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34 15 de agosto del 2015 NOTA 4 ¿Qué diablos quería decir con conser- vación? No entendía de qué me estaba hablando”. Así evoca Pedro Cáceres el momento en el que Heinz Plenge, fotógrafo naturalista y actual director de la Reserva Ecológica de Chaparrí, en Lambayeque, lo buscó para contarle la idea de convertir el bosque seco en un área protegida. Pedro llevaba décadas de- dicado a la caza. “Un rifle de aire para las perdices, una carabina 22 para los venados y, para palomear, una escopeta”, cuenta al recordar la época en que no salía sin sus tres armas al hombro. Hoy no solo dejó de cazar, sino que a sus 75 años es el actual presidente de los guardaparques de la reserva de Chaparrí y prin- cipal impulsor del cuidado y conservación del área. Las 34 mil hectáreas del bosque seco de Chaparrí –a 70 kilómetros de Chiclayo– son el hábitat de dos espe- cies en peligro de extinción: el oso de anteojos y la pava aliblanca. Hace aproximada- mente 15 años, Chaparrí fue catalogada como la primera área de conservación priva- da gracias a una iniciativa de Plenge y de los pobladores de la comunidad campesina Santa Catalina de Chongoya- pe. En estas circunstancias, desde el 2004 la Fundación Ayuda en Acción, junto al Centro de Investigación y Promoción del Desarrollo Sostenible (Cipdes), inter- viene en el distrito para em- poderar a los habitantes de 10 caseríos aledaños. Al principio, cambiar el ‘chip’ no fue tan fácil. “Ha- blar de conservación sin rentabilidad real es utopía. Porque trabajamos con fami- lias en situaciones poco favo- rables. Al final, la necesidad manda; por lo tanto, para que una comunidad conser- ve, primero tenemos que ha- cer que se generen recursos y medios para mejorar sus condiciones de vida”, mani- fiesta Javier Ruiz, presidente de Cipdes. “Para nosotros, el oro es verde”, dice Lucila Guevara, una de las madres campesinas que hoy es guía OSO A LA VISTA La reserva ecológica de Chaparrí muestra los frutos del esfuerzo de los comuneros de Santa Catalina de Chongoyape, en Lambayeque, por preservar las riquezas del bosque seco. ESCRIBE: BRUNELLA VÁSQUEZ MORI FOTOS: VÍCTOR ZEA

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34 15 de agosto del 2015 Nota 4

¿Qué diablos quería decir con conser-vación? No

entendía de qué me estaba hablando”. Así evoca Pedro Cáceres el momento en el que Heinz Plenge, fotógrafo naturalista y actual director de la Reserva Ecológica de Chaparrí, en Lambayeque, lo buscó para contarle la idea de convertir el bosque seco en un área protegida. Pedro llevaba décadas de-dicado a la caza. “Un rifle de aire para las perdices, una carabina 22 para los venados y, para palomear, una escopeta”, cuenta al recordar la época en que no salía sin sus tres armas al hombro. Hoy no solo dejó de cazar, sino que a sus 75 años es el actual presidente de los guardaparques de la reserva de Chaparrí y prin-cipal impulsor del cuidado y conservación del área.

Las 34 mil hectáreas del bosque seco de Chaparrí –a 70 kilómetros de Chiclayo– son el hábitat de dos espe-cies en peligro de extinción: el oso de anteojos y la pava

aliblanca. Hace aproximada-mente 15 años, Chaparrí fue catalogada como la primera área de conservación priva-da gracias a una iniciativa de Plenge y de los pobladores de la comunidad campesina Santa Catalina de Chongoya-pe. En estas circunstancias, desde el 2004 la Fundación Ayuda en Acción, junto al Centro de Investigación y Promoción del Desarrollo Sostenible (Cipdes), inter-viene en el distrito para em-poderar a los habitantes de 10 caseríos aledaños.

