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La Reconstitución de la Política de Partidos en Chile Timothy R. Scully Si se los coloca en perspectiva comparativa los partidos y el sistema de partidos de Chile alcanzan un alto relieve. Los partidos chilenos, desde sus primeros días a mediados del siglo XIX, han sido instituciones suma y aun deliberadamente intrusas, que buscan introducirse en lo hondo de los mecanismos de la sociedad civil. A medida que distintos grupos políticos y sociales se movilizaron en diferentes momentos en el curso de la vida de la república, los partidos han sido casi siempre los mecanismos principales para canalizar y dar forma a los intereses que surgían Ya sca cn organizaciono de Iglesia o sindicales, asociaciones profesionales o universitarias, grupos grandes o pequenos organizados a nivel vecinal, municipal o nacional, los partidos han sido protagonistas activos en el largo proceso para extender los derechos de ciudadanía. Su impacto ha sido tan dcciaivo que Manuel Antonio Garretón, uno de los más prominentes sociólogos políticos de Chile, los ha llamado la columna vertebral del proceso político del país’. Se ha observado con frecuencia que Chile cs cl único país cn AmCrica Latina donde las fucrLas políticas, desde el comienzo de la política de partidos, han estado clara y distintamente alineadas en tres grandes bloques ideológicos, con partidos que están en los polos opuestos del espectro politice y uno al menos situado entre los polosw. En términos de la amplitud y profundidad de sus fisuras ideológicas, el sistema de partidos chileno es tal vez el mejor ejemplo de un sistema multipartidario en América Latina. semejante a los de muchos paises europeos. La distribución tripartita del electorado y las interacciones esquematizadas de los partidos han ocasionado comparaciones con los casos francés. italiano y alemán’. En Chile. como en muchos paises europeos occidentales, los esquemas son de larga duración. En el curso dc doce décadas dc competencia politica casi ininterrumpida, cada uno de estos tres bloques políticos obtuvo casi invariablemente entre un cuarto y un tercio de los votos4, ¿Cómo se dio la evolución del distintivo aistcma dc partidos dc Chile? ¿Por qué ha perdurado el carácter peculiarmente segmentado del sistema de partidos? Es una proposición básica de este capítulo que la evolución del sistema de partidos chtleno en los siglos XIX y XX puede entenderse en parte como el legado de la forma en que tres fisuras sociales básicas -la religiosa, los conflictos dc clase urbanos y rurales- SC politizaron cn tres momentos temporales históricamente discreto? Usando el modelo de Lipset y Rokkan como lente analítico, argumento que la distintiva evolución de la política de parttdos en Chile puede entenderse mayormente sobre la base de fisuras sociales básicas que se tradujeron en alternativas concretas de partidos en tres “coyunturas críticas”(’ Primero. al examinar dc cerca el desarrollo del conflicto clerical-anticlerical en el siglo XIX, se obtiene un cuadro sorprendentemente coherente de la cristaliLación inicial dc la política de partidos. Segundo, el conflicto de clases a comienzos del siglo XX redistribuyó a los competidores principales dentro del sistema de partidos, una reorganización política marcada especialmente por el surgimiento de partidos de clase obrera en monas urbanas Y, tercero, la extensión de la movilización política de la clase trabajadora al sector rural en la decada de 1950 precipitó una coyuntura crítica caracterizada por el surgimiento de un fuerte patudo alternativo de centro, y la creciente polarización del sistema de partidos chileno. Argumento en seguida que, una vez rstablecido (y rcstablccido) rstc panorama político tripartito. cl sistema de partidos adquirió una tenaz capacidad de sobrevivencia, a pesar de los dramaticos cambios ocurridos cn el

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La Reconstitución de la Política de Partidos en Chile

Timothy R. Scully

Si se los coloca en perspectiva comparativa los partidos y el sistema de partidos de Chile alcanzan un alto relieve. Los partidos chilenos, desde sus primeros días a mediados del siglo XIX, han sido instituciones suma y aun deliberadamente intrusas, que buscan introducirse en lo hondo de los mecanismos de la sociedad civil. A medida que distintos grupos políticos y sociales se movilizaron en diferentes momentos en el curso de la vida de la república, los partidos han sido casi siempre los mecanismos principales para canalizar y dar forma a los intereses que surgían Ya sca cn organizaciono de Iglesia o sindicales, asociaciones profesionales o universitarias, grupos grandes o pequenos organizados a nivel vecinal, municipal o nacional, los partidos han sido protagonistas activos en el largo proceso para extender los derechos de ciudadanía. Su impacto ha sido tan dcciaivo que Manuel Antonio Garretón, uno de los más prominentes sociólogos políticos de Chile, los ha llamado la columna vertebral del proceso político del país’.

Se ha observado con frecuencia que Chile cs cl único país cn AmCrica Latina donde las fucrLas políticas, desde el comienzo de la política de partidos, han estado clara y distintamente alineadas en tres grandes bloques ideológicos, con partidos que están en los polos opuestos del espectro politice y uno al menos situado entre los polosw. En términos de la amplitud y profundidad de sus fisuras ideológicas, el sistema de partidos chileno es tal vez el mejor ejemplo de un sistema multipartidario en América Latina. semejante a los de muchos paises europeos. La distribución tripartita del electorado y las interacciones esquematizadas de los partidos han ocasionado comparaciones con los casos francés. italiano y alemán’. En Chile. como en muchos paises europeos occidentales, los esquemas son de larga duración. En el curso dc doce décadas dc competencia politica casi ininterrumpida, cada uno de estos tres bloques políticos obtuvo casi invariablemente entre un cuarto y un tercio de los votos4,

¿Cómo se dio la evolución del distintivo aistcma dc partidos dc Chile? ¿Por qué ha perdurado el carácter peculiarmente segmentado del sistema de partidos? Es una proposición básica de este capítulo que la evolución del sistema de partidos chtleno en los siglos XIX y XX puede entenderse en parte como el legado de la forma en que tres fisuras sociales básicas -la religiosa, los conflictos dc clase urbanos y rurales- SC politizaron cn tres momentos temporales históricamente discreto? Usando el modelo de Lipset y Rokkan como lente analítico, argumento que la distintiva evolución de la política de parttdos en Chile puede entenderse mayormente sobre la base de fisuras sociales básicas que se tradujeron en alternativas concretas de partidos en tres “coyunturas críticas”(’ Primero. al examinar dc cerca el desarrollo del conflicto clerical-anticlerical en el siglo XIX, se obtiene un cuadro sorprendentemente coherente de la cristaliLación inicial dc la política de partidos. Segundo, el conflicto de clases a comienzos del siglo XX redistribuyó a los competidores principales dentro del sistema de partidos, una reorganización política marcada especialmente por el surgimiento de partidos de clase obrera en monas urbanas Y, tercero, la extensión de la movilización política de la clase trabajadora al sector rural en la decada de 1950 precipitó una coyuntura crítica caracterizada por el surgimiento de un fuerte patudo alternativo de centro, y la creciente polarización del sistema de partidos chileno. Argumento en seguida que, una vez rstablecido (y rcstablccido) rstc panorama político tripartito. cl sistema de partidos adquirió una tenaz capacidad de sobrevivencia, a pesar de los dramaticos cambios ocurridos cn el

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ambiente. La política de partidos dentro de la arena política posterior a Pinochet mantiene sorprendentes continuidades con el sistema de partidos antecedente.

Debería subrayar que, al conccntrarmc cn la importancia de las fisuras sociales y políticas, no estoy argumentando que los partIdos y el rlstcma de partido5 dc Chile sean simplemente la expresión “natural” de fisura\ wciales. rnk hlen que, por ejemplo, una consecuencia de un conjunto dado de reglas y proccdlmicntos electorales. Si bien es verdad que los partidos y sus líderes reflejan las fisuras sociales. es igualmente verdadero que las fisuras sociales y políticas son seleccionadas y manipuladas por los partldos y los políticos’. Sin embargo, si buscamos explicar tanto los origcncs come la conducta del conflicto de partidos en el caso chileno, parece más fructifero comenzar con las fisuras socia& específicas que las elites políticas y sociales explotaron desde temprano. Una vez que surgen los partidos y sistemas de partidos, los legisladores y funcionarios púhlico~ adoptan regímenes y fórmulas electorales (como la representación proporcional II otros). y esto tiende a consolidar, aunque sea temporalmente, las relaciones políticas entre los partidos y a estabilizar las Iíncas de fisura social’.

Desde el comienzo mismo de la política orgamzada de partidos en Chile, los conflictos bilaterales resultaron en un sistema de partidos trlpartlto Curiosamente. cn cada una de las coyunturas criticas que redefinieron la forma del contlicto político dentro del sistema de partidos, el centro se reconstituyó: primero, por el Partido l.ihcral a mediados del siglo X1X; mas tarde, por los radicales en las primeras décadas del siglo XX; y- finalmente, por los democratacristianos a mediados del siglo XX. Por lo tanto. ademAs de analizar los parámetros cwnhiantes del conflicto dentro de cada período. exploraré hrcvcmente el surgimiento y conducta de cada uno de estos partidos de centro, como también las implicaciones que de ellos se derivan para esquemas más amplios de dinámica de partidos,

En la primera sección analizo el conflicto clerical-anticlerical como fisura fundante dentro del panorama político chileno, lisura que dejó una huella perdurable sobre el sistema de partidos tripartito recientemcntc reconstituido. La segunda sección explora la institucionalización partidaria de la fisura de clases cn cl sector urbano de Chile’. El surgimiento de nuevos actores sociales, sectores medios y grupos de clase obrera, condujo a demandas de un aumento de la inclusión social y política durante las prnneras décadas del siglo XX. La tcrccra sección analiza la difusión de la política partid& dc clase obrera al sector rural durante las décadas de 1950 y comienzos de la de 1960. Exploro en seguida cl resurgimiento de la política dc partidos. concentrándome en el plebiscito de octubre de 1988, las elecciones generales de 1989 y las elecciones municipales de junio de 1992. La sección final intenta responder a la pregunta de si las nuevas relaciones polítlcas crlstalizadas dura& los diecisiete años del período autoritario produjeron una herencia partidaria diferente del sistema politico que precedib al golpe de 1973.

LA DEFINICIÓN DEL PANORAMA POLíTICO: EL CONFLICTO CLERICAL-ANTICLERICAL

Desde la independencia en 1810 hasta comienzos de la década de 1830, el sistema político chileno, como el de otros países hispanoamericanos, se caracterizó por la desorganización y la anarquía. Sin embargo, Chile contrasta con la mayorin de sus vecinos porque este período caótico fue relativamente breve. Aunque la guerra de la independencia acabó con las estructuras políticas dc la antigua coloma, la estructura predominantemente agraria de Chile fue dejada virtualmente intack La presencia imponente de una oligarquia rural relativamente homogénea ayuda a explicar la trankión comparatwamente expedita a un régimen políticamente estable bajo la ConstituciOn dc 1833, la que proporcionó el principal marco legal para el desarrollo político chileno durante los cien afios que siguieron, como también el contexto para el desenvolvimiento de un incipiente sistema de partidos en la década de 1850.

I,a Constilución de 1833 estableció un sistema presidencial con un legislatwo bicameral. El presidente y los senadores debían ser elegidos nacional e mdlrectamenlc; 40 los diputados

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LA RECONSTITUCION DE LA POLITICA DE PARTIDOS tN CHILE 85

de la támara baja SC clcgían directxncntc. Al cjccutivo x Ic conccdicron facrdtades de largo alcance: le estaba permitido vetar leyes aprobadas por el Congreso y declarar el receso de éste a voluntad; determinaba el presupuesto, fijaba los sueldos de los empleados públicos y controlaba los nombramientos y asccnso~ militarca: cl cjccutivo controlaba también a las autoridades municipales a cargo de la maqumaria clectoral. La Constitución prescribía un gobierno estrictamente censitario, esto es, el sufragio estaba Imutado a los varones mayores de veinticinco años (o veintiuno, dc estar casxios) que poscycren un bien raíz o capital, cuyo valor variaba según la provinua”.

Aunque la influencia del gobierno sobre los resultados de las contiendas electorales de este período era casi determinante. las elites políticas podían desafiar con éxito a los candidatos del gobierno en elecciones especificas si los líderes locales de la oposiciún lograban ponerse de acuerdo en unir fuerzas. Puesto que la Constituci6n prescribía un sistema de cédula única, con simple mayoría, en el cual el ganador se llevaba todos los cargos, si los elementos de oposición podían ponerse de acuerdo en apoyar a un solo candidato, podían derrotar a los candidatos del gobierno en una cantidad limitada dc clccciontx cuidadosamente escogidas. Si, además, los líderes de la oposición podían obtener el control de una municipalidad dada, ya fuera ganado elecciones locales o captando la adhesión de caudillo\ políticos locales, las posibilidades dc ganar resultaban aumenkdas dc gran manera, puesto que los funcionarios locales controlaban el registro dc clcctorcs y cl tonteo de los votos.

LA COYUNTURA CRíTICA (1857-l 861)

A partir de la mitad de la decada de 1850, la fisura clerical-anticlerical se transformó en la cuestión predominante alrededor de la cual los partidos políticos de Chile se organizaron por primera vez”. En 1856, un acontecimiento aparentemente sin importancia. cl despido de un empleado de la Iglesia, fue utilizado por el Arzobispo de Santiago, Rafael Valentín Valdiweso. para desatar una serie de acciones que habían de resultar en la formación inicial del sistema de partidos de Chile. La llamada cuestión del sacristán de.¡6 una marca indeleble sobre el sistema de partidos que nacía. En julio de 1857, las elites católicas conservadoras disldentes. impulsadas por el Arzobispo Valdivieso, establecieron un comité directivo para coordinar los esfuerzos para defender a la Iglesia de los designios de quienes buscaban pcrpctuar cl control estatal sobre ella. Estas medidas constituyeron el primer paso haua la creación formal de un partido politice’*. La Sociedad de Amigos de la Patria pronto se transformó en el Partido Conservador.

Al mismo tiempo, como reacción a los desafíos planteados por el Arzobispo y sus seguidores, las elites leales a la autoridad del estado secular y al Presidente Manuel Montt (y su Ministro del Interior, Antonio Varas) formaron un grupo político denominado nacionales o montt-varistas”. En diciembre de 1857, algunas elites políticas liberales disidentes, ya alejadas del gobierno oligárquico de Montt, organizaron un comité para promover sus propios intereses electorales y dieron forma oficial al Partido Llberali4. El Presidente Mona se encontró súbitamente intentando gobernar la repúbhca en contra de la oposición cada vez mejor organizada de los liberales, como también de la facción clerical conservadora surgida entre sus propios ex partidarios.

