la política y el capital avalos tenorio

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23 CAPÍTULO I La Corona y la Bolsa Política y economía Cuando nos interrogamos acerca de los fundamentos, contenidos y fines de la política en el marco de la sociedad capitalista, se abre de inmediato la necesidad de comprender la vinculación entre el ámbito de la producción, distribución y consumo de las mercancías, con el de las instituciones gubernativas, hacendarias, militares y jurídicas de un pueblo. Se advertirá entonces que en cada uno de estos ámbitos impera una racionalidad propia y una lógica distintiva: mientras la economía, estructurada sobre la base del valor de cambio, se fundamenta en las necesidades de la vida y en las capacidades productivas organizadas para la acumulación de ganancias, la política, en cambio, aparece como el campo propio de la voluntad desde el que se puede organizar la vida en común de un modo o de otro. Esto implica que en el mundo [...] cuando la burguesía excomulga como socialista lo que antes ensalzaba como liberal, confiesa que su propio interés le ordena esquivar el peligro de su Gobierno propio [...] que para mantener intacto su poder social tiene que quebrantar su poder político [...] que, para salvar la bolsa, hay que renunciar a la corona, y que la espada que había de protegerla tiene que pender al mismo tiempo sobre su propia cabeza como la espada de Damocles. KARL MARX El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte

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Ávalos Tenorio

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  • PALABRAS PREVIAS

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    CAPTULO I

    La Corona y la Bolsa

    Poltica y economa

    Cuando nos interrogamos acerca de los fundamentos, contenidosy fines de la poltica en el marco de la sociedad capitalista, se abre deinmediato la necesidad de comprender la vinculacin entre el mbitode la produccin, distribucin y consumo de las mercancas, con el delas instituciones gubernativas, hacendarias, militares y jurdicas de unpueblo. Se advertir entonces que en cada uno de estos mbitos imperauna racionalidad propia y una lgica distintiva: mientras la economa,estructurada sobre la base del valor de cambio, se fundamenta en lasnecesidades de la vida y en las capacidades productivas organizadaspara la acumulacin de ganancias, la poltica, en cambio, aparece comoel campo propio de la voluntad desde el que se puede organizar lavida en comn de un modo o de otro. Esto implica que en el mundo

    [...] cuando la burguesa excomulga como socialista lo queantes ensalzaba como liberal, confiesa que su propio intersle ordena esquivar el peligro de su Gobierno propio [...] quepara mantener intacto su poder social tiene que quebrantarsu poder poltico [...] que, para salvar la bolsa, hay querenunciar a la corona, y que la espada que haba de protegerlatiene que pender al mismo tiempo sobre su propia cabezacomo la espada de Damocles.

    KARL MARXEl Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte

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    moderno economa y poltica no slo se encuentran separadas sinoque sus relaciones recprocas pueden ser establecidas de distintasmaneras. Se debe decir que la separacin entre economa y polticaes uno de los rasgos del advenimiento del mundo moderno. En general,antes del absolutismo ilustrado europeo de los siglos XVII y XVIII, laeconoma, entendida como administracin domstica, era conside-rada como una parte subordinada de la poltica. Aristteles, por ejem-plo, distingui entre la economa, a la que consider como la actividadnatural de organizacin de las necesidades familiares en funcin delos medios de satisfaccin, respecto de la crematstica artificial, actividadantinatural de obtener dinero del dinero, por medio del comercio.1

    No fue sino con la formacin de las grandes empresas comercialesaliadas con los monarcas absolutos europeos, que el pensamiento hubode separar conceptualmente el campo constituido por las actividadescomerciales respecto del conformado por las acciones gubernativas.Curiosamente esta separacin se concret en la formacin de la econo-ma poltica, nueva disciplina orientada al estudio de la gnesis yadministracin de la riqueza de los nuevos Estados nacionales. El din-mico desarrollo del comercio, su expansin acelerada y la posteriorrevolucin en la esfera de la produccin, transformaron profunda-mente a la poltica. Pareca haber surgido un mbito de actividades,tan dinmico y atractivo y tan identificado con la libertad, que las cues-tiones relativas al gobierno justo como tarea de los monarcas parecieronrebasadas y arcaicas. No fue difcil que, en estas condiciones, el libe-ralismo clsico hiciera nfasis en la preponderancia de lo econmicosobre lo poltico,2 ante todo desde el horizonte del deber ser: lo

    1 El arte de la adquisicin es llamado crematstica. Es del que se valen quienesadministran la casa y la ciudad. Pero no toda crematstica es natural: es el caso delcomercio lucrativo. Vase Aristteles, Poltica, Libro I, Universidad Nacional Autnomade Mxico, Mxico, 2000, pp. 15 y ss.

    2 Vase Albert O. Hirschman, Las pasiones y los intereses. Argumentos a favor del capitalismoantes de su triunfo, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1978; Mara Cristina RosEspinosa, Fundamentacin tica del mercantilismo, Publicaciones Cruz, Mxico, 2002; de lamisma autora, El papel de la tica en la poltica de Bernard Mandeville, tesis doctoral,Universidad Nacional Autnoma de Mxico, Facultad de Filosofa y Letras, Mxico, 2006.

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    conveniente y utilitariamente mejor sera una mnima intervencinde criterios polticos en el funcionamiento de la economa, visualizadacomo esfera de la libertad individual y espacio de distribucin de lariqueza de acuerdo con los mritos, capacidades, aptitudes y esfuerzosde cada cual. Una de las ltimas expresiones de este pensamiento esel anlisis econmico de la poltica y del derecho: se trata de trasladarla racionalidad del homo economicus a la esfera de los conflictos y acuer-dos que describen a la poltica.3 Podra decirse que, en esta visin, lapoltica es subsumida por la economa. Es este un extremo que reflejala aparente dinmica de colonizacin de la poltica por parte de la pro-duccin generalizada de mercancas con la meta de la acumulacin.

    La ideologa del liberalismo mercantil caa en una ilusin: el libremercado, por s solo, carece de los mecanismos y los saberes necesariospara regir la sociedad.4 Histricamente el mercado ha requerido el soportede la poltica (en sus diversos sentidos) y del Estado. Por ejemplo, elmodelo prusiano de modernizacin capitalista a fines del siglo XIX puedeser entendido como un claro ejemplo de la preponderancia del Estadoen la organizacin de la vida econmica. Pero aun en los pases proto-tpicos del liberalismo econmico, Reino Unido y Estados Unidos deAmrica, el Estado siempre ha desempeado un papel fundamentalpara proteger la acumulacin privada de capital. Si esto ha sido posiblees porque la poltica no se rige por la economa, pues slo desde unaracionalidad diferente a la del libre mercado, es posible el clculo de laintervencin y de sus consecuencias. As, no es difcil ubicar al socialismode inspiracin blanquista5 como un intento de organizar la economa a

    3 Como ejemplo, entre muchos otros, vase Jos Miguel Snchez Molinero, Los orgenesdel Estado. Del caos al orden social, Minerva ediciones, Espaa, 1997; Vctor Vanberg,Racionalidad y reglas. Ensayos sobre teora econmica de la Constitucin, Gedisa, Espaa,1999; Reinhard Zintl, Comportamiento poltico y eleccin racional, Gedisa, Espaa, 1995.

    4 La competencia perfecta, en la que descansa la posibilidad de que el libre mercadorija la sociedad, es un ideal de imposibilidad emprica. Vase Franz Hinkelammert, Crticaa la razn utpica, DEI, Costa Rica, 1990, especialmente captulo II, y Teologa del mercadototal, DEI, Costa Rica, 1989.

    5 Augusto Blanqui (1805-1881) consideraba necesaria la formacin de una lite revo-lucionaria que instaurara una dictadura en nombre del pueblo. Una vez con el poder

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    partir de la toma del poder poltico: una serie de decisiones polticas,adoptadas racionalmente desde el aparato central del Estado, habrande funcionar como parmetros ordenadores de la produccin, ladistribucin del producto e inclusive del consumo.

    Uno de los vectores ideolgicos ms prominentes de la fase histricaactual del capital consiste, precisamente, en una insistente precaucinrespecto de la posibilidad de que lo poltico sufra una mutacinhipertrfica de signo totalitario que subyugue nuevamente a la libertaddel individuo.6 Se trata, en realidad, de una formacin ideolgicadestinada a legitimar la privatizacin generalizada del espacio pblico.Ms mercado significa mayor apropiacin privada de la produccin ydistribucin de las mercancas, que en su nueva fase tambin abarcarecursos y bienes pblicos como los energticos, el agua y el espacioareo necesario para la transmisin de las ondas electromagnticasusados por los medios de comunicacin de masas. Menos polticasignifica no slo la subordinacin de la autoridad estatal al poder delas grandes empresas globales, sino la exclusin de los ciudadanosde las grandes decisiones sobre la vida pblica. Lo que no se puedepasar por alto es que esta privatizacin de lo pblico ha sido organizadae implantada por la burocracia tecnocrtica formada en la racionalidadempresarial. Es un hecho que el Estado ha sido el gran organizadorde las privatizaciones caractersticas de la globalizacin.7

    Por el momento y de manera provisional, podemos afirmar que lopoltico ha quedado identificado con las instituciones y procesos queexpresan la normatividad organizativa de la sociedad, y lo econmico,

    en las manos, esta lite emprendera la educacin de los desposedos. Se trataba, sinduda, de un despliegue prctico radical de la filosofa de la Ilustracin. Vase G.D.Cole, Historia del pensamiento socialista, Tomo I: Los precursores 1789-1850, Fondo deCultura Econmica, Mxico, 1980, pp. 167-168; Samuel Bernstein, Blanqui y el blanquismo,Siglo XXI Editores, Mxico, 1984.

    6 Esta especie de fobia al totalitarismo revela la posicin totalitaria de quien acusa aotros de totalitarios. Vase Slavoj iek, Quin dijo totalitarismo?, Pre-textos, Espaa, 2002.

    7 Vase Jaime Osorio, El Estado en el centro de la mundializacin. La sociedad civil y elasunto del poder, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 2004.

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    en cambio, describira la esfera de la produccin, distribucin y consumono de la riqueza material en general sino de los bienes y serviciosformados bajo la lgica capitalista. En conclusin, la economa y lapoltica como campos separados, existen como construcciones delpensamiento, y son posibles distintas variedades en su mutua relacin.Sin embargo, habra que preguntarse acerca de las bases mismas deesa separacin. El concepto bisagra entre uno y otro de estos mbitoses, a nuestro juicio y como habremos de probar, el de capital.

