la sillería del convento de san agustín en el salón el generalito. … · 2020-06-04 ·...

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Bibliografía • Maquívar, Ma. Del Consuelo. La Sillería de El Generalito en Antiguo Colegio de San Ildefonso. México, NAFIN, 1997. • Boorstin, Daniel J. Los Creadores. España, Crítica, 2005 • Osborne, Roger. Civilización, Una Historia crítica del mundo occidental . España, Crítica, 2006. • San Agustín. La ciudad de Dios. México, Porrúa, 2003. • San Agustín. Confesiones. México, Porrúa, 2003. ¿Quieres saber más sobre la historia del Colegio de San Ildefonso? escríbenos a [email protected] #CulturaUNAMenCasa #QuédateEnCasa #ContigoEnLaDistancia #CapitalCultural #LaSanaDistancia #SanIldefonsoEnCasa #MemoriaCompartida MEMORIA COMPARTIDA La sillería del Convento de San Agustín en el Salón El Generalito. Evocaciones e iconografía (II/II) E n la entrega anterior se mencionó que en el contrato firmado entre el provincial de la orden agustina y los maestros Tomás Xuárez y Salvador de Ocampo que- dó establecido que serían los padres quienes deci- dirían: “la historia y fo- llaje que elija la Sagrada Escriptura”. De este modo, cuando volcamos la mira- da a la composición de la sillería en el Salón El Ge- neralito, encontramos que se evoca a San Agustín y a pasajes bíblicos corres- pondientes al Pentateuco; es decir, los primeros cin- co libros de la Biblia (Gé- nesis, Éxodo, Números, Levítico y Deuteronomio), así como pasajes del Libro de los Jueces, El Primer y Segundo Libro de los Reyes y El Libro de las Revelacio- nes o Apocalipsis, escrito por Juan de Patmos. El ta- blero principal está repre- sentado la imagen de San Agustín, quien en su obra La ciudad de Dios, creó un vocabulario que enrique- ció el pensamiento cristia- no de occidental por más de mil años. Originario de Tagaste (354- 450), al norte de la actual Argelia, San Agustín es mejor conocido como San Agustín de Hipona, pues fue ahí donde por consejo de su madre, Santa Mónica, se convirtió en obispo cris- tiano luego de pertenecer a la secta de los maniqueos mientras era profesor de Retórica al servicio del em- perador de Roma. Su obje- tivo era vivir en comunidad meditativa en la inmensidad del desierto, sin embargo, las circunstancias lo lleva- ron a asumir un papel fun- damental para la cohesión del cristianismo dentro del imperio romano. Con la ayuda de un grupo de copistas, la producción literaria de San Agustín fue grandiosa: más de 400 ser- mones y 200 cartas sobre doctrina cristiana y teolo- gía. Por ello, en el relieve central de la sillería se lo re- presenta con una pluma en la mano derecha y un co- razón ardiente, inflamado por el amor a Dios, quien lo inspira a plasmar en la es- critura su fervor. Del cielo desciende la mitra y un bá- culo, símbolos de inspira- ción y elección divina, que representan el asentamien- to del poder y la dirección de la ciudad de Dios en la Tierra; a sus pies se encuen- tran gentiles y sabios impá- vidos ante las disertaciones del padre fundador. En cuanto a la imaginería que le fue entregada a los maestros talladores se sabe que proviene de una Biblia francesa del siglo XVII; sin embargo, no se tiene iden- tificada con precisión cuál pudo ser la que llegó a la Nueva España, pues con la imprenta no tardaron en surgir biblias ilustradas, tan- to católicas como protes- tantes, y los talleres flamen- cos, italianos y españoles se desbordaron en peticiones locales y de las indias. En el mundo virreinal se le llamaba imaginería al oficio de la representación de lo sa- grado. En la iconografía ma- riana, de los santos o de pa- sajes bíblicos se observaba rigurosamente el gesto afa- ble, dulce y etéreo, para evitar confusiones que desperta- ran tergiversaciones e idola- tría, al mismo tiempo que sir- viera de puntual aprendizaje de la ortodoxia establecida por los cánones de la Santa Madre Iglesia. El establecimiento de la ci- vilidad hispánica en Améri- ca coincidió con el estallido de la Reforma protestante, por lo tanto, las autorida- des imperiales fueron es- trictas y vigilantes de que los hacedores de imáge- nes o imagineros, uno de oficios más preciados en los talleres, contaran con los grabados y representa- ciones correctas. De los ta- lleres flamencos, florenti- nos y sevillanos provienen las primeras influencias de que abrevaron los talleres de pintores, grabadores y escultores, referencias que los imagineros debían te- ner en consideración. Si bien, por décadas se pensó que el arte virreinal solo era una mera repeti- ción del europeo, con el pa- sar del tiempo los artistas elaboraron representacio- nes propias, que al día de hoy se pueden identificar en la pintura novohispana y la cuzqueña, en el Virreina- to del Perú; en la escultura de la escuela de Guatemala y en la escuela quiteña, en el Virreinato de Nueva Gra- nada, lo que demuestra el alto grado de refinamiento de las sociedades criollas. Tomás Xuárez, San Agustín de Hipona, re- lieve sobre madera. Sillería del ex conven- to de San Agustín Cd. de México, S. XVIII

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Page 1: La sillería del Convento de San Agustín en el Salón El Generalito. … · 2020-06-04 · Bibliografía • Maquívar, Ma. Del Consuelo. La Sillería de El Generalito en Antiguo

Bibliografía • Maquívar, Ma. Del Consuelo. La Sillería de El Generalito en Antiguo Colegio de San Ildefonso. México, NAFIN, 1997.• Boorstin, Daniel J. Los Creadores. España, Crítica, 2005• Osborne, Roger. Civilización, Una Historia crítica del mundo occidental. España, Crítica, 2006. • San Agustín. La ciudad de Dios. México, Porrúa, 2003.• San Agustín. Confesiones. México, Porrúa, 2003.

