas diferencias fueran aún mayores. ¿Podemos conocerlas a través de estos escritos? Podemos aproximarnos, sí, revisando la presencia o no de la firma de los otorgantes. Hecho el recuento de todos ellos, sólo seis firman sus voluntades, entre los que aparecen los dos sacerdotes, cuatro testadores de Robledo –dos de igual nombre– Francisco Gómez Palomar y su padre Francisco Gómez, el mayor,3 pero no hay ninguna mujer. Aparte no consta este dato en un testamento porque no se dice nada al respecto. La duda la siembran otras dos cartas de testamento en las que se dice expresamente que el otorgante no firma por “no poder”4, por lo que entendemos que de haberle dejado la enfermedad sí lo hubiera hecho. En tal caso tendríamos ocho alfabetizados –y entre ellos una mujer, Doña Catalina Espejo y los dos presbíteros– y 17 que no lo son. Un tercio sabe firmar –aunque hay que advertir que el hecho de firmar a veces esconde un analfabeto que el único dominio de las letras que tiene es el de estampar su firma– pero el otro 65% del vecindario, no sabe.

Por tanto, grosso modo, podemos generalizar siguiendo estos datos que, en estos tiempos y teniendo en cuenta que los que nos ocupan conforman lo más granado del vecindario, prácticamente todas las mujeres eran analfabetas y lo mismo cabe decir de los hombres, si exceptuamos apenas a una decena de ellos, los curas, y algunos de los más pudientes.

La presencia de los testigos es obligada en todo documento y de ahí que en los testamentos estén presentes. Y en un buen número como veremos, porque así era como estaba estipulado por la ley. Aunque con matices en cuanto a su número.

Así, cuando se otorgaba en presencia de escribano era necesaria la presencia de tres. Eso es lo que ocurre en los 18 casos estudiados. En el

3 Los otros dos son José Garrido y Juan de Vaydes.4 Los que no pudieron hacerlo dado su deteriorado estado de salud, fueron Dª Catalina Espejo y Tomás Díaz.

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resto, cuando se testaba ante un escribano no legalizado como eran el fiel de fechos y el cura, aparecen reseñados cuatro o cinco, y en el testamento in scriptis no aparece ninguno en el testamento propiamente dicho por ser cerrado5, aunque en el exterior del papel figuran nada menos que siete, número de personas que, al parecer, la ley obligaba a firmar en el sobrescrito, es decir la parte no escrita, doblada y sellada del folio de la escritura en cuestión.

Donde se halla el notario, de allí suelen ser los testigos. Esa es la norma general y como la mayor parte se fechan en Robledo, el escribano busca testigos conocidos de ese vecindario. Le siguen por este orden los de Alcaraz y El Cubillo.

A veces como colofón del documento se hace constar el coste de su elaboración. El pago incluía las hojas de papel que se habían utilizado así como el trabajo del amanuense. Tan solo en un ejemplar se reseña la cuantía a la que asciende el trabajo del notario, los derechos que le corresponden. Se trata del escribano de El Ballestero, que no tenía tarifas altas a pesar de que su letra es pequeña y dispuesta en numerosos renglones por cara, no se avergüenza, antes al contrario, de lo que cobra y lo hace constar: derechos, un real y medio “y no más”. Dado que éste es el más antiguo de los reseñados, del resto podemos afirmar, sin ningún género de dudas, que resultaron más gravosos para sus causantes, dando ocasión para el incremento de la mala fama que en general tenían los escribanos y que algún insigne autor de este tiempo barroco, como Quevedo, no dudó en hacerlos blanco de su feroz crítica.

Del resto de escrituras sólo podemos conocer el coste del papel, alrededor de 20 maravedís durante el siglo XVII y comienzos del siguiente, a razón de unos dos pliegos por testamento y 40 maravedís en el resto del tiempo, ya que el papel que se utilizaba costaba el doble. Una de las finalidades de la constitución de testamentos era dejar bien claro las personas que tenían derecho a participar en el reparto de los bienes. Lo normal es que padres nombre como herederos a sus propios hijos, por eso ninguno de los 18 testadores con descendencia nombra como heredero a nadie fuera de su prole.

Los otros ocho testadores que al partir de esta vida debían nombrar herederos por carecer de hijos, optan en su mayoría por favorecer a los

5 En realidad hay uno pero no como testigo presencial, sino como alter ego de Pascual Sánchez –el otorgante- a la hora de firmar.

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hermanos, opción que toman cinco de ellos, incluyendo a Juan de Vaydes que decidió que su mujer, Ana Ortega, pudiera disponer mientras viviese de sus tierras y casa, tras lo cual debía heredarlas un hermano suyo, Miguel Ortega Criado, algo que posiblemente no llegó a suceder.

Otro heredero más sorprendente es el designado por Doña Catalina Espejo, quien alega que”… como no tengo, heredero lexítimo, desz(endi)ente, ni ascendiente del estado de doncella, desde luego por justas causas que me asisten, dejo e instituyo por mi unibersal eredero de todos ellos para que los aya y herede al dicho don Francisco Zapata, con la vendizión de Dios y la mía porque así es mi voluntad.” 6 Sus justas razones tendría.

Con todo los herederos más dignos de mención fueron los designados por el cura don Nicolás, bajo este mandato: «Y en el remanente que quedare de todos mis vienes, deudas, derechos y acciones que tengo y me pertenecen […] la mitad de su importe se reparta de limosna a pobres de dicho lugar Robredo y la otra mitad se digan de misas por mi interzesión por ser así mi voluntad».

No encontró el cura mejor inversión de sus bienes –que no eran escasos– que dedicarlos, según las creencias que había defendido, en la salvación de su alma mediante sufragios y al mismo tiempo que incrementaba sus méritos de cara a la vida eterna mediante esas disposiciones tan caritativas, aliviar la situación de los más necesitados de la feligresía que tuvo a su cargo en su última etapa sacerdotal.

Los albaceas son los encargados de llevar a feliz cumplimiento todas las disposiciones contenidas en las escrituras testamentarias. Su labor, a veces resulta complicada, sobre todo si al difunto le dio por estipular numerosas mandas o complicados negocios. Esta función se encomienda a personas que sean aptas para ese cometido, algo no muy sencillo aquí, dado que, la escasez de vecinos y el atraso general del vecindario, no daba mucho donde elegir.

Los testamentos locales por lo común, son bastante austeros en sus pretensiones y poco prolijos en sus disposiciones, por lo que el cumplir la voluntad del finado era una tarea bastante llevadera, que en la mayoría de los casos se reduce a efectuar los pagos que las celebraciones religiosas consumían, casi todos en fechas muy cercanas al fallecimiento.

6 Este cura, don Francisco Javier Martínez Zapata, titular de la parroquia de Robledo en aquellos momentos, fue un protegido de su familia y de la que heredó importantes bienes, antes de ser enterrado en una sepultura de la iglesia de San Miguel de Alcaraz, que en su día fue propiedad de la familia Espejo.

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Pasados esos momentos debían estar pendientes de que se celebraban las misas encomendadas así como las especiales y por supuesto efectuar los pagos y cobros pendientes. Quizá lo más espinoso fuera entenderse con acreedores tardíos que el otorgante hubiera pasado por alto, aunque para estas situaciones suelen insertarse mandatos como este de Francisco Gómez, el menor: “…es mi voluntad se pague todo lo que con justo título constase que debo y se cobre lo que con dicha razón me debiesen”.

Las leyes generales no estipulaban cosa alguna respecto a la calidad de los elegidos, ni a su número, por lo quedaba al libre albedrío del moribundo solventar esta cuestión.

Aunque el trabajo no era mucho, el cargarlo sobre una sola persona quizá le resultara algo pesado, en tanto que si repartía entre muchos y de-bían afrontar algún problema importante podía sobrevenir alguna división de opiniones entre ellos. Entre los primeros encontramos a Diego de la Vecina que confió esta misión únicamente a su hermano, con el que le unía gran confianza y una larga trayectoria en común. Por el contrario, Pascual Sánchez eligió cuatro de entre lo de más calidad del vecindario, como eran el cura y el fiel de fechos, así como gente de su confianza, más concretamente su hijo y su yerno.

El resto cuentan con un número intermedio destacando la designación de dos albaceas, cantidad que se da en 15 de los casos.

Pero… ¿quiénes eran los preferidos para estas cuestiones? De los numerosos que resultaron elegidos –concretamente 62– encontramos todo tipo de parientes del testador, así como otras personas de fuera de su entorno familiar, aunque aquellos son más, por razones obvias. La cercanía y la rapidez en la comunicación con los otros parientes facilitan enormemente las tareas encomendadas. Los ajenos al circulo del parentesco aunque estuvieran mejor preparados, ni respetarían tanto la voluntad del mandante, ni podrían llevar con tanta precisión el seguimiento de lo encomendado. Pero dentro de cada familia, ¿quiénes eran los parientes más fiables? ¿Confiaban por ejemplo, los esposos en sus cónyuges? Si y no. Las que más confiaban eran ellas. De hecho las dos casadas que nos dejaron sus postreras disposiciones nombran albaceas a sus maridos. Pero no están solos. Siempre les adjudican como compañeros a personas de su familia de soltera –hermanos– o gente de reconocida ecuanimidad y prestigio en la población como eran los religiosos. Confiaban pues en sus maridos, pero por si las

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moscas, eligen como contrapeso alguien de su familia de origen para mayor seguridad.

Tabla nº 5 Albaceas testamentarios

¿Y con el resto de parientes? Según la tabla nº 5 los que testan –personas de una edad avanzada– muestran preferencia por personas de su generación. De su generación son cónyuges, cuñados y sobre todos herma-nos7, pero también el cura, el fiel de fechos y los vecinos más solicitados.

Por uno que confía en un pariente mayor –en este caso tío–8 son muchos más los que vuelcan su mandato en la generación siguiente, sobre todo en los hijos, habida cuenta que muchos de ellos ya estaban casados.

En el caso del fallecimiento del padre y si los hijos eran menores, era preciso el nombramiento de un tutor de los menores durante su edad pupilar, hasta que alcanzaran la mayoría de edad, establecida en aquellos tiempos en 25 años. La ley exigía una fianza al tutor como garantía de su solvencia económica para el correcto desempeño de su función de tutor –o curador como también se llama–. Cuando el menor dejaba de serlo debía traspasarle el pleno dominio sobre los bienes que hubiera heredado así como los réditos, si los hubiere. Por el contrario era preciso compensar al tutor de los gastos que durante los años de su responsabilidad había tenido en la crianza y seguridad del niño.

En 10 de los casos que tenemos, el padre nombra como tutor de sus hijos a la persona que es, sin asomo de duda, la más indicada para ese cometido, la madre, cuya denominación jurídica pasa a ser en adelante –y así 7 Son designados albaceas 15 hermanos de los difuntos.8 Juan de Vaydes eligió a su tío Miguel Ortega Criado.

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Albaceas de la familia Fuera de la familiaDescendientes 12 (3 yernos) Religiosos 8Ascendientes 1 Vecinos y foráneos 11Misma generación 26 Forasteros 4

39 23

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aparece en los escritos– la de madretutriz. Aunque sea la madre de las criaturas no por eso estaba eximida del pago de la fianza por lo que si algún marido lo hubiera exigido tendría que haber hecho ese depósito, si bien, en la práctica no era nada frecuente, al menos en este pueblo ya que de los testamentos en que se habla de ellas nada se dice de fianzas, si acaso, se expresa la voluntad del marido de no pedírsela. Francisco Gómez Palomar lo dice así: “respecto de que algunos de ellos [de sus hijos] se hallan en la hedad pupilar nombro a la dicha mi muger por madre tutriz, curadora de ellos dejándola como la dejo relebada de fianças.”. Diego Romero hace lo mismo, pero además lo justifica su confianza en: «…la satisfaçión que tengo de la susodicha que cuidará del aumento de los vienes de dichos mis hijos».

Unos nombran tutores pero sabemos que otros, los dos Garrido por ejemplo, ejercieron ese papel protector con hijos ajenos. El primero de ellos, Francisco, lo saca a colación porque todavía se le deben algunas cantidades en concepto de gastos de manutención de una hija de Antonio Romero y de Ana Rodríguez que había tenido bajo su tutela. Su pariente José, hizo lo propio con los tres hijos «que con la dicha mi mujer vinieron de otro matrimonio que tubo con Juan Guillén, morador en el Zorío».

1.4. Correcciones y añadidos.

Hemos visto como en la gran mayoría de los casos se da una estrecha proximidad de fechas entre la redacción de las últimas voluntades y la de la muerte. Esta circunstancia imposibilitó que se hicieran correcciones en lo estipulado. Sin embargo y en el listado de nuestros testadores, encontramos tres que hicieron enmiendas a lo que habían dispuesto con anterioridad; en dos casos se trata de codicilos y en el tercero –aunque fue el primero en orden cronológico– de una revocación parcial de herederos.

Su autora fue Lorenza Navarra, a pesar de encontrarse en mal estado de salud anduvo muy activa en los tres últimos días de su vida, los tras-curridos entre el 19 y el 21 de abril de 1712. En el primer día dictó su tes-tamento ante el fiel de fechos, al siguiente y coincidiendo con la visita para la administración del viático, el cura le tomó fe de su deseo de hacer algunos cambios en cuanto a su designación de herederos, una designación que en la víspera había recaído en sus dos cuñados. Su modificación consistió en premiar económicamente a uno de ellos, mientras que la parte más suculenta de sus bienes fue a parar al otro, con el fin de compensar algunos

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gastos extraordinarios que había tenido con ella con motivo de su postrera enfermedad.

María Guillena sin embargo, a pesar de que estaba «en salud», con cierta prisa dispuso una modificación de su testamento, de manera completamente legal y ante el mismo notario, vía codicilo. Este añadido, que se efectuó apenas 15 días después del primero, en el que nombraba como herederos a sus tres hermanos9, fue motivado por el olvido que antes tuvo del destino final de unos propiedades que tenía en Masegoso y a la vez ponerle dueño claro a una pollina suya. Todo ello para despejar cualquier malentendido y nada más, puesto que sus herederos, al no tener hijos, eran también sus hermanos.

Y añade otra manda, que no deja de ser curiosa. A su cuñada le manda un regalo, pero con una duda: o le manda un guardapiés de sempiterna verde o su valor. Esta disyuntiva la deja escrita sabedora de que su estado de salud quizá le posibilitaría tener el suficiente tiempo como para poder usar y consumir dicha prenda, de la que seguro estaba prendada su cuñada. No obstante deja clara su buena intención mandándole, en el peor de los casos, el dinero que valiere el guardapiés.

El paso del tiempo, sobre todo en las personas que llevaban una compleja existencia, hacía necesaria una adaptación de sus últimas volun-tades. Los seis años que transcurrieron entre la redacción del testamento de Don Nicolás Ruiz de Alarcón, cura de la parroquia, efectuado en 1780 y el año en que le añadió un codicilo –también el de su muerte–, vieron sucederse múltiples peripecias en la vida de esta persona tan principal en el lugar, circunstancias que por fuerza tenían que tener reflejo en su testamento. Y que básicamente se refieren en su mayoría a disposiciones testamentarias que no hicieron sino incrementar la cuantía de lo ya enajenado de manera altruista –no olvidemos que dejó como heredero de la mitad de sus bienes a los pobres del lugar–. Nuevas dádivas y atenciones recaen sobre familiares, devociones y feligreses, además de dar noticia de las cuentas pendientes con distintas personas con las que había tenido alguna relación, así como el balance final de su gestión al frente de las cofradías de las que había sido responsable.

9 Los tres hermanos de María Guillena (Guillén escribiríamos hoy) se llamaban Francisco, Manuel y Sebastián. Eso es lo que cuenta en su testamento, donde, para que no haya confusión, les añade sus respectivos apellidos, que no es Guillén precisamente: “Francisco Rodríguez, Manuel Rodríguez y Sebastián del Castillo, [son] mis tres hermanos”

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Y por no dejar ningún cabo sin atar y teniendo en cuenta que las obligaciones de la parroquia le dejaban suficiente tiempo libre, algún rato lo ocupó en interceder por si mismo, mandando que se celebraran sus propias misas de difunto. Don Nicolás admite que, del montante de misas por su alma que había mandado seis años antes, 400 misas, la mayoría las tenía ya cumplidas. Únicamente le quedaba la cuarta parte del total. Bien sabía este sacerdote que éstas corresponden a la parroquia donde falleciere, y el lugar de su fallecimiento era consciente que sólo Dios lo conocía.

1.5. Los 26 testamentos.Los testamentos, a falta de referencias históricas de otro tipo, son

fuente de conocimiento de las realidades individuales para explicar la vida en comunidad, sobre todo en los pequeños lugares que quedan siempre fuera de la atención de los estudiosos, más proclives a los grandes personajes, o los territorios y acontecimientos más destacados.