    Ahora bien, la reestructuracin del capital iniciada en el ltimo terciodel siglo XX ha implicado una modificacin sustancial en el conjuntode las relaciones entre los seres humanos. No slo ha cambiado laforma de la produccin, distribucin y consumo de la riqueza material;tambin se han transformado patrones de vida y supuestos norma-tivos, costumbres y hbitos, horizontes de percepcin y afectividades.Si la forma social del capital supone una composicin heterognea delos mundos de la vida, la reestructuracin agudiza las disparidadesen todos los rdenes. No ha sido menor el cambio en lo poltico. Lasmutaciones en la esfera de la produccin han sido acompaadas,sustentadas y expresadas al menos por tres rasgos que ataen a laesfera de lo poltico. El primero se refiere al Estado que ha sufrido unafuerte alteracin en las instituciones que lo concretan en cuanto aparatoestatal, pero sobre todo, en sus mbitos de injerencia como factor deregulacin de los procesos de acumulacin del capital. Es un hechoobjetivo que, aun en forma variada y heterognea segn la posicingeoestratgica de cada pas, el Estado ha dejado cada vez ms espaciosa las inversiones de los capitales individuales cuyo eje articulador es,como se sabe, la empresa global. La retirada del Estado tambin hasido particularmente evidente, visto desde la periferia, en una de susdimensiones constitutivas ms caractersticas, a saber: la soberananacional. Puede decirse que este aspecto es uno de los grandes mitosdel Estado moderno, pero no se negar que ha funcionado como unespacio de referencia para garantizar la estabilidad interna de losrdenes sociales.

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    Esto conduce directamente al segundo rasgo caracterstico delcambio de lo poltico: la forma imperial, espacio de relaciones de domi-nacin entre pueblos y Estados, ha pasado del conflicto Este-Oeste aldespliegue victorioso de los Estados Unidos de Amrica por mediode terribles invasiones y, no menos importante, tambin a partir de suindustria cultural. En la misma direccin, el tercer gran rasgo de trans-formacin de lo poltico atae al tan debatido tema de la democracia,pues de ser originalmente una forma de gobierno ha devenido, msque un conjunto de procedimientos equitativos de seleccin de repre-sentantes, un sistema de legitimacin del poder del capital. Y he aquque tocamos el aspecto fundamental de la poltica de nuestra poca.El poder del capital aparece como si fuera nicamente econmico y,en consecuencia, lo poltico, con su autonoma relativa, parecieraun mbito no slo diferente sino independiente de la produccin ydistribucin de los bienes materiales. Aqu hay que poner la vista entoda una serie de reflexiones ya olvidadas8 que en algn momentosostuvieron que si la poltica no toca los temas torales de la producciny distribucin de la riqueza material, entonces se vuelve una actividadirrelevante marcada por la oquedad y la frivolidad. Es esto lo que esttrastornando a las democracias de nuestra poca, pero no es un fen-meno sorpresivo o novedoso. La verdad es que los contornos y fun-damentos de la poltica de nuestros tiempos se encuentran ya in nuceen la forma de ser de la sociedad regida por el valor de cambio que sevaloriza permanentemente.

    A estas alturas es necesario sostener una hiptesis destinada areformular las categoras con las que se emprende la comprensin delas relaciones entre poltica y economa en la actualidad. Lo que en elmundo moderno se presenta como poltico, es decir, la esfera de lospartidos, las elecciones, los procesos de construccin y representacin

    8 Me refiero al menos a los siguientes textos: Max Adler, Democracia poltica y democraciasocial, Ediciones Roca, Mxico, 1975; Arthur Rosenberg, Democracia y socialismo,Cuadernos de Pasado y Presente, Mxico, 1981; Karl Korsch, Teora marxista y accinpoltica, Cuadernos de Pasado y Presente, Mxico, 1979; Adam Schaff, La alienacin comofenmeno social, Grijalbo, Mxico, 1979.

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    ciudadana, los gobiernos, etctera, posee una aguda tendencia a laprdida de sentido o, si se quiere, a la banalizacin; en cambio, lo que sepresenta como no poltico, es decir, el universo de los intereses econ-micos, posee una politicidad inmanente pero en su sentido autocrtico,lo cual significara la preponderancia no de un gobierno sino de unmando desptico de carcter oligrquico. Este mando sera poltico porsus efectos: involucra, somete e incluye a los muchos, pero simult-neamente sera antipoltico porque ese poder de mandar sobre losmuchos no se rige por la deliberacin pblica y el consentimientoracional y no es susceptible de la participacin polmica de los ciuda-danos. Se tratara, entonces, de un mando que sera poltico slo enapariencia, como seal hace mucho tiempo aquel hombre nacidoen Estagira y radicado en Atenas, al que nos hemos referido.

    Derivar la poltica del capital

    No es aconsejable lanzarse a argumentar una hiptesis que ha tenidodesarrollos significativos, antes de revisar aunque no sea ms quesomeramente, la forma en que se ha procurado comprender que eco-noma y poltica son formas diferentes de manifestacin de unfundamento nico que, desde Marx, se denomina valor que se valo-riza o trabajo ajeno impago o, simplemente, capital. Revisemos,entonces, lo que fue referido con el nombre de teora derivacionistadel Estado o tambin Escuela lgica del capital, desarrollada enalgunos lugares de Europa y en algunas partes de Amrica Latina,en los aos setenta del siglo pasado. Por supuesto, vamos a asimilarlacrticamente.

    Lo primero que se plante como tema esta corriente de pensamientofue la evidente diferenciacin de dos campos problemticos que, por lomenos en apariencia, seguan dos lgicas distintas, a saber: el campoeconmico y el mbito poltico. En general, en el marxismo esta relacinfue comprendida jerrquicamente: la poltica quedaba subordinada a laeconoma, bien como expresin mistificada (invertida) del proceso

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    econmico, bien como superestructura montada sobre la base real delas relaciones de produccin y las fuerzas productivas. En todo caso, enun plano meramente descriptivo, la poltica obedeca a la lgica de losintereses econmicos.

    Sin embargo, como en el marxismo la dimensin tico polticasiempre ocup un papel fundamental, se abra prima facie una brechanotable entre el plano descriptivo, donde se subordinaba la poltica ala economa, y el plano prescriptivo, donde, a la inversa, el imperativode cambio social (ya fuera por la va de la reforma o por la va de larevolucin) situaba a la poltica en el papel protagnico, incluso al gradode poder modificar a la economa. Esta contradiccin fue puesta derelieve por el jurista Hans Kelsen, quien indic, en su polmica conMax Adler, que en el marxismo haba una contradiccin entre el sery el deber ser, que se expresa en la tesis de la dictadura del prole-tariado: cmo se entiende que una clase dominada en el planoeconmico (precisamente el proletariado) sea una clase dominante enel plano poltico?9

    Si la poltica tena esa fuerza o capacidad de alterar el orden econ-mico, entonces deba poseer algo ms que el mero carcter de reflejode la economa. Dicho con otras palabras, si la reforma o la revolucin,como momentos eminentemente polticos, eran significativos en tantomodificaciones deliberadas del orden econmico, entonces lo polticoy el Estado no podan ser tan slo superestructuras o fenmenosdependientes de la base econmica de la sociedad.

    Este tema prcticamente atraves todo el marxismo desde susorgenes. La teora ms coherente con la tesis de la subordinacin dela poltica a la economa fue sin duda aquella que postul el derrumbedel sistema capitalista no como resultado de una revolucin sino de laoperacin efectiva del propio capitalismo. S se produjo, en efecto, unarevolucin (la Revolucin de Octubre en Rusia) y una crisis severa del

    9 Un dominio de clase sin explotacin econmica no tiene sentido. Un grupo dehombres no puede dominar en cuanto clase y al mismo tiempo ser dominadoeconmicamente como clase. Hans Kelsen, Socialismo y Estado, Siglo XXI Editores,Mxico, 1982, p. 215.

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    sistema capitalista (la de 1929), pero no un derrumbe: al contrario, loque se gener fue una rehabilitacin del Estado y de lo poltico querearticul el sistema capitalista mundial bajo la forma del Estado debienestar, que sin duda revelaba la autonoma del espacio de lo poltico.Ambos fenmenos implicaron la reflexin sobre la poltica al menosen dos niveles, ya presentes desde la obra de Marx.10 Por un lado,quedaba la poltica propia del orden establecido, del statu quo, quebien podra ser asimilada a la dinmica de la polica o administracinpblica y a la disputa por el control de las instituciones gubernativaspor distintos partidos polticos que representaban matices diversosen la aplicacin de los imperativos provenientes de la economa. Porotro lado, se ubicaba la poltica como conjunto de procesos orientadoshacia la modificacin radical de las relaciones sociales constitutivasdel orden capitalista y, entonces, como la fuente originaria que, desdeun espacio excepcional, creaba un nuevo orden normativo.

    Polica, entendida sta como administracin pblica, y polticapropiamente dicha, entendida como poder constituyente, comoreforma o como revolucin, ampliaron el horizonte de reflexin delcomplejo vnculo de la economa con la poltica. Los encendidosdebates de la Segunda Internacional acerca de la intervencin polticade los partidos socialdemcratas, son el testimonio elocuente de quela poltica no poda ser entendida como un mero reflejo de la economasino como una prctica transformadora: lo que estaba en disputa erael fundamento y la orientacin de esa prctica fundadora de una nuevasituacin social. La poltica del orden burgus se diferenciaba de laaccin organizada para transformar ese orden. Se trataba de dos dis-tintos niveles de comprensin de lo poltico, como ya hemos indicado.Lo que resultaba ms problemtico, sin embargo, era la posicin aadoptar respecto del Estado. Qu hacer respecto del Estado?, quera el Estado?, se trataba solamente de la expresin jurdica, centra-

    10 La bibliografa sobre este tema es inmensa. Vase Gerardo valos Tenorio, Leviatny Behemoth. Figuras de la idea del Estado, Universidad Autnoma Metropolitana-Xochimilco, 2 edicin, Mxico, 2001, captulo V. Marx o las razones de Behemoth.

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    lizada en un aparato institucional, de las relaciones de produccincapitalistas? Los fundadores del marxismo haban heredado a la poste-ridad varias lneas de reflexin respecto del tema del Estado. La tesisde la dictadura del proletariado coexisti con la idea de rep-blica de los productores y con la proyeccin, ms problemtica, de laextincin del Estado.11 Eran, sin duda, coordenadas que hicieronmuy compleja la formulacin de una estrategia uniforme respecto delEstado burgus, del Estado proletario y del Estado en cuanto tal. Unaestrategia reformista ocupara las instituciones del Estado burgus y,desde ah, impulsara cambios para modificar las relaciones socialesde modo gradual. Una estrategia revolucionaria destruira el Estadoburgus y fundara un nuevo Estado bajo la lgica de la dictadura delproletariado, destinado a extinguirse. La Unin Sovitica era la pruebaemprica de una dictadura, si no del proletariado, por lo menos ennombre del proletariado. Sin embargo, el modo desptico de gobernar,el culto a la personalidad y la centralizacin burocrtica, con todos losargumentos usados para justificar tales rasgos, despertaban por lomenos una distancia escptica respecto de si ese era el nuevo ordende justicia que los marxistas buscaban.

