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La revista VIDA NUEVA, en su número 2.704, correspondiente al 24­30 de abril de 2010, publicó un Pliego sobre San

Vicente de Paúl escrito por el P. Celestino Fernández, C. M. Con el permiso y la benevolencia de VIDA NUEVA y del

autor, publicamos este Pliego en nuestra revista de JMV. Creemos que es conveniente, bueno y necesario para co­

nocer más a San Vicente de Paúl, para amarlo más y para seguir con más entusiasmo sus huellas. En primavera, pu­

blicaremos otro Pliego sobre Santa Luisa de Marillac, también publicado en VIDA NUEVA y del mismo autor.

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Vicentede Paúl

memoria y desafíopor Celestino Fernández

Sacerdote paúl y periodista

Estamos celebrando el 350 aniversario (1660-2010) de la muerte de San Vicente de Paúl y de Santa Luisa de Marillac.

La Familia Vicenciana celebra con gozo esta efeméride, pero, a la vez, se siente responsable de la herencia

que ambos santos nos han dejado. En este pliego, queremos acercar al gran público

la figura del “santo de la caridad”, San Vicente de Paúl. Su vida, sus actitudes, sus acciones son una luz

y una interpelación para los hombres y mujeres de hoy.

Si alguien se acerca a Vicente dePaúl con un esquema predermi-nado, se encontrará con la sorpresade que este personaje se le escapa delas manos. Estamos ante un hombrebondadoso y enérgico; activo y con-templativo; inteligente pero pocodado a las elucubraciones intelec-tuales; reservado y comunicativo;tradicional e innovador; crítico delpoder y colaborador con él; flexiblee inflexible; afectivo y antisentimen-tal; irónico y serio; de oración y decompromiso; idealista y realista;manirroto y economizador; descon-fiado y confiado; trabajador infati-gable y alérgico al activismo; dado aDios y dado a los prójimos más di-versos... Y todos estos calificativoscontrapuestos y a veces opuestos sepueden documentar con textos,anécdotas y decisiones suyas. En de-finitiva, es un hombre abierto a lavida y la vida no es sistematizable.

Dicen los historiadores que los sen-cillos le adoraban, los grandes leconsultaban, los maestros de vidaespiritual le tenían por un hombrecabal, los partidos le discutían sinque ninguno de ellos consiguieratenerle entre sus partidarios, los re-volucionarios y ateos le llamaban“su santo”. Él solía apelar a sus ra-íces y repetía: “Sólo soy hijo de unpobre labrador, y he vivido en elcampo hasta la edad de quinceaños”.

“¿DÓNDE ESTÁTU HERMANO?”Esta terrible pregunta de Dios hatenido muchas veces respuestasevasivas: “Yo no soy el guardián demi hermano”. Pero también, res-puestas positivas. Y esta preguntase le planteó también a Vicente dePaúl. Su respuesta tiene un antes yun después.

Dios le habla a través del clamoragudo de sus hermanos los pobresVicente de Paúl no se mueve en lasnubes ni en un mundo ficticio. Lapregunta de Dios le viene de lamisma realidad que está a su alre-dedor. Una realidad de pobreza,miseria, marginación y deshumani-zación. Vicente de Paúl vive enmedio del “siglo de los pobres”. Asíse ha calificado al siglo XVII fran-cés. Su imponente maquinaria defabricar pobres le ha hecho justomerecedor de tal título.

No resulta fácil comprender hastadónde llegaba el “umbral de la po-breza”. Quizá nos sirva de espeluz-nante indicador la carta que unsacerdote de la Misión escribió aVicente de Paúl en 1652: “El ham-bre es tan grande que vemos a loshombres comer tierra, masticar lahierba, arrancar la corteza de losárboles, desgarrar los miserablesharapos de que están cubiertospara tragárselos”.

La mortalidad infantil alcanzaba amás del 50 por 100 de los nacidos.La edad media de vida estaba entrelos 25 y los 30 años. Las epidemiascausaban el 40 por 100 de falleci-mientos. El analfabetismo era total:sólo sabían leer y escribir dos millo-nes y medio en una población de casiveinte millones. Los gobernantessólo querían hombres para la guerra,impuestos para alimentar esa guerray, como diría el cardenal Richelieu,primer ministro de la época, “mulosde carga del Estado”. Tan aplastadosestaban los campesinos, que el abo-gado general del Parlamento, Talon,exclamaría delante de la reina Anade Austria: “Estos desgraciados noposeen otras propiedades que susalmas, porque no han podido servendidas en la almoneda”.

La guerra de los Treinta Años setradujo en una constante devasta-ción y en un cruel despojo del cam-pesinado. Y, así, toda la clasehumilde engrosaba las filas de lamendicidad y del vagabundeo. Re-sumiendo mucho, se puede afirmarque sobre la trilogía compuesta porla peste, el hambre y la guerra se le-vantaba un cínico monumento a lamás terrible miseria física, psíquicay moral.