Percibiendo una oportunidad sin preccdcntes para oponcrsc con éxito al gobierno, cn 1857 los liberales se unieron a los conservadores en una aliansa clcctoral cn contra dc Montt. Esta alianza, sin embargo, enfureció a los anticlericales de línea dura dentro del Partido Liberal y les impulsó a formar un partldo separado, los radicales, para expresar con más fuerza SII oposición a la Iglesia. Como consecuencia, entre 1857 y 1861, la opinión política en Chile se dividió en tres tendencias políticas discretas a lo largo del eje clerical-anticlerical, con cuatro partidos diferentes que representaban esas tendencias: conservadores. liberales, radicales y. por muy poco tiempo. los nacionales partidarios de Montt. La figura 4.1 ilustra esta contiguración.

Una vez fragmentado el consenso politice. los presidentes chilenos se vieron obligados a gobernar formando coaliciones que llegaron a ser crecientemente dominadas por los partidos

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políticos y responsables ante éstos”. Aunque el sufragio estaba cxtrcmadamente restringido, Por primera WL las fuerzas del gobierno SC vieron obligadas a competir por el poder en contra de una oposición organizada. El uso de instrumentos parlamentarios para controlar cl poder del presidente, tales como el voto de desconfianza y la facultad dc destitucidn por el Congreso, vino a contrastar claramente con las prácticas anteriores. Desde 1861 hasta la guerra civil de 1891, cada presidente chileno --aun el m&s autoritario- se vio forzado a negociar con fuerLas poderosas de oposición que controlaban ministerios claves dentro de su propio gobierno.

El cambiado paisaje político, la formación dc un sistema multipartidario, y especialmcntc cl aumentado espacio para la política de oposición, llevó cada vez más a los partidos a formar coaliciones y alianzas. Por ejemplo, en un esfuerzo por romper cl control del gobierno liberal sobre el proceso electoral, los conscrvadorcs se unieron en una alianza temporal con sus archirrivales ideológicos, el anticlerical Partido Radical. Como consecuencia de esta exitosa alianza parlamentaria, el proceso electoral fue reformado rn 1874 de tres maneras importantes16. Primero, la eliminación de los requisitos de propiedad y renta para la inscripck electoral dio por resultado una arena electoral grandemente expandida: como porcentaJe de la población, el número de electores creció del l,29 por ciento cn 1873 al 3,87 en 1876. En segundo lugar, la transferencia de las responsabilidades electorales municipales dude los representantes del gobierno central a comitks locales formados por los mayores contribuyentes redujo el control directo del presidente sobre el proceso electoral. En tercer lugar, y esto es tal vez lo más importante, el reernplaLo cn la clccción de diputados del sistema dr lista completa con un mecanismo de voto acumulativo significó que los votantes podían emitir tantos votos corno cargos a elegir, y por cualquier candidato. En particular, esta reforma ofrecía importantes incentivos para que los partidos adquirieran una base de electores disciplinada que votara según inslrucciones partidarias”. Al limitar el número de candidatos, los agentes locales de los partidos podían calcular con mayor exactitud el número de votos requerido para maximizar los escaños en un distrito dado. Las reformas de 1874 reforzaron además la propensión a hacer pactos dentro del sistema de partidos. A través del uso de pactos, una determinada facción partidaria podía apoyar a otra en un distrito donde la otra era más fuerte, evitando así la confrontación directa’*.

Desde 1875 hasta la elección presidencial de 1920, todos los partidos canalizaron su desempeño ya fuera a través de la Alianza Liberal. anclada cn cl anticlerical Partido Radical, o la Coalición Conservadora, centrada en torno a los conservadores clericales. Estas dos grandes familias pollticas proveyeron una alternancia en el poder entre clericales y anticlericales. Los liberales centristas se abstuvieron dc compromctersc, uni&dose primero a sus socios favorecidos, la Alianza Liberal, luego a la Coalición, y dc nuevo a la Alianza. Hasta la guerra civil de 1891, la Alianza Liberal predominó claramente; desde 1896 en adelante el cambio entre gobierno y oposición dependía en gran parte de las preferencias del Partido Liberal y otros partidos más pequeños cn cl centro. Puesto que el Partido Liberal se fundó, no sobre disputas religiosas sino sobre la oposIción a Montt y los oligarcas que apoyaban su gobierno, sólo los liberales entre los partidos nacientes estaban libres para ocupar el espacio abierto entre los dos extremos. Una VCL que los liberales hubieron ocupado este centro. su presencia se hizo útil para restringir una mayor polarización entre los dos extremos’9. Durante este período, los partidos de centro (los hberales, junto con los nacionales y los liberal democráticos) exhibieron una marcada tendencia a evitar la confrontación directa y a proporcionar un terreno intermedio crucial para el compromiso.

EL REORDENAMIENTO DEL PAISAJE POLíTICO: EL CONFLICTO DE CLASES EN EL SECTOR URBANO

A fines del siglo XIX y durante las primeras décadas del siglo XX, el eje definitorio de la oposición politica se desplazó gradualmente de la fisura clerical-anticlerical al conflicto de clases cn cl sector urbano. Un creciente número de traba,jadores tenla empleo en el sector urbano, corno consecuencia del persistente (aunque modesto) desarrollo Industrial y comercial

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LA RFCONSTITUCION DE IA 1’01.17’1CA DF PARTIDOS I:N (‘1111 E

que tuvo lugar en Chile desde la década de 1890 hasta la depres¡Í~n mundial de la d8cada dc 1930. Al mismo tiempo, las lineas de batalla entre las chks económicas, sociales y polltlcas y los líderes dc los rccicntcmcntc formados sindicatos de trabajadores se hacían más marcadas. Aun los relatos más moderados de ese período sugvxen que las condiciones de vida y trab@) en las salitreras del inhospitalario norte eran subhumanas. como lo eran las conduones en el creciente número dc industrias urbanas. A medida que empeoraban las cosas, las sociedades de socorros mutuos, imica expresión visible de la clase obrera organizada a través dc la dkada de 1880 y comienzos de la de 1890, comenzaron a moverse hacia la articulación de reivindicaciones frente a los cmplcadorcs*“. Dcbdc cl fin del siglo XIX y a lo largo de las primeras décadas del siglo XX, el movimiento laboral chileno creció hasta convertirse en una fuerza sociopolítica organizada, militante y de carácter nacional*‘. L.as relaciones políticas que se habían mantenido por décadas se desarticularon al mostrarse las elites políticas tradicionales incapaces o no deseosas de resolver los desafíos planteados por el dramático surgimiento de los nuevos sectores medios y de las clases trabajadoras.

anticlerical clcrical

Liberales (1857)

Nacionales (1957-91)

Demócratas Liberales (1892-1924)

Fig. 4.1. Fisura religiosa y evolución partidarla en Chile, 1837-1961 Adaptada de Timothy R Scully, Rethrnkrng the Ceder, Par& Puhtics ~n ~mdeen~h and Twen/&h Centwy C-hile (Stanford, Calif..; Stanford Univcrsity Pr4ess, 1992) pág. 44

Los grupos dominantes adoptaron una postura defensiva e inflexible que agwhzó el conflicto al declarar que el sindicalismo era inaccptablc cn principio. En mochos casos, los trabajadores debieron ir a la huelga para ser sImplemente escuchados. Durante esos aAos, un número creciente de protestas laborales proporcionó “signos externos, visibles de hondo descontento en la sociedad, de falta de consenso; para los trabajadores, fueron también protestas contra la clase empleadora y contra la socxdad.‘“.

A comienzos de siglo, la rcprcsión biolcnta del movimlcnto laboral x hilo más común. En 1903, una huelga en Valparaíso terminó con la muerte de unos 40 trabajadorcb. 1% Santiago, los desbordes de la ‘kmana ro.ja” de octubre de 1 YO5 causaron la muerte de muchos trabajadores que protestaban por cl alza del costo de la bida Este ciclo dc creciente militancia laboral y represión estatal lleg6 a su culminación en 1907: mas de mil hombres, mujeres y niños, obreros en huelga de las salitreras y sus familias. fuel-on ametrallados en el patio de una escuela cn Iquique. Enfrentado a una severa represión estatal y carente de la protecciirn de una legislación social, el movimiento laboral chileno se desarrolló en esos años básicamente cn dos direcciones. En primer lugar, los trabajadores formaron orgamzacuxvx sohdarias. especialmente la clase obrera urbana. En segundo lugar. huscaron cl apoyo dc partido? políticos.

Durante la dCcada de 1880. una pequefia aunque vociferante facción del Partido Radical argumentó en contra del concentrarsz en disputas religIosas estériles y a favor de centrarse en las necesidades de la clase traba.jadora urbana cn plcno crecimiento. Esta facción, dirigida po!

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Valentín Letelier, llegó a la frustración por la oposici6n dc los clcmcntos menos progresistas, y se separó dc los radicales en 1887 Formaron el Partido Demócrata, que habría de intentar mejorar las condiciones sociales económicas y políticas del pueblo chileno a través dc reformas no violentas y graduales’3.

Desde sus comicnros, cl Partido Demócrata tomó un papel preponderante en el movimiento laboral. llamando a la creación de sociedades de ayuda mutua y apoyando huelgas y otras acciones. En la década de 1890. el Partido Dcmhcrala dcsarrolli> también una estrategia electoral para atraer votos dc la clase media y trab+dora. que tuvo un kxito moderado. A la altura de 1918, había logrado elegir dos senadores y doce dlputados, y se había transformado en mediador importante para la formación de mayorias parlamentarias. Sin embargo, en último término no logró captar la lealtad de las clases trabajadoras; su estrategia reformista dejó de ser atractiva para los trabajadores urbanos en la medida en que las protcslas de los trabajadores fueron confrontadas con una violencia cada vez mayor de parte del Estado y de los empleadores, y especialmente después de la matanza de Iquique en 1907. Además, su éxito en el complejo juego de la política de coaliciones llevó al partido a comprometerse profundamente en la corrupción y la intrigd A la altura de la década de 1920, el Partido Demócrata estaba bien asentado en el ~furu que politice y no era ya una fuerza notable para las reformas24.

LA COYUNTURA CRíTICA ( l920- 1932)

En el curso de esta segunda coyuntura crítica, las elites políticas buscaron mitigar los aspectos más conspicuos de la explotación dc la clax trah+jadora para suprimir las condiciones que promovían una protesta social recurrente Al mismo tiempo, el fracaso eventual de los líderes tradicionales de los partidos en incorporar a las clases trabajadoras dentro de los partidos existentes condu.jo al surgimiento dc partidos dc clase trabajadora “desde abajo.” Aunque los sectores medlos recientemente emancipados desafiaron exitosamente la oligarquia hegemónica en la elección presidencial de 1920, fue la tenacidad de la militancia de la clase obrera la que puso la cuestión social cn cl centro del dcbatc político.

En 1920, la Alianza Liberal proclamó a Arturo Alessandri Palma. el “León de Tarapacá,” como su candidato presidencial. Aunque Alessandri provenía del moderado Partido Liberal, su estilo amenazante y populista (al menos a partir de 1915) lo idenlilicdba muy de cerca al Partido Demócrata y al ala progresista de los radicales. para quienes la cuestión social había llegado a ser de gran importancia. Era un orador carismático, y su discurso era profundamente anti-oligárquico. Las elitcs partidarias tradicionales, acostumbradas a casi un siglo de cambios de alianzas políticas en los pasillos y cámaras. consideraban este nuevo estilo populista, con su consiguiente despertar político de nuevos actores sociales, como anatema25. Al anunciar la victoria electoral de Alessandri el 30 de septiembre de 1920, los litolares de

p;gp ágina del diario oficial del Partido Conservador proclamaban: “iAnnibal ad

, (refinendose a la invasión de Italia por el general cartaginense en el siglo II A.C.). Las fuerzas conservadoras se fortificaron para cl conllicto social y lograron usar su mayoría parlamentaria para bloquear loda iniciativa de reforma del nucvc gobierno. En consecuencia, el Congreso no aprobó virtualmente ninguna legislación de ninguna clase durante la primera administración de Alessandri ( 1920-1924)27.

El 2 de scpticmbre de 1924, cn el momento en que los miembros del Congreso estaban discutiendo el único proyecto de ley sobre el cual podian ponerse de acuerdo -un aumento de sus propias dictas parlamentarias- unos sesenta oficiales inferiores descontentos del Ejército entraron en las galerías del Senado con los sables desenvainados. Bajo la presión de los militares, el Congreso llegó pronto a un acuerdo sobre la legislación social pendiente, inlroduciendo reformas sociales que incluían aspectos claves de los proyectos laborales tanto de los liberales como dc los conscrvadorcs28. El dohlc Gstcma de relaclones industriales asi promulgado favorecía grandemente a los empleadores (lo que acentuaba el proyecto conservador) y concedía al Estado amplios poderes sobre el movimiento sindical (como lo

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LA RECONSTITUCION DE LA POLITICA DE PARTIDOS I N C 1 IILE 89

izquierda derecha 4 b

Comunistas Radicales Conservadores (1912) (1861) (1857)

Socialistas Llbcrales (1933) (1857)

Fig. 4.2 Fisura de clases urbanas y evolución partidaria en Chile después de 1933. Adaptada de Suclly. Rethinking the Center, pág. 93

estipulaba el proyecto liberal). Este apresurado compromiso político derivó en un sistema de relaciones industriales represivo y orientado al control que no saMi/« a ninguno de los dos lados del dividido poder legislativo. En breve, las ehtes partidarias chilenas promulgaron mecanismos legales para controlar a los trabajadores en sus lugares de trabajo, más bien ye buscar movilizar el apoyo de la clase trabajadora dentro del sistema de partidos tradicional-‘. Este resultado tuvo el efecto de refonar a los elementos entre los trabaladores que buscaban organizar sus propios partidos de clase trabajadora

Los militares habían logrado romper el empate legislativo, pero su intervención en las operaciones de gobierno estaba ~610 comenzando. Alessandri renunció ala presidencia el 8 de septiembre dc 1924, el mismo día en que las fuerzas armadas lograron imponer su legislación reformista al Congreso. Días más tarde, por primera ve, en un siglo, los oficiales militares chilenos cerraron el Congreso y tomaron a su cargo el gobierno

El período que comienza con el golpe de lY24 fue el más inestable de la historia política chilena. Entre 1924 y 1932, cinco golpes militares interrumpieron un proceso político viciado: ningún presidente terminó su período. Aunque Arturo Alessandri fue restaurado en el cargo el 25 de marzo de 1925, y logró conducir la aprobación de una nueva Constitución, el golpe de septiembre de 1924 marcó el fin de la política oligárquica dc partidos en Chile. El ataque principal a los partidos chilenos vino a comienzos de 1927. cuando el coronel Carlos Ibáñez del Campo se apoderó del gobierno y reprimió enérgxamente a los partldos políticos, arrestando y enviando al exilio a los líderes partidarios de todos los colores. En un tiempo relativamente corto, Ibállez transformó el Congreso cn una asamblea cautiva, generalmente sumisa.