    La cuestin del Estado qued ubicada como una gran temticaterica, claro est, pero sobre todo poltica en su dimensin de prc-tica inmediata de ejercicio del poder y de despliegue estratgico paraconquistarlo. En este contexto destac el esfuerzo gramsciano de

    11 En Marx y Engels la dictadura se ubicaba en un plano abstracto y general paradenotar la dominacin excepcional, como en la Roma antigua, no de un Csar sino deuna clase social. En cambio, la repblica de los productores fue la expresin ms concretade la forma poltica que adoptara la reorganizacin de la sociedad por parte de lostrabajadores. Como se sabe esta fue una temtica rida en la obra de los fundadores delmarxismo: no queran especular a la manera de los utpicos. De ah se desprende uncarcter muy problemtico del tema de la extincin del Estado, ms atractivo para Engelsque para Marx. Sobre la recuperacin del Estado por parte de la sociedad civil, parafundar una verdadera comunidad, vase Gerardo valos Tenorio, La cuestin del Estado:Marx frente a Hegel, en Relaciones. Publicacin Semestral de Anlisis Sociolgico, nm. 4,Universidad Autnoma Metropolitana-Xochimilco, Mxico, 1990, pp. 25 y ss., y DaniloZolo, La teoria comunista dellestinzione dello Stato, De Donato, Italia, 1974.

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    reconstruccin de la teora poltica marxista a partir del concepto dehegemona. Para Antonio Gramsci la poltica y el Estado no tenanuna causalidad simple y mecnica respecto de la economa. Influidopor el marxismo abierto de Antonio Labriola12 y por el idealismohegeliano de Benedetto Croce, Gramsci comenz a pensar la polticacomo una forma de actuacin histrica concreta de las abstractascategoras econmicas. Una gran leccin de Gramsci fue subrayar ladignidad propia de la poltica como labor educativa de construccinde hegemona y, simultneamente, conceptuar al Estado, en unsentido amplio, como la unidad orgnica entre la sociedad poltica yla sociedad civil: [...] en la nocin general de Estado entran ele-mentos que deben reconducirse a la nocin de sociedad civil (en elsentido, podra decirse, de que Estado = sociedad poltica + sociedadcivil, o sea, hegemona acorazada de coercin).13 Debemos decir queen Gramsci, como en muchos otros marxistas, coexisten distintasdefiniciones del Estado y no siempre articuladas y armonizables.Empero, es incuestionable que a partir de la instauracin del Estadosovitico y de la actuacin de los partidos comunistas en distintaspartes del mundo, la cuestin del Estado y de la prctica polticaadquiri una complejidad mayor que la representada anteriormente,por ejemplo en los debates de la Primera Internacional. De cualquiermanera, el gran aporte del marxismo, entendido ste como teora de laexplotacin, de la dominacin y de la emancipacin humana, fuecomprender al capital no solamente como una cuestin econmica sinocomo un proceso complejo de relaciones entre seres humanos que sedespliegan en distintas esferas; estas relaciones se nutren de lascostumbres heredadas, de las creencias, las tradiciones y diversos factorespsquicos. Ello implica, como una primera y elemental consecuencia,que el capital posee una dimensin de reproduccin metaeconmica,simblica para ser precisos, que ata a los dominados en la lgica de su

    12 Antonio Labriola, La concepcin materialista de la historia, Instituto Cubano del Libro/El Caballito, Mxico, 1973.

    13 Antonio Gramsci, Cuadernos de la crcel, tomo 3, ERA, Mxico, 1984, p. 76.

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    propia dominacin. No slo las reflexiones de Gramsci sino la produc-cin terica de la Escuela de Frankfurt fueron decisivas para estaaportacin.14

    De cualquier manera, no fue sencillo desprenderse de la metforade la superestructura para referirse al Estado; tampoco fue fcilsuperar la nocin segn la cual el Estado era un instrumento de laclase dominante. La visin instrumentalista del Estado, empero, tuvola virtud de ubicar en las clases sociales y en sus conflictos inherentes,la esfera de traduccin poltica de las fuerzas econmicas. Era legtimopensar al Estado como un instrumento en manos de la clase dominantepara imponer su dominacin en cuanto clase. Marx y Engels, endiversos escritos, dieron pbulo a que se pensara de esta manera. Unejemplo de ello fue aquella clebre expresin del Manifiesto del PartidoComunista, segn la cual la autoridad pblica del Estado moderno[Staatsgewalt] no es ms que una junta que administra los negocioscomunes de toda la clase burguesa.15 En esa misma tesitura se ubicanlos anlisis coyunturales de Marx en los que el plano de lo poltico seconcibe como el terreno de trascripcin, ciertamente contradictoria ysesgada por lo efmero, de intereses de clase.16 De esta manera no resul-taba descabellado postular una relacin instrumental entre el dominiode clase y la configuracin poltica de la sociedad. Con todo, si bien elinstrumentalismo dotaba a lo poltico de autonoma, tena un gran

    14 Max Horkheimer y Theodor W. Adorno, Dialctica del Iluminismo, EditorialSudamericana, Argentina, 1987; Max Horkheimer, Crtica de la razn instrumental, Trotta,Espaa, 2002.

    15 Marx y Engels, Kommunistisches Manifest, en Marx, Die Frhschriften, AlfredKrner Verlag, Alemania, 1953, p. 527. Versin en espaol: Manifiesto del PartidoComunista, en Obras Escogidas en 2 tomos, tomo I, Progreso, URSS, 1977, p. 23. De estetexto tambin procede la no menos famosa expresin segn la cual el poder poltico,hablando propiamente, es la violencia organizada de una clase para la opresin deotra. Para diversas interpretaciones de este importante documento vase GuillermoAlmeyra (coord.), tica y rebelin. A 150 aos del Manifiesto Comunista, La JornadaEdiciones, Mxico, 1998.

    16 Me refiero a El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Las luchas de clases enFrancia y La guerra civil en Francia, todos en Marx, Engels, Obras Escogidas, op. cit.

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    problema al identificar al Estado con el aparato estatal, pues si el Estadoes entendido como el instrumento en manos de la clase dominanteno slo se lo reduce al carcter de cosa sino que queda desligado desus races en los complejos procesos de poder que se desarrollan en lasociedad civil y que dan cuerpo y vida al capital. Para decirlo esque-mticamente: el obrero no slo es la vctima explotada por el burgus,sino que, necesariamente, posee un momento existencial burgus quelo inscribe en la lgica dominadora de su propia dominacin.17 Y ellose traduce en la aceptacin, siempre condicionada claro est, deldominio.

    Desde el punto de vista metodolgico, el problema de la visininstrumentalista del Estado fue la concepcin como entidadesseparadas de la economa y la poltica, de la sociedad y elEstado. Frente a este problema, la teora derivacionista trat de hallarla lgica inmanentemente poltica del capital.

    Para darle consistencia a este intento, la primera estrategia de losderivacionistas fue hacer una nueva lectura de la obra de Marx peroahora no centrada en el a priori de la separacin entre economa y pol-tica. Es decir: si se presupona la separacin entre la economa y lapoltica cuando se lea a Marx, el resultado era simplemente la ratificacinde que la economa estaba teorizada en los Grundrisse y en El Capital, yque la poltica estaba tratada en mltiples lugares caracterizados porla coyuntura y la inconsistencia. Esta lectura slo repeta la insistenteobservacin de que Marx careca de una teora de la poltica y del Estado.En cambio, si no se adoptaba como juicio a priori la separacin entreeconoma y poltica, las obras marxianas habitualmente identificadascon el tratamiento de la economa, es decir, los Grundrisse y El Capitalpodan ser ledas con una nueva luz. Y si la crtica de la economapoltica fuera una obra estrictamente poltica? Tal fue la cuestin que

    17 La mercanca fuerza de trabajo tiene, como todas las mercancas, un valor de uso yun valor de cambio. Esta condicin escinde a su poseedor en vendedor de fuerza detrabajo y en cooperador en el proceso de produccin. El primer aspecto lo hace perte-necer al horizonte burgus del individualismo posesivo; el segundo, en parte de un sergenrico. Vase Adolfo Gilly, Sacerdotes y burcratas, ERA, Mxico, 1980, pp. 48 y ss.

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    sirvi como base para los variados intentos de derivar lgicamente lopoltico y lo estatal a partir de la forma social del capital:

    La tarea a realizar no es la elaboracin de una teora del Estado econmica oreduccionista, sino, partiendo del mtodo de Marx en la crtica materialista de laeconoma poltica, constituir una crtica materialista de lo poltico. En otraspalabras, el Estado no es una superestructura a explicar por referencia a la baseeconmica. Como el valor, el dinero, etctera, es una forma histricamenteespecfica de las relaciones sociales. El Estado, en cuanto categora de la cienciapoltica, es una forma de pensamiento que expresa con validez social lascaractersticas de una forma discreta asumida por las relaciones sociales de lasociedad burguesa.18

    La primera leccin que se obtiene de inmediato es que las categorasde la economa poltica, asumidas crticamente, expresan relacionessociales; son la manifestacin terica de formas sociales. As, lamercanca, el valor, el dinero, el capital, el trabajo, etctera, son categorasque expresan diversas formas que adquieren las relaciones entrepersonas. De la misma manera, el Estado es una categora que expresauna forma que adoptan las relaciones sociales capitalistas. En estepunto surge la cuestin acerca del lugar que ocupa lo poltico y elEstado en la reproduccin del capital. En el desarrollo de la teoraderivacionista ocup un lugar importante la recuperacin de unacuestin lanzada por el jurista ruso Eugen Pashukanis en 1924:

    Por qu la dominacin de clase no permanece como lo que es, es decir, la sujecinde una parte de la poblacin a otra? Por qu reviste la forma de una dominacinestatal oficial, o lo que equivale a lo mismo, por qu el aparato de coaccinestatal no se constituye como el aparato privado de la clase dominante, por qu

    18 John Holloway, El Estado y la lucha cotidiana, en Cuadernos Polticos, nm. 24, ERA,Mxico, abril-junio de 1980. Vase, del mismo autor (junto con Sol Picciotto) (coords.), Stateand Capital. A Marxist Debate, Edgard Arnold, Londres, 1978, y Debates marxistas sobre elEstado en Alemania occidental y en la Gran Bretaa, en Crticas de la Economa Poltica,nms. 16/17, El Caballito, Mxico, julio-septiembre de 1980.

