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LA SED «SACIADA DE LA CIUDAD DE MÉXICO: LA NUEVA CUENCA LE RMA-CHAPAL A-SANTIAGO. UN ENSAYO METODOLÓGICO DE LECTURA CARTOGRÁFICA RELACIONES 80, OTOÑO 19 9 9, VOL. XX Brigitte Boehm de Lameiras y Margarita Sandoval Manzo EL COLEGIO DE MICHOACA n

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Page 1: LA SED «SACIADA - El Colegio de Michoacánla considera en estado crítico y quien predice incluso un desastre ecoló gico de mayor magnitud. A pesar de que existen múltiples estudios

LA SED «SACIADADE LA C I U D A D DE M É X IC O : LA N U E V A CU ENCA

LE R M A -C H A P A L A - S A N T I A G O . UN EN SAY O M E T O D O L Ó G IC O

DE LECTURA C A R T O G R Á FIC A

R E L A C I O N E S 8 0 , O T O Ñ O 1 9 9 9 , V O L . XX

B r i g i t t e B o e h m d e L a m e i r a s y M a r g a r i t a S a n d o v a l M a n z o

EL CO L E G I O DE M I C H O A C A n

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os entes que movían aquellos lavaderos de aguas arriba de­jaron cierto día quietos sus brazos por una disputa entre po­derosos y humildes. El agua del río cesó de arrastrar detritus. Poco a poco se fue aclarando, se transparentó su fondo, de guijas y arenas. El Padre Lerma lucía esplendente. Los árbo­les y las matas de las dos orillas se inclinaron para verse tales como eran; se inclinaron tanto, que formaron una bóveda triunfal bajo la que corrían las aguas, hechas traslúcidas por el sol que se filtraba a través del baldaquino vegetal (López de la Parra 1976:10).

El propósito de este trabajo1 es el esbozo de dos situaciones contrastan­tes entre las diversas formas culturales de uso del agua que coexisten actualmente en el espacio geográfico de la cuenca Lerma-Chapala-San- tiago (mapa 1) con apoyo en la revisión de la literatura que describe al­gunos procesos de su conformación y la lectura de la cartografía gene­rada por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (iNEGl).

Esta cuenca hidrológica es la segunda más grande de México (sólo superada por la del río Bravo)2 y tiene características que hacen que al­gunas de sus regiones contengan potenciales extraordinarios para la vida humana. Otrora se pregonaban sus opulencias, ahora hay quien

1 Este trabajo forma parte del proyecto "Historia ecológica de la cuenca Lerma-Cha-

pala-Santiago", bajo la coordinación de Brigitte Boehm de Lameiras y con la participa­

ción de investigadores del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán y

del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Univesidad de Gua-

dalajara. Es uno de los resultados del esfuerzo conjunto del equipo de investigación de

diseño y discusión metodológica y análisis de información. Margarita Sandoval Manzo

realizó el trabajo cartográfico. El debido crédito corresponde a José Luis Rangel Muñoz

por la búsqueda documental y el acompañamiento en el trabajo de campo. Deseamos ex­

presar nuestro mejor reconocimiento al pesonal encargado del Archivo Histórico del

Agua, en especial a su directora la doctora Martha Eugenia García Ugarte, y de la mapo­

teca "Manuel Orozco y Berra", con particular mención al geógrafo Víctor Hernández por

todas sus finas atenciones. Agradecemos también su apoyo a Rosa Lázaro de la mapote­

ca de la Biblioteca "Luis González" de El Colegio de Michoacán.

2 Según Tamayo (1946:106; 261-262), de Lerma a Chapala la superficie de la cuenca

mide 40 551 km2, la cuenca propia de Chapala 9 370 km2, y la del río Santiago 72 929 km2,

a saber, un total de 122 850 km2. Difiere ligeramente la cifra total calculada por la Secre­

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la considera en estado crítico y quien predice incluso un desastre ecoló­gico de mayor magnitud.

A pesar de que existen múltiples estudios científicos y técnicos sobre la cuenca, el conocimiento que se tiene de ella permanece fragmentario. Aquellos potenciales son frecuentemente destacados, pero sólo even­tualmente se reconoce su inestabilidad o entran en consideración los factores que los originan, a efecto de detectar las raíces de los desequili­brios. Es común que la búsqueda de las causas que producen efectos no deseados de las obras hidráulicas se sitúe en el campo tecnológico y que a éste también se atribuyan merecidamente sus consecuencias positivas para el sistema hidrológico y para las poblaciones involucradas. Son muy escasos los análisis de las situaciones sociales concomitantes a las ejecuciones ingeníenles y, más aún, los que enfocan explícitamente sus manifestaciones culturales.

Partimos de la tesis de que cualquier obra hidráulica tiene propósi­tos precisos relativamente alcanzados, así como efectos secundarios; que en ella intervienen esfuerzos humanos de planeación, coordinación y ejecución de complejidad variable, según su magnitud y alcance, y que cada realización supone un paso en la actualización o generaliza­ción de una determinada forma cultural de aprovechamiento del recur­so natural que, sin embargo, no sucede de manera lineal, sino en las múltiples direcciones marcadas por la complejidad inherente a las dos vertientes primeras de este enunciado.

Los casos elegidos se sitúan ambos en la parte alta del sistema hidro­lógico de la cuenca Lerma-Chapala-Santiago y comparten su paisaje. El primero, el de la transformación hidráulica del valle Tenango-Toluca- Ixtlahuaca-Atlacomulco a consecuencia de las obras de conducción de agua al valle de México y de su propio desarrollo industrial urbano, al estar localizado en las fuentes altas del río definitorio de la cuenca, afec­ta su curso corriente abajo y tiene un impacto considerable sobre los sis­

taría de Recursos Hidráulicos (1952:2-5), que asciende a 125 170 km2; Funes Carballo

(1968:40-41), en tanto, aporta la de 129 263 km2. Representa la cuenca cerca de 6.4% del

área continental de México. En comparación, la cuenca del río Bravo ocupa un total de

205 566 km2 tan sólo del lado mexicano (229 320 km2 en su margen izquierda norteameri­

cana), y la del Papaloapan 36 524 km2.

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temas aledaños.3 La región elegida participa también del área geográfi­ca de mayor concentración urbana en el territorio nacional. Al definir el valle de México como "área clave" o de concentrado poder económico y demográfico, Palerm y Wolf (1972)4 vacilaron en hacer extensivo el ca­lificativo a los valles circunvecinos de Toluca, Morelos, Puebla, Tlaxcala e Hidalgo, que todos juntos tienden a convertirse, según algunos obser­vadores, en una sola mancha megalopólica.

Los analistas del panorama poblacional mexicano atribuyen al desa­rrollo de la agricultura las mayores concentraciones demográficas de la historia; el impulso industrializador aceleró la polarización ciudad- campo y la fuerza de atracción de la capital del país (mejor definida como megalópolis), cuando "se constituyen bajo Cárdenas la empresa de Estado y la burocracia" (Bataillon 1976:31; 1997:51ss) En las últimas décadas la dirección del crecimiento poblacional urbano sólo ha variado en términos relativos frente a otros desarrollos regionales.

En esta área la hazaña tecnológica de la gran obra hidráulica para satisfacción de las necesidades de consumo doméstico urbano ha de verse en una perspectiva civilizatoria muy distinta a la del desarrollo de la agricultura de riego, sobre todo en sus consecuencias socioam- bientales, aunque sean concomitantes históricamente con las políticas del Estado. La meta de urbanidad o civilidad propuesta por los sucesi­vos gobiernos liberales en imitación al modelo norteamericano [dijo el presidente Miguel Alemán: "quiero un Cadillac para cada mexicano..." (cit. en Bataillon 1997:19)], se hace extensiva al agua en la pretensión de superar los 600 litros diarios de consumo por habitante de aquel país. Tiende a olvidarse que el mismo modelo surge en un país de regímenes pluviométricos medios más constantes y con enormes reservas de agua; tiende a olvidarse, también, que al modelo subyace el uso conspicuo del agua como símbolo de estabilidad económica y prestigio social.5

3 No desarrollamos aquí una evaluación de todos estos impactos y afectaciones den­

tro del valle de México; véanse Romero Lankao 1991,1993; Perló 1989; Schteingart 1987.

4 El texto original de este trabajo data de 1957.

5 Advierte Romero Lankao (1991:155) que la meta no sólo no se ha cumplido, sino

que "a cada uno de los 19 millones de habitantes de tan gigantesca área urbana corres­

ponde un consumo promedio de 256 litros por persona, lo que significa una disminución

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El segundo caso elegido es tan sólo un ejemplo de una serie de adap­taciones hidráulicas combinadas de impacto local o microrregional ob­servables sobre escurrimientos y arroyos pequeños afluentes al Lerma que, sumadas, pueden hipotéticamente afectar al sistema de una mane­ra muy diferente al caso primero.

Es probable que este tipo de sistemas comenzara su particular for­mación con el aprovechamiento prehispánico de terrenos de ladera para la agricultura y la introducción de ganado a raíz de la Conquista espa­ñola y que constituyeran una adaptación de poblaciones indígenas y campesinos europeos marginados de los procesos de desarrollo impe­rantes en las épocas subsecuentes. Como veremos más adelante, una de las principales diferencias de estos sistemas con respecto a los del pri­mer caso parece consistir en el rechazo a la intensificación tecnológica y energética, que no a la de la inversión de trabajo, y en la constancia de una distribución demográfica dispersa como condiciones de su perma­nencia. Advertiremos también sobre los factores que los amenazan críti­camente y sus consecuencias para la cuenca en general.

Esbozamos apenas la historia ingenieril y social que subyace al ac­tual uso hidráulico en el valle genéricamente conocido como de Toluca, a fin de señalar algunos de sus propósitos y los ideales conducentes a las decisiones de ejecución de las obras. Enseguida dibujamos el área de su impacto directo y de las reacciones secundarias con ayuda de las car­tas del inegi e indicamos sus posibles o probables consecuencias medio ambientales. Al abordar los sistemas de uso de agua del segundo caso, se hacen escurridizas las fuentes históricas primarias y secundarias dis­ponibles, por lo que el análisis se centra en la documentación de los registros cartográficos y de su lectura se deducen las concomitantes so­ciales y culturales.

con respecto al consumo existente en el decenio 40-50, ya bajo en relación con el que se

alcanzó al inaugurarse las obras porfirianas", y que "a lado de colonias del poniente, que

cuentan con un abastecimiento superior a los 6001/h /d , existen amplias áreas del orien­

te que alcanzan apenas los 20 1/h/d" como sucede en muchas zonas rurales y en innu­

merables asentamientos irregulares del país. En un trabajo más reciente (1999), la misma

autora con nuevos datos calcula un promedio de 4011 /h /d de agua distribuida en tiem­

pos del porfiriato.

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No seremos las primeras en señalar que hay que buscar en el mode­lo de desarrollo que ha seguido México desde tiempos más remotos que el siglo xx las causas del deterioro ecológico de la cuenca. Pero, en pri­mer lugar, pensamos que un modelo de desarrollo no es algo que sin más se encuentre entre las ofertas de alternativas posibles; en segundo lugar, ponemos en duda la unilinealidad de cualquier vía de desarrollo, tratando de situar los problemas en la gama más vasta posible de su complejidad.

Este ensayo forma parte de un proyecto más amplio, por lo que no pretende agotar la discusión y la búsqueda de los instrumentos meto­dológicos que permitan captar y observar los fenómenos en sus distin­tos niveles, desde el local o micro hasta el global o macro, pasando por los regionales intermedios que ofrezcan elementos heurísticos relevan­tes. Su propósito es descubrir y proponer hilos diagnósticos del funcio­namiento macrorregional del sistema hidrológico y su vinculación con la formación de condiciones favorables o no para las actividades huma­nas, según detectemos en los rasgos culturales del paisaje, para tener cierta certeza en la elección de los fenómenos que ameritan ser rastrea­dos en la profundidad de los procesos históricos conducentes a una comprensión mejor de la composición de sus partículas y de la energía que las une o dispersa, si es válida la metáfora.

Hemos puesto el nombre "lectura del paisaje cultural" a uno de los ejes metodológicos del proyecto, inspirándonos en autores geógrafos, arqueólogos, arquitectos paisajistas, historiadores y antropólogos de la escuela conocida como ecología cultural. Aquí privilegiamos una de sus técnicas, la lectura del documento cartográfico, echando mano even­tualmente de las otras: la observación directa del paisaje y la interme­diada por la fotografía e imagen satelital, y la consulta de otras fuentes documentales.

Un mapa, un plano, una carta, son documentos que, según el saber común, contienen información geográfica. Aquí pretendemos justipre­ciar la medida en que, además de la localización de montañas, ríos y la­gos, de bosques, sabanas y terrenos cultivados, de poblados, caminos, canales y presas, estos documentos permiten detectar las formas cultu­rales de aprovechamiento de recursos y transformación de paisajes, así como inferir las relaciones sociales que les subyacen, no menos que las

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afectaciones de las actividades humanas sobre los sistemas naturales. La cartografía misma es un producto cultural sujeto a análisis como cual­quier documento.