Ibákz conservó el poder por cinco años, sucumbiendo finalmente a las demandas de una oposición creclentemente tenaz luego que la depwiiln mundial hubiera dejado en ruinas la economía chilena. La caida dc Ibákz en julio de 1931 creó un vacío político que ningún actor social estaba preparado para llenar. Durante varios meses despues de la caída de Ibáfiez. los líderes partidarios y sindicales se esforzaron por rcarticular las organizaciones sociales y políticas. Durante esos meses, el país sufrió una scr~ que parecia no tener tin de intentos, tanto civiles corno militares, de constituir una fórmula de gobierno que funcionara.

La elección presidencial de 1932 trajo consigo una rccupcraci6n dc la competencia de partidos entre actores políticos conocidos. y el regreso de Arturo Alessandri a la presidencia. A pesar de la apariencia de continuidad, no cabe duda que tanto Alessandri como el Chile que éste llegaba a gobernar habían cambiado dramáticamcntc En tanto que en la elección presidencial de 1920 Alessandri ocupó la “izquierda” dentro de un emergente espectro de partidos basado cn clases sociales, en la elección de 1932 se encontró representando la centroderecha del sistema recientemente reconstituid«. La adopción dc una fórmula D’Hondt modificada de representación proporcional en la Constitución de 1925 había reforzado los

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90 TIMOTHY R. SCULLY

C’undro X01 I Escailos del Congreso por puMo, Chile, 1937-1973

____- I“,Pl!lh~ IYY I9JI ,Y,5 ,!w

35 12 36 33 ‘l 18 1 35 22 il c 35 ’ 23

29 45 d 10 34 21 p 3 : 3 3

’ - - 14 42 12 8 7 7 6

19 ts Y 12 ‘I 29 h 6 16 15 -

10 6 4 Y 5

TOTAL 146 147 147 117 147

FUENTES: Ricardo Cmr-Coke, Hisrona elrooral dc C’hdc. ,925.,<)73 (San,~;,~u Editmial Jwidica de Chile, 1984). pi@ 80-85, Arturo Valenn,ela, “Thc Chilea, Par,y Systcm: “ngmi. C,,a,acte,,st,cs. a,,d Fot,,re Prosp~cts”, Woodrow Wilson Center Working Paper NY 164 (1985). Cuadro N” ,

a Votos combmzdos de los partidos Conservador Tradimnal Conwvador Umdo. y Conservador. b Par,,do Conscwador Unido soIamente c Liberales y bbrrales pmgreristas

elementos que favorecian cl pluralismo dentro del sistema de partidos. La tendencia general era hacia la consolidación, pero el sistema de partidos permanecia profundamente atomizado. En las clccciones parlamentarias de 1932 compitieron veintkte partidos políticos, y diecinueve alcanzaron represenlación en cl Congreso3”.

El Partido Socialista Obrero (que se transformó oficralmentc cn el Partido Comunista en 1922) existía en 1920, pero era electoralmente inslgnifkante. A com¡cnLos de la década de 1930, los partidos marxistas dc clase obrera se ocupaban afanosamente en consolidar su penetración del movimiento sindical urbano y demostraban un potencial electoral real. La breve “República Socialista” (entre el 4 y el 16 de junio de 1932) jugó un papel altamente significativo en la eventual consolidación dc una alternativa electoral de clase trabajadora. Aunque sus objetivos programáticos no fueron nunca completamente elaborados, la experiencia de la República Socialista desató un breve período de intensa movilización en el seno de diversas organizaciones de los trabajadores a través del país. El legado organizativo fue importante: esta movilización unió a pequeños gwpos de irquierda, grupos que hasta ese momento, o habían estado aislados, o habían estado en competencia unos con otros. Esto Tue especialmente verdad de la izquierda no comunista

A pesar de los nuevos actores sociales y políticos movilizados en las elecciones de 1932, la continuidad subyacente del sistema tripartito de partidos de Chile era claramente perceptible. Como había sucedido en el sistema dc partidos que había resultado de las batallas clericales-anticlericales del siglo XIX, resurgieron partidos en ambos cxtrcmos del espectro político. como también un partido clave pal-a ocupar el centro. La Figura 4.2 sitúa los partidos importantes a los largo del mwo eje de fisura, la tiwra de clases urbana. Aunque los conservadores clericales ocupaban la derecha extrema, cl Partido l,iberal se les juntaba en las cuestiones relacionadas con las clases sociales. Los partidos de clase trabajadora revigoruados ocupaban la izquierda.

Los radicales oxntuvieron su molde original anticlerical y crecientemente an!~oligS~rqnico, pero eón generalmente mis flexibles en cuestiones dc claac. Los líderes del Partido Rzadical apuntaron cada ve- más sus llamados electorales a los amplios sectores medios. Como el Partido Liberal, su antcccsor del siglo XIX. el Partido Radical ocupaba el

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LA RECONSTlTUCION DE LA POLITICA DE PARTIDOS EN CHILE Yl -.

IY.5’ /Y6/ /!XÍj ,P60 IY7

23 * 30

36 17 22 r

5

II h

3

17” 3 28 6 -

-- - 33

39 20 24 23 82 56 -- -

34

5 50 -

27 26

8

TOTAL 147 147 147 150 150

d Radicales y radicales socialistas. e Radicales y radicales doctrinarios f Incluye a partidos fugaces de centro derecha y a los ,ba,,,s,as g Incluye a demócratas y democrábcos. h Incluye a socialistas, socialistas autentwx y socn.bstas popalarcs.

centro y permanecía relativamente libre para formar coaliciones ya fuera con la derecha o con la izquierda. Dentro de este sistema de paflldos reestructurado, sólo los radicales (y. cuando surgían temas clericales, los liberales) podían actuar como intermediarios entre la derecha y la izquierda.

Más que cualquier otro rasgo del sistema de partidos posterior a 1932, fue la incorporación de las clases trabajadoras urbanas a partldos viables lo que hizo posible el restablecimiento de un r¿gimen competitwo politlco estable. Además, los socialistas de reciente formación estaban comprometidos a la política electoral. Como lo afirmó el líder socialista Marmaduke Grove en 1933: “No estoy hablando de tomar el poder por asalto, sino de prepararnos para conquistar el poder de la misma manera que lo hacen los partidos burguescs...trabajaremos a la luz del día y ganaremos”3’. 1.a amplia coalición dc centroderecha de Alessandri ganó la presidencia. pero el 17-7 por ciento obtenido por la candidatura socialista de Grovc (haciendo su campaña desde su exilio en Isla de Pascua) confirmó cl hecho de que los partidos de clase trabajadora podían negociar alianzas electorales con otros partidos.

El surgimiento de estos partidos de clase obrera viables puede ser explicado por el fracaso que tuvieron iniciativas anteriores patrocinadas por la elite en incorporar trabajadores. 1.a consiguiente autonomía política, organizativa 4 cultural de las clases trabajadoras urbanas permitió a los partidos marxistas el dominio en el mowmiento sindical después de Ibáilez. Los líderes de los partidos Comunista y Socialista, ocupando decisivamente el vacío social y político creado por la legislación laboral orientada al control adoptada en la década de 1920, obtuvieron impresionantes triunfos clcctoralcs y organi/aci«nales al interior de la clase trabajadora3’.

1.0s resultados de la elección parlamentaria de 1932 ratificaron la consolidación de los partidos de clase trabajadora en el electorado. En 1920, cl polo derecho del espectro de partidos (los liberales y conservadores) contaban con casi el 66 por ciento del electorado. En 1925 este porcentaje cay6 al 52 por ciento; en 1932, la cifra era del 35 por ciento”. En esta última elección, los radicales y otros grupos pattldarios de “centro” captaron cl 20 por ciento. En contraste, los partidos de izquierda (los socialistas. más casi todos los independientes y otros) recibieron un tercio del voto. Asi, Drake tlene razón en afirmar que “de muchas

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92 TIMOTHY R. SCULLY

maneras, cstos resultados dc 1932 significaron el fin de una era electoral y la inauguración de otra’.‘4.

Varios factores ayudaron a dar forma a esta transicrón a una polítrca de partidos competitiva basada en clases sociales. En primer lugar. Ia política de la clase trabajadora experimentó un cambro crucial después de 1935, cuando el Partido Comunista adoptó la estrategia de Frente Popular”‘. Desde esa fecha en adelante. los comunistas buscaron activamente formar alianzas electorales con otros partidos. trnto de clase obrera como burgueses. La formación de la coalición centrorzquierdista del Frente Popular cn 1936, y la estrecha victoria en 1938 de su candidato presidencral, Pedro Aguirre Cerda, sirvió para incorporar plenamente los partidos de clase obrera cn el toma y dale de la política de coaliciones. En segundo lugar, aunque la década de 1930 abrió un período de intensa moviliración izquierdista de las clases trabaiadoras36. la estabilidad política y social de Chile se vio aumentada por el papel de los radicales. Como lo ha argumentado Cavarozzi, “el Partido Radical funcionó con-17 cuña al interior del régimen oligárquico, dentro del cual cra un miembro cn plena función 1.0s radicales llegaron a ser los principales intermediarios dentro del sistema de partidos, tal como lo habían srdo los liberales.

El tercer factor que facilitó una transición suave hacia una política competitiva estable descansaba sobre la continua seguridad electoral de la oligarquía. El acuerdo político tácito sobre el cual descansaba el Frente Popular cra un doble compromiso de parte de la izquierda de moderar las demandas del electorado de clase trabaladora urbana y mantener el campo social y políticamente tranquilo, a cambio de la participación de la clase trabajadora en el gobierno y la legalidad permanente del Partido Comunista Aunque un candidato de la coalición de centroizquierda ocupó la presidencia durante cl Frente Popular, la derecha continuó ejerciendo una considerable inlluencia en el Congreso debida en parte a su indisputado dominio en el campo. Las cifras del Cuadro N” 4.1 indican la continua capacidad de Ia derecha para atraer un amplio apoyo electoral a través de este periodo.

LA MOVILIZACIÓN DE CLASE SE EXTIENDE AL CAMPO

La arena de la política de partidos basada en tilaacs se expandió dramáticamente en Chile durante las décadas de 1950, 1960 y 1970. Durante la primera milad del siglo XX, las clitcs partidistas tradicionales habían confinado a los partidos de clase trabajadora al sector urbano; en la segunda mitad, sin embargo, los grupos dc izquierda ibafiistas y el recientemente formado Partido Demócrata Cristiano, habían penetrado las antiguas plazas fuertes derechistas en las zonas rurales. El control de la oligarquia sobre el voto campesino había sido piedra angular del sistema de partidos. Una vez removida en la década de 1950 esta piedra angular, se produjo una reorientación importante del sistema de partidos

1.a tercera coyuntura crítica ofrece una tarea analítica mucho más compleja que las dos exploradas anteriormente, En esos dos casos, existia una lisura de magnitud obvia, que derivó en una reorientación de la competencia de partidos claramente identificable. En este tercer caso, hay más &mcntos involucrados. La politizacrón del conflicto de clases en el campo es un factor crucial que da forma al conflicto político dentro del sistema de partidos después de la década de 1950, pero debe ser analizado en el contexto de un conjunto más amplio de cambios estructurales. Los principales de estos fueron las crecientes tasas de emigración desde el campo a la ciudad, los desplazamientos demográficos concomitantes, y la aparición de nuevos actores sociales y políticos en las zonas urbanas, En otras palabras, en esta lercera coyuntura crítica, la fisura nuclear, la movilización de clases en el sector rural. puede por sí misma tener un menor efecto que el que tenía en los análisis antcriorcs.

Desde el retorno a la política competitiva de partidos en 1932 hasta la expulsión de los comunistas del Frente Popular en 1947, cl sistema de partrdos de Chile gozó de una estabilidad sustancial. Los radicales centristas continuaron siendo el partido más grande, pero no alcanzaron el status de mayoría durante todo ese periodo. De hecho, cra sumamente r$o que un partido obtuviera más del 30 por ciento de los votos en una elección parlamentarra Así,

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LA RECONSTITUCION DE LA POLITICA DE PARl’II>OS I,N (‘1 lll.lY 93

nmgtin partido por si solo disponía de una parte suficientemente grande del electorado como para imponer con éxito su voluntad sobre los otros. Los presidentes, elegidos invariablemente por coaliciones, tenían con frecuencia que colaborar con los partidos de oposición en el Congreso para poder gobernar.

Los partidos políticos y las instituciones del Estado habían adquirido práctica en la negociación y el compromiso, a medida que actuhan continuamente para mediar entre intereses en,,$onflicto. En lo que Mouli&n ha llamado sugerentemente el “estado de compromiso los sectores medios y el Estado dominado por los radicales trató de apoyar la industrialización capitalista y una muy gradual democratización polítlca y social. Los partidos de izquierda, especialmente los comunistas, usaron con provecho las provisiones del Código del Trabajo de 193 1 para formar sindicatos a un ritmo acelerado.

Existe un amplio consenso en la literatura de que la política de industrialización del Frente Popular descansaba sobre un complejo conjunto de acuerdos explícitos c implícitos entre las elites industriales y agrícolas, y el liderazgo de los partidos de clase trabajadora, para excluir al carnpesinado4’. A cambio de esta concesión clave, los partidos de izquierda estaban libres para organizar sus bases de clase obrera en las zonas urbanas y enclavcb rnincros4’.

Hacia el fin de la Segunda Guerra Mundial, el desencanto con la fórmula de gobierno del Frente Popular estaba ampliamente difundido, especialmente entre los socios de clase obrera de la coalición. La frustración con los programas de industrialización paralizados y políticas sociales congeladas condujeron eventualmente a la fragmentaci6n del Partido Socialista y la salida subsiguiente de este partido de la coalición electoral de centroizquierda que había apoyado la exitosa campafla presidencial del candidato radical Gabriel González Videla. Los comunistas continuaban desempeñando un papel dentro de la coalición del Frente Popular, pero comenzaron a tomar una postura agresiva en la movilización de nuevas bases electorales. Los líderes del Partido Comunista se volvieron menos dispuestos a compromctcr la agenda de clase del partido, puesto que los radicales se inclinaban cada vez más a la derecha, e intensificaron sus actividades, teniendo como resultado una mayor militancia de los trabajadores.