El número de testamentos recogidos en este trabajo no es aleatorio ni reducido. Simplemente aparecen los 26 testamentos de los que tenemos noticia tras una búsqueda, si no exhaustiva, si bastante reposada de los protocolos notariales de Alcaraz, El Bonillo y El Ballestero que, arrancando de 1611 finalizan en 1786, de los que se encuentran depositados en el Archivo Histórico Provincial de Albacete y tienen como otorgante a una persona de este municipio de Robledo. Por la escasez de este tipo de documentos no es posible, como hubiéramos deseado, una mejor distribución a lo largo del tiempo, de manera que correspondiera a cada siglo la mitad aproximada del total. Pero lo que tenemos es otra cosa: nueve en el siglo XVII, con una importante laguna en su primera mitad, mientras que en el siguiente se fechan el resto, dándose por el contrario un período “sobrerrepresentado”, en concreto el periodo 1747-1757 en el que se acumulan 9 testamentos.

Tampoco los sexos se distribuyen de manera equitativa. Esta característica no es circunstancial como la anterior sino que está de acuerdo plenamente con aquellos tiempos en los que predomina, en todos los ámbitos el componente masculino. En estos testamentos la correlación resultante es desfavorable a las mujeres, ya que sólo suman el 27%.

Presentan además estos documentos jurídicos, al menos en nuestro caso, otra característica bien definida. La mayoría de ellos los redactan los

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vecinos acomodados, como se percibe a través de los bienes que citan, las cantidades de dinero que manejan o las pompas fúnebres que demandan, que están muy por encima de las del vecino medio. Es por tanto el testamento una herramienta a disposición de la élite local, algo que también denuncia la abundancia del título de don o doña en el listado de otorgantes, sumando un total de tres, una cifra que resulta desmesurada habida cuenta de que nunca hubo ningún hombre con título de don entre los vecinos, fuera de los curas, y sólo dos mujeres entre las doñas.

Son además estos testamentos un fiel reflejo de un modo de vida bien definido, que trascurre apegado a las labores y productos de la agricultura o la ganadería, o mejor dicho, de las dos actividades a la vez, con sus sinsabores, sus anhelos, sus pros y sus contras, que les toca vivir no sólo a los 26 titulares sino a mucha gente más, ya que por los papeles desfilan multitud de personas de la más variada índole: hijos, esposos, antepasados, amigos, comerciantes, y un largo etcétera.

1.6. Nuevos matrimonios y su dotación.Ya sabemos de la importancia que para nuestros antepasados del

Antiguo Régimen tenían los matrimonios, más que por las opiniones favorables de los casados, por el fracaso que a todos los niveles –vida personal, pero también falta de una integración social plena– significaba el quedarse instalado en la soltería, y más si la damnificada era una mujer.

También sabemos de la tradición del ajuar, una tradición que afectaba e interesaba a todos los que se casaban y en mayor medida a las mujeres.

Todas las mujeres en nuestra cultura, cuando llegó el momento de su matrimonio, se propusieron reproducir el ambiente doméstico que habían tenido en la casa de sus padres en la suya propia, y para ello procuraron hacer el mayor acopio posible de los elementos básicos para su funcionamiento, como eran el menaje de cocina y la ropa del hogar. Todo ello con independencia del poder adquisitivo de los padres o de los recién casados.

La equipación de los nuevos hogares más que un asunto de los que se iban a casar era incumbencia de sus respectivas familias. En este aspecto los padres ponían en juego buena parte de su prestigio. Era preciso en todo caso procurar la viabilidad de la nueva pareja y para ello, los medios de su futuro

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sustento tenían que ser más que suficientes en el momento de su constitución. Después, con el andar del nuevo matrimonio, la responsabilidad pasaría al marido, por su doble condición de administrador y de productor en la economía familiar, que tenía que basarse, obligatoriamente, en sus propios medios.

El dotar bien el nuevo hogar era primordial y a ello estaban obligados tanto la mujer como el hombre. En el caso del hombre, si su padre era propietario de bienes rústicos o pecuarios, estaba obligado a traspasar una parte de ellos, bien en propiedad o de cualquier otra manera, al cabeza de la nueva familia, utilizando si era posible los medios legales establecidos, que eran las hijuelas, o anticipos de la herencia y las cartas de dote.

Este factor de dependencia al acceso de los bienes de los padres por parte de los hijos, condiciona en buena medida su edad de acceso al matrimonio, que en nuestro lugar también era alta10, siendo pocos los varones que a la hora de casarse no contaban con 25 años, con el agravante ya conocido que la vida en estos siglos era corta y no era cuestión de demorarse en los asuntos afectados por el paso de los años.

Conscientes de todo ello y aún no contando con propiedades, los nuevos matrimonios se constituían tarde, porque los padres solían “apurar” la estancia de los hijos en su casa, pero se terminaban formalizando, contando como patrimonio inicial con un mínimo de enseres que garanticen el funcionamiento del hogar y de manera indirecta, con algunas propiedades.

Al parecer, el nuevo marido solía desempeñar la misma actividad en la casa paterna que antes. Lo que sí cambia tras su boda es el rendimiento de su trabajo que, dado que tiene que sostener un nuevo hogar, se incrementa con un salario anual que el padre ahora sí le proporciona con cierta regularidad o –y esta es la opción más frecuente–, por los rendimientos que obtiene en sus pegujares de ganado o de tierra que el padre le otorga de manera gratuita o en arrendamiento o aparcería.

Pero si el ajuar es obligado y por eso lo llevan todos los recién casados ¿porqué no se otorgan las correspondientes cartas de dote?

La mentalidad castellana, que defendía una figura paterna más como un patriarca controlador y todopoderoso, de un lado y las características de

10 La media de edad de acceso al matrimonio en Robledo por parte de los hombres era de 26 años en la primera mitad del siglo XVIII y de 25,6 años en la segunda.

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la sociedad local, con patrimonios de escasez más que de bienes, por la otra tienen la respuesta.

Su escasez, da idea de la práctica habitual en la trasmisión de los bienes y que no era otra que su disfrute durante toda su vida por parte del padre propietario, de manera que sólo se legan tras la llegada de su muerte. Son muy pocos los que, en vida, desgajaban bienes de su patrimonio para la constitución y el desarrollo de la nueva casa, extendiendo las correspondientes hijuelas o particiones de herencia. Y claro está, si no existe la costumbre de donar bienes de mucho valor, no son necesarias las cartas de dote.

Por otra parte el común de los propietarios locales lo son de haciendas más bien cortas por lo que no es posible la división de los patrimonios sin amenazar el futuro del padre. Si se cuenta con muy poco para vivir, no se puede repartir en suculentas cartas de dote.

1.7. Las cartas de dote. Constituyen un magnífico instrumento para conocer aún mejor la

sociedad del momento, especialmente en las cuestiones materiales.

Por una parte es un documento oficial y como tal, un documento muy importante al que los habitantes de las aldeas otorgan una trascendencia, casi mágica, como a todas las escrituras, estando en el ranking de su estimación parejo a testamentos y herencias. Y más si tenemos en cuenta la confianza forzosa que han de tener en la integridad de los que intervienen en su factura, dado que los otorgantes en su mayoría no sabían leer, por lo que, aunque después eran poseedores del documento, algo que era motivo de orgullo y por ello había que cuidarlos, guardarlos y trasmitirnos con mimo, no podían acreditar personalmente su contenido.

Las cartas de dote son un instrumento legal, por eso se efectuaba ante un escribano público o notario, que da plena validez y garantías a los bienes que uno de los contrayentes aportaba al matrimonio. Por lo tanto su misión es dejar constancia de lo todo lo que componía el ajuar del novio o de la novia.

El otorgante, sin embargo no es la familia de la novia, sino el novio, que declaraba mediante esta escritura lo que había entrado en su poder y que,

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como administrador doméstico de los bienes del matrimonio que era, al amparo de la ley, podía usar para su aprovechamiento por la nueva familia.

Tras la boda estos bienes, casi todos perecederos, pasaban de facto a ser poseídos como si fueran gananciales y no solían figurar en el reparto de la legítima paterna o materna, un reparto que era casi mayoritariamente de muebles raíces.

La práctica de la dote a la hija, ha sido comentada a veces como el último y quizá más pesado gasto al que era sometido el padre de familia, quien debía criarla con el mismo esfuerzo que a los varones, pero a cambio, había obtenido una menor ayuda y colaboración en el sustento de la familia, lo que la hace, mirada con los ojos materialistas de esta sociedad, más que un valor, un estorbo, sobre todo si en la casa hay más de una hija.

Y para colmo, y para intentar equiparar las aportaciones del yerno, la dote debía contener lo necesario para dejar en buen lugar el honor propio de la hija, pero sobre de la familia. Un honor que en esta situación, como en otras, sólo se consigue a base de bienes materiales o de dinero.

Dejando el punto de vista del padre y poniéndonos en el de su hija la dote supone que, por primera vez, se le considera como adulta, lo suficiente madura como para cambiar de estado civil, pero sobre todo, dueña y usuaria de un puñado de cosas que caen bajo su responsabilidad.

Además los bienes que recibe cuando se casa, aunque se especifica que son para ayuda del matrimonio, no son comunes. Al marido, que los recibe, se le recuerda que son privativos de su mujer y por ello los puede manejar y obtener fruto de ellos, pero cuando el matrimonio termine por la muerte de uno de los cónyuges la mujer o sus herederos podrán disponer libremente de ellos, sin que el marido deba intervenir.

Por tanto la dote, como la herencia, contribuye a dar alguna seguridad a la mujer y al tiempo incrementar algo su maltrecho prestigio en un mundo dominado a todos los efectos por los hombres.

La decisión de formalizar las dotes no era precipitada, ni se llevaba a cabo en cualquier circunstancia. Parece, por los tiempos de su otorgamiento, que era una acción planeada con suficiente antelación y que se llevaba a efecto en el momento más oportuno, siendo el preferido en más de la mitad de los casos, el mes de agosto, un momento en el que los labradores habían acabado con las urgencias propias del verano y antes de dar comienzo a los

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nuevos trabajos que siempre traía septiembre. Para entonces, los esposos que ya llevaban unos meses de matrimonio, habían madurado la idea, y tenían totalmente configurada la lista de los obsequios.

Aunque quizá, la decisión primera de la conveniencia de su formalización haya que buscarla más en los padres, que tienen un mayor apego a lo material, que en los contrayentes, que como en todos los tiempos, estarían más pendientes de las cuestiones sentimentales.

María Ortega y Ana Ordóñez no tenían entre sus intenciones iniciales escriturar la dote, pero terminaron haciéndolo por distintos motivos. En el primer caso, el hacerla al mismo tiempo que su hermano, puede responder a una decisión familiar más que a una iniciativa de la propia María. El hermano se iba de la casa, también de la localidad y era conveniente aclarar lo que se le daba y de paso equiparla a ella en lo posible.

Ana Ordóñez quizá sintiera miedo. En la década que llevaba casada había tenido cinco hijos, pero ya había perdido tres –más tarde tendría y perdería uno más–. Y contaba con algunas propiedades importantes en El Bonillo que pensó debían quedar bien delimitadas, ante la terrible posibilidad de morir sin descendencia.

La escritura de Diego no es realmente una carta de dote. En éstas el otorgante es el marido que acude al notario para dejar constancia de los bienes que su esposa aporta al matrimonio. La de Diego técnicamente es una carta de pago en la que reconoce los bienes que él –y no su esposa– aportó al matrimonio, aunque para los efectos que los queremos, es exactamente igual.

De la misma manera poco importa el origen de los bienes. Unos bienes que siempre provienen de los padres de la novia –o del novio– y así se suele hacer constar, refiriéndose a ambos o más frecuentemente a la que más interviene en esos asuntos de ajuares, la suegra. Sin embargo también se citan otros orígenes cuando se dan. Así sabemos como Ana Benítez, recibió con motivo de la boda una serie de regalos que le hicieron los asistentes, incluyendo al propio novio, por un montante similar al proporcionado por sus padres, 830 reales. Aunque no llegan a detallarse el marido los reconoce como propios de su mujer y se compromete a devolverlos, llegado el caso.

Por último son muy frecuentes las cartas de dote y arras –aunque aquí sólo conocemos la de Luisa Rodríguez–. Reciben este nombre de arras los

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presentes que el marido obsequia a su amada con ocasión de la boda, movido del mucho amor que tiene a su futura mujer y por agasajarla y mejor dotarla, le hace donación de unos artículos, a los que se suelen referir como “joyas” que van destinadas a realzar su palmito, adorno y atavío11.

Al escribano se acude para que de fe de cuanto presencie como experto en letras y leyes, aunque en lo tocante a los números, a juzgar por las muestras que presentamos, más que fe, dan algunos errores matemáticos, seguramente porque tenían más cuidado en anotar los distintos artículos y el valor de cada uno de ellos, que el de la totalidad.

El hecho de su reiteración, en nuestro caso se produce en cuatro de las siete escrituras, denota además de la ligereza del escribano, los escasos conocimientos en cuentas por parte de los otros participantes en el otorgamiento, como eran los interesados y los testigos.

Se lleva la palma el notario de El Ballestero, Diego de Garví Velloso, quien metió la pata en las dos escrituras que firma. Aquel 28 de diciembre de 1660 no debió ser su día. En la primera, la de Diego Galletero, sumó mal la primera página anotando como subtotal 32.564 maravedís y no 35.564 que era lo correcto. Ya había perdido 3.000 maravedís. El subtotal de la segunda –49.419 maravedís– lo ajustó bien pero, al sumar ambas cantidades totaliza 3.390 maravedís menos de lo debido con lo cual, sin saber cómo, se incrementan las “pérdidas”.

En la de su hermana María Ortega volvió a quedarse corto, aunque en esta ocasión solo extravió 30 maravedís.

En la escritura de dote de Ana Benítez, a Miguel Guerrero Munera, el notario de Alcaraz que la escribió calculó 60 reales más de los que en realidad sumaban. Se pasó aunque en menor cantidad que en el de Diego, que se había equivocado en casi 100 reales12, el salario de mes y medio.

A su vez, el notario al que acudió José Garrido se le escabulleron seis reales por culpa de un colchón de estopa y lana con enchimiento». En su anotación se le valora en 26 reales, pero en el margen figuran 32, que son los que finalmente suma.

11En este caso concreto los regalos del marido son una capa y una basquiña lucida, dos sortijas de oro y una modesta cantidad de dinero (57 reales).12 El real, -moneda que se acuñaba en plata-, equivalía a 34 maravedís..

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1.8. Las siete cartas de dotes y sus perceptores.

Las que hemos podido encontrar se reducen sólo a siete y aunque el periodo recorrido es de casi dos siglos, las dotes tienen fechas muy próximas entre sí. Todas ellas fueron otorgadas en un abanico de 52 años, y lo fueron en distintos lugares, más concretamente en El Ballestero (2), Alcaraz (2) o Robledo (3).

Aunque en la mayoría de las cartas de dote se asocian inmediatamente al mundo femenino, no son raras las de que tienen a los hombres como beneficiarios. En nuestro caso dos de las que conocemos son para ellos. Los agraciados se llaman Diego Galletero y Joseph Garrido.

Tabla 6

Los perceptores de dote.

Perceptor Año Valor (reales)

Artículos que

reciben

Diferencia otorgamiento/

boda

Diego Galletero 12-1660 2.499,5 18 ¿?

María Ortega 12-1660 1.683 38 6 años

Isabel López 8-1678 2.650 61 5 meses

Ana Ordóñez 8-1691 7.087 80 10 años

Luisa Rodríguez 1-1696 848,5* 18 6 meses

Ana Benítez 8-1704 1.602** 34 16 meses

José Garrido 8-1712 3.199,5 69 3 meses

Totales 19.569,5 318

*De ellos 294,5 en concepto de arras.

** 830 reales provienen de preseas, regalos de boda.

Aparte de la suma total del valor de los artículos que se enumeran nos interesa la cantidad y el tipo, para vislumbrar a su través, algunas de las características de las personas, de las casas y los artículos que usaban las unas y las otras.

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Las dotes más antiguas de las que conocemos corresponden a la dotación que hicieron Diego Galletero y Ana de Ortega a sus dos hijos, llamados Diego y María, con ocasión de sus respectivas bodas, que debieron celebrarse, con escasos meses de diferencia, en el año del otorgamiento de estas dotes, allá por 1660. Ambos hermanos acudieron a El Ballestero, al unísono, para rendir cuentas de los bienes que les habían correspondido.

Posiblemente Diego Galletero fuera residente en El Ballestero, pues no dejó rastro en su lugar de origen. No así su hermana María Ortega, casada con Juan Cuéllar en 1654, y moradores en El Horcajo, aunque feligreses de la parroquia de Ntra. Sra. de la Concepción de Robledo.

Otra de las mujeres dotadas, Isabel López, quizá era hija de Juan de Salas e Isabel Hernández y nacida en 1655. Se casó con Francisco Sánchez, de condición labrador, y a los pocos meses decidieron escriturar su dote. Luego tendrían cuatro hijos. Ella fue víctima al parecer de la epidemia de 1695 en tanto que su marido, que vivió en el Arquillo, terminó sus días en Masegoso o Cilleruelo.