Suponemos que son rasgos culturales las transformaciones que las sociedades realizan en el paisaje para satisfacer sus necesidades vitales. Esto implica que sus obras tienen un contenido simbólico alusivo a esas necesidades y que integran un lenguaje compuesto de mensajes, los cuales presentan variables en sus presentaciones estilísticas. La carto­grafía actual es el resultado de convenciones, adoptadas por el inegi, en la manera de presentar los significados geográficos naturales y cultura­les en lo que puede llamarse un lenguaje y una escritura universal. Los textos cartográficos tienen la pretensión de ser puramente descriptivos; veremos, no obstante, que su lectura cuidadosa puede descubrir la in­tencionalidad de los mensajes que transmiten, tanto el mismo paisaje, como los autores de los mapas.

El eje de esta pesquisa es el uso del agua dentro de un sistema hi­drológico superficial, es decir, encerrado al interior de los parteaguas que marcan la dirección del flujo pluvial hacia la corriente que nace con el nombre de Lerma en el valle de Tenango-Toluca, sujeta a un primer rebautizo en su descanso en la llanura lacustre de Chapala y a un segun­do como río Santiago de allí hasta su desembocadura en el océano Pací­fico, en Nayarit. Se trata de una selección espacial arbitraria, puesto que el sistema hidrológico no se corresponde estrictamente con esta demar­cación; depende de las nubosidades y temperaturas atmosféricas y de acuíferos subterráneos, y tampoco se atienen a ella los grupos humanos que la habitan y aprovechan sus recursos. La utilidad de la fijación de estos límites radica sobre todo en la posibilidad de identificar tanto cul­tural, social y geográficamente las conexiones hacia el exterior y los fac­tores que, provenientes de fuera, inciden en su interior.

Al enfocar la cuenca definida por el sistema superficial, sin embar­go, nos enfrentamos al problema hasta ahora insoluble en términos cuantitativos y cualitativos de involucrar en el análisis los fenómenos hidrológicos subterráneos. El problema es serio, si ha de considerarse que, a pesar de los avances científicos en la materia, las decisiones con­ducentes a las operaciones técnicas que afectan a los acuíferos del sub­suelo -que de hecho son energéticamente intensivas y geográficamente

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extensivas- parten del desconocimiento relativo de los posibles impac­tos en el sistema hidrológico general.

Además de la obvia importancia que el agua cobra para la vida, jue­ga ella también un importante papel en la orografía en general y en la formación de suelos en particular. No queremos dejar de mencionar también que en el ciclo geohidrológico interviene de manera notable la vegetación y la vida animal, pero dejamos para otra ocasión el seguir las huellas de su registro cartográfico en la región.

La hipótesis más genérica propone que tanto la naturaleza como el hombre participan en la conformación de las condiciones vitales que presenta la cuenca. Son los grupos humanos, sin embargo, los que han incidido en la alteración de algunas condiciones naturales, ocasional­mente de manera tan dramática, que sus consecuencias parecen irrever­sibles. Naturalmente se detecta en la región un proceso computable en tiempos geológicos de disminución de los almacenes de agua, acompa­ñado durante algunos milenios de presencia humana de escaso impac­to, si se contrasta con el logrado recientemente en un número de déca­das que, para sumarlas, sobran dedos en las manos.

La reducción en la disponibilidad de agua podría ser la concomitan­te lógica del aumento de la población. No obstante, es sólo una parte aunque muy considerable de esta última la que sufre la escasez; la otra dispone de ella en tal abundancia, que la derrocha. La sola lectura carto­gráfica no basta para establecer cuantitativamente las proporciones co­rrespondientes (que habrían de rastrearse en otras fuentes); sí permite detectar algunas relaciones cualitativas con respecto a la identificación de los mayores y menores consumidores de agua a través de las obras hidráulicas registradas. Nos acercamos así a una hipótesis más específi­ca, que propone que entre estas últimas, las de mayor envergadura son las conducciones de agua a los centros urbanos e industriales, que difi­cultan la redistribución y reincorporación al sistema hidrológico más que los sistemas de riego agrícola.

El acelerado crecimiento industrial urbano desata otro fenómeno, que es el que acrecienta de manera alarmante el problema de la escasez del agua: el de la contaminación. La lectura cartográfica sola no resuelve tampoco la distribución geográfica de las zonas afectadas; las cartas del inegi de la nueva edición sí consignan los puntos en los que se han he­

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cho necesarias las instalaciones de tratamiento de aguas que, también hipotéticamente, se corresponden y están en función de las mismas po­blaciones industriales y urbanas, más que con el saneamiento de la cuenca en general.

Con las cartas del inegi, sin embargo, por primera vez contamos con una fuente de información que integra de manera exhaustiva los datos geográficos naturales y culturales. Iremos señalando sus lagunas infor­mativas y advirtiendo sobre las conclusiones engañosas que pueden ofrecer. Contamos con la primera edición elaborada con apoyo en foto­grafía aérea en los setenta, que trataremos de comparar en algunos casos con la segunda, realizada en los noventa, aún incompleta. Contrasta­remos la información cartográfica con la ofrecida en los diagnósticos y proyectos técnicos.

La descripción hidroorográfica de una cuenca es una posibilidad real, en el sentido de que se trata de fenómenos de la superficie terrestre observables y medibles mediante instrumentos poco sofisticados. Lo que sucede abajo de la tierra nos es prácticamente desconocido; no tan­to, quizá, a causa de deficiencias tecnológicas, como por los altos costos de la exploración. Durante la mayor parte de la existencia humana en la cuenca, el conocimiento del subsuelo y sus acuíferos no fue una necesi­dad apremiante, puesto que bastaba al abasto el agua superficial. La construcción de pozos en la región remonta a la época colonial, cuando las consignas para elevar el agua eran de índole mecánica, siendo sus efectos eventualmente perceptibles en su ámbito local. La bomba hi­dráulica permitió desde el siglo xix el incremento de los volúmenes de extracción; a partir de 1950 la proliferación de perforaciones y la cada vez mayor capacidad energética de las máquinas producen impactos que trascienden la localidad a regiones cada vez mayores, sin que tenga un paralelo la intensificación extractiva en los esfuerzos de investiga­ción sobre los depósitos y los sistemas de recarga subterráneos, cuyas dinámicas se suponen en términos generales y se conocen demasiado fragmentariamente para casos particulares.

Los sistemas del segundo caso se encuentran a lo largo de toda la cuenca y sus principales características radican en el uso de pequeños acuíferos, en el extremo cuidado que sus usuarios tienen en maximizar el aprovechamiento del agua y en lo que suele llamarse un bajo desarro-

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lio técnico instrumental que, sin embargo, no resta complejidad a las soluciones ingenieriles adoptadas ante las variantes condiciones orográ- ficas e hidrológicas. La desemejanza que mayor interés debería desper­tar en estudiosos y en quienes toman decisiones está en la no afectación del potencial hídrico regional y, por el contrario, en el papel que cum­plen en impedir la pérdida del líquido, al retenerlo durante más tiempo fuera del drenaje natural, en mantener las posibilidades de evaporación que regulan los ciclos pluviométricos y en proveer las recargas necesa­rias al subsuelo.

La fo rm a c ió n ge ográfica de la c u e n c a

Ubicamos nuestros casos en el amplio territorio de la cuenca Lerma- Chapala-Santiago con el señalamiento de los principales factores que la caracterizan, para inspeccionar después en detalle las peculiaridades subregionales de la zona de nacimiento de su río y de algunas de sus elevaciones y laderas internas. La reconstrucción de una geografía prís­tina, a saber, la descripción hipotética y virtual de paisajes inalterados por la acción del hombre, es un recurso artificial válido, si se atienden a la par las modificaciones peculiares y las variaciones sistémicas poste­riores. La lectura de una cartografía actual descubrirá estructuras y sis­temas en el uso cultural del agua resultantes de una larga historia que revela la mutabilidad de los paisajes. Si bien aquí esa historia no que­dará más que insinuada, recurrimos al artificio para destacar la impre­sión decisiva de algunos hechos hidráulicos e incidencias humanas en la arquitectura orogràfica, que inhiben ahora el funcionamiento de aquel sistema original y le confieren dinámicas distintas a sus partes.

La formación geográfica de la cuenca remite a los tiempos geológi­cos en los que diversos fenómenos tectónicos y volcánicos dieron origen a la Faja Volcánica Transmexicana y la expusieron a la acción de lluvias, vientos, insolaciones y temperaturas para esculpir sus sistemas orográ- ficos e hidrológicos. No nos incumbe aquí la exploración exhaustiva de las causas que provocaron desde hará unos cincuenta millones de años

"el levantamiento prodigioso y los extraordinarios hundimientos" que atraviesan de poniente a oriente lo que hoy es México y que son carac­

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terísticos de la estructura montañosa del centro y sur del país. La com­prensión de la historia geológica de cualquiera de sus cuencas, sin embargo, "debe partir de una comprensión general, primero de los pro­cesos que afectaron el [centro] de México durante el cenozoico superior y segundo, de los procesos que formaron la Faja Volcánica".6 Bástenos aquí señalar que el escenario en el que se desarrolló la cuenca del Lerma se produjo por eventos de sumersión y disolución de la corteza marina que liberaron las burbujas magmáticas en forma de volcanes ascenden­tes a la corteza terrestre, por fracturamientos y transcurrencias que len­tamente o de manera irruptiva violenta proporcionaron la materia pri­ma para esculpir las serranías y quebradas sobre las cuales actuaron después el agua, el viento, el calor y la vida vegetal y animal para colo­rear y dar textura a sus paisajes.

Son importantes de resaltar los siguientes fenómenos: esta historia geológica es la responsable de que en el centro de México, donde nace el Lerma, se encuentren las mayores elevaciones sobre el nivel del mar y que sean éstas las que reciben la mayor cantidad de humedad prove­niente de evaporaciones marinas que pueden ser absorbidas directa­mente por la tierra o, al ser retenidas y enfriadas en las alturas, se preci­pitan en forma de lluvias y escurren por las laderas o penetran en el subsuelo.

Conjugados estos aspectos geohidrológicos -la enorme y desigual acumulación de lavas y tobas de distintas edades y el actuar prolonga­do sobre ellas del agua y el viento-, produjeron la corrosión o erosión de las masas rocosas y la acumulación de las partículas desgastadas o deslavadas en las profundas hondonadas que separaban a aquéllas. Cual enormes presas azolvadas aparecieron las llanuras lacustres de la cuenca de México y las de los valles del Lerma, a través de un proceso que tardó millones de años en conformar sus ricos suelos aluviales, en­

6 El equipo encargado de hacer el estudio geológico para la realización del drenaje

profundo del valle de México, logró plasmar una visión general que permite retomar al­

gunos de los principales elementos formativos de la cuenca del Lerma, que es la que aquí

nos interesa, tanto para su caracterización más amplia, como la de los efectos de la dese­

cación de sus lagos y de los desvíos de agua hacia la ciudad de México a partir del año

1950 (Departamento del Distrito Federal 1975,1:9).

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riquecidos con los materiales orgánicos proporcionados también a lo largo del tiempo por la flora y fauna que pobló las serranías.7

En apariencia voluntarioso y desordenado, el descomunal conjunto montañoso impone, no obstante, las condiciones sistémicas de su geo- hidrología. La altura de las elevaciones y la inclinación de las laderas, su composición interna y sus fracturas, así como la relativa distancia entre unas y otras, determinaron la dirección de los escurrimientos superficia­les y la de las absorciones de agua al subsuelo; definieron también la composición de los suelos formados o descubiertos por los arrastres. Nos interesa hacer notar que la localización de la cuna del Lerma en el centro y en lo alto de esta encrucijada de serranías impone asimismo ca­racterísticas específicas al territorio recorrido en su descenso y aleja­miento en búsqueda del mar.

La evaporación marítima es la fuente de humedad que, suspendida en el aire, llega hasta los macizos montañosos. Es el golfo de México el principal abastecedor, dada la dirección predominante de los vientos; estos mismos alejan los vapores del océano Pacífico, reduciendo nota­blemente las precipitaciones en las vertientes occidentales del país.

En la parte más alta de la cordillera sobresalen las cumbres nevadas del Iztaccíhuatl y el Popocatépetl, el Nevado de Toluca y el Tancítaro, todos ellos apoltronados en macizos hechos de múltiples volcanes, cu­yas rocas, lavas y cenizas permeables se saturan de agua, la cual resurge naturalmente del subsuelo en prodigiosos manantiales para dar naci­miento a los principales ríos del centro del país. En posición central se encuentra la cuenca de México, rodeada de esponjas montañosas de considerable magnitud. Desde que se formó la sierra del Chichinauht- zin o de Santo Domingo en el cuaternario superior quedó clausurado su desagüe meridional y comenzó el almacenaje milenario de agua y azol­ve del mayor contenedor disponible, que sólo se suspendió con la aper­tura hacia la cuenca del Tula-Pánuco del túnel de Tequisquiac inaugu­

7 El territorio de la cuenca en general se localiza dentro del sistema del eje volcáni­

co, pero comparte también zonas que suelen atribuirse a fenómenos geológicos que ori­

ginaron las sierras Madre Oriental y Occidental -entre las cuales quedó encajonada la co­

rriente del Lerma-Santiago-, así como algunos macizos montañosos del centro norte del

país.