El tkito de la ofensiva movilizadora de los comunistas tanto en los sectores rurales como urbanos SC reflejó cn considerables avances electoralea para el partido en las elecciones municipales de 1947. Su IO,2 por ciento del voto en las elecctones parlamentarias de 1945 saltó al 16,5 por ciento en 1947. Esto ponía en jaque el dominio derechista en el campo, y, por consiguiente, provocó una serie de respuestas dc parte del Estado, Ios terratenientes y la Iglesia. Gonz&lez Videla, alarmado por el avance electoral de los comunistas, bajo la presión de la derecha chilena, y la presión de los Estados Unidos para aislar a la izquierda, expulsó a los comunistas de su coalición de gobierno. En 1947 promulgó una legislación restrictiva destinada a prevenir la formación de organizaciones sindicales agrícolas. Los esfuerzos comunistas por contraatacar -incluyendo huelgas y mowhzación laboral- trajo la represión militar. Los radicales, liberales y la facción más grande de los conservadores (el Partido Conservador Tradicionalista) formaron una alianza de gobierno y. cn 1948, promulgaron la Ley de Defensa de la Democracia, proscribiendo al PartIdo Comunista de la política electoral y borrando a los miembros del Partido de los registros electorales.

A lo largo del periodo comprendido entre 1932 y 1952, el predominio radical se debió principalmente, no a su fuerza electoral, sino a su capaudad para hacer y deshacer alianzas (ver Cuadro Nn 4.1). Entre 1938 y 1947 los laicos radicales se aliaron con la izquierda, especialmente los socialistas, y a veces con el partido más “disponible” de la dcrccha, los laicos liberales. Sin embargo, esta estrategia para formar coaliciones ganó para el Partido Radical la reputación de oportunismo politice. Además, a causa de su papel clave en dispensar los favores del Estado dentro del Estado de compromiso, el Partido Radical llegó a ser asociado con la política de otorgamiento de granjerías y de un clientelismo desbordado. La consiguiente pérdida de credibilidad y prestigio que sufrió el Partido Radical contribuyó a un conjunto de factores que reforzaban una corricntc subtcrránca de sentimientos antipartidistas

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Cuadro N”4.2 Elecciones del Congreso en Chile, 1937-1973 (porcentaje)

Plqerencra pOliliC” ,93- / 9-11 lYJ5 1949 ,953 ,YY 1961 1965 ,969 1Y7

-

21.3 17,2 23.6 22.7 I4,4 17,6 14.3 5.2 20.7 14,o 20.1 19.3 IO,9 15.4 16.1 7,3

- - - - 20.0 21.3

42,0 31.2 43.7 42.0 25.3 33,o 30,4 12,j 20.0 21.3

1 8,7 23,ll 19,9 27.7 15.6 22,l 21.4 13.3 13.0 3,7 3,4 24 3.9 2,9 9,4 15.4 42.3 29.8 29,l

8.3 18,9 7,s - 9,4 5,7 5.4 6.8 5.6 ‘,O 69 -

28,l 32.1 27.9 46.7 43,o 442 43.7 55,6 428 32.8

II,? 22.1 12.8 9.4 14,2 IO,i 10.7 10,3 12,2 18.7 42 Il,8 JO.3 - I 1.4 12,4 15,9 16.2

l5,4 33.9 23.i 9.4 14.2 lO,7 22 1 22,7 28.1 34.9 14,5 2.8 5.3 1.9 17.5 12.0 3.8 9,2 9.1 ll,0

100,o 100,o 1llo.o 100,o 100 0 100.0 100,o 100.0 100,0 100,o

FLIENTE: Adaptada de Arturo Yalenmela. The Bmkdown of Demacratic Repmes Chile”, cn Joan J Lmz y Alfred Stepan, editores, Th Breu!&w,, o,.O)e,,rormt,c Kc,q,>,,e., I.urm dr,,enc<r (Baltmore, Md. Jalrns Hapkms Universiry Press, 1978). Q.iP. 35

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LA RECONS 1’1 I‘UCION DE LA POLITICA DE PARTIDOS tN Cl IILE 95

en el electorado. Además, la experiencia más general dc los gobiernos del Frente Popular condujo a un empate político, que contribuyó aún más a la creciente insatisfacción con la política dc partidos42. Todos los partidos se ganaron una reputación de empefiarse en negociaciones deshonestas e inescrupulosas destinadas a propiciar los intereses pequeños y de corto alcance de los partidos y sus dirigentes.

Los partidos dc la clase trabajadora, desilusionados con la política de coaliciones dominada por los radicales, y casi arruinados por su participackín en ella, comenzaron una profunda reevaluación de su colaboración con los partidos burgueses. Se alejaban de estrategias colaboracionistas y se acercaban a la estrategia de Frente de Trabajadores, un cambio crucial. En la elección presidencial de 1952, los partidos dc izquierda rehusaron las ofertas políticas del centro y, desde esa fecha hasta el quehre de la democracia en 1973, habrían de presentar sus propios candidatos43.

LA COY UNTURA CRÍTICA (1952-l 958)

En 1952 la candidatura del conocido caudillo chileno Carlos Ibákz, apoyada por una coalición heterog&xa conducida por dos confederaciones políticas poco organizadas, el Partido Agrario Laborista y el Partido Socialista Popular. y por los comunistas que estaban fuera de la ley, fue la expresión de un abierto y generalizado desencanto con la política de partidos. Enarbolando una escoba para simbolizar su campaña contra los partidos de la época, el general Ibáñez prometió “barrer” del gobierno los inlcrcscs estrechos y arcaicos de los partidos. Triunfó con un sólido 46,8 por ciento de la votación total.

La victoria de Ib&&, y la victoria ihañista en lac elecciones parlamentarias de 1953, constituyeron un desastre para los partidos tradicionales 4J ..‘,l xnn ó cl advenimiento de una tercera reorganización importante del sistema de partidos Para la derecha, la clccción de 1952 representó el peor rendimiento en un siglo. 1.0s radicales habrían de poder recuperar sus niveles de votación (alrededor del 20 por ciento), pero los partidos de derecha -los conservadores y los liberales- no se recuperaron nunca del “terremoto” de Ibáñez.

Como lo indica el Cuadro No 4.2, los partidos de derecha experimentaron una declinación general en la votación obtenida en las clccciones parlamentarias en Chile desde 1937 a 1973. La primera etapa de esta declinación ocurrió en 1953, cuando, como consecuencia del éxito de Iháfiez, el apoyo de la derecha cayó desde una votación media (por comuna) de un 42,O por ciento en 1949 a un 25,3 por ciento en 1953. 1.a segunda etapa vino alrededor de diez afios despues, en parte, al menos. como consecuencia del crecimiento del apoyo a los democratacristianos, cayendo dc un 33.0 por ciento en 1957 al 12,5 por ciento en 1965. Aunque los partidos derechistas experimentaron alguna recuperación en 1969 (20,O por ciento), las pérdidas representaron realineaciones de largo plazo en una cantidad significativa de votantes. El deterioro electoral de la derecha en 1952 huhiera sido probablemente aún más decisivo 6i no hubiera sido por la habilitación de las mujeres en 1949

Este desbaratamiento de los esquemas familiares de competencia de partidos SC reflejó también en la extrema fragmentación que tuvo lugar en las elecciones parlamentarias de 1953. Veinticinco organizaciones presentaron candldatos, y diccinucve alcanraron representación, signo dc la debilidad organizacional existente en los partidos tradicionales de Chile45. En las elecciones parlamentarias de 1949, los partidos Conservador, Liberal y Radical en conjunto recibieron más del 60 por ciento de la votación; en 1956 apenas recibieron un tercio.

Surge una interrogante acerca de las bases sociales de las pérdidas dc los partidos derechistas. Yo he sugerido que la derecha dependía históricamente de sus plazas fuertes electorales en el sector rural. IIe mostrado qoc la fuente principal de las pérdidas electorales de la dcrccha fue precisamente ese sector46. Un legado crucial de la política antipartidos de Ibmez consistió en el aflojamiento de las lealtades tradicionales en partes significativas del sector rural, liberando así los votos campesinos E mvitando a una competencia partidaria más amplia. La derecha no recobraría nunca la hegemonía electoral de que hahia gozado históricamente en el campo.

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96 TIMOTHY R SCULLY

Las dimensiones de la victoria de Ibáfiez, y la redistribución electoral general que la siguió, reforzaron entre los líderes partidarios izquierdistas la convicción de que necesitaban con urgencia un nuevo conjunto dc estrategias. En 1955, el Partido Socialista adoptó una estrategia de Frcntc de Trabajadores basada en el completo rechazo dc las alianzas políticas con partidos burgueses, especialmente con los radicales centristas. En 1957, los principales partidos de clase trabajadora formaron el Frente de Acción Popular (FRAP) y eventualmente habrían dc adoptar la condenación de las alianzas burguesas ya adoptada por el Partido Socialista. Esta opción reforzó aún más las tendencias hacia la polarización dentro del sistema de partidos4’.

Los aplastantes triunfos electorales de Ibáñez en 1952 y 1953 provocaron también una reevaluación de su estrategia de parte de los partidos reformistas cristianos, hasta entonces electoralmente insignificantes, la Falange Nacional y el Partido Social Cristiano. El ibanismo había reducido la ya exigua participación en el electorado nacional de la Falange del 3,9 por ciento en 1949 al 2,9 por ciento en 1953, amenazándola con la extinción. En 1953, la Falange Nacional se fusionó con el Partido Conservador Social Cristiano para formar la Federación Social Cristiana. Así empezó un noviazgo de cuatro años que resultó en la formación del Partido Demócrata Cristiano en 1957.

Antes de dejar el cargo en 1958, IbaAez habría de dar aún más forma a los futuros esquemas de competencia de partidos al supervisar la aprobación de dos cruciales proyectos de ley. Primero, cumpliendo una promesa electoral hecha en 1952, IbáAez promulgó una ley que abolía la Ley de Defensa de la Democracia, legalizando así al Partido Comunista La segunda medida, promulgada por Ibafiez en la víspera de dejar su cargo, consistió en reformas electorales de amplio alcance. Hasta 1958 las listas partidistas combinadas habían fomentado complejas alianzas entre partidos diferentes. Como resultado, en una elección parlamentaria dada un partido podía aliarse con la derecha en una provincia, y con el centro o la derecha en otra. La ley de 1958 prohibió los pactos electorales a nivel provincial. Además, exigió que todos los pactos electorales nacionales fueran somettdos a aprobación a los dirigentes nacionales dc los partidos y promulgados no menos de 120 dias antes de una elección. Como observa Arturo Valenzuela, estas reformas chminaron efectivamente una importante herramienta de negociación entre partidos, contribuyendo así a la polarización del sistema4s. Las reformas de 1958 buscaban tambien poner fin a la práctica centenaria de comprar votos (cohecho), que prevalecía especialmente en el campo. La innovación principal consistió en que en vez de imprimir cédulas u hojas de papel separadas para cada lista de candidatos, los nombres de las diversas listas fueran impresos en una cédula única emitida por el gobierno. Este cambio de procedimiento venía a impedir que los agcntcs de los partidos conocieran las preferencias que el pueblo marcaba en la camara secreta. Para algunos electores, particularmente en el sector rural, esto significó en los hechos la introducción del voto secreto por primïra vez.

La creciente rigidez del sislcma chileno de partidos en las décadas de 1950 y 1960 fue acompailada de una gran expansión del electorado. Las reformas clectorales y los esfuerzos aumentados de los partidos por movilizar al electorado resultaron en un aumento de casi diez veces de la población electoral entre 1932 y 1973 (ver Cuadro N” 4.3)49. El porcentaje de la población adulta total elegible para inscribirse durante el mismo período subió de un 40,O por ciento al 87,2 por ciento. Y el número absoluto de votantes subió de 591.994 en 1949 a 4.5 millones en 1973.

Al final del período de Ibtiez en 1958, el sistema de partidos chilenos sufría una transformación significativa. Las fortunas electorales de la derecha se hundían, y habiéndose desatado la alianza histórica con la Iglesia católica, los partidos derechistas se desplazaban irresistiblemente hacia una forma de política antipartidos.

El centro era el escenario dc una lucha entre los radicales, que parecían ya no poder ofrecer una alternativa política digna de crédito, y los democratacristianos que resurgían. Entretanto, la jefatura de los partidos de izquierda adoptaban una estrategia cada vez más

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LA RECONSTITUCION DE LA POLITICA DE PARTIDOS EN CHILE 97

Cuadro N”4.3 Tamano del clectorado en las elecciones generales, Chile, 1924-1973

1924 Congreso ,925 Residencmllcon~resa 1927 Presidencial 1931 Presidencial 1932 Presidenciallconpreso 1935 Municipal 1937 COllgXSO 1938 Presldcncialimuniapal 1941 Congreso/m”m,ipal ,942 Presidencial 1944 M”“iCpd 1945 congreso 1946 Presidcnaal 1947 Municipal 1949 congreso 1950 Municipal 1952 Presidenml 1953 Congresolmunmpal 1956 Municipal 1957 COlIgES” 1958 Presldcnclal 1960 Municipal 1961 COIlgreSO 1963 MU”iCipd 1964 Presidencial 1965 COtIgreS 1966 Municipal 1969 CO”gFSO 1970 Presidencial 1971 MU”iCipd 1973 CO”gpSO

3.874 302 7,g 3 929 302 7.7 4 033 302 7,x 4 429 389 88 4.495 41” 9.6 4.70” 379 8,l 4 x42 475 938 4 924 613 12,4 5 149 576 ll,2 5 244 582 ll,1 5.44” 700 129 5.541 642 ll,6 5 643 63, ll,2 5 748 658 11.4 5.962 592 9.9 6.073 834 13.7 6 303 1 105 17,5 6 462 I 1”” 17,O 6.962 1.185 17,O 7.137 1.284 IB.0 7.326 1.498 20.4 7 689 1 770 23.0 7 Rj* I 859 23.7 8217 2570 31.3 8.319 2915 35,0 8.584 2921 34.0 9.10” 3.074 33,g 9,566 3.245 33,9 9717 1 54” 36,4 9.879 3 792 38,4

10.2”” 4510 44,2

rxcluyente de política de clase obrera. Se desataban así dentro de cada tendencia del sistema de partidos fuerzas que en último término reforzaban la rigidez y la polariración.

Con el surgimiento de los democratacristianoa como opción de centro alternativa, el espectro dc partidos se dividía temporalmente en cuatro tendencias mayores. La distribución electoral resultante fue tal que Jorge Alessandn, el hijo del ex Presidente y caudillo Arturo Alessandri, fue elegido presidente en 195X con sólo cl 31,2 por ciento de la votación, derrotando estrechamente al candidato del FRAP, Salvador Allende. La victoria de Alessandri se debió en gran parte al aumento de la inflextbthdad del sistema de partidos como un todo, y a la incapacidad dc dos tendencias cualesquiera para formar una coalición electoral (La Figura 4.3 muestra la distribución cuadripartha del panorama ideológico que siguió a la clccción de 1958.) Resulta algo irónico que cl éxito de la derecha en recuperar formalmente el cargo ejecutivo en Chile haya coincidido con el debilitamiento de su posición electoral, en un reverso de los días del Frente Popular: en vez de su fuerza electoral hist0ricamente amplia, que se reflejó cn mayorías parlamentarias y una presidencia de centro-izquterda, la derecha en 1958 ganó la presidencia, pero vio su fuerza parlamentaria sumamente disminuida (referirse a Cuadro N” 4.11.