El drama de una opciónA veces, se ha simplificado la figurade Vicente de Paúl como en las an-tiguas e ingenuas hagiografías y sele ha descrito como “senex a puero”(“maduro ya desde niño”). Pero Vi-cente de Paúl no nace convertido.Es la imagen realista de cómo unapersona se va haciendo en su ser yen su pensar. En Vicente de Paúlhay una evolución no exenta de lu-chas, sombras, dudas, perplejida-des y experiencias dolorosas.

“En las redes de la araña”Es una expresión que emplea Vi-cente en algunas ocasiones, recor-dando aspectos negativos de suvida pasada. Y se refiere a toda laépoca que va desde su ordenaciónsacerdotal hasta su conversión de-finitiva, es decir, desde los 19 hastalos 38 años.

Y las palabras fuertes de sus escri-tos de esta época son: “asunto quemi temeridad no me permite nom-brar”, “negocios embrollados”,“mis acreedores”, “ascenso”, “retirohonroso”, “decoroso beneficio”,“copia de mis títulos”, “honesto re-tiro para emplear el resto de misdías junto a usted”, “mis infortu-nios”... La lengua habla de lo que elcorazón trae entre manos y Vicenteanda atrapado “en las redes de la

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araña”, en un proyecto de vida cen-trado sobre sí mismo. No es cierta-mente un pervertido. Ni su nativarectitud ni su deseo de ascensos selo permiten, y los medios tampocose lo facilitan. Pero las leyes comu-nes de la psicología pueden empu-jarnos a pensar que su disipaciónfue algo más que un simple conta-gio mundano. El “cargado de peca-dos” (carta de 1631), “lasabominaciones de mi vida” (cartade 1642) podremos entenderlascomo fórmulas de humildad, peroeso no impide que describan al-guna realidad.

Dos experiencias-bisagraVicente, en todo caso, ha empezadoa probar la tierra de Egipto. Tieneexperiencia de ella. A un hombrereflexivo le bastan algunos datospara descubrir lo que esta tierra en-cubre. Vicente es reflexivo y sacarálas consecuencias.

Hay dos experiencias de esta tierrade Egipto, que se pueden conside-rar como experiencias-bisagra paraentrar en el pórtico de la conver-sión de Vicente de Paúl. Y, aunquetodavía está lejos de la conversión,esas dos experiencias van a resultarsignificativas. Son la acusaciónfalsa de robo por parte de su com-pañero de pensión, un paisanosuyo (gascón) que ejercía de juez deSore, y la noche oscura de la fe quepasó durante más de tres años(1613-1617) y que le impedía in-cluso recitar el Credo.

Estas dos experiencias amargas lesitúan, sin él saberlo del todo, en laperspectiva del desvalimiento delos pobres que no saben ni puedendefenderse de las injusticias y en elhorizonte de la pobreza y el aban-dono espiritual. Al mismo tiempo,

le revelan su propio mundo de ego-ísmo y frivolidad, y le empujan asalir de él. Y mientras contemplaeste mundo de sombras y marione-tas vanidosas, también contemplaa los pobres del Hospital de la Ca-ridad y a quienes trabajan en él, esdecir, contempla a los pobres quese debaten entre la vida y la muertey a las personas que dedican su vidaa trabajar para que los que están enla no-vida tengan una existenciamínimamente digna.

Tres fechas decisivas

Se las conoce con el nombre de loslugares donde sucedieron los he-chos que propiciaron que Vicente“cayese del caballo” en su particularcamino de Damasco. Son tres mo-mentos que no surgen improvisa-damente. La terrible pregunta deDios ha ido calando hondo en la an-dadura de Vicente de Paúl.

Gannes-Folleville: en enero de1617, en el feudo de los Gondi, lla-man a Vicente de Paúl al lecho deun moribundo. Éste era tenido porsanto. Vicente de Paúl lo confiesa yse da cuenta de que no era talsanto, sino que no se había atrevidoa confesarse por vergüenza. Vicentede Paúl descubre, como un trallazoen pleno rostro, el abandono pasto-ral en que vivían las pobres gentesdel campo. Vicente de Paúl inter-preta este hecho como un “signo delos tiempos” a través del cual Diosle interpela fuertemente. El 25 deenero de ese año, en la iglesia pa-rroquial de Folleville, Vicente dePaúl predica el primer sermón demisión.

Châtillon-les-Dombes: el 20de agosto de 1617, estando Vi-cente de Paúl de párroco en esepueblo y antes de comenzar la eu-caristía del domingo, le avisan deuna familia que está enferma y enla miseria. Vicente de Paúl predicasobre la caridad. Y todo el pueblo semoviliza para ayudar a esa familia.Vicente de Paúl pronuncia su fa-mosa frase: “He aquí una gran ca-ridad, pero mal organizada”. Y tresdías más tarde pone en marcha suproyecto de las Cofradías de la Ca-ridad (actualmente “Asociación In-ternacional de Caridades de SanVicente de Paúl”-A.I.C.).