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rado el año de 1900. Valga la comparación con un tinaco que surte de lí­quido a las viviendas de un edificio, cuyas paredes se perforan para mantenerlo permanentemente vacío.

Entre aquellas montañas son interesantes para la historia del Lerma8 (mapa 2) en primer lugar la sierra de las Cruces y sus estribaciones septentrionales, que dividen al valle de Toluca por el oriente de la cuen­ca de México (desde Coatepec hasta Atlacomulco), el Nevado de Toluca o Xinantécatl en el sur del valle del mismo nombre y la sierra de Mi­choacán (nombrada a veces "nudo tarasco", desde San Miguel Ozto- tilpan hasta San Juan Coajomulco en el estado de México) en su parte denominada sierra de la Gavia hasta la del Oro, cuyas estribaciones cierran por el oriente la segunda gran fosa rellena de aluvión y agua por los escurrimientos superficiales y los afloramientos de los mantos sub­terráneos, dando origen a los valles de Tenango, Toluca, Ixtlahuaca y Atlacomulco. Debe haber permanecido cerrado también azolvándose y anegándose durante largo tiempo este socavón, hasta que el agua del Lerma logró la altura suficiente para rebosarlo entre Atlacomulco y Te- peolulco y derramarse por los vallecillos de la Magdalena, Mezquiti- tlán, Tuxtepec y Contepec y llegar al Bajío, dejando a su paso los llanos de Maravatío y Acámbaro.

A diferencia de los otros grandes y medianos ríos amamantados por el mal llamado altiplano central (Tula-Pánuco, Tuxpan, Cazones, Teco- lutla, Nautla, Papaloapan y Mezcala-Balsas, que encontraron pronta sa­lida al mar cavando profundas barrancas), el Lerma se vio encajonado hacia el septentrión por ambas Sierras Madres, la oriental y la occiden­tal y, en vez de horadar, le tocó en suerte rellenar fosa tras fosa hasta cer­ca de Guadalajara, donde por fin logró precipitar sus aguas y esculpir los desfiladeros de la garganta del Santiago, hasta volver a topar los re­mansos de la llanura costera nayarita.

8 A partir de aquí recomendamos a los lectores tener a la mano las cartas del inegi

1:250000 E14-2 Ciudad de México; 1:50000 E14A47 Volcán Nevado de Toluca, E14A48 Te-

nango de Arista, E14A38 Toluca, E14A28 Villa del Carbón, E14A27 Ixtlahuaca de Rayón,

E14A37 San Miguel Zinacantepec, E14A17 Atlacomulco, E14A39 Ciudad de México y

E14A29 Cuautitlán.

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El Lerma-Chapala-Santiago conformó así una singular y gigantesca gradería de peldaños comunicados por el descenso de sus derrames, consistentes en llanuras lacustres y palustres de profundos suelos alu­viales, que son ellas precisamente las responsables de la fama de feraci­dad de la cuenca.

Al sueño de desecar lagos y pantanos, llegado de Europa con los conquistadores y convertido en realidad con la conjunción del desarro­llo de varias consignas tecnológicas -sobre todo el concreto y la bomba hidráulica- en el transcurso del último siglo y medio, podría cargársele la responsabilidad del proceso de desertización aún inacabado en la cuenca. Veremos que la cuestión no es así de simple, al acompañar al río en el primer tramo de su viaje y ciclo de vida y sus tropiezos con los grupos humanos.

La s c u n a s del Lerm a

Los ríos suelen tener múltiples cunas localizadas en los brotes de cada uno de sus afluentes; convencionalmente se considera que nacen en su manantial más alto y más alejado de su desembocadura. Es difícil e inútil establecer en el caso del Lerma cual de los cientos de afloramien­tos del valle de Tenango-Toluca lo trae al mundo; más conveniente re­sulta definir todo el sistema de afloramientos acuíferos que otrora sin impedimento originaban su corriente.

Es un valle relativamente estrecho el que encierran:9 por el sur, parte del macizo del Ajusco (3 930 msnm) y el Nevado de Toluca (4 690 msnm); unidos por una serie de conillos volcánicos10 conforman la valla que separa la cuenca del Lerma de la del Balsas en la parte correspondiente al estado de Morelos; por el oriente y prolongando esa serranía ajusca en dirección al septentrión, el cerro de San Miguel (3 500 msnm) segui-

9 El mapa trata de ubicar el valle de Toluca y sus contornos cerriles, pero no abarca

toda el área encerrada dentro de los parteaguas; no aparecen en él todos los sitios men­

cionados en el texto.

10 Cerros Corona (3 700 msnm), Holotepec (3 000 msnm), Tepexoxuca (3 340 msnm),

La Ladera (2 840 msnm), Santa Cecilia (2 900 msnm).

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BkMGI TTE B O E H M DE L A M E I RAS Y M A R G A R I T A S A N D O VA I M A N Z O

do por los llanos de Salazar (3 000 msnm), la sierra de las Cruces (3 520 msnm) y el Brazo del Monte (3 510 msnm) y una hilera de cerros entre ellos La Aguja, Cervantes, Cañada Honda, Los Lobos, La Piñuela, Yade- ni, Iglesias Viejas, Las Palomas y Las Rosas parten las aguas del Lerma de las del valle de México, hasta alcanzar a la altura de Atlacomulco la divisoria de la cuenca del Pánuco; por el oeste, las elevaciones del lome­río alto de La Gavia y sus prolongaciones a los montes de Xuchi y de La Providencia hasta las montañas del Oro y Tlalpujahua vuelven a hacer frontera con la cuenca del Balsas. En el centro justo de este valle se en­cuentra la ciudad de Toluca.

El nivel del azolve en este valle alcanzó los 2 580 metros sobre el ni­vel del mar (no conocemos su profundidad continental), sin un descen­so mayor de 20 metros en una distancia en línea recta de cerca de 80 km desde el pie de las montañas sureñas hasta Atlacomulco. Allí el Lerma pierde altura a menos de 2 550 metros sobre el nivel del mar al internarse al valle de Tlacotepec y luego precipitarse hasta los 2 450 en el de Toxi. Aquel plano casi horizontal alguna vez estaría ocupado por un extenso lago. Hasta épocas recientes difícilmente precisables, es probable que los 2 580 msnm indicaran el punto altitudinal abajo del cual se situaban los terrenos potencialmente anegables en el estío.

H istoria de la desecación

Los estudios hidrológicos consultados mencionan invariablemente que el Lerma tiene su origen en los manantiales de Almoloya del Río, donde otrora se formara la laguna de Chignahuapan, o bien señalan de mane­ra más genérica la o las lagunas de Lerma (mapa 3). La división en va­rios vasos lacustres y palustres obedece a causas tanto naturales como artificiales; haciendas y pueblos aledaños, a fin de cultivar las tierras ve­cinas a las ciénagas, habían ya zanjado los terrenos y levantado bordos para evitar las anegaciones, cuando se practicó el primer intento de de­secación en 1757.

Entonces, Jacobo García atendió al llamado del gobierno español para el de­

sagüe y ulterior desecación de los extensos terrenos ocupados por "las la-

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gunas pantanosas cubiertas de tule y zacates" [...] En ese tiempo, el lago se

extendía desde el inicio de las colinas meridionales de la zona, hasta los lla­

nos del norte de San Bartolo y Buenavista, abarcando amplias extensiones

(Albores Zárate 1995:351).

El segundo intento un tanto menos fallido, pues logró profundizar y ensanchar la salida del río de las lagunas de Lerma hasta el punto co­nocido como San Bartolo, data de 1857 y fue continuado en 1870 a ini­ciativa del gobernador mexiquense Mariano Riva Palacio.

Para facilitar las comunicaciones se aprovechó un estrechamiento natural

en las aguas, en el punto en que se halla situada la hacienda de Ateneo. For­

móse allí una pequeña calzada ó dique, y se estableció un puente. Las aguas

retenidas en la parte separada de la ciénega al Sur, forman la laguna supe­

rior, llamada de Agua Blanca, Almoloyita ó Ateneo, que es la mas profun­

da y perenne de todas las lagunas del valle.

Unas tres leguas más abajo de Ateneo se halla la ciudad de Lerma. Esta

población, como es sabido, se halla situada sobre una altura ó cerro aplas­

tado, rodeado por todos lados por el agua de la ciénega. En tiempos ante­

riores á la fundación del pueblo, el cerro mencionado formaba una ver­

dadera isla, que era el abrigadero de malhechores. Una vez establecida la

población, ésta se reunió á la tierra firme por dos calzadas, [cimentadas so­

bre un banco natural de arena y tepetate] una al Oriente y otra al Poniente,

con un puente con tres ojos para el paso de las aguas. Fácil es comprender

que estas calzadas hacen oficio de diques y que represan las aguas al Sur,

formando así una segunda división en la ciénega, é impidiendo el libre cur­

so de las aguas [...] Más abajo las alturas de la hacienda de la Y y de la ran­

chería de las Trojes, estrechaban las aguas en su curso, reduciéndolas á una

angosta caja; allí era donde verdaderamente comenzaba el río de Lerma.

Una vez establecidos los padres carmelitas en la hacienda de San Nico­

lás Peralta [...] construyeron la calzada de Amomolulco á Lerma por el lado

del Sur, y por el Norte levantaron diversos bordos elevados, con el fin de

aislar sus bordos de las aguas. Al mismo tiempo encajonaron las del río

de Santa Catarina, variando su curso repetidas veces (Gobierno del Estado

de México, 1871:8-9).

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El proyecto impulsado por Riva Palacio11 tuvo por objeto ensanchar y dar mayor profundidad a la salida del agua de las lagunas, y así de­saguarlas y desecarlas, y controlar los desbordamientos del río, "para poder aprovechar para la agricultura todas ó la mayor parte de las tie­rras que forman hoy el vaso de las ciénegas ó lagunas del Lerma".12 El financiamiento de la obra debía consistir en aportaciones de los propie­tarios aledaños "beneficiados" con la desecación, hacendados y pueblos de los distritos de Lerma, Tenango y Toluca que, al propósito, entraron en sociedad con una junta directiva presidida por el gobernador; efecti­vamente, los dueños de haciendas cumplieron relativamente con el pago de sus cuotas, mas no así los pueblos y comunidades, que se consi­deraban más bien perjudicadas. Es probable que estos últimos aporta­ran el grueso de la fuerza de trabajo en una cantidad variable de 200 a 600 peones diarios, ya fuera como su correspondiente cuota, ya en for­ma de jornales asalariados individuales. Para proseguir la obra y hacer frente al déficit presupuestal, se pusieron a remate los terrenos a despe­jar de los deudores. (Breve reseña histórica..., 1871).13

Los antecedentes del propósito de conducir el agua de Lerma hacia la ciudad de México son de fecha tan temprana como 1899, cuando, no obstante, el afán constructivo porfiriano se vió satisfecho con la afecta­ción extractiva realizada en Xochimilco (Albores Zárate 1995:352).

A pesar de estos ensayos desaguadores, hacia 1929 y más para acá el panorama de los manantiales del Lerma era halagüeño:

[Desde la plaza de Almoloya] por una callejuela no muy larga, pero sí de

agria pendiente, se llega a un sitio donde se ofrece a la vista una hermosa

laguna de poca extensión.

11 Su autor técnico fue el ingeniero Francisco de Garay (Gobierno del Estado de

México 1871:8).

12 Así declaró Riva Palacio al rendir cuentas sobre las obras materiales ejecutadas du­

rante su gestión (Gobierno del Estado de México 1871:9).

13 Camacho Pichardo (1998) sitúa certeramente estas iniciativas de control hidráuli­

co en el contexto del liberalismo imperante en esas épocas (siendo Mariano Riva Palacio

destacado partidario y promotor), a saber, en los inicios del federalismo (entendido como

ingerencia federal en los asuntos estatales, municipales, corporativos y privados) y en el

curso de los procedimientos desatados por las leyes de desamortización.

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Observando atentamente aquel lugar, se da uno cuenta de que bajo la

capa rocallosa que sirve de base a la loma en que se asienta Almoloya, co­

rren presurosos abundantes raudales de agua fresca, límpida y sabrosa que

brotan por multitud de puntos y forman el hermoso lago. El perímetro de

éste, en el sitio donde mana el agua, que es también el perímetro de la base

rocallosa, tiene forma irregular ondulada; allí se ve salir el líquido en abun­

dancia; un tramo importante de aquel contorno se llama T e c a l c o ; allí flu­

ye el agua copiosamente por veintisiete manantiales diversos; otro tramo,

llamado T e x o c o a pa , cuenta con diez y ocho surtidores; el tercero, que lleva

el nombre de Ix c a u ia p a n , abarca seis puntos brotantes; en los sitios nom­

brados P retu n ta , Ix c a h u ia p it a , T e p o z o c o y Los Ba ñ o s , los manantiales son

de menor importancia. Sospecho que, además de los siete manantiales que

he mencionado, hay otros que tributan sus linfas a la laguna, pues esta lleva

el nombre de Chiconahuapan, voz que significa nueve aguas. Como aque­

lla cuenca lacustre es de capacidad exigua, el ubérrimo caudal de líquido

busca por donde salir, abre un cauce, comienza a correr hacia el Norte y for­

ma el famoso río de L erm a que justamente debiera llamarse río de Almolo­

ya (Salinas 1929:115-116).