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    se separa de esta ltima y reviste la forma de un aparato de poder pblicoimpersonal, separado de la sociedad?19

    La respuesta a esta pregunta crucial pasaba por la necesidad deentender la lgica con la que se desempeaba el aparato estatal sobrela base de la lgica misma del capital. El proceso capitalista de la repro-duccin social tena como condicin de posibilidad la posicin de loshombres como sujetos jurdicos, y en cuanto tales, libres e iguales demodo universal. Slo de esta manera se poda producir el intercambiomercantil mediante el cual tena lugar la compraventa de la fuerza detrabajo y, en consecuencia, la apropiacin del plustrabajo. Esta ltima,inscrita en el concepto de plusvalor, queda ubicada como si fuera unresultado accidental de un asptico proceso de intercambio mercantilde equivalentes. Se genera, en consecuencia, un encubrimiento de ladominacin que implica el capital. La expresin de este encubrimiento,ubicada en el nivel de lo jurdico y lo poltico, constituye precisamenteal Estado que, de esta manera, representa un desdoblamiento nece-sario del capital en tanto forma social y en tanto proceso. Con otraspalabras: el Estado es una forma social, es decir, una relacin socialllevada al plano del pensamiento, de igual estatuto que la formavalor, la forma mercanca, la forma dinero, la forma capital. Laforma Estado es una manifestacin poltica del mismo sistema derelaciones sociales de intercambio mercantil con orientacin acumu-lativa. Las relaciones sociales capitalistas son relaciones humanas,relaciones entre seres humanos, que se desdoblan en una esferaeconmica y una esfera jurdica y poltica, como dos esferas no slodiferentes sino separadas, con estructuras y legalidades propias cadauna de ellas.

    Frente a la sociedad burguesa, el Estado necesariamente debe comportarsecomo entidad particular, como forma contradictoria e ilusoria de la totalidad.

    19 E.B. Pashukanis, La teora general del derecho y el marxismo, Grijalbo, Mxico,Coleccin Teora y prxis, nm. 27 (trad. Carlos Castro), prlogo de Adolfo SnchezVzquez, 1976, p. 142.

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    En este sentido, es la relacin de los propietarios privados libres e iguales, y suliga frente al exterior [...] su garanta, la forma de organizacin que los burguesesse dan por necesidad, para garantizar recprocamente su propiedad y susintereses, tanto en el exterior como en el interior. La particularizacin del Estadoen tanto que institucin [...] se desarrolla, pues, segn la lgica histrica deflorecimiento de la sociedad de produccin mercantil.20

    El hecho de que la forma Estado se particularice tiene dos consecuenciasfundamentales. La primera es que lo poltico, lo jurdico y lo estatal, sevan a presentar, en conjunto, como una esfera cuya racionalidad y lgicade funcionamiento es distinta de la esfera econmica. La segunda esque esa esfera se va a concretar en un aparato estatal. John Hollowaydistingui entre la forma Estado y los aparatos del Estado.

    [La primera] nos remite a una forma no autnoma de desarrollo de las relacionesdel capital, lo que no quiere decir que la institucin (el aparato) no exista. Esposible hablar de una doble dimensin del Estado como relacin de dominacin capitalistay como aparato. La forma no puede tener una existencia desencarnada, sta sematerializa a travs del desarrollo institucional del Estado y la actividad de susagentes. Similarmente, el desarrollo institucional del aparato puede solamenteser la expresin del desarrollo histrico de las relaciones sociales.21

    En esta tesitura, Joachim Hirsch analiz precisamente la lgica delfuncionamiento del aparato estatal referido sobre todo a Alemania.22Cuando se llega a este nivel de la derivacin, el anlisis corre el riesgode extraviar sus supuestos iniciales. Como el Estado es entendidocomo forma social (recurdese: igual que el dinero o la mercanca), nose puede hablar de la accin del Estado. Sin embargo, como sedistingui entre el Estado y su aparato, ya se puede acudir a laexpresin aparato estatal para referirse a la accin concreta delEstado. Se dira que la concepcin del Estado sigue siendo la misma

    20 Joachim Hirsch, Elementos para una teora materialista del Estado, en Crticas dela Economa Poltica, nms. 12/13, El Caballito, Mxico, julio-diciembre de 1979, p. 7.

    21 John Holloway, Debates marxistas..., op. cit., p. 247.22 Joachim Hirsch, Staatapparat und Reproduktion des Kapitals, Suhrkamp, Frankfurt

    am Main, 1974.

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    que la del instrumentalismo o, ms an, que la del liberalismo, con ladiferencia del recurso a la expresin aparato de Estado, ah dondeantes se deca simplemente Estado. Puede ser que esta sea una delas inconsistencias de la corriente derivacionista. Sin embargo, ello nohace desmerecer la ubicacin de dos niveles de anlisis del Estado: elfundamental de ser una forma social, y el fundamentado de la exis-tencia emprica de percepcin inmediata. Las formas sociales sonabstractas; sus expresiones empricas son concretas. Las primerassolamente son capturadas por el pensamiento, mientras las segundasson percibidas por los sentidos. Cul es la utilidad de este enfoque?Una de sus ventajas es que los procesos polticos no se explican por lavoluntad de los actores individuales o grupales ni por las diferenciasculturales de los pueblos, sino por la compulsin que imprime elcapital a los actos humanos. Ya sobre esa base las formas de existenciade los acontecimientos en la superficie poltica son comprensibles. Paraponer un ejemplo: desde un horizonte derivacionista de interpretacin,las transiciones a la democracia en Amrica Latina son interpretadasbsicamente como cambios en los procesos de legitimacin del mandodesptico del capital, una vez que se ha agotado el modelo autoritario,para facilitar, amparndose en el protagonismo de la sociedad civily los derechos humanos, las privatizaciones de recursos pblicos yla violacin de los derechos sociales.23

    Podemos referirnos ahora a otro aporte, inscrito en esta corriente,elaborado por Pierre Salama y Gilberto Mathias, quienes sealaron queen la sucesin de categoras lgicas mercanca/ valor/ dinero/ capital, al

    23 De este modo, se pone al descubierto la frivolidad de los anlisis que explican lasdificultades de la democracia en Amrica Latina por la cultura prevaleciente en laregin donde se ha instalado una democracia sin demcratas. Adems del racismoimplcito en este enfoque, que no por sutil es menos persistente, esta fundamentacinculturalista deja de lado el hecho simple y elemental de que el capital es poder impuestopor encima de la voluntad individual y de las diversas formas de ser de los pueblos. As,el multiculturalismo es promovido mientras sea compatible con la acumulacin de capital.Vase Slavoj iek, Multiculturalismo, o la lgica cultural del capitalismo multinacional,en Fredric Jameson, Estudios culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo, Paids,Argentina, 2003.

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    Estado le correspondera el lugar inmediato posterior al capital. El anlisislgico de la mercanca (como el elaborado por Marx en El Capital) conduceal estudio del valor y ste, a su vez, despunta hacia un anlisis deldinero; en esta lgica, el dinero se convierte en capital. Pero todo esteproceso no puede llevarse a cabo sin el Estado. Sin la categora Estado,la categora capital no se puede concebir. El Estado se deduce o, dichode otro modo, se deriva del capital por dos razones: es el garante delmantenimiento de la relacin de produccin y participa de maneradecisiva en la institucin misma de esa relacin.24 Desde esta perspec-tiva, el Estado se erige como un capitalista colectivo en idea, pues suexistencia es necesaria para garantizar y constituir la dominacin delcapital total. As, el esquema trazado por Salama quedara configuradode la siguiente manera: M-V-D-C-E.25 De este modo, el Estado esentendido como un capitalista colectivo que puede ser visto comoun elemento necesario a la reproduccin de la relacin de explotaciny como elemento regenerador de los capitales numerosos.26

    Debe notarse la aguda diferencia entre los distintos representantesde la corriente derivacionista. A decir verdad, no hubo nunca unaescuela derivacionista sino muchas versiones, sumamente hetero-gneas, de una misma pretensin, a saber: derivar la poltica y el Estadode la dinmica del capital. Cada uno de los autores identificados conesta corriente, en verdad, entendi de manera diferente el proce-dimiento de la derivacin. Mientras que Hirsch y Holloway derivan alEstado de la relacin social que implica el capital, Salama y Mathias loderivan de la serie desarrollada por Marx en el primer tomo de ElCapital: lgicamente a la mercanca le sigui el valor, al valor el dinero,al dinero el capital, y al capital... pues el Estado!

    Lo primero que debemos decir es que en ninguno de los casos setrata de una derivacin lgica. Es decir, la existencia del Estado no se

    24 Pierre Salama y Gilberto Mathias, El Estado sobredesarrollado. De las metrpolis altercer mundo, ERA, Mxico, 1986, p. 24.

    25 Donde: M: mercanca; V: valor; D: dinero; C: capital; E: Estado.26 Pierre Salama, El Estado capitalista como abstraccin real, en Crticas de la

    Economa Poltica, nms. 12/13, op. cit.

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    desprende directamente de la lgica de funcionamiento y reproduccindel capital. El juicio de los derivacionistas no fue lgico sino emprico:como percibimos por experiencia que de no existir el Estado (o elaparato estatal, da lo mismo) el capitalismo se derrumbara, entoncesel Estado (aqu ya es una cosa, un objeto, y por qu no, un instrumento)ha de ser necesario para que se reproduzca el capital en su conjunto.Pngase atencin en que ya se presupone lo que se trata de demostrar:se arranca siempre ya de un concepto emprico del Estado y lo nicoque se obtiene es la necesidad econmica, para la reproduccin delcapital, de eso que previamente se ha entendido como Estado.

    En el caso de Mathias y Salama hay una penosa confusin entre elmtodo de exposicin de Marx y su mtodo de investigacin. Esteltimo est ntimamente vinculado con la lgica dialctica de Hegel,como pusieron de relevancia, hace mucho tiempo, entre otros,Roldosky, Zeleny, Reichelt y Dussel.27 Para una derivacin lgica de lanecesidad del Estado para la reproduccin del capital, se tena quehaber seguido la exposicin no slo del primer tomo de El Capital,sino de los diferentes cuadernos que utiliz Engels para editar lostomos II y III de la obra. Por qu el propio Marx no introdujo el temadel Estado desde ah?, por qu, en los diferentes planes de su obraseala que tratar el tema del Estado slo despus de tratar el capitalen general, el trabajo asalariado y la renta de la tierra? De cualquiermanera, el intento de derivar o deducir el Estado y la poltica desde elconcepto de capital arroj como una de sus principales contribucionesla necesidad de no cosificar al Estado ni tampoco reducirlo a un simplefactor econmico. Esto, adems, signific problematizar la complejarelacin entre el mundo social, organizado por el capital, y lo poltico

    27 Romn Rosdolsky, Gnesis y estructura de El Capital de Marx (estudios sobre losGrundrisse) (trad. Len Mames), Siglo XXI Editores, Mxico, 1983; Jindrich Zeleny, Laestructura lgica de El Capital de Marx (trad. Manuel Sacristn), Grijalbo, Mxico, 1978;Helmut Reichelt, Zur logischen Struktur des Kapitalsbegriffs bei Karl Marx, EuropischeVerlagsanstalt, Frankfurt am Main, 1970; Enrique Dussel, La produccin terica de Marx.Un comentario a los Grundrisse, Siglo XXI Editores, Mxico, 1985; de especial inters sonlos esquemas 39 y 40.