Ana Ordóñez es la única que consta no ser de la localidad. Ella era de El Bonillo y además pudo gozar de la dote más suculenta, no en vano la tuvo para casarse con Miguel Ortega Criado, un propietario de los llamados de “más que mediano pasar”, esto es, de los mayores hacendados de la historia de este lugar. Se casaron en El Bonillo, pero aquí tuvieron seis hijos de los que cuatro murieron. Constituyeron una familia muy religiosa, a juzgar por las 500 misas que mandaron decir con ocasión de sus defunciones y entre sus aportaciones a la Iglesia merece destacarse la de su quinto hijo, Miguel, que fue sacerdote en esta comarca y benefactor de este lugar.

Luisa Rodríguez no esperó tanto para escriturar su dote. Solo unos meses ya que se había casado en el año de los mayores desastres de esta localidad, 1695, con Francisco López, matrimonio en el que, por lo visto, no hubo descendencia.

Ana Benítez, o Ana María Garví13 como más comúnmente se le denomina, se casó con Miguel Gómez unos meses antes de formalizar los bienes recibidos para su boda. El marido le llevaba unos años, en concreto nueve y eso que ella todavía no llegaba a los veinte. Su tierna edad y la

13 Esta doble denominación no es arbitraria. La mujer, menos protagonista que el varón en los asuntos oficiales y en la vida local, no tiene tan afianzado su nombre, de ahí que unos le adjudiquen el del padre y otros el de la madre, una confusión por lo demás muy frecuente por entonces.

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duración de su matrimonio posibilitaron la llegada de nueve hijos, de los que la mayoría sobrevivieron a la peligrosa edad primera. Aunque vivieron en El Aljibe, la muerte sorprendió al cabeza de familia en El Bonillo, lo que aprovechó para hacer allí su testamento. (Testamento nº 16)

Joseph Garrido tuvo unos meses de mucho ajetreo. Debió casarse allá por 1710, de manera que al siguiente año fue padre, pero con tal mala suerte que su mujer murió apenas trascurrida una semana del alumbramiento. Para colmo el hijo recién nacido seguiría a su madre a la tumba días después. José se repuso a la adversidad y decidió casarse nuevamente y eso que sólo llevaba siete meses de viudedad. De manera que la dote que recibe Agustina Garví, su segunda esposa también viuda, debió ser sensiblemente igual a la que llevó la primera. El nuevo hogar, fue bendecido con el nacimiento de una hija, Josefa, y la instalación en la casa de varios hijos putativos aportados por Agustina, fruto de su matrimonio con Juan Guillén. Quizá fueran estos retoños, los que movieron a Joseph a otorgar testamento poco antes de su muerte, unos acontecimientos, testamento y muerte de José, que acaecieron en 1730. (Testamento nº 15)

Capítulo 2: Los cuidados del alma.

Ocupan un lugar preeminente en el conjunto de los testamentos, no olvidemos que son las creencias religiosas y las propias dudas sobre su vida ultra terrena las que mueven a los mandantes a disponer toda una serie de medidas propiciadoras de su propia salvación, y como prueba fehaciente de su mucha importancia siempre se colocan en el principio de las disposiciones más relevantes.

Además, esta parte requiere, más que la puramente familiar y económica, la participación del otorgante; al fin y al cabo la legislación tiene perfectamente contemplado qué hacer con los bienes materiales del que muere, sin embargo no hay dispuesto prácticamente nada acerca del proyecto de salvación de cada uno, salvo los oficios a los que todos los cristianos tienen derecho por el mero hecho de serlo: el funeral y el entierro en tierra sagrada.

Un rasgo más de su peso en el ánimo de los testadores lo manifiesta la gran variedad de disposiciones que se dictan en estos asuntos. No hay dos testamentos iguales. A todos y a cada uno de nuestros protagonistas le gusta dejar bien plasmadas las preferencias religiosas que ha mantenido en vida,

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los Seres Divinos de los que espera misericordia tras la muerte y el recuerdo que le dejaron las personas de su entorno que le antecedieron. Había que dedicar en vida algunos pensamientos a la muerte y una vez puestos en ello, era forzoso empezar por el entierro y la sepultura, para continuar después con la enumeración de los sufragios que necesitaba, y terminar –si era el caso– con los legados píos.

2.1. Ceremonias funerales.El cortejo fúnebre es el último acto social en el que el muerto

participa, y en el que además tiene el papel protagonista, una situación que quizá no tuvo en demasiadas ocasiones a lo largo de su vida, de ahí que le mueva la intención de quedar en buen lugar y para ello era importante lograr la asistencia del mayor número posible de personas, sobre todo las más valoradas en estos actos, como eran los curas, las cofradías, los pobres14, etc.

Se valoraba, más que nada, la presencia de muchos clérigos, cuantos más mejor y si era posible se prefería la asistencia de determinados frailes antes que las de sacerdotes. Los religiosos que componían el cortejo fúnebre estaba claro que no habían de favorecer la carrera de salvación del difunto, pero con su presencia realzaban el poder de convocatoria y con ello la magnificencia y liberalidad del protagonista.

En la parroquia de Robledo, con sólo un cura, no se podía ser muy ambicioso en este punto, por eso, en nueve de los casos el finado se conforma con la asistencia del cura, que forzosamente iba precedido por la cruz parroquial y el sacristán, función que al parecer era de su obligación, pero que aún así siempre se deja dicho, seguramente para asegurar su cobro. Otros, sabedores que en ciertos periodos del año litúrgico aparecen por la parroquia otros religiosos, tienen en cuenta esta posibilidad y mandan que presidan su entierro el cura titular «y más si hubiere», llegando incluso a precisar que alguno de ellos sea religioso, entendiendo por tales a cualquiera de los frailes de los conventos de la cercana Alcaraz. Esta fue por ejemplo, la elección de dos esposos, Juan de Vaydes y Ana de Ortega, quienes pidieron cinco religiosos, y más concretamente, un cura y cuatro frailes de San Francisco.

En cuanto al boato, la palma se la llevan aquellos que eran feligreses de parroquias de más categoría, por lo que, seguramente llevados por las costumbres de esas iglesias, gustaban de mucho aparato y acompañamiento. 14 Muchos difuntos dejaban una cantidad destinada a este colectivo, que se repartía entre los que asistían al entierro del que hacia la donación.

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Diego Romero, que era de El Cubillo, pero parroquiano de la Santísima Trinidad de Alcaraz manda la presencia de cinco curas, la mayoría adscritos a esa parroquia. Miguel Gómez, bien relacionado en El Bonillo, villa de bastante población pero de una única parroquia, la de Santa Catalina, hace que se congreguen seis curas y un religioso para su entierro. Con todo queda lejos en cuanto al número de personas del clero que son invitadas –y pagadas– a asistir al sepelio, de lo estipulado por el cura Francisco Javier Martínez quien, muy unido a Alcaraz, demanda la presencia «del cabildo eclesiástico de curas y beneficiados desta dicha ciudad». Una demanda y un cabildo que comprendía un buen puñado de personas.

Otro tipo de acompañamiento muy buscado es el de las cofradías, unas instituciones que sufrieron un tremendo cambio cualitativo, de un siglo para otro. Así en el seiscientos, todos los testadores demandan su presencia en el entierro y en compensación les proporcionan algunos donativos, casi siempre en forma de cera –hachas, velones–, con el fin de incrementar la luz de la ceremonia y alumbrar el nuevo camino que le toca emprender.

Y cuantas más cofradías, mejor. Como Juan Balenciano, que en 1611, destina un real a cada una de las que era cofrade, –que posiblemente lo fuera de todas–, y que cita en su documento. Eran: La Veracruz, el Santísimo Sacramento, la del Rosario y la de las Ánimas. Por su parte, Juan Martínez las cita, pero sin concretar su nombre: «Es mi voluntad que se den a las quatro cofradías que ai en este lugar a libra de cera a cada una...”.

Estas donaciones múltiples son las usuales; tan solo en un caso el difunto menciona en exclusiva a la Santa Veracruz “como es costumbre”. Esta hermandad debió ser la preferida del vecindario, por ser la que más se nombra, aunque el hecho de la pertenencia de muchos vecinos a varias de ellas, da idea de la pobreza de todas y de la escasa competencia que pudo haber entre ellas.

En la segunda mitad del periodo que estudiamos sin embargo no existe referencia a cofradía alguna. Y ello pudo deberse a que las cofradías de esta población, así como las de tantas otras localidades del país durante el siglo XVIII y a pesar de algún intento postrero por revitalizarlas, prácticamente desaparecieron.

Ninguno de los finados pasa por alto el detalle y piden que en su funeral se celebre la misa de réquiem, también denominada de cuerpo

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presente, que debía celebrarse el día del entierro, o en el peor de los casos y «no siendo ora de celebrar los divinos oficios, se diga al día siguiente».

Juan Martínez, pidió dos misas, mandando que «el día de mi entierro se me aga el oficio acostumbrado con vigilia y misa cantada de cuerpo presente y a otro día se me diga otra vigilia y misa cantada».

Alfonsa Salmerón y Tomas Díaz quisieron una misa de cuerpo presente con oficio de tres secciones, en tanto que el más exigente a la hora de su funeral, fue el cura don Nicolás que suplica una «misa cantada de cuerpo presente con vigilia y otras tres también de cuerpo presente sin ella [vigilia]».

2.2. Lugar de enterramiento.Los testadores, hombres y mujeres de cortos recorridos y de un

espacio vital reducido no plantean problemas a la hora de fijar su última morada, pero no por ello dejan de considerar su lugar de reposo eterno como algo muy importante. Quieren descansar donde han vivido, de ahí que todos los de Robledo, como feligreses de ella, elijan la iglesia parroquial como punto de sepultura.

También los de El Cubillo, aunque no todos. Diego Romero manda ser sepultado en la Santísima Trinidad de Alcaraz, de donde debía ser feligrés, aunque tenía frecuentes contactos y devociones con la de Robledo, que le resultaba más próxima. Juan Balenciano, otro cubillero, consciente de la gravedad de su dolencia mandó que sus huesos reposaran en la tierra de la parroquial de El Ballestero, lugar al que había acudido para apurar sus últimos días bajo el amparo de algún familiar cercano y con la pretensión de descansar para la eternidad en la sepultura en propiedad que tenía allí su familia.

Tabla nº 7

Localización de las sepulturas

Localidad Nº de

testadores

Robledo 20

Alcaraz 2

El Ballestero 1

El Bonillo 1

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“Donde falleziere”

1

No consta15 1

El cura Martínez Zapata elige la parroquia de San Miguel de Alcaraz, lugar y parroquia con los que tiene estrechos vínculos familiares y también su propia sepultura.

Miguel Gómez dejó expresado su deseo de ser enterrado en El Bonillo «o donde falleziere». Este vecino había llevado una vida muy movida, de acá para allá, siendo El Bonillo uno de los pueblos que visitaba con mayor asiduidad por razones familiares, ya que su mujer era de allí y allí tenía algunos bienes, así como por cuestiones labores, a juzgar por las personas que cita en su testamento de aquella residencia, con las que tiene cuentas pendientes.

La fórmula «donde falleziere»” es también la escogida por don Nicolás Ruiz de Alarcón, el cura, que no tiene idea aproximada de donde pudiera fallecer no tanto porque ser también víctima del ajetreo y de continuos viajes sino mas bien por pura previsión, habida cuenta de que cuando testa lo hace sintiéndose pleno de salud, y poco temeroso de la muerte.

Suelen, como hemos visto, elegir el lugar de su enterramiento, pero también el sitio exacto donde quieren estar ubicados. Los hay a los que esta cuestión no parece importarles demasiado y dejan esta elección a criterio de sus albaceas, pero son los menos, sólo cinco.

Los demás prefieren hacer ellos mismos la elección entre las dos posibles opciones a su alcance: una es ser enterrado en sepultura propia –bien de su propiedad o de su abolengo– y la otra que lo depositen en una sepultura que previamente hubiera que adquirir, o arrendar.

Entre los ejemplos encontramos a dos de ellos eligen descansar para siempre en la Capilla Mayor, el sitio más próximo al presbiterio y de mayor postín. Otro lo exige junto al pulpito, también lugar preferente. Catalina Simarro, sin embargo, tuvo en cuenta las cuestiones económicas y para no ser muy gravoso a los suyos, pidió ser enterrada en “el tercer tramo”, el

15 Se trata del testamento de Diego de la Vecina, pero teniendo en cuenta que residía en Robledo y cuando lo redacta estaba enfermo en la cama, debió enterrarse aquí.

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sector del suelo parroquial que estaba más alejado del altar y que por ello, se pagaba una cantidad sensiblemente inferior.

2.3. Misas por los difuntos.Una vez sepultado el cadáver se iniciaba la carrera de salvación con la

puesta en marcha de una serie de misas y sufragios. Se solicitaban en primer lugar la misa de los nueve días y la de cabo de año, una de las pocas costumbres que en esta materia aún siguen vigentes. De todos modos no era una petición generalizada puesto que nueve de los testamentarios no demandan ninguna de ellas.

Algunas de estas misas suelen ser con vigilia y también las hay –en cuatro casos– que incorporan un añal de pan y cera, o lo que es lo mismo, ofrendas de pan o trigo y de velas. No obstante algunos fueron un poco más allá. Así los que testaron a mediados del XVIII incluyeron misa de cabo de año cantada, porque alegan, era costumbre por entonces. Doña Catalina Espejo pidió un novenario, nueve misas, que se le dijesen en los días siguientes a su entierro mientras que don Francisco Javier Martínez, decidió lanzar las campanas al vuelo y mandó que, para sus exequias post morten, se tocara la campana grande de la Santísima Trinidad de Alcaraz, la más importante de la comarca. Otro caso particular es el que plantea Lorenza Navarra, quien además de pedir un responso diario durante el primer año de su ausencia, manda que en los tres años primeros siguientes a su muerte y coincidiendo con la fecha de su onomástica se le diga una misa, cambiando la tradicional misa de cabo de año, por estas otras de aniversario.

Pero eso no era suficiente. Los españoles del antiguo régimen consideraban que era necesario que cada creyente pidiera todas las misas por su alma que pudiera pagar porque eran directamente proporcionales al bien que le hacían al alma del pecador, que mientras tanto, aguardaba impaciente en el purgatorio. De ahí que proliferara por doquier la costumbre de pedir, decenas, centenares e incluso miles de misas para cada uno de los difuntos. Nuestros testadores no podían ser menos y, como era de esperar, dada su relativa comodidad económica, las demandas con generosidad, según se evidencia en la tabla nº 8, que recoge los doce testadores que sobrepasan el centenar de sufragios entre lo que encontramos algunos datos curiosos.

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Tabla nº 8Misas por su alma.

Nombre de testador Año LocalidadNº total Misas

Pascual Sánchez 1704 Robledo 456Francisco Gómez Palomar 1722 Robledo 400Don Nicolás Ruiz de Alarcón 1780 Robledo 400Martín López 1694 Robledo 400Ana Ortega 1704 Robledo 367Juan Martínez 1680 El Cubillo 349Francisco Gómez, el mayor 1696 Robledo 216Juan de Vaydes 1695 Robledo 207María Guillena 1747 Robledo 206Miguel Gómez 1736 Robledo 172Diego Romero 1681 El Cubillo 108Alfonsa Salmerón 1756 Robledo 105

Nueve de nuestros paisanos no dudaron en dedicarse más de 200 misas, ostentando el mayor número de ellas, Pascual Sánchez con 456, cifra nada desdeñable, más que nada, por el desembolso que su petición significaba, habida cuenta que la limosna que se “daba” por misa, dos reales, era algo menos de lo que se ganaba en un día de trabajo.16

El cura don Nicolás ocupa el segundo puesto –compartido con otros dos vecinos– solicitando para el provecho de su alma, nada menos que 400 misas. Resulta sorprendente sin embargo que su compañero de sacerdocio, que además contaba con una posición económica bien desahogada, no aparece en el listado ya que “solo” manda 50.

Proliferan en el listado los Gómez, lo cual viene a certificar la posición privilegiada que a escala local desempeñaba esta familia durante el tiempo que nos ocupa, con cantidades superiores a la media, que era de 148 misas.

Aparecen tres mujeres en la lista de los doce mayores demandantes y tanto Ana Ortega como María Guillena se reservan cantidades que son superiores a la media de los hombres (160 misas cada uno), aunque en su

16 Eso es al menos lo que se desprende de este comentario de Juan Martínez en su testamento: ”Más declaro que me debe Pedro Marqueño trei(n)ta y seis reales y para eso le debo quince peonadas[…]” Luego cada jornal debía valer, en 1680, alrededor de dos reales y 14 maravedís.

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conjunto, las mujeres parecen necesitar menos perdón y misericordia divinas puesto que sólo les dicen las ¾ partes de misas que a los hombres, o lo que es lo mismo, por cada cuatro misas de difunto para ellos, solo hay tres para ellas.

No gozan desde luego una situación paritaria, pero su posición en esta cuestión no refleja, a nuestro parecer, el verdadero peso que el sexo débil tenía en esa sociedad tan adversa.

También se observan cambios en esta demanda tan abultada de sufragios. El número de misas que solicitan los difuntos en el XVIII es algo mayor que en el XVII. Resulta extraño habida cuenta que en el setecientos, estas prácticas religiosas, así como la presión social que ejerce todo lo que rodea a la religión, se atempera con respecto a las rigideces normativas y de comportamiento que se dio con anterioridad en los tiempos “heroicos” de la contrarreforma.