Algún estudioso contó 262 acuíferos y manantiales; en la memoria de los habitantes quedaron guardados cientos, en esta parte de las tres más connotadas lagunas (Romero Lankao 1993:91). Un lente de acer­camiento más agudo descubriría, seguramente, un mayor número de afloramientos en toda la circunferencia del plan, coincidentes, muy probablemente, con los más antiguos y compactos asentamiento huma­nos, desde San Pedro Techuchulco, Santa María Jajalpa, Tenango, San Juan la Isla, Santiaguito Coaxultenco, Rayón, Calimaya, San Lucas Te- pemajalco, Chapultepec, Mexicaltzingo, San Miguel Totopitlacuilco,14 Metepec, la misma Toluca, San Pedro Totoltepec, San Mateo Otzacati- pan y San Andrés Cuexcontitlan. Es posible que el agua de estos últimos brotes mencionados sólo estacionalmente llegara hasta las lagunas y el río, conformando lo que los geógrafos suelen llamar depósitos endorrei- cos. Nos interesa recordarlos, sin embargo, porque al parecer, su poten­

14 Entre estos tres últimos las cartas del inegi E14A48 de los setenta y noyenta aún di­

bujan una ciénaga.

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cial hídrico ha de ser sumado eventualmente al extraído y conducido posteriormente a las ciudades de México y Toluca.

Todos los pueblos mencionados sufrieron una drástica disminución poblacional durante la revolución y el abandono de actividades de sub­sistencia tanto agrícolas y ganaderas como de aprovechamiento de los recursos lacustres de pesca, caza y recolección, así como de materiales para diversas manufacturas (Romero Lankao 1993:91-92).

En tanto se restablecía demográfica y productivamente la región, so­bre todo a partir de la Reforma Agraria, se maquinaban ya los proyectos que sirvieron de base para hacer efectivo el trasvase del valle de Toluca al de México mediante la construcción de los acueductos del Sistema Lerma15 (mapa 4), cuyas obras se iniciaron en 1942 durante el régimen de Miguel Avila Camacho, para ser inauguradas en 1951 por el presi­dente Miguel Alemán en el sitio magnificado por los murales y las es­culturas de Diego Rivera en el parque capitalino de Chapultepec. Ha­bían cobrado ya intensidad ciertos factores incidentes en la paulatina disminución de los almacenes lacustres: además de los drenes al río, se mencionan el sobrepastoreo, la sobreexplotación de los bosques y las prácticas agrícolas inadecuadas (laboreo interlineal, que facilita el des­

lave en las laderas).16Suponemos una alta porosidad y capacidad de absorción de agua de

los suelos que componen las montañas que rodean a este valle. No se aprecian en las cartas del inegi huellas significativas de obras grandes o pequeñas de contención o derivación del líquido para riego o abrevade­ro y, tampoco, la formación de alguna corriente que merezca el nombre

de río, sólo pequeños arroyos, a pesar de la abundancia de las precipi­

15 Albores Zarate (1995:352) menciona los solicitados por las autoridades del Depar­

tamento Central (luego Federal) ejecutados por los ingenieros Juan de Dios Villarelo y

Rafael Orozco en 1931 y el posterior del ingeniero Guillermo Terrés.

lh No sabemos hasta que punto el extensionismo técnico gubernamental limitó la

práctica del terraceado en las laderas, que ha dejado huellas evidentes; uno de los más

impresionantes sistemas de terrazas actualmente bajo cultivo corresponde al sitio ar­

queológico de Tenango, donde su construcción original tuvo propósitos urbanos. La agri­

cultura temporalera carente de protecciones contra la erosión y la ganadería extensiva y

trashumante, invadieron los espacios desforestados a propósito de abastecer la ciudad de

México de carbón, leña, madera y árboles de navidad (Romero Lankao 1993:94).

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taciones. Esta situación cambia muy notablemente en la vertiente de los cerros de San Antonio y el Calvario de la serranía occidental, desde San Juan de las Huertas hacia el nororiente. Aquí, con el bordo de Tejalpa, comienza un sistema cultural de múltiples represamientos pequeños de los escurrimientos tributarios de los ríos Tejalpa y San Cayetano, (mapa 6) afluentes del Lerma, que dará ocasión para ilustrar el segundo caso de nuestro trabajo.

El hecho de la permeabilidad serrana en aquella parte agrega impor­tancia a los manantiales de sus pies y relevancia cualitativa al desvío de los caudales hacia la ciudad de México y hacia la mancha urbana tolu- quense. Decidimos extraer de las cartas del inegi los ductos de agua marcados como subterráneos con una línea interrumpida azul, a fin de destacar el área de influencia e impacto del abastecimiento a las ciu­dades17 (mapa 4).

Cuando apenas escurrían las primeras gotas de agua del Lerma a México,18 corriendo el año 1952, la Secretaría de Recursos Hidráulicos declaraba que la ciudad de México tenía una demanda de 6m3/s, equi­valente a 189 millones de metros cúbicos. A fin de establecer la capaci­dad de ministración de los acuíferos del Lerma, la medida se tomó en la estación de San Bartolo en la confluencia de las lagunas y el río, arrojan­do un promedio anual de 112.5 millones de metros cúbicos.19 Se capta­ron entonces

17 Nos tropezamos con el problema de que la carta E14A38 Toluca, que es central con

respecto a los acueductos del sistema, sólo está disponible en la primera edición de los

setenta.

18 La operación de los pozos inició en 1951, pero sólo se formalizó hasta 1953 (Rome­

ro Lankao 1993:105). Albores Zárate (1995:352-353-357) detecta efectos inmediatos desde

el inicio mismo de las primeras perforaciones. Refiere esta última autora, además, la

coincidencia temporal de la instalación del corredor industrial Lerma-Toluca en 1940,

cuyo mayor desarrollo ocurrió en la década de 1960-1970.

19 Según los cálculos de los técnicos de esta secretaría, de "los meses de diciembre a

julio inclusive, los gastos medios son inferiores a 6m3/s , y por tanto pueden captarse en

su totalidad; de agosto a noviembre en general, los gastos medios son superiores a 6m3/s,

y por lo tanto, pueden esperarse sobrantes que pasan al río Lerma" (Secretaría de Recur­

sos Hidráulicos 1952:98).

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las aguas de cuatro zonas de manantiales: Almoloya del Río, Texacaltengo,

Alta Empresa y Ameyalco, además aguas artesianas profundas por medio

de pozos a lo largo del margen oriental de la Laguna.

Las captaciones de Almoloya, Texcaltenango y Alta Empresa, se hacen

por medio de galerías interceptando las corrientes subterráneas de los ma­

nantiales, galerías que quedan localizadas ladera arriba a inmediaciones de

los lugares a donde aflora el agua. Son canales de concreto armado de sec­

ción rectangular, colocados a una profundidad tal, que permita recoger el

agua para conducirla a unos canales cercanos donde se instalaron las bom­

bas para elevar el agua al acueducto. Las galerías se han dispuesto de tal

manera, que se impide la entrada del agua de la laguna para evitar conta­

minaciones (Funes Carballo 1969:65).20

Mediante sondeos en el subsuelo de toda la región los técnicos loca­lizaron mantos acuíferos independientes de las aguas de los manantia­les (Funes Carballo 1969:65) -lo que explica la necesidad de perforación de pozos-, cuya explotación ha de sumarse a la de las galerías mencio­nadas. Cabe hacer notar que el túnel que atraviesa el macizo montañoso de la sierra de las Cruces de Atarasquillo a Dos Ríos tiene supuestamen­te una capacidad de conducción de 14 m3/s, y que

en la actualidad [1969] se han venido explotando varios pozos para llevar

agua hacia el túnel de Atarasquillo con un promedio de 3 metros cúbicos

por segundo.

Con el objeto de aumentar el caudal de agua hacia la Ciudad de Méxi­

co, se han venido perforando otros pozos en el Alto Lerma, captándose de

esa región aproximadamente 5 metros cúbicos por segundo (Funes Carba­

llo 1969:67).21

20 Otra fuente consigna que a lo largo del acueducto superior se cavaron 75 pozos de

profundidad variable entre los 50 y 308 metros (Comisión Hidrológica de la Cuenca del

Valle de México 1970:5), y otras más hablan de 125 pozos (mapa 5) (Según información

de Albores Zárate 1995:353).

21 Fuentes mexiquenses consultadas por Albores Zárate (1995:353) señalan que "para

1970 el agua que se extraía era de 14 000 litros por segundo, habiéndose llegado a au­

mentar en ciertos periodos hasta 16 000 litros por segundo".

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A saber, sólo de pozos en 1969 se extraerían de los subsuelos lerme- ños ocho metros cúbicos por segundo.

Antes de proseguir con las consecuencias de índole hidráulica de las obras de abastecimiento de agua potable proveniente de la región tolu- quense a la ciudad de México, consignamos que durante el sexenio del presidente Ruiz Cortines (1952-1958), coincidentes con pronunciada se­quía, se habían aumentado los volúmenes de extracción y que para 1965 la situación en las lagunas de Lerma se volvió crítica y dio lugar a la promulgación del decreto presidencial del 10 de agosto de aquel año, que establecía la veda sobre los acuíferos subterráneos en la zona.

Pesó entonces más la crisis capitalina simultánea de desequilibrio aparente entre oferta y demanda de agua, atribuida a la intensificación de la presión demográfica, para que por las mismas fechas se signara un acuerdo entre el Departamento del Distrito Federal, la Secretaría de Re­cursos Hidráulicos y el Gobierno del Estado de México para aumentar las extracciones en la zona del Lerma, anulando los efectos del decreto mencionado. El gobierno capitalino contribuiría a cambio con recursos pecuniarios para la construcción de caminos y escuelas y la restitución de agua potable a los pueblos.22

La lectura cartográfica detecta la ampliación del sistema de ductos, posterior a estos convenios, hacia las conurbaciones mexiquenses al norte de la capital en la cuenca de México, coincidente con el despegue industrial y el crecimiento demográfico de esos municipios. Los textos de los convenios son explícitos en el señalamiento de la voluntad de subsidiar y en la prioridad concedida en la política gubernamental del Estado de México a los territorios allende el parteaguas (en el valle de

México) por sobre los del valle toluquense:

22 El primer convenio se firmó el 14 de diciembre de 1966 y se publicó en el D ia r io

oficial dos días después. El primer convenio adicional data del 20 de diciembre de 1968 y

el segundo de este tipo del 3 de octubre de 1969 (D ia r io oficia l 20-12-68:59-60; 3-10-69:11-

12; 26-11-69:3). Los signatarios fueron el presidente Lic. Gustavo Díaz Ordaz, el secretario

de gobernación Lic. Luis Echeverría Alvarez, el titular del Departamento del Distrito

Federal Lic. Alfonso Corona del Rosal, el de la Secretaría de Recursos Hidráulicos Ing.

José Hernández Terán, el de la Secretaría de Agricultura y Ganadería Profr. Juan Gil

Preciado y el gobernador del Estado de México Lic. Juan Fernández Albarrán. Véase tam­

bién Romero Lankao 1991:172.

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Por estos nuevos volúmenes de agua que recibirá la Zona Naucalpan-Zara-

goza-Tlanepantla, y más adelante las poblaciones de los municipios de Eca-

tepec Morelos y Netzahualcóyotl, Estado de México, el Gobierno de este Es­

tado pagará al Departamento del Distrito Federal la cantidad de $0.20

(veinte centavos) por cada m3 de agua que sea suministrado (Diario oficial 20-12-1968:59).

También apuntan claramente a uno de los efectos secundarios del macroproyecto, a saber, la proliferación de los sistemas de agua potable a los pueblos que, una vez privados de sus manantiales, se hacen opera­tivos mediante la perforación de pozos y el bombeo a tanques elevados. Estamos señalando aquí uno de los cambios culturales más incisivos de la segunda mitad del siglo xx en el uso del agua, no solamente de los ha­bitantes del Estado de México, pero de los de todo el país. El agua entu­bada distribuida desde los tanques elevados a los usuarios es concomi­tante con las obras de drenaje para recibir los sobrantes, anulándose prácticas tradicionales de reciclaje y fertilización por residuos orgánicos en solares y terrenos agrícolas. La generalización de la producción y el uso de materias industriales agrega a la contaminación biológica la de metales pesados, tóxicos químicos y objetos no biodegradables.

Los convenios ciertamente toman en cuenta la retribución a las po­blaciones afectadas por vía de escuelas, caminos y dotaciones de agua alternativas, "obras de beneficio social, como son introducción de agua potable, construcción de escuelas y obras mínimas, consistentes en lava­deros, abrevaderos, campos deportivos, pequeños auditorios, etcétera" (.Diario oficial 3-10-1969:11), para las cuales en cada ocasión se acuerdan aumentos a las aportaciones de los gobiernos capitalino y federal.23 No se preven entonces las instalaciones de tratamiento de aguas residuales. Retomaremos este asunto más adelante.