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Vicente de Paúl vive en el siglo XVII,

el siglo de los pobres,

en una realidad de pobreza, miseria,

marginación y deshumanización

Montmirail: en 1620 tuvo lugarun encuentro entre Vicente de Paúly un hugonote. Éste lanza una en-venenada objeción que hiere a Vi-cente y le hace reflexionar condolor y temblor: “Dice usted que laIglesia de Roma está dirigida por elEspíritu Santo, pero yo no lo puedocreer, puesto que por una parte seve a los católicos del campo aban-donados en manos de unos pasto-res viciosos e ignorantes, que noconocen sus obligaciones y que nosaben siquiera lo que es la religióncristiana; y por otra parte se ven lasciudades llenas de sacerdotes y defrailes sin hacer nada; puede serque en París haya hasta diez mil,mientras que esas pobres gentesdel campo se encuentran en una ig-norancia espantosa, por la que sepierden. ¿Y quiere usted conven-cerme de que esto está bajo la di-rección del Espíritu Santo?; nopuedo creerlo” (SVP, XI, 727).

De “buscador de sus propiosnegocios” a “buscador de losnegocios de Dios”Para Vicente de Paúl, los pobres

han dejado de ser un número esta-dístico o un vertedero de la piedady de la ideología. Ahora su visión delos pobres es netamente evangélica.Y sus posturas y acciones a favor delos pobres van a nacer, no de susentido ético o de su humanismo,sino de su pasión por Cristo en lospobres y por los pobres en Cristo.Vicente de Paúl da el paso de “bus-cador de sus negocios” a “buscadorde los negocios de Dios”, y esos “ne-gocios de Dios” son la lucha por lajusticia, la defensa de los pobres yla concientización de las gentes afavor de los pobres. En el caminode la vida que va de Jerusalén a Je-ricó, Vicente de Paúl deja de ser el

fariseo y el escriba que pasan delargo, y se convierte en el buen sa-maritano.

Vicente de Paúl no es un mero acti-vista. La pedagogía de Dios le haido guiando lentamente hasta lospobres. Por eso, descubre una seriede cuestiones fundamentales quevan a ser la razón de su vida: el ano-nadamiento de Cristo; la urgentenecesidad de evangelizar a los po-bres; la caridad como centro neu-rálgico del creyente.

“NUESTRA HERENCIA SON LOS POBRES”Vicente de Paúl, lógicamente,nunca empleó la frase “opción pre-ferencial por los pobres”. Pero conotras palabras más propias de suépoca -“nuestra herencia son lospobres” (SVP, XI, 324), por ejem-plo-, expresó inequívocamente supasión por ellos y vertebró su espi-ritualidad en la preferencia exclu-siva por los abandonados. Incluso,en sus formulaciones, se adelantómuchos siglos a lo que Medellíndijo en 1968: “dar la preferenciaefectiva a los sectores más pobres ynecesitados y a los segregados porcualquier causa”, y a la expresiónacuñada en Puebla en 1979: “op-ción preferencial por los pobres”.

Hay y ha habido, a través de la his-toria, criterios y motivaciones dediversa índole para hacer esta op-ción por los pobres. Por ética, porutopía política, por sentimientoshumanistas y, cómo no, por impe-rativo de la fe. Lo que nos interesaes descubrir el por qué y el desdedónde de la opción radical de Vi-cente de Paúl.

Desde el sentido teológicoLa opción por los pobres

antes que un mandamiento y uncompromiso es una realidad de fe ouna verdad teológica. Dios es el pri-mero que opta por los pobres. Lacausa de los pobres es la causa deDios y la cuestión de los pobres esla cuestión de Dios. Por eso, pode-mos decir que el pobre es el lugarteológico, el lugar teofánico deDios, en cuanto que en ellos está es-candalosamente presente.

Pero lo que aquí está en juego noson los méritos o las virtudes de lospobres, sino la justicia del Reino deDios, la voluntad de Dios de que lospobres tengan vida en abundancia.Mons. Oscar Romero, en el dis-curso pronunciado en la Universi-dad de Lovaina, el 2 de febrero de1980, subrayaba: “Los antiguoscristianos decían: ‘Gloria Dei,homo vivens’ (La gloria de Dios esel hombre que vive). Nosotros po-dríamos concretar esto diciendo:‘Gloria Dei, pauper vivens’ (La glo-ria de Dios es el pobre que vive)”. J.Dupont lo ha expresado certera-mente: “Dios favorece a los pobresno porque les deba algo, sino por-que se debe a sí mismo hacerse sudefensor y protector; está en juegosu justicia real”.

Aquí se sitúa Vicente de Paúlcuando afirma: “Dios es el protec-tor de los pobres”. Así, el 25 de oc-tubre de 1643 interpela a losSacerdotes de la Misión: “¡Pobresde nosotros si somos remisos encumplir con la obligación que tene-mos de socorrer a los pobres! Por-que nos hemos dado a Dios paraesto y Dios cuenta con nosotros...”(SVP, XI, 56-57). Y subraya confuerza: “Somos los sacerdotes delos pobres. Dios nos ha elegido paraellos. Esto es capital para nosotros,el resto es accesorio”.

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Solamente desde este sentido teo-lógico puede entenderse la tantasveces mal interpretada frase de H.Bremond, famoso historiador de laespiritualidad francesa: “No son lospobres los que han llevado a Dios aVicente de Paúl, sino que es Dios elque le ha llevado a los pobres”.