En sociedades tan rurales como ésta los cambios, que también llegaron lo hicieron con algún retraso, de ahí que aunque a nivel nacional durante el siglo XVIII se aprecia una disminución en el número de sufragios respecto al anterior, ocurre aquí lo hace de una manera más atenuada, pues encontramos 153 misas de promedio en lugar de las 168 del siglo XVII. Esta particularidad se explica, además de por algún suceso puntual17, por el importante peso que tienen los cuatro mayores demandantes de misas, todos ellos en el setecientos.

Tabla nº 9Promedios de misas

Es preciso, por último, reseñar el caso atípico de Francisco Gómez, el menor, quien por las poderosas razones que le asistieran no dejó ninguna

17 El mayor de todos los demandantes de misas, Pascual Sánchez, otorgó su testamento en 1704. Ana Ordóñez también lo hizo en ese año nefasto, que cerraba la década más trágica de la historia local, que dio comienzo en 1695 cuando testaron Juan de Vaydes y Francisco Gómez, el mayor. Es muy probable que exista una estrecha relación entre el pánico por las epidemias y el hambre con el número de sufragios encomendados.

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Promedio de misas en los testamentosPor siglos Por sexos Por categoría

XVII XVIII hombres

mujeres seglares sacerdotes

168 153 172 119 153 225

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misa por su alma. Eso sí que resulta noticiable y tremendamente raro, por lo que habría que buscar en primer lugar explicaciones ajenas a su voluntad, como un olvido del escribano, o haberlo comunicado por otra vía, etc., sin desdeñar la posibilidad de que fuera el acto premeditado de un hombre que se siente lo suficientemente libre en aquel entonces, mediados del XVIII, para nadar contra corriente y sumarse a los pocos que no solicitaban estos sufragios. Una postura que quizá un siglo antes hubiera resultado prácticamente imposible, por opresiva.

2.4. Las devociones preferidas.Llegado el momento de la muerte los testadores tienen muy en cuenta

cuales son las mejores posibilidades para alcanzar los beneficios del más allá, y puesto que según las creencias generalizadas, todos los lugares donde se celebraban súplicas no eran igual de propicios para ello, van a buscar las mejores posibilidades a su alcance. Los elegidos por los lugareños son lugares que, o bien se consideran sagrados desde tiempo inmemorial, o bien tienen por privilegio papal alguna gracia especial y como consecuencia de ello, un efecto salvífico aun mayor para las almas. En concreto y en esta zona son tres esos sitios especiales y todos ellos situados en Alcaraz. Son:

- La Capilla de Los Perdones.- El Santuario de Cortes.- El Santo Cristo de Santo Domingo.

La Capilla de Los Perdones, estaba situada en el convento de San Francisco, y por razones que el mismo nombre del lugar puede esclarecer era considerado como el más indicado para implorar la misericordia de Dios y por eso, allí acuden las voluntades de más de la mitad de los robledeños que nos ocupan. Es con diferencia, el lugar de fuera de la parroquia más solicitado, más que el Santuario de Cortes. Allá se celebraron en provecho de estas personas 290 misas, aunque la mayoría pedía un número corto, dos o tres, debido a su precio ya que eran más caras. Por lo visto, parece que estaba mal visto, el solicitar una única misa, de hecho, no hay ningún caso. Por el contrario, los hubo muy confiados en la eficacia de esta manda como por ejemplo Francisco Gómez el mayor, que mandó 117 misas en ese convento o Ana Ortega que mandó 60.

El Santuario de Cortes es elegido por 12 personas que suman 55 misas si bien a excepción de ya citado Francisco Gómez, el viejo, que pide 30 los

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demás se conforman con dos o tres, con la sola excepción de Francisco Garrido que solo pide una.

Por último siete personas se hacen decir misas en el denominado altar del Santo Cristo de Santo Domingo, o lo que es lo mismo del convento de dominicos de Alcaraz, si bien el total de misas es bastante menor, apenas 17.

Ahora bien, si cada uno de estos altares privilegiados era muy provechoso para el bien del alma, utilizar los tres lo sería muchísimo más. Eso es lo que realmente se pensaba y algunos de los nuestros, en total cuatro, quisieron aprovecharse al máximo de las posibles indulgencias y mandaron decirse misas en los tres lugares.

Pero había otras posibilidades. A la hora de buscar protección propicia para la eternidad resulta algo inaudito pero los robledeños acuden con más confianza al amparo de los distintos santos y santas que al de la Virgen o Cristo. Y además con diferencias apreciables en cuanto al sexo de los encomendados y de los encomendadores. Así de un total de 96 misas de las invertidas en estos seres espirituales, dos tercios se dedican a los santos en tanto que las Vírgenes y Cristos tienen que conformarse con el exiguo resto.

Eso no quiere decir que hubiera una devoción especial por alguno, al contrario. No se trata de preferencias espirituales dado que el santo al que mas se encomiendan en “el santo de mi nombre” y como tal cosa mandan se llaman de muy diversa manera encontramos que este santo también tiene abundantes nombres. Tras este polifacético santo se hallan en las preferencias locales San Juan, en tres ocasiones, y con dos citaciones aparecen San José18, San Miguel, San Francisco y los dos San Antonio, el de Abad y el de Padua.

Del elenco de santas las que fueron objeto de devoción con dos misas fueron Santa Quiteria –por parte de Juan Martínez, cubillero– y Santa Águeda, devoción de Diego de la Vecina que era parroquiano de la Santísima Trinidad, donde esta santa tenía un altar.

La misma variedad encontramos en lo que atañe a las misas dedicadas a las distintas advocaciones comarcales de la Virgen o de Cristo, exceptuando las que ya hemos aludidos de Alcaraz.

Tabla nº 10Misas devocionales

18 Que es el santo al que mayor número de misas le dedica un devoto, 14, que fueron encargadas por Juan Martínez

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Deman-dantes

Total misas

A santos 9 San JoséSan LorenzoSan Francisco JavierSan Antonio AbadSan Antonio de PaduaSan MiguelSan FranciscoSan Pedro “santo de su nombre”

58

A santas 2 Sta. QuiteriaSta. Águeda (altar de Alcaraz) 4

A Vírgenes 6 N.S. de VillalgordoN.S. del TránsitoN.S. de la CabezaN.S. del Rosario y N.S. de la Paz (Canaleja)N.S. del Rosario N.S. del Rosario (El Ballestero)N.S. de la Soledad N.S. del Carmen (El Ballestero)

24

A Cristos 2 Sto. Cristo del ConsueloSto. Cristo de los Milagros (El Bonillo)Sto. Cristo de Cilleruelo

8

Al Espíritu Santo

2 2

96

Tenemos como advocación más citada a la Virgen del Rosario, altar de la parroquia donde se encargan 10 misas por parte de cuatro demandantes. Le siguen otras de El Ballestero –también la del Rosario y la del Carmen–, Nuestra Sra. de la Paz , de Canaleja –muy apreciada por José Garrido–, la de la Soledad, la del Tránsito –de Villanueva– y en una ocasión también es citada Nuestra Señora «de Villaelgordo».

Las 24 misas que suman suponen el tripe de las que reciben los Cristos, más famosos de la zona y que al parecer eran el de los Milagros, de El Bonillo, el de El Consuelo, y por último el de Cilleruelo. En este mismo apartado, pero como nota exótica, mencionaremos las dos dedicatorias que le hacen de misas al Espíritu Santo.

De todas maneras y aun no siendo importante en la estimación de los otorgantes este tipo de misas dedicadas prácticamente desaparecen de las peticiones de la gente después de 1730.

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Lo mismo sucede con las dedicadas a los familiares. Los lazos familiares, sobre todo en estas sociedades pequeñas y mancomunadas en su funcionamiento, atan fuertemente a las personas incluso después de morir. No resulta extraño que buena parte de los testadores se acuerden de los que les precedieron en el trance doloroso de la muerte y les dediquen sufragios para el descanso eterno de sus almas. No obstante tampoco es algo generalizado puesto que son menos de la mitad. En su conjunto les dedican 140 misas, esto es poco más de una decena por demandante, sobresaliendo de la media las solicitadas por Martín López que superaron las veinte. Pero igual que pueden resultar generosos en el número de misas también lo son en cuanto al número de beneficiados, ya que lo normal es incluir en la dedicatoria a dos, tres, o cuatro tipos de parientes distintos. Así por ejemplo Juan Balenciano dice que «se digan por las ánimas de mis padres, suegros y hermanos y agüelos ocho misas», de lo que resulta que no tocan ni siquiera a una por cabeza.

Con el cómputo del número de veces que se nombran los parientes podemos establecer una clasificación en cuanto a las preferencias en el afecto. Así resulta que los más recordados fueron los padres en 11 ocasiones –todos, menos uno, los tienen presentes– seguidos por cónyuges, abuelos y suegros y a larga distancia los hermanos –en una ocasión–, al igual que los hijos. Este dato de los hijos llama poderosamente la atención teniendo en cuenta que la mayor parte de las familias habían perdido alguno de los suyos. No es olvido por parte de sus padres, ni poco cariño, ni tampoco cicatería en el gasto. Pensarían más bien que como niños pequeños que eran, no estaban en pecado, de ahí que no fuera preciso procurarles salvación.

Fuera del ámbito familiar sólo Francisco Gómez, el mayor, rompe una lanza a favor de una persona ajena a su círculo próximo y se acuerda en sus sufragios de “mis señores”.

El resto de las misas se ofrecen por las intenciones más variopintas, entre las que destaca el Purgatorio, un lugar que gozó de gran fuerza en aquellos años, desde que el Concilio de Trento impusiera como dogma de fe este “estado” transitorio en la antesala de la gloria, que el cristiano puede abreviar con las oraciones de los vivos, pero también con el sacrificio del Altar. De ahí que sean una docena los testadores que sienten esta necesidad de caridad cristiana con los que se purifican y les dediquen sufragios, y no sólo de manera testimonial. Alguno lo hace con una importante fuerza de

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convicción; es el caso de Diego de la Vecina que, aunque manda casi 60 misas por su alma, sin embargo destina la nada despreciable cifra de 40 reales –el sueldo de medio mes de un jornalero del campo– para sufragar veinte misas por las almas del desconocido prójimo que está purgando sus culpas. En total 124 misas dedican a este menester, destacándose igualmente las diez que Pascual Sánchez manda en un lugar privilegiado, el convento de San Francisco.

Misas para los que siendo de aquí se encuentran allá arriba y otras para los de allá arriba que se encuentran aquí por razón de su oficio. Nos referimos al ángel de la guarda, una figura muy apreciada sobre todo por parte de los que gozaron vidas largas, por su continuo desvelo por la seguridad de sus guardados, los cuales, ahora en los momentos postreros de su existencia, no olvidan sus cuidados. Diecinueve misas les dedican los diez que se acuerdan de agradecérselo. Alguno –Juan Martínez de El Cubillo–mucho con sus siete misas, mientras que el resto suele mandarle una misa. Un dato que pudiera ser indicio de una arraigada creencia popular como continuo protector de los hombres y más que nada de los que la necesitan: los niños.

2.5. Mandas forzosas y otras donaciones pías.En los testamentos de estos tiempos del antiguo régimen aparece

formando parte de su estructura una muletilla breve, pero repetida en todos los casos con palabras similares: «A las mandas forzosas, lo acostumbrado», se suele decir. Esta frase, tan insignificante, es casi el único elemento en que coinciden todos los testamentos, con la sola excepción del redactado por Francisco Gómez Palomar ante el cura de la parroquia, quien se debió olvidar de hacerla constar. Incluso en lugares tan pequeños y mínimos como éste los que se temen difuntos se ven forzados a colaborar y obedecer estas mandas, que nunca se especifica en qué consisten, si en dineros19 o en especie, pero que no se les olvida de abonar, seguramente por una amenaza que estaba muy presente en sus ánimos y que explicitan algunos añadiendo a la frase anterior la coletilla de «con que las aparto del derecho que tienen sobre mis bienes». Aquí aparece la justificación de tanta magnanimidad. El hacerlas

19 Lo más probable es que se tratara de una cantidad en metálico de escasa cuantía que era sin duda menor a un real, puesto que si Juan Balenciano hace constar esta cantidad debió ser por ser mayor a la que se daba por costumbre.

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cumplir costaba poco pero su olvido podría traer alguna merma sustancial en los bienes del olvidadizo.

Parece ser que iban encaminados estos pequeños donativos a la redención de cautivos, al mantenimiento de los Santos Lugares de Jerusalén y a la realización de distintas obras de caridad. Era una pequeña cantidad que pagaban todos los cristianos y que luego el arbitrio de alguna autoridad eclesiástica derivaría hacia una u otra función.

Cuando se entra en terrenos de la voluntad encontramos más resistencia a las donaciones aunque sean para instituciones religiosas, obras pías o mandas devotas. Juan Martínez como buen cubillero no olvida a Santa Quiteria, devoción con muchos seguidores allí y le regala, además de una libra de cera que ilumine su rincón, «tres almudes de trigo para que se venda y se le compre lo que más necesidad tenga». Con el importe de tal venta pocas necesidades podrían cubrirse, pero al menos podía destinarse a la compra de cera para una buena temporada y así realzar el retablo y altar de la santa.

Miguel Gómez hace su propia donación, movido más por el agradecimiento por la gracia recibida que por la devoción a la Virgen María y a su Hijo. Mandó, que a Nuestra Señora de Guadalupe se le hiciera entrega de media arroba de cera «por promesa que hize», en tanto que al Santo Cristo del Consuelo –adorado en Villanueva de la Fuente– ofrece un brazo de cera.

Hay noticia también de un regalo ciertamente original y que contribuye al fuerte incremento de obras de arte de tema religioso que tuvo lugar en estos primeros siglos del Antiguo Régimen, y que no tuvo parangón ni antes ni después. Es el caso de Juan Balenciano, que mandó hacer una «imagen de San Antón de bulto, de pincel», es decir una talla –lo de pincel sería porque la quería policromada, como era común y corriente– para colocarla en la iglesia de El Ballestero. Consciente de que no hay artista en cualquier sitio y que una obra así requería su tiempo, alargaba el plazo hasta dos años para que su deseo fuera hecho realidad, o por mejor decir, talla.

Capítulo 3: La familia y el hogar.

3.1. Hombres y mujeres.De los testamentos estudiados, y fijándonos ahora en el sexo, la

mayoría fueron otorgados por hombres, en concreto 20, frente a sólo seis de

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las mujeres, lo que se corresponde con el papel que desempeñaban unos y otras en este modelo pretérito de sociedad. Y es que la mujer, que solo tiene cierto protagonismo en el domicilio familiar, vive durante el tiempo de su existencia totalmente supeditada al cabeza de familia de la casa donde está integrada. Durante toda la historia, y hasta la actualidad, la mujer ha sido la gran víctima del hogar. Mientras es soltera está sujeta a su padre a todos los efectos. Con su matrimonio la mujer pasa a ser propietaria de unos bienes cuya administración y uso corresponden de facto al nuevo hombre que la suplanta y la cobija, su marido. Y si eso le ocurre respecto a lo suyo propio... ¡no es preciso decir su protagonismo en todo lo demás!

También en la vida económica de la familia, la mujer siempre aparece en un segundo plano eclipsada tanto por el esposo, si lo tiene, como por los hijos si son mayores y ella es viuda. De ahí que cuando llega el momento en que legalmente puede plasmar su voluntad, de no haberla ejercitado nunca, no la tiene y deja actuar al derecho consuetudinario en los que a las trasmisiones patrimoniales se refiere.

Sin embargo, a la mujer frecuentemente se le pinta como base de la familia a nivel interno, puesto que es quien representa la fortaleza espiritual del hogar y la virtud familiar, tanto en la componente religiosa –siendo ella la que potencia la evangelización de grupo doméstico –como en la civil, como principal responsable de la fijación y acrecentamiento de la honra familiar sobre todo la de cada uno de sus miembros, en tanto que la defensa de la familia como grupo social, es cometido del padre.

La naturaleza de las personas, esto es, el lugar de su nacimiento en este tipo de documento es algo anecdótico, de ahí que apenas se refleje, siendo sustituido por otro dato que siempre aparece como es el de lugar de residencia, el lugar donde “mora” el testador, que se cita introducido por la expresión: “morador en … “. Hay una pequeña variante en el caso de Doña Catalina Espejo que es definida como residente, quizá por serlo de manera coyuntural en este lugar o desde poco tiempo atrás. De todas maneras se especifica en cuatro de los casos su lugar de nacimiento siendo el único nacido fuera del municipio el cura don Nicolás Ruiz de Alarcón.

Del conjunto de nuestros protagonistas aparece como lugar de su domicilio en ocho ocasiones El Cubillo, en una el Aljibe –Miguel Gómez vivía allí– y en 16 Robledo, en tanto que de los otros dos que restan –los dos

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curas– no se hace constar su lugar de morada, pero en cambio, se hace mención de su empleo de tenientes de cura de la parroquial de Robledo.