El sueño decimonónico de aumentar las superficies aprovechables con propósitos agrícolas y ganaderos y de poner bajo control definitivo los anegamientos de los terrenos aledaños, en el caso de las lagunas de Lerma, parece haberse frustrado:

23 En esta oacasión no hacemos el seguimiento de la secuela de promesas no cumpli­

das o cumplidas a medias.

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[...] algunos terrenos se compactaron y convirtieron en resumideros; las

inundaciones que ya se habían tornado peligrosas a raíz de la deforesta­

ción, encontraron en estos suelos campo propicio para su propagación y

profundización [...] Declaraciones de algunos entrevistados muestran que

han sido pocas y hasta marginales las superficies desecadas que se han po­

dido aprovechar agrícolamente, precisamente porque la zona se inunda con

constante y alarmante facilidad.24

Al hacerse realidad una intención velada:

Existe el proyecto de intercomunicar las presas Ignacio Ramírez y José An­

tonio Alzate, para surtir de agua a una planta potabilizadora e introducir

posteriormente esta agua, mediante otro acueducto paralelo al interior de

pozos, de cinco metros cúbicos por segundo, ya que el túnel de Atarasqui­

llo tiene capacidad de 14 metros cúbicos por segundo (Funes Carballo

1968:67),

dióse ocasión a que para 1990 el Distrito Federal (¿sin las conurbaciones metropolitanas?) pudiese beber una dotación promedio diaria de entre 57 y 63 metros cúbicos por segundo,25 Las extracciones del valle de To- luca se suponen en 18.4 m3/s; de los cuales entre nueve y diez fluirían a la capital; 2.17 a la ciudad y las industrias toluquenses; 0.7 a riegos agrícolas y un resto a fines desconocidos (Contreras 1991:4, cit. en Ro­mero Lankao 1991:173).

24 Romero Lankao 1991:172. Está pendiente el cálculo de las extensiones otrora cena­

gosas ganadas para la agricultura maicera de temporal, frente a las que contaban antes

con riego, como puede apreciarse en el paisaje en esta temporada particularmente abun­

dante de lluvia del verano de 1999. También amenaza ahora el desbordamiento del río

Lerma, que causaría un desastre de enorme magnitud (Televisión del Estado de México,

Noticiario, 31-VIII-1999, noche).

25 Procedente 71.9% de la propia cuenca de México, 7.8% del Lerma y 18.7% del Cut-

zamala; estos últimos con aportaciones de 5 y 12 m3/s respectivamente. Estas cifras ofi­

ciales contrastan con otras de fuentes similares, que dicen que en 1970 se enviaban a Mé­

xico desde Lerma 12.8 nv/s, reduciéndose a 8.44 mVs en 1980 y volviendo a aumentar

en 1989 a entre 9 y 10.1 m3/s (Cifras consignadas por Romero Lankao 1991:155,173) Omi­

timos aquí el análisis detallado de los volúmenes consignados en las diversas fuentes in­

formativas, sólo advertimos que encontramos algunas incongruencias.

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B R I G I T T f - B O í: i-1M D i: L A M E I R A S "y AA A R C , A R | | A S A N D O V A l M A N Z C'

Los estudiosos suelen considerar como fenómenos independientes el crecimiento demográfico en el valle de México y los efectos del cen­tralismo en la provincia mexicana. Recuérdese al efecto la afluencia po­blacional de gente mayoritariamente de habla nahua y otomiana a la ca­pital del país, justo como consecuencia de la privación de agua sufrida en sus lugares de origen en el valle de Toluca.2*1

Romero Lankao (1991, 1993: passim) advierte sobre la relatividad y multicausalidad de los efectos de las obras que analiza en distintas zo­nas tributarias de agua a la mancha metropolitana capitalina: Xochimil- co y Lerma; atribuye tanto la intensidad como la dirección de los mis­mos a las condiciones socioambientales previas en cada lugar. Al pasar revista a los factores responsables de los cambios, entonces, por el mo­mento no intentamos calificar los impactos. Señalamos, sin embargo, que la tala excesiva de bosques y el sobrepastoreo son factores de peso en la alteración de las condiciones geohidrológicas en todo el ancho y largo de la cuenca y que su incidencia no parece frenarse en el corto y largo plazo.

Esta autora señala en relación a las consecuencias de las obras en la zona de manantiales del Lerma, en primer lugar, el agotamiento de és­tos y la disminución de acuíferos más allá de su capacidad de recarga, enseguida la no conversión al uso agrícola de los terrenos cenagosos de­secados,27 "algunos terrenos se compactaron y convirtieron en resumi­deros; las inundaciones que ya se habían tornado peligrosas a raíz de la deforestación, encontraron en estos suelos campo propicio para su pro­pagación y profundización" (Romero Lankao 1991:172).

Cabe anotar que en ciertos casos, sin embargo, la intensificación agrícola fue inusitada, como en Santa María Jajalpa, donde la pérdida de manantiales y las extracciones mediante bombeo profundo agotaron

20 Ha de ser motivo de otro estudio el poner en su justa dimensión los movimientos

poblacionales que contribuyeron a la concentración urbana en el país, ocasionados por

fenómenos tales como la Revolución y la Cristiada, la Reforma Agraria, por un lado, de

las sucesivas sequías e inundaciones, por otro, y finalmente, por la concentración de las

inversiones económicas en la región central del país.

27 "Declaraciones de algunos entrevistados muestran que han sido pocas y hasta

marginales las superficies desecadas que se han podido aprovechar agrícolamente" (Ro­

mero Lankao 1991:172, nota 2)

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el pantano bajo cultivo chinampero y, reemplazado el recurso para riego con aguas negras supuestamente tratadas y de pozos, los habitantes de este pueblo se convirtieron en prósperos abastecedores de hortalizas de los principales mercados de abasto del país (Chacón López 1999).

Romero Lankao continúa señalando entre las causas de los efectos en los suelos lacustres el incremento del sobrepastoreo en las laderas co­lindantes (sin aumento de las superficies de agricultura de temporal maicera ni de sus magros rendimientos) que, aunado a la continuada deforestación, incide de manera acentuada en la erosión, por un lado, en el azolve y las anegaciones sin control, por el otro. Apunta las conse­cuencias ecológicamente graves y aún sin ponderar de la instalación de industrias y la urbanización en el corredor del Lerma para la agricultura de riego y las posibilidades de subsistencia saludables de los habitan­tes de la región, donde, a más de contribuir a la sobreexplotación de los acuíferos,

Asentamientos irregulares e industrias carecen de un sistema de drenaje en­

tubado, por lo que descargan sus aguas residuales en canales, cañerías a

cielo abierto y en lo que queda del río Lerma. Además de convertirse en un

problema de salud y seguridad públicas, estos vertideros se han constitui­

do en fuentes de contaminación del río Lerma y las zonas pantanosas alre­

dedor del corredor industrial. Se han convertido además, en contaminado­

res de suelo y agua subterránea (Romero Lankao 1991:179).28

No hagamos más largo el cuento y consignemos tan sólo que corría el año 1976 cuando se iniciaron las obras del proyecto de transferir agua al valle de México desde el río Cutzamala, afluente del Balsas, comen­zando a operar en 1982, cuya construcción se realizó en tres etapas, que culminarían con una captación declarada de 12 m3/s. El Sistema Cutza­mala comparte su geografía dentro de la cuenca Tenango-Atlacomulco con los ductos de captación del alto Lerma.29

28 Albores Zárate (1995: p a s s i m ) documenta ampliamente los efectos socioculturales

de las desecaciones en el pueblo de San Mateo Ateneo.

29 "A rtíc u lo primero.- Se declara de utilidad pública la construcción de un acue­

ducto, plantas de bombeo, torres de oscilación y sus caminos de acceso, operación, inter­

comunicación e interconexión de las lumbreras 1 y 2 del Túnel Analco-San José, así como

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Respetando la libertad y mediante convenios con estados soberanos pe­

netramos hasta el municipio para propiciar un desarrollo equilibrado [...] el

federalismo constituye el instrumento más vigoroso de que la nación dispo­

ne para trazar el camino que ha elegido [...] sabemos que los problemas

existentes son producto del gigantesco conglomerado humano en que se ha

convertido nuestra metrópoli y que solamente con la participación activa,

consciente, paciente y coordinada de todos podemos resolverlos. El agua es

alimento y salud, substancia elemental de justicia que no puede retardarse.

Lic. José López Portillo (Secretaría de Recursos Hidráulicos 1982:1).

El proyecto del Sistema Cutzamala anunció como sus objetivos sa­tisfacer la demanda metropolitana de agua hasta el año 2000, coadyuvar al crecimiento industrial de la región Toluca-Ixtlahuaca y reducir la so- breexplotación de acuíferos de los valles de México y Toluca, siendo apenas el primer paso en el plan de acción que contemplaba (o contem­pla), primero, surtir el abasto de las cuencas de los ríos Amacuzac y Te- colutla, además del Cutzamala, y enseguida, de los nombrados Pánuco, Amajac, Tula-San Juan, Tuxpan, Nautla, Oriental, Balsas, Tehuacán, Blanco y Papaloapan.30

En su primera etapa, en operación desde el día 3 de mayo de 1982, la tubería de concreto de 2.5 m de diámetro y con capacidad de conduc­ción de 12 m3/s realiza un recorrido de 77km desde la presa Villa Victo­ria (interrumpido en los módulos de las plantas potabilizadoras, es

la adquisición de los terrenos necesarios que constituirán las zonas de protección del cita­

do acueducto, en el Municipio de Lerma, Estado de México, las cuales formarán parte de

la obra hidráulica denominada Sistema Cutzamala" (D ia r io o ficia l 21-05-1981:17, Decreto

Presidencial, Lic. José López Portillo).

3Ü Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos 1982:18-19. Recuérdese que en las

firmas de los convenios antes referidos entre las autoridades capitalinas y federales y

las del Estado de México se preveía que "el propio Gobierno del Distrito Federal está de

acuerdo en que, conjuntamente con las nuevas obras proyectadas, [...] posteriormente,

cuando ello sea factible, es decir, cuando se realicen las obras del Sistema Guadalupe-Te-

peji, cederá hasta 1 m3 más por segundo para el abastecimiento de las poblaciones de los

Municipios de Ecatepec de Morelos y Netzahualcóyotl, Estado de México" (D ia r io o ficia l

20-12-1968:59).

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decir, las que limpian el agua que va a México) hasta alcanzar el túnel Atarasquillo-Dos Ríos, viejo conocido del Sistema Lerma. La segunda etapa consistió en captar y agregar el agua de las presas Valle de Bravo (6 m3/s) y Chilesdo (1 m3/s) a las potabilizadoras, para lo cual fue nece­saria la construcción de tres plantas de bombeo con sus respectivas to­rres de sumergencia y oscilación, "equivalentes en promedio a un edifi­cio de 20 pisos". La tercera etapa permite

[...] captar en la presa derivadora de Colorines 8 m3/s procedentes de las

presas Tuxpan y el Bosque, en el Estado de Michoacán,31 e Ixtapan del Oro,

en el Estado de México, para lo cual se construye la Planta de Bombeo 1,

Colorines, para una capacidad de 20 m3/s y carga de 157 m; la conducción

de 4 km de Colorines a Valle de Bravo; la segunda tubería de 2.50 m de diá­

metro con capacidad de 12 mVs entre Valle de Bravo y el túnel Analco-San

José, con 90 km de longitud; la instalación de los 3 equipos de bombeo fal-

tantes de las plantas 2 ,3 ,4 y 5, y tres módulos de potabilización requeridos

para el tratamiento (Secretaría de Recursos Hidráulicos 1985: passim; citas

de las páginas 22 y 29).

Aprendemos así que son dos tubos los que recogen líquido de toda la zona de altos manantiales del Cutzamala y que mediante inusitadas proezas tecnológicas y energéticas transportan el "agua para millones de mexicanos" (Comisión Nacional del Agua 1997:portada). Nos entera­mos también de que, al parecer, ahora son dos túneles los que atravie­san la sierra de las Cruces en dirección a la ciudad de México, a saber, el Atarasquillo-Dos Ríos y el Analco-San José.32

31 No será casual que el año de 1986 se levante la veda de aguas de propiedad nacio­

nal en territorio michoacano, decretada el 27 de julio de 1931 y publicada en el D ia r io ofi­

cial d e la fe d e r a c ió n el 27 de agosto de ese año (D ia r io o ficia l 07-09-1986:13, decreto presi­

dencial, Lic. Miguel de la Madrid Hurtado).

32 No nos es posible hacer el debido seguimiento cartográfico de estos túneles en la

parte correspondiente a la carta E14A38 Toluca de la última edición, que aún no ha sido

impresa por el inegi. Por lo mismo, el trazo del acueducto Cutzamala sólo queda esboza­

do en nuestro mapa.