Al principio, cambiar el ‘chip’ no fue tan fácil. “Ha-blar de conservación sin rentabilidad real es utopía. Porque trabajamos con fami-lias en situaciones poco favo-rables. Al final, la necesidad manda; por lo tanto, para que una comunidad conser-ve, primero tenemos que ha-cer que se generen recursos y medios para mejorar sus condiciones de vida”, mani-fiesta Javier Ruiz, presidente de Cipdes. “Para nosotros, el oro es verde”, dice Lucila Guevara, una de las madres campesinas que hoy es guía

oso a la vistaLa reserva ecológica de Chaparrí muestra los frutos del esfuerzo de los comuneros de Santa Catalina de Chongoyape, en Lambayeque, por preservar las riquezas del bosque seco. ESCRIBE: BRUNELLA VÁSQUEZ MoRi FOTOS: VíctoR ZEA

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futuro. Hace 15 años, la reserva fue convertida en área

de conservación. Hoy sus re-sultados se reflejan en el cui-

dado de especies en extinción, como el oso de anteojos.

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las cifras

250 especies de aves alberga la reserva

de Chaparrí, 36 de las cuales están amenazadas.

23 especies de mamíferos habitan en el bosque

seco, entre ellos el oso de

anteojos, el zorro costeño y el venado cola blanca.

400 familias de la comunidad

resultan directamente beneficiadas con la generación de empleo en la zona.

15 años de creada tiene esta área de

conservación, de iniciativa privada.

14 guardaparques vigilan el área central de la

reserva.

turística de la reserva. Ella, además, fabrica artesanías, pues se dio cuenta de que los visitantes piden recuerdos de la zona.

Así como Pedro y Lucila, existen más comuneros que han recibido capacitaciones para ser guardaparques o guías turísticos y reafirmen su conciencia ecológica. Betty Matril, por ejemplo, fue be-cada para estudiar gastrono-mía. Luego de dos años, hoy tiene su propio restaurante en Chongoyape, así como tam-bién cocina para el Ecolodge Chaparrí, hospedaje construi-do por los mismos pobladores para recibir a los turistas.

JOLGORIO NATURAL Uno no puede desperdiciar ni un solo minuto en Chaparrí. Al alba, un riachuelo es el es-cenario perfecto para la danza de los colibríes. De todos los tamaños y colores, aletean tan rápido que uno termina vien-do un lienzo en el cielo. Sin embargo, conforme la mañana avanza, otras aves exigen prota-gonismo en el lugar: cantando, bailando, posándose en los lu-gares más peculiares a la vista y paciencia del mundo entero. Una vez dentro del bosque, no sorprende tener que detenernos de repente para dejar pasar a una manada de sajinos apresu-rados. Al comienzo puede pare-cer inusual ver tan sereno a un zorro caminando en medio de los senderos. Sin embargo, con las horas no es difícil llegar a fo-tografiar a más de uno rondan-do a pocos metros de nosotros. La pava aliblanca (ave endémi-ca de la región norte del Perú) suele posarse muy sosegada en-cima del techo de alguna casa. Sin embargo, Cholita y Cuto se roban el show. Ellos son los úni-cos osos de anteojos (en la ac-tualidad han sido identificados 25) que se encuentran aisladospues se hallaban en estado de vulnerabilidad cuando los in-sertaron en el bosque seco. Pero eso no les impide trepar hasta la

vIGíAs deL mONTe. De izq. a der.: Javier Ruiz, Pedro Cáceres y Porfirio Santa Cruz son algunos de los guardaparques y guías de la comunidad de Chongoyape.

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corteza de los árboles y disfru-tar de sus manjares favoritos: las frutas.

NUEVOS HORIZONTES A pocos metros de llegar a la comunidad de Chongoyape, unos reflejos de luz rebotan en la tierra desde la pared de una casona de adobe. Dos mil botellas de vidrio forman

un ventanal que muestra una figura típica de la cultura Mo-che. Sin embargo, esto es solo una pared del Ecomuseo Cha-parrí. Siete mil botellas plás-ticas fueron rellenas de dese-chos como bolsas y residuos. Su edificación significó liberar más de una tonelada y media de basura inorgánica, que hu-biera tardado más de 500 años

en descomponerse. Estos ‘ecoladrillos’ fueron

recolectados por más de 2 mil personas, en su mayoría alum-nos del colegio César Vallejo, quienes recogían todos los residuos plásticos del caserío de Paredones. Dentro del Eco-museo se puede ver un mapa explicativo sobre esta novedo-sa edificación. Asimismo, hay

una muestra fotográfica sobre la reserva de Chaparrí, hecha por los mismos comuneros de la zona, quienes hace un par de años recibieron una capa-citación de Kodak.