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    en general como no subordinado al movimiento de lo econmico. Siradicalizamos este intento es posible descubrir que el horizonte ontol-gico de sentido que representa el capital tiene un fundamento estricta-mente poltico como veremos en el siguiente captulo. Por el momentoslo diremos que el aporte terico derivacionista fue languideciendocomo tal. Esto no signific, empero, que los autores identificados conesta corriente dejaran de generar interpretaciones crticas del capital.Los desarrollos posteriores se ubicaron en otro nivel de concrecin,especficamente en el estudio y anlisis de las formas histricasconcretas que adquira la relacin entre el capital, la poltica y el Estadoen el marco de la recomposicin general de la organizacin capitalistaque se produjo a partir de la crisis de 1974.28

    Sin tomar el poder

    Derivar lgicamente al Estado del capital tiene diversas consecuenciaspara la comprensin de la poltica, sobre todo si esta prctica humanaes entendida como el arte de gobernar a los pueblos y, simultnea-mente, como la lucha por el poder. Cuando a esa confrontacin se leagrega un horizonte moral, a la manera de gua de accin, parainstaurar una sociedad justa, entonces la pregunta qu hacer? deLenin adquiere una relevancia suprema. La poltica es incomprensiblesin la idea de revolucin, vale decir, sin el recurso al eventual cambiode las prcticas y las instituciones de la potestas y la auctoritas que rigena la sociedad en su conjunto. Son constantes histricas la resistencia y larevolucin como elementos formadores de lo poltico. Con base en el

    28 Algunos ejemplos: John Holloway, Werner Bonefeld, Joachim Hirsch, et al.,Globalizacin y Estados nacin. El monetarismo en la crisis actual, Cuadernos del Sur, HomoSapiens Ediciones/Editorial Tierra del Fuego, Argentina, 1995; Werner Bonefeld, JohnHolloway (comps.), Un nuevo Estado? Debate sobre la reestructuracin del Estado y el capital,Cambio XXI/Colegio Nacional de Ciencias Polticas y Administracin Pblica/Distri-buciones Fontamara, Mxico, 1994; Joachim Hirsch, El Estado nacional de competencia,Universidad Autnoma Metropolitana-Xochimilco, Mxico, 2001.

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    modelo de la Revolucin Francesa de 1789, los bolcheviques tomaronel poder del Estado e iniciaron una reorganizacin de la sociedad capita-lista. El intento se desmoron en 1989: el bloque sovitico fue desinte-grado y la propia Unin Sovitica desapareci. Ya desde antes habasido cuestionado el modelo de revolucin basado en la toma armadadel poder. Herbert Marcuse escriba:

    Es ya evidente: el modelo revolucionario marxista-leninista est histricamentesuperado. Dos principales razones para ello: 1. En los pases donde la clasedominante dispone de una poderosa organizacin militar y semimilitar, provistade armamento ultramoderno y leal a sus amos, un levantamiento armado y unatoma del poder por parte de las masas revolucionarias no entra en la esfera de lasposibilidades reales. Este es el caso de los pases industriales altamente desa-rrollados. 2. La aplastante productividad del capitalismo avanzado ha creadola base material para la integracin de los diversos intereses en el interior de laclase asalariada. En esos pases, el concepto de masas revolucionarias no tieneya mucho sentido. Lo cual no significa que la clase obrera (ampliada) se hayareconciliado con el sistema. Una actitud de cooperacin y enfrentamientoeconmicos puede perfectamente invertirse dialcticamente y situarse en elplano poltico sin que por ello el sistema se vea trascendido en el sentido delsocialismo. Esta tendencia constituye una nueva forma de populismo, y entiendocon ello una oposicin popular, sin referencia de clase, que no se sita en elhorizonte de la lucha armada [...] y todava menos en el de la toma del poder.29

    La constatacin de los obstculos de una revolucin en su forma clsicano slo es de carcter tcnico sino que proviene de un anlisis delcapitalismo que ha tomado en cuenta los procesos psquicos deintegracin de los sujetos en el sistema. Pero adems, si el Estado hadejado de ser comprendido como una superestructura o uninstrumento de clase, y se le ha ubicado antes bien como una formade las relaciones sociales capitalistas, entonces la renuncia a la tomadel poder se antoja como una consecuencia natural.

    Una buena parte del trabajo de John Holloway, uno de losrepresentantes principales de la corriente que estamos analizando,

    29 Herbert Marcuse, Protosocialismo y capitalismo avanzado, eplogo del libro deRudolf Bahro, Por un comunismo democrtico, Fontamara, Espaa, 1981, p. 138.

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    fue el dedicado a elucidar la relacin entre las mutaciones de la formasocial del capital y sus manifestaciones polticas. A diferencia de otrosautores, Holloway insisti en que el capital era una forma de expresinde la negacin del trabajo. A partir de ah, decir capital era decirtrabajo, pero puesto negativamente. En consecuencia, una sola lgicaarticulaba las transformaciones del capital: el fluir de la relacin dedominio que hace que el trabajo se presente invertido bajo la formadel capital. De esta manera, hay un solo capital (en un nivel general yabstracto) pero muchos Estados cuya constitucin expresa unanecesidad interna de la propia relacin de dominio.30

    Conviene ahora detenerse en uno de los trabajos ms interesantesy polmicos de este autor, escrito despus de la cada del muro deBerln y de la desaparicin de la Unin Sovitica y, en gran medida,inspirado en el levantamiento zapatista en Mxico el primer da deenero de 1994. En ese libro,31 Holloway despliega una argumentacinque intenta fundamentar la posibilidad del cambio en las relacionessociales capitalistas sin tomar el poder, es decir, sin establecer un mandocentral monoplico de la violencia fsica, que gobierne para todos conautoridad soberana. Es posible cambiar el mundo sin tomar el poder?Cambiar el mundo no slo parece una tarea desmesurada sino, enverdad, una tesis que parece funcionar como idea regulativa paraemprender no el asalto al cielo sino algn intento de contencin delos aspectos ms ominosos del dominio. Los dominados, excluidos,vctimas, oprimidos y subalternos, aquellos que, en una relacin depoder, desempean el papel de la obediencia, pueden resistir ycombatir por una mejor calidad de vida, pero que se planteen el cambiodel mundo pertenece a otro registro. Cambiar el mundo, si pormundo se entiende horizonte de sentido, mundo de la vida oethos, no es lgicamente imposible, pero no es acaso una imposibilidad

    30 Vase John Holloway, Un capital, muchos Estados, en Gerardo valos Tenorio yMara Dolores Pars Pombo (coords. y comps.), Poltica y Estado en el pensamiento moderno,Universidad Autnoma Metropolitana-Xochimilco, Mxico, 2001.

    31 John Holloway, Cambiar el mundo sin tomar el poder. El significado de la revolucin hoy,Benemrita Universidad Autnoma de Puebla/Herramienta, Argentina, 2002, 320 p.

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    prctica contar con los seres humanos conscientes que se planteenprecisamente cambiar el mundo?

    El mundo est cambiando de manera sensible pero no como productoconsciente de la voluntad de todos los que estn sujetos al cambio sinocomo resultado de la renovacin del mando del capital.32 El cambio hallegado a tal grado que, al menos en el discurso dominante, se le presentacomo resultado del agotamiento de formas de vida basadas en losgrandes relatos y en el proyecto de la Ilustracin, es decir en el discursode la Razn. El cambio del mundo se manifiesta como mltiplestrastornos en todos los rdenes de las relaciones de los seres humanos,desde la familia y la escuela, hasta el trabajo y el consumo, desde losroles de los gneros y las relaciones amorosas, hasta las religiones y lasmoralidades, desde la vida poltica institucional hasta la organizacingeopoltica del planeta. Empero, estas mutaciones con frecuencia sonconsideradas de manera aislada, fenomnica, con una relacin tangen-cial con la economa capitalista, pero no como formas de expresin delser del capital.

    Hablar, pues, de cambiar el mundo, en relacin con la forma socialque el capital implica, es un desafo que no muchos se atreven a sustentaren el presente. John Holloway lo hace pero no slo como un aporteepistemolgico para la mejor comprensin de la lgica que dirige elcambio del mundo hoy. Lo hace sobre todo ubicando el poder de cam-biar el mundo no en el capital sino en el trabajo o, para ser ms precisos,en quienes han sido expropiados de sus cualidades creativas. El capitalse est autotransformando y ello implica que est cambiando el mundo;cambiar el mundo desde el trabajo implicara detener el automatismodel proceso de produccin y reproduccin del capital. Todo esto estmuy bien pero sin tomar el poder?

    En una primera impresin, surge la duda de lo que entiende elautor por poder. Por supuesto, se trata de una provocacin, porquelas cosas se aclaran cuando se hace explcito que el poder se refiere

    32 A este cambio iek le ha llamado revolucin blanda. Vase Slavoj iek, Larevolucin blanda, Atuel/Parusa, Argentina, 2004.

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    al poder poltico, concretamente al aparato de Estado, es decir, elejrcito, la polica, las instituciones para legislar, para juzgar y castigary, claro, para gobernar al Estado.

    Cambiar el mundo sin tomar el poder, puesto as como enunciadoen el ttulo del libro, parece ms un enigma o un desafo. Tambinpuede ser interpretado como un imperativo tico, lo cual significaraque Holloway nos invita a actuar de tal manera que nos situemos msall de la corriente de pensamiento que asumi al poder poltico comoel ncleo organizativo de los pueblos. Y esa corriente de ideas no esmoderna. La centralidad del poder poltico en la estructuracin de unpueblo en cuanto unidad estaba representada en las monarquasantiguas, incluso en las formas ms arcaicas de organizacin comu-nitaria.33 En la tradicin occidental el poder poltico es el punto deremate que articula la de otra manera dispersa caterva de familias. Ensuma, situarse dentro pero, simultneamente, fuera de esta tradicines uno de los grandes desafos ticos que adopta Holloway. En estenivel tico cambiar el mundo sin tomar el poder parece ser uno delos legados de Jess de Nazareth: l no pretenda la revuelta liberadorade su pueblo contra el imperio romano y mucho menos la conquistadel poder imperial por la va de las armas. Lo que quera era algo msambicioso, profundo y, sobre todo, duradero: invertir la relacintradicional entre Dios y los seres humanos: el hombre no fue hechopara el Sbado sino el Sbado para el hombre. Y ello, llevado al extremosignific identificar a Dios con el amor al prjimo y al extrao, es decir,con el amor universalizado y vivido de manera cotidiana. Pues bien, elttulo del trabajo de Holloway evoca, inevitablemente, a esta actitudreligiosa o mtica, por supuesto no en un sentido peyorativo sino tica-mente relevante y sumamente actual.34 El subttulo allana el camino: Elsignificado de la revolucin hoy. Aunque las perplejidades no se

    33 Lucy Mair, El gobierno primitivo, Amorrortu, Argentina, 1977.34 A ttulo de ejemplo de la actualidad de la herencia cristiana, vase Slavoj iek, El

    frgil absoluto o por qu merece la pena luchar por el legado cristiano?, Pre-Textos, Espaa,2002.

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    agotan, este subttulo es inequvoco: se trata de hacer una revolucinque no repita el patrn de las revoluciones modernas de los siglos XVIIy XVIII, pero sobre todo, que no reproduzca las revoluciones socialistasdel siglo XX que, como bien sabemos, terminaron mal.