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Revelaciones de la cartografía

El trazo de la obra hidráulica basado en la cartografía del inegi descu­bre un territorio de afectación mucho más amplio que la sola zona de manantiales del Lerma, tanto en lo que respecta a la captación de agua para la metrópolis de México y sus consecuencias de disminución del recurso allí mismo y río abajo, como a las demandas de la propia región y al carácter y volumen de sus residuos.

Recordemos que los estudios e informes técnicos al alcance de los autores consultados coinciden recurrentemente en reducir el área de afectación de las extracciones a la ya expresada en los siguientes térmi­nos para la década de los sesenta: "se captan las aguas de cuatro zonas de manantiales: Almoloya del Río, Texacaltengo, Alta Empresa y Ame- yalco, además, aguas artesianas profundas por medio de pozos a lo largo del margen oriental de la Laguna [de Lerma]" (Funes Carballo 1968:65ss).33

Los acueductos detectados en las cartas del inegi obligan a recon­siderar el conjunto de las afectaciones a los acuíferos de la serranía divi­soria de los valles de Toluca y México, por una parte, y el territorio alcanzado por los brazos del Sistema Lerma en el valle de Tenango- Toluca-Ixtlahuaca, por la otra. Inducen también a incorporar en el análi­sis al Sistema Cutzamala. Si queremos completar el inventario de facto­res que han de incidir en el panorama geohidrológico aguas abajo en toda la cuenca Lerma-Chapala-Santiago, no podemos dejar de lado los efectos secundarios cartográficamente documentados de intensificación de los sistemas de abasto de agua en el propio valle toluquense; nos ve­

33 La Secretaría de Recursos Hidráulicos (1952:36) sólo indicaba la extensión entre Al­

moloya del Río y San Bartolo, a saber, las lagunas de Chignahuapan y Lerma. No se con­

sidera un área mayor por estudiosos posteriores como Romero Lankao y Albores. La pri­

mera de estas autoras describe las tres lagunas: la primera, de Almoloya o Tlaltizapan, se

extendería desde Texquialácac hasta Tlaltizapán, cubriendo una superficie de 50 km; la

segunda abarcaba 24 km y sería la de Chignahuapan, que tocaba los poblados de Ateneo,

Capulhuac, San Pedro, Tlaltizapán y Tultepec; la de Lerma sería la tercera y sus 10 km

correspondían a terrenos del pueblo del mismo nombre y de las haciendas de Doña Rosa

y San Nicolás (Romero Lankao 1993:89ss; véase mapa en su trabajo de 1991:102).

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mos en la necesidad, sin embargo, de tan sólo conjeturar en torno a la magnitud de los problemas sépticos ocasionados por los residuos.

Las aguas que se encuentran dentro del conjunto montañoso que di­vide a los valles de México y Toluca, no hay que olvidar, se deben a pro­cesos milenarios de carga y recarga de los almacenes. A diferencia de los escurrimientos y las reservas superficiales, sigue siendo difícil y costo­so, por lo tanto fragmentario el conocimiento sobre sus volúmenes y sobre los sistemas subterráneos que alimentan o drenan los depósitos. No es posible por ahora establecer la magnitud de la afectación al siste­ma hidrológico de las entrañas de las cordilleras, si agregamos el hecho de que aun las formaciones geológicas en las que se hospeda están ape­nas esbozadas. Mínimamente podemos hacer un inventario de las suc­ciones aplicadas desde el exterior, dejando aparte el cálculo de las masas de líquido transportadas por sus ductos.34

Registramos en nuestro mapa, en primer lugar, los puntos de suc­ción y los conductos indicativos de extracciones de agua de la sierra que se extiende desde el Ajusco hasta los bloques de cerros localizados entre Jiquipilco en el valle de Toluca, Villa del Carbón en la cuenca alta del Tula- Pánuco y San Francisco Magú en la cuenca de México. Al mismo tiempo señalamos las conexiones existentes con los ductos que transportan el líquido desde los valles toluquenses a la zona metropolitana mexicana.

Iniciamos el trazo en el meridión del valle de México (cartas in e g i

E14A39 Ciudad de México)35 donde se hace patente un sistema inde­pendiente, encargado de trasladar el agua de los manantiales de la zona conocida como los Dinamos o las Cañadas de Contreras y de vaciar re­servas subterráneas del cerro de San Miguel y sus aledaños, para dar de beber a los asentamientos humanos de la Carbonera hacia abajo.

En rumbo al septentrión nos topamos con una sangría practicada al cerro del Judío, que desciende hacia San Ángel, pero que también se co­necta a dos acueductos paralelos de los Sistemas Lerma y Cutzamala,

34 Desprendemos del registro cartográfico lo simbolizado como acueducto subterrá­

neo con una línea azul interrumpida que, a fin de no errar, restringimos a los identifica­

dos además con la palabra acueducto y por la rectitud de su trazo, pues la misma figura

está aplicada a corrientes superficiales intermitentes.

35 Nos referimos siempre a la serie de cartas en la escala 1:50000.

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RRIGiTTE B O t H M DE LAMEIRAS Y MARGARI TA SANDGVAI . MAÑI ZO

que vienen desde Santa Fé y Cuajimalpa, después de dejar la tubería central y atravesar entre San Fernando y Navidad. De éste se despren­den dos surtidores: uno baja hacia San Angel, otro al rumbo de Lomas de Plateros. En la zona de Santa Fé hacen un triángulo ambos conduc­tos con un tercero que por el Contadero baja el líquido de manantiales y acuíferos del propio cerro de San Miguel, pero tomando su ladera noroccidental y dejando en medio al Desierto de los Leones. En su vérti­ce inferior, el triángulo genera una sola conducción que desciende por la avenida Constituyentes, rodea por el norte el panteón de los Dolores y arriba al bosque de Chapultepec al sitio de la fuente dieguina.

Antes de presentar nuestro análisis de los acueductos que conforma­ban el Sistema Lerma, continuamos hacia el norte para poner en la mira dos bifurcaciones: la que corre paralela a la carretera a Huixquilucan para agotarse en las instalaciones del Club de Golf Chapultepec, el Hipódromo de las Américas y un área situada entre los edificios ad­ministrativos de la delegación Benito Juárez, el Molinito y el estadio de Cuatro Caminos, y el brazo que se desprende de este último cerca de un punto llamado el Obraje para agotarse (en la primera edición de la carta del inegi) en las cumbres de San Mateo en el Estado de México.

En un punto situado entre Huilotlapa (Cuxtengo) y San Ramón, en el trayecto del acueducto transportador de agua de Atarasquillo a la ciu­dad de México (rebautizado con el nombre de Sistema Cutzamala), se desprende en la carta de la segunda edición del inegi una nueva tubería subterránea hasta el cerro del Judío, ahora densamente poblado. Salvo el cambio de nombre, hacia el norte del ducto central del Sistema encon­tramos una nueva derivación a partir de la misma Huilotlapa, que re­corre por lo alto la ladera hasta llegar a fenecer en la presa Madín en el Estado de México36 (Cartas E14A29 Cuauhtitlán).

Seguimos hacia el septentrión traspasando las obras para suministro de agua del río Cuautitlán y llegamos hasta las estribaciones serranas al poniente de Villa del Carbón, en cuya contraparte se encuentra Jiquipil- co en medio de escurrimientos tributarios del Lerma (Carta E14A28

36 Sólo falta unir entre esta presa y la de Guadalupe, para empalmar con el sistema

de los ríos Cuautitlán yTepotzotlán, alimentadores ahora del abasto urbano del norte del

valle de México.

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Villa del Carbón). Las obras hidráulicas diseñadas para la captación de agua con destino a las conurbaciones metropolitanas en la cuenca de México del rumbo de Tepotzotlán ascienden en estos conjuntos serranos hasta los 3 400 msnm; las abastecedoras de los desarrollos industriales de Tepeji del Río-Tula en la cuenca alta del Pánuco tienen sofisticadas ramificaciones y rodeos para captar agua de un circuito que se extiende del cerro de la Bufa a una altura de 2 950 msnm, desde los poblados de San Juan de las Tablas, San Martín Cachihuapan y San Isidro del Bosque hasta Villa del Carbón (aproximadamente 2 600-2 650 msnm) (Carta E14A28 Villa del Carbón).

El trazo del mapa es indicativo de un extenso sistema de ductos que, además de afectar todas las fuentes posibles de agua y los acuíferos sub­terráneos del lado de la serranía que limita el valle de México por el oriente en todo su largo, desde las estribaciones del Ajusco hasta los ce­rros tepotzotecos, agrega el líquido de las zonas de manantiales de dos cuencas: la del Lerma y la del Cutzamala. Con la conclusión del "acua- férico", el sistema operaría los abastos de toda la circunferencia serrana del valle y el futuro agregado de las demás cuencas circundantes.

Detenemos aquí la revisión correspondiente a las cuencas de México y Tula con la demarcación en nuestro mapa de las áreas que muestran densidad en la aplicación tecnológica hidráulica para abasto industrial y urbano.

Sin descartar que los sistemas hidrológicos subterráneos que pro­porcionan las humedades sean independientes y no se afecten mutua­mente, en tanto no se tenga mejor comprensión de su funcionamiento, no pueden ser eliminados del inventario de acuíferos restados a la sie­rra,37 cuya descripción continuamos ahora del otro lado del parteaguas en la cuenca directa del Lerma.

Volvemos a la parte sureña, donde la huella cartográfica coincide conservadoramente con el territorio de afectación lermeño reportado en proyectos, informes y estudios técnicos. Remontamos el acueducto que culmina en Atarasquillo para integrar su flujo al túnel de la tubería

37 Hasta aquí no hemos consultado los reportes que indiquen el carácter de las capta­

ciones: si son tomas directas de manantiales o de escurrimientos superficiales, o si pro­

vienen de galerías.

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que atraviesa la sierra hacia la capital del país. Encontramos el inicio en el caserío de San Miguel de Ocampo;38 trazando siempre la ruta de su re­corrido en el talón de la sierra rodeando la llanura antes lacustre, deja a su derecha a Santa María Jajalpa; en San Pedro Techuchulco se bifurca para rodear con dos brazos al pueblo de Texcalyacac y volverse a en­contrar después de rozar el izquierdo la superficie dibujada como even­tualmente anegada de la laguna de Chignahuapan. Prosigue hacia Al­moloya del Río (recordemos que allí se iniciaron las captaciones de los otrora pintorescos manantiales), quedando a la derecha San Lorenzo Hueuetitlán. Después de atravesar Santa Cruz Atizapán recibe el agua de un ramal proveniente de San Pedro Tlaltizapán y la exhacienda de Ateneo, situada a la orilla del afluente extremo del río Lerma, nutrido a su vez del desaguadero de la desecada laguna de Chignahuapan y el es­tanque de sedimentación del desagüe de Almoloya. Desde su camino hacia el norte, al atravesar San Nicolás Tlazala y el Pedregal de Guada­lupe Hidalgo y llegar hasta Amomolulco, se vislumbra al poniente el panorama de la primera laguna desecada del Lerma y más allá el río canalizado del mismo nombre.39

Allí en Amomolulco (cartas E14A38 Toluca de Lerdo) cruza la autopista México-Toluca y en ese mismo sitio el acueducto desprende un ramal que corre a lo largo de todo el corredor industrial del Lerma y alcanza a la capital mexiquense.

El acueducto captador del antiguo Sistema Lerma40 prosigue su cur­so para alcanzar los acuíferos de San Miguel Ameyalco (uno de los ma­nantiales mencionados como originales) y los de Santa Cruz Chigna­huapan del lado izquierdo, hasta tocar las orillas del pueblo de Santa María Atarasquillo, donde está el entronque con el símil que acarrea

38 Cartas E14A48 del inegi. En la edición más antigua de las cartas E14A48 Tenango

de Arista. En la más reciente el origen de este acueducto está en San Pedro Techuchulco.

39 A la derecha quedaron Santiago Tianguistenco, Guadalupe Yancuictlalpan, Capul-

huac de Mirafuentes, San Miguel Almaya, San Nicolás Tlazala y Ocoyoacac; a la izquier­

da los antes isleños San Pedro Tlaltizapán, San Mateo Ateneo, San Pedro Tultepec y San

Pedro Cholula.

40 A partir de Amomolulco se registran dos ductos paralelos a ambos lados de la ca­

rretera libre a Atlacomulco.

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aguas desde la playa septentrional hasta este lugar. Allí también arran­ca la perforación entubada que atraviesa la sierra hacia el oriente.