Aunque no es requisito imprescindible, casi siempre encontramos que el que se acerca a escriturar tiene su propia familia, de ahí que atendiendo a su estado civil, solo aparecen cuatro solteros entre los otorgantes, dos de los cuales, en concreto los varones, tenían que serlo de manera obligada dada su condición de sacerdotes, por lo que es evidente la conclusión del resto de los hombres que testaron habían contraído algún matrimonio a lo largo de su vida.

¿Porqué no había más solteros entre ellos? La razón es muy sencilla. Les faltaba la principal premisa para hacerlo: los bienes económicos.

¿Por qué no aparecen viudos? En este caso la respuesta es totalmente casual. Simplemente no se dio la coincidencia, entre otras circunstancias por la prisa que solían darse los que enviudaban en contraer nuevas nupcias.

En las mujeres la situación es más diversa y encontramos también solteras. Ya hemos dicho que era un estado nada aconsejable en el Antiguo Régimen y en el que acababan muy pocas mujeres y sólo las que se veían afectadas por fuertes imponderables. En este apartado figuran dos casos. Lorenza Navarra una soltera de “treintitantos” años y pocos bienes y Doña Catalina Espejo que contaba con algunos más, tanto de años como de riquezas, aunque ni éstas ni los otros eran demasiados.

¿Qué las movió a dictar testamento? Sin apenas lugar a dudas, podemos afirmar que les movió el amor a sus allegados, familiares o no. En el primer caso se trataba de sus sobrinas en tanto que Doña Catalina, de origen hidalgo, los dio al cura titular de la parroquia de aquí, D. Francisco Javier Martínez Zapata, con el que al parecer le unía una firme amistad20 fruto de los prolongados servicios prestados a su familia, tanto a sus progenitores, como a su hermana Doña María y a ella misma.

Tabla nº 11Estado civil de los testadores

20 Ver testamentos con los números 17 y 20.

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Solteros Casados Viudos TotalHombres 2 17 19Mujeres 2 2 3 7Totales 4 19 3 26

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De entre todas las mujeres destacan las viudas, que suman tres casos. Catalina Lozana, lo era de Mateo Sánchez y sintió la necesidad de testar seguramente para distribuir de manera equitativa los bienes dotales de sus dos hijas ya que, por las circunstancias que fueren, una no había recibido todos los que le pertenecían en tanto que la otra gozaba de más de los que en justo reparto le tocaba. La misma preocupación por dar a cada hijo lo suyo movió a Catalina Simarro, aunque ésta lo tenía algo más complicado. Quería dejar bien claro lo que correspondía al único hijo de su primer matrimonio como único heredero de su padre, y lo que pertenecía a los cinco hijos que tuvo en el segundo.

A María Guillena, por su parte, Dios no le había dado hijos aunque el diablo le dio sobrinos –según reza la sentencia maliciosa– a los que con mucho gusto, se molestó en dejar por escrito su voluntad de legarles unos obsequios «por el mucho amor que les tengo», y de paso mejorar a sus dos hermanos menores por razones que ella solo conocía. Otra circunstancia que la pudo animar a testar y disponer de sus bienes fue la reciente muerte de su esposo, Juan Henares, que había ocurrido unos meses antes.

Como circunstancia curiosa y debido al escaso número de vecinos que se cuentan en el vecindario nos encontramos entre los otorgantes a dos matrimonios. Se trata de Catalina Simarro de El Cubillo y de su segundo marido Juan García, quienes los redactaron el mismo año –1768–, llevados del mal estado de salud que padecían y pensando que morirían pocos días después. Pero no fue así. Ella todavía tuvo tiempo para celebrar un nuevo enlace, el tercero de su cuenta.

La otra pareja de testadores era la formada por Juan de Vaydes y Ana de Ortega, si bien en este caso no lo hicieron en el tiempo de su matrimonio puesto que él lo llevó a cabo en 1695, poco antes de su muerte, en tanto que Ana lo mandó hacer nueve años después y tras haber contraído nuevos esponsales, ahora con Rodrigo de Salas.

3.2. Los matrimonios y los hijos.

Siete de los 22 que contrajeron nupcias lo hicieron en dos o más ocasiones, sin que la poca presencia femenina nos permita sacar conclusiones acerca de la proclividad de unos y otras para nuevos matrimonios. No obstante, hay que dejar sentado que se nota un gran

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interés por parte de todos en tener pareja de manera lo más continuada posible, por ello ninguno de los hombres testó ni murió sin estar ligado a una mujer, ya sea la primera, la segunda e incluso una tercera. A esta triple boda, según los datos de los libros sacramentales de la parroquia, llegaron Pascual Sánchez, Antonio Garví, pero también –y este es un caso bastante más raro–una mujer, Catalina Simarro.

Tabla nº 12Historia matrimonial de los otorgantes.

Matrimonioúnico

Dos Matr.

TresMatr. Familias

Hombres 12 3 2 24 (12+6+6)

Mujeres 3 2 5*(3+4/2)

Totales 15 5 2 29*Las dos mujeres que se casaron dos veces lo hicieron con otros testadores, de ahí que sólo se compute la mitad de familias que formaron.

El fin primordial del matrimonio era la traída de hijos al mundo, por lo que una vez constituidos debemos repasar sus frutos, es decir los hijos habidos durante las vidas y los matrimonios de los padres, que en esta pequeña población se corresponden con los hijos que efectivamente tuvieron a lo largo de su vida, ya que la mayoría murieron poco después de firmar estas escrituras.

Aunque hubo excepciones. Algunos hijos nacieron después y no antes de la muerte de sus padres. Fueron dos las familias que incrementaron el número de sus vástagos con la llegada de hijos póstumos. Así le ocurrió a la de Francisco Garrido, quien dejó escrito y dejó el mundo con la «presunción [...] de quedar preñada» su mujer. No sabemos más de la criatura por lo que es muy probable que no llegara a nacer, o que sus sospechas estaban equivocadas. Sin embargo, Antonio Garví, tuvo mejor suerte ante la misma presunción y en su caso se llamó como su padre y nació cinco meses después.

En general todos los testadores tuvieron el suficiente tiempo para configurar sus familias, o mejor dicho sus prolíficas familias, ya que fueron 83 los hijos que tuvieron, lo que da un promedio muy elevado –incluso para estos tiempos– de 3,8 hijos por persona teniendo en cuenta que es el resultante de los distintos matrimonios de cada una de ellas, y eso que

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estamos hablando de hijos que sobreviven a los padres, algo que hoy nos parece totalmente lógico, pero que entonces no lograba un tercio de los nacidos, por lo que si el promedio que tuviéramos en cuenta fuera el de hijos habidos a lo largo de sus vidas –vivos o muertos–, la cifra resultante se aproxima a seis hijos por cabeza.

Tabla nº 13Las familias y los hijos.

Esto no quiere decir que la familia media albergara tantos hijos. Hay que tener en cuenta que los hijos de toda una vida se lograban a través de matrimonios sucesivos, como ya hemos visto, por lo que si tenemos en cuenta las familias que formaron los 22 testadores casados –en el caso que nos ocupa son 29– el promedio de hijos por hogar baja sensiblemente hasta 2,9 hijos, una cifra que tampoco está nada mal.

Entrando en detalles nos vamos a encontrar, como es natural, con familias muy diversas en cuanto al número de los hijos, que oscilan entre los que no tuvieron ninguno y la que reunió ocho. Este título de la mayor familia numerosa lo obtuvo el más antiguo de todos, Juan Valenciano, morador en El Cubillo. En el otro extremo encontramos tres hogares sin niños y a cuatro personas: En uno de ellos vivían Juan de Vaydes y Ana de Ortega que estuvieron casados. Otro era el de María Guillena, en tanto que la última casa vacía se la suponemos a Martín López, ya que en su última voluntad no hace mención ni de hijos, ni de nietos. Otros hogares en los que había pocos niños eran en las casas de las tres viudas, hogares en los que a las dificultades generales de vida había que sumar los agravantes de la viudez de la responsable y sobre todo, las dificultades que llevaba acarreado el hecho de ser una mujer. Menos mal que, según informan los datos demográficos, sólo tres niños tuvieron que vivir en estas duras circunstancias.

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Nº de hijos por testador Promedio

0 1 2 3 4 5 6 7 8 TotalesHijos/testador

Testadores 4 1 1 2 5 3 4 1 1 22 3,8

Subtotales 0 1 2 6 20 15 24 7 8 83

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La familias intermedias son las más numerosas y más concretamente las de cuatro hijos y las de seis. Por su parte las que más proliferan en la actualidad –las de uno o dos hijos– eran, paradójicamente, las menos frecuentes en el Robledo de tres siglos atrás.

3.3. Familias múltiples y parentelasPero el tamaño de la prole no es el único condicionante que pudiera

animar a la factura del testamento. Intervienen otros factores relacionados más que con los hijos con las familias en las que están integrados, más que con los pocos o muchos nacimientos con los matrimonios, sobre todo cuando se pasa por la vicaría en más de una ocasión, como hicieron siete de los testadores. Tabla nº 14Hijos en las distintas nupcias.

1er. matr. 2° matr. 3er. matr. Juan Martínez 3 1Francisco Garrido 4 1(póstumo)

Ana Ortega 0 0Pascual Sánchez 0 3 0Antonio Garví 4 0 3(1 póstumo)

José Garrido 0 1Catalina Simarro 1 5

Totales 12 11 3

Resulta de ellos un promedio de casi dos hijos por cada uno de los dos primeros matrimonios lo que redunda en familias más amplias, más herederos y más complejidad para la sucesión. Y también para la convivencia ya que hay que tener en cuenta que los hijos de matrimonios múltiples son 26, lo que supone aproximadamente un tercio del total, o lo que es lo mismo dos tercios de los niños de aquel tiempo vivían con sus hermanos de padre y madre en tanto que el resto lo eran sólo de padre o de madre (medio hermanos).

Ahora que hablamos de familias amplias… ¿se tocaban algo los tres testadores que comparten el nombre de Francisco Gómez? En las listas de otorgantes se repiten algunos apellidos sin que entre los que los llevan exista

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relación alguna21, sin embargo sí que se observa parentesco entre los Gómez, y no sólo entre ellos, porque, escudriñando en la base de datos de los naturales de Robledo22, encontramos lazos de sangre también entre personas de distinto apellido.

Como es previsible existía una estrecha relación entre los tres Francisco Gómez. El primero era padre del segundo y este a su vez, padre del tercero. Y dentro de este mundo tan cercano de padres e hijos tenemos que incluir otro nombre en la lista, el de Miguel Gómez Palomar, hijo también del mayor de la familia. Pero no sólo eso, como familia pudiente que eran los Gómez tuvo relación con otros testadores. Sin ir más lejos, el que acabamos de citar era yerno de otro de los potentados locales, Pascual Sánchez. Esta conexión matrimonial es un claro ejemplo de las alianzas consumadas mediante casamientos que las familias poderosas23 llevaban a cabo con el fin de prolongar en el tiempo el tamaño de sus haciendas y con ello sustentar su preeminencia en la sociedad. Además, estas relaciones van a sufrir altibajos propiciados por las circunstancias propias de cada familia, por lo que con el tiempo, se van a conformar nuevas alianzas con otros linajes. De lo que decimos puede servir como ejemplo la preferencia que se advierte a partir del siglo XIX en los Gómez quienes, en ese momento, optan por emparentar con un importante linaje local, los Garví.

Otra apellido importante que tiene algunos de sus miembros entre los otorgantes son los Ortega. Por un lado aparecen en las lista de dotes María de Ortega y su hermano Diego Galletero como hijos de Ana de Ortega, que es la abuela de la que con ese nombre casó con otro Ortega, Juan de Vaydes, hijo del licenciado García Ortega Criado y a su vez cuñado de Ana Ordóñez, cuyo marido era Miguel de Ortega Criado, el menor, sin que tengamos datos que corroboren la relación de los unos con otros.

21 Juan Martínez el del Cubillo, no era pariente del cura Fco. Javier Martínez Zapata que era forastero. Tampoco lo eran los dos García que aparecen, ambos moradores en el Cubillo: Antonio García era indígena del lugar, Juan García lo era del Masegoso.22 En la base de datos Demografía de Robledo están recogidos los nacimientos (1595-1950), casamientos (1654-1952) y defunciones (1653-1958) registrados en la parroquia y en el registro civil de Robledo.23 Esas uniones no eran por motivos románticos, ni siquiera económicos. Se buscaba ante todo el interés del país o el de la familia real. Es de todos conocidos la tendencia de los reyes españoles de la casa de Austria a casar a sus hijos con pretendientes de otras ramas de la misma dinastía.

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3.4. Los enseres del hogar.El hogar se equipa con los enseres que aportan los nuevos esposos,

que como sabemos aparecen reflejados en sus cartas de dote, de ahí que volvamos a ellas.

Lo deseable en este punto, tanto por los hombres como por las mujeres era que sus dotes estuvieran bien nutridas de los más variados artículos y que fueran de un alto valor. Las de esta localidad sin embargo, no andaban muy sobradas ni en cuanto a lo primero, y menos respecto a lo segundo. Así lo certifica los promedios que se obtienen: 45 objetos y 2.800 reales por cabeza.

Tabla nº 15Las dotes: artículos y valor.

El total de los bienes reflejados asciende a 361 artículos, destinados a distintos fines, y de distinta calidad y precio, y repartidos, como no podía ser menos, de manera desigual, ya que

mientras la dote más copiosa, la de Ana Ordóñez, comprendía 80 regalos, en el otro extremo, la de Luisa Rodríguez sólo contaba con 18. Lo mismo podría decirse del valor de esos bienes dotales. Los de Luisa apenas sobrepasan los 840 reales por los más de 7.000 reales con que contaba la Ordóñez, ocho veces más.

No obstante, hay que hacer distingos respecto a los sexos y sus preferencias. Ellas como presumíamos, se interesan y hacen acopio de los objetos necesarios para el hogar y sus moradores. Sus preferencias a juzgar por la tabla nº 16, que recoge el valor de los distintos apartados que en las dotes se pueden establecer, se inclinan, y por este orden, por la ropa del hogar, con un 30% de bienes aportados, al que siguen la ropa suya, el menaje

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Valor dela dote(reales)

Nº de artículos recibidos

Ana Ordóñez 7.087 80

José Garrido 3.199,5 68

Isabel López 2.650 61

Diego Galletero 2.499,5 18

María Ortega 1.683 38

Ana Benítez 1.602 33

Luisa Rodríguez 848,5 18

Total 19.569,5 316

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–sobre todo incluyendo artículos de cocina– y muebles. Lo que recibe la mujer está destinado a dotar la casa de lo que necesita para su perfecto funcionamiento incluyendo lo destinado a su propio realce.

Tabla nº 16Tipos de artículos en las dotes.

El hombre por el contrario se desentiende de estos apartados aunque también agrega artículos para la casa, si bien en cantidades sensiblemente menores; al fin y al cabo las mejores conocedoras de lo imprescindible en el ámbito domestico eran ellas. Sin embargo en el momento de la boda el hombre está obligado a aportar su propia ropa, su propio ajuar personal, lo que nos permite comparar el peso que las vestimentas tenían en la vida de hombres y mujeres. Tal como podíamos sospechar el porcentaje de prendas que lleva el hombre en su ajuar es mucho menor que el aportado por su mujer, en concreto menos de la mitad (ella, el 23%, el sólo el 10).

A la vez y en consonancia con la división de papeles que funcionaba en aquella sociedad, el apartado que en mayor cuantía de objetos recibe el hombre para su matrimonio es el de las herramientas. El ajuar masculino debe centrarse en lo que es propio y exclusivo del hombre, que es el mundo del trabajo y para ello las necesita, unas para las labores del campo, otras para labores mas especializadas como las propias de otros oficios.

Y relacionado con ello encontramos otra característica de la dote del varón. Al contrario de su esposa recibe una serie de regalos en forma de

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Apartados hombres mujeresAgricultura 7 5Bienes raíces 0 3Ganado 8 6Herramientas 30 3Joyas 2 7Menaje 13 44Muebles 7 40Ropa hogar 10 70Vestimentas 9 52

Totales 86 230

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bienes de producción para sacarles rentabilidad. Son sobre todo cabezas de ganado y grano para la siembra.

En lo que toca al valor de lo recibido, y no a su cantidad, los porcentajes se alteran, sobre todo por el peso que los bienes raíces tienen en el caso de las mujeres y más concretamente de Ana Ordóñez que recibe casas y tierra en el lote, algo que sin embargo no aparece en ningún otro caso.

Fuera de este caso especial el apartado más valioso en el resto de mujeres es el que engloba su propia vestimenta, con un 32 % del valor total, un lugar que en el sector masculino lo ocupa los regalos agropecuarios, semillas y ganado, que importan las dos terceras partes de su contribución.

3.5. Los artículos de las dotes.

En este apartado vamos a conocer algo más detenidamente, aquellas cosas que tanto había costado reunir a los padres y que tanto satisfacía a los nuevos

esposos.

3.5.1. Agricultura y ganadería.

Algo imprescindible para la supervivencia de las familias era contar con una reserva suficiente de carne y de otros productos. Entre los recién casados también lo era y por ello se les suele obsequiar con los animales necesarios para la crianza o para la labor. Los más abundantes son los llamados lechones, de los que llegan a regalarse hasta ocho, la mayoría destinada a la matanza aunque se incluye también alguna cerda parida.