Desde el sentido cristológicoPara descubrir el criterio

de la opción por los pobres en Vi-

cente de Paúl, es preciso introdu-cirse en el mensaje y en la misiónde Jesús como referencia absolutaa su predilección por los pobres. Entérminos de Vicente de Paúl, estaopción equivale a “expresar al vivola vocación de Jesucristo”: “¿Ver-dad que nos sentimos dichosos,hermanos míos, de expresar al vivola vocación de Jesucristo?... Vedcómo lo principal para NuestroSeñor era trabajar por los pobres.Cuando se dirigía a los otros, lohacía como de pasada” (SVP, XI,55-56). Y esta vocación misionerano tiene otro objetivo más que con-tinuar la misión de Cristo enviadopor el Padre para decir a los pobresque “el Reino de los cielos estácerca y que ese Reino es para ellos”(SVP, XI, 387).

Por tanto, si Vicente fija especial-mente su mirada en la misión deCristo -“El Espíritu del Señor estásobre mí, porque él me ha ungidopara que dé la Buena Noticia a lospobres...” (Lc 4, 18-19)-, es porqueencuentra ahí el punto clave de suopción por los pobres, de su voca-ción y de su misión en la Iglesia yen la sociedad.

Un punto absolutamente clave enesta cristología vicenciana es elmisterio de la Encarnación. Vi-cente de Paúl aprendió, en la es-cuela de espiritualidad de Pedro deBerulle, la centralidad del VerboEncarnado. Porque este Mesías,Cristo, es Dios encarnado en la his-toria. Y por esta encarnación, Jesu-cristo es enviado por el Padre pararealizar su voluntad de servicio.Así, en el centro de la fe y de la ex-periencia de Vicente de Paúl apa-rece un Cristo-Amor que secaracteriza por un “espíritu de ca-ridad perfecta” y que se manifiesta

en un “total anonadamiento” deamor por los hombres. Un Mesíasque viene para llegar al fondo de larealidad humana. Un Mesías querechaza, para su identidad y la desus seguidores, todos aquellos tér-minos que designan el cargo o laautoridad y los sustituye por lasimple expresión de servicio.

En definitiva, Vicente de Paúl hacela opción por los pobres desde unaopción anterior: la opción por Je-sucristo evangelizador y servidor delos pobres, “el-hombre-para-los-demás, el desposeído, el siervo, elque sirve su vida y sirve su muerte”.Aunque es conveniente matizar queno se trata de dos opciones separa-das, sino de dos momentos de unasola y misma opción.

Desde el sentido eclesiológicoNaturalmente, si la Iglesia

es sacramento de Cristo, debe pro-longar en el mundo la preferenciadel Maestro por los desheredados.Así lo entendió Vicente de Paúl. Éljamás separa este trinomio: Cristo-Iglesia-Pobres. Se podría haber de-jado seducir por el aspecto jurídicoy económico de la Iglesia de Fran-cia en el siglo XVII. Pero Vicente dePaúl descubre que sólo hay una res-puesta coherente y válida: la opciónpor los pobres como expresión visi-ble y creíble de la Iglesia. La mismarespuesta que, años después, viocumplida en sus sacerdotes de laMisión: “¡Qué dicha para nosotros,los misioneros, poder demostrarque el Espíritu Santo guía a su Igle-sia, trabajando como trabajamospor la instrucción y santificación delos pobres!” (SVP, XI, 730).

Para comprender mejor este sen-tido eclesiológico del espíritu vicen-ciano en su opción por los pobres,

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Expresó inequívocamente

su pasión por los pobres

y vertebró su espiritualidad en la preferencia

exclusiva por los abandonados.

será bueno echar mano de un textoactual que parece sacado delmismo pensamiento de Vicente dePaúl. Me refiero a lo que dice el Do-cumento La Iglesia y los pobres dela Comisión Episcopal de PastoralSocial: “... esa misión es ser la Igle-sia de los pobres en un doble sen-tido: en el de una Iglesia pobre, yuna Iglesia para los pobres. Asícomo Jesús fue radical y esencial-mente pobre por su encarnación, yentregado principalmente a los po-bres por su misión, y sólo así cum-plió la redención y Él mismoalcanzó su glorificación, la Iglesiade Jesús debe ser aquélla que en suconstitución social, sus costumbresy su organización, sus medios devida y su ubicación, está marcadapreferentemente por el mundo delos pobres, y su preocupación, sudedicación y su planificación estéorientada principalmente por sumisión de servicio hacia los pobres”(nº 25).

También será bueno y necesario re-cordar lo que ya decía un contem-poráneo y discípulo de Vicente dePaúl, el ilustre predicador Bossuet,en un famosísimo sermón cuares-mal “sobre la eminente dignidad delos pobres en la Iglesia”: “En elmundo, los ricos disfrutan todassus ventajas y ocupan los principa-les puestos; en el reino de Jesu-cristo, la preeminencia pertenece alos pobres, que son los primogéni-tos de su Iglesia y sus verdaderoshijos. En el mundo, los pobres de-penden de los ricos, y parecenhaber nacido sólo para servirlos; enla santa Iglesia, por el contrario, noson admitidos los ricos sino con lacondición de servir a los pobres” (J.B. Bossuet, Sermones, 353-354). Ynadie duda de que, en este tema,Vicente de Paúl ejerce una desta-

cada influencia en el pensamientode Bossuet. Es más, da la impresiónde que Bossuet es el altavoz ele-gante del hablar sencillo de Vicentede Paúl.