Antes de proseguir la descripción cartográfica, cabe anotar que en las estribaciones serranas por arriba de las playas, las cartas del inegi se­ñalan la existencia de acueductos subterráneos inconexos que, aparente­mente, sirven al abasto de pequeños poblados y aldeas.41

Nuestra lectura continúa el camino del acueducto captador a lo lar­go de la antigua playa de otras dos lagunas de Lerma desparecidas, las que se extienden a su izquierda desde Amomolulco hasta San Nicolás Peralta y Alvaro Obregón, cuyo lindero occidental es el canal del río Lerma.42 De allí se dirige hacia las cercanías de Metate Viejo, donde lo encuentran por su lado derecho los acarreos subterráneos de agua pro­venientes del río Salto del Agua y la zona de San Lorenzo y Sacamulpa Huitzitzilapan y Santa María Tlamimilolpan. Torna al oriente para be­ber en Santa Catarina y calmar su sed en Xonacatlán, ahora por su iz­quierda con la ayuda de un tubo que viene abajo de la llanura desde cer­

41 Son los siguientes: desde San Francisco Tepexoxuca en la ladera del cerro Tenango

y Joquicingo en la del cerro Muntepec hasta cerca de San Miguel de Ocampo; desde San­

ta Martha (aquí baja el mismo en dirección al estado de Morelos) a la Esperanza, capta

aguas de varios volcancillos y del Parque Nacional Lagunas de Zempoala; de Ahuatenco

a Ocotenco; de San Bartolo del Progreso y Colonia Campesina a San Nicolás Coatepec en

las laderas de los cerros Corona y San Secundino; desde Tomasquillo (Potzoco) rodea el

volcán Tomasquillo hasta el volcán Negro; de parte alta del arroyo Agua de Pájaros una

bifurcación rodea el volcán la Silva para bajar a Xalatlaco; de Xalatlaco a Guadalupe Yan-

cuictlalpan; del volcán Tehualtepec bajan tres ductos a San Felipe Mirasol, a San Miguel

Almaya y a Capulhuac; del cerro el Gavilán a San Pedro Atlapulco; de una lagunilla al

este del Pedregal de Guadalupe a Ocoyoacac, atravesado por otro con mismo destino

que viene del arroyo la Lagunilla; del pie del cerro el Fresno a Río Hondito. Más adelante

describimos los que se encuentran en las laderas que bajan hacia la canalización subterrá­

nea central.

42 En el extremo norponiente de la yerma ciénega, la antigua boca del Lerma de San

Bartolo cambió su nombre al de la Constitución. Es por ese mismo rumbo que se locali­

zan los puentes sobre el río Lerma formados por la tubería de los acueductos del Sistema

Cutzamala. Allí también está el lecho del dren desaguador de la antigua zona lacustre,

que ahora corre paralelo a los tubos del Cutzamala y vierte al río las aguas residuales de

Toluca y Lerma y de todos los pueblos de la ladera, así como los excedentes pluviales,

que se mezclan libremente con aquéllos.

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ca del Espino. En Villa Cuauhtemoc descarga hacia el rumbo de Toluca (o carga desde allá), atravesando el canal del río Lerma, después de ha­ber dejado a su paso a Santa María Tetitla. Allí mismo en Villa Cuauh­temoc y poco adelante se renutre mediante dos ductos de aguas procedentes de San Mateo Mezoquilpan y quizá desde Mimbres, para encontrar después por su lado izquierdo una toma de la llanura, otra del río Lerma y la tercera de la presa Antonio Alzate. Por la derecha, un ducto subterráneo parece tributarle las aguas de los centros ceremonia­les otomíes localizados arriba de San Pedro Arriba y Enthavi (carta E14A28 Villa del Carbón), de los manantiales de los Ojuelos y el cerro de Los Lobos, conectando también con los acuíferos de Temoaya, La Magdalena Tenexpan, La Cañada, Cerrito el Panal y San José Comalco. Entre el bordo San Lucas y San José las Lomas, en el norte de la presa Alzate, dos alimentadores más recogen agua de Las Lomas, San Martín Morelos y Portezuelo. Una pequeña toma está registrada en Allende,

antes de que nuestro acueducto se aproxime a la cortina de la mencio­nada presa y prosiga con rumbo al norte para seguir bebiendo líquido del ducto que la trae de San Martín Morelos. Por el rumbo de las presi­llas de los Arbolitos y San Agustín otra entrada de agua desprende los acuíferos de San Antonio Bonixi.

Las estribaciones occidentales del cerro de Yoco tributan sus aguas a un sendo ramal que desemboca en el colector principal al oriente de Ixtlahuaca de Rayón43 (carta E14A27), con nacimientos en la presa Pisle, el arroyo de San Bartolo (arriba de San Bartolo Oxtotitlán, 3 220 msnm), en Loma Hidalgo, arriba de Santa María Nativitas, Jiquipilco y Loma Endotzi (alcanzan los 3 000 msnm).

Una corriente subterránea de agua entubada conecta a esta última rama con otra gemela que descarga en el conducto principal al norte de Santa María del Llano. Esta conexión recolecta con pozos en el área de las Lomas del Astillero, de San Felipe Santiago y de Malacota, en San José del Sitio, Buenos Aires, Rancho Alegre, Dolores Amarillas y San An­tonio Nigini. En la unión con la rama gemela en Tlacaque recibe las aguas originadas en la zona de Santiago Yeche.

43 Esta cabecera municipal se encuentra rodeada de diversos acueductos, además de

ser aledaña al río Lerma.

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El punto de confluencia de ductos al norte de Santa María del Llano recibe otro entubamiento acompañado de pozos, que viene de San Fran­cisco Ixtlahuaca en la llanura lermeña. El brazo que viene camino del norponiente por Los Reyes y San Francisco Cheje (al oriente de la ha­cienda de Pastejé), parece agotar el área de recolección del Sistema Ler­ma. Varios acueductos inconexos se localizan, sin embargo, en las lade­ras del cerro de Jocotitlán.

El valle Tenango-Toluca-Ixtlahuaca, en su parte noroccidental, es atravesado por el acueducto que transporta agua hasta la ciudad de Mé­xico desde el río Cutzamala y que, como hemos visto, confluye en el del Sistema Lerma. Virtualmente aquel puede ser considerado como una ampliación de éste. El ducto del Sistema Cutzamala penetra la cuenca del Lerma al oriente de la presa Victoria y sirve de trasvase de la cuen­ca del Balsas. Su camino hacia el oriente deja al norte las presas Ignacio Ramírez y Antonio Alzate.

Es pues el agua de ambas cuencas la que sube de Atarasquillo por debajo de la tierra y aflora en la cuenca de México. Antes de atravesar la montaña, sin embargo, no tiene empacho en recoger también en el mismo rumbo de Atarasquillo las aguas de Analco y algo más arriba las de San Francisco Xochicuautla por su lado norte, y por el sur las colec­tadas en el valle de Salazar mediante un ducto que las trasvasa hacia el rumbo de Huixquilucan y aprovecha para captar las de la Cañada, el Cerrito y San Juan Yautepec.

Hemos dado la vuelta por ambos lados a la serie volcánica serrana que separa a los valles de Toluca y México, a fin de inventariar las tomas y conducciones de agua que hipotéticamente pueden reducir los volú­menes disponibles río abajo en toda la cuenca del Lerma y para demar­car el territorio contenedor de los acuíferos más afectados. Esbozamos así un panorama de captaciones más amplio que el esperado, sobre todo hacia el norte del valle toluquense, por esta parte, de demandas de abas­to de líquido que se extienden hasta la cuenca del Pánuco en el septen­trión de la cuenca capitalina, por la otra. El sistema en su conjunto reve­la la capacidad tecnológica de trasvasar el agua de cuatro cuencas: Bal­sas, Lerma, México y Pánuco, estas dos últimas por vía del drenaje pro­fundo, en la región más concentradora de volúmenes pluviométricos y milenarios almacenes subterráneos.

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El inventario no se completa sin el agregado de los pozos artesianos profundos y las galerías que alimentan a los acueductos descritos. Que­da también inconcluso sin las dotaciones de agua a las ciudades de To­luca, Ixtlahuaca y Atlacomulco y a los desarrollos industriales de Ler­ma, Ixtlahuaca, Pastejé y el mismo Atlacomulco.44

Persisten sin atención, además, los cambios culturales en el uso del agua de los habitantes de una multitud de pueblos y ranchos que se han sometido a la alternativa del trabajo asalariado agrícola, servicial y obrero o a la migración a nuestras ciudades, a la frontera norte y a los Estados Unidos, al ser reducidos los recursos locales a meros comple­mentos raquíticos de su economía. Los rasgos hidráulicos característi­cos de los nuevos usos del agua aldeanos y pueblerinos se manifiestan en las obras de dotación de agua potable imitadoras de las urbanas, las más de las veces con apoyo en pozos profundos y tanques elevados de donde se distribuye el agua a casas habitaciones e instalaciones indus­triales y de servicios,45 con la simultánea desaparición de los pozos domiciliarios de escasa penetración. El tipo de suministro y el consumo masivo de aparatos domésticos industriales, ocasionan el incremento de los volúmenes de agua utilizados e intensifican el gasto de energía; al mismo tiempo, simbolizan el ascenso económico y el prestigio social de los usuarios.

Se observa en la cartografía, finalmente, la densidad demográfica en las áreas afectadas del Lerma, donde los poblados se tocan unos con otros.

44 Dejamos pendiente la revisión de los estudios y los informes técnicos y de gobier­

no mexiquenses, capaces de precisar la envergadura de esos aprovechamientos ácueos;

la cartografía del inegi no nos permite distinguir las obras de abasto industrial y urbano

de las realizadas con fines agrícolas u otros. Ambos tipos documentales tienden a ocul­

tar también el clandestinaje. Un ramal del Cutzamala está destinado a la ciudad de Tolu­

ca, en tanto que aquí los caudales de abasto más importantes descienden entubados del

volcán de Toluca.

45 La proliferación manifiesta en la cartografía registra apenas una proporción míni­

ma de perforaciones; cálculos no comprobados hacen ascender el número de pozos en el

valle a más de 20 000. Lo mismo sucede con los tanques elevados, cuyo registro aquí

coincide con el área de más intensa industrialización. El registro de pozos desaparece en

las cartas de la última edición del inegi.

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C o n t a m in a c ió n del a g u a y la tierra

Queda por hacer la reseña del magno problema de la contaminación del sistema hidrológico del alto Lerma, que a causa de la información dis­ponible, resulta ser la más fragmentaria. Las cartas del inegi no señalan los drenes de las aguas residuales y tampoco las zonas de concentración de residuos sólidos o basura. La consignación de las construcciones co­rrespondientes a estanques de sedimentación y plantas de tratamiento de aguas es indicativa de los sitios donde suponemos que el saneamien­to se hace necesario; sólo excepcionalmente, sin embargo, coinciden con las zonas de probable mayor desecho de sépticos y tóxicos. Localizamos cartográficamente (mapa 5) el primer tipo de instalación únicamente en las zonas de descarga de los pueblos primitivamente privados de sus manantiales en la región de las lagunas de Chignahuapan y primera de Lerma, es decir, aguas arriba de la zona industrial Lerma-Toluca. La única planta de tratamiento destinada al saneamiento del río Lerma está en la captación de escurrimientos del pueblo de Atlacomulco. Esta si­tuación contrasta con los reportes relativos a la monumentalidad de las plantas potabilizadoras a lo largo del sistema Cutzamala, destinadas al consumo saludable de los habitantes metropolitanos; cabe mencionar que los estudios hidrológicos en general y los proyectos y planes de go­bierno carecen de referencias a soluciones de los problemas sépticos de la región.

Por lo pronto contamos tan sólo con algunas indicaciones cierta­mente preocupantes, si se tienen en mente las afectaciones cuenca abajo:

[...] en el tramo [del río Lerma canalizado] Puente Carretera-San Bartolo se

encuentran diversos cauces por los que desemboca el río Verdiguel, el cual

nace en la vertiente noroeste del Nevado de Toluca. Aun cuando en su ori­

gen lo alimentan varios manantiales como Las Rosas, El Cuervo, La Piedra

China y Los Jasmines, la aportación que llega al colector general es práctica­

mente nula, y está formada por aguas negras e industriales, ya que la co­

rriente natural está aprovechada en su mayor parte en el abastecimiento de

agua potable a la ciudad de Toluca (sa r h 1979:7-8).

Nótese en este diagnóstico que el río Lerma recibe el nombre de "co­lector general"; el texto concluye:

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1. El río Lerma se encuentra altamente contaminado desde la estación 1

puente carretera México-Toluca hasta la entrada de la presa J.A. Alzate, a

causa de las descargas industriales generadas en el corredor industrial Ler-

ma-Toluca, lo que provoca que tenga condiciones sépticas todo el año.

2. La presa J.A. Alzate remueve del 70 al 90% de la carga contaminante que

le llega, por lo que el río se recupera, quedando en condiciones aceptables

hasta la estación 4 en Atlacomulco, donde recibe las descargas de esta po­

blación, las que vuelven a disminuir su oxígeno, sin embargo en este tramo

y hasta la población de Salamanca, Mich. [sic], las condiciones no son críti­

cas ya que una gran parte de las aguas residuales se utiliza en riego.

5. El río se recupera poco a poco y antes de entrar al lago de Chapala ya pre­

senta oxígeno. Sin embargo la gran cantidad de desechos industriales que

transporta, así como la baja calidad bacteriológica que presenta, aunada a los

nutrientes que lleva ponen en serio peligro al lago de Chapala (sa rh 1979:70).