Tabla nº 17Animales de las dotesLa carne a más largo plazo era lo que se pretendía con el cuidado de las

vacas, que también forman parte del ajuar, así como sus machos castrados, los bueyes, que iban casi siempre detrás del ubio y el carro en las faenas del

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Animales Cantidad Valor (reales/ cabeza)

Vaca 2 300 y 396

Burra 0,5 165

Buey 2 400

Carnero 1 40

Cerdo 8 De 30 a 77

Mula 2 550

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campo, una labor que compartían con las mulas, aunque éstas por su mayor rendimiento eran más caras, en concreto las que regalaron a José Garrido se valoraron en 550 reales. Y por si no fuera suficiente, le regalaron para su alimento –el de las mulas, claro– 50 serones de paja

Para propiciar un buen comienzo para la nueva pareja se les hizo donación de carne en canal para los convites de boda, como el carnero que se comieron en la de Diego Galletero, que fue obsequio de sus padres, o el tocino que recibió Isabel López para la suya, y en cantidades apreciables, ya que supuso el desembolso de 70 reales.

Los regalos propiamente agrícolas, no consistieron en tierras como en un principio podíamos pensar, sino en simientes, y más concretamente de cereales, los productos más cultivados. Los obsequiados: los dos hombres. Y de ellos podemos extraer una evidencia. Estos hijos de propietarios, que recibían grano de simienza, forzosamente debían contar con terreno para su cultivo, aunque alguna fanega de grano pudiera ser destinada para la venta, habida cuenta del alto valor que de ordinario tenían.

Por el precio que alcanzan sabemos bien a las claras, que el trigo es el más cotizado, pero por el sistema de cultivo, forzosamente tenía que alternarse con otros, que parecen ser la escaña –una variedad pobre de trigo– y la cebada, sin olvidar el centeno. Estos tres cereales alcanzaban un precio por fanega que rondaba los diez reales en tanto que el trigo superaba a menudo los 15.

No consta que se les donara tierra aunque sí tenemos conocimiento del obsequio de labores en los campos, al menos en los barbechos. A María de Ortega le entró en su hijuela «quarenta reales de dos fanegas de barbecho binado», nada equiparables a las «diez y sietes fanegas de barvecho terziado a treinta reales cada una» que le correspondieron a José Garrido. Mayor cantidad de tierra y más trabajada ya que se les había dado tres aradas a los bancales, y no dos como al otro lote.

Estos barbechos parecen ser muestra de una práctica habitual por entonces. El padre no enajenaba parcelas de su propiedad a los hijos casados pero se las cedía para su cultivo, con o sin arrendamiento, con o sin aparcería.

Tabla nº 18Cereales en las dotes

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3.5.2. Bienes raíces, joyas, regalos…

Constituyen los regalos más jugosos que un candidato a casarse puede esperar, pero por las cortas haciendas que aquí se vieron no fue posible que los padres fueran largos en la donación de este tipo de bienes. La

mayoría tendría que esperar a la muerte de los padres para poder disfrutarlos. De hecho los bienes raíces que se citan son todos de Ana Ordóñez y están radicados en El Bonillo, villa en la que le correspondieron dos casas y una viña, valorados en unos 4.200 reales.

Otro tanto cabe afirmar de las joyas a decir de la escasa variedad que presentan. En tres de las dotes de las chicas aparece como obsequio un único tipo de joya: los anillos de oro. Y lo que resulta sorprendente es que siempre se regala más de uno. No parece que estuviera tan acentuado entonces el valor simbólico de los anillos de boda y preferían la cantidad, quizá por la posibilidad de vender el oro por su peso, si llegaba un mal momento.

Luisa tuvo dos, pero Ana Ordóñez e Isabel los tuvieron más y mejores. La primera recibió 10 en su lote. Isabel sólo tres, pero con labores más complicadas, entre ellos «un anillo de oro grande de nuebe piedras blancas y una verde, [valorada] en 80 reales».

Y dejamos para el final lo mejor para los novios en su boda: el dinero y los regalos.

Pero como las circunstancias no eran demasiado propicias también resultan escasos. No obstante Diego Galletero fue afortunado y por este concepto recibió distintas provisiones para «las joyas y ropas de la boda» que superaron los 700 reales, una cifra similar a las “preseas” (regalos) de que fue objeto Ana Benítez por parte de «las personas que fueron a la voda» incluyendo a su novio. Luisa Rodríguez, por su parte, lo recibió en metálico para lo que le fuera menester, aunque en menor cantidad, concretamente «quatro reales de a ocho que dieron de presente a la susodicha el uno de dos reales», que sumaban en total la módica cantidad de 57 reales. Poca cosa.

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Cereal Precio fanega

(reales)

Fanegas

Cebada 10 18,5

Centeno 11 4

Trigo 15 12

Escaña 8,5 62

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3.5.3. Los útiles de trabajo: las herramientas y el menaje.

José Garrido era un hombre muy trabajador. Desde luego su padre hizo todo lo posible para que lo fuera, porque dotado, cuando llegó el momento de su enlace matrimonial, iba de sobra. En su dote se enumera una sarta casi interminable de herramientas de todo tipo, que resultaban sumamente necesarias para solventar los inconvenientes y las averías que pudiera tener en sus labores cotidianas y en distintas facetas. Este utillaje y en esta aldea resulta aún más valioso que en otro lugar de mayor categoría, dada la precariedad que siempre tuvo –y tiene– en lo que toca a los oficios más corrientes –carpintero, herrero, cantero, tejedor, calderero, etc.–, de manera que es muy posible que hacia 1700 no hubiera ningún profesional que se ocupara en estos menesteres.

José, del que ya sabemos sus ocupaciones agropecuarias, posiblemente las alternaba con pequeños trabajos de carpintero y más concretamente de su vertiente más asociada al campo, esto es de aperador. Para ello contaba con todo tipo de hachas, azuelas, barrenas, cepillos, compases, martillos, serruchos, sierras, segurón y hocino24, tenazas, cepillos, etc., hasta totalizar 54 herramientas distintas entre las que iban incluidas las típicas del campo.

No podemos decir lo mismo en el utillaje que recibió el otro hombre. Diego Galletero no consta que recibiera nada. Si acaso podemos adscribirle en este apartado –por si le era de utilidad en su hacienda– «una escopeta en çinco ducados», un obsequio fino para una actividad no muy común. Una buena “herramienta” que no desentona en su lista, que está encabezada por 663 reales de regalos y presentes… ¡que distinto de José Garrido, que recibe 39 anotaciones de herramientas, iniciándose así: «Primeramente una hazada buena, en quinze reales»! La otra que se le dio por lo visto no era buena. Su defecto parece que era el ser demasiado pequeña.

Entre tanto afán parece ser que al menos José pudo llevar su vida a tragos, y más concretamente de vino, del que al parecer gustaba. Y para ello contaba con un par de botas para el consumo diario y tres pellejos para hacer acopio con vista a temporadas mayores.

Del campo a la casa. De las herramientas del hombre a las de la mujer.

24 Un segurón era un hacha grande; un hocino un «instrumento de que se usa para cortar la leña: el cual es de hierro acerado, de hechura curva, de media vara de largo y quatro dedos de ancho, con un mango o empuñadura para obrar con él. “ RAE A 1734.

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La duración era una de las principales características del menaje de hogar; su poca diversidad otra. Los objetos metálicos gozarían de larga vida por su propia esencia. Un almirez, un llar o unas trébedes nos pueden servir de ejemplo. Las ropas –de cualquier tipo– en aquellos tiempos tampoco eran perecederas, gracias sobre todo a la porfía en los remiendos y zurcidos de las amas de casa. Los muebles más livianos y de mayor uso –sillas y mesas– tendrían años, contados no como las cantareras, arcas o las camas, que debían ser para toda una vida, o dos, o tres….

En todas las dotes son muy pocos estos chismes, seguramente porque, o no se consideran del suficiente valor o simplemente porque las madres de los contrayentes los regalan cogiéndolos de sus propias casas.

La media de estos objetos es tan sólo de ocho por persona, de ahí que nadie destaque por recibir muchos. La que cuenta con más es como siempre, Ana Ordóñez, que recibe 19 objetos.

En las dotes se les hace entrega de sartenes, cazos, calderos, ollas, cucharas, etc. y entre los útiles menos usuales hoy, se citan «un zedazo nuevo y un arnero25», unas llares y pesos. Los pesos son de los denominados de garfio; balanzas de gancho con sus correspondientes pesas: libras, medias libras y cuarterones26. El más singular de todos quizá sea una fuente “pintada”, pero no de porcelana, ya que sólo vale un real. Aunque el resto tampoco destacaban por su precio: los más caros son los más grandes, calderos, tinajas, con precios comprendidos entre 20 y 40 reales. Algo menos costaba un sartal27, o un plato de azófar28 o un pozal29.

Los objetos más corrientes y más usados eran en general, baratos. Un cántaro salía por dos reales, un candil por cuatro y alrededor de uno valían cazos, ralladores, raseras y asadores pequeños, y cucharas, cuchillos, cucharones... Los tenedores no se citan, luego no debían usarse.

Ni Diego Galletero ni Luisa Rodríguez consta que recibieran este tipo de objetos, algo muy extraño en el caso de Luisa, vistas las circunstancias.

25 El cedazo y el harnero servían para acribar, es decir separar componentes en productos en bruto como legumbres o harinas. El cedazo, que era de tela, se destinaba a las especies de calibre más fino.26 Pesos habituales en la Castilla del XVIII para pesajes pequeños. La libra equivalía a 460 gramos y a 16 onzas. Un cuarterón era su cuarta parte, es decir cuatro onzas.27 Sartal: la composición de cosas metidas por orden en un hilo, cuerda u otra coas. RAE A 1739.28 Azófar: Llámase también latón. RAE A. 1726.29 Pozal: El cubo o zaque con que se saca agua del pozo. RAE A 1737.

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3.5.4. Mobiliario y ropa de hogar.Se reduce a los muebles imprescindibles y por ello se repiten en casi

todas las dotes y con precios parecidos, que sólo difieren por razón de su tamaño y del material con que están hechos. La mayoría no se especifica o son de pino con una única salvedad. Entre las camas figura la de Ana Ordóñez, con un precio muy superior al resto, 126 reales, debido a que estaba hecha con madera de nogal. También en los cuadros se dan grandes diferencias. Los más económicos son dos imágenes de un Santo Cristo valorados en cuatro reales mientras que por el otro extremo encontramos un “cuadro fino” de 100 que iba en el lote de la novia antes mencionada.

Fuera de los que aparecen insertos en la tabla nº 19, solo se nombran vasares, cantareras, un espejo y una espetera30.

Tabla nº 19.Muebles de las dotes.

La ropa de hogar está integrada por piezas y tejidos para vestir la cama y todos sus componentes. Los que más aparecen son las almohadas, hasta 30 se enumeran, aunque se incluyen lo que hoy denominamos cojines. Le siguen las sábanas, y todo

tipo de ropa para cubrir la cama: mantas, frazadas, cobertores, paños y delantecamas, todos a precios sensiblemente iguales, entre los 30 y 80 reales cada pieza, menos las últimas que valían alrededor de 15.

Todo ello iba montado sobre el colchón, otro elemento que tampoco falta aquí, casi todos “poblados”, con “enchimiento”, es decir rellenos de algo blando, como borra o lana.

Después de la cama es la mesa la que tiene mayor presencia en los ajuares. Se la tiende a dotar de todo lo necesario, manteles, servilletas y

30 Espetera: La tabla con garfios donde se cuelgan las carnes, aves y otras cosas de cocina como sartenes, cazos, etc. RAE A 1732.

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Mueble Piezas citadas

Valor

Arcas 8 De 6 a 44 realesArtesas 4 De 6 a 18Camas 6 De 7 a 126 Cofres 3 De 6 a 33Cuadros 4 De 2 a 100Mesas 4 De 4 a 12Sillas y bancos 8 De 1 a 6

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sobremesas. Un regalo que cuesta menos dinero y proporciona mayor lucimiento.

Y como las mujeres del Antiguo Régimen eran muy hacendosas se les obsequia igualmente con telas de una u otra clase, para remedio de las necesidades futuras, que a buen seguro les iban a surgir. De hecho a todas las mujeres se les proporcionan tejidos a granel, una prueba evidente de que contaban con conocimientos y destrezas básicas en las labores de costura. Pero… ¿qué tejidos utilizaban? Responder a esta cuestión quizá sea lo más curioso puesto que unas denominaciones han cambiado y otras han desaparecido, si bien todas ellas las podemos encuadrar entre los textiles de uso popular y de bajo coste. Abundan, más que otros, los tejidos de lino y cáñamo en sábanas y manteles dejando tejidos más bastos –lana o estopa– para mantas y colchones. Por el contrario los más preciados, entre los finos, son los lienzos denominados de Holanda o de Ruán, por ser tejidos provenientes de dicho país y de la ciudad francesa de Rouen, en tanto que entre los más gruesos, destinados a prendas de mayor resistencia o abrigo, destacan los paños.

Luisa Rodríguez e Isabel López recibieron hasta 25 varas31de cáñamo que valían a unos cinco reales cada una. A Ana Benítez le correspondieron ocho varas de vocadillo, un lienzo muy fino que se usaba para las cortinas de precio algo superior, 6´5 reales cada vara, en tanto que las de ruán según se cita en el de María Ortega se comercializaban a ocho.

3.5.5. Vestimentas.

Gustaban llevar al matrimonio ropas delicadas, cada uno según sus posibilidades, de manera que quizá sea este apartado que mejor defina el nivel económico de los contrayentes. No es previsible que una familia poco pudiente dotase a su contrayente con ropajes de tejidos selectos y por ello caros, aunque la vanidad también estaba presente. Sobre todo en el caso de las mujeres, aunque los hombres tampoco se escapan del peso de la apariencia.

José Garrido, hombre esforzado, lleva como galas a su boda prendas de uso cotidiano como calzones, capa, jubón32, capote y sombrero, pero todo de tejidos bastos como era el paño vellorí, el de mezcla y la palmilla.

31 Vara: Medida castellana de cuatro palmos (de 75 a 90 cm aprox.)32 Jubón: Vestido de medio cuerpo arriba, ceñido y ajustado al cuerpo, con faldillas cortas, que se ataca por lo regular con los calzones. RAE A 1734.

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Tabla nº 20Las vestimentas de las dotes.

Su congénere Diego Galletero, de vida menos afanosa al parecer, gusta de mayores galas como le acreditan los jubones y “vestidos” guarnecidos con damasquillo, piñuela y perpetuan. Para completar su adorno recibe asimismo un magnífico lote de calzado, valorado en 124 reales, de por sí más caro que todo lo de José.

En las mujeres las diferencias también son muy acusadas. Entre la de mayor dotación, Isabel López y la de dote más escasa, Ana Benítez, median más de 1.000 reales. Y es así por la gran cantidad de prendas que le regalan, veinte, algunos de las cuales son usadas, están “a medio traer” como se dice de ellos, por haber sido usados con anterioridad por otras mujeres de la familia.

En el lote de Isabel encontramos calzones, sayas, camisas, capas, vestidos, pañuelos, y otras prendas hoy desconocidas, pero muy importantes en el siglo XVII, como son el guardapiés o brial, una especie de faldón que le tapaba desde la cintura hasta los pies, al igual que la basquiña –que solía ponerse encima del anterior– y el jubón, que cubría la mitad superior del cuerpo.

Para su abrigo en tiempos fríos contaba con una toca, una capa y un manto, éste último más vistoso puesto que era de anascote y de mayor valor 154 reales. Para las piernas usaban medias hasta la rodilla y calzones, –estos eran más tupidos–, que llegaban hasta la cintura.

Todo hecho de tejidos económicos la mayoría de lana, como estameñas, sempiternas, espumilla, mezclas, rasillas, paños, lamparillas, etc.

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PerceptorDote

(reales)

Vesti-menta

(Reales) %Diego Galletero 2.499,5 476 19,0María Ortega 1.683 275 16,3Isabel López 2.650 1.267 47,8Ana Ordóñez 7.087 1.070,25 15,1Luisa Rodríguez 848,5 387,5 45,7Ana Benítez 1.602 153 9,6José Garrido 3.199,5 113 3,5

19.569,5 3.741,75 19,1

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De lino y cáñamo muy poco. Se suplía el género con las hechuras, con el color –generalmente vistoso como verdes, azules…– y con detalles de “quiero y no puedo” como los que usaba Isabel, aficionada a los galones de oro falso.

Capítulo 4: Las cuestiones materiales.El matrimonio es considerado por la ley desde el punto de vista

económico, como una mera sociedad igualitaria entre los dos contrayentes, pretendiendo que no haya ninguna parte que pueda aprovecharse de los bienes de la otra, ya sean de los aportados antes del matrimonio, de los recibidos en herencia o los adquiridos durante su vida en común.