En consecuencia, para Vicente dePaúl la Iglesia no es una promesade poderío, sino la Iglesia “sierva ypobre”, la “Iglesia de los pobres”.Por eso, cuando se está con los po-bres y se pone el máximo de efecti-vos al servicio de los necesitados ydesvalidos, se está seguro de per-manecer en la Iglesia de Cristo.

“ESTA ES MI FE, ESTA ES MI EXPERIENCIA”En diversas ocasiones importantesde su vida, Vicente de Paúl solía re-petir: “Esta es mi fe, esta es mi ex-periencia”. En esa frase quiereresumir sus vivencias más profun-das y sus convicciones más hondas.Y esa frase también pone de mani-fiesto el entramado de su espiritua-lidad más genuina. Un entramadoque podríamos resumir en cuatroconvicciones fundamentales.

El juicio de los pobresSi hubiera que sintetizar en unasola frase “el juicio de los pobres”,habría que escoger aquélla que SanVicente de Paúl pronunció en laconferencia del 11 de noviembre de1657 a las Hijas de la Caridad: “Lospobres son los grandes señores delcielo; a ellos les toca abrir sus puer-tas...”.

Con este “juicio de los pobres” Vi-cente de Paúl nos quiere decir algoindiscutible: que los pobres, des-preciables y sin derecho a la miradade la sociedad egoísta y altanera,son, en realidad, grandes; y quenosotros somos sus servidores hu-mildes e “indignos de rendirles

nuestros pequeños servicios” (SVP,XI, 273). Y, sobre todo, que los po-bres son nuestros “jueces”, porquetienen el poder de convocarnosante el tribunal de Dios y de la his-

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Los pobres son “maestros” porque nos dan

una serie de enseñanzas

básicas: nos introducencerca de Dios;

nos remiten sincesar a Jesucristo; nos interpelan con

su sufrimiento; nos invitan

a una pobreza más radical.

toria, y pueden condenarnos o sal-varnos.

Aún más, los pobres, en la espiritua-lidad vicenciana, nos aclaran la mi-rada y nos enseñan a ver la realidadcon los ojos de la “justicia de Dios”.En definitiva, Dios, por medio de lospobres, nos ha señalado el único cri-terio de salvación o de condenación:“Venid, benditos de mi Padre... Por-que tuve hambre y me disteis decomer, tuve sed y me disteis debeber, fui extranjero y me recogis-teis, estuve desnudo y me vestisteis,enfermo y me visitasteis, estuve enla cárcel y fuisteis a verme... Apar-taos de mí, malditos... Porque tuvehambre y no me disteis de comer,tuve sed y no me disteis de beber, fuiextranjero y no me recogisteis, es-tuve desnudo y no me vestisteis, en-fermo y en la cárcel y no mevisitasteis” (Mt 25, 35-37; 41-44).

Esta espiritualidad vicenciana del“juicio de los pobres” también hasido perfectamente recogida, pon-derada y actualizada por el ya ci-tado Documento de la ComisiónEpiscopal de Pastoral Social LaIglesia y los pobres: “El encuentrocon el pobre no puede ser para laIglesia y el cristiano meramenteuna anécdota intranscendente, yaque en su reacción y en su actitudse define su ser y también su fu-turo, como advierten tajantementelas palabras de Jesús... La Iglesiasabe que ese encuentro con los po-bres tiene para ella un valor de jus-tificación o de condena, según noshayamos comprometido o inhibidoante los pobres” (nn. 9 y 10).

Los pobres, sacramento de CristoEn el léxico de la teología actual,oímos con frecuencia expresiones

referidas a los pobres, tales como:los pobres son sacramento deCristo, mediación viva del Señor,lugar preferencial para el encuen-tro con el Dios crucificado y su-friente... Obviamente, estasexpresiones no pueden pertene-cer en su estricta literalidad a Vi-cente de Paúl. Pero forman partedel más original, vivo e irrenun-ciable acervo de su espirituali-dad. Y, desde luego, su raíz hayque buscarla, una vez más, en elya citado capítulo 25 del evange-lio de San Mateo. Por tanto, a laluz de la fe, Vicente de Paúl des-cubre que los pobres, antes quedestinatarios de sus servicios, sonla presencia en el mundo delSeñor crucificado.

En este punto, la antología de tex-tos de San Vicente es tan ampliacomo incisiva. Por ejemplo, cuandose dirige a las Señoras de las Cofra-días de la Caridad (hoy AIC), quieredejar muy claro que no existe sepa-ración entre Cristo y el pobre: “Nohay ninguna diferencia, señoras,entre amarle a Él y amar a los po-bres de ese modo; servirles bien alos pobres, es servirle a Él” (SVP, X,954-955).