    La segunda impresin que anima este texto de Holloway ya notiene que ver con el ttulo y tampoco con la perplejidad sino con laposicin que adopta el autor para el desarrollo de sus ideas. Debemosadmitir que, an en estos tiempos, hay quienes siguen reivindicando,sin dogmatismos, el pensamiento crtico negativo. Slo escogeralgunos planteamientos que considero prominentes, a manera detemas sugerentes para la reflexin. Resulta obvio que Holloway seinscribe en la tradicin de Bloch, Lukcs, Sohn-Rethel, Korsch, Rubin,Pashukanis, Adorno y Horkheimer. Esta tradicin se caracteriz, sobretodo, por su acento tico filosfico y por la superacin de cualquierreduccionismo dogmtico.

    Como es de esperarse, inscribindose en esta tradicin, JohnHolloway encuentra en la enajenacin y el fetichismo los ejes articu-ladores del desarrollo de su planteamiento fundamental. Recordemosbrevemente que la enajenacin ha sido una de las ideas ms prolficaspara conducir la crtica de la sociedad capitalista. Su desarrollo bsicose encuentra, como se sabe, en los Manuscritos econmico filosficos escritospor el joven Marx en 1844, pero slo publicados en la dcada de 1930.El tema, sin embargo, no es originalmente marxiano sino que pertenecea Hegel. Fue el filsofo alemn quien expuso dos dimensiones del fen-meno: la enajenacin (Entfremdung) y el extraamiento (Entusserung)como dos modalidades de aquel fenmeno que consiste en salir de smismo de un aspirante a sujeto que todava no se sabe y que, en superiplo por reconocerse, se hace extrao de s mismo y deposita suser en otro. Esto le pareci muy sugerente al joven Marx paracomprender una sociedad emancipada, libre y de iguales, pero quesegua produciendo miseria, muerte y opresin. l encontr el nudode esta paradoja en el trabajo enajenado: el trabajador se empobrecems mientras ms produce. Y es que no trabaja para s mismo ni sus

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    productos le pertenecen; esto lo hace un ser dominado y, peor an,deshumanizado.

    Esta temtica del joven de 26 aos no fue abandonada sino que serecuper dialcticamente en los Grundrisse y, por supuesto, en ElCapital. Ah, la cuestin de la enajenacin se complementa con el temadel fetichismo. Podramos sintetizar esto ltimo como la generacinde un mundo invertido, dislocado, desquiciado. El ncleo del feti-chismo no es que para el pensamiento el mundo de las cosas domineal mundo de los hombres, que los creadores obnubilen su pensa-miento y se dejen dominar por sus creaciones; es algo ms profundoy complejo: lo central del fetichismo es que los seres humanos, aunsabiendo que son los autnticos creadores, se comportan y actancomo si verdaderamente fueran dominados por las cosas. No es poridiotez o por insuficiente iluminacin o por minora de edad autocul-pable, para decirlo kantianamente, que los seres humanos caen en elfetichismo. Lo saben pero lo hacen. Hacen como si la mercanca tuvierauna vida autnoma y los dominara; hacen como si el dinero valierapor s mismo; hacen como si el Estado fuera el resultado de un contratosocial; hacen como si el mundo estuviera compuesto por Estadosnacionales soberanos... S saben lo que hacen pero lo hacen Por qu?Porque de otro modo se desmoronara la forma social que no sloquiere decir relacin social sino tambin conjunto de imgenes,smbolos y fantasas tranquilizadoras que dan cuerpo y consistencia auna relacin social de opresin y humillacin.35

    En consecuencia, el fundamento del planteamiento de Hollowayse encuentra en estas tesis de Marx. Pero nuestro autor no slo lasreitera y esclarece, lo que es muy valioso, sino que las ubica comoprueba de que, el de Marx, no es un discurso de economa sino unaCrtica de la economa poltica, es decir, un discurso crtico de estirpe

    35 Para una exposicin detallada de esta forma de interpretar el fetichismo de la vidasocial, vase Slavoj iek, El sublime objeto de la ideologa, Siglo XXI Editores, Mxico, 1992;Slavoj iek (comp.), Ideologa. Un mapa de la cuestin, Fondo de Cultura Econmica,Argentina, 2004.

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    kantiana y hegeliana, dira yo, dirigido a reconstruir negativamente laexistencia del capital. Es una propuesta muy importante de JohnHolloway remarcar este carcter amplio y abierto del discurso crticode Marx. De esta manera queda asentado el poder de la negatividadpara la reconstruccin terica de la realidad. Y precisamente una de lascontribuciones principales de Holloway es recuperar el pensamientodialctico negativo, es decir, aquel que encuentra en el ser su propianegacin. Se trata de la crtica de la identidad o de la eseidad, tal y comola denomina nuestro autor. Las cosas son y, simultneamente, noson. Todo deviene, dira Herclito. Holloway lo dice de esta manera:

    Si se mira el mundo desde el punto de vista del hacer, es claramente imposibledecir el mundo es, las cosas son o yo soy. Desde la perspectiva del haceres claro que todo es movimiento: el mundo es y no es, las cosas son y no son,yo soy y no soy. Si pensamos en trminos del hacer, la contradiccin inherentea estas afirmaciones no presenta problema: en el hacer voy ms all de mmismo, el mundo se mueve ms all de s mismo, etctera. El cambio en m,que implica mi hacer, significa que soy y no soy. Pero una vez que el hacer estquebrado, una vez que el hacer se subordina a lo hecho, el movimiento seinterrumpe y la afirmacin de que yo soy y no soy parece incoherente. Unavez que se rompe el hacer, ya no prevalece el hacer ni la contradiccin. Laidentidad domina, la contradiccin se aplasta. El mundo es, as son las cosas: sidecimos el mundo es y no es, as son y no son las cosas, estas afirmacionesparecen carecer de sentido, parecen ilgicas.36

    De este razonamiento se desprende que para Holloway la matriz de latransformacin del mundo sin tomar el poder est presente en la propianaturaleza o esencia del capital. Esto le lleva a conclusiones importantesy sugerentes como la crtica del marxismo ortodoxo, la crtica de laidea tradicional de revolucin entendida como toma del poder,la reiteracin de que el capital no es sino trabajo ajeno impago, muertoy vuelto contra sus creadores, las crisis como la expresin extrema ymanifiesta de la insubordinacin latente de los seres humanos frenteal capital, la idea del Estado como proceso, como ilusin real, la crtica

    36 John Holloway, Cambiar el mundo..., op. cit., p. 94.

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    del encuadramiento capitalista del tiempo vida en tiempo de reloj,etctera. Todo esto es muy importante y se desprende de la crtica dela identidad o eseidad. Pero es necesario realmente partir de laperspectiva del hacer para llegar a todas estas conclusiones creativas?Acaso el hacer no tiene ya a lo hecho en su entraa, potencialmente?Considero que adoptar la perspectiva del hacer nos lleva dialctica-mente a lo hecho: son, en efecto, inseparables. Y es que no es nece-sario adoptar el punto de vista del hacer para elaborar la crtica de laidentidad. En la lgica de la identidad misma est presente la negacin,el no ser. Hagamos la reduccin al mnimo, es decir, a la frmula de laidentidad Yo soy Yo. Claro, es una tautologa pero muy elocuente yreveladora. El predicado, que es por definicin la particularizacin delsujeto, repite al sujeto. El sujeto, el Yo, fracasa en su particularizacin.No llega a ser algo definido, particular, distintivo: no llega a ser un yo.Ergo: es nada. Es decir, el yo es su propia negacin. Y Edipo (en Colono),por ejemplo, dice: Ahora que soy nada, cuento como hombre. Perohay ms: lo general o universal se nos revela como lo particular univer-salizado, es decir, el predicado particular, al ser el mismo que el sujetode la identidad, pone de manifiesto que la identidad se sostiene sobrela nada, el vaco, el no ser. Y todo esto es posible desde la propia lgicade la frmula de la identidad y no necesariamente desde el hacer.

    Si saltamos por obvios algunos pasos lgicos, esta observacin meparece importante para la explicacin del Estado. Desde la perspectivadel hacer, que es la que adopta Holloway, el Estado no es sino unproceso relacional que manifiesta, como ilusin real, la escisin entreel poder hacer y el poder sobre. La propia palabra Estado es suma-mente expresiva y plstica. Pero si pensamos que el hacer ya contienelo hecho, entonces el quehacer creativo poltico contiene en su senoya al Estado. Y, en consecuencia, el Estado no slo es expresin dedominio: tambin puede ser un sistema de derechos y deberes comomanifestacin organizada de ciudadanos reconstruidos ticamente.Y es que cualquier vnculo, por muy amoroso que sea, se institucio-naliza o positiviza, y al hacerlo niega su origen. Quiz sea esa unaparte importante de la condicin trgica de los seres humanos.

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    Regresemos un poco y reiteremos que a partir de la enajenacin yel fetichismo Holloway construye su interpretacin. El primer hallazgo,ya lo vimos, es una diferenciacin entre el hacer y lo hecho, lacreacin y lo creado. El flujo social del hacer, que implica el poderde hacer (y tambin, de deshacer, lo que no est tratado en el texto deHolloway) se quebranta, se interrumpe y se genera una escisin entreese poder hacer y otro tipo de poder que Holloway llama podersobre. En consecuencia, el autor hace una distincin importantsimaentre poder hacer, que es lo propio de la creacin desde el horizontedel flujo social, y el poder sobre, que es el poder entendido comomando desptico de unos sobre otros.

    Aqu hay que detenerse a discutir al menos dos cuestiones. Enprimer trmino, debemos enfocar el modelo trascendental a priori queusa Holloway sin hacerlo explcito, quiz sin hacerlo consciente: laentidad comunitaria que produce cooperativamente sobre una basede fraternidad, amor, camaradera, amistad, solidaridad... Por supuesto,nunca existi, o por lo menos no existi de esa manera emprica sinoque es un presupuesto ideal de la razn pura prctica; est, por tanto,despojado de la experiencia, por eso es a priori y trascendental respectode la certeza sensible. Este presupuesto trascendental estara msall de la dialctica ser/no-ser que es crucial para Holloway. Estepresupuesto es, y si es, aqu no cabra la negatividad porque sellegara a un callejn sin salida para plantear la posibilidad de un mundosin dominio. Si en este nivel trascendental se introduce la negatividad,entonces ya no funciona el desarrollo ulterior, porque se estara reco-nociendo que la produccin comunitaria, en esencia, est impregnadade enemistad, odio, envidia, celos, ambicin, competencia, etctera.Este callejn sin salida es simplemente la condicin trgica de la exis-tencia humana, lo cual no quiere decir que se cierre la posibilidad deun mundo de vida menos inhumana que la que vivimos hoy.