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98 TIMOTHY R. SCULLY -~- ~~~

La Revolución Cubana tuvo también un profundo Impacto en la política de partidos chilena a fines de la década de 1950 y comienzos dc la de 1960. Luego de la subida al poder de Castro en 1959, el Partido Sociahsta adoptó un tono decididamente más “cubano”, acentuando una nueva modalidad leninista dentro del partido. Esto llevó al partido a declarar en 1967 la inevitabilidad de la revolución violcntn en Chiles’. En resumen, un contexto internacional en evolución, combinado con el casi triunfo de Allcndc cn la campaña electoral dc 1958, y el constante crecimiento de la izquierda entre los votantes dc clase obrera fortalecieron a los socialistas y a los elemcnlos dc la izquierda que propugnaban una alianza exclusivamente de clase trabajadora.

izquierda dcrccha 4 -.

FRAP Democratacristianos Radicales Conservadores (1957) (1957) (1861) (1857)

Liberales (1X57)

Fig. 4.3. Fisura de clases rurales y evolución partidaria en Chile después de 1958.

Tal vez las transformaciones mas dramaticas ocurrían en el centro. donde a los radlcales, que estaban en cl poder, se les habían unido en 1957 los democratacristianos. 1.a ola de apoyo electoral a los democratacristianos que tuvo lugar cntrc 1957 y 1963 - de un 9,4 a un 22,8 por ciento- fue sorprendente, dada su historia de veinte años con escaso apoyo. Durante este período de seis ailos, los democratacristianos alcanraron u los radicales, transformándose en el partido más grande de Chile.

Los datos electorales indican que, a comienzos de la dScada de 1960, los demócratacristianos habían penetrado exitosamente las plazas fuertes electorales de la derecha en el sector rural. Varios factores, incluyendo la arrolladora campa& de Ibátlez en 1952, las

leyes de reforma electoral, la declinación de la productividad cn el sector rural y el consiguiente descenso del nivel de vida de los campesinos, y la intervención de la Iglesia a favor de los campesinos durante estos años, contribuyeron al eventual aflojamiento de los lazos clientelistas entre los terratenientes y los campesinos Además, los procesos generdlcs de modernización social y económica estaban, a la altura de la década de 1960, reforzando las demandas populares de una más amplia participación social y política. Los democratacristianos (seguidos rápidamente por los partidos de Izquierda) utendieron agresivamente sus bases urbanas de apoyo hacia el campo, y movilizaron sectores de la población rural que no estaban previamente disponibles.

Por primera vez en un siglo, en 1961 los partidos de dcrecha no obtuvieron un tercio de puestos del Congreso. Además, por primera vez, los democratacristianos recibieron más votos que sus rivales clericales, los conservadores. Los partidos de izquierda, unidos en el FRAP, obtuvieron más votos que cualquier lista partidaria individual, ganando el control del 27,5 por ciento de los cargos parlamentarios y eligiendo a trece de cuarenta y cinco senadores. Agudamente conscientes dc las fuentes de su recientes éxitos clectorales, los dernocratacristianos se convencieron que las llaves para la victoria en la elección presidencial de 1964 serían los votos de las mujeres y de los campesinos, cspecialrnente los campesinos adscritos a la tierra o inquilinos. La izquierda, por otra parte, se concentró en atraer a los campesinos sin tierra 0 afuerino?‘.

En marzo de 1964 hubo una elección parlamentaria parcial en Curicó. cl corazón de la rica agricultura del Valle Central de Chile, para llenar ona vacante dejada por la muerte de un

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LA RECONSTITUCION DE l.A POLITICA DE PARTIDOS EN Cl111 .t. - 99

diputado. La magnitud del triunfo alcanrado por el candidato del FRAP, Oscar Naranjo, y la fuerte demostración de fuerza electoral de los democratacristianos, convencieron a los dirigentes partidarios dc derecha de que, para impedir la clección de Salvador Allende en 1964, no había otra alternativa que apoyar (al menos tácitamente) la candidatura democratacristiana de Eduardo Frei.

En 1964 Frei fue elegido presidente de Chile con un 55.6 por ciento de los votos (ver Cuadro N” 4.4). Aunque no alcanzó la mayoría en el Senado, este nuevo partido de centro experimentó nuevamente avances electorales sin precedentes en las elecciones parlamentarias de 1965. En el lapso de unos pocos aííos (1957 a 1965) la participación de los democratacristianos en el electorado había crecido de un 9.4 a un 42,3 por ciento.

Sin embargo, irónicamente, el éxito espectacular de la estrategia de movilización democratacristiana contribuyó a que el partido no lograra llegar a una fórmula estable de gobierno. Su extraordinaria capacidad para atraer votos de la derecha (que para 1965 estaba reducida a un octavo del electorado) reforzó la facción de los que argumentaban que los democratacristianos podían gobernar solos. Mientras ningún partido logró alcanzar un status mayoritario en Chile, la lógica del gobierno de coalición dominó el pensamiento de todos los partidos. Los democratacristianos, en vez de ampliar su base política y tratar de incluir a aliados potenciales de gobierno entre los partidos en competencia, adoptaron la fórmula de gobierno del “camino propio”, entrando entre 1964 y 1970 en alianzas temporales con otros partidos sólo para asegurar la aprobación de algunas Icyes específicas.

Durante ese período de seis anos, los democratacristianos intentaron hegemonizar el sistema de partidos entero desde su posición en el centro. Al invadir dominios electorales rurales y urbanos dominados previamente por la dcrccha y la izquierda, sin embargo, los democratacristianos se vieron enfrentados a intensa oposición bilateral. Tralaron de reestructurar sus relaciones sociales y políticas de larga data en el campo, incurriendo en las iras de la oligarquía rural y ayudando así a precipitar una recristalización de fuerzas políticas derechistas en 1966, bajo la forma del Partido Nacional. Las políticas dcmocralacristianas -la reforma agraria y la sindicalización campesina, el aumento dc los impuestos a los bienes raíces y la modificación del derecho de propiedad- alejó aún más a los miembros del Partido Nacional. A la altura de 1970, cualquiera posibilidad de una alianza de centroderecha en la elección presidencial había llegado a ser impensable.

AI mismo tiempo, la búsqueda del voto rural y dc los trabajadores urbanos por parte de los democratacristianos amenazaba con privar a los partidos de izquierda de su base electoral histórica. En esta intensa competencia, la izquierda, principalmente los socialistas y los comunistas, necesitaba diferenciarse políticamente. Ahora que el partido de centro buscaba y promulgaba reformas estructurales significativas, i,qué quedaba para la izquierda? El ritmo de la escalada ideológica se aceleraba a medida que la izquierda intentaba sobrepasar la oferta de los democratacristianos. En suma, los democratacristianos buscaban despqjar a la derecha y a la izquierda de sus bases electorales rurales y urbanas, que eran cruciales para la formación de una coalición de gobierno estable. Al hacerlo, impedian a cualquier opositor alcanzar esa fdrmula, pero, a la ven, no lograban captar una base lo suficientemente amplia corno para gobernar solos.

A la altura de 1970, el sistema de partidos estaba reducrdo a tres bloques electorales que no entraban en alianzas y estaban en competencia. Aunque la candidatura de la Unidad Popular de Salvador Allende ganó la elección prcsidcncial de ese ano, obtuvo el cargo con un margen muy estrecho, logrando una participación del total del electorado aún más pcquefia que la que había alcanzado en su fracasada campaña de 1964 (ver Cuadro No 4.4). A medida que el sistema de partidos se reducía a tres tercios crecientemcntc irreconctliables, los esquemas centrífugos de competencia empujaran a los extremos del sistema de partidos más hacra afuera. Los acontecimientos del período están bien documentados cn otros trabajos, y no es necesario repetirlos aquí’*. La escalada ideológica hizo muy poco probable el compromiso, pavimentando el camino para un eventual derrumbe de la democracia.

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1 no TIMOTHY R. SCULLY

Cuadro N”4.4 Resultados de las elecciones prcsidcnciales, Chile, 1932-1993

,932

1938

,942

1946

1952

1958

1964

197”

1989

1993

A. Alessmdn P. M Grave H. Rodrigue B zañartu P. B. Lat&?ie P. Aguirre C. G. Ross C. lbáiiez del C 1 A Rios M. C. lbáitez del C. G. Gonzalez V. E. CrwCoke F. Alessandri R. Bernardo Ibállez A. C. Ibáilez del C. Arturo Matte L. Pedro E. Alfonso Salvador Allende G 1. Alewmki R. Salvador Allende G. Eduardo IVe, M. Luis Bossay L. Antonio z2.morano H Eduardo Frei M. Salvador Allende G Julio Durán N. Salvador Allende G. J. Alessandn K. R. Tomic R. Patriao Aylwin A Hernán Biichi F.J. En&uriz Eduardo Frei R-T. hro Alessandñ Jose enlera M. Max-Neef Eugenio Pz.xro C. Reitze

54.6 17,7 11.8 l3,4 12

50,l 49,2

0.0 x,7 43,8 40,I 29.1 27.2 2.5

46,X 27,8 19.9 5.4

31,2 28,s 20,5 15,4 3,3

55.6 38.6 4.9

36,6 34,9 27.8 55,2 29,4 15,4 58.0 24.4 62 X6 4.7 12

FIJENTES: Para 1932-70, Cruz-Coke, H,srorra clecrora, rie Ch,,e, p$.gs. 99-l 12. para 1989, Direcuór, General de, Registro Electoral. Santiago, Chile; para 1993, LoSegwrda, 13 de dnembre de 1993.

NOTA: Los porcentajes en cada tia electoral salvo 1989 no saman el 100% parque se redondearon las cifras y no se contaron los votos ‘hulus” (siempre menos del 1.1%) En las elecctones de 1989 y 1991 los porcentajes se calcularon basados en el total de votos vlidos. No se contab,,,zaron los votos nulos

La movilización politica y social, que escapó por mucho el control de las elites partidarias que habían querido fomentarla alcanzó niveles delirantes durante el gobierno de la IJnidad Popular. En anticipación de las clccciones parlamentarlas de 1973, los partidos de oposición formaron la Confederación Democrática (CODE), acelerando aún mas el proceso de polarización. Las tres tendencias históricas de Chile se evaporaron, dejando una confrontación entre alternativas mutuamente excluyentes, la coalición de la Unidad Popular y la Confederación Democrática. Todos los esfuerzos para negociar un arreglo y evitar la colisión frontal terminaron en un fracaso. El 11 de septiembre de 1973, la politica competitiva terminó

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LA RECONSTITUCION DE LA POLITICA DE PARTIDOS tN CHILE 101

con un golpe de estado brutal. y una junta militar encabwada por el general Augusto Pinochet tomó el poder.

LA HERENCIA PARTIDARIA DEL RÉGIMEN DE PINOCHET

El golpe militar de septiembre de 1973 llevó al poder cl mas largo y rcprcsivo rcgimcn de la historia chilena. Los partidos políticos fueron proscritos, los registros electorales fueron destruidos, y la junta encabezada por Augusto Pinochet Juró reestructurar fundamentalmente el sistema politicos3. Durante diecisiete años de gobierno militar, el general Pinochet rara vez omitió una oportunidad de enjuiciar a los partidos y los líderes políticos (“los señores políticos“) como causa principal de los males sociales y económicos de Chile. La receta de Pinochet era la cirugía radical. El único modo seguro de rescatar la sociedad chilena de los halagos de la “politiquería”, y reafirmar la iniciativa privada, consistía en someter a la sociedad por un largo periodo de tiempo a las fuerzas irrestrictas del mercado. Los analistas políticos del gobierno, corno Jaime Guzmán. argumentaban que cl inundar la economía con bienes importados, que estuvieran a disposición aun de los sectores de bajos ingresos, haría cada vez menos atractivas las consignas de los partidos populistas. A la larga, estas y otras medidas habrían dc resultar en una completa reorganización del aistcma político dc Chilcs4.

La pieza clave institucional del esfuerzo del régnnen para dar nueva forma a la política chilena consistió en una Constitución cuidadosamente armada, que obtuvo aceptación en 1980 en un plebiscito nacional fucrtcmcntc controlado. La Constitución de 1980 prove ó un traslado decisivo de poderes y responsabilidades del poder legislativo al ejecutivo x Al reducir dramáticamente la jurisdicción del Congreso, la nueva Constitución buscaba castrar la arena institucional que hnbia proporciunado la baac histórica para la existencia de partidos fuertes en Chile. Además de excluir a los partidos que abrazaban una ideología de inspiración marxista. el artículo 18 de la Constitución de 1980 declaraba que los partidos no podrían más “monopolizar” la rcprcscnlación política, fomentando así la exislencia dc candidatos políticos “independientes”.

El sistema de partidos ha cambiado considcrablcmcntc a consecuencia del autoritarismo, pero es poco probable que haya surgido una nueva fisura con suficiente fuerza como para reorganizar los contenidos básicos del panorama político chilenos”. Casi con certeza, el eje principal del conflicto de partidos en la década de 1990 continuará siendo la clase social, tanto en sectores urbanos como ruraless’. Esto representa una fuente importante de continuidad que subyace a la dinámica de la competencia de partidos. Las preferencias de los votantes han aparentemente cambiado, pero los temas que definen la agenda política permanecen fundamentalmente los mismos que antes del golpe”. Sin embargo, aunque puede que no haya ninguna tisura nueva que gobierne la competencia dc partidos, los cambios, tanto al interior de los partidos y tendencias políticas principales como entre ellos, sugieren que la dinámica que gobierna la competencia y cooperacibn entre partidos ha experimentado una reorientación significativa.

LA RECONSTITUCIÓN DB LA POLíTICA DE PARTIDOS EN CHILE

ComenLando con el estallido de las protestas organizadas nacionalmente cn 1983, y especialmente a partir del triunfo de la oposición en el plebiscito del 5 de octubre de 1988, los partidos políticos han reasumido su lugar en el centro del proceso político chileno. Ellos han trabajado con éxito notable para rcarticular las relaciones que calaban hondo entre los partidos y las organizaciones sociales, relaciones que han caracterizado históricamente ese proceso Aunque demoró en llegar, la transición a la democracia ha sido relativamente expedita. En diciembre de 1991, los chilenos, cuando se lec preguntó si estaban satisfechos con el funcionamiento del regimen democratice, respondieron bastante favorablemente. Mientras un 59.6 por ciento respondió que estaba entre satisfecho y muy satisfecho, sólo un 34,4 por ciento dijo que estaba entre insatisfecho y muy insatisfecho (6 por ciento no respondió). Si se consideran otros ejemplos de transición de un régimen autoritario -Espana (37 por ciento de

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102 TIMOTHY R. SCULLY

satisfechos en 1978) y Portugal (34 por ciento de satisfechos en 1985) - Chile resulta bien parado en la comparación. Además, parece exi~lir una amplia accplación popular del papel dc los partidos dentro del proceso político. A una pregunta sobre si “los partidos políticos son indispensables para la democracia,” un 63 por ciento de los encuestados estaba de acuerdo o muy dc acucrdos9. Los nivclcs dc participación sin precedentes, tanto en las elecciones generales de 1989 corno en las contiendas municipales de 1992, refuerzan la impresión de que los partidos y las elecciones han vuelto a dominar la arena política en Chile. ¿Cómo se compara cstc sistema dc partidos rcconfigurado al que cxislia antes del golpe de 1973?