Cuando habla a los sacerdotes de laMisión, les recomienda “dar lavuelta a la medalla”: “No hemos deconsiderar a un pobre campesino oa una pobre mujer según su aspectoexterior, ni según la impresión desu espíritu... Pero dadle la vuelta ala medalla y veréis con las luces dela fe que son ésos los que nos repre-sentan al Hijo de Dios” (SVP, XI,725). No es menos claro cuando recuerdaa las Hijas de la Caridad: “Al servira los pobres, se sirve a Jesucristo.Hijas mías, ¡cuánta verdad es esto!.

Servís a Jesucristo en la persona delos pobres. Y esto es tan verdadcomo que estamos aquí” (SVP, IX,240).

Los pobres, nuestros amos y maestrosAunque esta expresión no es origi-nal de San Vicente de Paúl, sí lo es,en cambio, la aplicación vivencial ypráctica que hace de ella. Porquedesde su ser “imágenes dolientesdel Señor Maestro”, los pobres seconstituyen en “señores y maes-tros”. Y, en consecuencia, hay queamarlos y servirlos como al únicoSeñor Maestro.

A partir de aquí, Vicente de Paúlvertebra la nueva y especial rela-ción que deben observar los siervosy siervas respecto de sus “amos yseñores los pobres”: “Hemos de en-trar en sus sentimientos para sufrircon ellos..., enternecer nuestros co-razones y hacerlos capaces de sen-tir los sufrimientos y las miseriasdel prójimo, pidiendo a Dios quenos dé el verdadero espíritu de mi-sericordia...”; “hay que servirlescon compasión, dulzura, cordiali-dad, respeto y devoción..., hacién-doles presente la bondad de Dios”;sabiendo que “al socorrerles, esta-mos haciendo justicia y no miseri-cordia”; tomando conciencia deque “tendríamos que vendernos anosotros mismos para sacar a nues-tros hermanos de la miseria”.

Para Vicente, ese clamor de los po-bres es el primer criterio para discer-nir la voluntad de Dios. Los pobresson “maestros” porque nos dan unaserie de enseñanzas básicas: nos in-troducen cerca de Dios; nos remitensin cesar a Jesucristo; nos interpelancon su sufrimiento; nos invitan auna pobreza más radical; nos mues-

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tran la mordedura de la pobreza; nosevangelizan mediante su paciencia ysu capacidad de acogida.

Dejar a Dios por DiosAlbert Camus cuenta esta

famosa y tópica leyenda: “EstabaSan Dimitri citado en la estepa conel propio Dios en persona y se apre-suraba a llegar a la cita cuando seencontró con un campesino cuyocarro se había atascado. EntoncesSan Dimitri le ayudó. El barro eraespeso y el hoyo profundo. Huboque forcejear durante una hora. Ycuando por fin acabó, San Dimitricorrió a la cita. Pero Dios no estabaya”. Y concluye A. Camus: “Siemprehabrá quien llegue tarde a las citascon Dios, porque hay demasiadascarretas en el atolladero y demasia-dos hermanos que socorrer” (A.Camus, Los justos, en Obras com-pletas, t. 1, 1056).

Vicente de Paúl, como si hubieraconocido de antemano la queja deA. Camus, había dicho a las Hijasde la Caridad: “Si fuera voluntad deDios que tuvieseis que asistir a unenfermo en domingo, en vez de ir aoír misa, aunque fuera obligación,habría que hacerlo. A eso se lellama dejar a Dios por Dios” (SVP,IX, 725). Con esta respuesta, Vi-cente de Paúl deja muy claro que elúnico camino para llegar, siemprey a tiempo, a la cita con Dios es elcamino del encuentro servicial conel pobre y el necesitado. Y que sellega tarde y nunca a la cita conDios cuando se llega tarde y nuncaa la cita con el pobre: “Id a ver a lospobres condenados a cadena per-petua, y en ellos encontraréis aDios; servid a esos niños, y en ellosencontraréis a Dios... Vais a unascasas muy pobres, pero allí encon-tráis a Dios” (SVP, IX, 240).

En suma, Vicente de Paúl nos da unprincipio básico, que es el mejorantídoto contra las ambigüedadesespiritualistas: a Dios se le ama o sele traiciona en el pobre.

“A COSTA DE NUESTROSBRAZOS Y CON EL SUDORDE NUESTRA FRENTE”En una conferencia a los sacerdotesde la Misión, Vicente de Paúl dejamuy clara su estrategia contra lapobreza y a favor de los pobres:“Amemos a Dios, hermanos míos,amemos a Dios, pero que sea acosta de nuestros brazos, que seacon el sudor de nuestra frente. Puesmuchas veces los actos de amor deDios, de complacencia, de benevo-lencia, y otros semejantes afectos yprácticas interiores de un corazónamante, aunque muy buenos y de-seables, resultan sin embargo muysospechosos, cuando no se llega ala práctica del amor efectivo...Hemos de tener mucho cuidado enesto; porque hay muchos que, pre-ocupados de tener un aspecto ex-terno de compostura y el interiorlleno de grandes sentimientos deDios, se detienen en esto; y cuandose llega a los hechos y se presentanocasiones de obrar, se quedan cor-tos... No, no nos engañemos: todonuestro quehacer consiste en la ac-ción”. Y concluye taxativamente:“Así pues, hermanos míos, vaya-mos y ocupémonos con un amornuevo en el servicio de los pobres,y busquemos incluso a los más po-bres y abandonados” (SVP, XI,733).Esta praxis vicenciana tiene detrásel soporte de unas actitudes vitales.Vicente de Paúl sabe que lo especí-ficamente cristiano no es el simplecompromiso ético de solidaridadcon los marginados, que es irre-nunciable para todo hombre, sino