Como parte de su propues-ta ecológica, Ayuda en Acción apoya constantemente a la Red Educativa Rural Tacupal Raca Rumi, que integra a 11 escuelas

ZONa NaTURal. El zorro costeño es uno de los habitantes más sigilosos del bosque seco de Chaparrí. A la derecha, la pava aliblanca fue parte de un proyecto de reproducción en Olmos, tras el cual se ha incrementado su población en casi 100 ejemplares.

juan

cu

lca

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en donde se imparten proyectos de protección medioambiental (reciclaje de basura, viveros y biohuertos escolares que pro-ducen hortalizas y frutos orgá-nicos, entre otros). En la escuela César Vallejo, uno de los planes que ha tenido mayor impacto y alcance ha sido el de la purifica-ción del agua. “Hay un comité de niños que todas las mañanas se encarga de llenar alrededor de cinco botellas de tres litros de agua y colocarlas encima de planchas de calamina. Si hay bastante sol, después de seis horas los rayos han matado todos los microbios; si no, las

dejamos para el día siguiente”, explica Javier Solís, director del I. E. César Vallejo, quien afirma que esta técnica propuesta por Cipdes y Ayuda en Acción está aprobada por la Organización Mundial de la Salud. “Lo intere-sante es que ellos han replicado esta forma de purificación en sus casas, donde difícilmente llega agua potable”, asegura.

fuente de trabajo A una hora y media de Chongo-yape, en Ciudad Eten, más de 50 mujeres se dividen en dife-rentes salas de un taller. Algu-nas se encargan del tinte de las

fibras vegetales; otras, del pro-ceso del tejido; y unas cuantas de la manufactura del produc-to. Heredado de la cultura Mo-chica, el tejido en ‘paja palma’ o ‘macora’ ha sido rescatado yrevalorado por estas madres de familia, quienes conforman la Asociación de Artesanas en Acción de Eten. Ellas han par-ticipado no solo de las capaci-taciones para la producción de artesanías, sino también de un proceso de alfabetización.

“Yo participaba y venía al local sin que mi esposo sepa. Sabía que me iba a decir ‘ya estás vieja, ya para qué vas a aprender a leer’. Gracias al programa es donde aprendí a leer y ahora mi esposo, vién-dome lo que yo hacía, quiso aprender a coser. Le enseñé y ahora todo lo que confec-ciono, él lo cose a máquina”, narra Lila Silva, una tejedora de sombreros que un día cayó en cuenta que podía y debía diversificar sus productos.

La visita a pie puede resul-tar un poco agotadora, por lo agreste de la zona. La seque-dad del terreno y la crudeza del clima durante el día nos sitúan en un bosque aparentemen-te deshabitado. Y sí, ese es su principal encanto. Está intac-to. En medio de esas montañas amarillentas, cactus ariscos y árboles deshojados se siente una vibra latente que hace de Chaparrí un lugar paradisiaco, de esos que uno no imagina que aún puedan existir.

oportunidades. Izquierda: Tras ser becada para estudiar gastronomía, Betty Matril creó su restaurante, El Secreto del Sabor, en Chongoya-pe. Derecha: Por medio de capacitaciones, las mujeres han podido diversificar sus productos de artesanía. Abajo: El bosque seco no está libre de amenazas: cazadores, taladores de algarrobo y posibles exploraciones mineras.

Ayuda en Acción es una organización internacional que trabaja en 10 regiones del Perú. Más información de su campa-ña Invierte en Perú en: www.invierteenperu.org. Alojamiento en Chongoyape. El Torito Finca Agroecoturística. En la misma reserva de Chaparrí (www.chaparrilodge.com). Contacto. Asociación para la Conservación de la Naturaleza y el Turismo Sostenible Chaparrí ACOTURCH (está en Facebook).

iNformacióN