La dura represión de los partidos de oposición por parte de la dictadura, combinada con la renovación de los partidos de centro y de izquierda (los democratacristianos y especialmente los socialistas), produjo al menos un cambio de importancia crítica cn la dinámica de las relaciones interpartidos. La involucración de las organizaciones sociales en los muchos esfuerzos por oponerse a Pinochet contribuyó a formar una red de solidaridades a través de los partidos que, a largg ayudó a disminuir la enemistad histórica entre los socialistas y los democratacristianos. En agosto de 1983, estimulados por las difundidas protestas populares contra Pinochet, estos dos partidos formaron la Allanza Democrática y llamaron a un inmediato retorno a la democracia en Chile”. En agosto de 1985, estos mismos partidos de oposición se unieron en el Acuerdo Nacional. La capacidad recién descubierta por los partidos principales de centro y de izquierda para cooperar, y su eventual alianza politica, constituye por si sola la más importante transformación en el sistema de partidos post-Pinochet.

La decisión de los partidos dc oposición a I’inochct (con la excepción de elementos de extrema izquierda) en el sentido de participar en el plebiscito de 1988 fue un hito en el retorno de la política competitiva a Chile. Los líderes partidarios deliberaron con angustia sobre esta decisión, porque al acordar oponerse electoralmente a Pinochet, la oposición daba legitimidad (al menos tácitamente) a la Constitución de 1980 y la fórmula muy restringida dc transición que aquélla dictaba. Los riesgos eran incalculablemente altos. SI Pinochet, a la buena o a la mala, lograba acumular de nuevo otra mayoría, permanecería en el poder hasta 1997, aunque esta vez con la legitimidad que hasta entonces había eludido a su régimen. Si Pinochet perdía, un escenario más bien improbable (y ciertamente sin precedentes). entonces habría elecciones antes del ll de marzo de 1990 para elegir un nuevo gobierno.

Los meses previos al plebiscito de 1988 proporcionaron a la mayor parte de los partidos su primera oportunidad real desde el golpe de 1973 para restablecer sus vínculos históricos con los grupos de la sociedad civil. Después de recuperar su slkälus legal oficial en marro de 1987. los miembros de los partidos de oposición trabajaron incansablemente en campafías masivas de inscripción para fomentar altos niveles de participación. Puesto que la Constitución de 1980 proscribid los partidos marxistas, los partidos dc irquicrda tenían, o bien que renunciar a inscribirse, o inscribirse bajo nuevas etiquetas partidarias, como el Partido por la Democracia (PPD) en el caso de los socialistas moderados, o el Partido Amplio de Izquierda Socialista (PAIS) en el caso de los comunistas6’.

El 2 de febrero de 1988, trece partidos de oposlción, que representaban un amplio espectro de opinión política (excluía sólo a los comunistas), formaron una allanza bautizada corno “Concertaci6n dc Partidos por cl No,” para derrotar el intento de Pinochet de permanecer en el poder. El núcleo de la alianza lo formaban la Democracia Cristiana y los socialistas de Núñez y de Almeyda (denominadoc asi según el nombre de su respectivo sccrclario gcncral). Otros partidos eran el Radical. el Partido Social Demócrata, el Partido Humanista, el Partido por la Democracia, los radicales socialdemócratas, el MAPU, la Izquierda Cristiana y varios otros grupos más pequeños de centro y de izquierda.

Antes del plebiscito, otros cuatro partidos más pcqucños habrían de unirse a la Concertación. Esta amplia alianza electoral de centroizquierda demostró gran habilidad durante la campaña, superando claramente a los partidarios de Pinochet en la derecha, al Paltldo Renovación Nacional y a la IJnión Democrática Independiente. Una cifra récord del 92 por ciento de los posibles clcctores se inscribi6 en los rcgislros, y cn una cifra también

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LA KECONSTITUCION DE LA POLITICA I>k, PAKTIDOS 1:N CIULE 103

rccord (con sólo un 2,4 por ctento de abstenctón) el pueblo chileno voto por el rechazo a Pinochet, cl margen fue del 54,7 por ciento contra el 43,O por ciento”.

Habiendo resultado vcnccdores en el plebiscito. y en anticipación de las elecciones generales de diciembre de 1989, los partidos dc la Concerlacitín formaron inmediatamente una nueva y más ambiciosa alianza, la Concertación de Parttdos por la Democracia. Despues de varios meses de intensas negociaciones, los diecisiete partidos se pusteron de acuerdo cn una amplia gama de temas estratégicos y de politicas, incluyendo la decisión de apoyar un único candidato para la presidencia y un compromiso a elaborar un programa común para un gobierno de coalición multipartidario. De nuevo, los líderes de los partidos demostraron una notable agilidad política: presentaron una única lista de candidatos para virtualmente todos los cargos de elección popular del país. La lista fue encabezada por el candidato presidencial Patricio Aylwin, un experimentado dcmocratacristiano que había coordinado los esfuerzos dc la Concettación durante la campaña para el plebiscito dc 1988.

Aylwin ganó la presidencia, recibiendo el 55.2 por ciento dc la votacibn popular, reproduciendo asi casi exactamcnle el margen obtenido por el NO en el plebiscito6’. Derrotó al heredero aparente del régimen autoritario, el ex ministro dc hacienda Hernan Büchi (29,4 por ctento), como también al populista de derecha Francisco Javier Errázuriz (l5,4 por cienlo). El 11 de marzo de 1990, Patricio Aylwin y su coalición multipartidista de centroizquierda asumieron el poder, dando fin oficialmente al gobierno autoritario en Chile.

Las estrategias electorales adoptadas por todos los partidos para las elecciones parlamentarias de 1989 ftteron formadas decisivamente por las nuevas leyes electorales dictadas por el régimen militar. El régtmen, claramcntc consciente de que el apoyo electoral a los partidos de oposición rara vez superó una mayoría de dos tercios en cualquier distrito electoral, adoptó una fórmula clectoral hecha a medida para sus partidarios de derecha. Así, la nueva ley electoral establecía distritos electora& con dos representantes, en los cuales cualquier partido individualmente podía presentar hstas integradas por dos candidatos de sus propias filas, o bien estahlcccr alianzas o listas con otros partidos, stempre que hubiera afinidad ideológica y programática entre los socios. En cstc segundo caso, cada uno de los partidos involucrados podria presentar un candidato cada uno. Si una lista individual captaba más de dos tercios de la votación total del distrito o doblaba el número de votos rccihidos por la segunda lista, ambos escatlos irían a esa lista. Si la listil ganadora no alcanzaba a obtener al menos dos tercios o a doblar la cantidad de votos que recibía la prixima lista la segunda mayoría obtendría el segundo escano.

Aunque dischada para favorecer a la derecha, la fórmula electoral legada por el régimen de Pinochet ha tenido varias consecuencias no queridas. Para maxtmizar los resultados potenciales, los miembros de una coalición deben ponerse de acuerdo en una lista común de candidatos, sacrificando a menudo las pretensiones de una partido determinado en favor de la coalición como todo. Esta práctica ha sido particularmcntc dificil para los partidos de derecha, donde han predominado las enemistades personales y políticas entre los dirigentes de los partidos. En contraste, la dirigencia de los partidos de la Conccrtaciirn ha forjado con éxito un entendimiento de trabajo durante el período de la administraci6n dc Aylwin, facilitando los acuerdos electorales entre los patttdos. Ademas. aunque las listas de la Concertación para las elecciones dc 1993 fueron disefiadas con la esperanza de ganar ambos escaños para cl distrito (aumentando así la cantidad de recursos dispontbles para distribuir entre sus aliados partidarios), la derecha podía aspirar realistamente a sólo uno de los escalios. Esto, a su vez, magnificó de gran manera la intensidad de las negociaciones preelectorales dentro de la alianza derechista. Además, la aparición de la lista de candidatos parlamentarios de la Unión de Centro Centro de Francisco Javier Errázuri~ (IJCC), que competía por el número hmitado de escaflos de la derecha, subió cl tono dc la ya fiera competencia entre los partidos de derecha, haciendo de las negociaciones tripartitas para las clccciones de 1993 entre RN, la IJDI y la UCC, llamadas en conjunto Unión por el Progreso de Chile, un proceso tortuoso. Irónicamente, de muchas maneras el régimen electoral binominal ha dilicultado mucho la vida para los partidos de derecha.

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104 I IMO’I‘HY R SCULLY

Aunque ya existían fuerzas que lkorecían los bloques electorales grandes dentro del sistema -a saber, pro y anti Pinochet- la nueva fórmula electoral del régimen reforzó grandemente estas tendencias. Dos grandes coaliciones políticas. y varias otras más pequeñas, presentaron candidatos. Los candidatos de la Concertación para la Democracia y de la derechista Democracia y Progreso captaron el 90 por ciento de los votos emitidos cn las elecciones legislativas, como también virtualmente todos los escaños en ambas ramas del Congreso (ver Cuadros Nos 4.5 y 4.6). De hecho, como lo muestra el Cuadro N” 4.6, los candidatos presentados por la Conccrtación por si solos ganaron la mayoría del voto popular en las contiendas para ambas ramas del Congreso. Los partidos de la izquierda ideológica presentaron candidatos en 1989 bajo el estandarte del Partido Amplio de Izquierda Socialista (PAIS), y lograron colocar los únicos dos diputados elegidos fuera de las dos alianzas principales64. Esta alianza pasó a llamarse 1Jnión por la Democracia en 1993.

Es dificil determinar el nivel exacto de apoyo electoral para cada partido individual en las elecciones de 1989, porque las alianzas multipartidarias, y no los partidos individuales, SC llevaron la parte del le6n en la votación. Puesto que sólo dos candidatos por lista podian participar en la elección en cada distrito electoral, las intensas negociaciones entre los socios de la alianza previas a las elecciones mismas determinaron qué candidato (y, por lo tanto, qué partido) sería presentado para cukl cargo. Por e.jemplo, aunque el Partido Demócrata Cristiano, como partido más grande de Chile, podía haber reclamado el derecho a nominar candidatos de sus fila para cada distrito parlamentario, a veces, por consideraciones encaminadas a preservar el pacto, cedió ocasionalmente a las pretensiones de partidos mas pequefios en zonas donde los democratacristiantls no lcnían preferencia. Maratónicas sesiones de negociaciones complejas y delicadas entre los dirigentes partidarios caracterizaron las scmanas y meses previos a las elecciones de diciembre de 1989. Durante la elección, los candidatos buscaron maximizar su atractivo local por cl bien de la alianza antes que el de su propio partido, lo que complica aún mas una lectura adecuada de los resultados. Sin embargo, cualquier intento de comparación de la arena partidaria de fines de la década de 1980 y comienzos de la de 1990 con el sistema de partidos anterior a 1973 requiere que exploremos debajo de la superficie de los paclos en un esfuerzo por determinar el grado en que los partidos individuales, y las tendencias pollticas subyacentes, corresponden al sistema tripartito dc partidos que precedió al gobierno autoritario.

Cuadro N”4.5 Escat?os obtenidos por pacto electoral y partido en las elecciones del Congreso de 1989 y 1993, Chile

(74 = 120)

Conceltación por la Democracia Democracia y Progreso Demócratacristiana 39 37 Renovacm” Nacional 29 29 Partido la Democracia por 16 15 Unih Demucrilu hdrpend~nts 11 15 Radiïakr 5 2 Centro Democ,atico Libre (CDL) 2 -

Socialista (Almeyda) 4 15 U”,b” de ccnrra Centra - 2 Izquierda Ctistiana 2 - Indcpcndlentes 6 4 Humanistas I IOIAL 48 50 Socmldembcrata.! 1 ~ Umdad por la Democracm Independientes 2 1 Socialistas (.~lnlryda) 2 -

TOTAL 70 70

FUENTE: La Lpocrr. 16 dc diciembre de 1989, pág 23. 13 de diciemhr dc 1993.

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LA KECONSTITUCION DE LA POI.I’I ICA DE PARTIDOS EN CHILE 105 -.--

Cuadro N”4.6 Porcentaje de los votos obtcnidos por pacto electoral en las elecciones del Congreso de 1989 y 1993, Chile

A pesar de muchas nuevas etiquetas partidarias que han aparecido dentro del sistema de partidos reconstituido, los partidos han conservado su predisposición histórica a dividirse entre tendencias de derecha, de kquierda y de centro. En la derecha, los nacionales han sido reemplazados por dos partidos. Renovación Nacional y la IJnión Democrálica Indcpcndiente. En cl centro, los democratacristianos continúan dominando junto con los radicales. Y en la izquierda, los socialistas, un partido affn a éstos, el Partido por la Democracia, y los comunistas continúan coexistiendo. Muchos de los candidatos para las clecciones de 1989 eran conocidos, lo que no es sorprendente. Por ejemplo, doce de los tremta y ocho senadores elegldos habían estado en el Senado antes de 1973; seis senadores pertenecen a familias relacionadas con antiguos presidentes de la república? Los ímicos partidos cuya identidad básica apelaba a nuevas fisuras generativas eran muy pequeños. como los humanistas y los verdes. Sus miembros eran jóvenes y propiciaban una nueva agenda política basada cn lcmas tales como la ecología, el feminismo y el pacifismo.

Cualquiera comparación de los sistemas de partidos pre y post-Pinochet muestra una clara continuidad subyacente, como también una importante discontinuidad. En tanto que el derrumbe del régimen dcmocrbtico en 1973 había sido prcccdido por un sistema de partidos cada vez m&s inflexible y polarizado, los últimos arlos de la decada de 1980 contemplaron a la derecha buscando (aunque con titubeos) la legitimidad política, a la izquierda comprometiCndose dc nuevo a los procedimientos democr8ticos, y al castigado centro político en busca de socios para una alianza. Recordamos que la crisis de 1973 fue en gran parte precipitada por la negativa de los líderes partldarios -especialmente los de centro y de izquierda- a hacer alianzas políticas con partidos de ideologías opuestas Aunque el sistema tripartito de partidos ha reaparecido con clara nitidez. los esquemas de competencia dentro y entre estas tres tendencias subyacentes han cambiado de maneras importantes. De nuevo, no se puede dar un juicio sobre si estos cambios durarán o si simplemente reflejan una transición. Paso ahora a considerar la trayectoria política reciente de los principales partidos de derecha, irquicrda y centro, y a destacar algunas de las conrinuldades y cambios más importantes ocurridos desde el renacimiento de la política de partidos.