    Esa es la primera cuestin. La segunda tiene que ver con laseparacin del hacer y lo hecho (lo cual es perfectamente comprensible)que corresponde con la escisin entre el poder hacer y el poder sobre.Aqu parece haber una disfuncin lgica. Qu produce la ruptura

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    del flujo social? Es decir: por qu hay quienes dominan y otros queson dominados? O, con otras palabras, por qu se genera el podersobre? Son famosas las respuestas de Rousseau y de Engels. El filsofoginebrino deca: El primero al que, tras haber cercado un terreno, sele ocurri decir esto es mo y encontr personas lo bastante simplespara creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil.37 El fielcamarada de Marx seala que cuando se produce un excedente enla produccin material se generan las condiciones de posibilidad de laapropiacin privada del plusproducto por parte de algunos.38 Qudice Holloway? Cuando el flujo social del hacer se fractura, ese poder-hacer se transforma en su opuesto, en poder-sobre. El flujo social sefractura cuando el hacer mismo se rompe. El hacer como proyeccinms all se rompe cuando algunas personas se apropian de la proyec-cin ms all del hacer (de la concepcin) y comandan a otras paraque ejecuten lo que ellas han concebido.39 Parece que llegamos alpunto de partida. Y la pregunta sigue sin respuesta: por qu el poderhacer se convierte en poder sobre? Quiz porque el poder hacer en smismo requiere mando, disciplina y constancia. A veces requierecoercin. Y aqu los clsicos antiguos, por ejemplo Platn y Aristteles,son de gran ayuda. Ellos siempre distinguieron entre el mandodesptico sobre el esclavo y el gobierno poltico sobre el libre. Entendidoesto en su dimensin compleja (no tradicional) esta distincin podrasignificar que los seres humanos, para poder hacer, requieren una dosisgubernativa, no desptica, que conduzca en un sentido determinadola fuerza del hacer.

    Otra cuestin conectada con lo anterior es el arco histrico con elque son compatibles las aseveraciones de John Holloway. Habra quepreguntarse si lo que seala acerca de la escisin entre el poder hacery el poder sobre es una afirmacin universal abstracta o bien est

    37 J.J. Rousseau, Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, Alianza,Madrid, p. 248.

    38 Friedrich Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Progreso,URSS, 1983.

    39 John Holloway, Cambiar el mundo..., op. cit., p. 53.

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    slo dirigida a la comprensin de la poca del dominio del capital. Porsupuesto, esta escisin no es exclusiva del capitalismo, pero aquHolloway corre el mismo riesgo de Alfred Sohn-Rethel en su impor-tante libro sobre la distincin entre trabajo manual e intelectual:40 verel pasado como si fueran formas del capital pero menos desarrolladas.Hay que decir, sin embargo, que el recurso de John Holloway a lasTesis de filosofa de la historia de Benjamin, otorga otro significado aesta riesgosa generalizacin histrica. En efecto, el pasado se puedever desde el presente, retroactivamente, pero de manera negativa:como el cmulo de los intentos frustrados por la emancipacin. Peroentonces, en esta mirada retrospectiva, la propia del ngel de la historia,sera necesario despertar a los muertos y, ms enfticamente, entenderel lugar de la muerte misma, de lo negativo, en la propia recupera-cin del pasado, es decir, en nuestra propia mirada, y en la entraamisma del intento por emancipar a la humanidad. Me parece que laprincipal limitacin de Holloway es haber trabado contacto con temastpicamente hegelianos sin llevarlos, consecuentemente, al extremode sus propias conclusiones.

    La antipoltica

    Es conveniente ahora referirse al importante tema de la antipolticatal y como lo entiende Holloway:

    El movimiento de dignidad incluye una enorme diversidad de luchas contra laopresin, muchas de las cuales (o la mayora) ni siquiera parecen luchas; peroesto no implica un enfoque de micropolticas, simplemente porque esta riquezacatica de luchas es una sola lucha por emancipar el poder-hacer, por liberar elhacer humano del capital. Ms que una poltica es una antipoltica simplementeporque se mueve contra y ms all de la fragmentacin del hacer que el trminopoltica implica, con su connotacin de orientacin hacia el Estado y dedistincin entre lo pblico y lo privado.41

    40 Alfred Sohn-Rethel, Trabajo manual y trabajo intelectual, El Viejo Topo, Colombia, s/f.41 Ibid., p. 305.

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    El que la poltica del capital haya banalizado a esa actividad humanano significa que la poltica en cuanto tal tenga necesariamente queestar encuadrada en un esquema de fragmentacin del hacer. Por lodems, toda poltica se orienta al poder soberano del Estado peroninguna poltica, por definicin, se reduce a l. Es que sin referencia alpoder central del Estado la poltica retorna al terreno de la religin, elmisticismo y la evangelizacin, de actividad liberadora de las mentes,que parte del supuesto de que el poder corrompe y mancha a laconciencia moral en su inmaculada pureza. En este punto, el pensadorHolloway subordina sus ideas al discurso del Ejrcito Zapatista deLiberacin Nacional (de Mxico), organizacin que ha sealado una yotra vez que no lucha por el poder. Cabra preguntarse si esta actituddel EZLN es poltica o es antipoltica. El asunto no es menor porqueaqu la antipoltica cae o bien del lado del capital o bien del utopismoultraizquierdista. En efecto, se puede sostener que es la lgica del capitalla que ha carcomido el temple poltico de los seres humanos.42 La enaje-nacin y el fetichismo incluyen a la poltica, es decir, que las habilidadeso virtudes polticas de los seres humanos (reunirse, escuchar, hablar,deliberar, acordar, discordar, decidir, ejecutar, sobre asuntos que a todoscompeten y que pueden ser, para decirlo con el Estagirita, de un modoo de otro) les son arrancadas y son depositadas, invertidas, en lospolticos profesionales que, en general, tienen un vnculo estrecho conla forma de vida de los dueos del capital. Esa es precisamente lalgica de la antipoltica, y no la que se mueve en direccin del poderhacer como hacer humano. En este sentido, la recuperacin de lapoltica como parte del poder hacer es por s misma una fuerza que, almenos en potencia, posee la capacidad de cuestionar el aparenteautomatismo del capital, con su dimensin poltica institucionalizadaen el cuadro administrativo del Estado, en su ejrcito y polica, en suspolticos profesionales y partidos polticos, en sus poderes oficiales.Una visin que suponga que la poltica es slo lucha por el poder y,en consecuencia, que la antipoltica sera la verdadera actividad del

    42 Adam Schaff, La alienacin..., op. cit., pp. 225 y ss.

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    poder hacer conduce a callejones sin salida y a extravos lamentablesen la prctica poltica. Es triste que en vez de que John Hollowayhubiera aportado al movimiento zapatista su elaborada y profundareflexin anterior sobre el Estado, se subordinara a una retrica cadavez ms desarticulada e inocua que traduce en trminos muy primariosla cuestin de la toma del poder.

    Si se establece una distincin entre el Estado y el aparato del Estado,la toma del poder no puede significar la ocupacin del aparatomediante un golpe prodigioso. Si el Estado es un tipo de relacin entrepersonas, tomar el poder significara cambiar la forma en que serelacionan los propios sujetos en distintos mbitos de la vida. Esteproceso, en algn momento de su desarrollo, se enfrentara con lanecesidad de traducir en trminos jurdicos las nuevas normas deconducta, lo que implicara asumir un sistema de castigos y penaspara aquellos que transgredan el orden, por muy nuevo que sea. Porotra parte, sera ineludible asumir la generalizacin unificada de lasnuevas normas vigentes, lo que implica la construccin de un podersoberano unificado, por muy democrtico y republicano que stepudiera ser. En un proyecto democrtico ello supone la rotatividad delas personas en el ejercicio de la autoridad, pero, de todos modos, elpoder soberano del Estado es una cuestin inevitable. Carl Schmitt loformul de manera cruda y certera: soberano es quien decide el Estadode excepcin. Dar la vuelta a esta temtica central aduciendo que serenuncia sacrificialmente al poder porque lo que se busca en realidades inventar al hombre nuevo no slo parece irreal sino que es,definitivamente, una va segura al autoritarismo dogmtico.

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    Una nueva derivacin

    En este captulo intentaremos elaborar otra derivacin de lo poltico y loestatal restaurando el procedimiento lgico que us Karl Marx para lacomprensin del capital como forma social, y que proviene, funda-mentalmente, de Hegel.1 Se trata de la lgica dialctica que, seguidaconvenientemente, nos revela no slo los momentos polticos del capital,sino la necesaria presencia como no-econmico de lo poltico para quelo econmico se pueda presentar como lo no-poltico o, para decirlodirectamente, para que lo econmico quede presencialmente des-vinculado de la poltica y no sea sujeto de la decisin en la que tomenparte todos.

    La forma del ingreso y las fuentes de ste expresan lasrelaciones de la produccin capitalista bajo su formafetichizada. Su existencia, tal como se manifiesta en lasuperficie, aparece desconectada de las conexiones ocultasy de los eslabones intermedios que sirven de mediadores[...] Y la forma invertida en que se manifiesta la inversinreal se encuentra naturalmente reproducida en las ideas delos agentes de este modo de produccin. Es un tipo de ficcinsin fantasa, una religin de lo vulgar.

    KARL MARXManuscritos de 1861-1863

    CAPTULO II

    El despliegue poltico del capital

    1 G.W.F. Hegel, Ciencia de la Lgica, Solar, Argentina, 1993, y Lgica, Folio, Espaa, 2002.

    Grecia Cruz HerreraSticky Note

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    Para que el ordenamiento de la vida social sea posible de acuerdocon los parmetros impuestos por el capital, se genera un proceso desublimacin de la decisin poltica bajo el revestimiento del mito de lasoberana popular, es decir, del relato acerca de que esa entidad llamadapueblo toma las decisiones en un Estado, no a partir de los procesosde resistencia social2 contra el dominio, sino mediante civilizadaselecciones entre candidatos y partidos polticos para designar a quieneshan de encargarse de hacer las leyes y de gobernar. Esto implica quehay un fundamento poltico del capital no reconocido, reprimido ydesalojado hacia una instancia que no lo puede alterar fundamen-talmente pero que se presenta oficialmente como la institucionalizacinde la poltica concreta. En breve: lo poltico del capital se presenta comono-poltico, y lo que se presenta como poltico est revestido de relatosmticos (la representacin popular, la soberana popular, etctera) que,de manera aportica y sintomtica, revelan la funcionalidad del juegopoltico, cualquiera que ste sea, respecto de la reproduccin de lasrelaciones sociales de poder, de explotacin y de dominio. Significaesto que la poltica es impotente frente a las fuerzas econmicassintetizadas en el capital? No, porque el capital se fundamenta y circulapolticamente, a travs de un poder supremo, poltico militar, a escalamundial. En nuestra poca, la aplastante poltica exterior de los EstadosUnidos de Amrica en el mundo entero, con especial nfasis en elMedio Oriente, debiera ser considerada como una demostracinelocuente de la importancia de la poltica, por lo menos en la dimensinde despliegue estratgico de fuerzas y recursos en una lgica de

    2 El referente clsico de la resistencia sigue siendo el breve pero sustancial texto de E.P.Thompson, La economa moral de la multitud, en Tradicin, revuelta y conciencia declase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial (trad. Eva Rodrguez), Crtica,Barcelona, 1984. Vase tambin Carlos Monsivis, Notas sobre el Estado, la cultura nacionaly las culturas populares en Mxico, y Adolfo Gilly, La acre resistencia a la opresin,ambos en Cuadernos Polticos, nm. 30, ERA, Mxico, octubre-diciembre de 1981. Para eldesarrollo del vnculo entre la resistencia y lo poltico, Arturo Anguiano, La polticacomo resistencia, en Gerardo valos Tenorio (coord.), Redefinir lo poltico, UniversidadAutnoma Metropolitana-Xochimilco, Mxico, 2002.