hacer en ese compromiso la expe-riencia de Dios. Y esas líneas fun-damentales van a marcar toda suacción: una sensibilidad “diferente”respecto de los pobres, una lecturacrítica de los “mecanismos perver-sos” que producen y perpetúan lassituaciones estructurales de injus-ticia, una visión amplia y compro-metida de lo que hoy podemosllamar “caridad política”, un atrevi-miento para la “denuncia profé-tica”, una dimensión integral yliberadora de la evangelización,una creatividad constante parabuscar nuevos métodos, nuevasformas y nuevas expresiones servi-ciales...

A partir de aquí, es consciente de quecualquier estrategia de lucha contrala pobreza y a favor de los pobres quepretenda ser completa, deberá lle-varse a cabo en cuatro frentes: asis-tencia, promoción, denunciaprofética de las injusticias y cambiode estructuras, y clarificación y con-cientización de los poderes públicosen favor de los pobres. Son cuatro ni-veles complementarios que él poneen práctica sin fisuras.

Acción asistencialEn efecto, Vicente de Paúl

comenzó por la acción asistencial,el nivel más elemental ante la ur-gencia de la enfermedad, el ham-bre, el desempleo, la miseria, lamarginación o el desamparo social.Sin embargo, la asistencia tiene quecimentarse en la eficacia organiza-tiva y en la actitud crítica. No puedeconfundirse con cierto paterna-lismo más o menos encubridor deinjusticias.

Desde un principio, Vicente de Paúlconstató que lo que faltaba no erantanto personas caritativas cuanto

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organización eficiente de la cari-dad. Con su agudo sentido de lasrealidades económicas, de la coo-peración y de la coordinación, or-ganizó durante la guerra de losTreinta Años y de las dos Frondasuna inmensa red de ayudas que lle-gaba a la mayor parte de Francia.

Además, para Vicente de Paúl la ac-ción asistencial nunca puede ser niaparecer como un sucedáneo de lasreformas estructurales. Por el con-trario, las exige a gritos y en nombrede Dios. Y si desde la justicia de loshombres la acción caritativo-sociales un acto voluntario, desde la justi-cia de Dios se torna obligatorio.

Acción promocionalComo una evolución natu-

ral e inevitable, completó la acciónasistencial con la acción promocio-nal, con la búsqueda de unos me-dios para que el pobre, personal ycolectivamente, tome conciencia desu situación, de su dignidad y desus derechos, y sea, sobre todo,agente de su propio desarrollo inte-gral. Y ello porque sabe que la po-breza generalizada tiene causassociales y políticas.

Esta acción promocional se hace enVicente de Paúl “ingeniosamente in-ventiva y creativa”. Y así, escribe ensu correspondencia: “No hay queasistir más que a aquellos que nopueden trabajar ni buscar su sus-tento, y que estarían en peligro demorir de hambre si no se les socorre.En efecto, apenas tenga uno fuerzaspara trabajar, habrá que comprarlealgunos utensilios conformes con suprofesión, pero sin darle nada más.Las limosnas no son para los quepueden trabajar, sino para los po-bres enfermos, los huérfanos o losancianos” (SVP, IV, 180).

Esta acción promocional actúasobre las causas de la pobreza dediferentes sectores de la sociedad:campesinos, niños abandonados,huérfanos, refugiados, y se pro-longa hasta que éstos sean capacesde salir por sí mismos de su situa-ción. Lo mismo que urgió el Conci-lio Vaticano II en su Decreto sobreel Apostolado seglar: “Cumplirantes que nada las exigencias de lajusticia, para no dar como ayuda de

caridad lo que ya se debe por razónde justicia; suprimir las causas, yno sólo los efectos, de los males, yorganizar los auxilios de tal formaque quienes los reciben se vayan li-berando progresivamente de la de-pendencia externa y se vayanbastando por sí mismos” (nº 8).

Denuncia profética de las injusticias y cambio de estructurasEntre las exigencias de su vastoplan de acción social, Vicente dePaúl incluye un tercer nivel: el cam-bio de estructuras. Un nivel que seconcreta, a su vez, en la denunciaprofética de las injusticias. Com-prende que el cristiano, porque loes y porque es urgido por el amorde Cristo y de sus hermanos po-bres, no puede conformarse con serjusto, sino que también debe lan-zarse a las exigencias de la luchapor la justicia.