LA DERECHA

La presencia de partidos de derecha clectoralmente fuertes y relativamente coherentes en la arena de partidos post-Pinochet constituye lo que a primera vista podría aparecer como la principal discontinuidad con el sistema de partidos pre-1973. Se recordará que a la altura de la

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década de 1960 y hasta comienzos de la dc 1970, los partidos de derecha sufrieron constantes pérdidas clcctorales en beneficio tanto del centro como de la izquierda. La dcfccción de sectores claves de la Iglesia a los demócratacristianos. combinatia con el al parecer irresistible avance del socialismo revolucionario, SC precipitó en una crisis de identidad entre los partidos de derecha y contribuyó en ese tiempo a una dcailusión generalizada con la política competitiva.

Sin embargo, en el contexto más amplio de doce décadas de política competitiva de partidos en Chile, el renacimiento de la derecha repreacnta un retorno a tendencias históricas en el electorado (ver Cuadro N” 4.1). Habiendo interrumpido voluntariamente la actividad partidaria después del golpe de 1973, sectores importantes de la derecha se aliaron con el régimen militar para ayudar en la formulación de políticas cwnómicas, sociales y políticas. Esta afinidad entre la derecha política y el rtgimen militar se hizo especialmente pronunciada después dc 1975, con la adopción de una versión radical de politicas económicas orientadas al mercado. Tal vez aún más que el régimen militar mismo, la derecha ató su suerte política a una política económica liberal, estilo mercado libre. Los partidos de la derecha vinieron a identiticarsc como los campeones de la iniciativa privada y del orden y tranquilidad sociales. Con el colapso del leninismo internacional y el resurgimiento del liberalismo político y económico en muchos lugares del mundo, la derecha chilena hizo su reentrada al escenario politice como un actor político más fuerte.

Sin embargo, con el retorno de la política competitiva, la derecha se ha encontrado agudamente dividida. El partido más grande y más nacional, Renovación Nacional (RN), ha intentado distanciarse de los rasgos más objetables del régimen de Pinochet y ocupar el espacio electoral tradicionalmente reservado a la derecha democrática (espacio llenado, entre 1966 y 1973, por el Partido Nacional). En términos de su propia identidad política y las anteriores fisuras generativas subyacentes, Renovación Nacional tiende a proyectar un programa partidario moderno, liberal y secular. El segundo partido importante de la derecha, la Unión Democrática Independiente (UDI), es un descendiente directo del régimen militar. La UD1 se considera depositaria dc los muchos aspectos tutelares dc la democracia “protegida” instaurada en la Constitución de 1980, tal como la reducción legal del papel del Estado en la economía, las leyes constitucionales “orgánicas” co1110 las que institucionalizaron la autonomía del Banco Central, la televisión nacional, las Fucr~as Armadas, y las medidas que instalaron a partidarios de Pinochet en cargos públicos no electivos (por ejemplo, rectores de universidades, jueces y, muy especialmente, las figuras principales de las Fuerzas Armadas). A diferencia de su socio más laico en la derecha. la UD1 ha asumido una identidad conservadora más tradicional.

A pesar de diferencias importantes, muchos lideres partidarios de ambos campos principales de la derecha política son profundamente ambivalentes respecto del retorno a la democracia. Aunque los esfuerzos de dirigentes jóvenes de RN, como Andrés Allamand y Sebastián PiRera para profundizar la vocación democrática de la derecha son aparentcmcntc sinceros, permanecen algunos obstáculos significativos. IJna generación más antigua y experimentada de dirigentes de Renovación, junto con atrincherados partidarios de Pinochet en la UDI, continúan desconfiando de las instituciones políticas democráticas. Como lo sugirió un importante senador de Renovación Nacional en una entrevista con este autor un año y medio después de la elección de Aylwin, “Si los tanques enfilaran una vez más hacia La Moneda, la mayoría de los dirigentes [de RN] saludarían el acontecimiento con un aplau~o”~~. El gobierno de Aylwin no ignora las dimensiones de la amenaza planteada por una derecha no reformada. Consecuentemente, el gobierno de Aylwm diseìió una política destinada a prevenir activamente la cristalización de una “alianza pinochetista” entre elementos claves de los empresarios, las Fuerzas Armadas y los partidos de derecha? El asesinato en abril de 1991 del senador Jaime Guzmán, fundador carismático de la UD1 y fuerte aliado dc Pinochet, sirvió solo para fortalecer a los partidarios de Pinochet dc línea dum en la extrema derecha. A pesar de los esfuerzos gcncralmente logrados de la Concertación por aislar a los elementos

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amenaïantcs en las Fuerzas Armadas, especialmente los partidarios de la línea dura dentro del Ejército, los militares parecen decididos a mantener una presencia visible en la arena política. Airado por la continua investigación dc abusos de derechos humanos en el pasado, el general Pinochet convocó a un acuartelamiento general el 28 de mayo de 1993, rodeando edificios públicos en el centro de Santiago con soldados en tenida de combate. Aunque la crisis se disipó luego de negociaciones a puertas cerradas entre el Presidente Aylwin y el General Pinochet, el espinoso legado de violaciones a los derechos humanos contuuaba penando en el escenario polltico. En qué manera este tema, y más generalmente, la relación entre diferentes sectores politices y la memoria del autoritarismo, habrá de afectar la competencia de los partidos, eso permanecía corno cuestión abierta antes de las elecciones de 1993.

En las elecciones de diciembre de 1989, RN y UD1 formaron una lista única de candidatos bajo el estandarte de Democracia y Progreso. Aunque ambos partidos demostraron una sorprendente capacidad para captar votos, Renovación Nacional surgió como partido hegemónica en la derecha, logrando el l8,2 por ciento del voto popular en las elecciones para la Ctiara de Diputados (obteniendo veinte y nueve diputados para cl partido) y un 12,4 por ciento en la contienda por el Senado (obteniendo seis senadores, más varios independientes que se unieron al partido después de las elecciones)68. La IJDI ganó el 9,2 por ciento de los votos para las elecciones de diputados (once diputados) y el 5.4 por ciento dc la votación para el Senado (dos senadores).

Debe usarse cautela al interpretar estos resultados. Los candidatos derechistas gozaban de acceso casi exclusivo al patrocinio del gobierno para apoyar sus campafías. Lo que es más importante, el sistema electoral favorecía intencionalmente al candidato de la lista derechista de Democracia y Progreso. Mientras los partidos de oposición a Pinochet obtenían setenta y dos diputados (60 por ciento de la Cbmara) con cl 56 por ciento del voto, Democracia y Progreso obtuvo cuarenta y ocho diputados (40 por ciento) con el 33,4 por ciento del voto. En cl Senado, los partidos de oposición lograron obtener veintidos escaños (48 por ciento) con el 56,3 por ciento del voto, mientras Democracia y Progreso obtenía dieciséis escaños (34 por ciento) con el 35,4 por ciento dc la votaciónh9.

Sin embargo, aun si tomamos en consideración los efectos de la fórmula electoral del gobierno adoptada para las elecciones de dicicmbrc de 1989, el apoyo electoral a la derecha fue mucho más alto de lo que lo había sido en 1973. La lista combinada de RN y la UDI, junto con otros candidatos ganadores independientes, obtuvieron 33,6 por ciento del voto popular en las elecciones para diputados, y 35,4 por ciento cn las del Senado. Si SC suman los votos para los partidos derechistas menores (cuyos totales de votación individual cayeron bajo el minimo legal y deben por lo tanto disolverse) al total obtenido por Democracia y Progreso, la votación popular para la derecha aumenta aun 40 por ciento. más o mcnos7’. El desempeño electoral de los candidatos a diputado de la derecha fue casi el doble del de 1973 (un 40 por ciento versus el 21,3 por ciento)7’.

Los resultados del plebiscito de 1988 y las elecciones generales de 1989 sugieren que la derecha ha recapturado su atractivo en una porcihn significativa del electorado. Esta conclusión fue ratificada recientemcntc por el resultado dc las elecciones municipales del 28 dc junio de 1992. En las primeras elecciones locales habidas en más de dos décadas, los candidatos de Renovación Nacional y de Unión Dcmocr~tica Independiente fueron parte de una alianza electoral denominada Parlicipación y Progreso. De nuevo, los candidatos de Renovación Nacional obtuvieron la mayor parte de los votos entre los partidos de derecha, con un 13,4 por ciento, en comparación al IO,2 por ciento de la [IDI. ‘Tomados cn conjunto, los candidatos que se presentaron bajo la handcra de Participación y Progreso obtuvieron el apoyo de un poco menos del 30 por ciento del electorado”.

El resurgimiento de una alternativa electoral viable de la derecha dentro del panorama político chileno debe ser considerado como un desarrollo saludable para la democracia chilena. Las encuestas previas a las elecciones municipales de 1992 predecían caSI universalmente una derrota aplastante para la derecha, y un triunfo de magnitud para la Concertacidn para la

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Democracia especialmente para los democratacristianos. El hecho dc que esto no ocurriera, y que se haya restablecido un cierto “equilibrio” entre las tres tendencias principales chilenas, puede hacer más aceptable el toma y dale de la política democrática.

Sin embargo, la división de la derecha en dos partidos claramente divididos ha debilitado su capacidad general para presentar una oposiclón coherente al gobierno dc la Concertación. Esta debilidad estratégica de la dcrccha se complicó aún más con el surgimiento de una tercera fuerza política independiente dentro de la dcrccha, la IJCC liderada por Errázuriz. Las enconadas y amargas negociaciones entre RN, UD1 y la UCC para acordar una estrategia electoral común antes de las elecciones de diciembre de 1993 indicaron que los partidos de derecha no habían llegado aún a constitun una fórmula alternativa creíble de gobierno.

LA IZQUIERDA

Los partidos de izquierda, habiendo sufrido el embate de las políticas represivas del gobierno militar, han surgido en gran parte transformados. Los partidos principales que conformaban el gobierno de Unidad Popular de Salvador Allende. los socialistas y los comunistas (junto con algunos sectores del Partido Radical y fragmentos de la Democracia Cristiana) han reaparecido, habiendo experimentado una importante “renovación” interna y externa.

Como sucedió con la derecha, la izquierda sc encontraba dwidida en dos tendencias básicas. Los socialistas, quienes hasta poco despuks de la las elecciones de diciembre de 1989 comprcndian dos facciones principales, se habían apartado de sus aliados lnstóricos, los comunistas. A pesar de diferentes corrientes ideoldgicas. estas facciones. en mayor o menor grado, se han sometido a una scvcra autocrítica dc su involucración en el gobierno dc la IJnidad Popular. Como consecuencia, importantes elementos dentro del recientemente reunificado Partido Socialista, particularmente los de la facción Núñez. SC han distanciado conscientemente del leninismo, han reevaluado fworahlemente el valor de la democracia política “formal”, y han abiertamente propiciado un fortalecimiento de la alianza con el centro. Esta versión “renovada” del socialismo chileno representa u un actor político marcadamente diferente en comparación con su antcccsor más “purista”. Aunque todavia,;” está claro cuánta “renovación” puede sufrir el reunificado Partido Socialista sin dividirse , la realidad de la predisposición centrista del electorado probablemente fortalecerá la mano de 10s líderes partidarios que abogan por políticas moderadas en la izquierda y mantienen la alianza centroizquierdista de gobierno dentro de la Concertación.

El segundo actor político clave dentro de la coalición de la Unidad Popular de Allende, los comunistas, ha experimentado una profunda transformación política En parte como resultado de la extrema represión del partido dura& los primeros aiios de la dictadura de Pinochet, y en parte como consecuencia de la creciente instituci»nalización del régimen militar que representó la Constitución de 1980, los comunistas adoptaron en 1980 un nueva estrategia política que incluía “el uso de todas las formas dc lucha,” formas agudas de violencia”74.

aprobando “la rebelión popular...y Sin embargo. a la altura dc mediados y fines de la dkada de

1980, a medida que todos los otros actores políticos importantes (incluso sus aliados tradicionales, los socialistas) optaban evenhxdmentc por una estrategia electoral que implicaba aceptar la Constitución de 1980 como marco de referencia para la transición, los comunistas SC encontraron cada vez más aislados, casi esquizofrénicos. ‘Tardíamente y con dudas, el partido participó en el derrocamiento electoral del gobierno. Ilamando a los cuadros del partido a votar por los candidatos de oposición en las elecciones de diciembre Con todo. cn el congreso del partido celebrado poco después del plebiscito de 198$los dirigentes reafirmaron el apoyo del partido a la “rebelión popular” y la lucha armada Esta confusión, combinada con la situación crítica que enfrentaba el leninismo internaclon& precipitó la peor crisis dc identidad en la historia del Partido Comunista chileno. A comienzos de la década de 1990, perjudicado

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por las defecciones de importantes líderrs del partido, cl Partido Comunisla de Chile, con sus ochcnta arios de vida, parecía al borde del colapso.

Entre los grupos no comunistas en el campo sociahsta. las divisiones internas hicieron imposible alcanzar una coordinación total de los csfucr/»s cn las clccciones de diciembre de 1989. En vez de ello, los socialistas de Núilez, más inclinados al centro, junto con varios grupos políticos más pequeños, formaron el Partido por la Democracia (PPD), como instrumento cazalotodo para presentar candidatw parlamcnlario~. Argumentando que el sobrcideologizado Partido Socialista era fundamentalmente incapaz de abrirse hacia el centro moderado (que contaba con muchos votos), el fundador del PPD, Ricardo Lagos, buscó crear un partido “moderno” y ofrecer a los electores una alternativa clectoral moderada de “ccntroizquierda.” Sin embargo, la prolongación de la existencia del PPD ha sido ardientemente cuestionada por los socialistas tradicionales, que reclamaban que el PPD representa un partido no-ideológico de conveniencia, cuyo verdadero compromiso con los ideales socialistas es cuestionable. Los democratacristlanos reaccionaron también con aprensión: el crecimiento del PPD llegaría cast con certeza a costas del flanco izquierdo de la Democracia Cristiana.