De ahí, que también se tenga previsto cómo actuar en estas cuestiones cuando algún cónyuge se separa de la sociedad matrimonial, adaptándolo, eso sí, al vínculo indisoluble del matrimonio, por lo que sólo puede producirse esta disociación al final del mismo y tras la muerte de uno de los esposos. Se garantiza así que, llegado el caso, las posesiones de cada esposo puedan volver a retornar a sus legítimos dueños, esto es, al cónyuge que queda –lo que le correspondiera– y por otra parte a los herederos del que ha muerto.

Hemos visto como la mayoría de las familias –unos dos tercios– no sufrían variación en lo que toca a los padres a lo largo del tiempo, eran matrimonios únicos de ambos, por lo que si sobrevivía alguno de los hijos, todos los bienes iban a parar a ellos; no era necesario por tanto entrar en partes, ni divisiones en las pertenencias de esposos.

¿Pero qué ocurría si se rompían las relaciones entre el esposo superviviente y los hijos o si un viudo o viuda contraía nuevas nupcias? Legalmente podía recuperar lo que llevó al primer casamiento así como la mitad de los bienes gananciales, si los había, y si por el contrario había pérdidas, tenía que sufrir el descuento en sus bienes de la mitad de su monto, que era lo que le correspondía.

Con el objeto de poder sortear de la mejor manera todos estos imprevistos, era conveniente dar cuenta exacta ante la autoridad pertinente y mediante un acto jurídico de las pertenencias del marido y de la mujer, antes y durante el matrimonio y dejarlas bien delimitadas para que los herederos tuvieran claro a que eran merecedores de la parte de herencia del que muriera. Asimismo el cónyuge superviviente tenía vía libre para disponer de lo que resultara del alcance de los bienes matrimoniales.

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Pero no sólo se debían proteger los derechos de los cónyuges, también los de los herederos. Téngase en cuenta que no siempre los bienes llegaban a un único grupo familiar –los hijos de ordinario–, sino que a veces tenían que desgajarse en dos –caso por ejemplo de un matrimonio sin hijos, o con hijos de dos enlaces– o incluso en más, con la complicación que puede llevar si las propiedades de los que fallecen no se estipulan con claridad en su justo valor y estado.

Y por último, y como fin primordial, se pretende con la escrituración de los datos económicos pertinentes, que la distribución se haga como el otorgante lo estime conveniente, tanto si han de resultar partes iguales como si se ha de favorecer a alguna de ellas.

Entrando en detalle respecto al contenido de nuestros testamentos observamos que la mayoría gusta de dar información acerca de dos cuestiones muy importantes: los bienes que cada uno lleva al comienzo de la vida en común y lo que queda cuando el matrimonio llega a su fin. Para lo primero se insertan los datos referidos al monto de las dotes mientras que para lo segundo se da cuenta de las herencias que cada esposo haya podido tener y sobre todo lo que han conseguido reunir en común, es decir los bienes gananciales.

4.1. Bienes aportados al matrimonio: las dotes.

Es conocido por todos que, en los tiempos pretéritos, y en mayor medida en los más lejanos, los matrimonios eran acordados por los progenitores y las más de las veces –sobre todo cuando ambos eran del mismo lugar– se pensaban, planeaban y fijaban con mucha antelación, siendo la premisa principal que el casamiento no fuera desigual, ni en cuanto a la edad, ni en la presencia física, ni –y esto es lo que más nos importa ahora– en posición y disposición económicas. También en los documentos que nos ocupan se constata este afán de equiparación, aunque, desgraciadamente en todos los testamentos no se hacen mención a las cuantías que uno y otra allegaron cuando se estableció el matrimonio. A veces por razones obvias, soltería o celibato sacerdotal; en otras ocasiones porque no habría mucho de qué disponer. De todas formas los hombres son más proclives a dar cuenta de estos datos, de ahí que más de la mitad lo hagan en sus testamentos, en tanto que las mujeres parece que los obvian y en su lugar prefieren entrar en otras cuestiones económicas secundarias

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como las donaciones de ropas, alhajas., etc. De hecho, entre las cinco mujeres casadas, sólo Catalina Simarro se detiene en dar este tipo de datos, seguramente porque había celebrado dos matrimonios33, y tenía descendencia en ambos.

Tabla nº 21Las dotes en el matrimonio.

Testador/cónyuge

Dotes (en reales)Gananciale

sTestador Cónyuge

Juan Martínez1/María Romero 550 550En ganado y tierras.

Diego Romero/Ana Rodríguez 1.540 1.000Juan de Vaydes/Ana de Ortega 1.500 1.500 No lo sabeFrancisco Gómez, el mayor/Lucía Romero 3.000 1.650 + tierraFco. Garrido 1/ Manuela Navarro 2.000 1400+ herencia Quizá noFco. Garrido 2/ Agustina García n.c. Nada NoPascual Sánchez 2/Isabel González n.c. En hijuelaFrancisco Gómez Palomar/Cayetª Mª Sánchez 5.00034 11.000

Algunos

Antonio Garví 1/María de Garví n.c. 500 2000Antonio Garví 3/Manuela García n.c. bienesJosé Garrido/Agustina Garví 2.990 2.990 PérdidasMiguel Gómez/Ana Benítez 1.632 1.632Tomas Díaz/María Chumillas n.c. 1.075 NoCatalina Simarro 1/ Pedro de la Rosa 500 500Catalina Simarro 2/Juan García 500 500

De todas las cifras reseñadas en la tabla nº 21 con los datos contenidos en los testamentos, tan sólo en dos de ellos se menciona la constitución de las dotes de manera oficial, es decir, ante un escribano. En el resto de los casos son meras referencias de valoraciones hechas de manera privada y sin papeles, siendo su montante final una cifra aproximada, que comprende por 33 Después llegó a celebrar un tercero. Se convirtió en la séptima esposa de Antonio López Rosillo, matrimonio que sólo duro 15 días.34 Esta cantidad, que cita como valor del conjunto de sus bienes en el momento del matrimonio, difiere de la que su padre Francisco Gómez, el mayor, menciona con ocasión de la hijuela que le hizo cuando se casó, que ascendía a 2.000 reales.

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lo común cantidades en metálico y distintos tipos de útiles, que se completan sólo en contados casos con alguna casa o terreno de labor.

En la mayoría de los casos en los que constan los datos de los dos cónyuges se da una escrupulosa igualdad en el monto total entre ambos, señal inequívoca de que era algo buscado, incluyendo las parejas formadas por Francisco Gómez, el mayor /Lucía Romero, y Francisco Garrido1/Manuela Navarro, en los que hay que tener en cuenta que, aunque el dinero en metálico expresado por las mujeres es menor hay que sumarle otros conceptos en especie35.

Esta costumbre igualitaria, además de realzar el papel de la mujer en el inicio del matrimonio así como el de las familias de origen de los novios, suponía otra ventaja añadida al final, ya que se podían ser considerados a todos los efectos como gananciales, con lo que se facilita el reparto de la herencia del marido y la mujer con su simple división en dos partes iguales.

En las desiguales, las diferencias que aparecen son escasas cuando es el hombre el que más aporta, como el caso de Diego Romero, que llevó poco más de 500 reales que su esposa, pero son mucho más acusadas en el único caso en que ocurre lo contrario, que presenta una diferencia de 6.000 reales a favor de la esposa y eso que la dote del esposo, fue también muy abultada ya que sumó 5.000 reales. Es el caso del matrimonio compuesto por Francisco Gómez Palomar y Cayetana Sánchez36, hija del mayor hacendado del lugar por aquel entonces, y que también aparece en la lista, Pascual Sánchez.

¿Son importantes las cifras aportadas? Todo es relativo. A nivel local podemos decir que sí. Los 16.000 reales que juntan en su matrimonio Francisco Gómez Palomar y Cayetana María Sánchez eran una cantidad seguramente inalcanzable para ninguna pareja del lugar.

Las suyas eran las familias con mas posibles del vecindario según resulta del cruce de las dos magnitudes cuantificables que hemos encontrado tanto en testamentos como en las cartas de dote (tabla nº 22). Por un lado el monto de lo que reciben de dote es proporcional al nivel económico de las

35 Lucía Romero contrarrestó los 3.000 reales que aportó su marido Francisco Gómez, el mayor, con 150 ducados, una labor y 2/3 de una casa en el Cubillo. Por su parte Francisco Garrido dice que “ reçiví por más dote de la dicha mi primera muger, la cantidad de maravedís que después le tocó a la susodicha por herençia de Catalina Navarra, su madre”.36 Esta pareja además de con dinero estuvo agraciada con favores celestiales ya que según cuenta el P. Pérez Pareja en su libro sobre la Virgen de Cortes, en uno de sus hijos obró un milagro, que dio luz a los ojos de su hijo Blas y con el tiempo también el nombre a una calle del barrio robledeño de Canaleja.

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familias de procedencia y conforma el de la nueva, que es similar y por otro se contempla lo invertido en misas al final del matrimonio, –otra cifra cuantiosa, pero algo menor– aunque dejando bien claro que ninguna de las dos variables, ni por si misma, ni por su combinación, puede considerarse infalible.

Tabla nº 22Los mayores hacendados

Los primeros

de la lista de misas

aparecen en su mayoría –salvo Juan Martínez– entre los primeros de la lista de los dotados. Igualmente los últimos de la una, aparecen mayoritariamente en los últimos puestos de la otra, salvo los casos de los Garrido, los cuales, posiblemente por tradición familiar, no acostumbraban dedicarse muchas misas y en su lugar invertían en donaciones a las instituciones eclesiales37.

Esta coincidencia era previsible, al fin y al cabo eran considerados dispendios obligatorios en aras del buen nombre en la sociedad local, aunque afectara a campos tan distintos como la propia muerte en un caso o la solvencia del matrimonio en el otro.

4.2. Dotes a los hijos.El traspaso de bienes a los hijos, vista su importancia, debe hacerse a

través de un documento, bien ante notario o bien ante el escribano local, con 37 Es el caso de Francisco Garrido que compró un novillo a la cofradía del Rosario que le costó 180 reales.

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Misas Dote CombinadaFrancisco Gómez Palomar 1º 1º 1ºFrancisco Gómez, el mayor 4º 2º 2ºAna Ortega 2º 6º 3ºJuan de Vaydes 5º 6º 4ºDiego Romero 6º 5º 4ºFrancisco Garrido 8º 3º 4ºJuan Martínez 3º 9º 7ºJosé Garrido 9º 4º 8ºAntonio Garví 7º 10º 9ºTomás Díaz 11º 8º 10ºJuan García 10º 10º 11ºCatalina Simarro 12º 10º 12º

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todos los artículos así como su valor claramente expresados. Es por ello que en los testamentos de los padres no se detallan, si acaso se habla de su monto total, de ahí que tan sólo en tres casos se menciona algo relacionado con ellas.

Catalina Lozana, allá por 1615 daba cuenta de la existencia de un memorial con los bienes con que dotó a su hija Francisca Guerrera cuando casó con Pedro Ruiz. Francisco Gómez el mayor hizo lo propio con sus dos hijos María Romera y Francisco Gómez Palomar «por quenta de sus legítimas paterna y materna, […] como constará de una yjuela que para en mi poder a la qual me remito […] Es mi voluntad que dichas cantidades las traiga el susodicho a colazión y partizión con los demás mis herederos».

Su sobrino Miguel Gómez hizo exactamente igual con sus dos hijos, Juana y Francisco Gómez, incluyendo en la dote 100 reales de gastos de la boda de la mayor.

4.3. Legados y mejoras en los testamentos.Son escasos porque los testamentarios prefieren que sus bienes les

sean repartidos a sus herederos en partes iguales. No obstante, también en este apartado tenemos excepciones, que entran dentro de la categoría de legados, esto es, bienes con que se discrimina positivamente a un heredero, sin menoscabo apenas de los intereses de los demás.

Citaremos algunas de ellas a continuación, más que nada por la justificación que hacen los padres de sus acciones.

En orden cronológico el primero que encontramos es Diego Romero, quién manda “por el amor y voluntad que tengo a Ana, mi hija, se le den treinta ducados de más de los que le aya de tocar en la partiçión que se hiziere entre los demás sus hermanos”.

Teniendo en cuenta que su hija Ana contaba tres años el objeto que movió a su padre a disponerlo así es la predilección, movido por la ternura, del hijo más pequeño y que al parecer perduró en el tiempo puesto que no cambió esta cláusula a pesar de que el testador vivió un lustro más.

Por su parte Miguel Gómez deja a sus cuatro hijos menores «la casa que tengo en el Robredo, junto a la grande, la misma que ha vivido Palomar (sic), la qual quiero y es mi voluntad sea para los cuatro referidos por yguales partes, exzepto a la dicha Ana que se le han de dar doszientos reales de vellón más que a los otros y les pido me encomienden a Dios». Por si fuera poco esta Ana recibió «fuera de la partizión quinientos reales de vellón, los mismos que tengo en mi poder del legado que a la referida hizo Pedro Gómez, su tío.” La

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razón de tanto acopio extraordinario bien pudo deberse a la inminente boda de la interfecta, que tuvo lugar año y pico después de la escritura, una vez trascurrido el periodo de luto obligado.

Dos notas más sobre otros legados de este testador. En el polo positivo merece destacarse la donación que hace a su mujer de lo que fuere necesario hasta equiparar la dote que llevó al matrimonio su esposa con la suya propia. Por otra parte no aparece incluido su hijo Francisco entre los partícipes del legado de la casa, quizá porque además de ser el mayor ya estaba casado y veía el padre que no necesitaba casa ni mayor seguridad financiera.

Pascual Sánchez, por su parte, dejó escrito que le dieran “… a Juan Palomar, mi hijo y de Isabel González, mi segunda mujer, zien ducados de vellón, que los tome en la huertas, o huertos, o en la casa o en aquellos vienes que le parezcan, así de raízes como muebles, la qual mejora y manda le hago en la vía y forma que más aya lugar en derecho por lo bien que lo a hecho conmigo” .

Debía sentirse muy agradecido con su hijo, igual que Alfonsa Salmerón con las suyas, a las que envía unos regalos.

Yten a mi hija Agustina, un guardapié descarlata y unos corales y un Santo Cristo de plata.

Yten a la Coba [de Jacoba, Santiaga], un guardapié de albornoz azul y unos corales y un Santo Cristo de plata.

Yten a la Maruja, un guardapié berde, un Santo Cristo de plata y un rosario de Jerusalén, con cruz engarzada en plata y un jubón de criseta negro.

Sus hijos Juan y Jorge seguramente no los necesitaban.

4.4. Balance económico final de los matrimonios: Los bienes Gananciales.

Se intuyen en el balance final del matrimonio ciertas precauciones por parte de los hombres, a la hora de rendir cuentas. Las mujeres, por su parte, parecen no sentirse obligadas a hablar de estos temas, de hecho ninguna de ellas lo hace, aunque legalmente son propietarias también de las plusvalías o las pérdidas de la sociedad conyugal. En general los balances dejan mucho que desear. Todos adolecen de falta de precisión y de exceso de ambigüedad, algo que teniendo en cuenta que se trata de personas que ostentan los medios de producción y además los trabajan personal y esforzadamente, se supone que no debiera producirse.

Sólo ocho de los testadores, todos hombres, dan noticia sobre los bienes gananciales, y sólo uno cuantifica su monto. Se trata de Antonio Garví

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que da la cifra de 2.000 reales como el superávit de su primer matrimonio, aunque de los demás ya no dice nada. Los resultados predominantes, sin embargo, son los que arrojan resultados negativos en el balance económico o lo envuelven en dudas. Pueden ser un indicio de cierto retroceso en las principales economías domésticas del pueblo, o quizá, sean un mecanismo de defensa de los testadores para no desatar ambiciones por parte de los herederos del cónyuge.

El peor balance de todos –dejando de lado las cuestiones económicas por otras más importantes–, el peor balance decíamos, es el que se produjo tras la muerte de Antonio García del Pozo, que tuvo lugar en 1753. Su mujer cuando le enterró tenía el consuelo de tres niñas de dos, cuatro y ocho años y otro que albergaba en su vientre. Sin embargo en el año siguiente, aunque tuvo un hijo póstumo –Antonio que murió a los cuatro años– la muerte se llevó a las tres niñas en cuestión de días, dos de ellas en un fatídico 15 de abril, de manera que no es de extrañar que, en lo sucesivo, nunca más se supiera de Pascuala Quintanilla, que era así como se llamaba la pobre viuda.

4.5. Los intercambios y sus cuentas.Los testadores no quieren dejar nada de lo terrenal pendiente,

movidos por fuertes escrúpulos de conciencia, de ahí que en sus escritos hagan un repaso de todas sus cuentas para evitar que nadie quede agraviado. Sobre todo por la familia, a quien se encarga de cobrar todo aquello que en dinero o en especie este pendiente de cobro o bien el pago de las cantidades que quedan por pagar así como sus beneficiarios, que aparecen bien detallados.

En una comunidad tan raquítica como ésta y con la mayor parte de sus necesidades comerciales satisfechas por la modestia de sus vidas y hogares, sólo de vez en cuando los vecinos están obligados a buscar aquello que les falta para completar su estado de casi autoabastecimiento.