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    dominio imperial. Poltica, al fin y al cabo, es lo que Carl Schmitt3 llamla grosse Politik, la que se juega en el terreno mundial.4

    Nuestro punto de partida ser la concepcin segn la cual el capitalno es solamente un sistema econmico sino una forma social. Estosignifica que la socialidad entera adquiere la forma del intercambiocapitalista que, por cierto, no es cualquier intercambio. Podra decirseque los seres humanos se forman, desde el nacimiento hasta la muerte,dentro de la lgica del capital, directa o indirectamente.

    El capital como concepto poltico

    La posicin del pensamiento poltico tradicional frente a la obra deMarx est representada en el juicio de Norberto Bobbio: Marx carecede una teora del Estado y tiene una severa deficiencia en teorapoltica.5 Este juicio es certero si lo que se entiende por poltica es laconduccin de los asuntos del Estado, el arte de gobernar a los puebloso la lucha por el poder. Si la matriz de comprensin de la poltica es elhorizonte liberal en sus diferentes versiones, en efecto, aquel juicio serainmediatamente acertado. Pero si, en contraste, cambiamos de cuadranteen la definicin de lo que es poltico, de lo que alcanza el estatuto de serpoltico, entonces la certidumbre alcanzada comienza a perderconsistencia. Hay que decirlo de una vez: desde un horizonte aristotlicode la poltica, el discurso crtico de Marx en conjunto trata de la poltica,pues la conformacin de la convivencia de estos seres gregarios pornaturaleza que son los humanos es lo definitorio de lo poltico. Siformulamos el aristotelismo a la manera de Toms de Aquino y decimosno que el hombre es un animal poltico sino un animal social, nada sera

    3 Carl Schmitt, El concepto de lo poltico, Folios, Mxico, 1985; El nomos de la tierra,Centro de Estudios Constitucionales, Espaa, 1979.

    4 Un texto claro y previsor al respecto: Zbigniew Brzezinski, El gran tablero mundial.La supremaca estadounidense y sus imperativos geoestratgicos, Paids, Espaa, 1998.

    5 Norberto Bobbio, Existe una teora marxista del Estado?, en AA.VV., Existe unateora marxista del Estado?, Benemrita Universidad Autnoma de Puebla, Mxico, 1978.

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    ms fcil que desprender, a la manera de un silogismo, que el discursocrtico de Marx trata precisamente de lo social, de las relaciones sociales,y en consecuencia, sera precisamente un discurso sobre lo poltico:

    En el volumen I de El Capital Marx pasa de la mercanca, a travs del plusvalor, alsecreto de la acumulacin originaria, y revela al final que el punto de partidade la produccin capitalista no es ms que el proceso histrico de escisinentre el productor y [los] medios de produccin, un proceso de lucha de clases yde intervencin coercitiva del Estado en nombre de la clase expropiadora. Laestructura misma del argumento indica que, para Marx, el secreto ltimo de laproduccin capitalista es poltico.6

    Sin embargo, no es sencillo, por desgracia, precisar la consistenciaespecficamente poltica del discurso de Marx.7 Ms nos valdra creerlea Bobbio y a Bovero. Pero hay una slida razn para no hacerlo y quenos puede iluminar, como en un juego de espejos, indirectamente,para proponer que el concepto de capital, tal y como lo formula Marx,pertenece ms a la poltica que a la economa en sentido lato. Bobbiocontrasta tres modelos en la fundamentacin del Estado: el aristotlicou organicista, el contractualista o hobbesiano y el hegeliano/marxiano.Segn el influyente pensador italiano, el modelo hegeliano marxianoparte de la oposicin entre el Estado y la sociedad civil. De hecho,afirma que Hegel es el primer autor que separa el Estado respecto dela sociedad civil. Antes del filsofo alemn los trminos sociedad civil,sociedad poltica y Estado, eran considerados como sin-nimos, y slose oponan al hipottico estado de naturaleza.8 Esto en parte es cierto,

    6 Ellen Meiksins Wood, Democracia contra capitalismo, Siglo XXI Editores/Centro deInvestigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, Universidad NacionalAutnoma de Mxico, Mxico, 2000, p. 27.

    7 No se puede pasar por alto la existencia de notables esfuerzos en la exposicin de estaconsistencia poltica del discurso crtico de Marx a la economa poltica: Harry Cleaver,Una lectura poltica de El Capital, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1985. DavidFernbach, Marx: una lectura poltica, ERA, Mxico, 1979. John M. Maguire, Marx y su teorade la poltica, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1984.

    8 Norberto Bobbio y Michelangelo Bovero, Sociedad y Estado en la filosofa moderna,Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1986.

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    pero hay algo que no termina de encuadrar. Por simple intuicin noparece de genuina fuente hegeliana la mera diferenciacin entre elEstado y la sociedad civil. Debe existir algo ms que un mero contrasteo contraposicin entre dos elementos para que pensemos en una formahegeliana. El filsofo de Stuttgart se esforz toda su vida por construiruna manera de pensar diferente, ms audaz y profunda, que el pensa-miento de la tradicin, aun la ms aguda, densa y perspicaz. Como hoyen da es dominante la visin que opone el Estado con la sociedad civil,y liga a sta con la soberana popular, la democracia y la ciudadana,conviene detenerse un poco a reflexionar si realmente el Estado y lasociedad civil simplemente forman los trminos de una dicotoma. Enesta misma lnea, tambin ser necesario reconsiderar si la polticapermanece realmente separada de la economa del valor de cambio.

    La dialctica hegeliana nos puede mostrar la estructura y dinmicade la sociedad moderna, especficamente en el movimiento o devenirpoltico del proceso social llamado capital. Para comprender estadinmica de la sociedad moderna no son suficientes los conceptosclsicos. Las extrapolaciones aristotlicas sin matices, por ejemplo, sonindicativas y sugerentes; tambin son vlidas en un plano general yabstracto, pero no alumbran las formas peculiares de lo que podra serconsiderado como la esclavitud moderna. Sigue siendo pertinente lapreocupacin de Rousseau,9 pues el enigma contina con pertinazinsistencia: los hombres nacen libres e iguales, pero fuerzas impersonaleslos someten, los mantienen encadenados, los excluyen y, en ltimainstancia, los matan. Por ello es importante indagar la forma poltica delcapital a partir del pensamiento de Marx.

    Es necesario, sin embargo, precisar lo que ha de entenderse porpoltica pues no es una palabra unidimensional, sino precisamenteun concepto. En su sentido ms clsico, la poltica es la actividad prc-tica de los seres humanos dirigida no por la fuerza de la necesidadsino por la potencia de la libertad. Poltica es deliberar, decidir y ejecutaren comn; es la actividad de los libres e iguales para constituir las

    9 J.J. Rousseau, El contrato social o Principios del derecho poltico, Tecnos, Espaa, 1988.

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    formas de su convivencia. As entendida, la relacin poltica especficaes una variedad del vnculo de amistad.

    En su versin monarcmaca, la poltica es la actividad regia, laactividad de los reyes dirigida a la proteccin y cuidado de los sbditos.Procurar el bien de la comunidad es el imperativo de la polticaentendida desde este horizonte.

    Desde el paradigma contractualista, la poltica, en general, es laactividad de construccin y reproduccin del orden estatal civilizado,desde la libertad, igualdad y racionalidad de los ciudadanos. Aqu, losrepresentantes, dotados de poder absoluto o poder acotado, hacenlas leyes, gobiernan y juzgan en funcin de la garanta de la libertad yla propiedad. En su versin especficamente liberal, el contractualismodeja en los polticos profesionales las tareas de regulacin, control ygaranta de las libertades, la propiedad privada y, en algn caso, lasinversiones en infraestructura que por su costo son poco rentablespara los capitales singulares. Hay que advertir, empero, que el libe-ralismo no necesariamente es contractualista, pero si alguna corrienteha sido particularmente insistente en separar poltica y economaes precisamente sta.

    Ahora bien, tras las huellas de Marx conviene preguntarnos acercadel significado del capital, mismo que no es una cosa o un conjuntode cosas. El capital es una relacin entre los seres humanos. Pero paraser ms precisos, el capital es un proceso relacional en cuyo movimientova poniendo sus propias determinaciones formales que lo hacen sercapital. De esta manera, el capital nunca se presenta como una entidadpura sino que lo hace a partir de manifestaciones diversas que,enlazadas entre s, constituyen al capital en cuanto proceso. Captarcon el pensamiento esta autoconstitucin del capital significa situarseen el nivel del concepto del capital. Para llegar a dicho concepto esnecesario entender, como sus momentos previos, su ser en s y suesencia. El aspecto fundamental del trnsito del capital desde una desus determinaciones a otra es la contradiccin, es decir, no slo ladiferencia y la contraposicin de sus determinaciones formales sino

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    aquel movimiento en que los diferentes se oponen al grado de conver-tirse el uno en el otro. Para que esta conversin sea posible y, entonces,para que pueda constituirse la contradiccin es necesario que uno delos elementos (que por definicin es un particular) se ponga comouniversal. La conversin de la mercanca en dinero se produce cuandouna mercanca particular queda puesta como un espejo para todas lasdems. En el dinero hay algo ms que mera mercanca. Ese algo msno est en ninguna mercanca particular sino en el conjunto de lasmercancas como en un todo que nicamente es posible hallar en elpensamiento. Diremos entonces que el ser del dinero no est dentrode l sino fuera, en la relacin claro est, pero en la relacin entre sereshumanos que, por medio de un acto de abstraccin, quedan enlazadosa partir del pensamiento. De este modo avanzaremos en la compren-sin del concepto del capital. As, en cuanto concepto poltico el capitales til para comprender la forma en que el capital en todo su movi-miento es poder pero contiene la peculiaridad de presentarse comolibertad, como voluntad libre, como universo de los iguales que puedenllegar a acuerdos y construir un orden de armona estatal. Como encada una de sus determinaciones formales el capital repite este trnsitode lo particular a lo universal, y a su vez va describiendo un movi-miento en espiral ascendente, llega un momento en que el capital,adems de describir una poltica del poder en cada una de susdeterminaciones, requiere constituirse en un universo de lo polticoen cuanto universalidad de los diversos que deliberan, deciden yejecutan asuntos no regidos por la necesidad sino, segn la definicinde Aristteles, asunto