En las elecciones de diciembre de 1989, los candidatos a diputado del PPD recibieron un ll,0 por ciento del voto popular (obteniendo dieciséis escafios), y el apoyo del 12 por ciento del electorado para sus candidatos a senadores (eligiendo cuatro de sus militantes para el Senado). Algunos elementos entre los socialistas de Almeyda de línea más dura, junto con los comunistas, la Izquierda Cristiana, y otros, crearon una alianza electoral paralela en el Partido Amplio de Izquierda Socialista (PAF,). Esta segunda alianza dc partidos de oposición. a pesar de los esfuerzos por coordinar las opciones electorales entre los dos bloques principales de partidos izquierdistas (el PPD y el PAIS), lograron atraer sólo el 4,3 por ciento de los votos en las contiendas para la Cámara Baja y sólo un poco más, 4,7 por ciento, en las contiendas senatoriales. Como resultado, el PAIS logró elegir sólo dos de sus candidatos en las elecciones dc diputados, y no obtuvo ningún senador. De nuevo, aunque es dificil sacar conclusiones precisas de los resultados de las elecciones parlamentarias de diciembre de 1989, parece claro que la izquierda surgió de las elecciones habiendo perdido una parte considerable del voto popular, si se hace la comparación con 1973: el total combinado para los candidatos izquierdistas (PPD, PAIS, PRSD e independientes) en 1989 alcanzó aproximadamente el 15 por ciento, una baja aguda si se lo compara con los niveles excepcionalmente altos de jtoyo alcanzados por la coalición de la Unidad Popular, que recihi6 un 43,9 por ciento en 1973

Esta declinación relativa fue confirmada por los resultados de las elecciones municipales de 1992. La izquierda socialista combinada, formando parte de la alianza general de partidos dentro de la Concettación, logró un decepcionante 17.6 por ciento, recibiendo el PPD el 9,2 por ciento y los socialistas el X,7 por ciento de los votos. Los comunistas, en contraste, tuvieron mucho mejores resultados de lo que se esperaba, alcanzando un 6,6 por ciento de la votación total. El atractivo creciente del Partido Comunistra, especialmente entre los elementos más pobres de la población, puede sugerir los limites de los esfuerzos del gobierno de Aylwm por promover el desarrollo económico con equidad dentro de un marco económico liberal. En todo caso, los resultados de las elecciones municipales de 1992 prestaron apoyo a la proposición de que la fuerza general dc atracción de los partidos izquierdistas, aproximadamente un 24,3 por ciento, era significativamente menor que los niveles alcanzados inmediatamente antes de 1973, y se aproximaban más a la media histórica posterior a 1932 (ver Cuadro N” 4.2).

EL CENTRO

Los datos de encuestas indican que la distribución del electorado en Chile se ha desplazado un tanto durante el período anterior y poatcrior al golpe El Cuadro N” 4.7 muestra la distribución ideológica del electorado chileno a lo largo de un periodo de más de tres dtcadas. Como lo sugieren los datos, a la altura de 1986, la autodefinición ideológica del

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Cuadro N”4.7 Distribución ideológica del electorado chlleno, medida en base a Ias respuestas a la pregunta: “& siente usted más cerca dc la dcrccha, cl centro o la izquierda?”

Ik~p:<pursru 1958 1961 196, ,9-c, /97 ,9X6 ,991 ,993 % % ‘96 ‘96 ‘% M % %

Derecba 31,4 23,s 17,4 26.6 21.9 16.6 21,9 22.8 Ce”tIO 17,s 28,2 29,0 24.2 26.X 41.2 30.X 24,b Irquierda 24,5 2.5s 32,0 26.0 42.9 14.2 x,3 33,7 Na respondi6 26,3 21.5 21.6 23,2 8.4 28.0 24.1 19.0

FUENTES: Carlos Huneens, LOT Chilenor y k, po,;,ico (Santiago~ CERC. ,987). pág 163; los datos para ,986 están tomada. de una encuesta de opinión pública realizada por CBRC en Santiago donde se encuestaron a 889 personas; los datos para 1993 están tomados de una encuesta de opinih piiblica realizada por CEP-Adimark, Estudm Social de Opinión Pitblica, marro de 1993

electorado aunque todavía manifiestamente tripartita. se había desplazado notablemente hacia el centro’?. En 1993 esta tendencia centrista había disminuido considerablemente, y ya no reflejaba la autodefinición ideológica preferida por la mayoría de los chilenos. En las primeras elecciones posteriores al régimen autoritario, los candidatos para virtualmente todos los cargos de elección dirigían sus llamados al centro del espectro político, cuidadosos de no apartarse demasiado hacia la derecha o la izquierda, presumiblemente porque el panorama político chileno, y la distribución de los votos dentro de ese panorama. había cambiado. Así, en las elecciones presidenciales de 1989, los tres candidatos pretendían representar el verdadero centro: Hernán Büchi, heredero del régimen de Pinochet, se proclamaba “candidato de la derecha independiente”; Francisco Javier Errázuriz declaraba que su candidatura era la voz del centro-centro; y Patricio Aylwin proclamaba su propia candidatura como del centro democrático. Claramente, el centro había llegado a ser el espacio más habitable dentro del panorama político chileno afines de la década dc 1980

El amplio apoyo electoral de que gozaron los partidos de centro cn las elecciones de diciembre de 1989, como también en las elecciones municipales de 1992, confirmaron este punto de vista. Aunque, de nuevo, los resultados son difíciles de sopesar debido al complejo conjunto de coaliciones y alianzas entre partidos, los democratacristianos y los candidatos de sus partidos aliados de centro (algunos sectores de los radicales y los socialdemócratas) obtuvieron alrededor del 30,O por ciento dc los votos en las elecciones para diputados (asegurándose cuarenta y cuatro escafíos en la Camara Baja). y un 34,9 por ciento en las contiendas para el Senado (obteniendo dieciséis escaños). Los partidos centristas mantuvieron de nuevo estos niveles de apoyo electoral para las elecciones municipales de 1992, logrando juntos el 35,6 por ciento del electorado total.

Las elecciones municipales de 1992 vieron el surgimiento de un nuevo movimiento político centrista, la Unión de Centro-Centro (IJCC), un movimiento antipartidos fundado y conducido por el magnate de los negocios y candidato derrotado a la presidencia de la república, Francisco Javier Errázuriz. Este hizo campaña a lo largo de Chile durante las elecciones municipales, y ayudá a los candidatos de su incipiente partido a obtener un sorprendente 8,l por ciento del voto total. Después dc las contiendas municipales, Errámriz comenzó a flirtear con los partidos más establecidos, buscando un SOCIO de alianza apropiado para las inminentes elecciones nacionales de diciembre de 1993. Su presencia dentro de la arena política ha complicado aún más las agrias negociaciones prcelectoralcs entre los partidos principales de la derecha, RN y Ia UDI.

De todos los partidos actores que retornaron a la arena política al final de la década de 1980, el partido principal del centro, el Partido Demkratil Cristiano, resurgi6 como el más coherente a nivel organizativo. Todos los partidos politlcos fueron prohibidos durante los afios del régimen militar, pero los de la derecha fueron a un receso voluntario, mientras los de

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la izquierda sufrieron generalmente una drástica represton Los democratacristianos centristas podían a menudo explotar su relactón prtvtlegiada con la Iglesia y. al menos inicialmente, goaaron de la indulgencia de parte del régimen.

El Partido Demócrata Cristiano retornó a la arena electoral en diciembre en 1989 organizacionalmente intacto y con una muestra nnpresionante de apoyo. Además de ver elegido presidente a su compañero de partido. Patricio Aylwin, los candidatos democratacristianos obtuvieron el mayor número de escanos en ambas Cámaras del Congreso: 26,l por ciento del electorado (treinta y ocho miembros de la Cámara Baja)” y trece puestos en el Senado con el 32,0 por ciento de la votación Esto es llamativamente similar a 1973, cuando los democratacristianos ganaron el 29-l por ciento de la votación en las elecciones parlamentarias.

En las elecciones municipales de 1992, los candidatos democratacristianos ganaron el 29 por ciento el total de votos emitidos, más que doblando los resultados de Renovación Nacional, su competidor más cercano. Los radicales, los aliados centristas de los democratacristianos, recibieron el 4,9 por ciento del voto. Una vez más, lo que es notable acerca del desempefío electoral de los partidos de centro es que el apoyo del que gozaron en 1992 se asenxja mucho a esquemas anteriores dentro del panorama político chileno. Las culturas políticas son creadas y recreadas a través de organizaclones e identidades partidarias extraordinariamente tenaces, que profundkan su antiguo papel de columna vcrtcbral del proceso politice chileno.

Para regresar brevemente a un tema ya tratado en este análisis, el cambio de más consecuencia dentro del sistema de partidos posterior a Pinochet, cuando sc lo compara con su predecesor anterior al golpe, es la robusta allanza entre el centro y la izquierda, encarnada en la Concertación para la Democracia. Mientras el electorado democratacristiano se encontró aliado en contra de la alianza de la Unidad Popular y la ilquicrda cn los años de la dCcada dc 1970, en las décadas de 1980 y 1990, su electorado ha stdo testigo de un realmeamiento crítico. En otro trabajo. Samuel J. Valenzuela y yo hemos demostrado que simples correlaciones de la votacibn por comuna entre el plebiscito de 1988, las elecciones presidenciales de 1970 y 1989, y las elecciones parlamentarias de 1969, 1973 y 1989, reflejan este realineamiento crítico. De hecho, las correlaciones entre electores centrktzas en el período pre-Pinochet y los del período post-Pinochet son claramente negattvas, lo que proporciona mayor evidencia de una consistencia electoral general dentro del sistema de partidos, puesto que los electores democratacristianos a fines de la década dc 1960 y comienzos dc la dc 1970 votaban en colaboración con la derecha, y a fines de la década de 1980 y comienzos de la de 1990, lo hacían con la izquierda. En contraste, las correlaciones entre los votantes de izquierda y de derecha de fines de la di-cada de 1960 y comienzos de la de 1970 con sus respectivas opciones de fines de la década de 1980 y comienzos de la de 1990, son fuertemente positivas79. La fuerza de atracción gravitacional centroizquierdista de la Concertación puede ayudar al cambio de las preferencias ideológicas reflejadas en los datos de 1993 que se encuentran en el Cuadro N” 4.7.

Los políticos dentro de la Concertaciim han conductdo esta alianza recientemente descubierta con habilidad consumada. Como Presidente y líder del gobterno de transición de la Concertación, Patricio Aylwin ha funcionado como fuerra principal para la unidad, tanto dentro del Partido Demócrata Cristiano como dentro de la Concertación en toda su amplitud. Cuando el democratacristiano Eduardo Frei Ruiz-l’agle, hilo del ex Presidente, derrotó al socialista Ricardo Lagos en una elección primaria interna especial que no tenía precedentes entre los partidos de la Concertación, quedó removido un obstáculo importante para la sobrevivencia futura de la Concertación. Frei fue proclamado candidato único de los partidos de la Concettación el 31 de mayo de 1993, encabezando la hsta victoriosa de candidatos de la Concertación para ambas Cámaras del Congreso en las elecciones de diciembre de 1993. Con la dcrccha profundamcntc dividida por discrepancias internas, y las maquinaciones políticas dc Errázuriz complicando aún más a la oposición, quedó asegurada la reelección de un gobierno de la Concertación.

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CONCLUSIÓN

La conclusión principal de esta revista de la política de partidos en Chile en el curso de más dc doce decadas de competencia es que los esquemas y tendencias suhyacrntes dentro del panorama político chileno son bastante resistentes a un cambio fundamental. Un rasgo genético clave, desde mediados del siglo XIX en adelante. consiste en que la política de partidos en Chile tiende a dividirac cntrc trca scgmcntos políticos fundamcntalcs. la derecha, el centro y la Izquierda. Las subculturas políticas. maotenldas por la continua relevanc~ de las líneas de fisura y reproducidas por líderes y organizaciones partidarias a través de las gcncraciones, son resistentes al cambio, fueran cualec fueran las circunstancias adversas. Tal vez sea sólo una modesta exageración suge;ff;ocomo lo hizo Alphonse Karr, que “mientras más cambian las cosas, más pcrmancccn iguales

Pero el dicho de Karr contiene algo de exageración Ilemos visto que la dinámica de la política de partidos ha cambiado significativamente en el Chile post-Pinochet, y seguramente evolucionará en direcciones inesperadas a medida que se desvanece la amenaza de un retorno al autoritarismo. Parece haber amplia evidencia dc qoc loa lídcrca dc los partidos han experimentado un proceso de moderación o “secularización” del contenido ideológico de los programas partidista?‘. Al retornar la competencia de partidos a Chile a fines de la década dc 1980 y comienzos de la de 1990, los democratacristianos del centro jugaban claramente un mwo papel dentro del reconstituido sistema de partidos. esto es, el de formadores de coaliciones. La recuperación de un punto de apoyo centrista. y una actitud más tlexible hacia la formación de coaliciones en la derecha y, sobre todo. en la izquierda, sugieren que los esquemas de competencia de partidos han de corresponder a un pluralismo moderado, más bien que n un pluralismo polarizado.

Lo significativo de esta renovada predisposición a formar coaliciones o alianzas contrasta con los esquemas de competencia de partidos de la década de 1960 y de los comienzos de la década de 1970, durante IOI cuales históricamente ningún partido individualmente poseía una vcntaja electoral decisiva La Conccrtaciún. y especialmente los acercamientos que ésta representa entre los democratacristianos y los socialistas, sugiere la muy real posibilidad de que se haya forjado uoa nueva coalición de gobierno de más largo plazo. Al compartir partidos históricos claves del centro y dc la i,xluicrda (tanto los socialistas como el Partido por la Democracia) el poder en el gobierno de transición de Patricio Aylwin, distribuyéndose así más equitativamente los costos y beneficios del gobierno, los incentivos para una vuelta a la política de sobreofertas disminuqcn Un indicio adicional de la redescubierta flexibilidad del sistema de partidos es la capacidad de los partidos importantes de la derecha, el centro y la izquierda para llegar a acuerdos sobre ciertas condiciones mínimas para la transición aun régimen democrático”.

A pesar de los esfuerzos de Pinochet para reestructurar el sistema de partidos, parece claro que la conocida distribución tripartita del electorado ha reaparecido. Sin embargo, aunque las mismas fisuras sociales fundamentalca qoc estructuraban cl conflicto político dentro del sistema de partidos a lo largo de doce décadas da forma todavía a los esquemas de competencia, el período de Pinochet de.jó sustanciales transformaciones. La experiencia de gobierno autoritario traumatizó a grupos socIales y políticos claves. los que han reevaluado tanto el valor, como la muy real fragilidad del toma y dale que la democracia política requiere. La lógica cada vez más suma cero de la política mayoritaria, seguida por la represión de los partidos durante los años de gobierno militar, han llevado a las elitcs políticas a buscar la acomodación y el compromiso por sobre el conflicto cn kas claves de la política. Si estos esquemas llegan a ser institucionalizados, ya sea dentro del marco de la Concertación o de otra combinación de partidos, es bastante posible que la disposición al consenso que caractcriró al sistema de partidos en los primeros arios dc la década dc 1990 pcrmltirá a Chile dejar atrás la política de partidos polarizada del pasado.