Este reporte, aunado a observaciones realizadas durante recorridos de campo por la zona septentrional a las ciudades de Toluca y Lerma, permite suponer que las acciones para sanear el curso del Lerma río abajo se limitan casi exclusivamente a las funciones recuperadoras me­diante sedimentación de la presa José Antonio Alzate; que el cauce ca­nalizado del mismo río Lerma funge como dren de aguas negras de las zonas urbanas e industriales y que no existen consignas para evitar que se mezclen con ellas las aguas potencialmente limpias de los arroyos se­rranos y las lluvias. Cabe agregar la densidad del poblamiento en las laderas de las serranías colindantes, donde un asentamiento se con­funde con el otro y cada uno vierte libremente su drenaje al sistema.

Si acaso los antiguos lechos lacustres fueron convertidos a la agri­cultura de riego, se aprecia la falta de mantenimiento en canales y ace­quias y el estancamiento de humedad impregnada de contaminantes. Las zonas lacustres salvadas mediante bordos, a la manera de las cajas de agua de antaño, se alimentan de agua de drenaje sin tratamiento; allí practican su oficio pescadores y tuleros y recolectores de berros y otros quelites acuáticos.

La insistencia no es vana en destacar el contraste en la inversión en plantas de tratamiento a lo largo de los flujos conductores hacia la zona metropolitana capitalina, frente a la que acompaña a la corriente río abajo.

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Un siste m a c o n t r a s t a n t e d e a p r o v e c h a m ie n t o d e a g u a

Contrasta la obra del Sistema Lerma-Cutzamala en la solución tecnoló­gica de infraestructura hidráulica, en el patrón de poblamiento acompa­ñante, en la información disponible y la preocupación de las autorida­des y también en el número de palabras que pueden ser dedicadas ahora a la descripción y el análisis, con la del sistema que puede apre­ciarse en la cartografía (E14A37 San Miguel Zinacantepec) y que se ex­tiende sobre las laderas nororientales de los cerros del Calvario y el Faro46 (mapa 6)

En un área de unos 90 km2 se encuentran alrededor de 200 pequeñí­simos bordos, de los cuales sólo los menos diminutos merecieron nom­bre en la carta.47 De manera similar accedieron a bautizo algunas de las numerosísimas rancherías dispersas en todo este territorio.48

Invariablemente la sucesión de bordos se acomoda a las pendientes aledañas de los arroyos que escurren de bajada4" y que sólo al abando­nar el terreno más empinado desembocan en represamientos de tamaño más considerable.50

El interés por destacar este caso contrastante radica más que nada en la constatación de la diferencia en la organización social deducible de este patrón de aprovechamiento hidráulico y de poblamiento y de sus implicaciones para el uso eficiente del agua, la conservación de los acuí­feros y la responsabilidad en la construcción y el mantenimiento de los

bordos.

46 Entre los 19CJ19' por el sur y los 19- 25' por el norte, los 99° 55' por el poniente y los

99- 45', aproximadamente. Los escurrimientos se dirigen hacia el rumbo de la presa Ig­

nacio Ramírez.

47 Entre ellos La Galería, San Nicolás, La Manzana, Nuevo, El Gallito, Los Capullos,

Cieneguillas, San Ramón, La Cota, La Cruz, El Ocote, La Cocineta, La Tinaja.

48 Entre ellas San Agustín Poteje Sur, San Agustín Poteje Centro, San Agustín Poteje

Norte, El Tulillo, El Estanco, Loma Blanca.

44 De oriente a poniente: Agua Chiquita, los afluentes al de Loma Blanca y El Rosario:

San José, La Pila, El Tulillo, La Venta, San Nicolás, San Agustín, dos o tres sin nombre

hasta los del Oyamel y Hojas Anchas.

50 San Cristóbal, Santa Bárbara, San Luis, El Regatón, Los Tules.

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B E ¡ G I ¡ 1 E B O F H M Di : L A M E I R A S Y M A R G A R I T A S A N D ü VA L M A N Z O

Se trata de una adaptación a una geografía que muestra escasez rela­tiva de agua (no llegan a formarse más que arroyos intermitentes en estas laderas), dependiente de la precipitación pluvial, que logra al­macenar y retener en los múltiples recipientes, incrementando así las posibilidades de guardar la humedad e, incluso, de cargar acuíferos subterráneos aquí no explotados, pero potencialmente reservados en la cuenca. La retención del agua aumenta las posibilidades de vida vege­tal y animal, así como la provisión de evaporación a la atmósfera y evita la erosión. La distribución de los bordos es indicativa del conocimiento empírico de sus edificadores, tanto de los regímenes pluviométricos como de las condiciones orográficas y edafológicas de los escurrimien- tos y de las de las minúsculas franjas de terreno cultivables.

Las comunidades humanas asentadas en pequeñas rancherías obtie­nen su modo de subsistencia por medio de la cría de ganado y sem­bradíos de básicos, aseguradas las cosechas con los riegos indispensa­bles. El trabajo campesino lo realizan los miembros de las familias, así como también la construcción y el mantenimiento de los bordos, acu­diendo por tandas al trabajo asalariado externo y a la venta de sobrantes de su producción. La inversión en trabajo es intensa. Si bien la economía es exigua, mitiga los riesgos de los vaivenes en los mercados laboral y de bienes, de mejor manera que la alternativa de los asentamientos pre­carios en las grandes ciudades.

Estas economías, no obstante, adquieren mayor fragilidad cuando los salarios y los precios de los productos no industriales tienden a la baja; se intensifica la migración de miembros de las familias y se arries­ga el descuido de la infraestructura hidráulica, que depende exclusiva­mente de su fuerza de trabajo. De tal manera su existencia está ligada a los procesos macroeconómicos y a las políticas que privilegian las nece­sidades urbanas por sobre las rurales.

Este tipo de adaptación hidráulica se manifiesta en cerros y laderas a lo largo de toda la cuenca Lerma-Chapala-Santiago, con una amplia gama de soluciones ingenieriles adecuadas a cada formación del paisaje y con grados de complejidad insospechados, tales como series de bor­dos dispuestos verticalmente para aprovechar de uno a otro los sobran­tes, trasvases entre bordos y arroyos y obras de captación de escurri-

mientos diversos.

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C o n sid er a c io n es finales

Hemos confrontado dos maneras culturales de hacer uso de los recur­sos hidrológicos en el territorio de la cuenca Lerma-Chapala-Santiago. Los casos se seleccionaron por significar, uno la adaptación más inten­siva en cuanto a los requerimientos tecnológicos, la inversión de capital y la atención de las autoridades de gobierno por poner en movimiento mayores volúmenes de agua y consumo de energía industrial y por pre­tender satisfacer la demanda del mayor concentrado demográfico de la región. El otro por constituir el extremo opuesto en los mismos aspectos y por estar constituida la intensidad de la inversión por la fuerza de tra­bajo. Ilustran los casos las consecuencias de privación de agua y de con­taminación que afectan a un territorio que rebasa el área de la cuenca, el primero; el segundo, la función de conservación de humedad, regulari- zación del clima y retención de suelos en beneficio de otros usuarios del mismo espacio geográfico.

El caso ejemplificado con la obra del sistema Lerma-Cutzamala de­nota una espiral (que no un círculo, pues no llega a cerrarse) viciosa ascendente: el crecimiento demográfico del valle de México produce mayor demanda de agua, la que se satisface privando del líquido a otras poblaciones que, probablemente, semejan numéricamente a aquél; és­tas, al carecer del recurso en el lugar de origen, migran a la ciudad. El perímetro de las extracciones ha ido creciendo paulatinamente, desde cuando la ciudad de Tenochtitlan absorbió el agua de los manantiales de Chapultepec, Churubusco y Coyoacán. Las obras del porfiriato pre­tendieron agotar con el mismo fin los brotes de la cuenca de México y abrieron el desagüe de sus reservas lacustres y drenajes. La segunda mi­tad del siglo xx testimonió las acciones del Estado moderno para trans­portar el agua desde las cuencas del Lerma y el Balsas, así como las in­tenciones de ampliar el radio a otras cuencas aledañas. El monto de las inversiones trascendió las posibilidades financieras del país y la so­fisticación de la ingeniería es comparable a la de otras partes del mun­do. La hazaña reforzó la identidad mexicana y el prestigio de la nación.

Este sistema, a su vez, es indicativo de los efectos secundarios o en- trópicos igualmente intensivos: la proliferación de afectaciones de acuí­feros mediante la perforación de pozos en toda el área del abasto y más

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allá, la incapacidad de controlar los usos conspicuos del agua que vigo­riza, el incremento en la generación de residuos y materias contami­nantes, el inalcanzable monto de la energía gastada y no reciclada, la cada vez mayor polarización en el consumo de agua de los usuarios.

Incidentalmente sale a relucir la propuesta de la única solución posi­ble: la desconcentración de las inversiones que provocan la concentra­ción demográfica. La lectura de los estudios e informes técnicos revela la existencia constante en la historia de diversas alternativas ingeníen­les, económicas y sociales, inclinándose siempre las decisiones por las que garantizan la intensificación en todos los rubros señalados.

Los sistemas que organizan la información consultada -los estudios e informes técnicos, las declaraciones de principios y los acuerdos, la cartografía- obedecen a principios culturales (ideológicos, políticos, económicos, sociales), de los cuales podemos concluir a través de este ensayo de lectura: hemos podido establecer un diagnóstico aproximado de las conducciones de agua a la cuenca de México, pero la cartografía del inegi, al no diferenciar en su simbología los volúmenes potencial­mente transportables por los acueductos, no aporta un diagnóstico cuantitativo. En general la información disponible no permite diagnos­ticar en términos cuantitativos las afectaciones hidráulicas a aguas su­perficiales y subterráneas; las cartas del inegi en la edición de los seten­ta incluyen la mención de pozos: en la de los noventa la omiten, en tanto que la carta Toluca de esta última -pieza clave del rompecabezas- tarda en estar disponible.

Este trabajo no puede llegar a su término sin una reflexión sobre las posibilidades de reversión de las tendencias provocadoras de las crisis ambientales y sociales en el marco del retiro del Estado como principal promotor del desarrollo y en el de la intención de poner en manos de los usuarios la operación de los sistemas hidráulicos.

Es evidente que en el primer sistema es muy escasa la posibilidad de acción por parte de la sociedad civil, ya sea en forma individual o colec­tiva. Para cualquier partido político cuentan demasiado los votos de los habitantes de la megalópolis, por lo que la propuesta de desarticulación del sistema le restaría la popularidad necesaria para llegar a encabezar

el gobierno del país.

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El segundo sistema siempre ha sido operado por sus usuarios con exigua intervención y subsidio externos. Al parecer es el más eficiente y sus rendimientos son más equilibrados.

En toda la gama de las soluciones intermedias entre estos dos siste­mas, particularmente en las zonas industriales, urbanas y de irrigación agrícola, la intención de los usuarios que cuentan con recursos de capi­tal para aplicar a la infraestructura hidráulica parece privilegiar la opción de la perforación de pozos para aprovechamientos particulares. El control estatal y la asesoría científica los apoyan. Las preguntas que se imponen se refieren a la diferencia entre el volumen de la voz de los usuarios que hacen uso intensivo del agua y la de los privados del re­curso, a la diferencia entre las tendencias a invertir en afectaciones a acuíferos subterráneos y las orientadas a sanear y conservar las aguas superficiales, a la ubicación de la responsabilidad sobre la calidad y la cantidad del agua.

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Mapa 1. Localización del área de estudio.

Fuente: Secretaría de Recursos Hidráulicos, Comisión Lerma Chapala Santiago,

Atlas General de la Cuenca, México, 1960-1961.

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Fuente: inegi 1:50000 E14A47 Volcán Nevado de Toluca, E14A48 Tenango de Arista,

E14A38 Toluca, E14A28 Villa del Carbón, E14A27 Ixtlahuaca de Rayón, E14A37 San

Miguel Zinacantepec, E14A17 Atlacomulco, E14A39 Ciudad de México, E14A29

Cuautitlán, elaboración propia.

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M apa 3. Antigua zona de manantiales del Lerma.

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Escala 1:50000

M apa 4. Conducciones de agua a la zona metropolitana de México.

Fuente: inegi 1:50000 E14A47 Volcán N evado de Toluca, E14A48 Tenango de Arista,

E14A38 Toluca, E14A28 Villa del Carbón, E14A27 Ixtlahuaca de Rayón, E14A37

San Miguel Zinacantepec, E14A17 Atlacomulco, E14A39 Ciudad de México, E14A29

Cuautitlán, elaboración propia.

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M apa 5. Saneamiento de la cuenca del Lerma.

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Curvas de nivel

S 2600-2800 msnm

| ( 2800-3000 msnm

| | 3000-3200 msnm

3200-3400 msnm

3400-3600 msnm

3600-3800 msnm

Q Presa

Laguna

| Tanque de Sedimentación

§ü Planta Tratadora de Agua

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— Río Lerma

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Escala 1:50000

Fuente: inegi 1:50000 E14A47 Volcán Nevado de Toluca, E14A48 Tenango de Arista,

E14A38 Toluca, E14A28 Villa del Carbón, E14A27 Ixtlahuaca de Rayón, E14A37 San

Miguel Zinacantepec, E14A17 Atlacomulco, E14A39 Ciudad de México, E14A29

Cuautitlán, elaboración propia.

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