Cualquiera que se acerque a la vidade Vicente de Paúl, se encontrarácon una ingente suma de acciones,actitudes y palabras encaminadas aimpedir, por todos los medios a sualcance, que la maquinaria socio-económico-política continúe fabri-cando más pobres. Ahí está suentrevista con el primer ministroRichelieu para pedirle abierta-mente el cese de la guerra; su opo-sición pública y radical a la políticaexplotadora del pueblo campesinotrazada por el cardenal Mazarino ysu famosa frase lanzada al mismoMazarino: “Monseñor, échese almar y se calmará la tempestad”; sularga e inteligente carta también alcardenal Mazarino, el 11 de sep-tiembre de 1652, para pedirle quedimitiera y abandonase el Reino,sencillamente porque le conside-raba el principal causante del sufri-

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El cristiano, urgido por el amorde Cristoy de sus hermanospobres, no puede conformarse con ser justo,sino que tambiéndebe lanzarsea la exigenciade la luchapor la justicia.

“conciencia crítica” de una sociedadinsolidaria.

No resulta ninguna extrapolación siaplicamos a este plan organizado dela caridad vicenciana el calificativode “dimensión política y social de lafe” de Vicente de Paúl. Tal vez, a élle hubiera gustado citar aquellaspalabras que el Papa Pío XI pro-nunció, ante la Federación univer-sitaria católica italiana, el 18 dediciembre de 1927: “El campo polí-tico abarca los intereses de la socie-dad entera; y en este sentido, es elcampo de la más vasta caridad, dela caridad política, de la caridad dela sociedad”.

CODA FINALAlguien ha dicho que los ojos deuna persona pueden llegar a seruna viva parábola de bondad. Y encualquiera de los retratos que seconservan de Vicente de Paúl -el deSimon François de Tours, el de Ni-colás Pitau, el de Van Schuppen- loque más impresionan son sus ojos.Una mirada penetrante, con unagota de ironía. Una mirada in-mensa donde caben todos los mar-ginados. Una mirada que desafía,interroga e interpela.

Cuentan las crónicas que el 27 deseptiembre de 1660 ocurrió algohermoso en París. Vicente de Paúlhabía muerto ese día, a las 4, 45 dela mañana en el priorato de San Lá-zaro. Y al difundirse la noticia de sumuerte, los mendigos más andrajo-sos de la ciudad acudieron, en mul-titud, para despedir a quien habíatomado partido por ellos. Dosmeses más tarde, en su funeral,Mons. Enrique Maupas du Tourproclamaba solemnemente: “Estehombre ha cambiado casi total-mente el rostro de la Iglesia”.

miento del pueblo (SVP, IV, 440-444); su apelación al Papa Inocen-cio X, el 16 de agosto de 1652, paraque interviniera en favor de la pazdurante la Fronda de los Príncipes,y así “aliviar a los pueblos desola-dos por tan larga guerra, devolverla vida a los pobres abatidos y casimuertos de hambre, ayudar a loscampos totalmente devastados...”.Incluso, llega a pagar el precio desu atrevida denuncia de las injusti-cias permaneciendo exiliado de laciudad de París durante cincomeses.

Hay también un hecho que entrade lleno en este apartado. Y es lacampaña de oposición radical queVicente de Paúl emprendió contrael “encerramiento de los pobres” deParís. El decreto real del 27 de abrilde 1656, ordenaba que “los asocia-les deben ser encerrados” para lim-piar la ciudad, preservar de supeligro a las buenas conciencias yrespetar el orden colectivo. Lospartidarios del encerramiento delos pobres proclamaban: “Encerrara los pobres no es quitarles la liber-tad; es apartarles del libertinaje,del ateísmo y de la ocasión de con-denarse”. Vicente de Paúl, por elcontrario, gritaba la insoslayabledignidad y libertad de los pobres.

Clarificación y concientiza-ción de los poderes públicos

Este aspecto no se ha re-saltado suficientemente. Se trata declarificar las conciencias de los po-deres políticos, económicos y socia-les. Vicente de Paúl viene a decir alos poderes públicos que su obliga-ción social y moral es encargarseprincipalmente de los que nada tie-nen. Les pide que se conviertan a loque él se convirtió: que “los pobresson los predilectos de Dios” y la

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TRESINSTITUCIONESFUNDADASPOR VICENTEDE PAÚL

Congregación de la Misión(Paúles): Fundada el 17 deabril de 1625. Es una Sociedadde Vida Apostólica. Dedicada,preferentemente, a la evangeli-zación integral de los pobres.Una frase del mismo Vicente dePaúl señala su objetivo: “Dar aconocer a Dios a los pobres,anunciarles a Jesucristo, y de-cirles que está cerca el Reino delos cielos y que ese Reino es paralos pobres”.

Compañía de las Hijas de laCaridad: Fundada el 29 de no-viembre de 1633. La funda encolaboración con Luisa de Mari-llac. Es una Sociedad de VidaApostólica. Su identidad se re-sume así: “Totalmente entrega-das a Dios para el total servicioa los pobres”.

Asociación Internacionalde Caridades de San Vi-cente de Paúl (AIC): Fun-dada el 23 de agosto de 1617. Esla primera fundación vicen-ciana. Su primer nombre fue“Cofradías de la Caridad”. Másadelante se llamaron “Damas dela Caridad”. En octubre de 1971adoptan el nombre actual. Insti-tución laical.