Por las disposiciones de los testamentos se van sucediendo los nombres de personas con las que se tienen cuentas pendientes, su lugar de residencia además del monto de la compraventa –o del servicio– y a veces otra serie de cuestiones secundarias –oficios, parentescos, plazos, precios–etc.

Buena parte de los hombres de este listado y por las circunstancias de ssu momento y de su lugar tuvieron que echar mano de esas personas para el normal desenvolvimiento de sus múltiples labores, pero también necesitaron

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el auxilio y la colaboración de ciertas instituciones locales y comarcales, con las que era preciso ajustar cuentas antes de morir.

Fijándonos en la frecuencia y el volumen de todos los vínculos, productos y relaciones que establecen, podemos llegar a barruntar el oficio principal de los titulares de estas cartas de testamentos, así como su poderío económico, partiendo de la premisa poco fundada de que el tener un mayor número de cuentas pendientes, no es signo de morosidad, sino de un alto nivel de intercambios.

En lo que toca a las cuentas, las mujeres se desentienden, bien porque no tienen gran cosa que administrar o simplemente diciendo «se pague todo lo que con justo título constare que debo y se cobre lo que con dicha razón me debieren”, fórmula que también utilizan varios hombres. Volviendo a las féminas la excepción entre ellas es Catalina Lozana que recuerda a los suyos que le debe a uno del Zorío “un vestido” y por el contrario se le cobre a su yerno un pozal que le dio o en su defecto su valor, que era el de ocho reales.

Entre los hombres encontramos que su mayor parte, 14, aportan algunos datos sobre este apartado.

4.5.1. Los intercambios económicos: los productos básicos.

En primer lugar podemos considerar el volumen de las relaciones que se establecían. Para ello simplemente hacemos recuento de las personas citadas en expresiones del tipo “[…] declaro que me debe Françisco García media fanega de trigo. […] declaro me debe Pedro de Arenas, el de Leçuça setenta reales, mando se cobren” así como sus lugares de morada para en un primer momento deducir la red de los contactos económicos así como la importancia de los intercambios entre los vecinos de Robledo y de estos con los foráneos.

Algo más de la mitad de las personas que se citan son de la parroquia, 66, por 54 que no lo son. En cuanto a las otras localidades, las tenemos reseñadas por zonas en la tabla nº 23.

Tabla nº 23Las relaciones comerciales

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Hay un centro neurálgico de la zona que evidentemente deja sentir su enorme peso en múltiples aspectos que afectan de una manera u otra a todos los residentes de los alrededores, que es Alcaraz. Allá acuden los otorgantes en busca, sobre todo de servicios y de productos manufacturados de uso corriente. Pero también se va a los centros oficiales comarcales de entonces. Allí se acude a veces para entregar ciertos diezmos por ser la

sede de la vicaría eclesiástica; también cuando escasea el grano se buscan provisiones en el pósito mayor que solía contar con existencias; para los asuntos judiciales, tanto eclesiásticos como civiles; para legalizar en alguno de los numerosos notarios allí asentados las distintas cuestiones legales, como ya hemos visto; para el arrendamiento de bienes comunales de la comarca o de algún lugar en particular… Sin embargo las relaciones de intercambios agrícolas o ganaderos son prácticamente inexistentes, a excepción de algunas reses que se compran a determinados personajes de la burguesía alcaraceña, poseedores de amplias dehesas y de miles de cabezas de ganado de todo tipo.

En la parte que mira a La Mancha las necesidades que se buscan cubrir son de otra índole. Además de las puramente agrarias se buscan servicios “especializados”, sobre todo en El Bonillo, donde se habla de la presencia de carreteros, caleros, madereros y licenciados (abogados y gentes de leyes). Oficios que son demandados de vez en cuando con ocasión de alguna obra de cierta envergadura, como las que se llevaban a cabo en la parroquia o la que emprendió Miguel Gómez, en el caso que fuera por aquel momento, mediados del XVIII, cuando decidiera levantar el primitivo cortijo de El Aljibe38.

En las otras dos rutas especificadas se trata de relaciones con lugares y aldeas de similares características a ésta por lo que las relaciones eran de tu a tu, con productos sencillos, de naturaleza agraria y posiblemente canjeadas por el sistema de trueque a juzgar por la falta de profesionales y comerciantes que había en esta aldea de Robledo, pero también en las otras.38 Es posible que este primitivo cortijo del Aljibe sea el que todavía se halla en pie pero tapado por otro edificio más reciente y de mayor volumen.

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Zonas CitacionesEl Bonillo, El Ballestero y Lezuza 13Alcaraz 13Aldeas norte y este de Alcaraz 10Aldeas sureste de Robledo 8Otras 5? 5

54

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Son los productos que más se mencionan los cereales y entre ellos el trigo se lleva la palma por la obsesión, fundada en amargas experiencias del pasado, de tener asegurado el suministro de pan. Aparece citado en 16 ocasiones, la mitad de las transacciones agrícolas, sin contar las relacionadas con las cuentas de pósitos u otras instituciones de fuera.

La cebada también era objeto de intercambio, lo mismo que el resto de cereales. Francisco Gómez Palomar reconoce en su testamento que, algunos le deben ciertas cantidades menores de trigo y cebada, géneros que a su vez él obtuvo de Sebastián del Colmenar, en tanto que Juan Martínez declara deber y que le deben gentes de la parroquia, trigo, centeno y cebada. Se da por lo visto una continua solidaridad entre los productores de la zona, mediante el trueque de los productos sobrantes por los cereales que se necesitan, bien porque no se tengan por la estrechez de las cosechas o bien por intercambiar distintas especies de cereal en la creencia de que la renovación de las simientes, aseguraba una mayor productividad en el futuro.

El aceite por su parte solo una vez se le cita, como producto de canje entre vecinos, lo que no quiere decir que se produjera aquí, aunque cabe esa remota posibilidad. El vino por su parte sólo es motivo de comercio en una ocasión como alternativa de pago a una viuda de El Bonillo por una res de cerda.

El resto de las noticias de temática agraria, se refieren a servicios como puede ser asuntos relativos al cultivo –arreglo de barbechos–, o a otros bienes en compraventa como tierras, pajares o huertas.

En la ganadería parece que hubo un trasiego menor, pero encontramos algunas menciones –las que más al ganado vacuno– en ambos géneros, vacas y bueyes, así como en distintas edades, sobresaliendo entre el vecindario como ganadero más cuantioso el nombre de Juan Martínez. Y para muestra véase este fragmento de su testamento.

[…] declaro que quando mi muger murió abían trei(n)ta reses bacunas grandes, más abía una muleto que se bendió por nobecientos reales, más quedaron dos borricas más, quedó veinte y siete cabezas de ganado de cerda, once grandes que se bendieron a cien reales en los quales entran quatro fembras y los demás chicos, mas abia de caudal bei(n)te cormenas.

Juan Martínez era, además de agricultor, ganadero de reses vacunas, alguna de las cuales vende en los lugares cercanos. Por ejemplo cita la deuda

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que tiene pendiente con él, Pedro López de la Casa del Hidalgo por el valor de un buey, o lo que es lo mismo 50 ducados. Pero a pesar de contar con numerosas cabezas también compra alguna. Él mismo cuenta que compró una vaca a Dª Jerónima por 24 ducados.

Es un ejemplo claro de la importancia de los bueyes, sobre todo por su labor en el campo a la hora de la labranza o del acarreo. Su precio resultaba tan elevado que hubo quién, al no poder comprarlo, optó por el arrendamiento a largo plazo, en concreto cinco años. 39

Las vacas se querían para la crianza de terneros que al crecer pasaran a formar parte de mundo del trabajo.

4.5.2. Otros productos de intercambio.La madera figura como producto de intercambio. A veces es

excedentario el lugar y la venden, caso de Juan de Vaydes, en otras se compra en los pueblos de alrededor, que fue lo que hizo Miguel Ortega. Fuera de los productos agropecuarios los testamentos nos dan noticia de la adquisición de ciertos productos por parte de los lugareños. Hay noticia de la adquisición de zapatos, vestidos, bienes muebles, medicamentos, además de varias deudas contraídas por unos “recaudos” contraídos con comerciantes, siempre de Alcaraz40

No tenemos noticias de comerciantes locales, pero hay vestigios de ciertos vecinos que hacían acaparamiento de algunos bienes, no sabemos con qué fin, quizá como meros intermediarios, pero el mismo Pascual Sánchez, hombre polifacético, nos informa de que proporcionó lienzos a algunos vecinos de la Canaleja.

A su vez Miguel Gómez admite haber vendido unas carretas en El Bonillo.

El lugar era en cuanto a los servicios, excedentario en mano de obra jornalera, por lo que a menudo se da noticia de labores y trabajos efectuados por sus vecinos en peonadas.

Así lo reconoce el mismo Pascual Sánchez, un propietario con importantes activos que, aunque tenía varios hijos de los que no sabemos su

39Francisco Gómez Palomar recuerda que Marcos Sánchez de El Cubillo le viene adeudando cinco años del rento de un buey.40 Cuyos nombres se especifican en algunos casos. Así conocemos a Juan de Alcalá, zapatero, Damián Martínez de ultramarinos, etc

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implicación en el trabajo, necesitaba a menudo personal eventual para las labores de su hacienda.

José Garrido contaba también con ayuda, como reconoce al contarnos que debe a Francisco «mi sirviente de Paterna», la nada despreciable cifra de 209 reales, fruto de algún tiempo sin cobrar y además de alguna coyuntura algo adversa.

Miguel Gómez era un ejemplo de empresa local de servicios. Aparecen en su testamentos referencias a obradas, que bien pueden ser las efectuadas con sus animales en labores de labranza –por media obrada declara que se le debe seis reales– o por operaciones de transporte, puesto que posiblemente también se dedicara a la arriería por estos contornos, no tanto de productos perecederos sino de otros de usos diversos como podían ser la madera, el yeso y la cal, productos básicos para la construcción, además de otros servicios al concejo de Robledo en asuntos que no se especifican.

4.5.3. Los intercambios y las relaciones.Hemos visto como los intercambios son frecuentes entre agricultores y

ganaderos avecindados. Sin embargo este tipo de conexión no era algo esporádica o coyuntural. Suponemos que entre muchos de ellos se establecieron lazos tan continuados que podemos hablar de relaciones bilaterales o multilaterales muy frecuentes, al menos entre los residentes en las dos aldeas.

De este tipo de contactos solían llevarse un perfecto control mediante apuntes muy pormenorizados que se insertaban en sus correspondientes memoriales; documentos escritos –seguramente de mano del fiel de fechos, o de alguno de los afectados– en los que se hacía balance en un determinado momento de las prestaciones hechas y recibidas desde el anterior ajuste y balance de cuentas.

Diego de la Vecina reconoce una íntima relación económica con su hermano Antonio Romero, que se salda con 165 reales a favor de sus herederos de «resto de cuentas».

Francisco Gómez Palomar admite tenerlas «con distintas personas», entre ellas Juan Zapata, de Viveros, del que sólo asegura que «me es deudor».

Antonio Garví también da cuenta de que tiene pendientes algunas cuentas, una con José Garví de El Cubillo y otras en Alcaraz con Antonio Aguilar de «medianería de venta de granos».

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4.5.4. Cuentas de tutelas, pósitos y de otras instituciones.Eran cuentas obligadas por la ley. Las personas encargadas de la tutela

de menores, debían dar cumplida información de los bienes que recibían en nombre de los menores cuando requirieron la tutela y cuando, con el paso de los años, llegando a los 25 años, se hacían los tutelados con la plena propiedad de sus bienes. La ley, consciente de la debilidad de los niños, buscaba su protección y la integridad de sus bienes pero el largo tiempo que trascurría, la tentación de los bienes ajenos y la impunidad de sus actos por ser los damnificados ignorantes dada su escasa edad, llevaron a no pocos tutores a abusos en su gestión, al fin y al cabo eran juez y parte, independientemente de la presencia de más o menos documentos.

Francisco Garrido tuvo esta responsabilidad sobre unos niños de la Canaleja. Del cuidado del mayor, que seguramente ya había salido de la edad pupilar, pide que se le ajusten cuentas y se le abonen los gastos que tuvo en su crianza, relativos a los mantenimientos imprescindibles: “comida, vestido y calzado” .

Le quedaba bajo su cuidado “una menora” de la que, por las necesidades perentorias del momento, tuvo que vender algunos bienes, sin duda para hacer frente a los gastos derivados de su obligación para con la niña.

Esta gestión con frecuencia era muy complicada, basta ver el caso de José Garrido, pariente del anterior y tutor de tres hijos aportados por su mujer de un matrimonio anterior.

Según cuenta, las diferentes edades de los tutelados han condicionado su actuación, así que al mayor le ha ido entregando algunos bienes, a la segunda menos y al pequeño todavía nada. De todo ellos, o al menos de la mayoría de sus actos, ha dejado constancia por medio de los correspondientes documentos, pero da la impresión de un ligero desconcierto en la administración del pequeño que le lleva a compensar unas partidas por otras sin entrar en demasiados detalles.

Antonio Garví lo fue de María de la O, mujer de su primo Pedro Garví que vivía en La Hoz. De su cometido aún le restaban por devolver unos 100 reales, una prueba de que en ocasiones los bienes de los pequeños servían para socorrer las necesidades o procurar algún desahogo de sus responsables. En este caso los bienes del menor, consistentes en propiedades rústicas, eran cedidos a rento a terceras personas, de cuyo

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cobro se encargaba el tutor que debía retornar después a su legítimo propietario.

No obstante para los agricultores que pudieran tener en un momento determinado cualquier estrechez a la hora de disponer de granos había otros mecanismos para poder adquirirlos en instituciones que siempre contaban con existencias.

Para eso estaban los distintos pósitos, almacenes públicos de compraventa de cereales, que estaban repartidos por todo el reino –uno de los cuales, aunque privado, estaba en Robledo– y que tenían la misión de contar en todo momento con del producto más importante y no sólo para la alimentación, sino también como garante de la continuidad de la actividad agraria, o lo que es lo mismo el préstamo a los labradores para sus futuras sementeras.

Independientemente de otras relaciones personales de ayuda mutua los testadores acudieron de manera casi unánime al socorro ofrecido por las instituciones locales o comarcales destinadas a estos fines y que, como ya se puede presumir, gozaban de una gran estimación. Cinco son los aldeanos que dicen tener alguna cuenta pendiente con las entidades de crédito de grano y por cantidades que siguen:

Tabla nº 24Cuentas con los pósitos

Testadores Pósito local Pósito AlcarazDiego de la Vª Debe 7,7 f.

Juan Martínez Le deben 9 f Debe 100 reales

Pascual Sánchez Cuentas

Antonio Garví Le deben 56 f. Le deben 3 f.

D. Nicolás Ruiz de Alarcón Debe.(Cuentas)

Las cantidades reseñadas que no son muy significativas, bien porque están enmarañadas en cuentas o porque los montantes son exiguos; cabe destacar no obstante, las casi 60 fanegas de trigo que debía al morir Antonio Garví y que no hay que computar como resultado de su gestión agrícola sino que está relacionado con el aval o garantía de la gestión que realizó de

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manera conjunta con un vecino de Alcaraz, de la medianería de granos de dicho lugar.

Y un dato para reflexionar acerca de las dificultades de los labradores, recordando además que eran los más acomodados del lugar.

Diego de la Vecina, agricultor de no muy boyante pasar, sacó del pósito en 1659, 11 fanegas de trigo para su servicio, de las que sólo pudo devolver seis, es decir la mitad.

Al año siguiente acrecentó su deuda con el préstamo de dos fanegas y siete celemines más.

Hay también en los testamentos, cuentas relacionadas con otras instituciones locales, así como información del desempeño de cargos

públicos como responsables de las mismas.En cuanto a funciones municipales en el cuadro nº 25 aparecen los que

ejercieron el oficio de mayordomo en el lugar, que estaban encargados de la administración de fondos públicos, bien civiles, en el caso de los propios del concejo o bien religiosos, en caso de gestionar los cuantiosos bienes –a escala local– de que disponía la fábrica de la parroquia.

Tabla 25Cargos en instituciones locales.

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Testador Fábrica Concejo CofradíasDº de la Vª Regidor

Juan de Vaydes Mayordomo

Francisco Garrido Mayordomo Deuda con Cofradíadel Rosario

Antonio Garví Regidor

José Garrido Regidor

Miguel Gómez Regidor

Don Nicolás Mayordomo devarias cofradías

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Dada la poca población del lugar la labor de mayordomo era una de las obligaciones de las autoridades políticas de entonces, los dos regidores.41

Otros dos vecinos muestran algún tipo de relación con el concejo, pero como acreedores.

Aparte de lo dicho se constata en los documentos la existencia de relaciones económicas con las cofradías –instituciones privadas religiosas–. Es el caso de Francisco Garrido, que compra un novillo a la cofradía del Rosario por 180 reales y también del cura don Nicolás Ruiz que admite tener cuentas pendientes con las de las Ánimas y la de la Veracruz, seguramente por ser, en el momento de la redacción de su codicilo, el mayordomo de ambas.

41 Curiosamente dos de los reseñados lo fueron a la vez. Se trata de Juan Martínez y José Garrido.

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