¿Quieres saber más sobre la historia del Colegio de San Ildefonso?escríbenos a [email protected]

#CulturaUNAMenCasa #QuédateEnCasa #ContigoEnLaDistancia#CapitalCultural #LaSanaDistancia#SanIldefonsoEnCasa #MemoriaCompartida

MEMORIA COMPARTIDA

La sillería del Convento de San Agustín en el Salón El Generalito. Evocaciones e iconografía (II/II)

E n la entrega anterior se mencionó que en el contrato firmado entre el provincial

de la orden agustina y los maestros Tomás Xuárez y Salvador de Ocampo que-dó establecido que serían los padres quienes deci-dirían: “la historia y fo-llaje que elija la Sagrada Escriptura”. De este modo, cuando volcamos la mira-da a la composición de la sillería en el Salón El Ge-neralito, encontramos que se evoca a San Agustín y a pasajes bíblicos corres-pondientes al Pentateuco; es decir, los primeros cin-co libros de la Biblia (Gé-nesis, Éxodo, Números, Levítico y Deuteronomio), así como pasajes del Libro de los Jueces, El Primer y Segundo Libro de los Reyes y El Libro de las Revelacio-nes o Apocalipsis, escrito por Juan de Patmos. El ta-blero principal está repre-sentado la imagen de San Agustín, quien en su obra La ciudad de Dios, creó un vocabulario que enrique-ció el pensamiento cristia-no de occidental por más de mil años.

Originario de Tagaste (354-450), al norte de la actual Argelia, San Agustín es mejor conocido como San Agustín de Hipona, pues fue ahí donde por consejo de su madre, Santa Mónica, se convirtió en obispo cris-tiano luego de pertenecer a la secta de los maniqueos mientras era profesor de Retórica al servicio del em-perador de Roma. Su obje-tivo era vivir en comunidad meditativa en la inmensidad del desierto, sin embargo, las circunstancias lo lleva-ron a asumir un papel fun-damental para la cohesión del cristianismo dentro del imperio romano.

Con la ayuda de un grupo de copistas, la producción literaria de San Agustín fue grandiosa: más de 400 ser-mones y 200 cartas sobre doctrina cristiana y teolo-gía. Por ello, en el relieve central de la sillería se lo re-presenta con una pluma en la mano derecha y un co-razón ardiente, inflamado por el amor a Dios, quien lo inspira a plasmar en la es-critura su fervor. Del cielo desciende la mitra y un bá-culo, símbolos de inspira-ción y elección divina, que representan el asentamien-to del poder y la dirección de la ciudad de Dios en la Tierra; a sus pies se encuen-tran gentiles y sabios impá-vidos ante las disertaciones del padre fundador.

En cuanto a la imaginería que le fue entregada a los maestros talladores se sabe

que proviene de una Biblia francesa del siglo XVII; sin embargo, no se tiene iden-tificada con precisión cuál pudo ser la que llegó a la Nueva España, pues con la imprenta no tardaron en surgir biblias ilustradas, tan-to católicas como protes-tantes, y los talleres flamen-cos, italianos y españoles se desbordaron en peticiones locales y de las indias.

En el mundo virreinal se le llamaba imaginería al oficio de la representación de lo sa-grado. En la iconografía ma-riana, de los santos o de pa-sajes bíblicos se observaba rigurosamente el gesto afa-ble, dulce y etéreo, para evitar confusiones que desperta-ran tergiversaciones e idola-tría, al mismo tiempo que sir-viera de puntual aprendizaje de la ortodoxia establecida por los cánones de la Santa Madre Iglesia.

El establecimiento de la ci-vilidad hispánica en Améri-ca coincidió con el estallido de la Reforma protestante, por lo tanto, las autorida-des imperiales fueron es-trictas y vigilantes de que los hacedores de imáge-nes o imagineros, uno de oficios más preciados en los talleres, contaran con los grabados y representa-ciones correctas. De los ta-lleres flamencos, florenti-nos y sevillanos provienen las primeras influencias de que abrevaron los talleres de pintores, grabadores y escultores, referencias que los imagineros debían te-ner en consideración.

Si bien, por décadas se pensó que el arte virreinal solo era una mera repeti-ción del europeo, con el pa-sar del tiempo los artistas elaboraron representacio-nes propias, que al día de hoy se pueden identificar en la pintura novohispana y la cuzqueña, en el Virreina-to del Perú; en la escultura de la escuela de Guatemala y en la escuela quiteña, en el Virreinato de Nueva Gra-nada, lo que demuestra el alto grado de refinamiento de las sociedades criollas.

Tomás Xuárez, San Agustín de Hipona, re-lieve sobre madera. Sillería del ex conven-to de San Agustín Cd. de México, S. XVIII